¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
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¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Hacía apenas una semana, se había cruzado por mera curiosidad con un papelillo algo amarillento en Sacrestic Ville cuyo contenido pidió a Mefisto descifrar. Aparentemente, un hombre alegaba haber perdido su preciada "gallina de los huevos de oro", historia que parecía sacada de una fábula. Si bien en un inicio se mostró bastante dubitativo, estaban en temporada baja y no conseguían demasiado trabajo en la ciudad, especialmente ahora que se había expulsado a los vampiros y reinaba la paz donde antiguamente lo hacía el pavor. Entonces, el brujo decidió que valía la pena al menos echar un vistazo, ¡quizás se llevaría una sorpresa! -y más valía que esos dichosos "huevos de oro" no fueran huevos de chocolate pintados. Mira que la Ohdà ya le había hecho pasar malas jugadas-.
Así, cabalgaba a su lado el personaje de orejas puntiagudas, que insistió impertinentemente en acompañarlo durante el trabajo. -Joder, otra peste con la que compartir el botín-. Los bosques del oeste no eran el sitio más colorido de Aerandir, y por obvios motivos constituían el destino menos preferido para visitar en cualquier etapa del año. La abundancia de árboles delgados, grisáceos y despoblados, que se alzaban débilmente, como si lucharan por mantenerse con vida y en cualquier momento pudieran quebrarse; el crepitar de las hojas a cada paso que daban; la neblina que apenas y dejaba pequeños indicios de por dónde avanzar y aquella incertidumbre de si podría aparecer un vampiro tras el próximo árbol. Por supuesto, era sabido que la mayoría de estas escorias había huido al norte, pero uno nunca puede asegurarse.
Como un rayo de luz que ilumina el abismo y despeja la mente, encontraron junto a un río una pequeña aldea pesquera, compuesta de al menos siete humildes hogares, que coincidía con la descripción que había en la hoja. "Egginoccio" o algo así se hacía llamar. Tan solo una de las viviendas contaba con un corral y un granero a medio derruir que, cabe resaltar, estaban desprovistos de fauna. Su único habitante era un cerdito famélico que, a juzgar por sus ojos saltones y lechosos, atravesaba las últimas primaveras de su vida.
Ató las riendas de su corcel en una de las vallas, y cuando iba a hacer ademán de tocar la puerta, esta se abrió inmediatamente y tras el umbral se mostró un hombre anciano, de cuya cabellera apenas quedaban algunas canas en la coronilla; piel pálida y manos temblorosas. Su estado físico recordaba a aquél del cerdo; la pesca no debía ir muy bien. El hombre, tartamudeando, los invitó a entrar.
-He de decir... que he visto alcobas menos inhóspitas. Y aquellas tenían cuerpos colgando en la entrada. - Tatsuya se dirigió a Mefisto.
La primera sorpresa al dar un paso adelante, es que el frío había desaparecido completamente. La residencia era oscura, pero sorprendentemente cálida, aún si no había una chimenea encendida. Tan solo ardía la frágil llama de una vela sobre la mesa, a cuyo lado se sentaba el vejestorio. La otra sorpresa, es que por fuera la casa parecía ser mucho más espaciosa de lo que realmente era por dentro. En un principio, el brujo supuso que las paredes eran tremendamente gruesas, y de alguna manera no permitían que pasara el frío. Avanzó lentamente, pues apenas y podía ver con la única luz que iluminaba el espacio. No habían más sillas, así que se mantuvo en pie.
-Imagino, sabes por qué estamos aquí.
-Si van a hacerlo, ha-háganlo rápido. Pue-e-eden confiscarle e-el hogar a este po-pobre viejo, pero nun-nunca arrebatarle la vida. El huevo es eterno, y yo tam-bi-bién.
-¿Eh? ¿De qué hablas? Venimos por esto. - Tatsuya sacó el papel de trabajo de su bolsillo.
-Oh, esto. Di-disculpe, joven. Creí que eran los del banco y ve-ve-ve-venían a confiscar mi hogar.
-¿Por qué querría el banco confiscarte el hogar, si se supone que lo compraste con el dinero que te salió de los huevos? -
-Yo... yo no lo sé. De la nada vinió el banco a decirme: "ti-ti-tiene usted una deuda con nosotros" y yo no sé qué hablan e-ellos. Die-e-jieron que yo tengo dos meses para pagar y ha pasado uno y medio de-desde entonces.
Genial, oficialmente se cumplieron todos los clichés de las historias en los bosques del oeste: aldea terrorífica, hecho. Anciano loco, hecho. Sucesos medianamente paranormales, hecho. O aquello era una broma de mal gusto, o en verdad había algo extraño en el pueblo.
-Bueno, no nos interesa. Venimos aquí para ayudarlo con gallina.
-¡Ah, que los huevos los bendigan! Va-varias personas han venido antes que ustedes y han desa-des-desaparecido sin gasto, digo, rastro. Sí, rastro.
Tomó la decisión de dar media vuelta, subirse al caballo y partir de regreso a Sacrestic Ville. No es como si le asustaran las declaraciones del anciano, por el contrario, el espadachín permanecía impávido. Sin embargo, estaba cansado de escuchar al viejo graznar sin llegar al punto. Probablemente, toda la historia de la fortuna y los huevos dorados no eran más que delirios.
-Hasta luego, buen señor. Creo que la única ayuda que necesitas es para partir de este mundo de una buena vez. - Tatsuya retrocedió y caminó hacia la puerta.
Así, cabalgaba a su lado el personaje de orejas puntiagudas, que insistió impertinentemente en acompañarlo durante el trabajo. -Joder, otra peste con la que compartir el botín-. Los bosques del oeste no eran el sitio más colorido de Aerandir, y por obvios motivos constituían el destino menos preferido para visitar en cualquier etapa del año. La abundancia de árboles delgados, grisáceos y despoblados, que se alzaban débilmente, como si lucharan por mantenerse con vida y en cualquier momento pudieran quebrarse; el crepitar de las hojas a cada paso que daban; la neblina que apenas y dejaba pequeños indicios de por dónde avanzar y aquella incertidumbre de si podría aparecer un vampiro tras el próximo árbol. Por supuesto, era sabido que la mayoría de estas escorias había huido al norte, pero uno nunca puede asegurarse.
Como un rayo de luz que ilumina el abismo y despeja la mente, encontraron junto a un río una pequeña aldea pesquera, compuesta de al menos siete humildes hogares, que coincidía con la descripción que había en la hoja. "Egginoccio" o algo así se hacía llamar. Tan solo una de las viviendas contaba con un corral y un granero a medio derruir que, cabe resaltar, estaban desprovistos de fauna. Su único habitante era un cerdito famélico que, a juzgar por sus ojos saltones y lechosos, atravesaba las últimas primaveras de su vida.
Ató las riendas de su corcel en una de las vallas, y cuando iba a hacer ademán de tocar la puerta, esta se abrió inmediatamente y tras el umbral se mostró un hombre anciano, de cuya cabellera apenas quedaban algunas canas en la coronilla; piel pálida y manos temblorosas. Su estado físico recordaba a aquél del cerdo; la pesca no debía ir muy bien. El hombre, tartamudeando, los invitó a entrar.
-He de decir... que he visto alcobas menos inhóspitas. Y aquellas tenían cuerpos colgando en la entrada. - Tatsuya se dirigió a Mefisto.
La primera sorpresa al dar un paso adelante, es que el frío había desaparecido completamente. La residencia era oscura, pero sorprendentemente cálida, aún si no había una chimenea encendida. Tan solo ardía la frágil llama de una vela sobre la mesa, a cuyo lado se sentaba el vejestorio. La otra sorpresa, es que por fuera la casa parecía ser mucho más espaciosa de lo que realmente era por dentro. En un principio, el brujo supuso que las paredes eran tremendamente gruesas, y de alguna manera no permitían que pasara el frío. Avanzó lentamente, pues apenas y podía ver con la única luz que iluminaba el espacio. No habían más sillas, así que se mantuvo en pie.
-Imagino, sabes por qué estamos aquí.
-Si van a hacerlo, ha-háganlo rápido. Pue-e-eden confiscarle e-el hogar a este po-pobre viejo, pero nun-nunca arrebatarle la vida. El huevo es eterno, y yo tam-bi-bién.
-¿Eh? ¿De qué hablas? Venimos por esto. - Tatsuya sacó el papel de trabajo de su bolsillo.
-Oh, esto. Di-disculpe, joven. Creí que eran los del banco y ve-ve-ve-venían a confiscar mi hogar.
-¿Por qué querría el banco confiscarte el hogar, si se supone que lo compraste con el dinero que te salió de los huevos? -
-Yo... yo no lo sé. De la nada vinió el banco a decirme: "ti-ti-tiene usted una deuda con nosotros" y yo no sé qué hablan e-ellos. Die-e-jieron que yo tengo dos meses para pagar y ha pasado uno y medio de-desde entonces.
Genial, oficialmente se cumplieron todos los clichés de las historias en los bosques del oeste: aldea terrorífica, hecho. Anciano loco, hecho. Sucesos medianamente paranormales, hecho. O aquello era una broma de mal gusto, o en verdad había algo extraño en el pueblo.
-Bueno, no nos interesa. Venimos aquí para ayudarlo con gallina.
-¡Ah, que los huevos los bendigan! Va-varias personas han venido antes que ustedes y han desa-des-desaparecido sin gasto, digo, rastro. Sí, rastro.
Tomó la decisión de dar media vuelta, subirse al caballo y partir de regreso a Sacrestic Ville. No es como si le asustaran las declaraciones del anciano, por el contrario, el espadachín permanecía impávido. Sin embargo, estaba cansado de escuchar al viejo graznar sin llegar al punto. Probablemente, toda la historia de la fortuna y los huevos dorados no eran más que delirios.
-Hasta luego, buen señor. Creo que la única ayuda que necesitas es para partir de este mundo de una buena vez. - Tatsuya retrocedió y caminó hacia la puerta.
Última edición por Tatsuya Suō el Mar Sep 17 2019, 13:06, editado 1 vez
Tatsuya Suō
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Solía salir a caminar entre los árboles cuando era pequeño. Sé que en ese tiempo lo que movía mis pies era la energía propia de un infante, alimentada por la curiosidad causada por un mundo vasto, desconocido y al alcance. Pero no sé en qué momento dejó de ser así. Simplemente... dejó de ser.
Los días aumentaron mi estatura, mi fuerza y velocidad. Y mientras más lejos podía llegar, mientas más alto podía escalar, mientras más cosas podía aprender... menos razones tenía para hacerlo. Era irónico, y triste, y ridículo, era un chiste sin gracia, en el que nadie se reía.
¿Por qué?
Habían pasado décadas. Más tiempo del que Tatsuya hubiese estado vivo, seguramente, y aún así, no conseguía encontrarle la gracia.
El bufón no tiene porqué reír, ¿no es cierto?
Sacudí la cabeza, como si la mente fuese disipada por el gesto. Mi vista se mecía al paso del caballo, mientras me desplazaba entre los árboles como antaño, y como solía hacer aún en mi día a día.
Pero ese sitio estaba mal. El aire era limpio, pero se me antojaba siniestro: La humedad daba a todo un olor a viejo, a abandonado. Quizás mi juicio estaba parcializado, y por la naturaleza de sus habitantes le confería a este lugar características que no merecía. O quizás todo era cierto, y ese bosque estaba tan enrarecido como los vampiros. No lo sé. No sé muchas cosas.
-...
"Tsuya, recuérdame, ¿por qué carajos fuimos a Sacrestic Ville?" es lo que tenía intenciones de decir, pero me detuve al pensarlo dos veces. El espadachín iba allí donde pudiera encontrar ganancias, y como las situaciones en que termina metido me parecen divertidísimas, decidí acompañarlo. En su momento no le di importancia, pero no pensaba lo mismo al estar aquí en carne propia. Tenía intenciones de visitar cada rincón de Aerandir, sí, pero este lugar... bien podría haber sido el último en mi lista.
Un escalofrío me bajó por la espalda al pensar en la cantidad de vampiros que había visto en los últimos días.
Lo cierto es que el viaje dio frutos: Encontramos una oferta que, primero, recompensaba lo suficiente para saciar temporalmente la codicia despilfarradora de Tatsuya, y luego, ¡era tope de entretenida! ¡Huevos de oro!
¡HUEVOS...!
¡...DE ORO!
¿Podría existir algo más fantástico? Los delirios de un hombre paranoico, o una maravillosa criatura de leyenda. Sea cual sea el resultado, la iba a pasar bien.
Eventualmente llegamos al lugar descrito. Un caserío tan triste como la propuesta, distribuido a ambos lados de un río no muy fuerte. Eran siete casas en total, destacando la que estaba río arriba: Era más grande, quizás dos veces el resto de viviendas. También era la que tenía más señales de decrepitud, quizás por el mayor esfuerzo de hacerle mantenimiento. Intenté observar cómo eran los habitantes, pero no logré avistar a nadie.
Imité a Tatsuya, dejando al caballo amarrado a un lado del suyo propio, y me acerqué a la vivienda de lo que parecía intentar llamarse un granjero. El espadachín intentó anunciar nuestra presencia tocando la puerta, pero parecía que nos estaban esperando. Disimulé el sobresalto causado por la súbita aparición del anciano del otro lado de la puerta, resultado de todo un viaje de tensión acumulada. Ajeno a esto, el viejo nos invitó a pasar, con una voz que encajaba con su apariencia.
-Ni siquiera preguntaré qué asuntos tenías en tal sitio... -respondí a Tatsuya. Podía ser una broma, pero no me sorprendería si hubiese pasado por tal experiencia.
Me abrí camino al interior de la morada, algo oscura, pero extrañamente cálida. Y vacía. Sólo una mesa y silla, y un cuadro en la pared contraria, lejos de la luz de la vela que había en la nombrada mesa. Intenté detallar de qué era aquél cuadro, sin éxito.
Entonces habló Tatsuya, y escuché atentamente la conversación mal iluminada.
"¿...El huevo es eterno, y yo tambén?"
Eso cada vez se ponía mejor, no pude evitar sonreír.
Parecía que el viejo creía que veníamos a otra cosa. Y que no sólo tenía problemas de desaparición de gallina, sino también con el banco...
Espera, espera, ¿pero qué banco? -la confusión había subido a mi rostro.
Ese sitio no era exactamente un destino turístico, y quitando la buena calefacción que tenía, la casa no me parecía muy valiosa. Cambié el peso a mi otra pierna. Todo apuntaba a que el viejo en verdad estaba demente, no podía evitar sentirme un poco decepcionado.
Entonces asentí al anuncio de Tatsuya: Vinimos a recuperar esa gallina mágica.
Claro está, el anciano no tardó ni una oración en darme aún peor espina. ¿Personas desaparecidas, también? Esto había escalado mucho, muy rápido. Excelente.
Me tomó desprevenido el repentino intento de Tatsuya de salir del lugar, despidiéndose del anciano. Me disculpé con el último haciendo una leve reverencia, y salí disparado tras el espadachín.
-¡Eh, alto, alto! -le reclamé en voz moderada, para que ni el anciano ni posibles terceros oyeran- ¿Acaso piensas devolverte? ¡¿Tras todo el viaje, sin más?!
Enarqué una ceja mientras le reclamaba, posicionado entre él y su caballo.
-Dijo que había personas desaparecidas. Viendo este sitio, y sabiendo lo que hay alrededor, lo veo posible. -intenté convencerlo de otra forma, si la promesa de misterio no le llamaba la atención- ¿Sabes lo que deben recompensar al que descubra el paradero de esa gente? -mencioné, haciendo un gesto de "dinero" con la mano derecha.
-"Tatsuya Suou resuelve el misterio de los desaparecidos. Las familias de los sobrevivientes -si siguen vivos, no creo- están eternamente agradecidas, le regalan una hacienda con dos pollitos y medio" ¿A que suena bien? -era evidente que aquello no estaba funcionando del todo bien. Me reacomodé- Venga, es un caserío pequeño. No tardaremos en comprobar si lo que dice son tonterías o no, sólo hay que preguntar a los ve-
Percibí un movimiento en una de las ventanas de la casa de al lado. Alguien nos observaba. Instigué a Tatsuya con la mirada, y me aproximé a la casa siguiente. Llamé a la puerta con los nudillos.
-¿Hay alguien en casa? Som-Soy inofensivo, quiero hacer unas preguntas, y mientras antes tenga respuesta, antes nos iremos. -alcé un poco la voz.
Y un escalofrío me recorrió la espalda. Sentí una decena de miradas en mi cuello, pero no había nada cuando observé los alrededores. Tragué saliva, y volví mis ojos a Tatsuya, sopesando mi decisión de continuar con aquello. Entonces escuché pasos provenir del interior de la casa, y a alguien forcejear con la puerta. Tras seis latidos, se abrió, con un chirrido.
Los días aumentaron mi estatura, mi fuerza y velocidad. Y mientras más lejos podía llegar, mientas más alto podía escalar, mientras más cosas podía aprender... menos razones tenía para hacerlo. Era irónico, y triste, y ridículo, era un chiste sin gracia, en el que nadie se reía.
¿Por qué?
Habían pasado décadas. Más tiempo del que Tatsuya hubiese estado vivo, seguramente, y aún así, no conseguía encontrarle la gracia.
El bufón no tiene porqué reír, ¿no es cierto?
Sacudí la cabeza, como si la mente fuese disipada por el gesto. Mi vista se mecía al paso del caballo, mientras me desplazaba entre los árboles como antaño, y como solía hacer aún en mi día a día.
Pero ese sitio estaba mal. El aire era limpio, pero se me antojaba siniestro: La humedad daba a todo un olor a viejo, a abandonado. Quizás mi juicio estaba parcializado, y por la naturaleza de sus habitantes le confería a este lugar características que no merecía. O quizás todo era cierto, y ese bosque estaba tan enrarecido como los vampiros. No lo sé. No sé muchas cosas.
-...
"Tsuya, recuérdame, ¿por qué carajos fuimos a Sacrestic Ville?" es lo que tenía intenciones de decir, pero me detuve al pensarlo dos veces. El espadachín iba allí donde pudiera encontrar ganancias, y como las situaciones en que termina metido me parecen divertidísimas, decidí acompañarlo. En su momento no le di importancia, pero no pensaba lo mismo al estar aquí en carne propia. Tenía intenciones de visitar cada rincón de Aerandir, sí, pero este lugar... bien podría haber sido el último en mi lista.
Un escalofrío me bajó por la espalda al pensar en la cantidad de vampiros que había visto en los últimos días.
Lo cierto es que el viaje dio frutos: Encontramos una oferta que, primero, recompensaba lo suficiente para saciar temporalmente la codicia despilfarradora de Tatsuya, y luego, ¡era tope de entretenida! ¡Huevos de oro!
¡HUEVOS...!
¡...DE ORO!
¿Podría existir algo más fantástico? Los delirios de un hombre paranoico, o una maravillosa criatura de leyenda. Sea cual sea el resultado, la iba a pasar bien.
Eventualmente llegamos al lugar descrito. Un caserío tan triste como la propuesta, distribuido a ambos lados de un río no muy fuerte. Eran siete casas en total, destacando la que estaba río arriba: Era más grande, quizás dos veces el resto de viviendas. También era la que tenía más señales de decrepitud, quizás por el mayor esfuerzo de hacerle mantenimiento. Intenté observar cómo eran los habitantes, pero no logré avistar a nadie.
Imité a Tatsuya, dejando al caballo amarrado a un lado del suyo propio, y me acerqué a la vivienda de lo que parecía intentar llamarse un granjero. El espadachín intentó anunciar nuestra presencia tocando la puerta, pero parecía que nos estaban esperando. Disimulé el sobresalto causado por la súbita aparición del anciano del otro lado de la puerta, resultado de todo un viaje de tensión acumulada. Ajeno a esto, el viejo nos invitó a pasar, con una voz que encajaba con su apariencia.
-Ni siquiera preguntaré qué asuntos tenías en tal sitio... -respondí a Tatsuya. Podía ser una broma, pero no me sorprendería si hubiese pasado por tal experiencia.
Me abrí camino al interior de la morada, algo oscura, pero extrañamente cálida. Y vacía. Sólo una mesa y silla, y un cuadro en la pared contraria, lejos de la luz de la vela que había en la nombrada mesa. Intenté detallar de qué era aquél cuadro, sin éxito.
Entonces habló Tatsuya, y escuché atentamente la conversación mal iluminada.
"¿...El huevo es eterno, y yo tambén?"
Eso cada vez se ponía mejor, no pude evitar sonreír.
Parecía que el viejo creía que veníamos a otra cosa. Y que no sólo tenía problemas de desaparición de gallina, sino también con el banco...
Espera, espera, ¿pero qué banco? -la confusión había subido a mi rostro.
Ese sitio no era exactamente un destino turístico, y quitando la buena calefacción que tenía, la casa no me parecía muy valiosa. Cambié el peso a mi otra pierna. Todo apuntaba a que el viejo en verdad estaba demente, no podía evitar sentirme un poco decepcionado.
Entonces asentí al anuncio de Tatsuya: Vinimos a recuperar esa gallina mágica.
Claro está, el anciano no tardó ni una oración en darme aún peor espina. ¿Personas desaparecidas, también? Esto había escalado mucho, muy rápido. Excelente.
Me tomó desprevenido el repentino intento de Tatsuya de salir del lugar, despidiéndose del anciano. Me disculpé con el último haciendo una leve reverencia, y salí disparado tras el espadachín.
-¡Eh, alto, alto! -le reclamé en voz moderada, para que ni el anciano ni posibles terceros oyeran- ¿Acaso piensas devolverte? ¡¿Tras todo el viaje, sin más?!
Enarqué una ceja mientras le reclamaba, posicionado entre él y su caballo.
-Dijo que había personas desaparecidas. Viendo este sitio, y sabiendo lo que hay alrededor, lo veo posible. -intenté convencerlo de otra forma, si la promesa de misterio no le llamaba la atención- ¿Sabes lo que deben recompensar al que descubra el paradero de esa gente? -mencioné, haciendo un gesto de "dinero" con la mano derecha.
-"Tatsuya Suou resuelve el misterio de los desaparecidos. Las familias de los sobrevivientes -si siguen vivos, no creo- están eternamente agradecidas, le regalan una hacienda con dos pollitos y medio" ¿A que suena bien? -era evidente que aquello no estaba funcionando del todo bien. Me reacomodé- Venga, es un caserío pequeño. No tardaremos en comprobar si lo que dice son tonterías o no, sólo hay que preguntar a los ve-
Percibí un movimiento en una de las ventanas de la casa de al lado. Alguien nos observaba. Instigué a Tatsuya con la mirada, y me aproximé a la casa siguiente. Llamé a la puerta con los nudillos.
-¿Hay alguien en casa? Som-Soy inofensivo, quiero hacer unas preguntas, y mientras antes tenga respuesta, antes nos iremos. -alcé un poco la voz.
Y un escalofrío me recorrió la espalda. Sentí una decena de miradas en mi cuello, pero no había nada cuando observé los alrededores. Tragué saliva, y volví mis ojos a Tatsuya, sopesando mi decisión de continuar con aquello. Entonces escuché pasos provenir del interior de la casa, y a alguien forcejear con la puerta. Tras seis latidos, se abrió, con un chirrido.
Mefisto
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Conforme Tatsuya daba los primeros pasos al exterior de la casa, Mefisto exclamaba y le pedía locuazmente que se detuviera. No dejó de caminar ni por un segundo, mientras el elfo ladraba parrafadas para detenerlo.
Hacia el final del discurso, cuando ya el brujo estaba por subirse en su caballo, consiguió dar con el punto exacto que todo mercader busca: el de llamar la atención. No todo lo que el orejudo decía tenía que ser chistes sin sentido y divagaciones estúpidas, a veces como que el sentido común volvía a su testa, momentáneamente, y le permitía hacer unas cuantas oraciones con enorme coherencia. Estas estuvieron entre ellas.
-"Tatsuya resuelve el misterio de los desaparecidos". Mi apellido no pinta de nada allí. Recuérdalo. – corrigió Tatsuya. A continuación, Mefisto notó un movimiento extraño en la casa de al lado, e hizo un movimiento raro con los ojos para convencerlo (o más bien ordenarle) de ir a investigar. - Aún me quedan cosas que hablar con el viejo. Estoy seguro que puedes apañártelas solo.
Dejó al elfo acercarse a la vivienda, y advirtió su nerviosismo. Su piel se había humedecido de sudor, se sobresaltó un poco en cuanto escuchó un forcejeo tras la puerta, y unas gotas de sudor recorrieron su frente cuando está chirrió y una voz femenina lo invitó a pasar. Tatsuya no supo por qué le estaba prestando tanta atención, si al final estaban en una aldea de ancianos locos, y sin darle más importancia entró de vuelta a la oscura sala, y se paró al lado del anciano. Estaba tomando su siesta.
-Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente. - el mercenario golpeó la mesa, y el viejo chocho se levantó de un salto. Miró hacia todos lados, confundido, y detuvo sus ojos frente a su compañía.
-¿Q-Quién eres? - preguntó el anciano, desorientado. Su cliente no supo si lo decía en serio, o era una especie de humor retorcido
-Acabamos de hablar...
-¡Ah, sí! Debe disculparme jo-jo-jo-jóven. Mi mente no es lo que solía ser.
-Verá, en la hoja mencionaba algo sobre sus principales sospechosos: Beltrand, su vecina, y un maleante... ¿algo que pueda decirme sobre ellos?
-¡Rufianes! ¡Todos son unos rufianes! ¡Ya verán cuando los encuentre con las manos en la masa!
El anciano, que no podía terminar una oración sin tartamudear al menos una palabra, ahora hablaba con total fluidez. Tatsuya arqueó una ceja.
-¿Alguien en específico que nos recomiendes inspeccionar primero?
-¡La vieja bruja de Margaret! ¡La que vive al lado! ¡Le aseguro que es ella, sí sí! ¡Debe de haber sacrificado mi gallina para su Dios, la escucho gritar y cantar todas las noches! ¡Sí, sí! - acorde al manuscrito que llevaba Tatsuya, la vieja no se llamaba Margaret. "Senilidad del anciano", se supuso el mercenario, quien escuchaba atentamente. - ¡Pero yo diría que fue Beltrand, ese mamarracho no puede tramar nada bueno!
-Entonces... ¿comienzo por Beltrand?
-¡No, no, no! ¡Te dije que comenzaras por John, el maleante! Pero cuidado con él, he escuchado cosas muy serias...
Agotada la paciencia del espadachín, se retiró hacia la entrada, omitiendo el discurso incesante del viejo. No creía poder sacarle más información; hasta donde sabía la gallina podía no existir, ni mucho menos los huevos de oro.
Cómo respuesta a su incredulidad, la habitación se iluminó abruptamente por un aureo resplandor. Ese exquisito color que uno siempre atribuye a la riqueza, y que sólo el hombre afortunado logra ver en su vida. Se volteó, y allí lo vio: ¡un huevo dorado, resplandeciente, en las manos del vejestorio! Se le revolvió el estómago de la emoción. -¡Aquí es! ¡Me haré millonario!. Atraído por la luz, cual polilla, retrocedió a su posición inicial.
-Ll-ll-lleva esto, joven. Te guiará de regreso a su madre. - sus manos temblorosas le ofrecieron el huevo, y tal como el gavilán secuestra a su presa, Tatsuya lo arrancó y lo inspeccionó.
-Caballero. - hizo un ademán de despedida y se marchó respetuosamente.
A la salida, notó que el cielo estaba más oscuro. Inspeccionando, observó hacia el este, donde originalmente encontraría uno el sol a las diez de la mañana. Nada. Puerilmente creyó que el orbe de fuego se había apagado, hasta que movió sus pupilas ligeramente a la derecha y allí estaba, pasado el cénit, descendiendo por poniente. Serían, al menos, las cuatro de la tarde. Se extrañó. -Juraría que era más temprano... ¿tanto tiempo pasé en la cabaña? -
La voz de Mefisto pidiendo auxilio rompió el meditar de Tatsuya, espantando también a un par de cuervos. Provenía de la casa de la vecina. Guardó el huevo en un bolsillo de su kimono, y corrió a socorrer a su socio con una mano en la espada.
Hacia el final del discurso, cuando ya el brujo estaba por subirse en su caballo, consiguió dar con el punto exacto que todo mercader busca: el de llamar la atención. No todo lo que el orejudo decía tenía que ser chistes sin sentido y divagaciones estúpidas, a veces como que el sentido común volvía a su testa, momentáneamente, y le permitía hacer unas cuantas oraciones con enorme coherencia. Estas estuvieron entre ellas.
-"Tatsuya resuelve el misterio de los desaparecidos". Mi apellido no pinta de nada allí. Recuérdalo. – corrigió Tatsuya. A continuación, Mefisto notó un movimiento extraño en la casa de al lado, e hizo un movimiento raro con los ojos para convencerlo (o más bien ordenarle) de ir a investigar. - Aún me quedan cosas que hablar con el viejo. Estoy seguro que puedes apañártelas solo.
Dejó al elfo acercarse a la vivienda, y advirtió su nerviosismo. Su piel se había humedecido de sudor, se sobresaltó un poco en cuanto escuchó un forcejeo tras la puerta, y unas gotas de sudor recorrieron su frente cuando está chirrió y una voz femenina lo invitó a pasar. Tatsuya no supo por qué le estaba prestando tanta atención, si al final estaban en una aldea de ancianos locos, y sin darle más importancia entró de vuelta a la oscura sala, y se paró al lado del anciano. Estaba tomando su siesta.
-Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente. - el mercenario golpeó la mesa, y el viejo chocho se levantó de un salto. Miró hacia todos lados, confundido, y detuvo sus ojos frente a su compañía.
-¿Q-Quién eres? - preguntó el anciano, desorientado. Su cliente no supo si lo decía en serio, o era una especie de humor retorcido
-Acabamos de hablar...
-¡Ah, sí! Debe disculparme jo-jo-jo-jóven. Mi mente no es lo que solía ser.
-Verá, en la hoja mencionaba algo sobre sus principales sospechosos: Beltrand, su vecina, y un maleante... ¿algo que pueda decirme sobre ellos?
-¡Rufianes! ¡Todos son unos rufianes! ¡Ya verán cuando los encuentre con las manos en la masa!
El anciano, que no podía terminar una oración sin tartamudear al menos una palabra, ahora hablaba con total fluidez. Tatsuya arqueó una ceja.
-¿Alguien en específico que nos recomiendes inspeccionar primero?
-¡La vieja bruja de Margaret! ¡La que vive al lado! ¡Le aseguro que es ella, sí sí! ¡Debe de haber sacrificado mi gallina para su Dios, la escucho gritar y cantar todas las noches! ¡Sí, sí! - acorde al manuscrito que llevaba Tatsuya, la vieja no se llamaba Margaret. "Senilidad del anciano", se supuso el mercenario, quien escuchaba atentamente. - ¡Pero yo diría que fue Beltrand, ese mamarracho no puede tramar nada bueno!
-Entonces... ¿comienzo por Beltrand?
-¡No, no, no! ¡Te dije que comenzaras por John, el maleante! Pero cuidado con él, he escuchado cosas muy serias...
Agotada la paciencia del espadachín, se retiró hacia la entrada, omitiendo el discurso incesante del viejo. No creía poder sacarle más información; hasta donde sabía la gallina podía no existir, ni mucho menos los huevos de oro.
Cómo respuesta a su incredulidad, la habitación se iluminó abruptamente por un aureo resplandor. Ese exquisito color que uno siempre atribuye a la riqueza, y que sólo el hombre afortunado logra ver en su vida. Se volteó, y allí lo vio: ¡un huevo dorado, resplandeciente, en las manos del vejestorio! Se le revolvió el estómago de la emoción. -¡Aquí es! ¡Me haré millonario!. Atraído por la luz, cual polilla, retrocedió a su posición inicial.
-Ll-ll-lleva esto, joven. Te guiará de regreso a su madre. - sus manos temblorosas le ofrecieron el huevo, y tal como el gavilán secuestra a su presa, Tatsuya lo arrancó y lo inspeccionó.
-Caballero. - hizo un ademán de despedida y se marchó respetuosamente.
A la salida, notó que el cielo estaba más oscuro. Inspeccionando, observó hacia el este, donde originalmente encontraría uno el sol a las diez de la mañana. Nada. Puerilmente creyó que el orbe de fuego se había apagado, hasta que movió sus pupilas ligeramente a la derecha y allí estaba, pasado el cénit, descendiendo por poniente. Serían, al menos, las cuatro de la tarde. Se extrañó. -Juraría que era más temprano... ¿tanto tiempo pasé en la cabaña? -
La voz de Mefisto pidiendo auxilio rompió el meditar de Tatsuya, espantando también a un par de cuervos. Provenía de la casa de la vecina. Guardó el huevo en un bolsillo de su kimono, y corrió a socorrer a su socio con una mano en la espada.
Última edición por Tatsuya Suō el Lun Jun 24 2019, 19:58, editado 1 vez
Tatsuya Suō
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
—¿Qué rayos quieres a esta hora, muchacho? —Una voz llegó a mis oídos así como un profundo olor a incienso me abofeteó el rostro. Entre el olor y la iluminación generosa a la que tardé un instante en ajustarme, quedé aturdido por un momento. Entrecerré los ojos, pudiendo percibir una figura voluminosa plantada del otro lado del portal.
—Pregunté qué quieres, muchacho. —repitió la mujer.
Finalmente pude percibir con claridad la apariencia de quien me hablaba, la "bruja" vecina. Si tuviese que definir su aspecto en una sola palabra, diría... redondo. Era corpulenta, como un rinoceronte perezoso, con una papada que le escondía el cuello y brazos como barriles. Vestía una ropa curiosa, similar a una cortina de patrones raros, y tenía un paño del mismo diseño amarrado en la cabeza. Dos extravagantes pendientes de grandes perlas lilas colgaban de sus orejas, y un collar del mismo material descansaba en un busto proporcional a la masa corporal de la que disponía.
—¡...Preguntar algo! ¡Sí! —reaccioné finalmente—, venía a hacer unas preguntas, en nombre del anciano de al lado. —Me congelé dos latidos, al dudar si nombrar al anciano había sido buena idea.
—¡Ugh! ¡Aquél viejo demente! —Se llevó una mano al rostro, bamboleando todo su cuerpo en el proceso— ¿Qué quiere ahora? —Ajustó su escote, que más recordaba a dos cerdos queriendo escapar de una sábana que a los encantos de una mujer.
¿Pero por qué tengo que pasar yo por esto?
Hice lo posible por no sentirme incómodo frente a aquella... dama, y finalmente respondí con toda la calma que pude.
—El lunático habla sobre una gallina que pone huevos curiosos, y quiere saber su paradero. —Intenté mostrarme "de su lado".
Con un "¡Oh!" abrió los ojos todo lo que pudo. Entonces dio media vuelta, desprendiendo más de ese olor a incienso, y se perdió en el interior del aposento. "Pasa, pasa" le escuché añadir. Volteé a ver en dirección a la casa del anciano, donde estaba Tatsuya.
Joder, joder, joder
Di un suspiro, y seguidamente un paso.
—¡NO, NO, NO! —exclamó de repente, y sentí cómo tembló la casa bajo lo que supuse eran las pisadas de la mujer, volviendo—¡QUÍTATE LOS ZAPATOS, VULGAR HEREJE!
¡¿...?!
No esperé aquél desarrollo de los acontecimientos, por lo que me tambaleé un poco intentado escapar. De entre la luz de las muchas velas y la nube de humo que flotaba pegada al techo, vislumbré a aquél desproporcional ser abalanzarse en mi dirección. La escena grabaría pavor en la mayoría de corazones. Incluyendo el mío, que había empezado a botar en mi pecho.
Con un paso atrás e intentando buscar sentido a los gritos del furioso mastodonte, tomé mi zapato derecho y me lo quité en un brinquito, e inmediatamente después hice lo mismo con el segundo. Y sólo con eso, como si hubiesen presionado un botón, se detuvo el temblor y la muralla de carne que era la bruja se detuvo a un par de metros frente a mí, como si no hubiera pasado nada.
—A Él no le gusta que entren con zapatos a los hogares. Trae las impurezas del exterior al suelo de las viviendas, y de la vivienda la impureza entra al corazón. —explicó con un tono que recordaba más a una madre preocupada que al violento desenfreno que había mostrado hasta hace unos segundos.
—Claro... Claro. —disimulada mi respiración acelerada. El espeso ambiente del lugar no ayudaba— Mis disculpas. —incliné ligeramente la cabeza, y dejé los zapatos a un lado de la puerta. Entonces seguí a la mujer, ahora nervioso de no hacer algo que provoque que me aplasten.
—Entonces... ¿Qué sabe de la dichosa gallina?
Inspeccioné el lugar, mientras caminaba lentamente. Había tallas de madera, baratijas, adornos y demás ocupando la mayoría del espacio. Había un sitio en especial, donde se concentraba la mayor cantidad de velas e incienso. Era un altar con una almohada, donde había una caja.
—Lo mismo que todos, muchacho —se sentó en una de las sillas que había junto a la pequeña mesa redonda, cercana a la esquina— Es lo mejor que le ha ocurrido al lugar. Una bendición, llegada de existencias superiores. Gracia de Él.
La bruja había sacado una pipa y tomaba caladas de vez en cuando, que poco a poco añadían más olores al ambiente. Aquello no debía ser sano, pues mi cabeza se empezaba a sentir algo ligera.
—De un día para otro, de la nada, hubo una cabeza de más en el gallinero del viejo Mark. No se quejó, pues a gallina regalada no se le ven las plumas, pero no tardó en darse cuenta de que era especial.
Asentí a sus palabras. La mujer tenía los ojos cerrados, parecía concentrada en su relato. Con cada palabra suya, más me acerqué yo a la caja, siendo víctima de una curiosidad intensa, como nunca había sentido.
—¿Especial? ¿Es cierto entonces, ponía huevos de oro? —pregunté.
La mujer tomó otra calada antes de responder. Parecía estar en un trance, hablando del pasado.
—Una persona codiciosa sólo hubiese visto eso. Yo no, pues mi corazón está tan limpio como mis pies, y mi visión es clara como el alma. Esos huevos —abandoné todo el cuidado que podría haberme caracterizado. Al llegar a estar a un metro de la caja, acerqué mis brazos, lentamente— ...Son mágicos, muchacho.
Abrí la caja a la vez que ella pronunció esas últimas palabras. El chirrido de las bisagras anunció mi acto, así como un brillo dorado anunció la presencia de un tan nombrado huevo de oro. Enteramente cautivado por lo que estaba viendo, ignoré los sonidos de una silla moviéndose y el quejido de la madera que normalmente me anunciarían que la mujer se había levantado.
—¡TÚ! ¡MALDITO SEAS, FORASTERO! ¡TU CODICIA SERÁ TU PERDICIÓN!
Tomé el huevo con la mano derecha, y el frío de su superficie se extendió por mi palma, subiendo por mi brazo, y finalmente hasta mi cabeza. Me di cuenta entonces de la situación en la que me había metido, y antes de preguntarme por qué había tomado el huevo y por qué se había molestado tanto, la mujer ya acortaba distancia, seguidos sus pasos del temblor del lugar.
—¡AY, COÑO! —mi sorpresa escapó por mi boca, a la vez que mi cuerpo reaccionó dirigiéndose a la salida en una carrera— ¡JODER, TATSUYA! —Huí con el huevo en la mano, vociferando quejas y maldiciones en el camino.
No sabía qué tan cerca tenía a la mujer, pero sentía el temblor de cada una de sus pisadas justo a mi espalda. Al llegar a la puerta tomé mis zapatos sin desacelerar y salí disparado del lugar.
¿...?
Entonces no era consciente del todo, pero algo me había extrañado. El aire afuera era más cálido de lo que recordaba.
*Offrol: La primera complicación es que ignoro las señales de peligro, distraído por el huevo de oro.
Luego lo tomo, y las cosas empiezan a ser... curiosas.
—Pregunté qué quieres, muchacho. —repitió la mujer.
Finalmente pude percibir con claridad la apariencia de quien me hablaba, la "bruja" vecina. Si tuviese que definir su aspecto en una sola palabra, diría... redondo. Era corpulenta, como un rinoceronte perezoso, con una papada que le escondía el cuello y brazos como barriles. Vestía una ropa curiosa, similar a una cortina de patrones raros, y tenía un paño del mismo diseño amarrado en la cabeza. Dos extravagantes pendientes de grandes perlas lilas colgaban de sus orejas, y un collar del mismo material descansaba en un busto proporcional a la masa corporal de la que disponía.
—¡...Preguntar algo! ¡Sí! —reaccioné finalmente—, venía a hacer unas preguntas, en nombre del anciano de al lado. —Me congelé dos latidos, al dudar si nombrar al anciano había sido buena idea.
—¡Ugh! ¡Aquél viejo demente! —Se llevó una mano al rostro, bamboleando todo su cuerpo en el proceso— ¿Qué quiere ahora? —Ajustó su escote, que más recordaba a dos cerdos queriendo escapar de una sábana que a los encantos de una mujer.
¿Pero por qué tengo que pasar yo por esto?
Hice lo posible por no sentirme incómodo frente a aquella... dama, y finalmente respondí con toda la calma que pude.
—El lunático habla sobre una gallina que pone huevos curiosos, y quiere saber su paradero. —Intenté mostrarme "de su lado".
Con un "¡Oh!" abrió los ojos todo lo que pudo. Entonces dio media vuelta, desprendiendo más de ese olor a incienso, y se perdió en el interior del aposento. "Pasa, pasa" le escuché añadir. Volteé a ver en dirección a la casa del anciano, donde estaba Tatsuya.
Joder, joder, joder
Di un suspiro, y seguidamente un paso.
—¡NO, NO, NO! —exclamó de repente, y sentí cómo tembló la casa bajo lo que supuse eran las pisadas de la mujer, volviendo—¡QUÍTATE LOS ZAPATOS, VULGAR HEREJE!
¡¿...?!
No esperé aquél desarrollo de los acontecimientos, por lo que me tambaleé un poco intentado escapar. De entre la luz de las muchas velas y la nube de humo que flotaba pegada al techo, vislumbré a aquél desproporcional ser abalanzarse en mi dirección. La escena grabaría pavor en la mayoría de corazones. Incluyendo el mío, que había empezado a botar en mi pecho.
Con un paso atrás e intentando buscar sentido a los gritos del furioso mastodonte, tomé mi zapato derecho y me lo quité en un brinquito, e inmediatamente después hice lo mismo con el segundo. Y sólo con eso, como si hubiesen presionado un botón, se detuvo el temblor y la muralla de carne que era la bruja se detuvo a un par de metros frente a mí, como si no hubiera pasado nada.
—A Él no le gusta que entren con zapatos a los hogares. Trae las impurezas del exterior al suelo de las viviendas, y de la vivienda la impureza entra al corazón. —explicó con un tono que recordaba más a una madre preocupada que al violento desenfreno que había mostrado hasta hace unos segundos.
—Claro... Claro. —disimulada mi respiración acelerada. El espeso ambiente del lugar no ayudaba— Mis disculpas. —incliné ligeramente la cabeza, y dejé los zapatos a un lado de la puerta. Entonces seguí a la mujer, ahora nervioso de no hacer algo que provoque que me aplasten.
—Entonces... ¿Qué sabe de la dichosa gallina?
Inspeccioné el lugar, mientras caminaba lentamente. Había tallas de madera, baratijas, adornos y demás ocupando la mayoría del espacio. Había un sitio en especial, donde se concentraba la mayor cantidad de velas e incienso. Era un altar con una almohada, donde había una caja.
—Lo mismo que todos, muchacho —se sentó en una de las sillas que había junto a la pequeña mesa redonda, cercana a la esquina— Es lo mejor que le ha ocurrido al lugar. Una bendición, llegada de existencias superiores. Gracia de Él.
La bruja había sacado una pipa y tomaba caladas de vez en cuando, que poco a poco añadían más olores al ambiente. Aquello no debía ser sano, pues mi cabeza se empezaba a sentir algo ligera.
—De un día para otro, de la nada, hubo una cabeza de más en el gallinero del viejo Mark. No se quejó, pues a gallina regalada no se le ven las plumas, pero no tardó en darse cuenta de que era especial.
Asentí a sus palabras. La mujer tenía los ojos cerrados, parecía concentrada en su relato. Con cada palabra suya, más me acerqué yo a la caja, siendo víctima de una curiosidad intensa, como nunca había sentido.
—¿Especial? ¿Es cierto entonces, ponía huevos de oro? —pregunté.
La mujer tomó otra calada antes de responder. Parecía estar en un trance, hablando del pasado.
—Una persona codiciosa sólo hubiese visto eso. Yo no, pues mi corazón está tan limpio como mis pies, y mi visión es clara como el alma. Esos huevos —abandoné todo el cuidado que podría haberme caracterizado. Al llegar a estar a un metro de la caja, acerqué mis brazos, lentamente— ...Son mágicos, muchacho.
Abrí la caja a la vez que ella pronunció esas últimas palabras. El chirrido de las bisagras anunció mi acto, así como un brillo dorado anunció la presencia de un tan nombrado huevo de oro. Enteramente cautivado por lo que estaba viendo, ignoré los sonidos de una silla moviéndose y el quejido de la madera que normalmente me anunciarían que la mujer se había levantado.
—¡TÚ! ¡MALDITO SEAS, FORASTERO! ¡TU CODICIA SERÁ TU PERDICIÓN!
Tomé el huevo con la mano derecha, y el frío de su superficie se extendió por mi palma, subiendo por mi brazo, y finalmente hasta mi cabeza. Me di cuenta entonces de la situación en la que me había metido, y antes de preguntarme por qué había tomado el huevo y por qué se había molestado tanto, la mujer ya acortaba distancia, seguidos sus pasos del temblor del lugar.
—¡AY, COÑO! —mi sorpresa escapó por mi boca, a la vez que mi cuerpo reaccionó dirigiéndose a la salida en una carrera— ¡JODER, TATSUYA! —Huí con el huevo en la mano, vociferando quejas y maldiciones en el camino.
No sabía qué tan cerca tenía a la mujer, pero sentía el temblor de cada una de sus pisadas justo a mi espalda. Al llegar a la puerta tomé mis zapatos sin desacelerar y salí disparado del lugar.
¿...?
Entonces no era consciente del todo, pero algo me había extrañado. El aire afuera era más cálido de lo que recordaba.
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*Offrol: La primera complicación es que ignoro las señales de peligro, distraído por el huevo de oro.
Luego lo tomo, y las cosas empiezan a ser... curiosas.
Última edición por Mefisto el Jue Sep 12 2019, 22:38, editado 2 veces
Mefisto
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Se detuvo en la entrada del hogar. En cuanto pisó la madera del porche, esta rechinó endiabladamente como si estuviera a punto de colapsar. Cuidándose de no cortarse con la madera podrida, pisó de la manera más superficial que pudo sobre las tablas más solidas, y recibió el aroma de la peste combinada del humo de cigarro con el incienso. Una densa capa de neblina emanaba desde la penumbra más allá de la puerta. La humareda se extendió hacia el exterior, y antes de que pudiera darse cuenta cubrió la totalidad del poblado. Aquello era como un día lluvioso en Sacrestic Ville, y su lobreguez daba escalofríos.
Seguido de los gritos de auxilio de su compañero, que se hacían oír en la cercanía, escuchó el rechinar de las tablas de madera y luego unas pisadas en el pasto... pero no pudo ver nada. ¿Sería un saltamontes? Inspeccionó, y no vio nada. Se dio la vuelta hacia la puerta, y notó que las sandalias características del elfo ya no yacían allí.
—Lo que me faltaba. ¿Conseguiste el secreto de la invisibilidad, Mefisto? — bromeó Tatsuya, esperando que su amigo saliera de su escondite y admitiera que estaba jugando.
Su sorpresa vino al escuchar la voz de su contrario en respuesta, proveniente del exterior de la casa, justamente donde había escuchado las pisadas, pero no alcanzaba a ver nada en lo absoluto. El de orejas puntiagudas hablaba más de la cuenta, como solía, pero ahora lo que decía no tenía ningún sentido. Eran como susurros roncos en una lengua gutural.
Un temblor provino desde las entrañas de la tierra, estremeciendo los inestables tablones sobre los que se apoyaba. Lastimosamente, la sacudida fue demasiado potente para lo que la madera podía soportar y cedió.
El brujo cayó por una fosa enorme, de al menos cien metros.Había aceptado que aquello era el fin de su gloriosa vida, hasta que aterrizó apaciblemente, como si un gato le hubiera conferido sus dotes
No reconoció su sitio de aterrizaje. Era como un cobertizo de mampostería abastecido de mucha paja, generosamente esparcida por la totalidad de la superficie. Carecía de iluminación, y apenas podía inspeccionar sus alrededores. A sus espaldas hállose la puerta, cerrada con una cadena. Sintió algo cálido en su pecho, y al inspeccionar consiguió al huevo en un estado rutilante, que serviría como lámpara. Al alzarlo, pudo divisar a una segunda presencia:
Un hombre joven, de aspecto conocido. Aquellos ojos lechosos... no, azules, que de alguna manera se parecían a los del anciano que había visto hace veinte minutos. Era un caballero buen mozo, de larga cabellera negra y mandíbula prominente. Como adición, un mandoble colgaba de su cintura. El muchacho se movió en dirección al brujo de forma ortopédica. La madera crujía con cada paso, y el corazón de Tatsuya latía a su compás. O bien aquello era un mal sueño, o estaba frente a un maldito vampiro o algo similar. No iba a arriesgar su vida para averiguar si era lo primero... así que conservó el huevo y desenvainó su espada.
—¡No eres merecedor de su don! ¡Hereje! ¡Suéltalo ya, antes de que te arranque los huevos! — su voz era diabólica, y se atrevía a amenazar con un ataque a las partes nobles... ¿o quizás lo decía literalmente? Sea como fuere, no cabía duda: era obra del demonio.
Sin pensarlo dos veces, Tatsuya maniobró y perforó el abdomen de la abominación con su katana. Sangró, y vio a sus ojos perder brillo, como normalmente lo hacen los seres vivos al morir. Se alivió, y tiró del mango para recuperar la espada.No obstante, esta no cedió... como si estuviera atascada.
Los orbes del cadáver se bañaron en un fulgor escarlata intenso, y sus dientes rechinaron de furia. Se abalanzó sobre Tatsuya con una fuerza sobrehumana, cayendo ambos al suelo. La mano derecha de la monstruosidad patinó sobre el rostro del brujo, y llegó hasta su ojo derecho.Allí, lo arrancó con la facilidad con la que el granjero troncha una baya.*
Tatsuya gritó y blasfemó, mientras el dolor recorría su espina dorsal y lo hacía retorcerse. No veía la sangre ni mucho menos la sentía, pero el sufrimiento lo torturaba de manera vivaz. Paralelamente, sí sintió cuando las manos de su agresor rodearon su cuello y le apretaron, cortándole la respiración.
Forcejeó para liberarse; no lo consiguió. Intentó desencajar la espada; esta no se movió. Por instinto de supervivencia, utilizó sus últimas fuerzas para registrar el bolsillo de su kimono y tomar el huevo de oro... para aplastarlo en la cabeza del hijo de puta. Primer golpe, se detuvo el estrangulamiento. Segundo, el bastardo cayó inconsciente; tercero, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo... lo que quedó de su cabeza guardaba parecido con el puré.
Se subraya la segunda complicación : a partir de este turno, Tatsuya sufre de visión reducida, como consecuencia de haber perdido un ojo.
Seguido de los gritos de auxilio de su compañero, que se hacían oír en la cercanía, escuchó el rechinar de las tablas de madera y luego unas pisadas en el pasto... pero no pudo ver nada. ¿Sería un saltamontes? Inspeccionó, y no vio nada. Se dio la vuelta hacia la puerta, y notó que las sandalias características del elfo ya no yacían allí.
—Lo que me faltaba. ¿Conseguiste el secreto de la invisibilidad, Mefisto? — bromeó Tatsuya, esperando que su amigo saliera de su escondite y admitiera que estaba jugando.
Su sorpresa vino al escuchar la voz de su contrario en respuesta, proveniente del exterior de la casa, justamente donde había escuchado las pisadas, pero no alcanzaba a ver nada en lo absoluto. El de orejas puntiagudas hablaba más de la cuenta, como solía, pero ahora lo que decía no tenía ningún sentido. Eran como susurros roncos en una lengua gutural.
Un temblor provino desde las entrañas de la tierra, estremeciendo los inestables tablones sobre los que se apoyaba. Lastimosamente, la sacudida fue demasiado potente para lo que la madera podía soportar y cedió.
El brujo cayó por una fosa enorme, de al menos cien metros.Había aceptado que aquello era el fin de su gloriosa vida, hasta que aterrizó apaciblemente, como si un gato le hubiera conferido sus dotes
No reconoció su sitio de aterrizaje. Era como un cobertizo de mampostería abastecido de mucha paja, generosamente esparcida por la totalidad de la superficie. Carecía de iluminación, y apenas podía inspeccionar sus alrededores. A sus espaldas hállose la puerta, cerrada con una cadena. Sintió algo cálido en su pecho, y al inspeccionar consiguió al huevo en un estado rutilante, que serviría como lámpara. Al alzarlo, pudo divisar a una segunda presencia:
Un hombre joven, de aspecto conocido. Aquellos ojos lechosos... no, azules, que de alguna manera se parecían a los del anciano que había visto hace veinte minutos. Era un caballero buen mozo, de larga cabellera negra y mandíbula prominente. Como adición, un mandoble colgaba de su cintura. El muchacho se movió en dirección al brujo de forma ortopédica. La madera crujía con cada paso, y el corazón de Tatsuya latía a su compás. O bien aquello era un mal sueño, o estaba frente a un maldito vampiro o algo similar. No iba a arriesgar su vida para averiguar si era lo primero... así que conservó el huevo y desenvainó su espada.
—¡No eres merecedor de su don! ¡Hereje! ¡Suéltalo ya, antes de que te arranque los huevos! — su voz era diabólica, y se atrevía a amenazar con un ataque a las partes nobles... ¿o quizás lo decía literalmente? Sea como fuere, no cabía duda: era obra del demonio.
Sin pensarlo dos veces, Tatsuya maniobró y perforó el abdomen de la abominación con su katana. Sangró, y vio a sus ojos perder brillo, como normalmente lo hacen los seres vivos al morir. Se alivió, y tiró del mango para recuperar la espada.No obstante, esta no cedió... como si estuviera atascada.
Los orbes del cadáver se bañaron en un fulgor escarlata intenso, y sus dientes rechinaron de furia. Se abalanzó sobre Tatsuya con una fuerza sobrehumana, cayendo ambos al suelo. La mano derecha de la monstruosidad patinó sobre el rostro del brujo, y llegó hasta su ojo derecho.Allí, lo arrancó con la facilidad con la que el granjero troncha una baya.*
Tatsuya gritó y blasfemó, mientras el dolor recorría su espina dorsal y lo hacía retorcerse. No veía la sangre ni mucho menos la sentía, pero el sufrimiento lo torturaba de manera vivaz. Paralelamente, sí sintió cuando las manos de su agresor rodearon su cuello y le apretaron, cortándole la respiración.
Forcejeó para liberarse; no lo consiguió. Intentó desencajar la espada; esta no se movió. Por instinto de supervivencia, utilizó sus últimas fuerzas para registrar el bolsillo de su kimono y tomar el huevo de oro... para aplastarlo en la cabeza del hijo de puta. Primer golpe, se detuvo el estrangulamiento. Segundo, el bastardo cayó inconsciente; tercero, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo... lo que quedó de su cabeza guardaba parecido con el puré.
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Se subraya la segunda complicación : a partir de este turno, Tatsuya sufre de visión reducida, como consecuencia de haber perdido un ojo.
Última edición por Tatsuya Suō el Jue Sep 12 2019, 21:10, editado 6 veces
Tatsuya Suō
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
¿Sería por el humo, o por el ambiente dentro de la casa? No sabría decirlo, y no lo pensé mucho, pues un monstruo de al menos 200 kilogramos me estaba pisando los talones.
Eso sí. Juraría haber escuchado entonces la voz de Tatsuya. Pero habrá sido una alucinación por el estrés, pues no había otro ruido más que el tremendo caudal del río, las pisadas tronadoras de la señora, y mis varoniles chillidos de miedo.
Mi mente corría tanto como yo lo hacía. Uno. Tres. Cinco latidos después, se me ocurrió la forma de deshacerme de este problema.
Preparé mi cuerpo, y abandoné la carrera, lanzándome al suelo como un tronco. Sincronicé este acto con las pisadas de la señora, para que no me pisara una pierna y muriese aplastado. Así logré que sólo se tropezara, sin romperme nada.
—¡¡Maldito seas!! —Se quejó, mientras caía al suelo como lo haría un árbol antiguo, y rodó hasta caer a las aguas del río—¡ÉL TE DESTRUIRÁ! —gritó, su voz empapada de rencor y... y de agua—¡Así seráaaaaaaaaaaaa...!
Mientras yo estaba hecho bolita en el fresco césped, ella se perdió río abajo, allá a donde estaba la casa más grande del lugar, su voz haciéndose más débil por la distancia, hasta que el rugido del agua la tapó completamente.
Me estiré, jadeando profusamente. Me faltaba aire, y me notaba algo intranquilo. Quizás por el humo, por la carrera, por la señora, o por el puto miedo que me hizo pasar. Quizás por algo más.
Me tapé los ojos con la mano. La intensa luz del sol de mediodía me hería las pupilas.
No podía evitar sentir que había algo fuera de lugar. Pero con un suspiro, me resigné a ir a quejarme con Tatsuya por haberme dejado desamparado en esta peligrosa misión de tocar puertas.
Me puse de pie, me sacudí la tierra de la ropa, y me calcé los zapatos otra vez. Entonces me dirigí a la casa del viejo.
Me fijé en el establo, que resonaba en graznidos, chillidos y demás sonidos animales, rebosante de vida y salud. Otra vez, la inquietud se hizo presente, pero no terminaba de entender su origen.
Anuncié mi presencia tocando la puerta con los nudillos, y acto seguido abrí la puerta.
—Voy a pasar, don, no me vaya a...
Las palabras se quedaron en mi garganta, pues la sorpresa las había dejado ahí. En la silla del viejo, había un hombre de rasgos similares, tirado en la mesa, con cara de dolor. No se movía, ni respiraba.
—...a matar, o algo.
Me acerqué, cuidando mis alrededores, a registrar al hombre.
Comprobado el pulso: Nada.
Causa de muerte...
Registré su cuerpo. Limpio. No había heridas externas, ni señales de daño interno. Abrí sus ojos, revisé sus pupilas, su piel, dedos, lengua... y mi confusión aumentó. Tampoco había señales de envenenamiento, intoxicación, asfixia o...
Ah, de paro cardíaco sí hay. Huh.
Me rasqué la mejilla con el índice, y finalmente golpeé mi palma izquierda con mi puño derecho, en señal de haber respondido una incógnita.
—El anciano se volvió joven, y sufrió un paro cardíaco. —Dije, como si fuera algo cotidiano y una respuesta obvia.
Ladeé la cabeza.
—...¿Qué?
Un ruido me sacó de mis cavilaciones. Provenía del fondo de la espaciosa casa, de uno de los muchos muebles que había alrededor. Del armario, específicamente.
Me preparé para otro enemigo, respirando hondo, separando los pies e inclinando el torso.
Tatsuya, grandísimo hjijo de... ¿dónde te metiste?
Eso sí. Juraría haber escuchado entonces la voz de Tatsuya. Pero habrá sido una alucinación por el estrés, pues no había otro ruido más que el tremendo caudal del río, las pisadas tronadoras de la señora, y mis varoniles chillidos de miedo.
Mi mente corría tanto como yo lo hacía. Uno. Tres. Cinco latidos después, se me ocurrió la forma de deshacerme de este problema.
Preparé mi cuerpo, y abandoné la carrera, lanzándome al suelo como un tronco. Sincronicé este acto con las pisadas de la señora, para que no me pisara una pierna y muriese aplastado. Así logré que sólo se tropezara, sin romperme nada.
—¡¡Maldito seas!! —Se quejó, mientras caía al suelo como lo haría un árbol antiguo, y rodó hasta caer a las aguas del río—¡ÉL TE DESTRUIRÁ! —gritó, su voz empapada de rencor y... y de agua—¡Así seráaaaaaaaaaaaa...!
Mientras yo estaba hecho bolita en el fresco césped, ella se perdió río abajo, allá a donde estaba la casa más grande del lugar, su voz haciéndose más débil por la distancia, hasta que el rugido del agua la tapó completamente.
Me estiré, jadeando profusamente. Me faltaba aire, y me notaba algo intranquilo. Quizás por el humo, por la carrera, por la señora, o por el puto miedo que me hizo pasar. Quizás por algo más.
Me tapé los ojos con la mano. La intensa luz del sol de mediodía me hería las pupilas.
No podía evitar sentir que había algo fuera de lugar. Pero con un suspiro, me resigné a ir a quejarme con Tatsuya por haberme dejado desamparado en esta peligrosa misión de tocar puertas.
Me puse de pie, me sacudí la tierra de la ropa, y me calcé los zapatos otra vez. Entonces me dirigí a la casa del viejo.
Me fijé en el establo, que resonaba en graznidos, chillidos y demás sonidos animales, rebosante de vida y salud. Otra vez, la inquietud se hizo presente, pero no terminaba de entender su origen.
Anuncié mi presencia tocando la puerta con los nudillos, y acto seguido abrí la puerta.
—Voy a pasar, don, no me vaya a...
Las palabras se quedaron en mi garganta, pues la sorpresa las había dejado ahí. En la silla del viejo, había un hombre de rasgos similares, tirado en la mesa, con cara de dolor. No se movía, ni respiraba.
—...a matar, o algo.
Me acerqué, cuidando mis alrededores, a registrar al hombre.
Comprobado el pulso: Nada.
Causa de muerte...
Registré su cuerpo. Limpio. No había heridas externas, ni señales de daño interno. Abrí sus ojos, revisé sus pupilas, su piel, dedos, lengua... y mi confusión aumentó. Tampoco había señales de envenenamiento, intoxicación, asfixia o...
Ah, de paro cardíaco sí hay. Huh.
Me rasqué la mejilla con el índice, y finalmente golpeé mi palma izquierda con mi puño derecho, en señal de haber respondido una incógnita.
—El anciano se volvió joven, y sufrió un paro cardíaco. —Dije, como si fuera algo cotidiano y una respuesta obvia.
Ladeé la cabeza.
—...¿Qué?
Un ruido me sacó de mis cavilaciones. Provenía del fondo de la espaciosa casa, de uno de los muchos muebles que había alrededor. Del armario, específicamente.
Me preparé para otro enemigo, respirando hondo, separando los pies e inclinando el torso.
Tatsuya, grandísimo hjijo de... ¿dónde te metiste?
Mefisto
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Tomó bocanadas de aire. La pesadilla había acabado, y con ello el peligro de muerte y el agudo dolor de su ojo derecho. Pese a la pérdida de su órgano, no derramaba ni una gota de sangre, y la única consecuencia que sufría era la pérdida parcial de su visión. Iluminó la habitación con el huevo ensangrentado, cuya luz pasó de emitir un haz áureo a uno carmesí y al final encontró un espejo. Se inspeccionó, y tragó saliva al notar el bizarro estado de su rostro, en cuya cuenca derecha se asomaba una fosa vacía.
—Y allí se va cualquier esperanza de volver a seducir a una mujer. — se dijo a sí mismo.
Regresó a la puerta del cobertizo, bloqueada por una cadena. Tomó su katana, removiéndola del vientre del cadáver y seguidamente cortando la cadena con su filo. La puerta rechinó y un aire fresco emergió por la ranura, llevando consigo la aguda voz del elfo, hablando solo como de costumbre. Con seguridad, Tatsuya empujó la puerta y se sobresaltó con lo que le esperaba al otro lado: la casa del anciano, específicamente la sala, donde otrora conversaban.
Dio un paso al frente, abandonando el cobertizo, y la puerta se cerró tan violentamente que la madera se agrietó. Tatsuya le dio la importancia que uno le da a la nieve del invierno norteño.
—¿Dónde te habías escondido, cabronazo? Por poco me matan. Algo va mal con este pueblo. ¡Maldita sea, mira mi ros— — Tatsuya se detuvo en seco al advertir el cadáver que reposaba a un lado de la mesa.
Se le heló la sangre al confirmar sus sospechas: el cuerpo que allí yacía era el mismo del hombre que lo atacó previamente, y que guardaba gran parecido con el anciano.
—Por las tetas de Freya. —murmuró Tatsuya, dirigiéndose a la puerta del armario para cerciorarse de la presencia del segundo cadáver.
Al abrirla, solo encontró montones de ropa polvorienta meticulosamente doblada. Le crisparon los nervios en reacción.
Llegó a sus oídos el mugido de una vaca, y curioso se volvió a la ventana de la cocina, que tras su cortina daba vista al corral.
Del otro lado del telón, una manada de animales de distintas especies, tamaños y colores revoloteaban, mascaban el pasto y correteaban: caballos, vacas, ovejas, marranos. De la tierra baldía emergió, de la mañana a la tarde, un exuberante ganado, ahora sin granjero para cuidarlo.
—Que me lleve el diablo... ¡eh, Mefisto! Dime que ves lo mismo que yo. — vociferó el brujo.
Mientras el elfo acudía a su llamado, el mercenario registró su kimono y sacó el huevo dorado, junto con el anuncio del trabajo:
"Beltrand, el maleante y la bruja" uno de los tres debía conocer el paradero de la gallina, y ya de paso sabría explicar qué estaba pasando, pero primero quería cerciorarse de algo.
—Esto me lo dio el viejo. —el brujo le extendió el huevo a su compañero — Desde que lo toqué, han pasado cosas extrañas... —una migraña lo atacó de repente, haciéndolo tambalearse por un momento. Se llevó la mano a la frente, y esperó unos segundos a que pasara— ... ¿Qué te estaba diciendo?... Bueno, como sea, que los jodidos huevos de oro son de verdad. ¡Imagínate la de Aeros que podemos hacer con la gallina!
—Y allí se va cualquier esperanza de volver a seducir a una mujer. — se dijo a sí mismo.
Regresó a la puerta del cobertizo, bloqueada por una cadena. Tomó su katana, removiéndola del vientre del cadáver y seguidamente cortando la cadena con su filo. La puerta rechinó y un aire fresco emergió por la ranura, llevando consigo la aguda voz del elfo, hablando solo como de costumbre. Con seguridad, Tatsuya empujó la puerta y se sobresaltó con lo que le esperaba al otro lado: la casa del anciano, específicamente la sala, donde otrora conversaban.
Dio un paso al frente, abandonando el cobertizo, y la puerta se cerró tan violentamente que la madera se agrietó. Tatsuya le dio la importancia que uno le da a la nieve del invierno norteño.
—¿Dónde te habías escondido, cabronazo? Por poco me matan. Algo va mal con este pueblo. ¡Maldita sea, mira mi ros— — Tatsuya se detuvo en seco al advertir el cadáver que reposaba a un lado de la mesa.
Se le heló la sangre al confirmar sus sospechas: el cuerpo que allí yacía era el mismo del hombre que lo atacó previamente, y que guardaba gran parecido con el anciano.
—Por las tetas de Freya. —murmuró Tatsuya, dirigiéndose a la puerta del armario para cerciorarse de la presencia del segundo cadáver.
Al abrirla, solo encontró montones de ropa polvorienta meticulosamente doblada. Le crisparon los nervios en reacción.
Llegó a sus oídos el mugido de una vaca, y curioso se volvió a la ventana de la cocina, que tras su cortina daba vista al corral.
Del otro lado del telón, una manada de animales de distintas especies, tamaños y colores revoloteaban, mascaban el pasto y correteaban: caballos, vacas, ovejas, marranos. De la tierra baldía emergió, de la mañana a la tarde, un exuberante ganado, ahora sin granjero para cuidarlo.
—Que me lleve el diablo... ¡eh, Mefisto! Dime que ves lo mismo que yo. — vociferó el brujo.
Mientras el elfo acudía a su llamado, el mercenario registró su kimono y sacó el huevo dorado, junto con el anuncio del trabajo:
"Beltrand, el maleante y la bruja" uno de los tres debía conocer el paradero de la gallina, y ya de paso sabría explicar qué estaba pasando, pero primero quería cerciorarse de algo.
—Esto me lo dio el viejo. —el brujo le extendió el huevo a su compañero — Desde que lo toqué, han pasado cosas extrañas... —una migraña lo atacó de repente, haciéndolo tambalearse por un momento. Se llevó la mano a la frente, y esperó unos segundos a que pasara— ... ¿Qué te estaba diciendo?... Bueno, como sea, que los jodidos huevos de oro son de verdad. ¡Imagínate la de Aeros que podemos hacer con la gallina!
Tatsuya Suō
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Tres, cuatro... a los cinco latidos, las puertas del armario se abrieron violentamente. Tensé el cuerpo, y...
Y acomodé mi postura, y suspiré con desgana. Del armario emergió un conocido espadachín, con ojos rasgados y cara de culo.
—¿Dónde te habías escondido, cabronazo? ¡Por poco me matan! Algo va mal con este pueblo. —dijimos al unísono, por lo que sonreí con ironía.
Tatsuya parecía especialmente afectado por la muerte del joven anciano. Y acto seguido se volvió al armario.
—¡Eh, hijo de puta, no te vayas a volver a esconder ahí! —di unos pasos hacia él, con intenciones de evitar que volviera al armario.
El espadachín se asomó por la ventana, con una expresión digna de alguien que no había visto antes una vaca.
—Veo a un idiota haciendo el idiota —reposé mi peso en una pierna, mientras le señalaba con una mano, una ceja levantada— ¡Y te voy a llevar al carajo soy yo, si no me explicas qué hacías ahí acurrucado entre la ropa del hombre este!
Un destello dorado disipó mi hostilidad. Tatsuya había sacado de sus ropajes un huevo de oro, idéntico al que tenía la señora en su casa. Sin despegar los ojos de aquél, levanté el que yo tenía en la mano, para que el espadachín lo viese.
—¿...Algo extraño, verdad? Sí, es como... —el brillo del huevo se intensificó, lo que me hizo entrecerrar los ojos— Como muchos Aeros, ¡sí! No soy muy de guardar capital, pero no me quejaré si me ofrecen una cantidad tan alta.
Me guardé el huevo de oro en el bolsillo, y giré hacia la puerta.
La señora no iba a ser de ayuda ahora, y el viejo joven murió. Aún quedan dos personas en la lista, y muchas puertas por tocar.
Abrí la puerta, y crucé. Observé el precioso brillo de la luna llena, y respiré hondo, con satisfacción.
—¡Venga, Tatsuya, apura! No vayas a volver a esconderte. —le instigué a salir, repitiendo un gesto de manos.
Y acomodé mi postura, y suspiré con desgana. Del armario emergió un conocido espadachín, con ojos rasgados y cara de culo.
—¿Dónde te habías escondido, cabronazo? ¡Por poco me matan! Algo va mal con este pueblo. —dijimos al unísono, por lo que sonreí con ironía.
Tatsuya parecía especialmente afectado por la muerte del joven anciano. Y acto seguido se volvió al armario.
—¡Eh, hijo de puta, no te vayas a volver a esconder ahí! —di unos pasos hacia él, con intenciones de evitar que volviera al armario.
El espadachín se asomó por la ventana, con una expresión digna de alguien que no había visto antes una vaca.
—Veo a un idiota haciendo el idiota —reposé mi peso en una pierna, mientras le señalaba con una mano, una ceja levantada— ¡Y te voy a llevar al carajo soy yo, si no me explicas qué hacías ahí acurrucado entre la ropa del hombre este!
Un destello dorado disipó mi hostilidad. Tatsuya había sacado de sus ropajes un huevo de oro, idéntico al que tenía la señora en su casa. Sin despegar los ojos de aquél, levanté el que yo tenía en la mano, para que el espadachín lo viese.
—¿...Algo extraño, verdad? Sí, es como... —el brillo del huevo se intensificó, lo que me hizo entrecerrar los ojos— Como muchos Aeros, ¡sí! No soy muy de guardar capital, pero no me quejaré si me ofrecen una cantidad tan alta.
Me guardé el huevo de oro en el bolsillo, y giré hacia la puerta.
La señora no iba a ser de ayuda ahora, y el viejo joven murió. Aún quedan dos personas en la lista, y muchas puertas por tocar.
Abrí la puerta, y crucé. Observé el precioso brillo de la luna llena, y respiré hondo, con satisfacción.
—¡Venga, Tatsuya, apura! No vayas a volver a esconderte. —le instigué a salir, repitiendo un gesto de manos.
Mefisto
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Mefisto no le dio importancia al ganado que se amontonaba en el patio de la casa, como si no recordara que hacía apenas unas horas el terreno era una tierra baldía, que ningún animal habría habitado en siglos. Ya que al elfo le daba igual, Tatsuya tampoco tenía que ser la excepción, por lo que se encogió de hombros y le dio la espalda a la ventana. Recordaba lo que ocurrió en el cobertizo, y en concordancia seguía viendo el cadáver del joven reposando a un lado de la mesa. Sin embargo, nada de eso le importaba ya, como si fuera un recuerdo lejano. Alzó una vez más el huevo, e inspeccionó su maciza y resplandeciente cáscara: impoluta, sin una sola mancha de sangre, como si lo acabaran de parir. Su rostro mancillado, tuerto y de ojos rasgados se reflejaba en el objeto: también lo había olvidado, ahora le faltaba un ojo. ¿Qué estaría ocurriendo? ¿Por qué todo parecía tan natural?
—Espera un momento, Mefisto. — interrumpió Tatsuya al elfo, que lo instigaba a salir — Hablando en serio, aquí hay algo raro, y me importa un cojón y medio tu opinión, de cualquier forma nunca has sido muy brillante. Tiene que haber una conexión con este huevo, pero... por algún motivo, cada vez que lo toco, mi cabeza se vuelve más ligera.
Hizo una breve pausa, y reposó junto a una pared, sosteniéndose la cabeza y cerrando el ojo.
—¿Padre? — escuchó la voz de un muchacho. Al abrir su ojo, vio a un joven, de no más de trece años, mirando perplejo el cuerpo que yacía en el suelo.
Maldición...
Pavoroso y enmudecido por el shock, el niño corrió hacia la lobreguez exterior, gritando por ayuda. Normalmente, aquello significaría un boleto a prisión y una pena de muerte, pero como estaban en medio del campo, en un pueblo deshabitado donde no había más que viejos, poco había de lo que preocuparse.
—Te diría que fuéramos tras él, pero estoy algo cansado. Creo que deberíamos irnos sin más, con los huevos, y venderlos al mejor postor. — le dijo Tatsuya a Mefisto, justo antes de que la luz de las antorchas iluminara el exterior, dejando ver al muchacho y a cinco mozos armados con herramientas agrícolas carcomidas por el óxido: hachas, hoces, guadañas. Si algo quedaba claro, es que no estaban para tomar un vaso de leche.
—¡Ellos fueron! ¡Justicia, por favor! — exclamó el chico señalándolos.
Obedeciendo, la caballería entró con armas en mano y atacaron despiadadamente. Haciéndole caso a sus instintos, el brujo no dudó en desenvainar su espada y cruzó armas con el hombre de la guadaña, cuyos movimientos eran torpes pero su fuerza colosal. El espadachín intentó tornar el combate a su favor, deslizándose por la mesa cual araña y lanzandole tajos a dos de sus adversarios en el proceso. Cierto es que los hizo sangrar, pero también aumentó su furia. Entre tres, lo acorralaron en un angosto rincón, y lo sometieron a puñetazos hasta que no quedó más que oscuridad.
El primer sentido en despertar fue el olfato: un olor a humedad y polvo penetró sus fosas nasales. En concordancia, sus ojos se entreabrieron y por las repisas polvorientas, el suelo mugriento y la ausencia casi total de luz, podía concluir que estaba en un sótano. Un horno de piedra, a escasos metros, ardía y crepitaba mientras a sus extremos ardían unas barras de metal. No parecía haber nadie más en la habitación; ni rastro de su espada, Mefisto o sus secuestradores. Lo que sí le hacía compañía, a flor de piel, era una mordaza en su boca y diversos nudos que lo mantenían inmovilizado. Junto al horno, notó una rejilla de la que llegaba aire exterior, ¡una maravillosa vía de escape! Mas, en su búsqueda por alcanzarla, se sacudió durante diez minutos, agotando todas sus fuerzas en un ejercicio inútil. —Carajo, no puedo ser más enclenque. ¿Qué se supone que haga ahora?—.
Se activó el tercero de sus sentidos al percibir los pasos de alguien sobre él, y una puerta de madera rechinar. Por las escaleras descendió un hombre canijo, de sorprendente buen garbo: vestía un gabán negro sobre un jubón blanco, ambas prendas muy bien cuidadas, y ni hablar de sus zapatos, tan pulidos que reflejaban el fuego del horno. Llevaba sobre sus manos pálidas una taza de porcelana, en cuya superficie se despedía una cantidad exagerada de vapor. ¿Qué querría, posiblemente, un hombre tan elegante con un patán y presunto asesino? Más aún, ¿cuál era su motivo para estar en ese pueblo?
—Primero que nada, quiero que sepas que no es así como recibo a mis invitados normalmente. Trato de ser, las más de las veces, muy hospitalario. Ten, para enmendar este penoso malentendido. — Dejó la taza sobre el torso de Tatsuya y removió la mordaza. Como reacción a la taza se activó su cuarto sentido: el tacto. Lo que sea que estuviera dentro, hervía como el infierno.— Ten cuidado de derramarlo. Bien, con nuestras diferencias de lado, déjame ser lo más directo que pueda: me llamo Bruno. Es bueno conocer, luego de tanto tiempo, a otro compatriota. No sueles ver por estos lares a un brujo.
—Déjame adivinar: el Hekshold. — respondió Tatsuya entre soplidos para enfriar la taza.
—¡Ah! ¡Clarividencia! Claramente, uno de los efectos del huevo. Sin embargo, te equivocas en algo: soy más bien un estudiante autodidacta, luego de que me diera cuenta de que el Hekshold no es más que una academia de hipócritas. — se detuvo para buscar algo en su gabán: el huevo dorado— Debes de estarte preguntando qué es lo que esconde este artefacto. Apuesto que, luego de que entraste en contacto con él, has estado teniendo extrañas visiones. Odio ser quien da malas noticias, pero te informo que estás maldito.
¿Maldito? ¿Qué querría decir con eso? Ya había escuchado cosas terribles de maldiciones: hombres que amanecen sin sus pelotas, vellos púbicos que se retorcían como tentáculos, esa clase de cosas. Si había que orar por primera vez en la vida, sería por que no le pasara lo primero.
>>Ejem. Sus efectos son curiosos y variados, pero en lo que se puede concordar es que, al tocarlo, entrarás en una dimensión paralela, que guarda similitudes con el pasado y el origen del huevo, pero genera alucinaciones propias de los relatos de fantasía. Por ejemplo, a que no adivinas en qué año estamos. — esto último lo dijo con una sonrisa irónica, a la expectativa de que su contrario se equivocara.
—¿1274?
—No, mi querido amigo. Según la posición de los astros y la rotación de la tierra, ¡yo diría que más bien estamos en el 1241! —se volvió hacia el huevo, y lo acarició dulcemente. — Sé que todo esto es difícil de entender para ti, pero descuida. Tampoco tienes que hacerlo. Yo soy quien se dedica a estudiar este tipo de fenómenos, y es por eso que estamos aquí, en este instante. Los cambios psicológicos que el huevo ha creado en tu cerebro son irreversibles, me temo, pero son fácilmente observables. Para ello, tendré que echarle un vistazo a esa cabecita tuya... con tu permiso, claro está.
—Primero te los inspecciono yo, hideputa. — dijo Tatsuya conteniendo su impulso por sacudirse, por miedo a derramar la taza.
El canijo caminó hasta el horno, y tomó una de las barras de metal, acercándose ahora a Tatsuya con uno de sus extremos al rojo vivo. El brujo gritó del miedo, incapaz de hacer nada.
—No te preocupes, el huevo te mantendrá vivo por mucho tiempo. Por ahora, tan solo quiero conocer cuál es ese límite.
--------
Se subraya la tercera complicación: Tatsuya ahora es prisionero y muñeco de torturas de un científico sádico.
—Espera un momento, Mefisto. — interrumpió Tatsuya al elfo, que lo instigaba a salir — Hablando en serio, aquí hay algo raro, y me importa un cojón y medio tu opinión, de cualquier forma nunca has sido muy brillante. Tiene que haber una conexión con este huevo, pero... por algún motivo, cada vez que lo toco, mi cabeza se vuelve más ligera.
Hizo una breve pausa, y reposó junto a una pared, sosteniéndose la cabeza y cerrando el ojo.
—¿Padre? — escuchó la voz de un muchacho. Al abrir su ojo, vio a un joven, de no más de trece años, mirando perplejo el cuerpo que yacía en el suelo.
Maldición...
Pavoroso y enmudecido por el shock, el niño corrió hacia la lobreguez exterior, gritando por ayuda. Normalmente, aquello significaría un boleto a prisión y una pena de muerte, pero como estaban en medio del campo, en un pueblo deshabitado donde no había más que viejos, poco había de lo que preocuparse.
—Te diría que fuéramos tras él, pero estoy algo cansado. Creo que deberíamos irnos sin más, con los huevos, y venderlos al mejor postor. — le dijo Tatsuya a Mefisto, justo antes de que la luz de las antorchas iluminara el exterior, dejando ver al muchacho y a cinco mozos armados con herramientas agrícolas carcomidas por el óxido: hachas, hoces, guadañas. Si algo quedaba claro, es que no estaban para tomar un vaso de leche.
—¡Ellos fueron! ¡Justicia, por favor! — exclamó el chico señalándolos.
Obedeciendo, la caballería entró con armas en mano y atacaron despiadadamente. Haciéndole caso a sus instintos, el brujo no dudó en desenvainar su espada y cruzó armas con el hombre de la guadaña, cuyos movimientos eran torpes pero su fuerza colosal. El espadachín intentó tornar el combate a su favor, deslizándose por la mesa cual araña y lanzandole tajos a dos de sus adversarios en el proceso. Cierto es que los hizo sangrar, pero también aumentó su furia. Entre tres, lo acorralaron en un angosto rincón, y lo sometieron a puñetazos hasta que no quedó más que oscuridad.
El primer sentido en despertar fue el olfato: un olor a humedad y polvo penetró sus fosas nasales. En concordancia, sus ojos se entreabrieron y por las repisas polvorientas, el suelo mugriento y la ausencia casi total de luz, podía concluir que estaba en un sótano. Un horno de piedra, a escasos metros, ardía y crepitaba mientras a sus extremos ardían unas barras de metal. No parecía haber nadie más en la habitación; ni rastro de su espada, Mefisto o sus secuestradores. Lo que sí le hacía compañía, a flor de piel, era una mordaza en su boca y diversos nudos que lo mantenían inmovilizado. Junto al horno, notó una rejilla de la que llegaba aire exterior, ¡una maravillosa vía de escape! Mas, en su búsqueda por alcanzarla, se sacudió durante diez minutos, agotando todas sus fuerzas en un ejercicio inútil. —Carajo, no puedo ser más enclenque. ¿Qué se supone que haga ahora?—.
Se activó el tercero de sus sentidos al percibir los pasos de alguien sobre él, y una puerta de madera rechinar. Por las escaleras descendió un hombre canijo, de sorprendente buen garbo: vestía un gabán negro sobre un jubón blanco, ambas prendas muy bien cuidadas, y ni hablar de sus zapatos, tan pulidos que reflejaban el fuego del horno. Llevaba sobre sus manos pálidas una taza de porcelana, en cuya superficie se despedía una cantidad exagerada de vapor. ¿Qué querría, posiblemente, un hombre tan elegante con un patán y presunto asesino? Más aún, ¿cuál era su motivo para estar en ese pueblo?
—Primero que nada, quiero que sepas que no es así como recibo a mis invitados normalmente. Trato de ser, las más de las veces, muy hospitalario. Ten, para enmendar este penoso malentendido. — Dejó la taza sobre el torso de Tatsuya y removió la mordaza. Como reacción a la taza se activó su cuarto sentido: el tacto. Lo que sea que estuviera dentro, hervía como el infierno.— Ten cuidado de derramarlo. Bien, con nuestras diferencias de lado, déjame ser lo más directo que pueda: me llamo Bruno. Es bueno conocer, luego de tanto tiempo, a otro compatriota. No sueles ver por estos lares a un brujo.
—Déjame adivinar: el Hekshold. — respondió Tatsuya entre soplidos para enfriar la taza.
—¡Ah! ¡Clarividencia! Claramente, uno de los efectos del huevo. Sin embargo, te equivocas en algo: soy más bien un estudiante autodidacta, luego de que me diera cuenta de que el Hekshold no es más que una academia de hipócritas. — se detuvo para buscar algo en su gabán: el huevo dorado— Debes de estarte preguntando qué es lo que esconde este artefacto. Apuesto que, luego de que entraste en contacto con él, has estado teniendo extrañas visiones. Odio ser quien da malas noticias, pero te informo que estás maldito.
¿Maldito? ¿Qué querría decir con eso? Ya había escuchado cosas terribles de maldiciones: hombres que amanecen sin sus pelotas, vellos púbicos que se retorcían como tentáculos, esa clase de cosas. Si había que orar por primera vez en la vida, sería por que no le pasara lo primero.
>>Ejem. Sus efectos son curiosos y variados, pero en lo que se puede concordar es que, al tocarlo, entrarás en una dimensión paralela, que guarda similitudes con el pasado y el origen del huevo, pero genera alucinaciones propias de los relatos de fantasía. Por ejemplo, a que no adivinas en qué año estamos. — esto último lo dijo con una sonrisa irónica, a la expectativa de que su contrario se equivocara.
—¿1274?
—No, mi querido amigo. Según la posición de los astros y la rotación de la tierra, ¡yo diría que más bien estamos en el 1241! —se volvió hacia el huevo, y lo acarició dulcemente. — Sé que todo esto es difícil de entender para ti, pero descuida. Tampoco tienes que hacerlo. Yo soy quien se dedica a estudiar este tipo de fenómenos, y es por eso que estamos aquí, en este instante. Los cambios psicológicos que el huevo ha creado en tu cerebro son irreversibles, me temo, pero son fácilmente observables. Para ello, tendré que echarle un vistazo a esa cabecita tuya... con tu permiso, claro está.
—Primero te los inspecciono yo, hideputa. — dijo Tatsuya conteniendo su impulso por sacudirse, por miedo a derramar la taza.
El canijo caminó hasta el horno, y tomó una de las barras de metal, acercándose ahora a Tatsuya con uno de sus extremos al rojo vivo. El brujo gritó del miedo, incapaz de hacer nada.
—No te preocupes, el huevo te mantendrá vivo por mucho tiempo. Por ahora, tan solo quiero conocer cuál es ese límite.
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Se subraya la tercera complicación: Tatsuya ahora es prisionero y muñeco de torturas de un científico sádico.
Última edición por Tatsuya Suō el Jue Sep 12 2019, 21:11, editado 2 veces
Tatsuya Suō
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Tatsuya, en vez de apurarse como le pedí, no hizo sino llevarme la contraria (para variar) y hablar sobre la situación presente.
—Sé que valgo mucho, pero a diferencia del huevo, no estoy hecho de oro. Evidentemente no brillo —Acompañé mi comentario con una sonrisa burlona— Y si no te importa mi opinión, jodido feo, ¿para qué me comentas esto? —Respondí levantando una ceja.
Me paseé en las cercanías de la puerta, cierta intranquilidad empujando mis pasos. Sabía que había algo raro en el lugar, pero por más que intentara descubrir el qué, las respuestas me evadían, como una liebre burlona, que espera a estar a mi alcance para alejarse brincando. Pero Tatsuya, lamentablemente, no me parecía la persona correcta para hacer una lluvia de ideas al respecto.
—¿Seguro que no es tu avaricia subiéndose a tu cabez- ¡H-hey, hey! ¿Todo bien? —Di un paso hacia delante en respuesta al aparente dolor de cabeza de Tatsuya.
Entonces fui sorprendido por una tercera voz, proveniente de un niño que veía atónito el cadáver.
"¿Cuándo entró?"
Lancé un rápido vistazo a mi alrededor. Me encontraba en medio de la entrada, era imposible que el niño hubiese entrado sin darme cuenta. Di unos pasos, intentando re-posicionarme.
Antes de que pudiera intentar manejar la situación, el muchacho empezó a gritar y salió disparado por la puerta, abandonando la casa.
Me asomé por la ventana, viendo al muchacho alejarse, cuando Tatsuya sugirió huir del lugar. Una idea prudente, si me preguntaran. Y también una patada al orgullo, si eso importase. Pero no tuve tiempo de pensar los pros y contras, ni de comentarle nada, pues por esa misma ventana pude ver cómo un grupo de hombres armados se acercaba.
—...Eh, Tatsuya, creo que deberíamos irnos. —Retrocedí con intenciones de ocultarme.
Pero era muy tarde. Al grito del niño los hombres cargaron hasta nosotros, Tatsuya repeliendo los ataques de uno, mientras yo tomé una silla y retrocedí hasta la cocina, dos de ellos siguiéndome.
Esquivé los tajos de hacha, e intenté detener otros con la silla, pero no soportó más de uno y se rompió en dos. Entre tres empezaron a pegarle a Tatsuya, habiéndolo arrinconado, y al darme cuenta de esto supe que ya estábamos cuatro metros en la mierda.
Estaba acorralado, cuando los chillidos de un cerdo me dieron una idea. Lancé una de las mitades de silla a mis atacantes, distrayéndolos por un instante, e inmediatamente después lancé la otra hacia la ventana de la cocina, rompiendo el cristal.
—¡Sobrevive, hijoputa! —grité al espadachín caído, sin saber si seguía vivo, estaba consciente o no, mientras daba un brinco a través de mi nueva ruta de escape.
Me abrí camino entre el ganado, sin desperdiciar ni un segundo la ventaja que había conseguido sobre los atacantes, y corrí hacia el bosque, lo más rápido que mis piernas me permitieron.
Eventualmente dejé de escuchar el sonido de los animales, pero corrí unos momentos más, asegurándome de haber creado suficiente distancia. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Pero los pasos no dejaban de seguirme. Seguí corriendo. La tierra estaba húmeda, luego seca, luego dura, luego suave. Creí que la oscuridad del bosque me brindaría protección de mis perseguidores, pero no hizo sino desorientarme. No sabía hacia dónde iba, ni de dónde venía. Casi olvidaba por qué corría.
"Creo que Tatsuya acaba de morir"
Los pasos aún me seguían.
"¿Cómo lo permití? Podía haber hecho más, pero no pude pensar bien."
Seguí corriendo.
Apenas pasaba luz de luna suficiente como para darme cuenta de los movimientos que había por el rabillo de mi ojo. El bosque completo me perseguía.
Corrí, cada paso más asustado, con otra gota de sudor recorriendo mi frente. El aire era frío y opresivo, entraba a mis pulmones y me hacía sentir ahogado. Eventualmente colapsé junto a un árbol, jadeando.
Los pasos eran más veloces, me alcanzarían en cualquier momento.
Dos, tres latidos.
Cerré los ojos, esperando mi destino.
Tres, cuatro pasos.
Aún no llegaban.
Me giré, apoyando mi espalda contra el árbol, y observé a mi alrededor.
Lo único que se oía era mi respiración agitada, y los pasos que brincaban en mi pecho.
—¿...Por qué... estaba corriendo?
Algo me estaba persiguiendo. ¿O quizás yo perseguía algo? No estaba seguro.
Intenté concentrarme, en vano. Los pasos repicaban en mi oído, el aire temblaba. Las sombras parpadeaban, y el árbol me respiraba en el cuello. No sabía por qué estaba ahí.
Entonces un haz de luz me tocó el ojo derecho, y emocionado busqué a la luna, para aclarar mi mente.
Como un sueño olvidado, me encontré observando hacia arriba, a la oscuridad absoluta, la desesperación saliendo por mis ojos y recorriendo mi rostro. Había algo que quería olvidar, y había algo que quería recordar. Y no sabía cuál era cuál.
Me retorcí en el suelo, en posición fetal, con lo que noté un bulto en mi bolsillo, que evitaba mi comodidad. Metí ahí mi mano, y un incandescente brillo rasgó la oscuridad, y calmó el aire y secó mis lágrimas. Dorado como el brillo, un nombre con voz de melodía y...
Toqué la puerta de la casa.
—¿Qué rayos quieres a esta hora, muchacho? —Abrió la puerta una mujer de grandes proporciones, con una pañoleta en la cabeza y un collar de perlas lila.
—Vengo a hacerle unas preguntas.
—Sé que valgo mucho, pero a diferencia del huevo, no estoy hecho de oro. Evidentemente no brillo —Acompañé mi comentario con una sonrisa burlona— Y si no te importa mi opinión, jodido feo, ¿para qué me comentas esto? —Respondí levantando una ceja.
Me paseé en las cercanías de la puerta, cierta intranquilidad empujando mis pasos. Sabía que había algo raro en el lugar, pero por más que intentara descubrir el qué, las respuestas me evadían, como una liebre burlona, que espera a estar a mi alcance para alejarse brincando. Pero Tatsuya, lamentablemente, no me parecía la persona correcta para hacer una lluvia de ideas al respecto.
—¿Seguro que no es tu avaricia subiéndose a tu cabez- ¡H-hey, hey! ¿Todo bien? —Di un paso hacia delante en respuesta al aparente dolor de cabeza de Tatsuya.
Entonces fui sorprendido por una tercera voz, proveniente de un niño que veía atónito el cadáver.
"¿Cuándo entró?"
Lancé un rápido vistazo a mi alrededor. Me encontraba en medio de la entrada, era imposible que el niño hubiese entrado sin darme cuenta. Di unos pasos, intentando re-posicionarme.
Antes de que pudiera intentar manejar la situación, el muchacho empezó a gritar y salió disparado por la puerta, abandonando la casa.
Me asomé por la ventana, viendo al muchacho alejarse, cuando Tatsuya sugirió huir del lugar. Una idea prudente, si me preguntaran. Y también una patada al orgullo, si eso importase. Pero no tuve tiempo de pensar los pros y contras, ni de comentarle nada, pues por esa misma ventana pude ver cómo un grupo de hombres armados se acercaba.
—...Eh, Tatsuya, creo que deberíamos irnos. —Retrocedí con intenciones de ocultarme.
Pero era muy tarde. Al grito del niño los hombres cargaron hasta nosotros, Tatsuya repeliendo los ataques de uno, mientras yo tomé una silla y retrocedí hasta la cocina, dos de ellos siguiéndome.
Esquivé los tajos de hacha, e intenté detener otros con la silla, pero no soportó más de uno y se rompió en dos. Entre tres empezaron a pegarle a Tatsuya, habiéndolo arrinconado, y al darme cuenta de esto supe que ya estábamos cuatro metros en la mierda.
Estaba acorralado, cuando los chillidos de un cerdo me dieron una idea. Lancé una de las mitades de silla a mis atacantes, distrayéndolos por un instante, e inmediatamente después lancé la otra hacia la ventana de la cocina, rompiendo el cristal.
—¡Sobrevive, hijoputa! —grité al espadachín caído, sin saber si seguía vivo, estaba consciente o no, mientras daba un brinco a través de mi nueva ruta de escape.
Me abrí camino entre el ganado, sin desperdiciar ni un segundo la ventaja que había conseguido sobre los atacantes, y corrí hacia el bosque, lo más rápido que mis piernas me permitieron.
Eventualmente dejé de escuchar el sonido de los animales, pero corrí unos momentos más, asegurándome de haber creado suficiente distancia. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí. Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Pero los pasos no dejaban de seguirme. Seguí corriendo. La tierra estaba húmeda, luego seca, luego dura, luego suave. Creí que la oscuridad del bosque me brindaría protección de mis perseguidores, pero no hizo sino desorientarme. No sabía hacia dónde iba, ni de dónde venía. Casi olvidaba por qué corría.
"Creo que Tatsuya acaba de morir"
Los pasos aún me seguían.
"¿Cómo lo permití? Podía haber hecho más, pero no pude pensar bien."
Seguí corriendo.
Apenas pasaba luz de luna suficiente como para darme cuenta de los movimientos que había por el rabillo de mi ojo. El bosque completo me perseguía.
Corrí, cada paso más asustado, con otra gota de sudor recorriendo mi frente. El aire era frío y opresivo, entraba a mis pulmones y me hacía sentir ahogado. Eventualmente colapsé junto a un árbol, jadeando.
Los pasos eran más veloces, me alcanzarían en cualquier momento.
Dos, tres latidos.
Cerré los ojos, esperando mi destino.
Tres, cuatro pasos.
Aún no llegaban.
Me giré, apoyando mi espalda contra el árbol, y observé a mi alrededor.
Lo único que se oía era mi respiración agitada, y los pasos que brincaban en mi pecho.
—¿...Por qué... estaba corriendo?
Algo me estaba persiguiendo. ¿O quizás yo perseguía algo? No estaba seguro.
Intenté concentrarme, en vano. Los pasos repicaban en mi oído, el aire temblaba. Las sombras parpadeaban, y el árbol me respiraba en el cuello. No sabía por qué estaba ahí.
Entonces un haz de luz me tocó el ojo derecho, y emocionado busqué a la luna, para aclarar mi mente.
Como un sueño olvidado, me encontré observando hacia arriba, a la oscuridad absoluta, la desesperación saliendo por mis ojos y recorriendo mi rostro. Había algo que quería olvidar, y había algo que quería recordar. Y no sabía cuál era cuál.
Me retorcí en el suelo, en posición fetal, con lo que noté un bulto en mi bolsillo, que evitaba mi comodidad. Metí ahí mi mano, y un incandescente brillo rasgó la oscuridad, y calmó el aire y secó mis lágrimas. Dorado como el brillo, un nombre con voz de melodía y...
Toqué la puerta de la casa.
—¿Qué rayos quieres a esta hora, muchacho? —Abrió la puerta una mujer de grandes proporciones, con una pañoleta en la cabeza y un collar de perlas lila.
—Vengo a hacerle unas preguntas.
Mefisto
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Tatsuya se retorcía inútilmente sobre la mesa, tratando de evadir el contacto con la rojiza barra de metal. La taza de porcelana derramó té caliente sobre su pecho, antes de caer y romperse en mil pedazos. Sintió dolor, pero sabía que aquello no tenía parangón con lo que se avecinaba. Era como una bestia respirándole en la frente. Sentía su calor infernal, y con ello se imaginaba su dolor, su piel ardiendo y las ampollas que cubrirían lo que otrora fue su hermoso rostro. El objeto se acercaba a su ojo ciego, generándole cierto pavor al no saber cuánto faltaba para que entrasen en contacto. Lo cierto es que veía en cámara lenta cómo se le acercaba el karma en persona; el pago justo por todo lo que había hecho. Cabe destacar que el karma y el mercenario ya eran viejos conocidos, y el último ya estaba más que acostumbrado a que el primero lo visitara cada que la cagaba desproporcionadamente.
La esperanza de que el hideputa de Mefisto apareciera se desvaneció tan pronto como apareció la idea de que eso podría ocurrir en primer lugar: al elfo se le daba mejor la huida que la batalla.
A una distancia milimétrica de que el objeto hirviente lo tocara, notó que sobre la chimenea yacía un cuchillo de caza.Cerró su ojo y tamborileó con sus dedos, provocando que el ligero cuchillo se levantara con la gracia con la que el viento lleva una hoja, solo que estos vientos apuntaban a Bruno. Con una mirada de furia, Tatsuya arrojó el arma a la cabeza de su captor(1), solo para que el golpe fuera detenido a escasos centímetros del torturador. Este se volteó, y observó el cuchillo que levitaba en el aire.
—Si de verdad me crees tan estúpido para caer en eso, no creo que nos tengamos tanto respeto como creía en un inicio. — dijo mientras tomaba el mango del arma.
—No importa si eres un genio o tan tonto como las piedras; nadie anticipa un ataque por la espalda cuando tienen a un bastardo atado a una mesa.
—Y un "bastardo atado a una mesa" tampoco tiene mucho que anticipar. — añadió antes de rebanar de un tajo limpio la mano derecha del espadachín.
Tatsuya aulló y chilló del dolor con tanta fuerza, que hasta los malditos dragones podían escucharlo desde la cima de sus montañas. Esta vez la herida sangraba, y lo hacía exageradamente. El torrente de sangre no tardó en manchar el impoluto jubón de Bruno, quien se volvió a la chimenea en busca de una barra nueva, pues la otra ya se había enfriado.
—Te ruego que permanezcas tranquilo. Tengo que cauterizar la herida.
—¿Cauteri... qué?
Hubo un segundo aullido de dolor, esta vez acompañado de una hilera de lágrimas -poco varoniles, cabe destacar- que recorrieron sus mejillas. Se contorsionó sobre la mesa, pataleó y semiflexionó sus rodillas, blasfemando y vociferando todos y cada uno de los insultos de su amplio diccionario en orden alfabético. Nada de eso detuvo a su captor.
Terminada la operación, no hubo más ruido en la sala que los sollozos de Tatsuya y el frío viento que silbaba en medio de la noche.
-Este es el fin. Asesinado por un maniaco del Hekshold. Vaya final de mierda para una vida tan emocionante.-
Mientras Tatsuya rogaba internamente estar muerto antes que seguir con aquello, Bruno se volvía a una pequeña caja de herramientas en uno de los estantes. De su interior, sacó un pequeño serrucho y se lo mostró a su rehén con una sonrisa maquiavélica. De seguir así, iba a ser una noche muy larga para el espadachín.
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(1) Uso de habilidad racial "Telequinesis"
La esperanza de que el hideputa de Mefisto apareciera se desvaneció tan pronto como apareció la idea de que eso podría ocurrir en primer lugar: al elfo se le daba mejor la huida que la batalla.
A una distancia milimétrica de que el objeto hirviente lo tocara, notó que sobre la chimenea yacía un cuchillo de caza.Cerró su ojo y tamborileó con sus dedos, provocando que el ligero cuchillo se levantara con la gracia con la que el viento lleva una hoja, solo que estos vientos apuntaban a Bruno. Con una mirada de furia, Tatsuya arrojó el arma a la cabeza de su captor(1), solo para que el golpe fuera detenido a escasos centímetros del torturador. Este se volteó, y observó el cuchillo que levitaba en el aire.
—Si de verdad me crees tan estúpido para caer en eso, no creo que nos tengamos tanto respeto como creía en un inicio. — dijo mientras tomaba el mango del arma.
—No importa si eres un genio o tan tonto como las piedras; nadie anticipa un ataque por la espalda cuando tienen a un bastardo atado a una mesa.
—Y un "bastardo atado a una mesa" tampoco tiene mucho que anticipar. — añadió antes de rebanar de un tajo limpio la mano derecha del espadachín.
Tatsuya aulló y chilló del dolor con tanta fuerza, que hasta los malditos dragones podían escucharlo desde la cima de sus montañas. Esta vez la herida sangraba, y lo hacía exageradamente. El torrente de sangre no tardó en manchar el impoluto jubón de Bruno, quien se volvió a la chimenea en busca de una barra nueva, pues la otra ya se había enfriado.
—Te ruego que permanezcas tranquilo. Tengo que cauterizar la herida.
—¿Cauteri... qué?
Hubo un segundo aullido de dolor, esta vez acompañado de una hilera de lágrimas -poco varoniles, cabe destacar- que recorrieron sus mejillas. Se contorsionó sobre la mesa, pataleó y semiflexionó sus rodillas, blasfemando y vociferando todos y cada uno de los insultos de su amplio diccionario en orden alfabético. Nada de eso detuvo a su captor.
Terminada la operación, no hubo más ruido en la sala que los sollozos de Tatsuya y el frío viento que silbaba en medio de la noche.
-Este es el fin. Asesinado por un maniaco del Hekshold. Vaya final de mierda para una vida tan emocionante.-
Mientras Tatsuya rogaba internamente estar muerto antes que seguir con aquello, Bruno se volvía a una pequeña caja de herramientas en uno de los estantes. De su interior, sacó un pequeño serrucho y se lo mostró a su rehén con una sonrisa maquiavélica. De seguir así, iba a ser una noche muy larga para el espadachín.
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(1) Uso de habilidad racial "Telequinesis"
Última edición por Tatsuya Suō el Miér Sep 11 2019, 04:55, editado 2 veces
Tatsuya Suō
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Algo estaba mal. Algo estaba muy, muy mal. Era evidente desde un inicio, pero ahora la liebre estaba a mi alcance, y no iba a dejarla escapar esta vez. Pero si mis sentidos me mentían y mi memoria no era de fiar, ¿cómo podría encontrar la verdad?
—Pregunté qué quieres, muchacho. —repitió la mujer, sacándome por un momento de mis pensamientos.
"...Espera, '¿repitió?' "
Observé a la mujer. El humo de su casa, esa sensación de tía amable que daba su voz, la grima que daban sus tetas... Todo eso era demasiado familiar.
"¿Familiar?"
"Familia... Apellido. ¿...'Mi apellido no pinta de nada ahí'...?"
Como cristal quebrándose vinieron a mí los recuerdos de Tatsuya, del ataque y mi escape, acompañados de un intenso dolor de cabeza. Me llevé la mano a la sien y arrugué el rostro, intentado sobrellevar aquello, pero no sirvió de mucho.
Volví mi mirada a la mujer, y quedé sorprendido. Ahí estaba, como pintada en el aire, inmóvil. Sus pies no hacían contacto directo con el suelo, en su ropa había sombras de objetos que no estaban ahí. Es como si alguien la hubiera recortado de algún otro lugar, y la hubiera pegado en la entrada de esa casa.
Ahí me rendí. Dejé de buscarle una explicación a lo que ocurría.
El mundo había dejado de tener sentido.
O yo estaba bajo la influencia de algo, o el mundo entero lo estaba. Aposté por la primera, y me alejé de esa casa. Debía buscar a Tatsuya, y encontrar la forma de volver a la normalidad.
Entonces escuché un grito que provenía de la casa más grande del lugar, una voz que conocía bastante bien. Era el muy cabrón, y seguía vivo.
Tomé una de las piedras cercanas al río, y me encaminé en dirección al espadachín.
Había muchos detalles del entorno que traicionaban los conocimientos preestablecidos del mundo. Con cada parpadeo me iluminaba la luna, luego el sol, luego las estrellas. Los olores de la tierra mojada y la madera vieja se habían intercambiado, el sonido de los pasos en el pasto resonaba cada vez que dejaba de caminar, y se callaba cada vez que me movía. Locura. Locura total y salvajemente preocupante. Pero no me detuvo.
Eventualmente llegué a las proximidades de la casa donde se oían los chillidos de Tatsuya, y me escabullí por sus paredes, buscando una entrada. Sorprendentemente, no había encontrado ni un alma en el camino, y no parecía haber ni señales de vida en esta versión alterada del pueblo. Buenas noticias, dentro de lo que cabe. No quería ni imaginar cómo me enfrentaría a un grupo de hombres en esas condiciones tan... peculiares.
Los gritos se hicieron más fuertes mientras más me acercaba a cierto punto, con lo que encontré mi objetivo. Era una rejilla, tras la que pude ver al espadachín en una condición deplorable. Quizás por todo lo raro que ocurría, no perdí la calma, y sólo sentía que mi determinación se fortalecía: Ya encontraríamos una forma de salir de esa pesadilla de los cojones.
Me acerqué a la puerta del sótano y giré lentamente el pomo. Estaba abierta.
Dos latidos. Cinco latidos.
La abrí de golpe, piedra en mano, y tomé impulso, brincando por la escalera.
—¡A DORMIR, PUTO LOCO! —grité, a la vez que le puse la piedra en la cabeza al hombre que torturaba a Tatsuya. Se había volteado a mi entrada, y por un instante creí que la había cagado, pero no tuvo tiempo de reaccionar ante mi ataque sorpresa. Cayó al suelo, inconsciente. Solté la piedra ensangrentada, y me acerqué a un Tatsuya tuerto, manco y feo como siempre.
—No sé qué está pasando, pero hay que irnos de aquí cuanto antes. Creo que algo nos atrapó aquí, si es que eres real. —dije mientras deshacía sus ataduras.
Acerqué mis manos a las heridas del espadachín, me concentré, y sentí el típico hormigueo recorrer mis palmas [1].
[1] Uso Imposición de manos.
—Pregunté qué quieres, muchacho. —repitió la mujer, sacándome por un momento de mis pensamientos.
"...Espera, '¿repitió?' "
Observé a la mujer. El humo de su casa, esa sensación de tía amable que daba su voz, la grima que daban sus tetas... Todo eso era demasiado familiar.
"¿Familiar?"
"Familia... Apellido. ¿...'Mi apellido no pinta de nada ahí'...?"
Como cristal quebrándose vinieron a mí los recuerdos de Tatsuya, del ataque y mi escape, acompañados de un intenso dolor de cabeza. Me llevé la mano a la sien y arrugué el rostro, intentado sobrellevar aquello, pero no sirvió de mucho.
Volví mi mirada a la mujer, y quedé sorprendido. Ahí estaba, como pintada en el aire, inmóvil. Sus pies no hacían contacto directo con el suelo, en su ropa había sombras de objetos que no estaban ahí. Es como si alguien la hubiera recortado de algún otro lugar, y la hubiera pegado en la entrada de esa casa.
Ahí me rendí. Dejé de buscarle una explicación a lo que ocurría.
El mundo había dejado de tener sentido.
O yo estaba bajo la influencia de algo, o el mundo entero lo estaba. Aposté por la primera, y me alejé de esa casa. Debía buscar a Tatsuya, y encontrar la forma de volver a la normalidad.
Entonces escuché un grito que provenía de la casa más grande del lugar, una voz que conocía bastante bien. Era el muy cabrón, y seguía vivo.
Tomé una de las piedras cercanas al río, y me encaminé en dirección al espadachín.
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Había muchos detalles del entorno que traicionaban los conocimientos preestablecidos del mundo. Con cada parpadeo me iluminaba la luna, luego el sol, luego las estrellas. Los olores de la tierra mojada y la madera vieja se habían intercambiado, el sonido de los pasos en el pasto resonaba cada vez que dejaba de caminar, y se callaba cada vez que me movía. Locura. Locura total y salvajemente preocupante. Pero no me detuvo.
Eventualmente llegué a las proximidades de la casa donde se oían los chillidos de Tatsuya, y me escabullí por sus paredes, buscando una entrada. Sorprendentemente, no había encontrado ni un alma en el camino, y no parecía haber ni señales de vida en esta versión alterada del pueblo. Buenas noticias, dentro de lo que cabe. No quería ni imaginar cómo me enfrentaría a un grupo de hombres en esas condiciones tan... peculiares.
Los gritos se hicieron más fuertes mientras más me acercaba a cierto punto, con lo que encontré mi objetivo. Era una rejilla, tras la que pude ver al espadachín en una condición deplorable. Quizás por todo lo raro que ocurría, no perdí la calma, y sólo sentía que mi determinación se fortalecía: Ya encontraríamos una forma de salir de esa pesadilla de los cojones.
Me acerqué a la puerta del sótano y giré lentamente el pomo. Estaba abierta.
Dos latidos. Cinco latidos.
La abrí de golpe, piedra en mano, y tomé impulso, brincando por la escalera.
—¡A DORMIR, PUTO LOCO! —grité, a la vez que le puse la piedra en la cabeza al hombre que torturaba a Tatsuya. Se había volteado a mi entrada, y por un instante creí que la había cagado, pero no tuvo tiempo de reaccionar ante mi ataque sorpresa. Cayó al suelo, inconsciente. Solté la piedra ensangrentada, y me acerqué a un Tatsuya tuerto, manco y feo como siempre.
—No sé qué está pasando, pero hay que irnos de aquí cuanto antes. Creo que algo nos atrapó aquí, si es que eres real. —dije mientras deshacía sus ataduras.
Acerqué mis manos a las heridas del espadachín, me concentré, y sentí el típico hormigueo recorrer mis palmas [1].
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[1] Uso Imposición de manos.
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
El siguiente objetivo estaba más que claro: su pierna derecha. Bruno encontraba un placer macabro en mutilar a Tatsuya, y este último iba acostumbrándose cada vez más al dolor. Este iba y venía, como esos momentos de lucidez que le llegan a un hombre loco. A veces desaparecía por completo y olvidaba momentáneamente que le faltaba casi la mitad del cuerpo, y al otro le atacaba una intensa oleada de dolor. No sabía en qué momento la ilusión había llegado a tales niveles de demencia, pero era estúpido buscarle lógica a una anécdota sin sentido.
Contra toda expectativa, tras el chirrido de la puerta del sótano, surgió Mefisto el rescatador, con piedra en mano. El muy cabrón tomó desprevenido al torturador, y le propinó un golpe contundente que lo hizo caer en seco contra el suelo, no sin antes mandarlo a dormir educadamente.
—Yo soy real, ¿acaso tú eres real? — el brujo dejó salir una lágrima al liberarse de sus ataduras — Es todo demasiado confuso. Ya no puedo diferenciar entre qué es real y no. ¿Estamos viviendo en el mundo real?
Finalmente libre, se acercó a registrar bien el cadáver de su captor. Tomó el pulso carotídeo, y no tardó en concluir que había muerto, para bien. Ahora tranquilo, registró el bolsillo de su gabán y tomó, tan torpemente como su mano torpe le permitió, el huevo de oro.
Un objeto macizo, de oro puro, tan pulido y brillante que se puede reflejar uno mismo. Debía valer una fortuna, y aún así, se sentía como la persona más desafortunada por haberlo tocado. ¿Había una forma de deshacerse de la maldición? Quizá Bruno buscó lo mismo, hacía mucho tiempo, y terminó por convertirse en un reflejo de la maldición.
De ser así, ¿cuánto tiempo le quedaba para convertirse él también en un reflejo?
Tatsuya rió sonoramente, como un maniático. Rió hasta que sus pulmones no pudieron exhalar más y sus mejillas dolieron.
—No puedo creer que un huevo de mierda nos esté haciendo la vida imposible. Debe de ser una especie de justicia irónica. — observó su rostro en la cáscara del objeto, con la nitidez con la que uno lo vería frente a un espejo. Quizás era demasiado tarde, o... ¿habría una salida? — No es más que un jodido huevo. Al final no puede defenderse.
Se volvió a la chimenea y arrojó el objeto a las brasas, y se sentó a observarlo arder...
Ardía...
Perdía brillo...
Perdía consistencia...
Se derretía...
Hasta que solo quedó una densa masa líquida.
Fue justo entonces cuando lo invadió un sentimiento de incomodidad. Sus oídos se taparon y comenzó a escuchar estridentes pitidos. Perdió el equilibro, y se tambaleó por la habitación un par de veces. Su visión se nublo, sintió que levitaba en el vacío: no existía más su forma corporal, ya que la materia no eran más que las dimensiones del teatro. Experimentaba la vida más allá de la vida; el cosmos infinito. De repente le dejó de doler el brazo derecho, y al inspeccionar encontró su mano intacta. Un rayo de claridad alumbró la oscuridad de su ojo derecho, y vio. Vio mejor de lo que había visto nunca: en el tope de las escaleras, una puerta entreabierta con un aura resplandeciente, que lo invitaba a pasar. Ya está, me libré de la maldición..., musitó convencido.
—Se acabó, Mefisto. Ven conmigo... tenemos que salir de esta pocilga. — le instigó con un ademán mientras subía el primer peldaño. No lo veía, pero estaba seguro de que lo escuchaba.
Y subió el siguiente.
Y el siguiente.
Y el siguiente al siguiente.
Y el siguiente al siguiente del siguiente.
Y allí estaba, la puerta entreabierta. No recordaba haberse alegrado tanto en su vida.
Giró el pomo de la puerta, y...
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Los bosques del oeste eran bien conocidos por lo despejado de sus paisajes y lo poco altos que eran sus árboles. No fue ningún problema encontrar, junto a un río, una pequeña aldea pesquera, con poco más que siete casuchas que coincidían con la descripción que había en la hoja: todas llevaban el techo por suelo y el suelo por techo. "Eggino"!#4"" o algo así se hacía llamar. Tan solo una de las viviendas contaba con un corral y un granero a medio derruir que, cabe resaltar, no tenía ni un pollo para la cena. Su único habitante era un dragoncito famélico que, a juzgar por sus ojos saltones y lechosos, atravesaba las últimas primaveras de su vida.
Até las riendas del caballo a un objeto no identificado, de color rosado y negro, y cuando iba a tocar la puerta, esta se abrió inmediatamente y tras el umbral se mostró un hombre anciano, en una pose extraña, con sus brazos extendidos a la altura de los hombros y sus piernas juntas en forma de "T". Se deslizaba por el suelo como por arte de magia. Su estado físico recordaba al del dragón. Entre tartamudeos, el anciano nos invitó a entrar.
—He de decir... que he visto alcobas menos inhóspitas... — era lo que estaba a punto de decirle a mi amigo Mozart, pero me tapé la boca al notar dónde estaba: en un deja vu. — Mozart, tengo el presentimiento de que ya hemos estado aquí, y que ya hemos tenido esta conversación...¿hemos vuelto, otra vez?
Contra toda expectativa, tras el chirrido de la puerta del sótano, surgió Mefisto el rescatador, con piedra en mano. El muy cabrón tomó desprevenido al torturador, y le propinó un golpe contundente que lo hizo caer en seco contra el suelo, no sin antes mandarlo a dormir educadamente.
—Yo soy real, ¿acaso tú eres real? — el brujo dejó salir una lágrima al liberarse de sus ataduras — Es todo demasiado confuso. Ya no puedo diferenciar entre qué es real y no. ¿Estamos viviendo en el mundo real?
Finalmente libre, se acercó a registrar bien el cadáver de su captor. Tomó el pulso carotídeo, y no tardó en concluir que había muerto, para bien. Ahora tranquilo, registró el bolsillo de su gabán y tomó, tan torpemente como su mano torpe le permitió, el huevo de oro.
Un objeto macizo, de oro puro, tan pulido y brillante que se puede reflejar uno mismo. Debía valer una fortuna, y aún así, se sentía como la persona más desafortunada por haberlo tocado. ¿Había una forma de deshacerse de la maldición? Quizá Bruno buscó lo mismo, hacía mucho tiempo, y terminó por convertirse en un reflejo de la maldición.
De ser así, ¿cuánto tiempo le quedaba para convertirse él también en un reflejo?
Tatsuya rió sonoramente, como un maniático. Rió hasta que sus pulmones no pudieron exhalar más y sus mejillas dolieron.
—No puedo creer que un huevo de mierda nos esté haciendo la vida imposible. Debe de ser una especie de justicia irónica. — observó su rostro en la cáscara del objeto, con la nitidez con la que uno lo vería frente a un espejo. Quizás era demasiado tarde, o... ¿habría una salida? — No es más que un jodido huevo. Al final no puede defenderse.
Se volvió a la chimenea y arrojó el objeto a las brasas, y se sentó a observarlo arder...
Ardía...
Perdía brillo...
Perdía consistencia...
Se derretía...
Hasta que solo quedó una densa masa líquida.
Fue justo entonces cuando lo invadió un sentimiento de incomodidad. Sus oídos se taparon y comenzó a escuchar estridentes pitidos. Perdió el equilibro, y se tambaleó por la habitación un par de veces. Su visión se nublo, sintió que levitaba en el vacío: no existía más su forma corporal, ya que la materia no eran más que las dimensiones del teatro. Experimentaba la vida más allá de la vida; el cosmos infinito. De repente le dejó de doler el brazo derecho, y al inspeccionar encontró su mano intacta. Un rayo de claridad alumbró la oscuridad de su ojo derecho, y vio. Vio mejor de lo que había visto nunca: en el tope de las escaleras, una puerta entreabierta con un aura resplandeciente, que lo invitaba a pasar. Ya está, me libré de la maldición..., musitó convencido.
—Se acabó, Mefisto. Ven conmigo... tenemos que salir de esta pocilga. — le instigó con un ademán mientras subía el primer peldaño. No lo veía, pero estaba seguro de que lo escuchaba.
Y subió el siguiente.
Y el siguiente.
Y el siguiente al siguiente.
Y el siguiente al siguiente del siguiente.
Y allí estaba, la puerta entreabierta. No recordaba haberse alegrado tanto en su vida.
Giró el pomo de la puerta, y...
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Los bosques del oeste eran bien conocidos por lo despejado de sus paisajes y lo poco altos que eran sus árboles. No fue ningún problema encontrar, junto a un río, una pequeña aldea pesquera, con poco más que siete casuchas que coincidían con la descripción que había en la hoja: todas llevaban el techo por suelo y el suelo por techo. "Eggino"!#4"" o algo así se hacía llamar. Tan solo una de las viviendas contaba con un corral y un granero a medio derruir que, cabe resaltar, no tenía ni un pollo para la cena. Su único habitante era un dragoncito famélico que, a juzgar por sus ojos saltones y lechosos, atravesaba las últimas primaveras de su vida.
Até las riendas del caballo a un objeto no identificado, de color rosado y negro, y cuando iba a tocar la puerta, esta se abrió inmediatamente y tras el umbral se mostró un hombre anciano, en una pose extraña, con sus brazos extendidos a la altura de los hombros y sus piernas juntas en forma de "T". Se deslizaba por el suelo como por arte de magia. Su estado físico recordaba al del dragón. Entre tartamudeos, el anciano nos invitó a entrar.
—He de decir... que he visto alcobas menos inhóspitas... — era lo que estaba a punto de decirle a mi amigo Mozart, pero me tapé la boca al notar dónde estaba: en un deja vu. — Mozart, tengo el presentimiento de que ya hemos estado aquí, y que ya hemos tenido esta conversación...¿hemos vuelto, otra vez?
Última edición por Tatsuya Suō el Dom Sep 08 2019, 05:57, editado 1 vez
Tatsuya Suō
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
*off: A partir de aquí, es casi imperativo leer mis respuestas en pc. La experiencia en móvil será totalmente alejada de lo que se apuntaba al momento de escribirlos. Me disculpo por los inconvenientes que esto pueda causar.
—Soy real, pero no estoy relacionado al rey. —solté una pequeña carcajada, acallada por la pena que me daba ver el estado del brujo.
Observé la habitación mientras Tatsuya revisaba el cuerpo del hombre. Parece que lo había matado. ¿Habría sido otra persona? ¿Una alucinación? No quería darle mucha cabeza al asunto. No podía. Tenía que salir de ahí. ¿...Podía salir de ahí?
La fuerte risa del espadachín me tomó desprevenido. Volteé a mirarle, preocupado. Pensé que se había rendido, que se había terminado de romper. No sabía cuánto tiempo habría pasado bajo la merced del muerto, no quería darle mucha cabeza al asunto. No podía. Tenía que salir de ahí. ¿...Podía salir de ahí?
La fuerte risa del espadachín me tomó desprevenido. Volteé a mirarle, preocupado. Pensé que se había rendido, que se había terminado de romper. No sabía cuánto tiempo habría pasado bajo la merced del muerto, no quería darle mucha cabeza al asunto. No podía. Tenía que salir de ahí. ¿...Podía salir de ahí?
La fuerte risa del espadachín me tomó desprevenido. Volteé a mirarle, curioso. Quizás ya se había rendido. Quizás se había terminado de romper. Después de todo, no sabía cuánto tiempo había pasado bajo la merced del muerto, y tampoco quería pensarlo mucho. No podía. Había que salir de ahí. Íbamos a salir de ahí.
—¡CLARO! ¡EL MALDITO HUEVO! —señalé con rabia al dorado ovoide que tenía el espadachín en la mano— ¡Todo empezó con el maldito huevo! Sólo hay que encontrar la forma de deshacer lo que nos haya hecho.
Pensé en el asunto, pero Tatsuya no era mucho de pensar. Se giró, y arrojó el huevo a las llamas del horno. Y simplemente observé, cautivado, cómo las llamas bailaban como no lo hacen las llamas, y cómo el huevo se deshacía como no lo hace el oro. Cada latido, mi visión más se mezclaba con aquella masa dorada. Poco a poco, no hubo ventanas, ni puertas. No hubo Tatsuya, ni cadáver. Llegados a cierto punto, dejó de haber horno. Sólo estábamos yo, y el fuego, y el brillo, y yo, y el brillo y el fuego.
Hasta que dejó de ser así, y hubieron otra vez espadachín y cadáver, y puertas y ventanas, y ahora un pitido en el oído, y menos balance del que recordaba tener.
Observé entonces a Tatsuya, con los ojos llenos de esperanza, y asentí a sus palabras con el alivio del mundo. Lo seguí por las escaleras, y salimos de aquella pesadilla en forma de pueblo.
Ese sitio estaba mal. El aire era limpio, pero se me antojaba d̷̨͉̭̖͍͕̰͕̰̫̬̹̜̘͉͒̑̾̇̇̉ͨ͢͞͡ͅIͣ͋ͬ̓̐̐̈́̈̔͛̎ͣ́͗̚҉҉̴̛̜̟̻̖̞̳͓͙̫̩͝V̵̎͒̿͋͒̑͆ͦͥ͆̇ͦ͊͏҉̠̰̤͇̤͓̹͕̱̭̻͉͚̯̭̭͈eͨ͗͗ͭ̎͠҉̯͉̝̠̭͉R̈̄̇̈́͐͐̌̾͆̉̓ͥͯ͋҉̝̥̻̭̫̞̯̳̲͇͕͠ͅŢ̧̨̠̼̺̼̗͇͔̟̟͔͉͈̼͚̳͉̮͑ͬͪ̄͑͆̐ͦ̍͛͑̿͑ͫ̍̃̐̕͞Ỉ̟̤̰̦͕̩̬̠̰̩̠͇̻͕͔̬̌̾̂ͫ̅ͨ̅̎̾̊͌ͪ̿́́͢͡͞D̬͇̱̼͉̂̈́͌̾ͩͥ̒̈̐ͦ͑̽̍ͥͬ̂͜͜͞O̴̧̤̪̳̝̦̤͙̺̹̅̐͌̈̑̋ͬͯ̋ La humedad daba a todo un olor a viejo, a MUERTEYOLVIDO abandonadoantiguoanticuadodesusadoviejoañejovetustoañosoancianoranciopasado. Quizás mi juicio estaba parcializado, y por la naturaleza de sus habitantes le confería a este lugar características que no merecía. VAMPIROS, CHUPASANGRES. CORRECTO, CORRECTO, CORRECTO.
O quizás todo era cierto, y ese bosque estaba tanenrarecido como los vampiros. No lo sé. No sé qué está ocurriendo. AYUDA
llegamos y nada era nada
Y llegamos al lugar, y todo era lo mismo.
E
L
espadachín habló.
—¿...Vuelto a dónde, joder? —las lágrimas de desesperación volvieron a correr por mi rostro.
-----
—Soy real, pero no estoy relacionado al rey. —solté una pequeña carcajada, acallada por la pena que me daba ver el estado del brujo.
Observé la habitación mientras Tatsuya revisaba el cuerpo del hombre. Parece que lo había matado. ¿Habría sido otra persona? ¿Una alucinación? No quería darle mucha cabeza al asunto. No podía. Tenía que salir de ahí. ¿...Podía salir de ahí?
La fuerte risa del espadachín me tomó desprevenido. Volteé a mirarle, preocupado. Pensé que se había rendido, que se había terminado de romper. No sabía cuánto tiempo habría pasado bajo la merced del muerto, no quería darle mucha cabeza al asunto. No podía. Tenía que salir de ahí. ¿...Podía salir de ahí?
La fuerte risa del espadachín me tomó desprevenido. Volteé a mirarle, preocupado. Pensé que se había rendido, que se había terminado de romper. No sabía cuánto tiempo habría pasado bajo la merced del muerto, no quería darle mucha cabeza al asunto. No podía. Tenía que salir de ahí. ¿...Podía salir de ahí?
La fuerte risa del espadachín me tomó desprevenido. Volteé a mirarle, curioso. Quizás ya se había rendido. Quizás se había terminado de romper. Después de todo, no sabía cuánto tiempo había pasado bajo la merced del muerto, y tampoco quería pensarlo mucho. No podía. Había que salir de ahí. Íbamos a salir de ahí.
—¡CLARO! ¡EL MALDITO HUEVO! —señalé con rabia al dorado ovoide que tenía el espadachín en la mano— ¡Todo empezó con el maldito huevo! Sólo hay que encontrar la forma de deshacer lo que nos haya hecho.
Pensé en el asunto, pero Tatsuya no era mucho de pensar. Se giró, y arrojó el huevo a las llamas del horno. Y simplemente observé, cautivado, cómo las llamas bailaban como no lo hacen las llamas, y cómo el huevo se deshacía como no lo hace el oro. Cada latido, mi visión más se mezclaba con aquella masa dorada. Poco a poco, no hubo ventanas, ni puertas. No hubo Tatsuya, ni cadáver. Llegados a cierto punto, dejó de haber horno. Sólo estábamos yo, y el fuego, y el brillo, y yo, y el brillo y el fuego.
Hasta que dejó de ser así, y hubieron otra vez espadachín y cadáver, y puertas y ventanas, y ahora un pitido en el oído, y menos balance del que recordaba tener.
Observé entonces a Tatsuya, con los ojos llenos de esperanza, y asentí a sus palabras con el alivio del mundo. Lo seguí por las escaleras, y salimos de aquella pesadilla en forma de pueblo.
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Ese sitio estaba mal. El aire era limpio, pero se me antojaba d̷̨͉̭̖͍͕̰͕̰̫̬̹̜̘͉͒̑̾̇̇̉ͨ͢͞͡ͅIͣ͋ͬ̓̐̐̈́̈̔͛̎ͣ́͗̚҉҉̴̛̜̟̻̖̞̳͓͙̫̩͝V̵̎͒̿͋͒̑͆ͦͥ͆̇ͦ͊͏҉̠̰̤͇̤͓̹͕̱̭̻͉͚̯̭̭͈eͨ͗͗ͭ̎͠҉̯͉̝̠̭͉R̈̄̇̈́͐͐̌̾͆̉̓ͥͯ͋҉̝̥̻̭̫̞̯̳̲͇͕͠ͅŢ̧̨̠̼̺̼̗͇͔̟̟͔͉͈̼͚̳͉̮͑ͬͪ̄͑͆̐ͦ̍͛͑̿͑ͫ̍̃̐̕͞Ỉ̟̤̰̦͕̩̬̠̰̩̠͇̻͕͔̬̌̾̂ͫ̅ͨ̅̎̾̊͌ͪ̿́́͢͡͞D̬͇̱̼͉̂̈́͌̾ͩͥ̒̈̐ͦ͑̽̍ͥͬ̂͜͜͞O̴̧̤̪̳̝̦̤͙̺̹̅̐͌̈̑̋ͬͯ̋ La humedad daba a todo un olor a viejo, a MUERTEYOLVIDO abandonadoantiguoanticuadodesusadoviejoañejovetustoañosoanc
O quizás todo era cierto, y ese bosque estaba tan
llegamos y nada era nada
Y llegamos al lugar, y todo era lo mismo.
E
L
espadachín habló.
—¿...Vuelto a dónde, joder? —las lágrimas de desesperación volvieron a correr por mi rostro.
Última edición por Mefisto el Mar Sep 10 2019, 04:14, editado 2 veces
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
- Música, maestro:
No supe qué responder a la pregunta del elfo. Las palabras se me resbalaban sobre la lengua y caían por mi garganta, sin dejarme articular ni un sonido más que cacareos. Temblé del miedo, sin saber por qué. Estaba seguro de haber vuelto de un sitio, pero, ¿de dónde? Habíamos LLEGADO, no REGRESADO. Qué idiotez... seguro me había equivocado... ¿o no?
Me sentía impotente, esforzándome por alcanzar recuerdos que se desvanecían en el aire como tenues partículas de luz. Estaban allí, a simple vista, pero eran inalcanzables. Me sacudí la cabeza violentamente de la desesperación, enmudecido. Las gotas de sudor recorrían mi frente, y jadeaba como si me agotara la simple tarea de pensar. ¿Qué había pasado en mi cabeza?
M҉͖͕̥̺̝̣̮͉̗̪̮̜U̧̳̦͇͉̪̤͕͘T͏̢̡̡̳̮̞̞Į̴͙̭̻͢L̨̻̣͚̗̀̀A҉̧̛̥͎̬̱̖̺͈̝ͅC̴̙̟̘̗̀͡ͅͅI̸̵̴̶̲̦͚͉̦̘͎̙͙͓͕̠̭͚̰̩̩͜Ǫ̸̟̻̱̮̩̼̤̗̲̫̗̙̹͍̘́͜͜ͅN͜͏̬͓͕͇͈̦͔́ ̸̼͇͎̹̗̤͉͈̫͙͔̹̫͘͝ ̧̧̙̝̞̪̰̼̠͞ ̢̛͕͈͉̣̘͙͙̀͘͡ͅ ҉͏̯̺̳͉̲̲̳͉̜͔̭̤̫̤͎́
̠̰̗̬̱̠̮̹̥̥̤̥̩̹̕͠ͅ ͢҉̝̰͇͇̲̮̀ͅ
͏̴̷͖̲̻̯͖̱̮H̴̗͙̱̩̮̠͓̪́͝Ù̬̟̹̼̲͇͚̜̤̞̱͟͡E̶̩̗̰͔͉͍̫̳̭̪̼̹͖̞̟͕͘͜͠͞V̀͞҉̙̙͈͙̝̥̟͙̹̟̟̮ͅͅO̡̯̪̜͈̘͜͠͡ ̳̠̝͉͖͚̥̱͟͞͠ ҉̡̣͚̝͖̬͉̤͍̜̮̺͍̹̯̤͈̘͚̜͝ ̴̧̨͎̩̭̤̮̜̲̘͡͡ ̩̣̩͙̭̤͈́́͜ ̵̵͙̮͍̻͙͇̫̠̠͚̠͘͝ ͏̝͉͍̣̤̺̫̰̱͖̗̕͜͞͞ ̴̨͙̙̖̪̠͚̻͇̩̦̺͈̯͙́͜͟ ҉̘̹̼͕͕͎̬͓̦̠̬͉̜̠̟͘ ̧̙̯̣̯̠͇̤̯̗̻̗͘̕ ̴̹̬̲̲̫̻̞̟̻͈͙͢͢ ̡̛̤̯̲̙̠̻͍̜̞͓̪͚̳̹̪̻̙͘͡͝ͅ ̷̰͔̖̗̪̠̰̦̬͈̲̞͇͈̣͓͖̩́ͅ ̸͜҉̬̠͚̼̳̝͎̮̲̘͉̱̹ ̟̟̯̜̣̱̣̟͓͉͇̩͇̞͉̤͙̳͠ ̶̡̘͓͍̪̥̗̩̦̭̪̟̥̥̖͠ ̨̥͙̖̰̻͙͚̤͕̰͙̜̩̼̳͎̹͠ ̡̤͙̞̝̗̟̮͖́̕͠ ̘̭̻̜̜̠͕͕͈̞̤̙̞͎͈̺̕͞ ̵̘͙͚̭̹͇̦̱̺͖͍̼̙͖͖͖̫͉͜͢͞͡ ̡̧̺͍̗̺͚̪͓̭̟̳̲̠͍͈͔̞͕̦̦ ̶̮͚̹͔̥̘̤͉͕͓̖̭̭̫̺͙͔̀͘͜͞ͅ ̸̨͔̞̖̞͢͠͡ ̱̭̗̦̀̕͟͝͠ ̸̷̡̧̺̰͉̕ ̴̀͏̸̛͔̫̫̲̩̤͉̺̫̝͔̠̳̖̺̻ ̵̰͕̪̟̥̼̭̬͈̠͕̕͘ ̷̨͉̝̰̤̟͍̫͇̞̱̹͇̣̠̼̳͜͠͡ͅ ͓͈̙̥̟̠͔̱̲̹̫̫̱̭̭͘͢͟͞͞ ̸̡̛̘̱̮̙̟͚̩̝̟͝ͅ ̴̺͙̪͈̮͍̜̙͉͉͇͟͝͞͝ͅ ͕̬͔͉͙̲̦̜̺̣̞͎͍͘͟ ̡̧͉̰̱̺͚̖̝͚̗̩̳̮͜ ̤͚̯̳̺̭̠͕͠͠ ̫͚̤̪͕͍́͞ ̵̙̙̗̲͈̱͚̙̖̩͙͇̭̣͞ ̵̢̛͇̲̫̞̠̮̟͉̤̟̥̝̼̬͎͢ͅͅ ̧͍̜̰̖̖̳͎̠̖͍̱̥͓̱̤̙̫̞͝ ҉̛̮͎̫̠̟͉̖̪̺̠̮̟̜̼̀͜ͅ ̵̧͍̺̹͕̀͘͡ ̸̢͚̮̟̥͎͓ͅ ̺̥̖͖̬͓̮̙͚̙̹̦͙̟̺̞͇͘͘͜ ͏̦̬̻͕̬̗̞͈̬̦̯̣̰͔̤̥́ ̝̣̲̗̙̮̫̝̳̳͓͉̪͎̼̦̳̦͟͢ͅ ̨̱̖̼̺͈͖̟͉̬͇͔͍̥͎͝ ̴̴̸̡̭̼̠̺̭̼̜͓͍̠̰̹̭̣͝ ͏҉͎͖̥̝̜̤̦̼̫̭̦̘̺̞͉̲̻͔ ҉̡͎̼̫̪̤͕̖͎͎̦̤̗̜̳͜ͅ ̸̴͍̼̙̖̖̣̦̲̗́͜ ̡̮̮̞͚͇̻̀́́ ̸̡̰̹̤̯̰̙̳̩̖͉͘A̵͔͓̳͈͕̯͚͈͔̜̣͔͔͚͜ͅͅL̸̨͝͝͏̫̙̳̠̻̺̮̻͓̯͕͕̹̩Ḑ̶̧̛̖̱͙̬̙̺͖͔̼͙E̲̤̗̥̮̥̹̫͇͙͈̼͘̕A̡̪͙̪̦͚̕͝͠
Lo olvidé
Lo olvidé
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Imágenes llegaban a mi mente a la velocidad de la centella, como recuerdos de una vida pasada. Me veía a mí mismo, peleando y siendo derrotado una y otra vez. Perdiendo un brazo, un ojo, escapando y repitiendo el proceso. Una, y otra, y otra, y otra vez. Todas y cada una de las veces yacía en la cercanía aquél objeto de forma ovoide... dorado... y aunque no tenía ojos yo sabía que me miraba... ¿o era yo mismo mirándome?
[size=47]Era demasiado tarde. Ya era un reflejo.[/size]
[size=47]Tuve un momento de lucidez al juntar los fragmentos que estaban dispersos dentro de mi mente. Recordé aquél huevo dorado, que al mínimo contacto te sumergía dentro de una ilusión: un ciclo de eventos cuyo fin lleva siempre al punto de partida. [/size]
¿Cuántas veces se repitió el ciclo?
No recuerdo quién soy, ni qué hacía antes de venir aquí. Soy solo un reflejo... un relfejo.
[size=48]Ų̛͢҉̘̙̰̟̮̮͕̗̰͓͍ń̢͏̘̬̟̹͇̱̖̟̰͎͈̲ ̧̺͕̥̥̕ͅr̶҉̤̠̭̮̠̻͍̞̬͇̗̠̰͘͠e̢͈̫̝̩͓͚̞̗̳͔̹̞̬͔̩͖̞͟͝͠f̸͏̷̶͍͎̲l̸̢͝҉̟̖̙̭̺̹̥͡ͅȩ͎̝͓̻̩̞̬̭͎̖͈̣̥̪́j̴͙̦̘̞̖̮̖͇͍́ó̡̡͖̝̲̱̳̟͉̹̗̗͙́[/size]
Estoy perdido...
y tan solo quiero regresar a casa
Las lágrimas escurrían desde mis lagrimales. Vi una vez más a Mozart, o Mefisto, o Michelin, (quién sabe cuántos nombres le había puesto ya) justo frente a mí, con sus ojos llorosos y al borde del colapso. Su piel era más pálida de lo normal, como la de un vampiro, y bajo las cuencas de sus ojos se formaron sacos inmensos de color violeta, a raíz del cansancio. Me compadecí de esa mirada quebrantada como nunca lo había hecho en mi vida, porque sabía que yo también me veía así. Aquél elfo era mi reflejo.
Ambos sabíamos que ya quedaba poco por hacer: combatimos una fuerza inmesurable, que no podríamos derrotar ni siquiera en sueños. De hecho, nadie en Aerandir podría. ¿Cómo luchas contra algo que manipula tus pensamientos, tus acciones y cada cosa que haces?
Ese es el truco, así es como rompes a una persona: le das la ilusión de que tiene libre albedrío, de que tiene control sobre su vida y... ¡puf! Le sueltas el ultimátum. ¡Sorpresa! Toda tu vida fue un engaño. Alguien te controló, todo este tiempo.
-Para esa persona que me controla incluso en este mismo momento, que piensa y articula todos y cada uno de mis movimientos... - hice una larga pausa para inhalar, llenando de aire mis pulmones. - te dedico un gran... ¡vete
a la mierda, hideputa!
Expulsé hasta el último aliento. Suspiré una vez más, y me volví a Mefisto. El desasosiego me impedía pensar claramente, y estaba inseguro de cuál sería el próximo paso. Quizás solo sentarme, y descansar... para siempre. Estaba cansado de luchar.
Espera un momento... Mefisto lleva algo raro.
-¿Eso siempre estuvo allí? - le dije a Mefisto al notar un familiar y aureo resplandor, proveniente de uno de sus bolsillos.
¡El huevo de oro! No podía ser... yo lo había destruido. Lo vi arder, derretirse y convertirse en polvo. ¿Era el mismo? ¿O es que habían más? No... no. Tenía que ser otro. Entonces...
¿Mefisto tuvo un huevo, todo este tiempo?
Estábamos atrapados, allí dentro.
Dentro del huevo.
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-Mefisto... hijo de la gran puta... tuviste eso guardado desde el principio y no pudiste decir nada. - dije cabizbajo, apretándome los puños hasta hacerme sangrar. Con mi mano derecha tomé el mango de mi katana, y la desenvainé lentamente. - Ya sé quién es el verdadero enemigo, quién me trajo hasta aquí para hacerme sufrir todas estas desgracias. Más te vale correr rápido, porque como te alcance te mataré una y otra y otra ¡y otra vez! ¡Hasta que en ese maldito huevo no haya más que representaciones mías destripándote!
----------
---- Se subraya la cuarta complicación: Tatsuya pierde la cabeza y decide atacar a Mefisto.
Última edición por Tatsuya Suō el Jue Sep 12 2019, 21:12, editado 3 veces
Tatsuya Suō
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
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Click. Clack. Click, Clack.
SIGUEN.
SIGUEN.
SIGUEN.
—Cállate, cállate, cállate
No se detiene. ¡¿POR QUÉ NO SE DETIENE?!
¿De dónde viene ese ruido?
Viene de mí. ¡¿QUIÉN ESTÁ AHÍ?!
De mi cabeza. JAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Tick. Clack. Click, CLACKCLICKCLACKCLICKCLACK.
ES COMO UN MARTILLO. ¡DUELE!
¡...QUIEN QUIERA QUE SEAS, DETENTE!
¡¿QUÉ HICE?! ¡¿POR QUÉ ESTOY SUFRIENDO ESTO?!
CLICKCLACKCLACKCLICKCLACK
Entre clickCLACK y clickCLACK, a veces, podía ver un rostro familiar. Era un rostro desfigurado por al desesperación, pálido, cansado, y desfigurado por el cansancio, pálido, desesperado y triste. Frente a mí había una personauna persona rota. Su nombre estaba en la punta de mi garganta, en lo alto del estómago y en lo bajo de la lengua, asfixiando mis ojos.
CLICK CLACK CLICK CLACKCLACK CLACK
Había una T por ahí. TATSUYATATSUYATATSUYATATSUYATATSUTATATSUYA. Estaba seguro.
CLICK CLACK CLICK CLACK
El hombre se acercó a mí, gritando CLICK cosas CLICK que no podía terminar de entender. Señaló hacia mi bolsillo. ¿Tengo bolsillos? Donde un terrible resplandor dorado me hizo gritar de pánico, arrancándome yo mismo del cuerpo aquél endemoniado artefacto. CLICK CLACK
CLICK CLACK CLACK CLICK CLACK
En su superficie estaba la mujer, y el viejo, y la fogata y el huevo. Estábamos el hombre TATSUYA y yo, y hasta donde llegaba mi vista, vi mi cuerpo destripado, una espada como la suya enterrada en mi vientre.
CLICK,CLACK,CLICK,CLACK
NONONONONONONONONONONONONO
Volteé a verle, acojonado como la muerte¡¿ES POSIBLE ESTARLO MÁS?!
CLICKCLACKCLICKCLICKCLACKCLICK
Su rostro estaba cargado de ira, y en sus manos estaba el filo que cortaría mi último aliento.
CLICKCLACKCLICKCLICKCLACK
Retrocedí, tomando instintivamente el huevo de oro, y de la misma forma me lancé súbitamente sobre él, intentando hacerle lo que le hice antes a su torturador.
CLICKCLACKCLICKCLACK
Tenía que cambiar lo que decía el huevo. Tenía que cambiar ese futuro. No podía morir así. No podía morir ahí. No quería. no quería. No quería.
CLICKCLACKCLICKCLACK
Como los martillazos que sentía en mi mente, di un golpe tras otro, ignorando la molestia que sentía en el abdomen. Tras recibir el primero, el maldito idiota quedó desorientado, y cayó víctima al resto de mis desesperados ataques.
CLICKCLACKCLICKCLACK
Eventualmente su cabeza era irreconocible. Una pulpa repugnante. Aún así, seguí golpeando. Si bien cada vez con menos fuerza.
CLICKCLACKCLACKCLACkclick
Y los martillazos se hicieron cada vez más débiles, y mi mente se hizo cada vez más clara.
clickclack clack click
Así mismo mi cuerpo se hizo más lento, y empecé a sentirme mareado. La molestia en mi abdomen se hacía más intensa.
click clack clack
Me dejé caer al suelo. Mi mente se hacía más clara, igual que mi destino. El charco de sangre que desprendía mi abdomen, atravesado por la katana, se hacía más grande.
click
Así acaba...
click
Observé en la superficie resquebrajada del huevo que tenía en mi mano, la imagen de Tatsuya, brutalizado, junto a mi cuerpo sin vida.
...
No alcancé a entender los eventos que llevaron a mi final. Sólo dos cosas me pasaron por la mente en ese momento.
...
El inmenso odio que profesé desde pequeño a mi destino, y que me ahogaba en mi lecho de muerte.
...
Y la paz que me causaba el hecho de que, quizás, volvería con mi dulce Aurora.
Así, en silencio y oscuridad, dejé de pensar.
Click. Clack. Click, Clack.
SIGUEN.
—Cállate, cállate, cállate
No se detiene. ¡¿POR QUÉ NO SE DETIENE?!
¿De dónde viene ese ruido?
Viene de mí. ¡¿QUIÉN ESTÁ AHÍ?!
De mi cabeza. JAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Tick. Clack. Click, CLACKCLICKCLACKCLICKCLACK.
ES COMO UN MARTILLO. ¡DUELE!
¡...QUIEN QUIERA QUE SEAS, DETENTE!
¡¿QUÉ HICE?! ¡¿POR QUÉ ESTOY SUFRIENDO ESTO?!
CadapensamientoclavadoamimenteconunmartillazoDUELEmidestinomideseomialmaBASTAbajoelcaprichodealgoquenopuedomanejarDETENTEPORFAVORnosoyculpablesoylavíctimadeunmalditosádicoAUXILIO
CLICKCLACKCLACKCLICKCLACK
Entre clickCLACK y clickCLACK, a veces, podía ver un rostro familiar. Era un rostro desfigurado por al desesperación, pálido, cansado, y desfigurado por el cansancio, pálido, desesperado y triste. Frente a mí había una personauna persona rota. Su nombre estaba en la punta de mi garganta, en lo alto del estómago y en lo bajo de la lengua, asfixiando mis ojos.
CLICK CLACK CLICK CLACKCLACK CLACK
Había una T por ahí. TATSUYATATSUYATATSUYATATSUYATATSUTATATSUYA. Estaba seguro.
CLICK CLACK CLICK CLACK
El hombre se acercó a mí, gritando CLICK cosas CLICK que no podía terminar de entender. Señaló hacia mi bolsillo. ¿Tengo bolsillos? Donde un terrible resplandor dorado me hizo gritar de pánico, arrancándome yo mismo del cuerpo aquél endemoniado artefacto. CLICK CLACK
CLICK CLACK CLACK CLICK CLACK
En su superficie estaba la mujer, y el viejo, y la fogata y el huevo. Estábamos el hombre TATSUYA y yo, y hasta donde llegaba mi vista, vi mi cuerpo destripado, una espada como la suya enterrada en mi vientre.
CLICK,CLACK,CLICK,CLACK
NONONONONONONONONONONONONO
Volteé a verle, acojonado como la muerte¡¿ES POSIBLE ESTARLO MÁS?!
CLICKCLACKCLICKCLICKCLACKCLICK
Su rostro estaba cargado de ira, y en sus manos estaba el filo que cortaría mi último aliento.
CLICKCLACKCLICKCLICKCLACK
Retrocedí, tomando instintivamente el huevo de oro, y de la misma forma me lancé súbitamente sobre él, intentando hacerle lo que le hice antes a su torturador.
CLICKCLACKCLICKCLACK
Tenía que cambiar lo que decía el huevo. Tenía que cambiar ese futuro. No podía morir así. No podía morir ahí. No quería. no quería. No quería.
CLICKCLACKCLICKCLACK
Como los martillazos que sentía en mi mente, di un golpe tras otro, ignorando la molestia que sentía en el abdomen. Tras recibir el primero, el maldito idiota quedó desorientado, y cayó víctima al resto de mis desesperados ataques.
CLICKCLACKCLICKCLACK
Eventualmente su cabeza era irreconocible. Una pulpa repugnante. Aún así, seguí golpeando. Si bien cada vez con menos fuerza.
CLICKCLACKCLACKCLACkclick
Y los martillazos se hicieron cada vez más débiles, y mi mente se hizo cada vez más clara.
clickclack clack click
Así mismo mi cuerpo se hizo más lento, y empecé a sentirme mareado. La molestia en mi abdomen se hacía más intensa.
click clack clack
Me dejé caer al suelo. Mi mente se hacía más clara, igual que mi destino. El charco de sangre que desprendía mi abdomen, atravesado por la katana, se hacía más grande.
click
Así acaba...
click
Observé en la superficie resquebrajada del huevo que tenía en mi mano, la imagen de Tatsuya, brutalizado, junto a mi cuerpo sin vida.
...
No alcancé a entender los eventos que llevaron a mi final. Sólo dos cosas me pasaron por la mente en ese momento.
...
El inmenso odio que profesé desde pequeño a mi destino, y que me ahogaba en mi lecho de muerte.
...
Y la paz que me causaba el hecho de que, quizás, volvería con mi dulce Aurora.
Así, en silencio y oscuridad, dejé de pensar.
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Mefisto
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
NO, NO, NO, NO, NO, NO, NO, NO, NO, NO, NO.
YO NO QUIERO MATARLO, EN VERDAD NO QUIERO, PERO MIS MANOS SE MUEVEN POR SÍ SOLAS. NO SOY YO QUIEN HABLA, NO SOY YO QUIEN DESENVAINA LA KATANA. NO SOY YO, NO ESTOY EN CONTROL. ALGUIEN ME ESTÁ MANIPULANDO.
Por supuesto que lo deseas, siempre lo has deseado. Así es como eres, Tatsuya. Así fue como te cree.
CÁLLATE, CÁLLATE, CÁLLATE. ¡TE ODIO! DEJA DE MANIPULARME, HIDEPUTA. YA BASTA ¡NO ME DEJARÉ MANIPULAR POR TI!.
Soy el motivo de tus éxitos, y de tus fracasos. Podría matarte cuando quisiera, si eso me divirtiera. Podría hacer que todos te olviden, si así lo viera conveniente. No es sabio desafiarme, y sin embargo lo haces. Ten, una muestra de mi poder.
CLACKCLACKCLACKCLACKCLACKCLACKCLACKCLACKCLACKCLACKCLACK
[size=34]Mi nombre es Tatsuya Suou, y nunca existí realmente[/size].
Las aventuras que viví en realidad no fueron más que el producto de la imaginación de alguien que solo buscaba entretenerse.
No fui muy distinto de un juguete desechable.
Cada paso que di, cada frase que dije, cada lágrima, risa o sueño que creí tener no fueron más que las acciones premeditadas de algo que se divertía controlando mi vida.
Mi nombre es Tatsuya Suou, y la realidad no existe. La vida no tiene sentido.
¿Para qué vivir?
¿Para qué?
CLACKCLACKCLACKCLACKCLACKCLACKCLACKCLACKCLACKCLACK
YO... YO... N̢͌͌̒͊ͭ̿ͪͧͭ̈́͋́̄ͯ̾̽̈̿҉̖̯͉̦͚̮̤̙Õ͚̫͎̅͋ͥ͑͛̒ͫ̾̆̀͘͠ͅ ̨̢̬̦̘̖̪̥̣͕̙̝ͧ́̓ͤͮͭͨ͊̂̎̆̓̅ͩ͂̅̾͘͝ͅͅ Qͪ̄́̇͊ͨͥ̾̌͑̈ͪ̅ͩ̚̚͏̢̢̘̣͎̘̭̳̞̞̥̼͔̤͇̗͕̳̘͎̼́͞U̶̶̵̠̜͖̹͔̠͖̰̰̭̞̩̙ͥͥͭͣ̂̐̉͝͡Į̛͍̼͉ͪ̾ͨͧ̄ͬ̑ͥ̋̃̾̏͋̒͂͟ͅĖ̴̴͖͚̠̜̭̂̑͗̈́ͪ̌̊̄̊̊̿̍̿̽̈́ͩ͢Ŗ̷̸͇̦͓͈̹͇̃̔̊̽ͯ͐̉͂̅̓̑̆͑O̲̠̣͎̻̰͓͇̥̹̘̥͎͖̩͓̩̫ͦ͆̏͊͛͋ͬ͂̆ͧ̀͠͠͞͝ͅ ̨̧̣̼͙̦̫̳̖̤̳̳̩͖̥̎̓͋̌ͣ̄̍͊͆ͤ͒͋̚͜͟H̅ͤ̔͆̉ͧ̌̀̉̓ͯ͞͏̷̷͚̞͎̞Ä̰͔̣̫̪̘̭̱͔̩̳̳̙̮̣̣̖ͭͮ͆ͤͣ͛͆ͥͦͬͧͪ͛̎̑͌̀͢͠C̶̳͍̟̝̜̬͈͕̹̥͙̠̳͐ͩ̓͆͠Eͬ͌̓͑͗͗ͦͪ̽ͨ̄̄̋ͣ͏̴̸̶̳̟̬̙̫͚̦͈͍̤̜R̢̧̜͖̹͚̰͉ͫͯ͛͆̌̑̉͋̎͊̎̒ͧ̌́͗͠L̡̨̰̤̯̗̠̝̦̖͚̹̭͔̜͈̝̖͖̆̿͂́̃̄͛̿͂ͤ̿̅͗͑̀Ŏ̢̢̐̇͌̓͏̲̬͚͍̩̫̹̲̕ͅ
͒̔̄̓͐̋ͥ̋͌̐̑̓ͣ̎̋̈͏̧̛̳̹͍͈͇̳̞̤̻͞͞ͅͅ
Eslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaforma.
Esperaba que saliera corriendo como lo hacía de costumbre. No quería llenar mi katana con la sangre de un amigo... por supuesto que no quería. ¿Verdad? ¿Verdad?
Me sentí desolado, inundado por tristeza y desesperación, pero en mi rostro se reflejaba ira, y mi boca vociferaba palabras que no podía controlar. ¿En verdad odié todo este tiempo a Mefisto? Yo... yo... yo lo quería, como a Genichiro.
Y a él también lo iba a matar.
CLACK
No pude ni siquiera reaccionar cuando el bastardo saltó sobre mí y me golpeó con la cáscara maciza del huevo. La cabeza empezó a temblarme, y escuché un martillazo haciendo eco dentro de mi cráneo. Un torrente de sangre recorrió mi rostro, y los ojos se me pusieron en blanco por un segundo.
CLICK
Segundo martillazo. Para este momento, caí de espaldas al suelo y empecé a convulsionar mientras me aproximaba a una muerte horrorosa.
CLACK
Tercer martillazo. Del rostro atemorizado de Mefisto caían lágrimas, que recorrían mis mejillas y acababan en el pasto. Gritó desesperadamente en un par de ocasiones mientras seguía martillando mi cabeza, cada vez más deprisa, como si quisiera dejar de verme lo antes posible. Todavía no parecía haber notado que lo apuñalé con mi katana en el mismo momento que se lanzó sobre mí. No importaba... tarde o temprano se iba a dar cuenta.
¿Había valido la pena? Toda una vida de delincuencia: matando, extorsionando y cobrando por cada cabeza que rebané. Matar a mi propio padre, a mi hermano, y ganarme el odio de cada persona con la que me crucé en el viaje fueron males que yo creí necesarios, para dar un paso hacia adelante en la vida. Menuda estupidez.
Nunca tuve un verdadero amigo hasta que conocí a Mefisto, y allí estaba, desfigurándome atrozmente. Así terminaban mis amistades.
CLICK, CLACK, CLICK, CLACK
Tuve un momento de lucidez, entre martillazos dentro de mi cabeza. Pude ver, por una brevedad, una especie de lienzo gigante, iluminado, y con toda mi vida escrita en su interior. Haciendo hincapié en un dispositivo de uno de los costados, el contenido podía deslizarse de arriba para abajo, de la misma forma que se hojea un libro. Leyéndolo, -¿desde cuándo sé leer?-noté que habían muchos fragmentos de mi vida que, en realidad, nunca ocurrieron... realidades alternas, ideas descartadas que el destino tenía guardadas para mí.
¿Cómo viviría ese Tatsuya que no mató a su hermano? El que se conformó como segundo hijo y vivió contento siendo el príncipe de Kanpai.
Seguramente feliz.
¿Cómo viviría ese Tatsuya que se negó a investigar el trabajo de los huevos de oro? Probablemente contento, follando con una fulana.
Y lo más importante, es que eran felices porque vivían en la ignorancia: poco sabían sobre el destino y la amarga verdad tras el origen de nuestras vidas. Creían que eran reales y gozaban de serlo. Me alegré por ellos, pues no le deseaba esto a más nadie.
Y finalmente Mefisto estampó contra mi cabeza el dibujo que conectaba el fin con el principio del espiral: por un lado, yo yacía en el suelo con el rostro desfigurado; por el otro, Mefisto se desangraba, atravesado por una katana.
Menuda historia. Quien quiera que leyera todo esto, seguro se divertiría como un hijo de puta.
A todos nos divierten las desgracias ajenas.
Antes de abrazar la oscuridad, detallé una última cosa, una que juraría que apareció a último momento: el huevo roto, a un lado de Mefisto.
Sonreí, y luego... luego hubo oscuridad.
CLICK, CLACK, CLICK, CLACK, CLICK, CLACK, CLICK, CLACK, CLICK, CLACK.
YO NO QUIERO MATARLO, EN VERDAD NO QUIERO, PERO MIS MANOS SE MUEVEN POR SÍ SOLAS. NO SOY YO QUIEN HABLA, NO SOY YO QUIEN DESENVAINA LA KATANA. NO SOY YO, NO ESTOY EN CONTROL. ALGUIEN ME ESTÁ MANIPULANDO.
CÁLLATE, CÁLLATE, CÁLLATE. ¡TE ODIO! DEJA DE MANIPULARME, HIDEPUTA. YA BASTA ¡NO ME DEJARÉ MANIPULAR POR TI!.
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[size=34]Mi nombre es Tatsuya Suou, y nunca existí realmente[/size].
Las aventuras que viví en realidad no fueron más que el producto de la imaginación de alguien que solo buscaba entretenerse.
No fui muy distinto de un juguete desechable.
Cada paso que di, cada frase que dije, cada lágrima, risa o sueño que creí tener no fueron más que las acciones premeditadas de algo que se divertía controlando mi vida.
Mi nombre es Tatsuya Suou, y la realidad no existe. La vida no tiene sentido.
¿Para qué vivir?
¿Para qué?
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Ahora haz lo que te ordeno: mata a Mefisto, y te liberaré. Lo prometo
YO... YO... N̢͌͌̒͊ͭ̿ͪͧͭ̈́͋́̄ͯ̾̽̈̿҉̖̯͉̦͚̮̤̙Õ͚̫͎̅͋ͥ͑͛̒ͫ̾̆̀͘͠ͅ ̨̢̬̦̘̖̪̥̣͕̙̝ͧ́̓ͤͮͭͨ͊̂̎̆̓̅ͩ͂̅̾͘͝ͅͅ Qͪ̄́̇͊ͨͥ̾̌͑̈ͪ̅ͩ̚̚͏̢̢̘̣͎̘̭̳̞̞̥̼͔̤͇̗͕̳̘͎̼́͞U̶̶̵̠̜͖̹͔̠͖̰̰̭̞̩̙ͥͥͭͣ̂̐̉͝͡Į̛͍̼͉ͪ̾ͨͧ̄ͬ̑ͥ̋̃̾̏͋̒͂͟ͅĖ̴̴͖͚̠̜̭̂̑͗̈́ͪ̌̊̄̊̊̿̍̿̽̈́ͩ͢Ŗ̷̸͇̦͓͈̹͇̃̔̊̽ͯ͐̉͂̅̓̑̆͑O̲̠̣͎̻̰͓͇̥̹̘̥͎͖̩͓̩̫ͦ͆̏͊͛͋ͬ͂̆ͧ̀͠͠͞͝ͅ ̨̧̣̼͙̦̫̳̖̤̳̳̩͖̥̎̓͋̌ͣ̄̍͊͆ͤ͒͋̚͜͟H̅ͤ̔͆̉ͧ̌̀̉̓ͯ͞͏̷̷͚̞͎̞Ä̰͔̣̫̪̘̭̱͔̩̳̳̙̮̣̣̖ͭͮ͆ͤͣ͛͆ͥͦͬͧͪ͛̎̑͌̀͢͠C̶̳͍̟̝̜̬͈͕̹̥͙̠̳͐ͩ̓͆͠Eͬ͌̓͑͗͗ͦͪ̽ͨ̄̄̋ͣ͏̴̸̶̳̟̬̙̫͚̦͈͍̤̜R̢̧̜͖̹͚̰͉ͫͯ͛͆̌̑̉͋̎͊̎̒ͧ̌́͗͠L̡̨̰̤̯̗̠̝̦̖͚̹̭͔̜͈̝̖͖̆̿͂́̃̄͛̿͂ͤ̿̅͗͑̀Ŏ̢̢̐̇͌̓͏̲̬͚͍̩̫̹̲̕ͅ
͒̔̄̓͐̋ͥ̋͌̐̑̓ͣ̎̋̈͏̧̛̳̹͍͈͇̳̞̤̻͞͞ͅͅ
Eslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaformaeslaúnicaforma.
Esperaba que saliera corriendo como lo hacía de costumbre. No quería llenar mi katana con la sangre de un amigo... por supuesto que no quería. ¿Verdad? ¿Verdad?
No. Yo quería matarlo
Me sentí desolado, inundado por tristeza y desesperación, pero en mi rostro se reflejaba ira, y mi boca vociferaba palabras que no podía controlar. ¿En verdad odié todo este tiempo a Mefisto? Yo... yo... yo lo quería, como a Genichiro.
Y a él también lo iba a matar.
CLACK
No pude ni siquiera reaccionar cuando el bastardo saltó sobre mí y me golpeó con la cáscara maciza del huevo. La cabeza empezó a temblarme, y escuché un martillazo haciendo eco dentro de mi cráneo. Un torrente de sangre recorrió mi rostro, y los ojos se me pusieron en blanco por un segundo.
CLICK
Segundo martillazo. Para este momento, caí de espaldas al suelo y empecé a convulsionar mientras me aproximaba a una muerte horrorosa.
CLACK
Tercer martillazo. Del rostro atemorizado de Mefisto caían lágrimas, que recorrían mis mejillas y acababan en el pasto. Gritó desesperadamente en un par de ocasiones mientras seguía martillando mi cabeza, cada vez más deprisa, como si quisiera dejar de verme lo antes posible. Todavía no parecía haber notado que lo apuñalé con mi katana en el mismo momento que se lanzó sobre mí. No importaba... tarde o temprano se iba a dar cuenta.
¿Había valido la pena? Toda una vida de delincuencia: matando, extorsionando y cobrando por cada cabeza que rebané. Matar a mi propio padre, a mi hermano, y ganarme el odio de cada persona con la que me crucé en el viaje fueron males que yo creí necesarios, para dar un paso hacia adelante en la vida. Menuda estupidez.
Nunca tuve un verdadero amigo hasta que conocí a Mefisto, y allí estaba, desfigurándome atrozmente. Así terminaban mis amistades.
CLICK, CLACK, CLICK, CLACK
Tuve un momento de lucidez, entre martillazos dentro de mi cabeza. Pude ver, por una brevedad, una especie de lienzo gigante, iluminado, y con toda mi vida escrita en su interior. Haciendo hincapié en un dispositivo de uno de los costados, el contenido podía deslizarse de arriba para abajo, de la misma forma que se hojea un libro. Leyéndolo, -¿desde cuándo sé leer?-noté que habían muchos fragmentos de mi vida que, en realidad, nunca ocurrieron... realidades alternas, ideas descartadas que el destino tenía guardadas para mí.
¿Cómo viviría ese Tatsuya que no mató a su hermano? El que se conformó como segundo hijo y vivió contento siendo el príncipe de Kanpai.
Seguramente feliz.
¿Cómo viviría ese Tatsuya que se negó a investigar el trabajo de los huevos de oro? Probablemente contento, follando con una fulana.
Y lo más importante, es que eran felices porque vivían en la ignorancia: poco sabían sobre el destino y la amarga verdad tras el origen de nuestras vidas. Creían que eran reales y gozaban de serlo. Me alegré por ellos, pues no le deseaba esto a más nadie.
Y finalmente Mefisto estampó contra mi cabeza el dibujo que conectaba el fin con el principio del espiral: por un lado, yo yacía en el suelo con el rostro desfigurado; por el otro, Mefisto se desangraba, atravesado por una katana.
Menuda historia. Quien quiera que leyera todo esto, seguro se divertiría como un hijo de puta.
A todos nos divierten las desgracias ajenas.
Antes de abrazar la oscuridad, detallé una última cosa, una que juraría que apareció a último momento: el huevo roto, a un lado de Mefisto.
Sonreí, y luego... luego hubo oscuridad.
CLICK, CLACK, CLICK, CLACK, CLICK, CLACK, CLICK, CLACK, CLICK, CLACK.
Última edición por Tatsuya Suō el Jue Sep 12 2019, 21:09, editado 1 vez
Tatsuya Suō
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Solía salir a caminar entre los árboles cuando era pequeño. Sé que en ese tiempo lo que movía mis pies era la energía propia de un infante, alimentada por la curiosidad causada por un mundo vasto, desconocido y al alcance. Pero no sé en qué momento dejó de ser así. Simplemente... dejó de ser.
Los días aumentaron mi estatura, mi fuerza y velocidad. Y mientras más lejos podía llegar, mientas más alto podía escalar, mientras más cosas podía aprender... menos razones tenía para hacerlo. Era irónico, y triste, y ridículo, era un chiste sin gracia, en el que nadie se reía.
¿Por qué?
Habían pasado décadas. Más tiempo del que Tatsuya hubiese estado vivo, seguramente, y aún así, no conseguía encontrarle la gracia.
El bufón no tiene porqué reír, ¿no es cierto?
Sacudí la cabeza, como si la mente fuese disipada por el gesto. Mi vista se mecía al paso del caballo, mientras me desplazaba entre los árboles como antaño, y como solía hacer aún en mi día a día.
Pero ese sitio estaba mal. El aire era limpio, pero se me antojaba siniestro: La humedad daba a todo un olor a viejo, a abandonado. Quizás mi juicio estaba parcializado, y por la naturaleza de sus habitantes le confería a este lugar características que no merecía. O quizás todo era cierto, y ese bosque estaba tan enrarecido como los vampiros. No lo sé. No sé muchas cosas.
—...
"Tsuya, recuérdame, ¿por qué carajos fuimos a Sacrestic Ville?" es lo que tenía intenciones de decir, pero me detuve al pensarlo dos veces. El espadachín iba allí donde pudiera encontrar ganancias, y como las situaciones en que termina metido me parecen divertidísimas, decidí acompañarlo. En su momento no le di importancia, pero no pensaba lo mismo al estar aquí en carne propia. Tenía intenciones de visitar cada rincón de Aerandir, sí, pero este lugar... bien podría haber sido el último en mi lista.
Un escalofrío me bajó por la espalda al pensar en la cantidad de vampiros que había visto en los últimos días.
Lo cierto es que el viaje dio frutos: Encontramos una oferta que, primero, recompensaba lo suficiente para saciar temporalmente la codicia despilfarradora de Tatsuya, y luego, ¡era tope de entretenida! ¡Huevos de oro!
¡HUEVOS...
...DE ORO!
¿Podría existir algo más fantástico? Los delirios de un hombre paranoico, o una maravillosa criatura de leyenda. Sea cual sea el resultado, la iba a pasar bien.
Eventualmente llegamos al lugar descrito. Creo.
Es decir, era evidente que eso solía ser un caserío, distribuido a ambos lados de un río no muy fuerte. Parecían haber sido siete casas en total, destacando la que estaba río arriba: Era la ruina más grande, quizás dos veces el resto de casas. Y extrañamente, todo aquello se me hacía familiar.
Dejé a mi caballo amarrado a un lado del perteneciente al espadachín, y me acerqué a la ruina más cercana, de lo que supongo solía ser un granero. La puerta tiempo corroída ya, descansaba colapsada hacia dentro. El interior del lugar olía a polvo y olvido.
—¿...Crees que nos hayamos equivocado de sitio? —pregunté a Tatsuya, adentrándome en la construcción, cuidando donde pisaba.
Era demasiada casualidad. ¿Qué demonios había pasado? ¿Acaso el cartel era tan viejo como este sitio? ¿O sería una broma de mal gusto? Sea como fuese, me daba mala espina.
Pero no tanto como lo siguiente que vi.
Entre los escombros de una pared derruida, e iluminados por el sol de la mañana, habían un montoncito de restos humanos. Un esqueleto, cubierto aún por harapos ya descoloridos por el tiempo a la intemperie. Giré a ver a Tatsuya y pasé mi mano estirada por mi cuello, imitando un filo, en un gesto de "Cancelemos esto y vayámonos de aquí".
Volteé otra vez a observar los huesos, y me percaté de un pequeño destello dorado entre los harapos que lo cubrían.
Revolví aquello con el bastón, y revelé lo que parecía, para toda mi sorpresa, ser un huevo de oro.
—...Espera, ¿entonces el anuncio era real? —giré a ver a mi compañero, interrogándolo con la mirada— ...No creo que encontremos ninguna gallina por aquí. ¿Tú qué dices?
Los días aumentaron mi estatura, mi fuerza y velocidad. Y mientras más lejos podía llegar, mientas más alto podía escalar, mientras más cosas podía aprender... menos razones tenía para hacerlo. Era irónico, y triste, y ridículo, era un chiste sin gracia, en el que nadie se reía.
¿Por qué?
Habían pasado décadas. Más tiempo del que Tatsuya hubiese estado vivo, seguramente, y aún así, no conseguía encontrarle la gracia.
El bufón no tiene porqué reír, ¿no es cierto?
Sacudí la cabeza, como si la mente fuese disipada por el gesto. Mi vista se mecía al paso del caballo, mientras me desplazaba entre los árboles como antaño, y como solía hacer aún en mi día a día.
Pero ese sitio estaba mal. El aire era limpio, pero se me antojaba siniestro: La humedad daba a todo un olor a viejo, a abandonado. Quizás mi juicio estaba parcializado, y por la naturaleza de sus habitantes le confería a este lugar características que no merecía. O quizás todo era cierto, y ese bosque estaba tan enrarecido como los vampiros. No lo sé. No sé muchas cosas.
—...
"Tsuya, recuérdame, ¿por qué carajos fuimos a Sacrestic Ville?" es lo que tenía intenciones de decir, pero me detuve al pensarlo dos veces. El espadachín iba allí donde pudiera encontrar ganancias, y como las situaciones en que termina metido me parecen divertidísimas, decidí acompañarlo. En su momento no le di importancia, pero no pensaba lo mismo al estar aquí en carne propia. Tenía intenciones de visitar cada rincón de Aerandir, sí, pero este lugar... bien podría haber sido el último en mi lista.
Un escalofrío me bajó por la espalda al pensar en la cantidad de vampiros que había visto en los últimos días.
Lo cierto es que el viaje dio frutos: Encontramos una oferta que, primero, recompensaba lo suficiente para saciar temporalmente la codicia despilfarradora de Tatsuya, y luego, ¡era tope de entretenida! ¡Huevos de oro!
¡HUEVOS...
...DE ORO!
¿Podría existir algo más fantástico? Los delirios de un hombre paranoico, o una maravillosa criatura de leyenda. Sea cual sea el resultado, la iba a pasar bien.
Eventualmente llegamos al lugar descrito. Creo.
Es decir, era evidente que eso solía ser un caserío, distribuido a ambos lados de un río no muy fuerte. Parecían haber sido siete casas en total, destacando la que estaba río arriba: Era la ruina más grande, quizás dos veces el resto de casas. Y extrañamente, todo aquello se me hacía familiar.
Dejé a mi caballo amarrado a un lado del perteneciente al espadachín, y me acerqué a la ruina más cercana, de lo que supongo solía ser un granero. La puerta tiempo corroída ya, descansaba colapsada hacia dentro. El interior del lugar olía a polvo y olvido.
—¿...Crees que nos hayamos equivocado de sitio? —pregunté a Tatsuya, adentrándome en la construcción, cuidando donde pisaba.
Era demasiada casualidad. ¿Qué demonios había pasado? ¿Acaso el cartel era tan viejo como este sitio? ¿O sería una broma de mal gusto? Sea como fuese, me daba mala espina.
Pero no tanto como lo siguiente que vi.
Entre los escombros de una pared derruida, e iluminados por el sol de la mañana, habían un montoncito de restos humanos. Un esqueleto, cubierto aún por harapos ya descoloridos por el tiempo a la intemperie. Giré a ver a Tatsuya y pasé mi mano estirada por mi cuello, imitando un filo, en un gesto de "Cancelemos esto y vayámonos de aquí".
Volteé otra vez a observar los huesos, y me percaté de un pequeño destello dorado entre los harapos que lo cubrían.
Revolví aquello con el bastón, y revelé lo que parecía, para toda mi sorpresa, ser un huevo de oro.
—...Espera, ¿entonces el anuncio era real? —giré a ver a mi compañero, interrogándolo con la mirada— ...No creo que encontremos ninguna gallina por aquí. ¿Tú qué dices?
Mefisto
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
Hacía apenas una semana se había cruzado por mera curiosidad con un papelillo antiguo y amarillento en Sacrestic Ville cuyo contenido pidió a Mefisto descifrar. Aparentemente, un hombre alegaba haber perdido su preciada "gallina de los huevos de oro", historia que parecía sacada de una fábula. Si bien en un inicio se mostró bastante dubitativo, estaban en temporada baja y no conseguían demasiado trabajo en la ciudad, especialmente ahora que se había expulsado a los vampiros y reinaba la paz donde otrora lo hacía el pavor. La sumatoria de todos estos factores fue decisiva para que el brujo decidiera que valía la pena al menos echar un vistazo, ¡quizás se llevaría una sorpresa! -y más valía que esos dichosos "huevos de oro" no fueran huevos de chocolate pintados. Mira que la Ohdà ya le había hecho pasar malas jugadas-.
De esta manera, cabalgaba a su lado el personaje de orejas puntiagudas, que insistió impertinentemente en acompañarlo durante el trabajo. -Joder, otra peste con la que compartir el botín-. Los bosques del oeste no eran el sitio más colorido de Aerandir, ni el más cálido, ni el más acogedor... en resumen, por obvios motivos estos constituían el destino menos preferido para visitar en cualquier etapa del año: la abundancia de árboles delgados, grisáceos y despoblados, que se alzaban débilmente, como si lucharan por mantenerse con vida y en cualquier momento pudieran quebrarse; el crepitar de las hojas a cada paso que daban; la neblina que apenas y dejaba pequeños indicios de por dónde avanzar y aquella incertidumbre de si podría o no aparecer un vampiro tras el próximo árbol eran pruebas claras de que los Dioses no habían bendecido a ese extremo del Tymer. Por supuesto, era sabido que la mayoría de las escorias de dientes afilados habían huido al norte, pero no podía saberse con certeza.
Tras la capa de neblina, como un rayo de luz que ilumina el abismo y despeja la mente, encontraron a las orillas de un río una pequeña aldea pesquera, compuesta de al menos siete humildes hogares, que coincidía con la descripción que había en el papelito. "Egginoccio" o algo así se hacía llamar. Tan solo una de las viviendas contaba con un corral poblado por restos óseos de lo que alguna vez fueron animales y enredaderas que abrazaban las paredes del hogar, filtrándose por sus grietas. Al fondo, se mantenían en pie las ruinas de lo que fue un granero con una montaña de escombros de lo que, supuso, pudo ser el cielo raso y la puerta principal.
Ató las riendas de su corcel a una de las vallas, y su compañero se le adelantó, dando ágiles y cuidadosos pasos entre las ruinas del granero, cuidándose de clavarse alguna astilla o un clavo. Él, por su parte, se abrió paso con tranquilidad entre la maleza hasta posicionarse a un lado del elfo.
—No sabría qué decirte. Coincide con la descripción, pero aquí no ha habido nadie en años. — dijo al pasar un dedo por el umbral de la puerta y ensuciarlo de polvo. — En fin, otra estafa más. Deberíamos irnos.
Mefisto hizo caso omiso a su sugerencia, y escudriñó una luminosa montaña de escombros, mientras el brujo esperaba reposando su espalda sobre una valla algo resistente. Al encontrar un esqueleto, su compañero se volvió y le señaló que se marcharan, no sin antes echar una segunda ojeada y revelar algo: entre la indumentaria del esqueleto había, cubierto por los harapos, un huevo dorado, reluciente y macizo. No podía creerlo... ¡era verdad! En respuesta, el mercenario raudamente se acercó al huevo y lo tomó con un gesto de ladrón, abrazándolo con ambos brazos.
—Digo que vendamos esto al mejor postor. ¡Imagínate la de dinero que podemos hacer con esto! Ha llegado una nueva era, compañero: ¡Tatsuya y Mefisto, los nuevos magnates de Aerandir! — exclamó entusiasmado, mientras ocultaba el objeto dentro de su kimono.
Rápidamente se volvió a su caballo y partió con prisa de regreso a Sacrestic Ville, sonriente por el favor que le había concedido el Dios del viento. No hizo ni una pausa en todo el viaje y hostigó a su caballo durante todo el camino de regreso. Ni siquiera quiso voltear a ver si Mefisto podía seguirle el paso. El dinero era suyo, y pronto podría gozar de la opulencia.
Ya el sol comenzaba a descender por el horizonte de poniente cuando su exhausto corcel arribó a la villa. Sin perder ni un segundo, lo encaminó a la casa de empeño más cercana, y al bajarse, ejerció un fuerte placaje contra la puerta. El propietario tras el mostrador, quien estaba terminando de limpiar para cerrar el negocio, pegó un salto y estuvo a punto de maldecir al visitante... de no ser porque vio aquello que el brujo llevaba entre sus brazos.
—¿Eso es... lo que creo que es? — inquirió mientras se colocaba unos anteojos para examinarlo de cerca.
—Claro... que... lo es. Inspecciónalo si quieres y págame, que estoy ansioso de salir de esta pocilga. — respondió entre jadeos.
El experto tomó una lupa y revisó cautelosamente la cáscara del huevo, deteniéndose de cuando en cuando en algunas áreas para acomodar sus anteojos. A veces hacía muecas que el brujo no sabía cómo interpretar: no parecían del todo agradables, pero tampoco eran un gesto de disgusto. Así transcurrió la próxima hora, en la cual Tatsuya tomó asiento frente al mostrador y dio pisotones al suelo de madera, impaciente por recibir su pago. No quiso comunicarse con el elfo, ni mucho menos dirigirle la palabra al encargado. Solo quería pensar en las formas en que iba a gastar su fortuna.
—Lamento decirte que es falso. — concluyó. El espadachín se quedó boquiabierto, casi a punto de soltar una lágrima, de no ser porque el encargado continuó — Sin embargo, hay algo extraño en su estructura. Parece oro de verdad, y sin embargo no lo es. Cualquier otra persona te lo devolvería, pero yo estaré dispuesto a pagarte una buena suma de Aeros de igual forma. Me vendría bien estudiarlo.
—¿Cuánto? — preguntó.
—800 Aeros. 400 para ti, y 400 para el elfo.
—¡¿800 Aeros?! Debes de estar de coña. Lo siento mucho, pero me marcho con mi huevo. Ya habrá gente menos avara por ahí.
El hombre se despidió con un ademán, y el espadachín abandonó el recinto en compañía del elfo, no sin antes cerrar la puerta con un portazo.
Al día siguiente, no le quedó de otra que regresar:
—Ahora que lo pienso, no me vendrían mal esos 800 Aeros. — dijo al colocar el huevo sobre el mostrador.
De esta manera, cabalgaba a su lado el personaje de orejas puntiagudas, que insistió impertinentemente en acompañarlo durante el trabajo. -Joder, otra peste con la que compartir el botín-. Los bosques del oeste no eran el sitio más colorido de Aerandir, ni el más cálido, ni el más acogedor... en resumen, por obvios motivos estos constituían el destino menos preferido para visitar en cualquier etapa del año: la abundancia de árboles delgados, grisáceos y despoblados, que se alzaban débilmente, como si lucharan por mantenerse con vida y en cualquier momento pudieran quebrarse; el crepitar de las hojas a cada paso que daban; la neblina que apenas y dejaba pequeños indicios de por dónde avanzar y aquella incertidumbre de si podría o no aparecer un vampiro tras el próximo árbol eran pruebas claras de que los Dioses no habían bendecido a ese extremo del Tymer. Por supuesto, era sabido que la mayoría de las escorias de dientes afilados habían huido al norte, pero no podía saberse con certeza.
Tras la capa de neblina, como un rayo de luz que ilumina el abismo y despeja la mente, encontraron a las orillas de un río una pequeña aldea pesquera, compuesta de al menos siete humildes hogares, que coincidía con la descripción que había en el papelito. "Egginoccio" o algo así se hacía llamar. Tan solo una de las viviendas contaba con un corral poblado por restos óseos de lo que alguna vez fueron animales y enredaderas que abrazaban las paredes del hogar, filtrándose por sus grietas. Al fondo, se mantenían en pie las ruinas de lo que fue un granero con una montaña de escombros de lo que, supuso, pudo ser el cielo raso y la puerta principal.
Ató las riendas de su corcel a una de las vallas, y su compañero se le adelantó, dando ágiles y cuidadosos pasos entre las ruinas del granero, cuidándose de clavarse alguna astilla o un clavo. Él, por su parte, se abrió paso con tranquilidad entre la maleza hasta posicionarse a un lado del elfo.
—No sabría qué decirte. Coincide con la descripción, pero aquí no ha habido nadie en años. — dijo al pasar un dedo por el umbral de la puerta y ensuciarlo de polvo. — En fin, otra estafa más. Deberíamos irnos.
Mefisto hizo caso omiso a su sugerencia, y escudriñó una luminosa montaña de escombros, mientras el brujo esperaba reposando su espalda sobre una valla algo resistente. Al encontrar un esqueleto, su compañero se volvió y le señaló que se marcharan, no sin antes echar una segunda ojeada y revelar algo: entre la indumentaria del esqueleto había, cubierto por los harapos, un huevo dorado, reluciente y macizo. No podía creerlo... ¡era verdad! En respuesta, el mercenario raudamente se acercó al huevo y lo tomó con un gesto de ladrón, abrazándolo con ambos brazos.
—Digo que vendamos esto al mejor postor. ¡Imagínate la de dinero que podemos hacer con esto! Ha llegado una nueva era, compañero: ¡Tatsuya y Mefisto, los nuevos magnates de Aerandir! — exclamó entusiasmado, mientras ocultaba el objeto dentro de su kimono.
Rápidamente se volvió a su caballo y partió con prisa de regreso a Sacrestic Ville, sonriente por el favor que le había concedido el Dios del viento. No hizo ni una pausa en todo el viaje y hostigó a su caballo durante todo el camino de regreso. Ni siquiera quiso voltear a ver si Mefisto podía seguirle el paso. El dinero era suyo, y pronto podría gozar de la opulencia.
Ya el sol comenzaba a descender por el horizonte de poniente cuando su exhausto corcel arribó a la villa. Sin perder ni un segundo, lo encaminó a la casa de empeño más cercana, y al bajarse, ejerció un fuerte placaje contra la puerta. El propietario tras el mostrador, quien estaba terminando de limpiar para cerrar el negocio, pegó un salto y estuvo a punto de maldecir al visitante... de no ser porque vio aquello que el brujo llevaba entre sus brazos.
—¿Eso es... lo que creo que es? — inquirió mientras se colocaba unos anteojos para examinarlo de cerca.
—Claro... que... lo es. Inspecciónalo si quieres y págame, que estoy ansioso de salir de esta pocilga. — respondió entre jadeos.
El experto tomó una lupa y revisó cautelosamente la cáscara del huevo, deteniéndose de cuando en cuando en algunas áreas para acomodar sus anteojos. A veces hacía muecas que el brujo no sabía cómo interpretar: no parecían del todo agradables, pero tampoco eran un gesto de disgusto. Así transcurrió la próxima hora, en la cual Tatsuya tomó asiento frente al mostrador y dio pisotones al suelo de madera, impaciente por recibir su pago. No quiso comunicarse con el elfo, ni mucho menos dirigirle la palabra al encargado. Solo quería pensar en las formas en que iba a gastar su fortuna.
—Lamento decirte que es falso. — concluyó. El espadachín se quedó boquiabierto, casi a punto de soltar una lágrima, de no ser porque el encargado continuó — Sin embargo, hay algo extraño en su estructura. Parece oro de verdad, y sin embargo no lo es. Cualquier otra persona te lo devolvería, pero yo estaré dispuesto a pagarte una buena suma de Aeros de igual forma. Me vendría bien estudiarlo.
—¿Cuánto? — preguntó.
—800 Aeros. 400 para ti, y 400 para el elfo.
—¡¿800 Aeros?! Debes de estar de coña. Lo siento mucho, pero me marcho con mi huevo. Ya habrá gente menos avara por ahí.
El hombre se despidió con un ademán, y el espadachín abandonó el recinto en compañía del elfo, no sin antes cerrar la puerta con un portazo.
Al día siguiente, no le quedó de otra que regresar:
—Ahora que lo pienso, no me vendrían mal esos 800 Aeros. — dijo al colocar el huevo sobre el mostrador.
Tatsuya Suō
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Re: ¿Has visto mis huevos? [Trabajo] [Tatsuya + Mefisto] [+18] [CERRADO]
El brujo se hizo con aquél dorado huevo con la velocidad de un halcón, y lo meció en sus brazos con el amor que no le tendría nunca a un hijo. No pude sino reírme al ser testigo de tal escena.
—Supongo que eso sería más útil que guardarlo por ahí, sí. —me imaginé los usos que podía darle a esos Aeros, y no me disgustaban las posibilidades— Pero no puedo negar que sería un pisapapeles que estaría orgulloso de presumir.
El brujo se alejó con la misma velocidad con la que tomó el huevo, y tras unos instantes de comprobar la distancia recorrida, me di cuenta de que el hijo de puta no tenía intenciones de esperarme. Aceleré entonces el paso, montando mi caballo y quejándome en alto varias veces en el proceso, a las que hizo caso omiso. Partimos a Sacrestic Ville, trayecto en el que estuve preocupado de que nuestros pobres caballos no se desmayaran.
Tatsuya, con el ímpetu de un codicioso de mierda y la agilidad de un espadachín desgraciado, no desperdició ni un movimiento para bajarse del caballo y entrar al local donde vendería el huevo, una vez llegados a Sacrestic Ville. Me bajé del caballo, con mucho menos apuro ahora que ya estábamos en el sitio. También entré al establecimiento, tras disculparme profusamente con el exhausto animal.
Dentro me conseguí con el encargado, que examinaba con delicadeza el huevo de oro, y Tatsuya, que aguardaba con desespero una respuesta. Me senté a esperar. Y esperé un buen rato. Con el aburrimiento y el viaje, terminé quedándome dormido por el cansancio.
La voz del encargado me devolvió a la vigilia, no sé cuánto tiempo después.
"Es falso", aseguró. Apenas pude contener las ganas de reírme que aquello me causó, evitando así recibir una puñalada del decepcionado Tatsuya. El hombre continuó hablando, ofreciendo un trato que alivió un poco la pesadez en el gesto de Tatsuya.
Claro, hasta que dijo el precio que estaba dispuesto a dar, con lo que Tatsuya respondió de la forma que Tatsuya suele responder; quejándose con una pataleta de adulto, y saliendo del lugar de forma violenta. Lo acompañé, no sin antes disculparme con el encargado haciendo un gesto de empatía con el rostro e inclinando ligeramente la cabeza.
—Sabes... No creo que haya sido tan mala oferta.
Había seguido al espadachín a todo lugar en el que la gente estaba dispuesta a pagar por algo tan peculiar, y en cada uno de esos lugares Tatsuya salió de la misma forma, poco a poco aceptando el inevitable desenlace de esa historia.
Al día siguiente, salí de la casa de empeños un poco más rico.
Y con una sensación curiosa. Como si me hubiese quitado de los hombros un peso que no sabía que tenía encima.
—Supongo que eso sería más útil que guardarlo por ahí, sí. —me imaginé los usos que podía darle a esos Aeros, y no me disgustaban las posibilidades— Pero no puedo negar que sería un pisapapeles que estaría orgulloso de presumir.
El brujo se alejó con la misma velocidad con la que tomó el huevo, y tras unos instantes de comprobar la distancia recorrida, me di cuenta de que el hijo de puta no tenía intenciones de esperarme. Aceleré entonces el paso, montando mi caballo y quejándome en alto varias veces en el proceso, a las que hizo caso omiso. Partimos a Sacrestic Ville, trayecto en el que estuve preocupado de que nuestros pobres caballos no se desmayaran.
Tatsuya, con el ímpetu de un codicioso de mierda y la agilidad de un espadachín desgraciado, no desperdició ni un movimiento para bajarse del caballo y entrar al local donde vendería el huevo, una vez llegados a Sacrestic Ville. Me bajé del caballo, con mucho menos apuro ahora que ya estábamos en el sitio. También entré al establecimiento, tras disculparme profusamente con el exhausto animal.
Dentro me conseguí con el encargado, que examinaba con delicadeza el huevo de oro, y Tatsuya, que aguardaba con desespero una respuesta. Me senté a esperar. Y esperé un buen rato. Con el aburrimiento y el viaje, terminé quedándome dormido por el cansancio.
La voz del encargado me devolvió a la vigilia, no sé cuánto tiempo después.
"Es falso", aseguró. Apenas pude contener las ganas de reírme que aquello me causó, evitando así recibir una puñalada del decepcionado Tatsuya. El hombre continuó hablando, ofreciendo un trato que alivió un poco la pesadez en el gesto de Tatsuya.
Claro, hasta que dijo el precio que estaba dispuesto a dar, con lo que Tatsuya respondió de la forma que Tatsuya suele responder; quejándose con una pataleta de adulto, y saliendo del lugar de forma violenta. Lo acompañé, no sin antes disculparme con el encargado haciendo un gesto de empatía con el rostro e inclinando ligeramente la cabeza.
—Sabes... No creo que haya sido tan mala oferta.
Había seguido al espadachín a todo lugar en el que la gente estaba dispuesta a pagar por algo tan peculiar, y en cada uno de esos lugares Tatsuya salió de la misma forma, poco a poco aceptando el inevitable desenlace de esa historia.
Al día siguiente, salí de la casa de empeños un poco más rico.
Y con una sensación curiosa. Como si me hubiese quitado de los hombros un peso que no sabía que tenía encima.
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*Offrol: Pues realmente sería una sola complicación gigante, desde el momento desde que llegamos a la aldea y entramos en influencia del artefacto maldito, hasta que rompemos la pesadilla y seguimos con nuestras vidas, ajenos a la demencial experiencia que sufrimos. Pero sería terriblemente engorroso subrayar todo el tema, así que dejaré la nota aquí para no hacer spoilers (?Mefisto
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