Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
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Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
El camino estaba en calma, no se había cruzado absolutamente a nadie en las varias horas que llevaba ya de viaje.
En sí, hacia un día espléndido; No había ni una sola nube en el firmamento y le rodeaba una suave brisa que solo invitaba a descansar y tomarse el día libre. En mañanas como aquella nadie podría imaginar lo preocupantemente cerca del cataclismo que Aerandir siempre parecía estar.
Perdido en sus pensamientos continuó conduciendo su vivienda-taller a través de los angostos caminos del sur. No sabía cuánto faltaba, pero debería empezar a acercarse a las lindes de Sandorai en, como mucho, un par de días.
Lyn se dirigía al norte, según la información del gremio de cazadores.
No lo decía explícitamente, pero el contrato parecía describirla a ella. Aunque era… extraño, en primera instancia, en la oficina de Cassandra, le había parecido que la orden de caza estaba firmada por el puño y letra de la misma maestra cazadora, pero esta había sido desestimada.
Cassandra Harrowmont había tachado la orden.
Solo había una insignia remotamente similar al propio emblema de los cazadores que él conocía, pero con… bastantes más águilas y calaveras. Como añadido al símbolo, y esta vez en sí estaba seguro que era la letra de Harrowmont, había una sucesión de juramentos e improperios a cada cual más original escrito con una brillante tinta roja.
Fueses quienes fuesen no les tenía demasiado cariño.
Trató de no pensar demasiado en nada de aquello. Por lo que sabía estaba a un par de semanas de viaje de Lyn, así que se limitó a mirar al frente, disfrutar de la brisa y a silbar en voz baja una de las canciones que recordaba de las fiestas de su pueblo.
Por mucho que cavilase acerca del asunto la realidad, la desagradable realidad, era que no podía nada al respecto. Solo intentar alcanzarla y preguntar por ella en cada cruce, camino, o ciudad con la que se cruzase.
Bostezó, pero se apresuró a continuar el ritmo de la canción.
Mohr, delante de él, tirando de su vivienda a paso lento pero constante, relinchó con suavidad.
- Ya, ya lo sé. – Le dijo Eltrant sonriendo. - Después mejora. – Asió las bridas con más fuerza, notando que el caballo trataba de colocarse a un lado del camino. - Además, ¡Es un clásico de dónde vengo! –
- Los clásicos son aburridos y Mohr lo sabe. ¿Quién querría escuchar una canción sobre patatas? Bueno, tú probablemente y… no, no se me ocurre nadie más. – Lyn estaba sentada a su lado, extendió los brazos estirándose y entrecruzó ambas piernas sobre el asiento. – Quizás las propias patatas. -
- No es una canción sobre pata… - Exhaló un lastimero suspiro al recordar la letra de aquel “poema cantado” y sacudió la cabeza - ¿Te sabes tú alguna mejor? – Preguntó, arrepintiéndose en el mismo momento en el que lo hizo, al mismo tiempo que se giraba hacía… la nada en la que veía a Lyn.
– Me alegro de que lo preguntes, mi querido y perturbado Mortal. Prepárate para emocionarte como nunca lo has hecho. – La vampiresa se aclaró la garganta e hizo varios ejercicios vocales, todos ridículamente exagerados.
- No estoy loco. – dijo apartando la mirada y centrando su mirada en el camino.
Y Lyn comenzó a cantar.
¿La había escuchado alguna vez cantar? ¿A la Lyn real? Sin girarse a mirarla escuchó atentamente cada verso que pronunciaba, cada sílaba de aquella canción que no recordaba haber escuchado con anterioridad.
¿Quizás en alguna taberna y lo había olvidado? ¿O una de las tantas posadas que había visitado? Era la única forma que tenía de racionalizar aquello, no tenía otra explicación para que Lyn pudiese estar cantándola para empezar.
Inspiró hondo y cerró los ojos, dejó a Mohr guiase la carreta por si solo durante unos segundos. Una parte de él se sintió cómodo, en compañía; como antes de Sandorai. La otra se sentía casi aun peor, notaba un extraño sentimiento de culpabilidad del que no se podía separar.
¿Cómo podía sentirse mejor con sus propias alucinaciones?
Continúo atravesando el bosque con aquella la canción de fondo. Únicamente en compañía de sus pensamientos y de Mohr delante de él, rodeado de un sinfín de árboles que apenas proyectaban sombra debido a la posición del sol en aquel momento.
Antes de que se percatase se vio forzarse a detenerse.
- No está mal. Un poco triste para mi gusto. – dijo Eltrant al aire, Lyn había desaparecido hacía rato, pero su voz había continuado resonando en su cabeza. – Pero no es “Loa a la agricultura” – Agregó, suspirando, bajándose del carromato de un salto y mirando el puente derruido que tenía delante de él.
Se pasó la mano por la barba, meditando que hacer. ¿Volverse sobre sus pasos? La aldea que había abandonado no estaba muy lejos, pero no quería perder más tiempo del necesario encontrando una vía alternativa.
Aquel era el camino más directo hacia el norte.
Fijo sus ojos en el pequeño cartel que señalaba hacía una bifurcación en el camino, justo a su derecha; el camino a una granja, por el símbolo que había grabado en el mismo.
- “Claro en el Bosque” – Consiguió leer, tras limpiar el polvo y parte del moho que había crecido en la destartalada señal. - ¿Qué opinas, Mohr? – Preguntó, girándose hacía su fiel corcel. – Sí… seguro que tienen un buen carpintero ahí. – Aseguró, subiéndose al carromato y tomando la bifurcación.
En sí, hacia un día espléndido; No había ni una sola nube en el firmamento y le rodeaba una suave brisa que solo invitaba a descansar y tomarse el día libre. En mañanas como aquella nadie podría imaginar lo preocupantemente cerca del cataclismo que Aerandir siempre parecía estar.
Perdido en sus pensamientos continuó conduciendo su vivienda-taller a través de los angostos caminos del sur. No sabía cuánto faltaba, pero debería empezar a acercarse a las lindes de Sandorai en, como mucho, un par de días.
Lyn se dirigía al norte, según la información del gremio de cazadores.
No lo decía explícitamente, pero el contrato parecía describirla a ella. Aunque era… extraño, en primera instancia, en la oficina de Cassandra, le había parecido que la orden de caza estaba firmada por el puño y letra de la misma maestra cazadora, pero esta había sido desestimada.
Cassandra Harrowmont había tachado la orden.
Solo había una insignia remotamente similar al propio emblema de los cazadores que él conocía, pero con… bastantes más águilas y calaveras. Como añadido al símbolo, y esta vez en sí estaba seguro que era la letra de Harrowmont, había una sucesión de juramentos e improperios a cada cual más original escrito con una brillante tinta roja.
Fueses quienes fuesen no les tenía demasiado cariño.
Trató de no pensar demasiado en nada de aquello. Por lo que sabía estaba a un par de semanas de viaje de Lyn, así que se limitó a mirar al frente, disfrutar de la brisa y a silbar en voz baja una de las canciones que recordaba de las fiestas de su pueblo.
Por mucho que cavilase acerca del asunto la realidad, la desagradable realidad, era que no podía nada al respecto. Solo intentar alcanzarla y preguntar por ella en cada cruce, camino, o ciudad con la que se cruzase.
Bostezó, pero se apresuró a continuar el ritmo de la canción.
Mohr, delante de él, tirando de su vivienda a paso lento pero constante, relinchó con suavidad.
- Ya, ya lo sé. – Le dijo Eltrant sonriendo. - Después mejora. – Asió las bridas con más fuerza, notando que el caballo trataba de colocarse a un lado del camino. - Además, ¡Es un clásico de dónde vengo! –
- Los clásicos son aburridos y Mohr lo sabe. ¿Quién querría escuchar una canción sobre patatas? Bueno, tú probablemente y… no, no se me ocurre nadie más. – Lyn estaba sentada a su lado, extendió los brazos estirándose y entrecruzó ambas piernas sobre el asiento. – Quizás las propias patatas. -
- No es una canción sobre pata… - Exhaló un lastimero suspiro al recordar la letra de aquel “poema cantado” y sacudió la cabeza - ¿Te sabes tú alguna mejor? – Preguntó, arrepintiéndose en el mismo momento en el que lo hizo, al mismo tiempo que se giraba hacía… la nada en la que veía a Lyn.
– Me alegro de que lo preguntes, mi querido y perturbado Mortal. Prepárate para emocionarte como nunca lo has hecho. – La vampiresa se aclaró la garganta e hizo varios ejercicios vocales, todos ridículamente exagerados.
- No estoy loco. – dijo apartando la mirada y centrando su mirada en el camino.
Y Lyn comenzó a cantar.
- Música:
¿La había escuchado alguna vez cantar? ¿A la Lyn real? Sin girarse a mirarla escuchó atentamente cada verso que pronunciaba, cada sílaba de aquella canción que no recordaba haber escuchado con anterioridad.
¿Quizás en alguna taberna y lo había olvidado? ¿O una de las tantas posadas que había visitado? Era la única forma que tenía de racionalizar aquello, no tenía otra explicación para que Lyn pudiese estar cantándola para empezar.
Inspiró hondo y cerró los ojos, dejó a Mohr guiase la carreta por si solo durante unos segundos. Una parte de él se sintió cómodo, en compañía; como antes de Sandorai. La otra se sentía casi aun peor, notaba un extraño sentimiento de culpabilidad del que no se podía separar.
¿Cómo podía sentirse mejor con sus propias alucinaciones?
Continúo atravesando el bosque con aquella la canción de fondo. Únicamente en compañía de sus pensamientos y de Mohr delante de él, rodeado de un sinfín de árboles que apenas proyectaban sombra debido a la posición del sol en aquel momento.
Antes de que se percatase se vio forzarse a detenerse.
- No está mal. Un poco triste para mi gusto. – dijo Eltrant al aire, Lyn había desaparecido hacía rato, pero su voz había continuado resonando en su cabeza. – Pero no es “Loa a la agricultura” – Agregó, suspirando, bajándose del carromato de un salto y mirando el puente derruido que tenía delante de él.
Se pasó la mano por la barba, meditando que hacer. ¿Volverse sobre sus pasos? La aldea que había abandonado no estaba muy lejos, pero no quería perder más tiempo del necesario encontrando una vía alternativa.
Aquel era el camino más directo hacia el norte.
Fijo sus ojos en el pequeño cartel que señalaba hacía una bifurcación en el camino, justo a su derecha; el camino a una granja, por el símbolo que había grabado en el mismo.
- “Claro en el Bosque” – Consiguió leer, tras limpiar el polvo y parte del moho que había crecido en la destartalada señal. - ¿Qué opinas, Mohr? – Preguntó, girándose hacía su fiel corcel. – Sí… seguro que tienen un buen carpintero ahí. – Aseguró, subiéndose al carromato y tomando la bifurcación.
Última edición por Eltrant Tale el Miér Oct 07 2020, 18:50, editado 1 vez
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
Eilydh abrió los ojos sin saber a ciencia cierta que la había hecho despertar. Arrugó su ceño lentamente levantando un párpado mientras se acostumbraba al claro-oscuro de aquel lugar donde se encontraba. Parpadeó varias veces como aturdida y el mismo tiempo que duraron esos pestañeos intentó aclarar una mente que sentía dolorida.
Buscó a tientas a Karma sobre la superficie blanda en la que se había estado recostando con el miedo súbito de pensar que se la habían robado. Dio varias vueltas en aquella cama pequeña desvistiéndola de capas de mantas una tras otras. Comenzó a sentir la incertidumbre de no encontrarla junto a ella y se paró a mirar a sus alrededores, aún aturdida sin saber bien porqué.
Lo que vio la sorprendió lo suficiente como para pararse a pensar por un segundo: La estancia, de madera pulida y decorada con pinturas toscas ciertamente por alguien no muy docto en la materia era de alguna manera cilíndrica y pequeña, casi como para sentir claustrofobia por los enseres con los que estaba decorada. La elfa pestañeó un par de veces más intentando recordar qué era lo último que se acordaba... ella sangrando. Se llevó las manos al abdomen como acto reflejo: No... nunca había sangrado. Ella había creado esa ilusión pero lo cierto era que...
Recordó el dolor sin embargo de la electricidad recorriendo su cuerpo, el agarrotamiento de sus músculos y la sensación que ello había dejado en ella ahora. Parecía que había estado bebiendo toda la noche. ¿Había estado bebiendo toda la noche?
Abrió mucho los ojos, ahogando un suspiro y miró a ambos lados de la cama vacía. Suspiró aliviada. Su alivio duró poco al recordar que no había encontrado aún a Karma. Se deshizo al fin de la prisión de aquellas mantas pesadas e intentó ponerse de pie, perdiendo el equilibrio durante unos segundos mientras se agarraba a ambas paredes de aquella... estancia.
La elfa comenzó a darse cuenta que aquello parecía más bien un baúl lleno de objetos a medio terminar y... espadas. Un sin fin de ellas. A duras penas pudo moverse unos segundos cuando se dió cuenta que no era ella la que había perdido su habilidad de mantenerse en pie. De hecho era la estancia la que se movía con un... traqueteo de cascos de caballos reconocidos que...
-¡Ash'alá!- pensó dándose cuenta que también le faltaba su tigre y sumiéndose de pronto en una pena profunda.
Se movió a través de aquel desastre de carromato revolviendo útiles y espadas a su paso, desordenando aún más el pequeño carromato que comenzaba a recordarle a una prisión. Dió varios golpes en la puerta que se cercioró estaba cerrada. La madera tembló bajo sus puños, acallando el sonido y mezclándolo con el sordo de las ruedas de metal. Volvió a repetir la acción forzando la puerta esta vez y usando sus manos a modo de palanca.
-¡DEJAME SALIR!- dijo desatando al fin su miedo camuflado de enfado -Déjame salir ahora o te juro que esto será lo último que veas.... - Giró su cabeza eligiendo una de las muchas espadas que el desconocido tenía en su carromato.
Y entonces la vio: Una pequeña luna de metal parecida a la suya propia. Ésta, sin embargo, estaba perfectamente acuñada y hacía que la que Eilydh tenía entremezclada con sus trenzas pareciese una copia amorfa de un proyecto fallido. Le elfa la buscó con las manos y su cabeza se llenó de la incertidumbre que le producía el desconocimiento de como había llegado allí esa pequeña luna... y porqué la suya estaba mezclada de un vacio en su mente.
Se sentó por un segundo, mareada por el traqueteo del carromato, su sensación de resaca mental y aquella situación de sentirse apresada... la voz inconfundible de alguien que no se sabía la letra de lo que cantaba la sorprendió entonces y dejó de pensar un momento en donde estaba para enfocarse en la canción de aquel hombre que claramente era quien estaba dirigiendo el carro donde se encontraba.
Eilydh compuso un gesto de dolor al escuchar los desafines de aquella voz masculina y poco a poco comenzó a darse cuenta de a quien le recordaba, como si su última aventura hubiese sido parte de un sueño del que recién despertaba: El viejo desconocido y sospechoso que le había devuelto su daga.
Hizo un puño con su mano, recordando las ideas que había tenido la última vez que lo vio. ¿En serio la había intentando secuestrar? Suspiró calmándose. La manera sencilla en la que la había envuelto en aquellas sabanas, la almohada cómoda bajo su cabeza... el espacio desmesurado que había desestructurado el orden-desorden de su carromato. No... aquello no había sido malintencionado. Al menos no de aquella manera.
Eilydh se calmó y volvió a acercarse como pudo a la puerta mientras escuchaba las palabras del anciano... ¿Hablando solo? ...
-Ábreme la puerta, viejo loco- dijo Eilydh con tono calmado a pesar de sus palabras- Si sigo escuchándote cantar sobre patatas y hablar solo, no puedo asegurar que no vaya a acabar haciéndote los coros con una de tus ... sartenes- recordó sin poder evitar una sonrisa pero disimulándola levemente- ... y eso es algo que no creo que el resto del mundo pudiese soportar.- añadió apoyando la cabeza en la puerta mientras esperaba. Su reflejo se proyectó entonces en la sartén que le había servido de inspiración para su frase.
Tenía los ojos hundidos de alguien enfermo y las trenzas a medio deshacer. Suspiró, impacientándose.
Buscó a tientas a Karma sobre la superficie blanda en la que se había estado recostando con el miedo súbito de pensar que se la habían robado. Dio varias vueltas en aquella cama pequeña desvistiéndola de capas de mantas una tras otras. Comenzó a sentir la incertidumbre de no encontrarla junto a ella y se paró a mirar a sus alrededores, aún aturdida sin saber bien porqué.
Lo que vio la sorprendió lo suficiente como para pararse a pensar por un segundo: La estancia, de madera pulida y decorada con pinturas toscas ciertamente por alguien no muy docto en la materia era de alguna manera cilíndrica y pequeña, casi como para sentir claustrofobia por los enseres con los que estaba decorada. La elfa pestañeó un par de veces más intentando recordar qué era lo último que se acordaba... ella sangrando. Se llevó las manos al abdomen como acto reflejo: No... nunca había sangrado. Ella había creado esa ilusión pero lo cierto era que...
Recordó el dolor sin embargo de la electricidad recorriendo su cuerpo, el agarrotamiento de sus músculos y la sensación que ello había dejado en ella ahora. Parecía que había estado bebiendo toda la noche. ¿Había estado bebiendo toda la noche?
Abrió mucho los ojos, ahogando un suspiro y miró a ambos lados de la cama vacía. Suspiró aliviada. Su alivio duró poco al recordar que no había encontrado aún a Karma. Se deshizo al fin de la prisión de aquellas mantas pesadas e intentó ponerse de pie, perdiendo el equilibrio durante unos segundos mientras se agarraba a ambas paredes de aquella... estancia.
La elfa comenzó a darse cuenta que aquello parecía más bien un baúl lleno de objetos a medio terminar y... espadas. Un sin fin de ellas. A duras penas pudo moverse unos segundos cuando se dió cuenta que no era ella la que había perdido su habilidad de mantenerse en pie. De hecho era la estancia la que se movía con un... traqueteo de cascos de caballos reconocidos que...
-¡Ash'alá!- pensó dándose cuenta que también le faltaba su tigre y sumiéndose de pronto en una pena profunda.
Se movió a través de aquel desastre de carromato revolviendo útiles y espadas a su paso, desordenando aún más el pequeño carromato que comenzaba a recordarle a una prisión. Dió varios golpes en la puerta que se cercioró estaba cerrada. La madera tembló bajo sus puños, acallando el sonido y mezclándolo con el sordo de las ruedas de metal. Volvió a repetir la acción forzando la puerta esta vez y usando sus manos a modo de palanca.
-¡DEJAME SALIR!- dijo desatando al fin su miedo camuflado de enfado -Déjame salir ahora o te juro que esto será lo último que veas.... - Giró su cabeza eligiendo una de las muchas espadas que el desconocido tenía en su carromato.
Y entonces la vio: Una pequeña luna de metal parecida a la suya propia. Ésta, sin embargo, estaba perfectamente acuñada y hacía que la que Eilydh tenía entremezclada con sus trenzas pareciese una copia amorfa de un proyecto fallido. Le elfa la buscó con las manos y su cabeza se llenó de la incertidumbre que le producía el desconocimiento de como había llegado allí esa pequeña luna... y porqué la suya estaba mezclada de un vacio en su mente.
Se sentó por un segundo, mareada por el traqueteo del carromato, su sensación de resaca mental y aquella situación de sentirse apresada... la voz inconfundible de alguien que no se sabía la letra de lo que cantaba la sorprendió entonces y dejó de pensar un momento en donde estaba para enfocarse en la canción de aquel hombre que claramente era quien estaba dirigiendo el carro donde se encontraba.
Eilydh compuso un gesto de dolor al escuchar los desafines de aquella voz masculina y poco a poco comenzó a darse cuenta de a quien le recordaba, como si su última aventura hubiese sido parte de un sueño del que recién despertaba: El viejo desconocido y sospechoso que le había devuelto su daga.
Hizo un puño con su mano, recordando las ideas que había tenido la última vez que lo vio. ¿En serio la había intentando secuestrar? Suspiró calmándose. La manera sencilla en la que la había envuelto en aquellas sabanas, la almohada cómoda bajo su cabeza... el espacio desmesurado que había desestructurado el orden-desorden de su carromato. No... aquello no había sido malintencionado. Al menos no de aquella manera.
Eilydh se calmó y volvió a acercarse como pudo a la puerta mientras escuchaba las palabras del anciano... ¿Hablando solo? ...
-Ábreme la puerta, viejo loco- dijo Eilydh con tono calmado a pesar de sus palabras- Si sigo escuchándote cantar sobre patatas y hablar solo, no puedo asegurar que no vaya a acabar haciéndote los coros con una de tus ... sartenes- recordó sin poder evitar una sonrisa pero disimulándola levemente- ... y eso es algo que no creo que el resto del mundo pudiese soportar.- añadió apoyando la cabeza en la puerta mientras esperaba. Su reflejo se proyectó entonces en la sartén que le había servido de inspiración para su frase.
Tenía los ojos hundidos de alguien enfermo y las trenzas a medio deshacer. Suspiró, impacientándose.
Eilydh
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
- Oh, Freyja. Se ha despertado. – Murmuró exhalando un suspiro, liberando su mano izquierda de la brida para frotarse los ojos.
Entrecerró los ojos, escuchando como Eilydh se impacientaba con cada segundo que pasaba y comenzaba a aporrear la puerta con contundencia, gritando que la dejasen salir. Por supuesto, también escuchó las amenazas que se encargó de dirigirle a su persona.
Silbó, con fuerza, al ritmo de los golpes, entonando otra vieja canción que conocía.
Solo se sabía canciones de campo. ¿Con todos los viajes que había hecho… y no sabía nada nuevo? Tenía que empezar a prestar más atención. Le preguntaría a Lyn alguna de las suyas, probablemente se reiría bastante de él, pero…
Bueno, echaba de menos que se riese.
- ¡Cercano al paraíso…! – Gritó entonces, tratando de poner su mejor voz cuando los golpes se hicieron más insistentes. - ¡Oeste de Aerandir! – Más golpes de su invitada, se detuvo un momento y sonrió cuando volvió a escuchar los golpes. - ¡Montañas del norte! – Ladeó la cabeza de un lado a otro. - ¡Río Tymeeer! –
A lo lejos, ya se podía ver la granja a la que se dirigía.
- ¡Vida ancestral! Más que el Árbol Madre, menos que el pico de Dundarak… susurra como una brisa… – dicho esto en un tono de voz más bajo, se aclaró la garganta como lo había hecho Lyn antes y se levantó mínimamente del asiento, sin soltar las bridas.
Tomó aire.
- ¡SENDAS SILVESTRES! – Bramó, con toda la fuerza que pudo. Los pájaros que anidaban en lo arboles cercanos salieron disparados en todas direcciones, presa de un pánico completamente natural dadas las circunstancias. - ¡LLEVADME A CASA! ¡A DÓNDE PERTENEZCO! – Después de eso, dejó escapar una carcajada al oír su eco responderle y se sentó de nuevo, prácticamente dejándose caer.
Aun silbando en voz la canción, alargó la mano hasta la puerta que le separaba del interior del taller y la abrió, liberando de ese modo a su “prisionera”.
- Lo siento, lo siento. – dijo sonriendo, levantando una mano a modo de disculpa. – No te había oído. – Agregó a continuación, riendo entre dientes. - ¿Qué tal has dormido? ¿Bien? – Preguntó seguidamente, desviando su atención al frente, dónde la granja ya empezaba a parecer un edificio propiamente dicho y no una mota en el horizonte.
Eildyh Skye. Una parte de él se preguntaba por qué la había traído con él sabiendo como… podía ser la elfa con los desconocidos y con los malentendidos. Pero no iba a dejarla en la Mansión de Huracán por motivos evidentes, por mucho que lo negase después de la discusión que habían tenido seguía teniéndole aprecio y la consideraba una amiga.
Además, el numerito de la sangre le había servido para obtener lo que él quería.
- Tus cosas están en la parte de atrás, en el baúl pequeño. – le informó. – Creo que tu gato gigante nos ha estado siguiendo, aunque no estoy seguro, tampoco he querido detenerme a saludarle. - Conocía a la elfa lo suficiente como para intuir que podía ser lo que le pasaba por la cabeza en aquel momento.
Lo comprendía. De estar en su situación, lo primero que quería saber Eltrant era donde estaban sus cosas. Estaba… bueno, más bien no estaba cuando la cargó hasta el taller; como mínimo debía de estar confusa.
Había pasado… mucho tiempo dormida.
- Estamos casi a punto de salir de Verisar. – dijo – Pero el puente del camino esta caído y me he desviado a esta granja para ver si puedo preguntar si hay alguien que me pueda echar una mano con eso. – le dijo deteniendo el carromato frente al edificio.
Era una buena granja.
Eltrant calculó mentalmente el tamaño de la misma. Más que la de su familia, como mínimo; probablemente no se dedicasen solo al ganado o a los cultivos, aquel lugar tenía pinta de ser de un mercader que quería correr riesgos y poner Aeros a más de un negocio.
- Ese camino lleva de vuelta a Lunargenta. Solo tienes que ir en línea recta. – dijo a Eilydh señalando tras él con el pulgar. – Me dirijo al norte, por cierto. Si no te parece bien… gracias con viajar con la Herrería Luna Invernal y hasta luego. – agregó haciendo una exagerada reverencia, aun estando sentado.
Tomó Recuerdo, que yacía a su lado guardada en su vaina y la ató su cinto. Bajó del carromato pesadamente y, tras pasarle la mano a Mohr por la crin, se encaminó a la vivienda principal del lugar.
Parecía desierta.
- ¡Buenos días! – gritó Eltrant, amplificando su voz con las manos. - ¿¡Hay alguien?! – agregó, esperando ver una cara amable emerger detrás de la entrada de la casa.
______________________________________________________
La canción que Eltrantcanta grita, versiona: (?)
Entrecerró los ojos, escuchando como Eilydh se impacientaba con cada segundo que pasaba y comenzaba a aporrear la puerta con contundencia, gritando que la dejasen salir. Por supuesto, también escuchó las amenazas que se encargó de dirigirle a su persona.
Silbó, con fuerza, al ritmo de los golpes, entonando otra vieja canción que conocía.
Solo se sabía canciones de campo. ¿Con todos los viajes que había hecho… y no sabía nada nuevo? Tenía que empezar a prestar más atención. Le preguntaría a Lyn alguna de las suyas, probablemente se reiría bastante de él, pero…
Bueno, echaba de menos que se riese.
- ¡Cercano al paraíso…! – Gritó entonces, tratando de poner su mejor voz cuando los golpes se hicieron más insistentes. - ¡Oeste de Aerandir! – Más golpes de su invitada, se detuvo un momento y sonrió cuando volvió a escuchar los golpes. - ¡Montañas del norte! – Ladeó la cabeza de un lado a otro. - ¡Río Tymeeer! –
A lo lejos, ya se podía ver la granja a la que se dirigía.
- ¡Vida ancestral! Más que el Árbol Madre, menos que el pico de Dundarak… susurra como una brisa… – dicho esto en un tono de voz más bajo, se aclaró la garganta como lo había hecho Lyn antes y se levantó mínimamente del asiento, sin soltar las bridas.
Tomó aire.
- ¡SENDAS SILVESTRES! – Bramó, con toda la fuerza que pudo. Los pájaros que anidaban en lo arboles cercanos salieron disparados en todas direcciones, presa de un pánico completamente natural dadas las circunstancias. - ¡LLEVADME A CASA! ¡A DÓNDE PERTENEZCO! – Después de eso, dejó escapar una carcajada al oír su eco responderle y se sentó de nuevo, prácticamente dejándose caer.
Aun silbando en voz la canción, alargó la mano hasta la puerta que le separaba del interior del taller y la abrió, liberando de ese modo a su “prisionera”.
- Lo siento, lo siento. – dijo sonriendo, levantando una mano a modo de disculpa. – No te había oído. – Agregó a continuación, riendo entre dientes. - ¿Qué tal has dormido? ¿Bien? – Preguntó seguidamente, desviando su atención al frente, dónde la granja ya empezaba a parecer un edificio propiamente dicho y no una mota en el horizonte.
Eildyh Skye. Una parte de él se preguntaba por qué la había traído con él sabiendo como… podía ser la elfa con los desconocidos y con los malentendidos. Pero no iba a dejarla en la Mansión de Huracán por motivos evidentes, por mucho que lo negase después de la discusión que habían tenido seguía teniéndole aprecio y la consideraba una amiga.
Además, el numerito de la sangre le había servido para obtener lo que él quería.
- Tus cosas están en la parte de atrás, en el baúl pequeño. – le informó. – Creo que tu gato gigante nos ha estado siguiendo, aunque no estoy seguro, tampoco he querido detenerme a saludarle. - Conocía a la elfa lo suficiente como para intuir que podía ser lo que le pasaba por la cabeza en aquel momento.
Lo comprendía. De estar en su situación, lo primero que quería saber Eltrant era donde estaban sus cosas. Estaba… bueno, más bien no estaba cuando la cargó hasta el taller; como mínimo debía de estar confusa.
Había pasado… mucho tiempo dormida.
- Estamos casi a punto de salir de Verisar. – dijo – Pero el puente del camino esta caído y me he desviado a esta granja para ver si puedo preguntar si hay alguien que me pueda echar una mano con eso. – le dijo deteniendo el carromato frente al edificio.
Era una buena granja.
Eltrant calculó mentalmente el tamaño de la misma. Más que la de su familia, como mínimo; probablemente no se dedicasen solo al ganado o a los cultivos, aquel lugar tenía pinta de ser de un mercader que quería correr riesgos y poner Aeros a más de un negocio.
- Ese camino lleva de vuelta a Lunargenta. Solo tienes que ir en línea recta. – dijo a Eilydh señalando tras él con el pulgar. – Me dirijo al norte, por cierto. Si no te parece bien… gracias con viajar con la Herrería Luna Invernal y hasta luego. – agregó haciendo una exagerada reverencia, aun estando sentado.
Tomó Recuerdo, que yacía a su lado guardada en su vaina y la ató su cinto. Bajó del carromato pesadamente y, tras pasarle la mano a Mohr por la crin, se encaminó a la vivienda principal del lugar.
Parecía desierta.
- ¡Buenos días! – gritó Eltrant, amplificando su voz con las manos. - ¿¡Hay alguien?! – agregó, esperando ver una cara amable emerger detrás de la entrada de la casa.
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La canción que Eltrant
- Cancion:
Eltrant Tale
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
Eilydh se sentó sobre una de las cajas que llenaban la estancia donde aquel hombre la había encerrado. Puso los ojos en blanco ante el intento casi ridículo de aquel hombre de hacer como que no la escuchase.Cruzó las piernas y resopló molesta, apartando de su cara un mechón de su cabello que se movió con el aire de sus pulmones antes de caer de nuevo donde había estado antes del suspiro.
Eilydh supuso que aquello iba para largo, así que comenzó a tomarse la libertad de revolver la estancias. Se sintió un poco mal al principio pero tan solo bastó otra muestra más de desafine por parte de Eltrant para que Eilydh se olvidase de cualquier remordimiento que hubiese podido tener.
Abrió varias cajitas llenas de enseres para la construcción de armas en las que rebuscó sin mucho interés y después dejó a un lado. A medida que abría una y otra comenzaba a darse cuenta que quizás aquello podría servirle para conocer un poco más a aquel desconocido y usarlo a su favor en el objetivo que ella misma se había marcado. Dejó la tercera de esas cajas a un lado antes de que el hombre se decidiese a abrir la puerta y a disculparse de manera falsa sobre el tiempo que le había tomado liberarla.
Eilydh puso los ojos en blanco por segunda vez intentando no decirle lo que pensaba y atentar contra la autoestima del hombre y su percepción de su propia voz. En su lugar se alzó de hombros y contestó con una voz melosa y dulce de manera efusivamente fingida:
-He dormido en el paraiso, sin duda. Y me ha despertado el canto de angeles... si- Se dispuso a levantarse de su asiento improvisado e ir a buscar sus armas cuando encontró una cajita pequeña elaborada de madera.En una de las esquinas de la caja las flores de decoración pasaban a fundirse con las letras "Lyn" sobre ella en la madera.
La elfa se sintió inmediatamente atraía y curiosa por aquella caja pues recordó que aquel era el nombre de la amante/amiga que aquel hombre estaba buscando y se mordió el labio inferior antes de girarse a agarrarla, aprovechando que Eltrant le explicaba donde se encontraban.
Dentro de la caja,había pequeñas piezas que parecían pertenecer a un cinturón de armas en forma de flor, un peine de madera, algunos objetos que no tenían sentido para la elfa y un dibujo muy conseguido. El boceto de un dibujo de una chica con ojos grandes y sonrisa cómplice, casi aniñada de la que sobresalían dos pequeños dientes caracteristicos vampiros. Eilydh acarició el carboncillo del dibujo con un dedo como si aquello fuese a darle más información sobre ella y parte del dibujo se quedó pegado en su dedo.
Ahogó un suspiro y se apresuró a guardarlo todo donde estaba. Su rostro se tiño de un rosado profundo y buscó sus armas de manera mecánica y autómata. Se colgó a Karma del cinturón y agarró su daga. La miró durante un segundo y después dirigió su mirada a Eltrant preparando todo para salir a caminar a la granja a la que acababa de llegar. Apretó la daga contra su mano durante un segundo y la guardó antes de bajar del carro.
Ash'alá correteró hasta ella y Eilydh lo abrazó cerrando los ojos y relajándose con la promesa de que el tigre se encontraba bien. Eltrant se apresuró a acercarse a la granja y la elfa sopesó sus posibilidades por un momento. Se levantó y lo siguió mientras escuchaba como el hombre voceaba por alguien en aquella granja.
-... ¿Y.. ya esta?- dijo Eilydh. - Casi me dejo mi... vida y lo que es mas importante mi dignidad en ese castillo de brujos y¿ tu te despides así como asi?- La elfa ahogó un suspiro de molestia- Espero que no trates a todas las damas que acaban de despertarse de dormir en tu cama de esta manera...- dijo esta vez en tono burlón- si no... empiezo a entender por qué Lyn se ha marchado- Eilydh se moridó el labio dándose cuenta que caminaba sobre una cuerda muy floja y que aquel hombre posiblemente no tenía ni idea de que aquello era una broma pues no entendía su oscuro sentido del humor- A lo que me refiero- dijo apresurada alzando las manos como si rectificara- Es que bueno... que esperaba al menos que me contases el contenido de los papales que encontraste y que seguro nos han dado una pista sobre donde ir y a quien buscar- añadió.
Dijo esto y miró hacia el frente como si evitar el contacto con los ojos profundos de aquel hombre fuese a hacer menos obvio que se había incluido en aquel plan y que era señal inequívoca de que había decidido no ir a Lunargenta ni a ningún otro lugar.
Eilydh casi imaginó su mirada clavada en ella, como analizándola por aquella decisión y agradeció que los gritos de Eltrant hubiesen sido efectivos y un hombre de aspecto tosco y fornido se acercase hacia ellos.
-¡Manden!- dijo el hombre, mascando algo entre sus dientes que se pasaba de un lado a otro de su boca apartándolo para hablar- ¿Qué zhe leh antojah a loh zeñoreh? ¿zhán perdioh? Lah ruta a Largenta ehta palláh- dijo el hombre señalando el camino que minutos antes había marcado Eltrant.
Eilydh supuso que aquello iba para largo, así que comenzó a tomarse la libertad de revolver la estancias. Se sintió un poco mal al principio pero tan solo bastó otra muestra más de desafine por parte de Eltrant para que Eilydh se olvidase de cualquier remordimiento que hubiese podido tener.
Abrió varias cajitas llenas de enseres para la construcción de armas en las que rebuscó sin mucho interés y después dejó a un lado. A medida que abría una y otra comenzaba a darse cuenta que quizás aquello podría servirle para conocer un poco más a aquel desconocido y usarlo a su favor en el objetivo que ella misma se había marcado. Dejó la tercera de esas cajas a un lado antes de que el hombre se decidiese a abrir la puerta y a disculparse de manera falsa sobre el tiempo que le había tomado liberarla.
Eilydh puso los ojos en blanco por segunda vez intentando no decirle lo que pensaba y atentar contra la autoestima del hombre y su percepción de su propia voz. En su lugar se alzó de hombros y contestó con una voz melosa y dulce de manera efusivamente fingida:
-He dormido en el paraiso, sin duda. Y me ha despertado el canto de angeles... si- Se dispuso a levantarse de su asiento improvisado e ir a buscar sus armas cuando encontró una cajita pequeña elaborada de madera.En una de las esquinas de la caja las flores de decoración pasaban a fundirse con las letras "Lyn" sobre ella en la madera.
La elfa se sintió inmediatamente atraía y curiosa por aquella caja pues recordó que aquel era el nombre de la amante/amiga que aquel hombre estaba buscando y se mordió el labio inferior antes de girarse a agarrarla, aprovechando que Eltrant le explicaba donde se encontraban.
Dentro de la caja,había pequeñas piezas que parecían pertenecer a un cinturón de armas en forma de flor, un peine de madera, algunos objetos que no tenían sentido para la elfa y un dibujo muy conseguido. El boceto de un dibujo de una chica con ojos grandes y sonrisa cómplice, casi aniñada de la que sobresalían dos pequeños dientes caracteristicos vampiros. Eilydh acarició el carboncillo del dibujo con un dedo como si aquello fuese a darle más información sobre ella y parte del dibujo se quedó pegado en su dedo.
Ahogó un suspiro y se apresuró a guardarlo todo donde estaba. Su rostro se tiño de un rosado profundo y buscó sus armas de manera mecánica y autómata. Se colgó a Karma del cinturón y agarró su daga. La miró durante un segundo y después dirigió su mirada a Eltrant preparando todo para salir a caminar a la granja a la que acababa de llegar. Apretó la daga contra su mano durante un segundo y la guardó antes de bajar del carro.
Ash'alá correteró hasta ella y Eilydh lo abrazó cerrando los ojos y relajándose con la promesa de que el tigre se encontraba bien. Eltrant se apresuró a acercarse a la granja y la elfa sopesó sus posibilidades por un momento. Se levantó y lo siguió mientras escuchaba como el hombre voceaba por alguien en aquella granja.
-... ¿Y.. ya esta?- dijo Eilydh. - Casi me dejo mi... vida y lo que es mas importante mi dignidad en ese castillo de brujos y¿ tu te despides así como asi?- La elfa ahogó un suspiro de molestia- Espero que no trates a todas las damas que acaban de despertarse de dormir en tu cama de esta manera...- dijo esta vez en tono burlón- si no... empiezo a entender por qué Lyn se ha marchado- Eilydh se moridó el labio dándose cuenta que caminaba sobre una cuerda muy floja y que aquel hombre posiblemente no tenía ni idea de que aquello era una broma pues no entendía su oscuro sentido del humor- A lo que me refiero- dijo apresurada alzando las manos como si rectificara- Es que bueno... que esperaba al menos que me contases el contenido de los papales que encontraste y que seguro nos han dado una pista sobre donde ir y a quien buscar- añadió.
Dijo esto y miró hacia el frente como si evitar el contacto con los ojos profundos de aquel hombre fuese a hacer menos obvio que se había incluido en aquel plan y que era señal inequívoca de que había decidido no ir a Lunargenta ni a ningún otro lugar.
Eilydh casi imaginó su mirada clavada en ella, como analizándola por aquella decisión y agradeció que los gritos de Eltrant hubiesen sido efectivos y un hombre de aspecto tosco y fornido se acercase hacia ellos.
-¡Manden!- dijo el hombre, mascando algo entre sus dientes que se pasaba de un lado a otro de su boca apartándolo para hablar- ¿Qué zhe leh antojah a loh zeñoreh? ¿zhán perdioh? Lah ruta a Largenta ehta palláh- dijo el hombre señalando el camino que minutos antes había marcado Eltrant.
Eilydh
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
Entrecerró los ojos al oír a la elfa mencionar a la vampiresa con aquel tono de voz socarrón que tanto la caracterizaba de cuando en cuando. Relajó un poco la expresión al darse cuenta de que, de hecho, Eilydh tenía razón; por algún motivo la mujer se había preocupado en ayudarle.
Merecía saber el por qué.
- ¿De verdad quieres saberlo? – Preguntó un poco al aire, sopesando los motivos por los que la Eilydh que conocía desde hacía tanto tiempo podía interesarse por la vida privada de un desconocido al que solo conocía como “Ese viejo drogadicto que intentó hacerme aspirar unos polvos raros”. – Muy bien. – dijo al final, encogiéndose de hombros y rebuscando entre sus bolsillos, extrayendo el papel que había “tomado prestado” en la Mansión de los vientos. – Aquí tienes. – dijo, dándole la orden de captura y girándose hacía la figura que finalmente había salido de la vivienda a paso lento.
El hombre, de aspecto fornido y enjuto tenía la forma del tocón de un árbol. Dueño de una poblada barba del color del carbón, el hombre mantuvo una singular sonrisa en sus labios según se acercaba hacía la pareja de extraños que acababa de entrar en su vivienda.
- Gracias por la ayuda, por cierto. – Le dijo a la elfa, sin girarse a mirarla. – En Beltrexus digo. – Aclaró en voz algo más baja, ligeramente pensativo, según escuchaba al lugareño comenzar a hablarle a los presentes.
Eltrant esbozó una sonrisa; el clásico dialecto de los campos de Dundarak. Le recordaba a la forma de hablar de su propia madre, era un sentimiento un tanto nostálgico. Para el oído desentrenado aquello podría ser considerado un galimatías del primerísimo nivel, pero el hombre estaba siendo bastante educado.
Cortesía rural, supuso.
- No, mire, el puente… - Si bien Eltrant trató de comenzar a relatar lo que les había llevado hasta allí, el granjero no parecía estar dispuesto a oír lo que el herrero tenía que decir y asintió con tal fuerza que el castaño pensó que el hombre iba a partirse el cuello.
- ¡Er puenteh, zí! – dijo el hombre asintiendo más veces. – Mal rayo le partah, anque la verda’, ezo fueh lo que lo rompió. – dijo cruzando los velludos brazos frente a su pecho. – En verdá quería yo haberlo arreglao pa ayer, ¿Zaben? Pero me iba a vení a ayudah er Mariano. Yo le dije “Mariano, a vé zi te traeh un martillo y uno’ clavoh azí gordotes y lo arreglamoh con loh maderoh que tengo aquí que me zobran de la finca en un sarto” – Negó con la cabeza y se sacó la espiga que tenía en la boca. – Pero er Mariano, que eh el carpitero de aquí al lao, de Villa
algarrobo, me viene y me dize “¡Mire usteh, Jacinto!” Y me lo dice azí con to' zu porte. – Dejó escapar una risita, alguna especie de chiste local. – El porte der Mariano, tumentiendes. Bueno, er cazo, que me dice “Revalor, ehtaré allí dehpue de comé", y ehperandole que ehtoy dehde ayeh. –
Eltrant frunció levemente el ceño.
Llevaba mucho tiempo fuera del pueblo, tenía que admitirlo.
- Entiendo… Don Revanor... ¿Jacinto? – dijo ladeando la cabeza. ¿Aquel nombre no sonaba Elfico? ¿Eran dos? ¿Uno solo?- ¿Y cree que podremos arreglarlo hoy? – El hombre se atusó la barba y, tras unos segundos, se encogió de hombros.
- Pos por podéh, pue zeh. – dijo simplemente.
- Me vale. ¿Le parece que deje aquí la carroza? – Preguntó alisándose el pelo. – Soy herrero, así que me gustaría ayudar de ser posible por su hospitalidad. – Agregó a continuación, el hombre asintió efusivamente, como lo había hecho al precio.
- ¡Hombreposclaro! – Después se giró hacía Ellie y le dedicó esa sonrisa tan campechana que parecía describir al lugareño. – Y uhteh tambien zeñorita. – dijo – Desde la mama no ha habio ningún erfo por aquí, ¿Quieren vé mi huerto? Ehtoy mu orgullozo de él. –
Eltrant sonrió ampliamente al oír esto.
- Pues lo cierto es que a mí me gustaría. –
Solo tenía que esperar a que llegase el carpintero y podría continuar su camino.
Si encima aprendía las técnicas de cultivo de aquel hombre y como tenía dispuesta la finca, pues mejor.
Revanor hizo una seña y le indicó a la pareja que le siguiese al interior de la rustica vivienda de la que había salido el hombre para empezar. Parecía bastante contento de que alguno de los dos extraños hubiese accedido a ver sus cultivos.
Eltrant conocía aquella sensación.
Merecía saber el por qué.
- ¿De verdad quieres saberlo? – Preguntó un poco al aire, sopesando los motivos por los que la Eilydh que conocía desde hacía tanto tiempo podía interesarse por la vida privada de un desconocido al que solo conocía como “Ese viejo drogadicto que intentó hacerme aspirar unos polvos raros”. – Muy bien. – dijo al final, encogiéndose de hombros y rebuscando entre sus bolsillos, extrayendo el papel que había “tomado prestado” en la Mansión de los vientos. – Aquí tienes. – dijo, dándole la orden de captura y girándose hacía la figura que finalmente había salido de la vivienda a paso lento.
El hombre, de aspecto fornido y enjuto tenía la forma del tocón de un árbol. Dueño de una poblada barba del color del carbón, el hombre mantuvo una singular sonrisa en sus labios según se acercaba hacía la pareja de extraños que acababa de entrar en su vivienda.
- Gracias por la ayuda, por cierto. – Le dijo a la elfa, sin girarse a mirarla. – En Beltrexus digo. – Aclaró en voz algo más baja, ligeramente pensativo, según escuchaba al lugareño comenzar a hablarle a los presentes.
Eltrant esbozó una sonrisa; el clásico dialecto de los campos de Dundarak. Le recordaba a la forma de hablar de su propia madre, era un sentimiento un tanto nostálgico. Para el oído desentrenado aquello podría ser considerado un galimatías del primerísimo nivel, pero el hombre estaba siendo bastante educado.
Cortesía rural, supuso.
- No, mire, el puente… - Si bien Eltrant trató de comenzar a relatar lo que les había llevado hasta allí, el granjero no parecía estar dispuesto a oír lo que el herrero tenía que decir y asintió con tal fuerza que el castaño pensó que el hombre iba a partirse el cuello.
- ¡Er puenteh, zí! – dijo el hombre asintiendo más veces. – Mal rayo le partah, anque la verda’, ezo fueh lo que lo rompió. – dijo cruzando los velludos brazos frente a su pecho. – En verdá quería yo haberlo arreglao pa ayer, ¿Zaben? Pero me iba a vení a ayudah er Mariano. Yo le dije “Mariano, a vé zi te traeh un martillo y uno’ clavoh azí gordotes y lo arreglamoh con loh maderoh que tengo aquí que me zobran de la finca en un sarto” – Negó con la cabeza y se sacó la espiga que tenía en la boca. – Pero er Mariano, que eh el carpitero de aquí al lao, de Villa
algarrobo, me viene y me dize “¡Mire usteh, Jacinto!” Y me lo dice azí con to' zu porte. – Dejó escapar una risita, alguna especie de chiste local. – El porte der Mariano, tumentiendes. Bueno, er cazo, que me dice “Revalor, ehtaré allí dehpue de comé", y ehperandole que ehtoy dehde ayeh. –
Eltrant frunció levemente el ceño.
Llevaba mucho tiempo fuera del pueblo, tenía que admitirlo.
- Entiendo… Don Revanor... ¿Jacinto? – dijo ladeando la cabeza. ¿Aquel nombre no sonaba Elfico? ¿Eran dos? ¿Uno solo?- ¿Y cree que podremos arreglarlo hoy? – El hombre se atusó la barba y, tras unos segundos, se encogió de hombros.
- Pos por podéh, pue zeh. – dijo simplemente.
- Me vale. ¿Le parece que deje aquí la carroza? – Preguntó alisándose el pelo. – Soy herrero, así que me gustaría ayudar de ser posible por su hospitalidad. – Agregó a continuación, el hombre asintió efusivamente, como lo había hecho al precio.
- ¡Hombreposclaro! – Después se giró hacía Ellie y le dedicó esa sonrisa tan campechana que parecía describir al lugareño. – Y uhteh tambien zeñorita. – dijo – Desde la mama no ha habio ningún erfo por aquí, ¿Quieren vé mi huerto? Ehtoy mu orgullozo de él. –
Eltrant sonrió ampliamente al oír esto.
- Pues lo cierto es que a mí me gustaría. –
Solo tenía que esperar a que llegase el carpintero y podría continuar su camino.
Si encima aprendía las técnicas de cultivo de aquel hombre y como tenía dispuesta la finca, pues mejor.
Revanor hizo una seña y le indicó a la pareja que le siguiese al interior de la rustica vivienda de la que había salido el hombre para empezar. Parecía bastante contento de que alguno de los dos extraños hubiese accedido a ver sus cultivos.
Eltrant conocía aquella sensación.
Última edición por Eltrant Tale el Dom Nov 08 2020, 03:25, editado 1 vez
Eltrant Tale
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
Eilydh mantenía los brazos cruzados sin saber muy bien donde llevarlos, esperando que Eltrant entendiese su actitud burlona y relajase la tensión que parecía haber entre ambos. Aquello funcionó, o al menos lo suficiente como para que Eltrant le entregase un papel arrugado con marcas de sus propios dedos por todas partes.
Eilydh ahogó un suspiro y entendió la resignación y preocupación perenne en el rostro de aquel hombre: Una orden de captura. Frunció los labios sin saber muy bien qué decir. Independientemente de si se merecía o no ser capturada, cosa que Eilydh no sabía. aquella chica era alguien importante para aquel anciano, y la empatía de la elfa, aunque cubierta por una capa de orgullo sabía diferenciar cuando algo era especialmente doloroso.
La sorprendió la bandera blanca que Eltrant le tendió al agradecerle su ayuda en la mansión Beltrexus. Comenzó a fabricar una excusa quitándole importancia al asunto, pero algo le decía que aquello era una pequeña victoria y la necesitaba más que nunca, así que lo dejó pasar durante un segundo y cuando quiso darse cuenta... el momento se esfumó y la chica tan solo siguió al hombre.
Eilydh tardó más de 5 minutos en entender que lo que hacían aquellos dos hombres fornidos era hablar en el lenguaje común. Enfocó su mirada primero fijándose en el tal jacinto por un instante y leyendo sus labios con determinación para luego sorprenderse al escuchar a Eltrant haciendo amago de hablar aquel.. deje, si esque podía llamarse así. No entiendió mucho, así que cuando Eltrant relajó los hombros y señaló a su carro y el hombre le contestó con una sonrisa amable y humilde, Eilydh se imaginó que el hombre había intentado venderle algo y que el tal gigantón había aceptado.
Era más fácil así.
Pero... bueno, digamos que aquello no tenía cohexión alguna teniendo en cuenta que ambos hombres parecían ahora los mejores amigos y habían pintado una sonrisa solemne mientras hablaban de... ¿Huerto?
Sin duda estaba equivocada. Concentró su mirada en los labios de Eltrant como hacía al principio de aprender el lenguaje común para copiar las sílabas en sus propios labios y así entender mejor lo que decían. Huert...ohhhh.. ¡Muerto! Eso tenía sentido. Al fin y al cabo creía haber entendido que el gigante dijo algo de madre... y... Agh... iban a prestarle respeto a los ancestros.
Para cuando Eilydh entendió lo que iban a hacer ambos hombres habían ya avanzado lo suficiente como para que ella tuviese que acomodar sus pasos de manera rápida para alcanzarlos. Hablaban de manera rápida y afable y Eilydh miró atrás hasta el carromato de Eltrant y el puente roto que habían dejado atrás. La chica supuso que aquello era un ritual para... ¿Bendecir el trabajo de arreglar el puente?
Quien sabía... sin duda los humanos eran incluso más raros de lo que recordaba ella solía tener un amigo que... Miró a la nada un segundo. No se acordaba. ¿De dónde había salido aquel recuerdo instantáneo? ¿Dónde había ido a parar? Se pasó las manos por el cabello y jugueteó con la luna de plata entre sus trenzas sin saber muy bien donde estaba. Como un dejavú. Alcanzó a los hombres.
Llegaron a una pequeña parcela de terreno arada y los tres se pararon ahí en medio de la nada. Ambos siguieron hablando. Eilydh perdió interés de la conversación y se dedicó a observar a su alrededor. Imaginó que aquello podía describirse como... una granja. El lugar contaba con tres edificios esparcidos alrededor del terreno donde se habían parado. Los tres edificios estaban en igual estado de... ruinas. La chica se preguntó como diablos podía vivir alguien en aquel estado. Entonces miró las ropas harapientas de aquel desconocido y lo entendió.
Suspiró. Ahora entendió el interés de aquel desconocido en honrar quizás a las personas que vivían allí. Giró la cabeza y vió como el hombre y Eltrant se agachaban a mirar algo en la arena que tenían bajo sus pies, dejándola a ella de pie en medio de la nada.
Se agachó y se acercó a la oreja de Eltrant, dedicándole una sonrisa incómoda al otro hombre.
-Esto... em... señor... no soy muy docta en vuestras.. emm costumbres ¿Se supone que deba.. decir una oración o algo así?- le susurró al oido para que su compañero no la escuchase. Abrió mucho los ojos y éstos se clavaron en los de Eltrant.
Aquellos ojos le resultaban... extrañamente familiares. Muy familiares.
Carraspeó y se puso en pie, molesta sin saber porqué.
... y después decían que su cultura era extraña.
Eilydh ahogó un suspiro y entendió la resignación y preocupación perenne en el rostro de aquel hombre: Una orden de captura. Frunció los labios sin saber muy bien qué decir. Independientemente de si se merecía o no ser capturada, cosa que Eilydh no sabía. aquella chica era alguien importante para aquel anciano, y la empatía de la elfa, aunque cubierta por una capa de orgullo sabía diferenciar cuando algo era especialmente doloroso.
La sorprendió la bandera blanca que Eltrant le tendió al agradecerle su ayuda en la mansión Beltrexus. Comenzó a fabricar una excusa quitándole importancia al asunto, pero algo le decía que aquello era una pequeña victoria y la necesitaba más que nunca, así que lo dejó pasar durante un segundo y cuando quiso darse cuenta... el momento se esfumó y la chica tan solo siguió al hombre.
Eilydh tardó más de 5 minutos en entender que lo que hacían aquellos dos hombres fornidos era hablar en el lenguaje común. Enfocó su mirada primero fijándose en el tal jacinto por un instante y leyendo sus labios con determinación para luego sorprenderse al escuchar a Eltrant haciendo amago de hablar aquel.. deje, si esque podía llamarse así. No entiendió mucho, así que cuando Eltrant relajó los hombros y señaló a su carro y el hombre le contestó con una sonrisa amable y humilde, Eilydh se imaginó que el hombre había intentado venderle algo y que el tal gigantón había aceptado.
Era más fácil así.
Pero... bueno, digamos que aquello no tenía cohexión alguna teniendo en cuenta que ambos hombres parecían ahora los mejores amigos y habían pintado una sonrisa solemne mientras hablaban de... ¿Huerto?
Sin duda estaba equivocada. Concentró su mirada en los labios de Eltrant como hacía al principio de aprender el lenguaje común para copiar las sílabas en sus propios labios y así entender mejor lo que decían. Huert...ohhhh.. ¡Muerto! Eso tenía sentido. Al fin y al cabo creía haber entendido que el gigante dijo algo de madre... y... Agh... iban a prestarle respeto a los ancestros.
Para cuando Eilydh entendió lo que iban a hacer ambos hombres habían ya avanzado lo suficiente como para que ella tuviese que acomodar sus pasos de manera rápida para alcanzarlos. Hablaban de manera rápida y afable y Eilydh miró atrás hasta el carromato de Eltrant y el puente roto que habían dejado atrás. La chica supuso que aquello era un ritual para... ¿Bendecir el trabajo de arreglar el puente?
Quien sabía... sin duda los humanos eran incluso más raros de lo que recordaba ella solía tener un amigo que... Miró a la nada un segundo. No se acordaba. ¿De dónde había salido aquel recuerdo instantáneo? ¿Dónde había ido a parar? Se pasó las manos por el cabello y jugueteó con la luna de plata entre sus trenzas sin saber muy bien donde estaba. Como un dejavú. Alcanzó a los hombres.
Llegaron a una pequeña parcela de terreno arada y los tres se pararon ahí en medio de la nada. Ambos siguieron hablando. Eilydh perdió interés de la conversación y se dedicó a observar a su alrededor. Imaginó que aquello podía describirse como... una granja. El lugar contaba con tres edificios esparcidos alrededor del terreno donde se habían parado. Los tres edificios estaban en igual estado de... ruinas. La chica se preguntó como diablos podía vivir alguien en aquel estado. Entonces miró las ropas harapientas de aquel desconocido y lo entendió.
Suspiró. Ahora entendió el interés de aquel desconocido en honrar quizás a las personas que vivían allí. Giró la cabeza y vió como el hombre y Eltrant se agachaban a mirar algo en la arena que tenían bajo sus pies, dejándola a ella de pie en medio de la nada.
Se agachó y se acercó a la oreja de Eltrant, dedicándole una sonrisa incómoda al otro hombre.
-Esto... em... señor... no soy muy docta en vuestras.. emm costumbres ¿Se supone que deba.. decir una oración o algo así?- le susurró al oido para que su compañero no la escuchase. Abrió mucho los ojos y éstos se clavaron en los de Eltrant.
Aquellos ojos le resultaban... extrañamente familiares. Muy familiares.
Carraspeó y se puso en pie, molesta sin saber porqué.
... y después decían que su cultura era extraña.
Eilydh
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
Eltrant soltó una risotada al oír la pregunta de Eilydh. La elfa estaba evidentemente confusa si pensaba que tenía que pronunciar algunas palabras de respeto frente a un huerto de hortalizas cualquieras.
- No, no tienes que rezar nada. – Le respondió en el mismo tono de voz, reconociendo en su mirada, durante apenas una fracción de segundo, algo parecido a reconocimiento.
¿Eran imaginaciones suyas?
Teniendo en cuenta que veía a Lyn por todas partes… probablemente.
Por otro lado, una parte de él, probablemente esa que hacía que Lyn se le apareciera constantemente, estaba tentada de seguirle el juego a su vieja amiga y balbucear alguna oración absurda en voz alta, esperando que ella le imitase después; pero prefirió dejarlo estar. Incluso a él le estaba costando entender el acento del campesino, no podía meterse con ella simplemente por tener el oído desentrenado.
- ¿Rezah? Pos no sé yo… - dijo Revanor. – Quizáh a Freja, que mu honrosa ellah siempre me da buenas cozechah. – dijo, con una sonrisa de oreja a oreja, observando con un visible orgullo en su mirada el campo que tenía frente a él.
No mentía.
Según Eltrant podía recordar, eran raros los años en los que los campos de sus padres adquirían un color y frondosidad similar a lo que el herrero tenía en aquel momento delante. Revanor tenía o una capacidad excepcional para la agricultura… o los dioses le habían bendecido con unas tierras tan fértiles que eran capaces de producir incluso fuera de temporada.
- Impresionante. – dijo Eltrant, pasando la mano con delicadeza por una de las plantas. - ¿Cómo lo ha conseguido? – Preguntó a continuación, grandote hacía el granjero.
- Muchah graciah, buen hombre. – Le dijo, asintiendo para sí conforme. – Pero no hay zecreto. Zolo amoh por el campo y los bishos que lo pueblan. – dijo con un tono un tanto solemne, lo que hizo que Eltrant sonriera, cómplice, y asintiese.
- Buena filosofía. –
Se quedó en silencio, mirando como la suave brisa mecía todas y cada una de las plantas que tenía frente a él y emitía un leve susurro que, por algún motivo que se le escapaba, le daba algo de sueño. ¿Nostalgia? Hacía tiempo que no se pasaba por casa… aunque importaba poco, no es como si fuesen a reconocerle.
¿Eso convertía a su hermana pequeña en la Séptima Tale?
Respiró profundamente, sacudiendo la cabeza en el proceso, y se giró hacía Eilydh, a quien le dedicó una sonrisa un tanto forzada.
- Vamos a mirar el puente. No podemos estar aquí siempre. - dijo antes de girarse sobre sus pasos, pretendiendo volver al lugar dónde había comenzado el encuentro con el afable dueño del lugar.
No obstante, según salía de la vivienda, se encontró con un grupo de cinco personas. Tres hombres y dos mujeres. Todos ataviados con ropajes sencillos, similares a los que podía vestir cualquier campesino, salvo el tipo de aspecto joven y cabellos dorados.
Este último, colocado en el centro de aquella formación, vestía una casaca elegante de cuero roja y unos pantalones blancos y ajustados que terminaban en unas botas oscuras del mismo material que la cazadora.
¿Eran los que venían a arreglar el puente?
No lo parecía. Una mirada dura que delataba un desagrado y un desprecio por todo lo que veían aquellos hombres no tardó en aparecerse en su rostro tan pronto como el campesino y sus inesperados invitados volvieron a la parte frontal de la granja.
- Osea, vengo a este tugurio y me encuentro con más salvajes y el puente roto. Bueno… veo no todo son salvajes… – El chico rubio que no debía de llegar a la veintena de edad, o eso supuso Eltrant al oírle hablar, alzó y bajó las cejas varias veces según miraba a Eilydh. Después se giró hacía los hombres. – Me he manchado mis Mulerluex de barro y todo, ¡Qué desgracia! ¡¿Sabéis cuánto valen!? – dijo ahora señalándose las botas. – Pero que digo… - Negó con la cabeza, sonriendo escuetamente. – Por supuesto que no lo sabéis… ¡Borja! ¡Beltrán! – Dos de los hombres que lo acompañaron sacaron pañuelos de sus bolsillos e hicieron como que le limpiaban el polvo que cubría su elegante casaca.
Eltrant torció el gesto y buscó la mirada de Eilydh de nuevo, encogiéndose hombros al encontrarla. La voz del recién llegado era estridente y aguda, además parecía que forzaba las palabras de alguna forma, como si tuviese que pensar un poco como hablar antes de hacerlo.
- Euzebio… – Revanor suspiró profundamente y entrecerró. – Déjateme de hablar asín que nacisteh en una cochiquera de aquí al lao. –
- ¡Mi nombre es EDOUARD! – Protestó Eusebio, zarandeando los puños de una forma casi cómica. - ¡Y te atrevas a hablar así de…! –
- Zi tu pare quiere hablah conmigo que venga él. Ya tengo muchoh problemah como pa aguantar vainazos. – dijo el hombre a continuación, haciéndole un gesto al rubio para que se marchase, quien respondió torciendo el gesto en una mueca de ofensa bastante... singular.
No parecía acostumbrado a recibir negativas.
- ¡Oh! ¡Mi padre se enterará de esto! ¡Vaya que si se enterará! – El rubio se echó la bufanda blanca que rodeaba su cuello dramáticamente sobre su hombro y comenzó a alejarse de la granja.
Sus secuaces… o lacayos no tardaron en seguirle.
- ¡Agh! ¡He pisado otro charco! ¡Mis Mulerluex! –
Eltrant entrecerró los ojos y se apoyó contra la pared de madera de la granja, de brazos cruzados.
- Eso ha sido… interesante. –
- Mis discurpah. – Volvió a suspirar, quitándose el sombrero de paja y pasándose la mano por una cabeza que delataba cierta calvicie incipiente. – Era el hijo der Paco. Ze hizo rico, así como zi na’ y ze creen ahora los dueñoh der pueblo. Esperarse aquín, os traigo unos refrigerios. – dijo desapareciendo de nuevo en su vivienda.
Eltrant aprovechó para estirar las manos por encima de su cabeza y girarse hacia Ellie.
- ¿Y cómo dices que estás entonces? – Preguntó, lo cierto es que no sabía que había sido de ella tras el Oblivion. Dudaba que respondiese algo que no fuese una evasiva o algo cargado de sarcasmo, pero menos era nada. - ¿Qué? No es una pregunta rara. -
- No, no tienes que rezar nada. – Le respondió en el mismo tono de voz, reconociendo en su mirada, durante apenas una fracción de segundo, algo parecido a reconocimiento.
¿Eran imaginaciones suyas?
Teniendo en cuenta que veía a Lyn por todas partes… probablemente.
Por otro lado, una parte de él, probablemente esa que hacía que Lyn se le apareciera constantemente, estaba tentada de seguirle el juego a su vieja amiga y balbucear alguna oración absurda en voz alta, esperando que ella le imitase después; pero prefirió dejarlo estar. Incluso a él le estaba costando entender el acento del campesino, no podía meterse con ella simplemente por tener el oído desentrenado.
- ¿Rezah? Pos no sé yo… - dijo Revanor. – Quizáh a Freja, que mu honrosa ellah siempre me da buenas cozechah. – dijo, con una sonrisa de oreja a oreja, observando con un visible orgullo en su mirada el campo que tenía frente a él.
No mentía.
Según Eltrant podía recordar, eran raros los años en los que los campos de sus padres adquirían un color y frondosidad similar a lo que el herrero tenía en aquel momento delante. Revanor tenía o una capacidad excepcional para la agricultura… o los dioses le habían bendecido con unas tierras tan fértiles que eran capaces de producir incluso fuera de temporada.
- Impresionante. – dijo Eltrant, pasando la mano con delicadeza por una de las plantas. - ¿Cómo lo ha conseguido? – Preguntó a continuación, grandote hacía el granjero.
- Muchah graciah, buen hombre. – Le dijo, asintiendo para sí conforme. – Pero no hay zecreto. Zolo amoh por el campo y los bishos que lo pueblan. – dijo con un tono un tanto solemne, lo que hizo que Eltrant sonriera, cómplice, y asintiese.
- Buena filosofía. –
Se quedó en silencio, mirando como la suave brisa mecía todas y cada una de las plantas que tenía frente a él y emitía un leve susurro que, por algún motivo que se le escapaba, le daba algo de sueño. ¿Nostalgia? Hacía tiempo que no se pasaba por casa… aunque importaba poco, no es como si fuesen a reconocerle.
¿Eso convertía a su hermana pequeña en la Séptima Tale?
Respiró profundamente, sacudiendo la cabeza en el proceso, y se giró hacía Eilydh, a quien le dedicó una sonrisa un tanto forzada.
- Vamos a mirar el puente. No podemos estar aquí siempre. - dijo antes de girarse sobre sus pasos, pretendiendo volver al lugar dónde había comenzado el encuentro con el afable dueño del lugar.
No obstante, según salía de la vivienda, se encontró con un grupo de cinco personas. Tres hombres y dos mujeres. Todos ataviados con ropajes sencillos, similares a los que podía vestir cualquier campesino, salvo el tipo de aspecto joven y cabellos dorados.
Este último, colocado en el centro de aquella formación, vestía una casaca elegante de cuero roja y unos pantalones blancos y ajustados que terminaban en unas botas oscuras del mismo material que la cazadora.
¿Eran los que venían a arreglar el puente?
No lo parecía. Una mirada dura que delataba un desagrado y un desprecio por todo lo que veían aquellos hombres no tardó en aparecerse en su rostro tan pronto como el campesino y sus inesperados invitados volvieron a la parte frontal de la granja.
- Osea, vengo a este tugurio y me encuentro con más salvajes y el puente roto. Bueno… veo no todo son salvajes… – El chico rubio que no debía de llegar a la veintena de edad, o eso supuso Eltrant al oírle hablar, alzó y bajó las cejas varias veces según miraba a Eilydh. Después se giró hacía los hombres. – Me he manchado mis Mulerluex de barro y todo, ¡Qué desgracia! ¡¿Sabéis cuánto valen!? – dijo ahora señalándose las botas. – Pero que digo… - Negó con la cabeza, sonriendo escuetamente. – Por supuesto que no lo sabéis… ¡Borja! ¡Beltrán! – Dos de los hombres que lo acompañaron sacaron pañuelos de sus bolsillos e hicieron como que le limpiaban el polvo que cubría su elegante casaca.
Eltrant torció el gesto y buscó la mirada de Eilydh de nuevo, encogiéndose hombros al encontrarla. La voz del recién llegado era estridente y aguda, además parecía que forzaba las palabras de alguna forma, como si tuviese que pensar un poco como hablar antes de hacerlo.
- Euzebio… – Revanor suspiró profundamente y entrecerró. – Déjateme de hablar asín que nacisteh en una cochiquera de aquí al lao. –
- ¡Mi nombre es EDOUARD! – Protestó Eusebio, zarandeando los puños de una forma casi cómica. - ¡Y te atrevas a hablar así de…! –
- Zi tu pare quiere hablah conmigo que venga él. Ya tengo muchoh problemah como pa aguantar vainazos. – dijo el hombre a continuación, haciéndole un gesto al rubio para que se marchase, quien respondió torciendo el gesto en una mueca de ofensa bastante... singular.
No parecía acostumbrado a recibir negativas.
- ¡Oh! ¡Mi padre se enterará de esto! ¡Vaya que si se enterará! – El rubio se echó la bufanda blanca que rodeaba su cuello dramáticamente sobre su hombro y comenzó a alejarse de la granja.
Sus secuaces… o lacayos no tardaron en seguirle.
- ¡Agh! ¡He pisado otro charco! ¡Mis Mulerluex! –
Eltrant entrecerró los ojos y se apoyó contra la pared de madera de la granja, de brazos cruzados.
- Eso ha sido… interesante. –
- Mis discurpah. – Volvió a suspirar, quitándose el sombrero de paja y pasándose la mano por una cabeza que delataba cierta calvicie incipiente. – Era el hijo der Paco. Ze hizo rico, así como zi na’ y ze creen ahora los dueñoh der pueblo. Esperarse aquín, os traigo unos refrigerios. – dijo desapareciendo de nuevo en su vivienda.
Eltrant aprovechó para estirar las manos por encima de su cabeza y girarse hacia Ellie.
- ¿Y cómo dices que estás entonces? – Preguntó, lo cierto es que no sabía que había sido de ella tras el Oblivion. Dudaba que respondiese algo que no fuese una evasiva o algo cargado de sarcasmo, pero menos era nada. - ¿Qué? No es una pregunta rara. -
Eltrant Tale
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
La elfa comenzaba a impacientarse.
Por alguna extraña razón aquel hombre del que no entendía una palabra y el anciano habían estrechado lazos hablando de plantas.y cosechas. Eilydh podía entender el interés de otras razas por la comprensión de las razones de crecimiento de los vegetales. Teniendo en cuenta que seres como ellos no eran familiares con las leyes de Ímbar sobre la tierra hasta le pareció gracioso en un principio escuchar hablar a ambos sobre Freja... o, algo por el estilo. No podía estar segura al cien por ciento.
Así que se alegró cuando el tal Tale decidió ponerse manos a la obra con el arreglo de aquel dichoso puente. Eilydh no tenía idea alguna sobre como pensaba hacerlo. Ella jamás había realizado trabajos que necesitasen herramientas. Sus manos siempre le habían bastado para manejar su espada y reparar leves daños en su armadura. Pero nada más. Necesitaba sin embargo, ganar tiempo junto a aquel hombre. Cuanto más confiase en ella menos pensaría que era alguien a quien temer y... bueno. Más fácil le sería matarlo.
Lo miró caminar a modo ameno y de pronto de buen humor, y un nudo en el estómago se apoderó de ella. No. Sabía demasiado.Era el ladrón de la daga de su estirpe y... quien sabe que cosas más. Su suerte estaba decidida.
Aquella pequeña aldea estaba transitada por más habitantes de los que Eilydh se esperaba y el encuentro con el grupo de jóvenes llamó la atención a la elfa. El que parecía ser el cabecilla se había olvidado de zurcir los calcetines un poco roidos sobre los que llevaba no se qué tipo de zapatos. No pudo sino contener una sonrisa que se borró de sus labios al observar como el chico la miraba de arriba a abajo, como si hubiese localizado a alguien digno de sus... zapatos.
-Aish no... Edouard... espero que papuchi y mamuchi no te riñan mucho por esto. Ya escuchaste lo que nos dijo la semana pasada... los zapatos nuevos son para la feria del ganado en Roilkat... si se llegan a enterar...-
-Cállate, Cayetana. Si rompo estos me pongo los tuyos, que lo sepass-
El grupo de chicos se alejó poco a poco y antes de que Eilydh pudiese decir nada, el hombre robusto se fue a por... ¿bebidas? y los dejó solos.
-Qué... fauna más... agradable- dijo a modo cómplice.
Eltrant parecía cómodo en sus zapatos. A pesar de que estaba buscando a la tal Lyn no tenía prisa en su carrera. Aquello hizo que la elfa se cuestionase dónde la había traido y la situacion surreal acerca de... dónde estaban. Sus preguntas fueron la gota que colmó el vaso.
Distraída Eilydh lo miró de soslayo cuando le preguntó cómo había estado. Miró a su alrededor como si estuviese buscando algo que ella no había visto y por lo que él le preguntaba. Teniendo en cuenta que ambos habían pasado juntos los últimos días desde que se conocieron, aquella pregunta era sumamente desconcertante. Y él lo sabía. Pero parecía disfrutar con su desconcierto, como si fuese un juego del que ella no sabía las reglas.
Decidió que no iba a mostrar debilidad ante aquello y... bueno, iba a seguirle aquel juego. Eso o aquel hombre había sufrido un golpe de calor después de mirar tanto huerto y verdaderamente necesitaba un refrigerio.
-Mmmm bien... ya sabes.- dijo alz`nado las cejas- El trabajo en el prostíbulo no es muy reconfortante, pero tengo 9 bocas a las que alimentar. Intento de cuando en cuando sacar tiempo para ir a que me pinten las uñas... ya sabes, lo primero que miran los príncipes son las manos...- le dijo sonriendo. - ¿Tú que tal? Te veo menos canoso. Y más alto y más... fuerte- aquello último lo dijo fijándose en sus brazos y de nuevo percatándose de que quizás era lo único de verdad en aquella oración.
Pero aquello el hombre no lo sabía. ¿O si? Eilydh estaba confundida. Quizás si necesitaba averiguar algo más sobre aquel anciano antes de matarlo.
Por alguna extraña razón aquel hombre del que no entendía una palabra y el anciano habían estrechado lazos hablando de plantas.y cosechas. Eilydh podía entender el interés de otras razas por la comprensión de las razones de crecimiento de los vegetales. Teniendo en cuenta que seres como ellos no eran familiares con las leyes de Ímbar sobre la tierra hasta le pareció gracioso en un principio escuchar hablar a ambos sobre Freja... o, algo por el estilo. No podía estar segura al cien por ciento.
Así que se alegró cuando el tal Tale decidió ponerse manos a la obra con el arreglo de aquel dichoso puente. Eilydh no tenía idea alguna sobre como pensaba hacerlo. Ella jamás había realizado trabajos que necesitasen herramientas. Sus manos siempre le habían bastado para manejar su espada y reparar leves daños en su armadura. Pero nada más. Necesitaba sin embargo, ganar tiempo junto a aquel hombre. Cuanto más confiase en ella menos pensaría que era alguien a quien temer y... bueno. Más fácil le sería matarlo.
Lo miró caminar a modo ameno y de pronto de buen humor, y un nudo en el estómago se apoderó de ella. No. Sabía demasiado.Era el ladrón de la daga de su estirpe y... quien sabe que cosas más. Su suerte estaba decidida.
Aquella pequeña aldea estaba transitada por más habitantes de los que Eilydh se esperaba y el encuentro con el grupo de jóvenes llamó la atención a la elfa. El que parecía ser el cabecilla se había olvidado de zurcir los calcetines un poco roidos sobre los que llevaba no se qué tipo de zapatos. No pudo sino contener una sonrisa que se borró de sus labios al observar como el chico la miraba de arriba a abajo, como si hubiese localizado a alguien digno de sus... zapatos.
-Aish no... Edouard... espero que papuchi y mamuchi no te riñan mucho por esto. Ya escuchaste lo que nos dijo la semana pasada... los zapatos nuevos son para la feria del ganado en Roilkat... si se llegan a enterar...-
-Cállate, Cayetana. Si rompo estos me pongo los tuyos, que lo sepass-
El grupo de chicos se alejó poco a poco y antes de que Eilydh pudiese decir nada, el hombre robusto se fue a por... ¿bebidas? y los dejó solos.
-Qué... fauna más... agradable- dijo a modo cómplice.
Eltrant parecía cómodo en sus zapatos. A pesar de que estaba buscando a la tal Lyn no tenía prisa en su carrera. Aquello hizo que la elfa se cuestionase dónde la había traido y la situacion surreal acerca de... dónde estaban. Sus preguntas fueron la gota que colmó el vaso.
Distraída Eilydh lo miró de soslayo cuando le preguntó cómo había estado. Miró a su alrededor como si estuviese buscando algo que ella no había visto y por lo que él le preguntaba. Teniendo en cuenta que ambos habían pasado juntos los últimos días desde que se conocieron, aquella pregunta era sumamente desconcertante. Y él lo sabía. Pero parecía disfrutar con su desconcierto, como si fuese un juego del que ella no sabía las reglas.
Decidió que no iba a mostrar debilidad ante aquello y... bueno, iba a seguirle aquel juego. Eso o aquel hombre había sufrido un golpe de calor después de mirar tanto huerto y verdaderamente necesitaba un refrigerio.
-Mmmm bien... ya sabes.- dijo alz`nado las cejas- El trabajo en el prostíbulo no es muy reconfortante, pero tengo 9 bocas a las que alimentar. Intento de cuando en cuando sacar tiempo para ir a que me pinten las uñas... ya sabes, lo primero que miran los príncipes son las manos...- le dijo sonriendo. - ¿Tú que tal? Te veo menos canoso. Y más alto y más... fuerte- aquello último lo dijo fijándose en sus brazos y de nuevo percatándose de que quizás era lo único de verdad en aquella oración.
Pero aquello el hombre no lo sabía. ¿O si? Eilydh estaba confundida. Quizás si necesitaba averiguar algo más sobre aquel anciano antes de matarlo.
Eilydh
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
- Entrañable. – dijo simplemente ante la respuesta de la elfa, desviando la mirada y reprimiendo un bostezo.
Apoyado en la pared como estaba, de brazos cruzados, se dedicó a esperar sin decir nada a que regresase el dueño de la finca. No estaba seguro de que acababa de suceder con los demás aldeanos, pero no parecía bueno.
En cualquier caso, no era su problema.
Aunque no iba a negar que sentía cierta complicidad por el hombre, lo último que necesitaba era llamar la atención de la guardia y de algún aldeano con ínfulas de noble.
Igualmente, tenía que haber sospechado que Eilydh no iba a ceder, no así como así. ¿Cómo fue la última vez? ¿Cómo se dignó la elfa a dedicarle más de dos palabras que no fuesen sarcásticas o algún insulto? Por lo que recordaba tuvo que ver con quemar una posada a medio camino de Dundarak.
No estaba del todo seguro del motivo por el que se preocupaba tanto por ella. Al final del día era un herrero ambulante; uno bastante arisco, además. La elfa le había calado con la primera mirada que le echó.
Unos cinco minutos más tarde Ravenor regresó. Lo hizo con tres tazas de lo que parecía ser un elaborado té de hierbas. Eltrant enarcó ambas cejas y olisqueó el contenido, parecía… exótico.
- Gracias. – dijo, dándole un tímido sorbo al brebaje y notando que tenía un sabor suave, ligeramente dulce. - ¿Vamos a trabajar entonces? – Ravenor asintió con esa sonrisa que tanto parecía caracterizarle y entró en su casa para tomar un saco lleno de herramientas.
El puente estaba… simplemente destrozado.
Y lo peor de todo es que no tenían madera suficiente para terminarlo en un solo día. Él no era precisamente carpintero, pero se encargó de elaborar los anclajes y algún que otro elemento de metal.
No había muchos puentes de campo con elementos de hierro, aquel iba a ser comparable a uno de ciudad; de esos hechos a medida. Sonrió, imaginando el puente de su propio pueblo con soportes y remaches similares a los que acababa de hacer y lo orgullosos que estarían todos de mostrar a los extranjeros “El puente bueno”.
¿Y si volvía a casa?
Solo una vez, para ver cómo estaban. La idea pasó fugazmente por su cabeza, pero sabía lo que aquello implicaba. ¿Era de verdad su casa en aquel momento? ¿Había alguien esperándole? ¿Qué conseguiría realmente? La única persona que se preocupaba por él lo suficiente como para acompañarle, una parte fundamental de su familia estaba perdida en alguna parte del norte.
Y un puente le retenía.
Suspiró pasándose la mano por la cara y levantándose. Estiró los brazos por encima de su cabeza y miró la estructura. La base estaba, pero necesitaban madera no acabarían hasta el día siguiente.
- Aquí ya no se puede hacer mucho más. – Aseguró, Revanor, que se había dedicado a pasarle herramientas y a ayudarle con las cosas más básicas asintió. - ¿Mañana tendrás la madera? ¿Del hombre… ese que te la iba a traer? El carpintero. – No se acordaba realmente del nombre que había dicho Revanor antes, pero este volvió a asentir.
- Pue zé. Pero inluzo zi no vieneh, te azeguro que el puente ta listo mañana – dijo cruzando sus enormes brazos frente a su pecho. - ¿Quiereh uhte pazah la noche en mi caza? – Eltrant negó con la cabeza.
- Muy amable. – Señaló su carromato con el pulgar. – Pero mi casa viene conmigo a todas partes. – El hombre asintió, comprensivo, y después le hizo la misma pregunta a Eilydh.
Eltrant no llegó a oír la respuesta de la elfa, se alejó quitándose el pañuelo de color rojo que rodeaba su cabeza y apartó el carromato a un lado del camino, dónde comenzó a levantar el pequeño puente.
Estuvo tentado de tratar de entablar conversación de nuevo con Eilydh. Pero, teniendo en cuenta como habían ido los intercambios que habían realizado hasta el momento, decidió dejarlo estar.
Si los dioses eran misericordiosos la nativa de Sandorai se aburriría de él antes del amanecer y no tendría que preocuparse por ofenderla al decir alguna palabra que le sonase rara o algo del estilo.
Avivó la fogata con la punta Recuerdo. La hoja de un color negro mate absorbió la claridad del fuego, casi de forma antinatural, según varias ascuas saltaban de la pequeña hoguera que había hecho en el claro en el que había apostado el carromato.
Respiró profundamente y, volviendo a envainar el arma, se recostó contra la caja que tenía a su espalda.
Estaba apenas a un centenar de metros del puente. Aquel lugar le había venido perfecto. En sí, estaba bastante seguro de que el claro había comenzado a existir debido a la necesidad de talar árboles para reparar el puente.
- ¿Cómo te encuentras? -
Mohr estaba tranquilo, dormitando a un lado del taller, no hizo ningún movimiento que pareciese una respuesta. El caballo, criado para la guerra, era un animal que robusto y cabezota que, de algún modo, había acabado con Eltrant.
- Me lo tomaré como un “bien”. -
Era la única compañía que le quedaban en sus viajes.
Alzó la vista hasta el firmamento, contempló las estrellas, el centenar de ellas y la luna. Trató de pensar algo inteligente pero no le salió nada, Lyn solía tener bastante de aquellas frases en su repertorio.
“La noche es la hermana inteligente del día”
Bueno, quizás esa no fuese de las más ingeniosas, pero superaba por muchos cosas que la vampiresa había dicho como: “Sí, te gusta mucho la luz, pero seguro que de día no ves búhos. ¡¿Y a quién no le gustan los búhos?!”.
Sonrió, recordando aquella discusión que ahora se le antojaba bastante más absurda, y se acomodó dónde estaba, rodeando la espada con el brazo derecho de forma casi automática.
- Buenas noches. –
La figura de Lyn, mirándole desde el otro lado de la hoguera, le sonrió.
Apoyado en la pared como estaba, de brazos cruzados, se dedicó a esperar sin decir nada a que regresase el dueño de la finca. No estaba seguro de que acababa de suceder con los demás aldeanos, pero no parecía bueno.
En cualquier caso, no era su problema.
Aunque no iba a negar que sentía cierta complicidad por el hombre, lo último que necesitaba era llamar la atención de la guardia y de algún aldeano con ínfulas de noble.
Igualmente, tenía que haber sospechado que Eilydh no iba a ceder, no así como así. ¿Cómo fue la última vez? ¿Cómo se dignó la elfa a dedicarle más de dos palabras que no fuesen sarcásticas o algún insulto? Por lo que recordaba tuvo que ver con quemar una posada a medio camino de Dundarak.
No estaba del todo seguro del motivo por el que se preocupaba tanto por ella. Al final del día era un herrero ambulante; uno bastante arisco, además. La elfa le había calado con la primera mirada que le echó.
Unos cinco minutos más tarde Ravenor regresó. Lo hizo con tres tazas de lo que parecía ser un elaborado té de hierbas. Eltrant enarcó ambas cejas y olisqueó el contenido, parecía… exótico.
- Gracias. – dijo, dándole un tímido sorbo al brebaje y notando que tenía un sabor suave, ligeramente dulce. - ¿Vamos a trabajar entonces? – Ravenor asintió con esa sonrisa que tanto parecía caracterizarle y entró en su casa para tomar un saco lleno de herramientas.
]…]
El puente estaba… simplemente destrozado.
Y lo peor de todo es que no tenían madera suficiente para terminarlo en un solo día. Él no era precisamente carpintero, pero se encargó de elaborar los anclajes y algún que otro elemento de metal.
No había muchos puentes de campo con elementos de hierro, aquel iba a ser comparable a uno de ciudad; de esos hechos a medida. Sonrió, imaginando el puente de su propio pueblo con soportes y remaches similares a los que acababa de hacer y lo orgullosos que estarían todos de mostrar a los extranjeros “El puente bueno”.
¿Y si volvía a casa?
Solo una vez, para ver cómo estaban. La idea pasó fugazmente por su cabeza, pero sabía lo que aquello implicaba. ¿Era de verdad su casa en aquel momento? ¿Había alguien esperándole? ¿Qué conseguiría realmente? La única persona que se preocupaba por él lo suficiente como para acompañarle, una parte fundamental de su familia estaba perdida en alguna parte del norte.
Y un puente le retenía.
Suspiró pasándose la mano por la cara y levantándose. Estiró los brazos por encima de su cabeza y miró la estructura. La base estaba, pero necesitaban madera no acabarían hasta el día siguiente.
- Aquí ya no se puede hacer mucho más. – Aseguró, Revanor, que se había dedicado a pasarle herramientas y a ayudarle con las cosas más básicas asintió. - ¿Mañana tendrás la madera? ¿Del hombre… ese que te la iba a traer? El carpintero. – No se acordaba realmente del nombre que había dicho Revanor antes, pero este volvió a asentir.
- Pue zé. Pero inluzo zi no vieneh, te azeguro que el puente ta listo mañana – dijo cruzando sus enormes brazos frente a su pecho. - ¿Quiereh uhte pazah la noche en mi caza? – Eltrant negó con la cabeza.
- Muy amable. – Señaló su carromato con el pulgar. – Pero mi casa viene conmigo a todas partes. – El hombre asintió, comprensivo, y después le hizo la misma pregunta a Eilydh.
Eltrant no llegó a oír la respuesta de la elfa, se alejó quitándose el pañuelo de color rojo que rodeaba su cabeza y apartó el carromato a un lado del camino, dónde comenzó a levantar el pequeño puente.
Estuvo tentado de tratar de entablar conversación de nuevo con Eilydh. Pero, teniendo en cuenta como habían ido los intercambios que habían realizado hasta el momento, decidió dejarlo estar.
Si los dioses eran misericordiosos la nativa de Sandorai se aburriría de él antes del amanecer y no tendría que preocuparse por ofenderla al decir alguna palabra que le sonase rara o algo del estilo.
[…]
Avivó la fogata con la punta Recuerdo. La hoja de un color negro mate absorbió la claridad del fuego, casi de forma antinatural, según varias ascuas saltaban de la pequeña hoguera que había hecho en el claro en el que había apostado el carromato.
Respiró profundamente y, volviendo a envainar el arma, se recostó contra la caja que tenía a su espalda.
Estaba apenas a un centenar de metros del puente. Aquel lugar le había venido perfecto. En sí, estaba bastante seguro de que el claro había comenzado a existir debido a la necesidad de talar árboles para reparar el puente.
- ¿Cómo te encuentras? -
Mohr estaba tranquilo, dormitando a un lado del taller, no hizo ningún movimiento que pareciese una respuesta. El caballo, criado para la guerra, era un animal que robusto y cabezota que, de algún modo, había acabado con Eltrant.
- Me lo tomaré como un “bien”. -
Era la única compañía que le quedaban en sus viajes.
Alzó la vista hasta el firmamento, contempló las estrellas, el centenar de ellas y la luna. Trató de pensar algo inteligente pero no le salió nada, Lyn solía tener bastante de aquellas frases en su repertorio.
“La noche es la hermana inteligente del día”
Bueno, quizás esa no fuese de las más ingeniosas, pero superaba por muchos cosas que la vampiresa había dicho como: “Sí, te gusta mucho la luz, pero seguro que de día no ves búhos. ¡¿Y a quién no le gustan los búhos?!”.
Sonrió, recordando aquella discusión que ahora se le antojaba bastante más absurda, y se acomodó dónde estaba, rodeando la espada con el brazo derecho de forma casi automática.
- Buenas noches. –
La figura de Lyn, mirándole desde el otro lado de la hoguera, le sonrió.
Eltrant Tale
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
Las palabras el hombre denotaron el poco interés en juegos que lo acompañaba. La chica lo siguió con la seguridad de alguien que había ganado una pequeña batalla y casi se enorgulleció de que aquel desconocido perdiese el interés en preguntarle nada sobre ella misma mientras los tres, el hombre fornido y rudo que les había tendido un refrigerio también les acompañó, a arreglar el puente.
Su orgullo se fue poco a poco reduciendo a interés a medida que el artesano se sumía en su tarea de arreglar el puente. Ambos hombre se fundieron en una dualidad en la que apenas hacía falta que hablasen para entender qué pieza iba dónde y como continuar tras la siguiente. Después de algún que otro juego de pies entorpeciendo el paso aquí y allá donde se ponía para intentar unir piezas de madera o de metal, Eilydh decidió hacer de su tarea principal afilar algún que otro instrumento que ambos hombres estaban usando para cortar el metal que después entremezclaban para formar piezas mayores. Ayudó también a sellar con clavos los puntos con la madera que tenían a pesar de que sabía que aquel trabajo en particular, no tenía mucho futuro teniendo en cuenta que les hacía falta material, pero... le daba la suficiente visión periférica para observar a ambos hombres.
Los movimientos de Tale eran certeros y su rostro de concentración lo hacía parecer según en qué angulos algún que otro año más joven. Sus manos estaban curtidas por el continuo lidiar con el metal y a pesar de que podía ver heridas a medio cicatrizar en ellas, el hombre parecía olvidarse del dolor mientras unía las piezas una con otra. Se balanceaba en los trozos medio caídos del puente como si fuese segunda naturaleza, moviendose entre los trozos de cuerda mínima que mantenía unidos los retazos del puente. De cuando en cuando Eilydh ahogaba un suspiro pensando que el hombre iba a caer pero... se mantenía sobre la tierra. Como si el metal que portase fuese una prolongación de sus musculosos y fornidos bra....
Ash'alá cabeceó las manos de Eilydh para sacarla de su ensimismamiento por un segundo y traerla de nuevo a la tarea que realizaba. Y al hecho de que acababa de intentar apuntalar uno de los clavos perpendicular a otro que ya fortalecía la unión de dos trozos de piedra. La chica se sonrojó y alejó la cabeza del tigre de su mano mientras sacaba el trozo de clavo con la cabeza gacha. Tras aquello se puso en pie y escuchó a ambos hombres hablar sobre la incipiente oscuridad que les rodeaba y lo tarde que se había hecho. Revanor los invitó a pasar aquella noche en sus tierras. Tale rechazó su propuesta y no esperó a Eilydh para avanzar hasta su caravana.
Eilydh lo vio marchar a paso apresurado.
-Agradecería mucho que me dejase usar su... - miró a su alrededor- ¿Baño? ¿Alberca?.. ¿Lugar donde pueda refrescarme?-
-¡Po'h claro hija mia! Tenemoh un abrevaero nuevo detrah de lah cuadrah.. nuevesssito. Sigueme y ..-
Eilydh siguió al hombre hasta el lugar en el que le indicó. Su mujer, una mujer rechoncha con ojos dulces y bastante tímida le dejó uno de sus vestidos mas nuevos, disculpándose por lo rudimental de sus bordados pero asegurando que era el más pequeño que tenia... de antes de tener a sus hijos. O algo así entendió la elfa.
Eilydh se dio una ducha rápida con el agua limpia que le prestaron aquellos granjeros mientras Ash'alá custodiaba el abrevadero desde fuera. Ató como pudo el vestido de la mujer para acomodarlo a su cintura y cubrir lo suficiente como para no escandalizar a los que se encontrase y cuando terminó, se disculpó ante la esposa de Revanor y sus intentos de darle algo de cenar y una toalla para que se secase el pelo y se fue de aquel lugar con el estómago vacío y el pelo aún dejando un surco de agua tras ella.
No iba a tener muchas oportunidades de acabar con la vida de Tale.
Si eso es lo que quería hacer era aquella noche o nunca.
Tan solo tuvo que seguir el humo de la fogata que aquel anciano había encendido en el claro del bosque cercano al puente para saber dónde se encontraba Tale. La elfa esperaba que el hombre se hubiese acomodado en la quietud de su caravana y resguardado del rocío de la mañana y las posibles intemperie de la noche, pero lo encontró recostado a uno de los lados de la fogata. Como si se le estuviese poniendo más fácil la decisión que le rondaba por la mente.
La elfa dejó de esconderse y se descubrió sentándose al otro lado de la hoguera. Segura de que Tale estaba despierto por la respiración sin acompasar y los movimientos de sus ojos de cuando en cuando, como si algo lo preocupase mientras miraba las estrellas.
No estaba segura, sin embargo, de que él se hubiese dado cuenta de que estaba allí. Supuso que seguía molesto por su poca intención de entablar conversación durante la mañana. ¿Qué esperaba? Aquel anciano era lo suficientemente sospechoso como para ser precavida a su alrededor. Y por si no fuese suficiente, sabía lo suficientemente sobre ella como para hacerla sospechar que... era alguien a quien temer. O para querer acabar con su vida.
Eilydh lo miró por un segundo, tumbado frente a ella. Inofensivo. Ash'alá rugió casi en un susurro aclamando de nuevo su atención mientras se perdía en las hojas, seguramente en un intento de ir a cazar su cena. Mejor. Si el tigre no la veía matar a Tale, quizás en algún momento podía olvidar que lo hizo... ¿Qué estaba diciendo? Sacudió la cabeza llenado su alrededor de gotas de agua.
Se llevó las manos a sus trenzas, aún mojadas y una a una y poco a poco... las fue deshaciendo para que su pelo se secase con la lumbre de aquella hoguera.
- Cuando era pequeña, alguien me contó que Anar estaba tan enamorado de Ísil,que llenó el cielo de estrellas doradas que le recordasen a él.- sonrió pasando una de sus manos por su pelo, ahora suelto y cerrando los ojos por un segundo ante el tacto de sus manos en su cabeza- La verdad... por supuesto, era otra muy distinta- continuó- Anar llenó el cielo nocturno del reflejo de su luz para que Isil recordase, que ni siquiera la oscuridad de la noche servía para que escapase de él- dijo simplemente.
Giró su cabeza y escuchó como Eltrant pronunciaba un " Buenas noches" con una voz ronca y seca.
Algo en la burbuja de comfort que había creado frente a ella se rompió. Y Eilydh entendió aquel cese de conversación directo como la última señal que le daba el mundo para que finalmente, despejase las dudas que tenía acerca de si acabar con la vida de aquel desconocido o no.
Esperó unos minutos. Quizás mas de unos. Una hora. Dos. Tres horas pasaron y la respiración de Eltrant se volvió acompasada y regular entonando de cuando en cuando un ronquido sordo que en otro momento le hubiese parecido gracioso. Pero en aquel momento era algo molesto, que la alejaba de su objetivo.
Se recogió el pelo en una trenza, acabando con cualquier signo de vulnerabilidad posible. Agarró la daga hermana a la que Eltrant le había devuelto y... se agazapó alrededor de la hoguera, de manera sigilosa y fundiendose en las sombras.
Se acercó poco a poco a la figura de Eltrant y cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que el aire de su respiración se tintase del tono de su voz en forma de ronquido, Eilydh alzó su daga. [1]
Con la mirada enfocada en los ojos cerrados de aquel que dormía plácido frente a ella y en lo más profundo de su mente, algo en ella fantaseó con que aquel hombre abriese los ojos en aquel momento.
A pesar de que parte de ella sabía que era mucho mejor si nunca...nunca más se despertaba.
-
[1] Uso maldición de Sandorai
Su orgullo se fue poco a poco reduciendo a interés a medida que el artesano se sumía en su tarea de arreglar el puente. Ambos hombre se fundieron en una dualidad en la que apenas hacía falta que hablasen para entender qué pieza iba dónde y como continuar tras la siguiente. Después de algún que otro juego de pies entorpeciendo el paso aquí y allá donde se ponía para intentar unir piezas de madera o de metal, Eilydh decidió hacer de su tarea principal afilar algún que otro instrumento que ambos hombres estaban usando para cortar el metal que después entremezclaban para formar piezas mayores. Ayudó también a sellar con clavos los puntos con la madera que tenían a pesar de que sabía que aquel trabajo en particular, no tenía mucho futuro teniendo en cuenta que les hacía falta material, pero... le daba la suficiente visión periférica para observar a ambos hombres.
Los movimientos de Tale eran certeros y su rostro de concentración lo hacía parecer según en qué angulos algún que otro año más joven. Sus manos estaban curtidas por el continuo lidiar con el metal y a pesar de que podía ver heridas a medio cicatrizar en ellas, el hombre parecía olvidarse del dolor mientras unía las piezas una con otra. Se balanceaba en los trozos medio caídos del puente como si fuese segunda naturaleza, moviendose entre los trozos de cuerda mínima que mantenía unidos los retazos del puente. De cuando en cuando Eilydh ahogaba un suspiro pensando que el hombre iba a caer pero... se mantenía sobre la tierra. Como si el metal que portase fuese una prolongación de sus musculosos y fornidos bra....
Ash'alá cabeceó las manos de Eilydh para sacarla de su ensimismamiento por un segundo y traerla de nuevo a la tarea que realizaba. Y al hecho de que acababa de intentar apuntalar uno de los clavos perpendicular a otro que ya fortalecía la unión de dos trozos de piedra. La chica se sonrojó y alejó la cabeza del tigre de su mano mientras sacaba el trozo de clavo con la cabeza gacha. Tras aquello se puso en pie y escuchó a ambos hombres hablar sobre la incipiente oscuridad que les rodeaba y lo tarde que se había hecho. Revanor los invitó a pasar aquella noche en sus tierras. Tale rechazó su propuesta y no esperó a Eilydh para avanzar hasta su caravana.
Eilydh lo vio marchar a paso apresurado.
-Agradecería mucho que me dejase usar su... - miró a su alrededor- ¿Baño? ¿Alberca?.. ¿Lugar donde pueda refrescarme?-
-¡Po'h claro hija mia! Tenemoh un abrevaero nuevo detrah de lah cuadrah.. nuevesssito. Sigueme y ..-
Eilydh siguió al hombre hasta el lugar en el que le indicó. Su mujer, una mujer rechoncha con ojos dulces y bastante tímida le dejó uno de sus vestidos mas nuevos, disculpándose por lo rudimental de sus bordados pero asegurando que era el más pequeño que tenia... de antes de tener a sus hijos. O algo así entendió la elfa.
Eilydh se dio una ducha rápida con el agua limpia que le prestaron aquellos granjeros mientras Ash'alá custodiaba el abrevadero desde fuera. Ató como pudo el vestido de la mujer para acomodarlo a su cintura y cubrir lo suficiente como para no escandalizar a los que se encontrase y cuando terminó, se disculpó ante la esposa de Revanor y sus intentos de darle algo de cenar y una toalla para que se secase el pelo y se fue de aquel lugar con el estómago vacío y el pelo aún dejando un surco de agua tras ella.
No iba a tener muchas oportunidades de acabar con la vida de Tale.
Si eso es lo que quería hacer era aquella noche o nunca.
Tan solo tuvo que seguir el humo de la fogata que aquel anciano había encendido en el claro del bosque cercano al puente para saber dónde se encontraba Tale. La elfa esperaba que el hombre se hubiese acomodado en la quietud de su caravana y resguardado del rocío de la mañana y las posibles intemperie de la noche, pero lo encontró recostado a uno de los lados de la fogata. Como si se le estuviese poniendo más fácil la decisión que le rondaba por la mente.
La elfa dejó de esconderse y se descubrió sentándose al otro lado de la hoguera. Segura de que Tale estaba despierto por la respiración sin acompasar y los movimientos de sus ojos de cuando en cuando, como si algo lo preocupase mientras miraba las estrellas.
No estaba segura, sin embargo, de que él se hubiese dado cuenta de que estaba allí. Supuso que seguía molesto por su poca intención de entablar conversación durante la mañana. ¿Qué esperaba? Aquel anciano era lo suficientemente sospechoso como para ser precavida a su alrededor. Y por si no fuese suficiente, sabía lo suficientemente sobre ella como para hacerla sospechar que... era alguien a quien temer. O para querer acabar con su vida.
Eilydh lo miró por un segundo, tumbado frente a ella. Inofensivo. Ash'alá rugió casi en un susurro aclamando de nuevo su atención mientras se perdía en las hojas, seguramente en un intento de ir a cazar su cena. Mejor. Si el tigre no la veía matar a Tale, quizás en algún momento podía olvidar que lo hizo... ¿Qué estaba diciendo? Sacudió la cabeza llenado su alrededor de gotas de agua.
Se llevó las manos a sus trenzas, aún mojadas y una a una y poco a poco... las fue deshaciendo para que su pelo se secase con la lumbre de aquella hoguera.
- Cuando era pequeña, alguien me contó que Anar estaba tan enamorado de Ísil,que llenó el cielo de estrellas doradas que le recordasen a él.- sonrió pasando una de sus manos por su pelo, ahora suelto y cerrando los ojos por un segundo ante el tacto de sus manos en su cabeza- La verdad... por supuesto, era otra muy distinta- continuó- Anar llenó el cielo nocturno del reflejo de su luz para que Isil recordase, que ni siquiera la oscuridad de la noche servía para que escapase de él- dijo simplemente.
Giró su cabeza y escuchó como Eltrant pronunciaba un " Buenas noches" con una voz ronca y seca.
Algo en la burbuja de comfort que había creado frente a ella se rompió. Y Eilydh entendió aquel cese de conversación directo como la última señal que le daba el mundo para que finalmente, despejase las dudas que tenía acerca de si acabar con la vida de aquel desconocido o no.
Esperó unos minutos. Quizás mas de unos. Una hora. Dos. Tres horas pasaron y la respiración de Eltrant se volvió acompasada y regular entonando de cuando en cuando un ronquido sordo que en otro momento le hubiese parecido gracioso. Pero en aquel momento era algo molesto, que la alejaba de su objetivo.
Se recogió el pelo en una trenza, acabando con cualquier signo de vulnerabilidad posible. Agarró la daga hermana a la que Eltrant le había devuelto y... se agazapó alrededor de la hoguera, de manera sigilosa y fundiendose en las sombras.
Se acercó poco a poco a la figura de Eltrant y cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que el aire de su respiración se tintase del tono de su voz en forma de ronquido, Eilydh alzó su daga. [1]
Con la mirada enfocada en los ojos cerrados de aquel que dormía plácido frente a ella y en lo más profundo de su mente, algo en ella fantaseó con que aquel hombre abriese los ojos en aquel momento.
A pesar de que parte de ella sabía que era mucho mejor si nunca...nunca más se despertaba.
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[1] Uso maldición de Sandorai
Eilydh
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
Eltrant no solía tener sueños apacibles.
Cada vez que cerraba los ojos lo que veía eran pesadillas, momentos de arrepentimiento, pensamientos que le gustaría olvidar.
Aquella noche no era diferente.
Apoyado contra su caravana, el herrero se quedó dormido antes de que pudiese pensar en entrar en el interior de la misma, y lo único que podía ver era un mar infinito, uno que se fundía con el horizonte mirase hacía dónde mirase.
Simbolismo aparte, aquel sueño era algo recurrente que odiaba con particular intensidad. Seguía sin saber nadar, después de todo. Se ahogaba, sentía una presión en el pecho, le costaba respirar.
Se despertó de un sobresalto.
No era extraño que le sucediese aquello, estaba incluso habituado. De alguna forma había empeorado después de lo de Sandorai, desde que se encontró a si mismo solo en los caminos de Aerandir. Igualmente, todo solía quedar un un simple susto.
Pero aquella noche fue diferente.
Levantó sus manos en un movimiento instintivo por proteger su cara al vislumbrar que tenía algo delante y, en cuanto lo hizo, un dolor agudo y punzante recorrió la palma de su mano izquierda, dónde la daga Tornaluna se había clavado con firmeza y la había atravesado.
Apretando los dientes, Eltrant apartó a la elfa con un soberbio empujón, no vio dónde cayó, pero la sacudida extrajo la hoja que brillaba con un suave resplandor azulado de la mano herida, pero le ocasionó varios cortes más en dicha extremidad en el proceso.
Confuso, aun somnoliento, Eltrant se levantó y se tambaleó hacia atrás, chocando contra su taller y volcando una de las macetas que colgaban del mismo. Dejó una copia de su propia mano de un vivo color rojo, en la pared del carromato.
- ¿Qué…? ¿Cómo? – Bajó la mirada hasta la flor violeta que descansaba en el suelo. La mano de dolía, pero por algún motivo le molestaba más aquello; era un tipo de planta que no solía florecer con facilidad, mucho menos cuando viajabas por todos los climas posibles. - ¿Eilydh? – Se giró hacía su inesperada atacante, vio el arma en su mano brillando a la luz de la luna con aquel suave resplandor azulado, ahora, cubierto con su sangre.
La confusión se alejaba, el castaño comenzaba a dejar atrás los retazos del sopor que seguían reteniendo sus sentidos y que pensaban en la elfa como una aliada. El dolor, acuciante, le describía perfectamente lo que acababa de suceder.
Frunció el ceño al mismo tiempo que soltaba un gruñido.
Girándose nuevamente hacía su atacante, abrió y cerró la mano herida, que manaba sangre con especial intensidad. Daba igual, Eilydh acababa de intentar acabar con su vida, asesinarle mientras dormía.
- Patético. – dijo, arrastrando las palabras, agachándose a tomar a Recuerdo. – Esperaba más de ti. –
Desenvainó la espada con un suave silbido metálico, esta no reflejó ningún tipo de luz, simplemente fluctuó suavemente al ser blandida por su dueño, como si estuviese cubierta por llamas sombrías durante un segundo.
- Supongo que tu gato gigante estará por aquí cerca. – dijo, avanzado hacía ella, asiendo el espadón de sombras con una única mano como si no pesase absolutamente nada. – Bien.Tendrás más posibilidades. -
¿Quería matarle? Perfecto. Había mucha gente que compartía eso con Eilydh pero, como todo ellos, tendría que ganárselo. Iba a mostrarle dónde se acababa de meter.
Se detuvo a una distancia prudente de la mujer y la miró fijamente con su ojo sano.
Preparó a Recuerdo para atacar.
- Desenvaina tu espada, Eilydh. Termina lo que has empezado. -
Cada vez que cerraba los ojos lo que veía eran pesadillas, momentos de arrepentimiento, pensamientos que le gustaría olvidar.
Aquella noche no era diferente.
Apoyado contra su caravana, el herrero se quedó dormido antes de que pudiese pensar en entrar en el interior de la misma, y lo único que podía ver era un mar infinito, uno que se fundía con el horizonte mirase hacía dónde mirase.
Simbolismo aparte, aquel sueño era algo recurrente que odiaba con particular intensidad. Seguía sin saber nadar, después de todo. Se ahogaba, sentía una presión en el pecho, le costaba respirar.
Se despertó de un sobresalto.
No era extraño que le sucediese aquello, estaba incluso habituado. De alguna forma había empeorado después de lo de Sandorai, desde que se encontró a si mismo solo en los caminos de Aerandir. Igualmente, todo solía quedar un un simple susto.
Pero aquella noche fue diferente.
Levantó sus manos en un movimiento instintivo por proteger su cara al vislumbrar que tenía algo delante y, en cuanto lo hizo, un dolor agudo y punzante recorrió la palma de su mano izquierda, dónde la daga Tornaluna se había clavado con firmeza y la había atravesado.
Apretando los dientes, Eltrant apartó a la elfa con un soberbio empujón, no vio dónde cayó, pero la sacudida extrajo la hoja que brillaba con un suave resplandor azulado de la mano herida, pero le ocasionó varios cortes más en dicha extremidad en el proceso.
Confuso, aun somnoliento, Eltrant se levantó y se tambaleó hacia atrás, chocando contra su taller y volcando una de las macetas que colgaban del mismo. Dejó una copia de su propia mano de un vivo color rojo, en la pared del carromato.
- ¿Qué…? ¿Cómo? – Bajó la mirada hasta la flor violeta que descansaba en el suelo. La mano de dolía, pero por algún motivo le molestaba más aquello; era un tipo de planta que no solía florecer con facilidad, mucho menos cuando viajabas por todos los climas posibles. - ¿Eilydh? – Se giró hacía su inesperada atacante, vio el arma en su mano brillando a la luz de la luna con aquel suave resplandor azulado, ahora, cubierto con su sangre.
La confusión se alejaba, el castaño comenzaba a dejar atrás los retazos del sopor que seguían reteniendo sus sentidos y que pensaban en la elfa como una aliada. El dolor, acuciante, le describía perfectamente lo que acababa de suceder.
Frunció el ceño al mismo tiempo que soltaba un gruñido.
Girándose nuevamente hacía su atacante, abrió y cerró la mano herida, que manaba sangre con especial intensidad. Daba igual, Eilydh acababa de intentar acabar con su vida, asesinarle mientras dormía.
- Patético. – dijo, arrastrando las palabras, agachándose a tomar a Recuerdo. – Esperaba más de ti. –
Desenvainó la espada con un suave silbido metálico, esta no reflejó ningún tipo de luz, simplemente fluctuó suavemente al ser blandida por su dueño, como si estuviese cubierta por llamas sombrías durante un segundo.
- Supongo que tu gato gigante estará por aquí cerca. – dijo, avanzado hacía ella, asiendo el espadón de sombras con una única mano como si no pesase absolutamente nada. – Bien.Tendrás más posibilidades. -
¿Quería matarle? Perfecto. Había mucha gente que compartía eso con Eilydh pero, como todo ellos, tendría que ganárselo. Iba a mostrarle dónde se acababa de meter.
Se detuvo a una distancia prudente de la mujer y la miró fijamente con su ojo sano.
Preparó a Recuerdo para atacar.
- Desenvaina tu espada, Eilydh. Termina lo que has empezado. -
Eltrant Tale
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
Eilydh guió sus acciones sin nisiquiera saber que lo estaba haciendo. Dejó caer su daga con el peso de los pensamientos que la recorrían: Su nombre en los labios de aquel desconocido. Lo afable de sus palabras y lo poco cuidados que era al pronunciar cada indicio de que sabía más de lo que aparentaba de ella. Su intento casi cínico de que ella se abriese y le contase como había... estado.
Su caminar dolorido después del fuego de Sandorai. La sensación de... extraña soledad y pérdida las primeras semanas después de aquella guerra. Como si hubiese acabado con algo que no... no recordaba, pero que le pertenecía. Sí. Quizás aquella era la mejor descripción de como se había sentido. Y aquel hombre había venido a desmontar cualquier tipo de quietud que hubiese recobrado después del caos de aquel evento.
Y se regocijaba de tener el poder que le otorgaba conocerla y saber de ella por alguna razón.
Eltrant Tale era una amenaza. Su respiración acompasada amortizada por el sonido de sus propios latidos. Aquella era la primera vez que iba a... matar a alguien indefenso. O al menos en apariencia.
La resistencia que esperaba encontrar en la piel vencida de aquel hombre la asombró antes de lo que pensaba. Su mano se había movido sola y en algún punto intermedio entre la altura de su inercia y el cuerpo del hombre... su mano había parado la hoja afilada de la daga Tornaluna. Eilydh tan solo tuvo tiempo para ahogar un suspiro de sorpresa y darse de bruces con los ojos más despiertos que nunca de Eltrant Tale.
Y un segundo después se encontró volando por los aires lo suficientemente alto como para separar no solo su menudo cuerpo sino también su daga de la herida que acababa de propiciarle a Eltrant. Sintió el dolor intenso del suelo contra su cuerpo y se llevó la mano a la cara percatándose de que parte de la sangre del hombre le había manchado las mejillas y los ojos.
¿En qué se había convertido?
Un segundo tan solo dudó de lo que acababa de hacer. Dos segundos bastaron para que el pánico de la realidad de sus acciones la inundase. ¿Matar a sangre fría? Esa no era ella. No. Pero... aquel hombre sabía demasiado. Volvía a llamarla por su nombre y a hablarle como si... la conociese. Cerró los ojos, de nuevo inundada por la ira de escuchar a aquel desconocido desvelar que esperaba más de ella.
-Cállate.- dijo simplemente- No sabes nada de mí. Nada. No se exactamente cuántos Aeros te ha entregado mi padre para que des conmigo y le lleves mi cabeza, pero ten por seguro que lo que esperes o no de mi, me da igual. Tù, él y todos. - tiró la daga al suelo y decidió satisfacer la petición de aquel desconocido agarrando a Karma y desenfundándola.- Además... ¿no se a qué juegas anciano?¿Creías que iba a esperar sentada a que te decidieses a matarme? Podrías al menos haber sido más... sutil - resopló- Aunque imagino que si te envía mi padre.. encaja con que esto no fuese lo que esperases de mi.
Eilydh se molestó aún más cuando aquel desconocido comparó a Ash'alá con un gato. El tigre no había estado muy de acuerdo con su idea suicida y se había ido a cazar, pero estaba segura que de haber estado presente aquel simil lo habría hecho enojar. Sonrió, como si aquel pensamiento fuese la última confirmación de que lo que estaba haciendo era lo correcto.
Un silbido sordo indicó que Eltrant había desenvainado también su espada, Eilydh se tensó y avanzó hacia Eltrant analizando sus movimientos, esperando alguna reacción por parte del hombre,esperando a defenderse sin... atreverse a atacar primero.
La imagen del fuego ardiente en el campamento del bosque en el norte inundó su cabeza. La anciana incendiando su propio cuerpo consumido en la venganza hasta proyectar su ira de manera nociva.
¿Acaso esa era ella?
¿Hasta cuando iba a estar temiendo por su propia vida? ¿Cuánto más de ella iba a consumirse por el miedo a morir a manos de... su padre?
Estaba cansada.
El único ojo sano de aquel anciano la estaba analizando como ella misma había estado haciendo hasta hacía algunos minutos con él, esperando que ella intentase matarlo y... ¿Después qué? ¿Cuántos más como él?
"Todos los que fuesen necesario"- dijo una vocecilla dentro de ella. Y el fuego de la anciana incandescente y su ira la consumió de nuevo. [1] Alzó su espada y esta se iluminó del azul eléctrico del éter que ella misma le transfería.
Estocó con un movimiento limpio, desde su izquierda a la derecha con la trayectoria dirigida al cuello de Eltrant, su objetivo principal. A este primer estoque le siguió otro. Y después otro más. Y otro... y otro más. Como si no importaba donde atacase su espada sino la furia que descargaba en cada movimiento.
Como si hubiese algo conciliador en cada vez que Eilydh desataba su dolor en forma de ira e intentaba atinar a algo... que tan solo estaba en su cabeza.
-------
[1] Eilydh usa Maldición de sandorai embutiendo a Karma en una luz azulada que le aporta daño adicional.
Su caminar dolorido después del fuego de Sandorai. La sensación de... extraña soledad y pérdida las primeras semanas después de aquella guerra. Como si hubiese acabado con algo que no... no recordaba, pero que le pertenecía. Sí. Quizás aquella era la mejor descripción de como se había sentido. Y aquel hombre había venido a desmontar cualquier tipo de quietud que hubiese recobrado después del caos de aquel evento.
Y se regocijaba de tener el poder que le otorgaba conocerla y saber de ella por alguna razón.
Eltrant Tale era una amenaza. Su respiración acompasada amortizada por el sonido de sus propios latidos. Aquella era la primera vez que iba a... matar a alguien indefenso. O al menos en apariencia.
La resistencia que esperaba encontrar en la piel vencida de aquel hombre la asombró antes de lo que pensaba. Su mano se había movido sola y en algún punto intermedio entre la altura de su inercia y el cuerpo del hombre... su mano había parado la hoja afilada de la daga Tornaluna. Eilydh tan solo tuvo tiempo para ahogar un suspiro de sorpresa y darse de bruces con los ojos más despiertos que nunca de Eltrant Tale.
Y un segundo después se encontró volando por los aires lo suficientemente alto como para separar no solo su menudo cuerpo sino también su daga de la herida que acababa de propiciarle a Eltrant. Sintió el dolor intenso del suelo contra su cuerpo y se llevó la mano a la cara percatándose de que parte de la sangre del hombre le había manchado las mejillas y los ojos.
¿En qué se había convertido?
Un segundo tan solo dudó de lo que acababa de hacer. Dos segundos bastaron para que el pánico de la realidad de sus acciones la inundase. ¿Matar a sangre fría? Esa no era ella. No. Pero... aquel hombre sabía demasiado. Volvía a llamarla por su nombre y a hablarle como si... la conociese. Cerró los ojos, de nuevo inundada por la ira de escuchar a aquel desconocido desvelar que esperaba más de ella.
-Cállate.- dijo simplemente- No sabes nada de mí. Nada. No se exactamente cuántos Aeros te ha entregado mi padre para que des conmigo y le lleves mi cabeza, pero ten por seguro que lo que esperes o no de mi, me da igual. Tù, él y todos. - tiró la daga al suelo y decidió satisfacer la petición de aquel desconocido agarrando a Karma y desenfundándola.- Además... ¿no se a qué juegas anciano?¿Creías que iba a esperar sentada a que te decidieses a matarme? Podrías al menos haber sido más... sutil - resopló- Aunque imagino que si te envía mi padre.. encaja con que esto no fuese lo que esperases de mi.
Eilydh se molestó aún más cuando aquel desconocido comparó a Ash'alá con un gato. El tigre no había estado muy de acuerdo con su idea suicida y se había ido a cazar, pero estaba segura que de haber estado presente aquel simil lo habría hecho enojar. Sonrió, como si aquel pensamiento fuese la última confirmación de que lo que estaba haciendo era lo correcto.
Un silbido sordo indicó que Eltrant había desenvainado también su espada, Eilydh se tensó y avanzó hacia Eltrant analizando sus movimientos, esperando alguna reacción por parte del hombre,esperando a defenderse sin... atreverse a atacar primero.
La imagen del fuego ardiente en el campamento del bosque en el norte inundó su cabeza. La anciana incendiando su propio cuerpo consumido en la venganza hasta proyectar su ira de manera nociva.
¿Acaso esa era ella?
¿Hasta cuando iba a estar temiendo por su propia vida? ¿Cuánto más de ella iba a consumirse por el miedo a morir a manos de... su padre?
Estaba cansada.
El único ojo sano de aquel anciano la estaba analizando como ella misma había estado haciendo hasta hacía algunos minutos con él, esperando que ella intentase matarlo y... ¿Después qué? ¿Cuántos más como él?
"Todos los que fuesen necesario"- dijo una vocecilla dentro de ella. Y el fuego de la anciana incandescente y su ira la consumió de nuevo. [1] Alzó su espada y esta se iluminó del azul eléctrico del éter que ella misma le transfería.
Estocó con un movimiento limpio, desde su izquierda a la derecha con la trayectoria dirigida al cuello de Eltrant, su objetivo principal. A este primer estoque le siguió otro. Y después otro más. Y otro... y otro más. Como si no importaba donde atacase su espada sino la furia que descargaba en cada movimiento.
Como si hubiese algo conciliador en cada vez que Eilydh desataba su dolor en forma de ira e intentaba atinar a algo... que tan solo estaba en su cabeza.
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[1] Eilydh usa Maldición de sandorai embutiendo a Karma en una luz azulada que le aporta daño adicional.
Eilydh
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
Eltrant sonrió al oírla hablar, aunque fue más una mueca amarga que una sonrisa propiamente dicha. La elfa acababa de intentar matarle, pero, incluso así, ella era de algún modo la victima de todo lo que estaba pasando.
- Típico. – Bufó, notando por zanjada la conversación.
Se preparó, observó los movimientos de la elfa. Suaves, concisos, como los del felino que la acompañaba. Karma brillaba con suavidad entre las manos de la mujer, ya no solo reflejando la luz de la brillante luna que ambos tenían aquella noche sobre sus cabezas, si no con la suave luz azulada que por lo que parecía Eilydh era capaz de convocar a voluntad.
Frunció levemente el ceño y acompasó su respiración a sus movimientos, levantó levemente la mano derecha mientras que notaba como la izquierda palpitaba con aun más fuerza y continuaba sangrando copiosamente. Un conocido calor comenzaba a sustituir el agudo pinchazo que había sentido al bloquear la hoja.
Y entonces todo comenzó.
Eltrant bloqueó la primera estocada de Karma, dio un pequeño salto hacia atrás cuando vino la segunda rozando su cuello y colocó de nuevo a Recuerdo entre su cara y la hoja que el mismo había forjado no hacía tanto tiempo.
La empujó hacia atrás.
La siguiente acometida no tardó en llegar. La elfa se movió hacía la derecha de forma vaporosa, como si no fuese más que una nube de luz, e hizo una finta que habría confundido al más capaz de los espadachines esgrimiendo a Karma de una forma imposible para atacar por la derecha.
Pero Recuerdo ya estaba ahí para defender a su usuario. [1]
Las dos espadas entrechocaron con un potente chirrido metálico, Karma se deslizó sobre la espada de sombras como si tratase de abrirse paso a través de ella, de ahogar las sombras con su luz.
No iba a permitírselo.
- No está mal. ¿Has estado practicando? –
Volvieron a separarse. Pero el siguiente ataque, igualmente, vino a los pocos segundos; Las espadas volvieron a cruzarse y Eltrant retrocedió una vez más, colocando siempre a Recuerdo entre su cuerpo y el acero plateado que quería acabar con su vida.
Se limitó a defenderse, a bloquear todos y cada uno de los ataques que la mujer dirigía hacia él.
Contra cualquier oponente Eltrant estaba seguro de que la elfa había vencido, no solo eso, por la forma de pelear y la velocidad con la que atacaba, de forma incansable, el pobre desgraciado habría quedado reducido a un fino montoncito de carne picada.
- Abres mucho las piernas. – dijo según deslizaba su pierna derecha y derribaba a la mujer, en uno de los tantos forcejeos.
Por supuesto, Eilydh no pensaba rendirse, dio una voltereta hacía atrás según su espalda tocaba la tierra del claro y volvió a estar de nuevo de pie en apenas un parpadeo. Aquello no contó realmente ni como un derribo.
Ladeando ligeramente la cabeza, Eltrant volvió a preparar a Recuerdo.
De nuevo se vieron involucrados en un frenético baile que, visto desde fuera, podría parecer coreografiado, un espectáculo teatral que podría ser representada perfectamente en cualquier plaza de Lunargenta.
El sonido del metal se alzaba sobre la tranquilidad de la noche, acallaba el sonido de los búhos y los animales nocturnos que pululaban por la zona. ¿Cuánto había pasado desde que empezaron a pelear? ¿Quizás tres minutos? ¿Dos? Probablemente estuviese demasiado habituado a pelear, a él se le antojaba todo mucho más lento.
- ¡Muy bien! – Se movió hacía su derecha, evitando que la punta de Karma se hundiese con firmeza en su laringe, pero ganándose un pequeño corte en la mejilla. – Buscando siempre mi izquierda porque estoy ciego y atacando de cerca desde ahí. – El pomo de Recuerdo apartó el metal plateado que tenía al lado de la cabeza de un fuerte golpe. – ¡Pero…! - Con la mano izquierda, Eltrant le propinó un manotazo en la cara a la mujer para desequilibrarla, manchándole los ojos con su sangre en el proceso. - ¡…te abres a cosas como esta! – Tras eso, aprovechando el manotazo principal, la sujetó con firmeza de su trenza con esa misma mano y tiró hacía un lado, volviendo a derribarla.
Retrocedió de nuevo varios pasos, dejando una distancia segura entre él y Eilydh.
- Buena idea eso de recogerla en una trenza. – Como su mano, el pequeño corte de su cuello sangraba bastante. – Igualmente, yo diría que es mejor cubrirlo con un pañuelo. – dijo colocando a Recuerdo frente a su cara.
Debía de ser cosa del resplandor de su espada. Estaba bien eso de ver que tenía trucos nuevos.
Eltrant, igualmente, dudaba mucho que Eilydh estuviese escuchando algo de lo que estaba diciendo. La cegaba una ira que… realmente no conocía en ella, era incluso algo preocupante; había vuelto a levantarse y, como si nada, volvían a estar entramados en aquel baile de metal.
Sus movimientos eran certeros, eran concisos y estaban cuidados. Pero no había objetivo, no había razón, tampoco distinguía gran cosa en los ojos de la mujer que en aquel momento le atacaba.
Era él el que acababa de sobrevivir a un intento de asesinato. ¿Cómo era posible que fuese ella la que estuviese controlada por la ira? Era consciente de todo el drama familiar que tenía Eilydh a su alrededor, empezó a vislumbrar algo del mismo cuando le regaló su espada.
Pero aquello llegaba demasiado lejos.
Chasqueó la lengua, ya había jugado demasiado. Tenía que pararla; aquella no era Eilydh.
Se detuvo, dejó una apertura obvia en su defensa y Karma la atravesó, clavándose en su antebrazo izquierdo como resultado final. Reprimiendo un gemido de dolor, asiendo aún a Recuerdo únicamente con su mano derecha, Eltrant golpeó con fuerza a Eilydh en el vientre. [2]
Se aseguró de hacerlo con el envés de la espada. Aquel golpe le sacaría a la elfa todo el aire de los pulmones y le dejaría un moratón bastante pronunciado, pero no la mataría, no habría sangre.
No estaba muy seguro de por qué había hecho eso en lugar de atacar con la misma fuerza con la que acabaría con cualquier bandido.
Ella acababa de intentar matarle.
Tras esto, ignorando aquellos pensamientos y centrándose en la espada que tenía alojada en el brazo, le propinó empujón y la tumbó en el suelo. Gruñendo en voz baja, se arrancó a Karma del brazo y la tiró junto a su dueña.
Maldijo en voz baja y movió el brazo herido arriba y abajo, los cortes de la espada de Eilydh eran extraños, quemaban más que doler, por no hablar de la sangre que ahora empapaba su camisa. Iba a necesitar a Olvido para curarlos más rápido.
- Tu padre no me ha pedido que te matase. Porque si lo hubiese hecho… - Clavó a Recuerdo al lado de la cabeza de Eilydh. - … ahora mismo estarías muerta. – Masculló, extrayendo el arma del suelo, girándose sobre sí mismo y volviendo a su taller. - No vuelvas a acercarte a mí. -
Se paró, no obstante, frente a la daga Tornaluna que yacía en mitad del claro. Debía haber acabado ahí cuando la empujó. Sin pensárselo demasiado la tomó entre sus manos y la colgó de su cinturón.
Era un regalo.
Era suya.
[1] Habilidad Eltrant Nivel 2: Bloqueo.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 1: Rechazo
- Típico. – Bufó, notando por zanjada la conversación.
Se preparó, observó los movimientos de la elfa. Suaves, concisos, como los del felino que la acompañaba. Karma brillaba con suavidad entre las manos de la mujer, ya no solo reflejando la luz de la brillante luna que ambos tenían aquella noche sobre sus cabezas, si no con la suave luz azulada que por lo que parecía Eilydh era capaz de convocar a voluntad.
Frunció levemente el ceño y acompasó su respiración a sus movimientos, levantó levemente la mano derecha mientras que notaba como la izquierda palpitaba con aun más fuerza y continuaba sangrando copiosamente. Un conocido calor comenzaba a sustituir el agudo pinchazo que había sentido al bloquear la hoja.
Y entonces todo comenzó.
Eltrant bloqueó la primera estocada de Karma, dio un pequeño salto hacia atrás cuando vino la segunda rozando su cuello y colocó de nuevo a Recuerdo entre su cara y la hoja que el mismo había forjado no hacía tanto tiempo.
La empujó hacia atrás.
La siguiente acometida no tardó en llegar. La elfa se movió hacía la derecha de forma vaporosa, como si no fuese más que una nube de luz, e hizo una finta que habría confundido al más capaz de los espadachines esgrimiendo a Karma de una forma imposible para atacar por la derecha.
Pero Recuerdo ya estaba ahí para defender a su usuario. [1]
Las dos espadas entrechocaron con un potente chirrido metálico, Karma se deslizó sobre la espada de sombras como si tratase de abrirse paso a través de ella, de ahogar las sombras con su luz.
No iba a permitírselo.
- No está mal. ¿Has estado practicando? –
Volvieron a separarse. Pero el siguiente ataque, igualmente, vino a los pocos segundos; Las espadas volvieron a cruzarse y Eltrant retrocedió una vez más, colocando siempre a Recuerdo entre su cuerpo y el acero plateado que quería acabar con su vida.
Se limitó a defenderse, a bloquear todos y cada uno de los ataques que la mujer dirigía hacia él.
Contra cualquier oponente Eltrant estaba seguro de que la elfa había vencido, no solo eso, por la forma de pelear y la velocidad con la que atacaba, de forma incansable, el pobre desgraciado habría quedado reducido a un fino montoncito de carne picada.
- Abres mucho las piernas. – dijo según deslizaba su pierna derecha y derribaba a la mujer, en uno de los tantos forcejeos.
Por supuesto, Eilydh no pensaba rendirse, dio una voltereta hacía atrás según su espalda tocaba la tierra del claro y volvió a estar de nuevo de pie en apenas un parpadeo. Aquello no contó realmente ni como un derribo.
Ladeando ligeramente la cabeza, Eltrant volvió a preparar a Recuerdo.
De nuevo se vieron involucrados en un frenético baile que, visto desde fuera, podría parecer coreografiado, un espectáculo teatral que podría ser representada perfectamente en cualquier plaza de Lunargenta.
El sonido del metal se alzaba sobre la tranquilidad de la noche, acallaba el sonido de los búhos y los animales nocturnos que pululaban por la zona. ¿Cuánto había pasado desde que empezaron a pelear? ¿Quizás tres minutos? ¿Dos? Probablemente estuviese demasiado habituado a pelear, a él se le antojaba todo mucho más lento.
- ¡Muy bien! – Se movió hacía su derecha, evitando que la punta de Karma se hundiese con firmeza en su laringe, pero ganándose un pequeño corte en la mejilla. – Buscando siempre mi izquierda porque estoy ciego y atacando de cerca desde ahí. – El pomo de Recuerdo apartó el metal plateado que tenía al lado de la cabeza de un fuerte golpe. – ¡Pero…! - Con la mano izquierda, Eltrant le propinó un manotazo en la cara a la mujer para desequilibrarla, manchándole los ojos con su sangre en el proceso. - ¡…te abres a cosas como esta! – Tras eso, aprovechando el manotazo principal, la sujetó con firmeza de su trenza con esa misma mano y tiró hacía un lado, volviendo a derribarla.
Retrocedió de nuevo varios pasos, dejando una distancia segura entre él y Eilydh.
- Buena idea eso de recogerla en una trenza. – Como su mano, el pequeño corte de su cuello sangraba bastante. – Igualmente, yo diría que es mejor cubrirlo con un pañuelo. – dijo colocando a Recuerdo frente a su cara.
Debía de ser cosa del resplandor de su espada. Estaba bien eso de ver que tenía trucos nuevos.
Eltrant, igualmente, dudaba mucho que Eilydh estuviese escuchando algo de lo que estaba diciendo. La cegaba una ira que… realmente no conocía en ella, era incluso algo preocupante; había vuelto a levantarse y, como si nada, volvían a estar entramados en aquel baile de metal.
Sus movimientos eran certeros, eran concisos y estaban cuidados. Pero no había objetivo, no había razón, tampoco distinguía gran cosa en los ojos de la mujer que en aquel momento le atacaba.
Era él el que acababa de sobrevivir a un intento de asesinato. ¿Cómo era posible que fuese ella la que estuviese controlada por la ira? Era consciente de todo el drama familiar que tenía Eilydh a su alrededor, empezó a vislumbrar algo del mismo cuando le regaló su espada.
Pero aquello llegaba demasiado lejos.
Chasqueó la lengua, ya había jugado demasiado. Tenía que pararla; aquella no era Eilydh.
Se detuvo, dejó una apertura obvia en su defensa y Karma la atravesó, clavándose en su antebrazo izquierdo como resultado final. Reprimiendo un gemido de dolor, asiendo aún a Recuerdo únicamente con su mano derecha, Eltrant golpeó con fuerza a Eilydh en el vientre. [2]
Se aseguró de hacerlo con el envés de la espada. Aquel golpe le sacaría a la elfa todo el aire de los pulmones y le dejaría un moratón bastante pronunciado, pero no la mataría, no habría sangre.
No estaba muy seguro de por qué había hecho eso en lugar de atacar con la misma fuerza con la que acabaría con cualquier bandido.
Ella acababa de intentar matarle.
Tras esto, ignorando aquellos pensamientos y centrándose en la espada que tenía alojada en el brazo, le propinó empujón y la tumbó en el suelo. Gruñendo en voz baja, se arrancó a Karma del brazo y la tiró junto a su dueña.
Maldijo en voz baja y movió el brazo herido arriba y abajo, los cortes de la espada de Eilydh eran extraños, quemaban más que doler, por no hablar de la sangre que ahora empapaba su camisa. Iba a necesitar a Olvido para curarlos más rápido.
- Tu padre no me ha pedido que te matase. Porque si lo hubiese hecho… - Clavó a Recuerdo al lado de la cabeza de Eilydh. - … ahora mismo estarías muerta. – Masculló, extrayendo el arma del suelo, girándose sobre sí mismo y volviendo a su taller. - No vuelvas a acercarte a mí. -
Se paró, no obstante, frente a la daga Tornaluna que yacía en mitad del claro. Debía haber acabado ahí cuando la empujó. Sin pensárselo demasiado la tomó entre sus manos y la colgó de su cinturón.
Era un regalo.
Era suya.
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[1] Habilidad Eltrant Nivel 2: Bloqueo.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 1: Rechazo
Eltrant Tale
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
Los movimientos de aquel anciano eran rápidos. Bloqueaba golpe tras golpe como si tan solo estuviese esperando que la elfa se cansase de no acertar y tirase la toalla. Lo hacía con gestos programados y se permitía el lujo de reir aquí y allá y hacer comentarios acerca de su técnica.
-¿practicando?- repitió la elfa contrariada. Aquel hombre la había visto luchar antes. ¿Cuándo?
Sus movimientos eran autómatas. Repudiaba como podía los ataques más expertos del anciano uno tras otros tan solo albergando la idea de que necesitaba deshacerse de él para poder seguir viviendo. Tampoco parecía cansarse. Aquel desconocido le seguía el ritmo sin dudar hacia dónde iba a ser su próximo ataque con la paz de alguien quien conoce a su adversario.
¿Pero de qué? ¿Quizás si la conocía?
Eilydh lo escuchó mencionar sus piernas. Y el hecho de que las abría. ¿En serio había dicho eso? Iba a matar a aquel desconocido. O al menos eso pensó al levantarse después de que Elt se aprovechase de aquello para hacerla caer. Creyó escucharlo mencionar su cabello después de recibir un manotazo en la cara y ella contestó con una patada que lo alejase un poco de él.
No. Si aquel hombre la conocía lo más mínimo sabría el significado de sus trenzas y el mero hecho de pedir que las cubriese... era hiriente.
Incansable se movió en un baile del que tan solo ellos dos parecían saber los pasos hasta que... por fin encontró una abertura en la defensa de su contrincante y notó como Karma probaba al fin la carne y sangre de aquel a quien había estado amenazando durante el forcejeo.
Pero sus pulmones se quedaron sin aire. Eilydh retrocedió ante el golpe en el abdomen de su adversario y el dolor intenso del orgullo herido y la derrota.Se puso las manos en la cintura y se dobló intentando inspirar aire en sus pulmones y ahogando el dolor del golpe. Cuando abrió los ojos Karma cayó a su lado causando un estruendo de metal sobre el suelo donde ambos habían iniciado el forcejeo.
Eilydh se recompuso lo suficiente como para escuchar a Eltrar pronunciarse sobre sus suposiciones. Lo vio marchar por un segundo aún jadeando y con las manos en la cintura y.. lo vio agacharse a agarrar la daga tornaluna.
La misma que hacía menos de dos días le había devuelto a ella misma como si la repudiase. Como si el obtenerla fuese un símbolo de una victoria. Y por alguna razón Eilydh no se alegró de ver como aquel anciano se marchaba hacia ningún lugar malherido y... ¿decepcionado?
La calma le había llegado de pronto y la ira había dejado tras de si una sensación de vacío incómoda. Como en el claro de aquel bosque donde se separó de Anders. Aquella vez ella era la anciana y quizás...su fuego había arrasado con parte de ella que apenas recordaba que estaba ahí.
¿Por qué estaba decepcionado? ¿Si no lo había mandado su padre... de qué la conocía?
Puso los ojos en blanco como si le molestase haberse equivocado y por primera vez desde hacía mucho Eilydh se llenó de culpabilidad. Pero ella no sabía como hacerle frente a aquella nueva emoción.
-Eh. - comenzó a decir tosiendo. La boca le sabía a sangre- Espera. ¿Dónde crees que vas con eso? Esa daga es.. no te pertenece es de...- Eilydh se quedó pensando por un momento intentando llenar una laguna sobre como y a quién pertenecía aquella daga-
Pero Eltrant no paró de andar, así que la elfa hizo lo único que podía hacer en aquel momento. Se quitó un zapato y se lo tiró a la cabeza en un intento de captar su atención.
-Esa daga le pertenece a mi amigo- dijo sorprendiéndose a si misma. Avanzó a paso rápido uniéndose al caminar del anciano aún a sabiendas que quizás no era lo más racional que hacer. Dejó a Karma tras ella en un intento de que el verla desarmada quizás... le diese a entender que estaba cansada de luchar y que.. ahora necesitaba saber.
-¡Espera!- Cuando lo alcanzó lo jaló del brazo herido y sin que tuviese opción de hacer nada más Eilydh comenzó a hablar [1]- Ímbar me hizo temeraria pero hasta ahora no pensé que también me había creado imbécil- sus manos se posaron sobre la herida que sangraba de Eltrant y lo miró a los ojos en una mueca derrotada mientras insuflaba su luz al corte que le había causado Karma. Eilydh notó la calidez de su éter dejándo su piel y curando a Eltrant.
Cierto.Su magia también podía sanar. Casi lo había olvidado.
Cuando acabó y casi de manera instantánea llevó su mano a los labios de Eltrant intentando callar cualquier comentario que quisiese decir.
-Se que si no me alejo en dos segundos vamos a intentar matarnos de nuevo.Y probablemente alguno de los dos lo consiga finalmente. - dijo de manera pausada- Pero por favor, antes de que lo hagamos. Tan solo dime quién diablos eres y... qué más sabes de mi. -
¿Estaba suplicando? No. Aquello era su manera de arrepentirse por casi, asesinar a la persona equivocada. O eso se seguía repitiendo a si misma.
-----¿practicando?- repitió la elfa contrariada. Aquel hombre la había visto luchar antes. ¿Cuándo?
Sus movimientos eran autómatas. Repudiaba como podía los ataques más expertos del anciano uno tras otros tan solo albergando la idea de que necesitaba deshacerse de él para poder seguir viviendo. Tampoco parecía cansarse. Aquel desconocido le seguía el ritmo sin dudar hacia dónde iba a ser su próximo ataque con la paz de alguien quien conoce a su adversario.
¿Pero de qué? ¿Quizás si la conocía?
Eilydh lo escuchó mencionar sus piernas. Y el hecho de que las abría. ¿En serio había dicho eso? Iba a matar a aquel desconocido. O al menos eso pensó al levantarse después de que Elt se aprovechase de aquello para hacerla caer. Creyó escucharlo mencionar su cabello después de recibir un manotazo en la cara y ella contestó con una patada que lo alejase un poco de él.
No. Si aquel hombre la conocía lo más mínimo sabría el significado de sus trenzas y el mero hecho de pedir que las cubriese... era hiriente.
Incansable se movió en un baile del que tan solo ellos dos parecían saber los pasos hasta que... por fin encontró una abertura en la defensa de su contrincante y notó como Karma probaba al fin la carne y sangre de aquel a quien había estado amenazando durante el forcejeo.
Pero sus pulmones se quedaron sin aire. Eilydh retrocedió ante el golpe en el abdomen de su adversario y el dolor intenso del orgullo herido y la derrota.Se puso las manos en la cintura y se dobló intentando inspirar aire en sus pulmones y ahogando el dolor del golpe. Cuando abrió los ojos Karma cayó a su lado causando un estruendo de metal sobre el suelo donde ambos habían iniciado el forcejeo.
Eilydh se recompuso lo suficiente como para escuchar a Eltrar pronunciarse sobre sus suposiciones. Lo vio marchar por un segundo aún jadeando y con las manos en la cintura y.. lo vio agacharse a agarrar la daga tornaluna.
La misma que hacía menos de dos días le había devuelto a ella misma como si la repudiase. Como si el obtenerla fuese un símbolo de una victoria. Y por alguna razón Eilydh no se alegró de ver como aquel anciano se marchaba hacia ningún lugar malherido y... ¿decepcionado?
La calma le había llegado de pronto y la ira había dejado tras de si una sensación de vacío incómoda. Como en el claro de aquel bosque donde se separó de Anders. Aquella vez ella era la anciana y quizás...su fuego había arrasado con parte de ella que apenas recordaba que estaba ahí.
¿Por qué estaba decepcionado? ¿Si no lo había mandado su padre... de qué la conocía?
Puso los ojos en blanco como si le molestase haberse equivocado y por primera vez desde hacía mucho Eilydh se llenó de culpabilidad. Pero ella no sabía como hacerle frente a aquella nueva emoción.
-Eh. - comenzó a decir tosiendo. La boca le sabía a sangre- Espera. ¿Dónde crees que vas con eso? Esa daga es.. no te pertenece es de...- Eilydh se quedó pensando por un momento intentando llenar una laguna sobre como y a quién pertenecía aquella daga-
Pero Eltrant no paró de andar, así que la elfa hizo lo único que podía hacer en aquel momento. Se quitó un zapato y se lo tiró a la cabeza en un intento de captar su atención.
-Esa daga le pertenece a mi amigo- dijo sorprendiéndose a si misma. Avanzó a paso rápido uniéndose al caminar del anciano aún a sabiendas que quizás no era lo más racional que hacer. Dejó a Karma tras ella en un intento de que el verla desarmada quizás... le diese a entender que estaba cansada de luchar y que.. ahora necesitaba saber.
-¡Espera!- Cuando lo alcanzó lo jaló del brazo herido y sin que tuviese opción de hacer nada más Eilydh comenzó a hablar [1]- Ímbar me hizo temeraria pero hasta ahora no pensé que también me había creado imbécil- sus manos se posaron sobre la herida que sangraba de Eltrant y lo miró a los ojos en una mueca derrotada mientras insuflaba su luz al corte que le había causado Karma. Eilydh notó la calidez de su éter dejándo su piel y curando a Eltrant.
Cierto.Su magia también podía sanar. Casi lo había olvidado.
Cuando acabó y casi de manera instantánea llevó su mano a los labios de Eltrant intentando callar cualquier comentario que quisiese decir.
-Se que si no me alejo en dos segundos vamos a intentar matarnos de nuevo.Y probablemente alguno de los dos lo consiga finalmente. - dijo de manera pausada- Pero por favor, antes de que lo hagamos. Tan solo dime quién diablos eres y... qué más sabes de mi. -
¿Estaba suplicando? No. Aquello era su manera de arrepentirse por casi, asesinar a la persona equivocada. O eso se seguía repitiendo a si misma.
[1] Eilydh usa imposición de manos sobre Eltrant para curar su herida.
Eilydh
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
El zapato le dio en la coronilla.
Eilydh tenía una puntería excelente cuando se esforzaba, no iba a negarlo.
- Se ve que no… -
Se giró, con la espada aun en su poder, dispuesto a enseñarle a la mujer a saber cuándo rendirse. Pero se encontró una escena que no esperaba. La elfa había dejado su propia arma detrás, y parecía… querer escuchas respuestas genuinamente.
- ¿A tu amigo? – Preguntó simplemente, suspirando al oír quien era, para la elfa, el dueño de la daga Tornaluna. – Supongo que sí… - dijo después, susurrando, yendo a girarse de nuevo, pero notando como la mujer le impedía marcharse sujetándole del brazo.
Sintió enseguida el tenue calor que la imposición de manos elficas tuvo en sus heridas. Era conocido para él, de forma preocupante incluso; ¿Cuántas veces le habían curado de aquella forma? Más de la que podía recordar, pero nunca cambiaba, siempre era esa sensación agradable, esa energía que acallaba el dolor casi inmediatamente.
Cerró los ojos y dejó que Eilydh hablase mientras le curaba.
Era la primera vez que la veía hacer algo así con un desconocido. O bien estaba desesperada por saber quién era o el tiempo que había pasado desde que habló con ella en Sandorai la había cambiado más de lo que creía.
Quizás una mezcla de ambas cosas.
- Bueno, eso es algo que compartimos. – dijo cuándo Eilydh se autodefinió como “imbécil”.
Se aclaró la garganta cuando escuchó, de nuevo, la petición de que le explicase quien era. Esta vez con un “por favor” de por medio. Estuvo tentado de sonreír, pero por algún motivo no terminó de salirle bien.
- Creo que ya te hablé de… - Sacudió la cabeza y se atusó la barba.
La calma había vuelto a apoderarse del claro, los grillos volvían a alzarse sobre la noche y la pelea que había tenido lugar ahí parecía, de pronto, más lejana de lo que a Eltrant le gustaría admitir.
- Me llamo Eltrant Tale. – Comenzó a relatar. – Aunque imagino que eso ya lo sabes. Lo que no sabes que es que tengo veintinueve años y esto es… bueno, ya llegaremos a eso. – Inspiró por la nariz y trató de organizar sus ideas. ¿Por dónde empezaba? Probablemente por el día en el que se conocieron. – La primera vez que te vi fue bajo el nombre de “Ellie”. Fue en un distante camino que separa Dundarak de Ulmer, en una pequeña posada. Ahí me ayudaste a atrapar a un tipo y… quemamos el lugar en el proceso; salió bien, aunque murió más gente de la necesaria. – Se detuvo y apartó la mano de la mujer de su brazo, ya estaba lo suficientemente sano. – Yo forjé a Karma. Tiene la firma de mi herrería en la base de la hoja, todavía recuerdo el tipo de cincel que usé y el olor que dejaba escapar el metal fundido antes de darle forma… “Hazme una espada como si la hicieses para ti”, fueron tus palabras. -
El ulular de los búhos hizo que Eltrant se parase a mitad de la explicación, volviendo a organizar sus ideas.
- Nos vimos bastantes veces en distintos eventos y situaciones. Pero para no alargarme… la más importante… cuando aprendí tu verdadero nombre fue cuando coincidimos en el oeste. Un tal “Rouge” te tenía manía y te habló de tu padre. Me pediste ayuda para lidiar con él y recuperar algo que te habían robado. – Levantó la daga Tornaluna. – Tras un encuentro algo desagradable con un coleccionista de personas y sus hijas vampiro, acabamos saliendo de ahí y me la regalaste. – Deslizó su mano izquierda por el filo de la daga. – “Ya ves que nunca quiso ser mía. El problema es que llevo sobre mis hombros el ego de todo mi apellido para recordarme que sí lo era.” – dijo, repitiendo aquellas frases que le había dicho Eilydh en su momento y que se le habían quedado tan marcadas tan marcadas.
Se reclinó en el tocón en el que estaba sentado, algo incómodo por la conversación que estaban teniendo. Sobre todo, porque había llegado el momento de volver a explicarle por qué no era capaz de recordar nada.
- Fui una de las personas que se adentró en el Oblivion para detener a los Jinetes. – Agregó con amargura. – No te acuerdas, pero bastantes fuimos. Era un problema para todos después de todo, si no se hacía nada todo acabaría como lo que había al otro lado. – La miró a los ojos. – Un mundo muerto, gris… sin vegetación alguna, solo poblado por vampiros y los propios Jinetes. –
Cerró el puño sintiendo como se iba enfureciendo por momentos.
- ¿Y que conseguimos? Que nos traicionen. ¿Y ahora? ¡Esas mismas personas son consideradas héroes! ¡Los malditos salvadores de Sandorai! ¡Por supuesto que tenían que ser solo de Sandorai! – Gruñó, pateando una caja que tenía cercana y lanzándola contra los árboles. – ¡Cobardes! ¡Todos ellos! Condenarían el mundo con tal de salvar su ridículo árbol mágico. Es lo único que les importa. – Se frotó los ojos, agachando la cabeza y controlando su respiración. – Y este es el precio que he tenido que pagar para salir de allí. – Se señaló la cara. – Nadie me recuerda. Ni mi familia, ni mis amigos… los únicos son las demás personas que se quedaron allí encerradas conmigo. –
Se calló, dando por terminada la historia, y se levantó.
- Y ya está. Ese es quien era. – Volvió a guardar a Tornaluna en su vaina, también hizo lo mismo con Recuerdo. – Ahora soy un viejo amargado que tiene que reparar un puente para buscar a una amiga. –
Siempre podría volver a usar el maldito Polvo de los Recuerdos con ella, habría sido más rapido. Pero no era algo que le tocase a él decidir, sobre todo si se trataba de Eilydh. Obligarla a hacerlo probablemente la enfadaría aún más y, incluso si no lo hacía, no era una experiencia agradable.
Eilydh tenía una puntería excelente cuando se esforzaba, no iba a negarlo.
- Se ve que no… -
Se giró, con la espada aun en su poder, dispuesto a enseñarle a la mujer a saber cuándo rendirse. Pero se encontró una escena que no esperaba. La elfa había dejado su propia arma detrás, y parecía… querer escuchas respuestas genuinamente.
- ¿A tu amigo? – Preguntó simplemente, suspirando al oír quien era, para la elfa, el dueño de la daga Tornaluna. – Supongo que sí… - dijo después, susurrando, yendo a girarse de nuevo, pero notando como la mujer le impedía marcharse sujetándole del brazo.
Sintió enseguida el tenue calor que la imposición de manos elficas tuvo en sus heridas. Era conocido para él, de forma preocupante incluso; ¿Cuántas veces le habían curado de aquella forma? Más de la que podía recordar, pero nunca cambiaba, siempre era esa sensación agradable, esa energía que acallaba el dolor casi inmediatamente.
Cerró los ojos y dejó que Eilydh hablase mientras le curaba.
Era la primera vez que la veía hacer algo así con un desconocido. O bien estaba desesperada por saber quién era o el tiempo que había pasado desde que habló con ella en Sandorai la había cambiado más de lo que creía.
Quizás una mezcla de ambas cosas.
- Bueno, eso es algo que compartimos. – dijo cuándo Eilydh se autodefinió como “imbécil”.
Se aclaró la garganta cuando escuchó, de nuevo, la petición de que le explicase quien era. Esta vez con un “por favor” de por medio. Estuvo tentado de sonreír, pero por algún motivo no terminó de salirle bien.
- Creo que ya te hablé de… - Sacudió la cabeza y se atusó la barba.
La calma había vuelto a apoderarse del claro, los grillos volvían a alzarse sobre la noche y la pelea que había tenido lugar ahí parecía, de pronto, más lejana de lo que a Eltrant le gustaría admitir.
- Me llamo Eltrant Tale. – Comenzó a relatar. – Aunque imagino que eso ya lo sabes. Lo que no sabes que es que tengo veintinueve años y esto es… bueno, ya llegaremos a eso. – Inspiró por la nariz y trató de organizar sus ideas. ¿Por dónde empezaba? Probablemente por el día en el que se conocieron. – La primera vez que te vi fue bajo el nombre de “Ellie”. Fue en un distante camino que separa Dundarak de Ulmer, en una pequeña posada. Ahí me ayudaste a atrapar a un tipo y… quemamos el lugar en el proceso; salió bien, aunque murió más gente de la necesaria. – Se detuvo y apartó la mano de la mujer de su brazo, ya estaba lo suficientemente sano. – Yo forjé a Karma. Tiene la firma de mi herrería en la base de la hoja, todavía recuerdo el tipo de cincel que usé y el olor que dejaba escapar el metal fundido antes de darle forma… “Hazme una espada como si la hicieses para ti”, fueron tus palabras. -
El ulular de los búhos hizo que Eltrant se parase a mitad de la explicación, volviendo a organizar sus ideas.
- Nos vimos bastantes veces en distintos eventos y situaciones. Pero para no alargarme… la más importante… cuando aprendí tu verdadero nombre fue cuando coincidimos en el oeste. Un tal “Rouge” te tenía manía y te habló de tu padre. Me pediste ayuda para lidiar con él y recuperar algo que te habían robado. – Levantó la daga Tornaluna. – Tras un encuentro algo desagradable con un coleccionista de personas y sus hijas vampiro, acabamos saliendo de ahí y me la regalaste. – Deslizó su mano izquierda por el filo de la daga. – “Ya ves que nunca quiso ser mía. El problema es que llevo sobre mis hombros el ego de todo mi apellido para recordarme que sí lo era.” – dijo, repitiendo aquellas frases que le había dicho Eilydh en su momento y que se le habían quedado tan marcadas tan marcadas.
Se reclinó en el tocón en el que estaba sentado, algo incómodo por la conversación que estaban teniendo. Sobre todo, porque había llegado el momento de volver a explicarle por qué no era capaz de recordar nada.
- Fui una de las personas que se adentró en el Oblivion para detener a los Jinetes. – Agregó con amargura. – No te acuerdas, pero bastantes fuimos. Era un problema para todos después de todo, si no se hacía nada todo acabaría como lo que había al otro lado. – La miró a los ojos. – Un mundo muerto, gris… sin vegetación alguna, solo poblado por vampiros y los propios Jinetes. –
Cerró el puño sintiendo como se iba enfureciendo por momentos.
- ¿Y que conseguimos? Que nos traicionen. ¿Y ahora? ¡Esas mismas personas son consideradas héroes! ¡Los malditos salvadores de Sandorai! ¡Por supuesto que tenían que ser solo de Sandorai! – Gruñó, pateando una caja que tenía cercana y lanzándola contra los árboles. – ¡Cobardes! ¡Todos ellos! Condenarían el mundo con tal de salvar su ridículo árbol mágico. Es lo único que les importa. – Se frotó los ojos, agachando la cabeza y controlando su respiración. – Y este es el precio que he tenido que pagar para salir de allí. – Se señaló la cara. – Nadie me recuerda. Ni mi familia, ni mis amigos… los únicos son las demás personas que se quedaron allí encerradas conmigo. –
Se calló, dando por terminada la historia, y se levantó.
- Y ya está. Ese es quien era. – Volvió a guardar a Tornaluna en su vaina, también hizo lo mismo con Recuerdo. – Ahora soy un viejo amargado que tiene que reparar un puente para buscar a una amiga. –
Siempre podría volver a usar el maldito Polvo de los Recuerdos con ella, habría sido más rapido. Pero no era algo que le tocase a él decidir, sobre todo si se trataba de Eilydh. Obligarla a hacerlo probablemente la enfadaría aún más y, incluso si no lo hacía, no era una experiencia agradable.
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Re: Tendiendo Puentes [Privado] [Eilydh]
El brillo momentáneo de sus manos rodeando el lugar que habían sanado en Eltrant parecían ser la bandera blanca que Eilydh nunca quiso dejar caer. La noche alrededor de ambas figuras se había hecho silenciosa, y como si hubiese tenido los oídos tapados por el sonido de la ira, no fue hasta entonces que la elfa se percató de aquel silencio que servía de espacio entre ambos.
Notó como Eltrant separaba su mano de ella, casi de manera brusca. Quizás molesto por aquella acción. La elfa respondió de la misma manera llevando sus manos bajo su pecho mientras cruzaba sus manos como si intentase controlarse y no sanar a nadie más. ¿Avergonzada?
Un deje de... cercanía devolvió su mirada al hombre frente a ella mientras iniciaba su relato con la concesión de que él también era imbécil. Aquello sin duda era un acercamiento de opiniones lícito, y sus brazos descargaron la tensión que hasta hacía unos segundos habían oprimido en su ademán mientras , primero curiosa y luego asombrada seguía el curso de la voz grave de aquel...
-Joven...- susurró casi incrédula cuando Eltrant dijo su edad. Lo miró de arriba a abajo como si aquello fuese una broma macabra- El camino entre Ulmer y...Ellie...-
De manera involuntaria, sus manos habían caído en una expresión relajada. Recordaba bien aquella aventura en Ulmer. La nieve y el hielo habían helado sus manos en el camino a la montaña. Había jugado a Tak con unos vendedores en caravanas a pesar de tener de compañero a un... novato en el juego. Cerró los ojos por un momento, Intentando recordar su aspecto. Nada. El fuego de aquella casona la devolvió a las palabras de Eltrant.
Supiró recordando el coleccionista. Y las heridas de sus manos. Por algún motivo y a pesar de las heridas con las que acabó en aquella panacea, recordaba casi con ternura aquella aventura. Una oleada cálida le recorrió las mejillas al darse cuenta de nuevo que por algún motivo se había olvidado de aquello.
El hombre seguía hablando, ahora de su espada. Eilydh llevó la mano hacia Karma de manera de nuevo involuntaria. Todas... aquellas casualidades no podían... No debían ser.. ¿Ciertas?
Y entonces habló de Sandorai. Detalles minuciosos que tan solo alguien que lo había vivido osaría reproducir con palabras, y de nuevo la sensación cálida la inundó, esta vez tiznada de una tristeza que hasta ahora no se había percatado que estaba ahí.
A medida que el chico continuaba su relato tiznado de furia, las defensas de Eilydh se desplomaban.
Aquello.. aquello no tenía sentido. Miró a aquel anciano de nuevo. Jamás lo había visto nunca pero todos los detalles... cada una de sus palabras coincidían a la perfección. Como si llevase más de 8 ciclos siguiéndola.
Eso, o lo que decía era cierto.
Pero si lo era... ¿Acababa de intentar matar a un amigo? ¿Justo en aquello se había convertido?
La cabeza le dió vueltas de pronto y se apoyó como pudo en un árbol cercano, disimulando que reposicionaba su vestido para excusarse. Inspiró y expiró por un segundo y se sentó finalmente con la voz del anciano retumbándole en la cabeza.
-Si... - dijo finalmente- Si eres quién dices ser- comenzó percatándose de su encontronazo en la mansión Boisson y en todas los malentendidos que habían tenido lugar desde que se habían reencontrado, casi apenada por los mismos. -Entonces..¿Por qué no viniste a buscarme?-
Aquello de pronto le pareció algo obvio y una mezcla de molestia y decepción la inundó.
-Si eras lo suficientemente cercano como para que te confesase mi nombre, quizás hubiese esperado que me buscases tras tu regreso. Si me conoces lo suficiente sabrás que el metal de mi espada no tiembla a la hora de reclamar venganza para los que considero mis amigos, es más la hubiese pedido en tu nombre. O simplemente hubiésemos dividido la búsqueda de la tal Lyn..- tragó saliva y se levantó como si de pronto comprendiese todo- Si eres quién dices ser, entonces creo que se que tipo de reacción hubiese tenido yo al creer que había perdido a mi amigo. No uso esa palabra muy a menudo y si verdaderamente he tenido que intentar matarte para que finalmente me digas que eres alguien tan cercano a mi... quizás... quizás es que..- paró en seco su discurso-
Eilydh dejó la frase a medio acabar. Se llevó la mano a uno de sus bolsillos y sacó de él la bolsa que le había robado a Eltrant en Beltrexus. Se la lanzó a los pies.
-Mañana tenemos un día duro de trabajo. Será mejor que te deje descansar. Siento... haber intentado matarte. Te doy mi palabra que no volverá a pasar.-Dijo aquello de carretilla, como si las emociones que hasta ahora la habían estado apesadumbrando ante el descubrimiento de quien era Eltrant hubiesen desaparecido- Debo terminar de entretejer las cuerdas para el puente y así asegurarme de que quede terminado como acordamos, al fin y al cabo también yo necesito cruzarlo si quiero encontrar a la bestia azur- añadió.
Se alejó de aquel claro y se perdió en la frondosidad del bosque buscando a Ash'alá. Por alguna razón que no comprendía, estaba dolida.
Notó como Eltrant separaba su mano de ella, casi de manera brusca. Quizás molesto por aquella acción. La elfa respondió de la misma manera llevando sus manos bajo su pecho mientras cruzaba sus manos como si intentase controlarse y no sanar a nadie más. ¿Avergonzada?
Un deje de... cercanía devolvió su mirada al hombre frente a ella mientras iniciaba su relato con la concesión de que él también era imbécil. Aquello sin duda era un acercamiento de opiniones lícito, y sus brazos descargaron la tensión que hasta hacía unos segundos habían oprimido en su ademán mientras , primero curiosa y luego asombrada seguía el curso de la voz grave de aquel...
-Joven...- susurró casi incrédula cuando Eltrant dijo su edad. Lo miró de arriba a abajo como si aquello fuese una broma macabra- El camino entre Ulmer y...Ellie...-
De manera involuntaria, sus manos habían caído en una expresión relajada. Recordaba bien aquella aventura en Ulmer. La nieve y el hielo habían helado sus manos en el camino a la montaña. Había jugado a Tak con unos vendedores en caravanas a pesar de tener de compañero a un... novato en el juego. Cerró los ojos por un momento, Intentando recordar su aspecto. Nada. El fuego de aquella casona la devolvió a las palabras de Eltrant.
Supiró recordando el coleccionista. Y las heridas de sus manos. Por algún motivo y a pesar de las heridas con las que acabó en aquella panacea, recordaba casi con ternura aquella aventura. Una oleada cálida le recorrió las mejillas al darse cuenta de nuevo que por algún motivo se había olvidado de aquello.
El hombre seguía hablando, ahora de su espada. Eilydh llevó la mano hacia Karma de manera de nuevo involuntaria. Todas... aquellas casualidades no podían... No debían ser.. ¿Ciertas?
Y entonces habló de Sandorai. Detalles minuciosos que tan solo alguien que lo había vivido osaría reproducir con palabras, y de nuevo la sensación cálida la inundó, esta vez tiznada de una tristeza que hasta ahora no se había percatado que estaba ahí.
A medida que el chico continuaba su relato tiznado de furia, las defensas de Eilydh se desplomaban.
Aquello.. aquello no tenía sentido. Miró a aquel anciano de nuevo. Jamás lo había visto nunca pero todos los detalles... cada una de sus palabras coincidían a la perfección. Como si llevase más de 8 ciclos siguiéndola.
Eso, o lo que decía era cierto.
Pero si lo era... ¿Acababa de intentar matar a un amigo? ¿Justo en aquello se había convertido?
La cabeza le dió vueltas de pronto y se apoyó como pudo en un árbol cercano, disimulando que reposicionaba su vestido para excusarse. Inspiró y expiró por un segundo y se sentó finalmente con la voz del anciano retumbándole en la cabeza.
-Si... - dijo finalmente- Si eres quién dices ser- comenzó percatándose de su encontronazo en la mansión Boisson y en todas los malentendidos que habían tenido lugar desde que se habían reencontrado, casi apenada por los mismos. -Entonces..¿Por qué no viniste a buscarme?-
Aquello de pronto le pareció algo obvio y una mezcla de molestia y decepción la inundó.
-Si eras lo suficientemente cercano como para que te confesase mi nombre, quizás hubiese esperado que me buscases tras tu regreso. Si me conoces lo suficiente sabrás que el metal de mi espada no tiembla a la hora de reclamar venganza para los que considero mis amigos, es más la hubiese pedido en tu nombre. O simplemente hubiésemos dividido la búsqueda de la tal Lyn..- tragó saliva y se levantó como si de pronto comprendiese todo- Si eres quién dices ser, entonces creo que se que tipo de reacción hubiese tenido yo al creer que había perdido a mi amigo. No uso esa palabra muy a menudo y si verdaderamente he tenido que intentar matarte para que finalmente me digas que eres alguien tan cercano a mi... quizás... quizás es que..- paró en seco su discurso-
Eilydh dejó la frase a medio acabar. Se llevó la mano a uno de sus bolsillos y sacó de él la bolsa que le había robado a Eltrant en Beltrexus. Se la lanzó a los pies.
-Mañana tenemos un día duro de trabajo. Será mejor que te deje descansar. Siento... haber intentado matarte. Te doy mi palabra que no volverá a pasar.-Dijo aquello de carretilla, como si las emociones que hasta ahora la habían estado apesadumbrando ante el descubrimiento de quien era Eltrant hubiesen desaparecido- Debo terminar de entretejer las cuerdas para el puente y así asegurarme de que quede terminado como acordamos, al fin y al cabo también yo necesito cruzarlo si quiero encontrar a la bestia azur- añadió.
Se alejó de aquel claro y se perdió en la frondosidad del bosque buscando a Ash'alá. Por alguna razón que no comprendía, estaba dolida.
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