El comienzo [Privado][Eilydh]
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El comienzo [Privado][Eilydh]
Bajaba de las frías y solitarias montañas, dejaba atrás mis huellas plasmadas en la fría nieve, camino a los extensos y frondosos bosques del este, la soledad me acompañaba, en todo momento, mi único aliado en este mundo, y me bastaba, no necesitaba más, ¿para que? Jamás necesité a nadie, aunque tampoco conocía lo que era tenerlo. Siempre he considerado que estar solo es mejor, las compañías suelen dar problemas, y si solo me he bastado para sobrevivir hasta ahora, no tenía importancia alguna.
Tenía las ideas claras sobre el abrirme al resto de seres, no quería y no tenía pensado hacerlo, pero si tenía muchas dudas sobre seguir en los mismos bosques y montañas de siempre, no vivía mal, tenía la vida echa, pero me aburría, estaba cansado de merodear, las mismas rutas, los mismos árboles, los mismos olores. Estaba cansado de todo eso, tenía curiosidad, tenía ganas de conocer nuevos paisajes, nuevos mundos, tenía ganas de salir de la jaula que yo cree, de la jaula que yo me impuse por terco y solitario. Toda la vida evitando ciudades, mirando los muros que construyen los humanos para protegerse del exterior, no lo entendía, ellos eran el verdadero peligro, que iba a hacerles mas daño que ellos mismos. Había muchas cosas que no entendía, y sinceramente, no quería entender. Pero realmente tenía tantas ganas de salir de allí... Solo mi terquedad me lo impedía, y discutía conmigo mismo, una y otra vez. Y que se me marchaba? Nadie me echaría de menos, nada ni nadie notaría el cambio, y que si me marchaba a otro lugar porque si, porque me apetecía. Era reacio a ello, pero era incapaz de encontrar un motivo para no hacerlo, no había impedimento alguno.
Ande sin mas, mientras en mi interior seguía la lucha y discusión mental entre salir o no, continué durante algo mas de una hora, el tiempo voló y no paré, y cuando quise darme cuenta me encontraba en un lago, entonces me quedé parado, frente a el, observando el lugar. No era la primera vez que pasaba por allí, pero nunca salí del bosque. En ese lago solía haber humanos pescando, y así era, un grupo de tres humanos charloteaba a gritos, entre risas, a unos cien metros de mi, sin dejar de pescar. Parecía que lo pasaban bien, hasta que uno de ellos se percató de mi presencia y me señaló para avisar al resto. Me quedé ahí parado observándolos sin mas, podía olerlos, apestaban. Ellos continuaban hablando, en una lengua que no entendía, agitados y sorprendidos. Tenían un carro tirado por un caballo, y rápidamente fueron a buscar algo a su interior. Uno de ellos sacó una lanza de madera, bastante endeble, los otros dos alcanzaron un arco cada uno, con un buen montón de flechas, y sin demora empezaron a dispararme sin miramientos. Querían cazarme, por que? Por que querían matarme?
Me escondí detrás de un árbol tras esquivar varios flechazos, mientras tanto ellos se acercaban sin dejar de disparar sobre mi. El hombre de la lanza la empuñaba en dirección a mi y se acercaba sin dudar de su habilidad. Una vez el hombre me alcanzó, lanzó una estocada con su lanza como para medirme, la esquivé con facilidad con un pequeño salto lateral, pero una de las flechas me alcanzó en la pata delantera izquierda. Eran buenos tiradores, pero no pensaba convertirme en su cena. Cuando el hombre lanzó una segunda estocada agarré la lanza con la boca y tiré de ella con todas mis fuerzas, provocando que el hombre cayera al suelo estrepitosamente, después rompí la lanza de un mordisco. Me dirigí hacia el hombre que intentaba levantarse, y le agarré de la espalda, mordiendo sus ropajes para tirar de el. Me acerqué lentamente hasta los tiradores, cojeando levemente. Ellos cesaron, pero seguían apuntándome. Cuando estuve a unos veinte metros solté al hombre en el suelo, y lo pisé con la pata con fuerza para inmovilizarlo. Los tiradores se miraron entre ellos, no sabían que hacer, pero sabían perfectamente que si volvían a atacarme acabaría con el lancero.
Que me importaba ese hombre? Había intentado matarme, no le importaba, y lo habría echo de no haberle parado los pies. Por que no lo mataba y ya está? O el o yo, no? Así que sin más, lancé un fuerte gruñido antes de llevarme su cabeza a la boca, bajo la atenta mirada de sus dos compañeros que tensaron aún mas sus arcos mientras me gritaban para que no lo hiciera. Solo tenía que cerrar la boca, y un fuerte crujido llenaría mi boca de sangre.
Tenía las ideas claras sobre el abrirme al resto de seres, no quería y no tenía pensado hacerlo, pero si tenía muchas dudas sobre seguir en los mismos bosques y montañas de siempre, no vivía mal, tenía la vida echa, pero me aburría, estaba cansado de merodear, las mismas rutas, los mismos árboles, los mismos olores. Estaba cansado de todo eso, tenía curiosidad, tenía ganas de conocer nuevos paisajes, nuevos mundos, tenía ganas de salir de la jaula que yo cree, de la jaula que yo me impuse por terco y solitario. Toda la vida evitando ciudades, mirando los muros que construyen los humanos para protegerse del exterior, no lo entendía, ellos eran el verdadero peligro, que iba a hacerles mas daño que ellos mismos. Había muchas cosas que no entendía, y sinceramente, no quería entender. Pero realmente tenía tantas ganas de salir de allí... Solo mi terquedad me lo impedía, y discutía conmigo mismo, una y otra vez. Y que se me marchaba? Nadie me echaría de menos, nada ni nadie notaría el cambio, y que si me marchaba a otro lugar porque si, porque me apetecía. Era reacio a ello, pero era incapaz de encontrar un motivo para no hacerlo, no había impedimento alguno.
Ande sin mas, mientras en mi interior seguía la lucha y discusión mental entre salir o no, continué durante algo mas de una hora, el tiempo voló y no paré, y cuando quise darme cuenta me encontraba en un lago, entonces me quedé parado, frente a el, observando el lugar. No era la primera vez que pasaba por allí, pero nunca salí del bosque. En ese lago solía haber humanos pescando, y así era, un grupo de tres humanos charloteaba a gritos, entre risas, a unos cien metros de mi, sin dejar de pescar. Parecía que lo pasaban bien, hasta que uno de ellos se percató de mi presencia y me señaló para avisar al resto. Me quedé ahí parado observándolos sin mas, podía olerlos, apestaban. Ellos continuaban hablando, en una lengua que no entendía, agitados y sorprendidos. Tenían un carro tirado por un caballo, y rápidamente fueron a buscar algo a su interior. Uno de ellos sacó una lanza de madera, bastante endeble, los otros dos alcanzaron un arco cada uno, con un buen montón de flechas, y sin demora empezaron a dispararme sin miramientos. Querían cazarme, por que? Por que querían matarme?
Me escondí detrás de un árbol tras esquivar varios flechazos, mientras tanto ellos se acercaban sin dejar de disparar sobre mi. El hombre de la lanza la empuñaba en dirección a mi y se acercaba sin dudar de su habilidad. Una vez el hombre me alcanzó, lanzó una estocada con su lanza como para medirme, la esquivé con facilidad con un pequeño salto lateral, pero una de las flechas me alcanzó en la pata delantera izquierda. Eran buenos tiradores, pero no pensaba convertirme en su cena. Cuando el hombre lanzó una segunda estocada agarré la lanza con la boca y tiré de ella con todas mis fuerzas, provocando que el hombre cayera al suelo estrepitosamente, después rompí la lanza de un mordisco. Me dirigí hacia el hombre que intentaba levantarse, y le agarré de la espalda, mordiendo sus ropajes para tirar de el. Me acerqué lentamente hasta los tiradores, cojeando levemente. Ellos cesaron, pero seguían apuntándome. Cuando estuve a unos veinte metros solté al hombre en el suelo, y lo pisé con la pata con fuerza para inmovilizarlo. Los tiradores se miraron entre ellos, no sabían que hacer, pero sabían perfectamente que si volvían a atacarme acabaría con el lancero.
Que me importaba ese hombre? Había intentado matarme, no le importaba, y lo habría echo de no haberle parado los pies. Por que no lo mataba y ya está? O el o yo, no? Así que sin más, lancé un fuerte gruñido antes de llevarme su cabeza a la boca, bajo la atenta mirada de sus dos compañeros que tensaron aún mas sus arcos mientras me gritaban para que no lo hiciera. Solo tenía que cerrar la boca, y un fuerte crujido llenaría mi boca de sangre.
- OFF-ROL:
- Bueno, este post me ha salido bastante flojo, perdón por ello. Y, he querido dejarte a ti la decisión de pararme los pies o dejar que lo mate. Según lo que decidas puedes describir tu misma el movimiento de Dann sin problemas para que el rol sea mas fluido, tanto si me paras los pies como si dejas que lo mate. Con que hagas una pequeña descripción de como le aplasto la cabeza o me giro para prestarte atención, suficiente. ^^
Dann
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Re: El comienzo [Privado][Eilydh]
Cuánto llevaba caminando? Eilydh llevaba preguntándose lo mismo las últimas tres horas. Sus pasos habían sido lo suficientemente rápidos como para alejarse de los caminos las primeras semanas tras escaparse de Sandorai. Sumida en la adrenalina de saberse en peligro. No supo exactamente cuando se dio cuenta de que la seguían, pero los mercenarios de su padre, aunque elfos. no parecían ser lo suficientemente sigilosos como para pasar desapercibidos por la chica. La cuestión es que el momento exacto en el que decidió perderse en la frondosidad de los bosques comprendió que también había perdido algo de control sobre todo aquello que había creído una victoria.
Tras varias semanas, se sabía lejos de su tierra natal, y aunque no sabía exactamente donde se encontraba, se había guiado por las estrellas y el sol y su paso se había aminorado a medida que había alcanzado las tierras del este. La ingeniuidad de creerse a salvo en terrenos ajenos a los dominios de sus razas la hizo confiarse y Eilydh empezó a dedicar tiempo a actividades que habían sido ignoradas hasta entonces pero que por otra parte, eran necesarias: Cazar y dormir.
Al principio la elfa se había contentado con comer frutas y ballas del camino. A medida que su hambre empezaba a hacerse presente, sin embargo, la certeza del manejo de su daga y su astucia habían conseguido que la caza no fuese un problema, tanto que su confianza la había hecho sentir que tenía el bosque bajo su control.Y todo Aerandir sabía que el bosque nunca obecede ordenes...
El primer ataque de los mercenarios fue casi fortuito y acabó con algunos rasguños que más tarde cicatrizaron sobre sus mejillas. A medida que estos fueron más cercanos a su propia captura los mercenarios elfos se hicieron menos cautelosos y más sediento del dinero del botin, vino y .. deseos carnales. Esto último se hizo especialmente presente en el último ataque de aquella semana. En el que Eilydh agradeció escapar casi por fortuna con la ropa hecha girones y deseo de venganza.Desde entonces había estado procurándose una muestra de todos los objetos venenosos que podía encontrar en el camino: El veneno de unas serpientes, algunas hidras venenosas.. y había embadurnado su daga con las mezclas. La próxima vez que se encontrasen sería la última.
Cuánto llevo caminando?- pensó por enésima vez. Esta vez temerosa de su respuesta. No por la necesidad de saber el tiempo, sino porque hacía más de 1 hora que no oía los pasos poco cautelosos de sus captores. Ni escuchaba las risotadas y lenguaje obsceno que los acompañaba. Se sentía desprotegida sin saberlos cerca. Como el extraño silencio que antecede a una tormenta.
Se sorprendió buscándolos entre la maleza, sintiendo casi de manera certera que estaba siendo guiada hacia una trampa. Su necesidad de saber era mas fuerte sin embargo, y la quietud de la incertidumbre la ponía más a riesgo de cualquier trampa en la que pudiese acabar.
Los encontró media hora más tarde. Al parecer habían decidido darse un descanso de perseguirla, y lejos de cualquier posada que pudiesen permitirse, habían decidido sentarse a las orillas de un lago cercano donde se las habían ingeniado para engañar a un pescador que parecía atemorizado frente a lo fornido de sus cuerpos, la elegancia de sus arcos y sobre todo las cicatrices, poco comunes en los rostros casi perfectos de los elfos.
Eilydh se escondió tras un árbol cercano, de espaldas a ellos, observándolos y decidiendo qué ruta sería la más acertada para perderlos de vista cuando escuchó el sonido de pasos cercanos a ella misma.
Todo pasó muy rápido. La criatura había salido de entre los juncos y matorrales cercanos. La respiración de la chica se pausó. Jamás había visto a un lobo tan grande. Giró sobre si misma, presa del pánico, buscando a su alrededor indicio de otro de aquellos animales. Sabía que la fuerza de los lobos estaba en ser manada y por el tamaño de aquel debía ser un macho, si tenía muy mala suerte alfa, y el resto no tardaría en aparecer.
Pero no lo hicieron. Los tres hombres que habían estado pescando se encararon al animal. Eilydh se percató de que uno de los elfos había agarrado una lanza, y la blandía hacia el animal mientras el pobre pescador intentaba tensar el arco que el elfo había dejado en el carromato junto al otro de los mercenarios., La sensación de asco que sentía por aquellos hombres cambió con rápidez a profunda satisfacción cuando el lobo lo apresó a uno de ellos entre sus fauces. El otro seguía lanzándole flechas.al animal que parecía contrariado. El pobre pescador había bajado el arco y se debatía entre seguir atacando al animal o correr por su vida.
Se asustó de sus propios pensamientos mientras veía como el mercenario lloraba por su vida.
Ella también había llorado. Una fuerte sensación de odio la recorrió.Quería que sufriesen. Quería que aquellos ojos diabólicos se cerrasen para siempre.. Y era tan fácil...
Salió de entre los juncos usándo toda la rabia que la inundaba para saltar sobre la espalda del mercenario que aún tenía el arco. Buscó a tientas la daga en su muslo derecho y la blandió en un corte limpio entre la armadura del mercenario. Eilydh nunca supo exactamente que pasó con el otro mercenario. La sangre manchó el lago a la par que las fauces del lobo. El pescador huyó despavorido afortunado de saberse vivo mientras la chica se descolgaba del mercenario al que había atacado, este se llevaba la mano a la herida de la que vertía sangre sin parar. El efecto del veneno mortífero de aquella arma no tardó en hacerse presente y cayó desplomado no muy lejos de su acompañante.
La chica suspiró.asustada. Había matado a un hombre. Le temblaban las manos. La adrenalina hacía que su corazón latiese fuerte en su pecho .y miles de ideas se acumulaban en su cabeza: Debía marcharse. Cuánto tardarían en descubrir aquellos cadáveres? Mandaría su padre más mercenarios a buscarla? Alguien más la había visto?
En aquella marabunta de preguntas su mirada se topó con la del lobo. Con las fauces ensangrentadas, y aquello por incomprensible que fuese la calmó. Como si el animal supiese exactamente que pensaba. En aquel momento se percató que estaba herido, y pensó que quizás fuese su oportunidad de escapar de su furia, pero no gruñía. No había rabia en su mirada, ni violencia, ni siquiera un retazo de lo salvaje del bosque. Solo calma.
Se acercó al animal temerosa con una leve inclinación de cabeza en señal de sumisión. Aquel animal había matado a una de las personas que días antes la habían mancillado e intentado matar. Estaba en deuda con la criatura. Extendió su mano lentamente mostrándolas vacías sin dejar de inclinarse. Si lograba acercarse lo suficiente quizás podría retirar de su herida la flecha de su pata y si era lo suficientemente habilidosa empezar el proceso de curación antes de que la criatura pudiese atacarla en reflejo de dolor.
Se arriesgó.
Eilydh
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Re: El comienzo [Privado][Eilydh]
Aplasté la cabeza de un bocado, y sonó como cuando aplastas un melón. La sangre salió despedida en todas direcciones, y me llenó la boca junto a pequeños trozos de hueso. Y no se si fue el placer de matarlo, o que estaba demasiado atento a que no me mataran, pero alguien más se encontraba ahí, salió de la nada, y no me di cuenta, ni siquiera de su olor. Su cabello era rubio, parecía plateado, el sol se reflejaba en su larga melena, como si de un espejo se tratara, como si su cabello rebosara magia, parecía que tenía luz propia. Sus ojos eran azules y grandes, como estrellas en la noche mas oscura, y su blanca piel parecía tan delicada como la de un ángel. Me quedé mirando a la mujer un rato, lucía enfadada, podía ver la ira en su rostro, y en su forma de atacar a aquel hombre. Sus movimientos eran rápidos pero precisos y elegantes, como si estuviera ejecutando una coreografía ya practicada. Pero su elegancia no era capaz de esconder la brusquedad de la puñalada que le asestó al hombre. Cayó desplomado al suelo, sangrando entre desagradables sonidos guturales. Yo volví en mi, me había quedado absorto ante la escena tan inesperada, y perdí de vista al tercer hombre, que desapareció rápidamente para salvar la vida.
Escupí los trozos de hueso que tenía en la boca y volví la mirada a la chica rubia. Era extraño, o eso creí, ya que ella era distinta, su piel, su pelo, e incluso sus orejas, no era como el resto. Sus orejas eran picudas y algo mas alargadas que las del resto de hembras humanas que había visto, también poseía el pelo mas rubio que vi jamás, y si, es verdad, no entendía mucho de humanos, pero estaba seguro que ella era distinta, incluso su olor era mas agradable. Su belleza brillaba como el sol.
La chica soltó un fuerte suspiro con el hombre a sus pies, su manos temblaban, y casi podía oler sus nervios aunque no los hubiera demostrado en combate. De pronto dirigió su mirada hacia mi, nos miramos a los ojos, no se durante cuanto tiempo, pero un pequeño silencio se creó mientras nos observábamos, fue un silencio bastante incómodo, y a mi el silencio solía gustarme. Luego ella miró hacia la flecha que tenía clavada, y poco a poco empezó a acercarse a mi. Me enseñaba las manos en señal de paz, demostrando que no llevaba ningún tipo de arma, demostrando que sus manos estaban desnudas y no quería hacerme ningún tipo de daño, e inclinaba ligeramente la cabeza. No se porque motivo estaba intentando acercarse a mi, o porque pretendía demostrar que no quería dañarme, que quería? Di un pequeño paso atrás, desconfiado, mientras miraba sus ojos azules, unos ojos que parecían no esconder nada, unos ojos que jamás había visto. Pero y si era magia? Estaba hechizándome? Jamás dejaría que nadie se me acercara, pero me estaba confiando. Di otro pequeño paso hacia atrás sin darme cuenta, y solté un pequeño soplido que pretendió ser un gruñido, pero cuando quise darme cuenta su mano se encontraba en mi cuello, y no hice nada mas que mirar sus gélidos ojos azules. Por algún motivo que desconozco, fui incapaz de mostrarme agresivo ante ella, quizá ella estuviera actuando y me hubiera engañado por completo, pero en sus ojos solo podía ver bondad y nobleza.
Nunca había matado antes a un hombre, nunca he tenido motivos para hacerlo, y ella no me estaba dando motivos para hacerle ningún tipo de daño, al menos por ahora. Cierto es que cuando su mano llegó hasta el pelaje de mi cuello no pude evitar relajarme, agaché la cabeza y cerré los ojos sin darme cuenta. Era la primera vez que sentía el tacto de alguien, y jamás pensé que se sintiera esto, era... estaba... estaba cómodo, era relajante. Sus manos eran suaves, y me resultaba inevitable no sentir paz, una paz que ella transmitía, una paz que brotaba de sus manos y sus delicados gestos.
Escupí los trozos de hueso que tenía en la boca y volví la mirada a la chica rubia. Era extraño, o eso creí, ya que ella era distinta, su piel, su pelo, e incluso sus orejas, no era como el resto. Sus orejas eran picudas y algo mas alargadas que las del resto de hembras humanas que había visto, también poseía el pelo mas rubio que vi jamás, y si, es verdad, no entendía mucho de humanos, pero estaba seguro que ella era distinta, incluso su olor era mas agradable. Su belleza brillaba como el sol.
La chica soltó un fuerte suspiro con el hombre a sus pies, su manos temblaban, y casi podía oler sus nervios aunque no los hubiera demostrado en combate. De pronto dirigió su mirada hacia mi, nos miramos a los ojos, no se durante cuanto tiempo, pero un pequeño silencio se creó mientras nos observábamos, fue un silencio bastante incómodo, y a mi el silencio solía gustarme. Luego ella miró hacia la flecha que tenía clavada, y poco a poco empezó a acercarse a mi. Me enseñaba las manos en señal de paz, demostrando que no llevaba ningún tipo de arma, demostrando que sus manos estaban desnudas y no quería hacerme ningún tipo de daño, e inclinaba ligeramente la cabeza. No se porque motivo estaba intentando acercarse a mi, o porque pretendía demostrar que no quería dañarme, que quería? Di un pequeño paso atrás, desconfiado, mientras miraba sus ojos azules, unos ojos que parecían no esconder nada, unos ojos que jamás había visto. Pero y si era magia? Estaba hechizándome? Jamás dejaría que nadie se me acercara, pero me estaba confiando. Di otro pequeño paso hacia atrás sin darme cuenta, y solté un pequeño soplido que pretendió ser un gruñido, pero cuando quise darme cuenta su mano se encontraba en mi cuello, y no hice nada mas que mirar sus gélidos ojos azules. Por algún motivo que desconozco, fui incapaz de mostrarme agresivo ante ella, quizá ella estuviera actuando y me hubiera engañado por completo, pero en sus ojos solo podía ver bondad y nobleza.
Nunca había matado antes a un hombre, nunca he tenido motivos para hacerlo, y ella no me estaba dando motivos para hacerle ningún tipo de daño, al menos por ahora. Cierto es que cuando su mano llegó hasta el pelaje de mi cuello no pude evitar relajarme, agaché la cabeza y cerré los ojos sin darme cuenta. Era la primera vez que sentía el tacto de alguien, y jamás pensé que se sintiera esto, era... estaba... estaba cómodo, era relajante. Sus manos eran suaves, y me resultaba inevitable no sentir paz, una paz que ella transmitía, una paz que brotaba de sus manos y sus delicados gestos.
Dann
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Re: El comienzo [Privado][Eilydh]
La mano menuda de Eilydh se perdió en el pelaje suave del lobo. Se había concentrado tanto en no asustar a la criatura que casi se sorprendió al sentir el trazo de piel del animal.Era cálido y podía sentir el subir y bajar de sus fornidos músculos haciendo que el aire entrase y saliese de su garganta.La chica pensó que había algo hipnótico en el sonido de su respiración, y que en cualquier otro momento hubiese encontrado aquello irónico. Pero no en aquel. Se jugaba demasiado para pensar aquello. Sobre todo cuando del hocico del animal aún caían algunas gotas rojizas de agua.
Pero el lobo no se estremeció, aunque parecía contrariado por la valentía de la chica. Había escatimado por lo bajo sus dimensiones y aunque la elfa era alta se sintió pequeña ante la grandiosidad del lobo, casi tanto que por un momento cesó el movimiento paulatino de sus manos acariciando al animal e hizo el amago de retirarla. Pero recordó que su fin era curar su herida. Y que estaba en deuda con él, aunque la criatura no lo supiese. Y ella era demasiado terca como para no pagar sus deudas.
-Eres...- susurró la chica intentando buscar el adjetivo exacto para describir las mil acepciones que se le venían a la cabeza mientras sus ojos se movían rápido inspeccionando el pelaje. Era dificil encontrar la palabra exacta.- Mágia.- dijo finalmente.
Pero no una magia cualquiera. Eilydh había vivido rodeada de magia en los bosques de Sandorai, ella misma poseía el don de la curación. Pero la magia que guardaba el lobo era salvaje, libre. Noble. Encerraba miles de incógnitas y poseía la sabiduría de los bosques, y de sus ancestros. Y de todo lo que había aprendido y que le había llevado allí.
Sonrió, nerviosa. Aquella criatura tenía ya bastante con intentar averiguar las intenciones de la elfa como para tener que preocuparse por entender palabras que al fin y al cabo las había pronunciado más para ella misma.
Intentó camuflar el dolor que iba a causarle a la criatura mostrando cercanía aproximándose al lobo emitiendo un leve sonido sordo con los labios. Como el acto reflejo de poner una mano tras un golpe en un intento, quizás vano, de calmar al animal
-Shhh... shhh...
Actuó de manera rápida y certera. No había gesto de pena en la cara de la chica mientras retiraba la flecha de la pata del animal. Sabía que se jugaba una mala reacción y que sus fauces estaban a menos de 40 cm de su propio rostro, pero confió que la firmeza de sus caricias fuesen consolación suficiente para que cuando la criatura se percatase, ya fuese demasiado tarde.
La flecha opus una leve resistencia, pero tras un tirón limpio Eilydh logró sacarla dejando una herida abierta y sangrando. La elfa no se jugó enfurruñar al animal más de lo que ya lo había hecho causándole aquel dolor y retrocedió dejando la flecha en el suelo y de nuevo enseñando sus manos, una de ellas manchada de la sangre del animal y la otra apresurándose de nuevo a acercarse. El lobo no sabía muy bien si confiar de nuevo en Eilydh. O al menos eso pensó la chica.
Haciendo tiempo para que viese que sus intenciones no eran hacerle más daño se rasgó parte del desmejorado vestido que llevaba, dejando parte de su pierna al descubierto preocupandose de que su daga aún quedaba escondida. Mojó los jirones de la seda verdosa en el agua fresca del lago y se acercó de nuevo a la pata del lobo.
-Lo sé.- dijo, como si el gesto de duda del lobo le hubiese arrancado una pregunta.- Te acabo de hacer daño. Pero creeme, me hubieses odiado más si hubiese dejado que esa flecha se pudriese en tu pata, infectase tus huesos y te hiciese morir.- dijo simplemente, escurriendo algo del agua de la tela lo suficiente para que no gotease.- Solo voy a limpiarte, y después.. quizás pueda curarte.
Fijo los ojos en los del lobo y le pareció ver un gesto de negación.Quizás fuese la adrenalina y el remordimiento del cuerpo del mercenario bañando el estanque cercano. O que finalmente sus días de solitud la habían hecho perder la cabeza lo suficiente como para pensar que el lobo pudiese entenderle. O mucho peor, no atacarla.Pero se puso firme ante la criatura y no esperó permiso para acercarse a él de nuevo.
Antes si quiera que se lo concediese la elfa ya estaba limpiando la herida.
-Ya!- dijo mientras comprobaba que había dejado de sangrar. Era limpia, y seguramente cicatrizaría de manera espontánea sin la actuación de la elfa. Pero Eilydh temía que se infectase y aunque no sabía muy bien si su magia funcionaba con animales, posó una mano sobre el corte, cerró los ojos y se concentró.
Cuando los abrió de nuevo en lugar de bordes la herida parecía una cicatriz rojiza, como si hubiese pasado el tiempo sobre ella y empezase a cerrar sobre la piel del lobo.
-Listo.- dijo y se apresuró a alejarse pues no sabía cuánta paciencia había mermado y cuanta aún quedaba en el carácter del lobo pardo.- Me temo que va a quedarte cicatriz- añadió levantándose y adecentándose el vestido y preparándose para alejarse.- Pero eres un lobo grácil y rápido. Seguro que eso no te impide tener una buena camada- añadió, de nuevo teniendo la sensación de que hablaba más para ella misma que para el lobo.
-Qué iba a hacer con aquellos cadáveres?- pensó Eilydh.-Podría simplemente huir, al fin y al cabo no hay signos que indiquen que estuve aqui.. pero si mi padre encuentra a los mercenarios... sabrá que fui yo. No quiero pensar en su furia..Además los posaderos de la última ciudad habrán notado que una elfa pasoó por los caminos. Y el pescador quizás atino a ver mi rostro...
Se sorprendió a si misma acariciando de nuevo el pelaje suave del lobo mientras su cabeza deambulaba de un pensamiento en otro.
-Que afortunado eres...- le dijo, pensando en la simpleza de lo que se le venía al lobo comparado con el sinfin de cosas por resolver que ella tenía sobre si misma.
Eilydh
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Re: El comienzo [Privado][Eilydh]
La voz de la chica me tranquilizaba, sonaba dulce, y las palabras que brotaban de sus labios danzaban en mis oídos como si de una melodía se tratase. El idioma de los humanos siempre me repugnó, son bastos y sus voces son pesadas y toscas, son ruidosos, y gritan siempre, pero sin embargo la chica era todo lo contrario, tan relajante como el mirar de sus ojos, o como el tacto de sus manos acariciando mi pelo. Dejó ver una pequeña sonrisa nerviosa entre tanta dulzura, a lo que ladee ligeramente la cabeza mientras la escuchaba, intentando entenderla, aunque sin éxito. No tenía ni idea de lo que decía, pero sonaba bien. De pronto la mujer empezó a sesear, algo así como una serpiente, o eso fue lo que me recordó ese sonido, y de pronto noté como agarraba la flecha aún clavada en mi pata, con fuerza, para tirar de ella rápidamente. No dejó de intentar tranquilizarme por el dolor, que claramente me castigaba, pero inevitablemente retrocedí sorprendido por la extracción de esta, emitiendo un leve quejido que acabó por convertirse en un gruñido instintivo. Noté un fuerte pinchazo cuando la retiró, y al dejar la herida abierta, empezó a sangrar. La herida no me preocupaba, había tenido muchas otras, y si dolía, claro que dolía, pero cicatrizaban rápido. La chica se apartó rápidamente hacia atrás, quizá por mi reacción, quizá por seguridad, aunque dado sus nervios, no parecía temerme. Volvió a enseñarme ambas manos antes de acercarse nuevamente a mi, quería ayudarme, aunque no entendía el porque... nunca jamás nadie se había acercado a mi. Nunca he dado mucha oportunidad a que se aproximaran, pero siempre me han temido, incluso el resto de animales que habitaba en el mismo bosque que yo, bosque del que después de todo aquello, abandonaría.
Vi como rompía sus propias prendas de ropa y se acercaba al lago para humedecerla, ella seguía intentando tratar mi herida lo mejor que podía, con delicadeza, y con el máximo cuidado posible. Entonces limpió la herida mientras volvía a hablarme con dulzura. Y a decir verdad, me habría gustado entender lo que decía, el tono de su voz era tranquilizador, y a pesar de que intentaba esforzarme en no confiar en ella, no conseguía hacerlo. Era reacio a todo aquello, pero tenía algo que anulaba mis negativas. Quería empujarla y marcharme sin mas, ella no me debía nada, y no necesitaba sus cuidados ni su caridad, sin embargo, ahí seguía, intentando entender lo que decía, intentando comprender porque trataba de ayudarme. Continué mirando a la chica mientras hablaba, observando sus gestos y ladeando la cabeza con curiosidad, mientras ella seguía encargándose de mi herida.
Fue entonces cuando colocó la mano sobre la herida. Observé como cerraba los ojos y se concentraba. No se bien como describir la sensación que me transmitió, pero fue parecida a cuando acariciaba mi pelo, fue una sensación de paz, y la sensación de que el dolor que tenía en la pata, desaparecía, noté como poco a poco el dolor se reducía hasta desaparecer, noté como su magia recorría mi cuerpo y me sanaba. Entonces se apartó para continuar dedicándome unas palabras que nuevamente no entendía, y totalmente sorprendido levanté la pata y me miré arqueando ligeramente una ceja. La herida estaba cerrada, totalmente cerrada, ella lo hizo. Normalmente habría tardado incluso un día hasta que se me cerrara, pero ella lo consiguió en apenas segundos. Apoyé la pata sobre el suelo y di unos pequeños saltos para comprobar el estado con algo de movimiento, y no sentí absolutamente nada, estaba perfecta, como si nada hubiera pasado, simplemente una cicatriz, sin dolor alguno.
La humana se separó de mi, satisfecha, mientras que terminaba de hablarme para prestar atención a los cadáveres de los otros humanos. Parecía preocupada por ello, a pesar de que ya estaban muertos, pero había algo que le preocupaba, y tardé un rato en entenderlo. Los miraba como si no supiera que hacer con ellos, por algún motivo no le gustaba que estuvieran allí, aunque no entendí el porque, que mas da que se pudrieran ahí mismo. Entonces volvió a tocarme, despreocupada, realmente no me temía, no le asustaba, o eso era lo que creía, desde luego se preocupó mas de los cadáveres que de mi.
Ella me había ayudado, y aunque me sonó raro en ese momento, su presencia no me molestaba, me tranquilizaba, y quise ayudarle aunque desconociera el fin de lo que iba a hacer. Miré a ambos cadáveres, y sin dudarlo avancé hasta el que yo mismo maté, mordí el brazo del muerto y lo llevé junto al otro. Miré a la humana y salté sobre el suelo con ambas patas delanteras, para luego empezar a cavar un poco con ambas patas, como preguntándole si quería enterrarlos. Después de eso hice un gesto con la cabeza, señalando los cuerpos y luego señalando el lago, por si quería lanzarlos al interior.
Desconocía el porque quería hacerlos desaparecer, pero quería hacerlo, y no se si lo que intenté decirle le sería útil, o siquiera si me habría entendido, pero los lanzaría al lago si ella quería, o cavaría lo suficiente para esconderlos tan profundo como hiciera falta.
Jamás habría pensado en esto, en estar junto a alguien, junto a un humano, tranquilo, sin evitarlo o echarlo de mi territorio como fuese, pero ahí estaba, y si alguien me hubiera dicho que iba a pasar, lo tacharía de loco, sin embargo el loco era yo. Las ganas de desaparecer desaparecían, ella me transmitía tranquilidad, no sabía porque, pero lo hacía. ¿Tenía ganas de estar con ella? Ni yo mismo me comprendía, pero nada me empujaba a marcharme, aunque en mi interior me repetía que tras ayudarla seguiría mi camino, y ella el suyo.
Vi como rompía sus propias prendas de ropa y se acercaba al lago para humedecerla, ella seguía intentando tratar mi herida lo mejor que podía, con delicadeza, y con el máximo cuidado posible. Entonces limpió la herida mientras volvía a hablarme con dulzura. Y a decir verdad, me habría gustado entender lo que decía, el tono de su voz era tranquilizador, y a pesar de que intentaba esforzarme en no confiar en ella, no conseguía hacerlo. Era reacio a todo aquello, pero tenía algo que anulaba mis negativas. Quería empujarla y marcharme sin mas, ella no me debía nada, y no necesitaba sus cuidados ni su caridad, sin embargo, ahí seguía, intentando entender lo que decía, intentando comprender porque trataba de ayudarme. Continué mirando a la chica mientras hablaba, observando sus gestos y ladeando la cabeza con curiosidad, mientras ella seguía encargándose de mi herida.
Fue entonces cuando colocó la mano sobre la herida. Observé como cerraba los ojos y se concentraba. No se bien como describir la sensación que me transmitió, pero fue parecida a cuando acariciaba mi pelo, fue una sensación de paz, y la sensación de que el dolor que tenía en la pata, desaparecía, noté como poco a poco el dolor se reducía hasta desaparecer, noté como su magia recorría mi cuerpo y me sanaba. Entonces se apartó para continuar dedicándome unas palabras que nuevamente no entendía, y totalmente sorprendido levanté la pata y me miré arqueando ligeramente una ceja. La herida estaba cerrada, totalmente cerrada, ella lo hizo. Normalmente habría tardado incluso un día hasta que se me cerrara, pero ella lo consiguió en apenas segundos. Apoyé la pata sobre el suelo y di unos pequeños saltos para comprobar el estado con algo de movimiento, y no sentí absolutamente nada, estaba perfecta, como si nada hubiera pasado, simplemente una cicatriz, sin dolor alguno.
La humana se separó de mi, satisfecha, mientras que terminaba de hablarme para prestar atención a los cadáveres de los otros humanos. Parecía preocupada por ello, a pesar de que ya estaban muertos, pero había algo que le preocupaba, y tardé un rato en entenderlo. Los miraba como si no supiera que hacer con ellos, por algún motivo no le gustaba que estuvieran allí, aunque no entendí el porque, que mas da que se pudrieran ahí mismo. Entonces volvió a tocarme, despreocupada, realmente no me temía, no le asustaba, o eso era lo que creía, desde luego se preocupó mas de los cadáveres que de mi.
Ella me había ayudado, y aunque me sonó raro en ese momento, su presencia no me molestaba, me tranquilizaba, y quise ayudarle aunque desconociera el fin de lo que iba a hacer. Miré a ambos cadáveres, y sin dudarlo avancé hasta el que yo mismo maté, mordí el brazo del muerto y lo llevé junto al otro. Miré a la humana y salté sobre el suelo con ambas patas delanteras, para luego empezar a cavar un poco con ambas patas, como preguntándole si quería enterrarlos. Después de eso hice un gesto con la cabeza, señalando los cuerpos y luego señalando el lago, por si quería lanzarlos al interior.
Desconocía el porque quería hacerlos desaparecer, pero quería hacerlo, y no se si lo que intenté decirle le sería útil, o siquiera si me habría entendido, pero los lanzaría al lago si ella quería, o cavaría lo suficiente para esconderlos tan profundo como hiciera falta.
Jamás habría pensado en esto, en estar junto a alguien, junto a un humano, tranquilo, sin evitarlo o echarlo de mi territorio como fuese, pero ahí estaba, y si alguien me hubiera dicho que iba a pasar, lo tacharía de loco, sin embargo el loco era yo. Las ganas de desaparecer desaparecían, ella me transmitía tranquilidad, no sabía porque, pero lo hacía. ¿Tenía ganas de estar con ella? Ni yo mismo me comprendía, pero nada me empujaba a marcharme, aunque en mi interior me repetía que tras ayudarla seguiría mi camino, y ella el suyo.
Dann
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Re: El comienzo [Privado][Eilydh]
Eilydh había comenzado a divagar sobre como deshacerse de los cadáveres y apenas se dio cuenta de que su compañero peludo había tomado la decisión por ella. La elfa solia abstraerse con facilidad dentro de su propia mente pero la figura inmensa del lobo realizando lo que parecía una danza coreografiada alrededor de uno de los cuerpos fue motivo suficiente de distraccioón como para sacarla de su ensimismamiento.
El animal quería ayudarla. Si bien la chica había pensado en enterrarlos como primera opción la falta de utensilios con los que labrar la tierra se le había antojado una dificultad dificil de solventar sola. Eilydh no era débil, pero ambos mercenarios iban vestidos con armadura pesada y no tenía una pala para escabar. La situación cambiaba ahora que contaba con cuatro pezuñas que doblaban el tamaño de su mano.
-Muy bien chico- dijo sin dar crédito a que estuviese aceptando la propuesta de un animal- Pero debemos moverlos. Por si el pescador regresa..
Eilydh había hecho dos suposiciones con respecto al lobo. Una era que no tenía nombre, y como tal, quizás despues de aquella mini aventura se aventurase a ponerle uno. Otra se le empezaba a antojar equivocada y era que aquel no era un animal corriente. Al menos no como aquellos con los que había convivido en Sandorai.
Se arremangó el vestido, odiandose a si misma por aquella falta de elegancia pero se perdonó pensando que era estrictamente necesario si quería mover ambos cadaveres al carromato que el pescador había dejado abandonado. Con suerte el olor del pescado que había estado al sol varias horas camuflaba el hedor de la sangre de ambos mercenarios lo suficiente para que ellos llegasen a una frondosidad cercana, y allí enterrarlos.
Se sorprendió con la facilidad que estaba planeando aquello y se asustó de lo poco que le importaba. Trabajó codo a codo con el lobo para subirlos al carromato. Eilydh prefería montar de manera amazona pero se sentó en el carromato tras ocultar a ambos mercenarios sobre una manta, conteniendose las ganas de vomitar ante el olor del pescado y la sangre.
El olfato era su punto debil y aquello estaba empezando a ser una verdadera prueba sobre su paciencia. Cuando estuvo acomodada en el sillón dió varios golpecitos en su muslo derecho, animando al lobo a que se montase en el carromato tambien. definitivamente si había temido al animal en la ultima hora aquel miedo se había convertido en respeto.
Recorrieron varios kilómetros obviando las raices de los arboles hasta llegar a lo más frondoso del bosque. Cuando encontraron el sitio adecuado, ambos elfa y lobo empezaron a cavar un hueco donde metieron a ambos mercenarios. Tras cerrar aquellas improvisadas tumbas, Eilydh pensó una oración en élfico.
No era particularmente creyente, pero tampoco había matado nunca a nadie antes, asi que pensó que cualquier proteccioón que hiciese que los espiritus de aquellos malnacidos no regresasen sería aceptada. El último paso en su plan era quemar el carromato. Aquello no le fui dificil y cuando las llamas parecían controladas el sol se había empezado a poner en el horizonte y las sombras de los arboles se cernían sobre ellos.
-Has trabajado duro- le dijo al lobo mientras se sentaba en una piedra cercana.- Ojalá tuviese algo con lo que recompensarte. Quizás un poco de carne o alguna liebre- Se miró las manos, magulladas y curtidas, muy distintas a las suaves y elegantes que lucía menos de dos semanas atrás. Acarició la cabeza del animal distraída y su propio reflejo la sorprendió en un charco de agua de lluvia cercana. Temió que de hecho el lobo se sintiese hambriento y decidiese que por poca carne que Eilydh pudiese proporcionarle era mejor que una noche con el estómago vacio. Un escalofriío la recorrió.
Se dijo a si misma que el lobo había tenido miles de ocasiones para morder un pedazo de ella y no lo había hecho y apartó aquellas ideas de la cabeza. Decidioó confiar.
Su cara estaba llena de tierra, Dificilmente podía llamar vestido a lo que llevaba y lo único que parecía estar en su lugar eran las trenzas que adornaban su pelo. Sonrio mientras seguía acariciando al lobo.
- Qué dices, Aullidos...?- preguntó de manera burlona mientras componía una reverencia con el gesto altivo propio de la corte elfa- A cuántos de esos elfos endemoniados le apetecería hacer negocios ahora con mi padre mediante matrimonio con esta elfa asesina en el exilio?- rió aliviada.
Se estaba haciendo de noche. La chica sabía que debía encontrar algún sitio seguro donde asearse y dormir, pero por alguna extraña razón sabía que la única seguridad que había sentido desde que se escapó se encontraba allí, en aquel lugar. Camuflada de pelaje y colmillos.
Miró al lobo por un largo y silencioso momento. Lo había llamado Aullidos. supuso que ahora tenía una cosa menos que hacer.
Eilydh
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Re: El comienzo [Privado][Eilydh]
La humana pareció contenta ante mi idea, pero entonces quiso subir los cadáveres al carromato que usaron en vida. No entendía realmente porque quería hacerlo, pero me daba igual, solo quise ayudarla y así lo hice. Arrastramos ambos cadáveres hasta el carromato, y los lanzamos al interior junto a todo el pescado que habían guardado. Llevaba un rato oliendo el pescado, podría olerlo a kilómetros, y la verdad, es que tenía hambre, así que cuando terminamos de subir los cadáveres apoyé mis patas delanteras sobre la parte de atrás del carromato de carga y alcancé un cubo para tirarlo al suelo. El carromato se agitó cuando me apoyé y cuando quité las patas, parecía bastante endeble, o quizá fuera que yo pesaba demasiado para eso.
Perdí de vista a la humana durante un par de minutos, no sabía que estaría haciendo, pero me concentré en comerme el pescado tranquilamente. Después alcancé el cubo de madera y volví a lanzarlo al interior. No es que el pescado estuviera muy bueno, pero por lo menos comí algo, aunque me habría comido a uno de los caballos que tiraban del carro si no fuera porque la humana quería usarlos.
Caminé hasta la parte frontal del carro, donde se encontraba ya sentada la humana. Se golpeó las piernas invitándome a subir al carro, y la verdad es que no me gustaba mucho andar, era bastante vago, pero di unas cuantas vueltas mirando de arriba a abajo el carro, intentando encontrar el sitio al que subirme. Apoyé las patas y bajé un par de veces para mirar mas de cerca el espacio del que disponía, bastante dubitativo. El carromato en era algo pequeño para mi, pero al final di un salto y me coloqué sobre el como pude. El carromato se agitó bruscamente de nuevo, las ruedas crujieron ligeramente, y yo les gruñí a ellas, como si así pudiera evitar que partieran. Miré a la mujer una vez se estabilizó todo y solté un soplido.
Cuando la humana lo creyó conveniente sujetó las riendas con ambas manos y de alguna forma los caballos se pusieron a andar, por algún motivo empezaron a obedecerle. No se durante cuanto tiempo estuvimos montados y cabalgando con el carro, pero se me hacía muy extraño viajar con algo que no fueran mis patas. Miraba hacia todos lados intentando entenderlo todo. Los humanos al fin y al cabo no eran tan tontos como parecían. Los caballos tiraban del carro, que al tener ruedas se desplazaba una gran carga sin apenas esfuerzo. Me pasé todo el camino fascinado.
Llegamos a entrar en una zona bastante frondosa, había tantos arboles que casi no se podía conducir, conocía esa zona, aún seguía en mi antiguo territorio, había cazado mucho por allí. Fue entonces cuando la humana paró el carro. Bajé de un salto al ver que ella lo hacía antes que yo, llevaba un rato imitando lo que ella hacía. Miré a todos lados, y entonces comprendí que quería enterrar los cadáveres allí, era mejor idea que enterrarlos en el lago como yo quería, desde luego era mas inteligente que yo. Entonces empezamos a cavar un agujero lo suficientemente grande como para meter los dos cadáveres, apoyé con fuerza ambas patas de atrás, y con rapidez empecé a escarbar con las de delante, lanzando la tierra que quitaba unos metros atrás. Una vez terminado el agujero, metimos los cuerpos y echamos por encima toda la tierra.
La humana empezó a susurrar algo frente a la tumba, parecía recitar algo, con una voz dulce y suave. Yo me senté a su lado, esperando sin molestarla, aunque no entendía porque. Tras ello le prendió fuego al carro como por arte de magia, yo retrocedí varios metros atrás gruñendole al fuego, lo odiaba, mas bien lo temía.
Ella empezó a hablarme y a acariciarme, parecía disgustada con su apariencia, estaba sucia, y sus ropas estaban rotas. Los humanos necesitaban esas ropas para sobrevivir al frío, su piel era muy fina, y no tenían pelo para protegerse. Yo le miraba, y ella se dirigió a mi como Aullidos, no sonaba muy bien, la verdad, y giré la cabeza curioso intentando entender mientras resoplaba a forma de negación. Pensé durante un largo tiempo, sentado a su lado, ella descansaba en una roca, y yo dudaba en si debería mostrarle mi forma humana. No quería, me odiaba por ello, pero si me mostraba como tal, podría decirle mi nombre, y quien sabe, quizá... pudiera aprender su idioma y comunicarme con ella. Pensé en ello durante un rato mas, pero no me convencí, aunque tarde o temprano debería enseñárselo, ya que por algún motivo había decidido ir con ella. No se a donde, ni cuento tiempo, pero era la única que me había tratado bien, y su compañía era grata.
La noche empezaba a caer, y ese lugar no era bueno para pasar la noche, el frío se haría pronto con el lugar, y ella lo sufriría. Conocía bien ese lugar, y sabía que cerca de donde estábamos, a un par de kilómetros, había una pequeña cueva que solía usar, ahí podríamos refugiarnos, era un buen lugar, bajo techo. Así que agarré a la humana del brazo, mordiendo la ropa y tirando de ella insistente para hacer que me siguiera. No paré de tirar de ella hasta que se levantó, y cuando lo hizo ladré con fuerza dando un pequeño salto para que me siguiera.
Guié a la mujer hasta la cueva, la noche ya había tomado el bosque, y los pequeños animales empezaron a salir. Di unos saltos frente a la cueva para que supiera que ya habíamos llegado. Allí podríamos descansar. Entonces salí corriendo en busca de comida, quería cazar algo para comer, supuse que al igual que yo, ella también tendría hambre, así que fui a por comida.
Corrí varios kilómetros a través del bosque, en busca de olores, huellas, pelo... Cualquier cosa que me señalizara un rastro. Entonces pude oler por fin, era un ciervo, estaba cerca, así que aminoré la velocidad para reducir el ruido al máximo, y me concentré en el olor para seguir el rastro hasta el. No tardé mucho en encontrarlo, ahí estaba, de pié comiendo. Me acerqué sigilosamente, lo tenía a diez metros, notaba su respiración, estaba tranquilo y no sabía nada de mi presencia. Salté rápidamente a por el, con gran velocidad, y apenas tuvo tiempo de reacción. Poco puedo hacer cuando le mordí el cuello mas que revolverse durante unos segundos en el suelo.
Volví a la cueva, arrastrando el ciervo con la boca hasta la humana, lo dejé caer frente a ella, y me senté mirándole, como el que trae un regalo y espera ver la cara del que lo recibe.
Perdí de vista a la humana durante un par de minutos, no sabía que estaría haciendo, pero me concentré en comerme el pescado tranquilamente. Después alcancé el cubo de madera y volví a lanzarlo al interior. No es que el pescado estuviera muy bueno, pero por lo menos comí algo, aunque me habría comido a uno de los caballos que tiraban del carro si no fuera porque la humana quería usarlos.
Caminé hasta la parte frontal del carro, donde se encontraba ya sentada la humana. Se golpeó las piernas invitándome a subir al carro, y la verdad es que no me gustaba mucho andar, era bastante vago, pero di unas cuantas vueltas mirando de arriba a abajo el carro, intentando encontrar el sitio al que subirme. Apoyé las patas y bajé un par de veces para mirar mas de cerca el espacio del que disponía, bastante dubitativo. El carromato en era algo pequeño para mi, pero al final di un salto y me coloqué sobre el como pude. El carromato se agitó bruscamente de nuevo, las ruedas crujieron ligeramente, y yo les gruñí a ellas, como si así pudiera evitar que partieran. Miré a la mujer una vez se estabilizó todo y solté un soplido.
Cuando la humana lo creyó conveniente sujetó las riendas con ambas manos y de alguna forma los caballos se pusieron a andar, por algún motivo empezaron a obedecerle. No se durante cuanto tiempo estuvimos montados y cabalgando con el carro, pero se me hacía muy extraño viajar con algo que no fueran mis patas. Miraba hacia todos lados intentando entenderlo todo. Los humanos al fin y al cabo no eran tan tontos como parecían. Los caballos tiraban del carro, que al tener ruedas se desplazaba una gran carga sin apenas esfuerzo. Me pasé todo el camino fascinado.
Llegamos a entrar en una zona bastante frondosa, había tantos arboles que casi no se podía conducir, conocía esa zona, aún seguía en mi antiguo territorio, había cazado mucho por allí. Fue entonces cuando la humana paró el carro. Bajé de un salto al ver que ella lo hacía antes que yo, llevaba un rato imitando lo que ella hacía. Miré a todos lados, y entonces comprendí que quería enterrar los cadáveres allí, era mejor idea que enterrarlos en el lago como yo quería, desde luego era mas inteligente que yo. Entonces empezamos a cavar un agujero lo suficientemente grande como para meter los dos cadáveres, apoyé con fuerza ambas patas de atrás, y con rapidez empecé a escarbar con las de delante, lanzando la tierra que quitaba unos metros atrás. Una vez terminado el agujero, metimos los cuerpos y echamos por encima toda la tierra.
La humana empezó a susurrar algo frente a la tumba, parecía recitar algo, con una voz dulce y suave. Yo me senté a su lado, esperando sin molestarla, aunque no entendía porque. Tras ello le prendió fuego al carro como por arte de magia, yo retrocedí varios metros atrás gruñendole al fuego, lo odiaba, mas bien lo temía.
Ella empezó a hablarme y a acariciarme, parecía disgustada con su apariencia, estaba sucia, y sus ropas estaban rotas. Los humanos necesitaban esas ropas para sobrevivir al frío, su piel era muy fina, y no tenían pelo para protegerse. Yo le miraba, y ella se dirigió a mi como Aullidos, no sonaba muy bien, la verdad, y giré la cabeza curioso intentando entender mientras resoplaba a forma de negación. Pensé durante un largo tiempo, sentado a su lado, ella descansaba en una roca, y yo dudaba en si debería mostrarle mi forma humana. No quería, me odiaba por ello, pero si me mostraba como tal, podría decirle mi nombre, y quien sabe, quizá... pudiera aprender su idioma y comunicarme con ella. Pensé en ello durante un rato mas, pero no me convencí, aunque tarde o temprano debería enseñárselo, ya que por algún motivo había decidido ir con ella. No se a donde, ni cuento tiempo, pero era la única que me había tratado bien, y su compañía era grata.
La noche empezaba a caer, y ese lugar no era bueno para pasar la noche, el frío se haría pronto con el lugar, y ella lo sufriría. Conocía bien ese lugar, y sabía que cerca de donde estábamos, a un par de kilómetros, había una pequeña cueva que solía usar, ahí podríamos refugiarnos, era un buen lugar, bajo techo. Así que agarré a la humana del brazo, mordiendo la ropa y tirando de ella insistente para hacer que me siguiera. No paré de tirar de ella hasta que se levantó, y cuando lo hizo ladré con fuerza dando un pequeño salto para que me siguiera.
Guié a la mujer hasta la cueva, la noche ya había tomado el bosque, y los pequeños animales empezaron a salir. Di unos saltos frente a la cueva para que supiera que ya habíamos llegado. Allí podríamos descansar. Entonces salí corriendo en busca de comida, quería cazar algo para comer, supuse que al igual que yo, ella también tendría hambre, así que fui a por comida.
Corrí varios kilómetros a través del bosque, en busca de olores, huellas, pelo... Cualquier cosa que me señalizara un rastro. Entonces pude oler por fin, era un ciervo, estaba cerca, así que aminoré la velocidad para reducir el ruido al máximo, y me concentré en el olor para seguir el rastro hasta el. No tardé mucho en encontrarlo, ahí estaba, de pié comiendo. Me acerqué sigilosamente, lo tenía a diez metros, notaba su respiración, estaba tranquilo y no sabía nada de mi presencia. Salté rápidamente a por el, con gran velocidad, y apenas tuvo tiempo de reacción. Poco puedo hacer cuando le mordí el cuello mas que revolverse durante unos segundos en el suelo.
Volví a la cueva, arrastrando el ciervo con la boca hasta la humana, lo dejé caer frente a ella, y me senté mirándole, como el que trae un regalo y espera ver la cara del que lo recibe.
Dann
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Re: El comienzo [Privado][Eilydh]
No estaba muy segura de que el animal hubiese tomado aquel apodo muy en gracia. Al menos el gesto impasible del lobo no denotó demasiado entusiasmo y en un principio, Eilydh se puso en guardia porque el lobo empezó a tirar de sus desmejoradas ropas. Eilydh se asustó pero vio que las fauces de la criatura no iban dirigidas a su piel, sino más bien a un intento de levantarla y finalmente seguirlo.
Aquello hizo. Su camino finalizó en una cueva. El habitáculo estaba lo suficientemente protegido para resguardarlos por la noche, pero Eilydh pensó que debería encender un fuego si no quería helarse en la noche, así que se dispuso a buscar algo de ramas para encenderlo.Cuando se giró sobre si misma, el animal se había marchado y la había dejado sola.
La elfa miró a su alrededor buscándolo pero sus intentos de encontrarlo fueron nulos. No esque le fuese extraño que el lobo decidiese dejarla sola. Al fin y al cabo, como había pensado antes, quizás tuviese una manada a la que volver. Además, era un animal simplemente y aunque hasta entonces había controlado sus impulsos, seguramente había escuchado la llamada de los de su clase. Decidió no darle muchas vueltas e ir a buscar las ramas. Si bien no esperaba que el lobo fuese permanente, si que una noche sola en aquella cueva, a merced de los animales salvajes se le hacía menos apacible que una custodiada por una criatura de las dimensiones de Aullidos.
Encontrar madera le resultó más fácil de lo que pensaba y en menos de 10 minutos ya tenía un montón lo suficientemente grande como para aguantar la noche. Una vez lo encendió decidió aprovecharse de su suerte de encontrar un arroyo cercano donde asearse, así que dejó sus maltrechas ropas en la cueva y se llevó la capa de viaje. El agua del arroyo era fría pero el sentirse sumida en la quietud del ruido sordo del fluir del agua la tranquilizó. No fue hasta entonces que se percató de lo magullada que estaba tras transportar los cadáveres. Ni de como le dolían los músculos, pero se sintió contenta de volver a estar limpia. Decidió no demorarse mucho en su baño pues empezaba a ser dificil distinguir el lugar por el que había llegado, así que salió del agua.
Cuando regresó, con sus cabellos rubios mojados y la capa resguardándola del frío se alegró de que el fuego estuviese vivo y se sentó frente a él a secarse aún resguardada en la capa. Hurgó en su maleta y decidió que aunque bastante fino, una camisola larga era mejor que pasar la noche al abrigo único de su capa y una vez vestida se acomodó en una esquina con el estómago vacio y el fiego proyectando sombras en sus piernas.
El corazón se le aceleró al escuchar pasos de nuevo cerca de la cueva y blandió su daga esperando atacar a aquello que se le acercase.Se alegró de reconocer el pelaje del lobo entre la maleza. Algo en ella pareció a volver a encajar y sintió de nuevo la seguridad de tenerlo cerca, sin embargo, el animal no venía solo: Como quien trae un regalo dejó al ciervo ya sin vida frente al fuego.
-Pensé que ya te habías aburrido de escucharme hablar- dijo la elfa, saludando al lobo con una caricia amistosa en la cabeza- Y veo que has estado ocupado..- añadió mirando al ciervo.
Estaba segura de que Aullidos podría comer al animal crudo, pero la elfa se alegró de que el fuego estuviese listo para cocinarlo. Le quitó la piel con su daga y la dejó secar, pensando que quizás aquello pudiese servirle mañana para hacerse un abrigo. Cocinó parte del ciervo y dejó parte crudo pues no sabía como el lobo lo prefería.
Mientras comía su trozo de carne observoó al animal. Sus ojos grandes y sabios.Su gesto sabihondo. Cada vez tenía más claro que aquel no era un lobo corriente. Pero nunca se había topado con un lobo salvaje solitario así que no estaba segura de si su halo de elfa hacía que tuviese más en común con la naturaleza que cualquier otro humano.
-Me pregunto cual es tu historia- dijo mientras daba un mordisco- Quizás... te has perdido de tu manada. Si. Eso es- miró de nuevo al lobo. No parecía un lobezno, así que era poco posible que se hubiese perdido de su madre- O... quizás estas buscando a una loba para iniciar tu propia manada- Sonrió la elfa.
Eilydh guardó silencio. Fuera cual fuese su historia, la chica estaba contenta de haberse tropezado con él.
Cuando se terminó su porción de carne se acurrucó sobre ella misma en una esquina, embelesada con el fuego. Sabía que no debía quedarse dormida. No podía confiar que el lobo se quedase al resguardo de aquella cueva toda la noche. Además tenía que estar pendiente del fuego pues no quería que se apagase. Pero el pelaje de la criatura era tan suave en sus manos, y el sonido sordo del fuego se llevó todos los pensamientos que se iban acumulando en su mente.
Mañana tendría que avanzar lejos de aquella cueva. Si no estaba equivocada su padre ya habría mandado a más mercenarios a buscarla. Necesitaba moverse rápido No quería dejar la seguridad de los bosques pero necesitaba comprar algo más de ropa y substento para el camino, así que debía encontrar algún pueblo cercano.
Los ojos del lobo se cruzaron con los suyos por un momento. Parecía tranquilo. Se imaginó viajando por los bosques seguida de aquel animal. Con su astucia y la fuerza de la criatura nadie osaría atacarla.
Bostezó.
Soñó con praderas verdes y montañas lejanas. Soñó que tenía un pelaje casi tan suave como el de Aullidos y que el arroyo cercano la envolvía en agua limpia. Soñó con los ojos del lobo.
Se despertó sin apenas darse cuenta que se había quedado dormida.
Eilydh
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Re: El comienzo [Privado][Eilydh]
La humana pareció sorprenderse cuando me vio volver, pensó que me había marchado sin ella, y bueno, es normal, no podía comunicarme con ella, y tampoco es que mi cara o mis gestos fueran muy expresivos. También es verdad que, según creía yo, ella solo pensaba en mi como un animal, un lobo, uno mas. Y eso es lo que era, un lobo, o eso quería yo creer, la realidad es que yo también era humano, al menos una parte de mi, aunque me negara la realidad.
Observé en el centro de la cueva una pequeña hoguera echa por ella, con una mueca de desagrado, ya que lo temía. Esta calentaba bastante el interior, incluso yo tenía calor, pero la humana la necesitaba, y había sido una muy buena idea, ya que el mismo fuego le serviría para ahuyentar a los bichos y otras fieras que salían a cazar de noche, aparte de aportarle una temperatura ideal para poder descansar y no enfermar.
La mujer me dedicó unas palabras dulces nuevamente, en todo el tiempo que pasé con ella me trató genial, y aunque en alguna ocasión había podido ver miedo hacia mi, nunca me había tratado como a una bestia o un monstruo. Alcanzó el ciervo y con su cuchillo afilado empezó a quitarle la piel al ciervo, con gran destreza y elegancia. Tras ello cortó unos trozos para cocinarlos para ella, a los humanos les gustaba la carne cocinada, pero seguro que el fuego borra el verdadero sabor que tiene la carne ensangrentada. Desde luego, no iba a comer nada cocinado, que asco.
La humana cocinó una parte del ciervo para poder comérselo. Yo, alcancé el resto del ciervo y lo arrastré hasta el fondo de la pequeña cueva, intentando alejarme lo máximo del fuego, entonces empecé a comerme el delicioso ciervo. Por lo menos le había quitado la piel, eso si fue buena idea.
Mientras comía, ella me observaba, parecía sumida en sus pensamientos, y yo le iba dedicando alguna mirada, comprobando si seguía mirándome, aunque no le daba mucha importancia ya que yo estaba absorto en mi trozo de ciervo. Si me habría gustado saber en que pensaba, ya que en cierto modo, sentía como si estuviera analizándome, o haciéndose preguntas sobre mi. Nuevamente volvió a hablarme. No pude evitar levantar las orejas al escuchar su voz, y momentáneamente dejé de comer para alzar la cabeza, prestándole atención. No entendía nada para variar, pero lancé un pequeño ladrido contento, como agradeciendo sus palabras.
Después de la comida la chica se tumbó al resguardo del fuego, yo me quedé un rato observando la entrada de la cueva. Me acerqué hasta ella lentamente, y empecé a olisquearla por mera curiosidad, tampoco quería espantarla. Acerqué el hocico a su rostro, y con un pequeño ladeo de cabeza aparaté su rubio flequillo a un lado. La chica tenía pequeñas magulladuras en la cara, y simplemente por instinto le di un lameton en la mejilla, como si eso pudiera hacerle algún bien. Luego me tumbé, alejado de la hoguera nuevamente.
Pasé gran parte de la noche pensando en enseñarle mi forma humana, pensando en que me beneficiaría a mi transformarme. Solo pensaba en poder aprender su idioma, en poder comunicarme con ella, preguntarle que hacía allí, y porque estaba tan magullada. Preguntarle porque me había ayudado, y porque seguía ahí si yo no la retenía ni iba a hacerle daño. Le preguntaría muchas cosas sobre el mundo que hay tras estos bosques y estas montañas.
Finalmente dormimos unas cuantas horas, y durante la noche no ocurrió nada, estuvo tranquila, y no olí ni escuché ningún tipo de peligro cercano. Mis sentidos me permitían dormir estando alerta, ya que cualquier sonido o olor me despertaba rápidamente.
Me levanté bostezando y estirando todo el cuerpo, observé que ella seguía acurrucada cerca de la hoguera, y no quise molestarla. Me dirigí tranquilamente hacia el exterior de la cueva, donde el sol ya caía con fuerza sobre el bosque. Hacía buen tiempo, y por algún motivo tenía ganas de que la chica se despertara, para poder volver a escucharla, y poder seguir aprendiendo cosas, aunque no supiera bien bien para que servían. Quería seguir conociendo mundo.
Por extraño que parezca, incluso a mi me lo pareció, llegué a pensar en que tenía ganas de volver a encontrarme con mas humanos, no para estar cerca de ellos, para nada, eso me repugnaba. Si no para poder observarlos, poder ver si eran como ella, o eran como los del lago. Tenía curiosidad.
Volví al interior de la cueva y me senté cerca de la chica aún dormida, y esperé observando sus orejas puntiagudas, que aunque no sabría explicar la razón, me gustaban y me parecían graciosas, me daban ganas de morderlas, parecían sabrosas y divertidas. No se porque, pero quería jugar con ellas y tocarlas. Aunque no lo hice, pues no quería molestarla.
Observé en el centro de la cueva una pequeña hoguera echa por ella, con una mueca de desagrado, ya que lo temía. Esta calentaba bastante el interior, incluso yo tenía calor, pero la humana la necesitaba, y había sido una muy buena idea, ya que el mismo fuego le serviría para ahuyentar a los bichos y otras fieras que salían a cazar de noche, aparte de aportarle una temperatura ideal para poder descansar y no enfermar.
La mujer me dedicó unas palabras dulces nuevamente, en todo el tiempo que pasé con ella me trató genial, y aunque en alguna ocasión había podido ver miedo hacia mi, nunca me había tratado como a una bestia o un monstruo. Alcanzó el ciervo y con su cuchillo afilado empezó a quitarle la piel al ciervo, con gran destreza y elegancia. Tras ello cortó unos trozos para cocinarlos para ella, a los humanos les gustaba la carne cocinada, pero seguro que el fuego borra el verdadero sabor que tiene la carne ensangrentada. Desde luego, no iba a comer nada cocinado, que asco.
La humana cocinó una parte del ciervo para poder comérselo. Yo, alcancé el resto del ciervo y lo arrastré hasta el fondo de la pequeña cueva, intentando alejarme lo máximo del fuego, entonces empecé a comerme el delicioso ciervo. Por lo menos le había quitado la piel, eso si fue buena idea.
Mientras comía, ella me observaba, parecía sumida en sus pensamientos, y yo le iba dedicando alguna mirada, comprobando si seguía mirándome, aunque no le daba mucha importancia ya que yo estaba absorto en mi trozo de ciervo. Si me habría gustado saber en que pensaba, ya que en cierto modo, sentía como si estuviera analizándome, o haciéndose preguntas sobre mi. Nuevamente volvió a hablarme. No pude evitar levantar las orejas al escuchar su voz, y momentáneamente dejé de comer para alzar la cabeza, prestándole atención. No entendía nada para variar, pero lancé un pequeño ladrido contento, como agradeciendo sus palabras.
Después de la comida la chica se tumbó al resguardo del fuego, yo me quedé un rato observando la entrada de la cueva. Me acerqué hasta ella lentamente, y empecé a olisquearla por mera curiosidad, tampoco quería espantarla. Acerqué el hocico a su rostro, y con un pequeño ladeo de cabeza aparaté su rubio flequillo a un lado. La chica tenía pequeñas magulladuras en la cara, y simplemente por instinto le di un lameton en la mejilla, como si eso pudiera hacerle algún bien. Luego me tumbé, alejado de la hoguera nuevamente.
Pasé gran parte de la noche pensando en enseñarle mi forma humana, pensando en que me beneficiaría a mi transformarme. Solo pensaba en poder aprender su idioma, en poder comunicarme con ella, preguntarle que hacía allí, y porque estaba tan magullada. Preguntarle porque me había ayudado, y porque seguía ahí si yo no la retenía ni iba a hacerle daño. Le preguntaría muchas cosas sobre el mundo que hay tras estos bosques y estas montañas.
Finalmente dormimos unas cuantas horas, y durante la noche no ocurrió nada, estuvo tranquila, y no olí ni escuché ningún tipo de peligro cercano. Mis sentidos me permitían dormir estando alerta, ya que cualquier sonido o olor me despertaba rápidamente.
Me levanté bostezando y estirando todo el cuerpo, observé que ella seguía acurrucada cerca de la hoguera, y no quise molestarla. Me dirigí tranquilamente hacia el exterior de la cueva, donde el sol ya caía con fuerza sobre el bosque. Hacía buen tiempo, y por algún motivo tenía ganas de que la chica se despertara, para poder volver a escucharla, y poder seguir aprendiendo cosas, aunque no supiera bien bien para que servían. Quería seguir conociendo mundo.
Por extraño que parezca, incluso a mi me lo pareció, llegué a pensar en que tenía ganas de volver a encontrarme con mas humanos, no para estar cerca de ellos, para nada, eso me repugnaba. Si no para poder observarlos, poder ver si eran como ella, o eran como los del lago. Tenía curiosidad.
Volví al interior de la cueva y me senté cerca de la chica aún dormida, y esperé observando sus orejas puntiagudas, que aunque no sabría explicar la razón, me gustaban y me parecían graciosas, me daban ganas de morderlas, parecían sabrosas y divertidas. No se porque, pero quería jugar con ellas y tocarlas. Aunque no lo hice, pues no quería molestarla.
Dann
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Re: El comienzo [Privado][Eilydh]
Nunca supo a ciencia cierta qué fue exactamente lo que la despertó. Los pájaros de unos árboles cercanos habían comenzado su canto en secuencias y cada vez más alto.La cueva se había quedado fría y la lumbre de la hoguera, casi extinguida intentaba sobrevivir a duras penas al paso del tiempo. Al principio abrió los ojos poco a poco, como preguntándose dónde se encontraba. Ideas de muerte y destrucción se posaron en su cabeza e intentó apartarlas con un bostezo mientras se desperezaba. El animal que había sido su complice el día anterior se encontraba a escasos centímetros de ella, como velándola.
-Buenos días, mi guardían- dijo la elfa acariciándole la cabeza mientras se levantaba. Había visto como el animal había dormido cerca de ella toda la noche y la respiración del lobo la había hecho caer en el sueño las veces que se desveló. La criatura también había dormido, y en una ocasión Eilydh se divirtió viendo como se removía y medio aullaba dormido, como si soñase.
Era como si la noche hubiese aclarado cualquier duda que hubiese tenido sobre qué hacer a partir de ahora. Como si nunca antes hubiese estado tan segura de dónde tenía que acudir. Rebuscó un poco en el pequeño macuto que llevaba como maleta y encontró algunos papeles arrugados con una caligrafía en ellos. El encontronazo de ayer con los sicarios de su padre y el resultado final había hecho que abriese los ojos. Sabía que iban a volver y no podía pasar la vida huyendo. Tampoco podía esperar que hubiese alguien siempre para defenderla.
Miró al lobo a su lado y sus ojos profundos le sacaron una sonrisa. Había sido una suerte encontrarlo, se preguntaba si el animal estaba dispuesta a seguirlo o cuando hubiese puesto rumbo a la civilización, si podía llamarlo así.
No sabía exactamente donde se encontraba el acantilado de la muerte. Ni siquiera sabía que isla exacta del archipielago Illidense situaba tal accidente geografico. Pero las leyendas elfas contenían menos de historia que de realidad y la chica había crecido oyendo como la última colonia de elfos salvajes había tomado posesión de aquella franja del territorio humano, Como se habían forjado en la lucha cuerpo a cuerpo y consagrado sus vidas a proteger aquella pequeña comunidad.
Aquella historia, había estado marcada por lo sangriento de sus batallas y ferocidad y destrecidad de sus actos y se había traducido en la historia de los suicidios en el acantilado. Como toda buena historia había sido alterada por el paso de los años y las lenguas y había culminado con la superstición de las ofrendas por parte del resto de los habitantes de Aerandir. Solo los elfos habían escuchado la verdad de lo que pasaba allí y en general pacíficos, lo evitaban.
La elfa, por su parte no encontró lugar mejor para instruirse en el arte de la defensa y las armas. Además, la historia se entremezclaba con la existencia de elfas matriarcas en algunos grupos de elfos guerreros y la chica estaba intentando huir de cualquier relación con el patriarcado de su padre y la necesidad de cortarle sus alas para seguir adquiriendo poder.
Lógicamente, aquel iba a ser su destino.
Mientras pensaba en todo aquello, Eilydh se había vestido y recogido el pelo en una trenza larga hasta la cintura. Había terminado de extinguir las brasas y se dirigió al lobo, que parecía paciente esperar a la elfa.
La chica le acarició tras las orejas y bajò hasta su cuello mientras lo observaba, como buscando un signo más de que no era un simple animal.
-Me queda un largo camino, chico.- dijo, jugueteando con su hocico- Puedes unirteme si quieres, pero no creo que vaya a ser fácil.- volvió a acariciar la cabeza del animal esta vez de maneras menos juguetona y más delicada.- Me has ayudado mucho, y si decides no seguirme.. no me gustaría no poder reconocerte, Aullidos.- añadió.
Acto seguido se quitó uno de los collares de cuero que colgaban de su pecho, uno acabado en una amatista violeta. Un cristal de las tierras de Roilkat al que la chica le había tenido mucho cariño desde pequeña.Lo suficientemente ancho como para no romperse y enebrado con pequeños trazos de cuero.
Agarró la cabeza del lobo, preguntándose cuándo había dejado de temerle, y se lo colocó en el cuello ajustandoselo.
-Listo.- dijo la chica alzándose en pie y poniendo rumbo al sur. Si no se equivocaba la aldea más cercana estaría cerca del río Tymer. Podría comprar provisiones y una ropa un tanto más comoda para el camino.
Caminó hasta la boca de la cueva y cuando estuvo allí se giró hasta el lobo y se dió unos pequeños toquecitos en el muslo, como animándolo a tomar una decisión.
-Vienes? - dijo finalmente y se encaminó hacia el río.
-Buenos días, mi guardían- dijo la elfa acariciándole la cabeza mientras se levantaba. Había visto como el animal había dormido cerca de ella toda la noche y la respiración del lobo la había hecho caer en el sueño las veces que se desveló. La criatura también había dormido, y en una ocasión Eilydh se divirtió viendo como se removía y medio aullaba dormido, como si soñase.
Era como si la noche hubiese aclarado cualquier duda que hubiese tenido sobre qué hacer a partir de ahora. Como si nunca antes hubiese estado tan segura de dónde tenía que acudir. Rebuscó un poco en el pequeño macuto que llevaba como maleta y encontró algunos papeles arrugados con una caligrafía en ellos. El encontronazo de ayer con los sicarios de su padre y el resultado final había hecho que abriese los ojos. Sabía que iban a volver y no podía pasar la vida huyendo. Tampoco podía esperar que hubiese alguien siempre para defenderla.
Miró al lobo a su lado y sus ojos profundos le sacaron una sonrisa. Había sido una suerte encontrarlo, se preguntaba si el animal estaba dispuesta a seguirlo o cuando hubiese puesto rumbo a la civilización, si podía llamarlo así.
No sabía exactamente donde se encontraba el acantilado de la muerte. Ni siquiera sabía que isla exacta del archipielago Illidense situaba tal accidente geografico. Pero las leyendas elfas contenían menos de historia que de realidad y la chica había crecido oyendo como la última colonia de elfos salvajes había tomado posesión de aquella franja del territorio humano, Como se habían forjado en la lucha cuerpo a cuerpo y consagrado sus vidas a proteger aquella pequeña comunidad.
Aquella historia, había estado marcada por lo sangriento de sus batallas y ferocidad y destrecidad de sus actos y se había traducido en la historia de los suicidios en el acantilado. Como toda buena historia había sido alterada por el paso de los años y las lenguas y había culminado con la superstición de las ofrendas por parte del resto de los habitantes de Aerandir. Solo los elfos habían escuchado la verdad de lo que pasaba allí y en general pacíficos, lo evitaban.
La elfa, por su parte no encontró lugar mejor para instruirse en el arte de la defensa y las armas. Además, la historia se entremezclaba con la existencia de elfas matriarcas en algunos grupos de elfos guerreros y la chica estaba intentando huir de cualquier relación con el patriarcado de su padre y la necesidad de cortarle sus alas para seguir adquiriendo poder.
Lógicamente, aquel iba a ser su destino.
Mientras pensaba en todo aquello, Eilydh se había vestido y recogido el pelo en una trenza larga hasta la cintura. Había terminado de extinguir las brasas y se dirigió al lobo, que parecía paciente esperar a la elfa.
La chica le acarició tras las orejas y bajò hasta su cuello mientras lo observaba, como buscando un signo más de que no era un simple animal.
-Me queda un largo camino, chico.- dijo, jugueteando con su hocico- Puedes unirteme si quieres, pero no creo que vaya a ser fácil.- volvió a acariciar la cabeza del animal esta vez de maneras menos juguetona y más delicada.- Me has ayudado mucho, y si decides no seguirme.. no me gustaría no poder reconocerte, Aullidos.- añadió.
Acto seguido se quitó uno de los collares de cuero que colgaban de su pecho, uno acabado en una amatista violeta. Un cristal de las tierras de Roilkat al que la chica le había tenido mucho cariño desde pequeña.Lo suficientemente ancho como para no romperse y enebrado con pequeños trazos de cuero.
Agarró la cabeza del lobo, preguntándose cuándo había dejado de temerle, y se lo colocó en el cuello ajustandoselo.
-Listo.- dijo la chica alzándose en pie y poniendo rumbo al sur. Si no se equivocaba la aldea más cercana estaría cerca del río Tymer. Podría comprar provisiones y una ropa un tanto más comoda para el camino.
Caminó hasta la boca de la cueva y cuando estuvo allí se giró hasta el lobo y se dió unos pequeños toquecitos en el muslo, como animándolo a tomar una decisión.
-Vienes? - dijo finalmente y se encaminó hacia el río.
Eilydh
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Re: El comienzo [Privado][Eilydh]
TEMA CERRADO POR ABANDONO
*Dann es penalizado perdiendo 5pts de experiencia. Eilydh recibe 2pts de experiencia.
Zatch
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