Noches de taberna [Libre 3/3]
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Noches de taberna [Libre 3/3]
Y así caía el sol detrás de los árboles que rodeaban la pequeña villa, luego de un día normal, donde las gentes simples del campo habían pasado las horas de luz trabajando los campos, los panaderos trataban de vender las últimas hogazas de pan y la miraban pasar, con curiosidad pero sin juzgarla; cientos de cazadores habían caminado antes por estas callejuelas empedradas. Qiydark, con el atuendo que siempre llevaba a la hora de visitar un pueblo, la capa oscura sobre la cabeza, el arco a la espalda. A su diestra cachorro caminando y revoloteando y Thia'arú, caminando a su otro lado obedientemente de las bridas, cargando un ciervo a su espalda.
La caza del día.
Pronto, el ciervo se había vendido, y con algunas monedas más, Qiydark se había acostumbrado a esta vida errante de cacería y trabajos de mercenaria de a pocos, luego de un par de meses se había vuelto mejor en ellos y se sentía un poco más confiada en sus habilidades.
Luego, encontró una caballeriza para dejar a Thia y con eso se encaminó a la posada del pueblo. Descargando a Fenthras, las flechas y su equipo de acampar; Qiydark había pasado de su ropa de viaje, con la pesada capa de lana, a una mujer más sencilla, envuelta en una camisa de lino, un peto de cuero y un pantalón de cuero que llevaba siempre cuando viajaba. En su maleta, había algunos vestidos y pantalones de lino que no había usado mucho desde que había dejado su hogar.
Se había dedicado a pasar de pueblo en pueblo, de cacerío en cacerío, apurada por su misión de llegar a Sandorai con un objetivo aún intangible que la impulsaba a pesar de lo duro y solitario de su camino.
Alimentó a Vanya con un pedazo de ciervo y cerrando la puerta de la habitación bajó las escaleras hacia la taberna del primer piso, ordenó comida, cerveza y se dedicó a descansar viendo, desde uno de los rincones de la estancia de madera, a todas las personas que se movían a su alrededor. Una cerveza, dos, y la noche pasaba dejando a los comenzales que se quedaban atrás para beber luego de que la comida se hubise acabado.
Una sombra se extendió sobre la mesa, Qiydark apenas tuvo tiempo de levantar el rostro para ver de qué se trataba cuando una mano se posó en su capucha -¡Déjame ver tu cara bonita!- le dijo y arrancó la capucha de su cabeza, Qiydark gruñó suavemente. No era la primera vez que algo así le sucedía -No comiences lo que no puedes terminar- le respondió la elfa, llevando la mano a su cuchillo de caza en un ademán muy visible. Qiydark, aunque una mujer sencilla, no era una mujer débil de carácter y había aprendido desde hace mucho tiempo que una pequeña demostración de violencia podía ahorrarle muchos problemas.
Algunos hombres se rieron dos mesas más allá, asumía que eran sus acompañantes -¡No puedes con una niña!-, la tez marcada por el sol del hombre se puso aún más roja y se acercó al rostro de Qi, ella, a su vez, apretó los dedos al rededor del mango del cuchillo -me las pagarás- le prometió y volvió a su mesa.
Ella, le dio un trago a la cerveza y levantó la mano para pedir una más -Esta noche será interesante- susurró para sí misma.
La caza del día.
Pronto, el ciervo se había vendido, y con algunas monedas más, Qiydark se había acostumbrado a esta vida errante de cacería y trabajos de mercenaria de a pocos, luego de un par de meses se había vuelto mejor en ellos y se sentía un poco más confiada en sus habilidades.
Luego, encontró una caballeriza para dejar a Thia y con eso se encaminó a la posada del pueblo. Descargando a Fenthras, las flechas y su equipo de acampar; Qiydark había pasado de su ropa de viaje, con la pesada capa de lana, a una mujer más sencilla, envuelta en una camisa de lino, un peto de cuero y un pantalón de cuero que llevaba siempre cuando viajaba. En su maleta, había algunos vestidos y pantalones de lino que no había usado mucho desde que había dejado su hogar.
Se había dedicado a pasar de pueblo en pueblo, de cacerío en cacerío, apurada por su misión de llegar a Sandorai con un objetivo aún intangible que la impulsaba a pesar de lo duro y solitario de su camino.
Alimentó a Vanya con un pedazo de ciervo y cerrando la puerta de la habitación bajó las escaleras hacia la taberna del primer piso, ordenó comida, cerveza y se dedicó a descansar viendo, desde uno de los rincones de la estancia de madera, a todas las personas que se movían a su alrededor. Una cerveza, dos, y la noche pasaba dejando a los comenzales que se quedaban atrás para beber luego de que la comida se hubise acabado.
Una sombra se extendió sobre la mesa, Qiydark apenas tuvo tiempo de levantar el rostro para ver de qué se trataba cuando una mano se posó en su capucha -¡Déjame ver tu cara bonita!- le dijo y arrancó la capucha de su cabeza, Qiydark gruñó suavemente. No era la primera vez que algo así le sucedía -No comiences lo que no puedes terminar- le respondió la elfa, llevando la mano a su cuchillo de caza en un ademán muy visible. Qiydark, aunque una mujer sencilla, no era una mujer débil de carácter y había aprendido desde hace mucho tiempo que una pequeña demostración de violencia podía ahorrarle muchos problemas.
Algunos hombres se rieron dos mesas más allá, asumía que eran sus acompañantes -¡No puedes con una niña!-, la tez marcada por el sol del hombre se puso aún más roja y se acercó al rostro de Qi, ella, a su vez, apretó los dedos al rededor del mango del cuchillo -me las pagarás- le prometió y volvió a su mesa.
Ella, le dio un trago a la cerveza y levantó la mano para pedir una más -Esta noche será interesante- susurró para sí misma.
Última edición por Quiydark Caerdonel el Lun Mayo 04 2020, 00:29, editado 1 vez
Quiydark Caerdonel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
-Somos unos malditos genios Aion, deberíamos haber hecho esta estafa hace mucho tiempo- dijo mientras mordía una manzana y le daba el resto al pequeño Fèidh que estaba amarrado a la protección de su hombro, venían de estafar a un mercader, pretendiendo que este había arrollado accidentalmente al Fèidh, y Zelas furioso, demandaba una compensación y luego se retiraba "acongojado" para darle sepultura a su compañero el cual tenia una facilidad sorprendente para hacerse el muerto. Sin duda eran un duo peculiar.
Decidieron celebrar quedándose en una posada, Zelas había comprado un poco de frutas, por desgracia, no había encontrado biusas en ninguna parte, pago por una habitación y dejo las pocas cosas que traía consigo en ella, en otras palabras, dejo al Fèidh y las frutas, dejo 2 de las 4 cimitarras que traía junto al Fèidh -voy a beber y a comer algo, no juegues con las cimitarras y no te comas los muebles, para eso te compre frutas, pórtate bien... no cagues tanto- comento para salir de la habitación, bajo y sin prestarle mucha atención al bullicio del lugar, pidió algo de comer y una jarra de vino, ni bien las obtuvo se sentó en una mesa a devorar su comida rápidamente tomando un sorbo de vino cada tanto, termino de comer en tiempo récord, ahora solo descansaba mientras bebía ocasionalmente.
Decidieron celebrar quedándose en una posada, Zelas había comprado un poco de frutas, por desgracia, no había encontrado biusas en ninguna parte, pago por una habitación y dejo las pocas cosas que traía consigo en ella, en otras palabras, dejo al Fèidh y las frutas, dejo 2 de las 4 cimitarras que traía junto al Fèidh -voy a beber y a comer algo, no juegues con las cimitarras y no te comas los muebles, para eso te compre frutas, pórtate bien... no cagues tanto- comento para salir de la habitación, bajo y sin prestarle mucha atención al bullicio del lugar, pidió algo de comer y una jarra de vino, ni bien las obtuvo se sentó en una mesa a devorar su comida rápidamente tomando un sorbo de vino cada tanto, termino de comer en tiempo récord, ahora solo descansaba mientras bebía ocasionalmente.
Zelas Hazelmere
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
Ella se había ido, y él aún tardó en levantarse. El viento era suave y sus pensamientos, sombríos, le envolvían como su propia capa. La osadía de la muchacha lo había asombrado y pese a ésta, se había dejado llevar brevemente, incapaz de controlarse. Su rostro se torció en un gesto de malhumor. Sabía que de no haberse ido, ambos hubiesen terminado consumando sus deseos esa misma tarde, bajo lo árboles que los cobijaron.
Nunca había dado pie a algo así. Su paso por las tierras de los Hombres siempre era cauto, breve, por mor de misiones o necesidad. Eran escasas las ocasiones en las que había hablado con una humana que no formase parte de alguno de los trabajos que debió realizar. Y de ellas, quienes no eran espantadas por sus miradas o palabras, contadas, nunca vieron un solo paso del Elfo en aceptar sus intenciones.
Suspiró, pasando una mano por su oscuro cabello hasta llegar al cuello. Estaba cansado, insatisfecho, y sentía un profundo malestar fruto de sus propias acciones, como si se hubiera traicionado a sí mismo. Al tiempo que caminaba paso a paso entre las foresta, esa odiosa voz que tan bien conocía, salió de su agujero, perforándole la mente con los mismos pensamientos que él trataba con desesperación de eliminar.
“¿Por qué reprimes aquello que deseas…? Ya has traicionado tu supuesta defensa de la pureza de tu raza. Hubieras tomado a esa humana, probablemente más de una vez… “ “Has fracasado… has dado el primer paso para tirar por la borda todos los años que llevas buscando como salvarlos… No será que… en realidad… empiezas a pensar que no te merecen…?” Una risa sin ninguna alegría surgió del propio Nousis, que la cortó, asqueado. Odiaba esa parte de sí mismo, que no obstante, no se detuvo, monopolizando su mente. “¿O tal vez… que no merecen tus largos años de desvelos? Nadie te sigue, pocos piensan como tú. Esos intentos morirán en la nada. ¿Tan terrible sería poseerla, ser un fraude? Hay muchos como tú, que han formado familias con humanos… que han abandonado el Bosque…”
“Basta” se obligó el Elfo a pensar, disipando la neblina mental que había llevado la voz cantante hasta ese instante. Inspiró profundamente. Necesita relajarse, no pensar, y un buen descanso.
Los dioses debían de haber tenido bastante con él tras los incidentes de Baslodia, y un par de horas después, su mirada gris escudriñó la silueta de una posada, cuyas ventanas un ambiente que tal vez era lo que el espadachín precisaba esa noche. Encaminó sus pasos hacia el edificio, y con la mano izquierda, abrió la puerta, antes de que el calor del lugar y las voces llegasen hasta él como una ola.
Como solía ocurrir, y él mismo había sido partícipe de ello, varios miraron en su dirección al traspasar el dintel de la puerta, prestos a hacerse una vaga idea del siguiente desconocido que había entrado en el establecimiento. Nou les permitió dos segundos, paseando su vista por los allí reunidos, antes de dirigirse al mostrador.
-Algo de comer y una cerveza. También necesitaré una habitación para ésta noche- pidió con cortesía a una de las muchachas que servían aquello que los clientes tenían a bien tomar. Dejó las monedas requeridas allí mismo, y localizó una mesa desde donde podía observar el local sin tener a nadie a su espalda, como era su desconfiada costumbre, sentándose solo, hasta que llegó cuanto había pedido.
Debía pensar en su siguiente paso. Pero no sería esa noche.
Nousis Indirel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
Luego de mi tercera cerveza, y cuando comenzaba a sentir el alcohol subiendo hacia mi cabeza, creando ese delicioso adormecimiento de los sentidos y la consciencia, acallando los susurros de inseguridad que solo se desvanecían en los momentos en que mi mirada estaba fija en una presa; decidí que era suficiente por la noche. Era suficiente para poder dormir. Vanya y yo teníamos que descansar para la siguiente etapa del viaje, al ser un cachorro, se la pasaba la mitad del tiempo durmiendo en un cargador que le había hecho con una maleta y la otra mitad del tiempo saltando entre los matorrales.
Me puse de pie, dejando unas monedas de propina sobre la mesa y comencé el camino para salir del laberinto de madera que se formaba en el primer piso de la posada, entre sillas y mesas; cuando una mano agarró una de mis nalgas. Con firmeza y descaro, sin moverse de allí; mi mano, con los reflejos de alguien que está acostumbrado a esperar al más mínimo movimiento para soltar la cuerda del arco, mi mano alcanzó al brazo de -¿Quien te crees animal?-le dije, había sido el mismo hombre, grande, grasoso y regordete que se me había acercado antes. Descargué una bofetada en su mejilla que retumbó por el lugar, repentinamente silencioso por la escena.
El tipo se puso de pie, llevándome un palmo de estatura y se rió con un aliento que apestaba a cerveza y podredumbre, mi estómago se revolvió -Te dije que no me tocaras, cerdo- le dije, sus brazos habían encontrado la forma de envolverme y su boca trataba de besarme. No había podido alcanzar mi cuchillo de caza, el hombre me abrumaba en fuerza claramente, pero no iba a hacer el papel de doncella. Me lo había prometido muchas lunas atrás al aventurarme fuera de mi pueblo.
Así que en un movimiento de mi rodilla, esta encontró su entrepierna y el tipo se dobló de inmediato con un azote de dolor. Sus brazos se sostenían ahora de mis brazos, soltando el agarre bajo el que me había tenido un momento atrás. Sin esperarlo, lo tomé del cinturón y el cuello de la camisa, empujándolo sobre una mesa, con tal fuerza que atravesó esta, cayendo más allá sobre una silla con un ruido aparatoso que terminó de congelar a los comensales. Ahora, todos sus ojos estaban fijos en mi y en el cerdo, cosa que no me gustaba para nada. Con la forma en la que me miraban en e pueblo en el que crecí había crecido reacia a llamar la atención, no me gustaba y me hacía sentir nerviosa e incómoda.
En este momento solo quería huir, pero no le daría la espalda.
El tipo levantó su cabeza del suelo y se dio la vuelta -Maldita elfa- dijo el hombre aún inclinado hacia el frente sobre los pedazos de una silla; obviamente habiendo encontrado las puntas de mis orejas en su acercamiento. Respiré profundamente, retirando el cabello de mi rostro, para mirarlo con una sonrisa socarrona que enmascaraba mi nerviosismo -perdonen ustedes, prometo que no soy así siempre- mirando a los dos hombres, uno de ojos grises y cabello largo perfectamente peinado y el otro, de cabello desordenado castaño y perforaciones en las orejas que le daban un aspecto más exótico.
Desenvainé el cuchillo y mi diestra temblaba de ira, aunque en mi semblante trataba de mantener una mirada fría contra el borracho que estaba tratando de ponerse de pie, bañando en cerveza y algunos restos de comida.
La gente al rededor nos miraba, sin saber cómo reaccionar en ese momento, solo pasaban la mirada entre la mujer de cabellos castaños y el hombre botado en el suelo.
Me puse de pie, dejando unas monedas de propina sobre la mesa y comencé el camino para salir del laberinto de madera que se formaba en el primer piso de la posada, entre sillas y mesas; cuando una mano agarró una de mis nalgas. Con firmeza y descaro, sin moverse de allí; mi mano, con los reflejos de alguien que está acostumbrado a esperar al más mínimo movimiento para soltar la cuerda del arco, mi mano alcanzó al brazo de -¿Quien te crees animal?-le dije, había sido el mismo hombre, grande, grasoso y regordete que se me había acercado antes. Descargué una bofetada en su mejilla que retumbó por el lugar, repentinamente silencioso por la escena.
El tipo se puso de pie, llevándome un palmo de estatura y se rió con un aliento que apestaba a cerveza y podredumbre, mi estómago se revolvió -Te dije que no me tocaras, cerdo- le dije, sus brazos habían encontrado la forma de envolverme y su boca trataba de besarme. No había podido alcanzar mi cuchillo de caza, el hombre me abrumaba en fuerza claramente, pero no iba a hacer el papel de doncella. Me lo había prometido muchas lunas atrás al aventurarme fuera de mi pueblo.
Así que en un movimiento de mi rodilla, esta encontró su entrepierna y el tipo se dobló de inmediato con un azote de dolor. Sus brazos se sostenían ahora de mis brazos, soltando el agarre bajo el que me había tenido un momento atrás. Sin esperarlo, lo tomé del cinturón y el cuello de la camisa, empujándolo sobre una mesa, con tal fuerza que atravesó esta, cayendo más allá sobre una silla con un ruido aparatoso que terminó de congelar a los comensales. Ahora, todos sus ojos estaban fijos en mi y en el cerdo, cosa que no me gustaba para nada. Con la forma en la que me miraban en e pueblo en el que crecí había crecido reacia a llamar la atención, no me gustaba y me hacía sentir nerviosa e incómoda.
En este momento solo quería huir, pero no le daría la espalda.
El tipo levantó su cabeza del suelo y se dio la vuelta -Maldita elfa- dijo el hombre aún inclinado hacia el frente sobre los pedazos de una silla; obviamente habiendo encontrado las puntas de mis orejas en su acercamiento. Respiré profundamente, retirando el cabello de mi rostro, para mirarlo con una sonrisa socarrona que enmascaraba mi nerviosismo -perdonen ustedes, prometo que no soy así siempre- mirando a los dos hombres, uno de ojos grises y cabello largo perfectamente peinado y el otro, de cabello desordenado castaño y perforaciones en las orejas que le daban un aspecto más exótico.
Desenvainé el cuchillo y mi diestra temblaba de ira, aunque en mi semblante trataba de mantener una mirada fría contra el borracho que estaba tratando de ponerse de pie, bañando en cerveza y algunos restos de comida.
La gente al rededor nos miraba, sin saber cómo reaccionar en ese momento, solo pasaban la mirada entre la mujer de cabellos castaños y el hombre botado en el suelo.
Quiydark Caerdonel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
"El vino es bueno, ¿pero como seria una bebida cuya base fueran las biusas?.... rayos que buena idea, nunca mas volveré a pensar o decir algo sobre esto" dejaba de pensar el elfo mientras bebía otro sorbo de vino, las buenas ideas aparecían en los momentos menos indicados, entonces observo como un pequeño altercado comenzaba a armarse cerca de el.
Un borracho había caído en la mesa de al lado de donde se encontraba sentado y la había roto, entonces vio la fotografía completa, una mujer de su raza estaba siendo acosada frente a el, aquella era una mujer de piel nívea y cabello oscuro, ojos grandes y brillantes, una belleza sin lugar a dudas, era triste que fuera acosada por un troglodita como el que yacía en la silla al lado de Zelas, sin embargo, este no era ningún tipo de héroe, dio otro sorbo terminando su vaso de vino cuando escucho las palabras de la joven, ante lo cual Zelas se sirvió un poco mas de vino y alzo su vaso en su honor, robándose algunas miradas de la gente, se bebió el vino de golpe.
En efecto el elfo no era ningún héroe, se levanto de su asiento y se disponía a marcharse cuando vio una pequeña bolsa con aeros, la cual probablemente se le había caído al sujeto que aun intentaba reincorporarse, rápidamente se agacho y recogió la bolsa, cuando se incorporo se guardo la bolsa a pesar de la protesta del ebrio que intento detenerlo sin éxito, lanzando un manotazo de ebrio. Zelas esquivo el manotazo con un ágil movimiento digno de alguien de su raza, acto seguido lo pateo levemente para que cayera al piso, -voy a dejar algo en claro, no soy ningún héroe, ni lo seré jamas, sin embargo, ayudare a cualquiera que pague lo suficiente, considerare esto tu pago, así que te echare una mano- dijo Zelas ante la mujer elfa que estaba frente a el, mientras mostraba la pequeña bolsa de aeros la cual guardo en su bolsillo rápidamente y se posiciono al lado de la mujer, desenvaino sus cimitarras y en un ágil movimiento las unió anclando unos mecanismos puestos en las empuñaduras, convirtiendo sus armas en una espada de doble hoja, en caso de que alguien mas quisiera causar problemas para la mujer la cual ahora no se encontraba peleando sola.
Un borracho había caído en la mesa de al lado de donde se encontraba sentado y la había roto, entonces vio la fotografía completa, una mujer de su raza estaba siendo acosada frente a el, aquella era una mujer de piel nívea y cabello oscuro, ojos grandes y brillantes, una belleza sin lugar a dudas, era triste que fuera acosada por un troglodita como el que yacía en la silla al lado de Zelas, sin embargo, este no era ningún tipo de héroe, dio otro sorbo terminando su vaso de vino cuando escucho las palabras de la joven, ante lo cual Zelas se sirvió un poco mas de vino y alzo su vaso en su honor, robándose algunas miradas de la gente, se bebió el vino de golpe.
En efecto el elfo no era ningún héroe, se levanto de su asiento y se disponía a marcharse cuando vio una pequeña bolsa con aeros, la cual probablemente se le había caído al sujeto que aun intentaba reincorporarse, rápidamente se agacho y recogió la bolsa, cuando se incorporo se guardo la bolsa a pesar de la protesta del ebrio que intento detenerlo sin éxito, lanzando un manotazo de ebrio. Zelas esquivo el manotazo con un ágil movimiento digno de alguien de su raza, acto seguido lo pateo levemente para que cayera al piso, -voy a dejar algo en claro, no soy ningún héroe, ni lo seré jamas, sin embargo, ayudare a cualquiera que pague lo suficiente, considerare esto tu pago, así que te echare una mano- dijo Zelas ante la mujer elfa que estaba frente a el, mientras mostraba la pequeña bolsa de aeros la cual guardo en su bolsillo rápidamente y se posiciono al lado de la mujer, desenvaino sus cimitarras y en un ágil movimiento las unió anclando unos mecanismos puestos en las empuñaduras, convirtiendo sus armas en una espada de doble hoja, en caso de que alguien mas quisiera causar problemas para la mujer la cual ahora no se encontraba peleando sola.
Zelas Hazelmere
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
Su cena se había interrumpido de manera abrupta y en un primer momento, ni siquiera alzó la vista. Las peleas y problemas eran comunes en lugares así, y ya estaba acostumbrado a comer ignorando en la medida de lo posible cuanto acontecía alrededor. Sólo la alusión del humano a la raza de la mujer le hizo dejar la concentración en las viandas. Su mirada gris le mostró una escena tan extremadamente repetida a lo largo y ancho del continente, que tomó un nuevo trago cuando constató que el hombre había sufrido la peor parte en todo aquello.
Las palabras de la joven apoyaron su idea de no moverse de su asiento. Parecía tener todo controlado, y nadie aprendía de batallas ajenas. No obstante, había decidido mantenerse alerta, por si veía necesario intervenir, cuando captó una imagen familiar. Al levantarse el elfo, su ceño se frunció. Él había visto a aquel sujeto anteriormente, y no hacía demasiado tiempo. Ojeó sus recuerdos, con el objetivo de encuadrarle dentro de los mismos. Pasando rostros y momentos, llegó a uno de los suyos atado a un árbol, a una lucha a muerte contra una tropa de vampiros… y a cómo les había dejado en la estacada, escapando del combate. Su mirada se ensombreció. También llegó a su memoria las veces que había mencionado el oro durante el escaso tiempo que había formado parte del mismo grupo. Era una auténtica pena ver como los males que aquejaban al mundo se ensañaban con un hijo de Sandorai, haciéndole cobarde y codicioso. Tal vez aún hubiera salvación para él. Existían pecados mucho más graves. Renegar del bosque y escapar, forjar una amistad o una relación con alguien dedicado a la hechicería, mancillar la sangre de los Elfos criando una prole manchada…
Sacudió la cabeza al escuchar las palabras que éste tuvo a bien comentar, y continuó degustando su plato con tranquilidad. De no ser por la espada y el cansancio acumulado, hubiera parecido que se encontraba yantando en una recepción aristocrática.
Apenas había masticado media docena de veces el siguiente bocado, cuando entraron precedidos por sus risas dos hombres y una mujer que, tras echar un vistazo alrededor al parecer complacidos, sin otorgar mayor atención a ninguno de los que ya estaban allí, se dirigieron hacia el mostrador, con una seña al posadero que raudo, acudió a su encuentro.
Pasaron por delante de Nousis, quien pudo observarles con detenimiento, cruzando la mirada con uno de los dos hombres, antes de verles posar una pesada bolsa en la barra. El sonido metálico resultó tremendamente característico para cualquier criatura habituada a cruzar armas de acero, y el Elfo, sin dejar de comer, pensó que o bien eran furtivos, o mercenarios. O en el peor de los casos, bandidos que habían saqueado a algunos viajeros. Se fijó entonces en mayor medida en la vestimenta de cada uno, tratando de averiguar cualquier detalle de su interés.
Todos portaban armaduras de cuero, sin yelmos ni escudos. Un arco y un hacha ella, dos espadas cortas aquel que con el espadachín había cruzado la vista, y una lanza de dos puntas, así como una espada larga quien había cargado con la bolsa. No eran furtivos, y el extranjero mudó su rostro. Una mancha de sangre a lo largo de un palmo en la pechera del que llevaba las dos hojas gemelas, pese a su buen estado de salud y la risotada que dejó escapar a expensas de su compañero, indicaban que era escoria. Y su tratamiento con el posadero, que no se trataba de la primera vez.
No obstante, los sucesos de Baslodia y los últimos acontecimientos templaban sus ganas de desventrarlos, siendo además ellos tres y él solo uno. Sus ojos volvieron a la escena entre la joven elfa y el pueblerino. Tomando otro bocado, continuó pendiente, imaginando que éste poco tendría que hacer ahora ante ambos contendientes.
Nousis Indirel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
El cerdo acosador se sacudió los restos de comida de la ropa, y uno de los elfos a los que creía haberles dañado la comida se puso de pie tomando una bolsa del suelo, dinero, asumí por el sonido.
Lo último que me esperaba era tener algo de ayuda en el lugar, llevaba semanas viajando sola, acostumbrándome a valerme por mi misma y a la desidia humana. Miré al hombre, asintiendo -Gracias- le susurré, me sentía conmovida de alguna forma, aunque el hombre hubiera dejado claro que no lo hacía por mi, por un momento pude dejar de sentirme sola, así fuera un espejismo, era mejor eso que nada.
Normalmente estas peleas de tabernas se acababan cuando me veían armada, allí quedaban los cojones de la mayoría, pero, esta vez al parecer la presencia de mi improvisado amigo o el hecho de que una mujer lo hubiese hecho protagonista de tal espectáculo lo había molestado de más -Los mataré...- gritó con los ojos desencajados por la ira -¡muchachos!- gritó a sus amigos al ponerse de pie, y por un momento, en sus ojos se vio la reticencia de quien mira a los ojos un futuro incierto. Pero, envalentonados pro el vino y la cerveza, se pusieron de pie, con bastones y espadas cortas comenzaron a ubicarse al rededor de nosotros.
La dueña de la taberna, miraba asustada desde detrás de la barra, como sin saber qué hacer. Éramos muchos para detenernos, al menos yo había pagado por quedarme allí esa noche y seguro me echaría a la primera oportunidad. Bufeé, ahora claramente molesta y volteé a mirar a los hombres con la mano que empuñaba el cuchillo aún temblando -me han jodido la noche- les dije, pasando mis ojos de uno al otro, revisando y memorizando sus rostros. Sabía que si ganaba esto no se quedaría así.
Al ver que sus amigos nos rodeaban pero no atacaban, la ira del causante de mis incordios parecía emanar una luz roja de su rostro, la ira en su cuerpo era tan tangible... temblaba, sus ojos casi se desorbitaban y tenía la mandíbula tan apretada que seguro sus dientes sufrían -Malditas sabandijas, todos son unas malditas sabandijas que se creen mejor que los demás ¿o no elfo?-[/i][/b] gritó el cerdo de nuevo, esta vez, descargando su furia contra el otro hombre con el que me había disculpado. Los platos de latón volaron de la mesa, con un “clang clang” que resonó por la posada, pues todos los comensales tenían los ojos fijos en lo que iba a pasar.
La comida se esparció por el suelo de madera, manchado por el vino, la cerveza y las pisadas de cientos de comensales que habían pisado estas mismas tablas. Y recordé lo dura que era la vida en el campo para muchos, y las razones por las cuales en algunos de estos poblados tenían recelo hacia los elfos y las razones por las cuales yo había tomado mi camino y decidí por un momento, tratar de hacer las cosas bien. Miré al cerdo y a sus dos amigos sobre mi flanco izquierdo -Llevemos esto a la calle, no quiero causar daños que ustedes tengan que pagar- les propuse con un tono burlón, como última medida para evitar tener que dormir en el bosque esta noche, volteé la mirada buscando la de mi compañero de batalla, en busca de su aprobación -Soy Qi- le dije. Al menos así sabría que gritar si me iban a apuñalar por la espalda.
Lo último que me esperaba era tener algo de ayuda en el lugar, llevaba semanas viajando sola, acostumbrándome a valerme por mi misma y a la desidia humana. Miré al hombre, asintiendo -Gracias- le susurré, me sentía conmovida de alguna forma, aunque el hombre hubiera dejado claro que no lo hacía por mi, por un momento pude dejar de sentirme sola, así fuera un espejismo, era mejor eso que nada.
Normalmente estas peleas de tabernas se acababan cuando me veían armada, allí quedaban los cojones de la mayoría, pero, esta vez al parecer la presencia de mi improvisado amigo o el hecho de que una mujer lo hubiese hecho protagonista de tal espectáculo lo había molestado de más -Los mataré...- gritó con los ojos desencajados por la ira -¡muchachos!- gritó a sus amigos al ponerse de pie, y por un momento, en sus ojos se vio la reticencia de quien mira a los ojos un futuro incierto. Pero, envalentonados pro el vino y la cerveza, se pusieron de pie, con bastones y espadas cortas comenzaron a ubicarse al rededor de nosotros.
La dueña de la taberna, miraba asustada desde detrás de la barra, como sin saber qué hacer. Éramos muchos para detenernos, al menos yo había pagado por quedarme allí esa noche y seguro me echaría a la primera oportunidad. Bufeé, ahora claramente molesta y volteé a mirar a los hombres con la mano que empuñaba el cuchillo aún temblando -me han jodido la noche- les dije, pasando mis ojos de uno al otro, revisando y memorizando sus rostros. Sabía que si ganaba esto no se quedaría así.
Al ver que sus amigos nos rodeaban pero no atacaban, la ira del causante de mis incordios parecía emanar una luz roja de su rostro, la ira en su cuerpo era tan tangible... temblaba, sus ojos casi se desorbitaban y tenía la mandíbula tan apretada que seguro sus dientes sufrían -Malditas sabandijas, todos son unas malditas sabandijas que se creen mejor que los demás ¿o no elfo?-[/i][/b] gritó el cerdo de nuevo, esta vez, descargando su furia contra el otro hombre con el que me había disculpado. Los platos de latón volaron de la mesa, con un “clang clang” que resonó por la posada, pues todos los comensales tenían los ojos fijos en lo que iba a pasar.
La comida se esparció por el suelo de madera, manchado por el vino, la cerveza y las pisadas de cientos de comensales que habían pisado estas mismas tablas. Y recordé lo dura que era la vida en el campo para muchos, y las razones por las cuales en algunos de estos poblados tenían recelo hacia los elfos y las razones por las cuales yo había tomado mi camino y decidí por un momento, tratar de hacer las cosas bien. Miré al cerdo y a sus dos amigos sobre mi flanco izquierdo -Llevemos esto a la calle, no quiero causar daños que ustedes tengan que pagar- les propuse con un tono burlón, como última medida para evitar tener que dormir en el bosque esta noche, volteé la mirada buscando la de mi compañero de batalla, en busca de su aprobación -Soy Qi- le dije. Al menos así sabría que gritar si me iban a apuñalar por la espalda.
Quiydark Caerdonel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
-Gracias a ti- comento Zelas al momento que con una mano se golpeaba el bolsillo haciendo sonar la bolsa de aeros, aquello sin duda había molestado al sujeto al cual se los robo, cuando empezaron a rodearlos, Zelas se puso inmediatamente a cubrirle la espalda a su coterranea, 2 sujetos de distintas complexiones y variado armamento se disponían a una batalla sin cuartel, sin embargo, nadie realizaba ningún movimiento.
En ese momento el tipo que había sido objeto de humillación y robo se desquitaba con alguien que al parecer también era un elfo, cuando Zelas lo vio, no pudo evitar señalarlo con una sonrisa -oye yo te conozco!.... creo, la verdad no recuerdo de donde- dijo lo ultimo mientras se llevaba una mano a la cabeza intentando recordar, sin éxito.
Todos se seguían observando esperando quien haría el primer movimiento, cuando la tensión se vio interrumpida por la sugerencia de su compañera, Zelas bajo la guardia y retomo nuevamente su actitud de bromista -ya escucharon a la dama, vamos a solucionar esto afuera para no manchar la posada con sangre- comento riendo mientras en un extraño acuerdo no implícito, todos comenzaron a dirigirse a la salida, la elfa ahora se había identificado como Qi, ante lo cual el elfo asintió -Zelas- comento breve mente mientras salían fuera de la posada, ahora el 3 contra 2 se hacia mas presente.
Zelas tenia al frente a los amigos del sujeto al cual le había robado, Qi por su parte tenia al cerdo para ella sola, el elfo sin perder tiempo comenzó a hacer girar con gran habilidad la espada de doble hoja, primero la paso por sobre su cabeza, después sobre su lado izquierdo, seguido del lado derecho y cuando quiso hacerlo mientras giraba 360º cuando de la nada y de sorpresa esta se le soltó y termino empalando a uno de los sujetos, acabando con el en el acto. -Oh rayos, nunca logro dar ese giro- comento lamentándose, ya que estaba casi seguro de que esta vez si lo iba a conseguir. -Maldito elfo!!! mataste a Ken!!.... Se había casado hace poco e incluso su esposa ya esperaba a su primer hijo, oh por los dioses como puede esto haber terminado de esta forma!! eres un monstruo!!- Zelas levanto las manos como si eso de alguna forma fuera a enmendar el hecho que lo hizo sin querer, aquel momento era surreal, por lo que aprovecho la conmoción para ir a recuperar su arma cuando el otro sujeto se lanzo con todo para vengar la muerte de su amigo. El elfo tiro de su arma para bloquear el ataque que se le venia encima, mas no contaba con que esta estuviera atorada en el cadáver de Ken, por lo que al tirar de esta, el cadáver de Ken se movió junto a su arma, bloqueando el ataque con el cadáver del tipo al cual había empalado recientemente. el otro sujeto clavo su espada en el cadáver de su amigo Ken y al darse cuenta rápidamente retrocedió dejando el arma incrustada también en el cadáver de Ken.
-Oh por Dios, has ocupado el cadáver de Ken como escudo, eres la peor clase de monstruo elfo, la peor!!!- en esos momento Zelas no sabia que sentir al respecto, y suponía que cualquier cosa que hiciera solo empeoraría mas la situación, así que simplemente desatasco la espada de doble hoja desde el cadáver de Ken. -la verdad no se que decir, eso fue bajo hasta para mi..... ¿Qué estoy diciendo?, ni siquiera lo he hecho a propósito, ahora como lo veo, puedes ir y hacerte cargo de la familia de tu amigo, o puedes unirte a el- comento lo ultimo con una seriedad pocas veces vista en el, el sujeto se tomo su tiempo para responder, la verdad era que esa experiencia había hecho que sintiera la muerte mas cerca que nunca, -sabes que, no vale la pena morir por una borrachera y el trasero de una elfa, me iré a cuidar a la familia de Ken, es mas, desde ahora me llamare Kendou, para honrar su memoria, espero no volver a verte nunca mas en mi vida maldito monstruo- así sin mas, el humano ahora conocido como Kendou se marcho de aquel lugar, dejando a Zelas con una sensación de surrealismo como nunca antes había sentido en su vida.
En ese momento el tipo que había sido objeto de humillación y robo se desquitaba con alguien que al parecer también era un elfo, cuando Zelas lo vio, no pudo evitar señalarlo con una sonrisa -oye yo te conozco!.... creo, la verdad no recuerdo de donde- dijo lo ultimo mientras se llevaba una mano a la cabeza intentando recordar, sin éxito.
Todos se seguían observando esperando quien haría el primer movimiento, cuando la tensión se vio interrumpida por la sugerencia de su compañera, Zelas bajo la guardia y retomo nuevamente su actitud de bromista -ya escucharon a la dama, vamos a solucionar esto afuera para no manchar la posada con sangre- comento riendo mientras en un extraño acuerdo no implícito, todos comenzaron a dirigirse a la salida, la elfa ahora se había identificado como Qi, ante lo cual el elfo asintió -Zelas- comento breve mente mientras salían fuera de la posada, ahora el 3 contra 2 se hacia mas presente.
Zelas tenia al frente a los amigos del sujeto al cual le había robado, Qi por su parte tenia al cerdo para ella sola, el elfo sin perder tiempo comenzó a hacer girar con gran habilidad la espada de doble hoja, primero la paso por sobre su cabeza, después sobre su lado izquierdo, seguido del lado derecho y cuando quiso hacerlo mientras giraba 360º cuando de la nada y de sorpresa esta se le soltó y termino empalando a uno de los sujetos, acabando con el en el acto. -Oh rayos, nunca logro dar ese giro- comento lamentándose, ya que estaba casi seguro de que esta vez si lo iba a conseguir. -Maldito elfo!!! mataste a Ken!!.... Se había casado hace poco e incluso su esposa ya esperaba a su primer hijo, oh por los dioses como puede esto haber terminado de esta forma!! eres un monstruo!!- Zelas levanto las manos como si eso de alguna forma fuera a enmendar el hecho que lo hizo sin querer, aquel momento era surreal, por lo que aprovecho la conmoción para ir a recuperar su arma cuando el otro sujeto se lanzo con todo para vengar la muerte de su amigo. El elfo tiro de su arma para bloquear el ataque que se le venia encima, mas no contaba con que esta estuviera atorada en el cadáver de Ken, por lo que al tirar de esta, el cadáver de Ken se movió junto a su arma, bloqueando el ataque con el cadáver del tipo al cual había empalado recientemente. el otro sujeto clavo su espada en el cadáver de su amigo Ken y al darse cuenta rápidamente retrocedió dejando el arma incrustada también en el cadáver de Ken.
-Oh por Dios, has ocupado el cadáver de Ken como escudo, eres la peor clase de monstruo elfo, la peor!!!- en esos momento Zelas no sabia que sentir al respecto, y suponía que cualquier cosa que hiciera solo empeoraría mas la situación, así que simplemente desatasco la espada de doble hoja desde el cadáver de Ken. -la verdad no se que decir, eso fue bajo hasta para mi..... ¿Qué estoy diciendo?, ni siquiera lo he hecho a propósito, ahora como lo veo, puedes ir y hacerte cargo de la familia de tu amigo, o puedes unirte a el- comento lo ultimo con una seriedad pocas veces vista en el, el sujeto se tomo su tiempo para responder, la verdad era que esa experiencia había hecho que sintiera la muerte mas cerca que nunca, -sabes que, no vale la pena morir por una borrachera y el trasero de una elfa, me iré a cuidar a la familia de Ken, es mas, desde ahora me llamare Kendou, para honrar su memoria, espero no volver a verte nunca mas en mi vida maldito monstruo- así sin mas, el humano ahora conocido como Kendou se marcho de aquel lugar, dejando a Zelas con una sensación de surrealismo como nunca antes había sentido en su vida.
Última edición por Zelas Hazelmere el Miér Mayo 06 2020, 18:52, editado 1 vez
Zelas Hazelmere
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
Nousis no reaccionó, o al primer instante. Con los puños apretados y la cabeza aún agachada, observando un plato que ya no se encontraba delante de él, se limitó a elevar la mirada. No encontraba demasiado sentido a la actuación del humano. Ya tenía frente a sí a dos adversarios, ¿a causa de qué buscaba más? El Elfo no aparentaba ser un vagabundo desvalido. Tal vez la humillación de ser zarandeado por una muchacha le había trastocado los esquemas mentales.
Los mercenarios, o asesinos, dejaron por un momento su intento de venta poco legal, sonriendo ante el espectáculo que crecía por momentos. A la temeridad del humano, le había seguido la estupidez de otros dos conocidos, a tenor de lo poco que precisó para que siguieran su sarta de tonterías. Por tanto, se levantó tras un suspiro. Controlarse le estaba costando un auténtico horror. Había llegado con el fin de descansar y relajar sus pensamientos y ahora, le habían involucrado en una pelea sin que su carácter o sus palabras hubiesen sido las responsables, como era habitual.
Miró su plato, ahora desperdigado por la madera. No era el mejor que había probado, pero estaba caliente, y le había reconfortado lo bastante como sentir cierto sosiego. Volteó a mirar a los pueblerinos, cuando el Elfo reconoció compartir el recuerdo que él había ubicado. Manteniendo la vista en los oponentes, respondió con un punto de socarronería, lo que le ayudó a controlar sus pulsaciones.
-Espero que esta vez no nos dejes en medio del combate- la calidad de los adversarios no tenía nada que ver con aquel día y su voz, pese a lo que pudiese opinar de él, no mostró ira o desprecio, sólo una divertida resignación. Era de los suyos.
El alivio en el rostro de los dueños del lugar fue palpable cuando los cinco fueron abandonando el salón para enzarzarse en un cuerpo a cuerpo que el espadachín consideró inusitadamente civilizado. Con un hombro apoyado en el dintel de la puerta, volvió a envainar su espada nada más observar el manejo que el elfo restante, sin poder decidirse entre la maestría y la torpeza a la hora de catalogar su supuesto ataque. Rio quedo, llevándose una mano al rostro, ante tal escena. Un idiota menos.
Se planteó en ayudar a quien se había presentado como Qi, mas al igual que en el momento de su interrumpida cena, no parecía necesario. El guerrero de la espada de doble hoja aún continuaba a su vera, y dudaba que un matón de taberna tuviese el valor suficiente para no seguir a su compañero aún vivo. Sacudió la cabeza con desdén.
Uno de los mercenarios pasó delante de él cruzando la puerta, sonriendo y tirando al aire una bolsa de monedas un par de veces antes de recogerla. Nou giró el rostro hacia atrás, lo suficiente para ver como sus compañeros se habían sentado con sendas jarras delante.
-¡Deberíais descansar ésta noche!- advirtió el desconocido en un tono distendido, alejándose cada vez más de la taberna. El Elfo alzó una ceja, volvió a vigilar a los dos que habían quedado allí, antes de retornar su atención a Qi y el humano. Quizá la alegría de haber llevado el trato a buen puerto le había hecho hablar con desconocidos.
Quizá no.
Nousis Indirel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
Esto se había salido de control con la velocidad de una flecha, estaba acostumbrada, al ser una mujer que viajaba sola, a los patanes y borachos molestos pero rara vez terminaban tan mal como en este momento en la posada. Vi como la comida del otro hombre terminó desperdigada por el suelo y sentí pena por él, pues no tenía nada que ver con el combate.
Capté al elfo castaño con el rabillo de mi ojo en el momento en que sus labios se separaron, dirigiéndose a mi insospechado acompañante “Espero que esta vez no nos dejes en medio del combate” dijo, captando mi atención al referirse a Zelas. Esa afirmación me hizo preocuparme un poco de su apoyo, si bien podía con un gordinflón borracho no podía con tres, al menos no bajo estas circunstancias.
Por suerte, todos me siguieron la idea de dejar la estancia, caminando con parsimonia hacia la callejuela de tierra que, a esas horas de la noche, brillaba por la ausencia de gente y la poca iluminación. La única luz presente era la que salía del interior iluminado de la taberna y de un par de ventanas al otro lado de la calle, de lo que parecía una tienda cerrada. Miré a un lado y al otro de la calle, esperando que no vinieran guardias o más amigos del gordinflón.
La suerte estaba de mi lado por el momento.
Antes de poder hacer nada, Zelas se había enfrascado en el combate, era como si todo se hubiera pausado al ver como se movían sus espadas. Mi corazón se encogió con... ¿miedo?... ¿era eso lo que sentía?... Era la primera vez que veía a alguien moverse así, con tanta convicción de usar el cuerpo del otro como escudo, dándole tan poca importancia al bienestar del otro. Aún los bandidos de los caminos se veían dudar un poco en algún momento de un combate.
Quise vomitar, Zelas había matado a uno de los hombres, sin dudas ni miramientos. Sin parpadear, sin dudarlo, usando su cuerpo de escudo y soltando un discurso que no parecía tener ningún dejo de honestidad. Pero lo peor había sido la respuesta de su amigo, primero horrorizado, luego preocupado y al final había sido... particular... ¿cambiarse el nombre? ¿Y eso porqué tenía sentido? Arrugué el ceño, aunque había crecido con humanos y los había visto toda mi vida no dejaban de sorprenderme. Volví mi atención al gordinflón, cuya furia se había visto atenuada por la realización de que esa noche, podría morir.
Por mi parte, no tenía intención de matarlo, tal no era mi relación con la vida ni las enseñanzas de mis padres, solo estaba allí defendiéndome de una afrenta.
-Vamos no...- hagas algo estúpido, pensaba decir al menos pero antes de terminar la frase el hombre se aventuró sobre mi con un puño, con un movimiento rápido, aprovechando que era más ligera que él logré esquivar el golpe, apenas una caricia fue necesaria para dejar un corte en su antebrazo con el cuchillo de caza, flanqueándolo con un movimiento de pies -deberías irte, dejarnos en paz- le volví a sugerir, pero al parecer el corte lo había enfurecido de nuevo y esta vez trató de abofetearme con el dorso de la mano. Esquivé de nuevo , dejándole un segundo corte.
El hombre siguió con sus ataques y poco a poco, su cuerpo terminó lleno de heridas, finas como un cabello pero lo suficiente profundas para hacerlo sangrar -Vamos, la batalla está perdida- le dije tratando de que se rindiera. Los ojos del hombre pasaron de uno a otro de los que estaban mirando, sumados a sus heridas, habían hecho mella a su moral. Así que con un último grito para demostrar su hombría -Me vengaré- se giró y salió a correr a trompicones por el camino de tierra.
Tomé un paño de mi ropa y limpié la sangre del cuchillo girándome hacia Zelas -Gracias- le dije con recelo, mirando el cadáver a sus pies. Suspiré y levanté la mirada hacia la puerta de la taberna, esperando tener donde dormir aún esta noche.
Capté al elfo castaño con el rabillo de mi ojo en el momento en que sus labios se separaron, dirigiéndose a mi insospechado acompañante “Espero que esta vez no nos dejes en medio del combate” dijo, captando mi atención al referirse a Zelas. Esa afirmación me hizo preocuparme un poco de su apoyo, si bien podía con un gordinflón borracho no podía con tres, al menos no bajo estas circunstancias.
Por suerte, todos me siguieron la idea de dejar la estancia, caminando con parsimonia hacia la callejuela de tierra que, a esas horas de la noche, brillaba por la ausencia de gente y la poca iluminación. La única luz presente era la que salía del interior iluminado de la taberna y de un par de ventanas al otro lado de la calle, de lo que parecía una tienda cerrada. Miré a un lado y al otro de la calle, esperando que no vinieran guardias o más amigos del gordinflón.
La suerte estaba de mi lado por el momento.
Antes de poder hacer nada, Zelas se había enfrascado en el combate, era como si todo se hubiera pausado al ver como se movían sus espadas. Mi corazón se encogió con... ¿miedo?... ¿era eso lo que sentía?... Era la primera vez que veía a alguien moverse así, con tanta convicción de usar el cuerpo del otro como escudo, dándole tan poca importancia al bienestar del otro. Aún los bandidos de los caminos se veían dudar un poco en algún momento de un combate.
Quise vomitar, Zelas había matado a uno de los hombres, sin dudas ni miramientos. Sin parpadear, sin dudarlo, usando su cuerpo de escudo y soltando un discurso que no parecía tener ningún dejo de honestidad. Pero lo peor había sido la respuesta de su amigo, primero horrorizado, luego preocupado y al final había sido... particular... ¿cambiarse el nombre? ¿Y eso porqué tenía sentido? Arrugué el ceño, aunque había crecido con humanos y los había visto toda mi vida no dejaban de sorprenderme. Volví mi atención al gordinflón, cuya furia se había visto atenuada por la realización de que esa noche, podría morir.
Por mi parte, no tenía intención de matarlo, tal no era mi relación con la vida ni las enseñanzas de mis padres, solo estaba allí defendiéndome de una afrenta.
-Vamos no...- hagas algo estúpido, pensaba decir al menos pero antes de terminar la frase el hombre se aventuró sobre mi con un puño, con un movimiento rápido, aprovechando que era más ligera que él logré esquivar el golpe, apenas una caricia fue necesaria para dejar un corte en su antebrazo con el cuchillo de caza, flanqueándolo con un movimiento de pies -deberías irte, dejarnos en paz- le volví a sugerir, pero al parecer el corte lo había enfurecido de nuevo y esta vez trató de abofetearme con el dorso de la mano. Esquivé de nuevo , dejándole un segundo corte.
El hombre siguió con sus ataques y poco a poco, su cuerpo terminó lleno de heridas, finas como un cabello pero lo suficiente profundas para hacerlo sangrar -Vamos, la batalla está perdida- le dije tratando de que se rindiera. Los ojos del hombre pasaron de uno a otro de los que estaban mirando, sumados a sus heridas, habían hecho mella a su moral. Así que con un último grito para demostrar su hombría -Me vengaré- se giró y salió a correr a trompicones por el camino de tierra.
Tomé un paño de mi ropa y limpié la sangre del cuchillo girándome hacia Zelas -Gracias- le dije con recelo, mirando el cadáver a sus pies. Suspiré y levanté la mirada hacia la puerta de la taberna, esperando tener donde dormir aún esta noche.
Quiydark Caerdonel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
La pelea por parte de Zelas había terminado, solo quedaba Qi luchando y si bien tenia los movimientos de alguien propio de su raza, notaba cierta duda en sus ataques, el elfo observaba como solo hacia heridas superficiales cuando podía acabar con su enemigo rápidamente, Zelas contó al menos 4 oportunidades de acabar la pelea desperdiciadas.
-Eres muy amable, eso te terminara matando uno de estos días- comento al ver como dejaba ir gordo que la había incordiado, Zelas quito el arma del cadáver de Ken y se lo lanzo al tipo que gritaba que se vengaría, la espada corta giro hasta clavarse en la espalda del sujeto el cual soltó un fuerte grito de dolor antes de caer al piso. Justo en ese momento su "empleadora" le había dado las gracias, sin duda, de haberlo querido, ni siquiera el podría haber hecho calzar los tiempos de esa forma. -No tienes que agradecerme, solo fue un trabajo mas- comento al momento que limpiaba su arma en la ropa de Ken, quien a pesar de ser un cadáver había resultado bastante útil, de paso lo registro y le quito una bolsa de aeros mas o menos llena, separo su arma convirtiéndola nuevamente en cimitarras y las envaino, para luego volver a la posada, donde el otro elfo observaba la situación, ante las palabras que le había dirigido el elfo anteriormente Zelas le respondió al momento que entraba a la posada -me he marchado de muchas peleas en desarrollo, de seguro no me habían pagado aun... o no valía la pena, sea como sea, ahora trabajo recibiendo el primero los aeros- comento, dando a entender que no recordaba de donde le conocía.
La dependiente de la posada se le quedo mirando un rato hasta que Zelas cayo en la cuenta de lo que quería, así que saco la pequeña bolsa de aeros que había tomado como pago y saco la mitad del contenido para su propia bolsa de aeros, acto seguido le entrego la bolsa pequeña con el contenido restante de aeros a la dependiente de la posada, acompañada de la bolsa de aeros que había robado del cadáver de Ken -Lamento los problemas, esto debería cubrir las cosas rotas, y el entierro del sujeto que esta afuera, páguese de ahí también una jarra de cerveza- la dependiente tranquila como si fuera algo normal recibió los aeros y le entrego una jarra de cerveza y tres vasos, Zelas se dirigió a una mesa vacía y invito a sus compañeros de raza, a beber junto a el, se sirvió un vaso y comenzó a beber sin esperar a los demás.
-Eres muy amable, eso te terminara matando uno de estos días- comento al ver como dejaba ir gordo que la había incordiado, Zelas quito el arma del cadáver de Ken y se lo lanzo al tipo que gritaba que se vengaría, la espada corta giro hasta clavarse en la espalda del sujeto el cual soltó un fuerte grito de dolor antes de caer al piso. Justo en ese momento su "empleadora" le había dado las gracias, sin duda, de haberlo querido, ni siquiera el podría haber hecho calzar los tiempos de esa forma. -No tienes que agradecerme, solo fue un trabajo mas- comento al momento que limpiaba su arma en la ropa de Ken, quien a pesar de ser un cadáver había resultado bastante útil, de paso lo registro y le quito una bolsa de aeros mas o menos llena, separo su arma convirtiéndola nuevamente en cimitarras y las envaino, para luego volver a la posada, donde el otro elfo observaba la situación, ante las palabras que le había dirigido el elfo anteriormente Zelas le respondió al momento que entraba a la posada -me he marchado de muchas peleas en desarrollo, de seguro no me habían pagado aun... o no valía la pena, sea como sea, ahora trabajo recibiendo el primero los aeros- comento, dando a entender que no recordaba de donde le conocía.
La dependiente de la posada se le quedo mirando un rato hasta que Zelas cayo en la cuenta de lo que quería, así que saco la pequeña bolsa de aeros que había tomado como pago y saco la mitad del contenido para su propia bolsa de aeros, acto seguido le entrego la bolsa pequeña con el contenido restante de aeros a la dependiente de la posada, acompañada de la bolsa de aeros que había robado del cadáver de Ken -Lamento los problemas, esto debería cubrir las cosas rotas, y el entierro del sujeto que esta afuera, páguese de ahí también una jarra de cerveza- la dependiente tranquila como si fuera algo normal recibió los aeros y le entrego una jarra de cerveza y tres vasos, Zelas se dirigió a una mesa vacía y invito a sus compañeros de raza, a beber junto a el, se sirvió un vaso y comenzó a beber sin esperar a los demás.
Zelas Hazelmere
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
Tras la reyerta tabernera, tanto el que había huido en la batalla contra los vampiros, como la elfa con la que había comenzado el problema con los humanos, volvieron al interior. El lugar continuaba animado pese a la muerte del hombre, como si fuese el pan de cada día, y Nousis se encogió de hombros. Tal vez no fuese aquel el mejor representante de los suyos sin duda, pero le había quitado la vida a un humano que esperaba hacer lo mismo. Nada tenía que argumentar a eso.
Si le sorprendió la generosidad de alguien que creía tan amante del oro, no lo dejó traslucir. Fue el último en sentarse, más por curiosidad que por deseo. Continuaba cansado, y pensativo. Los mercenarios no les quitaban ojo, y no le cabía la menor duda que enfrentarse a ellos nada tendría que ver con segar la vida a un mero labriego. Tras un vistazo de reojo, volvió sus ojos grises a analizar lo poco que pudo a ambos elfos. Una cosa era que otorgase un voto de confianza a los hijos del bosque. Y otra, que le había ocurrido contadas veces, pero había existido, era ser traicionado por alguien de su misma fisionomía.
Apenas había despegado los labios para dirigirse a ellos, cuando un golpe y un grito llamaron su atención.
De entre los parroquianos, uno cayó al suelo, justo después de escucharse un coro de risas en esa misma mesa, que mutó en alarmismo y en peticiones de ayuda. El Elfo miró sin demasiado interés. Bien podría haber tenido algún problema al tragar con un hueso o un trozo de comida, o perder el equilibrio a causa del alcohol. Uno de los hombres, curtido, que parecía haber visto las capacidades de los elfos en algún momento, acudió a ellos con rostro preocupado y un respeto que sorprendió al espadachín.
-¡Por favor…!- señaló a su amigo- Si tenéis algún tipo de magia, ¡ayudadlo! ¡No es mala persona y no sabemos qué ocurre!- soltó, entre gritos y comentarios asustados en alta voz de al menos una decena de personas.
Nou se levantó, y tras un momento de duda, la estancia se llenó de un opresivo silencio. Muchos se miraron entre sí, y otros no quitaban la vista al hombre tirado en el suelo. Sólo una voz, arrodillada cerca de él, habló, temblorosa.
-Ha muerto… - Y unos se llevaron las manos al rostro. Una mujer comenzó a sollozar, confortada en la medida de los posible por el brazo de otro que había estado bebiendo con el fallecido. Dos ebrios no parecían comprender que todo aquello era una absoluta realidad.
Nousis buscó intercambiar una mirada con los suyos, sin embargo, su cabeza giró como tirada por un resorte, cuando un grito y sobre todo, un paso atrás de siete individuos le indicó que la cosa podría ir a peor.
-¡VENENO!- chilló una mujer. Su afirmación podría haber resultado teatral o demasiado dramática, de no ser por la sangre que salía de la boca del fallecido, al igual que su rostro había perdido su color, surcado por unas líneas de un verde oscuro que se ramificaron desde sus labios al mentón y las mejillas.
Miró al elfo que había matado a aquel humano dos largos segundos… y nada ocurrió.
-Yo que tú dejaría de beber por ahora- comentó, sin apartar los ojos del cadáver.
Todo el mundo se miraba. Alguien había matado a ese hombre, y cada mente presente pensaba exactamente igual. ¿Uno de ellos?
Nousis Indirel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
Los ojos de Qidark se abrieron como platos al ver la espada larga en la mano de Zelas, y el cómo la lanzaba con habilidad. No tuvo que voltearse a mirar para sentir como el aliento del hombre dejaba sus pulmones y se desplomaba sobre el suelo de tierra pisada de la calle. Mi rostro pasó de una leve sonrisa al del terror -No...- debiste haberlo hecho... había querido decir pero se tragó sus palabras. La forma en la que este hombre desechaba la vida humana, una tras otra, le revolvía el estómago. Por un momento sintió que las piernas le fallaban, por suerte, Zelas avanzó hacia la puerta para hablar con el otro elfo y la tabernera; agaché la mirada, sobre la piel nívea de mi diestra se encontraba una pequeña y olvidad agota de sangre que me apresuré a limpiar contra el pantalón.
Respiré profundo, tratando de esconder la debilidad de mi cuerpo y, para Zelas, de mi carácter. Enfundé el cuchillo en mi muslo y volví a entrar en la taberna. Muchas personas habían vuelto a sus platos y bebidas, otros pagaban para irse, pero las pocas miradas que se fijaban en nosotros se clavaban en mi moral como cuchillos.
Siempre había odiado llamar la atención.
Había pensado esconderme en mi habitación, terminar con esta pequeña tortura pero Zelas, nos hizo una señal para acompañarlo en una mesa, con una jarra de cerveza recién servida -Yo...- iba a dormir, pero la oportunidad de conocer a otros elfos y quizá aprender algo de lo que me esperaba en el camino a Sandorai no era mala idea, le sonreí, enmascarando la incertidumbre y un poco de incomodidad por lo que pudiera salir de todo esto -claro, gracias-.
Aún tenía la mente dividida entre los cuerpos en la calle y tratando de organizar las preguntas que tenía. Me acerqué y tomé asiento frente a él, y a uno de los lados de la mesa tomó asiento el otro elfo.
-De...- iba a preguntar algo cuando un golpe volvió a sacudir la posada. Las voces se alzaron rápidamente para pedir ayuda, específicamente al elfo castaño que nos acompañaba en la mesa. Este se levantó con una calma y parsimonia que llamaban la atención por lo poco acorde a la situación, una de sus compañeras se agachó y al revisar su pulso solo dijo “Ha muerto…” y él se mantuvo estático, con la misma calma de antes.
Este hombre ha visto demasiado o es un puto sabio, pensé para mis adentros. ¿Cómo le era tan fácil mantener la calma?
El elfo castaño se giró a nosotros “Yo que tú dejaría de beber por ahora”, dejé la jarra sobre la mesa con cuidado -Esto no pinta nada bien- dije mirando al rededor en búsqueda de cualquier movimiento extraño. Las miradas pasaban de unos a otros, con sospecha. Sobre todo luego del espectáculo de la mano de Zelas y mío.
Mis ojos se clavaron en las personas de la barra, cualquier cosa que hubiera terminado envenenada tendría que salir de allá, la forma con la que el posadero nos miraba, pasando la mirada a una pareja que apenas había detallado, pero la que nos miraba fijamente. La mesera, además, se encontraba de espaldas en una esquina y por lo que noté parecía temblar. Tomé la cerveza, y la acerqué a mi rostro, olfateando el líquido el cual tenía un claro olor a nueces. Claro, eso no sería suficiente para lograr el efecto que había tenido en el hombre pero si declaraba sus intenciones -están experimentando, esto huele a cianuro- le dije a mis dos compañeros con suavidad, y señalé con la mirada a la pareja en la barra.
Entrecerré levemente los ojos, enfocando específicamente en la sonrisa amarillenta del hombre, el cual se llevó la mano a la espada con sutileza.
Estábamos en claros problemas.
Respiré profundo, tratando de esconder la debilidad de mi cuerpo y, para Zelas, de mi carácter. Enfundé el cuchillo en mi muslo y volví a entrar en la taberna. Muchas personas habían vuelto a sus platos y bebidas, otros pagaban para irse, pero las pocas miradas que se fijaban en nosotros se clavaban en mi moral como cuchillos.
Siempre había odiado llamar la atención.
Había pensado esconderme en mi habitación, terminar con esta pequeña tortura pero Zelas, nos hizo una señal para acompañarlo en una mesa, con una jarra de cerveza recién servida -Yo...- iba a dormir, pero la oportunidad de conocer a otros elfos y quizá aprender algo de lo que me esperaba en el camino a Sandorai no era mala idea, le sonreí, enmascarando la incertidumbre y un poco de incomodidad por lo que pudiera salir de todo esto -claro, gracias-.
Aún tenía la mente dividida entre los cuerpos en la calle y tratando de organizar las preguntas que tenía. Me acerqué y tomé asiento frente a él, y a uno de los lados de la mesa tomó asiento el otro elfo.
-De...- iba a preguntar algo cuando un golpe volvió a sacudir la posada. Las voces se alzaron rápidamente para pedir ayuda, específicamente al elfo castaño que nos acompañaba en la mesa. Este se levantó con una calma y parsimonia que llamaban la atención por lo poco acorde a la situación, una de sus compañeras se agachó y al revisar su pulso solo dijo “Ha muerto…” y él se mantuvo estático, con la misma calma de antes.
Este hombre ha visto demasiado o es un puto sabio, pensé para mis adentros. ¿Cómo le era tan fácil mantener la calma?
El elfo castaño se giró a nosotros “Yo que tú dejaría de beber por ahora”, dejé la jarra sobre la mesa con cuidado -Esto no pinta nada bien- dije mirando al rededor en búsqueda de cualquier movimiento extraño. Las miradas pasaban de unos a otros, con sospecha. Sobre todo luego del espectáculo de la mano de Zelas y mío.
Mis ojos se clavaron en las personas de la barra, cualquier cosa que hubiera terminado envenenada tendría que salir de allá, la forma con la que el posadero nos miraba, pasando la mirada a una pareja que apenas había detallado, pero la que nos miraba fijamente. La mesera, además, se encontraba de espaldas en una esquina y por lo que noté parecía temblar. Tomé la cerveza, y la acerqué a mi rostro, olfateando el líquido el cual tenía un claro olor a nueces. Claro, eso no sería suficiente para lograr el efecto que había tenido en el hombre pero si declaraba sus intenciones -están experimentando, esto huele a cianuro- le dije a mis dos compañeros con suavidad, y señalé con la mirada a la pareja en la barra.
Entrecerré levemente los ojos, enfocando específicamente en la sonrisa amarillenta del hombre, el cual se llevó la mano a la espada con sutileza.
Estábamos en claros problemas.
Quiydark Caerdonel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
-No voy a dejar de beber por esto- comento Zelas al momento que el primer muerto por envenenamiento cayo al piso, estaba acercando la jarra a sus labios cuando se detuvo al caer el segundo muerto por envenenamiento, el otro elfo le sugirió que dejara de beber, cosa que solo le motivaba a beber de su vaso cuando Qi menciono que la jarra tenia cianuro cosa que lo hizo detenerse, ahora si estaba molesto, dejo el vaso en la mesa y tomo la jarra para acercarse a las personas de la barra.
-He pagado por esta jarra de cerveza, la cual me has servido tu, eso me da el derecho de hacer con ella lo que quiera puesto que pague, ¿estoy equivocado?- pregunto el elfo al momento que el tipo de la barra lo miraba confundido, al igual que algunas personas de la taberna esperando a ver que era lo tramaba el elfo -no, no estas equivocado, pero no entiendo a que quieres llegar elfo- Zelas entonces con una sonrisa burlona saco otro vaso de la barra y sirvió un poco de cerveza, acto seguido tomo el vaso y lo estiro en dirección al sujeto de la taberna, el cual tenia uno de sus manos en la espalda, -bien, habiendo llegado a este consenso ahora te doy a elegir, bébelo o úsalo- el sujeto de la barra alzo una ceja y cuando iba a responder, Zelas le derramo el vaso de cerveza en el rostro, haciendo que aquel liquido entrara por la boca y las narices del sujeto, generando mas conmoción de la que ya había en el lugar, el sujeto enfurecido ahora se notaba asustado debido a la ingesta involuntaria de aquel brebaje al punto que la mano que tenia en su espalda ahora se encontraba sujetándose el rostro, incrédulo ante lo que el elfo había hecho, algunos sujetos de la taberna se levantaron molestos por la actitud del elfo, otros seguían observando como se desarrollaban los eventos, Zelas se volteo aun con la jarra y el vaso en sus manos, y procedió a servir otro vaso dejando la jarra casi vacía, -alguien mas quiere jugar a beber o usarlo, el tipo de la barra fue el encargado de servir y entregarme la cerveza, al igual que a la mayoría de los que están acá, si en efecto cae envenenado entonces tenemos a nuestro culpable, y si no.... pues... vaya no he pensado esa posibilidad- comento lo ultimo ladeando la cabeza, puesto que en efecto no había pensado en la posibilidad de que aquello no fuera veneno, puesto que solo se había dejado llevar por los acontecimientos.
Ahora se encontraba a unos pasos de la barra con una jarra casi vacía y un vaso de cerveza servido, esperando a ver que sucedería en aquel predicamento misterioso.
-He pagado por esta jarra de cerveza, la cual me has servido tu, eso me da el derecho de hacer con ella lo que quiera puesto que pague, ¿estoy equivocado?- pregunto el elfo al momento que el tipo de la barra lo miraba confundido, al igual que algunas personas de la taberna esperando a ver que era lo tramaba el elfo -no, no estas equivocado, pero no entiendo a que quieres llegar elfo- Zelas entonces con una sonrisa burlona saco otro vaso de la barra y sirvió un poco de cerveza, acto seguido tomo el vaso y lo estiro en dirección al sujeto de la taberna, el cual tenia uno de sus manos en la espalda, -bien, habiendo llegado a este consenso ahora te doy a elegir, bébelo o úsalo- el sujeto de la barra alzo una ceja y cuando iba a responder, Zelas le derramo el vaso de cerveza en el rostro, haciendo que aquel liquido entrara por la boca y las narices del sujeto, generando mas conmoción de la que ya había en el lugar, el sujeto enfurecido ahora se notaba asustado debido a la ingesta involuntaria de aquel brebaje al punto que la mano que tenia en su espalda ahora se encontraba sujetándose el rostro, incrédulo ante lo que el elfo había hecho, algunos sujetos de la taberna se levantaron molestos por la actitud del elfo, otros seguían observando como se desarrollaban los eventos, Zelas se volteo aun con la jarra y el vaso en sus manos, y procedió a servir otro vaso dejando la jarra casi vacía, -alguien mas quiere jugar a beber o usarlo, el tipo de la barra fue el encargado de servir y entregarme la cerveza, al igual que a la mayoría de los que están acá, si en efecto cae envenenado entonces tenemos a nuestro culpable, y si no.... pues... vaya no he pensado esa posibilidad- comento lo ultimo ladeando la cabeza, puesto que en efecto no había pensado en la posibilidad de que aquello no fuera veneno, puesto que solo se había dejado llevar por los acontecimientos.
Ahora se encontraba a unos pasos de la barra con una jarra casi vacía y un vaso de cerveza servido, esperando a ver que sucedería en aquel predicamento misterioso.
Zelas Hazelmere
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
Tres Elfos bajo la techumbre de una taberna humana, y las cosas se estaban descontrolando. El muerto yacía ya cadáver con los signos de envenenamiento patentes, y la fémina cuyos favores había buscado el hombre que también había perdido la vida, realizó una aportación interesante. Aprobador, Nousis la observó con una media sonrisa. El conocimiento siempre debía ser admirado y alentado. Él mismo había ojeado acerca de tal campo, pero no era ciencia de su especialidad. Sin embargo, resultaba agradable encontrar sabiduría, sobre todo entre su propia raza.
El Elfo que había escapado del combate contra los vampiros reaccionó nuevamente de una manera que hizo pensar al espadachín que debía haber pasado toda su vida en las tierras de los bárbaros humanos. No poseía elegancia alguna, ni control, ni exhibía los atemperados modales que demostraban que podían mirar desde arriba a los Humanos. Su forma de encarar los acontecimientos inducía a pensar desde fuera en una despreocupación y grosería, que sumadas a un egoísmo patente, podían dar lugar a crear humillaciones para los hijos de Sandorai. Sus ojos grises le siguieron entrecerrándose poco a poco mientras volvía a colocarse en el principal centro de atención de la posada. Tal vez los dueños fueran los autores del asesinato, o quizá no. Comprendía las sospechas de éste, pero no podía sino desaprobar un comportamiento tal alocado. La parte de su mente, enjaulada, cuya faz al espejo resultaba en una máscara de avidez de sangre y desprecio por sí mismo y odio por tanto en el mundo, rugía por no poder hacer fluir el líquido rojo. Con cada una de sus aventuras le costaba en mayor medida mantenerla a raya. Precisaba una inusitada frialdad para no encarar problemas o enemigos imposible aún de derrotar para él.
El elfo de cabello más corto había hecho aumentar la tensión en la estancia. Nousis observó varios focos, de los que uno englobaba a sí mismo y a Qidark. El segundo, los posaderos y el agraviado por la cerveza envenenada. Un tercero, compuesto por más de media docena de parroquianos levantados, dispuestos a hacer frente al elfo. Y un cuarto, donde los mercenarios que habían llegado antes miraban todo con gran diversión. La mujer apoyaba los codos en la barra, dándole la espada a ésta.
El tabernero escupió llevándose las manos al cuello, y su mujer miraba envuelta en auténtico pánico. Dirigió una mirada suplicante al otro lado, donde los mercenarios reían a mandíbula batiente. Parecía debatirse entre pedirles ayuda o callar, y eso llamó intensamente la atención a Nousis.
-Dos- levantó dos dedos el espada vendida- Pero nos debíais ocho. Así no llegamos a ningún lado. ¿Debemos recolectarlos nosotros?- y ambos se pusieron en pie. La mujer le acarició un costado antes de salir por la puerta. Dio un largo y penetrante silbido y durante un momento, la caída al suelo del tabernero no fue el centro de atención de lo que estaba ocurriendo.
El espadachín se había visto en emboscadas anteriormente y sabía que aquello era cosa hecha. Tres y tres nunca sumaban siete, por lo que desenvainó, levantándose lentamente. Miró alrededor. Unas escaleras hacia la planta superior de habitaciones, y una puerta trasera, detrás de la barra que sin duda, comunicaba con la cocina. No era demasiado, pero tendría que servir. Dioses… estaba tan cansado tras sus últimos trabajos. Rio para sí, pensando que sólo había deseado descansar e internarse en el mayor de los tedios si era preciso durante un par de días.
Le indicó a la elfa los lugares por donde parecía haber opciones de escapar, justo antes de ver a lo lejos cinco mercenarios a la carrera para reunirse con la mujer. La cuestión no era ya para qué diablos querrían los cadáveres. Tan solo no ser uno de ellos.
Nousis Indirel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
La situación escalaba cada vez mas, la única opción viable parecía escapar, sin embargo no podía dejar a Aion solo, ademas de que tenia sus otras cosas en la habitación, tendría que encontrar una forma de subir y rescatar al animal -Supongo que estamos en una situación de divide y vencerás, así que....- acto seguido y sin señal alguna, Zelas lanzo los remanentes del liquido envenenado junto a sus recipientes ya vacíos hacia los sujetos que se disponían a cortarles el camino, Zelas entonces se dirigió hacia las escaleras, subiendo estas rápidamente, cuando noto que 2 sujetos venían detrás de el, desenfundo sus cimitarras y las lanzo, rápidamente, errando al primer sujeto y acertando con ambas al segundo. -Maldita sea- exclamo mientras se veía obligado a forcejear con el sujeto que se había salvado de su ataque improvisado. Por primera vez el elfo se sintió acorralado al verse superado en fuerza, en su desesperación le dio un cabezazo en el rostro a su atacante y se lanzo escaleras abajo para recuperar sus cimitarras, acción que se vería interrumpida ya que su pie estaba siendo sujetado por el sujeto al cual había golpeado, eso sin contar el hecho de que mas personas se disponían a subir por la escalera.
Dicen que en los momentos donde uno se ve acorralado, la presión puede generar un cambio en las personas, Zelas nunca creyó en aquellas palabras, al menos hasta que mientras seguía estirando su brazo sintió un extraño hormigueo... Como si de una cuerda o un cable se tratara mas no había nada visible en este, sin saber como entendió lo que debía hacer y simplemente tiro de el haciendo que una de las cimitarras volviera hacia el levitando bruscamente y pasara por sobre el enterrándose en el sujeto que sujetaba su pierna, los demás que se preparaban a subir frenaron su avance al ver aquello, Zelas se puso de pie sin entender que había sucedido estiro ambos brazos en dirección a las cimitarras y estas volvieron a sus manos -por los dioses...- musito mientras un brillo perverso recorrió sus ojos los hombres un poco temerosos se debatían si subir o no por la escalera, ahora que habían visto que el elfo tenia aquel extraño truco en su poder.
Zelas hizo el amague de lanzar la cimitarra y vio como los sujetos corrieron a cubrirse detrás de algo, por lo que siguió corriendo hacia su habitación riendo estruendosamente mientras lo hacia.
off: Habilidad de lvl 1 utilizada Vínculo de Éter: (mantenida) establece un vínculo mágico al arma el cual concede el poder de hacerla regresar levitando a las manos del elfo.
Duración: 2 turnos
Enfriameinto: 5 turnos
Dicen que en los momentos donde uno se ve acorralado, la presión puede generar un cambio en las personas, Zelas nunca creyó en aquellas palabras, al menos hasta que mientras seguía estirando su brazo sintió un extraño hormigueo... Como si de una cuerda o un cable se tratara mas no había nada visible en este, sin saber como entendió lo que debía hacer y simplemente tiro de el haciendo que una de las cimitarras volviera hacia el levitando bruscamente y pasara por sobre el enterrándose en el sujeto que sujetaba su pierna, los demás que se preparaban a subir frenaron su avance al ver aquello, Zelas se puso de pie sin entender que había sucedido estiro ambos brazos en dirección a las cimitarras y estas volvieron a sus manos -por los dioses...- musito mientras un brillo perverso recorrió sus ojos los hombres un poco temerosos se debatían si subir o no por la escalera, ahora que habían visto que el elfo tenia aquel extraño truco en su poder.
Zelas hizo el amague de lanzar la cimitarra y vio como los sujetos corrieron a cubrirse detrás de algo, por lo que siguió corriendo hacia su habitación riendo estruendosamente mientras lo hacia.
off: Habilidad de lvl 1 utilizada Vínculo de Éter: (mantenida) establece un vínculo mágico al arma el cual concede el poder de hacerla regresar levitando a las manos del elfo.
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Zelas Hazelmere
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
Todo estalló, y si unos momentos antes algunos de los presentes empezaron a recular hacia la puerta de la taberna, el grito de una mujer puso a media docena contra las ventanas, ansiosos por comprobar si la información era veraz. Si tantos extraños armados se disponían a montar una improvisada carnicería con los aldeanos como plato principal.
La imaginación voló de forma colectiva, y tras gritos y empellones, se dio la fatal circunstancia del intento de casi veinte personas por abandonar el lugar, mientras los mercenarios buscaron entrar sajando a placer. Los gritos e imprecaciones se fueron transformando paulatinamente en gritos de angustia y alaridos. No obstante, el Elfo poco podía hacer por salvar a esos humanos. Su propia vida estaba a punto de peligrar, y por supuesto, esa era su prioridad en tal momento.
Echó un vistazo alrededor, y no pudo dar crédito a la rapidez con la que la elfa se había esfumado. Ni siquiera hubiese podido acertar cómo lo había logrado o por donde lo había hecho, lo único evidente era que ya no se encontraba allí. El espadachín sonrió con cierta sorna. Un problema menos del que preocuparse.
Por el contrario, su otro hermano de raza sí fue más visible. Continuando los actos que le habían llevado allí, Nou contempló unos segundos como decidía subir las escaleras, perseguido por algunos de los mercenarios. Era probable, razonó en un lapso increíblemente corto, que se decidiesen por terminar con aquellos que consideraron problemáticos en un primer momento. Era una estrategia lógica, y para él, extremadamente peligrosa. Su espada estaba fuera de la vaina, y haciéndose un plano mental de la situación, llegó a la furiosa conclusión que poco podría esperar allí dentro.
Antes de que todos los enemigos entrasen, y aquellos que ya lo habían hecho entretenidos con algunos infelices y persiguiendo al elfo restante, tomó una silla, luego otra, y tiró ambas hacia la misma ventana, rompiendo el cristal lo más posible, Corrió hacia allí en tres pasos, y envolviendo su mano en el paño de una de las mesas, colocado al lado de una cena que ya no iba a ser tomada, quitó sistemáticamente los trozos más problemáticos, evitando en una de las ocasiones que al partirse, una de las lascas le acertase en un ojo. Volvió la vista, comprobando como los guerreros que ya se encontraban dentro de la posada, se entretenían en apalizar a la pareja de posaderos. Sus ojos se ensombrecieron, y aún así, saltó por la ventana, decidido en que la lucha no era asunto de su incumbencia.
Le apenaban los muertos, y como cualquier criatura con cierto grado de conciencia, no soportaba ver como criminales se aprovechaban de gentes sencillas. No obstante, sabía perfectamente que regresar era más que jugarse el cuello. Era sentenciarse por mor de los Humanos. Y no estaba dispuesto a ello. El Elfo que había escapado al piso superior podría saltar fuera, si era inteligente, y esperaba de veras que lo lograse.
Mas era tiempo de cuidar el cuello propio, y esa idea inundó todo su pensamiento cuando tres mercenarios empezaron a correr en su dirección, tras ser señalado por uno de ellos. El perseguido maldijo para sus adentros, girando para dirigirse a la parte trasera del edificio, y de allí a la primera línea de árboles. En campo abierto podrían seguirle otros dos, si terminaban con los lugareños. E incluso otro dos si ese elfo extraño perdía la vida.
¿Él solo contra siete? Rio para sí. Sólo dormido. Solo confiaba que el número no aumentase antes de encontrar un lugar propicio para hacerles frente.
Nousis Indirel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
El elfo se había ganado unos minutos valiosos, cuando entro a la habitación con el Fèidh noto como este había mordido un par de tablas de la habitación y ahora intentaba ocultarlas con su cuerpo, Zelas no le dio importancia y ajusto las cimitarras faltantes a su arnés, ademas de tomar al pequeño Aion y ajustarlo al pequeño arnés que le había hecho en su protección del hombro, -Aion prepárate, las cosas se han vuelto algo complicadas, prepárate para turbulencias- acto seguido tomo la pequeña mesita de luz y la estrello contra la ventana, para lanzarse sobre la misma hacia el exterior, al momento de impactar el piso con sus pies flexiono sus piernas y giro sobre el hombro contrario al que se encontraba el Fèidh, reduciendo el impacto del golpe, observo que el Fèidh se encontrara bien y vio como su coterraneo corría en dirección a los arboles junto a un par de perseguidores.
Zelas avanzaba con cimitarra en mano a través de el caos que se había formado, su misión era clara, solo tenia que salir de ahí lo mas rápido posible, entonces vio su oportunidad, 4 caballos amarrados teniendo solo 2 custodios que se reían de la situación que ocurría en la posada, Zelas los acabo rápidamente degollándolos, y limpio sus cimitarra en las ropas de ellos antes de volver a guardarla libero a 2 caballos y se monto en uno sosteniendo firmemente las amarras del otro comenzó a galopar en dirección al otro elfo, basto un poco de tiempo para alcanzar al otro elfo pasando por adelante de el y frenando con los caballos cortandole el paso, salto de su montura y desenvaino 2 cimitarras que lanzo en contra de los 2 sujetos que venían a la persecusion del elfo, una se clavo en la pierna de uno y la otra en el pecho de otro, Zelas recurrió nuevamente a la habilidad que había despertado e hizo volver sus cimitarras con la ayuda de su éter, solo para volver a lanzarlas en contra del que había quedado vivo terminando con el, ya podían respirar un poco mas tranquilos por un par de segundos. -Parece que huir no parece una mala idea después de todo ¿no?- comento con cierta sorna ante los comentarios que el elfo había hecho anteriormente sobre el, le hizo un gesto para que tomara el otro caballo y estiro los brazos hacia las cimitarras y estas volvieron otra vez a sus manos gracias al éter, sintió algo de cansancio y decidió que no abusaría de aquella nueva habilidad, limpio sus armas en sus ropas y las guardo.
-Supongo que sera otra noche durmiendo sobre un arbol- le comento el elfo a su Fèidh mientras le acariciaba la cabeza por soportar bien aquella situación, siguió observando atento en caso que hubieran mas personas a los alrededores y se subió al caballo que quedaba libre.
Zelas avanzaba con cimitarra en mano a través de el caos que se había formado, su misión era clara, solo tenia que salir de ahí lo mas rápido posible, entonces vio su oportunidad, 4 caballos amarrados teniendo solo 2 custodios que se reían de la situación que ocurría en la posada, Zelas los acabo rápidamente degollándolos, y limpio sus cimitarra en las ropas de ellos antes de volver a guardarla libero a 2 caballos y se monto en uno sosteniendo firmemente las amarras del otro comenzó a galopar en dirección al otro elfo, basto un poco de tiempo para alcanzar al otro elfo pasando por adelante de el y frenando con los caballos cortandole el paso, salto de su montura y desenvaino 2 cimitarras que lanzo en contra de los 2 sujetos que venían a la persecusion del elfo, una se clavo en la pierna de uno y la otra en el pecho de otro, Zelas recurrió nuevamente a la habilidad que había despertado e hizo volver sus cimitarras con la ayuda de su éter, solo para volver a lanzarlas en contra del que había quedado vivo terminando con el, ya podían respirar un poco mas tranquilos por un par de segundos. -Parece que huir no parece una mala idea después de todo ¿no?- comento con cierta sorna ante los comentarios que el elfo había hecho anteriormente sobre el, le hizo un gesto para que tomara el otro caballo y estiro los brazos hacia las cimitarras y estas volvieron otra vez a sus manos gracias al éter, sintió algo de cansancio y decidió que no abusaría de aquella nueva habilidad, limpio sus armas en sus ropas y las guardo.
-Supongo que sera otra noche durmiendo sobre un arbol- le comento el elfo a su Fèidh mientras le acariciaba la cabeza por soportar bien aquella situación, siguió observando atento en caso que hubieran mas personas a los alrededores y se subió al caballo que quedaba libre.
Zelas Hazelmere
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
De modo que el elfo había escapado, y como sospechaba, había sido capaz de burlar a sus perseguidores. Los gritos aún continuaban escuchándose en la distancia, sonido de todos aquellos que perdían la vida a manos de los mercenarios. Cuando el que había provocado el altercado con la cerveza y los posaderos pasó a su lado con un caballo sin jinete, comprendió su propósito, no sin sentir cierta extrañeza. Nada de lo que había visto en sus dos encuentros con ese sujeto le había indicado que ayudaría a alguien sin más. No obstante, siempre confiaba en la bondad de los suyos, esperando siempre que llegase a imponerse, aún en las personalidades más turbias.
-Hay diferencia entre dejar una batalla campal sin decidir, donde todos podríamos haber muerto por salvar a aquellos niños, y una trifulca en una taberna en la que nada tenemos que ver- respondió con bastante sorna, aceptando el animal que le había ofrecido- Gracias por esto.
Miró hacia atrás. Dos animales pacían, ajenos a los cadáveres de quienes, no cabía otra explicación, habían seguido al elfo. Pese a ello, Nou lo observó un momento, sin ver arma de ataque a distancia alguna. Tal era más de lo que aparentaba, y el espadachín entrecerró los ojos un instante. Le desgradaba no comprender algo. Su búsqueda de respuestas tras su educación de juventud no le permitía que una duda quedase sin respuesta. Ésta vez, por el contrario, no parecía tan importante.
-La elfa se ha ido- informó en tono distendido a su acompañante- No he visto cómo escapó, pero no cabe duda que lo ha hecho.
Su pensamiento se alejó de los acontecimientos recientes, concentrándose en el murmullo de las hojas, y en el silencio que le había abandonado desde que había tenido la penosa idea de pernoctar en esa taberna, ahora de sangre.
Bajó del caballo, alejándose más de una hora del lugar tomado por los mercenarios. Por un momento, se preguntó si alguna vez alguien podría detener lo que fuera que realizasen, los asesinatos, la venta de cadáveres, y castigasen sus motivos. Pero no sería él, y no seria aquel día.
Un sonido entre el sotobosque, formado por altos arbusto que llegaban a medio tronco de los altos árboles, lo detuvo, haciendo que desenvainase su arma y dirigiese su mirada gris hacia donde creía que se había producido. El caballo piafó, antes de volver a interesarse por el buen número de hierbas que jalonaban el suelo.
Nou permaneció quieto, expectante, hasta que de tal preciso punto emergió una figura, que no tardaron en discernir como un nuevo elfo, de cabello dorado con hebras algo más oscurecidas que no obstante le favorecían. En el rostro del espadachín, como del recién llegado, se pintó el mismo punto de sorpresa.
-¿Karian…?- inquirió- ¿Qué estás haciendo aquí?
-¿Nousis?- su tono no mostró excesiva alegría. Pareció incómodo un instante antes de responder- Me dirijo al norte. Tengo asuntos que atender.
Sus palabras eran amables, mas su comunicación no verbal indicaba claramente que no deseaba continuar la conversación.
-Toma- ofreció su oyente- Llévate el caballo. Llegarás antes. Sus dueños eran unos mercenarios que no lo extrañarán.
La mirada de su interlocutor se tornó recelosa, aunque aceptó el ofrecimiento, y el elfo de cabello negro sospechó que su urgencia debía ser acusada.
-Tal vez deberías venir.
Ninguno de los dos se tomó en serio esa frase. Se respiraba suficiente malestar entre los dos. Viejas historias.
-Que tengas buen viaje- negó, sacudiendo la cabeza. Éste se alejó a galope, sin dar siquiera las gracias.
Nou tampoco lo hubiera esperado.
Nousis Indirel
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
-Que va, les quite de encima al enemigo mas peligroso, ademas no planeo morir por causas que no son mías, tanto los niños como la gente de la taberna, son cosas que no me importan, no moriré por causa de ellos, al final del día solo importa la vida de uno- comento el elfo mientras acariciaba al Fèidh que estaba en su hombro. Se alejaba montando a caballo cuando escucho lo que decía de la otra elfa, -eso solo prueba lo que te dije anteriormente- comento mientras se alejaban cabalgando.
Llegado cierto punto Zelas dejo de cabalgar y giro su caballo en otra dirección -te ves demasiado preocupado, alteraras el sueño de Aion, supongo que acá nos separamos nuevamente, espero no nos volvamos a ver, pareces un mal augurio- comento bromeando mientras se preparaba para marcharse -despídete del elfo Aion- comento Zelas al pequeño Fèidh -Umu!- emitió el pequeño animal mientras levantaba una pata, acto seguido salieron galopando a toda velocidad, viajaron por un par de horas hasta que encontraron un enorme árbol en el cual refugiarse, -Supongo que esto bastara, vamos a dormir de una vez- comento el elfo, mas el Fèidh ya dormía en el hombro de Zelas sin preocupación alguna, Zelas esbozo una sonrisa, se bajo del caballo y le quito la montura. -agradezco tu ayuda, ahora continua tu camino viviendo para ti- dijo el elfo mientras acariciaba al enorme animal y le daba unas palmadas para que se fuera del lugar. Trepo un par de metros y se acomodo en un par de ramas que servirían como hamaca para lo que quedaba de noche, ya seguro y libre de preocupaciones se entrego de lleno al sueño.
Llegado cierto punto Zelas dejo de cabalgar y giro su caballo en otra dirección -te ves demasiado preocupado, alteraras el sueño de Aion, supongo que acá nos separamos nuevamente, espero no nos volvamos a ver, pareces un mal augurio- comento bromeando mientras se preparaba para marcharse -despídete del elfo Aion- comento Zelas al pequeño Fèidh -Umu!- emitió el pequeño animal mientras levantaba una pata, acto seguido salieron galopando a toda velocidad, viajaron por un par de horas hasta que encontraron un enorme árbol en el cual refugiarse, -Supongo que esto bastara, vamos a dormir de una vez- comento el elfo, mas el Fèidh ya dormía en el hombro de Zelas sin preocupación alguna, Zelas esbozo una sonrisa, se bajo del caballo y le quito la montura. -agradezco tu ayuda, ahora continua tu camino viviendo para ti- dijo el elfo mientras acariciaba al enorme animal y le daba unas palmadas para que se fuera del lugar. Trepo un par de metros y se acomodo en un par de ramas que servirían como hamaca para lo que quedaba de noche, ya seguro y libre de preocupaciones se entrego de lleno al sueño.
Zelas Hazelmere
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Re: Noches de taberna [Libre 3/3]
Volvía a estar solo. La despedida del elfo le hizo sonreír, no había resultado del todo desencaminada… Mal augurio… No cabía duda que sus últimos cinco años habían estado llenos de peligros. Y dado cuanto esperaba conseguir, que los próximos lo estuvieran aún más.
El egoísmo de su precario compañero lo entristeció. Del mismo modo que había intuido ciertos aspectos de su personalidad durante la rápida campaña contra los vampiros, corroborarlos no era plato de buen gusto. No era el tipo de persona que querría para representar a su raza a lo largo y ancho del mundo. Una copia distorsionada de los hijos del bosque, que para los Hombres y otras razas, podría suponer un primer contacto con su longeva especie, y llevarles a pensar que los suyos era como él.
Todos los exiliados deberían estar marcados de forma visible, razonó el espadachín. Que Aerandir supiera que no simbolizaban los valores, costumbres y modales de los hijos de Sandorai. Que sólo eran descastados, en un viaje sin patria. Su sonrisa se ensanchó. No todo se basaba en eliminar a las amenazas directas a su raza. Entre los árboles, también sería necesario en un futuro podar las ramas que pudieran amenazar la integridad del conjunto. Era lamentable sí, mas ni siquiera entre los elfos, pensaba, todos merecían haber nacido como tales. Los dioses tejían extraños planes, quizá para poner a prueba a los realmente rectos, a quienes no dudarían en llevar a cabo tareas de sangre, de purificación. Tareas que pudiesen indisponerles con muchos. Necesarias.
El encuentro con Karian había removido en él viajes pasados. En esos momentos, después de los problemas en Baslodia, necesitaba alejarse de los Humanos, y no deseaba retornar aún al cálido abrazo del bosque. Ninguna información, pista o rumor poseía que pudiese indicarle su siguiente destino. No tenía por tanto nada fiable, ningún artefacto o arma poderosa que tratar de alcanzar. Cuando se sentó en la hierba, tras una caminata de más de tres horas, su estómago rugió, y sacó unas ligeras viandas de su pequeña bolsa de viaje. Masticó con la mirada perdida, repasando mentalmente las diferentes regiones del mundo.
La península de Verisar estaba descartada por un tiempo. Aún se sentía sucio tras los últimos trabajos y aventuras en las urbes de los Hombres. Un pensamiento más agradable cruzó por su mente, pero Nou no se permitió el hecho de mantenerlo. Era imposible saber dónde…
Las islas… jamás pondría un pie en los antiguos territorios usurpados de su pueblo si no era para someter a los demonios de la magia. Todo se había vuelto demasiado pacífico, como si las antiguas querellas apenas importasen. No reforzar una muralla con el enemigo aún vivo era una clara senda de volver a ser derrotados. Sandorai debía rearmarse, prepararse. Los brujos no siempre seguirían de brazos cruzados.
Al oeste, sólo peligros, hogar de los vampiros por cuanto había leído. Regiones que siempre solía evitar. Sólo una vez había cruzado dichos territorios, en la comitiva comercial que debía proteger junto a Karian… y Neralia.
Suspiró.
Sin destino fijo ¿tan malo sería volver a ver a una vieja amiga?
Mal augurio, habían sido las palabras del elfo. Pero no eran más que palabras. La suerte la decidían los dioses.
Nousis Indirel
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