¡No soy un gato atorado en un árbol, soy Fufu la mausu viajera! (Libre) [CERRADO]

El bosque colindante a la aldea era frondoso, húmedo, y en la obscuridad de la noche parecía brillar con el roció de la niebla en sus verdes hojas reflejando la luz de la luna y las estrellas que comenzaban a brillar en el firmamento. Se escuchaba el chasquido de hojas bajo un peso ligero, veloz y escurridizo seguido de otro más pesado, los dos ágiles. Lo que no sabía el perseguidor es que su presa conocía esos lindes como la palma de su rosada patita.

El constante bailoteo de la hojarasca tenía un compás uno dos uno dos uno dos uno, dos dos cuando se metía entre arbustos y con sus patitas traseras se empujaba, y brinco para las raíces salidas de los árboles y de nuevo el uno dos uno dos. Ritmo, ritmo, un gruñido, eso era malo en cualquier lugar, especialmente a las afueras de un pueblo y cercano a las ruinas de los vampiros cuando comenzaba a caer la noche, y era aún más alarmante para la pequeña figura blanca con un ondeante azul a sus espaldas. Uno dos uno dos, volvió a contar para mantener el ritmo y entonces encontró lo que buscaba, un gran roble nudoso, retorcido y traicionero. Uno dos uno dos y un salto con el que logro aferrar con sus garras el nudoso tronco y treparse con facilidad al árbol, subir a las ramas bajas fue fácil, para su medio metro de altura y entonces algo topo contra el tronco, agitada la pequeña criatura se asomó por la rama y saco la lengua mientras agitaba las mano.

-Anda tú a meterte con alguien de tu tamaño.- bramo la peluda criatura mientras el inmenso perro (para entendidos un labrador que bien podría usar de montura) ladraba y gruñía al árbol como si pudiera trepar, los chillidos que brotaban de las ramas eran la risa triunfal de la pequeña mausu que con descaro abría la bolsa de bichos que estaba a reventar de unas bolitas de masa que había comprado al panadero y comenzaba a comerlas mientras remembraba como había iniciado esa persecución.

El salir de casa había sido fácil a comparación de llegar a una aldea donde tenía que ponerse de puntillas para llegar a las rodillas de todo mundo, salir corriendo de otros lados por el susto que daba especialmente a mujeres, hasta poder darse a entender gracias a un hombre bestia con rasgos felinos que le ayudo a moverse por la aldea y ella miraba con atención cada detalle del lugar, era como la versión gigante de su hogar, brinquitos por aquí brinquitos por allá, de repente el felino de nombre Sachiet la alzaba para que viera sobre las mesas del mercado el mundo fuera de su hogar era muy grande

-Eres tan pequeño, ¿Estás perdido? -había dicho el felino y cruzándose de brazos le vio con la ceja alzada
–Soy hembra, no estoy perdida, estoy de viaje ¡soy Fufu!- El felino estrecho su garra al parecer había ganado algunos puntos de respeto y el resto del día que acompaño a la pequeña mausu a hacer compras y así logro llegar a la panadería, el felino confiado pensó que era buen momento para dejar al roedor solo y se despidió diciendo que debía continuar su viaje. La ropa que había comprado le había ayudado a que le tomaran más enserio los demás y aunque el panadero vio dos veces a la pequeña criatura, logro convencerlo de que iba a comprar pan y no a robarlo.

Y ahí inicio el final de su día el perro que ladraba a lo lejos seguramente supuso que era un pariente demasiado crecido de las plagas que azotaban los lugares con delicias azucaradas y olores embriagantes así que mientras Mi´mit veía a la bestia correr, jamás imagino que era hacia ella, su colita se tensó y fue el aviso de que la cosa no iría bien si se quedaba ahí y entonces echo a correr-¡¡Patitas a mí!!!-Chillo ganando terrero ante el tamaño de la descomunal bestia corriendo entre piernas, escabulléndose entre mesas y finalmente el descampado pero el perro seguía correteándola.

–PODEMOS HABLAR, TENGO TENGO MASITA DE AZÚCAR- Gritaba entre chillidos y cuando noto que el gran can dorado no pensaba detenerse se internó en su bosque, si por que ahí se la pasaba feliz se encuentran cosas lindas y ricas en el bosque, lo demás fueron hojarascas y y y… Miro la bolsita vacía que paro su linea de pensamiento se dio cuenta del ruido del bosque libre del perro, la noche ya estaba sentada así que decidió que era hora de continuar su viaje hacia la ciudad de los vampiros pero no se asomaron apenas sus orejas y el can volvió a su tarea y arañando el tronco volvía aladar.- ¿Enserio? Sabes, no pienso quedarme aquí media vida, anda chu chu vete con tu dueño.

Pillo la pequeña mausu que sentada en rama pensaba como salir de tal embrollo.

Aun no estábamos recuperadas por completo del ultimo susto. A final de la corrida el berrinche de Jani no fue nada comparado con la vampiresa loca que se presentó luego.
Todavía nos estábamos haciendo a la idea de la nueva presencia que nos acompañaba, la chiquilla iba y venía entre su mundo y el nuestro, nos hablaba de lo que sucedía allí y lo que hacía con sus animales, repetía una y otra vez que no era un fantasma y nosotras pensábamos una y otra vez que sí que lo era.

Hoy era una noche tranquila, Jani se había quedado en su mundo y Lavey y yo en el nuestro. Estábamos montando el campamento entre un puñado de árboles, cerca del camino principal.

-Ya está prendido el fuego, ¿coma vas con las verduras?

La adolescente buscó una piedra donde sentarse y se quedó mirando como cortaba las hortalizas.

-Ya casi lo tengo. Aunque estaría todo mucho más sabroso si pudiéramos echar unos trozos de carne a la sartén.

Levanté la tabla con las verduras troceadas y las tiré sobre la sartén, mi hija solo rodó los ojos.

-Si esa loca no hubiera intentado comernos hubiera podido cazar el ciervo. -Lavey pateó una piedrecita y en la cercanía se oyó ladrar a un perro. -Qué raro. -La rubia se giró en dirección al sonido. -A estas horas no suelen haber cazadores con perros. ¿Sera salvaje?

-Todo es posible. Igual es un vampiro con mascota.

-Voy a ir a ver, igual tenemos suerte y podemos quitarle la presa. -La adolescente se levantó y cogió el arco. -Los perros no ladran con la boca llena.

Dejé mover los pimientos y asentí a mi hija mientras la veía desaparecer entre los árboles.
Lavey activo su visión en cuanto desapareció de la zona segura de la hoguera.¹ Sus ojos se tornaron grises y el bosque comenzó a colorearse de tonos rojizos y anaranjados. La mayoría de ellos se movían tranquilos por las ramas o estaban parados bajo el suelo, pero había una mancha anaranjada que se movía en círculos y sobre este otra rojiza y agitada.
La lagartija parpadeó y sus ojos se tornaron azules. Las manchas pertenecían a un hermoso labrador y un... Lavey clavó la vista en las ramas, eso no era un animal que se pudiera comer.
La chica silbó para llamar la atención del perro.

-¿Donde esta tu dueño, guapo? -Lavey se acercó a la base del árbol. -Shu, shu de aquí. Vamos, vete con tu amo. Los Mausu no se comen.

La adolescente agitó las manos para espantar al animal, el labrador la miró sopesando las posibilidades, pero salió corriendo en cuanto la rubia montó una flecha en el arco y la punta se prendió fuego.²

-Ya puedes bajar. -Dijo la chiquilla con voz amable. -Dudo que vuelva. -Tras aquello la flecha se apagó y acto seguido fue guardada en el carcaj.




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Off:
1: Habilidad, huella de calor (rasgo)
2: Maestria filo elemental.

Nadie lo pensaría, un ciudadano de Ulmer, casi como cualquier otro. Que viajó desde su hogar para adentrarse en la otra punta del mapa, en un lugar donde su verdadera naturaleza no sería muy bienvenida y muchos vampiros acechaban en las sombras. Y esa era su intención, los vampiros son muy conocidos por sus habilidades en las artes oscuras, quizá aquí encontraría algunas respuestas que buscaba.

La carreta se detuvo, justo antes de encharcarse de lodo en alguna de sus ruedas. El caballo por otra parte, tendría sus pezuñas sucias, relinchó y movió la cola. — Hasta aquí termina el trayecto. Señor Morrigan. — Dijo el hombre que tiraba del caballo, al cual solo se le veía media cara que brillaba sutilmente por el resplandeciente ardor de una antorcha.

Así, Ludwig quien veía por la ventana del carruaje se levantó, tratando de no pisar los charcos se mantuvo en pie fuera del vehículo, dio un par de monedas al conductor. — La noche se torna oscura, ¿me podría dar una antorcha? — El señor asintió y tomó una igual a la que estaba al lado de él, la encendió y pasó al detective.

En cuanto se alejó ya con la llama en mano, puso una cara de disgusto. «Es Merrigan, maldición.» Así se fue adentrando el bosque, asqueado por la cobardía de aquel hombre y por su miedo a adentrarse en lo que llamaban la Comarca de Urd.

Caminaba entre los árboles del frondoso bosque, olía mucho a roble y humedad, el cielo se veía claro, pero la luz no pasaba con tanta facilidad por las ramas y hojas, haciendo que hubiese muy pocos destellos de claridad. Algunas raíces interrumpían el sendero y se escuchaba una tranquila brisa pasar entre los troncos.

Luwdig no sabía si el camino se hacía más largo o más corto, tampoco sabía con exactitud su objetivo o su destino en ese momento. Se arregló un momento el cabello y se ajusto el pañuelo en su cuello. Aquella paz artificial que dejaba el sereno y callado ambiente fue interrumpida por el ladrido de un perro, no se encontraba muy lejos. Lo pensó, si ir a ver qué había, por su mente pasaban dos cosas «¿A qué ladraría un perro a estas horas? ¿Valdrá la pena moverse hasta allá?»

Tardó unos instantes en decidirse, internamente maldijo esa parte de él que quería curiosear, continúo su camino, pero se desvió con un paso algo apurado tomando rumbo al lugar donde provenía ese sonido, los ladridos no cesaban mientras se acercaba y podía escuchar con más atención. ''Los Masus no se comen''. «¿Qué coño es un Mausu?» Pensó al escuchar una voz femenina, suponía que se trataría de una niña o una mujer joven, se asomó entre los árboles y así como sospechaba era una muchacha de cabello rubio, y en el árbol frente a ella, estaba un ratón.

El perro se había ido ya. «Imagino que esa rata será el Mausu.» Para este punto, Ludwig se había dado cuenta de la situación en la que se había metido, podría parecer infantil o tonto, pero su curiosidad lo llevaba a muchos sitios indeseados últimamente. Parpadeó y suspiró, caminó entre estos dos individuos así como si nada pasara en realidad, luego de unos ligeros pasos, se detuvo. — ¿Saben el camino a la Comarca de Urd? — Preguntó amablemente.

Al instante se alarmó un poco, preguntar semejante cosa en semejante lugar no era buena idea. Si la rubia era una vampiro o aquel ''Mausu'' era un demonio del averno no era para nada sensato mostrarse así, se reprimió a si mismo por lo incauto que había sido. Aún así, soltó una sonrisa cándida y siguió quieto esperando respuesta.

-Chimp chi chu chu chichips chiiss vuela cht cht- Los chillidos se acompañaron de un par de apalabras, si su padre la oyera seguro le jalaba la oreja, pero no estaba ahí… y bueno, ella no no estaría ahí en primer lugar si así fuere, se quedó quieta un momento sentada en el tronco del árbol, patita cruzada y la otra muy concentrada en rascarse la barbilla.
Si no era el mejor panorama posible, si ciertamente la idea de ser perseguida por medio bosque por un perro confundido escandalizaría a sus padres pero ¡hey! A sus hermanitos esa historia les fascinaría –Shis shist shist- Rio agarrándose la barriga y con un bamboleo distraído fue demasiado adelante

–YAYAYAYAY por poco- Grito y su colita se enrosco como pudo cuando se giró y encajaba las garras al tronco, con algunas pataditas volvió a la seguridad de la altura y miro que el perro ya había tomado la idea de rodear el árbol ladrar y ponerse a dos patas a raspar el pobre tronco como buscando alguna forma de trepar.- ¡De verdad, que eres persistente!

Suspiro, pasando una patita trasera tras la otra, el viaje por la noche le había parecido la mejor forma de llegar a Urd, quería conocer el lugar, contaban que había cosas maravillosas por ver, y así al llegar en la mañana podría bocetar el lugar, apreciar las ruinas como le había indicado la vampira, ver más allá de objetos que intercambiar y tal vez esa encerrona era su castigo por no ir a pedir al tótem la bendición de su viaje, pero había sido algo furtivo, ir allí seguro sería el primer lugar en que su madre la habría buscado, bueno ella lo hubiera hecho y bajo entonces la mirada con un ¿JUM? bajo.

El labrador dorado se iba y miro al lado contrario de donde el can había puesto patas en polvorosa, su salvación había llegado entre cabellos rubios y preparando una saeta firme, aun a la corta distancia la veía imponente. – ¡SI LOS MAUSUS NO SE COMEN! –Grito envalentonada y sin pensarlo mucho bajo con la panza pegada al {árbol y dando raspones al correoso tronco, la verdad complicándose sola, la mejor forma era ir de cabeza aferrando garras, pero la ropa se le iba a la cara y eso si era una molestia, tanteo con la pata trasera y confiando en una raíz salida dio el salto como tantas veces hacía en sus teatrales aventuras inventadas y extendió lo que serían sus brazos, después se inclinó dejando la mano izquierda estirada y la derecha en el pecho, “Lo que daría por un sombrero! le haría ver tan teatral”-¡My Lady Gracias por el rescate!

Se incorporó y vio a la altísima joven, pero apenas había recobrado la compostura las orejas e la roedora se estiraron y movieron ligeramente hacia el ruido de la hojarasca caída y húmeda que cubría el suelo, casi iba a volver a trepar pensando que el dorado volvería a intentar hacer un bocado nocturno, pero los pasos eran distintos, más pesados y rítmicos, y eran solo un par. Se giró curiosa pero con la diestra a la espalda y la zurda en bajo para desenfundar su arco. Pero se encontró con un humano más alto, seguro que bien erguida le llegaba a la rodilla, tal vez un poco más, pero no se intimido, solo lo vio con la boca abierta y señalo hacía Urd al oírlo.- A un día puede que día y medio de aquí. – Claro a paso mausu, pero miro sus patitas, miro las piernas de ambos, fácil diez pasos bien largos a dos patas, o tres saltos para ir a su ritmo. Sus pequeños ojos negros cuales cuentas de cristal ahumado se distrajeron y pensó en lo que sería ver el mundo desde esa altura, era como una torre vigía en la copa del árbol, pero se movía. Sacudió la cabeza para despejarse. Movió un poco su nariz olisqueando el ambiente y con ello la esencia de su libertadora y del hombre alto, no olían como los humanos del pueblo y los vio con cierta sospecha. Prefirió callar y solo miraba a uno y otro notando que aún tenía la diestra señalando el camino entre arboles hacia la Comarca.

Lavey se sonrojó levemente, hacía años que nadie la saludaba con en un baile de salón. La rubia dio un respingón y correspondió, azorada, el saludo. Se colocó el arco a la espalda y cogiendo los extremos de un faldón invisible se flexionó las rodillas y se agachó sin inclinar el torso, pero bajando la cabeza.

-Mi nombre es Lavey Stormwolf. -La jovencita, sorprendida por el saludo, no supo ver que aquello era teatro. -Es un placer conocerlo señor mausu.

La adolescente, tras ver la inclinación del ratón, dio por supuesto que el animal era un hombre. Y es que la dragoncilla apenas tenía 16 años, podría estar en plena fase rebelde, pero aún conservaba la inocencia de una infante.

A espaldas de la muchacha el halo de una antorcha comenzó a alumbra la zona, Lavey se giró y en pocos segundos vio a un hombre joven, tan alto como su madre y de cabello oscuro. La dragoncilla tardó unos segundo en responder, hasta ahora nunca se había parado a pensar que otras razas, como los mausus, podían tardar más del doble en recorrer la misma distancia que alguien de estatura normal.

-Yo salí de la comarca esta tarde. -La rubia señaló en la misma dirección que el ratón. -Siga todo recto y encontrara de nuevo el camino. Luego solo hay que seguir la senda, no tiene perdida. -Vey esperó unos segundo a ver que hacia el hombre y luego volvió a prestar atención al mausu. -He acampado aquí cerca, no es gran cosa, pero hay un buen fuego y unas cuantas verduras en una sartén. Y estamos libres de perros. -Lavey dibujó una sonrisa bromista. -Si gustas podemos hacerte un hueco junto a la hoguera.

Aquella ratón, o Mausu según entendió tenía movimientos más que ágiles, dramáticos y orquestados, los cuales fueron respondidos por Lavey de la misma manera con una reverencia. La escena que se mostraba ante Ludwig era sin duda algo tierno y un poco cautivador para él, río de manera sutil. Las indicaciones parecían venir de mano de alguien que estuvo en la Comarca. Y si una niña estuvo por allá, quizá algunas de las historias no eran tan horrorosas como decían.

Se preguntó brevemente si el sitio estaría tan lejos, o estaba medido en pasos de Mausu. Se agachó para ver mejor a la pequeña ratoncita. — ¿Qué hace un animal tan pequeño en un lugar tan oscuro como este? — A pesar del tierno aspecto de animal, estaba armado, con lo que Ludwig presumía que debía ser el arco más pequeño del mundo. Se preguntaba cómo pretendía hacer daño con tal herramienta, por su cabeza pasó la idea que las pequeñas flechas se clavarían en puntos claves haciendo sangrar mucho más, o tal vez estaban cubiertas por un veneno.

A juzgar por el olor de la Mausu, había corrido o caminado mucho hoy. «¿Qué tanto eran capaz de moverse estos animales? ¿A dónde se dirigía? ¿Estaría bien llamarlos animales, o debería decirles personitas peludas?» Atendí las palabras de Lavey, llamó mi atención más que la invitación a la ratona, cómo se expresaba ''estamos'' y ''hacemos''. Debía estar acompañada, pero...

Se levantó, giró. Trató de oler a Lavey dándole la espalda para que no se diese cuenta, igualmente estaba algo lejos. Fácilmente se dio cuenta de que había otro aroma distinto al de la rubia. Presumía que serían dragones, aunque no estaba seguro. — Ciertamente, estaría bien una fogata, está anocheciendo. — Se llevó la mano a la cara de forma un poco dramática. — Oh... — Río inocentemente. — Perdona el atrevimiento, Lavey, ¿no?

Entre ademanes se fue acercando levemente a Lavey. — Es un nombre muy bonito. — Acompañó el cumplido con una sonrisa. — Me dirigía a la Comarca... Pero mi despiste hizo que la noche se volviera un imprevisto. — Dijo un tanto apenado y siguió. — Los tres podríamos hacernos compañía mutua hasta el amanecer. — Sabía muy bien que Lavey estaba acompañada por alguien, pero no quiso decir nada para conservar las apariencias.

Quieto se quedó esperando la respuesta, mientras el bosque era arropado por la oscuridad de la noche y el sereno con la delicadeza con la que un padre amoroso lo haría con su hijo para que no despertara, podía sentir algo de frío y podía escuchar ramas caer, hojas moverse y el viento pasando entre los árboles. Tanta tranquilidad no le hacía bien a Ludwig, pues él no confiaba en que se mantuviese. En su menta habían muchas situaciones en las que todo se podía torcer de una forma muy espeluznante.

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Uso de la habilidad: Investigación.

¿Se señor?…. A Mi´Mit casi le dio un tic y estaba por reclamar cuando alguien más llegaba y las hacia distraerse con un tema mucho más importante al menos para el ¿humano? Extraviado, le olisqueo algo descarada haciendo que de momento olvidara tan terrible ofensa (no se ofendió simplemente pensó que el color de la ropa no le favoreció), el par no olía a los humanos de las aldeas, ni a los viajeros pero ¿que podían ser entonces que no olían a humano pero se veían como tales? y paso a la pose más estoica posible irguiéndose para mostrar sus 50 grandiosos centímetros de altura y hasta su colita (más larga que ella por 13 cm) se puso en alto aunque al llegar a su altura máxima caía grácilmente en un rizo y estiro la pata hacia el recién llegado que se dignaba a inclinarse para admirar su rechoncho ser.

-Presumo de shiks conocer mucho eshte límite del bosque, shickt el hogar mausu esta no lejos de aquí, bueno para sheres tan altos.-Dijo en una voz aguda, acelerada y con algunos huecos es sus s que se mezclaban con h, pasado el momento le hacía más difícil hablar el lenguaje y entre evitar los chillidos estos salían como rebeldes silabas entre sus dientes y bajando ya el pecho henchido  volvió a ver a Lavley (¿si era así?, o rayos a preguntar), aún así jamás había pisado la comarca, la conocía por lenguas, por llegar al borde, pero lo más lejos que se había aventurado antes de este viaje era las copas de los arboles donde hablaba con la luna y sus estrellas, antes de fugar de nuevo al hogar y fingir que había dormido.

-Y sheria un honor acompañar en eshta hermosa nosshe a mi salvadora. Por cierto soy Fufu Papachon,  LA mausu.- Enfatizo dando su nombre artístico, queriendo notar que tenía dos como todos y no uno como los mausu, además que quien sabe, la joven conocía a los mausu, sería interesante saber cómo sabia de ellos, no quería implicar a su amado y venerado padre en su tierno inicio de viaje, o algún otro que pudiera dar con su paradero y al estar tan cerca su madre la regresara cogida del rabo y castigada sin obras a sus hermanos.

Cuando retomaron la conversación de una fogata, y comida. Olisqueo el aire como si esperara encontrar tales manjares sobándose por inocencia la pancita que tenía llena de pan pero que parecía no tener fondo.-¡Una reunión de viajerosh! Vamos las hisztorias que tiene que contar serán de gran ayuda a mi misión.

Bajo a cuatro patas y se adelantó uno, dos tres saltos, seguro que los altísimos le darían alcance en un tristras, solo esperaba mantenerles el paso aunque estaba entusiasmada, Lavley entonces se detuvo y la miro mientras se acercaban a la pequeña y peluda criatura blanca-¿Cómo?- Saco una flecha propia, y con la diestra abrió los dedos y los cerro como aludiendo a la luz, pues había encendido una flecha para asustar al gran dorado.

La lagartija asintió al hombre y sonrió a la mausu, su género no había pasado desapercibido para la adolescente después de la presentación.

-Vamos pues, el campamento no queda lejos. -Lavey dio unos pasos y se detuvo cuando Fufu le mostró la flecha. -¿Te refieres a esto? -Vey se agachó, puso dos dedos sobre el asta del proyectil y le predio fuego a la punta. -Es porque soy un dragón. -La rubia sonrió y se puso en pie soltando la flecha, que mantenía la punta encendida. -Tengo la capacidad de manipular el fuego.

El camino al campamento fue corto, en poco más de diez minutos el trio se encontró con la hoguera prometida. Cerca de esta había montada una pequeña tienda y delante suyo una piedra ocupada.

-Pensaba que te habías ido a cazar, no a buscar compañía. -Dejé la sartén sobre el cerco que delimitaba la hoguera. -Buenas noches viajeros, espero que mi hija no les haya causado problemas.

-Ella es Fufu. -Vey movió una mano hacia la mausu, presentándola y pasando deliberadamente de mi comentario. -El perro le ladraba a ella, y él es... -La rubia hizo una pausa esperando oír su nombre. -Se ha perdido, quiere ir a Urd. -La lagartija rodeó el fuego y se sentó a mi lado. -Y ella, -Prosiguió, señalándome. -es Reivy. Acercar una piedra al fuego y calentaros.

-Espero que os gusten las hortalizas. -Anuncié levantando la sartén. -Hace dos días que nos quedamos sin carne.

Sin titubear, y con cierta confianza, la joven nos invitó a la hoguera, a pesar de que fuimos paso calmado, no tardamos en llegar. Donde estaría la hoguera la madre de Lavey, una mujer que era extrañamente conocida. Me pregunté un par de veces quién era, traté de hacer memoria. La voz de la rubia interrumpió un momento mis pensamientos. — Oh, soy el detective Merrigan. Mucho gusto. — Dije mientras sonreía y hacía un ademán.

«Reivy...» Ese nombre también se me hacía conocido, luego de unos instantes se me vino a la mente, que sería aquella carpintera de Ulmer. — Yo, soy un investigador, suelo descifrar misterios y demás incógnitas. A eso me dedico. — Ve moví hasta un tronco cercano a la hoguera.

Una vez ahí mirando el fuego. — ¿Y ustedes? Tengo mucha curiosidad sobre los mausus, ¿y son dragonas cazadoras o algo así? — El sol ya había caído por completo y por el cielo oscuro se asomaban algunas estrellas, el calor de la hoguera me reconfortaba un poco, pero para la vida silvestre, la paz nunca fue una opción.

Entre los arbustos y los árboles, se podían oír varios pasos rápidos, pensé que podrían ser algún animal, pero el olor era muy distinto al de un animal. Volteé hacia el bosque, y en ese momento cuando mi mirada se clavó en el vacío entre dos árboles, el sonido paró, el olor se desvaneció. Me quedé atento viendo con el ceño fruncido.

-¡¡Magia!!- eso era algo que no solo asombro y dejo en su lugar a la mausu, Mi´Mit con su asombro miro anonadada a la chica y su gesto no cambio mucho en el trayecto así que un dragón ahh, eso resolvía muchas dudas. Así que no era humana, solo lo parecía por eso no olía como una no había visto a un dragón en su vida y seguro sería impresionante, eso distrajo a nuestra ratoncita blanca que seguía a la compañía y volvía a ponerse a cuatro garras para darles alcance. Tal vez la próxima se las ingeniaría para no exigirse tanto y esa idea era digna de ser escrita.

Cuando llegaron a la Fogata se puso a dos patitas y aunque apretó el paso logro quedarse medio metro atrás hasta que se detuvieron y empezaron las presentaciones, formalidades sociales simples que hasta los mausus conocen bien, y al oír su nombre miro a la mujer más alta y mayor y saludo con su patita diestra agitándola en el aire y acercándose mucho para estirarla y “saludarla”-Fufu Papachon. Un placer. Y claro que shi, pero ¿Carne?

Ladeo la cabeza, había muchísima en el bosque, si ponía atención a sus patitas descalzas sentía el vibrar de miles de bichos esperando ser comidos y con esos pensamientos acompaño sus pasos hacia la fogata estirando las patas delanteras y mirando a quien decía ser detective, fue cuando saco su cuadernillo y así sin pauta alguna comenzó a escribir en su idioma los acontecido, alzo las orejas bien y miro al hombre con una sonrisa y una chispa en sus ojillos negros como la noche misma.

-Esta con la mausu adecuada, puedo responder cualquier duda.-Dijo alzando la garra con la que sostenía la pluma, poco nada le incomodaba el ambiente externo, el aire era fresco, la noche calmada y el pasto estaba insufriblemente húmedo como siempre, solo lo percataba ahora que usaba ropas, y tal vez por eso los extranjeros usaban ropa, para no sentir la humedad de la tierra puesto que tampoco poseían pelo que les protegiera. Pero algo la inquieto y se notó en lo tensa que estaba su colita sus orejas se movían siguiendo el susurro en el bosque y guardando su cuaderno se levantó cauta y poniéndose de espaldas a la cálida fogata desenvainando el arco y la diminuta flecha, al parecer el señor detective también estaba sintiendo la agitación anormal del bosque.

- ¿Sthera por noshtros?- Musito sin tratar de hablar correctamente, su naturaleza le gritaba que corriera y trepara aun árbol, o buscara protección en sus raíces y hundirse en la tierra, pero estaba de aventura y seguro era que las aventuras se vivían de frente al miedo y no escabulléndose entre agujeros.

-Ella sí. -Respondí a Merringan señalando con la cuchara de madera a Lavey. -Yo ejerzo de carpintera en Ulmer. Hace ya tiempo que no compramos carne, pero en estas tierras escasean los venados, los jabatos y bueno... toda clase de animales de caza. -Empecé a servir los platos al tiempo que hablaba. -Pero estamos al borde de la comarca así que espero comer conejo más pronto que tarde.

Miré burlona a Vey al decir aquello y ella cerró los ojos y sacó la lengua en respuesta. La expresión de la rubia cambió rápidamente al escuchar el movimiento entre los matojos, y al igual que Merrigan, miró fijamente en la dirección del sonido.

-Y dime Fufu ¿hace mucho que te nombraron exploradora? -Mordí un trozo de berenjena sin prestar atención a lo que se movía por el bosque. -Tenía entendido que ese cargo se lo daban a muy pocos. -Suspiré al ver que la mausu se ponía en guardia. Por lo visto hoy no tendría una cena tranquila. -Vamos, calmaos. Seguro que no es nada y si lo es, pues bueno, con suerte igual cenamos asado. -Me puse en pie y me sacudí las manos. -No sé lo que hay ahí detrás pero ¡si tienes inteligencia como para entender mis palabras sal y da la cara! -Puse los brazos en jarra y levanté una ceja molesta. -Hay cena de sobra vamos, sal y únete o sal y se mi cena.

-Espero que no sea el perro. -Comentó con sorna Lavey. -Mi madre no aguanta las interrupciones cuando come.

Dejando de lado la alerta inicial, la pequeña criatura peluda se acomodó cerca en la fogata, sintiendo familiaridad con la fogata y la cena acompañada y se dispuso a aceptar de lo que le ofrecían y tomando la bolsa que cargaba en su cintura la abrió, pensativa. Quería poner de su parte en la cena y veía lo que restaba de la reserva de cosas para picar -Pues, yo tengo algo de carne, pero.- Miro la roedora a sus interlocutores y les mostró el interior de su bolsa llena de pequeños y grandes insectos que tenía entendido no eran del todo del agrado de otros seres.- A nosotros nos gustan no sé si a ustedes.- ¿Tal vez por ser dragones? No quiso suponer y en su carita constipada por la duda se reflejaba.

Miro a la mayor con la colita bien tiesa, conocía de mausus, eso la alegro mucho, por lo general sentía que eran una especia que podía ser considerada mito de tan pocos que la conocían directamente y se quedó un momento penando, no quería mentir, las mentiras eran malas, y complicadas.-Estoy buscándolo, quiero demoshstrar merecerlo. Mi padre lo es quiero ser como él.

Hablo con gran ilusión juntando las patitas como una especie de rezo y luego se estremeció, "no por favor el perro no" se dijo mirando a los arbustos, que estaba ahí no le preocupo ya en demasiado, había personas ah que le duplicaban en tamaño y podía pedirles permiso de trepar a su hombro y usarles de torreta si fuera necesario..-¿Cómo shabers tando de nosotros los mausus? En general huyen de mí, por eso me puse ropa. –Estiro las patitas delanteras y giro sobre si mostrando su ropa. Miro a la mujer hablarle al arbusto y se repego a la chica riendo de lo que decía. –¿Y quien si?

Se quedo quieta y mejor decidio hacer lo que planeaba hacer desde el momento que había salido de casa.- Eres carpintera? que lindo, yo quiero aprender, para hacer mish fleshas, pero no hacen mucho.-Saco su cuaderno y escribió Reivi y garabateo una lagartija con alas t un martillo con un tronquito y abajo Lavey otra lagartija con alas y una flecha con fuego, sacando la lengua ara concentrarse bien en su sibujo, parecido al de un niño pequeño que hace monitos de bolitas y palitos y michis ship ship escritos aqui y alla.

Miré atenta a la mausu cuando mencionó la carne, sin embargo decliné la invitación con una sonrisa y un movimiento de mano.

-Te lo agradezco Fufu, pero por ahora no soy insectívora. Quizás en otra ocasión. ¿Y cómo se llama tu padre? -Pregunté a continuación al tiempo que aplastaba una patata en el plato, para hacerla pasar por puré. -Igual lo conozco. -Guardé silencio esperando una respuesta y escuchando la pregunta. -¿Huyen? -Pregunte sorprendida aguantando una risa. -Pero si eres una ternura. Pues te sienta muy bien la ropa, Fufu. -Sonreí de nuevo antes de responder a su incógnita. -Pues lo que se de vosotros me lo enseñó un mausu. Un padre hecho y derecho. Aventurero y muy valiente. Se llama Amit, es blanco igual que tú, aunque no tiene lar orejas tan redondas, lleva un martillo y un carro que le hice yo misma... y un relicario. -Me señalé el colgante que llevaba al cuello. -Un collar con una tabla de madera donde tiene los nombres de todos sus hijos y de su esposa. Y...

-Deja de hablar de lo que le has fabricado y habla de lo que te ha enseñado. -Cortó súbitamente Lavey. -Amit'tek es sin duda el mejor mausu que he conocido... -Hizo una pausa pensativa. -Bueno, hasta ahora era el único. La primera vez que nos cruzamos con él fue muy amable, me enseñó hacer trampas con las cosas del bosque y a como marcarlas para que la gente las viera y no las pisara. -La rubia dejó de hablar el tiempo justo para comer. -Yo te puedo enseñar a hacer flechas, mira. -Respondió con entusiasmo sacando su carcaj. -Estas las he hecho yo misma. Estas son normales, estas se lanzan a tus amigos y les das fuerzas, y estas otras tienen una punta que se derrite en el aire y quema todo lo que toca.

Lavey estaba orgullosa de sus creaciones y de eso se daría cuenta hasta un ciego.

-Bueno, Fufu. Ahora mismo es un poco tarde para enseñanzas. Pero si te interesa el oficio mañana puedo enseñarte lo básico. -Sonreí con amabilidad y complicidad, aquella ratoncita seria mi primera aprendiz... si aceptaba.

Les oía con un brillo en los ojos de sorpresa, y seguro se veían sus mejillas algo rosadas por la pena de que le dijeran ternura, a veces ese término le molestaba cuando venía de su madre pues sentía que la veía como una cría aun pequeña pero en momentos como ese se sentía… Tierna y aceptada por otras razas. Entonces cuando iba a decir el nombre de su padre se quedo con la garrita arriba y el índice extendido...-Ah

Lavey comenzó a hablar también de su padre, se sintió mucho muy orgullosa, su padre, mentor, explorador, y respetado por nada más y nada menos que dragones…-Ese ESE ES MI PADRE. –Se levantó con entusiasmo y se señaló y hasta se dio unos golpecitos con la palma zurda en el pecho.-Si si quiero aprender a hacer flechas, y charros y y redilicarios. Te toco las orejas, yo tengo orejas de mamá.

Comenzó a intercalar palabras y chillidos emocionados, la pequeña bolita de pelos blanca quería sentirse como Lavey, orgullosa de crear, orgullosa de ayudar en su hogar y a su pueblo con carros, con ruedas, quien sabe hasta casas mucho más grandes, muebles. ¡Y decirles que lo había aprendido de un dragón!- ¡Tu pusiste mi nombre en una tabla! ¿Dónde vieron a papá?

Unas ganas tremendas de verlo le invadieron para decirle que había encontrado a dos personas que le conocían y que le estimaban, y  y.. y ya quería que fuera de mañana para aprender a hacer flechas, y alzo la ceja mirando a Lavey.-¿Cómo haces que hagan cosas? Yo no sé de mausus que hagan magia. ¿’Fufu hará magia?

Su cabeza iba a mil, muchas cosas que procesar y aun así debía dormir para en la mañana ser muy madrugadora y aprender mucho, seguro su alguien oía su corazón podía oírlo como el aleteo de un colibrí, acelerado, alegre y entusiasmado, El hambre de saber y aprender de la mausu se medían de su cabecita al cielo compensando su tamaño.

-Pues... -Me quedé pensativa un momento mientras recogía los cacharros de la cena. -La última vez lo vimos en Ulmer. Se pasó por el taller a comprar algunas cosas. De eso hace ya unos meses. No se por dónde andara ahora.

-No sé si los mausus podréis hacer magia. -Respondió Lavey extendiendo una esterilla en el suelo. -Pero hay otras formas de conseguir que las flechas hagan cosas especiales.


Fufú ya estaba despierta cuando nos levantamos a la mañana siguiente, la ratoncita se veía nerviosa y entusiasmada. Una parte de mí se preguntaba si había dormido algo esa noche.

-¿Estas preparada Fufú? -Sondeé, con una sonrisa amplia, al terminar el desayuno. -Hoy va a ser un día de mucho trabajo.

-Habla por ti. -Refutó la lagartija comprobando la cuerda de su arco. -Para mí solo es un día más.

-Claro, discúlpeme gran cazadora, jamás pondría en tela de juicio su energía inagotable. -Moví las manos de forma teatral y Lavey bufó. -No le hagas caso, -Añadí, mirando a la mausu. -en cuanto caiga el sol será la primera en dormirse.

-Di lo que quieras Don Juan. -La adolescente chasqueó la lengua con falsa molestia. -Me voy al bosque a por madera para las flechas.

-Que te vaya bien, cielo. -Sonreí de forma maternal y sacudí la mano como despedida. -Bien. Mientras que ella busca materiales, nosotras miraremos las herramientas, ¿qué me dices? -Guiñé un ojo a la ratoncita al tiempo que sacaba una caja de herramientas. -Fufú, estas son las herramientas básicas. Sierras, martillos, lijas, formones o escoplos, cinceles, limas, mordazas e instrumentos de medición. -Conformé iba nombrando las herramientas las señalaba con la mano. -Dentro de este mundillo hay una frase, un dogma más bien, que tiene que ser todo buen carpintero. "Se mide dos veces, se marca una." Quiere decir que antes de cortar nada hay que asegurar que las medidas están bien hechas. Si te equivocas y cortas de más tendrás que empezar la pieza de cero y abras perdido tiempo y material. Si cortas de menos te pasara lo mismo, salvo que tendrás la posibilidad de arreglar error. Se puede encoger lo grande, pero no se puede agrandar lo pequeño. Amenos que quieras hacer una chapuza, claro.

Mi´Mit se había quedado fascinada con la situación, en cuestión de horas sabría manejar la madera y se preguntaba su podría hacer algo tan extraordinario como lo que Reyvi, y tan emocionada estaba que apenas noto cuando las dragonas se fueron a dormir y ella sin más que hacer avivo el fuego un rato más antes de hacerse ovillo cerca del calor de la flama y escribir todo cuanto había pasado entre garabatos y tchiks tchiks, no alcanzo a guardar su cuaderno antes quedar profundamente dormida. Aun así no había caído aun el alba cuando se desperezo y estirándose se despeinaba los bigotes y veía el cuaderno refrescando a memoria y no espantarse de estar en compañía y con una fogata que aun expedía calor más no luz.

Estaba ya alistando su cuaderno, pluma, tinta y había lanzado tierra a la fogata para evitar algún accidente por el fuego, había leído lo anterior y antes de que despertaran se la paso señalando a una y otra repitiendo sus nombres para evitar olvidar quien era quien. Y luego se fue a por el desayuno, encontró bellotas olvidadas de las ardillas, algunos escarabajos negros, los solía dejar al fondo de la bolsa por ser algo amargos, y setas, después de todo y según sus notas Lavey iría a cazar, Fufu soñaba con algún día cazar. Pero ella era buena recolectora. Entonces mientras ellas discutían le dijo

-Don Juan, ¿no se llama usted Reivy?-La ratoncita le vio de arriba a abajo, ella recordaba su nombre y hasta reviso su cuaderno con un gesto sumamente contrariado.

Tras aclarar esa duda se puso atenta y dibujo cada herramienta señalada y su nombre y una descripción básica, seguro la dragona solo veía tchiks y palabras comunes en sus apuntes y como ponía a modo de recordatorio “no poner de mas no cortar de menos a menos que se haga chapuza ¿que es chapuza? Preguntar después de la lección”

La lección proseguía. Después de familiarizarse con las herramientas, y aprender su funcionamiento, tocaba experimentar con ellas. Saber realmente como se usaban, cuanta presión requería la lija para que arañara la madera, cuanto movimiento necesitaba una sierra para que cortara sin quedarse clavada, el tempo de los escoplos y el martillo para que la herramienta no se atorara y rompiera la madera.

-Siéntete libre de usar la herramienta que quieras y de preguntar si tienes dudas. -Me levanté de mí no muy cómoda piedra, y tras estirar el cuerpo y golpearme las nalgas cogí de la hoguera un tronco que no se había consumido. -Toma, Fufu. Puedes practicar con él. No tienes por qué crear ninguna cosa, solo prueba las herramientas. Descubre cual te gusta más y ten cuidado, -Le guiñé un ojo. -No querrás quedarte sin un dedo.

A los pocos minutos apareció Lavey con un fardo de ramas. Por el color de las cortezas se notaba que las había recogido de árboles diferentes, y el alma de alguna rama aún estaba tierno... la adolescente seguro que se había colgado de algún árbol para arrancarlas.

-¡¿Quién quiere aprender a hacer flechas?!

La rubia sonreía de oreja a oreja, una sonrisa emocionada y hasta arrogante. Y es que Lavey siempre había sido una niña orgullosa, no importaba si estaba enseñando a alguien a atarse las botas o a fabricar proyectiles, cualquier cosa que hiciera lucir sus dotes era sinónimo de orgullo.

-Vey, ahora Fufu esta con...

-A ti no te he preguntado. -La lagartija se coló en medio de mi frase, dejándola inacabada. -Fufu, ¿te enseñó?

Lavey dejó caer las ramas al suelo, desató los cordeles y cogió la primera madera mientras el resto se desperdigaban por la hierba.
Suspiré con la paciencia de una madre, dejando que mis ojos siguieran el movimiento de las ramas. Entonces lo vi, una madera clara, de alma blanca y anillos oscuros. Me levanté al acto y la recogí.

-Lagartija, ¿de dónde has sacado esta?

-Del bosque. -Respondió con sorna. Yo alcé una ceja. -No lo sé. -Añadió.- Estaba junto a un árbol, no me he fijado demasiado. No soy un elfo.

-Qué suerte la mía. -Lo dije con ironía, aunque en realidad era cierto. -Fufu. Voy hacerte algo que te va a venir de perlas.

Y con aquello dejé de prestarle atención a mi hija y sus flechas. Cogí herramientas y comencé a desbastar la madera. Saqué las pequeñas ramitas y las hojas, con un pequeño esfuerzo la sierra las cortó al ras, me deshice de los nudos hasta dejar la barra sin protuberancias y lijé la corteza. Que salió prácticamente sola, no estaba suelta, pero tampoco pegada, un par de pasadas bastaron para dejar a la vista la siguiente capa. Corté los extremos para darle un apoyo solido en las dos partes y tras matar los cantos, pulí y barnicé la barra.¹

-Fufu, esto es para ti. -Caminé hacia la ratoncita y puse delante suya la barra de metro y medio. -En los planos pone que es una barra de mono, aunque no sé porque es de mono y no de perro... en fin. Sujétala con las dos manos y dile que se haga pequeña. -Miré fijamente el arma y a la mausu, esperando a que el arma obedeciera y sonreí maravillada al ver como el bastón se encogía. -¡Funciona! Ahora di que se haga grande, muy muy grande.






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Off:
1 -Fabrico vara del rey mono.

Mi´mit estaba más que entusiasmada y cogía cada herramienta como si fueren sagradas. Busco maniobrarlas pero o eran muy grandes o muy pesadas. Al menos para ella. Sabía que había buenos carpinteros mausu, pero no había las grandes construcciones de las ciudades. Así que resolvió que algo les faltaba ¿Tal vez mejores herramientas?

Ella conseguiría esas herramientas y las llevaría para que los mausu pudieran replicarlas, y hacer mejores cosas. La mausu, como todos en su raza era centrada en sus tareas pero se distraían con facilidad en general. Así que cuando Reivy le dio un tronco para practicar, olvidó sus ensoñaciones de grandeza carpinteril y comenzó a probar todas las herramientas con el trozo de madera, rasparlo con los formones, pincharlo, llego a quitar la corteza con una de las lijas, pero el poder martillar… Ni usando las dos patitas podía, y por la lógica noto que necesitaba una para sujetar aquello con que picarlo, y otra para el martillo. Trato de sujetar el formón con su colita pero erro de último momento y termino sobando su colita martillada tras un chillido y sacarle la lengua al martillo.-Tendré uno de mi talle.- Sobsobeo la mausu.

Pero como lo anterior el grito entusiasta de la más joven de las dragonas le hizo alzar las orejas, y suponiendo que la mayor ya sabía hacer flechas Mi´mit Alzo la garrita. –¡¡Yo yo yo quiero!! –Y se acercó a la menor mirando el montón de ramitas y pensando que seguro sería más fácil que tratar de usar las herramientas grandes. Manoteo las ramitas mientras el par discutía y las miro. Era como verse con su propia madre y rio un poquito con nostalgia. Sería FUFU la carpintera y haría sentir orgullosos a sus padres y a la aldea. Entonces con la menor y sentada en la hierba la mausu se puso a limpiar las ramitas quitando hojitas mirándola y -¿Para mí?

La ratoncita alzo la cabeza y olisqueo la barra de madera, estaba muy bonita y la toco con cuidado de no rayarla.-Por qué los perros las muerden.-Dijo apuntándola a un espacio vacío y repitió lo que decía la mujer.-Hazte pequeña vara de mono, por favor –Y solo porque era un regalo no la soltó, pero si emitió un chillido asustado cuando esta alcanzo el tamaño de la misma portadora-¡¡ES MAGIA!! ¡Mi´mit hace magia!

La apoyo en el suelo y la miraba asombrada y luego entusiasmada la ratoncita aferro la vara y la miro con decisión.- Hazte muy muy muuuy grande. Por favor- Y la vara se hizo muuuy grande, si con tres u porque Mi´mit soltó un grito, la vara subió con ella y se aferró hasta con la colita de la barra de madera esperando que no cayera esta de lado, miro hacia abajo.-Hazte pequeña pequeña.Por favor-Dijo apretando la carita en la vara sintiendo el corazón tan acelerado, como la corretisa de la noche anterior y el dorado labrador.

Las dos alzamos la cabeza y pusimos una mano sobre la frente para hacernos sombra.

-Vaya... no sabía que se pudiera hacer tan grande. -Comenté al ver a la mausu aferrada al palo gigante.

-Ahora me arrepiento de no haberme fijado en los palos del bosque. -Contestó Lavey. -¿Te imaginas tener una flecha que hiciera eso? Los asedios serian historia del pasado.

-¿La bajamos?

-El palo es suyo, ¿no? acabas de decir que le hará caso a lo que diga. -Puntualizó la rubia. -Seguro que no tarda en bajar.

-Ya... esperemos que baje de una pieza. No me gustaría que acabara hecha puré en el suelo. Mira, -Apunté con un dedo al cielo.- ya está bajando. ¿Te encuentras bien, Fufu? -Acorté la distancia con la ratoncita y puse una mano sobre su espalda. -No tenía ni idea que se fuera a hacer tan grande.

Después de aquello nos quedamos un rato más hablando sobre carpintería, flechas, trampas y, por supuesto, de la vara del mono. Era increíble ver lo que hacía y todas las implicaciones que ello conllevaba. Estaba segura que Fufu ya no tendría más problemas con perros perdidos.
El sol comenzaba a llegar a su cenit cuando Lavey terminó de recoger el campamento.

-Fufu ha sido todo un placer conocerte, espero que podamos encontrarnos en otra ocasión.

-Y saluda a tu padre de nuestra parte. -Añadió la rubia, aguantándose las ganas de abrazar al animalito. -Si pasar por Ulmer ven a visitarnos.

Y tras aquellas palabras las dos cambiamos de forma y salimos volando, siguiendo el rumbo del día anterior.