La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Caminaba con cuidado por la floresta. Desde su aventura en Sandorai, caminar por el bosque ya no era sinónimo de continuos tropezones para ella, confirmando el viejo dicho de que a palos, bien se aprende. Sin embargo, el destino de aquella noche exigía precauciones especiales.
Dos pares de ojos iluminaban de forma antinatural el terreno por el que la bruja y el pequeño biocibernético avanzaban. De haber tenido elección, Valeria habría preferido limitarse a la iluminación natural producida por la luna, pero dado que los suyos no podían apagarse (aún), no había puesto ningún impedimento a que el crío encendiera los suyos. Después de todo, al muchacho le había hecho gracia que ambos pudieran hacer brillar sus ojos en medio de la noche y bien sabían los dioses que no había tenido muchas ocasiones de comportarse como el chiquillo que era.
—Cuidado ahora, muchacho, no podemos estar muy lejos —anunció Valeria rompiendo el silencio—. ¿Notas el olor a humedad? Con suerte, estaremos de vuelta en la aldea antes de que envíen a la cama a los demás niños.
—¿Por qué quiere estar de vuelta antes de que se acuesten? —preguntó Zero con el mismo tono formal de siempre.
—Para que puedas jugar un rato con ellos.
—¿Jugar? —El niño detuvo su paso y la miró ladeando la cabeza.
—Jugar, sí —respondió la bruja—. Es lo que hacen los niños. Es un festival, los niños se juntan y aprovechan que sus padres están relajados bebiendo y pasándolo bien para ir por ahí a hacer travesuras todos juntos.
—¿Quiere que haga travesuras?
—No necesariamente, vale con que te diviertas un rato con niños de tu edad.
—¿Usted hacía travesuras? —Valeria miró al chiquillo con gesto de sorpresa y el pequeño añadió—: De niña.
—Tal vez de muy pequeña —respondió tras pensarlo durante un rato—. Recuerdo jugar con algunos niños del barrio con seis o siete años.
—¿Después no?
—Después no —confirmó tras un ligero suspiro—. Tenía que comer, no me sobraba tiempo para juegos.
—¿Antes de eso no comía? —El crío parecía tan desconcertado haciendo la pregunta como la adulta al escucharla.
—Claro que comía, Zero —respondió la bruja al darse cuenta del malentendido—, pero eran otros los que me procuraban el alimento.
—Entiendo —dijo el niño y reanudó la marcha.
Valeria no supo muy bien cómo interpretar el gesto del muchacho. ¿Qué entendía exactamente? Aún así, se alegró de que no siguiera preguntando, pues no era un tema del que le apeteciese hablar. Continuaron caminando despacio y en silencio, prestando especial atención al suelo a su alrededor, hasta que se hizo evidente el sonido del manantial cercano.
—Aquí hay algo, señorita Reike —dijo al fin el chico señalando una porción de suelo frente a él. El haz de luz de sus ojos iluminaba una sección veteada de bultos que devolvían un color verde brillante—. ¿Son éstas?
—Déjame ver —dijo Valeria. Se acercó al muchacho y se agachó frente a las menudas setas—. Así es —confirmó—. Ten cuidado donde pisas, se vuelven muy resbaladizas si las estrujas.
La bruja recogió algunas de las pequeñas setas verdeazuladas que crecían en la zona y las guardó con cuidado en un recipiente lo suficiente amplio para que no se aplastasen unas con otras. Después se levantó y anunció a su acompañante que ya podían regresar.
—¿Y esas setas tan pequeñas le ayudarán con su problema? —preguntó el niño cuando se hubieron alejado un poco de la zona.
—Mezcladas con alguna otra cosilla que guardo por ahí —respondió vágamente la bruja—, eso espero. Pero no es algo de lo que debas preocuparte. Es el Midsummarblót y va siendo hora de que nos divirtamos un poco —dijo deprisa, antes de que al chico se le ocurriera preguntar algo más. Le revolvió el pelo y el muchacho sonrió con una de aquellas sonrisas que a Valeria le parecían más ensayadas que sinceras. «¿Qué voy a hacer contigo?», se preguntó.
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OFF: Aprovecho el especial maldiciones para recoger [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] en los bosques insulares. Ya que estoy, dejo también un helechito por acá:
Dos pares de ojos iluminaban de forma antinatural el terreno por el que la bruja y el pequeño biocibernético avanzaban. De haber tenido elección, Valeria habría preferido limitarse a la iluminación natural producida por la luna, pero dado que los suyos no podían apagarse (aún), no había puesto ningún impedimento a que el crío encendiera los suyos. Después de todo, al muchacho le había hecho gracia que ambos pudieran hacer brillar sus ojos en medio de la noche y bien sabían los dioses que no había tenido muchas ocasiones de comportarse como el chiquillo que era.
—Cuidado ahora, muchacho, no podemos estar muy lejos —anunció Valeria rompiendo el silencio—. ¿Notas el olor a humedad? Con suerte, estaremos de vuelta en la aldea antes de que envíen a la cama a los demás niños.
—¿Por qué quiere estar de vuelta antes de que se acuesten? —preguntó Zero con el mismo tono formal de siempre.
—Para que puedas jugar un rato con ellos.
—¿Jugar? —El niño detuvo su paso y la miró ladeando la cabeza.
—Jugar, sí —respondió la bruja—. Es lo que hacen los niños. Es un festival, los niños se juntan y aprovechan que sus padres están relajados bebiendo y pasándolo bien para ir por ahí a hacer travesuras todos juntos.
—¿Quiere que haga travesuras?
—No necesariamente, vale con que te diviertas un rato con niños de tu edad.
—¿Usted hacía travesuras? —Valeria miró al chiquillo con gesto de sorpresa y el pequeño añadió—: De niña.
—Tal vez de muy pequeña —respondió tras pensarlo durante un rato—. Recuerdo jugar con algunos niños del barrio con seis o siete años.
—¿Después no?
—Después no —confirmó tras un ligero suspiro—. Tenía que comer, no me sobraba tiempo para juegos.
—¿Antes de eso no comía? —El crío parecía tan desconcertado haciendo la pregunta como la adulta al escucharla.
—Claro que comía, Zero —respondió la bruja al darse cuenta del malentendido—, pero eran otros los que me procuraban el alimento.
—Entiendo —dijo el niño y reanudó la marcha.
Valeria no supo muy bien cómo interpretar el gesto del muchacho. ¿Qué entendía exactamente? Aún así, se alegró de que no siguiera preguntando, pues no era un tema del que le apeteciese hablar. Continuaron caminando despacio y en silencio, prestando especial atención al suelo a su alrededor, hasta que se hizo evidente el sonido del manantial cercano.
—Aquí hay algo, señorita Reike —dijo al fin el chico señalando una porción de suelo frente a él. El haz de luz de sus ojos iluminaba una sección veteada de bultos que devolvían un color verde brillante—. ¿Son éstas?
—Déjame ver —dijo Valeria. Se acercó al muchacho y se agachó frente a las menudas setas—. Así es —confirmó—. Ten cuidado donde pisas, se vuelven muy resbaladizas si las estrujas.
La bruja recogió algunas de las pequeñas setas verdeazuladas que crecían en la zona y las guardó con cuidado en un recipiente lo suficiente amplio para que no se aplastasen unas con otras. Después se levantó y anunció a su acompañante que ya podían regresar.
—¿Y esas setas tan pequeñas le ayudarán con su problema? —preguntó el niño cuando se hubieron alejado un poco de la zona.
—Mezcladas con alguna otra cosilla que guardo por ahí —respondió vágamente la bruja—, eso espero. Pero no es algo de lo que debas preocuparte. Es el Midsummarblót y va siendo hora de que nos divirtamos un poco —dijo deprisa, antes de que al chico se le ocurriera preguntar algo más. Le revolvió el pelo y el muchacho sonrió con una de aquellas sonrisas que a Valeria le parecían más ensayadas que sinceras. «¿Qué voy a hacer contigo?», se preguntó.
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Reike
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Contemplar a las mujeres realizando arreglos florales trajo muchos recuerdos a la joven dragona. Mientras las observaba muchas tardes de su juventud vinieron a su mente, una dama de bien tenía pocas actividades permitidas: Coser, zurcir, pintar, leer novelas ligeras, crear delicadas decoraciones, aprender a comportarse en sociedad...
Sashenka miraba sin ninguna expresión en particular, sentada en una de las mesas que estaba llena de comida y bebida, aunque ella sólo tomaba agua. Desde que tenía la opción de decidir si quería o no bailar y festejar, la Dozorova optaba por quedarse apartada, ya habían sido suficientes años de tener que seguirle la corriente a un montón de extraños que no le interesaban en lo más mínimo.
Aunque había llegado por fin al norte, y bastaría con que se transformara y volara algunas horas para poder llegar a la casa de sus padres. A cada momento buscaba alguna excusa para retrasar ese momento, a sabiendas que solo le esperaban una larga lista de réplicas, acusaciones... Su madre se la pasaría llorando, lamentándose de la mujer poco femenina en la que Sashenka se había vuelto, y su padre se la pasaría gritándole y culpándola de acabar con el linaje de la familia.
Sin darse cuenta había empezado a apretar el vaso en el que estaba bebiendo, relajó los hombros y dejó salir un suspiro. No tenía sentido el enojarse por algo semejante, sus padres siempre serían de esa manera, y ella no daría el brazo a torcer con el camino que había elegido.
Se puso de pie y se acercó a la ronda donde un grupo numeroso de mujeres hacían las coronas de flores. Su imagen allí era algo contrastante, ya que estaba vestida como una viajera mientras que las demás llevaban bonitos vestidos, pero a la dragona no parecía importarle, simplemente agarró uno de los bancos, se sentó con delicadeza y empezó a tomar flores de una canasta.
La velocidad con la que cosía denotaba que sabía lo que estaba haciendo, contrastando así con la imagen ruda que dio en un principio. No tenía una idea muy clara de qué tipo de corona quería hacer, así que simplemente se dejaría guiar por lo que iba surgiendo, de todos modos era probable que nadie la llevara puesta.
Sashenka miraba sin ninguna expresión en particular, sentada en una de las mesas que estaba llena de comida y bebida, aunque ella sólo tomaba agua. Desde que tenía la opción de decidir si quería o no bailar y festejar, la Dozorova optaba por quedarse apartada, ya habían sido suficientes años de tener que seguirle la corriente a un montón de extraños que no le interesaban en lo más mínimo.
Aunque había llegado por fin al norte, y bastaría con que se transformara y volara algunas horas para poder llegar a la casa de sus padres. A cada momento buscaba alguna excusa para retrasar ese momento, a sabiendas que solo le esperaban una larga lista de réplicas, acusaciones... Su madre se la pasaría llorando, lamentándose de la mujer poco femenina en la que Sashenka se había vuelto, y su padre se la pasaría gritándole y culpándola de acabar con el linaje de la familia.
Sin darse cuenta había empezado a apretar el vaso en el que estaba bebiendo, relajó los hombros y dejó salir un suspiro. No tenía sentido el enojarse por algo semejante, sus padres siempre serían de esa manera, y ella no daría el brazo a torcer con el camino que había elegido.
Se puso de pie y se acercó a la ronda donde un grupo numeroso de mujeres hacían las coronas de flores. Su imagen allí era algo contrastante, ya que estaba vestida como una viajera mientras que las demás llevaban bonitos vestidos, pero a la dragona no parecía importarle, simplemente agarró uno de los bancos, se sentó con delicadeza y empezó a tomar flores de una canasta.
- Ropa de Sasha:
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La velocidad con la que cosía denotaba que sabía lo que estaba haciendo, contrastando así con la imagen ruda que dio en un principio. No tenía una idea muy clara de qué tipo de corona quería hacer, así que simplemente se dejaría guiar por lo que iba surgiendo, de todos modos era probable que nadie la llevara puesta.
Sashenka Dozorova
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Por alguna extraña razón los Aerandianos se empeñaban en hacer del lugar mismo donde había caído aquel meteoríto hacía casi un año un lugar de reencuentros y felicidad. La excusa mínima para beber que habían buscado los que se habían acercado a aquel descampado era la novedad de los días largos y las noches livianas. Como si aquello no pasase cada año.
Eilydh había caminado el último tramo camino a la cima de aquella colina. Había estado cabalgando a Ash'alá, su tigre la mayoría del camino pero al animal se lo solía dar mejor mantenerse oculto en arboledas y lugares concurridos por vegetación, así que había decidido perderse y buscar algo de caza en un sitio cercano alejado del jolgorio.
Eilydh no lo culpaba. El tigre odiaba llamar la atención de ojos curiosos y la elfa había notado cierto recelo del animal hacia el género masculino, cada vez que alguien se le acercaba. Como si ella necesitase ser protegida. Era el colmo de alguien que odiaba sentirse enclaustrada, pero la elfa se lo dejaba pasar tan solo porque la mayoría de las veces, el animal estaba en lo cierto. En varios sentidos quizás era un alivio que Ash'alá no la siguiese hasta donde iba. La última vez que se acercó a un evento donde el objetivo básico era socializar, acabo encontrándose con su enemiga Helena Rhodes, insultada por personas que ni siquiera se habían tomado la molestia de conocerla y dejándose llevar por su ira intrínseca para molestar a Matthew Owens. Nada bonito, pero... nada de eso, obviamente había sido su culpa.
Avanzó hasta los lindes del festejo, puso los ojos en blanco y se preguntó por un segundo porqué seguía intentando encontrar diversión en situaciones como aquellas. Claramente estaba de mal humor ( nada poco común en ella por otra parte) Y en su cabeza una idea danzarina apuntaba que la única razón por la que había acudido allí era para buscar a alguien. Mehor dicho; Para cerciorarse de que ese alguien no iba a estar allí.
El ambiente era animado. Se mantuvo un poco alejada del grupo principal y se acercó a una de las barras a pedir una bebida. Nada de licor de canela. Todos sabíamos el efecto que aquel veneno causaba en ella. El hombre tras la barra tenía los pómulos encendidos por el ardor del trabajo intenso que estaba realizando yendo de aquí para allá atendiendo a los clientes que pedían comida y bebida. Eilydh casi podía señalar a dedo aquellos que iban por su cuarta ronda pues comenzaban a preocuparse menos de cuántas monedas les quedaba en la bolsa en contraposición a los campesinos recién llegados que sin duda miraban sus aeros con cuidado mientras pagaban sus bebidas.
Mientras esperaba Eilydh miró a su alrededor. Un hombre pájaro charlaba animadamente con una humana. La chica tenía los ojos grandes e ingenuos de quien se reencuentra con un viejo amigo. Eilydh desvió la mirada sin querer buscar a caras conocidas entre la multitud.
-Una cerveza negra- dijo la elfa cuando el posadero clavó por fin su mirada en ella- En un vaso largo. No remueva el fondo y asegúrese de que tira parte de la espuma de los bordes- lo miró de manera intensa, como advirtiendo- No toda.- dijo
Se giró a escuchar las cancioncillas y rimas que la mayoría de los que se sentaban en aquella parte del lugar habían comenzado a entonar. Lo cierto era que aquel emplazamiento había cambiado lo suficiente como para parecer irreconocible. A Eilydh le costó darse cuenta que casi estaba de pie en el sitio donde contradijo a casi todos los que acudieron al evento del cometa y arremetía contra el anciano elfo. Miró distraida unos metros más hacia delante y unas imagenes imprecisas de... alguien robando su sable le vinieron a la mente y un vacío se apoderó de su estómago al no recordar de quién se trataba. Casi sorprendida de que su propia memoria la cuestionase se esforzó en recordar quién era.
Nada.
-...i tu puedes hacerlo mejor-dijo el camarero que la atendía pasandole la cerveza negra exactamente como ella la había pedido-
-¿Perdón?- dijo Eilydh que creyó haber escuchado el tono inconfundible de un reto en los labios carnosos de aquel camarero. -
-La rimas.- dijo el hombre llevándo su mano a sus cabellos color paja distraiío y haciendo un esfuerzo desmesurado para que sus brazos torneados se flexionasen al moverlos. Eilydh le respondió poniendo los ojos en blanco, molesta y a punto de marcharse- Espera..Tu voz es lo suficientemente certera como para no carraspear al pedir una bebida poco típica de elfas de una manera muy muy precisa. Además os elfos lleváis la musicalidad en las venas, te lo digo yo que toco el laud y canto en un grupo que...- el chico pareció de pronto reconocer a Eilydh y se quedó mirándola un segundo. Luego tanto ella como él se dieron cuenta que de hecho, Eilydh ya lo había visto tocar antes, en una boda hacía más de un año- Hagamos algo...- dijo el chico.- Si consigues recitarme una rima que no conozca, a esta ronda invito yo- dijo el chico y señaló al vaso de Eilydh.
La elfa habría declinado aquella oferta en cualquier otra circunstancia, pero.. no tenía nada mejor que hacer y... bueno. No era alguien que se resistiese a una victoria tan facil. Se giró sobre si misma y se sentó en la barra, acercándose al camarero antes de comenzar a hablar, para que la escuchase bien.
Mira dentro del zurrón del lobo.
No esperes encontrar, incienso, ni mirra,
mucho menos oro.
Dicen las malas lenguas,
Que en su bolsillo el lobo guarda
Un pedacito del oblivion
Que a sus enemigos lanza.
Guerra, fuego y destrucción
Y esque al lobo no entiende a razón.
Mas los aerandianos somos afortunados
Nuestros heroes una vez más nos han salvado.
Poco se sabe del lobo, y sus amigos malditos
Quizás algun abrazaarboles los encuentre,
Más vale que corra rápido el elfito.
Si un brujo quisiera darles caza
Mejor que no cuente con el poder de su maza.
Vampiros y bestias lo tienen claro,
Mantenerse alejados de los que atravesaron el otro lado.
Si por un casual eres un bio,
Manten tus circuitos frios
Pues ya seas lobo o humano
Créeme, nunca serás afortunado.
Eilydh le guiñó un ojo al camarero, agarró su copa y se bajó de la barra, perdiendose en la multitud.
No estaba segura donde había oido aquella rima, pero le había sido tan fácil repetirla que estaba segura que la había estado guardando en su cabeza durante varios días.
Ignoró las llamadas de aquel hombre y avanzó entre varias personas. Su mirada se encontró de nuevo con la imagen de la humana que había estado saludando al hombre pájaro. Había estado ayudando a componer coronas de flores. Eilydh no podía imaginar nada más aburrido en lo que pasar el tiempo. Alzó su bebida y dio un sorbo considerable mientras observaba todo distraída.
Vio como la humana posicionaba las guirnaldas de flores sobre un elfo sentado no muy lejos de ella. La expresión seca y fría del elfo ataviado con las flores rosadas y violetas grandes y llenas aún de rocío debía ser la personificación misma de extremos. Aquello la hizo emitir una carcajada. La cerveza bajó demasiado rápido por su garganta y la chica tosió de manera disimulada, limpiandose los ojos de una lágrima de risa de manera distraida.
-imagino que por esto es por lo que sigo acudiendo a estas bobadas.- pensó.
----offEilydh había caminado el último tramo camino a la cima de aquella colina. Había estado cabalgando a Ash'alá, su tigre la mayoría del camino pero al animal se lo solía dar mejor mantenerse oculto en arboledas y lugares concurridos por vegetación, así que había decidido perderse y buscar algo de caza en un sitio cercano alejado del jolgorio.
Eilydh no lo culpaba. El tigre odiaba llamar la atención de ojos curiosos y la elfa había notado cierto recelo del animal hacia el género masculino, cada vez que alguien se le acercaba. Como si ella necesitase ser protegida. Era el colmo de alguien que odiaba sentirse enclaustrada, pero la elfa se lo dejaba pasar tan solo porque la mayoría de las veces, el animal estaba en lo cierto. En varios sentidos quizás era un alivio que Ash'alá no la siguiese hasta donde iba. La última vez que se acercó a un evento donde el objetivo básico era socializar, acabo encontrándose con su enemiga Helena Rhodes, insultada por personas que ni siquiera se habían tomado la molestia de conocerla y dejándose llevar por su ira intrínseca para molestar a Matthew Owens. Nada bonito, pero... nada de eso, obviamente había sido su culpa.
Avanzó hasta los lindes del festejo, puso los ojos en blanco y se preguntó por un segundo porqué seguía intentando encontrar diversión en situaciones como aquellas. Claramente estaba de mal humor ( nada poco común en ella por otra parte) Y en su cabeza una idea danzarina apuntaba que la única razón por la que había acudido allí era para buscar a alguien. Mehor dicho; Para cerciorarse de que ese alguien no iba a estar allí.
El ambiente era animado. Se mantuvo un poco alejada del grupo principal y se acercó a una de las barras a pedir una bebida. Nada de licor de canela. Todos sabíamos el efecto que aquel veneno causaba en ella. El hombre tras la barra tenía los pómulos encendidos por el ardor del trabajo intenso que estaba realizando yendo de aquí para allá atendiendo a los clientes que pedían comida y bebida. Eilydh casi podía señalar a dedo aquellos que iban por su cuarta ronda pues comenzaban a preocuparse menos de cuántas monedas les quedaba en la bolsa en contraposición a los campesinos recién llegados que sin duda miraban sus aeros con cuidado mientras pagaban sus bebidas.
Mientras esperaba Eilydh miró a su alrededor. Un hombre pájaro charlaba animadamente con una humana. La chica tenía los ojos grandes e ingenuos de quien se reencuentra con un viejo amigo. Eilydh desvió la mirada sin querer buscar a caras conocidas entre la multitud.
-Una cerveza negra- dijo la elfa cuando el posadero clavó por fin su mirada en ella- En un vaso largo. No remueva el fondo y asegúrese de que tira parte de la espuma de los bordes- lo miró de manera intensa, como advirtiendo- No toda.- dijo
Se giró a escuchar las cancioncillas y rimas que la mayoría de los que se sentaban en aquella parte del lugar habían comenzado a entonar. Lo cierto era que aquel emplazamiento había cambiado lo suficiente como para parecer irreconocible. A Eilydh le costó darse cuenta que casi estaba de pie en el sitio donde contradijo a casi todos los que acudieron al evento del cometa y arremetía contra el anciano elfo. Miró distraida unos metros más hacia delante y unas imagenes imprecisas de... alguien robando su sable le vinieron a la mente y un vacío se apoderó de su estómago al no recordar de quién se trataba. Casi sorprendida de que su propia memoria la cuestionase se esforzó en recordar quién era.
Nada.
-...i tu puedes hacerlo mejor-dijo el camarero que la atendía pasandole la cerveza negra exactamente como ella la había pedido-
-¿Perdón?- dijo Eilydh que creyó haber escuchado el tono inconfundible de un reto en los labios carnosos de aquel camarero. -
-La rimas.- dijo el hombre llevándo su mano a sus cabellos color paja distraiío y haciendo un esfuerzo desmesurado para que sus brazos torneados se flexionasen al moverlos. Eilydh le respondió poniendo los ojos en blanco, molesta y a punto de marcharse- Espera..Tu voz es lo suficientemente certera como para no carraspear al pedir una bebida poco típica de elfas de una manera muy muy precisa. Además os elfos lleváis la musicalidad en las venas, te lo digo yo que toco el laud y canto en un grupo que...- el chico pareció de pronto reconocer a Eilydh y se quedó mirándola un segundo. Luego tanto ella como él se dieron cuenta que de hecho, Eilydh ya lo había visto tocar antes, en una boda hacía más de un año- Hagamos algo...- dijo el chico.- Si consigues recitarme una rima que no conozca, a esta ronda invito yo- dijo el chico y señaló al vaso de Eilydh.
La elfa habría declinado aquella oferta en cualquier otra circunstancia, pero.. no tenía nada mejor que hacer y... bueno. No era alguien que se resistiese a una victoria tan facil. Se giró sobre si misma y se sentó en la barra, acercándose al camarero antes de comenzar a hablar, para que la escuchase bien.
Mira dentro del zurrón del lobo.
No esperes encontrar, incienso, ni mirra,
mucho menos oro.
Dicen las malas lenguas,
Que en su bolsillo el lobo guarda
Un pedacito del oblivion
Que a sus enemigos lanza.
Guerra, fuego y destrucción
Y esque al lobo no entiende a razón.
Mas los aerandianos somos afortunados
Nuestros heroes una vez más nos han salvado.
Poco se sabe del lobo, y sus amigos malditos
Quizás algun abrazaarboles los encuentre,
Más vale que corra rápido el elfito.
Si un brujo quisiera darles caza
Mejor que no cuente con el poder de su maza.
Vampiros y bestias lo tienen claro,
Mantenerse alejados de los que atravesaron el otro lado.
Si por un casual eres un bio,
Manten tus circuitos frios
Pues ya seas lobo o humano
Créeme, nunca serás afortunado.
Eilydh le guiñó un ojo al camarero, agarró su copa y se bajó de la barra, perdiendose en la multitud.
No estaba segura donde había oido aquella rima, pero le había sido tan fácil repetirla que estaba segura que la había estado guardando en su cabeza durante varios días.
Ignoró las llamadas de aquel hombre y avanzó entre varias personas. Su mirada se encontró de nuevo con la imagen de la humana que había estado saludando al hombre pájaro. Había estado ayudando a componer coronas de flores. Eilydh no podía imaginar nada más aburrido en lo que pasar el tiempo. Alzó su bebida y dio un sorbo considerable mientras observaba todo distraída.
Vio como la humana posicionaba las guirnaldas de flores sobre un elfo sentado no muy lejos de ella. La expresión seca y fría del elfo ataviado con las flores rosadas y violetas grandes y llenas aún de rocío debía ser la personificación misma de extremos. Aquello la hizo emitir una carcajada. La cerveza bajó demasiado rápido por su garganta y la chica tosió de manera disimulada, limpiandose los ojos de una lágrima de risa de manera distraida.
-imagino que por esto es por lo que sigo acudiendo a estas bobadas.- pensó.
Menciono a Iori, a Ryuu y a Tarek en mi post.
- Fern flower.:
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Eilydh
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
La luz del atardecer, naranja y morada, confería al festival de Midsummarblót un aire encantado, como de cuento. Mágico. El bardo sonrió ampliamente sintiendo el peso de la guitarra en su espalda, ansioso por hacer sonar sus cuerdas. Se frotó la punta de los dedos entusiasmada.
Merlot caminaba tras ella a su bamboleante ritmo de ganso, surcando la hierba alta como un cisne raro sobre un lago verde. Disfrutaba las cosas a su modo. Rió por lo bajo, agachándose para acariciar las flores salvajes. La estepa en primavera sin duda componía un bello espectáculo. Volvió a alzarse y estiró los brazos hacia el cielo, inspirando profundamente el aire cargado de fragancias placenteras: flores sin nombre, hierba caliente después de un largo día al sol, gente congregándose para celebrar.
Ah. Gente. Con barriles, seguramente de licor. Y también viandas pero eso era lo de menos. Hmmm. Había que ir para allá. Así que puso rumbo alegre hacia la creciente reunión. Agarró al ganso en un arranque repentino y echó a correr, aprovechando los últimos instantes del atardecer. Enfiló directa hacia el grupo de personas que entre un montón de flores se dedicaban a trenzar coronas, arreglos, adornos y pulseras. Con una risa desatada de niña traviesa lanzó hacia el aire al gordo pájaro, que aleteó entre horribles graznidos.
-¡Mirad! ¡Os traigo más belleza a este precioso festival! ¡Observad cómo se manifiesta! -gritó, señalando a un Merlot que graznaba muy indignado.- ¡Soy Twistedtale el bardo y os traigo música y felicidad y magia!
Con gesto grandilocuente sacó la flauta y entonó una melodía rápida y trepidante. El sol, cansado después de un largo día de calor primaveral, se escondió tras las lejanas montañas con un último bostezo. Y en ese instante un hombre cayó con gracia suprema entre las flores, desparramándolas como un gato perezoso que despierta.
-Damas. Caballeros. -ronroneó, e hizo la reverencia más elegante que ninguno de los presentes viera jamás; aprovechó el movimiento para coger una flor y, al alzarse, la depositó tras la oreja de la primera mujer que vio.- Les deseo a todos una esplendorosa noche en la mejor compañía. ¡Feliz Midsummarblót!
Y acto seguido arrastró fuera de la atención a la pelirroja, que reía agarrándose el costado.
-Ha sido... la mejor... mejor presentación... que te he hecho... nu... nunca... -hipó el bardo, dejándose llevar mientras se frotaba las lágrimas.
-Muy delicado de tu parte lanzarme como un saco de nabos.
-Tengo que hacer eso de nuevo....
-Ni se te ocurra. -sonrió por fin Merlot, pasando un brazo por los hombros de la chica. En el fondo a él también le pareció gracioso, pero como lo admitiera jamás vería fin al truco.- O la próxima vez te lanzaré yo por los aires y te recuerdo que tú no tienes alas. Que sepas que te quedas sin corona de flores.
-Da igual, yo te haré una. Te trenzaré campanillas en la barba.
-No vas a tener tiempo. Mira, una hoguera con alcohol y música. No te arrimes mucho al fuego no sea que vayas a entrar en combustión.
-¿¡Estás insinuando algo!? ¡Hey! -exclamó cuando Merlot le dio una palmada en el trasero, señalándolo acusadora con la flauta.- Regresa cuando termines de cenar.
El hombre le guiñó un ojo y se esfumó con aquella facilidad que tienen los vampiros para la noche. Suspiró, brazos en jarras, pero qué se le podía hacer. Con la risa todavía calentándole el espíritu el bardo dio media vuelta hacia la hoguera más grande. Había cosas cocinándose en la linde de la misma, gente hablando, charlando. Las pavesas se levantaban en el aire como bailarinas de fuego, de misteriosos movimientos e intenciones dudosas.
¡Llegaba a tiempo para el espectáculo! Se arrellanó cómodamente sobre un tocón mientras seguía el ritmo con los pies de las canciones cantadas. Con Maullido, su guitarra, en el regazo, punteó las cuerdas para afinar mientras sonreía y aplaudía las actuaciones. A Twistedtale le gustaba cuando cualquiera podía unirse. No todos cantaban bien, ni hacía n buenas rimas, ni bailaban de maravilla. Pero había algo encantador en el esfuerzo de la gente, en sus ganas de divertirse. En "me da igual que la métrica sea una mierda pero esta rima cachonda la suelto yo".
Aplaudió sonoramente las canciones del hombre pájaro, inesperadamente serias, y la de aquella chica de pelo negro que consiguió una tonadilla picante muy divertida. La de la elfa fue... bastante interesante... no había escuchado mucho del Oblivion y obviamente le interesaba la historia. Hmmm. Dio un largo, largo trago a su petaca. Luego hizo gárgaras con el mismo ron y se puso en pie con entusiasmo.
-Señoras y señores. -e hizo una jocosa reverencia de juglar, toda desmadejada.- Mi nombre es Twistedtale pero no hace falta que os lo aprendáis, en serio. Sólo necesito algo de colaboración. -Y empezó a puntear las primeras notas de la canción que llevaba pensando desde que puso rumbo al festival.- Vamos vamos, no seáis tímidos. ¡Unas palmas, es sencillo!
Primero un par de personas, y luego la mitad de los reunidos se unieron al ágil punteo de Maullido. La mujer soltó algunas bromas picantes, un par de chistes al ritmo fresco de la guitarra mientras templaba su límpido tono grave, sin perder ni una nota mientras se movía alrededor de la hoguera implicando a todo el que tuviese orejas. Y cuando tuvo la suficiente atención, arrancó con la canción.
»He escuchao la Trama de Sandorái
las 3 partes toas seguidas,
Con los extras en élfico
y en la versión extendida.
Una partitura rara para mi guitarra,
Por un lado están los Ñu,
y en el otro los Blind Guardian.
Quiero ser tu bardo estelar
y tú que seas milefelfa,
Junto a una hoguera te enseño a tocar,
Pon tus labios de fresa en mi flauta.
Soy el bardo bastardo
Alegre y bigardo que canta al amor,
Soy el bardo bastardo
Y llevo un leotardo que huele a alcanfor.
El mercado medieval
por fin ha llegado al festival.
Buen momento pa llevar
mis mallas de Sevna Superfan.
Solo me gustan las Lays
de receta campesina,
Y me hace mucha ilusión,
cuando traen una runa.
Ven amigo al bosque encantao
Y te invito a unas grosellas.
Salta desnudo, desata tu amor
Pues las cabras se vuelven doncellas.
Soy bardo bastardo
Alegre y bigardo que canta al amor.
Soy el bardo bastardo
Y llevo un tabardo de piel de castor.
Soy el bardo bastardo
El culo me parto bebiendo hidromiel.
Soy el bardo bastardo
Los calzones de esparto me ponen a cien.«
Off: aplaudo a Ryuu, Alisha y Eilydh.
Y hago el tonto por ahí, es imposible no ver mis rastas. Ponte en pie y ven a la fiesta, en la hoguera hay de beber! *guiño guiño*
Merlot caminaba tras ella a su bamboleante ritmo de ganso, surcando la hierba alta como un cisne raro sobre un lago verde. Disfrutaba las cosas a su modo. Rió por lo bajo, agachándose para acariciar las flores salvajes. La estepa en primavera sin duda componía un bello espectáculo. Volvió a alzarse y estiró los brazos hacia el cielo, inspirando profundamente el aire cargado de fragancias placenteras: flores sin nombre, hierba caliente después de un largo día al sol, gente congregándose para celebrar.
Ah. Gente. Con barriles, seguramente de licor. Y también viandas pero eso era lo de menos. Hmmm. Había que ir para allá. Así que puso rumbo alegre hacia la creciente reunión. Agarró al ganso en un arranque repentino y echó a correr, aprovechando los últimos instantes del atardecer. Enfiló directa hacia el grupo de personas que entre un montón de flores se dedicaban a trenzar coronas, arreglos, adornos y pulseras. Con una risa desatada de niña traviesa lanzó hacia el aire al gordo pájaro, que aleteó entre horribles graznidos.
-¡Mirad! ¡Os traigo más belleza a este precioso festival! ¡Observad cómo se manifiesta! -gritó, señalando a un Merlot que graznaba muy indignado.- ¡Soy Twistedtale el bardo y os traigo música y felicidad y magia!
Con gesto grandilocuente sacó la flauta y entonó una melodía rápida y trepidante. El sol, cansado después de un largo día de calor primaveral, se escondió tras las lejanas montañas con un último bostezo. Y en ese instante un hombre cayó con gracia suprema entre las flores, desparramándolas como un gato perezoso que despierta.
-Damas. Caballeros. -ronroneó, e hizo la reverencia más elegante que ninguno de los presentes viera jamás; aprovechó el movimiento para coger una flor y, al alzarse, la depositó tras la oreja de la primera mujer que vio.- Les deseo a todos una esplendorosa noche en la mejor compañía. ¡Feliz Midsummarblót!
Y acto seguido arrastró fuera de la atención a la pelirroja, que reía agarrándose el costado.
-Ha sido... la mejor... mejor presentación... que te he hecho... nu... nunca... -hipó el bardo, dejándose llevar mientras se frotaba las lágrimas.
-Muy delicado de tu parte lanzarme como un saco de nabos.
-Tengo que hacer eso de nuevo....
-Ni se te ocurra. -sonrió por fin Merlot, pasando un brazo por los hombros de la chica. En el fondo a él también le pareció gracioso, pero como lo admitiera jamás vería fin al truco.- O la próxima vez te lanzaré yo por los aires y te recuerdo que tú no tienes alas. Que sepas que te quedas sin corona de flores.
-Da igual, yo te haré una. Te trenzaré campanillas en la barba.
-No vas a tener tiempo. Mira, una hoguera con alcohol y música. No te arrimes mucho al fuego no sea que vayas a entrar en combustión.
-¿¡Estás insinuando algo!? ¡Hey! -exclamó cuando Merlot le dio una palmada en el trasero, señalándolo acusadora con la flauta.- Regresa cuando termines de cenar.
El hombre le guiñó un ojo y se esfumó con aquella facilidad que tienen los vampiros para la noche. Suspiró, brazos en jarras, pero qué se le podía hacer. Con la risa todavía calentándole el espíritu el bardo dio media vuelta hacia la hoguera más grande. Había cosas cocinándose en la linde de la misma, gente hablando, charlando. Las pavesas se levantaban en el aire como bailarinas de fuego, de misteriosos movimientos e intenciones dudosas.
¡Llegaba a tiempo para el espectáculo! Se arrellanó cómodamente sobre un tocón mientras seguía el ritmo con los pies de las canciones cantadas. Con Maullido, su guitarra, en el regazo, punteó las cuerdas para afinar mientras sonreía y aplaudía las actuaciones. A Twistedtale le gustaba cuando cualquiera podía unirse. No todos cantaban bien, ni hacía n buenas rimas, ni bailaban de maravilla. Pero había algo encantador en el esfuerzo de la gente, en sus ganas de divertirse. En "me da igual que la métrica sea una mierda pero esta rima cachonda la suelto yo".
Aplaudió sonoramente las canciones del hombre pájaro, inesperadamente serias, y la de aquella chica de pelo negro que consiguió una tonadilla picante muy divertida. La de la elfa fue... bastante interesante... no había escuchado mucho del Oblivion y obviamente le interesaba la historia. Hmmm. Dio un largo, largo trago a su petaca. Luego hizo gárgaras con el mismo ron y se puso en pie con entusiasmo.
-Señoras y señores. -e hizo una jocosa reverencia de juglar, toda desmadejada.- Mi nombre es Twistedtale pero no hace falta que os lo aprendáis, en serio. Sólo necesito algo de colaboración. -Y empezó a puntear las primeras notas de la canción que llevaba pensando desde que puso rumbo al festival.- Vamos vamos, no seáis tímidos. ¡Unas palmas, es sencillo!
Primero un par de personas, y luego la mitad de los reunidos se unieron al ágil punteo de Maullido. La mujer soltó algunas bromas picantes, un par de chistes al ritmo fresco de la guitarra mientras templaba su límpido tono grave, sin perder ni una nota mientras se movía alrededor de la hoguera implicando a todo el que tuviese orejas. Y cuando tuvo la suficiente atención, arrancó con la canción.
»He escuchao la Trama de Sandorái
las 3 partes toas seguidas,
Con los extras en élfico
y en la versión extendida.
Una partitura rara para mi guitarra,
Por un lado están los Ñu,
y en el otro los Blind Guardian.
Quiero ser tu bardo estelar
y tú que seas mi
Junto a una hoguera te enseño a tocar,
Pon tus labios de fresa en mi flauta.
Soy el bardo bastardo
Alegre y bigardo que canta al amor,
Soy el bardo bastardo
Y llevo un leotardo que huele a alcanfor.
El mercado medieval
por fin ha llegado al festival.
Buen momento pa llevar
mis mallas de Sevna Superfan.
Solo me gustan las Lays
de receta campesina,
Y me hace mucha ilusión,
cuando traen una runa.
Ven amigo al bosque encantao
Y te invito a unas grosellas.
Salta desnudo, desata tu amor
Pues las cabras se vuelven doncellas.
Soy bardo bastardo
Alegre y bigardo que canta al amor.
Soy el bardo bastardo
Y llevo un tabardo de piel de castor.
Soy el bardo bastardo
El culo me parto bebiendo hidromiel.
Soy el bardo bastardo
Los calzones de esparto me ponen a cien.«
Off: aplaudo a Ryuu, Alisha y Eilydh.
Y hago el tonto por ahí, es imposible no ver mis rastas. Ponte en pie y ven a la fiesta, en la hoguera hay de beber! *guiño guiño*
- Todos saben que las flores del helecho son delicadas y discretas:
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Última edición por Twistedtale el Dom Jun 28 2020, 21:06, editado 1 vez
Twistedtale
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
A la medianoche...
–Dem, ¿Estás seguro de que es por aquí? –preguntó el pequeño Narfi, mientras se acomodaba la gruesa capa con que se protegía del frío.
Demian iba a contestar, pero su pie se hundió hasta que la nieve le llegó al muslo. No fue tan fácil como pudiese pensarse salir de esa posición, sobre todo porque a esa altura ya no crecían casi plantas y para sujetarse sólo había más nieve. Narfi le tendió una mano.
–Nunca dije que sería fácil –comentó el chico de cabello oscuro–, pero estoy seguro de que es por aquí, lo decía el libro, ¿recuerdas?. Agradece que no hicimos esto en invierno.
Narfi asintió. Si bien el lugar estaba mucho más frío que lo que acostumbraba en las Islas Illidenses en esta época, ya llegaba la temporada cálida y el hielo se derretía. Debía haber sido mucho peor en medio del invierno. Eso, sin embargo, producía otro peligro, el de que la nieve no los soportase.
Demian se giró y apuntó hacia abajo de la montaña. Narfi hizo lo propio, para luego abrir sus ojos como platos. En medio de la noche, las luces de la ciudad ofrecían un lindo espectáculo en la distancia.
–¡Wow! de verdad que esa ciudad es muy bonita –comentó Narfi.
–En invierno se pone blanca, es aún más impresionante, pero ahora, de vuelta a nuestra tarea.
–¿Cómo se supone que vamos a encontrar algo que parece nieve, entre pura nieve?... ¡y encima de noche! –se quejó el más joven.
–La clave está en saber dónde buscar. El libro decía que la flor sólo crece en lugares sombríos, donde no da mucho el sol, pero no en cuevas. Además, debe haber un flujo de agua congelada –indicó Demian.
–Dem, ¡todo el hielo es agua congelada! –protestó Narfi.
–No, no. No cualquier agua. Debe ser agua que en verano fluye, como un río o riachuelo. Seguro que en esta época ya empieza a correr agua, así que deberíamos poder encontrar uno.
–¿Y era necesario que fuese de noche? –insistió Narfi.
–Claro. Según el libro, la flor se esconde de la luz, así que de noche es más fácil encontrarla –continuó Demian.
Narfi abrió los ojos cuanto pudo para poder ver mejor, o al menos eso esperaba. Finalmente apuntó un punto distante.
–Eso tiene forma de cascada –comentó.
Demian miró hacia el mismo punto y finalmente asintió.
–Tienes mejor vista que yo. Sí, eso parece una cascada, vamos.
Ambos chicos caminaron hacia el destino señalado. En otras circunstancias podrían haber tardado veinte o treinta minutos, pero con la nieve blanda, la noche y la humedad que se les adhería a la ropa, caminar no era sencillo y no fue sino hasta dos horas después que se encontraron con la cascada. Tampoco estaba ya disponible la teletransportación de Demian. La había usado para sortear varios obstáculos en el camino, aunque ahora lamentaban no haberla guardado para lo más alto. Aún le quedaba el portal, pero la intención era dejar ese hechizo para volver, sin tener que hacer todo el descenso.
En efecto. Algo de agua ya corría, pero muy poca, deslizándose por largos trozos de hielo que descendían por el borde de las rocas. Seguro más abajo de la montaña ello se convertía en un río de verdad.
Los chicos se pusieron de inmediato a la tarea de buscar. Era cierto que estaban cansados por la difícil caminata, mojados por la nieve derritiéndose, fríos y deseando haber traído más provisiones consigo, pero por lo mismo, querían terminar aquella búsqueda lo más pronto posible.
–Podría acostumbrarme a tu apariencia de viejo, ¿sabes? –comentó Narfi.
Demian sólo contestó con una especie de gruñido apagado. Narfi rió y siguió en la tarea.
Pasó así media hora y las esperanzas, si bien persistían, comenzaban a debilitarse. Narfi se estiró y dio un largo y sonoro suspiro, destinado dejar saber a su compañero de su cansancio, sin decirlo directamente. Fue entonces que apuntó a lo alto.
–Dem... en la parte de arriba de la cascada, creo que veo una enorme roca –dijo con algo de temor respecto a las implicancias de su sugerencia–... ¿crees que...?
Demian tomó como referencia las estrellas para notar que, en efecto, había algo grande allí. Si era una formación rocosa, seguro daba sombra de día. Ambos se miraron un instante y tácitamente acordaron que ese sería su último intento. Si la jodida flor no estaba allí, volverían a casa.
Trepar la cascada no fue difícil. Junto a ella se asomaban varias rocas y Demian tenía bastante entrenamiento como escalador, gracias a su preparación como asesino.
Una vez en lo alto, Narfi fue el primero en correr a los rincones que formaba la roca. Rincones oscuros, donde aún la nieve mostraba pocas señales de derretimiento.
–¡Aquí está! –chilló el pequeño, y Demian acudió rápidamente a su lado.
Se inclinó para verificar. A simple vista la flor debía parecer sólo como trozos de hielo, pero al tocarla debía ser flexible, como una flor de verdad, en vez de quebrarse o derretirse. Su corazón latió en anticipación.
Al tocarla, la hoja se dobló. Era el mítico Suspiro de la Nieve.
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(*) Demian busca una flor que sólo crece en la nieve para una posible solución a la maldición (Aporte hecho al herbolario).
Demian
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
La gente seguía correteando y pasándoselo bien, como si esa noche nunca fuese a terminar, el calor que desprendía la hoguera y las chispas que salían despedidas hacia el cielo de la leña que ardía en su interior, formaban una escena digna de admirar. La gente se relacionaba, bebía y bailaba por todas partes, mercaderes ambulantes vendían todo tipo de baratijas, sobre todo abalorios de metal con forma de flores, sortijas y collares que recordasen el solsticio del verano.
El joven estaba lleno de envidia, su cuerpo le decía que saliese a bailar y a cantar como cuando hacía con su familia antaño, pero su cabeza lo mantenía sentado bajo aquel árbol, a escasos metros de aquella gente. Justo se había quedado mirando a un hombre que a su parecer estaba muy delgado, tenia los ojos pintados de negro, seguramente se lo había hecho con una astilla de un tronco sacado de la hoguera. Estaba escupiendo fuego, se metía una antorcha en la boca como si no pasara nada, y de repente escupía una bocanada de fuego gigantesca que apuntaba en diagonal hacia el cielo.
Estaba boquiabierto con toda esa fiesta, le parecía increíble y había decidido ir a por otra jarra de esa sabrosa cerveza, pero se había quedado mirando el fuego sin parar.
Aquella mujer, apareció entre las llamas, ese cuerpo, esa actitud tan extrovertida, correteaba por el medio de la gente sin parar, sonreía todo el tiempo. Llevaba una corona de flores, pese a su rapidez y su entusiasmo caminando eso no se deshacía en ningún momento, nudo tras nudo esa corona iba cogiendo forma hasta terminarla. Parecía haber encontrado a alguien, saltó sobre aquel hombre que estaba recitando aquel interesante poema cuando el joven lobo soltó una pequeña carcajada tímida en medio del bullicio y no se había dado cuenta nadie, miró hacia los lados para asegurarse de que no tenía a nadie a los lados para seguir mirando hacia esa mujer tan bella.
Ojos azules, una tez perfecta, pensaba el joven lobo. La mujer se estaba acercando cada vez más y él ya no sabía a dónde mirar, no sabía como colocarse en aquel metro cuadrado que ocupaba bajo el árbol. ¿Que qué opinaba? ¿opinaba de qué?
-Ehmm no opino nada, yo me llamo Ull. Mucho gusto-.Respondió con la mirada baja, no quería ser borde pero tampoco tenía mucho ánimo de contestar, esa mujer era un tanto especial.
La vio desaparecer entre los puestos, había dicho que iba a compartir algo con los dos hombres, el lobo estaba recto como una estaca, no había asimilado aquella escena, estaba demasiado tímido pero siguió a la muchacha para ver lo que ésta le deparaba.
No puede ser, aquella mujer se había parado con otro desconocido más, no quería ver nadie parado en aquel festejo, lo que al joven lobo le parecía un tanto extraño. Cómo de extrovertida era la joven para querer ver a todos los presentes celebrando algo, no le importaba de que forma pero ella tenía que avivar la fiesta. ¡Le había puesto la corona al hombre! No tenía cara de buenos amigos, el lobo se daba la vuelta como si no la acompañase, pero no le quitaba la vista por si a aquel hombre se le ocurría algo descabellado.
Dejándolo a un lado se acerco al licántropo y al otro hombre y trajo un plato de madera con algo que aparentemente se comía, la verdad nunca había visto tal cosa pero ella decía que se comía. Olía a carne, pero aquel polvillo rojo que le habían echado no le daba buena espina al joven. Ella decía que era una comida picante y se la ofreció a los dos a probar, ull se la echó a la boca y empezó a saborear aquella comida.
-¡Está buenísimo! ¿De dónde dices que eres? La verdad que de dónde yo vengo comemos carne, pero la preferimos poco hecha-.Se echó a reír, no sabían que era un licántropo y esto le parecía gracioso.-Ahora enserio, nunca he comido esto pero esta bastante delicioso, también digo que no tiene muy buena pinta, pero si dices que en tu tierra lo coméis...-Entre tanto ya casi se había terminado todo lo que había encima del plato, quedaba un trozo cuando le iba a echar la mano de nuevo, no quería dejar nada encima, le habían enseñado a no tirar la comida.
-¿Vamos a por algo de beber? Yo invito.-Parecía que la noche prometía, por fin había conocido a alguien interesante.
El joven estaba lleno de envidia, su cuerpo le decía que saliese a bailar y a cantar como cuando hacía con su familia antaño, pero su cabeza lo mantenía sentado bajo aquel árbol, a escasos metros de aquella gente. Justo se había quedado mirando a un hombre que a su parecer estaba muy delgado, tenia los ojos pintados de negro, seguramente se lo había hecho con una astilla de un tronco sacado de la hoguera. Estaba escupiendo fuego, se metía una antorcha en la boca como si no pasara nada, y de repente escupía una bocanada de fuego gigantesca que apuntaba en diagonal hacia el cielo.
Estaba boquiabierto con toda esa fiesta, le parecía increíble y había decidido ir a por otra jarra de esa sabrosa cerveza, pero se había quedado mirando el fuego sin parar.
Aquella mujer, apareció entre las llamas, ese cuerpo, esa actitud tan extrovertida, correteaba por el medio de la gente sin parar, sonreía todo el tiempo. Llevaba una corona de flores, pese a su rapidez y su entusiasmo caminando eso no se deshacía en ningún momento, nudo tras nudo esa corona iba cogiendo forma hasta terminarla. Parecía haber encontrado a alguien, saltó sobre aquel hombre que estaba recitando aquel interesante poema cuando el joven lobo soltó una pequeña carcajada tímida en medio del bullicio y no se había dado cuenta nadie, miró hacia los lados para asegurarse de que no tenía a nadie a los lados para seguir mirando hacia esa mujer tan bella.
Ojos azules, una tez perfecta, pensaba el joven lobo. La mujer se estaba acercando cada vez más y él ya no sabía a dónde mirar, no sabía como colocarse en aquel metro cuadrado que ocupaba bajo el árbol. ¿Que qué opinaba? ¿opinaba de qué?
-Ehmm no opino nada, yo me llamo Ull. Mucho gusto-.Respondió con la mirada baja, no quería ser borde pero tampoco tenía mucho ánimo de contestar, esa mujer era un tanto especial.
La vio desaparecer entre los puestos, había dicho que iba a compartir algo con los dos hombres, el lobo estaba recto como una estaca, no había asimilado aquella escena, estaba demasiado tímido pero siguió a la muchacha para ver lo que ésta le deparaba.
No puede ser, aquella mujer se había parado con otro desconocido más, no quería ver nadie parado en aquel festejo, lo que al joven lobo le parecía un tanto extraño. Cómo de extrovertida era la joven para querer ver a todos los presentes celebrando algo, no le importaba de que forma pero ella tenía que avivar la fiesta. ¡Le había puesto la corona al hombre! No tenía cara de buenos amigos, el lobo se daba la vuelta como si no la acompañase, pero no le quitaba la vista por si a aquel hombre se le ocurría algo descabellado.
Dejándolo a un lado se acerco al licántropo y al otro hombre y trajo un plato de madera con algo que aparentemente se comía, la verdad nunca había visto tal cosa pero ella decía que se comía. Olía a carne, pero aquel polvillo rojo que le habían echado no le daba buena espina al joven. Ella decía que era una comida picante y se la ofreció a los dos a probar, ull se la echó a la boca y empezó a saborear aquella comida.
-¡Está buenísimo! ¿De dónde dices que eres? La verdad que de dónde yo vengo comemos carne, pero la preferimos poco hecha-.Se echó a reír, no sabían que era un licántropo y esto le parecía gracioso.-Ahora enserio, nunca he comido esto pero esta bastante delicioso, también digo que no tiene muy buena pinta, pero si dices que en tu tierra lo coméis...-Entre tanto ya casi se había terminado todo lo que había encima del plato, quedaba un trozo cuando le iba a echar la mano de nuevo, no quería dejar nada encima, le habían enseñado a no tirar la comida.
-¿Vamos a por algo de beber? Yo invito.-Parecía que la noche prometía, por fin había conocido a alguien interesante.
Ull Whitestorm
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Si no tenían suficientes problemas a ellos se les sumaba otro. Ava había llegado apresurada con otro piskie inconsciente, eramos pocos... De pronto historias de lo vengativos que podían llegar a ser estos seres poblaron la mente del licántropo, sumado al golpe que se había llevado en la cabeza hacía tan solo un instante, le hizo ponerse nervioso por primera vez en mucho tiempo. - Tranquilos chicos, tengo un plan. Dijo con seguridad mientras se acercaba un poco al gentío. - ¡Algún médico en la fiesta! El ruido cesó unos instantes mientras las miradas cercanas se fijaban en Axel, para a posteriori ignorarlo completamente.
Cabizbajo, volvió junto al pequeño grupo y los dos futuros cadáveres de hada. Su plan había sido un fracaso y no sabía como afrontar esto delante de ellos. - Esto... Necesitamos paños limpios y agua fresca. Yo me quedaré cuidando a estos dos. Afirmó señalando a los piskies inconscientes. No tenía ni idea de como curarlos, simplemente pretendía utilizar las nociones básicas que utilizaba habitualmente con los animales del bosque.
Pensativo y mirando a los pobres seres, comenzó a notar unos leves tirones en su taparrabos de hojas. Cuando se giró, una cabra estaba intentando devorar sus ropas sin pudor alguno. En uno de sus incesantes intentos de hincar el diente, la cabra pellizcó a Axel en la pierna. - ¡Ouch! Gritó el viejo dolorido a lo cual la cabra respondió tirándose al suelo rígida como una estatua. Había visto cientos de veces el mecanismo de defensa de estos animales, pero no dejaba de sorprenderle. La verdad es que se sentía un poco mal por haber asustado al animalillo, así que se agachó para acariciarlo un par de veces y así volviera en sí.
Durante el proceso, localizó una corona de flores pisoteada que había pasado mejores días y unas cuantas flores perdidas en el camino. El licántropo recogió la susodicha y algunas flores, llevándolas a su centro de operaciones, el banco de piedra. Entre balido y balido de la cabra, ya completamente recuperada, Axel arregló como buenamente pudo aquella corona ante la atenta mirada del animal.
Cuando su obra o mejor dicho, la obra ajena, estuvo totalmente restaurada no dudó ni un momento y la puso sobre la cabeza de la cabra. Orgulloso de su trabajo, contemplo a la chota con su nuevo accesorio. Aunque lamentablemente este no duraría demasiado, un par de sacudidas y una vez estuvo en el suelo, las flores comenzaron a ser engullidas por el animal, destrozando cualquier resquicio que quedara de la corona de flores.
La situación sería hasta graciosa en el punto que se giró. Unos cuantos piskies estaban recogiendo a sus congéneres, pero al ser pillados in fraganti, se quedaron inmóviles ante la mirada atenta del licántropo, que todavía estaba digiriendo lo que estaba sucediendo. Acto seguido, la suerte de hadas, cargaron con sus compañeros y salieron volando en menos que canta un gallo, desapareciendo tras el cobertizo y perdiéndose de vista.
Dos de ellos volvieron sobre sus pasos y dieron un par de vueltas alrededor de la cabeza del anonadado Axel, para luego sustraerle su preciada corona de madera y salir por alas de allí. El viejo se palpó un par de veces la cabeza antes de darse cuenta de lo que había sucedido. - ¡Al ladrón! ¡Deténgalos! Gritó mientras se ponía en pie y salía corriendo detrás de los malditos picaruelos. Podía entender que se llevaran a los suyos para cuidarlos, pero el robo de su corona era demasiado, los perseguiría durante días si fuera necesario para recuperar su preciado tesoro.
Off: A la caza del piskie se ha dicho.
Cabizbajo, volvió junto al pequeño grupo y los dos futuros cadáveres de hada. Su plan había sido un fracaso y no sabía como afrontar esto delante de ellos. - Esto... Necesitamos paños limpios y agua fresca. Yo me quedaré cuidando a estos dos. Afirmó señalando a los piskies inconscientes. No tenía ni idea de como curarlos, simplemente pretendía utilizar las nociones básicas que utilizaba habitualmente con los animales del bosque.
Pensativo y mirando a los pobres seres, comenzó a notar unos leves tirones en su taparrabos de hojas. Cuando se giró, una cabra estaba intentando devorar sus ropas sin pudor alguno. En uno de sus incesantes intentos de hincar el diente, la cabra pellizcó a Axel en la pierna. - ¡Ouch! Gritó el viejo dolorido a lo cual la cabra respondió tirándose al suelo rígida como una estatua. Había visto cientos de veces el mecanismo de defensa de estos animales, pero no dejaba de sorprenderle. La verdad es que se sentía un poco mal por haber asustado al animalillo, así que se agachó para acariciarlo un par de veces y así volviera en sí.
Durante el proceso, localizó una corona de flores pisoteada que había pasado mejores días y unas cuantas flores perdidas en el camino. El licántropo recogió la susodicha y algunas flores, llevándolas a su centro de operaciones, el banco de piedra. Entre balido y balido de la cabra, ya completamente recuperada, Axel arregló como buenamente pudo aquella corona ante la atenta mirada del animal.
Cuando su obra o mejor dicho, la obra ajena, estuvo totalmente restaurada no dudó ni un momento y la puso sobre la cabeza de la cabra. Orgulloso de su trabajo, contemplo a la chota con su nuevo accesorio. Aunque lamentablemente este no duraría demasiado, un par de sacudidas y una vez estuvo en el suelo, las flores comenzaron a ser engullidas por el animal, destrozando cualquier resquicio que quedara de la corona de flores.
La situación sería hasta graciosa en el punto que se giró. Unos cuantos piskies estaban recogiendo a sus congéneres, pero al ser pillados in fraganti, se quedaron inmóviles ante la mirada atenta del licántropo, que todavía estaba digiriendo lo que estaba sucediendo. Acto seguido, la suerte de hadas, cargaron con sus compañeros y salieron volando en menos que canta un gallo, desapareciendo tras el cobertizo y perdiéndose de vista.
Dos de ellos volvieron sobre sus pasos y dieron un par de vueltas alrededor de la cabeza del anonadado Axel, para luego sustraerle su preciada corona de madera y salir por alas de allí. El viejo se palpó un par de veces la cabeza antes de darse cuenta de lo que había sucedido. - ¡Al ladrón! ¡Deténgalos! Gritó mientras se ponía en pie y salía corriendo detrás de los malditos picaruelos. Podía entender que se llevaran a los suyos para cuidarlos, pero el robo de su corona era demasiado, los perseguiría durante días si fuera necesario para recuperar su preciado tesoro.
Off: A la caza del piskie se ha dicho.
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Última edición por Axel Svensson el Lun Jun 29 2020, 01:29, editado 1 vez
Axel Svensson
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Fue cosa de la pelirroja. Escuchó "festival" y se le encendió la mirada como un set de fuegos artificiales. Así que arrastró a su compañera en cuanto salió la luna y ahí estaban las dos, haciendo el tonto antes de la cena entre cestas de mimbre llenas de flores y un ambiente festivo muy alegre.
-Fémur...
-Calla y haz tu corona. ¿No es divertido? Luego nos las cambiamos.
La vampiresa alzó la nariz de repente, captando el aroma conocido de su comida favorita. Apenas una brizna en la ligera brisa nocturna que fue suficiente para distraerla. Fémur seguía a la suya, absolutamente negada para los trabajos manuales que no fuesen sus trabajos manuales.
Poniéndose en pie como un resorte, la exagerada corona de flores aún en las manos, rastreó cual sabueso la suave corriente de aire. Estaba aquí. No sabía cómo se las apañaba, pero siempre se topaba con la lagarta hiciera lo que hiciera. Y si me la voy a encontrar en todos lados, ¿por qué evitarla? Y allá que puso rumbo.
Fémur la notó alejarse y frunció el ceño, alzándose con la misma rapidez. Su corona de flores era un completo desastre pero igual se la puso sobre el rojo cabello y siguió a Nayru, intrigada.
La vampiresa más pequeña aceleró el paso, cerrando los ojos por un momento. Fue casi como regresar a Beltrexus. Se sonrió, ladina. Llegaron al borde de lo que parecía un cráter vestido de nido, donde un montón de personas se congregaban para quién sabe que cosas raras que hacía la gente de vez en cuando. Se veían ofrendas, ramas, flores y unas figuras qu-
Ah. Ah, ahí estaba. Su heroína. La heroína de Sandorái. Sus ojos de centella brillaban en la oscuridad como dos faros que alumbrasen el mundo, como si quisiesen guiar hacia una mejor existencia, una por la que habían luchado tan arduamente. Abrió muchos los ojos, respirando por la boca, y arrancó a correr hacia el nido, abriéndose camino a codazos.
Fémur, por su parte, no conocía a ninguna de esas dos personas, pero la invadió el mismo sentimiento maravillado de éxtasis y adoración. Corrió tras Nayru y creó su camino con mucha más violencia que la menuda chica.
-¡Reivy! ¡Reivy, aquí! -gritó.- ¡Mírame, mírame! -y meneó la corona de flores como una colorida bandera.
-¡No, mírame a mi! ¡Ella es demasiado bajita, la pisarías al despertarte por la mañana! -exclamó.- ¡Fírmame una teta!
Ambas mujeres empezaron a darse codazos en su ansia por acercarse a las dos figuras, arrastrando en su forcejeo a todo aquel que estuviese cerca. Fémur trató de saltar unas ramas y un par de personas en el suelo, pero Nayru la agarró de la pierna y le mordió la pantorrilla.
-¡Tú... te quedas... con... la... otra...! ¡Ésta es mía!
Se escuchó un siseo de dolor y un grito de triunfo cuando la morena consiguió romper el círculo de fans y acercarse como un rayo.
-¡Reivyyyy! ¡Reivy te adorooooo! ¡Soy tu faaaannnn!
Y le cascó la corona de flores como quien le pone un sombrero que no entra a alguien con la cabeza muy grande. Fémur trató de lanzar la suya, pero sólo le dio en la cara a la chiquilla rubia que acompañaba a la dragona, y a la que también le brillaban los ojos.
Ambas dragonas emprendieron el vuelo, y a medida que se iban alejando las personas afectadas por aquella extraña fiebre iban recuperando los sentidos. De rodillas en aquel nido extraño la vampiresa morena miraba el firmamento con los ojos perdidos. Incrédula. Extremadamente avergonzada. Ojalá la luna fuese el sol y la incinerase ahí mismo.
-No puedo creer que me hayas mordido, bestia. -gruñó la pelirroja al acercarse a ella.
La alzó con brusquedad y se la llevó de allí, evitando las crecientes quejas por su reciente comportamiento.
-¿Me puedes explicar qué es lo que ha pasado?
-¿Puedes explicarlo tú? Yo diría que es alguna especie de fiebre del héroe que-...
-¿Quién cojones es esa Reivy que me has mordido para que no la toque?
La mirada de que Nayru le dirigió a Fémur decía muchas cosas. Sus ojos abiertos de par en par, la boca entrecerrada, las manos moviéndose con nerviosismo.
-Es un puto dragón, Nayru. Un puto dragón. ¡Dos de ellos! ¿Qué mierda te pasa en la cabeza? La oliste desde el principio. Yo simplemente te seguí pero tú ya sabías que estaba ahí.
-Yo... yo... no... Fémur, yo...
Se escuchó un rápido aleteo y algo cruzó entre las dos como una brisa fresca. La morena parpadeó, centrando la mirada en la criatura intrusa. Una segunda y una tercera se unieron a la primera. Eran... ¿eran piskies?
Las saludaron con burlas haciendo círculos sobre sus cabezas, lanzándoles bellotas mientras las ridiculizaban con agudas vocecillas.
-Me cago en la... -murmuró, tratando de espantarlas con las manos como quien se quiere librar de una mosca.
Los piskies rieron, incitándolas con gestos antes de dar media vuelta y revolotear hacia el bosque.
-¡No los pierdas de vista!
-¡Naayyyy! ¡Esto no se queda así!
-Fémur...
-Calla y haz tu corona. ¿No es divertido? Luego nos las cambiamos.
La vampiresa alzó la nariz de repente, captando el aroma conocido de su comida favorita. Apenas una brizna en la ligera brisa nocturna que fue suficiente para distraerla. Fémur seguía a la suya, absolutamente negada para los trabajos manuales que no fuesen sus trabajos manuales.
Poniéndose en pie como un resorte, la exagerada corona de flores aún en las manos, rastreó cual sabueso la suave corriente de aire. Estaba aquí. No sabía cómo se las apañaba, pero siempre se topaba con la lagarta hiciera lo que hiciera. Y si me la voy a encontrar en todos lados, ¿por qué evitarla? Y allá que puso rumbo.
Fémur la notó alejarse y frunció el ceño, alzándose con la misma rapidez. Su corona de flores era un completo desastre pero igual se la puso sobre el rojo cabello y siguió a Nayru, intrigada.
La vampiresa más pequeña aceleró el paso, cerrando los ojos por un momento. Fue casi como regresar a Beltrexus. Se sonrió, ladina. Llegaron al borde de lo que parecía un cráter vestido de nido, donde un montón de personas se congregaban para quién sabe que cosas raras que hacía la gente de vez en cuando. Se veían ofrendas, ramas, flores y unas figuras qu-
Ah. Ah, ahí estaba. Su heroína. La heroína de Sandorái. Sus ojos de centella brillaban en la oscuridad como dos faros que alumbrasen el mundo, como si quisiesen guiar hacia una mejor existencia, una por la que habían luchado tan arduamente. Abrió muchos los ojos, respirando por la boca, y arrancó a correr hacia el nido, abriéndose camino a codazos.
Fémur, por su parte, no conocía a ninguna de esas dos personas, pero la invadió el mismo sentimiento maravillado de éxtasis y adoración. Corrió tras Nayru y creó su camino con mucha más violencia que la menuda chica.
-¡Reivy! ¡Reivy, aquí! -gritó.- ¡Mírame, mírame! -y meneó la corona de flores como una colorida bandera.
-¡No, mírame a mi! ¡Ella es demasiado bajita, la pisarías al despertarte por la mañana! -exclamó.- ¡Fírmame una teta!
Ambas mujeres empezaron a darse codazos en su ansia por acercarse a las dos figuras, arrastrando en su forcejeo a todo aquel que estuviese cerca. Fémur trató de saltar unas ramas y un par de personas en el suelo, pero Nayru la agarró de la pierna y le mordió la pantorrilla.
-¡Tú... te quedas... con... la... otra...! ¡Ésta es mía!
Se escuchó un siseo de dolor y un grito de triunfo cuando la morena consiguió romper el círculo de fans y acercarse como un rayo.
-¡Reivyyyy! ¡Reivy te adorooooo! ¡Soy tu faaaannnn!
Y le cascó la corona de flores como quien le pone un sombrero que no entra a alguien con la cabeza muy grande. Fémur trató de lanzar la suya, pero sólo le dio en la cara a la chiquilla rubia que acompañaba a la dragona, y a la que también le brillaban los ojos.
Ambas dragonas emprendieron el vuelo, y a medida que se iban alejando las personas afectadas por aquella extraña fiebre iban recuperando los sentidos. De rodillas en aquel nido extraño la vampiresa morena miraba el firmamento con los ojos perdidos. Incrédula. Extremadamente avergonzada. Ojalá la luna fuese el sol y la incinerase ahí mismo.
-No puedo creer que me hayas mordido, bestia. -gruñó la pelirroja al acercarse a ella.
La alzó con brusquedad y se la llevó de allí, evitando las crecientes quejas por su reciente comportamiento.
-¿Me puedes explicar qué es lo que ha pasado?
-¿Puedes explicarlo tú? Yo diría que es alguna especie de fiebre del héroe que-...
-¿Quién cojones es esa Reivy que me has mordido para que no la toque?
La mirada de que Nayru le dirigió a Fémur decía muchas cosas. Sus ojos abiertos de par en par, la boca entrecerrada, las manos moviéndose con nerviosismo.
-Es un puto dragón, Nayru. Un puto dragón. ¡Dos de ellos! ¿Qué mierda te pasa en la cabeza? La oliste desde el principio. Yo simplemente te seguí pero tú ya sabías que estaba ahí.
-Yo... yo... no... Fémur, yo...
Se escuchó un rápido aleteo y algo cruzó entre las dos como una brisa fresca. La morena parpadeó, centrando la mirada en la criatura intrusa. Una segunda y una tercera se unieron a la primera. Eran... ¿eran piskies?
Las saludaron con burlas haciendo círculos sobre sus cabezas, lanzándoles bellotas mientras las ridiculizaban con agudas vocecillas.
-Me cago en la... -murmuró, tratando de espantarlas con las manos como quien se quiere librar de una mosca.
Los piskies rieron, incitándolas con gestos antes de dar media vuelta y revolotear hacia el bosque.
-¡No los pierdas de vista!
-¡Naayyyy! ¡Esto no se queda así!
- algunas coronas de flores para que haga bonito:
- la corona para Rei
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Y la corona que impactó contra loli
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Ah. Creo que vi un lindo piskie.
*sopla sobre las runas a ver qué sale*
Nayru
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Nayru' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El golpe fue suficiente para mandarlos a volar, y la damisela no tan en apuros les lanzó un animal raro para que los apaleara más. Y entonces ella dijo algo inesperado.
–¿Chica enmascarada? –respondí al instante, con más de una pregunta desconcertante en mi mente. ¿Me conocía? ¿Me recordaba a pesar de mi condición? Yo ni recordaba haber conocido a alguien con sus pintas, pero su voz… Sí, su voz me resultaba familiar. Chasqueé los dedos y luego la señalé con el índice–. ¡Claro, eres tú! –exclamé, por fin–. Cuánto tiempo sin vernos –agregué con una sonrisa fina, guardando para mí que seguía sin recordar su identidad.
El dragón se desmoronó como arena y sus restos no cayeron, sino que se desvanecieron al elevarse arrastrados por una gélida brisa. Alcé mi mirada y la completa desaparición de mi invocación no fue lo único que vi. Arriba, sobre las copas de los árboles, un grupo de molestas criaturas revoloteaban en el aire, inundando el lugar con sus risas de niños traviesos.
¡Valyria! Finalmente pude recordarla.
–Bueno, será mejor que terminemos nuestra importantísima misión antes de que ellos se enteren de que estamos aquí –le sugerí a la elfa enmascarada, señalando hacia cielo.
Fue imposible. De alguna manera atrajimos la atención de los piskies, tal vez gracias al escándalo que hacía la familia dríope. Dejé caer mis hombros mientras un largo suspiro escapaba de mi boca.
–Demonios, Valy, ¿cómo pudiste fallar tan rápido? –me quejé mientras metía una mano en mi bolsito–. Todos contábamos contigo. Eras nuestra última esperanza para salvarnos, heroína oblivionada, y preferiste dejarnos caer en la perdición. –Saqué el objeto que buscaba, una ocarina, y lo llevé a mis labios, mi mirada fijada en el grupo de piskies que descendían en nuestra dirección–. Bueno, veamos si puedo apaciguar su impulso de hacer travesuras.
Y soplé, comenzando una suave melodía.
–¿Chica enmascarada? –respondí al instante, con más de una pregunta desconcertante en mi mente. ¿Me conocía? ¿Me recordaba a pesar de mi condición? Yo ni recordaba haber conocido a alguien con sus pintas, pero su voz… Sí, su voz me resultaba familiar. Chasqueé los dedos y luego la señalé con el índice–. ¡Claro, eres tú! –exclamé, por fin–. Cuánto tiempo sin vernos –agregué con una sonrisa fina, guardando para mí que seguía sin recordar su identidad.
El dragón se desmoronó como arena y sus restos no cayeron, sino que se desvanecieron al elevarse arrastrados por una gélida brisa. Alcé mi mirada y la completa desaparición de mi invocación no fue lo único que vi. Arriba, sobre las copas de los árboles, un grupo de molestas criaturas revoloteaban en el aire, inundando el lugar con sus risas de niños traviesos.
¡Valyria! Finalmente pude recordarla.
–Bueno, será mejor que terminemos nuestra importantísima misión antes de que ellos se enteren de que estamos aquí –le sugerí a la elfa enmascarada, señalando hacia cielo.
Fue imposible. De alguna manera atrajimos la atención de los piskies, tal vez gracias al escándalo que hacía la familia dríope. Dejé caer mis hombros mientras un largo suspiro escapaba de mi boca.
–Demonios, Valy, ¿cómo pudiste fallar tan rápido? –me quejé mientras metía una mano en mi bolsito–. Todos contábamos contigo. Eras nuestra última esperanza para salvarnos, heroína oblivionada, y preferiste dejarnos caer en la perdición. –Saqué el objeto que buscaba, una ocarina, y lo llevé a mis labios, mi mirada fijada en el grupo de piskies que descendían en nuestra dirección–. Bueno, veamos si puedo apaciguar su impulso de hacer travesuras.
Y soplé, comenzando una suave melodía.
- Canción:
- Imaginemos que no me dio pereza y que sí coloqué aquí una canción chévere con ocarina =D
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Bueno, ahora a ver cómo me va con los lindos piskies.
Rauko
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Ocurrieron demasiados sucesos a la vez como para que Frosk pudiera asimilarlos enteramente. Se podría decir que era el "día de los choques"; Erika tuvo la mala suerte de toparse de bruces contra una chica que derramó sobre ella un líquido de un rico olor, luego de eso notó un golpe seco a su espalda; un hombre viejo había chocado contra el banco en el que aún estaba sentado Bluto y se podría decir que no había salido muy bien parado, para culminar aquella sucesión de choques, llegó el que le propinaron a él mismo
-¡¡¡Croaaaac!!!-Hinchó su saco vocal y dio pequeños saltitos en el sitio mostrando un rostro contrariado y molesto.
Erika se dolía de su choque, especialmente en su costado. Y Bluto, por su parte, se quedó sentado estático con sus manos reposando sobre las rodillas, como si nada. Mirando al anciano que había chocado contra el banco.
-¿Se encuentra bien, señor?
No hubo respuesta alguna a esa pregunta, pues parecía que algo le llamó la atención a aquel sujeto, o mejor dicho "alguien", ya que se fue directamente hacia la mujer pez que había chocado contra Frosk. Este último aún seguía mirando mal a la susodicha por el hecho ocurrido.
Erika notó que estaba toda llena de ponche, lo cual generó una expresión de asco ya que iba a quedar pringosa todo lo que quedaba de celebración.
-¿Qué has hecho...?-Dijo mientras se examinaba el resto del cuerpo para ver hasta donde estaba cubierta. Seguía dolorida, ya que el choque había sido duro.-¿Estás hecha de metal o qué?-Dijo por decir, ya que le había parecido chocar contra todo un toro desbocado.
Reparó en que entre ambas se encontraba un diminuto ser mucho más empapado que ella y que parecía sufrir por multiplicado los efectos del ponche, el cual contendría alcohol. Todo lo contenía en las fiestas, era una costumbre entre los adultos.
Curiosa y olvidando por un momento todo lo acontecido, la joven dragona se acercó a gatas hasta aquel diminuto ser y lo miró de cerca.
-¿¡Un Piskie!?-Arrimó su rostro más a él-¿¡Eres un Piskie!?-Tenía entre temor, curiosidad y ganas de abrazarlo por lo adorable que le resultaba, aunque seguramente esto último no sería conveniente.
Con cuidado, lo agarró entre sus manos.
-Tranquilo, yo te protegeré-Dijo convencida acercándoselo al rostro. Acto seguido se lo apartó para poder mirar hacia la chica con lo que había chocado-¡Hay que ponerlo a salvo!-Dijo con tesón.
Mientras, Frosk seguía enfurruñado con la chica pez, y la aparición del anciano semidesnudo y la total ignoración hacia su persona no ayudó a que se mostrase más amable.
-¡Exijo una disculpa, croac!-Hinchó su saco vocal e infló su pecho, indignado.
Aunque todo ese porte y esa posición inamovible se desvanecieron en cuanto vio de reojo lo que la mujer traía consigo; ¿Comida? No pudo evitar que la boca se le hiciera agua, los insectos raros eran su debilidad, y aquel día podía y debía permitirse comer hasta reventar.
Curioso, se acercó hasta la mujer pez y el anciano.
De pronto, un grupo de unos cinco piskies aparecieron en torno a Erika.
— ¡Deja a nuestro amigo en paz, niña! — Hablaron todos a la vez como una única, aguda e infantil voz.
La joven dragona entonces descubrió de entre sus manos al ser diminuto.
Al principio se sintió cohibida, pero luego sacó su valentía característica y les habló.
-Llevaos a vuestro amigo y cuidadlo.-Dijo con un tono amistoso-Y no os acerquéis mucho al mundo de los mortales, puede ser peligroso.
Dicho esto, los piskies ayudaron a su congénere y se lo llevaron. Acto seguido fueron a por su segundo amigo, que estaba sobre las manos de la chica pez. Frosk se quedó mirándolos embobado, su boca podría considerarse una cascada. Incluso tuvo que cerrarla para no parecer bobo.
-...cuánta comida...
De pronto, notó otro golpe como el que antes había recibido por parte de Erika pero en la nuca. El causante de eso obviamente volvía a ser la dragona.
-¡No son comida!
-¡..croac...!-Se llevó las manos a dónde el golpe, dolorido.
Los piskies no solo rescataron a su compañero, sino que además, seguramente como tributo por las molestias, decidieron llevarse una corona de flores que parecía pertenecer a aquel anciano semidesnudo, al que Erika antes no había tenido ocasión de poder observar.
-...¿Va desnudo?-Le susurró a Frosk y miró de reojo al anciano con cierta reticencia.
Bluto entonces se puso en pie y tocó en el hombro al sangrante hombre.
-Señor, creo que el accidente de antes podría causarle serios problemas. Le recomiendo que busque cuanto antes a algún sanador, médico o galeno para que le trate sus heridas.-El protocolo del bio-cibernético le impedía no asistir de alguna forma a cualquier orgánico herido, pero no tenía los suficientes conocimientos, así que darle las recomendaciones necesarias le pareció suficiente-Siento no poder hacer nada más, pues solamente estoy programado para el combate. Soy un bio-cibernético de combate en primera línea, mi número de serie es "EAH-5998", aunque me suelen llamar "Bluto". El nombre me lo puso...-De pronto, se quedó en silencio, como si estuviese buscando dentro de su mente aquella información. No dio resultado, por lo que emitió un chirrido agudo.-Lo siento, me temo que esa información está dañada.
Erika y Frosk observaban un poco más apartados. La primera estaba de brazos cruzados. Revoleó los ojos en cuanto escuchó la típica presentación que hacía el ser de metal a los nuevos conocidos.
-¿Por qué siempre dice lo mismo?-Preguntó al hombre rana.
-No lo sé.-Se encogió de hombros desviando brevemente la mirada hacia su compañera.
-¡¡¡Croaaaac!!!-Hinchó su saco vocal y dio pequeños saltitos en el sitio mostrando un rostro contrariado y molesto.
Erika se dolía de su choque, especialmente en su costado. Y Bluto, por su parte, se quedó sentado estático con sus manos reposando sobre las rodillas, como si nada. Mirando al anciano que había chocado contra el banco.
-¿Se encuentra bien, señor?
No hubo respuesta alguna a esa pregunta, pues parecía que algo le llamó la atención a aquel sujeto, o mejor dicho "alguien", ya que se fue directamente hacia la mujer pez que había chocado contra Frosk. Este último aún seguía mirando mal a la susodicha por el hecho ocurrido.
Erika notó que estaba toda llena de ponche, lo cual generó una expresión de asco ya que iba a quedar pringosa todo lo que quedaba de celebración.
-¿Qué has hecho...?-Dijo mientras se examinaba el resto del cuerpo para ver hasta donde estaba cubierta. Seguía dolorida, ya que el choque había sido duro.-¿Estás hecha de metal o qué?-Dijo por decir, ya que le había parecido chocar contra todo un toro desbocado.
Reparó en que entre ambas se encontraba un diminuto ser mucho más empapado que ella y que parecía sufrir por multiplicado los efectos del ponche, el cual contendría alcohol. Todo lo contenía en las fiestas, era una costumbre entre los adultos.
Curiosa y olvidando por un momento todo lo acontecido, la joven dragona se acercó a gatas hasta aquel diminuto ser y lo miró de cerca.
-¿¡Un Piskie!?-Arrimó su rostro más a él-¿¡Eres un Piskie!?-Tenía entre temor, curiosidad y ganas de abrazarlo por lo adorable que le resultaba, aunque seguramente esto último no sería conveniente.
Con cuidado, lo agarró entre sus manos.
-Tranquilo, yo te protegeré-Dijo convencida acercándoselo al rostro. Acto seguido se lo apartó para poder mirar hacia la chica con lo que había chocado-¡Hay que ponerlo a salvo!-Dijo con tesón.
Mientras, Frosk seguía enfurruñado con la chica pez, y la aparición del anciano semidesnudo y la total ignoración hacia su persona no ayudó a que se mostrase más amable.
-¡Exijo una disculpa, croac!-Hinchó su saco vocal e infló su pecho, indignado.
Aunque todo ese porte y esa posición inamovible se desvanecieron en cuanto vio de reojo lo que la mujer traía consigo; ¿Comida? No pudo evitar que la boca se le hiciera agua, los insectos raros eran su debilidad, y aquel día podía y debía permitirse comer hasta reventar.
Curioso, se acercó hasta la mujer pez y el anciano.
De pronto, un grupo de unos cinco piskies aparecieron en torno a Erika.
— ¡Deja a nuestro amigo en paz, niña! — Hablaron todos a la vez como una única, aguda e infantil voz.
La joven dragona entonces descubrió de entre sus manos al ser diminuto.
Al principio se sintió cohibida, pero luego sacó su valentía característica y les habló.
-Llevaos a vuestro amigo y cuidadlo.-Dijo con un tono amistoso-Y no os acerquéis mucho al mundo de los mortales, puede ser peligroso.
Dicho esto, los piskies ayudaron a su congénere y se lo llevaron. Acto seguido fueron a por su segundo amigo, que estaba sobre las manos de la chica pez. Frosk se quedó mirándolos embobado, su boca podría considerarse una cascada. Incluso tuvo que cerrarla para no parecer bobo.
-...cuánta comida...
De pronto, notó otro golpe como el que antes había recibido por parte de Erika pero en la nuca. El causante de eso obviamente volvía a ser la dragona.
-¡No son comida!
-¡..croac...!-Se llevó las manos a dónde el golpe, dolorido.
Los piskies no solo rescataron a su compañero, sino que además, seguramente como tributo por las molestias, decidieron llevarse una corona de flores que parecía pertenecer a aquel anciano semidesnudo, al que Erika antes no había tenido ocasión de poder observar.
-...¿Va desnudo?-Le susurró a Frosk y miró de reojo al anciano con cierta reticencia.
Bluto entonces se puso en pie y tocó en el hombro al sangrante hombre.
-Señor, creo que el accidente de antes podría causarle serios problemas. Le recomiendo que busque cuanto antes a algún sanador, médico o galeno para que le trate sus heridas.-El protocolo del bio-cibernético le impedía no asistir de alguna forma a cualquier orgánico herido, pero no tenía los suficientes conocimientos, así que darle las recomendaciones necesarias le pareció suficiente-Siento no poder hacer nada más, pues solamente estoy programado para el combate. Soy un bio-cibernético de combate en primera línea, mi número de serie es "EAH-5998", aunque me suelen llamar "Bluto". El nombre me lo puso...-De pronto, se quedó en silencio, como si estuviese buscando dentro de su mente aquella información. No dio resultado, por lo que emitió un chirrido agudo.-Lo siento, me temo que esa información está dañada.
Erika y Frosk observaban un poco más apartados. La primera estaba de brazos cruzados. Revoleó los ojos en cuanto escuchó la típica presentación que hacía el ser de metal a los nuevos conocidos.
-¿Por qué siempre dice lo mismo?-Preguntó al hombre rana.
-No lo sé.-Se encogió de hombros desviando brevemente la mirada hacia su compañera.
___________________________________________________________
Off: Interactúo con Amy, Axel y Ava. Siento la demora en la respuesta, ¡Ruego que me disculpéis!
Frosk
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Hizo una mueca de desaprobación, apretó los labios y escondió una sonrisa que hacía por aflorar de sus muecas. La infantil riña de Nahir le había hecho gracia. La bruja, a pesar de la edad, hablaba con el descaro de una niña que creí conocer el mundo y las personas que lo habitan mejor que cualquier hombre sabio. Como si se tratase de un cuento, Nahir pensaba que el cibernético racional necesitaba un corazón, el humano del norte de Verisar, el del sombrero de paja, un cerebro y el viejo capitán pirata, sociabilizar. Nahir conocía a tripulación de La Promesa, desde tan solo unas semanas y, sin embargo, se relacionaba con ella como si una pirata más, un miembro de la disfuncional familia. Poseía la ternura y el desparpajo de una niña, de la niña de Werner, Ulareena, pero carecía de desconfianza y malicia.
El Capitán alargó el brazo del que sujetaba la mano de Nahir como si estuviera empezando un baile. Era un gesto elegante, una invitación para que la bruja diese el primer paso al baile.
—Después de usted, mi señora — dijo el Capitán haciendo una burda imitación de un noble adinerado.
Conocía de buena mano los protocolos de la nobleza. El Capitán no sería un buen capitán pirata si no conociera el comportamiento de los nobles de Verisar, sus puntos débiles y en qué lugar de la mansión guardaban los cofres de aeros.
Alfred Werner dejó escapar un vestigio de la sonrisa que había ocultado a Nahir. A la vista de los demás, la imagen de una joven bruja siendo acompañada por un monstruo marino le resultaría extravagante, rozaría lo grotesco. Se suponía que las chicas como Nahir debían ser acompañadas por señores de alta cuna o caballeros de bélicas reputaciones. Los hombres ofrecerían a la bruja sus manos blancas y limpias. ¿Desea bailar conmigo? La mano de El Capitán poseía tres largos tentáculos, inimaginables para ningún caballero.
Después de una frase de despedida y una promesa de reencuentro, Nahir desapareció de la vista de El Capitán. El pirata se lamentó de no recordarle que no bebiera alcohol, que en su estado podría ser peligroso, mortal. No había sabido como advertirla sin despertar los recuerdos que la bruja había decidido olvidar.
El Capitán se adentró en el bullicio del baile, ignoró las miradas prejuiciosas que su aspecto provocaba y esquivó con un toque grácil los empujones de los amantes apasionados. Se interesó por la música y la poesía illidense. A pesar de reconocer los instrumentos, los mismos que se empleaban en Verisar, no conocía las notas musicales hacían sonar. Pareciese que la magia de los brujos les había permitido acceder a los secretos de la melodía, pudiendo invocar notas mágicas hasta antes conocidas. Los bailarines, los amantes y los poetas menos refinados no se darían cuenta de cuán extraña era la música. Los oídos del capitán, que estaban más acostumbrados al sonido de los laúdes y de los violines que al bramar de las olas del mar, pudieron captar las sutiles diferencias de las notas mágicas de los brujos respecto a las comunes notas de los humanos.
Se quedó maravillado por la magia, y durante un tiempo más largo del que podía determinar, se quedó apartado del baile estudiando las melodías illidenses.
La inspiración surgió por arte de magia. El Capitán extrajo la pluma del sombrero y la mojó en un gajo de tinta que mantuvo en la boca, sin llegar a escupirla. Escribió el poema en lo que parecía una servilleta que encontró en el suelo pero que, posiblemente, podía tratarse de un trozo de tela del vestido de una meretriz.
La magia del Midsummarblót hizo acto de presencia. A medida que el capitán escribía su poema, un bardo lo recitaba entonando las mágicas notas illidenses.
La dulce boca que a gustar convida
Un humor entre perlas destilado,
Y a no envidiar aquel licor sagrado
Que a Odín ministra el garzón de Ida,
Amantes, no toquéis, si queréis vida;
Porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
Cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas que a la Aurora
Diréis que, aljofaradas y olorosas
Se le cayeron del purpúreo seno;
Manzanas son de Tántalo, y no rosas,
Que pronto huyen del que incitan hora
Y sólo del Amor queda el veneno.
El poema se refería a los licores del evento, era la advertencia que no había sabido (atrevido) a transmitir a Nahir.
El Capitán alargó el brazo del que sujetaba la mano de Nahir como si estuviera empezando un baile. Era un gesto elegante, una invitación para que la bruja diese el primer paso al baile.
—Después de usted, mi señora — dijo el Capitán haciendo una burda imitación de un noble adinerado.
Conocía de buena mano los protocolos de la nobleza. El Capitán no sería un buen capitán pirata si no conociera el comportamiento de los nobles de Verisar, sus puntos débiles y en qué lugar de la mansión guardaban los cofres de aeros.
Alfred Werner dejó escapar un vestigio de la sonrisa que había ocultado a Nahir. A la vista de los demás, la imagen de una joven bruja siendo acompañada por un monstruo marino le resultaría extravagante, rozaría lo grotesco. Se suponía que las chicas como Nahir debían ser acompañadas por señores de alta cuna o caballeros de bélicas reputaciones. Los hombres ofrecerían a la bruja sus manos blancas y limpias. ¿Desea bailar conmigo? La mano de El Capitán poseía tres largos tentáculos, inimaginables para ningún caballero.
Después de una frase de despedida y una promesa de reencuentro, Nahir desapareció de la vista de El Capitán. El pirata se lamentó de no recordarle que no bebiera alcohol, que en su estado podría ser peligroso, mortal. No había sabido como advertirla sin despertar los recuerdos que la bruja había decidido olvidar.
El Capitán se adentró en el bullicio del baile, ignoró las miradas prejuiciosas que su aspecto provocaba y esquivó con un toque grácil los empujones de los amantes apasionados. Se interesó por la música y la poesía illidense. A pesar de reconocer los instrumentos, los mismos que se empleaban en Verisar, no conocía las notas musicales hacían sonar. Pareciese que la magia de los brujos les había permitido acceder a los secretos de la melodía, pudiendo invocar notas mágicas hasta antes conocidas. Los bailarines, los amantes y los poetas menos refinados no se darían cuenta de cuán extraña era la música. Los oídos del capitán, que estaban más acostumbrados al sonido de los laúdes y de los violines que al bramar de las olas del mar, pudieron captar las sutiles diferencias de las notas mágicas de los brujos respecto a las comunes notas de los humanos.
Se quedó maravillado por la magia, y durante un tiempo más largo del que podía determinar, se quedó apartado del baile estudiando las melodías illidenses.
La inspiración surgió por arte de magia. El Capitán extrajo la pluma del sombrero y la mojó en un gajo de tinta que mantuvo en la boca, sin llegar a escupirla. Escribió el poema en lo que parecía una servilleta que encontró en el suelo pero que, posiblemente, podía tratarse de un trozo de tela del vestido de una meretriz.
La magia del Midsummarblót hizo acto de presencia. A medida que el capitán escribía su poema, un bardo lo recitaba entonando las mágicas notas illidenses.
La dulce boca que a gustar convida
Un humor entre perlas destilado,
Y a no envidiar aquel licor sagrado
Que a Odín ministra el garzón de Ida,
Amantes, no toquéis, si queréis vida;
Porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
Cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas que a la Aurora
Diréis que, aljofaradas y olorosas
Se le cayeron del purpúreo seno;
Manzanas son de Tántalo, y no rosas,
Que pronto huyen del que incitan hora
Y sólo del Amor queda el veneno.
El poema se refería a los licores del evento, era la advertencia que no había sabido (atrevido) a transmitir a Nahir.
El Capitán Werner
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Su breve encuentro con las piskies le hizo percatarse de que un considerable número de aquellas traicioneras criaturas parecían rondar el claro en el que se desarrollaba el festejo. Algo que en cualquier otra ocasión le habría dado igual, pero que en ese momento le permitía retrasar un poco más lo inevitable. Observó como otro pequeño grupo de aquellas criaturas rondaban los lindes del bosque en el extremo contrario del claro, al tiempo que una voz femenina entonaba, próxima a él, una rima sobre la guerra y la desesperación que le pareció especialmente melancólica.
Ensimismado como se encontraba, no se percató de la proximidad de la chica hasta que la tuvo casi encima. Otras personas habían caminado cerca suya, al fin y al cabo no estaba oculto y, tras la tensión inicial, había conseguido sentirse relativamente cómodo donde se encontraba. No era un gran avance, pero mejor paso a paso, o acabaría pasando a alguien por el filo de su cuchilla.
La chica se presentó ante él con la velocidad de un torbellino, irrumpiendo en su espacio personal de forma tan abrupta, que Tarek fue incapaz de reaccionar en un primer instante. Se percató de que le había hecho una pregunta, una que pareció hacerle especial gracia, pero que su mente decidió no registrar. Una humana estaba ante él. Hablándole, como si tal cosa. Una maldita y condenada humana. Hablándole… Porque no cabía duda de que aquella muchacha era una burda y despreciable humana. Entrecerró ligeramente los ojos, mientras sentía como el desprecio y aversión ganaban espacio a la templanza y el autocontrol. Sin embargo, por segunda vez, se vio inundado por la sorpresa cuando la sintió aproximarse más y colocar algo sobre su cabeza.
“De todas las personas que he visto, creo que eres al que mejor le quedaría. Hace juego con tus ojos”. Las palabras resonaron en sus oídos, como lo hace una voz en una cueva vacía, superponiéndose por momentos al sonido sordo de su propia sangre bullendo de odio. Apretó la mandíbula con fuerza y con su mano derecha alcanzó el mango de su arma. Aquel abyecto ser se alejaba de él, poco a poco, pero la cadena a la que se unía el filo le daría distancia suficiente como para golpear desde donde se encontraba. Correría la sangre… Un movimiento fluido cerca de la muchacha le hizo percatarse de la presencia de un segundo humano, que parecía observarlo con cautela. Quizás él tuviese más instinto de autopreservación del que había demostrado ella. Pero con un poco de maña podría acabar con ambos y librar al mundo de un par de alimañas.
Deslizaba ya el arma fuera de su funda cuando una carcajada cercana, seguida de una tos que indicaba un claro atragantamiento, lo hizo volver a la realidad. La música volvió a invadir sus oídos, así como las animadas charlas y ocasionales tonadas. No había sido el ruido lo que lo había sacado de su trance, sino la persona que lo había producido. A unos cuantos pasos de su posición se encontraba una elfa de cabellos rubios, a la que probablemente no conocía de nada. Pero ver a un congénere le hizo recordar porqué estaba allí.
Mientras se quitaba la corona de flores de la cabeza, se percató de que su objetivo había alcanzado su destino y se encontraba sentada entre el humano que la había seguido y un hombre pájaro que parecía conocerla. Aquella oportunidad era tan buena como cualquier otra y en algún momento debía “socializar”. Miró nuevamente a la elfa e hizo un gesto con la cabeza en señal de saludo y reconocimiento; para posteriormente dirigirse al círculo formado por aquellos dos hombres y la chica, que parecían discutir sobre la comida. El segundo humano se mostraba algo nervioso y, mientras hablaba, parecía prestar sus ojos únicamente a la muchacha. Con un leve gesto de la muñeca, mientras pasaba a su lado, le lazó a este la guirnalda de flores al regazo.
-Seguro que a ti te satisface más… -murmuró en voz baja- ¿Os importa? – preguntó señalando un lugar libre al lado del hombre pájaro. Una cosa era confraternizar con humanos, otra muy distinta compartir espacio directo con ellos. Los observó a ambos con expresión vacía. Con un poco de suerte alguno de ellos acabaría solo en el bosque, rodeado de oscuridad, y él podría resarcir sus ansias de venganza.
Ensimismado como se encontraba, no se percató de la proximidad de la chica hasta que la tuvo casi encima. Otras personas habían caminado cerca suya, al fin y al cabo no estaba oculto y, tras la tensión inicial, había conseguido sentirse relativamente cómodo donde se encontraba. No era un gran avance, pero mejor paso a paso, o acabaría pasando a alguien por el filo de su cuchilla.
La chica se presentó ante él con la velocidad de un torbellino, irrumpiendo en su espacio personal de forma tan abrupta, que Tarek fue incapaz de reaccionar en un primer instante. Se percató de que le había hecho una pregunta, una que pareció hacerle especial gracia, pero que su mente decidió no registrar. Una humana estaba ante él. Hablándole, como si tal cosa. Una maldita y condenada humana. Hablándole… Porque no cabía duda de que aquella muchacha era una burda y despreciable humana. Entrecerró ligeramente los ojos, mientras sentía como el desprecio y aversión ganaban espacio a la templanza y el autocontrol. Sin embargo, por segunda vez, se vio inundado por la sorpresa cuando la sintió aproximarse más y colocar algo sobre su cabeza.
“De todas las personas que he visto, creo que eres al que mejor le quedaría. Hace juego con tus ojos”. Las palabras resonaron en sus oídos, como lo hace una voz en una cueva vacía, superponiéndose por momentos al sonido sordo de su propia sangre bullendo de odio. Apretó la mandíbula con fuerza y con su mano derecha alcanzó el mango de su arma. Aquel abyecto ser se alejaba de él, poco a poco, pero la cadena a la que se unía el filo le daría distancia suficiente como para golpear desde donde se encontraba. Correría la sangre… Un movimiento fluido cerca de la muchacha le hizo percatarse de la presencia de un segundo humano, que parecía observarlo con cautela. Quizás él tuviese más instinto de autopreservación del que había demostrado ella. Pero con un poco de maña podría acabar con ambos y librar al mundo de un par de alimañas.
Deslizaba ya el arma fuera de su funda cuando una carcajada cercana, seguida de una tos que indicaba un claro atragantamiento, lo hizo volver a la realidad. La música volvió a invadir sus oídos, así como las animadas charlas y ocasionales tonadas. No había sido el ruido lo que lo había sacado de su trance, sino la persona que lo había producido. A unos cuantos pasos de su posición se encontraba una elfa de cabellos rubios, a la que probablemente no conocía de nada. Pero ver a un congénere le hizo recordar porqué estaba allí.
Mientras se quitaba la corona de flores de la cabeza, se percató de que su objetivo había alcanzado su destino y se encontraba sentada entre el humano que la había seguido y un hombre pájaro que parecía conocerla. Aquella oportunidad era tan buena como cualquier otra y en algún momento debía “socializar”. Miró nuevamente a la elfa e hizo un gesto con la cabeza en señal de saludo y reconocimiento; para posteriormente dirigirse al círculo formado por aquellos dos hombres y la chica, que parecían discutir sobre la comida. El segundo humano se mostraba algo nervioso y, mientras hablaba, parecía prestar sus ojos únicamente a la muchacha. Con un leve gesto de la muñeca, mientras pasaba a su lado, le lazó a este la guirnalda de flores al regazo.
-Seguro que a ti te satisface más… -murmuró en voz baja- ¿Os importa? – preguntó señalando un lugar libre al lado del hombre pájaro. Una cosa era confraternizar con humanos, otra muy distinta compartir espacio directo con ellos. Los observó a ambos con expresión vacía. Con un poco de suerte alguno de ellos acabaría solo en el bosque, rodeado de oscuridad, y él podría resarcir sus ansias de venganza.
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Se une a Iori, Ull y Ryuu
Tarek Inglorien
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Había sido un largo y tormentoso viaje desde el bosque de los elfos hasta Lunargenta y de ahí a la isla de los brujos, pues necesitaba darle a Manuela mi reporte de misión en la base de los informantes. Al mismo tiempo aproveché la visita para investigar cómo deshacerme de los ojos brillantes y los datos me enviaron con una bruja llamada Reiko que según las lenguas era muy hábil con la alquimia. Tristemente ella acabó por enviarme de vuelta al reino de los humanos.
Vincent por su parte también había hecho su parte buscando a un amigo de peculiar nombre que casualmente también terminó por mencionarnos el mismo lugar, o festivar o lo que fuera, algo llamado Midsumamón. No podía evitar reír cada que escuchaba ese nombre tan raro que a veces ni podía pronunciar. De cualquier manera ahí estábamos, juntos de nuevo -Si nos volvemos a encontrar voy a pensar que es acoso- Dije bromeando al brujo antes de subir al barco.
El viaje fue largo pero entretenido gracias a las locuras que decía James Truando y que hacían perder la paciencia al brujo barbudo. Afortunadamente llegamos a Felonia antes que alguien acabara echado al agua. Si el nombre de aquel lugar no fuera ya demasiado, los habitantes eran algo peor, un enjambre de gatos peludos y raros que para hacer aún más raro el viaje nos ofrecieron algo que ni siquiera parecía estar muerto.
Las quejas y gestos de Vincent me hicieron reír a carcajadas -Vamos, no seas nena, es solo comida rara- dije bromeando hasta que el muy desgraciado me hizo comer también, aunque claro, yo estaba ya adaptado a comer cosas vivas así que el asco no me afectaba mucho, y si hablaba del sabor pues, los mejunjes de Niniel ya me habían vuelto inmune a malos sabores.
Y como si alguien hubiese preguntado si aquello podía ser aún más raro, los felinos se encontraban en medio del festival del Menso-mamón y querían mostrar su arte a través de poesía -Parece prometedor- Dije mientras me cruzaba de brazos para ver a un gato con porte refinado, gorrito de bohemio y una bufanda de rayas moradas y grises, preparó su garganta y con una ceja levantada recitó: -Mimimiau miau miau… Meow, Miau, mumumiw.
Me quedé en silencio por un instante porque desde luego, yo no hablaba gatoñol, pero todos gritaron emocionados ante tal demostración. Un tic nervioso invadió mi ojo izquierdo y preferí seguir al grupo que salía a buscar la fulana flor para el mejunje -Sí sí, mejor ir a confiar con ustedes que quedarme a escuchar miauyadas- Dije mientras me apuraba tras el grupo.
Y justo cuando parecía que el rarómetro había llegado a su límite, la cosa se puso más extraña cuando Vincent comenzó a pelear con la nada argumentando que había un mosntruo rosa -Pobrecito, seguro está bajos los efectos de algún alucinógeno de baja calidad- Expliqué en tono presumido y seguro -Tal vez a causa de la comida de los gatos, por suerte ese tipo de cosas no afectan mi mente superior- Le dije al rinoceronte alado de burbujas púrpura sobre el que me encontraba volando sobre los picos de Dundarak.
De pronto estaba riendo como si no hubiera mañana, y es que claro, el rinoceronte se daba nalgadas y meneaba la cola mientras volaba, además había muchos Vincents dando vueltas alrededor en forma de nubes rosadas -A ver, creo que algo no encaja aquí- Fue lo último que dije antes de caer inconsciente durante un rato.
[1] Voy con Vincent al Menso-mamón a cazar florecitas =) Vincent por su parte también había hecho su parte buscando a un amigo de peculiar nombre que casualmente también terminó por mencionarnos el mismo lugar, o festivar o lo que fuera, algo llamado Midsumamón. No podía evitar reír cada que escuchaba ese nombre tan raro que a veces ni podía pronunciar. De cualquier manera ahí estábamos, juntos de nuevo -Si nos volvemos a encontrar voy a pensar que es acoso- Dije bromeando al brujo antes de subir al barco.
El viaje fue largo pero entretenido gracias a las locuras que decía James Truando y que hacían perder la paciencia al brujo barbudo. Afortunadamente llegamos a Felonia antes que alguien acabara echado al agua. Si el nombre de aquel lugar no fuera ya demasiado, los habitantes eran algo peor, un enjambre de gatos peludos y raros que para hacer aún más raro el viaje nos ofrecieron algo que ni siquiera parecía estar muerto.
Las quejas y gestos de Vincent me hicieron reír a carcajadas -Vamos, no seas nena, es solo comida rara- dije bromeando hasta que el muy desgraciado me hizo comer también, aunque claro, yo estaba ya adaptado a comer cosas vivas así que el asco no me afectaba mucho, y si hablaba del sabor pues, los mejunjes de Niniel ya me habían vuelto inmune a malos sabores.
Y como si alguien hubiese preguntado si aquello podía ser aún más raro, los felinos se encontraban en medio del festival del Menso-mamón y querían mostrar su arte a través de poesía -Parece prometedor- Dije mientras me cruzaba de brazos para ver a un gato con porte refinado, gorrito de bohemio y una bufanda de rayas moradas y grises, preparó su garganta y con una ceja levantada recitó: -Mimimiau miau miau… Meow, Miau, mumumiw.
Me quedé en silencio por un instante porque desde luego, yo no hablaba gatoñol, pero todos gritaron emocionados ante tal demostración. Un tic nervioso invadió mi ojo izquierdo y preferí seguir al grupo que salía a buscar la fulana flor para el mejunje -Sí sí, mejor ir a confiar con ustedes que quedarme a escuchar miauyadas- Dije mientras me apuraba tras el grupo.
Y justo cuando parecía que el rarómetro había llegado a su límite, la cosa se puso más extraña cuando Vincent comenzó a pelear con la nada argumentando que había un mosntruo rosa -Pobrecito, seguro está bajos los efectos de algún alucinógeno de baja calidad- Expliqué en tono presumido y seguro -Tal vez a causa de la comida de los gatos, por suerte ese tipo de cosas no afectan mi mente superior- Le dije al rinoceronte alado de burbujas púrpura sobre el que me encontraba volando sobre los picos de Dundarak.
De pronto estaba riendo como si no hubiera mañana, y es que claro, el rinoceronte se daba nalgadas y meneaba la cola mientras volaba, además había muchos Vincents dando vueltas alrededor en forma de nubes rosadas -A ver, creo que algo no encaja aquí- Fue lo último que dije antes de caer inconsciente durante un rato.
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
- Claro. ¿Tú no? Respondió Amy a la muchachita rubia y empapada de bebida, frunciendo el ceño. No por enfado ni nada parecido, sino por quedar anonadada ante la acusación de estar hecha de metal. Pues claro que estaba hecha de metal. Como todo el mundo, ¿no? Era lo normal para ella. Había sido de metal toda su vida… por lo menos toda la vida que recordaba, que no era mucha, la verdad. Estaba así cuando llegué. Tuvo que cambiar rápidamente el sujeto de la cuestión cuando, para su mala suerte, apareció Axel el brujo del bosque, y el gentío comenzó a fijarse en el minúsculo monigote alado que seguía dando tumbos, chorreando ponche a borbotones. La bio-cibernética estaba tan preocupada que ni siquiera le saludó.
Normalmente un cadáver más o un cadáver menos no suponía mucho en los tiempos que corrían, pero (en la cabeza de Amy) si alguien descubría de dónde provenía el cuerpo del delito, en seguida lo relacionarían con ella, y probablemente le prohibirían poder beber bebidas espirituosas lo que quedaba de Midsumaeso… como se diga, no se acordaba ya. Eso si que no. Todo menos el licor. Con una fuerza y determinación renovadas se dispuso a dar la mejor explicación y más convincente que habían recitado nunca. Sin embargo, la chica dragón de agua llegó a trompicones sujetando otro muerto en las manos.
Amy respiró aliviada. Resultaba mucho más sencillo con un cómplice del crimen, así podrían repartirse algo de culpa… O… podría culpar a su amiga de todo y salirse de rositas… No. Sacudió la cabeza, apartando los malos pensamientos. ¿Desde cuándo se había convertido en un monstruo como Arvid el vampiro? Ella no era así. Lo achacaba al ponche, aunque no hubiese probado ni una gota todavía. Igual no era mala idea dejarlo ahora que podía. A lo mejor el accidente con la chica era una señal divina para que no se perdiera en una adicción nociva.
Demasiadas vueltas le daba al asunto en la cabeza, hasta que se mencionó el nombre de esos pequeños y difuntos seres en varias ocasiones. Un. Pis. ¿Qué? Jamás había escuchado algo semejante, pero todos los allí presentes parecían empeñados en salvar a las “hadas” a toda costa. Amy los observaba extrañada, tanto a piskies como a personas, percibiendo los pequeños detalles que antes se le habían pasado por alto. Daba la impresión de tratarse de una materia sumamente importante, así que se vio casi obligada a preguntar.
- ¿Qué le pasa a tu pelo? Le preguntó a su compañera escamosa. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Hasta el menos pintado llevaba flores en el pelo: Ava, el grandullón de metal, la rana… Incluso la cabra. ¿Por qué ella no? Era culpa del ponche, tenía que serlo. La había cegado. Es muy bonito. Yo también quiero.Pero antes de poder ahondar en el tema, un enjambre de criaturas aladas y furiosas a partes iguales empezaron a vociferarle a la pobre muchacha rubia, la cual había adoptado a una de esas mismas criaturas como mascota. Amy levantó las manos inconscientemente, guiada por esa sensación amarga de culpabilidad que aún la invadía. Quería evitar la brutalidad policial de cualquier manera.
Menos mal que aquella chica con la que había chocado estaba hecha de jengibre y buenas intenciones. Era todo un cacho de pan que les devolvió a los seres albinos y alados su amigo perjudicado. Ya no tendría que ir a buscar lo que Axel le había dicho de ir a buscar y el día -noche- estaba salvado. Bravo. Incluso su compañero barbudo, viejuno y achacoso lo celebraba con una pequeña carrera de la victoria hasta la hoguera, siguiendo a los piskies que se llevaban su corona al grito de “al ladrón”, dejando medio plantado al afable robotito que se le presentaba y ofrecía ayuda. Final feliz… Un momento. Sabía lo importante que era esa corona para su camarada lobo, y es que Amy no recordaba muy bien las palabras, pero sí los sentimientos. Con un chasquido metálico, desfiguró sendos brazos para hacer brotar una cuchilla de cada uno y, acto seguido, salió en persecución de aquellos bichejos de mano larga sin mediar palabra.
La bio-cibernética dio su máximo esfuerzo en darles caza, pero los piskies eran tan escurridizos y sorprendentemente rápidos que no tardaron ni un minuto en darle esquinazo. Amy acabó perdida en mitad de una congregación de gente que cantaba, reía y bebía cerca de la pira central. Pocos reparaban en las armas de sus brazos… tampoco es que destacase mucho por su altura, y la multitud estaba más a su rollo que otra cosa. La chica biónica miraba a izquierda y derecha, apretando el entrecejo, sin poder seguirles la pista a los malhechores. Simplemente habían desaparecido.
Despistada como iba, se dio de bruces contra la espalda de algún escuchimizado asistente, quien no le prestó mayor atención, como si se tratara de la picadura de un mosquito veraniego. Al susodicho se le cayó una bolsita al suelo; se le había desatado el cordel que la mantenía sujeta y oculta bajo sus ropajes. Amy la recogió, curiosa y dispuesta a devolvérsela a su dueño, pero este ya se había perdido al son de la música en la pista de baile improvisada, cual ratita atraída por el flautista de Hamelín. Respetando siempre la privacidad e intimidad ajena, la bio-cibernética abrió la bolsa y comprobó como en su interior sólo había unas cuantas hojas mezcladas con trozos de tallos espinosos, las cuales tenían un olor peculiar y desprendían una especie de polvillo. Comida para Axel, pensó, a quien le gustaba mucho todo lo verde.
Ya se la daría luego al mozo si se lo volvía a encontrar o se acordaba de buscarlo. Ahora tenía mayores problemas de los que preocuparse y ocuparse, por lo que se guardó el saquito en el cinto y continuó con su pesquisa de la corona del rey del bosque.
No daba crédito. Fue llegar a un recodo algo más apartado de la muchedumbre, alejado del ruido y la luz que proyectaba el fuego de la campa, cuando los avistó revoloteando en la lejanía. Parecía que quisieran ser encontrados, esos malditos piskies, medio envueltos en la silenciosa penumbra nocturna, pero sin esconderse por completo.
El que sujetaba la corona del brujo lobo volaba casi a ras del suelo y Amy no quiso desaprovechar la oportunidad. Envainó las cuchillas de sus brazos -no creía necesitarlas- y emprendió una carrerilla ágil, aunque sigilosa, hasta que estuvo tan cerca de la corona que por poco no podía saborearla. Hop. Realizó un brinco digno de gimnasta olímpica (paralímpica, mejor dicho) que el bichejo alado esquivó en el último momento alzando el vuelo, como si lo esperase, moviendo la corona a modo de muleta, entonando un sonoro OLÉ de torero.
Durante el salto, la bio-cibernética pudo observar a cámara lenta como las criaturas le hacían muecas juguetonas, sacando la lengua y estirándose el párpado inferior de los ojos con el dedo, antes de precipitarse a un agujero impecablemente confeccionado en el suelo, bastante profundo, y camuflado con follaje y tierra para disimularlo de las miradas indiscretas. Había caído de lleno en la trampa y ahora estaba atrapada en la boca del lobo, sometida a las burlas y carcajadas de los piskies. Al final tanto golpe le iba a pasar factura y encima muy probablemente se perdería lo que quedaba de fiesta… y de ponche. Ayuda, policía.
-
Off: no se si cuenta legalmente como una cosecha tradicional, pero me agencio un poco de zarzabrasa para ayudarme a superar los días más tristes. Sigo también las andanzas con la rana (y sus amigos), la pez y el lobo.
Normalmente un cadáver más o un cadáver menos no suponía mucho en los tiempos que corrían, pero (en la cabeza de Amy) si alguien descubría de dónde provenía el cuerpo del delito, en seguida lo relacionarían con ella, y probablemente le prohibirían poder beber bebidas espirituosas lo que quedaba de Midsumaeso… como se diga, no se acordaba ya. Eso si que no. Todo menos el licor. Con una fuerza y determinación renovadas se dispuso a dar la mejor explicación y más convincente que habían recitado nunca. Sin embargo, la chica dragón de agua llegó a trompicones sujetando otro muerto en las manos.
Amy respiró aliviada. Resultaba mucho más sencillo con un cómplice del crimen, así podrían repartirse algo de culpa… O… podría culpar a su amiga de todo y salirse de rositas… No. Sacudió la cabeza, apartando los malos pensamientos. ¿Desde cuándo se había convertido en un monstruo como Arvid el vampiro? Ella no era así. Lo achacaba al ponche, aunque no hubiese probado ni una gota todavía. Igual no era mala idea dejarlo ahora que podía. A lo mejor el accidente con la chica era una señal divina para que no se perdiera en una adicción nociva.
Demasiadas vueltas le daba al asunto en la cabeza, hasta que se mencionó el nombre de esos pequeños y difuntos seres en varias ocasiones. Un. Pis. ¿Qué? Jamás había escuchado algo semejante, pero todos los allí presentes parecían empeñados en salvar a las “hadas” a toda costa. Amy los observaba extrañada, tanto a piskies como a personas, percibiendo los pequeños detalles que antes se le habían pasado por alto. Daba la impresión de tratarse de una materia sumamente importante, así que se vio casi obligada a preguntar.
- ¿Qué le pasa a tu pelo? Le preguntó a su compañera escamosa. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Hasta el menos pintado llevaba flores en el pelo: Ava, el grandullón de metal, la rana… Incluso la cabra. ¿Por qué ella no? Era culpa del ponche, tenía que serlo. La había cegado. Es muy bonito. Yo también quiero.Pero antes de poder ahondar en el tema, un enjambre de criaturas aladas y furiosas a partes iguales empezaron a vociferarle a la pobre muchacha rubia, la cual había adoptado a una de esas mismas criaturas como mascota. Amy levantó las manos inconscientemente, guiada por esa sensación amarga de culpabilidad que aún la invadía. Quería evitar la brutalidad policial de cualquier manera.
Menos mal que aquella chica con la que había chocado estaba hecha de jengibre y buenas intenciones. Era todo un cacho de pan que les devolvió a los seres albinos y alados su amigo perjudicado. Ya no tendría que ir a buscar lo que Axel le había dicho de ir a buscar y el día -noche- estaba salvado. Bravo. Incluso su compañero barbudo, viejuno y achacoso lo celebraba con una pequeña carrera de la victoria hasta la hoguera, siguiendo a los piskies que se llevaban su corona al grito de “al ladrón”, dejando medio plantado al afable robotito que se le presentaba y ofrecía ayuda. Final feliz… Un momento. Sabía lo importante que era esa corona para su camarada lobo, y es que Amy no recordaba muy bien las palabras, pero sí los sentimientos. Con un chasquido metálico, desfiguró sendos brazos para hacer brotar una cuchilla de cada uno y, acto seguido, salió en persecución de aquellos bichejos de mano larga sin mediar palabra.
La bio-cibernética dio su máximo esfuerzo en darles caza, pero los piskies eran tan escurridizos y sorprendentemente rápidos que no tardaron ni un minuto en darle esquinazo. Amy acabó perdida en mitad de una congregación de gente que cantaba, reía y bebía cerca de la pira central. Pocos reparaban en las armas de sus brazos… tampoco es que destacase mucho por su altura, y la multitud estaba más a su rollo que otra cosa. La chica biónica miraba a izquierda y derecha, apretando el entrecejo, sin poder seguirles la pista a los malhechores. Simplemente habían desaparecido.
Despistada como iba, se dio de bruces contra la espalda de algún escuchimizado asistente, quien no le prestó mayor atención, como si se tratara de la picadura de un mosquito veraniego. Al susodicho se le cayó una bolsita al suelo; se le había desatado el cordel que la mantenía sujeta y oculta bajo sus ropajes. Amy la recogió, curiosa y dispuesta a devolvérsela a su dueño, pero este ya se había perdido al son de la música en la pista de baile improvisada, cual ratita atraída por el flautista de Hamelín. Respetando siempre la privacidad e intimidad ajena, la bio-cibernética abrió la bolsa y comprobó como en su interior sólo había unas cuantas hojas mezcladas con trozos de tallos espinosos, las cuales tenían un olor peculiar y desprendían una especie de polvillo. Comida para Axel, pensó, a quien le gustaba mucho todo lo verde.
Ya se la daría luego al mozo si se lo volvía a encontrar o se acordaba de buscarlo. Ahora tenía mayores problemas de los que preocuparse y ocuparse, por lo que se guardó el saquito en el cinto y continuó con su pesquisa de la corona del rey del bosque.
No daba crédito. Fue llegar a un recodo algo más apartado de la muchedumbre, alejado del ruido y la luz que proyectaba el fuego de la campa, cuando los avistó revoloteando en la lejanía. Parecía que quisieran ser encontrados, esos malditos piskies, medio envueltos en la silenciosa penumbra nocturna, pero sin esconderse por completo.
El que sujetaba la corona del brujo lobo volaba casi a ras del suelo y Amy no quiso desaprovechar la oportunidad. Envainó las cuchillas de sus brazos -no creía necesitarlas- y emprendió una carrerilla ágil, aunque sigilosa, hasta que estuvo tan cerca de la corona que por poco no podía saborearla. Hop. Realizó un brinco digno de gimnasta olímpica (paralímpica, mejor dicho) que el bichejo alado esquivó en el último momento alzando el vuelo, como si lo esperase, moviendo la corona a modo de muleta, entonando un sonoro OLÉ de torero.
Durante el salto, la bio-cibernética pudo observar a cámara lenta como las criaturas le hacían muecas juguetonas, sacando la lengua y estirándose el párpado inferior de los ojos con el dedo, antes de precipitarse a un agujero impecablemente confeccionado en el suelo, bastante profundo, y camuflado con follaje y tierra para disimularlo de las miradas indiscretas. Había caído de lleno en la trampa y ahora estaba atrapada en la boca del lobo, sometida a las burlas y carcajadas de los piskies. Al final tanto golpe le iba a pasar factura y encima muy probablemente se perdería lo que quedaba de fiesta… y de ponche. Ayuda, policía.
-
Off: no se si cuenta legalmente como una cosecha tradicional, pero me agencio un poco de zarzabrasa para ayudarme a superar los días más tristes. Sigo también las andanzas con la rana (y sus amigos), la pez y el lobo.
Última edición por Amy el Mar Jun 30 2020, 11:50, editado 1 vez
Amy
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Amy' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
- Toma Rauko:
Rauko siempre había sido tan…¿transparente? No estaba completamente segura, hacía tiempo que no hablaban de verdad, su pequeño problema en Sandorai no había dejado mucho margen para conversar, por lo que su última charla se remontaba un poco más atrás en el tiempo. Mucho tiempo, ahora que lo pensaba, y tampoco se habían conocido tan bien.
No se acordaba de ella. No pasaba nada. Empezaba a acostumbrarse, ya casi ni le importaba. O eso se decía a su misma. Pero daba igual, ese era un problema para el futuro, así que lo apartó de su mente. Con su problema con los driopes solucionado, tuvieron un momento de calma mientras el dragón se desvanecía y Banbaro volvía a su peluche con un bostezo. Suspiró, mirando al cielo, hacia las risas de los piskies que recorrían el lugar, sin duda tras haber hecho alguna travesura. Se los imaginó con una magdalena más grande que ellos, huyendo de un panadero con un rodillo en la mano.
Pero antes de que Rauko hablara, ya sabía que se habían fijado en ellos, sus miradas fijas en ellos en vez de pasar de largo sin que los vieran. Y ella no era, estaba segura, no mientras estuviera quieta, aunque no pudo evitar un tic en el ojo cuando le echo la culpa. –Puede que si alguien no hubiera sacado un mega-dragón gélido, no se hubieran fijado.- dejo caer, mientras las primeras notas de la melodía.
Y pareció…funcionar, sorprendentemente bien la verdad, no se lo esperaba, pero unos cuantos piskies habían parado a escuchar el concierto en vez de hacer las travesuras habituales. No todos, pero un número considerable. Eso aun dejaba unos cuantos, y con el elfo concentrado, tendría que encargarse de ellos. –Vamos, salid a jugar.- dijo en un murmuro, extendiendo los brazos, de donde brotaron pequeñas motas de luz, como luciérnagas, que rápidamente crecieron en las formas deseadas. No piskies, no, eso solo traería problemas extra, quería reducir el número de hadas traviesas, no traer más. No, alguna otra cosa.
-Miawsummarblot.- murmuró, mientras las formas se estabilizaban en adorables gatitos flotantes, que se elevaron en el aire para recibir a sus nuevos amigos. Puede. Esperaba. No estaba segura de como reaccionarían los piskies a los gatos, pero sus espíritus estaban deseosos de salir, y había pocas oportunidades de hacerlo en un entorno tan tranquilo.
- Spoiler:
- Tiro runas, a ver si me agencio ese anillo
Valyria
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Valyria' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
De nuevo, mis brazos ardían. Apreté los dientes. Parecía que el éter del Oblivion era difícil de controlar incluso allí. No importaba. Algo me alertó, haciéndome girar levemente la cabeza.
Movimiento. Alguien se estaba arrastrando por el suelo. Olisqueé el aire. Un elfo, cerca de donde había impactado aquel meteorito. Se estaba curando a si mismo. Avancé hacia él lentamente. En cuanto me vio, empezó a tantear a su alrededor mientras retrocedía, buscando un arma.
No encontró más que carne chamuscada. Pisé su mano, apoyando todo mi peso sobre ella. Su otra mano intentó sacarme de encima o desequilibrarme. Nova la atravesó, uniendo sus brazos y quemandolos lentamente. El tipo grito algo en élfico. Sonaba a una maldición.
Típico.
-Los elfos solo servís para dos cosas. Curar heridas y quejaros.- dije, esbozando media sonrisa. -Al menos cumplirás tu cometido.-
-Nadie te curará a ti, demonio.- masculló, mirándome con un absoluto desprecio entre todo su dolor. -Antes morir.-
-No lo estaba pidiendo.- sonreí.
Alcé a Nova y la ensarté en su pecho, provocando otro grito de su parte. En cuanto la hoja se cubrió de sangre, la energía de aquel pobre desgraciado empezó a fluir por mis brazos, aliviando las quemaduras en cuestión de segundos. Después, retiré la espada y atravesé su cuello, poniendo fin a sus quejidos tras unos instantes.
El fuego no tardó en consumir su cuerpo. Me mantuve a la espera, con un oído alerta. Nadie más iba a venir. Nadie los salvaría, al menos, no ese día.
No había nadie para hacerlo. Los Centinelas habían sido traicionados, y los "héroes" no eran más que unos patéticos cobardes e impostores. Ninguno tenía lo necesario para hacerme frente. El resto no era muy distinto a ellos. Hiciese lo que hiciese, no tendría oposición significativa.
Caminé hasta el centro del campamento, quedándome a unos pasos del cráter que antes había sido una hoguera. Y entonces, alcé a Nova ante mi, y liberé toda la magia que me rodeaba. Un gigantesco estallido de fuego azul cubrió toda la zona, expandiendo aún más las llamas y borrando cualquier rastro de los cadáveres cercanos. Con ello, las llamas que imbuían mi cuerpo desaparecieron. [1]
Sonreí. Aquello me había hecho sentir... bien. Era hora de que alguien les enseñase cual era su lugar. Tras un último vistazo a las ruinas, alcé la capucha de mi capa y desaparecí, volviéndome invisible mientras abandonaba aquel lugar. [2]
No sería el último.
Syl suspiró, dejándose caer sobre la hierba.
Había vuelto al Templo en los bosques del este. Los totems le observaban desde las alturas, aún grandes y majestuosos. Rakfyr no los había descuidado. Pero el tigre no estaba allí en ese momento.
La conversación con el tigre sería incómoda. Syl sopesó la pequeña bolsa de polvo que Asher le había dejado. Lo mejor sería usarla en cuanto se acercase. No quería tener una conversación con el chamán cuando aún no le recordaba. Tan solo la idea le incomodaba.
Aseguró su máscara por quinta vez, comprobando que no mostraba ninguna parte de su rostro. Se maldijo a si mismo por estar tan nervioso, e intentó recordar lo que sabía. Meditación alerta. Se irguió ligeramente y respiró hondo. No era lo mismo si no sentía la hierba bajo él y el viento en su rostro, pero era algo.
Afinó su oído, moviendo las orejas con cada ruido que le rodeaba. No había mucho: aquella era una noche tranquila. Tan solo el ligero mecer de las ramas, el sonido de insectos en la oscuridad, y...
Pasos. Firmes y calmados. Syl se levantó, pero fue agachándose poco a poco mientras se acercaba al extremo del claro de donde venía el tigre. El gato se ocultó entre los árboles, y en cuanto se acercó lo suficiente, saltó hacia el tigre, quedándose delante de él y arrojando el polvo hacia su rostro. [3] El tigre soltó lo que llevaba en brazos y se puso en guardia, pero no pudo evitar el "ataque". Tras toser levemente y apartarse, trató de mirar hacia su asaltante.
-Soy Syl.- dijo el gato. -Syl. Recuérdame.-
Rakfyr se quedó dudando unos segundos y pestañeó, sorprendido. Y entonces, bajó la guardia.
-Espíritus...- suspiró el tigre. Se acercó a Syl, y entonces, le abrazó. El ballestero se quedó quieto unos segundos antes de corresponder al abrazo. -¿Que ha pasado? Creía que habías muerto...-
El gato se quedó callado. Era difícil encontrar las palabras adecuadas.
-Asher y yo fuimos a Sandorai. ¿Lo recuerdas?- comenzó. El tigre frunció ligeramente el ceño.
-¿Quien es Asher?-
[1] Habilidad: Liberación
[2] Objeto: Capa de Invisibilidad
[3] Objeto consumible: Polvo del Recuerdo
Movimiento. Alguien se estaba arrastrando por el suelo. Olisqueé el aire. Un elfo, cerca de donde había impactado aquel meteorito. Se estaba curando a si mismo. Avancé hacia él lentamente. En cuanto me vio, empezó a tantear a su alrededor mientras retrocedía, buscando un arma.
No encontró más que carne chamuscada. Pisé su mano, apoyando todo mi peso sobre ella. Su otra mano intentó sacarme de encima o desequilibrarme. Nova la atravesó, uniendo sus brazos y quemandolos lentamente. El tipo grito algo en élfico. Sonaba a una maldición.
Típico.
-Los elfos solo servís para dos cosas. Curar heridas y quejaros.- dije, esbozando media sonrisa. -Al menos cumplirás tu cometido.-
-Nadie te curará a ti, demonio.- masculló, mirándome con un absoluto desprecio entre todo su dolor. -Antes morir.-
-No lo estaba pidiendo.- sonreí.
Alcé a Nova y la ensarté en su pecho, provocando otro grito de su parte. En cuanto la hoja se cubrió de sangre, la energía de aquel pobre desgraciado empezó a fluir por mis brazos, aliviando las quemaduras en cuestión de segundos. Después, retiré la espada y atravesé su cuello, poniendo fin a sus quejidos tras unos instantes.
El fuego no tardó en consumir su cuerpo. Me mantuve a la espera, con un oído alerta. Nadie más iba a venir. Nadie los salvaría, al menos, no ese día.
No había nadie para hacerlo. Los Centinelas habían sido traicionados, y los "héroes" no eran más que unos patéticos cobardes e impostores. Ninguno tenía lo necesario para hacerme frente. El resto no era muy distinto a ellos. Hiciese lo que hiciese, no tendría oposición significativa.
Caminé hasta el centro del campamento, quedándome a unos pasos del cráter que antes había sido una hoguera. Y entonces, alcé a Nova ante mi, y liberé toda la magia que me rodeaba. Un gigantesco estallido de fuego azul cubrió toda la zona, expandiendo aún más las llamas y borrando cualquier rastro de los cadáveres cercanos. Con ello, las llamas que imbuían mi cuerpo desaparecieron. [1]
Sonreí. Aquello me había hecho sentir... bien. Era hora de que alguien les enseñase cual era su lugar. Tras un último vistazo a las ruinas, alcé la capucha de mi capa y desaparecí, volviéndome invisible mientras abandonaba aquel lugar. [2]
No sería el último.
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Syl suspiró, dejándose caer sobre la hierba.
Había vuelto al Templo en los bosques del este. Los totems le observaban desde las alturas, aún grandes y majestuosos. Rakfyr no los había descuidado. Pero el tigre no estaba allí en ese momento.
La conversación con el tigre sería incómoda. Syl sopesó la pequeña bolsa de polvo que Asher le había dejado. Lo mejor sería usarla en cuanto se acercase. No quería tener una conversación con el chamán cuando aún no le recordaba. Tan solo la idea le incomodaba.
Aseguró su máscara por quinta vez, comprobando que no mostraba ninguna parte de su rostro. Se maldijo a si mismo por estar tan nervioso, e intentó recordar lo que sabía. Meditación alerta. Se irguió ligeramente y respiró hondo. No era lo mismo si no sentía la hierba bajo él y el viento en su rostro, pero era algo.
Afinó su oído, moviendo las orejas con cada ruido que le rodeaba. No había mucho: aquella era una noche tranquila. Tan solo el ligero mecer de las ramas, el sonido de insectos en la oscuridad, y...
Pasos. Firmes y calmados. Syl se levantó, pero fue agachándose poco a poco mientras se acercaba al extremo del claro de donde venía el tigre. El gato se ocultó entre los árboles, y en cuanto se acercó lo suficiente, saltó hacia el tigre, quedándose delante de él y arrojando el polvo hacia su rostro. [3] El tigre soltó lo que llevaba en brazos y se puso en guardia, pero no pudo evitar el "ataque". Tras toser levemente y apartarse, trató de mirar hacia su asaltante.
-Soy Syl.- dijo el gato. -Syl. Recuérdame.-
Rakfyr se quedó dudando unos segundos y pestañeó, sorprendido. Y entonces, bajó la guardia.
-Espíritus...- suspiró el tigre. Se acercó a Syl, y entonces, le abrazó. El ballestero se quedó quieto unos segundos antes de corresponder al abrazo. -¿Que ha pasado? Creía que habías muerto...-
El gato se quedó callado. Era difícil encontrar las palabras adecuadas.
-Asher y yo fuimos a Sandorai. ¿Lo recuerdas?- comenzó. El tigre frunció ligeramente el ceño.
-¿Quien es Asher?-
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[1] Habilidad: Liberación
[2] Objeto: Capa de Invisibilidad
[3] Objeto consumible: Polvo del Recuerdo
Asher Daregan
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Las cosas en la hoguera parecían estar animándose. De los últimos momentos para ahora, las carcajadas habían sido más, y más sonoras.
Vi la cerveza y el queso en mis manos, y con un suspiro empecé a deshacer la pequeña bolsa que cargaba. Esto me recordaba cuentas pendientes, necesitaba comprar un bolso más grande ahora que no podía contar tanto con la arcilla como segunda bolsa.
Con el poco dinero que tenía y todo lo que pensaba eran gastos y más gastos. Guardé el queso para más tarde, y la cerveza me la tomé casi toda de un golpe, sacándome el yelmo antes a ojos cerrados para volvérmelo a poner.
—Oh, heey. Eres bastante más joven de lo que pensaba.
¿Era conmigo?
—Los elfos la tienen fácil —sentí algo rozándome levemente un brazo, y escuché lo que debía ser una silla arrastrada. Sí, lo era—. Capaz y tienes como doscientos y ahí, sin arrugas, no como uno que es humano humano.
—Tengo… —pausé unos segundos, mi cumpleaños vino y fue sin que lo notase—. Veinticuatro.
—¡Oh! Esa edad.
¿Esa edad?
—¿Y eso qué’tas aquí apartado? Si todos los muchachos están de zánganos para la hoguera.
—Pu-
—Ah, es que no rimas.
—… —volteé hacia donde me imaginaba que estaba sentado, indignado. Suspiré suavemente y negué con la cabeza, no ganaba nada probando lo contrario en cualquier caso.
Y el hombre tenía razón a cierto nivel. Un par de rimas, sí, ¿quién no? Pero de ahí a lo que debían estar soltando los demás en la hoguera había un buen trecho.
—Hm —carraspeó—, ¿y… eso?
—¿Qué?
—Eso, la armadura y el arma. No se ve la heráldica de na’, no eres un guardia… mercenario supongo, a menos de que seas de éstas personas que roban equipo de tumbas o de soldados muertos. Eso es malo chico, luego vuelven molestos, y como se enteren que fuiste tú…
—Ah. No hago eso —negué con la cabeza—, lo compre todo.
Continué charlando con el hombre, con más ganas después de un rato de hablar. Era una de esas personas que hablan y no se callan y no se van; pero eso no era decir que fuese malo. Eventualmente salió el tema del porque estaba allí, si no era para ser zángano ni jartarme de comida.
Descansar un poco. Eso y buscar alguna planta curativa, aunque allí, sentado y hablando, no podía decir que estuviese haciendo mucho la parte de “buscar”.
Mi conocimiento tampoco daba mucho apoyo para eso. Sabía de varias plantas, pero de una manera: “si me como esto no voy a morir envenenado” y “si le pongo esto la comida va a saber rico”. «Tal vez si como algo muy picante que me saqué lágrimas dejen de brillarme los ojos», pensé sarcásticamente en cuanto mi mente se desvió a la posibilidad de que esto se me quitase mordiendo matas para aliñar.
A mi extensa lista de gastos tendría que añadir comprar un par de libros con notas sobre plantas a algún apotecario o alquimista.
—¿Entonces estás diciendo qué eres un amargado callado qué no se divierte con otras personas de su edad ni termina de voltear a verme completamente y no se quita esa cosa de metal de la cabeza de noche porque no consigues una planta?
—Um —iba a decirle algo, pero desde su perspectiva debía lucir así—… supongo.
Una risa fuerte me alarmó por lo repentino. Al sentir una palmada pasada de pesada en la espalda supe que debía ser del mismo hombre. Casi abrí los ojos por reflejo, pero me limité a suspirar y esperar que pararse de reírse, cosa que estaba llevándose más segundos de lo esperado.
—Aish, haberlo dicho antes. Mi esposa y mis hijos se han pasado la noche recogiendo plantas, seguro no les importa si te paso una.
—No lo sé —musité, acariciándome el hombro que estoy seguro casi me saca de lugar—. Prefiero pagar por ellas si ese es el caso.
—Tsssk. Bueno como sea, si tú quieres tirar aeros tira aeros. Pero ya que te ofreces vamos, a escuchar esas rimas.
—¿Ah?
—¿Qué? ¡No iba a ser gratis! Hágame reír. Ustedes los jóvenes no aprecian que son jóvenes, pura espada, pura flecha, no sé porque las nuevas generaciones tratan tan mal a su cuerpo. Yo también fui mercenario en mis días… ¿has considerado la vida de granja? Es mucho mejor. El suelo no golpea de vuelta.
Sonreí para mí un poco. No golpea de vuelta, ¿eh?
Tenía mis dudas.
—Solo… una o dos —subí la mano, con el índice y el medio estirados—. Sin ánimos a ofender no sé si las plantas que recogiese tu familia ayuden a mi caso.
—No explicaste qué es pues, no soy adivino.
—Tienes razón. Es… que es difícil de explicar.
—Ajá señor condición misteriosa, bueno, pero apúrate —dijo. Una serie de risas impidió que me molestase en preguntar cuál era su prisa—, nos estamos perdiendo lo bueno.
Me puse de pie lentamente, pasando las manos alrededor de mi cintura para comprobar que llevaba allí las bolsitas por si todo salía mal. ¿Cuánto podía tardarme en tirar un par de tonterías? Poco, esperaba. Todavía quedaban horas de noche, así que si no tenían nada útil que comprarles, podía pasar el resto de las horas de oscuridad intentando dar con algo.
El camino hacia la hoguera trajo misma cuestión que me hacía cada vez que tenía que hacer esto: ¿cuánto tiempo iba a aguantar antes de cansarme? De ver al suelo, o no ver, o evitar con la mirada a todos. No es que viviese demasiado de la carpintería, pero hasta esa entrada la había perdido de alguna forma por esto.
Llegábamos a buen momento, aunque me mantuve escondido tras el tipo. Una mujer de la que tome apenas una ojeada y se me hizo más tinta que carne tocaba ágilmente, meneando suave rastas naranjas.
No podía decir que sus primeras palabras me animaran, con eso de que le tomó solo un par de segundos mencionar el bosque; pero pronto me hizo cierta gracia. Igual, me llamaban más la atención sus dedos sobre las cuerdas, casi sentía los míos acalambrarse con solo la idea de imitarla.
El hombre se estaba partiendo el soli... no, no solo. Había varia gente riéndose y aplaudiendo pasada la canción, aplausos de ovación y no de ritmo. Sonreí ladeando la cabeza un poco y aplaudí también, suave y lento, para resaltar menos. Estaba formulando aquello que yo soltaría cuando alguien se adelantó con una especie de inspiración divina. Una oda al… ¿vino?
Divina… vin-err. Negué con la cabeza, odiaba esto, era como una enfermedad contagiosa. Escuchaba a alguien rimar y luego intentaba pensar todo en verso. Vi de reojo al hombre; expectante. Me cubrí rápidamente con una mano y tosí, cerrando los ojos y dando un paso al frente.
Una mano sobre el cinturón, por sí tenía que echarle un polvo a alguien.
Vi la cerveza y el queso en mis manos, y con un suspiro empecé a deshacer la pequeña bolsa que cargaba. Esto me recordaba cuentas pendientes, necesitaba comprar un bolso más grande ahora que no podía contar tanto con la arcilla como segunda bolsa.
Con el poco dinero que tenía y todo lo que pensaba eran gastos y más gastos. Guardé el queso para más tarde, y la cerveza me la tomé casi toda de un golpe, sacándome el yelmo antes a ojos cerrados para volvérmelo a poner.
—Oh, heey. Eres bastante más joven de lo que pensaba.
¿Era conmigo?
—Los elfos la tienen fácil —sentí algo rozándome levemente un brazo, y escuché lo que debía ser una silla arrastrada. Sí, lo era—. Capaz y tienes como doscientos y ahí, sin arrugas, no como uno que es humano humano.
—Tengo… —pausé unos segundos, mi cumpleaños vino y fue sin que lo notase—. Veinticuatro.
—¡Oh! Esa edad.
¿Esa edad?
—¿Y eso qué’tas aquí apartado? Si todos los muchachos están de zánganos para la hoguera.
—Pu-
—Ah, es que no rimas.
—… —volteé hacia donde me imaginaba que estaba sentado, indignado. Suspiré suavemente y negué con la cabeza, no ganaba nada probando lo contrario en cualquier caso.
Y el hombre tenía razón a cierto nivel. Un par de rimas, sí, ¿quién no? Pero de ahí a lo que debían estar soltando los demás en la hoguera había un buen trecho.
—Hm —carraspeó—, ¿y… eso?
—¿Qué?
—Eso, la armadura y el arma. No se ve la heráldica de na’, no eres un guardia… mercenario supongo, a menos de que seas de éstas personas que roban equipo de tumbas o de soldados muertos. Eso es malo chico, luego vuelven molestos, y como se enteren que fuiste tú…
—Ah. No hago eso —negué con la cabeza—, lo compre todo.
Continué charlando con el hombre, con más ganas después de un rato de hablar. Era una de esas personas que hablan y no se callan y no se van; pero eso no era decir que fuese malo. Eventualmente salió el tema del porque estaba allí, si no era para ser zángano ni jartarme de comida.
Descansar un poco. Eso y buscar alguna planta curativa, aunque allí, sentado y hablando, no podía decir que estuviese haciendo mucho la parte de “buscar”.
Mi conocimiento tampoco daba mucho apoyo para eso. Sabía de varias plantas, pero de una manera: “si me como esto no voy a morir envenenado” y “si le pongo esto la comida va a saber rico”. «Tal vez si como algo muy picante que me saqué lágrimas dejen de brillarme los ojos», pensé sarcásticamente en cuanto mi mente se desvió a la posibilidad de que esto se me quitase mordiendo matas para aliñar.
A mi extensa lista de gastos tendría que añadir comprar un par de libros con notas sobre plantas a algún apotecario o alquimista.
—¿Entonces estás diciendo qué eres un amargado callado qué no se divierte con otras personas de su edad ni termina de voltear a verme completamente y no se quita esa cosa de metal de la cabeza de noche porque no consigues una planta?
—Um —iba a decirle algo, pero desde su perspectiva debía lucir así—… supongo.
Una risa fuerte me alarmó por lo repentino. Al sentir una palmada pasada de pesada en la espalda supe que debía ser del mismo hombre. Casi abrí los ojos por reflejo, pero me limité a suspirar y esperar que pararse de reírse, cosa que estaba llevándose más segundos de lo esperado.
—Aish, haberlo dicho antes. Mi esposa y mis hijos se han pasado la noche recogiendo plantas, seguro no les importa si te paso una.
—No lo sé —musité, acariciándome el hombro que estoy seguro casi me saca de lugar—. Prefiero pagar por ellas si ese es el caso.
—Tsssk. Bueno como sea, si tú quieres tirar aeros tira aeros. Pero ya que te ofreces vamos, a escuchar esas rimas.
—¿Ah?
—¿Qué? ¡No iba a ser gratis! Hágame reír. Ustedes los jóvenes no aprecian que son jóvenes, pura espada, pura flecha, no sé porque las nuevas generaciones tratan tan mal a su cuerpo. Yo también fui mercenario en mis días… ¿has considerado la vida de granja? Es mucho mejor. El suelo no golpea de vuelta.
Sonreí para mí un poco. No golpea de vuelta, ¿eh?
Tenía mis dudas.
—Solo… una o dos —subí la mano, con el índice y el medio estirados—. Sin ánimos a ofender no sé si las plantas que recogiese tu familia ayuden a mi caso.
—No explicaste qué es pues, no soy adivino.
—Tienes razón. Es… que es difícil de explicar.
—Ajá señor condición misteriosa, bueno, pero apúrate —dijo. Una serie de risas impidió que me molestase en preguntar cuál era su prisa—, nos estamos perdiendo lo bueno.
Me puse de pie lentamente, pasando las manos alrededor de mi cintura para comprobar que llevaba allí las bolsitas por si todo salía mal. ¿Cuánto podía tardarme en tirar un par de tonterías? Poco, esperaba. Todavía quedaban horas de noche, así que si no tenían nada útil que comprarles, podía pasar el resto de las horas de oscuridad intentando dar con algo.
El camino hacia la hoguera trajo misma cuestión que me hacía cada vez que tenía que hacer esto: ¿cuánto tiempo iba a aguantar antes de cansarme? De ver al suelo, o no ver, o evitar con la mirada a todos. No es que viviese demasiado de la carpintería, pero hasta esa entrada la había perdido de alguna forma por esto.
Llegábamos a buen momento, aunque me mantuve escondido tras el tipo. Una mujer de la que tome apenas una ojeada y se me hizo más tinta que carne tocaba ágilmente, meneando suave rastas naranjas.
No podía decir que sus primeras palabras me animaran, con eso de que le tomó solo un par de segundos mencionar el bosque; pero pronto me hizo cierta gracia. Igual, me llamaban más la atención sus dedos sobre las cuerdas, casi sentía los míos acalambrarse con solo la idea de imitarla.
El hombre se estaba partiendo el soli... no, no solo. Había varia gente riéndose y aplaudiendo pasada la canción, aplausos de ovación y no de ritmo. Sonreí ladeando la cabeza un poco y aplaudí también, suave y lento, para resaltar menos. Estaba formulando aquello que yo soltaría cuando alguien se adelantó con una especie de inspiración divina. Una oda al… ¿vino?
Divina… vin-err. Negué con la cabeza, odiaba esto, era como una enfermedad contagiosa. Escuchaba a alguien rimar y luego intentaba pensar todo en verso. Vi de reojo al hombre; expectante. Me cubrí rápidamente con una mano y tosí, cerrando los ojos y dando un paso al frente.
Una mano sobre el cinturón, por sí tenía que echarle un polvo a alguien.
Vi abajo, y tenía el mundo al frente
Con la boca decidí explorar besando
Sus valles, llanuras y montes
Y le dije, "prometo estar siempre a tu lado"
"Pero si no te molesta,
"También me gustaría estar debajo"
Que nada pasaba, pero que tomase ya la puerta
Porque no daba para abajo con mi amigo cabizbajo
La siguiente mañana más de lo mismo esperaba
Pero el cielo se enojo conmigo, llamándome baldío
Porque lo que tantas noches como ayer nos unió
Hoy nos-se-paraba.
No se lamenten por mi historia
No es tan triste al final del día
Porque todas esas rimas
Hablaban de mi... ¿prima?
¿A eso me llevaste, cerebro? Tosí apenado y me di vuelta, viendo por una fracción de segundo al sujeto. No se reía, pero sonreía.
—¿Suficiente?
—Un par más y los buscamos.
Suspiré. El oír mejores rimas no hacían esto tan teriblemente malo.
—Bien. Está bien.
_________________________________
Menciono a Twisty y a Capi Werner.
Y d-de nada, Raukito *llora muerto de envidia porque el no tiene un upelero precioso*
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Honorable
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
- tff…. Aff…
Te tengo desgraciada… ven para ac…
Eres una porfiada, deja que te… grrr… toma est…
¡Te tengo! Ahora si quedaste inmóvil. Aunque no lo parezca, mis nudos son los mejores que una lechuza de un metro puede hacer. Ahora veamos… bien, el nudo no deja que se separe…
Bien, terminé el aro. Ahora, cómo colocar las flores…
Quizás se estarán preguntando cómo llegué aquí, o qué estoy haciendo. Pues, a decir verdad, no hay un gran misterio, había comida y alcohol gratis (supongo, o Agatha estará pagando todo esto), y la verdad es que la vida de detective no te deja mucho, sobre todo si tu asistente acompañante le encanta renovar su armario con ropas nuevas para mantenerse al día en la moda. Entonces, cada evento en donde podía prescindir de mis gastos, y además colgar mi sombrero de detective, era bienvenido.
Pero toda historia tiene un “pero”, y el “pero” de esta historia tenía que ver con las coronas de flores que la gente hacía y vestía en sus cabeza. O más bien específicamente, que muchas mujeres vestían en sus cabezas. Algunas parecían animadas, tanto las pequeñas que creían que era un regalo maravilloso como las adultas que estaban maravilladas que sus novios les hicieran coronas de flores.
Y ya creo que pueden saber por donde va mi línea de pensamiento.
Creo que habré pasado la primera hora intentando formar un aro con algunas raíces largas para formar una base sólida en donde colocar las flores. Había pasado una hora antes intentando hacerlo sin el arco y colocando las raíces de las flores entre si, solo para descubrir que salían disparadas para todos lados y la frescura de las raíces recién cortadas impedía que se mantuvieran quietas por un segundo.
- Necesitas una base que haga de corona para que las flores se amolden.
- Ah, así se hac-- Ey, ¡sin mirar!
- Bueno, bueno, no miro.
Sabía que tenía una sonrisa presumida detrás de mi (y cuando giré mi cabeza como la lechuza que era descubrí que efectivamente era así), pero eso no quitaba que era buen plan. Decidí durante la siguiente hora hacer la corona con raíces, pero el carecer de pulgares, como sabrán, es una de las mayores dificultades para su humilde servidor. Me caí de la mesa varias veces, dije algunos insultos de alta consideración (del tipo donde las madres salen espantadas tapando las orejas a sus hijos), pero luego de usar mis garras y mi boca para ordenar las raíces, enrollándolas entre si y haciendo un nudo con las puntas, logré hacer algo al respecto.
No sabía que lo más difícil, colocar las flores, requería más habilidad y paciencia de lo que requería. Pasó otra hora en la que pude sentir como cada fibra de mi cuerpo quería explotar, lanzar sillas por las ventanas, romper los platos, los sillones, destrozar cada pieza de arquitectura del lugar… y casi sentía que tenía la fuerza para conseguir eso.
Al final pude enrollar 5 flores antes de perder el resto de las flores en intentos (y en rabietas), alcanzando a cubrir la mitad de la corona.
- … bueno, fue lo mejor que pude hacer.
A falta de extremidades para usar para apoyar mi cabeza, simplemente la dejé caer en la mesa y me quedé mirando aquella cosa que terminó siendo. Probablemente debí haberle pedido a alguien que me ayudara, que la hiciera, o por último alguien que pudiera darme un par de manos con pulgares de manera momentánea. No tenía realmente problemas con ser una lechuza, pero era en estos momentos en que odiaba el que no pudiera hacer cosas con mis manos. Me hubiera gustado haber podido hacer algo, habérselo regalado y ver su cara de sorpresa, que fuera feliz con algo que hice con mi propio esfuerzo. Al final, quedé con este… esperpento de corona.
Fue entonces cuando sus delicadas manos, cubiertas con guantes de seda, tomaron el artefacto y acarició los pétalos de este.
- Lo siento, lo intent--
Siquiera pude terminar de decir algo cuando sus brazos redondearon mi (en sus palabras) rechoncho cuerpo en un abrazo fuerte mientras me sentaba en sus piernas. Y no solo eso, su rostro se pegó a mi cabeza, acariciandola con sus suaves y delicadas mejillas.
- Lo intentaste, diste todo lo que podías hacer, lo sé. Y pudiste haberle pedido a otra persona ayuda o que te lo hiciera, lo sé – apoyando su mentón en mi cabeza, cerró su abrazo pegando su cuerpo contra el mío – El que hicieras algo para mi, con todo en contra, me basta y sobra para amarlo y apreciarlo con todo mi corazón.
Créanme cuando les digo que una lechuza puede volverse rojo como tomate, las plumas ocultarán la vergüenza y el tinte rojizo, pero cuando conoces a una te das cuenta de inmediato. Y la sonrisa de Agatha no se hacía esperar al sentir mi reacción.
- Toqué un centro nervioso de vergüenza, ¿verdad?
- … algo.
- ¿Que te parece si nos vamos a un cuarto a solas y...?
No pudo comenzar a describir lo que su imaginación dictaba cuando algo nos detuvo: unos llantos de una niña. No muy lejos de aquí, una pequeña que no superaba los 10 años de edad dejaba que sus lágrimas se derramaran por su rostro, intentando en vano calmarlas, más su acongojo le impedía aquel trabajo.
Y casi como si fuera un Bio, algo dentro de mi pasó de un estado dormido a estar despierto, mientras se podía sentir como Agatha revoleaba los ojos y, cargándome en sus brazos todavía, fue donde la niña.
- ¿Ocurre algo pequeña?
Antes siquiera de poder ver el rostro de quien le hablaba, sus ojos se abrieron y se toparon conmigo, quedando impregnada la impresión que duraría el resto del evento.
- Oh. Que lindo peluche.
- ¿Verdad? Es bien rechoncho y lindo.
- … no soy un peluche.
- ¡Y habla!
- Una maravilla, ¿no?
Al menos podíamos decir que las lágrimas de la niña dejaron de escurrir por su cara.
- Dime, ¿que te ocurrió que lloras tanto?
- Um… - pareció dudosa y evitó responder la pregunta directamente - … mamá dijo que no debía hablar con extraños.
- Si quieres puedes decirle a Señor Peluche lo que ocurrió.
- Señor Peluche…
- … um, de acuerdo – me miró directamente a los ojos mientras colocaba sus manos en mis mejillas, apretandolas por alguna razón que desconozco, ¿por qué siempre las niñas tenían que apretar las mejillas? – Me puse la corona de flores que mamá hizo y fui a buscar jugo para beber, y cuando volvía, noté… que mi corona ya no estaba…
- … ¿un crimen?
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Un regalo invaluable, de aquellos que solo el corazón sabe su valor. Era un tipo de pérdida que pocos conocían, al ver lo material e imaginar su valor tangible. Es por eso que este tipo de crímenes tenían secuelas inesperadas tanto para el perpetuador como la víctima. Aquello no quitaba que aquella escoria tomaba ventaja de inocentes almas para obtener una recompensa por un trabajo que no hizo.
- Alex, lo estás haciendo de nuevo.
- …
No sabía quien era este Alex del que ella hablaba cuando estaba sumido en mis pensamientos, pero en algo tenía razón, el criminal estaba suelto y entre más tiempo gastaba pensando en ello, la garra de la impunidad cerraba su puño más y más alrededor del criminal.
- No te preocupes, pequeña – dije mientras me bajaba de los brazos de mi asistente, dando unos pasos hacia la muchedumbre que se abría ante nosotros – encontraremos al culpable y recuperaremos tu preciado regalo.
- ¡Gracias Señor Peluche, te quiero!
Cerró sus palabras con un abrazo por la espalda, uno de esos llenos de inocencia y esperanza que no te esperabas.
- Hmm...
Era difícil pensar los motivos de este robo, había mucho misterio alrededor, al grado de que mi asistente nos miraba de forma pensativa mientras se rascaba la barbilla con la punta de sus enguantados dedos. Habría que comenzar el trabajo de investigación pronto, antes de perder el rastro para siempre.
Te tengo desgraciada… ven para ac…
Eres una porfiada, deja que te… grrr… toma est…
¡Te tengo! Ahora si quedaste inmóvil. Aunque no lo parezca, mis nudos son los mejores que una lechuza de un metro puede hacer. Ahora veamos… bien, el nudo no deja que se separe…
Bien, terminé el aro. Ahora, cómo colocar las flores…
Quizás se estarán preguntando cómo llegué aquí, o qué estoy haciendo. Pues, a decir verdad, no hay un gran misterio, había comida y alcohol gratis (supongo, o Agatha estará pagando todo esto), y la verdad es que la vida de detective no te deja mucho, sobre todo si tu asistente acompañante le encanta renovar su armario con ropas nuevas para mantenerse al día en la moda. Entonces, cada evento en donde podía prescindir de mis gastos, y además colgar mi sombrero de detective, era bienvenido.
Pero toda historia tiene un “pero”, y el “pero” de esta historia tenía que ver con las coronas de flores que la gente hacía y vestía en sus cabeza. O más bien específicamente, que muchas mujeres vestían en sus cabezas. Algunas parecían animadas, tanto las pequeñas que creían que era un regalo maravilloso como las adultas que estaban maravilladas que sus novios les hicieran coronas de flores.
Y ya creo que pueden saber por donde va mi línea de pensamiento.
Creo que habré pasado la primera hora intentando formar un aro con algunas raíces largas para formar una base sólida en donde colocar las flores. Había pasado una hora antes intentando hacerlo sin el arco y colocando las raíces de las flores entre si, solo para descubrir que salían disparadas para todos lados y la frescura de las raíces recién cortadas impedía que se mantuvieran quietas por un segundo.
- Necesitas una base que haga de corona para que las flores se amolden.
- Ah, así se hac-- Ey, ¡sin mirar!
- Bueno, bueno, no miro.
Sabía que tenía una sonrisa presumida detrás de mi (y cuando giré mi cabeza como la lechuza que era descubrí que efectivamente era así), pero eso no quitaba que era buen plan. Decidí durante la siguiente hora hacer la corona con raíces, pero el carecer de pulgares, como sabrán, es una de las mayores dificultades para su humilde servidor. Me caí de la mesa varias veces, dije algunos insultos de alta consideración (del tipo donde las madres salen espantadas tapando las orejas a sus hijos), pero luego de usar mis garras y mi boca para ordenar las raíces, enrollándolas entre si y haciendo un nudo con las puntas, logré hacer algo al respecto.
No sabía que lo más difícil, colocar las flores, requería más habilidad y paciencia de lo que requería. Pasó otra hora en la que pude sentir como cada fibra de mi cuerpo quería explotar, lanzar sillas por las ventanas, romper los platos, los sillones, destrozar cada pieza de arquitectura del lugar… y casi sentía que tenía la fuerza para conseguir eso.
Al final pude enrollar 5 flores antes de perder el resto de las flores en intentos (y en rabietas), alcanzando a cubrir la mitad de la corona.
- … bueno, fue lo mejor que pude hacer.
A falta de extremidades para usar para apoyar mi cabeza, simplemente la dejé caer en la mesa y me quedé mirando aquella cosa que terminó siendo. Probablemente debí haberle pedido a alguien que me ayudara, que la hiciera, o por último alguien que pudiera darme un par de manos con pulgares de manera momentánea. No tenía realmente problemas con ser una lechuza, pero era en estos momentos en que odiaba el que no pudiera hacer cosas con mis manos. Me hubiera gustado haber podido hacer algo, habérselo regalado y ver su cara de sorpresa, que fuera feliz con algo que hice con mi propio esfuerzo. Al final, quedé con este… esperpento de corona.
Fue entonces cuando sus delicadas manos, cubiertas con guantes de seda, tomaron el artefacto y acarició los pétalos de este.
- Lo siento, lo intent--
Siquiera pude terminar de decir algo cuando sus brazos redondearon mi (en sus palabras) rechoncho cuerpo en un abrazo fuerte mientras me sentaba en sus piernas. Y no solo eso, su rostro se pegó a mi cabeza, acariciandola con sus suaves y delicadas mejillas.
- Lo intentaste, diste todo lo que podías hacer, lo sé. Y pudiste haberle pedido a otra persona ayuda o que te lo hiciera, lo sé – apoyando su mentón en mi cabeza, cerró su abrazo pegando su cuerpo contra el mío – El que hicieras algo para mi, con todo en contra, me basta y sobra para amarlo y apreciarlo con todo mi corazón.
Créanme cuando les digo que una lechuza puede volverse rojo como tomate, las plumas ocultarán la vergüenza y el tinte rojizo, pero cuando conoces a una te das cuenta de inmediato. Y la sonrisa de Agatha no se hacía esperar al sentir mi reacción.
- Toqué un centro nervioso de vergüenza, ¿verdad?
- … algo.
- ¿Que te parece si nos vamos a un cuarto a solas y...?
No pudo comenzar a describir lo que su imaginación dictaba cuando algo nos detuvo: unos llantos de una niña. No muy lejos de aquí, una pequeña que no superaba los 10 años de edad dejaba que sus lágrimas se derramaran por su rostro, intentando en vano calmarlas, más su acongojo le impedía aquel trabajo.
Y casi como si fuera un Bio, algo dentro de mi pasó de un estado dormido a estar despierto, mientras se podía sentir como Agatha revoleaba los ojos y, cargándome en sus brazos todavía, fue donde la niña.
- ¿Ocurre algo pequeña?
Antes siquiera de poder ver el rostro de quien le hablaba, sus ojos se abrieron y se toparon conmigo, quedando impregnada la impresión que duraría el resto del evento.
- Oh. Que lindo peluche.
- ¿Verdad? Es bien rechoncho y lindo.
- … no soy un peluche.
- ¡Y habla!
- Una maravilla, ¿no?
Al menos podíamos decir que las lágrimas de la niña dejaron de escurrir por su cara.
- Dime, ¿que te ocurrió que lloras tanto?
- Um… - pareció dudosa y evitó responder la pregunta directamente - … mamá dijo que no debía hablar con extraños.
- Si quieres puedes decirle a Señor Peluche lo que ocurrió.
- Señor Peluche…
- … um, de acuerdo – me miró directamente a los ojos mientras colocaba sus manos en mis mejillas, apretandolas por alguna razón que desconozco, ¿por qué siempre las niñas tenían que apretar las mejillas? – Me puse la corona de flores que mamá hizo y fui a buscar jugo para beber, y cuando volvía, noté… que mi corona ya no estaba…
- … ¿un crimen?
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Un regalo invaluable, de aquellos que solo el corazón sabe su valor. Era un tipo de pérdida que pocos conocían, al ver lo material e imaginar su valor tangible. Es por eso que este tipo de crímenes tenían secuelas inesperadas tanto para el perpetuador como la víctima. Aquello no quitaba que aquella escoria tomaba ventaja de inocentes almas para obtener una recompensa por un trabajo que no hizo.
- Alex, lo estás haciendo de nuevo.
- …
No sabía quien era este Alex del que ella hablaba cuando estaba sumido en mis pensamientos, pero en algo tenía razón, el criminal estaba suelto y entre más tiempo gastaba pensando en ello, la garra de la impunidad cerraba su puño más y más alrededor del criminal.
- No te preocupes, pequeña – dije mientras me bajaba de los brazos de mi asistente, dando unos pasos hacia la muchedumbre que se abría ante nosotros – encontraremos al culpable y recuperaremos tu preciado regalo.
- ¡Gracias Señor Peluche, te quiero!
Cerró sus palabras con un abrazo por la espalda, uno de esos llenos de inocencia y esperanza que no te esperabas.
- Hmm...
Era difícil pensar los motivos de este robo, había mucho misterio alrededor, al grado de que mi asistente nos miraba de forma pensativa mientras se rascaba la barbilla con la punta de sus enguantados dedos. Habría que comenzar el trabajo de investigación pronto, antes de perder el rastro para siempre.
Detective Hoots
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
En el tiempo que la mayoría de las mujeres presentes habían terminado con una corona, Sashenka ya había hecho tres, porque quizás no tuviera el menor interés en ser una dama de la corte pero esa no era excusa para no ser eficiente en la labor. Alrededor de ella habían varias personas recitando o haciendo poesía improvisada, la dragona los escuchó mientras terminaba los últimos detalles de la tercer corona. Dejó escapar un pequeño gruñido, a pesar de que había estudiado música, jamás había sido buena para las cuestiones artísticas, era necesario tener cierta habilidad de la que ella carecía.
Reconoció a varios de los que estaban allí, los había conocido por casualidad hacía un tiempo, antes de que iniciara su viaje hacía Lunargenta. Parecía haber pasado mucho tiempo pero en realidad sólo habían sido algunos meses, probablemente la sensación de Sasha se debía a la enorme cantidad de cosas que habían sucedido entre medio.
Sin darse cuenta se había quedado ensimismada mirando al grupo en el que estaba el Hombre-pájaro, un par de humanos y un elfo. Parecían estar pasando un buen momento, todos en general se estaban divirtiendo, la seriedad de la dragona contrastaba enormemente con todo ese jolgorio generalizado. Miró la corona que aún tenía en las manos...
Había una mujer de pie sola, miraba al mismo grupo que ella, pero tampoco se acercaba, eso llevó a la Dozorova a pensar que estaban en condiciones similares. Se puso de pie y se acercó a ella desde el costado, no pretendía tomarla por sorpresa aunque como estaba riendo sin parar podía ser que no la notara demasiado rápido. Sasha era un poco más alta, así que no le resultó difícil el ponerle la corona de flores.
-Espero no le moleste, hice varias de estas y en verdad no tengo a quien regalarselas - Habló con tono respetuoso y serio, muy típico en la dragona - ¿Las celebraciones de este tipo son de su agrado? - Miró unos segundos a las personas que bebían, reían y bailaban. Luego miró de nuevo a la elfa y extendió la mano para estrecharla a modo de saludo - Mi nombre es Sashenka Dozorova, un placer conocerla -
Los intentos de Sasha por ser parte de los festejos parecían ir bien, hasta que escuchó el llanto de una niña. Por puro oficio miró en la dirección que parecían provenir y allí estaba la chiquilla, junto con otra mujer y ¿Una lechuza?
-¿Eso es una lechuza que habla? - Le preguntó a la elfa, intentando confirmar que sus ojos no la engañaban - Que curioso -
Estaban lo suficientemente cerca como para escuchar que los motivos del llanto eran porque alguien se había llevado su corona de flores. La primer respuesta que se le ocurría a Sashenka es: Podrían hacerte otra. Pero bien sabía que ese tipo de respuestas prácticas no funcionaban en situaciones como esas.
-¿Cómo era tu corona, Pequeña? - Preguntó aún con gesto serio la Dozorova.
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-Veo a Ryuu, Iori, Ull y Tarek
-Hablo con Eil
-Hablo con Hoots
Reconoció a varios de los que estaban allí, los había conocido por casualidad hacía un tiempo, antes de que iniciara su viaje hacía Lunargenta. Parecía haber pasado mucho tiempo pero en realidad sólo habían sido algunos meses, probablemente la sensación de Sasha se debía a la enorme cantidad de cosas que habían sucedido entre medio.
Sin darse cuenta se había quedado ensimismada mirando al grupo en el que estaba el Hombre-pájaro, un par de humanos y un elfo. Parecían estar pasando un buen momento, todos en general se estaban divirtiendo, la seriedad de la dragona contrastaba enormemente con todo ese jolgorio generalizado. Miró la corona que aún tenía en las manos...
Había una mujer de pie sola, miraba al mismo grupo que ella, pero tampoco se acercaba, eso llevó a la Dozorova a pensar que estaban en condiciones similares. Se puso de pie y se acercó a ella desde el costado, no pretendía tomarla por sorpresa aunque como estaba riendo sin parar podía ser que no la notara demasiado rápido. Sasha era un poco más alta, así que no le resultó difícil el ponerle la corona de flores.
- Corona:
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-Espero no le moleste, hice varias de estas y en verdad no tengo a quien regalarselas - Habló con tono respetuoso y serio, muy típico en la dragona - ¿Las celebraciones de este tipo son de su agrado? - Miró unos segundos a las personas que bebían, reían y bailaban. Luego miró de nuevo a la elfa y extendió la mano para estrecharla a modo de saludo - Mi nombre es Sashenka Dozorova, un placer conocerla -
Los intentos de Sasha por ser parte de los festejos parecían ir bien, hasta que escuchó el llanto de una niña. Por puro oficio miró en la dirección que parecían provenir y allí estaba la chiquilla, junto con otra mujer y ¿Una lechuza?
-¿Eso es una lechuza que habla? - Le preguntó a la elfa, intentando confirmar que sus ojos no la engañaban - Que curioso -
Estaban lo suficientemente cerca como para escuchar que los motivos del llanto eran porque alguien se había llevado su corona de flores. La primer respuesta que se le ocurría a Sashenka es: Podrían hacerte otra. Pero bien sabía que ese tipo de respuestas prácticas no funcionaban en situaciones como esas.
-¿Cómo era tu corona, Pequeña? - Preguntó aún con gesto serio la Dozorova.
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Sashenka Dozorova
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Había funcionado, tal como la vez anterior. Valyria, la chica imán de piskies, tuvo suerte de tenerme con ella para ayudarla a tranquilizarlos de nuevo. Aun así, pobre de mí, ella fue una malagradecida. A pesar de haberle ayudado con todo mi ser y con toda mi pasión, optó por culparme de todas sus desgracias… Vale, tal vez estoy exagerando un poco, pero lo importante es que no apreció mi magnánima ayuda.
Quise protestar, decirle que mi dragón nos salvó a ambos de convertirnos en abono para los dríopes, pero estaba obligado a seguir con mi canción ocarinesca. Valy entonces creó varias figuras de luz, figuras lindamente gatunas. Mi mirada se desvió hacia estas, su fulgor reflejado en mis ojos.
Los piskies observaron a las criaturas felinas, cautelosos, curiosos. Se miraron entre sí y señalaron a los gatos mientras se comunicaban con gestos. Y entonces, haciéndome tener un mal presentimiento, sus labios se convirtieron en sonrisas maliciosas.
De inmediato se abalanzaron sobre los gatos, situándose sobre los lomos de estos con una facilidad sorprendente. ¿Acaso tenían la intención de domarlos? No, algo peor. De alguna forma que escapó de mi comprensión, obligaron a los felinos a no solo volar salvajemente hacia donde sus jinetes ordenaban, especialmente cerca de la cabeza de Valy, sino también a mostrar qué tanto mi melodía les había fascinado a los piskies.
«No te rías», me dije mentalmente, una y otra y otra vez, mientras escuchaba los melodiosos maullidos que seguían mi ritmo de manera sublime. Y, por suerte, se detuvieron a los pocos segundos. Por desgracia, la razón de ello fue porque yo también me detuve al no poder contener una carcajada.
–Ay, no –murmuré, siendo el blanco de las miradas de piskies enojados. Todos señalaron mi ocarina–. Vale, continuaré. –Y eso hice, pero no pareció agradarles. Hicieron más gestos, indicándome que cambiara de canción–. E-entiendo. –Pero en ese momento no podía recordar otra. Fruncí el ceño, los labios y hasta las nalgas, relajándome solo cuando por fin el recuerdo esperado vino a mí–. Oh, ya, aquí voy. –Y una vez más soplé la ocarina.
Quise protestar, decirle que mi dragón nos salvó a ambos de convertirnos en abono para los dríopes, pero estaba obligado a seguir con mi canción ocarinesca. Valy entonces creó varias figuras de luz, figuras lindamente gatunas. Mi mirada se desvió hacia estas, su fulgor reflejado en mis ojos.
Los piskies observaron a las criaturas felinas, cautelosos, curiosos. Se miraron entre sí y señalaron a los gatos mientras se comunicaban con gestos. Y entonces, haciéndome tener un mal presentimiento, sus labios se convirtieron en sonrisas maliciosas.
De inmediato se abalanzaron sobre los gatos, situándose sobre los lomos de estos con una facilidad sorprendente. ¿Acaso tenían la intención de domarlos? No, algo peor. De alguna forma que escapó de mi comprensión, obligaron a los felinos a no solo volar salvajemente hacia donde sus jinetes ordenaban, especialmente cerca de la cabeza de Valy, sino también a mostrar qué tanto mi melodía les había fascinado a los piskies.
- Miau:
«No te rías», me dije mentalmente, una y otra y otra vez, mientras escuchaba los melodiosos maullidos que seguían mi ritmo de manera sublime. Y, por suerte, se detuvieron a los pocos segundos. Por desgracia, la razón de ello fue porque yo también me detuve al no poder contener una carcajada.
–Ay, no –murmuré, siendo el blanco de las miradas de piskies enojados. Todos señalaron mi ocarina–. Vale, continuaré. –Y eso hice, pero no pareció agradarles. Hicieron más gestos, indicándome que cambiara de canción–. E-entiendo. –Pero en ese momento no podía recordar otra. Fruncí el ceño, los labios y hasta las nalgas, relajándome solo cuando por fin el recuerdo esperado vino a mí–. Oh, ya, aquí voy. –Y una vez más soplé la ocarina.
- Canción:
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Bueno, ahora a ver cómo me va con los lindos piskies x2
Rauko
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