Coser y Cantar [Trabajo]
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Coser y Cantar [Trabajo]
Valyria estaba en un giganteeeesco campo verde, rodeada de adorables ardillas, acariciando la pantera blanca más grande que había visto en la vida… bueno, nunca había visto una, pero estaba bastante segura de que lucían así, grandes, tan suaves y esponjosas que una podría vivir toda la vida en ellas, con dos largas y aún más esponjosas colas de zorro. Cierto, los seis ojos eran un poco raros, pero adorables de una extraña manera.
Y entonces un cliente entró en el taller de Valyria dando un portazo, provocando que esta levantara la cabeza y se limpiara la baba de la boca rápidamente antes de que se notara. Puede que si acababa rápido, volviera a disfrutar de esa adorable… ahora que lo pensaba puede que no fuera una pantera. Pero se estaba distrayendo y el tipo estaba buscándola con la mirada cada vez con peor cara. -¡Buenos días!- dijo, por encima de un maniquí. Era un hombre de pelo negro, con ropas elegantes, llenas de purpura y un amarillo que seguramente intentaba pasar por oro. Tanto oro que pasaba de elegante a hortera para el gusto de la elfa, pero que iba a saber ella…humanos. Además, seguro que quería unas cuantas más, perfecto, no se quejaría cuando le cobrara diez veces más, una pequeña multa de parte de la policía de la moda.
-Buenos días…- dijo, con un tono que dejaba claro que no lo creía en absoluto. –Regocíjate, pues yo, Cato Sibarius, el mejor actor de los hermanos Jyorn, he decidido contratarte para ayudar a acabar nuestro vestuario.- ¿Quién? ¿Y quiénes eran esos hermanos? Sentía como si debería saberlo, pero sin duda preguntar seria de mala educación, no creía que fuera a ser importante para lo que fuese que quisiera.
-Oh… vale, perfecto, ¿Qué necesitas? Deja tomarte tus medidas, tengo varios vestidos que p…- pero su búsqueda hacia sus cintas de medir fue truncada cuando la interrumpió.
-No, nada de eso, soy un hombre muy ocupado, tendréis que apañároslas por vosotros mismos. Solo ve a Villaroble y ayuda a esas mujeres, y luego enviadnos los trajes junto al resto del atrezo. ¡Y hacedlo bien, o no cobrareis!- Y se había ido. ¿Siempre había llevado capa? No se había fijado antes. Y quien llevaba una capa AZUL BRILLANTE. Lo que debía ensuciarse eso… El sentido de la moda de Valyria estaba tan ofendido que tardo varios segundos en darse cuenta de un pequeñísimo detalle.
-¿Qué coj…? ¿A quién se supone que debo ir a ver? ¿Hoy? ¿Para cuándo? Malditos actores.- La elfa suspiró, pensando. Pregunto un poco al tabernero, y la villa esa estaba a un par de horas, un poco lejos, pero razonable. Así que tenía que tomar una decisión. Ir allí, y arriesgarse a que no tuvieran las medidas de ese tipejo, cosa probable, y arriesgarse a hacerlo mal o peor, a ir y volver, habiendo perdido no menos de seis horas, mínimo… O encontrar a alguien que se le pareciera para poder ajustar la ropa… Si solo conociera a alguien con sus proporciones, algo escuálidas para un humano, casi como un elfo, pero sin pechos, por lo que ella misma no servía…
-Andeeeeeeers.- grito diez minutos más tarde Valyria, cachivaches en mano, a la puerta de cierta habitación en otra taberna. Es decir… TENÍAN que asegurarse de que llegaran, y eso sonaba a un trabajo de escolta, así que un par de manos extra le iría bien, y Anders era técnicamente un dos por uno si contaba su cosa esa, toda una ganga… lo que venía ante era simplemente… detalles sin importancia. Si, exacto, solo tenía que estarse quieto y dejar que lo vistieran bonito, más fácil imposible… Además, puede que ni siquiera fuera a ser necesario, a lo mejor tenían suerte.
…
Si claro, ¿Cuándo había pasado eso? Sería la primera vez.
Y entonces un cliente entró en el taller de Valyria dando un portazo, provocando que esta levantara la cabeza y se limpiara la baba de la boca rápidamente antes de que se notara. Puede que si acababa rápido, volviera a disfrutar de esa adorable… ahora que lo pensaba puede que no fuera una pantera. Pero se estaba distrayendo y el tipo estaba buscándola con la mirada cada vez con peor cara. -¡Buenos días!- dijo, por encima de un maniquí. Era un hombre de pelo negro, con ropas elegantes, llenas de purpura y un amarillo que seguramente intentaba pasar por oro. Tanto oro que pasaba de elegante a hortera para el gusto de la elfa, pero que iba a saber ella…humanos. Además, seguro que quería unas cuantas más, perfecto, no se quejaría cuando le cobrara diez veces más, una pequeña multa de parte de la policía de la moda.
-Buenos días…- dijo, con un tono que dejaba claro que no lo creía en absoluto. –Regocíjate, pues yo, Cato Sibarius, el mejor actor de los hermanos Jyorn, he decidido contratarte para ayudar a acabar nuestro vestuario.- ¿Quién? ¿Y quiénes eran esos hermanos? Sentía como si debería saberlo, pero sin duda preguntar seria de mala educación, no creía que fuera a ser importante para lo que fuese que quisiera.
-Oh… vale, perfecto, ¿Qué necesitas? Deja tomarte tus medidas, tengo varios vestidos que p…- pero su búsqueda hacia sus cintas de medir fue truncada cuando la interrumpió.
-No, nada de eso, soy un hombre muy ocupado, tendréis que apañároslas por vosotros mismos. Solo ve a Villaroble y ayuda a esas mujeres, y luego enviadnos los trajes junto al resto del atrezo. ¡Y hacedlo bien, o no cobrareis!- Y se había ido. ¿Siempre había llevado capa? No se había fijado antes. Y quien llevaba una capa AZUL BRILLANTE. Lo que debía ensuciarse eso… El sentido de la moda de Valyria estaba tan ofendido que tardo varios segundos en darse cuenta de un pequeñísimo detalle.
-¿Qué coj…? ¿A quién se supone que debo ir a ver? ¿Hoy? ¿Para cuándo? Malditos actores.- La elfa suspiró, pensando. Pregunto un poco al tabernero, y la villa esa estaba a un par de horas, un poco lejos, pero razonable. Así que tenía que tomar una decisión. Ir allí, y arriesgarse a que no tuvieran las medidas de ese tipejo, cosa probable, y arriesgarse a hacerlo mal o peor, a ir y volver, habiendo perdido no menos de seis horas, mínimo… O encontrar a alguien que se le pareciera para poder ajustar la ropa… Si solo conociera a alguien con sus proporciones, algo escuálidas para un humano, casi como un elfo, pero sin pechos, por lo que ella misma no servía…
-Andeeeeeeers.- grito diez minutos más tarde Valyria, cachivaches en mano, a la puerta de cierta habitación en otra taberna. Es decir… TENÍAN que asegurarse de que llegaran, y eso sonaba a un trabajo de escolta, así que un par de manos extra le iría bien, y Anders era técnicamente un dos por uno si contaba su cosa esa, toda una ganga… lo que venía ante era simplemente… detalles sin importancia. Si, exacto, solo tenía que estarse quieto y dejar que lo vistieran bonito, más fácil imposible… Además, puede que ni siquiera fuera a ser necesario, a lo mejor tenían suerte.
…
Si claro, ¿Cuándo había pasado eso? Sería la primera vez.
Valyria
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Recién despertaba. La noche anterior había estado despierto hasta tarde, escuchando rumores en la taberna de que los hermanos Jyorn preparaban una obra para Lunargenta. No sabía de sus precios para ninguna de sus obras, y aunque no estaba precisamente… corto, en dinero, tampoco tenía para botar. Sin embargo; la fama les precedía y casi todo merecía un intento por vida, quizás no debía verlo todo como un gasto.
Estaba pensando a invitar a Rick, un amigo que tenía en otra taberna. Aunque me imaginé que el hombre estaría en completo desinterés de ver cualquier obra teatral, en especial si debía hacerlo conmigo.
Volví a saltar sobre mi cama con pereza, enrollándome en las sabanas con mi golem. Pasaron unos minutos en los que casi vuelvo a caer dormido pensando cualquier estupidez, pero unos golpes en la ventana de la habitación me hicieron saltar suavemente. Al girarme y ver hacia ella vi un ave, bastante colorida, dándole golpecitos a la ventana con su pico. Al parecer, estaba intentando llegar a lo que tenía al otro lado de la ventana, una fruta que había dejado allí a medio comer.
Me levanté de la cama, arrastrando los pies hasta la ventana para abrirla. El ave salió volando y murmuré en voz baja rascándome un ojo.
—Si me levante para dártela…
Cuando pretendía volver a meterme a la comodísima cama una voz llamó a mi nombre desde la puerta. Me quede mirándola unos segundos sin moverme o hacer ruido, antes de que el llamado ocurriera otra vez.
A mí nadie nunca me llamaba. Al menos no para nada bueno. Tomé la almohada de la cama y abrí la puerta lentamente, asomándome con el escudo de plumas y tela al frente. Al ver que era Valyria sonreí, tirando la almohada de vuelta a la cama.
—Hola Val. ¿Qué haces por aq—subí las manos en cuanto me empezó a rodear con una cinta en la cintura, y la seguí con la vista mientras me rodeaba, haciendo lo mismo en hombros y espalda—. Valyria… ¿Qué hac—¿Qué soy perfecto? Pues gracias, tú también eres perfecta. Creo —dije, con suficiente sueño encima todavía como para no cuestionar sus órdenes y mover los brazos y piernas donde ella me dijera.
Una vez hubo terminado por supuesto que me decepcione de que no fuese esa clase de perfecto. Me informó en lo que había ocurrido de su taller, dejando todo tan claro como se lo habían dejado a ella.
Poco. Casi nada.
Lo bueno es que los rumores eran ciertos. Al parecer los hermanos estarían por Villaroble en estos instantes, con todo eso de que su principal actor le había dicho a la elfa que fuese a Villaroble a ayudar. Al parecer le iban a pagar por esto, y yo era… bueno, un maniquí.
Subí los hombros, quizás si se les reventaba algún mueble yo podía meterle mano… quizás.
Tomé mi golem y acompañe a la elfa a que tomase lo que necesitase, después buscamos una caravana que fuese a ir al lugar, encontrando puesto en una ya llena, pero nos dejaron ir en la parte trasera del carro.
Al cabo de un tiempo llegamos a Villaroble. Ante todo pronóstico, el lugar era en efecto una villa. Era algo cerrada, con las casas más externas del lugar formando al parecer su propia muralla. A más se internaba el carro en el lugar, más se veían reemplazadas casas con diversos negocios, incluyendo, de hecho, varias curtiembres. Miré a Valyria, sin saber discernir de su rostro si estaba orgullosa de que aún así fuesen explícitamente al suyo o si estaba tomando nota de rivales en una relativa ciudad vecina.
Bajamos del carro y empezamos a andar, no fue difícil dar con nuestros objetivos, más que nada por la aglomeración de gente que había tras Cato Sibarius. Intenté acercarme con Valyria, pero era imposible llegar a él con tanta metida de por medio pidiendo autógrafos y algún que otro fan pidiendo mucho más.
—Oye Val. Val. Valy —dije, dándole un jaloncito de la ropa mientras apuntaba a una caravana que descansaba no muy lejos—. ¿No será ese uno de…?
A donde apuntaba se encontraba una serie de cuatro carros, todos con dos caballos amarrados, más un caballo que estaba solo por su propia cuenta. Había una buena cantidad de personas, todos vestidos con ropas coloridas y presentables, además de uno que otro fortachón arrastrando algún mueble. Entre ellos uno destacaba con muchísima claridad: un hombre que llegaría, a duras penas, a medir metro setenta.
Vestía una elegante aljuba de color blanco, un largo abrigo abierto por encima de ello como sobreveste, de color azul oscuro, y una bufanda morada. Sus pantalones marrón oscuro entraban dentro de botas de cuero fino, casi al nivel de sus rodillas. Un sombrerito negro con una pluma multicolor decoraba su larga cabellera negra.
El hombre llevaba un manojo de papeles entre las manos, el cual agitaba hacia su cara en un intento de refrescarse. Estaba sentado perezosamente sobre una silla que posiblemente era mejor trabajo del que podría hacer en la vida, de piernas cruzadas, con una mano en la frente y la cabeza echada hacia atrás, representando la imagen de un perfecto drama.
Vi a la cara de mi compañera. Si no era uno de ellos, pues…
Estaba pensando a invitar a Rick, un amigo que tenía en otra taberna. Aunque me imaginé que el hombre estaría en completo desinterés de ver cualquier obra teatral, en especial si debía hacerlo conmigo.
Volví a saltar sobre mi cama con pereza, enrollándome en las sabanas con mi golem. Pasaron unos minutos en los que casi vuelvo a caer dormido pensando cualquier estupidez, pero unos golpes en la ventana de la habitación me hicieron saltar suavemente. Al girarme y ver hacia ella vi un ave, bastante colorida, dándole golpecitos a la ventana con su pico. Al parecer, estaba intentando llegar a lo que tenía al otro lado de la ventana, una fruta que había dejado allí a medio comer.
Me levanté de la cama, arrastrando los pies hasta la ventana para abrirla. El ave salió volando y murmuré en voz baja rascándome un ojo.
—Si me levante para dártela…
Cuando pretendía volver a meterme a la comodísima cama una voz llamó a mi nombre desde la puerta. Me quede mirándola unos segundos sin moverme o hacer ruido, antes de que el llamado ocurriera otra vez.
A mí nadie nunca me llamaba. Al menos no para nada bueno. Tomé la almohada de la cama y abrí la puerta lentamente, asomándome con el escudo de plumas y tela al frente. Al ver que era Valyria sonreí, tirando la almohada de vuelta a la cama.
—Hola Val. ¿Qué haces por aq—subí las manos en cuanto me empezó a rodear con una cinta en la cintura, y la seguí con la vista mientras me rodeaba, haciendo lo mismo en hombros y espalda—. Valyria… ¿Qué hac—¿Qué soy perfecto? Pues gracias, tú también eres perfecta. Creo —dije, con suficiente sueño encima todavía como para no cuestionar sus órdenes y mover los brazos y piernas donde ella me dijera.
Una vez hubo terminado por supuesto que me decepcione de que no fuese esa clase de perfecto. Me informó en lo que había ocurrido de su taller, dejando todo tan claro como se lo habían dejado a ella.
Poco. Casi nada.
Lo bueno es que los rumores eran ciertos. Al parecer los hermanos estarían por Villaroble en estos instantes, con todo eso de que su principal actor le había dicho a la elfa que fuese a Villaroble a ayudar. Al parecer le iban a pagar por esto, y yo era… bueno, un maniquí.
Subí los hombros, quizás si se les reventaba algún mueble yo podía meterle mano… quizás.
Tomé mi golem y acompañe a la elfa a que tomase lo que necesitase, después buscamos una caravana que fuese a ir al lugar, encontrando puesto en una ya llena, pero nos dejaron ir en la parte trasera del carro.
Al cabo de un tiempo llegamos a Villaroble. Ante todo pronóstico, el lugar era en efecto una villa. Era algo cerrada, con las casas más externas del lugar formando al parecer su propia muralla. A más se internaba el carro en el lugar, más se veían reemplazadas casas con diversos negocios, incluyendo, de hecho, varias curtiembres. Miré a Valyria, sin saber discernir de su rostro si estaba orgullosa de que aún así fuesen explícitamente al suyo o si estaba tomando nota de rivales en una relativa ciudad vecina.
Bajamos del carro y empezamos a andar, no fue difícil dar con nuestros objetivos, más que nada por la aglomeración de gente que había tras Cato Sibarius. Intenté acercarme con Valyria, pero era imposible llegar a él con tanta metida de por medio pidiendo autógrafos y algún que otro fan pidiendo mucho más.
—Oye Val. Val. Valy —dije, dándole un jaloncito de la ropa mientras apuntaba a una caravana que descansaba no muy lejos—. ¿No será ese uno de…?
A donde apuntaba se encontraba una serie de cuatro carros, todos con dos caballos amarrados, más un caballo que estaba solo por su propia cuenta. Había una buena cantidad de personas, todos vestidos con ropas coloridas y presentables, además de uno que otro fortachón arrastrando algún mueble. Entre ellos uno destacaba con muchísima claridad: un hombre que llegaría, a duras penas, a medir metro setenta.
Vestía una elegante aljuba de color blanco, un largo abrigo abierto por encima de ello como sobreveste, de color azul oscuro, y una bufanda morada. Sus pantalones marrón oscuro entraban dentro de botas de cuero fino, casi al nivel de sus rodillas. Un sombrerito negro con una pluma multicolor decoraba su larga cabellera negra.
El hombre llevaba un manojo de papeles entre las manos, el cual agitaba hacia su cara en un intento de refrescarse. Estaba sentado perezosamente sobre una silla que posiblemente era mejor trabajo del que podría hacer en la vida, de piernas cruzadas, con una mano en la frente y la cabeza echada hacia atrás, representando la imagen de un perfecto drama.
Vi a la cara de mi compañera. Si no era uno de ellos, pues…
Anders
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Al menos Anders entendió rápidamente su papel en todo eso, incluso antes de que le explicara nada, solo con la cinta de medir y tal. –Por supuesto que soy perfecta para este trabajo, ¡fui escogida por mi estilo y elegancia, sin duda!- respondió sin parar un momento de medir.
Una vez tuvo bastante claro que si, Anders lucia como una aproximación lo suficientemente aceptable, se dignó a explicar el trabajo.
No le tomo demasiado, la verdad, y de alguna manera, tardo más de lo que aquel tipo, Cato, había tardado, cosa increíble. En cualquier caso, el paso 1 era ir a ese pueblo, Villaroble. Ya llevaba todo lo que consideraba necesario, hilo, tijeras, aguja, algunas telas y algo de cuero, así que fue solo cuestión de asegurarse de que Anders cogiera todas sus cosas, que la verdad parecían consistir básicamente en su golem, pero decidió que mejor sería no comentar nada.
Luego tomaron una caravana. No le habría importado ir a pie todo el camino, pero también, no era ella la que cargaba un pedazo de arcilla que debía pesar no menos de quince quilos como un peluche, así que tampoco se quejó. Además, iban sentados, y eso siempre era un plus. Así que fue buena niña y se quedó en el carro de atrás, mirando las nubes y los pájaros hasta que llegaron a Villaroble.
No estaba muy segura de que esperaba, pero era… un sitio normal, unas pocas casas, orientadas de manera que intentaban proteger al resto de la Villa, limitando las entradas y salidas. Muy mala idea a su parecer, puesto que las casas no eran famosas por sus duros muros, pero serviría contra lobos y bandidos seguramente, esa debía ser la idea.
Hasta allí llegaban las instrucciones, más o menos, así que estaba un poco ocupada intentando averiguar cuál de esas curtidurías podía ser la que necesitaban. ¿Todas? No había sonado como si necesitaran treinta vestidos. Por suerte, Anders le señalo la aglomeración de gente, seguro que alguno sabría donde tenían que ir.
Oh, que estaban allí por un actor. Valyria se puso de puntillas, mirando. No estaba segura si ese era el tipo. Es decir, podía creerse que se hubiera cambiado de ropa, ¿pero que hubiera venido hasta aquí sin ofrecerse a llevarla? Gente había recibido flechazos en la cara por menos. No de ella, así en general. Por suerte, entre las personas con trajes coloridos había algunos que no estaban rodeados de multitudes, así que por supuesto, como curtidora oficial, se presentó ante el tipo del abrigo de color azul y bufanda morada. No por nada en especial, simplemente era el que lucía más elegante, así que seguramente sería el de vestuario.
-Esto…- empezó, no muy segura de como preguntar.
-No, no, no necesitamos extras, mucho menos pueblerinos que no han actuado en su vida.- dijo sin siquiera mirarla.
-¿Que? No, ni siquiera soy de aquí, vengo p…- por fin levanto la cabeza para mirarla.
-Oh, eres bonita, a lo mejor puedo darte un papel si te pasas luego por mi c…- antes de que acabara el día, iba a apuñalar a alguien, palabra.
-Vestidos.- interrumpió. -¿Me han contratado para ayudar a hacer vestidos? Pero Cato no fue muy específico…-
-Oh, ¿tú eres en quien pensó? Al parecer su pequeño viaje de placer trajo algo que vale la pena, bien bien bien, hay un taller llamado Moirai hacia allí… creo.- dijo, señalando el norte. –Tres ancianas, algo siniestras, no tiene perdida, intenta conseguir que muevan un poco más rápido sus artríticas manos ¿quieres? Los necesitamos para mañana.- un tipo encantador sin duda.
-¿Mañana? ¿Cuántos vestidos son?-
-Oh, solo nos faltan unos tres.- según como de empezados estuvieran… podía pasarse toda la maldita noche. La elfa suspiró, profundamente, le dio las gracias y se fue con la cabeza gacha. Moirai no estaba en la dirección que le había indicado, porque le había señalado una maldita pared, pero al menos estaba en una de las dos calles que dicha pared separaba. La segunda, por supuesto, no habría podido ser de otra manera. El cartel era simple, con el nombre subrayado con una línea ondulada que resultaba ser un hilo enhebrado en una aguja, quedando bastante elegante la verdad. Seguía prefiriendo su gato negro, pero aceptaba el estilo y le daba su sello de aprobación, por poco que valiera.
Tres mujeres mayores discutían dentro, alrededor de un particular vestido. De alguna manera, se las habían arreglado para conservar su color de pelo, negro, castaño, y rubio, aunque tenían pelos blancos aquí y allá, seguramente como prueba de que el resto de color era natural. Pero Valyria estaba ocupada observando el vestido, de larga falda blanca, con una especie de chaleco morado abierto, que de alguna manera enseñaba escote, acompañado de guantes también blancos, largos, hasta llegar a los codos. Era… real, algo que llevaría una princesa seguramente, pero las mujeres parecían demasiado ocupadas discutiendo sobre el tamaño del estoque y los supuestos pechos que lo ocuparían como para admirar el bonito vestido. Y entonces las tres se giraron hacia ella y sus ojos empezaron a tener cierto brillo malicioso. Valyria se dio cuenta, muy tarde, de a quien le haría bien esa talla de vestido.
Una vez tuvo bastante claro que si, Anders lucia como una aproximación lo suficientemente aceptable, se dignó a explicar el trabajo.
No le tomo demasiado, la verdad, y de alguna manera, tardo más de lo que aquel tipo, Cato, había tardado, cosa increíble. En cualquier caso, el paso 1 era ir a ese pueblo, Villaroble. Ya llevaba todo lo que consideraba necesario, hilo, tijeras, aguja, algunas telas y algo de cuero, así que fue solo cuestión de asegurarse de que Anders cogiera todas sus cosas, que la verdad parecían consistir básicamente en su golem, pero decidió que mejor sería no comentar nada.
Luego tomaron una caravana. No le habría importado ir a pie todo el camino, pero también, no era ella la que cargaba un pedazo de arcilla que debía pesar no menos de quince quilos como un peluche, así que tampoco se quejó. Además, iban sentados, y eso siempre era un plus. Así que fue buena niña y se quedó en el carro de atrás, mirando las nubes y los pájaros hasta que llegaron a Villaroble.
No estaba muy segura de que esperaba, pero era… un sitio normal, unas pocas casas, orientadas de manera que intentaban proteger al resto de la Villa, limitando las entradas y salidas. Muy mala idea a su parecer, puesto que las casas no eran famosas por sus duros muros, pero serviría contra lobos y bandidos seguramente, esa debía ser la idea.
Hasta allí llegaban las instrucciones, más o menos, así que estaba un poco ocupada intentando averiguar cuál de esas curtidurías podía ser la que necesitaban. ¿Todas? No había sonado como si necesitaran treinta vestidos. Por suerte, Anders le señalo la aglomeración de gente, seguro que alguno sabría donde tenían que ir.
Oh, que estaban allí por un actor. Valyria se puso de puntillas, mirando. No estaba segura si ese era el tipo. Es decir, podía creerse que se hubiera cambiado de ropa, ¿pero que hubiera venido hasta aquí sin ofrecerse a llevarla? Gente había recibido flechazos en la cara por menos. No de ella, así en general. Por suerte, entre las personas con trajes coloridos había algunos que no estaban rodeados de multitudes, así que por supuesto, como curtidora oficial, se presentó ante el tipo del abrigo de color azul y bufanda morada. No por nada en especial, simplemente era el que lucía más elegante, así que seguramente sería el de vestuario.
-Esto…- empezó, no muy segura de como preguntar.
-No, no, no necesitamos extras, mucho menos pueblerinos que no han actuado en su vida.- dijo sin siquiera mirarla.
-¿Que? No, ni siquiera soy de aquí, vengo p…- por fin levanto la cabeza para mirarla.
-Oh, eres bonita, a lo mejor puedo darte un papel si te pasas luego por mi c…- antes de que acabara el día, iba a apuñalar a alguien, palabra.
-Vestidos.- interrumpió. -¿Me han contratado para ayudar a hacer vestidos? Pero Cato no fue muy específico…-
-Oh, ¿tú eres en quien pensó? Al parecer su pequeño viaje de placer trajo algo que vale la pena, bien bien bien, hay un taller llamado Moirai hacia allí… creo.- dijo, señalando el norte. –Tres ancianas, algo siniestras, no tiene perdida, intenta conseguir que muevan un poco más rápido sus artríticas manos ¿quieres? Los necesitamos para mañana.- un tipo encantador sin duda.
-¿Mañana? ¿Cuántos vestidos son?-
-Oh, solo nos faltan unos tres.- según como de empezados estuvieran… podía pasarse toda la maldita noche. La elfa suspiró, profundamente, le dio las gracias y se fue con la cabeza gacha. Moirai no estaba en la dirección que le había indicado, porque le había señalado una maldita pared, pero al menos estaba en una de las dos calles que dicha pared separaba. La segunda, por supuesto, no habría podido ser de otra manera. El cartel era simple, con el nombre subrayado con una línea ondulada que resultaba ser un hilo enhebrado en una aguja, quedando bastante elegante la verdad. Seguía prefiriendo su gato negro, pero aceptaba el estilo y le daba su sello de aprobación, por poco que valiera.
Tres mujeres mayores discutían dentro, alrededor de un particular vestido. De alguna manera, se las habían arreglado para conservar su color de pelo, negro, castaño, y rubio, aunque tenían pelos blancos aquí y allá, seguramente como prueba de que el resto de color era natural. Pero Valyria estaba ocupada observando el vestido, de larga falda blanca, con una especie de chaleco morado abierto, que de alguna manera enseñaba escote, acompañado de guantes también blancos, largos, hasta llegar a los codos. Era… real, algo que llevaría una princesa seguramente, pero las mujeres parecían demasiado ocupadas discutiendo sobre el tamaño del estoque y los supuestos pechos que lo ocuparían como para admirar el bonito vestido. Y entonces las tres se giraron hacia ella y sus ojos empezaron a tener cierto brillo malicioso. Valyria se dio cuenta, muy tarde, de a quien le haría bien esa talla de vestido.
Última edición por Valyria el Jue Sep 05 2019, 21:38, editado 1 vez
Valyria
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Cuando Valyria se decidió moverse hacia el hombre que había señalado me acerqué, caminando un par de pasos atrás de ella. Eche un ojo hacia los carros, viendo que llevaban y cuanta gente, al menos lo que podía alcanzar a ver desde afuera. Di un leve suspiro, parecían estárselas arreglando más que bien. «Supongo que esto gano por ser optimista. Son los hermanos... son famosos... claro que no necesitan gente para que les hagan muebles, ya deben tener lo suyo». Desvié la mirada de los carros a mis alrededores mientras pensaba, Villaroble era un lugar colorido, y la pequeñez daba una sensación que no se tenía en Lunargenta. Esa de "sé en donde rayos estoy parado".
Respire suavemente, volteando a ver a la elfa mientras hablaba con el hombre. Justo a tiempo para ver su maravillosa expresión en el instante que el mismo le llamaba linda, y la invitaba a su casa para hablar de... negocios. Tuve un pequeño movimiento involuntario en agarrarla de un brazo, pensando que no se controlaría y mataría al sujeto en el lugar, pero se limitó bastante bien a responder de forma cortante.
Terminar de oír al tipo hablar me hizo cuestionar si todas las personas relacionadas con los hermanos eran así. Todo de un momento a otro, a los golpes y dándote tan pocos detalles como fuese posible. El mundo del teatro lucía feroz, lo suficiente como para no desear ser actor nunca.
—Vamos, anímate —dije, caminando junto a Valyria al verla cabizbaja—, estoy seguro de que lo harás a tiempo. Y mencionó a unas... ¿Ancianas? Siniestras. No tienes todo el trabajo encima, así que estará bien —hice un gesto con la mano, intentando que la elfa le restase algo de importancia y se lo tomase mejor.
No es que yo tuviese la más mínima idea de cuanto trabajo llevaba hacer un vestido, realmente, pero valía la pena intentar motivarla.
Luego de poco andar hacia "allí" quedamos frente a la pared que separaba dos calles. Miré de reojo a Valyria, antes de voltear por completo subiendo una mano con el puño cerrado.
—Piedra papel o tijeras para elegir cual calle es —propuse sonriendo. Quizás estaba un poco aburrido.
Una vez dentro de Moirai permanecí parado en la entrada, observando a las tres ancianas raptar a mi compañera y arrastrarla hacia el vestido. Pestañeé viendo la escena; la castaña tomando el vestido y poniéndolo frente a Valyria, mientras las otras dos asentían, antes de pasar de asuntos más triviales a lo que verdaderamente parecía importar y ser el problema con ese vestido.
El escote.
«...Siento que no debería estar parado aquí viendo esto» pensé, llevándome una mano a la barbilla. Pero por supuesto que no me movía de donde estaba ni hacia esfuerzos para ver a otro lugar.
La pelinegra animó a Valyria a desvestirse para que se lo probase, momento en el que tosí, y las tres ancianas se me quedaron mirando. Mantuve el contacto visual con las tres durante varios segundos.
—¿Serías tan amable de...? —movió la cabeza a un lado, señalando que me largara.
—Ahm...
—Shush.
Bufé levemente, decepcionado, antes de darme vuelta. Escuché un par de susurros estando de espaldas, antes de sentir un fuerte empujón que me saco de la tienda. Para cuando me giré de nuevo, me cerraron la puerta en la cara aplastándome la nariz. Solté un pequeño quejido por el golpe llevándome ambas manos a la nariz antes de volver a centrar mi atención en el taller, o más bien en la serie de sonidos viniendo de adentro. Aparte las manos de mi nariz y ladeé la cabeza, intentando escuchar bien que pasaba ahí adentro. En mi defensa, ¿qué tanto ruido se podía dar haciendo ropa? Mi curiosidad estaba absolutamente justificada.
Eventualmente abrieron la puerta y me dejaron entrar mientras Valyria se acomodaba el vestido en un cuarto aparte. Tragué algo de saliva, viendo como la pelirroja me miraba con un ojo cerrado y luego miraba hacia un traje, y otra vez a mí. Decidí aprovechar de presentarme, para conocerlas y deshacerme de la ansiedad.
—Soy Anders —dije, extendiendo la mano hacia una de ellas.
—Un gusto, un gusto —asintió un par de veces rápidamente, midiéndome el brazo con una cinta en vez de estrechar mi mano—. Yo me llamo Ri —dijo la pelinegra.
—Hermana, los pies, los pies. No me convence —comentó la castaña, apuntando a los pies.
—Un... gusto —dije, viendo a Ro dudosamente mientras procedía a hacer lo que le había indicado su hermana—. ¿Y usted es...?
—¡Oh! Perdona la mala educación. Yo soy Ro.
—Yo me llamo—
—¡Ru! —interrumpí, alzando el dedo índice.
—...No, soy Clara.
Sonreí nerviosamente al oír a la pelirroja. Algo raro había pasado con esos nombres, seguramente la madre eligió dos y el padre uno. Clara sólo se limitó a hacer una mueca con la boca y mirar despectivamente a otro lado. Parecía ser la más ácida de las tres.
Cuando Valyria finalmente salió de donde sea que la habían metido, me le quede mirando mientras las tres ancianas corrían hacia ella, empezando a acomodar la falda, viendo como le quedaban los guantes, cerrando y abriendo un poco más la chaqueta y demás. Lucía increíblemente hermosa arreglada, o como puse vocalmente en voz baja, lucía "wow". De no saber la cantidad de groserías que podía decir en diez segundos, me hubiese creído que realmente era una princesa.
Por parte de las hermanas, una discusión empezó pronto, aunque esta vez envolvía más a Ri y Ro que a Clara, que observaba silente y solo negaba, o asentía, con la cabeza.
—¡Necesita menos!
—¡Más!
—¡Menos!
—¡Más!
—¿Donde has visto tú realeza así? ¿Hm? —pregunto acercándose a ella, poniéndose de puntillas para quedar más alta y pegando su nariz contra la suya—. ¿HM?
—Pues—
—¡La elegancia primero! ¡Es realeza, Ri! ¡No una loquita salida de una taberna!
—De hecho, Valyria salió de una ventana de segundo piso de una taberna.
Ambas hermanas voltearon a verme, con llamas en la mirada. Retrocedí un par de pasos, subiendo las manos en defensa, y ellas volvieron a discutir.
—Esto es para una obra, Ro. El público, el público es lo realmente importante. La ropa debe atraer. Apelar a ellos, pues.
—Absurdo.
—¿Absurdo? ¿¡Absurdo!? ¡Pues te daré la prueba! ¡Aquí y ahora! Mira, ven acá —dijo, haciéndome señas con la mano para que me acercara—. En tu opinión de TERCERO —dijo en voz alta, llevando la mano hacia la cara de Ro prácticamente—, ¿qué opinas? ¿Verdad qué necesita más escote?
—Er —me tensé un poco al escuchar a Ri—. Y-Yo no trabajo con esto en realidad, creo que la opinión de Valyria como curtidora sería mejor que la m—
—Responde.
Pestañeé viendo a Ri, procedí a balbucear un par de segundos, asentí, luego negué, después volvía a sentir, todo mientras hacia ademanes con las manos. Cuando la anciana se acercó presionando más, estuve a punto de decir que sí, pero los Dioses me alertaron, guiando mi mirada hacia la cara de Valyria, lo cual fue casi como ver la mismísima muerte.
—Así está perfecto —mentí, sudando.
—¡En tu cara, saco de huesos!
—¡No dijo menos!
—¡Media victoria para mí!
Ri y Ro se engancharon a discutir sobre mitades entonces, diciéndose la una a la otra que así no era como funcionaban los números. Clara por otro lado había tomado a Valyria y estaba haciendo las mediciones finales para ajustar lo que faltaba de ese vestido. Después de dejar a sus hermanas discutir unos minutos más aplaudió ruidosamente, mandándolas de vuelta al trabajo.
Que era, a efectos prácticos, arrastrarme a mí para empezar a probarme una camisa blanca de mangas largas y voluminosas. La camisa cerraba a botones, y sobre ella me hicieron ponerme un horrible chaleco café que me quedaba grande, por lo que Ro empezó a deshacer coseduras de la espalda para apretarlo más. Mientras ella hacia eso Ri se metió a un cuarto, y volvió con una corbata blanca al estilo cravat, y más preocupante, unos pantalones cortos y...
—...¿Eso son medias? —pregunté entrecerrando los ojos, al ver el largo.
—¡Sip! —sonrió, asintiendo con alegria.
—No me voy a probar es-¡Ow!
—Uups —comentó Ro desde atrás—, ¿te pinche accidentalmente? Lo siento.
Suspiré, algo me decía que no fue un accidente.
Para cuando Ro terminó de ajustar el chaleco se puso al frente, para ver como iba hasta ahora. Asintió para sí misma y fue a buscar un largo abrigo. «¿¡Por qué tanta ropa!?» me pregunté, empezando a tocarme el cuello de la camisa. Ri me dio un manotazo, empujando mi mano lejos y me entrego el pantalón y las medias.
—... —tomé la ropa, la vi en mis manos y luego vi hacia Ri, que sólo se dedico a apuntar a un cuarto para que fuese a cambiarme. Asentí rendido, Val me había traído para esto después de todo. «Al menos no hay ningún sombrero tonto».
Para cuando tenía todo el conjunto salí ruborizado de la habitación, usando un largo abrigo negro con un cuello esponjoso blanco, el chaleco negro abajo, la camisa con un pañuelo blanco en el cuello, algo inflado para dar sensación de que estaba sobresalido, los pantalones y las medias blancas, que pasaban fácilmente de la rodilla—bueno, una pasaba, porque la otra estaba a medio coser—, zapatos y accesorios varios.
Por supuesto, no llevaba sombrero.
Llevaba una peluca.
—Gracias al cielo no soy actor —murmuré, viendo a las tres ancianas empezar a juzgar el conjunto entero.
Respire suavemente, volteando a ver a la elfa mientras hablaba con el hombre. Justo a tiempo para ver su maravillosa expresión en el instante que el mismo le llamaba linda, y la invitaba a su casa para hablar de... negocios. Tuve un pequeño movimiento involuntario en agarrarla de un brazo, pensando que no se controlaría y mataría al sujeto en el lugar, pero se limitó bastante bien a responder de forma cortante.
Terminar de oír al tipo hablar me hizo cuestionar si todas las personas relacionadas con los hermanos eran así. Todo de un momento a otro, a los golpes y dándote tan pocos detalles como fuese posible. El mundo del teatro lucía feroz, lo suficiente como para no desear ser actor nunca.
—Vamos, anímate —dije, caminando junto a Valyria al verla cabizbaja—, estoy seguro de que lo harás a tiempo. Y mencionó a unas... ¿Ancianas? Siniestras. No tienes todo el trabajo encima, así que estará bien —hice un gesto con la mano, intentando que la elfa le restase algo de importancia y se lo tomase mejor.
No es que yo tuviese la más mínima idea de cuanto trabajo llevaba hacer un vestido, realmente, pero valía la pena intentar motivarla.
Luego de poco andar hacia "allí" quedamos frente a la pared que separaba dos calles. Miré de reojo a Valyria, antes de voltear por completo subiendo una mano con el puño cerrado.
—Piedra papel o tijeras para elegir cual calle es —propuse sonriendo. Quizás estaba un poco aburrido.
[...]
Una vez dentro de Moirai permanecí parado en la entrada, observando a las tres ancianas raptar a mi compañera y arrastrarla hacia el vestido. Pestañeé viendo la escena; la castaña tomando el vestido y poniéndolo frente a Valyria, mientras las otras dos asentían, antes de pasar de asuntos más triviales a lo que verdaderamente parecía importar y ser el problema con ese vestido.
El escote.
«...Siento que no debería estar parado aquí viendo esto» pensé, llevándome una mano a la barbilla. Pero por supuesto que no me movía de donde estaba ni hacia esfuerzos para ver a otro lugar.
La pelinegra animó a Valyria a desvestirse para que se lo probase, momento en el que tosí, y las tres ancianas se me quedaron mirando. Mantuve el contacto visual con las tres durante varios segundos.
—¿Serías tan amable de...? —movió la cabeza a un lado, señalando que me largara.
—Ahm...
—Shush.
Bufé levemente, decepcionado, antes de darme vuelta. Escuché un par de susurros estando de espaldas, antes de sentir un fuerte empujón que me saco de la tienda. Para cuando me giré de nuevo, me cerraron la puerta en la cara aplastándome la nariz. Solté un pequeño quejido por el golpe llevándome ambas manos a la nariz antes de volver a centrar mi atención en el taller, o más bien en la serie de sonidos viniendo de adentro. Aparte las manos de mi nariz y ladeé la cabeza, intentando escuchar bien que pasaba ahí adentro. En mi defensa, ¿qué tanto ruido se podía dar haciendo ropa? Mi curiosidad estaba absolutamente justificada.
Eventualmente abrieron la puerta y me dejaron entrar mientras Valyria se acomodaba el vestido en un cuarto aparte. Tragué algo de saliva, viendo como la pelirroja me miraba con un ojo cerrado y luego miraba hacia un traje, y otra vez a mí. Decidí aprovechar de presentarme, para conocerlas y deshacerme de la ansiedad.
—Soy Anders —dije, extendiendo la mano hacia una de ellas.
—Un gusto, un gusto —asintió un par de veces rápidamente, midiéndome el brazo con una cinta en vez de estrechar mi mano—. Yo me llamo Ri —dijo la pelinegra.
—Hermana, los pies, los pies. No me convence —comentó la castaña, apuntando a los pies.
—Un... gusto —dije, viendo a Ro dudosamente mientras procedía a hacer lo que le había indicado su hermana—. ¿Y usted es...?
—¡Oh! Perdona la mala educación. Yo soy Ro.
—Yo me llamo—
—¡Ru! —interrumpí, alzando el dedo índice.
—...No, soy Clara.
Sonreí nerviosamente al oír a la pelirroja. Algo raro había pasado con esos nombres, seguramente la madre eligió dos y el padre uno. Clara sólo se limitó a hacer una mueca con la boca y mirar despectivamente a otro lado. Parecía ser la más ácida de las tres.
Cuando Valyria finalmente salió de donde sea que la habían metido, me le quede mirando mientras las tres ancianas corrían hacia ella, empezando a acomodar la falda, viendo como le quedaban los guantes, cerrando y abriendo un poco más la chaqueta y demás. Lucía increíblemente hermosa arreglada, o como puse vocalmente en voz baja, lucía "wow". De no saber la cantidad de groserías que podía decir en diez segundos, me hubiese creído que realmente era una princesa.
Por parte de las hermanas, una discusión empezó pronto, aunque esta vez envolvía más a Ri y Ro que a Clara, que observaba silente y solo negaba, o asentía, con la cabeza.
—¡Necesita menos!
—¡Más!
—¡Menos!
—¡Más!
—¿Donde has visto tú realeza así? ¿Hm? —pregunto acercándose a ella, poniéndose de puntillas para quedar más alta y pegando su nariz contra la suya—. ¿HM?
—Pues—
—¡La elegancia primero! ¡Es realeza, Ri! ¡No una loquita salida de una taberna!
—De hecho, Valyria salió de una ventana de segundo piso de una taberna.
Ambas hermanas voltearon a verme, con llamas en la mirada. Retrocedí un par de pasos, subiendo las manos en defensa, y ellas volvieron a discutir.
—Esto es para una obra, Ro. El público, el público es lo realmente importante. La ropa debe atraer. Apelar a ellos, pues.
—Absurdo.
—¿Absurdo? ¿¡Absurdo!? ¡Pues te daré la prueba! ¡Aquí y ahora! Mira, ven acá —dijo, haciéndome señas con la mano para que me acercara—. En tu opinión de TERCERO —dijo en voz alta, llevando la mano hacia la cara de Ro prácticamente—, ¿qué opinas? ¿Verdad qué necesita más escote?
—Er —me tensé un poco al escuchar a Ri—. Y-Yo no trabajo con esto en realidad, creo que la opinión de Valyria como curtidora sería mejor que la m—
—Responde.
Pestañeé viendo a Ri, procedí a balbucear un par de segundos, asentí, luego negué, después volvía a sentir, todo mientras hacia ademanes con las manos. Cuando la anciana se acercó presionando más, estuve a punto de decir que sí, pero los Dioses me alertaron, guiando mi mirada hacia la cara de Valyria, lo cual fue casi como ver la mismísima muerte.
—Así está perfecto —mentí, sudando.
—¡En tu cara, saco de huesos!
—¡No dijo menos!
—¡Media victoria para mí!
Ri y Ro se engancharon a discutir sobre mitades entonces, diciéndose la una a la otra que así no era como funcionaban los números. Clara por otro lado había tomado a Valyria y estaba haciendo las mediciones finales para ajustar lo que faltaba de ese vestido. Después de dejar a sus hermanas discutir unos minutos más aplaudió ruidosamente, mandándolas de vuelta al trabajo.
Que era, a efectos prácticos, arrastrarme a mí para empezar a probarme una camisa blanca de mangas largas y voluminosas. La camisa cerraba a botones, y sobre ella me hicieron ponerme un horrible chaleco café que me quedaba grande, por lo que Ro empezó a deshacer coseduras de la espalda para apretarlo más. Mientras ella hacia eso Ri se metió a un cuarto, y volvió con una corbata blanca al estilo cravat, y más preocupante, unos pantalones cortos y...
—...¿Eso son medias? —pregunté entrecerrando los ojos, al ver el largo.
—¡Sip! —sonrió, asintiendo con alegria.
—No me voy a probar es-¡Ow!
—Uups —comentó Ro desde atrás—, ¿te pinche accidentalmente? Lo siento.
Suspiré, algo me decía que no fue un accidente.
Para cuando Ro terminó de ajustar el chaleco se puso al frente, para ver como iba hasta ahora. Asintió para sí misma y fue a buscar un largo abrigo. «¿¡Por qué tanta ropa!?» me pregunté, empezando a tocarme el cuello de la camisa. Ri me dio un manotazo, empujando mi mano lejos y me entrego el pantalón y las medias.
—... —tomé la ropa, la vi en mis manos y luego vi hacia Ri, que sólo se dedico a apuntar a un cuarto para que fuese a cambiarme. Asentí rendido, Val me había traído para esto después de todo. «Al menos no hay ningún sombrero tonto».
[...]
Para cuando tenía todo el conjunto salí ruborizado de la habitación, usando un largo abrigo negro con un cuello esponjoso blanco, el chaleco negro abajo, la camisa con un pañuelo blanco en el cuello, algo inflado para dar sensación de que estaba sobresalido, los pantalones y las medias blancas, que pasaban fácilmente de la rodilla—bueno, una pasaba, porque la otra estaba a medio coser—, zapatos y accesorios varios.
Por supuesto, no llevaba sombrero.
Llevaba una peluca.
—Gracias al cielo no soy actor —murmuré, viendo a las tres ancianas empezar a juzgar el conjunto entero.
Última edición por Anders el Jue Sep 05 2019, 22:49, editado 1 vez
Anders
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
-Sigh…- fue todo lo que dijo Valyria mientras las mujeres revoloteaban a su alrededor, midiendo, ajustando, empujando el vestido insistentemente. Al final se limitó a alargar el brazo, ni siquiera extendiendo la mano bocarriba antes de que le dieran el vestido y empezó a andar hacia el probador… pero no sabía dónde estaba. Y por la cara de las ancianas, expectantes, no existía, y esperaban que se cambiara allí… al menos habían echado a Anders, algo era algo. –Yo vine aquí a hacer vestidos…- dijo para sí misma mientras se desnudaba. Porque por supuesto que era demasiado ajustado como para llevarlo por encima de la ropa. ¿No se suponía que la ropa de actor se quitaba muy rápido, para poder cambiarse? Pero no, resultaba que SI tenían una habitación aparte, y la miraron indignadas cuando empezó a desabrocharse la armadura. ¿Qué habían estado esperando para decírselo entonces?
Aunque la verdad es que era bonito. Valyria dio una única vuelta, viendo como los flecos de la falda parecían flotar a su alrededor con una sonrisa. Luego se estuvo peleando un buen rato para volver a ponerse las botas a través de las medias y la falda, hasta rendirse y concluir que sería mejor ir descalza a romperlas de un desgarrón, así que paso a los guantes de seda blanca. Y luego borro la sonrisa de su cara, porque estaba siendo obligada a posar, no a coser, y eso no era lo que quería, no señor, por más bonito que fuera y salió del probador
Y bien que hizo, porque en cuando las miro expectantes, se dio cuenta de que Anders se estaba presentando, y tuvo que hacer su mejor esfuerzo para no reírse del pobre. Pero a ver quién reía último, porque poco después, mientras ajustaban su vestido aquí y allá para que quedara bien y los guantes no estuvieran tan sueltos, empezaron a hablar de otra parte del vestido. El escote. Porque por supuesto. Y cuando ambas no se aclararon, pidieron una tercera opinión… Por suerte una mirada que habría hecho a una manada de lobos hambrientos huir bastó para que el elfo viera el error en sus maneras y recapitulara.
Y entonces le tocó a Anders, y fue su momento de disfrutar un poco. Valyria se desprinceso y con sus ropas habituales se dedicó a observar el desfile. Es decir, estaba haciendo trabajo, cortando unas cintas de tela para noseque, pero tenía la práctica suficiente como para poder mirar de vez en cuando mientras trabajaba. Una camisa blanca con mangas algo hinchadas, un chaleco color café que claramente iba grande y necesitaba ajustes, reciclado de alguna comisión más temprana seguramente, luego una corbata blanca, medias y pantalones.
Y bajo la cabeza cuando Anders fue sutilmente convencido a punta de aguja de probarse la ropa, como si Ro fuera un bandido de carretera. –No lo toques, que la arrugas, es muy delicada…- dijo Valyria con una sonrisa, cortando tiras tranquilamente. ¿Serian volandas para el siguiente vestido? Al menos el abrigo que conjuntaba no era tan feo, negro, pero suave y elegante, debía ser el vestido del malo. ¿Algún tipo de obra de teatro de alta alcurnia? Para cuando Anders salio, Valyria ya había acabado con las cintas, así que se había dedicado a probarse los sombreros, para acelerar el trabajo, por supuesto, y miró al elfo con un enorme sombrero con una aún más grande y chillona pluma. –Pelirrojo huh…- comentó con una sonrisa, mientras las hermanas ajustaban aquí y allá, comentando sobre que adornos poner, sobre poner patrones de filigranas de oro, sobre acabar de una vez esa media…
Pero por suerte, mientras discutían también trabajaban, y no tardaron en acabar de arreglar y ajustar el segundo vestido, así que mientras Anders se desvestía, llego la hora del tercero. Era… un poco decepcionante, la verdad, era un simple vestido de tela verde, sencillo, seguramente perteneciente a un aldeano, de allí el color y corte simple y que las mangas y cuello estuvieran un poco deshilchados para que pareciera usado. La obra era… ¿algún tipo de triángulo amoroso entre una princesa, un noble y un plebeyo? Bueno, eso seguramente tendría más público, aunque no podía evitar estar un poco… decepcionada. Ese traje necesitaba menos ajustes, porque un traje de aldeano no tenía que quedar bien, así que se podía ser más laxo con los ajustes, pero aun así Valyria ayudo un poco. Es decir, ese cinturón sencillo quedaba mejor que el que habían escogido, y un campesino no usaría esos zapatos tan bajos, porque se hundiría en el barro y se le llenarían los pies de horrible y asquerosos barro húmedo. Lo único que quedaba era conseguir la espada de atrezo, para darle unos cuantos ajustes a la funda, colgando de la espalda. Unos cuantos agujeros y un ligero tijeretazo garantizaron que la espada fuera fácilmente alcanzable. Y con eso… ya estaban.
-Bien, ¿Qué queda ahora?- preguntó la elfa, expectante.
-Oh, nada, ya estamos, e igualmente, ya se ha hecho tarde…- dijo una de las ancianas, Clara. Y efectivamente, cuando Valyria miró fuera, pudo ver el tono carmesí de la puesta de sol.
-Menos mal que los hermanos han traído modelos, es imposible tomarle las medidas a ese pomposo engreído solo con la vista.-
-Ni siquiera creo que quiera esos vestidos.- Comentó Ri, que había estado cosiendo las cintas que había recortado a su vestido de princesa. Bueno, no el suyo… el que se había probado…que nunca jamás iba a probarse otra vez, porque había venido a coser…
-¿Y ahora qué?- insistió.
-Pues enviamos los vestidos mañana a primera hora, solo hay que buscar a alguien que vaya hacia la ciudad mañana.- y se quedaron calladas, con los tres vestidos cuidadosamente doblados, expectantes.
-Queréis…que… ¿los busquemos nosotros?- se aventuró a decir.
-Oh, eso sería genial cielo…- dijeron las tres a la vez. Ah, se la habían colado. Aunque tenía la intención de ir con los vestidos igualmente, es decir, le habían dicho que enviara los vestidos. Más o menos. No estaba segura la verdad, así que lo mejor sería asegurarse. Es decir, ¿la cosa debía ser muy sencilla cierto? Los habían visto allí mismo hacia unas horas, solo tenían que deshacer el camino hasta la plaza y juntarse con la caravana. Pues no lo fue tanto cuando volvió a la plaza y se dio cuenta de que los malditos ya se habían ido. No a dormir, como le confirmo una amable mujer a la que preguntó, ido de verdad, a la ciudad. Sin ellos, o peor, los vestidos. Algo sobre el actor principal no siendo capaz de dormir en un lugar tan apartado con colchones llenos de pulgas o algo así le dijo la mujer, indignada. Bueno, al menos se alegraba de que el tipo causara la misma impresión en todo el mundo y que ella no fuera un caso especial.
Así que se vio obligada a buscar una alternativa a un problema que había sido muy sencillo unos meros segundos antes y como buena aventurera, buscó una posada local, porque iba a tener que quedarse a dormir allí igualmente, y seguramente también los mercaderes y preguntó al tabernero por las caravanas y, concretamente, por sus dueños o los tipos que parecían serlo. Había varias, cada una con su mercader aunque comprensiblemente, el tipo era incapaz de decirle hacia donde se dirigía cada una, así que se partió los patrones con Anders y empezó a trabajar. Le toco a ella sentarse en tres diferentes mesas, pagando tres malditas cervezas, para sacarles a los mercaderes hacia donde se dirigían y si aceptaban un par de emprendedores más. Sencillo ¿no?
El primero un tipo gordinflón con una túnica de un horrible purpura, después de veinte minutos de charla sobre lo rico, maravilloso y buen amante que era, finalmente dejo escapar que venía DE Lunargenta, así que prácticamente le tiro la cerveza en la cara y se dirigió hacia el segundo. Ese tipo era más serio, con barba y piel bañada por el sol, pero la miraba un poco más y no soltaba prenda sobre donde iba o que o quien llevaba. Puede que se pensara que era un bandido, o ladrona, o algo así. En cualquier caso, no tardó en darse cuenta de que ese tipo algo huraño no le diría nada y se dirigió al tercero y último de su lista.
Ese al menos era más directo. Nada más sentarse, seguramente habiendo escuchado sus anteriores charlas, le pregunto qué quería, y ella, harta ya, empezó con sus motivos. Habían sido contratados para acabar unos estúpidos vestidos para una estúpida obra de teatro y no querían volver a pie cargando un montón de ropa para luego tropezarse y que se llenara de barro o peor. Y por una vez, empezar con lo que quería pareció resultar, pues ese hombre oso, Olfen Goldpaw, no era solo un mercader, sino que había arreglado ese viaje para poder ir a ver la obra y parecía más que encantado con dejar que un par de personas se sentaran en su carro si eso implicaba ayudar a los hermanos. Es decir, Valyria omitió decir que no formaban parte de la comitiva oficial sino que más bien habían sido…contratados temporalmente. Solo ella en realidad, pero no importaba, lo que importaba era que el oso le dio una hora de salida que era adecuada para llegar a tiempo, de manera que la elfa le dio las gracias, se levantó y, una vez le hubo contado a Anders las buenas noticias, alquiló una habitación para ella. Mañana seria otro día. ¡Y cobraría!
Aunque la verdad es que era bonito. Valyria dio una única vuelta, viendo como los flecos de la falda parecían flotar a su alrededor con una sonrisa. Luego se estuvo peleando un buen rato para volver a ponerse las botas a través de las medias y la falda, hasta rendirse y concluir que sería mejor ir descalza a romperlas de un desgarrón, así que paso a los guantes de seda blanca. Y luego borro la sonrisa de su cara, porque estaba siendo obligada a posar, no a coser, y eso no era lo que quería, no señor, por más bonito que fuera y salió del probador
Y bien que hizo, porque en cuando las miro expectantes, se dio cuenta de que Anders se estaba presentando, y tuvo que hacer su mejor esfuerzo para no reírse del pobre. Pero a ver quién reía último, porque poco después, mientras ajustaban su vestido aquí y allá para que quedara bien y los guantes no estuvieran tan sueltos, empezaron a hablar de otra parte del vestido. El escote. Porque por supuesto. Y cuando ambas no se aclararon, pidieron una tercera opinión… Por suerte una mirada que habría hecho a una manada de lobos hambrientos huir bastó para que el elfo viera el error en sus maneras y recapitulara.
Y entonces le tocó a Anders, y fue su momento de disfrutar un poco. Valyria se desprinceso y con sus ropas habituales se dedicó a observar el desfile. Es decir, estaba haciendo trabajo, cortando unas cintas de tela para noseque, pero tenía la práctica suficiente como para poder mirar de vez en cuando mientras trabajaba. Una camisa blanca con mangas algo hinchadas, un chaleco color café que claramente iba grande y necesitaba ajustes, reciclado de alguna comisión más temprana seguramente, luego una corbata blanca, medias y pantalones.
Y bajo la cabeza cuando Anders fue sutilmente convencido a punta de aguja de probarse la ropa, como si Ro fuera un bandido de carretera. –No lo toques, que la arrugas, es muy delicada…- dijo Valyria con una sonrisa, cortando tiras tranquilamente. ¿Serian volandas para el siguiente vestido? Al menos el abrigo que conjuntaba no era tan feo, negro, pero suave y elegante, debía ser el vestido del malo. ¿Algún tipo de obra de teatro de alta alcurnia? Para cuando Anders salio, Valyria ya había acabado con las cintas, así que se había dedicado a probarse los sombreros, para acelerar el trabajo, por supuesto, y miró al elfo con un enorme sombrero con una aún más grande y chillona pluma. –Pelirrojo huh…- comentó con una sonrisa, mientras las hermanas ajustaban aquí y allá, comentando sobre que adornos poner, sobre poner patrones de filigranas de oro, sobre acabar de una vez esa media…
Pero por suerte, mientras discutían también trabajaban, y no tardaron en acabar de arreglar y ajustar el segundo vestido, así que mientras Anders se desvestía, llego la hora del tercero. Era… un poco decepcionante, la verdad, era un simple vestido de tela verde, sencillo, seguramente perteneciente a un aldeano, de allí el color y corte simple y que las mangas y cuello estuvieran un poco deshilchados para que pareciera usado. La obra era… ¿algún tipo de triángulo amoroso entre una princesa, un noble y un plebeyo? Bueno, eso seguramente tendría más público, aunque no podía evitar estar un poco… decepcionada. Ese traje necesitaba menos ajustes, porque un traje de aldeano no tenía que quedar bien, así que se podía ser más laxo con los ajustes, pero aun así Valyria ayudo un poco. Es decir, ese cinturón sencillo quedaba mejor que el que habían escogido, y un campesino no usaría esos zapatos tan bajos, porque se hundiría en el barro y se le llenarían los pies de horrible y asquerosos barro húmedo. Lo único que quedaba era conseguir la espada de atrezo, para darle unos cuantos ajustes a la funda, colgando de la espalda. Unos cuantos agujeros y un ligero tijeretazo garantizaron que la espada fuera fácilmente alcanzable. Y con eso… ya estaban.
-Bien, ¿Qué queda ahora?- preguntó la elfa, expectante.
-Oh, nada, ya estamos, e igualmente, ya se ha hecho tarde…- dijo una de las ancianas, Clara. Y efectivamente, cuando Valyria miró fuera, pudo ver el tono carmesí de la puesta de sol.
-Menos mal que los hermanos han traído modelos, es imposible tomarle las medidas a ese pomposo engreído solo con la vista.-
-Ni siquiera creo que quiera esos vestidos.- Comentó Ri, que había estado cosiendo las cintas que había recortado a su vestido de princesa. Bueno, no el suyo… el que se había probado…que nunca jamás iba a probarse otra vez, porque había venido a coser…
-¿Y ahora qué?- insistió.
-Pues enviamos los vestidos mañana a primera hora, solo hay que buscar a alguien que vaya hacia la ciudad mañana.- y se quedaron calladas, con los tres vestidos cuidadosamente doblados, expectantes.
-Queréis…que… ¿los busquemos nosotros?- se aventuró a decir.
-Oh, eso sería genial cielo…- dijeron las tres a la vez. Ah, se la habían colado. Aunque tenía la intención de ir con los vestidos igualmente, es decir, le habían dicho que enviara los vestidos. Más o menos. No estaba segura la verdad, así que lo mejor sería asegurarse. Es decir, ¿la cosa debía ser muy sencilla cierto? Los habían visto allí mismo hacia unas horas, solo tenían que deshacer el camino hasta la plaza y juntarse con la caravana. Pues no lo fue tanto cuando volvió a la plaza y se dio cuenta de que los malditos ya se habían ido. No a dormir, como le confirmo una amable mujer a la que preguntó, ido de verdad, a la ciudad. Sin ellos, o peor, los vestidos. Algo sobre el actor principal no siendo capaz de dormir en un lugar tan apartado con colchones llenos de pulgas o algo así le dijo la mujer, indignada. Bueno, al menos se alegraba de que el tipo causara la misma impresión en todo el mundo y que ella no fuera un caso especial.
Así que se vio obligada a buscar una alternativa a un problema que había sido muy sencillo unos meros segundos antes y como buena aventurera, buscó una posada local, porque iba a tener que quedarse a dormir allí igualmente, y seguramente también los mercaderes y preguntó al tabernero por las caravanas y, concretamente, por sus dueños o los tipos que parecían serlo. Había varias, cada una con su mercader aunque comprensiblemente, el tipo era incapaz de decirle hacia donde se dirigía cada una, así que se partió los patrones con Anders y empezó a trabajar. Le toco a ella sentarse en tres diferentes mesas, pagando tres malditas cervezas, para sacarles a los mercaderes hacia donde se dirigían y si aceptaban un par de emprendedores más. Sencillo ¿no?
El primero un tipo gordinflón con una túnica de un horrible purpura, después de veinte minutos de charla sobre lo rico, maravilloso y buen amante que era, finalmente dejo escapar que venía DE Lunargenta, así que prácticamente le tiro la cerveza en la cara y se dirigió hacia el segundo. Ese tipo era más serio, con barba y piel bañada por el sol, pero la miraba un poco más y no soltaba prenda sobre donde iba o que o quien llevaba. Puede que se pensara que era un bandido, o ladrona, o algo así. En cualquier caso, no tardó en darse cuenta de que ese tipo algo huraño no le diría nada y se dirigió al tercero y último de su lista.
Ese al menos era más directo. Nada más sentarse, seguramente habiendo escuchado sus anteriores charlas, le pregunto qué quería, y ella, harta ya, empezó con sus motivos. Habían sido contratados para acabar unos estúpidos vestidos para una estúpida obra de teatro y no querían volver a pie cargando un montón de ropa para luego tropezarse y que se llenara de barro o peor. Y por una vez, empezar con lo que quería pareció resultar, pues ese hombre oso, Olfen Goldpaw, no era solo un mercader, sino que había arreglado ese viaje para poder ir a ver la obra y parecía más que encantado con dejar que un par de personas se sentaran en su carro si eso implicaba ayudar a los hermanos. Es decir, Valyria omitió decir que no formaban parte de la comitiva oficial sino que más bien habían sido…contratados temporalmente. Solo ella en realidad, pero no importaba, lo que importaba era que el oso le dio una hora de salida que era adecuada para llegar a tiempo, de manera que la elfa le dio las gracias, se levantó y, una vez le hubo contado a Anders las buenas noticias, alquiló una habitación para ella. Mañana seria otro día. ¡Y cobraría!
Última edición por Valyria el Jue Sep 05 2019, 21:40, editado 1 vez
Valyria
Honorable
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Le sonreí sarcásticamente a la elfa mientras comentaba en la ropa. Lo bueno es que parecía que no necesitaría más ajustes que requiriesen de mi haciendo de maniquí; sólo era cuestión de adornarlo más, porque definitivamente necesitaba lucir más llamativo...
Cuando terminaron de tomar nuevas medidas me pude quitar el conjunto de encima y respirar otra vez, rascándome suavemente el cuello y decidiendo, mentalmente, que nunca me pondría uno de esos trajes ni vestiría así aunque me volviese rico por algún milagro. Al salir de la habitación vi a Valyria sosteniendo un vestido verde... normal. Que parecía comprado de cualquier tienda, honestamente. La cara de la elfa decía mucho sobre que pensaba de ello, mientras cortaba y acomodaba lo poco que parecía tener que acomodar de ese.
—De hecho no hemos hablado... —volteé a ver a Valyria, ¿quizás ella sí?—. Ni visto a los hermanos. Nos mandó... uh... un... tipo —asentí, explicándome maravillosamente.
Desvié la mirada hacia Ri por su comentario, antes de notar a la rubia tanteando con una mano hacia la anciana. Parecía como si le doliese físicamente que estuviese cortando algo para el vestido. En cuanto preguntó y las tres ancianas todas se callaron, y pararon de trabajar al unísono, estuve a punto de interrumpir, pero era tarde.
Me quede viendo a Valyria, y su cara de realización de que había pisado justito donde querían. Suspiré suavemente, realmente no es como si yo hubiese hecho trabajo real, aparte de estar parado y lucir ridículo, me estaba empezando a dar pena que fuese a recibir algo de todo esto. Me puse de pie y acompañe a la elfa a donde los habíamos visto antes, no podía ser difícil encontrar tantos carros luego de atravesar una calle caminando casi de forma puramente recta.
Pensé que a Valyria le iba a dar un ataque al no encontrarlos allí, y peor, que al preguntar nos dijeran que se habían largado a Lunargenta. Hace un par de horas.
—...Creo... ¿Creo que estoy empezando a odiar a Cato? —comenté algo dudoso, no me agradaba mucho la idea de detestar a alguien, pero el modelo que no se tomó la molestia de avisarle a su grupo nada lo hacía tan... sencillo.
Mientras hablaba, estaba siendo jalado por una ligeramente amargada elfa.
Por suerte, al entrar en una taberna me sentía más en mi territorio. Era cosa de buscar a uno de mis tipos favoritos de persona en el mundo: mercaderes. Al dividir los patrones con Val, me moví a la mesa donde había uno de los supuestos patrones, un hombre alto y... por la pinta, increíblemente borracho. No lucía capaz de hablar ni siquiera.
—Hola, soy Anders. Me preguntaba sí...
Y ya tenía su mano sobre la mía, junto a una sonrisa pícara en su rostro. Aparté la mano apenado y me levanté a otra mesa, donde si bien no era un patrón realmente, ni un mercader, era una persona muy agradable y que sabia charlar, así que me distraje totalmente con eso. Pasados pocos minutos sentí un jalón de oreja de Valyria, seguido de buenas noticias.
Después de eso vi a la elfa marchar a la barra, seguramente a pedir una habitación. Tras verla empezar a subir me despedí con prisa y corrí tras ella, hasta que claro, me dijo que había alquilado una habitación para ella sola. ¡Habían habitaciones con dos camas! ¡Y le había pagado pasaje a este lugar!
Pero argumentó que no iba a dormir tranquila con alguien que se había quedado viendo su escote.
...Ok. Punto. Aunque yo no era así. Pero punto.
Al siguiente amanecer tomamos los vestidos del taller de las hermanas y la elfa me presentó a Olfen Goldpaw, un hombre oso. Subimos rápidamente a su carro. Yo en particular me quede atrás, aunque no pasó mucho tiempo de la salida desde que Olfen, aparentemente aburrido, quiso escuchar más de nosotros. Charle con él un buen rato, era un oso bastante culto, hablando y comentando de cientos de cosas de las que no tenía ni idea. Seguramente ya que había recorrido gran parte del mundo al derecho y al revés.
Mientras andábamos hablando un caballo relinchó fuertemente, Olfen sujetó las cuerdas con todas su fuerzas, pero ambos caballos se estaban desviando del camino. El carro tembló, saltó y después de hundió del lado derecho junto a un horrible crujido. Poco después uno de los caballos cayó al suelo, y el carro faltante de una rueda terminó por detenerse gracias la fricción.
Con la tierra levantada y el polvo decayendo, abrí los ojos mareado, derribado en el suelo. Tosí un poco antes de empezar a levantarme, alarmando por ver una sombra frente a mí. Resultó ser Olfen. Tomé la mano del hombre bestia, poniéndome de pie. Exclamé en voz alta el nombre de la elfa y caminé entre el desastre buscándola, antes de ser derribado otra vez al suelo. Por algo de textura suave, pude ver por un pequeño instante un color verde. Miré atrás, una panda de ladrones, huyendo con parte de la mercancía de Olfen.
Y el maldito vestuario.
Cuando terminaron de tomar nuevas medidas me pude quitar el conjunto de encima y respirar otra vez, rascándome suavemente el cuello y decidiendo, mentalmente, que nunca me pondría uno de esos trajes ni vestiría así aunque me volviese rico por algún milagro. Al salir de la habitación vi a Valyria sosteniendo un vestido verde... normal. Que parecía comprado de cualquier tienda, honestamente. La cara de la elfa decía mucho sobre que pensaba de ello, mientras cortaba y acomodaba lo poco que parecía tener que acomodar de ese.
[...]
—De hecho no hemos hablado... —volteé a ver a Valyria, ¿quizás ella sí?—. Ni visto a los hermanos. Nos mandó... uh... un... tipo —asentí, explicándome maravillosamente.
Desvié la mirada hacia Ri por su comentario, antes de notar a la rubia tanteando con una mano hacia la anciana. Parecía como si le doliese físicamente que estuviese cortando algo para el vestido. En cuanto preguntó y las tres ancianas todas se callaron, y pararon de trabajar al unísono, estuve a punto de interrumpir, pero era tarde.
Me quede viendo a Valyria, y su cara de realización de que había pisado justito donde querían. Suspiré suavemente, realmente no es como si yo hubiese hecho trabajo real, aparte de estar parado y lucir ridículo, me estaba empezando a dar pena que fuese a recibir algo de todo esto. Me puse de pie y acompañe a la elfa a donde los habíamos visto antes, no podía ser difícil encontrar tantos carros luego de atravesar una calle caminando casi de forma puramente recta.
Pensé que a Valyria le iba a dar un ataque al no encontrarlos allí, y peor, que al preguntar nos dijeran que se habían largado a Lunargenta. Hace un par de horas.
—...Creo... ¿Creo que estoy empezando a odiar a Cato? —comenté algo dudoso, no me agradaba mucho la idea de detestar a alguien, pero el modelo que no se tomó la molestia de avisarle a su grupo nada lo hacía tan... sencillo.
Mientras hablaba, estaba siendo jalado por una ligeramente amargada elfa.
Por suerte, al entrar en una taberna me sentía más en mi territorio. Era cosa de buscar a uno de mis tipos favoritos de persona en el mundo: mercaderes. Al dividir los patrones con Val, me moví a la mesa donde había uno de los supuestos patrones, un hombre alto y... por la pinta, increíblemente borracho. No lucía capaz de hablar ni siquiera.
—Hola, soy Anders. Me preguntaba sí...
Y ya tenía su mano sobre la mía, junto a una sonrisa pícara en su rostro. Aparté la mano apenado y me levanté a otra mesa, donde si bien no era un patrón realmente, ni un mercader, era una persona muy agradable y que sabia charlar, así que me distraje totalmente con eso. Pasados pocos minutos sentí un jalón de oreja de Valyria, seguido de buenas noticias.
Después de eso vi a la elfa marchar a la barra, seguramente a pedir una habitación. Tras verla empezar a subir me despedí con prisa y corrí tras ella, hasta que claro, me dijo que había alquilado una habitación para ella sola. ¡Habían habitaciones con dos camas! ¡Y le había pagado pasaje a este lugar!
Pero argumentó que no iba a dormir tranquila con alguien que se había quedado viendo su escote.
...Ok. Punto. Aunque yo no era así. Pero punto.
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Al siguiente amanecer tomamos los vestidos del taller de las hermanas y la elfa me presentó a Olfen Goldpaw, un hombre oso. Subimos rápidamente a su carro. Yo en particular me quede atrás, aunque no pasó mucho tiempo de la salida desde que Olfen, aparentemente aburrido, quiso escuchar más de nosotros. Charle con él un buen rato, era un oso bastante culto, hablando y comentando de cientos de cosas de las que no tenía ni idea. Seguramente ya que había recorrido gran parte del mundo al derecho y al revés.
Mientras andábamos hablando un caballo relinchó fuertemente, Olfen sujetó las cuerdas con todas su fuerzas, pero ambos caballos se estaban desviando del camino. El carro tembló, saltó y después de hundió del lado derecho junto a un horrible crujido. Poco después uno de los caballos cayó al suelo, y el carro faltante de una rueda terminó por detenerse gracias la fricción.
Con la tierra levantada y el polvo decayendo, abrí los ojos mareado, derribado en el suelo. Tosí un poco antes de empezar a levantarme, alarmando por ver una sombra frente a mí. Resultó ser Olfen. Tomé la mano del hombre bestia, poniéndome de pie. Exclamé en voz alta el nombre de la elfa y caminé entre el desastre buscándola, antes de ser derribado otra vez al suelo. Por algo de textura suave, pude ver por un pequeño instante un color verde. Miré atrás, una panda de ladrones, huyendo con parte de la mercancía de Olfen.
Y el maldito vestuario.
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Subrayada la primera complicación: perder el medio de transporte y el vestuario, que son el cargo del trabajo.
Última edición por Anders el Lun Sep 09 2019, 16:05, editado 2 veces
Anders
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Valyria se desperezó en la cama cuando el sol salió al amanecer y un pajarito empezó a cantar en lo que, juraría, era su ventana. Por unos breves, groguis momentos, se preguntó si la gente se enfadaría mucho si ensartaba un ruiseñor con una flecha para poder dormir unos minutos más. Luego dio una vuelta en su cama, tanteando con su mano para encontrar el arco y recordó porque se suponía que estaba allí, en una cama que no era la habitual.
Hoy cobraba.
Eso fue suficiente para despertarla de su irracional y temporal odio hacia los pájaros y catapultarla fuera de la cama. La elfa se desperezó como un gato y empezó a rebuscar su ropa para vestirse, para luego salir por la puerta, pausar unos segundos, dar media vuelta y volver a entrar para ponerse las botas. Luego le pidió algo para picar al tabernero y salió por la puerta mordisqueando un poco de fruta. Olfen aún estaba cargando cosas, así que no le había hecho esperar. Estuvo charlando un rato con el antes de partir, pero le dejo hacer su trabajo y se fue con Anders. Al fin y al cabo, estaban de invitados, y aunque amable, sin duda esperaba que dos personas armadas al menos ayudaran a defender la caravana, por lo que le tocaba tener los ojos bien abiertos y no charlar.
Aunque desde luego no se quejó cuando el tipo vino a verlos, aburrido del camino sin duda, a charlar un rato. Y por supuesto que ella hablo un poco de sus viajes, pero no olvidaba sus deberes y echaba un vistazo de vez en cuando. Y entonces todo se fue a la mierda, uno de los caballos se asustó, se desboco, y los arrastró con ellos fuera del camino. El carro vibró, se agitó y entonces crack, alguna de las partes cedió y la mando a volar. Por suerte, el carro paro antes de chafarla.
Valyria rodo por el suelo, dolorida, hasta acabar bocabajo. Alzó la cabeza, Anders estaba allí, ayudando al oso a levantarse, bien. ¿Y los caballos? Uno parecía bien, el otro tenía una flecha clavada en el costado. Soltó un reniego en elfico por lo bajo y rezo para que pudieran curarla. Pero la flecha levantaba cierta duda, porque una flecha implicaba que alguien les había disparado. Y ningún idiota iba por la vida con una única flecha.
La elfa se levantó de una revolada, intentando calcular de donde había venido la flecha mientras se cubría con el carro, aunque lo mejor que podía sacar era una dirección general. Sacó la cabeza por encima de la madera, esperando que alguien la asaetara, pero no ocurrió, en su lugar, pudo ver un trio de hombres saliendo corriendo con varias cajas. De una de ellas, salía lo que estaba bastante segura, eran los bajos de una falda blanca, parte de cierto vestido. SU vestido. Bueno, no suyo suyo, pero eso poco importaba ahora. Valyria suspiró, lenta, muuuuy lentamente, intentando filtrar sus pensamientos, calmar la mente.
Y la imagen de la cara de Cato se le pasó por la cabeza, así que cogió una flecha, la puso en el arco, tenso y la dejo ir. No era su culpa realmente.
Tampoco era del pobre desgraciado que recibió la flecha en toda la espalda. No completamente al menos. Pero le había tocado a él, y se las pagaría por los agravios acumulados. Ninguno de los tres ladrones estaba usando un arco ni parecía tener uno, así que había al menos un cuarto. Volvió a esconderse y una flecha silbo cerca, clavándose en madera. Se atrevió a echar un segundo vistazo y vio al arquero, ahora que había echado a correr con el resto. Demasiado lejos, con muchos árboles por en medio, fallaría.
-Olfen. ¿Cuánto aprecio le tienes a tu mercancía?- pero el oso ya se había desabrochando la camisa, dejando al descubierto su peludo pecho y parecía estar limpiándose las uñas a lametones. –Perfecto.-
Hoy cobraba.
Eso fue suficiente para despertarla de su irracional y temporal odio hacia los pájaros y catapultarla fuera de la cama. La elfa se desperezó como un gato y empezó a rebuscar su ropa para vestirse, para luego salir por la puerta, pausar unos segundos, dar media vuelta y volver a entrar para ponerse las botas. Luego le pidió algo para picar al tabernero y salió por la puerta mordisqueando un poco de fruta. Olfen aún estaba cargando cosas, así que no le había hecho esperar. Estuvo charlando un rato con el antes de partir, pero le dejo hacer su trabajo y se fue con Anders. Al fin y al cabo, estaban de invitados, y aunque amable, sin duda esperaba que dos personas armadas al menos ayudaran a defender la caravana, por lo que le tocaba tener los ojos bien abiertos y no charlar.
Aunque desde luego no se quejó cuando el tipo vino a verlos, aburrido del camino sin duda, a charlar un rato. Y por supuesto que ella hablo un poco de sus viajes, pero no olvidaba sus deberes y echaba un vistazo de vez en cuando. Y entonces todo se fue a la mierda, uno de los caballos se asustó, se desboco, y los arrastró con ellos fuera del camino. El carro vibró, se agitó y entonces crack, alguna de las partes cedió y la mando a volar. Por suerte, el carro paro antes de chafarla.
Valyria rodo por el suelo, dolorida, hasta acabar bocabajo. Alzó la cabeza, Anders estaba allí, ayudando al oso a levantarse, bien. ¿Y los caballos? Uno parecía bien, el otro tenía una flecha clavada en el costado. Soltó un reniego en elfico por lo bajo y rezo para que pudieran curarla. Pero la flecha levantaba cierta duda, porque una flecha implicaba que alguien les había disparado. Y ningún idiota iba por la vida con una única flecha.
La elfa se levantó de una revolada, intentando calcular de donde había venido la flecha mientras se cubría con el carro, aunque lo mejor que podía sacar era una dirección general. Sacó la cabeza por encima de la madera, esperando que alguien la asaetara, pero no ocurrió, en su lugar, pudo ver un trio de hombres saliendo corriendo con varias cajas. De una de ellas, salía lo que estaba bastante segura, eran los bajos de una falda blanca, parte de cierto vestido. SU vestido. Bueno, no suyo suyo, pero eso poco importaba ahora. Valyria suspiró, lenta, muuuuy lentamente, intentando filtrar sus pensamientos, calmar la mente.
Y la imagen de la cara de Cato se le pasó por la cabeza, así que cogió una flecha, la puso en el arco, tenso y la dejo ir. No era su culpa realmente.
Tampoco era del pobre desgraciado que recibió la flecha en toda la espalda. No completamente al menos. Pero le había tocado a él, y se las pagaría por los agravios acumulados. Ninguno de los tres ladrones estaba usando un arco ni parecía tener uno, así que había al menos un cuarto. Volvió a esconderse y una flecha silbo cerca, clavándose en madera. Se atrevió a echar un segundo vistazo y vio al arquero, ahora que había echado a correr con el resto. Demasiado lejos, con muchos árboles por en medio, fallaría.
-Olfen. ¿Cuánto aprecio le tienes a tu mercancía?- pero el oso ya se había desabrochando la camisa, dejando al descubierto su peludo pecho y parecía estar limpiándose las uñas a lametones. –Perfecto.-
Última edición por Valyria el Jue Sep 05 2019, 21:41, editado 1 vez
Valyria
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
En cuanto una flecha silbó por los aires clavándose en el carro me acerqué junto a Olfen a Valyria, para ver su estado. Al parecer los tres estábamos bien, y por el disparo que había dado la elfa y la forma que Olfen preparaba sus encantadoras y pesadas manos, dos estaban muy encabronados.
Me acaricié un costado para pasar el dolor del golpe, viendo en la dirección que corrían los ladrones. Después vi hacia el carro, y el caballo herido. «Esto no es bueno...» pestañeé intentando sacar cuentas de todo. Quién sabe donde irían a parar los ladrones, luego estaba que no se podía dejar a los caballos así sin más, y que la rueda del carro estaba hecha trizas. Me acerqué hacia ella, viendo lo que había quedado y buscando en la marca de tierra que había dejado el carro la otra parte. Parecía... reparable... quizás no.
Mientras pensaba, mi golem se arrastraba lentamente a mi posición. Cuando llego a tocarme la pierna volví en mí.
—¿Cuanto tiempo tenemos? —pregunté volteando a ver a la elfa y al oso—. Creo que puedo reparar la rueda, si me qued—
—¿Crees? —interrumpió Olfen.
—Bueno, quiero decir...
Y antes de poder decir mucho más, me interrumpió Valyria, primero regañandome con que no sacara excusas para no pelear, que seguro que no sabía, que iba a tener que entrenarme, que mis planes nunca servían, que no sé que otra cosa que realmente no escuché porque ya estaba perdido, y que era peligroso que fueran ellos dos solos, porque eran cuatro ladrones, así que estaban en una situación 1vs2, en su territorio, y nosotros no sabíamos realmente cuantos más había. Honestamente, me hubiera bastado eso último para no discutirles, pero no, me tenía que regañar antes.
—¡Bien! ¡Bien! —respondí, para que la rubia no siguiera—. Pero antes de es—
Y otro regaño siguió, que dejar a señoritas solas ante ladrones no era una actitud para nada educada. Por suerte, Olfen atravesó su pata frente a ella, dejándome continuar.
—Gracias Olfen —dije, con el oso asintiendo—. El caballo, Val —apunté al pobre derribado en el suelo—, vamos. Cerremos esa herida juntos para que no se muera desangrado, y luego vamos por ellos —dije, tomando a la elfa de una muñeca y jalándola conmigo hasta el caballo.
Cuidadosamente retiré la flecha de su costado. "Cuidadosamente", lo que quiere decir que fue del tirón más rápido que pude para intentar que el dolor fuese sólo un instante, y que si Olfen no hubiera estado ahí, acariciándolo y hablándole, posiblemente me hubiese clavado una buenísima patada que totalmente me merecía. Cuando el caballo dejo de moverse me agaché junto a la elfa, colocando las manos sobre la herida. Bastaría, por los momentos, para cerrarla. Mientras estábamos curándolo—un proceso algo lento aunque fuéramos dos, la verdad, se notaba que ninguno de los dos eramos especialistas en la materia—pensé en proponer usar al que estaba bien para atravesar el bosque rápidamente, pero Olfen se negó por dos razones muy simples: ni Valyria ni yo habíamos mencionado cabalgar al hablar con él, al menos no situaciones positivas de eso, por lo que claramente no teníamos mucha idea. Segundo, no sabíamos a donde cabalgar, aún si pudiéramos.
Esta gente. Todos muy intelectuales. Todos muy convincentes. Sólo yo parecía tener la cabeza vacía. Negué suavemente con ella sintiéndome un poco mal.
Pasados un par de minutos, que se sintieron como una asquerosa eternidad, el caballo se puso de pie con ayuda de Olfen. El hombre oso lo acarició, hablándole para que esperase donde estaba, al igual que al otro.
—Te sigo, patrona —dije en medio tono de broma con un brazo adelante, como si la invitase a entrar a un lugar. Y lo hacía. Al bosque.
Así comenzó la caza. Un término que Olfen propuso en un tono de voz preocupante, como para plantearme si los hombres bestia se comían otras razas más blanditas y menos cubiertas de pelo en casos extremos como este. Empezamos rápido, corriendo al punto máximo que Valyria los había alcanzado ver antes de que desaparecieran en la profundidad del lugar, allí ya hubo que hacer una reducción de paso, lentamente. No habían huellas demasiado evidentes en el suelo porque no parecía haber llovido recientemente, lo que hacía que la tierra no estuviese lodosa, pero había alguna aquí y allá, no demasiado alejadas por suerte. Entre Val y Olfen el rastro era encontrado algo más rápido de lo que esperaba. A ciertos puntos no eran solo huellas, sino ramas rotas, y a veces pequeñas gotas de sangre...
Mientras la rubia y el hombre oso rastreaban los seguía lentamente, intentando cooperar, aunque no pude hacerlo realmente en ningún momento porque los dos parecían mucho más aptos en eso. Valyria por, casi, casi, vivir de esto, o al menos su vivir estaba algo enlazado a este asunto. Olfen parecía estarse más bien guiándose por sus instintos animales, pero no tenía seguridad realmente. Abracé al golem medianamente frustrado por esa parte, intentando ignorarla, porque era bueno que dieran con el rastro de la pandilla.
Hasta que ya no lo fue.
—E-Er...
—¿Conseguiste algo? —preguntó Olfen, viendo al suelo agachado y volteando cada tanto atrás para ver a la última pieza de rastro que habían conseguido.
Ante mi falta de respuesta, se irguió, volteando atrás. Al ver mi mano medianamente estirada, apuntando al frente, intentó seguir la dirección general a la que apuntaba, y sus ojos se pusieron en blanco al ver lo mismo que yo estaba viendo. Un trozo, blanco y pequeño de seda, que estaba enganchado en una pequeña rama brotando muy bajo en el tronco de un árbol. Cuando ambos notamos que la rubia notó aquello, nos alejamos un paso de ella a la vez, compartiendo una misma razón: miedo.
—¿Valy... Valyria? Tranquila. Es un pedazo pequeño, cuando volvamos al carro de aquí a Lunargenta te da tiempo de coserlo seguro —dije caminando hasta el trozo de tela para tomarlo y guardarlo.
Quizás es que entonces ya estábamos muy cerca. Quizás es que la sed de sangre también ofrecía la capacidad de olfatearla, cual vampiro. Fuese lo que fuese, dimos con el grupo, y por las caras de mis compañeros, en cierta forma casi me empezaba a sentir mal por ellos, Olfen parecía estar en el humor de una de sus historias que nos había compartido. Los días donde no era Gold.
Era Redpaw.
Me acaricié un costado para pasar el dolor del golpe, viendo en la dirección que corrían los ladrones. Después vi hacia el carro, y el caballo herido. «Esto no es bueno...» pestañeé intentando sacar cuentas de todo. Quién sabe donde irían a parar los ladrones, luego estaba que no se podía dejar a los caballos así sin más, y que la rueda del carro estaba hecha trizas. Me acerqué hacia ella, viendo lo que había quedado y buscando en la marca de tierra que había dejado el carro la otra parte. Parecía... reparable... quizás no.
Mientras pensaba, mi golem se arrastraba lentamente a mi posición. Cuando llego a tocarme la pierna volví en mí.
—¿Cuanto tiempo tenemos? —pregunté volteando a ver a la elfa y al oso—. Creo que puedo reparar la rueda, si me qued—
—¿Crees? —interrumpió Olfen.
—Bueno, quiero decir...
Y antes de poder decir mucho más, me interrumpió Valyria, primero regañandome con que no sacara excusas para no pelear, que seguro que no sabía, que iba a tener que entrenarme, que mis planes nunca servían, que no sé que otra cosa que realmente no escuché porque ya estaba perdido, y que era peligroso que fueran ellos dos solos, porque eran cuatro ladrones, así que estaban en una situación 1vs2, en su territorio, y nosotros no sabíamos realmente cuantos más había. Honestamente, me hubiera bastado eso último para no discutirles, pero no, me tenía que regañar antes.
—¡Bien! ¡Bien! —respondí, para que la rubia no siguiera—. Pero antes de es—
Y otro regaño siguió, que dejar a señoritas solas ante ladrones no era una actitud para nada educada. Por suerte, Olfen atravesó su pata frente a ella, dejándome continuar.
—Gracias Olfen —dije, con el oso asintiendo—. El caballo, Val —apunté al pobre derribado en el suelo—, vamos. Cerremos esa herida juntos para que no se muera desangrado, y luego vamos por ellos —dije, tomando a la elfa de una muñeca y jalándola conmigo hasta el caballo.
Cuidadosamente retiré la flecha de su costado. "Cuidadosamente", lo que quiere decir que fue del tirón más rápido que pude para intentar que el dolor fuese sólo un instante, y que si Olfen no hubiera estado ahí, acariciándolo y hablándole, posiblemente me hubiese clavado una buenísima patada que totalmente me merecía. Cuando el caballo dejo de moverse me agaché junto a la elfa, colocando las manos sobre la herida. Bastaría, por los momentos, para cerrarla. Mientras estábamos curándolo—un proceso algo lento aunque fuéramos dos, la verdad, se notaba que ninguno de los dos eramos especialistas en la materia—pensé en proponer usar al que estaba bien para atravesar el bosque rápidamente, pero Olfen se negó por dos razones muy simples: ni Valyria ni yo habíamos mencionado cabalgar al hablar con él, al menos no situaciones positivas de eso, por lo que claramente no teníamos mucha idea. Segundo, no sabíamos a donde cabalgar, aún si pudiéramos.
Esta gente. Todos muy intelectuales. Todos muy convincentes. Sólo yo parecía tener la cabeza vacía. Negué suavemente con ella sintiéndome un poco mal.
Pasados un par de minutos, que se sintieron como una asquerosa eternidad, el caballo se puso de pie con ayuda de Olfen. El hombre oso lo acarició, hablándole para que esperase donde estaba, al igual que al otro.
—Te sigo, patrona —dije en medio tono de broma con un brazo adelante, como si la invitase a entrar a un lugar. Y lo hacía. Al bosque.
Así comenzó la caza. Un término que Olfen propuso en un tono de voz preocupante, como para plantearme si los hombres bestia se comían otras razas más blanditas y menos cubiertas de pelo en casos extremos como este. Empezamos rápido, corriendo al punto máximo que Valyria los había alcanzado ver antes de que desaparecieran en la profundidad del lugar, allí ya hubo que hacer una reducción de paso, lentamente. No habían huellas demasiado evidentes en el suelo porque no parecía haber llovido recientemente, lo que hacía que la tierra no estuviese lodosa, pero había alguna aquí y allá, no demasiado alejadas por suerte. Entre Val y Olfen el rastro era encontrado algo más rápido de lo que esperaba. A ciertos puntos no eran solo huellas, sino ramas rotas, y a veces pequeñas gotas de sangre...
Mientras la rubia y el hombre oso rastreaban los seguía lentamente, intentando cooperar, aunque no pude hacerlo realmente en ningún momento porque los dos parecían mucho más aptos en eso. Valyria por, casi, casi, vivir de esto, o al menos su vivir estaba algo enlazado a este asunto. Olfen parecía estarse más bien guiándose por sus instintos animales, pero no tenía seguridad realmente. Abracé al golem medianamente frustrado por esa parte, intentando ignorarla, porque era bueno que dieran con el rastro de la pandilla.
Hasta que ya no lo fue.
—E-Er...
—¿Conseguiste algo? —preguntó Olfen, viendo al suelo agachado y volteando cada tanto atrás para ver a la última pieza de rastro que habían conseguido.
Ante mi falta de respuesta, se irguió, volteando atrás. Al ver mi mano medianamente estirada, apuntando al frente, intentó seguir la dirección general a la que apuntaba, y sus ojos se pusieron en blanco al ver lo mismo que yo estaba viendo. Un trozo, blanco y pequeño de seda, que estaba enganchado en una pequeña rama brotando muy bajo en el tronco de un árbol. Cuando ambos notamos que la rubia notó aquello, nos alejamos un paso de ella a la vez, compartiendo una misma razón: miedo.
—¿Valy... Valyria? Tranquila. Es un pedazo pequeño, cuando volvamos al carro de aquí a Lunargenta te da tiempo de coserlo seguro —dije caminando hasta el trozo de tela para tomarlo y guardarlo.
Quizás es que entonces ya estábamos muy cerca. Quizás es que la sed de sangre también ofrecía la capacidad de olfatearla, cual vampiro. Fuese lo que fuese, dimos con el grupo, y por las caras de mis compañeros, en cierta forma casi me empezaba a sentir mal por ellos, Olfen parecía estar en el humor de una de sus historias que nos había compartido. Los días donde no era Gold.
Era Redpaw.
Última edición por Anders el Jue Sep 05 2019, 22:57, editado 1 vez
Anders
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
La mente de la elfa funcionaba a toda velocidad, intentando determinar si había alguna estructura conocida que los bandidos pudieran estar usando como guarida, intentando determinar si la herida era lo suficientemente grave como para que tuvieran que parar a atenderla, y a que distancia más o menos. Anders parecía centrado en el carro, cierto, era carpintero, pero no uno muy bueno a juzgar por las dudas que estaba teniendo para reparar el carro. Él y Olfen empezaron a discutir, y la verdad, no tenían tiempo para eso, así que intervino.
Es decir, entre él y su bola de arcilla, eran cuatro contra cuatro, muy, muy necesario porque ella luchaba con el arco, lo que implicaba que Olfen seria asaltado por cuatro personas y realmente no podían curar heridas serias, así que estaba bastante por su cuenta si el pobre era malherido. Además, seguro que entre todo lo que encontraban había alguna madera que pudiera ayudar a reparar la rueda, seguramente carros y caballos extra y, aunque no pudieran llevar el carro hasta allí, seguro que era mucho más fácil de arreglar si tenía que cambiar una rueda únicamente. Y también dijo otras cosas, cosas que seguramente no tocaban, pero realmente estaba cabreada por todo el trabajo con ese estúpido actor y esos estúpidos bandidos que seguro que estaban compinchados para arruinarle el día de alguna manera cósmica e irracional.
Olfen interrumpió su tirada de protestas eso sí, y se dejó arrastrar, un poco, hacia el caballo. Si, seguramente sería mejor atender al pobre animal para que no sufriera. Extendió la mano y transmitió un poco de Luz, acelerando la curación de la herida lenta, muuuy lentamente. Anders parecía pretender que usaran los caballos para perseguirlos y recuperar el tiempo perdido, pero no era muy buena idea. Cabalgar en un bosque a la velocidad que necesitaban para atraparlos era una muy buena manera de que el pobre animal se partiera una pierna con alguna raíz. Puede que si hubieran sido ciervos…
En cualquier caso, tenían que hacerlo a la antigua, así que le tocó a Olfen y ella rastrear. Una huella aquí, alguna gota de sangre, ramas rotas, hierba pisada… la verdad era que Olfen los guió más rápido de lo que ella podía durante el primer tramo, olfateando el olor, al menos hasta que la vegetación fue suficientemente espesa como para poder ver perfectamente el rastro de esos cuatro idiotas, momento en el que el olfato simplemente confirmaba la dirección que estaban tomando. Al menos hasta que Anders les hizo parar.
Iba a preguntar que era más importante que su vest…que la mercancía, cuando lo vio. Un bonito y suave trocito de tela, colgando de una rama, solo. La elfa cerró los ojos, soltando aire lentamente, planteándose si era muy tarde para convencer a un brujo para que la enseñara a lanzar meteoritos a la gente. Seguramente si, tendría que apañarse con lo que tenía. Podía intentar averiguar si podías sobornar a una mantícora con comida para que te echara una mano de vez en cuando. Mientras tanto, flechas y látigo serian.
Los horribles criminales, culpables de crímenes contra la moda y otros que le importaban más bien poco parecían estar en una sencilla cabaña de madera, como las que usaría un guardabosques, aunque lucia bastante grande, seguramente estaba hecha como refugio de caza o algo así. Daba igual. Hizo que todo su grupo se agachara y escondiera contra los árboles. Los ventanales estaban abiertos, así que podía ver razonablemente bien el interior desde las dos ventanas. La puerta estaba en el lado derecho, lo que implicaba que esos dos tendrían que dar un rodeo si no querían ser vistos, una molestia, pero lejos de ser un inconveniente.
Los bandidos parecían estar discutiendo entre ellos. El del arco y otro hablando acaloradamente uno delante del otro, mientras el último agitaba el vestido. Mr Arquero estaba de cara a la puerta, así que habría que encargarse de el rápidamente. Los otros dos parecían estar ocupados con la flecha, el herido estaba sentado, con su compañero intentando aplicar primeros auxilios, sin estar muy seguro de cómo proceder. Sacar la flecha era un buen comienzo, zoquete. Aunque seguramente sería mejor cortar la carne y sacarla manualmente a arrancarla de cuajo como había hecho Anders con el caballo, más fácil de sacar, aunque no estaba muy segura de si eso la hacía más fácil de sanar o menos, por eso no había dicho nada con el caballo.
-Bien, este es el plan, dais un rodeo, entráis por la puerta. Cuando vayáis por la mitad de la zona expuesta, empezare a disparar para que se fijen en mí, y esprintáis el resto de la distancia, abrís la puerta y limpiáis. Que NADIE manche mi vestido. Te estoy mirando a ti, Mr Redpaw, no es el apodo que se da alguien con las manos limpias precisamente.- porque después de eso técnicamente seria suyo, el precio del hierro lo llamaban, y lo último que quería era que el oso lo recogiera con sus sucias zarpas sanguinolentas.
No parecía haber caballos ni carros, así que parecían haber hecho bien en curar al caballo. Siempre podían usar un cacho de pared o algo así para la rueda, a saber, el carpintero no era ella.
Es decir, entre él y su bola de arcilla, eran cuatro contra cuatro, muy, muy necesario porque ella luchaba con el arco, lo que implicaba que Olfen seria asaltado por cuatro personas y realmente no podían curar heridas serias, así que estaba bastante por su cuenta si el pobre era malherido. Además, seguro que entre todo lo que encontraban había alguna madera que pudiera ayudar a reparar la rueda, seguramente carros y caballos extra y, aunque no pudieran llevar el carro hasta allí, seguro que era mucho más fácil de arreglar si tenía que cambiar una rueda únicamente. Y también dijo otras cosas, cosas que seguramente no tocaban, pero realmente estaba cabreada por todo el trabajo con ese estúpido actor y esos estúpidos bandidos que seguro que estaban compinchados para arruinarle el día de alguna manera cósmica e irracional.
Olfen interrumpió su tirada de protestas eso sí, y se dejó arrastrar, un poco, hacia el caballo. Si, seguramente sería mejor atender al pobre animal para que no sufriera. Extendió la mano y transmitió un poco de Luz, acelerando la curación de la herida lenta, muuuy lentamente. Anders parecía pretender que usaran los caballos para perseguirlos y recuperar el tiempo perdido, pero no era muy buena idea. Cabalgar en un bosque a la velocidad que necesitaban para atraparlos era una muy buena manera de que el pobre animal se partiera una pierna con alguna raíz. Puede que si hubieran sido ciervos…
En cualquier caso, tenían que hacerlo a la antigua, así que le tocó a Olfen y ella rastrear. Una huella aquí, alguna gota de sangre, ramas rotas, hierba pisada… la verdad era que Olfen los guió más rápido de lo que ella podía durante el primer tramo, olfateando el olor, al menos hasta que la vegetación fue suficientemente espesa como para poder ver perfectamente el rastro de esos cuatro idiotas, momento en el que el olfato simplemente confirmaba la dirección que estaban tomando. Al menos hasta que Anders les hizo parar.
Iba a preguntar que era más importante que su vest…que la mercancía, cuando lo vio. Un bonito y suave trocito de tela, colgando de una rama, solo. La elfa cerró los ojos, soltando aire lentamente, planteándose si era muy tarde para convencer a un brujo para que la enseñara a lanzar meteoritos a la gente. Seguramente si, tendría que apañarse con lo que tenía. Podía intentar averiguar si podías sobornar a una mantícora con comida para que te echara una mano de vez en cuando. Mientras tanto, flechas y látigo serian.
Los horribles criminales, culpables de crímenes contra la moda y otros que le importaban más bien poco parecían estar en una sencilla cabaña de madera, como las que usaría un guardabosques, aunque lucia bastante grande, seguramente estaba hecha como refugio de caza o algo así. Daba igual. Hizo que todo su grupo se agachara y escondiera contra los árboles. Los ventanales estaban abiertos, así que podía ver razonablemente bien el interior desde las dos ventanas. La puerta estaba en el lado derecho, lo que implicaba que esos dos tendrían que dar un rodeo si no querían ser vistos, una molestia, pero lejos de ser un inconveniente.
Los bandidos parecían estar discutiendo entre ellos. El del arco y otro hablando acaloradamente uno delante del otro, mientras el último agitaba el vestido. Mr Arquero estaba de cara a la puerta, así que habría que encargarse de el rápidamente. Los otros dos parecían estar ocupados con la flecha, el herido estaba sentado, con su compañero intentando aplicar primeros auxilios, sin estar muy seguro de cómo proceder. Sacar la flecha era un buen comienzo, zoquete. Aunque seguramente sería mejor cortar la carne y sacarla manualmente a arrancarla de cuajo como había hecho Anders con el caballo, más fácil de sacar, aunque no estaba muy segura de si eso la hacía más fácil de sanar o menos, por eso no había dicho nada con el caballo.
-Bien, este es el plan, dais un rodeo, entráis por la puerta. Cuando vayáis por la mitad de la zona expuesta, empezare a disparar para que se fijen en mí, y esprintáis el resto de la distancia, abrís la puerta y limpiáis. Que NADIE manche mi vestido. Te estoy mirando a ti, Mr Redpaw, no es el apodo que se da alguien con las manos limpias precisamente.- porque después de eso técnicamente seria suyo, el precio del hierro lo llamaban, y lo último que quería era que el oso lo recogiera con sus sucias zarpas sanguinolentas.
No parecía haber caballos ni carros, así que parecían haber hecho bien en curar al caballo. Siempre podían usar un cacho de pared o algo así para la rueda, a saber, el carpintero no era ella.
Última edición por Valyria el Jue Sep 05 2019, 22:54, editado 1 vez
Valyria
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
"Que NADIE manche mi vestido"
Mi. Sonreí viendo a la elfa, eso no sonaba tanto como su vestido porque ayudara a hacerlo como que era suyo porque le pertenecía totalmente y el lugar donde debería estar no era en una cabaña de ladrones, sino en su armario. Olfen, mientras tanto, hacia un gesto con la zarpa para descartar las preocupaciones de Valyria.
—Comerciar no es una vida fácil, señorita. Podríais decir que estoy acostumbrado a esto.
—Oh —me quede viendo al oso—, con razón rastreaste tan... rápido.
Olfen pestañeó una vez, viendo hacia el ventanal.
—La verdad es la primera vez que doy con algún ladrón que me haya sacado mercancía. Suelen ser más escurridizos... gremios y eso, guaridas secretas. Este lugar no tiene mucho de secreto.
—Siento oír eso —dije con el oso volteando a verme—, quiero decir, lo de que es la primera vez. Vamos por tu mercancía. Y el vestido —añadí.
De acuerdo al plan trazado por la elfa, ambos rodeamos la casa cuidadosamente hasta el lado derecho, deteniéndonos por un momento cuando el ladrón que sujetaba el vestido se asomaba por la ventana más próxima a nosotros. Era una suerte que nuestra arquera estuviese en otro ángulo, o me podía ver al pobre con una flecha en la frente. Detuve a Olfen con un brazo antes de avanzar más, pidiéndole que rasgara el suelo para tomar grama, y sobretodo tierra. El oso accedió, aunque realmente no encontraba razón para que le estuviese pidiendo eso, pero no es como si le fuese a tomar más de un par de segundos.
Terminamos de rodear la casa y metí el brazo izquierdo dentro del golem, estirándolo un poco en la forma de un escudo mal hecho y endureciéndolo tanto como pude. Olfen se colocó unos pocos pasos atrás de mi y nada más escuchar un escándalo viniendo del interior de la cabaña, seguramente el asalto empezado ya por Valyria, cargamos. La puerta se me resistió al primer impacto, antes de que Olfen, mucho más pesado y fuerte de lo que yo, chocara conmigo, terminando de empujarla abajo. Por supuesto, el arquero alertado tras el primer impacto ya estaba apuntando hacia la puerta, y nada más la vio caer soltó su flecha.
Se clavó sobre el brazo recubierto por el golem, deteniéndonos yo y Olfen por unos instantes mientras procesábamos "la flecha dio pero no en piel" y las posiciones de todos respecto a la cabaña. Unos cuatro ladrones también parecían estarlo haciendo, por la inacción en esos instantes.
Pero no su arquero, que ya estaba alcanzando otra flecha de su carcaj y se había tomado la molestia de derribar una mesa, preparándola para usarla de trinchera. Rápidamente alcé el brazo, lanzando en su cara el montón de tierra y grama que me había dado Olfen. Fallé, estrepitosamente. La bola se deshizo no mucho después de abandonar mi mano, así que estaba a punto de comerme una flecha bien merecida.
La flecha silbó por los aires, y cuando nos fijamos, el arquero cayó a un lado, muerto, con una flecha clavada en su cuello.
El que lucía más grande y fuerte de los ladrones volteó a la ventana, buscando el origen del tiro. Apretó los dientes y gruño, maldiciendo a la arquera, antes de tomar un mandoble recostado de una de las paredes de la casa. Otro tomó un escudo y una espada corta, un tercero una... silla... y el herido (vivo), bueno, él exclamó "¡se supone qué nadie saldría lastimado!"
Olfen rugió, como negando lo que había dicho este último, y cargó directamente hacia el de la silla, de todos. Porque ese era el que lucía más peligroso, ¿verdad Olfen?
El que sujetaba el mandoble rugió de igual manera, cargando hacia mí, seguido del que portaba escudo. Deje ir un "Ooolfen" en un hilo de voz agudo, pero el hombre bestia parecía ocupado en el enorme reto que representaba destrozar una silla a zarpazos. Nada más en los primeros dos, el que había tomado la silla estaba a efectos prácticos sosteniendo apenas un pedazo de tabla.
Alcé el brazo que tenía recubierto de arcilla, desviando el mandoble a un lado cuando venía a aplastarme. El del escudo tomó su oportunidad, estirándose para una estocada que apenas me había dado tiempo de desviar. Sólo que esta con el brazo pelado, haciéndome un pequeño corte. Solté un gruñido ante la idea de que jamás saldría ileso de una pelea, mientras me giraba tomando el brazo del de escudo para ponerme atrás de él y usarlo de... escudo. No parecía que eso le importase mucho al del mandoble, que ya estaba retornando con un corte horizontal hacia mi—nuestras—cabeza. Por lo pesada que eran esas cosas no tendría tiempo de detenerlo aunque tuviese la intención, así que aplaste al que sostenía abajo y agaché mi propia cabeza, evitando que nos la arrancará a ambos.
Empuje al del escudo sobre el del mandoble para comprarme tiempo, saltando atrás. Pegué ambos brazos suavizando la masa del golem y deje que cubriese mis antebrazos, antes de ponerlos sobre la cintura para que rodease allí también. La masa en el brazo izquierdo fue menos, cubriendo muy por encima el antebrazo y formando zarpas, un completo rip-off de Olfen. En el derecho había acumulado un poco más, haciendo una zarpa más grande, cuya "uña" central era la cabeza de mi hacha, entre el golem. En la cintura había formado un cinturón del cual salía una cola muy delgada, terminada en una especie de bola. La falta de más golem había hecho que no pudiese hacerla precisamente gruesa, pero supuse que haría el trabajo.
El del escudo se abalanzó primero, otra vez la misma estocada. Empuje su brazo a un lado de un golpe con la garra pequeña y di un zarpazo sobre su escudo con la derecha, atrapándolo con la barba del hacha, permitiéndome empujarlo abajo. Empujé la cola, golpeándolo en la nariz con fuerza, posiblemente rompiéndola. Cayó al suelo como una roca, inconsciente. Levanté la mirada al del mandoble e hice un gesto con la cabeza, retándolo.
Antes de verlo caer desplomado al suelo también, junto a un trozo de madera quebrado. Al ver arriba de nuevo, Olfen estaba atrás del tipo, sosteniendo un palo roto por dos extremos. Desvié la mirada a la mesa, viendo que efectivamente, de ahí lo había arrancado. Una de sus patas.
—¡Oye, apenas empezaba!
—Silencio.
El herido, mientras tanto, sólo se repitió cargado de ironía lo de que nadie saldría herido.
Mi. Sonreí viendo a la elfa, eso no sonaba tanto como su vestido porque ayudara a hacerlo como que era suyo porque le pertenecía totalmente y el lugar donde debería estar no era en una cabaña de ladrones, sino en su armario. Olfen, mientras tanto, hacia un gesto con la zarpa para descartar las preocupaciones de Valyria.
—Comerciar no es una vida fácil, señorita. Podríais decir que estoy acostumbrado a esto.
—Oh —me quede viendo al oso—, con razón rastreaste tan... rápido.
Olfen pestañeó una vez, viendo hacia el ventanal.
—La verdad es la primera vez que doy con algún ladrón que me haya sacado mercancía. Suelen ser más escurridizos... gremios y eso, guaridas secretas. Este lugar no tiene mucho de secreto.
—Siento oír eso —dije con el oso volteando a verme—, quiero decir, lo de que es la primera vez. Vamos por tu mercancía. Y el vestido —añadí.
De acuerdo al plan trazado por la elfa, ambos rodeamos la casa cuidadosamente hasta el lado derecho, deteniéndonos por un momento cuando el ladrón que sujetaba el vestido se asomaba por la ventana más próxima a nosotros. Era una suerte que nuestra arquera estuviese en otro ángulo, o me podía ver al pobre con una flecha en la frente. Detuve a Olfen con un brazo antes de avanzar más, pidiéndole que rasgara el suelo para tomar grama, y sobretodo tierra. El oso accedió, aunque realmente no encontraba razón para que le estuviese pidiendo eso, pero no es como si le fuese a tomar más de un par de segundos.
Terminamos de rodear la casa y metí el brazo izquierdo dentro del golem, estirándolo un poco en la forma de un escudo mal hecho y endureciéndolo tanto como pude. Olfen se colocó unos pocos pasos atrás de mi y nada más escuchar un escándalo viniendo del interior de la cabaña, seguramente el asalto empezado ya por Valyria, cargamos. La puerta se me resistió al primer impacto, antes de que Olfen, mucho más pesado y fuerte de lo que yo, chocara conmigo, terminando de empujarla abajo. Por supuesto, el arquero alertado tras el primer impacto ya estaba apuntando hacia la puerta, y nada más la vio caer soltó su flecha.
Se clavó sobre el brazo recubierto por el golem, deteniéndonos yo y Olfen por unos instantes mientras procesábamos "la flecha dio pero no en piel" y las posiciones de todos respecto a la cabaña. Unos cuatro ladrones también parecían estarlo haciendo, por la inacción en esos instantes.
Pero no su arquero, que ya estaba alcanzando otra flecha de su carcaj y se había tomado la molestia de derribar una mesa, preparándola para usarla de trinchera. Rápidamente alcé el brazo, lanzando en su cara el montón de tierra y grama que me había dado Olfen. Fallé, estrepitosamente. La bola se deshizo no mucho después de abandonar mi mano, así que estaba a punto de comerme una flecha bien merecida.
La flecha silbó por los aires, y cuando nos fijamos, el arquero cayó a un lado, muerto, con una flecha clavada en su cuello.
El que lucía más grande y fuerte de los ladrones volteó a la ventana, buscando el origen del tiro. Apretó los dientes y gruño, maldiciendo a la arquera, antes de tomar un mandoble recostado de una de las paredes de la casa. Otro tomó un escudo y una espada corta, un tercero una... silla... y el herido (vivo), bueno, él exclamó "¡se supone qué nadie saldría lastimado!"
Olfen rugió, como negando lo que había dicho este último, y cargó directamente hacia el de la silla, de todos. Porque ese era el que lucía más peligroso, ¿verdad Olfen?
El que sujetaba el mandoble rugió de igual manera, cargando hacia mí, seguido del que portaba escudo. Deje ir un "Ooolfen" en un hilo de voz agudo, pero el hombre bestia parecía ocupado en el enorme reto que representaba destrozar una silla a zarpazos. Nada más en los primeros dos, el que había tomado la silla estaba a efectos prácticos sosteniendo apenas un pedazo de tabla.
Alcé el brazo que tenía recubierto de arcilla, desviando el mandoble a un lado cuando venía a aplastarme. El del escudo tomó su oportunidad, estirándose para una estocada que apenas me había dado tiempo de desviar. Sólo que esta con el brazo pelado, haciéndome un pequeño corte. Solté un gruñido ante la idea de que jamás saldría ileso de una pelea, mientras me giraba tomando el brazo del de escudo para ponerme atrás de él y usarlo de... escudo. No parecía que eso le importase mucho al del mandoble, que ya estaba retornando con un corte horizontal hacia mi—nuestras—cabeza. Por lo pesada que eran esas cosas no tendría tiempo de detenerlo aunque tuviese la intención, así que aplaste al que sostenía abajo y agaché mi propia cabeza, evitando que nos la arrancará a ambos.
Empuje al del escudo sobre el del mandoble para comprarme tiempo, saltando atrás. Pegué ambos brazos suavizando la masa del golem y deje que cubriese mis antebrazos, antes de ponerlos sobre la cintura para que rodease allí también. La masa en el brazo izquierdo fue menos, cubriendo muy por encima el antebrazo y formando zarpas, un completo rip-off de Olfen. En el derecho había acumulado un poco más, haciendo una zarpa más grande, cuya "uña" central era la cabeza de mi hacha, entre el golem. En la cintura había formado un cinturón del cual salía una cola muy delgada, terminada en una especie de bola. La falta de más golem había hecho que no pudiese hacerla precisamente gruesa, pero supuse que haría el trabajo.
El del escudo se abalanzó primero, otra vez la misma estocada. Empuje su brazo a un lado de un golpe con la garra pequeña y di un zarpazo sobre su escudo con la derecha, atrapándolo con la barba del hacha, permitiéndome empujarlo abajo. Empujé la cola, golpeándolo en la nariz con fuerza, posiblemente rompiéndola. Cayó al suelo como una roca, inconsciente. Levanté la mirada al del mandoble e hice un gesto con la cabeza, retándolo.
Antes de verlo caer desplomado al suelo también, junto a un trozo de madera quebrado. Al ver arriba de nuevo, Olfen estaba atrás del tipo, sosteniendo un palo roto por dos extremos. Desvié la mirada a la mesa, viendo que efectivamente, de ahí lo había arrancado. Una de sus patas.
—¡Oye, apenas empezaba!
—Silencio.
El herido, mientras tanto, sólo se repitió cargado de ironía lo de que nadie saldría herido.
Última edición por Anders el Jue Sep 05 2019, 22:58, editado 1 vez
Anders
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Estaban tomándoselo con calma, cosa que la verdad la estaba molestando un poco, pero no solo era parte del plan, sino de SU plan, así que no podía quejarse en realidad. Así que fue buena chica y espero a que se colocaran en posición y empezaran a avanzar.
Lo siguiente era fácil, solo tenía que esperar a que estuvieran a la mitad del camino, más o menos, y cargarse al tipo del arco. Chupado. Unos segundos pasaron, y la elfa se preparó. Alzó el arco, se colocó de lado, saco fluidamente una flecha de su carcaj, colocó la flecha y después de apuntar, la dejo ir con un movimiento fluido. El proyectil silbo por el aire, raudo, certero…y fallo.
Valyria soltó un reniego en elfico cuando el proyectil empezó a perder altitud, entrando en la sala con la trayectoria correcta, pero algo baja. Habría dado igualmente, en la cadera seguramente, pero tuvo que rebotar contra lo que juraría que era una maldita tetera y desviarse, por mucho. De alguna manera la flecha había acabado en la pared izquierda, fuera de su visión, con la mala educación de no haber herido a nadie. Y por supuesto que había hecho un ruido infernal y ahora todos los de dentro estaban atentos, justo al contrario de lo que pretendía y Anders y Olfen lo habían oído también y entrarían a toda carrera. –Que cruz…- bueno, habría que confiar en que no murieran y cargarse al tipo del arco como había prometido. Saco esa flecha, corrigió la distancia apuntando un poco más alto y volvió a disparar, esta vez acertando de lleno en el cuello, demasiado lejos para oír el desagradable sonido que hacia alguien cuando intentaba respirar con una herida en el cuello. Por supuesto que intentó ayudar con los otros tres, pero era complicado desde esa distancia, con todo el mundo moviéndose para evitar ser asesinado. Disparar una flecha en esa melee era una muy buena manera de darle a quien no debía. La preparó igualmente, para intervenir dramáticamente si alguno de los dos caía el suelo, para un rescate heroico.
Pero eso nunca ocurrió, trágicamente, así que tuvo que guardársela para otra ocasión. Se colgó el arco del hombro y se dirigió a la cabaña, llegando justo a tiempo de ver como el oso noqueaba al último de los bandidos. La cabaña lucia… destrozada. Seguramente era lo que pasaba cuando dejabas entrar un oso en ella. Aparte de eso… no había demasiado. Ella había esperado que en la guardia de unos bandidos hubiera un enorme alijo, pero solo parecía haber lo que les acababan de robar, ropa de cama, y unos pocos utensilios para la vida diaria. Ni siquiera había un lugar para curtir la piel o trocear animales. –Porque no… lo lleváis todo de vuelta, voy a ver si hay algo escondido por aquí… os alcanzare rápido si vais cargados.- y empezó a buscar, primero entre los cadáveres, todo el mundo llevaba bolsas de dinero, por pocas monedas que se tuviera. Luego miro las armas pero eran… cuestionables, muy posiblemente ya lo eran antes de la pelea. Ni siquiera se fiaba de las flechas, no usaría unas flechas que no hubiera hecho ella mismo o al menos probado antes.
No había más escondites obvios en los que mirar, y ese par ya se habían ido, así que paró, mirando al tipo inconsciente. Al bandido. -¿Sabes? Tengo una opinión muy fuerte sobre las personas cuya profesión consiste en robar y matar, en saquear aldeas indefensas.- el olor a humo llego a su nariz, el crepitar de las llamas a sus oídos, llevando con ellas los gritos de… -No.- había apretado los puños, hasta el punto en que sus uñas se habían clavado en su piel, sangrando y sacándola del recuerdo. Ahora no era el momento. Gal estaba apoyada en la pared, mirándola, y asintió una única vez, en señal de aprobación, recordándole la promesa con su simple presencia. –Lo sé, lo sé, no necesito que me lo digas. Ya no soy la de antes.- Valyria se agacho para recoger un cuchillo del suelo y se acercó lentamente al hombre inconsciente. –No hay descanso para los malvados, no hay tregua con el Mal.- no había grises allí, eran bandidos, escogiendo la vida fácil por encima de la honesta. -¿Cómo lo decía Padre? ¿Usa lo que puedas, rompe lo que no?- nunca lo había entendido, pero parecía encajar allí. Así que le abrió el cuello, ahogándolo en su sueño. Una muerte rápida, mucho mejor que ser quemado vivo entre suplicas de piedad, una muerte mucho mejor de la que se merecía.
Unos minutos más tarde, ya había alcanzado a ese par y había cargado alguna que otra caja. Al fin y al cabo, el oso parecía ir bien, pero el elfo… lucía un poco acalorado. Y lo último que quería era que se cansara de más, tropezara y manchara su vestido. O se hiciera daño. Pero sobretodo el vestido.
Y el vestido era un problema… es decir, el carro seguía estropeado, pero allí no podía ayudar, así que era el problema de esos dos. El suyo era el vestido, por lo que se sentó en el carro, examinando el daño, puesto que seguramente no tendría mejor momento que mientras arreglaban el carro de…alguna manera. El desgarrón era razonablemente pequeño, y tenía todas las piezas, pero sacando poco a poco sus materiales, se dio cuenta de que no tenía los hilos correctos. Ella no usaba hilo blanco para sus prendas, porque siempre usaba la ropa blanca para los interiores o los extremos, por lo que siempre hilaba la tela blanca con el color que tuviera encima, y además ese blanco era muy, muy blanco, lo más similar que tenía era un blanco algo sucio, más bien gris, aunque no estaba segura de sí lo había comprado así o estaba sucio de verdad. Mejor no arriesgarse a ensuciarlo. Otra opción seria intentar descoser alguna parte y usar ese hilo, pero era… arriesgado, tendría que saber cuánto necesitaba o descoser de más y seguramente estropearía buena parte del vestido. Lo que en su, la verdad poca, experiencia profesional era lo correcto era usar ese hilo dorado que tenía y arreglar el desastre no de manera que no se notara, sino generando algún tipo de dibujo o patrón que llamara la atención hacia el lugar, sin que se viera que se había reparado. Así que pensó en un patrón que luciera razonablemente real y empezó a coser.
Lo siguiente era fácil, solo tenía que esperar a que estuvieran a la mitad del camino, más o menos, y cargarse al tipo del arco. Chupado. Unos segundos pasaron, y la elfa se preparó. Alzó el arco, se colocó de lado, saco fluidamente una flecha de su carcaj, colocó la flecha y después de apuntar, la dejo ir con un movimiento fluido. El proyectil silbo por el aire, raudo, certero…y fallo.
Valyria soltó un reniego en elfico cuando el proyectil empezó a perder altitud, entrando en la sala con la trayectoria correcta, pero algo baja. Habría dado igualmente, en la cadera seguramente, pero tuvo que rebotar contra lo que juraría que era una maldita tetera y desviarse, por mucho. De alguna manera la flecha había acabado en la pared izquierda, fuera de su visión, con la mala educación de no haber herido a nadie. Y por supuesto que había hecho un ruido infernal y ahora todos los de dentro estaban atentos, justo al contrario de lo que pretendía y Anders y Olfen lo habían oído también y entrarían a toda carrera. –Que cruz…- bueno, habría que confiar en que no murieran y cargarse al tipo del arco como había prometido. Saco esa flecha, corrigió la distancia apuntando un poco más alto y volvió a disparar, esta vez acertando de lleno en el cuello, demasiado lejos para oír el desagradable sonido que hacia alguien cuando intentaba respirar con una herida en el cuello. Por supuesto que intentó ayudar con los otros tres, pero era complicado desde esa distancia, con todo el mundo moviéndose para evitar ser asesinado. Disparar una flecha en esa melee era una muy buena manera de darle a quien no debía. La preparó igualmente, para intervenir dramáticamente si alguno de los dos caía el suelo, para un rescate heroico.
Pero eso nunca ocurrió, trágicamente, así que tuvo que guardársela para otra ocasión. Se colgó el arco del hombro y se dirigió a la cabaña, llegando justo a tiempo de ver como el oso noqueaba al último de los bandidos. La cabaña lucia… destrozada. Seguramente era lo que pasaba cuando dejabas entrar un oso en ella. Aparte de eso… no había demasiado. Ella había esperado que en la guardia de unos bandidos hubiera un enorme alijo, pero solo parecía haber lo que les acababan de robar, ropa de cama, y unos pocos utensilios para la vida diaria. Ni siquiera había un lugar para curtir la piel o trocear animales. –Porque no… lo lleváis todo de vuelta, voy a ver si hay algo escondido por aquí… os alcanzare rápido si vais cargados.- y empezó a buscar, primero entre los cadáveres, todo el mundo llevaba bolsas de dinero, por pocas monedas que se tuviera. Luego miro las armas pero eran… cuestionables, muy posiblemente ya lo eran antes de la pelea. Ni siquiera se fiaba de las flechas, no usaría unas flechas que no hubiera hecho ella mismo o al menos probado antes.
No había más escondites obvios en los que mirar, y ese par ya se habían ido, así que paró, mirando al tipo inconsciente. Al bandido. -¿Sabes? Tengo una opinión muy fuerte sobre las personas cuya profesión consiste en robar y matar, en saquear aldeas indefensas.- el olor a humo llego a su nariz, el crepitar de las llamas a sus oídos, llevando con ellas los gritos de… -No.- había apretado los puños, hasta el punto en que sus uñas se habían clavado en su piel, sangrando y sacándola del recuerdo. Ahora no era el momento. Gal estaba apoyada en la pared, mirándola, y asintió una única vez, en señal de aprobación, recordándole la promesa con su simple presencia. –Lo sé, lo sé, no necesito que me lo digas. Ya no soy la de antes.- Valyria se agacho para recoger un cuchillo del suelo y se acercó lentamente al hombre inconsciente. –No hay descanso para los malvados, no hay tregua con el Mal.- no había grises allí, eran bandidos, escogiendo la vida fácil por encima de la honesta. -¿Cómo lo decía Padre? ¿Usa lo que puedas, rompe lo que no?- nunca lo había entendido, pero parecía encajar allí. Así que le abrió el cuello, ahogándolo en su sueño. Una muerte rápida, mucho mejor que ser quemado vivo entre suplicas de piedad, una muerte mucho mejor de la que se merecía.
Unos minutos más tarde, ya había alcanzado a ese par y había cargado alguna que otra caja. Al fin y al cabo, el oso parecía ir bien, pero el elfo… lucía un poco acalorado. Y lo último que quería era que se cansara de más, tropezara y manchara su vestido. O se hiciera daño. Pero sobretodo el vestido.
Y el vestido era un problema… es decir, el carro seguía estropeado, pero allí no podía ayudar, así que era el problema de esos dos. El suyo era el vestido, por lo que se sentó en el carro, examinando el daño, puesto que seguramente no tendría mejor momento que mientras arreglaban el carro de…alguna manera. El desgarrón era razonablemente pequeño, y tenía todas las piezas, pero sacando poco a poco sus materiales, se dio cuenta de que no tenía los hilos correctos. Ella no usaba hilo blanco para sus prendas, porque siempre usaba la ropa blanca para los interiores o los extremos, por lo que siempre hilaba la tela blanca con el color que tuviera encima, y además ese blanco era muy, muy blanco, lo más similar que tenía era un blanco algo sucio, más bien gris, aunque no estaba segura de sí lo había comprado así o estaba sucio de verdad. Mejor no arriesgarse a ensuciarlo. Otra opción seria intentar descoser alguna parte y usar ese hilo, pero era… arriesgado, tendría que saber cuánto necesitaba o descoser de más y seguramente estropearía buena parte del vestido. Lo que en su, la verdad poca, experiencia profesional era lo correcto era usar ese hilo dorado que tenía y arreglar el desastre no de manera que no se notara, sino generando algún tipo de dibujo o patrón que llamara la atención hacia el lugar, sin que se viera que se había reparado. Así que pensó en un patrón que luciera razonablemente real y empezó a coser.
- off:
- Subrayado el uso de curtiduría
Última edición por Valyria el Lun Sep 09 2019, 13:17, editado 2 veces
Valyria
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Olfen caminó dramáticamente hacia el hombre que quedaba en pie. Estaba sentado, pero era el que quedaba en pie. Una buena, suave, adorable, y excesivamente pesada mano de un hombre oso en menos que amigables términos, y ya no lo estaba.
Suavicé al golem, dejándolo caer al suelo como la masa que era, agachándome para recoger el hacha. Al levantar la mirada Valyria había entrado. Parecía algo apresurada, aunque no podía culparla considerando el dinero que estaba en juego, y que definitivamente sería horrible caer de mala manera en la boca de los hermanos Jyorn.
O peor, la del tal Cato.
Cuando recomendó que empezáramos a llevar las cosas de vuelta vi hacia Olfen, para encontrarlo viéndome también. Ambos subimos los hombros y nos movimos, tomando lo que podíamos. El oso por su parte se montó las dos cajas que parecían más pesadas como si nada en los hombros. Vi un par que habían quedado, pequeñas, y otra mediana. Verlo marchar fuera de la cabaña me dio una sensación de "dejo esas ahí para que ustedes carguen algo de vuelta", o un rollo del estilo.
Me colgué el hacha del cinturón y volví al golem una especie de cesta grande. Acomodé allí el vestido, y sobre la cesta, la caja mediana.
«Arriba».
...
—E-Eh —volteé a un lado, viendo si la elfa observaba como patéticamente no podía alzarlo del suelo. ¿Qué demonios tenía Olfen en esa caja? Y si está pesaba esto, ¿cuanto pesaba las qué llevaba Olfen?
Al siguiente instante noté que si no usase al golem de cesta y simplemente llevara el vestido, me quitaría algo de peso de encima. Pero eso era demasiado inteligente cuando tenía cosas mejores que probar que mi inteligencia. Mi orgullo masculino, por ejemplo. Haciendo un esfuerzo logré alzar la cesta con la caja encima, ya pasado de la cintura, abrazándola, era más tolerable. Caminé afuera de la cabaña, deteniéndome y dándome vuelta para ver a Valyria.
¿Eso era tristeza?
«Vamos... se qué puedes rearmar el vestido» dije para mí mismo observándola. Si no me movía Olfen me dejaría atrás, y no me sabía precisamente el camino de vuelta, por lo que corrí un poco para alcanzarlo.
Cuando llegamos al carro puse la cesta en el suelo, jadeando. Por fin estábamos de vuelta. Estaba completamente seguro de que el camino era como el triple de corto cuando estábamos yendo hacia allá. Me erguí inhalando con ganas mientras Olfen comentaba que podíamos tomar agua de su mercancía como agradecimiento. Un poco de ella no le dolería cuando podría haberla perdido toda.
Tenía algo de pena de hacerlo, pero la sed me ganaba. Le entregué el vestido a Valyria y revisé en las cajas que llevaba Olfen, barriles de madera con agua. Pestañeé, viendo hacia el hombre oso, acariciando a sus caballos y diciendo lo buenos que eran por esperar allí, orgulloso de ellos. Yo sólo estaba impresionado de que no se viese ni gota de cansado luego de cargar quien sabe cuántos litros.
Tomé una de esas bebiendo casi directamente de a boca, derramando un poco sin querer sobre mi rostro. Al menos era refrescante. Caminé hasta la parte trasera del carro para encontrar a la rubia, diligente.
Y mi mano, lentamente, acabó en mi rostro. No había traído nada de la cabaña para ver con qué locura salía para acomodar la rueda. Ver su aguja e hilo… tampoco tenía herramientas aquí. Ante la situación consideré con muchas fuerzas, muchísimas, rendirme y optar por preguntarle a Olfen si podía permitirle a Valyria ir a caballo hasta Lunargenta, porque no podría reparar la rueda del carro.
Ver a la rubia pensar como reparar el vestido, porque se le notaba en la cara que estaba absorbida en ello desmotivo un poco mis planes. Sonaba cruel destruir las pocas esperanzas que tuviese de que reparase el carro, no quería tampoco demasiado que volviese a lucir como en la cabaña por el vestido.
Entre eso y que definitivamente, no podía coser mientras cabalgaba—ok, le daría un 50% de que no podía, capaz y sí—volví con el oso, cabizbajo.
—Olfen. Malas noticias. Vas a odiarme.
Después de una media apresurada carrera de ida y vuelta a la cabaña, otra vez, Olfen regreso con lo que había dejado de la mesa y uno de los pilares fundamentales que sostenía la cabaña. Estaba bañado en sudor, ahora sí no tenía opción realmente sino reparar la jodida rueda. Había estado evaluando la condición de la rueda, no se había destrozado por completo; pero si había sido un impacto fuerte. Quizás contra una roca durante un salto o la caída. Aproximadamente era como un tercio de rueda lo que se había destrozado, pero por el estado en el que había quedado el área rota igual tendría que reducirla de nuevo, lo que la dejaría a una mitad. Fijándome en el lado opuesto del carro, a ojo eran unos 90cm de diámetro la rueda, considerando que era como mi mitad, quizás poco más, poco menos.
Corté las patas de la mesa que había traído Olfen a hachazos y la tire al suelo de espaldas, para usarla como mesa de trabajo. A ojo no servía, si quedaba más pequeña o más grande el carro se iba a desbalancear, y terminaría igual o peor. Pensé en improvisar al golem como un pilar, endureciéndolo para levantar el carro, pero sospechaba que era demasiado peso para mi pequeño, después de todo, Valyria estaba sentada dentro…
Sonreí a mi propia broma. También ayudaba a mi humor haber pensado una manera. Justamente amasando al golem y estirándolo de forma alargada y plana, lo use de regla para imitar la circunferencia de la rueda que estaba buena, y lo lleve a la mesa, ahora en la forma circular que había copiado, tracé alrededor para dejar la figura en la mesa y corrí con Valyria, robando, o lo que es lo mismo, pidiéndole prestada su cinta de medir para tomar… medidas.
Dividí el círculo en cuatro partes, tomando una de las cajas cuadradas de Olfen, y con su permiso, cortando la tapa a la mitad para sacar una escuadra de donde no la teníamos. Con eso ajuste las líneas y dividí cada arco más, dejándolo la circunferencia en 8 partes iguales.
El tamaño del buje de la rueda lo obtuve de la misma forma que antes, amoldando el golem a la forma de uno de los aros de las ruedas originales y llevándolo a la mesa, asegurándome de las distancias con la cinta de Valyria. Con eso listo, pase por un horroroso proceso de cortar extremos del pilar con el hacha, dando cortes suaves, muy lentamente. Saqué cuatro trozos en total, que coloqué sobre el círculo que había dibujado, uno empezando donde terminaba el otro.
Por los momentos lucía como medio octágono, ya que eran ángulos rudos. De punto a punto, en los interiores, trazando una línea podía formar la curva que debía tener para ser una rueda, me volví a parar a moldear al golem para comprobar, y de nuevo, más cortes… no había quedado perfectamente curvo, pero ahí iba.
Para los tarugos que iban del buje a conectar con el aro no tuve que pasarla tan mal, la mayoría de los viejos seguían relativamente vienen la rueda quebrada. Podía usarlos de nuevo. Caminé hasta la rueda dañada con Olfen, sólo había que levantar el carro unos minutos mientras cortaba los trozos de madera que habían quedado astillados de la rueda anterior para reducirla a la mitad, y añadir la nueva mit…
Los malditos clavos. No teníamos clavos.
¿O sí teníamos…?
—Olfeeeen…
—Dioses, detente.
Convenciendo al oso me dejo sacar ciertos clavos de madera que tenía en cajas de su mercancía para sellarlas, usándolos para juntar las piezas de madera y completar la rueda, finalmente acomodándola.
La verdad fuese dicha, la rueda no era perfectamente circular. No estaba hecha con la madera apropiada tampoco, pero si no íbamos a una marcha ridícula, aguantaría. Me acomode en la parte trasera cansado, aplastando todas las cajas que podía de aquellas a las que le había sacado clavos. Podíamos empezar a volver a Lunargenta.
Suavicé al golem, dejándolo caer al suelo como la masa que era, agachándome para recoger el hacha. Al levantar la mirada Valyria había entrado. Parecía algo apresurada, aunque no podía culparla considerando el dinero que estaba en juego, y que definitivamente sería horrible caer de mala manera en la boca de los hermanos Jyorn.
O peor, la del tal Cato.
Cuando recomendó que empezáramos a llevar las cosas de vuelta vi hacia Olfen, para encontrarlo viéndome también. Ambos subimos los hombros y nos movimos, tomando lo que podíamos. El oso por su parte se montó las dos cajas que parecían más pesadas como si nada en los hombros. Vi un par que habían quedado, pequeñas, y otra mediana. Verlo marchar fuera de la cabaña me dio una sensación de "dejo esas ahí para que ustedes carguen algo de vuelta", o un rollo del estilo.
Me colgué el hacha del cinturón y volví al golem una especie de cesta grande. Acomodé allí el vestido, y sobre la cesta, la caja mediana.
«Arriba».
...
—E-Eh —volteé a un lado, viendo si la elfa observaba como patéticamente no podía alzarlo del suelo. ¿Qué demonios tenía Olfen en esa caja? Y si está pesaba esto, ¿cuanto pesaba las qué llevaba Olfen?
Al siguiente instante noté que si no usase al golem de cesta y simplemente llevara el vestido, me quitaría algo de peso de encima. Pero eso era demasiado inteligente cuando tenía cosas mejores que probar que mi inteligencia. Mi orgullo masculino, por ejemplo. Haciendo un esfuerzo logré alzar la cesta con la caja encima, ya pasado de la cintura, abrazándola, era más tolerable. Caminé afuera de la cabaña, deteniéndome y dándome vuelta para ver a Valyria.
¿Eso era tristeza?
«Vamos... se qué puedes rearmar el vestido» dije para mí mismo observándola. Si no me movía Olfen me dejaría atrás, y no me sabía precisamente el camino de vuelta, por lo que corrí un poco para alcanzarlo.
[...]
Cuando llegamos al carro puse la cesta en el suelo, jadeando. Por fin estábamos de vuelta. Estaba completamente seguro de que el camino era como el triple de corto cuando estábamos yendo hacia allá. Me erguí inhalando con ganas mientras Olfen comentaba que podíamos tomar agua de su mercancía como agradecimiento. Un poco de ella no le dolería cuando podría haberla perdido toda.
Tenía algo de pena de hacerlo, pero la sed me ganaba. Le entregué el vestido a Valyria y revisé en las cajas que llevaba Olfen, barriles de madera con agua. Pestañeé, viendo hacia el hombre oso, acariciando a sus caballos y diciendo lo buenos que eran por esperar allí, orgulloso de ellos. Yo sólo estaba impresionado de que no se viese ni gota de cansado luego de cargar quien sabe cuántos litros.
Tomé una de esas bebiendo casi directamente de a boca, derramando un poco sin querer sobre mi rostro. Al menos era refrescante. Caminé hasta la parte trasera del carro para encontrar a la rubia, diligente.
Y mi mano, lentamente, acabó en mi rostro. No había traído nada de la cabaña para ver con qué locura salía para acomodar la rueda. Ver su aguja e hilo… tampoco tenía herramientas aquí. Ante la situación consideré con muchas fuerzas, muchísimas, rendirme y optar por preguntarle a Olfen si podía permitirle a Valyria ir a caballo hasta Lunargenta, porque no podría reparar la rueda del carro.
Ver a la rubia pensar como reparar el vestido, porque se le notaba en la cara que estaba absorbida en ello desmotivo un poco mis planes. Sonaba cruel destruir las pocas esperanzas que tuviese de que reparase el carro, no quería tampoco demasiado que volviese a lucir como en la cabaña por el vestido.
Entre eso y que definitivamente, no podía coser mientras cabalgaba—ok, le daría un 50% de que no podía, capaz y sí—volví con el oso, cabizbajo.
—Olfen. Malas noticias. Vas a odiarme.
[…]
Después de una media apresurada carrera de ida y vuelta a la cabaña, otra vez, Olfen regreso con lo que había dejado de la mesa y uno de los pilares fundamentales que sostenía la cabaña. Estaba bañado en sudor, ahora sí no tenía opción realmente sino reparar la jodida rueda. Había estado evaluando la condición de la rueda, no se había destrozado por completo; pero si había sido un impacto fuerte. Quizás contra una roca durante un salto o la caída. Aproximadamente era como un tercio de rueda lo que se había destrozado, pero por el estado en el que había quedado el área rota igual tendría que reducirla de nuevo, lo que la dejaría a una mitad. Fijándome en el lado opuesto del carro, a ojo eran unos 90cm de diámetro la rueda, considerando que era como mi mitad, quizás poco más, poco menos.
Corté las patas de la mesa que había traído Olfen a hachazos y la tire al suelo de espaldas, para usarla como mesa de trabajo. A ojo no servía, si quedaba más pequeña o más grande el carro se iba a desbalancear, y terminaría igual o peor. Pensé en improvisar al golem como un pilar, endureciéndolo para levantar el carro, pero sospechaba que era demasiado peso para mi pequeño, después de todo, Valyria estaba sentada dentro…
Sonreí a mi propia broma. También ayudaba a mi humor haber pensado una manera. Justamente amasando al golem y estirándolo de forma alargada y plana, lo use de regla para imitar la circunferencia de la rueda que estaba buena, y lo lleve a la mesa, ahora en la forma circular que había copiado, tracé alrededor para dejar la figura en la mesa y corrí con Valyria, robando, o lo que es lo mismo, pidiéndole prestada su cinta de medir para tomar… medidas.
Dividí el círculo en cuatro partes, tomando una de las cajas cuadradas de Olfen, y con su permiso, cortando la tapa a la mitad para sacar una escuadra de donde no la teníamos. Con eso ajuste las líneas y dividí cada arco más, dejándolo la circunferencia en 8 partes iguales.
El tamaño del buje de la rueda lo obtuve de la misma forma que antes, amoldando el golem a la forma de uno de los aros de las ruedas originales y llevándolo a la mesa, asegurándome de las distancias con la cinta de Valyria. Con eso listo, pase por un horroroso proceso de cortar extremos del pilar con el hacha, dando cortes suaves, muy lentamente. Saqué cuatro trozos en total, que coloqué sobre el círculo que había dibujado, uno empezando donde terminaba el otro.
Por los momentos lucía como medio octágono, ya que eran ángulos rudos. De punto a punto, en los interiores, trazando una línea podía formar la curva que debía tener para ser una rueda, me volví a parar a moldear al golem para comprobar, y de nuevo, más cortes… no había quedado perfectamente curvo, pero ahí iba.
Para los tarugos que iban del buje a conectar con el aro no tuve que pasarla tan mal, la mayoría de los viejos seguían relativamente vienen la rueda quebrada. Podía usarlos de nuevo. Caminé hasta la rueda dañada con Olfen, sólo había que levantar el carro unos minutos mientras cortaba los trozos de madera que habían quedado astillados de la rueda anterior para reducirla a la mitad, y añadir la nueva mit…
Los malditos clavos. No teníamos clavos.
¿O sí teníamos…?
—Olfeeeen…
—Dioses, detente.
Convenciendo al oso me dejo sacar ciertos clavos de madera que tenía en cajas de su mercancía para sellarlas, usándolos para juntar las piezas de madera y completar la rueda, finalmente acomodándola.
La verdad fuese dicha, la rueda no era perfectamente circular. No estaba hecha con la madera apropiada tampoco, pero si no íbamos a una marcha ridícula, aguantaría. Me acomode en la parte trasera cansado, aplastando todas las cajas que podía de aquellas a las que le había sacado clavos. Podíamos empezar a volver a Lunargenta.
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Subrayado el uso de profesión (carpintería) para atender la primera complicación, en lo que respecta al transporte.
Última edición por Anders el Lun Sep 09 2019, 16:08, editado 2 veces
Anders
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Valyria medio ignoró, medio no se dio cuenta de los bufidos y problemas que tenía el elfo para mover las cosas. Es decir, no podían pesar TANTO, el oso las había movido sin demasiados problemas.
La verdad, ella había acabado con el vestido mucho antes de que el carro estuviera listo, y estaba bastante segura de que el vestido conservaba la talla, aunque realmente no podía comprobarlo, puesto que no iba a desnudarse y probárselo allí mismo, y los métodos menos inmediatos estaban descartados porque ALGUIEN le había cogido la cinta de medir. Pero daba igual, no estaba enfadada. Habían salido con tiempo… probablemente.
Finalmente, tras lo que le pareció demasiado tiempo, el carro estaba arreglado. Más o menos. Se movía un poco raro, con un clonck clonck a cada rato y se desviaba un poco, a juzgar por como Olfen corregía el rumbo, pero rodar lo que era rodar rodaba, y con los caballos felices y contentos, parecían estar avanzando a buen ritmo. Seguramente tenía que ver con Olfen intentando recuperar el tiempo perdido más que con los caballos, pero aun así avanzaban, que era lo que importaba.
Y bajo la atenta mirada de la elfa y un ansia creciente de asaetar a quien osara incluso estorbar un poco en su camino hacia su paga. Y efectivamente, la gente se apartaba a su paso. Puede que por la elfa de mirada homicida, puede que por el oso sonriendo como un poco, puede que por los caballos prácticamente en plena carrera por el camino. En cualquier caso, las murallas no tardaron en poder verse, y eventualmente, los guardias de la puerta les dejaron pasar sin problemas.
No podían conducir alocadamente dentro de la ciudad tristemente, pero habían recuperado buena parte del tiempo perdido y, por suerte, el oso sabía algo que ella al menos desconocía, donde diablos estaba el teatro de esos hermanos Jyorn y llevo el carro prácticamente hasta la puerta.
El edificio era… normal. Es decir, era grande, de piedra, pero no tenía nada en especial respecto a los cercanos más allá de estar decorado con un poco más gusto, con lo que parecían sedas rojas. Y efectivamente, el cartel decía que era un teatro. Un hombre de mediana edad estaba fuera, paseando de un lado a otro frente al edificio.
-Ese es uno de los hermanos. No sé cuál, siempre me confundo.- les informo Olfen. Bien, ese era el tipo que les iba a pagar. Posiblemente. Más le valía. Valyria recogió los paquetes y bajo del carro, acercándose al hombre. Al menos tenía más buen gusto que Cato, llevando una camisa blanca con detalles negros, que lucían como algún tipo de planta enredadera desde esa distancia, que contrastaba de manera decente con su cabello y barba negros. En cuando el hombre se giró en su patrulla y la vio, prácticamente apareció ante ella, hasta el punto en el que Valyria se preguntó si se había teletransportado.
-¿Eres la de los vestidos?- Preguntó el hombre, inmediatamente. Buenos días a ti también.
-Sí, tres vestidos, aquí mismo los tengo, yo y Anders los hemos arreglado, probado y traído personalmente.- pero el tipo no parecía estar escuchándola, puesto que había sacado uno de los vestidos y lo estaba examinando. Era ese verde más bien pueblerino.
-Cuando Cato dijo que había contratado a alguien para que nos los llevara sin que nos preocupáramos, la verdad, pensé que me estaba tomando el pelo, es tan impropio de él…-
-Que hizo que.-
-Pero parece que por una vez en su vida ha tenido buen ojo. ¿Y ayudasteis a esas tres Moiras a acabarlo encima? Son caras, y solo aceptan pagos por adelantado, pero me alegra ver que parecen estar a la altura al menos.- ya había cogido un segundo, el de noble/villano. –La verdad es que habéis apurado un poco, solo tenemos un par de horas antes del estreno, pero parece estar todo en orden, sí señor, mi hermano va a estar encantado. Oh, y este último es precioso.- Su vestido de princesa.
-¿A que si? Las señoras y yo estamos muy orgullosas de como ha quedado.-
-Bien bien, porque no os presento a la banda, le damos esto a mi hermano y os pagamos. Podéis quedaros a ver la obra también, si queréis, incluso el pre-ensayo.-
-Huh… Olfen, quien nos ha llevado también quiere verla…- no iba a olvidarse del pobre oso que los habia traido hasta allí a con todas las molestas que le habían causado.
-Oh, por supuesto, puede venir también, pero no os acostumbréis, solo por hoy, de algo tenemos que vivir.- El hombre ya les estaba indicando para que entraran, pero Olfen tenía que hacer… lo que fuera que hacia un mercader con su carro y mercancías, así que seguramente lo verían más tarde.
-Y… ¿de qué va la obra?- es decir, aparentemente eran tipos famosos, pero en la vida había oído a hablar de ellos.
-Oh, la he escrito yo mismo, es una versión extendida de un pequeño y antiguo poema, un fantástico romance entre dos adolescentes que duro tres días y causo seis muertes.-
-Eso suena… muy violento. Y nada romántico.- ¿adolescentes? Sonaba a que iban a cerrar la obra por perversión de menores.
-Oh, eran otros tiempos jovencita. En esa época, si una boda no tenía al menos un asesinato, se consideraba aburrida. Estamos hablando de cuando los castillos eran obras de ingeniería sin precedentes, ¡prácticamente afrentas arquitectónicas a los dioses! Y una espada de acero era prácticamente magia en estado puro.-
La verdad, ella había acabado con el vestido mucho antes de que el carro estuviera listo, y estaba bastante segura de que el vestido conservaba la talla, aunque realmente no podía comprobarlo, puesto que no iba a desnudarse y probárselo allí mismo, y los métodos menos inmediatos estaban descartados porque ALGUIEN le había cogido la cinta de medir. Pero daba igual, no estaba enfadada. Habían salido con tiempo… probablemente.
Finalmente, tras lo que le pareció demasiado tiempo, el carro estaba arreglado. Más o menos. Se movía un poco raro, con un clonck clonck a cada rato y se desviaba un poco, a juzgar por como Olfen corregía el rumbo, pero rodar lo que era rodar rodaba, y con los caballos felices y contentos, parecían estar avanzando a buen ritmo. Seguramente tenía que ver con Olfen intentando recuperar el tiempo perdido más que con los caballos, pero aun así avanzaban, que era lo que importaba.
Y bajo la atenta mirada de la elfa y un ansia creciente de asaetar a quien osara incluso estorbar un poco en su camino hacia su paga. Y efectivamente, la gente se apartaba a su paso. Puede que por la elfa de mirada homicida, puede que por el oso sonriendo como un poco, puede que por los caballos prácticamente en plena carrera por el camino. En cualquier caso, las murallas no tardaron en poder verse, y eventualmente, los guardias de la puerta les dejaron pasar sin problemas.
No podían conducir alocadamente dentro de la ciudad tristemente, pero habían recuperado buena parte del tiempo perdido y, por suerte, el oso sabía algo que ella al menos desconocía, donde diablos estaba el teatro de esos hermanos Jyorn y llevo el carro prácticamente hasta la puerta.
El edificio era… normal. Es decir, era grande, de piedra, pero no tenía nada en especial respecto a los cercanos más allá de estar decorado con un poco más gusto, con lo que parecían sedas rojas. Y efectivamente, el cartel decía que era un teatro. Un hombre de mediana edad estaba fuera, paseando de un lado a otro frente al edificio.
-Ese es uno de los hermanos. No sé cuál, siempre me confundo.- les informo Olfen. Bien, ese era el tipo que les iba a pagar. Posiblemente. Más le valía. Valyria recogió los paquetes y bajo del carro, acercándose al hombre. Al menos tenía más buen gusto que Cato, llevando una camisa blanca con detalles negros, que lucían como algún tipo de planta enredadera desde esa distancia, que contrastaba de manera decente con su cabello y barba negros. En cuando el hombre se giró en su patrulla y la vio, prácticamente apareció ante ella, hasta el punto en el que Valyria se preguntó si se había teletransportado.
-¿Eres la de los vestidos?- Preguntó el hombre, inmediatamente. Buenos días a ti también.
-Sí, tres vestidos, aquí mismo los tengo, yo y Anders los hemos arreglado, probado y traído personalmente.- pero el tipo no parecía estar escuchándola, puesto que había sacado uno de los vestidos y lo estaba examinando. Era ese verde más bien pueblerino.
-Cuando Cato dijo que había contratado a alguien para que nos los llevara sin que nos preocupáramos, la verdad, pensé que me estaba tomando el pelo, es tan impropio de él…-
-Que hizo que.-
-Pero parece que por una vez en su vida ha tenido buen ojo. ¿Y ayudasteis a esas tres Moiras a acabarlo encima? Son caras, y solo aceptan pagos por adelantado, pero me alegra ver que parecen estar a la altura al menos.- ya había cogido un segundo, el de noble/villano. –La verdad es que habéis apurado un poco, solo tenemos un par de horas antes del estreno, pero parece estar todo en orden, sí señor, mi hermano va a estar encantado. Oh, y este último es precioso.- Su vestido de princesa.
-¿A que si? Las señoras y yo estamos muy orgullosas de como ha quedado.-
-Bien bien, porque no os presento a la banda, le damos esto a mi hermano y os pagamos. Podéis quedaros a ver la obra también, si queréis, incluso el pre-ensayo.-
-Huh… Olfen, quien nos ha llevado también quiere verla…- no iba a olvidarse del pobre oso que los habia traido hasta allí a con todas las molestas que le habían causado.
-Oh, por supuesto, puede venir también, pero no os acostumbréis, solo por hoy, de algo tenemos que vivir.- El hombre ya les estaba indicando para que entraran, pero Olfen tenía que hacer… lo que fuera que hacia un mercader con su carro y mercancías, así que seguramente lo verían más tarde.
-Y… ¿de qué va la obra?- es decir, aparentemente eran tipos famosos, pero en la vida había oído a hablar de ellos.
-Oh, la he escrito yo mismo, es una versión extendida de un pequeño y antiguo poema, un fantástico romance entre dos adolescentes que duro tres días y causo seis muertes.-
-Eso suena… muy violento. Y nada romántico.- ¿adolescentes? Sonaba a que iban a cerrar la obra por perversión de menores.
-Oh, eran otros tiempos jovencita. En esa época, si una boda no tenía al menos un asesinato, se consideraba aburrida. Estamos hablando de cuando los castillos eran obras de ingeniería sin precedentes, ¡prácticamente afrentas arquitectónicas a los dioses! Y una espada de acero era prácticamente magia en estado puro.-
Última edición por Valyria el Jue Sep 05 2019, 22:56, editado 1 vez
Valyria
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Las cajas eran horriblemente incómodas. Tener que estar sobre ellas para evitar que se abrieran, cosa que se hacía más fácil con el constante y ligero salto que demostraba un mal trabajo bien hecho, provocaba que cada tanto sintiera alguna esquina clavarse en algún lugar de mi cuerpo.
Las cajas eran increíblemente cómodas.
De alguna forma logré dormirme sobre ellas aún bajo la incomodidad que representaban. El viaje podría haber sido corto o largo, y no me habría dado cuenta. En un instante entre dormido y despierto al abrir los ojos vi que ya estábamos pasadas las murallas.
Cerré los ojos gruñendo con pereza y volteé al otro lado.
Al llegar y ver pasar la corta conversación entre uno de los hermanos y la rubia, Olfen volteó atrás y empezó a darle suaves golpes a una de las paredes del carro para levantarme.
—Anders, llegamos.
Bostecé fuertemente, abrazando con más ganas a mi almohada; mi golem.
—...
Un leve rugido de oso después, estaba saltando fuera del carro en pánico, apuntando hacia dentro del carro. Me detuve mientras la imagen se hacía más nítida y cuando reconocí a Olfen me tranquilice. Igualmente iba a preguntar qué había ocurrido, pero viendo los alrededores... esos edificios lejanos algo maltratados y feos, las calles igual de feas…
Lunargenta.
Me estiré bostezando con flojera y volteé a ver al hombre oso.
—¿A dónde iras? Sé de buenos carpinteros alrededor y eso, seguro que pueden hacerte una rueda decente, ¿te llevo?
—Yo te vendré a buscar a ti —dijo con un leve movimiento de cabeza, haciéndome voltear a donde un hombre hablaba con Valyria—. Ver el pre-ensayo le quita la magia. Estaré para la obra real.
—Ya.
Me acerqué hacia el hombre, saludándolo con una muy leve reverencia. Hice una mueca al ver el exterior del edificio, no parecía gran cosa… hasta entrar. Era mucho más impresionante por dentro, casi como si estuviese hecho de otra roca, o al menos que si la adentro hubiese recibido el triple de labor en pulirla. En la sala habían acomodado varias bancas para que la gente se sentase. Telas decoraban las paredes de lado a lado.
Al final descansaba el escenario en sí, hecho de buena madera, con el telón cerrado. Podía escucharse un intercambio de insultos detrás del mismo "¡Asno!" "¡Mequetrefe!" "¡Cenutrio!" "¡Zascandil!" "¡Muérgano!" "¡Estulto!" "¡Fondón!" "¡Ganapán!"
—¡Hey! —exclamé, sintiéndome atacado con ese último.
—¡Oh! ¡Me encanta esa pasión! —exclamó el hermano dando una carrerita hacia el escenario, deteniéndose repentinamente—. ¿Aunque no lo recuerdo en mi libreto...?
Detrás de las cortinas salieron tres hombres entonces. El primero de ellos uno alto y gordinflón, de largo bigote rojo pero con apenas tres pelos arriba, que claramente peinaba de lado intentando tapar su calva. Llevaba una camisa blanca de botones que amenazaban con reventar y un abrigo de color marrón, con algo de pelaje; era bueno que Olfen no hubiese entrado, porque parecía de oso...
Por supuesto, vestía pantalones negros y zapatos igual de elegantes que el resto de su vestuario.
La verdad es que salió de forma muy dinámica, dando saltos burlescos y agitando un bastón, como si de un estoque se tratara. Lo agitaba en dirección al segundo hombre, una réplica viviente del hermano que nos acompañaba, y que apenas era sostenida atrás por un agitado Cato sosteniéndolo de los brazos para evitar que se le abalanzase encima al bigotudo.
—Henrik —dijo entre dientes, llamando la atención del hombre, que se dio vuelta y le sonrió de la forma más pedante posible—. ¿Qué haces aquí?
—Oh, nada. Chequeando la... —se llevo una mano a la boca, riendo condescendiente—. "Competencia”.
Y entonces estaba en la misma situación que Cato: sosteniendo a un Jyorn para que no le saltara encima al hombre.
—Nos vemos en su fracaso de obra, ¡jajaja! —dijo con una sonrisa muy fingida y totalmente articulada con la intención de que fuese tan molesta como era posible. Mientras reía retirándose, el Jyorn que (yo) sostenía abrió la boca para decir algo, pero se calló al ver un boleto en las manos del hombre, agitado en su cara—. Un romance de dos adolescentes... seis muertes... ¡Jajaja! ¿Es un drama? ¿Seguros? ¡Suena a una comedia! ¡Jajajaja! —comentó mientras se retiraba, hablando en voz alta para ser oído.
—Quien... ¿¡Quién le ha vendido un boleto a Henrik!? ¿¡Ah!? —preguntó, soltándose furioso de mi agarre y caminando hacia su hermano, que dejo ir Cato—. ¡Ugh! ¡Lo detesto! ¡Ya verá! —dio un pisotón molesto—. ¡Cato! ¡Cato! ¿Ya comiste? ¿Y los demás? ¡Quiero un ensayo rápido dentro de quince minutos!
—¡E-Están comiendo, señor! —gritó una joven con su cabeza asomada en el telón.
—Bien Nadia. Bien bien. Tú ve a comer, Cato —dijo despidiéndolo con un suave gesto, empezando a patrullar alrededor de todos, al mismo ritmo que patrullaba antes afuera—. Oh, oh sí —subió un pulgar, tomando su hermano y acercándolo—. Esta señorita ayudo a terminar el vestuario, y él... él... él... ¿tú qué hiciste?
Pestañeé, a punto de pedir el pago, pero por la escena anterior, dudaba que los hermanos estuviesen en humor de pagar. No dije nada respecto a ello, mencionando lo de conocer a "la banda", instante en que el hermano se apuró con un "Oh, sí sí" y se encaminó a las habitaciones detrás del escenario.
Allí tenían gran parte del equipo, por no decir que quizás todo lo que posiblemente iba a aparecer en la obra. Nos presentó adecuadamente al tipejo de antes, el del vestuario; Jirfin se llamaba. Su cocinero era un hombre bestia toro, "Gran", luego estaba la gente que limpiaría el escenario, los encargados de mover la mueblería entre escena y escena...
Al final de todos los dichos sólo me había grabado tres nombres: Bragi, Eyvindr y Pórarinn, los del grupo de actuación y los que nos faltaban por conocer. El estómago me rugió con algo de envidia, había estado viendo a varios miembros comer carne y tomar jugo de frutas, y honestamente iba a tener el atrevimiento de pedir un poco, pero en cuanto el hermano que nos daba el tour abrió la puerta al “camerino” de los actores, observamos la primera escena de la obra.
Cato; con una expresión horrorizada y pegado contra una pared, deslizándose lentamente a lo largo de ella. El suelo estaba cubierto de vomito, con alguien apoyado sobre una mesa vomitando todavía más. Por las apariencias, ese debía ser Bragi.
Lamentablemente él no era el único, Eyvindr y Pórarinn también parecían derribados en sus respectivos lados, con náuseas e intentando regurgitar. Había más actores en el lugar, la mayoría con reacciones no poco distintas, los de estómago más delicado estaban sufriendo ante la escena, y los más fuertes parecían estar en pánico de cómo ayudar. El hermano Jyorn se llevó las manos a la boca y corrió adentro a socorrer a sus actores, por poco y resbalándose con vomito.
Arrugué la nariz mientras Cato salía corriendo de la habitación, chillando basura en su forma típica.
—¡Ew! ¡NADIA! ¡Ven a limpiar este desastre! —exclamó pasando por un lado, casi llevándome de un tropezón—. ¡Siempre me toca trabajar con cerdos! ¡Lo juro! —se dio vuelta indignado, y al ver dentro de la habitación otra vez, arrugó la cara asqueado—. …¡Búsquenme cuando arreglen esta porquería! —y se giró, dejando que su pelo me golpeara en la cara, para retirarse.
Ante toda la escena suspiré, volteando a ver a la elfa. Por lo menos yo no tenía nada que expulsar fuera del estómago, o quizás lo hubiera hecho.
Las cajas eran increíblemente cómodas.
De alguna forma logré dormirme sobre ellas aún bajo la incomodidad que representaban. El viaje podría haber sido corto o largo, y no me habría dado cuenta. En un instante entre dormido y despierto al abrir los ojos vi que ya estábamos pasadas las murallas.
Cerré los ojos gruñendo con pereza y volteé al otro lado.
[...]
Al llegar y ver pasar la corta conversación entre uno de los hermanos y la rubia, Olfen volteó atrás y empezó a darle suaves golpes a una de las paredes del carro para levantarme.
—Anders, llegamos.
Bostecé fuertemente, abrazando con más ganas a mi almohada; mi golem.
—...
Un leve rugido de oso después, estaba saltando fuera del carro en pánico, apuntando hacia dentro del carro. Me detuve mientras la imagen se hacía más nítida y cuando reconocí a Olfen me tranquilice. Igualmente iba a preguntar qué había ocurrido, pero viendo los alrededores... esos edificios lejanos algo maltratados y feos, las calles igual de feas…
Lunargenta.
Me estiré bostezando con flojera y volteé a ver al hombre oso.
—¿A dónde iras? Sé de buenos carpinteros alrededor y eso, seguro que pueden hacerte una rueda decente, ¿te llevo?
—Yo te vendré a buscar a ti —dijo con un leve movimiento de cabeza, haciéndome voltear a donde un hombre hablaba con Valyria—. Ver el pre-ensayo le quita la magia. Estaré para la obra real.
—Ya.
Me acerqué hacia el hombre, saludándolo con una muy leve reverencia. Hice una mueca al ver el exterior del edificio, no parecía gran cosa… hasta entrar. Era mucho más impresionante por dentro, casi como si estuviese hecho de otra roca, o al menos que si la adentro hubiese recibido el triple de labor en pulirla. En la sala habían acomodado varias bancas para que la gente se sentase. Telas decoraban las paredes de lado a lado.
Al final descansaba el escenario en sí, hecho de buena madera, con el telón cerrado. Podía escucharse un intercambio de insultos detrás del mismo "¡Asno!" "¡Mequetrefe!" "¡Cenutrio!" "¡Zascandil!" "¡Muérgano!" "¡Estulto!" "¡Fondón!" "¡Ganapán!"
—¡Hey! —exclamé, sintiéndome atacado con ese último.
—¡Oh! ¡Me encanta esa pasión! —exclamó el hermano dando una carrerita hacia el escenario, deteniéndose repentinamente—. ¿Aunque no lo recuerdo en mi libreto...?
Detrás de las cortinas salieron tres hombres entonces. El primero de ellos uno alto y gordinflón, de largo bigote rojo pero con apenas tres pelos arriba, que claramente peinaba de lado intentando tapar su calva. Llevaba una camisa blanca de botones que amenazaban con reventar y un abrigo de color marrón, con algo de pelaje; era bueno que Olfen no hubiese entrado, porque parecía de oso...
Por supuesto, vestía pantalones negros y zapatos igual de elegantes que el resto de su vestuario.
La verdad es que salió de forma muy dinámica, dando saltos burlescos y agitando un bastón, como si de un estoque se tratara. Lo agitaba en dirección al segundo hombre, una réplica viviente del hermano que nos acompañaba, y que apenas era sostenida atrás por un agitado Cato sosteniéndolo de los brazos para evitar que se le abalanzase encima al bigotudo.
—Henrik —dijo entre dientes, llamando la atención del hombre, que se dio vuelta y le sonrió de la forma más pedante posible—. ¿Qué haces aquí?
—Oh, nada. Chequeando la... —se llevo una mano a la boca, riendo condescendiente—. "Competencia”.
Y entonces estaba en la misma situación que Cato: sosteniendo a un Jyorn para que no le saltara encima al hombre.
—Nos vemos en su fracaso de obra, ¡jajaja! —dijo con una sonrisa muy fingida y totalmente articulada con la intención de que fuese tan molesta como era posible. Mientras reía retirándose, el Jyorn que (yo) sostenía abrió la boca para decir algo, pero se calló al ver un boleto en las manos del hombre, agitado en su cara—. Un romance de dos adolescentes... seis muertes... ¡Jajaja! ¿Es un drama? ¿Seguros? ¡Suena a una comedia! ¡Jajajaja! —comentó mientras se retiraba, hablando en voz alta para ser oído.
—Quien... ¿¡Quién le ha vendido un boleto a Henrik!? ¿¡Ah!? —preguntó, soltándose furioso de mi agarre y caminando hacia su hermano, que dejo ir Cato—. ¡Ugh! ¡Lo detesto! ¡Ya verá! —dio un pisotón molesto—. ¡Cato! ¡Cato! ¿Ya comiste? ¿Y los demás? ¡Quiero un ensayo rápido dentro de quince minutos!
—¡E-Están comiendo, señor! —gritó una joven con su cabeza asomada en el telón.
—Bien Nadia. Bien bien. Tú ve a comer, Cato —dijo despidiéndolo con un suave gesto, empezando a patrullar alrededor de todos, al mismo ritmo que patrullaba antes afuera—. Oh, oh sí —subió un pulgar, tomando su hermano y acercándolo—. Esta señorita ayudo a terminar el vestuario, y él... él... él... ¿tú qué hiciste?
Pestañeé, a punto de pedir el pago, pero por la escena anterior, dudaba que los hermanos estuviesen en humor de pagar. No dije nada respecto a ello, mencionando lo de conocer a "la banda", instante en que el hermano se apuró con un "Oh, sí sí" y se encaminó a las habitaciones detrás del escenario.
Allí tenían gran parte del equipo, por no decir que quizás todo lo que posiblemente iba a aparecer en la obra. Nos presentó adecuadamente al tipejo de antes, el del vestuario; Jirfin se llamaba. Su cocinero era un hombre bestia toro, "Gran", luego estaba la gente que limpiaría el escenario, los encargados de mover la mueblería entre escena y escena...
Al final de todos los dichos sólo me había grabado tres nombres: Bragi, Eyvindr y Pórarinn, los del grupo de actuación y los que nos faltaban por conocer. El estómago me rugió con algo de envidia, había estado viendo a varios miembros comer carne y tomar jugo de frutas, y honestamente iba a tener el atrevimiento de pedir un poco, pero en cuanto el hermano que nos daba el tour abrió la puerta al “camerino” de los actores, observamos la primera escena de la obra.
Cato; con una expresión horrorizada y pegado contra una pared, deslizándose lentamente a lo largo de ella. El suelo estaba cubierto de vomito, con alguien apoyado sobre una mesa vomitando todavía más. Por las apariencias, ese debía ser Bragi.
Lamentablemente él no era el único, Eyvindr y Pórarinn también parecían derribados en sus respectivos lados, con náuseas e intentando regurgitar. Había más actores en el lugar, la mayoría con reacciones no poco distintas, los de estómago más delicado estaban sufriendo ante la escena, y los más fuertes parecían estar en pánico de cómo ayudar. El hermano Jyorn se llevó las manos a la boca y corrió adentro a socorrer a sus actores, por poco y resbalándose con vomito.
Arrugué la nariz mientras Cato salía corriendo de la habitación, chillando basura en su forma típica.
—¡Ew! ¡NADIA! ¡Ven a limpiar este desastre! —exclamó pasando por un lado, casi llevándome de un tropezón—. ¡Siempre me toca trabajar con cerdos! ¡Lo juro! —se dio vuelta indignado, y al ver dentro de la habitación otra vez, arrugó la cara asqueado—. …¡Búsquenme cuando arreglen esta porquería! —y se giró, dejando que su pelo me golpeara en la cara, para retirarse.
Ante toda la escena suspiré, volteando a ver a la elfa. Por lo menos yo no tenía nada que expulsar fuera del estómago, o quizás lo hubiera hecho.
Última edición por Anders el Jue Sep 05 2019, 23:00, editado 1 vez
Anders
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Al menos por dentro lucia considerablemente mejor. Puede que fuera así para que no les robaran por la noche o algo así, o porque la gente importante no se sentaría en un lugar cutre, por más buenas que fueran las obras. Si lo eran siquiera, a saber, tendría que comprobarlo en persona.
Bueno, puede que el interior fuera elegante, pero claramente no las personas que había en el, a juzgar por los insultos que oía. Ni siquiera sonaban bien, lo que le hizo apreciar un poco más la belleza del elfico. La elfa se quedó mirando el intercambio, esperando secretamente que el bastón sufriera un accidente y golpeara a Cato en la cabeza. Repetidas veces. No hubo suerte tristemente, y ambos contrincantes se alejaron sin que ninguno hubiera acabado zurrado. Cosa que era buena si Cato estaba intacto también. Aparentemente el tipo del bastón era Henrik y era un… ¿rival? Uno que no creía lo más mínimo en la obra. –No te preocupes, a mí me suena interesante…- dijo Valyria, siendo completamente ignorada por las preguntas sobre quien le había vendido un boleto al tipo ese. Es decir, cualquiera, no era como si necesitaras una tarjeta de socio… ¿cierto?
La elfa suspiró y siguió al director, esperando conocer de una vez a la banda y ser pagada de una maldita vez. Conoció a unos pocos, un cocinero, un tipo de vestuario, los que limpiaban… y luego al resto.
Vomitando por todo el suelo. Menos Cato. Porque el desgraciado parecía tener demasiada suerte como para estar afligido con… a saber lo que era eso. Cato se fue, indignado, y por una vez no pudo culparlo. –Entonces…en cuando al pago…-
-¿Pago? ¿Qué pago? ESTAMOS ARRUINADOS.-
-Y lo siento mucho, pero ese no es m…-
-Tendré que devolver el dinero de las entradas, porque no tengo actores, y el vestuario está destrozado, bueno, manchado supongo. ¡Y limpiar todo eso! La ruina más absoluta. BANCARROTA-
-Mis más profundos pésames pero me importa una…-
-Porque encima no estoy a tiempo de encontrar nuevos actores, porque todos en esta maldita ciudad son unos incultos, y encima tendrían que caber en los vestidos…- esta vez el hombre se interrumpió solo, mirándola lentamente, a ella y a Anders. Con la misma cara que los gatos del puerto miraban los peces.
-Nooooop.- se limitó a responder ella.
-Venga, vosotros podéis, todo el mundo conoce la historia, solo la he alargado un poco más, seguro que podéis improvisar, solo tendremos que encontrar un tercero y hacer que un cuarto rote los personajes secundarios…-
-Somos ELFOS. No tenemos ni idea de que historia es esa.- Y el hombre pareció romperse allí mismo, cayendo en el suelo, casi seguro en una mancha de vomito.
-Oh, no, que voy a hacer, todas esa deudas… los únicos que pueden ayudarme… y son unos incultos también… supongo que podemos usar el pago extra que íbamos a daros y huir bien lejos. Seguro que los dragones tienen algún monasterio que nos acepte…alguien que comprenda nuestros talentos…- estaba…¿llorando?
Las ganas de apuñalar a alguien no se habían desvanecido después del ataque bandido aparentemente, porque le hervía la sangre. Pero tenía que controlarse. Porque ese idiota parecía estar demasiado absorto con lo que parecía ser el colapso de toda su vida como para ser honesto y pagarles. Bien. Iban a tener que solucionar el problema. Otra vez. Como siempre. –Piensa en el dinero Val, piensa en el dinero… todas las telas esponjosas que podrá comprarte. Inspira… cuenta hasta diez.- susurró por lo bajo.
-Primero, el inculto eres tú, ¡nuestras historias se remontan a tiempos donde ni siquiera sabíais forjar hierro!- Probablemente. Ni idea la verdad, pero seguro que eran más antiguas que las humanas. –Segundo, no he dicho que no pueda ayudar.- y el tipo la miro con cara esperanzada y, pudo ver, sin una sola lagrima. Oh iba a apuñalarlo a él y sus lágrimas de cocodrilo. En cuando le pagara. –Dos adolescentes. Tenemos vestidos limitados porque el resto están sucios. Un pueblerino, una princesa, un noble…-
-En realidad es una duq…-
-Shush, a nadie le importa, princesa he dicho. ¿Qué tenéis de decoración? ¿Una bonita espada? Que brille a ser posible. Y colmillos de cerdo…Y un escudo azul. –
-Uh…si…tenemos… compramos una botella de polvo brillante, supongo que podríamos…-
-Y ese idiota de Cato no se sabe la historia, así que necesita un papel que haga lo mínimo.-
-Bueno, es un poco especial, debe tener cierto protagonismo o no va a actuar…-
-Oh, sí, tendrá el protagonismo. Es el héroe al fin y al cabo…- soltó una risita. –Dime, ¿has oído a hablar de la Trinidad? No, espera… no creo que se traduzca así. ¿Trifuerza? Poder, Sabiduría, Coraje. Necesitamos un narrador… y papel y tinta, porque tú tampoco sabes la historia… ¿Cuándo debería durar toda esta cosa?-
-Uh…¿un par de horas? Hora y media al menos.- Así que tenía dos horas para escribir una obra de dos horas…. Genial… iban a tener que improvisar tantísimo….
Bueno, puede que el interior fuera elegante, pero claramente no las personas que había en el, a juzgar por los insultos que oía. Ni siquiera sonaban bien, lo que le hizo apreciar un poco más la belleza del elfico. La elfa se quedó mirando el intercambio, esperando secretamente que el bastón sufriera un accidente y golpeara a Cato en la cabeza. Repetidas veces. No hubo suerte tristemente, y ambos contrincantes se alejaron sin que ninguno hubiera acabado zurrado. Cosa que era buena si Cato estaba intacto también. Aparentemente el tipo del bastón era Henrik y era un… ¿rival? Uno que no creía lo más mínimo en la obra. –No te preocupes, a mí me suena interesante…- dijo Valyria, siendo completamente ignorada por las preguntas sobre quien le había vendido un boleto al tipo ese. Es decir, cualquiera, no era como si necesitaras una tarjeta de socio… ¿cierto?
La elfa suspiró y siguió al director, esperando conocer de una vez a la banda y ser pagada de una maldita vez. Conoció a unos pocos, un cocinero, un tipo de vestuario, los que limpiaban… y luego al resto.
Vomitando por todo el suelo. Menos Cato. Porque el desgraciado parecía tener demasiada suerte como para estar afligido con… a saber lo que era eso. Cato se fue, indignado, y por una vez no pudo culparlo. –Entonces…en cuando al pago…-
-¿Pago? ¿Qué pago? ESTAMOS ARRUINADOS.-
-Y lo siento mucho, pero ese no es m…-
-Tendré que devolver el dinero de las entradas, porque no tengo actores, y el vestuario está destrozado, bueno, manchado supongo. ¡Y limpiar todo eso! La ruina más absoluta. BANCARROTA-
-Mis más profundos pésames pero me importa una…-
-Porque encima no estoy a tiempo de encontrar nuevos actores, porque todos en esta maldita ciudad son unos incultos, y encima tendrían que caber en los vestidos…- esta vez el hombre se interrumpió solo, mirándola lentamente, a ella y a Anders. Con la misma cara que los gatos del puerto miraban los peces.
-Nooooop.- se limitó a responder ella.
-Venga, vosotros podéis, todo el mundo conoce la historia, solo la he alargado un poco más, seguro que podéis improvisar, solo tendremos que encontrar un tercero y hacer que un cuarto rote los personajes secundarios…-
-Somos ELFOS. No tenemos ni idea de que historia es esa.- Y el hombre pareció romperse allí mismo, cayendo en el suelo, casi seguro en una mancha de vomito.
-Oh, no, que voy a hacer, todas esa deudas… los únicos que pueden ayudarme… y son unos incultos también… supongo que podemos usar el pago extra que íbamos a daros y huir bien lejos. Seguro que los dragones tienen algún monasterio que nos acepte…alguien que comprenda nuestros talentos…- estaba…¿llorando?
Las ganas de apuñalar a alguien no se habían desvanecido después del ataque bandido aparentemente, porque le hervía la sangre. Pero tenía que controlarse. Porque ese idiota parecía estar demasiado absorto con lo que parecía ser el colapso de toda su vida como para ser honesto y pagarles. Bien. Iban a tener que solucionar el problema. Otra vez. Como siempre. –Piensa en el dinero Val, piensa en el dinero… todas las telas esponjosas que podrá comprarte. Inspira… cuenta hasta diez.- susurró por lo bajo.
-Primero, el inculto eres tú, ¡nuestras historias se remontan a tiempos donde ni siquiera sabíais forjar hierro!- Probablemente. Ni idea la verdad, pero seguro que eran más antiguas que las humanas. –Segundo, no he dicho que no pueda ayudar.- y el tipo la miro con cara esperanzada y, pudo ver, sin una sola lagrima. Oh iba a apuñalarlo a él y sus lágrimas de cocodrilo. En cuando le pagara. –Dos adolescentes. Tenemos vestidos limitados porque el resto están sucios. Un pueblerino, una princesa, un noble…-
-En realidad es una duq…-
-Shush, a nadie le importa, princesa he dicho. ¿Qué tenéis de decoración? ¿Una bonita espada? Que brille a ser posible. Y colmillos de cerdo…Y un escudo azul. –
-Uh…si…tenemos… compramos una botella de polvo brillante, supongo que podríamos…-
-Y ese idiota de Cato no se sabe la historia, así que necesita un papel que haga lo mínimo.-
-Bueno, es un poco especial, debe tener cierto protagonismo o no va a actuar…-
-Oh, sí, tendrá el protagonismo. Es el héroe al fin y al cabo…- soltó una risita. –Dime, ¿has oído a hablar de la Trinidad? No, espera… no creo que se traduzca así. ¿Trifuerza? Poder, Sabiduría, Coraje. Necesitamos un narrador… y papel y tinta, porque tú tampoco sabes la historia… ¿Cuándo debería durar toda esta cosa?-
-Uh…¿un par de horas? Hora y media al menos.- Así que tenía dos horas para escribir una obra de dos horas…. Genial… iban a tener que improvisar tantísimo….
- Off:
- Segunda complicación subrayada
Última edición por Valyria el Lun Sep 09 2019, 13:18, editado 2 veces
Valyria
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Me cruce de brazos escuchando a Valyria intentar expresar ante interrupciones mis pensamientos exactos. No era problema nuestro, por mucho que me diera lástima. Osea... tenían como cuatro carros, o más, y dudaba mucho que las telas fueran baratas y la gente no quisiera comprarlas...
...se refería a una bancarrota artística, quizás. Una mancha negra en su apellido y el de su hermano. Tuve el impulso de corregir; no era elfo, era semi-elfo; pero no era algo de importancia en la situación. Al escuchar a Val haciéndose terapia a sí misma volteé los ojos, negando con la cabeza y suspirando al imaginarme en que terminaría todo esto.
Princesa, espada que brille, colmillos de cerdo; escudo azul... por cada cosa que la rubia mencionaba entrecerraba más los ojos, cada vez más incrédulo. Y todo esto por los hermanos, que ya no me hacían tanta ilusión. Si no tuviese moral... si fuese cualquier mercenario... baje mis brazos, rozando la cabeza del hacha sin querer queriendo.
—Oh, ¡esa cara! ¡Me encanta! ¡Puro material de villano!
—Qué.
A las decenas de minutos volvió Cato con Nadia, encontrándome sobre el escenario con una peluca roja, Una capa roja que claramente era una cortina y fue acomodada para que me quedase, casi, una coraza de cuero sobreglorificada con detalles dorados, guanteletes hechos de pieles y un collar que no me entraba, quedando reposado sobre mi frente.
—¿Para qué me convoc... —pestañeó, procesando la imagen—. ¿...Qué es esto?
—¡Cato! ¡Buenas noticias! ¡La obra se salva! —exclamó, pausando unos segundos—. Uh... bueno, algo así.
Cato arrugó la cara, abriendo la boca atónito. Cuando miembros enloquecidos haciendo lo que podían con el vestuario se acercaron a él, viendo por encima si la ropa verde le quedaba. Balbuceó algunas cosas, arreglándolas para entonar su balbuceó con mayor indignación de la que tenía cuando se fue en primer lugar.
—Se ve muy insatisfecho.
—Dale unos minutos, cuando sepa que es el héroe se le pasa —aseguró—, ¡ahora sigue practicando! ¿¡Quién eres!? —aplaudió.
—...El Rey de la Oscuridad, Emperador de la Noche, El Usurpador, Primogénito del Dragón Oscuro... —dije con una mano en la cara.
—...La forma como proyectas la indignación y desprecio en tu voz... ¡Tan regio! ¡Tan en personaje! ¡Es un genio! —se dio vuelta para ver a su hermano, quien asintió de vuelta.
Pasado el tiempo límite, las velas dentro del lugar fueron apagadas y se dio pasó al público. Por la cantidad de pasos que se escuchaban al otro lado de la cortina tenía que ser una cantidad enorme. Los aplausos indicaron la salida de los hermanos al escenario, y sus palabras al público antes de comenzar la obra. Su salida, la iluminación y su voz, ahora como narrador, marcaron el comienzo de la obra.
En Hyruna, escena de la acción,
Familias enemigas de rango y calidad,
Una amenaza renovada: forzada unión,
Bañando de oscuridad la ciudad.
Entre la entraña de estos rivales,
Hay un amor malhadado,
Que no aceptará estos males,
Y luchara con tesoro guardado.
El curso de un amor de muerte herido,
Y una ira oscura tan extrema,
Que hasta el fin de sus años no ha cedido,
Será en estas dos horas, nuestro tema.
Si escucháis la obra con paciencia,
Nuestro afán salvará toda carencia.
Entran GRAMIH y GERAMOL, de la casa de los Dalanthan, armados con espada.
—Bajo mi palabra, Señor, no encontramos a la princesa —empezó Gramih.
—No, porque estaríamos cargándola —continuó Geramol.
—Rumores a los oídos de nuestras fuerzas, ha huido con un cualquiera.
—Pretenden desnudar la espada destructora.
—Y con ella, a usted buscarle querella.
Tragué saliva, viendo a ambas personas frente a mí. Me puse de pie del trono (silla) y empujé la capa a un lado, abrí la boca para hablar, sin embargo; sólo se me escapó una nerviosa risa. Desvié la mirada hacia uno de los hermanos, agitando violentamente una hoja donde leía "NO TE RÍAS".
Apreté los dientes intentando aguantarme, pero sólo hizo que la risa se hiciera más fuerte. Si no podía contenerla, no lo haría.
—¡Jajajaja! ¡Jajaja! ... Jajaja... —carraspeé en voz baja—. ¿Querella, decís? ¡Tendrá, el insensato! —«Matenme»—. ¡Si se os provoca, echad afuera la tizona!
—Yo soy ligero de manos cuando se me provoca.
—Pero no se te provoca fácilmente a sentar la mano.
Iba a reír otra vez. Me puse un puño frente a la boca, por no decir que me golpeé la cara a mí mismo para evitar hacerlo. Dramáticamente, como debía ser todo, estiré el brazo adelante.
—¡Partid entonces! ¡Conseguidme el pescuezo del bastardo, y aquella a la qué he encontrado...!—«Matenme»—¡Más qué a Imbar, bella! ¡Cuando nos casemos, tomaré la vida de sus padres y ascenderé a rey!
...se refería a una bancarrota artística, quizás. Una mancha negra en su apellido y el de su hermano. Tuve el impulso de corregir; no era elfo, era semi-elfo; pero no era algo de importancia en la situación. Al escuchar a Val haciéndose terapia a sí misma volteé los ojos, negando con la cabeza y suspirando al imaginarme en que terminaría todo esto.
Princesa, espada que brille, colmillos de cerdo; escudo azul... por cada cosa que la rubia mencionaba entrecerraba más los ojos, cada vez más incrédulo. Y todo esto por los hermanos, que ya no me hacían tanta ilusión. Si no tuviese moral... si fuese cualquier mercenario... baje mis brazos, rozando la cabeza del hacha sin querer queriendo.
—Oh, ¡esa cara! ¡Me encanta! ¡Puro material de villano!
—Qué.
[...]
A las decenas de minutos volvió Cato con Nadia, encontrándome sobre el escenario con una peluca roja, Una capa roja que claramente era una cortina y fue acomodada para que me quedase, casi, una coraza de cuero sobreglorificada con detalles dorados, guanteletes hechos de pieles y un collar que no me entraba, quedando reposado sobre mi frente.
—¿Para qué me convoc... —pestañeó, procesando la imagen—. ¿...Qué es esto?
—¡Cato! ¡Buenas noticias! ¡La obra se salva! —exclamó, pausando unos segundos—. Uh... bueno, algo así.
Cato arrugó la cara, abriendo la boca atónito. Cuando miembros enloquecidos haciendo lo que podían con el vestuario se acercaron a él, viendo por encima si la ropa verde le quedaba. Balbuceó algunas cosas, arreglándolas para entonar su balbuceó con mayor indignación de la que tenía cuando se fue en primer lugar.
—Se ve muy insatisfecho.
—Dale unos minutos, cuando sepa que es el héroe se le pasa —aseguró—, ¡ahora sigue practicando! ¿¡Quién eres!? —aplaudió.
—...El Rey de la Oscuridad, Emperador de la Noche, El Usurpador, Primogénito del Dragón Oscuro... —dije con una mano en la cara.
—...La forma como proyectas la indignación y desprecio en tu voz... ¡Tan regio! ¡Tan en personaje! ¡Es un genio! —se dio vuelta para ver a su hermano, quien asintió de vuelta.
[...]
Pasado el tiempo límite, las velas dentro del lugar fueron apagadas y se dio pasó al público. Por la cantidad de pasos que se escuchaban al otro lado de la cortina tenía que ser una cantidad enorme. Los aplausos indicaron la salida de los hermanos al escenario, y sus palabras al público antes de comenzar la obra. Su salida, la iluminación y su voz, ahora como narrador, marcaron el comienzo de la obra.
En Hyruna, escena de la acción,
Familias enemigas de rango y calidad,
Una amenaza renovada: forzada unión,
Bañando de oscuridad la ciudad.
Entre la entraña de estos rivales,
Hay un amor malhadado,
Que no aceptará estos males,
Y luchara con tesoro guardado.
El curso de un amor de muerte herido,
Y una ira oscura tan extrema,
Que hasta el fin de sus años no ha cedido,
Será en estas dos horas, nuestro tema.
Si escucháis la obra con paciencia,
Nuestro afán salvará toda carencia.
ACTO I
ESCENA I
Hyrune, en frente del trono del Señor Oscuro
Entran GRAMIH y GERAMOL, de la casa de los Dalanthan, armados con espada.
—Bajo mi palabra, Señor, no encontramos a la princesa —empezó Gramih.
—No, porque estaríamos cargándola —continuó Geramol.
—Rumores a los oídos de nuestras fuerzas, ha huido con un cualquiera.
—Pretenden desnudar la espada destructora.
—Y con ella, a usted buscarle querella.
Tragué saliva, viendo a ambas personas frente a mí. Me puse de pie del trono (silla) y empujé la capa a un lado, abrí la boca para hablar, sin embargo; sólo se me escapó una nerviosa risa. Desvié la mirada hacia uno de los hermanos, agitando violentamente una hoja donde leía "NO TE RÍAS".
Apreté los dientes intentando aguantarme, pero sólo hizo que la risa se hiciera más fuerte. Si no podía contenerla, no lo haría.
—¡Jajajaja! ¡Jajaja! ... Jajaja... —carraspeé en voz baja—. ¿Querella, decís? ¡Tendrá, el insensato! —«Matenme»—. ¡Si se os provoca, echad afuera la tizona!
—Yo soy ligero de manos cuando se me provoca.
—Pero no se te provoca fácilmente a sentar la mano.
Iba a reír otra vez. Me puse un puño frente a la boca, por no decir que me golpeé la cara a mí mismo para evitar hacerlo. Dramáticamente, como debía ser todo, estiré el brazo adelante.
—¡Partid entonces! ¡Conseguidme el pescuezo del bastardo, y aquella a la qué he encontrado...!—«Matenme»—¡Más qué a Imbar, bella! ¡Cuando nos casemos, tomaré la vida de sus padres y ascenderé a rey!
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Había acabado, algo justa de tiempo, pero había acabado. Valyria suspiró, mientras le daba el fajo de líneas a uno de los hermanos, cualquiera, ni siquiera estaba mirando y suspiraba. Primero, limpiarse la tinta de la mano, luego…el vestuario…y directos a la obra.
Valyria saco la cabeza por entre las cortinas, topándose de cabeza con la cara de un oso. Tardo unos segundos en reaccionar, pero finalmente lo reconoció. –Psss, psss, Olfen.- el oso, que estaba sentado en primera fila y parecía haber ocupado tres asientos para el mismo, se levantó y fue a saludarla. Dioses, el teatro estaba tan, tan lleno.
-Oh, Valyria, menos mal, pensé que os habíais ido ya y me dejaríais solo, os he guardado sitio.-
-Sisi, en cuando a eso, cambio de planes, actuaremos en la obra, así que no podemos acompañarte, lo siento.-
-Oh, ¿Cómo extras? Es maravilloso, seguro que tenéis un gran futuro por delante.-
-No…no exactamente, ha habido una situación… Ve con cuidado ¿quieres? Todo esto es muy raro.- dijo la elfa, antes de volver a escurrirse dentro. Bien… vestido…. Actuación… ella podía… Dioses ya podía ser un montón de dinero.
Entran HÉROE y PRINCESA, algo agachados, con caras de miedo. Luces bajas, con fuego, para simbolizar la noche, ofuscar de vez en cuando las antorchas para dar la sensación de luz cambiante. Solo NARRADOR tiene diálogo, exposición.
Más esta historia no era una mera trifulca
Entre nobles linajes, de mucha honra
Puesto que el Señor oscuro malignos poderes usaba.
Y algo más que esbirros envió a por lo que anhelaba.
Las luces se ofuscan, mientras ESBIRROS son lanzados de un lado al otro del escenario. Usar los pájaros de decorado.
-No lo entiendo, pensé que era un romance.- dijo Sam, desde el público, susurrando a su amigo.
-Bueno, en el sentido amplio de la palabra ES una historia de amor… Una muy antigua de mis gentes.- respondió su acompañante, que era un elfo.
-Esta obra es horrible, ¡indigna de mi persona!- Dijo el actor, furioso. -¿Cómo voy a brillar sin dialogo? ¡Debería irme en este mismo instante!-
-Oh. Vaya, pensaba que un actor de tu calibre no debería tener problemas con este pequeño desafió.- dijo Valyria, con una sonrisa de oreja a oreja. –Parece que el gran Cato Sibarius no es tan grande como todos creían… Tus fans van a estar desoladas.- oh, había dado de lleno, el actor se encogió, prácticamente como si lo hubiera apuñalado allí mismo. El tipo pareció recuperarse, alzando la mano al cielo.
-Yo, Cato Sibarius, soy el mejor actor que esta ciudad jamás ha tenido, ¡y deslumbrare al público con mi magistral actuación!- y se fue, con su capa ondeando al viento. Espera… ¿de donde había salido esa capa? Bueno, daba igual… Valyria preparó el atrezo para la siguiente escena, murmurando una única palabra…
-Hombres…-
ACTO II
ESCENA V
Entran HÉROE y PRINCESA, jadeando. HADA ya se encuentra allí, con sedas reveladoras, esperando.
Viles conjuros Hyruna asolaron.
Profanando sus templos sagrados.
Sus sagradas Hadas, hibernaron
Hasta que fueron rescatados.
Y aunque por sus buenas obras acabaron cansados
Los espíritus, a la pareja compensaron.
-De mi profundo letargo me habéis despertado, valientes héroes, salvado de un destino aciago. Los tres templos habéis purificado, y yo y mis hermanas, os damos un regalo.- El hada les entrego un arco y una espada, además de un carcaj. La espada había sido bañada en…lo que fuera que era ese polvo brillante, al igual que unas pocas flechas para simbolizar las flechas de luz de la leyenda.
-Es un honor haber sido de ayuda, Gran Hada, tu ayuda es apreciada, aunque estés desnuda… y peluda.- dijo Valyria, con su precioso vestido, haciendo una reverencia mientras tomaba ambas armas, y le daba la espada a Cato, que la sacó de la empuñadura y la alzó al aire, donde brillo en todo su esplendor.
-Exacto, que diablos, ¿porque el Hada tiene ese aspecto? Ningún hada tiene tanto pelo en las piernas. ¿Se quedaron sin actores?-
-Lamentablemente, esta escena es…muy fiel al original, al menos esta parece llevar ropa interior… Solo espero que se salten las ocho estrofas de flirteo con el Héroe.-
ACTO III
ESCENA IX
Del agarre del mal, a su pueblo liberaron.
Con Luz y Acero, un ejército alzaron.
Unidos, por su querida Princesa y su humilde amado
Y no descansarían, hasta que el Señor Oscuro, fuera derrocado.
Con un estruendo, las puertas del castillo derribaron.
Y ambos amantes, al tirano enfrentaron.
Bendecidos por los Dioses, ¿Cómo les iba a pasar nada malo?
-Tu fin ha llegado, vil tirano, aquí hemos llegado, ¡a acabar con tu reinado!- dijo Valyria, arco en mano frente a Anders, mientras Cato, que parecía habérselo tomado muy, muy en serio desde su charla, desenfundaba su espada y adoptaba una muda pose de combate.
Valyria saco la cabeza por entre las cortinas, topándose de cabeza con la cara de un oso. Tardo unos segundos en reaccionar, pero finalmente lo reconoció. –Psss, psss, Olfen.- el oso, que estaba sentado en primera fila y parecía haber ocupado tres asientos para el mismo, se levantó y fue a saludarla. Dioses, el teatro estaba tan, tan lleno.
-Oh, Valyria, menos mal, pensé que os habíais ido ya y me dejaríais solo, os he guardado sitio.-
-Sisi, en cuando a eso, cambio de planes, actuaremos en la obra, así que no podemos acompañarte, lo siento.-
-Oh, ¿Cómo extras? Es maravilloso, seguro que tenéis un gran futuro por delante.-
-No…no exactamente, ha habido una situación… Ve con cuidado ¿quieres? Todo esto es muy raro.- dijo la elfa, antes de volver a escurrirse dentro. Bien… vestido…. Actuación… ella podía… Dioses ya podía ser un montón de dinero.
ACTO I
ESCENA II
ESCENA II
Entran HÉROE y PRINCESA, algo agachados, con caras de miedo. Luces bajas, con fuego, para simbolizar la noche, ofuscar de vez en cuando las antorchas para dar la sensación de luz cambiante. Solo NARRADOR tiene diálogo, exposición.
Más esta historia no era una mera trifulca
Entre nobles linajes, de mucha honra
Puesto que el Señor oscuro malignos poderes usaba.
Y algo más que esbirros envió a por lo que anhelaba.
Las luces se ofuscan, mientras ESBIRROS son lanzados de un lado al otro del escenario. Usar los pájaros de decorado.
[Escena II, Público]
-No lo entiendo, pensé que era un romance.- dijo Sam, desde el público, susurrando a su amigo.
-Bueno, en el sentido amplio de la palabra ES una historia de amor… Una muy antigua de mis gentes.- respondió su acompañante, que era un elfo.
[Antes de la Escena III, tras la cortina]
-Esta obra es horrible, ¡indigna de mi persona!- Dijo el actor, furioso. -¿Cómo voy a brillar sin dialogo? ¡Debería irme en este mismo instante!-
-Oh. Vaya, pensaba que un actor de tu calibre no debería tener problemas con este pequeño desafió.- dijo Valyria, con una sonrisa de oreja a oreja. –Parece que el gran Cato Sibarius no es tan grande como todos creían… Tus fans van a estar desoladas.- oh, había dado de lleno, el actor se encogió, prácticamente como si lo hubiera apuñalado allí mismo. El tipo pareció recuperarse, alzando la mano al cielo.
-Yo, Cato Sibarius, soy el mejor actor que esta ciudad jamás ha tenido, ¡y deslumbrare al público con mi magistral actuación!- y se fue, con su capa ondeando al viento. Espera… ¿de donde había salido esa capa? Bueno, daba igual… Valyria preparó el atrezo para la siguiente escena, murmurando una única palabra…
-Hombres…-
ACTO II
ESCENA V
Viles conjuros Hyruna asolaron.
Profanando sus templos sagrados.
Sus sagradas Hadas, hibernaron
Hasta que fueron rescatados.
Y aunque por sus buenas obras acabaron cansados
Los espíritus, a la pareja compensaron.
-De mi profundo letargo me habéis despertado, valientes héroes, salvado de un destino aciago. Los tres templos habéis purificado, y yo y mis hermanas, os damos un regalo.- El hada les entrego un arco y una espada, además de un carcaj. La espada había sido bañada en…lo que fuera que era ese polvo brillante, al igual que unas pocas flechas para simbolizar las flechas de luz de la leyenda.
-Es un honor haber sido de ayuda, Gran Hada, tu ayuda es apreciada, aunque estés desnuda… y peluda.- dijo Valyria, con su precioso vestido, haciendo una reverencia mientras tomaba ambas armas, y le daba la espada a Cato, que la sacó de la empuñadura y la alzó al aire, donde brillo en todo su esplendor.
[Escena V, Público]
-Exacto, que diablos, ¿porque el Hada tiene ese aspecto? Ningún hada tiene tanto pelo en las piernas. ¿Se quedaron sin actores?-
-Lamentablemente, esta escena es…muy fiel al original, al menos esta parece llevar ropa interior… Solo espero que se salten las ocho estrofas de flirteo con el Héroe.-
ACTO III
ESCENA IX
Del agarre del mal, a su pueblo liberaron.
Con Luz y Acero, un ejército alzaron.
Unidos, por su querida Princesa y su humilde amado
Y no descansarían, hasta que el Señor Oscuro, fuera derrocado.
Con un estruendo, las puertas del castillo derribaron.
Y ambos amantes, al tirano enfrentaron.
Bendecidos por los Dioses, ¿Cómo les iba a pasar nada malo?
-Tu fin ha llegado, vil tirano, aquí hemos llegado, ¡a acabar con tu reinado!- dijo Valyria, arco en mano frente a Anders, mientras Cato, que parecía habérselo tomado muy, muy en serio desde su charla, desenfundaba su espada y adoptaba una muda pose de combate.
Última edición por Valyria el Jue Sep 05 2019, 22:58, editado 1 vez
Valyria
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
ACTO I
ESCENA II
Después de volver a la parte trasera del escenario suspiré, siendo recibido con un pequeño sermón de un Jyorn. Consejos de actuación le rebosaban en la boca, aguantaría, sólo por el pago...
Y ahora que les tocaba a Valyria y Cato, las risas.
—Héroe y prin... ¿qué? —arrugué la nariz al escuchar al narrador—. No se llama princesa, es... —me callé al recordar quien había escrito el nuevo libreto, más o menos. Claramente estaba disfrutando de llevar el vestido y cada mención de princesa, muy, muy claramente. Osea, no se hacía rogar, cada vez que decían "PRINCESA" era casi como si brillara "esa soy yo".
Al menos alguien podía disfrutarlo, un poco. Me crucé de brazos temiendo por el momento que escuchase mi llamado al escenario.
[...]
La obra continuó, y las escenas en las que no pintaba nada me saltaba, igual y ya conocía la leyenda, pero en realidad, sólo temía el momento en que apareciera la Gran Hada.
El murmuro de Valyria antes del entrar al escenario no se me había escapado, simplemente no lo había procesado. Cuando caí en cuenta alcé una mano, con la boca abierta en queja.
—¡Oye! —exclamé en realización—. ¿Cómo qué hombres? —dije, a nadie realmente, tan sólo un poco ofendido. Aceptaría que me dijeran tonto, pero no que me agruparan con Cato.
Negué con la cabeza suavemente en un suspiró, viendo a uno de los de los hermanos, anotando elegante y con letra fina las palabras de Valyria. La libreta en su portada; "para posterior uso" leía.
Suspiré.
Corrieron minutos, insoportablemente largos. Para el Acto III y las últimas escenas, ya estábamos en el clímax. Entre escenas, me moví al escenario y me senté en el trono, esta vez hecho por mi golem. Las cortinas empezaron a abrirse, y empezó el narrador, anunciando la escena IX. Vi a la princesa y el héroe con los ojos en blanco, aguantando la risa, y por una vez no preocupado por el acto, sino mi vida.
El Señor Oscuro se alzó,
El sagrado poder oculto del bosque era percibido,
Pero la oscuridad lo socalzó,
Por el camino que había emprendido,
A prevalecer sobre sus enemigos, estaba decidido.
—Bienvenidos, héroes, al bosque más oscuro os habéis adentrado —«Creo que en realidad no me importaría recibir un flechazo»—, ¿creéis poder detenerme? ¡Soy el rey del inframundo!
Camine hacia ellos, el trono deformándose y siguiéndome, ajustándose a mí mano en la forma de un mandoble.
—¡De tú voz sacaré melodías para inundar tus oídos! —dije apuntando de la princesa al héroe—. ¡Todas bravatas, callados en vuestros propios gruñidos! ¿Sabiduría y Coraje? ¿Luz y Acero? A mi obraje, Oscuridad y Fuego — ¡PODER verdadero!
Dura fue la lucha contra el mal conocido,
Y aunque el héroe había caído,
La princesa, con el Coraje de su querido,
No se rendiría hasta ver al tirano sucumbido.
El público parecía estarse deleitando con la escena de batalla, posiblemente gracias a que era lo más real que iban a ver en una de teatro en todas sus vidas, considerando que esa espada era tan real como esas flecha; aún cuando Valyria fallase a propósito y que Cato diese lástima usando una espada, el mejor de sus ataques, cortar en un tornado, que provocaba que se alejara tanto la princesa, como yo, el santo condenado, un honorable villano...
Desde los asientos, Henrik observaba, comiéndose las uñas molesto. Ni siquiera podía decir que esto no fuese parte de; ¡esta no era la obra! ¿¡De donde rayos sacaron esto, a última hora!? ¿¡Y cómo es que Cato resultaba más encantador cuando no hablaba!? Si las cosas no se venían abajo por cuenta propia, con gusto ofrecería su ayuda. Golpeó con su bastón los asientos de adelante disimuladamente, y señas empezaron a correr unas debajo de otras. Un pequeño papel voló hacia el escenario, chocando contra la cortina antes de arribar al suelo. Al principio, ignorado, el mismo agarró fuego, y volvió del escenario un infierno.
El hermano que servía de narrador empezó a pasar las páginas del libreto, en ningún lado mencionaba tantas llamas. Pero el público animaba, y por él, que el show continuará.
Anders
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Dura fue la lucha contra el mal conocido,
Y aunque el héroe había caído,
La princesa, con el Coraje de su querido,
No se rendiría hasta ver al tirano sucumbido.
Valyria derrapó por el suelo evitando un mandoble demasiado abierto, soltando a su vez una flecha, cuyo precioso brillo surcó el escenario, “atravesando” a Anders hasta clavarse en las placas de madera que había pedido a los hermanos. Y entonces se dio cuenta de que algo iba mal. Puesto que no se había fijado antes, pero ahora que habían cambiado de lado, esta parte del escenario desprendía un calor sofocante. Oh, y ese crepitar. No necesitaba mirar, pero lo hizo igualmente y se arrepintió.
Eh… Y por un incendio el bosque fue asolado.
Pues horribles poderes esa lucha había desatado.
Y el mal puede ser comprado, pero jamás conquistado.
Pues es un poder caprichoso, el precio por fallar, es ser desechado.
Más no todo estaba perdido, para los amantes luchando lado a lado.
Eso no estaba en el guion. Ni el fuego tampoco. ¿Le estaba diciendo que no pasaba nada, que siquiera? ¿O solo estaba disimulando mientras se moría de pánico?
Pues la Gran Hada había sido rescatada.
Y con su llegada, una tormenta había sido desatada.
¿Qué? –Oh…- dijo Valyria, aún en su acto de princesa, cuando la “Gran Hada” apareció, esta vez con sedas azules y un montón de agua flotando encima suyo. Así que Peludo era un tensai de agua huh… Le guiño el ojo a Anders y se preparó el golpe final, mientras una suave lluvia empezaba a caer sobre ella, empapándola. Valyria tomo aire, alzando una flecha brillante hacia el cielo, antes de colocarla en el arco.
-Muere, tirano, por mí misma mano. Pues la Luz guía mi flecha, purgando todo lo malo.- espera, algo iba mal, no reconocía a esos tipos, no eran actores. ¿Qué diablos hacían sobre el escenario?
Pero que esta historia os sirva de aviso.
Pues el exterminio del mal debe ser rápido, conciso.
Más sus siervos no traicionen a su señor de improviso
Pensando que podrían hacer un mejor trabajo, como quien hace un guiso.
-¿Qué coj…?- susurro Valyria, conteniéndose pues ahora era la PRINCESA Valyria, y mirando a uno de los hermanos, el narrador, por esa horrible rima, aunque el hombre se limitó a encogerse de hombros como diciendo “estoy improvisando, ¿qué quieres que haga?”. Pero bueno, al menos le había quedado bastante claro que no estaban allí para ayudarles precisamente. Y el hermano parecía estar diciéndole que estaban allí para hacerles daño. Puede. Sip, estaba haciéndole gestos de apuñalamiento. Definitivamente nada bueno.
Las espadas y dagas acababan de ser desenfundadas por parte de los cinco hombres cuando la primera flecha ya le había dado a uno al estómago. Como se atrevían a venir allí, a interrumpir SU obra, a la que había dedicado casi DOS HORAS de si vida en hacer. Es decir, sonaba poco, pero jamás había escrito tanto rato seguido y le dolía la mano de aguantar la maldita pluma.
Nada tenía que ver que llevara un par de días deseando apuñalar a alguien, ya fuera Cato o ese estúpido Narrador de lágrimas de cocodrilo. ¿Querían arruinar su actuación más que decente de princesa? Les enseñaría lo difícil que era acercarse a una arquera elfica cabreada.
-La verdad es que no recuerdo la parte del fuego…- dijo el elfo, por primera vez molesto. Es decir, era una versión resumida, pero tan fiel a la original, ¿y se tomaban libertades justo al final? –Supongo que es posible que usen de base una versión que desconozco…hum… O sea una representación visual de la abstracta ayuda que dio la Gran Hada en el original… nada mal Jyorns…-
-A quién le importa hombre… ¿Has visto que pedazo de efectos especiales? Casi puedo oler el humo. Y ese choque de miradas bajo una suave lluvia… magistral, tan tan…innovador, único… son unos genios.-
-Yo estoy más sorprendido por las armas y las heridas. Lucen tan reales… ¿crees que han pagado a un alquimista para que haga sangre falsa? Eso no parece tomate en absoluto. Y los gritos de dolor, tan reales…-
-¿Y has visto la Princesa? Esa mirada homicida y esa sonrisa… me da escalofríos. ¿Es toda vuestra realeza tan…?-
-Oh, no tenemos realeza, pero es una traducción razonable si la obra se representa para humanos, solo confundiría al público.-
Y aunque el héroe había caído,
La princesa, con el Coraje de su querido,
No se rendiría hasta ver al tirano sucumbido.
Valyria derrapó por el suelo evitando un mandoble demasiado abierto, soltando a su vez una flecha, cuyo precioso brillo surcó el escenario, “atravesando” a Anders hasta clavarse en las placas de madera que había pedido a los hermanos. Y entonces se dio cuenta de que algo iba mal. Puesto que no se había fijado antes, pero ahora que habían cambiado de lado, esta parte del escenario desprendía un calor sofocante. Oh, y ese crepitar. No necesitaba mirar, pero lo hizo igualmente y se arrepintió.
Eh… Y por un incendio el bosque fue asolado.
Pues horribles poderes esa lucha había desatado.
Y el mal puede ser comprado, pero jamás conquistado.
Pues es un poder caprichoso, el precio por fallar, es ser desechado.
Más no todo estaba perdido, para los amantes luchando lado a lado.
Eso no estaba en el guion. Ni el fuego tampoco. ¿Le estaba diciendo que no pasaba nada, que siquiera? ¿O solo estaba disimulando mientras se moría de pánico?
Pues la Gran Hada había sido rescatada.
Y con su llegada, una tormenta había sido desatada.
¿Qué? –Oh…- dijo Valyria, aún en su acto de princesa, cuando la “Gran Hada” apareció, esta vez con sedas azules y un montón de agua flotando encima suyo. Así que Peludo era un tensai de agua huh… Le guiño el ojo a Anders y se preparó el golpe final, mientras una suave lluvia empezaba a caer sobre ella, empapándola. Valyria tomo aire, alzando una flecha brillante hacia el cielo, antes de colocarla en el arco.
-Muere, tirano, por mí misma mano. Pues la Luz guía mi flecha, purgando todo lo malo.- espera, algo iba mal, no reconocía a esos tipos, no eran actores. ¿Qué diablos hacían sobre el escenario?
Pero que esta historia os sirva de aviso.
Pues el exterminio del mal debe ser rápido, conciso.
Más sus siervos no traicionen a su señor de improviso
Pensando que podrían hacer un mejor trabajo, como quien hace un guiso.
-¿Qué coj…?- susurro Valyria, conteniéndose pues ahora era la PRINCESA Valyria, y mirando a uno de los hermanos, el narrador, por esa horrible rima, aunque el hombre se limitó a encogerse de hombros como diciendo “estoy improvisando, ¿qué quieres que haga?”. Pero bueno, al menos le había quedado bastante claro que no estaban allí para ayudarles precisamente. Y el hermano parecía estar diciéndole que estaban allí para hacerles daño. Puede. Sip, estaba haciéndole gestos de apuñalamiento. Definitivamente nada bueno.
Las espadas y dagas acababan de ser desenfundadas por parte de los cinco hombres cuando la primera flecha ya le había dado a uno al estómago. Como se atrevían a venir allí, a interrumpir SU obra, a la que había dedicado casi DOS HORAS de si vida en hacer. Es decir, sonaba poco, pero jamás había escrito tanto rato seguido y le dolía la mano de aguantar la maldita pluma.
Nada tenía que ver que llevara un par de días deseando apuñalar a alguien, ya fuera Cato o ese estúpido Narrador de lágrimas de cocodrilo. ¿Querían arruinar su actuación más que decente de princesa? Les enseñaría lo difícil que era acercarse a una arquera elfica cabreada.
[Escena IX, Público]
-La verdad es que no recuerdo la parte del fuego…- dijo el elfo, por primera vez molesto. Es decir, era una versión resumida, pero tan fiel a la original, ¿y se tomaban libertades justo al final? –Supongo que es posible que usen de base una versión que desconozco…hum… O sea una representación visual de la abstracta ayuda que dio la Gran Hada en el original… nada mal Jyorns…-
-A quién le importa hombre… ¿Has visto que pedazo de efectos especiales? Casi puedo oler el humo. Y ese choque de miradas bajo una suave lluvia… magistral, tan tan…innovador, único… son unos genios.-
-Yo estoy más sorprendido por las armas y las heridas. Lucen tan reales… ¿crees que han pagado a un alquimista para que haga sangre falsa? Eso no parece tomate en absoluto. Y los gritos de dolor, tan reales…-
-¿Y has visto la Princesa? Esa mirada homicida y esa sonrisa… me da escalofríos. ¿Es toda vuestra realeza tan…?-
-Oh, no tenemos realeza, pero es una traducción razonable si la obra se representa para humanos, solo confundiría al público.-
Última edición por Valyria el Jue Sep 05 2019, 22:58, editado 1 vez
Valyria
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Re: Coser y Cantar [Trabajo]
Los movimientos que daba con el mandoble eran torpes y predecibles, pero grandiosos. A ojos de público, al menos.
Cuando la rubia derrapó me di vuelta, poniéndome pálido, no por la flecha que pasó muy cerca ni nada... sólo por lo que esta tenía casi a faldas del vestido. El olor a quemado me alcanzó la nariz, haciéndome ver de reojo al instante hacia donde estarían los hermanos, pero estaba muy hacia afuera del escenario y la cortina no me dejaba del todo. No hubo necesidad al final, la forma en que volteó Valyria, y su expresión... decían bastante. No era parte del guión.
Baje el arma-golem para dejarlo así, antes de escuchar como el hermano seguía rimando. Hice una mueca con la cara viendo hacia donde él estaría si pudiese ver a través de las cosas. Estuve a punto de quejarme del fuego, antes de ver atónito como la Gran Hada bañaba a la princesa con una leve lluvia, que se cargó el fuego antes de que se esparciera.
—Eh... —me quede pegado al ver el guiño. ¿Seguíamos entonces? ¿El golpe final?—. A... Aunque con agua apagues mis llamas, seguirán presentes mi odio y oscuridad, si me destierras… volveré con más maldad —improvisé, entrecerrando los ojos y juzgando mi propia rima.
...Que marcaba un par de puntos más que la del narrador, de verdad. ¿Esos eran los talentos de los qué hablaba?
Volteé viendo con una mezcla de confusión y fastidio a los nuevos invitados. De no ser porque no hubo ni pizca de alerta y ya desenvainaban armas, y una flecha clavándose en el estómago de uno claro, hubiese creído que era parte del acto, porque ninguna boda u obra era interesante si no había al menos un asesinato, ¿no?
Di un par de pasos atrás gruñendo evitando espadazos, aunque me alcanzaron dos. La verdad esto calificaba fácilmente como la segunda peor ofensa por la que había atravesado, ser atacado y que los que observan sólo hagan “ooh”, ósea, en las calles al menos la gente tenía el respeto de no decir nada.
Suavicé el mandoble para volverlo un guante y atrapar un corte que iba hacia mí, empujándolo para bloquear otro. …Que rápido habían bajado los números, ya habían dos en el suelo, alguien estaba enojada.
Estando de cara al público suspiré, negando con la cabeza.
—¡Esbirros! ¿Qué hacen? Parad. Para aquellos que me traicionen no habrá piedad.
Y al que le sujetaba la espada simplemente la soltó, y me golpeó la cara. BIEN. Así serían las cosas entonces. Solté el arma y le devolví el puñetazo, sacándolo fuera del escenario, porque si había sido lo suficientemente idiota de querer hacerlo mano a mano tras ver el puño de golem, se lo merecía.
Los dos que quedaban se veían desmotivados, puede que porque la sed de sangre de la rubia era mucha y los dos flechazos no bastaban. Se miraron las caras y salieron corriendo. A uno lo derribe de una carga, lo cual, viendo el puntiagudo trozo de acero que casi me atraviesa el pecho, no había sido una buena táctica, pero aquí estábamos. Golpeé el arma a un lado y volví a cambiar de forma al golem, haciéndolo un escudo desagradablemente compacto y grueso, y aplastándoselo sobre la cara al tipo hasta que dejo de moverse. Ósea, dos veces.
—¿¡Donde está el otro qué quiere un guiso!? —pregunté parándome y dándome vueltas buscándolo. Tuve que contener el “ah” al verlo flechado también a medio huir.
Sólo quedábamos yo y Valyria, y bueno, la Gran Hada, bañando todo con la lluvia, lo cual era útil, visto que el escenario se manchaba de sangre. Tosí levemente sin estar seguro de cómo proceder.
—¡No! ¡No no no! ¡NO! ¡Héroe, haz algo! —gritó alguien desde el público, esa voz sonaba a…
Ahora que lo decía. ¿Dónde estaba el cuerpo tirado de Cato? ¿…Y su espada? Exhalé apresurado, estirando el golem desde su forma de escudo como una barrera a lo largo de mi espalda, sintiendo un tajo clavarse allí, traspasando el golem antes de poder estirarse por completo. Llegando a mi piel. Este desgraciado y su capa estúpida…
Giré la cabeza atrás furiosamente para ver al HÉROE intentando retirar la espada del golem endurecido. Me metí una mano en un bolsillo y terminé de girarme con el mismo ímpetu, derribándole con una cachetada y pateando la espada lejos. Lo que tenía que ser una de las ofensas más horribles en esos tiempos, o eso me tocaba suponer por las expresiones del público.
—Bien, Princesa —dije, omitiendo cualquier intento de actuación—, terminemos con… —y lo sentí, otra cosa penetrando al golem en la parte que quedo más gruesa a mis espaldas. Volteé a ver a la princesa y pestañeé una única vez, abriendo la boca atónito ante otro guiño y escuchar al narrador otra vez.
Con una flecha y luz se marcó el final de la batalla,
Derribado fue el vil tirano, canalla,
Pero la maldad tan fácil no se acalla,
Y para posteriores años, habría más metralla.
Es que podía imaginarme como el hermano Jyorn subía los hombros nada más escuchar esas palabras. Me deje caer al suelo, pretendiéndome muerto con sólo un pensamiento en mi mente: «¿Planean una secuela este par de dementes?»
—Sabes, siento que en la versión de los hermanos Jyorn la princesa ha hecho mucho más que el héroe.
—Que dices, si volvió para defenderla y morir otra vez... precioso... simplemente precioso —se limitó a decir, con lágrimas en los ojos.
—...Me piro, vampiro —dijo el hombre, poniéndose de pie y listo para hacer su retirada, chocándose contra un suave muro de garras.
—Hola. Te vi hablando con esos chicos hace unas horas —comentó, lamiéndose las uñas—. Gran fan.
Por sí mismos, lucharon por amor,
Por la familia real, defendieron su honor,
Por las hadas, y el bosque verde que les vio crecer,
Si tenían que volver a luchar, volverían a vencer.
El telón lentamente descendía, con PRINCESA agachada junto al cuerpo de HÉROE, y el teatro empezando a sentir una inundación de aplausos...
Luego de todo aquel revuelo, algunos miembros del grupo teatral se quedaron limpiando con más cuidado el escenario junto a Peludo mientras el resto intentaba organizar a la gente para que salieran y los hermanos mentían mucho, pero muchísimo, de que todo había sido parte de la obra, que si, la sangre era obra de un Alquimista, y que si, las armas eran falsas, todo movimiento fue parte de una cuidadosa y practicada coreografía. Pero sobretodo, lo más importante, que habría secuela. ¡No una, varias!
Yo por mi parte intenté muy activamente lastimar de gravedad a Cato, que no de muerte, sólo de gravedad; pero me detuvieron. Olfen trajo a Henrik, y a través de las complicadas técnicas interrogativas del hombre oso, que envolvían más o menos amenazar con cenar carne humana, Cato quebró y finalmente se decidió a hablar.
—¡Fue todo idea de este gordo! ¡Yo.. yo soy inocente! ¡Estaba harto de trabajar con estos idiotas y quería moverme al grupo de este zoquete! ¡Pero...! ¡URGH! ¡El maldito contrato!
—...Entonces hiciste lo posible para arruinar su reputación y moverte con la competencia.
—...¿Tuve qué pagar un viaje a Villaroble por qué querías hacernos tardar para qué el vestuario no se completara a tiempo?
—¿Tu problema es haber tenido qué pagar un viaje?
Olfen le dio un sopapo, haciéndolo callar.
—Los ladrones del camino. ¿Cosa tuya? —preguntó olfateándolo—. Quiero saber quien se metió con mi mercancía, ahora.
—N... No sé de que habl—
—¡Fue él! ¡Él les pago para qué les robaran el vestuario! —interrumpió casi en lágrimas al ver las garras del oso.
—...Maldita basura traicionera que eres.
—Ah, por eso Cato estaba siendo tan difícil y complicando todo.
Olfen volteó a verme, no diciendo nada, amablemente, sobre mi velocidad mental.
—No, Cato es así —aseguró uno de los hermanos, viendo disgustado a Cato.
—Cato... ¿por qué? ¡Eres...! —se corrigió—. Eras... nuestro mejor actor.
—¿¡Sabes lo poco qué le pagabais a su mejor actor!? ¡Merezco mucho, mucho más! ¡Y las últimas obras han sido un asco!
—¡Sabes qué ha habido problemas con atraer gente estos últimos meses! ¡En todas las ciudades hay un rollo u otro!
—Eso no es mi problema —dijo, volteando indignado.
—Y pensar que termine metido en esto por casualidad de que entrase a la curtidería de Valyria. Los Dioses tienen algo en contra mía, lo sé.
—Oh, no fue casualidad. Era la más cutre que encontré.
Me vi la cara con Olfen y los hermanos, momento en que Cato peló los ojos al notar que había hablado de más sin pensar. Entonces eramos un semi-elfo, un hombre oso y dos humanos sosteniendo atrás una muy encabronada elfa, y estábamos perdiendo.
Después de que terminasen de hablar y apresar apropiadamente a Henrik, Cato, y el montón de mercenarios de tercera que se subieron al escenario los hermanos se dignaron a pagarme a mí y a mi compañera. No era una cantidad despreciable, pero recapitulando, quería reclamar que pagaran más. En fin, no importaba.
—Muy bien chicos, entonces creo que esto sella todo... nosotros seguiremos viajando ahora que vamos a forrarnos en dinero por la obra y en cuanto demandemos a Henrik y entreguemos esos tipos a la guar—
Su hermano le dio un codazo.
—Ajem, quiero decir. ¿Les interesaría trabajar con nosot—
—Más nunca, me tocara la cabeza otra peluca —rimé entrecerrando los ojos.
—Lo imaginaba —suspiró, negando con la cabeza—. Ahora tendremos que conseguirnos otra rubia y un pelirrojo para los papeles, la siguiente se llamara, La Leyenda de Valeria: El sombrero emplumado".
—¡Oh! Magnífico. Yo pensé en "La Leyenda de Valeria: La flecha luminosa".
—...
Después de escuchar unos trece nombres de obras más, todas versiones de La Leyenda de Valeria, los hermanos partieron a hacerse cargo de sus últimos asuntos, y yo partí mis caminos con la rubia, no sin antes prometer que nadie debía enterarse de esto jamás, claro está. Realmente me fui con Olfen, el oso no había dejado escapar que le debía unos clavos y una rueda decente. Oh bueno.
Cuando la rubia derrapó me di vuelta, poniéndome pálido, no por la flecha que pasó muy cerca ni nada... sólo por lo que esta tenía casi a faldas del vestido. El olor a quemado me alcanzó la nariz, haciéndome ver de reojo al instante hacia donde estarían los hermanos, pero estaba muy hacia afuera del escenario y la cortina no me dejaba del todo. No hubo necesidad al final, la forma en que volteó Valyria, y su expresión... decían bastante. No era parte del guión.
Baje el arma-golem para dejarlo así, antes de escuchar como el hermano seguía rimando. Hice una mueca con la cara viendo hacia donde él estaría si pudiese ver a través de las cosas. Estuve a punto de quejarme del fuego, antes de ver atónito como la Gran Hada bañaba a la princesa con una leve lluvia, que se cargó el fuego antes de que se esparciera.
—Eh... —me quede pegado al ver el guiño. ¿Seguíamos entonces? ¿El golpe final?—. A... Aunque con agua apagues mis llamas, seguirán presentes mi odio y oscuridad, si me destierras… volveré con más maldad —improvisé, entrecerrando los ojos y juzgando mi propia rima.
...Que marcaba un par de puntos más que la del narrador, de verdad. ¿Esos eran los talentos de los qué hablaba?
Volteé viendo con una mezcla de confusión y fastidio a los nuevos invitados. De no ser porque no hubo ni pizca de alerta y ya desenvainaban armas, y una flecha clavándose en el estómago de uno claro, hubiese creído que era parte del acto, porque ninguna boda u obra era interesante si no había al menos un asesinato, ¿no?
Di un par de pasos atrás gruñendo evitando espadazos, aunque me alcanzaron dos. La verdad esto calificaba fácilmente como la segunda peor ofensa por la que había atravesado, ser atacado y que los que observan sólo hagan “ooh”, ósea, en las calles al menos la gente tenía el respeto de no decir nada.
Suavicé el mandoble para volverlo un guante y atrapar un corte que iba hacia mí, empujándolo para bloquear otro. …Que rápido habían bajado los números, ya habían dos en el suelo, alguien estaba enojada.
Estando de cara al público suspiré, negando con la cabeza.
—¡Esbirros! ¿Qué hacen? Parad. Para aquellos que me traicionen no habrá piedad.
Y al que le sujetaba la espada simplemente la soltó, y me golpeó la cara. BIEN. Así serían las cosas entonces. Solté el arma y le devolví el puñetazo, sacándolo fuera del escenario, porque si había sido lo suficientemente idiota de querer hacerlo mano a mano tras ver el puño de golem, se lo merecía.
Los dos que quedaban se veían desmotivados, puede que porque la sed de sangre de la rubia era mucha y los dos flechazos no bastaban. Se miraron las caras y salieron corriendo. A uno lo derribe de una carga, lo cual, viendo el puntiagudo trozo de acero que casi me atraviesa el pecho, no había sido una buena táctica, pero aquí estábamos. Golpeé el arma a un lado y volví a cambiar de forma al golem, haciéndolo un escudo desagradablemente compacto y grueso, y aplastándoselo sobre la cara al tipo hasta que dejo de moverse. Ósea, dos veces.
—¿¡Donde está el otro qué quiere un guiso!? —pregunté parándome y dándome vueltas buscándolo. Tuve que contener el “ah” al verlo flechado también a medio huir.
Sólo quedábamos yo y Valyria, y bueno, la Gran Hada, bañando todo con la lluvia, lo cual era útil, visto que el escenario se manchaba de sangre. Tosí levemente sin estar seguro de cómo proceder.
—¡No! ¡No no no! ¡NO! ¡Héroe, haz algo! —gritó alguien desde el público, esa voz sonaba a…
Ahora que lo decía. ¿Dónde estaba el cuerpo tirado de Cato? ¿…Y su espada? Exhalé apresurado, estirando el golem desde su forma de escudo como una barrera a lo largo de mi espalda, sintiendo un tajo clavarse allí, traspasando el golem antes de poder estirarse por completo. Llegando a mi piel. Este desgraciado y su capa estúpida…
Giré la cabeza atrás furiosamente para ver al HÉROE intentando retirar la espada del golem endurecido. Me metí una mano en un bolsillo y terminé de girarme con el mismo ímpetu, derribándole con una cachetada y pateando la espada lejos. Lo que tenía que ser una de las ofensas más horribles en esos tiempos, o eso me tocaba suponer por las expresiones del público.
—Bien, Princesa —dije, omitiendo cualquier intento de actuación—, terminemos con… —y lo sentí, otra cosa penetrando al golem en la parte que quedo más gruesa a mis espaldas. Volteé a ver a la princesa y pestañeé una única vez, abriendo la boca atónito ante otro guiño y escuchar al narrador otra vez.
Con una flecha y luz se marcó el final de la batalla,
Derribado fue el vil tirano, canalla,
Pero la maldad tan fácil no se acalla,
Y para posteriores años, habría más metralla.
Es que podía imaginarme como el hermano Jyorn subía los hombros nada más escuchar esas palabras. Me deje caer al suelo, pretendiéndome muerto con sólo un pensamiento en mi mente: «¿Planean una secuela este par de dementes?»
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—Sabes, siento que en la versión de los hermanos Jyorn la princesa ha hecho mucho más que el héroe.
—Que dices, si volvió para defenderla y morir otra vez... precioso... simplemente precioso —se limitó a decir, con lágrimas en los ojos.
—...Me piro, vampiro —dijo el hombre, poniéndose de pie y listo para hacer su retirada, chocándose contra un suave muro de garras.
—Hola. Te vi hablando con esos chicos hace unas horas —comentó, lamiéndose las uñas—. Gran fan.
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Por sí mismos, lucharon por amor,
Por la familia real, defendieron su honor,
Por las hadas, y el bosque verde que les vio crecer,
Si tenían que volver a luchar, volverían a vencer.
El telón lentamente descendía, con PRINCESA agachada junto al cuerpo de HÉROE, y el teatro empezando a sentir una inundación de aplausos...
[...]
Luego de todo aquel revuelo, algunos miembros del grupo teatral se quedaron limpiando con más cuidado el escenario junto a Peludo mientras el resto intentaba organizar a la gente para que salieran y los hermanos mentían mucho, pero muchísimo, de que todo había sido parte de la obra, que si, la sangre era obra de un Alquimista, y que si, las armas eran falsas, todo movimiento fue parte de una cuidadosa y practicada coreografía. Pero sobretodo, lo más importante, que habría secuela. ¡No una, varias!
Yo por mi parte intenté muy activamente lastimar de gravedad a Cato, que no de muerte, sólo de gravedad; pero me detuvieron. Olfen trajo a Henrik, y a través de las complicadas técnicas interrogativas del hombre oso, que envolvían más o menos amenazar con cenar carne humana, Cato quebró y finalmente se decidió a hablar.
—¡Fue todo idea de este gordo! ¡Yo.. yo soy inocente! ¡Estaba harto de trabajar con estos idiotas y quería moverme al grupo de este zoquete! ¡Pero...! ¡URGH! ¡El maldito contrato!
—...Entonces hiciste lo posible para arruinar su reputación y moverte con la competencia.
—...¿Tuve qué pagar un viaje a Villaroble por qué querías hacernos tardar para qué el vestuario no se completara a tiempo?
—¿Tu problema es haber tenido qué pagar un viaje?
Olfen le dio un sopapo, haciéndolo callar.
—Los ladrones del camino. ¿Cosa tuya? —preguntó olfateándolo—. Quiero saber quien se metió con mi mercancía, ahora.
—N... No sé de que habl—
—¡Fue él! ¡Él les pago para qué les robaran el vestuario! —interrumpió casi en lágrimas al ver las garras del oso.
—...Maldita basura traicionera que eres.
—Ah, por eso Cato estaba siendo tan difícil y complicando todo.
Olfen volteó a verme, no diciendo nada, amablemente, sobre mi velocidad mental.
—No, Cato es así —aseguró uno de los hermanos, viendo disgustado a Cato.
—Cato... ¿por qué? ¡Eres...! —se corrigió—. Eras... nuestro mejor actor.
—¿¡Sabes lo poco qué le pagabais a su mejor actor!? ¡Merezco mucho, mucho más! ¡Y las últimas obras han sido un asco!
—¡Sabes qué ha habido problemas con atraer gente estos últimos meses! ¡En todas las ciudades hay un rollo u otro!
—Eso no es mi problema —dijo, volteando indignado.
—Y pensar que termine metido en esto por casualidad de que entrase a la curtidería de Valyria. Los Dioses tienen algo en contra mía, lo sé.
—Oh, no fue casualidad. Era la más cutre que encontré.
Me vi la cara con Olfen y los hermanos, momento en que Cato peló los ojos al notar que había hablado de más sin pensar. Entonces eramos un semi-elfo, un hombre oso y dos humanos sosteniendo atrás una muy encabronada elfa, y estábamos perdiendo.
Después de que terminasen de hablar y apresar apropiadamente a Henrik, Cato, y el montón de mercenarios de tercera que se subieron al escenario los hermanos se dignaron a pagarme a mí y a mi compañera. No era una cantidad despreciable, pero recapitulando, quería reclamar que pagaran más. En fin, no importaba.
—Muy bien chicos, entonces creo que esto sella todo... nosotros seguiremos viajando ahora que vamos a forrarnos en dinero por la obra y en cuanto demandemos a Henrik y entreguemos esos tipos a la guar—
Su hermano le dio un codazo.
—Ajem, quiero decir. ¿Les interesaría trabajar con nosot—
—Más nunca, me tocara la cabeza otra peluca —rimé entrecerrando los ojos.
—Lo imaginaba —suspiró, negando con la cabeza—. Ahora tendremos que conseguirnos otra rubia y un pelirrojo para los papeles, la siguiente se llamara, La Leyenda de Valeria: El sombrero emplumado".
—¡Oh! Magnífico. Yo pensé en "La Leyenda de Valeria: La flecha luminosa".
—...
Después de escuchar unos trece nombres de obras más, todas versiones de La Leyenda de Valeria, los hermanos partieron a hacerse cargo de sus últimos asuntos, y yo partí mis caminos con la rubia, no sin antes prometer que nadie debía enterarse de esto jamás, claro está. Realmente me fui con Olfen, el oso no había dejado escapar que le debía unos clavos y una rueda decente. Oh bueno.
Anders
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