Hazme un favor [Evento Objetos del 19]
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Hazme un favor [Evento Objetos del 19]
El nombre que acudía continuamente a la mente de Suft era Heloise Deschamps. Lo pronunció despacio, saboreando cada sílaba. Deschamps. ¿Señora o señorita? En caso de que sea señorita, ¿aceptaría la mano de un trasgo? Suft había oído hablar mucho de la (señorita, tiene que ser señorita) Deschamps. El humano Clark pronunció su nombre el día que le regaló las dos gallinas. Con esto pago la deuda de Deschamps. ¿Deuda? Suft ladeó la cabeza con un gesto interrogante. El humano unió sus manos como orar una oración a sus santos Dioses. Fue muy gracioso. Suft hizo ademán de taparse la boca para evitar que se le escapara una traviese risa de rasgo, pero las retiró a tiempo que se daba cuenta que las estaba utilizando para coger las gallinas del humano.
—Heloise Deschamps es una buena mujer… — empezó a decir el humano que había cerrado los ojos como si estuviera soñando.
En el mismo momento que Suft escuchó el nombre de la vampiresa se enamoró un poquito de ella. Creía verla, estaba a su lado. Sintió una mano limpia y blanca, vestida con los anillos más brillantes que el trasgo había visto en toda su vida, posarse sobre su hombro. Era la mano de Heloise Deschamps. La hipnosis de la vampiresa era tan poderosa que acudía con la pronunciación de su nombre.
Ningún vampiro posee un poder tan grande. Pensó Suft en un atisbo de conciencia. Levantó la cabeza y contempló el rostro de (la señorita) Heloise Deschamps. Estaba sin estar.
Suft se enamoró profundamente de la vampiresa, de la misma manera que lo estaban el señor Gaussian, el humano Clark y todas las personas inmersas en la cadena de favores.
—Sí, sí, sí. Haré dos favores. ¡Sí! Dos favores muy grandes. ¡Claro que sí! La señorita Deschamps estará orgullosa de mí. ¡Lo estará! ¡Muy orgullosa! Suft has hecho un buen trabajo. ¿Querrá un trasgo cenar con una vampiresa? ¡Sí! ¡Estará muy agradecido de cenar con usted, señorita! Suft cenará con la señorita Deschamps. Está decidido.
El humano Clark despertó de la ensoñación. No parecía recordar haber estado durante todo este rato. Su último recuerdo era haber regalado dos gallinas al líder de los trasgos. La granja echaría de menos a los animales, pero los famélicos trasgos estaban más hambrientos que la familia de Clark.
Humano y trasgo se separaron sin saber que ambos amaban a Heloise Deschamps, la idolatraban.
Suft soñó con la vampiresa aquella misma noche. ¿La cena prometida? ¿La señorita se atrevió a besar al enamorado trasgo? Suft se dio palmadas en la cabeza. No conseguía recordarlo. Por mucho que se esforzaba en tomar conciencia, la vigilia le había arrebatado el sueño. Tan solo quedó el rostro de la vampiresa y su aroma, un perfume de mujer que inundó la madriguera de los trasgos durante dos semanas.
—Tenemos que hacer dos favores. ¿Sí? ¡Por supuesto que sí! — explicó Suft al resto de los trasgos —. Dos favores muy grandes, muy grandes. Lo haremos porque yo lo digo y porque el humano Clark nos dio dos gallinas sabrosas.
Lork, uno de los trasgos más jóvenes, se acarició la panza con las dos manos como si con ello estuviera confirmando que las dos gallinas del humano Clark eran realmente sabrosas.
—Y también lo haremos por la vampiresa Heloise Deschamps, que fue la primera mujer en hacer un favor a una persona. Supo que estaba en apuro porque el colgante se lo dijo y supo que necesitaba porque el colgante se lo dijo. El colgante es muy inteligente, pero nosotros tenemos más cabezas de las que se pueden colgar en una cuerda. ¡Pensad hermanos! Buscad a alguien que necesite nuestra ayuda y se la daremos.
Los trasgos corrieron por la madriguera, fueron de cámara en cámara. Buscaron bajo las piedras y entre los arbustos, preguntaron en el interior de las grietas si ahí dentro vivía alguien que necesitase la ayuda de un puñado de trasgos y consultaron a los Dioses, a todos los existentes, a través de los objetos que habían robado y almacenado de la superficie. Los trasgos se movían como un enjambre agitado. De aquí para allá y de allá para aquí. Notaban que sus extremidades temblaban, les fallaban. Lork resbaló con sus propios pies hasta cuatro veces. Se hizo mucho daño, pero eso no le impidió volver a levantarse y seguir buscando. ¿Alguien necesita la ayuda de unos trasgos? Suft estaba tan nervioso que apenas podía sostenerse en pie. Necesitaba apoyarse en la pared de la madriguera no fuera a caerse y sufrir un accidente.
Fisn fue el primero, en toda la guarnición, en abandonar la madriguera, en subir a la superficie. Los demás trasgos la siguieron a tropel. Decenas, cientos de criaturas emergían de un agujero en la tierra. Hubo empujones, tirones de pelo e incluso mordiscos. Todos querían buscar a esa persona a la que debían hacer un favor. Todos se habían enamorado de la señorita Heloise Deschamps en el momento que escucharon su nombre.
Los trasgos atraparon a la primera mujer campesina con la que se toparon. La arrastraron hacia la madriguera y la llevaron a la cámara de tesoros robados. ¡Coge lo que querías! La mujer lloraba. Pedía a gritos, suplicaba, que la dejasen a estar.
La mujer pidió por favor que la liberasen.
Por favor.
La palabra hizo que los trasgos levantasen la cabeza en perfecta sincronización. Llevaron a la mujer a compadecer frente a Suft.
—Ha dicho por favor — explicó Rost.
Suft golpeó la cabeza de Rost con un palo.
—¡Eso no vale! ¡Eres un tonto del bote! ¡Soltadla! ¡Eso no vale! ¡No, no vale! ¿Por qué no? Porque yo lo digo. Y porque la señorita Deschamps lo dice. Tiene que ser un favor de verdad, uno muy grande, más grande que un troll. El humano tiene que sonreír, no llorar.
La siguiente expedición a la superficie fue más organizada. Suft dirigía la procesión de trasgos con el mismo palo que había utilizado para golpear a Rost. La última hilera de trasgos trasportaba los tesoros que habían almacenado en la madriguera, todos y sin excepción: ídolos de madera, cuencos, cubiertos, pociones, pergaminos y joyas, muchas joyas brillantes que procedían que de los robos que los trasgos habían realizado en los últimos años. Los trasgos estaban dispuestos a dar todo lo que tenían si así conseguían conocer a la vampiresa que les había robado el corazón.
* Bienvenido y hazme un favor: Has oído hablar de un grupo de trasgos coléricos. Son peligrosos, secuestraron a una joven para luego, según ella declara, liberarla en el mismo lugar donde la capturaron. En esta aventura te toparas con la guarnición de trasgos liderada por el jefe Suft. Notas que repiten el nombre de Heloise Deschamps. ¿Quién es ella? Lo descubriremos en el siguiente turno. En este turno, los trasgos querrán hacerte un favor. Te colmarán de regalos. Deberás evitarlo. Debes mantenerte frío y rechazar cualquier objeto valioso que te ofrezcan. Tu deber será sacar información de los trasgos. ¿Quiénes son? ¿Quién es Heloise Deschamps? El grupo del jefe Suft no se comporta como los trasgos normales, lago traman. Deberás saber qué les ha sucedido y evitar, por todas maneras, caer en la hipnosis de Heloise Deschamps.
Si quieres desarrollar en profundidad tu investigación puedes utilizar a Clark y el señor Gaussian, además de ampliar la cadena de favores tanto como desees. No llegarás hasta Heloise Deschamps.
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—Heloise Deschamps es una buena mujer… — empezó a decir el humano que había cerrado los ojos como si estuviera soñando.
En el mismo momento que Suft escuchó el nombre de la vampiresa se enamoró un poquito de ella. Creía verla, estaba a su lado. Sintió una mano limpia y blanca, vestida con los anillos más brillantes que el trasgo había visto en toda su vida, posarse sobre su hombro. Era la mano de Heloise Deschamps. La hipnosis de la vampiresa era tan poderosa que acudía con la pronunciación de su nombre.
Ningún vampiro posee un poder tan grande. Pensó Suft en un atisbo de conciencia. Levantó la cabeza y contempló el rostro de (la señorita) Heloise Deschamps. Estaba sin estar.
Suft se enamoró profundamente de la vampiresa, de la misma manera que lo estaban el señor Gaussian, el humano Clark y todas las personas inmersas en la cadena de favores.
—Sí, sí, sí. Haré dos favores. ¡Sí! Dos favores muy grandes. ¡Claro que sí! La señorita Deschamps estará orgullosa de mí. ¡Lo estará! ¡Muy orgullosa! Suft has hecho un buen trabajo. ¿Querrá un trasgo cenar con una vampiresa? ¡Sí! ¡Estará muy agradecido de cenar con usted, señorita! Suft cenará con la señorita Deschamps. Está decidido.
El humano Clark despertó de la ensoñación. No parecía recordar haber estado durante todo este rato. Su último recuerdo era haber regalado dos gallinas al líder de los trasgos. La granja echaría de menos a los animales, pero los famélicos trasgos estaban más hambrientos que la familia de Clark.
Humano y trasgo se separaron sin saber que ambos amaban a Heloise Deschamps, la idolatraban.
Suft soñó con la vampiresa aquella misma noche. ¿La cena prometida? ¿La señorita se atrevió a besar al enamorado trasgo? Suft se dio palmadas en la cabeza. No conseguía recordarlo. Por mucho que se esforzaba en tomar conciencia, la vigilia le había arrebatado el sueño. Tan solo quedó el rostro de la vampiresa y su aroma, un perfume de mujer que inundó la madriguera de los trasgos durante dos semanas.
—Tenemos que hacer dos favores. ¿Sí? ¡Por supuesto que sí! — explicó Suft al resto de los trasgos —. Dos favores muy grandes, muy grandes. Lo haremos porque yo lo digo y porque el humano Clark nos dio dos gallinas sabrosas.
Lork, uno de los trasgos más jóvenes, se acarició la panza con las dos manos como si con ello estuviera confirmando que las dos gallinas del humano Clark eran realmente sabrosas.
—Y también lo haremos por la vampiresa Heloise Deschamps, que fue la primera mujer en hacer un favor a una persona. Supo que estaba en apuro porque el colgante se lo dijo y supo que necesitaba porque el colgante se lo dijo. El colgante es muy inteligente, pero nosotros tenemos más cabezas de las que se pueden colgar en una cuerda. ¡Pensad hermanos! Buscad a alguien que necesite nuestra ayuda y se la daremos.
Los trasgos corrieron por la madriguera, fueron de cámara en cámara. Buscaron bajo las piedras y entre los arbustos, preguntaron en el interior de las grietas si ahí dentro vivía alguien que necesitase la ayuda de un puñado de trasgos y consultaron a los Dioses, a todos los existentes, a través de los objetos que habían robado y almacenado de la superficie. Los trasgos se movían como un enjambre agitado. De aquí para allá y de allá para aquí. Notaban que sus extremidades temblaban, les fallaban. Lork resbaló con sus propios pies hasta cuatro veces. Se hizo mucho daño, pero eso no le impidió volver a levantarse y seguir buscando. ¿Alguien necesita la ayuda de unos trasgos? Suft estaba tan nervioso que apenas podía sostenerse en pie. Necesitaba apoyarse en la pared de la madriguera no fuera a caerse y sufrir un accidente.
Fisn fue el primero, en toda la guarnición, en abandonar la madriguera, en subir a la superficie. Los demás trasgos la siguieron a tropel. Decenas, cientos de criaturas emergían de un agujero en la tierra. Hubo empujones, tirones de pelo e incluso mordiscos. Todos querían buscar a esa persona a la que debían hacer un favor. Todos se habían enamorado de la señorita Heloise Deschamps en el momento que escucharon su nombre.
Los trasgos atraparon a la primera mujer campesina con la que se toparon. La arrastraron hacia la madriguera y la llevaron a la cámara de tesoros robados. ¡Coge lo que querías! La mujer lloraba. Pedía a gritos, suplicaba, que la dejasen a estar.
La mujer pidió por favor que la liberasen.
Por favor.
La palabra hizo que los trasgos levantasen la cabeza en perfecta sincronización. Llevaron a la mujer a compadecer frente a Suft.
—Ha dicho por favor — explicó Rost.
Suft golpeó la cabeza de Rost con un palo.
—¡Eso no vale! ¡Eres un tonto del bote! ¡Soltadla! ¡Eso no vale! ¡No, no vale! ¿Por qué no? Porque yo lo digo. Y porque la señorita Deschamps lo dice. Tiene que ser un favor de verdad, uno muy grande, más grande que un troll. El humano tiene que sonreír, no llorar.
La siguiente expedición a la superficie fue más organizada. Suft dirigía la procesión de trasgos con el mismo palo que había utilizado para golpear a Rost. La última hilera de trasgos trasportaba los tesoros que habían almacenado en la madriguera, todos y sin excepción: ídolos de madera, cuencos, cubiertos, pociones, pergaminos y joyas, muchas joyas brillantes que procedían que de los robos que los trasgos habían realizado en los últimos años. Los trasgos estaban dispuestos a dar todo lo que tenían si así conseguían conocer a la vampiresa que les había robado el corazón.
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* Bienvenido y hazme un favor: Has oído hablar de un grupo de trasgos coléricos. Son peligrosos, secuestraron a una joven para luego, según ella declara, liberarla en el mismo lugar donde la capturaron. En esta aventura te toparas con la guarnición de trasgos liderada por el jefe Suft. Notas que repiten el nombre de Heloise Deschamps. ¿Quién es ella? Lo descubriremos en el siguiente turno. En este turno, los trasgos querrán hacerte un favor. Te colmarán de regalos. Deberás evitarlo. Debes mantenerte frío y rechazar cualquier objeto valioso que te ofrezcan. Tu deber será sacar información de los trasgos. ¿Quiénes son? ¿Quién es Heloise Deschamps? El grupo del jefe Suft no se comporta como los trasgos normales, lago traman. Deberás saber qué les ha sucedido y evitar, por todas maneras, caer en la hipnosis de Heloise Deschamps.
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Re: Hazme un favor [Evento Objetos del 19]
Un extraño ruido, similar a una trompeta o un cuerno roto, provenía de una de las tantas malezas que poblaban el descuidado camino. Ésta era más grande que las demás, lo suficiente para que cualquier malhechor acechase a su víctima agazapado. Unos cuantos sonidos después... ¡Ahí estaba! De entre la maleza surgió Axel, con no su mejor cara y sujetándose el estómago. - Recorcholis, vale que no hay mucho donde elegir por esta zona... pero quizás debería ser más selectivo con lo que como... Sus tripas se revolvieron reafirmando sus palabras mientras que un nuevo retortijón, pero esta vez controlable, atacaba al pobre hombre lobo.
Poco a poco la cosa se estabilizó y pudo seguir con su marcha. No era muy inteligente lo que estaba haciendo, para su raza era una zona prohibida, sus más antiguos enemigos eran los amos y señores de la región. Ya era peligroso cruzar el lugar en manada, cuanto menos solo. Pero esto a Axel le daba igual, con la confianza de la bondad en el corazón del resto de seres vivos y la curiosidad que tantos problemas le había dado, daba seguras y tranquilas zancadas explorando aquel recóndito lugar.
Le sorprendía lo vacío que estaba todo. Acostumbrado a ver grandes hectáreas de cultivo, estar en aquel lugar donde como mucho se veía una casa que seguía en pie de milagro, o alguna ruina de las que no habían corrido tanta suerte de vez en cuando, le daba una sensación de angustia que no sabría describir. Esto acompañado de una niebla casi perpetua, que le traía a la mente recuerdos de las historias de terror que los niños elfos le contaban en la hoguera cuando era un crío. En todo este recorrido, solo se había cruzado con un par de personas, que portaban unas túnicas oscuras con capucha, que ni tan siquiera se habían preciado a levantar la vista cuando el licántropo pasó a su lado.
Poco a poco se iba adentrando aún más en aquel abrupto lugar, las laderas empinadas y las rocas no eran un problema para él, pero la visibilidad casi nula le había dado un par de sustos ya, que por suerte no acabaron en tragedia. De pronto a lo lejos pudo atisbar lo que parecía una edificación bastante más grande que las demás, cosa que llamó poderosamente su atención. Cuanto más se acercaba, más iba tomando la forma de lo que parecía ser una granja de toda la vida. Incluso le pareció ver la figura de un hombre trabajando en ella. Tanto tiempo sin hablar con nadie le estaba pasando factura... ¿Serían amables sus habitantes? Habría que comprobarlo o se le quedaría la lengua de trapo.
Mientras se dirigía hacia la salvación de sus dudosas habilidades sociales, comenzó a escuchar unas pequeñas pisadas acompañadas de lo que parecían ser susurros tras de sí. Se giró de golpe, dando un saltito, intentando sorprender a sus acechadores sin suerte alguna. Unos segundos después de reanudar la marcha lo mismo. Quizás el lugar le estaba afectando, sería mejor ignorarlo y seguir a lo suyo. Proseguía intentando ignorar los ruidos cada vez más cercanos, cuando de pronto... - Disculpe, no querrá algo de lo que traemos ¿Sí? Puede coger lo que necesite, lo que necesite. Dijo una voz tras de sí, dándole un susto de muerte y haciéndolo caer al suelo mientras intentaba darse la vuelta.
Para su sorpresa lo que acababa de mandarlo casi para el otro barrio, no era nada más ni nada menos que una cuadrilla de trasgos al completo. Los pequeños seres verdes portaban con ellos una cantidad enorme de objetos, que parecía ser lo que le habían ofrecido en primera instancia. Las dos neuronas de Axel en ese momento hicieron sinapsis. - No gracias, no tengo dinero. Lo siento. Dijo apenado mientras se levantaba y emprendía de nuevo su marcha hacia la granja. No le dio tiempo ni a dar tres pasos cuando los pequeños hombrecillos le rodearon. - No no no. Todo gratis, lo que quiera. Regalo de la señorita Deschamps, todo lo que necesite ¿Si? Lo que necesite. Incluso para el mojigato del hombre lobo, la insistencia de aquellos seres y la repetición sin cesar de la palabra necesidad, le hizo fruncir el ceño.
Allí estaba, rodeado por los insistentes trasgos en la campaña de marketing más agresiva de los últimos tiempos. - No tranquilos, no necesito nada, de verdad. Dijo con un rápido vistazo a los tesoros que portaban. - Pero es un regalo de la señorita Deschamps. No quiere que se ponga triste ¿No? Nadie quiere que la señorita esté triste. El trasgo parecía más conmovido por sus propias palabras que cualquier otro. Quien sería esa tal Deschamps y por qué le quería colmar de regalos. Axel se rascó la cabeza cual simio. - ¿Quien es Deschamps? ¿Debería conocerla? El trasgo que estaba hablando todo el rato y parecía ser el líder, se asombró del atrevimiento que había tenido aquel hombre barbudo en ese momento. - ¡Señorita! Deschamps. Ella solo quiere hacer feliz a la gente, es maravillosa ¿Sí? Dijo ensimismado aquel pequeño ser, parecía hasta enamorado.
Tras unos segundos de silencio incómodo y varios de los otros trasgos mostrando el género, Axel se atrevió a articular palabra. - Si no me equivoco, tenéis que hacer regalos a la gente para que vuestra jefa se ponga contenta. Ante sus palabras algunos de los seres, hicieron un gesto de pichi pacha con la mano mientras se encogían de hombros y asentían no muy convencidos. Más o menos, o eso le habían dado a entender. - Entiendo, pero yo no necesito nada, así que desgraciadamente deberéis buscar a otra persona. Sentenció mientras pasaba entre los pequeños hombrecillos. Un par de insultos y piedras lo golpearon, pero antes de que se diera cuenta le habían dejado en paz.
Poco después por fin llegó a la ansiada granja, había un hombre alimentando a un pequeño grupo de gallinas y a lo lejos se podía ver a una mujer con lo que parecían sus dos hijos. Antes de que llegara hasta la cerca donde se encontraba aquel hombre. El trotar de un par de caballos interrumpieron su presentación. - Que Heloise Deschamps esté contigo. Dijo un hombre desde el lustroso carruaje del que tiraban los caballos. - Que su bondad le acompañe. Respondió el granjero mientras se llevaba una mano al pecho.
Todo esto resultaba muy extraño, aquel nombre volvía a repetirse y empezaba a darle mala espina. Ante la mirada fija de aquel hombre que había dejado sus quehaceres momentáneamente, Axel decidió pasar de largo, pero algo le hizo volver atrás, la maldita curiosidad de nuevo. - Buenas y santas. Disculpe, no quiero parecer entrometido pero... ¿Quien es esa tal Deschamps de la que no paro de escuchar? Quizás había sido muy directo, pero el subterfugio nunca había sido su especialidad. Quizás conseguiría información o quizás una horquilla se clavaría en su pecho, pero el paso ya estaba dado. - No me malinterprete, parece una mujer llena de virtudes, me gustaría saber algo más de ella y por qué es tan querida. Sentenció con la mayor de las sonrisas en un derroche de amabilidad, esperando una respuesta igual de amable.
Poco a poco la cosa se estabilizó y pudo seguir con su marcha. No era muy inteligente lo que estaba haciendo, para su raza era una zona prohibida, sus más antiguos enemigos eran los amos y señores de la región. Ya era peligroso cruzar el lugar en manada, cuanto menos solo. Pero esto a Axel le daba igual, con la confianza de la bondad en el corazón del resto de seres vivos y la curiosidad que tantos problemas le había dado, daba seguras y tranquilas zancadas explorando aquel recóndito lugar.
Le sorprendía lo vacío que estaba todo. Acostumbrado a ver grandes hectáreas de cultivo, estar en aquel lugar donde como mucho se veía una casa que seguía en pie de milagro, o alguna ruina de las que no habían corrido tanta suerte de vez en cuando, le daba una sensación de angustia que no sabría describir. Esto acompañado de una niebla casi perpetua, que le traía a la mente recuerdos de las historias de terror que los niños elfos le contaban en la hoguera cuando era un crío. En todo este recorrido, solo se había cruzado con un par de personas, que portaban unas túnicas oscuras con capucha, que ni tan siquiera se habían preciado a levantar la vista cuando el licántropo pasó a su lado.
Poco a poco se iba adentrando aún más en aquel abrupto lugar, las laderas empinadas y las rocas no eran un problema para él, pero la visibilidad casi nula le había dado un par de sustos ya, que por suerte no acabaron en tragedia. De pronto a lo lejos pudo atisbar lo que parecía una edificación bastante más grande que las demás, cosa que llamó poderosamente su atención. Cuanto más se acercaba, más iba tomando la forma de lo que parecía ser una granja de toda la vida. Incluso le pareció ver la figura de un hombre trabajando en ella. Tanto tiempo sin hablar con nadie le estaba pasando factura... ¿Serían amables sus habitantes? Habría que comprobarlo o se le quedaría la lengua de trapo.
Mientras se dirigía hacia la salvación de sus dudosas habilidades sociales, comenzó a escuchar unas pequeñas pisadas acompañadas de lo que parecían ser susurros tras de sí. Se giró de golpe, dando un saltito, intentando sorprender a sus acechadores sin suerte alguna. Unos segundos después de reanudar la marcha lo mismo. Quizás el lugar le estaba afectando, sería mejor ignorarlo y seguir a lo suyo. Proseguía intentando ignorar los ruidos cada vez más cercanos, cuando de pronto... - Disculpe, no querrá algo de lo que traemos ¿Sí? Puede coger lo que necesite, lo que necesite. Dijo una voz tras de sí, dándole un susto de muerte y haciéndolo caer al suelo mientras intentaba darse la vuelta.
Para su sorpresa lo que acababa de mandarlo casi para el otro barrio, no era nada más ni nada menos que una cuadrilla de trasgos al completo. Los pequeños seres verdes portaban con ellos una cantidad enorme de objetos, que parecía ser lo que le habían ofrecido en primera instancia. Las dos neuronas de Axel en ese momento hicieron sinapsis. - No gracias, no tengo dinero. Lo siento. Dijo apenado mientras se levantaba y emprendía de nuevo su marcha hacia la granja. No le dio tiempo ni a dar tres pasos cuando los pequeños hombrecillos le rodearon. - No no no. Todo gratis, lo que quiera. Regalo de la señorita Deschamps, todo lo que necesite ¿Si? Lo que necesite. Incluso para el mojigato del hombre lobo, la insistencia de aquellos seres y la repetición sin cesar de la palabra necesidad, le hizo fruncir el ceño.
Allí estaba, rodeado por los insistentes trasgos en la campaña de marketing más agresiva de los últimos tiempos. - No tranquilos, no necesito nada, de verdad. Dijo con un rápido vistazo a los tesoros que portaban. - Pero es un regalo de la señorita Deschamps. No quiere que se ponga triste ¿No? Nadie quiere que la señorita esté triste. El trasgo parecía más conmovido por sus propias palabras que cualquier otro. Quien sería esa tal Deschamps y por qué le quería colmar de regalos. Axel se rascó la cabeza cual simio. - ¿Quien es Deschamps? ¿Debería conocerla? El trasgo que estaba hablando todo el rato y parecía ser el líder, se asombró del atrevimiento que había tenido aquel hombre barbudo en ese momento. - ¡Señorita! Deschamps. Ella solo quiere hacer feliz a la gente, es maravillosa ¿Sí? Dijo ensimismado aquel pequeño ser, parecía hasta enamorado.
Tras unos segundos de silencio incómodo y varios de los otros trasgos mostrando el género, Axel se atrevió a articular palabra. - Si no me equivoco, tenéis que hacer regalos a la gente para que vuestra jefa se ponga contenta. Ante sus palabras algunos de los seres, hicieron un gesto de pichi pacha con la mano mientras se encogían de hombros y asentían no muy convencidos. Más o menos, o eso le habían dado a entender. - Entiendo, pero yo no necesito nada, así que desgraciadamente deberéis buscar a otra persona. Sentenció mientras pasaba entre los pequeños hombrecillos. Un par de insultos y piedras lo golpearon, pero antes de que se diera cuenta le habían dejado en paz.
Poco después por fin llegó a la ansiada granja, había un hombre alimentando a un pequeño grupo de gallinas y a lo lejos se podía ver a una mujer con lo que parecían sus dos hijos. Antes de que llegara hasta la cerca donde se encontraba aquel hombre. El trotar de un par de caballos interrumpieron su presentación. - Que Heloise Deschamps esté contigo. Dijo un hombre desde el lustroso carruaje del que tiraban los caballos. - Que su bondad le acompañe. Respondió el granjero mientras se llevaba una mano al pecho.
Todo esto resultaba muy extraño, aquel nombre volvía a repetirse y empezaba a darle mala espina. Ante la mirada fija de aquel hombre que había dejado sus quehaceres momentáneamente, Axel decidió pasar de largo, pero algo le hizo volver atrás, la maldita curiosidad de nuevo. - Buenas y santas. Disculpe, no quiero parecer entrometido pero... ¿Quien es esa tal Deschamps de la que no paro de escuchar? Quizás había sido muy directo, pero el subterfugio nunca había sido su especialidad. Quizás conseguiría información o quizás una horquilla se clavaría en su pecho, pero el paso ya estaba dado. - No me malinterprete, parece una mujer llena de virtudes, me gustaría saber algo más de ella y por qué es tan querida. Sentenció con la mayor de las sonrisas en un derroche de amabilidad, esperando una respuesta igual de amable.
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Re: Hazme un favor [Evento Objetos del 19]
Hacía tan solo un par de noches que había oído hablar de ellos. Iori pensaba que tras su aventura en el norte había tenido toda la ración de trasgos que necesitaba para la vida que le quedaba. Y ahí estaba, en su aventura hacia la desaparecida aldea de Mittenwald, pensando que quizá sería interesante hacer un alto en el camino. Quería averiguar si era real eso de "los trasgos de los regalos". O algo por el estilo habían comentado los parroquianos de la última posada. La vegetación era espesa y la presencia de asentamientos humanos, escasa.
Después de su "huida" de Lunargenta, aquello era justamente lo que la humana precisaba. Poca densidad de población.
La placidez de un entorno que la hacía sentir cómoda no la preparó sin embargo, para encontrarse de golpe con aquella recua de trasgos. Y eso que iba en su busca. Recordaba todavía como si fuese en ese instante la lanza de Sashenka atravesando las cabezas de algunos en los túneles del norte. Afianzó los pies en el suelo en una posición defensiva mientras aquellas criaturas la rodeaban alegremente. El salto de fe que hizo Iori, manteniéndose firme sin salir corriendo de allí, bien podía rivalizar con la que sentían los fieles que oraban a sus dioses.
- ¡Humana! ¡Humana harapienta! Te vamos a hacer un favor. Un favorazo. Vaya que sí - Iori enarcó una ceja mirándolos con ligera incredulidad por su forma de hablar. - ¡Mira! Escoge, escoge, lo que quieras de aquí. Para los humanos como tú pasar hambre ya no será problema. Podrás comer, podrás vestir...- El trasgo que le hablaba la señaló de arriba abajo con el bastón que portaba mientras en su rostro esbozaba lo que parecía una sonrisa. Seguía siendo difícil de mirar independientemente de la expresión que pusiese.
- Ya estoy vestida, gracias - respondió relajando la posición, y mirando los objetos que portaban las criaturas. Desde su escaso conocimiento comprendió que lo que tenía delante sería considerado por muchos un tesoro. - Vamos, vamos, vamos. Debes de tomar algo. Algo que te ayude. Algo que sea útil para ti. ¡Vamos, vamos! - Objetos súper valiosos por los cuales sin duda la gente se pelearía. Pero hasta donde Iori sabía, los metales de aquellos objetos, por muy preciosos que fuesen no se comían, los pergaminos no eran de utilidad para una analfabeta, y las pociones un peligro en ciernes en manos de una ignorante como ella. Nada que le interesase allí.
- Vaaaaaya, parece un buen tesoro, seguro que encontraréis a otras personas a las que les puedan resultar útiles - respondió con una leve sonrisa, inclinándose un poco para mirar directamente a los ojos de los trasgos. - ¡No, no, no! HUMANA, mira - Uno de ellos la asió por el extremo de su manga y tironeó de ella con saña, acercándola a la mercancía que portaban. - Es un regalo, es un favor, tú deberás de sentir gratitud hacia Heloise Deschamps. Ella nos guía y nos ayuda. - Se detuvo opiniendo resistencia, sin resultar demasiado agresiva hacia los trasgos. - ¿Heloise Deschamps? No parece el nombre de... una persona común - concluyó tras analizar lo pomposo que sonaba todo. Desde el nombre hasta el apellido.
El trasgo del bastón se debatió entre poner mala cara y asentir con efusividad según escuchó a Iori hablar. - ¡Exacto, exacto! No es una mujer común, es una mujer increíble. ¡INCREÍBLE! - El fanatismo de las criaturas era desconcertante, sobre todo si recordaba los combates que había tenido con otros como ellos aproximadamente hacía un mes. Iori concluyó que era mejor no tentar mucho más la suerte. Antes de que decidiesen usar la boca para otra cosa que no fuese hablar. - Lamento no seros de utilidad. Yo estoy bien así. Como dicen por ahí, no es más feliz el que más tiene... - recuperó de nuevo su postura erguida y los miró colocando las manos en las caderas. Aquella última frase pareció molestar de forma abierta a la masa de trasgos.
- ¡Pero seguro que es una dama digna de conocer! - se apresuró a decir leyendo la tensión en el ambiente. - Seguro que mi vida tendría más sentido y el sol brillaría más cada mañana si pudiera conocerla para agradecerle todo lo que hace por las criaturas que pueblan Aerandir - añadió. El tono excesivamente dramático no fue captado por los trasgos, los cuales la miraban asintiendo con fervor a su improvisado teatrillo. - A Clark has de buscar, si más pasos quieres dar. Adorarla deberás. Es lo correcto - asintió el trasgo antes de apartar los ojos de ella. - ¡Seguimos! - Alzó la mano con la que portaba el bastón, y sin más preámbulos, Iori sintió que desaparecía a sus ojos. Avanzaron perdiéndose de su vista, dejando a la muchacha unos segundos atónita. - Madre mía -
No le gustaban los niños especialmente, pero Iori todavía recordaba lo que era ser una de ellos. No le costaba conectar, por lo que cuando Bobbie, una encantadora pequeña de rizos dorados apareció en el camino recogiendo manzanas, no pudo evitar hablar con ella. La chiquilla hablaba por los codos, y sobre todo le contó lo que había sido el acontecimiento del año para ella. La increíble cena en el castillo de un tal Gaussian. Parecía ser el señor de aquella zona, y por lo que contaba la niña, ella, su hermano y su padre habían sido invitados allí para compartir un increíble ágape. El interés de Iori por el tema de la comida era genuino, y Bobbie lo supo reconocer. Se explayó más con los detalles mientras la guiaba agarrándola de la mano a la modesta casa en la que vivía con su familia.
La huerta que tenían en el terreno colindante parecía asegurarles comida todo el año, aunque no en demasía. La humana era capaz de calcular por la extensión de la tierra la cantidad de alimento obtenido. No vivirían en la abundancia pero desde luego las hambrunas no deberían de ser habituales en aquella zona. Avanzó guiada todavía por la manita de Bobbie, sorteando gallinas en su avance y rodearon la parte trasera de su hogar. Entonces la niña se soltó, y echó a correr hacia la zona principal, en donde Iori pudo ver que se unía al que identificó como su hermano y otras dos figuras. ¿Sus padres? - Mamá, mamá, mira, hice una nueva amiga - indicó la pequeña tironeando de las faldas de la mujer. Iori avanzó hacia ellos despacio, con una sonrisa amable en los labios y entonces se detuvo. Los ojos azules se abrieron mucho cuando observó que delante del camino se había detenido un carruaje que como poco, llamada la atención.
Todos los ojos se posaron entonces en la figura bien parecida que estaba en él, cuando intercambió aquel extraño saludo a ojos de Iori. ¿De nuevo la fulanita aquella que habían mencionado los trasgos? ¿Sería algún tipo de noble altruista que se dedicaba a las buenas obras? Sus dudas fueron interrumpidas por una nueva figura que apareció al otro lado de la cerca. Parecía un hombre adulto, que de no estar descuidado resultaría impresionante a ojos de Iori. Tanto por su fisionomía como por su forma de vestir. Muy... naturalista. Frunció el ceño y ladeó el rostro, teniendo la sensación de que no era la primera vez que veía a una persona como él. Intentó navegar en su memoria, mientras una parte de ella seguía atenta a la conversación. A juzgar por sus preguntas él era forastero en aquellas tierras.
Y tenía la misma curiosidad que ella sobre la figura de Heloise Deschamps.
Después de su "huida" de Lunargenta, aquello era justamente lo que la humana precisaba. Poca densidad de población.
La placidez de un entorno que la hacía sentir cómoda no la preparó sin embargo, para encontrarse de golpe con aquella recua de trasgos. Y eso que iba en su busca. Recordaba todavía como si fuese en ese instante la lanza de Sashenka atravesando las cabezas de algunos en los túneles del norte. Afianzó los pies en el suelo en una posición defensiva mientras aquellas criaturas la rodeaban alegremente. El salto de fe que hizo Iori, manteniéndose firme sin salir corriendo de allí, bien podía rivalizar con la que sentían los fieles que oraban a sus dioses.
- ¡Humana! ¡Humana harapienta! Te vamos a hacer un favor. Un favorazo. Vaya que sí - Iori enarcó una ceja mirándolos con ligera incredulidad por su forma de hablar. - ¡Mira! Escoge, escoge, lo que quieras de aquí. Para los humanos como tú pasar hambre ya no será problema. Podrás comer, podrás vestir...- El trasgo que le hablaba la señaló de arriba abajo con el bastón que portaba mientras en su rostro esbozaba lo que parecía una sonrisa. Seguía siendo difícil de mirar independientemente de la expresión que pusiese.
- Ya estoy vestida, gracias - respondió relajando la posición, y mirando los objetos que portaban las criaturas. Desde su escaso conocimiento comprendió que lo que tenía delante sería considerado por muchos un tesoro. - Vamos, vamos, vamos. Debes de tomar algo. Algo que te ayude. Algo que sea útil para ti. ¡Vamos, vamos! - Objetos súper valiosos por los cuales sin duda la gente se pelearía. Pero hasta donde Iori sabía, los metales de aquellos objetos, por muy preciosos que fuesen no se comían, los pergaminos no eran de utilidad para una analfabeta, y las pociones un peligro en ciernes en manos de una ignorante como ella. Nada que le interesase allí.
- Vaaaaaya, parece un buen tesoro, seguro que encontraréis a otras personas a las que les puedan resultar útiles - respondió con una leve sonrisa, inclinándose un poco para mirar directamente a los ojos de los trasgos. - ¡No, no, no! HUMANA, mira - Uno de ellos la asió por el extremo de su manga y tironeó de ella con saña, acercándola a la mercancía que portaban. - Es un regalo, es un favor, tú deberás de sentir gratitud hacia Heloise Deschamps. Ella nos guía y nos ayuda. - Se detuvo opiniendo resistencia, sin resultar demasiado agresiva hacia los trasgos. - ¿Heloise Deschamps? No parece el nombre de... una persona común - concluyó tras analizar lo pomposo que sonaba todo. Desde el nombre hasta el apellido.
El trasgo del bastón se debatió entre poner mala cara y asentir con efusividad según escuchó a Iori hablar. - ¡Exacto, exacto! No es una mujer común, es una mujer increíble. ¡INCREÍBLE! - El fanatismo de las criaturas era desconcertante, sobre todo si recordaba los combates que había tenido con otros como ellos aproximadamente hacía un mes. Iori concluyó que era mejor no tentar mucho más la suerte. Antes de que decidiesen usar la boca para otra cosa que no fuese hablar. - Lamento no seros de utilidad. Yo estoy bien así. Como dicen por ahí, no es más feliz el que más tiene... - recuperó de nuevo su postura erguida y los miró colocando las manos en las caderas. Aquella última frase pareció molestar de forma abierta a la masa de trasgos.
- ¡Pero seguro que es una dama digna de conocer! - se apresuró a decir leyendo la tensión en el ambiente. - Seguro que mi vida tendría más sentido y el sol brillaría más cada mañana si pudiera conocerla para agradecerle todo lo que hace por las criaturas que pueblan Aerandir - añadió. El tono excesivamente dramático no fue captado por los trasgos, los cuales la miraban asintiendo con fervor a su improvisado teatrillo. - A Clark has de buscar, si más pasos quieres dar. Adorarla deberás. Es lo correcto - asintió el trasgo antes de apartar los ojos de ella. - ¡Seguimos! - Alzó la mano con la que portaba el bastón, y sin más preámbulos, Iori sintió que desaparecía a sus ojos. Avanzaron perdiéndose de su vista, dejando a la muchacha unos segundos atónita. - Madre mía -
[...]
No le gustaban los niños especialmente, pero Iori todavía recordaba lo que era ser una de ellos. No le costaba conectar, por lo que cuando Bobbie, una encantadora pequeña de rizos dorados apareció en el camino recogiendo manzanas, no pudo evitar hablar con ella. La chiquilla hablaba por los codos, y sobre todo le contó lo que había sido el acontecimiento del año para ella. La increíble cena en el castillo de un tal Gaussian. Parecía ser el señor de aquella zona, y por lo que contaba la niña, ella, su hermano y su padre habían sido invitados allí para compartir un increíble ágape. El interés de Iori por el tema de la comida era genuino, y Bobbie lo supo reconocer. Se explayó más con los detalles mientras la guiaba agarrándola de la mano a la modesta casa en la que vivía con su familia.
La huerta que tenían en el terreno colindante parecía asegurarles comida todo el año, aunque no en demasía. La humana era capaz de calcular por la extensión de la tierra la cantidad de alimento obtenido. No vivirían en la abundancia pero desde luego las hambrunas no deberían de ser habituales en aquella zona. Avanzó guiada todavía por la manita de Bobbie, sorteando gallinas en su avance y rodearon la parte trasera de su hogar. Entonces la niña se soltó, y echó a correr hacia la zona principal, en donde Iori pudo ver que se unía al que identificó como su hermano y otras dos figuras. ¿Sus padres? - Mamá, mamá, mira, hice una nueva amiga - indicó la pequeña tironeando de las faldas de la mujer. Iori avanzó hacia ellos despacio, con una sonrisa amable en los labios y entonces se detuvo. Los ojos azules se abrieron mucho cuando observó que delante del camino se había detenido un carruaje que como poco, llamada la atención.
Todos los ojos se posaron entonces en la figura bien parecida que estaba en él, cuando intercambió aquel extraño saludo a ojos de Iori. ¿De nuevo la fulanita aquella que habían mencionado los trasgos? ¿Sería algún tipo de noble altruista que se dedicaba a las buenas obras? Sus dudas fueron interrumpidas por una nueva figura que apareció al otro lado de la cerca. Parecía un hombre adulto, que de no estar descuidado resultaría impresionante a ojos de Iori. Tanto por su fisionomía como por su forma de vestir. Muy... naturalista. Frunció el ceño y ladeó el rostro, teniendo la sensación de que no era la primera vez que veía a una persona como él. Intentó navegar en su memoria, mientras una parte de ella seguía atenta a la conversación. A juzgar por sus preguntas él era forastero en aquellas tierras.
Y tenía la misma curiosidad que ella sobre la figura de Heloise Deschamps.
Iori Li
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Re: Hazme un favor [Evento Objetos del 19]
A la orden del jefe Suft, los trasgos se reunieron en un desorganizado pelotón a una distancia prudencial de los dos extranjeros. Las criaturas se daban empujones y mordiscos por estar en primera fila. Saltaban unos sobre otro, todos querían presenciar el encuentro entre el hombre anciano que olía a hierbabuena y la joven humana harapienta con la queridísima Heloise Deschamps.
El señor Gaussian la familia que el bueno de Clark le prestó iban detrás de los trasgos. Caminaban en respetuoso silencio con las manos unidas en señal de oración. Clark se sumó a la procesión. Mostraba una actitud serena, de sincera satisfacción.
Gracias al par de curiosos extranjeros, los habitantes de La Comarca, los eslabones que constituían la cadena de favores, conocerían a la amada por todos Heloise Deschams.
Las investigaciones de los extranjeros les llevaron a un sendero de madera recién barnizado. El sendero conducía a un grupo de granjas situadas a las afueras de La Comarca. El nombre de la vampiresa se repitió a lo largo del camino. Iori y Axel lo escucharon en la boca de un gigante que se encontraba muy lejos de su hogar. Estaba cortando los árboles de la zona con una enorme hacha que pasaba tres veces más que Iori y siete veces lo que un trasgo. El gigante se llevó la pesada hacha a la espalda y saludó a los extranjeros con la mano derecha. Más adelante, un licántropo en forma de lobo ayudaba a un pastor humano que había perdido a sus perros protectores a guiar el rebaño. El lobo y el humano saludaron por igual a los extranjeros. El animal se puso a cuatro patas y movió su cola de lado a lado.
—Saludos en mi nombre y en el de Heloise Deschamps — dijo el Pastor.
El lobo hizo por repetir la misma frase en forma de ladridos. Iori y Axel comprendieron que esa misma frase fue la que dijo el gigante del hacha.
Un grupo de hadas barnizaban el final del sendero de madera y conjuraban hechizos protectores en las barandillas para que ningún desafortunado viajero tropezase en su viaje. Las hadas, al igual que el resto de criaturas, se detuvieron al ver a los extranjeros.
—Saludos en nuestro nombre y en el de Heloise Deschamps — cantaron al unísono.
Llegados a las granjas, Iori y Axel dieron la vuelta. El grupo de hombres y mujeres que les seguía había aumentado considerablemente. El gigante, el lobo, el pastor, las hadas y más hombres y mujeres que no habían visto hasta ese momento se sumaron a la procesión. Todos acudieron atraídos por las maravillas que escucharon sobre Heloise Deschamps. Deseaban conocerla, ninguno de ellos la había visto. ¿Cómo sería? Era una persona estupenda, de aquello no tenían la menor duda. Estaban enamorados de una mujer que jamás habían visto y que, si no fuera por el par de entrometidos extranjeros, jamás hubieran visto. El nombre de la vampiresa, sus maléficas artes mágicas y el objeto que poseía eran los causantes de tal amor.
Iori y Axel escucharon más de diez veces el nombre de Heloise Deschamps. Aunque ninguno de los dos aceptó los regalos que los habitantes de Urd ofrecieron en nombre de la vampiresa, no podían asegurar que la curiosidad que procesaban hacia ella era fruto de una sana inquietud. El deseo de conocer a Heloise Deschamps residía en sus corazones y se acrecentaba por cada paso que daban y por cada vez que escuchaban su nombre.
Fue fácil averiguar cuál, entre todas las granjas, era la residencia de Heloise Deschamps: la única que no había sido reparada recientemente. Tenía los cristales rotos, cubiertos por telas negras que impedían atravesar la luz del sol. Al tejado le faltaban la mitad de las tejas, parecía una boca sin dientes. La granja carecía de puerta, en su lugar había una cortina negra. En comparación, el resto de granjas parecían mansiones.
Iori y Axel entraron en la residencia de la vampiresa. Corrieron la cortina y pasaron con paso con paso lento y respetuoso. El resto de la procesión se quedó fuera, atento por lo que podría suceder. El gigante no soltó el hacha y el lobo no regresó a su amigable forma humana.
—Pasen, pasen — los extranjeros escucharon la voz cantarina de la vampiresa, provenía de una de las habitaciones del fondo —. Os he estado esperando.
La granja de Heloise Deschamps carecía de muebles y azulejos, los había regalos, se había desprendido de los bienes material en pos de su modelo de vida.
—Sepan perdonar este desorden, no tiene la menor la importancia. En mi cuarto estaremos cómodos. Sigan adelante, sigan mi voz.
Mi mágica voz. Mi hipnótica voz. La voz de la vampiresa Heloise Deschamps. La voz a la que el objeto maldito de Egdecomb le confería un poder inimaginable.
Iori y Axel llegaron a una última habitación sin ventanas. La luz provenía del candelabro de hierro en forma de araña del techo. Heloise Deschamps reposaba sobre un trono de cojines de terciopelo rojo. La vampiresa señaló a los dos cojines que tenía delante con la mano.
—Tomen asiento, mis queridos amigos. Están en su casa.
La vampiresa se enderezó en el trono de cojines para que la visita pudiera contemplarla en toda su magnitud. Vestía con una lujosa túnica de colores rojos y morados que resaltaba sus atributos femeninos. Las dos únicas joyas de la vampiresa eran una costosa corona de plata de 19 púas y el mágico colgante. El cuerno del Nuddih estaba al descubierto, ondulaba a pocos centímetros de los torneados pechos de mujer.
Heloise Deschamps sonrió, era la sonrisa más hermosa y sincera que Iori y Axel habían visto jamás.
—Dejad que lo adivine, tú debes ser… Iori. ¿Verdad? Esa larga blanca te delata, mi buen amigo. Y tú… sí, tú eres la mujer, Axel. Los rumores de vuestra belleza no se quedan cortos, mi buena amiga.
Iori y Axel rieron con la vampiresa pese a saber que les estaba tomando el pelo.
—Ahora que conozco vuestros nombres, permitid que me presente: soy Heloise Deschamps — escuchar el nombre en boca de la misma vampiresa y en presencia del objeto maldito de Egdecomb terminó por hipnotizar a los extranjeros —, hacedora de favores, lideresa de La Buena Comunidad y portadora del cuerno de Nuddih.
Cogió el cuerno con suma delicadeza y lo levantó para que los chicos pudieran verlo mejor.
—Este objeto tan pequeñito me permite conocer los secretos de las buenas personas. Desde el más simple, vuestros nombres, Axel y Iori — esta vez los señaló sin error —, hasta los más complejos y ocultos. Sé qué es lo que más deseáis en este mundo y, si fuera otra persona, una persona de oscuro corazón como lo es El Hombre Muerto, los usaría en vuestra contra. ¡Qué espantoso hubiera sido que el cuerno de Nuddih hubiera caído en otras manos! Mis manos están limpias de sangre y, en un tiempo atrás, repletas de caros anillos. El cuerno de Nuddih me reveló los deseos de las buenas personas, necesidades justas como lo son el comer y la familia. Me quité los anillos, regalé mis muebles y ofrecí mi viejo castillo a personas más necesitadas que yo. Lo di todo y, aun así, sentía que no era suficiente por el bien común. Una única persona no constituye La Buena Comunidad.
Hubo un momento de silencio. Iori y Axel estaban muy atentos a la explicación de la vampiresa.
—¿Qué más podía ofrecer? La respuesta, como a todas mis preguntas, la encontré en el cuerno de Nuddih. Podía utilizar mi magia, mi voz hipnótica que ahora os apresa. Puedo convencer a los habitantes de La Comarca a que sean tan buenos como lo soy yo. El vecino ha dejado de robar, he acabado con las envidias y he hecho de esta tierra una Buena Comunidad.
Un atisbo de ira encarnizada se asomó en la sonrisa de Heloise Deschamps. Las manos de la vampiresa apretaron contra los cojines que hacían de reposabrazos.
—Todo lo que ven vuestros ojos lo he obrado yo. Y ahora, osáis venir a mi tierra y entrometeros en asuntos que no os incuben ni entendéis. Escuchad mi nombre: Heloise Deschamps. Escuchadlo con atención una vez más. Heloise Deschamps. Debéis prestar mucha atención porque lo repetiréis en incansables ocasiones a lo largo de vuestra vida. Heloise Deschamps.
Iori y Axel se arrodillaron sumisos frente a la vampiresa. Ambos dijeron el nombre maldito.
—Levantaos, vais a hacer que me sonroje — la sonrisa de la vampiresa regresó a su sinceridad original —. Levantaos y venid a verme, os daré aquello que más deseáis.
* General: Como os adelante en el turno anterior (y ambos me preguntasteis por privado), el nombre de la vampiresa os hace caer en el embrujo. No del todo, falta una cosa para que la hipnosis sea completa: recibir una ofrenda. Heloise Deschamps posee el cuerno de Nuddih, el cual le hace ver vuestros deseos. Sabe perfectamente qué es lo que deseáis. Esta vez os será complicado rechazar la ofrenda y, aun así, deberéis resistiros tanto como podáis.
Deberéis arrebatar el colgante con el cuerno de Nuddih a la vampiresa, así acabaréis con el embrujo. Este objeto tampoco será fácil puesto que amáis a la vampiresa.
Dividiré los objetivos en dos para que os sea más sencillo jugar en equipo.
* Axel Cirugía-capilar: como hemos dicho antes, deberás resistirte al embrujo de Deschamps y rechazar cualquier ofrenda que te realice. En ti recae la mayor dificultad del juego ya que deberás ofrecer un regalo a la vampiresa, uno que le resulte irresistible. ¿Qué puede querer una mujer qué se ha despojado de todo por seguir una loca utopía y que además puede saber todo lo que tú quieres? Eso es cosa tuya averiguarlo.
* Iori: el movimiento de Axel pillará de desprovisto a Deschamps y conseguirá debilitar la hipnosis, aunque no finalizarla por completo. Aunque todavía la amas, empiezas a tomar consciencia de la situación en la que te encuentras. ¡El cuerno! Deberás arrebatar a Heloise Deschamps del cuerno de Nuddih. Te enfrentarás al mismo peligro que Axel. La vampiresa te ofrecerá una serie de regalos y promesas que te resultarán casi irresistibles.
* General: Recordad que podéis utilizar a todos los personajes que intervienen en la historia. Pensad también que las ofrendas de Heloise Deschamps no solo pueden ser materiales, sino que también puede utilizar su magia para vuestro beneficio y, como habéis visto, la magia de Heloise Deschamps es terriblemente poderosa.
El señor Gaussian la familia que el bueno de Clark le prestó iban detrás de los trasgos. Caminaban en respetuoso silencio con las manos unidas en señal de oración. Clark se sumó a la procesión. Mostraba una actitud serena, de sincera satisfacción.
Gracias al par de curiosos extranjeros, los habitantes de La Comarca, los eslabones que constituían la cadena de favores, conocerían a la amada por todos Heloise Deschams.
Las investigaciones de los extranjeros les llevaron a un sendero de madera recién barnizado. El sendero conducía a un grupo de granjas situadas a las afueras de La Comarca. El nombre de la vampiresa se repitió a lo largo del camino. Iori y Axel lo escucharon en la boca de un gigante que se encontraba muy lejos de su hogar. Estaba cortando los árboles de la zona con una enorme hacha que pasaba tres veces más que Iori y siete veces lo que un trasgo. El gigante se llevó la pesada hacha a la espalda y saludó a los extranjeros con la mano derecha. Más adelante, un licántropo en forma de lobo ayudaba a un pastor humano que había perdido a sus perros protectores a guiar el rebaño. El lobo y el humano saludaron por igual a los extranjeros. El animal se puso a cuatro patas y movió su cola de lado a lado.
—Saludos en mi nombre y en el de Heloise Deschamps — dijo el Pastor.
El lobo hizo por repetir la misma frase en forma de ladridos. Iori y Axel comprendieron que esa misma frase fue la que dijo el gigante del hacha.
Un grupo de hadas barnizaban el final del sendero de madera y conjuraban hechizos protectores en las barandillas para que ningún desafortunado viajero tropezase en su viaje. Las hadas, al igual que el resto de criaturas, se detuvieron al ver a los extranjeros.
—Saludos en nuestro nombre y en el de Heloise Deschamps — cantaron al unísono.
Llegados a las granjas, Iori y Axel dieron la vuelta. El grupo de hombres y mujeres que les seguía había aumentado considerablemente. El gigante, el lobo, el pastor, las hadas y más hombres y mujeres que no habían visto hasta ese momento se sumaron a la procesión. Todos acudieron atraídos por las maravillas que escucharon sobre Heloise Deschamps. Deseaban conocerla, ninguno de ellos la había visto. ¿Cómo sería? Era una persona estupenda, de aquello no tenían la menor duda. Estaban enamorados de una mujer que jamás habían visto y que, si no fuera por el par de entrometidos extranjeros, jamás hubieran visto. El nombre de la vampiresa, sus maléficas artes mágicas y el objeto que poseía eran los causantes de tal amor.
Iori y Axel escucharon más de diez veces el nombre de Heloise Deschamps. Aunque ninguno de los dos aceptó los regalos que los habitantes de Urd ofrecieron en nombre de la vampiresa, no podían asegurar que la curiosidad que procesaban hacia ella era fruto de una sana inquietud. El deseo de conocer a Heloise Deschamps residía en sus corazones y se acrecentaba por cada paso que daban y por cada vez que escuchaban su nombre.
Fue fácil averiguar cuál, entre todas las granjas, era la residencia de Heloise Deschamps: la única que no había sido reparada recientemente. Tenía los cristales rotos, cubiertos por telas negras que impedían atravesar la luz del sol. Al tejado le faltaban la mitad de las tejas, parecía una boca sin dientes. La granja carecía de puerta, en su lugar había una cortina negra. En comparación, el resto de granjas parecían mansiones.
Iori y Axel entraron en la residencia de la vampiresa. Corrieron la cortina y pasaron con paso con paso lento y respetuoso. El resto de la procesión se quedó fuera, atento por lo que podría suceder. El gigante no soltó el hacha y el lobo no regresó a su amigable forma humana.
—Pasen, pasen — los extranjeros escucharon la voz cantarina de la vampiresa, provenía de una de las habitaciones del fondo —. Os he estado esperando.
La granja de Heloise Deschamps carecía de muebles y azulejos, los había regalos, se había desprendido de los bienes material en pos de su modelo de vida.
—Sepan perdonar este desorden, no tiene la menor la importancia. En mi cuarto estaremos cómodos. Sigan adelante, sigan mi voz.
Mi mágica voz. Mi hipnótica voz. La voz de la vampiresa Heloise Deschamps. La voz a la que el objeto maldito de Egdecomb le confería un poder inimaginable.
Iori y Axel llegaron a una última habitación sin ventanas. La luz provenía del candelabro de hierro en forma de araña del techo. Heloise Deschamps reposaba sobre un trono de cojines de terciopelo rojo. La vampiresa señaló a los dos cojines que tenía delante con la mano.
—Tomen asiento, mis queridos amigos. Están en su casa.
La vampiresa se enderezó en el trono de cojines para que la visita pudiera contemplarla en toda su magnitud. Vestía con una lujosa túnica de colores rojos y morados que resaltaba sus atributos femeninos. Las dos únicas joyas de la vampiresa eran una costosa corona de plata de 19 púas y el mágico colgante. El cuerno del Nuddih estaba al descubierto, ondulaba a pocos centímetros de los torneados pechos de mujer.
Heloise Deschamps sonrió, era la sonrisa más hermosa y sincera que Iori y Axel habían visto jamás.
—Dejad que lo adivine, tú debes ser… Iori. ¿Verdad? Esa larga blanca te delata, mi buen amigo. Y tú… sí, tú eres la mujer, Axel. Los rumores de vuestra belleza no se quedan cortos, mi buena amiga.
Iori y Axel rieron con la vampiresa pese a saber que les estaba tomando el pelo.
—Ahora que conozco vuestros nombres, permitid que me presente: soy Heloise Deschamps — escuchar el nombre en boca de la misma vampiresa y en presencia del objeto maldito de Egdecomb terminó por hipnotizar a los extranjeros —, hacedora de favores, lideresa de La Buena Comunidad y portadora del cuerno de Nuddih.
Cogió el cuerno con suma delicadeza y lo levantó para que los chicos pudieran verlo mejor.
—Este objeto tan pequeñito me permite conocer los secretos de las buenas personas. Desde el más simple, vuestros nombres, Axel y Iori — esta vez los señaló sin error —, hasta los más complejos y ocultos. Sé qué es lo que más deseáis en este mundo y, si fuera otra persona, una persona de oscuro corazón como lo es El Hombre Muerto, los usaría en vuestra contra. ¡Qué espantoso hubiera sido que el cuerno de Nuddih hubiera caído en otras manos! Mis manos están limpias de sangre y, en un tiempo atrás, repletas de caros anillos. El cuerno de Nuddih me reveló los deseos de las buenas personas, necesidades justas como lo son el comer y la familia. Me quité los anillos, regalé mis muebles y ofrecí mi viejo castillo a personas más necesitadas que yo. Lo di todo y, aun así, sentía que no era suficiente por el bien común. Una única persona no constituye La Buena Comunidad.
Hubo un momento de silencio. Iori y Axel estaban muy atentos a la explicación de la vampiresa.
—¿Qué más podía ofrecer? La respuesta, como a todas mis preguntas, la encontré en el cuerno de Nuddih. Podía utilizar mi magia, mi voz hipnótica que ahora os apresa. Puedo convencer a los habitantes de La Comarca a que sean tan buenos como lo soy yo. El vecino ha dejado de robar, he acabado con las envidias y he hecho de esta tierra una Buena Comunidad.
Un atisbo de ira encarnizada se asomó en la sonrisa de Heloise Deschamps. Las manos de la vampiresa apretaron contra los cojines que hacían de reposabrazos.
—Todo lo que ven vuestros ojos lo he obrado yo. Y ahora, osáis venir a mi tierra y entrometeros en asuntos que no os incuben ni entendéis. Escuchad mi nombre: Heloise Deschamps. Escuchadlo con atención una vez más. Heloise Deschamps. Debéis prestar mucha atención porque lo repetiréis en incansables ocasiones a lo largo de vuestra vida. Heloise Deschamps.
Iori y Axel se arrodillaron sumisos frente a la vampiresa. Ambos dijeron el nombre maldito.
—Levantaos, vais a hacer que me sonroje — la sonrisa de la vampiresa regresó a su sinceridad original —. Levantaos y venid a verme, os daré aquello que más deseáis.
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* General: Como os adelante en el turno anterior (y ambos me preguntasteis por privado), el nombre de la vampiresa os hace caer en el embrujo. No del todo, falta una cosa para que la hipnosis sea completa: recibir una ofrenda. Heloise Deschamps posee el cuerno de Nuddih, el cual le hace ver vuestros deseos. Sabe perfectamente qué es lo que deseáis. Esta vez os será complicado rechazar la ofrenda y, aun así, deberéis resistiros tanto como podáis.
Deberéis arrebatar el colgante con el cuerno de Nuddih a la vampiresa, así acabaréis con el embrujo. Este objeto tampoco será fácil puesto que amáis a la vampiresa.
Dividiré los objetivos en dos para que os sea más sencillo jugar en equipo.
* Axel Cirugía-capilar: como hemos dicho antes, deberás resistirte al embrujo de Deschamps y rechazar cualquier ofrenda que te realice. En ti recae la mayor dificultad del juego ya que deberás ofrecer un regalo a la vampiresa, uno que le resulte irresistible. ¿Qué puede querer una mujer qué se ha despojado de todo por seguir una loca utopía y que además puede saber todo lo que tú quieres? Eso es cosa tuya averiguarlo.
* Iori: el movimiento de Axel pillará de desprovisto a Deschamps y conseguirá debilitar la hipnosis, aunque no finalizarla por completo. Aunque todavía la amas, empiezas a tomar consciencia de la situación en la que te encuentras. ¡El cuerno! Deberás arrebatar a Heloise Deschamps del cuerno de Nuddih. Te enfrentarás al mismo peligro que Axel. La vampiresa te ofrecerá una serie de regalos y promesas que te resultarán casi irresistibles.
* General: Recordad que podéis utilizar a todos los personajes que intervienen en la historia. Pensad también que las ofrendas de Heloise Deschamps no solo pueden ser materiales, sino que también puede utilizar su magia para vuestro beneficio y, como habéis visto, la magia de Heloise Deschamps es terriblemente poderosa.
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Re: Hazme un favor [Evento Objetos del 19]
Los actos transcurrían a una velocidad vertiginosa, tal era así, que no sabía demasiado bien como estaba presidiendo una suerte de peregrinación junto a una desconocida. Todos los seres que habían visto anteriormente, actuaban de captores, obligando al hombre lobo y a la joven a caminar hacia sabe Dios dónde. Le invadieron viejos recuerdos, cuando en una pequeña ínsula situada al este de isla tortuga, los diminutos tikis le hicieron prisionero. Aun recordaba sus máscaras tribales hechas con corteza de árbol y pintadas de forma rudimentaria, los estridentes sonidos que emitían y sobre todo sus afiladas lanzas, sobre todo las lanzas. Un escalofrío lo devolvió a la realidad y pudo observar lo que parecía un camino de madera extremadamente bien cuidado.
La primera sorpresa al seguir ese camino, fue ver a un enorme gigante, talando un enorme árbol, con su enorme hacha. Normalmente el cuerpo de Axel habría sido cercenado en dos, pero por alguna extraña razón que no llegaba a comprender, el gigante optó por cargar el hacha a su espalda y saludar a los peregrinos. Decidió devolver el saludo tímidamente con una sonrisa, mientras hondeaba su mano con la intención de no hacer enfadar al gigantesco ser. Éste se unió a la peregrinación en último lugar. Poco después se encontraron con un pastor, ojo al dato, siendo ayudado por un licántropo en su forma lupina a cuidar el ganado. Allí fue donde volvió a escuchar el nombre de Heloise Deschamps, la primera vez desde que habían llegado a ese complejo de granjas, todo en el ambiente resultaba cargante, extraño, algo no estaba bien y saltaba a la legua.
Los dos nuevos desconocidos también se sumaron a la procesión, hasta llegar al final del sendero de madera. En este se encontraban unas simpáticas hadas trabajando con tesón, barnizando las últimas partes de la estructura, mientras realizaban extraños cánticos con sus tintineantes vocecillas. Ellas también repitieron el nombre Deschamps con una sincronización digna de admirar, sonando todas ellas como una única voz. Los diminutos seres también se sumaron a la escolta, llevándolos hasta una vieja casa que parecía abandonada. Llamaban la atención la multitud de cristales rotos cubiertos por telas negras. Todos se pararon en aquel lugar y sin resultar amenazantes, dieron a entender que debían entrar en aquella casa.
Para ese momento, la mente de Axel ya se encontraba algo dispersa, encandilada, sentía una extraña atracción a lo que hubiera en el interior de aquel lugar y dicha atracción no se hizo esperar. Una voz femenina les instó a entrar, dándoles indicaciones de como llegar hasta ella. Mientras caminaban, Axel observaba con detenimiento el lugar, no había ni un solo mueble y el estado era deplorable. - Cuesta creer que alguien viva aquí... Susurró de manera que solo la joven pudiera escucharlo. Había visto un montón de casas en mejores condiciones que ésta de camino, por qué elegiría esa como su hogar. Tras una corta caminata, con cuidado de no quebrar el suelo, llegaron al fondo de aquella morada. Una habitación, con una tela que parecía ser la misma que las de las ventanas hacía de puerta y hubiera lo que hubiese dentro de ella, le llamaba con una fuerza irresistible.
Sin saber muy bien como, Axel fue el primero en cruzar el umbral de la puerta, podría decirse que para proteger a su joven acompañante de posibles peligros, pero nada más lejos de la realidad, tenía la incesante necesidad de descubrir lo que allí había. La visión dejó perplejo al licántropo, una mujer de imponente apariencia se encontraba postrada sobre una pila de cojines, expectante por la llegada de sus nuevos invitados. Su acaramelada voz nublaba el juicio de Axel, sumiéndolo en una especie de trance mientras les ofrecía las respuestas a todas las preguntas que jamás habían hecho, pero si se habían preguntado. Desde su cómodo cojín, el cual le habían ofrecido como asiento, escuchaba atentamente cada palabra de la hasta ahora desconocida Heloise, embelesado completamente por su buena voluntad.
De pronto, una orden directa cayó como una losa sobre él, haciéndolo postrarse, hincando su rodilla ante la poderosa y altruista mujer. - Heloise Deschamps. Dijo casi sin pensar. Después siguió sus ordenes al pie de la letra y sintió como su yugo se iba soltando poco a poco, dejándolo ser más él mismo mientras se acercaba a la posición de la susodicha. Como si de una presa que acababa de estallar se tratase, las preguntas inundaron de golpe su cabeza, pero... ¿Estaría bien hacerlas? No quería volver hacer enfadar a la señorita Deschamps.
Titubeó en múltiples ocasiones, abriendo la boca para comenzar a hablar, pero dejando escapar tan solo un suspiro, hasta que por fin se atrevió a dar el paso. - No comprendo por qué hace uso de su don, si con tan solo sus buenas intenciones debería ser suficiente. Pronunció pensativo con cierto temor a incomodarla. - Acércate Axel. ¿De verdad esto es lo que te preocupa ahora mismo? ¿No preferirías hacer una petición? De pronto la sonrisa de la vampiresa se borró. Intentaba ahondar en los deseos del licántropo pero todo era extrañamente difuso. Podía relacionar todas las escenas que estaba viendo y las gentes sin rostro obviamente representaban a desconocidos. Pero... ¿Era posible que alguien tuviera un pensamiento de abnegación tan puro?
La visión altruista que le daba el cuerno sobre Axel, no hizo más que poner en alerta a Heloise, que dudaba de que resultara algún tipo de estrategia por parte del hombre lobo para confundirla. - Me siento profundamente identificado con su causa, pero no creo que sea necesario utilizar su poder para ello. Simplemente influya con sus buenas acciones sobre los demás, como ha hecho hasta ahora. Dijo mientras se acercaba un poco más a la vampiresa, que por alguna razón cada vez se sentía más cómodo ante su presencia. Ésta en cambio sentía que algo no iba bien. - Detente. Es suficiente. Le contestó, haciéndole frenar en seco e impidiendo que se acercara todavía más, resaltando su clara desconfianza.
El avance fue frenado en seco, pero las dudas seguían en el aire. - Además, puedo ver su soledad con un rápido vistazo a esta casa. Tampoco es justo que sacrifique tanto por una visión. Que sentido tiene hacer feliz a los demás si usted no puede serlo. Sentenció mientras giraba sobre si mismo, observando la habitación en la que se encontraban. La mujer, extrañada, se asustó por un momento y dirigió la vista hacia el cuerno. - No necesito discursos compasivos, estoy dispuesta a esto y mucho más en pos de mi visión. Contestó con una mirada desafiante al licántropo, que poco a poco, sintió que tenía más libertad de acción, iniciando nuevamente su aproximamiento a la vampiresa.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca se tumbó sobre la pila de cojines que rodeaban a la mujer, quedando a un escaso metro y poco de ella. - Hay algo que no puedo dejar de preguntarme. Con tan poderoso tándem... Por qué utilizarlo de esta forma, podría tenerlo todo. Lo cual me hace pensar que hay una buena persona detrás de esto. No sabía si era fruto del embrujo o realmente eso era lo que pensaba, pero cada vez se sentía más a gusto al lado de aquella mujer. Ella sin embargo, no parecía demasiado contenta por el psicoanálisis. Normalmente era ella quien llevaba la voz cantante y esto le resultaba extraño.
Axel se giró hacia la ahora muda mujer, estirando el brazo para sujetar su mano, la cual fue retirada inmediatamente con desconfianza. - No me importaría quedarme una temporada junto a usted, compartiendo nuestra visión del mundo. Ciertamente no creo que difieran demasiado. La vampiresa no entendía lo que estaba ocurriendo, su control mental no iba por esos derroteros y por un momento pensó que quizás ese fuese el deseo del hombre lobo, pero no, él quería ayudar a todo el mundo por igual y no solo a ella. Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de que su mano había vuelto a ser atrapada por la de Axel.
Cuando por fin se percató, apartó su mano levantándose de golpe. - ¡Suficiente! No sé lo que intentas pero no funcionará, estás haciendo que empiece a perder la paciencia y eso no ocurría desde hace mucho, mucho tiempo. Axel giró la cabeza desde su improvisada cama. - Usted es la que tiene el control aquí, si ve algo extraño puede matarme, no podré oponer resistencia. Dijo con seguridad mientras volvía su cabeza a su posición natural y cerraba los ojos, demostrando una tranquilidad absoluta. Por alguna razón confiaba en aquella mujer y sentía un extraño vínculo que no podía explicar. Quizás la hipnosis se había pasado de la raya esta vez o quizás fuera una reacción genuina, pero ahora mismo se encontraba más cómodo que en brazos allí acostado.
La primera sorpresa al seguir ese camino, fue ver a un enorme gigante, talando un enorme árbol, con su enorme hacha. Normalmente el cuerpo de Axel habría sido cercenado en dos, pero por alguna extraña razón que no llegaba a comprender, el gigante optó por cargar el hacha a su espalda y saludar a los peregrinos. Decidió devolver el saludo tímidamente con una sonrisa, mientras hondeaba su mano con la intención de no hacer enfadar al gigantesco ser. Éste se unió a la peregrinación en último lugar. Poco después se encontraron con un pastor, ojo al dato, siendo ayudado por un licántropo en su forma lupina a cuidar el ganado. Allí fue donde volvió a escuchar el nombre de Heloise Deschamps, la primera vez desde que habían llegado a ese complejo de granjas, todo en el ambiente resultaba cargante, extraño, algo no estaba bien y saltaba a la legua.
Los dos nuevos desconocidos también se sumaron a la procesión, hasta llegar al final del sendero de madera. En este se encontraban unas simpáticas hadas trabajando con tesón, barnizando las últimas partes de la estructura, mientras realizaban extraños cánticos con sus tintineantes vocecillas. Ellas también repitieron el nombre Deschamps con una sincronización digna de admirar, sonando todas ellas como una única voz. Los diminutos seres también se sumaron a la escolta, llevándolos hasta una vieja casa que parecía abandonada. Llamaban la atención la multitud de cristales rotos cubiertos por telas negras. Todos se pararon en aquel lugar y sin resultar amenazantes, dieron a entender que debían entrar en aquella casa.
Para ese momento, la mente de Axel ya se encontraba algo dispersa, encandilada, sentía una extraña atracción a lo que hubiera en el interior de aquel lugar y dicha atracción no se hizo esperar. Una voz femenina les instó a entrar, dándoles indicaciones de como llegar hasta ella. Mientras caminaban, Axel observaba con detenimiento el lugar, no había ni un solo mueble y el estado era deplorable. - Cuesta creer que alguien viva aquí... Susurró de manera que solo la joven pudiera escucharlo. Había visto un montón de casas en mejores condiciones que ésta de camino, por qué elegiría esa como su hogar. Tras una corta caminata, con cuidado de no quebrar el suelo, llegaron al fondo de aquella morada. Una habitación, con una tela que parecía ser la misma que las de las ventanas hacía de puerta y hubiera lo que hubiese dentro de ella, le llamaba con una fuerza irresistible.
Sin saber muy bien como, Axel fue el primero en cruzar el umbral de la puerta, podría decirse que para proteger a su joven acompañante de posibles peligros, pero nada más lejos de la realidad, tenía la incesante necesidad de descubrir lo que allí había. La visión dejó perplejo al licántropo, una mujer de imponente apariencia se encontraba postrada sobre una pila de cojines, expectante por la llegada de sus nuevos invitados. Su acaramelada voz nublaba el juicio de Axel, sumiéndolo en una especie de trance mientras les ofrecía las respuestas a todas las preguntas que jamás habían hecho, pero si se habían preguntado. Desde su cómodo cojín, el cual le habían ofrecido como asiento, escuchaba atentamente cada palabra de la hasta ahora desconocida Heloise, embelesado completamente por su buena voluntad.
De pronto, una orden directa cayó como una losa sobre él, haciéndolo postrarse, hincando su rodilla ante la poderosa y altruista mujer. - Heloise Deschamps. Dijo casi sin pensar. Después siguió sus ordenes al pie de la letra y sintió como su yugo se iba soltando poco a poco, dejándolo ser más él mismo mientras se acercaba a la posición de la susodicha. Como si de una presa que acababa de estallar se tratase, las preguntas inundaron de golpe su cabeza, pero... ¿Estaría bien hacerlas? No quería volver hacer enfadar a la señorita Deschamps.
Titubeó en múltiples ocasiones, abriendo la boca para comenzar a hablar, pero dejando escapar tan solo un suspiro, hasta que por fin se atrevió a dar el paso. - No comprendo por qué hace uso de su don, si con tan solo sus buenas intenciones debería ser suficiente. Pronunció pensativo con cierto temor a incomodarla. - Acércate Axel. ¿De verdad esto es lo que te preocupa ahora mismo? ¿No preferirías hacer una petición? De pronto la sonrisa de la vampiresa se borró. Intentaba ahondar en los deseos del licántropo pero todo era extrañamente difuso. Podía relacionar todas las escenas que estaba viendo y las gentes sin rostro obviamente representaban a desconocidos. Pero... ¿Era posible que alguien tuviera un pensamiento de abnegación tan puro?
La visión altruista que le daba el cuerno sobre Axel, no hizo más que poner en alerta a Heloise, que dudaba de que resultara algún tipo de estrategia por parte del hombre lobo para confundirla. - Me siento profundamente identificado con su causa, pero no creo que sea necesario utilizar su poder para ello. Simplemente influya con sus buenas acciones sobre los demás, como ha hecho hasta ahora. Dijo mientras se acercaba un poco más a la vampiresa, que por alguna razón cada vez se sentía más cómodo ante su presencia. Ésta en cambio sentía que algo no iba bien. - Detente. Es suficiente. Le contestó, haciéndole frenar en seco e impidiendo que se acercara todavía más, resaltando su clara desconfianza.
El avance fue frenado en seco, pero las dudas seguían en el aire. - Además, puedo ver su soledad con un rápido vistazo a esta casa. Tampoco es justo que sacrifique tanto por una visión. Que sentido tiene hacer feliz a los demás si usted no puede serlo. Sentenció mientras giraba sobre si mismo, observando la habitación en la que se encontraban. La mujer, extrañada, se asustó por un momento y dirigió la vista hacia el cuerno. - No necesito discursos compasivos, estoy dispuesta a esto y mucho más en pos de mi visión. Contestó con una mirada desafiante al licántropo, que poco a poco, sintió que tenía más libertad de acción, iniciando nuevamente su aproximamiento a la vampiresa.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca se tumbó sobre la pila de cojines que rodeaban a la mujer, quedando a un escaso metro y poco de ella. - Hay algo que no puedo dejar de preguntarme. Con tan poderoso tándem... Por qué utilizarlo de esta forma, podría tenerlo todo. Lo cual me hace pensar que hay una buena persona detrás de esto. No sabía si era fruto del embrujo o realmente eso era lo que pensaba, pero cada vez se sentía más a gusto al lado de aquella mujer. Ella sin embargo, no parecía demasiado contenta por el psicoanálisis. Normalmente era ella quien llevaba la voz cantante y esto le resultaba extraño.
Axel se giró hacia la ahora muda mujer, estirando el brazo para sujetar su mano, la cual fue retirada inmediatamente con desconfianza. - No me importaría quedarme una temporada junto a usted, compartiendo nuestra visión del mundo. Ciertamente no creo que difieran demasiado. La vampiresa no entendía lo que estaba ocurriendo, su control mental no iba por esos derroteros y por un momento pensó que quizás ese fuese el deseo del hombre lobo, pero no, él quería ayudar a todo el mundo por igual y no solo a ella. Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de que su mano había vuelto a ser atrapada por la de Axel.
Cuando por fin se percató, apartó su mano levantándose de golpe. - ¡Suficiente! No sé lo que intentas pero no funcionará, estás haciendo que empiece a perder la paciencia y eso no ocurría desde hace mucho, mucho tiempo. Axel giró la cabeza desde su improvisada cama. - Usted es la que tiene el control aquí, si ve algo extraño puede matarme, no podré oponer resistencia. Dijo con seguridad mientras volvía su cabeza a su posición natural y cerraba los ojos, demostrando una tranquilidad absoluta. Por alguna razón confiaba en aquella mujer y sentía un extraño vínculo que no podía explicar. Quizás la hipnosis se había pasado de la raya esta vez o quizás fuera una reacción genuina, pero ahora mismo se encontraba más cómodo que en brazos allí acostado.
Axel Svensson
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Re: Hazme un favor [Evento Objetos del 19]
Lo que parecía que iba a ser una tranquila jornada de avance, en busca de la aldea perdida, se precipitó en una espiral de acontecimientos. Todo sucedió tan rápido que Iori tenía la sensación de que se había desatado sobre ella una tormenta de verano. De esas que cubrían las suaves colinas de Verisar con nubes blancas, salpicando el cielo aquí y allá... para transformarse en una gran capota oscura que lanzaba con furia cada gota de agua que había en el aire, antes de que pudieras pestañear dos veces.
Sí, exactamente la misma sensación.
Excepto por el hecho de que no estaba mojada todavía, la humana se sentía igual de anonadada. Pillada por sorpresa con cada persona que se unía a su extraña comitiva. De todos ellos, estaba segura que el único que se sentía tan descolocado como ella era el hombre de estética naturalista. Intentó caminar por la madera del suelo barnizada cerca suya, buscando un instante para susurrarle de forma que solamente él la escuchase. ¿De qué va todo esto? ¿Conoces a la tal Heloise? ¿Te parece si nos vamos ya? ¡¿Has visto el hacha de ese gigante?! ¿Por cierto cuál es tu nombre? ¿¡Ese lobo pastor intentó hablar!? ¡Las hadas han preparado este camino! Bueno, eso último no fue propiamente una pregunta que se le hubiera pasado por la cabeza, ya que lo estaba viendo con sus propios ojos delante de ella.
¿¡¿Por favor, podemos irnos ya?!? Sí, esa sí que fue la última pregunta.
La última ya que cuando observaron la multitud de personas que se habían arremolinado en torno a ellos, en aquella improvisada columna la humana quedó sin palabras que articular. Ni en la boca ni en su cabeza. Tenía los ojos abiertos de par en par, mientras se dejaba ahora guiar dócilmente hacia el lugar en el que parecía que, al fin, podrían ponerle cara a la mujer maravilla, más conocida como Heloise. Helo para los amigos seguramente. Y viven los Dioses en la tierra de Aerandir, que Iori deseaba convertirse en amiga de aquella portentosa mujer.
Habiendo dejado sus reparos iniciales en algún punto del camino aparcados, la humana observó la humilde granja que le dictó su corazón, era la meta. Por supuesto una mujer tan desprendida y dadivosa como ella no podría vivir en un lugar más apropiado. Y aun así, algo se revolvió en las tripas de la morena. Contemplar el nivel decrépito en el que se encontraba la residencia la hizo sentir un ligero enfado. ¿¡Cómo podían permitir aquello esas gentes!? Un altar era lo que en verdad merecía... y Iori estaba dispuesta a dárselo.
Entrando en la habitación del fondo, apenas tuvo tiempo de reparar en la información que aquel lugar le estaba proporcionando. Iori se sentía ufana. Junto con su compañero eran los dos elegidos para verla. De haber sido algún tipo de cánido, estaría meneando la cola sin parar de forma visible. Que Heloise los hubiera estado esperando, tuvo como resultado que la boca de Iori se descolgase en una tonta sonrisa. Todo en su mundo carecía ya de perspectiva cuando el único punto al que prestaba atención era a ELLA. Observando su magnífica apariencia, escuchando su melodiosa voz, apenas fue capaz de articular una risa normal cuando Heloise les regaló aquella pequeña broma inicial. Se sentó obediente, tanto le habría dado en ese momento un cojín o un brasero, lo habría hecho sin dudar.
Las maravillas de las que les estaba hablando, fueron entendidas en la mente de Iori con toda la naturalidad del mundo. Cuernos mágicos, el Hombre Muerto, conocer los deseos de las personas... Iori asentía con gesto comprensivo. Bien podrían estar intercambiando una receta de empanada de carne, la humana habría reaccionado de la misma manera. Ni cuando la conversación se tornó más tensa, fue capaz de escuchar la ligera voz de alarma que solía hablarle desde el fondo de su cabeza en ese tipo de casos. Se arrodilló con placer, y con miedo de haber podido enfadar a la mujer, y pronunció su nombre como si fuese una plegaria.
- Heloise Deschamps -
Fue su compañero, Axel, el que tomó la iniciativa. Iori observó con tranquilidad al principio su interacción, hasta que poco a poco la calma se transformó en rabia alimentada por los celos. ¿La había tocado? ¡La había tocado! Y ella allí, detrás, esperando, aguardando con más paciencia que nadie en la tierra. - ¿Aquello que más deseo? - inquirió la voz tensa de Iori levantándose. Observó un segundo el cuerpo de Axel, parecía relajado a los pies de Heloise. Y ella estaba dispuesta a cortar aquella situación. - Estás molestándola con tu cháchara - dijo con evidente desprecio hacia él. Clavó los ojos ardiendo como ascuas en la mujer, imaginando con anticipación qué tacto tendría su piel. Se deslizó avanzando, y a la altura del hombre se inclinó de rodillas y lo apartó con fuerza con los brazos. Rodó sobre los cojines, o algo así. Iori no tenía tiempo que perder en observarlo.
- ¿Lo preguntas como parte del juego o es que realmente aun no lo ves? - siseó la pregunta mientras gateaba hasta llegar a sus pies. Los ojos azules chispeaban y en sus mejillas se había instalado un leve rubor de anticipación. Se imaginaba a si misma acariciándole el cuello. Buscando cuadrar contra su boca los labios, y respirar al calor de su piel el aroma de Heloise. La escuchó reir suavemente. - ¿A mí? - preguntó con seguridad, pero a la vez un punto de duda. Iori extendió la mano al tiempo que imaginaba la forma en la que la ceñiría por la cintura, apresándola con rudeza contra su cuerpo. Si, justo así, en aquella cercanía. - La ropa que llevas es preciosa, pero creo que me moriré si no soy capaz de acariciarte - confesó mientras su corazón tronaba en el pecho.
Con la misma delicadeza que usaría para no romper el hilo de una araña, la humana separó las piernas de Heloise lo justo para dejarle via libre. Se deslizó entre ellas de rodillas, ocupando el espacio, y la miró con adoración y ansia. Pura ansia por comerla de arriba abajo. Sus manos subieron, trémulas por sus caderas, sin ser capaz de creer que estuviese haciendo aquello. Notó como la amplitud de sus caderas daba paso al estrecho marcado por su cintura, y subiendo un poco más, sintió la voluptuosidad de sus pechos, parcialmente cubiertos por el vestido que a esas alturas ya se había convertido en su enemigo número uno.
Siguió subiendo, pegándose ya a ella y observó por debajo de su rostro, a escasos centímetros del mentón la boca de la mujer. Parecía esbozar una ligera sonrisa, que Iori se tomó como una declaración de su permiso. - No son estos los únicos labios que quiero besar...- las ganas que tenía de experimentar cómo se sentía el calor del interior de su cuerpo, contrastaban con la actitud aun temerosa con la que Iori se movía con ella. Sentía pánico de pensar que hiciese algo mal, que la terminase apartando, que le dirigiese una palabra dura y la rechazase. Sentía que no podía ni soportarlo. - ¿De verdad? ¿Y a cuáles te refieres? - ronroneó.
RONRONEÓ. La mirada azul de Iori se abrió por completo observando el hermoso rostro de una mujer que ahora, le mostraba los dientes en una sonrisa más ancha. Notó como la tensión de las piernas de Heloise se relajaba un poco, y sintió con un gozo desmesurado como se abrían un poco más, dándole espacio entre ellas. Los brazos de Iori la tomaron con brutalidad por la cintura, pegándola a ella con posesividad. Iba a tomar cada segundo que ella le concediese a su lado. Iba a quitarle la ropa y recorrer con su boca cada parte de ella, hasta llegar a introducir la lengua entre sus piernas y llenarse de su sabor. - A estos...- bisbiseó mientras una mano bajaba hacia allí.
¿Seguro Iori? Hacía tiempo que esa voz de alarma había estado en silencio. Pero de forma sorprendente, justo en aquel momento habló, casi con timidez, haciéndola vacilar un instante. Se detuvo un segundo, indignada con ella misma. ¿Qué estaba pasando? Había sido culpa de Axel, él la había molestado y a raíz de eso, la actitud de Heloise había cambiado ligeramente. La abrazó con más fuerza por toda respuesta y se lanzó con desesperación hacia delante para besarla. Su boca aterrizó en su clavícula, y la piel de la mujer sabía mejor que cualquier fruta que hubiese probado. Lamió y besó, y mordisqueó con furia en los pocos instantes que llevaba unida a ella de esa manera.
¿Seguro Iori? MIERDA. ¿Qué cojones estaba pasando? Detuvo el beso sin soltarla aun de aquel abrazo, y jadeó de forma pesada sobre su piel. ¿Seguro que son esos labios los que quieres besar? Aquella simple pregunta se abrió paso en su mente, y entonces una figura lejana se hizo visible para ella. Cabello oscuro, gesto adusto y orejas afiladas. No, no eran aquellos labios los que quería besar. Ni si quiera eran unos labios su mayor deseo realmente. - Ya veo. ¿Entonces quieres saber quienes eran ellos no? - La voz de Heloise en esa ocasión, no sonó a oídos de Iori tan atractiva como antes. Miró hacia arriba, todavía abrazada a ella como un náufrago a su tabla, y observó una expresión diferente. - No sabes quiénes eran ni qué aspecto tenían. Eso puedo solucionarlo yo - murmuró tentadora.
Por encima del hombro de Heloise, delante de Iori, pareció dibujarse en el aire una sombra. La mirada azul prestó toda la atención a aquello mientras sus bordes se iban definiendo. Dos siluetas, un hombre y una mujer. Estaban de espaldas y aun en la bruma entendió que permanecían uno al lado del otro, juntos de la mano. Ella tenía el cabello... ¿oscuro? El cuerpo masculino parecía tenerlo plateado... o blanco. Las ganas de follar se disiparon, dejando únicamente entonces una potente sensación de pánico. Algo a lo que ni ella misma se había enfrentado. ¿De verdad era aquello lo que quería? ¿Más que nada en el mundo? Ella era libre, no tenía raíces y, lo más importante. No las quería. Aquellas figuras eran una trampa, una traición. Y tenía que huir. - Para... ¡Para! ¡DETENTE! - Extendió la mano hacia Heloise, agarrando lo que tuvo más a mano en ese momento.
La brutalidad de su tirón fue suficiente como para romper la delicada cadena que colgaba en su pecho. - ¡TE HE DICHO QUE PARES! - en el instante en el que se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos, la visión que ella había proyectado desapareció. Se inclinó sobre si misma, como protegiéndose de algún ataque entre los pies de la mujer. Respiró como si fuese aquella la primera vez, y mirando de nuevo al frente apenas fue capaz de ver dos cosas.
Primera, el rostro de la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra se había convertido en una máscara de pura furia. - ¡¡TÚ...ASQUEROSA BASTARDA...!! - La segunda, con una suavidad difícil de creer, en la palma de su mano descansaba el cuerno de Nuddih. - ¡Qué demonios...! - entendiendo que las cosas se habían puesto feas, se puso de pie a la velocidad del rayo y giró sobre si misma dando un salto hacia atrás para ganar espacio con ella.* Observó a Axel, siendo consciente de nuevo de su presencia allí y con la expresión más perdida que era capaz de poner, extendió la mano ofreciéndole el cuerno a él con premura.
*Usa su especialidad en parkour para alejarse de ella realizando una voltereta hacia atrás.
Sí, exactamente la misma sensación.
Excepto por el hecho de que no estaba mojada todavía, la humana se sentía igual de anonadada. Pillada por sorpresa con cada persona que se unía a su extraña comitiva. De todos ellos, estaba segura que el único que se sentía tan descolocado como ella era el hombre de estética naturalista. Intentó caminar por la madera del suelo barnizada cerca suya, buscando un instante para susurrarle de forma que solamente él la escuchase. ¿De qué va todo esto? ¿Conoces a la tal Heloise? ¿Te parece si nos vamos ya? ¡¿Has visto el hacha de ese gigante?! ¿Por cierto cuál es tu nombre? ¿¡Ese lobo pastor intentó hablar!? ¡Las hadas han preparado este camino! Bueno, eso último no fue propiamente una pregunta que se le hubiera pasado por la cabeza, ya que lo estaba viendo con sus propios ojos delante de ella.
¿¡¿Por favor, podemos irnos ya?!? Sí, esa sí que fue la última pregunta.
La última ya que cuando observaron la multitud de personas que se habían arremolinado en torno a ellos, en aquella improvisada columna la humana quedó sin palabras que articular. Ni en la boca ni en su cabeza. Tenía los ojos abiertos de par en par, mientras se dejaba ahora guiar dócilmente hacia el lugar en el que parecía que, al fin, podrían ponerle cara a la mujer maravilla, más conocida como Heloise. Helo para los amigos seguramente. Y viven los Dioses en la tierra de Aerandir, que Iori deseaba convertirse en amiga de aquella portentosa mujer.
Habiendo dejado sus reparos iniciales en algún punto del camino aparcados, la humana observó la humilde granja que le dictó su corazón, era la meta. Por supuesto una mujer tan desprendida y dadivosa como ella no podría vivir en un lugar más apropiado. Y aun así, algo se revolvió en las tripas de la morena. Contemplar el nivel decrépito en el que se encontraba la residencia la hizo sentir un ligero enfado. ¿¡Cómo podían permitir aquello esas gentes!? Un altar era lo que en verdad merecía... y Iori estaba dispuesta a dárselo.
Entrando en la habitación del fondo, apenas tuvo tiempo de reparar en la información que aquel lugar le estaba proporcionando. Iori se sentía ufana. Junto con su compañero eran los dos elegidos para verla. De haber sido algún tipo de cánido, estaría meneando la cola sin parar de forma visible. Que Heloise los hubiera estado esperando, tuvo como resultado que la boca de Iori se descolgase en una tonta sonrisa. Todo en su mundo carecía ya de perspectiva cuando el único punto al que prestaba atención era a ELLA. Observando su magnífica apariencia, escuchando su melodiosa voz, apenas fue capaz de articular una risa normal cuando Heloise les regaló aquella pequeña broma inicial. Se sentó obediente, tanto le habría dado en ese momento un cojín o un brasero, lo habría hecho sin dudar.
Las maravillas de las que les estaba hablando, fueron entendidas en la mente de Iori con toda la naturalidad del mundo. Cuernos mágicos, el Hombre Muerto, conocer los deseos de las personas... Iori asentía con gesto comprensivo. Bien podrían estar intercambiando una receta de empanada de carne, la humana habría reaccionado de la misma manera. Ni cuando la conversación se tornó más tensa, fue capaz de escuchar la ligera voz de alarma que solía hablarle desde el fondo de su cabeza en ese tipo de casos. Se arrodilló con placer, y con miedo de haber podido enfadar a la mujer, y pronunció su nombre como si fuese una plegaria.
- Heloise Deschamps -
Fue su compañero, Axel, el que tomó la iniciativa. Iori observó con tranquilidad al principio su interacción, hasta que poco a poco la calma se transformó en rabia alimentada por los celos. ¿La había tocado? ¡La había tocado! Y ella allí, detrás, esperando, aguardando con más paciencia que nadie en la tierra. - ¿Aquello que más deseo? - inquirió la voz tensa de Iori levantándose. Observó un segundo el cuerpo de Axel, parecía relajado a los pies de Heloise. Y ella estaba dispuesta a cortar aquella situación. - Estás molestándola con tu cháchara - dijo con evidente desprecio hacia él. Clavó los ojos ardiendo como ascuas en la mujer, imaginando con anticipación qué tacto tendría su piel. Se deslizó avanzando, y a la altura del hombre se inclinó de rodillas y lo apartó con fuerza con los brazos. Rodó sobre los cojines, o algo así. Iori no tenía tiempo que perder en observarlo.
- ¿Lo preguntas como parte del juego o es que realmente aun no lo ves? - siseó la pregunta mientras gateaba hasta llegar a sus pies. Los ojos azules chispeaban y en sus mejillas se había instalado un leve rubor de anticipación. Se imaginaba a si misma acariciándole el cuello. Buscando cuadrar contra su boca los labios, y respirar al calor de su piel el aroma de Heloise. La escuchó reir suavemente. - ¿A mí? - preguntó con seguridad, pero a la vez un punto de duda. Iori extendió la mano al tiempo que imaginaba la forma en la que la ceñiría por la cintura, apresándola con rudeza contra su cuerpo. Si, justo así, en aquella cercanía. - La ropa que llevas es preciosa, pero creo que me moriré si no soy capaz de acariciarte - confesó mientras su corazón tronaba en el pecho.
Con la misma delicadeza que usaría para no romper el hilo de una araña, la humana separó las piernas de Heloise lo justo para dejarle via libre. Se deslizó entre ellas de rodillas, ocupando el espacio, y la miró con adoración y ansia. Pura ansia por comerla de arriba abajo. Sus manos subieron, trémulas por sus caderas, sin ser capaz de creer que estuviese haciendo aquello. Notó como la amplitud de sus caderas daba paso al estrecho marcado por su cintura, y subiendo un poco más, sintió la voluptuosidad de sus pechos, parcialmente cubiertos por el vestido que a esas alturas ya se había convertido en su enemigo número uno.
Siguió subiendo, pegándose ya a ella y observó por debajo de su rostro, a escasos centímetros del mentón la boca de la mujer. Parecía esbozar una ligera sonrisa, que Iori se tomó como una declaración de su permiso. - No son estos los únicos labios que quiero besar...- las ganas que tenía de experimentar cómo se sentía el calor del interior de su cuerpo, contrastaban con la actitud aun temerosa con la que Iori se movía con ella. Sentía pánico de pensar que hiciese algo mal, que la terminase apartando, que le dirigiese una palabra dura y la rechazase. Sentía que no podía ni soportarlo. - ¿De verdad? ¿Y a cuáles te refieres? - ronroneó.
RONRONEÓ. La mirada azul de Iori se abrió por completo observando el hermoso rostro de una mujer que ahora, le mostraba los dientes en una sonrisa más ancha. Notó como la tensión de las piernas de Heloise se relajaba un poco, y sintió con un gozo desmesurado como se abrían un poco más, dándole espacio entre ellas. Los brazos de Iori la tomaron con brutalidad por la cintura, pegándola a ella con posesividad. Iba a tomar cada segundo que ella le concediese a su lado. Iba a quitarle la ropa y recorrer con su boca cada parte de ella, hasta llegar a introducir la lengua entre sus piernas y llenarse de su sabor. - A estos...- bisbiseó mientras una mano bajaba hacia allí.
¿Seguro Iori? Hacía tiempo que esa voz de alarma había estado en silencio. Pero de forma sorprendente, justo en aquel momento habló, casi con timidez, haciéndola vacilar un instante. Se detuvo un segundo, indignada con ella misma. ¿Qué estaba pasando? Había sido culpa de Axel, él la había molestado y a raíz de eso, la actitud de Heloise había cambiado ligeramente. La abrazó con más fuerza por toda respuesta y se lanzó con desesperación hacia delante para besarla. Su boca aterrizó en su clavícula, y la piel de la mujer sabía mejor que cualquier fruta que hubiese probado. Lamió y besó, y mordisqueó con furia en los pocos instantes que llevaba unida a ella de esa manera.
¿Seguro Iori? MIERDA. ¿Qué cojones estaba pasando? Detuvo el beso sin soltarla aun de aquel abrazo, y jadeó de forma pesada sobre su piel. ¿Seguro que son esos labios los que quieres besar? Aquella simple pregunta se abrió paso en su mente, y entonces una figura lejana se hizo visible para ella. Cabello oscuro, gesto adusto y orejas afiladas. No, no eran aquellos labios los que quería besar. Ni si quiera eran unos labios su mayor deseo realmente. - Ya veo. ¿Entonces quieres saber quienes eran ellos no? - La voz de Heloise en esa ocasión, no sonó a oídos de Iori tan atractiva como antes. Miró hacia arriba, todavía abrazada a ella como un náufrago a su tabla, y observó una expresión diferente. - No sabes quiénes eran ni qué aspecto tenían. Eso puedo solucionarlo yo - murmuró tentadora.
Por encima del hombro de Heloise, delante de Iori, pareció dibujarse en el aire una sombra. La mirada azul prestó toda la atención a aquello mientras sus bordes se iban definiendo. Dos siluetas, un hombre y una mujer. Estaban de espaldas y aun en la bruma entendió que permanecían uno al lado del otro, juntos de la mano. Ella tenía el cabello... ¿oscuro? El cuerpo masculino parecía tenerlo plateado... o blanco. Las ganas de follar se disiparon, dejando únicamente entonces una potente sensación de pánico. Algo a lo que ni ella misma se había enfrentado. ¿De verdad era aquello lo que quería? ¿Más que nada en el mundo? Ella era libre, no tenía raíces y, lo más importante. No las quería. Aquellas figuras eran una trampa, una traición. Y tenía que huir. - Para... ¡Para! ¡DETENTE! - Extendió la mano hacia Heloise, agarrando lo que tuvo más a mano en ese momento.
La brutalidad de su tirón fue suficiente como para romper la delicada cadena que colgaba en su pecho. - ¡TE HE DICHO QUE PARES! - en el instante en el que se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos, la visión que ella había proyectado desapareció. Se inclinó sobre si misma, como protegiéndose de algún ataque entre los pies de la mujer. Respiró como si fuese aquella la primera vez, y mirando de nuevo al frente apenas fue capaz de ver dos cosas.
Primera, el rostro de la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra se había convertido en una máscara de pura furia. - ¡¡TÚ...ASQUEROSA BASTARDA...!! - La segunda, con una suavidad difícil de creer, en la palma de su mano descansaba el cuerno de Nuddih. - ¡Qué demonios...! - entendiendo que las cosas se habían puesto feas, se puso de pie a la velocidad del rayo y giró sobre si misma dando un salto hacia atrás para ganar espacio con ella.* Observó a Axel, siendo consciente de nuevo de su presencia allí y con la expresión más perdida que era capaz de poner, extendió la mano ofreciéndole el cuerno a él con premura.
*Usa su especialidad en parkour para alejarse de ella realizando una voltereta hacia atrás.
- Salto de Iori:
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Iori Li
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Re: Hazme un favor [Evento Objetos del 19]
Las pupilas de Heloise Deschamps se inyectaron en sangre. Sin levantarse de la silla, alargó las manos en formas de tiránicas garras en busca del objeto robado o de los frágiles cuellos de Iori y Axel, lo que encontrase primero. Tanto le daba que fuera uno, el que hubiera sido ayudante y amigo, o la otra, la víbora que se hizo pasar por una febril amante. La vampiresa habría agarrado a cualquiera de los dos, los hubiera ahogado al mismo tiempo que realizaba el mejor y más efectivo de los hechizos de hipnosis. Habrían muerto enamorados de Heloise Deschamps, pronunciando su nombre entre placenteros orgasmos.
Antes de que pudiera agarrarles, los brazos de la vampiresa se desgarraron en arrugas de ceniza. Heloise los comprimió asustada, olvidándose por un momento de los ladrones. Miró a su alrededor, asegurándose que las ventanas estuvieran cerradas y que ningún rayo de luz solar atravesase las capas de mantas gruesas que servían como cortinas. Los traidores podrían haberlas abierto en un momento de distracción. Todo parecía estar en orden, sin embargo, la vampiresa se sentía tan débil como si se encontrase bajo el sol estival.
Se levantó con mucha debilidad del trono de cojines dispuesta a ganar distancia con sus oponentes. Su espalda cobró la forma de un imperfecto arco curvo; parecía que estuviera sosteniendo todo el peso de La Buena Comarca, de las acciones altruistas que había realizado con el cuerno de Nuddih.
Cualquier cosa que Heloise Deschamps intentará decir sonaba como incomprensibles gritos de dolor. La lengua pastosa se le había pegado al paladar y los dientes traqueteaban como si estuvieran masticando una yesca madera.
La poderosa magia del objeto maldito de Egdecomb se cobraba con la vitalidad de Heloise Deschamps, el precio de sus hechizos. La vampiresa se estaba derritiendo. La grasa de su cuerpo se disolvió en el aire, se convirtió en éter. Heloise Deschamps era una figura consumida, un esqueleto cubierto en pliegues de piel del mismo color que el carbón mineral.
Axel y Iori compartieron una mirada de vacilación. La hipnosis había desapareció, por lo que pudieron entender que Heloise Deschamps había intentado matarles, pero la maldición del cuerno de Nuddih, el coste por haber llevado las habilidades del objeto al límite, les había salvado.
No quisieron arriesgar a la suerte. Ambos abandonaron la sala, corrieron no sin dirigir una mirada a sus espaldas tan confusos como apenados.
Decidieron salir de la sala del trono de cojines y abandonar a Heloise Deschamps en una triste soledad. Lo más compasivo que podían hacer por ella era alejarla del objeto que la consumía. Hubo promesas de reencuentro y salvación, dieron su palabra por la vampiresa. El tiempo y el transcurso de la historia resolverá la veracidad de las promesas de Axel e Iori.
Nadie esperaba a los héroes (traidores) fuera del hogar de Deschamps. La comitiva que les había acompañado se esfumó tan pronto como la hipnosis se desvaneció. El gigante regresó a sus labores primitivas, el pastor humano recogió a su ganado para llevarlo de vuelta a la ciudad, el lobo buscó una oveja despedida a la que hincarle el diente, las hadas se enfadaron porque desperdiciaron su polvo mágico en barnizar una ridícula pasarela de madera y los trasgos… hicieron aquello que debían hacer los trasgos: trastear y molestar a todo ser vivo que se cruce en sus caminos.
¿Qué hicieron Iori y Axel? La humana se fue por un lado pensando en el sabor que tendrían ahora los labios de la desdichada vampiresa. Sabrían a sangre y ceniza. Quizás también a magia, pero una magia desagradable, con un horrendo sabor que le recordaría a un animal muerto. Qué lástima encontrarnos en esta situación. Todo hubiera sido muy diferente si el cuerno de Nuddih y la salud mental de los habitantes de Urd no dependieran de la integridad de Iori, de cuanto podía resistir los labios de Heloise Deschamps cuando eran rosados y carnosos.
El licántropo, que jugaba lanzando el cuerno de Nuddih con una mano y recogiéndolo con la otra, se preguntó qué debía hacer ahora. Un centenar de voces se juntaron en su cabeza, eran los deseos de los habitantes de Urd; ninguna pertenecía a la desamparada vampiresa. Axel se dio la vuelta una vez más, miró a las ventanas del edificio de Deschamps. El viento se había levantado y hacía agitar las cortinas dejando que la luz solar ingresase a habitaciones. Axel tenía la seguridad que ella seguía con vida, escondida bajo los cojines o en un montón de mantas. Heloise Deschamps vivía y viviría para presenciar para presenciar las buenas acciones del licántropo y la humana.
* General: Las continuas ofertas de Axel fueron la distracción perfecta. La hipnosis de Deschamps se debilitó lo suficiente para que Iori pudiera tener un momento de lucidez y robase el cuerno de Nuddih. Sabéis que los objetos malditos tienen consecuencias desagradables con sus portadores, similar a lo que ocurre con El Anillo Único en el señor de los anillos. El efecto es más o menos inmediato dependiendo al uso que se les haya dado a los objetos. Deschamps sufre los efectos inmediatos, su cuerpo empieza a deshacerse en el mismo momento que intenta mataros. Escapáis con mucha tristeza. No podéis ayudar a la vampiresa, aunque ella está muy presente en vuestros pensamientos.
(Seguramente haga una ficha al npc, veo que os ha gustado mucho. Depende del transcurso del evento. Nos mantendremos en contacto).
* Ambos recibís:
5 puntos de experiencia
50 aeros
* Axel Svensson: Tienes en tu poder el cuerno de Nuddih y ya sabes qué hacer con él. Deberás postear en el tema [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] depositando el cuerno de Nuddih en la facción que más consideres.
Antes de que pudiera agarrarles, los brazos de la vampiresa se desgarraron en arrugas de ceniza. Heloise los comprimió asustada, olvidándose por un momento de los ladrones. Miró a su alrededor, asegurándose que las ventanas estuvieran cerradas y que ningún rayo de luz solar atravesase las capas de mantas gruesas que servían como cortinas. Los traidores podrían haberlas abierto en un momento de distracción. Todo parecía estar en orden, sin embargo, la vampiresa se sentía tan débil como si se encontrase bajo el sol estival.
Se levantó con mucha debilidad del trono de cojines dispuesta a ganar distancia con sus oponentes. Su espalda cobró la forma de un imperfecto arco curvo; parecía que estuviera sosteniendo todo el peso de La Buena Comarca, de las acciones altruistas que había realizado con el cuerno de Nuddih.
Cualquier cosa que Heloise Deschamps intentará decir sonaba como incomprensibles gritos de dolor. La lengua pastosa se le había pegado al paladar y los dientes traqueteaban como si estuvieran masticando una yesca madera.
La poderosa magia del objeto maldito de Egdecomb se cobraba con la vitalidad de Heloise Deschamps, el precio de sus hechizos. La vampiresa se estaba derritiendo. La grasa de su cuerpo se disolvió en el aire, se convirtió en éter. Heloise Deschamps era una figura consumida, un esqueleto cubierto en pliegues de piel del mismo color que el carbón mineral.
Axel y Iori compartieron una mirada de vacilación. La hipnosis había desapareció, por lo que pudieron entender que Heloise Deschamps había intentado matarles, pero la maldición del cuerno de Nuddih, el coste por haber llevado las habilidades del objeto al límite, les había salvado.
No quisieron arriesgar a la suerte. Ambos abandonaron la sala, corrieron no sin dirigir una mirada a sus espaldas tan confusos como apenados.
Decidieron salir de la sala del trono de cojines y abandonar a Heloise Deschamps en una triste soledad. Lo más compasivo que podían hacer por ella era alejarla del objeto que la consumía. Hubo promesas de reencuentro y salvación, dieron su palabra por la vampiresa. El tiempo y el transcurso de la historia resolverá la veracidad de las promesas de Axel e Iori.
Nadie esperaba a los héroes (traidores) fuera del hogar de Deschamps. La comitiva que les había acompañado se esfumó tan pronto como la hipnosis se desvaneció. El gigante regresó a sus labores primitivas, el pastor humano recogió a su ganado para llevarlo de vuelta a la ciudad, el lobo buscó una oveja despedida a la que hincarle el diente, las hadas se enfadaron porque desperdiciaron su polvo mágico en barnizar una ridícula pasarela de madera y los trasgos… hicieron aquello que debían hacer los trasgos: trastear y molestar a todo ser vivo que se cruce en sus caminos.
¿Qué hicieron Iori y Axel? La humana se fue por un lado pensando en el sabor que tendrían ahora los labios de la desdichada vampiresa. Sabrían a sangre y ceniza. Quizás también a magia, pero una magia desagradable, con un horrendo sabor que le recordaría a un animal muerto. Qué lástima encontrarnos en esta situación. Todo hubiera sido muy diferente si el cuerno de Nuddih y la salud mental de los habitantes de Urd no dependieran de la integridad de Iori, de cuanto podía resistir los labios de Heloise Deschamps cuando eran rosados y carnosos.
El licántropo, que jugaba lanzando el cuerno de Nuddih con una mano y recogiéndolo con la otra, se preguntó qué debía hacer ahora. Un centenar de voces se juntaron en su cabeza, eran los deseos de los habitantes de Urd; ninguna pertenecía a la desamparada vampiresa. Axel se dio la vuelta una vez más, miró a las ventanas del edificio de Deschamps. El viento se había levantado y hacía agitar las cortinas dejando que la luz solar ingresase a habitaciones. Axel tenía la seguridad que ella seguía con vida, escondida bajo los cojines o en un montón de mantas. Heloise Deschamps vivía y viviría para presenciar para presenciar las buenas acciones del licántropo y la humana.
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* General: Las continuas ofertas de Axel fueron la distracción perfecta. La hipnosis de Deschamps se debilitó lo suficiente para que Iori pudiera tener un momento de lucidez y robase el cuerno de Nuddih. Sabéis que los objetos malditos tienen consecuencias desagradables con sus portadores, similar a lo que ocurre con El Anillo Único en el señor de los anillos. El efecto es más o menos inmediato dependiendo al uso que se les haya dado a los objetos. Deschamps sufre los efectos inmediatos, su cuerpo empieza a deshacerse en el mismo momento que intenta mataros. Escapáis con mucha tristeza. No podéis ayudar a la vampiresa, aunque ella está muy presente en vuestros pensamientos.
(Seguramente haga una ficha al npc, veo que os ha gustado mucho. Depende del transcurso del evento. Nos mantendremos en contacto).
* Ambos recibís:
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* Axel Svensson: Tienes en tu poder el cuerno de Nuddih y ya sabes qué hacer con él. Deberás postear en el tema [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] depositando el cuerno de Nuddih en la facción que más consideres.
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