Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
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Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
Aquella vez, su amigo y compañero Greg, con quien había unido fuerzas en varios trabajos desde hacía meses, se había encontrado su propio encargo. "Sólo buscaban a una persona", se disculpó con Taliesin, sonriendo de aquella manera que decía "lo siento, pero no lo siento".
El vampiro, por lo general, era quien buscaba los tratos y los negociaba; Greg era el músculo, y de esta manera se complementaban y ambos salían ganando. Pero cuando Taliesin no necesitaba a Greg, o cuando Greg no necesitaba a Taliesin, entonces no tenían, en teoría, por qué compartir ganancias ni camino. En la práctica, se seguían apoyando economicamente si el otro lo necesitaba. Y siempre se esperaban.
El encargo de Greg le llevaría varios días, y eso significaba que Taliesin estaría solo en Dundarak por el mismo periodo. Tenía tiempo que matar, y lo óptimo sería hacerlo mientras se ocupaba en un trabajo. Era más difícil venderse a sí mismo que a su compañero Greg, es cierto, pero a las malas recabaría información de cara al siguiente empleo cuando su amigo volviera.
Fue así, preguntando en los círculos habituales, como otra persona lo localizó a él. Le dio cita en un comedor - procedimiento más o menos habitual -, de noche - por requerimiento de Taliesin. Cuando el vampiro llegó a la hora y al lugar acordados, encontró al hombre que lo había contactado sentado, bebiendo y comiendo solo. Era un humano de mediana edad, de constitución fuerte, barbudo y con una cicatriz que interrumpía una de sus cejas. Fuera cual fuera su nombre real, se hacía llamar Yunque. Era conocimiento popular que pertenecía a un gremio de comerciantes, aunque su aspecto y actitud, a todas luces, eran los de un matón.
- Estamos esperando a otro más - le informó según Taliesin tomó asiento. - El trabajo es para los dos. ¿Tú comes? ¿Bebes? - Hubo una pausa significativa tras esta pregunta. - Cerveza, digo.
- Una cerveza está bien.
Odiaba que la gente diera tan rápido por sentada su raza; pero no era algo fácil de ocultar a la larga, y al contrario tenía ciertas ventajas el poder vender su facilidad a la hora de esconderse en las sombras. Se reconfortó con esta idea mientras Yunque pedía tres cervezas - una extra, dijo, para el compañero que debía estar al caer, y que sin duda la querría.
El vampiro, por lo general, era quien buscaba los tratos y los negociaba; Greg era el músculo, y de esta manera se complementaban y ambos salían ganando. Pero cuando Taliesin no necesitaba a Greg, o cuando Greg no necesitaba a Taliesin, entonces no tenían, en teoría, por qué compartir ganancias ni camino. En la práctica, se seguían apoyando economicamente si el otro lo necesitaba. Y siempre se esperaban.
El encargo de Greg le llevaría varios días, y eso significaba que Taliesin estaría solo en Dundarak por el mismo periodo. Tenía tiempo que matar, y lo óptimo sería hacerlo mientras se ocupaba en un trabajo. Era más difícil venderse a sí mismo que a su compañero Greg, es cierto, pero a las malas recabaría información de cara al siguiente empleo cuando su amigo volviera.
Fue así, preguntando en los círculos habituales, como otra persona lo localizó a él. Le dio cita en un comedor - procedimiento más o menos habitual -, de noche - por requerimiento de Taliesin. Cuando el vampiro llegó a la hora y al lugar acordados, encontró al hombre que lo había contactado sentado, bebiendo y comiendo solo. Era un humano de mediana edad, de constitución fuerte, barbudo y con una cicatriz que interrumpía una de sus cejas. Fuera cual fuera su nombre real, se hacía llamar Yunque. Era conocimiento popular que pertenecía a un gremio de comerciantes, aunque su aspecto y actitud, a todas luces, eran los de un matón.
- Estamos esperando a otro más - le informó según Taliesin tomó asiento. - El trabajo es para los dos. ¿Tú comes? ¿Bebes? - Hubo una pausa significativa tras esta pregunta. - Cerveza, digo.
- Una cerveza está bien.
Odiaba que la gente diera tan rápido por sentada su raza; pero no era algo fácil de ocultar a la larga, y al contrario tenía ciertas ventajas el poder vender su facilidad a la hora de esconderse en las sombras. Se reconfortó con esta idea mientras Yunque pedía tres cervezas - una extra, dijo, para el compañero que debía estar al caer, y que sin duda la querría.
Última edición por Taliesin Skatha el Vie Mayo 22 2020, 18:46, editado 1 vez
Taliesin Skatha
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Re: Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
Era bien sabido por todo aquel que tuviese los oidos más o menos limpios que la escoria proscrita y desterrada de Aerandir solía hacer hogar de lugares insólitos en Dundarak. Kyrst no era, por supuesto, ninguna excepció: Solía mantener un cierto nivel de limpieza en sus orejas y como tal, y después de gastarse buena parte de las relucientes monedas que el elfo de aspecto dolido le había pagado por adelantado en prostitutas y bebida, y sin saber exactamente como, acabó apareciendo a mitad de semana en una de las posadas menos sucias de aquel poblado en Dundarak.
Para aquel entonces había hecho varios amigos: Monedas recién acuñadas, un hombre tosco y la necesidad inmensa de gastarlas eran siempre el mejor tema para abrir una conversación y aquella noche en particular se sentía especialmente orgulloso pues había cumplido uno de sus objetivos primordiales en la búsqueda de aquella elfa: Había estado sobrio durante las horas necesarias para buscar entre los lugares más lógicos donde esconderse en una ciudad de exiliados.
No lo malinterpretéis, Kyrst necesitaba desesperadamente encontrar a aquella pequeña desertora. El pago de la cuantía total, bastante cuantioso, por cierto, no iba a ser entregado hasta que las trenzas de aquella elfa estuviesen en las manos de su padre, pero claro... había prioridades a las que tenía que atender. Entre ellas el tratamiento de su armadura y hacha.El dueño de aquella posada en particular había sido lo bastante hospitalario como para no sacarlo a patadas la segunda vez que se olvidaba de pagar una ronda para todos los presentes después de pedirla a voz en grito y bueno, por alguna razón pareció entender sus bromas de mal gusto y acomodó sus tareas diarias a charlas eventuales con Kyrst cuando este se acercaba a la barra.
La tarde había caído rápida y Kyrst ocupó una mesa no muy lejana a los baños de mala gana. El lugar estaba atestado de hombres brindando con jarras y cuernos rotos, mujeres lo suficientemente pobres como para considerar acercarse siquiera a aquellos bardos y... un desconocido.
Kyrst to observó con cautela mientras parecía devorar todo lo que la esposa del tabernero tenía en bodega para abastecer a los clientes durante todo el fin de semana. De cuando en cuando pasaba las páginas de un cuaderno gastado mientras pequeños trozos de pan y queso caían a través de su barba poblada. Kyrst no necesitó examinar mucho los ropajes ricos y lo suficientemente adecentados como para saber que aquel hombre olía a dinero, y como él varios de los ladrones de la posada se daban codazos mientras planeaban el ataque certero a todo lo que aquel hombre pudiese cargar encima.
El posadero intuyó el peligro y preocupado por un inminente ataque y por lo tanto pérdida de su beneficio se acercó a la mesa del hombre a pedirle el dinero de todo lo que había consumido.
-No llevo dinero encima, amigo mío- dijo el hombre sin mirarlo siquiera pasando las páginas de su cuaderno- Pero no tema, buen hombre, Le aseguro que al final de la noche tendrá su pago... siempre y cuando me de un buen servicio- el hombre le guiñó un ojo y agitó su copa vacia urgiendo a que una de las mesoneras se acercase a rellenársela.
Kyrst sonrió y sorbió de su propia cerveza. El interés de los ladrones más comunes de aquella sala se había disipado en el momento exacto en el que notaron que como bien había dicho aquel hombre, no cargaba bolsa alguna en su cinturón. El tabernero parecía apesadumbrado y dejó al hombre solo para dirigirse a hablar de manera indignada con su mujer tras la barra.
No pasó mucho hasta que el desconocido atrajo a alguien a quien Kyrst tampoco había visto en aquella taberna antes. El hombre tenía la barba perfectamente recortada y no había mancha de barro en sus zapatos, por lo que Kyrst supuso que era lo suficientemente rico como para permitirse viajar a caballo hasta una posada de mala muerte en el centro de Dundarak.
Terminó de un sorbo su bebida y se acercó a la barra detrás justo de los dos desconocidos. Dos hombres lo suficientemente ricos como para atreverse a encontrarse en una posada rodeada de ladrones sin temer su suerte... y sobre todo lo suficientemente ingenuos como para pensar que no iban a llamar la atención. O desesperados.
Kyrst puso dos monedas en la barra y agarró las tres jarras de cerveza antes de girarse.
La desesperación era el aliciente suficiente como para cometer locuras y jugarse el azar al todo o nada. Además por lo que había escuchado decir al hombre les hacía falta otro jugador.
Posó ambas jarras en la mesa donde el hombre gordinflón y el barbudo perfecto estaban sentados. Tras esto y sin decir nada acercó una silla en la que se sentó del revés. Le tendió una de las jarras de cerveza al recién llegado y posó su mano sobre el hombro del hombre que comía, de manera afable pero fuerte.
-Caballeros..- dijo Kyrst con una reverencia tosca- Me alegra ver que esa herida al fin a sanado, Yunke- burló Kyrst haciendo referencia a la cicatriz del ojo de aquel matón.
Lo cierto era que hacía años que no veía a aquel hombre, y que tras su último encuentro el chico jamás pensó que Yunke quisiese volver a hacer negocios con él, teniendo en cuenta ciertos problemas mínimos que llevaron a la perdida fortuita de buena parte del botín y que dejaron a Yunke algo más enfadado que de costumbre. Pero claro... estaba seguro que el matón había oido de sus últimas proezas, y sobre todo, sus últimas ganancias.
Y el dinero, amigos... mueve montañas.
-Kyrst Skomakare- dijo Kyrst tendiéndole la mano al hombre con el que había estado hablando Yunke- Imagino que si estás aquí significa que como mínimo no debo reprimir mi mal hablar frente tuya- Bebió de su cerveza y esperó a escuchar el nombre del que parecía iba a ser su compañero de hazañas en aquella misión.
Para aquel entonces había hecho varios amigos: Monedas recién acuñadas, un hombre tosco y la necesidad inmensa de gastarlas eran siempre el mejor tema para abrir una conversación y aquella noche en particular se sentía especialmente orgulloso pues había cumplido uno de sus objetivos primordiales en la búsqueda de aquella elfa: Había estado sobrio durante las horas necesarias para buscar entre los lugares más lógicos donde esconderse en una ciudad de exiliados.
No lo malinterpretéis, Kyrst necesitaba desesperadamente encontrar a aquella pequeña desertora. El pago de la cuantía total, bastante cuantioso, por cierto, no iba a ser entregado hasta que las trenzas de aquella elfa estuviesen en las manos de su padre, pero claro... había prioridades a las que tenía que atender. Entre ellas el tratamiento de su armadura y hacha.El dueño de aquella posada en particular había sido lo bastante hospitalario como para no sacarlo a patadas la segunda vez que se olvidaba de pagar una ronda para todos los presentes después de pedirla a voz en grito y bueno, por alguna razón pareció entender sus bromas de mal gusto y acomodó sus tareas diarias a charlas eventuales con Kyrst cuando este se acercaba a la barra.
La tarde había caído rápida y Kyrst ocupó una mesa no muy lejana a los baños de mala gana. El lugar estaba atestado de hombres brindando con jarras y cuernos rotos, mujeres lo suficientemente pobres como para considerar acercarse siquiera a aquellos bardos y... un desconocido.
Kyrst to observó con cautela mientras parecía devorar todo lo que la esposa del tabernero tenía en bodega para abastecer a los clientes durante todo el fin de semana. De cuando en cuando pasaba las páginas de un cuaderno gastado mientras pequeños trozos de pan y queso caían a través de su barba poblada. Kyrst no necesitó examinar mucho los ropajes ricos y lo suficientemente adecentados como para saber que aquel hombre olía a dinero, y como él varios de los ladrones de la posada se daban codazos mientras planeaban el ataque certero a todo lo que aquel hombre pudiese cargar encima.
El posadero intuyó el peligro y preocupado por un inminente ataque y por lo tanto pérdida de su beneficio se acercó a la mesa del hombre a pedirle el dinero de todo lo que había consumido.
-No llevo dinero encima, amigo mío- dijo el hombre sin mirarlo siquiera pasando las páginas de su cuaderno- Pero no tema, buen hombre, Le aseguro que al final de la noche tendrá su pago... siempre y cuando me de un buen servicio- el hombre le guiñó un ojo y agitó su copa vacia urgiendo a que una de las mesoneras se acercase a rellenársela.
Kyrst sonrió y sorbió de su propia cerveza. El interés de los ladrones más comunes de aquella sala se había disipado en el momento exacto en el que notaron que como bien había dicho aquel hombre, no cargaba bolsa alguna en su cinturón. El tabernero parecía apesadumbrado y dejó al hombre solo para dirigirse a hablar de manera indignada con su mujer tras la barra.
No pasó mucho hasta que el desconocido atrajo a alguien a quien Kyrst tampoco había visto en aquella taberna antes. El hombre tenía la barba perfectamente recortada y no había mancha de barro en sus zapatos, por lo que Kyrst supuso que era lo suficientemente rico como para permitirse viajar a caballo hasta una posada de mala muerte en el centro de Dundarak.
Terminó de un sorbo su bebida y se acercó a la barra detrás justo de los dos desconocidos. Dos hombres lo suficientemente ricos como para atreverse a encontrarse en una posada rodeada de ladrones sin temer su suerte... y sobre todo lo suficientemente ingenuos como para pensar que no iban a llamar la atención. O desesperados.
Kyrst puso dos monedas en la barra y agarró las tres jarras de cerveza antes de girarse.
La desesperación era el aliciente suficiente como para cometer locuras y jugarse el azar al todo o nada. Además por lo que había escuchado decir al hombre les hacía falta otro jugador.
Posó ambas jarras en la mesa donde el hombre gordinflón y el barbudo perfecto estaban sentados. Tras esto y sin decir nada acercó una silla en la que se sentó del revés. Le tendió una de las jarras de cerveza al recién llegado y posó su mano sobre el hombro del hombre que comía, de manera afable pero fuerte.
-Caballeros..- dijo Kyrst con una reverencia tosca- Me alegra ver que esa herida al fin a sanado, Yunke- burló Kyrst haciendo referencia a la cicatriz del ojo de aquel matón.
Lo cierto era que hacía años que no veía a aquel hombre, y que tras su último encuentro el chico jamás pensó que Yunke quisiese volver a hacer negocios con él, teniendo en cuenta ciertos problemas mínimos que llevaron a la perdida fortuita de buena parte del botín y que dejaron a Yunke algo más enfadado que de costumbre. Pero claro... estaba seguro que el matón había oido de sus últimas proezas, y sobre todo, sus últimas ganancias.
Y el dinero, amigos... mueve montañas.
-Kyrst Skomakare- dijo Kyrst tendiéndole la mano al hombre con el que había estado hablando Yunke- Imagino que si estás aquí significa que como mínimo no debo reprimir mi mal hablar frente tuya- Bebió de su cerveza y esperó a escuchar el nombre del que parecía iba a ser su compañero de hazañas en aquella misión.
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Re: Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
No tuvieron que esperar mucho; un hombre se acercó a la mesa cuando Taliesin y Yunque apenas llevaban cinco minutos de charla ligera e insustancial. Tras este breve tiempo observándolo, el vampiro se encontraba aún mas confuso respecto a su interlocutor. Emitía impresiones contradictorias: parecía tosco, pero se vestía con elegancia; su mirada era intensa, casi iracunda, pero su forma de hablar calculada y fría. Pero por su conversación, le cayó bien, y el sentirse cómodo siempre ayudaba a la hora de aceptar un trabajo.
El nuevo parecía mucho más fácil de calar, sin embargo. Era un hombre hecho y derecho, no un jovenzuelo inexperto, y la forma en la que hablaba, con una mezcla de ligereza y seguridad, dejaba entrever su confianza en sí mismo. Taliesin hizo una nota mental, porque muchas veces el exceso de seguridad luego no se traducía en verdaderas habilidades. Pero por el momento le daría el beneficio de la duda. Además, el hombre era educado, y eso... Eso movía montañas.
- Taliesin - se presentó, poniéndose en pie para darle la mano a Kyrst - Skatha - se volvió a sentar y tomó su jarra de cerveza, pero esperó un poco más antes de darle un trago.
- Me acordé mucho de tí hasta que sanó - respondió Yunque al comentario de Kyrst -. Pero eso ya está en el pasado, ¿verdad? - No sonrió, y Taliesin se preguntó si aquello era una amenaza velada, y qué tenía que ver Kyrst con la cicatriz del barbudo -. Excepto que me debes una por la última vez, y esta sería una buena ocasión para zanjar viejas deudas. Así que si estáis los dos dispuestos, podemos comenzar a hablar. Para esto me vienen bien un vampiro y un luchador, así que sois una buena pareja aunque no hayáis trabajado juntos antes. No necesito que matéis a nadie, sino que saquéis algo de información. Me da igual de qué manera, mientras no vinculéis mi nombre ni el del gremio. El pago será el estándar, pero con plus si sacáis más de lo que yo esperaba. Si conseguís completarlo en un día, mi enhorabuena. Si tardáis una semana o dos, también está bien. Más, podría comenzar a ser un problema. Y ahora os voy a dar un minuto para que decidáis si estáis dentro o fuera, porque una vez os cuente los detalles no os váis a retirar.
Dicho lo cual, volvió a agarrar su cuchara y se puso a comer. Taliesin se quedó en un silencio un poco incómodo y miró a Kyrst. La descripción sonaba bien - siempre era un plus no tener que matar a nadie -, y en realidad todo parecía bastante estándar, pero le daba la sensación de que le faltaba algo más de información. Pero expresar dudas no sólo era innecesario, era contraproducente. Lo que sí que le molestaba: ¿había sido necesario decir lo de vampiro en voz alta? Intentó ocultar su incomodidad al respecto.
- Si mi compañero está dentro, yo estoy dentro - respondió Taliesin, con una sonrisa que pretendía ser sosegada y falta de preocupación.
Yunque siguió comiendo, dándoles el minuto entero que había prometido. Cuando ambos hubieron dicho algo, volvió a dejar la cuchara, se limpió los labios, y prosiguió.
- Hay una mercader recién llegada a la ciudad que no se ha unido a nuestro gremio - expuso -. No sé de dónde saca su inventario, pero tiene cosas que nosotros no tenemos, y las vende a un precio demasiado... competitivo. Normalmente, lo hablaríamos y la convenceríamos nosotros mismos, pero no atiende a razones y ha venido con su propia protección. Parece que tiene bastante dinero y muy poca prudencia. Así que en este caso, hará falta algo más discreto, o al menos - miró a Kyrst - más independiente. Queremos que cambie de opinión. Que se una, o que se vaya. Y si la fuerza no funciona... Bien, todo el mundo tiene cosas que no quiere que se sepan. Trapos sucios de un tipo u otro. Cuando uno llega a tener todo lo que tiene esa mujer, es a costa de algo. Eso es lo que queremos; y lo queremos con pruebas. Cualquier otra cosa que averigüeis en el proceso, por ejemplo, de dónde coño saca mercancia tan barata, o qué haría que su equipo de mercenarios lo dejara en calzones, será un extra que estaré dispuesto a pagar.
Taliesin sólo se dio cuenta de lo fijamente que había estado mirándolos Yunque cuando el hombre desvió la mirada hacia su plato. Volvió a ponerse a comer, pero siguió hablando mientras lo hacía.
- Os daré la información básica. Nombre, dónde vive. Número de mercenarios a su servicio. Todo lo que necesitáis para empezar.
El nuevo parecía mucho más fácil de calar, sin embargo. Era un hombre hecho y derecho, no un jovenzuelo inexperto, y la forma en la que hablaba, con una mezcla de ligereza y seguridad, dejaba entrever su confianza en sí mismo. Taliesin hizo una nota mental, porque muchas veces el exceso de seguridad luego no se traducía en verdaderas habilidades. Pero por el momento le daría el beneficio de la duda. Además, el hombre era educado, y eso... Eso movía montañas.
- Taliesin - se presentó, poniéndose en pie para darle la mano a Kyrst - Skatha - se volvió a sentar y tomó su jarra de cerveza, pero esperó un poco más antes de darle un trago.
- Me acordé mucho de tí hasta que sanó - respondió Yunque al comentario de Kyrst -. Pero eso ya está en el pasado, ¿verdad? - No sonrió, y Taliesin se preguntó si aquello era una amenaza velada, y qué tenía que ver Kyrst con la cicatriz del barbudo -. Excepto que me debes una por la última vez, y esta sería una buena ocasión para zanjar viejas deudas. Así que si estáis los dos dispuestos, podemos comenzar a hablar. Para esto me vienen bien un vampiro y un luchador, así que sois una buena pareja aunque no hayáis trabajado juntos antes. No necesito que matéis a nadie, sino que saquéis algo de información. Me da igual de qué manera, mientras no vinculéis mi nombre ni el del gremio. El pago será el estándar, pero con plus si sacáis más de lo que yo esperaba. Si conseguís completarlo en un día, mi enhorabuena. Si tardáis una semana o dos, también está bien. Más, podría comenzar a ser un problema. Y ahora os voy a dar un minuto para que decidáis si estáis dentro o fuera, porque una vez os cuente los detalles no os váis a retirar.
Dicho lo cual, volvió a agarrar su cuchara y se puso a comer. Taliesin se quedó en un silencio un poco incómodo y miró a Kyrst. La descripción sonaba bien - siempre era un plus no tener que matar a nadie -, y en realidad todo parecía bastante estándar, pero le daba la sensación de que le faltaba algo más de información. Pero expresar dudas no sólo era innecesario, era contraproducente. Lo que sí que le molestaba: ¿había sido necesario decir lo de vampiro en voz alta? Intentó ocultar su incomodidad al respecto.
- Si mi compañero está dentro, yo estoy dentro - respondió Taliesin, con una sonrisa que pretendía ser sosegada y falta de preocupación.
Yunque siguió comiendo, dándoles el minuto entero que había prometido. Cuando ambos hubieron dicho algo, volvió a dejar la cuchara, se limpió los labios, y prosiguió.
- Hay una mercader recién llegada a la ciudad que no se ha unido a nuestro gremio - expuso -. No sé de dónde saca su inventario, pero tiene cosas que nosotros no tenemos, y las vende a un precio demasiado... competitivo. Normalmente, lo hablaríamos y la convenceríamos nosotros mismos, pero no atiende a razones y ha venido con su propia protección. Parece que tiene bastante dinero y muy poca prudencia. Así que en este caso, hará falta algo más discreto, o al menos - miró a Kyrst - más independiente. Queremos que cambie de opinión. Que se una, o que se vaya. Y si la fuerza no funciona... Bien, todo el mundo tiene cosas que no quiere que se sepan. Trapos sucios de un tipo u otro. Cuando uno llega a tener todo lo que tiene esa mujer, es a costa de algo. Eso es lo que queremos; y lo queremos con pruebas. Cualquier otra cosa que averigüeis en el proceso, por ejemplo, de dónde coño saca mercancia tan barata, o qué haría que su equipo de mercenarios lo dejara en calzones, será un extra que estaré dispuesto a pagar.
Taliesin sólo se dio cuenta de lo fijamente que había estado mirándolos Yunque cuando el hombre desvió la mirada hacia su plato. Volvió a ponerse a comer, pero siguió hablando mientras lo hacía.
- Os daré la información básica. Nombre, dónde vive. Número de mercenarios a su servicio. Todo lo que necesitáis para empezar.
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Re: Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
Kyrst no relajo sus hombros hasta que el ambos hombres habían agarrado su bebida. Habia algo en el hecho de aceptarla que revelaba disposición. Como quien acepta un regalo. Aceptar aquella bebida sin duda podría dar pie a situaciones dispares, por supuesto, pero también era el inicio de algo.
-¿Skatha?- dijo Kyrst abriendo mucho los ojos- ¿Del clan de los Scatash?? – compuso un gesto dubitativo entrecerrando los ojos e investigado a Taliesin, como si acabase de verlo. Con el gesto serio y casi apesadumbrado- Imposible. – carcajeó- Tienes demasiados dientes para pertenecer a ellos.-Le dio un codazo a Yunque que no pareció inmutarse pero dejó caer parte de su sopa a la mesa con el zarandeo de Kyrst.
El matón decidió ignorar las bromas simples de Kyrst y se centro de manera seria en la tarea por las que le había reunido en aquel lugar en particular. Yunque sabia exactamente que decir para captar la atención de un fácilmente distraible Kyrst. Todo lo que había salido de los labios de aquel hombre parecía incluir todos los requisitos necesarios que componían el ideal de riesgo, y a medida que aquel hombre corpulento los enumeraba, la media sonrisa en ;a cara de Kyrst se iba haciendo mas y mas amplia.
Yunque sabía exactamente que decir para hacer resonar música en los oídos de aquel hombre, y por supuesto no dudo en hacerlo. Cualquiera se hubiese pensado dos veces las consecuencias de aquello que le pediía. Apenas le daba una descripción, pocos detalles sobre que hacer y el porque requería que dos personas ajenas al gremio lidiasen con aquella mujer. Pero claro, Kyrst no era cualquiera.
El único motivo que retrajo un poco al hombre de alzar su jarra a modo de firma simbólica para sellar aquel trato era la cicatriz a través del ojo de Yunque. Si el conocía algo a aquel maton sabia que pocas veces perdonaba un error, y muchísimo menos una traición.
Se había llevado medio año huyendo de sus esbirros y como por arte de magia ahora aparecía con el mejor de los trabajos en el momento exacto. Sorbió de su cerveza de manera pausada y clavo la mirada en Taliesin por un minuto, preguntándose que era aquello que el hombre había hecho a Yunque para que el matón lo incluyese en aquella encerrona. Y anotando mentalmente que nada impedía que el vampiro fuese parte de ese plan macabra.
Porque estaba claro que eso era lo que era.
Aun así la naturaleza de Kyrst lo obligaba a no dejar pasar aquel ofrecimiento. Sus recelos quizás hubiesen tomado color oscuro en su mente si no hubiese sido por la plena disposición del vampiro, de nuevo retándolo a aceptar como si de una pelea de palabras y egos se tratase. Se controló por un momento, acomodándose en su silla mientras se desperezaba.
-Por lo que se ve esa mujer esta causándote los suficientes estragos como para acudir a un vampiro y a un traidor en el medio de una posada abarrotada de ladrones con oídos muy largos- dijo Kyrst y uno de los hombres que había estado caminando cerca del grupo se apresuro a alejarse- Y si te conozco un poco, casi diría que o esto es una trampa o es mas arriesgado de lo que lo pintas. Ambos motivos creo que, lo suficientemente justos como para que la recompensa sea igualmente pareja, ¿No crees, Taliesin?.. Creo que doble del estándar no seria una idea muy desorbitada. Te tomo la palabra en el plus, y no hace falta que lo dobles cuando traigamos lo que necesitas en las siguientes 24 horas. Acéptalo y el Skatha y yo somos tus hombres.- dijo Kyrst acercándole una mano esperando que la estrechase aceptando la propuesta.
La expresión de Yunque parecía herida y desafiante como si por el mero hecho de sugerir aquello Kyrst estuviese haciéndole un desplante malvado. Sus orejas se estaban volviendo rojas cuando Kyrst volvió a hablar.
-Niégate y quizás.. bueno… No me seria muy difícil dar con la mujer en cuestión que necesitas. No muy a menudo una chica se decide por el honorable puesto en tu gremio… Quizás puedas explicarle a los mercenarios de esa mujer en concreto el porqué de tu interés en ella y sus hombres. Te dejo, por supuesto, un minuto para que te lo pienses. -Kyrst esbozó una sonrisa y agudizó sus ojos en un gesto que lo hacia atractivo y a la vez perverso en una manera un tanto teatral. Esperó paciente de la misma manera que aquel hombre les había dado el minuto de gracia para alterar sus reacciones y ponerlos en presión. Aquello era un baile silencioso entre los egos de ambos hombres.
Yunque terminó de comer el plato con parsimonia, se limpió la boca con un gesto serio y se levantó de la mesa con la misma expresión herida y disgustada. Cuando Kyrst empezó a pensar que quizás lo había estirado demasiado, el hombre cedió y antes de irse estrechó la mano de Kyrst de mala gana.
-Espero poder confiar tanto en tus palabras como tú confias en tus dotes de charlatán, Kyrst. Lo espero de veras porque tengo todos mis ojos sobre tu cabeza…. Y la mitad de ellos sobre la de Taliesin. Como os he dicho, mañana recibiréis la información pertinente. Espero que descanséis esta noche. Creedme os hará falta.
El hombre agarró su abrigo de viaje le dedico un saludo con la mano a Taliesin y salió de la sala, dejando solo a los otros dos.
-Pffffffffff- dijo Kyrst- ¡Estuvo cerca! ¿Viste su tic nervioso en el ojo? Créeme casi inicio una pelea con el mismísimo Yunque sin mas respaldo que un Vampiro desconocido- Carcajeó de manera sincera de nuevo.- Pero nos hemos librado, Taliesin, y estoy seguro que mañana ambos agradeceremos que Yunque sea un hombre tan jodidamente feliz siempre y cuando su estomago esté lleno.- Terminó de un sorbo su cerveza y dio unos golpecitos en la mesa, feliz- Vaya… se me acumulan las mujeres a quienes encontrar…Cualquiera diría que me rehuyen- dijo el humano pensándolo de manera seria por un segundo para después componer de nuevo su gesto habitual de despreocupación-... Por casualidad no habrás visto a una elfa de aproximadamente 1.7 metros, rubia, de orejas puntiagudas, ojos gélidos gesto de ira y que responde al nombre Eilydh ¿no? – suspiro sin darle mucho tiempo a contestar- No… no lo creo. La chica parece ser muy escurridiza. Espero que nuestra mercader no lo sea tanto.. En fin…
Alzo la jarra y la camarera se acerco a rellenársela- Cerciórate de que ni a mi ni a mi nuevo mejor amigo nos falte el alcohol esta noche, preciosa. Acabamos de cerrar el trato mas fácil y beneficioso de nuestra vida…- le guiñó un ojo y dio una palamadita en el trasero de la chica que se sonrojo- y tú… para ser un vampiro sediento bebes poco. Si quieres que mañana no sea una carga para ti, mas te conviene seguirme el ritmo.
Se termino la cerveza de dos buches y pidió la siguiente contento de su suerte
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Cuando Kyrst despertó al día siguiente con el delicioso aroma de pastel de manzana recordándole que estaba lejos de su casa, casi se sorprende al encontrarse durmiendo entre pajas en una cabaña a medio derruir. La primera acción del hombre fue llevarse las manos a la cabeza en un intento inútil de contener el inmenso dolor de cabeza que había estado fraguando producto de lo que sea que hubiese pasado la noche anterior. Acto seguido, buscó nervioso entre sus pertenencias en sus bolsillos y suspiró aliviado al encontrar el alijo de dinero que llevaba escondido intacto, con tan solo el peso reducido propio de alguien que ha pasado la noche bebiendo.
Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz que entraba por la ventana a medio tapiar de aquella cabaña en ruinas, se percató de las botas masculinas que reposaban unidas a unos pies y un cuerpo no muy lejos de él. La estancia en aqulla zona era practicamente oscura y los pocos rayos de sol que lo iluminaban a él no llegaban a su compañero.
Kyrst se levantó, apresurado. Aliviado de tener aún su ropa en el lugar que pertenecía. Si alguien llegase siquiera a conocer en algún momento de su vida que había compartido el heno de una cabaña con otro hombre su reputación inmaculada tendría que dar muchas explicaciones de según que datos.
Espera.
Rebobina.
No recordaba nada más allá de una conversación insulsa con el bueno de Taliesin que... acabó en otra de la que recordaba un deje agradable. Varios tragos patrocinados por el elfo que piensa que iba a encontrar a su hija y... nada más. Blanco.
Se llevó las manos a la cara, intentando despertarse y raspándose un poco con el vello incipiente en su cara. En sus años de experto bebedor jamás había tenido una noche en blanco. Ni siquiera en su tierna juventud en las posadas de Lunargenta. Y todos sabían lo barato que puede ser el alcohol cuando eres parte de la guardia.
No.
Aquello era otra cosa. Rebuscó entre las pajas parte de su zurrón y se sorprendió al encontrar una pequeña bolsa de cuero medio rasgada por un lado pero lo suficientemente entera como para aún contener aquello que guardaba con cuestionable seguridad. Kyrst la agarró. No estaba seguro de si era de su compañero pero algo en aquella bolsita le traía recuerdos contradictorios así que decidió abrirla.
En ella, un papel medio arrugado. Varias palabras de las que Kyrst tan solo reconoció su nombre, una dirección y los trazos de un numero lo suficientemente alto como para ser interesante. Dos llaves pequeñas y un bote cerrado con un liquido color verdoso en su interior. Lo movió un poco. La viscosidad era más densa que el agua corriente pero menos que la de la miel.
Necesitaba despertar a su acompañante. Aquel día había sumado otro motivo de peso para aprender a leer de manera efectiva.Tapó como pudo la poca luz que entraba en la estancia, recordando que Taliesin era un vampiro, esforzándose de sobremanera por olvidarlo como todos los demás mientras lanzaba pequeñas piedrecitas a la cara de su acompañante.
Esperaba que no se le acabasen las pequeñas antes de que se despertase, sino, no tendría más remedio que buscar algunas más grandes.
-¿Skatha?- dijo Kyrst abriendo mucho los ojos- ¿Del clan de los Scatash?? – compuso un gesto dubitativo entrecerrando los ojos e investigado a Taliesin, como si acabase de verlo. Con el gesto serio y casi apesadumbrado- Imposible. – carcajeó- Tienes demasiados dientes para pertenecer a ellos.-Le dio un codazo a Yunque que no pareció inmutarse pero dejó caer parte de su sopa a la mesa con el zarandeo de Kyrst.
El matón decidió ignorar las bromas simples de Kyrst y se centro de manera seria en la tarea por las que le había reunido en aquel lugar en particular. Yunque sabia exactamente que decir para captar la atención de un fácilmente distraible Kyrst. Todo lo que había salido de los labios de aquel hombre parecía incluir todos los requisitos necesarios que componían el ideal de riesgo, y a medida que aquel hombre corpulento los enumeraba, la media sonrisa en ;a cara de Kyrst se iba haciendo mas y mas amplia.
Yunque sabía exactamente que decir para hacer resonar música en los oídos de aquel hombre, y por supuesto no dudo en hacerlo. Cualquiera se hubiese pensado dos veces las consecuencias de aquello que le pediía. Apenas le daba una descripción, pocos detalles sobre que hacer y el porque requería que dos personas ajenas al gremio lidiasen con aquella mujer. Pero claro, Kyrst no era cualquiera.
El único motivo que retrajo un poco al hombre de alzar su jarra a modo de firma simbólica para sellar aquel trato era la cicatriz a través del ojo de Yunque. Si el conocía algo a aquel maton sabia que pocas veces perdonaba un error, y muchísimo menos una traición.
Se había llevado medio año huyendo de sus esbirros y como por arte de magia ahora aparecía con el mejor de los trabajos en el momento exacto. Sorbió de su cerveza de manera pausada y clavo la mirada en Taliesin por un minuto, preguntándose que era aquello que el hombre había hecho a Yunque para que el matón lo incluyese en aquella encerrona. Y anotando mentalmente que nada impedía que el vampiro fuese parte de ese plan macabra.
Porque estaba claro que eso era lo que era.
Aun así la naturaleza de Kyrst lo obligaba a no dejar pasar aquel ofrecimiento. Sus recelos quizás hubiesen tomado color oscuro en su mente si no hubiese sido por la plena disposición del vampiro, de nuevo retándolo a aceptar como si de una pelea de palabras y egos se tratase. Se controló por un momento, acomodándose en su silla mientras se desperezaba.
-Por lo que se ve esa mujer esta causándote los suficientes estragos como para acudir a un vampiro y a un traidor en el medio de una posada abarrotada de ladrones con oídos muy largos- dijo Kyrst y uno de los hombres que había estado caminando cerca del grupo se apresuro a alejarse- Y si te conozco un poco, casi diría que o esto es una trampa o es mas arriesgado de lo que lo pintas. Ambos motivos creo que, lo suficientemente justos como para que la recompensa sea igualmente pareja, ¿No crees, Taliesin?.. Creo que doble del estándar no seria una idea muy desorbitada. Te tomo la palabra en el plus, y no hace falta que lo dobles cuando traigamos lo que necesitas en las siguientes 24 horas. Acéptalo y el Skatha y yo somos tus hombres.- dijo Kyrst acercándole una mano esperando que la estrechase aceptando la propuesta.
La expresión de Yunque parecía herida y desafiante como si por el mero hecho de sugerir aquello Kyrst estuviese haciéndole un desplante malvado. Sus orejas se estaban volviendo rojas cuando Kyrst volvió a hablar.
-Niégate y quizás.. bueno… No me seria muy difícil dar con la mujer en cuestión que necesitas. No muy a menudo una chica se decide por el honorable puesto en tu gremio… Quizás puedas explicarle a los mercenarios de esa mujer en concreto el porqué de tu interés en ella y sus hombres. Te dejo, por supuesto, un minuto para que te lo pienses. -Kyrst esbozó una sonrisa y agudizó sus ojos en un gesto que lo hacia atractivo y a la vez perverso en una manera un tanto teatral. Esperó paciente de la misma manera que aquel hombre les había dado el minuto de gracia para alterar sus reacciones y ponerlos en presión. Aquello era un baile silencioso entre los egos de ambos hombres.
Yunque terminó de comer el plato con parsimonia, se limpió la boca con un gesto serio y se levantó de la mesa con la misma expresión herida y disgustada. Cuando Kyrst empezó a pensar que quizás lo había estirado demasiado, el hombre cedió y antes de irse estrechó la mano de Kyrst de mala gana.
-Espero poder confiar tanto en tus palabras como tú confias en tus dotes de charlatán, Kyrst. Lo espero de veras porque tengo todos mis ojos sobre tu cabeza…. Y la mitad de ellos sobre la de Taliesin. Como os he dicho, mañana recibiréis la información pertinente. Espero que descanséis esta noche. Creedme os hará falta.
El hombre agarró su abrigo de viaje le dedico un saludo con la mano a Taliesin y salió de la sala, dejando solo a los otros dos.
-Pffffffffff- dijo Kyrst- ¡Estuvo cerca! ¿Viste su tic nervioso en el ojo? Créeme casi inicio una pelea con el mismísimo Yunque sin mas respaldo que un Vampiro desconocido- Carcajeó de manera sincera de nuevo.- Pero nos hemos librado, Taliesin, y estoy seguro que mañana ambos agradeceremos que Yunque sea un hombre tan jodidamente feliz siempre y cuando su estomago esté lleno.- Terminó de un sorbo su cerveza y dio unos golpecitos en la mesa, feliz- Vaya… se me acumulan las mujeres a quienes encontrar…Cualquiera diría que me rehuyen- dijo el humano pensándolo de manera seria por un segundo para después componer de nuevo su gesto habitual de despreocupación-... Por casualidad no habrás visto a una elfa de aproximadamente 1.7 metros, rubia, de orejas puntiagudas, ojos gélidos gesto de ira y que responde al nombre Eilydh ¿no? – suspiro sin darle mucho tiempo a contestar- No… no lo creo. La chica parece ser muy escurridiza. Espero que nuestra mercader no lo sea tanto.. En fin…
Alzo la jarra y la camarera se acerco a rellenársela- Cerciórate de que ni a mi ni a mi nuevo mejor amigo nos falte el alcohol esta noche, preciosa. Acabamos de cerrar el trato mas fácil y beneficioso de nuestra vida…- le guiñó un ojo y dio una palamadita en el trasero de la chica que se sonrojo- y tú… para ser un vampiro sediento bebes poco. Si quieres que mañana no sea una carga para ti, mas te conviene seguirme el ritmo.
Se termino la cerveza de dos buches y pidió la siguiente contento de su suerte
-----
Cuando Kyrst despertó al día siguiente con el delicioso aroma de pastel de manzana recordándole que estaba lejos de su casa, casi se sorprende al encontrarse durmiendo entre pajas en una cabaña a medio derruir. La primera acción del hombre fue llevarse las manos a la cabeza en un intento inútil de contener el inmenso dolor de cabeza que había estado fraguando producto de lo que sea que hubiese pasado la noche anterior. Acto seguido, buscó nervioso entre sus pertenencias en sus bolsillos y suspiró aliviado al encontrar el alijo de dinero que llevaba escondido intacto, con tan solo el peso reducido propio de alguien que ha pasado la noche bebiendo.
Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz que entraba por la ventana a medio tapiar de aquella cabaña en ruinas, se percató de las botas masculinas que reposaban unidas a unos pies y un cuerpo no muy lejos de él. La estancia en aqulla zona era practicamente oscura y los pocos rayos de sol que lo iluminaban a él no llegaban a su compañero.
Kyrst se levantó, apresurado. Aliviado de tener aún su ropa en el lugar que pertenecía. Si alguien llegase siquiera a conocer en algún momento de su vida que había compartido el heno de una cabaña con otro hombre su reputación inmaculada tendría que dar muchas explicaciones de según que datos.
Espera.
Rebobina.
No recordaba nada más allá de una conversación insulsa con el bueno de Taliesin que... acabó en otra de la que recordaba un deje agradable. Varios tragos patrocinados por el elfo que piensa que iba a encontrar a su hija y... nada más. Blanco.
Se llevó las manos a la cara, intentando despertarse y raspándose un poco con el vello incipiente en su cara. En sus años de experto bebedor jamás había tenido una noche en blanco. Ni siquiera en su tierna juventud en las posadas de Lunargenta. Y todos sabían lo barato que puede ser el alcohol cuando eres parte de la guardia.
No.
Aquello era otra cosa. Rebuscó entre las pajas parte de su zurrón y se sorprendió al encontrar una pequeña bolsa de cuero medio rasgada por un lado pero lo suficientemente entera como para aún contener aquello que guardaba con cuestionable seguridad. Kyrst la agarró. No estaba seguro de si era de su compañero pero algo en aquella bolsita le traía recuerdos contradictorios así que decidió abrirla.
En ella, un papel medio arrugado. Varias palabras de las que Kyrst tan solo reconoció su nombre, una dirección y los trazos de un numero lo suficientemente alto como para ser interesante. Dos llaves pequeñas y un bote cerrado con un liquido color verdoso en su interior. Lo movió un poco. La viscosidad era más densa que el agua corriente pero menos que la de la miel.
Necesitaba despertar a su acompañante. Aquel día había sumado otro motivo de peso para aprender a leer de manera efectiva.Tapó como pudo la poca luz que entraba en la estancia, recordando que Taliesin era un vampiro, esforzándose de sobremanera por olvidarlo como todos los demás mientras lanzaba pequeñas piedrecitas a la cara de su acompañante.
Esperaba que no se le acabasen las pequeñas antes de que se despertase, sino, no tendría más remedio que buscar algunas más grandes.
Kyrst
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Todo parecía ir bastante bien, y Taliesin dudaba que su compañero fuera a rechazar la oferta. A pesar de su sonrisa bravucona y sus gestos seguros, al final los negocios son los negocios, y nadie diría que no a un buen trato con Yunque. Y aquello, pensó, era un contrato bastante bueno. Tendrían libertad, tiempo, y un pago muy decente dada la dificultad. Una vez encontraran la información, pensó distraídamente, podrían negociar un poco sobre ese "extra".
En estos pensamientos estaba cuando Kyrst decidió que era su momento para abrir la boca. A Taliesin se le quedaron los ojos como platos. A ver, a él también le gustaba negociar un buen precio, ¿pero acaso no sabía con quién estaba hablando? Parte de la recompensa era el acabar en buenos términos con alguien como Yunque. Se quedó tan impactado, por el contenido y la forma de la negociación, que se le olvidó mirar a Yunque y se quedó boquiabierto con los ojos fijos en Kyrst. Y lo siguiente... El minuto que le dio el mercenario para que Yunque se lo pensara... Ahí Taliesin tuvo que salir de su estupor y darle un buen trago a la cerveza, o no podría ocultar la risa que le estaba entrando. Había pasado tanto de lo descarado, que de absurdo se había transformado en gracioso.
Durante el resto de la conversación básicamente bajó la mirada y observó las burbujitas de su bebida, mordiéndose el labio por dentro para no traicionar su sonrisa. Yunque estaba de mal humor, muy comprensiblemente, y él no sería quien lo exacerbara. Él tendría que tomar el papel del afable y el bueno de cara a su patrón, porque Kyrst no sólo había reclamado el del negociador exigente, sino que se había subido a una montaña con una bandera enorme y había comenzado a gritar "¡Hola! ¡Soy el chico problemático e incontrolable! ¿Podéis pagarme más?".
Taliesin se levantó y consiguió despedirse de Yunque con un semblante bastante serio, pero después se volvió a dejar caer en la silla y miró a Kyrst con duda y diversión, a partes iguales. Hasta que el humano dijo lo de "vampiro". Bastante alto. Y por segunda vez.
- Sssh - lo apremió; toda la diversión había abandonado su rostro -. Sabes que no es la raza favorita del continente. Vamos a intentar no llamar la atención sobre eso, ¿vale?
Era el mínimo de discreción que necesitaba, y se puso verdaderamente serio para decírselo a Kyrst. Pero no pareció que la reprimenda lo afectara mucho. El mercenario estaba dispuesto a gastarse el dinero que aún no había ganado, al parecer, porque sin conocerlo ya lo estaba invitando a beber. Antes de que pudiera decir nada, Taliesin ya tenía otra ronda delante. Pero bueno, debía admitir que le apetecía bastante una cerveza, y el patrón ya se había ido, así que, ¿por qué no?
- O persigues a demasiadas mujeres, o te rehuyen - coincidió Taliesin, y alzó la jarra para brindar con Kyrst a modo de agradecimiento -. Por un trabajo corto y fructífero. Esa elfa que dices no me suena, ¿pero me puedes contar más de lo de los Scatash? No había oído hablar de ese clan, pero es cierto que hay una similitud fonética con mi nombre... Y entre tú y yo, mis dientes no los querría perder - puso la jarra junto la boca para taparla para quien mirara de fuera y sonrió un poco para mostrar los colmillos, a modo de juego -. Son importantes.
----------------
Espera. ¿Qué?
Se despertó con un picor en la cara que se repetía. Un picor molesto, como si algo le estuviera tocando el rostro repetidamente. Pero nada comparable con el penetrante, horrible, dolor de cabeza. La boca pastosa. Las náuseas. Estaba demasiado mayor para esas cosas. "Jamás volveré a beber" se prometió. "Alcohol", añadió. "Cerveza barata", corrigió. Lo que fuera que le daba en la cara no paraba. ¿Pero qué hora era? Abrió un ojo y se dio cuenta de que había demasiada luminosidad. Sería de día. A él le tocaba dormir. ¿No veían que era un vampiro?
Espera otra vez. ¿Quién lo estaba despertando?
Ahora se puso de pie de un golpe. Se arrepintió inmediatamente, porque no tenía el cuerpo para dar saltos. Frente a él, a cierta distancia y tras un velo borroso producto de los excesos de la noche anterior, reconoció a Kyrst. "El bravucón", pensó. Lo que fuera que había pasado en aquel blanco de su mente había reforzado la imagen arrogante que tenía del hombre. Le alegró constatar que ambos llevaban la ropa puesta; de otra manera, habría sido una muy mala forma de empezar un trabajo juntos. No que aquella fuera mucho mejor, pero al menos no habría un silencio incómodo entre ellos.
- Empezamos bien - se quejó -. Dime que llevas agua. ¿Dónde estamos?
Se sentó de nuevo y se mesó las sienes, para aliviar su dolor de cabeza como para externalizar sus intentos por recordar algún detalle de la noche. No recordaba terminar la segunda jarra. No era normal lo rápido que aquello había salido de control.
- Esto no es normal. No es una resaca - a pesar de lo poco agradable que era estar despierto en ese momento, poco a poco conseguía pensar -. Apuesto a que tienes algún enemigo en esa taberna, y ya de paso me han juntado contigo.
En estos pensamientos estaba cuando Kyrst decidió que era su momento para abrir la boca. A Taliesin se le quedaron los ojos como platos. A ver, a él también le gustaba negociar un buen precio, ¿pero acaso no sabía con quién estaba hablando? Parte de la recompensa era el acabar en buenos términos con alguien como Yunque. Se quedó tan impactado, por el contenido y la forma de la negociación, que se le olvidó mirar a Yunque y se quedó boquiabierto con los ojos fijos en Kyrst. Y lo siguiente... El minuto que le dio el mercenario para que Yunque se lo pensara... Ahí Taliesin tuvo que salir de su estupor y darle un buen trago a la cerveza, o no podría ocultar la risa que le estaba entrando. Había pasado tanto de lo descarado, que de absurdo se había transformado en gracioso.
Durante el resto de la conversación básicamente bajó la mirada y observó las burbujitas de su bebida, mordiéndose el labio por dentro para no traicionar su sonrisa. Yunque estaba de mal humor, muy comprensiblemente, y él no sería quien lo exacerbara. Él tendría que tomar el papel del afable y el bueno de cara a su patrón, porque Kyrst no sólo había reclamado el del negociador exigente, sino que se había subido a una montaña con una bandera enorme y había comenzado a gritar "¡Hola! ¡Soy el chico problemático e incontrolable! ¿Podéis pagarme más?".
Taliesin se levantó y consiguió despedirse de Yunque con un semblante bastante serio, pero después se volvió a dejar caer en la silla y miró a Kyrst con duda y diversión, a partes iguales. Hasta que el humano dijo lo de "vampiro". Bastante alto. Y por segunda vez.
- Sssh - lo apremió; toda la diversión había abandonado su rostro -. Sabes que no es la raza favorita del continente. Vamos a intentar no llamar la atención sobre eso, ¿vale?
Era el mínimo de discreción que necesitaba, y se puso verdaderamente serio para decírselo a Kyrst. Pero no pareció que la reprimenda lo afectara mucho. El mercenario estaba dispuesto a gastarse el dinero que aún no había ganado, al parecer, porque sin conocerlo ya lo estaba invitando a beber. Antes de que pudiera decir nada, Taliesin ya tenía otra ronda delante. Pero bueno, debía admitir que le apetecía bastante una cerveza, y el patrón ya se había ido, así que, ¿por qué no?
- O persigues a demasiadas mujeres, o te rehuyen - coincidió Taliesin, y alzó la jarra para brindar con Kyrst a modo de agradecimiento -. Por un trabajo corto y fructífero. Esa elfa que dices no me suena, ¿pero me puedes contar más de lo de los Scatash? No había oído hablar de ese clan, pero es cierto que hay una similitud fonética con mi nombre... Y entre tú y yo, mis dientes no los querría perder - puso la jarra junto la boca para taparla para quien mirara de fuera y sonrió un poco para mostrar los colmillos, a modo de juego -. Son importantes.
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Espera. ¿Qué?
Se despertó con un picor en la cara que se repetía. Un picor molesto, como si algo le estuviera tocando el rostro repetidamente. Pero nada comparable con el penetrante, horrible, dolor de cabeza. La boca pastosa. Las náuseas. Estaba demasiado mayor para esas cosas. "Jamás volveré a beber" se prometió. "Alcohol", añadió. "Cerveza barata", corrigió. Lo que fuera que le daba en la cara no paraba. ¿Pero qué hora era? Abrió un ojo y se dio cuenta de que había demasiada luminosidad. Sería de día. A él le tocaba dormir. ¿No veían que era un vampiro?
Espera otra vez. ¿Quién lo estaba despertando?
Ahora se puso de pie de un golpe. Se arrepintió inmediatamente, porque no tenía el cuerpo para dar saltos. Frente a él, a cierta distancia y tras un velo borroso producto de los excesos de la noche anterior, reconoció a Kyrst. "El bravucón", pensó. Lo que fuera que había pasado en aquel blanco de su mente había reforzado la imagen arrogante que tenía del hombre. Le alegró constatar que ambos llevaban la ropa puesta; de otra manera, habría sido una muy mala forma de empezar un trabajo juntos. No que aquella fuera mucho mejor, pero al menos no habría un silencio incómodo entre ellos.
- Empezamos bien - se quejó -. Dime que llevas agua. ¿Dónde estamos?
Se sentó de nuevo y se mesó las sienes, para aliviar su dolor de cabeza como para externalizar sus intentos por recordar algún detalle de la noche. No recordaba terminar la segunda jarra. No era normal lo rápido que aquello había salido de control.
- Esto no es normal. No es una resaca - a pesar de lo poco agradable que era estar despierto en ese momento, poco a poco conseguía pensar -. Apuesto a que tienes algún enemigo en esa taberna, y ya de paso me han juntado contigo.
Taliesin Skatha
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Re: Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
La penumbra de la habitación. el sol fuera haciendo crujir las maderas de la humilde cabaña, el arrullo del leve viento que movía las hojas de unos árboles cercanos. La voz ensordecida de una vaca y alguna que otras pisadas, preferiblemente de animales salvajes alrededor de ellos.
Aquello acompañado del sonido de la respiración de Tali y los guijarros que Kyrst tiraba a su cara fue lo único que acompaño por unos minutos los intentos del hombre de despertar a su compañero. Para cuando este abrió los ojos el hombre ya había intentado forzar la puerta varias veces, y auparse por la pequeña ventana medio confinada que suplia algo de luz. Ambas cosas de manera poco exitosas, ambas cosas requerían dos cuerpos mínimo para el trabajo.
Las manos en la cabeza de Tali indicaron a Kyrst que este por fin estaba despertando y el hombre suspiró aliviado.
-Buenos días principeso- dijo el Kyrst, pasándole lo poco que quedaba en su cantimplora mientras el vampiro se acomodaba donde estaba- Espero que no tengas hambre.- dijo primero de manera risueña y después cuestionándo de nuevo aquello que había dicho- No. En serio. Mi sangre esta tan envenenada que creo que si me muerdes morirías- compuso una sonrisa que decía "Por favor"- Estoy de acuerdo contigo en tu sospecha de que nos han envenenado... sin embargo, y aunque me alegra que me consideres tan importante como para tener enemigos, no creo que haya sido ninguno de los ladrones de la taberna. A la mayoría les he tenido que explicar como atarse los zapatos- hizo una pausa pensativo- Además... ¿Cómo enemigos?...Yo prefiero llamarles mmm... retos. Como tú a la camarera de anoche... - carcajeó- Peeeeeero eso es otro tema- le guiñó el ojo- Estoy seguro que me cercioré de ver como vertían todas las bebidas directamente del barril. Nadie tocó nuestras jarras iban directamente de mi manos a los brazos de tu adorada damis....- Kyrst miró a Taliesin dándose una débil palmadita en la frente.- No recuerdo haber visto a la camarera cuando Yunque aún estaba en la taberna... ¿Tú si?- dijo esperando una respuesta que confirmase sus sospechas- Ya decía yo que tus intentos desproporcionados de compartir su heno no iban mal encaminados, amigo mío. ¡Parece ser que estabas trabajando solo!
Mientras decía aquello había estado inspeccionando la sala buscando un lugar exacto por donde salir.
-Creo que hay que aplaudirle aunque sea un poco- dijo, intentando auparse hasta la ventana- No solo no te ha dejado dormir solo sino que además nos ha dejado una nota de despedida y... las llaves a su alcoba. Muy considerada. ¿Podrías releer lo que dice en voz alta? Esta horrible resaca me hace olvidar incluso mi nombre. Ah y... si no te importa auparme.... Se que no te gusta la luz del sol pero tengo un mal presentimiento acerca de donde estamos. Querría ser el que te de la mala noticia si estoy en lo cierto.- terminó instando a Tali a acercarse a él para auparse.
-Por favor....- dijo, con gesto encantador.-
Aquello acompañado del sonido de la respiración de Tali y los guijarros que Kyrst tiraba a su cara fue lo único que acompaño por unos minutos los intentos del hombre de despertar a su compañero. Para cuando este abrió los ojos el hombre ya había intentado forzar la puerta varias veces, y auparse por la pequeña ventana medio confinada que suplia algo de luz. Ambas cosas de manera poco exitosas, ambas cosas requerían dos cuerpos mínimo para el trabajo.
Las manos en la cabeza de Tali indicaron a Kyrst que este por fin estaba despertando y el hombre suspiró aliviado.
-Buenos días principeso- dijo el Kyrst, pasándole lo poco que quedaba en su cantimplora mientras el vampiro se acomodaba donde estaba- Espero que no tengas hambre.- dijo primero de manera risueña y después cuestionándo de nuevo aquello que había dicho- No. En serio. Mi sangre esta tan envenenada que creo que si me muerdes morirías- compuso una sonrisa que decía "Por favor"- Estoy de acuerdo contigo en tu sospecha de que nos han envenenado... sin embargo, y aunque me alegra que me consideres tan importante como para tener enemigos, no creo que haya sido ninguno de los ladrones de la taberna. A la mayoría les he tenido que explicar como atarse los zapatos- hizo una pausa pensativo- Además... ¿Cómo enemigos?...Yo prefiero llamarles mmm... retos. Como tú a la camarera de anoche... - carcajeó- Peeeeeero eso es otro tema- le guiñó el ojo- Estoy seguro que me cercioré de ver como vertían todas las bebidas directamente del barril. Nadie tocó nuestras jarras iban directamente de mi manos a los brazos de tu adorada damis....- Kyrst miró a Taliesin dándose una débil palmadita en la frente.- No recuerdo haber visto a la camarera cuando Yunque aún estaba en la taberna... ¿Tú si?- dijo esperando una respuesta que confirmase sus sospechas- Ya decía yo que tus intentos desproporcionados de compartir su heno no iban mal encaminados, amigo mío. ¡Parece ser que estabas trabajando solo!
Mientras decía aquello había estado inspeccionando la sala buscando un lugar exacto por donde salir.
-Creo que hay que aplaudirle aunque sea un poco- dijo, intentando auparse hasta la ventana- No solo no te ha dejado dormir solo sino que además nos ha dejado una nota de despedida y... las llaves a su alcoba. Muy considerada. ¿Podrías releer lo que dice en voz alta? Esta horrible resaca me hace olvidar incluso mi nombre. Ah y... si no te importa auparme.... Se que no te gusta la luz del sol pero tengo un mal presentimiento acerca de donde estamos. Querría ser el que te de la mala noticia si estoy en lo cierto.- terminó instando a Tali a acercarse a él para auparse.
-Por favor....- dijo, con gesto encantador.-
Kyrst
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Re: Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
Lamentablemente, sí que tenía hambre. Y no tenía ninguna reserva de sangre encima. Así que cuando Kyrst dijo eso, lo miró y, sin poder evitarlo, le puso cara de cordero degollado.
- Pues sí tengo hambre - admitió.
Su rostro venía a decir que le haría un favor enorme si le dejara beber un poco. Pero el mercenario parecía muy poco complaciente ante aquella idea, y Taliesin tuvo que suponer que se quedaría con hambre. Además del dolor de cabeza y las náuseas, tendría que añadir la molesta sensación hueca de la Sed. Le dió un trago a la cantimplora, y el agua al menos alivió un poco la aspereza que tenía en la garganta.
- No es que te considere importante, es que estoy SEGURO de que tienes enemigos. Yunque no fue muy sutil al respecto - su estado no le ayudaba a ser especialmente paciente con aquel mercenario simpático y engreído, sobre todo ahora que le habían recordado que no se alimentaría en el futuro cercano -. Ahora mismo no me acuerdo de nada.
Tardaría al menos medio día en sobreponerse al estado en el que se encontraba. Un poco de sangre ayudaría. Le volvió a dedicar una mirada hambrienta a Kyrst, cuando éste se dio la vuelta para buscar salidas. No quería asustar a su compañero pero... Joder, ojalá hubiera funcionado lo de la camarera la noche anterior; al menos ahora no tendría Sed. Le pegó otro trago a la cantimplora y, con esto, se quedaron sin agua.
- Me da igual si es de día, tenemos que salir de aquí.
Palpó sobre su pecho para comprobar que seguía teniendo el colgante. Aquella piedra engarzada era capaz de captar los rayos de sol y protegerlo durante un tiempo. Era un buen momento para usarlo. Kyrst siguió hablando de la camarera, pero Taliesin no acabó de comprender lo que dijo. Parecía estar desvariando. Distraídamente, aceptó la nota de Kyrst y la leyó. La falta de luz no era un problema para él.
- ""Ojo por ojo", Kyrst"...? - Taliesin terminó la frase con una entonación de pregunta, y miró hacia el mercenario sin comprender. Después volvió a bajar la mirada, porque había más -. "El contrato es real, pero también lo es la ocasión de joderte. Plaza del Alcor. Equipo de ocho." - Debía referirse a los mercenarios de la mujer. - "Os hemos colocado en camino".
Taliesin se sintió como un daño colateral. Obviamente, la camarera estaba compinchada con Yunque y sólo habían intentado joderlos vivos por culpa de lo que Kyrst había hecho en el pasado. Lo invadió una mezcla de enfado e impotencia y estuvo a punto de romper la nota. No decía nada que no fuera fácil de recordar, pero el número al final de la misma parecía indicar el pago, y era lo más cercano que tenían a un contrato real.
- Estamos aquí por tu puta culpa, listillo - se enfrentó a Kyrst, señalándolo de manera acusadora. No era el momento de hacer enemigos, pero no estaba de buen humor -. ¿En camino a qué? ¿Al trabajo, o a lo de "ojo por ojo"?
A pesar de la expresión encantadora de Kyrst, Taliesin no se convenció. Miró a la ventana que señalaba y vio que no le daba la luz directa. Así que avanzó hasta donde estaba su compañero forzado, le cogió ambas manos para juntarlas y hacer de ellas un escalón, y fue él el que se aupó para mirar qué había fuera. Todo esto sin preguntarle su opinión. "Como me suelte", pensó, y dejó sin terminar en su mente la amenaza.
Lo que vio fuera fue extraño. Había luz, pero no era la luz del sol, sino de unos ¿fuegos? que ardían en el techo alto. Porque sí, había techo fuera. Parecían estar en una habitación dentro de otro edificio mayor. Era aún más extraño, porque fuera en el suelo había hierba y otras plantas; incluso un árbol.
- ¿Un invernadero enorme? - aventuró para describírselo a Kyrst -. Pero con paredes de metal en lugar de cristal. No hay luz solar, podemos salir - comprobó que podía auparse a través de la ventana, a la que le faltaba el panel del cristal y, sin decirle nada a Kyrst, se elevó, se apoyó con una rodilla en el marco, y miró hacia abajo, hacia la puerta del habitáculo en el que se encontraban.
Hecho lo cual, se dejó caer al otro lado, desapareciendo de la vista del mercenario sin más.
Era tentador dejarle allí encerrado, al menos durante un rato, pero debía admitir que una venganza tan nimia no serviría de nada. Desde arriba había constatado que la puerta estaba atrancada desde fuera, y era tan fácil como quitar lo que la bloqueaba. Había una cadena puesta para evitar que pudiera abrirse desde dentro. El mecanismo para quitarla no requería llave, simplemente abrirla con el ángulo adecuado. Así que menos de un minuto después de que Taliesin desapareciera, la puerta se abrió, y el vampiro invitó a Kyrst a que saliera.
- Vamos.
Frente a ellos se extendía el invernadero, pero al final del mismo, a cierta distancia, terminaba con otra pared en la que se adivinaban dos puertas. Antes de avanzar, el vampiro se arrodilló junto a la entrada de la habitación en la que los habían encerrado, e intentó buscar alguna marca en el suelo. Allí estaban: surcos como los que haría una rueda. Quizás habían usado una carreta para llevarlos ahí.
- Pues sí tengo hambre - admitió.
Su rostro venía a decir que le haría un favor enorme si le dejara beber un poco. Pero el mercenario parecía muy poco complaciente ante aquella idea, y Taliesin tuvo que suponer que se quedaría con hambre. Además del dolor de cabeza y las náuseas, tendría que añadir la molesta sensación hueca de la Sed. Le dió un trago a la cantimplora, y el agua al menos alivió un poco la aspereza que tenía en la garganta.
- No es que te considere importante, es que estoy SEGURO de que tienes enemigos. Yunque no fue muy sutil al respecto - su estado no le ayudaba a ser especialmente paciente con aquel mercenario simpático y engreído, sobre todo ahora que le habían recordado que no se alimentaría en el futuro cercano -. Ahora mismo no me acuerdo de nada.
Tardaría al menos medio día en sobreponerse al estado en el que se encontraba. Un poco de sangre ayudaría. Le volvió a dedicar una mirada hambrienta a Kyrst, cuando éste se dio la vuelta para buscar salidas. No quería asustar a su compañero pero... Joder, ojalá hubiera funcionado lo de la camarera la noche anterior; al menos ahora no tendría Sed. Le pegó otro trago a la cantimplora y, con esto, se quedaron sin agua.
- Me da igual si es de día, tenemos que salir de aquí.
Palpó sobre su pecho para comprobar que seguía teniendo el colgante. Aquella piedra engarzada era capaz de captar los rayos de sol y protegerlo durante un tiempo. Era un buen momento para usarlo. Kyrst siguió hablando de la camarera, pero Taliesin no acabó de comprender lo que dijo. Parecía estar desvariando. Distraídamente, aceptó la nota de Kyrst y la leyó. La falta de luz no era un problema para él.
- ""Ojo por ojo", Kyrst"...? - Taliesin terminó la frase con una entonación de pregunta, y miró hacia el mercenario sin comprender. Después volvió a bajar la mirada, porque había más -. "El contrato es real, pero también lo es la ocasión de joderte. Plaza del Alcor. Equipo de ocho." - Debía referirse a los mercenarios de la mujer. - "Os hemos colocado en camino".
Taliesin se sintió como un daño colateral. Obviamente, la camarera estaba compinchada con Yunque y sólo habían intentado joderlos vivos por culpa de lo que Kyrst había hecho en el pasado. Lo invadió una mezcla de enfado e impotencia y estuvo a punto de romper la nota. No decía nada que no fuera fácil de recordar, pero el número al final de la misma parecía indicar el pago, y era lo más cercano que tenían a un contrato real.
- Estamos aquí por tu puta culpa, listillo - se enfrentó a Kyrst, señalándolo de manera acusadora. No era el momento de hacer enemigos, pero no estaba de buen humor -. ¿En camino a qué? ¿Al trabajo, o a lo de "ojo por ojo"?
A pesar de la expresión encantadora de Kyrst, Taliesin no se convenció. Miró a la ventana que señalaba y vio que no le daba la luz directa. Así que avanzó hasta donde estaba su compañero forzado, le cogió ambas manos para juntarlas y hacer de ellas un escalón, y fue él el que se aupó para mirar qué había fuera. Todo esto sin preguntarle su opinión. "Como me suelte", pensó, y dejó sin terminar en su mente la amenaza.
Lo que vio fuera fue extraño. Había luz, pero no era la luz del sol, sino de unos ¿fuegos? que ardían en el techo alto. Porque sí, había techo fuera. Parecían estar en una habitación dentro de otro edificio mayor. Era aún más extraño, porque fuera en el suelo había hierba y otras plantas; incluso un árbol.
- ¿Un invernadero enorme? - aventuró para describírselo a Kyrst -. Pero con paredes de metal en lugar de cristal. No hay luz solar, podemos salir - comprobó que podía auparse a través de la ventana, a la que le faltaba el panel del cristal y, sin decirle nada a Kyrst, se elevó, se apoyó con una rodilla en el marco, y miró hacia abajo, hacia la puerta del habitáculo en el que se encontraban.
Hecho lo cual, se dejó caer al otro lado, desapareciendo de la vista del mercenario sin más.
Era tentador dejarle allí encerrado, al menos durante un rato, pero debía admitir que una venganza tan nimia no serviría de nada. Desde arriba había constatado que la puerta estaba atrancada desde fuera, y era tan fácil como quitar lo que la bloqueaba. Había una cadena puesta para evitar que pudiera abrirse desde dentro. El mecanismo para quitarla no requería llave, simplemente abrirla con el ángulo adecuado. Así que menos de un minuto después de que Taliesin desapareciera, la puerta se abrió, y el vampiro invitó a Kyrst a que saliera.
- Vamos.
Frente a ellos se extendía el invernadero, pero al final del mismo, a cierta distancia, terminaba con otra pared en la que se adivinaban dos puertas. Antes de avanzar, el vampiro se arrodilló junto a la entrada de la habitación en la que los habían encerrado, e intentó buscar alguna marca en el suelo. Allí estaban: surcos como los que haría una rueda. Quizás habían usado una carreta para llevarlos ahí.
Taliesin Skatha
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Re: Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
Si Tali le hubiese plantado un puñetazo en la cara, Kyrst no se hubiese sentido tan ofendido como aquella mirada casi depredadora que el hombre le dirigía casi de soslayo, como si de un momento a otro fuese a saltarle al cuello. O simplemente como si fuese un trozo de carne con piernas.
No le malinterpreteis, el mismo le había lanzado aquella mirada furtiva a más de una mujer en más de mil ocasiones. Era por eso mismo que la identificación de los ojos fijos en su cuello lo ponía en tensión, como si cualquier movimiento que hiciese tuviese que estar calculado de manera que encontrase una salida para un posible ataque. No había contado con aquello. Con la sed no saciada de su compañero de aventuras. No había contado con que aquella era la sensación misma que las mujeres a las que solía acechar con una copa de más sentían. Por un momento pensó que si Taliesin hubiese sido una mujer, quizás aquel gesto de extrema sed no le hubiese molestado tanto. Pero rozaba tanto su propia conducta de cortejo que no le gusto en demasía.
Se ajustó el cuello de la armadura, un tanto inquieto y escucho con atención como su compañero leía la nota frente a él. Ojo por ojo…. La mercader tenia sentido del humor. Kyrst tuvo que reconocerlo, no todo el mundo se hubiese tomado con aquel pacifismo el hecho de que tres hombres, uno de ellos un asesino confeso se reuniesen en una taberna para planear a sus espaldas. Casi había convertido sus labios en una sonrisa a medias cuando Taliesin menciono la localización exacta de dónde debían ir. No entendió del todo el porque la mujer a la que Yunque intentaba arruinar el negocio querría reunirse con ellos, y en su experiencia hacer negocios con ambas partes de una misma moneda… no siempre acababa del todo bien.
Pero la cantidad cuantiosa que había entendido en aquel pergamino borraba quizás las pocas dudas que tuviese sobre ejercer de doble espía. Mientras ninguna de las dos partes se enterasen… ambos iban a estar bien.
No duele lo que no se sabe. Y estaba seguro que para cuando ambos Yunque y aquella misteriosa mujer se hubiesen percatado de su estratagema, ellos ya estarían lejos de allí.
Miró a Taliesin que parecía aun molesto por haber sido despertado. Aquello, por supuesto era un pequeño daño colateral en su plan. Debía hacer que Taliesin colaborase, y por desgracia para el y fortuna para Taliesin, Kyrst se lo iba a llevar con el una vez que escapasen. No podía dejar cabos sin atar.
-A mi no me mires…- dijo Kyrst cuando Taliesin lo llamo listillo…- Ya sabes que una vez que las encuentro... las mujeres no se me resisten- rio- Y bueno… estoy seguro de que todos los caminos hacia Roilkat pasan por Sandorai. O algo así… no soy muy bueno para los refranes…-
Aupó a Taliesin, como por sorpresa.
-Por supuesto… su majestad- le dijo mientras subia sus pies sobre su mano. – Si llego a saber que te despiertas de tan mal humor no comparto mis pajas contigo- dijo ejerciendo fuerza para que su compañero alcanzase la ventana.
La descripción de Taliesin confirmo las sospechas de Kyrst. Aunque la descripción de “invernadero” de los labios de Taliesin le hizo gracia. Aquel hombre no tenia idea alguna de donde se encontraban. Por eso mismo cuando no dio señales de abrir la puerta que los separaban por un tiempo mas o menos prudencial casi se alegro de no tener que salir ahí fuera. Su alegría, sin embargo se vio reducida a escombros cuando la voz del vampiro le invito a salir después de que el crujir de la puerta indicase que esta estaba abierta.
-Vemos…- dijo susurrando, en una leve imitación a las palabras del vampiro. Y salió de la habitación con el paso constante y alegre de alguien que cree saber su camino. O de alguien que finge que lo hace. Ahogo una carcajada al ver cómo su compañero intentaba figurar como habían llegado hasta allí.
-Estoy seguro que lo que necesitas saber es… como salimos- dijo llevando la mano a las dos llaves de la pequeña bolsita- Tan solo necesitamos… las puertas adecuadas imagino.
Aquel invernadero, como lo había llamado Taliesin se extendía el espacio suficiente como para no poder rodearlo en una carrera sin necesidad de para a medio camino. Kyrst hizo unos cálculos aproximados y estableció en su mente, que , de querer atravesarlo de punta a punta, los hombres perderían medio dia tan solo para llegar al final torpe donde la salida del sol parecía pintada en una pared transparente. Aquello les dejaba poco espacio para llegar a la localización establecida y mucho menos para encontrar a la mujer y hacer el trato pertinente y en contra de Yunque.
Kyrst tenia sus dudas, pero no era nada nuevo en su día a día.
Aquel lugar no le daba buena espina. El mero hecho de sentir que estaba preso dentro de algo tan cerrado lo ponía en tensión, y había oído historias de experimentos bios con humanos en un intento de perfeccionar los disfraces de piel y biotejido que los componían adaptando a un humano en cuestión. Estaba casi seguro de que así era como habían perfeccionado cosas tan minúsculas como ser capaces de transpirar como un humano, o hacer crecer sus cabellos. A Kyrst no le apetecía ayudar en el proceso de evolución de una raza que no fuese la suya. Y menos siendo sujeto de experimentos. Pero aquello, por supuesto, no lo dijo.
Rezó para estar equivocado. Al fin y al cabo ya tenia el suficiente miedo a que Taliesin le chupase la sangre como para tener que pensar en qué otros peligros iban a enfrentarse a medida que avanzaban por aquel invernadero.
Evito contarle a Taliesin que era exactamente aquel lugar, al fin y al cabo, y como el decía: “El desconocimiento es felicidad”. Comenzaron a caminar de manera rápida hasta los dos portones que colindaban con el exterior. Observo a Taliesin por algunos segundos, caminando a su lado a paso ligero.
-Te lo habrán preguntado millones de veces…- dijo Kyrst casi obnubilado.- Pero…. ¿Cual es el secreto?- dijo llevando su mano al zurrón en busca de lo que quedaba de agua en su cantimplora- Tu barba, digo…¿Es un extra que apareció con la transformación o… lo traías de fábrica?- dijo animado intentando quitarle densidad al silencio que los separaba. -
------No le malinterpreteis, el mismo le había lanzado aquella mirada furtiva a más de una mujer en más de mil ocasiones. Era por eso mismo que la identificación de los ojos fijos en su cuello lo ponía en tensión, como si cualquier movimiento que hiciese tuviese que estar calculado de manera que encontrase una salida para un posible ataque. No había contado con aquello. Con la sed no saciada de su compañero de aventuras. No había contado con que aquella era la sensación misma que las mujeres a las que solía acechar con una copa de más sentían. Por un momento pensó que si Taliesin hubiese sido una mujer, quizás aquel gesto de extrema sed no le hubiese molestado tanto. Pero rozaba tanto su propia conducta de cortejo que no le gusto en demasía.
Se ajustó el cuello de la armadura, un tanto inquieto y escucho con atención como su compañero leía la nota frente a él. Ojo por ojo…. La mercader tenia sentido del humor. Kyrst tuvo que reconocerlo, no todo el mundo se hubiese tomado con aquel pacifismo el hecho de que tres hombres, uno de ellos un asesino confeso se reuniesen en una taberna para planear a sus espaldas. Casi había convertido sus labios en una sonrisa a medias cuando Taliesin menciono la localización exacta de dónde debían ir. No entendió del todo el porque la mujer a la que Yunque intentaba arruinar el negocio querría reunirse con ellos, y en su experiencia hacer negocios con ambas partes de una misma moneda… no siempre acababa del todo bien.
Pero la cantidad cuantiosa que había entendido en aquel pergamino borraba quizás las pocas dudas que tuviese sobre ejercer de doble espía. Mientras ninguna de las dos partes se enterasen… ambos iban a estar bien.
No duele lo que no se sabe. Y estaba seguro que para cuando ambos Yunque y aquella misteriosa mujer se hubiesen percatado de su estratagema, ellos ya estarían lejos de allí.
Miró a Taliesin que parecía aun molesto por haber sido despertado. Aquello, por supuesto era un pequeño daño colateral en su plan. Debía hacer que Taliesin colaborase, y por desgracia para el y fortuna para Taliesin, Kyrst se lo iba a llevar con el una vez que escapasen. No podía dejar cabos sin atar.
-A mi no me mires…- dijo Kyrst cuando Taliesin lo llamo listillo…- Ya sabes que una vez que las encuentro... las mujeres no se me resisten- rio- Y bueno… estoy seguro de que todos los caminos hacia Roilkat pasan por Sandorai. O algo así… no soy muy bueno para los refranes…-
Aupó a Taliesin, como por sorpresa.
-Por supuesto… su majestad- le dijo mientras subia sus pies sobre su mano. – Si llego a saber que te despiertas de tan mal humor no comparto mis pajas contigo- dijo ejerciendo fuerza para que su compañero alcanzase la ventana.
La descripción de Taliesin confirmo las sospechas de Kyrst. Aunque la descripción de “invernadero” de los labios de Taliesin le hizo gracia. Aquel hombre no tenia idea alguna de donde se encontraban. Por eso mismo cuando no dio señales de abrir la puerta que los separaban por un tiempo mas o menos prudencial casi se alegro de no tener que salir ahí fuera. Su alegría, sin embargo se vio reducida a escombros cuando la voz del vampiro le invito a salir después de que el crujir de la puerta indicase que esta estaba abierta.
-Vemos…- dijo susurrando, en una leve imitación a las palabras del vampiro. Y salió de la habitación con el paso constante y alegre de alguien que cree saber su camino. O de alguien que finge que lo hace. Ahogo una carcajada al ver cómo su compañero intentaba figurar como habían llegado hasta allí.
-Estoy seguro que lo que necesitas saber es… como salimos- dijo llevando la mano a las dos llaves de la pequeña bolsita- Tan solo necesitamos… las puertas adecuadas imagino.
Aquel invernadero, como lo había llamado Taliesin se extendía el espacio suficiente como para no poder rodearlo en una carrera sin necesidad de para a medio camino. Kyrst hizo unos cálculos aproximados y estableció en su mente, que , de querer atravesarlo de punta a punta, los hombres perderían medio dia tan solo para llegar al final torpe donde la salida del sol parecía pintada en una pared transparente. Aquello les dejaba poco espacio para llegar a la localización establecida y mucho menos para encontrar a la mujer y hacer el trato pertinente y en contra de Yunque.
Kyrst tenia sus dudas, pero no era nada nuevo en su día a día.
Aquel lugar no le daba buena espina. El mero hecho de sentir que estaba preso dentro de algo tan cerrado lo ponía en tensión, y había oído historias de experimentos bios con humanos en un intento de perfeccionar los disfraces de piel y biotejido que los componían adaptando a un humano en cuestión. Estaba casi seguro de que así era como habían perfeccionado cosas tan minúsculas como ser capaces de transpirar como un humano, o hacer crecer sus cabellos. A Kyrst no le apetecía ayudar en el proceso de evolución de una raza que no fuese la suya. Y menos siendo sujeto de experimentos. Pero aquello, por supuesto, no lo dijo.
Rezó para estar equivocado. Al fin y al cabo ya tenia el suficiente miedo a que Taliesin le chupase la sangre como para tener que pensar en qué otros peligros iban a enfrentarse a medida que avanzaban por aquel invernadero.
Evito contarle a Taliesin que era exactamente aquel lugar, al fin y al cabo, y como el decía: “El desconocimiento es felicidad”. Comenzaron a caminar de manera rápida hasta los dos portones que colindaban con el exterior. Observo a Taliesin por algunos segundos, caminando a su lado a paso ligero.
-Te lo habrán preguntado millones de veces…- dijo Kyrst casi obnubilado.- Pero…. ¿Cual es el secreto?- dijo llevando su mano al zurrón en busca de lo que quedaba de agua en su cantimplora- Tu barba, digo…¿Es un extra que apareció con la transformación o… lo traías de fábrica?- dijo animado intentando quitarle densidad al silencio que los separaba. -
-Espero que tu siguiente movimiento sea mejor que el primero...- la voz femenina inundaba la estancia de manera pausada pero con la certitud que le atribuía el sentir que tenía poder sobre el hombre que la acompañaba.
La estancia, redonda como todas las habitaciones de aquel lugar, estaba plagada de metal y luces de colores que de cuando en cuando emitían un leve sonido casi industrial. Un sordo"Bip" confirmando cierta u otro ajuste en la cámara de ilusiones que el hombre Bio llevaba años perfeccionando.
-Mi oferta los ha traído hasta nosotros. Tú misma los has escuchado. "Invernadero" lo llaman. No estoy seguro de si siquiera tienen idea aún de que los estamos monitorizando. Tan solo deja que active algún que otro panel más y entonces incluso podríamos llegar a expandir el radio de alcance de... bueno.. de ese poder tuyo...- dijo Yunque, activando con destreza varios botones.
La mujer lo miró, exasperada.
-Ilusiones, se llaman ilusiones.... y no creo que sea necesario expandir el radio, tan solo necesito que esos bios en blanco que has creado se atiñan al papel que les vaya dando y.. bueno, simplemente hagan bien su papel. Taliesin no es Kyrst. No se domina por ataques viscerales, es inteligente... no se cuanto van a tardar en darse cuenta que están encerrados en este....bueno en este invernadero, pero estoy segura que cuando lo descubran no van a estar particularmente amigables..- Dijo la chica componiendo una cara de disgusto al ver como Yunque reposicionaba la piel falsa de su mano y dejaba entrever una parte de metal que insertó en una clavija metálica del centro de control que tenían delante.
-Tranquila... estoy seguro que para cuando se den cuenta... los tendremos lo suficientemente entretenidos como para que piensen siquiera en vengarse- dijo Yunque, girando su mano.
Aquello hizo sonar algún que otro mecanismo y engranaje y la habitación que los contenía se movió como siguiendo un eje concéntrico al caminar de Kyrst y Taliesin, siguiéndolos desde una distancia lo suficientemente lejana como para no despertar sospechas pero aún la visión a través de cristal translucido que los separaba de los hombres era lo suficientemente clara como para saber a donde se dirigían.
-Eso espero...- dijo la mujer y se concentró lo suficiente como para tener una imagen mental que proyectar en la ilusión que estaba a punto de perfeccionar delante de ambos hombres.
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Off:
Nuestra desconocida usa los cachivaches de yunque para que las ilusiones que proyecta se expandan a través de nuestro invernadero.
Kyrst
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¿Y aveigüar cómo entraron no les ayudaría a determinar cómo salir? Además de intentar dar con posibles pistas sobre dónde estaban, quién exactamente los había dejado allí, y otras tantas incógnitas. Pero a pesar de su malhumor, Taliesin no quería ser más confrontativo de lo que había resultado ya. Así que en su interior, inspiró y expiró aire para calmarse, y se levantó sin decir más.
Las huellas del suelo parecían ir en la misma dirección a la que se dirigían ellos ahora. Miró alrededor y no le pareció ver ninguna otra salida. Así que, qué remedio...
- Em - se quedó un momento un poco bloqueado por lo inesperado de una pregunta tan ligera. Sin pensarlo, comenzó a responderla sinceramente -. Era más o menos así, pero ya sabrás que los de mi raza podemos alterar un poco la apariencia... ¿Esto es lo que quieres preguntar ahora mismo?
Kyrst lo miraba medio obnubilado. Taliesin le frunció el ceño de vuelta. "Mírame así, y voy a comenzar a mirarte de una forma que no te va a gustar", pensó el vampiro. Estuvo tentado de sacarle los colmillos. En su lugar, decidió reírse, porque nadie sino él mismo haría nada por cambiar su humor.
- Cuando seas mayor tú también podrás tener barba. Y no te molestes, no queda agua.
O siempre podría tomar la ruta corta que consistía en transformarse en vampiro. No lo dijo en voz alta porque era una broma que le pareció de mal gusto, y porque si estaba esforzándose por mejorar el humor, no diría algo que parecía una amenaza velada.
Fue en aquel momento cuando escucharon unos pasos detrás de ellos. Aquello era imposible: de donde venían no había más que la habitación en la que habían estado encerrados. Sin embargo, al girarse ahí estaban: dos personas a tan solo unos pocos metros de distancia. Mucho más cerca de lo que parecía razonable. A Taliesin se le erizó el vello de la nuca.
- Los corderitos han salido de su corral - comentó una de ellos.
- Si es un corral, más bien son gallinas, ¿no? - Se rió el otro. - Tienen más pinta de gallinas.
Taliesin le dedicó una rápida mirada a Kyrst. Buscó las mejores palabras que decir en aquel momento con tal de evitar un conflicto que parecía bastante inevitable, pero su mente se quedaba en blanco. Lo único que conseguía pensar era que, si los atacaban, si Kyrst los reducía, entonces tendría a alguien de quien beber sangre.
- Es verdad: gallinas - coincidió la mujer, en un tono cargado de rencor-. Es gracioso, las vueltas que da la vida, ¿no, Kyrst? Un día le clavas un puñal por la espalda a alguien, y unos años más tarde vuelves a encontrártela, más viva de lo que recordabas, en un... "invernadero".
- Las coincidencias no dejan de impresionarme. Tener aquí a Skomakare y a Skatha. Os parecéis en sonoridad y en hijos de puta. Qué fácil es para algunos arruinar a una persona.
El hombre le sonaba, como si lo hubiera visto antes. Pero no era capaz de recordar de qué exactamente. Estaba claro que a él lo conocía, y no por algo bueno. Taliesin estaba casi sin palabras ante lo inexplicable de toda la situación. Al verlo dudar, la mujer se rió, de una manera insincera e hiriente.
- Tan fácil, que ni se acuerdan - su mirada se quedó clavada en Kyrst -. O no les importa.
Hubo un silencio cargado de tensión y de odio. La mujer comenzó a avanzar hacia ellos, espada en mano.
- Mis disculpas, pero - hizo todo lo posible por sonar cordial en una situación que resultaba muy tensa. Pero su expresión admitía lo evidente: que ella tenía razón, y que no sabía a qué se refería el hombre - ...
- Quizás tengamos que refrescaros la memoria. Quizás si os sentís tan perdidos como nos sentimos nosotros por vuestra culpa, entonces comprendáis. Pero antes - desenvainó una espada que le lanzó a Taliesin, y sacó una segunda de su cinto -. Yo al menos necesito desquitarme un poco.
- Y yo también.
Taliesin apenas llegó a agarrar la espada que le lanzaron, y sin la cual se encontraba totalmente desarmado. El hombre (¿cómo se llamaba?) no esperó a que se preparara, y se lanzó directamente a por él. El vampiro no era un hombre de armas. No había esperado que la situación se desencaminara tan pronto, cuando él se sentía débil, hambriento. Apenas llegó a dar un paso lateral para esquivar el primer tajo del desconocido.
- ¿Puedes pensar y defenderte al mismo tiempo? Si te acuerdas, quizás pare. Quizás - dió un nuevo tajo que Taliesin esquivó, pero con la otra mano le propició un inesperado puñetazo en la cara -, tenga un poco más de piedad de la que tuviste tú.
- ¿Quieres hablar de ello, Kyrst? - Escuchó decir a la mujer, no muy lejos - Según tú, ¿qué pasó exactamente? ¿Cuánto te pagaron para que valiera la pena dejarme morir? ¿O ni siquiera tuvieron que pagarte, y salió todo de tí?
Taliesin se llevó una mano al rostro y sintió el tacto viscoso de la sangre saliéndole por la nariz. Sólo le faltaba perder más sangre, en lugar de ganarla. Aquello era todo lo contrario de lo que necesitaba.
- O puedes no defenderte y sólo pensar. Pista: - el hombre volvió a acortar distancias y le dio un puñetazo en la boca del estómago - Lunargenta.
- Eso no es mucha pista - consiguió decir Taliesin, con el poco aire que sentía que quedaba en sus pulmones. Pero probablemente no era el mejor momento para hacerse el medio gracioso. Soltó la espada y levantó una mano para pedirle pausa al hombre -. Siento que estés enfadado, pero si no me dices de qué hablas, no puedo arrepentirme ni compensarte.
- Pero esto no funciona así.
Las huellas del suelo parecían ir en la misma dirección a la que se dirigían ellos ahora. Miró alrededor y no le pareció ver ninguna otra salida. Así que, qué remedio...
- Em - se quedó un momento un poco bloqueado por lo inesperado de una pregunta tan ligera. Sin pensarlo, comenzó a responderla sinceramente -. Era más o menos así, pero ya sabrás que los de mi raza podemos alterar un poco la apariencia... ¿Esto es lo que quieres preguntar ahora mismo?
Kyrst lo miraba medio obnubilado. Taliesin le frunció el ceño de vuelta. "Mírame así, y voy a comenzar a mirarte de una forma que no te va a gustar", pensó el vampiro. Estuvo tentado de sacarle los colmillos. En su lugar, decidió reírse, porque nadie sino él mismo haría nada por cambiar su humor.
- Cuando seas mayor tú también podrás tener barba. Y no te molestes, no queda agua.
O siempre podría tomar la ruta corta que consistía en transformarse en vampiro. No lo dijo en voz alta porque era una broma que le pareció de mal gusto, y porque si estaba esforzándose por mejorar el humor, no diría algo que parecía una amenaza velada.
Fue en aquel momento cuando escucharon unos pasos detrás de ellos. Aquello era imposible: de donde venían no había más que la habitación en la que habían estado encerrados. Sin embargo, al girarse ahí estaban: dos personas a tan solo unos pocos metros de distancia. Mucho más cerca de lo que parecía razonable. A Taliesin se le erizó el vello de la nuca.
- Los corderitos han salido de su corral - comentó una de ellos.
- Si es un corral, más bien son gallinas, ¿no? - Se rió el otro. - Tienen más pinta de gallinas.
Taliesin le dedicó una rápida mirada a Kyrst. Buscó las mejores palabras que decir en aquel momento con tal de evitar un conflicto que parecía bastante inevitable, pero su mente se quedaba en blanco. Lo único que conseguía pensar era que, si los atacaban, si Kyrst los reducía, entonces tendría a alguien de quien beber sangre.
- Es verdad: gallinas - coincidió la mujer, en un tono cargado de rencor-. Es gracioso, las vueltas que da la vida, ¿no, Kyrst? Un día le clavas un puñal por la espalda a alguien, y unos años más tarde vuelves a encontrártela, más viva de lo que recordabas, en un... "invernadero".
- Las coincidencias no dejan de impresionarme. Tener aquí a Skomakare y a Skatha. Os parecéis en sonoridad y en hijos de puta. Qué fácil es para algunos arruinar a una persona.
El hombre le sonaba, como si lo hubiera visto antes. Pero no era capaz de recordar de qué exactamente. Estaba claro que a él lo conocía, y no por algo bueno. Taliesin estaba casi sin palabras ante lo inexplicable de toda la situación. Al verlo dudar, la mujer se rió, de una manera insincera e hiriente.
- Tan fácil, que ni se acuerdan - su mirada se quedó clavada en Kyrst -. O no les importa.
Hubo un silencio cargado de tensión y de odio. La mujer comenzó a avanzar hacia ellos, espada en mano.
- Mis disculpas, pero - hizo todo lo posible por sonar cordial en una situación que resultaba muy tensa. Pero su expresión admitía lo evidente: que ella tenía razón, y que no sabía a qué se refería el hombre - ...
- Quizás tengamos que refrescaros la memoria. Quizás si os sentís tan perdidos como nos sentimos nosotros por vuestra culpa, entonces comprendáis. Pero antes - desenvainó una espada que le lanzó a Taliesin, y sacó una segunda de su cinto -. Yo al menos necesito desquitarme un poco.
- Y yo también.
Taliesin apenas llegó a agarrar la espada que le lanzaron, y sin la cual se encontraba totalmente desarmado. El hombre (¿cómo se llamaba?) no esperó a que se preparara, y se lanzó directamente a por él. El vampiro no era un hombre de armas. No había esperado que la situación se desencaminara tan pronto, cuando él se sentía débil, hambriento. Apenas llegó a dar un paso lateral para esquivar el primer tajo del desconocido.
- ¿Puedes pensar y defenderte al mismo tiempo? Si te acuerdas, quizás pare. Quizás - dió un nuevo tajo que Taliesin esquivó, pero con la otra mano le propició un inesperado puñetazo en la cara -, tenga un poco más de piedad de la que tuviste tú.
- ¿Quieres hablar de ello, Kyrst? - Escuchó decir a la mujer, no muy lejos - Según tú, ¿qué pasó exactamente? ¿Cuánto te pagaron para que valiera la pena dejarme morir? ¿O ni siquiera tuvieron que pagarte, y salió todo de tí?
Taliesin se llevó una mano al rostro y sintió el tacto viscoso de la sangre saliéndole por la nariz. Sólo le faltaba perder más sangre, en lugar de ganarla. Aquello era todo lo contrario de lo que necesitaba.
- O puedes no defenderte y sólo pensar. Pista: - el hombre volvió a acortar distancias y le dio un puñetazo en la boca del estómago - Lunargenta.
- Eso no es mucha pista - consiguió decir Taliesin, con el poco aire que sentía que quedaba en sus pulmones. Pero probablemente no era el mejor momento para hacerse el medio gracioso. Soltó la espada y levantó una mano para pedirle pausa al hombre -. Siento que estés enfadado, pero si no me dices de qué hablas, no puedo arrepentirme ni compensarte.
- Pero esto no funciona así.
Taliesin Skatha
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Re: Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
Si Kyrst no hubiese estado tan sumido en su propia creencia de que su cumplido y mirada embelesada había sorprendido a Taliesin y había derrumbado las murallas entre ellos quizás se hubiese percatado de las sombras que se movían con agilidad entre los arbustos bajos que los rodeaban.
Si a Taliesin no le hubiese cogido por sorpresa aquel cumplido y no hubiese tenido que pelear mentalmente con la idea de transformarse en vampiro y callarle la boca a aquel charlatan, quizás el también se hubiese dado cuenta de que los dueños de las voces que ahora escuchaban ambos detrás de ellos habían pasado de ser figuras metálicas sin gesto o facciones a dos personas perfectamente identificable del resto.
Pero claro. El ego de Kyrst voceaba lo suficientemente alto como ocultar todo aquello que no hablase en su cabeza y dijese: dinero y una nueva amistad, debemos estar de suerte. El caso es, que para cuando el hombre se dio cuenta de que Taliesin no se había vuelto sobre sus pies tan solo por explorar de nuevo la casucha tras ellos, el vampiro acababa de agarrar una espada en el aire de una mujer que parecía querer cobrarse con intereses deudas de las que ni el ni Taliesin sabían el precio.
Kyrst apenas pudo camuflar su gesto bobalicón intentando fuertemente recordar a aquella mujer. “Clavar una puñalada…” pensó. Se llevo las manos a los labios intentando pensar. Al hombre no le sorprendía no recordar el nombre de una mujer. Ni sus curvas. Ni siquiera el sabor de los besos al acabar de amarla. Tampoco iba a fingir sorpresa por que una dama se lo recriminase: No era la primera vez que aquello le traía problemas. Pero lo que lo frustraba era que pocas veces quebrantaba la única regla simple por la que se regia: Recordar a aquellos que traicionaba.
Más que nada porque así sabría que lugares evitar y cuales acceder a pesar de las consecuencias. Pero no…. Ni idea de quién era aquella mujer.
-Dejar morir…- se llevó la mano a la barbilla intentando pensar. Verdaderamente le frustraba no recordar qué hizo mal aquella vez. Estaba a punto de dejarlo ir cuando Taliesin comenzó una batalla de espadas con el hombre que decía que le conocía. Suspiró hondo y miró al sol sobre sus cabezas: Se les empezaba a hacer tarde si querían encontrar a aquella mujer antes del anochecer.
Aquello si lo molestaba. Nadie jugaba con aeros que aun no estaban en sus bolsillos. Se dispuso a echarle una mano a su compañero cuando de pronto y como de la nada, sintió como sus brazos se anclaban al suelo tirados por una fuerza que aunque no apretaba le impedía moverse. Miró a ambos sus brazos y notó como de la tierra habían salido varias raíces y se habían enredado en su antebrazo impidiéndole el movimiento.
-Solía mirar te todos los días ¿sabes? .. Me impresionaba la manera en la que por mucho que te esforzases nunca llegabas a alcanzar a tus compañeros y a pesar de eso no te vi desfallecer ni uno solo de aquellos días.- kyrst intentó destensar aquellas raíces pero se asieron más a la tierra y a él mismo.- Solía pensar que la guardia perdió bastante al perderte a ti. Pero claro.. tan solo te conocía de vista. Imaginaba tu día a día como si del mío propio se tratase… -
-¿De qué hablas, muchacha, y cómo sabes que estuve en la guardia?- Las raíces se tensaron sobre sus brazos y las púas de las mismas se empezaron a incrustar en la piel de Kyrst que comenzó a sangrar dolorido.
-Claro que lo se. Se mucho, Kyrst. Demasiado. Y tu… tú no sabes absolutamente nada- más raíces aparecieron de la nada, enredándose ahora en su cuerpo y en su cuello, tensándose alrededor de éste. Kyrst intentó deshacerse de ellas pero era imposible, aparecían de la nada una tras otra. Lo hicieron caer al suelo, apenas tenía espacio para respirar.
Por su parte, el hombre espadachín había tomado ventaja frente a Taliesin. Parecía conocer sus movimientos, los copiaba, se adelantaba. Cada vez más certeros, como si aprendiese de ellos, como si estos no fuesen… humanos. El resultado no fue muy halagüeño para Taliesin quien empezó por tener oportunidades pero a medida que avanzaban, los cortes eran mas frecuentes, más limpios, mas profundos..
Hasta que el último y certero corte le rebanó el cuello. Su sangre vertió sobre kyrst, ensartado con raíces, morado del esfuerzo para respirar, luchando por la última bocanada de aire hasta que finalmente… Nada.
..Y aquí es donde acaba nuestra historia. Ambos hombres asesinados por desconocidos que ansiaban venganza. Sus cuerpos enterrados bajo la tierra de un “Invernadero” en medio de la nada.
Tan solo que…
Cuando Kyrst despertó el sol apenas asomaba a través de la pequeña ventana de aquella cabaña. Su cabeza iba a estallarle y se llevó las manos al cuello como buscando algo que no estaba ahí, respirando bocanadas de aire de manera exagerada. Su corazón latía rápido y cuando se levantó de entre el heno, asustado y aún preguntándose si aquello había sido un sueño reparó en la figura a su lado.
Taliesin respiraba agitado en sueños. Kyrst se acercó a él y lo zarandeó, tenía la boca seca. Estaba seguro que lo que acababa de vivir era… demasiado real para que fuese un sueño. Casi parecía reconocer en aquella cabaña pequeños detalles que… no acostumbraba a recordar en sueños.
-Despierta vampiro…- dijo kyrst con la voz ronca. Casi estaba seguro de que había estado gritando en sus sueños casi tanto como en la realidad pero... no había señales en sus brazos. Nada lo había atado al suelo, y ... al fin y al cabo estaba vivo. .
Buscó su cantimplora, de manera desesperada como si aquello fuese a darle la respuesta que necesitaba cuando la encontró removió su contenido antes de llevárselo a los labios.
Estaba llena.
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-Perfecto- dijo la mujer- Simplemente perfecto. No exagerabas al hablar de tus Bios, Yunque.... quizás tenga que ajustar un poco el dramatismo en nuestra próxima actuación... No tiene gracia si mueren tan rápido.
-Estoy seguro que encontraremos el equilibrio- dijo Yunque casi esbozando una sonrisa que sacaba un gesto terrorifoco en su cara- Nosotros, a diferencia de nuestros sujetos de experimento...Tenemos tiempo...
Kyrst
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Re: Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
Soñó que una espada le revanaba el cuello. Sintió viscosidad sobre su garganta y cuando abrió la boca para gritar se le llenó de sangre, gorgoteando y deslizándose por su rostro. No llegó a caer de rodillas antes de que algo punzante se colara por debajo de sus costillas, desgarrándole los pulmones y el corazón. Todo se tiñó de desesperación y, después, de negro.
Se despertó cubierto en sudor, asustado. Apartó a quien le sacudía por los hombros aún antes de reconocerlo. Se llevó la mano al cuello y comprobó que no había herida, ni muerte. Su corazón latía, y además furiosamente. Tenía la boca seca y la garganta atenazada por el miedo.
Le costó unos segundos tranquilizarse y convencerse de que estaba vivo. A su alrededor reconoció una cabaña que ya había visto antes. Una terrible sensación de inevitabilidad lo invadió al darse cuenta de que era igual que su "sueño". No podía haber muerto porque estaba vivo, pero todo lo que había ocurrido tenía apariencia de recuerdo, no de ensoñación. Con mirar a Kyrst pudo deducir que el mercenario estaba en un estado de ánimos muy similar al suyo propio.
- Aúpame - pidió Taliesin antes de saltar a cualquier conclusión, y se dirigió a la ventana.
Fuera vió el mismo invernadero en el que habían muerto. Buscó rastros de una batalla, de sangre, pero no había nada así. Todo parecía exactamente igual que "la última vez" que salieron de allí. Se volvió a dejar caer al suelo, junto a Kyrst, y respiró muy fuertemente.
- Estamos jodidos - concluyó -. No sé qué hemos hecho, pero hemos enfadado a la persona equivocada.
Había un deje de pánico en su voz. La experiencia de haber "muerto" aún hacía ecos en su persona, en su estado anímico. Y tenía la seguridad de que eso volvería a pasar, el sueño-recuerdo se repetiría. Sinceramente, no pensaba que fuera un sueño. Estaba bastante convencido de que era una ilusión, y alguien jugaba con su mente. Y entonces debía proseguir preguntándose, ¿es real lo que estoy viviendo ahora mismo?
- Antes de salir de aquí, tenemos que tener las cosas claras - miró muy fijamente a Kyrst, asegurándose de que ambos comprendían, o creían comprender, qué estaba pasando -. Recuerdas lo mismo que yo, ¿verdad? Salimos de aquí y dos personas que decían tener una deuda pendiente con nosotros nos... mataron. Dado que ambos lo recordamos pero estamos vivos, sólo puede ser una ilusión. Una muy potente, porque... la espada que me lanzaron, tenía peso. Eso no es tan fácil de conseguir. Así que hemos enfadado a alguien muy poderoso, que posiblemente esté jugando con nosotros. Estamos en una ratonera.
"¿Verdad?". El vampiro miró a Kyrst con aquella pregunta en su rostro. Todo lo que él mismo decía le sonaba a locura, a invención, y necesitaba que otra voz humana le confirmara que no estaba loco, ni paranoico. Bastaría con que el mercenario dudara de sus teorías para derrumbarlas completamente, y que Taliesin se quedara sin idea de qué estaba pasando.
Sin embargo, si lo que pensaba era cierto, estaban atrapados y arrinconados como dos ratones en una ratonera destinada a matarlos. No había absolutamente nada que pudieran hacer para enfrentarse a un ilusionista que los tenía a su merced, que estaba oculto, y que podía jugar con ellos hasta el punto de hacerlos creer que habían muerto. Si podía hacer eso, podría también hacerles vivir experiencias tan dolorosas y traumáticas, que destruyeran su psique y los dejaran, a efectos prácticos, muertos por dentro. No podían enfrentarse a una voluntad tan fuerte... ¿O sí?
Taliesin comenzó a rebuscar frenéticamente hasta sacar de entre sus cosas una bolsita negra, y de ella una pequeña brújula. Era un utensilio que el vampiro evitaba tocar con sus manos desnudas, y hasta el último momento mantuvo la tela entre su piel y el metal. La aguja no apuntaba al norte, sino a los restos esparcidos de un dios perdido. Un dios cuya voluntad empujaba a quien tocara a la brújula a la desesperación, obsesión, y la locura misma, si no seguían sus designios. Taliesin inspiró y agarró firmemente la brújula con su mano desnuda; en seguida sintió la frialdad del metal esparcirse desde sus dedos, junto aquel impulso por buscar los restos del dios, aquella obsesión reptante. Sabía que lo único que podía dificultar que un ilusionista invadiera su mente, era dejar que otra voluntad la influenciara. Así el brujo tendría que hacer más esfuerzo por apartar otra influencia externa, antes de imponer la suya.
- Si es una ilusión, tenemos que hacer lo posible por resistirla. Pero además - volvió a imaginar a aquel hombre que lo había matado -... ¿Quiénes eran? Tenemos que saber quiénes eran o volverá a pasar exactamente igual. Kyrst, ¿qué pasó con Yunque que hace que el hombre te la tenga jurada?
¿Y qué he hecho yo para que alguien me la tenga jurada a mí? Le dió vueltas y vueltas pero no logró pensar nada que conjurara la imagen de aquel hombre. Necesitaba más pistas. Tenía, quizás, que volver a enfrentarse a aquellas imágenes. Pero la simple idea de volver a morir bastaba para helarle la sangre.
No pasó mucho tiempo; no les dieron oportunidad para dudar más. Se escuchó el sonido de la cadena siendo retirada de la puerta, y esta se abrió de par en par. Al otro lado, estaba la misma mujer que decía haber sido traicionada por Kyrst, y detrás de ella el hombre. Dentro de la cabaña, Taliesin y el mercenario estaban aún más arrinconados que antes. Aquello era una verdadera pesadilla.
- Los corderitos se han quedado obedientemente en su corral - comentó la mujer, su voz llena de desprecio.
- Si es un corral, más bien son gallinas, ¿no? - Se rió el otro. - Tienen más pinta de gallinas.
- Es verdad: gallinas - coincidió la mujer-. Es gracioso, las vueltas que da la vida, ¿no, Kyrst? Un día le clavas un puñal por la espalda a alguien, y unos años más tarde te mata ella a tí...
- ¿Quiénes sóis? - Interrumpió Taliesin, dando un paso al frente -. Sé que nos odiáis por algo que os hicimos, sé que a vuestros ojos merecemos morir. Pero no os recuerdo.
- ¿Y no es eso justamente lo que te hace más culpable aún? ¿No tener la decencia ni el decoro de recordar a quienes has destruido?
Taliesin apretó la brújula en su mano. Y por un momento, cuando el hombre desenvainó su espada, algo titileó. Como si toda la imagen, por un breve instante, fuera reemplazada por otra. En lugar de a sus dos asesinos, vió dos cuerpos de metal sin rostro, y al segundo siguiente volverion a tenerlo. Había algo allí, físicamente. La espada que le lanzaron fue real, pero la que tenía el hombre, aquella con la que le mató, no lo era.
- Estás muerto - comprendió Taliesin, asiendo otra vez la espada que le lanzaron -. Eres una ilusión para impersonar a alguien que yo... he matado. Kyrst, son - dudó si era cierto, o cómo decirlo - ilusiones sobre cuerpos metálicos.
Pero ilusión o no, pareció muy real cuando el hombre volvió a avanzar hacia él para matarlo.
Se despertó cubierto en sudor, asustado. Apartó a quien le sacudía por los hombros aún antes de reconocerlo. Se llevó la mano al cuello y comprobó que no había herida, ni muerte. Su corazón latía, y además furiosamente. Tenía la boca seca y la garganta atenazada por el miedo.
Le costó unos segundos tranquilizarse y convencerse de que estaba vivo. A su alrededor reconoció una cabaña que ya había visto antes. Una terrible sensación de inevitabilidad lo invadió al darse cuenta de que era igual que su "sueño". No podía haber muerto porque estaba vivo, pero todo lo que había ocurrido tenía apariencia de recuerdo, no de ensoñación. Con mirar a Kyrst pudo deducir que el mercenario estaba en un estado de ánimos muy similar al suyo propio.
- Aúpame - pidió Taliesin antes de saltar a cualquier conclusión, y se dirigió a la ventana.
Fuera vió el mismo invernadero en el que habían muerto. Buscó rastros de una batalla, de sangre, pero no había nada así. Todo parecía exactamente igual que "la última vez" que salieron de allí. Se volvió a dejar caer al suelo, junto a Kyrst, y respiró muy fuertemente.
- Estamos jodidos - concluyó -. No sé qué hemos hecho, pero hemos enfadado a la persona equivocada.
Había un deje de pánico en su voz. La experiencia de haber "muerto" aún hacía ecos en su persona, en su estado anímico. Y tenía la seguridad de que eso volvería a pasar, el sueño-recuerdo se repetiría. Sinceramente, no pensaba que fuera un sueño. Estaba bastante convencido de que era una ilusión, y alguien jugaba con su mente. Y entonces debía proseguir preguntándose, ¿es real lo que estoy viviendo ahora mismo?
- Antes de salir de aquí, tenemos que tener las cosas claras - miró muy fijamente a Kyrst, asegurándose de que ambos comprendían, o creían comprender, qué estaba pasando -. Recuerdas lo mismo que yo, ¿verdad? Salimos de aquí y dos personas que decían tener una deuda pendiente con nosotros nos... mataron. Dado que ambos lo recordamos pero estamos vivos, sólo puede ser una ilusión. Una muy potente, porque... la espada que me lanzaron, tenía peso. Eso no es tan fácil de conseguir. Así que hemos enfadado a alguien muy poderoso, que posiblemente esté jugando con nosotros. Estamos en una ratonera.
"¿Verdad?". El vampiro miró a Kyrst con aquella pregunta en su rostro. Todo lo que él mismo decía le sonaba a locura, a invención, y necesitaba que otra voz humana le confirmara que no estaba loco, ni paranoico. Bastaría con que el mercenario dudara de sus teorías para derrumbarlas completamente, y que Taliesin se quedara sin idea de qué estaba pasando.
Sin embargo, si lo que pensaba era cierto, estaban atrapados y arrinconados como dos ratones en una ratonera destinada a matarlos. No había absolutamente nada que pudieran hacer para enfrentarse a un ilusionista que los tenía a su merced, que estaba oculto, y que podía jugar con ellos hasta el punto de hacerlos creer que habían muerto. Si podía hacer eso, podría también hacerles vivir experiencias tan dolorosas y traumáticas, que destruyeran su psique y los dejaran, a efectos prácticos, muertos por dentro. No podían enfrentarse a una voluntad tan fuerte... ¿O sí?
Taliesin comenzó a rebuscar frenéticamente hasta sacar de entre sus cosas una bolsita negra, y de ella una pequeña brújula. Era un utensilio que el vampiro evitaba tocar con sus manos desnudas, y hasta el último momento mantuvo la tela entre su piel y el metal. La aguja no apuntaba al norte, sino a los restos esparcidos de un dios perdido. Un dios cuya voluntad empujaba a quien tocara a la brújula a la desesperación, obsesión, y la locura misma, si no seguían sus designios. Taliesin inspiró y agarró firmemente la brújula con su mano desnuda; en seguida sintió la frialdad del metal esparcirse desde sus dedos, junto aquel impulso por buscar los restos del dios, aquella obsesión reptante. Sabía que lo único que podía dificultar que un ilusionista invadiera su mente, era dejar que otra voluntad la influenciara. Así el brujo tendría que hacer más esfuerzo por apartar otra influencia externa, antes de imponer la suya.
- Si es una ilusión, tenemos que hacer lo posible por resistirla. Pero además - volvió a imaginar a aquel hombre que lo había matado -... ¿Quiénes eran? Tenemos que saber quiénes eran o volverá a pasar exactamente igual. Kyrst, ¿qué pasó con Yunque que hace que el hombre te la tenga jurada?
¿Y qué he hecho yo para que alguien me la tenga jurada a mí? Le dió vueltas y vueltas pero no logró pensar nada que conjurara la imagen de aquel hombre. Necesitaba más pistas. Tenía, quizás, que volver a enfrentarse a aquellas imágenes. Pero la simple idea de volver a morir bastaba para helarle la sangre.
No pasó mucho tiempo; no les dieron oportunidad para dudar más. Se escuchó el sonido de la cadena siendo retirada de la puerta, y esta se abrió de par en par. Al otro lado, estaba la misma mujer que decía haber sido traicionada por Kyrst, y detrás de ella el hombre. Dentro de la cabaña, Taliesin y el mercenario estaban aún más arrinconados que antes. Aquello era una verdadera pesadilla.
- Los corderitos se han quedado obedientemente en su corral - comentó la mujer, su voz llena de desprecio.
- Si es un corral, más bien son gallinas, ¿no? - Se rió el otro. - Tienen más pinta de gallinas.
- Es verdad: gallinas - coincidió la mujer-. Es gracioso, las vueltas que da la vida, ¿no, Kyrst? Un día le clavas un puñal por la espalda a alguien, y unos años más tarde te mata ella a tí...
- ¿Quiénes sóis? - Interrumpió Taliesin, dando un paso al frente -. Sé que nos odiáis por algo que os hicimos, sé que a vuestros ojos merecemos morir. Pero no os recuerdo.
- ¿Y no es eso justamente lo que te hace más culpable aún? ¿No tener la decencia ni el decoro de recordar a quienes has destruido?
Taliesin apretó la brújula en su mano. Y por un momento, cuando el hombre desenvainó su espada, algo titileó. Como si toda la imagen, por un breve instante, fuera reemplazada por otra. En lugar de a sus dos asesinos, vió dos cuerpos de metal sin rostro, y al segundo siguiente volverion a tenerlo. Había algo allí, físicamente. La espada que le lanzaron fue real, pero la que tenía el hombre, aquella con la que le mató, no lo era.
- Estás muerto - comprendió Taliesin, asiendo otra vez la espada que le lanzaron -. Eres una ilusión para impersonar a alguien que yo... he matado. Kyrst, son - dudó si era cierto, o cómo decirlo - ilusiones sobre cuerpos metálicos.
Pero ilusión o no, pareció muy real cuando el hombre volvió a avanzar hacia él para matarlo.
Taliesin Skatha
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Para cuando el vampiro abrió los ojos, Kyrst seguía sumido en su cabeza lleno de confusión pero algo más molesto con toda aquella situación que antes. Odiaba estar desconcertado. Normalmente aunque algo improvisador era una persona que solía mantener el control de las situaciones y en las situaciones que decidía entrometerse. Quizás su apariencia ayudaba a aquello o el hecho de que había tenido que crecer rápido y la ley de la calle en su vida había contado más que nada que le hubiesen podido enseñar en los libros. Y aquello era una situación peliaguda.
Taliesin, por otro lado, parecía tener un objetivo, una misión. Atendió a lo que el hombre le decía casi anonadado y lo aupó. El vampiro confirmó que se encontraban en el mismo lugar que en su sueño. No. Aquello no podía ser. Había sido un sueño. Las dos llaves en la pequeña bolsita entre las pajas le resultaron también familiares. ¿Qué abrían?
De nuevo Taliesin lo interrumpió. Al parecer y de manera curiosa, en situaciones de estrés el Skomakare era el que se volvía mudo y resignado, y Taliesin no había ensartado tantas cosas con sentido desde que lo conoció. Lo escuchó con atención y su gesto se volvió blanco níveo al entender que ambos habían "soñado" lo mismo.
No.
Aquello no le gustaba. Kyrst lidiaba bien con lo físico pero...todo lo mental. La magia era algo... ajeno a él. Inexistente en su mundo. Tan solo traía problemas y era de lo que había intentado alejarse toda su vida. Para Kyrst decirle que no podía confiar en su propia cabeza y hablarle de que todo lo que había vivido eran ilusiones no tenía sentido. Se llevó las manos a su cuello. Había sentido aquellas raices ahorcarlo. Miró a Taliesin.
El hombre sacó un objeto de su bolsa oscura. Kyrst lo miró con suspicacia. Así que de eso se trataba... de Yunque.
Taliesin no era su compañero. No lo había sido nunca. Aquella brújula debió de ser uno de los cachivaches de Yunque, sin duda. Sino... ¿por qué le mencionaba ahora al bardo?
-Yunque.... Es un bio- dijo simplemente como si aquello lo resumiese- Pretendía experimentar con según que materiales para perfeccionar su apariencia. Lo ayudé a hacer un par de encargos, tenía buenos contactos- La voz de Kyrst era fría y seria y examinaba a Taliesin de arriba a abajo, sospechando- No me pagó lo suficiente. No tuvo la decencia siquiera de explicar el porque... así que cuando requirió nueva tecnología para mejorar su propia cara,, bueno, Digamos que busqué al mejor arcano de toda Lunargenta. Y me aseguré que el metal de su cara se fundiese con el aspecto externo. El resultado fue apoteósico como has visto.No puede ver con ese ojo y no puede actualizar sus... - pensó en la palabra- mecanismos sin mi consentimiento preciso, pues la runa por alguna razón reconoce mi tacto como- No le dio tiempo a acabar aquella frase.
La mujer y el hombre de su pesadilla anterior los recibieron con el mismo desparpajo que Kyrst recordaba en su sueño. Taliesin parecía centrado, Kyrst estaba preparado para el ataque de las raíces de cualquier lado, pero aquella mujer que se le acercó había cambiado de estrategia.
En su lugar, y como si de una habitación móvil se tratase a medida que ambos se acercaban a ellos, la habitación también se hacía mas pequeña. Los muros comenzaron a acercárseles. Taliesin parecía estar demasiado preocupado por evitar la espada de lo que había llamado... ¿Metal? Y no parecía siquiera haberse percatado del espacio en el que estaban emplazados. Cada vez más pequeño. Cada vez más ratonera.
-Pobres animales de corral- decía la chica- Esta vez ni siquiera voy a tener que esforzarme en atarte. Vas a venir a mi, tú solito-
Kyrst se alejó de ella pero antes de lo que hubiese imaginado dió con la pared trasera de la cabaña. Posicionó sus manos en ella, haciendo fuerza en contra, evitando que aquello se moviese, pero... fue en vano. Buscó a tientas algo con lo que atrancar aquel mecanismo pero tan solo podía pensar en que el techo había comenzado a acercarse demasiado.
¿Era así como acababan?
No... conocía a Yunque... le gustaba explotar su inteligencia al máximo No disfrutaba con hacer desaparecer a sus enemigos... quería ridiculizarlos. Estaba casi seguro de que les habría dado la solución a aquel problema antes siquiera haberlo presentado y sin embargo tan solo tenían que....
¡Las llaves!
Buscó a tientas y encontró la bolsita. Sacó la nota y la guardó en su bolsillo agarrando al fin las dos llaves. Pero... ¿Donde encajaban?
Taliesin seguía peleando con aquel robot. Al parecer él tenía la visión clara de donde se encontraban y por alguna razón que Kyrst no entendía era ajeno a las ilusiones, aún así ilusión o no aquel hombre se la tenía jurada. Casi como la mujer a la que él le había apuñalado por la espal...
¡UNA PUÑALADA POR LA ESPALDA!- Kyrst gritó pletórico, riendo como un loco nervioso y sosteniendo casi el techo sobre su cabeza. Avanzó como pudo y se acercó a la mujer. Esta sonrió macabra y le asestó un puñetazo que Kyrst no logró esquivar.
Iba a dejarle una buena señal en su mandíbula y su boca sabía a sangre.
-Ves, fortachón te dije que acabarías viniendo a mi.- dijo la mujer.
-Si... vengo a darte un abrazo... pero.. siempre me gustó más la visión de una mujer por la detrás- dijo esquivándo el siguiente puñetazo y haciendo girar a la chica metálica con un gancho, a medida que se agachaba para evitar el techo sobre su cabeza.
Ahí estaba. El tatuaje perfecto.
Jodido Yunque y si sarcásmo oscuro incluso le había dibujado una cerradura en el lugar donde tenía la aparente cicatriz la mujer. Kyrst se subió sobre ella para reducirla mientras esta pataleaba e intentaba liberarse. Se llevó la mano al bolsillo y encontró las dos llaves.
-Por supuesto- dijo cuando la primera no entró en la cerradura indentada.
Pero la segunda lo hizo. Con un leve click y una vez que esta hubo girado el techo dejó de bajar y la mujer dejó de resistirse, como desactivada. Las paredes laterales sin embargo... seguían moviéndose.
-Cerdo psicópata- dijo Kyrst levantándose de sobre la inmóvil e inerte mujer mientras suspiraba.
¿Dónde podía estar la otra cerradura? ¿Era una cerradura lo que buscaban? Estaba seguro que Yunque no se lo habría puesto tan fácil pero no tenían mucho tiempo para pensarlo. Estaba casi seguro que era alg lo suficientemente sutil como para pasar desapercibido y aún así tener lógica. Todo sería más sencillo si la cabeza lista de aquel vampiro no estuviese tan preocupada en luchar contra un amasijo de metal en vez de ayudarlo, por supuesto... Bien sabía él mismo que lo suyo era la lucha, pensó de hecho que Taliesin era el cerebro de aquella cruzada. Él tendría que estar blandiendo aquella espada.
Y entonces se le ocurrió.
-Chupasangre- dijo gritando mientras contenía los muros de ambos lados que casi los ocluían a a ambos lados- Se que a tí no te importa estar recluído en tu ataúd durante centenios.... pero quizás sería mejor si usas la espada para... no se...¿ algo que se te de bien?- Apoyó sus pies a ambos lados de la pared, ejerciendo fuerza, intentando que el espacio reducido en el que estaba no se redujese más.
O en otras palabras, No quería tener una excusa fácil para que Taliesin estuviese tentado de respirarle cerca del cuello.
Taliesin, por otro lado, parecía tener un objetivo, una misión. Atendió a lo que el hombre le decía casi anonadado y lo aupó. El vampiro confirmó que se encontraban en el mismo lugar que en su sueño. No. Aquello no podía ser. Había sido un sueño. Las dos llaves en la pequeña bolsita entre las pajas le resultaron también familiares. ¿Qué abrían?
De nuevo Taliesin lo interrumpió. Al parecer y de manera curiosa, en situaciones de estrés el Skomakare era el que se volvía mudo y resignado, y Taliesin no había ensartado tantas cosas con sentido desde que lo conoció. Lo escuchó con atención y su gesto se volvió blanco níveo al entender que ambos habían "soñado" lo mismo.
No.
Aquello no le gustaba. Kyrst lidiaba bien con lo físico pero...todo lo mental. La magia era algo... ajeno a él. Inexistente en su mundo. Tan solo traía problemas y era de lo que había intentado alejarse toda su vida. Para Kyrst decirle que no podía confiar en su propia cabeza y hablarle de que todo lo que había vivido eran ilusiones no tenía sentido. Se llevó las manos a su cuello. Había sentido aquellas raices ahorcarlo. Miró a Taliesin.
El hombre sacó un objeto de su bolsa oscura. Kyrst lo miró con suspicacia. Así que de eso se trataba... de Yunque.
Taliesin no era su compañero. No lo había sido nunca. Aquella brújula debió de ser uno de los cachivaches de Yunque, sin duda. Sino... ¿por qué le mencionaba ahora al bardo?
-Yunque.... Es un bio- dijo simplemente como si aquello lo resumiese- Pretendía experimentar con según que materiales para perfeccionar su apariencia. Lo ayudé a hacer un par de encargos, tenía buenos contactos- La voz de Kyrst era fría y seria y examinaba a Taliesin de arriba a abajo, sospechando- No me pagó lo suficiente. No tuvo la decencia siquiera de explicar el porque... así que cuando requirió nueva tecnología para mejorar su propia cara,, bueno, Digamos que busqué al mejor arcano de toda Lunargenta. Y me aseguré que el metal de su cara se fundiese con el aspecto externo. El resultado fue apoteósico como has visto.No puede ver con ese ojo y no puede actualizar sus... - pensó en la palabra- mecanismos sin mi consentimiento preciso, pues la runa por alguna razón reconoce mi tacto como- No le dio tiempo a acabar aquella frase.
La mujer y el hombre de su pesadilla anterior los recibieron con el mismo desparpajo que Kyrst recordaba en su sueño. Taliesin parecía centrado, Kyrst estaba preparado para el ataque de las raíces de cualquier lado, pero aquella mujer que se le acercó había cambiado de estrategia.
En su lugar, y como si de una habitación móvil se tratase a medida que ambos se acercaban a ellos, la habitación también se hacía mas pequeña. Los muros comenzaron a acercárseles. Taliesin parecía estar demasiado preocupado por evitar la espada de lo que había llamado... ¿Metal? Y no parecía siquiera haberse percatado del espacio en el que estaban emplazados. Cada vez más pequeño. Cada vez más ratonera.
-Pobres animales de corral- decía la chica- Esta vez ni siquiera voy a tener que esforzarme en atarte. Vas a venir a mi, tú solito-
Kyrst se alejó de ella pero antes de lo que hubiese imaginado dió con la pared trasera de la cabaña. Posicionó sus manos en ella, haciendo fuerza en contra, evitando que aquello se moviese, pero... fue en vano. Buscó a tientas algo con lo que atrancar aquel mecanismo pero tan solo podía pensar en que el techo había comenzado a acercarse demasiado.
¿Era así como acababan?
No... conocía a Yunque... le gustaba explotar su inteligencia al máximo No disfrutaba con hacer desaparecer a sus enemigos... quería ridiculizarlos. Estaba casi seguro de que les habría dado la solución a aquel problema antes siquiera haberlo presentado y sin embargo tan solo tenían que....
¡Las llaves!
Buscó a tientas y encontró la bolsita. Sacó la nota y la guardó en su bolsillo agarrando al fin las dos llaves. Pero... ¿Donde encajaban?
Taliesin seguía peleando con aquel robot. Al parecer él tenía la visión clara de donde se encontraban y por alguna razón que Kyrst no entendía era ajeno a las ilusiones, aún así ilusión o no aquel hombre se la tenía jurada. Casi como la mujer a la que él le había apuñalado por la espal...
¡UNA PUÑALADA POR LA ESPALDA!- Kyrst gritó pletórico, riendo como un loco nervioso y sosteniendo casi el techo sobre su cabeza. Avanzó como pudo y se acercó a la mujer. Esta sonrió macabra y le asestó un puñetazo que Kyrst no logró esquivar.
Iba a dejarle una buena señal en su mandíbula y su boca sabía a sangre.
-Ves, fortachón te dije que acabarías viniendo a mi.- dijo la mujer.
-Si... vengo a darte un abrazo... pero.. siempre me gustó más la visión de una mujer por la detrás- dijo esquivándo el siguiente puñetazo y haciendo girar a la chica metálica con un gancho, a medida que se agachaba para evitar el techo sobre su cabeza.
Ahí estaba. El tatuaje perfecto.
Jodido Yunque y si sarcásmo oscuro incluso le había dibujado una cerradura en el lugar donde tenía la aparente cicatriz la mujer. Kyrst se subió sobre ella para reducirla mientras esta pataleaba e intentaba liberarse. Se llevó la mano al bolsillo y encontró las dos llaves.
-Por supuesto- dijo cuando la primera no entró en la cerradura indentada.
Pero la segunda lo hizo. Con un leve click y una vez que esta hubo girado el techo dejó de bajar y la mujer dejó de resistirse, como desactivada. Las paredes laterales sin embargo... seguían moviéndose.
-Cerdo psicópata- dijo Kyrst levantándose de sobre la inmóvil e inerte mujer mientras suspiraba.
¿Dónde podía estar la otra cerradura? ¿Era una cerradura lo que buscaban? Estaba seguro que Yunque no se lo habría puesto tan fácil pero no tenían mucho tiempo para pensarlo. Estaba casi seguro que era alg lo suficientemente sutil como para pasar desapercibido y aún así tener lógica. Todo sería más sencillo si la cabeza lista de aquel vampiro no estuviese tan preocupada en luchar contra un amasijo de metal en vez de ayudarlo, por supuesto... Bien sabía él mismo que lo suyo era la lucha, pensó de hecho que Taliesin era el cerebro de aquella cruzada. Él tendría que estar blandiendo aquella espada.
Y entonces se le ocurrió.
-Chupasangre- dijo gritando mientras contenía los muros de ambos lados que casi los ocluían a a ambos lados- Se que a tí no te importa estar recluído en tu ataúd durante centenios.... pero quizás sería mejor si usas la espada para... no se...¿ algo que se te de bien?- Apoyó sus pies a ambos lados de la pared, ejerciendo fuerza, intentando que el espacio reducido en el que estaba no se redujese más.
O en otras palabras, No quería tener una excusa fácil para que Taliesin estuviese tentado de respirarle cerca del cuello.
Kyrst
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Re: Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
Taliesin dejó de prestar atención a lo que ocurría con Kyrst. La mitad de su cerebro parecía paralizado en aquella situación, por el horror, la incomprensión y el miedo, así como habían quedado agarrotados sus músculos y congelada la expresión de su rostro. La otra mitad de su cerebro, sin embargo, procesaba a toda velocidad con el único objetivo de identificar de qué hablaba ese hombre, recorriendo todas las posibilidades y todos sus recuerdos. "¿Quién eres? ¿Quién eres? ¿Quién eres?" repetía en bucle, una y otra vez. La sensación reptante de que lo conocía, de que realmente le había hecho algo en el pasado, se hacía paso poco a poco en medio de la nube de incomprensión de su mente.
Que el hombre se acercara a él amenazadoramente no detuvo sus pensamientos frenéticos. Tampoco el súbito movimiento de las paredes a su alrededor. Se había quedado atascado en comprender aquello, y parecía que nada era más importante. Cuando la imagen delante de él parpadeaba y veía al hombre, no a la estructura de metal, se sentía a punto de recordar algo. Debía admitir que lo había visto antes. Pero aquella seguridad no venía acompañada por una certeza de quién era, o qué le había hecho Taliesin.
Al fin tuvo que moverse cuando el hombre estuvo a distancia para atacarlo. El vampiro uso acopio de su limitado entrenamiento marcial para desviar el ataque.
- Te conozco - admitió en voz alta, y vio que inmediatamente esto ralentizaba a la máquina, durante unos breves segundos, antes de recuperar su velocidad normal-. Te conocí en Lunargenta - siguió hablando, y volvió a ver esta ralentización -. Yo ya era vampiro entonces, pero tú no lo sabías. Me alimenté de tí una noche y causé tu muerte.
Pero lo último no causó que aquel ser de metal ralentizara su movimiento; al contrario, se movió de golpe, y golpeó inesperadamente a Taliesin con el puño cerrado que no portaba la espada. Al retroceder por el dolor, el vampiro se golpeó contra la pared, que se había acercado inesperadamente. Sus ojos se abrieron de par en par y apenas pudo echarse a un lado para esquivar el siguiente corte del hombre. Así que no era así como lo había matado. La situación era difícil: no tenía tiempo para recomponer sus pensamientos, pero si se equivocaba en una suposición, seguía un ataque más vicioso. Y si no decía nada, aquella ilusión acabaría "matándolo" igualmente. Saber que la espada que portaba no era real, como era capaz de discernir cada vez que la imagen parpadeaba ante él, no necesariamente impediría el dolor irreal de la ilusión, si era tan poderosa.
- No te maté directamente - corrigió, y pensó todo lo rápido que pudo -. Sin embargo causé que tú murieras. Algo que yo hice llevó a tu muerte.
El ser de metal se quedó inmóvil, como esperando la continuación con expectación. En la ilusión, sonreía con sorna, pero en la realidad era un rostro sin expresión, un biocibernético en blanco. Y sin espada. "Puedo reducirlo", pensó Taliesin, momentáneamente distraído de su labor de encontrar el final de la historia.
El grito de Kyrst interrumpió aquel estado de casi trance. Taliesin fue al fin consciente de que lo más apremiante era el movimiento de las paredes. Miró la espada a la que se refería el mercenario, y comprendió lo que le decía. El hombre de metal estaba delante de él, inmóvil, y en aquel momento el vampiro podía ver con claridad que no llevaba espada alguna con el que matarlo. Así que con el peso de su cuerpo, cargó contra él para empujarlo hacia el mercenario, y le dio la espalda rápidamente. Asió la espada con ambas manos y la colocó justo a tiempoentre las dos paredes que se cerraban. Se quedó atrancada entre ambas, y se escuchó un crujido metálico; las paredes hicieron algo más de fuerza pero al fin se detuvieron en aquel lugar, dejando el arma inutilizable.
Taliesin se separó de la pared. No tenían mucho espacio ni tiempo para tomar un respiro; Kyrst sabría cómo enfrentarse al hombre de metal, pero no estaba de más ayudarlo. Llegó por su espalda y gritó al agarrar al biocibernético del cuello, haciendo fuerza para inutilizarlo; desde su frente, Kyrst dió el golpe de gracia, y el ser quedó roto como un muñeco de trapo.
- Salgamos de aquí - pidió Taliesin, sin apenas aliento.
No había llegado a averiguar qué exactamente le había hecho a aquel hombre. Pero ahora tenía la sensación de que el recuerdo exacto estaba a punto de aflorar, depredando en los límites de su conciencia.
Al salir de nuevo al invernadero, Taliesin llenó sus pulmones del falso aire. Se sintió algo mejor, pero seguía mareado. Su mente, confundida, recordó sin embargo algo que le molestó sobremanera.
- No me llames chupasangre. Jamás.
Que el hombre se acercara a él amenazadoramente no detuvo sus pensamientos frenéticos. Tampoco el súbito movimiento de las paredes a su alrededor. Se había quedado atascado en comprender aquello, y parecía que nada era más importante. Cuando la imagen delante de él parpadeaba y veía al hombre, no a la estructura de metal, se sentía a punto de recordar algo. Debía admitir que lo había visto antes. Pero aquella seguridad no venía acompañada por una certeza de quién era, o qué le había hecho Taliesin.
Al fin tuvo que moverse cuando el hombre estuvo a distancia para atacarlo. El vampiro uso acopio de su limitado entrenamiento marcial para desviar el ataque.
- Te conozco - admitió en voz alta, y vio que inmediatamente esto ralentizaba a la máquina, durante unos breves segundos, antes de recuperar su velocidad normal-. Te conocí en Lunargenta - siguió hablando, y volvió a ver esta ralentización -. Yo ya era vampiro entonces, pero tú no lo sabías. Me alimenté de tí una noche y causé tu muerte.
Pero lo último no causó que aquel ser de metal ralentizara su movimiento; al contrario, se movió de golpe, y golpeó inesperadamente a Taliesin con el puño cerrado que no portaba la espada. Al retroceder por el dolor, el vampiro se golpeó contra la pared, que se había acercado inesperadamente. Sus ojos se abrieron de par en par y apenas pudo echarse a un lado para esquivar el siguiente corte del hombre. Así que no era así como lo había matado. La situación era difícil: no tenía tiempo para recomponer sus pensamientos, pero si se equivocaba en una suposición, seguía un ataque más vicioso. Y si no decía nada, aquella ilusión acabaría "matándolo" igualmente. Saber que la espada que portaba no era real, como era capaz de discernir cada vez que la imagen parpadeaba ante él, no necesariamente impediría el dolor irreal de la ilusión, si era tan poderosa.
- No te maté directamente - corrigió, y pensó todo lo rápido que pudo -. Sin embargo causé que tú murieras. Algo que yo hice llevó a tu muerte.
El ser de metal se quedó inmóvil, como esperando la continuación con expectación. En la ilusión, sonreía con sorna, pero en la realidad era un rostro sin expresión, un biocibernético en blanco. Y sin espada. "Puedo reducirlo", pensó Taliesin, momentáneamente distraído de su labor de encontrar el final de la historia.
El grito de Kyrst interrumpió aquel estado de casi trance. Taliesin fue al fin consciente de que lo más apremiante era el movimiento de las paredes. Miró la espada a la que se refería el mercenario, y comprendió lo que le decía. El hombre de metal estaba delante de él, inmóvil, y en aquel momento el vampiro podía ver con claridad que no llevaba espada alguna con el que matarlo. Así que con el peso de su cuerpo, cargó contra él para empujarlo hacia el mercenario, y le dio la espalda rápidamente. Asió la espada con ambas manos y la colocó justo a tiempoentre las dos paredes que se cerraban. Se quedó atrancada entre ambas, y se escuchó un crujido metálico; las paredes hicieron algo más de fuerza pero al fin se detuvieron en aquel lugar, dejando el arma inutilizable.
Taliesin se separó de la pared. No tenían mucho espacio ni tiempo para tomar un respiro; Kyrst sabría cómo enfrentarse al hombre de metal, pero no estaba de más ayudarlo. Llegó por su espalda y gritó al agarrar al biocibernético del cuello, haciendo fuerza para inutilizarlo; desde su frente, Kyrst dió el golpe de gracia, y el ser quedó roto como un muñeco de trapo.
- Salgamos de aquí - pidió Taliesin, sin apenas aliento.
No había llegado a averiguar qué exactamente le había hecho a aquel hombre. Pero ahora tenía la sensación de que el recuerdo exacto estaba a punto de aflorar, depredando en los límites de su conciencia.
Al salir de nuevo al invernadero, Taliesin llenó sus pulmones del falso aire. Se sintió algo mejor, pero seguía mareado. Su mente, confundida, recordó sin embargo algo que le molestó sobremanera.
- No me llames chupasangre. Jamás.
Taliesin Skatha
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K
yrst suspiró aliviado al notar que la caja de zapatos a la que antes habían llamado cabaña cesaba en su tarea de volverse dedal y dejaba al fin respirar a los dos hombres que habían acabado con sus adversarios. Se apresuró a salir de aquella estancia en el justo momento que vio como aquella espada servía su cometido sin ni siquiera saber si su acompañante estaba bien.
Se llevó la mano al pecho e inhaló aire de aquel lugar, mientras escuchaba como Taliesin lo recriminaba por sus palabras. Estaba sudando. Se giró hacia él y el semblante serio y grave lo recibió. Kyrst enarcó una ceja, esperó unos segundos y luego emitió una sonora carcajada.
Rió con ganas, mezcla de los nervios que había sentido, la adrenalina acumulada, el hecho de que aquel vampiro se molestase tanto por una palabra de argot común y que ciertamente, estaba peligrando su integridad como humano. Pero rio con tantas ganas que se tuvo que apoyar en la caseta y secar sus ojos antes de pedir perdón por aquella risa.
-Lo se... lo se.. perdón- dijo, luchando para respirar- No es la mejor palabra. Lo siento- dijo riendo de nuevo- Verdaderamente. - Intentó ponerse serio para decir un último perdón, y a duras penas lo consiguió. - Lo siento. No volverá a pasar- se esforzó al máximo por no reir de nuevo.
Se giró a su alrededor intentando poner espacio entre Taliesin y él mismo, debía dejar que el hombre se calmase, y su cara de odio y estrés recriminandole aún le causaba alguna que otro tic de risa. No tardó mucho en descubrir que no muy lejos de donde se encontraban había un caserón del que hasta ahora no habían siquiera reparado. La casucha era más grande que aquella que acababan de dejar atrás y en su chimenea había restos de un humo blanquecino, señal inequívoca de que había alguien en su interior.
Kyrst miró a Taliesin, casi compartiendo la misma mirada incrédula con el hombre.
Estaba 99% seguro de que aquella casa no estaba allí minutos antes y el hecho de que acabase de aparecer delante de sus narices no era una buena señal. Por otro lado, el emplazamiento les quedaba de camino a las puertas que separaban el invernadero con el resto del mundo, así que Kyrst supuso que de una manera u otra, quien quiera que los estuviese controlando quería que se acercasen a la misma.
-Cuando dejes de imaginar las mil y una maneras de cerrarme el pico... quizás notes que nuestros dioses tienen sentido del humor. Hemos perdido unas... - Kyrst miró el cielo, algo confuso pues el sol parecía estar en el mismo lugar en el que había estado esta mañana cuando se despertaron, pero disimuló con una frase inventada- 2 horas con nuestros amigos metálicos. Si nos apresuramos podemos quizás aún alcanzar el sitio en cuestión y ganar nuestra recompensa. No se tú, pero después de todo esto me ha entrado aún más hambre. Quizás podría robar algún panecillo de aquella casona... y.... - lo miró tentando su suerte pero arrepintiéndose al final- quizás hay un corderito o un lechón suculento al que echarle el diente para tí.- Sonrió de manera genuina, esperando que Taliesin entendiese aquello como una broma y un intento de paz entre ambos.
Kyrst se sacudió los ropajes lleno de pajas y se acicaló el pelo antes de partir hasta la casa. Mientras caminaban volvió a dirigirse a Taliesin:
-Algo me dice que... no van a tener café recién hecho esa casa, por cierto- dijo mientras se acercaban.
-----------
-Nada mal, ¿no crees?- dijo la voz femenina mientras se sentaba enfrente de los amasijos de metal y colores que Yunque presionaba frente a ellos- Al menos tardaron más en morir. Llámame ilusa, pero aún encuentro cierta satisfacción en un proceso lento y tortuoso. La rapidez díficilmente es... placentera.
La mujer apartó un mechón de cabello de su cara y le dedicó una mirada felina a su compañero.Yunque la ignoró y se apresuró a elevar los cimientos de metal que componían la casona que acababa de aparece frente a Kyrst y Taliesin. La mujer puso los ojos en blanco y se concentró en poner la ilusión exacta en aquella casa en apariencia apacible.
-Al menos ahora sabemos que si de peleas se trata, no vamos a ganarles tan fácilmente- dijo el hombre, dirigiéndole una mirada fugaz a la mujer frente a él.
- Ah si... yo se- dijo la chica, mirándose las uñas- Veremos que tal se les da cuando se den de bruces con... sus propios miedos- dijo maliciosa y siguió controlando la figura de Taliesin y Kyrst a través del cristal casi imperceptible de aquella "burbuja" transparente.
Se llevó la mano al pecho e inhaló aire de aquel lugar, mientras escuchaba como Taliesin lo recriminaba por sus palabras. Estaba sudando. Se giró hacia él y el semblante serio y grave lo recibió. Kyrst enarcó una ceja, esperó unos segundos y luego emitió una sonora carcajada.
Rió con ganas, mezcla de los nervios que había sentido, la adrenalina acumulada, el hecho de que aquel vampiro se molestase tanto por una palabra de argot común y que ciertamente, estaba peligrando su integridad como humano. Pero rio con tantas ganas que se tuvo que apoyar en la caseta y secar sus ojos antes de pedir perdón por aquella risa.
-Lo se... lo se.. perdón- dijo, luchando para respirar- No es la mejor palabra. Lo siento- dijo riendo de nuevo- Verdaderamente. - Intentó ponerse serio para decir un último perdón, y a duras penas lo consiguió. - Lo siento. No volverá a pasar- se esforzó al máximo por no reir de nuevo.
Se giró a su alrededor intentando poner espacio entre Taliesin y él mismo, debía dejar que el hombre se calmase, y su cara de odio y estrés recriminandole aún le causaba alguna que otro tic de risa. No tardó mucho en descubrir que no muy lejos de donde se encontraban había un caserón del que hasta ahora no habían siquiera reparado. La casucha era más grande que aquella que acababan de dejar atrás y en su chimenea había restos de un humo blanquecino, señal inequívoca de que había alguien en su interior.
Kyrst miró a Taliesin, casi compartiendo la misma mirada incrédula con el hombre.
Estaba 99% seguro de que aquella casa no estaba allí minutos antes y el hecho de que acabase de aparecer delante de sus narices no era una buena señal. Por otro lado, el emplazamiento les quedaba de camino a las puertas que separaban el invernadero con el resto del mundo, así que Kyrst supuso que de una manera u otra, quien quiera que los estuviese controlando quería que se acercasen a la misma.
-Cuando dejes de imaginar las mil y una maneras de cerrarme el pico... quizás notes que nuestros dioses tienen sentido del humor. Hemos perdido unas... - Kyrst miró el cielo, algo confuso pues el sol parecía estar en el mismo lugar en el que había estado esta mañana cuando se despertaron, pero disimuló con una frase inventada- 2 horas con nuestros amigos metálicos. Si nos apresuramos podemos quizás aún alcanzar el sitio en cuestión y ganar nuestra recompensa. No se tú, pero después de todo esto me ha entrado aún más hambre. Quizás podría robar algún panecillo de aquella casona... y.... - lo miró tentando su suerte pero arrepintiéndose al final- quizás hay un corderito o un lechón suculento al que echarle el diente para tí.- Sonrió de manera genuina, esperando que Taliesin entendiese aquello como una broma y un intento de paz entre ambos.
Kyrst se sacudió los ropajes lleno de pajas y se acicaló el pelo antes de partir hasta la casa. Mientras caminaban volvió a dirigirse a Taliesin:
-Algo me dice que... no van a tener café recién hecho esa casa, por cierto- dijo mientras se acercaban.
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-Nada mal, ¿no crees?- dijo la voz femenina mientras se sentaba enfrente de los amasijos de metal y colores que Yunque presionaba frente a ellos- Al menos tardaron más en morir. Llámame ilusa, pero aún encuentro cierta satisfacción en un proceso lento y tortuoso. La rapidez díficilmente es... placentera.
La mujer apartó un mechón de cabello de su cara y le dedicó una mirada felina a su compañero.Yunque la ignoró y se apresuró a elevar los cimientos de metal que componían la casona que acababa de aparece frente a Kyrst y Taliesin. La mujer puso los ojos en blanco y se concentró en poner la ilusión exacta en aquella casa en apariencia apacible.
-Al menos ahora sabemos que si de peleas se trata, no vamos a ganarles tan fácilmente- dijo el hombre, dirigiéndole una mirada fugaz a la mujer frente a él.
- Ah si... yo se- dijo la chica, mirándose las uñas- Veremos que tal se les da cuando se den de bruces con... sus propios miedos- dijo maliciosa y siguió controlando la figura de Taliesin y Kyrst a través del cristal casi imperceptible de aquella "burbuja" transparente.
Kyrst
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Re: Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
- No estoy imaginando nada porque que cierres el pico depende de tí, no de mí.
Había que tener cierta paciencia con Kyrst. Tenía labia, descaro y sentido del humor; y muchas veces los empleaba para intentar tocarle las narices a su interlocutor. Taliesin aún no tenía claro si aquel chico le caía bien o mal, pero no podía evitar sentir que le sacaba de sus casillas más de lo que lo hacía casi cualquier otra persona. Aquello era raro, poco habitual para él, y hacía que se sintiera incómodo.
- No lo llamaría sentido del humor - comentó contestando a Kyrst -. No desde mi punto de vista.
Al decir la última palabra, se quedó en silencio de golpe. Se giró sobre sí mismo, y miró hacia arriba, abajo; a todos lados. Tenía la súbita certeza de que los estaban viendo, y escuchando, en aquel mismo instante. Deberían pensarse cada acción y cada palabra... ¿O estaba siendo demasiado paranoico?
La sonrisa de Kyrst era genuina y reconciliadora. Aquel chico tenía aquello: parecía esforzarse en molestar, pero luego tendía una ramita de olivo con inocencia, poniendo aquellos ojos que pretendían que se les perdonara todo. Taliesin comenzaba a ver un patrón, que quizás era la forma que tenía el mercenario de navegar su propia vida.
- Dudo que nos espere nada bueno en esa casona - advirtió -. Deberíamos pasarla por alto. Pero dudo que nos lo permitan, ¿verdad? Estamos jugando el juego de otra persona - al decir esto volvió a mirar a su alrededor, receloso; casi intentando dar con alguna pista, la inesperada sonrisa de alguien riéndose de él -. ¿No es cierto? - Preguntó en voz más alta,al cielo - Salid y hablad. ¿No preferís que lleguemos a un acuerdo, más que seguir manipulándonos desde donde estéis?
Le respondió el silencio, y la inquietante e incómoda incertidumbre de si alguien realmente lo escuchaba, o hablaba al vacío, dialogando con la nada. De cualquier manera Kyrst se echó a andar, y Taliesin lo siguió con reticencia. Ambos estaban de acuerdo: no encontrarían panecillos.
Al llegar a la casona, lo primero que hicieron fue dar una vuelta a su alrededor. Tenía un pequeño huerto en la parte de atrás, y un pozo del que sacarían agua para regarlo. Unas tomateras crecían, sostenidas por sus cañas, portando frutos maduros y sanos. Todo aquello parecía haber estado allí desde hacía mucho tiempo, prosperando en silencio en aquel ambiente ortopédico.
De la chimenea de la casona salía un humo grisáceo, y el olor de una comida especiada: se distinguían el olor a ajo y pimientos, pero también algo más, que a Taliesin se le hacía especialmente apetitoso a su pesar. Un olor metálico y salado que activaba su Sed. Taliesin miró a su alrededor, perturbado, y metió la mano en la tierra. Tenía un tono rojizo e inquietante.
En aquel momento, una de las ventanas que daban al huerto se abrió, y del interior del hogar se escuchó una voz femenina cantando.
- La cordura de la mente
Y la paz que el alma ansía
Dos caras de una moneda
Perdidas en sintonía
Mira al pozo de tu culpa
Busca en el agua un reflejo
Aquello que no ver quieres
Se revelará, avieso
Al escuchar esta canción, los ojos de Taliesin se desplazaron solos hacia el pozo. Sintió que había algo en él inquietante e inevitable, algo que lo llamaba a acercarse. No lo pensó; no se le ocurrió resistir el impulso que lo llevaba hacia él. Avanzó hasta el pozo y encontró la soga que, con una polea, subía y bajaba un barreño de agua que ahora se encontraba en el fondo. Al asomarse no vió nada en la oscuridad y humedad de su interior, pero asió la cuerda y tiró de ella. El sonido metálido ahogó el final de la canción que Taliesin ya no escuchaba. Como si estuviese en un sueño, siguió subiendo la cuerda, y cuando ésta se mostró mojada fue de un líquido que la teñía de rojo.
El cubo salió a rebosar de lo que sin duda era sangre. Taliesin ató la cuerda y se acercó. No veía ni escuchaba nada a su alredor, porque la Sed parecía haberlo dominado completamente. Su reflejo en el líquido le devolvió la mirada: se vió como en Dundarak cuando, intoxicado de Nirana, perdió el control de sí mismo. Observó sus rasgos exagerados en un semblante calculado para infundir terror: dientes más largos, uñas afiladas, ojos cargados de odio. ¿Era el reflejo una realidad o una imagen falsa? Convencido de que era cierto, e hipnotizado, sus propios rasgos se alteraron para parecerse a lo que veía*. Una neblina roja comenzó a envolverlo**, emanando de él sin que se diera cuenta. Taliesin parecía llevado por una voluntad ajena a la propia cuando metió la mano en la sangre y, antes aún de beber, sintió que sus dedos tocaban algo en el fondo del barreño. Lo sacó.
Se giró hacia Kyrst, y este pudo ver que Taliesin sostenía un broche cubierto de sangre. El vampiro lo reconoció, porque era de su difunta esposa; algo que ella había perdido hace tiempo. Sobre él, había una inscripción: A mi amado y padre de mi hija; donde vayas sin mí, nunca me olvides.
Al mismo tiempo que ocurría todo esto, una mujer se asomó de la ventana para dirigirse a Kyrst con la mayor familiaridad.
- ¡Qué buena coincidencia! No suele venir mucha gente por aquí. Pasa, pasa a comer; tu amigo parece entretenerse con el pozo, pero aquí dentro tengo comida para un viajero apuesto y hambriento como tú. Tráeme, eso sí, una cebolla del huerto, ya que estás allí. Me falta para completar la comida.
Y señaló hacia donde Kyrst podría desenterrar una.
------------------
* Habilidad racial: el vampiro puede alterar la percepción que otros tienen de él para mostrarse más aterrador.
**Habilidad: Mancha roja (rasgo): el cuerpo del vampiro emana una niebla enfermiza de color rojo que inflige daño a los enemigos cercanos.
Esta habilidad no está en mi lista de habilidades porque soy un desastre, pero me la dio Sigel en Sangre y Sombras.
Había que tener cierta paciencia con Kyrst. Tenía labia, descaro y sentido del humor; y muchas veces los empleaba para intentar tocarle las narices a su interlocutor. Taliesin aún no tenía claro si aquel chico le caía bien o mal, pero no podía evitar sentir que le sacaba de sus casillas más de lo que lo hacía casi cualquier otra persona. Aquello era raro, poco habitual para él, y hacía que se sintiera incómodo.
- No lo llamaría sentido del humor - comentó contestando a Kyrst -. No desde mi punto de vista.
Al decir la última palabra, se quedó en silencio de golpe. Se giró sobre sí mismo, y miró hacia arriba, abajo; a todos lados. Tenía la súbita certeza de que los estaban viendo, y escuchando, en aquel mismo instante. Deberían pensarse cada acción y cada palabra... ¿O estaba siendo demasiado paranoico?
La sonrisa de Kyrst era genuina y reconciliadora. Aquel chico tenía aquello: parecía esforzarse en molestar, pero luego tendía una ramita de olivo con inocencia, poniendo aquellos ojos que pretendían que se les perdonara todo. Taliesin comenzaba a ver un patrón, que quizás era la forma que tenía el mercenario de navegar su propia vida.
- Dudo que nos espere nada bueno en esa casona - advirtió -. Deberíamos pasarla por alto. Pero dudo que nos lo permitan, ¿verdad? Estamos jugando el juego de otra persona - al decir esto volvió a mirar a su alrededor, receloso; casi intentando dar con alguna pista, la inesperada sonrisa de alguien riéndose de él -. ¿No es cierto? - Preguntó en voz más alta,al cielo - Salid y hablad. ¿No preferís que lleguemos a un acuerdo, más que seguir manipulándonos desde donde estéis?
Le respondió el silencio, y la inquietante e incómoda incertidumbre de si alguien realmente lo escuchaba, o hablaba al vacío, dialogando con la nada. De cualquier manera Kyrst se echó a andar, y Taliesin lo siguió con reticencia. Ambos estaban de acuerdo: no encontrarían panecillos.
Al llegar a la casona, lo primero que hicieron fue dar una vuelta a su alrededor. Tenía un pequeño huerto en la parte de atrás, y un pozo del que sacarían agua para regarlo. Unas tomateras crecían, sostenidas por sus cañas, portando frutos maduros y sanos. Todo aquello parecía haber estado allí desde hacía mucho tiempo, prosperando en silencio en aquel ambiente ortopédico.
De la chimenea de la casona salía un humo grisáceo, y el olor de una comida especiada: se distinguían el olor a ajo y pimientos, pero también algo más, que a Taliesin se le hacía especialmente apetitoso a su pesar. Un olor metálico y salado que activaba su Sed. Taliesin miró a su alrededor, perturbado, y metió la mano en la tierra. Tenía un tono rojizo e inquietante.
En aquel momento, una de las ventanas que daban al huerto se abrió, y del interior del hogar se escuchó una voz femenina cantando.
- La cordura de la mente
Y la paz que el alma ansía
Dos caras de una moneda
Perdidas en sintonía
Mira al pozo de tu culpa
Busca en el agua un reflejo
Aquello que no ver quieres
Se revelará, avieso
Al escuchar esta canción, los ojos de Taliesin se desplazaron solos hacia el pozo. Sintió que había algo en él inquietante e inevitable, algo que lo llamaba a acercarse. No lo pensó; no se le ocurrió resistir el impulso que lo llevaba hacia él. Avanzó hasta el pozo y encontró la soga que, con una polea, subía y bajaba un barreño de agua que ahora se encontraba en el fondo. Al asomarse no vió nada en la oscuridad y humedad de su interior, pero asió la cuerda y tiró de ella. El sonido metálido ahogó el final de la canción que Taliesin ya no escuchaba. Como si estuviese en un sueño, siguió subiendo la cuerda, y cuando ésta se mostró mojada fue de un líquido que la teñía de rojo.
El cubo salió a rebosar de lo que sin duda era sangre. Taliesin ató la cuerda y se acercó. No veía ni escuchaba nada a su alredor, porque la Sed parecía haberlo dominado completamente. Su reflejo en el líquido le devolvió la mirada: se vió como en Dundarak cuando, intoxicado de Nirana, perdió el control de sí mismo. Observó sus rasgos exagerados en un semblante calculado para infundir terror: dientes más largos, uñas afiladas, ojos cargados de odio. ¿Era el reflejo una realidad o una imagen falsa? Convencido de que era cierto, e hipnotizado, sus propios rasgos se alteraron para parecerse a lo que veía*. Una neblina roja comenzó a envolverlo**, emanando de él sin que se diera cuenta. Taliesin parecía llevado por una voluntad ajena a la propia cuando metió la mano en la sangre y, antes aún de beber, sintió que sus dedos tocaban algo en el fondo del barreño. Lo sacó.
Se giró hacia Kyrst, y este pudo ver que Taliesin sostenía un broche cubierto de sangre. El vampiro lo reconoció, porque era de su difunta esposa; algo que ella había perdido hace tiempo. Sobre él, había una inscripción: A mi amado y padre de mi hija; donde vayas sin mí, nunca me olvides.
Al mismo tiempo que ocurría todo esto, una mujer se asomó de la ventana para dirigirse a Kyrst con la mayor familiaridad.
- ¡Qué buena coincidencia! No suele venir mucha gente por aquí. Pasa, pasa a comer; tu amigo parece entretenerse con el pozo, pero aquí dentro tengo comida para un viajero apuesto y hambriento como tú. Tráeme, eso sí, una cebolla del huerto, ya que estás allí. Me falta para completar la comida.
Y señaló hacia donde Kyrst podría desenterrar una.
------------------
* Habilidad racial: el vampiro puede alterar la percepción que otros tienen de él para mostrarse más aterrador.
**Habilidad: Mancha roja (rasgo): el cuerpo del vampiro emana una niebla enfermiza de color rojo que inflige daño a los enemigos cercanos.
Esta habilidad no está en mi lista de habilidades porque soy un desastre, pero me la dio Sigel en Sangre y Sombras.
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Re: Trapos sucios [Privado] [Cerrado]
Kyrst se sonrió al ver cómo sus palabras seguían molestando a Taliesin, que parecía estar de buen humor. A medida que avanzaban, sin embargo el hombre tuvo serias dudas acerca del bien estar de su compañero pues este comenzó a mirar a un lado y otro y s murmurar y decir palabras como si hablase con alguien que no estaba ahí.
Sin duda se habría golpeado la cabeza con la espada lo suficientemente fuerte como para olvidar que estaban los dos solos. Pero Kyrst no lo juzgó, al fin y al cabo, cada uno tenía sus defectos.
-Bueno... bueno... tranquilo amigo- Le dijo apoyándose en sus hombros- la falta de desayuno mezclada con el ejercicio en la mañana sin duda te esta pasando factura. No se si los ch... vampiros- se corrigió rápido- tenéis un nivel de azúcar en los humores, como la sangre, pero sin duda si lo tenéis puedo ver que el tuyo esta bajo- lo guió por un momento y le dió un toquecito juguetón en el hombro a medida que avanzaba, feliz con la promesa de llenar su estómago.
Rodearon la casona como si de dos presas intentando cazar un corderito se tratasen, a medida que vislumbraban las plantas de tomate y baldío que rodeaban la casa, Kyrst enumeraba de manera incansable todo lo que el humo de la chimenea le traía a la mente:
-... y creo que quizás sea gorrino de matanza. Mi padre solía hacerlo los domingos. Mezclado con vino añejo de los bosques vírgenes de sandorai... que es por cierto lo único que queda virgen en aquella tierra de elfos- le guiñó un ojo. adelantado a su paso como estaba, pero justo al darse la vuelta se percató de que su compañero hacía rato que no seguía sus pasos.- ¿Tali?- preguntó buscándolo con la mirada.
El vampiro parecía inmerso en su propia mente y se había ensimismado en el pozo cercano, subiendo y bajando el cubo lleno de agua una y otra vez, como si aquella agua que parecía estancada le trajese la respuesta a una pregunta que Kyrst no había oido. Fue entonces cuando el hombre comenzó a preguntarse si su amigo verdaderamente se había vuelto loco, e hizo el intento de auparlo de la posición peligrosa en la que estaba.
El hedor del agua reposante de aquel pozo lo sorprendió y tuvo que recular. Su paso se aligeró al apreciar el semblante terrorífico de Taliesin y la neblina que de pronto lo había comenzado a envolver. Se dió de bruces con la figura de una mujer bajita y rechoncha que parecía ser la dueña de aquella casona.
-Vaya perdón señora mi amigo y yo estamos...- la mujer comenzó a hablar y apenas le dio tiempo para contestarle cuando le dio la orden mezclada de amabilidad de conseguirle unas cebollas.
Por alguna razón Kyrst encontró aquella orden algo lógico y a pesar de que intentó poner razocinio en sus acciones una vocecita en su cabeza le urgía a dejar a Tali y seguir a aquella señora. Su amigo ya tenía quehaceres. Lo miró de nuevo, con sus colmillos y su gesto emborronado por la niebla. No le costó mucho decidirse a dejarlo allí, al menos por un rato. Al fin y al cabo, no había lugar donde pudiese ir. A menos que cayese al pozo.
Y entonces sabría exactamente dónde buscarlo.
Agarró un par de cebollas de una mata cercanas y las limpió en su chaqueta como buenamente pudo.
-No... tardaré mucho.- le dijo a Tali- Tú... sigue haciendo... bueno... eso exacto que estás haciendo- le sonrió y la voz invisible le urgió a entrar en aquella casona. - Tan solo necesito...-
Kyrst no lo vio, pero dentro de la cocina de aquella casa en medio de la nada, una mujer bajita y rechoncha se relamía los labios mientras pelaba una patata.
Sin duda se habría golpeado la cabeza con la espada lo suficientemente fuerte como para olvidar que estaban los dos solos. Pero Kyrst no lo juzgó, al fin y al cabo, cada uno tenía sus defectos.
-Bueno... bueno... tranquilo amigo- Le dijo apoyándose en sus hombros- la falta de desayuno mezclada con el ejercicio en la mañana sin duda te esta pasando factura. No se si los ch... vampiros- se corrigió rápido- tenéis un nivel de azúcar en los humores, como la sangre, pero sin duda si lo tenéis puedo ver que el tuyo esta bajo- lo guió por un momento y le dió un toquecito juguetón en el hombro a medida que avanzaba, feliz con la promesa de llenar su estómago.
Rodearon la casona como si de dos presas intentando cazar un corderito se tratasen, a medida que vislumbraban las plantas de tomate y baldío que rodeaban la casa, Kyrst enumeraba de manera incansable todo lo que el humo de la chimenea le traía a la mente:
-... y creo que quizás sea gorrino de matanza. Mi padre solía hacerlo los domingos. Mezclado con vino añejo de los bosques vírgenes de sandorai... que es por cierto lo único que queda virgen en aquella tierra de elfos- le guiñó un ojo. adelantado a su paso como estaba, pero justo al darse la vuelta se percató de que su compañero hacía rato que no seguía sus pasos.- ¿Tali?- preguntó buscándolo con la mirada.
El vampiro parecía inmerso en su propia mente y se había ensimismado en el pozo cercano, subiendo y bajando el cubo lleno de agua una y otra vez, como si aquella agua que parecía estancada le trajese la respuesta a una pregunta que Kyrst no había oido. Fue entonces cuando el hombre comenzó a preguntarse si su amigo verdaderamente se había vuelto loco, e hizo el intento de auparlo de la posición peligrosa en la que estaba.
El hedor del agua reposante de aquel pozo lo sorprendió y tuvo que recular. Su paso se aligeró al apreciar el semblante terrorífico de Taliesin y la neblina que de pronto lo había comenzado a envolver. Se dió de bruces con la figura de una mujer bajita y rechoncha que parecía ser la dueña de aquella casona.
-Vaya perdón señora mi amigo y yo estamos...- la mujer comenzó a hablar y apenas le dio tiempo para contestarle cuando le dio la orden mezclada de amabilidad de conseguirle unas cebollas.
Por alguna razón Kyrst encontró aquella orden algo lógico y a pesar de que intentó poner razocinio en sus acciones una vocecita en su cabeza le urgía a dejar a Tali y seguir a aquella señora. Su amigo ya tenía quehaceres. Lo miró de nuevo, con sus colmillos y su gesto emborronado por la niebla. No le costó mucho decidirse a dejarlo allí, al menos por un rato. Al fin y al cabo, no había lugar donde pudiese ir. A menos que cayese al pozo.
Y entonces sabría exactamente dónde buscarlo.
Agarró un par de cebollas de una mata cercanas y las limpió en su chaqueta como buenamente pudo.
-No... tardaré mucho.- le dijo a Tali- Tú... sigue haciendo... bueno... eso exacto que estás haciendo- le sonrió y la voz invisible le urgió a entrar en aquella casona. - Tan solo necesito...-
Kyrst no lo vio, pero dentro de la cocina de aquella casa en medio de la nada, una mujer bajita y rechoncha se relamía los labios mientras pelaba una patata.
Kyrst
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