Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
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Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
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Cuando desperté, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] estaba tendida a mi lado, observándome. Ambos estábamos desnudos sobre su cama, con nuestros cuerpos enlazándose con sus sábanas blancas de seda, ligeramente húmedas por el sudor. Su mano izquierda acariciaba mi pecho ligeramente peludo, enlazando sus dedos en él. En mi mano derecha, relucía el anillo plateado con una amatista que ella me había regalado unos días antes, símbolo de que contaba con la protección de su familia.
- Es una pena que tengas que marcharte- me dijo, mirándome a los ojos antes de besarme en los labios.
- ¿Marcharme? ¿Ya te has cansado de mí?
La Dama me sonrió con malicia y se puso en pie, dejándome una asombrosa vista de su femenino cuerpo. Se dirigió hasta los pies de la cama, frente a la cual, había un pequeño mueble, con varios cajones. Abrió uno de ellos y sacó un pergamino de él. Tras echar una mirada a mi cuerpo desnudo, me lanzó el papel sobre la cama.
- Una amiga, una de las pocas mujeres de la ciudad que estimo, tiene un problema. Le dije que encontraría a alguien que pudiese ayudarla y que escribiera una carta contando de qué se trataba. En ese pliego tienes toda la información... Al leerla, pensé en tí. No hay nadie más idóneo para ese trabajo. Ahora, es hora de que te marches...
Salió de la habitación vestida con una fina bata de terciopelo, dejando la puerta cerrada tras de sí. Con gran curiosidad, abrí el pergamino y procedí a la lectura.
Al parecer, una misteriosa mujer requería los servicios de un espía discreto para investigar los actos de un hombre en el puerto de Baslodia aquella misma noche. El hombre llevaría un sombrero con una pluma verde y la autora de aquel escrito, posiblemente una esposa o la prometida de ese hombre, quería averiguar qué asuntos se traía entre manos.
Me vestí rápidamente y cómo marcaba la costumbre, salí de la Casa Burzán por la ventana del dormitorio, saltando hacia el tejado de la vivienda anexa.
Me dirigí hacia la Taberna del Puerto, dispuesto a tomarme una cerveza antes de comenzar aquella misión. Mientras disfrutaba de la birra, un grupo de marineros entró en la taberna. Eran bastante ruidosos y parecían cómo si llevaran varios largos días en alta mar y no hubieran pisado tierra en mucho tiempo.
Algunos de ellos solicitaban algún trabajo eventual, de unos días, tener un ingreso extra antes de echarse de nuevo a la mar. Uno de ellos destacaba sobre el resto: su piel era azulada, tenía tatuajes en sus brazos fuertes de marinero y cabello largo trenzado. Sin duda, no pasaba desapercibido, pero en la oscuridad de la noche, todos éramos sombras. Incluso él.
Le hice un gesto con mi mano, invitándole a acercarse. Mientras caminaba hacia mí, lo analizaba rápidamente, intentando obtener la máxima información de él.
- Buenas tardes, marinero. Creo que buscas trabajo y yo requiero a un compañero para una labor discreta... Puedes serme útil. ¿Quieres sentarte? Creo que deberías leer esto... Ya me dirás si estás interesado
Le cedí aquel pergamino repleto de letras cuidadosamente escritas. Mientras observaba cómo el pirata leía su contenido, me preguntaba si su ayuda me sería útil, o si terminaría siendo la cabeza de turco si algo salía mal... Cualquiera de las dos opciones me valía.
- Es una pena que tengas que marcharte- me dijo, mirándome a los ojos antes de besarme en los labios.
- ¿Marcharme? ¿Ya te has cansado de mí?
La Dama me sonrió con malicia y se puso en pie, dejándome una asombrosa vista de su femenino cuerpo. Se dirigió hasta los pies de la cama, frente a la cual, había un pequeño mueble, con varios cajones. Abrió uno de ellos y sacó un pergamino de él. Tras echar una mirada a mi cuerpo desnudo, me lanzó el papel sobre la cama.
- Una amiga, una de las pocas mujeres de la ciudad que estimo, tiene un problema. Le dije que encontraría a alguien que pudiese ayudarla y que escribiera una carta contando de qué se trataba. En ese pliego tienes toda la información... Al leerla, pensé en tí. No hay nadie más idóneo para ese trabajo. Ahora, es hora de que te marches...
Salió de la habitación vestida con una fina bata de terciopelo, dejando la puerta cerrada tras de sí. Con gran curiosidad, abrí el pergamino y procedí a la lectura.
Al parecer, una misteriosa mujer requería los servicios de un espía discreto para investigar los actos de un hombre en el puerto de Baslodia aquella misma noche. El hombre llevaría un sombrero con una pluma verde y la autora de aquel escrito, posiblemente una esposa o la prometida de ese hombre, quería averiguar qué asuntos se traía entre manos.
Me vestí rápidamente y cómo marcaba la costumbre, salí de la Casa Burzán por la ventana del dormitorio, saltando hacia el tejado de la vivienda anexa.
Me dirigí hacia la Taberna del Puerto, dispuesto a tomarme una cerveza antes de comenzar aquella misión. Mientras disfrutaba de la birra, un grupo de marineros entró en la taberna. Eran bastante ruidosos y parecían cómo si llevaran varios largos días en alta mar y no hubieran pisado tierra en mucho tiempo.
Algunos de ellos solicitaban algún trabajo eventual, de unos días, tener un ingreso extra antes de echarse de nuevo a la mar. Uno de ellos destacaba sobre el resto: su piel era azulada, tenía tatuajes en sus brazos fuertes de marinero y cabello largo trenzado. Sin duda, no pasaba desapercibido, pero en la oscuridad de la noche, todos éramos sombras. Incluso él.
Le hice un gesto con mi mano, invitándole a acercarse. Mientras caminaba hacia mí, lo analizaba rápidamente, intentando obtener la máxima información de él.
- Buenas tardes, marinero. Creo que buscas trabajo y yo requiero a un compañero para una labor discreta... Puedes serme útil. ¿Quieres sentarte? Creo que deberías leer esto... Ya me dirás si estás interesado
Le cedí aquel pergamino repleto de letras cuidadosamente escritas. Mientras observaba cómo el pirata leía su contenido, me preguntaba si su ayuda me sería útil, o si terminaría siendo la cabeza de turco si algo salía mal... Cualquiera de las dos opciones me valía.
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Última edición por Eden el Miér 06 Nov 2019, 20:19, editado 2 veces
Eden
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Después de horas en altamar, se empezaba a hacer de noche, y a estos marineros les asustaba la noche, así que dimos rumbo al puerto más cercano, Baslodia. Solo había ido a ese sitio una vez, y era un sitio un poco caro, si quería divertirme por lo menos, tendría que encontrar un pequeño trabajo antes, pero nada de picar piedra.
Pronto atracamos en el puerto de Baslodia, era un puerto bastante pequeño pero con muchos edificios, uno de los cuales resaltaba por ser una taberna. Ahí podría conseguir las dos cosas que me interesaban de momento, una botella de ron y un trabajo.
No fui el único pirata en entrar y mientras todos pedían sus tragos y ofrecían sus habilidades para ser contratados, yo miraba entre la multitud, un hombre, joven, de prendas bonitas y anillos en las manos, me hacía señas para acercarme a él. Podría ser dos cosas: algún adinerado de clase alta o un ladrón que había guardado muy bien sus fortunas. A juzgar por como detallaba todo, supuse que era la segunda.
Se mostró muy cordial, me saludó, me ofreció sentarme y me pasó un papel con una información, quería que fuese su compañero para espiar a un hombre con un sombrero con una pluma verde, debíamos seguirlo hasta la mañana siguiente he informarle qué hacía a quién nos contrataba. El ladrón me preguntaba si estaba interesado, me quedé viendo el papel un momento. Yo no era bueno espiando y siendo sigiloso, pero si estábamos en un puerto podría ser muy útil.
Por otra parte con la llegada de tantos piratas a Baslodia, sería más fácil ocultarme entre la multitud. Me levanté del asiento y estiré mi mano. — Soy Tobias Pharra. No soy ni el más ágil, ni el más silencioso, pero puedo servir de fuerza, además, sé como moverme en los puertos. — Procedí a seguir al humano en la búsqueda del objetivo a espiar.
Pronto atracamos en el puerto de Baslodia, era un puerto bastante pequeño pero con muchos edificios, uno de los cuales resaltaba por ser una taberna. Ahí podría conseguir las dos cosas que me interesaban de momento, una botella de ron y un trabajo.
No fui el único pirata en entrar y mientras todos pedían sus tragos y ofrecían sus habilidades para ser contratados, yo miraba entre la multitud, un hombre, joven, de prendas bonitas y anillos en las manos, me hacía señas para acercarme a él. Podría ser dos cosas: algún adinerado de clase alta o un ladrón que había guardado muy bien sus fortunas. A juzgar por como detallaba todo, supuse que era la segunda.
Se mostró muy cordial, me saludó, me ofreció sentarme y me pasó un papel con una información, quería que fuese su compañero para espiar a un hombre con un sombrero con una pluma verde, debíamos seguirlo hasta la mañana siguiente he informarle qué hacía a quién nos contrataba. El ladrón me preguntaba si estaba interesado, me quedé viendo el papel un momento. Yo no era bueno espiando y siendo sigiloso, pero si estábamos en un puerto podría ser muy útil.
Por otra parte con la llegada de tantos piratas a Baslodia, sería más fácil ocultarme entre la multitud. Me levanté del asiento y estiré mi mano. — Soy Tobias Pharra. No soy ni el más ágil, ni el más silencioso, pero puedo servir de fuerza, además, sé como moverme en los puertos. — Procedí a seguir al humano en la búsqueda del objetivo a espiar.
Tobias Pharra
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
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Le observaba atentamente mientras leía el pergamino. Me preguntaba cuál era el motivo para que tuviese esa piel tan azul. Por un corto rato, creí que se trataba de un hombre bestia y que tenía rasgos de un extraño animal que apenas conocía, pero definitivamente me di cuenta de que no era así.
Se presentó muy amablemente y yo me pregunté si ese sería su nombre verdadero o el típico alias que das para evitar que den con tu paradero. A veces, yo utilizaba algún apodo o nombre falso, pero allí todos me conocían.
- Yo soy Eden. Creo que me vendrá bien contar con tu compañía y ayuda. ¡Quién sabe cómo puede acabar una noche cómo ésta! ¿Quieres tomar algo?- le pregunté mientras señalaba mi jarra de cerveza- Te invitaré yo. Será nuestra forma de dar por concluido nuestro acuerdo de colaboración para este trabajo. Mientras tanto, podrás explicarme por qué tienes esa extraña pigmentación en la piel. He llegado a pensar que eras un extraño hombre lagarto...
Escuché su explicación con gran atención, mientras depuraba la parte final de mi cerveza. Charlamos amigablemente hasta que el ocaso estuvo próximo y entonces, nos pusimos en pie, para marchar en dirección al puerto.
(1) El puerto de Baslodia era humilde. Frente a los muelles, había algunos almacenes, separados por estrechos callejones que al caer la noche, serían oscuros. Uno de ellos, era el Callejón del Desamparado y recordé que, apenas unas noches antes, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] A lo largo de los muelles, habían muchas cajas de madera, que podían ayudar a ocultarnos y a desplazarnos por el lugar con bastante discreción, aunque la mejor panorámica, sin duda, la ofrecería el tejado de alguno de los almacenes.
- Al puerto sólo se accede por dos lugares desde la ciudad: el primero es el más común, por delante de la taberna- le dije en el centro del muelle, mirando hacia el camino por el que habíamos venido-. Es una entrada luminosa, ancha, dónde siempre hay gente bebiendo, marineros como tú o hombres buscando prostitutas... No es una entrada discreta. En cambio...
Me giré para quedar frente al Callejón del Desamparado, una estrecha callejuela que conectaba la parte trasera de los almacenes del puerto con el barrio con más delincuencia de la ciudad.
- Apuesto a que ese hombre busca discreción, por lo que seguramente entrará por el Callejón del Desamparado. Algún desalmado cometió un crimen aquí hace unos días- sonreí al referirme a mí mismo en esos términos y continué con la explicación- Si te adentras en él, estoy seguro de que aún verás los restos de una mancha roja de sangre en el suelo... A pesar del riesgo, estoy seguro de que entrará por aquí y que caminará en dirección opuesta a la taberna, buscando más privacidad hacia la parte final del puerto.
Miré hacia el tejado de uno de los almacenes y luego al cuerpo de mi compañero, que parecía bastante fuerte. Sonriéndole, le pregunté:
- ¿Sabes escalar o eres uno de esos marineros que ni siquiera pueden trepar el mástil?
Normalmente, utilizaba esa expresión con una clara connotación sexual y reí, ya que la utilizaba de forma literal por primera vez.
Se presentó muy amablemente y yo me pregunté si ese sería su nombre verdadero o el típico alias que das para evitar que den con tu paradero. A veces, yo utilizaba algún apodo o nombre falso, pero allí todos me conocían.
- Yo soy Eden. Creo que me vendrá bien contar con tu compañía y ayuda. ¡Quién sabe cómo puede acabar una noche cómo ésta! ¿Quieres tomar algo?- le pregunté mientras señalaba mi jarra de cerveza- Te invitaré yo. Será nuestra forma de dar por concluido nuestro acuerdo de colaboración para este trabajo. Mientras tanto, podrás explicarme por qué tienes esa extraña pigmentación en la piel. He llegado a pensar que eras un extraño hombre lagarto...
Escuché su explicación con gran atención, mientras depuraba la parte final de mi cerveza. Charlamos amigablemente hasta que el ocaso estuvo próximo y entonces, nos pusimos en pie, para marchar en dirección al puerto.
(1) El puerto de Baslodia era humilde. Frente a los muelles, había algunos almacenes, separados por estrechos callejones que al caer la noche, serían oscuros. Uno de ellos, era el Callejón del Desamparado y recordé que, apenas unas noches antes, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] A lo largo de los muelles, habían muchas cajas de madera, que podían ayudar a ocultarnos y a desplazarnos por el lugar con bastante discreción, aunque la mejor panorámica, sin duda, la ofrecería el tejado de alguno de los almacenes.
- Al puerto sólo se accede por dos lugares desde la ciudad: el primero es el más común, por delante de la taberna- le dije en el centro del muelle, mirando hacia el camino por el que habíamos venido-. Es una entrada luminosa, ancha, dónde siempre hay gente bebiendo, marineros como tú o hombres buscando prostitutas... No es una entrada discreta. En cambio...
Me giré para quedar frente al Callejón del Desamparado, una estrecha callejuela que conectaba la parte trasera de los almacenes del puerto con el barrio con más delincuencia de la ciudad.
- Apuesto a que ese hombre busca discreción, por lo que seguramente entrará por el Callejón del Desamparado. Algún desalmado cometió un crimen aquí hace unos días- sonreí al referirme a mí mismo en esos términos y continué con la explicación- Si te adentras en él, estoy seguro de que aún verás los restos de una mancha roja de sangre en el suelo... A pesar del riesgo, estoy seguro de que entrará por aquí y que caminará en dirección opuesta a la taberna, buscando más privacidad hacia la parte final del puerto.
Miré hacia el tejado de uno de los almacenes y luego al cuerpo de mi compañero, que parecía bastante fuerte. Sonriéndole, le pregunté:
- ¿Sabes escalar o eres uno de esos marineros que ni siquiera pueden trepar el mástil?
Normalmente, utilizaba esa expresión con una clara connotación sexual y reí, ya que la utilizaba de forma literal por primera vez.
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(1) Utilización de la habilidad: Análisis de Rutinas (rasgo)
Eden tiene la capacidad de observar a una persona, un edificio, una ruta comercial o una estancia, sacando un efectivo análisis que le permite conocer el momento más oportuno para efectuar un ataque o robo de la forma más eficaz, aunque pueden ocurrir imprevistos y situaciones inesperadas, producto del destino o del azar.
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Eden, así se presentó. Me ofreció un trago. — ¡RON! — Grité hacia la barra. — No tenemos ron, lo siento. — Respondió el cantinero. — ¿Cómo no tienen ron en un bar de un puerto? — Exclamé ante él. — Sólo tenemos cerveza e hidromiel. — Puse cara de disgusto. — Cerveza será.
— ¿Mi piel? Ah sí, a veces olvido que soy azul, ehh... — Suspiré, supongo que contarle esto a un ladrón más de Baslodia no iba a ser problema. — Algunos lo llaman maldición, otros bendición, algunos me llaman fenómeno, muchos marineros quisieran tener mis habilidades, soy un dragón que controla el agua, no es lo mismo que un hombre lagarto, nado como tiburón y muerdo como orca. — Dije esperando que entendiera las capacidades de estos animales. — Aunque no pueda volar, o moverme bien en tierra.
Terminamos con una amistosa charla y las cervezas, el chico me caía bien. Salimos de la taberna, el sol estaba ocultándose y algunos de los rayos de sol que aún quedaban, iluminaban tenuemente la zona, dejando una vista limpia del panorama, poco a poco ese efecto se iba desapareciendo, y dejarían de verse con tanta claridad las pocas casas que había, algunas parecían estar abandonadas o destruidas. — ¿Ha pasado algo feo en Baslodia? En este puerto no hay mucha vida, entiendo por qué querría venir aquí el sombrerito.
Seguí caminando atento a la respuesta de Eden, pisé y mi bota se encharcó de agua, había llovido o eso parecía, curiosamente entre las calles de Baslodia había un sistema que devolvía el agua al mar cuando llovía. Una pequeño hundimiento en la tierra que eventualmente llevaría esas aguas a otro sitio. Me detuve un momento, y el pícaro comenzó a desenvolver su explicación referente a la tarea.
Era muy hábil, analizó todas las entradas posibles y dedujo por donde iba a pasar el hombre que buscábamos, sonaba bastante lógico. — Parece que eres un experto en el oficio. — Le dije, y le seguí el paso, una vez cerca del Callejón del Desamparado. Ahí a lo lejos se podía difícilmente ver una opaca mancha de sangre, que poco a poco se limpiaba por el flujo de agua producto de la poca lluvia que cayó, parece que los crímenes en esta ciudad son eventualmente limpiados por obra de la naturaleza, tampoco era que me importara la justicia, y mucho menos ese incauto que apuñalaron en un callejón.
— ¿Sabes escalar o eres uno de esos marineros que ni siquiera pueden trepar el mástil? — Río unos momentos después de decirlo, no entendía porque, digo, sí hay marineros que no trepan.
Vi a mí al rededor, un par de cajas me podían ayudar a subir, eran casi 4 metros de altura para el techo. Me acerqué, estaban mojadas, y la madera parecía débil, seguramente llevarían tiempo ahí y las lluvias fueron frecuentes esos días. A mi lado, había un pequeño muro, de esos que salen un poco de la estructura para aguantar el peso del techo y que las paredes no se abrieran, traté de subirme a él, pero sin éxito resbalé, me tropecé con una caja y esta se rompió, algo de ruido inundó el callejón y me giré hacia Eden. — Lo siento, no soy bueno en esto, ¿me echas una mano?
Él parecía un experto moviéndose por las calles, hizo una acrobacia para subirse, y luego me ayudó. Una vez arriba, el tejado parecía un poco más seco que las calles. Nos echamos a esperar, y observar quién podía pasar. Eden se veía concentrado en su trabajo. — Debería pensar como Eden. — Me dije. La luna ya estaba de camino a lo más alto del cielo y transmitía un suave brillo que impregnaba las calles, se podía sentir el sereno en el aire, en este momento ir con una chaqueta no era lo mejor, en Baslodia las noches eran frías. Miré al lado opuesto de donde miraba Eden, la orilla del puerto, normalmente era una pequeña playa con un par de puentes que ayudaban al desembarco, en este caso, no.
Supongo que con tantos trabajos mineros en esta ciudad, le habían echado más ganas a todo eso, había un piso de piedra, más o menos al nivel del mar que conectaba con aquellos puentes, más atrás había escaleras que llevaban a la calle principal del puerto, la marea estaba algo agresiva, de vez en cuando chocaba una ola que llegaba hasta las escaleras. Me distraje un momento oyendo el sonido de las olas, y cuando volví a mí. Volteé — Es ese. — Pensé, luego vi bien. — Tobias, ni siquiera lleva sombrero que te pasa.
Producto de alguna paranoia o algo, me volteé y me recosté en el tejado, mirando al cielo, no veía ninguna estrella y estaba algo nublado. — ¿Cómo lo haces? — Me dirigí a Eden. — Es tu trabajo, ¿no? Vigilar gente desde tejados y hacer acrobacias de gato, a veces me impaciento un poco y me pregunto como puede haber gente tan meticulosa. — Eso de sincerarme ante el joven en una noche como esta, no era más que un despeje pasajero de mis pensamientos.
No era momento de tonterías, volví a vigilar y en el puerto, ahora había un barco, no muy grande, de velas altas y angostas, se tambaleaba un poco con la marea y el viento, tenía colores oscuros, entrecerré los ojos y más arriba de la roda, había una decoración, como un perro o algo así. El barco había llegado sin avisar, lo cuál era extraño. — Discreción. — Pensé, había que vigilar el barco y se lo hice saber a Eden.
— Ese barco, el que llegó hace poco, no ha anclado, no avisó su llegada ni nada, nadie ha desembarcado, y parece que no tienen la intención de hacerlo. Es un navío pequeño, incluso un solo hombre podría navegarlo sin problemas, seguiré echándole ojo. — Parecía que esto de espiar se me comenzaba a dar bien.
Off rol: La parte donde Eden se supone que hace una acrobacia la describes tú.
— ¿Mi piel? Ah sí, a veces olvido que soy azul, ehh... — Suspiré, supongo que contarle esto a un ladrón más de Baslodia no iba a ser problema. — Algunos lo llaman maldición, otros bendición, algunos me llaman fenómeno, muchos marineros quisieran tener mis habilidades, soy un dragón que controla el agua, no es lo mismo que un hombre lagarto, nado como tiburón y muerdo como orca. — Dije esperando que entendiera las capacidades de estos animales. — Aunque no pueda volar, o moverme bien en tierra.
Terminamos con una amistosa charla y las cervezas, el chico me caía bien. Salimos de la taberna, el sol estaba ocultándose y algunos de los rayos de sol que aún quedaban, iluminaban tenuemente la zona, dejando una vista limpia del panorama, poco a poco ese efecto se iba desapareciendo, y dejarían de verse con tanta claridad las pocas casas que había, algunas parecían estar abandonadas o destruidas. — ¿Ha pasado algo feo en Baslodia? En este puerto no hay mucha vida, entiendo por qué querría venir aquí el sombrerito.
Seguí caminando atento a la respuesta de Eden, pisé y mi bota se encharcó de agua, había llovido o eso parecía, curiosamente entre las calles de Baslodia había un sistema que devolvía el agua al mar cuando llovía. Una pequeño hundimiento en la tierra que eventualmente llevaría esas aguas a otro sitio. Me detuve un momento, y el pícaro comenzó a desenvolver su explicación referente a la tarea.
Era muy hábil, analizó todas las entradas posibles y dedujo por donde iba a pasar el hombre que buscábamos, sonaba bastante lógico. — Parece que eres un experto en el oficio. — Le dije, y le seguí el paso, una vez cerca del Callejón del Desamparado. Ahí a lo lejos se podía difícilmente ver una opaca mancha de sangre, que poco a poco se limpiaba por el flujo de agua producto de la poca lluvia que cayó, parece que los crímenes en esta ciudad son eventualmente limpiados por obra de la naturaleza, tampoco era que me importara la justicia, y mucho menos ese incauto que apuñalaron en un callejón.
— ¿Sabes escalar o eres uno de esos marineros que ni siquiera pueden trepar el mástil? — Río unos momentos después de decirlo, no entendía porque, digo, sí hay marineros que no trepan.
Vi a mí al rededor, un par de cajas me podían ayudar a subir, eran casi 4 metros de altura para el techo. Me acerqué, estaban mojadas, y la madera parecía débil, seguramente llevarían tiempo ahí y las lluvias fueron frecuentes esos días. A mi lado, había un pequeño muro, de esos que salen un poco de la estructura para aguantar el peso del techo y que las paredes no se abrieran, traté de subirme a él, pero sin éxito resbalé, me tropecé con una caja y esta se rompió, algo de ruido inundó el callejón y me giré hacia Eden. — Lo siento, no soy bueno en esto, ¿me echas una mano?
Él parecía un experto moviéndose por las calles, hizo una acrobacia para subirse, y luego me ayudó. Una vez arriba, el tejado parecía un poco más seco que las calles. Nos echamos a esperar, y observar quién podía pasar. Eden se veía concentrado en su trabajo. — Debería pensar como Eden. — Me dije. La luna ya estaba de camino a lo más alto del cielo y transmitía un suave brillo que impregnaba las calles, se podía sentir el sereno en el aire, en este momento ir con una chaqueta no era lo mejor, en Baslodia las noches eran frías. Miré al lado opuesto de donde miraba Eden, la orilla del puerto, normalmente era una pequeña playa con un par de puentes que ayudaban al desembarco, en este caso, no.
Supongo que con tantos trabajos mineros en esta ciudad, le habían echado más ganas a todo eso, había un piso de piedra, más o menos al nivel del mar que conectaba con aquellos puentes, más atrás había escaleras que llevaban a la calle principal del puerto, la marea estaba algo agresiva, de vez en cuando chocaba una ola que llegaba hasta las escaleras. Me distraje un momento oyendo el sonido de las olas, y cuando volví a mí. Volteé — Es ese. — Pensé, luego vi bien. — Tobias, ni siquiera lleva sombrero que te pasa.
Producto de alguna paranoia o algo, me volteé y me recosté en el tejado, mirando al cielo, no veía ninguna estrella y estaba algo nublado. — ¿Cómo lo haces? — Me dirigí a Eden. — Es tu trabajo, ¿no? Vigilar gente desde tejados y hacer acrobacias de gato, a veces me impaciento un poco y me pregunto como puede haber gente tan meticulosa. — Eso de sincerarme ante el joven en una noche como esta, no era más que un despeje pasajero de mis pensamientos.
No era momento de tonterías, volví a vigilar y en el puerto, ahora había un barco, no muy grande, de velas altas y angostas, se tambaleaba un poco con la marea y el viento, tenía colores oscuros, entrecerré los ojos y más arriba de la roda, había una decoración, como un perro o algo así. El barco había llegado sin avisar, lo cuál era extraño. — Discreción. — Pensé, había que vigilar el barco y se lo hice saber a Eden.
— Ese barco, el que llegó hace poco, no ha anclado, no avisó su llegada ni nada, nadie ha desembarcado, y parece que no tienen la intención de hacerlo. Es un navío pequeño, incluso un solo hombre podría navegarlo sin problemas, seguiré echándole ojo. — Parecía que esto de espiar se me comenzaba a dar bien.
Off rol: La parte donde Eden se supone que hace una acrobacia la describes tú.
Última edición por Tobias Pharra el Miér 25 Sep 2019, 22:09, editado 1 vez
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Tobías parecía haberse tomado mi pregunta cómo un reto personal, ya que inmediatamente intentó escalar al tejado. Se subió sobre unas cajas de madera de dudosa dureza y me preguntaba si llegaría a subir al tejado antes de que éstas cedieran. Finalmente no fue así, ya que cayó sobre ellas, quebrándola por completo. No pude evitar reír al ver el destronador ruido que provocó en el callejón.
- No pareces muy cauteloso- le dije, acercándome a él y poniendo mi mano sobre su hombro derecho- Espera.
Desde la pared contraria, cogí impulso hacia la pared que pretendía escalar. Apoyé mi pie derecho sobre ella y me agarré firmemente al borde del tejado. Entonces, elevé las piernas en un rápido movimiento tras un ligero vaivén y caí sobre la azotea del almacén. Tras mirar durante un par de segundos que no había nadie allí, me giré hacia el suelo dónde mi compañero esperaba la ayuda.
Le extendí mi brazo izquierdo y con gran esfuerzo, le aupé hacia el tejado. La verdad es que la fuerza física no era lo mío y tendría molestias en el brazo durante un largo rato. Podía cargar con mi peso, pero apenas con los que eran más corpulentos que yo.
A medida de que atardecía, la luz se reducía poco a poco, dando paso a una fresca noche. Algunas nubes tapaban la mayoría de las estrellas, aunque afortunadamente la luna parecía darnos la luz suficiente para observar el puerto sin grandes problemas de visibilidad... aunque todo podría cambiar si una nube decidía eclipsarla.
Tobías parecía desesperarse y le pregunté que tal llevaba la espera. Se había tumbado sobre la superficie de la azotea y parecía tener poco paciencia para trabajos cómo aquellos. Entonces me preguntó cómo era que aquella tarea se me daba tan bien:
- Mi madre murió cuándo yo era pequeño y mi padre trabajaba en las minas. Zorwin, un ladronzuelo local, me manipuló para utilizarme cómo espía a cambio de un pequeño sueldo: desde entonces, sé analizar todo cuándo veo cómo él me enseñó. Para mí no supone trabajo alguno. Simplemente, las ideas aparecen en mi cabeza y les hago caso. Normalmente funciona... aunque me he metido en algún que otro lío- le dije, sonriente, recordando algunas de esas ocasiones en la que no todo había sucedido bien-. Luego, cuándo mi padre murió y Zorwin se hizo cargo de mí, llegó el aprendizaje completo: saltos, escaladas, robos... incluso, algún que otro crimen. Me he criado entre las sombras de Baslodia. Y viviendo entre sombras, debes ser silencioso, cauteloso, paciente... pero sobretodo, analítico: saber qué debes hacer entre todas las opciones y en qué momento. Eso sólo se consigue observando.
Mis palabras parecieron surgir efecto, ya que Tobías decidió volver a vigilar. Entonces, se dio cuenta de la presencia de un barco que llegaba a tierra con bastante sigilo. Si yo le había dado cátedra sobre ciertos asuntos, su experiencia en el mar se hacía igualmente valiosa. Escuché su aviso sobre el barco y la opinión basada en su experiencia de hombre de mar.
- Te cedo el barco pues, yo me quedo con el suelo. Odio el mar. Ni siquiera sé nadar. Incluso detesto viajar en barco. Una vez fui en barco hasta Lunargenta y nunca más. Vomité hasta mi primera comida. Prefiero mil veces los caminos aunque se tarde el doble o el triple de tiempo que un océano bravo y traicionero. ¡No entiendo cómo podéis vivir así!
Desde que estábamos en lo más alto del tejado, habíamos visto pasar a algún que otro hombre, pero ninguno de ellos llevaba sombrero y la mayoría de ellos había entrado por la entrada principal del puerto.
Entonces, escuché los pasos e hice un gesto a Tobías para que guardara silencio. Me acerqué cauteloso hacia el Callejón del Desamparado y vi una figura humana acercándose en la lejanía. El lugar estaba solitario, desierto, algo más luminoso que unas noches antes, cuándo había estado allí mismo, resolviendo otro problema.
Tras un breve momento, vi cómo pasaba por el Callejón un hombre con un sombrero. En él, reposaba una pluma, aunque no distinguí su color hasta que salió por completo del Callejón, siendo iluminado entonces por la luz plateada de la luna. Sin duda, la pluma era de color verde. Aquel hombre parecía ser el hombre que habíamos estado esperando.
(1) Le observé detenidamente, analizándole por completo: un hombre que parecía de mediana edad, tendría unos 35 años. Vestía de colores oscuros, quizás buscando la máxima discreción, aunque nada ayudaba su sombrero, que parecía ser la prenda más característica y peculiar de toda su vestimenta. Su estatura parecía media, no era demasiado alto, y aunque no era obeso, tenía algo de sobrepeso, concentrado mayormente en su vientre. Cojeaba de la pierna izquierda ligeramente al andar.
- Sin duda, ese es nuestro hombre. Veamos que hace- susurré.
Pero no hizo gran cosa, al menos en el primer momento. Parecía observar su alrededor y esperar alguna señal o acontecimiento, ya que no paraba de mirar a los lados. Quizás esperaba a alguien.
Poco a poco, fue caminando hacia el mar, acercándose a los barcos que estaban allí anclados. A medida de que se alejaba, la visibilidad se hacía más complicada, por lo que era hora de abandonar nuestro punto de vigilancia. Afortunadamente, las cajas de carga de los barcos se encontraban difuminadas por todo el puerto y nos serviría para ocultarnos y movernos sigilosamente entre ellas.
- Bajemos. Debemos seguirle. Ahora hay que ser silenciosos, así que evita romper otra caja de madera al caer- bromeé.
Dando por hecho que para bajar hasta el suelo no necesitaría mi ayuda, salté.
- No pareces muy cauteloso- le dije, acercándome a él y poniendo mi mano sobre su hombro derecho- Espera.
Desde la pared contraria, cogí impulso hacia la pared que pretendía escalar. Apoyé mi pie derecho sobre ella y me agarré firmemente al borde del tejado. Entonces, elevé las piernas en un rápido movimiento tras un ligero vaivén y caí sobre la azotea del almacén. Tras mirar durante un par de segundos que no había nadie allí, me giré hacia el suelo dónde mi compañero esperaba la ayuda.
Le extendí mi brazo izquierdo y con gran esfuerzo, le aupé hacia el tejado. La verdad es que la fuerza física no era lo mío y tendría molestias en el brazo durante un largo rato. Podía cargar con mi peso, pero apenas con los que eran más corpulentos que yo.
A medida de que atardecía, la luz se reducía poco a poco, dando paso a una fresca noche. Algunas nubes tapaban la mayoría de las estrellas, aunque afortunadamente la luna parecía darnos la luz suficiente para observar el puerto sin grandes problemas de visibilidad... aunque todo podría cambiar si una nube decidía eclipsarla.
Tobías parecía desesperarse y le pregunté que tal llevaba la espera. Se había tumbado sobre la superficie de la azotea y parecía tener poco paciencia para trabajos cómo aquellos. Entonces me preguntó cómo era que aquella tarea se me daba tan bien:
- Mi madre murió cuándo yo era pequeño y mi padre trabajaba en las minas. Zorwin, un ladronzuelo local, me manipuló para utilizarme cómo espía a cambio de un pequeño sueldo: desde entonces, sé analizar todo cuándo veo cómo él me enseñó. Para mí no supone trabajo alguno. Simplemente, las ideas aparecen en mi cabeza y les hago caso. Normalmente funciona... aunque me he metido en algún que otro lío- le dije, sonriente, recordando algunas de esas ocasiones en la que no todo había sucedido bien-. Luego, cuándo mi padre murió y Zorwin se hizo cargo de mí, llegó el aprendizaje completo: saltos, escaladas, robos... incluso, algún que otro crimen. Me he criado entre las sombras de Baslodia. Y viviendo entre sombras, debes ser silencioso, cauteloso, paciente... pero sobretodo, analítico: saber qué debes hacer entre todas las opciones y en qué momento. Eso sólo se consigue observando.
Mis palabras parecieron surgir efecto, ya que Tobías decidió volver a vigilar. Entonces, se dio cuenta de la presencia de un barco que llegaba a tierra con bastante sigilo. Si yo le había dado cátedra sobre ciertos asuntos, su experiencia en el mar se hacía igualmente valiosa. Escuché su aviso sobre el barco y la opinión basada en su experiencia de hombre de mar.
- Te cedo el barco pues, yo me quedo con el suelo. Odio el mar. Ni siquiera sé nadar. Incluso detesto viajar en barco. Una vez fui en barco hasta Lunargenta y nunca más. Vomité hasta mi primera comida. Prefiero mil veces los caminos aunque se tarde el doble o el triple de tiempo que un océano bravo y traicionero. ¡No entiendo cómo podéis vivir así!
Desde que estábamos en lo más alto del tejado, habíamos visto pasar a algún que otro hombre, pero ninguno de ellos llevaba sombrero y la mayoría de ellos había entrado por la entrada principal del puerto.
Entonces, escuché los pasos e hice un gesto a Tobías para que guardara silencio. Me acerqué cauteloso hacia el Callejón del Desamparado y vi una figura humana acercándose en la lejanía. El lugar estaba solitario, desierto, algo más luminoso que unas noches antes, cuándo había estado allí mismo, resolviendo otro problema.
Tras un breve momento, vi cómo pasaba por el Callejón un hombre con un sombrero. En él, reposaba una pluma, aunque no distinguí su color hasta que salió por completo del Callejón, siendo iluminado entonces por la luz plateada de la luna. Sin duda, la pluma era de color verde. Aquel hombre parecía ser el hombre que habíamos estado esperando.
(1) Le observé detenidamente, analizándole por completo: un hombre que parecía de mediana edad, tendría unos 35 años. Vestía de colores oscuros, quizás buscando la máxima discreción, aunque nada ayudaba su sombrero, que parecía ser la prenda más característica y peculiar de toda su vestimenta. Su estatura parecía media, no era demasiado alto, y aunque no era obeso, tenía algo de sobrepeso, concentrado mayormente en su vientre. Cojeaba de la pierna izquierda ligeramente al andar.
- Sin duda, ese es nuestro hombre. Veamos que hace- susurré.
Pero no hizo gran cosa, al menos en el primer momento. Parecía observar su alrededor y esperar alguna señal o acontecimiento, ya que no paraba de mirar a los lados. Quizás esperaba a alguien.
Poco a poco, fue caminando hacia el mar, acercándose a los barcos que estaban allí anclados. A medida de que se alejaba, la visibilidad se hacía más complicada, por lo que era hora de abandonar nuestro punto de vigilancia. Afortunadamente, las cajas de carga de los barcos se encontraban difuminadas por todo el puerto y nos serviría para ocultarnos y movernos sigilosamente entre ellas.
- Bajemos. Debemos seguirle. Ahora hay que ser silenciosos, así que evita romper otra caja de madera al caer- bromeé.
Dando por hecho que para bajar hasta el suelo no necesitaría mi ayuda, salté.
__________________________________
(1) Utilización de la habilidad: Análisis de Rutinas (rasgo)
Eden tiene la capacidad de observar a una persona, un edificio, una ruta comercial o una estancia, sacando un efectivo análisis que le permite conocer el momento más oportuno para efectuar un ataque o robo de la forma más eficaz, aunque pueden ocurrir imprevistos y situaciones inesperadas, producto del destino o del azar.
Última edición por Eden el Sáb 28 Sep 2019, 19:17, editado 1 vez
Eden
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
La historia de Eden me había conmovido un poco, huérfano al igual que yo, tuvimos que sucumbir a los actos callejeros, en este caso, eramos lo mismo, niños que cayeron presa de una desgracia y tuvieron que buscar un mundo para ellos, yo había elegido el mar y él, las calles. Pero al fin y al cabo, nos convertimos en lo mismo.
— Já. — Reí un poco al escuchar las historias de mar de Eden. — Tranquilo muchacho, la primera vez que navegué, hasta vomité la leche que me había dado mi madre de pequeño. Todo es cuestión de costumbre. — Me hizo un gesto para callarme, por un momento creí que se había molestado, pero oí un par de pasos. Eden se asomó y yo lo seguí con cautela, ahí estaba la pluma y el sombrero, el hombre parecía estar borracho o cojeaba.
Fue caminando al puerto y se le veía nervioso, poco a poco se acercaba a los barcos. Pero ya no podíamos verle bien. Nos bajamos del techo. — Como un gato. — Le dije a Eden cuando bajé con mucha gracia del techo y lo seguí, por suerte no había roto ninguna caja. Fuimos moviéndonos entre cajas para ocultarnos.
Pronto, nos dimos cuenta a donde se movía, al barco que acababa de llegar. Le señalé a Eden y nos dirigíamos a la parte derecha del puerto, donde había partes viejas de botes y barcos, ahí nos podríamos camuflar bien y no estaba muy lejos de aquel barco. Íbamos lento, no queríamos hacer ningún ruido, pasamos por la calle hasta bajar en el sitio que queríamos. Una vez cubiertos por el velo de la noche y entre aquellas maderas, me asomé. Teníamos muy buena visibilidad, pero no oíamos bien, la distancia y las olas chocando con la piedra, era una combinación desventajosa. Se veía como el hombre gritaba algo, agitó su mano en forma de saludo y desde las sombras del barco comenzó a salir una figura reconocida...
— Cazón. — Dije en voz alta. La tenue luz de la luna dejaba ver al gran tiburón, con una gran gabardina abierta de colores oscuros, una mano de garfio y una pata de palo producto de sus heridas de la última vez que lo vi. Esbozó una sonrisa de oreja a oreja, mostrando sus numerosos dientes. Se me congeló la sangre, fue como ver al diablo mismo en persona, por un momento me dolía el pecho donde hacía ya un año que Cazón me había dañado con su ancla. Sabía muy bien que Cazón no se alegraría de ver a nadie salvo que estuviera muriendo frente a sus ojos o si se trataba de dinero.
En este caso era más que obvio que sería dinero y algún trato. Me volteé a Eden. — Escucha, yo también tengo algo de historia, en resumen, fui un niño huérfano en Beltrexus, que poco a poco fue buscando su lugar en los puertos. — Ver a Cazón otra vez, me intimidaba un poco, no mentiré. El seguro era la persona que más me odiaba en el mundo. — No trabajé en ninguna tripulación hasta que Cazón, aquel tiburón, me contrató, al principio gozaba de muchos beneficios y cantidades absurdas de dinero, pero su tripulación en el tiempo libre eran unos asesinos sin razón, no me malinterpretes, matar no es problema para mí, pero todos ellos lo hacían por placer. — Trataba de no parecer un falso pirata.
— No por dinero, no por poder, no por algún favor, mataban porque les gustaba ver la sangre correr y las vidas irse... Incluso había gente en Costa Piraña de donde vengo, que le temían. Uno de mis compañeros de tripulación; Soka que fue contratado el mismo día que yo y no era un loco como los demás... era con quien me emborrachaba cada tanto, solía decir ''Yo no creo en Dios, pero le temo''. — Suspiré un momento y me callé unos instantes, puse un tono más serio. — Yo creo en los Dioses, y la única cosa que me asusta es Cazón. — Una nube pasaba por el cielo, tapando la luz de la luna, no se podía ver nada de lo que sucedía en el barco de Cazón.
— Aunque hace un tiempo lo confronté. Luego de que matara a Soka por desobedecerlo, lo había mandado a matar a una niña... Y no solo lo mató, se mofó de eso y bebió de su sangre, se hizo un collar con sus tripas, Cazón no es un hombre con quien se juegue o con quien se razone. Ese mismo día decidí traicionar a su tripulación, me lancé al agua, me transformé y hundí el barco, Cazón peleó contra mí, pude quitarle un brazo y una pierna, pero me hirió en el pecho. — Mostré mi cicatriz a Eden. — Luego de eso, ninguno de los podía seguir en la batalla, por suerte, pude huir porque mis heridas no eran tan graves como las suyas. — Volví a mirar hacia el barco, la nube se había disipado y ahora se podía volver a ver a Cazón.
— Pelearle puede ser mala idea. Igual, nuestro trabajo es vigilar no proteger. Pero sí el hombre se sube a ese barco, quizás no salga y no podremos saber qué hará en él. — Así como si mi lengua fuese mágica, el señor de la pluma verde, estiró la mano hacia Cazón y este lo ayudó a subirse al barco. — Mierda, mierda. — No podíamos ver qué hacían. Por un momento no sabía si era la fría noche de Baslodia, o la imagen de mi némesis en persona, pero sentía que temblaba un poco.
Me giré a ver a Eden, esperando que este haya visto algo que yo no, y tenga algún as bajo la manga.
Por el momento no hizo falta, pues el hombre salió del barco al poco tiempo, sonriente caminando de vuelta al puerto mientras enrollaba un papel y lo metía en el bolsillo de su bolso. Ahora había un bache en nuestro informe, sin esa información no conseguiríamos completar el trabajo, necesitábamos conocer lo que decía ese papel y saber qué discutió con Cazón. El barco zarpó y poco a poco comenzó a salir de nuestro rango de visión. Suspiré con tranquilidad y el dije a Eden. — Debemos conseguir ese papel.
————————
Off rol: Complicación:Supongo que cuenta como tal, pues perdimos el rastro del hombre de la pluma y para completar el espionaje necesitamos averiguar qué hay en el papel.
Aunque hay partes de la historia de mi personaje que se exponen aquí y no están tan detalladas en la ficha de personaje, pronto las agregaré allá.
— Já. — Reí un poco al escuchar las historias de mar de Eden. — Tranquilo muchacho, la primera vez que navegué, hasta vomité la leche que me había dado mi madre de pequeño. Todo es cuestión de costumbre. — Me hizo un gesto para callarme, por un momento creí que se había molestado, pero oí un par de pasos. Eden se asomó y yo lo seguí con cautela, ahí estaba la pluma y el sombrero, el hombre parecía estar borracho o cojeaba.
Fue caminando al puerto y se le veía nervioso, poco a poco se acercaba a los barcos. Pero ya no podíamos verle bien. Nos bajamos del techo. — Como un gato. — Le dije a Eden cuando bajé con mucha gracia del techo y lo seguí, por suerte no había roto ninguna caja. Fuimos moviéndonos entre cajas para ocultarnos.
Pronto, nos dimos cuenta a donde se movía, al barco que acababa de llegar. Le señalé a Eden y nos dirigíamos a la parte derecha del puerto, donde había partes viejas de botes y barcos, ahí nos podríamos camuflar bien y no estaba muy lejos de aquel barco. Íbamos lento, no queríamos hacer ningún ruido, pasamos por la calle hasta bajar en el sitio que queríamos. Una vez cubiertos por el velo de la noche y entre aquellas maderas, me asomé. Teníamos muy buena visibilidad, pero no oíamos bien, la distancia y las olas chocando con la piedra, era una combinación desventajosa. Se veía como el hombre gritaba algo, agitó su mano en forma de saludo y desde las sombras del barco comenzó a salir una figura reconocida...
— Cazón. — Dije en voz alta. La tenue luz de la luna dejaba ver al gran tiburón, con una gran gabardina abierta de colores oscuros, una mano de garfio y una pata de palo producto de sus heridas de la última vez que lo vi. Esbozó una sonrisa de oreja a oreja, mostrando sus numerosos dientes. Se me congeló la sangre, fue como ver al diablo mismo en persona, por un momento me dolía el pecho donde hacía ya un año que Cazón me había dañado con su ancla. Sabía muy bien que Cazón no se alegraría de ver a nadie salvo que estuviera muriendo frente a sus ojos o si se trataba de dinero.
En este caso era más que obvio que sería dinero y algún trato. Me volteé a Eden. — Escucha, yo también tengo algo de historia, en resumen, fui un niño huérfano en Beltrexus, que poco a poco fue buscando su lugar en los puertos. — Ver a Cazón otra vez, me intimidaba un poco, no mentiré. El seguro era la persona que más me odiaba en el mundo. — No trabajé en ninguna tripulación hasta que Cazón, aquel tiburón, me contrató, al principio gozaba de muchos beneficios y cantidades absurdas de dinero, pero su tripulación en el tiempo libre eran unos asesinos sin razón, no me malinterpretes, matar no es problema para mí, pero todos ellos lo hacían por placer. — Trataba de no parecer un falso pirata.
— No por dinero, no por poder, no por algún favor, mataban porque les gustaba ver la sangre correr y las vidas irse... Incluso había gente en Costa Piraña de donde vengo, que le temían. Uno de mis compañeros de tripulación; Soka que fue contratado el mismo día que yo y no era un loco como los demás... era con quien me emborrachaba cada tanto, solía decir ''Yo no creo en Dios, pero le temo''. — Suspiré un momento y me callé unos instantes, puse un tono más serio. — Yo creo en los Dioses, y la única cosa que me asusta es Cazón. — Una nube pasaba por el cielo, tapando la luz de la luna, no se podía ver nada de lo que sucedía en el barco de Cazón.
— Aunque hace un tiempo lo confronté. Luego de que matara a Soka por desobedecerlo, lo había mandado a matar a una niña... Y no solo lo mató, se mofó de eso y bebió de su sangre, se hizo un collar con sus tripas, Cazón no es un hombre con quien se juegue o con quien se razone. Ese mismo día decidí traicionar a su tripulación, me lancé al agua, me transformé y hundí el barco, Cazón peleó contra mí, pude quitarle un brazo y una pierna, pero me hirió en el pecho. — Mostré mi cicatriz a Eden. — Luego de eso, ninguno de los podía seguir en la batalla, por suerte, pude huir porque mis heridas no eran tan graves como las suyas. — Volví a mirar hacia el barco, la nube se había disipado y ahora se podía volver a ver a Cazón.
— Pelearle puede ser mala idea. Igual, nuestro trabajo es vigilar no proteger. Pero sí el hombre se sube a ese barco, quizás no salga y no podremos saber qué hará en él. — Así como si mi lengua fuese mágica, el señor de la pluma verde, estiró la mano hacia Cazón y este lo ayudó a subirse al barco. — Mierda, mierda. — No podíamos ver qué hacían. Por un momento no sabía si era la fría noche de Baslodia, o la imagen de mi némesis en persona, pero sentía que temblaba un poco.
Me giré a ver a Eden, esperando que este haya visto algo que yo no, y tenga algún as bajo la manga.
Por el momento no hizo falta, pues el hombre salió del barco al poco tiempo, sonriente caminando de vuelta al puerto mientras enrollaba un papel y lo metía en el bolsillo de su bolso. Ahora había un bache en nuestro informe, sin esa información no conseguiríamos completar el trabajo, necesitábamos conocer lo que decía ese papel y saber qué discutió con Cazón. El barco zarpó y poco a poco comenzó a salir de nuestro rango de visión. Suspiré con tranquilidad y el dije a Eden. — Debemos conseguir ese papel.
————————
Off rol: Complicación:Supongo que cuenta como tal, pues perdimos el rastro del hombre de la pluma y para completar el espionaje necesitamos averiguar qué hay en el papel.
Aunque hay partes de la historia de mi personaje que se exponen aquí y no están tan detalladas en la ficha de personaje, pronto las agregaré allá.
- Cazón:
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Última edición por Tobias Pharra el Dom 29 Sep 2019, 00:24, editado 1 vez
Tobias Pharra
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Nos abrimos paso entre las distintas cajas de mercancías distribuidas por el puerto, siguiendo al hombre del sombrero. Se acercaba poco a poco a los muelles, hacia el barco que había aparecido en el mar un breve rato antes.
Tras camuflarnos tras los restos de un barco que había naufragado, vimos con gran detalle cómo nuestro espiado iba al encuentro de un ser con apariencia bastante grotesca: un ser medio hombre, medio tiburón, que a la vista resultaba bastante desagradable.
- Pero qué asco- susurré al verle con más detalle.
Entonces, Tobias le reconoció y comenzó a contarme la historia que le unía a ese pirata, a medida de que el encuentro se producía. Permanecí tan atento a sus palabras cómo al encuentro de los dos hombres. Sin duda, el tal Cazón era todo un peligro, aunque el hombre del sombrero no parecía temerle: había entrado en el barco, aferrándose a su brazo. Parecían viejos conocidos.
- ¿Qué se traerán entre manos estos dos?- pregunté más a mí mismo que a mi compañero.
Comencé a barajar posibilidades. ¿El hombre del sombrero pretendía huir con Cazón? ¿Tenían algún negocio juntos? ¿Podría ser que nuestro observado no volviera a salir vivo de aquel barco, cómo temía Tobias?
- Creo que deberías ir nadando y...- comencé a decir, unos segundos antes de que el hombre del sombrero volviera a salir al exterior.
Tras despedirse de tan temerario hombre, el hombre del sombrero emprendió su camino de vuelta hacia el puerto. Ahora, entre sus manos, llevaba un documento, enroscado sobre si mismo. Un documento que había sacado del interior del barco. Lo enrolló y lo guardó en un bolsillo interior de su chaqueta, en su lado izquierdo.
Antes de que pudiera hablar, Tobias me comentó sobre el papel, llegando a la misma conclusión que yo: en aquel escrito, podría estar la clave de aquella extraña reunión.
- Veamos hacia dónde se dirige nuestro amigo- susurré, al pasar a escasos metros de nosotros sin percatarse de nuestra presencia.
Me extrañó que no se dirigiera de nuevo hacia el Callejón del Desamparado, sino que su rumbo era la dirección contraria, hacia la zona final del puerto, dónde se situaban los almacenes más antiguos, aunque me imaginé que no se dirigía hacia ellos, sino a otro sitio.
- Creo que nuestro amigo se dirige al Rincón de Amelie- le dije, sonriente, algo pícaro-. Es el prostíbulo más barato, sucio y maloliente de la ciudad. Se rumorea que puedes pillar alguna enfermedad en el rabo sólo al oler el aire del local... No creo que sea cierto, pero si vamos hacia allí, mantén a tu "amiguito" dentro del pantalón.
Caminamos en silencio tras él, que iba a ritmo lento, a causa de su cojera. Poco después, llegó hasta la entrada del Rincón de Amelie y entró en su interior, sin vacilar.
- Esperemos un par de minutos. Si nos ve entrar, no tendrá la impresión de que estábamos siguiéndole- dije ya, a media voz, volviéndome hacia mi compañero- ¿Alguna vez has visitado un prostíbulo decadente? Te advierto que ahí dentro... huele bastante mal
_______________________________________________________Tras camuflarnos tras los restos de un barco que había naufragado, vimos con gran detalle cómo nuestro espiado iba al encuentro de un ser con apariencia bastante grotesca: un ser medio hombre, medio tiburón, que a la vista resultaba bastante desagradable.
- Pero qué asco- susurré al verle con más detalle.
Entonces, Tobias le reconoció y comenzó a contarme la historia que le unía a ese pirata, a medida de que el encuentro se producía. Permanecí tan atento a sus palabras cómo al encuentro de los dos hombres. Sin duda, el tal Cazón era todo un peligro, aunque el hombre del sombrero no parecía temerle: había entrado en el barco, aferrándose a su brazo. Parecían viejos conocidos.
- ¿Qué se traerán entre manos estos dos?- pregunté más a mí mismo que a mi compañero.
Comencé a barajar posibilidades. ¿El hombre del sombrero pretendía huir con Cazón? ¿Tenían algún negocio juntos? ¿Podría ser que nuestro observado no volviera a salir vivo de aquel barco, cómo temía Tobias?
- Creo que deberías ir nadando y...- comencé a decir, unos segundos antes de que el hombre del sombrero volviera a salir al exterior.
Tras despedirse de tan temerario hombre, el hombre del sombrero emprendió su camino de vuelta hacia el puerto. Ahora, entre sus manos, llevaba un documento, enroscado sobre si mismo. Un documento que había sacado del interior del barco. Lo enrolló y lo guardó en un bolsillo interior de su chaqueta, en su lado izquierdo.
Antes de que pudiera hablar, Tobias me comentó sobre el papel, llegando a la misma conclusión que yo: en aquel escrito, podría estar la clave de aquella extraña reunión.
- Veamos hacia dónde se dirige nuestro amigo- susurré, al pasar a escasos metros de nosotros sin percatarse de nuestra presencia.
Me extrañó que no se dirigiera de nuevo hacia el Callejón del Desamparado, sino que su rumbo era la dirección contraria, hacia la zona final del puerto, dónde se situaban los almacenes más antiguos, aunque me imaginé que no se dirigía hacia ellos, sino a otro sitio.
- Creo que nuestro amigo se dirige al Rincón de Amelie- le dije, sonriente, algo pícaro-. Es el prostíbulo más barato, sucio y maloliente de la ciudad. Se rumorea que puedes pillar alguna enfermedad en el rabo sólo al oler el aire del local... No creo que sea cierto, pero si vamos hacia allí, mantén a tu "amiguito" dentro del pantalón.
Caminamos en silencio tras él, que iba a ritmo lento, a causa de su cojera. Poco después, llegó hasta la entrada del Rincón de Amelie y entró en su interior, sin vacilar.
- Esperemos un par de minutos. Si nos ve entrar, no tendrá la impresión de que estábamos siguiéndole- dije ya, a media voz, volviéndome hacia mi compañero- ¿Alguna vez has visitado un prostíbulo decadente? Te advierto que ahí dentro... huele bastante mal
Primera Complicación: Obtener información sobre el documento que Cazón otorgó al hombre del Sombrero.
Última edición por Eden el Miér 30 Oct 2019, 10:03, editado 1 vez
Eden
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Aquello fue raro. «¿Qué planean esos dos?» Ya esto era más que una misión de espionaje, yo mismo tenía que saber en qué andaba Cazón. Seguimos con cautela al hombre, iba lento por su cojera y nosotros aún más lento teníamos que ir, tratando de no hacer ruido alguno y de pasar entre las sombras, logramos descifrar su rumbo. Un burdel, había estado en un par de sitios así, pero no era lo mío. Esperamos para que el hombre no sospechara. Vi el cielo, cada vez se nublaba más, realmente no sabía cuanto tiempo había pasado, o cuanto faltaba para el amanecer, pero seguro llovía.
Frente a la entrada del prostíbulo había un pequeño cartel que decía ''El Rincón de Amelie''. De un lado había un dibujo de unas tetas al aire y del otro unas piernas, parecían tener un brillo de color morado hecho con algún tipo de magia arcana, de las ventanas salía una luz del mismo color, solo que más suave, cuando entramos a la derecha de nosotros había una pequeña mesa, donde nos esperaba una elfa. — Bienvenidos. — Dijo con una voz pícara. — Sus deseos serán realidad. — La mujer vestía ropas que dejaban entrever su feminidad por todos lados. Era de esperarse en un sitio que se mantiene mediante la provocación. El aire se sentía pesado por la combinación sofocante de alcohol y sexo, junto con un olor sofocante a sudor. Aunque el lugar hedía en sobremanera, no podía ser el lugar con peor olor, no si Ciudad Lagarto participaba en la lista.
No hicimos mucho caso a la elfa, y seguimos nuestro trayecto como si hubiéramos pasado cientos de veces por aquel piso de madera cubierto de una tela fina, nos sentamos en un par de muebles, que para nuestra sorpresa eran muy cómodos, cubiertos de una tela que albergaba algodón y hacía una estancia muy acogedora. A la izquierda había una gran escalera que luego se abría hacía dos lados, dando a un segundo piso con habitaciones con cortinas en vez de puertas. A la derecha, un poco después de la ''recepción'' se podían ver algunos cuartos más, solo que esas cortinas no eran tan bonitas, quizás el segundo piso era algún sitio con otros servicios, o mejor olor. Al lado de cada uno de esos cuartos, se podía ver a la mujer que prestaba sus servicios en esa habitación, paradas con mucha sonrisa y poca ropa, algunas mostrando sus tetas y en poses provocativas.
Una de aquellas mujeres tenía sangre en la boca, marcas en el cuello y un ojo morado. Podría ser la fantasía sádica de alguno, o haber sido testigo de un maltrato. Al lado de esta, había una mujer pálida de cabello corto, que mostraba sus dientes de vampiro y sacaba su lengua, mientras se escurría un poco se sangre de su boca abierta. Unos puestos más adelante, había incluso una mujer sin brazos, cada vez la cosa se volvía más extraña y turbia, pasando por mujeres bestia, demasiado ancianas o demasiado jóvenes. Todo eso sin contar los sitios en uso, quién sabe que locuras eróticas estarían pasando en aquellas habitaciones. Parecía que El rincón de Amellie era el sitio donde cualquier tipo de fantasía era real, y no iban en broma, iban a por todas.
Eden y yo no eramos los únicos en los muebles del centro, que estaban acompañados por una pasarela. — ¡Acción! Acción, no dejen a estos hombres aburrirse. — La elfa hacía algunos ademanes y señas con una voz juguetona.
¡Clap, clap!
Unos pequeños aplausos fueron seguidos por las luces, que se apagaron por unos segundos. Volvió a su tono morado.
¡Clap, clap!
Volvió del mismo modo, sin mucha pausa. Volvieron las luces.
¡Clap, clap!
Cuando las luces regresaron, había tres mujeres en la pasarela. Se movían lentamente y con sensualidad, si bien el espectáculo era bueno. Teníamos un objetivo. Miré y miré, pero aquel sombrero no estaba, seguí inspeccionando el lugar y lo encontré, solo que postrado en un modesto palo junto con otro par de sombreros y chaquetas.
Me giré a Eden. — ¿Lo reconoces sin el sombrero? — Esperando que pudiera localizarlo con facilidad. — Bueno, aquí es donde pones en uso tus habilidades de ladrón, consigue el papel.
— Yo me quedaré haciendo una pequeña vigilancia. — Dije mientras miraba el culo de una de las bailarinas. Mi intención no era divertirme mientras mi compañero hacía todo el trabajo, tenía en mente averiguar todo lo posible sobre los negocios del puerto y sobre aquel hombre.
Frente a la entrada del prostíbulo había un pequeño cartel que decía ''El Rincón de Amelie''. De un lado había un dibujo de unas tetas al aire y del otro unas piernas, parecían tener un brillo de color morado hecho con algún tipo de magia arcana, de las ventanas salía una luz del mismo color, solo que más suave, cuando entramos a la derecha de nosotros había una pequeña mesa, donde nos esperaba una elfa. — Bienvenidos. — Dijo con una voz pícara. — Sus deseos serán realidad. — La mujer vestía ropas que dejaban entrever su feminidad por todos lados. Era de esperarse en un sitio que se mantiene mediante la provocación. El aire se sentía pesado por la combinación sofocante de alcohol y sexo, junto con un olor sofocante a sudor. Aunque el lugar hedía en sobremanera, no podía ser el lugar con peor olor, no si Ciudad Lagarto participaba en la lista.
No hicimos mucho caso a la elfa, y seguimos nuestro trayecto como si hubiéramos pasado cientos de veces por aquel piso de madera cubierto de una tela fina, nos sentamos en un par de muebles, que para nuestra sorpresa eran muy cómodos, cubiertos de una tela que albergaba algodón y hacía una estancia muy acogedora. A la izquierda había una gran escalera que luego se abría hacía dos lados, dando a un segundo piso con habitaciones con cortinas en vez de puertas. A la derecha, un poco después de la ''recepción'' se podían ver algunos cuartos más, solo que esas cortinas no eran tan bonitas, quizás el segundo piso era algún sitio con otros servicios, o mejor olor. Al lado de cada uno de esos cuartos, se podía ver a la mujer que prestaba sus servicios en esa habitación, paradas con mucha sonrisa y poca ropa, algunas mostrando sus tetas y en poses provocativas.
Una de aquellas mujeres tenía sangre en la boca, marcas en el cuello y un ojo morado. Podría ser la fantasía sádica de alguno, o haber sido testigo de un maltrato. Al lado de esta, había una mujer pálida de cabello corto, que mostraba sus dientes de vampiro y sacaba su lengua, mientras se escurría un poco se sangre de su boca abierta. Unos puestos más adelante, había incluso una mujer sin brazos, cada vez la cosa se volvía más extraña y turbia, pasando por mujeres bestia, demasiado ancianas o demasiado jóvenes. Todo eso sin contar los sitios en uso, quién sabe que locuras eróticas estarían pasando en aquellas habitaciones. Parecía que El rincón de Amellie era el sitio donde cualquier tipo de fantasía era real, y no iban en broma, iban a por todas.
Eden y yo no eramos los únicos en los muebles del centro, que estaban acompañados por una pasarela. — ¡Acción! Acción, no dejen a estos hombres aburrirse. — La elfa hacía algunos ademanes y señas con una voz juguetona.
¡Clap, clap!
Unos pequeños aplausos fueron seguidos por las luces, que se apagaron por unos segundos. Volvió a su tono morado.
¡Clap, clap!
Volvió del mismo modo, sin mucha pausa. Volvieron las luces.
¡Clap, clap!
Cuando las luces regresaron, había tres mujeres en la pasarela. Se movían lentamente y con sensualidad, si bien el espectáculo era bueno. Teníamos un objetivo. Miré y miré, pero aquel sombrero no estaba, seguí inspeccionando el lugar y lo encontré, solo que postrado en un modesto palo junto con otro par de sombreros y chaquetas.
Me giré a Eden. — ¿Lo reconoces sin el sombrero? — Esperando que pudiera localizarlo con facilidad. — Bueno, aquí es donde pones en uso tus habilidades de ladrón, consigue el papel.
— Yo me quedaré haciendo una pequeña vigilancia. — Dije mientras miraba el culo de una de las bailarinas. Mi intención no era divertirme mientras mi compañero hacía todo el trabajo, tenía en mente averiguar todo lo posible sobre los negocios del puerto y sobre aquel hombre.
Tobias Pharra
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Al entrar en el Rincón de Amelie, fuimos recibidos por una mujer elfa que parecía querer seducirnos. Yo sólo me preguntaba cómo alguien podría ver morboso un sitio como aquel: estaba sucio, olía mal y las mujeres allí presentes carecían de sensualidad alguna.
Yo buscaba al hombre del sombrero aunque en aquel recibidor no había señales de él. Nos sentamos haciéndonos pasar por clientes y vimos cómo la mujer elfa nos ofrecía el disfrute de varias chicas, aunque no tenía intención de prestarle atención a ninguna de ellas. Aunque al parecer mi compañero si tenía capacidad para disfrutar de las vistas.
Tobías me preguntó si reconocía al hombre al que habíamos seguido hasta allí. Observé con detenimiento el lugar: varios hombres estaban en aquella sala, pero ninguno vestía cómo él. Buscaba a alguien de ropas oscuras.
- Debe de haber subido arriba. O quizás a alguna de aquellas salas al fondo de esta planta. Iré a merodear.
Dejé a Tobias sentado frente a las tres mujeres que se empeñaban en hacer algo digno con esa danza algo patética. A medida de que avanzaba por el pasillo me acercaba a dónde estaban otras damas de lo más grotescas: una no tenía brazos, otra parecía haber sido atacada por un vampiro y le corría un hilo de sangre desde el cuello hasta los pechos... por no decir que había varias jovencitas que no tenían edad ni para saber lo que era un pene...
¡Odiaba estos sitios en los que se denigraban a las mujeres de aquella forma y se aprovechaban de sus necesidades o de su indefensión para lucrarse con sus cuerpos! Me sorprendí sonriendo y en ese momento supe que arrasaría con aquel edificio en cuánto tuviese oportunidad... pero aquella no sería esa noche.
Subí al piso superior, dónde el ambiente mejoraba visiblemente. Al parecer, era la zona dónde se encontraban las prostitutas más caras y las que tenía mejor imagen. Las que estaban disponibles estaban de pie, junto a las cortinas de seda que separaban los lechos dónde trabajaban del corredor de la planta.
Distinguí al hombre del sombrero en uno de los extremos de esa planta, en una pequeña habitación cuya puerta estaba abierta. Estaba charlando con un hombre. ¿Era quizás el dueño de aquel lugar?
Me oculté tras una de las columnas del corredor y no perdí detalle de la reunión. Ambos hablaban en voz queda, a la luz de la chimenea que iluminaba aquel discreto rincón.
- Hola guapo- escuché una voz femenina a mi espalda, que interrumpió mi observación- Pareces un espía tras esa columna.
Al girarme, vi a una joven humana de larga melena dorada y grandes ojos azules. Es lo único que vi de ella, ya que al intuir que estaba desnuda, no quise bajar la vista a su cuerpo.
- No tengo tiempo para sexo ahora mismo... aunque te daría una buena propina si eres capaz de informarme un poco sobre esos dos. ¿Sabes quienes son?
La mujer asintió y me ofreció su mano abierta, esperando al menos una mínima parte de la fortuna prometida. Metí la mía en el bolsillo izquierdo de mi pantalón y saqué tres monedas de él, que deposité en su mano.
- El hombre sentado en el escritorio es Martin Merlyn. Da una buena cantidad de dinero a Amelie por utilizar ese rincón cómo su despacho. Algunos hombres vienen a visitarle, ocultándose entre la clientela habitual.
- ¿Y qué me dices del otro?- dije, poniendo de nuevo en su mano un par de monedas más- ¡Espero que seas concreta! ¡Me vas a salir cara!
- Por supuesto. El otro es Samuel, aunque Merlyn le llama Sammy. No conozco su apellido. Viene cada 7 noches, puntual a su cita. Siempre le trae un documento a Merlyn. Charlan un largo rato mientras Merlyn redacta uno nuevo. Merlyn se queda con el que trae Sammy y Sammy se va con el recién creado. Nunca comprendí por qué. Luego, se marchan abajo, toman una copa, a veces tienen sexo con algunas mujeres y desaparece, hasta siete noches más tarde. Los demás parecen temer a Merlyn, ¿sabes? Pero Sammy no. Creo que se conocen desde hace mucho... De hecho, muchos hombres suelen coincidir aquí para hablar con Merlyn, pero la noche que viene Sammy, ¡esa noche sólo aparece él! Es todo muy extraño, ahora que lo pienso...
Yo buscaba al hombre del sombrero aunque en aquel recibidor no había señales de él. Nos sentamos haciéndonos pasar por clientes y vimos cómo la mujer elfa nos ofrecía el disfrute de varias chicas, aunque no tenía intención de prestarle atención a ninguna de ellas. Aunque al parecer mi compañero si tenía capacidad para disfrutar de las vistas.
Tobías me preguntó si reconocía al hombre al que habíamos seguido hasta allí. Observé con detenimiento el lugar: varios hombres estaban en aquella sala, pero ninguno vestía cómo él. Buscaba a alguien de ropas oscuras.
- Debe de haber subido arriba. O quizás a alguna de aquellas salas al fondo de esta planta. Iré a merodear.
Dejé a Tobias sentado frente a las tres mujeres que se empeñaban en hacer algo digno con esa danza algo patética. A medida de que avanzaba por el pasillo me acercaba a dónde estaban otras damas de lo más grotescas: una no tenía brazos, otra parecía haber sido atacada por un vampiro y le corría un hilo de sangre desde el cuello hasta los pechos... por no decir que había varias jovencitas que no tenían edad ni para saber lo que era un pene...
¡Odiaba estos sitios en los que se denigraban a las mujeres de aquella forma y se aprovechaban de sus necesidades o de su indefensión para lucrarse con sus cuerpos! Me sorprendí sonriendo y en ese momento supe que arrasaría con aquel edificio en cuánto tuviese oportunidad... pero aquella no sería esa noche.
Subí al piso superior, dónde el ambiente mejoraba visiblemente. Al parecer, era la zona dónde se encontraban las prostitutas más caras y las que tenía mejor imagen. Las que estaban disponibles estaban de pie, junto a las cortinas de seda que separaban los lechos dónde trabajaban del corredor de la planta.
Distinguí al hombre del sombrero en uno de los extremos de esa planta, en una pequeña habitación cuya puerta estaba abierta. Estaba charlando con un hombre. ¿Era quizás el dueño de aquel lugar?
Me oculté tras una de las columnas del corredor y no perdí detalle de la reunión. Ambos hablaban en voz queda, a la luz de la chimenea que iluminaba aquel discreto rincón.
- Hola guapo- escuché una voz femenina a mi espalda, que interrumpió mi observación- Pareces un espía tras esa columna.
Al girarme, vi a una joven humana de larga melena dorada y grandes ojos azules. Es lo único que vi de ella, ya que al intuir que estaba desnuda, no quise bajar la vista a su cuerpo.
- No tengo tiempo para sexo ahora mismo... aunque te daría una buena propina si eres capaz de informarme un poco sobre esos dos. ¿Sabes quienes son?
La mujer asintió y me ofreció su mano abierta, esperando al menos una mínima parte de la fortuna prometida. Metí la mía en el bolsillo izquierdo de mi pantalón y saqué tres monedas de él, que deposité en su mano.
- El hombre sentado en el escritorio es Martin Merlyn. Da una buena cantidad de dinero a Amelie por utilizar ese rincón cómo su despacho. Algunos hombres vienen a visitarle, ocultándose entre la clientela habitual.
- ¿Y qué me dices del otro?- dije, poniendo de nuevo en su mano un par de monedas más- ¡Espero que seas concreta! ¡Me vas a salir cara!
- Por supuesto. El otro es Samuel, aunque Merlyn le llama Sammy. No conozco su apellido. Viene cada 7 noches, puntual a su cita. Siempre le trae un documento a Merlyn. Charlan un largo rato mientras Merlyn redacta uno nuevo. Merlyn se queda con el que trae Sammy y Sammy se va con el recién creado. Nunca comprendí por qué. Luego, se marchan abajo, toman una copa, a veces tienen sexo con algunas mujeres y desaparece, hasta siete noches más tarde. Los demás parecen temer a Merlyn, ¿sabes? Pero Sammy no. Creo que se conocen desde hace mucho... De hecho, muchos hombres suelen coincidir aquí para hablar con Merlyn, pero la noche que viene Sammy, ¡esa noche sólo aparece él! Es todo muy extraño, ahora que lo pienso...
Última edición por Eden el Miér 30 Oct 2019, 10:06, editado 2 veces
Eden
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Aquel show, era muy malo, patético e incluso asqueroso en ciertos momento, pero tenía que fingir vamos. Quién estuviera en un burdel viendo a todas las mujeres un poco disgustado pecaría de sincero, pero viendo el tipo de gente que había aquí, sería sospechoso. Eden subió al segundo piso, y supuse que conseguiría seguir a ese hombre, y pues. Yo por mi parte decidí unirme a una de las mujeres de la planta de abajo, obviamente con la intención de interrogarla.
Me acerque a la mujer que parecía un poco golpeada, esperando que me siguiera el juego y me ayudará en vez de delatarme o algo así. Incluso podría usar su situación para sacar ventaja. — Oye cariño, ¿tienes tiempo para el chachachá? — Pasé hacia el cuarto y ella me siguió sin pensarlo. — Siempre disponible. Soy Tara, ¿y tú? — Dijo con una voz suave y amable.
Me senté en la cama y antes de que ella comenzara con aquello. — Te ofrezco un trato. Te sacaré de aquí, porque veo que te maltratan, pero tendrás que decirme todo sobre los negocios del puerto. — La mujer se asustó unos instantes era obvio que no estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones, bajó su mirada y vio uno de sus moretones, segundos después. — Está bien, pero yo jamás dije nada. — Asentí y la invité a sentarse al lado mío. — Dicen que en el puerto venden documentos falsos, hay unos hombres, Sam y Martin que son los responsables de ese negocio. Normalmente sus clientes son... Piratas o maleantes... Como tú supongo, hueles a mar. Aunque parecía un poco preocupada, poco a poco ganaba confidencia. — Sam y Martin... ¿De qué tratan esos documentos acaso sabes? — Negó con la cabeza y parecía disculparse con la mirada. — Lo siento, no tengo ni la menor idea, nunca salgo de este lugar. — Tomé su mano un momento. — Tranquila, pronto no tendrás que volver. Por otra parte, será mejor que vuelva a lo mío.
Salimos de esa habitación, hice que me acomodaba el pantalón para disimular. — Parece que mucha cerveza no ayuda. — Parecía que tampoco quería parecer sospechosa, tenía que descubrir que sucedía con esos documentos y pensé en interrogar a otras mujeres, pero quizá no tendría la misma suerte, en el puerto podría ser una buena opción. Salí del establecimiento, planeaba encontrarme minutos más tarde con Eden. Comencé a caminar poco a poco, pero paré en seco abruptamente al ver aquel sombrero con la pluma. «¿Eden se equivocó de persona?». Seguí con cautela al hombre, que lejos de llevar ropas oscuras, traía una camisa blanca, y no cojeaba, se tambaleaba.
Algún borracho había tomado ese sombrero y para su mala suerte había sellado su destino, una flecha abortó su pecho en un abrir y cerrar de ojos, solo se escuchó un quejido y un par de pasos descendiendo del techo, me moví rápido a un lado para no ser visto, una mujer con capucha parecía arrancar la flecha del pecho del pobre hombre para luego chasquear su lengua. — ¿Cómo no pudo ser Sam? — Dijo en voz baja, aunque logré oírla. Pronto comenzó a llover, la mujer se puso la capucha otra vez y puso una pequeña ballesta en su espalda, se dirigió al burdel.
Yo también tendría que ir de nuevo, si el objetivo de nuestro espionaje moría, al menos me gustaría averiguar por qué. Lo más probable era que fuera por el asunto de los documentos, quizás sería una buena oportunidad para averiguar de qué tratan dichos documentos.
Me acerque a la mujer que parecía un poco golpeada, esperando que me siguiera el juego y me ayudará en vez de delatarme o algo así. Incluso podría usar su situación para sacar ventaja. — Oye cariño, ¿tienes tiempo para el chachachá? — Pasé hacia el cuarto y ella me siguió sin pensarlo. — Siempre disponible. Soy Tara, ¿y tú? — Dijo con una voz suave y amable.
Me senté en la cama y antes de que ella comenzara con aquello. — Te ofrezco un trato. Te sacaré de aquí, porque veo que te maltratan, pero tendrás que decirme todo sobre los negocios del puerto. — La mujer se asustó unos instantes era obvio que no estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones, bajó su mirada y vio uno de sus moretones, segundos después. — Está bien, pero yo jamás dije nada. — Asentí y la invité a sentarse al lado mío. — Dicen que en el puerto venden documentos falsos, hay unos hombres, Sam y Martin que son los responsables de ese negocio. Normalmente sus clientes son... Piratas o maleantes... Como tú supongo, hueles a mar. Aunque parecía un poco preocupada, poco a poco ganaba confidencia. — Sam y Martin... ¿De qué tratan esos documentos acaso sabes? — Negó con la cabeza y parecía disculparse con la mirada. — Lo siento, no tengo ni la menor idea, nunca salgo de este lugar. — Tomé su mano un momento. — Tranquila, pronto no tendrás que volver. Por otra parte, será mejor que vuelva a lo mío.
Salimos de esa habitación, hice que me acomodaba el pantalón para disimular. — Parece que mucha cerveza no ayuda. — Parecía que tampoco quería parecer sospechosa, tenía que descubrir que sucedía con esos documentos y pensé en interrogar a otras mujeres, pero quizá no tendría la misma suerte, en el puerto podría ser una buena opción. Salí del establecimiento, planeaba encontrarme minutos más tarde con Eden. Comencé a caminar poco a poco, pero paré en seco abruptamente al ver aquel sombrero con la pluma. «¿Eden se equivocó de persona?». Seguí con cautela al hombre, que lejos de llevar ropas oscuras, traía una camisa blanca, y no cojeaba, se tambaleaba.
Algún borracho había tomado ese sombrero y para su mala suerte había sellado su destino, una flecha abortó su pecho en un abrir y cerrar de ojos, solo se escuchó un quejido y un par de pasos descendiendo del techo, me moví rápido a un lado para no ser visto, una mujer con capucha parecía arrancar la flecha del pecho del pobre hombre para luego chasquear su lengua. — ¿Cómo no pudo ser Sam? — Dijo en voz baja, aunque logré oírla. Pronto comenzó a llover, la mujer se puso la capucha otra vez y puso una pequeña ballesta en su espalda, se dirigió al burdel.
Yo también tendría que ir de nuevo, si el objetivo de nuestro espionaje moría, al menos me gustaría averiguar por qué. Lo más probable era que fuera por el asunto de los documentos, quizás sería una buena oportunidad para averiguar de qué tratan dichos documentos.
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Tras escuchar las palabras de la prostituta, puse rumbo a la planta inferior de nuevo. Esperaba encontrar a Tobias allí, pero había desaparecido de la estancia.
En ese momento, entró una mujer en el local. Iba vestida de negro y llevaba una ballesta con ella. Pareció sonreír a la elfa que regentaba el negocio, a la que propinó una sonora cachetada en una de sus nalgas. Ambas rieron: parecía asidua al lugar.
Fue entonces cuándo Tobías entró de nuevo al prostíbulo. Algún motivo parecía haberle llevado al exterior y en su rostro, gracias a la luz de las velas aromáticas que iluminaban la habitación, intuía cierta preocupación.
- Pareces preocupado, mi amigo. Te contaré lo que he visto y luego me pones al tanto de lo que tengas que decirme- le dije, mientras le llevaba a un lugar apartado para continuar-. Nuestro hombre del sombrero se llama Sam, o Sammy para los amigos, y tiene peculiares negocios con un hombre llamado Martin Merlyn, que tiene una habitación en la planta superior dónde hace algunos de sus negocios. Sam le ha entregado un documento a Martin, que está redactándole otro. Algo se traen entre manos estos dos...
Hice señas a Tobias en dirección a la planta de arriba, escaleras que subimos poco a poco, mientras continuaba hablando, dándole mi opinión sobre el asunto.
- Creo que Cazón y Sam tienen un acuerdo y que Martin es una especie de proveedor...
Dejé de hablar de inmediato en mitad de la ascensión al comprobar que los dos hombres bajaban por las escaleras de forma animada. Martin nos miró detenidamente y nos saludó con un gesto, asintiendo, con una gran sonrisa en la boca. Tras dejarnos paso, ellos continuaron descendiendo y nosotros seguimos hacia arriba.
- Puede que sea nuestra oportunidad- le dije, sabiendo que la pequeña sala de trabajo del hombre estaba vacía en estos momentos-. Creo que deberíamos echar un vistazo a los documentos de Martin... Suelen pasar un rato después de sus encuentros, bebiendo algo abajo... Dime, cuéntame que sabes... parecías preocupado.
En ese momento, entró una mujer en el local. Iba vestida de negro y llevaba una ballesta con ella. Pareció sonreír a la elfa que regentaba el negocio, a la que propinó una sonora cachetada en una de sus nalgas. Ambas rieron: parecía asidua al lugar.
Fue entonces cuándo Tobías entró de nuevo al prostíbulo. Algún motivo parecía haberle llevado al exterior y en su rostro, gracias a la luz de las velas aromáticas que iluminaban la habitación, intuía cierta preocupación.
- Pareces preocupado, mi amigo. Te contaré lo que he visto y luego me pones al tanto de lo que tengas que decirme- le dije, mientras le llevaba a un lugar apartado para continuar-. Nuestro hombre del sombrero se llama Sam, o Sammy para los amigos, y tiene peculiares negocios con un hombre llamado Martin Merlyn, que tiene una habitación en la planta superior dónde hace algunos de sus negocios. Sam le ha entregado un documento a Martin, que está redactándole otro. Algo se traen entre manos estos dos...
Hice señas a Tobias en dirección a la planta de arriba, escaleras que subimos poco a poco, mientras continuaba hablando, dándole mi opinión sobre el asunto.
- Creo que Cazón y Sam tienen un acuerdo y que Martin es una especie de proveedor...
Dejé de hablar de inmediato en mitad de la ascensión al comprobar que los dos hombres bajaban por las escaleras de forma animada. Martin nos miró detenidamente y nos saludó con un gesto, asintiendo, con una gran sonrisa en la boca. Tras dejarnos paso, ellos continuaron descendiendo y nosotros seguimos hacia arriba.
- Puede que sea nuestra oportunidad- le dije, sabiendo que la pequeña sala de trabajo del hombre estaba vacía en estos momentos-. Creo que deberíamos echar un vistazo a los documentos de Martin... Suelen pasar un rato después de sus encuentros, bebiendo algo abajo... Dime, cuéntame que sabes... parecías preocupado.
Última edición por Eden el Miér 30 Oct 2019, 10:10, editado 1 vez
Eden
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
No tuve que caminar mucho para encontrarme con Eden, el burdel seguía siendo el mismo, pero el ambiente ahora era tremendamente diferente la tensión y el peligro que emanaba esa mujer de la ballesta, no solo para Sam, para todos en esta sala, ahora había que ser aún más cautelosos. — Sí, eso de oído. Falsifican documentos o algo. — Miré atento a mi alrededor para ver si alguien nos oía o si aquella mujer estaba viéndonos. — Pasó algo muy extraño. Un borracho tomó el sombrero de Sam, y esa mujer le disparó creyendo que era Sam. — Volví a mirar preocupado. — Debe ser alguien peligroso y lo quiere muerto, ¿deberíamos dejarla hacerlo o protegerlo? — Ahora me quedé mirando hacia Sam y Martin. Quiénes mantenían una silenciosa conversación...
Hasta que. — ¿Y DÓNDE MIEERDAS ESTÁ MI SOMBRERO? — Furioso se movió hasta el perchero. — No es para tanto Sammy, es solo un sombrero. — Trataba de calmarlo Martin. — No, no, tú no entiendes, ese sombrero era de mi abuelo, y de mi padre, no puedo perderlo. — Sam apretaba su puño molesto e irritado, claro que nadie querría perder una reliquia familiar, aunque fuese un ridículo sombrero.
Desde la derecha de ambos, salió una sombra que extendió su mano con un sombrero y con la otra, apartó la capucha y descubrió su cara, dejando ver una melena azul, unos ojos negros y un tatuaje, igualmente azul como su cabello en el ojo izquierdo. — Oh, lo encontré afuera, seguro alguien lo tomó y se le cayó o algo, no creí que fuese suyo. — Ahora, el aliviado Sam tomaba su sombrero de vuelta. — Muchas gracias señorita.
Suspiró. — No vuelvo a dejarlo en ese condenado perchero. — Martin asintió, pero luego lo miró juzgando. — ¿Dónde están tus modales y tu genuino agradecimiento, eh? — Le dio un pequeño golpe en la nuca. — Acompáñenos mademoiselle. Bebamos un poco y divirtámonos. — Sonrió de forma pícara. La mujer procedió a sentarse junto a ellos. Pronto, abrieron una botella de vino.
Si teníamos que encontrar un momento clave, era este, había que movernos hasta la oficina de Martin y averiguar que había ahí, pero teníamos que ser precavidos. — Sí, hay que buscar en esa sala, pero adéntrate tú, yo vigilo. — Pusimos rumbo a aquel pequeño cuarto y una vez en la entrada. — Parece llevarse bien con ellos, también hay que averiguar porqué quiere matarlo. No crees que lo mate en frente de todos, ¿no?
Hasta que. — ¿Y DÓNDE MIEERDAS ESTÁ MI SOMBRERO? — Furioso se movió hasta el perchero. — No es para tanto Sammy, es solo un sombrero. — Trataba de calmarlo Martin. — No, no, tú no entiendes, ese sombrero era de mi abuelo, y de mi padre, no puedo perderlo. — Sam apretaba su puño molesto e irritado, claro que nadie querría perder una reliquia familiar, aunque fuese un ridículo sombrero.
Desde la derecha de ambos, salió una sombra que extendió su mano con un sombrero y con la otra, apartó la capucha y descubrió su cara, dejando ver una melena azul, unos ojos negros y un tatuaje, igualmente azul como su cabello en el ojo izquierdo. — Oh, lo encontré afuera, seguro alguien lo tomó y se le cayó o algo, no creí que fuese suyo. — Ahora, el aliviado Sam tomaba su sombrero de vuelta. — Muchas gracias señorita.
Suspiró. — No vuelvo a dejarlo en ese condenado perchero. — Martin asintió, pero luego lo miró juzgando. — ¿Dónde están tus modales y tu genuino agradecimiento, eh? — Le dio un pequeño golpe en la nuca. — Acompáñenos mademoiselle. Bebamos un poco y divirtámonos. — Sonrió de forma pícara. La mujer procedió a sentarse junto a ellos. Pronto, abrieron una botella de vino.
Si teníamos que encontrar un momento clave, era este, había que movernos hasta la oficina de Martin y averiguar que había ahí, pero teníamos que ser precavidos. — Sí, hay que buscar en esa sala, pero adéntrate tú, yo vigilo. — Pusimos rumbo a aquel pequeño cuarto y una vez en la entrada. — Parece llevarse bien con ellos, también hay que averiguar porqué quiere matarlo. No crees que lo mate en frente de todos, ¿no?
Tobias Pharra
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Escuché con atención la historia de Tobias y vi la escena que comenzó a desarrollarse en la planta inferior. Sin duda, el cazador se aproximaba a una presa inconsciente que sería cazada si no lo remediábamos.
- Sí, será mejor que te quedes vigilando. Ante la más mínima señal de que suben o se van, avísame.
Me dirigí hacia el fondo de la estancia, sorteando prostitutas, algunos prostitutos y los clientes medio desnudos.
La prostituta que había charlado conmigo coqueteaba ahora con uno de los clientes. Al pasar junto a ella, la miré y le guiñé un ojo, continuando mi camino hacia el despacho, que encontré con la puerta cerrada. Hice girar el pomo, pero ésta no se abría. Necesitaba la llave o abrirla por la fuerza. No llevaba ganzúa conmigo en ese momento.
Me alejé un par de metros para coger impulso y cuándo estaba a punto de correr hacia la puerta para derribarla por la fuerza, escuché una voz femenina familiar:
- ¡Espera!- dijo la prostituta, que había dejado atrás a su cliente y se había reunido de nuevo conmigo. Ahora llevaba una larga tela celeste que cubría su cuerpo, hecho que agradecí- Sé cómo puedes entrar...
Se acercó hasta el fondo del pasillo dónde se encontraba la puerta del despacho. Allí había una vieja ventana de madera, que cumplía su función a medias, ya que una corriente de aire frío entraba a través de las numerosas ranuras que ésta tenía. Tras abrirla, vi que había un alféizar exterior, que llegaba hasta la ventana del despacho del hombre y continuaba bordeando el edificio.
- Esta es su salida de emergencia. A veces, Martin ha tenido que huir por ahí. Recuerdo una vez que vino a visitarle un pirata que tenía cuerpo de tiburón. Estaba bastante enfadado... y Martin prefirió huir por la ventana antes de dar la cara... ¡El pirata se acostó con una de mis compañeras! Terminó matándola durante el sexo, hincándole sus dientes en el cuello, mientras fornicaba su ya casi cadáver todo bañado en sangre... ¡Fue un auténtico horror!
Llevé mi mano hasta el bolsillo, dispuesto a darle un par de monedas más. Al ofrecérselas, la mujer cerró mi mano con los aeros aún dentro.
- Esto lo hago gratis. Yo también tengo mis cuentas pendientes con Martin Merlyn.
Tras sonreírle, salí por la ventana, cayendo mis pies sobre el alféizar. Caminé con seguridad por él hasta la ventana de la habitación continua. Tuve suerte, estaba abierta y me introduje en su interior sin gran dificultad.
El despacho era una pequeña sala. La mesa principal se encontraba en estos momentos totalmente despejada. El cajón del escritorio estaba abierto, pero en su interior, no había rastro de los documentos. Junto a la puerta de entrada, se encontraba un pequeño armario, que al abrir, encontré repleto de documentos, enrollados cómo pergaminos y debidamente clasificados. Algunos de ellos estaban ordenados por fechas, por lo que busqué el más reciente.
Tras cogerlo, lo abrí, desplegándolo entre mis ojos. Aquel era el documento original: un contrato entre Sam, el hombre del sombrero; y Cazón, el temible pirata. Continué leyendo para conocer el resto de detalles.
- Sí, será mejor que te quedes vigilando. Ante la más mínima señal de que suben o se van, avísame.
Me dirigí hacia el fondo de la estancia, sorteando prostitutas, algunos prostitutos y los clientes medio desnudos.
La prostituta que había charlado conmigo coqueteaba ahora con uno de los clientes. Al pasar junto a ella, la miré y le guiñé un ojo, continuando mi camino hacia el despacho, que encontré con la puerta cerrada. Hice girar el pomo, pero ésta no se abría. Necesitaba la llave o abrirla por la fuerza. No llevaba ganzúa conmigo en ese momento.
Me alejé un par de metros para coger impulso y cuándo estaba a punto de correr hacia la puerta para derribarla por la fuerza, escuché una voz femenina familiar:
- ¡Espera!- dijo la prostituta, que había dejado atrás a su cliente y se había reunido de nuevo conmigo. Ahora llevaba una larga tela celeste que cubría su cuerpo, hecho que agradecí- Sé cómo puedes entrar...
Se acercó hasta el fondo del pasillo dónde se encontraba la puerta del despacho. Allí había una vieja ventana de madera, que cumplía su función a medias, ya que una corriente de aire frío entraba a través de las numerosas ranuras que ésta tenía. Tras abrirla, vi que había un alféizar exterior, que llegaba hasta la ventana del despacho del hombre y continuaba bordeando el edificio.
- Esta es su salida de emergencia. A veces, Martin ha tenido que huir por ahí. Recuerdo una vez que vino a visitarle un pirata que tenía cuerpo de tiburón. Estaba bastante enfadado... y Martin prefirió huir por la ventana antes de dar la cara... ¡El pirata se acostó con una de mis compañeras! Terminó matándola durante el sexo, hincándole sus dientes en el cuello, mientras fornicaba su ya casi cadáver todo bañado en sangre... ¡Fue un auténtico horror!
Llevé mi mano hasta el bolsillo, dispuesto a darle un par de monedas más. Al ofrecérselas, la mujer cerró mi mano con los aeros aún dentro.
- Esto lo hago gratis. Yo también tengo mis cuentas pendientes con Martin Merlyn.
Tras sonreírle, salí por la ventana, cayendo mis pies sobre el alféizar. Caminé con seguridad por él hasta la ventana de la habitación continua. Tuve suerte, estaba abierta y me introduje en su interior sin gran dificultad.
El despacho era una pequeña sala. La mesa principal se encontraba en estos momentos totalmente despejada. El cajón del escritorio estaba abierto, pero en su interior, no había rastro de los documentos. Junto a la puerta de entrada, se encontraba un pequeño armario, que al abrir, encontré repleto de documentos, enrollados cómo pergaminos y debidamente clasificados. Algunos de ellos estaban ordenados por fechas, por lo que busqué el más reciente.
Tras cogerlo, lo abrí, desplegándolo entre mis ojos. Aquel era el documento original: un contrato entre Sam, el hombre del sombrero; y Cazón, el temible pirata. Continué leyendo para conocer el resto de detalles.
Eden
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Eden ser encargaría de conseguir la información sobre los documentos, mientras que mi mayor preocupación se centraba en la mujer de la capucha y la ballesta. Y, luego de pensarlo un poco, decidí que la mejor manera de mantenerla a raya y de vigilar al resto de personajes era unirme a su conversación.
Bajé tranquilamente las escaleras, cuando me acerqué a las sillas donde estos personajes disfrutaban su compañía el infortunio me acompañó, desde la puerta principal se escuchó el cotidiano sonido de un crujir de la típica puerta vieja, ese sonido que se escondió entre la costumbre ante los oídos de los participantes de tal reunión que siguieron en lo suyo.
Pero yo, quizás por estar alerta o por otras cosas, volteé casi instantáneamente, por aquella entrada pasaron tres hombres, con ropas ligeras, cicatrices y uno con sombrero. Al notar que este último no se quitó tal prenda como forma de clase y cortesía por estar debajo de un techo, deducí lo obvio, sería un pirata más.
Cuando volví mi mirada, esta gente me veían un poco extrañados. Sobretodo Martín y la mujer. Mientras que los recién llegados gritaban hacia donde estábamos. — Martín mi camarada, tenemos un par de cosas de que hablar. — Sonrió maliciosamente. Martín observaba serio pero preocupado a aquel pirata.
No era nada nuevo, si ya había hecho negocios con Cazón, quizás le debía algo a este pirata o tenía algún problema. — Oh por favor, no arruines esta reunión tan pronto. — El marinero me miró mal unos instantes, pero en cambio. — El hombre tiene razón, siéntate y goza de un buen vino. Luego podremos resolver todo esto. — Hizo un ademán invitándonos a sentarnos.
Ambos nos acomodamos en el sillón, yo estaba al lado de Sam y el otro hombre al lado de la mujer. — Bueno, bueno, Sam, sigue contándonos por qué te importa tanto ese sombrero. — Embozó una sonrisa de oreja a oreja, se preparó para seguir su historia, motivado se inclinó un poco hacia el centro de la mesa, y en un momento, su cara cambió drásticamente. Frunció el ceño y arrugó la mirada. — ¿Cómo sabes mi nombre? — La mujer, un poco sorprendida y apenada respondió. — Ay, creí haberlo oído hace nada.
El silencio se apodero de todo el lugar durante escasos instantes, él suspiró y dejó su sombrero en su regazo. — ¿Cómo te llamas tú? — Sam dudaba si eso sería cierto, pero no quería ser grosero. — Mi nombre es Gloria. — La mujer llevó su mano a su boca y dio una risita. — Bueno Gloria, esta pluma verde viene de una semana cazando a un ave estrañísima, llamado Gangör, hay pocos especímenes y a este, lo rastreamos durante días, nos llevó al helado norte más allá de Dundarak, la temperatura era tan baja que una noche, los demás cazadores y yo, estuvimos a punto de morir, pero uno de ellos, muy listo por cierto.
Le dedicó una mirada a Martín y sonrió. — Tuvo la idea de matar a un animal grande y meternos dentro de él para conservar el calor. ¡Una idea de locos! dije al principio. Pero el frío lo hace a uno tomar decisiones como esas, así que matamos a un gran venado. No me gustaba un pelo, pero las cosas que uno hace por sobrevivir, tuve que meterme en el venado para no morir de frío. — Sacó un momento la pluma de su sombrero y la miró de cerca. — Al siguiente día pudimos encontrar al Gangör, un ave inmensa con todos los colores del arcoiris. La cazamos y cada uno se llevó una pluma de un color.
Martín por su parte tenía una pluma morada en su collar. Gloria parecía entusiasmada por la historia, mientras que el marinero apenas satisfecho. Este último se dirigió a mí. — ¿Por qué carajos eres azul? — El resto estaban bastantes curiosos. Sabía que tenía que sacar una respuesta ingeniosa, y después de tantos años que me lo habían preguntado, decidí usar una de tantas historias locas que se me habían ocurrido. — Mira, es una historia corta. Rescaté una mujer pulpo de una embarcación pirata, y me lo agradeció de la mejor manera. Solo que... Cuando las mujeres se emocionan mojan, ¡y esta mujer pulpo tenía tinta azul! — Las carcajadas resonaron en las paredes del lugar por varios minutos, luego de las risas y el regocijo.
Un leve suspiro se escucho de parte de Sam, miró a Gloria. — ¿Por qué tienes una ballesta en la espalda mujer? — La asesina no se inmutó ante la pregunta, casi parecía que había sido apropósito el dejar ver su arma. — Ay, Sammy cariño. Esa es una historia muy trágica, la llevo desde que secuestraron a mi hermana, le puse su nombre a la ballesta, así nunca olvidaría mi propósito. — Posó la ballesta de indudable calidad en su mano y la observó. — Ay, pero qué cosas digo que me desvío. La traigo para poner fin a tu vida. — Apuntó hacia Sam con la ballesta y una mirada fría y casi muerta que penetraba tanto como el proyectil que iba a disparar.
——————
Off rol: Sé que el Gangör no está en el bestiario, pero creo que no es problema.
Bajé tranquilamente las escaleras, cuando me acerqué a las sillas donde estos personajes disfrutaban su compañía el infortunio me acompañó, desde la puerta principal se escuchó el cotidiano sonido de un crujir de la típica puerta vieja, ese sonido que se escondió entre la costumbre ante los oídos de los participantes de tal reunión que siguieron en lo suyo.
Pero yo, quizás por estar alerta o por otras cosas, volteé casi instantáneamente, por aquella entrada pasaron tres hombres, con ropas ligeras, cicatrices y uno con sombrero. Al notar que este último no se quitó tal prenda como forma de clase y cortesía por estar debajo de un techo, deducí lo obvio, sería un pirata más.
Cuando volví mi mirada, esta gente me veían un poco extrañados. Sobretodo Martín y la mujer. Mientras que los recién llegados gritaban hacia donde estábamos. — Martín mi camarada, tenemos un par de cosas de que hablar. — Sonrió maliciosamente. Martín observaba serio pero preocupado a aquel pirata.
No era nada nuevo, si ya había hecho negocios con Cazón, quizás le debía algo a este pirata o tenía algún problema. — Oh por favor, no arruines esta reunión tan pronto. — El marinero me miró mal unos instantes, pero en cambio. — El hombre tiene razón, siéntate y goza de un buen vino. Luego podremos resolver todo esto. — Hizo un ademán invitándonos a sentarnos.
Ambos nos acomodamos en el sillón, yo estaba al lado de Sam y el otro hombre al lado de la mujer. — Bueno, bueno, Sam, sigue contándonos por qué te importa tanto ese sombrero. — Embozó una sonrisa de oreja a oreja, se preparó para seguir su historia, motivado se inclinó un poco hacia el centro de la mesa, y en un momento, su cara cambió drásticamente. Frunció el ceño y arrugó la mirada. — ¿Cómo sabes mi nombre? — La mujer, un poco sorprendida y apenada respondió. — Ay, creí haberlo oído hace nada.
El silencio se apodero de todo el lugar durante escasos instantes, él suspiró y dejó su sombrero en su regazo. — ¿Cómo te llamas tú? — Sam dudaba si eso sería cierto, pero no quería ser grosero. — Mi nombre es Gloria. — La mujer llevó su mano a su boca y dio una risita. — Bueno Gloria, esta pluma verde viene de una semana cazando a un ave estrañísima, llamado Gangör, hay pocos especímenes y a este, lo rastreamos durante días, nos llevó al helado norte más allá de Dundarak, la temperatura era tan baja que una noche, los demás cazadores y yo, estuvimos a punto de morir, pero uno de ellos, muy listo por cierto.
Le dedicó una mirada a Martín y sonrió. — Tuvo la idea de matar a un animal grande y meternos dentro de él para conservar el calor. ¡Una idea de locos! dije al principio. Pero el frío lo hace a uno tomar decisiones como esas, así que matamos a un gran venado. No me gustaba un pelo, pero las cosas que uno hace por sobrevivir, tuve que meterme en el venado para no morir de frío. — Sacó un momento la pluma de su sombrero y la miró de cerca. — Al siguiente día pudimos encontrar al Gangör, un ave inmensa con todos los colores del arcoiris. La cazamos y cada uno se llevó una pluma de un color.
Martín por su parte tenía una pluma morada en su collar. Gloria parecía entusiasmada por la historia, mientras que el marinero apenas satisfecho. Este último se dirigió a mí. — ¿Por qué carajos eres azul? — El resto estaban bastantes curiosos. Sabía que tenía que sacar una respuesta ingeniosa, y después de tantos años que me lo habían preguntado, decidí usar una de tantas historias locas que se me habían ocurrido. — Mira, es una historia corta. Rescaté una mujer pulpo de una embarcación pirata, y me lo agradeció de la mejor manera. Solo que... Cuando las mujeres se emocionan mojan, ¡y esta mujer pulpo tenía tinta azul! — Las carcajadas resonaron en las paredes del lugar por varios minutos, luego de las risas y el regocijo.
Un leve suspiro se escucho de parte de Sam, miró a Gloria. — ¿Por qué tienes una ballesta en la espalda mujer? — La asesina no se inmutó ante la pregunta, casi parecía que había sido apropósito el dejar ver su arma. — Ay, Sammy cariño. Esa es una historia muy trágica, la llevo desde que secuestraron a mi hermana, le puse su nombre a la ballesta, así nunca olvidaría mi propósito. — Posó la ballesta de indudable calidad en su mano y la observó. — Ay, pero qué cosas digo que me desvío. La traigo para poner fin a tu vida. — Apuntó hacia Sam con la ballesta y una mirada fría y casi muerta que penetraba tanto como el proyectil que iba a disparar.
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Off rol: Sé que el Gangör no está en el bestiario, pero creo que no es problema.
Tobias Pharra
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Tras leer el contrato, me quedó bastante clara la naturaleza de los negocios entre aquellos hombres: Cazón y Martin tenían un acuerdo para vender armas, pero ambos utilizaban a Sam como intermediario, por alguna razón que no conocía aún.
Además, el pergamino incluía la venta de las cinco mejores mujeres del local para el pirata y enseguida recordé que la única atractiva que había visto en aquel tugurio era la hermosa chica rubia que me había ayudado, que seguramente entraría en el acuerdo.
Tras guardar el papel entre mis ropajes, volví a salir por la ventana. Desde el alféizar, contemplé cómo un grupo de hombres entraba en el local y cuándo estuve seguro de que nadie podía verme, caminé hasta la ventana contigua para volver al pasillo del prostíbulo, dónde me esperaba la prostituta.
- ¡Vamos, entra!- me gritó nerviosa, aunque aliviada al ver que volvía sin que mi intromisión haya pasado percibida.
- ¿Recuerdas al hombre de tiburón del que me hablaste? Martin pretende vender a cinco mujeres a esa bestia. Más te vale abandonar este lugar lo antes posible, si no quieres ser prisionera de ese malnacido. Avisa a las demás y llevatelas contigo.
Sin tiempo para escuchar su respuesta, caminé a paso veloz hasta las escaleras que comunicaban las dos plantas. A medida de que avanzaba contemplé la nueva situación: el grupo de hombres que había visto entrar rodeaban a Martin, Sam y a la cazadora.
Tobias, que de algún modo, había logrado meterse en la conversación, contaba un chiste sobre el color de su piel, que hizo reír a los presentes. Cuándo había llegado al tramo inferior de las escaleras, la mujer dirigía su ballesta hacia Sam, nuestro hombre del sombrero.
Además, el pergamino incluía la venta de las cinco mejores mujeres del local para el pirata y enseguida recordé que la única atractiva que había visto en aquel tugurio era la hermosa chica rubia que me había ayudado, que seguramente entraría en el acuerdo.
Tras guardar el papel entre mis ropajes, volví a salir por la ventana. Desde el alféizar, contemplé cómo un grupo de hombres entraba en el local y cuándo estuve seguro de que nadie podía verme, caminé hasta la ventana contigua para volver al pasillo del prostíbulo, dónde me esperaba la prostituta.
- ¡Vamos, entra!- me gritó nerviosa, aunque aliviada al ver que volvía sin que mi intromisión haya pasado percibida.
- ¿Recuerdas al hombre de tiburón del que me hablaste? Martin pretende vender a cinco mujeres a esa bestia. Más te vale abandonar este lugar lo antes posible, si no quieres ser prisionera de ese malnacido. Avisa a las demás y llevatelas contigo.
Sin tiempo para escuchar su respuesta, caminé a paso veloz hasta las escaleras que comunicaban las dos plantas. A medida de que avanzaba contemplé la nueva situación: el grupo de hombres que había visto entrar rodeaban a Martin, Sam y a la cazadora.
Tobias, que de algún modo, había logrado meterse en la conversación, contaba un chiste sobre el color de su piel, que hizo reír a los presentes. Cuándo había llegado al tramo inferior de las escaleras, la mujer dirigía su ballesta hacia Sam, nuestro hombre del sombrero.
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Segunda complicación: mantener con vida a Sam hasta que la noche termine
Eden
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
El cuanto el arma apuntó a Sam quién estaba al lado mío...
El tiempo se detuvo, el viento se congeló y los sonidos pararon. Frente a mí se posaba esa asesina, dando la única cara que conoce, la de la muerte. Amenazando apagar la luz de la vida. A mí me gustaba decirle a esto el tiempo divino. Un momento donde los dioses te conceden un plazo para pensar tus acciones, que aunque parezca que podrás hacer todo por la naturaleza de la situación, cuando pienses si quiera en la acción, todo volverá a la normalidad. No, incluso irá más rápido y muchas veces el pensamiento será cosa del pasado, quedando solo el instinto y la inercia en el combate.
Sabía que esto terminaría en un baño de sangre, solamente tenía que escoger un lado. Y ninguno parecía bueno. Aquellos ciegos por la justicia nunca son de fiar, y menos si creen en su propia ley. Estos por otro lado son criminales que se han aliado con Cazón... Pero, mi trato con Eden fue completar aquel trabajo, y si tenemos que dar un informe sobre todo lo que hizo Sam, no podríamos decir que murió frente a nuestros ojos de esta manera.
Así todo volvió a su curso normal, la flecha salió volando rápidamente, y yo tratando de cubrir a Sam puse mi brazo en la trayectoria de la misma. Ahora con una flecha clavada en el antebrazo y la asesina a punto de cargar otra vez. Me dispuse a voltear la mesa para cubrirnos de los disparos.
El marinero al lado de Martin se levantó. — Al final el alboroto no lo he empezado yo. — Tomó al hombre por la camisa. — Tú me debes armas. Desde que te pusiste a hacer negocios con ese tiburoncito me tienes olvidado amigo. Seguro hasta envió algún secuaz para protegerte. — Caminó un poco arrastrando a Martin.
— Te aseguro que no. Jamás trabajaría para alguien, y menos para ese bicho raro. — Volteó hacia mi, podía verlo por uno de los lados de la mesa. — Tampoco importa, Martin me dará el dinero que me debe y me iré. Muchachos encárguense del desastre. — Al ver a los lados venían en resto de sus acompañantes hacia mí. Ya no había rastro de la asesina ni de Eden en la escena.
Rompí ambos lados del proyectil, me levanté, le di la mano a Sam. Refunfuñó. — ¿Por qué debería seguirte? — Fruncí el ceño y clavé la mirada. — Eres tonto, ¿verdad? Acabo de recibir una flecha por ti. — Hizo un pequeño tch, con la boca. — Nadie te lo pidió.
Suspiré. — Eres todo un cabrón, normal que te quieran muerto. — Uno de los piratas venía hacia mí. Trató de clavar su cuchillo, pero lo detuve con mi mano, con la otra lo golpeé en el cuello. Luego lo tomé del torso y lo batuqueé contra el suelo, quedó ahí tendido. Sam se levantó volviendo a su compostura y arreglando un poco sus ropas. — Veo que por lo menos eres útil. Ayúdanos y te recompensaré — Hizo un ademán refiriéndose al dinero. Aunque no le creía accedí, sabía que igual tendría una paga de una u otra manera.
Dirigiéndome a ayudar a Martin rápidamente, un golpe conectó con mi cara desde la derecha. Me tambeleé y casi caigo al piso. Había sido un buen golpe, quedaba entonces un secuaz. Mi piel, se tornaba cada vez de un azul más oscuro, las escamas comenzaban a salir poco a poco. Me lancé contra él, de un barrido lo tumbe. Pero logró conectar un golpe de su jefe, con un mazo.
Caí hacia un lado, la adrenalina estaba fluyendo intensamente, la ira y el fervor estaban en auge. Me levanté rápido, esquivé el segundo, pero un rodillazo dio en mi pecho, echándome para atrás. Lo que en otros casos vendría acompañado por un ardor en la zona de impacto y una fuerte molestia. En este instante no, cualquier sensación se veía aplacada por la furia de la batalla. Completé entonces mi transformación, mi cuerpo se alargó, mis manos y pies desaparecieron, uniéndose en un solo largo cuerpo serpentino, que reptó entre el suelo del lugar para llegar a sus adversarios. Golpeando al secuaz con la cola, dejándolo inconsciente, ahora solo quedaba el jefe, que estaba frente a mí. Mientras lo veía con ojos reptiles, podía sentir el agua y el éter fluir con esta.
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Habilidad Racial.
El tiempo se detuvo, el viento se congeló y los sonidos pararon. Frente a mí se posaba esa asesina, dando la única cara que conoce, la de la muerte. Amenazando apagar la luz de la vida. A mí me gustaba decirle a esto el tiempo divino. Un momento donde los dioses te conceden un plazo para pensar tus acciones, que aunque parezca que podrás hacer todo por la naturaleza de la situación, cuando pienses si quiera en la acción, todo volverá a la normalidad. No, incluso irá más rápido y muchas veces el pensamiento será cosa del pasado, quedando solo el instinto y la inercia en el combate.
Sabía que esto terminaría en un baño de sangre, solamente tenía que escoger un lado. Y ninguno parecía bueno. Aquellos ciegos por la justicia nunca son de fiar, y menos si creen en su propia ley. Estos por otro lado son criminales que se han aliado con Cazón... Pero, mi trato con Eden fue completar aquel trabajo, y si tenemos que dar un informe sobre todo lo que hizo Sam, no podríamos decir que murió frente a nuestros ojos de esta manera.
Así todo volvió a su curso normal, la flecha salió volando rápidamente, y yo tratando de cubrir a Sam puse mi brazo en la trayectoria de la misma. Ahora con una flecha clavada en el antebrazo y la asesina a punto de cargar otra vez. Me dispuse a voltear la mesa para cubrirnos de los disparos.
El marinero al lado de Martin se levantó. — Al final el alboroto no lo he empezado yo. — Tomó al hombre por la camisa. — Tú me debes armas. Desde que te pusiste a hacer negocios con ese tiburoncito me tienes olvidado amigo. Seguro hasta envió algún secuaz para protegerte. — Caminó un poco arrastrando a Martin.
— Te aseguro que no. Jamás trabajaría para alguien, y menos para ese bicho raro. — Volteó hacia mi, podía verlo por uno de los lados de la mesa. — Tampoco importa, Martin me dará el dinero que me debe y me iré. Muchachos encárguense del desastre. — Al ver a los lados venían en resto de sus acompañantes hacia mí. Ya no había rastro de la asesina ni de Eden en la escena.
Rompí ambos lados del proyectil, me levanté, le di la mano a Sam. Refunfuñó. — ¿Por qué debería seguirte? — Fruncí el ceño y clavé la mirada. — Eres tonto, ¿verdad? Acabo de recibir una flecha por ti. — Hizo un pequeño tch, con la boca. — Nadie te lo pidió.
Suspiré. — Eres todo un cabrón, normal que te quieran muerto. — Uno de los piratas venía hacia mí. Trató de clavar su cuchillo, pero lo detuve con mi mano, con la otra lo golpeé en el cuello. Luego lo tomé del torso y lo batuqueé contra el suelo, quedó ahí tendido. Sam se levantó volviendo a su compostura y arreglando un poco sus ropas. — Veo que por lo menos eres útil. Ayúdanos y te recompensaré — Hizo un ademán refiriéndose al dinero. Aunque no le creía accedí, sabía que igual tendría una paga de una u otra manera.
Dirigiéndome a ayudar a Martin rápidamente, un golpe conectó con mi cara desde la derecha. Me tambeleé y casi caigo al piso. Había sido un buen golpe, quedaba entonces un secuaz. Mi piel, se tornaba cada vez de un azul más oscuro, las escamas comenzaban a salir poco a poco. Me lancé contra él, de un barrido lo tumbe. Pero logró conectar un golpe de su jefe, con un mazo.
Caí hacia un lado, la adrenalina estaba fluyendo intensamente, la ira y el fervor estaban en auge. Me levanté rápido, esquivé el segundo, pero un rodillazo dio en mi pecho, echándome para atrás. Lo que en otros casos vendría acompañado por un ardor en la zona de impacto y una fuerte molestia. En este instante no, cualquier sensación se veía aplacada por la furia de la batalla. Completé entonces mi transformación, mi cuerpo se alargó, mis manos y pies desaparecieron, uniéndose en un solo largo cuerpo serpentino, que reptó entre el suelo del lugar para llegar a sus adversarios. Golpeando al secuaz con la cola, dejándolo inconsciente, ahora solo quedaba el jefe, que estaba frente a mí. Mientras lo veía con ojos reptiles, podía sentir el agua y el éter fluir con esta.
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Tobias Pharra
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Todo sucedió realmente deprisa. La asesina disparó sin piedad contra Sam. En ese momento, pensé que acababan ahí nuestras opciones de cobrar este trabajo, pero el rápido movimiento de Tobías hizo que el hombre del sombrero saliera airoso del ataque.
Me dispuse a atacar a la asesina, pero aquellos hombres que habían ido a arreglar cuentas con Martin se interpusieron en mi camino. Las prostitutas gritaban a mi alrededor y corrían despavoridas a esconderse al fondo del local y la elfa gritaba a aquellos hombres, molesta del violento conflicto que amenazaba con destrozar su local.
Al ver cómo la asesina se marchaba, la seguí en cuanto pude abrirme paso hasta la salida. Una vez en el exterior, la noche parecía ser su aliada y no pude identificar dónde se encontraba. A unos metros de la entrada del edificio, estaba el cadáver del hombre que había tomado el sombrero de Sam por error. Si la pelea dentro del establecimiento continuaba, no sería el último.
La mujer se ocultaría entre las sombras. Había intentado matar a Sam en un par de ocasiones y estaba seguro de que habría una tercera. Miré a mi alrededor, pensando dónde me ocultaría si quisiera matar a alguien con una ballesta.
Tras unos segundos de análisis, me dije que lo más sensato era un sitio con buena visibilidad a la puerta del prostíbulo, aunque frente a él sólo estaba la parte final de los muelles y no había lugar dónde ocultarse.
Entonces, alcé la vista hasta los almacenes vecinos al prostíbulo. ¿Se habría subido a alguno de los tejados de los edificios? Sin duda, si Sam quería salir del puerto, tendría que pasar frente a ellos.
Caminé unos pasos mientras a mi espalda había un gran alboroto en el interior del prostíbulo. Esperé que Tobías siguiera bien y que protegiera a Sam de todo cuánto allí dentro ocurría. Pero mi deber ahora mismo era localizar a esa mujer y darle caza antes de que consiguiese su objetivo.
Mirando hacia los tejados de los edificios, gracias a la luz de la luna, pude distinguir una figura extraña, que pareció moverse, percatándose de mi presencia. Unos segundos más tarde, la flecha de una ballesta voló a un metro escaso de mí. Corrí hasta un conjunto de cajas de embalaje, ocultándome tras ellas, mientras sentía cómo una segunda flecha impactaba contra una de las cajas.
Debía de encontrar la forma de asesinar a esa mujer y tendría que hacerlo rápido.
Me dispuse a atacar a la asesina, pero aquellos hombres que habían ido a arreglar cuentas con Martin se interpusieron en mi camino. Las prostitutas gritaban a mi alrededor y corrían despavoridas a esconderse al fondo del local y la elfa gritaba a aquellos hombres, molesta del violento conflicto que amenazaba con destrozar su local.
Al ver cómo la asesina se marchaba, la seguí en cuanto pude abrirme paso hasta la salida. Una vez en el exterior, la noche parecía ser su aliada y no pude identificar dónde se encontraba. A unos metros de la entrada del edificio, estaba el cadáver del hombre que había tomado el sombrero de Sam por error. Si la pelea dentro del establecimiento continuaba, no sería el último.
La mujer se ocultaría entre las sombras. Había intentado matar a Sam en un par de ocasiones y estaba seguro de que habría una tercera. Miré a mi alrededor, pensando dónde me ocultaría si quisiera matar a alguien con una ballesta.
Tras unos segundos de análisis, me dije que lo más sensato era un sitio con buena visibilidad a la puerta del prostíbulo, aunque frente a él sólo estaba la parte final de los muelles y no había lugar dónde ocultarse.
Entonces, alcé la vista hasta los almacenes vecinos al prostíbulo. ¿Se habría subido a alguno de los tejados de los edificios? Sin duda, si Sam quería salir del puerto, tendría que pasar frente a ellos.
Caminé unos pasos mientras a mi espalda había un gran alboroto en el interior del prostíbulo. Esperé que Tobías siguiera bien y que protegiera a Sam de todo cuánto allí dentro ocurría. Pero mi deber ahora mismo era localizar a esa mujer y darle caza antes de que consiguiese su objetivo.
Mirando hacia los tejados de los edificios, gracias a la luz de la luna, pude distinguir una figura extraña, que pareció moverse, percatándose de mi presencia. Unos segundos más tarde, la flecha de una ballesta voló a un metro escaso de mí. Corrí hasta un conjunto de cajas de embalaje, ocultándome tras ellas, mientras sentía cómo una segunda flecha impactaba contra una de las cajas.
Debía de encontrar la forma de asesinar a esa mujer y tendría que hacerlo rápido.
Última edición por Eden el Jue 14 Nov 2019, 18:37, editado 1 vez
Eden
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
De pronto se hizo silencio durante unos instantes, el alboroto y la bulla del lugar cesaron. Ahí todos los presentes estarían contemplando perplejos mi forma dragón. Algunas de las prostitutas corrían con pavor, Matín y Sam se notaban asustados. Al marinero que estaba cerca de mí se le notaba una gota de sudor caer lentamente por su rostro. Buscó de correr.
Pero serpenteando lo alcancé rápido a una de las mesas, cuando intenté morderlo recibí un golpe de su mazo, el impacto realmente dolió, sentí una pequeñas descarga pasar por la zona para luego convertirse en un ardor. Sus movimientos eran rápidos, y sus golpes contundentes, sin darme cuenta, poco a poco estaba tambaleándome. De seguir así el combate, acabaría aturdido, desmayado o peor.
Esta sería una de las veces en las que tendría que valerme de mi manejo del éter. Solo por estar en un puerto tenía cierta ventaja, pero con las lluvias de Baslodia y el peculiar sistema de drenaje de aguas que terminaban en un desagüe al mar, tendría la pelea ganada. Escupí un chorro de agua a los pies de aquel pirata. Perdió el equilibrio y fue arrastrado momentáneamente hasta chocar contra la puerta principal del sitio. La cual se abrió de par en par, yo seguí hasta él. Pasando por dicho portal.
Una vez fuera del prostíbulo, las aguas al rededor se aglomeraron a los pies del pirata. — Maldición qué es este bicho. — Exclamó, tratando de huir por su vida. Poco a poco se hacía un cumulo más grande de agua, hasta que esté explotó, lanzándolo unos metros en el aire, instantes luego de inmolarse contra el suelo, soltó un grito agónico, y un pequeño hilo rojo de sangre se escurría junto con el agua por todo el puerto.
Al volver a mi forma humana. pude ver a Martin y Sam salir corriendo, sus pasos hacían ruido con los charcos de las calles. Los alcancé rápido. — Deberían andar más con cuidado... La mujer aún sigue suelta. — A esto Sam volteó. — Gracias, eh, nunca creí que un tipejo azul fuese a ser capaz de tanto. — Me extendió su mano. En el momento en el que la tomé como pacto social, apreté fuerte. — Solo una cosa... — Fruncí el ceño y voz se tornó más seria. — Dejen sus andabas con Cazón, si no quieren acabar con él en el fondo del mar.
Sam se alarmó. — Tranquilo, solo somos unos vendedores de armas. — Martín lo golpeó en el hombro para pasar a hacer un gesto de desaprobación, su amigo había hablado de más. Igual no intentaría meterme en sus asuntos luego de hoy. Lo importante ahora sería encontrar a Eden. A eso fui, tratando de buscarlo entre los techos y las calles, un silbido de Sam volvió a llamar mi atención, una pequeña bolsa viajó con rapidez hacia mí. — Por salvarnos el pellejo, espero que no tener que volvernos a ver. — Asentí y sonreí. Tomé la bolsa y seguí buscando con atención cualquier rastro de Eden.
Pero serpenteando lo alcancé rápido a una de las mesas, cuando intenté morderlo recibí un golpe de su mazo, el impacto realmente dolió, sentí una pequeñas descarga pasar por la zona para luego convertirse en un ardor. Sus movimientos eran rápidos, y sus golpes contundentes, sin darme cuenta, poco a poco estaba tambaleándome. De seguir así el combate, acabaría aturdido, desmayado o peor.
Esta sería una de las veces en las que tendría que valerme de mi manejo del éter. Solo por estar en un puerto tenía cierta ventaja, pero con las lluvias de Baslodia y el peculiar sistema de drenaje de aguas que terminaban en un desagüe al mar, tendría la pelea ganada. Escupí un chorro de agua a los pies de aquel pirata. Perdió el equilibrio y fue arrastrado momentáneamente hasta chocar contra la puerta principal del sitio. La cual se abrió de par en par, yo seguí hasta él. Pasando por dicho portal.
Una vez fuera del prostíbulo, las aguas al rededor se aglomeraron a los pies del pirata. — Maldición qué es este bicho. — Exclamó, tratando de huir por su vida. Poco a poco se hacía un cumulo más grande de agua, hasta que esté explotó, lanzándolo unos metros en el aire, instantes luego de inmolarse contra el suelo, soltó un grito agónico, y un pequeño hilo rojo de sangre se escurría junto con el agua por todo el puerto.
Al volver a mi forma humana. pude ver a Martin y Sam salir corriendo, sus pasos hacían ruido con los charcos de las calles. Los alcancé rápido. — Deberían andar más con cuidado... La mujer aún sigue suelta. — A esto Sam volteó. — Gracias, eh, nunca creí que un tipejo azul fuese a ser capaz de tanto. — Me extendió su mano. En el momento en el que la tomé como pacto social, apreté fuerte. — Solo una cosa... — Fruncí el ceño y voz se tornó más seria. — Dejen sus andabas con Cazón, si no quieren acabar con él en el fondo del mar.
Sam se alarmó. — Tranquilo, solo somos unos vendedores de armas. — Martín lo golpeó en el hombro para pasar a hacer un gesto de desaprobación, su amigo había hablado de más. Igual no intentaría meterme en sus asuntos luego de hoy. Lo importante ahora sería encontrar a Eden. A eso fui, tratando de buscarlo entre los techos y las calles, un silbido de Sam volvió a llamar mi atención, una pequeña bolsa viajó con rapidez hacia mí. — Por salvarnos el pellejo, espero que no tener que volvernos a ver. — Asentí y sonreí. Tomé la bolsa y seguí buscando con atención cualquier rastro de Eden.
Tobias Pharra
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Escuché un fuerte sonido proveniente del prostíbulo, ocasión que aproveché para escabullirme entre las grandes cajas de embalaje del puerto hasta una zona cercana a un lateral del edificio dónde se encontraba aquella mujer. Silenciosamente, crucé la vía hasta llegar a la edificación y respiré hondo al ver que mi ausencia parecía haber pasado desapercibida.
Fue entonces cuándo me pareció escuchar un gran torrente de agua y me pregunté que demonios estaba pasando en el prostíbulo. Pero el fuerte ruido fue excelente como amortiguador de mis movimientos y tras un salto, mis dedos se aferraron al borde del tejado, impulsándome hacia arriba con la ayuda de mis pies. Lo hice lo más sigilosamente posible y soportando mi peso con las manos, llegué a meter la parte superior de mi cuerpo sobre el tejado y repté lentamente hacia la zona más próxima a la calle principal del puerto.
El sonido de unas voces masculinas llegaron hasta mí y temí que se tratara de Tobias y Sam, por lo que debí actuar rápido si quería impedir que mataran al hombre del sombrero. No le tenía especial respeto, pero si había sido contratado para informar sobre lo que le sucedía aquella noche, ¡que menos que mantenerle vivo hasta el amanecer!
Reconocí la voz de Tobias, por lo que estaba relativamente cerca. Me incorporé ágilmente y miré hacia la parte delantera del tejado, dónde la mujer estaba de pie, ballesta en mano.
Cogí mi daga y caminé lentamente hacia ella en mi mano derecha. Escuché la voz de otro hombre y pensé que se trataba de Sam. Di un par de pasos hacia adelante y colocándome tras la mujer, coloqué la punta de mi daga en su nuca, haciendo que se percatara de mi existencia.
- Más vale que la sueltes. No suelo fallar- le dije a la mujer, que tras emitir una leve queja, bajó sus brazos y con ellos, su arma.
Cuándo soltó la ballesta, la pateé hacia el suelo, cayendo a escasos metros de dónde se encontraban. Entonces, me percaté de que Martin también les acompañaba.
- Vamos a bajar, Tobias. Estate alerta.
Miré la cara de la mujer por primera vez de cerca y a pesar de la penumbra, su rostro me resultó familiar. Por un segundo, la tomé por la prostituta de la planta superior del prostíbulo.
- Si quieres te ayudo a bajar.
Mi ofrecimiento fue denegado, pues con gran destreza, la mujer saltó sin temor. Tras ver que se acercaba un grupo de prostitutas aterradas, lideradas por Amelie, la mujer elfa que lo regentaba, vi que la situación aún podía complicarse aún más y salté con la esperanza de llegar a una solución en la que resultasen dañadas el menor número de personas.
Miré al extraño grupo, a la vez que ellos parecían analizarme. Intenté no evitar mi mirada hacia Sam, ya que debía ser lo más discreto posible, pero cuándo pretendía hablar pasó lo impensable:
- ¿Hermana?... ¡Hermana!- gritó la amenazadora mujer de la ballesta al ver a la mujer que me había ayudado en el interior del burdel, pasando de una peligrosa asesina a un paño de lágrimas- ¡Por fín he dado contigo!
Pero cuándo la mujer dio un paso hacia adelante, dispuesto a abrazar a su hermana, Martin se interpuso en su camino con rostro amenazador.
- Ahora ella me pertenece. Es de mi propiedad... - dijo, con voz desafiante.
La mujer elfa que regentaba el prostíbulo se interpuso igualmente entre las hermanas.
Recogí la ballesta del suelo y con seguridad, la llevé junto a la cazadora, que parecía sorprendida por mi decisión:
- Puedes encargarte de ese capullo y de la elfa... pero el hombre del sombrero es nuestro, si te parece.
Fue entonces cuándo me pareció escuchar un gran torrente de agua y me pregunté que demonios estaba pasando en el prostíbulo. Pero el fuerte ruido fue excelente como amortiguador de mis movimientos y tras un salto, mis dedos se aferraron al borde del tejado, impulsándome hacia arriba con la ayuda de mis pies. Lo hice lo más sigilosamente posible y soportando mi peso con las manos, llegué a meter la parte superior de mi cuerpo sobre el tejado y repté lentamente hacia la zona más próxima a la calle principal del puerto.
El sonido de unas voces masculinas llegaron hasta mí y temí que se tratara de Tobias y Sam, por lo que debí actuar rápido si quería impedir que mataran al hombre del sombrero. No le tenía especial respeto, pero si había sido contratado para informar sobre lo que le sucedía aquella noche, ¡que menos que mantenerle vivo hasta el amanecer!
Reconocí la voz de Tobias, por lo que estaba relativamente cerca. Me incorporé ágilmente y miré hacia la parte delantera del tejado, dónde la mujer estaba de pie, ballesta en mano.
Cogí mi daga y caminé lentamente hacia ella en mi mano derecha. Escuché la voz de otro hombre y pensé que se trataba de Sam. Di un par de pasos hacia adelante y colocándome tras la mujer, coloqué la punta de mi daga en su nuca, haciendo que se percatara de mi existencia.
- Más vale que la sueltes. No suelo fallar- le dije a la mujer, que tras emitir una leve queja, bajó sus brazos y con ellos, su arma.
Cuándo soltó la ballesta, la pateé hacia el suelo, cayendo a escasos metros de dónde se encontraban. Entonces, me percaté de que Martin también les acompañaba.
- Vamos a bajar, Tobias. Estate alerta.
Miré la cara de la mujer por primera vez de cerca y a pesar de la penumbra, su rostro me resultó familiar. Por un segundo, la tomé por la prostituta de la planta superior del prostíbulo.
- Si quieres te ayudo a bajar.
Mi ofrecimiento fue denegado, pues con gran destreza, la mujer saltó sin temor. Tras ver que se acercaba un grupo de prostitutas aterradas, lideradas por Amelie, la mujer elfa que lo regentaba, vi que la situación aún podía complicarse aún más y salté con la esperanza de llegar a una solución en la que resultasen dañadas el menor número de personas.
Miré al extraño grupo, a la vez que ellos parecían analizarme. Intenté no evitar mi mirada hacia Sam, ya que debía ser lo más discreto posible, pero cuándo pretendía hablar pasó lo impensable:
- ¿Hermana?... ¡Hermana!- gritó la amenazadora mujer de la ballesta al ver a la mujer que me había ayudado en el interior del burdel, pasando de una peligrosa asesina a un paño de lágrimas- ¡Por fín he dado contigo!
Pero cuándo la mujer dio un paso hacia adelante, dispuesto a abrazar a su hermana, Martin se interpuso en su camino con rostro amenazador.
- Ahora ella me pertenece. Es de mi propiedad... - dijo, con voz desafiante.
La mujer elfa que regentaba el prostíbulo se interpuso igualmente entre las hermanas.
Recogí la ballesta del suelo y con seguridad, la llevé junto a la cazadora, que parecía sorprendida por mi decisión:
- Puedes encargarte de ese capullo y de la elfa... pero el hombre del sombrero es nuestro, si te parece.
Eden
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
— Pe-pero tenemos un trato. — Reclamó Sam, con un poco de miedo entre sus dientes.
— No lo creo. — Dije, sonriendo pues ya tenía la bolsa con aeros entre mis manos, caminé mientras la lanzaba con delicadeza para que volviese a caer entre mis manos. — Mejor olvídate de Martin. — Hice una pequeña seña de aprobación a Gloria. Quien sin compasión recogió su ballesta, y con gusto incluso, disparó dos veces. Se oyó como los proyectiles se incrustaron en la piel de sus víctimas y luego cómo cayeron sus cuerpos.
Felizmente soltó su arma, abrió sus brazos y se reencontró con su hermana con un abrazo. — Ha pasado tanto... — Lo que pasaría de ahora en adelante, no nos incumbía, y los primeros rayos de alba se aparecían entre el horizonte, apurándonos para el encuentro con aquella mujer del vestido blanco. Hice una ceña a Eden, para indicarle que me siguiera. Ya puestos en la marcha. — ¿Cuál se supone que es la posada más grande de esta ciudad? Pfff, ¿te imaginas que nos olvidamos de dónde encontraríamos a la mujer? — Tal tonta ocurrencia me hizo carcajear unos segundos.
Después de atender las palabras de Eden, nos movimos pasando de una calle a otra, cruzando y pasando por pasillos estrechos y haciendo uso de algunos atajos curiosos. La forma en la que estaba construida Baslodia era muy curiosa, muchas calles y edificios. Entre las calles el agua poco a poco se movía en dirección al puerto y brillaba levemente por los rayos de luz del nuevo día.
Luego de tantas vueltas, llegamos a la famosa posada ''La torre obsidiana''. Aunque a simple vista tenía los colores de ese material, uno podía dudar si en verdad estaría hecho de aquello. A veces me preguntaba por ese gusto tan inmenso de la gente de Baslodia por las piedras.
En cuanto pasamos por la puerta principal, el ambiente cambió, ahora más cálido y reconfortante, la luz se mantenía con velas y candelabros que colgaban en el aire, un vestido blanco contrastaría con este lugar. Llevé mi mano a mi boca y di un gran bostezo, había sido una noche larga, pero ojalá lo valga.
— No lo creo. — Dije, sonriendo pues ya tenía la bolsa con aeros entre mis manos, caminé mientras la lanzaba con delicadeza para que volviese a caer entre mis manos. — Mejor olvídate de Martin. — Hice una pequeña seña de aprobación a Gloria. Quien sin compasión recogió su ballesta, y con gusto incluso, disparó dos veces. Se oyó como los proyectiles se incrustaron en la piel de sus víctimas y luego cómo cayeron sus cuerpos.
Felizmente soltó su arma, abrió sus brazos y se reencontró con su hermana con un abrazo. — Ha pasado tanto... — Lo que pasaría de ahora en adelante, no nos incumbía, y los primeros rayos de alba se aparecían entre el horizonte, apurándonos para el encuentro con aquella mujer del vestido blanco. Hice una ceña a Eden, para indicarle que me siguiera. Ya puestos en la marcha. — ¿Cuál se supone que es la posada más grande de esta ciudad? Pfff, ¿te imaginas que nos olvidamos de dónde encontraríamos a la mujer? — Tal tonta ocurrencia me hizo carcajear unos segundos.
Después de atender las palabras de Eden, nos movimos pasando de una calle a otra, cruzando y pasando por pasillos estrechos y haciendo uso de algunos atajos curiosos. La forma en la que estaba construida Baslodia era muy curiosa, muchas calles y edificios. Entre las calles el agua poco a poco se movía en dirección al puerto y brillaba levemente por los rayos de luz del nuevo día.
Luego de tantas vueltas, llegamos a la famosa posada ''La torre obsidiana''. Aunque a simple vista tenía los colores de ese material, uno podía dudar si en verdad estaría hecho de aquello. A veces me preguntaba por ese gusto tan inmenso de la gente de Baslodia por las piedras.
En cuanto pasamos por la puerta principal, el ambiente cambió, ahora más cálido y reconfortante, la luz se mantenía con velas y candelabros que colgaban en el aire, un vestido blanco contrastaría con este lugar. Llevé mi mano a mi boca y di un gran bostezo, había sido una noche larga, pero ojalá lo valga.
Tobias Pharra
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
Los dos cadáveres cayeron al suelo rápidamente y se produjo el emotivo encuentro entre las hermanas. Las prostitutas parecían haber quedado libre de las cadenas de sus opresores y quizás podían empezar ahora con una nueva vida.
En la distancia, saludé a la chica que tanto me había ayudado y con un gesto afirmativo, me despedí de ella, dejándola en buenas manos.
En cuanto Sam se vio libre para marchar, corrió cómo la rata que era. En el horizonte podía distinguirse los primeros rayos del alba, por lo que nuestra misión había concluido ya. Sólo quedaba pasar el informe a la misteriosa mujer que nos había contratado para aquel trabajo de observación que se había convertido en una pequeña aventura.
Entonces Tobías y yo nos dirigimos a “La Torre Obsidiana”, una de las posadas más celebres de la ciudad, la única que estaría ya abierta desde hace un largo rato.
Caminamos cansados hasta allí, sólo intercambiando unas breves palabras por el camino. Estaba deseoso de volver a casa y descansar, dormir durante el resto del día. Unos días fuera de la ciudad me vendría bien. ¡Quizás emprendiera pronto un viaje! Quería desconectar de Baslodia y sus sombras.
Cuándo llegamos a la posada, entramos. No había muchas personas allí presentes. Pedimos algo de comer porque estábamos realmente hambrientos, mientras esperábamos a la mujer del vestido blanco que había contratado nuestros servicios.
Apenas habíamos dado unos bocados a nuestro desayuno cuándo una mujer vestida de blanco entró en el local. Parecía observar con curiosidad las mesas y cuándo nuestras miradas se encontraron, le hice una discreta señal para que viniera a reunirse con nosotros.
Mientras la acercaba, la observé. Era unos años más joven que Sam, de largo pelo castaño y unos expresivos y grandes ojos verdes. Parecía nerviosa, aunque decidida. Una vez llegó hasta nosotros, se sentó en el asiento que teníamos en frente y le enseñé el documento que la Dama Burzán me había dado la tarde anterior, para dejarle claro que se tratábamos de nosotros.
- Señora, tal y cómo nos fue encargado, hemos realizado una labor de seguimiento al hombre del sombrero. No sé si conoce su nombre y la relación que le une a ese hombre… Se llama Sam- en ese momento, la mujer asintió y di por hecho de que se conocían-. Bueno, pues Sam, tiene… tenía una relación de negocios con un temible pirata llamado Cazón. Hacía de intermediario con un maleante que le proporcionaba, de forma ilegal, las armas que él prometía a los piratas, quienes tenían prohibido hacer negocios en la ciudad. Sam ayudaba a los piratas a conseguir las armas que necesitaban y utilizaba su contacto con un amigo de mala reputación…
- El maldito Martin- dijo, hablando por primera vez, dejando notar su decepción en sus pocas palabras.
- Sí, Martin. Utilizaban un prostíbulo del puerto cómo lugar de encuentro, llamado el Rincón de Amelie... Allí Martin hacía un contrato falso, en el que Sam constaba como comprador de las armas destinadas a los piratas...
Saqué del interior de mis ropas el contrato que había robado de la oficina de Martin, para que la señorita pudiese observar con detenimiento de que le decía la verdad.
En la distancia, saludé a la chica que tanto me había ayudado y con un gesto afirmativo, me despedí de ella, dejándola en buenas manos.
En cuanto Sam se vio libre para marchar, corrió cómo la rata que era. En el horizonte podía distinguirse los primeros rayos del alba, por lo que nuestra misión había concluido ya. Sólo quedaba pasar el informe a la misteriosa mujer que nos había contratado para aquel trabajo de observación que se había convertido en una pequeña aventura.
Entonces Tobías y yo nos dirigimos a “La Torre Obsidiana”, una de las posadas más celebres de la ciudad, la única que estaría ya abierta desde hace un largo rato.
Caminamos cansados hasta allí, sólo intercambiando unas breves palabras por el camino. Estaba deseoso de volver a casa y descansar, dormir durante el resto del día. Unos días fuera de la ciudad me vendría bien. ¡Quizás emprendiera pronto un viaje! Quería desconectar de Baslodia y sus sombras.
Cuándo llegamos a la posada, entramos. No había muchas personas allí presentes. Pedimos algo de comer porque estábamos realmente hambrientos, mientras esperábamos a la mujer del vestido blanco que había contratado nuestros servicios.
Apenas habíamos dado unos bocados a nuestro desayuno cuándo una mujer vestida de blanco entró en el local. Parecía observar con curiosidad las mesas y cuándo nuestras miradas se encontraron, le hice una discreta señal para que viniera a reunirse con nosotros.
Mientras la acercaba, la observé. Era unos años más joven que Sam, de largo pelo castaño y unos expresivos y grandes ojos verdes. Parecía nerviosa, aunque decidida. Una vez llegó hasta nosotros, se sentó en el asiento que teníamos en frente y le enseñé el documento que la Dama Burzán me había dado la tarde anterior, para dejarle claro que se tratábamos de nosotros.
- Señora, tal y cómo nos fue encargado, hemos realizado una labor de seguimiento al hombre del sombrero. No sé si conoce su nombre y la relación que le une a ese hombre… Se llama Sam- en ese momento, la mujer asintió y di por hecho de que se conocían-. Bueno, pues Sam, tiene… tenía una relación de negocios con un temible pirata llamado Cazón. Hacía de intermediario con un maleante que le proporcionaba, de forma ilegal, las armas que él prometía a los piratas, quienes tenían prohibido hacer negocios en la ciudad. Sam ayudaba a los piratas a conseguir las armas que necesitaban y utilizaba su contacto con un amigo de mala reputación…
- El maldito Martin- dijo, hablando por primera vez, dejando notar su decepción en sus pocas palabras.
- Sí, Martin. Utilizaban un prostíbulo del puerto cómo lugar de encuentro, llamado el Rincón de Amelie... Allí Martin hacía un contrato falso, en el que Sam constaba como comprador de las armas destinadas a los piratas...
Saqué del interior de mis ropas el contrato que había robado de la oficina de Martin, para que la señorita pudiese observar con detenimiento de que le decía la verdad.
Eden
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Re: Espías En El Puerto [Trabajo] [Eden y Tobías] (+18)
No tardó en hacerse aparecer la mujer, para recibir la información que tanto requería. Luego de que Eden explicara los primeros detalles y sucesos, aún se le veía algo preocupada y tensa. Era más que obvio que conocía la mitad de las cosas que le decíamos, ¿acaso ella había intentado espiar a Sam antes? ¿O una vieja amiga?
Eden detuvo sus palabras, procedí a continuar yo. — Lo feo viene luego. Cuando llega una asesina buscando matar a Sam y unos piratas buscan arreglar cuentas con Martin. — La cara de la mujer cambió, posó su mano en su boca alarmada. — ¿Algo le pasó a Sam? — Tensé la mirada. — No, pero Martin está muerto. — Suspiró aliviada... Pero, ¿Quién se preocuparía por una sucia rata, un embustero y un criminal como Sam?
Claro, solamente alguien que lo apreciara lo suficiente, o quizá lo amara. Aunque por un momento sonreí porque había descrito a Sam como muchas otras gentes me habían descrito. — Entonces, esta asesina, luego de matar a Martin se fue con su hermana, el otro pirata durmiendo con los peces y Sam huyó.
Hubo silencio unos minutos, ninguno de los tres dijo algo. Lentamente la mujer sacó un pequeño bolso con aeros, que pasó por debajo de la mesa. La discreción en una situación así ya parecía innecesaria, tomé su mano antes que la bolsa. — Usted... ¿Qué tipo de asuntos tenía con Sam? — Alzó la ceja sorprendida e indignada por mi osadía.
Pensó, movió los labios. — Supongo que en este momento ya no tiene sentido ocultar nada. Sam y yo estamos comprometidos y temía por los fantasmas de su vida pasada. — Se soltó y se levantó de la mesa. — Hasta nunca caballeros. — Se alejó y dejó el establecimiento.
En cuanto nos encontramos solos, junté las bolsas de aeros y las dejé en la mesa, me brillaban los ojos al ver las monedas rebotar y escucharlas sonar. Empecé a contar. — 40... 90... 200... Sí, ehh... — Me rasqué la barbilla un momento, me había perdido en las cuentas. Me giré a Eden esperando que él sacara las cuentas y dividiera el dinero.
Eden detuvo sus palabras, procedí a continuar yo. — Lo feo viene luego. Cuando llega una asesina buscando matar a Sam y unos piratas buscan arreglar cuentas con Martin. — La cara de la mujer cambió, posó su mano en su boca alarmada. — ¿Algo le pasó a Sam? — Tensé la mirada. — No, pero Martin está muerto. — Suspiró aliviada... Pero, ¿Quién se preocuparía por una sucia rata, un embustero y un criminal como Sam?
Claro, solamente alguien que lo apreciara lo suficiente, o quizá lo amara. Aunque por un momento sonreí porque había descrito a Sam como muchas otras gentes me habían descrito. — Entonces, esta asesina, luego de matar a Martin se fue con su hermana, el otro pirata durmiendo con los peces y Sam huyó.
Hubo silencio unos minutos, ninguno de los tres dijo algo. Lentamente la mujer sacó un pequeño bolso con aeros, que pasó por debajo de la mesa. La discreción en una situación así ya parecía innecesaria, tomé su mano antes que la bolsa. — Usted... ¿Qué tipo de asuntos tenía con Sam? — Alzó la ceja sorprendida e indignada por mi osadía.
Pensó, movió los labios. — Supongo que en este momento ya no tiene sentido ocultar nada. Sam y yo estamos comprometidos y temía por los fantasmas de su vida pasada. — Se soltó y se levantó de la mesa. — Hasta nunca caballeros. — Se alejó y dejó el establecimiento.
En cuanto nos encontramos solos, junté las bolsas de aeros y las dejé en la mesa, me brillaban los ojos al ver las monedas rebotar y escucharlas sonar. Empecé a contar. — 40... 90... 200... Sí, ehh... — Me rasqué la barbilla un momento, me había perdido en las cuentas. Me giré a Eden esperando que él sacara las cuentas y dividiera el dinero.
Tobias Pharra
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