De Tin marín-De dó pingüé [Privado] [Cerrado]
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De Tin marín-De dó pingüé [Privado] [Cerrado]
¿Habían reglas en Ciudad Lagarto? Era una pregunta frecuente, sobre todo cuando llegaban personas nuevas, gente que aún tenía la mentalidad de las grandes urbes de Aerandir, seres que no podían pensar la realidad por fuera del pequeño marco imaginario que controlaba sus existencias. Lo que terminaban entendiendo, sí sobrevivían el tiempo suficiente, es que Ciudad Lagarto se movía en el constante armar y desarmar, siempre al borde del caos pero nunca terminaba de desbarrancar.
...
“¿A qué venía esto?” pensó el estafador, agarrándose el mentor y haciendo un esfuerzo por recordar. Iba montando a caballo, pero la montura ya sabía por dónde tenía que ir sin necesidad de que la guiara, así que podía distraerse en sus pensamientos en lugar de prestar atención al camino “¡Ah! ¡Sí! Los que capturamos husmeando” Seguramente no parecía tener mucho sentido el castigar a personas por romper las reglas en un reino donde no había prácticamente ninguna.
-Pero para cada acción hay una consecuencia, esa es una ley natural ¿No lo crees? - Matt le hablaba a alguien que iba detrás, siquiera lo miraba pero era la única persona allí, así que debía sentirse aludido.
-Errrr... Sí... Digo... Eso creo... - El hombre no corría tras la montura de Matthew por gusto, en realidad el Virrey lo tenía atado con una soga al caballo, y se veía obligado a mantener un trote constante si no quería caer y terminar sin carne en los huesos.
-Entonces entiendes lo que digo. No tengo problema alguno con que me roben, espíen, confabulen o incluso con que intenten asesinarme... Pero tienen que tener en claro que sí los atrapo habrá consecuencias - Sonrió con alegría infantil - En todo caso, la culpa es de ellos, por dejar que los atrape -
Agitó las riendas con fuerza y la montura comenzó a correr, el pobre condenado miró con espanto cómo la soga que estaba atada a sus muñecas comenzaba a estirarse rápidamente, y antes de que se le acabara empezó a correr.
-Oh por favor Señor ¡No haga esto!¡No es justo! - Rogaba mientras aún podía mantener el paso, aunque jadeaba y tropezaba cada vez más.
-Si lo pones desde esa perspectiva, tienes razón - Frenó de golpe. El ladrón se detuvo también, esforzándose por recuperar el aire - Pero por otro lado ¿Desde cuándo me importa a mi la razón? Jajajaja - Le dio con los talones al costado de la montura y entonces empezó a correr.
Un par de kilómetros más adelante se encontraba el sitio al cual se dirigía Owens, un campo con prisioneros recientes. Allí guardaban a las personas que habían sido encontradas haciendo algo que no debían, más concretamente, alguna ofensa demasiado directa hacía el Rey o el Virrey. Cuando Matt estaba de buen humor iba hasta allí y decidía algunos castigos originales que le sirvieran de entretenimiento para la tarde.
Detuvo el caballo y el hombre que corría por detrás cayó agotado al suelo, Matt siquiera lo miró, estaba más bien interesado en las personas que tenían atadas.
-¿Qué tenemos aquí? - Preguntó con verdadero interés.
-Buenas tardes señor, tenemos un poco de todo. Algunos intentaron robar del tesoro Real, otros hicieron demasiadas preguntas en sus negocios, algunos simplemente se nos hacían muy sospechosos -
-Mmm, veo a una niña pequeña - Levantó una ceja - ¿También se veía sospechosa? -
-Compruebelo usted mismo - Matthew se acercó a la pequeña y se agachó hasta estar a su altura.
-Hola Tu ¿Qué fue lo que hiciste para merecer esto? -
...
“¿A qué venía esto?” pensó el estafador, agarrándose el mentor y haciendo un esfuerzo por recordar. Iba montando a caballo, pero la montura ya sabía por dónde tenía que ir sin necesidad de que la guiara, así que podía distraerse en sus pensamientos en lugar de prestar atención al camino “¡Ah! ¡Sí! Los que capturamos husmeando” Seguramente no parecía tener mucho sentido el castigar a personas por romper las reglas en un reino donde no había prácticamente ninguna.
-Pero para cada acción hay una consecuencia, esa es una ley natural ¿No lo crees? - Matt le hablaba a alguien que iba detrás, siquiera lo miraba pero era la única persona allí, así que debía sentirse aludido.
-Errrr... Sí... Digo... Eso creo... - El hombre no corría tras la montura de Matthew por gusto, en realidad el Virrey lo tenía atado con una soga al caballo, y se veía obligado a mantener un trote constante si no quería caer y terminar sin carne en los huesos.
-Entonces entiendes lo que digo. No tengo problema alguno con que me roben, espíen, confabulen o incluso con que intenten asesinarme... Pero tienen que tener en claro que sí los atrapo habrá consecuencias - Sonrió con alegría infantil - En todo caso, la culpa es de ellos, por dejar que los atrape -
Agitó las riendas con fuerza y la montura comenzó a correr, el pobre condenado miró con espanto cómo la soga que estaba atada a sus muñecas comenzaba a estirarse rápidamente, y antes de que se le acabara empezó a correr.
-Oh por favor Señor ¡No haga esto!¡No es justo! - Rogaba mientras aún podía mantener el paso, aunque jadeaba y tropezaba cada vez más.
-Si lo pones desde esa perspectiva, tienes razón - Frenó de golpe. El ladrón se detuvo también, esforzándose por recuperar el aire - Pero por otro lado ¿Desde cuándo me importa a mi la razón? Jajajaja - Le dio con los talones al costado de la montura y entonces empezó a correr.
Un par de kilómetros más adelante se encontraba el sitio al cual se dirigía Owens, un campo con prisioneros recientes. Allí guardaban a las personas que habían sido encontradas haciendo algo que no debían, más concretamente, alguna ofensa demasiado directa hacía el Rey o el Virrey. Cuando Matt estaba de buen humor iba hasta allí y decidía algunos castigos originales que le sirvieran de entretenimiento para la tarde.
Detuvo el caballo y el hombre que corría por detrás cayó agotado al suelo, Matt siquiera lo miró, estaba más bien interesado en las personas que tenían atadas.
-¿Qué tenemos aquí? - Preguntó con verdadero interés.
-Buenas tardes señor, tenemos un poco de todo. Algunos intentaron robar del tesoro Real, otros hicieron demasiadas preguntas en sus negocios, algunos simplemente se nos hacían muy sospechosos -
-Mmm, veo a una niña pequeña - Levantó una ceja - ¿También se veía sospechosa? -
-Compruebelo usted mismo - Matthew se acercó a la pequeña y se agachó hasta estar a su altura.
-Hola Tu ¿Qué fue lo que hiciste para merecer esto? -
Última edición por Matthew Owens el Lun 16 Mar - 13:42, editado 1 vez
Matthew Owens
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Re: De Tin marín-De dó pingüé [Privado] [Cerrado]
Cuando se es niño, inocente, iluso e incauto. Esos días de alegría y júbilo, donde uno juega a correr por el campo con el viento al lado y las pequeñas plantas respirando el mismo aire. En ese momento en el que te detienes, miras al cielo y contemplas el gran brillo del sol, el paisaje azul y las nubes. En ese instante uno se pregunta a donde van las nubes.
Si tienen algún lugar al que ir, o si viajan sin rumbo. Pero el propósito de las nubes es la lluvia, ¿no es así?, ahí es cuando nos familiarizamos con este concepto llamado ''Destino''. Aquel poder místico que se supone guía la vida de las personas, mucho antes de que esta nacería.
La mayoría de mi vida, no supe cuál sería el camino de mi existencia, incluso llegué a pensar que estaría ligado a algo tan cotidiano como ser un sastre o un panadero, así lo hubiese creído hasta el último de mis días si no fuese por este evento hace un par de años que hizo que mi madre revelara su verdadera naturaleza. Donde toda mi vida ser torció hacía un propósito, la investigación de la magia oscura.
Hasta hace poco no había pensado que el destino podía bifurcarse de maneras tan extrañas. En mi camino a Ciudad Lagarto. Se encontraba esta niña, mirando a un árbol desconcertada y algo asustada. Si tuviera el poder de leer mentes, estaría totalmente seguro de que pensaba: «¿Este es el mismo árbol de hace unos minutos? ¿Será que estoy dando vueltas? ¿Vueltas...?» así que me acerqué a ella, pasos sonoros sonrisa cándida y pecho al frente. Sin afán de parecer intimidante o agresivo, solamente ladeé un poco la cabeza.
— Hola. ¿Estás perdida pequeña? — El tiempo seguía pasando con el mismo ritmo para todos, excepto para la niña que luego de echar un rápido vistazo apartó la mirada de mí. Se quedó suspendida en sus pensamientos, nerviosa apretó un poco su vestido y titubeante respondió. — Di... Sí...
Aunque la escena de una niña en medio del bosque con un vestido blanco y un par de lazos azules, sería un poco inquietante al primer vistazo, no olía mal y estaba arreglada. «¿Qué hacía perdida entonces?» No estaba inquieta pero sí expectante.
— Entiendo... ¿Cómo te llamas? ¿A dónde te diriges? — Segundos después terminó indicándome su destino.
Así es como me encontraba yo, casi una hora después. Tomando a Pyp de la mano guiándola al pueblo de Javel. Por supuesto que yo no podía perder mi rumbo, así que acordamos separarnos en Ciudad Lagarto y ella seguiría recto el camino. Mis razones tenía para pisar la ciudad de los ladrones como la llamaban algunos o la ciudad sin ley como decían otros. Igualmente, yo prefería la Ciudad de la Libertad.
Aunque, pensándolo bien, la libertad es un concepto un poco trillado, ¿acaso se podría decir que los habitantes de Ciudad Lagarto son libres realmente? El libertinaje de ese pueblo llega casi a ser un misterio. Sí bien sé que la libertad tiene dos extremos. El poder hacerlo todo y no deber hacer nada. Cuando escucho las historias de asesinatos, violaciones y demás crímenes atroces cometidos entre las invisibles paredes que delimitan esos terrenos que muchos desalmados llaman hogar.
La única idea que corre por mi mente es que puedes hacer todo. Pero... ¿Hay algo de verdad en eso? No se supone que hay un rey y un regente. ¿Será que todo está permitido excepto molestarlos? Quizás hay reglas, que funcionan como la letra pequeña de un contrato y esta falsa libertad se esconde entre la labia de sus gobernantes.
Ciertamente nada de eso me incumbía y venía a este sitio olvidado por Dios para saber más sobre aquellas [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que contaban, algo sobre duendes y hadas malignos. Jamás vi alguno de esos, pero estoy seguro de que no son como los cuentos infantiles. En cuanto llegamos le indiqué a Pyp el sendero que debía seguir para llegar y me giré a la Ciudad Lagarto.
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El uso de Pyp y todo lo que sucede en este post es con el consentimiento del user.
Si tienen algún lugar al que ir, o si viajan sin rumbo. Pero el propósito de las nubes es la lluvia, ¿no es así?, ahí es cuando nos familiarizamos con este concepto llamado ''Destino''. Aquel poder místico que se supone guía la vida de las personas, mucho antes de que esta nacería.
La mayoría de mi vida, no supe cuál sería el camino de mi existencia, incluso llegué a pensar que estaría ligado a algo tan cotidiano como ser un sastre o un panadero, así lo hubiese creído hasta el último de mis días si no fuese por este evento hace un par de años que hizo que mi madre revelara su verdadera naturaleza. Donde toda mi vida ser torció hacía un propósito, la investigación de la magia oscura.
Hasta hace poco no había pensado que el destino podía bifurcarse de maneras tan extrañas. En mi camino a Ciudad Lagarto. Se encontraba esta niña, mirando a un árbol desconcertada y algo asustada. Si tuviera el poder de leer mentes, estaría totalmente seguro de que pensaba: «¿Este es el mismo árbol de hace unos minutos? ¿Será que estoy dando vueltas? ¿Vueltas...?» así que me acerqué a ella, pasos sonoros sonrisa cándida y pecho al frente. Sin afán de parecer intimidante o agresivo, solamente ladeé un poco la cabeza.
— Hola. ¿Estás perdida pequeña? — El tiempo seguía pasando con el mismo ritmo para todos, excepto para la niña que luego de echar un rápido vistazo apartó la mirada de mí. Se quedó suspendida en sus pensamientos, nerviosa apretó un poco su vestido y titubeante respondió. — Di... Sí...
Aunque la escena de una niña en medio del bosque con un vestido blanco y un par de lazos azules, sería un poco inquietante al primer vistazo, no olía mal y estaba arreglada. «¿Qué hacía perdida entonces?» No estaba inquieta pero sí expectante.
— Entiendo... ¿Cómo te llamas? ¿A dónde te diriges? — Segundos después terminó indicándome su destino.
Así es como me encontraba yo, casi una hora después. Tomando a Pyp de la mano guiándola al pueblo de Javel. Por supuesto que yo no podía perder mi rumbo, así que acordamos separarnos en Ciudad Lagarto y ella seguiría recto el camino. Mis razones tenía para pisar la ciudad de los ladrones como la llamaban algunos o la ciudad sin ley como decían otros. Igualmente, yo prefería la Ciudad de la Libertad.
Aunque, pensándolo bien, la libertad es un concepto un poco trillado, ¿acaso se podría decir que los habitantes de Ciudad Lagarto son libres realmente? El libertinaje de ese pueblo llega casi a ser un misterio. Sí bien sé que la libertad tiene dos extremos. El poder hacerlo todo y no deber hacer nada. Cuando escucho las historias de asesinatos, violaciones y demás crímenes atroces cometidos entre las invisibles paredes que delimitan esos terrenos que muchos desalmados llaman hogar.
La única idea que corre por mi mente es que puedes hacer todo. Pero... ¿Hay algo de verdad en eso? No se supone que hay un rey y un regente. ¿Será que todo está permitido excepto molestarlos? Quizás hay reglas, que funcionan como la letra pequeña de un contrato y esta falsa libertad se esconde entre la labia de sus gobernantes.
Ciertamente nada de eso me incumbía y venía a este sitio olvidado por Dios para saber más sobre aquellas [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que contaban, algo sobre duendes y hadas malignos. Jamás vi alguno de esos, pero estoy seguro de que no son como los cuentos infantiles. En cuanto llegamos le indiqué a Pyp el sendero que debía seguir para llegar y me giré a la Ciudad Lagarto.
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Detective. Merrigan
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Re: De Tin marín-De dó pingüé [Privado] [Cerrado]
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Reivy Abadder
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