De Flechas y Plumas [Libre]

Por fin, después de un tortuoso camino, llegué a Baslodia. Me habían ocurrido toda clase de desventuras por el camino, pero había conocido a gente interesante y lo cierto era que empezaba a ser reconocido, bien por mis aventuras, o bien por mi carrera como bardo, en aquellas tierras de Verisar.
Había estado carteándome con una vieja amiga mía con la que estudié en la escuela de bardos, y que me esperaba en Baslodia, donde se había labrado una reputación: Edwin Klennan.

Al principio, tuve ciertos problemas para pasar, debido a que los guardias me vieron como alguien sospechoso, pero en cuanto les enseñé las cartas de mi amiga, a quienes ellos se refirieron como "Berdagah". Yo me preguntaba el porqué de aquél nombre, pero supuse que sería alguna decisión artística, principalmente íntima y subjetiva.

No me costó mucho encontrarla, pues su rojiza cabellera la delató entre el gentío.

Edwin:

Nos saludamos como si fuésemos hermanos tras la guerra, y nos sentamos en un banco de piedra, cerca de la muralla, a charlar.
-Cuanto tiempo, Ed, ¿cómo es que ahora te llaman Berdagah?- pregunté, riendo.
-Puff... un asunto amoroso que salió mal, con un noble de la corte- dijo, sacando de su zurrón una bota de vino y ofreciéndome. Bebí gustoso, pues estaba especiado y muy dulce.

Vi que algunos viandantes se detenían y cuchicheaban mientras nos miraban allí sentados.
-No te preocupes, zorrillo, están así desde que rechacé al noble- dijo, Ed, despreocupada.
Bebimos y contamos anécdotas durante un rato, cuando un tipo armado apareció en mitad de la plaza y se puso delante de nosotros.
-¡Así que esas tenemos! ¡No te quieres casar conmigo pero ahí estás, con ese zorro de mierda!- dijo el hombre. Yo miré a ambos lados, incrédulo al contemplar que se dirigía a nosotros.
-Perdone, pero debe de haber un error...- comencé a decir, pero Ed se levantó, furiosa.
-¡Si, imbécil!¡Estoy con otro y no me casaré contigo ni aunque fueras el último hombre del mundo!- yo casi me caigo de espaldas ante ésta afirmación.
-¡¡Te voy a destrozar, zorro idiota!! ¡Ven aquí, te reto a un duelo! ¡El que siga con vida se ganará la mano de Berdagah!-

Camino por la calles de Baslodia sin rumbo fijo. No es la ciudad mas bonita en la que he estado, ni mucho menos, de hecho es bastante sosa y aburrida, pero siempre me gusta conocer los rincones y atajos de los lugares por los que paso. Nunca sabes cuando vas a necesitar un refugio o escondite en el futuro. En concreto decido ir rodeando la ciudad por las calles cercanas al muro, después del paseo, buscare un buen lugar donde afinar mi laúd y ganarme unas monedas tocando, aunque visto el nivel económico medio de esta ciudad, poco sacare de esta...

-¡Así que esas tenemos! ¡No te quieres casar conmigo pero ahí estás, con ese zorro de mierda!-
-¡Si, imbécil!¡Estoy con otro y no me casaré contigo ni aunque fueras el último hombre del mundo!-

Wow... Parece que esta ciudad no es tan sosa y aburrida como pensaba. Por fin algo entretenido para pasar la tarde.

-¡¡Te voy a destrozar, zorro idiota!! ¡Ven aquí, te reto a un duelo! ¡El que siga con vida se ganará la mano de Berdagah!-

¿Que? ¿Pero acaso esa chica no acaba de decirle claramente NO? Que persona tan despreciable, si va por ahí alzando la voz y retando a duelos libremente, debe de tratarse de algún noble adinerado. Que asco me dan. Aunque yo también estaría dispuesto a cruzar mi espada con quien fuera por una mujer así, que preciosidad...
Me abro paso entre la pequeña multitud que se ha congregado alrededor de los protagonistas de la dramática escena hasta encontrarme en primera fila. El orejas peludas no parece ningún brabucón busca-broncas, espero que sepa defenderse y le de a ese estirado su merecido, si no... yo me encargaré de echarle una mano. (¿Porque me meto siempre en estos líos? Como aquel incidente con los marineros del puerto de Lunargenta. Debo tener algún tipo de compasión por los seres peludos que caminan a dos patas, no tengo remedio)