Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
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Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
En el templo de los monos, Akanke tenía el valor de una sacerdotisa. Tras el fallecimiento del último Rey Mono Wakkon Yor, Akanke se convirtió en la mayor figura de autoridad en el templo después del Dios Ra’lios. Los monos la cubrían de toda clase de ofrendas: desde aceites especiales hasta deliciosa comida pasando, como sería de esperar, por los objetos brillantes que tanto gustaban a los simios. Akanke tenía una escolta personal la cual era, a su vez, una sección especial del ejército de los monos llamado los Ro’lisim; guerreros nombrados por Ra’lios y al servicio de sus heraldos en Aerandir.
Tres días a las semanas, el templo recibía la visita de varios hombres del laboratorio 8B. Traían libros e instrumentos de medición que los monos nunca habían visto. A Gabi, un encantador simio con unas grandes ojeras que parecían estar cosidas en su piel, le fascinaban los objetos que los hombres del laboratorio traían. Fue el primer simio del templo en aprender a contar, a leer y a escribir; saberes que, antes de la llegada de Jason Bosne, los monos ignoraban.
Fue Gabi quien propuso a los hombres del laboratorio ofrecer a Akanke el mayor tributo que un hombre bestia pudiera desear. Se arrodilló delante del líder de La Factoría y le besó los pies. Bosne se mantuvo firme en su negación.
—Usted no sabe. Usted no tiene problema — Gabi lloraba a los pies de Jason Bosne. — Usted conoce a los hombres bestia, pero no a las bestias. No sabe cómo nos miran los humanos. A los monos nos dan plátanos, se ríen de los bigotes de los gatos e intentan saltar encima de los caballos. Usted parece un demonio para los hombres. No sabe lo que añoramos ser como ellos. No se lo pido por mí. Yo soy tonto y débil. Se lo pido por nuestra señora Akanke. Ella es inteligente y fuerte. Ella merece ser una mujer.
—No he puesto en funcionamiento los laboratorios para experimentar con nuestros hermanos.
Harambe, un hombre gorila, puso una mano en el hombro de Bosne y repitió su frase dándole otro significado.
—Pusimos en funcionamiento los laboratorios para salvar a las bestias.
Gabi sonrió. ¡Aquello era un sí! Fue al Parque Placentero, un remanso de paz dentro de los dominios templo de los monos creado expresamente para la sacerdotisa Akanke. No le desveló la sorpresa. Lo único que le dijo es que Jason Bosne le había invitado al Laboratorio 8B.
Akanke, cinco Ro’lisim y Gabi se pusieron en marcha. El viaje duró dos días. Durante el trayecto vieron infinidad de casas recién construidas y otras por construir; todas pertenecientes a hombres bestias. Jason Bosne estaba creando una verdadera ciudad en las zonas colindantes al laboratorio. Una ciudad donde las bestias podrían vivir en libertad, aprender con el mismo derecho que un humano en Lunargenta. Gabi señaló cada una de las nuevas casas y saludó con alegría a sus habitantes. Tiembla Lunargenta, pronto La Factoría de Hombres Bestias ocuparía su lugar como la ciudad más grande de Aerandir.
Lo que a Gabi más le impresionó fue el Laboratorio 8B. Quedó maravillado con su tamaño, jamás había visto nada tan grande. Se imaginó que estaba viendo una segunda luna que había caído a Aerandir y clavado la mitad en su tierra.
—¡Es alucinante!
—No puedo creer que mis abuelos fueron creados en ese lugar — dijo Ming Gao, de los Ro’lisim.
—Y yo no puedo creer que estemos en este lugar — contestó Ma Zedong, líder de los Ro’lisim.
La sala principal del Laboratorio 8B estaba decorado de forma similar a la que los monos decoraban el templo durante los rituales al Dios Ra’lios. Antorchas de fuego de colores, banquetes con futras de todas las clases (algunas que Gabi no conocía) y adornos de madre selva recubriendo cada recoveco del lugar. Las luces era la mejor parte. Gabi saltaba de un lado a otro buscando cuál de todas aquellas antorchas era la que más brillaba. Decidió, finalmente, que ninguna de ellas merecía ese honor. El mayor brillo provenía de las máquinas de metal clavadas en las paredes del laboratorio. Gabi se quedó mirando durante largos minutos las ventanas de luces (las pantallas) de las máquinas de metal.
Harambe dio comienzo al ritual. Estaba vestido con un delantal gris, como los que llevaban los herreros en las fraguas. Llevó a Akanke de la mano hasta una balsa de aceite y pintura negra. La cubrió entera del aceite, olía a nueces y avellanas, y le pinto líneas negras en las zonas de su cuerpo que se disponía a cambiar.
—Esto no es justo, ni para ti ni para nadie. No es justo que debamos cambiar para ser aceptados dentro de la sociedad. Pero hay veces que no tenemos otro remedio. Mi hijo falleció porque una gente no quiso ayudarle porque su cuerpo estaba recubierto de pelo negro. Me lo he preguntado muchas veces: ¿habría fallecido si fuera humano en vez de bestia? Las respuestas que di son más crueles de las que te puedas imaginar.
—¿Lo tienes? — Johanna Wheeler, antigua capitana de La Guardia de Lunargenta.
—Caho — respondió Nate Halliman mirando a los ojos de la estúpida cara dibujada en su bastón.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Quiere decir que lo tengo. Caho sirve para decir capturado y sometido de una sola vez. Caho es una buena palabra. Inclúyela en tu direccionarlo.
Nate Halliman acarició la cabeza del bastón como si le estuviera tocando el pelo. Johanna no preguntó qué hacía. Los objetos malditos de Egdecomb escapaban a su comprensión. Decidió que lo más inteligente por su parte era esperar a que el hombre sapo terminase su trabajo. Detrás de ellos se encontraba el ejército que El Hombre Muerto les había cedido para esta campaña; un ejército mucho mayor que cualquier que hubiera capitaneado en Lunargenta. Demostraría a El Hombre Muerto, y sobre todo a sí misma, que estaba a la altura del ejército. Esperar. Eso era lo más inteligente. Esperar a que el Laboratorio explotase y luego buscar entre las cenizas.
Ming Gao comenzó a reír sin motivo. Giraba a su cabeza a todas direcciones pero sin ver nada en particular. Gabi corrió buscando las piernas de Ma Zedong. La risa de Ming Gao era irritante y le asustaba. Ma Zedong cogió su lanza y la apuntó hacia Ming Gao a la vez que con un suave toque con la rodilla apartaba a Gabi para que no saliera herido.
—Puede ser peligroso.
¿Peligroso? Ming Gao era un mono, era un amigo. ¿Cómo un amigo podía ser algo peligroso? Gabi no lo comprendía. Los guerreros de La Factoría y los otros Ro’lisim imitaron a Ma Zedong, cogieron sus armas y las dirigieron hacia Ming Gao. Nadie se atrevía a dar el primer paso.
La risa cambio de voz, de repente se parecía más al croar de una rana.
—¡Es Halliman! — sentenció Jason Bosne. — Se está vengando. No se sentirá cómodo después de nuestra victoria.
¿Quién era Halliman? ¿Qué victoria? ¿De qué se estaba vengando? Eran muchas preguntas y todas asustaban a Gabi.
Ming Gao, sin dejar de reír-croar se estampó contra las máquinas de metal. Su cuerpo quedó repleto de cortes y arañazos, pero a él parecía no impórtale. Clavó sus manos en las falsas ventanas (pantallas) y apretó botones. Subió una descarga como respuesta. Hubo un momento en que debía de estar muerto y, aun así, trasteaba con los botones de las máquinas. Pobre Mao. Gabi se limpió los ojos de lágrimas.
Las descargas se propagaron por las demás máquinas. Hubo unas pocas explosiones, la mayoría se concentraba en la bañera con tapa donde las máquinas experimentaban con Akanke.
—¡Mi señora! — gritó Ma Zedong a la vez que corría hacia Akanke
Un tabique se cayó entre la bañera con tapa de Akanke y el Ro’lisim.
—Tenemos que salir de aquí. Vamos, todos fuera. Estos chismes van a estallar — gritó Ran, soldado de La Factoría.
Harambe, Bosne, Fausto y Amón y apretaban los mismos botones que apretó Ming Gao y subieron y bajaron las palancas de las máquinas. Hacían lo imposible para que el Laboratorio no estallase (con Akanke inconsciente todavía en su interior). A veces lo imposible no era suficiente.
* Bienvenida a los laboratorios donde experimentarán contigo, Akanke: Me pediste un cambio de look en forma de maldición y que además te diese trama con la que jugar más con tu personaje. Esto es lo que se me ocurrió. Como sabrás después de los acontecimientos recientes, El templo de los monos pasó a ser parte de La Factoría de los hombres bestias. Los monos piden al Laboratorio 8B que te concedan una nueva apariencia, más humana y menos bestia (lo que me pediste por mp). La imagen que he subido en el post es una referencia hecha por mí; eres libre de cambiarla si lo deseas. De todas formas, te pasaré por mp la imagen sin editar, esta misma editada y el nombre de la modelo por si deseas quedártela.
Durante el experimento sufres un primer ataque del ejército que se avecina. Halliman utiliza su objeto del 19 para enloquecer a uno de los Ro’lisim y trastear los ordenadores para que exploten. El Laboratorio está en peligro.
En este primer turno deberás describir con todo detalle tu nuevo cuerpo además de ayudar a los hombres bestias que se han quedado en el laboratorio a detener el sabotaje.
Links de interés:
La Factoría de hombres bestias.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Ficha de Jason Bosne [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Ficha de Nate Halliman [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Tres días a las semanas, el templo recibía la visita de varios hombres del laboratorio 8B. Traían libros e instrumentos de medición que los monos nunca habían visto. A Gabi, un encantador simio con unas grandes ojeras que parecían estar cosidas en su piel, le fascinaban los objetos que los hombres del laboratorio traían. Fue el primer simio del templo en aprender a contar, a leer y a escribir; saberes que, antes de la llegada de Jason Bosne, los monos ignoraban.
Fue Gabi quien propuso a los hombres del laboratorio ofrecer a Akanke el mayor tributo que un hombre bestia pudiera desear. Se arrodilló delante del líder de La Factoría y le besó los pies. Bosne se mantuvo firme en su negación.
—Usted no sabe. Usted no tiene problema — Gabi lloraba a los pies de Jason Bosne. — Usted conoce a los hombres bestia, pero no a las bestias. No sabe cómo nos miran los humanos. A los monos nos dan plátanos, se ríen de los bigotes de los gatos e intentan saltar encima de los caballos. Usted parece un demonio para los hombres. No sabe lo que añoramos ser como ellos. No se lo pido por mí. Yo soy tonto y débil. Se lo pido por nuestra señora Akanke. Ella es inteligente y fuerte. Ella merece ser una mujer.
—No he puesto en funcionamiento los laboratorios para experimentar con nuestros hermanos.
Harambe, un hombre gorila, puso una mano en el hombro de Bosne y repitió su frase dándole otro significado.
—Pusimos en funcionamiento los laboratorios para salvar a las bestias.
Gabi sonrió. ¡Aquello era un sí! Fue al Parque Placentero, un remanso de paz dentro de los dominios templo de los monos creado expresamente para la sacerdotisa Akanke. No le desveló la sorpresa. Lo único que le dijo es que Jason Bosne le había invitado al Laboratorio 8B.
Akanke, cinco Ro’lisim y Gabi se pusieron en marcha. El viaje duró dos días. Durante el trayecto vieron infinidad de casas recién construidas y otras por construir; todas pertenecientes a hombres bestias. Jason Bosne estaba creando una verdadera ciudad en las zonas colindantes al laboratorio. Una ciudad donde las bestias podrían vivir en libertad, aprender con el mismo derecho que un humano en Lunargenta. Gabi señaló cada una de las nuevas casas y saludó con alegría a sus habitantes. Tiembla Lunargenta, pronto La Factoría de Hombres Bestias ocuparía su lugar como la ciudad más grande de Aerandir.
Lo que a Gabi más le impresionó fue el Laboratorio 8B. Quedó maravillado con su tamaño, jamás había visto nada tan grande. Se imaginó que estaba viendo una segunda luna que había caído a Aerandir y clavado la mitad en su tierra.
—¡Es alucinante!
—No puedo creer que mis abuelos fueron creados en ese lugar — dijo Ming Gao, de los Ro’lisim.
—Y yo no puedo creer que estemos en este lugar — contestó Ma Zedong, líder de los Ro’lisim.
La sala principal del Laboratorio 8B estaba decorado de forma similar a la que los monos decoraban el templo durante los rituales al Dios Ra’lios. Antorchas de fuego de colores, banquetes con futras de todas las clases (algunas que Gabi no conocía) y adornos de madre selva recubriendo cada recoveco del lugar. Las luces era la mejor parte. Gabi saltaba de un lado a otro buscando cuál de todas aquellas antorchas era la que más brillaba. Decidió, finalmente, que ninguna de ellas merecía ese honor. El mayor brillo provenía de las máquinas de metal clavadas en las paredes del laboratorio. Gabi se quedó mirando durante largos minutos las ventanas de luces (las pantallas) de las máquinas de metal.
Harambe dio comienzo al ritual. Estaba vestido con un delantal gris, como los que llevaban los herreros en las fraguas. Llevó a Akanke de la mano hasta una balsa de aceite y pintura negra. La cubrió entera del aceite, olía a nueces y avellanas, y le pinto líneas negras en las zonas de su cuerpo que se disponía a cambiar.
—Esto no es justo, ni para ti ni para nadie. No es justo que debamos cambiar para ser aceptados dentro de la sociedad. Pero hay veces que no tenemos otro remedio. Mi hijo falleció porque una gente no quiso ayudarle porque su cuerpo estaba recubierto de pelo negro. Me lo he preguntado muchas veces: ¿habría fallecido si fuera humano en vez de bestia? Las respuestas que di son más crueles de las que te puedas imaginar.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | Harambe terminó inclinando su cuerpo al cuello de la centaura y aspirando el aroma de los aceites. Condujo a Akanke a una enorme bañera con tapa y le pidió que se acostase. La bañera se llenó de un líquido transparente que definitivamente no era agua porque se podía respirar a través de él. Las falsas ventanas de las máquinas de metal hablaban en su extraño idioma de caracteres. Gabi no alcanzaba a leer ni una sola palabra de las que conjuraban. —Este es el primer experimento a un hombre bestia después de cien años. — dijo Jason Bosne con su imponente voz — Hoy no estamos creando un esclavo ni nos imponemos a las leyes de Madre la naturaleza. Hoy estamos liberando a una hermana. |
- Gabi y los Ro'lisim:
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—¿Lo tienes? — Johanna Wheeler, antigua capitana de La Guardia de Lunargenta.
—Caho — respondió Nate Halliman mirando a los ojos de la estúpida cara dibujada en su bastón.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Quiere decir que lo tengo. Caho sirve para decir capturado y sometido de una sola vez. Caho es una buena palabra. Inclúyela en tu direccionarlo.
Nate Halliman acarició la cabeza del bastón como si le estuviera tocando el pelo. Johanna no preguntó qué hacía. Los objetos malditos de Egdecomb escapaban a su comprensión. Decidió que lo más inteligente por su parte era esperar a que el hombre sapo terminase su trabajo. Detrás de ellos se encontraba el ejército que El Hombre Muerto les había cedido para esta campaña; un ejército mucho mayor que cualquier que hubiera capitaneado en Lunargenta. Demostraría a El Hombre Muerto, y sobre todo a sí misma, que estaba a la altura del ejército. Esperar. Eso era lo más inteligente. Esperar a que el Laboratorio explotase y luego buscar entre las cenizas.
- Johanna Wheleer:
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Ming Gao comenzó a reír sin motivo. Giraba a su cabeza a todas direcciones pero sin ver nada en particular. Gabi corrió buscando las piernas de Ma Zedong. La risa de Ming Gao era irritante y le asustaba. Ma Zedong cogió su lanza y la apuntó hacia Ming Gao a la vez que con un suave toque con la rodilla apartaba a Gabi para que no saliera herido.
—Puede ser peligroso.
¿Peligroso? Ming Gao era un mono, era un amigo. ¿Cómo un amigo podía ser algo peligroso? Gabi no lo comprendía. Los guerreros de La Factoría y los otros Ro’lisim imitaron a Ma Zedong, cogieron sus armas y las dirigieron hacia Ming Gao. Nadie se atrevía a dar el primer paso.
La risa cambio de voz, de repente se parecía más al croar de una rana.
—¡Es Halliman! — sentenció Jason Bosne. — Se está vengando. No se sentirá cómodo después de nuestra victoria.
¿Quién era Halliman? ¿Qué victoria? ¿De qué se estaba vengando? Eran muchas preguntas y todas asustaban a Gabi.
Ming Gao, sin dejar de reír-croar se estampó contra las máquinas de metal. Su cuerpo quedó repleto de cortes y arañazos, pero a él parecía no impórtale. Clavó sus manos en las falsas ventanas (pantallas) y apretó botones. Subió una descarga como respuesta. Hubo un momento en que debía de estar muerto y, aun así, trasteaba con los botones de las máquinas. Pobre Mao. Gabi se limpió los ojos de lágrimas.
Las descargas se propagaron por las demás máquinas. Hubo unas pocas explosiones, la mayoría se concentraba en la bañera con tapa donde las máquinas experimentaban con Akanke.
—¡Mi señora! — gritó Ma Zedong a la vez que corría hacia Akanke
Un tabique se cayó entre la bañera con tapa de Akanke y el Ro’lisim.
—Tenemos que salir de aquí. Vamos, todos fuera. Estos chismes van a estallar — gritó Ran, soldado de La Factoría.
Harambe, Bosne, Fausto y Amón y apretaban los mismos botones que apretó Ming Gao y subieron y bajaron las palancas de las máquinas. Hacían lo imposible para que el Laboratorio no estallase (con Akanke inconsciente todavía en su interior). A veces lo imposible no era suficiente.
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* Bienvenida a los laboratorios donde experimentarán contigo, Akanke: Me pediste un cambio de look en forma de maldición y que además te diese trama con la que jugar más con tu personaje. Esto es lo que se me ocurrió. Como sabrás después de los acontecimientos recientes, El templo de los monos pasó a ser parte de La Factoría de los hombres bestias. Los monos piden al Laboratorio 8B que te concedan una nueva apariencia, más humana y menos bestia (lo que me pediste por mp). La imagen que he subido en el post es una referencia hecha por mí; eres libre de cambiarla si lo deseas. De todas formas, te pasaré por mp la imagen sin editar, esta misma editada y el nombre de la modelo por si deseas quedártela.
Durante el experimento sufres un primer ataque del ejército que se avecina. Halliman utiliza su objeto del 19 para enloquecer a uno de los Ro’lisim y trastear los ordenadores para que exploten. El Laboratorio está en peligro.
En este primer turno deberás describir con todo detalle tu nuevo cuerpo además de ayudar a los hombres bestias que se han quedado en el laboratorio a detener el sabotaje.
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Última edición por Sigel el Sáb 15 Dic - 10:15, editado 1 vez
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
Los amados monos le habían dicho que le darían un regalo. La llevaban de la mano hacia el Laboratorio 8B y ella sonreía contenta. Le encantaban los regalos, aunque no mucho las sorpresas. Y es que ellos habían sido muy vagos en la explicación del regalo -Es algo muy hermoso, algo que jamás olvidará, Gran Sacerdotisa- repetía Gabi, entusiasmado y feliz por el gran obsequio que le estaban dando a su adorada Akanke.
Mansa, se dejó pintar el cuerpo y meter en aquel enorme tanque que olía tan bien. Sin oponer resistencia, se sumergió en ese baño aromático y relajante. Harambe cerró la tapa del tanque y ella no sentía miedo, podía respirar sumergida en ese líquido y se sintió tan relajada, que bien podía dormir allí. ¿Sería ese el regalo? Un maravilloso baño en un líquido que le hacía sentir un cosquilleo agradable en la piel. Sin embargo, mientras flotaba allí, en ese líquido primario, Akanke se puso a repasar lo que Harambe le había dicho. ¿Cambiar? ¿Aceptados por la sociedad? ¿Qué era "sociedad"? No entendió nada de lo que le había dicho, pero le por alguna extraña razón, sus palabras le causaron un poco de desconfianza respecto de aquel burbujeante baño.
Pero era tan tibio y se sentía tan bien, que ella se dejó caer en un profundo sueño, relajada y confiando en los monos y los hombres de Bosne. Ella se sentía contenta de la llegada de ese grupo a las cercanías del Templo de los Monos, le daban una sensación de seguridad muy grande y a pesar de que usaban los recursos naturales del lugar, lo hacían con respeto hacia la madre tierra. Así que no tenía ningún motivo para desconfiar de ellos y del regalo que le harían.
Excepto cuando todo salió extremadamente mal.
Una fuerte descarga eléctrica sacudió a Akanke y la hizo gritar de dolor. Todo su cuerpo dolía y de la cintura hacia abajo sentía como si la hubiesen metido en el cráter de un volcán. Con desesperación, buscó salir del tanque, ahora sentía que se ahogaba. Ése ya no era un regalo, ¡la querían matar!.
De una patada logró tirar abajo la tapa del tanque y salió, dando alaridos de dolor, llorando desconsolada por la traición de la que había sido víctima. Solo con sus brazos logró impulsarse fuera de aquella tina, ya que no sentía sus patas, sus fuertes y hermosas patas que ahora no estaban. En su lugar, un par de piernas humanas apenas y se movían cuando ella intentaba. A los gritos de dolor ahora se le sumaban aullidos de pánico al ver aquellas piernas sosas y blandas que además, no podía mover.
Ella estaba en pánico y no lograba ver que a su alrededor, todos estaban igual, hasta que Ming Gao cayó encima de ella y comenzó a rasguñarla. Exasperada, Akanke lo tomó por el cuello con una mano y con la otra tomó la muñeca de una de las manos de su amigo mono. Ella no entendía lo que pasaba ni por qué Ming Gao se reía como desquiciado -¡Zedong! ¡Zedong!- llamaba Akanke -¡Ayuda! ¡Zedong!- suplicaba ella. Obediente, el guardia Ro'lisim, corrió a ayudar a su señora, pero no lograba quitarle de encima al maniático mono que ya debería estar muerto.
Viéndose superado por la situación, los gritos de su señora, las máquinas que chisporroteaban y la desesperación con que los hombres de la factoría intentaban arreglarlas, desenvainó su sable y cortó la coronilla cabeza de su amigo, la que rodó a los pies de Akanke. Temblando de pánico, la ahora humana centáuride quedó callada al sentir en sus dedos la carne de su amigo. Levantó la mirada hasta los ojos de Mao Zedong y aunque ya no gritaba, las lágrimas no paraban de correr. Soltó el cuerpo espasmódico de Ming Gao y estiró los brazos para que Mao la abrazara y la ayudara a levantarse -Irse de aquí... por favor... por favor... irse- rogó con apenas un hilo de voz.
Mansa, se dejó pintar el cuerpo y meter en aquel enorme tanque que olía tan bien. Sin oponer resistencia, se sumergió en ese baño aromático y relajante. Harambe cerró la tapa del tanque y ella no sentía miedo, podía respirar sumergida en ese líquido y se sintió tan relajada, que bien podía dormir allí. ¿Sería ese el regalo? Un maravilloso baño en un líquido que le hacía sentir un cosquilleo agradable en la piel. Sin embargo, mientras flotaba allí, en ese líquido primario, Akanke se puso a repasar lo que Harambe le había dicho. ¿Cambiar? ¿Aceptados por la sociedad? ¿Qué era "sociedad"? No entendió nada de lo que le había dicho, pero le por alguna extraña razón, sus palabras le causaron un poco de desconfianza respecto de aquel burbujeante baño.
Pero era tan tibio y se sentía tan bien, que ella se dejó caer en un profundo sueño, relajada y confiando en los monos y los hombres de Bosne. Ella se sentía contenta de la llegada de ese grupo a las cercanías del Templo de los Monos, le daban una sensación de seguridad muy grande y a pesar de que usaban los recursos naturales del lugar, lo hacían con respeto hacia la madre tierra. Así que no tenía ningún motivo para desconfiar de ellos y del regalo que le harían.
Excepto cuando todo salió extremadamente mal.
Una fuerte descarga eléctrica sacudió a Akanke y la hizo gritar de dolor. Todo su cuerpo dolía y de la cintura hacia abajo sentía como si la hubiesen metido en el cráter de un volcán. Con desesperación, buscó salir del tanque, ahora sentía que se ahogaba. Ése ya no era un regalo, ¡la querían matar!.
De una patada logró tirar abajo la tapa del tanque y salió, dando alaridos de dolor, llorando desconsolada por la traición de la que había sido víctima. Solo con sus brazos logró impulsarse fuera de aquella tina, ya que no sentía sus patas, sus fuertes y hermosas patas que ahora no estaban. En su lugar, un par de piernas humanas apenas y se movían cuando ella intentaba. A los gritos de dolor ahora se le sumaban aullidos de pánico al ver aquellas piernas sosas y blandas que además, no podía mover.
Ella estaba en pánico y no lograba ver que a su alrededor, todos estaban igual, hasta que Ming Gao cayó encima de ella y comenzó a rasguñarla. Exasperada, Akanke lo tomó por el cuello con una mano y con la otra tomó la muñeca de una de las manos de su amigo mono. Ella no entendía lo que pasaba ni por qué Ming Gao se reía como desquiciado -¡Zedong! ¡Zedong!- llamaba Akanke -¡Ayuda! ¡Zedong!- suplicaba ella. Obediente, el guardia Ro'lisim, corrió a ayudar a su señora, pero no lograba quitarle de encima al maniático mono que ya debería estar muerto.
Viéndose superado por la situación, los gritos de su señora, las máquinas que chisporroteaban y la desesperación con que los hombres de la factoría intentaban arreglarlas, desenvainó su sable y cortó la coronilla cabeza de su amigo, la que rodó a los pies de Akanke. Temblando de pánico, la ahora humana centáuride quedó callada al sentir en sus dedos la carne de su amigo. Levantó la mirada hasta los ojos de Mao Zedong y aunque ya no gritaba, las lágrimas no paraban de correr. Soltó el cuerpo espasmódico de Ming Gao y estiró los brazos para que Mao la abrazara y la ayudara a levantarse -Irse de aquí... por favor... por favor... irse- rogó con apenas un hilo de voz.
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
Jason Bosne hizo algo por los hombres que hasta el momento nadie había hecho: les ofreció un hogar, uno en el que todos eran iguales y nadie les miraba por encima del hombre. La noticia se extendió por toda Aerandir. Decenas de hombres bestias se unieron a La Factoría y se instalaron en los lindes del laboratorio 8B. En Roilkat, Dingo no se hubiera atrevido a dejar que sus hijos se separasen a más de un palmo de distancia de sus rodillas. Los humanos podrían ser muy crueles con niños perros. En La Factoría era diferente. Los pequeños tenían una larga explayada en la corretear jugar con completa seguridad. Dingo fabrico a sus hijos un arco de madera sin cuerda a cada uno. Jugaban a similar dispararse entre ellos a la vez que daban vueltas por el suelo como si estuvieran esquivando los proyectiles del otro. Dingo aplaudía y reía casi con la misma intensidad que los pequeños. Definitivamente, esto era algo que en Roilkat jamás se vería. Un niño bestia con un arma de juguete sería llevado a prisión por ser potencialmente peligroso y días después ejecutado en la plaza mayor.
— Ya has oído a papá, hay que repetirlo — contestó Rem enseñando la lengua.
— No, no es justo.
— Papá, ¿qué es eso de ahí?
— Estás cambiando de tema porque sabes que estás muerto. Eres un tramposo.
— Papá…
— Silencio, los dos.
Dingo cogió a Rem y Mer de la mano y los pegó a sus piernas como hubieran regresado a Roilkat. Al otro lado de la cordillera, los hombres perro (padre y sus dos hijos) vieron a un ejército de humanos y muertos caminando en profesión hacia el laboratorio 8B. Los niños abrazaron las caderas de su padre. Dingo puso una mano en sus cabezas para tranquilizarlos.
— Tenéis que ser unos niños muy valientes, que yo lo vea. Tenéis que correr a la casa de Bosne y decidle que vienen personas malas desde por el sur. ¿Lo haréis? Decidle que de la alarma a toda la Factoría.
Los niños afirmaron con la cabeza. Dingo los separó de sus brazos y les alentó con la cabeza a que se fueran corriendo.
— No os preocupéis, yo estaré bien — mintió a sus hijos a la vez que desataba de su espalda su arco.
Al frente del ejército de hombres y de muertos se encontraba Johanna Wheeler a lomos de un caballo blanco. Chassie, bruja nigromante aprendiz de Randall Flagg, cabalgaba a su derecha. Johanna se sentía orgullosa al estar liderando un ejército de muertos convocado por una de las alumnas más aventajadas de El Hombre Muerto. La ocasión lo merecía. Al norte, un hombre bestia llamado Jason Bosne con un objeto maldito de Egdecomb estaba reuniendo a un ejército de bestias y experimentando con los viejos juguetes que encontró de la guerra tecnológica. Para hacer frente a las bestias, no había nada mejor que la magia. Chassie era una mujer hecha de magia. Su piel oscura estaba repleta de tatuajes que fluían por su cuerpo como si estuvieran vivos. En el momento que convocó al ejército, recordaba Wheeler, la tinta de los tatuajes brillaban con un tenue resplandor morado a la vez que formaban las figuras de calaveras huesudas. A la izquierda de Johanna Wheeler se encontraba otra pieza fundamental en del ejército: María Saldana, ex-miembro de la guardia de Roilkat. Saldana era una arquera con honores. Pese a su joven había participado y vencido en las muchas más batallas que el resto de su compañía. Christian Bracknell dejó a su cargo a un pequeño grupo de infantería dentro del ejército.
Dos líneas de caballos más atrás se encontraba lord George Byron con su ejército personal. Byron no tenía demasiado aprecio por la filosofía de Randall Flagg, por no decir ninguno; sin embargo, insistió en participar en la batalla y ofrecer su ejército para asegurar sus privilegios. Lord Byron, un hombre con obesidad mórbida, era conocido por tener varias esposas, mujeres bestias que había secuestrado y obligado a que tomaran matrimonio con él. La esclavitud había sido prohibida en Aerandir hacia unos muchos años, pero aun así existían las personas como lord Byron que conseguían esquivar las leyes. Lord Byron consideraba que Jason Bosne era mucho más peligroso de lo que parecía a primera vista. Las bestias podrían seguir su ejemplo y revelarse contra los humanos. Dijo que Lunargenta podría estar en peligro. Johanna, que no era ninguna estúpida, sabía que lo único que peligraba, si era verdad que las bestias se volverían más violentas por seguir el ejemplo de Bosne, sería la polla de lord Byron.
En el cielo volaban la última tanda de Ángeles, cibernéticos creados por APP-Bel con la energía robada del núcleo que los monos guardaban en su templo. Los Ángeles habían sido construidos con ébano, plata y oro. Tenía un el rostro definido de una reina, alas de águila y unas garras que cortaban el metal como si fuera mantequilla. El Hombre Muerto no escatimó en gastos a la hora de llevar parte de su ejército contra Jason Bosne.
La estrella de la partida, el arma secreta con la que las bestias no podrían hacer frente, era un gigante capturado días atrás. Chassie manipuló su mente para que sirviera a la voluntad de El Hombre Muerto. Saldana había bautizado de manera socarrona al gigante como: “Musculoso”.
— Desde aquí veo los encajes de tu ropa interior. Es muy bonita. Si mueres, me quedaré con tus prendas. —dijo Halliman que caminaba debajo del caballo de Johanna Wheeler.
— Si no fueras quien eres para El Maestro, te arrancaría la cabeza de una patada por tu comentario — protestó Wheeler.
— ¡Qué halago! No esperaba que reconocieras que soy un sapo importante.
Johanna Wheeler movió la cabeza como si estuviera diciendo que no para hacer el esfuerzo de ignorar al hombre sapo.
— Ángeles id directos al laboratorio. No os entretengáis con nada. Matad a cualquier hombre bestia que veáis. Lod Byron tomarás la delantera. Tú y tu ejército llevaréis a Musculoso hasta los asentamientos de las bestias. Haced ruido. Obligaremos a que Bosne salga de su escondite para proteger a su pueblo, si es que los Ángeles no le han matado primero. Saldana acomoda la infantería a las colinas. Os encargaréis de matar a las bestias que intenten escapar desde el laboratorio. Chassie vendrás conmigo. Seremos el segundo ataque después del de lord Byron. ¿Todo claro? Es muy importante que todos conozcáis vuestras posiciones. Adelante.
Unas bestias salían del laboratorio 8B huyendo de los puntuales estallidos, otros entraban e intentaban solucionar los problemas causados por la maquinaria.
— ¡Jason Bosne! ¿Dónde está Bosne? —
Quien gritaba era Mort, un hombre carnero de metro y medio que cabalgaba en un híbrido de poni con rayas de tigre y cornamenta de cordero. Detrás de él se encontraba otros hombres bestias de pequeñas estatura montados en la misma bestia.
— Necesito hablar con Bosne, es urgente.
— Estoy aquí, Mort. ¿Qué ocurre?
— Hemos encontrado a estos dos en las zonas de las aldeas, son los hijos de Dingo. La niña se arrastraba hacia aquí a la vez que tiraba de su hermano inconsciente. — Mort presentó a Bosne a un pareja de niños perros. — Adelante, pequeña, di qué has visto. No tengas miedo.
—Malos. Muchos malos. — dijo Mer sollozando. — Papá…. Nosotros nos fuimos corriendo pero…, papá…. Él no quiso correr y…. También dispararon a Rem en el brazo. Le duele tanto que no podía caminar ni hablar. Yo intenté ayudarle y….
— Es suficiente, muchas gracias. Nosotros encontramos a los niños justo a tiempo. Un pequeño grupo de muerto de iban tras de ellos. Pudimos hacerles frente. Según nos contó Mer, no son nada en comparación a todo lo que viene. Debemos tomar las armas, mi señor.
— Dano, Ran, Anubis. Abrid las compuertas de los híbridos más entrenados, serán los primeros en atacar a nuestros enemigos. Akanke, siento involucrarte en esta guerra. Eras nuestra invitada de honor, no queríamos obligarte a empuñar un arma, pero te necesitamos. Reúne al tantas bestias como puedas y llévalas donde Mort recogió a los niños. No quiero ver a un ningún cadáver bien muerto y en suelo. Harambe, en la cúpula del laboratorio hay una campana. Hazla sonar con la mayor fuerza posible. Darás la señal para que las bestias de las proximidades se agrupen en el laboratorio. Tú, Amón, yo y las bestias que acudan a nuestra llamada protegeremos este sitio a garras y dientes.
* Akanke: Ya os escuchado a Bosne. Tu objetivo para este turno será reunir a tantos hombres bestias como puedas en un periodo corto de tiempo (los cuales eres libre de inventarte) e ir con Mort al lugar donde encontró a los niños. Eres la primera línea de defensa de La Factoría. Una vez ahí encuentras a un pequeño ejército de muertos y a un gigante yendo por el camino que lleva a los laboratorios. Deberás detenerlos.
No el objetivo parece sencillo, pero ciertamente, no lo es. Además de relatar las acciones de tu personaje en solitario, ten en cuenta que estás en una guerra y que hay varias personas a tu alrededor. Deberás relatar también cómo combaten tus aliados.
Como puedes imaginar, esto es un aperitivo de todo lo que te avecina en este mastereado. He montado una guerra para ti.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | — ¡Toma, te he disparado en el brazo! — dijo Mer, la niña. — Mentira, no me has llegado a dar. He saltado antes de que me tocase tu flecha. — protestó Rem, el niño. — — Papá lo ha visto. ¿A qué sí papá? — Yo no digo mentiras. Te he dado. Díselo papá. Dile que tú has visto como le mataba con mi flecha. — La verdad es que estaba distraído. ¿Por qué no lo repetís para que lo vea mejor? — ¡De acuerdo! — No es justo, le había dado en el brazo. Rem debería estar muerto. |
— Ya has oído a papá, hay que repetirlo — contestó Rem enseñando la lengua.
— No, no es justo.
— Papá, ¿qué es eso de ahí?
— Estás cambiando de tema porque sabes que estás muerto. Eres un tramposo.
— Papá…
— Silencio, los dos.
Dingo cogió a Rem y Mer de la mano y los pegó a sus piernas como hubieran regresado a Roilkat. Al otro lado de la cordillera, los hombres perro (padre y sus dos hijos) vieron a un ejército de humanos y muertos caminando en profesión hacia el laboratorio 8B. Los niños abrazaron las caderas de su padre. Dingo puso una mano en sus cabezas para tranquilizarlos.
— Tenéis que ser unos niños muy valientes, que yo lo vea. Tenéis que correr a la casa de Bosne y decidle que vienen personas malas desde por el sur. ¿Lo haréis? Decidle que de la alarma a toda la Factoría.
Los niños afirmaron con la cabeza. Dingo los separó de sus brazos y les alentó con la cabeza a que se fueran corriendo.
— No os preocupéis, yo estaré bien — mintió a sus hijos a la vez que desataba de su espalda su arco.
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Al frente del ejército de hombres y de muertos se encontraba Johanna Wheeler a lomos de un caballo blanco. Chassie, bruja nigromante aprendiz de Randall Flagg, cabalgaba a su derecha. Johanna se sentía orgullosa al estar liderando un ejército de muertos convocado por una de las alumnas más aventajadas de El Hombre Muerto. La ocasión lo merecía. Al norte, un hombre bestia llamado Jason Bosne con un objeto maldito de Egdecomb estaba reuniendo a un ejército de bestias y experimentando con los viejos juguetes que encontró de la guerra tecnológica. Para hacer frente a las bestias, no había nada mejor que la magia. Chassie era una mujer hecha de magia. Su piel oscura estaba repleta de tatuajes que fluían por su cuerpo como si estuvieran vivos. En el momento que convocó al ejército, recordaba Wheeler, la tinta de los tatuajes brillaban con un tenue resplandor morado a la vez que formaban las figuras de calaveras huesudas. A la izquierda de Johanna Wheeler se encontraba otra pieza fundamental en del ejército: María Saldana, ex-miembro de la guardia de Roilkat. Saldana era una arquera con honores. Pese a su joven había participado y vencido en las muchas más batallas que el resto de su compañía. Christian Bracknell dejó a su cargo a un pequeño grupo de infantería dentro del ejército.
Dos líneas de caballos más atrás se encontraba lord George Byron con su ejército personal. Byron no tenía demasiado aprecio por la filosofía de Randall Flagg, por no decir ninguno; sin embargo, insistió en participar en la batalla y ofrecer su ejército para asegurar sus privilegios. Lord Byron, un hombre con obesidad mórbida, era conocido por tener varias esposas, mujeres bestias que había secuestrado y obligado a que tomaran matrimonio con él. La esclavitud había sido prohibida en Aerandir hacia unos muchos años, pero aun así existían las personas como lord Byron que conseguían esquivar las leyes. Lord Byron consideraba que Jason Bosne era mucho más peligroso de lo que parecía a primera vista. Las bestias podrían seguir su ejemplo y revelarse contra los humanos. Dijo que Lunargenta podría estar en peligro. Johanna, que no era ninguna estúpida, sabía que lo único que peligraba, si era verdad que las bestias se volverían más violentas por seguir el ejemplo de Bosne, sería la polla de lord Byron.
En el cielo volaban la última tanda de Ángeles, cibernéticos creados por APP-Bel con la energía robada del núcleo que los monos guardaban en su templo. Los Ángeles habían sido construidos con ébano, plata y oro. Tenía un el rostro definido de una reina, alas de águila y unas garras que cortaban el metal como si fuera mantequilla. El Hombre Muerto no escatimó en gastos a la hora de llevar parte de su ejército contra Jason Bosne.
La estrella de la partida, el arma secreta con la que las bestias no podrían hacer frente, era un gigante capturado días atrás. Chassie manipuló su mente para que sirviera a la voluntad de El Hombre Muerto. Saldana había bautizado de manera socarrona al gigante como: “Musculoso”.
— Desde aquí veo los encajes de tu ropa interior. Es muy bonita. Si mueres, me quedaré con tus prendas. —dijo Halliman que caminaba debajo del caballo de Johanna Wheeler.
— Si no fueras quien eres para El Maestro, te arrancaría la cabeza de una patada por tu comentario — protestó Wheeler.
— ¡Qué halago! No esperaba que reconocieras que soy un sapo importante.
Johanna Wheeler movió la cabeza como si estuviera diciendo que no para hacer el esfuerzo de ignorar al hombre sapo.
— Ángeles id directos al laboratorio. No os entretengáis con nada. Matad a cualquier hombre bestia que veáis. Lod Byron tomarás la delantera. Tú y tu ejército llevaréis a Musculoso hasta los asentamientos de las bestias. Haced ruido. Obligaremos a que Bosne salga de su escondite para proteger a su pueblo, si es que los Ángeles no le han matado primero. Saldana acomoda la infantería a las colinas. Os encargaréis de matar a las bestias que intenten escapar desde el laboratorio. Chassie vendrás conmigo. Seremos el segundo ataque después del de lord Byron. ¿Todo claro? Es muy importante que todos conozcáis vuestras posiciones. Adelante.
- Enemigos:
- María Saldana:
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Lord Byron:
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Nigromante Chassie
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Los Ángeles
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Unas bestias salían del laboratorio 8B huyendo de los puntuales estallidos, otros entraban e intentaban solucionar los problemas causados por la maquinaria.
— ¡Jason Bosne! ¿Dónde está Bosne? —
Quien gritaba era Mort, un hombre carnero de metro y medio que cabalgaba en un híbrido de poni con rayas de tigre y cornamenta de cordero. Detrás de él se encontraba otros hombres bestias de pequeñas estatura montados en la misma bestia.
— Necesito hablar con Bosne, es urgente.
— Estoy aquí, Mort. ¿Qué ocurre?
— Hemos encontrado a estos dos en las zonas de las aldeas, son los hijos de Dingo. La niña se arrastraba hacia aquí a la vez que tiraba de su hermano inconsciente. — Mort presentó a Bosne a un pareja de niños perros. — Adelante, pequeña, di qué has visto. No tengas miedo.
—Malos. Muchos malos. — dijo Mer sollozando. — Papá…. Nosotros nos fuimos corriendo pero…, papá…. Él no quiso correr y…. También dispararon a Rem en el brazo. Le duele tanto que no podía caminar ni hablar. Yo intenté ayudarle y….
— Es suficiente, muchas gracias. Nosotros encontramos a los niños justo a tiempo. Un pequeño grupo de muerto de iban tras de ellos. Pudimos hacerles frente. Según nos contó Mer, no son nada en comparación a todo lo que viene. Debemos tomar las armas, mi señor.
— Dano, Ran, Anubis. Abrid las compuertas de los híbridos más entrenados, serán los primeros en atacar a nuestros enemigos. Akanke, siento involucrarte en esta guerra. Eras nuestra invitada de honor, no queríamos obligarte a empuñar un arma, pero te necesitamos. Reúne al tantas bestias como puedas y llévalas donde Mort recogió a los niños. No quiero ver a un ningún cadáver bien muerto y en suelo. Harambe, en la cúpula del laboratorio hay una campana. Hazla sonar con la mayor fuerza posible. Darás la señal para que las bestias de las proximidades se agrupen en el laboratorio. Tú, Amón, yo y las bestias que acudan a nuestra llamada protegeremos este sitio a garras y dientes.
- Mort:
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[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | Mort llevó a Akanke y a las otras bestias al lugar donde vio a los niños. Los cadáveres que había conseguido tumbar se habían levantado de nuevo y duplicado en número. Un monstruo de un solo ojo, tan grande como los edificios de Lunargenta, caminaba entre el ejército enemigo. — ¡Por mi barba, eso es un gigante! Por encima de las cabezas de las bestias, unas figuras aladas sin identificar volaban hacia el laboratorio 8B. |
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* Akanke: Ya os escuchado a Bosne. Tu objetivo para este turno será reunir a tantos hombres bestias como puedas en un periodo corto de tiempo (los cuales eres libre de inventarte) e ir con Mort al lugar donde encontró a los niños. Eres la primera línea de defensa de La Factoría. Una vez ahí encuentras a un pequeño ejército de muertos y a un gigante yendo por el camino que lleva a los laboratorios. Deberás detenerlos.
No el objetivo parece sencillo, pero ciertamente, no lo es. Además de relatar las acciones de tu personaje en solitario, ten en cuenta que estás en una guerra y que hay varias personas a tu alrededor. Deberás relatar también cómo combaten tus aliados.
Como puedes imaginar, esto es un aperitivo de todo lo que te avecina en este mastereado. He montado una guerra para ti.
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
Akanke apenas se podía sostener en sus dos nuevas patas, no eran para nada cómodas y cada paso le dolía como si clavaran millones de pequeñas agujas en las piernas, desde la cadera hasta la planta de los pies. No sabía cómo usarlas y este tipo pretendía que ella liderada la primera línea de defensa -¿Tú loco? ¡Tú loco!- le gritaba la mujer al león, gesticulando con los brazos, señalando la cabeza de él y mostrando luego su cuarto inferior. -Esto no regalo, esto maldición- sollozó, negando con la cabeza.
Gabi miraba a su señora, el caos a su alrededor, el cuerpo decapitado de su amigo, y lloraba angustiado en un rincón. Los Ro'lisim rodeaban a su señora, empuñando sus lanzas mientras Mao hacía las veces de apoyo para Akanke, quien estaba enojada, asustada y desvalida en aquel horrible momento de confusión. La centáuride resopló y miró para el cielo, luego bajó la mirada y buscó los rostros de sus hombres, los cuatro que quedaban eran fieros guerreros y ella los amaba y confiaba en ellos tanto que daría su vida por ellos. Ahora estaban en peligro, ellos, los demás monos y su bosque. Sí, tenía que protegerlos.
-¡Gabi!- llamó al pequeño que estaba tan fuera de si, que le costó varios llamados hacerlo reaccionar -Llevar niños perro contigo, cuidarlos, sanarlos, ¡esconderse bien!- ordenó y extendió su brazo hacia su báculo, el cual uno de los Ro'lisim le pasó. -Esa tu orden mía- afirmó al pequeño, que asentía frenéticamente mientras echaba a Rem sobre su hombro y tomaba la mano de Mer para llevárselos de allí. -¡Esconderse bien!- gritó fuerte al verlo irse y perderse con los niños.
Soltó a Mao y se enderezó, sobreponiéndose a su sufrimiento. Aquello dolió como si sus piernas estuvieran metidas en una hoguera, pero podía ignorarlo, no era momento de ser débil. El primer paso trastabilló y casi se fue de bruces al suelo, de no ser por sus Ro'lisim que la agarraron a tiempo. El segundo paso fue más firme, el tercero ya no se tambaleaba y el cuarto fue con fuerza. De a poco el equilibrio volvía y la fuerza de sus cuatro patas la sentía concentrada en dos.
Con el quinto paso comenzó a correr fuera del laboratorio, siguiendo a Mort que la llevaba al lugar donde había encontrado a los cachorros. Por un rato pudo seguir con la mirada a Anubis, Dano y Ran, que corrían hacia las jaulas de los híbridos, fuera del laboratorio. Supo que lograron liberar a los alados, porque pronto los vio volar sobre su cabeza, derecho hacia la batalla, chocando con las bestias aladas que veían a invadirlos.
Akanke frenó en seco, junto a Mort, sus hombres y los Ro'lisim, al encontrar el gran grupo de muertos vivientes y al gigante de un solo ojo. -Señora, son muchos- señaló Mao. Akanke supo los ojos en blanco, aquello era obvio. -La cabeza cortar- dijo, levantando su báculo para señalar a los muertos vivientes que se acercaban lento pero con paso firme hacia ellos, rodeando al gigante que rugía, amedrentando a los hombres de Mort. -¡Ni un paso atrás!- gritó el pequeño hombre bestia -¡Defenderemos nuestro hogar! ¡No permitiremos que nos roben nuestro paraíso!- exclamó, dando vuelta su montura para dar frente a sus hombres -¡No huiremos! ¡Lucharemos! ¡Daremos nuestras vidas por defender nuestro hogar! ¡Es nuestro! ¡No nos lo quitarán! ¡No nos desaparecerán! ¡Miren lo que nos mandan! ¡Gigantes! ¡Muertos vivientes! ¡Bestias aladas que brillan como el sol! ¡Nos mandan lo más duro! ¡Lo más difícil de vencer! ¿Saben por qué? ¡Porque somos los más fuertes! ¡Porque nos temen! ¡Porque saben que no nos rendiremos! ¡Hombres míos! Lo que les pido es mucho, ¡lo sé! Pero nuestra lucha lo vale. ¿A dónde iremos si los dejamos? ¿Cómo viviremos si huimos? ¿Con qué honor? ¿Con qué dignidad? Por eso, mis buenos amigos, ¡A cortar cabezas!- vociferó, arengando a sus hombres, animándolos a pelear.
-Mao- dijo en voz baja Akanke a su hombre -Ir por los monos- susurró, mientras los pequeños hombres bestia saltaban y chillaban con las palabras de su líder. Mao asintió y salió corriendo hacia el bosque. Los otros tres Ro'lisim se cuadraron a los costados de Akanke y empuñaron sus armas -Cortar cabezas- dijo -Y luego bananas- sonrió, transmitiendo calma a sus hombres.
Los muertos vivientes avanzaban abriendo camino al gigante, quien completaba la caravana segadora que era la punta de flecha del ataque de los hombres de Randall Flagg. Mort y sus hombres se lanzaron de cabeza contra ellos, fieros y valientes, cortando cabezas como les habían dicho. Y si no lograban decapitar a los no muertos, cortar sus extremidades servía. Vamos, que lo importante era detenerlos. -Nos serviría mucho un dragón de fuego- pensaba Uli, una de las mujeres conejo-cabra, a quien su hacha de guerra se le había quedado encajada en el cráneo de uno de los zombies, que aún tiraba manotazos para agarrarla.
Akanke y sus hombres, más altos que los otros guerreros de su bando, la tenían más fácil para alcanzar las cabezas de los muertos vivos contra los que luchaban, pero esos no eran su objetivo. -¡Mort! ¡Flecha!- gritó Akanke a su aliado y señaló al gigante. Ya varios de los pequeños orejones habían llegado a los pies del coloso, pero parecían pulgas que saltaban a su alrededor, esquivando los masivos pies que intentaban aplastarlos. ¡Si tan solo tuviese sus cuatro patas! Iría en carrera y comenzaría a ensartar lanzas en esas horribles piernas que parecían troncos. -¡No es como si me sobraran hombres, mujer!- le respondió afanado.
De los pequeños hombres de Mort que atacaban al gigante, dos habían sucumbido bajo sus pies y enorme mazo. Los Ro'lisim lograron pasar el cerco de no muertos y saltaron sobre él, escalando en la colosal bestia como si de un árbol se tratara. Pues los monos eran rápidos y ágiles, el gigante era lento y torpe. Corriendo con todas las fuerzas que sus nuevas piernas tenían, Akanke llegó a los pies del enorme ser e intentaba clavar el extremo en punta de su báculo en el talón de aquiles de aquel animal. Si lograban hacerlo caer, sería el fin del gigante.
Los hombres mono hacían enfurecer al gigante que se golpeaba a si mismo, intentando darle a los molestos bestiales que clavaban sus falcatas en su duro cuero. Algunos hombres de Mort habrían logrado liberarse de los no muertos y lanzaban sus flechas que se clavaban en el coloso, que ahora parecía alfiletero; con una mano trataba de sacarse a los monos y con la otra de protegerse de las flechas. Sus rugidos alternaban entre atemorizantes y lastimeros.
De repente, Mort apareció con una soga y tiró un extremo a Akanke, quien la atrapó en el aire. La centáuride levantó la mirada y cruzó sus ojos con los del conejo/cabra y entendió de inmediato la idea. Corrió ella al rededor de las piernas del gigante y Mort también, pero hacia el otro lado, envolviéndolas con la cuerda. Apenas intentó dar un paso, el coloso trastabilló. -¡QUITAOS TODOS! ¡A UN LADO! ¡QUITAOS!- gritó Mort a sus hombres. Los Ro'lisim saltaron abajo del gigante, lejos de este. Los pequeños conejos/cabra dejaron de luchar y se apartaron raudos del lugar de caída del enorme ser. Entre un rugido atronador, el coloso cayó de frente al suelo, aplastando al grueso del ejército de no muertos.
Gabi miraba a su señora, el caos a su alrededor, el cuerpo decapitado de su amigo, y lloraba angustiado en un rincón. Los Ro'lisim rodeaban a su señora, empuñando sus lanzas mientras Mao hacía las veces de apoyo para Akanke, quien estaba enojada, asustada y desvalida en aquel horrible momento de confusión. La centáuride resopló y miró para el cielo, luego bajó la mirada y buscó los rostros de sus hombres, los cuatro que quedaban eran fieros guerreros y ella los amaba y confiaba en ellos tanto que daría su vida por ellos. Ahora estaban en peligro, ellos, los demás monos y su bosque. Sí, tenía que protegerlos.
-¡Gabi!- llamó al pequeño que estaba tan fuera de si, que le costó varios llamados hacerlo reaccionar -Llevar niños perro contigo, cuidarlos, sanarlos, ¡esconderse bien!- ordenó y extendió su brazo hacia su báculo, el cual uno de los Ro'lisim le pasó. -Esa tu orden mía- afirmó al pequeño, que asentía frenéticamente mientras echaba a Rem sobre su hombro y tomaba la mano de Mer para llevárselos de allí. -¡Esconderse bien!- gritó fuerte al verlo irse y perderse con los niños.
Soltó a Mao y se enderezó, sobreponiéndose a su sufrimiento. Aquello dolió como si sus piernas estuvieran metidas en una hoguera, pero podía ignorarlo, no era momento de ser débil. El primer paso trastabilló y casi se fue de bruces al suelo, de no ser por sus Ro'lisim que la agarraron a tiempo. El segundo paso fue más firme, el tercero ya no se tambaleaba y el cuarto fue con fuerza. De a poco el equilibrio volvía y la fuerza de sus cuatro patas la sentía concentrada en dos.
Con el quinto paso comenzó a correr fuera del laboratorio, siguiendo a Mort que la llevaba al lugar donde había encontrado a los cachorros. Por un rato pudo seguir con la mirada a Anubis, Dano y Ran, que corrían hacia las jaulas de los híbridos, fuera del laboratorio. Supo que lograron liberar a los alados, porque pronto los vio volar sobre su cabeza, derecho hacia la batalla, chocando con las bestias aladas que veían a invadirlos.
Akanke frenó en seco, junto a Mort, sus hombres y los Ro'lisim, al encontrar el gran grupo de muertos vivientes y al gigante de un solo ojo. -Señora, son muchos- señaló Mao. Akanke supo los ojos en blanco, aquello era obvio. -La cabeza cortar- dijo, levantando su báculo para señalar a los muertos vivientes que se acercaban lento pero con paso firme hacia ellos, rodeando al gigante que rugía, amedrentando a los hombres de Mort. -¡Ni un paso atrás!- gritó el pequeño hombre bestia -¡Defenderemos nuestro hogar! ¡No permitiremos que nos roben nuestro paraíso!- exclamó, dando vuelta su montura para dar frente a sus hombres -¡No huiremos! ¡Lucharemos! ¡Daremos nuestras vidas por defender nuestro hogar! ¡Es nuestro! ¡No nos lo quitarán! ¡No nos desaparecerán! ¡Miren lo que nos mandan! ¡Gigantes! ¡Muertos vivientes! ¡Bestias aladas que brillan como el sol! ¡Nos mandan lo más duro! ¡Lo más difícil de vencer! ¿Saben por qué? ¡Porque somos los más fuertes! ¡Porque nos temen! ¡Porque saben que no nos rendiremos! ¡Hombres míos! Lo que les pido es mucho, ¡lo sé! Pero nuestra lucha lo vale. ¿A dónde iremos si los dejamos? ¿Cómo viviremos si huimos? ¿Con qué honor? ¿Con qué dignidad? Por eso, mis buenos amigos, ¡A cortar cabezas!- vociferó, arengando a sus hombres, animándolos a pelear.
-Mao- dijo en voz baja Akanke a su hombre -Ir por los monos- susurró, mientras los pequeños hombres bestia saltaban y chillaban con las palabras de su líder. Mao asintió y salió corriendo hacia el bosque. Los otros tres Ro'lisim se cuadraron a los costados de Akanke y empuñaron sus armas -Cortar cabezas- dijo -Y luego bananas- sonrió, transmitiendo calma a sus hombres.
Los muertos vivientes avanzaban abriendo camino al gigante, quien completaba la caravana segadora que era la punta de flecha del ataque de los hombres de Randall Flagg. Mort y sus hombres se lanzaron de cabeza contra ellos, fieros y valientes, cortando cabezas como les habían dicho. Y si no lograban decapitar a los no muertos, cortar sus extremidades servía. Vamos, que lo importante era detenerlos. -Nos serviría mucho un dragón de fuego- pensaba Uli, una de las mujeres conejo-cabra, a quien su hacha de guerra se le había quedado encajada en el cráneo de uno de los zombies, que aún tiraba manotazos para agarrarla.
Akanke y sus hombres, más altos que los otros guerreros de su bando, la tenían más fácil para alcanzar las cabezas de los muertos vivos contra los que luchaban, pero esos no eran su objetivo. -¡Mort! ¡Flecha!- gritó Akanke a su aliado y señaló al gigante. Ya varios de los pequeños orejones habían llegado a los pies del coloso, pero parecían pulgas que saltaban a su alrededor, esquivando los masivos pies que intentaban aplastarlos. ¡Si tan solo tuviese sus cuatro patas! Iría en carrera y comenzaría a ensartar lanzas en esas horribles piernas que parecían troncos. -¡No es como si me sobraran hombres, mujer!- le respondió afanado.
De los pequeños hombres de Mort que atacaban al gigante, dos habían sucumbido bajo sus pies y enorme mazo. Los Ro'lisim lograron pasar el cerco de no muertos y saltaron sobre él, escalando en la colosal bestia como si de un árbol se tratara. Pues los monos eran rápidos y ágiles, el gigante era lento y torpe. Corriendo con todas las fuerzas que sus nuevas piernas tenían, Akanke llegó a los pies del enorme ser e intentaba clavar el extremo en punta de su báculo en el talón de aquiles de aquel animal. Si lograban hacerlo caer, sería el fin del gigante.
Los hombres mono hacían enfurecer al gigante que se golpeaba a si mismo, intentando darle a los molestos bestiales que clavaban sus falcatas en su duro cuero. Algunos hombres de Mort habrían logrado liberarse de los no muertos y lanzaban sus flechas que se clavaban en el coloso, que ahora parecía alfiletero; con una mano trataba de sacarse a los monos y con la otra de protegerse de las flechas. Sus rugidos alternaban entre atemorizantes y lastimeros.
De repente, Mort apareció con una soga y tiró un extremo a Akanke, quien la atrapó en el aire. La centáuride levantó la mirada y cruzó sus ojos con los del conejo/cabra y entendió de inmediato la idea. Corrió ella al rededor de las piernas del gigante y Mort también, pero hacia el otro lado, envolviéndolas con la cuerda. Apenas intentó dar un paso, el coloso trastabilló. -¡QUITAOS TODOS! ¡A UN LADO! ¡QUITAOS!- gritó Mort a sus hombres. Los Ro'lisim saltaron abajo del gigante, lejos de este. Los pequeños conejos/cabra dejaron de luchar y se apartaron raudos del lugar de caída del enorme ser. Entre un rugido atronador, el coloso cayó de frente al suelo, aplastando al grueso del ejército de no muertos.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
Durante un segundo, los hombres bestias se miraron las caras. Mort podía ver en sus miradas lo que sentían sus hombres: miedo, sorpresa y jactancia tras su primera pequeña victoria. Era lo mismo que él sentía. El ruido que hizo el gigante al caer al suelo era el de una montaña al desplomarse. Hecho esto, quedaba apartarse del cadáver y mirar al otro lado. El ejército de humanos avanzaba al laboratorio. Eran muchos, superaban por cinco el número de hombres bestias. Morr sintió cómo su corazón se comprimía del miedo al mismo tiempo que su pecho se alzaba valeroso. ¡Qué vengan, los mataré a todos! No lo grites tan alto no vaya a ser que te oigan y vayan a matarte a ti primero, idiota. ¡Qué vengan! Levanta más la voz que tus amigos no te han oído y necesitan tu coraje. Meditó en silencio que decir. Contempló las caras de sus aliados: los hombres y mujeres de su ejército, los monos Ro’lisim y a Akanke. Engulló la saliva y la sangre que se la acumulaba en la boca. Aunque llamase a la mala fortuna con sus palabras, merecía la pena gritarlas a viva voz.
—¡LOS MATAREMOS, A CADA UNO DE ELLO! ¡LOS MATAREMOS A TODOS! — levantó su maza y su escudo haciéndolos entre chocar en el aire. Sus hombres lo imitaron y los monos gimieron con la boca abierta en posición de amenaza. — ¡LOS MATAREMOS!
El suelo empezó a temblar. En lo alto de un montículo, una mujer de tez oscura hacia vibrar un collar de huesos a la vez que oraba sus plegares al cielo y a la tierra. ¡Una bruja! Mort se giró hacia ella. Se colocó en posición de defensa. Poco sabía de hechizos y encantamientos, lo justo para saber que son peligrosos y había que tener cuidado de ellos.
—¡PRESTAD ATENCIÓN!
El suelo alrededor del cadáver del gigante comenzó a temblar.
Desde el suelo no podía examinar quiénes les estaban atacando. Parecían gárgolas, pero también hombres y su tacto era el de una templada espada. Harambe se subió a lo alto de la cúpula del laboratorio. Su ser racional le decía que bajase al suelo, que no merecía la pena dar su vida por la ciencia. El animal, impetuoso e irracional, le ordenaba que saltase. Colocó sus pies en una posición segura, se apoyó con sus dos manos de gorila para tomar impulso y saltó encima de los hombres alados de metal. Cruzó las piernas para sujetarse del torso del enemigo. La mano derecha la puso sobre la cabeza del hombre de metal para dirigir su vuelo como si fuera un caballo; con la izquierda daba repetidas palmadas a su lateral para desahogar su enfado.
—¿Me vas a decir quién o qué eres o me obligarás a estamparte contra el suelo? — no hubo respuesta. — Recuerda que ha sido tú decisión, no la mía.
Harambe cumplió su promesa. Un momento antes de hacer colisionar al hombre de metal contra el suelo, saltó de su lomo y se agarró, usando los dedos de los pies como manos, de un árbol cercano. Muerto el perro se acabó la rabia y muerto el cibernético, empieza la ciencia. Descendió hacia el cadáver que había dejado. A base de puñetazos y repetidos golpes que combinaba con las manos y las piedras de su alrededor, consiguió abrir la armadura del hombre de metal. Observó al humano que fue antes del cibernético, lo examinó con las manos palpando con cuidado cada miembro de su cuerpo. Todas sus cicatrices eran recientes: aquellas que venían del ataque de Harambe y las que sufrió en su transformación a cibernético. Resultado de la autopsia: a este cibernético lo crearon con el propósito de asesinar a los hombres bestias de La Factoría.
Fue a comunicar sus descubrimientos a Jason Bosne y Amón. Ambos se encontraban en el interior del laboratorio, protegiendo los tesoros del laboratorio, la vieja tecnología que los humanos terrestres dejaron abandonada. Bosne dio un sorbo al líquido de su frasco con el no-nato cambiante. Pequeños ojos, como los de un insecto, brotaron alrededor de los suyos propios. Ofreció beber a Amón y a Harambe. El gorila se negó, pero agradeció su amabilidad. Los objetos malditos de Egdecomb le causaban pavor. Pronto, Amón poseía los mismos ojos de insecto que Bosne.
—Esto nos permitirá ver todo lo que sucede a nuestro alrededor y leer varios libros al mismo tiempo. — explicó Bosne. — Esta vez, no quiero ninguna sorpresa. Solo nosotros tres. Sin trucos ni cara sonrientes.
Bosne y Amón marcaron el paso, Harambe los seguía de cerca. Llegaron a la parte superior del laboratorio 8B. Tres dragones, en su forma humana, estaban atados con grilletes en tres camas de hierro. Dormían tan plácidamente que parecían estar muertos. Amón tomó dos viejos pergaminos de los humanos terrestres, los leyó a la vez con sus muchos ojos. Bosne repasaba los instrumentos de esa parte del laboratorio, por suerte habían quedado intactos del estallido.
—Márcales con tus runas — ordenó Bosne a Harambe señalando a los dragones. — Con un par de brazos adicional irías más rápido — golpeó con dos dedos el colgante con el frasco del no-nato.
—Prefiero precisión a velocidad — contestó Harambe amablemente.
Tres crímenes. Tres dragones de Dundarak desaparecido en tres días diferentes. Dundarak no era una ciudad tan cándida como algunos se imaginan. Había muertes a diario, y sí, los dragones podían llegar a desaparecer. Lo extraordinario del asunto y el motivo por el cual se inicio la investigación fue que uno de estos dragones era el barón Cimtila Wamba. Los dragones de familias humildes podían morir, los Wamba no. Se inició una investigación al respecto. Se descubrió que otros dos dragones desaparecieron en las mismas condiciones. Todas las pistas que se encontraron señalaban a un levantamiento de hombres bestias situado en la parte noroeste del bosque oeste y un nombre: Jason Bosne.
Un grupo de once dragones se unieron a tomar sus justas medidas. Su objetivo era capturar a Jason Bosne. Vivo, al poder ser. Así daría las explicaciones de qué había hecho con los dragones que secuestró.
—Mis niños…— Dingo hablaba en voz tan baja que nadie le podía escuchar — Rem, Mer…, mis niños...
Dingo apoyado con la espalda contra la pared. Tenía una sería herida en la costado del estómago. Una flecha enemiga (o quizás amiga, no pudo distinguirlo), le alcanzó de mala manera. Había partido el astil de la flecha, pero la punta, y parte de la madera, quedaba todavía dentro de su cuerpo. Tenía mucho frío. Dejó de sentir el brazo derecho, el que estaba sobre encima de la herida. Las piernas le respondían de forma esporádica. A veces se quedaban tan blancas como su brazo derecho y otras se quedaban en tensión y pateaban al aire sin que pudiera hacer nada por evitarlo. El mismo movimiento que hacen los nervios en tensión de un animal muerto. Como el cuello de una gallina decapitada o como las piernas de un conejo desollado.
Desde su escondite, Dingo escuchó el ruido de la guerra, los gritos de las bestias amigas y al gigante caer. Sonrío como pudo; sus labios empezaban a temblar tanto como sus piernas. Una victoria para La Factoría. ¡Jodeos! A él podrían haberle matado, o casi; pero a sus hijos no, el ejército de La Factoría matará a todos los enemigos antes de que los encuentren.
—¡Ayuda!
Lo primero que desaparecieron fueron las piernas. Dingo no notó su ausencia. Había dejado de sentirlas. Si no hubiera bajado la cabeza hacia el vientre del gigante no se habría dado cuenta que él se las había ingerido de alguna manera que no podía describir. Después los brazos y esto sí que le dolió. A medida que su brazo izquierda se volvía una masa pastosa y se introducía en el gigante, Dingo se sentía como si unas manos invisibles le estuvieran moldeando al gusto. Lo último en ser absorbido fue el torso. La cabeza quedó intacta, ahora formaba parte de la barriga del gigante, el cual se había convertido en una amalgama de cuerpos: cadáveres y vivientes. Todas las cabezas gritaban, la original del gigante con más fuerza. Dingo se preguntó que era más doloroso: fallecer en el interior de un cadáver o renacer sabiendo que tu antiguo cuerpo forma parte de una amalgama más grande. Sintió pena por el gigante. Él estaba siendo controlado por las mismas manos invisibles que manejaban a Dingo.
* Akanke: Te prometí una GUERRA, en mayúsculas, y aquí la tienes. También te dije por privado que Dingo seguía con vida y ya ves lo bien que cumplo mis promesas.
Tu objetivo principal es el de derrotar a la amalgamaba de cuerpos que se ha creado alrededor del cadáver del gigante. Matarlo es imposible, ya está muerto. Además, un ataque directo podría herir a Dingo y los demás. Deberás derrotarlo de otro modo. ¿Quizás yendo hacia la bruja que lo controla? La idea no es sencilla. Ignorar al gigante se vuelve una tarea complicada. Es muy fuerte y está deseoso de matar.
En este turno sí tendrás que lanzar La Voluntad de los Dioses. La suerte determinará la vida o muerte de las personas que han quedado absorbidas en el interior del gigante y la de tus aliados. El resultado de la batalla contra la bruja lo determinaré yo.
Llegan las sorpresas. Saluda Rakan.“Hey, I am Rakan”
* Rakan’Drag: Llegas al bosque junto con los demás dragones con la intención de capturar a Bosne y llevarlo a Dundarak donde será juzgado por sus pecados. Este no será tu objetivo para este turno, sino el general.
En este primer turno, tú y los demás dragones veis la guerra que está aconteciendo en el laboratorio y decidís actuar. Los “ángeles” (los hombres bestias con alas) y las bestias os atacarán por igual. Tu peor enemigo será el dragón de tres cabezas. Deberás detenerlo, matarlo.
Deberás lanzar La Voluntad de los Dioses. La suerte determinará la vida o muerte de tus compañeros.
Recuerda que, cómo quedamos, tus recompensas serán inferiores que las de Akanke al entrar a "mitad" del tema. 10 puntos de experiencia y objeto o suma de aeros un poco inferior al de Akanke.
—¡LOS MATAREMOS, A CADA UNO DE ELLO! ¡LOS MATAREMOS A TODOS! — levantó su maza y su escudo haciéndolos entre chocar en el aire. Sus hombres lo imitaron y los monos gimieron con la boca abierta en posición de amenaza. — ¡LOS MATAREMOS!
El suelo empezó a temblar. En lo alto de un montículo, una mujer de tez oscura hacia vibrar un collar de huesos a la vez que oraba sus plegares al cielo y a la tierra. ¡Una bruja! Mort se giró hacia ella. Se colocó en posición de defensa. Poco sabía de hechizos y encantamientos, lo justo para saber que son peligrosos y había que tener cuidado de ellos.
—¡PRESTAD ATENCIÓN!
El suelo alrededor del cadáver del gigante comenzó a temblar.
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Desde el suelo no podía examinar quiénes les estaban atacando. Parecían gárgolas, pero también hombres y su tacto era el de una templada espada. Harambe se subió a lo alto de la cúpula del laboratorio. Su ser racional le decía que bajase al suelo, que no merecía la pena dar su vida por la ciencia. El animal, impetuoso e irracional, le ordenaba que saltase. Colocó sus pies en una posición segura, se apoyó con sus dos manos de gorila para tomar impulso y saltó encima de los hombres alados de metal. Cruzó las piernas para sujetarse del torso del enemigo. La mano derecha la puso sobre la cabeza del hombre de metal para dirigir su vuelo como si fuera un caballo; con la izquierda daba repetidas palmadas a su lateral para desahogar su enfado.
—¿Me vas a decir quién o qué eres o me obligarás a estamparte contra el suelo? — no hubo respuesta. — Recuerda que ha sido tú decisión, no la mía.
Harambe cumplió su promesa. Un momento antes de hacer colisionar al hombre de metal contra el suelo, saltó de su lomo y se agarró, usando los dedos de los pies como manos, de un árbol cercano. Muerto el perro se acabó la rabia y muerto el cibernético, empieza la ciencia. Descendió hacia el cadáver que había dejado. A base de puñetazos y repetidos golpes que combinaba con las manos y las piedras de su alrededor, consiguió abrir la armadura del hombre de metal. Observó al humano que fue antes del cibernético, lo examinó con las manos palpando con cuidado cada miembro de su cuerpo. Todas sus cicatrices eran recientes: aquellas que venían del ataque de Harambe y las que sufrió en su transformación a cibernético. Resultado de la autopsia: a este cibernético lo crearon con el propósito de asesinar a los hombres bestias de La Factoría.
Fue a comunicar sus descubrimientos a Jason Bosne y Amón. Ambos se encontraban en el interior del laboratorio, protegiendo los tesoros del laboratorio, la vieja tecnología que los humanos terrestres dejaron abandonada. Bosne dio un sorbo al líquido de su frasco con el no-nato cambiante. Pequeños ojos, como los de un insecto, brotaron alrededor de los suyos propios. Ofreció beber a Amón y a Harambe. El gorila se negó, pero agradeció su amabilidad. Los objetos malditos de Egdecomb le causaban pavor. Pronto, Amón poseía los mismos ojos de insecto que Bosne.
—Esto nos permitirá ver todo lo que sucede a nuestro alrededor y leer varios libros al mismo tiempo. — explicó Bosne. — Esta vez, no quiero ninguna sorpresa. Solo nosotros tres. Sin trucos ni cara sonrientes.
Bosne y Amón marcaron el paso, Harambe los seguía de cerca. Llegaron a la parte superior del laboratorio 8B. Tres dragones, en su forma humana, estaban atados con grilletes en tres camas de hierro. Dormían tan plácidamente que parecían estar muertos. Amón tomó dos viejos pergaminos de los humanos terrestres, los leyó a la vez con sus muchos ojos. Bosne repasaba los instrumentos de esa parte del laboratorio, por suerte habían quedado intactos del estallido.
—Márcales con tus runas — ordenó Bosne a Harambe señalando a los dragones. — Con un par de brazos adicional irías más rápido — golpeó con dos dedos el colgante con el frasco del no-nato.
—Prefiero precisión a velocidad — contestó Harambe amablemente.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | Amón se había leído un total de treinta papiros. Mientras Harambe dibujaba sus runas en los cuerpos desnudos de los dragones, como minutos antes había hecho con Akanke, Amón y Bosne introducían finos tubos de metal acabado en agujas en sus cuellos, brazos y pechos. Los tubos conducían a un recipiente parecido a los que creaban los híbridos pero diez veces más grande. Bosne encendió las máquinas, Amón retomó sus lecturas y Harambe se cruzó de brazos. Los tres dragones murieron. La cúpula del laboratorio se abrió como si fuera un cofre. El tesoro secreto se encontraba en el interior del recipiente gigante. Se abrió dejando libre a las tres cabezas. |
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Tres crímenes. Tres dragones de Dundarak desaparecido en tres días diferentes. Dundarak no era una ciudad tan cándida como algunos se imaginan. Había muertes a diario, y sí, los dragones podían llegar a desaparecer. Lo extraordinario del asunto y el motivo por el cual se inicio la investigación fue que uno de estos dragones era el barón Cimtila Wamba. Los dragones de familias humildes podían morir, los Wamba no. Se inició una investigación al respecto. Se descubrió que otros dos dragones desaparecieron en las mismas condiciones. Todas las pistas que se encontraron señalaban a un levantamiento de hombres bestias situado en la parte noroeste del bosque oeste y un nombre: Jason Bosne.
Un grupo de once dragones se unieron a tomar sus justas medidas. Su objetivo era capturar a Jason Bosne. Vivo, al poder ser. Así daría las explicaciones de qué había hecho con los dragones que secuestró.
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—Mis niños…— Dingo hablaba en voz tan baja que nadie le podía escuchar — Rem, Mer…, mis niños...
Dingo apoyado con la espalda contra la pared. Tenía una sería herida en la costado del estómago. Una flecha enemiga (o quizás amiga, no pudo distinguirlo), le alcanzó de mala manera. Había partido el astil de la flecha, pero la punta, y parte de la madera, quedaba todavía dentro de su cuerpo. Tenía mucho frío. Dejó de sentir el brazo derecho, el que estaba sobre encima de la herida. Las piernas le respondían de forma esporádica. A veces se quedaban tan blancas como su brazo derecho y otras se quedaban en tensión y pateaban al aire sin que pudiera hacer nada por evitarlo. El mismo movimiento que hacen los nervios en tensión de un animal muerto. Como el cuello de una gallina decapitada o como las piernas de un conejo desollado.
Desde su escondite, Dingo escuchó el ruido de la guerra, los gritos de las bestias amigas y al gigante caer. Sonrío como pudo; sus labios empezaban a temblar tanto como sus piernas. Una victoria para La Factoría. ¡Jodeos! A él podrían haberle matado, o casi; pero a sus hijos no, el ejército de La Factoría matará a todos los enemigos antes de que los encuentren.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | La tierra comenzó a temblar y la sonrisa de Dingo se difuminó por completo. Se hizo una ligera idea de lo que se avecinaba: nada bueno. Su cuerpo se arrastró por el suelo como si estuviera siendo controlado por una fuerza mayor. ¡Brujería! Con el brazo bueno, hizo lo que pudo por sujetarse al peñón que le había servido de apoyo. El conjuro era más fuerte que sus dedos; era inútil resistirse. Fue llevado al lado del gigante muerto. Otras personas malheridas, humanos y bestias por igual, fueron recogidos por la misma fuerza que a él. Dingo distinguió a Mort plantado frente al cadáver del gigante. Verle en pie y con fuerzas para luchar le dio esperanzas. Le hizo señales con la mano sana. Al mismo tiempo, su cuerpo se combinaba con el del gigante. |
—¡Ayuda!
Lo primero que desaparecieron fueron las piernas. Dingo no notó su ausencia. Había dejado de sentirlas. Si no hubiera bajado la cabeza hacia el vientre del gigante no se habría dado cuenta que él se las había ingerido de alguna manera que no podía describir. Después los brazos y esto sí que le dolió. A medida que su brazo izquierda se volvía una masa pastosa y se introducía en el gigante, Dingo se sentía como si unas manos invisibles le estuvieran moldeando al gusto. Lo último en ser absorbido fue el torso. La cabeza quedó intacta, ahora formaba parte de la barriga del gigante, el cual se había convertido en una amalgama de cuerpos: cadáveres y vivientes. Todas las cabezas gritaban, la original del gigante con más fuerza. Dingo se preguntó que era más doloroso: fallecer en el interior de un cadáver o renacer sabiendo que tu antiguo cuerpo forma parte de una amalgama más grande. Sintió pena por el gigante. Él estaba siendo controlado por las mismas manos invisibles que manejaban a Dingo.
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* Akanke: Te prometí una GUERRA, en mayúsculas, y aquí la tienes. También te dije por privado que Dingo seguía con vida y ya ves lo bien que cumplo mis promesas.
Tu objetivo principal es el de derrotar a la amalgamaba de cuerpos que se ha creado alrededor del cadáver del gigante. Matarlo es imposible, ya está muerto. Además, un ataque directo podría herir a Dingo y los demás. Deberás derrotarlo de otro modo. ¿Quizás yendo hacia la bruja que lo controla? La idea no es sencilla. Ignorar al gigante se vuelve una tarea complicada. Es muy fuerte y está deseoso de matar.
En este turno sí tendrás que lanzar La Voluntad de los Dioses. La suerte determinará la vida o muerte de las personas que han quedado absorbidas en el interior del gigante y la de tus aliados. El resultado de la batalla contra la bruja lo determinaré yo.
Llegan las sorpresas. Saluda Rakan.
* Rakan’Drag: Llegas al bosque junto con los demás dragones con la intención de capturar a Bosne y llevarlo a Dundarak donde será juzgado por sus pecados. Este no será tu objetivo para este turno, sino el general.
En este primer turno, tú y los demás dragones veis la guerra que está aconteciendo en el laboratorio y decidís actuar. Los “ángeles” (los hombres bestias con alas) y las bestias os atacarán por igual. Tu peor enemigo será el dragón de tres cabezas. Deberás detenerlo, matarlo.
Deberás lanzar La Voluntad de los Dioses. La suerte determinará la vida o muerte de tus compañeros.
Recuerda que, cómo quedamos, tus recompensas serán inferiores que las de Akanke al entrar a "mitad" del tema. 10 puntos de experiencia y objeto o suma de aeros un poco inferior al de Akanke.
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
Akanke sonreía, parada erguida sobre sus nuevas piernas. Iba estaba desnuda, pero no le importaba mucho, ella no entendía lo que era el pudor y nunca sintió la necesidad de cubrirse. Aunque, claro está, la mitad de su cuerpo solía ser el de un caballo. Ahora con su nueva apariencia tendría que usar ropas e incluso esas placas de metal que solía ver en los guerreros, para proteger su blando cuerpo. Pero no se podía preocupar de eso ahora, afirmó su báculo y se puso en posición de defensa cuando sintió el suelo temblar.
Miró a todos lados, buscando... algo. Quizás el origen del temblor. Podía ser un brujo de tierra, o un dragón. Pero nada de lo que se había imaginado pudo haberla preparado para lo que en realidad ocurrió. Jalados por una extraña fuerza mágica, decenas de cuerpos eran absorbidos por el cadáver del gigante que acababan de derrotar. Vivos, no tan vivos, muertos y aquellos a punto de morir eran jalados por igual, fundiendo su carne con la del coloso. Solo las cabezas quedaban afuera. Y gritaban, en una dolorosa agonía. Era aterrador escuchar los alaridos de estas almas.
Todos los hombres de la factoría, la centáuride incluída, sintieron el impulso de huir. Los Ro'lisim comenzaron a chillar, espantados, saltaban con cuatro patas. -¡Tenemos que irnos! ¡Tenemos que huir!- gritó uno de ellos, horrorizado al punto de que tenía los ojos tan abiertos que podían saltar de sus cuencas. Akanke, aunque sentía tanto miedo como sus hombres, negó enérgicamente. No podían abandonar la batalla.
Era la primera vez en en mucho tiempo, que ella encontraba un lugar que podía llamar hogar. El clan de los monos era su familia y ella no dejaría que destruyeran su morada. Allí, Bosne y sus hombres habían creado un lugar en el que podían ser libres, en el que todos eran iguales, nadie por encima del otro. Todos se protegían entre si, se defendían. Muchos habían encontrado un refugio del cruel mundo en el que habitaban, otros, motivo para continuar viviendo luego de años de sufrimiento. Si ella abandonaba a la Factoría, dejaba a su suerte a cientos de bestiales, indefensos. No todos eran grandes guerreros, una mayoría eran sencillas familias que aportaban con su trabajo a la creación de aquella comunidad.
Tenía que haber una manera con la cual derrotar a aquel gigante. No se había podido levantar solo, ¡lo habían matado! Algo lo levantaba, al igual que al resto de no vivos. -Allí- señaló Mort -Esto es magia negra, perversa y podrida de brujos- afirmó. La centáuride lo miró seria. Ella sabía que los brujos eran seres peligrosos, que podían manipular la mente, los objetos, los elementos y hasta a los muertos. Akanke sigupo con la mirada hacia donde indicaba el conejo/cabra, divisando a la culpable de que los muertos no se quedaran en su descanso.
Era una mujer con la piel negra como ella, que sacudía un collar de huesos mientras cantaba sus hechizos. -Tenemos que derrotar a esa bruja- indicó Mort. Akanke asintió. Miró al pequeño hombre bestia -Yo- fue lo único que dijo la mujer y partió a correr hacia la bruja. Los hombres mono se miraron entre ellos, dudando por un instante qué hacer. Poco tardaron en correr tras ella. Dos de ellos tenían marcas de runas en sus brazos y estas comenzaron a brillar, uno de ellos se cubrió de fuego y al otro se le llenaron los brazos con una capa de hielo.
Con un fuerte grito, Akanke saltó sobre la bruja con su báculo en alto, el que dejó caer sobre ella, usando el extremo de hoz como hacha. Junto con ese golpe, le cayó una lluvia de pequeños picos de hielo y una ráfaga de fuego.
Mort miró a sus hombres, los que seguían de pie estaban agotados y heridos. Ninguno quería continuar realmente, mucho menos viendo la cosa enorme que se erguía frente a ellos. Una de sus guerreras comenzó a llorar; había aceptado que moriría allí y pensaba en sus hermosos hijos de quienes no se había despedido adecuadamente esa mañana, ¡cómo le gustaría haberles dado un beso más o estrecharlos un poco más fuerte! Pero luchaba por ellos, por su libertad, por su futuro. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y empuñó su espada curva, aferrándose, pues su vida dependía de ella. El grito de su líder sonó primero, y los demás conejo-cabra lo siguieron, corriendo hacia el gigante.
Con un solo golpe de su brazo, el gigante barrió con la primera fila de guerreros, lanzándolos a varios metros de distancia. Sus golpes hacían prácticamente imposible acercarse y atacarlo, así que lo rodeaban. Desesperanzados, corrían en círculos al rededor de él, buscando un lado por dónde atacarle. Hasta que una gran flecha cayó del cielo, dándole en un ojo.
Mort y su gente alzaron los ojos y vieron que desde el cielo llegaba un grupo de hombres ave, liderados por una hembra. De sus patas colgaban más Ro'lisim, uno de ellos era Mao, quién sonreía orgulloso.
Poco tiempo después de que se corriera la voz entre los hombres bestia acerca de la Factoría, había llegado un grupo de hombres y mujeres ave, su líder era una vieja amiga de Akanke, era Alahambra, su compañera de cautiverio, Pajarita. Ellos se habían instalado cerca del Templo de los Monos, uniéndose a ellos a través de la amistad con la centáuride. Se habían convertido en aliados y eran feroces guerreros.
Mort sonrió, con el apoyo aéreo podrían detener aquella cosa. Solo esperaba que Akanke lograra acabar con la bruja nigromante.
Miró a todos lados, buscando... algo. Quizás el origen del temblor. Podía ser un brujo de tierra, o un dragón. Pero nada de lo que se había imaginado pudo haberla preparado para lo que en realidad ocurrió. Jalados por una extraña fuerza mágica, decenas de cuerpos eran absorbidos por el cadáver del gigante que acababan de derrotar. Vivos, no tan vivos, muertos y aquellos a punto de morir eran jalados por igual, fundiendo su carne con la del coloso. Solo las cabezas quedaban afuera. Y gritaban, en una dolorosa agonía. Era aterrador escuchar los alaridos de estas almas.
Todos los hombres de la factoría, la centáuride incluída, sintieron el impulso de huir. Los Ro'lisim comenzaron a chillar, espantados, saltaban con cuatro patas. -¡Tenemos que irnos! ¡Tenemos que huir!- gritó uno de ellos, horrorizado al punto de que tenía los ojos tan abiertos que podían saltar de sus cuencas. Akanke, aunque sentía tanto miedo como sus hombres, negó enérgicamente. No podían abandonar la batalla.
Era la primera vez en en mucho tiempo, que ella encontraba un lugar que podía llamar hogar. El clan de los monos era su familia y ella no dejaría que destruyeran su morada. Allí, Bosne y sus hombres habían creado un lugar en el que podían ser libres, en el que todos eran iguales, nadie por encima del otro. Todos se protegían entre si, se defendían. Muchos habían encontrado un refugio del cruel mundo en el que habitaban, otros, motivo para continuar viviendo luego de años de sufrimiento. Si ella abandonaba a la Factoría, dejaba a su suerte a cientos de bestiales, indefensos. No todos eran grandes guerreros, una mayoría eran sencillas familias que aportaban con su trabajo a la creación de aquella comunidad.
Tenía que haber una manera con la cual derrotar a aquel gigante. No se había podido levantar solo, ¡lo habían matado! Algo lo levantaba, al igual que al resto de no vivos. -Allí- señaló Mort -Esto es magia negra, perversa y podrida de brujos- afirmó. La centáuride lo miró seria. Ella sabía que los brujos eran seres peligrosos, que podían manipular la mente, los objetos, los elementos y hasta a los muertos. Akanke sigupo con la mirada hacia donde indicaba el conejo/cabra, divisando a la culpable de que los muertos no se quedaran en su descanso.
Era una mujer con la piel negra como ella, que sacudía un collar de huesos mientras cantaba sus hechizos. -Tenemos que derrotar a esa bruja- indicó Mort. Akanke asintió. Miró al pequeño hombre bestia -Yo- fue lo único que dijo la mujer y partió a correr hacia la bruja. Los hombres mono se miraron entre ellos, dudando por un instante qué hacer. Poco tardaron en correr tras ella. Dos de ellos tenían marcas de runas en sus brazos y estas comenzaron a brillar, uno de ellos se cubrió de fuego y al otro se le llenaron los brazos con una capa de hielo.
Con un fuerte grito, Akanke saltó sobre la bruja con su báculo en alto, el que dejó caer sobre ella, usando el extremo de hoz como hacha. Junto con ese golpe, le cayó una lluvia de pequeños picos de hielo y una ráfaga de fuego.
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Mort miró a sus hombres, los que seguían de pie estaban agotados y heridos. Ninguno quería continuar realmente, mucho menos viendo la cosa enorme que se erguía frente a ellos. Una de sus guerreras comenzó a llorar; había aceptado que moriría allí y pensaba en sus hermosos hijos de quienes no se había despedido adecuadamente esa mañana, ¡cómo le gustaría haberles dado un beso más o estrecharlos un poco más fuerte! Pero luchaba por ellos, por su libertad, por su futuro. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y empuñó su espada curva, aferrándose, pues su vida dependía de ella. El grito de su líder sonó primero, y los demás conejo-cabra lo siguieron, corriendo hacia el gigante.
Con un solo golpe de su brazo, el gigante barrió con la primera fila de guerreros, lanzándolos a varios metros de distancia. Sus golpes hacían prácticamente imposible acercarse y atacarlo, así que lo rodeaban. Desesperanzados, corrían en círculos al rededor de él, buscando un lado por dónde atacarle. Hasta que una gran flecha cayó del cielo, dándole en un ojo.
Mort y su gente alzaron los ojos y vieron que desde el cielo llegaba un grupo de hombres ave, liderados por una hembra. De sus patas colgaban más Ro'lisim, uno de ellos era Mao, quién sonreía orgulloso.
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Poco tiempo después de que se corriera la voz entre los hombres bestia acerca de la Factoría, había llegado un grupo de hombres y mujeres ave, su líder era una vieja amiga de Akanke, era Alahambra, su compañera de cautiverio, Pajarita. Ellos se habían instalado cerca del Templo de los Monos, uniéndose a ellos a través de la amistad con la centáuride. Se habían convertido en aliados y eran feroces guerreros.
- Alahambra:
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Mort sonrió, con el apoyo aéreo podrían detener aquella cosa. Solo esperaba que Akanke lograra acabar con la bruja nigromante.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
El miembro 'Akanke' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
Podía sentir cuando era mi llamado, o el de los ancestrales el deber de la justicia, estoy en medio de una guerra por que los dioses lo quisieron asi, por que la justicia no puede esperar a que la guerra termine, a que todos mueran y aparecer. Bestias peleando contra todo tipo de persona, todo tipo de raza. La guerra que se estaba librando en este momento, no era nada pequeño.
Esta vez no estaba solo, diez dragones me acompañaban a hacer justicia por nuestros hermanos, por 3 inocentes que por el egoísmo de una raza con su propia guerra perdieron su libertad. ¿Que hicieron esos 3 dragones?, ellos no debían servir a su causa, ellos eran libres de elegir pero les sacaron ese derecho cuando desaparecieron.
Seguro pensaron que esas 3 almas pasarían desapercibidas para el guardián y el reino del norte, pero no, hemos venido a hacer justicia y a llevar a Bosne ante la justicia. Nos aproximamos por el bosque para ver la situación de la batalla, los once nos encontrábamos escondidos entre los arboles, agachados para no mostrar nuestra presencia.
Ninguno de los once fuimos obligados a estar aquí, ni los ancestrales nos obligaron, pero no solamente yo siento el deber de hacer lo correcto, estas diez personas sintieron lo mismo que yo, y se encontraban acá conmigo sin ningún miedo a la muerte, solamente con el deseo de llevar a Bosne a enfrentar su destino.
Miro a cada uno de los hombres que estaban conmigo, debía recordarlos, así como podía morir uno, podían morir tres, cuatro, nadie o incluso todos nosotros. Solo los ancestrales sabían nuestro futuro, y estaba feliz por eso. Volvi a mirar la batalla, esta vez un gigante se levantaba con cabezas por todos lados, formando una criatura tan grande, que era capaz de matar a mas de diez hombres de un solo golpe.
- Debemos evadir a esa criatura - dijo uno de los hombres, Galahad. - No deberíamos pasar por el campo, no así... quizás podemos flanquear la batalla. - explico Helios. Todos estaban asustados por la batalla y el gran gigante que se acababa de levantar ahora mismo.
- Deberíamos irnos.. volver en otro momento en el que no haya una batalla en el medio, o volver con mas hombres.- Mire a cada uno que estaba conmigo, querían irse, podía entenderlos. Mire serio y hable con una voz autoritaria - No... la mayoría de bestias se ocupara de su principal blanco, el gigante, debemos cruzar y hacer justicia ahora mismo, Bosne esta en ese laboratorio. -
El gigante no paraba de matar hombres y cada vez mas bestias se sumaban, parecía estar llegando un clan de aves... o dos clanes, cada vez mas bestias se sumaban a la batalla, sin embargo, a través de la tierra del campo de batalla y sintiendo su dolor en aquella situación, podía sentir la magia fluir por la zona, todo indicaba a una bruja.
La batalla para los bestias era una pelea justa, ellos tenían su derecho a ser libres y vivir sin ser esclavos de nadie... pero sus métodos, el secuestrar a tres dragones, no era nada honorable. Estaba listo para cruzar el campo y entrar en el laboratorio. Estaba por salir cuando vi que ninguno de los hombres estaba dispuesto a salir con esa criatura en el medio del campo.
Los mire a todos, esta vez me levante y me puse por delante, dándome vuelta en su dirección. - Agáchate, nos van a ver. - pero de nada le sirvió a Galahad pronunciar esas palabras, pues no me moví.
- Escuchen hermanos. - tome aire y volví a poner mi voz autoritaria. - Dejen que les explique todo lo que hemos vivido, el recorrido de una raza por todo lo que ha sufrido, desde siempre hemos permanecido unidos buscando el camino para todo aquel que se ha perdido, hemos nacido en la sombra de lo que fue nuestra época de oro, cuando nos ayudábamos codo con codo, los ancestrales iluminaron el destino de Aerandir, de los dragones, de la energía que se aferra a nuestra vida, esa vida que debemos a los ancestrales, esa vida por la que todos lucharemos, por ello fuimos elegidos... como guardianes que defienden con su fuerza lo que queda vivo. - Dije cerrando mi puño y frunciendo mi ceño - Lo poco que nos han dejado, por eso pido, que luchemos como esclavos, como amigos. que buscan la liberación de su gente, que buscan darle luz a todo lo que sienten. Por eso pido, que todos permanezcan unidos, que los guardianes luchemos por lo que hemos perdido, que la luz ilumine toda la oscuridad.- Luz... luz era la palabra que ahora mismo todos necesitábamos, esa palabra que podía motivar al mas débiles de los hombres.
Todos se habían levantado conmigo, esta vez decididos a dejar su vida en el campo de batalla. Levante la Excalibur y mire a todos - ¡Conmigo hermanos! - que los ancestrales nos cuiden durante la batalla... íbamos a necesitarlos.
Los once salimos del bosque al campo abierto, corriendo como si nos fuéramos a unir a la batalla, sin embargo las fuerzas de los bestias tardaron menos de lo que esperábamos en llegar hacia nosotros.
- ¡Juntos, cierren los espacios! - Todos nos juntamos y pusimos los escudos hacia adelante, deteniendo la carga de las bestias voladoras. Venían a tanta velocidad, que varios de ellos chocaron contra los escudos, cayendo hacia el suelo y aprovechando eso para asesinarlos. - ¡Debemos movernos, o nunca se detendrán!. -
- ¡Cuidado por atrás, formación circular! - los hombres que se encontraban atrás de todo, se volteaban pero seguian pegados a nosotros, todos avanzábamos juntos sin separarnos ni un momento. Sin embargo nuestro camino se detuvo cuando del laboratorio, un dragón de tres cabezas salio de el... ya nos habíamos hecho una idea de nuestros inocentes.
- Malditos animales... - dijimos rompiendo la gran formación que teníamos... rápidamente el dragón tomo vuelo, ahora que todos volaban, era nuestro turno de hacerlo. - ¡Hora de los dragones! - todos empezamos a correr y antes de que puedan alcanzarnos, todos estábamos cambiando de forma y tomando vuelo, rugidos y ruidos de batalla se escuchaban por todos lados.
No solo lidiábamos con el dragón de tres cabezas, algunos hombres alados seguían atrás nuestro. Era hora de apurar las cosas, teníamos que acabar con el sufrimiento de nuestros hermanos, por eso, Tirath se detuvo, y con el tres dragones mas para parar a los hombres alados. Ahora eramos siete dragones detrás de un dragón de tres cabezas, por eso aumente mi vuelo, ahora estaba yendo mucho mas rápido que los demás dragones, tomando por la pata al dragón de 3 cabezas.
Sin embargo el dragón de tres cabezas poseía tres elementos diferentes, agua fuego y aire. Tres elementos que seria imposible de juntar si no fueran tres dragones los que estuvieran ahí. Con cada elemento, detenía a los dragones, parando su vuelo, todos seguían rugiendo, furiosos por la situación.
Mordí mas fuerte para parar al gran dragón pero era imposible, era obvio, tres dragones se encontraban ahí, por eso con mi cola tome una de sus alas, desestabilizandolo. Los dragones se movieron mas rápido, dos dragones habían logrado agarrar una de sus cabezas, otros dos dragones se colocaron en otras dos patas.
Eso nos dejaba a 3 dragones agarrando las patas del gran dragón y 2 dragones su cabeza. Solo quedaban 2 dragones libres, que rápidamente tomaron otra cabeza, dejando solo la del medio libre.
En un rugido, todos los dragones tiraron, arrancando dos cabezas de su cuerpo y dejándolas caer. Tome vuelo y haciendo un movimiento con la cola, los 4 dragones que ahora estaban libres tomaron sus patas, y en un suspiro, arranque su otra cabeza dejándolo ya sin ninguna cabeza. Algunos dragones estaban heridos producto de los golpes del gran dragón, todos empezamos a bajar cerca del laboratorio, los once nos habíamos reunido, esperando otro ataque de los sujetos alados, o listos para entrar en el laboratorio mientras la batalla seguía afuera.
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[>] Habilidad, alas prestas.
Esta vez no estaba solo, diez dragones me acompañaban a hacer justicia por nuestros hermanos, por 3 inocentes que por el egoísmo de una raza con su propia guerra perdieron su libertad. ¿Que hicieron esos 3 dragones?, ellos no debían servir a su causa, ellos eran libres de elegir pero les sacaron ese derecho cuando desaparecieron.
Seguro pensaron que esas 3 almas pasarían desapercibidas para el guardián y el reino del norte, pero no, hemos venido a hacer justicia y a llevar a Bosne ante la justicia. Nos aproximamos por el bosque para ver la situación de la batalla, los once nos encontrábamos escondidos entre los arboles, agachados para no mostrar nuestra presencia.
Ninguno de los once fuimos obligados a estar aquí, ni los ancestrales nos obligaron, pero no solamente yo siento el deber de hacer lo correcto, estas diez personas sintieron lo mismo que yo, y se encontraban acá conmigo sin ningún miedo a la muerte, solamente con el deseo de llevar a Bosne a enfrentar su destino.
Miro a cada uno de los hombres que estaban conmigo, debía recordarlos, así como podía morir uno, podían morir tres, cuatro, nadie o incluso todos nosotros. Solo los ancestrales sabían nuestro futuro, y estaba feliz por eso. Volvi a mirar la batalla, esta vez un gigante se levantaba con cabezas por todos lados, formando una criatura tan grande, que era capaz de matar a mas de diez hombres de un solo golpe.
- Debemos evadir a esa criatura - dijo uno de los hombres, Galahad. - No deberíamos pasar por el campo, no así... quizás podemos flanquear la batalla. - explico Helios. Todos estaban asustados por la batalla y el gran gigante que se acababa de levantar ahora mismo.
- Deberíamos irnos.. volver en otro momento en el que no haya una batalla en el medio, o volver con mas hombres.- Mire a cada uno que estaba conmigo, querían irse, podía entenderlos. Mire serio y hable con una voz autoritaria - No... la mayoría de bestias se ocupara de su principal blanco, el gigante, debemos cruzar y hacer justicia ahora mismo, Bosne esta en ese laboratorio. -
El gigante no paraba de matar hombres y cada vez mas bestias se sumaban, parecía estar llegando un clan de aves... o dos clanes, cada vez mas bestias se sumaban a la batalla, sin embargo, a través de la tierra del campo de batalla y sintiendo su dolor en aquella situación, podía sentir la magia fluir por la zona, todo indicaba a una bruja.
La batalla para los bestias era una pelea justa, ellos tenían su derecho a ser libres y vivir sin ser esclavos de nadie... pero sus métodos, el secuestrar a tres dragones, no era nada honorable. Estaba listo para cruzar el campo y entrar en el laboratorio. Estaba por salir cuando vi que ninguno de los hombres estaba dispuesto a salir con esa criatura en el medio del campo.
Los mire a todos, esta vez me levante y me puse por delante, dándome vuelta en su dirección. - Agáchate, nos van a ver. - pero de nada le sirvió a Galahad pronunciar esas palabras, pues no me moví.
- Escuchen hermanos. - tome aire y volví a poner mi voz autoritaria. - Dejen que les explique todo lo que hemos vivido, el recorrido de una raza por todo lo que ha sufrido, desde siempre hemos permanecido unidos buscando el camino para todo aquel que se ha perdido, hemos nacido en la sombra de lo que fue nuestra época de oro, cuando nos ayudábamos codo con codo, los ancestrales iluminaron el destino de Aerandir, de los dragones, de la energía que se aferra a nuestra vida, esa vida que debemos a los ancestrales, esa vida por la que todos lucharemos, por ello fuimos elegidos... como guardianes que defienden con su fuerza lo que queda vivo. - Dije cerrando mi puño y frunciendo mi ceño - Lo poco que nos han dejado, por eso pido, que luchemos como esclavos, como amigos. que buscan la liberación de su gente, que buscan darle luz a todo lo que sienten. Por eso pido, que todos permanezcan unidos, que los guardianes luchemos por lo que hemos perdido, que la luz ilumine toda la oscuridad.- Luz... luz era la palabra que ahora mismo todos necesitábamos, esa palabra que podía motivar al mas débiles de los hombres.
Todos se habían levantado conmigo, esta vez decididos a dejar su vida en el campo de batalla. Levante la Excalibur y mire a todos - ¡Conmigo hermanos! - que los ancestrales nos cuiden durante la batalla... íbamos a necesitarlos.
Los once salimos del bosque al campo abierto, corriendo como si nos fuéramos a unir a la batalla, sin embargo las fuerzas de los bestias tardaron menos de lo que esperábamos en llegar hacia nosotros.
- ¡Juntos, cierren los espacios! - Todos nos juntamos y pusimos los escudos hacia adelante, deteniendo la carga de las bestias voladoras. Venían a tanta velocidad, que varios de ellos chocaron contra los escudos, cayendo hacia el suelo y aprovechando eso para asesinarlos. - ¡Debemos movernos, o nunca se detendrán!. -
- ¡Cuidado por atrás, formación circular! - los hombres que se encontraban atrás de todo, se volteaban pero seguian pegados a nosotros, todos avanzábamos juntos sin separarnos ni un momento. Sin embargo nuestro camino se detuvo cuando del laboratorio, un dragón de tres cabezas salio de el... ya nos habíamos hecho una idea de nuestros inocentes.
- Malditos animales... - dijimos rompiendo la gran formación que teníamos... rápidamente el dragón tomo vuelo, ahora que todos volaban, era nuestro turno de hacerlo. - ¡Hora de los dragones! - todos empezamos a correr y antes de que puedan alcanzarnos, todos estábamos cambiando de forma y tomando vuelo, rugidos y ruidos de batalla se escuchaban por todos lados.
No solo lidiábamos con el dragón de tres cabezas, algunos hombres alados seguían atrás nuestro. Era hora de apurar las cosas, teníamos que acabar con el sufrimiento de nuestros hermanos, por eso, Tirath se detuvo, y con el tres dragones mas para parar a los hombres alados. Ahora eramos siete dragones detrás de un dragón de tres cabezas, por eso aumente mi vuelo, ahora estaba yendo mucho mas rápido que los demás dragones, tomando por la pata al dragón de 3 cabezas.
Sin embargo el dragón de tres cabezas poseía tres elementos diferentes, agua fuego y aire. Tres elementos que seria imposible de juntar si no fueran tres dragones los que estuvieran ahí. Con cada elemento, detenía a los dragones, parando su vuelo, todos seguían rugiendo, furiosos por la situación.
Mordí mas fuerte para parar al gran dragón pero era imposible, era obvio, tres dragones se encontraban ahí, por eso con mi cola tome una de sus alas, desestabilizandolo. Los dragones se movieron mas rápido, dos dragones habían logrado agarrar una de sus cabezas, otros dos dragones se colocaron en otras dos patas.
Eso nos dejaba a 3 dragones agarrando las patas del gran dragón y 2 dragones su cabeza. Solo quedaban 2 dragones libres, que rápidamente tomaron otra cabeza, dejando solo la del medio libre.
En un rugido, todos los dragones tiraron, arrancando dos cabezas de su cuerpo y dejándolas caer. Tome vuelo y haciendo un movimiento con la cola, los 4 dragones que ahora estaban libres tomaron sus patas, y en un suspiro, arranque su otra cabeza dejándolo ya sin ninguna cabeza. Algunos dragones estaban heridos producto de los golpes del gran dragón, todos empezamos a bajar cerca del laboratorio, los once nos habíamos reunido, esperando otro ataque de los sujetos alados, o listos para entrar en el laboratorio mientras la batalla seguía afuera.
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Rakan'Drag
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
El miembro 'Rakan'Drag' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
¡Cabrón! Gritaba en sus adentros a la vez que daba férreos martillazos la cabeza del gigante en La Cosa de muchos cuerpos y cabezas. Si no estuviera utilizando todas sus fuerzas en golpearle, gritaría también hacia fuera. ¡Hijo de mil brujas! Conocía a las bestias que La Cosa había matado, se llamaban Darmin y Evans. ¡Buenos tipos! Una mujer ardilla y un hombre mofeta. Darmin saltó a los hombros del gigante, clavó su alfanje y rasgo la piel podrida como si fuera una cremallera para sacar a los cadáveres de La Factoría encerrados por el hechizo. ¡Buena chica! Demuestra que al hijo de mil brujas que no puede utilizar a las bestias. Mort la animaba desde su posición con cánticos de guerra y haciendo entrechocar la maza y el escudo. Las bestias se quedan en el suelo. ¡Qué utilice a los muertos condenados de los brujos, pero no a nosotros! Evans, por su lado, llamaba la atención de La Cosa. Pinchaba los pies del gigante y saltaba delante de él. Hacía lo posible, y también lo imposible, porque se fijara que una mujer ardilla le estaba desmontando, pieza a pieza.
Bastó una patada para lanzar a Evans varios metros de distancia. Mort no alcanzó a ver dónde había llegado. Con la mofeta fuera de combate, La Cosa se golpeó la espalda con grandes palmadas. Darmin era una insignificante mosca para él. Terminó por encontrarla. Mort no se quedó parado. Fue corriendo hacia el gigante y retomó la posición de Evans. Demasiado tarde.
Las aves con los Ro’lisims también llegaron tarde. Unos segundos antes, y La Cosa jamás habría alcanzado a Evans y, por con siguiente, Darmin seguiría con vida.
Mort no era ningún estúpido. Agradecía la participación de las aves y los Ro’lisim. ¡Por supuesto que sí! De no ser por ellos, todo su grupo había muerto y la bruja habría utilizado sus cadáveres para alimentar a La Cosa. Aun así, fue incapaz de perdonarles la tardanza.
Negó con la cabeza sin dejar de golpear el cráneo, ya destrozado, de La Cosa. No debía pensar en lo que fue ni en lo que podía haber sido, sino en lo que es. Ahora, se encontraba encima. Había aprovechado la participación de las aves y los Ro’lisims para tomar una buena posición en la que pudiera evocar toda la ira que sentía. Esta por Darmin, esta por Evans y esta por la Factoría. Repetía mentalmente cada tres martillazos.
Sintió una punzada, como el pinchazo de una aguja, en la espalda que ya no existía. Vio un montón de pelaje encima de sus ojos. Una voz de mujer le dijo que no se preocupase, que ya casi estaba fuera. Dingo tuvo la sensación de estar nadando en un mar hecho de flan. Un flan ranció que apestaba a perro muerto. ¡La superficie! Fuera como fuera, no quería pensar en una explicación, las punzadas le instaban a emerger en la superficie. Nadó con los brazos que resurgían desde el interior de la maldición.
— ¡Vamos, ya casi estás fuera! — gritó la mujer ardilla —¡Mort, aquí hay uno vi…! — La Cosa la alcanzó antes de que pudiera terminar la frase.
Nada, por lo que más quieras, por tus hijos y tu mujer, sigue nadando.
El gigante cayó al suelo al suelo. Nadie se atrevió a determinar si había muerto pues, por lo que las bestias sabían, La Cosa siempre había estado muerta. Mao Zedong descuartizó a La Cosa en varios pedazos. Buscaba los cuerpos de las mujeres y hombres que habían sido hechizados por la bruja; trabajo que antes le perteneció a Darmin. Mort seguía en sus trece. Golpeaba sin descanso la cabeza del gigante.
—Akanke, aquí hay uno vivo. — dijo Mao Zedong sorprendido. —Hombre cánido. Está inconsciente, pero todavía respira. Tiene una herida en el estómago. Debemos llevarlo a los médicos del laboratorio. Podrán sanarlo.
—¿De qué te ríes, sapo?
—Tus yentes muertas han perdido. Perdido, fracaso y derrota. ¿Por qué utilizar tres palabras para definir lo mismo? Perdata. Esa palabra te describe mejor. Perdata. Pensaste y creíste que un puñado de muertos sin conciencia y un gigante estúpido eran suficientes para vencer a las bestias. Te dije que no podrías. Te lo advertí y te avise. Jason Bosne es más inteligente de lo que te imaginas. Solo se codea con bestias que puedan igualarle o superarle en inteligencia. — Halliman croó una risa sarcástica — Capitana Wheeler, ¿cuál será su próxima perdata? ¿Enfrentarse contra los dragones que llegan del norte? — señaló con el bastón sonriente al cielo — ¿o perdonar a la bruja cobarde? — señaló a Chassie que regresaba a la retaguardia del ejército arrastrándose como una culebra.
Johanna desenfundó su espada. Odiaba al sapo. Odiaba, todavía más, que tuviera razón. Chassie era una cobarde. Perdata su misión. ¿Eso estaba bien dicho en el idioma del sapo? ¡Qué coño importaba! Johanna Wheeler sonrió sin ganas.
— Agradece que sea yo y no tu maestro quien te castigue.
Los muertos que caminan se desplomaron al instante. Saldana susurró a una oración a los Dioses para darles las gracias. La magia de Chassie la ponía nerviosa. No encargues a un muerto la tarea de un vivo. Gracias Odín, padre de todos, por ofrecernos nuestra oportunidad de contarte. Tyr, Dios de la guerra, disfruta de la sangre de sangre que rendimos en tu gloria. Loki, Dios de los engaños y las mentiras. ¡Púdrete en el Ragnarok!
María Saldana adjudicaba a lord Byron las malas virtudes de Loki. A él no le importaba la guerra, solo las bestias. Pidió, de antemano, que se matase al menor número de mujeres bestias. Las quería a todas para él. Los Dioses sabían para que fines. Saldana sentía tanto rechazo hacia lord Byron como lo sentía hacia Chassie. Ella había sido asesinada; cualquiera se habría dado cuenta al ver a los muertos desplomarse en el suelo. El otro, como siguiera riendo por cada hombre de la guardia que moría, no tardaría mucho en acompañarla.
—Arqueros, allí. Disparad a las aves y a los monos. Los hombres de lord Byron se encargarán de las bestias pequeñas.
Qué te lo has creído. Leyó Saldana en la sonrisa de Byron. El ejército del noble, a pesar de ir a caballo, avanzaba a paso lento y dando un rodeo innecesario.
—Disparad también a los hombres — agregó Saldana. Byron solo le interesaba porque había conseguido atrapar a un gigante en su feudo. Sin gigante, ya no valía nada.
Harambe sintió miedo al ver a los dragones que llegaban de las montañas del norte. No porque ellos significasen una amenaza para La Factoría, sino porque entendió que la estrategia de Jason Bosne había funcionado. Once dragones era una mayor ofensiva que uno de tres cabezas. Cuando éstos acabasen con los hombres de metal alados, el laboratorio 8B poseería once dragones sanos y fuertes con los que poder experimentar.
Bosne indicó a las bestias aéreas que fueran al sur, a servir de apoyo a los hombres de Mort. Eso dejaba el cielo gobernado por dragones y cibernéticos. El plan de Bosne.
Los cibernéticos que el dragón de tres cabezas no pudo matar, escaparon del combate. Debían sentir tanto miedo por las ideas de Jason Bosne como lo sentía Harambe. Todavía no había terminado. Faltaba lo peor.
El dragón de tres cabezas fue abatido. Cinco dragones, que pasaron a su forma humana, se congregaron alrededor del cadáver. Amón, Anubis y Ran se abalanzaron hacia ellos. Pusieron sus armas en sus cuellos sin hacerles el menor rasguño. Jason Bosne bebió del frasco del no-nato. Su cuerpo obtuvo escamas y alas de dragón. Ahora, sería igual a los seis restantes. Hablarían de igual a igual.
—Honorables dragones, ¿a qué se debe vuestra visita? — dijo Bosne educadamente.
Los cibernéticos que quedaban con vida se ocultaban detrás de las cúpula del laboratorio como si gárgolas espantadas.
—Es una desgracia, para ambas familias, que nos toméis como rivales — Amón, Anubis y Ran bajaron sus armas. — Antes de presentar vuestras armas ante mí, exijo que me anunciéis nuestros crimines. ¿De qué se nos acusa?
Las bestias se congregaron alrededor de los once dragones. Las armas apuntaban al suelo. Mientras Bosne hablaba, los demás callaban. Harambe quería irse de allí. La resolución de la conversación no sería agradable ni para él ni para los dragones, solo para Bosne.
Antes de que los dragones pudieran contestar, Bosne siguió hablando.
—Igualdad de condiciones.
Los dragones que no habían pasado a su forma humana se desplomaron en el acto. Quedaron fritos; dormidos como bebés de cuna. Harambe vio la razón. El estómago del dragón de tres cabezas estaba abierto como un saco. Dejaba escapar una nube de ensueño que solo afectaba a los dragones que no habían regresado a su forma humana.
—Ahora tenéis una razón para el diálogo. Si tomáis ofensa contra nosotros, los vuestros fallecerán. Tomo mis precauciones, igual que lo harías vosotros si nosotros nos presentásemos armados en Dundarak. Que sea esto un diálogo de igual a igual: honorables dragones conversando con honorables bestias.
* Akanke: Tienes dos importantes problemas que resolver: el primero es Dingo. Si no lo asiste un médico, morirá. Amón y Harambe son los doctores de la Factoría. Este turno, describirás tu viaje de vuelta al laboratorio (sin llegar hasta el final).
El según interés es el más complejo y el que presenta la guerra frente a tus narices. Has terminado con el gigante y los muertos. Chassie ha muerto. Quedan otros cuatro enemigos por delante. Es la hora de enfrentarse contra los arqueros de Saldan y la caballería de lord Byron. Éstos dos están en la retaguardia de la partida, por lo que no podrás alcanzarlos todavía. Deberás derrotar (perdata) al mayor número de arqueros y caballeros posibles. Date cuenta de un importante detalle: Saldana no confía en lord Byron, las flechas de los arqueros estarán dirigidas a las bestias y a los humanos. El ataque dificultará tu regreso al laboratorio.
Opcionalmente: deberás calmar los ánimos del grupo. Como has descrito en tu post, muchos están furiosos y otros tantos llorando. Sé una buena sacerdotisa.
Deberás lanzar la Voluntad de los Dioses. La suerte decidirá dos cuestiones: el número de aliados abatidos por las flechas y si logras o no alcanzar la Factoría.
* Rakan’Drag: El dragón escondía una trama mortal. Has caído en ella. Solo cinco de vosotros seguís conscientes (tú entre ellos). Bosne os ha utilizado como ha querido. Estás rodeado de bestias, todas de muy alto nivel (como verás en este [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]). Bosne es una bestia civilizada. Dice que no quiere la enemistad de los dragones. Pide diálogo, que le digas de qué se le acusa. Aquí se pone en juego la justicia y disciplina de los de tu raza: ¿le atacarás a pesar de estar inferioridad numérica y tener a varios de tus compañeros inconscientes?
Adicionalmente, los cibernéticos esperan pacientes su vuelta al combate.
Si decides atacar a las bestias, no podrás matar a ninguna. Como he dicho, todas son de un nivel bastante más alto que el tuyo.
Bastó una patada para lanzar a Evans varios metros de distancia. Mort no alcanzó a ver dónde había llegado. Con la mofeta fuera de combate, La Cosa se golpeó la espalda con grandes palmadas. Darmin era una insignificante mosca para él. Terminó por encontrarla. Mort no se quedó parado. Fue corriendo hacia el gigante y retomó la posición de Evans. Demasiado tarde.
Las aves con los Ro’lisims también llegaron tarde. Unos segundos antes, y La Cosa jamás habría alcanzado a Evans y, por con siguiente, Darmin seguiría con vida.
Mort no era ningún estúpido. Agradecía la participación de las aves y los Ro’lisim. ¡Por supuesto que sí! De no ser por ellos, todo su grupo había muerto y la bruja habría utilizado sus cadáveres para alimentar a La Cosa. Aun así, fue incapaz de perdonarles la tardanza.
Negó con la cabeza sin dejar de golpear el cráneo, ya destrozado, de La Cosa. No debía pensar en lo que fue ni en lo que podía haber sido, sino en lo que es. Ahora, se encontraba encima. Había aprovechado la participación de las aves y los Ro’lisims para tomar una buena posición en la que pudiera evocar toda la ira que sentía. Esta por Darmin, esta por Evans y esta por la Factoría. Repetía mentalmente cada tres martillazos.
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Sintió una punzada, como el pinchazo de una aguja, en la espalda que ya no existía. Vio un montón de pelaje encima de sus ojos. Una voz de mujer le dijo que no se preocupase, que ya casi estaba fuera. Dingo tuvo la sensación de estar nadando en un mar hecho de flan. Un flan ranció que apestaba a perro muerto. ¡La superficie! Fuera como fuera, no quería pensar en una explicación, las punzadas le instaban a emerger en la superficie. Nadó con los brazos que resurgían desde el interior de la maldición.
— ¡Vamos, ya casi estás fuera! — gritó la mujer ardilla —¡Mort, aquí hay uno vi…! — La Cosa la alcanzó antes de que pudiera terminar la frase.
Nada, por lo que más quieras, por tus hijos y tu mujer, sigue nadando.
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El gigante cayó al suelo al suelo. Nadie se atrevió a determinar si había muerto pues, por lo que las bestias sabían, La Cosa siempre había estado muerta. Mao Zedong descuartizó a La Cosa en varios pedazos. Buscaba los cuerpos de las mujeres y hombres que habían sido hechizados por la bruja; trabajo que antes le perteneció a Darmin. Mort seguía en sus trece. Golpeaba sin descanso la cabeza del gigante.
—Akanke, aquí hay uno vivo. — dijo Mao Zedong sorprendido. —Hombre cánido. Está inconsciente, pero todavía respira. Tiene una herida en el estómago. Debemos llevarlo a los médicos del laboratorio. Podrán sanarlo.
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—¿De qué te ríes, sapo?
—Tus yentes muertas han perdido. Perdido, fracaso y derrota. ¿Por qué utilizar tres palabras para definir lo mismo? Perdata. Esa palabra te describe mejor. Perdata. Pensaste y creíste que un puñado de muertos sin conciencia y un gigante estúpido eran suficientes para vencer a las bestias. Te dije que no podrías. Te lo advertí y te avise. Jason Bosne es más inteligente de lo que te imaginas. Solo se codea con bestias que puedan igualarle o superarle en inteligencia. — Halliman croó una risa sarcástica — Capitana Wheeler, ¿cuál será su próxima perdata? ¿Enfrentarse contra los dragones que llegan del norte? — señaló con el bastón sonriente al cielo — ¿o perdonar a la bruja cobarde? — señaló a Chassie que regresaba a la retaguardia del ejército arrastrándose como una culebra.
Johanna desenfundó su espada. Odiaba al sapo. Odiaba, todavía más, que tuviera razón. Chassie era una cobarde. Perdata su misión. ¿Eso estaba bien dicho en el idioma del sapo? ¡Qué coño importaba! Johanna Wheeler sonrió sin ganas.
— Agradece que sea yo y no tu maestro quien te castigue.
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Los muertos que caminan se desplomaron al instante. Saldana susurró a una oración a los Dioses para darles las gracias. La magia de Chassie la ponía nerviosa. No encargues a un muerto la tarea de un vivo. Gracias Odín, padre de todos, por ofrecernos nuestra oportunidad de contarte. Tyr, Dios de la guerra, disfruta de la sangre de sangre que rendimos en tu gloria. Loki, Dios de los engaños y las mentiras. ¡Púdrete en el Ragnarok!
María Saldana adjudicaba a lord Byron las malas virtudes de Loki. A él no le importaba la guerra, solo las bestias. Pidió, de antemano, que se matase al menor número de mujeres bestias. Las quería a todas para él. Los Dioses sabían para que fines. Saldana sentía tanto rechazo hacia lord Byron como lo sentía hacia Chassie. Ella había sido asesinada; cualquiera se habría dado cuenta al ver a los muertos desplomarse en el suelo. El otro, como siguiera riendo por cada hombre de la guardia que moría, no tardaría mucho en acompañarla.
—Arqueros, allí. Disparad a las aves y a los monos. Los hombres de lord Byron se encargarán de las bestias pequeñas.
Qué te lo has creído. Leyó Saldana en la sonrisa de Byron. El ejército del noble, a pesar de ir a caballo, avanzaba a paso lento y dando un rodeo innecesario.
—Disparad también a los hombres — agregó Saldana. Byron solo le interesaba porque había conseguido atrapar a un gigante en su feudo. Sin gigante, ya no valía nada.
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Harambe sintió miedo al ver a los dragones que llegaban de las montañas del norte. No porque ellos significasen una amenaza para La Factoría, sino porque entendió que la estrategia de Jason Bosne había funcionado. Once dragones era una mayor ofensiva que uno de tres cabezas. Cuando éstos acabasen con los hombres de metal alados, el laboratorio 8B poseería once dragones sanos y fuertes con los que poder experimentar.
Bosne indicó a las bestias aéreas que fueran al sur, a servir de apoyo a los hombres de Mort. Eso dejaba el cielo gobernado por dragones y cibernéticos. El plan de Bosne.
Los cibernéticos que el dragón de tres cabezas no pudo matar, escaparon del combate. Debían sentir tanto miedo por las ideas de Jason Bosne como lo sentía Harambe. Todavía no había terminado. Faltaba lo peor.
El dragón de tres cabezas fue abatido. Cinco dragones, que pasaron a su forma humana, se congregaron alrededor del cadáver. Amón, Anubis y Ran se abalanzaron hacia ellos. Pusieron sus armas en sus cuellos sin hacerles el menor rasguño. Jason Bosne bebió del frasco del no-nato. Su cuerpo obtuvo escamas y alas de dragón. Ahora, sería igual a los seis restantes. Hablarían de igual a igual.
—Honorables dragones, ¿a qué se debe vuestra visita? — dijo Bosne educadamente.
Los cibernéticos que quedaban con vida se ocultaban detrás de las cúpula del laboratorio como si gárgolas espantadas.
—Es una desgracia, para ambas familias, que nos toméis como rivales — Amón, Anubis y Ran bajaron sus armas. — Antes de presentar vuestras armas ante mí, exijo que me anunciéis nuestros crimines. ¿De qué se nos acusa?
Las bestias se congregaron alrededor de los once dragones. Las armas apuntaban al suelo. Mientras Bosne hablaba, los demás callaban. Harambe quería irse de allí. La resolución de la conversación no sería agradable ni para él ni para los dragones, solo para Bosne.
Antes de que los dragones pudieran contestar, Bosne siguió hablando.
—Igualdad de condiciones.
Los dragones que no habían pasado a su forma humana se desplomaron en el acto. Quedaron fritos; dormidos como bebés de cuna. Harambe vio la razón. El estómago del dragón de tres cabezas estaba abierto como un saco. Dejaba escapar una nube de ensueño que solo afectaba a los dragones que no habían regresado a su forma humana.
—Ahora tenéis una razón para el diálogo. Si tomáis ofensa contra nosotros, los vuestros fallecerán. Tomo mis precauciones, igual que lo harías vosotros si nosotros nos presentásemos armados en Dundarak. Que sea esto un diálogo de igual a igual: honorables dragones conversando con honorables bestias.
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* Akanke: Tienes dos importantes problemas que resolver: el primero es Dingo. Si no lo asiste un médico, morirá. Amón y Harambe son los doctores de la Factoría. Este turno, describirás tu viaje de vuelta al laboratorio (sin llegar hasta el final).
El según interés es el más complejo y el que presenta la guerra frente a tus narices. Has terminado con el gigante y los muertos. Chassie ha muerto. Quedan otros cuatro enemigos por delante. Es la hora de enfrentarse contra los arqueros de Saldan y la caballería de lord Byron. Éstos dos están en la retaguardia de la partida, por lo que no podrás alcanzarlos todavía. Deberás derrotar (perdata) al mayor número de arqueros y caballeros posibles. Date cuenta de un importante detalle: Saldana no confía en lord Byron, las flechas de los arqueros estarán dirigidas a las bestias y a los humanos. El ataque dificultará tu regreso al laboratorio.
Opcionalmente: deberás calmar los ánimos del grupo. Como has descrito en tu post, muchos están furiosos y otros tantos llorando. Sé una buena sacerdotisa.
Deberás lanzar la Voluntad de los Dioses. La suerte decidirá dos cuestiones: el número de aliados abatidos por las flechas y si logras o no alcanzar la Factoría.
* Rakan’Drag: El dragón escondía una trama mortal. Has caído en ella. Solo cinco de vosotros seguís conscientes (tú entre ellos). Bosne os ha utilizado como ha querido. Estás rodeado de bestias, todas de muy alto nivel (como verás en este [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]). Bosne es una bestia civilizada. Dice que no quiere la enemistad de los dragones. Pide diálogo, que le digas de qué se le acusa. Aquí se pone en juego la justicia y disciplina de los de tu raza: ¿le atacarás a pesar de estar inferioridad numérica y tener a varios de tus compañeros inconscientes?
Adicionalmente, los cibernéticos esperan pacientes su vuelta al combate.
Si decides atacar a las bestias, no podrás matar a ninguna. Como he dicho, todas son de un nivel bastante más alto que el tuyo.
Sigel
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
El báculo de Akanke revoleaba en el aire, tirando abajo cabezas de no-vivos con cada golpe que daba. Pero el último golpe que lanzó se fue en banda, pues el ser putrefacto contra el que peleaba cayó al suelo final y absolutamente muerto. La mujer quedó asombrada y extrañada, mirando a su alrededor confundida. Buscó a Mao con los ojos, él tendría que haber llegado ya.
-¡Akanke!- escuchó que la llamaba una voz dulce y cantarina, era Alahambra que aterrizaba junto a ella y la estrechaba en un cálido abrazo -Qué alegría que estás bien- dijo, tomándole el rostro entre las manos. Lo siguiente que hizo la mujer ave, fue revisar a su amiga, notando que le faltaba cuerpo -¡Tus patas! ¿Qué ha pasado con tu hermoso cuerpo?- exclamó, horrorizada. -Jason Bosne- fue lo que atinó a responder ella, encogiendo los hombros con una expresión entristecida. -Yo queriendo cuerpo mío- dijo, mirando suplicante a su entrañable amiga. -No te preocupes, yo hablaré con Jason apenas terminemos con este asunto- la tranquilizó, acariciando su cabello rizado.
La ex-centáuride asintió y sonrió. Giró su cuerpo y señaló una posición elevada -Flechas ahí atacando nosotros- indicó, revelando la posición de los arqueros de Saldana, que estaban más atrás en la ofensiva. Alahambra asintió -Mis hombres y yo nos encargaremos, no te preocupes, tú ten cuidado- pidió a su amiga. Akanke tomó los hombros de la mujer ave y pegó su frente a la de ella -Tú también, vive- le rogó, hablando en un susurro. Apretó los hombros ajenos con las manos y la quijada propia con impotencia. Sintió miedo de perderle. No lo soportaría, era su amiga querida. La vio alzar el vuelo y suspiró, mirándola acercarse a los demás bestiales alados. Ella por su parte, sacudió la cabeza para regresar al momento, a la guerra. Un enemigo había caído, pero aún faltaban más que destruir.
Vio cómo Mao corría hacia ella con algo al hombro -¡Akanke! ¡Hay uno vivo!- exclamaba, llamándola a su lado. Ella se lanzó a correr hacia el, interceptándolo y recibiendo en sus brazos al hombre bestia cuya herida era tan terrible como su olor -Estaba dentro de... esa cosa gigante, es el único que hemos podido rescatar, apenas sobrevive... Akanke, hay que llevarlo a La Factoría- insitió Mao, mirándola con preocupación. Llevar al hombre herido con los médicos significaba pasar por el campo de alcance de los arqueros enemigos y tener que derrotar al ejército que ahora se interponía entre ellos y el edificio donde estaba Harambe.
La mujer centáuride hubiese podido echar al herido en su lomo, de haberlo tenido. Ese Bosne conocería de su furia, pero después, cuando hayan matado a todos los intrusos. Ahora necesitaba una camilla y hombres que la llevaran. Habían muchos más heridos que tenían que movilizar, el escuadrón de Mort había mermado, pero eran hombres que podían ser salvados, así que Akanke se aseguraría de llevarlos con vida a la seguridad y resguardo de La Factoría. -Nosotros regresar a Factoría- anunció ella. -Llevando gente que no pelea más, todos... viviremos- se esforzaba en hablar, quería que la siguieran, que no perdieran la fe ni las esperanzas. Quería pedirles que siguieran luchando a pesar de las heridas, a pesar del miedo y el horror. Que su lucha era por todos y que cada vida perdida dolía demasiado como para permitirse más y por eso no les daba permiso de desfallecer. Que era hora de volver pero que en el camino tendrían que enfrentar a más enemigos desalmados que no les darían tregua alguna.
Pero estamos hablando de Akanke, la que no sabe hablar. Así que tragó saliva y alzó su báculo, agarrándolo por un extremo, y comenzó a girarlo, haciendo sonar las cuentas que este llevaba. Era un sonido que imitaba el de la lluvia, que transmitía calma y paz. Ellos la conocían, sabían, al ver su mirada, que ella los quería como a su familia; se entendían más allá de las palabras.
En el cielo, Alahambra y sus hombres parecían danzar. Esquivaban flechas con gracia y elegancia, pues desde su posición las veían venir y lograban cambiar de trayectoria sin mayor dificultad. La gente ave cotraatracaba con las ballestas modificadas que lanzaban varios virotes a la vez. Pero pronto descubrieron que el ataque hacia ellos era una pantalla. La mayoría de las flechas no iban dirigidas hacia ellos.
Una gran nube de flechas cubrió el cielo. Cualquiera pensaría que su destino era el grupo de Akanke, pero la trayectoria era clara para Alahambra y sus hombres alados: la caballería. -Estos se atacan entre ellos mismos- observó confundida. Haciendo sonar su cuerno de batalla, intentó llamar la atención de Akanke para avisarle del ataque, esperaba que entendiera la señal. Eso era lo único que podía hacer por su amiga, no podía descuidar su propia pelea. Por mucho que aquellos arqueros traicionaran a los de su propio bando, no daban tregua en su ataque. Viendo un espacio mientras algunos cargaban, un grupo de alados cayeron en picada sobre los arqueros, llevando la batalla que habían mantenido a distancia, al cuerpo a cuerpo.
-¡Akanke!- escuchó que la llamaba una voz dulce y cantarina, era Alahambra que aterrizaba junto a ella y la estrechaba en un cálido abrazo -Qué alegría que estás bien- dijo, tomándole el rostro entre las manos. Lo siguiente que hizo la mujer ave, fue revisar a su amiga, notando que le faltaba cuerpo -¡Tus patas! ¿Qué ha pasado con tu hermoso cuerpo?- exclamó, horrorizada. -Jason Bosne- fue lo que atinó a responder ella, encogiendo los hombros con una expresión entristecida. -Yo queriendo cuerpo mío- dijo, mirando suplicante a su entrañable amiga. -No te preocupes, yo hablaré con Jason apenas terminemos con este asunto- la tranquilizó, acariciando su cabello rizado.
La ex-centáuride asintió y sonrió. Giró su cuerpo y señaló una posición elevada -Flechas ahí atacando nosotros- indicó, revelando la posición de los arqueros de Saldana, que estaban más atrás en la ofensiva. Alahambra asintió -Mis hombres y yo nos encargaremos, no te preocupes, tú ten cuidado- pidió a su amiga. Akanke tomó los hombros de la mujer ave y pegó su frente a la de ella -Tú también, vive- le rogó, hablando en un susurro. Apretó los hombros ajenos con las manos y la quijada propia con impotencia. Sintió miedo de perderle. No lo soportaría, era su amiga querida. La vio alzar el vuelo y suspiró, mirándola acercarse a los demás bestiales alados. Ella por su parte, sacudió la cabeza para regresar al momento, a la guerra. Un enemigo había caído, pero aún faltaban más que destruir.
Vio cómo Mao corría hacia ella con algo al hombro -¡Akanke! ¡Hay uno vivo!- exclamaba, llamándola a su lado. Ella se lanzó a correr hacia el, interceptándolo y recibiendo en sus brazos al hombre bestia cuya herida era tan terrible como su olor -Estaba dentro de... esa cosa gigante, es el único que hemos podido rescatar, apenas sobrevive... Akanke, hay que llevarlo a La Factoría- insitió Mao, mirándola con preocupación. Llevar al hombre herido con los médicos significaba pasar por el campo de alcance de los arqueros enemigos y tener que derrotar al ejército que ahora se interponía entre ellos y el edificio donde estaba Harambe.
La mujer centáuride hubiese podido echar al herido en su lomo, de haberlo tenido. Ese Bosne conocería de su furia, pero después, cuando hayan matado a todos los intrusos. Ahora necesitaba una camilla y hombres que la llevaran. Habían muchos más heridos que tenían que movilizar, el escuadrón de Mort había mermado, pero eran hombres que podían ser salvados, así que Akanke se aseguraría de llevarlos con vida a la seguridad y resguardo de La Factoría. -Nosotros regresar a Factoría- anunció ella. -Llevando gente que no pelea más, todos... viviremos- se esforzaba en hablar, quería que la siguieran, que no perdieran la fe ni las esperanzas. Quería pedirles que siguieran luchando a pesar de las heridas, a pesar del miedo y el horror. Que su lucha era por todos y que cada vida perdida dolía demasiado como para permitirse más y por eso no les daba permiso de desfallecer. Que era hora de volver pero que en el camino tendrían que enfrentar a más enemigos desalmados que no les darían tregua alguna.
Pero estamos hablando de Akanke, la que no sabe hablar. Así que tragó saliva y alzó su báculo, agarrándolo por un extremo, y comenzó a girarlo, haciendo sonar las cuentas que este llevaba. Era un sonido que imitaba el de la lluvia, que transmitía calma y paz. Ellos la conocían, sabían, al ver su mirada, que ella los quería como a su familia; se entendían más allá de las palabras.
En el cielo, Alahambra y sus hombres parecían danzar. Esquivaban flechas con gracia y elegancia, pues desde su posición las veían venir y lograban cambiar de trayectoria sin mayor dificultad. La gente ave cotraatracaba con las ballestas modificadas que lanzaban varios virotes a la vez. Pero pronto descubrieron que el ataque hacia ellos era una pantalla. La mayoría de las flechas no iban dirigidas hacia ellos.
Una gran nube de flechas cubrió el cielo. Cualquiera pensaría que su destino era el grupo de Akanke, pero la trayectoria era clara para Alahambra y sus hombres alados: la caballería. -Estos se atacan entre ellos mismos- observó confundida. Haciendo sonar su cuerno de batalla, intentó llamar la atención de Akanke para avisarle del ataque, esperaba que entendiera la señal. Eso era lo único que podía hacer por su amiga, no podía descuidar su propia pelea. Por mucho que aquellos arqueros traicionaran a los de su propio bando, no daban tregua en su ataque. Viendo un espacio mientras algunos cargaban, un grupo de alados cayeron en picada sobre los arqueros, llevando la batalla que habían mantenido a distancia, al cuerpo a cuerpo.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
El miembro 'Akanke' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
Pronto el sujeto que buscábamos finalmente había salido, 5 de nosotros todavía se mantenían en su forma draconiana, mientras que el resto había vuelto a su forma humana. Para nuestra desgracia, pronto estábamos rodeados por lanzas y aquellos que se mantenían en la forma draconiana se desplomaron en el suelo, cerré los ojos... los había guiado mal y era consciente de ello. Le había fallado a mi grupo, a jóvenes guerreros que solo querían cumplir la voluntad de los ancestrales.
-- Hablas de honor pero solo conoces la manipulación y la deshonra a través de tus trucos señor Bosne. Y no hay nada de honor en eso.-- dije con un tono bajo pero agresivo, en ese mismo instante voltee a ver a mis hombres, los que aun estaban de pie, levante mi mano y la baje levemente, indicándoles que bajaran sus armas.
Si los ancestrales querían ayudarnos, bienvenidos iban a ser... pero abandonados por los dioses estábamos, los guardianes debían arreglárselas por si solas, incluyéndome. -- No somos dragones, somos protectores de lo divino y lo inmortal, somos ancestrales. -- explique entrecerrando los ojos, esta vez indicándole a mis hombres que tiraran sus armas. Pero en sus miradas note aquello que nos hacia ancestrales, aquella hermandad que me indicaba que no iban a dejarme solo, que ahora eramos la responsabilidad los unos de los otros. Todas las vidas por una, unidos.
Mire la Excalibur atentamente, mirando ambos lados. De un lado se apreciaba "Tómame" y del otro "Arrojame". Luego mire a Bosne ¿De que lo podíamos acusar? Lo mismo por lo que veníamos a acusarlo, son los mismos actos que nosotros habíamos cometido, miles de bestias se encontraban muertas en el campo de batalla... por nuestra culpa. ¿Acaso eran mas importantes la vida de esos 3 dragones que la de esas pobres criaturas muertas? No, me falle a mi mismo, mate por un noble. Mate por alguien que se considera "Superior". Le había fallado y por eso los dioses no se encontraban conmigo.
-- De nada se los acusa -- murmure clavando la Excalibur en la tierra delante de mi. Levante mi mirada hasta que esta llegara al cielo -- No le hagas nada a mis hermanos, y me entregare sin resistencia alguna. Pero si llegaras a hacerle algo a uno, créeme que la furia de los ancestrales caerá sobre ti... y la mía también. No importa cuanta fuerza pueda tener un ejercito o un hombre, si no hay voluntad. --
Helios fue el único guardián que se atrevió a hablar en aquel momento, con un tono seguro y confiado -- En otra circunstancia los hubiéramos ayudado. -- se podía notar, en su tono, que el sabia que nada bueno iba a pasar. Eso me afectaba, su moral estaba baja. Galahad era el único que se mantenía firme -- Once guardianes vinieron en busca de justicia, y once guardianes se irán con vida. -- lo mire y sonreí.
¿Luchar a muerte o rendirse ante las "honorables bestias"? Nuestro destino estaba sellado, y no teníamos alternativa. Pero la esperanza era algo que yo nunca perdía. [Dragón] -- Aal kun ahrk hind aak mii -- dije seguro, manteniendo mi cabeza firme mientras los demás guardianes arrojaban sus espadas al suelo. Mis ojos se iluminaban mas fuerte, y mis dientes eran los de un dragón, levante mi mirada una ultima vez soltando un rugido, como si de un lobo se tratara... lo había aprendido de ellos, esperando que otro dragón lo escuchara.
-- Hablas de honor pero solo conoces la manipulación y la deshonra a través de tus trucos señor Bosne. Y no hay nada de honor en eso.-- dije con un tono bajo pero agresivo, en ese mismo instante voltee a ver a mis hombres, los que aun estaban de pie, levante mi mano y la baje levemente, indicándoles que bajaran sus armas.
Si los ancestrales querían ayudarnos, bienvenidos iban a ser... pero abandonados por los dioses estábamos, los guardianes debían arreglárselas por si solas, incluyéndome. -- No somos dragones, somos protectores de lo divino y lo inmortal, somos ancestrales. -- explique entrecerrando los ojos, esta vez indicándole a mis hombres que tiraran sus armas. Pero en sus miradas note aquello que nos hacia ancestrales, aquella hermandad que me indicaba que no iban a dejarme solo, que ahora eramos la responsabilidad los unos de los otros. Todas las vidas por una, unidos.
Mire la Excalibur atentamente, mirando ambos lados. De un lado se apreciaba "Tómame" y del otro "Arrojame". Luego mire a Bosne ¿De que lo podíamos acusar? Lo mismo por lo que veníamos a acusarlo, son los mismos actos que nosotros habíamos cometido, miles de bestias se encontraban muertas en el campo de batalla... por nuestra culpa. ¿Acaso eran mas importantes la vida de esos 3 dragones que la de esas pobres criaturas muertas? No, me falle a mi mismo, mate por un noble. Mate por alguien que se considera "Superior". Le había fallado y por eso los dioses no se encontraban conmigo.
-- De nada se los acusa -- murmure clavando la Excalibur en la tierra delante de mi. Levante mi mirada hasta que esta llegara al cielo -- No le hagas nada a mis hermanos, y me entregare sin resistencia alguna. Pero si llegaras a hacerle algo a uno, créeme que la furia de los ancestrales caerá sobre ti... y la mía también. No importa cuanta fuerza pueda tener un ejercito o un hombre, si no hay voluntad. --
Helios fue el único guardián que se atrevió a hablar en aquel momento, con un tono seguro y confiado -- En otra circunstancia los hubiéramos ayudado. -- se podía notar, en su tono, que el sabia que nada bueno iba a pasar. Eso me afectaba, su moral estaba baja. Galahad era el único que se mantenía firme -- Once guardianes vinieron en busca de justicia, y once guardianes se irán con vida. -- lo mire y sonreí.
¿Luchar a muerte o rendirse ante las "honorables bestias"? Nuestro destino estaba sellado, y no teníamos alternativa. Pero la esperanza era algo que yo nunca perdía. [Dragón] -- Aal kun ahrk hind aak mii -- dije seguro, manteniendo mi cabeza firme mientras los demás guardianes arrojaban sus espadas al suelo. Mis ojos se iluminaban mas fuerte, y mis dientes eran los de un dragón, levante mi mirada una ultima vez soltando un rugido, como si de un lobo se tratara... lo había aprendido de ellos, esperando que otro dragón lo escuchara.
- Idioma Dragón:
- Que la luz y la esperanza nos guié.
Rakan'Drag
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
Perdata. Perdata Dilo más alto que todavía no te han oído. Perdata para las yentes de Bracknell y perdata para las yentes de Bosne. Nate Halliman se veía como el único vencedor de la tarde. Sostenía con las dos manos el bastón con la cara de su amigo pintado en un extremo. Más temprano que tarde, arrebataría el colgante con el no-nato del cuello moribundo de Jason Bosne. Las yentes de Bracknell, quienes recolectaban los objetos malditos de Egdecomb con las mismas ansias (necesidades) que él, no podrían detenerle puesto que estarían muertos y derrotados. Estarían perdata, dicho en el propio vocabulario de Halliman.
Los arqueros humanos se enfrentaban contra las bestias aladas. Perdata para ambos. Las flechas sepultaron los cuerpos de las aves. Las aves, supervivientes, cayeron en picado contra los arqueros con las espadas y las lanzas por delante. Perdata para ambos.
El hombre sapo divisó una mosca revolotear entre la nerma (sangre en idioma Halliman) que emanaba de la cabeza abierta de un cadáver. Atrapó la mosca de un lengüetazo y la mordisqueó de forma exagerada como si fuera una jugosa golosina.
—Pedarta — dijo en voz baja mientras masticaba la mosca.
Johanna Wheeler entendió que la llamaba petarda.
María Saldana logró ocultarse detrás de una agrupación de rocas. Se asomaba de forma intermitente para disparar con el arco sin apuntar. En el momento que descubriese su cuerpo al completo estaría muerta. Era una buena arquera, la mejor de Roilkat; no le hacía falta apuntar para asestar el torso de las bestias de un flechazo. Imagina la posición en la que podía estar guiándose por los acontecimientos de la batalla. ¿Dónde irían las aves? Pensaba. Escaparían de las oleadas de flechas de los arqueros y buscarían un punto blanco en el que descender y atacar. María Saldana disparaba sus flechas negras a aquellos puntos blancos. Detrás del pináculo de rocas no pudo ver a sus enemigos caer, pero sí los escuchaba. Los gritos y las suplicabas formaban una deliciosa canción que, en un sentido macabro, llegaba a excitarla. Si sobrevivía, recordaría la canción en la cama de alguno de los chicos de la guarnición. Pasaría una buena noche; la mejor en mucho tiempo.
En la superficie del pensamiento de Harambe se encontraba la idea de retirarse del campo de batalla. Los dragones no eran sus enemigos. Jason Bosne y Amon se habían empeñado en atraerlos para experimentar con su sangre y hacer quién sabe qué con sus cuerpos. Harambe sospechaba que el dragón de tres cabezas era solo el principio de la locura. Ladeo la cabeza y dio un paso atrás, alejándose lentamente del círculo de once dragones. No, esa no era su guerra. Los enemigos reales avanzaban por los campos exteriores: humanos y muertos renacidos de los ejércitos de El Hombre Muerto.
En la profundidad de su pensamiento, Harambe meditaba la idea de abandonar La Factoría. No era la primera que lo pensaba. Jason Bosne estaba loco y todos los que se quedaban con ellos acabarían igual de locos que él. El hombre león había hecho cosas muy buenas para la comunidad de las bestias: reunió a un grupo considerablemente grande de familias y les otorgó un lugar digno donde vivir. El laboratorio donde las bestias nacieron y que en su día fue dirigido por humanos condenados por su egoísmo, era ahora una ciudad sin gota racismo ni especismo. Harambe no podía negar que Bosne hizo un bien para las bestias mucho más grande que ninguna otra bestia logró. Aun así, no podía ignorar los experimentos que había sido testigo ni la locura iracunda que encendía al hombre león cada vez que perdía de vista el frasco del no-nato.
Los monos del Templo en compañía de su sacerdotisa y de bestias pequeñas (conejos, ratas y ardillas en su mayoría) llegaron a las escaleras de la puerta central del laboratorio 8B. Harambe distinguió que uno de los hombres monos, Mao Zedong recordaba que se llamaba, portaba el cuerpo malherido de un canido. El hombre gorila fue a su encuentro. Atender a los heridos era la excusa perfecta para alejarse de los dragones y de Jason Bosne.
—¡¿Qué le ha sucedido?! — Harambe recogió en brazos en cuerpo del cánido. Lo examinó con las yemas de los dedos. — Su piel es tan oscura como una noche sin luna. No es por la sangre ni los cardenales. ¿Se trata de la magia?
—Magia. Magia mala. Magia negra. Muertos que caminan — Mazo Zedong hizo andar dos dedos sobre la palma de su otra mano. — El más grande de los muertos. — golpeó la palma con el puño abierto — Derrotado. Hombres vivos salir de él. Dingo salir de él.
—Llevadlo al interior del laboratorio. Traed un cubo de agua fría y huesos de gorrión. Usará la magia arcana para absorber la corrupción de la magia negra de su cuerpo. Se recuperará. Tenéis suerte que haya visto cosas más desagradables que un dingo maldito — Harambe recordó a Symphony Shappire. Alejó los malos recuerdos de su memoria.
Mao Zedong respondió con un movimiento afirmativo con la cabeza.
—Señora Akanke. Usted y los suyos deben guardar la puerta del laboratorio. No permita que ningún humano pase por estos escalones.
Un puñado de hombres pájaro regresaba de los campos y aterrizaban sobre la cúpula abierta del laboratorio. Tras ellos, venían la caballeriza humana. Sonreían como condenadas. Sonreían como lo hacía la cara pintada en el báculo de Nate Halliman. De nuevo, Shappy entró en su cabeza. Ella condenaba a los muertos con el libro de la misma forma que Halliman condenaba a los vivos con su bastón: por la magia de los objetos malditos de Egdecomb. El hombre mono que se interpuso durante el ritual de Akanke sonreía igual que la caballeriza humana.
Jason Bosne enseñó la mitad de su dentadura de león con una amarga sonrisa. El portavoz de los dragones no reconoció ningún delito por parte de La Factoría. Tenía razones para sospechar de las bestias, pues era cierto que secuestraron a tres honorables dragones y utilizaron sus cuerpos para crear un engendro y una trampa que atraía a casi el cuádruple de dragones al laboratorio 8B. El portavoz debió entender que, si anunciaba la realidad, por muy justa que fuera, los once dragones no regresarían con vida a sus hogares. Jason Bosne se sintió complacido de hablar con alguien que entendiera su idioma.
Levantó los brazos para demostrar que, por lo menos él, estaba desarmado (tampoco es que no necesitase armas para atacar). Las bestias hicieron lo propio y levantaron las armas.
—Confío en la honorable palabra de los dragones. Sin embargo, os habéis presentado a nuestra casa con insanas intenciones. Tú lo has dicho: no se nos acusa de nada. No hemos cometido ningún delito — mintió y los dragones supieron que mentía, pero no podían hacer nada por contradecirlo. — Tomaré vuestra sangre como una ofrenda de conciliación y una muestra de que vuestra promesa es sincera.
Las bestias se acercaron a los dragones más heridos con trapos húmedos y cubos de metal. Limpiaron la sangre de los dragones heridos y la recogieron en los cubos. Amón, el médico de La Factoría, se preocupó por coser los cortes y quemar las heridas propensas a ser infectadas. Los dragones y las bestias podían estar en paz. Los dragones saldrían de La Factoría en perfectas condiciones y Jason Bosne obtendrían lo que quería: muestras con las que experimentar.
—Paz entre los mundos — dijo con gracia. — Bienvenidos sean nuestros hermanos de Dundarak.
El hombre león escuchó una detonación venida por el norte. Con la llegada de los dragones, había olvidado los ejércitos humanos.
—¿Serán nuestros hermanos dragones tan amables como para considerar proteger nuestro hogar de los compartidos enemigos? — la respuesta de los dragones no podría ser otra que un sí: de negarse, las bestias que limpiaban los dragones dejarían caer los trapos húmedos y descubrirían los punzones que ocultaban bajo ellos. — El nigromante, El Hombre Muerto, no tiene poder en nuestras tierras y lo desea. Quiere arrebatarnos el hogar que nos pertenece por derecho de nacimiento— y la fuente de energía terrestre que ésta guarda. Esto último no lo dijo. — Los hermanos dragones ayudarán a las hermanas bestias.
Este será el penúltimo turno del tema.
* Akanke: Protege la entrada del laboratorio 8B. Tienes un pequeño ejército a tus órdenes, el cual se ha visto menguado en el anterior turno; apenas sobrevivieron tres aves de todo el grupo, tu amiga Alahambra entre ellos. Enfréntate a la caballería del lord Byron y mata al señor que los dirige.
Lanzarás una la voluntad de los Dioses. La runa de suerte nos dirá cuántos enemigos logran pasar la entrada al laboratorio.
* Rakan’Drag: Jason Bosne no es una persona (una bestia) con la que se pueda negociar. Desde el primer momento, presenta ventaja sobre los dragones. Ignora tus amenazas, las cuales te aseguro que le han ofendido, y toma tu palabra de honor a su favor para obligarte a que defiendas el laboratorio. Te unirás al ejército de Akanke y asistirás sus necesidades.
Has formado un vínculo entre Dundarak y La Factoría. En siguientes temas, las bestias de La Factoría podrán presentarse en la ciudad de los dragones como invitados. Lo mismo ocurrirá en el caso de que los dragones quieran visitar La Factoría. La promesa sigue en pie: los dragones que lleguen regresarán con vida. Las bestias que irán a Dundarak, por lo tanto, también deberán regresar en las mismas condiciones.
Los arqueros humanos se enfrentaban contra las bestias aladas. Perdata para ambos. Las flechas sepultaron los cuerpos de las aves. Las aves, supervivientes, cayeron en picado contra los arqueros con las espadas y las lanzas por delante. Perdata para ambos.
El hombre sapo divisó una mosca revolotear entre la nerma (sangre en idioma Halliman) que emanaba de la cabeza abierta de un cadáver. Atrapó la mosca de un lengüetazo y la mordisqueó de forma exagerada como si fuera una jugosa golosina.
—Pedarta — dijo en voz baja mientras masticaba la mosca.
Johanna Wheeler entendió que la llamaba petarda.
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María Saldana logró ocultarse detrás de una agrupación de rocas. Se asomaba de forma intermitente para disparar con el arco sin apuntar. En el momento que descubriese su cuerpo al completo estaría muerta. Era una buena arquera, la mejor de Roilkat; no le hacía falta apuntar para asestar el torso de las bestias de un flechazo. Imagina la posición en la que podía estar guiándose por los acontecimientos de la batalla. ¿Dónde irían las aves? Pensaba. Escaparían de las oleadas de flechas de los arqueros y buscarían un punto blanco en el que descender y atacar. María Saldana disparaba sus flechas negras a aquellos puntos blancos. Detrás del pináculo de rocas no pudo ver a sus enemigos caer, pero sí los escuchaba. Los gritos y las suplicabas formaban una deliciosa canción que, en un sentido macabro, llegaba a excitarla. Si sobrevivía, recordaría la canción en la cama de alguno de los chicos de la guarnición. Pasaría una buena noche; la mejor en mucho tiempo.
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En la superficie del pensamiento de Harambe se encontraba la idea de retirarse del campo de batalla. Los dragones no eran sus enemigos. Jason Bosne y Amon se habían empeñado en atraerlos para experimentar con su sangre y hacer quién sabe qué con sus cuerpos. Harambe sospechaba que el dragón de tres cabezas era solo el principio de la locura. Ladeo la cabeza y dio un paso atrás, alejándose lentamente del círculo de once dragones. No, esa no era su guerra. Los enemigos reales avanzaban por los campos exteriores: humanos y muertos renacidos de los ejércitos de El Hombre Muerto.
En la profundidad de su pensamiento, Harambe meditaba la idea de abandonar La Factoría. No era la primera que lo pensaba. Jason Bosne estaba loco y todos los que se quedaban con ellos acabarían igual de locos que él. El hombre león había hecho cosas muy buenas para la comunidad de las bestias: reunió a un grupo considerablemente grande de familias y les otorgó un lugar digno donde vivir. El laboratorio donde las bestias nacieron y que en su día fue dirigido por humanos condenados por su egoísmo, era ahora una ciudad sin gota racismo ni especismo. Harambe no podía negar que Bosne hizo un bien para las bestias mucho más grande que ninguna otra bestia logró. Aun así, no podía ignorar los experimentos que había sido testigo ni la locura iracunda que encendía al hombre león cada vez que perdía de vista el frasco del no-nato.
Los monos del Templo en compañía de su sacerdotisa y de bestias pequeñas (conejos, ratas y ardillas en su mayoría) llegaron a las escaleras de la puerta central del laboratorio 8B. Harambe distinguió que uno de los hombres monos, Mao Zedong recordaba que se llamaba, portaba el cuerpo malherido de un canido. El hombre gorila fue a su encuentro. Atender a los heridos era la excusa perfecta para alejarse de los dragones y de Jason Bosne.
—¡¿Qué le ha sucedido?! — Harambe recogió en brazos en cuerpo del cánido. Lo examinó con las yemas de los dedos. — Su piel es tan oscura como una noche sin luna. No es por la sangre ni los cardenales. ¿Se trata de la magia?
—Magia. Magia mala. Magia negra. Muertos que caminan — Mazo Zedong hizo andar dos dedos sobre la palma de su otra mano. — El más grande de los muertos. — golpeó la palma con el puño abierto — Derrotado. Hombres vivos salir de él. Dingo salir de él.
—Llevadlo al interior del laboratorio. Traed un cubo de agua fría y huesos de gorrión. Usará la magia arcana para absorber la corrupción de la magia negra de su cuerpo. Se recuperará. Tenéis suerte que haya visto cosas más desagradables que un dingo maldito — Harambe recordó a Symphony Shappire. Alejó los malos recuerdos de su memoria.
Mao Zedong respondió con un movimiento afirmativo con la cabeza.
—Señora Akanke. Usted y los suyos deben guardar la puerta del laboratorio. No permita que ningún humano pase por estos escalones.
Un puñado de hombres pájaro regresaba de los campos y aterrizaban sobre la cúpula abierta del laboratorio. Tras ellos, venían la caballeriza humana. Sonreían como condenadas. Sonreían como lo hacía la cara pintada en el báculo de Nate Halliman. De nuevo, Shappy entró en su cabeza. Ella condenaba a los muertos con el libro de la misma forma que Halliman condenaba a los vivos con su bastón: por la magia de los objetos malditos de Egdecomb. El hombre mono que se interpuso durante el ritual de Akanke sonreía igual que la caballeriza humana.
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Jason Bosne enseñó la mitad de su dentadura de león con una amarga sonrisa. El portavoz de los dragones no reconoció ningún delito por parte de La Factoría. Tenía razones para sospechar de las bestias, pues era cierto que secuestraron a tres honorables dragones y utilizaron sus cuerpos para crear un engendro y una trampa que atraía a casi el cuádruple de dragones al laboratorio 8B. El portavoz debió entender que, si anunciaba la realidad, por muy justa que fuera, los once dragones no regresarían con vida a sus hogares. Jason Bosne se sintió complacido de hablar con alguien que entendiera su idioma.
Levantó los brazos para demostrar que, por lo menos él, estaba desarmado (tampoco es que no necesitase armas para atacar). Las bestias hicieron lo propio y levantaron las armas.
—Confío en la honorable palabra de los dragones. Sin embargo, os habéis presentado a nuestra casa con insanas intenciones. Tú lo has dicho: no se nos acusa de nada. No hemos cometido ningún delito — mintió y los dragones supieron que mentía, pero no podían hacer nada por contradecirlo. — Tomaré vuestra sangre como una ofrenda de conciliación y una muestra de que vuestra promesa es sincera.
Las bestias se acercaron a los dragones más heridos con trapos húmedos y cubos de metal. Limpiaron la sangre de los dragones heridos y la recogieron en los cubos. Amón, el médico de La Factoría, se preocupó por coser los cortes y quemar las heridas propensas a ser infectadas. Los dragones y las bestias podían estar en paz. Los dragones saldrían de La Factoría en perfectas condiciones y Jason Bosne obtendrían lo que quería: muestras con las que experimentar.
—Paz entre los mundos — dijo con gracia. — Bienvenidos sean nuestros hermanos de Dundarak.
El hombre león escuchó una detonación venida por el norte. Con la llegada de los dragones, había olvidado los ejércitos humanos.
—¿Serán nuestros hermanos dragones tan amables como para considerar proteger nuestro hogar de los compartidos enemigos? — la respuesta de los dragones no podría ser otra que un sí: de negarse, las bestias que limpiaban los dragones dejarían caer los trapos húmedos y descubrirían los punzones que ocultaban bajo ellos. — El nigromante, El Hombre Muerto, no tiene poder en nuestras tierras y lo desea. Quiere arrebatarnos el hogar que nos pertenece por derecho de nacimiento— y la fuente de energía terrestre que ésta guarda. Esto último no lo dijo. — Los hermanos dragones ayudarán a las hermanas bestias.
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Este será el penúltimo turno del tema.
* Akanke: Protege la entrada del laboratorio 8B. Tienes un pequeño ejército a tus órdenes, el cual se ha visto menguado en el anterior turno; apenas sobrevivieron tres aves de todo el grupo, tu amiga Alahambra entre ellos. Enfréntate a la caballería del lord Byron y mata al señor que los dirige.
Lanzarás una la voluntad de los Dioses. La runa de suerte nos dirá cuántos enemigos logran pasar la entrada al laboratorio.
* Rakan’Drag: Jason Bosne no es una persona (una bestia) con la que se pueda negociar. Desde el primer momento, presenta ventaja sobre los dragones. Ignora tus amenazas, las cuales te aseguro que le han ofendido, y toma tu palabra de honor a su favor para obligarte a que defiendas el laboratorio. Te unirás al ejército de Akanke y asistirás sus necesidades.
Has formado un vínculo entre Dundarak y La Factoría. En siguientes temas, las bestias de La Factoría podrán presentarse en la ciudad de los dragones como invitados. Lo mismo ocurrirá en el caso de que los dragones quieran visitar La Factoría. La promesa sigue en pie: los dragones que lleguen regresarán con vida. Las bestias que irán a Dundarak, por lo tanto, también deberán regresar en las mismas condiciones.
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
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Recientemente, publiqué un tema con la lista de misiones y mastereados que los usuarios han abandonado sin decir nada. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Rakan me contestó y dijo que le gustaría retomar su participación en el tema. De Akanke no tengo noticia. Según su perfil, no entra al foro desde mayo de este año. No he encontrado ningún post suyo en la zona de ausencias, por lo que voy a suponer que ha dejado el foro.
Según las normas, se dejan 5 días para que los usuarios contesten los temas y si no es así, se salta su turno y se sanciona con la pérdida de 5 puntos de experiencia. Personalmente, suelo dar banda ancha, más que nada, porque a mí me cuesta seguir este margen de 5 días. No sabemos la situación personal de cada quién. Sin embargo, en este caso, no solo depende de mí, sino también de Rakan. No me gusta que un tercer usuario se sienta estancado. Es por eso que actuaremos de la siguiente manera: Rakan continuara este tema y Akanke quedará fuera del mismo. No habrá sanción, por parte de Akanke, pero tampoco ganará puntos en el mastereado.
Según las normas, se dejan 5 días para que los usuarios contesten los temas y si no es así, se salta su turno y se sanciona con la pérdida de 5 puntos de experiencia. Personalmente, suelo dar banda ancha, más que nada, porque a mí me cuesta seguir este margen de 5 días. No sabemos la situación personal de cada quién. Sin embargo, en este caso, no solo depende de mí, sino también de Rakan. No me gusta que un tercer usuario se sienta estancado. Es por eso que actuaremos de la siguiente manera: Rakan continuara este tema y Akanke quedará fuera del mismo. No habrá sanción, por parte de Akanke, pero tampoco ganará puntos en el mastereado.
Sigel
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
Aquel caos cada vez era mayor, me helaba la sangre el simple hecho de ver los cadáveres y los muertos caminar. No, no, no me helaba, me hervía, tenia miedo, estaba nervioso... pero no era momento para tener miedo y estar nervioso pues tenia vidas dependiendo de mi, entre ellas se encontraban las de los dragones. Bosne había dejado claro sus intenciones, pero si algo aprendí en la vida, es que no todos tienen honor. Recupere mi espada, tome el mango de la misma y la saque de la tierra en la que se encontraba clavada, sin quitarle la vista a Bosne de los ojos.
— Guardianes, conmigo. — dije en un tono alto, finalmente retirando mi mirada de Bosne para concentrarla en mis dragones, empezando a dirigirme a la entrada de aquel laboratorio donde varias bestias se encontraban listos para pelear contra una magia que solo el Dragón Ancestral Oscuro poseía. Todo lo que estaba pasando, no era mas que sus trucos, ahora si me hervía la sangre, pero no de miedo, de ira.
¿Pero era el? No, no podía echarle la culpa a alguien de quien no sabia, varias veces me repetí a mi mismo que el peso que llevaba el dragón oscuro era muy grande, que no lo había podido soportar, seria hipócrita de mi parte. Sin embargo eso no justificaba sus acciones pero estaba en medio de una guerra contra la oscuridad y no podía ponerme a reflexionar ni pensar mucho en ese tema, debía centrarme en la batalla por el bien de mis soldados.
Caminando junto a mis soldados llegamos ante un general Bestia, o eso quería creer, pero la escena se contaba sola y con solo mirar al frente y ver las grandes hordas de humanos que se venían, dejaban en claro nuestro objetivo. Asentí ante el capitán/general Bestia y puse mi espada firme señalando el frente, sumándome a la primera fila, porque no iba a ocultarme detrás del resto. Mis soldados se mantenían detrás mía.
— Que los ancestrales nos protejan a todos. — murmure para mi mismo, hoy, luchaba contra la oscuridad, y eso me daba orgullo, si iba a morir, iba a morir cumpliendo mi propósito. Defendiendo la luz, la vida, y el orden. Los humanos se acercaban con la caballería, aun estaban lejos pero la tierra se movía, podía sentirla porque aquel era mi elemento.
Cerre los ojos, uniéndome a la tierra. — ¿Están aquí? — escuche preguntar del sujeto que se encontraba a mi lado. La respuesta era si, pero no me centraba en la pregunta, solo en la tierra que se encontraba manchada de sangre y cadáveres.
No tenia lanza y estar al frente parecía suicidio, sin embargo, tenia un plan para derribar a algunos pocos de la caballería. Los pasos cada vez hacían mas ruido y la tierra vibraba cada vez mas y mas, tardaron unos pocos minutos mas hasta que se podía ver como la caballería enemiga estaba por cargar contra nosotros.
Al sentir que estaban lo suficientemente cerca, lleve mi mano libre hacia el suelo, agachándome para levantar mi mirada y abrir los ojos, levantando una gran parte de la tierra hacia arriba, haciendo que los caballos tropezaran, arrojando a sus jinetes mientras otros lograban esquivar aquello. — ¡Por la libertad, por las Bestias, por el orden! — grite al sentir la carga usando mi espada para contrarrestar parte de la carga que se venia contra mi, mientras algunos lograban frenar a los jinetes con las lanzas, pero otros morían en el intento o simplemente caían.
— ¡Luchen! — grito el capitán bestia, firme como un muro, con la voluntad de hierro. Lo admiraba, el también estaba luchando por una causa, y quizás una mas grande que la mía. Mi rostro estaba manchado con sangre, mi capa estaba rota y mi armadura marcada. El resto de los dragones se encontraban en un circulo peleando, encerrando a los jinetes que caían de los caballos para rematarlos.
Di unos pasos para atrás ya que cada vez, mas humanos se sumaban a la carga. Las ordenes iban y venían pero apenas se podían distinguir, solo veía polvo, cuerpos, humanos, bestias. Apenas tenia tiempo de levantar la cabeza y mirar que pasaba antes de que otro humano lanzara uno de sus ataques.
La batalla se agudizaba y los muertos caían por mayor, resistíamos, pero íbamos a tener que hacerlo mejor si queríamos ganar e irnos a casa con vida... o sin ella. Cada vez retrocedíamos un poco mas debido a las tropas del enemigo sin embargo nos manteníamos firmes.
Era hora de cambiar de estrategia, empece a correr hacia atrás seguido de los demás dragones para cambiar de forma en el proceso, soltando un rugido que sea audible para todos en aquel campo, tomando vuelo y formando con los demás, pero esa formación pronto se rompería para caer en picada. Visualice desde la altura a mi objetivo, dirigiéndome con las alas rectas y a gran velocidad, agarrándolo con mis dientes y lanzandolo lejos una vez lo tenia. Ahora con dragones de fuego,agua, etc. La batalla se tornaba a nuestro favor, o eso al menos quería creer.
Proseguí haciendo lo mismo, pero podía notar como a lo lejos, venían aquellos capitanes humanos.
— Guardianes, conmigo. — dije en un tono alto, finalmente retirando mi mirada de Bosne para concentrarla en mis dragones, empezando a dirigirme a la entrada de aquel laboratorio donde varias bestias se encontraban listos para pelear contra una magia que solo el Dragón Ancestral Oscuro poseía. Todo lo que estaba pasando, no era mas que sus trucos, ahora si me hervía la sangre, pero no de miedo, de ira.
¿Pero era el? No, no podía echarle la culpa a alguien de quien no sabia, varias veces me repetí a mi mismo que el peso que llevaba el dragón oscuro era muy grande, que no lo había podido soportar, seria hipócrita de mi parte. Sin embargo eso no justificaba sus acciones pero estaba en medio de una guerra contra la oscuridad y no podía ponerme a reflexionar ni pensar mucho en ese tema, debía centrarme en la batalla por el bien de mis soldados.
Caminando junto a mis soldados llegamos ante un general Bestia, o eso quería creer, pero la escena se contaba sola y con solo mirar al frente y ver las grandes hordas de humanos que se venían, dejaban en claro nuestro objetivo. Asentí ante el capitán/general Bestia y puse mi espada firme señalando el frente, sumándome a la primera fila, porque no iba a ocultarme detrás del resto. Mis soldados se mantenían detrás mía.
— Que los ancestrales nos protejan a todos. — murmure para mi mismo, hoy, luchaba contra la oscuridad, y eso me daba orgullo, si iba a morir, iba a morir cumpliendo mi propósito. Defendiendo la luz, la vida, y el orden. Los humanos se acercaban con la caballería, aun estaban lejos pero la tierra se movía, podía sentirla porque aquel era mi elemento.
Cerre los ojos, uniéndome a la tierra. — ¿Están aquí? — escuche preguntar del sujeto que se encontraba a mi lado. La respuesta era si, pero no me centraba en la pregunta, solo en la tierra que se encontraba manchada de sangre y cadáveres.
No tenia lanza y estar al frente parecía suicidio, sin embargo, tenia un plan para derribar a algunos pocos de la caballería. Los pasos cada vez hacían mas ruido y la tierra vibraba cada vez mas y mas, tardaron unos pocos minutos mas hasta que se podía ver como la caballería enemiga estaba por cargar contra nosotros.
Al sentir que estaban lo suficientemente cerca, lleve mi mano libre hacia el suelo, agachándome para levantar mi mirada y abrir los ojos, levantando una gran parte de la tierra hacia arriba, haciendo que los caballos tropezaran, arrojando a sus jinetes mientras otros lograban esquivar aquello. — ¡Por la libertad, por las Bestias, por el orden! — grite al sentir la carga usando mi espada para contrarrestar parte de la carga que se venia contra mi, mientras algunos lograban frenar a los jinetes con las lanzas, pero otros morían en el intento o simplemente caían.
— ¡Luchen! — grito el capitán bestia, firme como un muro, con la voluntad de hierro. Lo admiraba, el también estaba luchando por una causa, y quizás una mas grande que la mía. Mi rostro estaba manchado con sangre, mi capa estaba rota y mi armadura marcada. El resto de los dragones se encontraban en un circulo peleando, encerrando a los jinetes que caían de los caballos para rematarlos.
Di unos pasos para atrás ya que cada vez, mas humanos se sumaban a la carga. Las ordenes iban y venían pero apenas se podían distinguir, solo veía polvo, cuerpos, humanos, bestias. Apenas tenia tiempo de levantar la cabeza y mirar que pasaba antes de que otro humano lanzara uno de sus ataques.
————» 30 minutos de resistencia «————
La batalla se agudizaba y los muertos caían por mayor, resistíamos, pero íbamos a tener que hacerlo mejor si queríamos ganar e irnos a casa con vida... o sin ella. Cada vez retrocedíamos un poco mas debido a las tropas del enemigo sin embargo nos manteníamos firmes.
Era hora de cambiar de estrategia, empece a correr hacia atrás seguido de los demás dragones para cambiar de forma en el proceso, soltando un rugido que sea audible para todos en aquel campo, tomando vuelo y formando con los demás, pero esa formación pronto se rompería para caer en picada. Visualice desde la altura a mi objetivo, dirigiéndome con las alas rectas y a gran velocidad, agarrándolo con mis dientes y lanzandolo lejos una vez lo tenia. Ahora con dragones de fuego,agua, etc. La batalla se tornaba a nuestro favor, o eso al menos quería creer.
Proseguí haciendo lo mismo, pero podía notar como a lo lejos, venían aquellos capitanes humanos.
Rakan'Drag
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
Johanna Wheeler tiró el catalejo contra el suelo, rompiéndolo por la mitad. La batalla se le había ido de las manos. La mitad de sus hombres había muerto dos veces, la primera como humanos y la segunda como no-muertos hechizados por la magia de Randall Flagg. Los hombres bestias eran un mal menor. Se organizaban como buena mente podían, sin suponer una gran amenaza para las tropas de Wheeler. Las armas de los hombres bestias, quienes estaban armados pues la mayoría prefería combatir con las garras y los colmillos, eran piedras afiladas atadas a palos de madera; nada que pudiera hacer frente a las espadas de los hombres. Si estaban perdiendo la guerra, no era por culpa las bestias ni tampoco del objeto de Egdecomb que Jason Bosne poseía, sino de los dragones. Bosne, de una manera que Johamma Wheeler no se podía imaginar, se había agenciado el control de un puñado de dragones. ¡Dragones! Los hombres, estuvieran vivos o revividos, no podían combatir contra ellos.
—Pedarta — repitió Nate Halliman.
Johanna Wheeler hizo ademán de propinar una patada al hombre sapo, pero se resbaló y cayó al suelo. Nate Halliman puso la punta de su bastón, la que había una cara dibujada, en la punta de la nariz de la capitana.
—Pedarta — repitió Nate Halliman.
Entonces lo entendió. No era Jason Bosne quien la había derrotado, sino Nate Halliman. Él la había estado picando para que se frustrara y perdiera los estribos. ¡Pedarta! ¿Cómo había estado tan ciega? Debería haberle pegado una patada cuando tuvo oportunidad. Ni siquiera tuvo falta utilizar la magia del bastón para derribarla, le bastó con quedarse a su lado y enfurecerla. ¡Pedarta! Una palabra que significa Pérdida, fracaso y derrota. Era una buena palabra. Johanna Wheeler, por consejo de Nate Halliman, la incluyó en su diccionario. Soy una pedarta.
Nate Halliman dio un salto y se colocó en el pecho de la humana. Dibujó, con el extremo del bastón, una sonrisa en los labios de la humana.
—¿Recuerdas que significa caho? — no dejó que Johanna respondiera — Quiere decir capturado y sometido al mismo tiempo. Se utiliza para los conejos que se quedan atrapados en las trampas de los cazadores y no hacen esfuerzos para liberarse de ellas, asumen su muerte y asumen su pedarta.
—¿Qué vas a hacerme? — preguntó Johanna asustada.
—Nada, las yentes de Bosne serán las que te castiguen. Yo iré en cuanto me digas cuántos objetos del 19 posee tu Maestro.
Johanna escupió a la cara del sapo.
—Eres una pedarta que está caho. Una pérdida, fracasada y derrotada que está capturada y sometida.
Johanna entró en estado de trance. Sonrió de forma exagerada, como el dibujo pintado en el bastón de Nate Halliman. Dijo el número de objetos del 19 que poseía Flagg y el nombre que le daba a estos objetos. Halliman cumplió su palabra: liberó a la humana y se marchó sin dejar huella. La capitana Johanna Wheeler desenvainó la espada y se lanzó al campo de batalla. Mejor morir a manos de los dragones y de Jason Bosne que por Randall Flagg. Quienes morían a manos del nigromante, nunca morían del todo.
El frente de batalla era lo que menos preocupaba a Harambe. Las bestias habían ganado gracias a los dragones y, aunque le costaba horrores reconocerlo, a la diplomacia de Jason Bosne. El hombre león rehabilitaba a los dragones que había dejado inconsciente por el veneno. Les decía unas palabras de apoyo y les señalaba a las hordas de muertos que se abalanzaba al laboratorio. El Hombre Muerto es enemigo de todas las razas de Aerandir y el enemigo de mi enemigo es nuestro amigo. Las bestias de La Factoría no deben suponer una amenazada para los ancestrales dragones. Harambe reunió todas las blasfemias que conocía y las proyectó, sin abrir la boca, hacia las buenas palabras de Jason Bosne.
La Factoría obtuvo las recompensas que no necesitaba: la sangre de los dragones, cuerpos para los experimentos y las armas y armaduras de los cadáveres del ejército de El Hombre Muerto. Se suponía que eran un pueblo de paz done las bestias podían vivir en sociedad, lejos de la mano de los humanos. ¿Cuándo se habían convertido en un frente armado? Harambe dio un vistazo a su alrededor. Los hombres bestias habían asumido su nuevo papel de lo más bien. Lo vio en un hombre elefante que derribó a un humano que intentaba huir del campo de batalla y en el hombre pantera que saltaba encima de un muerto que camina. Bastó un día para que se acostumbrarse a pelear. Mañana, tanto el elefante como la pantera, preguntarían por quién había organizado el ataque y propondría devolverles con la misma moneda.
Harambe decidió subirse a un árbol y quedarse a observar. Estaba cansado. Cansado de luchar y de pensar.
Quedaba una recompensa por recibir, Harambe podía verla venir a paso ligero. Era la capitana del ejército de los humanos. Había liberado a su caballo y corría, espada en mano, hacia la posición donde estaban los dragones. La mujer sonreía como si estuviera viendo la función de unos bufones. Jason Bosne la recibía con los brazos en alto.
—Dos objetos. Pedazo de la cabeza de Adie. Collar de cuencas — la mujer hablaba de los objetos malditos de Egdecomb — ¡Dos objetos! Pedazo de Adie y collar de cuencas. — intercalaba la confesión con palabras sin sentido —. Soy una pedarta caho. ¡Pedarta! Son buenas palabras, deberíais incluirlas en vuestro diccionario.
¡Último turno!
* Rakan’Drag: ¿Quién ha ganado y perdido? Más o menos, estamos en tablas. Lo poco que podemos sacar en evidente es que El Hombre Muerto ha perdido. Este es el final “gris” donde vemos una Factoría mejor armada y Jason Bosne más peligroso por lo que dice que por lo que hace.
Todavía nos queda por resolver una cuestión: Johanna Wheeler. Deberás decidir ¿Qué hacer con ella? ¿Interrogarla, matarla y apiadarse de su alma o dejarla en las mazmorras de La Factoría? La elección es tuya.
—Pedarta — repitió Nate Halliman.
Johanna Wheeler hizo ademán de propinar una patada al hombre sapo, pero se resbaló y cayó al suelo. Nate Halliman puso la punta de su bastón, la que había una cara dibujada, en la punta de la nariz de la capitana.
—Pedarta — repitió Nate Halliman.
Entonces lo entendió. No era Jason Bosne quien la había derrotado, sino Nate Halliman. Él la había estado picando para que se frustrara y perdiera los estribos. ¡Pedarta! ¿Cómo había estado tan ciega? Debería haberle pegado una patada cuando tuvo oportunidad. Ni siquiera tuvo falta utilizar la magia del bastón para derribarla, le bastó con quedarse a su lado y enfurecerla. ¡Pedarta! Una palabra que significa Pérdida, fracaso y derrota. Era una buena palabra. Johanna Wheeler, por consejo de Nate Halliman, la incluyó en su diccionario. Soy una pedarta.
Nate Halliman dio un salto y se colocó en el pecho de la humana. Dibujó, con el extremo del bastón, una sonrisa en los labios de la humana.
—¿Recuerdas que significa caho? — no dejó que Johanna respondiera — Quiere decir capturado y sometido al mismo tiempo. Se utiliza para los conejos que se quedan atrapados en las trampas de los cazadores y no hacen esfuerzos para liberarse de ellas, asumen su muerte y asumen su pedarta.
—¿Qué vas a hacerme? — preguntó Johanna asustada.
—Nada, las yentes de Bosne serán las que te castiguen. Yo iré en cuanto me digas cuántos objetos del 19 posee tu Maestro.
Johanna escupió a la cara del sapo.
—Eres una pedarta que está caho. Una pérdida, fracasada y derrotada que está capturada y sometida.
Johanna entró en estado de trance. Sonrió de forma exagerada, como el dibujo pintado en el bastón de Nate Halliman. Dijo el número de objetos del 19 que poseía Flagg y el nombre que le daba a estos objetos. Halliman cumplió su palabra: liberó a la humana y se marchó sin dejar huella. La capitana Johanna Wheeler desenvainó la espada y se lanzó al campo de batalla. Mejor morir a manos de los dragones y de Jason Bosne que por Randall Flagg. Quienes morían a manos del nigromante, nunca morían del todo.
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El frente de batalla era lo que menos preocupaba a Harambe. Las bestias habían ganado gracias a los dragones y, aunque le costaba horrores reconocerlo, a la diplomacia de Jason Bosne. El hombre león rehabilitaba a los dragones que había dejado inconsciente por el veneno. Les decía unas palabras de apoyo y les señalaba a las hordas de muertos que se abalanzaba al laboratorio. El Hombre Muerto es enemigo de todas las razas de Aerandir y el enemigo de mi enemigo es nuestro amigo. Las bestias de La Factoría no deben suponer una amenazada para los ancestrales dragones. Harambe reunió todas las blasfemias que conocía y las proyectó, sin abrir la boca, hacia las buenas palabras de Jason Bosne.
La Factoría obtuvo las recompensas que no necesitaba: la sangre de los dragones, cuerpos para los experimentos y las armas y armaduras de los cadáveres del ejército de El Hombre Muerto. Se suponía que eran un pueblo de paz done las bestias podían vivir en sociedad, lejos de la mano de los humanos. ¿Cuándo se habían convertido en un frente armado? Harambe dio un vistazo a su alrededor. Los hombres bestias habían asumido su nuevo papel de lo más bien. Lo vio en un hombre elefante que derribó a un humano que intentaba huir del campo de batalla y en el hombre pantera que saltaba encima de un muerto que camina. Bastó un día para que se acostumbrarse a pelear. Mañana, tanto el elefante como la pantera, preguntarían por quién había organizado el ataque y propondría devolverles con la misma moneda.
Harambe decidió subirse a un árbol y quedarse a observar. Estaba cansado. Cansado de luchar y de pensar.
Quedaba una recompensa por recibir, Harambe podía verla venir a paso ligero. Era la capitana del ejército de los humanos. Había liberado a su caballo y corría, espada en mano, hacia la posición donde estaban los dragones. La mujer sonreía como si estuviera viendo la función de unos bufones. Jason Bosne la recibía con los brazos en alto.
—Dos objetos. Pedazo de la cabeza de Adie. Collar de cuencas — la mujer hablaba de los objetos malditos de Egdecomb — ¡Dos objetos! Pedazo de Adie y collar de cuencas. — intercalaba la confesión con palabras sin sentido —. Soy una pedarta caho. ¡Pedarta! Son buenas palabras, deberíais incluirlas en vuestro diccionario.
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¡Último turno!
* Rakan’Drag: ¿Quién ha ganado y perdido? Más o menos, estamos en tablas. Lo poco que podemos sacar en evidente es que El Hombre Muerto ha perdido. Este es el final “gris” donde vemos una Factoría mejor armada y Jason Bosne más peligroso por lo que dice que por lo que hace.
Todavía nos queda por resolver una cuestión: Johanna Wheeler. Deberás decidir ¿Qué hacer con ella? ¿Interrogarla, matarla y apiadarse de su alma o dejarla en las mazmorras de La Factoría? La elección es tuya.
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
¿Quién ha ganado y perdido? esa fue la pregunta que surgió en mi mente al cabo de unos minutos de haber terminado la batalla, lo usual seria saber quien esta de pie y quien no, entonces se sabría quien gano y en este caso seriamos nosotros, pero no se sentía de esa forma, no se sentía que peleamos por nuestra causa sino por la de otros, que toda esta masacre fue por los delirios de Jason Bosne y que ahora tendría esa factoría para experimentar con los miles de cuerpos.
La astucia nunca había sido uno de mis fuertes, actuaba sin pensar, actuaba con el corazón en la mayoría de mis casos y eso nunca salía bien para mi. Poco a poco remataban a los caídos, una cara de desolación se formo en mi rostro, aquello no había sido una victoria, aquello fue una victoria para Bosne y las bestias. El iba a ser peor que los muertos, el iba a traer mayor mal... pero este día no fue por el, fue por las bestias, para que finalmente pudieran ser libres.
Había participado en su revolución, y fui uno de los principales dirigentes de la batalla, maneje mi propio escuadrón de guardianes ancestrales, fue grandioso, la victoria no se sentía, pero en parte... en parte había sido grandioso. Pero la muerte de aquellos humanos y su derrota no eran motivos de celebrar, siempre debía mantener el respeto merecido en aquel campo.
Pero al parecer no todo había acabado ahí, una chica venia corriendo y gritando palabras a las cuales no les encontraba sentido, desenvaine mi espada y levante una mano para que mis dragones y los demás no se entrometieran en la pelea, empece a cargar hacia ella mientras poco a poco me alejaba del resto del grupo hasta que finalmente nuestras espadas terminara chocando, era hábil, y la pelea era justa y honorable en un uno contra uno, sin flechas de por medio o soldados enemigos.
Estaba cansado, agitado y apenas podía moverme como cuando había terminado aquella batalla. — Tu causa es justa, pero tus medios no lo son... eres mejor que esto, yo lo se. — asegure durante la pelea, intentando esquivar sus golpes aunque recibiendo algunos que fueron parados por mi armadura.
— Si Jason te captura con vida, te usara para experimentar como querían hacer con nosotros... por favor, no pelees mas y vete de aquí. — La pelea se alargaba y se alargaba mientras intentaba convencerla de que paré. No quería matarla, no quería entregarla... no quería hacer mas daño, ya se había derramado mucha sangre por hoy, sin embargo dejarla con Jason era lo mismo que asesinarla si no es que sería mas piadoso.
— Vive para pelear otro día, puedes ser diferente, puedes hacer el bien y hacer de tu causa una causa justa. — Era bonita, y quería creer que en el fondo tenia razones para hacer lo que hacia, que no era la mujer que aparentaba ser. A medida que el duelo avanzaba, mas y mas nos alejábamos del grupo, pero no podíamos irnos peleando, sería idiota y ademas se nos acercarían el resto.
— Vete, no me hagas hacerlo, esta no es la única opción, siempre hay esperanza, no te sientas perdida. — explique con un tono suave empujándola con mi espada para que guardara las distancias, apuntándola con la misma.
Quería que viviera, quería que siguiera luchando, no merecía morir por los planes de un maldito nigromante que solo se aprovechaba de la gente necesitada, me provocaba rabia, ella debía irse, debía vivir, y entregarla a Bosne era un destino peor que la muerte, no iba a dejarla con el, no si tenia la oportunidad de hacer algo.
Sin embargo tampoco quería llevarme mal con Bosne y las bestias, pues habíamos estado en su batalla sin necesariamente haber estado en ella, ¿por qué habíamos peleado su guerra? en este momento, es donde entraba nuestra recompensa, nosotros peleamos su guerra, a cambio lo único que quería era que ella viviera. La vida por encima de la muerte, suficientes muertos vivientes caminando.
La astucia nunca había sido uno de mis fuertes, actuaba sin pensar, actuaba con el corazón en la mayoría de mis casos y eso nunca salía bien para mi. Poco a poco remataban a los caídos, una cara de desolación se formo en mi rostro, aquello no había sido una victoria, aquello fue una victoria para Bosne y las bestias. El iba a ser peor que los muertos, el iba a traer mayor mal... pero este día no fue por el, fue por las bestias, para que finalmente pudieran ser libres.
Había participado en su revolución, y fui uno de los principales dirigentes de la batalla, maneje mi propio escuadrón de guardianes ancestrales, fue grandioso, la victoria no se sentía, pero en parte... en parte había sido grandioso. Pero la muerte de aquellos humanos y su derrota no eran motivos de celebrar, siempre debía mantener el respeto merecido en aquel campo.
Pero al parecer no todo había acabado ahí, una chica venia corriendo y gritando palabras a las cuales no les encontraba sentido, desenvaine mi espada y levante una mano para que mis dragones y los demás no se entrometieran en la pelea, empece a cargar hacia ella mientras poco a poco me alejaba del resto del grupo hasta que finalmente nuestras espadas terminara chocando, era hábil, y la pelea era justa y honorable en un uno contra uno, sin flechas de por medio o soldados enemigos.
Estaba cansado, agitado y apenas podía moverme como cuando había terminado aquella batalla. — Tu causa es justa, pero tus medios no lo son... eres mejor que esto, yo lo se. — asegure durante la pelea, intentando esquivar sus golpes aunque recibiendo algunos que fueron parados por mi armadura.
— Si Jason te captura con vida, te usara para experimentar como querían hacer con nosotros... por favor, no pelees mas y vete de aquí. — La pelea se alargaba y se alargaba mientras intentaba convencerla de que paré. No quería matarla, no quería entregarla... no quería hacer mas daño, ya se había derramado mucha sangre por hoy, sin embargo dejarla con Jason era lo mismo que asesinarla si no es que sería mas piadoso.
— Vive para pelear otro día, puedes ser diferente, puedes hacer el bien y hacer de tu causa una causa justa. — Era bonita, y quería creer que en el fondo tenia razones para hacer lo que hacia, que no era la mujer que aparentaba ser. A medida que el duelo avanzaba, mas y mas nos alejábamos del grupo, pero no podíamos irnos peleando, sería idiota y ademas se nos acercarían el resto.
— Vete, no me hagas hacerlo, esta no es la única opción, siempre hay esperanza, no te sientas perdida. — explique con un tono suave empujándola con mi espada para que guardara las distancias, apuntándola con la misma.
Quería que viviera, quería que siguiera luchando, no merecía morir por los planes de un maldito nigromante que solo se aprovechaba de la gente necesitada, me provocaba rabia, ella debía irse, debía vivir, y entregarla a Bosne era un destino peor que la muerte, no iba a dejarla con el, no si tenia la oportunidad de hacer algo.
Sin embargo tampoco quería llevarme mal con Bosne y las bestias, pues habíamos estado en su batalla sin necesariamente haber estado en ella, ¿por qué habíamos peleado su guerra? en este momento, es donde entraba nuestra recompensa, nosotros peleamos su guerra, a cambio lo único que quería era que ella viviera. La vida por encima de la muerte, suficientes muertos vivientes caminando.
Rakan'Drag
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Re: Espadas, lanzas, zarpas y cascos [Mastereado Akanke y Rakan]
Al mismo tiempo que levantaba la mano izquierda indicando a las bestias que dejasen que el dragón hablase con la capitana humana; con la mano derecha, cogió el frasco del no-nato y le dio un ligero sorbo. Las orejas de Jason Bosne pasaron a ser las de un murciélago, el animal con el oído más fino. Escuchó al completo la conversación entre el joven dragón y la capitana humana. Intervenir directamente habría sido un error que pondría entre dicho la tregua entre La Factoría y los dragones. La conversación de ellos dos resultó ser más interesante de lo que Bosne había esperado. El joven dragón dijo que la causa de la mujer era justa, posiblemente para que bajase la guardia y poder romper la defensa que ejercía con la espada. O, quizás, porque realmente pensase que El Hombre Muerto era un hombre de bien, pero que sus métodos eran retorcidos. Bosne esbozó una sonrisa de amargura, de ser la segunda opción, se sentiría decepcionado por el chico. Creyó que los dragones eran lo suficientemente inteligentes como para no dejarse embaucar por las artimañas de un nigromante. En cambio, sí podrían dejarse llevar por las palabras de paz de un hombre león.
Las espadas de la humana y el dragón siguieron chocando. Bosne cruzó los brazos y los observó como si estuviera estudiando el comportamiento de un animal desconocido. La humana tropezó con su propia rodilla. El dragón aprovechó la oportunidad para golpearla con la espada y las palabras. Dijo que perdonaría su ataque. Por supuesto que lo haría, puesto que la casa que el ejército de muertos pretendía destruir no era la propia, sino la de unas bestias cualquiera. Las palabras de perdón del chico estaban bañadas por la desconfianza que dirigía a La Factoría. Te estás equivocando, pensó Bosne arrugando la nariz.
La mujer dejó caer su espada al suelo. Cayó de rodillas en un gesto de súplica. Mort, el hombre carnero, dirigió una pandilla de bestias al lugar. Despojaron a la mujer de su armadura y sus armas auxiliares, además de recoger la espada que había dejado caer al suelo. La mujer no se inmutó. Mantenía la cabeza dirigida hacia ninguna parte y sonreía como si un puñado de gusanos blancos estuvieran estirando sus labios. Jason Bosne había visto esa misma expresión en el hombre mono que causó el falló en el laboratorio. La expresión maldita con la que Nate Halliman enloquecía a sus víctimas.
—¿Crees que Halliman y El Hombre Muerto trabajan juntos? — preguntó Bosne.
Amon se encogió de brazos. No supo dar una respuesta certera, por lo que prefirió no decir nada.
—No — continuó Bosne como si nunca hubiera dejado de hablar —, Nate Halliman es de los que no trabajan con nadie.
Cuando el joven dragón regresó al laboratorio, el efecto del frasco no-nato había desaparecido. Bosne le tendió la mano y le felicitó por su labor en el combate. Le dijo, con un respeto que parecía sincero, que La Factoría se sentía orgullosa de haber peleado al lado de unos dragones. Invitó a los dragones a descansar en los terrenos de La Factoría el tiempo que les fuera preciso. Había mucho trabajo que hacer: casas por reconstruir y heridos a los que atender. Los dragones se sentirían como unas bestias más. Recibirían los tratamientos médicos y podrían dormir en las mismas habitaciones más grandes que La Factoría disponía. Los dragones aceptaron la oferta, más por protocolo que por simpatía.
Los dragones pasaron 11 días en La Factoría. Observaron que los laboratorios era el último lugar en el que las bestias entraban. Se movían por los alrededores, construyendo pequeñas cabañas de madera y piedra en el campo abierto que rodeaba al laboratorio. Era una nueva ciudad, según Bosne, sin marginación social ni diferencia de clases. Un lugar que las bestias podían llamar: hogar.
La mañana del decimo segundo día, los dragones se despidieron de las bestias. Bosne preparó una humilde fiesta en su honor. El punto álgido de la celebración fue la entrega de una ofrenda, por parte de La Factoría, hacia el joven dragón, Rakan: la primera espada refinada en la herrería de La Factoría.
—Para nosotros es un honor que un dragón empuñe nuestra primera arma — dijo Bosne a la vez que hacía entrega del arma.
Rakan no se equivocó cuando dijo a la Johanna Wheeler que Jason Bosne experimentaría con ella. Lo hubiera hecho, la habría convertido en un engendro, como había hecho con los cadáveres de los tres cadáveres y como haría con las demás personas que entrasen en La Factoría. Cuando Johanna recuperó la conciencia, se arrastró como si fuera uno de esos jodidos animales que la habían derrotado. Se arrastró hasta que no pudo ver la cúpula del laboratorio de Jason Bosne. Entonces se tumbada bocarriba en el suelo. Tenía hambre, sed y calor. Tenía graves quemaduras en brazos, piernas y frente. Morir de deshidratación era mejor que morir a manos de Jason Bosne, si es que el final que le tendría preparado era la muerte. Y éste no sería peor que si, de la nada, apareciese Nate Halliman. Johanna Wheeler suplicó a los Dioses que, quien la rescatase, fuera El Hombre Muerto. Y así fue….
Parecía un fantasma, una silueta sin contorno. La luz del sol traspasaba su cuerpo. Era como si no estuviera presente, pero, a su vez, Johanna creía sentirlo a su lado. La mujer se sintió arropada. El Maestro vino a rescatarla. Flagg puso su mano encima de la cara de Johanna y ella falleció en paz, con una sonrisa dulce y sincera, limpia de los hechizos de Nate Halliman.
* Rakan'Drag: ¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué está tramando Jason Bosne? La única conclusión que podemos sacar en concreto: es que La Factoría ha vencido.
Recompensas:
* +3 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la resolución de conflictos
* 9 ptos totales de experiencia
Ya hemos hablado sobre la puntación del tema en su día. En tu caso, al entrar a mitad del tema, se puntuaría sobre 10 en lugar de sobre 15, como sería un mastereado al uso. 4 puntos totales en función de la calidad del texto (faltas de ortografía y gramaticales) y 6 puntos en función de la resolución de conflictos. El único cambio con respecto a una puntuación convencional es que quitamos los 5 puntos de base. Siendo así, nos quedaremos con 3 puntos de experiencia debido a una serie de erratas en tus fotos, algunos acentos que cometemos todos y poco más. También mencionar que la recompensa material, el objeto que ganarás, será ligeramente menor que si hubiéramos empezado el mastereado desde el principio.
Obsequios:
* Vidanueva. Espada a dos manos de calidad común
Jason Bosne entrega el arma a Rakan en señal de alianza. La Factoría de Hombres Bestias no posee maestros herreros como Lunargenta. Se nutren de las sobras que dejan las guerras. Vidanueva perteneció, con otro nombre, a Johanna Wheeler. Las bestias recogieron el arma, la refinaron y dieron una nueva forma a la empuñadura acorde con los dragones.
El filo de la espada mantiene las runas que El Hombre Muerto dibujó para Johanna Wheeler. Si los ejércitos del nigromante ven la espada en tu poder, te reconocerán como su rival.
Estas mismas runas conceden un aumento sustancial del daño infligido con la espada. Pese a ser de calidad común, el daño de la espada se considerará como si fuera de calidad superior.
El nombre de la espada hace referencia tanto a la nueva vida de los hombres bestias en La Factoría como al perdón, por partes de los dragones, hacia Johanna Wheeler.
Esta parte del tema me gusta dejarla como una especie de autocrítica. ¿En qué podemos mejorar? Hablaremos sobre las mecánicas que realizamos en el tema, los problemas que hemos tenido y la forma de solucionarlos. Y es que este tema no ha estado falto de problemas, como bien sabes. Mañana hará justo un año en el que abrí el Mastereado. Era un tema sorpresa porque, por medio de terceros, me dijeron que Akanke y tú tenías una buena relación. Mi intención fue la de hacerla gritar: “¡Qué alegría ver una cara conocida en un tema que pensé que lo haría sola!” No resultó así, sino que se vio como si perdiese protagonismo en el tema. Creo que nunca más daré una sorpresa de este estilo a otro usuario. No salió como esperaba.
Otras cosas que no entraban en mis planes fueron las repetidas ausencias. No me importa esperar, la gente lo sabe, pero sí que es verdad que los temas que tienen un ritmo continuado suelen ser mejores que los que sufren parones. Me asusta pensar que te haya dejado un mal sabor de boca por este motivo.
Cosas que sí que me han gustado: la relación de los dragones con La Factoría. La primera conversación fue un juego de inteligencia sublime. Para mí, fue el punto de mayor tensión de todo el tema. Jason Bosne, poniendo en jaque a los dragones y diciendo algo así como (lo digo de memoria) “aquí no ha pasado nada, nadie ha cometido ningún delito…”. Rakan desde una posición como líder sin saber bien a quién se estaba enfrentando y en qué clase de conversación se había metido.... Recuerdo esa escena con mucho cariño. También recuerdo con mucho cariño la primera batalla que protagonizó Akanke y es que pocas veces he hecho un tema en el que hay tanta acción como éste. En un tema de 8 turnos creo que hemos tenido, hemos vivido una auténtica guerra. Un caos en el que hemos tenido muchas sorpresas y mucha emoción.
Debo confesar una cosa. Estos últimos posts, tras tu regreso, los he improvisado al completo. Perdí el esquema donde había trabajado. Hace tiempo tuve que formetear mi pc y… Sí, de algo me acordaba, pero supongo que no de todo. Por un turno que nos quedaba, tampoco influye demasiado. Me habría gustado compartirlo porque teníamos muchos finales posibles, la mayoría surgieron del turno de la conversación con Bosne.
Ahora mismo, los finales que tengo son: Johanna libre, muere en paz en manos de Flagg y Johanna en La Factoría sucede…. Mira este vídeo:
¿Cosas mejorables por tu parte? Las faltas de ortografía son un problema, pero se corrigen fáciles. Hay unas pocas que sí pueden resultar un poco molestas. No he querido ser tan estricta como otras veces debido a los tiempos de espera del tema. Los tiempos de espera fueron difíciles… ya hemos hablado, aunque creo que estos no son por tu culpa ni tampoco creo que hayan sido injustificados. Y una cosa que sí tuve en falta es que te atrevieses a utilizar más a los npcs. No pasa nada porque describas a Bosne o hables un poco con su voz. Sí que es verdad que las decisiones importantes las debo tomar yo, pero todo lo demás, eres libre. Me habría gustado ver cómo manejas a un personaje tan imponente como Jason Bosne. ¡Otra vez será! Salgo encantada del tema y espero que tú también.
Cualquier cosa que quieras decir: críticas, puntos en los que podríamos mejorar, las cosas que más te han gustado y quieres ver en siguientes temas… Lo que quieras, siéntete libre de hablar todo lo que quieras. Estaré encantada de escuchar tu opinión referente al mastereado.
Las espadas de la humana y el dragón siguieron chocando. Bosne cruzó los brazos y los observó como si estuviera estudiando el comportamiento de un animal desconocido. La humana tropezó con su propia rodilla. El dragón aprovechó la oportunidad para golpearla con la espada y las palabras. Dijo que perdonaría su ataque. Por supuesto que lo haría, puesto que la casa que el ejército de muertos pretendía destruir no era la propia, sino la de unas bestias cualquiera. Las palabras de perdón del chico estaban bañadas por la desconfianza que dirigía a La Factoría. Te estás equivocando, pensó Bosne arrugando la nariz.
La mujer dejó caer su espada al suelo. Cayó de rodillas en un gesto de súplica. Mort, el hombre carnero, dirigió una pandilla de bestias al lugar. Despojaron a la mujer de su armadura y sus armas auxiliares, además de recoger la espada que había dejado caer al suelo. La mujer no se inmutó. Mantenía la cabeza dirigida hacia ninguna parte y sonreía como si un puñado de gusanos blancos estuvieran estirando sus labios. Jason Bosne había visto esa misma expresión en el hombre mono que causó el falló en el laboratorio. La expresión maldita con la que Nate Halliman enloquecía a sus víctimas.
—¿Crees que Halliman y El Hombre Muerto trabajan juntos? — preguntó Bosne.
Amon se encogió de brazos. No supo dar una respuesta certera, por lo que prefirió no decir nada.
—No — continuó Bosne como si nunca hubiera dejado de hablar —, Nate Halliman es de los que no trabajan con nadie.
Cuando el joven dragón regresó al laboratorio, el efecto del frasco no-nato había desaparecido. Bosne le tendió la mano y le felicitó por su labor en el combate. Le dijo, con un respeto que parecía sincero, que La Factoría se sentía orgullosa de haber peleado al lado de unos dragones. Invitó a los dragones a descansar en los terrenos de La Factoría el tiempo que les fuera preciso. Había mucho trabajo que hacer: casas por reconstruir y heridos a los que atender. Los dragones se sentirían como unas bestias más. Recibirían los tratamientos médicos y podrían dormir en las mismas habitaciones más grandes que La Factoría disponía. Los dragones aceptaron la oferta, más por protocolo que por simpatía.
Los dragones pasaron 11 días en La Factoría. Observaron que los laboratorios era el último lugar en el que las bestias entraban. Se movían por los alrededores, construyendo pequeñas cabañas de madera y piedra en el campo abierto que rodeaba al laboratorio. Era una nueva ciudad, según Bosne, sin marginación social ni diferencia de clases. Un lugar que las bestias podían llamar: hogar.
La mañana del decimo segundo día, los dragones se despidieron de las bestias. Bosne preparó una humilde fiesta en su honor. El punto álgido de la celebración fue la entrega de una ofrenda, por parte de La Factoría, hacia el joven dragón, Rakan: la primera espada refinada en la herrería de La Factoría.
—Para nosotros es un honor que un dragón empuñe nuestra primera arma — dijo Bosne a la vez que hacía entrega del arma.
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Rakan no se equivocó cuando dijo a la Johanna Wheeler que Jason Bosne experimentaría con ella. Lo hubiera hecho, la habría convertido en un engendro, como había hecho con los cadáveres de los tres cadáveres y como haría con las demás personas que entrasen en La Factoría. Cuando Johanna recuperó la conciencia, se arrastró como si fuera uno de esos jodidos animales que la habían derrotado. Se arrastró hasta que no pudo ver la cúpula del laboratorio de Jason Bosne. Entonces se tumbada bocarriba en el suelo. Tenía hambre, sed y calor. Tenía graves quemaduras en brazos, piernas y frente. Morir de deshidratación era mejor que morir a manos de Jason Bosne, si es que el final que le tendría preparado era la muerte. Y éste no sería peor que si, de la nada, apareciese Nate Halliman. Johanna Wheeler suplicó a los Dioses que, quien la rescatase, fuera El Hombre Muerto. Y así fue….
Parecía un fantasma, una silueta sin contorno. La luz del sol traspasaba su cuerpo. Era como si no estuviera presente, pero, a su vez, Johanna creía sentirlo a su lado. La mujer se sintió arropada. El Maestro vino a rescatarla. Flagg puso su mano encima de la cara de Johanna y ella falleció en paz, con una sonrisa dulce y sincera, limpia de los hechizos de Nate Halliman.
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* Rakan'Drag: ¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué está tramando Jason Bosne? La única conclusión que podemos sacar en concreto: es que La Factoría ha vencido.
Recompensas:
* +3 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la resolución de conflictos
* 9 ptos totales de experiencia
Ya hemos hablado sobre la puntación del tema en su día. En tu caso, al entrar a mitad del tema, se puntuaría sobre 10 en lugar de sobre 15, como sería un mastereado al uso. 4 puntos totales en función de la calidad del texto (faltas de ortografía y gramaticales) y 6 puntos en función de la resolución de conflictos. El único cambio con respecto a una puntuación convencional es que quitamos los 5 puntos de base. Siendo así, nos quedaremos con 3 puntos de experiencia debido a una serie de erratas en tus fotos, algunos acentos que cometemos todos y poco más. También mencionar que la recompensa material, el objeto que ganarás, será ligeramente menor que si hubiéramos empezado el mastereado desde el principio.
Obsequios:
* Vidanueva. Espada a dos manos de calidad común
Jason Bosne entrega el arma a Rakan en señal de alianza. La Factoría de Hombres Bestias no posee maestros herreros como Lunargenta. Se nutren de las sobras que dejan las guerras. Vidanueva perteneció, con otro nombre, a Johanna Wheeler. Las bestias recogieron el arma, la refinaron y dieron una nueva forma a la empuñadura acorde con los dragones.
El filo de la espada mantiene las runas que El Hombre Muerto dibujó para Johanna Wheeler. Si los ejércitos del nigromante ven la espada en tu poder, te reconocerán como su rival.
Estas mismas runas conceden un aumento sustancial del daño infligido con la espada. Pese a ser de calidad común, el daño de la espada se considerará como si fuera de calidad superior.
El nombre de la espada hace referencia tanto a la nueva vida de los hombres bestias en La Factoría como al perdón, por partes de los dragones, hacia Johanna Wheeler.
- Vidanueva:
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Esta parte del tema me gusta dejarla como una especie de autocrítica. ¿En qué podemos mejorar? Hablaremos sobre las mecánicas que realizamos en el tema, los problemas que hemos tenido y la forma de solucionarlos. Y es que este tema no ha estado falto de problemas, como bien sabes. Mañana hará justo un año en el que abrí el Mastereado. Era un tema sorpresa porque, por medio de terceros, me dijeron que Akanke y tú tenías una buena relación. Mi intención fue la de hacerla gritar: “¡Qué alegría ver una cara conocida en un tema que pensé que lo haría sola!” No resultó así, sino que se vio como si perdiese protagonismo en el tema. Creo que nunca más daré una sorpresa de este estilo a otro usuario. No salió como esperaba.
Otras cosas que no entraban en mis planes fueron las repetidas ausencias. No me importa esperar, la gente lo sabe, pero sí que es verdad que los temas que tienen un ritmo continuado suelen ser mejores que los que sufren parones. Me asusta pensar que te haya dejado un mal sabor de boca por este motivo.
Cosas que sí que me han gustado: la relación de los dragones con La Factoría. La primera conversación fue un juego de inteligencia sublime. Para mí, fue el punto de mayor tensión de todo el tema. Jason Bosne, poniendo en jaque a los dragones y diciendo algo así como (lo digo de memoria) “aquí no ha pasado nada, nadie ha cometido ningún delito…”. Rakan desde una posición como líder sin saber bien a quién se estaba enfrentando y en qué clase de conversación se había metido.... Recuerdo esa escena con mucho cariño. También recuerdo con mucho cariño la primera batalla que protagonizó Akanke y es que pocas veces he hecho un tema en el que hay tanta acción como éste. En un tema de 8 turnos creo que hemos tenido, hemos vivido una auténtica guerra. Un caos en el que hemos tenido muchas sorpresas y mucha emoción.
Debo confesar una cosa. Estos últimos posts, tras tu regreso, los he improvisado al completo. Perdí el esquema donde había trabajado. Hace tiempo tuve que formetear mi pc y… Sí, de algo me acordaba, pero supongo que no de todo. Por un turno que nos quedaba, tampoco influye demasiado. Me habría gustado compartirlo porque teníamos muchos finales posibles, la mayoría surgieron del turno de la conversación con Bosne.
Ahora mismo, los finales que tengo son: Johanna libre, muere en paz en manos de Flagg y Johanna en La Factoría sucede…. Mira este vídeo:
¿Cosas mejorables por tu parte? Las faltas de ortografía son un problema, pero se corrigen fáciles. Hay unas pocas que sí pueden resultar un poco molestas. No he querido ser tan estricta como otras veces debido a los tiempos de espera del tema. Los tiempos de espera fueron difíciles… ya hemos hablado, aunque creo que estos no son por tu culpa ni tampoco creo que hayan sido injustificados. Y una cosa que sí tuve en falta es que te atrevieses a utilizar más a los npcs. No pasa nada porque describas a Bosne o hables un poco con su voz. Sí que es verdad que las decisiones importantes las debo tomar yo, pero todo lo demás, eres libre. Me habría gustado ver cómo manejas a un personaje tan imponente como Jason Bosne. ¡Otra vez será! Salgo encantada del tema y espero que tú también.
Cualquier cosa que quieras decir: críticas, puntos en los que podríamos mejorar, las cosas que más te han gustado y quieres ver en siguientes temas… Lo que quieras, siéntete libre de hablar todo lo que quieras. Estaré encantada de escuchar tu opinión referente al mastereado.
Sigel
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