Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
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Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
No había sido capaz de abandonar aquella maldita "ciudad" todavía, cansado de todo aquel gentío que le rodeaba día tras día, todo comenzaba a parecerle un bucle del que no podría salir nunca. Con algo de sed, Ull deambulaba por aquellas callejuelas que ciertamente, cada día olían peor... Ciudad Lagarto.
Aquel cartel no le daba mucha confianza a Ull, el cual estaba acompañado de lo que parecía la cabeza de un lobo recientemente decapitado. Los gritos podían sentirse desde fuera, era medianoche y la gente se divertía allí dentro, podían apreciarse jarras de cerveza revoloteando por aquel local mientras bailaban al son de una música bastante festiva, como si estuviesen celebrando algo.
-Bueno...Vamos a divertirnos un rato...- Murmuró Ull mientras entraba por la puerta de aquella taberna, quitándose la capucha que siempre llevaba puesta.
Una vez dentro se quedó bastante sorprendido con aquella energía que todo el mundo desprendía, miraba hacia los lados con curiosidad buscando un sitio, por muy pequeño que fuese, para sentarse tranquilamente a tomarse un trago.
-¡Una, por favor!- Tuvo que levantar la voz varias veces, aquella mujer que estaba detrás de la barra también parecía un poco afectada por el alcohol y no parecía hacerle mucho caso.
-¡No te alteres muchacho, estamos para servirte!- La mujer le servía la cerveza mientras le guiñaba un ojo y le sonreía de manera picaresca.
-Aquí tienes.- El joven lanzó un puñado de monedas a la barra, madera húmeda por culpa de toda la cerveza derramada durante la noche.
Caminando hacia el sitio que había visto antes de pasarse por la barra, observaba cada detalle de lo que estaba pasando allí, prostitutas yacían con hombres sucios y de aspecto deplorable encima de algunas de las mesas, delante de toda la gente sin importarles nada que los estuviesen mirando. Otros gastaban fortunas apostando a las cartas mientras se emborrachaban hasta que el cuerpo les dijera "basta" y los juglares no cesaban su música, incitando a la gente a bailar sin parar y beber en bucle hasta que saliera el sol a la mañana siguiente.
Sentado ya en una de las esquinas de aquella taberna, observó que un hombre recorría las mesas de un lado a otro, tenía un papel roído en sus manos el cual enseñaba a todos los asistentes a aquella fiesta. Ull no le quitaba ojo, era obvio que aquel hombre sentía cierta preocupación por algo, su comportamiento no era de la misma tónica de los que estaban allí. Además le sorprendía su apariencia, lleno de arrugas que denotaban cierta sabiduría acompañadas de un rostro serio y a la vez impaciente, pudo observar que le faltaba un ojo, o peor aún, lo conservaba...pero de qué manera...
-¡Muchacho, muchacho, mira esto!.- Dijo aquel señor acercándose al joven lobo un tanto excitado acercándole a la cara un cartel en el que salía una especie de noticia, parecía ser una pagina de un periódico del día.
-¡Es él, mis teorías al fin se confirman!- Dijo el viejo, alejando rápidamente aquella página de la vista de Ull. -Dicen que se va a estrellar contra el puerto, llevo días intentando ampliar mi tripulación para intentar virarlo a la mar, pero nadie está por la labor de ayudar en esta ciudad.- Susurró en el oído del joven mientras miraba de reojo a los lados, por si acaso lo escuchaban.
-Tengo algún conocido por Lunargenta, mis años en la piratería me ha hecho conocer a mucha gente, en su mayoría mercenarios, eso si. Apuesto a que te vendrías conmigo en mi navío a mandarlo a la mar.- Le enseñó un buen puñado de monedas, poniéndolas encima de la mesa de un golpe.
-¿Mercenarios, decías? ¿Qué es ese...Bolwnto?- Ull no tenía ni idea de lo que estaba hablando aquel viejo.
-Dicen que se trata de una enorme isla que apareció de la nada, creada por el mismísimo Thor. Una roca que es un castigo, que chocará contra el puerto y se llevará a todo aquel que no haya rendido tributo a los Dioses. Pero no no no.....¡están muy equivocados! Es una bestia marina enorme, cuando yo era pequeño vi como una isla surgía de la nada en el horizonte marino. Dicen que lo han avistado por alguna parte de los mares de Aer.....- El hombre parecía muy sobresaltado con aquella noticia, como si viviese por y para esa especie de criatura.
-Aerandir, ya me lo ha dicho antes, señor. ¿Cómo es su nombre? por ese puñado de monedas me apunto a donde sea, eso sí, no pienso hacerle daño a esa criatura.- Ull quiso dejarle bien claro que no iría a atrapar a aquello que fuese...
-Tranquilo joven, mañana mismo zarparemos hacia Lunargenta con el primer rayo de sol, tengo un conocido de cuando compartíamos tripulación en el "Buque Abandonado", es un hombre de mar y nunca mejor dicho. Puedes quedarte a dormir en mi navío si quieres, ¡mañana por la mañana arriaremos velas rumbo al "bolwnto"!
-Muchas gracias, señor. Me llamo Ull, por cierto, espero poder ayudarle en todo lo que pueda.
-Yo me llamo Ephraim Winslow, capitán Ephraim Winslow. A partir de ahora estás a mis servicio.- Le ofreció la mano a Ull, el cual aceptó y se levantó después de terminar de un trago su jarra de cerveza.
A la mañana siguiente el día amaneció muy temprano, los quince tripulantes del barco "Swan I" (un barco de madera antigua un poco roído pero con un casco aparentemente curtido en mil batallas, de velas negras gigantescas y una especia de sirena tallada en la proa) se apuraban para meter los sacos que estaban apoyados en el muelle del puerto, entre ellos Ull, que cargaba con tres sacos de 20 kilos cada uno llenos de patatas mientras todos los compañeros del viaje lo miraban fijamente con cara de sorprendidos.
-Mira...menudo hombre más fuerte.
-¿Cómo puede con todo eso...?
Uno de ellos hasta se tropezaba mientras lo miraba, cayéndose al agua entre las risas y carcajadas de los otros.
-¡Subir a bordo marineros! ¡Ya es la hora de ir camino a Lunargenta! ¡A por el bowlto!.- El capitán Ephraim alentaba a sus trabajadores para subir al barco mientras ayudaba a cargar las provisiones en el mismo. Al terminar agarró el timón, miró su brújula, después al horizonte...
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- INTERIOR DE LA TABERNA:
Aquel cartel no le daba mucha confianza a Ull, el cual estaba acompañado de lo que parecía la cabeza de un lobo recientemente decapitado. Los gritos podían sentirse desde fuera, era medianoche y la gente se divertía allí dentro, podían apreciarse jarras de cerveza revoloteando por aquel local mientras bailaban al son de una música bastante festiva, como si estuviesen celebrando algo.
-Bueno...Vamos a divertirnos un rato...- Murmuró Ull mientras entraba por la puerta de aquella taberna, quitándose la capucha que siempre llevaba puesta.
Una vez dentro se quedó bastante sorprendido con aquella energía que todo el mundo desprendía, miraba hacia los lados con curiosidad buscando un sitio, por muy pequeño que fuese, para sentarse tranquilamente a tomarse un trago.
-¡Una, por favor!- Tuvo que levantar la voz varias veces, aquella mujer que estaba detrás de la barra también parecía un poco afectada por el alcohol y no parecía hacerle mucho caso.
-¡No te alteres muchacho, estamos para servirte!- La mujer le servía la cerveza mientras le guiñaba un ojo y le sonreía de manera picaresca.
-Aquí tienes.- El joven lanzó un puñado de monedas a la barra, madera húmeda por culpa de toda la cerveza derramada durante la noche.
Caminando hacia el sitio que había visto antes de pasarse por la barra, observaba cada detalle de lo que estaba pasando allí, prostitutas yacían con hombres sucios y de aspecto deplorable encima de algunas de las mesas, delante de toda la gente sin importarles nada que los estuviesen mirando. Otros gastaban fortunas apostando a las cartas mientras se emborrachaban hasta que el cuerpo les dijera "basta" y los juglares no cesaban su música, incitando a la gente a bailar sin parar y beber en bucle hasta que saliera el sol a la mañana siguiente.
Sentado ya en una de las esquinas de aquella taberna, observó que un hombre recorría las mesas de un lado a otro, tenía un papel roído en sus manos el cual enseñaba a todos los asistentes a aquella fiesta. Ull no le quitaba ojo, era obvio que aquel hombre sentía cierta preocupación por algo, su comportamiento no era de la misma tónica de los que estaban allí. Además le sorprendía su apariencia, lleno de arrugas que denotaban cierta sabiduría acompañadas de un rostro serio y a la vez impaciente, pudo observar que le faltaba un ojo, o peor aún, lo conservaba...pero de qué manera...
-¡Muchacho, muchacho, mira esto!.- Dijo aquel señor acercándose al joven lobo un tanto excitado acercándole a la cara un cartel en el que salía una especie de noticia, parecía ser una pagina de un periódico del día.
*Un islote aparece de la nada en los mares de Aerandir, ¿El Bolwnto? quién sabe...
-¡Es él, mis teorías al fin se confirman!- Dijo el viejo, alejando rápidamente aquella página de la vista de Ull. -Dicen que se va a estrellar contra el puerto, llevo días intentando ampliar mi tripulación para intentar virarlo a la mar, pero nadie está por la labor de ayudar en esta ciudad.- Susurró en el oído del joven mientras miraba de reojo a los lados, por si acaso lo escuchaban.
-Tengo algún conocido por Lunargenta, mis años en la piratería me ha hecho conocer a mucha gente, en su mayoría mercenarios, eso si. Apuesto a que te vendrías conmigo en mi navío a mandarlo a la mar.- Le enseñó un buen puñado de monedas, poniéndolas encima de la mesa de un golpe.
-¿Mercenarios, decías? ¿Qué es ese...Bolwnto?- Ull no tenía ni idea de lo que estaba hablando aquel viejo.
-Dicen que se trata de una enorme isla que apareció de la nada, creada por el mismísimo Thor. Una roca que es un castigo, que chocará contra el puerto y se llevará a todo aquel que no haya rendido tributo a los Dioses. Pero no no no.....¡están muy equivocados! Es una bestia marina enorme, cuando yo era pequeño vi como una isla surgía de la nada en el horizonte marino. Dicen que lo han avistado por alguna parte de los mares de Aer.....- El hombre parecía muy sobresaltado con aquella noticia, como si viviese por y para esa especie de criatura.
-Aerandir, ya me lo ha dicho antes, señor. ¿Cómo es su nombre? por ese puñado de monedas me apunto a donde sea, eso sí, no pienso hacerle daño a esa criatura.- Ull quiso dejarle bien claro que no iría a atrapar a aquello que fuese...
-Tranquilo joven, mañana mismo zarparemos hacia Lunargenta con el primer rayo de sol, tengo un conocido de cuando compartíamos tripulación en el "Buque Abandonado", es un hombre de mar y nunca mejor dicho. Puedes quedarte a dormir en mi navío si quieres, ¡mañana por la mañana arriaremos velas rumbo al "bolwnto"!
-Muchas gracias, señor. Me llamo Ull, por cierto, espero poder ayudarle en todo lo que pueda.
-Yo me llamo Ephraim Winslow, capitán Ephraim Winslow. A partir de ahora estás a mis servicio.- Le ofreció la mano a Ull, el cual aceptó y se levantó después de terminar de un trago su jarra de cerveza.
A la mañana siguiente el día amaneció muy temprano, los quince tripulantes del barco "Swan I" (un barco de madera antigua un poco roído pero con un casco aparentemente curtido en mil batallas, de velas negras gigantescas y una especia de sirena tallada en la proa) se apuraban para meter los sacos que estaban apoyados en el muelle del puerto, entre ellos Ull, que cargaba con tres sacos de 20 kilos cada uno llenos de patatas mientras todos los compañeros del viaje lo miraban fijamente con cara de sorprendidos.
-Mira...menudo hombre más fuerte.
-¿Cómo puede con todo eso...?
Uno de ellos hasta se tropezaba mientras lo miraba, cayéndose al agua entre las risas y carcajadas de los otros.
-¡Subir a bordo marineros! ¡Ya es la hora de ir camino a Lunargenta! ¡A por el bowlto!.- El capitán Ephraim alentaba a sus trabajadores para subir al barco mientras ayudaba a cargar las provisiones en el mismo. Al terminar agarró el timón, miró su brújula, después al horizonte...
...Y juntos pusieron rumbo a Lunargenta...
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- CAPITÁN EPHRAIM WINSLOW:
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Ull Whitestorm
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
Puerto de Lunargenta, un martes cualquiera, a eso del medio día.
¿Que por qué estoy aquí? Porque el avispado de Fahïn no pierde una oportunidad para cerrar un negocio. "¿Vas a la ciudad, chica? ¿De compras, chica? Ya que haces el viaje, chica..." Al menos me ofreció su carro y bueno... Tengo algo de tiempo hasta que mis pedidos estén listos. Sólo tengo que esperar a un tipo con barba tostada en una pequeña embarcación para comercio cercano. Ajá, fácil. Si. Si supiera cómo diferenciar una "pequeña embarcación para comercio cercano". ¿Disculpe señor, ostentáis vos una "pequeña embarcación para comercio cercano"? ¡Claro! ¡Esta es mi "pequeña embarcación para comercio cercano"!
Trabajo, comercio o placer. Las tres razones por las que la gente viene a la Capital de los hombres. Al menos todavía no he dado con nadie que se encuentre aquí para otros menesteres. En mi caso el placer queda, por supuesto, d e s c a r t a d o, no se me ocurre qué podría haber en esta ciudad que pudiera ofrecerme disfrute. Trabajo tampoco, ese elfo agarrado no dijo nada de pagar el favor. Más bien se lo está cobrando. No se lo tendré en cuenta, "¡hoy por ti, mañana por mí, chica!"
Dejó de escribir en el diario un momento para reírse de sí misma imaginando la escena, mirando después a ambos lados de reojo, comprobando que nadie más allí había sido testigo de lo absurda que podía ser su cabeza cuando estaba aburrida. No le pareció extraño que a pesar de encontrarse el puerto abarrotado de toda clase y procedencia de gentes, nadie prestaba la más mínima atención a su persona. No era raro ver a meros caminantes que desde el paseo hacían una parada para contemplar, con rostros algunos curiosos, otros melancólicos, la vida que bullía en el puerto cada día. Comerciantes, llegados de uno y otro territorio, otros tantos locales que partían en su ruta, un continuo intercambio de mercancías que subían y bajaban por los muelles. Y viajeros, que iban o venían. Desde su cobertura, apoyada en aquel muro, lejos de los accesos principales a los puntos de carga, miró a su alrededor nuevamente, esta vez dirigiendo su mirada hacia la ciudad que se levantaba tras ella. Demasiado ruido, demasiado... todo.
—...Wendell?
Una voz ruda la sacó de sus pensamientos, apartando la mirada del pergamino y llevándola hacia el hombre que se había dirigido a ella bajo el malecón. Arqueó una ceja, tratando de suponer cómo comenzaba aquella pregunta. Lo observó, no se acercaba ni un ápice a la descripción que le había dado el mercader, sin embargo, ¿qué otra persona podría preguntar por ella, nombrarla, en aquel lugar?
—¿Quién lo pregunta?— contestó, tranquila aunque condescendiente, recogiendo sus escritos como si nada.
—El que le hace los recados a Kojif, parece. Así que, si eres la recadera, toma esto y podré largarme.
—Ahí.— indicó, señalando con la cabeza la poyata de unos barriles.
—Chst. Elfas engreídas.— añadió a regañadientes, siguiendo la seña, para no demorarse un momento más en marcharse.
Una botella de ron de Beltrexus, el gran encargo. No debía ser muy importante para haberle confiado a ella su recogida. De tratarse de algo valioso bien se habría encargado él mismo, para luego bebérsela antes de haber llegado de vuelta. Al momento en que se decidió a guardar la botella en su bolsa de cuero, ya cuarteada por el uso, una gran embarcación tuvo llegada al puerto, provocando que quien más o quien menos se apartase de su labor por un momento para contemplarla. Más que por su tamaño, centraba sobre ella la atención por su apariencia, nada obstentosa, más bien al contrario, destacando sobre el resto de las que acostumbraban a dejarse ver por allí. De forma rutinaria, los trabajadores del puerto hicieron las maniobras propias para dejar espacio suficiente para que pudiese atracar, sólo siendo posible en uno de los extremos más aparatados de la zona mercante. Una vez amarrado, un hombre cuyo rostro hacia recorrer un escalofrío al verlo, que bien reflejaban los años y desdichas que habría vivido el marinero, asomó desde la altura al borde de la tabla que ahora hacía de rampa para el desembarque.
—Que me amputen el brazo que me falta, ¡es el viejo Winslow!— un campechano y fortachón hombre con melena oscura y descontrolada pareció reconocerlo desde abajo, alzando los brazos en señal de bienvenida, invitándolo a bajar —¿Qué haces en mi puerto, camarada? ¡No pensarás volver a discutirme nuestro acuerdo!— añadió antes de soltar una risotada, que bien podía generar dudas sobre si aquella apreciación se trataba de chanza o advertencia.
El tal Winslow, aceptando la invitación de su aparente amigo, descendió sin mostrar apuro alguno. Cuando hubo llegado junto al manco, lo abrazó como respuesta a su carcajada, denotando gran agrado con el reencuentro. Aquellos que contemplaban la escena alrededor no tardaron en relajar sus ánimos y volver a sus quehaceres, como si la conformidad de aquel hombre sin brazo indicase sin necesidad de palabras que aquel extranjero era bienvenido.
—Tengo una partida entre manos, necesitaré provisiones. Por eso he venido en busca de la mejor mercancía de Ciudad Capital, viejo. ¿No es eso de lo que presumes?— explicó a voces, dejando claro ante todos la legitimidad de su visita —También me hará falta gente, Wimbely, por la amistad que nos une, de verdad te digo que tengo algo grande entre manos.— añadió, esta vez en confesión.
—¿Un bolwnto? Por mi brazo, Ephraim, ¿de nuevo estás con eso? ¡No me hagas perder el tiempo!— el viejo lobo de mar, nacido y criado en aquella ciudad costera, lo apartó desencantado, tras haber escuchado las explicaciones que el foráneo le había dado en confianza.
—¿Bolwnto?— repitió para sí sorprendida la elfa al escucharlo, cuando sus pasos fueron cercanos en su intención de abandonar el puerto.
El recién llegado apartó entonces a su compadre al percatarse de que aquellas palabras no habían pasado desapercibidas. Se dirigió a ella, que al notar las miradas sobre ella y los pasos a su espalda, continuó a paso ligero aparentando no haber escuchado la conversación. No parecían la clase de asuntos en los que entrometerse, tampoco personas con las que convenía enredarse.
—¡Eh, muchacha!— llamó su atención con una voz antes de llegar a ella, alcanzando a agarrarla del brazo para frenar su marcha —¿Estabas escuchando? Si, verdad, lo hacías. ¿Conoces esa criatura? Si, verdad, la conoces.
—¿Eh? ¡No! No, yo no escuchaba nada.— aseguró al tiempo que se zafaba del agarre, que más que agresivo parecía desesperado por aferrarse a un clavo ardiendo —¡No sé de qué habláis, señor!
Al encontrarse liberada no perdió un instante en arrancar a la carrera, evitando un nuevo agarre. El hombre no mostró interés en ir tras ella, o quizá la fortaleza afectada por el paso del tiempo no le hubiera permitido alcanzarla, no obstante, no quedó en silencio y terminó de hacerse oír mientras la veía escabullirse entre la gente.
—¡Partiré a buscarla! ¡Con todo aquel que deseé acompañarme! ¡Piénsalo, muchacha! ¡La demostración del mito!
[...]
Puerto de Lunargenta, el mismo martes, horas más tarde. A bordo de un barco que ha visto días mejores, a la espera de la cuenta atrás para levar anclas.
Esta vez no tiene nada que ver con Fahïn. El hecho de encontrarme aquí nace de la incapacidad intrínseca en mi ser de consultar con el razonamiento la idoneidad de aceptar cualquier idea descabellada como plausible antes de tomar ninguna decisión. Aquel viejo marinero del puerto no deliraba, ha puesto en marcha una expedición en mar abierto para demostrar, según asegura, la existencia del Bolwnto. Al poco de mi salida del puerto comencé a ver la ciudad empapelada con publicidad de la partida, el humano asegura que acabará varando en el puerto. Por supueeeesto. ¿Si tengo claro que esto es una locura, qué demonios hago aquí? ¡Sí, qué hago aquí! ¿Cuándo esto me pareció una buena idea? Ah, ya. Si... ¿Y toda esta gente? No todos parecen marineros. También han subido a bordo algunos eruditos, ¿será esta la primera vez que salen de su estudio? También están a los que les mueve el miedo a que verdaderamente una criatura así se encalle en la ciudad. Y, por supuesto, los que únicamente se dedican a cazar fortunas. A esos se los ve de lejos, no hace falta tener buenos ojos. Parece que es el momento, última oportunidad. Sé que un viaje así no será ni remotamente parecido a tus fantasías. Vamos. B a j a d e e s t e b a r c o. ¿Cuánto tiempo he invertido en planificarlo? ¿Dos? ¿Tres horas? ¡Baja! ¡Baja! ¡Bajaaaaaa! Se mueve. No. Nonono. Quiero bajar. ¡Quiero bajar!
Con la respiración acelerada se puso en pie para tan sólo poder contemplar cómo el muelle se alejaba de ella cada vez más deprisa. Aferrando contra el pecho las páginas arrugadas donde mataba el tiempo o descargaba sus fantasmas se convenció a la fuerza de que, por ínfimo que hubiera sido, en algún momento aquella expedición sería una buena idea. Debía abanderarse con ese momento y con la convicción, claro, de que todo saldría bien. ¿Quién decide hacer algo así pensando en la inmensa cantidad de probabilidades de que aquello termine mal? ¿Verdad? Cuando el puerto dejó de verse en el horizonte, el Capitán, que hasta el momento no se había tomado la más mínima molestia en dejarse ver, se apostó tras el timón con figura digna y satisfecha, para dirigirse a los presentes.
—¡Sea bienvenida esta tripulación, al Swan I.! EN EFECTO, esta nave no ha precisado sustitución ninguna desde su creación, pueden despreocuparse por eso. EPHRAIM WINSLOW, mi persona, en adelante nombrada únicamente como Capitán. No me interesan sus nombres, caballeros y veo que algunas... damas, bien, tampoco sus razones, objetivos y motivaciones para optar por embarcarse bajo mi mando. No. Lo único que me interesa y por ende debe interesar a esta tripulación ES localizar a la criatura que, como ya habrán oído, escuchado o incluso rumoreado, está previsto termine por accidentarse en el puerto. QUIERO PENSARRR que todos los aquí presentes confían en la existencia de un animal al que la mayoría trata de mito... Y SI NO ES ASÍ mejor será, para aquellos, que sus pensamientos no se transformen en palabras o serán las últimas que puedan pronunciar. ¡DEJANDO ESTO CLARO! Mi segundo, el Sr. Yiks, los irá recibiendo uno a uno en las bodegas para saber qué hacer con cada quién. NO SE ALARMEN, saber qué pueden aportar es su objetivo. Y DESCUIDEN, nunca sobran manos para cocina y limpieza. Durante la cena se les darán las explicaciones pertinentes. ¡ALE!
#00cc00 Capitán Winslow.
#9900ff Capitán Wimbely.
Última edición por Aylizz Wendell el Lun Oct 18 2021, 12:04, editado 2 veces
Aylizz Wendell
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
- AMBIENTE:
3 Días más tarde.
Archipiélago Ilidense, a bordo del Swan I
Archipiélago Ilidense, a bordo del Swan I
Otro día más en aquel barco, los marineros seguían con sus quehaceres mientras el capitán paseaba por la cubierta, el mar no se movía ni para balancear el barco desde que salieron del puerto de Lunargenta. Una flota de cinco barcos, contando con el del capitán Winslow surcaban el mar entre aquellos acantilados, corrían rumores de que hace unos días habían desaparecido un buen número de barcos comerciantes por aquella zona. No sabían el motivo pero era imposible no escuchar las hipótesis que los marineros comentaban sobre el tema.
-Dicen que un kraken salió de las profundidades para llevarse la vida de un buen número de inocentes...- Susurraba uno de los marineros mientras pasaba el cepillo por aquella cubierta, castigada por la salitre que golpeaba aquel suelo las veinticuatro horas del día. No quería que el segundo del capitán Winslow, Yiks, lo encontrase de charla con los demás, al fin y al cabo le estaban pagando para que ofreciese sus servicios a rajatabla, no para perder el tiempo con leyendas de bar.
-¡Cállese y póngase a limpiar, maldita rata!- Yiks había escuchado los murmullos, no sabía de que boca habían salido, pero por si acaso pegó un grito para que todos los tripulantes del Swan I se pusieran a funcionar inmediatamente.
-¿Deberíamos decírselo a los marineros, mi capitán?- Yiks era un hombre muy servicial cuando había dinero de por medio, siempre fiel a su capitán en todo lo que éste necesitase y por ello ocultaba algo a toda la tripulación, algo muy importante. Ephraim quería hacerse con aquella criatura fuese como fuese y había engañado a la tripulación diciendo que ésta chocaría contra un puerto.
-¡Silencio, Yiks!, no queremos que nos escuchen. Seguiremos dando vueltas por aquí hasta que podamos echar amarre, estoy seguro de que esa criatura existe, y más seguro todavía de la existencia de aquellos huevos que, según los escritos la criatura pondrá en su totalidad sobre la columna de arrecife que rodea las islas Ilidenses, no hay lugar menos cálido y profundo que este, debemos de aprovecharlo y seguir con la búsqueda. Esta gente esta untada y se creerán todo lo que les digamos.
-Vale mi capitán, ahora mismo se lo comunicaré a la tripulación.- Yiks asintió y dio media vuelta, con rostro serio, como si nada hubiera pasado.
El plan del capitán parecía claro, quería hacerse con aquellos huevos que, según él tenían un valor especial y bastante elevado.
-¡¡ECHAD ANCLAS, RATAS DE ALCANTARILLA!! ¡¡PREPARAD LOS BOTES!! ¡¡ATRACAREMOS ESTA MISMA NOCHE EN AQUELLA ISLA!!- Siguiendo las órdenes del capitán, Yiks mandaba a la tripulación para desalojar el navío, lo que no sabía era que alguien los había estado escuchando...
-¡Por fin! Acuérdate de llevar el saco, Rick.
-Ya lo tengo, Moore. En cuanto veas un solo huevo de esa criatura, lo meteremos aquí, quién sabe si existen, pero si encontramos alguno estoy seguro que lo pondremos vender a un valor incalculable.- Lo que parecían dos hombres bestia, mitad hombre mitad tiburón conversaban sobre lo que había escuchado uno de ellos al capitán y a Yiks, su segundo. Algunos de los marineros sabían de la existencia de aquellos huevos, en un barco el "correveydile" era algo muy común y las noticias allí volaban. No querían que nadie se enterase pero al final lo sabía todo el barco.
Ull desataba uno de los nudos que sujetaban aquel bote roído, la verdad no sabría si se mantendría a flote, mirando a sus compañeros marines pudo notar algo diferente. Aquella mujer la cual le había vendido un par de brebajes estaba allí. ¿Qué hacía una mujer así en un hervidero de ratas?
-¡Eh, mujer! ¿qué te trae por aquí, podrías ayudarme con ese?- Señalaba el nudo del otro extremo del bote.
-¿Tú también estás al tanto de los huevos del Bolwnto?- El joven se había dado cuenta por el boca a boca y no le había hecho ninguna gracia.
-Al parecer están todos desesperados por hacerse con uno de esos huevos, solo espero que no se entere el capitán o se armará muy gorda.- Ull estaba convencido que el capitán solo quería hacerle bien a la criatura, sin sacar beneficio a su costa.
-Por cierto un placer, me llamo Ull Whitestorm.- Ofreció su mano a la muchacha, agachando la cabeza en señal de respeto.
Una vez desatado el nudo, comenzó a descender el bote lentamente, se podía escuchar la madera crujiendo contra las paredes del barco ya atracado que, al tocar con el agua un par de marineros saltaron sobre él ocupando así un par de huecos de aquel bote. De un salto Ull se subió también y se sentó agarrando los dos remos.
-¿Te vas a quedar ahí todo el día?- Le hizo un movimiento de cuello a la muchacha ofreciéndole sitio en aquel bote.
...Camino a la isla...
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OFF:
- ALGÚN TRIPULANTE DEL SWAN I:
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Ull Whitestorm
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
Mar de Aerandir, coordenadas desconocidas, primera noche en el Swan I.
El Capitán parecía acordarse de nuestro encuentro en los muelles, tanto que le encomendó al tal Yiks que me asignase un camarote tranquilo donde poder dedicarme a labores intelectuales. Está ciegamente convencido de que conocer las leyendas sobre la criatura implica contar con un amplio conocimiento sobre la misma y quiere que analice con detalle los escritos e informaciones que con el tiempo ha obtenido acerca del Bolwntos, porque “con esa especial sensibilidad de los elfos hacia los seres naturales seguro que das con algo que a mí se me escapa”. He tenido a bien no contrariarlo, de haberlo hecho ahora estaría limpiando la bodega y compartiendo habitáculo con otros tantos, aunque debería tomarme en serio la tarea encomendada si no quiero que me reubiquen. La verdad es que esta ratonera es angustiosa, apenas hay espacio para ponerse en pie, mucho menos para moverse, aunque el ventanuco sobre el camastro ayuda, Isil podrá velar mi descanso. Aunque no será mucho, el Capitán quiere que toda la tripulación esté en pie cuando la primera claridad del alba asome en el horizonte. Ha dado instrucciones muy claras de los preparativos necesarios antes de tomar tierra en las islas de los brujos, por si fueran pocas las razones por las que sería mejor opción saltar por la borda y esperar a que otra embarcación con rumbo de vuelta a Lunargenta me recogiese a la deriva. Gran parte de la tripulación tiene encomendada la fabricación de una red de pesca con bastantes particularidades, empezando por su tamaño, que deberá extenderse por toda la cubierta. Se pensará que atrapar un animal de esa corpulencia, de ser cierto que existe, será tan fácil como pescar, qué se yo… Sardinas. Otros tantos tripulantes se encargarán de poner a punto y preparar herramientas de pesca de altamar, aunque deberán reinventarse si quieren llegar a lograr algo dado el tamaño que, teóricamente, alcanza la criatura. No obstante, el viejo debe haber pensado en todo, son varios los maestros ingenieros a bordo. Lo cierto es que, a pesar de su delirante discurso, denota inteligencia en sus planes y, al parecer, otras cuatro embarcaciones viajan bajo sus órdenes, cabe esperar que las mismas que nos ha dado a los presentes. Por otro lado, yo debo personarme en su camarote para facilitarme las primeras investigaciones que debo estudiar, junto con otros cuantos “eruditos”, ya que Yiks ha considerado estudioso a todo aquel que sabe leer y escribir. Bueno, a casi todos. Aquellos que, además, tuvieran una corpulencia notable han sido destinados a trabajos puramente físicos. Será la primera vez que mi menudez me sea una ventaja, si no se me requiere en los quehaceres de cubierta podré quedarme aquí hasta que desembarquemos. Tres días calcula el Capitán que tardaremos en tomar tierra…
[...]
La flota navegaba sin descanso por un mar que prestaba sus tranquilas aguas a los caprichos de Ephraim Winslow. A pesar del cielo despejado y las temperaturas cálidas del verano, los dioses se mostraban benevolentes, concediendo a la partida las brisas estivales necesarias para el avance de las embarcaciones y que mantenían a raya los golpes de calor entre la tripulación. Y no era aquello poco que agradecer. Muchos debían mantenerse en cubierta desde el primer rayo de luz y hasta caer el último, tejiendo la gran red que se les había encargado, uniendo para ello retales de otras muchas redes de pesca que el Capitán había cargado en el puerto. Los armeros, sin embargo, corrían mayor suerte trabajando en las bodegas en arpones mejorados, siguiendo las directrices de los ingenieros. Cartógrafos, biólogos e historiadores pasaban las horas junto a Winslow en su camarote, debatiendo, teorizado y elaborando ideas de acción basándose en meras hipótesis. Tan sólo el primer día los había acompañado la elfa, tiempo más que suficiente para haber sido señalada por los "expertos" como alguien que no debía participar en tales planificaciones. Si, porque un grupo de ratas de biblioteca había visto mucho mundo, claro. Para ellos aquel era el viaje de estudios de su vida, para ella un reto de taberna aceptado en un momento de debilidad del que no terminaba de arrepentirse.
El resto de tripulantes realizaban tareas variadas, según se les requería. Apartada en su camarote, no eran muchas las oportunidades para relacionarse, aunque tampoco lo echaba en falta. Las comidas se hacían por turnos por no disponer el improvisado comedor espacio suficiente o porque así lo había decidido Yiks, quien racionaba el alimento en función del esfuerzo y resultados obtenidos al día. En cualquier caso, nadie en sus cabales buscaba contradecirlo, siempre respaldado por los hombres de confianza de Wilson, quienes no acostumbraban a comunicarse más allá de la fuerza bruta y que en esos días era notable el esfuerzo que hacían por no tener gresca. Bárbaros marineros de Ciudad Lagarto, qué esperar de ellos, Aylizz prefería no tener que tratar con ninguno. Había cruzado palabras e incluso mantenido conversaciones banales con dos de las mujeres a bordo, una ingeniera de extravagantes invenciones y una cocinera que acompañaba a su marido en la travesía con el único objetivo de ganar unos aeros con los que pagar deudas. Algún otro marinero parecía agradable, mas la mayor parte la miraban y señalaban con actitudes que para nada incitaban al acercamiento. Por su parte al menos.
[...]
Mar de Aerandir, en alguna parte al sur del archipiélago Illidense, tercer día en el Swan I.
Ya pueden avistarse en la lejanía los acantilados de la gran isla, aunque no sabría determinar la distancia a la que estamos, tampoco sé si sólo yo alcanzo a verlos, pero que navegamos aún por aguas profundas de eso no tengo duda. El Capitán ha dado nuevas instrucciones. Si los mapas que seguimos no están equivocados, en no muchas millas daremos con un conjunto de islotes, supuestamente vírgenes. A la caída del sol los navíos se separarán, poniendo cada una rumbo a uno de ellos y dejándolos anclados a distancia, terminando por tomar tierra a bordo de los botes. Nuestro destino es Isla Lunar, la más alejada. Si el Capitán está en lo cierto, tiene sentido que haya decidido dirigir su grupo hacia aquella. Por lo que se ha podido deducir, las hembras de Bolwntos emergen para desovar en zonas de aguas menos profundas y más cálidas, suponemos que para facilitar que las crías tengan alimento fácil al nacer. Puedo imaginarme la escasez que habrá en la oscuridad del fondo marino. Si los datos son ciertos y los ejemplares de huevos que alguna vez se han encontrado encallados en la arena se tratan realmente de estos seres, es lógico pensar que la criatura busque costas tranquilas, poco o nada transitadas, que no se alejen demasiado del mar abierto. Me pregunto cuántas de esas habrá perdidas en medio del océano, tan vasto y desconocido, pensándolo bien no me parece tan descabellada la idea de que exista algo como lo que buscamos, son tantas cosas las que se desconocen… Eso, o empiezo a sugestionarme después de tres días sin oír hablar de otra cosa.
Con todo dispuesto, la tripulación al completo había sido llamada a los botes. Se les había requerido portar sólo lo indispensable, en principio pasarían una noche en tierra para poder inspeccionar la costa isleña durante el día siguiente, decidiendo al caer de nuevo el sol si embarcar o permanecer otro tanto allí. Ephraim Winslow dirigiría la expedición en tierra, como cabía esperar, habiendo dejado a varios de sus hombres de mayor confianza a bordo de la embarcación anclada. Meras precauciones. Una voz conocida se dirigió a ella cuando se dejó ver en la cubierta, aunque no supo identificar de quién se trataba hasta verse de frente con el joven que la llamaba. Jamás olvidaba un rostro con el que había hecho negocios. El viajero de Ulmer, allí estaba, ahora aún más lejos de sus tierras.
—¡Eh, hombre!— respondió al saludo de igual forma que él lo había hecho, con ligero tono burlón. Asintió con la cabeza ante la petición de ayuda y se dispuso a soltar el último amarre que sostenía el bote anclado a estribor.
—Una apuesta en un momento de debilidad, una cerveza de más, un marinero engatusador, una vida aburrida… Quién sabe. Estoy aquí y no tengo forma de rectificar.— explicó sin demasiados detalles, encogiéndose de hombros, terminando de desatar el nudo.
—¿Los huevos? Claro que estoy enterada, no son pocos los manuscritos que he tenido que desentrañar. Toda la planificación del Capitán se basa en que esa criatura se encuentre en su momento fértil.— replicó, sin saber a lo que realmente se estaba refiriendo el joven. Sus relaciones en los últimos días habían sido escasas, así como sus salidas del camarote, sin estar al tanto de los últimos rumores que rondaban por el barco.
—Espera, ¿hacerse con uno, dices?— la elfa ahogó una carcajada —Supongo que el viejo estará encantado de ver que gran parte de su tripulación tiene fe ciega en la verdadera existencia de ese animal— añadió, casi como un pensamiento en voz alta más que una conversación.
—Aylizz— indicó, tomando la mano del joven devolviendo el saludo.
Miró desde las barandas del barco hacia el bote que ya flotaba en el agua, aguardando a los últimos tripulantes. No terminaba de ver viable el lanzarse sin medida alguna, daba por seguro que terminaría en el agua. No obstante, aquella podía ser su última oportunidad de dar con un compañero decente en aquel nada premeditado viaje. Suspiró resignada. Bien, saltaría.
—¿Y bien? ¿Qué te trae por aquí, Ull Whitestorm? Ulmer queda muy lejos, sus gentes son más bien de secano.— curioseó la elfa en el trayecto. El muchacho había tomado la iniciativa de remar y no distaban mucho de la playa más accesible.
Aún quedaban unos largos minutos de luz hasta la puesta completa del sol, tiempo suficiente para buscar leños, prender una hoguera y organizarse a su alrededor. Desde allí, el navío anclado parecía la mitad de su tamaño y el resto de la flota no alcanzaba ya a advertirse en la lejanía. Estaban solos en aquella isla rebosante de flora y fauna, de sonidos de la noche salvaje y que daban por deshabitada de seres pensantes. Las primeras luces en la oscuridad se hicieron ver al tiempo que la luna asomaba tímida entre los últimos rayos que destellaban tras el horizonte, a pesar de haber desaparecido ya el sol. Winslow, lejos de colaborar, se mantuvo pensativo, con la mirada fija puesta en el mar, vigilante, expectante. Como si aquella espera fuese a propiciar la aparición repentina de la criatura. O puede que simplemente estuviera vigilando su navío. Una vez estuvo el fuego prendido, cada uno dispuso su catre como buenamente pudo. Algunos simplemente se tumbaron sobre la arena y usaron su bolsa de viaje como almohada, otros buscaron ramas y hojas de palmera para improvisar una camilla. Ella no se molestó, se mantendría junto al fuego para mantener el calor durante un rato y cuando el sueño la buscase, daría forma a una hamaca entre las ramas de los árboles más cercanos a la playa donde descansar.
—¡BIEN! Mañana al alba quiero a todos en pie. Ante ustedes tienen un paraje al completo por descubrir, no sucumban a la tentación, no lo hagan. Si alguien desaparece, tenga por seguro que nadie irá a buscarlo, al menos no bajo mis órdenes. Dos grupos barrerán la playa, cada uno en una dirección, se comprende, este parece un buen lugar para avistamientos. En el camino asegúrense de conseguir provisiones, puede que nos esperen aquí más de un día. ¡¿QUÉ PENSABAN?! El resto, su cometido será talar árboles, cortar lianas, en definitiva, cualquier cosa que sirva para la construcción de una balsa, una plataforma que flote. Para ser más preciso, que pueda mantener algo grande y pesado a flote. ¡NO! No quiero escuchar sus preguntas, no pienso dar respuesta. Estas son mis órdenes, sin remilgos. ¡AHORA DESCANSEN!
Aylizz Wendell
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
Isla Lunar, primera noche.
La noche se cierne sobre nosotros, sobre este paraje olvidado o ignorado en medio del mar. La brisa marina acaricia las copas de las palmeras que limitan la playa, envolviendo la oscuridad con los silbidos que se cuelan entre las ramas, y el vaivén de las olas en la orilla, gobernadas desde el cielo despejado por la luna creciente, relaja los oídos de quienes duermen sobre la arena. De los veintiuno que componemos la tripulación del Swan, siete hemos acampado en la playa, ocho más han servido de avanzadilla bordeando la costa, cuatro al este y cuatro al oeste, y los seis restantes han quedado en el barco. El chico de Ulmer partió en el primer grupo que salió a peinar la playa, poco después de hacer llegar el bote de remos a tierra. Una pena, tener cerca una cara conocida hacía que pareciese menor la insensatez de continuar con esta pesquisa...
Junto a la luz de la hoguera todos parecen descansar tranquilos, no entiendo cómo, los sonidos que nacen en el inhóspito y desconocido corazón de la isla, a nuestra espalda, terminarán por hacerme enloquecer. Mi cabeza pone forma de bestia a cada chasquido que se escucha entre la maleza y cuando vuelve a hacerse el silencio aflora la inseguridad de sentirme observada. Supongo que encuentran calma en el absurdo pensamiento de que si el terreno no está habitado tampoco alberga peligros, o duermen tranquilos sabiendo que ante la más mínima amenaza en los alrededores alguien hará sonar el cuerno para alertar y los sacará de su letargo. Fue precavido el Capitán al hacer entrega de uno a cada grupo. Incluso él ha conciliado el sueño, había llegado a pensar que pasaría la noche en vela, sin dejar de otear el horizonte. Tal vez debería tratar de descansar yo también.
Había logrado amainar sus preocupaciones y dejándose acunar por el movimiento de la hamaca entre las ramas cerró los ojos, alcanzando un estado de duermevela que, si bien no propiciaba un reparador descanso, serviría para reponerse del desgaste de aquel interminable día. Hacía horas que el sol se había puesto y aún quedaban varias para su nueva salida, habiendo perdido la cuenta de las veces que había abierto y cerrado los ojos, que había volteado sobre sí misma, que había resoplado ante el hastío de no poder dormir.
Brillaba Isil en lo más alto la última vez que había mirado al cielo y había logrado acercarse a la profundidad del sueño cuando sintió una suavidad palpable recorrer su rostro por un segundo, como una caricia. En un sobresalto, abrió los ojos cuando su mano ya empuñaba el arma en un acto reflejo. Trató de agudizar sus sentidos, siendo casi imposible controlar la respiración acelerada que la volvía incapaz de escuchar nada más allá de sus jadeos, atropellados por las palpitaciones que retumbaban en su pecho. Recorrió su alrededor en una mirada que, aunque fue rápida, tardó unos segundos en adaptarse a la escasa claridad en la oscuridad, mas no encontró nada. Al menos en un primer vistazo. Habiendo recuperado la compostura, ligeramente aliviada al tratar de convencerse de que aquello no iba más allá de la sugestión, optó por asegurarse, efectuando ahora un minucioso examen de aquello que la rodeaba. Se mantuvo inmóvil hasta que hubo observado todo el perímetro que abarcaba su visión periférica, antes de girar sobre sí con sumo sigilo y hacer lo mismo a su espalda. De nuevo, nada a la vista. Aunque sí al oído.
Al pie de unos árboles cercanos, un zarandeo entre los arbustos llamó su atención. Agudizando la vista, más si cabe, logró distinguir entre las sombras lo que en un fugaz instante le pareció la serpenteante cola, peluda y negra, de un animal. Un escalofrío recorrió su espalda. Fuera lo que fuese, pudiendo hacerlo, había optado por no atacar, pero la mera inquietud de saber que la había rondado en su dormitar erizaba su piel. Mantuvo la mirada puesta en el follaje por el que la criatura se había escabullido, que había recuperado la quietud al instante de desaparecer el nocturno visitante, sin volver a dar con ella. Mas al levantar la cabeza y llevar la vista hasta el trazado del camino que se adentraba en aquel bosque tropical, allí estaba, observándola. Un gran felino negro[1], apostado sobre sus cuatro patas con pose señorial, clavaba su mirada ambarina en ella, al tiempo que contoneaba la cola de lado a lado. Parecía esperarla. Ella se irguió sobre el lecho colgante al que había dado forma, movilizada por un primer impulso de descender hasta el suelo y acudir a su encuentro, no obstante, se mantuvo inmóvil, observando con más detalle al animal, abandonando ahora el temor, dando paso a la curiosidad. Sobrepasaba el tamaño de cualquier gato común y, aunque pudiera asemejarse en el aspecto, no alcanzaba el de una pantera, al menos no el de un ejemplar adulto. Tampoco la mancha blanca que adornaba su pecho sirvió para identificar de qué felino se trataba.
La elfa tragó saliva antes de, finalmente, decidirse a descolgarse y acortar distancias con la criatura gatuna. Mantenía su brazo estirado, cruzado ante sí, tomando precauciones dada la posibilidad de que aquel aspecto manso fuera una mera estrategia para saltar sobre ella, pero el animal se mantuvo inmóvil, aunque sin abandonar su aspecto despreocupado, mientras ella avanzaba, precavida, paso a paso. A falta de varios metros, el felino levantó su pose en mitad del camino, provocando que ella frenase en seco y quedase nuevamente inmóvil, en guardia, ante él. Los ojos de cada uno se clavaron en los del otro y la respiración de ambos se acompasó, turbando la seguridad de la elfa, sin saber qué esperar. Tras unos segundos, la criatura giró sobre sí en un suave y rápido movimiento, alejándose en una silenciosa carrera durante varios metros, antes de trepar con gracia a los árboles que se abrían ante la profundidad de la isla. Lo siguió con la mirada hasta donde su vista alcanzó, perdiéndolo en la oscuridad donde también lo hacía el sendero. Arqueó una ceja, incrédula. Acaso estaba… ¿Quería que lo siguiera? Rió para sí.
Un ser extraño aparece en tu casa y quieres jugar, qué ricura.
Dispuesta a dar media vuelta sin darle mayor importancia y trepar nuevamente hasta su hamaca, un pensamiento inconsciente la hizo abandonar la idea.
A no ser… Que yo no te parezca tan extraña. Una isla deshabitada, ¿eh? Muy bien minino, ¿qué quieres enseñarme?
[...]
—En qué piensa, señor Wimbely.
—Capitán Wimbely.
—No para mí.
—Ah, ya veo. Discúlpeme, señor Yiks, en vistas de la deslealtad que está dispuesto a cometer, había creído que ya no se considera usted bajo las órdenes de Winslow.
—Así es. Y tampoco bajo las suyas.
—Ajá, comprendo. Pensaba pues en ese viejo astuto… Lo conozco bien, si está convencido de que esa bestia aparecerá… No, no perseguiría un mito de saber que no es posible, no está tan desequilibrado. De alguna forma tiene que haber descubierto que realmente existe.
—Llevamos horas observando, sólo duermen.
—Ephraim está seguro de que emergerá para desovar en los próximos días y que lo hará en la isla. Pero no sabemos dónde y no sabemos cuándo. Por eso estamos aquí, custodiando este barco de mala muerte, catalejo en mano.
—¿Por qué aquí y no otra?
—Vamos Yiks, le tenía por un hombre con mayor inteligencia. ¿Piensa que de no saberlo, el viejo habría desembarcado? Nah, habría esperado a bordo a que alguna de las demás tripulaciones hubiera dado con algo. Si ha asumido la dirección de esta comitiva con tal firmeza es porque no duda en que será aquí.
—Y entonces, ¿por qué desplegar la flota en el archipiélago?
—Siempre hay que tener un plan alternativo, señor Yiks. Además, el viejo pretende apresar a la criatura y redirigir su nado, y hablamos de un animal de varias toneladas de peso, imagine el tamaño. No podrá arrastrarla tan sólo con una nave.
—¿Y dice que no ha perdido la cordura?
—Si le toman por loco, nadie se preocupará por el auténtico motivo de ir tras la criatura.
—Los huevos. ¿Por qué ahora?
—Qué sé yo. El caso es que si nos hacemos con ellos, sacaremos tanto que podría retirarme a vivir los años que me quedan dándome a los vicios. Y usted podría asumir el precio de la libertad de cierta joven, cuya cabeza está valorada en cuatro cifras. Qué creía Yiks, ¿que no me informo sobre aquellos con quién voy a hacer negocios? Más si se trata de un extranjero.
—Entonces no hará falta que le explique por qué si se atreve a hablar de ella una vez más le arrancaré las entrañas, sin miramientos.
—Por supuesto, hablemos pues de nuestro cometido. Si hay algo que ese lobo de mar aprecie más que las ganancias, es su barco. Llegado el momento, le haremos volver. Esos patanes no tienen nada que hacer sin él, contarán todo lo que saben en cuanto les preguntemos alzando un poco la voz.
—¿Y hasta entonces?
—Observar, esperar, beber. Tiene camarote, si se le ocurre algún otro entretenimiento es libre de retirarse.
—Estará de broma.
—Diantres, señor Yiks, afloje la retaguardia. Mandaré a dos hombres con el bote que nos queda a explorar los alrededores, que se adelanten a los grupos que partieron por la playa.
[...]
Llevaba rato siguiendo el sendero, con la sensación de no haber avanzado tanto como cabría esperar en el tiempo que había caminado. La tenue luz de la luna, que se filtraba entre los árboles, iluminaba vagamente el camino y llenaba de sombras los alrededores, haciendo que la marcha fuese precavida y cada pocos pasos se viera obligada a llevar la vista atrás para no perder la perspectiva de la distancia que la separaba de la playa. No había vuelto a ver al felino y el camino, aunque sin desviaciones, parecía no tener fin, se perdía entre la maleza, volviéndose ésta más abrupta cuanto más se adentraba. Las palmeras que bordeaban la playa y delimitaban el interior de la isla fueron quedando atrás, dando paso a conjuntos de árboles robustos que se perdían en la altura, arbustos insulares a los que poco les faltaba para sobrepasar su cabeza, lianas que colgaban hasta el suelo y gruesas raíces que accidentaban la tierra. La fauna tampoco pasaba inadvertida, aunque agradeció que únicamente se dejara oír entre la vegetación, tan sólo cruzándose en su camino insectos y otras pequeñas alimañas que aprovechaban la nocturnidad para hacer vida.
Cerca de una hora llevaría adentrándose en aparente línea recta hacia el bosque, tan distinto y a la vez tan similar a los del continente, cuando el sendero ante sus ojos se abrió en un claro en el que la vegetación, más separada, parecía abrir otro camino hacia un espacio más abierto entre la maleza. Desde allí podía comprenderse el nombre que, quién sabe quién y quién sabe cuándo, le había sido dado a la isla. Sin duda fue acertado, aún cuando la luna no se encontraba entera, los rincones abiertos entre la vegetación dejaban que la luz se abriese en los alrededores. Al límite de los árboles que aún se cerraban a su alrededor, se asomó a lo que se abría en la explanada, valorando si hacer caso al impulso de seguir o tomarse un momento para actuar con sensatez.
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Incapaz de articular movimiento, contempló impactada las edificaciones en piedra que bañaba la luz en mitad de la noche. Debían de ser antiguas, si todavía se creía que la isla era virgen aquellos restos debían llevar mucho tiempo ocultos. No obstante, parecían mantener su estructura compacta bajo el manto de musgo que los recubría. Un pueblo olvidado que construía en la roca que sostenía la isla.
Ahogó un grito de sobresalto al percibir una sombra sobre uno de los árboles que crecían sorteando los levantamientos y se le erizó la piel al distinguir, de nuevo, una figura felina. Quiso pensar que se trataba de la misma que le había robado el sueño, presentándose ahora la situación refleja. El animal, recostado sobre la rama más alta, se fijaba curioso en la muchacha, que lo observaba al otro lado del bosque.
Entonces sí que hubo alguien aquí antes. Y se dejó a su gato.
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#ff0000 Yiks.
Última edición por Aylizz Wendell el Lun Oct 18 2021, 12:13, editado 1 vez
Aylizz Wendell
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
Las primeras luces del alba clareaban el horizonte cuando llegaba de vuelta al campamento. Debía hacer saber a los demás del yacimiento, a pesar de que el Capitán hubiera indicado su total desinterés por la exploración, consideraba crucial tener en cuenta que en algún momento aquella tierra estuvo habitada y en cuanto eso, si lo que se pensaba hasta el momento había sido erróneo, nadie podía afirmar que ahora no lo estaba.
—¡Eh, Capitán!
El más que maduro hombre aguardaba el amanecer ya despierto, junto a las ascuas que aún quedaban, jugueteando con su pipa de fumar. Si, aquel anciano marinero consideraría sus hierbas secas como un bien de primera necesidad, no le habrían faltado sacos en su equipaje.
—Qué ocurre tan temprano, cómo alguien puede despertarse antes que el sol con tantas energías.
—Bueno, apenas he dormido. Verá, durante la noche me adentré en el bosque y...
—No me interesa. Me preocupé por advertir que no dirigiría la más mínima atención a quién decidiera, a su suerte, salirse de las directrices dadas. Sea quien sea, reza a tus dioses para que sea capaz de volver.
—¿Qué? No, no se trata de eso. No hay nadie extraviado, sólo yo me ausenté. Y he vuelto de una pieza.
El Capitán, que hasta el momento no se había molestado siquiera en dirigirle una mirada al conversar, ladeó la cabeza llevando sus ojos hacia la elfa, a quien examinó en un rápido vistazo, como queriendo comprobar la veracidad de sus palabras.
—Ya veo. Entonces, ¿a razón de qué vienes tan aireada?
—Ruinas. No están lejos, en pie y aparentemente bien conservadas. Levantamientos en piedra cubiertos de vegetación que, si bien parecen abandonados, dejan claro que no somos los primeros en visitar la isla.
El gesto de Winslow cambió al escuchar las palabras de la elfa. Arqueando una ceja, sin poder diferenciar entre la curiosidad y la duda, giró ahora el cuerpo al completo, adoptando una postura interesada en el relato de la joven.
—Con que… Unas ruinas, ¿eh? Y dime, ¿has dado con algo interesante?
—Eh… ¿Su mera existencia?
La exasperada respuesta, en un claro tono retórico y sarcástico, lejos de parecerle una falta de formas, causó gracia en el marinero, que dejó escapar una ligera risotada antes de dar otra calada.
—Si, si, supongo que tienes razón. Disculpame si no me muestro entusiasmado, pero comprenderás que para alguien que lleva más de media vida navegando, en una búsqueda incansable de tesoros, fortunas y, por qué no, descubrimientos por los que pueda sacar jugosos beneficios, la mera existencia de unos restos no supone nada.
—¿Aún cuando el lugar debería estar despoblado?
—¿Por qué tanto interés en unos escombros olvidados?
—¿Interés? Realmente, ninguno. Únicamente cerciorarme de que podemos patear la isla sin riesgo a que una tribu incivilizada nos asalte. Además, no se trata de escombros, si bien las edificaciones son simples, se conservan casi en su totalidad.
Ephraim guardó silencio un momento, frotándose el mentón, luciendo ahora pensativo. Llevó entonces la mirada a los que todavía dormían, a escasos minutos de que el gran astro se dejase ver y, por consiguiente, su descanso llegase a su fin. Volvió después a dirigir su atención nuevamente a la muchacha, paseando la boquilla de la pipa sobre sus labios, con gesto reflexivo.
—Está bien, sí, por qué no.— respondió, más a sí mismo que a la pregunta, como si en su cabeza se hubiera fraguado una idea. —Sería un despropósito no aprovechar la oportunidad, mandaré a un par de estos mequetrefes a echar un vistazo.
—Pero…
—Qué.
—Sin ánimo de contradecir sus decisiones… ¿Piensa mandar a un par cualquiera? Quiero decir… No hará falta explicar que no todos los que se han embarcado en esta… expedición cuentan con las aptitudes idóneas para adentrarse ahí sin conocimiento.
El Capitán esbozó media sonrisa, por la que se escapó ligeramente el humo inhalado, emitiendo un sonido gutural de aceptación ante la apreciación de la joven.
—Pareces espabilada, elfa. Y supongo que para el paisaje que se nos abre ante los ojos alguien de tu condición es la mejor opción. Si gustas, irás tú misma, escoge a dos para acompañarte. Ahora bien, no me preocuparé por vosotros más de lo necesario. Si mañana a esta hora, a más tardar, no estáis de regreso… Bueno, me mantengo en las advertencias iniciales, nadie acudirá en vuestra búsqueda.
Muy alentadoras aquellas palabras. Se felicitó a sí misma por otra genial idea, ahora además de aventurarse en lo desconocido tenía el poder de decidir de qué dos vidas se hacía responsable. Suspiró. Al menos no iría sola y no todos los días se puede elegir compañeros de trabajo.
Al poco de asomar Anar sobre la línea que separaba el mar del cielo, los que aún dormían terminaron por ponerse en pie al son de las voces del Capitán, que los azuzaba para espabilarlos. Mientras se preparaban para una intensa jornada que, aunque amanecía despejada, traía con la brisa un olor húmedo, nada parecido al del agua salada.
—El viento está cambiando.— apuntó Ephraim, observando a su alrededor, antes de terminar clavando la mirada en el cielo. —¡Atiendan! Dos personas afortunadas dedicarán el día de hoy a la investigación en las ruinas de la Isla.
El rumor de las voces de sorpresa y los cuchicheos y comentarios en baja voz que se formó entre los presentes rompió con el silencio que todavía envolvía la isla en aquel amanecer. Solamente la orden de Winslow, alzando la voz para hacer callar a su compañía, hizo que el aletear de las aves, que ahora despertaban de entre los árboles cercanos, fuera lo único que se escuchase por encima de los susurros.
—La señorita…
—Aylizz
—...Aylizz, les guiará hasta allí. Parece ser que los elfos, además de vegetarianos, también son nocturnos y ha dado con un levantamiento que no debería estar ahí si estamos en una isla virgen, ¿verdad? ¡Andando!
—No todos somos vegetarianos.— corrigió con desdén, acostumbrada a escuchar comentarios falsamente fundamentados de mentes ignorantes que los estereotipaban, sin interés alguno de malgastar tiempo y esfuerzo en una discusión racial, lección más bien, que no llevaría a ninguna parte.
[...]
—¡Capitán Bely! ¡Despierte! ¡Se marchan!
Wimbely todavía abría los ojos sobresaltado ante las voces de su vigía cuando el señor Yiks se ponía en pie de un sólo movimiento. El mercenario, acostumbrado a dormir con un ojo abierto, fue el más rápido en arrebatar el catalejo al medio hombre-medio toro que había hecho la última guardia.
—Qué ha pasado.
—La chica elfa rubia, ¿la ve? Pues apareció antes del amanecer y habló con el viejo hasta que amaneció...
—Es la única elfa que hay, cómo no voy a verla, zoquete.
—Pues ella y dos más han recogido sus cosas y han hecho otras cosas, parecían hablar de cosas...
—Y ahora se marchan, ¡cabeza hueca!, ¿cómo no nos despiertas antes? ¡Eh, Wimbely! Ese plan suyo que tenía para cuándo pasará algo, es el momento de ponerlo en marcha.
—¡Capitán Bely!
—¡Eh, aquí! ¡Capitán!
Una segunda llamada, esta vez desde el bote en el que volvían los dos hombres que había mandado horas antes a remar, terminó por ubicar al ya levantado capitán, que se había tomado en serio aquello de tomarse las cosas con calma mientras esperaban, habiendo llegado a generar dudas sobre si al final de la noche quedó dormido o cayó inconsciente a causa del ron. Ordenó a los otros tres hombres a ayudarlos a subir, impaciente por conocer las razones para un retorno tan exaltado.
—Como a media legua de aquí...— comenzó a explicar uno de ellos, jadeante, señalando a la parte noreste de la costa con el remo que aún portaba. —...sobre un pequeño islote frente a los acantilados… se levanta una edificación...
—Ruinosa más bien, decir que se levanta es mucho decir...— puntualizó el otro.
Los dos hombres que parecían liderar a los marineros, cuyas mentes no contaban con capacidad para otra cosa que no fuera acatar órdenes, se miraron entre sí en una clara demostración de haber llegado a la misma conclusión.
—¡Está bien, caballeros! Se terminó el descanso. Vamos, señores, cada uno a su labor. ¡Señor Yiks! ¿Qué pretende?
Mientras los hombres de Wimbely disponían uno de los barriles vacíos en la cubierta del barco y prendían una controlada hoguera en él, el capitán sorprendió a su socio disponiéndose a saltar por la borda y hacerse con el bote que acababa de regresar junto al barco. [1]
—No se preocupe capitán, créame que su plan me parece acertado. Pero aunque torture a los que quedaron en la playa hasta exprimir todo lo que saben, será menos de lo que puedan descubrir los tres que se han esfumado. Iré tras ellos.
—¡Está bien! ¡Pero no se atreva a jugármela, Yiks!
Wimbely siguió con la mirada el bote alejarse hacia la playa, dando un conveniente rodeo para no ser visto. Cuando su vista ya no alcanzaba a verlo, agarró el catalejo y fijó nuevamente a Winslow y su gente en la mira. Sonrió satisfecho. Tal y como esperaba, su viejo amigo enloquecía entre aspavientos desde la orilla al contemplar desde la lejanía lo que él creía que era un incendio declarado en su barco. No podía alcanzar a escuchar lo que gritaba, pero la escena no daba opción a imaginar otra cosa. Observó cómo en cuestión de segundos, Ephraim había tomado uno de los botes con los que habían llegado la tarde anterior y se había lanzado al mar, dejando atrás a los que seguían sus órdenes anonadados y confundidos. Una vez hubo comprobado que su planificación se cumplía, volvió a dirigir la vigilancia al hombre al que no le faltaban más que unos metros para alcanzar la playa.
—No lo pierdas de vista. Y cuando el viejo llegue, hazte con el bote y síguelo.— ordenó entonces al hombre-toro, cediéndole el catalejo, mientras se preparaba para recibir a su antiguo camarada.
[1] Complicación: Wimbely y sus hombres inician el motín (desarrollo en los próximos post).
Aylizz Wendell
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
Sin tener demasiadas opciones entre las que elegir acompañantes y sin haber tenido oportunidad siquiera para conocer a la mayoría de los presentes, determinar la idoneidad de los dos que se adentrarían con ella en la isla se reduciría a la observación inmediata y a la intuición. Podía verse como una de esas situaciones hipotéticas que nunca piensas que puedan suceder hasta que te ves en la necesidad de responder con certeza a quién te llevarías a una isla desierta, con la salvedad de que en este caso la elección partía de un “esto es lo que hay”. Además, cabía decir que aquellos que desembarcaron con mejores aptitudes para enfrentarse al medio se habían puesto en marcha el día anterior.
Sin perder el tiempo en demasiados miramientos, optó por invitar a la ingeniera con la que había podido conversar, en ocasiones contadas, los días que habían pasado a bordo del Swan I. Una humana ciertamente estrafalaria, aunque parecía avispada, además de no ser esta, según contaba, su primera aventura hacia lo desconocido. La verdad es que parecía tener media cabeza en otro plano astral, no obstante, portaba consigo una bolsa de viaje repleta de artilugios que, vayan a saber los dioses para qué servían, podrían ser de utilidad.[1] Su segunda elección no fue tan fundamentada, en realidad se limitó a aceptar el ofrecimiento voluntario de un varón que, si bien parecía entusiasmado, dudaba que hubiera salido alguna vez de la ciudad. Envuelto en vestimentas que le delataban como integrante de alguna erudita escuela, sin ser ella capaz de determinar de cuál, se presentó como historiador y maestro arcano cuya motivación no era otra que el conocimiento más allá de los libros[2]. Puestos a investigar unas ruinas desconocidas, no dudó en que pudiera ser de sus mejores opciones, sino la mejor, y ver que de su cinturón colgaba una espada corta fue un considerable aliciente. Que supiera utilizarla estaba por verse, aunque esperaba no tener que llegar a descubrirlo.
—¿De verdad sois nocturnos?— preguntó con curiosidad el supuesto erudito, tras haber caminado un buen trecho en silencio.
—¿Qué? ¡No!— afirmó rotundamente la elfa, sin parar de caminar, encabezando la marcha por el sendero que se adentraba hacia las ruinas. —¿Acaso es la primera vez que ves un elfo?— preguntó con desgana.
—No… Bueno, sí desde tan cerca pero…
—¿Tan cerca?— replicó, ahora volteandose hacia él, con gesto ofendido —¿Qué somos? ¿Criaturas de estudio o algo así? No mordemos, ¿sabes? No somos bestias.
El hombre se frotó la nuca, avergonzado, con gesto de disculpa. Ella resopló, dejando ver una caída de ojos, y sin añadir nada más dejó pasar el comentario y retomó el camino.
—Yo he visto de todo. Elfos, vampiros, licans, dragones, bestias de toda forma y tipo… Todo el mundo necesita que le arregle alguna pieza alguna vez.
—¿Pieza?
—Si, ya sabes, miembros.— se hizo un breve silencio incómodo cuando los dos oyentes entendieron que se refería a partes del cuerpo —¿Qué? Necesito aeros para invertir en mis inventos y permitirme escapar del taller de vez en cuando, así que gran parte de mi trabajo se basa en fabricar y mantener prótesis para tullidos.— aclaró al apreciar las miradas de desconcierto sobre su persona.
Apenas tuvo mucho más tiempo para arrepentirse de la compañía escogida, tan pronto como llegaron a las ruinas cualquier pensamiento ajeno a las mismas desapareció. También lo hicieron las charlas insustanciales, ocupando ahora las bocas de sus compañeros el gesto de asombro, pudiendo verse en los ojos de ambos el brillo de la emoción por el descubrimiento.
—¿Os vais a quedar ahí?— increpó la elfa, antes de dirigirse con paso firme hacia uno de los portones huecos que se encontraba en mejores condiciones para su acceso.
Svent fue el primero en seguir sus pasos, notablemente entusiasmado. Antes de cruzar el umbral de la entrada se detuvo a observar con detalle los pilares de piedra que la enmarcaban, recorriendo palmo a palmo, con minuciosa atención, cada irregularidad en la construcción. Patrice, por su parte, se introdujo de lleno en la oscuridad de las ruinas, siendo más que notable su excitación y deseo por encontrar cualquier material o artefacto olvidado que pudiera servir para llevar a cabo alguna de sus extravagantes ideas o hacer surgir otras nuevas.
Ya desde la entrada, gracias a la luz que pasaba a través del portón abierto y la que se filtraba entre las grietas, podía distinguirse la formación del interior del yacimiento. De la sala más expuesta al exterior, vacía y castigada por el paso del tiempo, semejante a un receptorio, se abrían dos corredores, uno que se extendía a uno y otro lado, que parecía conectar con las edificaciones contiguas, y otro que terminaba en unas escaleras que se adentraban bajo tierra. Incapaz de determinar a qué podían haberse dedicado aquellos espacios en el pasado, empezaron por recorrer las galerías principales, repletas de vida que se había ido abriendo camino con los años y que ocultaba bajo su manto gran parte de las paredes, suelos y demás detalles ornamentales, sin saber muy bien lo que buscar o en qué centrar su atención. Si bien la construcción se encontraba mayormente en pie, nada invitaba a pensar que alguien hubiera ocupado aquel asentamiento en largo tiempo.
—¿Alguna idea de cuándo o quiénes pudieron haber habitado este lugar?— preguntó, dirigiéndose al historiador, sin apartar la mirada de los muros de piedra, en busca de alguna muesca, marca, seña o grabado que pudiera arrojar algo de luz sobre la incógnita.
—Sin duda alguna, debió de ser una civilización medianamente avanzada, al menos en su tiempo. O, como mínimo, acostumbrada a utilizar el razonamiento y la lógica. Una sociedad primitiva no habría levantado estructuras tan perfectas y duraderas, fíjate en las tallas de la roca, en las juntas de los pilares… La piedra ha sido trabajada y colocada a conciencia para asegurar que se mantenga en pie.
La elfa dirigió entonces su mirada hacia él, con gesto de suficiencia, parpadeando con notoriedad un par de veces antes de responder a las apreciaciones del varón.
—¿Cuántos años de estudio dices que son necesarios para llegar a tal conclusión?— preguntó con tono irónico ante la explicación exhaustiva de aspectos tan generales y evidentes.
El claro gesto de desagrado en el rostro del arcanista fue eclipsado por la carcajada que, desde el final del pasillo y sin reparo alguno, soltó la errática joven como reacción al ataque verbal y gratuito. Él, antes de responder en el mismo tono, se aclaró la garganta en un gesto de autocontrol antes de reconducir sus interpretaciones.
—En realidad, podría tratarse de un antiguo asentamiento de los tuyos.— puntualizó, con cierta intención de reproche hacia la rubia.
—¿De verdad lo crees?— el tono burlón pasó ahora a denotar real interés por su hipótesis.
—No sería descabellado pensarlo, conocerás mejor que yo el alcance que tenía el pueblo de los elfos antes de las guerras. ¿Está bien tratado? Pueblo de los elfos. ¿Así lo decís?
—Algunos prefieren, preferimos, Comunidad. Pero sí. ¿Y podrían haberse conservado así por siglos?
—Me agrada el entusiasmo por mi conocimiento, pero no es algo que pueda saber a simple vista. Pero quién sabe. Podrían haber ocupado el asentamiento otros pueblos con el tiempo.
—No me entusiasma tu
—¡Eh, muchachos! ¡Venid aquí!
El llamamiento de Patrice desde una de las primeras salas que se encontraban al bajar las escaleras interrumpió la conversación, haciendo que la importancia que el arcanista parecía darle a las formalidades careciese de mayor valor, viéndose en la necesidad a la elfa de abandonar las réplicas, poniendo a ambos en marcha hasta dar con la voz entusiasmada de la pelirroja. Dieron con ella en una pequeña estancia, que bien podría recordar a una cripta, en la que se conservaba un obsoleto mecanismo de poleas, de madera podrida, acero oxidado y cuerdas roídas, anclado en una de las paredes[3]. Algunas de las raíces de los árboles más grandes que poblaban la superficie habían logrado abrirse paso hasta aquella profundidad, enredándose en los básicos mecanismos de madera y acero desgastado que en algún momento habrían conectado unos con otros, terminando en una base que parecía servir, de alguna forma, para activar el sistema mediante una manivela que había visto días mejores. En ello la encontraron absorta, manipulando inútilmente de mil formas posibles aquel monolito, sin conseguir éxito alguno.
El musgo y el moho que alcanzaba a sobrevivir, gracias a los huecos abiertos que se encontraban entre los restos de los muros que no habían logrado soportar el peso de los años, cubrían gran parte de las paredes, allí donde las poleas no ocupaban lugar. Ante los fallidos intentos de la ingeniera por hacer funcionar lo que fuera que fuese aquello, optaron por estudiar con mayor detenimiento la estancia. Para los humanos, distinguir algo al detalle entre aquella mínimamente iluminada oscuridad resultaba poco más que una pérdida de tiempo, mas a los ojos de la elfa no le bastaba más que la tenue luz que llegaba del exterior entre los boquetes de las ruinas para advertir lo que la maleza ocultaba. Tras percibir cierta irregularidad en uno de los muros laterales, con un ligero movimiento de manos ahuecó el verdor que cubría la pared, dejando a la vista muescas grabadas en la roca que nada parecían haberse formado por casualidad.
—¡¿Podías hacer eso todo el tiempo?!— exclamó perplejo el historiador, con cierto tono de reproche, intuyó ella, por no haberlo hecho antes.
—No quería presumir.— apuntó con desdén y cierta burla —¿Qué te parece? ¿Es algún tipo de idioma antiguo o algo así?
El hombre se permitió reír un momento, antes de dedicarle a la joven una mirada que si bien pretendía ser compasiva, se recibió como una muestra de prepotencia. Este, al percibirlo, se hizo a un lado con gesto de disculpa para acercarse a la pared despejada.
—Por lo que alcanzo a ver, se trata de runas. Si bien no vas desencaminada, ya que se asocian a términos que hoy apenas se utilizan. Claro, que si se encuentran enlazadas a este artilugio de aquí han de corresponder con su tiempo.
—Muy bien, ¡pues hazlo funcionar!— solicitó la humana, entusiasmada.
—No puedo— replicó él, sin darle importancia a aquel hecho, sacando de entre sus ropas una cadena de la que colgaba una gema y acercándola a las tallas de piedra —No por ahora, al menos. No responden a la magia directa, parecen estar codificadas.
Ambas chicas se miraron, sin alcanzar a comprender una sola palabra de las explicaciones del maestro, obligando a que este se tomase un momento para buscar una explicación simplificada.
—Algo bloquea su activación.
[...]
Una nueva patada directa en el estómago hizo retorcerse al Capitán un poco más, antes de escupir los restos de sangre que, sin cesar la hemorragia, se mezclaban con su saliva, a causa de los numerosos golpes recibidos en el rostro. Aún así, el viejo Winslow, pese a su apariencia, capaz era de mantener la entereza ante el que años atrás había llamado amigo y ahora se presentaba ante él como un traidor.
—Pierdes… el tiempo… Compartí contigo todo cuanto sé… Porque, estúpido de mí, pensaba… que podía contar con tu apoyo…
Wimbely se arrodilló a su altura, no porque en aquel instante quisiera dirigirse hacia alguien a quien consideraba un igual, sino para alcanzar a entender las palabras que el apaleado soltaba entre jadeos.
—Después de tantos años en el mar, Ephraim, ¿piensas que puede haber amigos en los negocios?
—A dónde… Vamos…
Navegaban ahora, bordeando la costa, ayudados por la misma corriente que antes había guiado el bote hasta dar con el islote. El Capitán, amarrado de pies y manos al palo mayor, a duras penas podía sostenerse en pie para alcanzar a ver por encima de las barandillas de cubierta. El aire comenzaba a azotar con más fuerza y en la lejanía comenzaba a oscurecerse el cielo, formaciones de nubes que se ennegrecían allí donde su acumulación era mayor anunciaban el porvenir en las horas venideras, si el viento y su suerte no cambiaban de rumbo.
—Oh, si, verás. Mis muchachos han encontrado algo interesante, si. Restos de un levantamiento en medio del mar. Curioso, ¿no crees? Para tratarse de una isla virgen.
—Cómo… Cómo… Iba a saberlo…
—Algo me dice que sabes más de lo que nos has hecho creer, viejo. Y aunque no fuera así, no he visto intenciones de informar de las novedades cuando la comeflores apareció en la playa. Oh, no me mires así, ¿acaso te preocupa? Descuida, el señor Yiks no le quitará el ojo de encima.
—¡Capitán Bely!
—¡Ah! Ya estamos. ¡Arriba, amigo mío!
Tras haber sido desatado y sin que nadie se preocupase por ayudar a levantarlo, Winslow se puso en pie a duras penas, pudiendo ver ahora el hallazgo que irrumpía en el mar, a varios cientos de metros de la costa, al final de un tómbolo que no llegaba a comunicar del todo con el islote.
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El navío quedó anclado a corta distancia, teniendo que llegar en bote para desembarcar en el firme. Wimbely fue el primero en poner un pie en tierra, paseándose entre las derruidas paredes de lo que alguna vez habría sido una pequeña construcción de las mismas características que las ruinas de la isla, aunque mucho más castigada. Otros dos hombres controlaban la bajada de Ephraim, a trompicones, quedando los dos restantes a bordo de la gran embarcación. En medio de aquel lugar sólo alcanzaba a mantenerse un erosionado bloque de piedra, un monolito como el del interior, aunque notablemente más desgastado. Un engranaje de hierro forjado[4], que mostraba ahora un ennegrecido color oxidado, se posaba sobre la irregular forma, no dejando demasiado margen a la imaginación para adivinar de qué forma se pondría en marcha. Wimbely caminó varias veces alrededor de la roca agrietada y deformada, desconcertado, sin la más mínima idea de qué podía tratarse o para qué servía. Tampoco le prestó más atención que un par de minutos, por mera curiosidad. Winslow, sin embargo, observó con toda la atención que pudo mantener con un sólo ojo abierto, el menos perjudicado por la paliza. En silencio, expectante. El traidor trató de empujar los salientes que cualquiera hubiera esperado que girasen sobre sí, sin éxito. Lo hizo una vez más, dos, tres. Nada. Vencido por la incapacidad de averiguar la razón de su existencia, pateó con frustración el pedestal, con intención de zanjar aquella desviación de la atención y recuperar la actitud que había mantenido hasta el momento. Por gracia divina, aquel puntapié pareció responder al impacto, cediendo y desplazándose unos centímetros. Los tres que se hallaban sobre la plataforma de piedra rodeada de agua guardaron silencio, inmóviles, expectantes, precavidos al verlo. Miraron a un lado y a otro, esperando que algo ocurriera o incluso, apareciera. Se mantuvieron así largos segundos, un par de minutos incluso, pero nada pasó y nada surgió. Ni emergió.
[...]
Los temblores irrumpieron en el interior de los corredores de forma inesperada y abrupta, ocasionando el desprendimiento de pedazos sueltos de roca, que caían de paredes y techos. El mercenario aguardó junto a la pared, sosteniéndose contra ella, evitando ceder ante las sacudidas y caer al suelo, quedando al descubierto. Si bien la elfa y sus dos acompañantes le habían sacado una clara ventaja, había terminado por dar con las ruinas y alcanzarlos, pero había preferido mantenerse oculto, sin considerar necesario enfrentar a los que, hasta el momento, habían abierto el camino hacia el descubrimiento. ¿Por qué poner trabas a quienes te están haciendo el trabajo? Tan repentinamente como se produjo, el estruendo cesó. Yiks continuó inmóvil unos instantes más hasta comprobar que todo parecía mantenerse estable, comprobando que los accesos y salidas que había localizado hasta el momento se mantenían despejados. Escasos metros lo separaban de la cripta donde los otros tres trataban de dar con algo que pudieran comprender.
—¿Qué demonios…?
—¡Se mueven! ¿Qué acabas de hacer?
—¿Yo? ¡Tú eres la que está tocando todo!
—¡Nada que no haya hecho antes!
—¡Callaos! Algo ha pasado, pero no ha sido aquí.
Desde allí, oculto en las sombras tras un rincón del pasillo contiguo, el eco que chocaba entre las paredes hacía que sus palabras se escucharan claras, sin necesidad de acortar mayor distancia. El único inconveniente era que debía imaginar lo que ellos veían. Había escuchado lo suficiente desde que había dado con ellos, mas no había alcanzado a verlos aún. Debía hacerlo. Su plan siempre había sido actuar sin implicarse demasiado, pudiendo delegar en otros que hicieran el trabajo complicado, él intervendría cuando no quedase más que recoger el botín. No obstante, si quería entender y mantener bajo control la situación debía arriesgarse a ser visto y, en tal caso, enfrentarlos para terminar haciendo todo por la fuerza. En la mejor de las situaciones serían tan ineptos para la lucha que se rendirían a sus órdenes antes de empezar.
Se deslizó sigilosamente hasta la esquina donde se abría la cripta, incrustada en la pared. Asomó, con los más mínimos movimientos, el perfil de su rostro hasta que alcanzó a vislumbrar el interior. Reconoció el monolito como algo que había visto antes, en algún lugar de aquellos corredores, claro que entonces no le había prestado la más mínima atención. Antes de retroceder sobre sus pasos, alcanzó a ver de soslayo las tres runas inscritas en la roca. La primera de ellas parecía haber reaccionado y ahora brillaba. Las anteriores palabras del arcanista resultaron, entonces, acertadas. Siendo así, no era descabellado relacionar los hechos y pensar que cada una de ellas se enlazaba con un interruptor. Lo que pasase después… Bueno, sólo esperaba que le hiciera dar con lo que había venido a buscar.
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[3] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] (como si alguien no supiera a lo que me estoy refiriendo)
[4] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] (o algo parecido a lo que tengo yo en la cabeza)
Última edición por Aylizz Wendell el Lun Feb 28 2022, 16:42, editado 1 vez
Aylizz Wendell
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
Si bien hasta el momento no había dedicado demasiado esmero en aquella exploración de las ruinas, lo ocurrido en aquella cripta hacía imposible no querer indagar hasta el final. Para eso se había embarcado en aquel viaje, después de todo. Una bestia mitológica y un tesoro oculto en una civilización perdida, cuán grandilocuentes habían sonado aquellas palabras y qué fácilmente se había dejado enredar por ellas. Y por la cebada destilada. Claro, que nunca las había creído por entero, no hasta ahora.
Con independencia de quién hubiese habitado aquel lugar, algo había más allá de piedras ruinosas, sombra y humedad. Si, humedad… La elfa, que ahora recorría cada palmo de pared de manera exhaustiva, ahuecando el verdor y las raíces que colgaban, reparó en ello. La manera en que la vida se había mantenido en aquella estancia, viendo su patrón de crecimiento, podría responder a las filtraciones de agua de lluvia en el exterior, muchas zonas soterradas habían terminado por quedar expuestas a causa del tiempo y el clima en el transcurso del tiempo, facilitando aún más que la humedad y la luz llegase hasta allí. No obstante, a pesar de entender su extensión por las partes altas de los muros y en los techos, en las esquinas y recovecos agrietados, le resultó llamativo el manto de musgo y líquenes que cubrían el monolito, más acusado a medida que se acercaban al suelo, incluso extendiéndose a su alrededor. De nuevo, apartó de la roca la cobertura verdosa, no pudiendo contener una expresión de sorpresa al dejar a la vista los detalles tallados. Hacia la mitad inferior de la base, de unas hendiduras en el cuerpo de la piedra, se formaban surcos que descendían hasta la misma base, cuyo final se ocultaba bajo la vegetación que cubría, de igual forma, gran parte del suelo. Llamativos, ahora que prestaba más atención, los ligeros cambios de color que podían distinguirse en las distintas hepáticas, aferradas al firme rocoso, a pesar de la escasa luz. Arrancó uno de los ejemplares más carnosos y lo acercó a su nariz. Aunque la intensidad no era alta, podía distinguirse un ligero aroma que, si bien no supo determinar con concreción, le resultaba ciertamente familiar. Tomó en sus manos otra distinta e hizo lo propio, encontrando el mismo aroma. Frunció el ceño, descuadrada, las plantas como aquellas no deberían desprender olor.
Se sobresaltó cuando la luz se hizo en la estancia, de manera repentina, terminando de iluminar al completo cada rincón. La elfa miró al arcanista, quién sino. El humano había efectuado un sencillo encantamiento[1] para hacer más cómodas las tareas al detalle, para aquellos que no tenían una visión tan adaptada.
—¿A qué os evoca?— extendió a cada uno un ejemplar, instándolos a olfatear. Ambos se miraron, sin mostrarse seguros ante aquella invitación. Patrice fue la primera en tomar la iniciativa, hundiendo finalmente su nariz.
—Huele a esencias de baño mohosas. Y… Espera… No… No puede oler a estofado, ¿verdad?
—Claro que no.— afirmó el historiador, antes de haberlo siquiera probado él mismo. —Qué extraño… Es como el incienso o algo parecido.— expuso entonces —Psé. Estofado...— repitió, burlón, hacia la ingeniera.
—Exacto. Bueno, no a estofado, pero sí a romero. Y a lavanda y a sándalo. Si bien tienen muchos usos, comparten propiedades relajantes y somníferas.
—Una elfa que sabe de plantas.
—Una elfa que sabe de alquimia.— corrigió —Hay aceites y venenos que pueden provocar incluso el letargo, algunos de los cuales comparten estos tres ingredientes, entre otros tantos.
—No veo qué puede tener eso que ver con esto.
—El para qué, no alcanzo a imaginarlo. Pero fijaos, siguiendo el crecimiento del musgo... Pareciera que por los surcos se canalizaba un vertido. La roca es más húmeda en esas zonas y eso explicaría por qué al crecer, los líquenes han adquirido esas fragancias.
—Entonces… esa palanca no tiene que ver con esas poleas.— señaló la ingeniera lo obvio, frotándose el mentón, analizando nuevas posibilidades. —Pero las poleas… ¿podrían tener que ver con la palanca…?
La pelirroja activó la manivela, de igual forma que ya había hecho al descubrirla, consiguiendo la misma movilidad y los mismos resultados, llevando a pensar que los temblores que habían sucedido al comenzar las poleas a girar no habían supuesto variación ninguna. Y así era. No obstante, ahora que la espesura había sido retirada de la roca, se alcanzaban a ver movimientos del mecanismo que antes habían pasado desapercibidos. Al activar el interruptor, las hendiduras laterales del monolito se ahuecaban, dejando a la vista pequeños agujeros en la roca por los que, de ser ciertas las suposiciones, habrían comenzado a emanar los fluidos del interior, de haber habido alguno.
—Pues… Parece que... no.— concluyó, desencantada.
—No debería ser difícil dar con el final de los raíles, bastará con seguir…— cerró los ojos en un suspiro de decepción al comprobar que los surcos se perdían al final del corredor, fuera de la cripta, bajo una montaña de escombros que impedían continuar el avance. —Por supuesto.
—Personalmente, me preocupa más por qué hace unos momentos parecía que el techo se nos iba a venir encima. O por quién. Tú misma lo has dicho, algo ha ocurrido y no ha sido aquí. Si de alguna forma esas cosas se han puesto en funcionamiento, alguien ha tenido que hacerlo desde fuera.
—Coincido. Hay que moverse.
—Han pasado varias horas desde que dejamos la playa...— apuntó la joven estrafalaria, tras sacar a relucir un artilugio que colgaba de su cuello, a la altura del pecho, oculto entre la ropa, y observarlo un instante. —¿El Capitán habrá enviado a alguien a buscarnos?
—Lo dudo.
—¿Qué es eso?— preguntó entonces la elfa, con curiosidad, al ver el artefacto.
—Un cuentavueltas. El nombre se lo puse yo, pero el invento no es del todo mío. Un mecanismo a cuerda que gira la aguja una vuelta completa. El tiempo que tarda en volver sobre sí misma equivale a una hora. Comencé a girarlo al partir.[2]
La elfa esbozó una sonrisa de aprobación. A pesar de parecerle una explicación sencilla, supuso que la creación de tal artilugio no lo habría sido tanto. Y aunque así fuera, sin lugar a dudas se trataba de algo que a ella misma no se le habría ocurrido ni en un sueño velado.
—Entonces será mejor que no pierdas la cuenta, para cuando anochezca deberíamos estar más cerca de la playa que de estas ruinas.
Habiendo descartado el camino que seguían las canalizaciones y aún teniendo dos corredores más por los que continuar, no discutieron el volver sobre sus pasos. En realidad, no hubo lugar para discusiones. Svent, que aún mantenía el encantamiento, recogió los escritos rúnicos que se había tomado la molestia de consultar y las notas que había podido tomar, tomando la delantera en el abandono de la cripta, llevando consigo el haz de luz, sin dar opción a negociaciones.
—Conozco mis límites y hasta dónde es sensato llegar en una investigación. Hasta ahora, no había datos fehacientes de que en esta isla hubiera algo. Mucho menos, hubiera habido alguien. Lo que tengo es más que suficiente para continuar las averiguaciones en mi despacho, bajo la salvaguarda de mis seguras y estables paredes.
Su actitud fue la de alguien que consideraba sus razones lo suficientemente lógicas y obvias como para tener que discutirlas con nadie, mas en ningún momento pareció preocuparse por si sus acompañantes lo seguían.
—Psé, menudo historiador.— escupió la pelirroja, sin previo aviso. —Qué les vas a contar a tus… Lo que sea que seáis en tu escuela de sabios.— añadió con retintín —Llegué a una isla perdida en el mar, encontré unas ruinas y me largué con el rabo entre las piernas antes de saber quién las puso ahí.
—O qué escondían.— terminó la elfa, sumándose al juego que acababa de empezar.
El intento por sosegar la histeria que acababa de producirle aquel emponzoñado ataque pudo haberlo advertido hasta alguien que ha perdido los sentidos. Chasqueando la lengua, con gesto de duda y clara molestia, el arcanista terminó por dar la razón a aquellas que, lejos de ser conscientes del alcance de aquel descubrimiento, no erraban en que aún podían hallar algo más en aquel lugar.
Antes de poder decir nada más, un estruendo retumbó en el exterior, rebotando con el eco de las paredes de piedra y extendiéndose por los corredores, de forma atronadora. El sobresalto hizo que el humano perdiese el control de su hechizo y quedasen de nuevo en la penumbra. Un segundo estallido llegó acompañado de un destello que iluminó fugazmente al final del corredor más apartado, dejando intuir un considerable boquete en el muro.
—Entonces, ¿ibas a alguna parte?
Terminadas las vacilaciones, finalmente se arrancaron a seguir el pasillo, que se estrechaba metros más adelante, extendiéndose en una línea recta que parecía no tener fin. Un corredor entre paredes, del que nada se abría a derecha o izquierda, a primera vista. Los truenos se repitieron de manera continuada, así como algún otro fugaz destello. Ahora, caminando a escasos centímetros de ambas paredes, podía percibirse en una de ellas el fuerte chocar de la lluvia al otro lado de la roca. Una pared exterior, dedujeron. Y el socavón que los relámpagos habían dejado al descubierto, esperaron, una salida. A escasos metros de la abertura, el cuerpo ya notaba el cambio térmico provocado por las corrientes de aire húmedo que entraban de lleno por el agujero, disipándose entre las ruinas. Aceleraron el paso, casi de manera inconsciente, como quien encuentra la ansiada luz al final de un túnel, y es que, aunque decidiesen mantenerse a cubierto y ver qué otros secretos dormían enterrados bajo los escombros, localizar una salida alternativa sería, cuanto menos, un añadido en cuanto a seguridad. Mas la decepción más profunda, amargada con un absoluto desconcierto, se reflejó en sus rostros al dar con el exterior.
—Pero… ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
[...]
No perdió más tiempo y, evitando hacer el menor ruido, se alejó para recorrer de vuelta el camino entre las ruinas, convencido de poder encontrar el mecanismo restante. Había espacios donde la deconstrucción provocaba que los distintos niveles hubiesen quedado al mismo, al descubierto más absoluto, bajo el cielo ahora completamente cubierto por nubes negras. Yiks respiró profundamente cuando llegó al exterior, el aire estaba cargado, era cuestión de tiempo que la tormenta se les echase encima. Se adentró de nuevo, entre los boquetes abiertos en el suelo, seguro de encontrarse bien orientado. Al cabo de unos cuantos metros recorridos bajo tierra, lo encontró. Pasaba desapercibido, entre el espesor de la cobertura verdosa sobre la roca y el montón de escombros que casi lo sepultaba. Aquel monolito, sin duda el más castigado, podía confundirse con cualquier otra roca. Apartó los restos ruinosos, amontonados unos sobre otros, que descansaban sobre una pared medio levantada, o medio caída, que al ser descubierta le llevó a contemplar su alrededor. En un primer vistazo, nada parecía llamativo, un espacio abierto más entre los ruinosos pasillos que subían, bajaban, se enredaban y entrelazaban. Sin embargo, el mercenario se tomó un momento para pensar. Si aquello resultaba otro interruptor, no parecía tener sentido que se encontrara en un vestíbulo vacío, a no ser que aquel espacio no siempre hubiese estado a exposición de cualquiera.
Despejó cuanto pudo la zona alrededor del monolito hasta que pudo moverse con mediana comodidad a su alrededor y lo examinó con detalle hasta comprender que, en mejores días, el mecanismo habría alojado una pieza más que serviría de interruptor. Rebuscó a su alrededor, dando con varios pedazos de roca o madera que pudieran encajar y utilizar como palanca. Probó con uno, dos, tres… y hasta con cinco. Fue inútil. Alterado, lanzó el último cascote contra la pared, haciendo que se rompiera en mil pedazos, que rebotaron con fuerza de vuelta hacia él. Cubriéndose con el brazo de su propia estupidez, suspiró, resignándose a buscar otra manera.
—¡Yiks, traidor! ¿Cuándo pensabas "mantenernos informados"? Sucia rata.
Quien había seguido las órdenes de su capitán al pie de la letra lo sorprendió en el último de sus intentos. No le habría resultado fácil, pero le había conseguido seguir la pista. Sin verse perturbada su expresión, el mercenario se levantó y, como si nada, se acercó a su compañero. Esbozando media sonrisa, extendió su brazo derecho y lo posó con camaradería en el hombro del hombre-toro.
—Qué falta de confianza, camarada. Como verás, no he dado con nada de lo que informar. Toneladas de escombros, si me apuras.
—Tenías que ir tras la chica y los otros, ¿dónde están?
—Por aquí, cerca, husmeando. No hay de qué preocuparse.
—Me preocupa. Y a Bely también. Llévame hasta ellos de inmediato, traidor, o te machacaré.
—Já, ni tú mismo lo crees.
Esbozando una sonrisa, como si realmente estuviera disfrutando de aquello o como si la provocación fuera parte de un plan cuidadosamente trazado, se posicionó para recibir el impacto que aquel mostrenco pretendía directamente contra él. Abrió las caderas, flexionó las rodillas y colocó los brazos de frente, abriéndolos delante de sí, dispuestos para encajar la embestida. Fueron escasos segundos los que el animal tardó en lanzar todo el peso de su cuerpo contra él, utilizando su propia cabeza como proyectil, mas Yiks fue rápido, enroscándose en su cuello y girando sobre sí, aprovechando el peso de su propio cuerpo, ahora incapaz de controlarlo por la fuerza con la que se había abalanzado contra él. El hombre-toro acabó derribado contra el monolito, provocando con el impacto que la piedra cediese ante el peso y se tumbase, al tiempo que se resquebrajaba.
El mercenario se sacudió las prendas con aires triunfales. Si el ingenio no había funcionado, tal vez la fuerza bruta lo hacía. Se acercó hacia su oponente, inconsciente tras el impacto, y terminó de apartarlo. Al desquitar de aquel peso muerto a la estructura de piedra, terminó de ceder, viniéndose abajo en pedazos. ¿Quizá demasiada fuerza? Sin embargo, sin el bloque macizo que parecía inamovible, el mecanismo interno quedó a la vista. Un sencillo mecanismo de engranajes. Repitiendo su primer intento, alcanzó un pedazo de escombro y lo utilizó como palanca, cediendo sin demasiada resistencia esta vez. Acto seguido, el suelo volvió a temblar bajo sus pies durante un momento, sólo que en aquella ocasión el resultado de aquella sacudida pudo apreciarse al momento. Un conjunto cercano de las losas del suelo de la sala parecieron agrietarse y mientras se separaban, bajo de sí se abrió una trampilla de la que descendía una escalera de piedra. Yiks se frotó las manos, después de todo parecía ser cierto. Se asomó escaleras abajo, la oscuridad se hacía más abrupta a medida que los escalones se alejaban de la entrada, no obstante, podía distinguir varias antorchas colgadas a lo largo de la pared. Después miró a su compañero, sin saber determinar cuánto tardaría en recuperar el sentido, no podía arriesgarse a dejarlo allí.
Con retales desprendidos de sus ropas, amordazó de la mejor forma posible a su compañero y colocó su cuerpo en horizontal, al borde de la trampilla, antes de descender como media docena de escalones hasta la primera antorcha, descolgándola de la pared y retrocediendo hasta el exterior nuevamente. Ayudándose de dos cascotes, prendió la llama y se puso en pie, sosteniendo la fuente de luz en su mano izquierda. Pensó un instante en cómo hacerlo, descartando la opción de cargar con la bestia a sus espaldas, valorando la posibilidad de que aquel túnel llevase a una trampa o estuviese repleto de ellas. Se encogió de hombros. Pensándolo bien el destino de aquel hombre era algo que para él carecía de importancia, mientras no perjudicase el suyo propio, así que, con su brazo derecho, hizo rodar al toro dormido escaleras abajo, observando con precaución el atropellado descenso, sintiendo satisfacción por las cosas bien hechas al comprobar que la bajada era segura. Aun así, desenvainó su mandoble antes de iniciar el descenso, desde allí arriba ya no alcanzaba ver el cuerpo de su compañero y si despertaba entretanto podía suponer que su humor no sería el mejor.
[1] Svent utiliza encantamiento arcano "Fuente de luz".
[2] Cuentavueltas: mecanismo a cuerda que aplica fuerza en la aguja, generando tensión, que irá aminorándose poco a poco, haciendo que la aguja gire sobre sí, tardando aproximadamente una hora en destensarse por completo, es decir, girar una vuelta completa, necesitando darle cuerda de nuevo. En su fabricación se tiene como referencia un reloj de arena para ajustar 1 vuelta a 1 hora. Se asemeja a un reloj de bolsillo, pero no tiene esfera numérica ni varias manecillas, sólo una aguja, más similar a una brújula.
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Aylizz Wendell
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
Los rumores viajan con el viento por los caminos y no tardó mucho en llegar a mis oídos que se estaba creando una expedición en busca de un animal mitológico o incluso fantástico, si es que ambos términos no significaban lo mismo. Había viajado hasta Lunargenta para toparme con un viejo lobo de mar con aires de grandeza para su corta vida, al menos en perspectiva con mi propia esperanza de vida.
Mi intención de ingresar en calidad de estudiante se vio frustrada por mi físico y la visión típica de mi raza, y también por la falta de mano de obra y exceso de eruditos según el pobre diablo que lideraba aquella expedición. No obstante y a pesar de pasarme los turnos trabajando con los múltiples cabos o en turnos de vigilancia (estos últimos habitualmente en horario nocturno) nos dirigimos rumbo al archipiélago Illidense.
Los vientos casi siempre a la popa parecían ayudarnos y acompañarnos en la travesía haciendo la misma significativamente mas corta. Alguna vez pude ver desde el carajo a una elfa de cabello dorado salir a tomar un poco el aire. La chica no solía estar en cubierta apenas por lo que entendía que formaría parte del grupo de investigación. Asimismo comprendía que no saliese tanto a cubierta. Aquellos marineros tenían los modales y la empatía de una piedra y me provocaban asco con algunos de los comentarios que solían hacer al respecto de la elfa.
Eventualmente arribamos en Isla lunar, dividiéndonos en un equipo marítimo que protegería el barco y otro terrestre que realizaría varios trabajos y pesquisas. Formé parte del equipo terrestre y dado que el capitán creía que disponía de alguna conexión absurda con la naturaleza me asignó parte de las tareas de avituallamiento. Parece que íbamos a estar varios días por allí.
Tan pronto instalamos el campamento base tres marineros y yo marchamos primero por la costa y la linde de la selva a colocar diversas trampas. Con un poco de suerte obtendríamos unos cuantos cangrejos y quizá algún animal de un tamaño decente con el que dar de comer a toda la tripulación del barco principal. La confección y emplazamiento de todas las trampas nos llevó todo el día llegando al campamento de nuevo cuando el sol comenzaba a ocultarse bajo el mar, tiñéndolo de rojo.
Aproveché que la muchacha estaba junto al fuego para acercarme a ella, pero apenas di un par de pasos mis compañeros de cacería me "secuestraron". - Eleandris tío, tienes que enseñarnos cómo has aprendido a cazar. ¿Es por ser elfo? escuchadme, el tío sabía exactamente donde colocar las trampas. Hasta hemos visto algunos de los animales. mañana cenaremos como reyes. ya lo veréis.-
- No es nada. solo hay que buscar los caminos habituales de los animales y colocar la trampa ahí. lo demás es solo cuestión de suerte.-
- Déjalo irse hombre. ¿no ves que quiere irse con la elfa?
- Pues que no se haga ilusiones. en cuanto volvamos a Lunargenta la voy a convertir en mi mujer. ¡La tengo en el bote! -
los demás comenzaron a reír como si les hubieran contado el mejor chiste de su vida. golpearon las garras y engulleron su contenido. Y yo con ellos. Al final, para cuando quedé libre para ir a buscarla ya estaba acostada en una hamaca improvisada y me resigné. La noche pasaba y el último grupo de guardia nos despertó a mi y a mis compañeros. - Es hora de ir en busca de la caza. ¡Andando! -
La noche había ido bien y para el alba ya estábamos volviendo con un tapir, unos cangrejos, un par de langostas y hasta un pulpo. Vi a la rubia internarse en el bosque junto a una pelirroja y otro erudito mas mientras volvíamos por la costa. Vi también como el capitán echaba un bote al mar y se apresuraba a llegar a su navío el cual parecía estar empezando a quemarse y al mismo tiempo otros dos entes, un toro y un humano, se internaban también en el bosque, ambos por separado pero en la misma dirección, siguiéndose como eslabones contiguos en una cadena.
Si bien que el humano se internase solo en el bosque era de extrañar a sabiendas de las advertencias del capitán, que el hombre bestia le siguiera unos metros mas atrás, acechante me resultaba gracioso. Lo mas parecido que hace una vaca a acechar es elegir la brizna de hierva que va a rumiar. pero entonces algo en mi cabeza hizo click y me di cuenta que iban en la misma dirección que la elfa y sus dos compañeros. Tan pronto llegamos al campamento dejé las jaulas con los cangrejos a mis compañeros y me dirigí tras los pasos de aquellos sospechosos. Algo no iba bien.
Seguir al humano por aquel terreno blando no era especialmente complicado, pero seguir al hombre-toro lo hacia aún mas sencillo. La espesura no suponía un problema para mi avance y la tierra húmeda era un molde perfecto de las pisadas de ambos sujetos y por si fuera poco el jadeo del toro casi podía oírse en toda la selva. Finalmente llegamos a unas ruinas bastante hacia el interior de la isla. el hombre parecía estar junto a un monolito que a primera vista parecía ornamental y poco después el toro se dejó ver por el primero, encarándose con él.
- ¡Yiks, traidor! ¿Cuándo pensabas "mantenernos informados"? Sucia rata.-
- Qué falta de confianza, camarada. Como verás, no he dado con nada de lo que informar. Toneladas de escombros, si me apuras.-
- Tenías que ir tras la chica y los otros, ¿Dónde están?-
- Por aquí, cerca, husmeando. No hay de qué preocuparse.-
- Me preocupa. Y a Bely también. Llévame hasta ellos de inmediato, traidor, o te machacaré.-
- Já, ni tú mismo lo crees.-
Había oído suficiente. Aquellas declaraciones por el semitoro le confirmaban el olor a mierda de todo aquel asunto y aprovechando que estaban sumidos en la discusión y la posterior pelea para escabullirme hacia la única entrada al complejo ruinoso que había visto. Mientras avanzaba por los pasillos un estruendo seguido de un temblor me hico tambalearme y tener que apoyarme de una de las paredes para seguir el avance mientras durara aquella sacudida. ¿por que siempre que me encontraba bajo tierra tenía que pasar algo?
Acabé por llegar a una sala por la que se filtraba la luz, pero no una luz cálida y fuerte como la de cualquier día de verano sino una mas opacada propia de una tormenta. Aquella sala denotaba que alguien había pasado por ahí recientemente pues la vegetación del lugar había sido manipulada dejando visible su marca húmeda sobre la roca donde antes yacían las ramas y musgos. No me había topado con nadie así que tenían que haber continuado y eso mismo hice yo.
el pasillo por el que seguía ahora parecía tener una leve inclinación ascendente. el aire que bajaba hacia la sala anterior era húmedo y frío y estruendos se ensordecían a través de la roca de aquel pasillo. una salida parecía estar cerca y recaba por que aquellos estruendos fuesen truenos y no cañonazos. apreté el paso para continuar por aquel túnel mientras algunas voces parecían comenzar a oírse hasta que finalmente les alcancé.
No se por qué, pero sentí la urgencia de casi gritarles mientras terminaba de alcanzarles. - No podéis volver al campamento. El segundo del capitán os está buscando y no parece tener buenas intenciones. Ahora que podía volver a ver el exterior una tormenta que se había formado en cuestión de momentos arreciaba.
- No sé que está pasando pero no podemos volver al campamento. El capitán ha vuelto a la isla y en su lugar su segundo os busca. He escuchado una discusión entre el segundo y un hombre toro. Estáis en peligro.-
No sabía que mas explicarles. No había mas que explicar tampoco y ni siquiera había pensado en que hacer después de advertirles. Avisar a los otros barcos no era una posibilidad y el campamento ya no era seguro. Estaban atrapados en aquella isla contra viento y marea. Que ironía.
Mi intención de ingresar en calidad de estudiante se vio frustrada por mi físico y la visión típica de mi raza, y también por la falta de mano de obra y exceso de eruditos según el pobre diablo que lideraba aquella expedición. No obstante y a pesar de pasarme los turnos trabajando con los múltiples cabos o en turnos de vigilancia (estos últimos habitualmente en horario nocturno) nos dirigimos rumbo al archipiélago Illidense.
Los vientos casi siempre a la popa parecían ayudarnos y acompañarnos en la travesía haciendo la misma significativamente mas corta. Alguna vez pude ver desde el carajo a una elfa de cabello dorado salir a tomar un poco el aire. La chica no solía estar en cubierta apenas por lo que entendía que formaría parte del grupo de investigación. Asimismo comprendía que no saliese tanto a cubierta. Aquellos marineros tenían los modales y la empatía de una piedra y me provocaban asco con algunos de los comentarios que solían hacer al respecto de la elfa.
Eventualmente arribamos en Isla lunar, dividiéndonos en un equipo marítimo que protegería el barco y otro terrestre que realizaría varios trabajos y pesquisas. Formé parte del equipo terrestre y dado que el capitán creía que disponía de alguna conexión absurda con la naturaleza me asignó parte de las tareas de avituallamiento. Parece que íbamos a estar varios días por allí.
Tan pronto instalamos el campamento base tres marineros y yo marchamos primero por la costa y la linde de la selva a colocar diversas trampas. Con un poco de suerte obtendríamos unos cuantos cangrejos y quizá algún animal de un tamaño decente con el que dar de comer a toda la tripulación del barco principal. La confección y emplazamiento de todas las trampas nos llevó todo el día llegando al campamento de nuevo cuando el sol comenzaba a ocultarse bajo el mar, tiñéndolo de rojo.
Aproveché que la muchacha estaba junto al fuego para acercarme a ella, pero apenas di un par de pasos mis compañeros de cacería me "secuestraron". - Eleandris tío, tienes que enseñarnos cómo has aprendido a cazar. ¿Es por ser elfo? escuchadme, el tío sabía exactamente donde colocar las trampas. Hasta hemos visto algunos de los animales. mañana cenaremos como reyes. ya lo veréis.-
- No es nada. solo hay que buscar los caminos habituales de los animales y colocar la trampa ahí. lo demás es solo cuestión de suerte.-
- Déjalo irse hombre. ¿no ves que quiere irse con la elfa?
- Pues que no se haga ilusiones. en cuanto volvamos a Lunargenta la voy a convertir en mi mujer. ¡La tengo en el bote! -
los demás comenzaron a reír como si les hubieran contado el mejor chiste de su vida. golpearon las garras y engulleron su contenido. Y yo con ellos. Al final, para cuando quedé libre para ir a buscarla ya estaba acostada en una hamaca improvisada y me resigné. La noche pasaba y el último grupo de guardia nos despertó a mi y a mis compañeros. - Es hora de ir en busca de la caza. ¡Andando! -
La noche había ido bien y para el alba ya estábamos volviendo con un tapir, unos cangrejos, un par de langostas y hasta un pulpo. Vi a la rubia internarse en el bosque junto a una pelirroja y otro erudito mas mientras volvíamos por la costa. Vi también como el capitán echaba un bote al mar y se apresuraba a llegar a su navío el cual parecía estar empezando a quemarse y al mismo tiempo otros dos entes, un toro y un humano, se internaban también en el bosque, ambos por separado pero en la misma dirección, siguiéndose como eslabones contiguos en una cadena.
Si bien que el humano se internase solo en el bosque era de extrañar a sabiendas de las advertencias del capitán, que el hombre bestia le siguiera unos metros mas atrás, acechante me resultaba gracioso. Lo mas parecido que hace una vaca a acechar es elegir la brizna de hierva que va a rumiar. pero entonces algo en mi cabeza hizo click y me di cuenta que iban en la misma dirección que la elfa y sus dos compañeros. Tan pronto llegamos al campamento dejé las jaulas con los cangrejos a mis compañeros y me dirigí tras los pasos de aquellos sospechosos. Algo no iba bien.
Seguir al humano por aquel terreno blando no era especialmente complicado, pero seguir al hombre-toro lo hacia aún mas sencillo. La espesura no suponía un problema para mi avance y la tierra húmeda era un molde perfecto de las pisadas de ambos sujetos y por si fuera poco el jadeo del toro casi podía oírse en toda la selva. Finalmente llegamos a unas ruinas bastante hacia el interior de la isla. el hombre parecía estar junto a un monolito que a primera vista parecía ornamental y poco después el toro se dejó ver por el primero, encarándose con él.
- ¡Yiks, traidor! ¿Cuándo pensabas "mantenernos informados"? Sucia rata.-
- Qué falta de confianza, camarada. Como verás, no he dado con nada de lo que informar. Toneladas de escombros, si me apuras.-
- Tenías que ir tras la chica y los otros, ¿Dónde están?-
- Por aquí, cerca, husmeando. No hay de qué preocuparse.-
- Me preocupa. Y a Bely también. Llévame hasta ellos de inmediato, traidor, o te machacaré.-
- Já, ni tú mismo lo crees.-
Había oído suficiente. Aquellas declaraciones por el semitoro le confirmaban el olor a mierda de todo aquel asunto y aprovechando que estaban sumidos en la discusión y la posterior pelea para escabullirme hacia la única entrada al complejo ruinoso que había visto. Mientras avanzaba por los pasillos un estruendo seguido de un temblor me hico tambalearme y tener que apoyarme de una de las paredes para seguir el avance mientras durara aquella sacudida. ¿por que siempre que me encontraba bajo tierra tenía que pasar algo?
Acabé por llegar a una sala por la que se filtraba la luz, pero no una luz cálida y fuerte como la de cualquier día de verano sino una mas opacada propia de una tormenta. Aquella sala denotaba que alguien había pasado por ahí recientemente pues la vegetación del lugar había sido manipulada dejando visible su marca húmeda sobre la roca donde antes yacían las ramas y musgos. No me había topado con nadie así que tenían que haber continuado y eso mismo hice yo.
el pasillo por el que seguía ahora parecía tener una leve inclinación ascendente. el aire que bajaba hacia la sala anterior era húmedo y frío y estruendos se ensordecían a través de la roca de aquel pasillo. una salida parecía estar cerca y recaba por que aquellos estruendos fuesen truenos y no cañonazos. apreté el paso para continuar por aquel túnel mientras algunas voces parecían comenzar a oírse hasta que finalmente les alcancé.
No se por qué, pero sentí la urgencia de casi gritarles mientras terminaba de alcanzarles. - No podéis volver al campamento. El segundo del capitán os está buscando y no parece tener buenas intenciones. Ahora que podía volver a ver el exterior una tormenta que se había formado en cuestión de momentos arreciaba.
- No sé que está pasando pero no podemos volver al campamento. El capitán ha vuelto a la isla y en su lugar su segundo os busca. He escuchado una discusión entre el segundo y un hombre toro. Estáis en peligro.-
No sabía que mas explicarles. No había mas que explicar tampoco y ni siquiera había pensado en que hacer después de advertirles. Avisar a los otros barcos no era una posibilidad y el campamento ya no era seguro. Estaban atrapados en aquella isla contra viento y marea. Que ironía.
Eleandris
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
Para cuando el elfo comenzó a dar voces, el mercenario ya se encontraba bajo tierra, fuera del alcance de las advertencias que delataban su presencia. Escalón a escalón, nada parecía escucharse alrededor y tampoco en la profundidad del subterráneo, sintiendo cada vez más alejados los sonidos que en el exterior de las ruinas provocaba la tormenta. Fue prendiendo una a una las antorchas que encontraba a su paso, abriéndose paso la luz entre la penumbra y mostrando el estrecho corredor que lo envolvía, notándose mayor frío y humedad a medida que el descenso se hacía más profundo, hasta llegar a una cripta que provocó un brillo alentador en los ojos del mercenario.
A lo largo de las cóncavas paredes de piedra se abrían hendiduras y huecos que servían como expositores. En algunos todavía se guardaban objetos, ocultos y olvidados bajo andrajosas telas cubiertas de telarañas y polvo arenoso. Bueno, puede que aquella colección no hubiese quedado en el olvido para todo el mundo, quizá alguien que hubiera conocido de su existencia en tiempos pasados aún mantenía la esperanza de encontrarla, a lo mejor un viejo marinero, rescatado de un naufragio en sus años de juventud guardaba algún recuerdo que el mar no hubiese sido capaz de borrar. Y vaya si lo hacía.
No le fue del todo fácil llegar a las reliquias que allí permanecían, intactas, pues se situaban a varias cabezas de altura por encima de la suya. Ayudándose de los recovecos abiertos en la pared, escaló un par de metros hasta alcanzar el objeto más próximo, tomándolo con ambas manos y descendiendo de un salto, clavando la caída con ambos pies sobre el suelo. Sosteniéndolo, se apreciaba pesado y redondo, Yiks era incapaz de desdibujar la sonrisa de su rostro, convencido de que, después de todo, las majaderías de Winslow resultaban ser ciertas.
—Viejo loco, ¡tenía razón!— exclamó para sí, soltando una carcajada triunfal, mientras desenvolvía la cobertura de tela.
Ante sus ojos se mostró entonces lo que parecía una roca, compacta y lisa. El mercenario la hizo girar sobre sus manos, sin advertir nada más que las pequeñas muescas y grietas que había dejado el paso del tiempo. Frunció el ceño, dejándola a un lado, repitiendo la escalada anterior para comprobar otra de las reliquias, dando de nuevo con una roca, aunque más pequeña y ovalada esta vez. Emitiendo un sonido gutural, caviló unos segundos entre sus opciones. Sin duda alguna, aquello era lo más parecido a los huevos de los que tanto había oído hablar, sin embargo, comprendió que había sido una chaladura pensar que después de tanto tiempo su conservación sería adecuada. En cierto modo, lo era. La fosilización habría hecho que el interior, bajo esa capa de arena compacta que se había ido sedimentando sobre el huevo, permaneciera en perfecto estado. Aunque sin embrión en su interior, se entiende, hasta la fantasía tiene sus límites. Lástima que para comprobar aquel dato hubiese hecho falta dejar caer contra el suelo el más pequeño de los ejemplares, haciéndolo añicos.
[...]
La voz del elfo la sobresaltó, volteándose hacia su procedencia al tiempo que, instintivamente, llevaba la mano a la empuñadura de su daga. ¿De dónde había salido? ¿Los había seguido? Y de ser así, ¿cuánto hacía que les pisaba los talones? Siendo cierto que el muchacho se mostraba preocupado, saltando a la vista claros signos de no haber sido poco el esfuerzo realizado por alertar al grupo de exploradores, aunque no no podía considerarse un acierto haber delatado a voces su presencia, la que ellos todavía pensaban que era desconocida. Frunció el ceño, soltando el arma, tras escuchar sus avisos.
—Bueno, si nos buscaba tus voces le habrán dado pistas suficientes para encontrarnos.— expuso, como pensamiento en voz alta, con cierta inquina en la voz —¿Quién dices que eres y por qué deberíamos fiarnos de tus palabras?
La joven estaba al tanto de la presencia de otros congéneres en la expedición, aunque desconocía su ocupación o si formaban parte de su misma embarcación siquiera. Lo cierto era que, al haber pasado tanto tiempo en su camarote, apenas había prestado atención a los otros tantos viajeros. Si se paraba a pensar en la consideración que Winslow había hecho de ella, las contemplaciones acerca de las capacidades de su raza y las convicciones que el mismo viejo se había formado en su cabeza, asumió que su igual habría recibido el mismo trato.
—Ha realizado buena parte de las guardias nocturas.— se aventuró a explicar la ingeniera, antes de que el muchacho pudiese presentarse debidamente —¿Qué?— añadió, al percibir las extrañadas miradas de sus compañeros —No me disculparé por fijarme en un joven marinero de exótica apariencia. Por eso mismo me fijé en ti, orejitas.— expuso, sin darle mayor importancia al asunto.
—¿Dices que el segundo de Winslow trama algo?— retomó el arcanista la conversación, siendo el único que parecía mostrar sensatez ante tal situación.
—¿Os referís a Yiks?— no podía ser la única que conociese el nombre de aquel que se había dedicado a decirle a cada uno lo que debía hacer durante cada hora, de cada día de travesía.
No había llegado a ver desembarcar al segundo de abordo, el viejo había dejado claro que sobre él recaería el cuidado del barco entretanto el Capitán se ausentaba del mismo. Tampoco era conocedora de lo acontecido tras haber dejado en la playa a los demás. Sonrió. Si las circunstancias hubieran cambiado, quiso pensar que sería porque, finalmente y después de todo, si habían dado con algo.
—¿Dónde los has visto?— quiso saber la elfa, decidida a dar con su encuentro. A fin de cuentas, el mercenario resultaba ser el causante último de que ella se hubiera prestado, finalmente, a sumarse a la expedición.
Con expresión de no terminar de comprender por qué en lugar de abandonar las ruinas y buscar alternativas de huída, quería la elfa dar con el paradero de aquellos, explicó con pocas palabras dónde los había visto por última vez. Dirigiendo una última mirada a los que hasta el momento habían sido sus dos compañeros de faena, quiso dejar claro que ella estaba dispuesta a ir en su encuentro, pero tampoco estaba dispuesta a obligar a nadie a seguirla y mucho menos aguantar las quejas por haberlo hecho. Para su sorpresa, ambos aceptaron continuar junto a los elfos. Tratando de mantener el mayor silencio posible, caminaron tras el joven, que desandó todos sus pasos, hasta dar con la sala abierta donde su congénere había visto a aquellos dos por última vez. Ahora vacía, nada ni nadie parecía encontrarse en ella. Considerando el tiempo transcurrido, de permanecer en las ruinas, no debían andar lejos.
—¿Hola?
La voz de Patrice irrumpió en el salón, para sobresalto de quienes la acompañaban, que inmersos en la búsqueda de los sospechosos, no habían reparado hasta el momento en que la ingeniera ya había dado con la entrada al subterráneo, ecnontrándola acuclillada en el suelo, desde el extremo superior de las escaleras que se abrían en el suelo.
—¡¿Hola?!— repitió, elevando el tono, haciendo que la voz rebotase contra las paredes inferiores.
—¡Chssss! ¡¿Has perdido la cabeza?!— respondió Svent, haciéndola callar —Pero ¡¿a dónde vas?!— se escuchaba, en forma de susurros desde allí abajo.
—No te acerq
Haciendo caso omiso al llamamiento del arcanista y sin permitir a la elfa terminar su advertencia, la chica comenzó el avance, escaleras abajo, ahora adecuadamente iluminadas. Siguiéndola de cerca, la elfa fue la segunda en descender. El silencio en el subterráneo sólo se veía interrumpido por las pisadas de los que bajaban las escaleras, hecho que por más que hubiesen tratado de evitar, alertó al mercenario, que tuvo el tiempo justo para ocultarse entre las sombras de lo profundo de la cripta. Quedaron mudos e inmóviles cuando dieron con el cuerpo del hombre-toro al pie de las escaleras. Patrice, siendo la primera, estiró con sutileza la pierna y golpeó suavemente al animal con la punta del pie, como queriendo comprobar si seguía con vida, pero sin arriesgar a acercarse. El hombre-bestia gruñó, de manera inconsciente, como única señal de encontrarse aún con vida. Ninguno se atrevió a cuestionar, en voz alta, si aquel hombre habría sido derribado por alguien más o su propia torpeza le había hecho rodar escaleras abajo hasta quedar k.o, aunque la duda les fue resuelta cuando advirtieron que se encontraba atado de pies y manos. Sobrepasaron el cuerpo con precaución, evitando pisarlo, comprobando antes de entrar en la estancia contigua que nadie más se encontraba en ella.
Si bien a los ojos de cualquiera el mercenario hubiera pasado desapercibido, la penumbra de las últimas antorchas de la escalera, que alumbraba el almacén, era suficiente para que la figura de Yiks se dejase adivinar en las pupilas de la elfa.
—Volvemos a vernos.— saludó al reconocerlo, tras haber tomado una de las antorchas y adentrarse hasta el rincón donde, agazapado, él esperaba poder pasar desapercibido. No había sido su mejor idea, pero tampoco tenía otra salida.
—Ya pensaba que tendría que hacer todo el trabajo solo.— reprochó él, poniéndose en pie, sacudiéndose el polvo de la ropa con prepotencia, como si los estuviera esperando.
—Hugh. Pensaba que tu trabajo se limitaba a esperar a bordo, guardando el barco, como un buen perro.— cuestionó ella.
El mercenario dejó escapar una risotada, antes de adelantar unos pasos y colocarse delante de ella, enfrentandola y clavando su mirada en los grises ojos de la rubia.
—Agradece que no sea así.— afirmó, antes de señalar con la cabeza al hombre-toro, tendido en el suelo.
—¿Qué son?— interrumpió el historiador, que había clavado su mirada en los huevos expuestos.
—Sueños rotos.
—Para vosotros, desde luego…— replicó la elfa, agachándose y manipulando los añicos esparcidos por el suelo. —En realidad es… Decepcionante.— añadió, mientras los pedazos de fósil se hacían polvo entre sus dedos —Huevos de Bolwntos— explicó con pocas palabras, respondiendo a la pregunta del arcanista. —Habiendo llegado hasta aquí empezaba a creerme que pudiera ser verdad.
—Bueno… Técnicamente lo es. Esos huevos no surgieron de la nada.
—Si…— coincidió con dejadez —Existieron y… Simplemente ya no.
Se encogió de hombros, con cierto atisbo de derrota en la voz. Debía admitir que se había dejado encandilar por la posibilidad, por remota que pareciese, de dar con algo, bueno... Increíble.
—¿Cómo supo Winslow que se hallaban aquí?— quiso saber el historiador, que ahora tomaba notas detalladas del ejemplar que había alcanzado Yiks y que todavía permanecía intacto. El mercenario resopló, resignado, sentándose sobre el suelo y apoyando la espalda en la pared.
—Hace años, siendo un crío, una tormenta azotó el navío en el que viajaba y cayó al mar. Despertó en una playa desierta, sin saber dónde o cómo, la marea lo sacó. A los días, otro barco que navegaba cerca lo recogió. Lo que pasara en ese tiempo, sólo el viejo lo sabe. Cuando contó que había visto a la ballena lo tacharon de loco, alucinaciones de un chico a punto de morir ahogado o un sueño estando inconsciente. ¿Para qué contar nada más entonces? Supongo que lleva desde entonces tratando de discernir la realidad de sus recuerdos y de volver a dar con la isla a la que llegó, mecido por las olas.
—Así que toda esta organización es una pantomima.— asumió la elfa, sin parecer sorprendida por el engaño, aunque tampoco contenta por la realidad descubierta.
—Tenía que serlo. De haber revelado sus intenciones, bueno… Seríamos muchos más a repartir.— se mofó —Aunque supongo que eso ya no importa.— añadió, dando un ligero puntapié a uno de los pedazos del huevo hecho añicos.
—¿Y ese qué?— quiso saber, señalando con el mentón al toro inconsciente a varios metros.
—Uno de los medio-hombres de Wimbely.— indicó sin reparos —Parece que el viejo, a pesar de lo que pueda parecer, tiene la mente serena y emite juicios acertados. Precisaba de sus naves y tripulación pero, conociéndolo de tantos años, en ningún momento se fió de él. Y bien hecho, porque tan pronto como el rumor de los huevos se hizo sonoro, planificaron su estocada por la espalda.— poniéndose de nuevo en pie, terminando de compadecerse a sí mismo por haber resultado dar con nada, avanzó hacia la bestia dormitante —Mi principal papel era el de hacerlos creer que se la jugaría a Ephraim, así que cuando te vieron volver a la playa y poner en movimiento a medio campamento se me ordenó seguiros. Supongo que él tampoco se fiaba del todo.
Los rugidos de la fuerte tormenta se escuchaban más lejanos y suaves desde allí. Volviéndose ahora hacia los cuatro exploradores, el mercenario guardó silencio un momento, con expresión pensativa. Si quiso exponer algo más, un nuevo temblor que irrumpió en la cripta puso el punto y final a sus cavilaciones. Nada comparado con lo anterior, esta vez la sacudida hizo que todos terminaran por perder el equilibrio, cayendo al suelo, sumando ahora varios desprendimientos desde paredes y techos que obligaron a los presentes a ser rápidos en su esquive. Un nuevo estruendo fue precedido por un bramido, o un rugido, un sonido gutural cuyo origen ninguno supo identificar, pero que se coló por cada recoveco de las galerías sedimentadas. La elfa quedó enmudecida, negándose a sí misma las suposiciones que se acababan de formar en su cabeza.
—¡WOW! ¡Chicos! ¡Tenéis que ver esto!
La voz de la humana rebotó momentos después entre las paredes del subterráneo, aunque sin fuerza, ligera, lejana. Fue entonces cuando se percataron de su ausencia. Bueno, más bien de su repentino traslado a un nivel todavía más bajo. La muchacha, que había hecho caso omiso a las explicaciones del mercenario y mientras las relataba había tenido a bien continuar husmeando, había terminado por colarse por una canalización que se abría en la pared desde otra cripta repleta de fósiles y descendía hasta una cueva natural, lejos ya de levantamientos arquitectónicos. Cuando dieron con el agujero bajo el cual la joven los llamaba a voces, la divisaron al final de un socavón con varios metros de caída.
—¡Ah, no!— el historiador parecía dispuesto a negarse a seguir con aquello al advertir que sus siguientes pasos pasaría por deslizarse hasta abajo —¡Dimito! ¡Definitivamente! Volveré a la playa, prenderé una gran hoguera y esperaré a que la flota me recoja.
—¡Como quieras!— continuaba gritando la muchacha, a pesar de que el sonido allí llegaba casi disipado por completo —¡Una pena que, después de todo, no puedas ver con tus propios ojos que de verdad la bestia existe!
El silencio se hizo de nuevo. Se miraron unos a otros, varias veces, percatándose de que todos estaban sacando las mismas conclusiones a partir de las apreciaciones de Patrice.
—¡Habla claro! ¡¿Qué hay ahí abajo?!— espetó el mercenario, en cuyos ojos había vuelto a despertar el brillo.
—¡Una cala! ¡La misma que vimos desde el acantilado!
La elfa ahogó un suspiro de sorpresa, comprendiendo a qué se estaba refiriendo. No necesitó más explicaciones para tomar la iniciativa de ir tras la ingeniera, aunque sus intenciones fueron interrumpidas una última vez antes de dejarse caer e iniciar el descenso.
—Pero, ¿qué haces?— el mercenario, desconocedor de lo útil que había resultado hasta el momento el afán y la poca ortodoxia de la pelirroja, agarró del brazo a la elfa, mostrando un claro gesto de duda por escoger aquel avance.
—Lo que vine a hacer.— se limitó a responder, soltándose del agarre con un ligero movimiento, sin encontrar resistencia —No debería sorprenderte. ¿Cuáles fueron tus palabras? A ver…— se frotó el mentón un instante —Ah sí. “Imaginatelo…— comenzó a recitar, imitando la conversación de su primer encuentro, la noche anterior a embarcar —...La elfa que hizo Historia, persiguiendo una historia. Ni por todo el ron de las islas me perdería un momento así.” A pesar de las jarras, en aquel momento no dudaba de que habrías dicho cualquier cosa para hacerme subir a ese barco. Pero, ¡vaya! Imagínatelo, puede que lo consiga, después de todo.
Sin más rodeos, terminó por dejarse caer por el conducto, frenando concienzudamente la bajada, haciendo presión en las cóncavas paredes con pies y manos, hasta que alcanzó el extremo final que se abría sobre la cala empedrada, desde el que se descolgó en una controlada caída. En efecto, la pequeña bahía que se abría entre los acantilados era la misma que habían podido vislumbrar desde el socavón de la pared, antes de que el elfo llegase dando las nuevas. Sin embargo, ahora podían fijarse en detalles que a tanta distancia habían pasado desapercibidos.
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El color natural de las rocas se había ido transformando en un rosado oscuro, casi violáceo, que nacía en los techos y parte alta de las paredes de la cueva que se abría a orillas de la bahía, suavizándose a medida que descendía hacia el fondo arenoso. El olor salado del mar se entremezclaba también con el característico aroma que envolvía la garganta, resultando notablemente familiar. La elfa no tardó en relacionarlo. Era la misma fragancia que se desprendía de la primera cripta, aunque mucho más intensa debido a la mayor concentración de sustancia, dedujo.
—Hace un momento, cuando todo tembló, creo que fue la bestia. Al precipitarme hasta aquí, la he visto alejarse. Parte de ella, al menos. ¡De veras! Parte de la aleta trasera, estoy segura.
Última edición por Aylizz Wendell el Mar Mar 01 2022, 09:05, editado 1 vez
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
La elfa pareció sobresaltarse a juzgar por el amago de desenvainar su arma. no obstante sus palabras fueron sin duda mas filosas que el arma que portaba al cinto. - Cuando sigues a alguien no lo buscas. Ya sabes dónde está. - Respondí con arrogancia, señalando lo que a mis ojos era evidente. - Si me ha escuchado ya sabe que no dispone del factor sorpresa, tendrá que improvisar y su nuevo plan tendrá fallas que podemos explotar en su contra. - Continué desarrollando mi idea.
- No tienes motivos para creerme, pero tampoco los tienes para dudar de mí. Cualquiera de las dos opciones es lanzar una moneda, así que elige sabiamente.- Clavé mi mirada en la suya mientras la instaba a tomar una decisión. La mía estaba tomada y no me iba a separar de ella. ¿Ir hacia donde se encontraba el peligro no era justo lo opuesto a huir del peligro? La decisión de la rubia me desconcertaba. Si bien las monedas tienen cara y cruz, la elfa parecía haber escogido el canto de la misma.
Mientras andábamos por los pasillos rumbo de nuevo a la superficie me presenté. - Mi nombre es Eleandris, y no. No soy marinero. En realidad soy soldado en mi aldea. Vine en calidad de erudito pero parecía que el cupo ya estaba lleno y me han tocado tareas de vigilia. Ambos se encontraban fuera de estos pasillos. al lado de una especie de tótem o algo similar. -
Mientras buscaban algún rastro de hacia dónde podrían haber ido el minotauro y el tal Yiks la humana pareció encontrar el camino más probable, y a la vez lo emprendió. ¿Cómo demonios había llegado viva hasta ahora? El minotauro se encontraba mas hacia el interior de aquel pasadizo subterráneo, maniatado, lo que daba a conocer que hubo mas que palabras cuando me fui. Finalmente alcanzamos una gran sala y en la penumbra estaba Yiks. Escondido con vete tu a saber que fines se puso en pie y se encaró con la elfa.
Tan pronto como Yiks se encaro con ella yo me coloqué a la izquierda de la hija de Sandorai. Si algo había aprendido con los humanos es que a veces la mera presencia bastaba para bajarle los humos a mas de uno. y por su bien mas le valía volver a un perfil bajo. Entonces procedió a contar una historia. Una historia que no me tragaba.
Yiks parecía ser astuto, y sabiéndose en inferioridad física, aunque fuese solo por que estaba solo contra cuatro optó por la clasica de "he tenido que parecer malo pero siempre he sido de los vuestros". Si hubiese sido así habría buscado a la comitiva en lugar de adentrarse en la caverna. Y se lo hice saber a la elfa.
- No te fíes de él, si es verdad lo que está diciendo habría ido a buscaros en lugar de entrar aquí. tal vez no vaya contra vosotros, pero tampoco va con vosotros. - Y como no, empleando mi idioma materno. Si hay algún momento en el que conocer varios idiomas importe desde luego era este.
El siguiente temblor fue aún mas poderoso. tanto que me hizo tropezar y caer al suelo. Uno de los cascotes resultantes de los desprendimientos me golpeó el brazo provocándome un pequeño corte, y suerte que la cosa quedó ahí. Poco después la humana de nuevo había encontrado la forma de pasar de todo y continuar profundizando en la tierra.
Le hice un gesto con la cabeza al segundo de a bordo para que bajara el antes que yo. Mantenerle ocupado mientras bajábamos por la estrechez aquella le impedía que actuara en nuestra contra y me aseguraba de aislarlo lo suficiente como para no hacerle daño a nadie. Finalmente en la cala dimos con un callejón sin salida. La humana parecía entusiasmada con el posible avistamiento del bolwnto.
- No creo que los temblores fuesen cosa de la criatura ya que para provocar algo así debería ser enorme, del tamaño de una ciudad por lo menos. Pero esta cala parece un buen punto de desove de un animal de un tamaño considerable. lo bastante como para poner huevos del tamaño que hemos visto en la sala anterior, Y también lo es para proteger un barco de la tormenta. deberíamos volver y traer el buque hasta esta cala antes de que la mar lo hunda. -
- No tienes motivos para creerme, pero tampoco los tienes para dudar de mí. Cualquiera de las dos opciones es lanzar una moneda, así que elige sabiamente.- Clavé mi mirada en la suya mientras la instaba a tomar una decisión. La mía estaba tomada y no me iba a separar de ella. ¿Ir hacia donde se encontraba el peligro no era justo lo opuesto a huir del peligro? La decisión de la rubia me desconcertaba. Si bien las monedas tienen cara y cruz, la elfa parecía haber escogido el canto de la misma.
Mientras andábamos por los pasillos rumbo de nuevo a la superficie me presenté. - Mi nombre es Eleandris, y no. No soy marinero. En realidad soy soldado en mi aldea. Vine en calidad de erudito pero parecía que el cupo ya estaba lleno y me han tocado tareas de vigilia. Ambos se encontraban fuera de estos pasillos. al lado de una especie de tótem o algo similar. -
Mientras buscaban algún rastro de hacia dónde podrían haber ido el minotauro y el tal Yiks la humana pareció encontrar el camino más probable, y a la vez lo emprendió. ¿Cómo demonios había llegado viva hasta ahora? El minotauro se encontraba mas hacia el interior de aquel pasadizo subterráneo, maniatado, lo que daba a conocer que hubo mas que palabras cuando me fui. Finalmente alcanzamos una gran sala y en la penumbra estaba Yiks. Escondido con vete tu a saber que fines se puso en pie y se encaró con la elfa.
Tan pronto como Yiks se encaro con ella yo me coloqué a la izquierda de la hija de Sandorai. Si algo había aprendido con los humanos es que a veces la mera presencia bastaba para bajarle los humos a mas de uno. y por su bien mas le valía volver a un perfil bajo. Entonces procedió a contar una historia. Una historia que no me tragaba.
Yiks parecía ser astuto, y sabiéndose en inferioridad física, aunque fuese solo por que estaba solo contra cuatro optó por la clasica de "he tenido que parecer malo pero siempre he sido de los vuestros". Si hubiese sido así habría buscado a la comitiva en lugar de adentrarse en la caverna. Y se lo hice saber a la elfa.
- No te fíes de él, si es verdad lo que está diciendo habría ido a buscaros en lugar de entrar aquí. tal vez no vaya contra vosotros, pero tampoco va con vosotros. - Y como no, empleando mi idioma materno. Si hay algún momento en el que conocer varios idiomas importe desde luego era este.
El siguiente temblor fue aún mas poderoso. tanto que me hizo tropezar y caer al suelo. Uno de los cascotes resultantes de los desprendimientos me golpeó el brazo provocándome un pequeño corte, y suerte que la cosa quedó ahí. Poco después la humana de nuevo había encontrado la forma de pasar de todo y continuar profundizando en la tierra.
Le hice un gesto con la cabeza al segundo de a bordo para que bajara el antes que yo. Mantenerle ocupado mientras bajábamos por la estrechez aquella le impedía que actuara en nuestra contra y me aseguraba de aislarlo lo suficiente como para no hacerle daño a nadie. Finalmente en la cala dimos con un callejón sin salida. La humana parecía entusiasmada con el posible avistamiento del bolwnto.
- No creo que los temblores fuesen cosa de la criatura ya que para provocar algo así debería ser enorme, del tamaño de una ciudad por lo menos. Pero esta cala parece un buen punto de desove de un animal de un tamaño considerable. lo bastante como para poner huevos del tamaño que hemos visto en la sala anterior, Y también lo es para proteger un barco de la tormenta. deberíamos volver y traer el buque hasta esta cala antes de que la mar lo hunda. -
Eleandris
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
Eleandris, así se presentó el elfo. De una rápida mirada que recorrió desde sus ojos, clavados ahora en ella, hasta sus pies, al tiempo que escuchaba sus arrogantes palabras, no dudó al asumir que no sólo sus rasgos lo identificaban. No se sorprendió al conocer su dedicación, aunque al considerarse un erudito casi tuvo que ahogar una carcajada. Otro soldado de Sandorai, altivo y metomentodo. Si esperaba asumir el mando, podía esperar sentado. Elige sabiamente repitió mentalmente, con cierto retintín, antes de dejar ver una caída de ojos y hacerse a un lado para seguir sus pasos.
—Aylizz— se limitó a decir sobre su persona —Y si han encontrado otro mecanismo, razón de más para dar con ellos…— sopesó un instante, cayendo en la cuenta de que el soldadito de plomo se encontraría desubicado —Es largo de contar.— expuso hastiada, sin intención de hacer siquiera el esfuerzo por ponerle al día.
Cuando el mercenario terminó de explicarse, la elfa no pudo evitar esbozar una sonrisa velada, de medio lado. Sabía que tenía que haber algo más sensato detrás de tanta majadería. Aquel viejo lobo de mar había sido inteligente, haciéndose pasar por loco. ¿Cómo organizar una búsqueda del tesoro sin decir que es una búsqueda del tesoro? Con un cebo. La voz de la razón llegó entonces de boca del elfo, en la lengua que tanto la impactaba escuchar fuera de casa. Parpadeó en un instante de sorpresa, antes de responder, también en su lengua madre.
—Fueran cuales fuesen sus intenciones, bueno…— señaló los fósiles hechos añicos —Creo que han quedado en nada. Además…— vaciló —Tampoco sé si puedo fiarme de ti, ¿no crees? Pero sí.— añadió resignada, tras un suspiro —Por el momento, no me fiaré.
Sólo el mercenario y el elfo descendieron hasta las muchachas. Svent parecía convencido de su decisión, aún sopesando las insinuaciones de la pelirroja, negándose nuevamente a seguir con aquella expedición, la cual empezaba a dudar si sus compañeros de órden terminarían por creer cuando la contara a su regreso. Eso si lograban volver. No obstante, en la cabeza de aquel vidacorta no parecían haber calado las palabras de Eleandris y su aviso de que ya no había barco ni campamento al que volver.
—¡Habéis perdido completamente el juicio!— sentenció, antes de abandonar el lugar y encaminar las escaleras hacia el exterior.
La elfa hizo caso omiso. No tenía la más mínima intención de perder el tiempo con nadie, en aquel punto podrían haberla dejado sola, que así habría continuado hasta el final. Sin embargo, sí prestó atención en la observación de su congénere, al tiempo que estudiaba con mayor atención aquel agujero entre inmensas paredes de roca.
—Eso sí tiene sentido…— caviló.
Y entonces, una conclusión se iluminó en su cabeza, vaga, aunque plausible. Acercándose a las rocas más pegadas a la orilla, raspó con los dedos parte de la cobertura rosada que la cubría y la acercó a su nariz. Olfateó con suavidad y sin lugar a dudas, identificó el olor.
—Tengo… Una teoría. Suponiendo que estés en lo cierto.— matizó hacia el elfo —Quien quiera que habitase este sitio, usaba aceites para adormecer a la criatura. Eso haría más fácil sustraer los huevos. Lo que no sé— puntualizó, volviéndose entonces hacia Yiks —es si tu Capitán sabía todo esto. No… Tampoco creo que eso importe ahora…— de manera inconsciente, comenzó a puntear sus cada uno de sus dedos, una y otra vez, al tiempo que empezaba a caminar lentamente de un lado a otro.
Las prioridades habían cambiado y no iban más allá de conseguir salir de aquella isla y volver al continente. Dicho así, parecía sencillo. Sin embargo, el elfo había sido muy claro en su primera advertencia. Se tomó un momento para sopesar sus opciones. Podían volver a la playa, tratar de llamar la atención de algún navío cuya travesía quedase mínimamente cercana y esperar. Esperar ¿cuánto? La alternativa pasaba por dar con el barco amotinado y aquella no albergaba mejores perspectivas. En cualquier caso, llegar al destino suponía salir de aquella cala, bordeando la orilla que abría hacia el mar, esperando dar con terreno accesible al otro lado. Y es que no podían dedicarse a desandar sus pasos desde allí, sólo subir por el tobogán de salida les llevaría un tiempo que no sobraba.
La tormenta, lejos de amainar, había provocado la agitación de la marea. Por momentos, cualquiera hubiese podido creer que aquel mar embravecido realmente se debía a una bestia moviéndose bajo las aguas, aunque aquella fantasía era lo último en lo que pararse a pensar mientras trataba de avanzar, amarrada a la pedregosa pared del acantilado, hasta alcanzar el extremo donde nacía la pequeña bahía. Entre la lluvia y la espuma, tras un levantamiento rocoso en un islote, el grupo pudo divisar a los capitanes en tierra y la nave amarrada no mucho más lejos. No. La única posibilidad de llegar hasta ella, sería enfrentándolos.
La elfa agudizó la vista, pudiendo advertir que de la bahía se extendía un brazo de tierra, cubierto por el agua, que casi llegaba a comunicar con el islote. Y qué iban a hacer, ¿nadar hasta allí? Incluso en el mejor de los casos, en los que las rocas les protegieran de la vista en el avance, para cuando quisieran llegar habrían agotado sus fuerzas. Haciendo a un lado aquella cuestión, reparó en el enfrentamiento que sin lugar a dudas se daría después. Siendo objetiva, tampoco contaban con tanta desventaja. Admitiendo que, después de la pelirroja, ella sería el activo menos útil, no debía pasar por alto la principal ocupación del elfo y el mercenario, contando con que no apuntase su arma contra ellos, después de todo, era claramente habilidoso en combate.
—Patrice, ¿así te llamabas? El ratón de biblioteca tratará de volver a la playa. ¿Crees que podrías intentar de reunirte con él y… No sé… Tratar de llamar la atención?
—Cla… Claro… Pero…— por primera vez en lo que llevaba a su lado, el entusiasmo de la humana tornó a duda y preocupación —Con esta tormenta será imposible prender una hoguera o nada que se le parezca.
—Algo se te ocurrirá.— afirmó, tratando de sosegar las preocupaciones de la joven.
Mientras la muchacha se alejaba, la elfa se volvió hacia los varones. Dedicando una primera mirada a Yiks, finalmente clavó sus ojos en los del elfo.
—¿Se te ocurre alguna forma de abordarlos, soldado?
[...]
—¿Sabes lo que creo?— Wimbely caminaba lentamente alrededor del que alguna vez había sido su amigo, que trataba de recomponerse apoyado en una de las paredes del templete —Que ya entonces sabías exactamente lo que estabas buscando. Si… Siempre metido en tus libros, creo que algo encontraste. Por eso nos enredaste. A mí, a Daven y a Haakon. ¿Te acuerdas de Haakon? El mar se lo adueñó porque al iluminado de su amigo se le ocurrió tomar prestado el barco de su viejo.— tras la remembranza de adolescencia, Gerd soltó una carcajada —Y creo que diste con ello. Si… Naufragar en aquella tormenta te vino bien, después de todo. Dime una cosa, Ephraim…— se acercó entonces a Winslow, agachándose hacia él, clavándole la rodilla en el costado —¿Dónde están esos huevos?
—Bely…
—O en su defecto, ¿dónde está su mamá?— de nuevo, Wimbely soltó una carcajada.
—Gerd, escucha…
—¡Ese era tu plan, ¿verdad?!— lo agarró del pecho, levantándole un palmo del suelo —¡Sabes dónde
Antes de que pudiera decir nada más, el mar se abrió a escasos metros de ellos, elevándose y haciéndoles sombra. Cuando la gran ola rompió, la silueta de la ballena se dejó ver bajo la superficie y sobre ella, tan sólo parte del lomo y la aleta lateral. El agua arrasó todo cuanto encontró a su paso, al caer de lleno sobre el islote, obligando a los marineros a amarrarse a lo que pudieran para no ser arrastrados. Poco a poco, la relativa calma que presentaba el mar antes del avistamiento, a pesar de la incipiente tormenta, volvió a su ser. Wimbely se puso en pie, ayudándose de la pared contra la que había quedado enganchado. Winslow, por su parte, había terminado por asumir que no le quedaban fuerzas suficientes para intentarlo siquiera, manteniéndose tendido en el suelo.
—Era… Es…— titubeó Gerd, ahora apoyado en el hombro de Ephraim, sin dejar de contemplar el mar —Está aquí.— concluyó, con un especial brillo en los ojos.
Dirigiendo su mirada a la orilla, ambos alcanzaron a ver el refilón de la cala que se metía en la garganta del acantilado. Entonces, el rostro de Winslow cambió de semblante, como si estuviera presenciando la aparición de un fantasma.
—Casi me da pena que acabe así, viejo amigo…— escuchó el Capitán a su espalda, mientras notaba que la mano de Bely aumentaba la fuerza de su agarre, al tiempo que se deslizaba hacia su cuello —Pasé muchos años pensando en qué te habría ocurrido… Hasta que apareciste hecho un hombre, como el segundo de abordo de aquel bucanero. Si tan sólo me lo hubieras contado…
La cimitarra de Wimbely rozaba ya su cuello y presionaba su yugular. Sin embargo, Ephraim Winslow no hizo el menor intento por evitarlo. De qué serviría, a esas alturas.
Aylizz Wendell
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
La tormenta me tenía calado hasta los huesos y el sonido de las olas rompiendo me obligaba a alzar un poco el tono de voz, además que los truenos tampoco ayudaban a que se me escuchara bien. - Normalmente optaría por doblegarlos sin que haya ningún conflicto, pero en la situación actual es inevitable. Las olas evitarán que nos escuchen hasta que estemos demasiado cerca. Podemos ocultar que venimos desde aquí pero una vez junto a ellos deberemos usar el factor sorpresa aun incluso sepan que estamos ahí.-
Me quedé pensativo unos segundos. acercarnos sería relativamente sencillo pero asestar el primer golpe sería harina de otro costal. Entonces se me ocurrió una idea. Arriesgada pero podría funcionar. Por tanto comencé a explicar el plan que acababa de improvisar hablando primero con Aylizz en élfico.
- Aylizz, Ya que no podemos confiar en este hombre inicia el avance tras nosotros y busca en seguida un punto desde el que puedas esconderte y huir en caso necesario. quedarte en la cala sería peligroso si él se vuelve contra nosotros.- Y continué en lengua común. - Yiks. si es cierto que sigues del lado de Ephraim es tu oportunidad para demostrarlo. Las olas nos ocultarán los pasos hasta que estemos demasiado cerca de ellos. cuando estemos a una distancia prudencial hazte notar y véndeme como que estaba fisgoneando. Eso distraerá a los que tienen a Ephraim cautivo y nos permitirá atacar primero. En marcha.-
Sin esperar confirmación por parte de mis compañeros comencé a moverme hacia los capitanes y su escueta escolta. Fuera de la cala el oleaje era mas bravo y me obligaba a alejarme de la orilla para no ser arrastrado. Cerca mío como si de una sombra se tratase me seguía Yiks. Aquello podría ponerse muy mal en cuestión de instantes pues por muy buen luchador que me considerase tenía pocas posibilidades contra tres oponentes. Para cuando Wimbely miró hacia la cala de la que proveníamos ya estábamos lo bastante cerca como para poder comunicarnos, no obstante nos acercamos un poco mas.
En el momento en que la cimitarra estaba a punto de dar punto y final a la vida de Winslow Yiks gritó:
- Wimbely. he encontrado a este espiando. seguro que sabe donde están los huevos.- Y acto seguido cubrí los últimos metros como una exhalación aprovechando que Wimbely volvía a mirarnos y me lancé contra él en un derribo provocando así el primer choque.
En el campamento se comenzaban a oír las vociferaciones de una mujer. El erudito salía de la espesura y poco después la pelirroja gritándole. -¿¡Como que no vas a hacerte cargo!? me has dejado embarazada, ¡es tu hijo!- Patrice parecía realmente enfurecida mientras que el hombre solo andaba dándole la espalda y negando las afirmaciones de la primera. -¡Cómo no! ¡Ya me lo decía mi madre. Ten cuidado a quien le das a probar tu pastel Patrice!- Continuaba la pelirroja.
Aquella escena iba adquiriendo cada vez mas espectadores captando las miradas de todos los hombres que encontraban aquello divertido. Algunos animaban a Patrice a seguir gritándole e incluso instándola a golpear al pobre hombre que no entendía como se había metido en aquel marrón si nunca había catado mujer alguna.
Por su lado las fuertes corrientes empujaban al barco haciendo crujir sus maderas con los envites de la enfurecida marea que arremetía contra el casco. El navío se veía obligado a girar en torno al ancla hasta que inevitablemente acabó encallando dañando el casco en el proceso. Aquel barco necesitaría muchas reparaciones y trabajo para salir de allí, y eso contando con que aún fuera posible la reparación. La situación parecía desmoronarse por momentos sin que nadie fuese plenamente consciente de todo lo que estaba ocurriendo.
Me quedé pensativo unos segundos. acercarnos sería relativamente sencillo pero asestar el primer golpe sería harina de otro costal. Entonces se me ocurrió una idea. Arriesgada pero podría funcionar. Por tanto comencé a explicar el plan que acababa de improvisar hablando primero con Aylizz en élfico.
- Aylizz, Ya que no podemos confiar en este hombre inicia el avance tras nosotros y busca en seguida un punto desde el que puedas esconderte y huir en caso necesario. quedarte en la cala sería peligroso si él se vuelve contra nosotros.- Y continué en lengua común. - Yiks. si es cierto que sigues del lado de Ephraim es tu oportunidad para demostrarlo. Las olas nos ocultarán los pasos hasta que estemos demasiado cerca de ellos. cuando estemos a una distancia prudencial hazte notar y véndeme como que estaba fisgoneando. Eso distraerá a los que tienen a Ephraim cautivo y nos permitirá atacar primero. En marcha.-
Sin esperar confirmación por parte de mis compañeros comencé a moverme hacia los capitanes y su escueta escolta. Fuera de la cala el oleaje era mas bravo y me obligaba a alejarme de la orilla para no ser arrastrado. Cerca mío como si de una sombra se tratase me seguía Yiks. Aquello podría ponerse muy mal en cuestión de instantes pues por muy buen luchador que me considerase tenía pocas posibilidades contra tres oponentes. Para cuando Wimbely miró hacia la cala de la que proveníamos ya estábamos lo bastante cerca como para poder comunicarnos, no obstante nos acercamos un poco mas.
En el momento en que la cimitarra estaba a punto de dar punto y final a la vida de Winslow Yiks gritó:
- Wimbely. he encontrado a este espiando. seguro que sabe donde están los huevos.- Y acto seguido cubrí los últimos metros como una exhalación aprovechando que Wimbely volvía a mirarnos y me lancé contra él en un derribo provocando así el primer choque.
En el campamento se comenzaban a oír las vociferaciones de una mujer. El erudito salía de la espesura y poco después la pelirroja gritándole. -¿¡Como que no vas a hacerte cargo!? me has dejado embarazada, ¡es tu hijo!- Patrice parecía realmente enfurecida mientras que el hombre solo andaba dándole la espalda y negando las afirmaciones de la primera. -¡Cómo no! ¡Ya me lo decía mi madre. Ten cuidado a quien le das a probar tu pastel Patrice!- Continuaba la pelirroja.
Aquella escena iba adquiriendo cada vez mas espectadores captando las miradas de todos los hombres que encontraban aquello divertido. Algunos animaban a Patrice a seguir gritándole e incluso instándola a golpear al pobre hombre que no entendía como se había metido en aquel marrón si nunca había catado mujer alguna.
Por su lado las fuertes corrientes empujaban al barco haciendo crujir sus maderas con los envites de la enfurecida marea que arremetía contra el casco. El navío se veía obligado a girar en torno al ancla hasta que inevitablemente acabó encallando dañando el casco en el proceso. Aquel barco necesitaría muchas reparaciones y trabajo para salir de allí, y eso contando con que aún fuera posible la reparación. La situación parecía desmoronarse por momentos sin que nadie fuese plenamente consciente de todo lo que estaba ocurriendo.
Eleandris
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
El elfo expuso su idea, dirigiéndose primero a ella, de nuevo en su lengua madre. Aylizz dejó entrever una mueca de hastío al recibir sus indicaciones. Dada su propuesta, casi podía adivinar lo que debía estar pensando aquel soldado en relación a su persona, estaba acostumbrada a que su papel fuese limitado al punto de mantenerse a resguardo y salir corriendo si la situación se complicaba. Se permitió un instante para amansar su genio, tras hinchar los carrillos un instante, con ceño fruncido, como si con aquel gesto se tragara las primeras palabras que se habían cruzado en su cabeza como respuesta. Pensándolo y bien y poniéndose en la piel del joven elfo, no era ninguna majadería pensar que todo iría mejor si apartaba de la escena al eslabón más débil.
Sin perder de vista el islote, lo que alcanzaba a vislumbrar entre las rocas a lo largo del tómbolo, las ruinas del altar y las olas que a se cruzaban a cada paso. El corredor de arena marina les permitiría avanzar a pie, aunque con el agua cubriendo buena parte de su cuerpo. Pasada ya por agua, a causa de la tormenta y del incesable oleaje que sacudía la bahía indiscriminadamente, poco le importaba un poco más. Volvió su mirada hacia el elfo una vez más, resignada. Por el momento, se mostraría conforme con su estrategia. Pensándolo mejor, si permanecía oculta, como él planteaba, contarían también con el factor sorpresa.
—Os sigo.— afirmó, cuando Eleandris terminó de exponer su plan al mercenario.
Comenzaban su avance minutos después del primer avistamiento y los ojos de la elfa viajaban de un lado a otro, controlando el entorno a su alrededor, nerviosos, atemorizados ante la idea de que, en cualquier momento, pudiese producirse un segundo. No había alcanzado a verla la primera vez, por lo que su cabeza daba rienda suelta a la imagen que imaginaba de la bestia que los rondaba, invisible, varias leguas bajo el agua. Su misma zozobra debían sentir los hombres de Wimbely, a los que pudo avistar preparando los escasos arpones que no habían sido descargados en el campamento.
El tiempo pareció pararse un instante cuando en su mirada se cruzó la imagen de Winslow a merced de aquella hoja, siendo acertadamente interrumpido por el mercenario. Antes de llegar a ser vista, se zambulló al agua, a escasos metros de la orilla del islote, refugiándose tras el reborde rocoso sobre el que se levantaba lo que restaba de un muro. No podía perder detalle de lo que acontecía, si Yiks decidía jugársela debería intervenir. Al llevar la mano a su arma para prepararse, rozó las algas que se habían enganchado en las rocas, azotadas por el oleaje. Sonrió, esperando que Imbar también lo hiciese a su favor, recitando mentalmente las plegarias para hacer fluir la energía de la diosa a través de ella.
Antes de que los hombres de Wimbely terminaran de tomar posiciones y que su capitán arrancase al elfo de las manos del que aún consideraba su subordinado, la vegetación marina comenzó a brotar, sobrepasando los rebordes del islote y serpenteando por el firme hasta llegar a los dos hombres-bestia que portaban los arpones. Antes de que pudieran darse cuenta, se encontraban recubiertos de maleza oceánica que se enroscaba a su cuerpo, inmovilizadolos.[1] El elfo y el humano tenían ahora una oportunidad para dejar a Bely fuera de juego y obtener la ventaja frente a los dos restantes.
El enfrentamiento que dio paso a continuación pareció alejar los pensamientos de los contingentes de cualquier cuestión que no fuera ensartar al contrario. El sonido del acero se mezclaba con el rugir del cielo y el romper de las olas, casi pareciera que se hubieran olvidado de la bestia. De la nada, los lamentos de Winslow al advertir que su navío se soltaba del anclaje, quedando a la deriva hasta encallar a los pies del acantilado, irrumpieron en la pelea, haciendo que, por un momento, las miradas se desviaran hacia el barco. La elfa torció el gesto. No sería sencillo, desde allí podían apreciar varios boquetes que deberían ser reparados y a saber qué más destrozos encontrarían al acercarse, pero no estaba perdido. No hasta que bajo sus pies el suelo tembló de nuevo y tras la sacudida, un chorro de agua expulsado hacia arriba descubrió la ubicación de la ballena, que acto seguido emergió con fuerza, dejándose caer de costado contra el navío, que terminó de hacerse añicos, llevándolo consigo al fondo marino.[2]
La desolación se reflejó en el rostro del Capitán, pero la expresión de los demás tampoco transmitía mejores sensaciones. Aylizz notó cómo su pulso se aceleraba, el viaje de regreso acababa de quedar reducido a la nada, ¿qué se suponía que harían ahora? ¿Esperar su salvación? ¿Y durante cuánto? Una presión en el pecho se le agarró como si tratase de ahogarla desde dentro. Por qué, por qué, por qué había tenido que implicarse en aquella locura. ¿Acaso se sentía orgullosa? ¿Creía ahora estar haciendo algo importante? Había presenciado un mito, pero a qué precio.
_____________
[1] Uso de habilidad: Enraizar [mágica, 1 uso]: Hago brotar las raíces cercanas para enredar al enemigo, dejándolo inmovilizado durante 1 turno.
[2] Complicación: La Bolwntos hunde el barco.
Aylizz Wendell
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
La embestida fué mas fuerte de lo que había planeado y nos llevó al suelo a ambos. Mientras Wimbely y yo nos levantábamos de nuevo y recuperábamos nuestras armas Yiks había optado por apartar a Ephraim el cual había, sin duda, visto días mejores. La flora marina había hecho presa de los hombres bestia que estarían fuera de juego durante unos momentos. eso me daba unos instantes valiosos para dejar fuera del partido a mi adversario.
Wimbely por su lado denotó ser un combatiente experimentado y sucio. Combatirle con la lanza me resultaba bastante complejo y el amotinado lo sabía lo grando ponerme en apuros en mas de una ocasión. Yiks no me había vendido pero se limitaba casi a ser un espectador estando mas preocupado por su superior y amigo que por el resultado de aquel enfrentamiento. Por su lado y con múltiples forcejeos los los hombres vestia acabaron por librarse de sus ataduras y unirse a la refriega.
El tener la lanza hacía que pudiera atacar y defenderme en todas las direcciones formando una especie de baile mortal. No obstante tres oponentes al mismo tiempo eran demasiados y me hacía recibir mas golpes de los que llegaba a propinar. Los dos hombres bestia y el propio Wimbely conseguían encontrar cada vez mas puntos flacos que aprovechar hasta hacerme hincar rodilla. Algo entonces hizo temblar el suelo y desestabilizar a mis atacantes.
La criatura había atacado la embarcación haciendola añicos en el proceso. Hecho que no dejó a nadie indiferente y sabedor de que aquello no duraría mucho. Era mi momento de atacar. Intenté quitarme del medio a los hombres bestia y para mi sorpresa Yiks se incorporaba también a la liza. En apenas unos momentos ambos esbirros quedaron fuera de la ecuación gracias en gran parte a la maestría de Yiks con el arma. Wimbely no tuvo tanta suerte.
Amenazado ahora por dos filos el perpetrador de tal motín intentaba alejarse cautelosamente sin intentar continuar el combate sin saber que ya estaba sentenciado. Con un rápido movimiento perpetré una estocada que se hundió hasta el hasta justo bajo el esternón de Wimbely y pocos segundos despues recibía un tajo en la garganta por cortesía de Yiks. 1
- Aún quedan restos del palo mayor en la arena. Expondremos los cadáveres ahí cuando pase la tormenta para que sirvan de ejemplo. - Sentenciaba Yiks. Por mi lado yo llamé a Aylizz para volver a reunirnos y poder agradecerle su ayuda con el conjuro. Apaleado y dolorido, con algunas heridas abiertas que por suerte no eran graves ayudé a Yiks a llevar a su superior hasta el campamento.
La moral de los hombres se había quebrantado igual que las maderas bajo el blowntos y ahora exigían respuestas a un Ephraim aturdido y casi mas muerto que vivo. Esperaba que Ephraim pudiera recuperarse pronto o que Yiks consiguiera mantener cohesionado a lo que restaba de tripulación. Era el momento de que los líderes mostraran fuerza y si bien durante el temporal sería casi imposible hacer nada la isla parecía ofrecer refugio con aquellas ruinas.
Guiamos a los restantes hasta las ruinas que descubrió mi compañera elfa y esperamos a que amainara la tormenta. con un poco de suerte el resto del convoy vendría a buscarnos. tenía esa esperanza
Wimbely por su lado denotó ser un combatiente experimentado y sucio. Combatirle con la lanza me resultaba bastante complejo y el amotinado lo sabía lo grando ponerme en apuros en mas de una ocasión. Yiks no me había vendido pero se limitaba casi a ser un espectador estando mas preocupado por su superior y amigo que por el resultado de aquel enfrentamiento. Por su lado y con múltiples forcejeos los los hombres vestia acabaron por librarse de sus ataduras y unirse a la refriega.
El tener la lanza hacía que pudiera atacar y defenderme en todas las direcciones formando una especie de baile mortal. No obstante tres oponentes al mismo tiempo eran demasiados y me hacía recibir mas golpes de los que llegaba a propinar. Los dos hombres bestia y el propio Wimbely conseguían encontrar cada vez mas puntos flacos que aprovechar hasta hacerme hincar rodilla. Algo entonces hizo temblar el suelo y desestabilizar a mis atacantes.
La criatura había atacado la embarcación haciendola añicos en el proceso. Hecho que no dejó a nadie indiferente y sabedor de que aquello no duraría mucho. Era mi momento de atacar. Intenté quitarme del medio a los hombres bestia y para mi sorpresa Yiks se incorporaba también a la liza. En apenas unos momentos ambos esbirros quedaron fuera de la ecuación gracias en gran parte a la maestría de Yiks con el arma. Wimbely no tuvo tanta suerte.
Amenazado ahora por dos filos el perpetrador de tal motín intentaba alejarse cautelosamente sin intentar continuar el combate sin saber que ya estaba sentenciado. Con un rápido movimiento perpetré una estocada que se hundió hasta el hasta justo bajo el esternón de Wimbely y pocos segundos despues recibía un tajo en la garganta por cortesía de Yiks. 1
- Aún quedan restos del palo mayor en la arena. Expondremos los cadáveres ahí cuando pase la tormenta para que sirvan de ejemplo. - Sentenciaba Yiks. Por mi lado yo llamé a Aylizz para volver a reunirnos y poder agradecerle su ayuda con el conjuro. Apaleado y dolorido, con algunas heridas abiertas que por suerte no eran graves ayudé a Yiks a llevar a su superior hasta el campamento.
La moral de los hombres se había quebrantado igual que las maderas bajo el blowntos y ahora exigían respuestas a un Ephraim aturdido y casi mas muerto que vivo. Esperaba que Ephraim pudiera recuperarse pronto o que Yiks consiguiera mantener cohesionado a lo que restaba de tripulación. Era el momento de que los líderes mostraran fuerza y si bien durante el temporal sería casi imposible hacer nada la isla parecía ofrecer refugio con aquellas ruinas.
Guiamos a los restantes hasta las ruinas que descubrió mi compañera elfa y esperamos a que amainara la tormenta. con un poco de suerte el resto del convoy vendría a buscarnos. tenía esa esperanza
- 1:
- La primera complicación queda resuelta al dar final a Wimbely y con él a su motín
Eleandris
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Re: Misión: Rescatar el islote [TRABAJO]
Un duelo bajo la tormenta, los golpes del acero rompiendo al tiempo que lo hacían las olas a su alrededor, cada vez más bravas. Tras las rocas, la elfa presenció el baile de a uno que a duras penas marcaba el soldado, tratando de mantener su enredo un poco más, logrando lo justo para dar tiempo al mercenario de unirse a la trifulca.
—No.— se opuso ella al propósito del humano cuando los hubo alcanzado —Que se los lleve el mar y los haga suyos. A los ojos del mundo esta isla es virgen, que siga siendo así.
Caminó en silencio tras los pasos de los varones, que cargaban con el apaleado Capitán, sin ver claro que su mejor opción fuese buscar cobijo en las ruinas. De hacerlo, dudaba que alguien pudiera encontrarlos allí. No obstante, a su encuentro con aquellos que se habían mantenido en las orillas de la isla y que desde la lejanía habían contemplado la bravura del mar y su criatura, comprendió que nadie la seguiría si apostaba por quedarse en la playa.
—Tenemos pocas opciones ahora mismo… Las olas levantan, lo menos, cuatro metros… Y con esta lluvia es imposible prender nada…— expuso la ingeniera, que junto al arcanista, de una forma u otra, se las había apañado para reunir a cuantos habían quedado rezagados en la expedición. —Quizá no sea tan mala idea volver y… Esperar…— la muchacha posó su mano sobre el hombro de la elfa, ya no parecía tan entusiasmada con la excursión. Su expresión, alicaída, no parecía dejar ver esperanzas. —Ningún barco podría navegar ahora…
—Al menos tendremos tiempo para pensar en algo…— se limitó a decir, asumiendo que la pelirroja no podría tener más razón.
[...]
Sin adentrarse más de lo imprescindible para quedar a resguardo de la lluvia, que parecía sacudir con puñales por la fuerza con la que el viento tropical la mecía, la tensión que se respiraba se le atragantaba a más de uno. Había quienes murmuraban, otros guardaban silencio mientras se preocupaban más por entrar en calor que de las razones de Winslow para haberlos llevado hasta aquel agujero olvidado.
—Tiene algo de poético morir aquí, si…— murmuró el Capitán, sonando como si quisiera dar paso a su epitafio —Cuando era un crío, leí algo sobre los Nafir[1]… Vástagos de la guerra de los pueblos mágicos que se habían hecho con un tesoro del mar… Antes de que sus almas perecieran en el limbo eterno…
Sus palabras se entrecortaban entre toses y respiraciones forzadas. A medida que se explicaba, el silencio se hacía mayor y aquellos que le escuchaban no podían evitar mirarse, con gestos de duda sobre si el viejo deliraba o confesaba.
—Entonces estaba convencido de que no era más que una leyenda, pero aun así… Por Njord… Un adolescente embravecido y alentado por los idiotas de sus amigos sólo hace estupideces…
—Encontraste esta isla y la ballena, Yiks nos lo contó.— se adelantó la elfa al final de sus remembranzas.
—Ah... Yiks... Un hombre que es capaz de hacer lo imposible por el amor de una hermana... Aunque sea una rata condenada...— masculló, dedicándole una mirada de reojo al mercenario —No lo recordaba tan ruinoso…— expuso el marinero, haciendo después un barrido con los ojos a su alrededor —En algunas de esas paredes había restos de grabados sobre la criatura… Parecía que la adoraban o la temían… Y la estudiaron, pensé… Lo entendí cuando en una de las pinturas se la representaba sobre los huevos, bajo una tormenta… Pero aun así… Los seres poderosos deben aprovechar sus capacidades, así habría hecho yo…— concluyó, dejando escapar una quejosa carcajada.
[...]
…en aquellas ruinas llegué a pensar que, a pesar de todo, jamás podría volver al continente. Todavía resuenan en mi cabeza los atronadores golpes del cielo rompiéndose sobre nosotros hasta bien entrada la noche… Dioses, nunca antes había sentido tal desazón durante una tormenta…
Tras dos noches en el mar con el rumbo puesto de regreso a la capital humana, admito que por primera vez no quepo en mí de la emoción por pisar sus calles. Y alejarme de ellas cuanto antes. Patrice parecerá una perturbada, pero ese macuto de viaje y su curiosa cabeza propiciaron que nos sacaran de allí… De no haber sido por sus luces volantes el resto de la flota nunca habría localizado nuestra posición, aunque fue desesperante tener que esperar a que el sol bañase las costas para saber si había funcionado. Es increíble lo que puede hacer alguien con ingenio, trozos de tela y cáñamo.[2]
Ahora que puedo pararme a pensar en todo lo ocurrido, por muy bien que sonasen las fantasías de Yiks sobre la elfa que verificó un mito, creo que lo mejor será dejarlo estar. No me preocupa que me tomen por loca, al contrario, temo que alguien crea en la certeza de lo ocurrido y lo que ello provocaría. Ephraim sólo sería el primero de muchos en intentarlo… Aunque debo admitir que su ocurrencia para atraer a toda esta gente fue ingeniosa. Para tomarse a la criatura como una leyenda, nadie quiso arriesgarse a que fuesen ciertas las advertencias sobre el futuro del puerto…[3]
[1] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[2] Solución: nuestra MacGyver se saca unas manualidades de la mochila y hace farolitos como [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a modo de S.O.S.
[3] El objetivo del trabajo era evitar que la ballena chocase contra el puerto de Lunargenta y técnicamente se ha cumplido. Que en realidad nunca fuese a ocurrir es una licencia que yo me permito a ver si cuela. Je.
Aylizz Wendell
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