La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Rauko' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
- ¡Pero qué médico si están muertos! ¡Lo que necesitamos es una pala! O una cuchara, porque bueno no son tan grandes, así que podríamos hacer un agujerito en la tierra y esconderlos ahí... .- intentó susurrarle Ava a Axel, aunque por los nervios solo consiguió que su tono de voz fuese más chillón.
Aún así el licántropo insistió en que podía ayudarlos, y pidió paños y agua fresca. No se de donde vamos a sacar agua fresca, si en esta fiesta lo único que hay son estos mejunjes extraños que nublan la vista, aunque a lo mejor si les nublamos la vista a todos… Iba pensando Ava mientras intentaba encontrar algo con lo que ayudar a Axel, e intentar así esconderse de la mirada enfurruñada del hombre rana con el que se había tropezado. No quería más problemas, ya bastante tenía con el hecho de que acababa de matar a un ser pseudo mágico.
Se dió cuenta de que Amy estaba a su lado, mirándola fijamente, muy seria. “¿Qué le pasa a tu pelo?” le preguntó. Parecía que hasta a la robochica le había parecido bonito lo que aquella jovencita había hecho con su melena. Mmmm, tendremos que hacer algo con su pelo, ella no lleva flores aún…
Entre el pensamiento de querer ayudar a Amy con sus adornos de festival de verano, y que justo en aquel momento una bandada de criaturas aladas se acercaron a la chica rubia que andaba por allí, Ava se olvidó por completo de la tarea que les había encomendado el hombre lobo, y recordó que había matado a uno de aquellos pequeños seres, por lo que en realidad los recién llegados la estarían buscando a ella, por lo que tenía que huir de allí inmediatamente.
Tras salir su ensimismamiento, se dió cuenta de que Amy habia salido corriendo detrás de un grupo de piskies que le habían robado la corona a Axel. ¿¡Pueden dejar estos bichos de dar problemas!? Aunque… Un momento… ¡SE ESTÁN ALEJANDO! A lo mejor me he librado, nadie me buscará y el crimen preescribirá, y aquí paz y después… ¡Amy!
Ava vió como Amy iba a la caza de los piskies ladrones, al igual que Axel, para recuperar la corona robada, así la chica escamosa decidió seguirlos, corriendo a su manera, que era no correr, porque a pesar de llevar ya tanto tiempo fuera del agua aún no sabía coordinar lo suficientemente rápido sus piernas como para que aquello que hacía se considerase correr. Aunque no quisiera reconocerlo nunca, Ava sabía que no los alcanzaría rápidamente, así que se dedicó a ir recogiendo flores del camino para hacerle una corona a Amy. Además, fabricar una corona de flores la haría parecer más inocente cara a los piskies, ya que tal y como todo el mundo sabe, hacer manualidades con flores le da a uno el aspecto de persona afable y completamente inofensiva.
Evidentemente terminó por perderlos de vista completamente, así que siguió recogiendo flores y siguiendo su instinto de pez, y siguió caminando hacia donde éste le indicaba que se encontrarían sus amigos. Desde la lejanía vio a Amy, que seguía persiguiendo a aquellos endemoniados bichejos, cuando de repente, tras un salto digno de gimnasta aerandiana, vio como Amy era engullida por el suelo, mientras los piskies revoloteaban por encima de donde debía de haber caído la chica.
Ava se acercó todo lo rápido que pudo (que fue poco rápido), y se escondió detrás de unos matorrales para evitar que los piskies la viesen y la culpasen de aquel crimen del que no hablaría nunca. Desde su escondite veía y escuchaba claramente a los piskies, haciendo burla de la pobre Amy, que seguía en aquel hoyo sin dar señales de poder salir.
La chica pez sabía que tenía que hacer algo, era su amiga, y estaba en un hoyo, y los amigos están para sacar de hoyos a sus amigos cuando éstos lo necesitan. Decidió que primero tenía que espantar a aquellos monstruitos alados. Pensó que lo mejor sería empezar a tirarles piedras, pero sin apuntarles, ya que solo quería espantarlos, no quería hacer daño a ninguna de aquellas criaturas, a pesar de ser tan insoportables… Empezó a tirarles piedras, y los bichitos ni se inmutaron, hasta que con la tercera piedra le acertó de pleno a uno de ellos, tirándolo al suelo, lo que hizo que todos sus compañeros se giraran hacia donde estaba ella.
- ¡Venga ya! ¡Si no estaba apuntando!
Justo cuando los piskies ya habían reaccionado para ir perseguir a por aquello que les estaba tirando piedras, Axel apareció corriendo y gritando, así que los piskies cambiaron de objetivo y fueron a por él, que al verlos empezó a correr en dirección contraria. Espero que no lo pillen, se dijo Ava, mientras se dirigía hacia el hoyo para poder intentar sacar a Amy.
- ¡Tranquila Amy! ¡Estoy aquí! ¡Y mira lo que te he traído! .- le gritó la chica pez a la pobre chica robot, enseñándole la corona de flores, puesto que aquello era lo único que se le ocurría teniendo en cuenta de que no tenía ni idea de como sacar a su amiga de allí.
Aún así el licántropo insistió en que podía ayudarlos, y pidió paños y agua fresca. No se de donde vamos a sacar agua fresca, si en esta fiesta lo único que hay son estos mejunjes extraños que nublan la vista, aunque a lo mejor si les nublamos la vista a todos… Iba pensando Ava mientras intentaba encontrar algo con lo que ayudar a Axel, e intentar así esconderse de la mirada enfurruñada del hombre rana con el que se había tropezado. No quería más problemas, ya bastante tenía con el hecho de que acababa de matar a un ser pseudo mágico.
Se dió cuenta de que Amy estaba a su lado, mirándola fijamente, muy seria. “¿Qué le pasa a tu pelo?” le preguntó. Parecía que hasta a la robochica le había parecido bonito lo que aquella jovencita había hecho con su melena. Mmmm, tendremos que hacer algo con su pelo, ella no lleva flores aún…
Entre el pensamiento de querer ayudar a Amy con sus adornos de festival de verano, y que justo en aquel momento una bandada de criaturas aladas se acercaron a la chica rubia que andaba por allí, Ava se olvidó por completo de la tarea que les había encomendado el hombre lobo, y recordó que había matado a uno de aquellos pequeños seres, por lo que en realidad los recién llegados la estarían buscando a ella, por lo que tenía que huir de allí inmediatamente.
Tras salir su ensimismamiento, se dió cuenta de que Amy habia salido corriendo detrás de un grupo de piskies que le habían robado la corona a Axel. ¿¡Pueden dejar estos bichos de dar problemas!? Aunque… Un momento… ¡SE ESTÁN ALEJANDO! A lo mejor me he librado, nadie me buscará y el crimen preescribirá, y aquí paz y después… ¡Amy!
Ava vió como Amy iba a la caza de los piskies ladrones, al igual que Axel, para recuperar la corona robada, así la chica escamosa decidió seguirlos, corriendo a su manera, que era no correr, porque a pesar de llevar ya tanto tiempo fuera del agua aún no sabía coordinar lo suficientemente rápido sus piernas como para que aquello que hacía se considerase correr. Aunque no quisiera reconocerlo nunca, Ava sabía que no los alcanzaría rápidamente, así que se dedicó a ir recogiendo flores del camino para hacerle una corona a Amy. Además, fabricar una corona de flores la haría parecer más inocente cara a los piskies, ya que tal y como todo el mundo sabe, hacer manualidades con flores le da a uno el aspecto de persona afable y completamente inofensiva.
Evidentemente terminó por perderlos de vista completamente, así que siguió recogiendo flores y siguiendo su instinto de pez, y siguió caminando hacia donde éste le indicaba que se encontrarían sus amigos. Desde la lejanía vio a Amy, que seguía persiguiendo a aquellos endemoniados bichejos, cuando de repente, tras un salto digno de gimnasta aerandiana, vio como Amy era engullida por el suelo, mientras los piskies revoloteaban por encima de donde debía de haber caído la chica.
Ava se acercó todo lo rápido que pudo (que fue poco rápido), y se escondió detrás de unos matorrales para evitar que los piskies la viesen y la culpasen de aquel crimen del que no hablaría nunca. Desde su escondite veía y escuchaba claramente a los piskies, haciendo burla de la pobre Amy, que seguía en aquel hoyo sin dar señales de poder salir.
La chica pez sabía que tenía que hacer algo, era su amiga, y estaba en un hoyo, y los amigos están para sacar de hoyos a sus amigos cuando éstos lo necesitan. Decidió que primero tenía que espantar a aquellos monstruitos alados. Pensó que lo mejor sería empezar a tirarles piedras, pero sin apuntarles, ya que solo quería espantarlos, no quería hacer daño a ninguna de aquellas criaturas, a pesar de ser tan insoportables… Empezó a tirarles piedras, y los bichitos ni se inmutaron, hasta que con la tercera piedra le acertó de pleno a uno de ellos, tirándolo al suelo, lo que hizo que todos sus compañeros se giraran hacia donde estaba ella.
- ¡Venga ya! ¡Si no estaba apuntando!
Justo cuando los piskies ya habían reaccionado para ir perseguir a por aquello que les estaba tirando piedras, Axel apareció corriendo y gritando, así que los piskies cambiaron de objetivo y fueron a por él, que al verlos empezó a correr en dirección contraria. Espero que no lo pillen, se dijo Ava, mientras se dirigía hacia el hoyo para poder intentar sacar a Amy.
- ¡Tranquila Amy! ¡Estoy aquí! ¡Y mira lo que te he traído! .- le gritó la chica pez a la pobre chica robot, enseñándole la corona de flores, puesto que aquello era lo único que se le ocurría teniendo en cuenta de que no tenía ni idea de como sacar a su amiga de allí.
- Corona de Ava para Amy:
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Última edición por Ava Brekker el Miér Jul 01 2020, 14:16, editado 1 vez
Ava Brekker
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Los piskies se acercaron a sus gatos, lentamente. Tenía miedo de que no funcionara, de que algún gato se hubiera comido a uno de los suyos y ahora les tuvieran manía a todos, pero no parecía ser el caso, y el encuentro por fin ocurrió, casi tocándose…. Solo para abalanzarse sobre ellos y montarse como si fueran caballeros del reino.
Al principio pensó que estaban jugando, disfrutando de las monturas voladoras, ella desde luego lo habría hecho si tuviera acceso a un gato volador, pero no era como si domar una mantícora fuera fácil, pero resulto que tenían ideas más… agresivas. Al no tener riendas, usaban el pelo de los pobres animales, dando tirones para intentar imitar la canción de Rauko. Tuvo que contener un tick en el ojo al notar el dolor de sus adorables gatos lumínicos, optando por distraerse con el coro felino.
Y la verdad era que lo hacían muy bien, habría aplaudido si no notara el estrés de sus pobres pequeñines incluso a través de su intento de distraerse. Rauko empezó otra canción en lo que suponía era un ataque de pánico para no ser atacado por los piskies, pero no pareció funcionar muy bien, los gatos orbitando cerca de su propia cabeza empezando a hacer vuelos cada vez más y más rasantes, ahora apuntando también al elfo. Cerró los ojos conteniendo un suspiro cuando uno de los gatos la despeinó con un vuelo demasiado cercano. Y retomó el control de los gatos, quitandoles la libertad de ir donde quisieran y por tanto, cualquier influencia de los piskies sobre su dirección, aunque concediendo un poco y deformándolos ligeramente para crear riendas con las que pudieran sujetarse y los obligó a agruparse todos juntos, como un banco de peces…salvo que volaban. los dejo allí flotando unos segundos, mientras pensaba.
Les gustaban las emociones fuertes. Bien, podía hacer eso. Mucho mejor de lo que creían. Empezó con un bucle, elevando los gatos en la versión aérea de una voltereta hacia atrás, y luego los mando en línea recta a toda velocidad, haciendo un quiebro brusco antes de salir del claro, separando el banco de gatos a derecha e izquierda antes de volver a juntarlos en dirección hacia ella, para elevarlos antes de que chocaran, dejando de darles impulso de manera que la gravedad fuera parando la velocidad poco a poco, hasta quedar suspendidos en el aire un precioso segundo antes de que empezaran a caer. No dejaría que se estamparan al suelo, por supuesto, pero… no tenían por qué saber eso.
-¿No es eso mucho más divertido que hacer daño a los pobres gatitos? –preguntó con su mejor sonrisa.
Al principio pensó que estaban jugando, disfrutando de las monturas voladoras, ella desde luego lo habría hecho si tuviera acceso a un gato volador, pero no era como si domar una mantícora fuera fácil, pero resulto que tenían ideas más… agresivas. Al no tener riendas, usaban el pelo de los pobres animales, dando tirones para intentar imitar la canción de Rauko. Tuvo que contener un tick en el ojo al notar el dolor de sus adorables gatos lumínicos, optando por distraerse con el coro felino.
Y la verdad era que lo hacían muy bien, habría aplaudido si no notara el estrés de sus pobres pequeñines incluso a través de su intento de distraerse. Rauko empezó otra canción en lo que suponía era un ataque de pánico para no ser atacado por los piskies, pero no pareció funcionar muy bien, los gatos orbitando cerca de su propia cabeza empezando a hacer vuelos cada vez más y más rasantes, ahora apuntando también al elfo. Cerró los ojos conteniendo un suspiro cuando uno de los gatos la despeinó con un vuelo demasiado cercano. Y retomó el control de los gatos, quitandoles la libertad de ir donde quisieran y por tanto, cualquier influencia de los piskies sobre su dirección, aunque concediendo un poco y deformándolos ligeramente para crear riendas con las que pudieran sujetarse y los obligó a agruparse todos juntos, como un banco de peces…salvo que volaban. los dejo allí flotando unos segundos, mientras pensaba.
Les gustaban las emociones fuertes. Bien, podía hacer eso. Mucho mejor de lo que creían. Empezó con un bucle, elevando los gatos en la versión aérea de una voltereta hacia atrás, y luego los mando en línea recta a toda velocidad, haciendo un quiebro brusco antes de salir del claro, separando el banco de gatos a derecha e izquierda antes de volver a juntarlos en dirección hacia ella, para elevarlos antes de que chocaran, dejando de darles impulso de manera que la gravedad fuera parando la velocidad poco a poco, hasta quedar suspendidos en el aire un precioso segundo antes de que empezaran a caer. No dejaría que se estamparan al suelo, por supuesto, pero… no tenían por qué saber eso.
-¿No es eso mucho más divertido que hacer daño a los pobres gatitos? –preguntó con su mejor sonrisa.
Valyria
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Desde dónde estaba podían verse las luces de las antorchas, era capaz de oír la música, las risas y, en general, el sonido de la festividad que parecía estar celebrándose en el lugar. Paró en mitad del camino y, sin levantarse del asiento de la carroza, clavó su mirada en el distante pueblecito que podía verse en la lejanía.
Frunció levemente el ceño.
¿Una celebración? Eso era más que evidente, pero… ¿Qué tipo de celebración era? Había estado tan ausente de todo que no sabía siquiera que día era exactamente, sí que sabía al menos que era un martes o un miércoles.
O quizás era lunes.
Alzó la mirada buscando la luna, pero encontrando en cambio un manto de oscuridad que indicaba la presencia de nubes sobre su cabeza. Ladeó la cabeza y torció el gesto, pensativo.
Por la época del año… había pocas cosas que pudiesen estar celebrando. ¿El solsticio? ¿Algo específico de aquel lugar apartado de todo lo remotamente parecido a la civilización? ¿La fiesta de la patata?
Soltando un par de insultos en voz baja, condujo la carreta hasta un lado del camino y se paró ahí. Independientemente de lo que fuese no estaba de humor como para internarse en el pueblo a mirar bailes y a beber, tampoco le apetecía especialmente socializar.
Según desataba a Mohr de la parte delantera del vehículo y le colocaba un saco de heno al lado, una pequeña parte de sí mismo no pudo evitar pensar que empezaba comportarse como lo que indicaba su aspecto: un viejo gruñón.
- ¿Te gusta? – Acarició la crin del caballo según este se agachaba a tantear con curiosidad la intempestiva cena que le había servido el herrero. – Bien, bien… - Agregó algo ausente, desviando de nuevo su atención hasta el pueblo, desde dónde acababa de llegar el sonido de un aplauso multitudinario.
Varias gotitas comenzaron a caer, entonces, sobre su cabeza.
Inspirando levemente, continuó anclando la carreta al suelo para que no tuviese ningún susto según dormía, siempre bajo los distantes sonidos de la fiesta que se estaba celebrando a varios kilómetros de allí.
- Podrías acercarte, beber algo… - Lyn le sonrió desde la ventanita que daba al interior de la carrera, Eltrant pasó junto a esta sin decir nada, y continuó afianzando las ruedas del vehículo al suelo. - … seguro que te lo pasas bien. – Agregó saltando a través de la ventana, siguiendo a su acompañante.
- Lo dudo. – Respondió este de vuelta, pateando el cincel con el que había bloqueado la rueda varias veces, las justas para hundirla en la tierra húmeda.
- ¡No digas eso! – Lyn sonrió y dio varios saltitos donde estaba, corriendo después a colocarse junto al herrero. – Seguro que nos divertimos. – Añadió intentando ayudarle con lo que el hombre tenía entre manos en vano. – Me apetece bailar. – dijo después, levantándose y dando varios giros sobre sí misma con los ojos cerrados.
- ¿”Nos”? – Respondió Eltrant, girándose a mirar a la ojiazul y suspirando después profundamente. – Muévete. – Le dijo, indicándole que se quitase de delante de la siguiente rueda. – Puede que seas de mentira, pero no eres transparente. – Aseguró, tomando otro de los cinceles.
Lyn respondió a esto con una muestra de ofensa exagerada, llevándose ambas manos al pecho de la misma forma que una noble de los barrios altos de Lunargenta lo haría al ver que el retrato del rey Siegfried que había comprado a ciegas no era un desnudo.
- ¿De mentira? – Preguntó la vampiresa colocando el dorso de su mano derecha sobre la frente. – Cada vez que me dices algo así mi corazoncito sufre. – Musitó a continuación, inspirando por la nariz con fuerza, como si estuviese llorando.
- Bien. – Contestó Eltrant inmediatamente, esbozando después una pequeña sonrisa al oír a Lyn gritar un “¡Malvado!” tras él. – Vamos, hasta tú sabes que… - Se giró a mirar la réplica de su amigo que, como de costumbre, ya no estaba ahí.
Suspiró, ya volvería.
Ya había asumido que estaba loco de alguna forma, sobre todo al darse cuenta que de algún modo encontraba aquellas conversaciones consigo mismo… agradables. Se quedó varios segundos analizando el lugar en el que había estado Lyn, notando enseguida algo que había pasado antes por alto.
Una flor.
Dejando a un lado el taller rodante, se acercó a la planta preso de la curiosidad. No especialmente grande, ni tampoco llamativa. La única forma de la que Eltrant podía describirla prácticamente a oscuras es que era roja, de un fuerte color carmesí que parecía brillar con luz propia.
- ¿Una Míriel? – Tomó la planta levemente por el tallo, examinándola con cuidado. - ¿Qué haces tú aquí? – Murmuró, repasando los pétalos de la flor con la yema de los dedos.
No era normal que tuviesen aquel color, tampoco que creciesen en aquella zona de Aerandir. Las flores no eran su fuerte, él era más granjero de… cultivos; pero aquella flor tenía algo que…
Sin meditarlo demasiado, Eltrant dejó a la flor sola durante unos instantes y volvió al taller para regresar minutos después junto a la planta con una maceta vacía y una pequeña palita de metal.
Para cuando la luz del solitario candil que alumbraba el taller se hubo apagado, una nueva planta adornaba las paredes del mismo.
Desde dónde estaba podían verse las luces de las antorchas, era capaz de oír la música, las risas y, en general, el sonido de la festividad que parecía estar celebrándose en el lugar. Paró en mitad del camino y, sin moverse, clavó su mirada en el distante pueblecito nevado que podía verse en la lejanía.
Sonrió, ladeando la cabeza.
¿Ya era esa fecha? Si tuviese que escoger una festividad favorita la celebración por la noche más corta del año era de las que estaba al final de su lista; Algo que, por las risas y los clamores que venían del pueblo, no compartía con muchas personas.
Pero igualmente era un sonido agradable.
Comenzó a tararear la canción que sonaba ahora mientras reemprendía la marcha.
Alzó la mirada buscando la luna, pero encontrando en cambio un manto de oscuridad que no le dejaba ver aquel astro que tanto amaba. Ladeó la cabeza y torció el gesto, pensativa, sentía en el pecho una sensación que la animaba a acercarse al pueblo y disfrutar del ambiente.
Pero no podía hacerlo.
Varios copos de nieve comenzaron a caer, entonces, sobre su cabeza.
Deteniéndose de nuevo, alargó la mano frente a ella extendiendo la palma, y se aseguró de capturar alguno de los copos. Incluso cuando el verano estaba a las puertas en el frio norte seguía nevando de cuando en cuando.
Prefería las playas de Beltrexus.
- Vamos, estas deseándolo. – La encapuchada se giró hacia su acompañante que, detrás de ella, miraba hacía el poblado con una sonrisa en su rostro. - ¿No te apetece ir a bailar? – Preguntó a continuación cruzándose de brazos.
- ¿Te apetece a ti? – Preguntó Lyn de vuelta, girándose completamente hacía el castaño.
- Oh, dioses, no. – Contestó Eltrant rascándose la frente, moviéndose alrededor de la vampiresa. - ¿Es que quieres que me deje en evidencia? – Agregó bajando ambas manos hasta la cintura, deteniéndose finalmente.
- Siempre. – Respondió la vampiresa riendo.
Sin perder la sonrisa, Lyn dejó escapar un leve suspiró que acabó en una pequeña nube de vaho frente a ella y, para el siguiente parpadeo de la muchacha, Eltrant ya no estaba con ella. Momento en el que notó a una pequeña planta azul relucir entre la nieve a varios pasos tras el lugar en el que humano había estado antes.
Una flor.
Dejando a un lado el camino, se acercó a la planta presa de la curiosidad. No era especialmente grande, ni tampoco llamativa. La única forma de la que Lyn podía describirla es que era azul, de un fuerte color añil que parecía brillar con luz propia.
- ¿Qué haces aquí? – dijo descapuchándose y descubriendo finalmente su rostro, clavando los ojos que habían adquirido un profundo color rubí en el azul de la flor. - ¿Estás sola? – Se acuclilló frente a la planta y, colocando los codos en las piernas, sujetó su mentón con ambas manos. - Yo también. – Agregó, repasando instintivamente una de las varias grietas azabaches que habían aparecido en su rostro, uno que si bien siempre había sido pálido ahora lo era a un más.
Casi parecía que su rostro era un antifaz de mármol agrietada.
No era una experta en plantas, pero había vivido lo suficiente como para saber diferenciar las más “comunes”. Aquella era una Míriel, y si sabía algo era que no solían crecer rodeadas de nieve.
- Te vienes conmigo. – Aseveró sonriente, descorchando el tapón de la cantimplora con agua que llevaba consigo e introduciendo el tallo de la flor en la misma. – En el siguiente pueblo te encontraré una maceta. – dijo, colgándose la cantimplora del cinturón y volviendo a reemprender el camino.
Todavía tenía muchos sitios que visitar.
Off: ¡Especial Maldiciones! Elt y Lyn recogen: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Frunció levemente el ceño.
¿Una celebración? Eso era más que evidente, pero… ¿Qué tipo de celebración era? Había estado tan ausente de todo que no sabía siquiera que día era exactamente, sí que sabía al menos que era un martes o un miércoles.
O quizás era lunes.
Alzó la mirada buscando la luna, pero encontrando en cambio un manto de oscuridad que indicaba la presencia de nubes sobre su cabeza. Ladeó la cabeza y torció el gesto, pensativo.
Por la época del año… había pocas cosas que pudiesen estar celebrando. ¿El solsticio? ¿Algo específico de aquel lugar apartado de todo lo remotamente parecido a la civilización? ¿La fiesta de la patata?
Soltando un par de insultos en voz baja, condujo la carreta hasta un lado del camino y se paró ahí. Independientemente de lo que fuese no estaba de humor como para internarse en el pueblo a mirar bailes y a beber, tampoco le apetecía especialmente socializar.
Según desataba a Mohr de la parte delantera del vehículo y le colocaba un saco de heno al lado, una pequeña parte de sí mismo no pudo evitar pensar que empezaba comportarse como lo que indicaba su aspecto: un viejo gruñón.
- ¿Te gusta? – Acarició la crin del caballo según este se agachaba a tantear con curiosidad la intempestiva cena que le había servido el herrero. – Bien, bien… - Agregó algo ausente, desviando de nuevo su atención hasta el pueblo, desde dónde acababa de llegar el sonido de un aplauso multitudinario.
Varias gotitas comenzaron a caer, entonces, sobre su cabeza.
Inspirando levemente, continuó anclando la carreta al suelo para que no tuviese ningún susto según dormía, siempre bajo los distantes sonidos de la fiesta que se estaba celebrando a varios kilómetros de allí.
- Podrías acercarte, beber algo… - Lyn le sonrió desde la ventanita que daba al interior de la carrera, Eltrant pasó junto a esta sin decir nada, y continuó afianzando las ruedas del vehículo al suelo. - … seguro que te lo pasas bien. – Agregó saltando a través de la ventana, siguiendo a su acompañante.
- Lo dudo. – Respondió este de vuelta, pateando el cincel con el que había bloqueado la rueda varias veces, las justas para hundirla en la tierra húmeda.
- ¡No digas eso! – Lyn sonrió y dio varios saltitos donde estaba, corriendo después a colocarse junto al herrero. – Seguro que nos divertimos. – Añadió intentando ayudarle con lo que el hombre tenía entre manos en vano. – Me apetece bailar. – dijo después, levantándose y dando varios giros sobre sí misma con los ojos cerrados.
- ¿”Nos”? – Respondió Eltrant, girándose a mirar a la ojiazul y suspirando después profundamente. – Muévete. – Le dijo, indicándole que se quitase de delante de la siguiente rueda. – Puede que seas de mentira, pero no eres transparente. – Aseguró, tomando otro de los cinceles.
Lyn respondió a esto con una muestra de ofensa exagerada, llevándose ambas manos al pecho de la misma forma que una noble de los barrios altos de Lunargenta lo haría al ver que el retrato del rey Siegfried que había comprado a ciegas no era un desnudo.
- ¿De mentira? – Preguntó la vampiresa colocando el dorso de su mano derecha sobre la frente. – Cada vez que me dices algo así mi corazoncito sufre. – Musitó a continuación, inspirando por la nariz con fuerza, como si estuviese llorando.
- Bien. – Contestó Eltrant inmediatamente, esbozando después una pequeña sonrisa al oír a Lyn gritar un “¡Malvado!” tras él. – Vamos, hasta tú sabes que… - Se giró a mirar la réplica de su amigo que, como de costumbre, ya no estaba ahí.
Suspiró, ya volvería.
Ya había asumido que estaba loco de alguna forma, sobre todo al darse cuenta que de algún modo encontraba aquellas conversaciones consigo mismo… agradables. Se quedó varios segundos analizando el lugar en el que había estado Lyn, notando enseguida algo que había pasado antes por alto.
Una flor.
Dejando a un lado el taller rodante, se acercó a la planta preso de la curiosidad. No especialmente grande, ni tampoco llamativa. La única forma de la que Eltrant podía describirla prácticamente a oscuras es que era roja, de un fuerte color carmesí que parecía brillar con luz propia.
- ¿Una Míriel? – Tomó la planta levemente por el tallo, examinándola con cuidado. - ¿Qué haces tú aquí? – Murmuró, repasando los pétalos de la flor con la yema de los dedos.
No era normal que tuviesen aquel color, tampoco que creciesen en aquella zona de Aerandir. Las flores no eran su fuerte, él era más granjero de… cultivos; pero aquella flor tenía algo que…
Sin meditarlo demasiado, Eltrant dejó a la flor sola durante unos instantes y volvió al taller para regresar minutos después junto a la planta con una maceta vacía y una pequeña palita de metal.
Para cuando la luz del solitario candil que alumbraba el taller se hubo apagado, una nueva planta adornaba las paredes del mismo.
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Desde dónde estaba podían verse las luces de las antorchas, era capaz de oír la música, las risas y, en general, el sonido de la festividad que parecía estar celebrándose en el lugar. Paró en mitad del camino y, sin moverse, clavó su mirada en el distante pueblecito nevado que podía verse en la lejanía.
Sonrió, ladeando la cabeza.
¿Ya era esa fecha? Si tuviese que escoger una festividad favorita la celebración por la noche más corta del año era de las que estaba al final de su lista; Algo que, por las risas y los clamores que venían del pueblo, no compartía con muchas personas.
Pero igualmente era un sonido agradable.
Comenzó a tararear la canción que sonaba ahora mientras reemprendía la marcha.
Alzó la mirada buscando la luna, pero encontrando en cambio un manto de oscuridad que no le dejaba ver aquel astro que tanto amaba. Ladeó la cabeza y torció el gesto, pensativa, sentía en el pecho una sensación que la animaba a acercarse al pueblo y disfrutar del ambiente.
Pero no podía hacerlo.
Varios copos de nieve comenzaron a caer, entonces, sobre su cabeza.
Deteniéndose de nuevo, alargó la mano frente a ella extendiendo la palma, y se aseguró de capturar alguno de los copos. Incluso cuando el verano estaba a las puertas en el frio norte seguía nevando de cuando en cuando.
Prefería las playas de Beltrexus.
- Vamos, estas deseándolo. – La encapuchada se giró hacia su acompañante que, detrás de ella, miraba hacía el poblado con una sonrisa en su rostro. - ¿No te apetece ir a bailar? – Preguntó a continuación cruzándose de brazos.
- ¿Te apetece a ti? – Preguntó Lyn de vuelta, girándose completamente hacía el castaño.
- Oh, dioses, no. – Contestó Eltrant rascándose la frente, moviéndose alrededor de la vampiresa. - ¿Es que quieres que me deje en evidencia? – Agregó bajando ambas manos hasta la cintura, deteniéndose finalmente.
- Siempre. – Respondió la vampiresa riendo.
Sin perder la sonrisa, Lyn dejó escapar un leve suspiró que acabó en una pequeña nube de vaho frente a ella y, para el siguiente parpadeo de la muchacha, Eltrant ya no estaba con ella. Momento en el que notó a una pequeña planta azul relucir entre la nieve a varios pasos tras el lugar en el que humano había estado antes.
Una flor.
Dejando a un lado el camino, se acercó a la planta presa de la curiosidad. No era especialmente grande, ni tampoco llamativa. La única forma de la que Lyn podía describirla es que era azul, de un fuerte color añil que parecía brillar con luz propia.
- ¿Qué haces aquí? – dijo descapuchándose y descubriendo finalmente su rostro, clavando los ojos que habían adquirido un profundo color rubí en el azul de la flor. - ¿Estás sola? – Se acuclilló frente a la planta y, colocando los codos en las piernas, sujetó su mentón con ambas manos. - Yo también. – Agregó, repasando instintivamente una de las varias grietas azabaches que habían aparecido en su rostro, uno que si bien siempre había sido pálido ahora lo era a un más.
Casi parecía que su rostro era un antifaz de mármol agrietada.
No era una experta en plantas, pero había vivido lo suficiente como para saber diferenciar las más “comunes”. Aquella era una Míriel, y si sabía algo era que no solían crecer rodeadas de nieve.
- Te vienes conmigo. – Aseveró sonriente, descorchando el tapón de la cantimplora con agua que llevaba consigo e introduciendo el tallo de la flor en la misma. – En el siguiente pueblo te encontraré una maceta. – dijo, colgándose la cantimplora del cinturón y volviendo a reemprender el camino.
Todavía tenía muchos sitios que visitar.
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Eltrant Tale
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Si ya las fiestas me suponían un aburrimiento absoluto, ya para una ballestera solitaria y excluida social era pesado, muy pesado. Sin embargo, eran un buen lugar donde beber algo. No emborracharme, pero sí tomar alguna que otra jarra de hidromiel. Nunca venía mal remojar un poco el gaznate.
Me senté con la única compañía de mi jarra en la esquina de una mesa bien larga. Bien apartada de la sociedad. Y mientras sorbía el líquido, busqué enterarme de que iba todo aquello. Todos los eventos, o todas las festividades, tenían un fin. En la última en la que estuve aún conservaba mi figura y me permití participar, pues sólo había que contar una historia. Pero en esta, la cosa iba de recoger flores por el campo. Una tarea absurda a la mar que aburrida. Definitivamente aquello no iba conmigo.
Sin embargo, si que era una mujer bastante cotilla y me divertía viendo criticando los variopintos personajes que había allí presentes.
La primera en la que me fijé fue en Eilly. Como otras tantos antes, cantaba una canción. Eso hizo que pusiera mi ojo en el escenario. – Así que además de abrazaárboles y cocinera… Ahora también es cantante. Toda una multiusos. – asumí volviendo la vista a mi bebida. Pero no hice ni el amago de saludarla. Seguramente fuera la única que me conocía allí y no tenía ganas de pasar desapercibida.
Quien la relevó poco después también era conocida para mí. No sabía muy bien de qué… ¡Oh, sí! Espera, era la del cuento de los amantes. ¡Era la tía de los tatuajes! La que me rompía los tímpanos cada vez que la oía cantar. Pero parece ser que lo único que le iban era las fiestas. Escuché sus berridos. No me quedaba otra. Pero aquella letra chirriaba por todos lados.
No iba a decirle nada, pero su letra no podía ser más absurda. Pensé que iba a empezar a extender la versión popular de lo que pasó en Sandorái e iba a tener que ponerme a disparar saetazos a diestro y siniestro, y tras varias copas no es que tuviera la vista muy a tono. Pero por fortuna desvió su conversación hacia unos versos aún más absurdos y sin sentido.
Di un trago a la jarra. - ¿Lays de receta campesina? – pregunté sorprendida. ¿Qué había dicho? La primera palabra no la entendí, pero lo de echar receta campesina... Mejor jamón. – ¡Venga ya! ¿Pero qué rimas son esas? – Estaba indignadísima. - ¿Twistedtale? ¡Querrás decir, TwistedFAIL! ¡Tienes de poeta lo que yo de pintora! – le bramé muy mal humorada. - Hice el amago de tirarle la jarra, pero me contuve a tiempo. Esa mierda sabía demasiado bien como para desperdiciarla.
Volví a sentarme en la silla y, entonces, reflexioné. - Hay algunos que cobran por dar vergüenza ajena.... – Critiqué, al ritmo que bebía un nuevo trago con el ceño fruncido. Era todo cuanto deseaba. Pasar un rato conmigo misma y beber mi jarra tranquila antes de continuar mi camino hacia el desierto de Roilkat.
*Off: Lo siento por los implicados, ya sabéis que Huri es un poco huraña. Menciono a Eilydh e interacciono tímidamente con Twistedtale. Me quedo tranquilita en una silla ya que no la veoi recitando poemas ni buscando flores.
Me senté con la única compañía de mi jarra en la esquina de una mesa bien larga. Bien apartada de la sociedad. Y mientras sorbía el líquido, busqué enterarme de que iba todo aquello. Todos los eventos, o todas las festividades, tenían un fin. En la última en la que estuve aún conservaba mi figura y me permití participar, pues sólo había que contar una historia. Pero en esta, la cosa iba de recoger flores por el campo. Una tarea absurda a la mar que aburrida. Definitivamente aquello no iba conmigo.
Sin embargo, si que era una mujer bastante cotilla y me divertía viendo criticando los variopintos personajes que había allí presentes.
La primera en la que me fijé fue en Eilly. Como otras tantos antes, cantaba una canción. Eso hizo que pusiera mi ojo en el escenario. – Así que además de abrazaárboles y cocinera… Ahora también es cantante. Toda una multiusos. – asumí volviendo la vista a mi bebida. Pero no hice ni el amago de saludarla. Seguramente fuera la única que me conocía allí y no tenía ganas de pasar desapercibida.
Quien la relevó poco después también era conocida para mí. No sabía muy bien de qué… ¡Oh, sí! Espera, era la del cuento de los amantes. ¡Era la tía de los tatuajes! La que me rompía los tímpanos cada vez que la oía cantar. Pero parece ser que lo único que le iban era las fiestas. Escuché sus berridos. No me quedaba otra. Pero aquella letra chirriaba por todos lados.
No iba a decirle nada, pero su letra no podía ser más absurda. Pensé que iba a empezar a extender la versión popular de lo que pasó en Sandorái e iba a tener que ponerme a disparar saetazos a diestro y siniestro, y tras varias copas no es que tuviera la vista muy a tono. Pero por fortuna desvió su conversación hacia unos versos aún más absurdos y sin sentido.
Di un trago a la jarra. - ¿Lays de receta campesina? – pregunté sorprendida. ¿Qué había dicho? La primera palabra no la entendí, pero lo de echar receta campesina... Mejor jamón. – ¡Venga ya! ¿Pero qué rimas son esas? – Estaba indignadísima. - ¿Twistedtale? ¡Querrás decir, TwistedFAIL! ¡Tienes de poeta lo que yo de pintora! – le bramé muy mal humorada. - Hice el amago de tirarle la jarra, pero me contuve a tiempo. Esa mierda sabía demasiado bien como para desperdiciarla.
Volví a sentarme en la silla y, entonces, reflexioné. - Hay algunos que cobran por dar vergüenza ajena.... – Critiqué, al ritmo que bebía un nuevo trago con el ceño fruncido. Era todo cuanto deseaba. Pasar un rato conmigo misma y beber mi jarra tranquila antes de continuar mi camino hacia el desierto de Roilkat.
*Off: Lo siento por los implicados, ya sabéis que Huri es un poco huraña. Menciono a Eilydh e interacciono tímidamente con Twistedtale. Me quedo tranquilita en una silla ya que no la veoi recitando poemas ni buscando flores.
Anastasia Boisson
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Normalmente no era tan maleducado, pero esperaba que el señor de metal entendiera que acababan de hurtar su bien más preciado y no tenía tiempo para lo que sería, sin duda alguna, una más que entretenida charla. Quien le iba a decir antes de iniciar la persecución que unos seres tan pequeños, con esas diminutas alas, podían ser tan rápidos. En un principio podía llevar el ritmo, pero llegó un punto en el que Amy le adelantó por la izquierda sin apenas inmutarse, como corría la condenada. Hasta en un momento de debilidad, guiado por la llama de la juventud estuvo a punto de convertirse en lobo y dejarla en la estacada, pero no era una buena idea. La última vez que se había transformado en un pueblo la cosa había salido "punzante".
Era tiempo de hacer un rápido descanso, mejor no forzar la máquina. Se apoyó con el codo en la pared de una casa y examinó el entorno. Atrás a lo lejos, venía Ava con su peculiar trote. Axel sentía cierta pena por la forma de correr de la mujer pez, le recordaba al pequeño Loki, un niño que había sufrido una extraña enfermedad y no podía mover bien las piernas. Un leve carraspeo sirvió para desatascar de nuevo sus vías respiratorias, así que tocaba de nuevo volver a la pista.
Un par de estiramientos e intentó seguir el rastro de Amy, que estaba completamente desbocada, increíble bestia del noble arte del correr. Tras unos cuantos minutos de carrera ininterrumpida, llegó a donde estaban aquellos pequeños diablillos, pero ni rastro de Amy. El licántropo estaba agonizando, casi sin aire, con el flato reventado e intentando recuperar oxigeno apoyado en sus rodillas. De pronto pudo ver como una piedra pasaba cerca del grupo de piskies, no tuvo más que dirigir la vista al lugar de donde había salido el rocoso material para ver a Ava agazapada jugando al tiro al duendecillo. Recogía piedras y las lanzaba a una velocidad envidiable hasta que una de ellas impacto de lleno contra uno de los pequeñines. Ave Ava, destructora de piskies, los que vamos a morir te saludan.
De la impresión y la falta de aire, Axel comenzó a toser como si no hubiera un mañana. Lo cual llamó la atención de aquel endiablado grupo, haciéndoles pensar que había sido él el que había perpetrado tal crimen, lo cual no podía quedar sin castigo. Los seres comenzaron a revolotear en dirección al viejo, más rápido todavía que antes. - Vaya toalla... Dijo antes de ponerse en marcha de nuevo, pero no sin antes echarle una fugaz mirada a la chica pez con cara de circunstancias. Un momento, si ella ya estaba allí, significaba que él había llegado el tercero... ¡Tercero del mundo!
Era todo el impulso que necesitaba para volver a ponerse en marcha, casi más fresco que antes y con un zancada envidiable, comenzó a deshacer camino mientras era perseguido por aquel enjambre enfurecido. Como si de la mismísima Amy piernas rápidas se tratara, avanzaba a gran velocidad esquivando al gentío que se encontraba de celebración. Giro por aquí, giro por allá, que si salta esta mesa, menuda exhibición de agilidad estaba regalando el abuelo, que hasta había levantado algún sonoro "uuuuy" del público allí presente.
Cuando llegó a la zona de los hornos, comenzó a dar vueltas alrededor de la estructura de piedra circular que conformaba el de pan. Girando varias veces y cambiando de dirección, intentaba ganar tiempo. Al que parecía que no hacerle tanta gracia el juego de escapismo de Axel fue al panadero, que al estar hasta las narices de los piskies dando vueltas por ahí no dudó ni un momento en levantar su cáscara, comúnmente llamada remo o pala de panadero, preparando así un golpe fatal. Uno de los diminutos seres se había quedado un poco rezagado, lo cual brindó la oportunidad perfecta al tahonero para lanzar un terrible golpe con su remo contra aquel pobre duendecillo.
Axel vio como sucedía todo a cámara lenta y no podía dejar que algo tan desagradable ocurriera. Una extraña música provenía de la hoguera al instante que el viejo saltaba para salvar al pequeñín. And iiiiii allways love youuuuuu, se escuchaba de fondo a la vez que recibía tremendo remazo en toda la cara. Hasta el perpetrador de tremendo acto delictivo hizo una mueca de dolor al ver el planchazo que le había dado al barbudo. Como pudo se recompuso y comenzó la huida de nuevo, pero dando tumbos hasta caer a cuatro patas y alejarse un poco de la fiesta. Cayó bruces cuando creyó estar fuera de peligro. Durante este trayecto los piskies lo acompañaban lentamente cuchicheando, puesto que habían presenciado la heroica acción del anciano.
Después de una larga valoración al lado del cuerpo inconsciente de Axel, el ser que había salvado hace tan solo unos instantes arrebató la corona de madera a dos de sus compañeros y la posó sobre la cabeza del licántropo. Después de esto, abandonaron al anciano inconsciente, que se llevaría una grata sorpresa cuando recuperará el conocimiento, si es que lo recuperaba...
Era tiempo de hacer un rápido descanso, mejor no forzar la máquina. Se apoyó con el codo en la pared de una casa y examinó el entorno. Atrás a lo lejos, venía Ava con su peculiar trote. Axel sentía cierta pena por la forma de correr de la mujer pez, le recordaba al pequeño Loki, un niño que había sufrido una extraña enfermedad y no podía mover bien las piernas. Un leve carraspeo sirvió para desatascar de nuevo sus vías respiratorias, así que tocaba de nuevo volver a la pista.
Un par de estiramientos e intentó seguir el rastro de Amy, que estaba completamente desbocada, increíble bestia del noble arte del correr. Tras unos cuantos minutos de carrera ininterrumpida, llegó a donde estaban aquellos pequeños diablillos, pero ni rastro de Amy. El licántropo estaba agonizando, casi sin aire, con el flato reventado e intentando recuperar oxigeno apoyado en sus rodillas. De pronto pudo ver como una piedra pasaba cerca del grupo de piskies, no tuvo más que dirigir la vista al lugar de donde había salido el rocoso material para ver a Ava agazapada jugando al tiro al duendecillo. Recogía piedras y las lanzaba a una velocidad envidiable hasta que una de ellas impacto de lleno contra uno de los pequeñines. Ave Ava, destructora de piskies, los que vamos a morir te saludan.
De la impresión y la falta de aire, Axel comenzó a toser como si no hubiera un mañana. Lo cual llamó la atención de aquel endiablado grupo, haciéndoles pensar que había sido él el que había perpetrado tal crimen, lo cual no podía quedar sin castigo. Los seres comenzaron a revolotear en dirección al viejo, más rápido todavía que antes. - Vaya toalla... Dijo antes de ponerse en marcha de nuevo, pero no sin antes echarle una fugaz mirada a la chica pez con cara de circunstancias. Un momento, si ella ya estaba allí, significaba que él había llegado el tercero... ¡Tercero del mundo!
Era todo el impulso que necesitaba para volver a ponerse en marcha, casi más fresco que antes y con un zancada envidiable, comenzó a deshacer camino mientras era perseguido por aquel enjambre enfurecido. Como si de la mismísima Amy piernas rápidas se tratara, avanzaba a gran velocidad esquivando al gentío que se encontraba de celebración. Giro por aquí, giro por allá, que si salta esta mesa, menuda exhibición de agilidad estaba regalando el abuelo, que hasta había levantado algún sonoro "uuuuy" del público allí presente.
Cuando llegó a la zona de los hornos, comenzó a dar vueltas alrededor de la estructura de piedra circular que conformaba el de pan. Girando varias veces y cambiando de dirección, intentaba ganar tiempo. Al que parecía que no hacerle tanta gracia el juego de escapismo de Axel fue al panadero, que al estar hasta las narices de los piskies dando vueltas por ahí no dudó ni un momento en levantar su cáscara, comúnmente llamada remo o pala de panadero, preparando así un golpe fatal. Uno de los diminutos seres se había quedado un poco rezagado, lo cual brindó la oportunidad perfecta al tahonero para lanzar un terrible golpe con su remo contra aquel pobre duendecillo.
Axel vio como sucedía todo a cámara lenta y no podía dejar que algo tan desagradable ocurriera. Una extraña música provenía de la hoguera al instante que el viejo saltaba para salvar al pequeñín. And iiiiii allways love youuuuuu, se escuchaba de fondo a la vez que recibía tremendo remazo en toda la cara. Hasta el perpetrador de tremendo acto delictivo hizo una mueca de dolor al ver el planchazo que le había dado al barbudo. Como pudo se recompuso y comenzó la huida de nuevo, pero dando tumbos hasta caer a cuatro patas y alejarse un poco de la fiesta. Cayó bruces cuando creyó estar fuera de peligro. Durante este trayecto los piskies lo acompañaban lentamente cuchicheando, puesto que habían presenciado la heroica acción del anciano.
Después de una larga valoración al lado del cuerpo inconsciente de Axel, el ser que había salvado hace tan solo unos instantes arrebató la corona de madera a dos de sus compañeros y la posó sobre la cabeza del licántropo. Después de esto, abandonaron al anciano inconsciente, que se llevaría una grata sorpresa cuando recuperará el conocimiento, si es que lo recuperaba...
Última edición por Axel Svensson el Miér Jul 01 2020, 23:13, editado 2 veces
Axel Svensson
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Axel Svensson' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
¿Qué algo no encajaba? Joder, claro que nada encajaba.
Una situación en principio simple. Solo había un grupo de gatos, junto a dos brujos y un vampiro en mitad de un bosque de Traga Soles, consiguiendo los ingredientes del remedio para el problema que afectaba a dos de ellos. Nada raro, nada extraño.
Salvo por el hecho de que uno de los hombres malditos cayó inconsciente, después de soñar que volaba sobre los picos del Norte, cuando… estaba a cientos de kilómetros de allí. Y volaba encima de un…
¡Por los dioses! Una mantícora rosa se diría que era de lo más normal en comparación. O la imaginación del vampiro era extraordinaria, o había remojado muy bien el pan en la salsa de los gatos.
Y el otro… el otro era para darle de comer aparte. Sí, sus visiones no estaban a la altura del señor de la voz, pero demonios, al menos Bio había tenido la decencia de caer inconscientes en vez de liarse a golpes con los árboles y la nada más absoluta.
Si el mercenario pudiera verse en esos instantes, vería lo patético que estaba resultando ser. Sin embargo, eso lo podría decir o pensar un Vincent en plenas facultades. El rubio actual, el que deambulaba por aquel bosque puesto hasta las cejas de lo que llevara aquella condenada salsa gatuna, veía una mantícora delante de él. No importaba que no tuviera mucho sentido. ¡Joder, era jodidamente rosa!
En su mente todo era normal y debía luchar contra el monstruo para sobrevivir a la noche más corta del año. Demasiado corta, si fracasaba en su intento de salvaguardar la vida y la del resto de la expedición.
- ¡Maldita sea, James! Sé que ya estás más viejo que un pared cualquiera de la escuela de magia, pero ¡Haz algo! - le dijo, mirando por encima de su hombro un instante para echarle un ojo.
“¿Por qué se había quedado quieto sin hacer nada? ¿Por qué el rostro del alquimista mostraba confusión, en vez de sorpresa entremezclada con el miedo?”
Aquello fue en lo único que pudo pensar el mercenario, después de observar el rostro del anciano. Pero ni si quiera así, su mente, embotada por la droga, pudo encontrar el motivo en la sencilla razón que había tras ello.
La mantícora se acercó y el mercenario de dorados cabellos solo pudo echarse a un lado para evitar ser comida de bestia. Más, viendo la parsimonia del alquimista, no dudó en darle con un golpe de viento para que se alejara de la zona y salvarlo.
Por supuesto, el grupo de gatos que contemplaba la escena, solo pudo ver como un rubio loco y drogado se echaba de repente hacia un lado, sin motivo aparente, para luego lazar al pobre James por los aires de un golpetazo de viento.
- Ya me lo agradecerás luego-, le dijo al viejo Truando, después de mandarlo a tomar por saco.
No a gusto con pedirle agradecimiento a un alquimista, que más que gratitud albergaba en esos instantes una poderosa dualidad de indignación y deseos de partirle el culo a Vincent, el mercenario se movió con gran velocidad, aquella que tenía por su buen estado de forma y la experiencia que le ayudaba a no dudar en los momentos más complicados, agilizando su mente. Atacó las patas traseras de la manticora donde la bestia tenía las articulaciones. Extrañamente, la superficie de las patas se quebró con facilidad, haciendo que el monstruo rosa cayera hacia adelante.
Luego, Vinc esquivó el contraataque del lastimado bicho, que este había logrado realizar medio girándose en el suelo, haciéndose hacia atrás con un impulso de su magia de aire.
- Joder, debería agradecerle a Querostraza que me diera una espada tan cojonuda-, comentó, después de evitar el ataque. - Bueno, ya lo haré. El día que alguien la resucite, claro.
¿Patas quebradizas? ¿En una bestia como aquella? Pobre Traga Soles cercano, seguro que su corteza había visto días mejores. ¡A este paso dejaría su espada más roma que su…! Que su…, que su algo. Ya saben.
Toda palabra que dirigieran gatos y alquimistas hacia Vincent, sobre que dejara de aporrear árboles, nunca pasó más allá del oído del mercenario. Nunca llegó a ser coherente o escuchado en el interior de su drogada mente.
En cualquier caso, la bestia volvió a incorporarse y a encarar al brujo mercenario.
- Con la espada no lograré nada. Debo usar medidas más contundentes-, se dijo a sí mismo, apretando los dientes.
Sin perder del tiempo, Vinc se movió hacia el interior del bosque, donde colocó una trampa explosiva en el suelo, quedando él como cebo. En cuanto la manticora se acercó, se alejó con un golpe de viento y al mismo tiempo lanzó toda su potencia explosiva. Generó la cantidad máxima de ojos de lobo que podía realizar en un solo gesto, y los envió hacia donde estaba la trampa y hacia donde se metía de lleno la mantícora rosa.
Por supuesto, no había bestia alguna para activar la trampa. Ello ya lo hizo Vincent con las ondas explosivas de sus bombas mágicas, que se llevaron por delante esa zona del bosque con las detonaciones, tanto de su trampa, como de sus proyectiles ígneos. Todo un espectáculo artificiero, para derrotar a la gran y malvada bestia rosa… O mejor dicho, para nada. Ya que no había absolutamente nada allí.
De todos modos, en la victoria no se terminó la escena. Desde la zona de la explosión salió volando hacia el cielo varios objetos, por definirlos de alguna manera, y al fijarse mejor, el brujo pudo cerciorarse de que eran… ¿ovillos de lana?
“¿Por qué carajos llovían ovillos de lana?”, pensó el brujo, que extrañamente, sentía el deseo irrefrenable de ir a por ellas.
Evidentemente no eran ovillos, solo eran frutos de los árboles que habían salido volando hacia arriba por la explosión, y que en la mente del brujo, se multiplicaban en cantidad por cien. Luego por mil...
- Esto no es normal-, se dijo esta vez, no solo porque cada vez todo tenía menos sentido, sino porque deseaba, ansiaba, anhelaba atrapar esos ovillos de lana con sus…
¿Pero qué cojones? Sus manos no eran manos. Es decir, lo eran. Pero no llevaba sus guantes de combate, tenían pelaje rubio y no tenían la forma típica de las manos de un brujo. Eran como… ¡patas de gato! Eso es, pero con forma de mano, como las que tendría un hombre bestia del tipo felino.
No tardó el brujo en comprobar que no tenía boca, sino hocico, y que sus orejas eran en punta, como las de cualquier felino.
- Mew. Hermana, he derrotado a la mantícora-, le dijo a Lulú al verla a su lado. Ya olvidando que antes era brujo, y ahora, de repente, de un instante a otro, un gato. Asumiendo que lo había sido siempre, desde su nacimiento.
En derredor, por todas partes, caían premios en forma de ovillos. Unas recompensas dignas de un gatuno campeón.
- Otra gran victoria para nuestro clan. Ahora los bosques serán más seguros. Gracias por su bendición, Gran chamán. Sin ella no habría logrado…
Su frase quedó a medias, y en cambio, el mercenario acabó en el suelo con el rostro contra la hierba.
- A este le ha pegado fuerte, casi destruye medio bosque-, comentó Lulú, después de atizar al “gato” rubio con su bastón, en toda la nuca. - Llevadlo a Felonia, igual que todos los ingredientes que hemos recogidos-, dijo, autoritaria, pero sin sonar déspota o dictatorial, sino con voz suave y sosegada. Después sonrió mostrando sus colmillos en el proceso. - Sus amigos son de lo más divertido, maese James-, afirmó, encarando y mirando hacia el anciano.
El alquimista, por su parte, solo farfulló varias palabras incomprensibles mientras se alejaba de la gata, en un claro estado de molestia. Un conjunto de frases, si alguien hubiera podido entenderlas, del tipo: Ya vería ese jovencito cuando despertara.
Una situación en principio simple. Solo había un grupo de gatos, junto a dos brujos y un vampiro en mitad de un bosque de Traga Soles, consiguiendo los ingredientes del remedio para el problema que afectaba a dos de ellos. Nada raro, nada extraño.
Salvo por el hecho de que uno de los hombres malditos cayó inconsciente, después de soñar que volaba sobre los picos del Norte, cuando… estaba a cientos de kilómetros de allí. Y volaba encima de un…
¡Por los dioses! Una mantícora rosa se diría que era de lo más normal en comparación. O la imaginación del vampiro era extraordinaria, o había remojado muy bien el pan en la salsa de los gatos.
Y el otro… el otro era para darle de comer aparte. Sí, sus visiones no estaban a la altura del señor de la voz, pero demonios, al menos Bio había tenido la decencia de caer inconscientes en vez de liarse a golpes con los árboles y la nada más absoluta.
Si el mercenario pudiera verse en esos instantes, vería lo patético que estaba resultando ser. Sin embargo, eso lo podría decir o pensar un Vincent en plenas facultades. El rubio actual, el que deambulaba por aquel bosque puesto hasta las cejas de lo que llevara aquella condenada salsa gatuna, veía una mantícora delante de él. No importaba que no tuviera mucho sentido. ¡Joder, era jodidamente rosa!
En su mente todo era normal y debía luchar contra el monstruo para sobrevivir a la noche más corta del año. Demasiado corta, si fracasaba en su intento de salvaguardar la vida y la del resto de la expedición.
- ¡Maldita sea, James! Sé que ya estás más viejo que un pared cualquiera de la escuela de magia, pero ¡Haz algo! - le dijo, mirando por encima de su hombro un instante para echarle un ojo.
“¿Por qué se había quedado quieto sin hacer nada? ¿Por qué el rostro del alquimista mostraba confusión, en vez de sorpresa entremezclada con el miedo?”
Aquello fue en lo único que pudo pensar el mercenario, después de observar el rostro del anciano. Pero ni si quiera así, su mente, embotada por la droga, pudo encontrar el motivo en la sencilla razón que había tras ello.
La mantícora se acercó y el mercenario de dorados cabellos solo pudo echarse a un lado para evitar ser comida de bestia. Más, viendo la parsimonia del alquimista, no dudó en darle con un golpe de viento para que se alejara de la zona y salvarlo.
Por supuesto, el grupo de gatos que contemplaba la escena, solo pudo ver como un rubio loco y drogado se echaba de repente hacia un lado, sin motivo aparente, para luego lazar al pobre James por los aires de un golpetazo de viento.
- Ya me lo agradecerás luego-, le dijo al viejo Truando, después de mandarlo a tomar por saco.
No a gusto con pedirle agradecimiento a un alquimista, que más que gratitud albergaba en esos instantes una poderosa dualidad de indignación y deseos de partirle el culo a Vincent, el mercenario se movió con gran velocidad, aquella que tenía por su buen estado de forma y la experiencia que le ayudaba a no dudar en los momentos más complicados, agilizando su mente. Atacó las patas traseras de la manticora donde la bestia tenía las articulaciones. Extrañamente, la superficie de las patas se quebró con facilidad, haciendo que el monstruo rosa cayera hacia adelante.
Luego, Vinc esquivó el contraataque del lastimado bicho, que este había logrado realizar medio girándose en el suelo, haciéndose hacia atrás con un impulso de su magia de aire.
- Joder, debería agradecerle a Querostraza que me diera una espada tan cojonuda-, comentó, después de evitar el ataque. - Bueno, ya lo haré. El día que alguien la resucite, claro.
¿Patas quebradizas? ¿En una bestia como aquella? Pobre Traga Soles cercano, seguro que su corteza había visto días mejores. ¡A este paso dejaría su espada más roma que su…! Que su…, que su algo. Ya saben.
Toda palabra que dirigieran gatos y alquimistas hacia Vincent, sobre que dejara de aporrear árboles, nunca pasó más allá del oído del mercenario. Nunca llegó a ser coherente o escuchado en el interior de su drogada mente.
En cualquier caso, la bestia volvió a incorporarse y a encarar al brujo mercenario.
- Con la espada no lograré nada. Debo usar medidas más contundentes-, se dijo a sí mismo, apretando los dientes.
Sin perder del tiempo, Vinc se movió hacia el interior del bosque, donde colocó una trampa explosiva en el suelo, quedando él como cebo. En cuanto la manticora se acercó, se alejó con un golpe de viento y al mismo tiempo lanzó toda su potencia explosiva. Generó la cantidad máxima de ojos de lobo que podía realizar en un solo gesto, y los envió hacia donde estaba la trampa y hacia donde se metía de lleno la mantícora rosa.
Por supuesto, no había bestia alguna para activar la trampa. Ello ya lo hizo Vincent con las ondas explosivas de sus bombas mágicas, que se llevaron por delante esa zona del bosque con las detonaciones, tanto de su trampa, como de sus proyectiles ígneos. Todo un espectáculo artificiero, para derrotar a la gran y malvada bestia rosa… O mejor dicho, para nada. Ya que no había absolutamente nada allí.
De todos modos, en la victoria no se terminó la escena. Desde la zona de la explosión salió volando hacia el cielo varios objetos, por definirlos de alguna manera, y al fijarse mejor, el brujo pudo cerciorarse de que eran… ¿ovillos de lana?
“¿Por qué carajos llovían ovillos de lana?”, pensó el brujo, que extrañamente, sentía el deseo irrefrenable de ir a por ellas.
Evidentemente no eran ovillos, solo eran frutos de los árboles que habían salido volando hacia arriba por la explosión, y que en la mente del brujo, se multiplicaban en cantidad por cien. Luego por mil...
- Esto no es normal-, se dijo esta vez, no solo porque cada vez todo tenía menos sentido, sino porque deseaba, ansiaba, anhelaba atrapar esos ovillos de lana con sus…
¿Pero qué cojones? Sus manos no eran manos. Es decir, lo eran. Pero no llevaba sus guantes de combate, tenían pelaje rubio y no tenían la forma típica de las manos de un brujo. Eran como… ¡patas de gato! Eso es, pero con forma de mano, como las que tendría un hombre bestia del tipo felino.
No tardó el brujo en comprobar que no tenía boca, sino hocico, y que sus orejas eran en punta, como las de cualquier felino.
- Mew. Hermana, he derrotado a la mantícora-, le dijo a Lulú al verla a su lado. Ya olvidando que antes era brujo, y ahora, de repente, de un instante a otro, un gato. Asumiendo que lo había sido siempre, desde su nacimiento.
En derredor, por todas partes, caían premios en forma de ovillos. Unas recompensas dignas de un gatuno campeón.
- Otra gran victoria para nuestro clan. Ahora los bosques serán más seguros. Gracias por su bendición, Gran chamán. Sin ella no habría logrado…
Su frase quedó a medias, y en cambio, el mercenario acabó en el suelo con el rostro contra la hierba.
- A este le ha pegado fuerte, casi destruye medio bosque-, comentó Lulú, después de atizar al “gato” rubio con su bastón, en toda la nuca. - Llevadlo a Felonia, igual que todos los ingredientes que hemos recogidos-, dijo, autoritaria, pero sin sonar déspota o dictatorial, sino con voz suave y sosegada. Después sonrió mostrando sus colmillos en el proceso. - Sus amigos son de lo más divertido, maese James-, afirmó, encarando y mirando hacia el anciano.
El alquimista, por su parte, solo farfulló varias palabras incomprensibles mientras se alejaba de la gata, en un claro estado de molestia. Un conjunto de frases, si alguien hubiera podido entenderlas, del tipo: Ya vería ese jovencito cuando despertara.
Vincent Calhoun
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
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La pequeña se encontró con los ojos de su nueva inquisidora, inocente del destino que lentamente se tejía alrededor de ella. Fue la primera vez en su vida que unos ojos la encandilaron tanto como aquella vez, quizás por lo diferente de los ojos que veía día a día, quizás porque representaba aquel sueño hidalgo que quitaba su sueño por las noches: la pura y sin filtrar caballería y justicia. Podía entenderlo, la mujer tenía unos ojos en los que te podías perder por horas y horas, con ese toque fino que seducía sin querer, que te hacía preguntarte qué había que hacer para que tu propio embelesamiento fuera mutuo con ella.
- Era… - tardó algunos segundos en recuperar sus sentidos y volvió a dirigirse hacia ella - … era una corona que cubría mi cabeza, aunque era muy apretada. Tenía… - tocó los dedos de su mano con su índice derecho - … 9 flores, cambiaba de violetas a naranjas y amarillas.
- Suena a un patrón particular – los patrones siempre destacaban en la multitud, fueran objetos o actitudes, y mirando su cabeza, podía hacerme una idea de cuál era el tamaño del objeto robado.
- Hmmmmm… - mientras mi asistente seguía pensativa mirando la situación, y hablando de patrones, rascándose la barbilla de forma continua.
- Pero es extraño, si alguien deseó robarla para hacer uso de ella, se encontraría con el problema de que es muy pequeña para un adulto.
- Y más aún para un Señor Peluche como tú – y ella misma atestiguó colocando la corona que le hice, colocandola en mi cabeza y demostrando que, uno, no alcanzaba a apretarse y se caía irremediable, y dos… - Eres muy cabezón, Señor Peluche.
- Gracias, asistente. Lo noté desde hace tiempo – después de intentar matar infructuosamente su sonrisa presumida con mi ataque de “matar con la mirada”, volví a centrarme en el asunto – Eso nos reduce a dos plausibles posibilidades… una, el ladrón es un menor de edad, o alguien con el mismo tamaño de cabeza que ella, o dos, puede que el robo se haya efectuado para reducir los materiales y usarlos en otra corona.
Parecía una posibilidad, e imaginarse el escenario no era difícil: una persona, celosa de la belleza inocente de la pequeña, decide materializar el crimen cuando menos lo espera. Hace suyo el deseo, sacia la necesidad.
- No te preocupes, vamos a hacer algo al respecto, aún cuando tengamos que dar vuelta hasta la última mesa.
- ¡Gracias Señor Peluche! - aquello iluminó el rostro de la pequeña, quien no dudó en darme un abrazo.
- Sé que es mucho pedirle, estimada – esta vez me dirigí hacia la extraña de hermosos ojos y le extendí la invitación a ayudarnos – y no se encuentra obligada a involucrarse en este caso, pero su ayuda sería de agradecer frente a vil crimen.
- El nombre es Agatha y él es el Señor Peluche – mi asistente levanto su mano en un saludo casual, apuntándome cuando necesitaba recalcar el nombre que adquirí en este caso.
La pequeña se encontró con los ojos de su nueva inquisidora, inocente del destino que lentamente se tejía alrededor de ella. Fue la primera vez en su vida que unos ojos la encandilaron tanto como aquella vez, quizás por lo diferente de los ojos que veía día a día, quizás porque representaba aquel sueño hidalgo que quitaba su sueño por las noches: la pura y sin filtrar caballería y justicia. Podía entenderlo, la mujer tenía unos ojos en los que te podías perder por horas y horas, con ese toque fino que seducía sin querer, que te hacía preguntarte qué había que hacer para que tu propio embelesamiento fuera mutuo con ella.
- Era… - tardó algunos segundos en recuperar sus sentidos y volvió a dirigirse hacia ella - … era una corona que cubría mi cabeza, aunque era muy apretada. Tenía… - tocó los dedos de su mano con su índice derecho - … 9 flores, cambiaba de violetas a naranjas y amarillas.
- Suena a un patrón particular – los patrones siempre destacaban en la multitud, fueran objetos o actitudes, y mirando su cabeza, podía hacerme una idea de cuál era el tamaño del objeto robado.
- Hmmmmm… - mientras mi asistente seguía pensativa mirando la situación, y hablando de patrones, rascándose la barbilla de forma continua.
- Pero es extraño, si alguien deseó robarla para hacer uso de ella, se encontraría con el problema de que es muy pequeña para un adulto.
- Y más aún para un Señor Peluche como tú – y ella misma atestiguó colocando la corona que le hice, colocandola en mi cabeza y demostrando que, uno, no alcanzaba a apretarse y se caía irremediable, y dos… - Eres muy cabezón, Señor Peluche.
- Gracias, asistente. Lo noté desde hace tiempo – después de intentar matar infructuosamente su sonrisa presumida con mi ataque de “matar con la mirada”, volví a centrarme en el asunto – Eso nos reduce a dos plausibles posibilidades… una, el ladrón es un menor de edad, o alguien con el mismo tamaño de cabeza que ella, o dos, puede que el robo se haya efectuado para reducir los materiales y usarlos en otra corona.
Parecía una posibilidad, e imaginarse el escenario no era difícil: una persona, celosa de la belleza inocente de la pequeña, decide materializar el crimen cuando menos lo espera. Hace suyo el deseo, sacia la necesidad.
- No te preocupes, vamos a hacer algo al respecto, aún cuando tengamos que dar vuelta hasta la última mesa.
- ¡Gracias Señor Peluche! - aquello iluminó el rostro de la pequeña, quien no dudó en darme un abrazo.
- Sé que es mucho pedirle, estimada – esta vez me dirigí hacia la extraña de hermosos ojos y le extendí la invitación a ayudarnos – y no se encuentra obligada a involucrarse en este caso, pero su ayuda sería de agradecer frente a vil crimen.
- El nombre es Agatha y él es el Señor Peluche – mi asistente levanto su mano en un saludo casual, apuntándome cuando necesitaba recalcar el nombre que adquirí en este caso.
Última edición por Detective Hoots el Jue Jul 02 2020, 16:47, editado 1 vez
Detective Hoots
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El bardo hizo un par de graciosas reverencias al terminar su canción, disfrutando de los aplausos. No fue una ovación y tampoco la buscaba. Sonriendo se acercó de nuevo a su tocón, sopesando los resultados mientras le daba un trago a la petaca. A veces usaba estos eventos para probar nuevas cosas, melodías, letras o historias, sin la presión de una actuación de verdad.
Las reuniones populares tenían ese encanto, una podía hacer el tonto más de lo normal sin más. ¡A veces incluso surgía la inspiración! Se rió consigo misma, buscando la pipa.
Buscó entre los reunidos a la descarada que había gritado cosas sinsentido. Sin duda debía de estar borracha para andar berreando de aquella manera pero igual le dio curiosidad. La localizó ahí entre las sombras al final de una mesa larga, pero antes de poder prestarle más atención un hombre, todo enterito de armadura, se deslizó hacia la hoguera. ¿Los crujidos de metal contra metal serían su acompañamiento? Ugh.
-¡Pero abre esos ojitos, bebé, que te vas a caer al fuego! -comentó cuando pasó a su lado, guiñándole un ojo.
Dejó de buscar la pipa para prestar atención al elfo. O quizá medio elfo. Sus orejitas no eran tan largas como las que estaba acostumbrada a ver y parecía más grande. Pero claro, con una armadura hasta ella se vería imponente. Le vino a la mente una imagen de sí misma en armadura, con las rastas al viento y laúd en ristre, y empezó a reír.
El chico, que era por decirle algo porque lo mismo tenía trescientos años y ciento cincuenta bisnietos, comenzó a recitar. O a cantar. No parecía muy seguro. Un hombre con un viejo laúd empezó a tocar un acompañamiento sencillo, al que se le unió una muchacha con un flautín. Twistedtale siguió el ritmo con las palmas y algunos más se unieron a ella, riendo y sonriendo ante las rimas picantes. Cuando terminó la música siguió su camino subiendo el tono y el ritmo para que la gente bailase.
La mujer siguió al mestizo con la mirada y se levantó, agarrándole la mano con suavidad. Las rimas no habían sido lo mejor de la noche, pero el hombre le intrigaba.
-Pareces triste, orejitas picudas. ¡Bailemos! Si cantar no te espanta las penas, ¡bailar te las sacude de encima! ¡Pero tienes que abrir los ojos!
A la chica del flautín se le había unido un chaval con un tambor, y la cosa se estaba animando. El bardo tiró del elfo hacia la hoguera. Le puso las manos en su propia cintura y ella se afianzó en sus hombros. Riendo, siempre riendo, Twistedtale arrastró al pobre hombre durante tres vueltas enteras alrededor del fuego hasta que terminó la canción y empezó una nueva, con nuevos bailarines y nuevos cantantes.
-¿Qué te ha parecido? ¿Eh? ¿Divertido? ¿Ya no estás triste? Abre los ojos, te digo. Al menos mírame, tengo la piel llenita de cosas que observar. Va. Venga, orejitas picudas. -dijo, pinchando al mestizo con un dedo en la mejilla.- Va. Va va va. Va. Abre los ojos. ¿Sí? Te saqué a bailar. ¿Porfa? ¿Porfasí? ¿Porfaporfa? -torció los labios en un encantador pucherito porque no estaba consiguiendo nada. Suspiró, sonriendo.- Te lo dejo pasar por hoy, porque tengo que hablar con alguien más. ¿Cómo te llamas? La próxima vez averiguaré de qué color son tus ojos, te lo advierto.
Y después de recibir respuesta se alejó en busca de la becerra borracha. Localizó la mesa socialmente aislada en las sombras después de robar por ahí una gran jarra de madera, que vació en el suelo de su desconocido contenido. Se sentó junto a la mujer, haciendo mucho ruido y aspaviento.
-¡Hola! ¡Soy Twistedfail! -exclamó, sacando su pequeña petaca y vertiendo en la enorme jarra hasta que la llenó.- Vi que me vitoreabas desde lejos y pensé que serías un fan porque te diste cuenta de que las rimas no son lo mío. ¡Es cierto! La poesía es un desastre en mi cabeza... es algo que me apena. ¡Pero en fin! La prosa. En la prosa está mi talento. Y los instrumentos. Tengo unos deditos de oro y una lengua divina. Y una voz estupenda. Y una figura de escándalo pero eso es otro cantar.
Se acercó a la mujer, invadiendo su espacio personal para poder verla mejor. Y soltó un silbido por lo bajo cuando un fogonazo de la hoguera principal iluminó brevemente el ambiente.
-AaAaaaAyyYyYaaAayY mama. No me extraña que quieras beber sola. ¿Qué te ha pasado en la cara? Pareces muerta. No estarás muerta, ¿no? Digo, los muertos no beben. Creo. A lo mejor sí que beben para olvidarse de la mierda de estar muertos. No tengo ni idea. ¿Es "muerto" el término correcto? ¿Debería usar no-muerto? ¿Retornado? ¿Zombie? ¿Obstinado? Nunca he entablado una conversación con uno. Tampoco es que tenga muchas oportunidades de cruzarme con alguien que ha muerto y ha regresado. Pero, oye, tengo como.... -sopesó la petaca.- unos diecisiete litros de ron de contrabando aquí. Te invito a beber y me cuentas por qué eres tan fea.
Off: Acoso un poco a Andy porque sus orejitas picudas son lindas. E interactúo amablemente con Mrs. Boisson, bebamos.
Las reuniones populares tenían ese encanto, una podía hacer el tonto más de lo normal sin más. ¡A veces incluso surgía la inspiración! Se rió consigo misma, buscando la pipa.
Buscó entre los reunidos a la descarada que había gritado cosas sinsentido. Sin duda debía de estar borracha para andar berreando de aquella manera pero igual le dio curiosidad. La localizó ahí entre las sombras al final de una mesa larga, pero antes de poder prestarle más atención un hombre, todo enterito de armadura, se deslizó hacia la hoguera. ¿Los crujidos de metal contra metal serían su acompañamiento? Ugh.
-¡Pero abre esos ojitos, bebé, que te vas a caer al fuego! -comentó cuando pasó a su lado, guiñándole un ojo.
Dejó de buscar la pipa para prestar atención al elfo. O quizá medio elfo. Sus orejitas no eran tan largas como las que estaba acostumbrada a ver y parecía más grande. Pero claro, con una armadura hasta ella se vería imponente. Le vino a la mente una imagen de sí misma en armadura, con las rastas al viento y laúd en ristre, y empezó a reír.
El chico, que era por decirle algo porque lo mismo tenía trescientos años y ciento cincuenta bisnietos, comenzó a recitar. O a cantar. No parecía muy seguro. Un hombre con un viejo laúd empezó a tocar un acompañamiento sencillo, al que se le unió una muchacha con un flautín. Twistedtale siguió el ritmo con las palmas y algunos más se unieron a ella, riendo y sonriendo ante las rimas picantes. Cuando terminó la música siguió su camino subiendo el tono y el ritmo para que la gente bailase.
La mujer siguió al mestizo con la mirada y se levantó, agarrándole la mano con suavidad. Las rimas no habían sido lo mejor de la noche, pero el hombre le intrigaba.
-Pareces triste, orejitas picudas. ¡Bailemos! Si cantar no te espanta las penas, ¡bailar te las sacude de encima! ¡Pero tienes que abrir los ojos!
A la chica del flautín se le había unido un chaval con un tambor, y la cosa se estaba animando. El bardo tiró del elfo hacia la hoguera. Le puso las manos en su propia cintura y ella se afianzó en sus hombros. Riendo, siempre riendo, Twistedtale arrastró al pobre hombre durante tres vueltas enteras alrededor del fuego hasta que terminó la canción y empezó una nueva, con nuevos bailarines y nuevos cantantes.
-¿Qué te ha parecido? ¿Eh? ¿Divertido? ¿Ya no estás triste? Abre los ojos, te digo. Al menos mírame, tengo la piel llenita de cosas que observar. Va. Venga, orejitas picudas. -dijo, pinchando al mestizo con un dedo en la mejilla.- Va. Va va va. Va. Abre los ojos. ¿Sí? Te saqué a bailar. ¿Porfa? ¿Porfasí? ¿Porfaporfa? -torció los labios en un encantador pucherito porque no estaba consiguiendo nada. Suspiró, sonriendo.- Te lo dejo pasar por hoy, porque tengo que hablar con alguien más. ¿Cómo te llamas? La próxima vez averiguaré de qué color son tus ojos, te lo advierto.
Y después de recibir respuesta se alejó en busca de la becerra borracha. Localizó la mesa socialmente aislada en las sombras después de robar por ahí una gran jarra de madera, que vació en el suelo de su desconocido contenido. Se sentó junto a la mujer, haciendo mucho ruido y aspaviento.
-¡Hola! ¡Soy Twistedfail! -exclamó, sacando su pequeña petaca y vertiendo en la enorme jarra hasta que la llenó.- Vi que me vitoreabas desde lejos y pensé que serías un fan porque te diste cuenta de que las rimas no son lo mío. ¡Es cierto! La poesía es un desastre en mi cabeza... es algo que me apena. ¡Pero en fin! La prosa. En la prosa está mi talento. Y los instrumentos. Tengo unos deditos de oro y una lengua divina. Y una voz estupenda. Y una figura de escándalo pero eso es otro cantar.
Se acercó a la mujer, invadiendo su espacio personal para poder verla mejor. Y soltó un silbido por lo bajo cuando un fogonazo de la hoguera principal iluminó brevemente el ambiente.
-AaAaaaAyyYyYaaAayY mama. No me extraña que quieras beber sola. ¿Qué te ha pasado en la cara? Pareces muerta. No estarás muerta, ¿no? Digo, los muertos no beben. Creo. A lo mejor sí que beben para olvidarse de la mierda de estar muertos. No tengo ni idea. ¿Es "muerto" el término correcto? ¿Debería usar no-muerto? ¿Retornado? ¿Zombie? ¿Obstinado? Nunca he entablado una conversación con uno. Tampoco es que tenga muchas oportunidades de cruzarme con alguien que ha muerto y ha regresado. Pero, oye, tengo como.... -sopesó la petaca.- unos diecisiete litros de ron de contrabando aquí. Te invito a beber y me cuentas por qué eres tan fea.
Off: Acoso un poco a Andy porque sus orejitas picudas son lindas. E interactúo amablemente con Mrs. Boisson, bebamos.
Twistedtale
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El arquero estaba escuchando y bebiendo distraídamente, cuando fue sorprendido por el torbellino conocido como Iori Li. Esa chica parecía estar siempre con un exceso de energía que le resultaba muy curioso al pájaro. Apenas tuvo tiempo de saludarla con un breve gesto de la mano y una sonrisa, y la humana ya se había marchado, saludando y entablando conversación con otros asistentes a la fiesta.
Ryuu la siguió con la mirada, divertido por la actitud de la joven. Sin embargo, su semblante cambió cuando vio al elfo de la corona de flores. Hasta ese momento, parecía estar esperando a alguien o algo por el estilo. Pero, en cuanto Iori se alejó alegremente para buscar comida, el elfo parecía intentar asesinarla con la mirada... Y tal vez lo hiciera realmente, porque estaba desenfundando su arma lentamente. La carcajada de una elfa cercana lo distrajo, y por algún motivo decidió no atacar.
El ave no perdía de vista al elfo. Después de todo era evidente que quería lastimar a su amiga. Una vez que la humana llegó con... lo que sea que fuera ese plato, el elfo también se acercó, preguntando si podía sentarse allí.
-Claro, no hay problema. De todas formas ya nos íbamos. Vamos, escuché que intentan atrapar a un piskie que se robó algo. Podríamos ayudar, ¿no?- Lo último se lo dijo a Iori, mientras tomaba su arco y comprobaba el estado del arma. Al estar de espaldas a él, el elfo no debería poder verle el rostro. Aprovechando ésto, Ryuu trató de hacerle entender a la humana mediante gestos que deberían irse de ahí.
Ryuu la siguió con la mirada, divertido por la actitud de la joven. Sin embargo, su semblante cambió cuando vio al elfo de la corona de flores. Hasta ese momento, parecía estar esperando a alguien o algo por el estilo. Pero, en cuanto Iori se alejó alegremente para buscar comida, el elfo parecía intentar asesinarla con la mirada... Y tal vez lo hiciera realmente, porque estaba desenfundando su arma lentamente. La carcajada de una elfa cercana lo distrajo, y por algún motivo decidió no atacar.
El ave no perdía de vista al elfo. Después de todo era evidente que quería lastimar a su amiga. Una vez que la humana llegó con... lo que sea que fuera ese plato, el elfo también se acercó, preguntando si podía sentarse allí.
-Claro, no hay problema. De todas formas ya nos íbamos. Vamos, escuché que intentan atrapar a un piskie que se robó algo. Podríamos ayudar, ¿no?- Lo último se lo dijo a Iori, mientras tomaba su arco y comprobaba el estado del arma. Al estar de espaldas a él, el elfo no debería poder verle el rostro. Aprovechando ésto, Ryuu trató de hacerle entender a la humana mediante gestos que deberían irse de ahí.
Shinoroa Ryuu
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El hombretón de poblada barba miró con desconfianza el plato. Los ojos azules de Iori estaban clavados en él, curiosa por su reacción. En su aldea, el cerdo era uno de los animales básicos en la alimentación. Junto con los pollos eran el ganado que se criaba para alimentar. La carne de ternera por supuesto se comía, pero su fuerza era demasiado apreciada para el trabajo en el campo, y la leche que producían hacía que solamente se sacrificasen para consumo cuando eran demasiado mayores como para continuar siendo útiles. Se rió ante su comentario de forma sincera y lo miró divertida por su reacción. - La carne poco hecha tiene su magia desde luego. Pero en el caso de la oreja tiene que estar bien cocida para que el cartílago no resulte difícil de masticar. - Extendió la mano para tomar ella misma un pedazo, y comprobó que el picante no era tan fuerte como cabría esperar.
Giró el rostro para mirar a Ryuu, iba a hacerle una pregunta pero esta desapareció de su mente cuando por el rabillo del ojo captó un movimiento. De forma fugaz, algo cruzó el aire aterrizando en el regazo de Ull. Enarcó las cejas reconociendo la corona de flores que le había puesto al elfo. Antes de que le diera tiempo a girarse para verlo, lo escuchó hablar justo tras ella. Rodeó el improvisado grupo que habían formado y sin hacer apenas ruido con sus pasos se sentó al lado de Ryuu. La expresión de extrañeza de la humana se transformó mientras esbozaba una media sonrisa en los labios. - Es por el color del pelo ¿no? Con los ojos bien pero el cabello... tssss... Intentaré hacerlo mejor la próxima vez - murmuró mirando al elfo con una leve expresión de burla, antes de volverse hacia Ull.
Tomó la corona de su regazo y sin que pudiese decir nada se la colocó a él y observó algo inconforme con el resultado. - No, definitivamente no pega con tu tipo de piel. Tendrás que aprovechar la penumbra de la noche para que no se note y acercarte a alguna persona que te interese. Te sorprendería lo que sucede en las fiestas nocturnas. También prepararé otra diferente para ti, que sea más acorde - prometió con una sonrisa antes de alzar un poco las manos delante de ella. - No gracias, yo solo bebo agua... creo que ahora mismo será un poco complicado encontrarla por aquí...- Ryuu entonces intervino en la conversación, para salir por un lado que ella no se esperaba. La mirada azul de la chica se abrió mucho, sorprendida, con un evidente gesto de no comprender.
- ¿Ya? pero, si apenas has tenido tiempo de probar...- el plato vacío. Se levantó como un rayo y observó a sus compañeros de pie frente a ellos. - Esperad, puedo ir a por más, traeré algo distinto ahora. Carne poco hecha para Ull y... - enarcó una ceja mirando directamente a la expresión vacía del elfo. No parecía tener ganas de comer. De hecho Iori se preguntó si se alimentaría de algo, con aquella cara tan tiesa le costaba imaginar que pudiera masticar. Ryuu llamó su atención, y la humana clavó los ojos en él observando sus gestos sin comprender. - Y tú quieres... ¿Una fruta? ¿Una cuerda para el arco? Un... ¿pañuelo? - se encontraba muy confundida, cuando se inclinó ligeramente hacia la cara del hombre pájaro para mirarlo más de cerca. - No te entiendo en absoluto Ryuu...- pronunció muy despacio sin dejar de mirarlo.
- Espera, ¿Piskies? He visto varias desde hace un rato en este claro. Te refieres a una como... ¿esa?- la humana alzó la mano y señaló en el espacio que había justo entre su amigo y el elfo sin nombre. Sin preguntar el motivo, o quién precisaba ayuda, la chica extendió la mano y como solía hacer a menudo, dejó ir el cuerpo sin pensar. Con dos pasos se puso en movimiento y un salto la hizo cruzar por el aire, mientras intentaba atrapar con ambas manos a la criatura que estaba a un metro por encima de sus cabezas.
*Offrol: vamos a intentar la caza del piskie :D*
Giró el rostro para mirar a Ryuu, iba a hacerle una pregunta pero esta desapareció de su mente cuando por el rabillo del ojo captó un movimiento. De forma fugaz, algo cruzó el aire aterrizando en el regazo de Ull. Enarcó las cejas reconociendo la corona de flores que le había puesto al elfo. Antes de que le diera tiempo a girarse para verlo, lo escuchó hablar justo tras ella. Rodeó el improvisado grupo que habían formado y sin hacer apenas ruido con sus pasos se sentó al lado de Ryuu. La expresión de extrañeza de la humana se transformó mientras esbozaba una media sonrisa en los labios. - Es por el color del pelo ¿no? Con los ojos bien pero el cabello... tssss... Intentaré hacerlo mejor la próxima vez - murmuró mirando al elfo con una leve expresión de burla, antes de volverse hacia Ull.
Tomó la corona de su regazo y sin que pudiese decir nada se la colocó a él y observó algo inconforme con el resultado. - No, definitivamente no pega con tu tipo de piel. Tendrás que aprovechar la penumbra de la noche para que no se note y acercarte a alguna persona que te interese. Te sorprendería lo que sucede en las fiestas nocturnas. También prepararé otra diferente para ti, que sea más acorde - prometió con una sonrisa antes de alzar un poco las manos delante de ella. - No gracias, yo solo bebo agua... creo que ahora mismo será un poco complicado encontrarla por aquí...- Ryuu entonces intervino en la conversación, para salir por un lado que ella no se esperaba. La mirada azul de la chica se abrió mucho, sorprendida, con un evidente gesto de no comprender.
- ¿Ya? pero, si apenas has tenido tiempo de probar...- el plato vacío. Se levantó como un rayo y observó a sus compañeros de pie frente a ellos. - Esperad, puedo ir a por más, traeré algo distinto ahora. Carne poco hecha para Ull y... - enarcó una ceja mirando directamente a la expresión vacía del elfo. No parecía tener ganas de comer. De hecho Iori se preguntó si se alimentaría de algo, con aquella cara tan tiesa le costaba imaginar que pudiera masticar. Ryuu llamó su atención, y la humana clavó los ojos en él observando sus gestos sin comprender. - Y tú quieres... ¿Una fruta? ¿Una cuerda para el arco? Un... ¿pañuelo? - se encontraba muy confundida, cuando se inclinó ligeramente hacia la cara del hombre pájaro para mirarlo más de cerca. - No te entiendo en absoluto Ryuu...- pronunció muy despacio sin dejar de mirarlo.
- Espera, ¿Piskies? He visto varias desde hace un rato en este claro. Te refieres a una como... ¿esa?- la humana alzó la mano y señaló en el espacio que había justo entre su amigo y el elfo sin nombre. Sin preguntar el motivo, o quién precisaba ayuda, la chica extendió la mano y como solía hacer a menudo, dejó ir el cuerpo sin pensar. Con dos pasos se puso en movimiento y un salto la hizo cruzar por el aire, mientras intentaba atrapar con ambas manos a la criatura que estaba a un metro por encima de sus cabezas.
*Offrol: vamos a intentar la caza del piskie :D*
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Iori Li
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Escuché un pequeño revoloteo cuales mosquitos alrededor de mi cabeza pero no le hice caso, distrayéndome y sonriendo mientras exhalaba levemente por la nariz al escuchar que me iba a caer al fuego. Apreciaba la preocupación, pero el calor de una hoguera era mucho mayor al de una fogata, no tenía intención de caminar hacia este.
Todo lo contrario. Ir agarrando camino para marcharme. Me crucé de brazos alejándome un par de pasos atrás, todavía no iba exactamente porque estaba pendiente el “par más” de rimas que quería oír el hombre.
—Tranquilo, solo estoy…
«¿Huh?»
Esa voz, muy claramente no el hombre, y orejitas picudas. Claramente yo. Primero abrí la boca para negarme, pero me detuve cuando un engranaje hizo clic en mi cabeza, y luego otro más en cuánto me dijo que abriera los ojos, y un tercero al reconocer que fue la misma voz que advirtió del fuego.
Y la mujer que había tocado antes.
No es que esto fuese a lastimarme, matarme o retrasarme demasiado considerado que tenía que esperarme ese par; pero el almete no dejaba mucho espacio para ver si tenía los ojos cerrados o no. Más que eso, ¿cómo sabía que tenía las orejas picudas? ¿Daba un aura a… eso, o algo?
—Um, discul-
Sentí algo de brisa en la cara y su risa inundándome en los oídos, y luego algo en las manos, y después en los hombros. Esto era un poco cómo si los tuviese abiertos igual, solo que uno no se comparaba a… todos. Me encogí de hombros y negué con la cabeza levemente para mí mismo, sabiendo quién era, más o menos, no me habría negado otro día. Uno normal.
También era un hecho de que ver no es lo que producía los efectos, sino ser visto. Como mínimo, intentaría no pisarla.
—No le conviene a ninguno —le dije en un suspiro—, pero vamos —bajé la cabeza, abriendo tímidamente un ojo para poder ver sus pi-
«¿¡Qué!?»
Apreté el párpado de vuelta cuando vi demasiado, inspirando fuertemente. El... el almete estaba abierto. Fruncí el ceño, eso explicaba varias cosas, pero reemplazaba con la pregunta de cuando demo-
—¡Eh, fuera, fuera! ¡Bichos malos! ¡Shu! —dijo alguien—. Malditos piskies.
—Déjalos Cecil, que les gusta la música, es normal que algunos se acerquen.
—Eso no les quita lo plaga. Ni siquiera deberían poder volar, te lo digo.
Juré escuchar una segunda vez el revoloteo, no golpeándome la cara porque tenía las manos ocupadas y no quedándome quieto porque la mujer ya me estaba jalando cuando la música resumía. Suspiré y me deje llevar, si bien con eso de “abrir los ojos para intentar no pisarla” arruinado.
Sólo podía imaginar que sus risas y las de otras personas es porque estaba moviéndome como un bio oxidado. Bajé la cabeza otra vez, esperando que el pelo me tapase suficiente como para ver sin consecuencias un momento, pero con la respiración de la mujer encima imaginaba que no, no tenía ese privilegio, no cuando estuviese buscándome la mirada.
Fue bastante tarde cuando por fin alcancé un plan B: recubrir levemente alrededor y bajo sus pies y los míos de arcilla, como muy leves plataformas para hacerme una idea de los movimientos a cosa de pura sensación. También significaba que no necesitaba levantar el pie, levantaría la arcilla debajo y la deslizaría, cosa que se haría más fácil con ella guiándome.
No es eso fuese a ayudar a mi imagen de bio oxidado cuando ya llevábamos… qué, ¿vuelta y media? Adivinaba. Dos vueltas tal vez. Pero si que aseguraría que no pudiese pisarla, y eso me era suficiente.
Resbalé un poco de un pie cuando nos detuvimos y volví la arcilla rápidamente dentro por toda hendidura que encontré en mis botas y ropa.
—Sí, cla—no estoy triste, nun-
Que rápido hablaba, y sin tropezar la lengua. Bardos. Musité un “mm-hmm” cuando me pellizcó, negando levemente con la cabeza y agradeciendo para dentro que tenía que hablar con alguien más. No tenía pintas de mala persona si había ido tan lejos para que no estuviese triste, tristemente no estaba en la mejor posición para charlar. Tal vez hubiese tomado el riesgo si no estuviese en medio de todo con ella, imaginando que ahora estaba más adentro que afuera del círculo luego que me arrastrara a bailar.
Desde “aquí” con o sin polvo no me salvaba, así que por hoy, no.
—Será en otra oportunidad… —dije, sintiéndome levemente culpable del suspiro—. Anders Ahlberg. Me basta con-
—Ya se fue.
—Oh. Sigues aquí. Pensé que te habrías ido.
—¡Cómo te atreves! ¡Soy un hombre de mi palabra!
—Sí, pero... lo siento. Es solo lo que me parecería que iba a suceder, con mi suerte —dije, pensando como decir lo siguiente. Solo decirlo, supuse—… ¿Una ayudita para salir de aquí?
—Qué, ¿ahora eres cie-
—Casi.
Suficiente insistencia después como para que el hombre comprendiese que de verdad tenía que ser un problema, así lo atribuyese a que estaba muy mal de la cabeza, me guió lejos de la hoguera, y cuando me informó de que no había nadie cerca cerré el almete para poder ver otra vez.
Al menos todo esto le había dejado… “claro”, que fuese lo que fuese mi rollo tenía que ver con los ojos, o mi cara, y parecía bastante seguro de que su esposa y niños tenían algo para las dos cosas.
Efectivamente lo tenían, pero no colaba que me tendiesen una ni que pagase por ella… porque estaba pidiendo más de lo que tenía. No esperaba nada barato, tampoco, simplemente era más, en gran parte porque las habían recogido esta noche, y, en sus palabras, “eso significa que son unas cinco veces mejores, ¡lo qué las hace diez veces más caras!”, más un extra porque ellos también fueron víctimas de piskies.
Sonreí ante eso, la verdad. Yo no tenía ese espíritu… mercantil. Tal vez debería imitarla solo un poquito y subir precios…
Suspiré. En qué estaba pensando, si ya no podía vender nada normalmente.
—Siento las molestias entonces, pero… ¿al menos puede decirme por dónde las consiguió?
—Pues… —alzo la mirada al cielo, buscando la luna, y se encogió de hombros—. Sí, no veo porque no, pero date prisa.
—Lo haré.
Después de recibir direcciones emprendí marcha, tenía que pasar casi por el centro de la fiesta, o al menos rodearla, por lo que era una excelente oportunidad para probar, más si la mujer me había advertido que tuviese cuidado porque al parecer de donde recogieron las plantas los pequeños estaban asentados.
¿Alguien sabía cómo sonaba un piskie? Solo podía imaginarme risas molestas… o un chillido horrible de agudo. [1]
Todo lo contrario. Ir agarrando camino para marcharme. Me crucé de brazos alejándome un par de pasos atrás, todavía no iba exactamente porque estaba pendiente el “par más” de rimas que quería oír el hombre.
—Tranquilo, solo estoy…
«¿Huh?»
Esa voz, muy claramente no el hombre, y orejitas picudas. Claramente yo. Primero abrí la boca para negarme, pero me detuve cuando un engranaje hizo clic en mi cabeza, y luego otro más en cuánto me dijo que abriera los ojos, y un tercero al reconocer que fue la misma voz que advirtió del fuego.
Y la mujer que había tocado antes.
No es que esto fuese a lastimarme, matarme o retrasarme demasiado considerado que tenía que esperarme ese par; pero el almete no dejaba mucho espacio para ver si tenía los ojos cerrados o no. Más que eso, ¿cómo sabía que tenía las orejas picudas? ¿Daba un aura a… eso, o algo?
—Um, discul-
Sentí algo de brisa en la cara y su risa inundándome en los oídos, y luego algo en las manos, y después en los hombros. Esto era un poco cómo si los tuviese abiertos igual, solo que uno no se comparaba a… todos. Me encogí de hombros y negué con la cabeza levemente para mí mismo, sabiendo quién era, más o menos, no me habría negado otro día. Uno normal.
También era un hecho de que ver no es lo que producía los efectos, sino ser visto. Como mínimo, intentaría no pisarla.
—No le conviene a ninguno —le dije en un suspiro—, pero vamos —bajé la cabeza, abriendo tímidamente un ojo para poder ver sus pi-
«¿¡Qué!?»
Apreté el párpado de vuelta cuando vi demasiado, inspirando fuertemente. El... el almete estaba abierto. Fruncí el ceño, eso explicaba varias cosas, pero reemplazaba con la pregunta de cuando demo-
—¡Eh, fuera, fuera! ¡Bichos malos! ¡Shu! —dijo alguien—. Malditos piskies.
—Déjalos Cecil, que les gusta la música, es normal que algunos se acerquen.
—Eso no les quita lo plaga. Ni siquiera deberían poder volar, te lo digo.
Juré escuchar una segunda vez el revoloteo, no golpeándome la cara porque tenía las manos ocupadas y no quedándome quieto porque la mujer ya me estaba jalando cuando la música resumía. Suspiré y me deje llevar, si bien con eso de “abrir los ojos para intentar no pisarla” arruinado.
Sólo podía imaginar que sus risas y las de otras personas es porque estaba moviéndome como un bio oxidado. Bajé la cabeza otra vez, esperando que el pelo me tapase suficiente como para ver sin consecuencias un momento, pero con la respiración de la mujer encima imaginaba que no, no tenía ese privilegio, no cuando estuviese buscándome la mirada.
Fue bastante tarde cuando por fin alcancé un plan B: recubrir levemente alrededor y bajo sus pies y los míos de arcilla, como muy leves plataformas para hacerme una idea de los movimientos a cosa de pura sensación. También significaba que no necesitaba levantar el pie, levantaría la arcilla debajo y la deslizaría, cosa que se haría más fácil con ella guiándome.
No es eso fuese a ayudar a mi imagen de bio oxidado cuando ya llevábamos… qué, ¿vuelta y media? Adivinaba. Dos vueltas tal vez. Pero si que aseguraría que no pudiese pisarla, y eso me era suficiente.
Resbalé un poco de un pie cuando nos detuvimos y volví la arcilla rápidamente dentro por toda hendidura que encontré en mis botas y ropa.
—Sí, cla—no estoy triste, nun-
Que rápido hablaba, y sin tropezar la lengua. Bardos. Musité un “mm-hmm” cuando me pellizcó, negando levemente con la cabeza y agradeciendo para dentro que tenía que hablar con alguien más. No tenía pintas de mala persona si había ido tan lejos para que no estuviese triste, tristemente no estaba en la mejor posición para charlar. Tal vez hubiese tomado el riesgo si no estuviese en medio de todo con ella, imaginando que ahora estaba más adentro que afuera del círculo luego que me arrastrara a bailar.
Desde “aquí” con o sin polvo no me salvaba, así que por hoy, no.
—Será en otra oportunidad… —dije, sintiéndome levemente culpable del suspiro—. Anders Ahlberg. Me basta con-
—Ya se fue.
—Oh. Sigues aquí. Pensé que te habrías ido.
—¡Cómo te atreves! ¡Soy un hombre de mi palabra!
—Sí, pero... lo siento. Es solo lo que me parecería que iba a suceder, con mi suerte —dije, pensando como decir lo siguiente. Solo decirlo, supuse—… ¿Una ayudita para salir de aquí?
—Qué, ¿ahora eres cie-
—Casi.
■
Suficiente insistencia después como para que el hombre comprendiese que de verdad tenía que ser un problema, así lo atribuyese a que estaba muy mal de la cabeza, me guió lejos de la hoguera, y cuando me informó de que no había nadie cerca cerré el almete para poder ver otra vez.
Al menos todo esto le había dejado… “claro”, que fuese lo que fuese mi rollo tenía que ver con los ojos, o mi cara, y parecía bastante seguro de que su esposa y niños tenían algo para las dos cosas.
Efectivamente lo tenían, pero no colaba que me tendiesen una ni que pagase por ella… porque estaba pidiendo más de lo que tenía. No esperaba nada barato, tampoco, simplemente era más, en gran parte porque las habían recogido esta noche, y, en sus palabras, “eso significa que son unas cinco veces mejores, ¡lo qué las hace diez veces más caras!”, más un extra porque ellos también fueron víctimas de piskies.
Sonreí ante eso, la verdad. Yo no tenía ese espíritu… mercantil. Tal vez debería imitarla solo un poquito y subir precios…
Suspiré. En qué estaba pensando, si ya no podía vender nada normalmente.
—Siento las molestias entonces, pero… ¿al menos puede decirme por dónde las consiguió?
—Pues… —alzo la mirada al cielo, buscando la luna, y se encogió de hombros—. Sí, no veo porque no, pero date prisa.
—Lo haré.
Después de recibir direcciones emprendí marcha, tenía que pasar casi por el centro de la fiesta, o al menos rodearla, por lo que era una excelente oportunidad para probar, más si la mujer me había advertido que tuviese cuidado porque al parecer de donde recogieron las plantas los pequeños estaban asentados.
¿Alguien sabía cómo sonaba un piskie? Solo podía imaginarme risas molestas… o un chillido horrible de agudo. [1]
__________________________________
Interactúo con Twist.
[1] Uso de Objeto Limitado: Silbato del Cazador.
La idea es que va preguntando lo de como suena un piskie y le tiende el silbato a NPC#7 para que lo suene, pero tengo una poderosa duda de si los piskies cuentan como animal para efectos del ítem :yao: pero en fin, tiro runa solo por joder, que ya me perdí y no estoy seguro si ya pillaron al criminal. Al piskie, no al que persigue Hoots.
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*gasp* ¿Y si es el mismo criminal...?
Anders
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Anders' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Se apagaron las luces y mis párpados se sentían pesados, aunque solo los párpados, porque el resto del cuerpo se sentía flotando en las estrellas -No, no, abre más que así no puedo ver nada- Balbuceaba en medio de mi sueño en el que a ratos conseguía abrir los ojos apenas para ver a Vincent saltando sobre mí de un lado a otro repartiendo porrazos a la nada -Pobrecito, vaya que le afectó- Dije para luego reír con malicia -Que bueno que a nosotros no tanto, porque somos superiores- Le dije a los dos Bio igualitos a mí que intentaban levantarme.
Varias veces intenté levantarme, pero aunque estaba super ligero no conseguía moverlo, ni siquiera con la ayuda de mis otros yo -Sí, sí, me gusta olerte y recorrer tus bordes con la punta de los dedos- Continué balbuceando incoherencias mientras me sentía navegar flotando de regreso a la aldea de los gatos -Te abriré completamente para olerte mejor- Le dije al libro que sostenía imaginariamente y al que le estaba hablando desde hacía ya un largo rato.
Cerré los ojos y cuando los abrí de nuevo ya me encontraba de nuevo en la aldea de los gatos, revisé mi cuerpo de prisa para asegurarme que todo estuviera en orden y para mi fortuna así era, tenía mis colmillos bien afilados, mis garras completas, mi cola esponjosa, además todo el pelaje naranja de mi cuerpo se veía más brillante que nunca -Bienvenido de vuelta, Bio el Zorro- Me dije a mí mismo llenándome de energía.
Me detuve durante un rato mirando mi silueta y meneando la cola me dije a mí mismo -Mí mismo, técnicamente no hay nada de malo pero como que algo no cuadra- De momento no lograba descifrar lo que ocurría pero dado lo normal que parecía todo el asunto decidí salir cuando anunciaron que era mi turno.
Y vaya que estaba nervioso, era mi turno, pero ¿mi turno de qué? Ni yo ni mis otros yo teníamos idea de lo que se trataba pero antes de darnos cuenta ya estábamos subiendo al escenario mientras bajaba a mi lado el gato poeta de los miawmidos, entonces supe lo que tenía que hacer. Miré mis manos y allí tenía un pequeño pergamino ¿lo había tenido siempre?
Me preparé y aclaré la garganta antes de comenzar a recitar el poema que sostenía -Este poema se llama: El zorro mirón- Aclaré de nuevo mi garganta, tomé aire y comencé.
Si al mirarte me sonrojo
Ni pienses que es otra cosa
Para el frío yo soy bien flojo
Y mi nariz bien mocosa
Tal vez te parezca extraña
Esta petición rarita
Pero ya no seas huraña
Déjate oler la colita
Sé que somos diferentes
Eres gata y yo canino
Más los dos tenemos dientes
Y si me gustas te orino
Y si en sueños nos unimos
Nos tomamos de las manos
Junto mis sueños caninos
Con pensamientos marranos
Y si en la noche me dejas
Ponerte como perrito
Susurrando en tus orejas
Si hay pelito no hay delito
Tu familia me detesta
Son gruñones y amargados
Sé que no harán una fiesta
Cuando andemos escapados
Aunque me intenten matar
Escaparé de su ira
En las calles han de hablar:
Es Mary, con el que mira
Un completo y profundo silencio invadió el lugar, mientras Mary, una hermosa gata que otrora luciera un hermoso pelaje blanco se encontraba sonrojada al igual que su padre, ella de vergüenza, él de rabia -¡Máten al mirón!- Ordenó mientras varios gatos salían a mi encuentro.
Forcejé y empujé un par de veces, luego otras veces más hasta que una cachetada me hizo volver a la realidad, mis manos eran manos, y no tenía cola, los gatos me llevaban cargado hasta la aldea junto al Vincent que al parecer también se la había pasado mal, afortunadamente su vergüenza había sido pública y la mía se había quedado en mi mente. Aunque entre los felinos que nos cargaban, había un gato de avanzada edad que no parecía muy contento al mirarme, y que al parecer tenía una hija llamada Mary.
[1] Aprovecho de regalarle unos bonitos versitos al evento y huyo con Vincent a Gatolandia. Varias veces intenté levantarme, pero aunque estaba super ligero no conseguía moverlo, ni siquiera con la ayuda de mis otros yo -Sí, sí, me gusta olerte y recorrer tus bordes con la punta de los dedos- Continué balbuceando incoherencias mientras me sentía navegar flotando de regreso a la aldea de los gatos -Te abriré completamente para olerte mejor- Le dije al libro que sostenía imaginariamente y al que le estaba hablando desde hacía ya un largo rato.
Cerré los ojos y cuando los abrí de nuevo ya me encontraba de nuevo en la aldea de los gatos, revisé mi cuerpo de prisa para asegurarme que todo estuviera en orden y para mi fortuna así era, tenía mis colmillos bien afilados, mis garras completas, mi cola esponjosa, además todo el pelaje naranja de mi cuerpo se veía más brillante que nunca -Bienvenido de vuelta, Bio el Zorro- Me dije a mí mismo llenándome de energía.
Me detuve durante un rato mirando mi silueta y meneando la cola me dije a mí mismo -Mí mismo, técnicamente no hay nada de malo pero como que algo no cuadra- De momento no lograba descifrar lo que ocurría pero dado lo normal que parecía todo el asunto decidí salir cuando anunciaron que era mi turno.
Y vaya que estaba nervioso, era mi turno, pero ¿mi turno de qué? Ni yo ni mis otros yo teníamos idea de lo que se trataba pero antes de darnos cuenta ya estábamos subiendo al escenario mientras bajaba a mi lado el gato poeta de los miawmidos, entonces supe lo que tenía que hacer. Miré mis manos y allí tenía un pequeño pergamino ¿lo había tenido siempre?
Me preparé y aclaré la garganta antes de comenzar a recitar el poema que sostenía -Este poema se llama: El zorro mirón- Aclaré de nuevo mi garganta, tomé aire y comencé.
Si al mirarte me sonrojo
Ni pienses que es otra cosa
Para el frío yo soy bien flojo
Y mi nariz bien mocosa
Tal vez te parezca extraña
Esta petición rarita
Pero ya no seas huraña
Déjate oler la colita
Sé que somos diferentes
Eres gata y yo canino
Más los dos tenemos dientes
Y si me gustas te orino
Y si en sueños nos unimos
Nos tomamos de las manos
Junto mis sueños caninos
Con pensamientos marranos
Y si en la noche me dejas
Ponerte como perrito
Susurrando en tus orejas
Si hay pelito no hay delito
Tu familia me detesta
Son gruñones y amargados
Sé que no harán una fiesta
Cuando andemos escapados
Aunque me intenten matar
Escaparé de su ira
En las calles han de hablar:
Es Mary, con el que mira
Un completo y profundo silencio invadió el lugar, mientras Mary, una hermosa gata que otrora luciera un hermoso pelaje blanco se encontraba sonrojada al igual que su padre, ella de vergüenza, él de rabia -¡Máten al mirón!- Ordenó mientras varios gatos salían a mi encuentro.
Forcejé y empujé un par de veces, luego otras veces más hasta que una cachetada me hizo volver a la realidad, mis manos eran manos, y no tenía cola, los gatos me llevaban cargado hasta la aldea junto al Vincent que al parecer también se la había pasado mal, afortunadamente su vergüenza había sido pública y la mía se había quedado en mi mente. Aunque entre los felinos que nos cargaban, había un gato de avanzada edad que no parecía muy contento al mirarme, y que al parecer tenía una hija llamada Mary.
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
No había funcionado, lo contrario a la vez anterior. Mi ocarina, la sosegadora de piskies, no fue suficiente para tranquilizarlos de nuevo. Esta vez, pobre de mí, el resultado fue catastrófico; ahora la cabeza de Valy no era el objetivo de sus vuelos peligrosos, sino también la mía y…
–Bueno, pensé que sería algo peor –dije para mí mismo, notando que lo más «grave» que hacían era despeinarme.
Fue entonces cuando un piskie agarró a un gato por la cola y me azotó con él. No me dolió, pero el sonoro chillido del felino indicó que fue lo contrario para este.
Valyria decidió cambiar de táctica y tomó el control de sus invocaciones, haciéndolos maniobrar en un espectáculo aéreo.
–Se ve… divertido –admití. Me giré hacia la elfa–. Oye, yo también quiero –agregué con una sonrisa infantil–. Haz un gato grande y hazme volar en él –pedí, aunque sabía que sería imposible.
Y en ese momento el evento fatídico sucedió.
Uno de los piskies, al no tener control sobra la montura que lo conducía hacia lo que parecía un aterrizaje doloroso, decidió saltar. Sin embargo, el impulso que llevaba igualmente le hizo imposible volar como esperó y terminó estampado contra la hierba.
Un desgarrador y agudo grito de niña reverberó en aquel claro (el grito fue mío).
–Murió Charlie –grité luego, terriblemente angustiado, tal vez demasiado como para que fuese imposible no notar que era sobreactuación.
Me apresuré a situarme junto al pobre estrellado, al igual que varios de sus congéneres.
–No te preocupes, te salvaré. –Presioné su pecho con la punta de mi dedo índice cargado con éter. Parpadeé al descubrir algo. Miré al resto de piskies, y algo en sus rostros confirmó lo que supuse. Eso era un alivio. Aun así, decidí continuar, como ellos–. Descuiden, masajearé su pecho hasta revivirlo. Es la mejor técnica para revivir –afirmé a los piskies–. Lo sé porque gracias a esa maravillosa técnica estoy vivo.
Uno, dos, tres segundos transcurrieron.
–Bueno, lo intenté –dije con una expresión sombría–. Iniciemos el funeral. –Señalé a los que aún montaban gatos mágicos–. Música, por favor.
De nuevo usaron a sus monturas como instrumentos musicales, aunque el ritmo de los maullidos no fue tan fúnebre como esperé. Me encogí de hombros: el tipo de música no importaba realmente.
–Bueno… –Aclaré mi garganta y continué cabizbajo y con una sonrisa triste–. Hoy es una noche terrible. Hoy ha muerto un buen… –Fue mal momento para finalmente preguntarme cuál era el sexo del piskie–. Ha muerto un buen piskie. Fue un buena hombre, una gran amigo y el mejor consejera.
Un piskie empezó a sollozar, y otro le dio el hombro para que llorara en él.
–Todavía recuerdo el día en que nos conocimos –proseguí–: estaba lloviendo, tenía hambre y estaba hambriento también, con ganas de comer. Pero este piskie me encontró, me tendió su pie y lo besé. Fue así como encontré el camino, que supe que puedo ser un cacahuate y que no todas las princesas tienen vagina.
Exhalé por la nariz, con un ligero temblor en mi mandíbula.
–Bueno –dije, abruptamente relajado como si nada hubiera pasado–, momento de hablar de su testamento. –Saqué un trozo de papel arrugado de uno de mis bolsillos y fingí leerlo–. Vale, su ropa será para su prima la coja y su cadáver para su tío el sabroso. El resto es mío porque, ya no voy a ocultarlo, soy su verdadero padre biológico y, por lo tanto, su heredero legítimo.
–Chan chan chaaaan –exclamó un piskie.
De pronto todos, incluyendo al falso muerto, empezaron a reír y luego ascendieron para mantenerse volando un par de metros sobre mi cabeza.
–Ay, no –lloriqueé al ver que uno de ellos había robado mi bolsita de aeros donde, como de costumbre, lo que menos contenía era aeros–. Después de haberles dado los mejores años de mi vida, ¡¿así es como me pagan?!
–Bueno, pensé que sería algo peor –dije para mí mismo, notando que lo más «grave» que hacían era despeinarme.
Fue entonces cuando un piskie agarró a un gato por la cola y me azotó con él. No me dolió, pero el sonoro chillido del felino indicó que fue lo contrario para este.
Valyria decidió cambiar de táctica y tomó el control de sus invocaciones, haciéndolos maniobrar en un espectáculo aéreo.
–Se ve… divertido –admití. Me giré hacia la elfa–. Oye, yo también quiero –agregué con una sonrisa infantil–. Haz un gato grande y hazme volar en él –pedí, aunque sabía que sería imposible.
Y en ese momento el evento fatídico sucedió.
Uno de los piskies, al no tener control sobra la montura que lo conducía hacia lo que parecía un aterrizaje doloroso, decidió saltar. Sin embargo, el impulso que llevaba igualmente le hizo imposible volar como esperó y terminó estampado contra la hierba.
Un desgarrador y agudo grito de niña reverberó en aquel claro (el grito fue mío).
–Murió Charlie –grité luego, terriblemente angustiado, tal vez demasiado como para que fuese imposible no notar que era sobreactuación.
Me apresuré a situarme junto al pobre estrellado, al igual que varios de sus congéneres.
–No te preocupes, te salvaré. –Presioné su pecho con la punta de mi dedo índice cargado con éter. Parpadeé al descubrir algo. Miré al resto de piskies, y algo en sus rostros confirmó lo que supuse. Eso era un alivio. Aun así, decidí continuar, como ellos–. Descuiden, masajearé su pecho hasta revivirlo. Es la mejor técnica para revivir –afirmé a los piskies–. Lo sé porque gracias a esa maravillosa técnica estoy vivo.
Uno, dos, tres segundos transcurrieron.
–Bueno, lo intenté –dije con una expresión sombría–. Iniciemos el funeral. –Señalé a los que aún montaban gatos mágicos–. Música, por favor.
De nuevo usaron a sus monturas como instrumentos musicales, aunque el ritmo de los maullidos no fue tan fúnebre como esperé. Me encogí de hombros: el tipo de música no importaba realmente.
- M:
–Bueno… –Aclaré mi garganta y continué cabizbajo y con una sonrisa triste–. Hoy es una noche terrible. Hoy ha muerto un buen… –Fue mal momento para finalmente preguntarme cuál era el sexo del piskie–. Ha muerto un buen piskie. Fue un buena hombre, una gran amigo y el mejor consejera.
Un piskie empezó a sollozar, y otro le dio el hombro para que llorara en él.
–Todavía recuerdo el día en que nos conocimos –proseguí–: estaba lloviendo, tenía hambre y estaba hambriento también, con ganas de comer. Pero este piskie me encontró, me tendió su pie y lo besé. Fue así como encontré el camino, que supe que puedo ser un cacahuate y que no todas las princesas tienen vagina.
Exhalé por la nariz, con un ligero temblor en mi mandíbula.
–Bueno –dije, abruptamente relajado como si nada hubiera pasado–, momento de hablar de su testamento. –Saqué un trozo de papel arrugado de uno de mis bolsillos y fingí leerlo–. Vale, su ropa será para su prima la coja y su cadáver para su tío el sabroso. El resto es mío porque, ya no voy a ocultarlo, soy su verdadero padre biológico y, por lo tanto, su heredero legítimo.
–Chan chan chaaaan –exclamó un piskie.
De pronto todos, incluyendo al falso muerto, empezaron a reír y luego ascendieron para mantenerse volando un par de metros sobre mi cabeza.
–Ay, no –lloriqueé al ver que uno de ellos había robado mi bolsita de aeros donde, como de costumbre, lo que menos contenía era aeros–. Después de haberles dado los mejores años de mi vida, ¡¿así es como me pagan?!
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Bueno, ahora a ver cómo me va con los lindos piskies x3
Rauko
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Rauko' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Había veces en la vida en las que hacer un hoyo en uno no era sinónimo de algo bueno. Esta era una de aquellas veces. Amy se retorcía en el fondo de aquel socavón, buscando una posición a la que pudiera llamar “cómoda” y que le permitiese estirarse un pelín para poder descansar, al menos unos minutos. Misión imposible, pues el agujero era lo suficientemente estrecho y de un diámetro tan reducido que ni con su menudo cuerpo biónico necesitado de petit-suisse cabía tumbada a lo largo.
Tenía que mantener las piernas en alto, doblada cual bisagra, y le estaba causando tortícolis apoyar la nuca contra el húmedo suelo subterráneo. Para más inri, estaba tan oscuro que no veía un pimiento allí abajo, y además continuaba escuchando el eco lejano y distorsionado de las risas y burlas de los piskies de la superficie. ¿Cómo había caído tan bajo? De pie no, desde luego… Amy se revolvió un poco, haciendo fuerza con los codos sin mucho éxito, aunque conservando su optimismo característico. Ya había aceptado que jamás saldría de allí abajo con vida, pero ella seguía mirando el firmamento nocturno a través del orificio que se abría sobre su cabeza, y por el que se colaba la escasa luz que aún se permitía el lujo de disfrutar.
La bio-cibernética observaba hechizada la abertura del boquete como si de un trozo de paraíso se tratara, una luna de mentira en un doble techo falso, protagonizando así la novela antónima de Tres metros sobre el cielo, esperando a que la salvase alguien que no vendría nunca. Ladeo la cabeza y cerró los ojos. Ya no tenía ganas de ir cazando niños diminutos voladores ni de recuperar coronas soberanas. Tenía ganas de echarse un sueñecito. Sin embargo, se veía afectada por uno de los mayores problemas que tenía estar aislada en soledad en el fondo de un boquete: pensar demasiado.
Su mente, la de la chica medio robot, se defendía de las acusaciones de su estómago, quien la increpaba por haber sido tan imbécil de ir a una fiesta donde regalaban comida y bebida y no haber probado bocado. ¿Ahora qué? Estaba a las puertas del tártaro y con la panza vacía. Imperdonable, aunque tanto pensar también tenía su lado positivo: recordó que sí llevaba algo de manduca encima, en forma de comida para conejos de la que tanto parecía gozar Axel cuando la engullía a lo ganso. Pero ganso normal y corriente, no de esos mágicos que se transformaban en personas… Ojalá fuese un ganso que se transformaba en persona.
Amy llevó lentamente la mano hasta la faltriquera que colgaba de su cinto -y la que probablemente jamás devolvería a su dueño-. La abrió y empezó mordisquear hojas y tallos como si fueran pipas y cañas de regaliz. Sabía a guano de kag, pero su olorcillo agridulce, penetrante y distintivo, podía considerarse hasta adictivo.
Estuvo un buen rato (o eso le pareció ella) deleitándose con las bondades de aquellas hojas-aperitivo, las cuales recibían el mismo trato que si fueran gominolas. Amy ya casi había olvidado que se encontraba en una situación bastante precaria, atrapada y todo ese rollo. Tampoco consiguió conciliar el sueño como ella quería, sino que más bien estaba absorta en la tarea de mirar un punto fijo cualquiera en la oscuridad. Tan empanada se hallaba que ni siquiera notó los gritos que la llamaban desde arriba. Sólo reaccionó cuando algún cuerpo extraño se posó en su nariz, a punto de hacerla estornudar. Se lo quitó haciendo una pinza con los dedos índice y pulgar, sosteniéndolo enfrente de sus dilatadas pupilas para ver qué era. La bio-cibernética abrió mucho los ojos, asustada, pues creyó sujetar en su mano un pedazo de cielo. Se le estaba cayendo el cielo encima, pensó, como si fuera de la Galia profunda. No obstante, no era más que un pétalo de flor de un color azulado. ¿Y por qué brillaba con luz propia? ¿Llovían flores? ¿O quizás ocurría únicamente en su cabeza?
Levantó la vista por fin, escuchando esta vez a todo volumen la voz conocida de Ava, la chica dragón de agua. Chillaba desde lo alto del boquete y zarandeaba algo con la mano, algo con forma de halo, pero desde allí abajo Amy no distinguía qué era debido a la falta de luz. O espera… ¿no sería…? La muchacha metálica alzó el culo como impulsada por un resorte, presionando la espalda contra la pared del hoyo hasta erguirse. En sus ojos resplandecían las chiribitas del deseo y el anhelo. Se enganchó a dicha pared con las manos e inició una clase magistral de escalada en vertical, cual leyenda del rocódromo… Magistral fue el chascó que se llevó al darse cuenta de que la tierra se deshacía entre sus dedos, convirtiendo la acción de trepar en una utopía.
Derrotada, pero no vencida, tuvo que replantearse la estrategia. Su mente trabajaba a pleno rendimiento y excedía con creces las capacidades de su dañado cerebro pseudo cibernético. Sacó una de sus cuchillas y la hundió en el muro de tierra hasta el fondo, utilizándola como punto de apoyo. Hecho esto, puso los pies en lado opuesto del muro hasta quedarse en una posición más o menos horizontal. Extrajo la cuchilla de su otro brazo y repitió el proceso, alternando las cuchillas que clavaba en la pared para poder avanzar unos pocos centímetros cada vez. Así consiguió llegar a la cima, no sin acabar con tierra hasta por dentro de los circuitos. A Amy no le gustaba la tierra. Era tosca, áspera e irritante. Y se te metía por todas partes.
- Mi héroe. Le soltó a Ava -ignorando los constructos sociales del género-, quien la ayudaba a levantarse del suelo tras dar el último esfuerzo para salir de vuelta a la superficie. No sólo eso, sino que también la obsequiaba con su corona de campeona, una corona de flores que le recordó mucho a la que le había regalado copito de nieve tiempo atrás. Así que aquello fue lo que vio desde el fondo del agujero… No era lo que ella creía. De hecho, era incluso mejor. Oh. ¿Me queda bien? Tardó cero coma en ponérsela sobre la cabeza y, como si de una máquina estimulante del pensamiento se tratase, a Amy le vinieron los recuerdos de razón por la cual había acabado enterrada bajo tierra.
Le preguntó a su compañera escamosa si sabía del paradero de la corona del rey del bosque, o de Axel, también le valía. Esta le explicó la situación un poco por encima, como si quisiera saltarse pequeños detalles sin importancia. Ni que hubiera matado a alguien, o que por su culpa estuviesen persiguiendo a un pobre viejo inocente para darle una paliza. Recibida la aclaración, la bio-cibernética miró en dirección a donde le había señalado Haba, la agente del caos que a veces se apoderaba del cuerpo de Avichuela. Sin más dilación, Amy salió al encuentro de su antiguo maestro de yoga lupino, seguida de lejos por su amiga, que todavía no dominaba muy bien eso de darle al pernil.
Resultó bastante sencillo seguir el reguero de sangre y “destrucción” que había dejado tras de sí el brujo del bosque, quien aún sangraba por la herida de su frente. Bueno, ahora debía sangrar más, porque la parte de la “destrucción” tenía que ver con cierto panadero que se quejaba por los desperfectos de su remo, astillado y casi quebrado por la mitad. Estaban cerca, podía sentirlo… pero más cerca estaba el pan, así que Amy alargó un poco el brazo aprovechando la confusión, agenciándose una barra de pan para el camino. No era culpa suya, la culpa era del capitalismo medieval que creaba sin techos hambrientos como ella.
- No. Sonaba compungida, y con razón. La escena de Axel tirado en el suelo, desmayado, fue un duro golpe para la bio-cibernética. Por favor, no te vayas. Decía a la vez que se arrodillaba a su lado, haciendo el amago de ponerle la mano sobre la cara, pero retirándola en el último momento, temerosa. Despierta, por favor. Empezó a darle unas cachetadas metálicas en las mejillas, sin medir bien la fuerza. Nada. No despertaba. Desolada, Amy supo enseguida lo que tenía que hacer. Asió la barra de pan como si fuera una porra y, cargando el ataque, le propinó tal panazo en la cara al vejete que partió la barra en dos. Milagro, la comida se multiplicaba… Sin embargo, su amigo no reaccionaba.
Sólo le quedaba una bala en la recámara, un as final en la manga: volvió a echar mano de su saquito de hierbas olorosas (el que había tomado prestado) y pasó una de las hojas verdes por las fosas nasales de Axel, restregándola bien, dejando que el aroma silvestre de la naturaleza salvaje lo invadiera. Las plantas eran lo que más le gustaba en la vida al lobo; debía responder a su llamada. Si aquello fallaba, ya no sabía que más hacer por su camarada. Aparte de darle un sepelio digno, claro está.
-
Off: Sigo haciendo más de lo mismo, con los mismos. Mi historia acaba aquí, con la misión de despertar a un abuelo de las puertas de la muerte.
Tenía que mantener las piernas en alto, doblada cual bisagra, y le estaba causando tortícolis apoyar la nuca contra el húmedo suelo subterráneo. Para más inri, estaba tan oscuro que no veía un pimiento allí abajo, y además continuaba escuchando el eco lejano y distorsionado de las risas y burlas de los piskies de la superficie. ¿Cómo había caído tan bajo? De pie no, desde luego… Amy se revolvió un poco, haciendo fuerza con los codos sin mucho éxito, aunque conservando su optimismo característico. Ya había aceptado que jamás saldría de allí abajo con vida, pero ella seguía mirando el firmamento nocturno a través del orificio que se abría sobre su cabeza, y por el que se colaba la escasa luz que aún se permitía el lujo de disfrutar.
La bio-cibernética observaba hechizada la abertura del boquete como si de un trozo de paraíso se tratara, una luna de mentira en un doble techo falso, protagonizando así la novela antónima de Tres metros sobre el cielo, esperando a que la salvase alguien que no vendría nunca. Ladeo la cabeza y cerró los ojos. Ya no tenía ganas de ir cazando niños diminutos voladores ni de recuperar coronas soberanas. Tenía ganas de echarse un sueñecito. Sin embargo, se veía afectada por uno de los mayores problemas que tenía estar aislada en soledad en el fondo de un boquete: pensar demasiado.
Su mente, la de la chica medio robot, se defendía de las acusaciones de su estómago, quien la increpaba por haber sido tan imbécil de ir a una fiesta donde regalaban comida y bebida y no haber probado bocado. ¿Ahora qué? Estaba a las puertas del tártaro y con la panza vacía. Imperdonable, aunque tanto pensar también tenía su lado positivo: recordó que sí llevaba algo de manduca encima, en forma de comida para conejos de la que tanto parecía gozar Axel cuando la engullía a lo ganso. Pero ganso normal y corriente, no de esos mágicos que se transformaban en personas… Ojalá fuese un ganso que se transformaba en persona.
Amy llevó lentamente la mano hasta la faltriquera que colgaba de su cinto -y la que probablemente jamás devolvería a su dueño-. La abrió y empezó mordisquear hojas y tallos como si fueran pipas y cañas de regaliz. Sabía a guano de kag, pero su olorcillo agridulce, penetrante y distintivo, podía considerarse hasta adictivo.
Estuvo un buen rato (o eso le pareció ella) deleitándose con las bondades de aquellas hojas-aperitivo, las cuales recibían el mismo trato que si fueran gominolas. Amy ya casi había olvidado que se encontraba en una situación bastante precaria, atrapada y todo ese rollo. Tampoco consiguió conciliar el sueño como ella quería, sino que más bien estaba absorta en la tarea de mirar un punto fijo cualquiera en la oscuridad. Tan empanada se hallaba que ni siquiera notó los gritos que la llamaban desde arriba. Sólo reaccionó cuando algún cuerpo extraño se posó en su nariz, a punto de hacerla estornudar. Se lo quitó haciendo una pinza con los dedos índice y pulgar, sosteniéndolo enfrente de sus dilatadas pupilas para ver qué era. La bio-cibernética abrió mucho los ojos, asustada, pues creyó sujetar en su mano un pedazo de cielo. Se le estaba cayendo el cielo encima, pensó, como si fuera de la Galia profunda. No obstante, no era más que un pétalo de flor de un color azulado. ¿Y por qué brillaba con luz propia? ¿Llovían flores? ¿O quizás ocurría únicamente en su cabeza?
- dramatizacion:
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Levantó la vista por fin, escuchando esta vez a todo volumen la voz conocida de Ava, la chica dragón de agua. Chillaba desde lo alto del boquete y zarandeaba algo con la mano, algo con forma de halo, pero desde allí abajo Amy no distinguía qué era debido a la falta de luz. O espera… ¿no sería…? La muchacha metálica alzó el culo como impulsada por un resorte, presionando la espalda contra la pared del hoyo hasta erguirse. En sus ojos resplandecían las chiribitas del deseo y el anhelo. Se enganchó a dicha pared con las manos e inició una clase magistral de escalada en vertical, cual leyenda del rocódromo… Magistral fue el chascó que se llevó al darse cuenta de que la tierra se deshacía entre sus dedos, convirtiendo la acción de trepar en una utopía.
Derrotada, pero no vencida, tuvo que replantearse la estrategia. Su mente trabajaba a pleno rendimiento y excedía con creces las capacidades de su dañado cerebro pseudo cibernético. Sacó una de sus cuchillas y la hundió en el muro de tierra hasta el fondo, utilizándola como punto de apoyo. Hecho esto, puso los pies en lado opuesto del muro hasta quedarse en una posición más o menos horizontal. Extrajo la cuchilla de su otro brazo y repitió el proceso, alternando las cuchillas que clavaba en la pared para poder avanzar unos pocos centímetros cada vez. Así consiguió llegar a la cima, no sin acabar con tierra hasta por dentro de los circuitos. A Amy no le gustaba la tierra. Era tosca, áspera e irritante. Y se te metía por todas partes.
- Mi héroe. Le soltó a Ava -ignorando los constructos sociales del género-, quien la ayudaba a levantarse del suelo tras dar el último esfuerzo para salir de vuelta a la superficie. No sólo eso, sino que también la obsequiaba con su corona de campeona, una corona de flores que le recordó mucho a la que le había regalado copito de nieve tiempo atrás. Así que aquello fue lo que vio desde el fondo del agujero… No era lo que ella creía. De hecho, era incluso mejor. Oh. ¿Me queda bien? Tardó cero coma en ponérsela sobre la cabeza y, como si de una máquina estimulante del pensamiento se tratase, a Amy le vinieron los recuerdos de razón por la cual había acabado enterrada bajo tierra.
Le preguntó a su compañera escamosa si sabía del paradero de la corona del rey del bosque, o de Axel, también le valía. Esta le explicó la situación un poco por encima, como si quisiera saltarse pequeños detalles sin importancia. Ni que hubiera matado a alguien, o que por su culpa estuviesen persiguiendo a un pobre viejo inocente para darle una paliza. Recibida la aclaración, la bio-cibernética miró en dirección a donde le había señalado Haba, la agente del caos que a veces se apoderaba del cuerpo de Avichuela. Sin más dilación, Amy salió al encuentro de su antiguo maestro de yoga lupino, seguida de lejos por su amiga, que todavía no dominaba muy bien eso de darle al pernil.
Resultó bastante sencillo seguir el reguero de sangre y “destrucción” que había dejado tras de sí el brujo del bosque, quien aún sangraba por la herida de su frente. Bueno, ahora debía sangrar más, porque la parte de la “destrucción” tenía que ver con cierto panadero que se quejaba por los desperfectos de su remo, astillado y casi quebrado por la mitad. Estaban cerca, podía sentirlo… pero más cerca estaba el pan, así que Amy alargó un poco el brazo aprovechando la confusión, agenciándose una barra de pan para el camino. No era culpa suya, la culpa era del capitalismo medieval que creaba sin techos hambrientos como ella.
- No. Sonaba compungida, y con razón. La escena de Axel tirado en el suelo, desmayado, fue un duro golpe para la bio-cibernética. Por favor, no te vayas. Decía a la vez que se arrodillaba a su lado, haciendo el amago de ponerle la mano sobre la cara, pero retirándola en el último momento, temerosa. Despierta, por favor. Empezó a darle unas cachetadas metálicas en las mejillas, sin medir bien la fuerza. Nada. No despertaba. Desolada, Amy supo enseguida lo que tenía que hacer. Asió la barra de pan como si fuera una porra y, cargando el ataque, le propinó tal panazo en la cara al vejete que partió la barra en dos. Milagro, la comida se multiplicaba… Sin embargo, su amigo no reaccionaba.
Sólo le quedaba una bala en la recámara, un as final en la manga: volvió a echar mano de su saquito de hierbas olorosas (el que había tomado prestado) y pasó una de las hojas verdes por las fosas nasales de Axel, restregándola bien, dejando que el aroma silvestre de la naturaleza salvaje lo invadiera. Las plantas eran lo que más le gustaba en la vida al lobo; debía responder a su llamada. Si aquello fallaba, ya no sabía que más hacer por su camarada. Aparte de darle un sepelio digno, claro está.
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Off: Sigo haciendo más de lo mismo, con los mismos. Mi historia acaba aquí, con la misión de despertar a un abuelo de las puertas de la muerte.
- un helecho poco hecho:
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Última edición por Amy el Sáb Jul 11 2020, 10:35, editado 1 vez
Amy
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Amy' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
Por ineptitud de la user, me acaban de enseñar cómo tirar las runas para el evento.
Hago aquí las tiradas correspondientes a los post T_T
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Iori Li
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Iori Li' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
-Seguro que puedo hacerte uno en unos meses.- murmuró para si misma, su cabeza llenándose de diseños, unicornios, serpientes aladas, mantícoras… una mantícora sin esa fea cola de escorpión sería lo mejor seguramente… pero entonces solo era un león alado, ¿no? Y dudaba que pudiera hacerlo flotar con alguien encima, por lo que tendría que darle auténticos músculos y tendones, no solo en las fauces y garras. Tan distraída estaba por los diseños pasando por su mente que ni se dio cuenta que uno de los piskies se había caído hasta que Rauko gritó.
-Mierda.- murmuro horrorizada, mientras el elfo se acercaba a la víctima. Su víctima, porque era culpa suya. Y ahora los piskies atacarían… podía usar a sus gatos para destrozarlos, hacer que la montura se comiera a su jinete… pero primero esperaría a ver si la situación era salvable. Los piskies parecían agitados, pero no tanto como habría esperado.
-No creo que ese masajeo funcione de verdad Rauko, creo que alguien aprovecho para… familiarizarse contigo.- ¿Cuándo había ocurrido eso? Daba igual, tenía cosas más importantes que hacer, como evitar ser atacada por esos piskies. Rauko había fallado, por lo que tenía que preparar sus contramedidas. La música del funeral era un poco rara, pero esos bichos debían tener su cultura, y estaban usando gatos como instrumento, había límites a lo que uno podía tocar con gatos. Los gatos pararon, flotando en el aire, y se preparó para atacar.
Y un tic muy familiar en el ojo empezó a surgir a medida que Rauko contaba las maravillas de ese tal Charlie. Para cuando las risas surgieron, ella se estaba debatiendo entre el enfado y la risa. Al final llego a un compromiso, y dirigió los gatos para darle un buen sopapo al elfo. Uno cada uno. Esos piskies eran de naturaleza traviesa, asi que no habían dudado ni un momento en aprovechar la oportunidad de golpearle mientras estaba distraído.
Pérfidas criaturas, sin duda, pensó en su cabeza, ya buscando mil y una formas de culpar a los pequeños o librarse de cualquier atisbo de responsabilidad por la división de ataque felina todoterreno. La Daft. –Oh, no, no les ha gustado la broma para nada…- dijo, en un tono neutro.
-Mierda.- murmuro horrorizada, mientras el elfo se acercaba a la víctima. Su víctima, porque era culpa suya. Y ahora los piskies atacarían… podía usar a sus gatos para destrozarlos, hacer que la montura se comiera a su jinete… pero primero esperaría a ver si la situación era salvable. Los piskies parecían agitados, pero no tanto como habría esperado.
-No creo que ese masajeo funcione de verdad Rauko, creo que alguien aprovecho para… familiarizarse contigo.- ¿Cuándo había ocurrido eso? Daba igual, tenía cosas más importantes que hacer, como evitar ser atacada por esos piskies. Rauko había fallado, por lo que tenía que preparar sus contramedidas. La música del funeral era un poco rara, pero esos bichos debían tener su cultura, y estaban usando gatos como instrumento, había límites a lo que uno podía tocar con gatos. Los gatos pararon, flotando en el aire, y se preparó para atacar.
Y un tic muy familiar en el ojo empezó a surgir a medida que Rauko contaba las maravillas de ese tal Charlie. Para cuando las risas surgieron, ella se estaba debatiendo entre el enfado y la risa. Al final llego a un compromiso, y dirigió los gatos para darle un buen sopapo al elfo. Uno cada uno. Esos piskies eran de naturaleza traviesa, asi que no habían dudado ni un momento en aprovechar la oportunidad de golpearle mientras estaba distraído.
Pérfidas criaturas, sin duda, pensó en su cabeza, ya buscando mil y una formas de culpar a los pequeños o librarse de cualquier atisbo de responsabilidad por la división de ataque felina todoterreno. La Daft. –Oh, no, no les ha gustado la broma para nada…- dijo, en un tono neutro.
Valyria
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Re: La flor del helecho [Evento Social, Midsummarblót]
El miembro 'Valyria' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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