El Pájaro Carpintero ~ Origen [Cerrado]
Página 1 de 1. • Comparte
El Pájaro Carpintero ~ Origen [Cerrado]
Era una noche tranquila. Las últimas noches lo habían sido.
Observaba por la ventana del carruaje que había partido desde Sacrestic Ville, justo ahora este atravesaba el frondoso bosque que quedaba afueras de Lunargenta. Pronto arribaría, seguramente en unas pocas decenas de minutos. Un poco menos pronto me encontraría con aquellos que había quedado. La fecha se cumpliría en unos días más.
No me sentía mucho más seguro que la misma vez que partimos caminos. Seguía siendo el mismo semielfo con un hacha. Bueno, semielfo con un hacha, y un pergamino molde para runas. Eso era algo.
Di un suspiro, bajando la mirada a un trozo de madera que había estado tallando descuidadamente. No podía decir con certeza qué era, pero estaba medianamente satisfecho con la poca estética que tenía. Enganche el hacha de mi cinturón y me levanté con cuidado, caminando por el carro hasta el frente, evitando pisar a cualquiera de los otros viajeros que iban dormidos. Excepto un par con espadas, mercenarios guardando la caravana.
—Eh, hey, tsss —murmuré con una mano al lado de la boca, intentando llamar la atención del conductor.
—¿Qué? —preguntó, apenas echando una ojeada atrás. No era buena idea quitar la vista del camino en plena noche.
—Déjame aquí. Este lugar está bien.
El hombre volvió a ver atrás de forma más prolongada, con una mezcla de confusión y molestia en el rostro.
—De verdad —añadí con total seriedad, antes de darme vuelta y volver para tomar a mi golem. Moví la cortina de la parte trasera y volví a verlo.
Después de avanzar un poco más, el hombre sólo subió los hombros y agitó las cuerdas, deteniendo a los caballos. Le sonreí y me despedí con la mano, de él y los guardias, esperando unos segundos para que se despidieran.
No lo hicieron.
Salté abajo del carro con mi golem y mi pergamino de runas, lo que equivalía a 50% de mis pertenencias porque lo otro era mi ropa. Escuché un pequeño “yip” y el sonido de las cuerdas agitándose, y la carroza comenzó a avanzar de nuevo. Me quede verlo alejarse, metiendo una mano con el cilindro metálico que contenía el pergamino en el golem, y la otra en un bolsillo del pantalón para jugar toqueteando las piedras marcadas con runas de impulso.
Era difícil de notar, pero muy lentamente la oscuridad había estado atenuándose, y no pasaría mucho tiempo más antes de que saliera el sol. No tenía que preocuparme porque me atacase uno de esos vampiros, si es que se acordaban. Si es que se acordaron en algún momento al menos, después de todo yo había sido neutralizado en segundos aquella vez.
Miré a mis alrededores, agarrando aire y exhalando para deshacerme del poco nerviosismo que tenía encima, y comencé a caminar rumbo a la ciudad. Mientras avanzaba miraba a los alrededores, esperando dar con algo. La idea era que si yo me encontraba su base súper secreta marcara algunos árboles con propias runas, o en su defecto, hachazos, para hacer fácil el camino de vuelta a ella.
Tras casi una hora de caminata bostecé, como me esperaba no había encontrado absolutamente nada, además de uno que otro susto por un búho u algún otro animal. «Está bien, cuando me reúna con ellos los encontraremos…» me lleve una mano a la boca, bostezando con suficientes ganas como parar ahí mis pensamientos. «…Y pondremos fin a su negocio» dije viendo al cielo, llevando la mano que tenía la boca arriba junto a la otra para estirarme.
Un segundo bostezo escapó de mi boca mientras bajaba los brazos a los lados. Cerré los ojos y me deje caer sobre mi golem como si fuese una silla de arcilla, que se acomodaba a mi postura.
Abrí los ojos estirándome perezosamente sobre el golem, girando e intentando jalar una manta que no había. Quería enrollarme como un gusanito con una, no por el frío—que el de Lunargenta y sus alrededores no era nada comparado a Dundarak—, sino por el puro placer de hacerlo.
Pasé unos minutos más acomodado sobre el golem, hasta que pequeños fragmentos de algo empezaron a caerme en la cara. Eso sumado a un ruido como una especie de constante martilleo. Cuando finalmente tuve voluntad para ponerme de pie y comenzar el día. Me pasé las manos inconscientemente por encima, revisando tener mi ropa, cinturón; hacha, y después chequeé que el cilindro estuviese dentro del golem. En el bolsillo además de las piedras, tenía algo de comida. «De verdad, necesito una bolsa, o una mochila».
El pequeño sonido de martilleo regreso, y comencé atrás y a los lados, buscando la fuente. Revisé de último arriba, viendo un montón de hojas y ramas. Permanecí en silencio, esperando de nuevo el mismo sonido, y en cuanto repitió moví los ojos rápidos para ver si lo encontraba.
Un pájaro, taladrando con su pico el tronco del árbol que tenía más cercano. Sonreí viéndolo buscar su comida, conocía el nombre de la especie pero justo ahora no lo recordaba. «Es precioso, me gustan esos colores». Seguí observando distraídamente al ave picotear unos segundos, hasta recordar el pequeño tallado de madera que tenía un par de días haciendo. Me revisé los bolsillos, al golem, me volví a revisar los bolsillos, y pasando la mirada por el suelo lo encontré, tirado prácticamente a un lado. Habría rodado un poquito fuera de mi mano en la noche.
Volví a ver arriba, y levanté el tallado, agitándolo. —Hey amiguito. Hey, hey, mira mira —dije, intentando llamarlo. Detuvo su picoteo un momento y giró la cabeza, aparentemente viendo en mi dirección. Sonreí y agité más el tallado, sólo para ver como el pájaro volvía a girar la cabeza, radiante de indiferencia, y continuaba taladrando el tronco. —Cruel… —murmuré, mucho menos animado de mi obra ahora. Suspiré, y tras verla volví a intentar, esta vez silbando suavemente para obtener su atención de nuevo, y agité todavía más. Volvió a ignorarlo.
Baje mi tallado para quedarme mirándolo y bufé suavemente. Si no tenía nada de malo, era muy bueno. Bueno… era… era decente, un poquito. Vi arriba otra vez e hice un gesto de despedida al animal, antes de subir hombros y meterme la mano al bolsillo para sacar una de las varias uvas que me quedaba e ir mascando algo mientras caminaba de vuelta a la ciudad.
El interés movía mucho en este mundo.
—¡Owh! —exclamé al sentir un picotazo en la cabeza. Y luego otro, y otro, jalándome el cabello. Me agaché un poco subiendo las manos, momento en que sentí algo saltar sobre mi mano y empezar a picotearme los dedos, haciéndome soltar la fruta. Me pase la mano por la cabeza, acariciándome por los jalones de pelo, viendo como el ave ahora picoteaba con el mismo ánimo, si es que no más, mi comida—. Con que ahora si merezco tu atención —le dije, sólo para ver como arrancaba lo más que podía de la uva y salía volando a una rama ahora con su tesoro en su pico. Abrí la boca, casi ofendido; primero ignoraba mi tallado y ahora robaba mi comida.
Me agaché para tomar lo que había dejado y la limpie con las manos suavemente, masticando un trocito mientras lo veía comer. La velocidad con que lo hacía era alucinante, posiblemente tenía un buen tiempo sin comer…
O era un glotón.
Subí los hombros y partí el trocito que sostenía en dos partes, pequeña y grande. Estiré la mano con la pequeña hacia él. Nos miramos el uno al otro varios segundos, en los que fui entrecerrando los ojos. Me vi las manos y decidí estirar la que tenía el pedacito más grande.
Bingo.
Lo malo es que siempre venía en intención de atacarme los dedos para hacer que la soltase y poder alejarse, y acechar otra vez. Le daría crédito en que era bastante inteligente, más que yo me atrevería a decir.
Seguí mi camino, el resto del mismo compartiendo mi comida—dejándome robar—por el pájaro, comiendo mientras le dejaba un trozo, o alguna uva entera en la palma de la mano. Calculaba que con poco más de una hora de andar bajo la amena sombra de los árboles, estaría en Lunargenta.
Al llegar estuve ansioso. No tenía nada que hacer mientras el resto llegaba, así que había encaminarme a beber algo en una taberna donde tenía un amigo: Rick, el dueño del lugar. Había conocido al hombre, de hecho, en mi primer día en Lunargenta. Fue el primer enemigo que hice en la ciudad porque me lo encontré negándole trabajo a un hombre bestia. Esa vez lo primero que pensé fue “negarle trabajo a alguien por pertenecer a una raza distinta, intolerable”. O algo así al menos. No es que me acordara realmente, a duras penas mantenía memorias de haber caminado hasta él entonces, y encender la mecha de una pelea en cuestión de segundos. Aprendí a las malas que antes de ser tabernero Rick fue mercenario; pero se dio cuenta de que el negocio de las tabernas era casi lo mismo, sólo que más fácil y pagaba mejor. “Los problemas van hacia ti, no tu hacia ellos.” Una cosa así me dijo. También resultó que malentendí todo lo del hombre bestia, así que la paliza había resultado ser gratuita.
Después lo conocí algo mejor, seguía siendo un tipo tosco, pero tenía muchas historias locas de sus días de mercenario que contar. Yo técnicamente tenía ninguna entonces; pero siempre había podido compartirle las de mi padre, por lo que pasamos de ese mal inicio bastante rápido. Su taberna... bueno, su taberna era pésima, tanto que para camareros/as, tenía que contratar gente que supiera pelea y defenderse en vez de gente que supiera atender y servir. Peeero me dejaba el alcohol más barato de lo normal, así que estaba dispuesto a aceptar todo ese rollo. Varias veces me dejaba pagarlo al siguiente día si no cargaba aeros encima.
Esta vez tenía suficiente para poder de beber y comer. Me paré frente al edificio con el letrero que leía “El Patito Tuerto” y empujé la puerta, entrando. Había un tipo tirado en el suelo de la borrachera, una mesa caída, y una mancha en el suelo, aunque estaba siendo limpiada por un empleado. En la barra, estaba Rick.
—¡Rick! —exclamé, corriendo de la puerta hacia la barra saludándolo con una mano—. Estás igualito que siempre. ¿Cómo estás? ¿Cómo va el negocio? —dije, sentándome y recostándome de la barra.
—¿Y tú quién eres? —preguntó.
—Er, ¿yo? Pues, ¿no te acuerdas…? Soy... —me lleve la mano al pelo, antes de recibir un picotazo—. ¡Owh!
—¡Anders!
—...¿Rick? ¿Ya me reconoces?
—No podría olvidar ese quejido horrible.
Pestañeé un par de veces, antes de sonreírle.
—Extrañaba tus insultos.
—¿Donde estuviste metido? Pensé que te habías muerto… —dijo pasando un trapo por un jarrón—. ¿Qué diablos tienes en la cabeza?
—Oh. ¿Esto? —pregunté señalando el ave—. Es un nuevo amigo. Lo conocí hace unas horas.
—Ah, eres de esos que hacen cosas con los animales, y tal…
—No —hice un gesto con la mano—, yo animo un gol—
—Yo no diría que esa cosa está “animada” —interrumpió.
—Ajem… —sonreí, volteando a ver a mi golem—, yo animo un golem. No le hice cosas ni ninguna magia a Taladrín, sólo le di comida.
—...¿Taladrín?
—¡Así le puse!
—¿Le estás poniendo nombre a un animal qué está siguiéndote solo por comida?
—Taladrín no me sigue sólo por comida… yo siento que ya hicimos un lazo —dije, mientras subía una mano con la última uva y el pájaro me la arrancaba de entre los dedos.
Rick me vio con cara de poco convencimiento, desviando sus ojos entre el pájaro y yo.
—Claro.
—No me veas así… ven, dame una botella, vamos a beber un poco.
—Hmm… —se cruzó de brazos, levantando un poco la cara haciendo memoria—. ¿Me debes de hace… meses…?
—Hey —hice una mueca—, claro que no. Yo siempre pago —dije poniendo unos aeros sobre la barra.
—Bien, por los viejos tiempos entonces.
Después de que Rick tomase una botella nos movimos a una mesa libre y empezamos a charlar, estuve contándole las cosas en las que me había metido últimamente. Este tipo de cosas eran buenas, casi… casi la vida. Una conversación amena, algo de beber, algo de comer, y tener con que pagar. Por una vez tenía suficientes aeros.
Aunque quizás, “suficiente” fuese una palabra demasiado fuerte.
Observaba por la ventana del carruaje que había partido desde Sacrestic Ville, justo ahora este atravesaba el frondoso bosque que quedaba afueras de Lunargenta. Pronto arribaría, seguramente en unas pocas decenas de minutos. Un poco menos pronto me encontraría con aquellos que había quedado. La fecha se cumpliría en unos días más.
No me sentía mucho más seguro que la misma vez que partimos caminos. Seguía siendo el mismo semielfo con un hacha. Bueno, semielfo con un hacha, y un pergamino molde para runas. Eso era algo.
Di un suspiro, bajando la mirada a un trozo de madera que había estado tallando descuidadamente. No podía decir con certeza qué era, pero estaba medianamente satisfecho con la poca estética que tenía. Enganche el hacha de mi cinturón y me levanté con cuidado, caminando por el carro hasta el frente, evitando pisar a cualquiera de los otros viajeros que iban dormidos. Excepto un par con espadas, mercenarios guardando la caravana.
—Eh, hey, tsss —murmuré con una mano al lado de la boca, intentando llamar la atención del conductor.
—¿Qué? —preguntó, apenas echando una ojeada atrás. No era buena idea quitar la vista del camino en plena noche.
—Déjame aquí. Este lugar está bien.
El hombre volvió a ver atrás de forma más prolongada, con una mezcla de confusión y molestia en el rostro.
—De verdad —añadí con total seriedad, antes de darme vuelta y volver para tomar a mi golem. Moví la cortina de la parte trasera y volví a verlo.
Después de avanzar un poco más, el hombre sólo subió los hombros y agitó las cuerdas, deteniendo a los caballos. Le sonreí y me despedí con la mano, de él y los guardias, esperando unos segundos para que se despidieran.
No lo hicieron.
Salté abajo del carro con mi golem y mi pergamino de runas, lo que equivalía a 50% de mis pertenencias porque lo otro era mi ropa. Escuché un pequeño “yip” y el sonido de las cuerdas agitándose, y la carroza comenzó a avanzar de nuevo. Me quede verlo alejarse, metiendo una mano con el cilindro metálico que contenía el pergamino en el golem, y la otra en un bolsillo del pantalón para jugar toqueteando las piedras marcadas con runas de impulso.
Era difícil de notar, pero muy lentamente la oscuridad había estado atenuándose, y no pasaría mucho tiempo más antes de que saliera el sol. No tenía que preocuparme porque me atacase uno de esos vampiros, si es que se acordaban. Si es que se acordaron en algún momento al menos, después de todo yo había sido neutralizado en segundos aquella vez.
Miré a mis alrededores, agarrando aire y exhalando para deshacerme del poco nerviosismo que tenía encima, y comencé a caminar rumbo a la ciudad. Mientras avanzaba miraba a los alrededores, esperando dar con algo. La idea era que si yo me encontraba su base súper secreta marcara algunos árboles con propias runas, o en su defecto, hachazos, para hacer fácil el camino de vuelta a ella.
Tras casi una hora de caminata bostecé, como me esperaba no había encontrado absolutamente nada, además de uno que otro susto por un búho u algún otro animal. «Está bien, cuando me reúna con ellos los encontraremos…» me lleve una mano a la boca, bostezando con suficientes ganas como parar ahí mis pensamientos. «…Y pondremos fin a su negocio» dije viendo al cielo, llevando la mano que tenía la boca arriba junto a la otra para estirarme.
Un segundo bostezo escapó de mi boca mientras bajaba los brazos a los lados. Cerré los ojos y me deje caer sobre mi golem como si fuese una silla de arcilla, que se acomodaba a mi postura.
[…]
Abrí los ojos estirándome perezosamente sobre el golem, girando e intentando jalar una manta que no había. Quería enrollarme como un gusanito con una, no por el frío—que el de Lunargenta y sus alrededores no era nada comparado a Dundarak—, sino por el puro placer de hacerlo.
Pasé unos minutos más acomodado sobre el golem, hasta que pequeños fragmentos de algo empezaron a caerme en la cara. Eso sumado a un ruido como una especie de constante martilleo. Cuando finalmente tuve voluntad para ponerme de pie y comenzar el día. Me pasé las manos inconscientemente por encima, revisando tener mi ropa, cinturón; hacha, y después chequeé que el cilindro estuviese dentro del golem. En el bolsillo además de las piedras, tenía algo de comida. «De verdad, necesito una bolsa, o una mochila».
El pequeño sonido de martilleo regreso, y comencé atrás y a los lados, buscando la fuente. Revisé de último arriba, viendo un montón de hojas y ramas. Permanecí en silencio, esperando de nuevo el mismo sonido, y en cuanto repitió moví los ojos rápidos para ver si lo encontraba.
Un pájaro, taladrando con su pico el tronco del árbol que tenía más cercano. Sonreí viéndolo buscar su comida, conocía el nombre de la especie pero justo ahora no lo recordaba. «Es precioso, me gustan esos colores». Seguí observando distraídamente al ave picotear unos segundos, hasta recordar el pequeño tallado de madera que tenía un par de días haciendo. Me revisé los bolsillos, al golem, me volví a revisar los bolsillos, y pasando la mirada por el suelo lo encontré, tirado prácticamente a un lado. Habría rodado un poquito fuera de mi mano en la noche.
Volví a ver arriba, y levanté el tallado, agitándolo. —Hey amiguito. Hey, hey, mira mira —dije, intentando llamarlo. Detuvo su picoteo un momento y giró la cabeza, aparentemente viendo en mi dirección. Sonreí y agité más el tallado, sólo para ver como el pájaro volvía a girar la cabeza, radiante de indiferencia, y continuaba taladrando el tronco. —Cruel… —murmuré, mucho menos animado de mi obra ahora. Suspiré, y tras verla volví a intentar, esta vez silbando suavemente para obtener su atención de nuevo, y agité todavía más. Volvió a ignorarlo.
Baje mi tallado para quedarme mirándolo y bufé suavemente. Si no tenía nada de malo, era muy bueno. Bueno… era… era decente, un poquito. Vi arriba otra vez e hice un gesto de despedida al animal, antes de subir hombros y meterme la mano al bolsillo para sacar una de las varias uvas que me quedaba e ir mascando algo mientras caminaba de vuelta a la ciudad.
El interés movía mucho en este mundo.
—¡Owh! —exclamé al sentir un picotazo en la cabeza. Y luego otro, y otro, jalándome el cabello. Me agaché un poco subiendo las manos, momento en que sentí algo saltar sobre mi mano y empezar a picotearme los dedos, haciéndome soltar la fruta. Me pase la mano por la cabeza, acariciándome por los jalones de pelo, viendo como el ave ahora picoteaba con el mismo ánimo, si es que no más, mi comida—. Con que ahora si merezco tu atención —le dije, sólo para ver como arrancaba lo más que podía de la uva y salía volando a una rama ahora con su tesoro en su pico. Abrí la boca, casi ofendido; primero ignoraba mi tallado y ahora robaba mi comida.
Me agaché para tomar lo que había dejado y la limpie con las manos suavemente, masticando un trocito mientras lo veía comer. La velocidad con que lo hacía era alucinante, posiblemente tenía un buen tiempo sin comer…
O era un glotón.
Subí los hombros y partí el trocito que sostenía en dos partes, pequeña y grande. Estiré la mano con la pequeña hacia él. Nos miramos el uno al otro varios segundos, en los que fui entrecerrando los ojos. Me vi las manos y decidí estirar la que tenía el pedacito más grande.
Bingo.
Lo malo es que siempre venía en intención de atacarme los dedos para hacer que la soltase y poder alejarse, y acechar otra vez. Le daría crédito en que era bastante inteligente, más que yo me atrevería a decir.
Seguí mi camino, el resto del mismo compartiendo mi comida—dejándome robar—por el pájaro, comiendo mientras le dejaba un trozo, o alguna uva entera en la palma de la mano. Calculaba que con poco más de una hora de andar bajo la amena sombra de los árboles, estaría en Lunargenta.
[…]
Al llegar estuve ansioso. No tenía nada que hacer mientras el resto llegaba, así que había encaminarme a beber algo en una taberna donde tenía un amigo: Rick, el dueño del lugar. Había conocido al hombre, de hecho, en mi primer día en Lunargenta. Fue el primer enemigo que hice en la ciudad porque me lo encontré negándole trabajo a un hombre bestia. Esa vez lo primero que pensé fue “negarle trabajo a alguien por pertenecer a una raza distinta, intolerable”. O algo así al menos. No es que me acordara realmente, a duras penas mantenía memorias de haber caminado hasta él entonces, y encender la mecha de una pelea en cuestión de segundos. Aprendí a las malas que antes de ser tabernero Rick fue mercenario; pero se dio cuenta de que el negocio de las tabernas era casi lo mismo, sólo que más fácil y pagaba mejor. “Los problemas van hacia ti, no tu hacia ellos.” Una cosa así me dijo. También resultó que malentendí todo lo del hombre bestia, así que la paliza había resultado ser gratuita.
Después lo conocí algo mejor, seguía siendo un tipo tosco, pero tenía muchas historias locas de sus días de mercenario que contar. Yo técnicamente tenía ninguna entonces; pero siempre había podido compartirle las de mi padre, por lo que pasamos de ese mal inicio bastante rápido. Su taberna... bueno, su taberna era pésima, tanto que para camareros/as, tenía que contratar gente que supiera pelea y defenderse en vez de gente que supiera atender y servir. Peeero me dejaba el alcohol más barato de lo normal, así que estaba dispuesto a aceptar todo ese rollo. Varias veces me dejaba pagarlo al siguiente día si no cargaba aeros encima.
Esta vez tenía suficiente para poder de beber y comer. Me paré frente al edificio con el letrero que leía “El Patito Tuerto” y empujé la puerta, entrando. Había un tipo tirado en el suelo de la borrachera, una mesa caída, y una mancha en el suelo, aunque estaba siendo limpiada por un empleado. En la barra, estaba Rick.
—¡Rick! —exclamé, corriendo de la puerta hacia la barra saludándolo con una mano—. Estás igualito que siempre. ¿Cómo estás? ¿Cómo va el negocio? —dije, sentándome y recostándome de la barra.
—¿Y tú quién eres? —preguntó.
—Er, ¿yo? Pues, ¿no te acuerdas…? Soy... —me lleve la mano al pelo, antes de recibir un picotazo—. ¡Owh!
—¡Anders!
—...¿Rick? ¿Ya me reconoces?
—No podría olvidar ese quejido horrible.
Pestañeé un par de veces, antes de sonreírle.
—Extrañaba tus insultos.
—¿Donde estuviste metido? Pensé que te habías muerto… —dijo pasando un trapo por un jarrón—. ¿Qué diablos tienes en la cabeza?
—Oh. ¿Esto? —pregunté señalando el ave—. Es un nuevo amigo. Lo conocí hace unas horas.
—Ah, eres de esos que hacen cosas con los animales, y tal…
—No —hice un gesto con la mano—, yo animo un gol—
—Yo no diría que esa cosa está “animada” —interrumpió.
—Ajem… —sonreí, volteando a ver a mi golem—, yo animo un golem. No le hice cosas ni ninguna magia a Taladrín, sólo le di comida.
—...¿Taladrín?
—¡Así le puse!
—¿Le estás poniendo nombre a un animal qué está siguiéndote solo por comida?
—Taladrín no me sigue sólo por comida… yo siento que ya hicimos un lazo —dije, mientras subía una mano con la última uva y el pájaro me la arrancaba de entre los dedos.
Rick me vio con cara de poco convencimiento, desviando sus ojos entre el pájaro y yo.
—Claro.
—No me veas así… ven, dame una botella, vamos a beber un poco.
—Hmm… —se cruzó de brazos, levantando un poco la cara haciendo memoria—. ¿Me debes de hace… meses…?
—Hey —hice una mueca—, claro que no. Yo siempre pago —dije poniendo unos aeros sobre la barra.
—Bien, por los viejos tiempos entonces.
Después de que Rick tomase una botella nos movimos a una mesa libre y empezamos a charlar, estuve contándole las cosas en las que me había metido últimamente. Este tipo de cosas eran buenas, casi… casi la vida. Una conversación amena, algo de beber, algo de comer, y tener con que pagar. Por una vez tenía suficientes aeros.
Aunque quizás, “suficiente” fuese una palabra demasiado fuerte.
Última edición por Anders el Mar Ago 06 2019, 22:31, editado 1 vez
Anders
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 278
Nivel de PJ : : 2
Re: El Pájaro Carpintero ~ Origen [Cerrado]
A la mañana siguiente me levanté débilmente, con muy pocos ánimos de hacerlo. Más por la jaqueca que me había ganado que porque perteneciera al grupo de gente mala con las mañas.
Me acomode en el incómodo mueble en el que estaba, sentándome, y me lleve las manos a la cara unos instantes. Entonces las aparté y vi al frente.
Y no hice nada.
Pasé un buen rato ahí sin hacer mucho más que llevarme las manos a la cara nuevamente y quejarme en voz baja. «Agua, necesito agua» dije para mí mismo, relamiéndome los labios.
Me puse de pie con una cantidad de esfuerzo que cualquier otro día hubiese bastado para un viaje de vuelta a Sandorai a pie, y caminé a buscar un río. O a eso iba al menos, al dar unos pasos noté que definitivamente, no me había dormido en un árbol, mucho menos en un bosque.
Di un par de vueltas para observar la habitación, antes de que me invadiera el corto y repentino pánico que sentía la mitad de las personas en Lunargenta al pasar por cualquier lugar y que lo chocaran más de una vez: “¡me robaron!”. Recorrí mi cuerpo rápida y torpemente; todo estaba. Bueno, casi todo.
—Uh-oh —dije al notar la ausencia de algo—. ¡Go…! Ugh —baje la cabeza apretando los ojos, no estaba en un estado para gritar o escuchar cualquier ruido fuerte—. ¿Golem…? —llamé débilmente.
Nada pasó. En mi estado; con la cabeza dándome vueltas y todavía sin saber donde estaba, no podía ni siquiera sentir mi propia ni ninguna magia a cierto modo, mucho menos mi golem. Sólo faltaba que se me hubiese perdido o algo del estilo, aunque… no podría ir muy lejos, si lo pensaba. Vi a los lados y di un paso, sintiendo una especie de incomodidad en los pies. Al bajar la mirada encontré una especie de masa, más endeble de lo que solía ser mi golem normalmente.
Me agaché con mucha, mucha pereza y desgano—por no decir que casi me tiré al suelo— hasta estar de rodillas, y vi bajo la cama. Ahí estaba más de esa masa, algo más aglomerada en el centro pero derritiéndose a los alrededores.
«Así que eso le sucede cuando tomo…» intenté quemar la imagen en su mente. Quizás esta era la motivación que necesitaba para beber responsablemente.
Suspiré, sabiendo que me decía una mentira.
Empecé a concentrar magia, a duras penas, reformando a la criatura lo más que pude. En realidad no era un estado muy distinto al que lo encontré, nunca había podido pasar de ahí si no lo tocaba directamente, de todas maneras.
Después de haber dado con mi golem, me sostuve del borde la cama para poder ponerme de pie, dando tres desequilibrados mientras doblaba la cabeza hacia atrás, murmurando quejas en voz baja. No fue muy difícil razonar que estaba en una habitación en alguna posada en alguna parte de Lunargenta… o eso estaba esperando al menos, no podría haber caminado demasiado lejos para alcanzar una villa, u otra ciudad. Permanecí allí parado intentando determinar cosas que no podría y que fácilmente resolvería si simplemente saliera.
Claro está, me tomó una infinidad darme cuenta de eso. Antes de poder llegar a esa conclusión, que requería muchísimo poder intelectual del que no disponía ni estando sobrio, di más vueltas, esta vez no simplemente pasando los ojos por encima sin procesar nada que no fuesen las paredes.
Era una habitación mediana, polvorienta y llena de cajas acomodadas una sobre otra en el suelo. En tres de cuatro esquinas había alguna red de araña. Contaba una única ventana por la que se escapaba un pequeño hilo de luz, encontrándose tapada no exactamente por una cortina tanto como una manta vieja, pegada al techo con un clavo. El techo era diagonal, por así decirlo; empezando alto en una pared lateral de la habitación y cayendo ligeramente hasta la otra. En la pared lateral a la única ventana estaba volcado un banco de trabajo, en excelente estado si se le comparaba al resto de la habitación, y junto al mismo una escalera con apenas cuatro peldaños; quebrada. Finalmente, tenía dos puertas.
Una de ellas estaba bloqueada en su totalidad por dos tablones sostenidos a clavos en la pared que compartía la puerta. Se encontraban cruzados, uno sobre el otro, en la forma de una “X”. Por debajo de ellas podía verse una tercera tabla, esta sostenida por dos ganchos metálicos a los lados de la puerta, para impedir que la puerta pudiese abrirse en primer lugar.
Alcé ambas cejas observando todo ese desastre, y toda esa seguridad que… la verdad, varias moles de puro músculo podrían tumbar con un par de buenas cargas. Giré la cabeza a un lado, viendo la segunda puerta del lugar: una puerta tan cualquiera como la primera, pero sin las tablas encima.
Subí los hombros, no queriendo hacer el más mínimo esfuerzo mental en pensar absolutamente nada. Abrí la segunda puerta, dando con un corto pasillo, y salí del lugar. Por cada paso dado se hacía más evidente una serie de ruidos, aunque no podía discernir ninguno especialmente como para decir que era.
Al llegar al final del pasillo di una pequeña vuelta, y observé.
—…Oh no.
Al cabo de unos minutos tenía la cara clavada entre los brazos, sobre la barra de la taberna. Rick me había comentado como me gaste todos los aeros que tenía pidiendo bebida de más y luego comida de más, y también lo mucho que teoricé que los dragones y los hombres bestia eran una sola raza, porque los dragones eran hombres bestia dragón, pero por alguna razón defendía que los licántropos no eran hombres bestia lobo, porque los hombres bestia lobo, técnicamente, eran más bien hombres bestia perro.
—No recuerdo nada de eso… —murmuré, desanimado.
—Yo quisiera no recordarlo.
Reí suavemente, antes de verlo con una sonrisa, aunque esta claramente tenía algo de amargura detrás.
—Lo peor de todo es que creo haberte cedido la razón. Yo también estaba algo tomado, nos detuvo uno de mis hombres, cuando pediste el mismo plato que habías pedido antes, hace diez minutos, y al anterior estaba sin tocar en la mesa.
—Sueno horrible. ¿Qué… qué más hice? ¿No me paré y salí a la calle o algo así, verdad?
—No, sólo segu—
Rick fue interrumpido por uno de sus empleados, no le vi la cara, girándola hacia abajo y presionándola más contra mis brazos. El hombre le preguntaba si quedaba vino, a lo que Rick se fue, supuse, a revisar. En algún momento el camarero que había venido a preguntar se movió a un lado y poco después volvió Rick.
—¿Anders?
—Sí… sigo vivo… —murmuré.
—Bien. Como decía… sólo seguiste hablando. Algo de un viaje a Dundarak, y que conociste unos dragones, un arcanista y vampiros. Y que estabas motivado a montar un negocio.
—Ya veo, entonces me alegro… —dije, suspirando aliviado de no haber hecho alguna estupidez fuera de la mesa, porque de haber hecho estupideces las había hecho. Sonreí un poco acordándome de los eventos en Dundarak, antes de dar un suspiro más largo y pesado—. Lo estaba, sin dinero ahora…
—Oh vamos. Tranquilo. Casi me siento culpable de que te hayas bajado todos tus aeros así… —dijo, arrancándome un tercer suspiro—. Así que no te voy a cobrar nada extra, y te puedes quedar en ese viejo cuarto mientras consigues que hacer por la ciudad. La comida pues… eh… no te puedo dar lo mejor que tenemos, pero el pan y el agua, no me duele dejártelo gratis.
—Me… me niego.
—¿Perdón? —alzó una ceja—. Este día al menos, tampoco es una oferta para toda la vida.
—No, este día nada, Rick. No voy a aceptar eso. Yo siempre pago.
—¿Entonces prefieres deberme 15 aeros…? ¿Y salir apurado a buscar como ganártelos, y en tu estado? Muero por ver eso. Sobretodo la parte cuando te golpee el sol en la cara.
Gruñí suavemente, negando con la cabeza entre los brazos otra vez. Argumenté que el sol no pegaba tan fuerte a “esta hora”, refiriéndome a la mañana.
—¿Esta… hora? —preguntó dudoso, volteando a ver el reloj que tenía justo atrás—. Chico, son las 2 P.M.
—¿¡Qué!? —pregunté alzando la mirada repentinamente para ver el reloj. ¿Había dormido tanto? Y para terminar de arruinar todo, a esta hora ya todos tenían sus puestos montados, ya todos habían descargado, ya todos todo—. Pe-pero… uugh… —volví a clavar la cara en mis brazos.
—Creo que no tienes opción. Mis precios y mi oferta son como yo: irresistibles —dijo orgulloso, poniéndose las manos en la cintura.
Lo miré incrédulo unos segundos, antes de estallar en risa, incapaz de contenerme. Quería estar amargado, por alguna razón, pero me la estaba poniendo un poco difícil. Cuando iba a aceptar entre dientes escuché a otro empleado más llamando a Rick, el ex-mercenario me hizo un gesto para disculparse un momento y fue a ayudar a una de las mesas.
Ahora que lo notaba, la taberna se veía… llena, más de lo usual al menos. Sonreí, alegrándome de que el negocio prosperara. Ladeé la cabeza confuso al ver a Rick tomando… notas, de un pedido, rara vez se movía de la barra y hacia otra cosa que no fuese gritar a sus empleados que hacer. Cuando el hombre volvió lo miré unos segundos, este arrugo la nariz, a forma de preguntarme “¿Qué me ves?”, y simplemente subí los hombros como un “Nada”.
Volteé otra vez atrás, contando sus empleados…
—Rick… ¿Y los dos fortachones? No me acuerdo mucho de ellos, ese grandote, como… como así, de pelo rojo, y… el calvito.
—¿Qué fortac… oh. Hablas de Tomate y Bjorn.
—…¿Tomate?
—Sí, sí, le pusimos así porque tiene el pelo rojo —dijo, sonriendo enormemente.
—Cruel —dije, sonriendo de vuelta, Rick no tardo en señalar esto último, a lo que hice un gesto para restarle importancia.
—Pues ayer, cuando…
—Estaba tomado.
—Sí. Un guardia vino y pues luego de beber un rato le empezó a hacer ojitos a Bjorn, y Tomate se lo tomó muy mal. Y se han dado una agarrada a golpes que no veas, creo que vamos a tener que cambiarle el apodo a Berenjena, porque no le quedo lugar en la cara que no tuviese ese color.
Me dio un pequeño escalofrío, imaginándome la proporción de la paliza que tuvo que recibir.
—Así que… se quedo en casa hoy. Y Bjorn está cuidándolo. No lo iba a mandar a venir, ¿sabes? No soy tan mal jefe.
—Bien —sonreí, viéndolo. Rick me miró con su mejor cara de poker durante unos segundos, antes de notar hacia donde estaba yendo—. Déjame servir hoy aquí, como... pago.
—Oh no. No —dijo, negando con la cabeza y cruzando los brazos en equis—. Ni lo pienses.
—Rick.
—Que no, chico.
—…
Rick frunció el ceño, negando de nuevo con la cabeza.
—No me dejas opción.
En cuestión de minutos estaba probándome un delantal, porque acababa de derrotar a Rick en piedra-papel-tijera diez veces seguidas. Sólo tuve que moverme a otro lugar, aprovechándome y exagerando mi dolor de cabeza y flojera para que me siguiera sin siquiera pensarlo. Lo hice pararse casi que a un lado de una lámpara de aceite encendida y moví mi golem a un ángulo del hombre, para que la luz del fuego reflejase sobre el golem que mano iba a jugar Rick.
Naturalmente, atribuí ese resultado a los Dioses.
—¿No hay uno verde? —pregunté, con uno marrón oscuro entre las manos.
—¿Otro delantal? Seguro.
—Verde —insistí.
—…¿Y por qué demonios tiene qué ser verde?
—Ah, bueno, es que me gusta ese color —dije con una sonrisa, mirándolo.
Rick alzó ambas cejas, incrédulo. Espero unos seguros, como dándome la oportunidad de decir “bromeo”. La palabra nunca vino, claro, así que se dio vuelta.
—Le importa el puto color… huh… y yo pensé que lo estúpido era cosa de la borrachera… —murmuró.
—¿Dijiste algo? —pregunté, aún sonriente.
—No, nada —se dio vuelta—. Un delantal verde en camino.
La verdad poco después de empezar a trabajar note lo horrible que había sido la idea. Recordar los pedidos de los clientes con la cabeza así era una proeza, llevar más de una cosa en cada mano me resultaba imposible, y frustrante, al ver ejemplo de cómo otros hacían alguna locura como llevar siete copas a la vez en una mano y tres platos en un brazo. A medida que pasaban las horas estaba haciéndolo un poco mejor… y la verdad, que uno de los otros empleados me dieran una libreta y un lápiz hacia miles de veces más sencillo recordar pedidos. ¿Llevar las cosas? Fui el mejor. Durante una vez al menos, porque clave doce botellas en el golem, y acomode tres platos sobre el mismo, imposible derramar algo.
Claro, los clientes fueron escépticos sobre ser servidos o comer de algo que había sido llevado hasta ellos sobre alguna cosa, así que tuve que hacerlo como todos los demás, y volver a mi impresionante una botella por mano el resto del día. Creí que todo estaba saliendo maravillosamente, pero había una razón por la que Rick contrataba gente que supiera pelear y no gente que supiera servir.
Me acomode en el incómodo mueble en el que estaba, sentándome, y me lleve las manos a la cara unos instantes. Entonces las aparté y vi al frente.
Y no hice nada.
Pasé un buen rato ahí sin hacer mucho más que llevarme las manos a la cara nuevamente y quejarme en voz baja. «Agua, necesito agua» dije para mí mismo, relamiéndome los labios.
Me puse de pie con una cantidad de esfuerzo que cualquier otro día hubiese bastado para un viaje de vuelta a Sandorai a pie, y caminé a buscar un río. O a eso iba al menos, al dar unos pasos noté que definitivamente, no me había dormido en un árbol, mucho menos en un bosque.
Di un par de vueltas para observar la habitación, antes de que me invadiera el corto y repentino pánico que sentía la mitad de las personas en Lunargenta al pasar por cualquier lugar y que lo chocaran más de una vez: “¡me robaron!”. Recorrí mi cuerpo rápida y torpemente; todo estaba. Bueno, casi todo.
—Uh-oh —dije al notar la ausencia de algo—. ¡Go…! Ugh —baje la cabeza apretando los ojos, no estaba en un estado para gritar o escuchar cualquier ruido fuerte—. ¿Golem…? —llamé débilmente.
Nada pasó. En mi estado; con la cabeza dándome vueltas y todavía sin saber donde estaba, no podía ni siquiera sentir mi propia ni ninguna magia a cierto modo, mucho menos mi golem. Sólo faltaba que se me hubiese perdido o algo del estilo, aunque… no podría ir muy lejos, si lo pensaba. Vi a los lados y di un paso, sintiendo una especie de incomodidad en los pies. Al bajar la mirada encontré una especie de masa, más endeble de lo que solía ser mi golem normalmente.
Me agaché con mucha, mucha pereza y desgano—por no decir que casi me tiré al suelo— hasta estar de rodillas, y vi bajo la cama. Ahí estaba más de esa masa, algo más aglomerada en el centro pero derritiéndose a los alrededores.
«Así que eso le sucede cuando tomo…» intenté quemar la imagen en su mente. Quizás esta era la motivación que necesitaba para beber responsablemente.
Suspiré, sabiendo que me decía una mentira.
Empecé a concentrar magia, a duras penas, reformando a la criatura lo más que pude. En realidad no era un estado muy distinto al que lo encontré, nunca había podido pasar de ahí si no lo tocaba directamente, de todas maneras.
Después de haber dado con mi golem, me sostuve del borde la cama para poder ponerme de pie, dando tres desequilibrados mientras doblaba la cabeza hacia atrás, murmurando quejas en voz baja. No fue muy difícil razonar que estaba en una habitación en alguna posada en alguna parte de Lunargenta… o eso estaba esperando al menos, no podría haber caminado demasiado lejos para alcanzar una villa, u otra ciudad. Permanecí allí parado intentando determinar cosas que no podría y que fácilmente resolvería si simplemente saliera.
Claro está, me tomó una infinidad darme cuenta de eso. Antes de poder llegar a esa conclusión, que requería muchísimo poder intelectual del que no disponía ni estando sobrio, di más vueltas, esta vez no simplemente pasando los ojos por encima sin procesar nada que no fuesen las paredes.
Era una habitación mediana, polvorienta y llena de cajas acomodadas una sobre otra en el suelo. En tres de cuatro esquinas había alguna red de araña. Contaba una única ventana por la que se escapaba un pequeño hilo de luz, encontrándose tapada no exactamente por una cortina tanto como una manta vieja, pegada al techo con un clavo. El techo era diagonal, por así decirlo; empezando alto en una pared lateral de la habitación y cayendo ligeramente hasta la otra. En la pared lateral a la única ventana estaba volcado un banco de trabajo, en excelente estado si se le comparaba al resto de la habitación, y junto al mismo una escalera con apenas cuatro peldaños; quebrada. Finalmente, tenía dos puertas.
Una de ellas estaba bloqueada en su totalidad por dos tablones sostenidos a clavos en la pared que compartía la puerta. Se encontraban cruzados, uno sobre el otro, en la forma de una “X”. Por debajo de ellas podía verse una tercera tabla, esta sostenida por dos ganchos metálicos a los lados de la puerta, para impedir que la puerta pudiese abrirse en primer lugar.
Alcé ambas cejas observando todo ese desastre, y toda esa seguridad que… la verdad, varias moles de puro músculo podrían tumbar con un par de buenas cargas. Giré la cabeza a un lado, viendo la segunda puerta del lugar: una puerta tan cualquiera como la primera, pero sin las tablas encima.
Subí los hombros, no queriendo hacer el más mínimo esfuerzo mental en pensar absolutamente nada. Abrí la segunda puerta, dando con un corto pasillo, y salí del lugar. Por cada paso dado se hacía más evidente una serie de ruidos, aunque no podía discernir ninguno especialmente como para decir que era.
Al llegar al final del pasillo di una pequeña vuelta, y observé.
—…Oh no.
[…]
Al cabo de unos minutos tenía la cara clavada entre los brazos, sobre la barra de la taberna. Rick me había comentado como me gaste todos los aeros que tenía pidiendo bebida de más y luego comida de más, y también lo mucho que teoricé que los dragones y los hombres bestia eran una sola raza, porque los dragones eran hombres bestia dragón, pero por alguna razón defendía que los licántropos no eran hombres bestia lobo, porque los hombres bestia lobo, técnicamente, eran más bien hombres bestia perro.
—No recuerdo nada de eso… —murmuré, desanimado.
—Yo quisiera no recordarlo.
Reí suavemente, antes de verlo con una sonrisa, aunque esta claramente tenía algo de amargura detrás.
—Lo peor de todo es que creo haberte cedido la razón. Yo también estaba algo tomado, nos detuvo uno de mis hombres, cuando pediste el mismo plato que habías pedido antes, hace diez minutos, y al anterior estaba sin tocar en la mesa.
—Sueno horrible. ¿Qué… qué más hice? ¿No me paré y salí a la calle o algo así, verdad?
—No, sólo segu—
Rick fue interrumpido por uno de sus empleados, no le vi la cara, girándola hacia abajo y presionándola más contra mis brazos. El hombre le preguntaba si quedaba vino, a lo que Rick se fue, supuse, a revisar. En algún momento el camarero que había venido a preguntar se movió a un lado y poco después volvió Rick.
—¿Anders?
—Sí… sigo vivo… —murmuré.
—Bien. Como decía… sólo seguiste hablando. Algo de un viaje a Dundarak, y que conociste unos dragones, un arcanista y vampiros. Y que estabas motivado a montar un negocio.
—Ya veo, entonces me alegro… —dije, suspirando aliviado de no haber hecho alguna estupidez fuera de la mesa, porque de haber hecho estupideces las había hecho. Sonreí un poco acordándome de los eventos en Dundarak, antes de dar un suspiro más largo y pesado—. Lo estaba, sin dinero ahora…
—Oh vamos. Tranquilo. Casi me siento culpable de que te hayas bajado todos tus aeros así… —dijo, arrancándome un tercer suspiro—. Así que no te voy a cobrar nada extra, y te puedes quedar en ese viejo cuarto mientras consigues que hacer por la ciudad. La comida pues… eh… no te puedo dar lo mejor que tenemos, pero el pan y el agua, no me duele dejártelo gratis.
—Me… me niego.
—¿Perdón? —alzó una ceja—. Este día al menos, tampoco es una oferta para toda la vida.
—No, este día nada, Rick. No voy a aceptar eso. Yo siempre pago.
—¿Entonces prefieres deberme 15 aeros…? ¿Y salir apurado a buscar como ganártelos, y en tu estado? Muero por ver eso. Sobretodo la parte cuando te golpee el sol en la cara.
Gruñí suavemente, negando con la cabeza entre los brazos otra vez. Argumenté que el sol no pegaba tan fuerte a “esta hora”, refiriéndome a la mañana.
—¿Esta… hora? —preguntó dudoso, volteando a ver el reloj que tenía justo atrás—. Chico, son las 2 P.M.
—¿¡Qué!? —pregunté alzando la mirada repentinamente para ver el reloj. ¿Había dormido tanto? Y para terminar de arruinar todo, a esta hora ya todos tenían sus puestos montados, ya todos habían descargado, ya todos todo—. Pe-pero… uugh… —volví a clavar la cara en mis brazos.
—Creo que no tienes opción. Mis precios y mi oferta son como yo: irresistibles —dijo orgulloso, poniéndose las manos en la cintura.
Lo miré incrédulo unos segundos, antes de estallar en risa, incapaz de contenerme. Quería estar amargado, por alguna razón, pero me la estaba poniendo un poco difícil. Cuando iba a aceptar entre dientes escuché a otro empleado más llamando a Rick, el ex-mercenario me hizo un gesto para disculparse un momento y fue a ayudar a una de las mesas.
Ahora que lo notaba, la taberna se veía… llena, más de lo usual al menos. Sonreí, alegrándome de que el negocio prosperara. Ladeé la cabeza confuso al ver a Rick tomando… notas, de un pedido, rara vez se movía de la barra y hacia otra cosa que no fuese gritar a sus empleados que hacer. Cuando el hombre volvió lo miré unos segundos, este arrugo la nariz, a forma de preguntarme “¿Qué me ves?”, y simplemente subí los hombros como un “Nada”.
Volteé otra vez atrás, contando sus empleados…
—Rick… ¿Y los dos fortachones? No me acuerdo mucho de ellos, ese grandote, como… como así, de pelo rojo, y… el calvito.
—¿Qué fortac… oh. Hablas de Tomate y Bjorn.
—…¿Tomate?
—Sí, sí, le pusimos así porque tiene el pelo rojo —dijo, sonriendo enormemente.
—Cruel —dije, sonriendo de vuelta, Rick no tardo en señalar esto último, a lo que hice un gesto para restarle importancia.
—Pues ayer, cuando…
—Estaba tomado.
—Sí. Un guardia vino y pues luego de beber un rato le empezó a hacer ojitos a Bjorn, y Tomate se lo tomó muy mal. Y se han dado una agarrada a golpes que no veas, creo que vamos a tener que cambiarle el apodo a Berenjena, porque no le quedo lugar en la cara que no tuviese ese color.
Me dio un pequeño escalofrío, imaginándome la proporción de la paliza que tuvo que recibir.
—Así que… se quedo en casa hoy. Y Bjorn está cuidándolo. No lo iba a mandar a venir, ¿sabes? No soy tan mal jefe.
—Bien —sonreí, viéndolo. Rick me miró con su mejor cara de poker durante unos segundos, antes de notar hacia donde estaba yendo—. Déjame servir hoy aquí, como... pago.
—Oh no. No —dijo, negando con la cabeza y cruzando los brazos en equis—. Ni lo pienses.
—Rick.
—Que no, chico.
—…
Rick frunció el ceño, negando de nuevo con la cabeza.
—No me dejas opción.
[…]
En cuestión de minutos estaba probándome un delantal, porque acababa de derrotar a Rick en piedra-papel-tijera diez veces seguidas. Sólo tuve que moverme a otro lugar, aprovechándome y exagerando mi dolor de cabeza y flojera para que me siguiera sin siquiera pensarlo. Lo hice pararse casi que a un lado de una lámpara de aceite encendida y moví mi golem a un ángulo del hombre, para que la luz del fuego reflejase sobre el golem que mano iba a jugar Rick.
Naturalmente, atribuí ese resultado a los Dioses.
—¿No hay uno verde? —pregunté, con uno marrón oscuro entre las manos.
—¿Otro delantal? Seguro.
—Verde —insistí.
—…¿Y por qué demonios tiene qué ser verde?
—Ah, bueno, es que me gusta ese color —dije con una sonrisa, mirándolo.
Rick alzó ambas cejas, incrédulo. Espero unos seguros, como dándome la oportunidad de decir “bromeo”. La palabra nunca vino, claro, así que se dio vuelta.
—Le importa el puto color… huh… y yo pensé que lo estúpido era cosa de la borrachera… —murmuró.
—¿Dijiste algo? —pregunté, aún sonriente.
—No, nada —se dio vuelta—. Un delantal verde en camino.
[…]
La verdad poco después de empezar a trabajar note lo horrible que había sido la idea. Recordar los pedidos de los clientes con la cabeza así era una proeza, llevar más de una cosa en cada mano me resultaba imposible, y frustrante, al ver ejemplo de cómo otros hacían alguna locura como llevar siete copas a la vez en una mano y tres platos en un brazo. A medida que pasaban las horas estaba haciéndolo un poco mejor… y la verdad, que uno de los otros empleados me dieran una libreta y un lápiz hacia miles de veces más sencillo recordar pedidos. ¿Llevar las cosas? Fui el mejor. Durante una vez al menos, porque clave doce botellas en el golem, y acomode tres platos sobre el mismo, imposible derramar algo.
Claro, los clientes fueron escépticos sobre ser servidos o comer de algo que había sido llevado hasta ellos sobre alguna cosa, así que tuve que hacerlo como todos los demás, y volver a mi impresionante una botella por mano el resto del día. Creí que todo estaba saliendo maravillosamente, pero había una razón por la que Rick contrataba gente que supiera pelear y no gente que supiera servir.
Anders
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 278
Nivel de PJ : : 2
Re: El Pájaro Carpintero ~ Origen [Cerrado]
Cerca de las 8 P.M un grupo de tres hombres entró a la taberna, casi haciendo añicos la puerta nada más pasar, como una forma de anunciar su llegada. Dos “bajitos” como de metro ochenta, uno de pelo negro corto, peinado hacia atrás, y otro con calva y una espesa barba, el calvo estando sin camisa para lucir su cuerpo, supuse. Parecía común eso, lo de ser calvo y tener músculos, quizás podría probarlo un día… los caminos de la magia son misteriosos, así que quien sabe, el pelo podría ser un limitador de poder en algunas razas.
Entre ambos hombres iba el culpable de hacer que ellos luciesen bajitos. Una torre de dos metros y quizás una pizca más, con cabello rojo rizado y más descontrolado que el mío. Llevaba un tatuaje en el lado izquierdo de su cara, pasando sobre su ojo. Lucía como una especie de runa, pero… no me resultaba familiar, así que lo dudaba. Iba con un peto de cuero rojo oscuro que descubría sus hombros, mostrándolos cubiertos de cicatrices que se extendían y saludaban a otras más a lo largo de su brazo, sólo desapareciendo al llegar al antebrazo, donde lo cubrían guardas de cuero con una placa metálica encima.
En su rostro se veían pruebas recientes de alguna pelea o conflicto, más que nada una herida abierta, apenas sangrante, sobre su ceja derecha. Incluso sin la herida, su cara no era… ¿simétrica?
Volteé atrás, viendo a Rick, quien les miraba fijamente. Desvió la mirada hacía mí, y guiño el ojo para después señalar con un movimiento su cara. Asentí.
Sonreí, acercándome hacia ellos, y alcé una mano saludando al pelirrojo.
—¡Tomate! —al escucharme Rick volteó con los ojos como platos, y gritó un corto y agudo “¡And!”. Miré hacia atrás para verlo, sonriéndole a él también, antes de volver a mirar al frente—. ¿Magia élfica, supongo? Les faltó curarte aquí —apunté, a donde tenía la herida—, toma asiento, hoy… sólo por hoy, estoy ocupando tu lugar en la taberna. No te preocupes.
El hombre de pelo rojo entrecerró los ojos, y alzó una ceja, volteando a ver al pelinegro.
—Y tú debes ser Bjorn, su novio. Un placer —estiré la mano.
El silencio se hizo en la taberna.
Y luego resonó un fuerte, seco impacto. Específicamente el del pelirrojo en mi pecho, mandándome a volar por todo el medio de la taberna hasta caer al suelo, momento donde quede deslizándome, chocándome contra la barra, aunque ya suavemente por la fricción. Alcé la cabeza algo mareado por el puñetazo, justo cuando ya tenía un rato sintiéndome bien.
—¿¡Qué dragones pensabas, Anders!?
—¿Qué… qué? —sacudí la cabeza, intentando pasar el impacto mientras tomaba la mano de Rick para levantarme—. Me guiñaste el ojo y…
—¡Ese no es Tomate! ¡Y ese no es Bjorn!
—¡Pero la guiñada!
—¿¡Qué entendiste de un guiño!?
—Uhm… pues… er… —subí las manos, haciendo ademanes—. “Oh, mira quienes llegaron. Los tortolos. Deberías ir a saludar, con eso de que estás ocupando el puesto de esos dos, y no quiero que piensen que les busqué reemplazo tan rápido”.
—…
—Si ayuda en algo, ya… ya entendí que no significaba eso.
Rick suspiró, viendo al pelirrojo que no era Tomate avanzar hacia la barra, tomándose su tiempo para sacar el hacha y la daga que portaba en su cinturón, comenzando a afilar un arma con la otra.
—Saben… sólo venía a tomar la maldita bebida… el vino y—
—S-Se nos acaba de acabar —interrumpí, siendo cabalgado un poco por mis nervios. Era la metida de pata más grande que había tenido en el trabajo todo el día, no quería traerle problemas a Rick.
—…la comida —sonrió.
El pelirrojo se quedo mirándome, gracioso. Cualquiera que viera la situación no atribuiría nada de esto a estupidez mía, sino a malicia, y justamente eso estaba él haciendo. Sus compañeros, uno de ellos que en realidad SÍ se llamaba Bjorn, sacaron un hacha cada uno, ambas en no mejor estado que la mía.
Este escenario no me era desconocido. No desde el punto de una pelea, o de ver una pelea en la taberna de Rick. Pero si lo era desde el punto de que yo participase en la pelea. Tomate y Bjorn solían ser quienes se hacían cargo de este tipo de gente.
En cuanto una mesa voló ya sabía que absolutamente todo se había ido al garete, Tomate Dos, como pensaba en él en esos momentos se abalanzó hacía mí, dibujando un largo arco horizontal con el hacha. Agaché la cabeza, esquivando por los pelos. Literalmente, porque vi un par de ellos caer danzar frente a mis ojos a medida que caían. Del mismo impulso que Tomate Dos había ganado del corte de su hacha golpeó con la otra mano al frente, la que sostenía su daga, buscando mi rostro. Intenté agacharme, pero resbalé y terminé cayendo de culo completamente, viendo la daga clavarse unos pocos cm sobre mi cabeza en la barra.
Sabía que Rick venía al rescate, así que moví un brazo enseñándole la palma para detenerlo. Giré por el suelo a un lado lo más rápido que pude para evitar un hachazo descendiente del hombre, viendo como lograba penetrar un poco en el suelo de la taberna. «Tiene más fuerza que yo, fantástico». Había detenido a Rick porque había empezado los problemas antes de que se dieran solos yo, y porque me sentía capaz de derrotar a este sujeto, pero ver el hacha ahí me estaba haciendo preguntarme si eso era cierto.
Sonreí nerviosamente y recogí unos dedos, dejando el del índice y el del medio para apuntar a mi por-ahora jefe, antes de cerrar el puño, haciendo palma-tijeras-piedra, la secuencia de las últimas tres rondas con las que le había ganado a Rick. El exmercenario pareció entender y fue a hacerse cargo del otro par, al final, parecía ser que Tomate Dos no era de Bjorn.
Era mío.
Me erguí, alejándome de él lentamente mientras sacaba mi hacha. El pelirrojo apuntó con su daga al arma cuando al vio; prácticamente sin filo, con quebraduras ligeramente notables en el mismo, puede que oxidada.
—¡Hey! ¡No tengo dinero para una mejor! ¿¡Sí!?
Su respuesta fue un intento de apuñalarme el estómago con la daga.
Puse el hacha horizontalmente, dejando que impactara la punta contra el área más gruesa del hacha, el punto donde había más metal. La daga rebotó feamente, con la punta en un estado menos bonito del que tenía cuando antes de haberme atacado. El hombre frunció el ceño y saltó atrás, lanzando el daga al mismo tiempo que lo hacía. Di unos pasos atrás, subiendo mi propia arma para intentar bloquear, algo innecesariamente porque el tiro, aunque pasó cerca, no iba a darme. Cuando moví los ojos del proyectil adelante ya tenía a la masa de músculos encima, intentando clavarme otro lindo hachazo descendiente en la frente.
—¡Haah! —me resentí del dolor, habiendo esquivado casi por completo el impacto excepto por un pequeño roce que me abrió una cortada en el hombro. Mientras me movía a un lado para esquivarlo, choqué con una mesa, de la que escuché botellas desbalanceándose.
Sin pensarlo giré como parte del mismo movimiento de hacerme a un lado, tomando una con la izquierda y partiéndosela en la cara. La cabeza del hombre se echó atrás por el impacto, antes de volver al frente considerablemente lleno de más cortadas. Y considerablemente más enojado. Al ver la botella quebrada en mi mano la tiré a un lado.
Me rápidamente moví al centro de la taberna cuando intentó aplastarme contra la pared, estar arrinconado con alguien con más rango, por poco que fuese, era mala idea. Al no poder aprisionarme en una esquina simplemente tomó su daga caída. Ahora en un espacio más abierto estaba considerando todo el asunto, parecía ambidiestro. Y por supuesto que era más fuerte, y…
Quizás todo esto había sido mala idea.
Al verlo corriendo hacia mí estiré una pierna, enredando el pie con la pata de una de las mesas para jalarla frente a mí y darle una patada, de forma que se deslizara hacia él. Añadí “y ágil” a la lista mentalmente cuando lo vi saltar sobre la misma, girando como una estúpida sierra humana y partiendo parte de la mesa antes de caer al otro lado, girando ahora de forma horizontal, e intentar cortarme con ambas armas al mismo tiempo. Bloqueé un par de cortes efectivamente mientras retrocedíamos, pero me alcanzaron un par más: uno en la cara, y uno en el pecho.
Cierto, que tampoco llevaba armadura. Salté sobre una silla en cuanto el bastardo se agachó para evitar un corte de mi parte y fue por mis piernas. Una vez de la silla tuve que pasar a saltar a una mesa, viendo como partía la silla en dos de un hachazo bien colocado.
Tenía la mente partida en varios pedazos de consciencia, uno llevando más o menos la cuenta de cuánto habíamos destrozado ya de la taberna, otra buscar un flanco débil o algo que pudiera usar para ganarle—y esa parte no había encontrado nada, definitivamente—, y otra en el puro control motor de mi cuerpo, junto al reflejo, que no era realmente “consciente”.
Tomate Dos dio otro hachazo más hacia mis piernas, está vez a una altura normal para él por estar yo parado en la mesa. Di un pequeño salto atrás, casi no un salto por temer perder el equilibrio en esa situación. El pelirrojo clavo su daga en la mesa, atravesándola hasta el otro lado, y con la mano que sostenía la daga simplemente arrastró la mesa hacia el y a un lado para sacarme totalmente de balance, antes de intentar un tercer hachazo descendiente.
Su hacha partió la mesa en dos donde impacto, antes de que el resto de su brazo, no menos poderoso, quebrase con muchísimo menos elegancia que un corte las áreas que no lo habían sido.
Yo estaba en el aire tras haber saltado hacia atrás, lanzando mi hacha. El pelirrojo reaccionó, apretando los dientes y moviendo a un lado su cabeza. El hacha impactó en su cara, pero no con el filo, resultando más en un golpe desordenado que en un corte. Al caer en el suelo vi al arma lejos una vez esta rodó por el suelo, y al pelirrojo retirándose la sangre de la cara provocada por el botellazo.
Tomé dos sillas y caminé atrás, arrastrándolas para alzar una a la vez y lanzarlas por encima de su cabeza, que por mi puntería terminaron yendo más bien hacia ella. Las apartó como un juguete, de hecho, aprovechando la oportunidad para mofarse de mi fuerza inferior deteniendo una con una mano, y colocándola suavemente en el suelo. Me sonrió, y ladeé la cabeza sonriendo de vuelta, a modo de reconocer su fuerza y habilidad.
Empujó a los lados ambos trozos de la mesa y corrió a mi posición, listo para enterrar su arma ahora que yo no tenía una. Di un paso al frente, dando una patada con la pierna derecha, recubierta con mi fiel golem endurecido en ella. La patada le sacó la daga de la mano mandándola a volar en la dirección que despidió su brazo. El pelirrojo la apretó, ahora sangrante, mientras veía mi pierna, y lo que la recubría, intentando entender que había pasado.
Suavicé el golem, y deje que la masa escalara por mi cuerpo ante la mirada furiosa y confusa del hombre. Cuando estuvo colocado sobre mis brazos busqué la forma de una maza aplanada y abultada solamente en el palmar en el izquierdo y una maza general en el derecho, endureciéndolas. En cuanto el hombre saltó adelante para darme el hachazo, el mismo hachazo descendiente que ya estaba algo cansado de ver, subí el brazo izquierdo, bloqueándolo. La arcilla endurecida no detuvo del todo el impacto del hacha, pero estaba lejos de llegar a mi mano. Le pisé el pie que tenía más adelante y empuje el brazo a un lado, arrancándole el hacha y sacándolo de balance, entonces descendí mi derecha, golpeando sobre su pierna, específicamente la tibia.
El hombre se desplomó junto a un grito desgarrador. En una muestra de ímpetu admirable, intentó levantarse. Énfasis en intentó.
Suavicé al golem, dejando caer la masa caer al suelo como una sola y escuché una risa, volteando a ver a Rick en una mesa, habiendo neutralizado al otro par como si nada. Pasé la mirada por el “campo de batalla”, viendo todo lo que había destrozado. Incluyendo la pierna del hombre.
—¿…Vas a cobrarme esto del salario?
—Sí.
Suspiré, negando con la cabeza.
[…]
Poco después Rick “saco la basura”, como se quiso referir a esos sujetos, y en cuanto se acercó el que tenía que ser el único guardia que se pasaba por estas calles pobres, mintió espectacularmente, tanto que me tuve que alejar por la pena que me causaba oír tantas mentiras. Aproveché y me lleve las manos a las heridas que había recibido durante las peleas, intentando curarlas con mi pobre dominio sobre el arte.
Horas después, estaba sentado en una mesa con Rick. Sin mi túnica. Se la había llevado Layla, una empleada del lugar; muy bonita, sea dicho de paso.
Tenía el hombro y el pecho cubiertos de cintas, porque como había puesto mi amigo "no confió en tu puta luz curadora, se nota que ni zorra idea de que estás haciendo", así que me hizo el favor de vendarme con lo poco que había aprendido en sus días. Estábamos tomando. Agua claro, porque Rick me echó un sermón de todo lo que había ocurrido la noche anterior y este día — no de la pelea, sino de la bebida, así que lo sabio era obedecer. Hablábamos más de sus días de mercenario, porque haberse hecho cargo de ese par se los había traído a la mente. También me estaba cuestionando algunos detalles.
—¿Y por qué cojines es qué te estabas conteniendo? —preguntó, tomando de una botella mientras me veía.
—No me estaba conteniendo —dije, viendo de reojo a su botella—. Era mejor que yo con el hacha, creo.
—Sí, sí. Cualquiera es mejor que tú con el hacha.
—¡Hey!
—Habló de lo de tu cosa —dijo, señalando con la cabeza a la masa animada.
—Oh… eso. En realidad no sabía dónde estaba. Lo deje ahí luego de el último pedido antes de toda esa maraña, y pues no lo veía...
Rick sonrió, ahogándose en el alcohol y pasando a reírse, señalando como pude morir por no acordarme donde había puesto el maldito golem.
Eran cosas que sólo nos pasaba a los animadores. Lo acompañe en su risa, tendría que tener más cuidado la próxima vez. Continuamos hablando un rato más, era pasada la media noche. Con Rick bebiéndose todo el alcohol solo y yo tomando agua como un menor de edad. ¡Agua! ¡Ni siquiera una limonada! — er, con eso, Rick estaba algo tocado, aunque todavía no tenía el cerebro hundido en alcohol. Era muy resistente.
—Entonces… Andy…
«…Me ha llamado Andy».
—¿Hablabas en serio? —dijo, poniéndose cómodo sobre la silla—, lo de, lo de… lo del taller, ya sabes, toda esa mierda —continuó, apuntando al frente con un índice mientras el resto de sus dedos sostenían firmemente lo que era ya la cuarta botella—. No puedo confiar en ti, sabes, hablas mucho tomado. E increíblemente, también lo haces con dolor de cabeza.
Escuché atentamente mientras hablaba, sonriendo cuando mencionó lo de hablar mucho tomado, la ironía. Aún así, no estaba mintiendo. Me lo pensé un buen rato, unos segundos al menos, lo cual era bastante porque no es que pensase muchísimo al hablar.
—No creo… —suspiré—. No siento dar como arcanista. Vi cosas impresivas en Dundarak, he visto muchos puestos en Lunargenta, y allá afuera en el bosque, incluso ahí debe haber alguien mejor. ¿Cuál es el chance, Rick? —pregunté, sonriendo.
Pensar en eso, y en que "no diese" me llevo a la pelea de nuevo. Suspiré un poco, había gastado todo el dinero que tanto me costó sacar irresponsablemente, había intentado ayudar en la taberna de Rick y terminé rompiendo todo, y ahora eso. No tenía basamentos para decir que si, que montaría un negocio. Me levanté de la silla para irme al cuarto a dormir, antes de que viniese a mí eso: el cuarto.
—Rick. Hoy… bueno, ayer… no, hoy. Hoy, cuando me desperté, en… ¿Dónde…? ¿Eso es el sótano donde guardas mercancía? No está en el piso de arriba, como todas las otras habitaciones. Parecía que un dragón de viento pasó por ahí.
—¿Oh? Ese lugar… —sonrió—. Es una vieja parte del edificio que ni le hago caso. Bueno, casi nunca, es de hecho... sagrado, no está disponible para todos —dijo, mientras movía un brazo horizontalmente como si me intentase enseñar el horizonte.
—¿Estás… borracho?
—¡No! —exclamó, antes de darse otro trago—. No aún, digo. ¡No me mires así! Que es sagrado te digo, ahí es donde llevo a la extraña belleza que se pase por este lugar de la ciudad y entre a mi taberna, de todas las que hay, es como un doble milagro. Sagrado.
Al escuchar eso alcé una ceja, y me lleve una mano por reflejo al culo.
—Ya quisieras, muchacho. Primero, no eres una belleza. Segundo, no me llaman los elfos.
—Semielfo.
—Como sea —dijo, descartando la corrección—. Lo que realmente me gusta.. jeje… —se cruzó de brazos, cerrando los ojos mientras se ruborizaba un poco.
Alcé ambas cejas esta vez, sonriendo un poco. Nunca lo había visto sonrojado.
—¿Sí…? —inquirí, recostándose de la mesa.
—Las vampiras, muchacho. Son la onda.
La sonrisa se borro de mi cara al instante.
—¿Vampiras?
—Sí, ¿qué? ¿Algún problema con ellas?
—No, claro que no —negué con la cabeza—. Es que últimamente… es como si estuvieran en todos lados, ya uno me cortó, y en Dundarak, y luego una en Sacrestic me intentó morder…
—Oh sí. Saben como morder. Bestias de la noche, muchacho, se lo tienen bien ganado.
—Pero… ¿no te da miedo, Rick? Quiero decir, con eso de Sacrestic deje que me mordiera, un poquito de sangre a cambió de información. Pero chupo mucho, y da miedo, te podrías quedar sin sangre y—
Me quede callado al ver como Rick hacia un pésimo trabajo en disimular su risa. Específicamente en disimularla, porque estaba partiéndose al otro lado de la mesa, dándole manotazos mientras reía.
—¡” Pero chupo mucho”! —repitió, llevándose las manos al estómago—. ¡Escucha al puto elfo, miedo a qué lo chupen mucho! ¡Ajaja! —hizo un gesto con la mano; ese que hacia cuando mandaba a alguien a volver a trabajar.
Abrí la boca apenado, pero la cerré lentamente al ver que la risa no cesaba. Hablar más sólo terminaría hundiéndome más en estos momentos.
—Uff… —se pasó un dedo por los ojos, quitándose el lagrimeo producido por la risa—. Beber y burlarme de alguien, esto es vida.
—Seguro —dije, algo sarcásticamente, aunque sonriéndole.
Rick me vio la cara, sufriendo un pequeño espasmo más. Parecía que iba a estallar en burla de nuevo en cualquier momento.
—Te vi ojeando hoy a Layla.
—N-No… bueno, sí —admití, mentir sonaba como un arma más que pudiese ser usada en mi contra.
La risa de Rick se ensanchó.
—¿Por qué crees qué se ofreció a limpiar una túnica manchadita de sangre?
—N—abrí los ojos, en realización—, no… no no, nonono, ¡no!
—¡AJAJAJA! ¡JAJAJA! —me apuntó, mientras me daba vuelta negando con la cabeza.
—¡Estas borracho! ¡Sólo vete a dormir!
Después de un rato más de risas y terminar de beberse lo que le quedaba en la botella, Rick se puso de pie, dispuesto a hacerme caso. Cuando golpeó la mesa con la parte inferior de la botella fue apenas que me vine a acordar, por el sonido producido como un… martilleo.
—…Rick… Rick, ¿dónde está Taladrín?
—Oh… —su sonrisa y risa se cortaron, viéndome. Negó con la cabeza—.No... lo siento Anders. Intenté que se quedara con comida, pero no le llamaba la atención y se fue.
Suspiré, en cierto modo me lo esperaba para terminar de añadir la cereza al pastel de cosas que habían ido mal. Quizás no era tanto que no me acordaba como que no había querido aceptarlo hasta estos momentos.
Me despedí de Rick, agradeciéndole por el día y todo ese asunto. Él se fue al piso de arriba, a su habitación en el lugar.
Al llegar al "cuarto sagrado de Rick" me tiré sobre el mueble, que crujió, algo claramente partiéndose adentro. Ni siquiera pude hacerle caso a eso porque era ínfimo comparado a todo lo demás. Mi cabeza, yo mismo no podía dejarme tranquilo, en realidad no quería dormir. No tenía razones para hacerlo. También estaba incómodo en el mueble, me moví, viendo que abajo tenía aquel pequeño tallado con el que había intentado “seducir” a Taladrin. Deje ir otro suspiro y vi el lugar, sabía que... lo que fuese que Rick me diese como pago no iba a cubrir todo lo que había destrozado de ninguna manera, y que tampoco trabajaría al siguiente día allí cuando el verdadero Tomate y el verdadero Bjorn volvieran.
Quise limpiar la habitación al menos. Dejársela más ordenada, aunque no le diera uso, para intentar sentirme útil y que había hecho algo bien. Me puse a acomodar cajas, y la curiosidad me gano a la tercera, al abrir una de ellas encontré varias herramientas: martillos, unos mejores que otros y una sierra algo oxidada. Revisé otra de las cajas, una sierra doblada y oxidada, la tiré suavemente a un lado y abrí otras de las cajas, simplemente clavos de diferentes tamaños, pocos en buen estado.
Agarré uno de los martillo, y cual niño pequeño me puse a jugar con el. Martillando suavemente sobre una tabla. Eventualmente di con un ritmo musical, martillando de una tabla a un trocito de metal, a sacudir una caja llena de clavos. Me estaba divirtiendo. Con algo de mejor ánimo, probé tomar uno de los pedazos de troncos regados por el lugar y cortarlo. Lo arruiné al principio, a los dos primeros hachazos, vamos, pero después empecé a apoyarme en herramientas del lugar: la regla, la sierra, así doblada como estaba, un cincel que encontré en otra caja…
Sí, me estaba divirtiendo.
Miré hacia el tallado sin forma que había hecho en el mueble y sonreí.
Entre ambos hombres iba el culpable de hacer que ellos luciesen bajitos. Una torre de dos metros y quizás una pizca más, con cabello rojo rizado y más descontrolado que el mío. Llevaba un tatuaje en el lado izquierdo de su cara, pasando sobre su ojo. Lucía como una especie de runa, pero… no me resultaba familiar, así que lo dudaba. Iba con un peto de cuero rojo oscuro que descubría sus hombros, mostrándolos cubiertos de cicatrices que se extendían y saludaban a otras más a lo largo de su brazo, sólo desapareciendo al llegar al antebrazo, donde lo cubrían guardas de cuero con una placa metálica encima.
En su rostro se veían pruebas recientes de alguna pelea o conflicto, más que nada una herida abierta, apenas sangrante, sobre su ceja derecha. Incluso sin la herida, su cara no era… ¿simétrica?
Volteé atrás, viendo a Rick, quien les miraba fijamente. Desvió la mirada hacía mí, y guiño el ojo para después señalar con un movimiento su cara. Asentí.
Sonreí, acercándome hacia ellos, y alcé una mano saludando al pelirrojo.
—¡Tomate! —al escucharme Rick volteó con los ojos como platos, y gritó un corto y agudo “¡And!”. Miré hacia atrás para verlo, sonriéndole a él también, antes de volver a mirar al frente—. ¿Magia élfica, supongo? Les faltó curarte aquí —apunté, a donde tenía la herida—, toma asiento, hoy… sólo por hoy, estoy ocupando tu lugar en la taberna. No te preocupes.
El hombre de pelo rojo entrecerró los ojos, y alzó una ceja, volteando a ver al pelinegro.
—Y tú debes ser Bjorn, su novio. Un placer —estiré la mano.
El silencio se hizo en la taberna.
Y luego resonó un fuerte, seco impacto. Específicamente el del pelirrojo en mi pecho, mandándome a volar por todo el medio de la taberna hasta caer al suelo, momento donde quede deslizándome, chocándome contra la barra, aunque ya suavemente por la fricción. Alcé la cabeza algo mareado por el puñetazo, justo cuando ya tenía un rato sintiéndome bien.
—¿¡Qué dragones pensabas, Anders!?
—¿Qué… qué? —sacudí la cabeza, intentando pasar el impacto mientras tomaba la mano de Rick para levantarme—. Me guiñaste el ojo y…
—¡Ese no es Tomate! ¡Y ese no es Bjorn!
—¡Pero la guiñada!
—¿¡Qué entendiste de un guiño!?
—Uhm… pues… er… —subí las manos, haciendo ademanes—. “Oh, mira quienes llegaron. Los tortolos. Deberías ir a saludar, con eso de que estás ocupando el puesto de esos dos, y no quiero que piensen que les busqué reemplazo tan rápido”.
—…
—Si ayuda en algo, ya… ya entendí que no significaba eso.
Rick suspiró, viendo al pelirrojo que no era Tomate avanzar hacia la barra, tomándose su tiempo para sacar el hacha y la daga que portaba en su cinturón, comenzando a afilar un arma con la otra.
—Saben… sólo venía a tomar la maldita bebida… el vino y—
—S-Se nos acaba de acabar —interrumpí, siendo cabalgado un poco por mis nervios. Era la metida de pata más grande que había tenido en el trabajo todo el día, no quería traerle problemas a Rick.
—…la comida —sonrió.
El pelirrojo se quedo mirándome, gracioso. Cualquiera que viera la situación no atribuiría nada de esto a estupidez mía, sino a malicia, y justamente eso estaba él haciendo. Sus compañeros, uno de ellos que en realidad SÍ se llamaba Bjorn, sacaron un hacha cada uno, ambas en no mejor estado que la mía.
Este escenario no me era desconocido. No desde el punto de una pelea, o de ver una pelea en la taberna de Rick. Pero si lo era desde el punto de que yo participase en la pelea. Tomate y Bjorn solían ser quienes se hacían cargo de este tipo de gente.
En cuanto una mesa voló ya sabía que absolutamente todo se había ido al garete, Tomate Dos, como pensaba en él en esos momentos se abalanzó hacía mí, dibujando un largo arco horizontal con el hacha. Agaché la cabeza, esquivando por los pelos. Literalmente, porque vi un par de ellos caer danzar frente a mis ojos a medida que caían. Del mismo impulso que Tomate Dos había ganado del corte de su hacha golpeó con la otra mano al frente, la que sostenía su daga, buscando mi rostro. Intenté agacharme, pero resbalé y terminé cayendo de culo completamente, viendo la daga clavarse unos pocos cm sobre mi cabeza en la barra.
Sabía que Rick venía al rescate, así que moví un brazo enseñándole la palma para detenerlo. Giré por el suelo a un lado lo más rápido que pude para evitar un hachazo descendiente del hombre, viendo como lograba penetrar un poco en el suelo de la taberna. «Tiene más fuerza que yo, fantástico». Había detenido a Rick porque había empezado los problemas antes de que se dieran solos yo, y porque me sentía capaz de derrotar a este sujeto, pero ver el hacha ahí me estaba haciendo preguntarme si eso era cierto.
Sonreí nerviosamente y recogí unos dedos, dejando el del índice y el del medio para apuntar a mi por-ahora jefe, antes de cerrar el puño, haciendo palma-tijeras-piedra, la secuencia de las últimas tres rondas con las que le había ganado a Rick. El exmercenario pareció entender y fue a hacerse cargo del otro par, al final, parecía ser que Tomate Dos no era de Bjorn.
Era mío.
Me erguí, alejándome de él lentamente mientras sacaba mi hacha. El pelirrojo apuntó con su daga al arma cuando al vio; prácticamente sin filo, con quebraduras ligeramente notables en el mismo, puede que oxidada.
—¡Hey! ¡No tengo dinero para una mejor! ¿¡Sí!?
Su respuesta fue un intento de apuñalarme el estómago con la daga.
Puse el hacha horizontalmente, dejando que impactara la punta contra el área más gruesa del hacha, el punto donde había más metal. La daga rebotó feamente, con la punta en un estado menos bonito del que tenía cuando antes de haberme atacado. El hombre frunció el ceño y saltó atrás, lanzando el daga al mismo tiempo que lo hacía. Di unos pasos atrás, subiendo mi propia arma para intentar bloquear, algo innecesariamente porque el tiro, aunque pasó cerca, no iba a darme. Cuando moví los ojos del proyectil adelante ya tenía a la masa de músculos encima, intentando clavarme otro lindo hachazo descendiente en la frente.
—¡Haah! —me resentí del dolor, habiendo esquivado casi por completo el impacto excepto por un pequeño roce que me abrió una cortada en el hombro. Mientras me movía a un lado para esquivarlo, choqué con una mesa, de la que escuché botellas desbalanceándose.
Sin pensarlo giré como parte del mismo movimiento de hacerme a un lado, tomando una con la izquierda y partiéndosela en la cara. La cabeza del hombre se echó atrás por el impacto, antes de volver al frente considerablemente lleno de más cortadas. Y considerablemente más enojado. Al ver la botella quebrada en mi mano la tiré a un lado.
Me rápidamente moví al centro de la taberna cuando intentó aplastarme contra la pared, estar arrinconado con alguien con más rango, por poco que fuese, era mala idea. Al no poder aprisionarme en una esquina simplemente tomó su daga caída. Ahora en un espacio más abierto estaba considerando todo el asunto, parecía ambidiestro. Y por supuesto que era más fuerte, y…
Quizás todo esto había sido mala idea.
Al verlo corriendo hacia mí estiré una pierna, enredando el pie con la pata de una de las mesas para jalarla frente a mí y darle una patada, de forma que se deslizara hacia él. Añadí “y ágil” a la lista mentalmente cuando lo vi saltar sobre la misma, girando como una estúpida sierra humana y partiendo parte de la mesa antes de caer al otro lado, girando ahora de forma horizontal, e intentar cortarme con ambas armas al mismo tiempo. Bloqueé un par de cortes efectivamente mientras retrocedíamos, pero me alcanzaron un par más: uno en la cara, y uno en el pecho.
Cierto, que tampoco llevaba armadura. Salté sobre una silla en cuanto el bastardo se agachó para evitar un corte de mi parte y fue por mis piernas. Una vez de la silla tuve que pasar a saltar a una mesa, viendo como partía la silla en dos de un hachazo bien colocado.
Tenía la mente partida en varios pedazos de consciencia, uno llevando más o menos la cuenta de cuánto habíamos destrozado ya de la taberna, otra buscar un flanco débil o algo que pudiera usar para ganarle—y esa parte no había encontrado nada, definitivamente—, y otra en el puro control motor de mi cuerpo, junto al reflejo, que no era realmente “consciente”.
Tomate Dos dio otro hachazo más hacia mis piernas, está vez a una altura normal para él por estar yo parado en la mesa. Di un pequeño salto atrás, casi no un salto por temer perder el equilibrio en esa situación. El pelirrojo clavo su daga en la mesa, atravesándola hasta el otro lado, y con la mano que sostenía la daga simplemente arrastró la mesa hacia el y a un lado para sacarme totalmente de balance, antes de intentar un tercer hachazo descendiente.
Su hacha partió la mesa en dos donde impacto, antes de que el resto de su brazo, no menos poderoso, quebrase con muchísimo menos elegancia que un corte las áreas que no lo habían sido.
Yo estaba en el aire tras haber saltado hacia atrás, lanzando mi hacha. El pelirrojo reaccionó, apretando los dientes y moviendo a un lado su cabeza. El hacha impactó en su cara, pero no con el filo, resultando más en un golpe desordenado que en un corte. Al caer en el suelo vi al arma lejos una vez esta rodó por el suelo, y al pelirrojo retirándose la sangre de la cara provocada por el botellazo.
Tomé dos sillas y caminé atrás, arrastrándolas para alzar una a la vez y lanzarlas por encima de su cabeza, que por mi puntería terminaron yendo más bien hacia ella. Las apartó como un juguete, de hecho, aprovechando la oportunidad para mofarse de mi fuerza inferior deteniendo una con una mano, y colocándola suavemente en el suelo. Me sonrió, y ladeé la cabeza sonriendo de vuelta, a modo de reconocer su fuerza y habilidad.
Empujó a los lados ambos trozos de la mesa y corrió a mi posición, listo para enterrar su arma ahora que yo no tenía una. Di un paso al frente, dando una patada con la pierna derecha, recubierta con mi fiel golem endurecido en ella. La patada le sacó la daga de la mano mandándola a volar en la dirección que despidió su brazo. El pelirrojo la apretó, ahora sangrante, mientras veía mi pierna, y lo que la recubría, intentando entender que había pasado.
Suavicé el golem, y deje que la masa escalara por mi cuerpo ante la mirada furiosa y confusa del hombre. Cuando estuvo colocado sobre mis brazos busqué la forma de una maza aplanada y abultada solamente en el palmar en el izquierdo y una maza general en el derecho, endureciéndolas. En cuanto el hombre saltó adelante para darme el hachazo, el mismo hachazo descendiente que ya estaba algo cansado de ver, subí el brazo izquierdo, bloqueándolo. La arcilla endurecida no detuvo del todo el impacto del hacha, pero estaba lejos de llegar a mi mano. Le pisé el pie que tenía más adelante y empuje el brazo a un lado, arrancándole el hacha y sacándolo de balance, entonces descendí mi derecha, golpeando sobre su pierna, específicamente la tibia.
El hombre se desplomó junto a un grito desgarrador. En una muestra de ímpetu admirable, intentó levantarse. Énfasis en intentó.
Suavicé al golem, dejando caer la masa caer al suelo como una sola y escuché una risa, volteando a ver a Rick en una mesa, habiendo neutralizado al otro par como si nada. Pasé la mirada por el “campo de batalla”, viendo todo lo que había destrozado. Incluyendo la pierna del hombre.
—¿…Vas a cobrarme esto del salario?
—Sí.
Suspiré, negando con la cabeza.
[…]
Poco después Rick “saco la basura”, como se quiso referir a esos sujetos, y en cuanto se acercó el que tenía que ser el único guardia que se pasaba por estas calles pobres, mintió espectacularmente, tanto que me tuve que alejar por la pena que me causaba oír tantas mentiras. Aproveché y me lleve las manos a las heridas que había recibido durante las peleas, intentando curarlas con mi pobre dominio sobre el arte.
Horas después, estaba sentado en una mesa con Rick. Sin mi túnica. Se la había llevado Layla, una empleada del lugar; muy bonita, sea dicho de paso.
Tenía el hombro y el pecho cubiertos de cintas, porque como había puesto mi amigo "no confió en tu puta luz curadora, se nota que ni zorra idea de que estás haciendo", así que me hizo el favor de vendarme con lo poco que había aprendido en sus días. Estábamos tomando. Agua claro, porque Rick me echó un sermón de todo lo que había ocurrido la noche anterior y este día — no de la pelea, sino de la bebida, así que lo sabio era obedecer. Hablábamos más de sus días de mercenario, porque haberse hecho cargo de ese par se los había traído a la mente. También me estaba cuestionando algunos detalles.
—¿Y por qué cojines es qué te estabas conteniendo? —preguntó, tomando de una botella mientras me veía.
—No me estaba conteniendo —dije, viendo de reojo a su botella—. Era mejor que yo con el hacha, creo.
—Sí, sí. Cualquiera es mejor que tú con el hacha.
—¡Hey!
—Habló de lo de tu cosa —dijo, señalando con la cabeza a la masa animada.
—Oh… eso. En realidad no sabía dónde estaba. Lo deje ahí luego de el último pedido antes de toda esa maraña, y pues no lo veía...
Rick sonrió, ahogándose en el alcohol y pasando a reírse, señalando como pude morir por no acordarme donde había puesto el maldito golem.
Eran cosas que sólo nos pasaba a los animadores. Lo acompañe en su risa, tendría que tener más cuidado la próxima vez. Continuamos hablando un rato más, era pasada la media noche. Con Rick bebiéndose todo el alcohol solo y yo tomando agua como un menor de edad. ¡Agua! ¡Ni siquiera una limonada! — er, con eso, Rick estaba algo tocado, aunque todavía no tenía el cerebro hundido en alcohol. Era muy resistente.
—Entonces… Andy…
«…Me ha llamado Andy».
—¿Hablabas en serio? —dijo, poniéndose cómodo sobre la silla—, lo de, lo de… lo del taller, ya sabes, toda esa mierda —continuó, apuntando al frente con un índice mientras el resto de sus dedos sostenían firmemente lo que era ya la cuarta botella—. No puedo confiar en ti, sabes, hablas mucho tomado. E increíblemente, también lo haces con dolor de cabeza.
Escuché atentamente mientras hablaba, sonriendo cuando mencionó lo de hablar mucho tomado, la ironía. Aún así, no estaba mintiendo. Me lo pensé un buen rato, unos segundos al menos, lo cual era bastante porque no es que pensase muchísimo al hablar.
—No creo… —suspiré—. No siento dar como arcanista. Vi cosas impresivas en Dundarak, he visto muchos puestos en Lunargenta, y allá afuera en el bosque, incluso ahí debe haber alguien mejor. ¿Cuál es el chance, Rick? —pregunté, sonriendo.
Pensar en eso, y en que "no diese" me llevo a la pelea de nuevo. Suspiré un poco, había gastado todo el dinero que tanto me costó sacar irresponsablemente, había intentado ayudar en la taberna de Rick y terminé rompiendo todo, y ahora eso. No tenía basamentos para decir que si, que montaría un negocio. Me levanté de la silla para irme al cuarto a dormir, antes de que viniese a mí eso: el cuarto.
—Rick. Hoy… bueno, ayer… no, hoy. Hoy, cuando me desperté, en… ¿Dónde…? ¿Eso es el sótano donde guardas mercancía? No está en el piso de arriba, como todas las otras habitaciones. Parecía que un dragón de viento pasó por ahí.
—¿Oh? Ese lugar… —sonrió—. Es una vieja parte del edificio que ni le hago caso. Bueno, casi nunca, es de hecho... sagrado, no está disponible para todos —dijo, mientras movía un brazo horizontalmente como si me intentase enseñar el horizonte.
—¿Estás… borracho?
—¡No! —exclamó, antes de darse otro trago—. No aún, digo. ¡No me mires así! Que es sagrado te digo, ahí es donde llevo a la extraña belleza que se pase por este lugar de la ciudad y entre a mi taberna, de todas las que hay, es como un doble milagro. Sagrado.
Al escuchar eso alcé una ceja, y me lleve una mano por reflejo al culo.
—Ya quisieras, muchacho. Primero, no eres una belleza. Segundo, no me llaman los elfos.
—Semielfo.
—Como sea —dijo, descartando la corrección—. Lo que realmente me gusta.. jeje… —se cruzó de brazos, cerrando los ojos mientras se ruborizaba un poco.
Alcé ambas cejas esta vez, sonriendo un poco. Nunca lo había visto sonrojado.
—¿Sí…? —inquirí, recostándose de la mesa.
—Las vampiras, muchacho. Son la onda.
La sonrisa se borro de mi cara al instante.
—¿Vampiras?
—Sí, ¿qué? ¿Algún problema con ellas?
—No, claro que no —negué con la cabeza—. Es que últimamente… es como si estuvieran en todos lados, ya uno me cortó, y en Dundarak, y luego una en Sacrestic me intentó morder…
—Oh sí. Saben como morder. Bestias de la noche, muchacho, se lo tienen bien ganado.
—Pero… ¿no te da miedo, Rick? Quiero decir, con eso de Sacrestic deje que me mordiera, un poquito de sangre a cambió de información. Pero chupo mucho, y da miedo, te podrías quedar sin sangre y—
Me quede callado al ver como Rick hacia un pésimo trabajo en disimular su risa. Específicamente en disimularla, porque estaba partiéndose al otro lado de la mesa, dándole manotazos mientras reía.
—¡” Pero chupo mucho”! —repitió, llevándose las manos al estómago—. ¡Escucha al puto elfo, miedo a qué lo chupen mucho! ¡Ajaja! —hizo un gesto con la mano; ese que hacia cuando mandaba a alguien a volver a trabajar.
Abrí la boca apenado, pero la cerré lentamente al ver que la risa no cesaba. Hablar más sólo terminaría hundiéndome más en estos momentos.
—Uff… —se pasó un dedo por los ojos, quitándose el lagrimeo producido por la risa—. Beber y burlarme de alguien, esto es vida.
—Seguro —dije, algo sarcásticamente, aunque sonriéndole.
Rick me vio la cara, sufriendo un pequeño espasmo más. Parecía que iba a estallar en burla de nuevo en cualquier momento.
—Te vi ojeando hoy a Layla.
—N-No… bueno, sí —admití, mentir sonaba como un arma más que pudiese ser usada en mi contra.
La risa de Rick se ensanchó.
—¿Por qué crees qué se ofreció a limpiar una túnica manchadita de sangre?
—N—abrí los ojos, en realización—, no… no no, nonono, ¡no!
—¡AJAJAJA! ¡JAJAJA! —me apuntó, mientras me daba vuelta negando con la cabeza.
—¡Estas borracho! ¡Sólo vete a dormir!
Después de un rato más de risas y terminar de beberse lo que le quedaba en la botella, Rick se puso de pie, dispuesto a hacerme caso. Cuando golpeó la mesa con la parte inferior de la botella fue apenas que me vine a acordar, por el sonido producido como un… martilleo.
—…Rick… Rick, ¿dónde está Taladrín?
—Oh… —su sonrisa y risa se cortaron, viéndome. Negó con la cabeza—.No... lo siento Anders. Intenté que se quedara con comida, pero no le llamaba la atención y se fue.
Suspiré, en cierto modo me lo esperaba para terminar de añadir la cereza al pastel de cosas que habían ido mal. Quizás no era tanto que no me acordaba como que no había querido aceptarlo hasta estos momentos.
Me despedí de Rick, agradeciéndole por el día y todo ese asunto. Él se fue al piso de arriba, a su habitación en el lugar.
Al llegar al "cuarto sagrado de Rick" me tiré sobre el mueble, que crujió, algo claramente partiéndose adentro. Ni siquiera pude hacerle caso a eso porque era ínfimo comparado a todo lo demás. Mi cabeza, yo mismo no podía dejarme tranquilo, en realidad no quería dormir. No tenía razones para hacerlo. También estaba incómodo en el mueble, me moví, viendo que abajo tenía aquel pequeño tallado con el que había intentado “seducir” a Taladrin. Deje ir otro suspiro y vi el lugar, sabía que... lo que fuese que Rick me diese como pago no iba a cubrir todo lo que había destrozado de ninguna manera, y que tampoco trabajaría al siguiente día allí cuando el verdadero Tomate y el verdadero Bjorn volvieran.
Quise limpiar la habitación al menos. Dejársela más ordenada, aunque no le diera uso, para intentar sentirme útil y que había hecho algo bien. Me puse a acomodar cajas, y la curiosidad me gano a la tercera, al abrir una de ellas encontré varias herramientas: martillos, unos mejores que otros y una sierra algo oxidada. Revisé otra de las cajas, una sierra doblada y oxidada, la tiré suavemente a un lado y abrí otras de las cajas, simplemente clavos de diferentes tamaños, pocos en buen estado.
Agarré uno de los martillo, y cual niño pequeño me puse a jugar con el. Martillando suavemente sobre una tabla. Eventualmente di con un ritmo musical, martillando de una tabla a un trocito de metal, a sacudir una caja llena de clavos. Me estaba divirtiendo. Con algo de mejor ánimo, probé tomar uno de los pedazos de troncos regados por el lugar y cortarlo. Lo arruiné al principio, a los dos primeros hachazos, vamos, pero después empecé a apoyarme en herramientas del lugar: la regla, la sierra, así doblada como estaba, un cincel que encontré en otra caja…
Sí, me estaba divirtiendo.
Miré hacia el tallado sin forma que había hecho en el mueble y sonreí.
Anders
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 278
Nivel de PJ : : 2
Re: El Pájaro Carpintero ~ Origen [Cerrado]
A la mañana siguiente… es decir unas horas después, Rick se despertó, bajando al primer piso de la taberna para encontrarme con un montón de clavos en la boca, bañado de serrín y martillando la mesa que se había destrozado el día anterior, intentando arreglarla. Había cortado los bordes que se habían quebrado de forma horrible y dejado sólo astillas, y había cortado otra tabla más para ajustarla al tamaño de la mesa y compensar el área que había removido. Intentaba pegarlas, pero no encontraba aún el cómo.
—…¿Qué cojines haces, Anders?
—Sigue aquí, Rick —contesté sin voltearme.
—¿Perdón?
Me di vuelta, apuntando con el martillo a la barra. El hueco que había dejado la daga, y la marcha del hachazo del suelo ahora estaban cubiertos. Lejos de perfecto, pero podía argumentarse que el daño estaba ido. También estaba la silla que había sufrido el mismo destino que la mesa, lucía asimétrica, pero estaba de pie. Sobre ella, estaba aquel tallado de madera, con una runa grabada en el, y tres trozos añadidos de madera: dos para dar la impresión de alas, y uno para dar la impresión de un pico.
Tenía que ser el amuleto más burdo de la existencia. Pero era un inicio.
—El Pájaro Carpintero.
—…¿Qué cojines haces, Anders?
—Sigue aquí, Rick —contesté sin voltearme.
—¿Perdón?
Me di vuelta, apuntando con el martillo a la barra. El hueco que había dejado la daga, y la marcha del hachazo del suelo ahora estaban cubiertos. Lejos de perfecto, pero podía argumentarse que el daño estaba ido. También estaba la silla que había sufrido el mismo destino que la mesa, lucía asimétrica, pero estaba de pie. Sobre ella, estaba aquel tallado de madera, con una runa grabada en el, y tres trozos añadidos de madera: dos para dar la impresión de alas, y uno para dar la impresión de un pico.
Tenía que ser el amuleto más burdo de la existencia. Pero era un inicio.
—El Pájaro Carpintero.
Anders
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 278
Nivel de PJ : : 2
Temas similares
» El origen de un cambio [Solitario]
» Wonder [Libre] [Cerrado]
» Donde el sol no llega [cerrado]
» Fin de trayecto [Libre] [2/3] [CERRADO]
» 15 Días y contando. (CERRADO) :)
» Wonder [Libre] [Cerrado]
» Donde el sol no llega [cerrado]
» Fin de trayecto [Libre] [2/3] [CERRADO]
» 15 Días y contando. (CERRADO) :)
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 14:19 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Hoy a las 05:53 por Lukas
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Hoy a las 00:33 por Vincent Calhoun
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Ayer a las 22:49 por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Ayer a las 22:42 por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Dom Nov 10 2024, 00:41 por Sango
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr
» 89. Una compañía hacia el caos [Privado]
Jue Nov 07 2024, 20:51 por Aylizz Wendell