Preludio y augurio. [Solitario]
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Preludio y augurio. [Solitario]
- Inspiración:
Gotas de rocío en las hojas secas de los árboles. La vista atrás quedaba demasiado lejos y la elfa había perdido la cuenta de cuántas veces había mirado hacia atrás pensando que escuchaba pasos. Muchas de aquellas veces ni siquiera habían sido alucinaciones y alguna que otra flecha marcada con el azul y amarillo del clan Skye había pasado rozando sus mejillas. Otras habían corrido mejor suerte e impactado con algún punto blando de su piel, aminorando su carrera e incrementando su urgencia por desaparecer.
¿Es que acaso era tan difícil?
Había escuchado mil historias sobre cómo en el principio, los elfos amaban tanto aquella tierra bajo sus pies que eran uno con ella y cualquier enemigo que osase adentrarse en el bosque no tenía oportunidad alguna de salir victorioso. Así fue como tomaron el control de Sandorai. O al menos eso decían las historias.
Hacía mucho que no pisaba tierra tan lejana al árbol madre. Casi podía oír a su padre gritando desde su sillón de sauce como su propia hija lo había deshonrado frente al consejo.Los golpes en la pequeña mesa de té resonaban casi como los del martillo con el que la juzgaban. No supo nunca si fue su negativa a acatar las normas o el honor herido de su padre lo que la sentenció. Estaba segura, sin embargo que fue el silencio de éste último aquello que la hizo decidirse. Y el suyo ahogado lo que le dio el valor para irse, al fin y al cabo los inmensos terrenos de su padre habían sido la jaula de cristal más opresiva en la que Eilydh había tenido que batallar. Y eso no era decir poco.
El crujir de una rama la hizo volver a la realidad del allí y ahora.Sentía como bajo sus pies cualquier paso en falso podía hacerla volver, y su mente ya se había inundado de rencor hacia todo lo que estaba dejando atrás. Acarició el tronco del árbol que le había servido de escondite los últimos 10 minutos. Le hablaba de Ímbar. de sus hijos e hijas.De la vida que había plantado en ella y de todos los que antes de su partida le habían rezado cegados por su grandeza.Gritaba esperanza. Le urgía a regresar a medida que lo dejaba atrás.
Pero no mencionó palabra alguna acerca de libertad.
Apoyó su espalda en el siguiente árbol, dolorida y casi sin respiración. Los había perdido de nuevo.No se había fijado si sus ropajes estaban aún manchados de sangre y le preocupaba dejar un reguero de su esencia tras ella, pues no eran tan solo los elfos que la buscaban lo que debía temer en aquella parte del bosque. No lo pensó mucho y rompió la tela de su vestido quedándose en nada más que sus ropas de noche.Otra deshonra para su familia en caso de que la encontrasen, por supuesto.
Pero ella no pensaba dejarse encontrar.Sonrió a medida que salteaba entre las ramas de los últimos árboles del bosque. ¿Acaso era aquello lo que se sentía al no tener que echar raíces en la tierra? Recordó de nuevo las historias de su septa. La comunión de los elfos con el bosque y la idea idealizada de las ninfas del árbol madre en las noches de luna nueva. ¿Acaso era eso lo que era ahora? ¿Una ninfa? Sonrió moviéndose ágilmente entre las sombras.
No era lo suficientemente peligrosa como para ser una ninfa. Al menos no aún.
Cuando finalmente atravesó el frondoso emplazamiento , la luz de la luna la recibió en todo su esplendor, recordándole el motivo por que ella tan solo veneraba a Isil. La ausencia de vegetación a medida que dejaba atrás Sandorai la dejó más desnuda que cuando había decidido dejar atrás su ropa. Sintió el aire fresco de cambio mientras corría amparada por la oscuridad de la noche.
No sabía cuánto había estado corriendo. Sus pies descalzos llevaban horas rogándole que parase. Se había odiado más de una vez en toda aquella carrera por no hacerle caso a sus instintos, pero sabía que si quería huir de aquellos mercenarios debía dejar de pensar como una elfa, tenía que dejar de escuchar al bosque y guiarse tan solo por su mente.
Aún no sabía exactamente si había funcionado, pero al menos estaba fuera de las voces de las plantas que le gritaban que volviese y recordaban su deshonra.
Se guió por las estrellas. Y las estrellas trajeron hasta ella la promesa de un nuevo amanecer camuflado de granero abandonado. Anar casi tomaba el control de su suerte para cuando decidió que la falta de arado y cuidado en aquellos campos alrededor del granero eran en si mismos una declaración de intenciones.
Además, no es que contase con muchas otras opciones.
Forcejeó con la puerta estancada y medio tapiada del edificio hasta que dio de si lo suficiente como para que su menudo cuerpo entrase por ella. La estancia la recibió como si fuese un hogar perdido. Olía a la dejadez que el sol deja cuando hace mucho que no inunda una habitación con sus rayos.
Ni siquiera se paró a pensar si el suelo del lugar estaba seco una vez que se sentó sobre el heno antes de dejar su pequeña maleta de pertenencias en él. Para su fortuna aquella vez había tenido suerte y la mullidez de la paja la recibió como si fuese la cama más lujosa en la que había posado sus piernas. Por supuesto eso dejó de parecerle después de varios minutos, pero en aquel momento era lugar ideal para curarse las heridas.
Pasó sus manos por los varios cortes de sus brazos. El bosque también sabía como herir, y aunque poco profundas, eso no significaba que doliesen. Suspiró agitada antes de llevar su mano al costado y su pierna derecha. En ambos sitios reposaban dos flechas bien incrustadas en su piel. Las acarició por los bordes, dolorida.con la respiración agitada y miedo al dolor que estaba apunto de inflingirse.
Pensó en los ojos de Astriel. En la furia de sus embestidas. En la sonrisa de su padre mientras calentaba el hierro de la fragua. En el olor a piel quemada y el sabor a derrota de sus lágrimas. Todo lo que estaba mal en aquel mundo en tres simples pensamientos. Aquello fue justo lo que le regaló el valor suficiente como para tirar de las flechas sacándolas de su cuerpo una a una. Supuso que al menos debía estarles agradecida por algo.Ahogó un grito en el momento exacto, pues no sabía hasta qué punto estaba segura en aquel lugar.Ella no lo sabía pero aquella fue la primera vez de muchas por venir que la furia se apoderó se su rostro.
Llamó a aquellas dos primeras cicatrices renacer.
Última edición por Eilydh el Miér Oct 23 2019, 16:41, editado 1 vez
Eilydh
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Re: Preludio y augurio. [Solitario]
- Pure broadcasting to promote hate. O algo así.:
Abrió los ojos como si llevase una eternidad durmiendo. Despertó como si tan solo hubiese sido sueño hasta aquel momento. El silencio de su propia respiración la asustó casi más que la quietud que la rodeaba. Sus ojos tenían el azul contenido de todas aquellas lágrimas de dolor que había ahogado la noche anterior. La quietud del mar en calma que avecina tormenta y la curiosidad de quien mira por primera vez.
Sonrió al darse cuenta que su cabello componía un entramado de heno y trenzas, y las deshizo con la certeza de quien se sabía a solas. Esmerándose en sentir como cada mechón suave de su cabello caía sobre sus hombros a medida que lo hacía. Rozándo las heridas de su espalda como una leve caricia.
Decidió que la laguna cercana era lo suficientemente segura como perderse entre sus aguas, y que el arruyo congelado de ellas apaciguaría los gritos silenciosos de los jirones de piel en su espalda. Se pensaba tan sola que por un momento casi se dejó llevar por las voces del agua llamándola de vuelta a casa.Pero ¿Lo estaba?
El hombre decía llamarse [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], y meses más tarde le desvelaría que la versión más bonita de Eilydh era aquella en la que no se sabía observada, y que atesoraba los rayos de sol entre sus cabellos de aquel primer día como si fuese la primera vez que sus rayos lo iluminaban. Al fin y al cabo era la primera vez que veía a un elfo.
De Daerion, Eilydh aprendió que no todas las mentiras son egoístas, y que el mejor regalo que hacer a alguien a quién apenas conoces es ahorrarle el necesidad de saber cualquier verdad a medias que decidas contarle. Él solía discutirle a menudo que cualquier verdad a medias era una verdad camuflada de mentira. Pero ni una sola vez se arrepintió la chica de no desvelarle su nombre.
El campo que cultivaba Daerion, donde Eilydh había decidido esconderse la noche de su huida, perteneció originalmente a elfos, pero tras el paso de los años, y la perdida de ganancias y tierras, los padres de Daerion decidieron invertir en tierras fértiles, y aquellas en las que pusieron todo su dinero, resultaron ser las menos de todas. Así que cuando ambos murieron, la herencia de aquellas tierras parecía más una maldición que algo que celebrar.
De Daerion, Eilydh aprendió a hablar con otras razas sin que le repudiase el acento. Que cualquier prejuicio es infundado si no se saben sus bases y que todas las bases, por muy arraigadas que fuesen tienen un precio calculable en aeros. No me malinterpretéis. no había noche en la que Eilydh no temiese los cambios de humor de Daerion. Sus mejillas tiznadas en el rosado del vino, la necesidad de ponerle precio a todo lo que la elfa necesitaba para sobrevivir por el mero motivo de que sabía de lo que huía y a lo que se enfrentaba fuera de la seguridad de sus tierras. Sus contínuos intentos de aprovecharse y abusar de la elfa tras hacerla trabajar todo el día a cambio de un lugar seguro. Y su dualidad la mañana siguiente cuando el vino había pasado a un segundo plano y el arrepentimiento sacaba su lado más terrorífico.
La noche en la que Eilydh asesinó a Daerion el bosque cantaba tan fuerte en sus orejas alargadas que tres veces tuvo que recordarse a si misma las razones por las que había marchado.
Dejó el cadáver del hombre sobre su cama antes de desaparecerse de nuevo en la noche, perdiendo su propio rastro en campo mágico a medida que su figura se hacía más y más pequeña bajo la luna. La capa que había robado del hombre olía a la lavanda que cultivaba.
La sangre siempre es más real cuando sabes que no vas a curar la herida.
Eilydh
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Re: Preludio y augurio. [Solitario]
[...]
La sala no era muy amplia. Apenas un espacio circular sumido en la lumbre de un fuego céntrico sin duda avivado de cuando en cuando por manos expertas que se cercioraban que aquel fuego fuese lo más imponente de la estancia. La luz de las llamas mantenía el sitio caldeado hasta el punto de componer una presencia propia además de los cuerpos presentes de la sala. Rodeando el espacio entre los 4 otro cuerpos élficos que habían tomado asiento al otro lado de la lumbre.
Los cuatro hombres miraban a la chica como si fuese la primera vez que la veían a medida que esta era empujada por un guardia elfo a avanzar hasta situarse al otro lado de la hoguera. Aquello era irónico en varios sentidos, pues una de las presencias altas, impasibles y que ahora analizaban a la elfa como si fuese un trozo de carne era su padre.
Hacía exactamente 24 horas había intentado matar a un elfo.
No a uno cualquiera, no. El padre de aquel hombre era el Segundo de los elfos barbilampiños que habían decidido hacer trono de sus asientos en aquella sala. La última vez que Eilydh había visto a aquel hombre había brindado a regañadientes de una copa envenenada con él. Sellado un pacto en el que ella apenas había tenido voz y que definía lo que era en aquel momento y lo que sería a partir de ahora a ojos de él mismo, su padre y los otros dos elfos que estaban sentados en sendas sillas colindantes: Albionel el grande, el anciano más longevo de su tribu, y a su lado, el hombre al que intentado matar.
Eilydh se negó a avanzar más cerca de esas figuras de lo que estaba, y aquello pareció exhasperar al hombre que la empujaba pues tras un leve forcejeo y temiendo que acabase cayendo sobre las brasas, tiró de las trenzas de la elfa hasta que consiguió reducirla a sus rodillas, para acto seguido tirarla a un lado, sobre el albero que componía el suelo de la cabaña.
Justo a los pies de su padre.
Eilydh emitió un gemido sordo al caer y alzó sus ojos para encontrarse con la mirada de su progenitor. Su gesto serio y sin alguna expresión más que vacío le devolvió la mirada por unos segundos.
-Padre... por favor- Dijo la elfa, a sabiendas que había repetido aquellas palabras más de mil veces en las últimas horas y meses y que de poco le habían servido.- Por favor...-
Garomir apartó sus ojos y la voz del anciano Albionel rompió el silencio en el que se había sumido la sala.Fue justo entonces cuando Eilydh comprendió que a partir de ese momento no había favor tan grande que mereciese sus súplicas, nunca más.
-Eilydh Skye. Estás en presencia del consejo de nuestro clan porque se te ha acusado de intento de asesinato a otro elfo.- el hombre tragó saliva y por un momento Eilydh pareció ver un retazo de candidez en sus ojos. Pero aquello duró tan solo dos segundos o menos y el hombre volvió a hablar- Tu condena se intensifica teniendo en cuenta que la víctima de ese intento es el recién nombrado miembro del consejo, Astriel...Luego, como dicta nuestro clan no nos queda otra opción que augurarte una vida de deshonor al... llevar la marca- dijo el hombre casi susurrando las últimas palabras.
Astriel se llevó la mano a su cuello donde una cicatriz había empezado a formarse y donde hacía 3 horas Eilydh había hundido su daga tornasol que ahora reposaba sobre el cinturón de su padre. El chico le dedicó una mirada de superioridad y una sonrisa enigmática que llevaron a Eilydh a otro lugar y momento. Una habitación cerrada. Una noche sin estrellas. El cuerpo del hombre sobre ella, sus gritos ahogados por las manos de aquel mismo hombre y la misma risa en su rostro mientras le aseguraba que no iba a tomarla por esposa sin antes probar la mercancía.
-.... ¿Algo que decir que pueda hacernos cambiar de opinión antes de que perpetuemos la sentencia, niña? ¿ Una disculpa? ¿ deseas quizás retractarte de tus acusaciones de lujuria y violación hacía Astriel? Estás a tiempo, chica... eso no va a librarte de un castigo pero... podríamos dejar que tu prometido decidiese la sentencia en vez de nosotros y, por supuesto ser marcado estaría fuera de las opciones.:...- la voz del viejo la instaba a decir algo más mientras su padre clavaba de nuevo los ojos sobre ella.
Eilydh se levantó como pudo con los grilletes aún en sus manos y se acercó un poco a los cuatro hombres. Le dedicó una mirada a su padre, un último grito silencioso al que él respondió con un susurro;
⁃ Se sensata... Dhydy.- dijo el hombre, intentando apelar a la sensibilidad de la chica llamándola por el nombre que la elfa usaba cuando aún era una niña.
Aquello lejos de calmar a la elfa aceleró su ira. Casi sentía como su sangre se agolpaba en su cuello y apretó el puño sobre el metal de los grilletes.
Como única respuesta la chica se giró hacia Astriel le hizo una leve reverencia y escupió en sus pies.
Aquello activó de nuevo la fuerza del guardia que la custodiaba que la aplacó haciendo que Eilydh cayese de nuevo sobre sus rodillas.
Albionel volvió a hablar:
-Eilydh Skye en otras circunstancias tu caso hubiese sido tratada por el consejo del árbol madre y tu crimen solventado allí... pero, dado el puesto de tu padre y las implicaciones de deshonor que esto le traería... el poder asignado a mi persona por el consejo, tu padre y Astriel, del que a partir de ahora dejas de estar ligada, te sentencio a ser marcada con el deshonor de saberte una asesina y manchar tu piel elfa con la pureza del fuego de Anar- dijo el hombre y el guardia levantó su espada y rajó la túnica de Eilydh exponiendo su espalda ante todos.
La elfa intentó escapar por un momento, pero dos manos de otros dos guardias la mantuvieron en su sitio mientras el primero sacaba de entre las brasas un hierro candente con unos símbolos elficos al rojo vivo.
Eilydh cerró los ojos impotente mientras un sinfín de manos la amarraban a las raíces de aquel árbol donde se emplazaba la estancia. Podía sentir la fuerza de los elfos enterrados bajo él asiéndola como si fuese ella la que echaba raíces sobre aquel suelo.
Se odió por no poder ahogar un grito de dolor intenso al mismo tiempo que el hierro candente abrasaba su piel marcándola para siempre.
Cuando el dolor se hizo tan intenso que no pudo más que ahogar su voz con lágrimas se juró que algún día destruiría aquellas raíces que ahora la ataban al dolor y que nutriría aquella tierra con la sangre de las cuatro figuras que, como sombras, la observaban desde el otro lado de las brasas.
Eilydh
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[...]
- Better with music ;p:
¿ Aún seguía allí?
La quietud a su alrededor la despertó. El silencio llevaba siendo un denominador común en sus últimas noches y lo que un principio parecía ser la paz que la elfa había ansiado tener se convirtió en un grito mudo.
Comenzó como un susurro, atado a la rutina del día tras día:
El sol al alba, el sonido de risas lejanas durante el mediodía y el atardecer, el chispear de la hoguera en la noche y después… el silencio.
Sus propios gemidos de placer dispersando aquel silencio los primeros días: La respiración sosegada del cuerpo musculoso y desnudo a su lado los siguientes; La tensión densa de algo roto a partir de la segunda semana y tras eso… el hastío del saber que aquello era el final.
El hombre había intentado hacerla hablar los primeros días. Le había acariciado el pelo tras hacerle el amor toda la noche intentando entender que era aquello que hacía que no le mirase a los ojos tras acabar de amarla. Había querido abrazarla y planear entre bromas todo lo que tenían que hacer a la mañana siguiente, ajeno a que aquello era justo lo que causaba aquel silencio.
Eilydh no había pedido aquello. No había implorado a los dioses que aquel cuerpo fuerte y tosco dejase a un lado su aparente frialdad y la colmase de atenciones. No había ansiado un compromiso eterno a la luz de la luna. No necesitaba alguien que le acariciase el pelo en un intento de contenerla, quería a alguien que lo desordenase sin más.
Eilydh se había encandilado de la libertad del azul del mar que contenían los ojos de aquel bárbaro y había atesorado las primeras noches donde navegó entre la mezcla de furia de caderas y olas que el hombre le había prometido la primera vez que dejó que ella tomase el control a través de un beso. Pensó que quizás las manos de aquel hombre sirviesen para algo más que para acariciar sus cabellos.Podría decirse que... tampoco se equivocó por completo.
La elfa supuso que le rompió el corazón.
O al menos eso es lo que la intensidad de sus palabras camuflaba. Como si hubiese una manera agradable de decir: Tan solo me interesa tu fuego.
Como si cualquier excusa que hubiese puesto acerca de como el hombre era perfecto… pero para alguien más ocultase el hecho de que Eilydh no buscaba la perfección; y que la única razón por la que decidió aceptarlo en su cama era porque creía que no estaría allí la mañana siguiente.
Y que desafortunadamente, aquello no fue así.
Un error de su juicio supuso.
No volvería a pasar.
Aquella noche el ruido sordo de sus pisadas y el murmullo sordo de los árboles guiándola lejos de la rudimentaria casa y la hoguera a medio extinguir fue música para sus oídos. Rompió aquel endiablado silencio en el que llevaba sumida desde que la promesa de una noche de pasión con aquel humano no era suficiente motivo para quedarse.
Como nota de despedida Eilydh dejó sobre su colchón la runa en forma de collar que el hombre le había regalado.
La quietud a su alrededor la despertó. El silencio llevaba siendo un denominador común en sus últimas noches y lo que un principio parecía ser la paz que la elfa había ansiado tener se convirtió en un grito mudo.
Comenzó como un susurro, atado a la rutina del día tras día:
El sol al alba, el sonido de risas lejanas durante el mediodía y el atardecer, el chispear de la hoguera en la noche y después… el silencio.
Sus propios gemidos de placer dispersando aquel silencio los primeros días: La respiración sosegada del cuerpo musculoso y desnudo a su lado los siguientes; La tensión densa de algo roto a partir de la segunda semana y tras eso… el hastío del saber que aquello era el final.
El hombre había intentado hacerla hablar los primeros días. Le había acariciado el pelo tras hacerle el amor toda la noche intentando entender que era aquello que hacía que no le mirase a los ojos tras acabar de amarla. Había querido abrazarla y planear entre bromas todo lo que tenían que hacer a la mañana siguiente, ajeno a que aquello era justo lo que causaba aquel silencio.
Eilydh no había pedido aquello. No había implorado a los dioses que aquel cuerpo fuerte y tosco dejase a un lado su aparente frialdad y la colmase de atenciones. No había ansiado un compromiso eterno a la luz de la luna. No necesitaba alguien que le acariciase el pelo en un intento de contenerla, quería a alguien que lo desordenase sin más.
Eilydh se había encandilado de la libertad del azul del mar que contenían los ojos de aquel bárbaro y había atesorado las primeras noches donde navegó entre la mezcla de furia de caderas y olas que el hombre le había prometido la primera vez que dejó que ella tomase el control a través de un beso. Pensó que quizás las manos de aquel hombre sirviesen para algo más que para acariciar sus cabellos.Podría decirse que... tampoco se equivocó por completo.
La elfa supuso que le rompió el corazón.
O al menos eso es lo que la intensidad de sus palabras camuflaba. Como si hubiese una manera agradable de decir: Tan solo me interesa tu fuego.
Como si cualquier excusa que hubiese puesto acerca de como el hombre era perfecto… pero para alguien más ocultase el hecho de que Eilydh no buscaba la perfección; y que la única razón por la que decidió aceptarlo en su cama era porque creía que no estaría allí la mañana siguiente.
Y que desafortunadamente, aquello no fue así.
Un error de su juicio supuso.
No volvería a pasar.
Aquella noche el ruido sordo de sus pisadas y el murmullo sordo de los árboles guiándola lejos de la rudimentaria casa y la hoguera a medio extinguir fue música para sus oídos. Rompió aquel endiablado silencio en el que llevaba sumida desde que la promesa de una noche de pasión con aquel humano no era suficiente motivo para quedarse.
Como nota de despedida Eilydh dejó sobre su colchón la runa en forma de collar que el hombre le había regalado.
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- Let's set the mood. :
La ciudad dormida se cernía bajo su ventana. Desde el destartalado balcón de la posada menos estrambótica que había podido pagar en ciudad lagarto, Eilydh tenia una vista considerablemente afortunada, si se podía llamar así, de las calles entrevesadas que componían la ciudad. El sol de Anar frente a ella había comenzado a perder la batalla contra Isil, pero aun asi la luz de sus rayos inundaba de manera tenue la habitación a la que habían asignado el nombre de la elfa.
Había cierta quietud en los alrededores. No un silencio denso y solemne como al que la chica solía asomarse desde su ventana en sandorai, pero el bullicio de la actividad diurna había calmado y las voces que rompían el claro-oscuro que la inundaba eran de jubilo, en contraposición a las voces pregoneras y cansadas de la mañana.
El ultimo mechón de su cabello suelto cayó sobre sus hombros semidesnudos tan solo cubiertos con un vestido humilde de algodón tintado. Por algún extraño motivo, y desde que había abandonado la colonia, aquel atuendo simbolizaba la quietud que a menudo faltaba en su cabeza y el sentirlo sobre su piel tras el dia a dia inhóspito que solia acontecerle era como dejar salir el aire de sus pulmones después de una jordana conteniendo la respiración.
Dejo caer el peso de su cuerpo sobre el balcón algo corroído y el sonido agudo del metal la hizo ser cauta en su posición, temiendo que el hierro cediese y la hiciese caer los dos pisos que la separaban del suelo. No pudo evitar sonreir ante aquello. Seguramente había pocas maneras mas simples de morir, y sin embargo estaba segura que de haberse caído al vacio que la sorpendia bajo sus pies el destino hubiese sido bastante considerado con ella.
Jugueteo con uno de sus mechones. Su mirada perdida en la nada fue captada casi por un instante por las luces pequeñas que de pronto adornaban la fachada de uno de edificios no muy lejanos a donde la chica se encontraba.
El prostíbulo de Matt Owens parecía ser la primera luz que hacia frente a la casi desaparecida luz del sol y sabia a ciencia cierta que seria la ultima en apagarse al amanecer el alba. Suspiro imaginando el quehacer rutinario de las trabajadoras de Matt. Siempre con una sonrisa en sus rostros, el escote generoso y la mirada serena de quienes tienen un objetivo en la vida. Rodeadas de colores y sedas, como petalos, guardando el néctar prohibido que justo aquellas luces prometían. Esperando que todos y cada uno de los parasitos que componían la clientela del virrey fuese tentado lo suficiente para sucumbir a sus encantos.
Desvio su mirada, distraída.
Lo cierto es que en las semanas que llevaba en aquel lugar, y después del horror de encontrarse a si misma siendo participe de aquella atrocidad, Eilydh había empezado a entender que el estafador pocas veces elegía a sus trabajadoras de manera azarosa: La mayoría de las mujeres que entremezclaban sus perfumes con las sábanas proporcionadas por el hombre hubiesen muerto de manera silenciosa en las calles de cualquier ciudad sino hubiese sido por la mano generosa de Owens.
Al principio aquella dualidad la había molestado más que el propio tono altivo del hombre. Tomó a Owens como el mismísimo diablo navegando sobre los ríos de la miseria ajena. Aprovechándose de la suerte incauta de aquellos que hubiesen tenido la mala fortuna de caer en los brazos del pecado, la pobreza o simplemente la sonrisa dual de Matt.
Pero no todo era blanco y negro, y Owens se movía en esa distancia entre colores. El virrey era el gris incipiente del atardecer sobre ciudad lagarto, su propia sombre bajo el suelo al que no había caído y la silueta en las luces de las ventanas de su casa de señoritas.
Posó la mirada en la esquina colindante donde se encontraba su propia posada y la ausencia de cuerpos le puso una sonrisa en los labios. Las primeras semanas en Ciudad lagarto aquella misma esquina había estado custodiada por las prostitutas mas ingeniosas que Matt tuviese a cargo. El hombre tenia oídos y ojos en cada una de las puertas que seguía abierta en su ciudad pasado el anochecer. Como la dualidad de la moralidad de lo que hacia Matt, aquello había molestado a Eilydh en un primer momento. Llevaba años encerrada en una jaula de cristal solido y el sentirse aguardada en un lugar tan aparentemente libre como aquella ciudad quebrantaba de nuevo uno de los pilares de su propia existencia.
Se llevó la mano a los labios de nuevo alzando su mirada a la noche que ya había cubierto la ciudad por completo, recorriéndolos como en una caricia.
Estaba segura que si Owens hubiese tenido la menor idea de que la botella pequeña de licor de Sandorai que ambos compartieron la noche en la que Eilydh cambió sus dudas por aceptación no era más que aquello, licor, el proceso de entenderlo se hubiese extendido semanas. Años. De hecho no estaba segura de si alguna vez hubiese pasado en absoluto. Por algún motivo la elfa sabía que de haberse cruzado en otro lugar, en otro momento, en otra vida, el futuro de ella y el del propio Matt hubiesen sido totalmente distinto.
Una leve brisa hizo volar algunas hojas secas provenientes del balcón colindante al suyo propio. El grito ahogado de una mujer fue seguido de risas de placer no muy lejos de ella.
Hacer hogar de una persona ciertamente tenía sus beneficios: Eilydh jamás se había sentido tan segura de ser quien era. La dualidad de su personalidad que normalmente causaba choque en su cabeza había encontrado la paz en el peor sitio de Aerandir, y pocas veces simplemente se cuestionaba si Matt iba a o no a juzgarla por decir aquello o esto, porque sabía que ella misma iba a juzgarlo poco por lo mismo. Todo lo que le molestaba del hombre había pasado a ser simplemente nimiedades. Tan solo debía aceptarlo y el hecho de hacerlo agilizaría el proceso y ambos podrían pasar a otra cosa.
La mayoría de las veces Eilydh encontrabs irritante la pomposidad de sus acciones. El dominio del cinismo del hombre, la manera en la que todo ser con el que cruzaba sus pasos día a día tenía el poco valor que ese ser pudiese proporcionarle al virrey. Valía las monedas que pudiese sacar por él y ocupaba el espacio en su cabeza justo para olvidarlo en los minutos siguientes.
Quizás era eso justo lo que más asustaba a Eilydh.
Ser un segundo en la mente de alguien no era lo suficiente como para revolucionar los cimientos de esa mente y aceptar el caos que eso mismo involucraba.Y el problema era que ambos eran caos. E inevitablemente, una de la característica primordial del caos en la incertitud de todo con lo que alza en vuelo. Como ella misma.
Se mordió el labio que hasta ahora había estado acariciando, como conteniendo unas palabras que no llegaron a salir de su boca. Sintiendo el dolor de la presión de sus dientes sobre sus mullidos labios.
Aquella era la última noche que pasaba en ciudad lagarto.
No se había despedido de Matt. Sabía que el estafador lo prefería así. Casi podía imaginar su voz cantarina mientras caminaba entre el mercado de la ciudad, hablando sobre las especias de Roilkat que había robado al cargamento que iba hacia lunargenta.
"Estoy seguro de que el rey ni siquiera sabe que esas especias estaban de camino. Y ya sabes lo que dicen, querida…. Nadie echa de menos lo que cree que no tiene"
Aspiró aire fresco de la noche y lo exhaló apagando la única vela que mantenía alumbrada su habitación.
Haciéndose oscuridad.
Había cierta quietud en los alrededores. No un silencio denso y solemne como al que la chica solía asomarse desde su ventana en sandorai, pero el bullicio de la actividad diurna había calmado y las voces que rompían el claro-oscuro que la inundaba eran de jubilo, en contraposición a las voces pregoneras y cansadas de la mañana.
El ultimo mechón de su cabello suelto cayó sobre sus hombros semidesnudos tan solo cubiertos con un vestido humilde de algodón tintado. Por algún extraño motivo, y desde que había abandonado la colonia, aquel atuendo simbolizaba la quietud que a menudo faltaba en su cabeza y el sentirlo sobre su piel tras el dia a dia inhóspito que solia acontecerle era como dejar salir el aire de sus pulmones después de una jordana conteniendo la respiración.
Dejo caer el peso de su cuerpo sobre el balcón algo corroído y el sonido agudo del metal la hizo ser cauta en su posición, temiendo que el hierro cediese y la hiciese caer los dos pisos que la separaban del suelo. No pudo evitar sonreir ante aquello. Seguramente había pocas maneras mas simples de morir, y sin embargo estaba segura que de haberse caído al vacio que la sorpendia bajo sus pies el destino hubiese sido bastante considerado con ella.
Jugueteo con uno de sus mechones. Su mirada perdida en la nada fue captada casi por un instante por las luces pequeñas que de pronto adornaban la fachada de uno de edificios no muy lejanos a donde la chica se encontraba.
El prostíbulo de Matt Owens parecía ser la primera luz que hacia frente a la casi desaparecida luz del sol y sabia a ciencia cierta que seria la ultima en apagarse al amanecer el alba. Suspiro imaginando el quehacer rutinario de las trabajadoras de Matt. Siempre con una sonrisa en sus rostros, el escote generoso y la mirada serena de quienes tienen un objetivo en la vida. Rodeadas de colores y sedas, como petalos, guardando el néctar prohibido que justo aquellas luces prometían. Esperando que todos y cada uno de los parasitos que componían la clientela del virrey fuese tentado lo suficiente para sucumbir a sus encantos.
Desvio su mirada, distraída.
Lo cierto es que en las semanas que llevaba en aquel lugar, y después del horror de encontrarse a si misma siendo participe de aquella atrocidad, Eilydh había empezado a entender que el estafador pocas veces elegía a sus trabajadoras de manera azarosa: La mayoría de las mujeres que entremezclaban sus perfumes con las sábanas proporcionadas por el hombre hubiesen muerto de manera silenciosa en las calles de cualquier ciudad sino hubiese sido por la mano generosa de Owens.
Al principio aquella dualidad la había molestado más que el propio tono altivo del hombre. Tomó a Owens como el mismísimo diablo navegando sobre los ríos de la miseria ajena. Aprovechándose de la suerte incauta de aquellos que hubiesen tenido la mala fortuna de caer en los brazos del pecado, la pobreza o simplemente la sonrisa dual de Matt.
Pero no todo era blanco y negro, y Owens se movía en esa distancia entre colores. El virrey era el gris incipiente del atardecer sobre ciudad lagarto, su propia sombre bajo el suelo al que no había caído y la silueta en las luces de las ventanas de su casa de señoritas.
Posó la mirada en la esquina colindante donde se encontraba su propia posada y la ausencia de cuerpos le puso una sonrisa en los labios. Las primeras semanas en Ciudad lagarto aquella misma esquina había estado custodiada por las prostitutas mas ingeniosas que Matt tuviese a cargo. El hombre tenia oídos y ojos en cada una de las puertas que seguía abierta en su ciudad pasado el anochecer. Como la dualidad de la moralidad de lo que hacia Matt, aquello había molestado a Eilydh en un primer momento. Llevaba años encerrada en una jaula de cristal solido y el sentirse aguardada en un lugar tan aparentemente libre como aquella ciudad quebrantaba de nuevo uno de los pilares de su propia existencia.
Se llevó la mano a los labios de nuevo alzando su mirada a la noche que ya había cubierto la ciudad por completo, recorriéndolos como en una caricia.
Estaba segura que si Owens hubiese tenido la menor idea de que la botella pequeña de licor de Sandorai que ambos compartieron la noche en la que Eilydh cambió sus dudas por aceptación no era más que aquello, licor, el proceso de entenderlo se hubiese extendido semanas. Años. De hecho no estaba segura de si alguna vez hubiese pasado en absoluto. Por algún motivo la elfa sabía que de haberse cruzado en otro lugar, en otro momento, en otra vida, el futuro de ella y el del propio Matt hubiesen sido totalmente distinto.
Una leve brisa hizo volar algunas hojas secas provenientes del balcón colindante al suyo propio. El grito ahogado de una mujer fue seguido de risas de placer no muy lejos de ella.
Hacer hogar de una persona ciertamente tenía sus beneficios: Eilydh jamás se había sentido tan segura de ser quien era. La dualidad de su personalidad que normalmente causaba choque en su cabeza había encontrado la paz en el peor sitio de Aerandir, y pocas veces simplemente se cuestionaba si Matt iba a o no a juzgarla por decir aquello o esto, porque sabía que ella misma iba a juzgarlo poco por lo mismo. Todo lo que le molestaba del hombre había pasado a ser simplemente nimiedades. Tan solo debía aceptarlo y el hecho de hacerlo agilizaría el proceso y ambos podrían pasar a otra cosa.
La mayoría de las veces Eilydh encontrabs irritante la pomposidad de sus acciones. El dominio del cinismo del hombre, la manera en la que todo ser con el que cruzaba sus pasos día a día tenía el poco valor que ese ser pudiese proporcionarle al virrey. Valía las monedas que pudiese sacar por él y ocupaba el espacio en su cabeza justo para olvidarlo en los minutos siguientes.
Quizás era eso justo lo que más asustaba a Eilydh.
Ser un segundo en la mente de alguien no era lo suficiente como para revolucionar los cimientos de esa mente y aceptar el caos que eso mismo involucraba.Y el problema era que ambos eran caos. E inevitablemente, una de la característica primordial del caos en la incertitud de todo con lo que alza en vuelo. Como ella misma.
Se mordió el labio que hasta ahora había estado acariciando, como conteniendo unas palabras que no llegaron a salir de su boca. Sintiendo el dolor de la presión de sus dientes sobre sus mullidos labios.
Aquella era la última noche que pasaba en ciudad lagarto.
No se había despedido de Matt. Sabía que el estafador lo prefería así. Casi podía imaginar su voz cantarina mientras caminaba entre el mercado de la ciudad, hablando sobre las especias de Roilkat que había robado al cargamento que iba hacia lunargenta.
"Estoy seguro de que el rey ni siquiera sabe que esas especias estaban de camino. Y ya sabes lo que dicen, querida…. Nadie echa de menos lo que cree que no tiene"
Aspiró aire fresco de la noche y lo exhaló apagando la única vela que mantenía alumbrada su habitación.
Haciéndose oscuridad.
Eilydh
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Re: Preludio y augurio. [Solitario]
Silencio entre las hojas mojadas del rocío de la mañana. La calma misma que solía anticipar tormenta. El amanecer cercano, aunque aun no perceptible tardaría poco en delatar la figura en forma de sombra de la elfa.
Sandorai era un reflejo dorado en su cabeza. El fuego que dejo atrás en el momento exacto en el que el árbol quedo a más de dos metros tras su espalda. La gente que lloro la caída de los héroes en el oblivion, su gente, no había mas que usado aquellas lagrimas para regar el campo que pisaban bajo sus pies, como si el hecho de sentir que podían controlar la cosecha de su futuro era justificación suficiente para redimirse.
Era la segunda vez que la figura delgaducha y pálida de aquella guerrera se prometía no pisar tierra sagrada, como si de una peregrinación a la nada se tratase. Aquella segunda y ultima, la elfa sabia, no tardaría mucho en ser una más pues las raíces del árbol mismo que era ella nunca crecían los suficientemente lejos de su pasado. Y ni siquiera ella había comenzado a entenderlo del todo.
Al menos todo aquello había acabado. Se llevó la mano al pecho y la cintura, dolorida y ensangrentada. Necesitaba curarse antes de poder salir de aquel nido de serpientes para no volver jamás. Necesitaba curar a su tigre para que la criatura tampoco tuviese que volver a recordar nada que no fuese la libertad de sus pasos. Avanzó como pudo entre el desorden mezclado con éxito en el que se había convertido el árbol. La felicidad de los que la rodeaban apenas se tintaba con el dolor de sus heridas y la necesidad de subir a ver a su tigre.
Esquivó varios intentos de abrazos escaleras arriba y cuando por fin alcanzó la morgue improvisada, Galatrea la ayudó a posicionarse en una cama cercana a Ash'ala. Tosió malherida y se acercó a acariciar la cabeza del tigre. Unió su frente con la de él por un momento y sintió la respiración del animal.
-Me has esperado- dijo la chica, mientras notaba como el animal la seguía con la mirada- Casi pensé que ibas a dejar esta pocilga sin mi. - sonrió imponiendo sus manos sobre las heridas del tigre que habían empezado a ser curadas con anterioridad por Galatrea.- Recuérdame que jamás decida adoptar a un perro- dijo la elfa mientras notaba como el poder de sanación emanaba de sus manos [1]- Sin duda alguna tan solo dan problemas .
El animal comenzó a ganar vitalidad poco a poco y su respiración se hizo más regular. Por otro lado, las heridas de Eilydh seguían sangrando y habían manchado parte de su ropa y las sábanas de aquella cama improvisada. Cuando creyó que al menos había contenido la herida del tigre lo suficiente como para que éste pudiese recuperarse se dejó caer entre la almohada de aquel lugar.
La estancia comenzó a inundarse de vítores y llantos. La alegría de los presentes por la victoria recién adquirida se hizo sutil a partir de ese momento y las camas que aún quedaban libres se llenaron de más y más elfos heridos ocupándolas de manera rápida. Galatrea trabajaba apresurada y Eilydh pudo ver como se le acercaba con un cataplasma de hierbas que se apresuró a poner en sus heridas para que dejasen de sangrar. Eilydh le agarró la cabeza por un momento como si de pronto se encontrase mucho más débil de lo que había parecido hasta entonces
-Isil nos iluminó... pero la venganza de Anar nos dio la victoria- dijo, como en un susurro. Galatrea le sonrió y comenzó a entonar una canción milenaria.
Los elfos curanderos que la rodeaban la siguieron, uniendo sus voces poderosas a esas de la sacerdotisa, como si el canto que iniciase los mantuviese focalizados.
Habían ganado aquella guerra, era cierto. Pero todos y cada uno de los elfos que se encontraban en aquel lugar seguían luchando en una igual o más de peligrosa.
Cuando despertó, dos días después del final de la última batalla, Eilydh se dio de bruces con el sonido sordo del silencio. La habían movido a un hospital de campaña emplazado no muy lejos de árbol madre. Pero eso ella no lo sabía. Se levantó de aquella cama de pajas y encontró su cuerpo casi curado pero vendado en su torso, cintura y mano. Sus huesos estaban agarrotados y parecí haber dormido años. Recuerdos de ella misma sanándose entre sueño y sueño reponedor explicaron el porqué de su mejoría. Al fin y al cabo su naturaleza élfica era lo suficientemente sabia como para dejarla morir.
Salió de la tienda, acelerada al darse cuenta que estaba sola allí. El rugido de Ash'alá y la pequeña carrera de éste a ella le devolvieron la alegría que por alguna razón había perdido. La visión del árbol medio derruido le trajo el recuerdo de la batalla. Fuera de las raíces, donde hacía menos de 3 días había convencido a un elfo para que la dejase introducir herejes en árbol madre los arcos y espadas habían sido cambiados por un pequeño altar lleno de velas y flores secas.
Nombres de los caídos en la batalla en élfico inundaban la parte de corteza seca de aquel árbol. Como grabadas en ella. Una punzada de dolor recorrió la espalda de Eilydh.
-Nos vamos- dijo la chica a Ash'alá, agarrando su armadura que se puso sobre el vestido simple que llevaba, Éste se levantó, como entusiasmado y se reclinó un poco ayudando a Eilydh a montarse sobre él. La elfa miró de manera disimulada atrás dónde los elfos transportaban los materiales para reparar el árbol. Al conjunto de desastre y ánimo elevado que componía la comunidad de elfos.
-Se recuperarán- pensó.
Y lo dijo como si intentase convencerse a ella misma.
off:
[1] Eilydh impone las manos sanadoras para curar a Ash'alá. La recuperación de ambos les toma 3 días en los que han estado en el hospital de campaña improvisado fuera de árbol madre. Estos tres días también permiten a Eilydh sanarse de las consecuencias de la [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] por su capacidad de curarse de manera intrínseca y su propia imposición de manos.
Sandorai era un reflejo dorado en su cabeza. El fuego que dejo atrás en el momento exacto en el que el árbol quedo a más de dos metros tras su espalda. La gente que lloro la caída de los héroes en el oblivion, su gente, no había mas que usado aquellas lagrimas para regar el campo que pisaban bajo sus pies, como si el hecho de sentir que podían controlar la cosecha de su futuro era justificación suficiente para redimirse.
Era la segunda vez que la figura delgaducha y pálida de aquella guerrera se prometía no pisar tierra sagrada, como si de una peregrinación a la nada se tratase. Aquella segunda y ultima, la elfa sabia, no tardaría mucho en ser una más pues las raíces del árbol mismo que era ella nunca crecían los suficientemente lejos de su pasado. Y ni siquiera ella había comenzado a entenderlo del todo.
Al menos todo aquello había acabado. Se llevó la mano al pecho y la cintura, dolorida y ensangrentada. Necesitaba curarse antes de poder salir de aquel nido de serpientes para no volver jamás. Necesitaba curar a su tigre para que la criatura tampoco tuviese que volver a recordar nada que no fuese la libertad de sus pasos. Avanzó como pudo entre el desorden mezclado con éxito en el que se había convertido el árbol. La felicidad de los que la rodeaban apenas se tintaba con el dolor de sus heridas y la necesidad de subir a ver a su tigre.
Esquivó varios intentos de abrazos escaleras arriba y cuando por fin alcanzó la morgue improvisada, Galatrea la ayudó a posicionarse en una cama cercana a Ash'ala. Tosió malherida y se acercó a acariciar la cabeza del tigre. Unió su frente con la de él por un momento y sintió la respiración del animal.
-Me has esperado- dijo la chica, mientras notaba como el animal la seguía con la mirada- Casi pensé que ibas a dejar esta pocilga sin mi. - sonrió imponiendo sus manos sobre las heridas del tigre que habían empezado a ser curadas con anterioridad por Galatrea.- Recuérdame que jamás decida adoptar a un perro- dijo la elfa mientras notaba como el poder de sanación emanaba de sus manos [1]- Sin duda alguna tan solo dan problemas .
El animal comenzó a ganar vitalidad poco a poco y su respiración se hizo más regular. Por otro lado, las heridas de Eilydh seguían sangrando y habían manchado parte de su ropa y las sábanas de aquella cama improvisada. Cuando creyó que al menos había contenido la herida del tigre lo suficiente como para que éste pudiese recuperarse se dejó caer entre la almohada de aquel lugar.
La estancia comenzó a inundarse de vítores y llantos. La alegría de los presentes por la victoria recién adquirida se hizo sutil a partir de ese momento y las camas que aún quedaban libres se llenaron de más y más elfos heridos ocupándolas de manera rápida. Galatrea trabajaba apresurada y Eilydh pudo ver como se le acercaba con un cataplasma de hierbas que se apresuró a poner en sus heridas para que dejasen de sangrar. Eilydh le agarró la cabeza por un momento como si de pronto se encontrase mucho más débil de lo que había parecido hasta entonces
-Isil nos iluminó... pero la venganza de Anar nos dio la victoria- dijo, como en un susurro. Galatrea le sonrió y comenzó a entonar una canción milenaria.
Los elfos curanderos que la rodeaban la siguieron, uniendo sus voces poderosas a esas de la sacerdotisa, como si el canto que iniciase los mantuviese focalizados.
Habían ganado aquella guerra, era cierto. Pero todos y cada uno de los elfos que se encontraban en aquel lugar seguían luchando en una igual o más de peligrosa.
Cuando despertó, dos días después del final de la última batalla, Eilydh se dio de bruces con el sonido sordo del silencio. La habían movido a un hospital de campaña emplazado no muy lejos de árbol madre. Pero eso ella no lo sabía. Se levantó de aquella cama de pajas y encontró su cuerpo casi curado pero vendado en su torso, cintura y mano. Sus huesos estaban agarrotados y parecí haber dormido años. Recuerdos de ella misma sanándose entre sueño y sueño reponedor explicaron el porqué de su mejoría. Al fin y al cabo su naturaleza élfica era lo suficientemente sabia como para dejarla morir.
Salió de la tienda, acelerada al darse cuenta que estaba sola allí. El rugido de Ash'alá y la pequeña carrera de éste a ella le devolvieron la alegría que por alguna razón había perdido. La visión del árbol medio derruido le trajo el recuerdo de la batalla. Fuera de las raíces, donde hacía menos de 3 días había convencido a un elfo para que la dejase introducir herejes en árbol madre los arcos y espadas habían sido cambiados por un pequeño altar lleno de velas y flores secas.
Nombres de los caídos en la batalla en élfico inundaban la parte de corteza seca de aquel árbol. Como grabadas en ella. Una punzada de dolor recorrió la espalda de Eilydh.
-Nos vamos- dijo la chica a Ash'alá, agarrando su armadura que se puso sobre el vestido simple que llevaba, Éste se levantó, como entusiasmado y se reclinó un poco ayudando a Eilydh a montarse sobre él. La elfa miró de manera disimulada atrás dónde los elfos transportaban los materiales para reparar el árbol. Al conjunto de desastre y ánimo elevado que componía la comunidad de elfos.
-Se recuperarán- pensó.
Y lo dijo como si intentase convencerse a ella misma.
off:
[1] Eilydh impone las manos sanadoras para curar a Ash'alá. La recuperación de ambos les toma 3 días en los que han estado en el hospital de campaña improvisado fuera de árbol madre. Estos tres días también permiten a Eilydh sanarse de las consecuencias de la [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] por su capacidad de curarse de manera intrínseca y su propia imposición de manos.
Última edición por Eilydh el Sáb Jun 06 2020, 20:56, editado 3 veces
Eilydh
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Re: Preludio y augurio. [Solitario]
Al principio vagó sin rumbo. Había perdido 3 días en recuperarse y curar a Ash'alá y Eilydh sentía que aquello ya había sido desperdiciar el tiempo demasiado.En mas de una ocasión la única compañía de Ash'ala le había parecido demasiado y si no hubiese sido por la velocidad del viento entre sus trenzas quizás ni siquiera hubiese tardado mucho en separarse del tigre. La criatura, por otro lado, parecía querer estar aunque tan solo fuese en silencio y de una manera extraña que ni la propia elfa parecía darse cuenta, el tigre la entendía.
Quizás porque el también había perdido la promesa de un hogar y se había dado de bruces con ella. La malhumorada, iracunda, testaruda y de corazón frío como la piedra, Eilydh.
Para cuando se dio cuenta de que las pisadas de Ash’ala le eran desmesuradamente familiares, el portalón de aquel taller le pareció mas pequeño y destartalado que la ultima vez que lo había visitado. Lunargenta, la ciudad bajo Isil, parecía estar dormida bajo la mirada atenta de aquello que le daba nombre.
Eilydh desmontó a Ash’ala a varios metros de aquel edificio en particular. Lo hizo con rabia contenida en un solo movimiento en picado y girándose para alejarse como molesta de que aquel animal se hubiese siquiera atrevido a traerla allí. Cerró la mano en un puño y comenzó a caminar con demasiadas palabras aglomeradas en su cabeza. Ninguna lo suficientemente precisa capaz de herir lo suficientemente al tigre, o lo que era lo mismo, capaz de herirla a ella mas de lo que ya lo estaba.
El animal respondió preciso, salto frente a ella y evito que la elfa caminase cortándole el camino y tras varios intentos de la elfa de zafarse y caminar de vuelta por donde habían venido. Ash’ala rugió levemente, impaciente.
Eilydh deshizo su mano del puño que era y suspiró, molesta pero dándose por vencida. Se giro sobre si misma y los portalones de aquel taller la saludaron como viejos amigos. El dueño había sido lo suficientemente descuidado como para no poner mas seguridad que varios candados en aquella puerta destartalada. Eilydh sopeso la entrada como dándose por vencida a medida que avanzaba los pocos metros que la separaban de allí. Sopeso las posibles entradas a aquella antesala que conocía bastante bien mientras repasaba con sus manos los bordes de aquellas puertas presionándolas de cuando en cuando, buscando la manera en que cediesen.
-Esto es ridículo- dijo tras presionar con mas ira que cuidado la puerta en un intento de que se abriese por tercera vez- Ridículo. – repitió mientras empujaba el portalón molesta y se volvió a girar hasta Ash’ala.
El tigre rugió y mordió su armadura, elevándola. Dio un salto y la soltó sobre una ventana de la segunda planta.cerrada lo suficiente como para que Eilydh metiese su delgado brazo y… la abriese. La elfa miro al tigre molesta y este bajo con un salto a la primera planta donde se sentó a esperar, se sumergió entre la oscuridad de la habitación de manera rápida, pues lo ultimo que necesitaba era llamar la atención de cualquier vecino curioso.
Poco sabia la elfa que al dejar atrás la oscuridad de la noche iba a darse de bruces con… recuerdos.Bueno, con lo que quedaba de ellos en aquella habitación adornada de manera escrupulosa y ordenada con poco más que una cama y algún que otro mueble. La elfa se mordió el labio inferior, sumida en la culpa y en ideas de distinta procedencia con la misma habitación como ambiente. Sus mejillas se tintaron de rosado mientras salía de ella y bajaba al taller a través de la escalera.
Aquello sí que le era mas familiar.
Rodeó la fragua, ahora apagada, y una punzada de dolor la recorrió al darse cuenta que… aquella habitación estaba fría y al saber con certeza que en otras circunstancias, el humo del fuego y el metal contra el metal hubiese caldeado la estancia haciéndola casi casi parecer hogar.Posó su mano distraída alrededor de los trozos de metal que estaban a medio construir y habían sido posicionados de manera ordenada por tamaño y forma. Lo cierto es que no sabia porque había acudido allí. Ni qué esperaba encontrar más que vacío.
Caminó entre las mazas algo gastadas y las examinó con la mirada fija en ellas pero la mente puesta sin duda en algo más. Tras varios minutos paseándose entre la mercancía de aquel taller, Eilydh se dio por vencida, dirigiéndose escaleras arriba y de vuelta a la calle donde la esperaba el tigre. Aquel lugar era… demasiado suyo. El mero hecho de estar allí ya se sentía… violento.
Y entonces la vio.
Un pequeño objeto metálico, entre varios ladrillos sobresalientes de la fragua, reflejando la luz de aquello mismo que asemejaba. Una pequeña luna del color de la plata pulida. Eilydh frunció el ceño y se acercó. La agarró con la mano y la limpió con su vestido, sacando a relucir el brillo reluciente del metal precioso del que sin duda estaba hecho. La examinó con interés. Parecía ser la parte frontal de un… anillo. O un pendiente. ¿Quizás la cuenta de un collar? Sin duda parte de una joyería algo torcida pero no lo suficiente como para alterar por completo la forma de Luna que asemejaba. No lo suficientemente perfecta para el juicio del orfebre y por lo tanto… descartada por él mismo.
Eilydh la atesoró por un segundo.
Era perfecta.
Deshizo una de sus trenzas de manera acelerada y entremezcló aquella media luna con sus cabellos como un abalorio lo suficientemente camuflado como para que tan solo ella o alguien lo suficientemente cerca a ella se diese cuenta que la llevase.
Suspiró por un momento antes de subir escaleras arriba y dejar aquel lugar quizás, para siempre. El tigre la esperaba tranquilo en la calzada y apenas se movió cuando Eilydh salto de manera ágil y elegante junto a él.
-Espero que estes contento.- le dijo la elfa mientras se subía sobre su lomo, ocultando una sonrisa y llevándose la mano allí donde estaba la media luna- A mis muchos defectos… acabas de añadirle ser una ladrona.
Dejó atrás aquellas portezuelas y se subió sobre Ash’alá para perderse en la noche.
--------------Quizás porque el también había perdido la promesa de un hogar y se había dado de bruces con ella. La malhumorada, iracunda, testaruda y de corazón frío como la piedra, Eilydh.
Para cuando se dio cuenta de que las pisadas de Ash’ala le eran desmesuradamente familiares, el portalón de aquel taller le pareció mas pequeño y destartalado que la ultima vez que lo había visitado. Lunargenta, la ciudad bajo Isil, parecía estar dormida bajo la mirada atenta de aquello que le daba nombre.
Eilydh desmontó a Ash’ala a varios metros de aquel edificio en particular. Lo hizo con rabia contenida en un solo movimiento en picado y girándose para alejarse como molesta de que aquel animal se hubiese siquiera atrevido a traerla allí. Cerró la mano en un puño y comenzó a caminar con demasiadas palabras aglomeradas en su cabeza. Ninguna lo suficientemente precisa capaz de herir lo suficientemente al tigre, o lo que era lo mismo, capaz de herirla a ella mas de lo que ya lo estaba.
El animal respondió preciso, salto frente a ella y evito que la elfa caminase cortándole el camino y tras varios intentos de la elfa de zafarse y caminar de vuelta por donde habían venido. Ash’ala rugió levemente, impaciente.
Eilydh deshizo su mano del puño que era y suspiró, molesta pero dándose por vencida. Se giro sobre si misma y los portalones de aquel taller la saludaron como viejos amigos. El dueño había sido lo suficientemente descuidado como para no poner mas seguridad que varios candados en aquella puerta destartalada. Eilydh sopeso la entrada como dándose por vencida a medida que avanzaba los pocos metros que la separaban de allí. Sopeso las posibles entradas a aquella antesala que conocía bastante bien mientras repasaba con sus manos los bordes de aquellas puertas presionándolas de cuando en cuando, buscando la manera en que cediesen.
-Esto es ridículo- dijo tras presionar con mas ira que cuidado la puerta en un intento de que se abriese por tercera vez- Ridículo. – repitió mientras empujaba el portalón molesta y se volvió a girar hasta Ash’ala.
El tigre rugió y mordió su armadura, elevándola. Dio un salto y la soltó sobre una ventana de la segunda planta.cerrada lo suficiente como para que Eilydh metiese su delgado brazo y… la abriese. La elfa miro al tigre molesta y este bajo con un salto a la primera planta donde se sentó a esperar, se sumergió entre la oscuridad de la habitación de manera rápida, pues lo ultimo que necesitaba era llamar la atención de cualquier vecino curioso.
Poco sabia la elfa que al dejar atrás la oscuridad de la noche iba a darse de bruces con… recuerdos.Bueno, con lo que quedaba de ellos en aquella habitación adornada de manera escrupulosa y ordenada con poco más que una cama y algún que otro mueble. La elfa se mordió el labio inferior, sumida en la culpa y en ideas de distinta procedencia con la misma habitación como ambiente. Sus mejillas se tintaron de rosado mientras salía de ella y bajaba al taller a través de la escalera.
Aquello sí que le era mas familiar.
Rodeó la fragua, ahora apagada, y una punzada de dolor la recorrió al darse cuenta que… aquella habitación estaba fría y al saber con certeza que en otras circunstancias, el humo del fuego y el metal contra el metal hubiese caldeado la estancia haciéndola casi casi parecer hogar.Posó su mano distraída alrededor de los trozos de metal que estaban a medio construir y habían sido posicionados de manera ordenada por tamaño y forma. Lo cierto es que no sabia porque había acudido allí. Ni qué esperaba encontrar más que vacío.
Caminó entre las mazas algo gastadas y las examinó con la mirada fija en ellas pero la mente puesta sin duda en algo más. Tras varios minutos paseándose entre la mercancía de aquel taller, Eilydh se dio por vencida, dirigiéndose escaleras arriba y de vuelta a la calle donde la esperaba el tigre. Aquel lugar era… demasiado suyo. El mero hecho de estar allí ya se sentía… violento.
Y entonces la vio.
Un pequeño objeto metálico, entre varios ladrillos sobresalientes de la fragua, reflejando la luz de aquello mismo que asemejaba. Una pequeña luna del color de la plata pulida. Eilydh frunció el ceño y se acercó. La agarró con la mano y la limpió con su vestido, sacando a relucir el brillo reluciente del metal precioso del que sin duda estaba hecho. La examinó con interés. Parecía ser la parte frontal de un… anillo. O un pendiente. ¿Quizás la cuenta de un collar? Sin duda parte de una joyería algo torcida pero no lo suficiente como para alterar por completo la forma de Luna que asemejaba. No lo suficientemente perfecta para el juicio del orfebre y por lo tanto… descartada por él mismo.
Eilydh la atesoró por un segundo.
Era perfecta.
Deshizo una de sus trenzas de manera acelerada y entremezcló aquella media luna con sus cabellos como un abalorio lo suficientemente camuflado como para que tan solo ella o alguien lo suficientemente cerca a ella se diese cuenta que la llevase.
Suspiró por un momento antes de subir escaleras arriba y dejar aquel lugar quizás, para siempre. El tigre la esperaba tranquilo en la calzada y apenas se movió cuando Eilydh salto de manera ágil y elegante junto a él.
-Espero que estes contento.- le dijo la elfa mientras se subía sobre su lomo, ocultando una sonrisa y llevándose la mano allí donde estaba la media luna- A mis muchos defectos… acabas de añadirle ser una ladrona.
Dejó atrás aquellas portezuelas y se subió sobre Ash’alá para perderse en la noche.
- Abalorio:
Eilydh
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Re: Preludio y augurio. [Solitario]
Apoyó su espalda contra el árbol milenario que la había hecho esquivar a quien la perseguía;
Su pecho se elevaba de manera agitada al ritmo de su respiración jadeante, ahogada por su propia voluntad de no hacer de aquello la banda sonora que la delatase. La tensión de su espalda sobre la corteza de aquel árbol le recordaba que tampoco tenía mucho tiempo para perder y a medida que su respiración se recomponía, la urgencia del sonido de los pasos a su alrededor la volvían a hacer apresurando.
No llevaba zapatos, y por un segundo se preguntó si todo aquello era lo suficientemente valioso como para robarle la sensación del musgo mullido bajos sus pies. Se deslizó sobre aquel árbol, rodeándolo de manera furtiva, apresurando sus movimientos mientras alternaba su pecho y su espalda sobre la corteza en un intento de volver sobre sus pasos.
No estaba muy segura de si había, pues perdido a su perseguidor, y a pesar de enmudecer sus jadeos a susurros, Eilydh había por alguna razón dejado de escuchar los pasos que delataban su carrera.
Abrió mucho los ojos, atenta. Como esperando la señal justa para...
La oyó.
Una rama seca crujió con el peso delatador que la había hecho escapar. Aquello fue el gesto mínimo que había estado esperando y con una sonrisa pintada en sus labios carnosos comprendió que él tampoco sabía donde se encontraba.
Sus cabellos caían libres hasta casi su cintura y se perdían en su vestido sencillo de lino azul cielo, meciéndose a merced de la brisa liviana que también ondulaba su vestido.
Caminó tras sus propios pasos, sintiéndose ganadora al fin, Notó como cada poro de su piel se enervaba con la sensación eléctrica y embriagadora que a menudo le infundía la victoria. Notó el lino suave de su vestido en sus poros enervados y ese escalofrío se convirtió en adrenalina al encontrar al fin el camino que le diese ventaja.
Miró a ambos lados de aquel árbol que le había servido de pared improvisada, cerciorándose de que había estado en lo correcto y cuando sus latidos alcanzaron el cenit mismo proporcionado por aquel frenesí, corrió.
Lo hizo como la gacela que parte a un bosque frondoso, su pelo, su vestido y sus jadeos quedaron perdidos en el aire mientras su carrera la hacía una con el musgo bajo sus pies. Flotó sobre el miedo que dejaba atrás y lo hizo con una libertad tan suya que con los ojos cerrados aún parecía conocer el bosque mismo como la palma de su mano.
Dejó que las ramas de los árboles colindantes le enmarañaran el rubio intenso de su pelo adornándolo con hojas que se llevaba en su carrera, pintó en sus mejillas el rubor intenso de la carrera.
Tan solo paró cuando notó la presión moderada en su cadera. Cuando ambas manos se acomodaron sobre ella atrapándola en un abrazo cálido y comprensivo.Imaginó por un segundo como sería sentir esas manos trazando las constelaciones que formaban sus lunares sobre su piel. Aquello la hizo enrojecer aún más y camufló aquella duda de molestia, como solía hacer.
Cuando se giró hacia su captor, aún con el ceño fruncido de saberse vencida en su juego, este la arrulló más fuerte como si quisiera desquitarle el mal humor a base de contacto cercano. El aroma a ceniza y lumbre recien apagada, a otoño frío pero seco y a ámbar la calmó y casi tuvo que contenerse para no ronronear bajo las manos pintoras de aquel... ser.
-No se te da muy bien perder- dijo entonces, con la voz profunda y ronca.
-...Digamos que no tengo mucha práctica...- respondió Eilydh haciendo el amago de apartarse de aquel hombre pero sin verdaderamente hacerlo, mientras sonreía de manera burlona, casi... ¿embelesada?
El hombre soltó una de sus manos de las caderas de la elfa y la usó para guiar el mentón y la barbilla de la elfa hasta el de él, de manera suave pero decidida. Clavó sus ojos verdes sobre los de ella, y Eilydh comprendió que nunca había visto bosque más intenso que el de su mirada, y que su esencia elfa escogería día tras día la espesura de aquel verde intenso para hacer hogar en aquellos ojos.
Finalmente, él le robó un beso profundo. Eilydh cerró los ojos mientras el magnetismo y la adrenalina que la había tenido pegada al árbol-muro entre ambos, minutos antes, volvía a hacerse con el control de su cuerpo. Dejando que, esta vez, la electricidad del momento se elongase en el tiempo y aquel beso no terminase.
El contacto con los labios la hizo despertar.
Jadeó con la respiración entrecortada. Cubierta de telas empapadas.
Afuera de la cabaña improvisada era noche oscura y a pesar de que Ash'alá estaba a su lado, el pelaje mojado de su montura le indicó que había estado lloviendo.
No sabía cuánto llevaba allí. Apenas si recordaba construir aquel tenderete con la sensación del veneno en su cuerpo. Recordaba vomitar... y querer dormir para siempre.
Aún no estaba segura de si estaba o no contenta de haber despertado
.Su pecho se elevaba de manera agitada al ritmo de su respiración jadeante, ahogada por su propia voluntad de no hacer de aquello la banda sonora que la delatase. La tensión de su espalda sobre la corteza de aquel árbol le recordaba que tampoco tenía mucho tiempo para perder y a medida que su respiración se recomponía, la urgencia del sonido de los pasos a su alrededor la volvían a hacer apresurando.
No llevaba zapatos, y por un segundo se preguntó si todo aquello era lo suficientemente valioso como para robarle la sensación del musgo mullido bajos sus pies. Se deslizó sobre aquel árbol, rodeándolo de manera furtiva, apresurando sus movimientos mientras alternaba su pecho y su espalda sobre la corteza en un intento de volver sobre sus pasos.
No estaba muy segura de si había, pues perdido a su perseguidor, y a pesar de enmudecer sus jadeos a susurros, Eilydh había por alguna razón dejado de escuchar los pasos que delataban su carrera.
Abrió mucho los ojos, atenta. Como esperando la señal justa para...
La oyó.
Una rama seca crujió con el peso delatador que la había hecho escapar. Aquello fue el gesto mínimo que había estado esperando y con una sonrisa pintada en sus labios carnosos comprendió que él tampoco sabía donde se encontraba.
Sus cabellos caían libres hasta casi su cintura y se perdían en su vestido sencillo de lino azul cielo, meciéndose a merced de la brisa liviana que también ondulaba su vestido.
Caminó tras sus propios pasos, sintiéndose ganadora al fin, Notó como cada poro de su piel se enervaba con la sensación eléctrica y embriagadora que a menudo le infundía la victoria. Notó el lino suave de su vestido en sus poros enervados y ese escalofrío se convirtió en adrenalina al encontrar al fin el camino que le diese ventaja.
Miró a ambos lados de aquel árbol que le había servido de pared improvisada, cerciorándose de que había estado en lo correcto y cuando sus latidos alcanzaron el cenit mismo proporcionado por aquel frenesí, corrió.
Lo hizo como la gacela que parte a un bosque frondoso, su pelo, su vestido y sus jadeos quedaron perdidos en el aire mientras su carrera la hacía una con el musgo bajo sus pies. Flotó sobre el miedo que dejaba atrás y lo hizo con una libertad tan suya que con los ojos cerrados aún parecía conocer el bosque mismo como la palma de su mano.
Dejó que las ramas de los árboles colindantes le enmarañaran el rubio intenso de su pelo adornándolo con hojas que se llevaba en su carrera, pintó en sus mejillas el rubor intenso de la carrera.
Tan solo paró cuando notó la presión moderada en su cadera. Cuando ambas manos se acomodaron sobre ella atrapándola en un abrazo cálido y comprensivo.Imaginó por un segundo como sería sentir esas manos trazando las constelaciones que formaban sus lunares sobre su piel. Aquello la hizo enrojecer aún más y camufló aquella duda de molestia, como solía hacer.
Cuando se giró hacia su captor, aún con el ceño fruncido de saberse vencida en su juego, este la arrulló más fuerte como si quisiera desquitarle el mal humor a base de contacto cercano. El aroma a ceniza y lumbre recien apagada, a otoño frío pero seco y a ámbar la calmó y casi tuvo que contenerse para no ronronear bajo las manos pintoras de aquel... ser.
-No se te da muy bien perder- dijo entonces, con la voz profunda y ronca.
-...Digamos que no tengo mucha práctica...- respondió Eilydh haciendo el amago de apartarse de aquel hombre pero sin verdaderamente hacerlo, mientras sonreía de manera burlona, casi... ¿embelesada?
El hombre soltó una de sus manos de las caderas de la elfa y la usó para guiar el mentón y la barbilla de la elfa hasta el de él, de manera suave pero decidida. Clavó sus ojos verdes sobre los de ella, y Eilydh comprendió que nunca había visto bosque más intenso que el de su mirada, y que su esencia elfa escogería día tras día la espesura de aquel verde intenso para hacer hogar en aquellos ojos.
Finalmente, él le robó un beso profundo. Eilydh cerró los ojos mientras el magnetismo y la adrenalina que la había tenido pegada al árbol-muro entre ambos, minutos antes, volvía a hacerse con el control de su cuerpo. Dejando que, esta vez, la electricidad del momento se elongase en el tiempo y aquel beso no terminase.
El contacto con los labios la hizo despertar.
Jadeó con la respiración entrecortada. Cubierta de telas empapadas.
Afuera de la cabaña improvisada era noche oscura y a pesar de que Ash'alá estaba a su lado, el pelaje mojado de su montura le indicó que había estado lloviendo.
No sabía cuánto llevaba allí. Apenas si recordaba construir aquel tenderete con la sensación del veneno en su cuerpo. Recordaba vomitar... y querer dormir para siempre.
Aún no estaba segura de si estaba o no contenta de haber despertado
Eilydh
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Re: Preludio y augurio. [Solitario]
Había llovido de nuevo. La noche se había tornado larga y duraba ya algo más de 3 anos. Su cabeza permanecía fría, sin embargo: Había luchado tanto por mantener el silencio allí donde solía haber estruendo que el vacío ahora era la única manera de conocerse.
Roilkat no era una ciudad cándida con los de su clase, y más aún siendo mujer. El dinero se había estirado lo suficiente como para mantenerla a flote durante varias semanas Sin necesidad de ocultar que no estaba en su mejor momento. Hubo un tiempo en el que incluso pensó que aquello era temporal. Quizás justo esos fueron los peores meses: La esperanza suele convertirnos en dóciles y la docilidad es el opio de la procastrinación.
De ahí al olvido tan solo existe un paso.
En algún momento u otro fue consciente de que el tiempo era tan solo otra excusa. Creyó que cualquier calle era tan familiar como ciudad lagarto y buscó en cada una de las esquinas alguna excusa para entender que el futuro que había planeado no había sido más que un sueño.
Pero Roilkat no era ciudad Lagarto y en cada calle la frialdad del abrazo en lo desconocido le recordaba una vez tras otra que había perdido. No sabía exactamente cuando. Como ni porqué. Pero el resultado al fin y al cabo había sido el mismo.
Ash’alá se había mantenido cerca los primeros meses. Seguramente apartando de ella cualquier idea que fuese lo suficientemente perjudicial como para mantenerla a flote. En las noches en las que el tigre de las nieves la mantenía cuerda, Eilydh planeaba como deshacerse de él de manera silenciosa.
Cuando al fin consiguió su objetivo y el tigre se dio por vencido alejándose de su continuo estado de conflicto, ebriedad, droga y autocompasión Eilydh encontró la excusa perfecta para dejarse perder de manera completa.
Las semanas se hicieron meses. Los meses años y en algún punto particular había olvidado la esperanza que la había mantenido cuerda los primeros días y la familiaridad de Roilkat y sus calles la hizo ser otra persona. Alguien a quien estaba, por otro lado, encantada de conocer.
Como decía, había estado lloviendo durante toda la noche. Y el sol parecía haber olvidado como brillar a la mañana siguiente. No es que se durmiese bien bajo el manto encapotado de las calles de aquella bulliciosa ciudad, pero para aquel entonces Eilydh se había olvidado de lo que era una cama caliente, un baño cada día y la seguridad de saber que esperar del día siguiente. No me malinterpretéis: No había perdido su orgullo. La fragilidad de su coraza magullada por la necesidad de encontrarse… sola. El silencio en su mente ayudaba. No había dolor si no había nada.
Así que su mañana comenzó como cualquier otra. Su ronda matutina procurándose algo de comer gracias a cualquier mercader distraído. Después de aquello tenia el día frente a ella como lo había sido durante los casi cerca de 4 anos. Esperar a que la primera taberna abriese a menudo involucraba intentar obtener algo mas fuerte para opacar su cabeza y poco después de que aquel mendrugo apenas tocase su estomago, Eilydh se sintió lo suficientemente poco ebria como para intentar alguna habilidad social.
Se dirigió hasta el lugar exacto, la memoria del camino recorrido mas de tres veces cada día guiándola. La ciudad había comenzado a despertarse y los primeros cuerpos humanos se asomaban a las calles contentos de que la lluvia hubiese amainado.
Un grupo de hombres fornidos altos avanzaba por una de las calles principales dirigiéndose en la misma dirección en la que caminaba Eilydh. Miembros de la guardia real ¿Aquí en Roilkat? El corazón de Eilydh pareció despertar de un sueno eterno y una mariposa que nada tenía que ver con el hambre se posó en su estómago. Siguió a aquellas figuras durante varias calles desviándose de su camino principal tan solo para escucharlos.
Sus voces joviales y alegres. Esperando el tono exacto que le confirmase que quizás… quizás al fin la había encontrado. El fin de su guerra. El final de la pesadilla .Que ambos iban a hacer que todo estuviese bien y él justo había venido a hacer aquello que siempre le prohibió que hiciese: Rescatarla.
Jugueteó con una pieza en forma de luna que escondía entre sus cabellos enmarañados de manera nerviosa, incrédula.
Esperanzada.
Los tres hombres se giraron en cierto punto, separando sus caminos para cumplir cualquiera que fuesen los objetivos que habían venido a satisfacer allí.
No había otoño en ninguna de las miradas de aquellos desconocidos. Ni historia en común en sus facciones. No olían a fragua ni a hierro ni a historias por contar. Y por supuesto ninguno de ellos era digno de que Eilydh pudiese regalarle el honor de salvarla.
La mariposa en su estómago se esfumó de manera rápida, dejando el vacío al que se había acostumbrado. Dio una vuelta sobre si misma sintiéndose estúpida en su distracción y continuó hasta su destino.
Cuando alcanzó la puerta en particular dio varios toque en la misma y el sonido se propasó por la madera componiendo una melodía a la que alguien respondió desde el otro lado. Tras varios segundos en un silencio tenso el mecanismo de la puerta pareció accionarse y se abrió lo suficiente como para que el cuerpo menudo de Eilydh la atravesase.
-Llegas temprano- dijo una voz grave pero femenina. Con la ronquedad de alguien quien mantiene su garganta seca- No te esperábamos hasta al menos las 8.
-Ha estado lloviendo… No es que el frío me molestase demasiado pero ayer Baltazar cerró más temprano de lo normal. Necesito algo hasta que vuelva a abrir- Eilydh se deshizo de su capa de viaje, sucia, deshilachada y mojada dejándola en una de las sillas de aquella habitación.
La única diferencia entre aquella sala y la calle era la presencia de un techo y las cenizas a modo de recuerdo de que allí había habitado lumbre en otro momento. Los suelos llenos de polvo, basura y restos de roedores recordaban a un establo que llevaba sin ser atendido durante varios anos.
La mujer a la que la voz ronca pertenecía alzó la mano de manera pedigüeña y miro a Eilydh con una sonrisa de autosuficiencia revelando tan solo 4 dientes y estrechando sus labios oscurecidos por la suciedad.
-¿Dónde esta Peytra?- preguntó Eilydh antes de sacar de su bolsillo otro mendrugo de pan , algo más pequeño que el que ella misma acababa de consumir.-
La mujer borró de manera apresurada su sonrisa y miró al suelo sacudiendo su cabeza de lado a lado a modo de negativa.
Eilydh abrió mucho sus ojos azul eléctrico durante varios segundos. Su expresión volviendo a componer el gesto vacío que había mantenido hasta entonces de manera rutinaria. Ahogó un suspiro. La segunda en un mes.
-¿Quién le ven…?- comenzó a decir.
- Oh no… no fue eso. Se negó a ir con Callum- sentenció Anya de manera tajante desviando su mirada y pellizcándose el labio inferior de manera nerviosa.
-Entiendo.- Eilydh desvió también su mirada reparando en tres nuevos objetos presentes en la sala que no estaban el día anterior: Un espejo roto de cuerpo entero, un maniquí usado y destartalado y una caja de costura a medio abrir- Tan solo media dosis hoy.- dijo y miró a Anya quien salió de la sala de manera apresurada- Tengo algo importante que hacer.
Eilydh se acercó al maniquí mientras esperaba. Acarició la tema de aquel objeto mientras lo rodeaba.
‘…Tres chaquetas para esta semana. Azul cielo encapotado o quizás nube manchada de cielo?’
Imágenes de un hombre alto y esbelto con porte de señor rico pero con el corazón oscuro y destrozado se apoderaron de su cabeza como flashbacks perniciosos. Eilydh se apartó de aquel maniquí como si estuviese poseído y desvió su atención a la caja de costura.
Al abrirla. Varios botones dorados escaparon del primer cajón. La elfa agarró uno de ellos con sus dedos y con la expresión incrédula de alguien quien cree estar en medio de una broma lo observó durante un segundo.
-… Dorados claramente. No importa mucho si son desiguales. Lo importante es que me haga brillar. ¿Que piensas, Eilydh querida? ¿Podría ser que Eyre se desmaye al verme así de divino?-
La visión de cierto Conde en particular como un fantasma del pasado se apoderó de nuevo de su cabeza despertando la quietud que había conservado hasta entonces. Dejó el botón donde lo había encontrado como si quemase en sus manos y reculó tres pasos.
En algún momento alzó su mirada y su reflejo en el mismo le devolvió una mirada desconocida. Avanzó de nuevo aquellos tres pasos incrédula de lo que miraba:
La vida en el azul eléctrico de sus ojos parecía haberse consumido hasta palidecer a un azul grisáceo. Bajo esto y después de disipar la suciedad y la mugre que la inundaba descubrió bolsas moradas producto de su falta de sueno. Su piel, aun tersa y clara denotaba ahora facciones sumidas en los efectos del hambre y la droga. Los huesos de sus pómulos aflorando de manera peligrosa.
Los músculos con los que Isil había dotado su cuerpo y que había curtido a base de entreno habían desaparecido de sus brazos, su abdomen y sus piernas. Alzó la camisa sucia y raída que llevaba para descubrir que tan solo había hueso y piel donde se había marcado su esfuerzo antes.
¡Y su pelo!… su orgullo.
El rubio inmaculado que a menudo enlazaba su cara. La complejidad de las trenzas en su largo cabello marcando los mensajes del idioma de los nudos. Significando el futuro y el pasado de lo que era y lo que había sido. Su cabello no era más que un sinfín de greñas envueltas en suciedad y descuidado.
Tragó saliva. Entendiendo que por mucho que se hubiese convencido a si misma de que su aspecto no era el de la misma joven y viva Eilydh que había llegado a Roilkat anos atrás el haberse mirado al espejo había confirmado el fondo de aquel abismo. ¿En qué momento había dejado de buscarse? ¿Dónde estaba la guerrera que había desafiado al pueblo de Sandorai y salido ilesa de la furia de Anar? ¿y sus sueños? ¿Dónde se habían quedado?.
Algo en el reflejo de aquel espejo rompió el hechizo en el que se había estado obligando a permanecer durante años.
De manera autómata, como si de una vieja costumbre se tratase Eilydh buscó en su cinturón el peso de su espada. Encontrando el vacío de la nada en su lugar.
Por primera vez el miedo se apoderó de ella
¿Había perdido a Karma?
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Roilkat no era una ciudad cándida con los de su clase, y más aún siendo mujer. El dinero se había estirado lo suficiente como para mantenerla a flote durante varias semanas Sin necesidad de ocultar que no estaba en su mejor momento. Hubo un tiempo en el que incluso pensó que aquello era temporal. Quizás justo esos fueron los peores meses: La esperanza suele convertirnos en dóciles y la docilidad es el opio de la procastrinación.
De ahí al olvido tan solo existe un paso.
En algún momento u otro fue consciente de que el tiempo era tan solo otra excusa. Creyó que cualquier calle era tan familiar como ciudad lagarto y buscó en cada una de las esquinas alguna excusa para entender que el futuro que había planeado no había sido más que un sueño.
Pero Roilkat no era ciudad Lagarto y en cada calle la frialdad del abrazo en lo desconocido le recordaba una vez tras otra que había perdido. No sabía exactamente cuando. Como ni porqué. Pero el resultado al fin y al cabo había sido el mismo.
Ash’alá se había mantenido cerca los primeros meses. Seguramente apartando de ella cualquier idea que fuese lo suficientemente perjudicial como para mantenerla a flote. En las noches en las que el tigre de las nieves la mantenía cuerda, Eilydh planeaba como deshacerse de él de manera silenciosa.
Cuando al fin consiguió su objetivo y el tigre se dio por vencido alejándose de su continuo estado de conflicto, ebriedad, droga y autocompasión Eilydh encontró la excusa perfecta para dejarse perder de manera completa.
Las semanas se hicieron meses. Los meses años y en algún punto particular había olvidado la esperanza que la había mantenido cuerda los primeros días y la familiaridad de Roilkat y sus calles la hizo ser otra persona. Alguien a quien estaba, por otro lado, encantada de conocer.
Como decía, había estado lloviendo durante toda la noche. Y el sol parecía haber olvidado como brillar a la mañana siguiente. No es que se durmiese bien bajo el manto encapotado de las calles de aquella bulliciosa ciudad, pero para aquel entonces Eilydh se había olvidado de lo que era una cama caliente, un baño cada día y la seguridad de saber que esperar del día siguiente. No me malinterpretéis: No había perdido su orgullo. La fragilidad de su coraza magullada por la necesidad de encontrarse… sola. El silencio en su mente ayudaba. No había dolor si no había nada.
Así que su mañana comenzó como cualquier otra. Su ronda matutina procurándose algo de comer gracias a cualquier mercader distraído. Después de aquello tenia el día frente a ella como lo había sido durante los casi cerca de 4 anos. Esperar a que la primera taberna abriese a menudo involucraba intentar obtener algo mas fuerte para opacar su cabeza y poco después de que aquel mendrugo apenas tocase su estomago, Eilydh se sintió lo suficientemente poco ebria como para intentar alguna habilidad social.
Se dirigió hasta el lugar exacto, la memoria del camino recorrido mas de tres veces cada día guiándola. La ciudad había comenzado a despertarse y los primeros cuerpos humanos se asomaban a las calles contentos de que la lluvia hubiese amainado.
Un grupo de hombres fornidos altos avanzaba por una de las calles principales dirigiéndose en la misma dirección en la que caminaba Eilydh. Miembros de la guardia real ¿Aquí en Roilkat? El corazón de Eilydh pareció despertar de un sueno eterno y una mariposa que nada tenía que ver con el hambre se posó en su estómago. Siguió a aquellas figuras durante varias calles desviándose de su camino principal tan solo para escucharlos.
Sus voces joviales y alegres. Esperando el tono exacto que le confirmase que quizás… quizás al fin la había encontrado. El fin de su guerra. El final de la pesadilla .Que ambos iban a hacer que todo estuviese bien y él justo había venido a hacer aquello que siempre le prohibió que hiciese: Rescatarla.
Jugueteó con una pieza en forma de luna que escondía entre sus cabellos enmarañados de manera nerviosa, incrédula.
Esperanzada.
Los tres hombres se giraron en cierto punto, separando sus caminos para cumplir cualquiera que fuesen los objetivos que habían venido a satisfacer allí.
No había otoño en ninguna de las miradas de aquellos desconocidos. Ni historia en común en sus facciones. No olían a fragua ni a hierro ni a historias por contar. Y por supuesto ninguno de ellos era digno de que Eilydh pudiese regalarle el honor de salvarla.
La mariposa en su estómago se esfumó de manera rápida, dejando el vacío al que se había acostumbrado. Dio una vuelta sobre si misma sintiéndose estúpida en su distracción y continuó hasta su destino.
Cuando alcanzó la puerta en particular dio varios toque en la misma y el sonido se propasó por la madera componiendo una melodía a la que alguien respondió desde el otro lado. Tras varios segundos en un silencio tenso el mecanismo de la puerta pareció accionarse y se abrió lo suficiente como para que el cuerpo menudo de Eilydh la atravesase.
-Llegas temprano- dijo una voz grave pero femenina. Con la ronquedad de alguien quien mantiene su garganta seca- No te esperábamos hasta al menos las 8.
-Ha estado lloviendo… No es que el frío me molestase demasiado pero ayer Baltazar cerró más temprano de lo normal. Necesito algo hasta que vuelva a abrir- Eilydh se deshizo de su capa de viaje, sucia, deshilachada y mojada dejándola en una de las sillas de aquella habitación.
La única diferencia entre aquella sala y la calle era la presencia de un techo y las cenizas a modo de recuerdo de que allí había habitado lumbre en otro momento. Los suelos llenos de polvo, basura y restos de roedores recordaban a un establo que llevaba sin ser atendido durante varios anos.
La mujer a la que la voz ronca pertenecía alzó la mano de manera pedigüeña y miro a Eilydh con una sonrisa de autosuficiencia revelando tan solo 4 dientes y estrechando sus labios oscurecidos por la suciedad.
-¿Dónde esta Peytra?- preguntó Eilydh antes de sacar de su bolsillo otro mendrugo de pan , algo más pequeño que el que ella misma acababa de consumir.-
La mujer borró de manera apresurada su sonrisa y miró al suelo sacudiendo su cabeza de lado a lado a modo de negativa.
Eilydh abrió mucho sus ojos azul eléctrico durante varios segundos. Su expresión volviendo a componer el gesto vacío que había mantenido hasta entonces de manera rutinaria. Ahogó un suspiro. La segunda en un mes.
-¿Quién le ven…?- comenzó a decir.
- Oh no… no fue eso. Se negó a ir con Callum- sentenció Anya de manera tajante desviando su mirada y pellizcándose el labio inferior de manera nerviosa.
-Entiendo.- Eilydh desvió también su mirada reparando en tres nuevos objetos presentes en la sala que no estaban el día anterior: Un espejo roto de cuerpo entero, un maniquí usado y destartalado y una caja de costura a medio abrir- Tan solo media dosis hoy.- dijo y miró a Anya quien salió de la sala de manera apresurada- Tengo algo importante que hacer.
Eilydh se acercó al maniquí mientras esperaba. Acarició la tema de aquel objeto mientras lo rodeaba.
‘…Tres chaquetas para esta semana. Azul cielo encapotado o quizás nube manchada de cielo?’
Imágenes de un hombre alto y esbelto con porte de señor rico pero con el corazón oscuro y destrozado se apoderaron de su cabeza como flashbacks perniciosos. Eilydh se apartó de aquel maniquí como si estuviese poseído y desvió su atención a la caja de costura.
Al abrirla. Varios botones dorados escaparon del primer cajón. La elfa agarró uno de ellos con sus dedos y con la expresión incrédula de alguien quien cree estar en medio de una broma lo observó durante un segundo.
-… Dorados claramente. No importa mucho si son desiguales. Lo importante es que me haga brillar. ¿Que piensas, Eilydh querida? ¿Podría ser que Eyre se desmaye al verme así de divino?-
La visión de cierto Conde en particular como un fantasma del pasado se apoderó de nuevo de su cabeza despertando la quietud que había conservado hasta entonces. Dejó el botón donde lo había encontrado como si quemase en sus manos y reculó tres pasos.
En algún momento alzó su mirada y su reflejo en el mismo le devolvió una mirada desconocida. Avanzó de nuevo aquellos tres pasos incrédula de lo que miraba:
La vida en el azul eléctrico de sus ojos parecía haberse consumido hasta palidecer a un azul grisáceo. Bajo esto y después de disipar la suciedad y la mugre que la inundaba descubrió bolsas moradas producto de su falta de sueno. Su piel, aun tersa y clara denotaba ahora facciones sumidas en los efectos del hambre y la droga. Los huesos de sus pómulos aflorando de manera peligrosa.
Los músculos con los que Isil había dotado su cuerpo y que había curtido a base de entreno habían desaparecido de sus brazos, su abdomen y sus piernas. Alzó la camisa sucia y raída que llevaba para descubrir que tan solo había hueso y piel donde se había marcado su esfuerzo antes.
¡Y su pelo!… su orgullo.
El rubio inmaculado que a menudo enlazaba su cara. La complejidad de las trenzas en su largo cabello marcando los mensajes del idioma de los nudos. Significando el futuro y el pasado de lo que era y lo que había sido. Su cabello no era más que un sinfín de greñas envueltas en suciedad y descuidado.
Tragó saliva. Entendiendo que por mucho que se hubiese convencido a si misma de que su aspecto no era el de la misma joven y viva Eilydh que había llegado a Roilkat anos atrás el haberse mirado al espejo había confirmado el fondo de aquel abismo. ¿En qué momento había dejado de buscarse? ¿Dónde estaba la guerrera que había desafiado al pueblo de Sandorai y salido ilesa de la furia de Anar? ¿y sus sueños? ¿Dónde se habían quedado?.
Algo en el reflejo de aquel espejo rompió el hechizo en el que se había estado obligando a permanecer durante años.
De manera autómata, como si de una vieja costumbre se tratase Eilydh buscó en su cinturón el peso de su espada. Encontrando el vacío de la nada en su lugar.
Por primera vez el miedo se apoderó de ella
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