Barco fantasma [Trabajo]
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Barco fantasma [Trabajo]
Cansada. Esa podría ser la descripción perfecta de cómo Helena se había sentido en la última semana. No pegaba ojo, y cada vez que lo hacía estos empezaban a ser de nuevo crípticos y relacionados con el ente de las mil caras. A veces le hablaba. Recordaba una y otra vez a la bruja su misión y su lazo, tanto con él mismo como con Taliesin.
En ese momento, la Rhodes se encontraba en una cantina en el puerto de Beltrexus tomando una jarra de buena cerveza oriunda de las propias islas. Podría haberse pedido vino, pero sería demasiado típico.
Lo que no era nada típico ni usual es que tras una hora de charla, la jarra de la bruja tan solo hubiese bajado hasta la mitad.
Acompañándola, estaba un buen conocido de esta: el capitán Thomas Duchard, el cual también estaba metido en la ardua empresa que llevaba a la bruja a recorrer el mundo en busca de los trozos de aquel ente.
-Helena...-Llamó su atención cuando la bruja estaba a mitad de camino de tomar otro sorbo. Con el filo de la carra en sus labios, se detuvo y miró con mala gana al marino.-¿Ocurre algo? Durante una hora no has dicho gran cosa, y tu jarra está casi intacta...
Antes de contestar, tomó el sorbo que se le había quedado a medias y soltó de forma contundente la jarra sobre la mesa, siguiendo con su mirada de mala gana.
-Insomnio.-Contestó, seca.
-Ya veo.-Sabía por qué era. Cuando la conoció le pasó exactamente lo mismo.
-Nos hemos puesto al día y todo eso, ¿Verdad?-Apoyó su mentón desganada sobre una de sus manos.-Pues háblame de esos rumores.
-Debes ir al Golfo de Midgar. ¿Sabes dónde es?
-Ajá.-Asintió dándolo por hecho. Nunca había ido en realidad, pero ya se las apañaría para llegar.
-Pues se habla de un barco fantasma-Sacó de entre sus pertenencias una nota. Era una especie de contrato de trabajo. Inmediatamente, la atención de la Rhodes quedó captada.-Piden que se acaban las apariciones, pero yo he oído algo más...-Bajó el tono de voz y miró sutilmente a izquierda y derecha para comprobar que nadie les prestaba especial atención-Tesoros del pasado, maldiciones que vinculan a las almas a este mundo...
-Podría ser.-Se despegó el mentón de su apoyo y se recolocó sobre el respaldar de la silla-Pero la gente es imbécil. Inventan rumores de todo tipo. A mí misma me confundieron con un ser mitológico que cumplía deseos hace poco...-Se cruzó de brazos.
-¿En serio? ¿Y cómo es eso?-Dijo, sorprendido. Él creía que se habían puesto al día de verdad, pero Helena nunca contaba de forma completa sus experiencias.
-Ya te lo contaré cuando tengamos más tiempo.-Hizo un gesto de desaire con una mano-Partiré de inmediato.-Dicho esto, tomó un sorbo largo y definitivo sobre lo que quedaba en la jarra, que no era poco.
En ese momento, la Rhodes se encontraba en una cantina en el puerto de Beltrexus tomando una jarra de buena cerveza oriunda de las propias islas. Podría haberse pedido vino, pero sería demasiado típico.
Lo que no era nada típico ni usual es que tras una hora de charla, la jarra de la bruja tan solo hubiese bajado hasta la mitad.
Acompañándola, estaba un buen conocido de esta: el capitán Thomas Duchard, el cual también estaba metido en la ardua empresa que llevaba a la bruja a recorrer el mundo en busca de los trozos de aquel ente.
-Helena...-Llamó su atención cuando la bruja estaba a mitad de camino de tomar otro sorbo. Con el filo de la carra en sus labios, se detuvo y miró con mala gana al marino.-¿Ocurre algo? Durante una hora no has dicho gran cosa, y tu jarra está casi intacta...
Antes de contestar, tomó el sorbo que se le había quedado a medias y soltó de forma contundente la jarra sobre la mesa, siguiendo con su mirada de mala gana.
-Insomnio.-Contestó, seca.
-Ya veo.-Sabía por qué era. Cuando la conoció le pasó exactamente lo mismo.
-Nos hemos puesto al día y todo eso, ¿Verdad?-Apoyó su mentón desganada sobre una de sus manos.-Pues háblame de esos rumores.
-Debes ir al Golfo de Midgar. ¿Sabes dónde es?
-Ajá.-Asintió dándolo por hecho. Nunca había ido en realidad, pero ya se las apañaría para llegar.
-Pues se habla de un barco fantasma-Sacó de entre sus pertenencias una nota. Era una especie de contrato de trabajo. Inmediatamente, la atención de la Rhodes quedó captada.-Piden que se acaban las apariciones, pero yo he oído algo más...-Bajó el tono de voz y miró sutilmente a izquierda y derecha para comprobar que nadie les prestaba especial atención-Tesoros del pasado, maldiciones que vinculan a las almas a este mundo...
-Podría ser.-Se despegó el mentón de su apoyo y se recolocó sobre el respaldar de la silla-Pero la gente es imbécil. Inventan rumores de todo tipo. A mí misma me confundieron con un ser mitológico que cumplía deseos hace poco...-Se cruzó de brazos.
-¿En serio? ¿Y cómo es eso?-Dijo, sorprendido. Él creía que se habían puesto al día de verdad, pero Helena nunca contaba de forma completa sus experiencias.
-Ya te lo contaré cuando tengamos más tiempo.-Hizo un gesto de desaire con una mano-Partiré de inmediato.-Dicho esto, tomó un sorbo largo y definitivo sobre lo que quedaba en la jarra, que no era poco.
Última edición por Helena Rhodes el Jue Ene 07 2021, 18:36, editado 1 vez
Helena Rhodes
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Arrastró el pesado arcón que llevaba consigo a través del puerto.
Un barco fantasma, le habían dicho. Un navío que se aparecía rodeado de una espesa niebla incluso a la luz del día y arrastraba a cualquier marinero lo suficiente desafortunado para verlo a las profundidades.
Ese tipo de historias siempre se le hacían ridículas. “¡Y nadie sobrevivió!” Si ese fuese caso… ¿Cómo se suponía que la sabía el que la contaba? ¿Se la inventaba? Probablemente, había perdido la cuenta de los meses que había perdido rastreando rumores absurdos.
Se detuvo frente a la embarcación en la que le habían convocado y la miró durante varios segundos. Se pasó la mano por la barba.
Pero todos esos viajes… habían merecido la pena.
Torciendo levemente el gesto, recordando momentáneamente que iba a pasar los siguientes días de su vida encerrado en aquella tabla hueca sobre las olas, cargó el baúl sobre su hombro derecho y, sin dirigirle la palabra al marinero que probablemente controlaba quien subía o bajaba del barco, atravesó el listón que separaba el muelle de la embarcación.
Barco fantasma o no… no le podía ser más indiferente todo aquello.
No iba a la caza de ningún pirata no-muerto ni de ningún Jinete submarino, tenía cosas más importantes sobre las que preocuparse; Le pagaban porque querían los servicios de un herrero y necesitaba el dinero.
¿Qué por qué querían a un herrero en un armatoste de madera en rodeado de un elemento que no se llevaba bien con el metal? Se le escapaba, pero pagaban bien y lo peor que podía pasar era que un grupo de piratas tratase de robarles disfrazados de fantasma.
Nada que la tripulación del “Indomable”, supuso, no pudiese someter.
- ¿Eres el herrero? – Una mujer pelirroja de aspecto serio, ataviada con una casaca de color azul fue la primera persona que le habló. - ¿Eltrant Tale? – Preguntó a continuación, tras garabatear con una pluma algo en el papel que sujetaba sobre una pequeña tabla y tendérselo a un marinero aleatorio que pasaba por allí.
- Soy el herrero. – Respondió Eltrant, dejando caer el arcón con sus herramientas a sus pies. - ¿Dónde me instalo? – Preguntó a continuación, repasando a la mujer, concretamente las dos espadas cortas que pendían de sus caderas.
El metal que veía relucir tímidamente entre la vaina le resultaba curioso, era de un suave color ocre. ¿Acero de Dalmasca? La pelirroja asintió al oír la confirmación del supuesto veterano y dejó descansar cada mano en cada uno de los pomos de las armas.
- Soy la capitana del Indomable. – dijo, aunque Eltrant ya había asumido eso. – Alicia Colton. – Afirmó, teniéndole la mano al nuevo miembro de su tripulación. – Me alegro de tenerte a bordo. – dijo al final, sonriendo escuetamente.
Aunque reticente en un principio, Eltrant acabó aceptando la mano. Alicia era diligente, marcial… la mujer evidentemente contaba con algún tipo de formación militar, todos los que se acercaban a ella parecían, además, respetarla.
- Puedes ponerte cómodo en los niveles inferiores. Todavía quedan varias horas para zarpar. – Aseveró a continuación, liberando la mano de Eltrant y entrelazando las suyas a su espalda. – Los especialistas tienen una habitación para ellos solos. – dijo girándose hacía un tripulante que reclamaba su atención.
Dando por finalizada la conversación, Eltrant tomó el baúl de la misma forma que lo había cargado hasta allí, y procedió a trasladarse hacía la habitación que le había indicado.
El Indomable era un barco digno de mención. Si bien no era como el navío principal de la guardia de Lunargenta, ese en el que había estado y que ahora estaba perdido en el fondo del mar, era de unas dimensiones respetables.
- ¡Markus! – Las voces se sucedían por el lugar, movían barriles, paquetes… armas. Pero por algún motivo aquella voz en particular le llamó la atención. - ¡La capitana te necesita! – Era la de un marinero normal, no fue en el hombre que hablaba donde se posó su ojo.
Un hombre calvo, corpulento, dueño de una espesa barba castaña asintió sin decir nada y pasó a su lado sin siquiera mirarle. Parecía ser… alguien relevante. ¿La mano derecha de la capitana? El tiempo diría si había acertado, iba a pasar muchas horas en Indomable, después de todo.
Cuando llegó a la habitación y dejó el baúl en el suelo, se encontró con que ya había tres personas allí. Una mujer de cabellos cortos y castaños, carpintera por el equipo que tenía a los pies, un sacerdote elfico que, afianzando ambas manos en torno al báculo que portaba, le miró con cierto desdén desde una esquina de la habitación y, finalmente… un Nórgedo bastante corpulento.
Aunque este último parecía bastante atípico para los que había conocido, los ropajes que llevaba le delataban. Eltrant no fue capaz de adivinar cuál era su profesión, pues no parecía llevar equipo encima, solo un Aero que hacía bailar entre los dedos de sus manos.
- ¡Y otro especialista! – dijo con un marcado acento del arenal. - ¡Los espíritus nos sonríen! – dejó escapar un sonoro “¡Jajá!” y extendió ambos brazos para darle varias palmadas a Eltrant en la espalda. – Uno con mucha experiencia en la vida… ¿Mmh? – dijo a continuación, sin perder la sonrisa.
El herrero respondió con un gruñido y se sentó sobre su arcón.
- Déjalo instalarse antes de abrumarle, Jawaad. – dijo la carpintera, ladeando la cabeza con una sonrisa.
- Lo siento, lo siento. Mi efusividad saca… lo mejor de mí. – Jawaad continuó haciendo bailar la moneda, ahora en su mano izquierda. - ¿Quién falta por llegar? – Preguntó volteándose hacía los demás.
- Solo uno más. – Respondió el elfo.
Un barco fantasma, le habían dicho. Un navío que se aparecía rodeado de una espesa niebla incluso a la luz del día y arrastraba a cualquier marinero lo suficiente desafortunado para verlo a las profundidades.
Ese tipo de historias siempre se le hacían ridículas. “¡Y nadie sobrevivió!” Si ese fuese caso… ¿Cómo se suponía que la sabía el que la contaba? ¿Se la inventaba? Probablemente, había perdido la cuenta de los meses que había perdido rastreando rumores absurdos.
Se detuvo frente a la embarcación en la que le habían convocado y la miró durante varios segundos. Se pasó la mano por la barba.
Pero todos esos viajes… habían merecido la pena.
Torciendo levemente el gesto, recordando momentáneamente que iba a pasar los siguientes días de su vida encerrado en aquella tabla hueca sobre las olas, cargó el baúl sobre su hombro derecho y, sin dirigirle la palabra al marinero que probablemente controlaba quien subía o bajaba del barco, atravesó el listón que separaba el muelle de la embarcación.
Barco fantasma o no… no le podía ser más indiferente todo aquello.
No iba a la caza de ningún pirata no-muerto ni de ningún Jinete submarino, tenía cosas más importantes sobre las que preocuparse; Le pagaban porque querían los servicios de un herrero y necesitaba el dinero.
¿Qué por qué querían a un herrero en un armatoste de madera en rodeado de un elemento que no se llevaba bien con el metal? Se le escapaba, pero pagaban bien y lo peor que podía pasar era que un grupo de piratas tratase de robarles disfrazados de fantasma.
Nada que la tripulación del “Indomable”, supuso, no pudiese someter.
- ¿Eres el herrero? – Una mujer pelirroja de aspecto serio, ataviada con una casaca de color azul fue la primera persona que le habló. - ¿Eltrant Tale? – Preguntó a continuación, tras garabatear con una pluma algo en el papel que sujetaba sobre una pequeña tabla y tendérselo a un marinero aleatorio que pasaba por allí.
- Soy el herrero. – Respondió Eltrant, dejando caer el arcón con sus herramientas a sus pies. - ¿Dónde me instalo? – Preguntó a continuación, repasando a la mujer, concretamente las dos espadas cortas que pendían de sus caderas.
El metal que veía relucir tímidamente entre la vaina le resultaba curioso, era de un suave color ocre. ¿Acero de Dalmasca? La pelirroja asintió al oír la confirmación del supuesto veterano y dejó descansar cada mano en cada uno de los pomos de las armas.
- Soy la capitana del Indomable. – dijo, aunque Eltrant ya había asumido eso. – Alicia Colton. – Afirmó, teniéndole la mano al nuevo miembro de su tripulación. – Me alegro de tenerte a bordo. – dijo al final, sonriendo escuetamente.
Aunque reticente en un principio, Eltrant acabó aceptando la mano. Alicia era diligente, marcial… la mujer evidentemente contaba con algún tipo de formación militar, todos los que se acercaban a ella parecían, además, respetarla.
- Puedes ponerte cómodo en los niveles inferiores. Todavía quedan varias horas para zarpar. – Aseveró a continuación, liberando la mano de Eltrant y entrelazando las suyas a su espalda. – Los especialistas tienen una habitación para ellos solos. – dijo girándose hacía un tripulante que reclamaba su atención.
Dando por finalizada la conversación, Eltrant tomó el baúl de la misma forma que lo había cargado hasta allí, y procedió a trasladarse hacía la habitación que le había indicado.
El Indomable era un barco digno de mención. Si bien no era como el navío principal de la guardia de Lunargenta, ese en el que había estado y que ahora estaba perdido en el fondo del mar, era de unas dimensiones respetables.
- ¡Markus! – Las voces se sucedían por el lugar, movían barriles, paquetes… armas. Pero por algún motivo aquella voz en particular le llamó la atención. - ¡La capitana te necesita! – Era la de un marinero normal, no fue en el hombre que hablaba donde se posó su ojo.
Un hombre calvo, corpulento, dueño de una espesa barba castaña asintió sin decir nada y pasó a su lado sin siquiera mirarle. Parecía ser… alguien relevante. ¿La mano derecha de la capitana? El tiempo diría si había acertado, iba a pasar muchas horas en Indomable, después de todo.
Cuando llegó a la habitación y dejó el baúl en el suelo, se encontró con que ya había tres personas allí. Una mujer de cabellos cortos y castaños, carpintera por el equipo que tenía a los pies, un sacerdote elfico que, afianzando ambas manos en torno al báculo que portaba, le miró con cierto desdén desde una esquina de la habitación y, finalmente… un Nórgedo bastante corpulento.
Aunque este último parecía bastante atípico para los que había conocido, los ropajes que llevaba le delataban. Eltrant no fue capaz de adivinar cuál era su profesión, pues no parecía llevar equipo encima, solo un Aero que hacía bailar entre los dedos de sus manos.
- ¡Y otro especialista! – dijo con un marcado acento del arenal. - ¡Los espíritus nos sonríen! – dejó escapar un sonoro “¡Jajá!” y extendió ambos brazos para darle varias palmadas a Eltrant en la espalda. – Uno con mucha experiencia en la vida… ¿Mmh? – dijo a continuación, sin perder la sonrisa.
El herrero respondió con un gruñido y se sentó sobre su arcón.
- Déjalo instalarse antes de abrumarle, Jawaad. – dijo la carpintera, ladeando la cabeza con una sonrisa.
- Lo siento, lo siento. Mi efusividad saca… lo mejor de mí. – Jawaad continuó haciendo bailar la moneda, ahora en su mano izquierda. - ¿Quién falta por llegar? – Preguntó volteándose hacía los demás.
- Solo uno más. – Respondió el elfo.
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- Capitana Alicia Colton:
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- Markus:
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- Jawaad:
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Eltrant Tale
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Con premura, la bruja se dirigió hasta los muelles. Antes de irse, Duchard le dijo que tenía apalabrado su estancia en un barco propiedad de una capitana amiga de él mismo. El marino de alta cuna conocía lo suficiente a Helena como para saber que aceptaría investigar cualquier cosa que pudiese ser mínima sospechosa para la empresa que tenían en común.
-Rubia, ojos azules y tez blanquecina.-Fue lo primero que escuchó nada más subir al barco-¿Helena Rhodes?
La bruja cruzó los brazos y miró a aquella mujer pelirroja con cautela. Por su aspecto, se podría decir que era alguien con un temple bastante fuerte y rezumaba confianza y liderazgo a partes iguales. Sin duda, el nombre del navío encajaba perfectamente con ella, por lo que se podría deducir quién era. De todas formas, la Rhodes preguntó.
-¿Y tú eres...?
-La capitana de esta nave; Alicia Colton.
Lo que Helena suponía. La pelirroja le tendió una mano. La rubia tan solo le echó un rápido vistazo de arriba a abajo sin decir nada ni aceptarle el saludo.
Con gesto serio, y retirando su mano, la capitana volvió a hablar.
-No te esperábamos para hoy. Tan solo estamos subiendo las provisiones y ajustando a la tripulación.-Si Helena se fijaba a su alrededor, todo el ajetreo que había en cubierta confirmaba las palabras de aquella mujer
-El tiempo apremia.-Respondió aún cruzada de brazos y tamborileando sus dedos izquierdos en el brazo contrario.-¿No puedes acelerarlo todo?
-Imposible.-Respondió, tajante.-Como eres amiga de Duchard, te he asignado con los especialistas. Puedes de mientras conocerlos, pronto anochecerá, nos iremos a dormir y mañana será un nuevo y mejor día.-Le indicó la dirección.
Helena resopló por la nariz, no conforme, e hizo un mohín en sus labios.
Cuando llegó a la habitación, pudo escuchar que ya había gente dentro. Se estaban presentando.
La rubia entonces se colocó en el marco de la puerta y se apoyó sobre el lado izquierdo, según se entraba, de este. Se cruzó de brazos sin decir nada para esperar a que terminasen de presentarse.
Sin duda, era gente de lo más variopinta: una mujer de cabellos cortos y castaños, un elfo, un brujo corpulento y entrado en carnes, y un humano todo viejo y demacrado por el paso de los años. Seguramente este último vivió infinidad de cosas en su juventud, pues las marcas de su rostro así lo hacían creer.
-Creo que falto yo.-Levantó sutilmente su brazo derecho.
- ¡Pues ya estamos todos!-Dijo el hombre efusivo, haciendo buena gala de ese adjetivo. Incluso hizo el ademán de acercarse a la bruja para, probablemente hacerle lo mismo que le hizo a su congénere.
-Ni se te ocurra.-Le advirtió, mirándole de forma fija a los ojos y volviéndose a cruzar de brazos apoyada en el marco de la habitación.
El brujo, de nombre Jawaad, captó la advertencia y la respetó. Aquello sacó una leve sonrisa al elfo, que miró de reojo a la Rhodes, analizándola.
Helena notó eso y miró mal al ser de orejas puntiagudas.
-¿Tengo monos en la cara?
-El éter que te rodea es interesante, bruja. ¿Cuál es tu especialidad?
-Pueees...-Se encogió de hombros al mismo tiempo que mostraba una sonrisilla pícara-Convertir a príncipes en sapos, elaborar pociones y maldecir a la gente que me mira demasiado.
Aquella respuesta hizo reír tanto a la otra chica como al Jawaad.
-Ja ja ja... muy graciosa-Comentó sarcástico, aunque correspondiendo a la Rhodes con otra sonrisa pícara.-¿No lo vas a decir?-Insistió.
-Se rumorea que hay un barco fantasma rondando por el Golfo de Midgar.-Comentó, algo más seria pero sin perder su tono sarcástico-Voy a ver qué tienen de verdad esos rumores.
Todos la miraron extrañados y sorprendidos, no sabiendo muy bien si había vuelto a mentir.
-¿Qué?-Se preguntó encogiéndose de hombros, separándose del marco de la puerta y poniendo por primera vez ambos pies dentro de la habitación-Esta vez juro que he dicho la verdad.-Su sonrisa pasó a ser sarcástica.-En fin...-Suspiró, resignada a tratar de convencerles. Acto seguido, se giró sobre sus talones e hizo un gesto ameno de despedida con la mano-Ahí os quedáis, especialistas-Dijo tras salir definitivamente de la habitación y poner rumbo hacia la cubierta de nuevo. Ya había visto dónde se alojaría y quiénes la acompañarían, no era necesario estar ahí mucho más tiempo.
Todo el ajetreo que se vivía en la cubierta de proa era totalmente distinto, por no decir en comparación: inexistente, al que había en popa. Allí Helena pudo encontrar algo más en calma, paz y sosiego apoyada en las barandas del barco mientras la brisa la refrescaba.
Le esperaba un viaje de varios días por mar a la busca de rumores que, de ser falsos sería una gran pérdida de tiempo, y de ser verdaderos supondría un hecho terrorífico. Jamás se había enfrentado a algo así. Podía llegar a descontrolarse, y si eso pasaba la tripulación iba a pagarlo caro. No es que le importaran realmente, pero, ¿Sin tripulación cómo se maneja un barco?
Echó una mirada en dirección a donde el mar se abría. Sintió una sensación nerviosa recorriéndole el cuerpo. La incertidumbre era bastante alta. Quería partir cuanto antes.
-Rubia, ojos azules y tez blanquecina.-Fue lo primero que escuchó nada más subir al barco-¿Helena Rhodes?
La bruja cruzó los brazos y miró a aquella mujer pelirroja con cautela. Por su aspecto, se podría decir que era alguien con un temple bastante fuerte y rezumaba confianza y liderazgo a partes iguales. Sin duda, el nombre del navío encajaba perfectamente con ella, por lo que se podría deducir quién era. De todas formas, la Rhodes preguntó.
-¿Y tú eres...?
-La capitana de esta nave; Alicia Colton.
Lo que Helena suponía. La pelirroja le tendió una mano. La rubia tan solo le echó un rápido vistazo de arriba a abajo sin decir nada ni aceptarle el saludo.
Con gesto serio, y retirando su mano, la capitana volvió a hablar.
-No te esperábamos para hoy. Tan solo estamos subiendo las provisiones y ajustando a la tripulación.-Si Helena se fijaba a su alrededor, todo el ajetreo que había en cubierta confirmaba las palabras de aquella mujer
-El tiempo apremia.-Respondió aún cruzada de brazos y tamborileando sus dedos izquierdos en el brazo contrario.-¿No puedes acelerarlo todo?
-Imposible.-Respondió, tajante.-Como eres amiga de Duchard, te he asignado con los especialistas. Puedes de mientras conocerlos, pronto anochecerá, nos iremos a dormir y mañana será un nuevo y mejor día.-Le indicó la dirección.
Helena resopló por la nariz, no conforme, e hizo un mohín en sus labios.
Cuando llegó a la habitación, pudo escuchar que ya había gente dentro. Se estaban presentando.
La rubia entonces se colocó en el marco de la puerta y se apoyó sobre el lado izquierdo, según se entraba, de este. Se cruzó de brazos sin decir nada para esperar a que terminasen de presentarse.
Sin duda, era gente de lo más variopinta: una mujer de cabellos cortos y castaños, un elfo, un brujo corpulento y entrado en carnes, y un humano todo viejo y demacrado por el paso de los años. Seguramente este último vivió infinidad de cosas en su juventud, pues las marcas de su rostro así lo hacían creer.
-Creo que falto yo.-Levantó sutilmente su brazo derecho.
- ¡Pues ya estamos todos!-Dijo el hombre efusivo, haciendo buena gala de ese adjetivo. Incluso hizo el ademán de acercarse a la bruja para, probablemente hacerle lo mismo que le hizo a su congénere.
-Ni se te ocurra.-Le advirtió, mirándole de forma fija a los ojos y volviéndose a cruzar de brazos apoyada en el marco de la habitación.
El brujo, de nombre Jawaad, captó la advertencia y la respetó. Aquello sacó una leve sonrisa al elfo, que miró de reojo a la Rhodes, analizándola.
Helena notó eso y miró mal al ser de orejas puntiagudas.
-¿Tengo monos en la cara?
-El éter que te rodea es interesante, bruja. ¿Cuál es tu especialidad?
-Pueees...-Se encogió de hombros al mismo tiempo que mostraba una sonrisilla pícara-Convertir a príncipes en sapos, elaborar pociones y maldecir a la gente que me mira demasiado.
Aquella respuesta hizo reír tanto a la otra chica como al Jawaad.
-Ja ja ja... muy graciosa-Comentó sarcástico, aunque correspondiendo a la Rhodes con otra sonrisa pícara.-¿No lo vas a decir?-Insistió.
-Se rumorea que hay un barco fantasma rondando por el Golfo de Midgar.-Comentó, algo más seria pero sin perder su tono sarcástico-Voy a ver qué tienen de verdad esos rumores.
Todos la miraron extrañados y sorprendidos, no sabiendo muy bien si había vuelto a mentir.
-¿Qué?-Se preguntó encogiéndose de hombros, separándose del marco de la puerta y poniendo por primera vez ambos pies dentro de la habitación-Esta vez juro que he dicho la verdad.-Su sonrisa pasó a ser sarcástica.-En fin...-Suspiró, resignada a tratar de convencerles. Acto seguido, se giró sobre sus talones e hizo un gesto ameno de despedida con la mano-Ahí os quedáis, especialistas-Dijo tras salir definitivamente de la habitación y poner rumbo hacia la cubierta de nuevo. Ya había visto dónde se alojaría y quiénes la acompañarían, no era necesario estar ahí mucho más tiempo.
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Todo el ajetreo que se vivía en la cubierta de proa era totalmente distinto, por no decir en comparación: inexistente, al que había en popa. Allí Helena pudo encontrar algo más en calma, paz y sosiego apoyada en las barandas del barco mientras la brisa la refrescaba.
Le esperaba un viaje de varios días por mar a la busca de rumores que, de ser falsos sería una gran pérdida de tiempo, y de ser verdaderos supondría un hecho terrorífico. Jamás se había enfrentado a algo así. Podía llegar a descontrolarse, y si eso pasaba la tripulación iba a pagarlo caro. No es que le importaran realmente, pero, ¿Sin tripulación cómo se maneja un barco?
Echó una mirada en dirección a donde el mar se abría. Sintió una sensación nerviosa recorriéndole el cuerpo. La incertidumbre era bastante alta. Quería partir cuanto antes.
Última edición por Helena Rhodes el Jue Ene 07 2021, 18:35, editado 2 veces
Helena Rhodes
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Helena Rhodes… se apartó un par de pasos de la puerta y se arrodilló frente al baúl, dónde procedió a asegurarse de que tenía consigo todo lo que podría necesitar, obviando un poco la presencia de la bruja en el navío.
¿Aunque era ella de verdad? Parecía más normal y menos “Ciudad Lagarto”.
Por fortuna, en cuanto la rubia abrió la boca confirmó que, efectivamente, se trataba de la Helena Rhodes que conocía. No conocía a nadie tan vanidoso, tan seguro de sí mismo, ni tan…
Ladeó la cabeza, viéndola marcharse tras hacer su inestimable presentación. Era el tipo de persona que se llevaría bien con Huracán y con Eilydh, o a matar, a saber.
Solo los dioses eran capaces de comprender como funcionaban realmente.
Los dioses particularmente problemáticos.
- Esa era Helena. ¿No? – Lyn, sentada sobre su cama, volvía a dedicarle aquella sonrisa que tantísimo le caracterizaba. - ¿Por qué no le dices algo? – Obvió, como solía hacer desde la segunda vez que se le apareció, a la vampiresa.
De todas formas, no tardó en evaporarse de nuevo.
¿Qué iba a decirle a Helena, igualmente?
No podía acercarse simplemente y soltar: “Hola. ¿Recuerdas quien fabricó tu armadura? La hoja oculta de asesina que llevas en la muñeca es peligrosa.” Lo último que necesitaba era drama de aquel estilo estando encerrado en aquella tumba acuática.
Aunque sí que le había llamado atención parte del intercambio de la bruja y el resto del grupo.
- ¿De verdad no sabíais que esto es por el barco fantasma? – Preguntó, los presentes se miraron los unos a los otros durante unos instantes.
- Escuchamos… los rumores. – dijo la carpintera. – Pero pensaba que era más bien una exageración. – Agregó, algo insegura de sus palabras. – Oh, mi nombre es Mira. – dijo, percatándose de que salvando al elfo era la única que no se había presentado.
- Es una exageración. – Eltrant asintió, completamente seguro de que lo que acababa de decir era una afirmación tan rotunda que no tenía ni que ser puesta en duda. – Pero es evidente que nos mandan a por eso. – dijo, levantándose y tumbándose en su cama bocarriba. – ¿Qué imagen daría la guardia del poderoso rey Siegfried si mandan uno de sus barcos a seguir fantasmas? – Cruzó las piernas y colocó ambas mano sobre su barriga, cerrando los ojos. – Alguien debe odiar mucho a Colton si la obligan a encargarse de esta expedición absurda y de un puñado de mercenarios y oportunistas. – Arguyó, bostezando. – Despertadme si pasa algo interesante. – dijo girándose sobre sí mismo, colocándose de cara a la pared. – Y no tratéis de ser ingeniosos con la bruja. Vais a salir perdiendo. – Advirtió antes de centrarse completamente en conciliar el suelo.
- ¡Señor Tale! – Parpadeó varias veces, confundido, tratando e habituar su ojo a la nueva claridad que le rodeaba. - ¡Despierta, Tale! – La rechoncha y sonriente cara de Jawaad fue lo primero que vislumbró el herrero cuando su visión fue más allá de colores y formas.
- Espero que sea importante. – Masculló Eltrant, incorporándose, notando inmediatamente como el vaivén de las olas mecía el barco.
Odiaba aquella sensación, casi tanto como odiaba el mar, pero era una buena forma de saber que debían de haber zarpado.
Riendo de buena gana, Jawaad le dio una palmada a su compañero especialista en el hombro.
- No gastaré muchas de tus horas de vida. – dijo atusándose la barba. – Sé que ya te son muy preciadas. – Bromeó, guiñando un ojo e instando a Eltrant a que se levantase.
- Soy más joven de lo que aparento. – Refunfuñó el castaño de vuelta como toda respuesta.
- ¡Buen prisma con el que ver la vida! – El nórgedo volvió a reír. – Pero vamos, la capitana nos convoca. – dijo abandonando la habitación, instando al herrero a que le siguiese.
Tras suspirar se frotó los ojos unos instantes, balbuceando un par de incoherencia en voz baja, y se encaminó a la cubierta del Indomable tras Jawaad.
Allí se encontró con toda la tripulación reunida. Quizás una treintena de personas miraba fijamente a la capitana Alicia y a quien había resultado ser su subalterno, Markus, que permanecía con la mano firmemente apoyada sobre su espada a pocos metros de ellas.
– Los dioses nos sonríen. Con el viento a favor y a toda vela, entraremos en las aguas a las que nos dirigimos antes de lo previsto. – dijo Colton, repasando a todos los marineros con la mirada. – Espero, caballeros, que estén a la altura de las expectativas. No espero sino profesionalidad de vosotros. - dijo – Manteneos alerta y reportadme a mi o a Markus... – Extendió el brazo izquierdo para señalar en la dirección general del hombre calvo que la acompañaba. - … en caso de que veáis algo que se salga de lo normal. – Dicho esto, escuchó como los murmullos generalizados de la tripulación cubrían la cubierta.
La mayoría parecía sin creerse completamente que buscaban un barco fantasma.
- Volved a vuestros puestos. – Ordenó, antes de retirarse junto a Markus a sus aposentos.
Eltrant, viendo que el grupo comenzaba a disolverse, fue capaz de vislumbrar a Helena entre la multitud. No le fue especialmente complicado, no es como si la bruja no destacase entre un montón de hombres en camisa de tirantes.
Esquivando a varios de los marineros Eltrant se decidió por, finalmente, acercarse a su antigua conocida.
- Eltrant Tale. – dijo de improviso, apoyándose en el pasamanos de madera que le separaba del mar. – No me había presentado. Soy el “Maestro herrero” – Agregó, aunque conociendo a la bruja probablemente respondiese algo del estilo “Pues muy bien”.
¿Aunque era ella de verdad? Parecía más normal y menos “Ciudad Lagarto”.
Por fortuna, en cuanto la rubia abrió la boca confirmó que, efectivamente, se trataba de la Helena Rhodes que conocía. No conocía a nadie tan vanidoso, tan seguro de sí mismo, ni tan…
Ladeó la cabeza, viéndola marcharse tras hacer su inestimable presentación. Era el tipo de persona que se llevaría bien con Huracán y con Eilydh, o a matar, a saber.
Solo los dioses eran capaces de comprender como funcionaban realmente.
Los dioses particularmente problemáticos.
- Esa era Helena. ¿No? – Lyn, sentada sobre su cama, volvía a dedicarle aquella sonrisa que tantísimo le caracterizaba. - ¿Por qué no le dices algo? – Obvió, como solía hacer desde la segunda vez que se le apareció, a la vampiresa.
De todas formas, no tardó en evaporarse de nuevo.
¿Qué iba a decirle a Helena, igualmente?
No podía acercarse simplemente y soltar: “Hola. ¿Recuerdas quien fabricó tu armadura? La hoja oculta de asesina que llevas en la muñeca es peligrosa.” Lo último que necesitaba era drama de aquel estilo estando encerrado en aquella tumba acuática.
Aunque sí que le había llamado atención parte del intercambio de la bruja y el resto del grupo.
- ¿De verdad no sabíais que esto es por el barco fantasma? – Preguntó, los presentes se miraron los unos a los otros durante unos instantes.
- Escuchamos… los rumores. – dijo la carpintera. – Pero pensaba que era más bien una exageración. – Agregó, algo insegura de sus palabras. – Oh, mi nombre es Mira. – dijo, percatándose de que salvando al elfo era la única que no se había presentado.
- Es una exageración. – Eltrant asintió, completamente seguro de que lo que acababa de decir era una afirmación tan rotunda que no tenía ni que ser puesta en duda. – Pero es evidente que nos mandan a por eso. – dijo, levantándose y tumbándose en su cama bocarriba. – ¿Qué imagen daría la guardia del poderoso rey Siegfried si mandan uno de sus barcos a seguir fantasmas? – Cruzó las piernas y colocó ambas mano sobre su barriga, cerrando los ojos. – Alguien debe odiar mucho a Colton si la obligan a encargarse de esta expedición absurda y de un puñado de mercenarios y oportunistas. – Arguyó, bostezando. – Despertadme si pasa algo interesante. – dijo girándose sobre sí mismo, colocándose de cara a la pared. – Y no tratéis de ser ingeniosos con la bruja. Vais a salir perdiendo. – Advirtió antes de centrarse completamente en conciliar el suelo.
[…]
- ¡Señor Tale! – Parpadeó varias veces, confundido, tratando e habituar su ojo a la nueva claridad que le rodeaba. - ¡Despierta, Tale! – La rechoncha y sonriente cara de Jawaad fue lo primero que vislumbró el herrero cuando su visión fue más allá de colores y formas.
- Espero que sea importante. – Masculló Eltrant, incorporándose, notando inmediatamente como el vaivén de las olas mecía el barco.
Odiaba aquella sensación, casi tanto como odiaba el mar, pero era una buena forma de saber que debían de haber zarpado.
Riendo de buena gana, Jawaad le dio una palmada a su compañero especialista en el hombro.
- No gastaré muchas de tus horas de vida. – dijo atusándose la barba. – Sé que ya te son muy preciadas. – Bromeó, guiñando un ojo e instando a Eltrant a que se levantase.
- Soy más joven de lo que aparento. – Refunfuñó el castaño de vuelta como toda respuesta.
- ¡Buen prisma con el que ver la vida! – El nórgedo volvió a reír. – Pero vamos, la capitana nos convoca. – dijo abandonando la habitación, instando al herrero a que le siguiese.
Tras suspirar se frotó los ojos unos instantes, balbuceando un par de incoherencia en voz baja, y se encaminó a la cubierta del Indomable tras Jawaad.
Allí se encontró con toda la tripulación reunida. Quizás una treintena de personas miraba fijamente a la capitana Alicia y a quien había resultado ser su subalterno, Markus, que permanecía con la mano firmemente apoyada sobre su espada a pocos metros de ellas.
– Los dioses nos sonríen. Con el viento a favor y a toda vela, entraremos en las aguas a las que nos dirigimos antes de lo previsto. – dijo Colton, repasando a todos los marineros con la mirada. – Espero, caballeros, que estén a la altura de las expectativas. No espero sino profesionalidad de vosotros. - dijo – Manteneos alerta y reportadme a mi o a Markus... – Extendió el brazo izquierdo para señalar en la dirección general del hombre calvo que la acompañaba. - … en caso de que veáis algo que se salga de lo normal. – Dicho esto, escuchó como los murmullos generalizados de la tripulación cubrían la cubierta.
La mayoría parecía sin creerse completamente que buscaban un barco fantasma.
- Volved a vuestros puestos. – Ordenó, antes de retirarse junto a Markus a sus aposentos.
Eltrant, viendo que el grupo comenzaba a disolverse, fue capaz de vislumbrar a Helena entre la multitud. No le fue especialmente complicado, no es como si la bruja no destacase entre un montón de hombres en camisa de tirantes.
Esquivando a varios de los marineros Eltrant se decidió por, finalmente, acercarse a su antigua conocida.
- Eltrant Tale. – dijo de improviso, apoyándose en el pasamanos de madera que le separaba del mar. – No me había presentado. Soy el “Maestro herrero” – Agregó, aunque conociendo a la bruja probablemente respondiese algo del estilo “Pues muy bien”.
Eltrant Tale
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Tras el breve intercambio de palabras que había tenido con la capitana no se esperaba ni por asomo que el barco zarpara ese mismo día. Creía que las personas así eran de ideas fijas, como ella. Un líder debe ser fuerte y atender a sus propias convicciones, ¿No? ¿Qué le había hecho cambiar de parecer? Desde luego no iba a preguntárselo. Y mientras pudiera llegar cuanto antes al Golfo de Midgar lo demás le daba igual.
En cuanto la multitud se disolvió, no le dio tiempo a irse por su lado cuando fue interceptada por el humano de ojo blanquecino y de aspecto desgastado que estaba en el camarote de los especialistas, y que por ende, tenía que ser uno de ellos. Cosa que confirmó.
-¿Para qué se necesita a un herrero en un barco?-Se cruzó de brazos y lo miró con cierta cautela-Soy Helena. Helena Rhodes, de la floreciente Beltrexus.-Dijo sarcástica mientras hacía gala de sus palabras con un gesto grácil con una de sus manos que indicaban a la costa que cada vez se veía más lejos. Luego de eso, volvió a su cruce de brazos.
Analizó al hombre un poco más, de forma sutil. Notaba algo extraño en él. Sabía que no era un brujo ni dragón ni vampiro, sus orejas no eran puntiagudas y todo parecía apuntar a que, por mucho pelo que tuviera en la barba, pelo o cuerpo (esto último se lo imagino más que nada) no era un hombre bestia ni mucho menos un licántropo, aunque de esto último no estaba tan segura, era una posibilidad que podía dejar. Y aunque así fuese, un aura extraña lo rodeaba.
-Tú... no eres alguien común.-Dijo depositando su mirada en la ajena mientras entrecerraba los ojos y se acercaba un paso para analizarlo más exhaustivamente-Los humanos están rodeados por un éter tan simplón que es imperceptible, pero tú... aunque fueses un licántropo eres singular.-Asintió, convencida de sus palabras. Acto seguido dio un paso atrás volviendo a su posición inicial.
El meditar le había traído no solo beneficios en cuanto al control del éter y su propio carácter (que aún tenía mucho en lo que trabajar), sino que era capaz de ser bastante sensible al éter y a ciertas perturbaciones relacionados con este.
-Tú y todos esos "especialistas" sois de lo más interesante que hay en este barco.-Comentó-Seguro que sois más de lo que aparentáis. Y eso es divertido.-Dibujó media sonrisa pícara en su rostro-Yo te aseguro que también, pero te aconsejaría que no lo averiguaras de primera mano.-Rió, sarcástica.
Hizo una breve pausa y giró un poco su cuello para mirar al mar. Acto seguido, devolvió su atención a Eltrant.
-Oye, estoy un poco seca.-Comentó-¿Te parece si buscamos ron por ahí?-Le hizo un gesto con la mano, enérgica.-¡Vamos, sígueme!
No tardaron demasiado y no les fue difícil encontrar la bodega donde guardaban las provisiones y, por supuesto, el ron. Se alejaron de miradas curiosas y todo aquel que pudiese ostentar el privilegio de guardar el sitio. Es lo que tenía no pertenecer a ninguna institución oficial, a veces la lealtad de aquellos que tenían que guardar los sitios escaseaba. Probablemente al que le tocara guardar las provisiones estaría socializando como el que más en otras partes del barco.
Agarró dos jarras y las llenó en uno de los tantos barriles que allí habían. Acto seguido, le ofreció una a Eltrant. La otra se la quedaría ella.
Se aupó sobre uno de los barriles y se sentó encima, quedando con los pies cruzados colgados en el aire.
Tras beber un trago largo, miró a su nuevo compañero.
-¿Y qué te trae a este barco? No creo que tu pasión sea arreglar cosas de metal en mitad de la mar, donde con hasta una estaca uno pude apañarse.-Se encogió de hombros, reduciendo hasta lo absurdo la labor que desempeñaba un herrero.-¿Cuál es tu historia, marinero de agua dulce?-Hablaba como toda una marinera, aunque realmente las veces que se había montado en un barco podría contarse con los dedos de ambas manos. Ahora que podía viajar entre las Islas y el continente probablemente ese número aumentaría, pero el contador no era tan abultado en ese momento.
En cuanto la multitud se disolvió, no le dio tiempo a irse por su lado cuando fue interceptada por el humano de ojo blanquecino y de aspecto desgastado que estaba en el camarote de los especialistas, y que por ende, tenía que ser uno de ellos. Cosa que confirmó.
-¿Para qué se necesita a un herrero en un barco?-Se cruzó de brazos y lo miró con cierta cautela-Soy Helena. Helena Rhodes, de la floreciente Beltrexus.-Dijo sarcástica mientras hacía gala de sus palabras con un gesto grácil con una de sus manos que indicaban a la costa que cada vez se veía más lejos. Luego de eso, volvió a su cruce de brazos.
Analizó al hombre un poco más, de forma sutil. Notaba algo extraño en él. Sabía que no era un brujo ni dragón ni vampiro, sus orejas no eran puntiagudas y todo parecía apuntar a que, por mucho pelo que tuviera en la barba, pelo o cuerpo (esto último se lo imagino más que nada) no era un hombre bestia ni mucho menos un licántropo, aunque de esto último no estaba tan segura, era una posibilidad que podía dejar. Y aunque así fuese, un aura extraña lo rodeaba.
-Tú... no eres alguien común.-Dijo depositando su mirada en la ajena mientras entrecerraba los ojos y se acercaba un paso para analizarlo más exhaustivamente-Los humanos están rodeados por un éter tan simplón que es imperceptible, pero tú... aunque fueses un licántropo eres singular.-Asintió, convencida de sus palabras. Acto seguido dio un paso atrás volviendo a su posición inicial.
El meditar le había traído no solo beneficios en cuanto al control del éter y su propio carácter (que aún tenía mucho en lo que trabajar), sino que era capaz de ser bastante sensible al éter y a ciertas perturbaciones relacionados con este.
-Tú y todos esos "especialistas" sois de lo más interesante que hay en este barco.-Comentó-Seguro que sois más de lo que aparentáis. Y eso es divertido.-Dibujó media sonrisa pícara en su rostro-Yo te aseguro que también, pero te aconsejaría que no lo averiguaras de primera mano.-Rió, sarcástica.
Hizo una breve pausa y giró un poco su cuello para mirar al mar. Acto seguido, devolvió su atención a Eltrant.
-Oye, estoy un poco seca.-Comentó-¿Te parece si buscamos ron por ahí?-Le hizo un gesto con la mano, enérgica.-¡Vamos, sígueme!
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No tardaron demasiado y no les fue difícil encontrar la bodega donde guardaban las provisiones y, por supuesto, el ron. Se alejaron de miradas curiosas y todo aquel que pudiese ostentar el privilegio de guardar el sitio. Es lo que tenía no pertenecer a ninguna institución oficial, a veces la lealtad de aquellos que tenían que guardar los sitios escaseaba. Probablemente al que le tocara guardar las provisiones estaría socializando como el que más en otras partes del barco.
Agarró dos jarras y las llenó en uno de los tantos barriles que allí habían. Acto seguido, le ofreció una a Eltrant. La otra se la quedaría ella.
Se aupó sobre uno de los barriles y se sentó encima, quedando con los pies cruzados colgados en el aire.
Tras beber un trago largo, miró a su nuevo compañero.
-¿Y qué te trae a este barco? No creo que tu pasión sea arreglar cosas de metal en mitad de la mar, donde con hasta una estaca uno pude apañarse.-Se encogió de hombros, reduciendo hasta lo absurdo la labor que desempeñaba un herrero.-¿Cuál es tu historia, marinero de agua dulce?-Hablaba como toda una marinera, aunque realmente las veces que se había montado en un barco podría contarse con los dedos de ambas manos. Ahora que podía viajar entre las Islas y el continente probablemente ese número aumentaría, pero el contador no era tan abultado en ese momento.
Última edición por Helena Rhodes el Jue Ene 07 2021, 18:34, editado 2 veces
Helena Rhodes
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
- Se me escapa. – Respondió Eltrant a Rhodes cuando esta hizo la pregunta que todos los marineros parecían hacerse cuando le miraban. – Mejor prevenir que curar, supongo. Si necesitan uno por alguna razón… pues aquí estoy. – dijo atusándose la barba, encogiéndose de hombros tras meditarlo unos segundos.
Sonrió enigmáticamente, cuando la mujer afirmó que no era alguien común.
- No puedes estar más equivocada. – dijo el castaño de vuelta, riendo en voz baja. – Forjo sarténes y cazuelas para ganarme la vida. – Aseguró, clavando después su vista en el mar y asiéndose del pasamanos cuando Helena le advirtió de lo “interesante” que ella misma podía ser.
Lo sabía bastante bien.
Todavía recordaba lo que había sido capaz de hacer la bruja en la encrucijada. No era una hazaña que pudiese salir de cualquier brujo; probablemente la capitana sabría que tenía a una tensai de agua entre los miembros de su tripulación.
Se preguntó por qué más capitanes de barco no hacían eso.
¿Había mejor especialista para un barco? Alguien capaz de proteger tu embarcación de las inclemencias del clima y el oleaje tenía que ser inestimable para alguien con dos dedos de frente.
Sin poder añadir nada más a la conversación debido al apremio que la bruja se dio para arrastrarle en dirección la cantina del barco o, más bien dicho, el almacén principal, dónde se reunían los tripulantes que no tenían nada que hacer.
Sin decir nada, tomó la jarra que Helena le ofrecía y le dio un pequeño sorbo.
Enarcó una ceja mirando el contenido del recipiente. No estaba nada mal, teniendo en cuenta el olor a salitre y a… humanidad que impregnaba las paredes del almacén a una parte de él le preocupaba que a toda la comida se le pegase algo de aquello.
O quizás, sencillamente, odiaba lo suficiente el mar como para que hasta el alcohol mediocre servido en una jarra “medianamente limpia” fuese lo mejor de toda aquella experiencia.
- Dinero. – dijo simplemente a la pregunta de la mujer, quizás reduciendo demasiado el motivo por el que se encontraba allí. – Viajo con mi taller en un carromato y… subir el carromato en un barco para salir de las islas cuesta más que un pase normal. – Aseguró, suspirando, dándole otro sorbo a la bebida. – Pagan bien por ir a investigar… “fantasmas” y los brujos tienden a ser cargantes cuando pasas mucho tiempo con ellos. Además, Hartem acapara casi todo el mercado en Beltrexus, tardaría semanas en sacar algo coherente ahí. – Sonrió escuetamente y se terminó la bebida de un único y largo trago.
Varios tripulantes abandonaron el lugar y no tardaron en ser reemplazados llegaron por otros que, entre lo poco que decían, se quejaban del trabajo extra que Colton les estaba haciendo realizar debido a la velocidad con la que habían partido.
¿A qué se había debido aquello? Dudaba mucho que Alicia fuese el tipo de persona que cambiaba los planes a última hora.
- ¿Y usted qué, señorita Rhodes? – Sonrió. - ¿Qué le ha hecho subirse a esta trampa mortal que llamamos barco? – Agregó, estaba bastante seguro de que iba a responderle con una mentira o, como había hecho él, con una media verdad.
Pero la conversación estaba siendo agradable.
Sonrió enigmáticamente, cuando la mujer afirmó que no era alguien común.
- No puedes estar más equivocada. – dijo el castaño de vuelta, riendo en voz baja. – Forjo sarténes y cazuelas para ganarme la vida. – Aseguró, clavando después su vista en el mar y asiéndose del pasamanos cuando Helena le advirtió de lo “interesante” que ella misma podía ser.
Lo sabía bastante bien.
Todavía recordaba lo que había sido capaz de hacer la bruja en la encrucijada. No era una hazaña que pudiese salir de cualquier brujo; probablemente la capitana sabría que tenía a una tensai de agua entre los miembros de su tripulación.
Se preguntó por qué más capitanes de barco no hacían eso.
¿Había mejor especialista para un barco? Alguien capaz de proteger tu embarcación de las inclemencias del clima y el oleaje tenía que ser inestimable para alguien con dos dedos de frente.
Sin poder añadir nada más a la conversación debido al apremio que la bruja se dio para arrastrarle en dirección la cantina del barco o, más bien dicho, el almacén principal, dónde se reunían los tripulantes que no tenían nada que hacer.
Sin decir nada, tomó la jarra que Helena le ofrecía y le dio un pequeño sorbo.
Enarcó una ceja mirando el contenido del recipiente. No estaba nada mal, teniendo en cuenta el olor a salitre y a… humanidad que impregnaba las paredes del almacén a una parte de él le preocupaba que a toda la comida se le pegase algo de aquello.
O quizás, sencillamente, odiaba lo suficiente el mar como para que hasta el alcohol mediocre servido en una jarra “medianamente limpia” fuese lo mejor de toda aquella experiencia.
- Dinero. – dijo simplemente a la pregunta de la mujer, quizás reduciendo demasiado el motivo por el que se encontraba allí. – Viajo con mi taller en un carromato y… subir el carromato en un barco para salir de las islas cuesta más que un pase normal. – Aseguró, suspirando, dándole otro sorbo a la bebida. – Pagan bien por ir a investigar… “fantasmas” y los brujos tienden a ser cargantes cuando pasas mucho tiempo con ellos. Además, Hartem acapara casi todo el mercado en Beltrexus, tardaría semanas en sacar algo coherente ahí. – Sonrió escuetamente y se terminó la bebida de un único y largo trago.
Varios tripulantes abandonaron el lugar y no tardaron en ser reemplazados llegaron por otros que, entre lo poco que decían, se quejaban del trabajo extra que Colton les estaba haciendo realizar debido a la velocidad con la que habían partido.
¿A qué se había debido aquello? Dudaba mucho que Alicia fuese el tipo de persona que cambiaba los planes a última hora.
- ¿Y usted qué, señorita Rhodes? – Sonrió. - ¿Qué le ha hecho subirse a esta trampa mortal que llamamos barco? – Agregó, estaba bastante seguro de que iba a responderle con una mentira o, como había hecho él, con una media verdad.
Pero la conversación estaba siendo agradable.
Eltrant Tale
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Dinero. Se esperaba algo más. Torció el gesto, un poco insatisfecha. Sin decir nada para no interrumpir al herrero volvió a tomar otro sorbo.
Tenía sus motivos para querer hacer ese viaje, suponía que la realidad era más aburrida de lo que en un principio había notado en él o su imaginación estimó. Aunque el éter que rodeaba al "herrero" seguía siendo demasiado extraño para un insignificante humano.
-Oh, sí.-Asintió, de acuerdo con las palabras del hombre-Los brujos son unos cargantes, soberbios, prepotentes, orgullosos e incluso racistas.-Dijo sin ningún reparo-Los odio tanto como puedo odiar a...-Se encogió de hombros-Cualquiera, en general.-Esbozó una sonrisa pícara.-...pero mi parte bruja hace que quiera ser tan poderosa como el más poderoso de todos ellos. Y tan inteligente como el más sabio.-Se apoyó la jarra entre ambas piernas mientras la seguía sujetando con un tono lleno de hambre por querer demostrar lo dicho.
Ahora era su turno de contar qué hacía allí. ¿Le diría la verdad? ¿Le mentiría? ¿Ambas cosas? Podía ser un juego bastante interesante. Sin pensarlo demasiado, evitó que su cabeza dejara de planear y se dejó llevar, no sin antes tomarse otro sorbo.
-Corren rumores...-Dijo acariciando suavemente el filo de la boca de la jarra. Acto seguido, depositó su mirada de lleno en Eltrant.-Tesoros, maldiciones... ya sabes, todo ese tipo de historias que va ligada a un barco fantasma.-Lo daba por obvio-Se dice que en ese barco hay un tesoro parecido a este.-Sacó a relucir de entre los ropajes que tapaba su cuello un medallón de oro gastado y con extraños símbolos dibujados en él, entre ellos el que más destacaba era el de una calavera central.
Lo enseñó de forma rápida y escueta y luego lo resguardó. Si el humano tenía la mínima intención de tocarlo o querer verlo más sacaría a relucir su molestia y reticencia sin pensarlo.
-Este medallón y el que supuestamente está en ese barco fantasma son los componentes de un tesoro mucho mayor. Debe ser mío a toda costa.-Dijo mirando a Eltrant a los ojos para no dejar duda alguna sobre sus palabras.
Luego de eso le vino un enorme bostezo que no ocultó. Llevaba tantas noches sin dormir bien que había perdido la cuenta, y sentía que eso le estaba haciendo de nuevo efecto. Sus párpados se iban cerrando y se energía apaciguando.
-¿Sabes? Creo que será mejor dejar la charla por hoy, maestro herrero.-Dejó la jarra casi vacía a falta de un último sorbo sobre uno de los barriles que estaban a su lado y, de un salto, se bajó del que estaba sentada.-Eres interesante, no te quitaré el ojo de encima.-Dijo acercándose a él e inclinando su tronco para quedar incluso a menos distancia. Acto seguido, le guiñó un ojo.
Tras aquello, tomó el camino que la sacaba de allí y se dirigió hacia su camarote, que coincidía con el de Eltrant. No sabía si el humano tendría o querría hacer algo más, pero ella estaba demasiado cansada como para esperarlo.
Tenía sus motivos para querer hacer ese viaje, suponía que la realidad era más aburrida de lo que en un principio había notado en él o su imaginación estimó. Aunque el éter que rodeaba al "herrero" seguía siendo demasiado extraño para un insignificante humano.
-Oh, sí.-Asintió, de acuerdo con las palabras del hombre-Los brujos son unos cargantes, soberbios, prepotentes, orgullosos e incluso racistas.-Dijo sin ningún reparo-Los odio tanto como puedo odiar a...-Se encogió de hombros-Cualquiera, en general.-Esbozó una sonrisa pícara.-...pero mi parte bruja hace que quiera ser tan poderosa como el más poderoso de todos ellos. Y tan inteligente como el más sabio.-Se apoyó la jarra entre ambas piernas mientras la seguía sujetando con un tono lleno de hambre por querer demostrar lo dicho.
Ahora era su turno de contar qué hacía allí. ¿Le diría la verdad? ¿Le mentiría? ¿Ambas cosas? Podía ser un juego bastante interesante. Sin pensarlo demasiado, evitó que su cabeza dejara de planear y se dejó llevar, no sin antes tomarse otro sorbo.
-Corren rumores...-Dijo acariciando suavemente el filo de la boca de la jarra. Acto seguido, depositó su mirada de lleno en Eltrant.-Tesoros, maldiciones... ya sabes, todo ese tipo de historias que va ligada a un barco fantasma.-Lo daba por obvio-Se dice que en ese barco hay un tesoro parecido a este.-Sacó a relucir de entre los ropajes que tapaba su cuello un medallón de oro gastado y con extraños símbolos dibujados en él, entre ellos el que más destacaba era el de una calavera central.
- Medallón:
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Lo enseñó de forma rápida y escueta y luego lo resguardó. Si el humano tenía la mínima intención de tocarlo o querer verlo más sacaría a relucir su molestia y reticencia sin pensarlo.
-Este medallón y el que supuestamente está en ese barco fantasma son los componentes de un tesoro mucho mayor. Debe ser mío a toda costa.-Dijo mirando a Eltrant a los ojos para no dejar duda alguna sobre sus palabras.
Luego de eso le vino un enorme bostezo que no ocultó. Llevaba tantas noches sin dormir bien que había perdido la cuenta, y sentía que eso le estaba haciendo de nuevo efecto. Sus párpados se iban cerrando y se energía apaciguando.
-¿Sabes? Creo que será mejor dejar la charla por hoy, maestro herrero.-Dejó la jarra casi vacía a falta de un último sorbo sobre uno de los barriles que estaban a su lado y, de un salto, se bajó del que estaba sentada.-Eres interesante, no te quitaré el ojo de encima.-Dijo acercándose a él e inclinando su tronco para quedar incluso a menos distancia. Acto seguido, le guiñó un ojo.
Tras aquello, tomó el camino que la sacaba de allí y se dirigió hacia su camarote, que coincidía con el de Eltrant. No sabía si el humano tendría o querría hacer algo más, pero ella estaba demasiado cansada como para esperarlo.
Última edición por Helena Rhodes el Jue Ene 07 2021, 18:32, editado 1 vez
Helena Rhodes
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Ojeó el medallón con curiosidad.
El diseño era… único, exquisito incluso, no llevaba demasiado tiempo creando joyas y amuletos, pero podía afirmar aquello sin ningún atisbo de duda. Incluso cuando este estaba gastado por el paso del tiempo.
Aunque, salvando eso no podía decir mucho más respecto, quizás que el material del que estaba hecho también parecía interesante.
No parecía estar hecho de simplemente oro. ¿Alguna aleación especial? Probablemente, quien hubiese forjado aquel objeto lo había hecho con muchísimo cuidado, asegurándose de que el resultado final era algo notable a simple vista.
- Los tesoros “mayores” suelen conllevar problemas… también mayores, señorita Rhodes. – dijo Eltrant, repasando una última vez el medallón antes de que la bruja decidiese guardarlo de nuevo al mismo tiempo que dejaba escapar un sonoro bostezo. – Tenlo en cuenta. – El bostezo fue, por lo que dijo la rubia después, el final de la conversación.
Él estaba también algo cansado, por lo que se limitó a asentir y a levantarse de su asiento al mismo tiempo que lo hizo la rubia. Quizás había dormido la mayor parte de lo que llevaban de viaje, pero el mar le agotaba en general.
Era una sensación extraña.
Pero fuese como fuese, no era alguien hecho para la vida de marino.
– Me alagas. – dijo sencillamente, encogiéndose de hombros al oír a la bruja llamarle “Interesante”. – Te fabricaré una olla a mitad de precio. – dijo esbozando una sonrisa, según Helena se marchaba de allí.
Era más perspicaz de lo que parecía.
Por supuesto, también era una bruja, así que no le extrañaba demasiado.
Las horas continuaron pasando, de forma lenta, inexorables.
Eltrant pasó la mayoría de ellas tumbado en su catre, leyendo recetas de herrería y ajustándolas a lo que él creía que era mejor. También conoció algo mejor a sus compañeros de trabajo.
Jawaad era brujo, tensai de fuego había dicho. Pero su profesión central era la de tasador. “El mejor de Dalmasca” había dicho ¿El por qué estaba en el barco? Al parecer un noble tenía interés en el cuento del barco fantasma, una historia similar a la de Helena Rhodes.
Había descubierto que el nombre del elfo era Pharom. Intuía, además, que era sacerdote por la forma de comportarse que tenía y el desprecio con el que parecía hablar a todo aquel que no tenía las orejas puntiagudas.
Todos salvo Mira, pues era bastante evidente que el hombre sentía cierta atracción hacía la carpintera. Quizás quisiese una especie de “mascota inferior” o algo así, conociendo la línea de pensamientos que las personas como Pharom solían tener no le extrañaría demasiado.
Aquella noche había sido similar a la de los dos anteriores días.
Tranquila, sin ningún tipo de imprevisto. De hecho, llevaban ya tantas horas en aguas “fantasmales” sin ningún tipo de novedad que el herrero empezaba a creer que incluso la existencia de dicho barco, fantasma o no, habían sido considerablemente exagerados.
Pero no lo fueron.
La campana que coronaba el Indomable avisó a la tripulación de que tenían problemas.
Los marineros, corriendo por los angostos corredores de la nave preparándose para lo peor, apenas tuvieron tiempo de anticipar la presencia del segundo barco que había aparecido de entre la noche y una fuerte sacudida hizo que todos cayesen por los suelos.
- Justo cuando empezaba a ser optimista… - Eltrant se levantó del suelo apoyándose en la cama y se tambaleó hasta la puerta de la habitación, dónde vislumbró a una decena de tripulantes correr en dirección a la cubierta.
Sin tiempo que perder, el castaño hizo lo mismo, encontrándose por el camino la razón por la que se habían detenido.
Fueron hasta cuatro los ganchos que se encontró encallados en las paredes del Indomable.
Pero… había algo raro en ellos, no habían destrozado la madera, los agujeros eran del tamaño de un puño y apenas dejaban pasar agua. El gancho, por otro lado, era voluminoso, lo suficiente como para poder atrapar a dos hombres al mismo tiempo.
Mientras escuchaba como más personas pasaban corriendo tras él examinó más de cerca el arpón que tenía frente a él, notando enseguida las partes móviles con las que contaba.
Frunció el ceño. Aquella cosa…
Tenía que encontrar a Colton.
Cuando llegó a la cubierta se encontró a la mayor parte de la tripulación allí, también a los especialistas. Muchos susurraban entre ellos, otros miraban fijamente la imponente estructura que tenían frente a ellos.
Eltrant entornó los ojos y se abrió paso entre la multitud. ¿Una mansión flotante? No, era… un barco, uno enorme, mayor que todos los que había visto en su vida. Contó hasta tres cubiertas visibles desde donde estaba e intuyó que había varias plantas más ocultas bajo las aguas.
Pero lo más preocupante no era eso.
Era la niebla rojiza que rodeaba la embarcación, era la ausencia de luces, tripulación y, en general, la carencia de cualquier cosa que indicase que había alguien a bordo de la monstruosidad flotante que tenían delante.
- El Goliath… - dijo Alicia saliendo de entre sus hombres, mirando el navío fijamente. – Ya hemos descubierto que pasaba aquí. – dijo la mujer a la tripulación. – Nos vamos de aquí, nuestro papel no es el de arriesgarnos por que sí – Ordenó inmediatamente.
- En cuanto a eso… - Eltrant se asomó por el pasamanos, las cadenas de los garfios iban bajo el agua. Justo lo que sospechaba. – Supongo que todos habéis visto que nos han anclado a ellos. – dijo al aire, más susurros y muchos asintieron.
- ¿No puedes deshacerte de eso? Te hemos traído para cosas como estas. – El herrero negó con la cabeza.
- Si queremos seguir flotando, no. Los agujeros que se formarían en el casco serían… grandes, los ganchos son como jabalinas que se extienden y se clavan en la madera. – Aseguró pensativo, muchos ojos se giraron hacía Mira, quien no tardó en asentir para corroborar lo que acababa de decir Eltrant. – Y las cadenas van bajo el agua. Necesito… ya sabéis, calor para romperlas. – Explicó rápidamente, lo que conllevó que la capitana del Indomable se llevase una mano hasta el mentón y se girase hacía el Goliath.
Un silencio solo roto por el sonido de la brisa que mecía el barco se apoderó del lugar. Esto, unido a la imponente figura del Goliath que parecía mirarles de entre la niebla carmesí hizo que muchos marineros comenzasen a ponerse nerviosos, a situarse en lo peor.
No fueron pocos los que comenzaron a admitir que estaban frente a un barco fantasma real.
- ¡Silencio! – Ordenó Colton cuando las voces comenzaron a descontrolarse. – El Goliath es un barco de niños ricos que se perdió cuando huían de la Lunargenta de los vampiros. – dijo colocándose frente a la tripulación. – No hay fantasmas, no son piratas y mucho menos voy a permitir que el despilfarro flotante de un atajo de nobles cobardes atemorice a mi tripulación. – Afirmó seguidamente, frunciendo el ceño e instando a todos a que dejasen de quejarse.
La mujer inspiró profundamente y, con ambas manos a la espalda, dio varias vueltas de un lado a otro.
- ¡Markus! – Gritó, el hombre calvo se acercó inmediatamente a la capitana. – Selecciona a diez hombres y a los especialistas. Deja a aquí a Mira, su papel es mantener a flote nuestro barco, no el otro. – Indicó. – Quiero dos grupos, uno que vaya a los camarotes del capitán para saber que demonios ha pasado y otro que se encargue de liberarnos de las cadenas que nos atan a esa atrocidad a la navegación. – Añadió, Markus asintió inmediatamente y comenzó a ordenar a varios marineros que se preparasen.
- Voy a por mis herramientas… - Masculló Eltrant atusándose la barba.
Complicación: El indomable esta anclado al Goliath y tenemos que embarcar en este último para liberarnos y poder marcharnos.
El diseño era… único, exquisito incluso, no llevaba demasiado tiempo creando joyas y amuletos, pero podía afirmar aquello sin ningún atisbo de duda. Incluso cuando este estaba gastado por el paso del tiempo.
Aunque, salvando eso no podía decir mucho más respecto, quizás que el material del que estaba hecho también parecía interesante.
No parecía estar hecho de simplemente oro. ¿Alguna aleación especial? Probablemente, quien hubiese forjado aquel objeto lo había hecho con muchísimo cuidado, asegurándose de que el resultado final era algo notable a simple vista.
- Los tesoros “mayores” suelen conllevar problemas… también mayores, señorita Rhodes. – dijo Eltrant, repasando una última vez el medallón antes de que la bruja decidiese guardarlo de nuevo al mismo tiempo que dejaba escapar un sonoro bostezo. – Tenlo en cuenta. – El bostezo fue, por lo que dijo la rubia después, el final de la conversación.
Él estaba también algo cansado, por lo que se limitó a asentir y a levantarse de su asiento al mismo tiempo que lo hizo la rubia. Quizás había dormido la mayor parte de lo que llevaban de viaje, pero el mar le agotaba en general.
Era una sensación extraña.
Pero fuese como fuese, no era alguien hecho para la vida de marino.
– Me alagas. – dijo sencillamente, encogiéndose de hombros al oír a la bruja llamarle “Interesante”. – Te fabricaré una olla a mitad de precio. – dijo esbozando una sonrisa, según Helena se marchaba de allí.
Era más perspicaz de lo que parecía.
Por supuesto, también era una bruja, así que no le extrañaba demasiado.
[…]
Las horas continuaron pasando, de forma lenta, inexorables.
Eltrant pasó la mayoría de ellas tumbado en su catre, leyendo recetas de herrería y ajustándolas a lo que él creía que era mejor. También conoció algo mejor a sus compañeros de trabajo.
Jawaad era brujo, tensai de fuego había dicho. Pero su profesión central era la de tasador. “El mejor de Dalmasca” había dicho ¿El por qué estaba en el barco? Al parecer un noble tenía interés en el cuento del barco fantasma, una historia similar a la de Helena Rhodes.
Había descubierto que el nombre del elfo era Pharom. Intuía, además, que era sacerdote por la forma de comportarse que tenía y el desprecio con el que parecía hablar a todo aquel que no tenía las orejas puntiagudas.
Todos salvo Mira, pues era bastante evidente que el hombre sentía cierta atracción hacía la carpintera. Quizás quisiese una especie de “mascota inferior” o algo así, conociendo la línea de pensamientos que las personas como Pharom solían tener no le extrañaría demasiado.
Aquella noche había sido similar a la de los dos anteriores días.
Tranquila, sin ningún tipo de imprevisto. De hecho, llevaban ya tantas horas en aguas “fantasmales” sin ningún tipo de novedad que el herrero empezaba a creer que incluso la existencia de dicho barco, fantasma o no, habían sido considerablemente exagerados.
Pero no lo fueron.
La campana que coronaba el Indomable avisó a la tripulación de que tenían problemas.
Los marineros, corriendo por los angostos corredores de la nave preparándose para lo peor, apenas tuvieron tiempo de anticipar la presencia del segundo barco que había aparecido de entre la noche y una fuerte sacudida hizo que todos cayesen por los suelos.
- Justo cuando empezaba a ser optimista… - Eltrant se levantó del suelo apoyándose en la cama y se tambaleó hasta la puerta de la habitación, dónde vislumbró a una decena de tripulantes correr en dirección a la cubierta.
Sin tiempo que perder, el castaño hizo lo mismo, encontrándose por el camino la razón por la que se habían detenido.
Fueron hasta cuatro los ganchos que se encontró encallados en las paredes del Indomable.
Pero… había algo raro en ellos, no habían destrozado la madera, los agujeros eran del tamaño de un puño y apenas dejaban pasar agua. El gancho, por otro lado, era voluminoso, lo suficiente como para poder atrapar a dos hombres al mismo tiempo.
Mientras escuchaba como más personas pasaban corriendo tras él examinó más de cerca el arpón que tenía frente a él, notando enseguida las partes móviles con las que contaba.
Frunció el ceño. Aquella cosa…
Tenía que encontrar a Colton.
Cuando llegó a la cubierta se encontró a la mayor parte de la tripulación allí, también a los especialistas. Muchos susurraban entre ellos, otros miraban fijamente la imponente estructura que tenían frente a ellos.
Eltrant entornó los ojos y se abrió paso entre la multitud. ¿Una mansión flotante? No, era… un barco, uno enorme, mayor que todos los que había visto en su vida. Contó hasta tres cubiertas visibles desde donde estaba e intuyó que había varias plantas más ocultas bajo las aguas.
Pero lo más preocupante no era eso.
Era la niebla rojiza que rodeaba la embarcación, era la ausencia de luces, tripulación y, en general, la carencia de cualquier cosa que indicase que había alguien a bordo de la monstruosidad flotante que tenían delante.
- El Goliath… - dijo Alicia saliendo de entre sus hombres, mirando el navío fijamente. – Ya hemos descubierto que pasaba aquí. – dijo la mujer a la tripulación. – Nos vamos de aquí, nuestro papel no es el de arriesgarnos por que sí – Ordenó inmediatamente.
- En cuanto a eso… - Eltrant se asomó por el pasamanos, las cadenas de los garfios iban bajo el agua. Justo lo que sospechaba. – Supongo que todos habéis visto que nos han anclado a ellos. – dijo al aire, más susurros y muchos asintieron.
- ¿No puedes deshacerte de eso? Te hemos traído para cosas como estas. – El herrero negó con la cabeza.
- Si queremos seguir flotando, no. Los agujeros que se formarían en el casco serían… grandes, los ganchos son como jabalinas que se extienden y se clavan en la madera. – Aseguró pensativo, muchos ojos se giraron hacía Mira, quien no tardó en asentir para corroborar lo que acababa de decir Eltrant. – Y las cadenas van bajo el agua. Necesito… ya sabéis, calor para romperlas. – Explicó rápidamente, lo que conllevó que la capitana del Indomable se llevase una mano hasta el mentón y se girase hacía el Goliath.
Un silencio solo roto por el sonido de la brisa que mecía el barco se apoderó del lugar. Esto, unido a la imponente figura del Goliath que parecía mirarles de entre la niebla carmesí hizo que muchos marineros comenzasen a ponerse nerviosos, a situarse en lo peor.
No fueron pocos los que comenzaron a admitir que estaban frente a un barco fantasma real.
- ¡Silencio! – Ordenó Colton cuando las voces comenzaron a descontrolarse. – El Goliath es un barco de niños ricos que se perdió cuando huían de la Lunargenta de los vampiros. – dijo colocándose frente a la tripulación. – No hay fantasmas, no son piratas y mucho menos voy a permitir que el despilfarro flotante de un atajo de nobles cobardes atemorice a mi tripulación. – Afirmó seguidamente, frunciendo el ceño e instando a todos a que dejasen de quejarse.
La mujer inspiró profundamente y, con ambas manos a la espalda, dio varias vueltas de un lado a otro.
- ¡Markus! – Gritó, el hombre calvo se acercó inmediatamente a la capitana. – Selecciona a diez hombres y a los especialistas. Deja a aquí a Mira, su papel es mantener a flote nuestro barco, no el otro. – Indicó. – Quiero dos grupos, uno que vaya a los camarotes del capitán para saber que demonios ha pasado y otro que se encargue de liberarnos de las cadenas que nos atan a esa atrocidad a la navegación. – Añadió, Markus asintió inmediatamente y comenzó a ordenar a varios marineros que se preparasen.
- Voy a por mis herramientas… - Masculló Eltrant atusándose la barba.
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Complicación: El indomable esta anclado al Goliath y tenemos que embarcar en este último para liberarnos y poder marcharnos.
Última edición por Eltrant Tale el Vie Jul 31 2020, 18:46, editado 1 vez
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Cuando alguna que otra vez oía historias sobre barcos fantasmas, estas hacían referencia a navíos viejos, con la madera podrida, velas decrépitas, sin tripulación y con luces flotantes y esotéricas rodeándolo, algunos afirmaban que se trataban de las almas de la tripulación, ancladas al barco para toda la eternidad. Pero aquel "Goliath" era totalmente diferente. Algunas cosas encajaban, como por ejemplo la falta de tripulación, pero el estado de este no era decrépito ni mucho menos. Es más, podría afirmarse que estaba en mejores condiciones que la bañera en la que iba.
-Me gustaría saber qué pasa aquí; por qué no parece haber nadie allí y por qué nos ataca.-Levantó la mano para tomar el turno de palabra.
No parecía que sus preguntas fuesen a ser respondidas por nadie, la capitana estaba más centrada en irse de allí que en enfrentar la amenaza, cosa que no le convenía.
Allí había gato encerrado, y no se fiaba un pelo de nadie más que de ella misma. Aunque al fin y al cabo lo que allí aconteciera no era de su incumbencia si lo meditaba con cabeza. Iría a buscar aquel medallón y saltaría por la borda cuando nadie mirase.
El plan era reunir a dos grupos entre toda la tripulación, incluyendo de forma obligada a los especialistas, excepto a la carpintera. La Rhodes entraba en esa criba.
El primer grupo, encargado de soltar aquellos ganchos y arpones con los que el Indomable había quedado sujeto al monstruoso barco lleno de misterio se compondría de Eltrant, Jawaad y otros tres tripulantes sin notoriedad alguna.
El segundo, el cual tendría como cometido el explorar el navío y determinar el causante de todo aquello, se compondría de Helena, Pharom y, como en el primero, de otros tres tripulantes sin relevancia alguna para la Rhodes.
Una vez decidido aquello, ambos grupos esperaron para abordar el Goliath.
Helena esperó junto a Eltrant mientras miraba de arriba a abajo, y de uno a otro lado, el misterioso e imponente navío.
Tras repasarlo varias veces con la mirada, hinchó su pecho y exhaló aire en forma de método de concentración. Desvió su mirada al maestro herrero y le dio un toque amistoso en el hombro.
-¿Te dan miedo los fantasmas?
Estaba cansada de esperar. Suponía que estaban preparando los pertinentes botes para cruzar el agua, pero eso sería como si un pájaro fuese andado en lugar de volando para ella.
Se adelantó un paso, hasta llegar a la baranda, acto seguido tomó aire de nuevo para concentrarse, cerrando también los ojos. A los dos segundos los abrió y empezó a hacer un juego de manos versátil y grácil. Su atención no recaía sobre el Goliath en sí, sino en lo que había debajo; en el agua en sí. Acto seguido agarró en el aire una masa invisible y empezó a elevarla como si de verdad le costara. Al principio, algunos de los integrantes de ambos grupos la miraron como a una loca, pero si prestaban más atención se percatarían de que algo se movía debajo de ambas naves. El mecer al que estaban sometidas no era natural, y se debía a que la bruja estaba elevando una gran cantidad de masa de agua a modo de puente entre ambas.
Cuando el "puente" estuvo a una altura considerable y apta para cruzarlo de lado a lado, la Rhodes dejó de elevar la masa de agua para pasar a mantenerla flotando.
Tras eso, sus manos empezaron a adquirir un tono pálido y azulado, con algunas de las venas de estas remarcándose con un tono morado bajo su piel. Poco a poco, la masa de agua empezó a solidificarse y a congelarse hasta quedar como un improvisado pero compacto puente de hielo.
La bruja se volteó hacia los grupos, jadeando. El tono de piel de sus manos volvían poco a poco a la normalidad.
-Tened cuidado y no os resbaléis...-Tras decir eso, hizo una indicación para proceder al abordaje esbozando media sonrisa pícara.
Sin más, sorteó la baranda y empezó a correr por el puente. Ella tenía la suficiente experiencia en esas situaciones como para no resbalarse, del resto no podría decir lo mismo. Pero no estaban en mitad de un ataque directo ni nada parecido, podrían perfectamente cruzar caminando con cuidado.
Helena había colocado el toro extremo del puente en la cubierta más baja del Goliath, tendrían que empezar desde ahí y recorrer toda aquella monstruosidad de arriba a abajo, y de abajo a arriba.
Con brío, sorteó la baranda del navío ajeno. Con la carrera y toda la parafernalia del puente le había entrado cierta adrenalina, pero fue poner un pie en el Goliath y entrarle sensaciones de inquietud, silencio y cautela...
-Me gustaría saber qué pasa aquí; por qué no parece haber nadie allí y por qué nos ataca.-Levantó la mano para tomar el turno de palabra.
No parecía que sus preguntas fuesen a ser respondidas por nadie, la capitana estaba más centrada en irse de allí que en enfrentar la amenaza, cosa que no le convenía.
Allí había gato encerrado, y no se fiaba un pelo de nadie más que de ella misma. Aunque al fin y al cabo lo que allí aconteciera no era de su incumbencia si lo meditaba con cabeza. Iría a buscar aquel medallón y saltaría por la borda cuando nadie mirase.
El plan era reunir a dos grupos entre toda la tripulación, incluyendo de forma obligada a los especialistas, excepto a la carpintera. La Rhodes entraba en esa criba.
El primer grupo, encargado de soltar aquellos ganchos y arpones con los que el Indomable había quedado sujeto al monstruoso barco lleno de misterio se compondría de Eltrant, Jawaad y otros tres tripulantes sin notoriedad alguna.
El segundo, el cual tendría como cometido el explorar el navío y determinar el causante de todo aquello, se compondría de Helena, Pharom y, como en el primero, de otros tres tripulantes sin relevancia alguna para la Rhodes.
Una vez decidido aquello, ambos grupos esperaron para abordar el Goliath.
Helena esperó junto a Eltrant mientras miraba de arriba a abajo, y de uno a otro lado, el misterioso e imponente navío.
Tras repasarlo varias veces con la mirada, hinchó su pecho y exhaló aire en forma de método de concentración. Desvió su mirada al maestro herrero y le dio un toque amistoso en el hombro.
-¿Te dan miedo los fantasmas?
Estaba cansada de esperar. Suponía que estaban preparando los pertinentes botes para cruzar el agua, pero eso sería como si un pájaro fuese andado en lugar de volando para ella.
Se adelantó un paso, hasta llegar a la baranda, acto seguido tomó aire de nuevo para concentrarse, cerrando también los ojos. A los dos segundos los abrió y empezó a hacer un juego de manos versátil y grácil. Su atención no recaía sobre el Goliath en sí, sino en lo que había debajo; en el agua en sí. Acto seguido agarró en el aire una masa invisible y empezó a elevarla como si de verdad le costara. Al principio, algunos de los integrantes de ambos grupos la miraron como a una loca, pero si prestaban más atención se percatarían de que algo se movía debajo de ambas naves. El mecer al que estaban sometidas no era natural, y se debía a que la bruja estaba elevando una gran cantidad de masa de agua a modo de puente entre ambas.
Cuando el "puente" estuvo a una altura considerable y apta para cruzarlo de lado a lado, la Rhodes dejó de elevar la masa de agua para pasar a mantenerla flotando.
Tras eso, sus manos empezaron a adquirir un tono pálido y azulado, con algunas de las venas de estas remarcándose con un tono morado bajo su piel. Poco a poco, la masa de agua empezó a solidificarse y a congelarse hasta quedar como un improvisado pero compacto puente de hielo.
La bruja se volteó hacia los grupos, jadeando. El tono de piel de sus manos volvían poco a poco a la normalidad.
-Tened cuidado y no os resbaléis...-Tras decir eso, hizo una indicación para proceder al abordaje esbozando media sonrisa pícara.
Sin más, sorteó la baranda y empezó a correr por el puente. Ella tenía la suficiente experiencia en esas situaciones como para no resbalarse, del resto no podría decir lo mismo. Pero no estaban en mitad de un ataque directo ni nada parecido, podrían perfectamente cruzar caminando con cuidado.
Helena había colocado el toro extremo del puente en la cubierta más baja del Goliath, tendrían que empezar desde ahí y recorrer toda aquella monstruosidad de arriba a abajo, y de abajo a arriba.
Con brío, sorteó la baranda del navío ajeno. Con la carrera y toda la parafernalia del puente le había entrado cierta adrenalina, pero fue poner un pie en el Goliath y entrarle sensaciones de inquietud, silencio y cautela...
Última edición por Helena Rhodes el Jue Ene 07 2021, 18:31, editado 1 vez
Helena Rhodes
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Se echó el bolso con las herramientas al hombro.
Tras asegurarse de que llevaba todo lo necesario, tomó el cinturón del curo del que colgaban unos siete cinceles y se los ató al hombro opuesto del que colgaban las herramientas.
Aquello bastaría.
Según se dirigía de vuelta a la cubierta, se hizo con un cincel indeterminado y pasó la yema de los dedos por la runa que tenía inscrita en la base. Les había apodado, cariñosamente “Dientes de dragón”.
Si quería lidiar con metal necesitaba, evidentemente, calor y por mucha fuerza que tuviese no iba a arrastrar una forja consigo para trabajos como aquel. Pero para solucionar ese tipo de problemas tenía amigos como Asher.
El modo de empleo de los dientes de dragón era fácil, hasta un novato podría usarlos: un golpe fuerte calentaba el cincel hasta el punto que calentaba cualquier cosa que estuviese tocando lo suficiente como para moldear el metal, dos golpes convertían el cincel y lo que tuviese este delante en una masa de metal fundido.
La idea era útil y bastante simple, pero no era precisamente ahorradora ya que cada cincel usado era uno “gastado”, eran básicamente de usar y tirar.
Volvió a la cubierta, justo a tiempo para que Helena se colocase junto a él, mirando enigmáticamente al Goliath, y le preguntase si tenía miedo de los fantasmas.
- No. – Respondió en voz baja, con un tono similar al de la mujer. – Me da miedo lo que pueda estar haciéndose pasar por ellos. – Agregó, sin apartar su mirada del navío.
Aquello no era obra de piratas.
Los arpones que le mantenían sujetos, la miasma roja que rodeaba el barco…
¿Brujos? ¿Vampiros?
No pudo añadir nada más, la bruja decidió hacer alarde de sus habilidades y dominó, en el sentido más literal de la palabra, el océano. Creó un puente entre el Indomable y el Goliath con aparente facilidad que acabó en muchos de los tripulantes dejando escapar halagos y ovaciones en voz baja.
Sí había algo que sabía hacer Helena era ganarse a un público.
- No te sobre-esfuerces. – Le dijo al ver la sutil palidez que se había apoderado de sus manos. – Todavía queda mucha noche por delante. – Agregó, recordando lo agotada que había estado la bruja al usar sus habilidades en la encrucijada. – Pero… - Se subió al puente, siguiéndola de cerca. – Buen trabajo. – dijo al final, ajustando las correas que estaban pegadas a su cuerpo antes de alcanzar a la bruja sobre el puente de hielo.
Jawaad, tras Eltrant, se limitó a dejar escapar un largo silbido cruzado de brazos al ver la estructura. El elfo se limitó a juzgar a la bruja con la mirada, torciendo levemente el gesto, como si estuviese incomodo con lo que acababa de presenciar.
El silencio con lo que el Eltrant se encontró cuando estuvieron a bordo del Goliath le resultaba incomodo, casi artificial. Cada ventana del barco parecía mirarles, estudiar a los intrusos que acababan de poner pie en el barco.
- Muy bien. – Llegaba el momento de separarse y Markus, quien estaba al mando de aquella “operación”, lo sabía. – Los que van a los aposentos del capitán conmigo. – dijo desenvainando su espada. – Los arpones han salido de las cubiertas inferiores. – dijo a los restantes, entre los cuales estaba Eltrant, que se limitó a asentir.
Y, dicho eso, el grupo “Investigación” desapareció tras una de las amplias puertas dobles que daban al interior del navío. Se quedó mirando la espalda de la bruja hasta que esta desapareció en la oscuridad al final del pasillo.
- Vamos, amigo. – La mano de Jawaad le sacó de sus cavilaciones. – Ya hablarás con tu nieta cuando acabemos. – Agregó, tan sonriente como siempre.
Soltando un gruñido y sacudiendo la cabeza, Eltrant se colocó tras el marinero que portaba el candil y que se adentró en el Goliath por la puerta directamente opuesta a la que había usado el otro grupo.
Lo primero de lo que se percató era que el exterior del Goliath era falso, era un espejismo.
Un fuerte olor a pescado podrido entremezclado con salitre inundo sus sentidos en cuando puso pie en el amplio pasillo central. Repleto de manchas de humedad, moho y muebles destrozados, el interior de aquel barco contaba una historia completamente distinta a la que parecía narrar su cubierta.
Acompañado solo por el sonido del cristal roto bajo sus pies y el suave crepitar del candil que llevaba el marinero que iba en cabeza, el grupo “Liberación”, como había hecho el otro, se internó en la oscuridad.
Todo fue bien, dentro de lo que cabía, durante los primeros diez minutos.
El mayor contratiempo se debió a un marinero que, incapaz de controlar las náuseas que el hedor que impregnaba las paredes de la embarcación provocaba, no tuvo más remedio que detenerse a descansar.
No hubo más problemas hasta que volvieron a atravesar unas segundas puertas dobles.
Cuando lo escucharon.
El grupo se detuvo, desenvainando sus armas y mirando a la penumbra que tenían delante, una que parecía tragarse todo lo que se atreviese a acercarse a ella. Eltrant entornó los ojos y agudizó el oído.
Eran… golpes, o eso suponía. Monótonos, acompasados, prácticamente parecían seguir un ritmo constante. La mejor forma de describirlo que podía encontrar no se alejaba mucho de “darle manotazos a un charco de agua”:
Y no estaba muy lejos.
No estaba al final del pasillo ni era nada que les perseguía, aquel sonido venia de… una de las habitaciones contiguas al pasillo que recorrían. Los marineros se miraron los unos a los otros y después se giraron hacía la puerta bellamente grabada que antes había sido de un impoluto color blanco y ahora estaba cubierta de moho y algas.
“Plotch, plotch, plotch…”
- ¿Qué… hacemos? – Preguntó el hombre llevaba el candil con la voz entrecortada. - ¿Pueden ser los fantasmas? – Tragó saliva, sus ojos cambiaban entre todos los presentes de forma frenética.
- Preparad las armas. – Le dijo Eltrant, tomando el pomo de la puerta.
Alguien tenía que hacerlo y era evidente que ninguno iba a proponerse voluntario. El grupo asintió escuetamente, sin decir nada, y alzaron las espadas.
Y Eltrant abrió la puerta.
Una habitación que era la sombra de lo que había sido, cortinas rasgadas de tonalidades ocres, muebles desgastados, una cama gigantesca repleta de manchas amarillas y… un espejo roto.
Frente al cual había una mujer.
O Eltrant suponía que era una mujer, pues prácticamente no tenía cara. Dueña de un vestido corto, o quizás de un camisón repleto de manchas ligeramente marrones que Eltrant conocía muy bien, la mujer carecía prácticamente de cara.
Pues lo único que hacía, de forma sucesiva, prácticamente presa de una horrible obsesión, era darse cabezazos contra lo que quedaba del espejo, mutilando más su cara con cada golpe.
- …noche… ¿Eres...? … ¿Nombre? –
- ¿Qué…? – La mujer se giró hacía la puerta al escuchar la voz de Eltrant y dejó escapar un alarido desde lo más profundo de su garganta.
Era sorprendente que tuviese esa vitalidad para… no tener cara y contar con ese número de heridas en su cuerpo. Maldiciendo en voz alta, Eltrant tiró de la puerta de forma instintiva para cerrarla, pero fue demasiado tarde, pasando por encima de la cama en un salto absurdo, la mujer consiguió colar su brazo izquierdo por la pequeña hendidura que quedaba abierta de la puerta antes de que esta se cerrase por complejo.
- ¡Cortadle el brazo a esta…! – Eltrant dio varios tirones en vano, con toda la fuerza que pudo, intentando cerrar la puerta de una vez por todas.
Escuchó un sonoro “crack” que le dijo que los huesos de aquel brazo no deberían ser muy diferentes a los trozos del espejo roto contra el que se había estado dando cabezazos. Pero seguia moviéndolo, tratando de agarrar a alguna de las personas que estaban al otro lado de la puerta.
- ¡¿Queréis cortarle el brazo de una vez!? – Vociferó, esperando que alguno de los tripulantes que se habían que se habían quedado paralizados actuasen.
Afortunadamente, Jawaad le arrebató el arma a uno de los marineros e hizo lo que se esperaba de estos. Dos golpes fueron los necesarios, el primero cortó hasta el hueso, y el segundo cercenó la extremidad de aquella… cosa y permitió a Eltrant cerrar completamente la puerta.
Pero todavía no acabado.
Del interior del brazo cercenado brotó… una especie de sanguijuela, una de un tamaño considerable que empezó a deslizarse en dirección de los presentes. Una que Eltrant la mató de un fuerte pisotón prácticamente de forma instintiva.
¿Qué era esa cosa?
- ¿Estáis todos…? –
El carecer de un brazo no parecía haber amedrentado a la mujer y ahora intentaba abrirse paso a través de la puerta a golpes, lo que hizo que Eltrant se separase un par de pasos de la misma prácticamente de un salto. Por fortuna, tras un último impacto, más fuerte de los anteriores, el sonido de un cuerpo desplomándose contra el suelo llegó a los oídos de todos desde la habitación.
- Dioses… - Fue lo único que alcanzó Eltrant a decir, al ver… un líquido que podía ser considerado sangre filtrarse a través de la hendidura inferior de la entrada.
Complicación 2: Al parecer la tripulación despertó alguna especie de parásito abisal.
Tras asegurarse de que llevaba todo lo necesario, tomó el cinturón del curo del que colgaban unos siete cinceles y se los ató al hombro opuesto del que colgaban las herramientas.
Aquello bastaría.
Según se dirigía de vuelta a la cubierta, se hizo con un cincel indeterminado y pasó la yema de los dedos por la runa que tenía inscrita en la base. Les había apodado, cariñosamente “Dientes de dragón”.
Si quería lidiar con metal necesitaba, evidentemente, calor y por mucha fuerza que tuviese no iba a arrastrar una forja consigo para trabajos como aquel. Pero para solucionar ese tipo de problemas tenía amigos como Asher.
El modo de empleo de los dientes de dragón era fácil, hasta un novato podría usarlos: un golpe fuerte calentaba el cincel hasta el punto que calentaba cualquier cosa que estuviese tocando lo suficiente como para moldear el metal, dos golpes convertían el cincel y lo que tuviese este delante en una masa de metal fundido.
La idea era útil y bastante simple, pero no era precisamente ahorradora ya que cada cincel usado era uno “gastado”, eran básicamente de usar y tirar.
Volvió a la cubierta, justo a tiempo para que Helena se colocase junto a él, mirando enigmáticamente al Goliath, y le preguntase si tenía miedo de los fantasmas.
- No. – Respondió en voz baja, con un tono similar al de la mujer. – Me da miedo lo que pueda estar haciéndose pasar por ellos. – Agregó, sin apartar su mirada del navío.
Aquello no era obra de piratas.
Los arpones que le mantenían sujetos, la miasma roja que rodeaba el barco…
¿Brujos? ¿Vampiros?
No pudo añadir nada más, la bruja decidió hacer alarde de sus habilidades y dominó, en el sentido más literal de la palabra, el océano. Creó un puente entre el Indomable y el Goliath con aparente facilidad que acabó en muchos de los tripulantes dejando escapar halagos y ovaciones en voz baja.
Sí había algo que sabía hacer Helena era ganarse a un público.
- No te sobre-esfuerces. – Le dijo al ver la sutil palidez que se había apoderado de sus manos. – Todavía queda mucha noche por delante. – Agregó, recordando lo agotada que había estado la bruja al usar sus habilidades en la encrucijada. – Pero… - Se subió al puente, siguiéndola de cerca. – Buen trabajo. – dijo al final, ajustando las correas que estaban pegadas a su cuerpo antes de alcanzar a la bruja sobre el puente de hielo.
Jawaad, tras Eltrant, se limitó a dejar escapar un largo silbido cruzado de brazos al ver la estructura. El elfo se limitó a juzgar a la bruja con la mirada, torciendo levemente el gesto, como si estuviese incomodo con lo que acababa de presenciar.
El silencio con lo que el Eltrant se encontró cuando estuvieron a bordo del Goliath le resultaba incomodo, casi artificial. Cada ventana del barco parecía mirarles, estudiar a los intrusos que acababan de poner pie en el barco.
- Muy bien. – Llegaba el momento de separarse y Markus, quien estaba al mando de aquella “operación”, lo sabía. – Los que van a los aposentos del capitán conmigo. – dijo desenvainando su espada. – Los arpones han salido de las cubiertas inferiores. – dijo a los restantes, entre los cuales estaba Eltrant, que se limitó a asentir.
Y, dicho eso, el grupo “Investigación” desapareció tras una de las amplias puertas dobles que daban al interior del navío. Se quedó mirando la espalda de la bruja hasta que esta desapareció en la oscuridad al final del pasillo.
- Vamos, amigo. – La mano de Jawaad le sacó de sus cavilaciones. – Ya hablarás con tu nieta cuando acabemos. – Agregó, tan sonriente como siempre.
Soltando un gruñido y sacudiendo la cabeza, Eltrant se colocó tras el marinero que portaba el candil y que se adentró en el Goliath por la puerta directamente opuesta a la que había usado el otro grupo.
Lo primero de lo que se percató era que el exterior del Goliath era falso, era un espejismo.
Un fuerte olor a pescado podrido entremezclado con salitre inundo sus sentidos en cuando puso pie en el amplio pasillo central. Repleto de manchas de humedad, moho y muebles destrozados, el interior de aquel barco contaba una historia completamente distinta a la que parecía narrar su cubierta.
Acompañado solo por el sonido del cristal roto bajo sus pies y el suave crepitar del candil que llevaba el marinero que iba en cabeza, el grupo “Liberación”, como había hecho el otro, se internó en la oscuridad.
Todo fue bien, dentro de lo que cabía, durante los primeros diez minutos.
El mayor contratiempo se debió a un marinero que, incapaz de controlar las náuseas que el hedor que impregnaba las paredes de la embarcación provocaba, no tuvo más remedio que detenerse a descansar.
No hubo más problemas hasta que volvieron a atravesar unas segundas puertas dobles.
Cuando lo escucharon.
El grupo se detuvo, desenvainando sus armas y mirando a la penumbra que tenían delante, una que parecía tragarse todo lo que se atreviese a acercarse a ella. Eltrant entornó los ojos y agudizó el oído.
Eran… golpes, o eso suponía. Monótonos, acompasados, prácticamente parecían seguir un ritmo constante. La mejor forma de describirlo que podía encontrar no se alejaba mucho de “darle manotazos a un charco de agua”:
Y no estaba muy lejos.
No estaba al final del pasillo ni era nada que les perseguía, aquel sonido venia de… una de las habitaciones contiguas al pasillo que recorrían. Los marineros se miraron los unos a los otros y después se giraron hacía la puerta bellamente grabada que antes había sido de un impoluto color blanco y ahora estaba cubierta de moho y algas.
“Plotch, plotch, plotch…”
- ¿Qué… hacemos? – Preguntó el hombre llevaba el candil con la voz entrecortada. - ¿Pueden ser los fantasmas? – Tragó saliva, sus ojos cambiaban entre todos los presentes de forma frenética.
- Preparad las armas. – Le dijo Eltrant, tomando el pomo de la puerta.
Alguien tenía que hacerlo y era evidente que ninguno iba a proponerse voluntario. El grupo asintió escuetamente, sin decir nada, y alzaron las espadas.
Y Eltrant abrió la puerta.
Una habitación que era la sombra de lo que había sido, cortinas rasgadas de tonalidades ocres, muebles desgastados, una cama gigantesca repleta de manchas amarillas y… un espejo roto.
Frente al cual había una mujer.
O Eltrant suponía que era una mujer, pues prácticamente no tenía cara. Dueña de un vestido corto, o quizás de un camisón repleto de manchas ligeramente marrones que Eltrant conocía muy bien, la mujer carecía prácticamente de cara.
Pues lo único que hacía, de forma sucesiva, prácticamente presa de una horrible obsesión, era darse cabezazos contra lo que quedaba del espejo, mutilando más su cara con cada golpe.
- …noche… ¿Eres...? … ¿Nombre? –
- ¿Qué…? – La mujer se giró hacía la puerta al escuchar la voz de Eltrant y dejó escapar un alarido desde lo más profundo de su garganta.
Era sorprendente que tuviese esa vitalidad para… no tener cara y contar con ese número de heridas en su cuerpo. Maldiciendo en voz alta, Eltrant tiró de la puerta de forma instintiva para cerrarla, pero fue demasiado tarde, pasando por encima de la cama en un salto absurdo, la mujer consiguió colar su brazo izquierdo por la pequeña hendidura que quedaba abierta de la puerta antes de que esta se cerrase por complejo.
- ¡Cortadle el brazo a esta…! – Eltrant dio varios tirones en vano, con toda la fuerza que pudo, intentando cerrar la puerta de una vez por todas.
Escuchó un sonoro “crack” que le dijo que los huesos de aquel brazo no deberían ser muy diferentes a los trozos del espejo roto contra el que se había estado dando cabezazos. Pero seguia moviéndolo, tratando de agarrar a alguna de las personas que estaban al otro lado de la puerta.
- ¡¿Queréis cortarle el brazo de una vez!? – Vociferó, esperando que alguno de los tripulantes que se habían que se habían quedado paralizados actuasen.
Afortunadamente, Jawaad le arrebató el arma a uno de los marineros e hizo lo que se esperaba de estos. Dos golpes fueron los necesarios, el primero cortó hasta el hueso, y el segundo cercenó la extremidad de aquella… cosa y permitió a Eltrant cerrar completamente la puerta.
Pero todavía no acabado.
Del interior del brazo cercenado brotó… una especie de sanguijuela, una de un tamaño considerable que empezó a deslizarse en dirección de los presentes. Una que Eltrant la mató de un fuerte pisotón prácticamente de forma instintiva.
¿Qué era esa cosa?
- ¿Estáis todos…? –
El carecer de un brazo no parecía haber amedrentado a la mujer y ahora intentaba abrirse paso a través de la puerta a golpes, lo que hizo que Eltrant se separase un par de pasos de la misma prácticamente de un salto. Por fortuna, tras un último impacto, más fuerte de los anteriores, el sonido de un cuerpo desplomándose contra el suelo llegó a los oídos de todos desde la habitación.
- Dioses… - Fue lo único que alcanzó Eltrant a decir, al ver… un líquido que podía ser considerado sangre filtrarse a través de la hendidura inferior de la entrada.
____________________________________________________________________________
Complicación 2: Al parecer la tripulación despertó alguna especie de parásito abisal.
Última edición por Eltrant Tale el Vie Jul 31 2020, 18:44, editado 1 vez
Eltrant Tale
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Esperó a que todos y cada uno de los integrantes de ambos equipos abordaran el Goliath con los brazos puestos en jarras, como si de una madre se tratara, comprobando que todos estaban bien y habían cruzado sin problemas.
Eltrant le advirtió que no se sobre-esforzase, desviando brevemente la mirada hacia sus manos, seguramente percatándose de la palidez que estas habían adquirido con anterioridad. La bruja respondió con un encogimiento de hombros y una sonrisa segura de medio lado.
-No te preocupes por eso, maestro herrero.
Acto seguido, el hombre le felicitó por su acción con el levantamiento del puente de hielo, a lo que la rubia esta vez tan solo respondió con un guiño de ojo, contoneando sutilmente su cadera.
Por su lado y con una descarada mirada discriminatoria el elfo de nombre Pharom pasó para reunirse con el que era su grupo, del cual la Rhodes también formaba parte. Ella no se amedrentó y le mantuvo la mirada al ser de orejas puntiagudas con una mirada llena de prepotencia. El tal Markus ordenó a los de dicho grupo ponerse en marcha y separarse de los que iban a intervenir directamente en los arpones.
Tras despedirse de Eltrant, la bruja se encaminó la última de su grupo hacia la dirección donde Markus había propuesto. Este caminaba con toda la seriedad y estoicismo del que había hecho gala hasta ahora, sin hablar con nadie, al igual que el Pharom, que andaba un par de pasos más atrás con un semblante de superioridad y esnobismo clásico de los elfos. Otro par de pasos más atrás se encontraban dos tripulantes más del Indomable que no tenían ninguna especialidad particular, pero sí que se hallaban algo cautelosos, mirando a su alrededor con respeto por las cosas que el lugar podría ofrecerles, víctimas de las leyendas siniestras que siempre circulaban sobre los barcos fantasmas. Por último de todo se encontraba Helena, que también miraba a su alrededor, expectante y curiosa por aquel lugar. Claramente el interior era menos imponente que su exterior, por lo que concluyó que lo que había visto de las cubiertas del Goliath se trataban de meras ilusiones. Todo dentro era mucho más lúgubre, descuidado y simplista. Sin duda aquel barco tuvo una época de oro, pero esta hacía tiempo que había pasado, o al menos eso demostraban sus paredes y suelos llenos de moho y suciedad varia.
El pasillo que recorrieron era largo. Pasaron de largo varias puertas que no tenían especial relevancia para Markus. Helena creyó oír ruidos extraños en el interior de unas cuantas, pero no le dio mayor importancia. Supuso que el sonido de los materiales descuidados que componían el barco se estaban ensanchando, chocando y pudriendo, todo al mismo tiempo.
Llegaron hasta una pared que acababa con dicho pasillo, por lo que debían decidirse a entrar por alguna puerta.
-Iremos sin rodeos hasta el camarote del capitán.-Markus se dirigió al grupo.-No os desviéis.
Los dos tripulantes sin especialidad asintieron. Pharom y Helena por su parte se cruzaron de brazos a la vez y más comedidos asintieron también, dando así su confirmación. Ambos entonces intercambiaron de nuevo miradas, esta vez retadoras. Helena no entendía muy bien el por qué de la actitud del elfo, pero no se iba a quedar atrás en demostrar su superioridad frente a este. Quizás era un mero tema racial, pero era su orgullo el que estaba en juego, y no iba a permitir que nadie la menospreciara.
Markus entró por la puerta más cercana, con algo de cautela y cuidado. Al otro lado se encontraría con lo que parecía ser un extenso comedor lleno de mesas con sus manteles llenos de polvo y sillas; algunas tiradas en el suelo, otras desplazadas y muy pocas puestas donde les correspondería. La estancia estaba iluminada por lámparas de velas elegantes que colgaban del techo y por otras que estaban acopladas a la pared.
-Hay buena iluminación.-Comentó, algo sorprendida. Eso era una buena noticia.
-Hay alguien allí.-Comentó el elfo, sereno, a lo que parecía ser un cuerpo sentado en una de las mesas, de espaldas a ellos e inmóvil.
-¿Un cadáver?-La Rhodes entrecerró los ojos para ver mejor.
Estaba completamente quieto, a pesar de que tendría que haber escuchado llegar al grupo. Tenía toda la pinta de ser un cuerpo inerte.
El grupo se acercó con cautela hacia el cuerpo. Fue Markus quien seguía liderando los pasos, y también fue él quien se acercó al cuerpo para examinarlo, teniendo más cerca a Helena y Pharom. Parecía ser un hombre. Tenía la ropa deshilachada y sucia.
En el momento de que el segundo al mando del Indomable le puso una mano sobre el hombro al cuerpo, este emitió un quejido casi sordo que alertó al grupo. No dio tiempo a más reacción, pues este se volteó, tirando la silla a un lado en el proceso y abalanzándose sobre Markus.
A pesar de ser a todas luces un humano como mínimo, tenía el rostro demacrado y los dientes podridos, además su piel se estaba volviendo gris de forma sutil.
Emitiendo sonidos de una auténtica bestia, tiró al humano al suelo y forcejeó con él. Entonces, Helena intervino para ayudar a su compañero y le dio una patada a aquel ser. Este hizo que se quitara de encima de Markus. El elfo, por su parte, con el bastón sacerdotal que portaba le dio un contundente golpe en la cabeza, lo dejó atorado unos segundos, lo cual aprovechó Helena para volver a patearlo de nuevo para que se pusiese bocaarriba y así asestarle un definitivo apuñalamiento con su daga apostada en su faja.
Markus fue ayudado por uno de los dos integrantes del grupo que no poseían especialidad. Una vez en pie, y jadeando por el esfuerzo y la impresión de lo que había sucedido, se apoyó en Helena para agacharse y ver más de cerca a aquel ser.
-¡¿Qué es esta cosa?!
-Es un bípedo, como nosotros. Seguramente fuese humano, antes de... que algo le pasara para acabar así.
Helena se puso en pie y miró con una mezcla de asco y preocupación al ser que acababa de matar.
-Esto no me gusta nada...-Limpió la sangre de su daga y la volvió a enfundar en su faja.
-¿Qué hacemos Markus?-Preguntó atemorizado uno de los dos tripulantes sin especialidad.
-Sigamos.-Miró hacia la puerta.-De nada vale volver si la situación es la misma.
-Estoy de acuerdo.-Pero no por el hecho de solucionar o averiguar el problema, sino porque quería encontrar el codiciado tesoro.
-Yo no.-Respodió contundente el elfo-Aquí ocurre algo turbio y nos vendría mejor salir de aquí cuanto antes. No estamos preparados para... lidiar con esto.-Hizo referencia al ser ahora sí inerte.
-¿Y para qué fuiste contratado entonces, "especialista"?
El elfo miró de mala forma a la bruja, a lo que esta respondió cruzándose de brazos manteniéndose impasible en sus palabras.
-Recuerda que aquí mando yo.-Se puso también en pie y se encaró con el elfo.-Y digo que sigamos.-Lo dejó bastante claro. Finalmente, Pharom tan solo resopló y acató las órdenes con desgana.
Eltrant le advirtió que no se sobre-esforzase, desviando brevemente la mirada hacia sus manos, seguramente percatándose de la palidez que estas habían adquirido con anterioridad. La bruja respondió con un encogimiento de hombros y una sonrisa segura de medio lado.
-No te preocupes por eso, maestro herrero.
Acto seguido, el hombre le felicitó por su acción con el levantamiento del puente de hielo, a lo que la rubia esta vez tan solo respondió con un guiño de ojo, contoneando sutilmente su cadera.
Por su lado y con una descarada mirada discriminatoria el elfo de nombre Pharom pasó para reunirse con el que era su grupo, del cual la Rhodes también formaba parte. Ella no se amedrentó y le mantuvo la mirada al ser de orejas puntiagudas con una mirada llena de prepotencia. El tal Markus ordenó a los de dicho grupo ponerse en marcha y separarse de los que iban a intervenir directamente en los arpones.
Tras despedirse de Eltrant, la bruja se encaminó la última de su grupo hacia la dirección donde Markus había propuesto. Este caminaba con toda la seriedad y estoicismo del que había hecho gala hasta ahora, sin hablar con nadie, al igual que el Pharom, que andaba un par de pasos más atrás con un semblante de superioridad y esnobismo clásico de los elfos. Otro par de pasos más atrás se encontraban dos tripulantes más del Indomable que no tenían ninguna especialidad particular, pero sí que se hallaban algo cautelosos, mirando a su alrededor con respeto por las cosas que el lugar podría ofrecerles, víctimas de las leyendas siniestras que siempre circulaban sobre los barcos fantasmas. Por último de todo se encontraba Helena, que también miraba a su alrededor, expectante y curiosa por aquel lugar. Claramente el interior era menos imponente que su exterior, por lo que concluyó que lo que había visto de las cubiertas del Goliath se trataban de meras ilusiones. Todo dentro era mucho más lúgubre, descuidado y simplista. Sin duda aquel barco tuvo una época de oro, pero esta hacía tiempo que había pasado, o al menos eso demostraban sus paredes y suelos llenos de moho y suciedad varia.
El pasillo que recorrieron era largo. Pasaron de largo varias puertas que no tenían especial relevancia para Markus. Helena creyó oír ruidos extraños en el interior de unas cuantas, pero no le dio mayor importancia. Supuso que el sonido de los materiales descuidados que componían el barco se estaban ensanchando, chocando y pudriendo, todo al mismo tiempo.
Llegaron hasta una pared que acababa con dicho pasillo, por lo que debían decidirse a entrar por alguna puerta.
-Iremos sin rodeos hasta el camarote del capitán.-Markus se dirigió al grupo.-No os desviéis.
Los dos tripulantes sin especialidad asintieron. Pharom y Helena por su parte se cruzaron de brazos a la vez y más comedidos asintieron también, dando así su confirmación. Ambos entonces intercambiaron de nuevo miradas, esta vez retadoras. Helena no entendía muy bien el por qué de la actitud del elfo, pero no se iba a quedar atrás en demostrar su superioridad frente a este. Quizás era un mero tema racial, pero era su orgullo el que estaba en juego, y no iba a permitir que nadie la menospreciara.
Markus entró por la puerta más cercana, con algo de cautela y cuidado. Al otro lado se encontraría con lo que parecía ser un extenso comedor lleno de mesas con sus manteles llenos de polvo y sillas; algunas tiradas en el suelo, otras desplazadas y muy pocas puestas donde les correspondería. La estancia estaba iluminada por lámparas de velas elegantes que colgaban del techo y por otras que estaban acopladas a la pared.
-Hay buena iluminación.-Comentó, algo sorprendida. Eso era una buena noticia.
-Hay alguien allí.-Comentó el elfo, sereno, a lo que parecía ser un cuerpo sentado en una de las mesas, de espaldas a ellos e inmóvil.
-¿Un cadáver?-La Rhodes entrecerró los ojos para ver mejor.
Estaba completamente quieto, a pesar de que tendría que haber escuchado llegar al grupo. Tenía toda la pinta de ser un cuerpo inerte.
El grupo se acercó con cautela hacia el cuerpo. Fue Markus quien seguía liderando los pasos, y también fue él quien se acercó al cuerpo para examinarlo, teniendo más cerca a Helena y Pharom. Parecía ser un hombre. Tenía la ropa deshilachada y sucia.
En el momento de que el segundo al mando del Indomable le puso una mano sobre el hombro al cuerpo, este emitió un quejido casi sordo que alertó al grupo. No dio tiempo a más reacción, pues este se volteó, tirando la silla a un lado en el proceso y abalanzándose sobre Markus.
A pesar de ser a todas luces un humano como mínimo, tenía el rostro demacrado y los dientes podridos, además su piel se estaba volviendo gris de forma sutil.
Emitiendo sonidos de una auténtica bestia, tiró al humano al suelo y forcejeó con él. Entonces, Helena intervino para ayudar a su compañero y le dio una patada a aquel ser. Este hizo que se quitara de encima de Markus. El elfo, por su parte, con el bastón sacerdotal que portaba le dio un contundente golpe en la cabeza, lo dejó atorado unos segundos, lo cual aprovechó Helena para volver a patearlo de nuevo para que se pusiese bocaarriba y así asestarle un definitivo apuñalamiento con su daga apostada en su faja.
Markus fue ayudado por uno de los dos integrantes del grupo que no poseían especialidad. Una vez en pie, y jadeando por el esfuerzo y la impresión de lo que había sucedido, se apoyó en Helena para agacharse y ver más de cerca a aquel ser.
-¡¿Qué es esta cosa?!
-Es un bípedo, como nosotros. Seguramente fuese humano, antes de... que algo le pasara para acabar así.
Helena se puso en pie y miró con una mezcla de asco y preocupación al ser que acababa de matar.
-Esto no me gusta nada...-Limpió la sangre de su daga y la volvió a enfundar en su faja.
-¿Qué hacemos Markus?-Preguntó atemorizado uno de los dos tripulantes sin especialidad.
-Sigamos.-Miró hacia la puerta.-De nada vale volver si la situación es la misma.
-Estoy de acuerdo.-Pero no por el hecho de solucionar o averiguar el problema, sino porque quería encontrar el codiciado tesoro.
-Yo no.-Respodió contundente el elfo-Aquí ocurre algo turbio y nos vendría mejor salir de aquí cuanto antes. No estamos preparados para... lidiar con esto.-Hizo referencia al ser ahora sí inerte.
-¿Y para qué fuiste contratado entonces, "especialista"?
El elfo miró de mala forma a la bruja, a lo que esta respondió cruzándose de brazos manteniéndose impasible en sus palabras.
-Recuerda que aquí mando yo.-Se puso también en pie y se encaró con el elfo.-Y digo que sigamos.-Lo dejó bastante claro. Finalmente, Pharom tan solo resopló y acató las órdenes con desgana.
Última edición por Helena Rhodes el Jue Ene 07 2021, 18:31, editado 1 vez
Helena Rhodes
Honorable
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Se detuvo en mitad del corredor alzando la mano izquierda para que las personas que le seguían le imitaran.
Apenas habían descendido una cubierta desde que se cruzaron con aquella mujer fuera de sí que parecía no sentir dolor y, de algún modo, seguían sin haber encontrado ningún miembro más de la tripulación.
Probablemente estaba pecando de cauto, pero había visto suficiente mundo como para saber que tenía que comportarse de aquel modo si querían salir de allí con vida; Cada puerta hinchada por la humedad, cada mueble roto con el que se cruzaban contaba una historia muy desagradable.
En aquel barco había pasado algo muy malo.
Pero seguía siendo incapaz de adivinar exactamente el qué.
¿Magia? ¿Alguna maldición extraña?
- ¿Qué pasa, herrero? – Uno de los marineros, el que llevaba el candil, se colocó junto a él y, de igual forma que lo estaba haciendo el supuesto anciano, escudriñó la oscuridad aparentemente infranqueable que tenían delante. – No veo nada. – Murmuró frunciendo el ceño, depositando su mano libre en el sable que colgaba de su cintura. - ¿Seguro que has visto algo? – Agregó, alzando un poco más el candil con la intención de que la luz llegase más lejos.
El tripulante del Indomable, como él, no había visto nada.
Pero ese no era el problema.
Eltrant negó con la cabeza llevándose el dedo índice hasta los labios, instando al hombre a que se quédense en silencio y, después, señaló uno de sus oídos antes.
- ¿Lo oís? – En un principio había sido sutil, casi imperceptible, pero se estaba volviendo cada vez más evidente, más audible. – Golpes. – Todos los presentes se miraron entre ellos unos segundos.
Eran golpes, o lo parecían al menos.
Secos, contundentes, no eran como los que habían oído antes de cruzarse con la mujer loca, estos tenían una fuerza inherente en ellos, casi parecían coreografiados, casi parecían…
- ¿Pasos? – Eltrant se giró hacia el nórgedo y se volvió hacia origen de los sonidos.
- Tenemos que irnos. – Fue lo único que Eltrant alcanzó a decir antes de que apareciese.
Al final del pasillo, de entre la oscuridad.
Un ser humanoide de al menos tres metros de altura enfundado en una larga y oscura gabardina que había visto mejores días. La expresión indescifrable de su rostro no le decía nada, la forma en la que el gigante se movía gritaba “Muerte” y “Autómata” a partes iguales.
No podían quedarse allí.
Afortunadamente Eltrant no tuvo que repetir la orden dos veces, el grupo comenzó a retroceder en cuando fue capaz de asimilar lo que tenían delante, momento en el que la criatura, si bien no comenzó a correr, aceleró ligeramente el paso lo suficiente como para hacer ver al grupo que, realmente, quería atraparles.
- ¡Espíritus! ¿¡Que es esa cosa!? – Bramó Jawaad comenzando a correr con todas sus fuerzas, colocándose en cabeza del grupo.
- ¡Ya nos preocuparemos por eso luego! – Respondió Eltrant, deteniéndose un instante para ver la silueta difuminada de aquel gigante ocupar todo el pasillo.
Apretó los dientes antes de volver a girarse sobre sí mismo, tentado de quedarse frente a la criatura; pero sabía que era una estupidez hacerlo, si aquel gigante era la mitad de resistente que la mujer con la que se habían encontrado antes no tenían ninguna posibilidad yendo de frente.
Aunque se conocía, en cualquier otro momento la habría encarado directamente aun sabiendo eso y probablemente habría sido capaz de hacer algo, pero aun así en aquel momento estaba, a efectos prácticos, completamente desarmado.
Por no hablar que aquel sitio no podía ser más estrecho para pelear.
¿Cómo se suponía que iba a hacerlo de todas? ¿Con un cincel? ¿Destrozando la cubierta con el guantelete para acabar todos ahogados en una prisión submarina? No, tenía que pensar un plan, por estúpido que fuese.
BLAM, BLAM, BLAM.
- ¡No os paréis! – Bramó, tomando a uno de los marineros que se había detenido a recobrar el aliento un instante por los brazos y empujándolo. – ¡Qué corras! – Ordenó sin parar de empujar, asegurándose de que este no se quedaba atrás.
Por mucho que se alejasen, que huyesen de la criatura, los pasos no desaparecían. Siempre estaban a su espalda, como un recordatorio constante de lo incansable que parecía aquel perseguidor.
El Goliath entrañaba más misterios que gente loca y desaparecida, ahora contaba con armarios homicidas. Una parte de él empezaba a pensar que, realmente, estaban en un barco fantasma.
Izquierda, derecha, derecha, izquierda, izquierda. Había perdido la noción de cuantos giros había dado o de dónde estaba, lo único indispensable era poner espacio entre y su perseguidor.
Cerró una puerta tras de sí con fuerza, solo para encontrarse completamente a solas en la oscuridad. ¿Se habían separado? Maldijo a los dioses en voz baja y miró a su alrededor, oyendo los pasos aun en la distancia, comprobó que estaba en un dormitorio cuando sus ojos se habituaron a la tenue iluminación había en el lugar.
Tan deteriorado como el resto del navío, no había nada intacto en la estancia. Lo más remarcable y lo único con lo que se hizo fue con lo que parecía ser una vetusta espada de exhibición que descansaba en el suelo sobre un charco de sangre.
Parcialmente mellada y con las joyas que cubrían su pomo fracturadas, Eltrant tuvo la impresión de que alguien ya la había usado el arma con el mismo propósito que él tenía en mente.
Justo entonces, un distante alarido de dolor llegó hasta sus oídos.
Respirando de forma pausada amarró la espada como buenamente pudo a su cinto y se hizo con uno de los “Colmillos de Dragón” que tenía encima. Cada segundo que pasaba en aquel lugar la cosa se complicaba más y más.
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Off: Complicación 3: Como añadido, el grupo va a tener un fan muy insistente y un poco sanguinarío (?)
Apenas habían descendido una cubierta desde que se cruzaron con aquella mujer fuera de sí que parecía no sentir dolor y, de algún modo, seguían sin haber encontrado ningún miembro más de la tripulación.
Probablemente estaba pecando de cauto, pero había visto suficiente mundo como para saber que tenía que comportarse de aquel modo si querían salir de allí con vida; Cada puerta hinchada por la humedad, cada mueble roto con el que se cruzaban contaba una historia muy desagradable.
En aquel barco había pasado algo muy malo.
Pero seguía siendo incapaz de adivinar exactamente el qué.
¿Magia? ¿Alguna maldición extraña?
- ¿Qué pasa, herrero? – Uno de los marineros, el que llevaba el candil, se colocó junto a él y, de igual forma que lo estaba haciendo el supuesto anciano, escudriñó la oscuridad aparentemente infranqueable que tenían delante. – No veo nada. – Murmuró frunciendo el ceño, depositando su mano libre en el sable que colgaba de su cintura. - ¿Seguro que has visto algo? – Agregó, alzando un poco más el candil con la intención de que la luz llegase más lejos.
El tripulante del Indomable, como él, no había visto nada.
Pero ese no era el problema.
Eltrant negó con la cabeza llevándose el dedo índice hasta los labios, instando al hombre a que se quédense en silencio y, después, señaló uno de sus oídos antes.
- ¿Lo oís? – En un principio había sido sutil, casi imperceptible, pero se estaba volviendo cada vez más evidente, más audible. – Golpes. – Todos los presentes se miraron entre ellos unos segundos.
Eran golpes, o lo parecían al menos.
Secos, contundentes, no eran como los que habían oído antes de cruzarse con la mujer loca, estos tenían una fuerza inherente en ellos, casi parecían coreografiados, casi parecían…
- ¿Pasos? – Eltrant se giró hacia el nórgedo y se volvió hacia origen de los sonidos.
- Tenemos que irnos. – Fue lo único que Eltrant alcanzó a decir antes de que apareciese.
Al final del pasillo, de entre la oscuridad.
- Ambiente:
Un ser humanoide de al menos tres metros de altura enfundado en una larga y oscura gabardina que había visto mejores días. La expresión indescifrable de su rostro no le decía nada, la forma en la que el gigante se movía gritaba “Muerte” y “Autómata” a partes iguales.
No podían quedarse allí.
Afortunadamente Eltrant no tuvo que repetir la orden dos veces, el grupo comenzó a retroceder en cuando fue capaz de asimilar lo que tenían delante, momento en el que la criatura, si bien no comenzó a correr, aceleró ligeramente el paso lo suficiente como para hacer ver al grupo que, realmente, quería atraparles.
- ¡Espíritus! ¿¡Que es esa cosa!? – Bramó Jawaad comenzando a correr con todas sus fuerzas, colocándose en cabeza del grupo.
- ¡Ya nos preocuparemos por eso luego! – Respondió Eltrant, deteniéndose un instante para ver la silueta difuminada de aquel gigante ocupar todo el pasillo.
Apretó los dientes antes de volver a girarse sobre sí mismo, tentado de quedarse frente a la criatura; pero sabía que era una estupidez hacerlo, si aquel gigante era la mitad de resistente que la mujer con la que se habían encontrado antes no tenían ninguna posibilidad yendo de frente.
Aunque se conocía, en cualquier otro momento la habría encarado directamente aun sabiendo eso y probablemente habría sido capaz de hacer algo, pero aun así en aquel momento estaba, a efectos prácticos, completamente desarmado.
Por no hablar que aquel sitio no podía ser más estrecho para pelear.
¿Cómo se suponía que iba a hacerlo de todas? ¿Con un cincel? ¿Destrozando la cubierta con el guantelete para acabar todos ahogados en una prisión submarina? No, tenía que pensar un plan, por estúpido que fuese.
BLAM, BLAM, BLAM.
- ¡No os paréis! – Bramó, tomando a uno de los marineros que se había detenido a recobrar el aliento un instante por los brazos y empujándolo. – ¡Qué corras! – Ordenó sin parar de empujar, asegurándose de que este no se quedaba atrás.
BLAM, BLAM, BLAM.
Por mucho que se alejasen, que huyesen de la criatura, los pasos no desaparecían. Siempre estaban a su espalda, como un recordatorio constante de lo incansable que parecía aquel perseguidor.
El Goliath entrañaba más misterios que gente loca y desaparecida, ahora contaba con armarios homicidas. Una parte de él empezaba a pensar que, realmente, estaban en un barco fantasma.
BLAM, BLAM, BLAM.
Izquierda, derecha, derecha, izquierda, izquierda. Había perdido la noción de cuantos giros había dado o de dónde estaba, lo único indispensable era poner espacio entre y su perseguidor.
BLAM, BLAM, BLAM.
Cerró una puerta tras de sí con fuerza, solo para encontrarse completamente a solas en la oscuridad. ¿Se habían separado? Maldijo a los dioses en voz baja y miró a su alrededor, oyendo los pasos aun en la distancia, comprobó que estaba en un dormitorio cuando sus ojos se habituaron a la tenue iluminación había en el lugar.
BLAM, BLAM, BLAM.
Tan deteriorado como el resto del navío, no había nada intacto en la estancia. Lo más remarcable y lo único con lo que se hizo fue con lo que parecía ser una vetusta espada de exhibición que descansaba en el suelo sobre un charco de sangre.
Parcialmente mellada y con las joyas que cubrían su pomo fracturadas, Eltrant tuvo la impresión de que alguien ya la había usado el arma con el mismo propósito que él tenía en mente.
Justo entonces, un distante alarido de dolor llegó hasta sus oídos.
Respirando de forma pausada amarró la espada como buenamente pudo a su cinto y se hizo con uno de los “Colmillos de Dragón” que tenía encima. Cada segundo que pasaba en aquel lugar la cosa se complicaba más y más.
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Off: Complicación 3: Como añadido, el grupo va a tener un fan muy insistente y un poco sanguinarío (?)
Eltrant Tale
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
El grupo de Helena seguía recorriendo el Goliath con la misma formación que con la que entró en la nave; Markus liderando, Pharom un par de pasos atrás seguido por los dos tripulantes sin especialidad concreta del Indomable y, por último, la propia Helena en la retaguardia. Mientras caminaba, mantenía su mirada en el elfo, el cual no le transmitía del todo buenas sensaciones. No era raro para la Rhodes que alguien le cayera mal o le diese mala espina, pero en ese caso no entendía muy bien si Pharom estaba comprometido con el grupo o no.
Ella, en cambio, sí que lo estaba. Necesitaba encontrar aquello que había ido a buscar, después de todo.
Sintió un leve dolor de cabeza. El haber levantado el puente de hielo le estaba pasando factura, eso y el no haber dormido bien, ni sabía durante cuántos días, no era una buena combinación.
A medida que avanzaban, sus sentidos se vieron un poco alterados por ello. La visión se volvía cada vez más borrosa y los ojos se le cerraban inconscientemente.
-...justo ahora...-Murmuró una queja llevándose una mano a la cara, como si eso fuese a paliar un poco su somnolencia.
Suspiró tan profundo que casi vació sus pulmones. Hizo caso omiso a su estado alterado y siguió la marcha como si nada, la cual ni siquiera había detenido.
Quizás la repentina aparición de la somnolencia era una aviso de que estaba cerca del medallón.
De pronto, se chocó con uno de los hombres que tenía delante, los cuales se habían detenido debido a que, delante de ellos, tanto Markus como Pharom también lo habían hecho. Tanto la rubia como el marinero cruzaron miradas, pero poco más. Esta primera entonces intentó mirar por encima de los marineros para ver qué hacía Markus. Estaba callado. Todos lo estaban. Era preocupante y extraño. La bruja miró a todos y cada uno de los presentes, intentando encontrar alguna explicación.
Markus entonces rompió el silencio.
-Lo habéis oído, ¿Verdad?
-¿El qué?-Preguntó la bruja.
Afinó el oído pero no escuchó nada.
-ESO.-Remarcó el elfo.
Todos parecieron escucharlo, pero Helena, por más que se esmeraba, no conseguía percibir nada.
-Se acerca.-Miró hacia delante del pasillo.
Allí la iluminación resultaba ser más pobre, por lo que tampoco se podía distinguir muy bien qué había más allá del segundo al mando del Indomable.
Todos fijaron allí su vista. Nadie veía nada, pero parecía que sí que escuchaban algo.
Helena al fin pudo percibir el sonido viscoso de algo arrastrándose y un leve chillido, como el de una rata. Todos sacaron sus respectivas armas, Helena también hizo lo propio; un sacudido de la muñeca izquierda para su daga oculta y se llevó la derecha hacia la faja para sacar la otra daga.
Entonces aquella cosa se dejó ver: un gusano negro (o sanguijuela), del tamaño de un hombre adulto, sin cara, solo con unas fauces de cientos de dientes abiertas. Parecía que les había detectado desde hacía un buen rato, ya que no se alertó o cambió su actitud cuando hizo acto de presencia.
-...¿Qué es eso?-Dijo acongojada y con los ojos abiertos como platos.
El pánico se generalizó en los dos marineros, pero no entre Pharom y Markus, que seguían allí plantados y en guarida.
De poco les sirvió.
La criatura se abalanzó contra ellos, empujándolos a lados opuestos y se fijó en uno de los dos marineros al que sin piedad le abrió las fauces (más de lo que ya estaban), y le mordió en un brazo. El grito de dolor fue evidente, pero lo que no se esperaba nadie fue la aparición, por el mismo sitio del que había venido aquella cosa, de más compañeras suyas; tres, en concreto. Estas se abalanzaron contra los restantes, excepto hacia la Rhodes.
Esta última activó la runa de hielo de la Daga de Luna Invernal, tornando la hoja de dicha arma un aspecto gélido y azul pálido. La bruja acuchilló a la primera sanguijuela de todas que había aparecido, la cual seguía agarrada con sus fauces al brazo del marinero.
La criatura soltó un chillido y se despegó de su víctima. Al hacer esto, un líquido verdoso que salía de sus dientes impregnó el brazo del marinero. Ese líquido seguramente lo estaba vertiendo en su sangre, ¿Aparte de alimentarse de él lo envenenaba?
Iba a acabar con aquella cosa, pero entonces pudo escuchar varios quejidos viniendo del pasillo por la dirección por la que habían aparecido esas cosas. Eso no eran bestias, eran seres pensantes, o bueno, seres que habían perdido la cordura, como el que se encontraron en aquella sala-comedor con anterioridad.
Estaban demacrados y eran un pobre recuerdo de lo que fueron, aun así se movían con gran rapidez e instinto. Todos peleaban contra las sanguijuelas, por lo que no se vieron venir a aquellos seres. Eran demasiados para contarlos, quizás ocho o diez. Sea como fuere, dos de ellos fijaron su atención en Helena y se abalanzaron hacia ella.
La bruja estaba cansada y no se sentía apta para luchar, por lo que optó por echar a correr por donde había venido.
Los seres la persiguieron. Eran rápidos, bastante más que la propia Helena.
La Rhodes dobló tantas esquinas como pudo en su intento por que la perdieran de vista, pero eso no pasaba. Tenía claro que, si la pillaban, la iban a destrozar, y la rubia no estaba para forcejear.
Escuchó un alarido. No sabía muy bien de quién, ni de dónde venía, pero le puso los vellos de punta. Con la adrenalina, aceleró un en su escapada, pero era cuestión de tiempo que la atraparan.
Decidió entrar en una de tantas habitaciones que se encontró. Cerró tras de sí la puerta y se mantuvo en ella para impedir que nadie entrara.
Se encontró sola, en silencio, en pura oscuridad, sus ojos debían acostumbrarse a ella.
Respiraba acelerada. Cansada, le era dificultoso mantenerse en pie, por lo que lentamente bajo su espalda por la puerta hasta quedar completamente sentada, apoyada en esta.
Cerró los ojos y trató de calmarse. No se escuchaba absolutamente nada, ¿Lo había conseguido, había logrado escapar?
Cuando abrió los ojos se encontró frente a sí una figura robusta. Al principio se asustó y soltó una inspiración sorda, pero en seguido pudo distinguir quién era.
-Eltrant...-Suspiró, aliviada con una voz suave y baja.-...jamás pensé que me alegraría de ver tanto a alguien...-Dijo sonriendo con ironía sin dejar de mostrar su actitud fatigada.
Al ver que nadie intentaba forzar la puerta para entrar, se puso en pie y, antes de separarse por completo de esta, se cercioró de que realmente estaban "a salvo". Tras eso, se acercó al herrero.
-Este barco es de locos, hay sanguijuelas gigantes y gente demacrada y loca... Dioses, este barco está maldito.-Dijo medio exasperada.
Ella, en cambio, sí que lo estaba. Necesitaba encontrar aquello que había ido a buscar, después de todo.
Sintió un leve dolor de cabeza. El haber levantado el puente de hielo le estaba pasando factura, eso y el no haber dormido bien, ni sabía durante cuántos días, no era una buena combinación.
A medida que avanzaban, sus sentidos se vieron un poco alterados por ello. La visión se volvía cada vez más borrosa y los ojos se le cerraban inconscientemente.
-...justo ahora...-Murmuró una queja llevándose una mano a la cara, como si eso fuese a paliar un poco su somnolencia.
Suspiró tan profundo que casi vació sus pulmones. Hizo caso omiso a su estado alterado y siguió la marcha como si nada, la cual ni siquiera había detenido.
Quizás la repentina aparición de la somnolencia era una aviso de que estaba cerca del medallón.
De pronto, se chocó con uno de los hombres que tenía delante, los cuales se habían detenido debido a que, delante de ellos, tanto Markus como Pharom también lo habían hecho. Tanto la rubia como el marinero cruzaron miradas, pero poco más. Esta primera entonces intentó mirar por encima de los marineros para ver qué hacía Markus. Estaba callado. Todos lo estaban. Era preocupante y extraño. La bruja miró a todos y cada uno de los presentes, intentando encontrar alguna explicación.
Markus entonces rompió el silencio.
-Lo habéis oído, ¿Verdad?
-¿El qué?-Preguntó la bruja.
Afinó el oído pero no escuchó nada.
-ESO.-Remarcó el elfo.
Todos parecieron escucharlo, pero Helena, por más que se esmeraba, no conseguía percibir nada.
-Se acerca.-Miró hacia delante del pasillo.
Allí la iluminación resultaba ser más pobre, por lo que tampoco se podía distinguir muy bien qué había más allá del segundo al mando del Indomable.
Todos fijaron allí su vista. Nadie veía nada, pero parecía que sí que escuchaban algo.
Helena al fin pudo percibir el sonido viscoso de algo arrastrándose y un leve chillido, como el de una rata. Todos sacaron sus respectivas armas, Helena también hizo lo propio; un sacudido de la muñeca izquierda para su daga oculta y se llevó la derecha hacia la faja para sacar la otra daga.
Entonces aquella cosa se dejó ver: un gusano negro (o sanguijuela), del tamaño de un hombre adulto, sin cara, solo con unas fauces de cientos de dientes abiertas. Parecía que les había detectado desde hacía un buen rato, ya que no se alertó o cambió su actitud cuando hizo acto de presencia.
-...¿Qué es eso?-Dijo acongojada y con los ojos abiertos como platos.
El pánico se generalizó en los dos marineros, pero no entre Pharom y Markus, que seguían allí plantados y en guarida.
De poco les sirvió.
La criatura se abalanzó contra ellos, empujándolos a lados opuestos y se fijó en uno de los dos marineros al que sin piedad le abrió las fauces (más de lo que ya estaban), y le mordió en un brazo. El grito de dolor fue evidente, pero lo que no se esperaba nadie fue la aparición, por el mismo sitio del que había venido aquella cosa, de más compañeras suyas; tres, en concreto. Estas se abalanzaron contra los restantes, excepto hacia la Rhodes.
Esta última activó la runa de hielo de la Daga de Luna Invernal, tornando la hoja de dicha arma un aspecto gélido y azul pálido. La bruja acuchilló a la primera sanguijuela de todas que había aparecido, la cual seguía agarrada con sus fauces al brazo del marinero.
La criatura soltó un chillido y se despegó de su víctima. Al hacer esto, un líquido verdoso que salía de sus dientes impregnó el brazo del marinero. Ese líquido seguramente lo estaba vertiendo en su sangre, ¿Aparte de alimentarse de él lo envenenaba?
Iba a acabar con aquella cosa, pero entonces pudo escuchar varios quejidos viniendo del pasillo por la dirección por la que habían aparecido esas cosas. Eso no eran bestias, eran seres pensantes, o bueno, seres que habían perdido la cordura, como el que se encontraron en aquella sala-comedor con anterioridad.
Estaban demacrados y eran un pobre recuerdo de lo que fueron, aun así se movían con gran rapidez e instinto. Todos peleaban contra las sanguijuelas, por lo que no se vieron venir a aquellos seres. Eran demasiados para contarlos, quizás ocho o diez. Sea como fuere, dos de ellos fijaron su atención en Helena y se abalanzaron hacia ella.
La bruja estaba cansada y no se sentía apta para luchar, por lo que optó por echar a correr por donde había venido.
Los seres la persiguieron. Eran rápidos, bastante más que la propia Helena.
La Rhodes dobló tantas esquinas como pudo en su intento por que la perdieran de vista, pero eso no pasaba. Tenía claro que, si la pillaban, la iban a destrozar, y la rubia no estaba para forcejear.
Escuchó un alarido. No sabía muy bien de quién, ni de dónde venía, pero le puso los vellos de punta. Con la adrenalina, aceleró un en su escapada, pero era cuestión de tiempo que la atraparan.
Decidió entrar en una de tantas habitaciones que se encontró. Cerró tras de sí la puerta y se mantuvo en ella para impedir que nadie entrara.
Se encontró sola, en silencio, en pura oscuridad, sus ojos debían acostumbrarse a ella.
Respiraba acelerada. Cansada, le era dificultoso mantenerse en pie, por lo que lentamente bajo su espalda por la puerta hasta quedar completamente sentada, apoyada en esta.
Cerró los ojos y trató de calmarse. No se escuchaba absolutamente nada, ¿Lo había conseguido, había logrado escapar?
Cuando abrió los ojos se encontró frente a sí una figura robusta. Al principio se asustó y soltó una inspiración sorda, pero en seguido pudo distinguir quién era.
-Eltrant...-Suspiró, aliviada con una voz suave y baja.-...jamás pensé que me alegraría de ver tanto a alguien...-Dijo sonriendo con ironía sin dejar de mostrar su actitud fatigada.
Al ver que nadie intentaba forzar la puerta para entrar, se puso en pie y, antes de separarse por completo de esta, se cercioró de que realmente estaban "a salvo". Tras eso, se acercó al herrero.
-Este barco es de locos, hay sanguijuelas gigantes y gente demacrada y loca... Dioses, este barco está maldito.-Dijo medio exasperada.
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Complicación subrayada: A Helena le embriaga una extraña y repentina somnolencia.
Última edición por Helena Rhodes el Jue Ene 07 2021, 18:30, editado 1 vez
Helena Rhodes
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Alzó el cincel cuando notó como alguien chocaba contra él.
Con el corazón todavía acelerado, respirando de forma entrecortada, bajó la herramienta al comprobar que la silueta que tenía delante no pertenecía a ninguno de los horrores que había sueltos en el barco.
La voz de Helena brotó de los labios de la figura que, poco a poco, Eltrant fue reconociendo.
Suspirando aliviado, se apoyó un instante en la pared y pegó la cabeza a la misma, agudizando el oído en un inútil intento por adivinar si la gigantesca criatura estaba cerca o no.
- Yo también me alegro de verte. – Susurró indicándole con un gesto que bajase la voz. - ¿Estás bien? ¿Dónde están los demás? – La respuesta era un poco obvia, si no habían muerto presa de las criaturas que asolaban el navío se habían separado de la misma forma que lo habían hecho él y el grupo que iba a liberar el Indomable de las cadenas que lo mantenían preso.
A continuación, asegurándose siempre de que sus pisadas hacían el menor ruido posible, empujó lentamente la puerta de la habitación en la que estaban escondidos y escudriñó la oscuridad que les aguardaba al otro lado.
- Maldito es quedarse corto. – Le dijo a continuación haciéndole una seña para que le siguiese. – Tenemos que liberar el Indomable pero ya. – Le dijo rápidamente, saliendo al corredor.
Asió con firmeza el pomo de la espada de exposición que había atado a su cinturón con su mano derecha y, pasó la izquierda por la pared para guiarse entre toda aquella penumbra, comenzó a avanzar en la dirección opuesta a la que había visto marcharse el gigante.
- Imagino que no tendrás ninguna forma de crear luz. – dijo deteniéndose repentinamente antes de darse con la pared que tenía delante. – Pon tu mano en mi espalda, es mejor no separarnos. – Le aconsejó al mismo tiempo que ponderaba los nuevos caminos que acababan de abrirse ante ellos.
El corredor había acabado en una especie de cruce cuya todas salidas parecían ser idénticas.
- ¿Derecha o izquierda? – Preguntó, asomándose con disimulo por la esquina izquierda.
No tenía ni tiempo ni referencia alguna referencia para decidir qué salida tomar con criterio, Eltrant lo que terminó seleccionando la salida de la izquierda de forma aleatoria. No obstante, en cuanto dio tres pasos tropezó con un cadáver.
Uno, a diferencia de todo lo que había en aquel lugar, todavía fresco.
Entrecerró los ojos.
No era ningún especialista, parecía ser uno de los marineros del indomable que les habían acompañado hasta allí, uno al que le faltaba un brazo y la parte inferior de la mandíbula. ¿Qué clase de criatura había hecho aquello?
- ¿Te suena? – Preguntó a Helena, no era parte de su equipo, por lo que por descarte no podía ser sino del de Helena. - ¿Estás… bien? – Preguntó a continuación, centrándose esta vez en la expresión de Helena.
No lo había notado debido a la ausencia de luz, pero parecía… ¿Cansada?
Tras oír la respuesta de la mujer, Eltrant se agachó y examinó el cadáver con más detenimiento en busca del sable que todos los marineros habían traído al Goliath, probablemente fuese mejor que una espada de exposición, lamentablemente para él, el arma que había portado aquel hombre también había desaparecido.
- Maldita sea… - Gruñó en voz baja, el tripulante ahora muerto parecía haber estado yendo hacía aquel pasillo… ¿O alejándose de él? Era difícil de decir, independientemente de la respuesta, no podía arriesgarse. – Derecha entonces. – Comentó girándose sobre sus pasos y yendo en la dirección opuesta.
El silencio volvió a acompañar a la pareja. Ahora no había gruñidos, ni las enormes pisadas de la criatura que le había tratado de presa, tampoco lejanos gritos de auxilio… solo un extraño silencio que, de cuando en cuando, era sustituido por los crujidos de la madera que componía el Goliath.
- Tenía que haber traído más herramientas. – Murmuró Eltrant a Helena, en un intento, quizás, por sentir que controlaba algo de aquella situación, aunque fuese su propia respiración. - ¿Estás cansada? – Se giró un instante a mirar de nuevo a la bruja.
¿El puente de hielo que había levantado le había afectado más de lo que había imaginado al principio? No, la había visto crear un pequeño tsunami en mitad de un bosque y seguir consciente.
Algo no parecía ir del todo bien.
Aunque, a decir verdad, ¿Podía decir siquiera que algo iba bien?
Probablemente lo único que le hizo ser optimista en aquel momento fue que al final de la galería encontraron una habitación relativamente amplia con el mobiliario casi intacto y… una especie de balista de metal en uno de los extremos.
Una de las cuatro armas que habían usado para lanzar las cadenas.
Eltrant atravesó la habitación sin demora y examinó el arma que apuntaba al exterior por una pequeña hendidura en la madera que daba al exterior. La balista era prácticamente maciza, con pocas piezas visibles que pudiesen ser consideradas como tal, pero no solo eso, el metal era…
… extraño, no terminaba de reconocer aquella aleación.
Entrecerró los ojos.
El metal estaba… ¿Blando? Tenía colores rojizos, similares a los de la niebla que había rodeado el barco cuando lo encontraron. Era indudablemente una aleación, era metal, estaba completamente seguro de eso, pero no comprendía como habían conseguido un resultado tan… flexible.
¿Alquimia? Era una posibilidad. ¿Pero quién podría…?
Sin darle más vueltas, Eltrant descartó el desmontar el arma como una posibilidad realista y tomó unas pequeñas cizallas que portaba en la bolsa de herramientas.
Tras varios intentos y muchos insultos en voz baja, el herrero comprobó que la cadena no iba a ceder, el metal simplemente se amoldaba al “mordisco” de la herramienta de forma elástica y no permitía cortarla de un fuerte tirón.
- Helena, voy a tener que hacer bastante ruido. – Aseveró tras el cuarto intento, guardando las cizallas y comprendiendo que estaba lejos de poder resolver aquello simplemente con maña: iba a tener que ser bastante más original. – Estate atenta a todo lo que pueda acercarse. – Le dijo ahora tomando otro “Colmillo de Dragón” y depositándolo en el suelo, junto a la balista.
Palpó la cadena, no tenía la suficiente luz como para inspeccionarla simplemente de un vistazo.
Era curioso, la cadena también estaba ligeramente húmeda. Y no era agua, parecía ser una sustancia más aceitosa y ligeramente pegajosa; Si no hubiese estado metido en todo aquel embrollo sabría que habría intentado descubrir por todos los medios necesarios como imitar aquella mezcla de herrería y alquimia.
Pero tendría, en cambio, que limitarse a idear como destrozarla.
Continuó manoseando la cadena hasta que se dio cuenta del pequeño detalle que se repetía. Había una sección en cada eslabón más visiblemente más débil, una pequeña soldadura que, si bien era común en la mayoría de las cadenas, en aquella era más pronunciada.
- Prepárate. – dijo Eltrant a Helena, introduciendo el cincel dentro del eslabón. - ¡Aquí voy! – Exclamó en voz baja, martilleando con fuerza la cabeza del cincel.
En una fracción de segundo el Colmillo de Dragón se puso al rojo vivo y calentó la cadena lo suficiente como para que esta también comenzase a brillar tenuemente, pero no solo no bastó para cortarla en dos, si no que el material pegajoso que la cubría comenzó a chispear y a lanzar pequeñas esquirlas de luz por todas partes.
Frunciendo el ceño, Eltrant golpeó una segunda vez la cabeza del Colmillo, activando al completo la runa de calor que había en el mismo y convirtiendo el cincel en una masa de metal candente que terminó, finalmente, de fundir parte de aquella cadena que mantenía al Indomable en su sitio.
Off: Subrayado: Uso mi profesión de herrería para analizar la cadena que nos mantiene atados al Goliath y encontrar una forma de romperla.
Con el corazón todavía acelerado, respirando de forma entrecortada, bajó la herramienta al comprobar que la silueta que tenía delante no pertenecía a ninguno de los horrores que había sueltos en el barco.
La voz de Helena brotó de los labios de la figura que, poco a poco, Eltrant fue reconociendo.
Suspirando aliviado, se apoyó un instante en la pared y pegó la cabeza a la misma, agudizando el oído en un inútil intento por adivinar si la gigantesca criatura estaba cerca o no.
- Yo también me alegro de verte. – Susurró indicándole con un gesto que bajase la voz. - ¿Estás bien? ¿Dónde están los demás? – La respuesta era un poco obvia, si no habían muerto presa de las criaturas que asolaban el navío se habían separado de la misma forma que lo habían hecho él y el grupo que iba a liberar el Indomable de las cadenas que lo mantenían preso.
A continuación, asegurándose siempre de que sus pisadas hacían el menor ruido posible, empujó lentamente la puerta de la habitación en la que estaban escondidos y escudriñó la oscuridad que les aguardaba al otro lado.
- Maldito es quedarse corto. – Le dijo a continuación haciéndole una seña para que le siguiese. – Tenemos que liberar el Indomable pero ya. – Le dijo rápidamente, saliendo al corredor.
Asió con firmeza el pomo de la espada de exposición que había atado a su cinturón con su mano derecha y, pasó la izquierda por la pared para guiarse entre toda aquella penumbra, comenzó a avanzar en la dirección opuesta a la que había visto marcharse el gigante.
- Imagino que no tendrás ninguna forma de crear luz. – dijo deteniéndose repentinamente antes de darse con la pared que tenía delante. – Pon tu mano en mi espalda, es mejor no separarnos. – Le aconsejó al mismo tiempo que ponderaba los nuevos caminos que acababan de abrirse ante ellos.
El corredor había acabado en una especie de cruce cuya todas salidas parecían ser idénticas.
- ¿Derecha o izquierda? – Preguntó, asomándose con disimulo por la esquina izquierda.
No tenía ni tiempo ni referencia alguna referencia para decidir qué salida tomar con criterio, Eltrant lo que terminó seleccionando la salida de la izquierda de forma aleatoria. No obstante, en cuanto dio tres pasos tropezó con un cadáver.
Uno, a diferencia de todo lo que había en aquel lugar, todavía fresco.
Entrecerró los ojos.
No era ningún especialista, parecía ser uno de los marineros del indomable que les habían acompañado hasta allí, uno al que le faltaba un brazo y la parte inferior de la mandíbula. ¿Qué clase de criatura había hecho aquello?
- ¿Te suena? – Preguntó a Helena, no era parte de su equipo, por lo que por descarte no podía ser sino del de Helena. - ¿Estás… bien? – Preguntó a continuación, centrándose esta vez en la expresión de Helena.
No lo había notado debido a la ausencia de luz, pero parecía… ¿Cansada?
Tras oír la respuesta de la mujer, Eltrant se agachó y examinó el cadáver con más detenimiento en busca del sable que todos los marineros habían traído al Goliath, probablemente fuese mejor que una espada de exposición, lamentablemente para él, el arma que había portado aquel hombre también había desaparecido.
- Maldita sea… - Gruñó en voz baja, el tripulante ahora muerto parecía haber estado yendo hacía aquel pasillo… ¿O alejándose de él? Era difícil de decir, independientemente de la respuesta, no podía arriesgarse. – Derecha entonces. – Comentó girándose sobre sus pasos y yendo en la dirección opuesta.
El silencio volvió a acompañar a la pareja. Ahora no había gruñidos, ni las enormes pisadas de la criatura que le había tratado de presa, tampoco lejanos gritos de auxilio… solo un extraño silencio que, de cuando en cuando, era sustituido por los crujidos de la madera que componía el Goliath.
- Tenía que haber traído más herramientas. – Murmuró Eltrant a Helena, en un intento, quizás, por sentir que controlaba algo de aquella situación, aunque fuese su propia respiración. - ¿Estás cansada? – Se giró un instante a mirar de nuevo a la bruja.
¿El puente de hielo que había levantado le había afectado más de lo que había imaginado al principio? No, la había visto crear un pequeño tsunami en mitad de un bosque y seguir consciente.
Algo no parecía ir del todo bien.
Aunque, a decir verdad, ¿Podía decir siquiera que algo iba bien?
Probablemente lo único que le hizo ser optimista en aquel momento fue que al final de la galería encontraron una habitación relativamente amplia con el mobiliario casi intacto y… una especie de balista de metal en uno de los extremos.
Una de las cuatro armas que habían usado para lanzar las cadenas.
Eltrant atravesó la habitación sin demora y examinó el arma que apuntaba al exterior por una pequeña hendidura en la madera que daba al exterior. La balista era prácticamente maciza, con pocas piezas visibles que pudiesen ser consideradas como tal, pero no solo eso, el metal era…
… extraño, no terminaba de reconocer aquella aleación.
Entrecerró los ojos.
El metal estaba… ¿Blando? Tenía colores rojizos, similares a los de la niebla que había rodeado el barco cuando lo encontraron. Era indudablemente una aleación, era metal, estaba completamente seguro de eso, pero no comprendía como habían conseguido un resultado tan… flexible.
¿Alquimia? Era una posibilidad. ¿Pero quién podría…?
Sin darle más vueltas, Eltrant descartó el desmontar el arma como una posibilidad realista y tomó unas pequeñas cizallas que portaba en la bolsa de herramientas.
Tras varios intentos y muchos insultos en voz baja, el herrero comprobó que la cadena no iba a ceder, el metal simplemente se amoldaba al “mordisco” de la herramienta de forma elástica y no permitía cortarla de un fuerte tirón.
- Helena, voy a tener que hacer bastante ruido. – Aseveró tras el cuarto intento, guardando las cizallas y comprendiendo que estaba lejos de poder resolver aquello simplemente con maña: iba a tener que ser bastante más original. – Estate atenta a todo lo que pueda acercarse. – Le dijo ahora tomando otro “Colmillo de Dragón” y depositándolo en el suelo, junto a la balista.
Palpó la cadena, no tenía la suficiente luz como para inspeccionarla simplemente de un vistazo.
Era curioso, la cadena también estaba ligeramente húmeda. Y no era agua, parecía ser una sustancia más aceitosa y ligeramente pegajosa; Si no hubiese estado metido en todo aquel embrollo sabría que habría intentado descubrir por todos los medios necesarios como imitar aquella mezcla de herrería y alquimia.
Pero tendría, en cambio, que limitarse a idear como destrozarla.
Continuó manoseando la cadena hasta que se dio cuenta del pequeño detalle que se repetía. Había una sección en cada eslabón más visiblemente más débil, una pequeña soldadura que, si bien era común en la mayoría de las cadenas, en aquella era más pronunciada.
- Prepárate. – dijo Eltrant a Helena, introduciendo el cincel dentro del eslabón. - ¡Aquí voy! – Exclamó en voz baja, martilleando con fuerza la cabeza del cincel.
En una fracción de segundo el Colmillo de Dragón se puso al rojo vivo y calentó la cadena lo suficiente como para que esta también comenzase a brillar tenuemente, pero no solo no bastó para cortarla en dos, si no que el material pegajoso que la cubría comenzó a chispear y a lanzar pequeñas esquirlas de luz por todas partes.
Frunciendo el ceño, Eltrant golpeó una segunda vez la cabeza del Colmillo, activando al completo la runa de calor que había en el mismo y convirtiendo el cincel en una masa de metal candente que terminó, finalmente, de fundir parte de aquella cadena que mantenía al Indomable en su sitio.
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Off: Subrayado: Uso mi profesión de herrería para analizar la cadena que nos mantiene atados al Goliath y encontrar una forma de romperla.
Eltrant Tale
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Siguió a Eltrant, parecía tener todo el alma de un líder, o al menos hacía ver que sabía qué estaba haciendo. Era mejor que nada.
Tenía claro que había que escapar de allí, poco le importaban los motivos por los cuales aquel navío se encontraba en ese estado y la historia que se había llevado a cabo para ello. Aunque antes tenía cierto asunto que resolver con los rumores que le habían llevado allí, eso no se le olvidaba.
Primero salió el castaño, la rubia le siguió muy de cerca. Había poca luz y se sentía observada entre las sombras.
-No...-Contestó en voz baja, casi en un suspiro, a la pregunta del herrero sobre si disponía de alguna fuente de luz. Debieron haber pensado en ello antes de abordar el Goliat.
Pegó su mano a la espalda ajena y se dejó guiar.
No tardaron en encontrarse con una incidencia, o más bien señales de lo que era obvio que estaba pasando; un cadáver de su propia tripulación. Aquellas monstruosidades iban a destrozarlos a todos y cada uno de ellos si no lograban salir de allí cuanto antes.
Tras ver aquella escena, a la bruja no le quedaba tan claro si debía de encontrar el "tesoro" a toda costa, sin importar qué hubiese por ahí rondando.
-Sí...-Tragó saliva, mirando al cadáver al mismo tiempo que deseaba no hacerlo-...venía conmigo.
Entonces, Eltrant le preguntó por su estado, la rubia, extrañada, miró al castaño.
-Claro.-Contestó seca, dándole a aquella preocupación por su estado la mínima importancia posible, por no decir "inexistente".
¿Tanto se notaba su cansancio? Todavía podía aguantar, aunque habían momentos en los que parecía que el mundo se le venía encima.
Apretó la mandíbula y soltó aire por la nariz de la forma más fuerte posible. Lo mejor en aquel tipo de situaciones era no pensar mucho.
Ante la situación de ponerse a elegir un nuevo camino, Eltrant eligió del que precisamente estaba huyendo el marinero, ¿Cómo lo sabía? Era sencillo, Helena había segado demasiadas vidas como para no fijarse en ello. Cada expresión en cada rostro, sus posiciones y la inercia que estos cogen cuando la energía vital les es arrebatada era algo que estaba muy presente en su mente.
-De allí venía.-Le advirtió.-Estás desarmado.-Indicó-Déjame ir primera-Le apartó un poco hacia atrás, con delicadeza, empujándole desde el torso.
Entonces, en ese momento el castaño mencionó el claro bajo estado de Helena, a lo que la rubia respondió con una mirada fría y penetrante.
-¡Estoy bien!-Dijo alzando un poco la voz, algo que quizás no debió hacer. En situaciones normales, sería su tono de voz normal, pero tras haber estado todo ese tiempo usado un tono de voz bajo, el contraste era notable.
Ahora ella encabezaba la marcha, llegando al final de la galería a una habitación peculiar, que a Eltrant pareció llamarle la atención. No entendía muy bien el por qué, pero al humano parecía llamarle la atención casi todo lo que allí encontró, ¿Quizás era algo que les ayudaría a liberar el Indomable? Esa era la mayor preocupación del hombre después de todo.
Helena no quiso molestarlo, simplemente se quedó de brazos cruzados, observando de vez en cuando al castaño, y cuando no hacía esto se repartía entre analizar la habitación que la rodeaba y estar pendiente de cualquier indicio mínimo de peligro.
En cuanto la llamó, la bruja lo miró francamente. Esta asintió ante lo que le dijo, se prepararía lo peor; desenfundó la daga de su cinto y se mentalizó.
El humano comenzó su tarea, y el escandaloso ruido que esto originaba no tardó en atraer la atención de las indeseables criaturas. La bruja notaba mucho movimiento, y podía oír algún que otro quejido. Sea lo que sea, y fuesen cuantos fuesen, iban hacia allí.
La puerta estaba cerrada, aunque quizás debieron haberla atrancado. Ya era tarde, pues se escuchaban golpes desde el otro extremo, como si de la brutalidad natural de aquellas criaturas les naciera un impulso por tirarse directamente contra esta, sin siquiera intentar abrirla, que sería de lejos la forma más rápida de acceder a su interior. Todo aquello confirmaba que no había ni un ápice de cordura en ellas.
La Rhodes mantuvo una calma tensa, tragó saliva y agarró la empuñadura de su daga con firmeza, no sin antes descubrir el arma oculta que guardaba en la izquierda; iba a necesitar todo su arsenal.
Finalmente, ante tanto golpe brusco, la puerta acabó echada abajo.
Figuras humanoides acompañadas de las sanguijuelas penetraron en la habitación como una especie de emboscada salvaje.
Después del primer encuentro no la pillarían desprevenida ni sorprendida, iba a tratar a aquellas cosas como simples objetivos a los que eliminar, así que sin pudor alguno se abalanzó ella sola en una clara desventaja en número. Ella tenía la inteligencia suficiente como para moverse sin el instinto irracional de sus enemigos, por lo que no le costó anticiparse a los movimientos hostiles y ejecutar un primer ataque al estómago de una de las criaturas humanoides, acto seguido clavó el arma oculta en la cabeza de otra criatura que le quería sorprender por su flanco izquierdo. Le salió como un acto reflejo y natural, pues sabía que cuando actuaba sola frente a un gran número de hostiles tenía que anticiparse por todos sus flancos.
A diferencia del segundo, el primer enemigo no cayó fulminado, y no parecía afectarle en absoluto el ataque de la rubia. Esta optó por dar dos pasos hacia atrás para zafarse de la presión enemiga. Aquellas cosas solo morían si se les dañaba la cabeza, lo había corroborado.
Decidió que acabar con las criaturas humanoides antes que con las sanguijuelas era más factible. Aunque no sabía si lo lograría sola.
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Off: Complicación subrayada: Horda de enemigos.
Tenía claro que había que escapar de allí, poco le importaban los motivos por los cuales aquel navío se encontraba en ese estado y la historia que se había llevado a cabo para ello. Aunque antes tenía cierto asunto que resolver con los rumores que le habían llevado allí, eso no se le olvidaba.
Primero salió el castaño, la rubia le siguió muy de cerca. Había poca luz y se sentía observada entre las sombras.
-No...-Contestó en voz baja, casi en un suspiro, a la pregunta del herrero sobre si disponía de alguna fuente de luz. Debieron haber pensado en ello antes de abordar el Goliat.
Pegó su mano a la espalda ajena y se dejó guiar.
No tardaron en encontrarse con una incidencia, o más bien señales de lo que era obvio que estaba pasando; un cadáver de su propia tripulación. Aquellas monstruosidades iban a destrozarlos a todos y cada uno de ellos si no lograban salir de allí cuanto antes.
Tras ver aquella escena, a la bruja no le quedaba tan claro si debía de encontrar el "tesoro" a toda costa, sin importar qué hubiese por ahí rondando.
-Sí...-Tragó saliva, mirando al cadáver al mismo tiempo que deseaba no hacerlo-...venía conmigo.
Entonces, Eltrant le preguntó por su estado, la rubia, extrañada, miró al castaño.
-Claro.-Contestó seca, dándole a aquella preocupación por su estado la mínima importancia posible, por no decir "inexistente".
¿Tanto se notaba su cansancio? Todavía podía aguantar, aunque habían momentos en los que parecía que el mundo se le venía encima.
Apretó la mandíbula y soltó aire por la nariz de la forma más fuerte posible. Lo mejor en aquel tipo de situaciones era no pensar mucho.
Ante la situación de ponerse a elegir un nuevo camino, Eltrant eligió del que precisamente estaba huyendo el marinero, ¿Cómo lo sabía? Era sencillo, Helena había segado demasiadas vidas como para no fijarse en ello. Cada expresión en cada rostro, sus posiciones y la inercia que estos cogen cuando la energía vital les es arrebatada era algo que estaba muy presente en su mente.
-De allí venía.-Le advirtió.-Estás desarmado.-Indicó-Déjame ir primera-Le apartó un poco hacia atrás, con delicadeza, empujándole desde el torso.
Entonces, en ese momento el castaño mencionó el claro bajo estado de Helena, a lo que la rubia respondió con una mirada fría y penetrante.
-¡Estoy bien!-Dijo alzando un poco la voz, algo que quizás no debió hacer. En situaciones normales, sería su tono de voz normal, pero tras haber estado todo ese tiempo usado un tono de voz bajo, el contraste era notable.
Ahora ella encabezaba la marcha, llegando al final de la galería a una habitación peculiar, que a Eltrant pareció llamarle la atención. No entendía muy bien el por qué, pero al humano parecía llamarle la atención casi todo lo que allí encontró, ¿Quizás era algo que les ayudaría a liberar el Indomable? Esa era la mayor preocupación del hombre después de todo.
Helena no quiso molestarlo, simplemente se quedó de brazos cruzados, observando de vez en cuando al castaño, y cuando no hacía esto se repartía entre analizar la habitación que la rodeaba y estar pendiente de cualquier indicio mínimo de peligro.
En cuanto la llamó, la bruja lo miró francamente. Esta asintió ante lo que le dijo, se prepararía lo peor; desenfundó la daga de su cinto y se mentalizó.
El humano comenzó su tarea, y el escandaloso ruido que esto originaba no tardó en atraer la atención de las indeseables criaturas. La bruja notaba mucho movimiento, y podía oír algún que otro quejido. Sea lo que sea, y fuesen cuantos fuesen, iban hacia allí.
La puerta estaba cerrada, aunque quizás debieron haberla atrancado. Ya era tarde, pues se escuchaban golpes desde el otro extremo, como si de la brutalidad natural de aquellas criaturas les naciera un impulso por tirarse directamente contra esta, sin siquiera intentar abrirla, que sería de lejos la forma más rápida de acceder a su interior. Todo aquello confirmaba que no había ni un ápice de cordura en ellas.
La Rhodes mantuvo una calma tensa, tragó saliva y agarró la empuñadura de su daga con firmeza, no sin antes descubrir el arma oculta que guardaba en la izquierda; iba a necesitar todo su arsenal.
Finalmente, ante tanto golpe brusco, la puerta acabó echada abajo.
Figuras humanoides acompañadas de las sanguijuelas penetraron en la habitación como una especie de emboscada salvaje.
Después del primer encuentro no la pillarían desprevenida ni sorprendida, iba a tratar a aquellas cosas como simples objetivos a los que eliminar, así que sin pudor alguno se abalanzó ella sola en una clara desventaja en número. Ella tenía la inteligencia suficiente como para moverse sin el instinto irracional de sus enemigos, por lo que no le costó anticiparse a los movimientos hostiles y ejecutar un primer ataque al estómago de una de las criaturas humanoides, acto seguido clavó el arma oculta en la cabeza de otra criatura que le quería sorprender por su flanco izquierdo. Le salió como un acto reflejo y natural, pues sabía que cuando actuaba sola frente a un gran número de hostiles tenía que anticiparse por todos sus flancos.
A diferencia del segundo, el primer enemigo no cayó fulminado, y no parecía afectarle en absoluto el ataque de la rubia. Esta optó por dar dos pasos hacia atrás para zafarse de la presión enemiga. Aquellas cosas solo morían si se les dañaba la cabeza, lo había corroborado.
Decidió que acabar con las criaturas humanoides antes que con las sanguijuelas era más factible. Aunque no sabía si lo lograría sola.
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Off: Complicación subrayada: Horda de enemigos.
Última edición por Helena Rhodes el Jue Ene 07 2021, 18:29, editado 1 vez
Helena Rhodes
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
Aquella sensación de satisfacción que Eltrant sintió cuando la cadena se rompió fue sumamente breve. Apenas duró unos segundos, pues no tardó en comenzarse a oír a la marabunta de criaturas que se acercaba a través de las paredes.
Chasqueó la lengua y, apartándose del arma rota, se colocó junto a Helena justo cuando los seres que habitaban el navío irrumpieron en la estancia.
Eran bastantes más de lo que habían imaginado solo por el sonido.
- ¡No dejes que te agarren! – Se hizo con la espada de exposición que pendía de su cintura y atacó a la primera criatura que tuvo al alcance.
Esta, como si no hubiese sentido la espada que acababa de hundirse parcialmente en su cuello, continuó empujando en dirección al herrero, haciendo caso omiso a la carne que la espada engarzada en joyas y cubierta de sangre marrón levantaba con cada sacudida que daba.
La criatura abrió la boca, buscando dar un mordisco en algún lugar del cuerpo del castaño, a través de los dientes se podía ver el parásito que controlaba quien otrora había sido uno de los tantos tripulantes del Goliath.
- ¡Muérete… de una vez…! -
Hizo aún más fuerza, fracturando el arma en dos con un poderoso chasquido metálico al mismo tiempo que cercenaba por completo la cabeza de aquella marioneta de carne. Vio cómo el cuerpo se desplomaba contra el suelo entre convulsiones, dejándose caer sobre la decena de sanguijuelas que rodaban por el lugar, tratando de anclarse a las piernas de los presentes.
- ¡Helena! – Con la espada rota, aparentando ser ahora más bien un cuchillo, cruzó la distancia que le separaba dela bruja pisoteando todo parasito que había en su camino, y clavó firmemente lo que quedaba de la hoja en la nuca de otra de las criaturas.
La cual se volvió lentamente, babeando y dejando escapar un gemido indescriptible.
- Oh, Freyja… - Fue lo único que articuló antes de retroceder un par de pasos en un intento por alejarse del agarre de aquella cosa. – ¡No… podremos aguantar aquí mucho tiempo! – Frunció el ceño, notaba a sus pies como los parásitos explotaban con cada paso que daba.
Por el sonido que estaban montando se acercaban aún más.
Sin ningún arma propiamente dicha a mano, el castaño se hizo con otro “Colmillo de Dragón” y su martillo. El muñeco putrefacto que le había arrebatado la espada de la forma más brutal posible seguía delante de él, avanzando presa de una ira homicida que solo conocía en el más violento de los animales.
Sin dudarlo un segundo Eltrant se acercó lo suficiente al monstruo como para clavarle el cincel en la cara y martillearlo con fuerza antes de recibir el mordisco que esta quería propinarle. El objeto se puso al rojo vivo enseguida y Eltrant vislumbró como los iris del ser brillaban fugazmente antes de que este se desplomase frente a él con el interior de la cabeza totalmente incinerada.
Un repugnante olor a carne quemada y a algas inundó la habitación.
- ¡Helena! – Repitió guardando el cincel a medio usar, tratando de atraer la atención de la mujer. - ¡Vámonos! - Desencajó la espada rota de la nuca del, ahora esperaba, cadáver.
Otra de aquellas cosas le sujetó de la camisa con ambas manos, por su espalda.
- ¡Ni se te ocurra! – Profirió, girándose sobre sí mismo y cortando la poca carne que quedaba intacta del brazo izquierdo de lo que quedaba de una mujer uniformada con el atuendo del servicio del Goliath.
Con un fuerte puntapié en el vientre, la criatura cayó hacía atrás con un brazo menos, el cual se había quedado sujetando aun al castaño. Eltrant, exclamando un sonoro juramento se zafó de él lo más rápido que pudo, justo a tiempo para que la sanguijuela que brotó del muñón cayese al suelo y no sobre su ropa.
- ¡Estamos en un barco! – dijo retrocediendo aún más hacía la otra salida de la habitación, la opuesta por la que ellos habían entrado y por la que los cadáveres andantes entraban uno tras otro, casi no parecía tener final. - ¡¿No puedes hacerlo zarandear o algo?! Tumbar a todas estas cosas para poder escapar. – Pisó repetidamente el cráneo de otro ser que, sin piernas, se había arrastrado hasta estar frente a él hasta que escuchó un ronco crujido.
Si habían encontrado una de las armas de asedio, las demás debían de estar en ese mismo nivel. Ni subir a la cubierta superior ni bajar a la inferior, solo tenían que continuar, dejar aquellas cosas atrás que no eran precisamente rápidas.
- ¡Por supuesto! – Farfulló Eltrant, girándose y abriendo la puerta que tenía tras él de un empujón. - ¡El que faltaba! ¡No teníamos suficiente entre manos! ¡Esto es maravilloso! - dijo, canalizando a su Asher interior.
Chasqueó la lengua y, apartándose del arma rota, se colocó junto a Helena justo cuando los seres que habitaban el navío irrumpieron en la estancia.
Eran bastantes más de lo que habían imaginado solo por el sonido.
- ¡No dejes que te agarren! – Se hizo con la espada de exposición que pendía de su cintura y atacó a la primera criatura que tuvo al alcance.
Esta, como si no hubiese sentido la espada que acababa de hundirse parcialmente en su cuello, continuó empujando en dirección al herrero, haciendo caso omiso a la carne que la espada engarzada en joyas y cubierta de sangre marrón levantaba con cada sacudida que daba.
La criatura abrió la boca, buscando dar un mordisco en algún lugar del cuerpo del castaño, a través de los dientes se podía ver el parásito que controlaba quien otrora había sido uno de los tantos tripulantes del Goliath.
- ¡Muérete… de una vez…! -
Hizo aún más fuerza, fracturando el arma en dos con un poderoso chasquido metálico al mismo tiempo que cercenaba por completo la cabeza de aquella marioneta de carne. Vio cómo el cuerpo se desplomaba contra el suelo entre convulsiones, dejándose caer sobre la decena de sanguijuelas que rodaban por el lugar, tratando de anclarse a las piernas de los presentes.
- ¡Helena! – Con la espada rota, aparentando ser ahora más bien un cuchillo, cruzó la distancia que le separaba dela bruja pisoteando todo parasito que había en su camino, y clavó firmemente lo que quedaba de la hoja en la nuca de otra de las criaturas.
La cual se volvió lentamente, babeando y dejando escapar un gemido indescriptible.
- Oh, Freyja… - Fue lo único que articuló antes de retroceder un par de pasos en un intento por alejarse del agarre de aquella cosa. – ¡No… podremos aguantar aquí mucho tiempo! – Frunció el ceño, notaba a sus pies como los parásitos explotaban con cada paso que daba.
Por el sonido que estaban montando se acercaban aún más.
Sin ningún arma propiamente dicha a mano, el castaño se hizo con otro “Colmillo de Dragón” y su martillo. El muñeco putrefacto que le había arrebatado la espada de la forma más brutal posible seguía delante de él, avanzando presa de una ira homicida que solo conocía en el más violento de los animales.
Sin dudarlo un segundo Eltrant se acercó lo suficiente al monstruo como para clavarle el cincel en la cara y martillearlo con fuerza antes de recibir el mordisco que esta quería propinarle. El objeto se puso al rojo vivo enseguida y Eltrant vislumbró como los iris del ser brillaban fugazmente antes de que este se desplomase frente a él con el interior de la cabeza totalmente incinerada.
Un repugnante olor a carne quemada y a algas inundó la habitación.
- ¡Helena! – Repitió guardando el cincel a medio usar, tratando de atraer la atención de la mujer. - ¡Vámonos! - Desencajó la espada rota de la nuca del, ahora esperaba, cadáver.
Otra de aquellas cosas le sujetó de la camisa con ambas manos, por su espalda.
- ¡Ni se te ocurra! – Profirió, girándose sobre sí mismo y cortando la poca carne que quedaba intacta del brazo izquierdo de lo que quedaba de una mujer uniformada con el atuendo del servicio del Goliath.
Con un fuerte puntapié en el vientre, la criatura cayó hacía atrás con un brazo menos, el cual se había quedado sujetando aun al castaño. Eltrant, exclamando un sonoro juramento se zafó de él lo más rápido que pudo, justo a tiempo para que la sanguijuela que brotó del muñón cayese al suelo y no sobre su ropa.
- ¡Estamos en un barco! – dijo retrocediendo aún más hacía la otra salida de la habitación, la opuesta por la que ellos habían entrado y por la que los cadáveres andantes entraban uno tras otro, casi no parecía tener final. - ¡¿No puedes hacerlo zarandear o algo?! Tumbar a todas estas cosas para poder escapar. – Pisó repetidamente el cráneo de otro ser que, sin piernas, se había arrastrado hasta estar frente a él hasta que escuchó un ronco crujido.
Si habían encontrado una de las armas de asedio, las demás debían de estar en ese mismo nivel. Ni subir a la cubierta superior ni bajar a la inferior, solo tenían que continuar, dejar aquellas cosas atrás que no eran precisamente rápidas.
“BLAM, BLAM, BLAM”
- ¡Por supuesto! – Farfulló Eltrant, girándose y abriendo la puerta que tenía tras él de un empujón. - ¡El que faltaba! ¡No teníamos suficiente entre manos! ¡Esto es maravilloso! - dijo, canalizando a su Asher interior.
Eltrant Tale
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
No estaba entrenada para hacer frente a un conflicto así. Sus habilidades se basaban en el más puro sigilo, pillando por sorpresa a sus objetivos y que estos siquiera supieran qué se les había venido encima. Eso le encantaba. En cambio, en el ambiente actual se sentía como una superviviente con demasiada suerte de seguir dando golpes.
En cuanto Eltrant se dispuso a huir del lugar, ella le secundó en la idea. Aquellos seres no parecían tener fin. Una de las salida opuestos de por donde habían venido era la opción escogida para la huida.
Mientras que el humano le vociferaba por una posible solución a la situación basada en sus habilidades mágicas, a ella le entró un repentino dolor de cabeza punzante que la obligó a sujetarse la testa para intentar aliviar totalmente en vano lo que le pasaba. Su cansancio no iba más que en aumento.
-...cállate...-Cerró los ojos, con dolor. Normalmente, le habría metido una voz poco menos que agresiva al humano para que no se le subiese en ego, pero en ese momento no le salía.-...n-no puedo.-Es lo que dijo respecto al tema.
Acto seguido, aquel dolor punzante se le pasó y pudo reaccionar lo suficientemente bien como para no desfallecer ahí.
De pronto se vieron en una encerrona, pues el sitio por donde esperaban escapar era igual de peligroso que quedarse allí, ya que un inesperado visitante; robusto, amenazante y con intenciones agresivas, venía por allí.
Desesperada ante tal encrucijada, se llevó de forma casi instintiva una mano a un extraño colgante que siempre llevaba con ella sobre su cuello. Lo apretó, con el corazón en un puño, y de pronto, su existencia corpórea desapareció de allí en una distorsión extraña de luz que no dejó rastro alguno [1]. Los demás no la veían, pero de alguna forma su consciencia allí estaba. Lo veía todo menos a sí misma.
Al principio, asustada, se mantuvo paralizada para ver cómo reaccionaban todos a su alrededor. Luego, vio aquello como una oportunidad de escapar, cosa que intentó hacer.
Con rapidez pero con cautela, se escabulló por el pasillo que había abierto Eltrant. Pretendía dejarlo atrás, ya que no podía hacer nada por él, y no quería morir allí.
Se encontró de bruces con aquella mole y sus notorios pasos que casi hacían temblar todo el pasillo. Este no sentía la presencia de la bruja, por lo que era fácil simplemente pasarle de largo con cuidado. Pero la Rhodes vio algo que le llamó la atención; aquel ser portaba un medallón que le era familiar, aquello justo que había estado buscando se lo encontró sin quererlo y cuando más deseaba salir de allí para no volver nunca... pero le daba igual, estaba decidida a salir de allí. Sabía nadar, por lo que tirarse por la borda no sería una muerte segura, y sus afinidad con el agua la hacían estar en un terreno amistoso.
Huiría, quizás volviese más tarde, con un plan bien elaborado y con las fuerzas renovadas. Aquella maldita maldición la estaba matando.
Dio cuatro pasos dejando atrás, espalda con espalda, al gran sujeto. En el quinto se detuvo con remordimiento de conciencia. Apretó ambos puños, ¿Por qué no salía de allí? Se sentía estúpida, como una necia de esas que se cuentan en las historias. Ella no era una heroína ni nada parecido, no le debía nada a Eltrant, dejarlo abandonado no suponía nada.
Negó con la cabeza reconfortándose en un orgulloso pensamiento: no podía dejar escapar esa oportunidad de conseguir el medallón y olvidarse de una vez por todas de ese barco. Quizás la solución estaría en resolver el problema y no darle la espalda para retomarlo más tarde.
Sin más, se volteó y sacó de su faja su daga más afilada; Asagger. Estaba hecha de buen material, quizás si acertaba en algún punto vital podría derribar a esa cosa.
Tomó impulso y la tiró [2], rezando a todos los dioses porque fuese certera. Su escondite se vino abajo nada más que el arma salió despedida de su mano y su cuerpo volvió a tomar forma visible.
_____________________________________________________________________________
Off:
-Objeto usado [1]: Colgante de Escarcha. Habilidad escogida "Presencia Fantasmal" de Demian.
-Habilidad usada [2]: Ataque por la Espalda.
Tiro Runas:
-Muy buena: Impacto certero en punto vital, muerte intantánea para el hostil grandullón.
-Buena: Impacto crítico en algún punto importante para el hostil grandullón.
-Media: Impacto en el hostil grandullón, le daña pero no le supone ningún peligro.
-Mala: No impacta el tiro.
-Muy mala: No impacta el tiro.
Helena Rhodes
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Re: Barco fantasma [Trabajo]
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Tyr
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