Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Página 1 de 2. • Comparte
Página 1 de 2. • 1, 2
Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
El silencio era casi absoluto en el sótano de buen tamaño bajo "El vial blanco", taller de alquimia, sanación y últimamente, para sorpresa de muchos, incluida su propietaria, de ingeniería. El lugar, a pesar de contar con poco más que un par de estrechas ventanas que diesen directamente a la calle, estaba tan bien iluminado como lo estaría en plena tarde de verano una parcela ajardinada en Veyond, gracias a una serie de orbes de luz que oscilaban rítmicamente alrededor de un conjunto de estructuras metálicas suspendidas del techo a distancias equidistantes. Los humanos usaban velas o aceite en dichas estructuras, pero Níniel obtenía mejores resultados, y mucho más económicos, simplemente con su magia. Además prescindir del fuego hace maravillas por la seguridad cuando se trabaja con toda clase de sustancias...peligrosas.
La joven peliblanca estaba allí abajo, trabajando. Llevaba ya de hecho un par de horas absorta en uno de sus experimentos, caminando de la mesa de trabajo a los armarios con piezas y materiales, y de allí a la mesa de diagramas para apuntar con cuidada caligrafía alguna observación relevante, o simplemente para confirmar que todo estaba exactamente donde debería. Y es que la ingeniería, como la alquimia y la sanación, requería de grandes dosis de precisión...Tal vez aquel era el motivo por el que su curiosidad había acabado por llevar aquel arte mucho más lejos de lo que hubiese creído cuando solo meses atrás observaba con extrañeza los entresijos de la esfera o alguna de las creaciones de Chimar. Genio inventor que había decidido emprender un largo viaje, no sin antes llenar el sótano de la elfa con toda clase de equipo y objetos que dijo no necesitar ya.
-¿No terminas ya?- Interrumpió sus apuntes una voz femenina proveniente de encima de uno de aquellos grandes armarios. -Al final nos va a tocar volver a comer queso y pan...Y hoy es viernes, es el día de la carne asada.- Añadió de manera lastimera su dueña, estirándose y retorciéndose de una manera imposible para un orejas redondas y descolgándose con facilidad y gracia hasta el suelo, bostezando ampliamente. -No es que me queje de las invitaciones a beber grátis y de los regalos y ofrendas por haber salvado el mundo...Pero si Beor no habla con sus proveedores y empieza a comprar carne suficiente para toda su nueva clientela diaria, me voy a acabar enfadando.- Dijo la pelirroja deslizando el dedo índice de su mano derecha sobre el rostro de uno de sus muñecos de práctica como si de una sensual caricia se tratara. Al menos hasta que con un fulminante gesto tornó la caricia en un movimiento de degüello tras desplegar sus garras. -Si tiene la posada a reventar todas las noches es gracias a nosotras al fin y al cabo...No es justo que acabemos comiendo las sobras...-
Níniel miró a través de una de las pequeñas ventanas y, soltando un suspiro, tuvo que aceptar que la gata tenía razón. No en lo de la culpa de Beor, si no en que nuevamente se le había hecho tarde por enfrascarse demasiado en su trabajo. Dejó las herramientas a un lado, colocó un poco la zona y se acercó a la pelirroja para acariciarle cariñosamente su suave cabello, lo que hizo que la felina emitiera un leve ronroneo. -Puedo seguir más tarde. Al fin de cuentas hoy es viernes. Vayamos a cenar antes de que tus admiradores acaben con toda la carne.- Le dedicó una sonrisa y Catherine respondió con otra aún mayor.
El edificio del "El vial blanco" fue en su momento un anexo al de la posada del Rey y la Reina regentado por el fornido Beor Wood y su familia. Debido a ello, una puerta comunicaba directamente el comedor de la casa de ambas jóvenes con dicho local. Básicamente solo tenían que cruzar una puerta y ya estaban allí. Toda una suerte cuando se vivía con un pozo sin fondo como Catherine, o si eres una de esas personas que al trabajar o estudiar pierde la noción del tiempo y puede olvidarse incluso de comer. Tras el final de los eventos de Sandorai aquella ventaja era incluso mayor, pues las ayudaba a pasar desapercibidas.
Básicamente desde que la guerra había acabado parecía que la fama por sus acciones se había extendido por todo Aerandir. Allá a donde fueran todo el mundo parecía saber quiénes eran a causa de la luz de sus ojos y buscaban su ayuda, su consejo e incluso sus bendiciones. De hecho su agradecimiento llegaba a tales extremos en algunos casos como para asegurar que les pondrían sus nombres a sus hijas por nacer, lo cual de cumplirse finalmente significaría que habría al menos varias docenas de Níniel y Catherine en Lunargenta en pocos meses. Un honor desde luego, pero uno que podría acabar siendo de lo más extraño.
Catherine por su parte parecía llevarlo mucho mejor que la peliblanca. A Níniel tanta "humanidad" la sobrepasaba, pero ella estaba encantada siendo el centro de atención. Además su fama de ser "El fulgor rojo" o la "Matacorrupción" o más aún la "perdición de traidores" aseguraba que cualquiera se lo pensara dos veces antes de tratar de tocar a las heroínas del momento. Una pena que no funcionara igual para evitar que aquella especie de altar que habían erigido frente al vial blanco siguiera creciendo.
-Ah, hoy llegáis justo a tiempo.- Las saludó Beor tan pronto como las vió, comenzando a llevarlas hasta la mesa más apartada y escondida del lugar, especialmente preparada por la familia para ellas por los problemas que su fama podía causar. Gracias a los dioses el establecimiento aún estaba bastante vacío, por lo que las jóvenes lograron no llamar la atención gracias a las capuchas de sus capas. -Os serviré algo de bebida. La carne estará lista en unos minutos, y no es por echarme flores, pero hoy es de una calidad especialmente excepcional. Incluso en el mercado principal ya reverencian el nombre de la posada del Rey y la Reina gracias a vosotras. Fue saber que la familia Wood cocina para semejantes leyendas vivas que insistieron en hacerme un precio irresistible.- Explicó el hombre de gran tamaño y brazos anchos como troncos bajando la voz y de manera cómplice. Níniel bajó aún más la cabeza, cohibida, mientras que Catherine se jactó orgullosa.
-Entonces tráenos los mejores cortes y no escatimes con las raciones.- Pidió casi salivando y con una sonrisa de oreja a oreja. Si le hubiesen dicho un tiempo atrás que su situación iba a pasar de robar para comer y apenas poder conseguir un poco de leche, a comer la mejor carne de la ciudad...Y todo se lo debía a una persona, y a un libro.
La joven peliblanca estaba allí abajo, trabajando. Llevaba ya de hecho un par de horas absorta en uno de sus experimentos, caminando de la mesa de trabajo a los armarios con piezas y materiales, y de allí a la mesa de diagramas para apuntar con cuidada caligrafía alguna observación relevante, o simplemente para confirmar que todo estaba exactamente donde debería. Y es que la ingeniería, como la alquimia y la sanación, requería de grandes dosis de precisión...Tal vez aquel era el motivo por el que su curiosidad había acabado por llevar aquel arte mucho más lejos de lo que hubiese creído cuando solo meses atrás observaba con extrañeza los entresijos de la esfera o alguna de las creaciones de Chimar. Genio inventor que había decidido emprender un largo viaje, no sin antes llenar el sótano de la elfa con toda clase de equipo y objetos que dijo no necesitar ya.
-¿No terminas ya?- Interrumpió sus apuntes una voz femenina proveniente de encima de uno de aquellos grandes armarios. -Al final nos va a tocar volver a comer queso y pan...Y hoy es viernes, es el día de la carne asada.- Añadió de manera lastimera su dueña, estirándose y retorciéndose de una manera imposible para un orejas redondas y descolgándose con facilidad y gracia hasta el suelo, bostezando ampliamente. -No es que me queje de las invitaciones a beber grátis y de los regalos y ofrendas por haber salvado el mundo...Pero si Beor no habla con sus proveedores y empieza a comprar carne suficiente para toda su nueva clientela diaria, me voy a acabar enfadando.- Dijo la pelirroja deslizando el dedo índice de su mano derecha sobre el rostro de uno de sus muñecos de práctica como si de una sensual caricia se tratara. Al menos hasta que con un fulminante gesto tornó la caricia en un movimiento de degüello tras desplegar sus garras. -Si tiene la posada a reventar todas las noches es gracias a nosotras al fin y al cabo...No es justo que acabemos comiendo las sobras...-
Níniel miró a través de una de las pequeñas ventanas y, soltando un suspiro, tuvo que aceptar que la gata tenía razón. No en lo de la culpa de Beor, si no en que nuevamente se le había hecho tarde por enfrascarse demasiado en su trabajo. Dejó las herramientas a un lado, colocó un poco la zona y se acercó a la pelirroja para acariciarle cariñosamente su suave cabello, lo que hizo que la felina emitiera un leve ronroneo. -Puedo seguir más tarde. Al fin de cuentas hoy es viernes. Vayamos a cenar antes de que tus admiradores acaben con toda la carne.- Le dedicó una sonrisa y Catherine respondió con otra aún mayor.
El edificio del "El vial blanco" fue en su momento un anexo al de la posada del Rey y la Reina regentado por el fornido Beor Wood y su familia. Debido a ello, una puerta comunicaba directamente el comedor de la casa de ambas jóvenes con dicho local. Básicamente solo tenían que cruzar una puerta y ya estaban allí. Toda una suerte cuando se vivía con un pozo sin fondo como Catherine, o si eres una de esas personas que al trabajar o estudiar pierde la noción del tiempo y puede olvidarse incluso de comer. Tras el final de los eventos de Sandorai aquella ventaja era incluso mayor, pues las ayudaba a pasar desapercibidas.
Básicamente desde que la guerra había acabado parecía que la fama por sus acciones se había extendido por todo Aerandir. Allá a donde fueran todo el mundo parecía saber quiénes eran a causa de la luz de sus ojos y buscaban su ayuda, su consejo e incluso sus bendiciones. De hecho su agradecimiento llegaba a tales extremos en algunos casos como para asegurar que les pondrían sus nombres a sus hijas por nacer, lo cual de cumplirse finalmente significaría que habría al menos varias docenas de Níniel y Catherine en Lunargenta en pocos meses. Un honor desde luego, pero uno que podría acabar siendo de lo más extraño.
Catherine por su parte parecía llevarlo mucho mejor que la peliblanca. A Níniel tanta "humanidad" la sobrepasaba, pero ella estaba encantada siendo el centro de atención. Además su fama de ser "El fulgor rojo" o la "Matacorrupción" o más aún la "perdición de traidores" aseguraba que cualquiera se lo pensara dos veces antes de tratar de tocar a las heroínas del momento. Una pena que no funcionara igual para evitar que aquella especie de altar que habían erigido frente al vial blanco siguiera creciendo.
-Ah, hoy llegáis justo a tiempo.- Las saludó Beor tan pronto como las vió, comenzando a llevarlas hasta la mesa más apartada y escondida del lugar, especialmente preparada por la familia para ellas por los problemas que su fama podía causar. Gracias a los dioses el establecimiento aún estaba bastante vacío, por lo que las jóvenes lograron no llamar la atención gracias a las capuchas de sus capas. -Os serviré algo de bebida. La carne estará lista en unos minutos, y no es por echarme flores, pero hoy es de una calidad especialmente excepcional. Incluso en el mercado principal ya reverencian el nombre de la posada del Rey y la Reina gracias a vosotras. Fue saber que la familia Wood cocina para semejantes leyendas vivas que insistieron en hacerme un precio irresistible.- Explicó el hombre de gran tamaño y brazos anchos como troncos bajando la voz y de manera cómplice. Níniel bajó aún más la cabeza, cohibida, mientras que Catherine se jactó orgullosa.
-Entonces tráenos los mejores cortes y no escatimes con las raciones.- Pidió casi salivando y con una sonrisa de oreja a oreja. Si le hubiesen dicho un tiempo atrás que su situación iba a pasar de robar para comer y apenas poder conseguir un poco de leche, a comer la mejor carne de la ciudad...Y todo se lo debía a una persona, y a un libro.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1148
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Todo había sucedido muy rápido, había conseguido herir a aquella misteriosa mujer y luego una luz me repelió como quien lanza un trapo sucio a la basura, rodé por el piso con los brazos humeando y heridos. Mis piernas apenas me alcanzaban para mantenerme ligeramente vertical mientras veía como todos caían en manada sobre aquella desgraciada loquita brillante.
Luego de eso fue como si simplemente me hubieran apagado, desperté al otro día con el cuerpo vendado y un sabor amargo en los labios como los mejunjes que preparaba Niniel -Asco- Fue lo primero que dije al abrir los ojos que antes me habían quedado como un par de huevos fritos, no por lo grandes sino por lo fritos.
Para mi sorpresa, no podía ver más que luces y sombras, y eso estaba mal, estaba terriblemente mal -No puedo ver- Dije apuntando la mirada a mis manos de las que solo veía una silueta -¡No puedo ver nada!- Acentué el drama mientras entraba en pánico -Mis ojos ¿por qué no veo?- Pregunté mientras me levantaba de la cama. Mi cabeza tropezó con algo y volví a caer a la cama.
Volví a despertar sin saber cuánto tiempo había pasado y aún no podía ver -Señor, disculpe, lo que ocurre es que- Lancé un par de manotazos al frente -¡Mis ojos, mis ojos!- Repetí antes de frotarme la cara con las manos y darme cuenta que no podía ver porque tenía los ojos cubiertos con una venda.
Bueno, creo que esto explica muchas cosas- Dije un poco apenado por la confusión… de igual modo mi visión estaba un poco borrosa, sin embargo asumí que se debía al tiempo que había pasado con las vendas, pero las horas pasaron y seguía sin volver a mi vista la claridad que me acompañaba siempre, algo extraño estaba sucediendo.
Me negué, desde luego, a armar otro escándalo de diva dramática como el de antes, pero a la primera oportunidad pregunté por Niniel, aunque me aclararon que ya se había ido a Lunargenta -Rayos- Murmuré entre dientes y apretando los puños aunque de inmediato me ofrecieron un par de caballos con todo y escolta para llevarme a Lunargenta, nada mal esto de ser un héroe.
Partimos al anochecer y mi vista, como era de esperarse había empeorado, por lo que la escilta y el caballo me cayeron de maravilla. Nunca antes en ninguna de las batallas que había participado, había terminado siendo un héroe tan reconocido, como mucho me habían dado una medallita pero solo eso, y nada más. El viaje fue tan largo como podía esperarse aunque más rápido de lo que habría sido si lo hacía por mi cuenta, además de, más seguro.
Al día siguiente, justo antes del amanecer llegamos a Lunargenta y posteriormente al último lugar conocido donde había visto a Niniel, la posada del Bebedor, un hombre alto y fornido como un oso, pero también muy amable, me ofreció comida al punto que resultaba un poco molesto, pero lo hacía de tan buena manera que no podía quejarme, pasé todo el resto del día escondido de la luz del sol, con la mirada baja y mi cabeza cubierta por una capucha para evitar llamar la atención.
Lo primero que había hecho al entrar era preguntar por Niniel, y el fornido Señor Bebedor me había asegurado que me avisaría cuando apenas aparecieran, seguro las respetaba mucho como para ir a molestarlas ante cualquiera que quisiera verlas, y ahí esperé, sentado en el último rincón, bebiendo mi juguito de maldad hasta que finalmente aparecieron.
Luego de eso fue como si simplemente me hubieran apagado, desperté al otro día con el cuerpo vendado y un sabor amargo en los labios como los mejunjes que preparaba Niniel -Asco- Fue lo primero que dije al abrir los ojos que antes me habían quedado como un par de huevos fritos, no por lo grandes sino por lo fritos.
Para mi sorpresa, no podía ver más que luces y sombras, y eso estaba mal, estaba terriblemente mal -No puedo ver- Dije apuntando la mirada a mis manos de las que solo veía una silueta -¡No puedo ver nada!- Acentué el drama mientras entraba en pánico -Mis ojos ¿por qué no veo?- Pregunté mientras me levantaba de la cama. Mi cabeza tropezó con algo y volví a caer a la cama.
Volví a despertar sin saber cuánto tiempo había pasado y aún no podía ver -Señor, disculpe, lo que ocurre es que- Lancé un par de manotazos al frente -¡Mis ojos, mis ojos!- Repetí antes de frotarme la cara con las manos y darme cuenta que no podía ver porque tenía los ojos cubiertos con una venda.
Bueno, creo que esto explica muchas cosas- Dije un poco apenado por la confusión… de igual modo mi visión estaba un poco borrosa, sin embargo asumí que se debía al tiempo que había pasado con las vendas, pero las horas pasaron y seguía sin volver a mi vista la claridad que me acompañaba siempre, algo extraño estaba sucediendo.
Me negué, desde luego, a armar otro escándalo de diva dramática como el de antes, pero a la primera oportunidad pregunté por Niniel, aunque me aclararon que ya se había ido a Lunargenta -Rayos- Murmuré entre dientes y apretando los puños aunque de inmediato me ofrecieron un par de caballos con todo y escolta para llevarme a Lunargenta, nada mal esto de ser un héroe.
Partimos al anochecer y mi vista, como era de esperarse había empeorado, por lo que la escilta y el caballo me cayeron de maravilla. Nunca antes en ninguna de las batallas que había participado, había terminado siendo un héroe tan reconocido, como mucho me habían dado una medallita pero solo eso, y nada más. El viaje fue tan largo como podía esperarse aunque más rápido de lo que habría sido si lo hacía por mi cuenta, además de, más seguro.
Al día siguiente, justo antes del amanecer llegamos a Lunargenta y posteriormente al último lugar conocido donde había visto a Niniel, la posada del Bebedor, un hombre alto y fornido como un oso, pero también muy amable, me ofreció comida al punto que resultaba un poco molesto, pero lo hacía de tan buena manera que no podía quejarme, pasé todo el resto del día escondido de la luz del sol, con la mirada baja y mi cabeza cubierta por una capucha para evitar llamar la atención.
Lo primero que había hecho al entrar era preguntar por Niniel, y el fornido Señor Bebedor me había asegurado que me avisaría cuando apenas aparecieran, seguro las respetaba mucho como para ir a molestarlas ante cualquiera que quisiera verlas, y ahí esperé, sentado en el último rincón, bebiendo mi juguito de maldad hasta que finalmente aparecieron.
Bio
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 2016
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
El viaje de vuelta a casa no había sido el esperado por el brujo. Toda aquella parafernalia no iba con él. Se había criado en una buena familia pero que distaba mucho de la nobleza y la prepotencia de esta. Su objetivo en la vida era otro.
Pero ahora que estaba en Lunargenta sabía que no podía escapar de aquello fácilmente. Al menos por ahora. Con el tiempo todo volvería a la normalidad, ya que el recuerdo no era algo que perdurarse demasiado en la mente de las personas, y si ello ocurría, solían ser más leyendas o cuentos que otra cosa.
En cualquier caso, un buen mercenario no podía quedarse toda la vida escondido en una cueva. Menos aún una noche de fin de semana, donde la gente aligeraba la lengua y ganaban el valor necesario, bajo los efectos de alcohol, para atreverse a pedir ayuda a personas que te solucionaran los problemas.
Cualquier taberna le hubiera valido para ello. Para conseguir un buen contratista, servía cualquiera que no fuera una ratonera de mala muerte, y a veces, incluso en ellas, en esos tugurios alejados de la mano de los dioses honestos, por aquello de que los buenos ciudadanos de la hermosa Lunargenta buscaban “chusma” que se manchara las manos, se encontraban buenos contratos.
Sin embargo, de todas las tabernas que había en la ciudad, solamente en dos podía encontrar fácilmente algo más que un posible trabajo. La posada del Rey y la Reina era una de ellas.
- Debe haberse enfrascado en su trabajo, una vez más-, comentó el brujo, por lo bajo, para sí mismo, sentado en una mesa de una esquina del local, lo más alejado posible del gentío y el bullicio.
Todo lo que era posible, porque la taberna comenzaba a llenarse de parroquianos y demás clientela.
- Vaya. ¿Tan buena amante es esa elfa? Nunca pensaría que el bueno de Vincent se dejara robar el corazón por dama alguna.
Vincent medio sonrió bajo la discreción de su capucha. Más, del mismo modo que el recién llegado pudo escuchar su propia y anterior reflexión en voz baja, ahora pudo observar su sonrisa.
- Tu voz me trae tan buenos recuerdos que hasta puedo permitirme obviar tu indiscreción. De otro modo, no estaría conversando contigo, ¿no es así? -, bromeó, antes de tomar la jarra grande de hidromiel del centro de su mensa y verter un poco en una más pequeña adyacente a esta. - La indiscreción es inherente a ti-, dijo seguido, dejando la jarra sobre la madera nuevamente y empujando la taza hacia su repentino compañero.
Todo ello sin mirar ni una sola vez hacia la otra persona. En ningún momento ambos individuos se miraron.
- ¿Has encontrado a la persona por la que bebemos y celebramos?
- No, pero estoy en ello. Cada día estamos más cerca. Es solo cuestión de tiempo.
Vincent asintió levemente, con suavidad, un acto reflejo de la conformidad que le producía escuchar aquello.
- Si pagas con tan buena hidromiel, hasta puede que me de más prisa-, escuchó el brujo decir a la otra persona.
Ello provocó una nueva sonrisa en el encapuchado mercenario de dorados cabellos, que después se incorporó de su asiento.
- Y pensar que nos hemos vuelto tan baratos-, contestó con igual humor. - A esta jarra le queda poco, será mejor ir a buscar más.
Y sin más dilación, el brujo se encaminó al mostrador, sin dirigir mirada a la otra persona ni voltearse en ningún momento. En cuánto tuvo ocasión, se apoyó en la barra, como pudo entre tantas personas.
- Una buena jarra del mejor hidromiel que tengas, Beor-, pidió al dueño, cuando pudo captar su atención. - Cuándo se está rodeado de personas queridas, merece aún más gastarse unos aeros en buen alcohol-, comentó seguido, dibujando una sonrisa en los labios y girándose para quedar apoyado con el costado izquierdo contra la barra. - Y dime, ¿dónde anda la dueña del Vial Blanco? ¿Mucho trabajo? ¿Aún anda metida en el taller? - sospechó, al tiempo que miraba hacia la mesa donde había estado sentado instantes antes. - Tengo una mesa, pero si no me doy prisa, pronto alguien nos la robará-, comentó, haciendo un gesto con la cabeza hacia donde se encontraba la mencionada mesa.
Por supuesto, como el brujo había indicado, el lugar estaba vacío, y allí no había nada relevante. Solamente se dibujaba la figura de una gran jarra de cerámica en el centro de esta. Una, que a estas alturas, ya estaría tan vacía como los asientos que rodeaban la madera que la sostenía.
- Ah, si eres tú. Si buscas a Níniel, le he reservado un lugar apartado para que pueda disfrutar de la noche sin mayores problemas. Ya sabes-, le contestó el hombretón. - Si quieres, puedo llevarte hasta ella-, dijo en el acto, haciendo el movimiento de recoger la jarra de hidromiel que había colocado instantes antes sobre la barra, pensando en aquel momento que el cliente no era ese brujo en particular.
- Ya sé. Por lo que veo lo tienes bien montando-, contestó, siendo más rápido que el mesero y agarrando la jarra por el asa. - Yo la llevaré, tú solo guíame-, dijo, sonriente.
Beor asintió y se encaminó hacia el lugar donde se encontraba Níniel, que por otro lado, no estaba sola.
- Vaya, vaya. Tres son multitud, o eso suelen decir-, comentó socarrón, sentándose en medio de las mujeres. - Ten Cath, un símbolo de amistad. Para que toda la carne que piensas comerte no te mande junto a los dioses-, bromeó, dejando la jarra sobre la mesa, a mano de la gata.
No hacía falta ser muy listo. Cualquiera que conociera a Catherine un poco, sabía que ella solita podría zamparse media cocina, si es que la dejaban a su aire.
Pero ahora que estaba en Lunargenta sabía que no podía escapar de aquello fácilmente. Al menos por ahora. Con el tiempo todo volvería a la normalidad, ya que el recuerdo no era algo que perdurarse demasiado en la mente de las personas, y si ello ocurría, solían ser más leyendas o cuentos que otra cosa.
En cualquier caso, un buen mercenario no podía quedarse toda la vida escondido en una cueva. Menos aún una noche de fin de semana, donde la gente aligeraba la lengua y ganaban el valor necesario, bajo los efectos de alcohol, para atreverse a pedir ayuda a personas que te solucionaran los problemas.
Cualquier taberna le hubiera valido para ello. Para conseguir un buen contratista, servía cualquiera que no fuera una ratonera de mala muerte, y a veces, incluso en ellas, en esos tugurios alejados de la mano de los dioses honestos, por aquello de que los buenos ciudadanos de la hermosa Lunargenta buscaban “chusma” que se manchara las manos, se encontraban buenos contratos.
Sin embargo, de todas las tabernas que había en la ciudad, solamente en dos podía encontrar fácilmente algo más que un posible trabajo. La posada del Rey y la Reina era una de ellas.
- Debe haberse enfrascado en su trabajo, una vez más-, comentó el brujo, por lo bajo, para sí mismo, sentado en una mesa de una esquina del local, lo más alejado posible del gentío y el bullicio.
Todo lo que era posible, porque la taberna comenzaba a llenarse de parroquianos y demás clientela.
- Vaya. ¿Tan buena amante es esa elfa? Nunca pensaría que el bueno de Vincent se dejara robar el corazón por dama alguna.
Vincent medio sonrió bajo la discreción de su capucha. Más, del mismo modo que el recién llegado pudo escuchar su propia y anterior reflexión en voz baja, ahora pudo observar su sonrisa.
- Tu voz me trae tan buenos recuerdos que hasta puedo permitirme obviar tu indiscreción. De otro modo, no estaría conversando contigo, ¿no es así? -, bromeó, antes de tomar la jarra grande de hidromiel del centro de su mensa y verter un poco en una más pequeña adyacente a esta. - La indiscreción es inherente a ti-, dijo seguido, dejando la jarra sobre la madera nuevamente y empujando la taza hacia su repentino compañero.
Todo ello sin mirar ni una sola vez hacia la otra persona. En ningún momento ambos individuos se miraron.
- ¿Has encontrado a la persona por la que bebemos y celebramos?
- No, pero estoy en ello. Cada día estamos más cerca. Es solo cuestión de tiempo.
Vincent asintió levemente, con suavidad, un acto reflejo de la conformidad que le producía escuchar aquello.
- Si pagas con tan buena hidromiel, hasta puede que me de más prisa-, escuchó el brujo decir a la otra persona.
Ello provocó una nueva sonrisa en el encapuchado mercenario de dorados cabellos, que después se incorporó de su asiento.
- Y pensar que nos hemos vuelto tan baratos-, contestó con igual humor. - A esta jarra le queda poco, será mejor ir a buscar más.
Y sin más dilación, el brujo se encaminó al mostrador, sin dirigir mirada a la otra persona ni voltearse en ningún momento. En cuánto tuvo ocasión, se apoyó en la barra, como pudo entre tantas personas.
- Una buena jarra del mejor hidromiel que tengas, Beor-, pidió al dueño, cuando pudo captar su atención. - Cuándo se está rodeado de personas queridas, merece aún más gastarse unos aeros en buen alcohol-, comentó seguido, dibujando una sonrisa en los labios y girándose para quedar apoyado con el costado izquierdo contra la barra. - Y dime, ¿dónde anda la dueña del Vial Blanco? ¿Mucho trabajo? ¿Aún anda metida en el taller? - sospechó, al tiempo que miraba hacia la mesa donde había estado sentado instantes antes. - Tengo una mesa, pero si no me doy prisa, pronto alguien nos la robará-, comentó, haciendo un gesto con la cabeza hacia donde se encontraba la mencionada mesa.
Por supuesto, como el brujo había indicado, el lugar estaba vacío, y allí no había nada relevante. Solamente se dibujaba la figura de una gran jarra de cerámica en el centro de esta. Una, que a estas alturas, ya estaría tan vacía como los asientos que rodeaban la madera que la sostenía.
- Ah, si eres tú. Si buscas a Níniel, le he reservado un lugar apartado para que pueda disfrutar de la noche sin mayores problemas. Ya sabes-, le contestó el hombretón. - Si quieres, puedo llevarte hasta ella-, dijo en el acto, haciendo el movimiento de recoger la jarra de hidromiel que había colocado instantes antes sobre la barra, pensando en aquel momento que el cliente no era ese brujo en particular.
- Ya sé. Por lo que veo lo tienes bien montando-, contestó, siendo más rápido que el mesero y agarrando la jarra por el asa. - Yo la llevaré, tú solo guíame-, dijo, sonriente.
Beor asintió y se encaminó hacia el lugar donde se encontraba Níniel, que por otro lado, no estaba sola.
- Vaya, vaya. Tres son multitud, o eso suelen decir-, comentó socarrón, sentándose en medio de las mujeres. - Ten Cath, un símbolo de amistad. Para que toda la carne que piensas comerte no te mande junto a los dioses-, bromeó, dejando la jarra sobre la mesa, a mano de la gata.
No hacía falta ser muy listo. Cualquiera que conociera a Catherine un poco, sabía que ella solita podría zamparse media cocina, si es que la dejaban a su aire.
Vincent Calhoun
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 974
Nivel de PJ : : 9
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
El día que Al'theas abrió finalmente sus ojos aun se encontraba en la cama, su mente aun intentaba recordar como había llegado allí mientras observaba entumecido la habitación en la que se encontraba, y entonces lo recordó... su ultima batalla contra nada mas que una poderosa dragona debería haberle matado, y sin embargo ahí estaba, aun medio dolorido.
Para su sorpresa, el primer rostro que vio fue el de su madre, que hacia pocos días que se había trasladado allí para atenderlo como buena madre, afligida tras haber perdido a la que fue la hermana de Al'theas por culpa de la guerra, fue ese el sentimiento que la empujo viajar desde tan lejos dispuesta a asegurarse de no perder otro hijo a pesar de estar en buenas manos.
Gracias a ella no solo supo que había estado en cama inconsciente durante varias semanas, si no que la guerra en las tierras elficas había terminado y que su ancestral hogar se había salvado con la ayuda de los que ahora se les consideraban héroes de leyenda, entre los que se encontraban nombres que ya conocía...
Fue en ese momento en el que Al'theas supo que también se le consideraba una especie de héroe, a pesar de que no se sentía como tal, su madre le aconsejo pasar desapercibido lo mejor que pudiera si no quería ser asaltado por gente con demasiada devoción... o malas intenciones... al menos durante un tiempo el día que se sintiera mejor para viajar.
Durante los siguientes días en su recuperación, su padre fue el siguiente en unirse a la reunión familiar. Hacia mucho que no se veían, y este se sentía especialmente orgulloso de su hijo por ser considerado un héroe de su tierra natal y sobre todo por haber sobrevivido.
Su padre le puso al día de todo, de algunas de las consecuencias de la guerra, las perdidas... y también lo que se logro salvar. Aun quedaban cosas por hacer pero al menos la situación estaba bajo control. El primer pensamiento de Al'theas ante eso fue el de dirigirse hacia su tierra natal para ayudar en todo lo que pudiera, pero su padre le disuade de ello, recomendándole dirigirse a Lunargenta donde seguro que necesitarían la ayuda de un caballero esmeralda como él. Aunque en realidad... aquella no fue mas que una pequeña artimaña para convencerlo de retirarse un poco mas de tiempo para descansar, ya que de otro modo habría despertado la temeridad propia de su hijo... todo por su propio bien, aunque solo fueran unos días mas, pues Al'theas ya se sentía dispuesto a abandonar la cama cuanto antes.
Tiempo después, padres e hijo separaron sus caminos, unos volvieron a las tierras elficas y el otro se dirigió hacia Lunargenta, no muy convencido... pero curiosamente se sentía cansado... mas de lo normal a pesar de que antaño había realizado largos viajes como este, quizás su padre tenia razón después de todo.
A su paso, las calles de Lunargenta parecían tranquilas, al menos sin contar con el típico bullicio nocturno que sus gentes solían retratar en sus tabernas, no obstante... podía sentir un aire distinto, y mientras caminaba con su capucha puesta no estuvo seguro de que se trataba hasta que vio a un grupo de niños jugando por la calle... en su juego, estaban retratando la reciente batalla de las tierras elficas, en la que uno de los niños estaba imitando a un dragón que amenazaba con quemar los bosques y los otros niños decían ser los héroes que lo impedirían, momento en el que Al'theas pudo ver... y sentir... como si de flasbacks se tratase... los momentos de aquella batalla justo antes de perder el conocimiento... quizás el concepto no era del todo exacto... pues aquella dragona tenia forma humana durante el clímax de aquella batalla... pero ya se sabe como son los bardos y sus historias... Al'theas no pudo mas que sonreír bajo su capucha a medida que dejaba atrás a aquellos niños con sus juegos.
Sus pasos le llevaron hasta la posada donde sabia que se encontraba el taller de su amiga Níniel, ya que se encontraba en la ciudad... visitarla era una obligación tras tanto tiempo de ausencia, sobre todo sabiendo que no seguiría con vida si no fuera por ella.
Al entrar en la posada, supo en seguida que al dueño le iban las cosas bien a juzgar por la gran cantidad de gente que había, con algo de dificultad, se abrió paso hasta la barra y aguardo el momento oportuno para llamar la atención al posadero con un gesto de su mano que le incitara a acercarse.
-¡¿Si?! ¡¿que desea?!- Grito Beor para que Al'theas pudiera escucharle entre tanto griterío, justo antes de reconocerle -¡Oh! pero si eres tu...- En ese momento Al'theas posa un dedo sobre sus propios labios que formaban una sonrisa, indicándole que hiciera el favor de ahorrarse el dirigirse a él como “El admirado”, titulo por el que ahora se le conocía por lo visto.
-Perdón... jaja, me he emocionado... ¿Estas aquí de visita por ella verdad?... guau... no me puedo creer que esta noche se reúnan tantas leyendas en mi posada...- Dijo con evidente jubilo.
-¿Tantas?...- Expreso Al'theas intrigado.
-No eres el único que viene de visita, y todos ellos hicieron realidad la victoria en Sandorái, ven... te llevare con ellos- Claramente emocionado, guió al caballero esmeralda hasta una de las mesas que se hallaban mas apartadas y discretas.
A medida que se acercaba, pudo reconocer los rostros de los presentes, y tal y como sospechaba, todas eran caras conocidas, había luchado y sangrado junto a ellos y su intriga se había convertido en comodidad.
-Buenas noches...- Dijo Al'theas saludando a los presentes, levantando ligeramente su capucha para que pudieran reconocerle sin parecer un fantasma.
Para su sorpresa, el primer rostro que vio fue el de su madre, que hacia pocos días que se había trasladado allí para atenderlo como buena madre, afligida tras haber perdido a la que fue la hermana de Al'theas por culpa de la guerra, fue ese el sentimiento que la empujo viajar desde tan lejos dispuesta a asegurarse de no perder otro hijo a pesar de estar en buenas manos.
Gracias a ella no solo supo que había estado en cama inconsciente durante varias semanas, si no que la guerra en las tierras elficas había terminado y que su ancestral hogar se había salvado con la ayuda de los que ahora se les consideraban héroes de leyenda, entre los que se encontraban nombres que ya conocía...
Fue en ese momento en el que Al'theas supo que también se le consideraba una especie de héroe, a pesar de que no se sentía como tal, su madre le aconsejo pasar desapercibido lo mejor que pudiera si no quería ser asaltado por gente con demasiada devoción... o malas intenciones... al menos durante un tiempo el día que se sintiera mejor para viajar.
Durante los siguientes días en su recuperación, su padre fue el siguiente en unirse a la reunión familiar. Hacia mucho que no se veían, y este se sentía especialmente orgulloso de su hijo por ser considerado un héroe de su tierra natal y sobre todo por haber sobrevivido.
Su padre le puso al día de todo, de algunas de las consecuencias de la guerra, las perdidas... y también lo que se logro salvar. Aun quedaban cosas por hacer pero al menos la situación estaba bajo control. El primer pensamiento de Al'theas ante eso fue el de dirigirse hacia su tierra natal para ayudar en todo lo que pudiera, pero su padre le disuade de ello, recomendándole dirigirse a Lunargenta donde seguro que necesitarían la ayuda de un caballero esmeralda como él. Aunque en realidad... aquella no fue mas que una pequeña artimaña para convencerlo de retirarse un poco mas de tiempo para descansar, ya que de otro modo habría despertado la temeridad propia de su hijo... todo por su propio bien, aunque solo fueran unos días mas, pues Al'theas ya se sentía dispuesto a abandonar la cama cuanto antes.
Tiempo después, padres e hijo separaron sus caminos, unos volvieron a las tierras elficas y el otro se dirigió hacia Lunargenta, no muy convencido... pero curiosamente se sentía cansado... mas de lo normal a pesar de que antaño había realizado largos viajes como este, quizás su padre tenia razón después de todo.
A su paso, las calles de Lunargenta parecían tranquilas, al menos sin contar con el típico bullicio nocturno que sus gentes solían retratar en sus tabernas, no obstante... podía sentir un aire distinto, y mientras caminaba con su capucha puesta no estuvo seguro de que se trataba hasta que vio a un grupo de niños jugando por la calle... en su juego, estaban retratando la reciente batalla de las tierras elficas, en la que uno de los niños estaba imitando a un dragón que amenazaba con quemar los bosques y los otros niños decían ser los héroes que lo impedirían, momento en el que Al'theas pudo ver... y sentir... como si de flasbacks se tratase... los momentos de aquella batalla justo antes de perder el conocimiento... quizás el concepto no era del todo exacto... pues aquella dragona tenia forma humana durante el clímax de aquella batalla... pero ya se sabe como son los bardos y sus historias... Al'theas no pudo mas que sonreír bajo su capucha a medida que dejaba atrás a aquellos niños con sus juegos.
Sus pasos le llevaron hasta la posada donde sabia que se encontraba el taller de su amiga Níniel, ya que se encontraba en la ciudad... visitarla era una obligación tras tanto tiempo de ausencia, sobre todo sabiendo que no seguiría con vida si no fuera por ella.
Al entrar en la posada, supo en seguida que al dueño le iban las cosas bien a juzgar por la gran cantidad de gente que había, con algo de dificultad, se abrió paso hasta la barra y aguardo el momento oportuno para llamar la atención al posadero con un gesto de su mano que le incitara a acercarse.
-¡¿Si?! ¡¿que desea?!- Grito Beor para que Al'theas pudiera escucharle entre tanto griterío, justo antes de reconocerle -¡Oh! pero si eres tu...- En ese momento Al'theas posa un dedo sobre sus propios labios que formaban una sonrisa, indicándole que hiciera el favor de ahorrarse el dirigirse a él como “El admirado”, titulo por el que ahora se le conocía por lo visto.
-Perdón... jaja, me he emocionado... ¿Estas aquí de visita por ella verdad?... guau... no me puedo creer que esta noche se reúnan tantas leyendas en mi posada...- Dijo con evidente jubilo.
-¿Tantas?...- Expreso Al'theas intrigado.
-No eres el único que viene de visita, y todos ellos hicieron realidad la victoria en Sandorái, ven... te llevare con ellos- Claramente emocionado, guió al caballero esmeralda hasta una de las mesas que se hallaban mas apartadas y discretas.
A medida que se acercaba, pudo reconocer los rostros de los presentes, y tal y como sospechaba, todas eran caras conocidas, había luchado y sangrado junto a ellos y su intriga se había convertido en comodidad.
-Buenas noches...- Dijo Al'theas saludando a los presentes, levantando ligeramente su capucha para que pudieran reconocerle sin parecer un fantasma.
Al'theas Tinarandel
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 143
Nivel de PJ : : 1
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Aquella mesa, estratégicamente situada en un lugar reservado pero a la vez de lo más confortable de la posada, estaba demostrando su idoneidad una vez más. Casi nadie dirigía más de una mirada de pasada en aquella dirección, ni prestaba especial atención a las dos figuras que allí conversaban, y si alguno de los clientes albergaba el más mínimo interés, un par de gruesas columnas de madera adornadas con varios y voluminosos trofeos de lanzamiento de cáber pronto les hacía desistir de su curiosidad. Era mejor así, pues incluso con la mejor de las intenciones, a menudo las pasiones de los orejas redondas podían resultar de lo más problemáticas y caóticas. Y esa necesidad suya de entablar contacto físico...
-...y entonces le dije; Ni en un millón de años. Por muy hábil que seas ocultándolas, incluso mediante encantamientos, una daga jamás podrá ser tan útil como mis garras. Además lanzarlas no es que sea la gran cosa...Si quieres lanzar algo que sea con una ballesta de mano...- Contaba animada Catherine una de sus anécdotas tratando con gente de los bajos fondos. Con alguna especie de ladrona de poca monta en aquel caso. -Tal vez debería usar alguna de las que dejó Chimar, aunque la verdad es que siempre me pareció...-
-¿Poco honorable?- Intentó completar la elfa la frase de su hermana recordando que algunos códigos del guerrero no tenían en muy alta estima el uso de ballesta o similares.
-No...Si me libra de un enemigo como si es el peor los venenos. Pero no me gusta. Supongo que prefiero...algo más íntimo y personal. Sentir en mi cuerpo cuando conecto un golpe, cuando mis garras perforan una armadura o la carne. A lo mejor es porque soy una mujer bestia. Debo de tener sangre de leona, o de tigre laza...- Sonrió mostrando sus colmillos, para inmediatamente mover sus orejas y dejarlas fijas en la dirección de Níniel, que se giró enseguida interpretando aquel gesto sin necesidad de palabras entre ellas.
Enseguida supo qué había llamado la atención de su felina hermana, incluso antes de que el motivo, que no era otro más que Vincent, se acercara y le ofreciera a la pelirroja un tributo digno de quien la conocía bien.
-Si no pudieron los jinetes, ni una dragona gigante, ni una planta gigante malévola, ni una elfa loca que quería destruir el mundo entero, dudo que lo hagan unas buenas costillas de cerdo en su salsa...Pero seguro que con esta bebida pasarán mejor.- Aceptó la invitación la felina no tardando en servirse un generoso vaso y dando un sorbo. -Los brujos sois todos unos sibaritas, solo lo mejor ¿eh?- Añadió al reconocer su sabor como de una bebida de la más alta calidad. Aunque clavó sus ojos rojos en los del rubio con cierto aire de amenaza al percatarse de que Níniel había deslizado delicadamente una de sus manos para apenas rozar las del brujo.
-Me alegra verte, Vinc. Ya pensaba que tu último contrato te mantendría demasiado ocupado una temporada.- Saludó al brujo la sacerdotisa dándole la bienvenida con una radiante sonrisa enmarcada por la sombra de su capucha. -¿Pudiste completarlo con éxito o...?- Preguntó con su siempre melodioso tono de voz. No pasaría por alto para Vincent que también estaba comprobando que no estuviera herido.
Apenas hubo tenido Vincent tiempo para responder, Beor aparecería de nuevo por allí, siendo inmediatamente asaltado por Catherine debido a que no parecía llevarles la prometida y deseada carne. No obstante, el posadero no había ido allí por nada, si no que lo acompañaba ni más ni menos que Bio. Incluso con la capucha echada hacia delante Níniel pudo reconocerlo, incluso podía hacerlo ya simplemente reconociendo su aura y las particularidades de su éter. Al fin y al cabo tenían esa clase de relaciones que se forjaban con fuego...y en este caso era algo especialmente literal.
-Beor, ¿por qué has traído a un chupasangres aquí? Especialmente a este...Tienes suerte de seguir de una pieza, ¿lo sabes? No se me olvida que te atreviste a pisarme...Quise arrancarte la pierna por eso mientras Níniel te curaba...pero insistió en que eso solo le daría más trabajo.- Le reprochó duramente señalándole con el dedo y apartando la jarra de bebida de él para no darle ni una gota.
Beor parecía confundido. -Es uno de lo héroes de la guerra, un amigo y me dijo que le avisara cuando estuvieras disponible...No sabía que...-
-Catherine solo está bromeando, Beor. Por favor, cuando puedas sirvenos más bebida.- Sonrió con cara de circunstancias la peliblanca. Y es que aquello no era del todo cierto. Evidentemente la felina no iba a hacerle daño realmente, pero ciertamente propuso cortarle aquella pierna y que Níniel le hiciera crecer otra. El posadero se retiró aún algo confundido.
-Que bueno verte, Bio. Tus heridas eran de las peores que tuve que atender. La magia de la falsa Tyrande fue especialmente dañina para ti debido a tu naturaleza. Quise haberme quedado más, pero surgieron asuntos urgentes. Aún así me prometieron que serían atendido como merece un salvador de árbol madre.- Aquello llevaba implícita la pregunta de si así había sido. -¿Qué te ha traído a Lunargenta?-
-Pedir disculpas espero...- Volvió a gruñir la pelirroja, mirando fijamente al vampiro mientras bebía un sorbo más de su bebida.
Beor volvió pronto con las nuevas bebidas, y esta vez, algo cohibido, con la noticia de que Al´theas estaba allí y preguntaba por la sacerdotisa. En aquella ocasión, y debido a la reacción de Catherine con Bio, quiso ser más cauto a la hora de llevar a nadie hasta allí. Níniel no lo dudó un segundo y le indicó al humano que lo condujera hasta allí, algo que pareció alegrar en gran medida al gigantón, pues sonrió de forma algo bobalicona y se alejó murmurando algo sobre lo increíble que era todo aquello, y también algo sobre cambiar el nombre de su local al de "Posada de los héroes". Enseguida volvió con el caballero esmeralda y con una nueva tanda de bebidas.
-Paga la casa...Por los dioses que si no tuviera tanto trabajo me sentaría con vosotros para escuchar vuestras historias...Se dicen tantas cosas...- A voz en grito le llamaron desde otra mesa y tuvo que alejarse.
-Siéntate Al´theas. No sabía que estuvieses por la ciudad ya que la última vez que nos vimos ibas camino al norte con buena parte del ejército de los dragones y algunos de los heridos. Una decisión extraña pues no hay en ningún lugar mejores sanadores que en Sandorai.- Invitó la peliblanca al elfo ofreciéndole asiento. -¿Hace mucho que volviste? ¿Tienes noticias del norte?- Se interesó la joven. No es que no supiera nada de allí, al fin y al cabo era oficial de la logia con sede en Dundarak, pero con la muerte del rey Rigobert, toda información era poca.
-Y aquí está la carne. Los mejores cortes para nuestros salvadores. Comed hasta hartaros.- Interrumpiría una vez más Beor, esta vez acompañado por su esposa y su hija mayor. Los tres depositaron sobre la mesa toda clase de manjares recién hechos para carnívoros, y alguna cosa para los menos amantes de tales placeres. Un banquete digno de un festival, regado con las mejores bebidas. Catherine se hizo rápidamente con el primer gran trozo de suculento cerdo.
-...y entonces le dije; Ni en un millón de años. Por muy hábil que seas ocultándolas, incluso mediante encantamientos, una daga jamás podrá ser tan útil como mis garras. Además lanzarlas no es que sea la gran cosa...Si quieres lanzar algo que sea con una ballesta de mano...- Contaba animada Catherine una de sus anécdotas tratando con gente de los bajos fondos. Con alguna especie de ladrona de poca monta en aquel caso. -Tal vez debería usar alguna de las que dejó Chimar, aunque la verdad es que siempre me pareció...-
-¿Poco honorable?- Intentó completar la elfa la frase de su hermana recordando que algunos códigos del guerrero no tenían en muy alta estima el uso de ballesta o similares.
-No...Si me libra de un enemigo como si es el peor los venenos. Pero no me gusta. Supongo que prefiero...algo más íntimo y personal. Sentir en mi cuerpo cuando conecto un golpe, cuando mis garras perforan una armadura o la carne. A lo mejor es porque soy una mujer bestia. Debo de tener sangre de leona, o de tigre laza...- Sonrió mostrando sus colmillos, para inmediatamente mover sus orejas y dejarlas fijas en la dirección de Níniel, que se giró enseguida interpretando aquel gesto sin necesidad de palabras entre ellas.
Enseguida supo qué había llamado la atención de su felina hermana, incluso antes de que el motivo, que no era otro más que Vincent, se acercara y le ofreciera a la pelirroja un tributo digno de quien la conocía bien.
-Si no pudieron los jinetes, ni una dragona gigante, ni una planta gigante malévola, ni una elfa loca que quería destruir el mundo entero, dudo que lo hagan unas buenas costillas de cerdo en su salsa...Pero seguro que con esta bebida pasarán mejor.- Aceptó la invitación la felina no tardando en servirse un generoso vaso y dando un sorbo. -Los brujos sois todos unos sibaritas, solo lo mejor ¿eh?- Añadió al reconocer su sabor como de una bebida de la más alta calidad. Aunque clavó sus ojos rojos en los del rubio con cierto aire de amenaza al percatarse de que Níniel había deslizado delicadamente una de sus manos para apenas rozar las del brujo.
-Me alegra verte, Vinc. Ya pensaba que tu último contrato te mantendría demasiado ocupado una temporada.- Saludó al brujo la sacerdotisa dándole la bienvenida con una radiante sonrisa enmarcada por la sombra de su capucha. -¿Pudiste completarlo con éxito o...?- Preguntó con su siempre melodioso tono de voz. No pasaría por alto para Vincent que también estaba comprobando que no estuviera herido.
Apenas hubo tenido Vincent tiempo para responder, Beor aparecería de nuevo por allí, siendo inmediatamente asaltado por Catherine debido a que no parecía llevarles la prometida y deseada carne. No obstante, el posadero no había ido allí por nada, si no que lo acompañaba ni más ni menos que Bio. Incluso con la capucha echada hacia delante Níniel pudo reconocerlo, incluso podía hacerlo ya simplemente reconociendo su aura y las particularidades de su éter. Al fin y al cabo tenían esa clase de relaciones que se forjaban con fuego...y en este caso era algo especialmente literal.
-Beor, ¿por qué has traído a un chupasangres aquí? Especialmente a este...Tienes suerte de seguir de una pieza, ¿lo sabes? No se me olvida que te atreviste a pisarme...Quise arrancarte la pierna por eso mientras Níniel te curaba...pero insistió en que eso solo le daría más trabajo.- Le reprochó duramente señalándole con el dedo y apartando la jarra de bebida de él para no darle ni una gota.
Beor parecía confundido. -Es uno de lo héroes de la guerra, un amigo y me dijo que le avisara cuando estuvieras disponible...No sabía que...-
-Catherine solo está bromeando, Beor. Por favor, cuando puedas sirvenos más bebida.- Sonrió con cara de circunstancias la peliblanca. Y es que aquello no era del todo cierto. Evidentemente la felina no iba a hacerle daño realmente, pero ciertamente propuso cortarle aquella pierna y que Níniel le hiciera crecer otra. El posadero se retiró aún algo confundido.
-Que bueno verte, Bio. Tus heridas eran de las peores que tuve que atender. La magia de la falsa Tyrande fue especialmente dañina para ti debido a tu naturaleza. Quise haberme quedado más, pero surgieron asuntos urgentes. Aún así me prometieron que serían atendido como merece un salvador de árbol madre.- Aquello llevaba implícita la pregunta de si así había sido. -¿Qué te ha traído a Lunargenta?-
-Pedir disculpas espero...- Volvió a gruñir la pelirroja, mirando fijamente al vampiro mientras bebía un sorbo más de su bebida.
Beor volvió pronto con las nuevas bebidas, y esta vez, algo cohibido, con la noticia de que Al´theas estaba allí y preguntaba por la sacerdotisa. En aquella ocasión, y debido a la reacción de Catherine con Bio, quiso ser más cauto a la hora de llevar a nadie hasta allí. Níniel no lo dudó un segundo y le indicó al humano que lo condujera hasta allí, algo que pareció alegrar en gran medida al gigantón, pues sonrió de forma algo bobalicona y se alejó murmurando algo sobre lo increíble que era todo aquello, y también algo sobre cambiar el nombre de su local al de "Posada de los héroes". Enseguida volvió con el caballero esmeralda y con una nueva tanda de bebidas.
-Paga la casa...Por los dioses que si no tuviera tanto trabajo me sentaría con vosotros para escuchar vuestras historias...Se dicen tantas cosas...- A voz en grito le llamaron desde otra mesa y tuvo que alejarse.
-Siéntate Al´theas. No sabía que estuvieses por la ciudad ya que la última vez que nos vimos ibas camino al norte con buena parte del ejército de los dragones y algunos de los heridos. Una decisión extraña pues no hay en ningún lugar mejores sanadores que en Sandorai.- Invitó la peliblanca al elfo ofreciéndole asiento. -¿Hace mucho que volviste? ¿Tienes noticias del norte?- Se interesó la joven. No es que no supiera nada de allí, al fin y al cabo era oficial de la logia con sede en Dundarak, pero con la muerte del rey Rigobert, toda información era poca.
-Y aquí está la carne. Los mejores cortes para nuestros salvadores. Comed hasta hartaros.- Interrumpiría una vez más Beor, esta vez acompañado por su esposa y su hija mayor. Los tres depositaron sobre la mesa toda clase de manjares recién hechos para carnívoros, y alguna cosa para los menos amantes de tales placeres. Un banquete digno de un festival, regado con las mejores bebidas. Catherine se hizo rápidamente con el primer gran trozo de suculento cerdo.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1148
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Finalmente, tras un largo rato de espera, Beor se acercó para indicarme que Niniel se encontraba en ese lugar junto con otras personas, el posadero me llevó de prisa hacia la mesa en cuestión, una convenientemente escondida aunque al mismo tiempo visible, sin embargo hacía falta acercarse mucho para poder ver finalmente de quién se trataba.
Vaya vaya, qué tenemos aquí, mis dos personas favoritas de Aerandir- Dije a elfa y brujo con una sonrisa descarada casi ignorando las palabras de la gata -Ah, y tú…- Le dije finalmente a la felina acercando mi mano a su cabeza para hacerle piojito pero desistiendo al final ante su hostilidad -Necesitas una mascota menos agresiva- Le dije a Niniel apartándome de la gata de manera odiosa hasta que mencionó lo de las disculpas -Pues la verdad sí- Comencé a rebuscar en mis bolsillos -Traje algo para ti en señal de disculpas y buena voluntad- Lancé a la mesa una pelota de estambre con la que juegan los gatos y la seguí ignorando para responder a Niniel.
Sí, bastante graves- Afirmé lo que mencionaba la sacerdotisa recordando aún lo doloroso que había sido aquel terrible ataque que solo le había faltado un remate para mandarme a la tumba -No sé si los mejunjes que me dieron a beber los preparaste tú o todos los elfos le dan ese sabor horrible a sus bebidas- Bromeé recordando viejos tiempos mientras tomaba una silla para sentarme al lado de Vincent y lejos de la gata.
Y tú, Barbudo- Le dije al brujo -Saliste tan rápido que ni alcancé a despedirme, aunque considerando que dormí como tres días, entiendo que no hayas esperado- La charla se interrumpió con la llegada de otro elfo, se trataba de aquel con el que habíamos quedado atrapados en una base subterránea -Hey, buenas noches, cuanto tiempo- Regresé el saludo al elfo para que luego entrara Beor con todo un banquete, aunque no es como que yo pudiera alimentarme mucho con eso.
Hey Vincent- Dirigí la mirada al rubio con atención -¿No tenías una hermana? Siento que había más gente en esa batalla de Sandorai pero por más que intento no logro recordarlos.- Reí nervioso rascándome la cabeza -Realmente no recuerdo nada desde que me hizo volar aquella mujer hasta que desperté varios días después- Y había algo que me intrigaba aún más -Ni siquiera sé por qué rayos me brillan así los ojos, aunque veo que no soy él único- Definitivamente necesitaba muchas respuestas…
Vaya vaya, qué tenemos aquí, mis dos personas favoritas de Aerandir- Dije a elfa y brujo con una sonrisa descarada casi ignorando las palabras de la gata -Ah, y tú…- Le dije finalmente a la felina acercando mi mano a su cabeza para hacerle piojito pero desistiendo al final ante su hostilidad -Necesitas una mascota menos agresiva- Le dije a Niniel apartándome de la gata de manera odiosa hasta que mencionó lo de las disculpas -Pues la verdad sí- Comencé a rebuscar en mis bolsillos -Traje algo para ti en señal de disculpas y buena voluntad- Lancé a la mesa una pelota de estambre con la que juegan los gatos y la seguí ignorando para responder a Niniel.
Sí, bastante graves- Afirmé lo que mencionaba la sacerdotisa recordando aún lo doloroso que había sido aquel terrible ataque que solo le había faltado un remate para mandarme a la tumba -No sé si los mejunjes que me dieron a beber los preparaste tú o todos los elfos le dan ese sabor horrible a sus bebidas- Bromeé recordando viejos tiempos mientras tomaba una silla para sentarme al lado de Vincent y lejos de la gata.
Y tú, Barbudo- Le dije al brujo -Saliste tan rápido que ni alcancé a despedirme, aunque considerando que dormí como tres días, entiendo que no hayas esperado- La charla se interrumpió con la llegada de otro elfo, se trataba de aquel con el que habíamos quedado atrapados en una base subterránea -Hey, buenas noches, cuanto tiempo- Regresé el saludo al elfo para que luego entrara Beor con todo un banquete, aunque no es como que yo pudiera alimentarme mucho con eso.
Hey Vincent- Dirigí la mirada al rubio con atención -¿No tenías una hermana? Siento que había más gente en esa batalla de Sandorai pero por más que intento no logro recordarlos.- Reí nervioso rascándome la cabeza -Realmente no recuerdo nada desde que me hizo volar aquella mujer hasta que desperté varios días después- Y había algo que me intrigaba aún más -Ni siquiera sé por qué rayos me brillan así los ojos, aunque veo que no soy él único- Definitivamente necesitaba muchas respuestas…
Bio
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 2016
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Pues que otro tipo de persona hubiera optado por colocarse en otro lado, justo a la derecha o izquierda de las chicas. Pero para el brujo, y con la confianza que ya tenía con aquellas dos mujeres, sobre todo con su querida elfa, meterse en medio era la opción ideal. Nada como un poco de diversión ligera para pasar una buena noche, dejando atrás asuntos más serios.
- Y así fue. Una temporada me tuvo retenido, pero por ahora estoy libre-, contestó a la sacerdotisa, antes de guiñarle un ojo y plantarle un beso en la mejilla. - Libre para gastar mis nuevas monedas en buena compañía-, terminó por decirle, dedicándole una cálida sonrisa.
Después, el brujo pasó los brazos por encima de los hombros de las chicas, estrujándolas un momento contra su cuerpo antes de soltarlas a su aire, en renovada libertad.
- Ah, echaba de menos un poco de paz. Un poco de alcohol y buena comida, sin ma´s historias-, comentó, contemplando las viandas que había sobre la mesa, para rápidamente dirigir la mirada hacia donde se encontraba Cath. - Supongo que los brujos no podemos dejar de ser brujos ni fuera de las islas-, dijo en tono de broma, dibujando una media sonrisa en los labios. - Por eso casi todos quieren ser uno-, afirmó seguido, remarcando aún más la pícara sonrisa de su rostro.
Una completa exageración. Una reconocible broma para todo el que conociera bien al brujo.
- En fin, por lo general todo el mundo quiere lo mejor. Lo que diferencia a unos de otros es qué considerar como lo mejor-, dijo, antes de encogerse de hombros, y tomar una de las jarras de hidromiel sobre la mesa para servirse un buen trago en una taza.
Fue en ese instante cuando Beor trajo más gente conocía a la mesa, lo que no sabía es que Cath también conociera al bueno de Bio. Y mucho menos que tuvieran una relación tan “estrecha”.
- Por los dioses. Bio, eres todo un seductor. Las tienes loquitas allá donde vas-, bromeó, sabiendo que Catherin lo fulminaría con la mirada.
Por ello, Vinc no dudó en mirar hacia la felina mujer, para asegurarse de que lo hacía. Una vez estuvo seguro de que había logrado su propósito, volvió a mirar hacia Bio.
- Eso, qué te trae por aquí. Espero que como mínimo tomarte unos tragos conmigo-, comentó amable, encantado de volver a ver a un buen tipo como era el vampiro, aprovechando que aún agarraba la jarra de hidromiel para servirle alcohol en una de las tazas vacías. - ¡Vamos! Por los viejos tiempos y por los no tan viejos.
De todos modos, aquello de mascota fue inesperado hasta para el mercenario. Cada vez era más claro que, por si no lo era ya desde un principio, vampiro y gata se llevaban como el perro y… la gata…. Bueno, quizás hubiera sido mejor pensar en otra frase hecha.
- Ya sabes que puedo ser muy rápido cuando me interesa. Y ser un brujo en Sandorai, es una de esas situaciones en las que me gusta ser rápido-, bromeó, marcando una nueva sonrisa en el rostro. - Lo cierto es que tenía que resolver algunos asuntos en casa. Y no podían esperar más-, se sinceró, sin dar demasiados detalles sobre ello. - Y ojalá la polifacética Yennefer hubiera tenido una hija, seguro que esta le hubiera ayudado a controla mejor a su sinvergüenza y único hijo.
De todos modos, había algo de razón en lo que decía el vampiro. Desde hacía tiempo, Vincent sentía que las cosas en Árbol Madre no le terminaban de encajar. El recuerdo le marcaba una historia bien conocida, y vista por él, en persona. Sin embargo, sentía que algo no iba bien. Más le era imposible llegar a concentrarse y encontrar el qué. Se le escapaba la pieza que faltaba en un puzle, que ante sus ojos, estaba del todo completo.
- Y no, no eres el único que parece un felino en noche de luna-, contestó al moreno, levantándose para acercarle la taza de alcohol a Bio, y aprovechando para sentarse entre él y Níniel. - No sé qué demonios pudo pasar para que acabáramos así. Imagino que fue un último regalo de la Tyr de Oblivion antes de reunirse con sus antepasados-, dijo, inclinándose sobre la mesa, antes de encogerse de hombros por segunda vez aquella noche. - Ya daremos con la solución. Seguro que Níniel dará con la clave. Es cuestión de tiempo.
La alta sacerdotisa era buena en su trabajo. De las mejores alquimistas del mundo y además con una gran dominio en magia sanadora. Y además, puede que algún que otro libro en territorio de brujos, de un alquimista que conocía muy bien por los dolores de cabeza que le daba… Entre todos, seguro que se podía hallar una cura.
En cualquier caso, el brujo no tuvo mucho tiempo para pensar sobre aquello.
- Al´theas, compañero, que alegría me da volverte a ver de una pieza y caminando por tu propio pie. La última vez que te vi, ibas camino al Noete con el resto de heridos en combate-, dijo el brujo, en esta ocasión manifestando su felicidad al ver sano al elfo. - Eso, eso. No te dejes nada en el tintero. Cuéntanos que nuevas hay del Norte-, comentó sin perder el ánimo, secundando las palabras de Nín.
Incluso Vincent dio unos toques con su mano sobre la madera de la mesa, para reforzar su palabras y animarlo a hablar, pues estaba deseoso de conocer la historia del espadachín desde que sus caminos se separaran.
- Y así fue. Una temporada me tuvo retenido, pero por ahora estoy libre-, contestó a la sacerdotisa, antes de guiñarle un ojo y plantarle un beso en la mejilla. - Libre para gastar mis nuevas monedas en buena compañía-, terminó por decirle, dedicándole una cálida sonrisa.
Después, el brujo pasó los brazos por encima de los hombros de las chicas, estrujándolas un momento contra su cuerpo antes de soltarlas a su aire, en renovada libertad.
- Ah, echaba de menos un poco de paz. Un poco de alcohol y buena comida, sin ma´s historias-, comentó, contemplando las viandas que había sobre la mesa, para rápidamente dirigir la mirada hacia donde se encontraba Cath. - Supongo que los brujos no podemos dejar de ser brujos ni fuera de las islas-, dijo en tono de broma, dibujando una media sonrisa en los labios. - Por eso casi todos quieren ser uno-, afirmó seguido, remarcando aún más la pícara sonrisa de su rostro.
Una completa exageración. Una reconocible broma para todo el que conociera bien al brujo.
- En fin, por lo general todo el mundo quiere lo mejor. Lo que diferencia a unos de otros es qué considerar como lo mejor-, dijo, antes de encogerse de hombros, y tomar una de las jarras de hidromiel sobre la mesa para servirse un buen trago en una taza.
Fue en ese instante cuando Beor trajo más gente conocía a la mesa, lo que no sabía es que Cath también conociera al bueno de Bio. Y mucho menos que tuvieran una relación tan “estrecha”.
- Por los dioses. Bio, eres todo un seductor. Las tienes loquitas allá donde vas-, bromeó, sabiendo que Catherin lo fulminaría con la mirada.
Por ello, Vinc no dudó en mirar hacia la felina mujer, para asegurarse de que lo hacía. Una vez estuvo seguro de que había logrado su propósito, volvió a mirar hacia Bio.
- Eso, qué te trae por aquí. Espero que como mínimo tomarte unos tragos conmigo-, comentó amable, encantado de volver a ver a un buen tipo como era el vampiro, aprovechando que aún agarraba la jarra de hidromiel para servirle alcohol en una de las tazas vacías. - ¡Vamos! Por los viejos tiempos y por los no tan viejos.
De todos modos, aquello de mascota fue inesperado hasta para el mercenario. Cada vez era más claro que, por si no lo era ya desde un principio, vampiro y gata se llevaban como el perro y… la gata…. Bueno, quizás hubiera sido mejor pensar en otra frase hecha.
- Ya sabes que puedo ser muy rápido cuando me interesa. Y ser un brujo en Sandorai, es una de esas situaciones en las que me gusta ser rápido-, bromeó, marcando una nueva sonrisa en el rostro. - Lo cierto es que tenía que resolver algunos asuntos en casa. Y no podían esperar más-, se sinceró, sin dar demasiados detalles sobre ello. - Y ojalá la polifacética Yennefer hubiera tenido una hija, seguro que esta le hubiera ayudado a controla mejor a su sinvergüenza y único hijo.
De todos modos, había algo de razón en lo que decía el vampiro. Desde hacía tiempo, Vincent sentía que las cosas en Árbol Madre no le terminaban de encajar. El recuerdo le marcaba una historia bien conocida, y vista por él, en persona. Sin embargo, sentía que algo no iba bien. Más le era imposible llegar a concentrarse y encontrar el qué. Se le escapaba la pieza que faltaba en un puzle, que ante sus ojos, estaba del todo completo.
- Y no, no eres el único que parece un felino en noche de luna-, contestó al moreno, levantándose para acercarle la taza de alcohol a Bio, y aprovechando para sentarse entre él y Níniel. - No sé qué demonios pudo pasar para que acabáramos así. Imagino que fue un último regalo de la Tyr de Oblivion antes de reunirse con sus antepasados-, dijo, inclinándose sobre la mesa, antes de encogerse de hombros por segunda vez aquella noche. - Ya daremos con la solución. Seguro que Níniel dará con la clave. Es cuestión de tiempo.
La alta sacerdotisa era buena en su trabajo. De las mejores alquimistas del mundo y además con una gran dominio en magia sanadora. Y además, puede que algún que otro libro en territorio de brujos, de un alquimista que conocía muy bien por los dolores de cabeza que le daba… Entre todos, seguro que se podía hallar una cura.
En cualquier caso, el brujo no tuvo mucho tiempo para pensar sobre aquello.
- Al´theas, compañero, que alegría me da volverte a ver de una pieza y caminando por tu propio pie. La última vez que te vi, ibas camino al Noete con el resto de heridos en combate-, dijo el brujo, en esta ocasión manifestando su felicidad al ver sano al elfo. - Eso, eso. No te dejes nada en el tintero. Cuéntanos que nuevas hay del Norte-, comentó sin perder el ánimo, secundando las palabras de Nín.
Incluso Vincent dio unos toques con su mano sobre la madera de la mesa, para reforzar su palabras y animarlo a hablar, pues estaba deseoso de conocer la historia del espadachín desde que sus caminos se separaran.
Vincent Calhoun
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 974
Nivel de PJ : : 9
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
El elfo haciendo caso a sus compañeros tomo asiento entre ellos mientras el tabernero se ocupaba de servirles la mesa -Ciertamente... la ultima vez que nos vimos fue durante la gran batalla contra aquella dragona... la cual me hizo ganarme un billete de ida al palacio de Dundarak... - Respondió a los que sabían de su destino -Y... habría sido de no retorno... de no ser por las habilidades mágicas de la Suma Encantadora aquí presente...- El semblante del caballero esmeralda se torno mas serio y agacho la cabeza ante Níniel al mismo tiempo que expresaba un -Gracias...- Dijo con sinceridad.
-En cuanto a mi estancia allá... diría que he dormido durante mas de tres semanas... y una mas en cama.. por suerte no estuve solo. Mis padres... Caballero y Sacerdotisa respectivamente... me contaron las noticias sobre la salvación de nuestra tierra... y también de las perdidas...- Hizo una pausa para beber un poco de su jarra.
-No traigo muchas noticias del Norte, sin embargo... he oído que el Rey Rigobert había... fallecido en extrañas circunstancias...- Menciono en un tono que daba a entender que sabia esto no debía de ser noticia, pues algo así se sabría de primera hora en toda Aerandir. -Lo extraño... es que no he presenciado ninguna señal de luto ni allí ni en ninguna parte. A no ser que lo hicieran de forma intima... pero estando de recuperación en el mismo palacio... me pareció raro no ver nada, de hecho... en todo el tiempo que he estado allí... tampoco he oído nada sobre quien seria el nuevo monarca ni posible sucesor... Encogió los hombros ante una idea que se le paso por la cabeza -¿Quizás me lo perdí todo mientras permanecía inconsciente tantos días?... He llegado hoy a Lunargenta, así que no sé mucho mas...y...- En ese momento, Al'theas se percataba de cierta particularidad que le había pasado desapercibido hasta ahora y buscaba la forma de preguntar por el curioso brillo en los ojos que sus camaradas presentaban.
-El detalle de vuestros ojos... ¿es una nueva moda de la que me he perdido mientras dormía por casualidad?... Pregunto el elfo en un tono desenfadado mientras sonreía intrigado.
El haber estado tanto tiempo desconectado del mundo no solo había debilitado su cuerpo, cosa que podía solucionar tras unas pocas semanas de su entrenamiento como Caballero... pero la información sobre el mundo y los cambios que traían como consecuencias de eventos como fue la salvación de Sandorái... era algo que requería mas cuidado y atención, cosa en la que Al'theas esperaba que sus compañeros le facilitaran en aquel agradable banquete.
Al'theas Tinarandel
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 143
Nivel de PJ : : 1
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
-Precisamente hablábamos de ello justo antes de tu llegada.- Hiló Níniel ante el interés del caballero esmeralda por el extraño brillo que emitían los ojos del resto de los allí congregados. -Ha sido algo...problemático, pues como ves es fácil ocultarlo al ir por la calle o simplemente manteniendo las distancias y teniendo un poco de cuidado. Pero no lo es tanto a la hora de entablar una conversación.- La peliblanca intercambió una mirada con su hermana, reafirmando entre ellas aquel último punto, rememorando sin decir palabra sucesos que ambas habían pasado en los últimos días causados por aquel fulgor.
-He estado investigando al respecto y podría llamarlo un exceso de éter residual. -Añadió.- Básicamente aquel último gran resplandor que lanzó la impostora Tyrande fue tan intenso que parte del éter que utilizó, entrelazado con su fijación por nosotros en aquel momento, se nos quedó impregnado, siendo nuestros ojos la zona más afectada. No es nada grave, y poco a poco está desapareciendo. No pasará mucho tiempo antes de poder tratarlo, aunque por el momento es demasiado arriesgado hacerlo. Era poderosa esa condenada mujer...- Sentenció lamentando no tener una cura inmediata para sus amigos, y explicándole a Al´theas quién había sido aquella falsa Tyrande de la que hablaban.
-Bah, tampoco es tan malo. Una miradita y todos saben que soy una de las mejores heroínas desde Scarlet Robe. Me llueven los regalos, las invitaciones y hasta las reverencias.- Se rió. -Algunos de los tenderos que ahora me regalan manzanas y bajan la mirada con respeto, hace un tiempo me tiraban piedras por no tener ni un aero con el que comprarlas... Y mirad qué carne, la mejor de la ciudad.- Desgarró con su fuerte mandíbula un gran pedazo de cerdo asado.
-No es el peor resultado que podríamos haber recibido, eso está claro. Pero estaré más tranquila cuando desaparezca. Puede ser un poco fastidioso, y muy vergonzoso. Solo soy una sacerdotisa de los dragones gemelos, si mi madre supiera que hay una especie de altar delante de la puerta de mi taller...- Debería ser un altar consagrado a los dioses, no a una simple elfa.
-Bueno, las once pedidas de matrimonio sí que han sido...raras.- Volvió a reírse la pelirroja. -Deberíamos haber aceptado las de esos dos hermanos. Eran monos, y muy ricos. ¿Condes de Font...no sé qué dijeron? - Sonrió para Vincent. Aquel era su modo de devolverle la puyita anterior. Níniel bajó la cabeza sonrojada.
-Lo que debería haber hecho es darles una pócima y ponerlos a dormir hasta el año que viene. Hacer esas cosas...Es evidente que la nobleza real no viene con los títulos...- Dijo cohibida. A veces los humanos, eran demasiado humanos para ella. Catherine se rió aún más alto. Le encantaba cuando su hermana lanzaba amenazas así y dejaba de ser perfectamente correcta por un momento.
-Brindemos por los condes de...bueno del sitio aquel.- Alzó su bebida. -Y ya que estamos, por seguir todos, especialmente Nín y yo, de una pieza. Al menos hasta que volvamos a meternos en otro lío bien gordo y mal pagado. -Llevó su jarra al centro con una sonrisa de oreja a oreja y Níniel respondió haciendo lo propio, esbozando una leve sonrisa tras negar lentamente con la cabeza por el modo de brindar de su hermana.
-Chin chin...- Expresó la felina apurando su jarra y dejando salir el aire de sus pulmones en un gran suspiro de satisfacción. Mientras, la sacerdotisa apenas había humedecido sus labios de manera recatada. -Sigamos con el siguiente plato...Pásame las patatas Al'theas, tienen muy buena p...-Comenzó a pedir la gata, siendo interrumpida por la llegada de un hombre de complexión fuerte que desde la espalda de la pelirroja quiso acercarse flanqueado por otro par de individuos.
-¿No sabes que es de mala educación interrumpir a la gente mientras come?- Le espetó cuando aquel individuo aún estaba a un par de pasos de ella, con una mano levemente alzada, seguramente con intención de cogerla por el hombro una vez que hubiese llegado hasta ella... El hombre se detuvo y pareció que aquella capacidad de la felina para detectarlo a pesar de estar de espaldas a él le causó un escalofrío. De hecho, la gata ni se había girado para decirle aquello.
-Vaya...Parece que lo que se dice es cierto...Debes de ser "el fulgor rojo". Tenía razón ¿veis muchachos? ¿Cuántas "Nín" creíais que iba a haber en esta posada, o en la ciudad ya que estamos? Os dije que tenían que ser ellas. No eres la única con un oído muy fino, Catherine "de las garras carmesíes".- Se jactó aquel tipo comenzando a mirar al resto de los allí reunidos. Los otros hicieron lo mismo y pronto el espectáculo que estaban montando comenzó a atraer la atención del resto de clientela del local, que poco a poco fue bajando el nivel de sus propias conversaciones a la vez que más y más rostros se giraban para mirar en aquella dirección, e incluso a levantarse para ver mejor por culpa de aquella columna que ocultaba parcialmente aquella mesa del fondo.
Beor y su hijo mayor se acercaron para tratar de hacer que todo el mundo volviera a lo suyo, incluidos aquellos tres tipos que habían creado aquella situación, pero parecía que ya era tarde para eso. Los cuchicheos sobre la identidad de las personas en aquella mesa del fondo parecían ya imparables.
Al'theas "el admirado", comenzó a poder escucharse. Níniel "conquistadora de la muerte", se pudo oír cerca de una de las chimeneas. Vincent "El centinela de Aerandir", mencionó con respeto un hombre con aspecto de guerrero curtido, acercándose un par de pasos y saludando con una mano en el pecho e inclinando la cabeza.
Más problemas parecía tener la gente con identificar al siempre sigiloso Bio, sin duda al que mejor de los allí presentes le sentaban las sombras. Aún así su identidad también fue rápidamente sospechada. Bio "del último susurro" comentaban algunos parroquianos entre ellos.
-Creo que será mejor que nos retiremos...-Sugirió Níniel entonces a sus compañeros, temiendo lo que podría pasar si permanecían allí más tiempo.
-He estado investigando al respecto y podría llamarlo un exceso de éter residual. -Añadió.- Básicamente aquel último gran resplandor que lanzó la impostora Tyrande fue tan intenso que parte del éter que utilizó, entrelazado con su fijación por nosotros en aquel momento, se nos quedó impregnado, siendo nuestros ojos la zona más afectada. No es nada grave, y poco a poco está desapareciendo. No pasará mucho tiempo antes de poder tratarlo, aunque por el momento es demasiado arriesgado hacerlo. Era poderosa esa condenada mujer...- Sentenció lamentando no tener una cura inmediata para sus amigos, y explicándole a Al´theas quién había sido aquella falsa Tyrande de la que hablaban.
-Bah, tampoco es tan malo. Una miradita y todos saben que soy una de las mejores heroínas desde Scarlet Robe. Me llueven los regalos, las invitaciones y hasta las reverencias.- Se rió. -Algunos de los tenderos que ahora me regalan manzanas y bajan la mirada con respeto, hace un tiempo me tiraban piedras por no tener ni un aero con el que comprarlas... Y mirad qué carne, la mejor de la ciudad.- Desgarró con su fuerte mandíbula un gran pedazo de cerdo asado.
-No es el peor resultado que podríamos haber recibido, eso está claro. Pero estaré más tranquila cuando desaparezca. Puede ser un poco fastidioso, y muy vergonzoso. Solo soy una sacerdotisa de los dragones gemelos, si mi madre supiera que hay una especie de altar delante de la puerta de mi taller...- Debería ser un altar consagrado a los dioses, no a una simple elfa.
-Bueno, las once pedidas de matrimonio sí que han sido...raras.- Volvió a reírse la pelirroja. -Deberíamos haber aceptado las de esos dos hermanos. Eran monos, y muy ricos. ¿Condes de Font...no sé qué dijeron? - Sonrió para Vincent. Aquel era su modo de devolverle la puyita anterior. Níniel bajó la cabeza sonrojada.
-Lo que debería haber hecho es darles una pócima y ponerlos a dormir hasta el año que viene. Hacer esas cosas...Es evidente que la nobleza real no viene con los títulos...- Dijo cohibida. A veces los humanos, eran demasiado humanos para ella. Catherine se rió aún más alto. Le encantaba cuando su hermana lanzaba amenazas así y dejaba de ser perfectamente correcta por un momento.
-Brindemos por los condes de...bueno del sitio aquel.- Alzó su bebida. -Y ya que estamos, por seguir todos, especialmente Nín y yo, de una pieza. Al menos hasta que volvamos a meternos en otro lío bien gordo y mal pagado. -Llevó su jarra al centro con una sonrisa de oreja a oreja y Níniel respondió haciendo lo propio, esbozando una leve sonrisa tras negar lentamente con la cabeza por el modo de brindar de su hermana.
-Chin chin...- Expresó la felina apurando su jarra y dejando salir el aire de sus pulmones en un gran suspiro de satisfacción. Mientras, la sacerdotisa apenas había humedecido sus labios de manera recatada. -Sigamos con el siguiente plato...Pásame las patatas Al'theas, tienen muy buena p...-Comenzó a pedir la gata, siendo interrumpida por la llegada de un hombre de complexión fuerte que desde la espalda de la pelirroja quiso acercarse flanqueado por otro par de individuos.
-¿No sabes que es de mala educación interrumpir a la gente mientras come?- Le espetó cuando aquel individuo aún estaba a un par de pasos de ella, con una mano levemente alzada, seguramente con intención de cogerla por el hombro una vez que hubiese llegado hasta ella... El hombre se detuvo y pareció que aquella capacidad de la felina para detectarlo a pesar de estar de espaldas a él le causó un escalofrío. De hecho, la gata ni se había girado para decirle aquello.
-Vaya...Parece que lo que se dice es cierto...Debes de ser "el fulgor rojo". Tenía razón ¿veis muchachos? ¿Cuántas "Nín" creíais que iba a haber en esta posada, o en la ciudad ya que estamos? Os dije que tenían que ser ellas. No eres la única con un oído muy fino, Catherine "de las garras carmesíes".- Se jactó aquel tipo comenzando a mirar al resto de los allí reunidos. Los otros hicieron lo mismo y pronto el espectáculo que estaban montando comenzó a atraer la atención del resto de clientela del local, que poco a poco fue bajando el nivel de sus propias conversaciones a la vez que más y más rostros se giraban para mirar en aquella dirección, e incluso a levantarse para ver mejor por culpa de aquella columna que ocultaba parcialmente aquella mesa del fondo.
Beor y su hijo mayor se acercaron para tratar de hacer que todo el mundo volviera a lo suyo, incluidos aquellos tres tipos que habían creado aquella situación, pero parecía que ya era tarde para eso. Los cuchicheos sobre la identidad de las personas en aquella mesa del fondo parecían ya imparables.
Al'theas "el admirado", comenzó a poder escucharse. Níniel "conquistadora de la muerte", se pudo oír cerca de una de las chimeneas. Vincent "El centinela de Aerandir", mencionó con respeto un hombre con aspecto de guerrero curtido, acercándose un par de pasos y saludando con una mano en el pecho e inclinando la cabeza.
Más problemas parecía tener la gente con identificar al siempre sigiloso Bio, sin duda al que mejor de los allí presentes le sentaban las sombras. Aún así su identidad también fue rápidamente sospechada. Bio "del último susurro" comentaban algunos parroquianos entre ellos.
-Creo que será mejor que nos retiremos...-Sugirió Níniel entonces a sus compañeros, temiendo lo que podría pasar si permanecían allí más tiempo.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1148
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Sin lugar a dudas aquello era justo lo que necesitaba, un rato agradable entre amigos para pasar el rato y relajarnos un poco, o relajarnos hasta donde nos dejaran -Claro claro- Reí nervioso ante el comentario de Vincent, pues lo de seductor me había tomado fuera de base, estaba muy lejos de ser seductor, aunque el momento pasó rápido gracias a la invitación a beber más, aunque por desgracia también estaba lejos de ser bebedor -Desde luego, como decir que no- Recibí el vaso y fingí echarme un trago para luego ponerlo sobre la mesa.
Se me hacía raro pensar en que el brujo no tuviera una hermana, pero tampoco podía pensar en alguna hermana que recordara -Han de ser ideas mías- La conversación de nuevo se perdió al caer en una mucho más interesante, el tema de los ojos brillantes parecía gustarle mucho a la felina, aunque a mí me dejaba sin muchas posibilidades de sigilo. Escuché con mucha atención las teorías del brujo y la elfa acerca de las posibles causas de aquello, a mí solo me parecía que había estado en el momento incorrecto en el lugar incorrecto.
Las palabras de Niniel me aliviaron bastante -Qué alivio, no quiero quedarme como un faro andante- Y aunque si cambiaba mis estrategias de trabajo me podría aprovechar mucho de aquellos ojos de la manera que mencionaba Cath, mi modo de trabajo dependía de que no supieran quién era yo realmente, por lo que llevar mi identidad estampada en la cara no me parecía un muy buen plan, eso sin mencionar que más de uno querría intentar probar suerte y ganar fama derrotando a un héroe.
Tomé con una sonrisa la segunda ronda de licor que me acercaron y ahora tenía dos enormes vasos llenos esperándome -No me sorprende que haya muerto ese chico, casi gritaba que por favor lo mataran- Dije sin remordimiento alguno, y es que el tipo me había resultado de lo más pesado y desesperante, incluso no me sorprendería que sus mismos soldados le hubiesen puesto punto final a su vida.
Y de pronto, mis peores temores se hicieron realidad, justamente lo que me había venido temiendo desde que me senté en esa mesa había sucedido, me habían acercado un tercer vaso lleno de licor mientras aún tenía los otros dos -Rayos- Murmuré en voz baja justo antes que Catherine de las garras carmesíes tuviera su momento de gloria. De momento parecía una simple charla de intimidación, pero poco a poco parecía que la situación estaba propensa a salirse de control.
Vaya que se han vuelto populares ustedes dos- Le dije a Niniel y su gata aunque luego comencé a reír discretamente ante los apodos que murmuraban de cada uno, completamente seguro de que yo pasaba desapercibido hasta que noté que no era sí -¿Qué los susurros de qué?- Pensé sin decir nada y aguardando un poco más hasta que la misma sacerdotisa muy precavida y cautelosa como siempre, nos alentó a salir de ese lugar, fue entonces cuando vi la cara de preocupación de Beor pensando que le volverían papilla su lugar de trabajo.
No fui el primero en levantarme de la silla, incluso pensaba quedarme hasta el final, pero el más fortachón de aquellos hombres se cruzó de brazos para cortarnos la retirada. Su cuerpo era una masa de músculos y su altura estaba por encima de lo normal, al punto que Catherine parecía una muñeca de trapo frente a él, había que persuadirlos o la situación se saldría de control.
¡Suficiente!- Le di un fuerte golpe a la mesa y me levanté con autoridad -¿Es que nadie les ha enseñado a respetar a las damas?- Señalé a los sujetos hablando un poco más fuerte -¿No les da vergüenza venir a interrumpir a las señoritas a su mesa?- Con aquello nos habíamos ganado en primer lugar la empatía de los presentes que comenzaron a abuchear a los sujetos -Ah pero están de suerte, caballeros, porque si nadie les ha enseñado antes a respetar, hoy en su día- Choqué mis puños con fuerza y los miré fijamente -Hoy alguien les va a enseñar a comportarse- Puse la mano en el hombro de Vincent -Enséñales- Caminé hacia los sujetos -Pero primero salgamos de este lugar, no queremos que haya pedazos de ustedes en las mesas de los clientes- Discretamente, mis palabras estaban desde el inicio, cargadas de magia para persuadirlos de obedecer las instrucciones y salir de ese lugar, a lo que los sujetos accedieron emocionados por un digno enfrentamiento con el Centinela de Aerandir.
Se me hacía raro pensar en que el brujo no tuviera una hermana, pero tampoco podía pensar en alguna hermana que recordara -Han de ser ideas mías- La conversación de nuevo se perdió al caer en una mucho más interesante, el tema de los ojos brillantes parecía gustarle mucho a la felina, aunque a mí me dejaba sin muchas posibilidades de sigilo. Escuché con mucha atención las teorías del brujo y la elfa acerca de las posibles causas de aquello, a mí solo me parecía que había estado en el momento incorrecto en el lugar incorrecto.
Las palabras de Niniel me aliviaron bastante -Qué alivio, no quiero quedarme como un faro andante- Y aunque si cambiaba mis estrategias de trabajo me podría aprovechar mucho de aquellos ojos de la manera que mencionaba Cath, mi modo de trabajo dependía de que no supieran quién era yo realmente, por lo que llevar mi identidad estampada en la cara no me parecía un muy buen plan, eso sin mencionar que más de uno querría intentar probar suerte y ganar fama derrotando a un héroe.
Tomé con una sonrisa la segunda ronda de licor que me acercaron y ahora tenía dos enormes vasos llenos esperándome -No me sorprende que haya muerto ese chico, casi gritaba que por favor lo mataran- Dije sin remordimiento alguno, y es que el tipo me había resultado de lo más pesado y desesperante, incluso no me sorprendería que sus mismos soldados le hubiesen puesto punto final a su vida.
Y de pronto, mis peores temores se hicieron realidad, justamente lo que me había venido temiendo desde que me senté en esa mesa había sucedido, me habían acercado un tercer vaso lleno de licor mientras aún tenía los otros dos -Rayos- Murmuré en voz baja justo antes que Catherine de las garras carmesíes tuviera su momento de gloria. De momento parecía una simple charla de intimidación, pero poco a poco parecía que la situación estaba propensa a salirse de control.
Vaya que se han vuelto populares ustedes dos- Le dije a Niniel y su gata aunque luego comencé a reír discretamente ante los apodos que murmuraban de cada uno, completamente seguro de que yo pasaba desapercibido hasta que noté que no era sí -¿Qué los susurros de qué?- Pensé sin decir nada y aguardando un poco más hasta que la misma sacerdotisa muy precavida y cautelosa como siempre, nos alentó a salir de ese lugar, fue entonces cuando vi la cara de preocupación de Beor pensando que le volverían papilla su lugar de trabajo.
No fui el primero en levantarme de la silla, incluso pensaba quedarme hasta el final, pero el más fortachón de aquellos hombres se cruzó de brazos para cortarnos la retirada. Su cuerpo era una masa de músculos y su altura estaba por encima de lo normal, al punto que Catherine parecía una muñeca de trapo frente a él, había que persuadirlos o la situación se saldría de control.
¡Suficiente!- Le di un fuerte golpe a la mesa y me levanté con autoridad -¿Es que nadie les ha enseñado a respetar a las damas?- Señalé a los sujetos hablando un poco más fuerte -¿No les da vergüenza venir a interrumpir a las señoritas a su mesa?- Con aquello nos habíamos ganado en primer lugar la empatía de los presentes que comenzaron a abuchear a los sujetos -Ah pero están de suerte, caballeros, porque si nadie les ha enseñado antes a respetar, hoy en su día- Choqué mis puños con fuerza y los miré fijamente -Hoy alguien les va a enseñar a comportarse- Puse la mano en el hombro de Vincent -Enséñales- Caminé hacia los sujetos -Pero primero salgamos de este lugar, no queremos que haya pedazos de ustedes en las mesas de los clientes- Discretamente, mis palabras estaban desde el inicio, cargadas de magia para persuadirlos de obedecer las instrucciones y salir de ese lugar, a lo que los sujetos accedieron emocionados por un digno enfrentamiento con el Centinela de Aerandir.
Bio
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 2016
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Y en un visto y no visto, la mesa se había llenado de caras reconocibles entre ellas, con más de una historia a la espalda entre cada uno de ellas, de distinto final y de todas las combinaciones posibles entre los asistentes, la mayoría con ojos brillantes de gato al contraluz de la luna. Era evidente que muchos de los recién llegados a la taberna, que ahora estaban a la vera de Níniel y la acompañaban, buscaban una cura para el mágico y extraño brillo en sus ojos, como el propio Vincent podría ser prueba de ello. Más, claro estaba, el rubio mercenario no solo había venido por esa razón. Tenía muchos días y noches para eso, para encontrar un remedio en donde fuera necesario.
Simplemente había ido hasta allí, porque pasar tiempo con su querida elfa se había vuelto parte de las necesidades de ese poco convencional brujo. Un motivo más para vivir. Una razón más para ser feliz.
- Bueno, si morir en mitad de una batalla tan alejada de tu reino se puede considerar extraño…-, Vincent dejó las palabras en el aire y luego se encogió de hombros. - Pues sí, sería una muerte extraña-, terminó su teatrillo con una típica broma de las suyas. - Aunque no te falta razón-, afirmó más serio. - Sí que es raro que nadie diera con el asesino. Ni viera exactamente como era, ni quien había sido. Es como si al no tan bueno de Rigobert le hubiera partido un rayo en mitad de la noche. Pero en fin, los asuntos de realengo no son de mi incumbencia, a los reyes siempre los quieren matar por una cosa u otra, incluso cuando son buenos reyes y no unos tiranos, así que supongo que alguien encontró el momento y la oportunidad para hacerlo-, terminó por decir, antes de volver a encogerse de hombros y tomar un trago de su hidromiel.
Hubo un tiempo en el que a Vincent el joven rey le pareció alguien capaz de soportar el peso de la corona, pese a su juventud. Lunargenta cambió el peso de ese metálico aro. Allí se llegó al clímax, a la cúspide. Allí obró la magia de esas coronas que acompañaban los grandes títulos sobre la testa de todo ser que no es capaz de tener voluntad y fuerte corazón. Sí, el hechizo había comenzado mucho tiempo atrás, mucho a ntes de que diera comienzo aquella batalla nocturna en la gran urbe de los humanos, pero, esa noche, el cerebro del chico se volvió de brillante oro y su corazón de pura ambición bajo el peso del poder que ostentaba. Esa noche, el chico fue consciente de lo que podría lograr con la fuerza del ejército, y ya no tuvo reparos en usarlo.
Sandorai. Sólo un paso más. El artefacto y acompañar a la Logia. Sólo una excusa más.
- Oh, si fuera una moda al menos sería divertido para un brujo como yo-, manifestó con sarcasmo, ante lo que eran muchos de sus propia sociedad. Ellos y sus “modas”. - Por desgracia, no, es más bien un regalo de la Tyr de Oblivion. Níniel te lo podrá explicar mejor-, comentó, dejando que la sacerdotisa hablara.
Él, en cambio, pensó si había obrado bien desde que la guerra de Lunargenta acabara.
Rigobert era aliado de los humanos, y por ende, también de los brujos en los últimos tiempos que corrían. Los juegos de la política, al mercenario, poco le importaban, Lo que sí le interesaba era que realmente el niño rey fue a ayudar a los elfos y a mantener el equilibrio. A enfrentar la oscuridad que representaban los jinetes, a su manera, como una excusa, pero al menos con la intención de ayudar hasta el momento de pedir compensaciones y condiciones por tal “ayuda” prestada.
Su muerte parecía un final tan desgraciado y turbio, como necesario. Ahorraba todo lo que vendría después de la batalla contra los jinetes, que bien parecía más guerra, esta vez de causa menos justa.
Pero para Vincent, era difícil preguntarse qué habría pasado si no hubiera ayudado al niño a ganar en las murallas y en la batalla por la capital de los humanos. ¿Quizás su mente no se hubiera corrompido? ¿Puede que todo hubiera acabado mejor para el chico, que, después de todo, solo era un niño, si lo hubiera detenido mucho antes?
Ya nunca lo sabría. En la vida, la mayoría de las veces, uno debía conformarse con lograr lo mejor posible, no lo mejor de sus sueños.
- Sí, era poderosa-. Estuvo de acuerdo con Níniel. - Y no, no es lo peor que nos podría haber tocado. Más afecta en gran medida a mi forma de vida, discreta y resolutiva-, afirmó. - Bah, tampoco es para tanto, Pero sí que me gustaría volver a ser el mercenario, sin más. Qué puedo decir, es la vida que me gusta-, dijo medio en broma, quitándole algo de hierro al asunto. - Y, oh, mi dulce Catherine, estás segura de que todas esas pedidas la incluían a vos-, dijo con cierta sorna, regresando la pulla de vuelta a la gata. - Cuántos nobles estarían dispuestos a poner sus almacenes de comida en peligro por casarse. Mmm, no sé, no son tan dados a compartir en tales cantidades, ni siquiera con sus felinas esposas-, terminó por decir, guiñándole un ojo a la gata, con su deber cumplido. - En cambio por la dulce Nin. Ay, me quedaré solo. Pero no pasa nada, bella Catherine, aún nos tendremos el uno al otro-, terminó de bromar con su felina amiga, tomándose todo aquello con humor.
El brujo mercenario no podía sentirse golpeado por la pulla de Cath. Él consideraba que en aquel mundo cada cual era forjador de su propio destino y elegía su propio camino. Nín había elegido hacía tiempo, y sabía que era feliz y no lo cambiaría por unas sábanas de seda. No era una mujer superficial y banal. Más, de todos modos, él nunca la había considerado de su propiedad, así que la gata, no conseguiría gran cosa con aquella información dada.
¿Que si Vinc se pondría triste si algún día la sacerdotisa desapareciera de su vida? Sí, mucho. Pero nunca la forzaría a quedarse con él por garantizar su propia felicidad, porque, en el fondo, así tampoco sería feliz. De joven casi siempre había sido un poco golfo, nadie de un solo amor, pero aún así sabía que cuando elegías a alguien para compartir tu camino debía ser recíproco, o de otro modo no funcionaba y no se le podía llamar amor.
- Pero en fin, yo tampoco quiero ser reclutado para ser un faro de una ciudad cualquiera, buen Bio. Más por el momento, me temo que tendremos que conformarnos con tomar unos tragos a la luz de nuestros propios ojos-, bromeó, antes de darle al gaznate de nuevo. - Por lo menos quiero serlo de una gran urbe-, volvió a bromear, antes de reír.
Sin embargo, desde que tuviera aquellos malditos ojos, parecía que Vincent no podía tener un momento de paz. No uno que durarse lo que deseara, al menos.
- Al menos ellas, porque para mí solo me dejan el centinela. Ya les vale-, dijo en falso tono de molestia. - Tanto luchar para seguir siendo el vigía de una de las torres de la ciudad-, comentó esta vez en broma, cambiando su gesto al real.
Ah. Odiaba toda aquella situación, deseaba volver a ser el desconocido o cuasi desconocido mercenario, pero tampoco podía cabrearse con la gente porque le quisieran por una fama pasajera, y mucho menos por los apodos que le pusieron o dejaran de poner.
En cualquier caso, Níniel tenía razón. Ahora había que salir de allí.
- ¡Es verdad! No podemos tolerar que molesten a unas damas de esta manera. A Al’theas, a Bio y mí, sí, por eso de que nos zurzan por ser varones-, siguió el juego del vampiro. No sabía cómo pensaba librarse de los tipos sin conseguir una pelea, pero quizás surtiera efecto aquella idea de amedrentarlos. - Más no permitiremos que sigan ofendiendo a las chicas. Eh, un momento-, cambió su discurso general hacia el conjunto de los parroquianos para hablar en voz baja con el señor de la voz. - Cómo que les enseñe. ¿Yo solo? ¿Este no es un momento de esos de camaradería y todos esos cuentos?
Y para colmo… ¡Los tíos van y aceptan salir del establecimiento! Pero que mierda de fama era esa, si hasta unos muchachos que no habrían visto una espada querían pegarse con él.
- No habrás. No habrás-, empezó a decir, pero al final no terminó la frase. Ese vampiro era capaz de usar sus artes para buscar una salida… no del todo clara para un brujo como él.
“¿Qué plan tendrá este vampiro?”, pensó Vincent, intentando imaginar cual sería el siguiente paso de Bio.
Lo último que deseaba era una pelea, pues Cath les zurraría de lo lindo y no quería llegar a esos extremos. No los mataría, no con Níniel delante para contener su mal genio si se disparaba, más… tampoco quería que la sacerdotisa tuviera que sanarlos por solamente ser demasiado entusiastas.
- Cómo iba diciendo. No toleraremos esta actitud-, comentó, mientras los chicos empezaban a salir por la puerta. - Por esa razón, ¡una ronda de hidromiel para todos! ¡A cuenta de este humilde servidor! ¡Por los héroes!
Ah claro, siempre había algo mejor y más interesante que unos héroes para unos buenos clientes de taberna. Por supuesto, por la mente del brujo aquello solo pasaba por una distracción que ya pagaría Beor. ¡Qué cojones! Si tenía la posada llena gracias a ellos, al menos que le cubriera el gasto de la retirada como buen compañero ¿no?
Burlas mentales aparte, el mercenario logró su propósito y distrajo a la clientela del interior antes de salir afuera, a encontrarse con los que habían iniciado todo aquello con sus gritos.
- Hey, ya que habéis salido. Mirad, a que es bonito-, dijo, dándoles el broche de cierre de su túnica con capucha. - Podéis decirle a todo el mundo que pertenecía al gran Vincent os dio. ¡Vamos! ¡Id a fardar de ello con vuestros amigos en el interior! Dicen que están repartiendo hidromiel gratis en nuestro nombre-, les comentó.
¿Aquella estrategia funcionaría?
- Y unos chicos tan simpáticos como vosotros, no empañarían nuestros nombres faltando a una celebración en su memoria. A que no-, dijo finalmente, mostrando su mejor medio sonrisa. Tomando a uno de los chicos por el hombro y señalando la puerta de la taberna con un gesto un tanto exagerado, para reforzar sus palabras.
En un momento lo sabrían.
Simplemente había ido hasta allí, porque pasar tiempo con su querida elfa se había vuelto parte de las necesidades de ese poco convencional brujo. Un motivo más para vivir. Una razón más para ser feliz.
- Bueno, si morir en mitad de una batalla tan alejada de tu reino se puede considerar extraño…-, Vincent dejó las palabras en el aire y luego se encogió de hombros. - Pues sí, sería una muerte extraña-, terminó su teatrillo con una típica broma de las suyas. - Aunque no te falta razón-, afirmó más serio. - Sí que es raro que nadie diera con el asesino. Ni viera exactamente como era, ni quien había sido. Es como si al no tan bueno de Rigobert le hubiera partido un rayo en mitad de la noche. Pero en fin, los asuntos de realengo no son de mi incumbencia, a los reyes siempre los quieren matar por una cosa u otra, incluso cuando son buenos reyes y no unos tiranos, así que supongo que alguien encontró el momento y la oportunidad para hacerlo-, terminó por decir, antes de volver a encogerse de hombros y tomar un trago de su hidromiel.
Hubo un tiempo en el que a Vincent el joven rey le pareció alguien capaz de soportar el peso de la corona, pese a su juventud. Lunargenta cambió el peso de ese metálico aro. Allí se llegó al clímax, a la cúspide. Allí obró la magia de esas coronas que acompañaban los grandes títulos sobre la testa de todo ser que no es capaz de tener voluntad y fuerte corazón. Sí, el hechizo había comenzado mucho tiempo atrás, mucho a ntes de que diera comienzo aquella batalla nocturna en la gran urbe de los humanos, pero, esa noche, el cerebro del chico se volvió de brillante oro y su corazón de pura ambición bajo el peso del poder que ostentaba. Esa noche, el chico fue consciente de lo que podría lograr con la fuerza del ejército, y ya no tuvo reparos en usarlo.
Sandorai. Sólo un paso más. El artefacto y acompañar a la Logia. Sólo una excusa más.
- Oh, si fuera una moda al menos sería divertido para un brujo como yo-, manifestó con sarcasmo, ante lo que eran muchos de sus propia sociedad. Ellos y sus “modas”. - Por desgracia, no, es más bien un regalo de la Tyr de Oblivion. Níniel te lo podrá explicar mejor-, comentó, dejando que la sacerdotisa hablara.
Él, en cambio, pensó si había obrado bien desde que la guerra de Lunargenta acabara.
Rigobert era aliado de los humanos, y por ende, también de los brujos en los últimos tiempos que corrían. Los juegos de la política, al mercenario, poco le importaban, Lo que sí le interesaba era que realmente el niño rey fue a ayudar a los elfos y a mantener el equilibrio. A enfrentar la oscuridad que representaban los jinetes, a su manera, como una excusa, pero al menos con la intención de ayudar hasta el momento de pedir compensaciones y condiciones por tal “ayuda” prestada.
Su muerte parecía un final tan desgraciado y turbio, como necesario. Ahorraba todo lo que vendría después de la batalla contra los jinetes, que bien parecía más guerra, esta vez de causa menos justa.
Pero para Vincent, era difícil preguntarse qué habría pasado si no hubiera ayudado al niño a ganar en las murallas y en la batalla por la capital de los humanos. ¿Quizás su mente no se hubiera corrompido? ¿Puede que todo hubiera acabado mejor para el chico, que, después de todo, solo era un niño, si lo hubiera detenido mucho antes?
Ya nunca lo sabría. En la vida, la mayoría de las veces, uno debía conformarse con lograr lo mejor posible, no lo mejor de sus sueños.
- Sí, era poderosa-. Estuvo de acuerdo con Níniel. - Y no, no es lo peor que nos podría haber tocado. Más afecta en gran medida a mi forma de vida, discreta y resolutiva-, afirmó. - Bah, tampoco es para tanto, Pero sí que me gustaría volver a ser el mercenario, sin más. Qué puedo decir, es la vida que me gusta-, dijo medio en broma, quitándole algo de hierro al asunto. - Y, oh, mi dulce Catherine, estás segura de que todas esas pedidas la incluían a vos-, dijo con cierta sorna, regresando la pulla de vuelta a la gata. - Cuántos nobles estarían dispuestos a poner sus almacenes de comida en peligro por casarse. Mmm, no sé, no son tan dados a compartir en tales cantidades, ni siquiera con sus felinas esposas-, terminó por decir, guiñándole un ojo a la gata, con su deber cumplido. - En cambio por la dulce Nin. Ay, me quedaré solo. Pero no pasa nada, bella Catherine, aún nos tendremos el uno al otro-, terminó de bromar con su felina amiga, tomándose todo aquello con humor.
El brujo mercenario no podía sentirse golpeado por la pulla de Cath. Él consideraba que en aquel mundo cada cual era forjador de su propio destino y elegía su propio camino. Nín había elegido hacía tiempo, y sabía que era feliz y no lo cambiaría por unas sábanas de seda. No era una mujer superficial y banal. Más, de todos modos, él nunca la había considerado de su propiedad, así que la gata, no conseguiría gran cosa con aquella información dada.
¿Que si Vinc se pondría triste si algún día la sacerdotisa desapareciera de su vida? Sí, mucho. Pero nunca la forzaría a quedarse con él por garantizar su propia felicidad, porque, en el fondo, así tampoco sería feliz. De joven casi siempre había sido un poco golfo, nadie de un solo amor, pero aún así sabía que cuando elegías a alguien para compartir tu camino debía ser recíproco, o de otro modo no funcionaba y no se le podía llamar amor.
- Pero en fin, yo tampoco quiero ser reclutado para ser un faro de una ciudad cualquiera, buen Bio. Más por el momento, me temo que tendremos que conformarnos con tomar unos tragos a la luz de nuestros propios ojos-, bromeó, antes de darle al gaznate de nuevo. - Por lo menos quiero serlo de una gran urbe-, volvió a bromear, antes de reír.
Sin embargo, desde que tuviera aquellos malditos ojos, parecía que Vincent no podía tener un momento de paz. No uno que durarse lo que deseara, al menos.
- Al menos ellas, porque para mí solo me dejan el centinela. Ya les vale-, dijo en falso tono de molestia. - Tanto luchar para seguir siendo el vigía de una de las torres de la ciudad-, comentó esta vez en broma, cambiando su gesto al real.
Ah. Odiaba toda aquella situación, deseaba volver a ser el desconocido o cuasi desconocido mercenario, pero tampoco podía cabrearse con la gente porque le quisieran por una fama pasajera, y mucho menos por los apodos que le pusieron o dejaran de poner.
En cualquier caso, Níniel tenía razón. Ahora había que salir de allí.
- ¡Es verdad! No podemos tolerar que molesten a unas damas de esta manera. A Al’theas, a Bio y mí, sí, por eso de que nos zurzan por ser varones-, siguió el juego del vampiro. No sabía cómo pensaba librarse de los tipos sin conseguir una pelea, pero quizás surtiera efecto aquella idea de amedrentarlos. - Más no permitiremos que sigan ofendiendo a las chicas. Eh, un momento-, cambió su discurso general hacia el conjunto de los parroquianos para hablar en voz baja con el señor de la voz. - Cómo que les enseñe. ¿Yo solo? ¿Este no es un momento de esos de camaradería y todos esos cuentos?
Y para colmo… ¡Los tíos van y aceptan salir del establecimiento! Pero que mierda de fama era esa, si hasta unos muchachos que no habrían visto una espada querían pegarse con él.
- No habrás. No habrás-, empezó a decir, pero al final no terminó la frase. Ese vampiro era capaz de usar sus artes para buscar una salida… no del todo clara para un brujo como él.
“¿Qué plan tendrá este vampiro?”, pensó Vincent, intentando imaginar cual sería el siguiente paso de Bio.
Lo último que deseaba era una pelea, pues Cath les zurraría de lo lindo y no quería llegar a esos extremos. No los mataría, no con Níniel delante para contener su mal genio si se disparaba, más… tampoco quería que la sacerdotisa tuviera que sanarlos por solamente ser demasiado entusiastas.
- Cómo iba diciendo. No toleraremos esta actitud-, comentó, mientras los chicos empezaban a salir por la puerta. - Por esa razón, ¡una ronda de hidromiel para todos! ¡A cuenta de este humilde servidor! ¡Por los héroes!
Ah claro, siempre había algo mejor y más interesante que unos héroes para unos buenos clientes de taberna. Por supuesto, por la mente del brujo aquello solo pasaba por una distracción que ya pagaría Beor. ¡Qué cojones! Si tenía la posada llena gracias a ellos, al menos que le cubriera el gasto de la retirada como buen compañero ¿no?
Burlas mentales aparte, el mercenario logró su propósito y distrajo a la clientela del interior antes de salir afuera, a encontrarse con los que habían iniciado todo aquello con sus gritos.
- Hey, ya que habéis salido. Mirad, a que es bonito-, dijo, dándoles el broche de cierre de su túnica con capucha. - Podéis decirle a todo el mundo que pertenecía al gran Vincent os dio. ¡Vamos! ¡Id a fardar de ello con vuestros amigos en el interior! Dicen que están repartiendo hidromiel gratis en nuestro nombre-, les comentó.
¿Aquella estrategia funcionaría?
- Y unos chicos tan simpáticos como vosotros, no empañarían nuestros nombres faltando a una celebración en su memoria. A que no-, dijo finalmente, mostrando su mejor medio sonrisa. Tomando a uno de los chicos por el hombro y señalando la puerta de la taberna con un gesto un tanto exagerado, para reforzar sus palabras.
En un momento lo sabrían.
Vincent Calhoun
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 974
Nivel de PJ : : 9
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
-Ya veo... si es algo temporal, entonces no hay porque preocuparse, mientras tanto... podéis aprovechar para presumir de vuestros hermosos ojos...- Bromeo, coincidiendo con la sorna de Catherine al mismo tiempo que pretendía restarle preocupación a los presentes por la curiosa naturaleza de sus ojos. -A fin de cuentas... si la gente os tienen en tan autoestima tras vuestras heroicidades... la seguirán teniendo con o sin luceros en vuestros ojos- Sentencio.
Aquella noche estaba sirviendo no solo como intercambio y actualizaciones sobre la actualidad, también como intercambio de opiniones de grandes giros de la historia, como lo fue el asesinato del rey -Ciertamente... el genio del joven rey Rigobert daba para granjearse mas de un enemigo... pero... aun así era un niño, aun estaba a tiempo de demostrar si podía convertirse en un buen rey o no... pero ahora nunca lo sabremos, ni tampoco sabremos si es mejor no averiguarlo...- Dijo en respuesta a Vincent y a Bio antes de darle un sorbo a su jarra y desviando su mirada de forma involuntaria a los tres vasos que el vampiro estaba acumulando... haciéndole gracia cuando recordó su naturaleza como no-muerto.
La velada estaba siendo agradable, pero por desgracia aquello no parecía que fuese a durar mucho mas... cuando aparecieron un grupo de gente que... en boca de uno de ellos, les había reconocido por los nombres heroicos que toda Aerandir parecía conocer.
Al'theas se mostró tenso, no se levanto ni tampoco se digno a girarse para verles la cara a aquellos individuos sin invitación ni aparente educación... pero tampoco los estaba ignorando. ¿Ha que habían venido? ¿acaso solo eran un grupo de muchachos demasiado entusiasmados como para recordar los buenos modos?... ¿gente a los que debían algo? ¿o por otro lado un grupo demasiado borrachos como para ver con quienes se estaban metiendo?.
-No logro averiguar que pretendéis viniendo aquí con esos aires... pero si lo que pretendéis es sorprender a alguien... metiéndoos con gente que ha luchado contra muertos vivientes... dragones destruye mundos... y seres de otros planos... no es la mejor idea si se piensa en salir vivo para contarlo...- Dijo el caballero en un tono menos amistoso, contrario al afable Vincent pero sin llegar a ser tan autoritario como Bio.
Aquella intrusión había irritado claramente al elfo, de repente la comida y la bebida sabían amargas, estaba cansado de un largo viaje tras haber guardado cama mas tiempo de lo que le habría gustado y no tenia ganas de muchas tonterías.
Por suerte, a Vincent se le ocurrió la idea de montarse su propia escena junto con Bio para convencer a aquellos intrusos a salir fuera de la taberna, la idea era buena... pero siempre estaba la posibilidad de que aquello no saliera del todo bien...
-Beor...- Al'theas pronuncio el nombre del tabernero para llamar su atención, cuya expresión parecía preocupada por el bienestar de su establecimiento, el cual acudió al elfo mientras este se levantaba de la silla -¿Sabes de una salida trasera o algo así para las damas?... las escoltare y nos reuniremos con los demás fuera, no creo que vaya a ocurrir nada... pero así no temerás por lo que pueda pasar en tu taberna- Por un momento le resulto curioso el incluir a Catherine en la definición de "dama", sobre todo porque junto a Níniel ambas eran mas que capaces de defenderse solas, sin embargo... el instinto protector del caballero es mucho mas obstinado y prevalece frente a la lógica, negándose a dejar nada al azar.
-Creo... creo que si... síganme- Dijo titubeante el tabernero, mientras les hacia señas al resto para que le siguieran.
Al'theas asintió a Níniel y a Catherine, dispuesto a encabezar la marcha y a usar su escudo y su espada de ser necesario al salir de allí, pues la idea de que aquellos sujetos pudieran ser algo mas que simples fanáticos y tuviesen a varios mas rodeando la taberna y a la espera con quien sabe que intenciones... había llegado a su cabeza como una flecha perdida que no podía ignorar.
Aquella noche estaba sirviendo no solo como intercambio y actualizaciones sobre la actualidad, también como intercambio de opiniones de grandes giros de la historia, como lo fue el asesinato del rey -Ciertamente... el genio del joven rey Rigobert daba para granjearse mas de un enemigo... pero... aun así era un niño, aun estaba a tiempo de demostrar si podía convertirse en un buen rey o no... pero ahora nunca lo sabremos, ni tampoco sabremos si es mejor no averiguarlo...- Dijo en respuesta a Vincent y a Bio antes de darle un sorbo a su jarra y desviando su mirada de forma involuntaria a los tres vasos que el vampiro estaba acumulando... haciéndole gracia cuando recordó su naturaleza como no-muerto.
La velada estaba siendo agradable, pero por desgracia aquello no parecía que fuese a durar mucho mas... cuando aparecieron un grupo de gente que... en boca de uno de ellos, les había reconocido por los nombres heroicos que toda Aerandir parecía conocer.
Al'theas se mostró tenso, no se levanto ni tampoco se digno a girarse para verles la cara a aquellos individuos sin invitación ni aparente educación... pero tampoco los estaba ignorando. ¿Ha que habían venido? ¿acaso solo eran un grupo de muchachos demasiado entusiasmados como para recordar los buenos modos?... ¿gente a los que debían algo? ¿o por otro lado un grupo demasiado borrachos como para ver con quienes se estaban metiendo?.
-No logro averiguar que pretendéis viniendo aquí con esos aires... pero si lo que pretendéis es sorprender a alguien... metiéndoos con gente que ha luchado contra muertos vivientes... dragones destruye mundos... y seres de otros planos... no es la mejor idea si se piensa en salir vivo para contarlo...- Dijo el caballero en un tono menos amistoso, contrario al afable Vincent pero sin llegar a ser tan autoritario como Bio.
Aquella intrusión había irritado claramente al elfo, de repente la comida y la bebida sabían amargas, estaba cansado de un largo viaje tras haber guardado cama mas tiempo de lo que le habría gustado y no tenia ganas de muchas tonterías.
Por suerte, a Vincent se le ocurrió la idea de montarse su propia escena junto con Bio para convencer a aquellos intrusos a salir fuera de la taberna, la idea era buena... pero siempre estaba la posibilidad de que aquello no saliera del todo bien...
-Beor...- Al'theas pronuncio el nombre del tabernero para llamar su atención, cuya expresión parecía preocupada por el bienestar de su establecimiento, el cual acudió al elfo mientras este se levantaba de la silla -¿Sabes de una salida trasera o algo así para las damas?... las escoltare y nos reuniremos con los demás fuera, no creo que vaya a ocurrir nada... pero así no temerás por lo que pueda pasar en tu taberna- Por un momento le resulto curioso el incluir a Catherine en la definición de "dama", sobre todo porque junto a Níniel ambas eran mas que capaces de defenderse solas, sin embargo... el instinto protector del caballero es mucho mas obstinado y prevalece frente a la lógica, negándose a dejar nada al azar.
-Creo... creo que si... síganme- Dijo titubeante el tabernero, mientras les hacia señas al resto para que le siguieran.
Al'theas asintió a Níniel y a Catherine, dispuesto a encabezar la marcha y a usar su escudo y su espada de ser necesario al salir de allí, pues la idea de que aquellos sujetos pudieran ser algo mas que simples fanáticos y tuviesen a varios mas rodeando la taberna y a la espera con quien sabe que intenciones... había llegado a su cabeza como una flecha perdida que no podía ignorar.
Al'theas Tinarandel
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 143
Nivel de PJ : : 1
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Como era de esperar de la clientela de una posada popular en la mayor y más variopinta de las ciudades de Aerandir, había personas de todo tipo allí congregadas. Algunos parecían simples ciudadanos, tenderos, comerciantes, artesanos o trabajadores de los establos y granjas que rodeaban la ciudad. Otros parecían aventureros, cazatesoros o viajeros curtidos que no se hacían a la carretera sin prepararse bien para los peligros habituales de un mundo que parecía cada vez menos seguro... Pero todos, absolutamente todos, aunque por razones tan diferentes como sus vidas y profesiones, observaban atentos cómo se desarrollaban los acontecimientos.
Con alivio o decepción según el caso fueron testigos, aunque difícilmente alguno se daría cuenta, de la habilidad con la voz de Bio para manipular la voluntad de las personas. Una habilidad que a Níniel siempre le ponía los pelos de punta, incluso cuando no la usaba dirigida hacia ella. Era una sensación similar a sentir un trozo de hielo deslizándose por su piel, ya que era un poder nacido de una poderosa maldición.
También podrían ver como el siempre atento hacia los demás Vincent buscaba rebajar la tensión y que la cosa no se saliera de control, al menos allí dentro. La peliblanca intuía que buscaba evitar daños colaterales al local, y en cierto modo, proteger a aquellos tipos, pues, como bien señaló Al'theas: buscarle las cosquillas a aquel grupo concreto no parecía la idea más inteligente. Si buscaban ganar fama o notoriedad a su costa siendo meros humanos del montón...era como enfrentar a un gran dragón anciano con una espada herrumbrosa como única arma.
-Damas esto, señoritas aquello...-Refunfuño Catherine cansada ya de que todo el mundo se refiriera de ese modo a ella en aquel contexto. -Si no salí por la puerta de atrás al enfrentarme a esa elfa, ya me dirás tú por qué voy a hacerlo...ahora ¿HIC!- Hipó con la jarra de bebida en la mano y señalando con ella al caballero esmeralda mientras que Vincent y Bio parecían lograr con éxito el llevarse a aquellos buscapleitos afuera. -Claro que solo había una puerta de todos modos.- Se rió. -Te voy a demostrar de lo que soy capaz. Te apuesto un trago a que puedo tumbarlos de un solo golpe.- Fanfarroneó dispuesta a ir tras ellos mientras que su hermana se acercaba a ella y, tomándola por la mano, la instaba a moverse en la dirección contraria y a seguir al elfo en armadura pesada y al dueño del establecimiento.
-¿Cuántas jarras has bebido Cath?- Le preguntó Níniel al verla algo perjudicada. A la felina enseguida se le subía a la cabeza. No podía pretender beber lo mismo que hombres de ochenta kilos de peso siendo como era apenas más alta que un niño de once o doce años, por muy mujer bestia que fuera.
-Solo dos...ah no, trés. Pero esa fue culpa de Beor, tardó mucho en traer la comida.- Níniel negó con la cabeza. Normalmente se controlaba con la bebida aunque le gustara. Seguramente se había dejado llevar al ver a los demás. -Pero estoy bien, no te...¡HIC! No es nada en serio, estoy bien.- Repitió mientras cruzaban la barra de la posada, y luego la zona de cocina y almacén tras la misma. Saliendo a la agradablemente fresca noche por la parte trasera de la posada, un pequeño patio trasero amurallado con un par de pequeños edificios anexos y una entrada que daba a la calle a través de un arco de piedra y un portón de madera. Uno de aquellos edificios era la bodega, el otro un cobertizo para guardar toda clase de cosas. No había nadie allí, aunque podían escucharse las voces provenientes del interior de la posada y de la gente que paseaba por las calles aledañas.
-Parece bastante tranquilo aquí. ¿Pero está bien que nosotras busquemos pasar desapercibidas mientras que vosotros lidiais con todo ese jaleo?- Quiso saber la sacerdotisa al ver a elfo y humano más que dispuestos a terminar de zanjar el asunto, tanto dentro como fuera de la posada.
En ese momento un fuerte estruendo cercano se escuchó, silenciando cualquier conversación. Lentamente una cada vez más gruesa columna de humo pudo ser visible desde dónde estaban. Su origen parecía ser la parte frontal de la posada.
-¿Impresionado Centinela?- Espetó aquel hombre de gran tamaño sonriendo socarrón, aunque no lo suficiente como para ocultar un extraño nerviosismo. El y su grupo habían despreciado las ofrendas de paz del brujo y, tras obedecer las órdenes de la voz de Bio, parecían ahora más que dispuestos a que aquello no se resolviera por las buenas. Peor aún ¿Cómo había sido capaz de hacer aquello? Parecía un humano, fuerte pero humano. Ni siquiera había ofrecido resistencia al pelinegro... ¿Cómo había logrado lanzar una bola de fuego más que decente directamente hacia aquel altar improvisado frente a la casa de Níniel? -No eres el único con poderes de fuego...- Volvió a jactarse, tomando un posición de lanzamiento de lo más extraña y muy poco profesional. Tras él, sus dos compañeros desenvainaron sendas espadas de pobre calidad y sacaron cada uno un frasco de cristal muy elaborado y que contenía un líquido dorado. Uno de ellos apuró su contenido de un trago mientras que el otro lo miraba inseguro.
-¿Lo notas? Le preguntó el gigantón. ¿Y tú a qué esperas? bebe ya. Cuando los hayamos derrotado seremos famosos, y muy ricos...- Animó justo cuando el primero de sus compañeros, aquel que había bebido de su frasco emitió un grito de satisfacción.
-Lo noto...es el poder de los héroes...Esa mujer no mentía...- Dijo casi gritando y deslizando su mano por el filo de su pobre espada, la cual para sorpresa de todos, incluida la suya, comenzó a brillar imbuida de luz. En su rostro se dibujó una enorme sonrisa maravillada.
Para empeoras las cosas, no todo el mundo dentro de la posada creyó que una bebida gratis a la salud de los héroes fuese mejor que verlos luchar. Pronto algunos de ellos saldrían para ver de primera mano en qué acababa todo aquello. Y verían en primara fila como una bola de fuego se dirigía hacia ellos.
Con alivio o decepción según el caso fueron testigos, aunque difícilmente alguno se daría cuenta, de la habilidad con la voz de Bio para manipular la voluntad de las personas. Una habilidad que a Níniel siempre le ponía los pelos de punta, incluso cuando no la usaba dirigida hacia ella. Era una sensación similar a sentir un trozo de hielo deslizándose por su piel, ya que era un poder nacido de una poderosa maldición.
También podrían ver como el siempre atento hacia los demás Vincent buscaba rebajar la tensión y que la cosa no se saliera de control, al menos allí dentro. La peliblanca intuía que buscaba evitar daños colaterales al local, y en cierto modo, proteger a aquellos tipos, pues, como bien señaló Al'theas: buscarle las cosquillas a aquel grupo concreto no parecía la idea más inteligente. Si buscaban ganar fama o notoriedad a su costa siendo meros humanos del montón...era como enfrentar a un gran dragón anciano con una espada herrumbrosa como única arma.
-Damas esto, señoritas aquello...-Refunfuño Catherine cansada ya de que todo el mundo se refiriera de ese modo a ella en aquel contexto. -Si no salí por la puerta de atrás al enfrentarme a esa elfa, ya me dirás tú por qué voy a hacerlo...ahora ¿HIC!- Hipó con la jarra de bebida en la mano y señalando con ella al caballero esmeralda mientras que Vincent y Bio parecían lograr con éxito el llevarse a aquellos buscapleitos afuera. -Claro que solo había una puerta de todos modos.- Se rió. -Te voy a demostrar de lo que soy capaz. Te apuesto un trago a que puedo tumbarlos de un solo golpe.- Fanfarroneó dispuesta a ir tras ellos mientras que su hermana se acercaba a ella y, tomándola por la mano, la instaba a moverse en la dirección contraria y a seguir al elfo en armadura pesada y al dueño del establecimiento.
-¿Cuántas jarras has bebido Cath?- Le preguntó Níniel al verla algo perjudicada. A la felina enseguida se le subía a la cabeza. No podía pretender beber lo mismo que hombres de ochenta kilos de peso siendo como era apenas más alta que un niño de once o doce años, por muy mujer bestia que fuera.
-Solo dos...ah no, trés. Pero esa fue culpa de Beor, tardó mucho en traer la comida.- Níniel negó con la cabeza. Normalmente se controlaba con la bebida aunque le gustara. Seguramente se había dejado llevar al ver a los demás. -Pero estoy bien, no te...¡HIC! No es nada en serio, estoy bien.- Repitió mientras cruzaban la barra de la posada, y luego la zona de cocina y almacén tras la misma. Saliendo a la agradablemente fresca noche por la parte trasera de la posada, un pequeño patio trasero amurallado con un par de pequeños edificios anexos y una entrada que daba a la calle a través de un arco de piedra y un portón de madera. Uno de aquellos edificios era la bodega, el otro un cobertizo para guardar toda clase de cosas. No había nadie allí, aunque podían escucharse las voces provenientes del interior de la posada y de la gente que paseaba por las calles aledañas.
-Parece bastante tranquilo aquí. ¿Pero está bien que nosotras busquemos pasar desapercibidas mientras que vosotros lidiais con todo ese jaleo?- Quiso saber la sacerdotisa al ver a elfo y humano más que dispuestos a terminar de zanjar el asunto, tanto dentro como fuera de la posada.
En ese momento un fuerte estruendo cercano se escuchó, silenciando cualquier conversación. Lentamente una cada vez más gruesa columna de humo pudo ser visible desde dónde estaban. Su origen parecía ser la parte frontal de la posada.
***********************
-¿Impresionado Centinela?- Espetó aquel hombre de gran tamaño sonriendo socarrón, aunque no lo suficiente como para ocultar un extraño nerviosismo. El y su grupo habían despreciado las ofrendas de paz del brujo y, tras obedecer las órdenes de la voz de Bio, parecían ahora más que dispuestos a que aquello no se resolviera por las buenas. Peor aún ¿Cómo había sido capaz de hacer aquello? Parecía un humano, fuerte pero humano. Ni siquiera había ofrecido resistencia al pelinegro... ¿Cómo había logrado lanzar una bola de fuego más que decente directamente hacia aquel altar improvisado frente a la casa de Níniel? -No eres el único con poderes de fuego...- Volvió a jactarse, tomando un posición de lanzamiento de lo más extraña y muy poco profesional. Tras él, sus dos compañeros desenvainaron sendas espadas de pobre calidad y sacaron cada uno un frasco de cristal muy elaborado y que contenía un líquido dorado. Uno de ellos apuró su contenido de un trago mientras que el otro lo miraba inseguro.
-¿Lo notas? Le preguntó el gigantón. ¿Y tú a qué esperas? bebe ya. Cuando los hayamos derrotado seremos famosos, y muy ricos...- Animó justo cuando el primero de sus compañeros, aquel que había bebido de su frasco emitió un grito de satisfacción.
-Lo noto...es el poder de los héroes...Esa mujer no mentía...- Dijo casi gritando y deslizando su mano por el filo de su pobre espada, la cual para sorpresa de todos, incluida la suya, comenzó a brillar imbuida de luz. En su rostro se dibujó una enorme sonrisa maravillada.
Para empeoras las cosas, no todo el mundo dentro de la posada creyó que una bebida gratis a la salud de los héroes fuese mejor que verlos luchar. Pronto algunos de ellos saldrían para ver de primera mano en qué acababa todo aquello. Y verían en primara fila como una bola de fuego se dirigía hacia ellos.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1148
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
De momento todo parecía ir de acuerdo al plan. De hecho, respiré con mayor tranquilidad cuando a pesar de las quejas de una destruida Catherine, el elfo logró llevarse a las chicas a otro lado. Sacar a la gata de ese lugar era indispensable para evitar heridos, y con heridos me refería a aquellos sujetos a los que, una vez afuera pensaba enviar a casa a la primera oportunidad con algún fuerte dolor de cabeza.
No, como crees, yo no, me ofendes, sería incapaz de… no, para nada- Le respondí al brujo con una sonrisa maliciosa -Bueno... tal vez- Murmuré mientras seguía avanzando al tiempo que el rubio intentaba mermar la situación brindando algunas copas.
Al salir del local me recosté junto a la puerta para animar a Vincent y analizar a los sujetos que no parecían ser nada de qué preocuparse, al menos por ahora -Tranquilo, vamos a estar bien- Dije antes que uno de los sujetos se revelara como otro brujo de fuego -Estúpido fuego, como lo odio- Murmuré de mala gana antes de fastidiarme cuando la gente de la posada comenzara a salir a curiosear -Vuelvan adentro, no hay nada que ver- Dije con una cantidad moderada y sutil de magia de voz para que sus acciones no se sintieran forzadas, sino que pareciera que ellos mismos lo deseaban, sin embargo, no me obedecieron.
Miré extrañado y decidí hacer una segunda prueba mientras aquel pirómano nos amenazaba -Ya ha sido suficiente ruido, vayan a casa- Esta vez la orden era más fuerte y con un mayor uso de magia sin embargo, tan solo se quedaron paralizados como si sus mentes entraran en conflicto, sacudieron sus cabezas y continuaron sin obedecerme -Algo no anda bien- Le dije al brujo mientras me acercaba un poco a su posición -Creo que estos tipos son meras marionetas, podría haber alguien detrás- Realmente esperaba estar equivocados, pero era bastante difícil que alguien se resistiera a mi magia.
De hecho, que la gente común de la posada ignorara mi orden ya me había dejado en alerta, o sus mentes eran inusualmente poderosas, o alguien más les ordenaba lo contrario. Miré en todas direcciones en busca de algún indicio, si alguien había planeado aquel espectáculo, seguramente estaría mirando desde algún lugar cercano.
Procura no matarlos, tal vez ni siquiera estén conscientes de lo que hacen- Le dije al brujo antes de ver cómo uno de los atacantes nos lanzaba una bola de fuego -¡Ay caramba!- Me agaché y di una voltereta rodando en el piso, rápidamente miré hacia la entrada de la cueva y grité a los presentes -¡Abajo!- Esta vez dependían de su propia capacidad de reacción, pues incluso los más poderosos usuarios de magia de voz eran incapaces de luchar contra el instinto 1de autopreservación.
“¡Vincent, Detenla!” Le grité con la mirada al brujo, anticipando que los curiosos tal vez no lograran reaccionar a tiempo, y aunque no le había dicho cómo hacerlo (ni se me ocurría manera alguna) él era un experimentado usuario de fuego, tendría que saber qué hacer… ¿o no?
De cualquier manera, no podía permitir un segundo ataque como ese así que puse a prueba mi agilidad para lanzarme contra aquel usuario de fuego mientras sacaba de la parte posterior de mi pantalón un arma muy particular que había obtenido en la Batalla del Árbol Madre, una que era capaz de causar el dolor de una herida sin que hiciera falta la herida misma.
Destapé el pequeño frasco y una especie de masa gelatinoza y oscura tomó la forma de una daga negra que desprendía un aura bastante tétrica. [1] El brujo rodeó sus manos con fuego y me arrojó una esfera que me dejó humeando el cabello aunque afortunadamente logré evitarla rodando hacia un lado para luego impulsarme de nuevo al frente.
Unos pocos segundos bastaron para alcanzarlo y hacer un corte visceral y sin piedad en su abdomen, seguido de otro en su cuello que lo hicieron gritar con las manos en su abdomen y luego en su cuello como si se desangrara aunque realmente no había ninguna herida. Desde luego ante semejante shock no tardó mucho en desplomarse con la mirada perdida y algunos espasmos en las extremidades.
Fue entonces cuando volví la vista hacia la entrada de la taberna preparado para lo peor pero esperando que mi barbudo amigo hubiera logrado mitigar los efectos de aquella poderosa bola de fuego. Mis ojos se abrieron como platos, había gritos y mucho humo pero aún no alcanzaba a ver el resultado de aquella amenaza…
[1] Uso mi daga de Emergencia contra el brujo de fuego No, como crees, yo no, me ofendes, sería incapaz de… no, para nada- Le respondí al brujo con una sonrisa maliciosa -Bueno... tal vez- Murmuré mientras seguía avanzando al tiempo que el rubio intentaba mermar la situación brindando algunas copas.
Al salir del local me recosté junto a la puerta para animar a Vincent y analizar a los sujetos que no parecían ser nada de qué preocuparse, al menos por ahora -Tranquilo, vamos a estar bien- Dije antes que uno de los sujetos se revelara como otro brujo de fuego -Estúpido fuego, como lo odio- Murmuré de mala gana antes de fastidiarme cuando la gente de la posada comenzara a salir a curiosear -Vuelvan adentro, no hay nada que ver- Dije con una cantidad moderada y sutil de magia de voz para que sus acciones no se sintieran forzadas, sino que pareciera que ellos mismos lo deseaban, sin embargo, no me obedecieron.
Miré extrañado y decidí hacer una segunda prueba mientras aquel pirómano nos amenazaba -Ya ha sido suficiente ruido, vayan a casa- Esta vez la orden era más fuerte y con un mayor uso de magia sin embargo, tan solo se quedaron paralizados como si sus mentes entraran en conflicto, sacudieron sus cabezas y continuaron sin obedecerme -Algo no anda bien- Le dije al brujo mientras me acercaba un poco a su posición -Creo que estos tipos son meras marionetas, podría haber alguien detrás- Realmente esperaba estar equivocados, pero era bastante difícil que alguien se resistiera a mi magia.
De hecho, que la gente común de la posada ignorara mi orden ya me había dejado en alerta, o sus mentes eran inusualmente poderosas, o alguien más les ordenaba lo contrario. Miré en todas direcciones en busca de algún indicio, si alguien había planeado aquel espectáculo, seguramente estaría mirando desde algún lugar cercano.
Procura no matarlos, tal vez ni siquiera estén conscientes de lo que hacen- Le dije al brujo antes de ver cómo uno de los atacantes nos lanzaba una bola de fuego -¡Ay caramba!- Me agaché y di una voltereta rodando en el piso, rápidamente miré hacia la entrada de la cueva y grité a los presentes -¡Abajo!- Esta vez dependían de su propia capacidad de reacción, pues incluso los más poderosos usuarios de magia de voz eran incapaces de luchar contra el instinto 1de autopreservación.
“¡Vincent, Detenla!” Le grité con la mirada al brujo, anticipando que los curiosos tal vez no lograran reaccionar a tiempo, y aunque no le había dicho cómo hacerlo (ni se me ocurría manera alguna) él era un experimentado usuario de fuego, tendría que saber qué hacer… ¿o no?
De cualquier manera, no podía permitir un segundo ataque como ese así que puse a prueba mi agilidad para lanzarme contra aquel usuario de fuego mientras sacaba de la parte posterior de mi pantalón un arma muy particular que había obtenido en la Batalla del Árbol Madre, una que era capaz de causar el dolor de una herida sin que hiciera falta la herida misma.
Destapé el pequeño frasco y una especie de masa gelatinoza y oscura tomó la forma de una daga negra que desprendía un aura bastante tétrica. [1] El brujo rodeó sus manos con fuego y me arrojó una esfera que me dejó humeando el cabello aunque afortunadamente logré evitarla rodando hacia un lado para luego impulsarme de nuevo al frente.
Unos pocos segundos bastaron para alcanzarlo y hacer un corte visceral y sin piedad en su abdomen, seguido de otro en su cuello que lo hicieron gritar con las manos en su abdomen y luego en su cuello como si se desangrara aunque realmente no había ninguna herida. Desde luego ante semejante shock no tardó mucho en desplomarse con la mirada perdida y algunos espasmos en las extremidades.
Fue entonces cuando volví la vista hacia la entrada de la taberna preparado para lo peor pero esperando que mi barbudo amigo hubiera logrado mitigar los efectos de aquella poderosa bola de fuego. Mis ojos se abrieron como platos, había gritos y mucho humo pero aún no alcanzaba a ver el resultado de aquella amenaza…
Bio
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 2016
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
La estratagema del alcohol había funcionado a medias… Vale, había sido un puto fracaso. El brujo solo había engatusado a algunos de los parroquianos que se encontraban en el interior de la posada, antes de salir, más, con los que más importaba que el truco funcionara no había logrado ningún avance o ventaja. Ni siquiera el trozo de chapa decorada con la figura de un halcón en relieve había servido para nada.
Aquellos tipos iban a por todas, e incluso se habían tomado su tiempo para cargarse el altar que algunos de esos fanáticos habían creado en memoria de Níniel. Joder, eso sí era que molestarse por nada. Aquella gente redefinía la frase “una pérdida de tiempo”.
- ¡Por los dioses, sí! Nunca había visto otro practicante de magia en toda mi vida-, contestó con falso tono de sorpresa. - Anonadado me hallo. Más, qué quieres lograr con este ataque. Destruir sienta bien, hace a uno sentirse poderoso, pero créeme, construir es más complicado. Deberías aceptar mi oferta y tomarte unos tragos, no será tan espectacular-, miró de soslayo hacia el destruido altar, antes de volver a centrar su visión por completo sobre la figura de quien parecía ser el líder de aquel trío. - Pero es más divertido y podemos hacer unos buenos planes de futuro después de una grata conversación. Todos ganando.
Vincent había estado junto a los hombres, pero cuando habían decidido pasar a tomarse las cosas de una forma un tanto más violenta, se había alejado de ellos, recolocando el broche de su capa en el lugar que le correspondía.
Por supuesto, las palabras de su compañero vampiro no cayeron en saco roto. Algo estaba ocurriendo con aquel trío de no tan subnormales caballeros. Alguien tras las bambalinas había orquestado aquella callejera obra de teatro, y tanto ellos, como los amenazantes hombres, eran el forzado elenco de actores de tan extraña compañía de artistas.
- Ya veo-, contestó a Bio, aprovechando que este se acercaba a él para hacer lo propio y acortar la distancia entre ellos. - Hay que encontrar el director de esta obra-, le dijo, más bajo una vez estuvo más cerca del moreno. - O directora-, matizó, al ver que uno de ellos se refería a una mujer cuando se tomaba una extraña poción. - Una bastante poderosa, si ha conseguido controlar la mente de estos tipos con pociones de modo que ni tus poderes surtan efecto. O quizás…-, pensó por unos instantes, ya que la poción no tenía por qué ser causante del control, solo de esa luz mágica en sus armas. - Puede que incluso sea una compatriota tuya.
No hacía falta decir mucho más. Y en realidad, no había tiempo para decir nada más. Las palabras de Bio escritas en su mirada eran fáciles de leer para cualquiera que tuviera dos dedos de frente. De lo que no estaba tan seguro el brujo, era de lograr impedir el ataque contra las personas de ese demente.
En realidad, ya no había nada que hacer… Salvo rezar que ese tipo no fuera tensai.
“El altar había explotado ¿no?”, se preguntó a sí mismo el mercenario, sin articular palabra, al mismo tiempo que conjuraba sus ojos de lobo y lanzaba uno de ellos contra el proyectil enemigo.
La explosión no tardó en hacerse de esperar. Más fuerte que si solo hubiera sido la explosión de la bola explosiva del pirado, o del ojo de lobo por su cuenta, sumando la potencia de ambas en una sola zona e instante. Sin embargo, el plan había funcionado, ya que la explosión se había dado en mitad de la calle, y no contra la gente que habría muerto de haberse dado el caso.
- ¡Maldita sea! ¡Esto no es un juego! - gritó, ahora bien enfadado porque la vida de personas estaba en juego.
La explosión se había dado más cerca del rubio mercenario, que del gentío que había salvado, lo cual le restaba cierta visibilidad con la polvareda que se había levantado con la fuerza de las magias entrechocando. Algo que uno de los hombres aprovechó para atacar al buen brujo.
- Yo también seré famoso-, espetó el tipo, nada más cruzarse los aceros de ambos. - Con tu muerte lo seré.
Ambas espadas brillaban con luz propia, una, fruto de la poción, otra, fruto del regalo de los elfos, aunque la de Vinc también se envolvía en llamas.
- Vaya, al menos sabéis aprovechar las buenas oportunidades. No solo lanzar hechizos sin atino alguno-, le dijo al hombre, rechazando su ataque a duras penas.
Unas llamas que, para su gusto, estaban demasiado cerca de su cara. El mercenario solo había podido desenvainar su espada hacia arriba, no había tenido tiempo de conjurar sus ojos de lobo para detener el ataque del brujo bielemental y además prepararse para la embestida de su amigo. En esa postura no podía ejercer mucha fuerza sosteniendo la espada con una sola mano, era una situación precaria, así que optó por usar la mano zurda sobre el llameante acero posando las piezas de acero de sus guantes contra la parte trasera de la hoja.
El fuego respetó a su portador y bailó por su mano como si fueran uno.
- ¿Sorprendido? - dijo, sabiendo que el otro tipo lo estaría, y usando la fuerza de esa mano para alejar el peligro de su cara. - No pensarías que me quemaría el fuego de mi propia espada. A mí, un brujo-, terminó por decirle, separando esa mano izquierda del acero y abalanzándola hacia adelante.
No le importó, ya había ganado suficiente espacio como para realizar un contraataque en el que no peligrara su cabeza por un golpe de su propio acero, que no sería más que el preludio del corte de la espada de su enemigo.
Su mano zurda envuelta en fuego encontró el hombro de su rival, y en doloroso agarre le obligó a flaquear en su ataque. Lo siguiente fue un giro de muñeca y de espada con su diestra, que llevó la espada del esbirro hacia el suelo, dejándolo expuesto e indefenso para que el pomo de la empuñadura del mercenario encontrara la nariz de su actual rival.
- La práctica hace la perfección-, le dijo, soltándole del hombro después de llevarlo de rodillas con la suma del golpe y el ardiente agarre. - No lo olvides-, le remarcó, antes de darle otros dos golpes con el pomo de la espada, que llevaron al tipo a besar el suelo.
“Inconsciente. Uno menos”, pensó el brujo, oteando a su alrededor, entre el polvo y la humareda, buscando otro posible peligro.
Curiosamente, otra idea cruzó la mente del brujo. Algo que había pensado anteriormente, pero en lo que no pudo centrarse ante la hostilidad y amenaza a su vida del último enfrentamiento.
“¿El causante de todo aquello estaría allí, entre el público?”
Puede, incluso, que con su anterior acto lo hubiese salvado, más, qué otra cosa podría haber hecho cuándo habían inocentes en medio. Cuando siquiera sabía si allí estaría. Más, no pudo evitar pensar en lo irónico que podía llegar a ser todo aquello.
Aquellos tipos iban a por todas, e incluso se habían tomado su tiempo para cargarse el altar que algunos de esos fanáticos habían creado en memoria de Níniel. Joder, eso sí era que molestarse por nada. Aquella gente redefinía la frase “una pérdida de tiempo”.
- ¡Por los dioses, sí! Nunca había visto otro practicante de magia en toda mi vida-, contestó con falso tono de sorpresa. - Anonadado me hallo. Más, qué quieres lograr con este ataque. Destruir sienta bien, hace a uno sentirse poderoso, pero créeme, construir es más complicado. Deberías aceptar mi oferta y tomarte unos tragos, no será tan espectacular-, miró de soslayo hacia el destruido altar, antes de volver a centrar su visión por completo sobre la figura de quien parecía ser el líder de aquel trío. - Pero es más divertido y podemos hacer unos buenos planes de futuro después de una grata conversación. Todos ganando.
Vincent había estado junto a los hombres, pero cuando habían decidido pasar a tomarse las cosas de una forma un tanto más violenta, se había alejado de ellos, recolocando el broche de su capa en el lugar que le correspondía.
Por supuesto, las palabras de su compañero vampiro no cayeron en saco roto. Algo estaba ocurriendo con aquel trío de no tan subnormales caballeros. Alguien tras las bambalinas había orquestado aquella callejera obra de teatro, y tanto ellos, como los amenazantes hombres, eran el forzado elenco de actores de tan extraña compañía de artistas.
- Ya veo-, contestó a Bio, aprovechando que este se acercaba a él para hacer lo propio y acortar la distancia entre ellos. - Hay que encontrar el director de esta obra-, le dijo, más bajo una vez estuvo más cerca del moreno. - O directora-, matizó, al ver que uno de ellos se refería a una mujer cuando se tomaba una extraña poción. - Una bastante poderosa, si ha conseguido controlar la mente de estos tipos con pociones de modo que ni tus poderes surtan efecto. O quizás…-, pensó por unos instantes, ya que la poción no tenía por qué ser causante del control, solo de esa luz mágica en sus armas. - Puede que incluso sea una compatriota tuya.
No hacía falta decir mucho más. Y en realidad, no había tiempo para decir nada más. Las palabras de Bio escritas en su mirada eran fáciles de leer para cualquiera que tuviera dos dedos de frente. De lo que no estaba tan seguro el brujo, era de lograr impedir el ataque contra las personas de ese demente.
En realidad, ya no había nada que hacer… Salvo rezar que ese tipo no fuera tensai.
“El altar había explotado ¿no?”, se preguntó a sí mismo el mercenario, sin articular palabra, al mismo tiempo que conjuraba sus ojos de lobo y lanzaba uno de ellos contra el proyectil enemigo.
La explosión no tardó en hacerse de esperar. Más fuerte que si solo hubiera sido la explosión de la bola explosiva del pirado, o del ojo de lobo por su cuenta, sumando la potencia de ambas en una sola zona e instante. Sin embargo, el plan había funcionado, ya que la explosión se había dado en mitad de la calle, y no contra la gente que habría muerto de haberse dado el caso.
- ¡Maldita sea! ¡Esto no es un juego! - gritó, ahora bien enfadado porque la vida de personas estaba en juego.
La explosión se había dado más cerca del rubio mercenario, que del gentío que había salvado, lo cual le restaba cierta visibilidad con la polvareda que se había levantado con la fuerza de las magias entrechocando. Algo que uno de los hombres aprovechó para atacar al buen brujo.
- Yo también seré famoso-, espetó el tipo, nada más cruzarse los aceros de ambos. - Con tu muerte lo seré.
Ambas espadas brillaban con luz propia, una, fruto de la poción, otra, fruto del regalo de los elfos, aunque la de Vinc también se envolvía en llamas.
- Vaya, al menos sabéis aprovechar las buenas oportunidades. No solo lanzar hechizos sin atino alguno-, le dijo al hombre, rechazando su ataque a duras penas.
Unas llamas que, para su gusto, estaban demasiado cerca de su cara. El mercenario solo había podido desenvainar su espada hacia arriba, no había tenido tiempo de conjurar sus ojos de lobo para detener el ataque del brujo bielemental y además prepararse para la embestida de su amigo. En esa postura no podía ejercer mucha fuerza sosteniendo la espada con una sola mano, era una situación precaria, así que optó por usar la mano zurda sobre el llameante acero posando las piezas de acero de sus guantes contra la parte trasera de la hoja.
El fuego respetó a su portador y bailó por su mano como si fueran uno.
- ¿Sorprendido? - dijo, sabiendo que el otro tipo lo estaría, y usando la fuerza de esa mano para alejar el peligro de su cara. - No pensarías que me quemaría el fuego de mi propia espada. A mí, un brujo-, terminó por decirle, separando esa mano izquierda del acero y abalanzándola hacia adelante.
No le importó, ya había ganado suficiente espacio como para realizar un contraataque en el que no peligrara su cabeza por un golpe de su propio acero, que no sería más que el preludio del corte de la espada de su enemigo.
Su mano zurda envuelta en fuego encontró el hombro de su rival, y en doloroso agarre le obligó a flaquear en su ataque. Lo siguiente fue un giro de muñeca y de espada con su diestra, que llevó la espada del esbirro hacia el suelo, dejándolo expuesto e indefenso para que el pomo de la empuñadura del mercenario encontrara la nariz de su actual rival.
- La práctica hace la perfección-, le dijo, soltándole del hombro después de llevarlo de rodillas con la suma del golpe y el ardiente agarre. - No lo olvides-, le remarcó, antes de darle otros dos golpes con el pomo de la espada, que llevaron al tipo a besar el suelo.
“Inconsciente. Uno menos”, pensó el brujo, oteando a su alrededor, entre el polvo y la humareda, buscando otro posible peligro.
Curiosamente, otra idea cruzó la mente del brujo. Algo que había pensado anteriormente, pero en lo que no pudo centrarse ante la hostilidad y amenaza a su vida del último enfrentamiento.
“¿El causante de todo aquello estaría allí, entre el público?”
Puede, incluso, que con su anterior acto lo hubiese salvado, más, qué otra cosa podría haber hecho cuándo habían inocentes en medio. Cuando siquiera sabía si allí estaría. Más, no pudo evitar pensar en lo irónico que podía llegar a ser todo aquello.
Vincent Calhoun
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 974
Nivel de PJ : : 9
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
El grupo que había decidido salir por la puerta trasera... tenia intención de salir al exterior a través de un pequeño pasadizo que el dueño de la taberna usaba como corredor para descargas de almacén, allá pasaron de largo el gran almacén donde toneles y cajas se acumulaban, y mas allá del pasillo un patio con una ultima puerta fuertemente cerrada con varios candados que daba al exterior del recinto.
-Ya esta... abierta, podéis salir por aquí, yo volveré adentro a atender... espero que los demás hayan logrado sacar a esos agitadores...- Dijo Beor tras terminar de abrirles el ultimo candado.
A pesar de que Catherine no estaba muy por la labor... lograron salir con intención de reunirse al dúo, momento que Al'theas aprovecho para contestar a la inquietud de la sacerdotisa -No te preocupes, rodearemos el edificio y nos encontraremos con Vincent y Bio, a estas alturas ya se habrán quitado de encima a esos tipos y podremos marcharnos sin llamar la...- Y justo en ese momento... se escucho una gran explosión, que confirmaban los temores del caballero esmeralda.
-O tal vez no... - termino de decir el elfo.
Y justo en ese momento, salieron de entre las sombras un par de extraños, armados con lo que parecían ser rudimentarias herramientas de campo, una pequeña hoz... y horca de jardin, armas que no se correspondían con el aspecto de aquellos que las empuñaban, pues no parecían granjeros ni jardineros precisamente, si no mas bien bandalos de los bajos fondos y con claras intenciones poco amistosas.
Al'theas salio al paso, con su mano sobre su empuñadura como advertencia -Vuelve adentro Beor... y cierra la puerta...- Le dijo al tabernero, sabiendo que podría ser peligroso dejarles la puerta abierta a este par de locos.
-No sé que queréis... pero habéis elegido la noche y a las personas equivocadas a las que asaltar...- El caballero dio aquello como aviso al típico grupo de asaltantes de caminos a los que estaba acostumbrado, pero en el fondo sabia que con toda seguridad aquellos tipos tenían algo que ver con los que vieron en el interior de la taberna...
-Venimos en busca de gloria y fama... - Dijo el primero, a la vez que sacaba una extraña botella y bebía su contenido.
-Y puede que de algo mas... - Dijo el segundo, relamiéndose mientras miraba a la sacerdotisa con ojos lascivos.
Al'theas observo con detenimiento el frasco que bebía el primero, aquello no le daba buena espina -Níniel... ¿sabes por casualidad que es esa cosa?...- Pregunto a la sacerdotisa sin apartar la mirada, sabiendo que ella tenia altos conocimientos en alquimia a pesar de que probablemente poco podía saber ella con tan solo mirarlo.
-¡Nuestra nueva vida llega con el fin de la vuestra!- Grito de sorpresa el primero de aquellos tipos, lanzándose con aquella hoz en mano que ahora poseía un extraño brillo... mientras el segundo ya estaba bebiendo de su propio frasco.
Al'theas desenvaino rápido, evito el primer ataque esquivándolo fácilmente... y uso su espada haciéndola caer sobre su adversario, el cual en el ultimo segundo interpuso aquella maltrecha hoz para tratar de bloquear aquel ataque... y para sorpresa del elfo... lo consiguió, sin moverse ni un centímetro, como si aquella arma y su dueño estuvieran hechos de roca maciza, y no solo cogió por sorpresa al caballero, su adversario también tenia cara de no poder creérselo, y rápidamente su expresión de sorpresa cambio a una de excesiva confianza... que lo envalentono lo suficiente como para arremeter contra Al'theas, cuya hoz paso rápidamente de estar bloqueando su hoja a casi rasgar la armadura del pecho del caballero de no ser porque estuvo rápido para esquivarlo.
-Ya veo... no tienes ni idea de como usar un arma... pero sea lo que sea que hayas bebido... te da ciertas ventajas...- Dijo el caballero a medida que llevaba su otra mano a su espalda en busca de su escudo.
-¡MUERETE ELFO DE MIERDA!- Grito claramente nervioso, lanzándose contra el caballero, siendo parado en seco por escudo de su rival.
-Y yo... he parado cosas mucho peores que una humilde herramienta de campo...- Y con una sacudida de su escudo, golpea a su oponente lo suficientemente fuerte como para hacerlo caer al suelo alejándolo de su alcance, levantando el polvo con el impacto.
-Y aun seguirá con vida...- Advirtió el caballero, manteniendo la guardia.
-Ya esta... abierta, podéis salir por aquí, yo volveré adentro a atender... espero que los demás hayan logrado sacar a esos agitadores...- Dijo Beor tras terminar de abrirles el ultimo candado.
A pesar de que Catherine no estaba muy por la labor... lograron salir con intención de reunirse al dúo, momento que Al'theas aprovecho para contestar a la inquietud de la sacerdotisa -No te preocupes, rodearemos el edificio y nos encontraremos con Vincent y Bio, a estas alturas ya se habrán quitado de encima a esos tipos y podremos marcharnos sin llamar la...- Y justo en ese momento... se escucho una gran explosión, que confirmaban los temores del caballero esmeralda.
-O tal vez no... - termino de decir el elfo.
Y justo en ese momento, salieron de entre las sombras un par de extraños, armados con lo que parecían ser rudimentarias herramientas de campo, una pequeña hoz... y horca de jardin, armas que no se correspondían con el aspecto de aquellos que las empuñaban, pues no parecían granjeros ni jardineros precisamente, si no mas bien bandalos de los bajos fondos y con claras intenciones poco amistosas.
Al'theas salio al paso, con su mano sobre su empuñadura como advertencia -Vuelve adentro Beor... y cierra la puerta...- Le dijo al tabernero, sabiendo que podría ser peligroso dejarles la puerta abierta a este par de locos.
-No sé que queréis... pero habéis elegido la noche y a las personas equivocadas a las que asaltar...- El caballero dio aquello como aviso al típico grupo de asaltantes de caminos a los que estaba acostumbrado, pero en el fondo sabia que con toda seguridad aquellos tipos tenían algo que ver con los que vieron en el interior de la taberna...
-Venimos en busca de gloria y fama... - Dijo el primero, a la vez que sacaba una extraña botella y bebía su contenido.
-Y puede que de algo mas... - Dijo el segundo, relamiéndose mientras miraba a la sacerdotisa con ojos lascivos.
Al'theas observo con detenimiento el frasco que bebía el primero, aquello no le daba buena espina -Níniel... ¿sabes por casualidad que es esa cosa?...- Pregunto a la sacerdotisa sin apartar la mirada, sabiendo que ella tenia altos conocimientos en alquimia a pesar de que probablemente poco podía saber ella con tan solo mirarlo.
-¡Nuestra nueva vida llega con el fin de la vuestra!- Grito de sorpresa el primero de aquellos tipos, lanzándose con aquella hoz en mano que ahora poseía un extraño brillo... mientras el segundo ya estaba bebiendo de su propio frasco.
Al'theas desenvaino rápido, evito el primer ataque esquivándolo fácilmente... y uso su espada haciéndola caer sobre su adversario, el cual en el ultimo segundo interpuso aquella maltrecha hoz para tratar de bloquear aquel ataque... y para sorpresa del elfo... lo consiguió, sin moverse ni un centímetro, como si aquella arma y su dueño estuvieran hechos de roca maciza, y no solo cogió por sorpresa al caballero, su adversario también tenia cara de no poder creérselo, y rápidamente su expresión de sorpresa cambio a una de excesiva confianza... que lo envalentono lo suficiente como para arremeter contra Al'theas, cuya hoz paso rápidamente de estar bloqueando su hoja a casi rasgar la armadura del pecho del caballero de no ser porque estuvo rápido para esquivarlo.
-Ya veo... no tienes ni idea de como usar un arma... pero sea lo que sea que hayas bebido... te da ciertas ventajas...- Dijo el caballero a medida que llevaba su otra mano a su espalda en busca de su escudo.
-¡MUERETE ELFO DE MIERDA!- Grito claramente nervioso, lanzándose contra el caballero, siendo parado en seco por escudo de su rival.
-Y yo... he parado cosas mucho peores que una humilde herramienta de campo...- Y con una sacudida de su escudo, golpea a su oponente lo suficientemente fuerte como para hacerlo caer al suelo alejándolo de su alcance, levantando el polvo con el impacto.
-Y aun seguirá con vida...- Advirtió el caballero, manteniendo la guardia.
Al'theas Tinarandel
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 143
Nivel de PJ : : 1
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Aquel estruendo y la subsiguiente columna de humo solo podían significar una cosa; que aquel trío de molestos individuos había decidido resolver las cosas por las malas. No era nada demasiado preocupante, pues Bio y Vincent eran más que capaces de manejar una situación así, y otras peores, sin mucho esfuerzo, pero la peliblanca no pudo si no inquietarse al desconocer el origen exacto de la explosión. ¿Acaso aquellos tipejos eran más de lo que aparentaban como para obligar a Vincent a usar su magia bi-elemental, o había ocurrido otra cosa?
La aparición de una nueva pareja de vándalos, preparados y con intenciones mucho más siniestras que alardear junto a lo héroes del momento, no hicieron sino aumentar las malas sensaciones de la sacerdotisa, además de impedirles, o como poco retrasarlos, en su intención de acudir junto a los demás.
-Lo desconozco, pero parece que estamos a punto de averiguarlo.-Respondió la joven a la pregunta del caballero esmeralda sobre la clase de poción que aquellos sujetos tomaron antes de comenzar su ataque. Aunque una cosa sí podía saber. Aquella clase de frascos de cristal tan laboriosamente tallados no habían salido de la tienda de ningún boticario del tres al cuarto. -No te confíes, si sabían que podríamos intentar salir por detrás esto no es ninguna pelea de taberna.- Añadió convencida ya de que era un ataque bien organizado. Encarando entonces a aquel segundo atacante que parecía más interesado en arrancarle la túnica que en matarla.
-Mis ojos están más arriba.- Advirtió la peliblanca a aquel violento y sumamente desagradable sujeto, lamentando no contar con más arma que su daga y solo una fina túnica y una capa para defenderse en aquel momento. Claro que tampoco es que necesitara nada más.
-Sí, muy bonitos. - Se acercó un par de pasos sin apartar la mirada de la elfa. -Pero ahora mismo me interesa más el rosado color de tu...- No llegó a terminar la frase antes de que una jarra de madera maciza le golpeara con una fuerza tremenda justo entre los ojos, enviándolo al suelo gritando de dolor con la nariz ensangrentada.
-Buen lanzamiento.- Felicitó la sacerdotisa a su hermana, que no tardó en aprovechar el momento para colocar su bota sobre el pecho y luego el cuello de aquel villano para impedir que se levantara tras superar la conmoción, tal vez con demasiada fuerza a juzgar por los sonidos que éste emitía. -Menos mal que no te gustaba arrojar cosas.-
-Y menos mi bebida...Pero era necesario...- Fueron las palabras de la pelirroja, haciendo aún más presión. El tipo estaba empezando a ponerse ya azul. -Vas a pagar por decir eso...y ¡hic!...Por mi bebida también. Y por interrumpir mi cena. Oh amigo, la has hecho buena...-
-Necesito que pueda responder algunas preguntas Cath, y salvo que lo que sea que han tomado les permita vivir sin aire...- Le pidió con dulzura la peliblanca logrando que aflojara su pie. A continuación la joven se acercó hasta uno de aquellos frascos, estudiándolo con cuidado aprovechando que aún quedaban unas gotas en su interior. Con aquello y tras ver sus efectos, muy posiblemente podría averiguar qué era exactamente.
-Ve con Vincent y con Bio.- Pidió entonces al caballero esmeralda. -Nosotras nos ocupamos de estos dos.- Añadió señalando con la mirada una soga que había cerca de la entrada a la bodega. -No me extrañaría nada que les haya pasado lo mismo que a nosotros.-
Mientras, a solo unas decenas de metros, Vincent y Bio habían logrado reducir sin herir de gravedad a dos de sus atacantes, que también habían demostrado ser más que unos simples fulleros. Solo uno de ellos seguía en pié, aquel que aún no se había atrevido a tomar su poción. Ahora solo, y con sus amigos tan fácilmente vencidos a pesar de haber ingerido aquella fórmula, temblaba de miedo.
-No...no...Yo...No quería, solo...Yo solo quería conocer a los héroes no...- Alzó las manos en señal de rendición. O al menos eso pareció, pues de repente su mirada se desvió de los héroes hasta al reducido grupo de espectadores y dejó de temblar. De un sorbo ingirió la poción y pronto comenzó a...cambiar.
Primero fueron unos mechones de pelo rojo en su cabeza y orejas. Luego una cola gris perla...Y en pocos segundos sus manos se convirtieron en garras y su boca en unas formidables aunque incompletas mandíbulas con unos fuertes colmillos. Emitió un rugido espantoso y gutural y se lanzó al ataque con una velocidad muy superior a la de un humano cualquiera con unas garras tan letales como el acero.
A espaldas de los héroes una figura masculina vestida con armadura de cuero negra se echó la capucha sobre su rostro y se giró dispuesto a marcharse aprovechando que, en ese mismo momento, los espectadores parecieron de repente darse cuenta de estar demasiado cerca de un gran peligro y que algunos entraron en pánico y trataban de alejarse o refugiarse de vuelta al interior de la posada.
La aparición de una nueva pareja de vándalos, preparados y con intenciones mucho más siniestras que alardear junto a lo héroes del momento, no hicieron sino aumentar las malas sensaciones de la sacerdotisa, además de impedirles, o como poco retrasarlos, en su intención de acudir junto a los demás.
-Lo desconozco, pero parece que estamos a punto de averiguarlo.-Respondió la joven a la pregunta del caballero esmeralda sobre la clase de poción que aquellos sujetos tomaron antes de comenzar su ataque. Aunque una cosa sí podía saber. Aquella clase de frascos de cristal tan laboriosamente tallados no habían salido de la tienda de ningún boticario del tres al cuarto. -No te confíes, si sabían que podríamos intentar salir por detrás esto no es ninguna pelea de taberna.- Añadió convencida ya de que era un ataque bien organizado. Encarando entonces a aquel segundo atacante que parecía más interesado en arrancarle la túnica que en matarla.
-Mis ojos están más arriba.- Advirtió la peliblanca a aquel violento y sumamente desagradable sujeto, lamentando no contar con más arma que su daga y solo una fina túnica y una capa para defenderse en aquel momento. Claro que tampoco es que necesitara nada más.
-Sí, muy bonitos. - Se acercó un par de pasos sin apartar la mirada de la elfa. -Pero ahora mismo me interesa más el rosado color de tu...- No llegó a terminar la frase antes de que una jarra de madera maciza le golpeara con una fuerza tremenda justo entre los ojos, enviándolo al suelo gritando de dolor con la nariz ensangrentada.
-Buen lanzamiento.- Felicitó la sacerdotisa a su hermana, que no tardó en aprovechar el momento para colocar su bota sobre el pecho y luego el cuello de aquel villano para impedir que se levantara tras superar la conmoción, tal vez con demasiada fuerza a juzgar por los sonidos que éste emitía. -Menos mal que no te gustaba arrojar cosas.-
-Y menos mi bebida...Pero era necesario...- Fueron las palabras de la pelirroja, haciendo aún más presión. El tipo estaba empezando a ponerse ya azul. -Vas a pagar por decir eso...y ¡hic!...Por mi bebida también. Y por interrumpir mi cena. Oh amigo, la has hecho buena...-
-Necesito que pueda responder algunas preguntas Cath, y salvo que lo que sea que han tomado les permita vivir sin aire...- Le pidió con dulzura la peliblanca logrando que aflojara su pie. A continuación la joven se acercó hasta uno de aquellos frascos, estudiándolo con cuidado aprovechando que aún quedaban unas gotas en su interior. Con aquello y tras ver sus efectos, muy posiblemente podría averiguar qué era exactamente.
-Ve con Vincent y con Bio.- Pidió entonces al caballero esmeralda. -Nosotras nos ocupamos de estos dos.- Añadió señalando con la mirada una soga que había cerca de la entrada a la bodega. -No me extrañaría nada que les haya pasado lo mismo que a nosotros.-
**************************
Mientras, a solo unas decenas de metros, Vincent y Bio habían logrado reducir sin herir de gravedad a dos de sus atacantes, que también habían demostrado ser más que unos simples fulleros. Solo uno de ellos seguía en pié, aquel que aún no se había atrevido a tomar su poción. Ahora solo, y con sus amigos tan fácilmente vencidos a pesar de haber ingerido aquella fórmula, temblaba de miedo.
-No...no...Yo...No quería, solo...Yo solo quería conocer a los héroes no...- Alzó las manos en señal de rendición. O al menos eso pareció, pues de repente su mirada se desvió de los héroes hasta al reducido grupo de espectadores y dejó de temblar. De un sorbo ingirió la poción y pronto comenzó a...cambiar.
Primero fueron unos mechones de pelo rojo en su cabeza y orejas. Luego una cola gris perla...Y en pocos segundos sus manos se convirtieron en garras y su boca en unas formidables aunque incompletas mandíbulas con unos fuertes colmillos. Emitió un rugido espantoso y gutural y se lanzó al ataque con una velocidad muy superior a la de un humano cualquiera con unas garras tan letales como el acero.
A espaldas de los héroes una figura masculina vestida con armadura de cuero negra se echó la capucha sobre su rostro y se giró dispuesto a marcharse aprovechando que, en ese mismo momento, los espectadores parecieron de repente darse cuenta de estar demasiado cerca de un gran peligro y que algunos entraron en pánico y trataban de alejarse o refugiarse de vuelta al interior de la posada.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1148
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Temía lo peor, la explosión había sido muy fuerte y el disparo muy veloz, no había mucho tiempo para reaccionar. Miré con atención mientras se dispersaba el humo causado por la explosión y poco a poco fui logrando ver a través de la negra cortina, algunas personas tosían, otros se apagaban entre ellos las chispas que habían caído sobre sus ropas, pero por suerte, el impacto había sido interceptado -Bien hecho- Murmuré refiriéndome al brujo que había conseguido lo que parecía imposible, para después librarnos del otro sujeto.
Sin embargo, aún quedaba uno más, uno que tras la derrota de sus compañeros parecía tomar la decisión más sensata y rendirse, aunque extrañamente parecía que no formaba parte de aquella intriga o que estaba siendo forzado y ahora quería salir, lo que siguió fue completamente absurdo e ilógico. Después de haberse rendido, tomó la misteriosa poción que los otros habían ingerido antes y comenzó a cambiar.
Retrocedí lentamente a donde se encontraban los curiosos -Todos adentro, esto no es entretenimiento, están en peligro- Alerté a los presentes mientras les hacía señas con las manos, y es que ya de por si los lobos sarnosos me daban cierta desconfianza, el tener a uno fuera de control era aún más peligroso -Vinc, asegúrate de ponerlos a salvo- Le dije a mi rubio compañero pero luego vi las filosas garras de aquel peludo atacante y cambié de parecer -Vinc, asegúrate de ponerme a salvo- Retrocedí espantado al ver que la criatura venía directo hacia mí.
Me acerqué de prisa hasta el muro de la posada y al llegar continué corriendo hacia arriba un par de pasos para luego saltar sobre la criatura y ver cómo se estrellaba duro contra el muro debajo de mí -Olvídalo, ya me encargué- Dije sonriendo, pero la criatura se puso en marcha de nuevo, giró hacia mí babeando y enojado -Olvídalo, no me encargué- Retrocedí tratando de no darle la espalda, pero solo le di la oportunidad de saltar sobre mí. Detuve su cuello con mis manos y traté de estrangularlo, pero todo esfuerzo fue en vano, parecía como si ni siquiera necesitara respirar y para colmo, mi daga había rodado por el piso al menos a un par de metros.
Había terminado acostado en el piso con la bestia encima de mí, movía mi cabeza hacia los lados no solo para evitar aquellas filosas garras sino además para evitar que me babeara o peor, que me llenara de sarna y pulgas. Sostuve su cuello con una mano para golpearlo en las costillas con la otra, pero aun cuando sus huesos sonaban como rotos, seguía peleando como si nada.
Finalmente, con algo de esfuerzo logré flexionar mis piernas para acomodar mis pies en su panza y empujarlo a un lado hacia donde se encontraba Vincent. Me encontraba mareado y no logré levantarme rápido, permanecí unos instantes en el piso buscando mi daga y de pronto se cruzó en mi mirada una figura sospechosa. Parecía estar escapando de prisa del lugar, por lo que se me hizo bastante sospechoso -Vinc- Traté de gritar, pero me faltaba el aliento y no supe si había logrado escucharme, además teníamos que controlar al peludo animalejo.
Físicamente sería muy difícil alcanzarlo, pero incluso si lo hacía, no me sentía en condiciones de hacerle frente, así que tal vez lo mejor sería tomar el riesgo y detenerlo un rato, sabiendo que Niniel no estaba lejos, al menos un bastonazo podría lanzarle por la cabeza -¡ALTO!- [1] Grité con todas las fuerzas que pude dejando salir un ataque mágico como pocas veces había usado, y es que si antes había conseguido interferir con mi magia de control, no quería arriesgarme de nuevo, al menos tenía que sufrir un pequeño mareo y dolor que lo obligaría a recostarse al muro por un instante.
[1]Habilidad de nivel 0: El que susurra en la oscuridad + Sin embargo, aún quedaba uno más, uno que tras la derrota de sus compañeros parecía tomar la decisión más sensata y rendirse, aunque extrañamente parecía que no formaba parte de aquella intriga o que estaba siendo forzado y ahora quería salir, lo que siguió fue completamente absurdo e ilógico. Después de haberse rendido, tomó la misteriosa poción que los otros habían ingerido antes y comenzó a cambiar.
Retrocedí lentamente a donde se encontraban los curiosos -Todos adentro, esto no es entretenimiento, están en peligro- Alerté a los presentes mientras les hacía señas con las manos, y es que ya de por si los lobos sarnosos me daban cierta desconfianza, el tener a uno fuera de control era aún más peligroso -Vinc, asegúrate de ponerlos a salvo- Le dije a mi rubio compañero pero luego vi las filosas garras de aquel peludo atacante y cambié de parecer -Vinc, asegúrate de ponerme a salvo- Retrocedí espantado al ver que la criatura venía directo hacia mí.
Me acerqué de prisa hasta el muro de la posada y al llegar continué corriendo hacia arriba un par de pasos para luego saltar sobre la criatura y ver cómo se estrellaba duro contra el muro debajo de mí -Olvídalo, ya me encargué- Dije sonriendo, pero la criatura se puso en marcha de nuevo, giró hacia mí babeando y enojado -Olvídalo, no me encargué- Retrocedí tratando de no darle la espalda, pero solo le di la oportunidad de saltar sobre mí. Detuve su cuello con mis manos y traté de estrangularlo, pero todo esfuerzo fue en vano, parecía como si ni siquiera necesitara respirar y para colmo, mi daga había rodado por el piso al menos a un par de metros.
Había terminado acostado en el piso con la bestia encima de mí, movía mi cabeza hacia los lados no solo para evitar aquellas filosas garras sino además para evitar que me babeara o peor, que me llenara de sarna y pulgas. Sostuve su cuello con una mano para golpearlo en las costillas con la otra, pero aun cuando sus huesos sonaban como rotos, seguía peleando como si nada.
Finalmente, con algo de esfuerzo logré flexionar mis piernas para acomodar mis pies en su panza y empujarlo a un lado hacia donde se encontraba Vincent. Me encontraba mareado y no logré levantarme rápido, permanecí unos instantes en el piso buscando mi daga y de pronto se cruzó en mi mirada una figura sospechosa. Parecía estar escapando de prisa del lugar, por lo que se me hizo bastante sospechoso -Vinc- Traté de gritar, pero me faltaba el aliento y no supe si había logrado escucharme, además teníamos que controlar al peludo animalejo.
Físicamente sería muy difícil alcanzarlo, pero incluso si lo hacía, no me sentía en condiciones de hacerle frente, así que tal vez lo mejor sería tomar el riesgo y detenerlo un rato, sabiendo que Niniel no estaba lejos, al menos un bastonazo podría lanzarle por la cabeza -¡ALTO!- [1] Grité con todas las fuerzas que pude dejando salir un ataque mágico como pocas veces había usado, y es que si antes había conseguido interferir con mi magia de control, no quería arriesgarme de nuevo, al menos tenía que sufrir un pequeño mareo y dolor que lo obligaría a recostarse al muro por un instante.
Bio
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 2016
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Increíble. Su suerte no había cambiado en los últimos tiempos. En una noche de tragos y rica comida terminaba inmerso en un nuevo enfrentamiento.
Vincent no podía estar más fastidiado mientras pensaba sobre ello. Sobre como un grupo de desalmados apreciaban tanto la fama que no tenían ningún respeto por su propia vida. ¿Tan necesario era para ellos llamar la atención? ¿Tanta falta les hacía sentir que les observaran y admiraran? ¿Acaso no se daban cuenta de que cuando necesitabas a otras personas en ese sentido tan superficial, a la sociedad inclusive, te volvías extremadamente dependiente de ella?
Desgraciadamente, el mundo estaba lleno de personas así. Hombres y mujeres que no conseguían tener el suficiente amor por ellas mismas como para no acabar esclavos de sus deseos y ganas de destacar. Víctimas, sí, pero víctimas que ponían en peligro al resto de las personas con su vacío interior.
- ¡Y si solo querías conocernos por qué tanto revuelo! - gritó, para hacerse escuchar desde la distancia. - No era necesario llegar a esto. Y aún no lo es. Desiste de esta locura y si quieres tomarte unos tragos conmigo, mi oferta sigue en pie-, comentó, acercándose poco a poco.
La humareda de la última explosión comenzaba a disiparse. Solo quedaba una negrura mancha sobre el pavimento donde ambos proyectiles habían estallado, y el estúpido altar que le habían hecho a Nin, aún en llamas. Su luz al son del crepitar de la madera era el más singular vestigio de una corta batalla de calle. De matones de ciudad.
Aquel pensamiento resonó en la cabeza del brujo como la más grande de las campanas. Héroes. Menuda tontería. La vida seguía su curso, como de costumbre, y eso, más allá de sus extraños ojos y aquella fama que no duraría y ayudaría a que no durase, le agradaba. Volvía a ser Vincent Calhoun, el mercenario.
- ¡Hey! ¡Detente! - exclamó, demasiado tarde.
El rubio se había despistado durante un instante, con la mirada que había dirigido hacia el altar. No había podido evitar pensar que ahora debería controlar las llamas para que aquel desastre no fuera a mayores, y en ese momento de ingenua flaqueza, otro desastre se había iniciado ante él.
- ¿Por qué habrá hecho eso? - se preguntó, entre susurros, el buen mercenario, apretando la empuñadura de su espada con ambas manos, en guardia.
La batalla no había terminado. Aquella poción no era como la del otro tipo, esta lo había convertido en una especie de hombre bestia de pega. Un hombre bestia a medias, claro. Ya que si los normales eran la mitad de un humano y un animal, este no dejaba de ser algo imperfecto y que no llegaba a ese nivel. Más, no por ello era un ser inofensivo, todo lo contrario, aún contaba con algunas herramientas de los más letales para acabar con ellos, y si teníamos en cuenta que había logrado ese poder con una simple poción…
A los seres pensantes les encantaba hacer del mundo un lugar aún más peligroso de lo que ya era de por sí.
“Por fortuna”, pensó el brujo mercenario, “Bio estaba más cerca del formidable rival”, sin faltar una buena dosis de irónica sorna en tales pensamientos. Después de todo, los dioses jugaban con él, lo metían en más de un lío, por decirlo de manera suave, pero eh, al final eran más cabrones con otros individuos de aquellas amenazantes tierras.
- Te tomo la palabra-, le contestó al vampiro. - Yo me pongo a salvo junto a ellos y tú te encargas de todo-, bromeó, más no se movió del sitio. Se mantuvo firme y en guardia.
La gente sabía correr por sí misma, sin que nadie les diera un pergamino con instrucciones para poner una pierna delante de la otra, y así sucesivamente.
- Bueno, se ve que es más tozudo que una hija que yo me sé-, le dijo esta vez al señor de la voz, avanzando para ayudarle en la refriega.
Bio era ágil, pero aquel tipo, ahora transformado, no era mucho menos rápido que el diestro vampiro. Y por desgracia para ambos, era increíblemente fuerte además de veloz.
Vincent, mientras se aproximaba, usó la telequinesis para acercar la daga al vampiro hasta su mano, y que este pudiera usarla en caso de necesitarla antes de que él llegara hasta ellos. Después, viendo la gravedad del asunto y la alarma en los ojos del moreno, se lanzó hacia el hombre que asfixiaba al vampiro, con los pies por delante, y con la ayuda de un impulso de aire, logró adquirir más fuerza en la embestida para lograr quitárselo de encima a su compañero.
Por supuesto, ante tal impacto, los tres hombres acabaron rodando por los suelos, llevándose la peor parte el cabronazo medio bestia.
- Joder, recuérdame que nunca vuelva a hacer eso-, le dijo al vampiro sin saber dónde se encontraría, tanteando su alrededor con la mirada al perder de vista la situación y posiciones de todos ellos con el golpe.
De momento el mercenario no quería usar el arma o poderes avanzados. Ese tipo solo quería conocerle, y ahora por una mal llevada situación estaban en mitad de un combate a muerte. Sabía que debía intentar no matarlo. Intentarlo al menos.
Por fin, el brujo alcanzó con la mirada a su perdido rival. Estaba incorporándose, igual que él, más también captó un detalle interesante muy cerca del tipo que había que intentaba abatir.
El rubio mercenario se movió con agilidad y se colocó donde le interesaba, ahora que le había dado un buen golpe, el hombre medio bestia había centrado su atención sobre él, y por ello, no dudó en atacarle. Vinc agarró el tramo de una cuerda y el resto es historia.
El cuerpo del brujo desapareció a toda velocidad. Ascendió impulsado por el contrapeso que cayó cerca de su enemigo cuando cortó la cuerda de seguridad que lo sostenía. Por el camino soltó la espada, que siguió ascendiendo junto a él mantenida a su lado con telequinesis, y en el lugar apropiado extendió la palma de la mano para tocar la madera. Al instante de preparar la trampa tomó una daga en su mano libre, predispuesto a lanzarla contra la mencionada trampa…
Sin embargo, esta explotó antes de realizar nada al respecto. La grúa de madera tembló por la fuerza de la explosión y se inclinó dramáticamente, poniendo en peligro la vida del brujo, así que no tuvo más remedio que cambiar sus planes y tirarse contra el tejado inclinado de la casa cuando salió despedido, ayudado una vez más por su magia de aire, esta vez para dirigir su cuerpo hacia lugar seguro.
El golpe sonó tan doloroso como se sintió. Sus huesos crujieron por la fuerza del choque y su cuerpo comenzó a deslizarse por la inclinada pendiente. Solo la fuerza de sus manos enguantadas en cuero y acero, y el clavar de su daga contra el firme, frenaron su inevitable caída al vacío, a escasos centímetro del abismo.
Vinc suspiró aliviado, recostando su espalda con el tejado inclinado, pero por el cual ya no se deslizaba al encontrarse en posición estática y sin fuerza de movimiento.
Su espada aún giraba por el aire, hacia el cielo por la fuerza que llevaba en su momento de ascenso. En irónica chanza de su desgracia, libre y lanzada hacia el cielo al quedar sin control después del momento fatídico.
El mercenario envainó la daga que ya no necesitaba, y atrapó con su magia la espada que comenzaba a caer hacia el suelo de nuevo, como todas las cosas que eran lanzadas hacia el cielo. Y poco a poco, acercó su arma hasta que la pudo sostener entre los dedos de su mano.
- Hay que joderse-, se dijo, y volvió a suspirar, en esta ocasión con resignación.
Nada más mencionarlo, Vinc miró hacia su derecha y vio por un instante una silueta en el tejado del otro lado de la calle. La oscura figura saludó al mercenario con un gesto de su mano, un gesto tan efímero como la presencia de la sombra sobre el tejado contrario.
En cuánto desapareció, Vincent se palpó el costado con la mano libre, sintiendo una punzada de dolor al hacerlo, y luego se alongó por su lado para mira hacia abajo. Aún se escuchaba el ruido de la madera crujiendo bajo el peso del desequilibrio que tiraba de ella. Aún se caía algo de vez en cuando, parte del andamiaje de madera y la grúa que había tirado sobre el pobre desgraciado que yacería debajo de todo aquello.
¿Estaría muerto? Era imposible de saber, pero con lo fuerte que era gracias a la poción que se había tomado, era muy posible. Por lo menos, una posibilidad.
- Al menos nadie me podrá reprochar no haberlo intentado-, volvió a hablar consigo mismo, mirando hacia el cielo de nuevo. Olvidando todo el desastre de abajo por unos momentos. Sintiéndose en paz consigo mismo. - Maldita sea, podrías haber esperado.
Una voz se escuchó en la mente del brujo, en forma de pensamiento. Una voz que en su cabeza sonaba como si se lo escuchara decir a un medio metro de distancia.
“Ese tío era muy rápido. Si hubiera esperado, el plan no hubiese funcionado”
Vincent rió sin dejar de mirar hacia el cielo estrellado. Porque sabía sin ninguna duda que eso era lo que aquella persona le diría. Y porque tenía razón.
Vincent no podía estar más fastidiado mientras pensaba sobre ello. Sobre como un grupo de desalmados apreciaban tanto la fama que no tenían ningún respeto por su propia vida. ¿Tan necesario era para ellos llamar la atención? ¿Tanta falta les hacía sentir que les observaran y admiraran? ¿Acaso no se daban cuenta de que cuando necesitabas a otras personas en ese sentido tan superficial, a la sociedad inclusive, te volvías extremadamente dependiente de ella?
Desgraciadamente, el mundo estaba lleno de personas así. Hombres y mujeres que no conseguían tener el suficiente amor por ellas mismas como para no acabar esclavos de sus deseos y ganas de destacar. Víctimas, sí, pero víctimas que ponían en peligro al resto de las personas con su vacío interior.
- ¡Y si solo querías conocernos por qué tanto revuelo! - gritó, para hacerse escuchar desde la distancia. - No era necesario llegar a esto. Y aún no lo es. Desiste de esta locura y si quieres tomarte unos tragos conmigo, mi oferta sigue en pie-, comentó, acercándose poco a poco.
La humareda de la última explosión comenzaba a disiparse. Solo quedaba una negrura mancha sobre el pavimento donde ambos proyectiles habían estallado, y el estúpido altar que le habían hecho a Nin, aún en llamas. Su luz al son del crepitar de la madera era el más singular vestigio de una corta batalla de calle. De matones de ciudad.
Aquel pensamiento resonó en la cabeza del brujo como la más grande de las campanas. Héroes. Menuda tontería. La vida seguía su curso, como de costumbre, y eso, más allá de sus extraños ojos y aquella fama que no duraría y ayudaría a que no durase, le agradaba. Volvía a ser Vincent Calhoun, el mercenario.
- ¡Hey! ¡Detente! - exclamó, demasiado tarde.
El rubio se había despistado durante un instante, con la mirada que había dirigido hacia el altar. No había podido evitar pensar que ahora debería controlar las llamas para que aquel desastre no fuera a mayores, y en ese momento de ingenua flaqueza, otro desastre se había iniciado ante él.
- ¿Por qué habrá hecho eso? - se preguntó, entre susurros, el buen mercenario, apretando la empuñadura de su espada con ambas manos, en guardia.
La batalla no había terminado. Aquella poción no era como la del otro tipo, esta lo había convertido en una especie de hombre bestia de pega. Un hombre bestia a medias, claro. Ya que si los normales eran la mitad de un humano y un animal, este no dejaba de ser algo imperfecto y que no llegaba a ese nivel. Más, no por ello era un ser inofensivo, todo lo contrario, aún contaba con algunas herramientas de los más letales para acabar con ellos, y si teníamos en cuenta que había logrado ese poder con una simple poción…
A los seres pensantes les encantaba hacer del mundo un lugar aún más peligroso de lo que ya era de por sí.
“Por fortuna”, pensó el brujo mercenario, “Bio estaba más cerca del formidable rival”, sin faltar una buena dosis de irónica sorna en tales pensamientos. Después de todo, los dioses jugaban con él, lo metían en más de un lío, por decirlo de manera suave, pero eh, al final eran más cabrones con otros individuos de aquellas amenazantes tierras.
- Te tomo la palabra-, le contestó al vampiro. - Yo me pongo a salvo junto a ellos y tú te encargas de todo-, bromeó, más no se movió del sitio. Se mantuvo firme y en guardia.
La gente sabía correr por sí misma, sin que nadie les diera un pergamino con instrucciones para poner una pierna delante de la otra, y así sucesivamente.
- Bueno, se ve que es más tozudo que una hija que yo me sé-, le dijo esta vez al señor de la voz, avanzando para ayudarle en la refriega.
Bio era ágil, pero aquel tipo, ahora transformado, no era mucho menos rápido que el diestro vampiro. Y por desgracia para ambos, era increíblemente fuerte además de veloz.
Vincent, mientras se aproximaba, usó la telequinesis para acercar la daga al vampiro hasta su mano, y que este pudiera usarla en caso de necesitarla antes de que él llegara hasta ellos. Después, viendo la gravedad del asunto y la alarma en los ojos del moreno, se lanzó hacia el hombre que asfixiaba al vampiro, con los pies por delante, y con la ayuda de un impulso de aire, logró adquirir más fuerza en la embestida para lograr quitárselo de encima a su compañero.
Por supuesto, ante tal impacto, los tres hombres acabaron rodando por los suelos, llevándose la peor parte el cabronazo medio bestia.
- Joder, recuérdame que nunca vuelva a hacer eso-, le dijo al vampiro sin saber dónde se encontraría, tanteando su alrededor con la mirada al perder de vista la situación y posiciones de todos ellos con el golpe.
De momento el mercenario no quería usar el arma o poderes avanzados. Ese tipo solo quería conocerle, y ahora por una mal llevada situación estaban en mitad de un combate a muerte. Sabía que debía intentar no matarlo. Intentarlo al menos.
Por fin, el brujo alcanzó con la mirada a su perdido rival. Estaba incorporándose, igual que él, más también captó un detalle interesante muy cerca del tipo que había que intentaba abatir.
El rubio mercenario se movió con agilidad y se colocó donde le interesaba, ahora que le había dado un buen golpe, el hombre medio bestia había centrado su atención sobre él, y por ello, no dudó en atacarle. Vinc agarró el tramo de una cuerda y el resto es historia.
El cuerpo del brujo desapareció a toda velocidad. Ascendió impulsado por el contrapeso que cayó cerca de su enemigo cuando cortó la cuerda de seguridad que lo sostenía. Por el camino soltó la espada, que siguió ascendiendo junto a él mantenida a su lado con telequinesis, y en el lugar apropiado extendió la palma de la mano para tocar la madera. Al instante de preparar la trampa tomó una daga en su mano libre, predispuesto a lanzarla contra la mencionada trampa…
Sin embargo, esta explotó antes de realizar nada al respecto. La grúa de madera tembló por la fuerza de la explosión y se inclinó dramáticamente, poniendo en peligro la vida del brujo, así que no tuvo más remedio que cambiar sus planes y tirarse contra el tejado inclinado de la casa cuando salió despedido, ayudado una vez más por su magia de aire, esta vez para dirigir su cuerpo hacia lugar seguro.
El golpe sonó tan doloroso como se sintió. Sus huesos crujieron por la fuerza del choque y su cuerpo comenzó a deslizarse por la inclinada pendiente. Solo la fuerza de sus manos enguantadas en cuero y acero, y el clavar de su daga contra el firme, frenaron su inevitable caída al vacío, a escasos centímetro del abismo.
Vinc suspiró aliviado, recostando su espalda con el tejado inclinado, pero por el cual ya no se deslizaba al encontrarse en posición estática y sin fuerza de movimiento.
Su espada aún giraba por el aire, hacia el cielo por la fuerza que llevaba en su momento de ascenso. En irónica chanza de su desgracia, libre y lanzada hacia el cielo al quedar sin control después del momento fatídico.
El mercenario envainó la daga que ya no necesitaba, y atrapó con su magia la espada que comenzaba a caer hacia el suelo de nuevo, como todas las cosas que eran lanzadas hacia el cielo. Y poco a poco, acercó su arma hasta que la pudo sostener entre los dedos de su mano.
- Hay que joderse-, se dijo, y volvió a suspirar, en esta ocasión con resignación.
Nada más mencionarlo, Vinc miró hacia su derecha y vio por un instante una silueta en el tejado del otro lado de la calle. La oscura figura saludó al mercenario con un gesto de su mano, un gesto tan efímero como la presencia de la sombra sobre el tejado contrario.
En cuánto desapareció, Vincent se palpó el costado con la mano libre, sintiendo una punzada de dolor al hacerlo, y luego se alongó por su lado para mira hacia abajo. Aún se escuchaba el ruido de la madera crujiendo bajo el peso del desequilibrio que tiraba de ella. Aún se caía algo de vez en cuando, parte del andamiaje de madera y la grúa que había tirado sobre el pobre desgraciado que yacería debajo de todo aquello.
¿Estaría muerto? Era imposible de saber, pero con lo fuerte que era gracias a la poción que se había tomado, era muy posible. Por lo menos, una posibilidad.
- Al menos nadie me podrá reprochar no haberlo intentado-, volvió a hablar consigo mismo, mirando hacia el cielo de nuevo. Olvidando todo el desastre de abajo por unos momentos. Sintiéndose en paz consigo mismo. - Maldita sea, podrías haber esperado.
Una voz se escuchó en la mente del brujo, en forma de pensamiento. Una voz que en su cabeza sonaba como si se lo escuchara decir a un medio metro de distancia.
“Ese tío era muy rápido. Si hubiera esperado, el plan no hubiese funcionado”
Vincent rió sin dejar de mirar hacia el cielo estrellado. Porque sabía sin ninguna duda que eso era lo que aquella persona le diría. Y porque tenía razón.
Vincent Calhoun
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 974
Nivel de PJ : : 9
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
No le hacia ninguna gracia dejar atrás a la sacerdotisa y a su fiel compañera, pero confiaba de sobra en las capacidades de ambas. El sonido de una gran batalla se hacia sonar cada vez mas fuerte a medida que el caballero esmeralda se aproximaba todo lo raudo que le permitía el peso de su armadura, y lo primero que llamo su atención al llegar fue el fuego provocado por lo que podría haber sido aquella explosión que escucharon, había escombros por todas partes y los que no corrieron espantados intentaron ayudar apagando el fuego.
-¿Que demonios ha pasado?...- Se pregunto Al'theas a medida que observaba a la gente corriendo a través de los escombros, preguntándose donde estaban Bio y Vincent.
En ese mismo momento, de entre los escombros de madera de lo que parecía haber sido una especie de grúa... emergió una criatura de gran tamaño que podría tener parentesco con algún tipo de Behemoth, su cuerpo magullado presentaba heridas terribles, seguramente fue enfrentado por Vincent y Bio... ¿acaso aquellos bandalos habían traído hasta la ciudad a este monstruo de algún modo sin que nadie se enterara? y justo cuando se formulaba esta pregunta, la criatura ataco enrabietada a Al'theas, arrastrándose de entre los escombros, mal herida, pero aun con ganas de guerra.
Sus ataques eran erráticos, lentos, y torpes, aquel ser estaba en las ultimas. no era un combate que supusiera un reto para Al'theas, pero no podía arriesgarse a que aquella bestia hiriera a los civiles que habían parado sus intentos de apagar el fuego al ver levantarse aquella cosa, por lo que el elfo no dudo en sacar su hoja, bloquear uno de sus ataques con su escudo y meter su espada dentro de la boca de la bestia a la primera oportunidad para enterrarsela y darle muerte, sintiendo su sangre recorriendo su brazo.
La criatura dejo de moverse, momento en el que el caballero saco su espada de un tirón, y contemplo a la criatura desplomada en el suelo a medida que los curiosos se acercaban.
En ese instante, algo empezó a cambiar en la criatura... su cuerpo comenzó a sufrir una metamorfosis que hicieron su cuerpo menguar poco a poco... hasta adoptar la forma de un ser humano... el mismo que ya les había increpado dentro de la taberna.
Fue entonces cuando Al'theas cayo en la cuenta de que probablemente este desgraciado hubiese ingerido la misma poción que los otros... pero con un efecto distinto.
Al'theas no sintió remordimientos por darle fin a alguien que se había buscado problemas por su cuenta, y menos aun por alguien que había puesto en peligro a civiles y a sus amigos, ademas él era un caballero esmeralda, y se hizo lo que debía hacerse, y aun así dejo caer una pequeña plegaria en elfico para que su alma pudiera encontrar la paz, era mas de lo que se merecía, y se dispuso a buscar a los demás.
Un alarido atravesó su mente en ese instante, perteneciente a una voz que ya le era familiar, y sus ojos se dirigiendo automáticamente hacia la dirección en la que se encontraba Bio. Su intrigante grito alerto a Al'theas no solo de su posición, "Alto", había llegado a escuchar, lo cual le dio a entender que alguien estaba huyendo, afino su vista hacia el callejón mas próximo y le pareció ver la capa de alguien atravesando la esquina, su instinto le dijo que debía ser importante, por lo que corrió tan rápido como pudo para darle alcance, dejando atrás a Bio de mala gana.
Sin embargo, en cuanto doblo la esquina y comprobó que el callejón se dividía en varias calles... sin ninguna pista de hacia donde pudo haber ido... supo que o había perdido -Maldición...- mascullo frustrado el caballero, diciendo que era mejor atender en lo mejor de lo posible a Bio.
-¿Como te encuentras? ¿y Vincent?- Pregunto a Bio a medida que se acercaba y se quitaba uno de sus guanteletes para usar el hechizo de mano sanadora sobre el maltrecho vampiro, no le curaría instantáneamente, pero al menos le aliviaría hasta que Níniel regresara.
-¿Que demonios ha pasado?...- Se pregunto Al'theas a medida que observaba a la gente corriendo a través de los escombros, preguntándose donde estaban Bio y Vincent.
En ese mismo momento, de entre los escombros de madera de lo que parecía haber sido una especie de grúa... emergió una criatura de gran tamaño que podría tener parentesco con algún tipo de Behemoth, su cuerpo magullado presentaba heridas terribles, seguramente fue enfrentado por Vincent y Bio... ¿acaso aquellos bandalos habían traído hasta la ciudad a este monstruo de algún modo sin que nadie se enterara? y justo cuando se formulaba esta pregunta, la criatura ataco enrabietada a Al'theas, arrastrándose de entre los escombros, mal herida, pero aun con ganas de guerra.
Sus ataques eran erráticos, lentos, y torpes, aquel ser estaba en las ultimas. no era un combate que supusiera un reto para Al'theas, pero no podía arriesgarse a que aquella bestia hiriera a los civiles que habían parado sus intentos de apagar el fuego al ver levantarse aquella cosa, por lo que el elfo no dudo en sacar su hoja, bloquear uno de sus ataques con su escudo y meter su espada dentro de la boca de la bestia a la primera oportunidad para enterrarsela y darle muerte, sintiendo su sangre recorriendo su brazo.
La criatura dejo de moverse, momento en el que el caballero saco su espada de un tirón, y contemplo a la criatura desplomada en el suelo a medida que los curiosos se acercaban.
En ese instante, algo empezó a cambiar en la criatura... su cuerpo comenzó a sufrir una metamorfosis que hicieron su cuerpo menguar poco a poco... hasta adoptar la forma de un ser humano... el mismo que ya les había increpado dentro de la taberna.
Fue entonces cuando Al'theas cayo en la cuenta de que probablemente este desgraciado hubiese ingerido la misma poción que los otros... pero con un efecto distinto.
Al'theas no sintió remordimientos por darle fin a alguien que se había buscado problemas por su cuenta, y menos aun por alguien que había puesto en peligro a civiles y a sus amigos, ademas él era un caballero esmeralda, y se hizo lo que debía hacerse, y aun así dejo caer una pequeña plegaria en elfico para que su alma pudiera encontrar la paz, era mas de lo que se merecía, y se dispuso a buscar a los demás.
Un alarido atravesó su mente en ese instante, perteneciente a una voz que ya le era familiar, y sus ojos se dirigiendo automáticamente hacia la dirección en la que se encontraba Bio. Su intrigante grito alerto a Al'theas no solo de su posición, "Alto", había llegado a escuchar, lo cual le dio a entender que alguien estaba huyendo, afino su vista hacia el callejón mas próximo y le pareció ver la capa de alguien atravesando la esquina, su instinto le dijo que debía ser importante, por lo que corrió tan rápido como pudo para darle alcance, dejando atrás a Bio de mala gana.
Sin embargo, en cuanto doblo la esquina y comprobó que el callejón se dividía en varias calles... sin ninguna pista de hacia donde pudo haber ido... supo que o había perdido -Maldición...- mascullo frustrado el caballero, diciendo que era mejor atender en lo mejor de lo posible a Bio.
-¿Como te encuentras? ¿y Vincent?- Pregunto a Bio a medida que se acercaba y se quitaba uno de sus guanteletes para usar el hechizo de mano sanadora sobre el maltrecho vampiro, no le curaría instantáneamente, pero al menos le aliviaría hasta que Níniel regresara.
Al'theas Tinarandel
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 143
Nivel de PJ : : 1
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Para cuando Níniel Y Catherine llegaron para reunirse con los demás todo había acabado, y no podía decirse que los héroes lo hubiesen tenido nada fácil, a juzgar por el estado del lugar, de los espectadores, y de los propios salvadores de árbol madre. Y es que, aunque el fuego no se había propagado y las heridas y quemaduras de los implicados no revestían gravedad, a excepción del atacante fallecido, realmente parecía que allí se había librado una guerra más que una pelea de taberna. Nada comparado a lo fácil que lo habían tenido en la parte trasera de aquella calle.
-No se les puede...dejar solos...hic.- Comentó la felina pelirroja tirando de las cuerdas con las que arrastraba sin demasiado cuidado a uno más de aquellos atacantes. Níniel a su lado amenazaba con su daga la espalda de otro más, instándole a caminar si no quería sentir en su piel aquel acero. Hizo una mueca ante todo aquel estropicio a la puerta de su casa y percatándose de la ausencia de Vincent.
-Sujetalo Cath.- Pidió a su hermana tendiéndole el extremo de la soga de su prisionero y acercándose hasta donde Al´theas atendía a un dolorido Bio. -¿Dónde está Vincent?- Quiso saber de inmediato antes de retirar las manos del caballero esmeralda del pelinegro y ofreciéndole en su lugar una poción de curación que sacó de uno de los bolsillos de su capa.
-No te quejes Bio. Sabe a cereza.- Le dijo a Noctis. -Es un...Ya sabes. Es mejor no usar magia de luz si no es necesario.- Explicó procurando no alzar la voz ante los pocos orejas redondas que aún quedaban cerca, y que parecían muy interesados en contemplar las artes sanadoras de los elfos. -Ocúpate de las quemaduras de esa gente. No parecen nada importante pero...- Pidió entonces y al ver a Vincent bajar de un tejado cercano ayudado con su magia de aire, parecía herido.
-Por todos los dioses. - Espetó la joven acercándose hasta el brujo preocupada, colocando una de sus manos sobre la que él tenía cubriendo la zona dolorida, asintiendo aliviada al ver que no era realmente nada. Una contusión leve, una leve fisura en una costilla. -Me asustaste.- Reconoció la sacerdotisa aplicando una oleada sanadora que restauró al rubio en menos de un parpadeo. Un sentimiento irracional a todas luces. Incluso si aquella herida hubiese sido grave, infectada o envenenada, ella habría podido curarle sin problemas.
-¿Esto ha sido cosa tuya?- Quiso saber señalando con la mirada los destrozos, no al cuerpo de aquel humano sin vida, pues la espada ensangrentada no era la suya. -Al final Catherine va a tener razón.- Añadió con una leve sonrisa ya de vuelta con los demás y viendo como un grupo de voluntarios terminaba de extinguir las llamas de aquel horroroso altar a la vez que, ya pasada la tormenta, más y más personas se acercaban curiosos a enterarse de lo ocurrido y extendían la historia según se la contaban los testigos de primera mano...O de no tan primera mano.
-Apartaos...Abrid paso a la guardia.- Se escuchó entonces desde el fondo del corrillo cada vez mayor que se estaba formando. No sin esfuerzo dos guardias lograron abrirse paso hasta la primera fila. -¿Qué está pasando aquí? ¿Quién ha iniciado el fuego?- quisieron saber sin entender por qué había tanta gente allí, por qué había un muerto y por qué había cuatro personas prisioneras.
-Fueron estos criminales guardia.- Respondió una de las personas. Y aquello fue secundado por muchos de los demás. -Atacaron a los héroes y trataron de hacer daño a la gente también.- Añadió el hombre relatando una historia, que si bien de base era cierta, dejaba al grupo de Sandorai como una vez más hubiesen salvado una ciudad. Exagerando la amenaza, exagerando el riesgo, exagerando las heridas y dejándolos como si fuesen los perfectos protagonistas de uno uno de esos cuentos para niños en los que el bien absoluto derrotaba al mal absoluto. Historia que, al ser secundada por el gentío, la guardia no pudo sino dar por cierta, especialmente al confirmar quiénes eran esos maravillosos héroes.
-Bien. Todo aclarado entonces. Dispérsense. Vuelvan a sus casas, sigan con sus cosas. La guardia se ocupará de todo desde este momento. Meteremos a estos villanos entre rejas y daremos parte.- Convino la guardia tras llegar refuerzos y tener efectivos suficientes como para ocuparse ellos desde aquel momento.
-Así me gusta. Y no olvidéis recomendarnos para una recompensa. Hic- Pidió la felina despidiéndose de los matones con la mano como si fuese una niña. Níniel por el contrario no estaba tan satisfecha, y eso que aún no sabía ni la mitad de lo que acababa de pasar. -En fin ¿volvemos dentro? Creo que me he ganado un...trago. Tuve que atizarle a uno de los malos con el último...hic.- Propuso la felina.
La peliblanca se dispuso a reñir a su hermana por proponer algo así en aquel momento, pues era evidente que aún quedaban muchas preguntas sin respuesta sobre lo ocurrido. Como quién les había entregado aquellas pociones. No obstante las palabras de la felina, que sin duda tan poco calarían entre los héroes, calaron mucho más entre el gentío, que no tardó ni un instante en aceptarlas, comenzando una fuerte disputa sobre quién de los allí presentes sería el que tendría el honor de invitar al grupo a una ronda.
-SILENCIO TODOS- Gritaría Beor usando el potente vozarrón que su tamaño le otorgaba. Menos mal que había aparecido. Podría volver a ayudarles a salir de aquella como antes. Tenían que hablar, lograr que la guardia les dejara interrogar a aquellos sujetos o al menos dejarla llegar hasta su laboratorio para estudiar las muestras de aquella extraña pócima.
-A la siguiente ronda...INVITA LA CASA.- Bramó no obstante el gigantón. Y antes de poder hacer nada, la joven se vió arrastrada de vuelta al interior de la posada, donde enseguida comenzó a correr la bebida.
Definitivamente los humanos podían llegar a ser...demasiado humanos.
-No se les puede...dejar solos...hic.- Comentó la felina pelirroja tirando de las cuerdas con las que arrastraba sin demasiado cuidado a uno más de aquellos atacantes. Níniel a su lado amenazaba con su daga la espalda de otro más, instándole a caminar si no quería sentir en su piel aquel acero. Hizo una mueca ante todo aquel estropicio a la puerta de su casa y percatándose de la ausencia de Vincent.
-Sujetalo Cath.- Pidió a su hermana tendiéndole el extremo de la soga de su prisionero y acercándose hasta donde Al´theas atendía a un dolorido Bio. -¿Dónde está Vincent?- Quiso saber de inmediato antes de retirar las manos del caballero esmeralda del pelinegro y ofreciéndole en su lugar una poción de curación que sacó de uno de los bolsillos de su capa.
-No te quejes Bio. Sabe a cereza.- Le dijo a Noctis. -Es un...Ya sabes. Es mejor no usar magia de luz si no es necesario.- Explicó procurando no alzar la voz ante los pocos orejas redondas que aún quedaban cerca, y que parecían muy interesados en contemplar las artes sanadoras de los elfos. -Ocúpate de las quemaduras de esa gente. No parecen nada importante pero...- Pidió entonces y al ver a Vincent bajar de un tejado cercano ayudado con su magia de aire, parecía herido.
-Por todos los dioses. - Espetó la joven acercándose hasta el brujo preocupada, colocando una de sus manos sobre la que él tenía cubriendo la zona dolorida, asintiendo aliviada al ver que no era realmente nada. Una contusión leve, una leve fisura en una costilla. -Me asustaste.- Reconoció la sacerdotisa aplicando una oleada sanadora que restauró al rubio en menos de un parpadeo. Un sentimiento irracional a todas luces. Incluso si aquella herida hubiese sido grave, infectada o envenenada, ella habría podido curarle sin problemas.
-¿Esto ha sido cosa tuya?- Quiso saber señalando con la mirada los destrozos, no al cuerpo de aquel humano sin vida, pues la espada ensangrentada no era la suya. -Al final Catherine va a tener razón.- Añadió con una leve sonrisa ya de vuelta con los demás y viendo como un grupo de voluntarios terminaba de extinguir las llamas de aquel horroroso altar a la vez que, ya pasada la tormenta, más y más personas se acercaban curiosos a enterarse de lo ocurrido y extendían la historia según se la contaban los testigos de primera mano...O de no tan primera mano.
-Apartaos...Abrid paso a la guardia.- Se escuchó entonces desde el fondo del corrillo cada vez mayor que se estaba formando. No sin esfuerzo dos guardias lograron abrirse paso hasta la primera fila. -¿Qué está pasando aquí? ¿Quién ha iniciado el fuego?- quisieron saber sin entender por qué había tanta gente allí, por qué había un muerto y por qué había cuatro personas prisioneras.
-Fueron estos criminales guardia.- Respondió una de las personas. Y aquello fue secundado por muchos de los demás. -Atacaron a los héroes y trataron de hacer daño a la gente también.- Añadió el hombre relatando una historia, que si bien de base era cierta, dejaba al grupo de Sandorai como una vez más hubiesen salvado una ciudad. Exagerando la amenaza, exagerando el riesgo, exagerando las heridas y dejándolos como si fuesen los perfectos protagonistas de uno uno de esos cuentos para niños en los que el bien absoluto derrotaba al mal absoluto. Historia que, al ser secundada por el gentío, la guardia no pudo sino dar por cierta, especialmente al confirmar quiénes eran esos maravillosos héroes.
-Bien. Todo aclarado entonces. Dispérsense. Vuelvan a sus casas, sigan con sus cosas. La guardia se ocupará de todo desde este momento. Meteremos a estos villanos entre rejas y daremos parte.- Convino la guardia tras llegar refuerzos y tener efectivos suficientes como para ocuparse ellos desde aquel momento.
-Así me gusta. Y no olvidéis recomendarnos para una recompensa. Hic- Pidió la felina despidiéndose de los matones con la mano como si fuese una niña. Níniel por el contrario no estaba tan satisfecha, y eso que aún no sabía ni la mitad de lo que acababa de pasar. -En fin ¿volvemos dentro? Creo que me he ganado un...trago. Tuve que atizarle a uno de los malos con el último...hic.- Propuso la felina.
La peliblanca se dispuso a reñir a su hermana por proponer algo así en aquel momento, pues era evidente que aún quedaban muchas preguntas sin respuesta sobre lo ocurrido. Como quién les había entregado aquellas pociones. No obstante las palabras de la felina, que sin duda tan poco calarían entre los héroes, calaron mucho más entre el gentío, que no tardó ni un instante en aceptarlas, comenzando una fuerte disputa sobre quién de los allí presentes sería el que tendría el honor de invitar al grupo a una ronda.
-SILENCIO TODOS- Gritaría Beor usando el potente vozarrón que su tamaño le otorgaba. Menos mal que había aparecido. Podría volver a ayudarles a salir de aquella como antes. Tenían que hablar, lograr que la guardia les dejara interrogar a aquellos sujetos o al menos dejarla llegar hasta su laboratorio para estudiar las muestras de aquella extraña pócima.
-A la siguiente ronda...INVITA LA CASA.- Bramó no obstante el gigantón. Y antes de poder hacer nada, la joven se vió arrastrada de vuelta al interior de la posada, donde enseguida comenzó a correr la bebida.
Definitivamente los humanos podían llegar a ser...demasiado humanos.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1148
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
La situación no pintaba nada bien, pero por suerte mientras me quitaba la criatura de encima, Vincent me acercó la daga con su magia, cosa que le agradecería luego, pues de momento había sabido conseguir la atención de la bestia que lo perseguía por todos lados hasta incluso cuando se subió a los tejados como una gata bajo la lluvia, parecía que estaba huyendo asustado pero el muy astuto brujo tenía un plan desde el principio, aplastar al animalón.
Me dolía todo el cuerpo, pero aún pensé en perseguir a la misteriosa figura encapuchada, aunque antes de lograrlo un estruendo llamó mi atención detrás de mí -Ya, por favor- Dije con cara de fastidio al ver emerger a la criatura, o lo que quedaba de ella. Por suerte el elfo esmeralda apareció para ponerle fin a la vida de la inocente criatura -No lo vayas a mat… bueno, ya no importa…- Al menos aún nos quedaban dos sujetos para interrogar y llegar al fondo del asunto.
El mismo elfo se acercó luego a sanarme con su magia -Oh, graaaaacias- Dije tratando de disimular el gesto de dolor que siempre me causaba esa extraña magia de luz que aunque ciertamente mejoraba mi condición, no resultaba muy agradable que digamos. Por suerte Niniel llegó luego y me ofreció una poción curativa con supuesto sabor a cereza -Beber para creer- Le dije con cierta desconfianza, me tapé la nariz con dos dedos para luego beber la poción lo más rápido que pude -Aaaarrrggg, está horrorosa… me encanta- Dije sin querer dar del todo la razón a mi pálida compañera.
A Catherine definitivamente se le habían ido los tragos a la cabeza, parecía que estaba volando en una nube de brillantina -¿Y este de dónde salió?- Pregunté refiriéndome al sujeto que traían como prisionero. La llegada de la guardia no pudo ser más inoportuna, se presentaban justo cuando ya no hacía falta -Vaya, que bueno que llegaron, los estábamos esperando- Recibí a los guardias que ante la explicación de las personas parecieron quedar satisfechos sin hacer demasiadas preguntas.
Me quedé un rato mirando en la dirección en que se había ido nuestro prófugo favorito pero luego desvié mi atención a los guardias que recogían los cuerpos de los inconscientes con muy poco cuidado, echándolos a la parte posterior de una carreta como si se tratara de meros cadáveres -Hey, con cuidado, están vivos- Señalé haciendo que el par de guardias encargados de apilarlos se pusieran un poco nerviosos, eso sumado a la prisa que tenían para desaparecer la evidencia hizo que la situación se volviera mucho más sospechosa.
Incluso parecían querer llevarse al prisionero de la gata que los miraba con cierto nerviosismo, por lo que fue necesario intervenir -Hey, no tan rápido, este es inocente, es nuestro amigo Elthon Matero- Me acerqué y le di un abrazo al hombre que ahora se mostraba un poco confundido -¿Y si es su amigo por qué está atado?- Preguntó un guardia de manera inquisitiva -Pues, a algunos les gustan las gatas, a otros las sogas, a algunos ambas… ¿Quiénes somos para juzgar?- Expliqué con una mirada de pervertido.
No era la mejor excusa que hubiera inventado, pero con la gata pasada de tragos y la mano del sujeto en el trasero de la felina donde yo acababa de obligarlo a colocarla, hicieron la escena un poco más creíble. Sin muchas ganas los guardias nos dejaron quedarnos con uno de los sujetos al que con algo de suerte le podríamos sacar un poco de información acerca de lo que había ocurrido en ese lugar, estaba seguro que había aspectos que no estábamos viendo y preguntas que necesitaban respuesta.
Me dolía todo el cuerpo, pero aún pensé en perseguir a la misteriosa figura encapuchada, aunque antes de lograrlo un estruendo llamó mi atención detrás de mí -Ya, por favor- Dije con cara de fastidio al ver emerger a la criatura, o lo que quedaba de ella. Por suerte el elfo esmeralda apareció para ponerle fin a la vida de la inocente criatura -No lo vayas a mat… bueno, ya no importa…- Al menos aún nos quedaban dos sujetos para interrogar y llegar al fondo del asunto.
El mismo elfo se acercó luego a sanarme con su magia -Oh, graaaaacias- Dije tratando de disimular el gesto de dolor que siempre me causaba esa extraña magia de luz que aunque ciertamente mejoraba mi condición, no resultaba muy agradable que digamos. Por suerte Niniel llegó luego y me ofreció una poción curativa con supuesto sabor a cereza -Beber para creer- Le dije con cierta desconfianza, me tapé la nariz con dos dedos para luego beber la poción lo más rápido que pude -Aaaarrrggg, está horrorosa… me encanta- Dije sin querer dar del todo la razón a mi pálida compañera.
A Catherine definitivamente se le habían ido los tragos a la cabeza, parecía que estaba volando en una nube de brillantina -¿Y este de dónde salió?- Pregunté refiriéndome al sujeto que traían como prisionero. La llegada de la guardia no pudo ser más inoportuna, se presentaban justo cuando ya no hacía falta -Vaya, que bueno que llegaron, los estábamos esperando- Recibí a los guardias que ante la explicación de las personas parecieron quedar satisfechos sin hacer demasiadas preguntas.
Me quedé un rato mirando en la dirección en que se había ido nuestro prófugo favorito pero luego desvié mi atención a los guardias que recogían los cuerpos de los inconscientes con muy poco cuidado, echándolos a la parte posterior de una carreta como si se tratara de meros cadáveres -Hey, con cuidado, están vivos- Señalé haciendo que el par de guardias encargados de apilarlos se pusieran un poco nerviosos, eso sumado a la prisa que tenían para desaparecer la evidencia hizo que la situación se volviera mucho más sospechosa.
Incluso parecían querer llevarse al prisionero de la gata que los miraba con cierto nerviosismo, por lo que fue necesario intervenir -Hey, no tan rápido, este es inocente, es nuestro amigo Elthon Matero- Me acerqué y le di un abrazo al hombre que ahora se mostraba un poco confundido -¿Y si es su amigo por qué está atado?- Preguntó un guardia de manera inquisitiva -Pues, a algunos les gustan las gatas, a otros las sogas, a algunos ambas… ¿Quiénes somos para juzgar?- Expliqué con una mirada de pervertido.
No era la mejor excusa que hubiera inventado, pero con la gata pasada de tragos y la mano del sujeto en el trasero de la felina donde yo acababa de obligarlo a colocarla, hicieron la escena un poco más creíble. Sin muchas ganas los guardias nos dejaron quedarnos con uno de los sujetos al que con algo de suerte le podríamos sacar un poco de información acerca de lo que había ocurrido en ese lugar, estaba seguro que había aspectos que no estábamos viendo y preguntas que necesitaban respuesta.
Bio
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 2016
Nivel de PJ : : 10
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
Aquello se le había ido un poco de las manos al bueno de Vinc, para qué mentirnos a estas alturas del relato. No obstante, ¿qué más opciones tenía?
Era aprovechar el entorno y aquel andamio de los obreros de la zona o matar al tipo directamente, sin más titubeo o duda. Ya que, al fin y al cabo, ese hombre se había vuelto demasiado fuerte después de tomarse la poción, cómo para poder noquearlo con facilidad como al primero de los tipos que habían luchado contra ellos. No, desgraciadamente solo tenía ese recurso desesperado para intentar no matarlo.
Intentarlo.
Porque la posibilidad de que aquellos maderos mataran al chico al caerles encima, pese a su fortaleza, era muy alta.
Para aún más desgracia, el hombre no solo había conseguido sobrevivir, sino salir de una pieza del improvisado derrumbe. Y ya sin más opciones para detenerlo sin derramamiento de sangre… El caballero esmeralda hizo lo que debía.
- Maldita sea. Casi me matan por nada-, se lamentó, mirando una vez más hacia el cielo, después de observar el final del combate desde su privilegiada posición.
Una faena. Pero era lo que había. Las historias no siempre acababan como uno deseaba o de la mejor manera. La mayoría de las veces, al menos en la realidad, uno debía conformarse con lograr el final menos malo.
Cierto que existía la manida expresión de: No lo intentes, hazlo. Más eso solo era un cuento para darle voluntad con mentiras a gente sin autoestima. La verdad, es que un mortal solo podía intentar las cosas, teniendo fe en que saldría bien y que su elección era la más adecuada para lograrlo. Y si fallaba. Volver a intentarlo, de esa u otra distinta, si conseguía sobrevivir a la situación en la que acababa envuelto.
Eso de hacerlo sin más estaba fuera del alcance de los mundanos mortales, y por lo que parecía, en parte también de los grandes dioses. Las situaciones eran más complicadas en el mundo de los grises y al final solo se podían intentar.
Una y otra vez. Intentarlo sin descanso. Ello forjaba el carácter y te daba las herramientas que solo la experiencia podía dar.
El brujo pensó sobre ello mientras se levantaba con cuidado y seguía contemplando los acontecimientos que se fraguaban bajo sus pies.
Por fin la situación parecía controlada con ese último peligro abatido. Más, un veterano como él sabía que aquello no acababa allí. Y sin aún mediar palabra con sus compañeros, sabía que todos ellos entenderían el problema cuando se pusieran boca arriba todas las cartas que habían reunido.
Aquellos tres locos, más los que traían el resto de sus amigos de la calle trasera, eran víctimas, más que cualquier otra cosa. Víctimas por su propia ambición, sin duda, pero víctimas al fin y al cabo. Herramientas, sin comprenderlo, de algo más grande y peligroso.
Vincent deslizó el acero de su espada en la vaina y se acarició el mentón con la mano diestra, al tiempo que hacía lo propio sobre su costado con la otra mano. El golpe no era mortal pero ese dolor se quedaría un tiempo con él. O tal vez no.
El mercenario se dejó caer sobre el balcón de la casa, ayudado por su magia de viento para amortiguar la recepción de su cuerpo contra la madera del suelo. Aquel balcón que estaba siendo instalado y reformado por los obreros, esos trabajadores que con toda seguridad odiarían mucho a la persona que se había cargado todo su esfuerzo, trabajo y dedicación…
En fin, cómo bien era sabido y dicho anteriormente, las cosas no siempre salían bien para todos. Por lo que Vinc no se preocupó demasiado por una acción que hizo con todas las ganas de ayudar a preservar una vida, y saltó desde el balcón a la calle, donde, una vez más, usó su magia para frenar el impacto de la caída.
- Suelo asustar. Creo que es la tercera cosa que mejor se me da en esta vida, después de preocupar y decir tonterías-, bromeó, quitándole hierro al problema. En realidad era un golpe y en el pasado Níniel le había curado de cosas mucho peores. - ¿Cosa mía? - dijo dubitativo, comenzando a hacerse un poco el loco. - Bueno, puede que sí. Que sea eso. O puede que deba mejorar mi club de amistades en donde hay gente que les importa una mierda explotarme. O…-, dejó la frase en el aire, pensando que más decir por unos instantes. - O que puede… Vale, he sido yo. ¿Y qué ha dicho Cath? Si es algo referente a nosotros dos solo podría decirte que esta vez tiene algo de razón. No nos vuelvas a dejar solos. Que nos desbandamos.
Ah, después de tanto desastre, un poco de paz y confidencias con su dulce elfa era todo lo que necesitaba. Junto a ella, el mercenario necesitaba poco para sentirse feliz y bien. Su presencia era suficiente para sanar su mente y espíritu.
Quizás por esa razón el brujo besó a la elfa con dulzura.
- Sé que hace muy poco que nos separamos, pero siempre me hace feliz verte-, dijo con suavidad, una vez sus labios se separaron. - No importa el tiempo que haya pasado. Ya lo sabes-, terminó por decir, sin perder la dulzura, dibujando una coqueta y pícara sonrisa sobre el rostro.
Más, en una situación como aquella, el romanticismo tenía un espacio corto de tiempo. La guardia llegó para controlar la situación e investigar lo que había pasado en aquella calle. Los destrozos eran evidentes, pero aquella maldita fama que los acampanaba y el buen hacer del conocido tabernero Beor, fue suficiente para convencerlos de quienes eran los “malos”.
- No sean duros con ellos. Con unas noches en las mazmorras se les pasarán las ganas de más fiestas en un futuro-, le comentó a la guardia, adelantándose y acercándose a ellos. - Los mayores desperfectos los he ocasionado yo, intentando atrapar a este hombre sin ocasionarle la muerte-, dijo seguido, señalando con un movimiento de la cabeza hacia el muerto. - Como pueden ver, he fracasado en mi cometido. Ya me encargará de hablar con el dueño de esta casa y con los obreros para pagar los desperfectos. Es lo menos que puedo hacer.
- Bueno, siendo un héroe podemos fiarnos de su palabra. Está bien. No seremos muy duros con ellos, más la ley del rey es sagrada. Se cumplirá a rajatabla. Si no han hecho más que una pelea de taberna, serán castigados solo por eso, y dejaremos en su mano los arreglos. De todos modos, volveremos para asegurarnos de que sea así-, dijo aquello último, como si sintiera que estaba ofendiendo a una persona querida sin desearlo. - Entienda usted…
- Descuide. Es la labor de la guardia asegurarse que se cumpla la ley. No me ofende. Solo cumple con su deber con sus ciudadanos y ello me alegra. Es un buen hombre.
Aquello pareció cambiar la cara del guardia, que de buenas a primeras lució una sonrisa en sus labios.
- De acuerdo. Yo me alegro de que todo haya podido resolverse sin más problemas-, dijo, alargando la mano para estrechar la mano del brujo.
Vincent, por supuesto hizo lo propio y estrechó la mano del guardia. Aunque aún sentía la punzada de la palabra héroe en la sien. Maldita y estúpida fama.
- Ah, eso también tiene explicación. Digamos que entre la trifulca nos mezclamos un poco y bueno-, hizo un gesto con la testa hacia la gata antes de susurrar. - Esa mujer es dura de roer. Una gran luchadora. Pero ahora mismo no diferenciaría un castillo de una vaca.
- Eh. Qué has dicho, brujo.
“Demonios. La capacidad de las mujeres gato para captar el sonido era impresionante.”, pensó el brujo.
- Oh, nada, nada. Burocracia aburrida. Nada más
- Jum-, mencionó la gata, no teniendo todas consigo.
De todas maneras no dijo nada más. Prueba evidente que se lo había tragado, más aún cuando se entusiasmó con la idea de tragos gratis por parte de Beor.
- Eso ha ido de un pelo-, musitó para sí mismo, para después guiñarle un ojo al guardia. - Eso, quiénes somos para juzgar-, afirmó, a la vez que sacaba la daga del cinto y cortaba la cuerda que ataba las manos del bandido. Luego lo atrajo hacia él y lo coló a su lado, a su vera, con una mano bien apretada sobre el hombro. - Este gran tipo y yo somos uña y carne. Al menos cuando tenemos tiempo para coincidir. A que sí-, dijo, y después miró hacia el tipo, con una mirada que decía bien claro: prefieres pasar noches en el calabozo o quedarte con nosotros.
- Oh. ¡Oh! Claro. Claro. Conozco al héroe desde hace varios años. Desde entocnes somo casi inseparables.
Vincent apretó con más fuerza el apriete sobre el hombro del bandido. ¿Cómo se le ocurría llamarlo héroe? Con lo poco que le gustaba. Maldita gente, que no sabía lo que era realmente importante para él.
- Exacto. Quizás no tantos años-, rectificó, porque en la guardia lo conocía alguno que otro soldado, de tiempos anteriores a esa fama de héroe, y tampoco era buena idea crear mentiras fáciles de contrastar. - Pero sí, es un buen amigo mío. No me cuesta hacer amistades. Ya lo saben.
Afianzó esas palabras con una afirmación con su testa y dejó al delincuente en manos de Al’theas, para que lo llevara adentro.
- Y bueno, qué puedo decir para despedirnos. Siento el desastre una vez más. Si quieren tragos gratis, pues Beor se ve que está amable esta noche. Los estaremos esperando si llegara el caso, cuando terminen su ronda-, comentó finalmente, mostrando una de sus mejores sonrisas. - Buenas noches. Y que les sea leve la noche de guardia.
El brujo no había dudado en secundar a Bio y ayudarle a retener al tipo. Estaba claro que el moreno quería información de ese hombre y, teniendo en cuenta lo que había pasado con aquellas pociones, no era una mala idea averiguar más sobre ello.
Era aprovechar el entorno y aquel andamio de los obreros de la zona o matar al tipo directamente, sin más titubeo o duda. Ya que, al fin y al cabo, ese hombre se había vuelto demasiado fuerte después de tomarse la poción, cómo para poder noquearlo con facilidad como al primero de los tipos que habían luchado contra ellos. No, desgraciadamente solo tenía ese recurso desesperado para intentar no matarlo.
Intentarlo.
Porque la posibilidad de que aquellos maderos mataran al chico al caerles encima, pese a su fortaleza, era muy alta.
Para aún más desgracia, el hombre no solo había conseguido sobrevivir, sino salir de una pieza del improvisado derrumbe. Y ya sin más opciones para detenerlo sin derramamiento de sangre… El caballero esmeralda hizo lo que debía.
- Maldita sea. Casi me matan por nada-, se lamentó, mirando una vez más hacia el cielo, después de observar el final del combate desde su privilegiada posición.
Una faena. Pero era lo que había. Las historias no siempre acababan como uno deseaba o de la mejor manera. La mayoría de las veces, al menos en la realidad, uno debía conformarse con lograr el final menos malo.
Cierto que existía la manida expresión de: No lo intentes, hazlo. Más eso solo era un cuento para darle voluntad con mentiras a gente sin autoestima. La verdad, es que un mortal solo podía intentar las cosas, teniendo fe en que saldría bien y que su elección era la más adecuada para lograrlo. Y si fallaba. Volver a intentarlo, de esa u otra distinta, si conseguía sobrevivir a la situación en la que acababa envuelto.
Eso de hacerlo sin más estaba fuera del alcance de los mundanos mortales, y por lo que parecía, en parte también de los grandes dioses. Las situaciones eran más complicadas en el mundo de los grises y al final solo se podían intentar.
Una y otra vez. Intentarlo sin descanso. Ello forjaba el carácter y te daba las herramientas que solo la experiencia podía dar.
El brujo pensó sobre ello mientras se levantaba con cuidado y seguía contemplando los acontecimientos que se fraguaban bajo sus pies.
Por fin la situación parecía controlada con ese último peligro abatido. Más, un veterano como él sabía que aquello no acababa allí. Y sin aún mediar palabra con sus compañeros, sabía que todos ellos entenderían el problema cuando se pusieran boca arriba todas las cartas que habían reunido.
Aquellos tres locos, más los que traían el resto de sus amigos de la calle trasera, eran víctimas, más que cualquier otra cosa. Víctimas por su propia ambición, sin duda, pero víctimas al fin y al cabo. Herramientas, sin comprenderlo, de algo más grande y peligroso.
Vincent deslizó el acero de su espada en la vaina y se acarició el mentón con la mano diestra, al tiempo que hacía lo propio sobre su costado con la otra mano. El golpe no era mortal pero ese dolor se quedaría un tiempo con él. O tal vez no.
El mercenario se dejó caer sobre el balcón de la casa, ayudado por su magia de viento para amortiguar la recepción de su cuerpo contra la madera del suelo. Aquel balcón que estaba siendo instalado y reformado por los obreros, esos trabajadores que con toda seguridad odiarían mucho a la persona que se había cargado todo su esfuerzo, trabajo y dedicación…
En fin, cómo bien era sabido y dicho anteriormente, las cosas no siempre salían bien para todos. Por lo que Vinc no se preocupó demasiado por una acción que hizo con todas las ganas de ayudar a preservar una vida, y saltó desde el balcón a la calle, donde, una vez más, usó su magia para frenar el impacto de la caída.
- Suelo asustar. Creo que es la tercera cosa que mejor se me da en esta vida, después de preocupar y decir tonterías-, bromeó, quitándole hierro al problema. En realidad era un golpe y en el pasado Níniel le había curado de cosas mucho peores. - ¿Cosa mía? - dijo dubitativo, comenzando a hacerse un poco el loco. - Bueno, puede que sí. Que sea eso. O puede que deba mejorar mi club de amistades en donde hay gente que les importa una mierda explotarme. O…-, dejó la frase en el aire, pensando que más decir por unos instantes. - O que puede… Vale, he sido yo. ¿Y qué ha dicho Cath? Si es algo referente a nosotros dos solo podría decirte que esta vez tiene algo de razón. No nos vuelvas a dejar solos. Que nos desbandamos.
Ah, después de tanto desastre, un poco de paz y confidencias con su dulce elfa era todo lo que necesitaba. Junto a ella, el mercenario necesitaba poco para sentirse feliz y bien. Su presencia era suficiente para sanar su mente y espíritu.
Quizás por esa razón el brujo besó a la elfa con dulzura.
- Sé que hace muy poco que nos separamos, pero siempre me hace feliz verte-, dijo con suavidad, una vez sus labios se separaron. - No importa el tiempo que haya pasado. Ya lo sabes-, terminó por decir, sin perder la dulzura, dibujando una coqueta y pícara sonrisa sobre el rostro.
Más, en una situación como aquella, el romanticismo tenía un espacio corto de tiempo. La guardia llegó para controlar la situación e investigar lo que había pasado en aquella calle. Los destrozos eran evidentes, pero aquella maldita fama que los acampanaba y el buen hacer del conocido tabernero Beor, fue suficiente para convencerlos de quienes eran los “malos”.
- No sean duros con ellos. Con unas noches en las mazmorras se les pasarán las ganas de más fiestas en un futuro-, le comentó a la guardia, adelantándose y acercándose a ellos. - Los mayores desperfectos los he ocasionado yo, intentando atrapar a este hombre sin ocasionarle la muerte-, dijo seguido, señalando con un movimiento de la cabeza hacia el muerto. - Como pueden ver, he fracasado en mi cometido. Ya me encargará de hablar con el dueño de esta casa y con los obreros para pagar los desperfectos. Es lo menos que puedo hacer.
- Bueno, siendo un héroe podemos fiarnos de su palabra. Está bien. No seremos muy duros con ellos, más la ley del rey es sagrada. Se cumplirá a rajatabla. Si no han hecho más que una pelea de taberna, serán castigados solo por eso, y dejaremos en su mano los arreglos. De todos modos, volveremos para asegurarnos de que sea así-, dijo aquello último, como si sintiera que estaba ofendiendo a una persona querida sin desearlo. - Entienda usted…
- Descuide. Es la labor de la guardia asegurarse que se cumpla la ley. No me ofende. Solo cumple con su deber con sus ciudadanos y ello me alegra. Es un buen hombre.
Aquello pareció cambiar la cara del guardia, que de buenas a primeras lució una sonrisa en sus labios.
- De acuerdo. Yo me alegro de que todo haya podido resolverse sin más problemas-, dijo, alargando la mano para estrechar la mano del brujo.
Vincent, por supuesto hizo lo propio y estrechó la mano del guardia. Aunque aún sentía la punzada de la palabra héroe en la sien. Maldita y estúpida fama.
- Ah, eso también tiene explicación. Digamos que entre la trifulca nos mezclamos un poco y bueno-, hizo un gesto con la testa hacia la gata antes de susurrar. - Esa mujer es dura de roer. Una gran luchadora. Pero ahora mismo no diferenciaría un castillo de una vaca.
- Eh. Qué has dicho, brujo.
“Demonios. La capacidad de las mujeres gato para captar el sonido era impresionante.”, pensó el brujo.
- Oh, nada, nada. Burocracia aburrida. Nada más
- Jum-, mencionó la gata, no teniendo todas consigo.
De todas maneras no dijo nada más. Prueba evidente que se lo había tragado, más aún cuando se entusiasmó con la idea de tragos gratis por parte de Beor.
- Eso ha ido de un pelo-, musitó para sí mismo, para después guiñarle un ojo al guardia. - Eso, quiénes somos para juzgar-, afirmó, a la vez que sacaba la daga del cinto y cortaba la cuerda que ataba las manos del bandido. Luego lo atrajo hacia él y lo coló a su lado, a su vera, con una mano bien apretada sobre el hombro. - Este gran tipo y yo somos uña y carne. Al menos cuando tenemos tiempo para coincidir. A que sí-, dijo, y después miró hacia el tipo, con una mirada que decía bien claro: prefieres pasar noches en el calabozo o quedarte con nosotros.
- Oh. ¡Oh! Claro. Claro. Conozco al héroe desde hace varios años. Desde entocnes somo casi inseparables.
Vincent apretó con más fuerza el apriete sobre el hombro del bandido. ¿Cómo se le ocurría llamarlo héroe? Con lo poco que le gustaba. Maldita gente, que no sabía lo que era realmente importante para él.
- Exacto. Quizás no tantos años-, rectificó, porque en la guardia lo conocía alguno que otro soldado, de tiempos anteriores a esa fama de héroe, y tampoco era buena idea crear mentiras fáciles de contrastar. - Pero sí, es un buen amigo mío. No me cuesta hacer amistades. Ya lo saben.
Afianzó esas palabras con una afirmación con su testa y dejó al delincuente en manos de Al’theas, para que lo llevara adentro.
- Y bueno, qué puedo decir para despedirnos. Siento el desastre una vez más. Si quieren tragos gratis, pues Beor se ve que está amable esta noche. Los estaremos esperando si llegara el caso, cuando terminen su ronda-, comentó finalmente, mostrando una de sus mejores sonrisas. - Buenas noches. Y que les sea leve la noche de guardia.
El brujo no había dudado en secundar a Bio y ayudarle a retener al tipo. Estaba claro que el moreno quería información de ese hombre y, teniendo en cuenta lo que había pasado con aquellas pociones, no era una mala idea averiguar más sobre ello.
Vincent Calhoun
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 974
Nivel de PJ : : 9
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
A medida que Al'theas trataba de curar al maltrecho Bio, pudo darse cuenta de que la experiencia le era dolorosa por su naturaleza como infraser, no obstante, era lo que había para aliviarlo, hasta que Níniel hizo acto de aparición para su fortuna y dejo a Bio en buenas manos.
Níniel no venia sola, ademas de estar acompañada de Cath, también traían consigo a uno de los supervivientes de aquel grupo. Poco después... Vincent se dejo caer por ahí, literalmente, justo a tiempo para ser atendido por la sacerdotisa.
Pero entonces también llego la guardia, como era de esperar... haciendo preguntas. Por suerte el dúo dinámico del grupo se las apañaron para que los guardias desestimaran la presencia de su actual prisionero que con toda seguridad habría acabado en un calabozo y las intrigas del origen de estos y sus intenciones quedarían en el olvido.
-Bien... vamos anda...- Dijo Al'theas dándole un empujón al prisionero que Vincent le había confiado ahora que la guardia ya no era un problema.
-P-por favor... no me mates... y-yo... yo...- Balbuceaba aterrado debido al fatal destino que recibió su ex-compañero a manos del caballero esmeralda.
-Tranquilo... solo mato monstruos fuera de control... sé bueno y yo también lo seré- Sentencio en dirección a la taberna abriéndose paso entre la multitud que buscaba empinar el codo para olvidar el mal trago.
-¡Beor! ¡Voy a dar uso de tu bodega! ¡Perdona las molestias!- Grito entre el gentío, no pudo confirmar si le oyó ni tampoco espero a que le contestara.
A medida que bajaban a la bodega, el ruido de la muchedumbre disminuía y solo los gimoteos de su prisionero resonaban por las paredes. Mientras llegaban, Al'theas comenzó a recordar aquel entrenamiento que su padre realizaba para posibles prisioneros de guerra, su padre en persona era una persona amable por lo general, pero a la hora de encerrarse con alguien al que debía sonsacar información... podía llegar a ser aterrador... y DEBÍA hacerlo así para que su amabilidad real no fuera confundida con debilidad...
el caballero esmeralda abrió la puerta medio abierta de una patada cuyo impacto hizo sonar las bisagras de la misma, con objetivo de intimidar a su prisionero. -Siéntate...- Dijo en tono autoritario, aprovechando parte de sus ataduras para mantenerlo bien agarrado a la silla, darle la espalda solo para cerrar con otro portazo la puerta, y dirigirse a él con un tono ensayado de furia.
-¿Te vas enterando de que va la vida ahora verdad?... ¿Y tu eras el que pretendía violar a una sacerdotisa eh?... ¡¿te creías que era así de fácil?!- Grito a la vez que sacaba su espada y la clavaba justo entre sus piernas en el suelo para intimidarlo, apoyándose sobre esta para mirarle fijamente a los ojos -Dame una buena razón para no castrarte ahora mismo...- Al'theas no estaba seguro de si aquel tipo era el mismo que efectivamente iba con aquellas intenciones, pero era seguro de que si no era este, era quien le acompañaba y les ataco.
-¡Por favor!... ¡juro que no recuerdo nada! mis... mis recuerdos están confusos...- Dijo mirando al elfo con desesperación.
-Con que esas tenemos ¿eh?... entonces... si no puedes aportarnos ninguna información... entonces tampoco eres útil vivo... - Dijo a medida que levantaba su espada y la alzaba amenazante sobre su prisionero como ultimo intento.
-¡PIEDAD SEÑOR! ¡IMPLORO CLEMENCIA! ¡No sé de que se me acusa pero pido mil perdones por lo que sea que haya cometido! ¡Por favor!...- Gimoteaba entre lagrimas.
Mientras el caballero esmeralda mantenía su espada alzada pensó para si... -Humm... extraño... o sabe mentir muy bien... o dice la verdad... o al menos eso es lo que percibo... lo cual es incongruente sabiendo que nos ataco... a no ser... - Y a medida que volvía a enfundar su hoja, Al'theas se percato de la posibilidad de que su prisionero pudiera haber estado bajo el influjo de algún tipo de control mental.
El caballero esmeralda suspiro al mismo tiempo que se pasaba la mano por su rostro, como si estuviera haciendo el amago de quitarse una mascara -Ya veo...- Contesto dándose una pausa -Descansa ahí, enseguida llegara la sacerdotisa con los demás- Dijo finalmente, observando que el prisionero comenzaba a mostrarse algo mas tranquilo.
Al'theas tenia intención de compartir con Níniel la conjetura a la que había llegado, suponiendo que no lo haya hecho ella antes, y de ser cierto... significaba pues que aun andaría alguien por ahí con ese poder...
Níniel no venia sola, ademas de estar acompañada de Cath, también traían consigo a uno de los supervivientes de aquel grupo. Poco después... Vincent se dejo caer por ahí, literalmente, justo a tiempo para ser atendido por la sacerdotisa.
Pero entonces también llego la guardia, como era de esperar... haciendo preguntas. Por suerte el dúo dinámico del grupo se las apañaron para que los guardias desestimaran la presencia de su actual prisionero que con toda seguridad habría acabado en un calabozo y las intrigas del origen de estos y sus intenciones quedarían en el olvido.
-Bien... vamos anda...- Dijo Al'theas dándole un empujón al prisionero que Vincent le había confiado ahora que la guardia ya no era un problema.
-P-por favor... no me mates... y-yo... yo...- Balbuceaba aterrado debido al fatal destino que recibió su ex-compañero a manos del caballero esmeralda.
-Tranquilo... solo mato monstruos fuera de control... sé bueno y yo también lo seré- Sentencio en dirección a la taberna abriéndose paso entre la multitud que buscaba empinar el codo para olvidar el mal trago.
-¡Beor! ¡Voy a dar uso de tu bodega! ¡Perdona las molestias!- Grito entre el gentío, no pudo confirmar si le oyó ni tampoco espero a que le contestara.
A medida que bajaban a la bodega, el ruido de la muchedumbre disminuía y solo los gimoteos de su prisionero resonaban por las paredes. Mientras llegaban, Al'theas comenzó a recordar aquel entrenamiento que su padre realizaba para posibles prisioneros de guerra, su padre en persona era una persona amable por lo general, pero a la hora de encerrarse con alguien al que debía sonsacar información... podía llegar a ser aterrador... y DEBÍA hacerlo así para que su amabilidad real no fuera confundida con debilidad...
el caballero esmeralda abrió la puerta medio abierta de una patada cuyo impacto hizo sonar las bisagras de la misma, con objetivo de intimidar a su prisionero. -Siéntate...- Dijo en tono autoritario, aprovechando parte de sus ataduras para mantenerlo bien agarrado a la silla, darle la espalda solo para cerrar con otro portazo la puerta, y dirigirse a él con un tono ensayado de furia.
-¿Te vas enterando de que va la vida ahora verdad?... ¿Y tu eras el que pretendía violar a una sacerdotisa eh?... ¡¿te creías que era así de fácil?!- Grito a la vez que sacaba su espada y la clavaba justo entre sus piernas en el suelo para intimidarlo, apoyándose sobre esta para mirarle fijamente a los ojos -Dame una buena razón para no castrarte ahora mismo...- Al'theas no estaba seguro de si aquel tipo era el mismo que efectivamente iba con aquellas intenciones, pero era seguro de que si no era este, era quien le acompañaba y les ataco.
-¡Por favor!... ¡juro que no recuerdo nada! mis... mis recuerdos están confusos...- Dijo mirando al elfo con desesperación.
-Con que esas tenemos ¿eh?... entonces... si no puedes aportarnos ninguna información... entonces tampoco eres útil vivo... - Dijo a medida que levantaba su espada y la alzaba amenazante sobre su prisionero como ultimo intento.
-¡PIEDAD SEÑOR! ¡IMPLORO CLEMENCIA! ¡No sé de que se me acusa pero pido mil perdones por lo que sea que haya cometido! ¡Por favor!...- Gimoteaba entre lagrimas.
Mientras el caballero esmeralda mantenía su espada alzada pensó para si... -Humm... extraño... o sabe mentir muy bien... o dice la verdad... o al menos eso es lo que percibo... lo cual es incongruente sabiendo que nos ataco... a no ser... - Y a medida que volvía a enfundar su hoja, Al'theas se percato de la posibilidad de que su prisionero pudiera haber estado bajo el influjo de algún tipo de control mental.
El caballero esmeralda suspiro al mismo tiempo que se pasaba la mano por su rostro, como si estuviera haciendo el amago de quitarse una mascara -Ya veo...- Contesto dándose una pausa -Descansa ahí, enseguida llegara la sacerdotisa con los demás- Dijo finalmente, observando que el prisionero comenzaba a mostrarse algo mas tranquilo.
Al'theas tenia intención de compartir con Níniel la conjetura a la que había llegado, suponiendo que no lo haya hecho ella antes, y de ser cierto... significaba pues que aun andaría alguien por ahí con ese poder...
Al'theas Tinarandel
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 143
Nivel de PJ : : 1
Re: Fiesta de la victoria. [Libre] [4/4]
El ambiente de celebración pronto inundó la posada, más llena que nunca, y no hizo sino ir en aumento conforme el alcohol comenzó a llenar las panzas de los allí presentes. Los vítores y brindis fueron dando paso a la exaltación de las figuras más heroicas de la ciudad, y del mundo si había que hacer caso a lo que se decía, y de aquello a los gritos desafinados de la mayoría en un intento por seguir la letra de una canción entonada por una trobadora, tan talentosa como exagerada en sus letras y a la que por desgracia era imposible escuchar entre tantos berridos.
-En cualquier comento comenzarán a subirse a las mesas...- Se lamentó Níniel recordando como en su hogar natal nunca se llegaba a tal desmadre. Y no porque no supieran divertirse a la hora de celebrar fiestas precisamente...Lo que la peliblanca no esperaba es que fuese a ser Catherine la primera en cumplir su presagio. Bueno, mentira, sí que se lo esperaba.
-Ahora viene la parte de la canción en la que mato a esa condenada planta malvada...Cantad más alto...- Animaba a la gente desde las alturas con una nueva bebida en la mano y mientras Níniel sonreía como buenamente podía a los que la invitaban a más y más bebidas o la felicitaban por sus hazañas. Hacía como que bebía sin hacerlo, siempre mostrando su jarra para que nadie insistiera demasiado.
¿Cuánto más iba a durar aquello? ¿Podrían los demás ocuparse de obtener la información suficiente mientras ella se veía forzada a aquel paripé? En Sandorai muchas celebraciones élficas duraban hasta el amanecer, y sabía que los humanos, a pesar de semejante derroche de energía podían no quedarse atrás...¿Cómo podían aguantar tanto bebiendo de semejante manera?
-Baila conmigo heroína.- Le propuso un hombre con aspecto de comerciante, petición a la que Níniel se negó con educación para tristeza del hombre, que se animó ante una nueva bebida. La joven observó el camino escaleras arriba y el costo de llegar hasta allí entre tanta gente, pensando en que tan pronto como le fuera posible trataría de escabullirse. Con un rato correspondiendo a todo aquello debería de valer según la etiqueta ¿no?. Claro que primero tenía que bajar a Catherine de aquella mesa...
La pelirroja se lo estaba pasando estupendamente a todas luces, y ni por un instante mostró interés alguno en corregir a aquella trobadora sobre sus poco precisas letras. Tampoco parecía recordar que solo unos momentos antes un grupo de personajes mucho más peligrosos de lo que nadie había podido sospechar en un primer momento les habían atacado con un claro plan en mente y no de manera fortuita. La sacerdotisa intuía que solo habían visto la punta del iceberg de todo aquello.
-En cualquier comento comenzarán a subirse a las mesas...- Se lamentó Níniel recordando como en su hogar natal nunca se llegaba a tal desmadre. Y no porque no supieran divertirse a la hora de celebrar fiestas precisamente...Lo que la peliblanca no esperaba es que fuese a ser Catherine la primera en cumplir su presagio. Bueno, mentira, sí que se lo esperaba.
-Ahora viene la parte de la canción en la que mato a esa condenada planta malvada...Cantad más alto...- Animaba a la gente desde las alturas con una nueva bebida en la mano y mientras Níniel sonreía como buenamente podía a los que la invitaban a más y más bebidas o la felicitaban por sus hazañas. Hacía como que bebía sin hacerlo, siempre mostrando su jarra para que nadie insistiera demasiado.
¿Cuánto más iba a durar aquello? ¿Podrían los demás ocuparse de obtener la información suficiente mientras ella se veía forzada a aquel paripé? En Sandorai muchas celebraciones élficas duraban hasta el amanecer, y sabía que los humanos, a pesar de semejante derroche de energía podían no quedarse atrás...¿Cómo podían aguantar tanto bebiendo de semejante manera?
-Baila conmigo heroína.- Le propuso un hombre con aspecto de comerciante, petición a la que Níniel se negó con educación para tristeza del hombre, que se animó ante una nueva bebida. La joven observó el camino escaleras arriba y el costo de llegar hasta allí entre tanta gente, pensando en que tan pronto como le fuera posible trataría de escabullirse. Con un rato correspondiendo a todo aquello debería de valer según la etiqueta ¿no?. Claro que primero tenía que bajar a Catherine de aquella mesa...
La pelirroja se lo estaba pasando estupendamente a todas luces, y ni por un instante mostró interés alguno en corregir a aquella trobadora sobre sus poco precisas letras. Tampoco parecía recordar que solo unos momentos antes un grupo de personajes mucho más peligrosos de lo que nadie había podido sospechar en un primer momento les habían atacado con un claro plan en mente y no de manera fortuita. La sacerdotisa intuía que solo habían visto la punta del iceberg de todo aquello.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1148
Nivel de PJ : : 10
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» ¡Bienvenidos a la Fiesta del Bosque! [Grupal] [Libre]
» [Trama Global Objetos Malditos] El golpe definitivo: Victoria o fin
» Fiesta en el Pueblo-Plaza de la ciudad principal (QUEST/Master)
» Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
» Ostrara: La fiesta de los colores [Evento social]
» [Trama Global Objetos Malditos] El golpe definitivo: Victoria o fin
» Fiesta en el Pueblo-Plaza de la ciudad principal (QUEST/Master)
» Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
» Ostrara: La fiesta de los colores [Evento social]
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 01:49 por Zelas Hazelmere
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Ayer a las 23:34 por Thomas J. Hidalgo
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Ayer a las 22:43 por Zagreus
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Ayer a las 18:00 por Sango
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Dom Nov 10 2024, 00:41 por Sango
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr
» 89. Una compañía hacia el caos [Privado]
Jue Nov 07 2024, 20:51 por Aylizz Wendell
» Clementina Chonkffuz [SOLITARIO]
Jue Nov 07 2024, 16:48 por Mina Harker
» [Zona de Culto]Santuario del dragón de Mjulnr
Mar Nov 05 2024, 21:21 por Tyr
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Mar Nov 05 2024, 17:01 por Seraphine Valaryon