Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
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Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
Frederic, Fred, en realidad, observaba el castillo cuidadosamente. No porque fuera su misión, eso había dejado de importar hacía tiempo, no, era una cuestión de supervivencia. Escuchó el aleteo de las alas y se hundió en el suelo, intentando volverse invisible. Puede que tuviera un antepasado brujo y solo necesitara estar muerto de miedo para volverse un gran ilusionista. Puede que hubiera funcionado, la criatura pasando de largo, hacia el torreón del castillo. O más probablemente era el estiércol que el capitán le había obligado a ponerse.
En ese momento lo agradecía, pero jamás lo admitiría en voz alta, y menos ante él. Reunió valor para levantar la mirada, tenía que proteger a su madre y hermana, y era el único explorador que les quedaba después de… bueno, mejor no hablar de Alex. Al menos le habían disparado una flecha, ahorrándole el sufrimiento, lástima que no pudieran hacer lo mismo para todos los que se llevaban. –Céntrate Fred, tienes un trabajo que hacer.- susurró para sí mismo y se arrepintió de inmediato, esperaba que ninguna de esas cosas lo hubieran oído. Tras unos segundos, seguía vivo, así que siguió con su exploración. El monstruo que había pasado por encima suyo ya estaba llegando al castillo, y con la luz de la luna, podía verlo perfectamente. Ese era el mayor problema, ese… murciélago. Sin duda el pobre desgraciado o desgraciada había sido un dragón, no había otra forma de explicar la forma, tan draconica, pero con las patas delanteras deformadas con la forma de alas, hasta tenia cola y según le habían contado, un chillido que podía contar como aliento. Probablemente.
La bestia aterrizo en la atalaya y habría jurado que la torre se sacudió un poco. Se encogió otra vez en el suelo cuando el monstruo miro a lado y lado desde su torreón, antes de escalar torpemente hacia el agujero y tumbarse en él. Su mayor problema parecía torpe en tierra, eso era bueno, si encontraban la forma de reventarle un ala. Pero había otros… como esas… panteras. Las arañas podían manejarlas al menos, después de los primeros muertos, todos estaban muy atentos ante la mínima señal de telarañas.
Repasó mentalmente su lista de tareas. El dragón estaba en la torre, y la habitación superior no era muy grande, así que seguramente el responsable no estaba allí, eso dejaba el salón principal o el sótano, aunque seguramente los prisioneros estaban en ese último. Los huecos en la muralla seguían allí, obviamente, pero estaban patrullados y no parecía haber nuevos huecos. ¿Qué más? Se fijó en los guardias de los huecos. Humanos. Al menos comparados con esas malditas panteras o el murciélago-dragón, no podía ver realmente si ese tipo más cercano era algo sapo o solo muy gordo. El resto… armadura, armas, si, parecía que aquellos guardias que podían considerarse de patrulla eran los más normales, el capitán había tenido razón. Esperaba que tuviera un plan.
Fred reptó con cuidado, alejándose del castillo, sin estar dispuesto a arriesgarse un segundo más.
El Capitán cerró los ojos un momento en cuando escuchó su informe. Un momento que se alargó hasta el punto en el que creyó que se había dormido. A todos les iría bien un poco de sueño, pero ahora no era el momento. –¿Capitán?- Preguntó Fred.
-He recibido respuesta de Lunargenta.- dijo, en un tono sombrío que no encajaba en absoluto con la buena noticia. ¡Refuerzos! La posibilidad de acabar con esas aberraciones campando a sus anchas. –Quieren que esperemos una semana. Teniendo en cuenta que su siguiente cacería es mañana… eso significa quedarnos de brazos cruzados durante tres cacerías enteras.- Fred se quedo callado mientras el escuadrón se miraba el uno al otro. Todos tenían familia aquí. Menos Mateo, pero él y la moza que servía en la taberna parecían tener algo, y el hombre no había dudado ni un momento en aceptar ninguna de las órdenes del Capitán. Era mejor persona que él, no habría dudado un momento en salir por patas de ese follón si su madre y hermana no vivieran allí.
–Podríamos evacuar…- intentó uno, sin mucho entusiasmo. Todos sabían lo que pasaría, era lo primero que habían intentado. La caravana de animales y gente despertaba… algo en los monstruos más animalescos, algún instinto de caza seguramente. Por eso eran tan pocos ahora.
-Tampoco hay ningún pasadizo secreto en el castillo, no uno que atraviese las murallas al menos.- siguió el Capitán. Siempre les había dicho que era de origen humilde, un hijo de mayordomo al que los guardias del castillo habían cogido cariño, pero… bueno, ninguno se lo creía, no con ese porte, ni esa habilidad con la espada. El rumor era que su padre había perdido el favor del rey y había despojado a su familia de títulos y tierras, incluyendo ese mismo castillo, que ya estaba algo decrepito incluso en esa época. –Le pedí a Jonas que fuera repitiendo el mensaje a todos los pueblos de camino a la capital, así que a lo mejor tenemos suerte y llega alguien antes, pero…- los miró a todos, uno a uno, antes de continuar. –Cuando me uní a la Guardia, hice un juramento, jure que protegería a los habitantes de estas tierras, y pienso mantenerlo, aunque suponga desobedecer una orden directa. Hemos aprendido todo lo que podíamos. Mañana a mediodía asaltare el castillo, no como capitán de la guardia sino como ciudadano de este reino. Y estaré encantado de aceptar la ayuda de todo aquel dispuesto a darla.-
Hubo un momento de silencio, hasta que Mateo habló. –Creo que puedo conseguir tanto aguardiente como podamos cargar. Seguro que arden igual de bien que cualquier persona.-
-¿No tenía Agnes en su jardín esa hierba que les encanta a los gatos? Las panteras son gatos, ¿no?- dijo otro, y en un instante todos estaban discutiendo ideas. Fred estaba seguro de que iba a morir en menos de un día, pero mirando a sus compañeros, el corazón se le llenaba de orgullo y los ojos de lagrimas. Iban a hacerles pagar. Asegurarse de que no se llevaban a nadie más.
Bienvenidos. Belladonna Boisson y el Frasco del No-Nato se encuentran en el salón principal de un castillo abandonado, con un pequeño ejército de bestias, algunas completamente animales, otras con solo un rasgo o dos, todas obedientes a las órdenes de su dueña. Ejército que crece poco a poco, con las victimas capturadas cada tres días, y con la región siendo rehenes del Hombre Muerto, un grupo de 10 guardias ha tenido suficiente.
El objetivo del primer post es atravesar las defensas hasta el salón principal, donde estará Belladona, aunque el cómo hacerlo será importante. Entrar de manera sutil supondrá la llegada de refuerzos en el segundo post, mientras que masacrar a los esbirros de la bruja supondrá que Belladona está preparada para la llegada de enemigos. También tendréis que decidir si usareis a los guardias como distracción y dejarlos a su suerte para mi siguiente post, o que os ayuden de manera más directa. Sin embargo, de los 10, solo 9 participaran en el ataque, por lo que esta elección podría tener consecuencias más allá del éxito del desafió.
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En ese momento lo agradecía, pero jamás lo admitiría en voz alta, y menos ante él. Reunió valor para levantar la mirada, tenía que proteger a su madre y hermana, y era el único explorador que les quedaba después de… bueno, mejor no hablar de Alex. Al menos le habían disparado una flecha, ahorrándole el sufrimiento, lástima que no pudieran hacer lo mismo para todos los que se llevaban. –Céntrate Fred, tienes un trabajo que hacer.- susurró para sí mismo y se arrepintió de inmediato, esperaba que ninguna de esas cosas lo hubieran oído. Tras unos segundos, seguía vivo, así que siguió con su exploración. El monstruo que había pasado por encima suyo ya estaba llegando al castillo, y con la luz de la luna, podía verlo perfectamente. Ese era el mayor problema, ese… murciélago. Sin duda el pobre desgraciado o desgraciada había sido un dragón, no había otra forma de explicar la forma, tan draconica, pero con las patas delanteras deformadas con la forma de alas, hasta tenia cola y según le habían contado, un chillido que podía contar como aliento. Probablemente.
La bestia aterrizo en la atalaya y habría jurado que la torre se sacudió un poco. Se encogió otra vez en el suelo cuando el monstruo miro a lado y lado desde su torreón, antes de escalar torpemente hacia el agujero y tumbarse en él. Su mayor problema parecía torpe en tierra, eso era bueno, si encontraban la forma de reventarle un ala. Pero había otros… como esas… panteras. Las arañas podían manejarlas al menos, después de los primeros muertos, todos estaban muy atentos ante la mínima señal de telarañas.
Repasó mentalmente su lista de tareas. El dragón estaba en la torre, y la habitación superior no era muy grande, así que seguramente el responsable no estaba allí, eso dejaba el salón principal o el sótano, aunque seguramente los prisioneros estaban en ese último. Los huecos en la muralla seguían allí, obviamente, pero estaban patrullados y no parecía haber nuevos huecos. ¿Qué más? Se fijó en los guardias de los huecos. Humanos. Al menos comparados con esas malditas panteras o el murciélago-dragón, no podía ver realmente si ese tipo más cercano era algo sapo o solo muy gordo. El resto… armadura, armas, si, parecía que aquellos guardias que podían considerarse de patrulla eran los más normales, el capitán había tenido razón. Esperaba que tuviera un plan.
Fred reptó con cuidado, alejándose del castillo, sin estar dispuesto a arriesgarse un segundo más.
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El Capitán cerró los ojos un momento en cuando escuchó su informe. Un momento que se alargó hasta el punto en el que creyó que se había dormido. A todos les iría bien un poco de sueño, pero ahora no era el momento. –¿Capitán?- Preguntó Fred.
-He recibido respuesta de Lunargenta.- dijo, en un tono sombrío que no encajaba en absoluto con la buena noticia. ¡Refuerzos! La posibilidad de acabar con esas aberraciones campando a sus anchas. –Quieren que esperemos una semana. Teniendo en cuenta que su siguiente cacería es mañana… eso significa quedarnos de brazos cruzados durante tres cacerías enteras.- Fred se quedo callado mientras el escuadrón se miraba el uno al otro. Todos tenían familia aquí. Menos Mateo, pero él y la moza que servía en la taberna parecían tener algo, y el hombre no había dudado ni un momento en aceptar ninguna de las órdenes del Capitán. Era mejor persona que él, no habría dudado un momento en salir por patas de ese follón si su madre y hermana no vivieran allí.
–Podríamos evacuar…- intentó uno, sin mucho entusiasmo. Todos sabían lo que pasaría, era lo primero que habían intentado. La caravana de animales y gente despertaba… algo en los monstruos más animalescos, algún instinto de caza seguramente. Por eso eran tan pocos ahora.
-Tampoco hay ningún pasadizo secreto en el castillo, no uno que atraviese las murallas al menos.- siguió el Capitán. Siempre les había dicho que era de origen humilde, un hijo de mayordomo al que los guardias del castillo habían cogido cariño, pero… bueno, ninguno se lo creía, no con ese porte, ni esa habilidad con la espada. El rumor era que su padre había perdido el favor del rey y había despojado a su familia de títulos y tierras, incluyendo ese mismo castillo, que ya estaba algo decrepito incluso en esa época. –Le pedí a Jonas que fuera repitiendo el mensaje a todos los pueblos de camino a la capital, así que a lo mejor tenemos suerte y llega alguien antes, pero…- los miró a todos, uno a uno, antes de continuar. –Cuando me uní a la Guardia, hice un juramento, jure que protegería a los habitantes de estas tierras, y pienso mantenerlo, aunque suponga desobedecer una orden directa. Hemos aprendido todo lo que podíamos. Mañana a mediodía asaltare el castillo, no como capitán de la guardia sino como ciudadano de este reino. Y estaré encantado de aceptar la ayuda de todo aquel dispuesto a darla.-
Hubo un momento de silencio, hasta que Mateo habló. –Creo que puedo conseguir tanto aguardiente como podamos cargar. Seguro que arden igual de bien que cualquier persona.-
-¿No tenía Agnes en su jardín esa hierba que les encanta a los gatos? Las panteras son gatos, ¿no?- dijo otro, y en un instante todos estaban discutiendo ideas. Fred estaba seguro de que iba a morir en menos de un día, pero mirando a sus compañeros, el corazón se le llenaba de orgullo y los ojos de lagrimas. Iban a hacerles pagar. Asegurarse de que no se llevaban a nadie más.
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Bienvenidos. Belladonna Boisson y el Frasco del No-Nato se encuentran en el salón principal de un castillo abandonado, con un pequeño ejército de bestias, algunas completamente animales, otras con solo un rasgo o dos, todas obedientes a las órdenes de su dueña. Ejército que crece poco a poco, con las victimas capturadas cada tres días, y con la región siendo rehenes del Hombre Muerto, un grupo de 10 guardias ha tenido suficiente.
El objetivo del primer post es atravesar las defensas hasta el salón principal, donde estará Belladona, aunque el cómo hacerlo será importante. Entrar de manera sutil supondrá la llegada de refuerzos en el segundo post, mientras que masacrar a los esbirros de la bruja supondrá que Belladona está preparada para la llegada de enemigos. También tendréis que decidir si usareis a los guardias como distracción y dejarlos a su suerte para mi siguiente post, o que os ayuden de manera más directa. Sin embargo, de los 10, solo 9 participaran en el ataque, por lo que esta elección podría tener consecuencias más allá del éxito del desafió.
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Othel
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Re: Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
Se escuchaban truenos fuera. También gritos. Bestias gigantes luchaban contra… ¿humanos? Algo pasaba. Pero yo estaba tranquila. Entre aquellas paredes frías del castillo. Se sentían como un recuerdo de mi viejo hogar. Era un lugar para pensar en el gran orgullo pasado de mi familia. Abstraerme de todo cuanto pasaba fuera.
De pronto, se escuchó un estruendoso rugido y todo quedó en silencio. ¿Todo? No. Los truenos seguían sonando.
Con el último de ellos se abrió la enorme puerta de la entrada al castillo. Allí estaba su silueta, iluminada en la oscuridad. Desprendía un aura oscura. Destacaban sus armas. Durante los diez segundos que permaneció abierta la puerta pude ver también el dragón, la enorme criatura, yacía muerto sobre la campiña.
Ella caminó elegante hacia mí. No me fijé si venía con más gente. Sólo tenía ojos para ella. Se postró a los pies. Estaba bañada en sangre y, ciertamente embarrada.
-Saludos madre. – hizo una pausa. – Creo que tenemos una cuenta pendiente.
Esbocé una sonrisa. No era mi última carta.
Tras varios días de camino desde Dalmasca y tras el ascenso de una pequeña colina, llegamos al famoso castillo en la campiña de Verisar. Había una avanzada del ejército de Lunargenta en las afueras. Desde ahí arriba, se veía un castillo-torreón al fondo que sobrevolaba un enorme dragón de clara apariencia no muerta. Que rugía orgulloso cual rey del territorio.
Entre la avanzada y el castillo, se encontraba la “tierra de nadie”. Algo más de un kilómetro de extensa tierra quemada. Donde cadáveres de humanos calcinados “decoraban” el camino del castillo. Supuestamente, habían tratado de llegar hasta allí para presumiblemente detener a la bruja. Resultaba evidente que el dragón se lo había impedido.
-¡Eh! ¿A dónde creen que van? La zona está bajo control de una poderosa bruja y ese dragón achicharra vivo todo lo que se aproxima. No pueden pasar. – informó el capitán. Miré seria hacia donde hablaba, pero mantuve mis ojos y mi mirada bajo la capucha. No quería que descubriera que yo también parecía una no muerta. Sólo alcanzaba a ver mi pálida barbilla, blanca como la nieve. Él se fijó en mis labios, pintados de rojo, y pudo intuir la edad por las pequeñas arrugas en la comisura maquillada de los mismos. - Señora… No podemos permitir que nadie se aproxime. Es una bruja muy peligrosa. - Puso la mano delante de mí, pidiéndonos retroceder.
Tras unos instantes sin decir nada, cambié la vista al dragón, sobrevolaba la zona. Aquella no era una criatura normal. Era uno de los humanos convertidos por Belladonna, a saber cuántos había torturado. Pero tenía que llegar, debía acabar con la maldición.
Tras unos instantes, comencé a caminar.
-¡Señora! ¡Les he dicho que…! – el tipo fue detrás de nosotros, pero no insistió demasiado al ver que descendíamos la colina rumbo al castillo. Los cientos de cadáveres eran la mejor de nuestras advertencias - ¡Agh! ¡Allá ustedes son libres de ser calcinados por un dragón! – Desistió.
La capa mecía mi camino al enorme dragón que, tras dar una vuelta a la torre, volvió a gritar. Nos observó. Veía como dos personas nos aproximábamos. Éramos él, yo, y mi fiel escudero, Sango. Caminábamos hacia él. Pero iba tranquila. No era la primera vez que me enfrentaba a una criatura así.
Desabroché la capa y la tiré a la campiña. Era útil para ocultarse, pero incómoda para luchar. Allí estaba con todo mi equipamiento de combate.
-Recuerda lo que te enseñé estos días. No le des la espalda nunca, Sango. Camina hacia él. Demuestra que no le tienes miedo. Muestra seguridad y determinación en tu combate. – dije a mi compañero – Cuando despliegue la llamarada, esquívala. Es enorme y necesita un radio de giro gigante antes de volver a enfocarte de nuevo. Entonces, corre hacia donde vaya, yo lo haré bajar y tú lo rematarás. – Eran mis instrucciones para Sango que, de veras, esperaba supiera llevar a cabo.
El dragón venía recto hacia nosotros. Abrió la boca y, en el centro de su pecho, se podía ver cómo se empezaba a poner rojo. Generaba las llamas. Corrí estirando los brazos hacia atrás y adelante. Recta hacia el fuego. Cuando, lanzó las llamas, desaparecí.
Me había convertido en una estela de humo negra.
-Cielos santos… - dijo Fred, observando con sus lentes de aumento. - ¡Es la mujer que asaltó, Capitán! ¡Es otra bruja!
-¿Y qué ha hecho? – preguntó inquieto el capitán quitándole los óculos al otro. - ¿Es esa estela de humo que da vueltas alrededor del monstruo? ¡Espera sí, se ha materializado!
-¡Está justo encima de su cabeza! – narró Fred, con otros óculos. Todo el campamento estaba previsto de aquella acción. -
-¡Yo también quiero verlo! - pedían los demás guardias, que se aprovisionaron de cuantos óculos pudieron para ver el espectáculo.
Pero el capitán tenía que poner la seriedad en el grupo. - ¡Guardias, todos a las armas, es hora de invadir ese castillo! - ordenó, en un grito de euforia.
Y todos los soldados comenzaron a avanzar a voz en grito, dirigiéndose hacia la campiña.
Observaba a mi hijita desenvolverse con mi criaturita. Qué grácil era. Ya estás encima ahora vas a… ¿descargar la ballesta pesada sobre el ojo de mi criaturita? ¡Buah! ¡Qué brutalidad, Anastasia! Esto está visto para sentencia. Será mejor que me vaya acomodando en el recibidor.
Le había volado el ojo y su sangre me había empapado por completo. Con la estelas de humo que había generado con mi ballesta pesada, me agarré con ambos brazos a un hueso. Abróchense los cinturones. Aquel aterrizaje iba a ser doloroso. Esperaba que mi “aprendiz” de antihéroe estuviera listo para el remate y no le hubiera ido mal con el fuego.
Efectivamente el golpe contra el frío suelo no tardó en llegar. Dejó un rastro hendido y, como pequeña que era en comparación con la criatura, salí disparada, intenté amortiguar la caída con las corrientes de aire, pero terminé dando varias vueltas de campana sobre un charco de barro. Acabé boca arriba y dolorida. Embarrada por completo, pero me limpié la cara. El glamour era clave. Tenía que ser la más divina de la fiesta cuando entráramos a ver a Bella.
Tirada en el suelo, busqué a Ben con la mirada para hacerle un gesto con el pulgar de que estaba bien. Quizás con uno o dos huesos rotos por la caída, pero mejor que otras veces, seguramente.
Ahora esperaba que consiguiera rematar al dragón antes de que éste se recuperara y nos convirtiera en carbonilla.
*Off: Siempre vengo cargada de palomitas. Uso habilidad nivel 4, tinte de los Boisson y atravieso el ojo con la ballesta pesada legendaria: Cuervo.
De pronto, se escuchó un estruendoso rugido y todo quedó en silencio. ¿Todo? No. Los truenos seguían sonando.
Con el último de ellos se abrió la enorme puerta de la entrada al castillo. Allí estaba su silueta, iluminada en la oscuridad. Desprendía un aura oscura. Destacaban sus armas. Durante los diez segundos que permaneció abierta la puerta pude ver también el dragón, la enorme criatura, yacía muerto sobre la campiña.
Ella caminó elegante hacia mí. No me fijé si venía con más gente. Sólo tenía ojos para ella. Se postró a los pies. Estaba bañada en sangre y, ciertamente embarrada.
-Saludos madre. – hizo una pausa. – Creo que tenemos una cuenta pendiente.
Esbocé una sonrisa. No era mi última carta.
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Quince minutos antes
Tras varios días de camino desde Dalmasca y tras el ascenso de una pequeña colina, llegamos al famoso castillo en la campiña de Verisar. Había una avanzada del ejército de Lunargenta en las afueras. Desde ahí arriba, se veía un castillo-torreón al fondo que sobrevolaba un enorme dragón de clara apariencia no muerta. Que rugía orgulloso cual rey del territorio.
Entre la avanzada y el castillo, se encontraba la “tierra de nadie”. Algo más de un kilómetro de extensa tierra quemada. Donde cadáveres de humanos calcinados “decoraban” el camino del castillo. Supuestamente, habían tratado de llegar hasta allí para presumiblemente detener a la bruja. Resultaba evidente que el dragón se lo había impedido.
-¡Eh! ¿A dónde creen que van? La zona está bajo control de una poderosa bruja y ese dragón achicharra vivo todo lo que se aproxima. No pueden pasar. – informó el capitán. Miré seria hacia donde hablaba, pero mantuve mis ojos y mi mirada bajo la capucha. No quería que descubriera que yo también parecía una no muerta. Sólo alcanzaba a ver mi pálida barbilla, blanca como la nieve. Él se fijó en mis labios, pintados de rojo, y pudo intuir la edad por las pequeñas arrugas en la comisura maquillada de los mismos. - Señora… No podemos permitir que nadie se aproxime. Es una bruja muy peligrosa. - Puso la mano delante de mí, pidiéndonos retroceder.
Tras unos instantes sin decir nada, cambié la vista al dragón, sobrevolaba la zona. Aquella no era una criatura normal. Era uno de los humanos convertidos por Belladonna, a saber cuántos había torturado. Pero tenía que llegar, debía acabar con la maldición.
Tras unos instantes, comencé a caminar.
-¡Señora! ¡Les he dicho que…! – el tipo fue detrás de nosotros, pero no insistió demasiado al ver que descendíamos la colina rumbo al castillo. Los cientos de cadáveres eran la mejor de nuestras advertencias - ¡Agh! ¡Allá ustedes son libres de ser calcinados por un dragón! – Desistió.
La capa mecía mi camino al enorme dragón que, tras dar una vuelta a la torre, volvió a gritar. Nos observó. Veía como dos personas nos aproximábamos. Éramos él, yo, y mi fiel escudero, Sango. Caminábamos hacia él. Pero iba tranquila. No era la primera vez que me enfrentaba a una criatura así.
Desabroché la capa y la tiré a la campiña. Era útil para ocultarse, pero incómoda para luchar. Allí estaba con todo mi equipamiento de combate.
-Recuerda lo que te enseñé estos días. No le des la espalda nunca, Sango. Camina hacia él. Demuestra que no le tienes miedo. Muestra seguridad y determinación en tu combate. – dije a mi compañero – Cuando despliegue la llamarada, esquívala. Es enorme y necesita un radio de giro gigante antes de volver a enfocarte de nuevo. Entonces, corre hacia donde vaya, yo lo haré bajar y tú lo rematarás. – Eran mis instrucciones para Sango que, de veras, esperaba supiera llevar a cabo.
El dragón venía recto hacia nosotros. Abrió la boca y, en el centro de su pecho, se podía ver cómo se empezaba a poner rojo. Generaba las llamas. Corrí estirando los brazos hacia atrás y adelante. Recta hacia el fuego. Cuando, lanzó las llamas, desaparecí.
Me había convertido en una estela de humo negra.
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En el campamento
-Cielos santos… - dijo Fred, observando con sus lentes de aumento. - ¡Es la mujer que asaltó, Capitán! ¡Es otra bruja!
-¿Y qué ha hecho? – preguntó inquieto el capitán quitándole los óculos al otro. - ¿Es esa estela de humo que da vueltas alrededor del monstruo? ¡Espera sí, se ha materializado!
-¡Está justo encima de su cabeza! – narró Fred, con otros óculos. Todo el campamento estaba previsto de aquella acción. -
-¡Yo también quiero verlo! - pedían los demás guardias, que se aprovisionaron de cuantos óculos pudieron para ver el espectáculo.
Pero el capitán tenía que poner la seriedad en el grupo. - ¡Guardias, todos a las armas, es hora de invadir ese castillo! - ordenó, en un grito de euforia.
Y todos los soldados comenzaron a avanzar a voz en grito, dirigiéndose hacia la campiña.
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En el torreón del castillo
Observaba a mi hijita desenvolverse con mi criaturita. Qué grácil era. Ya estás encima ahora vas a… ¿descargar la ballesta pesada sobre el ojo de mi criaturita? ¡Buah! ¡Qué brutalidad, Anastasia! Esto está visto para sentencia. Será mejor que me vaya acomodando en el recibidor.
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En la campiña
Le había volado el ojo y su sangre me había empapado por completo. Con la estelas de humo que había generado con mi ballesta pesada, me agarré con ambos brazos a un hueso. Abróchense los cinturones. Aquel aterrizaje iba a ser doloroso. Esperaba que mi “aprendiz” de antihéroe estuviera listo para el remate y no le hubiera ido mal con el fuego.
Efectivamente el golpe contra el frío suelo no tardó en llegar. Dejó un rastro hendido y, como pequeña que era en comparación con la criatura, salí disparada, intenté amortiguar la caída con las corrientes de aire, pero terminé dando varias vueltas de campana sobre un charco de barro. Acabé boca arriba y dolorida. Embarrada por completo, pero me limpié la cara. El glamour era clave. Tenía que ser la más divina de la fiesta cuando entráramos a ver a Bella.
Tirada en el suelo, busqué a Ben con la mirada para hacerle un gesto con el pulgar de que estaba bien. Quizás con uno o dos huesos rotos por la caída, pero mejor que otras veces, seguramente.
Ahora esperaba que consiguiera rematar al dragón antes de que éste se recuperara y nos convirtiera en carbonilla.
*Off: Siempre vengo cargada de palomitas. Uso habilidad nivel 4, tinte de los Boisson y atravieso el ojo con la ballesta pesada legendaria: Cuervo.
Anastasia Boisson
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Re: Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
El campamento había sido montado, sin duda alguna, por miembros de la Guardia. La disposición de las tiendas, la colocación de los tirantes y nudos... Era realmente fascinante como la mente es capaz de guardar cosas aprendidas años atrás y que al echarles un vistazo tiempo después sea tan normal como respirar. Aquel campamento, sin embargo, había sido atacado: aún existían restos de tiendas quemadas y por supuesto se veía la tierra siguiendo el contorno de la tienda y que servía para fijar el sobrante de tela de las tiendas. Sango no pudo evitar soltar un gemido de dolor. Nada bueno podría haberles ocurrido a aquellas gentes. Despejó su cabeza con una mirada a Huracán que avanzaba un paso por delante de él.
El viaje desde Dalmasca había transcurrido sin ningún imprevisto que retrasara su marcha, cosa que Sango aprovechó para preguntar y resolver ciertos asuntos que él no había sido capaz de discernir. También aprovechó para, en la medida de lo posible, recuperarse tanto de las heridas sufridas en Dalmasca como las que arrastraba del Arenal y de los bosques de Villasauco: trató de no hacer movimientos bruscos, mantener las heridas limpias, aprovechar bien las horas de sueño y sobre todo pedir con fe ciega la protección de los Dioses. Tras subir la colina, parecía que todo aquello no había sido en balde.
Se detuvo en lo alto para echarle un vistazo al castillo: de entre todos los elementos, pese a su estado actual, destacaba un torreón y por supuesto una sucesión de brechas en la muralla. Tenía una altura considerable lo que implicaba riqueza y no era de extrañar pues aquellas tierras eran fértiles y no dejaban de producir en todo el año. Todo aquello se desvaneció de su mente cuando observó el reducido número de soldados que estaban allí apostados. Siguió a Huracán, pero esta vez se quedó varios pasos por detrás mientras observaba al dragón al que ya había visto hacía rato.
- ¿Sango?- preguntó una voz femenina a su lado. Ben se giró y se sorprendió al ver dos caras conocidas (1). Hubo un silencio que sirvió para que todos asimilaran lo que estaba pasando, incluso aquellos a los que Sango no conocía.
- Asland... Anders... Joder, qué mal os tratado el tiempo.- Dijo Sango antes de esbozar una sonrisa y abrazar al mismo tiempo a sus antiguos compañeros. - Me alegro mucho de veros, lástima que no sea en circunstancias más favorables, ¿verdad?- Dio un paso atrás y contempló detenidamente tanto a Anders como Asland.
Anders era amigo suyo de toda la vida, ambos crecieron en Cedralada, y a ambos los mandaron a la academia para instruirles en las artes militares. Pese a estar tanto tiempo separados, la alegría del reencuentro fue sincera y así lo demostraban las miradas. Por su parte, a Asland la había conocido en la academia y habían desarrollado una relación muy estrecha que sin embargo ninguno de los dos se había atrevido a enfrentar. Nunca hubo intentos por ninguna de la dos partes para llevarlo a algo más y seguramente no había sido por falta de ganas.
- Joder Ben...- Dijo Anders agarrando con fuerza el brazo de Sango.- No me creo que estés aquí.- Hizo una pausa y miró a Asland, acto seguido bajó el tono.- Estamos en la mierda, Sango... Ha muerto un montón de gente... joder, hasta Lorn y Puñal están ahí tirados, chamuscados por ese escupellamas...- Aquelló cogió desprevenido a Sango y la pena y el dolor se apoderaron de él. Puñal había sido otra de sus compañeras durante el periodo de instrucción y solían salir juntos cuando había permiso, ¿cuántos más de sus amigos habrían muerto?
- Ahora no, Holgers.- Le dijo Asland a Anders. Ella siempre lo había llamado por el apellido.- Perdona por la brusquedad, pero Sango, ¿qué coño haces, hacéis aquí? Se supone que iban a llegar refuerzos, pero...- Asland terminó la frase con un leve gesto de negación y mirando al suelo. Sango alzó los ojos para observar a Asland que seguía mirando al suelo.
Sango dejó la pregunta en el aire, no era fácil de contestar tampoco es que fuera a hacerlo. Se giró para observar a Huracán que era advertida por un hombre para que no siguiera adelante. Sango frunció el ceño y acto seguido miró a Anders.
- ¿Ese es Karst?- Preguntó con sorpresa (2). Anders asintió.- Joder... creía que estaba en Sacrestic, como tú...- Dijo Sango dirigiendose a Asland.
Los gritos de Karst hicieron que Sango se diera la vuelta y vio que Huracán se había puesto en marcha. Ben lanzó una mirada a sus compañeros.
- Cuidaos compañeros.- Dijo a modo de despedida. Anders y Asland se quedaron boquiabiertos al ver que Sango se apresuraba tras Huracán. Pero antes, se cuadró frente a Karst y se llevó la un puño al pecho a modo de saludo, tal y como hacían en la Guardia.
No tardó en alcanzar a Huracán y mientras avanzaban Sango no pudo evitar mirar los cuerpos de sus compañeros caídos, ¿dónde estaría Puñal? Por muy miserable que fuera la muerte, todas aquellas personas necesitaban sepultura y sin embargo estaban allí tiradas, pudriéndose día y noche. Y todo era obra de un dragón y de las bestias que controlaba Belladonna. Ben apartó la mirada de los cuerpos y se centró en el castillo y en torreón justo en el instante en el que el dragón alzó el vuelo. Huracán se deshizo de la capa y Sango se acomodó el escudo. Acto seguido Huracán pasó a contarle el plan: aguantar, esquivar y rematar al desgraciado.
Mientras avanzaba, su mente se llenó del recuerdo del Día de la Alianza. Día en el que los dragones les habían despojado de sus armas con una facilidad asombrosa y acto seguido tras una fiesta, habían llevado a cabo un ritual para absorber la fuerza de los allí presentes. Aquel día, los dragones habían insultado al resto de seres. Sango no olvidó aquella afrenta y ese día quedaría, en parte, saldada. El caminar se convirtió en trote y este en carrera. El dragón se les echaba encima.
Un fulgor rojo crecía y cuando Sango fue consciente de ello gritó y echó un último vistazo a Huracán que desapareció ante sus ojos. Ben, sólo frente al dragón cambió la dirección de la carrera y se tiró al suelo justo cuando un calor extremo pasó a su lado. Rápidamente se puso en pie y buscó al dragón con la mirada. Este siguió su camino unos cuantos latidos más cuando de repente soltó un aullido horrible. Ben se llevó la mano a la empuñadura de espada pero se acordó que los monjes dragones habían tenido en sus manos sólo el hacha, arma que sacó y empuñó con orgullo mientras corría tras el dragón que estaba a punto de tocar el suelo.
El impacto fue brutal, incluso el suelo se resintió, pero la carrera continuó. Cuando se encontraba a menos de diez zancadas, vio que huracán estaba tirada en el suelo y le hacía un gesto con la mano. Ben se concentró de nuevo en el dragón y vio su debilidad: su vientre parecía dañado y bastante más blando que el resto del cuerpo y se lanzó como una fiera a por él. Descargó con violencia el hacha los golpes eran similares: armar el brazo hacia atrás, y descargar con la mayor fuerza que la fuera posible. El dragón gimió de dolor e incluso llegó a soltar una patada desesperada que hizo que Sango perdiera el equilibrio y el control del hacha que cayó al suelo a unos diez pasos de él. Sin tiempo que perder, Sango desenvainó la espada y se lanzó, una vez más, contra el vientre del dragón y esta vez, la espada alcanzó zonas más profundas que el hacha. Ben repitió más de una docena veces el mismo movimiento de estocar el vientre. La ira se había apoderado de él y pese a que el dragón estaba muerto, con parte de las vísceras por fuera, Ben quería asegurarse de que no se volviera a levantar de ninguna manera.
La peste que emanaba del interior del dragón obligó a Sango a echarse hacia atrás y contemplar la obra. Las vísceras iban cayendo lentamente al suelo, al igual que la sangre y otros órganos que Sango no sabía que eran, más vísceras, supuso. El dragón había caído y la sensación de euforia que sintió en aquel momento era algo inigualable y por eso, con escudo y espada en mano abrió los brazos y empuñándolo ambas armas con fuerza lanzó un grito de victoria.
Cuando se calmó y recuperó su equipo, se dirigió a la posición de Huracán, que se había conseguido levantar.
- ¡Menudo movimiento!- Dijo mientras se acercaba a ella y miraba el virote que tenía el dragón clavado en un ojo.- Aunque me gustaría cortarle la cabeza... Para estar seguros de que no se levantará nunca jamás, já.- Sango llegó a su lado y la observó.- ¿Estás bien? Vamos, tenemos que seguir.- Miró hacia atrás.- Y no estamos solos.- Dijo Sango esbozando una sonrisa. Los hombres de Karst habían aprovechado la oportunidad y cargaban contra el castillo.
Eliminar al dragón había sido todo una proeza, pero, ¿qué les aguardaba en el castillo? Sí, el castillo había quedado sin el principal elemento de defensa, pero allí seguía habiendo una bruja con unos poderes extraordinarios y con un séquito de bestias que seguramente habrían presenciado la batalla y serían muy cuidadosas. O puede que no, que simplemente quisieran venganza y se lanzaran como sucias alimañas a por la carroña, cosa que podrían utilizar en su contra. Sea como fuere, se ocuparían a su debido momento.
Ben, que iba tras Huracán, recitó, para sí mismos el nombre de todos los Dioses y agradeció, una vez más, su favor.
El viaje desde Dalmasca había transcurrido sin ningún imprevisto que retrasara su marcha, cosa que Sango aprovechó para preguntar y resolver ciertos asuntos que él no había sido capaz de discernir. También aprovechó para, en la medida de lo posible, recuperarse tanto de las heridas sufridas en Dalmasca como las que arrastraba del Arenal y de los bosques de Villasauco: trató de no hacer movimientos bruscos, mantener las heridas limpias, aprovechar bien las horas de sueño y sobre todo pedir con fe ciega la protección de los Dioses. Tras subir la colina, parecía que todo aquello no había sido en balde.
Se detuvo en lo alto para echarle un vistazo al castillo: de entre todos los elementos, pese a su estado actual, destacaba un torreón y por supuesto una sucesión de brechas en la muralla. Tenía una altura considerable lo que implicaba riqueza y no era de extrañar pues aquellas tierras eran fértiles y no dejaban de producir en todo el año. Todo aquello se desvaneció de su mente cuando observó el reducido número de soldados que estaban allí apostados. Siguió a Huracán, pero esta vez se quedó varios pasos por detrás mientras observaba al dragón al que ya había visto hacía rato.
- ¿Sango?- preguntó una voz femenina a su lado. Ben se giró y se sorprendió al ver dos caras conocidas (1). Hubo un silencio que sirvió para que todos asimilaran lo que estaba pasando, incluso aquellos a los que Sango no conocía.
- Asland... Anders... Joder, qué mal os tratado el tiempo.- Dijo Sango antes de esbozar una sonrisa y abrazar al mismo tiempo a sus antiguos compañeros. - Me alegro mucho de veros, lástima que no sea en circunstancias más favorables, ¿verdad?- Dio un paso atrás y contempló detenidamente tanto a Anders como Asland.
Anders era amigo suyo de toda la vida, ambos crecieron en Cedralada, y a ambos los mandaron a la academia para instruirles en las artes militares. Pese a estar tanto tiempo separados, la alegría del reencuentro fue sincera y así lo demostraban las miradas. Por su parte, a Asland la había conocido en la academia y habían desarrollado una relación muy estrecha que sin embargo ninguno de los dos se había atrevido a enfrentar. Nunca hubo intentos por ninguna de la dos partes para llevarlo a algo más y seguramente no había sido por falta de ganas.
- Joder Ben...- Dijo Anders agarrando con fuerza el brazo de Sango.- No me creo que estés aquí.- Hizo una pausa y miró a Asland, acto seguido bajó el tono.- Estamos en la mierda, Sango... Ha muerto un montón de gente... joder, hasta Lorn y Puñal están ahí tirados, chamuscados por ese escupellamas...- Aquelló cogió desprevenido a Sango y la pena y el dolor se apoderaron de él. Puñal había sido otra de sus compañeras durante el periodo de instrucción y solían salir juntos cuando había permiso, ¿cuántos más de sus amigos habrían muerto?
- Ahora no, Holgers.- Le dijo Asland a Anders. Ella siempre lo había llamado por el apellido.- Perdona por la brusquedad, pero Sango, ¿qué coño haces, hacéis aquí? Se supone que iban a llegar refuerzos, pero...- Asland terminó la frase con un leve gesto de negación y mirando al suelo. Sango alzó los ojos para observar a Asland que seguía mirando al suelo.
Sango dejó la pregunta en el aire, no era fácil de contestar tampoco es que fuera a hacerlo. Se giró para observar a Huracán que era advertida por un hombre para que no siguiera adelante. Sango frunció el ceño y acto seguido miró a Anders.
- ¿Ese es Karst?- Preguntó con sorpresa (2). Anders asintió.- Joder... creía que estaba en Sacrestic, como tú...- Dijo Sango dirigiendose a Asland.
Los gritos de Karst hicieron que Sango se diera la vuelta y vio que Huracán se había puesto en marcha. Ben lanzó una mirada a sus compañeros.
- Cuidaos compañeros.- Dijo a modo de despedida. Anders y Asland se quedaron boquiabiertos al ver que Sango se apresuraba tras Huracán. Pero antes, se cuadró frente a Karst y se llevó la un puño al pecho a modo de saludo, tal y como hacían en la Guardia.
No tardó en alcanzar a Huracán y mientras avanzaban Sango no pudo evitar mirar los cuerpos de sus compañeros caídos, ¿dónde estaría Puñal? Por muy miserable que fuera la muerte, todas aquellas personas necesitaban sepultura y sin embargo estaban allí tiradas, pudriéndose día y noche. Y todo era obra de un dragón y de las bestias que controlaba Belladonna. Ben apartó la mirada de los cuerpos y se centró en el castillo y en torreón justo en el instante en el que el dragón alzó el vuelo. Huracán se deshizo de la capa y Sango se acomodó el escudo. Acto seguido Huracán pasó a contarle el plan: aguantar, esquivar y rematar al desgraciado.
Mientras avanzaba, su mente se llenó del recuerdo del Día de la Alianza. Día en el que los dragones les habían despojado de sus armas con una facilidad asombrosa y acto seguido tras una fiesta, habían llevado a cabo un ritual para absorber la fuerza de los allí presentes. Aquel día, los dragones habían insultado al resto de seres. Sango no olvidó aquella afrenta y ese día quedaría, en parte, saldada. El caminar se convirtió en trote y este en carrera. El dragón se les echaba encima.
Un fulgor rojo crecía y cuando Sango fue consciente de ello gritó y echó un último vistazo a Huracán que desapareció ante sus ojos. Ben, sólo frente al dragón cambió la dirección de la carrera y se tiró al suelo justo cuando un calor extremo pasó a su lado. Rápidamente se puso en pie y buscó al dragón con la mirada. Este siguió su camino unos cuantos latidos más cuando de repente soltó un aullido horrible. Ben se llevó la mano a la empuñadura de espada pero se acordó que los monjes dragones habían tenido en sus manos sólo el hacha, arma que sacó y empuñó con orgullo mientras corría tras el dragón que estaba a punto de tocar el suelo.
El impacto fue brutal, incluso el suelo se resintió, pero la carrera continuó. Cuando se encontraba a menos de diez zancadas, vio que huracán estaba tirada en el suelo y le hacía un gesto con la mano. Ben se concentró de nuevo en el dragón y vio su debilidad: su vientre parecía dañado y bastante más blando que el resto del cuerpo y se lanzó como una fiera a por él. Descargó con violencia el hacha los golpes eran similares: armar el brazo hacia atrás, y descargar con la mayor fuerza que la fuera posible. El dragón gimió de dolor e incluso llegó a soltar una patada desesperada que hizo que Sango perdiera el equilibrio y el control del hacha que cayó al suelo a unos diez pasos de él. Sin tiempo que perder, Sango desenvainó la espada y se lanzó, una vez más, contra el vientre del dragón y esta vez, la espada alcanzó zonas más profundas que el hacha. Ben repitió más de una docena veces el mismo movimiento de estocar el vientre. La ira se había apoderado de él y pese a que el dragón estaba muerto, con parte de las vísceras por fuera, Ben quería asegurarse de que no se volviera a levantar de ninguna manera.
La peste que emanaba del interior del dragón obligó a Sango a echarse hacia atrás y contemplar la obra. Las vísceras iban cayendo lentamente al suelo, al igual que la sangre y otros órganos que Sango no sabía que eran, más vísceras, supuso. El dragón había caído y la sensación de euforia que sintió en aquel momento era algo inigualable y por eso, con escudo y espada en mano abrió los brazos y empuñándolo ambas armas con fuerza lanzó un grito de victoria.
Cuando se calmó y recuperó su equipo, se dirigió a la posición de Huracán, que se había conseguido levantar.
- ¡Menudo movimiento!- Dijo mientras se acercaba a ella y miraba el virote que tenía el dragón clavado en un ojo.- Aunque me gustaría cortarle la cabeza... Para estar seguros de que no se levantará nunca jamás, já.- Sango llegó a su lado y la observó.- ¿Estás bien? Vamos, tenemos que seguir.- Miró hacia atrás.- Y no estamos solos.- Dijo Sango esbozando una sonrisa. Los hombres de Karst habían aprovechado la oportunidad y cargaban contra el castillo.
Eliminar al dragón había sido todo una proeza, pero, ¿qué les aguardaba en el castillo? Sí, el castillo había quedado sin el principal elemento de defensa, pero allí seguía habiendo una bruja con unos poderes extraordinarios y con un séquito de bestias que seguramente habrían presenciado la batalla y serían muy cuidadosas. O puede que no, que simplemente quisieran venganza y se lanzaran como sucias alimañas a por la carroña, cosa que podrían utilizar en su contra. Sea como fuere, se ocuparían a su debido momento.
Ben, que iba tras Huracán, recitó, para sí mismos el nombre de todos los Dioses y agradeció, una vez más, su favor.
- Apuntes:
- Master Othel si alguno de los punto que paso a aclarar a continuación no cuadran con algún elemento que tuviera planeado lo puedo modificar sin ningún problema.
(1) Me he tomado la libertad de añadir dos miembros al grupo: Anders y Asland (compañeros de Sango durante el periodo de instrucción: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
(2) Otra licencia que me tomo: he leído el rumor sobre el capitán. En [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], se habla de una oficial instructor llamado Karst que es trasladado al oeste (o eso es lo que le cuentan a Sango), en esa misma historia, se cuenta que Karst no está muy contento, puede cuadrar con el rumor (el rey sigue sin tener buena opinión de la familia y los responsables tratan de fastidiar -por decirlo suavemente- al hombre).
Sango
Héroe de Aerandir
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Re: Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
Fred supervisaba (una manera fina de decir que estaba mirando sin hacer nada) la pelea de la desconocida con el dragón. Había empezado como una curiosidad morbosa, esperando a que la criatura se percatara de esa pobre desgraciada y se la comiera, pero allí estaban ahora, peleando. En algún momento, el Capitán se había colocado a su lado, aunque él sí que parecía estar supervisando de verdad. Un chasquido seguido de un rugido señaló la pérdida del ojo draconico, por si alguno no estaba mirando. -¿Y ahora?- murmuró el hombre, viendo al dragón empezar a descender a medida que la gravedad hacia lo suyo. Seguro que esperaba algún tipo de truco mágico. No pareció haber ninguno, la desconocida saliendo disparada del dragón con el impacto.
-Bueno, esa es una manera supongo…- siguió con una sonrisa, después de ver a la desconocida aterrizar. No se había hecho daño, no de manera obvia, y eso bastaba. Luego estaba el guerrero, que estaba rematando a la bestia de manera más tradicional. Podían ayudar, pero de aquí a que llegaran, ya habría acabado todo. -Lo conocéis, ¿cierto?- tuvo que esperar unos segundos antes de que Asland y Anders se dieran por aludidos y respondieran.
-Hum, si, entrenamos juntos.- dijo la mujer.
-¿Estilo?- el Capitán estaba escueto, lo que significaba que estaba pensando, maquinando.
-Cuerpo a cuerpo, aunque puede que haya aprendido otras cosas, viendo su…huh…-
-Maestra, supongo.- un aprendiz o un escudero encajaba más que la relación que Asland parecía estar sugiriendo. –Eso es… un problema.- no era ningún secreto que si algo tenían, era hombres para la vanguardia. Solo Fred sabía usar decentemente un arco, y aunque tenían botellas especiales, para arrojar fuego alquímico improvisado no necesitaban un desconocido, no si podía hacer más bien en otra parte.
Sus hombres lo miraban expectantes, buscando su decisión. Era obvia, pero la esperaban igualmente. –No vamos a fiarnos ciegamente de unos desconocidos de intenciones aún más obscuras.- alzó la mano, para interrumpir la queja. “Pero conocemos a ese otro” o algún comentario sobre su obvia (y perfectamente comprensible en su opinión) desconfianza hacia la autoridad o cualquier persona con poder en general, por más que el también fuera una por definición. Idealmente, le habría pedido al escudero que los acompañara, para reducir las posibilidades de que… bueno, más bien para que la desconocida se preocupara de ellos, pero sabiendo lo que sabía ahora, no podía justificarlo sin que fuera extremadamente obvio, así que habría que tomar precauciones de otro tipo. –Pero es una oportunidad que no podemos dejar pasar. Las bestias saldrán ahora enfurecidas, o se retiraran, y una lucha en un espacio cerrado es lo mejor que nos podría pasar. Si llegamos al interior, avanzaremos lentamente, sobre seguro.- y con suerte, no se llevarían la peor parte de las criaturas. –Y si salen fuera… mantenemos posición aquí.- eso sería… malo, pero si eso pasaba, debería hacerse obvio en los próximos minutos.
No ocurrió, se podía ver a simple vista las criaturas retirándose hacia el castillo, unas cuantas arañas de inusual tamaño, un montón de panteras… no podía decidirse si luchar contra algo tan ágil en un pasillo sería bueno u horrible, dependería de si podía correr y saltar por las paredes, seguramente… En cualquier caso, ahora que estaba claro que había escogido el rival, no tenía sentido dejar que se atrincheraran. -Guardias, todos a las armas, es hora de invadir ese castillo!- preferiblemente, por el agujero que fuera a hacer esa mujer con la ballesta, uno tenía derecho a soñar.
-Fred, prepara el arco para las murallas, Anders, quédate en el campamento.- le dijo al hombre. –Si han llegado ese par, seguramente vendrá más gente, tendrás que avisarlos del ataque.- y si fallaban, también tendría que avisar a los refuerzos. ¿Tendría tiempo para escribir una carta? No, ya estaban casi listos. –Pasea conmigo…-
Bienvenidos a la segunda ronda. Habéis escogido la entrada triunfal, por lo que tendréis que llegar a Belladona atravesando a sus criaturas (os recuerdo, panteras, arañas, sapos y murciélagos en diversos grados de humanidad). Atravesad a los enemigos, sin llegar a Belladona, puesto que al poder prepararse, el Boss viene con sorpresa.
Los Guardias atraerán parte de las criaturas, por lo que no hace falta exterminarlas. He preferido decidir que no tienen mucha prisa en llegar, al fin y al cabo, son pocos, y si llegaran antes que vosotros, con suficientes cócteles molotov como para calcinar una pequeña ciudad, cabría la posibilidad que solucionasen el desafío sin vosotros. Y eso sería feo.
-Bueno, esa es una manera supongo…- siguió con una sonrisa, después de ver a la desconocida aterrizar. No se había hecho daño, no de manera obvia, y eso bastaba. Luego estaba el guerrero, que estaba rematando a la bestia de manera más tradicional. Podían ayudar, pero de aquí a que llegaran, ya habría acabado todo. -Lo conocéis, ¿cierto?- tuvo que esperar unos segundos antes de que Asland y Anders se dieran por aludidos y respondieran.
-Hum, si, entrenamos juntos.- dijo la mujer.
-¿Estilo?- el Capitán estaba escueto, lo que significaba que estaba pensando, maquinando.
-Cuerpo a cuerpo, aunque puede que haya aprendido otras cosas, viendo su…huh…-
-Maestra, supongo.- un aprendiz o un escudero encajaba más que la relación que Asland parecía estar sugiriendo. –Eso es… un problema.- no era ningún secreto que si algo tenían, era hombres para la vanguardia. Solo Fred sabía usar decentemente un arco, y aunque tenían botellas especiales, para arrojar fuego alquímico improvisado no necesitaban un desconocido, no si podía hacer más bien en otra parte.
Sus hombres lo miraban expectantes, buscando su decisión. Era obvia, pero la esperaban igualmente. –No vamos a fiarnos ciegamente de unos desconocidos de intenciones aún más obscuras.- alzó la mano, para interrumpir la queja. “Pero conocemos a ese otro” o algún comentario sobre su obvia (y perfectamente comprensible en su opinión) desconfianza hacia la autoridad o cualquier persona con poder en general, por más que el también fuera una por definición. Idealmente, le habría pedido al escudero que los acompañara, para reducir las posibilidades de que… bueno, más bien para que la desconocida se preocupara de ellos, pero sabiendo lo que sabía ahora, no podía justificarlo sin que fuera extremadamente obvio, así que habría que tomar precauciones de otro tipo. –Pero es una oportunidad que no podemos dejar pasar. Las bestias saldrán ahora enfurecidas, o se retiraran, y una lucha en un espacio cerrado es lo mejor que nos podría pasar. Si llegamos al interior, avanzaremos lentamente, sobre seguro.- y con suerte, no se llevarían la peor parte de las criaturas. –Y si salen fuera… mantenemos posición aquí.- eso sería… malo, pero si eso pasaba, debería hacerse obvio en los próximos minutos.
No ocurrió, se podía ver a simple vista las criaturas retirándose hacia el castillo, unas cuantas arañas de inusual tamaño, un montón de panteras… no podía decidirse si luchar contra algo tan ágil en un pasillo sería bueno u horrible, dependería de si podía correr y saltar por las paredes, seguramente… En cualquier caso, ahora que estaba claro que había escogido el rival, no tenía sentido dejar que se atrincheraran. -Guardias, todos a las armas, es hora de invadir ese castillo!- preferiblemente, por el agujero que fuera a hacer esa mujer con la ballesta, uno tenía derecho a soñar.
-Fred, prepara el arco para las murallas, Anders, quédate en el campamento.- le dijo al hombre. –Si han llegado ese par, seguramente vendrá más gente, tendrás que avisarlos del ataque.- y si fallaban, también tendría que avisar a los refuerzos. ¿Tendría tiempo para escribir una carta? No, ya estaban casi listos. –Pasea conmigo…-
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Bienvenidos a la segunda ronda. Habéis escogido la entrada triunfal, por lo que tendréis que llegar a Belladona atravesando a sus criaturas (os recuerdo, panteras, arañas, sapos y murciélagos en diversos grados de humanidad). Atravesad a los enemigos, sin llegar a Belladona, puesto que al poder prepararse, el Boss viene con sorpresa.
Los Guardias atraerán parte de las criaturas, por lo que no hace falta exterminarlas. He preferido decidir que no tienen mucha prisa en llegar, al fin y al cabo, son pocos, y si llegaran antes que vosotros, con suficientes cócteles molotov como para calcinar una pequeña ciudad, cabría la posibilidad que solucionasen el desafío sin vosotros. Y eso sería feo.
Othel
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Re: Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
Pensaba que Belladonna diría algo. Que enarcara una ceja. Aunque sólo fuera por la manera en la que acabamos con una de sus bestias más increíbles. Pero Bella era difícil de impresionar. Y más por mí, que por Sango. Ella no dijo ni una palabra. Volvió a desaparecer en humo y a retirarse visiblemente hacia otra estancia. Era una nueva prueba. A Bella le gustaba poner a prueba a la gente.
Suspiré aborrecida. Sabía que no habíamos hecho más que comenzar. – Tenemos que abrir esta puerta. – le pedí a Sango con mi apática voz, perdiendo la vista por donde Bella se había ido. A una estancia más adentro en el interior del castillo abandonado que había bloqueado con un enorme portón.
Los guardias con los que el chico había hablado irrumpieron en la sala. Ahora que no había dragón, se atrevían a venir. Típico de la guardia. Cuando el trabajo está hecho, aparece para salir en el retrato.
-¿Qué cojones pasa aquí, Sango? ¿Sigue viva la bruja? – preguntó al que conocía. Luego se acercó a mí. – Menuda exhibición aérea. Deduzco que es usted también una bruj… – Me giré para mirar al tipo. Me había quitado la capa antes, así que ahora podía ver cuan guapa era. - ¡Ah! ¡Pero qué diablos! – Sonreí, mirándole fíjamente a los ojos. No me molestaba que pensara que era una no muerta. Le había cogido el punto a la idea de la maldición.
Los demás guardias que accedieron a la sala después tampoco mostraron demasiadas luces. Empezaron a cuchichear sobre todo aquello. Pobres corderitos asustados. Mi aprendiz Sango era bastante más espabilado que ellos. Quizás hablaran también con él. No lo sé. Yo observaba la puerta la puerta de madera, de espaldas a los guardias. Tocaba la madera y podía sentir el éter de mi madre al otro lado. Dentro apestaba. Había un almacén de cadáveres que seguramente se estaba convirtiendo en nuevos esbirros de la aspirante a nigromante.
Y mientras tanto, la guardia preocupada por mí.
-Usted, señorita. Es un cadáver. – clamó la guardia. Me giré para mirarlos, desafiante. Con una mirada pálida y muerta. – No parece mucho mejor que la bruja que, según le he oído decir antes, es su madre. ¿Estás seguro de que podemos confiar en ella, Sango?– inquirió. – ¿Está contigo? ¿Trabaja para la guardia?
Seguí acariciando la puerta. El éter seguía fluyendo al otro lado. Había una docena, sino más, criaturas ya creadas al otro lado, que no tardarían en salir por los ventanucos de las paredes que daban a la sala contigua. Había que derribarla ya. Ante la premura, me giré tranquila hacia los humanos. Se pusieron en guardia. Como si fuera yo el verdadero enemigo. Esperaba confiaran en Sango lo suficiente como para no cometer ninguna estupidez.
-Necios. Es él quien está conmigo. – dije sin entrar en más detalle, en relación a Sango, de una mirada fulminante a los guardias, lo que los asustó aún más. – Yo no sirvo a nadie más que a mí misma y mis intereses. – reí. – Vosotros, de momento, no me habéis ofrecido nada interesante, ni tenéis pinta de que lo vayáis a hacer. Veremos qué tiene que decir la secuaz del Hombre Muerto al respecto. – Seguramente ni sabrían quién era. Sango y yo sí, por Bella. - Por si las moscas, yo que vosotros me preocuparía de huir. O al menos, bien de evitar acabar devorados por una horda de alimañas no muertas que aparecerán en apenas unos instantes. Yo no impediré que lo hagan. -Advertí
Y tal y como predije, no tardaron en aparecer las huestes de Belladonna. Los guardias comenzaron a gritar asustados. Algunos sí que fueron capaces de desenvainar sus espadas para hacerles frente. Yo hice lo propio con mis ballestas y empecé a abatir a aquellas criaturas monstruosas con disparos certeros y a la cabeza.
Era un espacio cerrado, con muros de fría roca. Eso me daba una ventaja para utilizar una de mis habilidades fetiche. Comencé a disparar a las criaturas humanoides, esquivándolas con acrobacias imposibles en el aire. Las panteras, por su agilidad, era quizás lo que más me costaba. Pero los sapos eran meros sacos. Saltos hacia atrás, apoyándome en la pared y pasando incluso por debajo de los animales.
Mientras tanto, fui reuniendo todo el éter que pude en torno a mi cuerpo. Yo también sabía canalizarlo, aunque de una manera distinta a Belladonna. Cuando hube reunido el suficiente, salté hacia el centro y me encogí de cuerpo entero y finalmente, grité, tan fuerte que todo el mismo salió expulsado de mi cuerpo como si de una bomba se tratara. Las corrientes de aire aplastarían a criaturas contra las propias paredes de la sala. Seguramente algún guardia también se llevaría un buen golpe. Esperaba que, al menos, las armaduras tuvieran buena calidad para soportar los impactos.
Y si no, tampoco es que me importara demasiado. Miré a Sango de manera inquisitiva. Todo cuanto debía hacer esa matar a algunos bichos que pudieron sobrevivir a la explosión y abrir esa dichosa puerta.
*Off: Uso habilidad de nivel 5 desencadenada y también la de nivel 2, acribillar.
Suspiré aborrecida. Sabía que no habíamos hecho más que comenzar. – Tenemos que abrir esta puerta. – le pedí a Sango con mi apática voz, perdiendo la vista por donde Bella se había ido. A una estancia más adentro en el interior del castillo abandonado que había bloqueado con un enorme portón.
Los guardias con los que el chico había hablado irrumpieron en la sala. Ahora que no había dragón, se atrevían a venir. Típico de la guardia. Cuando el trabajo está hecho, aparece para salir en el retrato.
-¿Qué cojones pasa aquí, Sango? ¿Sigue viva la bruja? – preguntó al que conocía. Luego se acercó a mí. – Menuda exhibición aérea. Deduzco que es usted también una bruj… – Me giré para mirar al tipo. Me había quitado la capa antes, así que ahora podía ver cuan guapa era. - ¡Ah! ¡Pero qué diablos! – Sonreí, mirándole fíjamente a los ojos. No me molestaba que pensara que era una no muerta. Le había cogido el punto a la idea de la maldición.
Los demás guardias que accedieron a la sala después tampoco mostraron demasiadas luces. Empezaron a cuchichear sobre todo aquello. Pobres corderitos asustados. Mi aprendiz Sango era bastante más espabilado que ellos. Quizás hablaran también con él. No lo sé. Yo observaba la puerta la puerta de madera, de espaldas a los guardias. Tocaba la madera y podía sentir el éter de mi madre al otro lado. Dentro apestaba. Había un almacén de cadáveres que seguramente se estaba convirtiendo en nuevos esbirros de la aspirante a nigromante.
Y mientras tanto, la guardia preocupada por mí.
-Usted, señorita. Es un cadáver. – clamó la guardia. Me giré para mirarlos, desafiante. Con una mirada pálida y muerta. – No parece mucho mejor que la bruja que, según le he oído decir antes, es su madre. ¿Estás seguro de que podemos confiar en ella, Sango?– inquirió. – ¿Está contigo? ¿Trabaja para la guardia?
Seguí acariciando la puerta. El éter seguía fluyendo al otro lado. Había una docena, sino más, criaturas ya creadas al otro lado, que no tardarían en salir por los ventanucos de las paredes que daban a la sala contigua. Había que derribarla ya. Ante la premura, me giré tranquila hacia los humanos. Se pusieron en guardia. Como si fuera yo el verdadero enemigo. Esperaba confiaran en Sango lo suficiente como para no cometer ninguna estupidez.
-Necios. Es él quien está conmigo. – dije sin entrar en más detalle, en relación a Sango, de una mirada fulminante a los guardias, lo que los asustó aún más. – Yo no sirvo a nadie más que a mí misma y mis intereses. – reí. – Vosotros, de momento, no me habéis ofrecido nada interesante, ni tenéis pinta de que lo vayáis a hacer. Veremos qué tiene que decir la secuaz del Hombre Muerto al respecto. – Seguramente ni sabrían quién era. Sango y yo sí, por Bella. - Por si las moscas, yo que vosotros me preocuparía de huir. O al menos, bien de evitar acabar devorados por una horda de alimañas no muertas que aparecerán en apenas unos instantes. Yo no impediré que lo hagan. -Advertí
Y tal y como predije, no tardaron en aparecer las huestes de Belladonna. Los guardias comenzaron a gritar asustados. Algunos sí que fueron capaces de desenvainar sus espadas para hacerles frente. Yo hice lo propio con mis ballestas y empecé a abatir a aquellas criaturas monstruosas con disparos certeros y a la cabeza.
Era un espacio cerrado, con muros de fría roca. Eso me daba una ventaja para utilizar una de mis habilidades fetiche. Comencé a disparar a las criaturas humanoides, esquivándolas con acrobacias imposibles en el aire. Las panteras, por su agilidad, era quizás lo que más me costaba. Pero los sapos eran meros sacos. Saltos hacia atrás, apoyándome en la pared y pasando incluso por debajo de los animales.
Mientras tanto, fui reuniendo todo el éter que pude en torno a mi cuerpo. Yo también sabía canalizarlo, aunque de una manera distinta a Belladonna. Cuando hube reunido el suficiente, salté hacia el centro y me encogí de cuerpo entero y finalmente, grité, tan fuerte que todo el mismo salió expulsado de mi cuerpo como si de una bomba se tratara. Las corrientes de aire aplastarían a criaturas contra las propias paredes de la sala. Seguramente algún guardia también se llevaría un buen golpe. Esperaba que, al menos, las armaduras tuvieran buena calidad para soportar los impactos.
Y si no, tampoco es que me importara demasiado. Miré a Sango de manera inquisitiva. Todo cuanto debía hacer esa matar a algunos bichos que pudieron sobrevivir a la explosión y abrir esa dichosa puerta.
*Off: Uso habilidad de nivel 5 desencadenada y también la de nivel 2, acribillar.
Anastasia Boisson
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Re: Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
Llegaron a una sala, no muy grande, en el interior del castillo y tras un breve intercambio entre madre e hija, la primera se esfumó de la misma manera que era capaz de hacer Huracán. Sango había calmado la euforia que sentía por haber asesinado a un dragón, sin embargo, si todos los relatos sobre Bella eran ciertos ese dragón, que por desgracia aún conservaba la cabeza, podría volver a alzarse. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.
- Necesitamos un ariete o algo pesado...- respondió a Huracán - Podría intentar destruirla pero me llevaría tiempo.- Alzó el hacha a una media altura y miró hacia la puerta.
Unos pocos latidos más tarde, el pelotón de la Guardia llegó hasta donde estaban ellos. Entraron fatigados pero, como mostraban sus ojos, llenos de confianza y esperanza. Y así lo mostraron pues cometieron un terrible error, a juicio de Sango, de abordar de manera tan directa a Huracán, aún así no pudo evitar esbozar una sonrisa al ver que los miembros de la Guardia seguían siendo descarados. Esto le hizo descuidarse y fue tarde cuando quiso coger del brazo a Karst que se había acercado emocionada a alabar el movimiento de Huracán. Cuando se dio cuenta del estado de Huracán dio un paso atrás y miró a Sango, que se acababa de llevar la mano a la frente.
Huracán no le dio tiempo para contestar al capitán Karst, ya que dejó las cosas bien claras, a su manera, claro. Por su parte, Sango se limitó a asentir levemente con la cabeza. Con todos los puntos aclarados, Sango se giró hacia la puerta y luego al resto de la Guardia.
- Bueno, joder, no nos paremos más tiempo aquí, tenemos que reventar esa puerta.- Gritos, alaridos y demás sonidos del Helheim llegaron retumbando de todas partes.
Sango, rápidamente, se colocó en postura defensiva y dos atacantes se lanzaron contra él. Eran bestias desagradables mezclas de diferentes animales y pese a que eran bastante grandes se movían con gran agilidad. Primero atacó un tipo que tenía piernas, más bien patas, como las de un lobo, tronco humano pero con plumas saliendo de varias partes de su cuerpo y su cabeza era una mezcla de lo más desagradable qque incluía kag, humano, pájaro y lobo. Lanzó hacia Sango una patada hacia el escudo que resistió bien el envite y aprovechó para lanzar un hachazo ascendente que obligó a esta bestia a retroceder. Sango tuvo el tiempo justo para recuperar la posición antes de que la segunda bestia cargara contra él. Esta vez era una mezcla de graphorn y humano. La embestida mandó a Sango al suelo pero al rodar pudo ponerse rápidamente en pie para esquivar otro ataque del primero.
Ben tuvo un momento para mirar a su alrededor y vio que el pelotón se estaba posicionando en un círculo para defenderse mejor. Por otra parte Huracán se movía con gran rapidez disparando, saltando y esquivando. Sango se movió hacia el pelotón.
- ¡No perdáis la posición, joder!- Gritaba el capitán Karst.
Las dos bestias atacaron a la vez y se encontraron con los escudos de Sango y otros dos que él no conocía. Las bestias dudaron unos instantes y Sango aprovechó para lanzar otro golpe que esta vez si alcanzó el hombro del híbrido de varias especies. Emitió un rugido de dolor y al ver que no se echaba hacia atrás Sango volvió a golpearle en el mismo lugar. La bestia cayó al suelo y Ben se adelantó rompiendo la formación. Alzó el hacha y con dos golpes descendentes decapitó a la bestia. Por desgracia el híbrido de graphorn no había estado ocioso y se había ensañado con las defensas de la Guardia. Sango se lanzó rápidamente a la ayuda pero la bestia lo esperaba y golpeó con la cola con tal fuerza que mandó a Sango a varios pasos de distancia.
Trató de levantarse no sin antes sacudir la cabeza para tratar de espabilar pero era demasiado tarde el medio humano medio graphorn se le echaba encima y como último recurso Sango colocó el escudo entre ambos, aunque aun podía ver a su atacante. De repente un grito y a continuación una explosión brutal mandó al graphorn volando contra una pared y a Sango lo arrastró por el suelo hasta la misma pared.
La espalda la sentía como si estuviera en llamas y tras ser consciente de que los mismos Dioses habían intervenido para salvarlo se levantó lo más rápido que pudo y miró el caos que se había desatado por toda la sala. En ese preciso instante lo únicos que estaban en pie eran él y Huracán y ambos se miraron. No hizo falta nada más.
Sango arremetió a hachazos contra un sapo gigante y el hombre grpahorn, alternaba los golpes entre uno y otro. Cuando estuvo seguro de que habían muerto se lanzó contra una mujer que tenía el cuerpo salpicado de escamas. Le lanzó un golpazo que ella esquivó tirándose al suelo y rodando pero Sango aprovechó la inercia para lanzarse hacia adelante y pisarle una pierna inmovilizándola y permitiendo que le pudiera clavar el hacha en el cráneo. Sango se giró y vio que varios compañeros, incluida Asland, estaban acabando con las bestias con más o menos fortuna. Ben se acercó a Huracán.
- ¿Estás bien? Tienes...- Sango se detuvo al ver que Karst se acercaba.
- Tiramos esa puerta abajo y matamos a la bruja, ¿no?- Dijo Karst mirando, aún con recelo, a Huracán.
- El plan es abrir la puerta y luego a ver qué nos enfrentamos... Pero tenemos que hacerlo ya, no nos distraigamos aquí.- Dijo Sango y caminó hacia la puerta.
- Podemos prenderle fuego.- Dijo uno de los soldados. Sango ladeó la cabeza y miró los goznes de la puerta.
- Podríamos, sí, pero acabaríamos antes si pudiéramos quitar destruir los goznes. Creo que-
- Quita Sango, yo me encargo.- Le interrumpió otro soldado que empuñaba una maza.
- ¡No! Es más fácil destruir la madera en torno al gozne. Con romper dos podemos tirar a la fuerza la otra.- El que había hablado en segundo lugar no le hizo caso.
Se lanzó a dar mazazos contra las bisagras y parecía estar teniendo éxito. Sango se retiró y miró la sala llena de cuerpos sin vida. Casi sin darse cuenta se acercó, una vez más a Huracán a la que se dirigió en voz baja.
- ¿Crees que Bella sigue siendo la clave para curarte?- Hizo una pausa, ya se habían puesto con la segunda bisagra.- En cualquier caso, estoy contigo hasta el final.- Dijo mirando al frente, hacia la puerta. Un chasquido de madera y soldados echándose hacia atrás.
La puerta cedió.
- Necesitamos un ariete o algo pesado...- respondió a Huracán - Podría intentar destruirla pero me llevaría tiempo.- Alzó el hacha a una media altura y miró hacia la puerta.
Unos pocos latidos más tarde, el pelotón de la Guardia llegó hasta donde estaban ellos. Entraron fatigados pero, como mostraban sus ojos, llenos de confianza y esperanza. Y así lo mostraron pues cometieron un terrible error, a juicio de Sango, de abordar de manera tan directa a Huracán, aún así no pudo evitar esbozar una sonrisa al ver que los miembros de la Guardia seguían siendo descarados. Esto le hizo descuidarse y fue tarde cuando quiso coger del brazo a Karst que se había acercado emocionada a alabar el movimiento de Huracán. Cuando se dio cuenta del estado de Huracán dio un paso atrás y miró a Sango, que se acababa de llevar la mano a la frente.
Huracán no le dio tiempo para contestar al capitán Karst, ya que dejó las cosas bien claras, a su manera, claro. Por su parte, Sango se limitó a asentir levemente con la cabeza. Con todos los puntos aclarados, Sango se giró hacia la puerta y luego al resto de la Guardia.
- Bueno, joder, no nos paremos más tiempo aquí, tenemos que reventar esa puerta.- Gritos, alaridos y demás sonidos del Helheim llegaron retumbando de todas partes.
Sango, rápidamente, se colocó en postura defensiva y dos atacantes se lanzaron contra él. Eran bestias desagradables mezclas de diferentes animales y pese a que eran bastante grandes se movían con gran agilidad. Primero atacó un tipo que tenía piernas, más bien patas, como las de un lobo, tronco humano pero con plumas saliendo de varias partes de su cuerpo y su cabeza era una mezcla de lo más desagradable qque incluía kag, humano, pájaro y lobo. Lanzó hacia Sango una patada hacia el escudo que resistió bien el envite y aprovechó para lanzar un hachazo ascendente que obligó a esta bestia a retroceder. Sango tuvo el tiempo justo para recuperar la posición antes de que la segunda bestia cargara contra él. Esta vez era una mezcla de graphorn y humano. La embestida mandó a Sango al suelo pero al rodar pudo ponerse rápidamente en pie para esquivar otro ataque del primero.
Ben tuvo un momento para mirar a su alrededor y vio que el pelotón se estaba posicionando en un círculo para defenderse mejor. Por otra parte Huracán se movía con gran rapidez disparando, saltando y esquivando. Sango se movió hacia el pelotón.
- ¡No perdáis la posición, joder!- Gritaba el capitán Karst.
Las dos bestias atacaron a la vez y se encontraron con los escudos de Sango y otros dos que él no conocía. Las bestias dudaron unos instantes y Sango aprovechó para lanzar otro golpe que esta vez si alcanzó el hombro del híbrido de varias especies. Emitió un rugido de dolor y al ver que no se echaba hacia atrás Sango volvió a golpearle en el mismo lugar. La bestia cayó al suelo y Ben se adelantó rompiendo la formación. Alzó el hacha y con dos golpes descendentes decapitó a la bestia. Por desgracia el híbrido de graphorn no había estado ocioso y se había ensañado con las defensas de la Guardia. Sango se lanzó rápidamente a la ayuda pero la bestia lo esperaba y golpeó con la cola con tal fuerza que mandó a Sango a varios pasos de distancia.
Trató de levantarse no sin antes sacudir la cabeza para tratar de espabilar pero era demasiado tarde el medio humano medio graphorn se le echaba encima y como último recurso Sango colocó el escudo entre ambos, aunque aun podía ver a su atacante. De repente un grito y a continuación una explosión brutal mandó al graphorn volando contra una pared y a Sango lo arrastró por el suelo hasta la misma pared.
La espalda la sentía como si estuviera en llamas y tras ser consciente de que los mismos Dioses habían intervenido para salvarlo se levantó lo más rápido que pudo y miró el caos que se había desatado por toda la sala. En ese preciso instante lo únicos que estaban en pie eran él y Huracán y ambos se miraron. No hizo falta nada más.
Sango arremetió a hachazos contra un sapo gigante y el hombre grpahorn, alternaba los golpes entre uno y otro. Cuando estuvo seguro de que habían muerto se lanzó contra una mujer que tenía el cuerpo salpicado de escamas. Le lanzó un golpazo que ella esquivó tirándose al suelo y rodando pero Sango aprovechó la inercia para lanzarse hacia adelante y pisarle una pierna inmovilizándola y permitiendo que le pudiera clavar el hacha en el cráneo. Sango se giró y vio que varios compañeros, incluida Asland, estaban acabando con las bestias con más o menos fortuna. Ben se acercó a Huracán.
- ¿Estás bien? Tienes...- Sango se detuvo al ver que Karst se acercaba.
- Tiramos esa puerta abajo y matamos a la bruja, ¿no?- Dijo Karst mirando, aún con recelo, a Huracán.
- El plan es abrir la puerta y luego a ver qué nos enfrentamos... Pero tenemos que hacerlo ya, no nos distraigamos aquí.- Dijo Sango y caminó hacia la puerta.
- Podemos prenderle fuego.- Dijo uno de los soldados. Sango ladeó la cabeza y miró los goznes de la puerta.
- Podríamos, sí, pero acabaríamos antes si pudiéramos quitar destruir los goznes. Creo que-
- Quita Sango, yo me encargo.- Le interrumpió otro soldado que empuñaba una maza.
- ¡No! Es más fácil destruir la madera en torno al gozne. Con romper dos podemos tirar a la fuerza la otra.- El que había hablado en segundo lugar no le hizo caso.
Se lanzó a dar mazazos contra las bisagras y parecía estar teniendo éxito. Sango se retiró y miró la sala llena de cuerpos sin vida. Casi sin darse cuenta se acercó, una vez más a Huracán a la que se dirigió en voz baja.
- ¿Crees que Bella sigue siendo la clave para curarte?- Hizo una pausa, ya se habían puesto con la segunda bisagra.- En cualquier caso, estoy contigo hasta el final.- Dijo mirando al frente, hacia la puerta. Un chasquido de madera y soldados echándose hacia atrás.
La puerta cedió.
Sango
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Re: Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
-Eh…- murmuró Karst con la practicidad de un veterano-, cuando la brujo desvelo su rostro. Bueno, más bien se acercaron lo suficiente para verlo, pero venía a ser lo mismo. Uno veía cosas muy raras en la Guardia con los años, y un cadáver andante era ciertamente único, digno de contar en una taberna, pero tenían problemas más grandes. Una hija levantada de la tumba para pararle los pies a su malvada madre hasta sonaba a algo que vería en una obra de teatro en la capital.
¿Se fiaba? No, pero era un hombre práctico, y la habría alzado de la tumba el mismo si tuviera la más mínima brizna de sangre bruja, así que mientras la apuntara hacia la otra bruja y les abriera un camino, podía ser todo lo muerta y gruñona que quisiera. Además tenían un montón de fuego, y eso iba bien contra los muertos.
Y hablando de muertos, iban a estarlo como no dejaran de criticar a la jovenzuela e hicieran su parte. A Mateo lo pillaron desprevenido, uno de esos gatos mordiéndole el escudo y arrancándoselo de la mano. Mientras se quedaba mirando sus dedos como un idiota, el aprovecho para dar un par de pasos adelante, tirarle una de esas bolsas de hierbas al hocico (al gato, aunque Mateo sin duda se merecía otra también) y lanzar una estocada, destrozándole el ojo mientras se retiraba con el escudo recuperado. Lo empujó contra el guardia, que por fin parecía haber espabilado y empezaron a recuperar la formación, poco a poco. Los dos invitados no los estaban ayudando, pero estaban acabando con los enemigos igualmente, lo que venía a ser lo mismo si esos zoquetes lograban mantener la formación. -¡No perdáis la posición, joder!- Había algo precioso en la formación de la Guardia, como gritar como un instructor sacaba hasta al guardia más pardillo de cualquier rincón que su cabeza de chorlito hubiera encontrado y lo hacía cuadrarse en su posición designada. La formación se cerró casi al instante y poco a poco, fueron ganando posición. Por supuesto que los otros dos ayudaron, pero se las habrían apañado solos…posiblemente. Aunque desde luego la pequeña explosión les trajo más problemas que ventajas.
Belladona estaba sentada en el trono, la yema de uno de sus dedos haciendo círculos en el frasco, produciendo un sonido harmónico, casi hipnótico. Era un objeto tan fascinante, con tanto potencial, y tras tantas… pruebas, estaba bastante segura de poder desentrañar todos sus secretos.
Los delirios de Randall de repente dejaban de parecer imposibles cuando contemplabas algo que podía cambiar lo que te hacia ser quien eras. La puerta empezó a agitarse, siendo golpeada, y los ruidos de batalla se habían apagado, por lo que no tardarían en llegar. Valientes caballeros traídos de todos los rincones, aquí para acabar con el dragón.
No, no era una comparación adecuada. Al fin y al cabo, los caballeros salían triunfantes de esas historias. Se levantó del trono, antes de que se rompiera, era simple, pero elegante, y sería una pena que se rompiera cuando acabara con ellos. Además, no aguantaría su nueva forma. Ya hacía unos segundos que el ardor de su cuerpo había parado, y podía notar los espasmos involuntarios, a medida que su cuerpo crecía de manera desigual, a trompicones.
Era una pena que no fuera tan bonita como su forma original, pero era un cambio temporal, podría volver atrás, o hacia adelante, hacia la perfección, solo tenía que barrer a esos guardias y… bueno, tenía otros planes para su hija. Para cuando la puerta cedió, su forma ya estaba lista. Manos acabadas en garras, tres pares de patas arácnidas para aprovechar la amplia estancia y los órganos vitales reorganizados en una configuración más… óptima, además de unas cuantas sorpresas. Chasqueó los dedos, algo que le costó más de lo que había previsto, y las antorchas que iluminaban la sala tomaron un tono verdusco. Perfecto.
-Bienvenida.- saludó, mientras oía el repiqueteo de sus siervos convergiendo hacia la sala. No tardarían en llegar. –Espero que no te haga costado mucho llegar hasta aquí…- Su perfecta sonrisa se vio un poco mermada por el hecho de que su torso se partió en dos, dejando entrever dos hileras de dientes en una boca lo suficientemente grande como para devorar entero a cualquiera de los presentes.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-Puta vida.- dijo uno, Anders, creía, y la verdad, no podría haber expresado mejor su opinión al ver a esa cosa tan fea. Miró a la bruja y a… la que ya no era bruja, intentando ver el parecido. Daba igual, tenían asuntos pendientes ¿no? Pues que los resolvieran.
-¿Quién tiene las botellas?- preguntó. Aunque no tenía la mejor de las luces, sabía dónde estaban las entradas. Por donde habían llegado, con la puerta en cuestionable estado, dos entradas de servicio a cada lado y una que eventualmente daba al calabozo en la esquina derecha más lejana. Y con los ruidos de bestias acercándose, no iba a complicarse mucho la vida. Cinco botellas ardientes y otras tantas bolsas de hierbajos para gatos después, él y sus 8 hombres estaban cubriendo el pasillo por el que habían llegado, escuchando las uñas repiquetear contra el suelo cada vez más cerca.
Al fin habéis llegado a la sala del trono, y Belladona ha tenido tiempo de arreglarse para la ocasión. Lo primero, podéis cambiar los turnos de posteo o mantenerlos, como vaya mejor a vuestros planes. Y también, plantearos si alguno de vosotros pretende apoderarse del frasco, puesto que solo hay uno y sois dos.
Luego, varias cosas a considerar respecto al Boss. El frasco está dentro de Belladona, por lo que sería malo, muy malo, que acabarais dentro de esa enorme boca. Y como no podría ser de otra manera, tiene características de las criaturas a las que os habéis enfrentado. Una agilidad preocupante, hilos, una larguísima lengua con la que comeros… Oh, y casi me olvido, cada criatura (viva) que coma, la curara si esta herida, o la volverá un esbirro con el Frasco. Y resulta que tenéis a 9 valientes soldados luchando con vosotros…
Al menos están ocupados evitando que vengan más esbirros, por lo que no estorbaran, pero a medida que Belladona empiece a estar herida, tendréis que impedir que vaya a cazarlos. Buena suerte.
¿Se fiaba? No, pero era un hombre práctico, y la habría alzado de la tumba el mismo si tuviera la más mínima brizna de sangre bruja, así que mientras la apuntara hacia la otra bruja y les abriera un camino, podía ser todo lo muerta y gruñona que quisiera. Además tenían un montón de fuego, y eso iba bien contra los muertos.
Y hablando de muertos, iban a estarlo como no dejaran de criticar a la jovenzuela e hicieran su parte. A Mateo lo pillaron desprevenido, uno de esos gatos mordiéndole el escudo y arrancándoselo de la mano. Mientras se quedaba mirando sus dedos como un idiota, el aprovecho para dar un par de pasos adelante, tirarle una de esas bolsas de hierbas al hocico (al gato, aunque Mateo sin duda se merecía otra también) y lanzar una estocada, destrozándole el ojo mientras se retiraba con el escudo recuperado. Lo empujó contra el guardia, que por fin parecía haber espabilado y empezaron a recuperar la formación, poco a poco. Los dos invitados no los estaban ayudando, pero estaban acabando con los enemigos igualmente, lo que venía a ser lo mismo si esos zoquetes lograban mantener la formación. -¡No perdáis la posición, joder!- Había algo precioso en la formación de la Guardia, como gritar como un instructor sacaba hasta al guardia más pardillo de cualquier rincón que su cabeza de chorlito hubiera encontrado y lo hacía cuadrarse en su posición designada. La formación se cerró casi al instante y poco a poco, fueron ganando posición. Por supuesto que los otros dos ayudaron, pero se las habrían apañado solos…posiblemente. Aunque desde luego la pequeña explosión les trajo más problemas que ventajas.
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Belladona estaba sentada en el trono, la yema de uno de sus dedos haciendo círculos en el frasco, produciendo un sonido harmónico, casi hipnótico. Era un objeto tan fascinante, con tanto potencial, y tras tantas… pruebas, estaba bastante segura de poder desentrañar todos sus secretos.
Los delirios de Randall de repente dejaban de parecer imposibles cuando contemplabas algo que podía cambiar lo que te hacia ser quien eras. La puerta empezó a agitarse, siendo golpeada, y los ruidos de batalla se habían apagado, por lo que no tardarían en llegar. Valientes caballeros traídos de todos los rincones, aquí para acabar con el dragón.
No, no era una comparación adecuada. Al fin y al cabo, los caballeros salían triunfantes de esas historias. Se levantó del trono, antes de que se rompiera, era simple, pero elegante, y sería una pena que se rompiera cuando acabara con ellos. Además, no aguantaría su nueva forma. Ya hacía unos segundos que el ardor de su cuerpo había parado, y podía notar los espasmos involuntarios, a medida que su cuerpo crecía de manera desigual, a trompicones.
Era una pena que no fuera tan bonita como su forma original, pero era un cambio temporal, podría volver atrás, o hacia adelante, hacia la perfección, solo tenía que barrer a esos guardias y… bueno, tenía otros planes para su hija. Para cuando la puerta cedió, su forma ya estaba lista. Manos acabadas en garras, tres pares de patas arácnidas para aprovechar la amplia estancia y los órganos vitales reorganizados en una configuración más… óptima, además de unas cuantas sorpresas. Chasqueó los dedos, algo que le costó más de lo que había previsto, y las antorchas que iluminaban la sala tomaron un tono verdusco. Perfecto.
-Bienvenida.- saludó, mientras oía el repiqueteo de sus siervos convergiendo hacia la sala. No tardarían en llegar. –Espero que no te haga costado mucho llegar hasta aquí…- Su perfecta sonrisa se vio un poco mermada por el hecho de que su torso se partió en dos, dejando entrever dos hileras de dientes en una boca lo suficientemente grande como para devorar entero a cualquiera de los presentes.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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-Puta vida.- dijo uno, Anders, creía, y la verdad, no podría haber expresado mejor su opinión al ver a esa cosa tan fea. Miró a la bruja y a… la que ya no era bruja, intentando ver el parecido. Daba igual, tenían asuntos pendientes ¿no? Pues que los resolvieran.
-¿Quién tiene las botellas?- preguntó. Aunque no tenía la mejor de las luces, sabía dónde estaban las entradas. Por donde habían llegado, con la puerta en cuestionable estado, dos entradas de servicio a cada lado y una que eventualmente daba al calabozo en la esquina derecha más lejana. Y con los ruidos de bestias acercándose, no iba a complicarse mucho la vida. Cinco botellas ardientes y otras tantas bolsas de hierbajos para gatos después, él y sus 8 hombres estaban cubriendo el pasillo por el que habían llegado, escuchando las uñas repiquetear contra el suelo cada vez más cerca.
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Al fin habéis llegado a la sala del trono, y Belladona ha tenido tiempo de arreglarse para la ocasión. Lo primero, podéis cambiar los turnos de posteo o mantenerlos, como vaya mejor a vuestros planes. Y también, plantearos si alguno de vosotros pretende apoderarse del frasco, puesto que solo hay uno y sois dos.
Luego, varias cosas a considerar respecto al Boss. El frasco está dentro de Belladona, por lo que sería malo, muy malo, que acabarais dentro de esa enorme boca. Y como no podría ser de otra manera, tiene características de las criaturas a las que os habéis enfrentado. Una agilidad preocupante, hilos, una larguísima lengua con la que comeros… Oh, y casi me olvido, cada criatura (viva) que coma, la curara si esta herida, o la volverá un esbirro con el Frasco. Y resulta que tenéis a 9 valientes soldados luchando con vosotros…
Al menos están ocupados evitando que vengan más esbirros, por lo que no estorbaran, pero a medida que Belladona empiece a estar herida, tendréis que impedir que vaya a cazarlos. Buena suerte.
Othel
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Re: Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
Sango me preguntó si creía que Bella me ayudaría con el asunto. Yo lo miré a los ojos y le respondí con seriedad. – No lo sé. Sólo espero que se muestre colaborativa. – Para a continuación, confirmarme que seguía conmigo hasta el final. Esbocé una sonrisa que no quedaba demasiado bien con mi apariencia de cadáver. Al menos Sango ya no se asustaba. Le agarré por el hombro en señal de gratitud – Bien, vamos a ello. – Concluí en un tono amistoso.
Era el único que verdaderamente me apreciaba a día de hoy a pesar de mi aspecto. La cara del guardia me recordó lo horrible que era. Pero no me importaba. En cuanto hablar con Belladonna, confiaba en poder recuperar mi gloria absoluta. Volver a ser la mujer más hermosa y letal de este mundo. Tan sólo tenía que esperar a que terminaran de derribar la puerta.
Algo que no terminaron en hacer. Y, efectivamente, en la nueva estancia allí estaba Bella. Cerca del trono. Avancé la primera hacia delante, con Sango, como fiel escudero, a mi lado, y los guardias detrás.
-Dejaos de juegos, madre. – Hice una llamada a la concordia. Algo difícil de conseguir en alguien como Bella. Pero me descubrí la cabeza para que me viera. – Tenéis que ayudarme. – rogué juntando ambas manos. Era un rezo. Necesitaba volver a ser yo misma. Y una bruja que había dedicado su vida al estudio de las maldiciones tenía que saber cómo ayudarme.
Bella me miró, pero en sus ojos no había un ápice de lástima, ni de compasión. No la había habido en Dalmasca tampoco. Sólo jugó a hacer girar el frasco de no-nato, pendiente de una cuerda a la que iba agarrado.
-Me aburres, Anastasia. – dijo, apoyando el brazo sobre el trono y sujetándose la cabeza. – Admítelo, hija. Eres una no muerta. Existen curas Igual que todos los que has ido liquidando hasta llegar aquí. No tiene nada de malo. Y encima, te han olvidado. – rió, reflexiva. - Ojalá me eximieran a mí de todos mis pecados. – A continuación se incorporó y comenzó a acercarse. – Ser horrible también puede ser maravilloso, y te lo voy a demostrar. – esbozó una sonrisa en una clara declaración de intenciones que no tardaría demasiado en comprender.
Aunque quisiera reflejar lo contrario, frialdad e independencia, estaba dispuesta a llegar a donde hiciera falta para curar mi maldición y recuperar lo que era mío. Incluso a servir al hombre muerto si así lo requería la situación. Todo menos ayudar a esos malditos elfos de Sandorái que me habían condenado a lo que era ahora mismo.
-¿Por qué sois tan terca? ¿Por qué no escucháis lo que tengo que ofrecer? - me acerqué a ella, dejando al grupo atrás con mi capa roída. Ella caminó hacia mí a la vez que se comió el frasco de no-nato. Iba a decirle que habría estado dispuesta a ayudarla en lo que hiciera falta. Incluso a apoyar al hombre muerto si eso supusiera recuperar mi vida normal. Pero Bella era engreída. No quería abrirse a las negociaciones. Nunca fue su modus operandi.
Se tragó el frasco y comenzó a convertirse en una criatura abominable. Los guardias se asustaron. Retrocedieron varios pasas atrás.
Yo, que era la que más cerca estaba, había visto cosas terribles. Y aquella criatura en la que se había convertido era ciertamente una de las cosas más horripilantes que había visto. Yo sentí una intensa rabia interior. Un calor procedente de mi vientre que me recorría todo el cuerpo. Apreté el puño.
Si quería que fuera malvada. Una loca sin capacidad de raciocinio alguno como era ella porque ser no muerta podía ser maraviloso…
… Así sería.
La nueva forma bestial de Bella me tomó la figura con aquellas garras que tenía por brazos y me levantó. Los guardias se escandalizaron. Creyendo que me iba a devorar. A decir por sus intenciones, tenía todas las papeletas para acabar en las tripas de aquella furibunda criatura.
Pero con el ceño fruncido, le dije mis últimas palabras. - Este ha sido tu último error. – Dije antes de fusionarme con mi elemento y convertirme en una estela de humo, en el momento en el que pretendía darme el bocado.
Reaparecí a su espalda. Flotaba en el aire. Parcialmente convertida en sombra y en humana, cual fantasma. Si era no muerta, lo era con todas las de la ley. Así, con las piernas flexionadas. Estiré los brazos para levantar con viento y telequinesia todos los objetos punzantes y desprendidos de la estancia, que no eran pocos en un castillo en ruinas. Comencé a levantarlos y a lanzárselos estirando los brazos.
Bella trató de detenerlos con sus garras y cola. Con algunos lo consiguió, lanzándolos por toda la estancia, incluso contra algunos guardias. Pero otros impactaron con brutalidad contra su cuerpo, incluso clavándose en ellos, provocándole evidentes daños a decir por los gritos que emitía el monstruo.
Madre se revolvió y trató de evitar que lanzara los objetos propinándome un rápido coletazo de espaldas. Estaba concentrada y no creía que a su espalda fuera capaz de verme. El impacto fue tal que perdí la forma y de espectro y caí hacia el suelo con brutalidad, pero recuperé la consciencia instantes antes de golpear y pude generar una corriente de aire para hacer una voltereta y evitar el choque de morros.
Pensando que me había abatido, Bella se movió rápido hacia los guardias, para tratar de comérselos. Probablemente su intención era recuperar vitalidad o energía. Era algo típico de aquellas criaturas chupavidas. Lo había leído en los libros de caza. No dejaba de ser una criatura de tipo vampírica, como los ekimaras.
Yo, con las piernas flexionadas en el suelo y apoyándome con un brazo sobre este, me llevé la mano a mis cuartos traseros, donde guardaba en mi cinturón las granadas. Saqué rápido la bomba cegadora antes de que atacara y se la estampé en la cara antes de que golpeara a los guardias. - ¡Cerrad los ojos! – grité. Yo hice lo propio y evité sus efectos: Un haz intenso de luz cegaría por completo a los que miraran, y un chirrido que aturdiría. Esto tuvo especialmente efecto sobre Bella, que le había explotado en la cara. La araña retrocedió dolorida y totalmente cegada.
-¡Está aturdida! ¡Atacad, ahora! – Grité mientras sacaba la ballesta pesada y comenzaba a disparar a partes vitales.
Un disparo de virote largo, mano al carcaj sobre, recarga y disparo. Tras años de práctica con la ballesta, podía ser tan rápida como un arquero experimentado. Con el añadido extra de que la potencia no la daba mi brazo, sino los enrevesados mecanismos del ingeniero Soffleheimer.
Rápida y letal. ¿No era así como queríais que fuera, madre?
--
Off: Utilizo la habilidad de nivel 4, tinte de los Boisson, la de nivel 6, flotación aeroquinética, para hacer daño y también la de nivel 3 lux-scintillia para aturdirla durante un turno y evitar que se coma a los guardias.
Sobre la cuestión de quién se queda el objeto, Huracán tiene sus propios planes y se lo quiere quedar. O estás con ella, o contra ella, ni entrará en razones ni dialogará. Sólo tomará represalias contra aquel que se lo quiera arrebatar. Tal y como hemos hablado privado, dejo a Sango decidir si se lo cede voluntariamente y sigue queriendo ser leal a mi bruja, o si le va a hacer frente para tratar de quedárselo.
Era el único que verdaderamente me apreciaba a día de hoy a pesar de mi aspecto. La cara del guardia me recordó lo horrible que era. Pero no me importaba. En cuanto hablar con Belladonna, confiaba en poder recuperar mi gloria absoluta. Volver a ser la mujer más hermosa y letal de este mundo. Tan sólo tenía que esperar a que terminaran de derribar la puerta.
Algo que no terminaron en hacer. Y, efectivamente, en la nueva estancia allí estaba Bella. Cerca del trono. Avancé la primera hacia delante, con Sango, como fiel escudero, a mi lado, y los guardias detrás.
-Dejaos de juegos, madre. – Hice una llamada a la concordia. Algo difícil de conseguir en alguien como Bella. Pero me descubrí la cabeza para que me viera. – Tenéis que ayudarme. – rogué juntando ambas manos. Era un rezo. Necesitaba volver a ser yo misma. Y una bruja que había dedicado su vida al estudio de las maldiciones tenía que saber cómo ayudarme.
Bella me miró, pero en sus ojos no había un ápice de lástima, ni de compasión. No la había habido en Dalmasca tampoco. Sólo jugó a hacer girar el frasco de no-nato, pendiente de una cuerda a la que iba agarrado.
-Me aburres, Anastasia. – dijo, apoyando el brazo sobre el trono y sujetándose la cabeza. – Admítelo, hija. Eres una no muerta. Existen curas Igual que todos los que has ido liquidando hasta llegar aquí. No tiene nada de malo. Y encima, te han olvidado. – rió, reflexiva. - Ojalá me eximieran a mí de todos mis pecados. – A continuación se incorporó y comenzó a acercarse. – Ser horrible también puede ser maravilloso, y te lo voy a demostrar. – esbozó una sonrisa en una clara declaración de intenciones que no tardaría demasiado en comprender.
Aunque quisiera reflejar lo contrario, frialdad e independencia, estaba dispuesta a llegar a donde hiciera falta para curar mi maldición y recuperar lo que era mío. Incluso a servir al hombre muerto si así lo requería la situación. Todo menos ayudar a esos malditos elfos de Sandorái que me habían condenado a lo que era ahora mismo.
-¿Por qué sois tan terca? ¿Por qué no escucháis lo que tengo que ofrecer? - me acerqué a ella, dejando al grupo atrás con mi capa roída. Ella caminó hacia mí a la vez que se comió el frasco de no-nato. Iba a decirle que habría estado dispuesta a ayudarla en lo que hiciera falta. Incluso a apoyar al hombre muerto si eso supusiera recuperar mi vida normal. Pero Bella era engreída. No quería abrirse a las negociaciones. Nunca fue su modus operandi.
Se tragó el frasco y comenzó a convertirse en una criatura abominable. Los guardias se asustaron. Retrocedieron varios pasas atrás.
Yo, que era la que más cerca estaba, había visto cosas terribles. Y aquella criatura en la que se había convertido era ciertamente una de las cosas más horripilantes que había visto. Yo sentí una intensa rabia interior. Un calor procedente de mi vientre que me recorría todo el cuerpo. Apreté el puño.
Si quería que fuera malvada. Una loca sin capacidad de raciocinio alguno como era ella porque ser no muerta podía ser maraviloso…
… Así sería.
La nueva forma bestial de Bella me tomó la figura con aquellas garras que tenía por brazos y me levantó. Los guardias se escandalizaron. Creyendo que me iba a devorar. A decir por sus intenciones, tenía todas las papeletas para acabar en las tripas de aquella furibunda criatura.
Pero con el ceño fruncido, le dije mis últimas palabras. - Este ha sido tu último error. – Dije antes de fusionarme con mi elemento y convertirme en una estela de humo, en el momento en el que pretendía darme el bocado.
Reaparecí a su espalda. Flotaba en el aire. Parcialmente convertida en sombra y en humana, cual fantasma. Si era no muerta, lo era con todas las de la ley. Así, con las piernas flexionadas. Estiré los brazos para levantar con viento y telequinesia todos los objetos punzantes y desprendidos de la estancia, que no eran pocos en un castillo en ruinas. Comencé a levantarlos y a lanzárselos estirando los brazos.
Bella trató de detenerlos con sus garras y cola. Con algunos lo consiguió, lanzándolos por toda la estancia, incluso contra algunos guardias. Pero otros impactaron con brutalidad contra su cuerpo, incluso clavándose en ellos, provocándole evidentes daños a decir por los gritos que emitía el monstruo.
Madre se revolvió y trató de evitar que lanzara los objetos propinándome un rápido coletazo de espaldas. Estaba concentrada y no creía que a su espalda fuera capaz de verme. El impacto fue tal que perdí la forma y de espectro y caí hacia el suelo con brutalidad, pero recuperé la consciencia instantes antes de golpear y pude generar una corriente de aire para hacer una voltereta y evitar el choque de morros.
Pensando que me había abatido, Bella se movió rápido hacia los guardias, para tratar de comérselos. Probablemente su intención era recuperar vitalidad o energía. Era algo típico de aquellas criaturas chupavidas. Lo había leído en los libros de caza. No dejaba de ser una criatura de tipo vampírica, como los ekimaras.
Yo, con las piernas flexionadas en el suelo y apoyándome con un brazo sobre este, me llevé la mano a mis cuartos traseros, donde guardaba en mi cinturón las granadas. Saqué rápido la bomba cegadora antes de que atacara y se la estampé en la cara antes de que golpeara a los guardias. - ¡Cerrad los ojos! – grité. Yo hice lo propio y evité sus efectos: Un haz intenso de luz cegaría por completo a los que miraran, y un chirrido que aturdiría. Esto tuvo especialmente efecto sobre Bella, que le había explotado en la cara. La araña retrocedió dolorida y totalmente cegada.
-¡Está aturdida! ¡Atacad, ahora! – Grité mientras sacaba la ballesta pesada y comenzaba a disparar a partes vitales.
Un disparo de virote largo, mano al carcaj sobre, recarga y disparo. Tras años de práctica con la ballesta, podía ser tan rápida como un arquero experimentado. Con el añadido extra de que la potencia no la daba mi brazo, sino los enrevesados mecanismos del ingeniero Soffleheimer.
Rápida y letal. ¿No era así como queríais que fuera, madre?
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Off: Utilizo la habilidad de nivel 4, tinte de los Boisson, la de nivel 6, flotación aeroquinética, para hacer daño y también la de nivel 3 lux-scintillia para aturdirla durante un turno y evitar que se coma a los guardias.
Sobre la cuestión de quién se queda el objeto, Huracán tiene sus propios planes y se lo quiere quedar. O estás con ella, o contra ella, ni entrará en razones ni dialogará. Sólo tomará represalias contra aquel que se lo quiera arrebatar. Tal y como hemos hablado privado, dejo a Sango decidir si se lo cede voluntariamente y sigue queriendo ser leal a mi bruja, o si le va a hacer frente para tratar de quedárselo.
Anastasia Boisson
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Re: Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
Avanzaba, ahora sí, justo al lado de Huracán y tras ellos, por el oscuro pasillo, el mermado pelotón de la Guardia. Sango confiaba en las opciones de la compañía que se había formado hacía tan solo unos instantes, poco después de entrar todos en el castillo. Cuando Ben creía estar llegando al final del camino, Huracán aceleró el paso y antes de que él pudiera seguirla, el capitán Karst le dio alcance rápidamente.
- ¿Cuánto confías en ella?- Preguntó en un tono lo suficientemente alto como para que sólo Sango pudiera oírlo.
- Pondría mi vida en sus manos llegado el momento.- Sentenció tras unos pasos en silencio. Ben giró la cabeza para mirar a Karst, pero sus duras facciones no revelaron nada. Ben giró la cabeza hacia atrás y vio que la Guardia marchaba en fila de a dos tras ellos. Aquello le reconfortó.
- Sango, la bruja tiene un objeto de gran poder que es necesario recuperar... Es un arma que podemos volver contra nuestros enemigos y liberar estas tierras de esos cabronazos híbridos.- Karst se detuvo y cogió a Sango para que se detuviera. La columna se detuvo.- Escúchame atentamente, debemos entregar ese objeto en Lunargenta allí hay gente sabia que sabrá cómo usarlo contra las bestias y los seres que la oscuridad envía contra nosotros.- Asland se adelantó hacia ellos.
- ¿Has oído hablar del Hombre Muerto? Debemos acabar con él, es la única manera de poner fin al mal.- Un chasquido se escuchó al fondo del pasillo y todos giraron la cabeza en aquella dirección. Justo un instante después se escucharon aullidos, gritos y graznidos desde el lugar del que venían.
- ¡Son esos bichos hijoputas!- Gritó el de la maza.
- ¡Dos escudos al fondo, otro tras ellos, armas largas detrás! Aguantad la posición y retroceded lo justo para asestarles golpes mortales. Mantened la puta posición.- Cinco miembros de la Guardia, entre ellos Asland, se posicionaron en el pasillo esperando a las bestias.- El resto, avancemos y busquemos a la bruja.- Karst avanzó tras Sango que iba pensando en lo que le acababan de revelar.
Bella poseía un objeto de gran poder. Qué efectos tenía, Sango lo desconocía pero si era cierto lo que decía Karst, que en Lunargenta había gente capaz de usar el objeto para combatir al Hombre Muerto y acabar con el mal del mundo significaría que al fin, todos los hombres podrían vivir en paz. La derrota del mal implicaría que Huracán ya no se vería afectada por la maldición y se cumplirían, por tanto, las dos cosas que Sango más deseaba en ese momento: la paz para hombres y mujeres de Verisar y la liberación de la maldición de Huracán.
Tales revelaciones le dieron a Sango una fuerza y un vigor renovado con el que aceleró la marcha al tiempo que desenvainaba la espada que brilló en el oscuro pasillo. Cuando llegaron a la estancia, amplia, bien iluminada, había allí una bestia enorme que justo chasqueó los dedos para que todas la velas y antorchas cambiaron su luz a un tono verde apagado que oscureció sobremanera la estancia. Sango se detuvo sin poder dejar de mirar a la horrible criatura y a Huracán que se alzaba, valientemente, ante ella. Del pasillo del que venían se escucharon gritos y Karst empezó a pegar voces dando órdenes. Huracán se movió y el combate empezó pese a que Sango seguía observando el enorme ser que se alzaba ante él.
Un grito y Sango se descubrió cargando contra una de las patas del enorme rival. Cuando lanzó un espazado lo último que esperaba era que la espada hiciera apenas un rasguño pero lo peor de todo fue que justo después de asestar el golpe, la pata se alzó y lo golpeó haciendo que volara hacia atrás. El golpe no fue tan brusco como había esperado pero lo alejó demasiado de la acción. Se levantó lo más rápido que pudo y volvió a correr contra la bestia al tiempo que vio como, en el aire, se materializaba Huracán y caía al suelo. Ben sin detenerse se lanzó una vez más hacia una de sus patas pero esta vez no lanzó ningún golpe sino que saltó y se abrazó a ella, esta vez no hubo reacción por parte del monstruo y Sango aprovechó para escalar, no obstante, resbaló y cayó al suelo. Tuvo que rodar varias veces para que las patas no lo apisonaran.
Cuando tuvo un momento se puso boca abajo y justo cuando trataba de ponerse en pie un fogonazo blanco le obligó a cerrar los ojos y quedarse con la cabeza pegada al suelo. Cuando notó el suelo vibrar más de lo necesario, Sango se levantó, aún con los ojos cerrados y echó a correr. Acababa de salir de debajo de la bestia cuando abrió los ojos y descubrió que la cola iba hacia él a muchísima velocidad. Le dio tiempo a poner el escudo en medio pero el impacto nunca llegó porque la bestia empezó a dar saltos y lanzar patadas en todas direcciones. Ben se alejó y vio que la bestia trataba de quitarse algo de la cara, o lo que quedaba de ella. En ese instante dos explosiones se produjeron cerca del torso del monstruo que se agitó y se alzó de las patas de atrás. Ben aprovechó, así como dos miembros de la Guardia, para situarse debajo de la bestia pero esta extendió las patas y se dejó caer. Sango reaccionó a tiempo y se detuvo a escasos seis pasos de la bestia.
- ¡¡Fuera, no!!- El grito llegó demasiado tarde. El de la maza y otro que Sango no había podido reconocer yacían aplastados bajo la bestia que gritaba de dolor.
Ben, aprovechó que la bestia estaba tirada en el suelo y saltó sobre una de sus patas para intentar, una vez más, escalar sobre ella. A punto estuvo de resbalar una vez más, pero clavó la espada en ella y se aferró a ella sin importarle que el escudo cayera al suelo. Ben no lo sabía pero había agujerado uno de los tendones de la araña y aquella pata dejó de funcionar. Una saeta voló por encima de su cabeza y se clavó en el cuerpo de la bestia.
Sango desenfundó el hacha y mientras se mantenía aferrado a la espada con la izquierda, usó la derecha a modo de piolet para ayudarse a seguir avanzando. Le costó dar el siguiente paso porque la espada salió con dificultad, pero cuando la hizo la bestia emitió un grito de dolor y se estuvo quieta el tiempo suficiente como para que Sango clavara la espada más arriba, sin embargo no penetró tanto como antes y en un salto que dio la bestia la espada se dobló y Sango escuchó el chasquido de la espada partirse y perdió el apoyo de la mano izquierda pero con la derecha seguía aferrado a la bestia que ahora lanzaba los brazos hacia atrás, hacia él.
En un movimiento de fortuna, Sango pudo darse impulso ya que había sentido una superficie lo suficientemente sólida como para hacerlo. En estas llegó a lo que era, supuso Sango, el lomo de la bestia. Allí pudo estar de pie y lanzó una rápida mirada al frente, donde estaba el torso de la bestia y la parte pensante. Pero una vez más, Sango resbaló y de nuevo clavó lo que quedaba de espada en el lomo de la bestia y por fin vio brotar sangre. A su lado explotó una de las botellas que lanzaban los soldados. Ben lanzó un hachazo pero lo único que hizo fue pegarle un puñetazo a la bestia. No sabía cómo, pero había perdido el hacha. Sango se aferró a un virote que había cerca y lo usó para subir. Los Dioses debían estar de su parte porque se partió justo cuando descargó el peso del mismo.
Otra vez más, Ben, empuñando lo que quedaba de espada y que, sorprendentemente, conservaba el encantamiento de hielo, se encontraba erguido y los Dioses quisieron que Sango clavara los ojos en la única persona de aquella sala que quizá hubiera sentido algo, alguna vez, por él y él por ella... Asland, que gritaba aterrorizada, estaba prisionera en una de las manos de la bestia y esta se la llevaba hacia las grandes fauces. Ben se cambió el arma de mano y se lanzó contra el torso y algo una fuerza súbita se apoderó de él y cambiándose el arma de mano, se lanzó hacia el hombro que le quedaba un poco por encima de la cabeza y lo acuchilló varias veces provocando que abriera la mano y que la mujer cayera al suelo. Pero Sango estaba demasiado ocupado ensañándose con el brazo. Tres tajos más y el brazo colgó como una rama marchita y de él emanaba sangre que bañó a Sango y a todos los que se encontraba cerca de la acción.
La bestia, desesperada, lanzó el otro brazo por encima del hombro cercenado y alcanzó a Sango estampándolo contra el lomo de la bestia. Ben, tras muchos equilibrios acabó cayendo al suelo conmocionado por el brutal golpe que había recibido. Todos los sonidos a su alrededor se escuchaban lejanos y su visión era borrosa. Sin embargo consiguió levantarse y pudo enfocar a la bestia que estaba arrinconada.
- ¡¡Ahora!!- Un grito y dos latidos más tarde varias explosiones se sucedieron de manera continuada. La bestia gritó, se alzó de las patas de delante pero no pudo aguantar y cayó al suelo y todos corrieron a rematar a la bestia.
Cuando la bestia exhaló, el silencio se apoderó de la sala, tan solo interrumpido por el crepitar de las llamas, que estaba consumiendo el gran trono de madera que presidía el salón. Ben se encontraba de rodillas frente a la bestia muerta y a unos siete pasos de Asland que estaba inconsciente y por la forma que tenía uno de sus brazos parecía tenerlo roto. Sango se sorprendió al ver que aún seguía empuñando con fuerza lo que quedaba de espada, medio brazo como mucho, contando la empuñadura. La soltó y el sonido del metal contra el suelo llamó la atención de los presentes que observaron como Ben se inclinaba hacia adelante para coger algo. Ben estuvo un tiempo contemplándolo pues lo reconocía. Cogió la espada y se levantó y envainándola habló.-
- Lo tenemos...- No Sango, tú lo tienes. Ben frunció el ceño.- Si este es el mal que nos espera si no detenemos al Hombre Muerto, mejor será que nos demos prisa en llegar a Lunargenta.- Ben sacudió la cabeza, creía oír voces, ¿te das cuenta del poder que puedes llegar a poseer si te lo quedas?- ¡No!- Gritó para sorpresa de los presentes. Ben escuchó una risa y tras unos instantes en los que luchó por no hacer caso a las voces se giró hacia Huracán.
- Es nuestra oportunidad de librarnos de la miseria del mundo y liberarte de la maldición. Debemos llevar el objeto a Lunargenta.- La miró con confianza, pero Sango percibió algo distinto en ella. Giró la cabeza hacia Karst que estaba dando órdenes para trasportar a Asland y cubrir las salidas.- Capitán Karst, señor, llevemos esto a Lunargenta lo más rápido posible... no quiero permanecer mucho tiempo más aquí.- Dijo Sango. El capitán asintió.
Ben se giró para mirar a Huracán. Sango frunció el ceño. Creyó estar escuchando a Milton llamarle idiota mientras se reía. Miró al objeto y luego a Huracán.
Tardó mucho en darse cuenta de lo que realmente pasaba.
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Estoy abierto a hacer una ronda PVP contra huracán si master Othel lo considera oportuno.
- ¿Cuánto confías en ella?- Preguntó en un tono lo suficientemente alto como para que sólo Sango pudiera oírlo.
- Pondría mi vida en sus manos llegado el momento.- Sentenció tras unos pasos en silencio. Ben giró la cabeza para mirar a Karst, pero sus duras facciones no revelaron nada. Ben giró la cabeza hacia atrás y vio que la Guardia marchaba en fila de a dos tras ellos. Aquello le reconfortó.
- Sango, la bruja tiene un objeto de gran poder que es necesario recuperar... Es un arma que podemos volver contra nuestros enemigos y liberar estas tierras de esos cabronazos híbridos.- Karst se detuvo y cogió a Sango para que se detuviera. La columna se detuvo.- Escúchame atentamente, debemos entregar ese objeto en Lunargenta allí hay gente sabia que sabrá cómo usarlo contra las bestias y los seres que la oscuridad envía contra nosotros.- Asland se adelantó hacia ellos.
- ¿Has oído hablar del Hombre Muerto? Debemos acabar con él, es la única manera de poner fin al mal.- Un chasquido se escuchó al fondo del pasillo y todos giraron la cabeza en aquella dirección. Justo un instante después se escucharon aullidos, gritos y graznidos desde el lugar del que venían.
- ¡Son esos bichos hijoputas!- Gritó el de la maza.
- ¡Dos escudos al fondo, otro tras ellos, armas largas detrás! Aguantad la posición y retroceded lo justo para asestarles golpes mortales. Mantened la puta posición.- Cinco miembros de la Guardia, entre ellos Asland, se posicionaron en el pasillo esperando a las bestias.- El resto, avancemos y busquemos a la bruja.- Karst avanzó tras Sango que iba pensando en lo que le acababan de revelar.
Bella poseía un objeto de gran poder. Qué efectos tenía, Sango lo desconocía pero si era cierto lo que decía Karst, que en Lunargenta había gente capaz de usar el objeto para combatir al Hombre Muerto y acabar con el mal del mundo significaría que al fin, todos los hombres podrían vivir en paz. La derrota del mal implicaría que Huracán ya no se vería afectada por la maldición y se cumplirían, por tanto, las dos cosas que Sango más deseaba en ese momento: la paz para hombres y mujeres de Verisar y la liberación de la maldición de Huracán.
Tales revelaciones le dieron a Sango una fuerza y un vigor renovado con el que aceleró la marcha al tiempo que desenvainaba la espada que brilló en el oscuro pasillo. Cuando llegaron a la estancia, amplia, bien iluminada, había allí una bestia enorme que justo chasqueó los dedos para que todas la velas y antorchas cambiaron su luz a un tono verde apagado que oscureció sobremanera la estancia. Sango se detuvo sin poder dejar de mirar a la horrible criatura y a Huracán que se alzaba, valientemente, ante ella. Del pasillo del que venían se escucharon gritos y Karst empezó a pegar voces dando órdenes. Huracán se movió y el combate empezó pese a que Sango seguía observando el enorme ser que se alzaba ante él.
Un grito y Sango se descubrió cargando contra una de las patas del enorme rival. Cuando lanzó un espazado lo último que esperaba era que la espada hiciera apenas un rasguño pero lo peor de todo fue que justo después de asestar el golpe, la pata se alzó y lo golpeó haciendo que volara hacia atrás. El golpe no fue tan brusco como había esperado pero lo alejó demasiado de la acción. Se levantó lo más rápido que pudo y volvió a correr contra la bestia al tiempo que vio como, en el aire, se materializaba Huracán y caía al suelo. Ben sin detenerse se lanzó una vez más hacia una de sus patas pero esta vez no lanzó ningún golpe sino que saltó y se abrazó a ella, esta vez no hubo reacción por parte del monstruo y Sango aprovechó para escalar, no obstante, resbaló y cayó al suelo. Tuvo que rodar varias veces para que las patas no lo apisonaran.
Cuando tuvo un momento se puso boca abajo y justo cuando trataba de ponerse en pie un fogonazo blanco le obligó a cerrar los ojos y quedarse con la cabeza pegada al suelo. Cuando notó el suelo vibrar más de lo necesario, Sango se levantó, aún con los ojos cerrados y echó a correr. Acababa de salir de debajo de la bestia cuando abrió los ojos y descubrió que la cola iba hacia él a muchísima velocidad. Le dio tiempo a poner el escudo en medio pero el impacto nunca llegó porque la bestia empezó a dar saltos y lanzar patadas en todas direcciones. Ben se alejó y vio que la bestia trataba de quitarse algo de la cara, o lo que quedaba de ella. En ese instante dos explosiones se produjeron cerca del torso del monstruo que se agitó y se alzó de las patas de atrás. Ben aprovechó, así como dos miembros de la Guardia, para situarse debajo de la bestia pero esta extendió las patas y se dejó caer. Sango reaccionó a tiempo y se detuvo a escasos seis pasos de la bestia.
- ¡¡Fuera, no!!- El grito llegó demasiado tarde. El de la maza y otro que Sango no había podido reconocer yacían aplastados bajo la bestia que gritaba de dolor.
Ben, aprovechó que la bestia estaba tirada en el suelo y saltó sobre una de sus patas para intentar, una vez más, escalar sobre ella. A punto estuvo de resbalar una vez más, pero clavó la espada en ella y se aferró a ella sin importarle que el escudo cayera al suelo. Ben no lo sabía pero había agujerado uno de los tendones de la araña y aquella pata dejó de funcionar. Una saeta voló por encima de su cabeza y se clavó en el cuerpo de la bestia.
Sango desenfundó el hacha y mientras se mantenía aferrado a la espada con la izquierda, usó la derecha a modo de piolet para ayudarse a seguir avanzando. Le costó dar el siguiente paso porque la espada salió con dificultad, pero cuando la hizo la bestia emitió un grito de dolor y se estuvo quieta el tiempo suficiente como para que Sango clavara la espada más arriba, sin embargo no penetró tanto como antes y en un salto que dio la bestia la espada se dobló y Sango escuchó el chasquido de la espada partirse y perdió el apoyo de la mano izquierda pero con la derecha seguía aferrado a la bestia que ahora lanzaba los brazos hacia atrás, hacia él.
En un movimiento de fortuna, Sango pudo darse impulso ya que había sentido una superficie lo suficientemente sólida como para hacerlo. En estas llegó a lo que era, supuso Sango, el lomo de la bestia. Allí pudo estar de pie y lanzó una rápida mirada al frente, donde estaba el torso de la bestia y la parte pensante. Pero una vez más, Sango resbaló y de nuevo clavó lo que quedaba de espada en el lomo de la bestia y por fin vio brotar sangre. A su lado explotó una de las botellas que lanzaban los soldados. Ben lanzó un hachazo pero lo único que hizo fue pegarle un puñetazo a la bestia. No sabía cómo, pero había perdido el hacha. Sango se aferró a un virote que había cerca y lo usó para subir. Los Dioses debían estar de su parte porque se partió justo cuando descargó el peso del mismo.
Otra vez más, Ben, empuñando lo que quedaba de espada y que, sorprendentemente, conservaba el encantamiento de hielo, se encontraba erguido y los Dioses quisieron que Sango clavara los ojos en la única persona de aquella sala que quizá hubiera sentido algo, alguna vez, por él y él por ella... Asland, que gritaba aterrorizada, estaba prisionera en una de las manos de la bestia y esta se la llevaba hacia las grandes fauces. Ben se cambió el arma de mano y se lanzó contra el torso y algo una fuerza súbita se apoderó de él y cambiándose el arma de mano, se lanzó hacia el hombro que le quedaba un poco por encima de la cabeza y lo acuchilló varias veces provocando que abriera la mano y que la mujer cayera al suelo. Pero Sango estaba demasiado ocupado ensañándose con el brazo. Tres tajos más y el brazo colgó como una rama marchita y de él emanaba sangre que bañó a Sango y a todos los que se encontraba cerca de la acción.
La bestia, desesperada, lanzó el otro brazo por encima del hombro cercenado y alcanzó a Sango estampándolo contra el lomo de la bestia. Ben, tras muchos equilibrios acabó cayendo al suelo conmocionado por el brutal golpe que había recibido. Todos los sonidos a su alrededor se escuchaban lejanos y su visión era borrosa. Sin embargo consiguió levantarse y pudo enfocar a la bestia que estaba arrinconada.
- ¡¡Ahora!!- Un grito y dos latidos más tarde varias explosiones se sucedieron de manera continuada. La bestia gritó, se alzó de las patas de delante pero no pudo aguantar y cayó al suelo y todos corrieron a rematar a la bestia.
Cuando la bestia exhaló, el silencio se apoderó de la sala, tan solo interrumpido por el crepitar de las llamas, que estaba consumiendo el gran trono de madera que presidía el salón. Ben se encontraba de rodillas frente a la bestia muerta y a unos siete pasos de Asland que estaba inconsciente y por la forma que tenía uno de sus brazos parecía tenerlo roto. Sango se sorprendió al ver que aún seguía empuñando con fuerza lo que quedaba de espada, medio brazo como mucho, contando la empuñadura. La soltó y el sonido del metal contra el suelo llamó la atención de los presentes que observaron como Ben se inclinaba hacia adelante para coger algo. Ben estuvo un tiempo contemplándolo pues lo reconocía. Cogió la espada y se levantó y envainándola habló.-
- Lo tenemos...- No Sango, tú lo tienes. Ben frunció el ceño.- Si este es el mal que nos espera si no detenemos al Hombre Muerto, mejor será que nos demos prisa en llegar a Lunargenta.- Ben sacudió la cabeza, creía oír voces, ¿te das cuenta del poder que puedes llegar a poseer si te lo quedas?- ¡No!- Gritó para sorpresa de los presentes. Ben escuchó una risa y tras unos instantes en los que luchó por no hacer caso a las voces se giró hacia Huracán.
- Es nuestra oportunidad de librarnos de la miseria del mundo y liberarte de la maldición. Debemos llevar el objeto a Lunargenta.- La miró con confianza, pero Sango percibió algo distinto en ella. Giró la cabeza hacia Karst que estaba dando órdenes para trasportar a Asland y cubrir las salidas.- Capitán Karst, señor, llevemos esto a Lunargenta lo más rápido posible... no quiero permanecer mucho tiempo más aquí.- Dijo Sango. El capitán asintió.
Ben se giró para mirar a Huracán. Sango frunció el ceño. Creyó estar escuchando a Milton llamarle idiota mientras se reía. Miró al objeto y luego a Huracán.
Tardó mucho en darse cuenta de lo que realmente pasaba.
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Héroe de Aerandir
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Re: Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
-Aguantad…. Aguantad… ¡empujad!- El pequeño pelotón, con él al frente, se movió como uno, empujando las criaturas con todas sus fuerzas y retirándose inmediatamente, aprovechando la apertura para lanzar estocadas contra las criaturas entre los escudos. Una botella llameante salió desde detrás suyo, seguido de lo que parecía un cascote, dándole de lleno a un sapo. –¿Anders?-
-Mmmm … aguantan. Puede que hasta estén ganando.- no podía quitar la vista del frente, así que siempre había alguien en el turno de botellas asegurándose de echar una mirada de vez en cuando, por más ganas que tuviera después de que la sala se iluminara súbitamente por algún tipo de magia. Ya preguntaría más tarde, si vivían. Lástima que Anders fuera tan horrible haciéndole de ojos.
El plan funcionaba, bastante bien, pero estaban perdiendo terreno, retrocediendo cada vez más hacia la sala, y llegaría un momento en el que entrarían de lleno, perdiendo la ventaja del pasillo, o se meterían en medio, y eso no podía ser. Pero la alternativa era plantarse y no ceder, lo que causaría algo más que los roces que tenían sus hombres.
Y entonces un cascote salió volando y le atizó al hombre que tenía al lado en toda la cabeza. Estaba vivo, pero el casco se había movido, encajándose en una muy mala postura que le impedía ver, por no hablar de que su cerebro estaría… un poco tocado. Si uno estaba mirando la batalla, habría deducido sin problemas que se trataba de un pedrusco accidental en el ataque de la bruja, pero con la mirada al frente, centrada en los enemigos, ahora más humanos, Karst asumió que alguno había lanzado una piedra para romper la formación, y que más seguirían.
Otra entrada a añadir a la lista de cosas que salían mal. Tenían que cargarse a Mama Araña y salir por patas. Puede que hasta tuvieran suerte y las criaturas se dispersaran cuando pasara. Pero alguien tenía que quedarse a aguantar todo lo posible. –Id a matar esa cosa.-
Casi lloró de orgullo, al ver que sus hombres solo dudaron un momento, lanzando unas cuantas botellas y piedras antes de abandonarlo a su suerte. No pasaba nada, era como tenían que ser las cosas. Él era el mejor si no estaban en formación, una educación de caballero no podía compararse con unos pocos años en la guardia. Separo las piernas, agachándose ligeramente, espada al lado, hasta tocar la pared, y luego un poco más, para medir sus cortes. Tenía que ser él, no podía dejar que mancillaran su casa. El primero de sus enemigos avanzó, un hombre cuervo, que por algún motivo usaba sus piernas para atacar en vez de un arma de verdad, saltando como si intentara tocar el techo. Dos pasos firmes, un tajo descendiente y el monstruo se estaba desangrando sin lo que fuera que los cuervos consideraban hombría. El siguiente fue más cuidadoso, una mujer araña con una lanza, probando su defensa con unas suaves estocadas… pero la usaba con las dos manos, lo que implicaba tener el cuerpo girado en un ángulo, y poco podías hacer cuando te empotraban la cara contra la pared y te apuñalaban los riñones, la lanza atrapada contra ti mismo. Pero venían uno tras otro, casi jugando con él, y había tantos, que había empezado a conservar las energías, moviéndose lo justo, actuando en súbitos arranques de movimiento. Ambos bandos confiaban en que el suyo ganaría, en que solo tenían que ganar tiempo. Tenía que ser él, otro lo habría hecho mal.
Había perdido la cuenta para cuando salió volando hacia el salón, lo que sonaba muy bien, pero seguramente era culpa de la conmoción y no por la ingente cantidad de enemigos. Dejo el escudo, ahora inservible, a un lado y se arrancó el yelmo, abollado. Solo entonces se permitió un segundo para mirar, mientras el sapo con la maza se acercaba lentamente, sin prisa.
Y estaban ganando, sus soldados atacando a esa aberración con todas sus fuerzas. Y los otros dos también, por supuesto, pero estaba más interesado en el invento que estaba haciendo Mateo, una amalgama de cosas que parecía el hijo bastardo de un alquimista y un tabernero, a punto de explotar. Esa era la idea sin duda, a juzgar por como había un guardia cuyo único trabajo aprecia tener una antorcha de fuego verdusco cerca, pero respetuosamente lejos, con mucha, mucha aprensión. Dioses, no iban a derrumbar la sala con eso ¿cierto?
No había tiempo para preguntar, esa cosa estaba expuesta, y era el momento de intentar matarla, no preguntarle al hombre si estaba seguro de que no los mataría a todos. Principalmente, porque sospechaba que no le gustaría la respuesta. La amalgama de cristal ropa y una pequeña llamita verde surcó los cielos.
Se giró, pues no había olvidado al sapo que le había dado una paliza y aprovecho las explosiones para rematarlo, mientras la sala se inundaba de un distintivo olor a hierbajos quemados. ¿Lo había hecho a propósito, para reducir la intensidad de la explosión y no matarlos a todos, concentrándola? Miró al hombre, el único atónito, en vez de corriendo a matar a la araña. No, seguía siendo un zoquete, había sido casualidad. Volvió su atención al pasillo y se lo encontró vacío, los engendros que estaba completamente seguro que aún quedaban, idos, huyendo seguramente.
Se había acabado por ahora, así que se permitió tomar un respiró, sentándose por un momento mientras sus hombres se reunían, para tratarse las heridas, mientras esperaban ordenes suyas. El objeto estaba en esa araña. Él lo sabía, sus hombres lo sabían, los invitados también, sin duda. Podía llevarlo a Lunargenta, aunque esa bruja no parecía muy… entusiasmada al respecto, bien podía haberle ordenado que cavara letrinas con la cara que ponía. Y por más agotada que estuviera, ¿valía la pena arriesgar a sus hombres por un objeto claramente peligroso? Aunque si tan peligroso era, habrían despachado rápidamente unos cuantos caballeros o algo así… puede que el objeto fuera normalito, y la bruja fuera lo verdaderamente peligroso. Es decir, sus órdenes habían sido esperar, así que un grupo de… aventureros había intervenido, desde la generosidad de sus corazones. Por caridad, porque desde luego él no iba a pagarles.
–No os relajéis muchachos, aún tenemos que buscar supervivientes, limpiar los monstruos rezagados, enterrar todas esas cosas… comed algo y nos vamos.- dejando la araña allí tirada, dejo sin añadir.
En cuando a la… custodia compartida, no os voy a hacer lucharpara mi entretenimiento por el ítem si no queréis, obviamente. Si quieres, Sango, si realmente quieres el ítem y no crees que Anastasia vaya a traerlo a Lunargenta como pareces querer tú, mándame mp y abriré tema aparte para PvP. Huracán ha gastado bastantes habilidades, así que está más igualado de lo normal. ¿Es suficiente? Quién sabe. Siempre puedes ir tú, sin ítem, a Lunargenta y chivarte, conoces a Anastasia mejor que cualquiera de esos guardias, seguro que hay… maneras de recuperarlo, y ella jamás lo sabría…seguramente. Voy a dejar el tema abierto, por si acaso consideras mejor recibir un saetazo y evitarte las complicaciones, seguro que esos guardias tan amables no te dejan morir. Mándame mp con tu decisión
En cualquier caso, alguien recibe el objeto y ambos recibís 5 xp y 50 aeros.
-Mmmm … aguantan. Puede que hasta estén ganando.- no podía quitar la vista del frente, así que siempre había alguien en el turno de botellas asegurándose de echar una mirada de vez en cuando, por más ganas que tuviera después de que la sala se iluminara súbitamente por algún tipo de magia. Ya preguntaría más tarde, si vivían. Lástima que Anders fuera tan horrible haciéndole de ojos.
El plan funcionaba, bastante bien, pero estaban perdiendo terreno, retrocediendo cada vez más hacia la sala, y llegaría un momento en el que entrarían de lleno, perdiendo la ventaja del pasillo, o se meterían en medio, y eso no podía ser. Pero la alternativa era plantarse y no ceder, lo que causaría algo más que los roces que tenían sus hombres.
Y entonces un cascote salió volando y le atizó al hombre que tenía al lado en toda la cabeza. Estaba vivo, pero el casco se había movido, encajándose en una muy mala postura que le impedía ver, por no hablar de que su cerebro estaría… un poco tocado. Si uno estaba mirando la batalla, habría deducido sin problemas que se trataba de un pedrusco accidental en el ataque de la bruja, pero con la mirada al frente, centrada en los enemigos, ahora más humanos, Karst asumió que alguno había lanzado una piedra para romper la formación, y que más seguirían.
Otra entrada a añadir a la lista de cosas que salían mal. Tenían que cargarse a Mama Araña y salir por patas. Puede que hasta tuvieran suerte y las criaturas se dispersaran cuando pasara. Pero alguien tenía que quedarse a aguantar todo lo posible. –Id a matar esa cosa.-
Casi lloró de orgullo, al ver que sus hombres solo dudaron un momento, lanzando unas cuantas botellas y piedras antes de abandonarlo a su suerte. No pasaba nada, era como tenían que ser las cosas. Él era el mejor si no estaban en formación, una educación de caballero no podía compararse con unos pocos años en la guardia. Separo las piernas, agachándose ligeramente, espada al lado, hasta tocar la pared, y luego un poco más, para medir sus cortes. Tenía que ser él, no podía dejar que mancillaran su casa. El primero de sus enemigos avanzó, un hombre cuervo, que por algún motivo usaba sus piernas para atacar en vez de un arma de verdad, saltando como si intentara tocar el techo. Dos pasos firmes, un tajo descendiente y el monstruo se estaba desangrando sin lo que fuera que los cuervos consideraban hombría. El siguiente fue más cuidadoso, una mujer araña con una lanza, probando su defensa con unas suaves estocadas… pero la usaba con las dos manos, lo que implicaba tener el cuerpo girado en un ángulo, y poco podías hacer cuando te empotraban la cara contra la pared y te apuñalaban los riñones, la lanza atrapada contra ti mismo. Pero venían uno tras otro, casi jugando con él, y había tantos, que había empezado a conservar las energías, moviéndose lo justo, actuando en súbitos arranques de movimiento. Ambos bandos confiaban en que el suyo ganaría, en que solo tenían que ganar tiempo. Tenía que ser él, otro lo habría hecho mal.
Había perdido la cuenta para cuando salió volando hacia el salón, lo que sonaba muy bien, pero seguramente era culpa de la conmoción y no por la ingente cantidad de enemigos. Dejo el escudo, ahora inservible, a un lado y se arrancó el yelmo, abollado. Solo entonces se permitió un segundo para mirar, mientras el sapo con la maza se acercaba lentamente, sin prisa.
Y estaban ganando, sus soldados atacando a esa aberración con todas sus fuerzas. Y los otros dos también, por supuesto, pero estaba más interesado en el invento que estaba haciendo Mateo, una amalgama de cosas que parecía el hijo bastardo de un alquimista y un tabernero, a punto de explotar. Esa era la idea sin duda, a juzgar por como había un guardia cuyo único trabajo aprecia tener una antorcha de fuego verdusco cerca, pero respetuosamente lejos, con mucha, mucha aprensión. Dioses, no iban a derrumbar la sala con eso ¿cierto?
No había tiempo para preguntar, esa cosa estaba expuesta, y era el momento de intentar matarla, no preguntarle al hombre si estaba seguro de que no los mataría a todos. Principalmente, porque sospechaba que no le gustaría la respuesta. La amalgama de cristal ropa y una pequeña llamita verde surcó los cielos.
Se giró, pues no había olvidado al sapo que le había dado una paliza y aprovecho las explosiones para rematarlo, mientras la sala se inundaba de un distintivo olor a hierbajos quemados. ¿Lo había hecho a propósito, para reducir la intensidad de la explosión y no matarlos a todos, concentrándola? Miró al hombre, el único atónito, en vez de corriendo a matar a la araña. No, seguía siendo un zoquete, había sido casualidad. Volvió su atención al pasillo y se lo encontró vacío, los engendros que estaba completamente seguro que aún quedaban, idos, huyendo seguramente.
Se había acabado por ahora, así que se permitió tomar un respiró, sentándose por un momento mientras sus hombres se reunían, para tratarse las heridas, mientras esperaban ordenes suyas. El objeto estaba en esa araña. Él lo sabía, sus hombres lo sabían, los invitados también, sin duda. Podía llevarlo a Lunargenta, aunque esa bruja no parecía muy… entusiasmada al respecto, bien podía haberle ordenado que cavara letrinas con la cara que ponía. Y por más agotada que estuviera, ¿valía la pena arriesgar a sus hombres por un objeto claramente peligroso? Aunque si tan peligroso era, habrían despachado rápidamente unos cuantos caballeros o algo así… puede que el objeto fuera normalito, y la bruja fuera lo verdaderamente peligroso. Es decir, sus órdenes habían sido esperar, así que un grupo de… aventureros había intervenido, desde la generosidad de sus corazones. Por caridad, porque desde luego él no iba a pagarles.
–No os relajéis muchachos, aún tenemos que buscar supervivientes, limpiar los monstruos rezagados, enterrar todas esas cosas… comed algo y nos vamos.- dejando la araña allí tirada, dejo sin añadir.
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Ah, los dilemas del mando. ¿Cumples las ordenes de un lejano rey que más o menos dijiste que ibas a ignorar, o salvas a los pocos compañeros que te quedan en una zona devastada y traes el orden y la ley? Bueno, mi Capitán favorito no está en la situación que esta por seguir las ordenes al pie de la letra precisamente. No será ningún secreto quien tiene el objeto, como en otros temas, pero podría ser peor, podríais haber acabado con lengua de sapo.En cuando a la… custodia compartida, no os voy a hacer luchar
En cualquier caso, alguien recibe el objeto y ambos recibís 5 xp y 50 aeros.
Othel
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Re: Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
La batalla había concluido. Finalmente, volvimos a salir victoriosos en una cruenta batalla contra Belladonna. La bruja había terminado recuperando su forma humana cuando ya no tuve energía suficiente para combatir. Así, trataba de levantarse sobre un charco de sangre, en el suelo.
Me acerqué a ella. Me miró apenada. Su fervor por Lady Mortagglia podía llegar a comprenderlo. A fin de cuentas, era su madre, mi abuela. Pero su ambición le había llevado demasiado lejos. El susodicho hombre muerto eran palabras mayores. La bruja era fácil de tentar cuando se le ofrecía un poder desbocado. Pero nadie era inmortal. Ni siquiera los dioses de otros planetas, como yo misma había comprobado hace unos meses.
No había tiempo. Bella moría y había tanto que decir.
-¿Qué razones tengo para quererte, madre? – comencé diciendo, seria. Me arrodillé junto a ella. – Obviando todos tus asesinatos y servicios a la Hermandad, jamás hiciste nada por mí. Me atacaste en múltiples ocasiones. Mataste a amigos y familiares. Apuñalaste a sangre fría a la mujer que yo llamaba madre. Torturaste al hermano de mi amiga de toda la vida. A la hermana de mi pareja. – Lady Igraine, Cassandra, Elen, Eltrant, Rachel, Milton, Isabella… La lista de crímenes de Bella no era pequeña, y la bruja lo sabía. Por eso escuchaba, pero no decía nada. - Y a pesar de todo, siempre me mantuve de tu lado. Traté de recuperarte.
Belladonna no dijo nada. Sólo me miraba apenada. Quizás por las graves heridas, quizás porque simplemente no tenía nada que discutir.
Me agaché a donde estaba su varita. La tomé, observándola durante unos instantes antes de guardarla en mi bolso y erguirme.
-Pero esta vez hay algo por encima de todo eso. Algo que no me deja elección. – La miré en el suelo. Era incapaz de hablar. Ni siquiera ella merecía una muerte tan cruel. - No es una cuestión de mero orgullo. Se trata de algo que tú fuiste jamás incapaz de sentir. - Me erguí.
-Per… Perdóname.
-¿Qué te perdone? – pregunté retóricamente. – Si hasta hace cinco minutos todavía reclamé tu cordura. Y tu respuesta fue la misma: Acabar con todo quien te lleva la contraria. Mi madre intentó salvarte, yo lo intenté. Pero no tuviste solución.
Y aún si hubiera tenido opción de salvarla, lo habría hecho. Pero no había médicos allí. Dejarla morir como un perro desangrándose y entre convulsiones era demasiado indigno, incluso para ella. Desenfundé la ballesta de mano y apunté a su cabeza.
Respiré hondo.
-Saluda a mamá y a la abuela, cuando te reúnas con ellas. – resumí. Ella sabía a quien me refería: A Isabella y a Anastasia Boisson, su madre y la mujer que lo comenzó todo.
Y disparé.
Guardé la respiración unos segundos. El alma se me encogió. Cerré los ojos, de espaldas al grupo. Un sentimiento de profunda decepción me invadía. Las lágrimas recorrieron mi rostro, descorriendo el rímel a través de las mejillas. Juro que intenté todo lo que estuvo en mi mano. Al igual que Isabella, había fallado tratando de hacerla entrar en razón. Si hubiese cooperado desde el principio, todo habría sido mucho más sencillo.
Me di la vuelta y volví hacia el grupo. Caminando despacio, sin decir nada y con el rostro cubierto por la capucha. Los guardias celebraban la victoria sobre la peligrosa reina araña y su estirpe.
Mi escudero Sango clamaba con júbilo la victoria. Y lo primero que hizo fue correr hacia mí. Con ilusión para repetir por enésima vez que aquel objeto era mi salvación y que me ayudaría a lograrlo. Además, creía que todo ello pasaba por entregar el objeto a los incompetentes de la guardia de Lunargenta.
Las intenciones eran buenas, pero la idea era descabellada. Había quedado patente que aquellos incompetentes que ni siquiera eran capaces de derrotar a un dragón de mentira hecho con restos humanos. ¿Qué harían con un objeto de semejante poder? Yo había llevado el rubí de centinela, un objeto parecido, durante un par de años. Sabía de primera mano lo nocivos que eran esos objetos para la salud mental. Tenía que ser yo la portadora, y entregarlo a alguien que verdaderamente pudiera ayudar.
Por otra parte, el joven Sango se había esmerado mucho en ayudarme. Aunque estaba de espaldas a mí, por primera vez desde que nos conocimos en el desierto, lo miré como lo hacía con Eltrant, o con Elen. Alguien a quien comenzaba a apreciar por todo cuanto había hecho por mí...
… Y eso me hacia rabiar. Llevaba semanas esforzándome en que me odiara. Y no entendía por qué. Sí. Había dos razones que me hacían querer alejarme de él: La primera, mi orgullo. La segunda, el hecho de que las personas que me importaban siempre terminaban mal. Por mi culpa. Quería que se alejara de mí. Yo no era más que un amuleto de desgracias y malaventura.
Desenfundé una ballesta de mano y apunté al humano. – Sango, entrégame el objeto. ¡Ahora! – grité imperativa.
El resto de hombres se pusieron en guardia contra mí. Pero yo sólo observaba a Sango. Me quité la capucha, para dirigirme a él de manera más personal. Ahora sí podía apreciar mi cara totalmente pálida y blanca, marcando un fuerte contraste con el rímel negro descorrido a través de mi rostro. Y mis labios igualmente pintados.
-¿Por qué insistes en seguirme? ¿Qué te he hecho para que estés tan empecinado en ayudarme? – pregunté, ansiosa buscando respuestas. – ¿Utilizarte como conductor mientras te quemabas al sol? ¿Tratarte como un mercenario de tres al cuarto? ¿Mis palabras de superioridad o de desprecio? ¡Joder! ¿Es que no tienes ni una pizca de amor propio? – Hice una pausa y varios gestos de negación con la cabeza. - ¡Vamos! Defiéndete a ti, a los tuyos, tus ideales. Toma tu espada. Rasga mi piel.
Quizás Sango se resistiese a atacar, pero después de que le robaran la vida y le arrebataran todo cuanto tenía, la nueva Anastasia había aprendido a ser cruel y despiadada. A no fiarse de nadie ni a depender de nadie. Sango había sido quien más me había ayudado desde entonces, pero nada cambiaría. - ¿Crees que no me atrevo a dispararte? – Comenté con rabia. Apretando con más fuerza el arma. Fruncí todavía más el ceño. – Acabas de ver a mi madre morir por su orgullo. No subestimes la naturaleza de una Boisson, humano. No sabes nada de mí, ni de mi familia. – Algo dentro de mí pedía no disparar pero... - Odio que creas que me conoces.
Apreté el gatillo.
No fue a matar. Sólo un tiro rápido al brazo con el que sujetaba el vial, para evitar que pudiera tomar represalias. Cuando el objeto saliera volando, lo atraje con mi telequinesis hasta mí.
Le miré condescendiente. Estaba arrepentida por dentro, pero no por fuera. – Hay una razón por la que no puedes ayudarme. – dije ya calmada, mirando a sus ojos, con cierta lástima. Era el mayor de mis secretos desde hacía años. Algo que ni siquiera sabía nadie de mis allegados. – No trates de seguirme.
Dicho esto, me desvanecí ante la presencia de todos y salí en forma de estela de humo por una de las ventanas. Lejos de donde pudiera llegar. Llevaría el objeto a aquel que me pudiera ayudar.
Podía negarlo. Pero el clímax de mi decadencia no estaba demasiado lejos. Si nadie lo evitaba.
*Off: Perdón por el tochopost. Ya que muere un personaje muy importante (ni más ni menos que mi acompañante), quería darle un poco de drama. He metaroleado que me quedo con el objeto con permiso de Sango.
Me acerqué a ella. Me miró apenada. Su fervor por Lady Mortagglia podía llegar a comprenderlo. A fin de cuentas, era su madre, mi abuela. Pero su ambición le había llevado demasiado lejos. El susodicho hombre muerto eran palabras mayores. La bruja era fácil de tentar cuando se le ofrecía un poder desbocado. Pero nadie era inmortal. Ni siquiera los dioses de otros planetas, como yo misma había comprobado hace unos meses.
No había tiempo. Bella moría y había tanto que decir.
-¿Qué razones tengo para quererte, madre? – comencé diciendo, seria. Me arrodillé junto a ella. – Obviando todos tus asesinatos y servicios a la Hermandad, jamás hiciste nada por mí. Me atacaste en múltiples ocasiones. Mataste a amigos y familiares. Apuñalaste a sangre fría a la mujer que yo llamaba madre. Torturaste al hermano de mi amiga de toda la vida. A la hermana de mi pareja. – Lady Igraine, Cassandra, Elen, Eltrant, Rachel, Milton, Isabella… La lista de crímenes de Bella no era pequeña, y la bruja lo sabía. Por eso escuchaba, pero no decía nada. - Y a pesar de todo, siempre me mantuve de tu lado. Traté de recuperarte.
Belladonna no dijo nada. Sólo me miraba apenada. Quizás por las graves heridas, quizás porque simplemente no tenía nada que discutir.
Me agaché a donde estaba su varita. La tomé, observándola durante unos instantes antes de guardarla en mi bolso y erguirme.
-Pero esta vez hay algo por encima de todo eso. Algo que no me deja elección. – La miré en el suelo. Era incapaz de hablar. Ni siquiera ella merecía una muerte tan cruel. - No es una cuestión de mero orgullo. Se trata de algo que tú fuiste jamás incapaz de sentir. - Me erguí.
-Per… Perdóname.
-¿Qué te perdone? – pregunté retóricamente. – Si hasta hace cinco minutos todavía reclamé tu cordura. Y tu respuesta fue la misma: Acabar con todo quien te lleva la contraria. Mi madre intentó salvarte, yo lo intenté. Pero no tuviste solución.
Y aún si hubiera tenido opción de salvarla, lo habría hecho. Pero no había médicos allí. Dejarla morir como un perro desangrándose y entre convulsiones era demasiado indigno, incluso para ella. Desenfundé la ballesta de mano y apunté a su cabeza.
Respiré hondo.
-Saluda a mamá y a la abuela, cuando te reúnas con ellas. – resumí. Ella sabía a quien me refería: A Isabella y a Anastasia Boisson, su madre y la mujer que lo comenzó todo.
Y disparé.
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Guardé la respiración unos segundos. El alma se me encogió. Cerré los ojos, de espaldas al grupo. Un sentimiento de profunda decepción me invadía. Las lágrimas recorrieron mi rostro, descorriendo el rímel a través de las mejillas. Juro que intenté todo lo que estuvo en mi mano. Al igual que Isabella, había fallado tratando de hacerla entrar en razón. Si hubiese cooperado desde el principio, todo habría sido mucho más sencillo.
Me di la vuelta y volví hacia el grupo. Caminando despacio, sin decir nada y con el rostro cubierto por la capucha. Los guardias celebraban la victoria sobre la peligrosa reina araña y su estirpe.
Mi escudero Sango clamaba con júbilo la victoria. Y lo primero que hizo fue correr hacia mí. Con ilusión para repetir por enésima vez que aquel objeto era mi salvación y que me ayudaría a lograrlo. Además, creía que todo ello pasaba por entregar el objeto a los incompetentes de la guardia de Lunargenta.
Las intenciones eran buenas, pero la idea era descabellada. Había quedado patente que aquellos incompetentes que ni siquiera eran capaces de derrotar a un dragón de mentira hecho con restos humanos. ¿Qué harían con un objeto de semejante poder? Yo había llevado el rubí de centinela, un objeto parecido, durante un par de años. Sabía de primera mano lo nocivos que eran esos objetos para la salud mental. Tenía que ser yo la portadora, y entregarlo a alguien que verdaderamente pudiera ayudar.
Por otra parte, el joven Sango se había esmerado mucho en ayudarme. Aunque estaba de espaldas a mí, por primera vez desde que nos conocimos en el desierto, lo miré como lo hacía con Eltrant, o con Elen. Alguien a quien comenzaba a apreciar por todo cuanto había hecho por mí...
… Y eso me hacia rabiar. Llevaba semanas esforzándome en que me odiara. Y no entendía por qué. Sí. Había dos razones que me hacían querer alejarme de él: La primera, mi orgullo. La segunda, el hecho de que las personas que me importaban siempre terminaban mal. Por mi culpa. Quería que se alejara de mí. Yo no era más que un amuleto de desgracias y malaventura.
Desenfundé una ballesta de mano y apunté al humano. – Sango, entrégame el objeto. ¡Ahora! – grité imperativa.
El resto de hombres se pusieron en guardia contra mí. Pero yo sólo observaba a Sango. Me quité la capucha, para dirigirme a él de manera más personal. Ahora sí podía apreciar mi cara totalmente pálida y blanca, marcando un fuerte contraste con el rímel negro descorrido a través de mi rostro. Y mis labios igualmente pintados.
-¿Por qué insistes en seguirme? ¿Qué te he hecho para que estés tan empecinado en ayudarme? – pregunté, ansiosa buscando respuestas. – ¿Utilizarte como conductor mientras te quemabas al sol? ¿Tratarte como un mercenario de tres al cuarto? ¿Mis palabras de superioridad o de desprecio? ¡Joder! ¿Es que no tienes ni una pizca de amor propio? – Hice una pausa y varios gestos de negación con la cabeza. - ¡Vamos! Defiéndete a ti, a los tuyos, tus ideales. Toma tu espada. Rasga mi piel.
Quizás Sango se resistiese a atacar, pero después de que le robaran la vida y le arrebataran todo cuanto tenía, la nueva Anastasia había aprendido a ser cruel y despiadada. A no fiarse de nadie ni a depender de nadie. Sango había sido quien más me había ayudado desde entonces, pero nada cambiaría. - ¿Crees que no me atrevo a dispararte? – Comenté con rabia. Apretando con más fuerza el arma. Fruncí todavía más el ceño. – Acabas de ver a mi madre morir por su orgullo. No subestimes la naturaleza de una Boisson, humano. No sabes nada de mí, ni de mi familia. – Algo dentro de mí pedía no disparar pero... - Odio que creas que me conoces.
Apreté el gatillo.
No fue a matar. Sólo un tiro rápido al brazo con el que sujetaba el vial, para evitar que pudiera tomar represalias. Cuando el objeto saliera volando, lo atraje con mi telequinesis hasta mí.
Le miré condescendiente. Estaba arrepentida por dentro, pero no por fuera. – Hay una razón por la que no puedes ayudarme. – dije ya calmada, mirando a sus ojos, con cierta lástima. Era el mayor de mis secretos desde hacía años. Algo que ni siquiera sabía nadie de mis allegados. – No trates de seguirme.
Dicho esto, me desvanecí ante la presencia de todos y salí en forma de estela de humo por una de las ventanas. Lejos de donde pudiera llegar. Llevaría el objeto a aquel que me pudiera ayudar.
Podía negarlo. Pero el clímax de mi decadencia no estaba demasiado lejos. Si nadie lo evitaba.
*Off: Perdón por el tochopost. Ya que muere un personaje muy importante (ni más ni menos que mi acompañante), quería darle un poco de drama. He metaroleado que me quedo con el objeto con permiso de Sango.
Anastasia Boisson
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Re: Recuperando el orgullo [Evento Objetos del 19]
Que Sango estuviera agarrando con fuerza el frasco no dejaba de sorprenderle a él mismo. Tampoco que en medio de ese silencio que se había instalado entre Huracán y Sango, este se hubiera acercado a ella. Los Dioses sabrían.
- Debemos ir a Lunargenta y...- No siguió hablando porque algo cambió en Huracán.
Ella, como respuesta, le instó a entregarle el objeto. Ben dio dos pasos atrás, intimidado por el grito y asustado por el repentino cambio de actitud y tono. Ben se fijó en huracán que se acababa de quitar la capucha. Ben tragó saliva y la miró a los ojos. Era difícil mantener la mirada y no fijarse en el resto, gris, sin vida, muerto. Miró al frasco y luego al suelo mientras Huracán siguió descargando su ira contra él. Sango se removió incómodo y miró al capitán Karst que parecía estar alerta. Luego volvió a centrar la mirada en Huracán.
- Te sigo porque...- Sango se detuvo. ¿Sabía, realmente, por qué seguía a Huracán? Sí, había unos cuantos, pero, ¿era capaz de decirlos?
Huracán no le dio tiempo a continuar y le apuntó con una de las ballestas. Ben se puso tenso. A unos diez pasos, el capitán Karst y los allí presentes seguían contemplando la escena con las manos en las empuñaduras de las armas. El pulso de Sango se aceleró.
- No lucharé contra ti, Huracán.- Hizo una pausa y por un breve instante de tiempo creyó tener alguna posibilidad.- No, no lo haré. No puedo imaginarme el dolor que debes estar padeciendo ahora mismo, pero créeme cuando te digo que no lucharé contra alguien a quien le debo la vida.-
- Acabas de ver a mi madre morir por su orgullo. No subestimes la naturaleza de una Boisson, humano. No sabes nada de mí, ni de mi familia.- Ella hizo una pausa y le miró. - Odio que creas que me conoces.
No, no te conozco, pero conozco aquello en lo que no quiero que permanezcas para siempre. Aquello no lo dijo. Fue un pensamiento que se le pasó por la cabeza antes de que el virote le hiciera girar sobre sí mismo y caer al suelo de rodillas.
Se llevó la mano derecha al hombro, justo por donde estaba clavado el virote. Las espadas se desenvainaron casi al instante. Y huracán todavía tuvo tiempo para despedirse, dedicándole una mirada y desvaneciéndose poco después. Sango se quedó allí, encogido, aferrado al virote con la mirada posada en el último sitio en el que había visto a Huracán. Era incapaz de articular una sola palabra, queja o gemido. En su cabeza solo había lugar a especulaciones, escenarios posibles e imposibles y Huracán.
- ¡Sango, Sango! ¡Joder hay que sacárselo antes de que empeore!- El capitán Karst y otro soldado habían llegado con las armas en alto a donde estaba Sango.
Lo tendieron con cuidado y Sango se quedó mirando el techo del salón. Tratando de comprender si Huracán lo había tramado todo desde el principio; la maldición hablaba por ella; o si la muerte de su madre unido al gran poder del objeto y su deseo por liberarse de la maldición la habían trastornado, entre otros muchos supuestos.
- Mateo, sujétalo bien fuerte, voy a tirar de esta mierda.- Karst hablaba con voz autoritaria.- Voy a contar hasta tres.-
Entonces como caído del cielo, se le ocurrió que la culpa podía ser suya.
- Una-
Pero, ¿acaso una persona que trataba de ayudar a otra podía considerarse culpable de algo?
- Dos.-
Karst tiró del virote y Mateo, tras ver que Sango no se movía tapó la herida con sus manos.
- Usa un trapo, córtale la ropa o algo.- El techo se oscurecía.- Oh joder, no, Sango no te duermas.- Ben volvió al mundo de los vivos y miró a Karst.
El mundo que veían sus ojos tornó en una masa uniforme de oscuridad.
------------
Tal y como lo habíamos hablado, el objeto queda en posesión de Huracán. Saludos ; )
- Debemos ir a Lunargenta y...- No siguió hablando porque algo cambió en Huracán.
Ella, como respuesta, le instó a entregarle el objeto. Ben dio dos pasos atrás, intimidado por el grito y asustado por el repentino cambio de actitud y tono. Ben se fijó en huracán que se acababa de quitar la capucha. Ben tragó saliva y la miró a los ojos. Era difícil mantener la mirada y no fijarse en el resto, gris, sin vida, muerto. Miró al frasco y luego al suelo mientras Huracán siguió descargando su ira contra él. Sango se removió incómodo y miró al capitán Karst que parecía estar alerta. Luego volvió a centrar la mirada en Huracán.
- Te sigo porque...- Sango se detuvo. ¿Sabía, realmente, por qué seguía a Huracán? Sí, había unos cuantos, pero, ¿era capaz de decirlos?
Huracán no le dio tiempo a continuar y le apuntó con una de las ballestas. Ben se puso tenso. A unos diez pasos, el capitán Karst y los allí presentes seguían contemplando la escena con las manos en las empuñaduras de las armas. El pulso de Sango se aceleró.
- No lucharé contra ti, Huracán.- Hizo una pausa y por un breve instante de tiempo creyó tener alguna posibilidad.- No, no lo haré. No puedo imaginarme el dolor que debes estar padeciendo ahora mismo, pero créeme cuando te digo que no lucharé contra alguien a quien le debo la vida.-
- Acabas de ver a mi madre morir por su orgullo. No subestimes la naturaleza de una Boisson, humano. No sabes nada de mí, ni de mi familia.- Ella hizo una pausa y le miró. - Odio que creas que me conoces.
No, no te conozco, pero conozco aquello en lo que no quiero que permanezcas para siempre. Aquello no lo dijo. Fue un pensamiento que se le pasó por la cabeza antes de que el virote le hiciera girar sobre sí mismo y caer al suelo de rodillas.
Se llevó la mano derecha al hombro, justo por donde estaba clavado el virote. Las espadas se desenvainaron casi al instante. Y huracán todavía tuvo tiempo para despedirse, dedicándole una mirada y desvaneciéndose poco después. Sango se quedó allí, encogido, aferrado al virote con la mirada posada en el último sitio en el que había visto a Huracán. Era incapaz de articular una sola palabra, queja o gemido. En su cabeza solo había lugar a especulaciones, escenarios posibles e imposibles y Huracán.
- ¡Sango, Sango! ¡Joder hay que sacárselo antes de que empeore!- El capitán Karst y otro soldado habían llegado con las armas en alto a donde estaba Sango.
Lo tendieron con cuidado y Sango se quedó mirando el techo del salón. Tratando de comprender si Huracán lo había tramado todo desde el principio; la maldición hablaba por ella; o si la muerte de su madre unido al gran poder del objeto y su deseo por liberarse de la maldición la habían trastornado, entre otros muchos supuestos.
- Mateo, sujétalo bien fuerte, voy a tirar de esta mierda.- Karst hablaba con voz autoritaria.- Voy a contar hasta tres.-
Entonces como caído del cielo, se le ocurrió que la culpa podía ser suya.
- Una-
Pero, ¿acaso una persona que trataba de ayudar a otra podía considerarse culpable de algo?
- Dos.-
Karst tiró del virote y Mateo, tras ver que Sango no se movía tapó la herida con sus manos.
- Usa un trapo, córtale la ropa o algo.- El techo se oscurecía.- Oh joder, no, Sango no te duermas.- Ben volvió al mundo de los vivos y miró a Karst.
El mundo que veían sus ojos tornó en una masa uniforme de oscuridad.
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Tal y como lo habíamos hablado, el objeto queda en posesión de Huracán. Saludos ; )
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