La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Con una copa de agua (y se había asegurado de que fuera agua primero) en la mano, Elaine parecía estar recuperándose poco a poco, el rojo empezando a irse de su cara de vuelta al pelo, aunque aún balbuceaba un poco.
Pero no pasaba nada, sus pequeñas canciones parecían haber animado a algunos artistas más tímidos, y ahora el claro estaba lleno de canciones, lo que le henchía el corazón de orgullo. Y eso también significaba que podía dedicar tiempo a que su caballero se encontrara bien. Ambas se sentaron en un tronco, al lado del fuego, mirando las llamas tranquilamente, sin decir nada. Elaine por su…condición, y ella pensando en que podía hacer para que se sintiera mejor.
Y no tardó en tener una idea. Había escuchado que una chica había perdido un anillo por culpa de los piskies, esas hadas traviesas. Se levantó, limpiándose la ropa. –Elaine. Tenemos una misión digna de un caballero.- dijo, brazos en jarra y voz firme. Cuando la mujer se centró en ella, continúo. –Una dama ha perdido su anillo a manos de unas traviesas hadas, ¡y vamos a recuperarlo! Hup hup, vamos.- y le agarró las manos, tirando un poco. Eso pareció hacerla reaccionar al fin.
-Si… piskies…vamos, tenemos que ayudarla.- y se dirigieron hacia el bosque, sin ninguna dirección en concreto, la verdad, simplemente una línea recta elegida al azar. Pero no hacía falta, pues estaban en una misión, y por lo tanto los obsta….allí estaban.
Tosió, para llamar la atención del enjambre de piskies que sobrevolaba un árbol en concreto, sin duda molestando a una ardilla o algo así. –Queridos piskies, propongo un trueque.- declaró, rebuscando en su bolsa, cuando finalmente encontró lo que quería, continuo.
-Le habéis quitado a una chica algo muy valioso para ella, y quiero recuperarlo. Y a cambio os ofrezo…¡esto!- y sacó triunfante una galleta.
-¿En serio, solo eso?- preguntó su acompañante, rayando la herejía. Se lo perdonaría debido a su estado.
-No es una galleta cualquiera, es una galleta especial hecha por Amanda, la viejecita de un puesto a tres calles de la plaza de Lunargenta. Llena de amor, y aun mejores ingredientes, ¡es la mejor galleta que uno puede conseguir en el continente!-
-Espera, ¿es esa señora a la que le vendes saborizantes alquímicos?-
-Los mejores saborizantes alquímicos del continente. Y aromas también.- y ciertamente, los piskies parecían curiosos, acercándose y olisqueando. Pero mantenía la galleta bien cogida, no la robarían ni comerían hasta que hubiera trueque. Tales eran las normas del concordado de la galleta.
Pero no pasaba nada, sus pequeñas canciones parecían haber animado a algunos artistas más tímidos, y ahora el claro estaba lleno de canciones, lo que le henchía el corazón de orgullo. Y eso también significaba que podía dedicar tiempo a que su caballero se encontrara bien. Ambas se sentaron en un tronco, al lado del fuego, mirando las llamas tranquilamente, sin decir nada. Elaine por su…condición, y ella pensando en que podía hacer para que se sintiera mejor.
Y no tardó en tener una idea. Había escuchado que una chica había perdido un anillo por culpa de los piskies, esas hadas traviesas. Se levantó, limpiándose la ropa. –Elaine. Tenemos una misión digna de un caballero.- dijo, brazos en jarra y voz firme. Cuando la mujer se centró en ella, continúo. –Una dama ha perdido su anillo a manos de unas traviesas hadas, ¡y vamos a recuperarlo! Hup hup, vamos.- y le agarró las manos, tirando un poco. Eso pareció hacerla reaccionar al fin.
-Si… piskies…vamos, tenemos que ayudarla.- y se dirigieron hacia el bosque, sin ninguna dirección en concreto, la verdad, simplemente una línea recta elegida al azar. Pero no hacía falta, pues estaban en una misión, y por lo tanto los obsta….allí estaban.
Tosió, para llamar la atención del enjambre de piskies que sobrevolaba un árbol en concreto, sin duda molestando a una ardilla o algo así. –Queridos piskies, propongo un trueque.- declaró, rebuscando en su bolsa, cuando finalmente encontró lo que quería, continuo.
-Le habéis quitado a una chica algo muy valioso para ella, y quiero recuperarlo. Y a cambio os ofrezo…¡esto!- y sacó triunfante una galleta.
-¿En serio, solo eso?- preguntó su acompañante, rayando la herejía. Se lo perdonaría debido a su estado.
-No es una galleta cualquiera, es una galleta especial hecha por Amanda, la viejecita de un puesto a tres calles de la plaza de Lunargenta. Llena de amor, y aun mejores ingredientes, ¡es la mejor galleta que uno puede conseguir en el continente!-
-Espera, ¿es esa señora a la que le vendes saborizantes alquímicos?-
-Los mejores saborizantes alquímicos del continente. Y aromas también.- y ciertamente, los piskies parecían curiosos, acercándose y olisqueando. Pero mantenía la galleta bien cogida, no la robarían ni comerían hasta que hubiera trueque. Tales eran las normas del concordado de la galleta.
- Spoiler:
- Caza de piskies, si alguien quiere unirse, bienvenido
Alisha Lessard
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Alisha Lessard' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
La imagen de dos chicos a medio congelar, con trozos hielo aún colgando de sus ropas y con una palidez de muerte les había traído buenos dividendos.
Los rasgos de no muerto de uno de ellos no habían sido factor. Demian acostumbraba hacer uso de sus ilusiones para ocultar su maldición cuando estaba en lugares públicos. La idea de ser un cadáver caminante no solía caer bien.
Una anciana les había convidado una leche caliente a cada uno, un sujeto de rostro bonachón un par de mantas y hasta se habían llevado luego un buen plato de comida. Lo curioso es que nadie se cuestionara mucho porqué se encontraban en esas condiciones. Curioso para alguien de otra ciudad, claro.
En Dundarak no era tan extraño pensar que alguien podía venir de vuelta desde lo alto de la montaña. Ser capaz de convertirse en dragón y volar no era una vista extraña.
Lo que aquellos sujetos no imaginaban es que en realidad tenían frente a sí a dos brujos y no a dos dragones, y que habían regresado mediante un portal de teletransportación, no con alas escamosas. Pero, bueno, nadie les había preguntado.
Al poco rato comenzarían a notar ciertos eventos desencadenándose en torno a un robo. La voz corrió por el lugar, un piskie se había apoderado de un anillo importante. Aquello no llamó demasiado el interés de Demian, hasta que escuchó que había material del meteorito allí. Esa cosa parecía tener mucho Éter en su interior, por lo que un fragmento ciertamente podía ser valioso.
–Sabes, Narfi –comenzó a decir Demian, estirando los músculos de su cuello, como preparándose para algo–. Por algún motivo hoy siento que el Éter es más grande en mi interior. No sé si fue la montaña, o esas flores raras, pero siento que la magia me sonríe...
–La teletransportación fue muy buena –asintió el más joven.
–No, no hablo de eso. Hablo de algo más... no sé cómo describirlo, pero me siento en contacto con el Éter. Tengo una idea.
Demian se sentó en la posición de la flor de Loto. Aquello no era raro, el chico tenía la costumbre de dedicar al menos una hora al día a la meditación, como había aprendido de su maestro. Un asesino debe ser capaz de mantener la mente fría y la atención en el momento.
Narfi se le quedó mirando un tanto, curioso de qué es lo que su amigo pretendía llevar a cabo. Al cabo de largos minutos, Demian extendió su mano y el libro en su morral flotó por efecto de la telekinesis para posarse en ella.
–Había una vez... –dijo sin abrir los ojos.
–Oh, me gusta ese hechizo –comentó Narfi, sentándose a escuchar.
–... un cementerio de piskies. En este lugar sagrado, las familias piskies depositaban a sus seres queridos para que volvieran a formar un sólo ser con la naturaleza. Este cementerio fue respetado por decenas y decenas de generaciones. Toda una tradición que pudiese haber continuado eternamente... pero llegó el hombre.
Narfi pudo sentir la presencia de una poderosa cantidad de Éter siendo emitido desde su amigo.
–El hombre trajo sus piedras, sus muros y construyeron un asentamiento sobre este cementerio. El reino de los dragones creció a lo largo de los siglos. Los piskies se fueron, pero no su cementerio, que siguió enterrado e ignorado.
No fue sino hasta que una celebración volvió a profanar sus tierras que finalmente los espíritus de los muertos tuvieron suficiente.
Narfi vio como a su alrededor se comenzaban a asomar pequeñas cabecitas desde la tierra.
–Los piskies ancestrales sólo tenían una cosa en mente. Venganza. Pero, por suerte, ellos no suelen usar la violencia como medio de retribución. Sus métodos son más sutiles... el robo.
Muchos piskies seguían emergiendo desde la tierra, haciendo que Narfi transitara desde la simple alegría hasta el asombro. Cada criatura ilusoria era pequeña, pero su número comenzaba a ser estremecedor.
–A robar, piskies... –dijo Demian orgulloso.
Como una plaga de insectos, los piskies ilusorios se diseminaron por el lugar, sembrando el caos. Robaban a quien encontraban, sin siquiera llevar las cosas a algún receptor específico. Sólo tiraban o escondían las cosas en puestos aleatorios, de manera que sea difícil de entrar para cada uno.
A pesar de ser ilusiones, poseían la capacidad de robar objetos físicos.
–El truco está en que ante tanto piskie ilusorio, eso puede hacer salir al verdadero. Por eso voy a hacerlos desaparecer de golpe en breve. Si queda un piskie visible, ese es nuestro culpable.
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(*) Demian ha usado su habilidad "Historias de Fantasmas" para invocar un masivo ejército de piskies ilusorios, cientos de ellos.
Estos piskies intentarán robar pertenencias a quienes encuentren, pero sin llevárselas a nadie. Sólo las esconderán o tirarán en lugares difíciles de alcanzar.
Si alquien quiere incluir estos piskies en su post, adelante. Si no, simplemente ignore mi post y siga con lo suyo.
Nota: El efecto de la ilusión ha sido bastante potente, exagerado. Esto es porque con este evento llego al nivel 10, así que pensé que sería bueno que Demian hiciese un hechizo más fuerte de lo normal, representando un esfuerzo mágico que de alguna manera represente este hito de alcanzar el tope de su potencial mágico.
Por supuesto, este post es para intentar dar caza al piskie de verdad.
Demian
Aerandiano de honor
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Demian' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Ya estaba harto de las galas formales y las máscaras de amabilidad y buena fe tan mal simuladas que veía entre la nobleza. Por eso a Eiz le gustaban mucho más las festividades tradicionales, las que festejaban también los "plebeyos" según su hermano Dokaara. Tenían una calidez y una autenticidad que jamás podría encontrar entre los nobles. Y ese día, como tantos otros días festivos, se había escapado hasta un pueblito en las estepas para celebrarlo. Dicho lugar se había vuelto extrañamente famoso y concurrido debido a una estrella que había caído allí tiempo atrás. El lancero no conocía bien la historia, ya que estaba ausente en ese entonces.
Se quedó a un costado, un poco apartado, bebiendouna, dos,cinco diez cervezas y contemplando los alrededores distraídamente. Algunos de los presentes recitaban o cantaban, otros hacían coronas de flores, y, cómo no, también estaban los que se mantenían apartados tomando alcohol.
-Ese tipo de gente siempre me pareció amargada y antisocial...- murmuraba, mientras aún se mantenía apartado tomando alcohol.
Sospechaba que debía parar con la bebida, sobre todo al ver a un pajarraco tamaño humano hablando con una chica. Superada la sorpresa del momento, se auto-convenció de que debía tratarse de un hombre bestia. Pero entonces vio algo que le confirmó su ya innegable estado de ebriedad, una prueba irrefutable de que había bebido en exceso y era hora de retirarse... ¿Sasha queriendo entregarle una corona de flores? ¿Y con una sonrisa? Sin dudarlo, pero con mucha dificultad, se puso de pie y corrió a una parte del bosque que, esperaba, estuviera vacía. Allí se quitó la ropa, la guardó en su bolsa de viaje, y cambió a su forma de dragón de hielo, para poner rumbo a su hogar.
Muchos recordarían ese día por la extraña imagen de un dragón volando sin un rumbo fijo, en espirales o en zigzag, antes de dormirse en pleno vuelo y caer a unos kilómetros de la aldea. Otros lo recordarían como el día que vio nacer la obra maestra del posadero del pueblo: la cerveza Tumbadragones.
Se quedó a un costado, un poco apartado, bebiendo
-Ese tipo de gente siempre me pareció amargada y antisocial...- murmuraba, mientras aún se mantenía apartado tomando alcohol.
Sospechaba que debía parar con la bebida, sobre todo al ver a un pajarraco tamaño humano hablando con una chica. Superada la sorpresa del momento, se auto-convenció de que debía tratarse de un hombre bestia. Pero entonces vio algo que le confirmó su ya innegable estado de ebriedad, una prueba irrefutable de que había bebido en exceso y era hora de retirarse... ¿Sasha queriendo entregarle una corona de flores? ¿Y con una sonrisa? Sin dudarlo, pero con mucha dificultad, se puso de pie y corrió a una parte del bosque que, esperaba, estuviera vacía. Allí se quitó la ropa, la guardó en su bolsa de viaje, y cambió a su forma de dragón de hielo, para poner rumbo a su hogar.
Muchos recordarían ese día por la extraña imagen de un dragón volando sin un rumbo fijo, en espirales o en zigzag, antes de dormirse en pleno vuelo y caer a unos kilómetros de la aldea. Otros lo recordarían como el día que vio nacer la obra maestra del posadero del pueblo: la cerveza Tumbadragones.
- helecho pal concurso:
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Eiz Adelskald
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
¿Oreja?, el lobo nunca hubiese pensado que estaba comiendo oreja en un plato, al menos, no era de lo que estaba acostumbrado. Lo que le dijo Iori de comerla cocinada por culpa de que si no estaría duro el cartílago le pareció un poco inútil ya que el siempre la había comido totalmente cruda, de hecho, recién cazada su presa, era lo primero que se comía. Aún así, asintió con la cabeza y con un gesto satisfactorio le dio importancia lo que Iori le decía.
-Yo suelo comerla, normalmente de otra forma, aunque no te voy a negar que esto está riquísimo.-Miraba para el plato vacío cuando de repente el elfo paliducho de antes le tira la corona de flores que había preparado Iori unos minutos antes.Le miró con un poco de rabia, no mucha, ya que el elfo no le suponía una amenaza seria a simple vista.
-¿Satisfacerme a mi? Con tanta barba no creo que me quedase muy bien, tú te ves más carismático que yo, toma.-Justo iba a devolvérsela cuando Iori, sin mediar palabra y sin tiempo a reaccionar, se la puso en el cuello y le dijo algo, que el joven lobo entendió que estaría bromeando con él.
-No me van las fiestas nocturnas, si son de la manera que tú dices, Iori.-Se partía de risa, ese comentario desde luego le había hecho bastante gracia, no se imaginaba para nada ir de fiesta a lugares así, la verdad nunca había ido, pero tampoc lo había pensado nunca y no creo que fuese a ir nunca.
De repente Iori se levantó rapidísimo, parecía querer ir a por más comida, en verdad lo estábamos pasando bien, a excepción del otro hombre, no parecía estar muy entusiasmado con la conversación, parecía que solo su música lo divertía. El joven licántropo había notado su incomodidad con los gestos que le estaba haciendo a la joven mujer.
-¿No estás a gusto aquí? Entiendo que no te guste el paliducho, pero puedes hablar conmigo, aparentemente soy inofensivo, ¿no crees?-Empezaba a hacerle efecto los litros de cerveza que llevaba encima, se le notaba que estaba bromeando,la verdad le daba igual, hacía tiempo que no se relacionaba con gente y por un día no pasaba nada, además de que se estaba divirtiendo como nunca.
-¿Pisk......qué?-No tenía ni las más remota idea de lo que era eso y ni siquiera sabía si estaba en condiciones como para perseguir algo. Se levantó con decisión y estiró su espalda levantando sus brazos hacia arriba.
-Habrá que ir pues....Paliducho, ¿Te vienes?-Ofreció su mano al elfo para ayudarle a levantarse, se había sentado con ellos minutos antes y no le iban a dejar allí solo.
Comenzaron a andar por el claro cuando de repente la joven empezó a correr como pollo sin cabeza, estaba corriendo detrás de una de esas cosas de las que habían hablado antes. Parecía entusiasmada pero la criatura se veía demasiado escurridiza para una humana.
-¡No creo que puedas cogerle!- El joven licántropo le gritaba desde lejos con las dos manos en su boca para que ésta le escuchase perfectamente.-¡Eres demasiado lenta!-Continuaba bromeando con Iori.
La mujer de repente pegó un salto, lo más alto que pudo para intentar agarrar la criatura, pero sin éxito alguno, cayó sobre el césped pero parecía tener controlada la situación, un par de rodadas por el suelo y la mujer ya estaba de pie otra vez.
¡Madre mía! ¿De dónde has sacado esa agilidad? ¡Parece que persigues estas cosas todos los días!-Se notaba que al joven le llamaba la atención la chica, no paraba de bromear con ella.
De repente un bicho de esos revoloteaba alrededor del joven lobo, parecía querer que éste le persiguiera, pero Ull no estaba en condiciones de correr ahora mismo.
-Maldito bichejo con alas, no pensé que fueseis tan puñeteros.-Lo miraba de reojo con ganas de echarle la mano, pero se daba cuenta de lo rápidos que eran. El piskie seguía volando a su alrededor cuando al joven lobo se le ocurre la brillante idea de correr detrás de él.
·Hago 3 tiradas de runas, una por cada post en el evento.
-Yo suelo comerla, normalmente de otra forma, aunque no te voy a negar que esto está riquísimo.-Miraba para el plato vacío cuando de repente el elfo paliducho de antes le tira la corona de flores que había preparado Iori unos minutos antes.Le miró con un poco de rabia, no mucha, ya que el elfo no le suponía una amenaza seria a simple vista.
-¿Satisfacerme a mi? Con tanta barba no creo que me quedase muy bien, tú te ves más carismático que yo, toma.-Justo iba a devolvérsela cuando Iori, sin mediar palabra y sin tiempo a reaccionar, se la puso en el cuello y le dijo algo, que el joven lobo entendió que estaría bromeando con él.
-No me van las fiestas nocturnas, si son de la manera que tú dices, Iori.-Se partía de risa, ese comentario desde luego le había hecho bastante gracia, no se imaginaba para nada ir de fiesta a lugares así, la verdad nunca había ido, pero tampoc lo había pensado nunca y no creo que fuese a ir nunca.
De repente Iori se levantó rapidísimo, parecía querer ir a por más comida, en verdad lo estábamos pasando bien, a excepción del otro hombre, no parecía estar muy entusiasmado con la conversación, parecía que solo su música lo divertía. El joven licántropo había notado su incomodidad con los gestos que le estaba haciendo a la joven mujer.
-¿No estás a gusto aquí? Entiendo que no te guste el paliducho, pero puedes hablar conmigo, aparentemente soy inofensivo, ¿no crees?-Empezaba a hacerle efecto los litros de cerveza que llevaba encima, se le notaba que estaba bromeando,la verdad le daba igual, hacía tiempo que no se relacionaba con gente y por un día no pasaba nada, además de que se estaba divirtiendo como nunca.
-¿Pisk......qué?-No tenía ni las más remota idea de lo que era eso y ni siquiera sabía si estaba en condiciones como para perseguir algo. Se levantó con decisión y estiró su espalda levantando sus brazos hacia arriba.
-Habrá que ir pues....Paliducho, ¿Te vienes?-Ofreció su mano al elfo para ayudarle a levantarse, se había sentado con ellos minutos antes y no le iban a dejar allí solo.
Comenzaron a andar por el claro cuando de repente la joven empezó a correr como pollo sin cabeza, estaba corriendo detrás de una de esas cosas de las que habían hablado antes. Parecía entusiasmada pero la criatura se veía demasiado escurridiza para una humana.
-¡No creo que puedas cogerle!- El joven licántropo le gritaba desde lejos con las dos manos en su boca para que ésta le escuchase perfectamente.-¡Eres demasiado lenta!-Continuaba bromeando con Iori.
La mujer de repente pegó un salto, lo más alto que pudo para intentar agarrar la criatura, pero sin éxito alguno, cayó sobre el césped pero parecía tener controlada la situación, un par de rodadas por el suelo y la mujer ya estaba de pie otra vez.
¡Madre mía! ¿De dónde has sacado esa agilidad? ¡Parece que persigues estas cosas todos los días!-Se notaba que al joven le llamaba la atención la chica, no paraba de bromear con ella.
De repente un bicho de esos revoloteaba alrededor del joven lobo, parecía querer que éste le persiguiera, pero Ull no estaba en condiciones de correr ahora mismo.
-Maldito bichejo con alas, no pensé que fueseis tan puñeteros.-Lo miraba de reojo con ganas de echarle la mano, pero se daba cuenta de lo rápidos que eran. El piskie seguía volando a su alrededor cuando al joven lobo se le ocurre la brillante idea de correr detrás de él.
- Flor de Helecho:
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·Que Iori no atrapase el Piskie fue hablado antes por los users.·Hago 3 tiradas de runas, una por cada post en el evento.
Ull Whitestorm
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Ull Whitestorm' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
nota aclaratoria
Con respecto al uso de las runas, en relación con el objetivo "la caza del piskie", cada runa que se lance se corresponde con un post en el que se haya intentado dar caza a alguna de estas criaturas. Es decir, no se tira una runa por cada post en el evento. En este caso, ninguna de las personas que ha hecho tirada múltiple ha tenido suerte, por lo que el conteo no se ha visto afectado, pero he creído conveniente aclarar este punto antes de que a todo el mundo le dé por contar todos los posts en los que no ha tirado runa.
Aprovecho también para recordar que hoy y mañana son los últimos días para ir cerrando vuestras tramas en el evento. Si alguien necesita más tiempo para concluir, puede enviarme un MP para hacérmelo saber y dejaré abierto unos días más.
Aprovecho también para recordar que hoy y mañana son los últimos días para ir cerrando vuestras tramas en el evento. Si alguien necesita más tiempo para concluir, puede enviarme un MP para hacérmelo saber y dejaré abierto unos días más.
Fehu
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
En aquel momento daba un sorbo mientras mantenía una mirada entrecerrada y lateral hacia los personajes que había por allí. Lo cierto es que lo único que esperaba era que ella. Sí. La tía de los tatuajes y las rastas, se sentara justo delante de mí.
Parece que no podía tener una estancia tranquila.
-¿Alguien te ha invitado a…? – comencé a preguntar. Pero la bardo empezó a hablar. Y a hablar. Y a seguir hablando… Joder. ¿Tenía una guindilla en la lengua? Me mordí los labios, echándome hacia atrás. Tranquila. Crucé las piernas y apoyé la rodilla en la mesa. La miré a los ojos, que alternaba con asentimientos de cabeza “Sí… Sí… la prosa. Ya… Que sí…”. – Ay…- Suspiré dando un trago nuevo a la bebida y mirando a otra parte.
Después de hablar de ella, pasamos a hacerlo de mí. Juro que no puse un mal rostro cuando reconoció mi maldición y empezó a hipotetizar sobre mi apariencia. Me llevé la mano a la barbilla mientras la miraba con cara de circunstancias. ¿Le parto la boca? No. Tengo una mocosa correteando por debajo de la mesa y tres niños más cerca. Tenía que ser un ejemplo para ellos. Para malos profesionales ya te teníamos a ti, ¿verdad Twist?
Cuando aquella bomba de hiperactividad acabó su discurso acerca de mi apariencia, por fin pude hablar. No obstante, decidí tomarme con buen humor toda la cantidad de insultos que me había profanado. - Oye, ¿sabes qué? Quizás sí, te pida un autógrafo. – Me remangué un poco las mangas, con los brazos muertos sobre la mesa, y me recosté hacia delante, apoyando los codos sobre la mesa. Tratando de ser más gesticulante que de costumbre, quizás por el alcohol. – Eres admirable. ¿Cómo una bocazas como tú ha conseguido mantener tan bien su dentadura todo este tiempo? – Giré la cabeza a un lado. Reí. Me había ofrecido bebida. – Gracias. Nunca digo que no al alcohol. – y le ofrecí un brindis con las jarras con un elegante gesto de cabeza. – Lady Anastasia Boisson.
¿Quería saber de mi? Muy bien…
-Los humanos somos como los animales. Cada uno tiene su lugar en la cadena trófica. Yo me gano la vida viviendo historias con criaturas que ni te alcanzan a imaginar. En cambio, los bardos buscáis a gente como yo para os que las cuenten, y luego las exageráis, o incluso las inventáis, para luego pasar el sombrero y que os echen dos aeros. – Repliqué el símbolo con la mano. – Yo soy un filón para ti, y ya que lo preguntas, lo que me ha llevado a ser “tan fea”… – Quise hacer hincapié en las dos últimas palabras. Miré al cielo. Pensé en el Oblivion y reí. Podría contársela pero… No me creería. - … está muy por encima de tu capacidad de entendimiento. No sin más ron. – Nos serví más alcohol a ambas. – A tu salud.
Cerré los ojos. Empezaba a ver doble.
-Pero en la cadena trófica, cada uno no sólo tiene sino que sabe su lugar. – Miré su equipamiento. - Mientras tú tienes un laúd… - Me llevé la mano al cinturón. - Yo tengo tres ballestas de caza, tres granadas y un carcaj lleno de flechas. – Hice una pausa y me recosté hacia delante, quitándome la capucha y mostrándole mi rostro muerto al completo y mi melena. Tratando de asustarla como si fuera una bruja del bosque. – Tu instinto te dice que soy una buena víctima a la que sacar historia... ¿Pero te dice también que soy una buena opción para insultar, Twistedfail? - dije con sorna, haciendo especial hincapié en la última palabra y recostándome hacia atrás.
Parece que no podía tener una estancia tranquila.
-¿Alguien te ha invitado a…? – comencé a preguntar. Pero la bardo empezó a hablar. Y a hablar. Y a seguir hablando… Joder. ¿Tenía una guindilla en la lengua? Me mordí los labios, echándome hacia atrás. Tranquila. Crucé las piernas y apoyé la rodilla en la mesa. La miré a los ojos, que alternaba con asentimientos de cabeza “Sí… Sí… la prosa. Ya… Que sí…”. – Ay…- Suspiré dando un trago nuevo a la bebida y mirando a otra parte.
Después de hablar de ella, pasamos a hacerlo de mí. Juro que no puse un mal rostro cuando reconoció mi maldición y empezó a hipotetizar sobre mi apariencia. Me llevé la mano a la barbilla mientras la miraba con cara de circunstancias. ¿Le parto la boca? No. Tengo una mocosa correteando por debajo de la mesa y tres niños más cerca. Tenía que ser un ejemplo para ellos. Para malos profesionales ya te teníamos a ti, ¿verdad Twist?
Cuando aquella bomba de hiperactividad acabó su discurso acerca de mi apariencia, por fin pude hablar. No obstante, decidí tomarme con buen humor toda la cantidad de insultos que me había profanado. - Oye, ¿sabes qué? Quizás sí, te pida un autógrafo. – Me remangué un poco las mangas, con los brazos muertos sobre la mesa, y me recosté hacia delante, apoyando los codos sobre la mesa. Tratando de ser más gesticulante que de costumbre, quizás por el alcohol. – Eres admirable. ¿Cómo una bocazas como tú ha conseguido mantener tan bien su dentadura todo este tiempo? – Giré la cabeza a un lado. Reí. Me había ofrecido bebida. – Gracias. Nunca digo que no al alcohol. – y le ofrecí un brindis con las jarras con un elegante gesto de cabeza. – Lady Anastasia Boisson.
¿Quería saber de mi? Muy bien…
-Los humanos somos como los animales. Cada uno tiene su lugar en la cadena trófica. Yo me gano la vida viviendo historias con criaturas que ni te alcanzan a imaginar. En cambio, los bardos buscáis a gente como yo para os que las cuenten, y luego las exageráis, o incluso las inventáis, para luego pasar el sombrero y que os echen dos aeros. – Repliqué el símbolo con la mano. – Yo soy un filón para ti, y ya que lo preguntas, lo que me ha llevado a ser “tan fea”… – Quise hacer hincapié en las dos últimas palabras. Miré al cielo. Pensé en el Oblivion y reí. Podría contársela pero… No me creería. - … está muy por encima de tu capacidad de entendimiento. No sin más ron. – Nos serví más alcohol a ambas. – A tu salud.
Cerré los ojos. Empezaba a ver doble.
-Pero en la cadena trófica, cada uno no sólo tiene sino que sabe su lugar. – Miré su equipamiento. - Mientras tú tienes un laúd… - Me llevé la mano al cinturón. - Yo tengo tres ballestas de caza, tres granadas y un carcaj lleno de flechas. – Hice una pausa y me recosté hacia delante, quitándome la capucha y mostrándole mi rostro muerto al completo y mi melena. Tratando de asustarla como si fuera una bruja del bosque. – Tu instinto te dice que soy una buena víctima a la que sacar historia... ¿Pero te dice también que soy una buena opción para insultar, Twistedfail? - dije con sorna, haciendo especial hincapié en la última palabra y recostándome hacia atrás.
Anastasia Boisson
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
La noche caía más y más en el manto estrellado sobre las cabezas de los presentes a la celebración del Midsommar.El tiempo, sin embargo, no parecía pasar lo suficientemente rápido para los camareros que de manera continuada servían bebidas aquí y allá calmando la sed de los que allí se congregaban.
No mucho después de entonar sus rimas, una voz no tan cantarina como la elfa hubiese esperado interrumpió sus pensamientos y su atención de la canción sarcástica de Twistedale. Eilydh la reconoció lo suficientemente bien como para saber que el enumerar sus habilidades era una manera simple de saludarla y cuando la vio pasar cerca suya, Eilydh le guiñó un ojo:
-A alguien se le olvidó decirte que no era una fiesta de disfraces, Anastasia- dijo y le hizo un gesto al camarero para que le pasase una jarra de cualquier bebida que se le ocurriese a Anastasia.Firmando una paz momentánea.-
Eilydh volvió a fijar su mirada en aquellos que entonaban canciones y rimas, le pareció ver la figura conocida de Anders y giró sus cabeza allá de donde su voz provenía. Jugueteó con un hilo suelto en su camisa preguntándose si debía o no acercarse. Dió un trago de su cerveza como para aplacar el nudo en su garganta que de pronto se había formado y escuchó su canción que al igual que la de Twistedale era enormemente satírica.
El destino pareció pagarle con su propia moneda y decidió por la elfa. El destino en forma de mujer con ojos enormes y severos
La chica se acercó a Eilydh y posó una corona de flores sobre su cabeza. Eilydh la miró con desconcierto y mientras la chica explicaba quién era y el motivo por el que le había dado la corona, Eilydh entendió que aquella mujer no se había pasado con el alcohol, ni siquiera parecía convencida en mantener una conversación con alguien a quien no conocía. Le preguntó si solía disfrutar aquellos eventos. Eilydh se relajó y se recordó a si misma semanas atrás.
-De ninguna manera- dijo la elfa- Digamos que la novedad de estas congregaciones se pierde cuando se hace un evento enorme de todo. Y.. por desgracia... los eventos multitudinarios me vienen del fábrica- dijo señalando a sus orejas que la identificaban como elfa y refiriendose a las continuas celebraciones de la cosecha y de cualquier otra temporada en sandorai. Aprovechó que su mano quedó cerca de la corona para agarrarla con sus manos.
Era bonita, observó. Las flores de colores púrpuras y violáceas se alineaban con el color crema de las margaritas y rosas. Eilydh se había olvidado que el violeta era, sin duda, su color preferido y le resultó curioso que aquella chica hubiese elegido justo esos colores. Deshizo el nudo pequeño que componía la corona de flores y la abrió un poco, lo suficiente para que estuviese un poco más amplio y acomodase la pequeña cintura de la elfa. Una vez algo más amplia, Eilydh se la acomodó en la cintura a modo de cinturón sobre sus ropas e hizo un nudo y un lazo para que cayese a un lado.
-Eille- dijo la elfa, presentándose-Te devolvería el gesto y te haría una corona a ti también- añadió,- pero no se me da lo bastante bien- mintió de manera casi simple. Cuando vivía en Sandorai solía hacer coronas de flores con los lirios y las magentas de su madre. Aquello le recordaba demasiado a su familia para querer sumirse en aquella labor.- Sin embargo...- arrancó una pequeña violeta de la corona, sin deshacerla y la posó sobre el pelo de Shasenka- ¡Perfecta!- dijo poniéndose otra de las flores de la corona en su propio pelo- Ahora ambas somos ninfas del bosque- sonrió y alzó la copa de cerveza, para brindar con la recién conocida.
Antes de que Eilydh siquiera se percatase de lo que hacían Sasha y Hoot parecían haber adoptado a una niña llorona. Eilydh subió y bajó los hombros, resignada a que aquella niña llorase por una corona. Lo cierto es que como había demostrado en varias ocasiones, los niños no le gustaban y mientras Sashenka y Hoots buscaban aquí y allá, Eilydh se limitó a mirarlos de cuando en cuando mientras movía sus pies al compás de la música. El lugar se estaba llenando por momentos y una vocecilla en la cabeza de Eilydh le dijo que era prácticamente imposible que encontrasen una corona de flores entre aquel jolgorio. Se debatió por unos momentos y su mirada se cruzó de nuevo con cierta cara conocida.
-Emmm... podríamos.. podríamos hacer una nueva- dijo Eilydh apresurada, como si de pronto aquello fuese la única salida a una situación que ni siquiera se había planteado antes-De hecho... podrías hacerle una corona a tu madre mientras..- miró a Sasha- mientras Sashenka te hace una a ti. Con los mismos colores que la que te hizo tu mamá- dijo Eilydh y sin saber por qué comenzó a agacharse y buscar por aquí y por allá la endemoniada corona de flores.
Cualquiera hubiese pensado que se estaba escondiendo.
-Mientras... yo la sigo buscando con este agradable señor- dijo, sonriéndole a Hoots.- Estoy segura que si todos buscamos bien la encontraremos pron...
Eilydh se agachó entre varias sillas fingiendo que buscaba bajo una mesa. Se llevó la mano vacía a su cara, como acto reflejo.
Perfecto.. ahora también había perdido su cerveza.
-
Menciono a Anastasia, Anders y Twistedale. Interactúo con Sashenka y Hoots
No mucho después de entonar sus rimas, una voz no tan cantarina como la elfa hubiese esperado interrumpió sus pensamientos y su atención de la canción sarcástica de Twistedale. Eilydh la reconoció lo suficientemente bien como para saber que el enumerar sus habilidades era una manera simple de saludarla y cuando la vio pasar cerca suya, Eilydh le guiñó un ojo:
-A alguien se le olvidó decirte que no era una fiesta de disfraces, Anastasia- dijo y le hizo un gesto al camarero para que le pasase una jarra de cualquier bebida que se le ocurriese a Anastasia.Firmando una paz momentánea.-
Eilydh volvió a fijar su mirada en aquellos que entonaban canciones y rimas, le pareció ver la figura conocida de Anders y giró sus cabeza allá de donde su voz provenía. Jugueteó con un hilo suelto en su camisa preguntándose si debía o no acercarse. Dió un trago de su cerveza como para aplacar el nudo en su garganta que de pronto se había formado y escuchó su canción que al igual que la de Twistedale era enormemente satírica.
El destino pareció pagarle con su propia moneda y decidió por la elfa. El destino en forma de mujer con ojos enormes y severos
La chica se acercó a Eilydh y posó una corona de flores sobre su cabeza. Eilydh la miró con desconcierto y mientras la chica explicaba quién era y el motivo por el que le había dado la corona, Eilydh entendió que aquella mujer no se había pasado con el alcohol, ni siquiera parecía convencida en mantener una conversación con alguien a quien no conocía. Le preguntó si solía disfrutar aquellos eventos. Eilydh se relajó y se recordó a si misma semanas atrás.
-De ninguna manera- dijo la elfa- Digamos que la novedad de estas congregaciones se pierde cuando se hace un evento enorme de todo. Y.. por desgracia... los eventos multitudinarios me vienen del fábrica- dijo señalando a sus orejas que la identificaban como elfa y refiriendose a las continuas celebraciones de la cosecha y de cualquier otra temporada en sandorai. Aprovechó que su mano quedó cerca de la corona para agarrarla con sus manos.
Era bonita, observó. Las flores de colores púrpuras y violáceas se alineaban con el color crema de las margaritas y rosas. Eilydh se había olvidado que el violeta era, sin duda, su color preferido y le resultó curioso que aquella chica hubiese elegido justo esos colores. Deshizo el nudo pequeño que componía la corona de flores y la abrió un poco, lo suficiente para que estuviese un poco más amplio y acomodase la pequeña cintura de la elfa. Una vez algo más amplia, Eilydh se la acomodó en la cintura a modo de cinturón sobre sus ropas e hizo un nudo y un lazo para que cayese a un lado.
-Eille- dijo la elfa, presentándose-Te devolvería el gesto y te haría una corona a ti también- añadió,- pero no se me da lo bastante bien- mintió de manera casi simple. Cuando vivía en Sandorai solía hacer coronas de flores con los lirios y las magentas de su madre. Aquello le recordaba demasiado a su familia para querer sumirse en aquella labor.- Sin embargo...- arrancó una pequeña violeta de la corona, sin deshacerla y la posó sobre el pelo de Shasenka- ¡Perfecta!- dijo poniéndose otra de las flores de la corona en su propio pelo- Ahora ambas somos ninfas del bosque- sonrió y alzó la copa de cerveza, para brindar con la recién conocida.
Antes de que Eilydh siquiera se percatase de lo que hacían Sasha y Hoot parecían haber adoptado a una niña llorona. Eilydh subió y bajó los hombros, resignada a que aquella niña llorase por una corona. Lo cierto es que como había demostrado en varias ocasiones, los niños no le gustaban y mientras Sashenka y Hoots buscaban aquí y allá, Eilydh se limitó a mirarlos de cuando en cuando mientras movía sus pies al compás de la música. El lugar se estaba llenando por momentos y una vocecilla en la cabeza de Eilydh le dijo que era prácticamente imposible que encontrasen una corona de flores entre aquel jolgorio. Se debatió por unos momentos y su mirada se cruzó de nuevo con cierta cara conocida.
-Emmm... podríamos.. podríamos hacer una nueva- dijo Eilydh apresurada, como si de pronto aquello fuese la única salida a una situación que ni siquiera se había planteado antes-De hecho... podrías hacerle una corona a tu madre mientras..- miró a Sasha- mientras Sashenka te hace una a ti. Con los mismos colores que la que te hizo tu mamá- dijo Eilydh y sin saber por qué comenzó a agacharse y buscar por aquí y por allá la endemoniada corona de flores.
Cualquiera hubiese pensado que se estaba escondiendo.
-Mientras... yo la sigo buscando con este agradable señor- dijo, sonriéndole a Hoots.- Estoy segura que si todos buscamos bien la encontraremos pron...
Eilydh se agachó entre varias sillas fingiendo que buscaba bajo una mesa. Se llevó la mano vacía a su cara, como acto reflejo.
Perfecto.. ahora también había perdido su cerveza.
-
Menciono a Anastasia, Anders y Twistedale. Interactúo con Sashenka y Hoots
Eilydh
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Se había temido aquello.
Si Asher no estaba allí, el tigre no lo recordaría. Había dicho que solo funcionaba en los primeros instantes, después de todo. Syl suspiró. Aquello complicaba las cosas. Interrogar a Rakfyr respecto a lo que sabía de él para intentar rellenar los huecos no funcionaría.
Quizás lo mejor sería hacerle entender por qué no le recordaba.
-Magia, por supuesto.- masculló. -Básicamente... estuvimos en otro mundo. Por culpa de una traición, nadie de Aerandir nos recuerda. Ni a Asher ni a mi, ni a ninguno de los que nos acompañó. La única forma de solucionarlo es con el polvo que te tiré a la cara. Sin él, no me habrías reconocido.- explicó, llevándose la mano a la máscara.
El tigre parecía confuso. Frunció el ceño, tratando de asimilar esa historia.
-No sé si... no hay forma de que te olvidase, Syl.- dijo el chamán. El gato hizo una pausa, tratando de pensar como continuar.
-...Hmm. ¿No notas... huecos? ¿En tu memoria?- inquirió. -Por ejemplo, recuerdas como nos conocimos. En Roilkat. Estábamos Kothán, yo, una mujer y... dos personas que no recuerdas.-
Rakfyr se llevó la mano al mentón, pensativo. Después, miró a Syl, haciendo un gesto con la mano para señalarlo.
-Si, hay algo. Había dos personas más, pero no recuerdo nada de ellas.- concedió, aún tratando de concentrarse. -Pero no sé... mi memoria no es perfecta. Puedo olvidarme de otras personas.-
Algo cruzó la mente de Syl. Memorias más concretas. Algo que solo Asher hubiese podido hacer. Señaló al totem del Lobo.
-Ese totem. Lo hiciste tu, ¿recuerdas? Alguien rompió el anterior por accidente.- dijo el gato. No había estado allí, pero recordaba lo furioso que se había puesto el tigre. Incluso los días posteriores, había estado algo alterado. Aunque habían sido años de aquello. -Y Kayr. ¡Y el cuervo blanco! No estaban aquí cuando encontramos este sitio. ¿Quien los trajo?-
Hubo otro silencio. El tigre empezaba a dudar de sus propios recuerdos. Finalmente, asintió.
-...Entiendo. ¿Y dices que quien los trajo es una persona que he olvidado?-
-Un hombre bestia. Del mismo sitio que Oshu, pero más grande. Arcanista. Usa demasiada magia para no poder usarla. Temerario, peligroso, y uno de los mejores, si no el mejor, guerrero vivo en Aerandir.- le describió. Era lo más relevante por el momento. -Ah, y estoy casado con él.- añadió finalmente. Rakfyr abrió la boca por un segundo, con una pregunta en el rostro, pero Syl le interrumpió con un gesto.
Tras aquello, la explicación fue algo más fácil. Pasó a relatar como Asher era un Centinela, y como Asher y él fueron a Sandorai para enfrentarse a los Jinetes Oscuros. El resto fue relativamente simple, al menos en su versión resumida. Y finalmente, llegó a la parte del Oblivion... y del precio a pagar.
-Las memorias de nosotros son solo parte de ello.- dijo. Tragó saliva y dio un paso atrás, dudando de si mostrarse o no. Apretó la mandíbula, inseguro. -...Mi aspecto ha cambiado. Por eso la máscara. Es como si hubiese muerto de verdad.-
-¿Quieres...? Hmm. Si no es contagioso, ¿puedo verlo? Quizás pueda ayudar.- sugirió el tigre. El gato suspiró. Era lo que quería oír, aunque trató de no hacerse muchas esperanzas. Lentamente, se llevó la mano a la máscara y se la quitó, revelando su rostro.
Rakfyr no mostró ninguna reacción visible, pero Syl sabía que no lo haría sin importar lo horrible que fuese.
-Quizás... pueda hacer algo.- asintió finalmente. Los ojos del ballestero se iluminaron. -Hay una flor que solo crece en el agua. Ilfrost. Pero es... difícil de encontrar.- explicó. -Si sales ahora, creo que podrías encontrarla hoy.-
Syl mantuvo un paso rápido, corriendo entre los árboles tanto tiempo como le permitían sus piernas. Nada le perseguía salvo la luna, acercándose cada vez más al horizonte.
No tenía mucho tiempo, pero no debía de faltar demasiado.
Su objetivo era el río que partía del Heimdal. Si quería encontrar la flor, aquella era su mejor opción. El problema con aquella flor era que sólo podía verse en dos momentos del día: al amanecer, y al anochecer. Si hubiese sido humano, o alguien más lento, solo habría podido esperar conseguirla a la noche del día siguiente. El trayecto desde el Templo era demasiado largo como para hacerlo de otra forma, y recorría demasiado bosque como para ser cómodo.
Pero si aquello servía, valdría la pena. Finalmente, lo escuchó. El fluir del agua. Unos instantes después, llegó a la orilla. Se dejó caer pesadamente cerca de la orilla, agotado. Sacó su cantimplora entre jadeos y dio varios tragos.
Apenas tuvo un minuto de descanso antes de ver como el cielo empezaba a esclarecer. Lentamente, el sol estaba saliendo. Las sombras recedían de forma visible, y con los primeros rayos de luz, un espectáculo surgió en el río.
Decenas de flores de Ilfrost se desplegaron por el agua. Eran... distintas a como se había imaginado, pero definitivamente eran esas. Fragmentos de hielo y escarcha, todos apuntando al mismo lugar. Syl se secó la boca y se levantó. Tras asegurar la pequeña caja que le había dado Rakfyr, el gato alzó la capucha de su capa. [1]
Con ello, empezó a flotar, como si hubiese perdido completamente su peso. El felino se dirigió directamente hacia las flores, tomándolas con cuidado y depositándolas inmediatamente en la caja una a una.
Quizás no fuese "demasiada magia", después de todo.
Especial maldiciones (solo Syl): Recoge [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], ya que son buenas para tratar heridas de la piel, entre otras cosas. No, no encontré nada con suero capilar.
[1] Objeto de Syl: Eco
Si Asher no estaba allí, el tigre no lo recordaría. Había dicho que solo funcionaba en los primeros instantes, después de todo. Syl suspiró. Aquello complicaba las cosas. Interrogar a Rakfyr respecto a lo que sabía de él para intentar rellenar los huecos no funcionaría.
Quizás lo mejor sería hacerle entender por qué no le recordaba.
-Magia, por supuesto.- masculló. -Básicamente... estuvimos en otro mundo. Por culpa de una traición, nadie de Aerandir nos recuerda. Ni a Asher ni a mi, ni a ninguno de los que nos acompañó. La única forma de solucionarlo es con el polvo que te tiré a la cara. Sin él, no me habrías reconocido.- explicó, llevándose la mano a la máscara.
El tigre parecía confuso. Frunció el ceño, tratando de asimilar esa historia.
-No sé si... no hay forma de que te olvidase, Syl.- dijo el chamán. El gato hizo una pausa, tratando de pensar como continuar.
-...Hmm. ¿No notas... huecos? ¿En tu memoria?- inquirió. -Por ejemplo, recuerdas como nos conocimos. En Roilkat. Estábamos Kothán, yo, una mujer y... dos personas que no recuerdas.-
Rakfyr se llevó la mano al mentón, pensativo. Después, miró a Syl, haciendo un gesto con la mano para señalarlo.
-Si, hay algo. Había dos personas más, pero no recuerdo nada de ellas.- concedió, aún tratando de concentrarse. -Pero no sé... mi memoria no es perfecta. Puedo olvidarme de otras personas.-
Algo cruzó la mente de Syl. Memorias más concretas. Algo que solo Asher hubiese podido hacer. Señaló al totem del Lobo.
-Ese totem. Lo hiciste tu, ¿recuerdas? Alguien rompió el anterior por accidente.- dijo el gato. No había estado allí, pero recordaba lo furioso que se había puesto el tigre. Incluso los días posteriores, había estado algo alterado. Aunque habían sido años de aquello. -Y Kayr. ¡Y el cuervo blanco! No estaban aquí cuando encontramos este sitio. ¿Quien los trajo?-
Hubo otro silencio. El tigre empezaba a dudar de sus propios recuerdos. Finalmente, asintió.
-...Entiendo. ¿Y dices que quien los trajo es una persona que he olvidado?-
-Un hombre bestia. Del mismo sitio que Oshu, pero más grande. Arcanista. Usa demasiada magia para no poder usarla. Temerario, peligroso, y uno de los mejores, si no el mejor, guerrero vivo en Aerandir.- le describió. Era lo más relevante por el momento. -Ah, y estoy casado con él.- añadió finalmente. Rakfyr abrió la boca por un segundo, con una pregunta en el rostro, pero Syl le interrumpió con un gesto.
Tras aquello, la explicación fue algo más fácil. Pasó a relatar como Asher era un Centinela, y como Asher y él fueron a Sandorai para enfrentarse a los Jinetes Oscuros. El resto fue relativamente simple, al menos en su versión resumida. Y finalmente, llegó a la parte del Oblivion... y del precio a pagar.
-Las memorias de nosotros son solo parte de ello.- dijo. Tragó saliva y dio un paso atrás, dudando de si mostrarse o no. Apretó la mandíbula, inseguro. -...Mi aspecto ha cambiado. Por eso la máscara. Es como si hubiese muerto de verdad.-
-¿Quieres...? Hmm. Si no es contagioso, ¿puedo verlo? Quizás pueda ayudar.- sugirió el tigre. El gato suspiró. Era lo que quería oír, aunque trató de no hacerse muchas esperanzas. Lentamente, se llevó la mano a la máscara y se la quitó, revelando su rostro.
Rakfyr no mostró ninguna reacción visible, pero Syl sabía que no lo haría sin importar lo horrible que fuese.
-Quizás... pueda hacer algo.- asintió finalmente. Los ojos del ballestero se iluminaron. -Hay una flor que solo crece en el agua. Ilfrost. Pero es... difícil de encontrar.- explicó. -Si sales ahora, creo que podrías encontrarla hoy.-
[. . .]
Syl mantuvo un paso rápido, corriendo entre los árboles tanto tiempo como le permitían sus piernas. Nada le perseguía salvo la luna, acercándose cada vez más al horizonte.
No tenía mucho tiempo, pero no debía de faltar demasiado.
Su objetivo era el río que partía del Heimdal. Si quería encontrar la flor, aquella era su mejor opción. El problema con aquella flor era que sólo podía verse en dos momentos del día: al amanecer, y al anochecer. Si hubiese sido humano, o alguien más lento, solo habría podido esperar conseguirla a la noche del día siguiente. El trayecto desde el Templo era demasiado largo como para hacerlo de otra forma, y recorría demasiado bosque como para ser cómodo.
Pero si aquello servía, valdría la pena. Finalmente, lo escuchó. El fluir del agua. Unos instantes después, llegó a la orilla. Se dejó caer pesadamente cerca de la orilla, agotado. Sacó su cantimplora entre jadeos y dio varios tragos.
Apenas tuvo un minuto de descanso antes de ver como el cielo empezaba a esclarecer. Lentamente, el sol estaba saliendo. Las sombras recedían de forma visible, y con los primeros rayos de luz, un espectáculo surgió en el río.
Decenas de flores de Ilfrost se desplegaron por el agua. Eran... distintas a como se había imaginado, pero definitivamente eran esas. Fragmentos de hielo y escarcha, todos apuntando al mismo lugar. Syl se secó la boca y se levantó. Tras asegurar la pequeña caja que le había dado Rakfyr, el gato alzó la capucha de su capa. [1]
Con ello, empezó a flotar, como si hubiese perdido completamente su peso. El felino se dirigió directamente hacia las flores, tomándolas con cuidado y depositándolas inmediatamente en la caja una a una.
Quizás no fuese "demasiada magia", después de todo.
________________________
Especial maldiciones (solo Syl): Recoge [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], ya que son buenas para tratar heridas de la piel, entre otras cosas. No, no encontré nada con suero capilar.
[1] Objeto de Syl: Eco
Asher Daregan
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Dos siluetas se deslizaban por del pantano en mitad de la noche, iluminadas únicamente por la luz de la luna que conseguía colarse entre la densa vegetación de la zona. En silencio, la de cabellos cenicientos dirigía la marcha, aprovechando su agudo sentido de la vista para orientarse a través del terreno y esquivar los peligros que encontraban en el camino.
Sus heridas físicas se habían curado después de un breve encuentro con Eärwen, la curandera élfica que había ayudado a la benjamina de los Calhoun otras veces en el pasado, y que al igual que mucho de sus congéneres, había acudido a Árbol Madre para defenderlo del ataque de los jinetes, pero Elen aún estaba lejos de encontrarse bien. Dolida y enfadada por la traición de aquellos a los que consideraba sus aliados, esos que la habían abandonado a su suerte junto con Alister y el resto de Centinelas y héroes que se atrevieron a cruzar al Oblivion, la joven afrontaba el hecho de que su batalla no había terminado todavía.
Después de muchos años por fin era libre de la maldición que la había metido en todo aquel lío, ya no dependía del medallón solar para vivir ni sufría los estragos del cambio de plano, pero otro mal había llegado para agriar su victoria contra los Tarmúnil. Su tez, normalmente pálida a causa de su condición de criatura de la noche, ahora tenía un enfermizo tono grisáceo, en el cual destacaban mucho más sus rasgos faciales y cicatrices, otorgándole un aspecto que no distaba mucho del de los no muertos que Amaterasu solía convocar para luchar.
¿Siempre sería así? ¿acaso los dioses se divertían a su costa enviándole una desgracia tras otra? Se suponía que tras la batalla contra Ilmerith todo debía terminar, que podría centrarse en cumplir con lo que el culto a Habak le había pedido para revertir los efectos de la sangre de Géminis, pero las cosas nunca eran tan sencillas, no para ella.
En otras circunstancias, y después de recibir tantos golpes, la señora de sombras habría contemplado la opción de rendirse y dejar de intentar volver a la normalidad, ya tan lejana… pero no podía hacer eso, no podía dejar que Alister pagase también por haberla acompañado al Oblivion. El dragón era la lealtad personificada, había arriesgado su vida para ir con ella hasta el final y a pesar de la situación que vivían, no se había quejado ni una sola vez desde que Koran los sacó del hogar de los jinetes, todo lo contrario, viendo la negatividad con que su compañera había recibido la nueva maldición, él trataba de mostrarse todo lo optimista que podía.
Estaban juntos ¿no? Los Tarmúnil eran historia y ambos seguían vivos, sus respectivas venganzas se habían cumplido y ahora podían empezar un nuevo capítulo, uno en que Elen no tendría que volver a preocuparse por la reliquia, que ya no colgaba de su cuello. El medallón solar, o mejor dicho lo que quedaba de él, descansaba envuelto en un pañuelo dentro de la bolsa de la vampira a modo de recordatorio, aunque difícilmente olvidaría la oscura etapa de su vida que comenzó en los callejones de Lunargenta, y que la llevó a todos los confines de Aerandir e incluso a otras épocas y planos.
- ¿Vamos bien? - preguntó en un susurro, queriendo romper el pesado silencio que se había instalado entre ellos desde que abandonaron la zona de Árbol Madre. Después de lo sucedido la de ojos verdes se había vuelto más callada de lo normal, pero no solo eso, la mayor parte del tiempo ocultaba su rostro bajo una capucha o un pañuelo y evitaba mirarlo, el sentimiento de culpabilidad la estaba consumiendo, de ahí que estuviesen en al pantano en mitad de la noche, buscando una planta que ni siquiera la alquimista había llegado a ver antes.
- Sí, el diario menciona un lugar en concreto… no debe estar lejos de aquí. - respondió la joven, que sujetaba con fuerza un viejo legajo de su padre. Décadas atrás, el hechicero había viajado hasta aquellas tierras siguiendo los rumores de una flor capaz de revelar lo oculto, un espécimen con poder suficiente para contrarrestar los efectos de ciertas maldiciones y conjuros, aquellos que lanzados con malicia, alteraban la apariencia de sus víctimas.
- El lago debería estar ahí delante, tras esos árboles. - indicó, agudizando el oído y acelerando el paso en cuanto le llegó el rumor del agua. - Hemos llegado. - añadió con un poco más de ánimo nada más ver el sitio, que se conservaba exactamente como lo había descrito el brujo. - ¿Y la planta? - inquirió Alister, escrutando los alrededores con la mirada. - Justo ahí, al otro lado… ¿la ves en la orilla? - contestó Elen, mientras empezaba a bordear la pequeña masa de agua a paso ligero sin perder de vista su objetivo.
El resto del trayecto no les llevó demasiado, pronto alcanzaron la otra punta de la laguna y con ello, el primero de los ingredientes que según la herborista, necesitaban para recuperar su aspecto normal. - Me llevaré unas cuantas de más, puede que Huri y los demás también necesiten el remedio. - musitó, sacando un frasco de su bolsa y procediendo a cortar con cuidado las flores, cuya caprichosa forma recordaba a la de una paloma blanca con las alas extendidas.
- Ya está, ahora hacia ¿dónde? - preguntó el cazador, en cuanto la vampira dio por terminada su labor allí. - A lo profundo del pantano… esta será algo más complicada de encontrar. - explicó, volviendo a revisar la investigación de su padre antes de ponerse en camino.
Poco a poco la pareja se fue adentrando en aquella inmensa ciénaga, siguiendo las indicaciones que el renombrado alquimista había plasmado tiempo atrás, ésta vez para hallar otra planta de gran poder sanador, y que según los cálculos de la señora de sombras, mezclada con la flor de revelación en la cantidad adecuada terminaría de dar el efecto deseado a la poción.
Pero moverse por la zona no iba a resultarles fácil, el terreno se volvía cada vez más inestable y confuso, tanto que al llegar al punto marcado lo que encontraron no se correspondía con lo que buscaban, motivo por el que dieron varias vueltas alrededor del mismo, sin éxito. - No lo entiendo. - susurró la de cabellos cenicientos, parando un momento para releer detenidamente las páginas del diario. - ¿Qué ocurre Elen? - quiso saber el dragón, colocándose a su lado. - Aquí debería haber una cueva, lo dice claramente… pero no está. - respondió ella, sintiendo como una pesada losa se asentaba sobre sus hombros, si no encontraban el segundo ingrediente ¿qué harían?
- No te desanimes, busquémosla, si lo pone tiene que estar en alguna parte. - trató de animarla, pero tras revisar en vano los alrededores durante unos minutos, la joven dejó que la negatividad volviese a apoderarse de ella, sentándose en una piedra cercana. Por su cabeza pasaban un montón de cosas, que era culpa suya, que había fallado al norteño y que debía dar con otra alternativa, pero teniendo en cuenta la gravedad de la maldición que padecían no tenía demasiadas opciones, las hierbas que solía utilizar no servirían, necesitaba algo excepcional.
- Extraños… ¿qué buscáis aquí? - les habló una voz, provocando que ambos levantasen la cabeza para buscar el origen. - ¿Quién ha dicho eso? - inquirió Alister, situándose junto a la benjamina de los Calhoun por si acaso. Una delicada silueta se movió por entre los árboles hasta quedar a la vista, y su verdoso cuerpo cubierto de algas no dejó lugar a dudas, se trataba de una dríada del pantano. - Os he estado observando… - contestó con voz suave la criatura, aunque no movía los labios, se estaba comunicando mentalmente con ellos. - Cortasteis mis flores en el lago… ¿por qué? - preguntó sin perder la tranquilidad en ningún momento.
- Las necesitamos. - intervino Elen, poniéndose en pie. - ¿Para qué? - quiso saber el ser. - Para elaborar una cura, estamos malditos. - confesó sin pensárselo, avanzando hacia un punto lo suficientemente iluminado como para que la dríada pudiese verle el rostro. La expresión de la mujer pasó del susto inicial a la lástima, dejando claro que aquella imagen era prueba suficiente para convencerla de que decían la verdad. - ¿Qué buscáis? - volvió a preguntar, mostrándose dispuesta a ayudar, justo lo que la vampira quería.
- Una cueva en la que crecen unas poderosas flores curativas, debería estar aquí pero me temo que las notas que tenía estaban mal, nos hemos perdido. - explicó con cierta tristeza, aferrando con fuerza el legajo que los había llevado hasta allí. - No os habéis equivocado, la cueva que mencionas está aquí, pero más oculta de lo que esperabas. - reveló la criatura, señalando una pequeña laguna bastante similar a la que habían visitado un rato antes. - Si deseas hacerte con la flor debes sumergirte, yo puedo guiarte. - se ofreció, descendiendo de las ramas del árbol en que se apoyaba para caminar hasta la orilla.
- ¿Harías eso por nosotros? - soltó sorprendida, a lo que la guardiana del pantano respondió asintiendo con la cabeza y esbozando una leve sonrisa. - Veo el sufrimiento en tus ojos, nadie debería vivir con eso. - volvió a comunicarse con ellos, y sin perder tiempo, la dríada comenzó a meterse en el agua, esperando a que la pareja hiciese lo propio para hundirse por completo e iniciar el breve trayecto que llevaba hasta la cueva.
- Espérame aquí con las cosas, no tardaré. - pidió la joven, liberándose de cuanto cargaba a excepción de un par de tarros de cristal y la daga del cinturón. - ¿Estás segura? Puedo ir yo. - propuso Alister, quien a pesar de la buena predisposición de la recién llegada no terminaba de fiarse. - No te preocupes, volveré enseguida… - aseguró Elen, para acto seguido dirigir sus pasos hacia la criatura.
Tardó un poco en llegar a su altura, lo justo para que su cuerpo se fuese acostumbrando a la temperatura del agua, pero una vez dentro no dudó en zambullirse por completo, tomando una amplia bocanada de aire antes de dejar atrás la superficie. - Abre los ojos y sígueme. - le indicó mentalmente la dríada, mientras su verdoso cuerpo empezaba a emitir un tenue brillo. La señora de sombras obedeció y nadó tras ella durante varios metros, hasta que logró atisbar una pared de roca que en breve les cortaría el paso, el punto en que debían ascender nuevamente.
Tal como imaginaba, la ninfa del pantano siguió hasta llegar al muro y una vez allí se dirigió hacia arriba, emergiendo en la entrada de la cueva y apresurándose a salir del agua para tender una mano a su acompañante en cuanto la alcanzase. - Gracias. - consiguió articular la de cabellos cenicientos, tras respirar profundamente un par de veces para recuperar el aliento.
Cualquiera habría esperado encontrar una caverna oscura y lúgubre allí abajo, estaba lista para eso, pero lo que halló no fue nada parecido. Varias docenas de flores iluminaban el interior con tonos verdosos y violáceos, eran luminiscentes y la imagen que formaban no podía ser más bonita. - ¿Hermoso verdad? - preguntó la dríada, sonriendo de nuevo. - Sí, sí que lo es. - contestó en voz alta la alquimista, a la que casi le daba pena tener que llevarse parte de aquellos especímenes. - Toma las que necesites. - instó la mujer, y eso hizo ella, cortando con cuidado cuatro de aquellas pequeñas joyas de la naturaleza, dos para ellos y dos más por si alguno de sus aliados llegaba a necesitarlas.
- Creo que es suficiente… espero que lo sea. - musitó, guardando con cuidado los frascos y atándolos de nuevo a su cinturón. - Lo será, la Silva lucem es poderosa, y unida a la Verumlin que recogisteis antes lo será aún más… vuestra maldición desaparecerá, estoy segura. - aquellas palabras consiguieron dar algo de esperanza a la vampira, que sin perder más tiempo inició el trayecto de regreso para reunirse con el dragón.
- Por fin vuelves, empezaba a preocuparme. - soltó nada más verla salir del lago. - Vamos, no exageres, solo han sido unos minutos y… - hizo una pausa, durante la cual echó mano a los recipientes para poder mostrárselos. - Valió la pena. - anunció, curvando los labios en una leve sonrisa, cosa que no hacía desde que abandonaron el Oblivion. - Ahora solo nos queda preparar el remedio y rezar para que funcione, gracias por habernos ayudado. - añadió poco después, girándose hacia la moradora del bosque mientras pronunciaba la segunda parte de la frase.
- No ha sido nada… suerte. - se despidió el ser, dando por terminado su cometido allí, aunque probablemente siguiese a la pareja un poco más, lo necesario para saber si el brebaje finalmente eliminaba la maldición que tenían.
Y sin más, cada cual tomó su camino, la ninfa hacia el bosque y ellos hacia un claro cercano que habían visto en el camino, lugar en que empezarían a experimentar en la búsqueda de una cura.
Off: Debido a problemas informáticos no he podido participar antes en este evento, cumplo con lo necesario para obtener dos dosis del objeto que nos quite la maldición a Alister y a mí.
Con respecto a las plantas mencionadas iré enseguida a plantearlas como aportes al herbolario, quería quitarme el post primero por si volvía a fallar el ordenador y me dejaba tirada >.<
Sus heridas físicas se habían curado después de un breve encuentro con Eärwen, la curandera élfica que había ayudado a la benjamina de los Calhoun otras veces en el pasado, y que al igual que mucho de sus congéneres, había acudido a Árbol Madre para defenderlo del ataque de los jinetes, pero Elen aún estaba lejos de encontrarse bien. Dolida y enfadada por la traición de aquellos a los que consideraba sus aliados, esos que la habían abandonado a su suerte junto con Alister y el resto de Centinelas y héroes que se atrevieron a cruzar al Oblivion, la joven afrontaba el hecho de que su batalla no había terminado todavía.
Después de muchos años por fin era libre de la maldición que la había metido en todo aquel lío, ya no dependía del medallón solar para vivir ni sufría los estragos del cambio de plano, pero otro mal había llegado para agriar su victoria contra los Tarmúnil. Su tez, normalmente pálida a causa de su condición de criatura de la noche, ahora tenía un enfermizo tono grisáceo, en el cual destacaban mucho más sus rasgos faciales y cicatrices, otorgándole un aspecto que no distaba mucho del de los no muertos que Amaterasu solía convocar para luchar.
¿Siempre sería así? ¿acaso los dioses se divertían a su costa enviándole una desgracia tras otra? Se suponía que tras la batalla contra Ilmerith todo debía terminar, que podría centrarse en cumplir con lo que el culto a Habak le había pedido para revertir los efectos de la sangre de Géminis, pero las cosas nunca eran tan sencillas, no para ella.
En otras circunstancias, y después de recibir tantos golpes, la señora de sombras habría contemplado la opción de rendirse y dejar de intentar volver a la normalidad, ya tan lejana… pero no podía hacer eso, no podía dejar que Alister pagase también por haberla acompañado al Oblivion. El dragón era la lealtad personificada, había arriesgado su vida para ir con ella hasta el final y a pesar de la situación que vivían, no se había quejado ni una sola vez desde que Koran los sacó del hogar de los jinetes, todo lo contrario, viendo la negatividad con que su compañera había recibido la nueva maldición, él trataba de mostrarse todo lo optimista que podía.
Estaban juntos ¿no? Los Tarmúnil eran historia y ambos seguían vivos, sus respectivas venganzas se habían cumplido y ahora podían empezar un nuevo capítulo, uno en que Elen no tendría que volver a preocuparse por la reliquia, que ya no colgaba de su cuello. El medallón solar, o mejor dicho lo que quedaba de él, descansaba envuelto en un pañuelo dentro de la bolsa de la vampira a modo de recordatorio, aunque difícilmente olvidaría la oscura etapa de su vida que comenzó en los callejones de Lunargenta, y que la llevó a todos los confines de Aerandir e incluso a otras épocas y planos.
- ¿Vamos bien? - preguntó en un susurro, queriendo romper el pesado silencio que se había instalado entre ellos desde que abandonaron la zona de Árbol Madre. Después de lo sucedido la de ojos verdes se había vuelto más callada de lo normal, pero no solo eso, la mayor parte del tiempo ocultaba su rostro bajo una capucha o un pañuelo y evitaba mirarlo, el sentimiento de culpabilidad la estaba consumiendo, de ahí que estuviesen en al pantano en mitad de la noche, buscando una planta que ni siquiera la alquimista había llegado a ver antes.
- Sí, el diario menciona un lugar en concreto… no debe estar lejos de aquí. - respondió la joven, que sujetaba con fuerza un viejo legajo de su padre. Décadas atrás, el hechicero había viajado hasta aquellas tierras siguiendo los rumores de una flor capaz de revelar lo oculto, un espécimen con poder suficiente para contrarrestar los efectos de ciertas maldiciones y conjuros, aquellos que lanzados con malicia, alteraban la apariencia de sus víctimas.
- El lago debería estar ahí delante, tras esos árboles. - indicó, agudizando el oído y acelerando el paso en cuanto le llegó el rumor del agua. - Hemos llegado. - añadió con un poco más de ánimo nada más ver el sitio, que se conservaba exactamente como lo había descrito el brujo. - ¿Y la planta? - inquirió Alister, escrutando los alrededores con la mirada. - Justo ahí, al otro lado… ¿la ves en la orilla? - contestó Elen, mientras empezaba a bordear la pequeña masa de agua a paso ligero sin perder de vista su objetivo.
El resto del trayecto no les llevó demasiado, pronto alcanzaron la otra punta de la laguna y con ello, el primero de los ingredientes que según la herborista, necesitaban para recuperar su aspecto normal. - Me llevaré unas cuantas de más, puede que Huri y los demás también necesiten el remedio. - musitó, sacando un frasco de su bolsa y procediendo a cortar con cuidado las flores, cuya caprichosa forma recordaba a la de una paloma blanca con las alas extendidas.
- Ya está, ahora hacia ¿dónde? - preguntó el cazador, en cuanto la vampira dio por terminada su labor allí. - A lo profundo del pantano… esta será algo más complicada de encontrar. - explicó, volviendo a revisar la investigación de su padre antes de ponerse en camino.
Poco a poco la pareja se fue adentrando en aquella inmensa ciénaga, siguiendo las indicaciones que el renombrado alquimista había plasmado tiempo atrás, ésta vez para hallar otra planta de gran poder sanador, y que según los cálculos de la señora de sombras, mezclada con la flor de revelación en la cantidad adecuada terminaría de dar el efecto deseado a la poción.
Pero moverse por la zona no iba a resultarles fácil, el terreno se volvía cada vez más inestable y confuso, tanto que al llegar al punto marcado lo que encontraron no se correspondía con lo que buscaban, motivo por el que dieron varias vueltas alrededor del mismo, sin éxito. - No lo entiendo. - susurró la de cabellos cenicientos, parando un momento para releer detenidamente las páginas del diario. - ¿Qué ocurre Elen? - quiso saber el dragón, colocándose a su lado. - Aquí debería haber una cueva, lo dice claramente… pero no está. - respondió ella, sintiendo como una pesada losa se asentaba sobre sus hombros, si no encontraban el segundo ingrediente ¿qué harían?
- No te desanimes, busquémosla, si lo pone tiene que estar en alguna parte. - trató de animarla, pero tras revisar en vano los alrededores durante unos minutos, la joven dejó que la negatividad volviese a apoderarse de ella, sentándose en una piedra cercana. Por su cabeza pasaban un montón de cosas, que era culpa suya, que había fallado al norteño y que debía dar con otra alternativa, pero teniendo en cuenta la gravedad de la maldición que padecían no tenía demasiadas opciones, las hierbas que solía utilizar no servirían, necesitaba algo excepcional.
- Extraños… ¿qué buscáis aquí? - les habló una voz, provocando que ambos levantasen la cabeza para buscar el origen. - ¿Quién ha dicho eso? - inquirió Alister, situándose junto a la benjamina de los Calhoun por si acaso. Una delicada silueta se movió por entre los árboles hasta quedar a la vista, y su verdoso cuerpo cubierto de algas no dejó lugar a dudas, se trataba de una dríada del pantano. - Os he estado observando… - contestó con voz suave la criatura, aunque no movía los labios, se estaba comunicando mentalmente con ellos. - Cortasteis mis flores en el lago… ¿por qué? - preguntó sin perder la tranquilidad en ningún momento.
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- Las necesitamos. - intervino Elen, poniéndose en pie. - ¿Para qué? - quiso saber el ser. - Para elaborar una cura, estamos malditos. - confesó sin pensárselo, avanzando hacia un punto lo suficientemente iluminado como para que la dríada pudiese verle el rostro. La expresión de la mujer pasó del susto inicial a la lástima, dejando claro que aquella imagen era prueba suficiente para convencerla de que decían la verdad. - ¿Qué buscáis? - volvió a preguntar, mostrándose dispuesta a ayudar, justo lo que la vampira quería.
- Una cueva en la que crecen unas poderosas flores curativas, debería estar aquí pero me temo que las notas que tenía estaban mal, nos hemos perdido. - explicó con cierta tristeza, aferrando con fuerza el legajo que los había llevado hasta allí. - No os habéis equivocado, la cueva que mencionas está aquí, pero más oculta de lo que esperabas. - reveló la criatura, señalando una pequeña laguna bastante similar a la que habían visitado un rato antes. - Si deseas hacerte con la flor debes sumergirte, yo puedo guiarte. - se ofreció, descendiendo de las ramas del árbol en que se apoyaba para caminar hasta la orilla.
- ¿Harías eso por nosotros? - soltó sorprendida, a lo que la guardiana del pantano respondió asintiendo con la cabeza y esbozando una leve sonrisa. - Veo el sufrimiento en tus ojos, nadie debería vivir con eso. - volvió a comunicarse con ellos, y sin perder tiempo, la dríada comenzó a meterse en el agua, esperando a que la pareja hiciese lo propio para hundirse por completo e iniciar el breve trayecto que llevaba hasta la cueva.
- Espérame aquí con las cosas, no tardaré. - pidió la joven, liberándose de cuanto cargaba a excepción de un par de tarros de cristal y la daga del cinturón. - ¿Estás segura? Puedo ir yo. - propuso Alister, quien a pesar de la buena predisposición de la recién llegada no terminaba de fiarse. - No te preocupes, volveré enseguida… - aseguró Elen, para acto seguido dirigir sus pasos hacia la criatura.
Tardó un poco en llegar a su altura, lo justo para que su cuerpo se fuese acostumbrando a la temperatura del agua, pero una vez dentro no dudó en zambullirse por completo, tomando una amplia bocanada de aire antes de dejar atrás la superficie. - Abre los ojos y sígueme. - le indicó mentalmente la dríada, mientras su verdoso cuerpo empezaba a emitir un tenue brillo. La señora de sombras obedeció y nadó tras ella durante varios metros, hasta que logró atisbar una pared de roca que en breve les cortaría el paso, el punto en que debían ascender nuevamente.
Tal como imaginaba, la ninfa del pantano siguió hasta llegar al muro y una vez allí se dirigió hacia arriba, emergiendo en la entrada de la cueva y apresurándose a salir del agua para tender una mano a su acompañante en cuanto la alcanzase. - Gracias. - consiguió articular la de cabellos cenicientos, tras respirar profundamente un par de veces para recuperar el aliento.
Cualquiera habría esperado encontrar una caverna oscura y lúgubre allí abajo, estaba lista para eso, pero lo que halló no fue nada parecido. Varias docenas de flores iluminaban el interior con tonos verdosos y violáceos, eran luminiscentes y la imagen que formaban no podía ser más bonita. - ¿Hermoso verdad? - preguntó la dríada, sonriendo de nuevo. - Sí, sí que lo es. - contestó en voz alta la alquimista, a la que casi le daba pena tener que llevarse parte de aquellos especímenes. - Toma las que necesites. - instó la mujer, y eso hizo ella, cortando con cuidado cuatro de aquellas pequeñas joyas de la naturaleza, dos para ellos y dos más por si alguno de sus aliados llegaba a necesitarlas.
- Creo que es suficiente… espero que lo sea. - musitó, guardando con cuidado los frascos y atándolos de nuevo a su cinturón. - Lo será, la Silva lucem es poderosa, y unida a la Verumlin que recogisteis antes lo será aún más… vuestra maldición desaparecerá, estoy segura. - aquellas palabras consiguieron dar algo de esperanza a la vampira, que sin perder más tiempo inició el trayecto de regreso para reunirse con el dragón.
- Por fin vuelves, empezaba a preocuparme. - soltó nada más verla salir del lago. - Vamos, no exageres, solo han sido unos minutos y… - hizo una pausa, durante la cual echó mano a los recipientes para poder mostrárselos. - Valió la pena. - anunció, curvando los labios en una leve sonrisa, cosa que no hacía desde que abandonaron el Oblivion. - Ahora solo nos queda preparar el remedio y rezar para que funcione, gracias por habernos ayudado. - añadió poco después, girándose hacia la moradora del bosque mientras pronunciaba la segunda parte de la frase.
- No ha sido nada… suerte. - se despidió el ser, dando por terminado su cometido allí, aunque probablemente siguiese a la pareja un poco más, lo necesario para saber si el brebaje finalmente eliminaba la maldición que tenían.
Y sin más, cada cual tomó su camino, la ninfa hacia el bosque y ellos hacia un claro cercano que habían visto en el camino, lugar en que empezarían a experimentar en la búsqueda de una cura.
Off: Debido a problemas informáticos no he podido participar antes en este evento, cumplo con lo necesario para obtener dos dosis del objeto que nos quite la maldición a Alister y a mí.
Con respecto a las plantas mencionadas iré enseguida a plantearlas como aportes al herbolario, quería quitarme el post primero por si volvía a fallar el ordenador y me dejaba tirada >.<
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El bardo se sonrió, observando a la mujer ante sí. No tenía ni la más remota idea de si seguía siendo un ser humano o una criatura invocada por fuerzas fantásticas. Y la verdad, le importaba un pimiento. Lo interesante estaba en su gesto adusto y el tirón altivo de la mandíbula ante la verborrea de la pelirroja. Ahí yacía lo divertido.
Dio un gran sorbo a la jarra de madera, buscando la pipa entre los pliegues de la ropa. Aplaudió entusiasmada cuando le dijo que le pediría un autógrafo y extendió los brazos remangados, e hizo un pucherito cuando comprendió que no era el caso. Torció la cabeza con una ceja alzada, no pensaba firmarle una teta. Los fans a veces pedían cosas raras. Se preguntó si sería prudente darle más de beber... tampoco quería firmarle una nalga.
-Si me estás preguntando trucos sobre higiene bucal no sabría decirte. -comentó, sacando a relucir sus dientes en una gran sonrisa; luego se inclinó un poco más sobre la mesa como si fuese a confesar un secreto.- Pero yo me enjuago la boca todos los días con lo que sea que caiga en la petaca, si el dato te ayuda.
Rió para sí misma brindando con la mujer muerta-quizá-no-muerta por quién sabe qué cosa. Por nada, quizá. Por la noche oscura que reunía personas inesperadas bajo la luna. O por el mismo alcohol, que siempre merecía una ovación por existir y al que su inesperada compañera de bebida parecía no decir nunca que no, según propias palabras.
Por fin encontró la pipa. La cargó mientras la escuchaba hablar y obligó a un anciano que pasaba a compartir una chispa de su propia pipa encendida para que ella pudiera prender la suya. Inhaló profundamente y exhaló con lentitud, desmadejándose sobre el banco de madera según el aire abandonaba sus pulmones. Ron, tabaco, música, verano, una criatura interesante que mirar. Hacía tiempo ya que no encontraba tan placentera combinación.
La pelirroja no dejó de sonreír ante los comentarios mordaces de la mujer. La mitad eran verdad (y de dominio público) y la otra mitad una mezcla de arrogante prepotencia que podría ser el motivo por el cual lucía tan desmejorada en la vida.
-Lady, huh... Toda una lady de la sociedad emborrachándose con un alma disipada como la mía. Me sentiría honrada pero es que no le presto atención a esos juegos sociales. -rió. Expulsó una gran nube de humo hacia el cielo y se la quedó mirando, pensativa.- ¡Así que Lady Anasia Bolsón! Una vez conocí otro Bolsón. No sé si te sonará. Un chaval bajito, apocado. Débil de voluntad y con cierta obsesión por la joyería. ¿Te suena? ¿No? Bueeeno, a quién le importa.
Miró directamente a los ojos de Anastasia y pudo sentir el peso de ellos sobre su persona, ciertamente imponente. Arisco y burlón, desafiante. Peligroso, si se tocaban las notas equivocadas de tan curiosa partitura. Pero todo eso sólo añadía emoción al encuentro. ¿Qué era la vida sin un poquito de peligro? ¿De qué valía una historia obtenida desde la seguridad de una taberna tranquila? El humo del tabaco envolvió el rostro del bardo por un instante, dejando sus ojos color ámbar flotando en una bruma gris.
-No, Anica. Los seres humanos no son como animales, son animales que además nunca han conocido su posición en ningún lugar. El caos forma parte de su naturaleza al igual que la irreverencia. Tu trabajo podrá ser todo lo fantástico que tú quieras, pero ¿quién te crees que te enseñó la mitad del mundo antes de que lo conocieras? ¿De dónde salieron tus canciones de cuna, las leyendas de los héroes y los cuentos de los monstruos? Los mapas, y las epopeyas que los surcaron. Las rimas picantes y la poesía de los amantes.
Y con cada ejemplo Twistedtale hacía girar la bruma gris con su propio poder, concentrándose en aquellos ojos terribles. Ilustrando sus palabras con imágenes de humo. Desfilaron entre ellas unicornios, caballeros en armadura y dragones que se estrellaron y disiparon contra la cara marchita de la susodicha lady. La pelirroja soltó una gran carcajada y volvió a servir más ron para las dos. Las ilusiones de humo flotaron sobre las cabezas de ambas en forma de barcos y animales y personas.
-Y aquí estoy, invitándote de mi petaca y vas y me dices con esa cara tuya que tienes tres ballestas y mucha violencia. Insinuando que soy cualquier bardo estúpido a la caza del rumor local. Eso sí que me ha ofendido, fíjate. Socializar no es lo tuyo, te doy un suspenso. -se inclinó hacia delante imitando el gesto de Anastasia. Le brillaban los ojos, tenía las mejillas rojas; comenzaba a no medir correctamente los riesgos que podía asumir. No sería la primera vez que le pegaban un puñetazo por bocazas, de todas maneras.- Que sepas que tengo una guitarra y una flauta y un ganso, y una partitura en mi cabeza que ya le pone música a algunos versos. Si te quisiera insultar estaría escribiendo una coplilla sobre cómo agarras tu tercera ballesta, Anica. Mi suerte es que para los versos subidos de tono la gente siempre te perdona que no rimen mientras sean muy sucios. La tuya es que no me apetece contar historias que valgan dos aeros, porque mi intuición me dice que tú tienes de las que se recitan tres generaciones después.
Exhaló otra profunda nube de humo y volvió a echarse hacia atrás, decepcionada. Negó con la cabeza mientras volvía a rellenar las jarras. Que no estaban vacías, pero Twistedtale odiaba ver un vaso a la mitad cuando las cosas no iban como ella quería.
-Me has jodido todo el subidón, tía. Bebe. Nos quedan dieciséis litros. No serás de las que se ponen besuconas cuando van borrachas, ¿no?
Dio un gran sorbo a la jarra de madera, buscando la pipa entre los pliegues de la ropa. Aplaudió entusiasmada cuando le dijo que le pediría un autógrafo y extendió los brazos remangados, e hizo un pucherito cuando comprendió que no era el caso. Torció la cabeza con una ceja alzada, no pensaba firmarle una teta. Los fans a veces pedían cosas raras. Se preguntó si sería prudente darle más de beber... tampoco quería firmarle una nalga.
-Si me estás preguntando trucos sobre higiene bucal no sabría decirte. -comentó, sacando a relucir sus dientes en una gran sonrisa; luego se inclinó un poco más sobre la mesa como si fuese a confesar un secreto.- Pero yo me enjuago la boca todos los días con lo que sea que caiga en la petaca, si el dato te ayuda.
Rió para sí misma brindando con la mujer muerta-quizá-no-muerta por quién sabe qué cosa. Por nada, quizá. Por la noche oscura que reunía personas inesperadas bajo la luna. O por el mismo alcohol, que siempre merecía una ovación por existir y al que su inesperada compañera de bebida parecía no decir nunca que no, según propias palabras.
Por fin encontró la pipa. La cargó mientras la escuchaba hablar y obligó a un anciano que pasaba a compartir una chispa de su propia pipa encendida para que ella pudiera prender la suya. Inhaló profundamente y exhaló con lentitud, desmadejándose sobre el banco de madera según el aire abandonaba sus pulmones. Ron, tabaco, música, verano, una criatura interesante que mirar. Hacía tiempo ya que no encontraba tan placentera combinación.
La pelirroja no dejó de sonreír ante los comentarios mordaces de la mujer. La mitad eran verdad (y de dominio público) y la otra mitad una mezcla de arrogante prepotencia que podría ser el motivo por el cual lucía tan desmejorada en la vida.
-Lady, huh... Toda una lady de la sociedad emborrachándose con un alma disipada como la mía. Me sentiría honrada pero es que no le presto atención a esos juegos sociales. -rió. Expulsó una gran nube de humo hacia el cielo y se la quedó mirando, pensativa.- ¡Así que Lady Anasia Bolsón! Una vez conocí otro Bolsón. No sé si te sonará. Un chaval bajito, apocado. Débil de voluntad y con cierta obsesión por la joyería. ¿Te suena? ¿No? Bueeeno, a quién le importa.
Miró directamente a los ojos de Anastasia y pudo sentir el peso de ellos sobre su persona, ciertamente imponente. Arisco y burlón, desafiante. Peligroso, si se tocaban las notas equivocadas de tan curiosa partitura. Pero todo eso sólo añadía emoción al encuentro. ¿Qué era la vida sin un poquito de peligro? ¿De qué valía una historia obtenida desde la seguridad de una taberna tranquila? El humo del tabaco envolvió el rostro del bardo por un instante, dejando sus ojos color ámbar flotando en una bruma gris.
-No, Anica. Los seres humanos no son como animales, son animales que además nunca han conocido su posición en ningún lugar. El caos forma parte de su naturaleza al igual que la irreverencia. Tu trabajo podrá ser todo lo fantástico que tú quieras, pero ¿quién te crees que te enseñó la mitad del mundo antes de que lo conocieras? ¿De dónde salieron tus canciones de cuna, las leyendas de los héroes y los cuentos de los monstruos? Los mapas, y las epopeyas que los surcaron. Las rimas picantes y la poesía de los amantes.
Y con cada ejemplo Twistedtale hacía girar la bruma gris con su propio poder, concentrándose en aquellos ojos terribles. Ilustrando sus palabras con imágenes de humo. Desfilaron entre ellas unicornios, caballeros en armadura y dragones que se estrellaron y disiparon contra la cara marchita de la susodicha lady. La pelirroja soltó una gran carcajada y volvió a servir más ron para las dos. Las ilusiones de humo flotaron sobre las cabezas de ambas en forma de barcos y animales y personas.
-Y aquí estoy, invitándote de mi petaca y vas y me dices con esa cara tuya que tienes tres ballestas y mucha violencia. Insinuando que soy cualquier bardo estúpido a la caza del rumor local. Eso sí que me ha ofendido, fíjate. Socializar no es lo tuyo, te doy un suspenso. -se inclinó hacia delante imitando el gesto de Anastasia. Le brillaban los ojos, tenía las mejillas rojas; comenzaba a no medir correctamente los riesgos que podía asumir. No sería la primera vez que le pegaban un puñetazo por bocazas, de todas maneras.- Que sepas que tengo una guitarra y una flauta y un ganso, y una partitura en mi cabeza que ya le pone música a algunos versos. Si te quisiera insultar estaría escribiendo una coplilla sobre cómo agarras tu tercera ballesta, Anica. Mi suerte es que para los versos subidos de tono la gente siempre te perdona que no rimen mientras sean muy sucios. La tuya es que no me apetece contar historias que valgan dos aeros, porque mi intuición me dice que tú tienes de las que se recitan tres generaciones después.
Exhaló otra profunda nube de humo y volvió a echarse hacia atrás, decepcionada. Negó con la cabeza mientras volvía a rellenar las jarras. Que no estaban vacías, pero Twistedtale odiaba ver un vaso a la mitad cuando las cosas no iban como ella quería.
-Me has jodido todo el subidón, tía. Bebe. Nos quedan dieciséis litros. No serás de las que se ponen besuconas cuando van borrachas, ¿no?
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Como si la terrible traición no hubiera sido suficiente para hacer de mi vida una tragedia, los gatos mágicos vinieron a mí y, uno por uno, me abofetearon.
–Ahm… –dije, sin saber cómo reaccionar ante eso. Miré a Valy cuando hizo su comentario–. Oh, vamos, no seas así. Sé muy bien que a ti te gustó, ya que andabas riéndote a carcajadas –respondí, y asentí dos veces. Luego mi mirada volvió hacia los piskies.
Podía recuperar mi bonita bolsita con facilidad. Mientras tuviera mi asombrosa velocidad, podría incluso nalguearlos sin darles ninguna oportunidad de escapar, de tal forma que cierta diosa aparecería y, sintiéndose complacida con mis actos, me recompensaría nalgueándome como lo hizo la última vez que estuve en las tierras del norte.
Mi éter se acrecentó rápidamente, flexioné mis piernas y mantuve la mirada fija en mi objetivo. Tracé la trayectoria en mi mente, estando listo para moverme como un rayo. En ese punto, sabía que ya nada podría detenerme.
Pero todo cambió cuando la nación de los piskies extranjeros atacó.
–¿Eh? –soltamos todos al ver a un piskie, uno con una vestimenta diferente al del resto, robar la bolsita a un congénere y alejarse hacia el cielo, donde le esperaban otros que sí compartían su apariencia.
Los originales se miraron entre sí, confundidos. Tal vista me hizo chasquear la lengua.
–Pero ¿qué están haciendo? –espeté, atrayendo su atención–. ¿Acaso no lo ven? Estos nuevos e inesperados piskies se aparecen en nuestro territorio y hacen de las suyas sin respetarnos. Robar una bolsita ha sido apenas el comienzo, pero eso empeorará hasta conquistarnos. Si no hacemos nada hoy, justo ahora, aún podremos hacer travesuras… durante un tiempo, al menos –aseguré–. Pero llegará el día en que ya ni podremos hacer eso, gracias a ellos, porque se lo habremos permitido en esta noche. En el futuro, en ese fatídico futuro, nos lamentaremos y anhelaremos cambiar todos los días desde hoy hasta entonces. Rogaremos tener una oportunidad… ¡solo una oportunidad –vociferé– para volver aquí a enfrentarnos a nuestros enemigos! –Enarbolé mi espada en un movimiento innecesariamente teatral–. Por eso lucharemos ahora. Porque puede que nos quiten la vida, pero jamás… ¡nuestra libertad! –rugí, mi voz haciendo eco en la noche.
Y luego un silencio vergonzoso.
Un silencio que precedió al coro de rugidos de mis ahora determinados piskies.
Todos salieron disparados hacia el cielo, hacia nuestros detestables enemigos, y nuestro objetivo era claro: recuperar lo que era nuestro y, de ese modo, demostrar quiénes éramos los que mandábamos... Bueno, ellos lo harían mientras que yo sería un simple espectador, como buen holgazán.
Así comenzó la gran lucha, una que sería recordada como uno de los eventos más importantes de Aerandir.
Cada bando recuperaba y perdía la bolsita en un juego frenético de ladrones aéreos, tan rápido que solo alguien entrenado podría seguirlos con la mirada. El resultado, sin importar cuánto analizara todos los elementos o cuántos segundos pasaran, se mantenía impredecible. Hasta que algo, una acción, cambió el curso de la contienda.
–I-imposible –mascullé apretando los puños, los dientes y, de nuevo, las nalgas.
Un piskie extranjero ascendió, superando la altura que los demás se atrevían a explorar. Él tenía mi bolsita… No, nuestra bolsita, la bolsita de todos mis piskies.
Ahora nadie parecía que podía salvarnos, pero justo entonces otro, solo uno, ascendió también.
Charlie.
Sin embargo, ¿lograría alcanzarlo? Esa fue la pregunta que todos nos hicimos, temiendo la posible respuesta mientras saboreábamos la amarga impotencia.
¿De verdad… de verdad no podríamos hacer nada para ayudarlo?
La respuesta, entonces, llegó.
–¡Levanten las manos! –exigí, siendo el primero en hacerlo. Los piskies me miraron–. Debemos darle nuestra energía. Puedo hacerlo con mi magia. Pero para ello debemos levantar nuestras manos o no funcionará. –Pequeñas partículas de luz empezaron a emerger de mis palmas. Eso fue suficiente para convencerlos–. Valy, no seas amargada: levanta las manos también, pronto. Hazlo por nuestro Charlie, por el padre de los niños en nuestros vientres.
Uno, dos, tres segundos transcurrieron. El tiempo suficiente.
Una casi imperceptible ráfaga de éter emergió de mí directo hacia Charlie, con la intensidad justa para darle un enorme empujón sin lastimarlo y, además, cubrirlo con un aura de luz.[1] Realmente no hacía falta que nadie levantara ninguna mano para eso, pero no pudo importarme menos.
Y así nuestro héroe redujo casi al instante la distancia entre él y el piskie extranjero. Esta vez, sin embargo, su estrategia a tomar para arrebatar la bolsita sería fundamental para determinar, de una vez por todas, nuestros destinos.
–Ahm… –dije, sin saber cómo reaccionar ante eso. Miré a Valy cuando hizo su comentario–. Oh, vamos, no seas así. Sé muy bien que a ti te gustó, ya que andabas riéndote a carcajadas –respondí, y asentí dos veces. Luego mi mirada volvió hacia los piskies.
Podía recuperar mi bonita bolsita con facilidad. Mientras tuviera mi asombrosa velocidad, podría incluso nalguearlos sin darles ninguna oportunidad de escapar, de tal forma que cierta diosa aparecería y, sintiéndose complacida con mis actos, me recompensaría nalgueándome como lo hizo la última vez que estuve en las tierras del norte.
Mi éter se acrecentó rápidamente, flexioné mis piernas y mantuve la mirada fija en mi objetivo. Tracé la trayectoria en mi mente, estando listo para moverme como un rayo. En ese punto, sabía que ya nada podría detenerme.
Pero todo cambió cuando la nación de los piskies extranjeros atacó.
–¿Eh? –soltamos todos al ver a un piskie, uno con una vestimenta diferente al del resto, robar la bolsita a un congénere y alejarse hacia el cielo, donde le esperaban otros que sí compartían su apariencia.
Los originales se miraron entre sí, confundidos. Tal vista me hizo chasquear la lengua.
–Pero ¿qué están haciendo? –espeté, atrayendo su atención–. ¿Acaso no lo ven? Estos nuevos e inesperados piskies se aparecen en nuestro territorio y hacen de las suyas sin respetarnos. Robar una bolsita ha sido apenas el comienzo, pero eso empeorará hasta conquistarnos. Si no hacemos nada hoy, justo ahora, aún podremos hacer travesuras… durante un tiempo, al menos –aseguré–. Pero llegará el día en que ya ni podremos hacer eso, gracias a ellos, porque se lo habremos permitido en esta noche. En el futuro, en ese fatídico futuro, nos lamentaremos y anhelaremos cambiar todos los días desde hoy hasta entonces. Rogaremos tener una oportunidad… ¡solo una oportunidad –vociferé– para volver aquí a enfrentarnos a nuestros enemigos! –Enarbolé mi espada en un movimiento innecesariamente teatral–. Por eso lucharemos ahora. Porque puede que nos quiten la vida, pero jamás… ¡nuestra libertad! –rugí, mi voz haciendo eco en la noche.
Y luego un silencio vergonzoso.
Un silencio que precedió al coro de rugidos de mis ahora determinados piskies.
Todos salieron disparados hacia el cielo, hacia nuestros detestables enemigos, y nuestro objetivo era claro: recuperar lo que era nuestro y, de ese modo, demostrar quiénes éramos los que mandábamos... Bueno, ellos lo harían mientras que yo sería un simple espectador, como buen holgazán.
Así comenzó la gran lucha, una que sería recordada como uno de los eventos más importantes de Aerandir.
Cada bando recuperaba y perdía la bolsita en un juego frenético de ladrones aéreos, tan rápido que solo alguien entrenado podría seguirlos con la mirada. El resultado, sin importar cuánto analizara todos los elementos o cuántos segundos pasaran, se mantenía impredecible. Hasta que algo, una acción, cambió el curso de la contienda.
–I-imposible –mascullé apretando los puños, los dientes y, de nuevo, las nalgas.
Un piskie extranjero ascendió, superando la altura que los demás se atrevían a explorar. Él tenía mi bolsita… No, nuestra bolsita, la bolsita de todos mis piskies.
Ahora nadie parecía que podía salvarnos, pero justo entonces otro, solo uno, ascendió también.
Charlie.
Sin embargo, ¿lograría alcanzarlo? Esa fue la pregunta que todos nos hicimos, temiendo la posible respuesta mientras saboreábamos la amarga impotencia.
¿De verdad… de verdad no podríamos hacer nada para ayudarlo?
La respuesta, entonces, llegó.
–¡Levanten las manos! –exigí, siendo el primero en hacerlo. Los piskies me miraron–. Debemos darle nuestra energía. Puedo hacerlo con mi magia. Pero para ello debemos levantar nuestras manos o no funcionará. –Pequeñas partículas de luz empezaron a emerger de mis palmas. Eso fue suficiente para convencerlos–. Valy, no seas amargada: levanta las manos también, pronto. Hazlo por nuestro Charlie, por el padre de los niños en nuestros vientres.
Uno, dos, tres segundos transcurrieron. El tiempo suficiente.
Una casi imperceptible ráfaga de éter emergió de mí directo hacia Charlie, con la intensidad justa para darle un enorme empujón sin lastimarlo y, además, cubrirlo con un aura de luz.[1] Realmente no hacía falta que nadie levantara ninguna mano para eso, pero no pudo importarme menos.
Y así nuestro héroe redujo casi al instante la distancia entre él y el piskie extranjero. Esta vez, sin embargo, su estrategia a tomar para arrebatar la bolsita sería fundamental para determinar, de una vez por todas, nuestros destinos.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
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Bueno, ahora a ver cómo me va con los lindos piskies x4
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Rauko
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Rauko' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
¡Segunda runa de muy buena suerte para Rauko, el anillo ha sido encontrado! ¿Qué ocurrirá con él? No me corresponde a mí decidirlo (todavía). Aún es posible seguir jugando con los piskies, pero ya no será necesario seguir lanzando runas.
Ayer me pidieron algo más de tiempo para rematar algunas intervenciones, por lo que el evento permanecerá abierto unos días más hasta el 11 de julio (incluido). Por supuesto, el plazo para las aportaciones al herbolario, si alguien más quiere hacer alguna y recibir la recompensa, también se amplía hasta esa fecha.
Fehu
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Le estaba dedicando a Rauko su mejor mirada enfurruñada, conteniendo su sonrisa a solo un breve tic en la comisura de sus labios, manteniéndose seria con su férrea voluntad… pero los gatos dejaron de atizarle tras una pasada.
Ahora solo quedaba devolverle la bolsa de dinero. Consideró sacar el arco y clavar la bolsa a algún árbol para subir a recogerla después, pero… otro piskie les robo la bolsa. Un piskie diferente. ¿Tenían esos pequeños diferentes tribus? ¿Un feudo? Pero sus piskies parecían tan sorprendidos como ella y Rauko, que ya estaba empezando un discurso grandilocuente, sin duda para que esos faericos le ayudaran a recuperar su bolsa y tuviera que hacer más bien poco.
Puso los ojos en blanco, solo un poco, cuando los piskies se envalentonaron con el discurso, sonriendo. La verdad era que la cosa se estaba volviendo muy entretenida, los piskies robando el botín unos a otros, convenientemente vestidos para formar bandos…al menos hasta que uno de los enemigos ascendió hacia el cielo, seguido por… juraría que ese era el no-muerto, Charlie. –Seguro que estas muy orgulloso de tu hijo…- murmuró lo suficientemente fuerte como para que Rauko la oyera, mientras alzaba una mano al cielo a desgana. No creías ni por un momento que fuera a mejorar de ninguna manera lo que Rauko tuviera planteado, así que ella…tenía otro plan.
Disolvió sus gatos, cuya presencia en este plano empezaba a pesar en su mente por culpa al esfuerzo necesario, y mientras se disolvían en motas de luz hacia el cielo, recuperó el control, reformándolas, dándoles un nuevo aspecto.
Si el elfo no le había quemado el culo con el haz de luz, y conseguía quitarle la bolsa de una maldita vez, puesto que ambos estaban tirando de la bolsa de un lado a otro, sin que ninguno tuviera una clara ventaja. Allí era donde las revolucionarias formas de sus espíritus ayudarían.
En realidad no, seguían siendo gatos, pero ahora eran una guardia de honor, protectores, guardianes, bestias sagradas que surcaban los cielos en sus prístinas alas brillantes para escoltar al héroe tras su victoria, no eran gatos normales, eran mejores, superiores, resplandecientes. Eran… Miauticoras.
Vale, eran algo más pequeñas que las de verdad, pero por la velocidad con la que los piskeis malos huían siendo perseguidas por sus feroces protectores, cualquiera diría que eran las auténticas.
El piskie malvado que se creía rival para Charlie no se dio cuenta del peligro hasta que su cabeza a cabo dentro de la boca de una Miauticora. No estaba mordiendo, pero la baba que soltaba al hacérsele la boca agua debía ser un aviso suficiente, puesto que uno a uno, los dedos que sujetaban la bolsa se liberaron y, cumpliendo su promesa implícita, hizo que el gato alado escupiera a un babeado piskie y se colocó debajo de Charlie, dejando que lo montara hasta el suelo.
Y con los piskies enemigos a raya por sus más feroces cazadores, la cosa parecía haberse normalizado, y los piskies estaban bañando a Rauko en cosas. Basura básicamente por lo que veía, una cuchara, alguna aguja, un dado, pero también su bolsa de monedas y seguramente algo más razonablemente valioso.
Ahora solo quedaba devolverle la bolsa de dinero. Consideró sacar el arco y clavar la bolsa a algún árbol para subir a recogerla después, pero… otro piskie les robo la bolsa. Un piskie diferente. ¿Tenían esos pequeños diferentes tribus? ¿Un feudo? Pero sus piskies parecían tan sorprendidos como ella y Rauko, que ya estaba empezando un discurso grandilocuente, sin duda para que esos faericos le ayudaran a recuperar su bolsa y tuviera que hacer más bien poco.
Puso los ojos en blanco, solo un poco, cuando los piskies se envalentonaron con el discurso, sonriendo. La verdad era que la cosa se estaba volviendo muy entretenida, los piskies robando el botín unos a otros, convenientemente vestidos para formar bandos…al menos hasta que uno de los enemigos ascendió hacia el cielo, seguido por… juraría que ese era el no-muerto, Charlie. –Seguro que estas muy orgulloso de tu hijo…- murmuró lo suficientemente fuerte como para que Rauko la oyera, mientras alzaba una mano al cielo a desgana. No creías ni por un momento que fuera a mejorar de ninguna manera lo que Rauko tuviera planteado, así que ella…tenía otro plan.
Disolvió sus gatos, cuya presencia en este plano empezaba a pesar en su mente por culpa al esfuerzo necesario, y mientras se disolvían en motas de luz hacia el cielo, recuperó el control, reformándolas, dándoles un nuevo aspecto.
Si el elfo no le había quemado el culo con el haz de luz, y conseguía quitarle la bolsa de una maldita vez, puesto que ambos estaban tirando de la bolsa de un lado a otro, sin que ninguno tuviera una clara ventaja. Allí era donde las revolucionarias formas de sus espíritus ayudarían.
En realidad no, seguían siendo gatos, pero ahora eran una guardia de honor, protectores, guardianes, bestias sagradas que surcaban los cielos en sus prístinas alas brillantes para escoltar al héroe tras su victoria, no eran gatos normales, eran mejores, superiores, resplandecientes. Eran… Miauticoras.
Vale, eran algo más pequeñas que las de verdad, pero por la velocidad con la que los piskeis malos huían siendo perseguidas por sus feroces protectores, cualquiera diría que eran las auténticas.
El piskie malvado que se creía rival para Charlie no se dio cuenta del peligro hasta que su cabeza a cabo dentro de la boca de una Miauticora. No estaba mordiendo, pero la baba que soltaba al hacérsele la boca agua debía ser un aviso suficiente, puesto que uno a uno, los dedos que sujetaban la bolsa se liberaron y, cumpliendo su promesa implícita, hizo que el gato alado escupiera a un babeado piskie y se colocó debajo de Charlie, dejando que lo montara hasta el suelo.
Y con los piskies enemigos a raya por sus más feroces cazadores, la cosa parecía haberse normalizado, y los piskies estaban bañando a Rauko en cosas. Basura básicamente por lo que veía, una cuchara, alguna aguja, un dado, pero también su bolsa de monedas y seguramente algo más razonablemente valioso.
- Spoiler:
- Uso Amiga del bosque
Amiga del Bosque (Rasgo): Valyria recluta la ayuda de pequeños animales de luz para explorar y rastrear, pudiendo ver a través de ellos y sabiendo siempre su posición durante 15 minutos. Aunque son poco útiles en combate, están en suficiente número como para estorbar atacando a los ojos o las piernas.
Valyria
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
-Algo escuché de un tipo que cruzó desde las verdes praderas de Verisar hasta la isla volcánica… - dije, tratando de hacer memoria. Sobre su relato de un tal Bolsón. Pero no alcanzaba a saber cómo ni dónde lo había leído. ¿Un cuento de mi madre?
Conforme hablaba, me di cuenta de que aquella bardo tenía una lengua viperina. Pero lo cierto es que se me iban reduciendo las ganas de partirle la boca conforme iban bajando los litros. Especial mención a la parte en la que contaba historias con figuritas de humo. Creo que había visto un truco parecido en algún lugar. Lo cierto es que compartía casi todo lo que decía. Y, aunque seguía insultándome, entendía que entre dos borrachas debía haber una amistad.
-¡¿Dieciséis litros?! – pregunté asustada, conforme Twist se animaba a subir el nivel freático de las jarras. – ¡Eh, poco a poco! Yo me pongo pequeños retos: Primero un trocito, luego un poquito más, luego otro poquito… Y así. - Imité con la palma de la mano diferentes pisos. - Si me la llenas me hundes la moral. – Tenía una cara de circunstancias de ver la jarra otra vez a rebosar. Pero bebí de nuevo.
Al menos Twisted iba tan pedo como yo. Lo veía en sus ojos y mejillas. Y en la conversación, que poco a poco subía de intensidad, ya no sólo en el tono de voz, que también, sino en la temática de los comentarios. Derivando en todo un diálogo digno de besugos.
Casi escupo todo el alcohol a carcajada por su último comentario. - ¿Besos? ¡Nah! No soy de pasteladas. A mi no me gusta Richard Gear. Soy más de Jason Manhattan. ¿Lo conoces? Ese calvo como una bola de billar... – Famosos actores de teatro de Beltrexus. Quizás alguien ducho en las artes escénicas como Twist los conociera. – Mira Tuister, ¿Qué quieres que te cuente? Tengo historias de las que cuentan tres generaciones, luego otras de doscientos aeros… y también algunas que valen un triste aero y medio. – Pensé algo ingenioso unos segundos. Cuando discurrí, la miré, con los ojos chispeantes.– Pero soy como ese actor aburrido que siempre termina haciendo la misma obra de teatro. Independientemente de su calidad, todas mis historias son de acción, y, ¿sabes qué? ¡Siempre terminan con ballestas bien cargadas en mis manos! – Confesé, pegando una palmada en la mesa y recostándome hacia atrás en la silla, riéndome a carcajada limpia. Casi lloro. ¡Maldito alcohol! –Venga, como te veo insistente voy a por la historia legendaria.
Volví a brindar y beber. Joder. Estaba muy pedo ya. Pero ella no es que pareciera ir mucho mejor que yo. Aguantaría un par de rondas más antes de perder el conocimiento. Pero qué coño. Turisticwinner era una tía más empática de lo que esperaba. Aunque seguramente el alcohol me hiciera verla así.
-Mira, te seré sincera, Rastafari. Todo lo que te contaron de Árbol Madre es un fanfic. Yo te contaré la versión auténtica de lo que ocurrió allí. - Me crucé de piernas y me recosté en el asiento, intentando dar importancia a lo que iba a contar. Cuando estaba borracha mucho gesticulaba con las manos. -Pues verás, me volví así de fea – ya hasta yo lo aceptaba con gracia. ¡Lo que hacía el alcohol! - porque durante la batalla del árbol madre, crucé un portal con unos cuantos conocidos y aparecí en un Aerandir alternativo. Uno que estaba destruido. Había unos tipos de negro que querían destruir el universo. Allí había una bruja que me dijo que los elfos nos habían traicionado y que íbamos a tener que salir de allí así de feos porque le salía a ella de ahí abajo, ¿sabes? – Dije con naturalidad, llevándome la mano a la entrepierna. Qué barriobajera me volvía cuando me emborrachaba. Lo detestaba. Podría haberle contado más detalle, pero costaba articular tanta palabra con tanto alcohol, así que resumí. – Pero yo era una de los cuatro elegidos que podían matar a esos cerdos. Así que cogí las ballestas bien cargadas y me los cargué. ¡Pum, pum! Salvé el mundo. Pero volví así de fea, hija. – Menuda versión de mierda le había contado. Pero, la verdad, no estaba en condiciones de decir mucho más. Le dije que siempre acababa con las ballestas. Lady Anastasia Boisson siempre cumple su palabra.
En realidad, pensaría que se la intentaría meter doblada. ¿Por qué creer a una borracha cuando la “versión canon” decía algo totalmente diferente? Sinceramente, nadie me creía y detestaba hablar de ello. Bebí más. Me salí por la tangente en cuanto pude.
-Vamos que ya sólo quedan quince. – dije, rellenando aún más las jarras. – O comemos algo, o esto no lo hacemos. – Comenté, girando el cuello para buscar ayuda. Con los mofletes totalmente rojos.
Di vueltecitas al licor en la jarra. ¿Qué podíamos comer, algo así, que pegara con aquel licor? ¡Oh, ya caí!
-Ahora que recuerdo, dijiste que tenías un ganso… – comenté. – Los gansos tienen fama de ser unos cabrones territoriales con mala leche. – Miré pensativa. – Pero mi mayordomo los hace de lujo. – Alcé las cejas. – También es verdad, que yo no practico mucho. Pero algo aprendí de él… - Di una palmada en la mesa y me levanté. Buscando al ganso con la mirada. - ¡Qué narices, tú pones la bebida, que menos que yo ponga la comida!
Busqué al bicho y lo atraje con la telequinesis a mi mano. Con la intención de agarrarlo por el pescuezo.
-¡A la cazuela que vas! – le dije al animal. Luego me agaché, crecía una ramita de una famosa especia bajo nuestra mesa. Me levanté de la mesa, bastante mareada y tambaleante. Con la mirada busqué dónde podía cocinar al bicho. Señalé a lo lejos. Casi en el centro de la fiesta. Había un “fueguito” que podía usar. Parecía pequeño desde la distancia. No apreciaba bien que el pequeño fueguito era una enorme hoguera. - ¡Mira, voy a cocinarlo allí! ¿Cómo te gusta, Triste? ¿Crudo o bien pasado? – le pregunté, antes de disponerme a partir hacia allí.
Bueno, pues ya que ha surgido, cojo la flor y atraigo el ganso de Twist (que no me quedó claro si está contigo o no, pero lo que sí sé es que anda por ahí por lo que leí en tu primer post) con telequinesia. Si no pues... Cogí otro ganso
Petroselinum magicia
Conforme hablaba, me di cuenta de que aquella bardo tenía una lengua viperina. Pero lo cierto es que se me iban reduciendo las ganas de partirle la boca conforme iban bajando los litros. Especial mención a la parte en la que contaba historias con figuritas de humo. Creo que había visto un truco parecido en algún lugar. Lo cierto es que compartía casi todo lo que decía. Y, aunque seguía insultándome, entendía que entre dos borrachas debía haber una amistad.
-¡¿Dieciséis litros?! – pregunté asustada, conforme Twist se animaba a subir el nivel freático de las jarras. – ¡Eh, poco a poco! Yo me pongo pequeños retos: Primero un trocito, luego un poquito más, luego otro poquito… Y así. - Imité con la palma de la mano diferentes pisos. - Si me la llenas me hundes la moral. – Tenía una cara de circunstancias de ver la jarra otra vez a rebosar. Pero bebí de nuevo.
Al menos Twisted iba tan pedo como yo. Lo veía en sus ojos y mejillas. Y en la conversación, que poco a poco subía de intensidad, ya no sólo en el tono de voz, que también, sino en la temática de los comentarios. Derivando en todo un diálogo digno de besugos.
Casi escupo todo el alcohol a carcajada por su último comentario. - ¿Besos? ¡Nah! No soy de pasteladas. A mi no me gusta Richard Gear. Soy más de Jason Manhattan. ¿Lo conoces? Ese calvo como una bola de billar... – Famosos actores de teatro de Beltrexus. Quizás alguien ducho en las artes escénicas como Twist los conociera. – Mira Tuister, ¿Qué quieres que te cuente? Tengo historias de las que cuentan tres generaciones, luego otras de doscientos aeros… y también algunas que valen un triste aero y medio. – Pensé algo ingenioso unos segundos. Cuando discurrí, la miré, con los ojos chispeantes.– Pero soy como ese actor aburrido que siempre termina haciendo la misma obra de teatro. Independientemente de su calidad, todas mis historias son de acción, y, ¿sabes qué? ¡Siempre terminan con ballestas bien cargadas en mis manos! – Confesé, pegando una palmada en la mesa y recostándome hacia atrás en la silla, riéndome a carcajada limpia. Casi lloro. ¡Maldito alcohol! –Venga, como te veo insistente voy a por la historia legendaria.
Volví a brindar y beber. Joder. Estaba muy pedo ya. Pero ella no es que pareciera ir mucho mejor que yo. Aguantaría un par de rondas más antes de perder el conocimiento. Pero qué coño. Turisticwinner era una tía más empática de lo que esperaba. Aunque seguramente el alcohol me hiciera verla así.
-Mira, te seré sincera, Rastafari. Todo lo que te contaron de Árbol Madre es un fanfic. Yo te contaré la versión auténtica de lo que ocurrió allí. - Me crucé de piernas y me recosté en el asiento, intentando dar importancia a lo que iba a contar. Cuando estaba borracha mucho gesticulaba con las manos. -Pues verás, me volví así de fea – ya hasta yo lo aceptaba con gracia. ¡Lo que hacía el alcohol! - porque durante la batalla del árbol madre, crucé un portal con unos cuantos conocidos y aparecí en un Aerandir alternativo. Uno que estaba destruido. Había unos tipos de negro que querían destruir el universo. Allí había una bruja que me dijo que los elfos nos habían traicionado y que íbamos a tener que salir de allí así de feos porque le salía a ella de ahí abajo, ¿sabes? – Dije con naturalidad, llevándome la mano a la entrepierna. Qué barriobajera me volvía cuando me emborrachaba. Lo detestaba. Podría haberle contado más detalle, pero costaba articular tanta palabra con tanto alcohol, así que resumí. – Pero yo era una de los cuatro elegidos que podían matar a esos cerdos. Así que cogí las ballestas bien cargadas y me los cargué. ¡Pum, pum! Salvé el mundo. Pero volví así de fea, hija. – Menuda versión de mierda le había contado. Pero, la verdad, no estaba en condiciones de decir mucho más. Le dije que siempre acababa con las ballestas. Lady Anastasia Boisson siempre cumple su palabra.
En realidad, pensaría que se la intentaría meter doblada. ¿Por qué creer a una borracha cuando la “versión canon” decía algo totalmente diferente? Sinceramente, nadie me creía y detestaba hablar de ello. Bebí más. Me salí por la tangente en cuanto pude.
-Vamos que ya sólo quedan quince. – dije, rellenando aún más las jarras. – O comemos algo, o esto no lo hacemos. – Comenté, girando el cuello para buscar ayuda. Con los mofletes totalmente rojos.
Di vueltecitas al licor en la jarra. ¿Qué podíamos comer, algo así, que pegara con aquel licor? ¡Oh, ya caí!
-Ahora que recuerdo, dijiste que tenías un ganso… – comenté. – Los gansos tienen fama de ser unos cabrones territoriales con mala leche. – Miré pensativa. – Pero mi mayordomo los hace de lujo. – Alcé las cejas. – También es verdad, que yo no practico mucho. Pero algo aprendí de él… - Di una palmada en la mesa y me levanté. Buscando al ganso con la mirada. - ¡Qué narices, tú pones la bebida, que menos que yo ponga la comida!
Busqué al bicho y lo atraje con la telequinesis a mi mano. Con la intención de agarrarlo por el pescuezo.
-¡A la cazuela que vas! – le dije al animal. Luego me agaché, crecía una ramita de una famosa especia bajo nuestra mesa. Me levanté de la mesa, bastante mareada y tambaleante. Con la mirada busqué dónde podía cocinar al bicho. Señalé a lo lejos. Casi en el centro de la fiesta. Había un “fueguito” que podía usar. Parecía pequeño desde la distancia. No apreciaba bien que el pequeño fueguito era una enorme hoguera. - ¡Mira, voy a cocinarlo allí! ¿Cómo te gusta, Triste? ¿Crudo o bien pasado? – le pregunté, antes de disponerme a partir hacia allí.
Bueno, pues ya que ha surgido, cojo la flor y atraigo el ganso de Twist (que no me quedó claro si está contigo o no, pero lo que sí sé es que anda por ahí por lo que leí en tu primer post) con telequinesia. Si no pues... Cogí otro ganso
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Anastasia Boisson
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Era fascinante observar las reacciones que un simple gesto podía tener en las personas, aunque parte de su grupo de observación fuesen aquellos dos ominosos humanos. La corona de flores que lo había llevado hasta allí, y que por poco había arruinado su cometido, fue causa de sorpresa, rabia e incluso extrañeza, que se desenvolvieron en los pocos segundos que tardó en tomar lugar al lado del hombre pájaro, tras indicarle este que así podía hacerlo.
El humano, que más tarde descubriría de boca de la mujer que se llamaba Ull, a punto estuvo de responder a su provocación, devolviéndole la desafortunada corona, que no llegó a abandonar sus manos por la intromisión de su compañera. Aquella humana era insufrible. Todos los miembros de aquella especie eran seres rastreros e irritantes, pero sin duda ella era el culmen de la exasperación. La miró de soslayo con los ojos entrecerrados, sin responder verbalmente a su burlesco comentario. No podía matarla, no en medio de aquel claro lleno de gente. Eso provocaría una pelea y, aunque no lamentaría matar al segundo humano, no tenía nada en contra del hombre pájaro y además dudaba que otros de los presentes no interviniesen. Debía conformarse con imaginar cómo evisceraría lentamente a aquella alimaña si tenía la oportunidad de encontrarse a solas con ella.
Sin embargo, cortó su hilo de pensamiento cuando el rumbo de la conversación se tornó extraño e incongruente. El hombre pájaro había decidido darle la espalda, recogiendo sus armas, tras anunciar que saldría a cazar a aquellas pequeñas y maleantes criaturas que de vez en cuando rondaban por el claro. Pero lo extraño de todo no fue su actitud, sino la contestación de sus dos interlocutores, que no parecieron entender el porqué de su celeridad. Tarek respiró con calma un par de veces, intentando centrarse y relajar la expresión. Quizás estaba siendo demasiado evidente, y aquella velada, aunque incongruente, conversación era la muestra de ello. El hombre pájaro debía haber notado su hostilidad hacia el resto del grupo, de ahí que intentase acabar cuanto antes con aquella reunión.
Pasando por alto la mano del humano, se puso en pie, aceptando su invitación -Claro, no me perdería una caza por nada del mundo – añadió, sonriendo levemente a su interlocutor. Aunque sospechaba que sus objetivos de caza serían algo diferentes. Pero, al fin y al cabo, el bosque era un lugar peligroso, donde era fácil perderse y no volver.
Siguió al grupo por el claro, sin perder de vista a ninguno de los tres. Debía estar atento al hombre-pájaro, pues parecía guardar cierta sospecha sobre él; y jamás perdería de vista a un humano, no mientras tuviese la capacidad de ver. Por suerte o por desgracia, no podía alejarse demasiado de aquellas dos sabandijas, pues era necesario que los viesen juntos y así certificar que había confraternizado, de alguna manera, con ellos.
Aceleró ligeramente el paso para situarse junto al hombre pájaro, al tiempo que los dos humanos comenzaban a correr y saltar para atrapar alguna piskie, aunque parecían más bien estar espantando moscas.- ¿Vas a intentar dispara a alguna con tu arco? Son criaturas escurridizas. Aunque es probable que te vaya mejor que a ellos. –indicó, señalando con la cabeza a los dos humanos. Un rápido movimiento a su derecha le hizo levantar el brazo, para agarra a una de aquellas criaturas que había pasado rozando su cara.
El humano, que más tarde descubriría de boca de la mujer que se llamaba Ull, a punto estuvo de responder a su provocación, devolviéndole la desafortunada corona, que no llegó a abandonar sus manos por la intromisión de su compañera. Aquella humana era insufrible. Todos los miembros de aquella especie eran seres rastreros e irritantes, pero sin duda ella era el culmen de la exasperación. La miró de soslayo con los ojos entrecerrados, sin responder verbalmente a su burlesco comentario. No podía matarla, no en medio de aquel claro lleno de gente. Eso provocaría una pelea y, aunque no lamentaría matar al segundo humano, no tenía nada en contra del hombre pájaro y además dudaba que otros de los presentes no interviniesen. Debía conformarse con imaginar cómo evisceraría lentamente a aquella alimaña si tenía la oportunidad de encontrarse a solas con ella.
Sin embargo, cortó su hilo de pensamiento cuando el rumbo de la conversación se tornó extraño e incongruente. El hombre pájaro había decidido darle la espalda, recogiendo sus armas, tras anunciar que saldría a cazar a aquellas pequeñas y maleantes criaturas que de vez en cuando rondaban por el claro. Pero lo extraño de todo no fue su actitud, sino la contestación de sus dos interlocutores, que no parecieron entender el porqué de su celeridad. Tarek respiró con calma un par de veces, intentando centrarse y relajar la expresión. Quizás estaba siendo demasiado evidente, y aquella velada, aunque incongruente, conversación era la muestra de ello. El hombre pájaro debía haber notado su hostilidad hacia el resto del grupo, de ahí que intentase acabar cuanto antes con aquella reunión.
Pasando por alto la mano del humano, se puso en pie, aceptando su invitación -Claro, no me perdería una caza por nada del mundo – añadió, sonriendo levemente a su interlocutor. Aunque sospechaba que sus objetivos de caza serían algo diferentes. Pero, al fin y al cabo, el bosque era un lugar peligroso, donde era fácil perderse y no volver.
Siguió al grupo por el claro, sin perder de vista a ninguno de los tres. Debía estar atento al hombre-pájaro, pues parecía guardar cierta sospecha sobre él; y jamás perdería de vista a un humano, no mientras tuviese la capacidad de ver. Por suerte o por desgracia, no podía alejarse demasiado de aquellas dos sabandijas, pues era necesario que los viesen juntos y así certificar que había confraternizado, de alguna manera, con ellos.
Aceleró ligeramente el paso para situarse junto al hombre pájaro, al tiempo que los dos humanos comenzaban a correr y saltar para atrapar alguna piskie, aunque parecían más bien estar espantando moscas.- ¿Vas a intentar dispara a alguna con tu arco? Son criaturas escurridizas. Aunque es probable que te vaya mejor que a ellos. –indicó, señalando con la cabeza a los dos humanos. Un rápido movimiento a su derecha le hizo levantar el brazo, para agarra a una de aquellas criaturas que había pasado rozando su cara.
Última edición por Tarek Inglorien el Lun Jul 06 2020, 00:19, editado 3 veces
Tarek Inglorien
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Ryuu tuvo que contener las ganas de taparse la cara al ver que la humana no comprendía sus gestos. Siendo justos, entender esos "gestos" cuando la otra parte tiene cara de ave debía ser algo complicado para ella. De momento, se mantendría cerca de su compañera, cuidándole la espalda y resguardados por la muchedumbre. Nada le aseguraba que se mantendrían a salvo del elfo allí, pero si se dirigían a un sitio más aislado, serían un blanco más fácil.
-¿Dices que aparentemente eres inofensivo? Déjame dudarlo, ya que no deberías juzgar por las apariencias. Esa chica de ahí, así como la ves, le sacó un ojo a un dragón... o eso dicen por ahí. Hay que tener con cuidado con ella, sólo por si acaso- respondió Ryuu a Ull, entre risas. Con algo de suerte, ese comentario lograría intimidar un poco al elfo.
Lejos de asustarse o irse rápido del lugar, Iori decidió intentar la cacería de piskies, empezando por uno que casualmente se encontraba cerca del arquero.Por un momento pareció que lo había logrado, ya que la criaturita estaba distraída escuchando la conversación, al mejor estilo "vecina chismosa", mirando a uno y otro a medida que hablaban. Pero al final, la humana falló. Terminaron persiguiendo al pisky e internándose en un claro cercano. El chico que los acompañaba parecía estar realmente entretenido, charlando y bromeando con Iori, y riéndose de sus fallidos intentos por atrapar al bicho.
Ryuu lo observó un momento, un poco disgustado por algún motivo que no conocía. Entendía su aversión hacia el elfo, ya que había mostrado hostilidad hacia la chica. Pero el ave no le había prestado mucha atención al muchacho como para sentirse molesto con él. ¿Era su voz alta y risa constante? No, si fuera esa la razón, se habría molestado con cada ebrio del lugar. Prácticamente lo ignoró todo el tiempo, hasta que empezó a hablar con Iori.
-...¡¿QUÉ?! Espera un segundo, no pueden ser celos ¿no?...-
Miró a la chica, como si quisiera corroborar sus sospechas, pero las palabras del elfo interrumpieron sus pensamientos.
-Aunque mi vista es excelente, no lograría dispararle a una de esas criaturas jamás. Pero uno nunca sabe lo que se puede encontrar en un bosque en medio de la noche. Hay muchas amenazas que se pueden cruzar en el camino, y la mayoría de ellas son más grandes y lentos. Unos blancos mucho más fáciles, ¿no crees?- Con una flecha lista, el arquero apuró el paso para alcanzar a los otros dos. En el camino, atrapó rápidamente a un pisky cercano, que fue liberado una vez que confirmó que no tenía el objeto robado.
-¿Dices que aparentemente eres inofensivo? Déjame dudarlo, ya que no deberías juzgar por las apariencias. Esa chica de ahí, así como la ves, le sacó un ojo a un dragón... o eso dicen por ahí. Hay que tener con cuidado con ella, sólo por si acaso- respondió Ryuu a Ull, entre risas. Con algo de suerte, ese comentario lograría intimidar un poco al elfo.
Lejos de asustarse o irse rápido del lugar, Iori decidió intentar la cacería de piskies, empezando por uno que casualmente se encontraba cerca del arquero.Por un momento pareció que lo había logrado, ya que la criaturita estaba distraída escuchando la conversación, al mejor estilo "vecina chismosa", mirando a uno y otro a medida que hablaban. Pero al final, la humana falló. Terminaron persiguiendo al pisky e internándose en un claro cercano. El chico que los acompañaba parecía estar realmente entretenido, charlando y bromeando con Iori, y riéndose de sus fallidos intentos por atrapar al bicho.
Ryuu lo observó un momento, un poco disgustado por algún motivo que no conocía. Entendía su aversión hacia el elfo, ya que había mostrado hostilidad hacia la chica. Pero el ave no le había prestado mucha atención al muchacho como para sentirse molesto con él. ¿Era su voz alta y risa constante? No, si fuera esa la razón, se habría molestado con cada ebrio del lugar. Prácticamente lo ignoró todo el tiempo, hasta que empezó a hablar con Iori.
-...¡¿QUÉ?! Espera un segundo, no pueden ser celos ¿no?...-
Miró a la chica, como si quisiera corroborar sus sospechas, pero las palabras del elfo interrumpieron sus pensamientos.
-Aunque mi vista es excelente, no lograría dispararle a una de esas criaturas jamás. Pero uno nunca sabe lo que se puede encontrar en un bosque en medio de la noche. Hay muchas amenazas que se pueden cruzar en el camino, y la mayoría de ellas son más grandes y lentos. Unos blancos mucho más fáciles, ¿no crees?- Con una flecha lista, el arquero apuró el paso para alcanzar a los otros dos. En el camino, atrapó rápidamente a un pisky cercano, que fue liberado una vez que confirmó que no tenía el objeto robado.
Shinoroa Ryuu
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Viendo como un enjambre de piskies había arribado al lugar y habían cervezas y quesos y pertenencias personales volando y siendo robadas no sabía si sonar el silbato había salido mal o bien.
Creo que había visto a un grupo intentar robarse un niño pequeño y todo, pero no pudieron cargarlo.
Me aseguré de apretar bien el bolso para que no abriesen nada ni tomasen cosas de adentro, verme sin comida estaría bastante mal con el hambre que llevaba. También me sentía levemente culpable, así que repase opciones para ver cómo detener los piskies, hmm…
—Hmm.
Volteé con una ceja enarcada y vi a uno de los pequeños como rascándose la barbilla. Estalló en una risita molesta y huyó. Suspiré, negando con la cabeza, a veces se me hacían demasiado... ¿frágiles? Como para ser cruel con-
—Esa es mi hacha...
La idea de tomar un palo y estirar la arcilla sobre el mismo como una enorme vela y agitarla para que se quedasen pegados y después cocinarlos sobre la hoguera estaba luciendo más y más razonable. Bromeaba, claro, pero solo a medias; corrí tras los bastardos antes de perder mi hacha de vista, lo cual no estaba siendo fácil con el campo de visión limitado. Abrí el almete sin problemas; no estaba esperando que alguien fuese a verme en medio de este desastre.
Repentinamente recordé el encantamiento de Naharu en su hacha. Lo útil que sería en estos momentos... tal vez me fuese por eso cuando llegase a Dundarak. En fin.
"Tomé" la masa de arcilla en carrera, pisando sobre ella y corriéndola hasta mis brazos para formar la increíble vela de arcilla que había pensado, y la agité de un lado a otro para intentar darle al que tenía mi arma. Nope. Cayeron varios piskies, otros se quedaron pegados, y algunos por lo poco grueso para poder hacerla alta y ancha simplemente la atravesaron al colisionar de frente en vez de huir de ella.
Al menos parecía haberse sentido suficientemente presionado para dejarla caer. Vi arriba. Sobre... un árbol. Retrocedí unos pasos, era uno muy grande. Achiqué los ojos y fui a hacer lo que le ganaba el apodo a la raza: abrazar el árbol, y ver como diablos lo escalaba. Tuve que hacerme una escalerilla de arcilla porque era demasiado recto y ramas solo había de la mitad para arriba, luego de un minuto y algo más, alcancé la copa. E iba a tomar mi hacha, pero un piskie pasó volando y la empujó. Agité el puño y lancé un manotazo intentando agarrar al infeliz.
Y me caí también.
Pasé... más tiempo en el suelo que lo que me llevo subir el árbol. La mayoría del impacto se lo comieron mis piernas, pero fue mucho y terminé con las rodillas y el resto del cuerpo abajo también. Moví el pie. Un tobillo doblado, al menos... no fracturado ni roto, no se sentía tan terrible como para eso, pero no podría caminar bien hasta dentro de unos minutos.
Estiré la mano para tomar el hacha y la jalé hacia mí, arrastrando varias flores blancas entre los dedos. Barrimoth, usualmente las usaban con propósitos decorativos, pero sabía que tenía como tres usos medicinales, o más. Solo... uh, cicatrizar, algo para los ojos y no sé qué otra cosa. Rodé, colocando debajo a la arcilla antes e hice una mano que me empujase arriba lentamente para incorporarme, e hice un bastón de piedra de ella, sintiéndome poco pacífico. Iba a clavar todos los palos que pudiese en el festival con cualquier cosa similar a una manta que consiguiese de las mesas, media sucias de arcilla para hacer que los pequeños causa-problemas chocaran. Y luego los... los regañaría, supongo.
Creo que había visto a un grupo intentar robarse un niño pequeño y todo, pero no pudieron cargarlo.
Me aseguré de apretar bien el bolso para que no abriesen nada ni tomasen cosas de adentro, verme sin comida estaría bastante mal con el hambre que llevaba. También me sentía levemente culpable, así que repase opciones para ver cómo detener los piskies, hmm…
—Hmm.
Volteé con una ceja enarcada y vi a uno de los pequeños como rascándose la barbilla. Estalló en una risita molesta y huyó. Suspiré, negando con la cabeza, a veces se me hacían demasiado... ¿frágiles? Como para ser cruel con-
—Esa es mi hacha...
La idea de tomar un palo y estirar la arcilla sobre el mismo como una enorme vela y agitarla para que se quedasen pegados y después cocinarlos sobre la hoguera estaba luciendo más y más razonable. Bromeaba, claro, pero solo a medias; corrí tras los bastardos antes de perder mi hacha de vista, lo cual no estaba siendo fácil con el campo de visión limitado. Abrí el almete sin problemas; no estaba esperando que alguien fuese a verme en medio de este desastre.
Repentinamente recordé el encantamiento de Naharu en su hacha. Lo útil que sería en estos momentos... tal vez me fuese por eso cuando llegase a Dundarak. En fin.
"Tomé" la masa de arcilla en carrera, pisando sobre ella y corriéndola hasta mis brazos para formar la increíble vela de arcilla que había pensado, y la agité de un lado a otro para intentar darle al que tenía mi arma. Nope. Cayeron varios piskies, otros se quedaron pegados, y algunos por lo poco grueso para poder hacerla alta y ancha simplemente la atravesaron al colisionar de frente en vez de huir de ella.
Al menos parecía haberse sentido suficientemente presionado para dejarla caer. Vi arriba. Sobre... un árbol. Retrocedí unos pasos, era uno muy grande. Achiqué los ojos y fui a hacer lo que le ganaba el apodo a la raza: abrazar el árbol, y ver como diablos lo escalaba. Tuve que hacerme una escalerilla de arcilla porque era demasiado recto y ramas solo había de la mitad para arriba, luego de un minuto y algo más, alcancé la copa. E iba a tomar mi hacha, pero un piskie pasó volando y la empujó. Agité el puño y lancé un manotazo intentando agarrar al infeliz.
Y me caí también.
Pasé... más tiempo en el suelo que lo que me llevo subir el árbol. La mayoría del impacto se lo comieron mis piernas, pero fue mucho y terminé con las rodillas y el resto del cuerpo abajo también. Moví el pie. Un tobillo doblado, al menos... no fracturado ni roto, no se sentía tan terrible como para eso, pero no podría caminar bien hasta dentro de unos minutos.
Estiré la mano para tomar el hacha y la jalé hacia mí, arrastrando varias flores blancas entre los dedos. Barrimoth, usualmente las usaban con propósitos decorativos, pero sabía que tenía como tres usos medicinales, o más. Solo... uh, cicatrizar, algo para los ojos y no sé qué otra cosa. Rodé, colocando debajo a la arcilla antes e hice una mano que me empujase arriba lentamente para incorporarme, e hice un bastón de piedra de ella, sintiéndome poco pacífico. Iba a clavar todos los palos que pudiese en el festival con cualquier cosa similar a una manta que consiguiese de las mesas, media sucias de arcilla para hacer que los pequeños causa-problemas chocaran. Y luego los... los regañaría, supongo.
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Especial maldiciones antes de que me quede sin internet o luz de nuevo, y con esto salgo del eventito. Anders toma unas barrimorth, que luego veo como expando su entrada y la de otro par porque sufrí y lloré decidiendo por una pero las imágenes me odian y no cargan uwu
Anders
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Andaba Ava tan perdida en sus pensamientos de como sacar a Amy de aquel agujero, que por poco no se dió cuenta de que la chica robot estaba asomando por el hoyo del suelo, con las cuchillas fuera y tan cubierta de tierra que parecía un pequeño topillo. Un topillo con cuchillas.
Ava la ayudó a terminar de salir del agujero y a incorporarse, y le quitó un poco de tierra de la cara, aunque no hubo apenas diferencia, pero así la joven pez se se sentía un poco mejor. Ava vió como la chica robot no apartaba los ojos de la corona que le había traído, mientras decía “Mi héroe”. ¿De verdad podría ser yo el héroe de nadie? Los héroes no son asesinos y yo… pensó Ava aún traumatizada por por los sucesos acontecidos hacía pocas horas. Su congoja se redujo al ver como Amy cogía muy ilusionada la corona que le había fabricado y como se coronaba con ella. La verdad es que le quedaba bien, Ava había hecho un buen trabajo.
- ¡Te queda genial Amy!.- le dijo Ava intentando olvidar su oscuro pasado reciente.
Amy le preguntó si sabía donde estaba Axel, y Ava le contó una aproximación de la historia real. A pesar de la fuerte amistad que las unía, aún no estaba preparada para reconocer lo que había hecho. Aún no.
En cuanto Ava le dijo por donde había salido huyendo el amigo lupino, Amy arrancó a correr en dicha dirección como si se hubiese comido un bol de chilis picantes (como los que cocinaba su tía abuela Yokandi, que había pasado su vida perfeccionando aquella receta y que por poco mata a su marido que pensó que era buena idea comerse 8 de un bocado) y necesitase urgentemente un vaso de leche.
Ava intentó seguirla, pero era imposible para ella alcanzarla, así que se dedicó a pasear siguiendo aquel reguero de sangre, intentando encontrar la paz consigo misma. Sabía que nunca se perdonaría lo que había hecho, pero esperaba al menos aprender a vivir con aquella pesada carga que tanto la atormentaba.
A pesar de que sí que tenía rumbo, sus andares denotaban lo contrario. Iba distraída (más que de normal), pensando en lo mucho que había cambiado su vida en los últimos meses.
La luz de la luna confería al paseo cierta aura mágica, que hacía que Ava no se sintiese tan mal. Además, las escamas, al reflejar dicha luz, parecían plateadas, y a ella siempre le había parecido muy curioso que de noche sus escamas casi pudiesen brillar más que de día, cuando les daba el sol. La luz de la luna era siempre agradable, no quemaba ni deshidrataba, y tenía algo místico que… Algo sacó de sus pensamientos a Ava, algo le estaba tirando del pelo. Otra vez. No podía ser. Giró levemente la cabeza y allí estaba. Un piskie. No. El piskie. Intentando coger una de las flores de su melena otra vez. Pero entonces… Estaba vivo. Estaba segura de que era el mismo de antes. De hecho, si uno se fijaba con precaución, podía apreciarse como la pequeña criatura tenía uno de sus pequeños ojos un poco amoratado. El golpe de Ava. La chica no se sentía bien porque estaba segura de que aquel moratón era cosa de su intervención cuando el piskie había intentando robarle una de sus flores pero… ¡Estaba vivo! Ay dios mio, gracias gracias gracias, prometo que nunca atacaré a ningún bichillo nunca más. Excepto a las moscas. Y a los mosquitos. Y puede que a algún otro insecto extraño. Pero no golpearé más de estos. Lo prometo. Ava se movió con mucha delicadeza, cogió su trenza y arrancó la flor que tantas ganas tenía el piske de tener.
- Toma pequeñín, esto es tuyo.- le dijo mientras el piskie no dejaba de revolotear, y que al coger la flor que la pez le ofrecía, la miró, le sacó la lengua, y se fue volando casi tan veloz como Amy.
Ava estaba inmensurablemente feliz. ¡No era una asesina! Bueno, le había alcanzado a uno con una piedra, pero si este estaba vivo, el otro tenía que estarlo también, así funcionaban las cosas.
Reanudó su marcha, esta vez con un paso más alegre (a pesar de estar siguiendo el reguero de sangre de uno de sus más mejores amigos). Fue entonces cuando vio algo extraño, oculto entre las pocas hierbas que por allí había.
La luz de la luna caía con suavidad sobre las fijas hojas de aquella planta. Y sobre los pétalos de sus flores. Aquella planta tenía algo especial, hasta Ava lo notaba, y eso que ella solo entendía mucho de algas.
- Hala… Es preciosa….- habló en voz alta de nuevo, pero esta vez ya sonaba a Ava. A la joven alegre y feliz Avichuela. A pesar de que siempre tenía a recoger las flores que encontraba, aquella decidió dejarla allí. Era demasiado especial como para arrancarla.
Siguió andando y por fin llegó a su destino. Y su alegría se rompió de nuevo, al ver a Axel tirado en el suelo, inmóvil, y Amy arrodillada en el suelo a su lado, con una barra de pan en las manos. Pan… PAN. No. Axel. Axel esta malito. Necesita ayuda.
Se acercó a sus amigos y se arrodilló junto a Amy, y vió como estaba sacaba un saquito con unas hierbas en su interior, y fue entonces cuando le susurró, intentando que nadie de los que había alrededor pudiese escucharla:
- Pero Amy… ¿Desde cuando traficas con esa clase de hierbas?
Ava la ayudó a terminar de salir del agujero y a incorporarse, y le quitó un poco de tierra de la cara, aunque no hubo apenas diferencia, pero así la joven pez se se sentía un poco mejor. Ava vió como la chica robot no apartaba los ojos de la corona que le había traído, mientras decía “Mi héroe”. ¿De verdad podría ser yo el héroe de nadie? Los héroes no son asesinos y yo… pensó Ava aún traumatizada por por los sucesos acontecidos hacía pocas horas. Su congoja se redujo al ver como Amy cogía muy ilusionada la corona que le había fabricado y como se coronaba con ella. La verdad es que le quedaba bien, Ava había hecho un buen trabajo.
- ¡Te queda genial Amy!.- le dijo Ava intentando olvidar su oscuro pasado reciente.
Amy le preguntó si sabía donde estaba Axel, y Ava le contó una aproximación de la historia real. A pesar de la fuerte amistad que las unía, aún no estaba preparada para reconocer lo que había hecho. Aún no.
En cuanto Ava le dijo por donde había salido huyendo el amigo lupino, Amy arrancó a correr en dicha dirección como si se hubiese comido un bol de chilis picantes (como los que cocinaba su tía abuela Yokandi, que había pasado su vida perfeccionando aquella receta y que por poco mata a su marido que pensó que era buena idea comerse 8 de un bocado) y necesitase urgentemente un vaso de leche.
Ava intentó seguirla, pero era imposible para ella alcanzarla, así que se dedicó a pasear siguiendo aquel reguero de sangre, intentando encontrar la paz consigo misma. Sabía que nunca se perdonaría lo que había hecho, pero esperaba al menos aprender a vivir con aquella pesada carga que tanto la atormentaba.
A pesar de que sí que tenía rumbo, sus andares denotaban lo contrario. Iba distraída (más que de normal), pensando en lo mucho que había cambiado su vida en los últimos meses.
La luz de la luna confería al paseo cierta aura mágica, que hacía que Ava no se sintiese tan mal. Además, las escamas, al reflejar dicha luz, parecían plateadas, y a ella siempre le había parecido muy curioso que de noche sus escamas casi pudiesen brillar más que de día, cuando les daba el sol. La luz de la luna era siempre agradable, no quemaba ni deshidrataba, y tenía algo místico que… Algo sacó de sus pensamientos a Ava, algo le estaba tirando del pelo. Otra vez. No podía ser. Giró levemente la cabeza y allí estaba. Un piskie. No. El piskie. Intentando coger una de las flores de su melena otra vez. Pero entonces… Estaba vivo. Estaba segura de que era el mismo de antes. De hecho, si uno se fijaba con precaución, podía apreciarse como la pequeña criatura tenía uno de sus pequeños ojos un poco amoratado. El golpe de Ava. La chica no se sentía bien porque estaba segura de que aquel moratón era cosa de su intervención cuando el piskie había intentando robarle una de sus flores pero… ¡Estaba vivo! Ay dios mio, gracias gracias gracias, prometo que nunca atacaré a ningún bichillo nunca más. Excepto a las moscas. Y a los mosquitos. Y puede que a algún otro insecto extraño. Pero no golpearé más de estos. Lo prometo. Ava se movió con mucha delicadeza, cogió su trenza y arrancó la flor que tantas ganas tenía el piske de tener.
- Toma pequeñín, esto es tuyo.- le dijo mientras el piskie no dejaba de revolotear, y que al coger la flor que la pez le ofrecía, la miró, le sacó la lengua, y se fue volando casi tan veloz como Amy.
Ava estaba inmensurablemente feliz. ¡No era una asesina! Bueno, le había alcanzado a uno con una piedra, pero si este estaba vivo, el otro tenía que estarlo también, así funcionaban las cosas.
Reanudó su marcha, esta vez con un paso más alegre (a pesar de estar siguiendo el reguero de sangre de uno de sus más mejores amigos). Fue entonces cuando vio algo extraño, oculto entre las pocas hierbas que por allí había.
La luz de la luna caía con suavidad sobre las fijas hojas de aquella planta. Y sobre los pétalos de sus flores. Aquella planta tenía algo especial, hasta Ava lo notaba, y eso que ella solo entendía mucho de algas.
- Hala… Es preciosa….- habló en voz alta de nuevo, pero esta vez ya sonaba a Ava. A la joven alegre y feliz Avichuela. A pesar de que siempre tenía a recoger las flores que encontraba, aquella decidió dejarla allí. Era demasiado especial como para arrancarla.
- HELECHO EN FLOR:
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Siguió andando y por fin llegó a su destino. Y su alegría se rompió de nuevo, al ver a Axel tirado en el suelo, inmóvil, y Amy arrodillada en el suelo a su lado, con una barra de pan en las manos. Pan… PAN. No. Axel. Axel esta malito. Necesita ayuda.
Se acercó a sus amigos y se arrodilló junto a Amy, y vió como estaba sacaba un saquito con unas hierbas en su interior, y fue entonces cuando le susurró, intentando que nadie de los que había alrededor pudiese escucharla:
- Pero Amy… ¿Desde cuando traficas con esa clase de hierbas?
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
–¡Sí, sí, sí, síííííííííííííííííííííííí! –grité, comenzando como un grito eufórico de felicidad absoluta y terminando como un sonoro gemido como si hubiera experimentado un éxtasis extremo.
Charlie lo había logrado. Nuestra libertad fue protegida.
–Tienes razón, heroína oblivionada, estoy orgulloso –asentí.
Y cuando Charlie descendió escoltado majestuosamente por las criaturitas de Valy, los piskies empezaron a arrojarme el motín de guerra. ¿De dónde sacaron tanta basura además de la bolsita? No importaba.
Sin embargo, entre sus cachivaches había algo valioso, tal vez más que mi bolsita.
–Oh, gracias –dije, tomando el accesorio–. Ahora tengo un bonito anillo.
«Tenemos», es lo que el escalofrío surcando mi cuerpo me señaló que pensó Valy.
–Bien –proseguí, esta vez con un tono grave y formal y enderezando mi espalda–, Charlie, puedes colocarte frente a mí. –Esperé que obedeciera–. Por tu valía en esta épica batalla, tu valor, valentía y falta de miedo frente al mal, has demostrado ser alguien valiente, digno del título de caballero caballeroso con cabello de caballo. –Alcé mi espada–. Por eso, Charlie Pixyson Tercero de la Comarca –continué, colocando la punta de la espada en su hombro derecho y luego en el izquierdo–. Te declaro… marido y mujer.
Abruptamente me giré y extendí un brazo hacia un lugar aleatorio en una pose dramática.
–¡Ahora, marido y mujer Charlie Pixyson, guía a tu gente hacia el camino de las travesuras traviesas! –vociferé–. Al infinito… ¡y más allá!
Charlie sacó pecho y, luego de pedir que lo siguieran con un gesto, voló hacia quién sabe dónde, con sus tropas de fieles piskies siguiéndolo hacia un mejor mañana.
–Fue divertido –suspiré, permitiéndome relajarme–. Bueno, te he salvado la vida ya siete veces hoy, así que obviamente debo pagarte por eso –le dije a Valy. Luego le entregué el anillo–. Yo puedo hacer mis propios anillos, así que puedes tener este. Úsalo para comprarte algún dulce, un dulce bastante caro pero sabroso. –Le mostré una sonrisa perezosa–. Vale, yo aún tengo algo que hacer, y como ya no estás en peligro, mi linda damisela, iré a ello. –Ondeé una mano para despedirme–. Que tengas una buena nochecita sin más dríopes salvajes apareciendo, y espero que algún día seas capaz de hacer gatos voladores que sí podamos montar para surcar el cielo sin fin.
Y con eso dicho, caminé de regreso donde había dejado a Xana y Hyro. Afortunadamente seguían allí, esperando, una sonrisa risueña en el brujo.
–¿Vieron ese espectáculo de absurdez? –pregunté.
–Sí –contestó Hyro–. Xana y yo nos reímos un poco.
Sonreí. Después de todo, tanta payasada no había sido solo para lidiar con los piskies, sino también para que las dos elfas, que fueron malditas injustamente, pudieran pasar un buen rato.
–Bien, entonces volvamos a la posada. –Subí al upelero–. Ya quiero comerme las biusas.
–No son para comerlas –repitió Hyro–. Deben bañarse en su jugo para que se sanen.
–¿Y no podemos sanarnos comiéndolas? Son superbiusas, ¿no?
–No. Pero… ¿y si te digo que, luego del baño, durante un rato sus cuerpos tendrán el sabor que deseen quienes los laman?
De pronto Xana miró a Hyro, por algún motivo… ¿interesada en lo que dijo? Abrió la boca para decir algo, pero se retractó en el último instante.
–No entiendo cómo eso sería mejor que comer las biusas –comenté.
–Ya lo entenderás luego –sentenció el brujo, asintiendo con la cabeza varias veces–, ya lo entenderás… O puede que no. Ustedes son lentos para estas cosas. Tal vez sí debería explicarte, pero… eso será luego.
Entorné los ojos. Tuve un mal presentimiento sobre mi futuro.
Charlie lo había logrado. Nuestra libertad fue protegida.
–Tienes razón, heroína oblivionada, estoy orgulloso –asentí.
Y cuando Charlie descendió escoltado majestuosamente por las criaturitas de Valy, los piskies empezaron a arrojarme el motín de guerra. ¿De dónde sacaron tanta basura además de la bolsita? No importaba.
Sin embargo, entre sus cachivaches había algo valioso, tal vez más que mi bolsita.
–Oh, gracias –dije, tomando el accesorio–. Ahora tengo un bonito anillo.
«Tenemos», es lo que el escalofrío surcando mi cuerpo me señaló que pensó Valy.
–Bien –proseguí, esta vez con un tono grave y formal y enderezando mi espalda–, Charlie, puedes colocarte frente a mí. –Esperé que obedeciera–. Por tu valía en esta épica batalla, tu valor, valentía y falta de miedo frente al mal, has demostrado ser alguien valiente, digno del título de caballero caballeroso con cabello de caballo. –Alcé mi espada–. Por eso, Charlie Pixyson Tercero de la Comarca –continué, colocando la punta de la espada en su hombro derecho y luego en el izquierdo–. Te declaro… marido y mujer.
Abruptamente me giré y extendí un brazo hacia un lugar aleatorio en una pose dramática.
–¡Ahora, marido y mujer Charlie Pixyson, guía a tu gente hacia el camino de las travesuras traviesas! –vociferé–. Al infinito… ¡y más allá!
Charlie sacó pecho y, luego de pedir que lo siguieran con un gesto, voló hacia quién sabe dónde, con sus tropas de fieles piskies siguiéndolo hacia un mejor mañana.
–Fue divertido –suspiré, permitiéndome relajarme–. Bueno, te he salvado la vida ya siete veces hoy, así que obviamente debo pagarte por eso –le dije a Valy. Luego le entregué el anillo–. Yo puedo hacer mis propios anillos, así que puedes tener este. Úsalo para comprarte algún dulce, un dulce bastante caro pero sabroso. –Le mostré una sonrisa perezosa–. Vale, yo aún tengo algo que hacer, y como ya no estás en peligro, mi linda damisela, iré a ello. –Ondeé una mano para despedirme–. Que tengas una buena nochecita sin más dríopes salvajes apareciendo, y espero que algún día seas capaz de hacer gatos voladores que sí podamos montar para surcar el cielo sin fin.
Y con eso dicho, caminé de regreso donde había dejado a Xana y Hyro. Afortunadamente seguían allí, esperando, una sonrisa risueña en el brujo.
–¿Vieron ese espectáculo de absurdez? –pregunté.
–Sí –contestó Hyro–. Xana y yo nos reímos un poco.
Sonreí. Después de todo, tanta payasada no había sido solo para lidiar con los piskies, sino también para que las dos elfas, que fueron malditas injustamente, pudieran pasar un buen rato.
–Bien, entonces volvamos a la posada. –Subí al upelero–. Ya quiero comerme las biusas.
–No son para comerlas –repitió Hyro–. Deben bañarse en su jugo para que se sanen.
–¿Y no podemos sanarnos comiéndolas? Son superbiusas, ¿no?
–No. Pero… ¿y si te digo que, luego del baño, durante un rato sus cuerpos tendrán el sabor que deseen quienes los laman?
De pronto Xana miró a Hyro, por algún motivo… ¿interesada en lo que dijo? Abrió la boca para decir algo, pero se retractó en el último instante.
–No entiendo cómo eso sería mejor que comer las biusas –comenté.
–Ya lo entenderás luego –sentenció el brujo, asintiendo con la cabeza varias veces–, ya lo entenderás… O puede que no. Ustedes son lentos para estas cosas. Tal vez sí debería explicarte, pero… eso será luego.
Entorné los ojos. Tuve un mal presentimiento sobre mi futuro.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Bueno, ahora a ver cómo me va con los... Ah, no, que ya gané =D Bueno, le cedo el anillo a Valy y, antes de que se me vaya la luz o el internet por un larguito ratito, doy por concluida mi chévere participación en este evento.
PD: Twistedtale, ¡AMO TU GANSO!
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
La agradable siesta de Axel estaba intentando ser interrumpida por la malvada biocibernética, que lejos de dejarle disfrutar de aquel mundo onírico donde no había dolor, le estaba infligiendo más dolor todavía a su malogrado cuerpo. En ese mismo instante, el hombre lobo estaba muy lejos de allí, recordaba aquel lugar con cierta ternura, pero hacía mucho tiempo que no había pensado en él, hasta casi olvidarlo.
Aquel asentamiento a las orillas del lago lo había visitado en multitud de ocasiones junto a sus padres, en su más tierna infancia. El lugar era precioso, pero un duro golpe de nostalgia golpeó al viejo, entendía perfectamente por que lo había decidido enterrar en lo más profundo de su memoria. Escuchaba las voces de sus progenitores y la suya propia de infante, reverberando por todas partes, pero no había rastro alguno de personas físicas.
De pronto, una escalera surgió de mitad de aquel lago, formada como por algún material brillante parecido a la luz de las estrellas. Aquella estructura parecía no tener fin y se perdía en el cielo, haciendo cada vez más difuso su camino. El cuerpo de Axel se comenzó a mover solo hacia el pie de la escalera y su mirada se caló en lo alto. Desde ese punto de vista solo veía una luz blanca resplandeciente, que por alguna razón le transmitía una paz interior imposible de explicar. - Ve hacia la luz... Repetía una voz incesante, haciéndole subir un escalón más cada vez que la escuchaba.
Cuando ya llevaba un buen tramo de la escalera superado, escuchó unas voces familiares en la lejanía. Despierta, por favor. Pero Amy… Las voces se entrelazaban a lo lejos, hasta que de pronto... La chica metálica apareció de la nada literalmente y le reventó una barra de pan gigante en la cara. El viejo empezó a rodar escaleras abajo a una velocidad endiablada hasta que por fin llegó a tierra.
El hombre lobo se levantó sobresaltado, como si tuviera un resorte en la espalda, quedándose sentado durante unos segundos. Su vuelta a la realidad había sido un tanto aparatosa y su intento de reincorporarse había sido detenido por la cabeza de Amy. - Buenos días chicas, he tenido un sueño muy extraño. Dijo mientras miraba a sus dos compañeras fijamente. Estaba seguro que había sido algo más que un sueño, pero no quería asustar a las jovencitas con historias de la vieja parca.
A unos cuantos metros la fiesta continuaba y sabía muy bien que a la juventud le gustaba la fiesta, no iba a ser el viejo carroza que arruinara su Midsummarblót. - Vamos, el guateque nos espera. Dijo mientras se ponía en marcha con la cara hecha un desastre y emulaba unos raros pasos de baile. Antes de continuar su camino, algo en a los pies de un árbol llamó su atención. Justo entre el musgo brotaban unas pequeñas setas. Se trataba nada más y nada menos que de hongos estivales, una suerte encontrarlos en estas fechas, puesto que su ingesta fuera de ellas puede ser fatal.
Mientras estaba agachado recogiendo su preciado tesoro, algo unos cuantos pasos más allá llamó su atención, una especie de helecho con flores que juraría no haber visto nunca se le apareció como un flash. Se frotó los ojos y volvió a ver en la misma dirección, pero ya no había nada. Se encogió de hombros con su morral lleno de hongos estivales, acelerando el paso hasta alcanzar a sus amigas, para hacer gala de su espiritu fiestero y unirse el primero a la fiesta.
-----------
Off: Hasta aquí las desventuras del licántropo en el festival, recogiendo unos hongos estivales y deleitándose con el bonito helecho en flor.
Aquel asentamiento a las orillas del lago lo había visitado en multitud de ocasiones junto a sus padres, en su más tierna infancia. El lugar era precioso, pero un duro golpe de nostalgia golpeó al viejo, entendía perfectamente por que lo había decidido enterrar en lo más profundo de su memoria. Escuchaba las voces de sus progenitores y la suya propia de infante, reverberando por todas partes, pero no había rastro alguno de personas físicas.
De pronto, una escalera surgió de mitad de aquel lago, formada como por algún material brillante parecido a la luz de las estrellas. Aquella estructura parecía no tener fin y se perdía en el cielo, haciendo cada vez más difuso su camino. El cuerpo de Axel se comenzó a mover solo hacia el pie de la escalera y su mirada se caló en lo alto. Desde ese punto de vista solo veía una luz blanca resplandeciente, que por alguna razón le transmitía una paz interior imposible de explicar. - Ve hacia la luz... Repetía una voz incesante, haciéndole subir un escalón más cada vez que la escuchaba.
Cuando ya llevaba un buen tramo de la escalera superado, escuchó unas voces familiares en la lejanía. Despierta, por favor. Pero Amy… Las voces se entrelazaban a lo lejos, hasta que de pronto... La chica metálica apareció de la nada literalmente y le reventó una barra de pan gigante en la cara. El viejo empezó a rodar escaleras abajo a una velocidad endiablada hasta que por fin llegó a tierra.
El hombre lobo se levantó sobresaltado, como si tuviera un resorte en la espalda, quedándose sentado durante unos segundos. Su vuelta a la realidad había sido un tanto aparatosa y su intento de reincorporarse había sido detenido por la cabeza de Amy. - Buenos días chicas, he tenido un sueño muy extraño. Dijo mientras miraba a sus dos compañeras fijamente. Estaba seguro que había sido algo más que un sueño, pero no quería asustar a las jovencitas con historias de la vieja parca.
A unos cuantos metros la fiesta continuaba y sabía muy bien que a la juventud le gustaba la fiesta, no iba a ser el viejo carroza que arruinara su Midsummarblót. - Vamos, el guateque nos espera. Dijo mientras se ponía en marcha con la cara hecha un desastre y emulaba unos raros pasos de baile. Antes de continuar su camino, algo en a los pies de un árbol llamó su atención. Justo entre el musgo brotaban unas pequeñas setas. Se trataba nada más y nada menos que de hongos estivales, una suerte encontrarlos en estas fechas, puesto que su ingesta fuera de ellas puede ser fatal.
Mientras estaba agachado recogiendo su preciado tesoro, algo unos cuantos pasos más allá llamó su atención, una especie de helecho con flores que juraría no haber visto nunca se le apareció como un flash. Se frotó los ojos y volvió a ver en la misma dirección, pero ya no había nada. Se encogió de hombros con su morral lleno de hongos estivales, acelerando el paso hasta alcanzar a sus amigas, para hacer gala de su espiritu fiestero y unirse el primero a la fiesta.
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- Helecho:
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Off: Hasta aquí las desventuras del licántropo en el festival, recogiendo unos hongos estivales y deleitándose con el bonito helecho en flor.
Axel Svensson
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