Ella es el norte (Libre) [5/5]
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Antes de salir de aquel cuarto, Ryuu tomó el mapa, pluma y papel. Hizo una copia burda del mapa para llevárselo, marcando los puntos que creía que le servirían mejor para guiarse por ese territorio desconocido para él. Al terminar, contempló su trabajo: no era para nada comparable con el original, pero al menos cumpliría su propósito... esperaba.
Una vez que todos habían decidido ya sus destinos, el arquero los condujo a través de los pasillos hasta la puerta sur. Rezando para que la llave que tenía ahora en sus garras fuera la correcta (y para que la puerta fuera realmente la salida), Ryuu la abrió. Sus oraciones parecían haber sido escuchadas, ya que al otro lado los esperaba el blanco paisaje montañoso del norte, teñido ya del añil del anochecer.
El ave se quedó quieto unos minutos, contemplando aquella imagen realmente hermosa. Era una sensación extraña la que sentía en ese instante, como si tuviera un sueño muy bonito justo después de una pesadilla horrible. Pero esto era la realidad, y la pesadilla probablemente no había terminado aún.
-¿De verdad voy a aventurarme sólo, después de todo lo que pasó? ¿Sabiendo de ese sueño de mi madre? Debo estar loco... Maldita sea mi costumbre de ayudar...-
Se sobresaltó un poco al sentir la mano de la elfa en su hombro. Saliendo por fin de sus pensamientos, le respondió también en tono de broma.
-Los cantaría yo, pero digamos que mi voz no es la mejor... Estaba pensando que ese tal ¿Igor, Ilvor? o como se llame no debe estar actuando en solitario. Si fue capaz de conseguir tantos mercenarios para esa torre, es probable que tenga más de ellos. O incluso puede ser que cuente con otros aliados que ya se encuentren en esos pueblos. Todos debemos tener mucho cuidado.-
Escuchó también las palabras del elfo, tomando nota de la posible ruta de escape. Se despidió del resto de la misma manera que ellos lo habían hecho, deseándoles la protección de sus dioses.
-Y que a ustedes los guíen el Druida y el Constructor por una ruta sin contratiempos. Espero que nuestro próximo encuentro sea más parecido al primero y no a éste. Tengan cuidado Ayl, Iori.- Estaba un poco preocupado por las chicas. Aunque no las conociera realmente bien, eran las primeras personas (junto con Zelas) que había conocido fuera de su aldea. Los consideraba sus primeros amigos, o por lo menos algo cercano a eso.
Partió rumbo a Angbaros luego de despedirse. Quería aprovechar lo poco que quedaba de luz para, como mínimo, encontrar el camino correcto. Gracias al "mapa" no tardó mucho en verlo, así que siguió el río que corría a la izquierda del mismo y que le servía como referencia. Una vez que ya se le hizo imposible continuar debido a la falta de luz, el arquero subió a un árbol cercano, que parecía indicar el inicio de un pequeño bosque. Se dispuso a descansar todo lo que pudiera antes de seguir su travesía cuando el sol saliera de nuevo. Sin embargo algunos aullidos, un poco lejanos aún, no auguraban nada bueno. Debería mantener su arco a mano, por las dudas.
Una vez que todos habían decidido ya sus destinos, el arquero los condujo a través de los pasillos hasta la puerta sur. Rezando para que la llave que tenía ahora en sus garras fuera la correcta (y para que la puerta fuera realmente la salida), Ryuu la abrió. Sus oraciones parecían haber sido escuchadas, ya que al otro lado los esperaba el blanco paisaje montañoso del norte, teñido ya del añil del anochecer.
El ave se quedó quieto unos minutos, contemplando aquella imagen realmente hermosa. Era una sensación extraña la que sentía en ese instante, como si tuviera un sueño muy bonito justo después de una pesadilla horrible. Pero esto era la realidad, y la pesadilla probablemente no había terminado aún.
-¿De verdad voy a aventurarme sólo, después de todo lo que pasó? ¿Sabiendo de ese sueño de mi madre? Debo estar loco... Maldita sea mi costumbre de ayudar...-
Se sobresaltó un poco al sentir la mano de la elfa en su hombro. Saliendo por fin de sus pensamientos, le respondió también en tono de broma.
-Los cantaría yo, pero digamos que mi voz no es la mejor... Estaba pensando que ese tal ¿Igor, Ilvor? o como se llame no debe estar actuando en solitario. Si fue capaz de conseguir tantos mercenarios para esa torre, es probable que tenga más de ellos. O incluso puede ser que cuente con otros aliados que ya se encuentren en esos pueblos. Todos debemos tener mucho cuidado.-
Escuchó también las palabras del elfo, tomando nota de la posible ruta de escape. Se despidió del resto de la misma manera que ellos lo habían hecho, deseándoles la protección de sus dioses.
-Y que a ustedes los guíen el Druida y el Constructor por una ruta sin contratiempos. Espero que nuestro próximo encuentro sea más parecido al primero y no a éste. Tengan cuidado Ayl, Iori.- Estaba un poco preocupado por las chicas. Aunque no las conociera realmente bien, eran las primeras personas (junto con Zelas) que había conocido fuera de su aldea. Los consideraba sus primeros amigos, o por lo menos algo cercano a eso.
Partió rumbo a Angbaros luego de despedirse. Quería aprovechar lo poco que quedaba de luz para, como mínimo, encontrar el camino correcto. Gracias al "mapa" no tardó mucho en verlo, así que siguió el río que corría a la izquierda del mismo y que le servía como referencia. Una vez que ya se le hizo imposible continuar debido a la falta de luz, el arquero subió a un árbol cercano, que parecía indicar el inicio de un pequeño bosque. Se dispuso a descansar todo lo que pudiera antes de seguir su travesía cuando el sol saliera de nuevo. Sin embargo algunos aullidos, un poco lejanos aún, no auguraban nada bueno. Debería mantener su arco a mano, por las dudas.
Shinoroa Ryuu
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
La decisión de la dragona era, a su parecer, la más coherente y en realidad, si ella hubiese tenido algún control sobre la situación, les habría dicho a todos los demás que no fueran solos a los poblados. Incluso teniendo la carta de presentación que les había dado, mover a todo un pueblo para que no recibieran algún tipo de daño incierto era una posibilidad que rozaba lo imposible.
Pero, en todo caso, lo que ellos quisieran hacer no estaba en control de Sashenka, así que simplemente tenía que limitarse a respetar la decisión que tomaran. Se mantuvo en silencio mientras encontraban finalmente la salida de la torre, el Hombre-pájaro había encontrado la llave para abrir la última puerta.
El viento frío los recibió con su inclemencia habitual, Sasha miró a lo lejos con gesto pensativo, la temperatura seguía siendo un problema pero era solo eso, un inconveniente, no un impedimento real para que pudiera llegar a su casa. Se quitó las cosas que llevaba, incluso la parte más gruesa de su abrigo porque no quería romperlo cuando se transformara, la camisa y los pantalones eran prescindibles.
-Les deseo suerte también, los Dragones Ancestrales de seguro estarán agradecidos por cada vida que puedan salvar - No lo decía como si fuera una creencia, ya que los Ancestrales eran muy reales para la raza de Sashenka - Oye tu - Dijo mirando a la muchacha de cabello castaño - ¿Podrías atarme mis cosas a una pata cuando esté en mi otra forma? De esa manera podré volar más rápido sin preocuparme de que se caigan -
Saludó con una inclinación de cabeza y comenzó a transformarse, rompiendo la poca ropa que se había dejado puesta. En cuanto estuvo completa su forma de dragón, movió las alas varias veces, como si la falta de uso las tuviera entumecidas. Espero a que Iori atara la mochila, la lanza y el escudo a su pata de adelante, asintió al final a modo de agradecimiento.
Y eso fue todo, en cuanto la humana se alejó lo suficiente comenzó a agitar las alas y salió de allí, perdiéndose en el horizonte.
Pero, en todo caso, lo que ellos quisieran hacer no estaba en control de Sashenka, así que simplemente tenía que limitarse a respetar la decisión que tomaran. Se mantuvo en silencio mientras encontraban finalmente la salida de la torre, el Hombre-pájaro había encontrado la llave para abrir la última puerta.
El viento frío los recibió con su inclemencia habitual, Sasha miró a lo lejos con gesto pensativo, la temperatura seguía siendo un problema pero era solo eso, un inconveniente, no un impedimento real para que pudiera llegar a su casa. Se quitó las cosas que llevaba, incluso la parte más gruesa de su abrigo porque no quería romperlo cuando se transformara, la camisa y los pantalones eran prescindibles.
-Les deseo suerte también, los Dragones Ancestrales de seguro estarán agradecidos por cada vida que puedan salvar - No lo decía como si fuera una creencia, ya que los Ancestrales eran muy reales para la raza de Sashenka - Oye tu - Dijo mirando a la muchacha de cabello castaño - ¿Podrías atarme mis cosas a una pata cuando esté en mi otra forma? De esa manera podré volar más rápido sin preocuparme de que se caigan -
Saludó con una inclinación de cabeza y comenzó a transformarse, rompiendo la poca ropa que se había dejado puesta. En cuanto estuvo completa su forma de dragón, movió las alas varias veces, como si la falta de uso las tuviera entumecidas. Espero a que Iori atara la mochila, la lanza y el escudo a su pata de adelante, asintió al final a modo de agradecimiento.
Y eso fue todo, en cuanto la humana se alejó lo suficiente comenzó a agitar las alas y salió de allí, perdiéndose en el horizonte.
- Sasha en forma de dragón:
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Sashenka Dozorova
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
La compañía se dividió y comenzamos a andar por lo que parecía una fría estepa, de suerte por fin no me confundía con la nieve y seguro ya no tenía la nariz roja por el frio, y mientras la elfa comía de vez en cuando alguna baya, los seguía en medio del grupo, al ser bajita me forcé a apretar el paso y jugueteaba con la bastilla de las mangas, y tan serios en el trayecto. Sonreí con malicia.
-Saben una vez me toco conseguir un libro, es raro casi nadie busca libros pero bueno, total que íbamos saliendo y Alex siempre se encarga de la limpieza, yo traía la mochila y se me pone el dueño enfrente y yo asustada obviamente le di un golpe con el gancho- comiendo un bocadillo siguiendo al elfo e hice la mímica como haciendo una estocada de esgrima –La verdad solo quería perforar pero por inercia hago un giro y el segundo gancho tomo la tripa y se vino con todo el relleno.. era obesisimo, tarde días en sacar su grasa de mis ganchos. Aun puedo olerlo.
Seguíamos entonces unas huellas de carreta, era un camino y se veía la dirección de este, la verdad, yo iba por curiosidad, si en algún momento me aburría podía poner pies en polvorosa, aunque cuando cayó la noche surgió la duda.-Vamos a caminar hasta ampollarnos los pies, bueno digo, ustedes son elfos, y se supone que ustedes hacen wuu –moví las manos en círculos estilo místico y eso- Y sanan heridas sin pociones ¿no?
El elfo seguía en lo suyo, tras lo pasado en la torre, ciertamente quería ver que tanto podían hacer solos, no que fuera yo la maestra del rastreo, era que simplemente yo estaba consciente de cuantos pasos dar para retornar a mi casa. Lo curioso fue dar al paramo donde un árbol sin más lucia tumbado, mi curiosidad me llevo a darle golpecitos, y ver como cada uno se daba de topes, y me hice la loca por todo lo alto mientras la elfa Alizz se debatía entre responderme y hacer caso a Nousito. Ya preguntaría después como servían las habilidades elficas, Y parecía que no había pillado, o más bien nadie se había percatado de mi identidad -Chris Glass, un placer. Golpeo el árbol seco con los ganchos y mientras comía algo de lo hurtado en la torre Alizz me llamo, habían encontrado una entrada a algún lado, y por el uso de mis armas la más apta para abrirla. Primero pase con el filo de uno por el marco de la trampilla, un par de piedritas iradas en puntos específicos como lo que supondría serían las uniones, casi me daban ganas de tomar a la otra chica y lanzarla a la junta del candado para ver si no había runas explosivas, pero me conforme con una rama del tronco caído. Ya con la seguridad de que nada estallaría, hundiría o transportaría a ningún lado y maniobrando con presteza en la obscuridad los ganchos hice palanca y un crujido abrió el candado y haciendo palanca con uno de estos y la pierna abrió la puerta y sin más se puso atrás del elfo al oir a Iori decirle algo.-Ah, claro no es difícil, solo consigue un par de estos. Y Muchos aeros.
Los demás terminan de abrir la trampilla y puede ver la consternación en los otros cuando sin más me meto al lugar y entiendo por qué no hay nada que pueda dañar la entrada, un montón de niños y cuento a primera vista unos dieciséis y yendo al más chico trato de despertarlo. El elfo explica sus teorías que parecen ser más una verdadera afirmación y que puedo aseverar por haber hecho trabajos similares. A las palabras de otros y tras tratar de despertar al infante respondo sin mucha emoción en la voz a algunas de sus curiosas frases tan moralistas como la guardia misma.
--Es algo normal, un niño se pierde, no suelen buscarlo mucho tiempo, papi y mami tiene más conejitos.- Me encogí de hombros dejando al primero tal y como lo había tomado y yendo a con otro, al parecer solo están dormidos con algún hechizo o poción, y mucho tiempo no tiene ahí por lo que las muñecas muestran.
-¿Venderlos? ¿Cómo esclavos?- Por el tono de voz la pregunta venia de la elfa.
-Como carne de cañón, esclavos, experimentación, depende de la imaginación del comprador.- Miro por sobre el hombro a la triada de moralines, y me encojo de hombros con un suspiro.- Bueno, no tenemos carreta para llevarlos, podemos terminar su sufrimiento, y frustrar a los comerciantes. –Gire de nuevo los ojos, y casi hubiera reído, preferí mejor desviar la atención señalando a los elfos.- Hey ustedes elfos, despierten a alguno, muestren sus capacidades acá superiores para tratar con la vida.
Me quede helada, mi torpeza, definitivamente ir con personajes tan ligeros me cobra factura y enfundando los ganchos memorizo el derredor, no es necesario con los niños, el verlos seguro me traerán algunos sueños con ellos en mil situaciones que mi cabecita creara mezclando recuerdos, ya tendría tiempo para maldecir después.
-¡¡Joder Hay mierda mierda!! -Sacudo al chiquillo-Bueno seguro les dan comida con somníferos, y y ¡¡Hay que escondernos!! Compermua.
Caminando como un gato me arrincone y acomode la capa para cubrir todo lo posible de mi pálida humanidad, el trío parece pensar demasiado, y solo me confirma por enésima vez que son trigo demasiado limpio.- Bueno hay dos sopas, cerramos un par se queda adentro y el otro par afuera, se les embosca y como con los trasgos, el que vaya entrando gol... -y se me doy un tope en la frente-Mejor todos afuera tu y yo atacamos ... o mejor ellas dentro que serían algo estorbosas señalando elfo y luego al par. Lo único bueno de esperar a los traficantes es que vendrán en algo para llevarlos, y podremos ahorrar mucho tiempo en trayecto.
La situación me pone en alerta, me siento un gato, arrinconado, casi de forma literal mientras pienso mil formas de salir del problema. Lo más sencillo, dejar al trio ahí con la montaña de críos, regresar sobre mis pasos y de ahí a mi hogar en mi cama de pieles junto a Alex, o tomar una cómoda carreta a costa de algunas vidas, hacerme de provisiones y regresar a Ciudad lagarto con una nueva ruta de esclavitud que ofrecer al virrey… Bueno mis bolsillos serían felices con esa última idea.- Tienen que venir por ellos, posiblemente esta noche, no puedes dejar así la mercancía, nos podemos esconder y emboscarlos dentro -que mal que el pájaro se fue, su arco sería demasiado útil.
Apenas cierran las puertas decido dormir, seguramente de un momento a otro podría caer rendida entre el cansancio, el apetito. ¿Hacia cuanto que no había dormido? No lo supe ni lo sabría en un lapso corto de tiempo el ruido me despierta y tras sobarme los ojos recuerdo donde estoy, logrando hacerme contener una maldición que nos hubiera delatado.-Miro y logro identificar al elfo algo cerca y tras darle un par de golpes “suaves” mientras me pongo en alerta buscando despertarlo.-Tenemos compañía.
Una, dos, tres, voces capto al principio, -Ácido, aceite, pergaminos con arcanos de fuego.-Hago recuento de lo que cargare la próxima vez que salga de casa. Y otras tantas cosas más, aprovechando que están más concentrados en sacar a los críos me deje ir contra el más cercano y clavando en la base dela espalda la base de los ganchos escuche el berrido del tipo que buco la forma de atacar a quien se mantenía a su espalda, los demás estaban en lo suyo, yo trataba de no pisar a alguno de los críos a mis pies mientras sacaba las puntas. Baile a su alrededor y abriendo el arco de los ganchos y con la inercia del giro hundirlo en el vientre del mercader, y como en mi anécdota lograba que este chillara y tratara de mantener sus tripas dentro de sí.- ¿En serio? ¿de nuevo?- Un vistazo me dio a entender que los demás tenían las cosas bajo control y me incline ante el sofocado y frustrado tratante. –Mira entre tú y yo sabemos que no vas a librarla, que tal si me dices quien tiene mano aquí y yo les pediré a los elfos que te sanen. ¿Va?
La sangre manando de sus labios y sus ojos desorbitados me decían que no diría mucho. Salí y me quede cerca de una de las carretas, el elfo había desaparecido, y me abstuve de nada más, manteniendo un ojo en los inconscientes mientras limpiaba mi gancho.
-Saben una vez me toco conseguir un libro, es raro casi nadie busca libros pero bueno, total que íbamos saliendo y Alex siempre se encarga de la limpieza, yo traía la mochila y se me pone el dueño enfrente y yo asustada obviamente le di un golpe con el gancho- comiendo un bocadillo siguiendo al elfo e hice la mímica como haciendo una estocada de esgrima –La verdad solo quería perforar pero por inercia hago un giro y el segundo gancho tomo la tripa y se vino con todo el relleno.. era obesisimo, tarde días en sacar su grasa de mis ganchos. Aun puedo olerlo.
Seguíamos entonces unas huellas de carreta, era un camino y se veía la dirección de este, la verdad, yo iba por curiosidad, si en algún momento me aburría podía poner pies en polvorosa, aunque cuando cayó la noche surgió la duda.-Vamos a caminar hasta ampollarnos los pies, bueno digo, ustedes son elfos, y se supone que ustedes hacen wuu –moví las manos en círculos estilo místico y eso- Y sanan heridas sin pociones ¿no?
El elfo seguía en lo suyo, tras lo pasado en la torre, ciertamente quería ver que tanto podían hacer solos, no que fuera yo la maestra del rastreo, era que simplemente yo estaba consciente de cuantos pasos dar para retornar a mi casa. Lo curioso fue dar al paramo donde un árbol sin más lucia tumbado, mi curiosidad me llevo a darle golpecitos, y ver como cada uno se daba de topes, y me hice la loca por todo lo alto mientras la elfa Alizz se debatía entre responderme y hacer caso a Nousito. Ya preguntaría después como servían las habilidades elficas, Y parecía que no había pillado, o más bien nadie se había percatado de mi identidad -Chris Glass, un placer. Golpeo el árbol seco con los ganchos y mientras comía algo de lo hurtado en la torre Alizz me llamo, habían encontrado una entrada a algún lado, y por el uso de mis armas la más apta para abrirla. Primero pase con el filo de uno por el marco de la trampilla, un par de piedritas iradas en puntos específicos como lo que supondría serían las uniones, casi me daban ganas de tomar a la otra chica y lanzarla a la junta del candado para ver si no había runas explosivas, pero me conforme con una rama del tronco caído. Ya con la seguridad de que nada estallaría, hundiría o transportaría a ningún lado y maniobrando con presteza en la obscuridad los ganchos hice palanca y un crujido abrió el candado y haciendo palanca con uno de estos y la pierna abrió la puerta y sin más se puso atrás del elfo al oir a Iori decirle algo.-Ah, claro no es difícil, solo consigue un par de estos. Y Muchos aeros.
Los demás terminan de abrir la trampilla y puede ver la consternación en los otros cuando sin más me meto al lugar y entiendo por qué no hay nada que pueda dañar la entrada, un montón de niños y cuento a primera vista unos dieciséis y yendo al más chico trato de despertarlo. El elfo explica sus teorías que parecen ser más una verdadera afirmación y que puedo aseverar por haber hecho trabajos similares. A las palabras de otros y tras tratar de despertar al infante respondo sin mucha emoción en la voz a algunas de sus curiosas frases tan moralistas como la guardia misma.
--Es algo normal, un niño se pierde, no suelen buscarlo mucho tiempo, papi y mami tiene más conejitos.- Me encogí de hombros dejando al primero tal y como lo había tomado y yendo a con otro, al parecer solo están dormidos con algún hechizo o poción, y mucho tiempo no tiene ahí por lo que las muñecas muestran.
-¿Venderlos? ¿Cómo esclavos?- Por el tono de voz la pregunta venia de la elfa.
-Como carne de cañón, esclavos, experimentación, depende de la imaginación del comprador.- Miro por sobre el hombro a la triada de moralines, y me encojo de hombros con un suspiro.- Bueno, no tenemos carreta para llevarlos, podemos terminar su sufrimiento, y frustrar a los comerciantes. –Gire de nuevo los ojos, y casi hubiera reído, preferí mejor desviar la atención señalando a los elfos.- Hey ustedes elfos, despierten a alguno, muestren sus capacidades acá superiores para tratar con la vida.
Me quede helada, mi torpeza, definitivamente ir con personajes tan ligeros me cobra factura y enfundando los ganchos memorizo el derredor, no es necesario con los niños, el verlos seguro me traerán algunos sueños con ellos en mil situaciones que mi cabecita creara mezclando recuerdos, ya tendría tiempo para maldecir después.
-¡¡Joder Hay mierda mierda!! -Sacudo al chiquillo-Bueno seguro les dan comida con somníferos, y y ¡¡Hay que escondernos!! Compermua.
Caminando como un gato me arrincone y acomode la capa para cubrir todo lo posible de mi pálida humanidad, el trío parece pensar demasiado, y solo me confirma por enésima vez que son trigo demasiado limpio.- Bueno hay dos sopas, cerramos un par se queda adentro y el otro par afuera, se les embosca y como con los trasgos, el que vaya entrando gol... -y se me doy un tope en la frente-Mejor todos afuera tu y yo atacamos ... o mejor ellas dentro que serían algo estorbosas señalando elfo y luego al par. Lo único bueno de esperar a los traficantes es que vendrán en algo para llevarlos, y podremos ahorrar mucho tiempo en trayecto.
La situación me pone en alerta, me siento un gato, arrinconado, casi de forma literal mientras pienso mil formas de salir del problema. Lo más sencillo, dejar al trio ahí con la montaña de críos, regresar sobre mis pasos y de ahí a mi hogar en mi cama de pieles junto a Alex, o tomar una cómoda carreta a costa de algunas vidas, hacerme de provisiones y regresar a Ciudad lagarto con una nueva ruta de esclavitud que ofrecer al virrey… Bueno mis bolsillos serían felices con esa última idea.- Tienen que venir por ellos, posiblemente esta noche, no puedes dejar así la mercancía, nos podemos esconder y emboscarlos dentro -que mal que el pájaro se fue, su arco sería demasiado útil.
Apenas cierran las puertas decido dormir, seguramente de un momento a otro podría caer rendida entre el cansancio, el apetito. ¿Hacia cuanto que no había dormido? No lo supe ni lo sabría en un lapso corto de tiempo el ruido me despierta y tras sobarme los ojos recuerdo donde estoy, logrando hacerme contener una maldición que nos hubiera delatado.-Miro y logro identificar al elfo algo cerca y tras darle un par de golpes “suaves” mientras me pongo en alerta buscando despertarlo.-Tenemos compañía.
Una, dos, tres, voces capto al principio, -Ácido, aceite, pergaminos con arcanos de fuego.-Hago recuento de lo que cargare la próxima vez que salga de casa. Y otras tantas cosas más, aprovechando que están más concentrados en sacar a los críos me deje ir contra el más cercano y clavando en la base dela espalda la base de los ganchos escuche el berrido del tipo que buco la forma de atacar a quien se mantenía a su espalda, los demás estaban en lo suyo, yo trataba de no pisar a alguno de los críos a mis pies mientras sacaba las puntas. Baile a su alrededor y abriendo el arco de los ganchos y con la inercia del giro hundirlo en el vientre del mercader, y como en mi anécdota lograba que este chillara y tratara de mantener sus tripas dentro de sí.- ¿En serio? ¿de nuevo?- Un vistazo me dio a entender que los demás tenían las cosas bajo control y me incline ante el sofocado y frustrado tratante. –Mira entre tú y yo sabemos que no vas a librarla, que tal si me dices quien tiene mano aquí y yo les pediré a los elfos que te sanen. ¿Va?
La sangre manando de sus labios y sus ojos desorbitados me decían que no diría mucho. Salí y me quede cerca de una de las carretas, el elfo había desaparecido, y me abstuve de nada más, manteniendo un ojo en los inconscientes mientras limpiaba mi gancho.
Christelle Glassneth
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Se sorprendió cuando Nousis se dirigió a ella antes de empezar a caminar, mientras el resto se preparaba. Hacía tiempo que no escuchaba su lengua natal y una ola de nostalgia la invadió de repente. Tal vez fue la voz serena y cálida del elfo, quizá el oír de manera inesperada aquel idioma o la mezcla de ambas cosas, pero aquella sensación la reconfortó como hacía tiempo que nada lo hacía. -No recuerdo la última vez que hablé con alguien... Ya sabes... Así. Es agradable.- respondió en el mismo dialecto, esbozando una ligera sonrisa nostálgica. Después miró hacia Iori -Bah, exagera... Yo no necesitaba ir a ningún sitio en especial y ella es una compañía agradable- se encogió de hombros, aquella torre había sido el final de semanas de viaje junto a la humana y la motivación inicial por acompañarla nació de la responsabilidad por haberla dado la mala idea de visitar a la vidente. Con una mirada de complicidad se dirigió de nuevo al elfo -Aunque eso tú ya lo sabes.- Sin juzgarlo, asumió que no era necesario dar más detalles para que él supiera a lo que se estaba refiriendo. Ella misma había experimentado la explosividad de la humana, sin embargo, estaba segura de que la situación había supuesto cosas muy distintas para cada uno de ellos... Asintió con la cabeza ante la idea de su compañero sobre la ruta a seguir, ella también esperaba no encontrarse demasiados problemas. Su congénere inició la marcha, posicionándose como cabeza de grupo, siguiendo las marcas en el suelo que el paso de carros de caballos habían dejado, improvisando pequeños senderos.
Aylizz guardó las distancias hasta situarse al lado de Iori, sintiendo la necesidad de explicarse por la decisión de volver al sur, dejándola sola en su cometido. -Escucha Iori... Yo quería explicarte... No puedo seguir con esto. Sé que te dije que te ayudaría, pero han ocurrido demasiadas cosas... Estoy sobrepasada.- la humana puso la mano sobre su hombro y negando con la cabeza, le contestó -Ayl, escúchame, me hace muy feliz saber que te alejarás de esta locura. Iré contigo hasta que cojas ese barco, me aseguraré de que llegues sana y salva, aunque me cueste la vida.- La elfa sonrió al escuchar esas palabras. La lealtad que le demostraba la humana era incondicional, en cada problema, en cada giro de guión, se había posicionado a su lado sin mostrar un atisbo de duda. Y aquello era mutuo. Quizá la rubia le daba demasiadas vueltas a las cosas, intentando racionalizar sus impulsos sentimentales, mientras que la morena parecía vivir despreocupadamente el día a día, pero en el fondo y a pesar de pertenecer a mundos diferentes, ellas no eran tan distintas. -Gracias por entenderlo, temía que te lo tomases mal.- Fijó su atención en el anillo que portaba su compañera, aquel que días antes había intentado descifrar, el motivo real por el que habían llegado hasta allí -Y tú, ¿qué harás respecto a eso? ¿Recorrerás el norte sola?- quiso saber, señalando la sortija. La chica se mostró pensativa unos instantes antes de responder -La verdad es que no estoy segura. Desde luego, si debo de continuar en el norte, ahora no parece que sea el mejor momento para recorrer estas tierras. Siempre puedo volver a casa un tiempo y continuar la búsqueda después... No lo sé, ya veré... Supongo que decidiré sobre la marcha.- su expresión cambió, esbozando ahora una sonrisa -Tú eres la mente pensante, la inteligencia y el conocimiento. Yo sólo tengo la impulsividad. De alguna manera me ha mantenido con vida y me ha traído hasta aquí. Me ha permitido conocerte...- notó como, tras aquellas palabras, Iori parecía con la intención de acercase más a ella, sin hacerlo finalmente -Jamás podría tomarme a mal nada que venga de ti Ayl... Y menos tras todo lo que me has aguantado... Ya sabes...- Se rió con ternura al escucharla, de verdad le hizo gracia que alguien pensara así sobre ella y valorase su capacidad, para variar. Supuso que para alguien de la condición de la muchacha, una elfa mínimamente leída, a pesar de únicamente haber rascado la superficie de la historia y los secretos de aquel continente, podía parecer una erudita -Mente pensante... Tampoco es para tanto. Y a eso que tú llamas impulsividad, yo lo llamo instinto. Fíate más de él y menos de los demás o acabarás haciendo que te maten.- Al notar el acercamiento frustrado de la humana, fue Aylizz la que tomó la iniciativa de acortar la poca distancia que quedaba entre ellas, enroscándose en su brazo y apoyando la cabeza en su hombro mientras caminaban, de forma cariñosa y amigable -Me has alegrado días grises, Iori. Eres buena, no dejes que nadie te haga dudar de ello.-
El sol avanzaba en su trayectoria al tiempo que el grupo caminaba en la misma dirección que el gran astro. Conforme avanzaban, la temperatura bajaba y el ambiente se hacía cada vez más frío. Definitivamente, no le gustaba el norte. El silencio del camino se vio interrumpido por la humana peliblanca, que sin previo aviso comenzó a describir hazañas sobre su vida en las que los detalles macabros cobraban protagonismo, mientras tomaba un bocado, como si nada. Tan sólo con escuchar su anécdota, sin hacer falta imaginar la escena, se le revolvió el estómago. Puaj... Innecesariamente gráfico, ¿de dónde ha salido? Observó prudentemente a la humana. Era menuda, en cierto modo, con aquel aspecto blanquecino y puro, parecía inofensiva. Pero, por algún motivo, desprendía un aura perturbadora... Y aquellas informaciones confirmaban que sería mejor mantener las distancias. Sin embargo, para Iori no fue el caso. La morena se demoró poco para preguntar, con un cierto tono de curiosidad nerviosa, sobre los orígenes de la chiquilla. Sin saber cómo, la conversación entre ellas cesó y se dirigió a los elfos. No pudo evitar fruncir el ceño, tal vez con poco disimulo, al escuchar la forma de referirse a su don, reduciéndolo a lo absurdo. Tsk. -Bueno, no es así como funciona.- replicó, con cierto recelo -¿Y tú eres?- Su nombre fue todo lo que tuvo tiempo de decir antes de que Nousis se detuviera, viéndose obligado el resto del grupo a hacer lo mismo.
En mitad de aquellas extensas llanuras, cercadas a los lejos con la gran cordillera norteña, que a medida que avanzaban se volvía más pequeña, se había aparecido un árbol solitario y moribundo, de madera grisácea, con las ramas marchitas. La afirmación del elfo no dejaba lugar a dudas, aquel había sido el final del camino para quien fuese que dejó el trazado de las ruedas, ¿habían desaparecido así, sin más? Volvió sobre sus pasos, esta vez prestando atención al rastro que habían seguido. No parecía un trazado casual, las hierbas no estaban simplemente aplastadas por las zonas que había pisado el carro, estaban prácticamente sedimentadas en el suelo, como si se tratase de un camino que se realizaba a menudo. Entonces, las marcas no se acababan, retrocedían, pero ¿por qué? Se giró hacia los demás, la habían dejado atrás mientras buscaban en los alrededores del árbol algo que pudiera explicarse, sin éxito. Decidió apartarse del sendero, algo tenía que haber, ¿a qué viene sino alguien hasta aquí con un carro y con las mismas, se va? A un par de metros escasos de donde acababan las marcas, comenzó a notar el suelo extraño. La tierra se mostraba menos compacta bajo sus pies en aquella zona, aunque a simple vista no parecía cambiar en nada más respecto al resto del paisaje. Las hierbas alcanzaban sus rodillas, igual que en los alrededores, parecían crecer tan fuertes como el resto... Sería sólo una sensación. No obstante, caminó unos metros más, y comprobó que aquel ligero cambio en el terreno se seguía notando por todo aquel cuadrante. Se agachó, apartando la maleza que ahora le rozaba la cara, y se apoyó sobre sus manos. Está... Hueco... Al palpar el suelo pudo sentir cómo aquella "energía especial" que emanaba la tierra, era más débil allí. De alguna manera, había aprendido a entender el terreno y podía notar cómo la fluidez del maná era menos profunda por toda aquella extensión*. No tuvo que escarbar demasiado para dar con el tope de madera que había bajo la tierra, ¿un falso suelo? Más bien un techo, para lo que fuera que hubiese debajo. Miró a su alrededor, el sol estaba ya muy bajo, no podían hacer hoyos hasta dar con alguna abertura. Se concentró entonces en cada detalle bajo sus pies y a sus ojos no tardó en revelarse una trampilla**, que desenterró con presteza, hasta dar con una cerradura candada. Chst. Su aspecto era algo oxidado, pero parecía lo suficientemente aparatosa como para poderse abrir a pedradas.
Advirtió a los demás de lo que había encontrado y tan pronto como se acercaron, se dirigió directamente a Chris. -¿Puedes usar eso para abrirlo?- Aquellos ganchos, aunque habiendo dejado claro que en sus manos eran, no sólo mortíferos, también salvajes, podrían servir como herramientas. La muchacha se mostró colaboradora, desde luego era preferible así, y con una habilidad que no parecía suponerle demasiado esfuerzo, logró abrir el cerrojo, a pesar de la escasa luz. Iori fue quien se aventuró a abrir la puerta, dejando ver una imagen, como poco, escalofriante. Bajo tierra se abría una bóveda y en su interior, más de una docena de niños... ¿dormidos? Por los dioses, ¡que estuvieran dormidos! -Un punto de recogida antes de venderlos. Están aún en buenas condiciones para haber sido dejados aquí sin más.- La conclusión de su congénere la erizó la piel, pero las posibilidades que enumeró la peliblanca la horrorizaron, ¡¿cómo podía afirmar aquello sin un ápice de escarmiento?! Aylizz no daba crédito ante aquellas inmorales palabras, la firmeza con la que hablaba la chica, intercambiando puntos de vista con la morena, denotaba que sabía muy bien lo que se decía... -Es cierto, no podemos llevarlos con nosotros. No hay comida suficiente en la estepa.- Nousis asumió la evidente verdad que se dejaba entrever entre tantos desvaríos y ella bajó la cabeza, asintiendo de manera resignada ante la razón de Chris -Pero si los tocas, te mato.- sentenció el elfo, sin perder la serenidad. Lo miró de reojo, esbozando una ligera sonrisa de un lado, dando por seguro que lo haría si aquello que parecían bromas de mal gusto resultaban ser vedad. Tan pronto como la albina siguió a Iori dentro del subterráneo, Ayl se asomó al agujero. Ante los inútiles intentos por despertar a algunos de los críos y confirmar que, a pesar de su inconsciencia, mantenían la vida, la necesidad de decidir qué hacer entonces era apremiante. -Está bien- resopló -De cualquier forma, si nos encuentran será peor, así que por ahora...- se dejó deslizar cuidadosamente por la entrada al hueco y tratando de no pisar a ningún infante, examinó el interior. Una gran cantidad de maderas, usadas como vigas en vertical y láminas fijadas sobre sus cabezas para evitar que el firme de fuera cediese, se extendían varios metros, formando una extensa galería que aun albergaba espacio para varias personas más. Pero lo más llamativo de todo eran las paredes, reforzadas con piedra trabajada. Desde luego, alguien se había tomado demasiadas molestias para mantener aquello protegido ante posibles derrumbes, definitivamente los querían vivos, así que después de todo, la posibilidad de que alguien volviera a recogerlos se hacía cada vez más plausible.
Habiendo decidido que la mejor opción sería emboscar, más por falta de otras ideas que por estar de acuerdo con la psicópata que tenían por acompañante, se apartó hasta un rincón oscuro y alejado de la trampilla, y se sentó allí, rodeando sus propias piernas, apoyando la espalda en la fría roca. -Supongo que sólo queda esperar...- El último ápice de luz de luna se apagó cuando la puerta se cerró, dejando la fosa completamente sumida en la oscuridad y el silencio, al menos durante unos segundos. Tan pronto como sus pupilas se dilataron, adaptándose de forma aventajada, pudo diferenciar vagamente las figuras a su alrededor, aunque la penumbra dotaba de un aire aun más macabro aquella escena. Ninguno más dijo nada, cada cual tomó la posición que consideró más adecuada y allí quedaron, mientras pasaba el tiempo. La pequeña humana no tardó en quedarse dormida, la compañía de aquellos cuerpos, aparentemente inertes, no parecía incomodarla en absoluto y tampoco se mostraba mínimamente alterada ante la idea de que en cualquier momento los desgraciados que estuvieran detrás de aquello aparecieran. A sus otros dos compañeros no alcanzaba a verlos con tanta claridad, aunque tampoco hizo por saber si aun seguían despiertos. Fijó su mirada en los chiquillos que tenía más cerca, podía llegar al par más cercano con sólo estirar el brazo. Ninguno de los dos llegaría a los 10 años, podía apreciarse que uno era mayor que el otro, pero ambos eran enclenques y desarrapados, aunque mantenían una apariencia sosegada en aquel estado. Mejor así... Al menos no eran conscientes del horror que les esperaba y tampoco podían pensar en lo que ya les hubiera ocurrido hasta acabar allí, fuera lo que fuese. Apoyó su barbilla en las rodillas y desvió entonces su atención a la abertura del techo, ¿cuánto más tardarían? Se encontraba demasiado intranquila para dormir, a pesar del cansancio, ¿qué se supone que podría hacer ella cuando empezase la acción? De los cuatro, estaba claro quienes serían la primera línea, la destreza del espadachín y el gusto que parecía mostrar la blanquecina por la sangre. Incluso su ya considerada amiga tenía un nervio que bien llevado era capaz de causar buen daño. No, en aquella ocasión debería mantenerse a un lado, dadas las circunstancias sus capacidades servirían mejor como apoyo en caso de que las cosas se torcieran.
La arena desprendiéndose del techo y cayendo sobre su rostro la hizo abrir los ojos, que en algún momento se habían cerrado mientras divagaba en sus preocupaciones. Fuera, sobre ellos, se escuchaban voces masculinas y grotescas, y los pasos sobre el pasto amortiguaban los golpes en la madera bajo los pies de lo que parecían caballos. Chris no había perdido un segundo en prepararse para el ataque inminente, parecía haber sido la primera en percatarse, mientras que Nou terminaba de erguirse tras despertar a Iori. La elfa se incorporó cuando él se acercó, haciéndole ver que lejos de haber dormido, ya era consciente de la situación. De repente, en la superficie se hizo el silencio y el corazón se le encogió El candado... ¿Se habrían dado cuenta? No había habido forma de cerrarlo desde dentro, ¡claro que se percatarían! Nadie deja sin cerrar una cripta llena de niños secuestrados. La trampilla se abrió despacio y uno de los hombres se asomó con precaución, no se esforzó mucho por comprobar que todo estaba en orden, al parecer le bastó con comprobar que su mercancía seguía allí. Seguidamente, dos distintos del primero entraron de un salto, sin la mínima preocupación, algo que sin duda les hizo más fácil atestar el primer golpe. Las humanas tomaron la iniciativa, sorprendiendo a los traficantes por completo, el elfo sin embargo se aventuró a enfrentarse a los que aun quedaban fuera, porque ¿por qué esperar a que ellos mismos entrasen por su propio pie, pudiendo revelar su existencia, su posición y jugarse la vida? Les superaban en número, pero el peculiar grupo contaba con la ventaja de no haberse revelado por completo, habiendo intervenido sólo las dos chicas. Pero no, él tenía que ser el más... Bueno, el más de todo.
Aylizz soltó un pequeño gruñido y salió tras él, daga en mano, al final tendría que intervenir de frente. Tres armarios armados con espadas cortas lo rodeaban, aunque se mantenían en guardia, a la espera de alguna reacción del moreno. Dos movimientos de espada bastaron para que uno de los mercaderes se batiese en retirada, arrancando su huida sobre el caballo más cercano. Un rápido cruce de miradas entre los dos de Sandorai dejó claro que él podía hacerlo solo, así que la elfa trepó por el único árbol que allí se levantaba y siguió con la mirada al que escapaba hasta la lejanía, en dirección sur. Urd era la ciudad más cercana, ella y la muchacha la habían evitado, a duras penas, en su viaje de ida, y aunque aun les separasen de ella muchos kilómetros, cabía esperar que aquel fugitivo volviese con refuerzos. Se deslizó tronco a abajo y comprobó que sus compañeros seguían de una pieza, no pudiendo decir lo mismo de sus oponentes, aunque sólo uno de los adversarios de Nousis yacía sin vida en el suelo. Qué novedad. Retrocedió hasta el agujero del suelo, todos los muchachos seguían sumidos en un profundo sueño y las jóvenes se mantenían en pie, junto a sus vencidos. Antes de bajar, se acercó a uno de los carros y agarró un par de cuerdas, una la dejó caer junto al elfo, la otra se la enroscó en el hombro. Descendió con el mismo cuidado con el que lo había hecho la noche anterior y una vez abajo, se acercó al que Iori había noqueado -¿Estás bien?- quiso saber, al tiempo que echaba mano a la soga, amarrando muñecas y tobillos del hombre inconsciente. A continuación, se dirigió al que aun gimoteaba, agonizante de dolor con las tripas abiertas, junto a la sádica peliblanca. Lo miró con atención, pero no encontró en ella ningún sentimiento de pena al verlo moribund -Por los dioses...- murmuró, con un tono de dejadez, frotándose la frente y cerrando los ojos un instante -Si no va a decir nada que sea de utilidad, acaba con él de una vez.- concluyó con frialdad, al tiempo que se giraba para darle la espalda con desprecio a aquel deshecho.
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(*) Uso de habilidad - especialización: camino de la naturaleza.
(**) Uso de habilidad - nivel 0: visión élfica
Aylizz guardó las distancias hasta situarse al lado de Iori, sintiendo la necesidad de explicarse por la decisión de volver al sur, dejándola sola en su cometido. -Escucha Iori... Yo quería explicarte... No puedo seguir con esto. Sé que te dije que te ayudaría, pero han ocurrido demasiadas cosas... Estoy sobrepasada.- la humana puso la mano sobre su hombro y negando con la cabeza, le contestó -Ayl, escúchame, me hace muy feliz saber que te alejarás de esta locura. Iré contigo hasta que cojas ese barco, me aseguraré de que llegues sana y salva, aunque me cueste la vida.- La elfa sonrió al escuchar esas palabras. La lealtad que le demostraba la humana era incondicional, en cada problema, en cada giro de guión, se había posicionado a su lado sin mostrar un atisbo de duda. Y aquello era mutuo. Quizá la rubia le daba demasiadas vueltas a las cosas, intentando racionalizar sus impulsos sentimentales, mientras que la morena parecía vivir despreocupadamente el día a día, pero en el fondo y a pesar de pertenecer a mundos diferentes, ellas no eran tan distintas. -Gracias por entenderlo, temía que te lo tomases mal.- Fijó su atención en el anillo que portaba su compañera, aquel que días antes había intentado descifrar, el motivo real por el que habían llegado hasta allí -Y tú, ¿qué harás respecto a eso? ¿Recorrerás el norte sola?- quiso saber, señalando la sortija. La chica se mostró pensativa unos instantes antes de responder -La verdad es que no estoy segura. Desde luego, si debo de continuar en el norte, ahora no parece que sea el mejor momento para recorrer estas tierras. Siempre puedo volver a casa un tiempo y continuar la búsqueda después... No lo sé, ya veré... Supongo que decidiré sobre la marcha.- su expresión cambió, esbozando ahora una sonrisa -Tú eres la mente pensante, la inteligencia y el conocimiento. Yo sólo tengo la impulsividad. De alguna manera me ha mantenido con vida y me ha traído hasta aquí. Me ha permitido conocerte...- notó como, tras aquellas palabras, Iori parecía con la intención de acercase más a ella, sin hacerlo finalmente -Jamás podría tomarme a mal nada que venga de ti Ayl... Y menos tras todo lo que me has aguantado... Ya sabes...- Se rió con ternura al escucharla, de verdad le hizo gracia que alguien pensara así sobre ella y valorase su capacidad, para variar. Supuso que para alguien de la condición de la muchacha, una elfa mínimamente leída, a pesar de únicamente haber rascado la superficie de la historia y los secretos de aquel continente, podía parecer una erudita -Mente pensante... Tampoco es para tanto. Y a eso que tú llamas impulsividad, yo lo llamo instinto. Fíate más de él y menos de los demás o acabarás haciendo que te maten.- Al notar el acercamiento frustrado de la humana, fue Aylizz la que tomó la iniciativa de acortar la poca distancia que quedaba entre ellas, enroscándose en su brazo y apoyando la cabeza en su hombro mientras caminaban, de forma cariñosa y amigable -Me has alegrado días grises, Iori. Eres buena, no dejes que nadie te haga dudar de ello.-
El sol avanzaba en su trayectoria al tiempo que el grupo caminaba en la misma dirección que el gran astro. Conforme avanzaban, la temperatura bajaba y el ambiente se hacía cada vez más frío. Definitivamente, no le gustaba el norte. El silencio del camino se vio interrumpido por la humana peliblanca, que sin previo aviso comenzó a describir hazañas sobre su vida en las que los detalles macabros cobraban protagonismo, mientras tomaba un bocado, como si nada. Tan sólo con escuchar su anécdota, sin hacer falta imaginar la escena, se le revolvió el estómago. Puaj... Innecesariamente gráfico, ¿de dónde ha salido? Observó prudentemente a la humana. Era menuda, en cierto modo, con aquel aspecto blanquecino y puro, parecía inofensiva. Pero, por algún motivo, desprendía un aura perturbadora... Y aquellas informaciones confirmaban que sería mejor mantener las distancias. Sin embargo, para Iori no fue el caso. La morena se demoró poco para preguntar, con un cierto tono de curiosidad nerviosa, sobre los orígenes de la chiquilla. Sin saber cómo, la conversación entre ellas cesó y se dirigió a los elfos. No pudo evitar fruncir el ceño, tal vez con poco disimulo, al escuchar la forma de referirse a su don, reduciéndolo a lo absurdo. Tsk. -Bueno, no es así como funciona.- replicó, con cierto recelo -¿Y tú eres?- Su nombre fue todo lo que tuvo tiempo de decir antes de que Nousis se detuviera, viéndose obligado el resto del grupo a hacer lo mismo.
En mitad de aquellas extensas llanuras, cercadas a los lejos con la gran cordillera norteña, que a medida que avanzaban se volvía más pequeña, se había aparecido un árbol solitario y moribundo, de madera grisácea, con las ramas marchitas. La afirmación del elfo no dejaba lugar a dudas, aquel había sido el final del camino para quien fuese que dejó el trazado de las ruedas, ¿habían desaparecido así, sin más? Volvió sobre sus pasos, esta vez prestando atención al rastro que habían seguido. No parecía un trazado casual, las hierbas no estaban simplemente aplastadas por las zonas que había pisado el carro, estaban prácticamente sedimentadas en el suelo, como si se tratase de un camino que se realizaba a menudo. Entonces, las marcas no se acababan, retrocedían, pero ¿por qué? Se giró hacia los demás, la habían dejado atrás mientras buscaban en los alrededores del árbol algo que pudiera explicarse, sin éxito. Decidió apartarse del sendero, algo tenía que haber, ¿a qué viene sino alguien hasta aquí con un carro y con las mismas, se va? A un par de metros escasos de donde acababan las marcas, comenzó a notar el suelo extraño. La tierra se mostraba menos compacta bajo sus pies en aquella zona, aunque a simple vista no parecía cambiar en nada más respecto al resto del paisaje. Las hierbas alcanzaban sus rodillas, igual que en los alrededores, parecían crecer tan fuertes como el resto... Sería sólo una sensación. No obstante, caminó unos metros más, y comprobó que aquel ligero cambio en el terreno se seguía notando por todo aquel cuadrante. Se agachó, apartando la maleza que ahora le rozaba la cara, y se apoyó sobre sus manos. Está... Hueco... Al palpar el suelo pudo sentir cómo aquella "energía especial" que emanaba la tierra, era más débil allí. De alguna manera, había aprendido a entender el terreno y podía notar cómo la fluidez del maná era menos profunda por toda aquella extensión*. No tuvo que escarbar demasiado para dar con el tope de madera que había bajo la tierra, ¿un falso suelo? Más bien un techo, para lo que fuera que hubiese debajo. Miró a su alrededor, el sol estaba ya muy bajo, no podían hacer hoyos hasta dar con alguna abertura. Se concentró entonces en cada detalle bajo sus pies y a sus ojos no tardó en revelarse una trampilla**, que desenterró con presteza, hasta dar con una cerradura candada. Chst. Su aspecto era algo oxidado, pero parecía lo suficientemente aparatosa como para poderse abrir a pedradas.
Advirtió a los demás de lo que había encontrado y tan pronto como se acercaron, se dirigió directamente a Chris. -¿Puedes usar eso para abrirlo?- Aquellos ganchos, aunque habiendo dejado claro que en sus manos eran, no sólo mortíferos, también salvajes, podrían servir como herramientas. La muchacha se mostró colaboradora, desde luego era preferible así, y con una habilidad que no parecía suponerle demasiado esfuerzo, logró abrir el cerrojo, a pesar de la escasa luz. Iori fue quien se aventuró a abrir la puerta, dejando ver una imagen, como poco, escalofriante. Bajo tierra se abría una bóveda y en su interior, más de una docena de niños... ¿dormidos? Por los dioses, ¡que estuvieran dormidos! -Un punto de recogida antes de venderlos. Están aún en buenas condiciones para haber sido dejados aquí sin más.- La conclusión de su congénere la erizó la piel, pero las posibilidades que enumeró la peliblanca la horrorizaron, ¡¿cómo podía afirmar aquello sin un ápice de escarmiento?! Aylizz no daba crédito ante aquellas inmorales palabras, la firmeza con la que hablaba la chica, intercambiando puntos de vista con la morena, denotaba que sabía muy bien lo que se decía... -Es cierto, no podemos llevarlos con nosotros. No hay comida suficiente en la estepa.- Nousis asumió la evidente verdad que se dejaba entrever entre tantos desvaríos y ella bajó la cabeza, asintiendo de manera resignada ante la razón de Chris -Pero si los tocas, te mato.- sentenció el elfo, sin perder la serenidad. Lo miró de reojo, esbozando una ligera sonrisa de un lado, dando por seguro que lo haría si aquello que parecían bromas de mal gusto resultaban ser vedad. Tan pronto como la albina siguió a Iori dentro del subterráneo, Ayl se asomó al agujero. Ante los inútiles intentos por despertar a algunos de los críos y confirmar que, a pesar de su inconsciencia, mantenían la vida, la necesidad de decidir qué hacer entonces era apremiante. -Está bien- resopló -De cualquier forma, si nos encuentran será peor, así que por ahora...- se dejó deslizar cuidadosamente por la entrada al hueco y tratando de no pisar a ningún infante, examinó el interior. Una gran cantidad de maderas, usadas como vigas en vertical y láminas fijadas sobre sus cabezas para evitar que el firme de fuera cediese, se extendían varios metros, formando una extensa galería que aun albergaba espacio para varias personas más. Pero lo más llamativo de todo eran las paredes, reforzadas con piedra trabajada. Desde luego, alguien se había tomado demasiadas molestias para mantener aquello protegido ante posibles derrumbes, definitivamente los querían vivos, así que después de todo, la posibilidad de que alguien volviera a recogerlos se hacía cada vez más plausible.
Habiendo decidido que la mejor opción sería emboscar, más por falta de otras ideas que por estar de acuerdo con la psicópata que tenían por acompañante, se apartó hasta un rincón oscuro y alejado de la trampilla, y se sentó allí, rodeando sus propias piernas, apoyando la espalda en la fría roca. -Supongo que sólo queda esperar...- El último ápice de luz de luna se apagó cuando la puerta se cerró, dejando la fosa completamente sumida en la oscuridad y el silencio, al menos durante unos segundos. Tan pronto como sus pupilas se dilataron, adaptándose de forma aventajada, pudo diferenciar vagamente las figuras a su alrededor, aunque la penumbra dotaba de un aire aun más macabro aquella escena. Ninguno más dijo nada, cada cual tomó la posición que consideró más adecuada y allí quedaron, mientras pasaba el tiempo. La pequeña humana no tardó en quedarse dormida, la compañía de aquellos cuerpos, aparentemente inertes, no parecía incomodarla en absoluto y tampoco se mostraba mínimamente alterada ante la idea de que en cualquier momento los desgraciados que estuvieran detrás de aquello aparecieran. A sus otros dos compañeros no alcanzaba a verlos con tanta claridad, aunque tampoco hizo por saber si aun seguían despiertos. Fijó su mirada en los chiquillos que tenía más cerca, podía llegar al par más cercano con sólo estirar el brazo. Ninguno de los dos llegaría a los 10 años, podía apreciarse que uno era mayor que el otro, pero ambos eran enclenques y desarrapados, aunque mantenían una apariencia sosegada en aquel estado. Mejor así... Al menos no eran conscientes del horror que les esperaba y tampoco podían pensar en lo que ya les hubiera ocurrido hasta acabar allí, fuera lo que fuese. Apoyó su barbilla en las rodillas y desvió entonces su atención a la abertura del techo, ¿cuánto más tardarían? Se encontraba demasiado intranquila para dormir, a pesar del cansancio, ¿qué se supone que podría hacer ella cuando empezase la acción? De los cuatro, estaba claro quienes serían la primera línea, la destreza del espadachín y el gusto que parecía mostrar la blanquecina por la sangre. Incluso su ya considerada amiga tenía un nervio que bien llevado era capaz de causar buen daño. No, en aquella ocasión debería mantenerse a un lado, dadas las circunstancias sus capacidades servirían mejor como apoyo en caso de que las cosas se torcieran.
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La arena desprendiéndose del techo y cayendo sobre su rostro la hizo abrir los ojos, que en algún momento se habían cerrado mientras divagaba en sus preocupaciones. Fuera, sobre ellos, se escuchaban voces masculinas y grotescas, y los pasos sobre el pasto amortiguaban los golpes en la madera bajo los pies de lo que parecían caballos. Chris no había perdido un segundo en prepararse para el ataque inminente, parecía haber sido la primera en percatarse, mientras que Nou terminaba de erguirse tras despertar a Iori. La elfa se incorporó cuando él se acercó, haciéndole ver que lejos de haber dormido, ya era consciente de la situación. De repente, en la superficie se hizo el silencio y el corazón se le encogió El candado... ¿Se habrían dado cuenta? No había habido forma de cerrarlo desde dentro, ¡claro que se percatarían! Nadie deja sin cerrar una cripta llena de niños secuestrados. La trampilla se abrió despacio y uno de los hombres se asomó con precaución, no se esforzó mucho por comprobar que todo estaba en orden, al parecer le bastó con comprobar que su mercancía seguía allí. Seguidamente, dos distintos del primero entraron de un salto, sin la mínima preocupación, algo que sin duda les hizo más fácil atestar el primer golpe. Las humanas tomaron la iniciativa, sorprendiendo a los traficantes por completo, el elfo sin embargo se aventuró a enfrentarse a los que aun quedaban fuera, porque ¿por qué esperar a que ellos mismos entrasen por su propio pie, pudiendo revelar su existencia, su posición y jugarse la vida? Les superaban en número, pero el peculiar grupo contaba con la ventaja de no haberse revelado por completo, habiendo intervenido sólo las dos chicas. Pero no, él tenía que ser el más... Bueno, el más de todo.
Aylizz soltó un pequeño gruñido y salió tras él, daga en mano, al final tendría que intervenir de frente. Tres armarios armados con espadas cortas lo rodeaban, aunque se mantenían en guardia, a la espera de alguna reacción del moreno. Dos movimientos de espada bastaron para que uno de los mercaderes se batiese en retirada, arrancando su huida sobre el caballo más cercano. Un rápido cruce de miradas entre los dos de Sandorai dejó claro que él podía hacerlo solo, así que la elfa trepó por el único árbol que allí se levantaba y siguió con la mirada al que escapaba hasta la lejanía, en dirección sur. Urd era la ciudad más cercana, ella y la muchacha la habían evitado, a duras penas, en su viaje de ida, y aunque aun les separasen de ella muchos kilómetros, cabía esperar que aquel fugitivo volviese con refuerzos. Se deslizó tronco a abajo y comprobó que sus compañeros seguían de una pieza, no pudiendo decir lo mismo de sus oponentes, aunque sólo uno de los adversarios de Nousis yacía sin vida en el suelo. Qué novedad. Retrocedió hasta el agujero del suelo, todos los muchachos seguían sumidos en un profundo sueño y las jóvenes se mantenían en pie, junto a sus vencidos. Antes de bajar, se acercó a uno de los carros y agarró un par de cuerdas, una la dejó caer junto al elfo, la otra se la enroscó en el hombro. Descendió con el mismo cuidado con el que lo había hecho la noche anterior y una vez abajo, se acercó al que Iori había noqueado -¿Estás bien?- quiso saber, al tiempo que echaba mano a la soga, amarrando muñecas y tobillos del hombre inconsciente. A continuación, se dirigió al que aun gimoteaba, agonizante de dolor con las tripas abiertas, junto a la sádica peliblanca. Lo miró con atención, pero no encontró en ella ningún sentimiento de pena al verlo moribund -Por los dioses...- murmuró, con un tono de dejadez, frotándose la frente y cerrando los ojos un instante -Si no va a decir nada que sea de utilidad, acaba con él de una vez.- concluyó con frialdad, al tiempo que se giraba para darle la espalda con desprecio a aquel deshecho.
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(*) Uso de habilidad - especialización: camino de la naturaleza.
(**) Uso de habilidad - nivel 0: visión élfica
Última edición por Aylizz Wendell el Mar Ago 11 2020, 16:28, editado 1 vez
Aylizz Wendell
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Había mirado a Ryuu alejarse tras su despedida. Había sentido que debía de avanzar por su propio camino. Siendo la sombra de Ayl, llevándola a un lugar seguro como se había prometido a si misma en aquella fina habitación. No pudo evitar girarse para, a la carrera, ponerle la mano al hombre-pájaro encima y mirarlo con intensidad a los ojos. Para decir... ¿Nada? Felicidades Iori, buen ridículo. - Cuidate, y... eso, bueno... ya sabes...- bajó la cabeza y la sacudió, quitándose la sensación de haber hecho algo estúpido de encima. No entendía por qué había corrido hacia él, ni lo que buscaba con ello.
Él se alejó, y ella volvió a junto el resto del grupo, dispuesta a centrarse en salir de allí sobreviviendo, como correspondía a alguien como ella. La voz metálica de Sashenka la tomó por sorpresa, sumida en las razones tras su aproximación a Ryuu. Intentando revolver en ella sobre la intención de las palabras que no fue capaz de pronunciar. Clavó los ojos azules muy abiertos, en la figura imponente de la dragona y poco más pudo hacer que no fuese asentir con docilidad. No comprendía lo que ella hacía. En otras circunstancias sería un espectáculo, en aquel lugar perdido en las estepas del norte eran una sorpresa tras otra. Pudo percibir mirándola como lo que restaba de ropa en ella perfilaba un cuerpo envidiablemente entrenado. Para manejar esa lanza hacía falta poder pero, por lo que intuía, Sashenka era una auténtica guerrera.
Colocó sus pertenencias intentando mantenerlas todas unidas cubiertas por el gran abrigo, hasta que observó su transformación. Literalmente, la humana perdió el estómago en alguna parte de sus pies, y cuando jadeó de forma lastimera comprendió que se había olvidado de respirar mientras observaba su nueva forma. Aquella dragona era, de lejos, lo más espectacular que había visto hasta entonces en toda su vida. Ladeó un instante los ojos, observando de medio lado el perfil sereno del elfo más estirado de todo Sandorai. La sombra de la duda entre Nousis y ella fue desechada, cuando volvió a mirar a la dragona para acercarse a su pata. Si, por completo y con total seguridad, la humana nunca había visto nada que pudiera compararse a la magia que Sashenka irradiaba. Tocó su piel escamosa sin poder evitar un leve temblor, y aguantó como pudo la potencia del aire que levantó cuando emprendió el vuelo. Mirarla en el aire de aquella manera hizo que no recordarse ni un instante su genuino pánico a las rachas de viento fuertes. Solo había admiración.
Aquella experiencia se deslizó, de la misma forma que una raíz aun tierna en el interior de su mente. Se enganchó profundamente en algún lugar de sus memorias, y la hizo avanzar de forma autómata por la estepa con sus tres compañeros restantes. El frío, la conversación con Christelle, la presencia de Nousis y la cercanía de Ayl, pasaron de alguna manera a un segundo plano para ella mientras luchaba con los nuevos recuerdos adquiridos. Desde que se habían colado por el menudo pasillo en el que encontraron la primera esfera, hasta el impacto que la dragona produjo en su mente al salir volando. Nadie la creería aquel invierno cuando volviese a su aldea.
La conversación con Ayl añadió una pequeña piedra más sobre cosas en las que pensar. Había decidido que se consagraría a la tarea de devolverle de alguna forma el tremendo favor que la elfa le había hecho. Llevaban semanas juntas y continuar hasta el momento de separar caminos de aquella forma se había convertido en su nuevo camino para ella. Ya habría tiempo para investigar sobre el anillo... o quizá no. Pero en cualquier caso, para la humana lo más importante ahora era Ayl. Y mantener algo de distancia con la otra humana. La curiosidad y la cautela se mezclaban en ella a partes iguales. No iba a juzgarla por la vida que había llevado. Cada uno jugaba con las cartas que le tocaban en su vida. Pero no podía evitar sentir algo de desagrado por la increible naturalidad con la que hablaba sobre sus experiencia pasadas en otras situaciones de combate. Le sonrió casi por compromiso, y se aseguró de mantener la distancia suficiente con Nousis en lo que hicieron de camino en el resto del día.
No le apetecía nada volver a hablar con él. Tras encontrar aquella trampilla y entender lo que pasaba en relación con ella deseó haberlo hecho. Seguro que hubieran terminado discutiendo sobre algo, y seguramente estar enfadada habría sido mejor para ella. Para poder enfrentarse a aquella situación. Claro que Iori no era ninguna inocentona. Sabía que ese tipo de comercio de personas se daban... y sin embargo la juventud de todos aquellos muchachos... Trató de conciliar el sueño en la noche mientras pensaba de nuevo que en su vida había sido una maldita afortunada. Un lugar en el que vivir, un hogar al que pertenecer, y una forma de poder asegurarse la comida cada día con el trabajo de sus manos y su frente. Era más suerte que la que aquellos críos habían tenido en su vida.
La sordidez de la situación se disparó cuando los comerciantes llegaron a por ellos. Su bastón no estaba hecho para matar, de manera que lo usó para enfrentarse a uno de los hombres que descendieron para noquearlo con precisión y dejarlo inconsciente. El elfo salió al exterior y allí encontraron los carromatos con los caballos, y la huida inevitable de ¿uno de ellos? En la mente de Iori aquello apenas fue mencionado como contratiempo. Tenían los medios para salir de allí, avanzar acortando camino y llevar a los niños con ellos. Solo esperaba que todavía hubiese alguien que se preocupase por ellos y los quisiera de vuelta. Y no que hubiesen sido vendidos con toda la intención para no volver a verlos nunca más.
Él se alejó, y ella volvió a junto el resto del grupo, dispuesta a centrarse en salir de allí sobreviviendo, como correspondía a alguien como ella. La voz metálica de Sashenka la tomó por sorpresa, sumida en las razones tras su aproximación a Ryuu. Intentando revolver en ella sobre la intención de las palabras que no fue capaz de pronunciar. Clavó los ojos azules muy abiertos, en la figura imponente de la dragona y poco más pudo hacer que no fuese asentir con docilidad. No comprendía lo que ella hacía. En otras circunstancias sería un espectáculo, en aquel lugar perdido en las estepas del norte eran una sorpresa tras otra. Pudo percibir mirándola como lo que restaba de ropa en ella perfilaba un cuerpo envidiablemente entrenado. Para manejar esa lanza hacía falta poder pero, por lo que intuía, Sashenka era una auténtica guerrera.
Colocó sus pertenencias intentando mantenerlas todas unidas cubiertas por el gran abrigo, hasta que observó su transformación. Literalmente, la humana perdió el estómago en alguna parte de sus pies, y cuando jadeó de forma lastimera comprendió que se había olvidado de respirar mientras observaba su nueva forma. Aquella dragona era, de lejos, lo más espectacular que había visto hasta entonces en toda su vida. Ladeó un instante los ojos, observando de medio lado el perfil sereno del elfo más estirado de todo Sandorai. La sombra de la duda entre Nousis y ella fue desechada, cuando volvió a mirar a la dragona para acercarse a su pata. Si, por completo y con total seguridad, la humana nunca había visto nada que pudiera compararse a la magia que Sashenka irradiaba. Tocó su piel escamosa sin poder evitar un leve temblor, y aguantó como pudo la potencia del aire que levantó cuando emprendió el vuelo. Mirarla en el aire de aquella manera hizo que no recordarse ni un instante su genuino pánico a las rachas de viento fuertes. Solo había admiración.
Aquella experiencia se deslizó, de la misma forma que una raíz aun tierna en el interior de su mente. Se enganchó profundamente en algún lugar de sus memorias, y la hizo avanzar de forma autómata por la estepa con sus tres compañeros restantes. El frío, la conversación con Christelle, la presencia de Nousis y la cercanía de Ayl, pasaron de alguna manera a un segundo plano para ella mientras luchaba con los nuevos recuerdos adquiridos. Desde que se habían colado por el menudo pasillo en el que encontraron la primera esfera, hasta el impacto que la dragona produjo en su mente al salir volando. Nadie la creería aquel invierno cuando volviese a su aldea.
La conversación con Ayl añadió una pequeña piedra más sobre cosas en las que pensar. Había decidido que se consagraría a la tarea de devolverle de alguna forma el tremendo favor que la elfa le había hecho. Llevaban semanas juntas y continuar hasta el momento de separar caminos de aquella forma se había convertido en su nuevo camino para ella. Ya habría tiempo para investigar sobre el anillo... o quizá no. Pero en cualquier caso, para la humana lo más importante ahora era Ayl. Y mantener algo de distancia con la otra humana. La curiosidad y la cautela se mezclaban en ella a partes iguales. No iba a juzgarla por la vida que había llevado. Cada uno jugaba con las cartas que le tocaban en su vida. Pero no podía evitar sentir algo de desagrado por la increible naturalidad con la que hablaba sobre sus experiencia pasadas en otras situaciones de combate. Le sonrió casi por compromiso, y se aseguró de mantener la distancia suficiente con Nousis en lo que hicieron de camino en el resto del día.
No le apetecía nada volver a hablar con él. Tras encontrar aquella trampilla y entender lo que pasaba en relación con ella deseó haberlo hecho. Seguro que hubieran terminado discutiendo sobre algo, y seguramente estar enfadada habría sido mejor para ella. Para poder enfrentarse a aquella situación. Claro que Iori no era ninguna inocentona. Sabía que ese tipo de comercio de personas se daban... y sin embargo la juventud de todos aquellos muchachos... Trató de conciliar el sueño en la noche mientras pensaba de nuevo que en su vida había sido una maldita afortunada. Un lugar en el que vivir, un hogar al que pertenecer, y una forma de poder asegurarse la comida cada día con el trabajo de sus manos y su frente. Era más suerte que la que aquellos críos habían tenido en su vida.
La sordidez de la situación se disparó cuando los comerciantes llegaron a por ellos. Su bastón no estaba hecho para matar, de manera que lo usó para enfrentarse a uno de los hombres que descendieron para noquearlo con precisión y dejarlo inconsciente. El elfo salió al exterior y allí encontraron los carromatos con los caballos, y la huida inevitable de ¿uno de ellos? En la mente de Iori aquello apenas fue mencionado como contratiempo. Tenían los medios para salir de allí, avanzar acortando camino y llevar a los niños con ellos. Solo esperaba que todavía hubiese alguien que se preocupase por ellos y los quisiera de vuelta. Y no que hubiesen sido vendidos con toda la intención para no volver a verlos nunca más.
Iori Li
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Había esperado que tras lo ocurrido en la torre, el camino hasta Hjalldorn resultase en una larga y monótona marcha a través de las grandes y frías llanuras del norte, donde todo sobresalto radicase en las fieras que buscaban su sustento en una zona difícil para sobrevivir.
La falta de arboleda producía una sensación de enormidad, como si el mundo fuese mayor de lo debido. Era la misma impresión que le causaba un gran cielo azul. Era pese a los inconvenientes, un paisaje digno de ver, y aún así, el elfo apretó el paso, encabezando la pequeña comitiva. Todo residía en llegar a su destino antes de que la comida escasease demasiado, o se encontrasen un problema que fuesen incapaces de solucionar. No se fiaba en absoluto de la paz que cubría la estepa. A decir verdad, ni siquiera de parte de quienes lo acompañaban. Y todo ese viaje, por el hecho de visitar una tumba. Ya habría podido morir tres veces por ello.
El hallazgo de la camada de niños humanos le hizo pasarse una mano por el rostro. Terminar con mercaderes de vidas entraba dentro de su código moral, y lo realizó sin dilación ni remordimiento alguno. El inconveniente real era su sospecha de las intenciones de sus compañeras. No de la basura criada por brujos, la cual aún esperaba que muriese de camino al mar, o realizase algún gesto que pudiese considerar motivo para que su espada la hiciese medir un palmo menos, de cara al resto de las presentes. Sino de Aylizz y Iori. Las había tratado lo suficiente como intuir que no se avendrían en dejar a los rehenes escapar por su propia cuenta, ni siquiera con los carros que ya no tenían dueños que pudiesen reclamarlos.
No era una cuestión de falta de empatía. ¿Cómo arreglárselas, pese a recortar distancia gracias a las cabalgaduras, para alimentar aquella prole? Pensó en dejarlas por un momento, que ellas se quedasen con los pequeños humanos, tomar un caballo y galopar solo y deprisa hacia su objetivo.
“Y no lo harás” se rio su contrapunto más visceral. “Bien conoces el por qué”
El espadachín compuso una mueca de desagrado ante las verdades que se permitía otear. Era cierto. Su ego le impedía creer que sin él no tuviesen mayores dificultades para arribar a la costa. Una nueva y suave risa en su interior le indicó que eso no era todo.
Sólo cuando miró hacia atrás, contemplando el crecido grupo, el registro de la voz cambió, irritada. Sólo podrían traer más y más complicaciones.
Fue un sonido desconocido que llegó de la lejanía, estruendoso, en que le arrancó de la cabeza sus pensamientos de amargura. Mirando a cada dirección que le fue posible, los caballos piafaron tras oler en el aire un aroma al que no estaban acostumbrados. Y Nou no pudo sino comprenderlos cuando sus ojos enfocaron las gigantescas moles que majestuosas, avanzaban por la llanura con un paso cadencioso, sin temor alguno, dueñas de la planicie.
- Crasgwar:
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-Crasgwar…. – murmuró para sí el elfo. Pese a que sus lecturas le habían llevado más por el camino de criaturas más agresivas y monstruosas, no era ajeno a las imágenes y textos de esos grandes animales que tenían su hogar en las estepas heladas. Sin embargo, su visión directa, pese a la distancia, resultaba impresionante. Sus pasos producían un pequeño temblor que incluso llegaba a la comitiva que él encabezaba. Una sola de esas bestias les proporcionaría carne suficiente para todos y para el viaje completo, mas la idea de que él y ellas tres tratasen de derribar algo así, sin contar a sus dos compañeros, resultaba hilarante, y casi se le escapó una risa. No se pudieron nuevamente en marcha hasta que los crasgwar se hubieron perdido en lontananza.
No dirigió palabra alguna, guiándose por la posición del sol, siempre al oeste-noroeste, durante las horas siguientes, sumido en sus pensamientos. A su mente retornó la respuesta de Aylizz durante su breve conversación. ¿Iori había hablado con ella de lo ocurrido en Baslodia? Bien podría haberlo hecho, fuese por no darle la más mínima importancia o por el hecho justo contrario. No tenía modo de saberlo. Miró hacia atrás de reojo a la humana, antes de volver sus ojos grises al frente.
No llegaron a lugar habitado alguno hasta que, casi anocheciendo, una fina columna de humo le indicó la proximidad de una aldea, confirmada por la visión de las pobres techumbres de las moradas. Sombrío, el espadachín asumió que la única forma de conseguir alimento en un lugar así era quitárselo a los lugareños. No deseaba tomar una decisión así. No, teniendo él su propio alimento para los días que restaban.
- aldea:
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Escuchó a los críos hablar con sus compañeras, sin prestar atención alguna. Desenvainó, a fin de estar preparado para una posible emboscada. Raudo, se dirigió hacia la cabaña que parecía tener dueño, abriendo la puerta con una sola mano. Un anciano achacoso estaba sentado en el suelo, poniéndose en pie con cierta dificultad. ¿Humano? ¿Dragón? ¿Licántropo?... ¿Brujo? Existían demasiadas similitudes entre las razas bárbaras de Aerandir en su forma humanoide.
-Te saludo, elfo- dijo el lugareño, sonriente- Es bueno ver caras nuevas en un sitio tan recóndito.
Éste asintió como parco saludo.
-Necesitamos refugio para pasar la noche. Hemos recogido un buen número de acompañantes inesperados… También alimento, de haberlo, nos vendría bien para continuar el viaje.
-Os echaré un vistazo- indicó el anciano- No queda nadie más que yo y el resto de las cabañas están vacías. Son vuestras si así lo queréis. Una noche con más gente es una bendición inesperada.
Nou le sostuvo la puerta. Unas paredes precarias eran mejor que nada contra el viento de la estepa.
Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
En medio de la noche, Ryuu despertó sobresaltado por la cercanía de los aullidos. Se había acostumbrado a ese sonido desde que era pequeño y vivía en el bosque rodeado de animales salvajes, por lo que no le costaba ignorarlo y dormir sin problemas. Aún así, al notarlo tan próximo no podía (ni debía) seguir como si nada. Afortunadamente, su decisión de dormir en un árbol le daba la ventaja de estar fuera del alcance de los lobos.
Poco tardaron los canes en hacer acto de presencia. Su aspecto daba miedo y pena a partes iguales: estaban en los huesos, manteniéndose en pie únicamente con la energía proveniente de la desesperación por saciar su apetito. Eso los volvía mucho más peligrosos de lo normal, y el arquero lo sabía. -De repente no me parece tan seguro este arbolito...- pensaba, mientras observaba cómo el grupo de tres lobos rodeaba su improvisado refugio. Demostrando una agilidad y energía inusitadas para una criatura en esas condiciones, las depredadores empezaron a saltar a una altura peligrosamente cercana a la rama donde estaba el ave.
Rápidamente, Ryuu disparó a uno de los cánidos justo cuando éste se encontraba en el aire. No pudo hacer nada por evadir la saeta, que se incrustó justo entre sus ojos. Los dos restantes parecieron sorprenderse por la caída de su compañero, ya que se distrajeron observando y olfateando el cuerpo. El pájaro no perdió tiempo y aprovechó esa distracción para huir, saltando de árbol en árbol lo mejor que podía. No era algo que hiciera normalmente, y la torpeza de sus movimientos era prueba de ello. Cuando sentía nuevamente los aullidos a una escasa distancia, se detenía para tener una mejor vista de su objetivo, y así pudo eliminarlos a todos.
Logró descansar bastante bien durante el resto de la noche, aunque no se atrevió a dormir durante mucho rato. Continuó su camino al salir los primeros rayos del sol, llegando por fin a Angbaros sin otros contratiempos. El trayecto le llevó unos dos días aproximadamente. Una vez dentro del pueblo, buscó el edificio de mayor tamaño, asumiendo que se trataría del hogar del líder. Su suposición fue confirmada cuando quiso acercarse y dos hombres lo detuvieron, preguntando cuáles eran sus intenciones.
-Necesito hablar con el líder de este pueblo, urgentemente. Traigo noticias de gran importancia, la vida de todos aquí podría correr peligro.- La única respuesta que recibió el ave fue una cara de "sí, claro" y un - lárgate de aquí- por parte de los guardias.
Sin moverse de su sitio, Ryuu mostró el documento sellado por Sashenka. Como por arte de magia, la actitud de ambos centinelas cambió completamente. No sólo dejaron pasar al arquero, sino que lo escoltaron hasta su jefe. Un hombre de mediana edad lo recibió, luego de comprobar la veracidad de sus credenciales y devolverlas. El alcalde, llamado Arvon, escuchó todo el relato del pájaro en silencio.
-Te agradezco por el aviso, joven. Es indudable que tus palabras son verdad, dado que tienes contigo un documento de los Dozorova que las respalda. Pero no tienes por qué preocuparte, no le pasará nada a nuestro pueblo. Estamos bajo la protección de la familia Dozorova y contamos con buenos soldados estacionados aquí. Además, somos un pueblo de poca importancia, tanto estratégica como económica, por lo que no tendría sentido atacarnos.-
-Pero, señor... Es cierto que desconocemos los planes de este tal Ilvor, pero por eso mismo debería pensar en el peor escenario posible ¿no? Si lo que busca no son puntos estratégicos, sino lisa y llanamente destruir diversos puntos para crear caos en la región o algo por el estilo, entonces no importa si se trata de un pueblo pequeño o de una gran ciudad...-
-Tienes razón, pensar en el peor escenario es una de las tareas de un líder. Pero éste no es el caso. Como dije antes, agradezco que nos entregaras el mensaje, pero no abandonaremos nuestro hogar. Eres bienvenido a quedarte el tiempo que necesites; todos aquí son muy amables, por lo que no te costará mucho encontrar a alguien que te reciba en su casa. Puedes retirarte.- Esas últimas palabras demostraban que no había lugar para discusiones, por lo que Ryuu salió del edificio resignado.
Estaba a punto de abandonar el poblado, cuando unos gritos de auxilio lo sorprendieron. Un puente cercano, en muy malas condiciones, finalmente se había dado por vencido cediendo ante el peso de un anciano. Por suerte, no se encontraba a una altura demasiado elevada, por lo que unas cuantas magulladuras y cortes fueron todo lo que sufrió el viejo humano (¿o dragón? El arquero tembló un poco al recordar eso). Cuando socorrió al anciano junto con otro muchacho, le contaron que intentaban reparar el puente cuando el constructor cayó, y que debido a sus heridas no podría seguir con su labor.
-Yo sé algo de carpintería, pero aún soy sólo un novato. No sé si mi ayuda servirá de mucho, pero puedo seguir sus instrucciones y hacer todo lo posible por repararlo...-
Así fue como Ryuu pasó el resto del día trabajando en el puente, bajo la dirección del anciano y acompañado de otros aprendices en el oficio de la carpintería.
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Cuando la oscuridad de la noche empezaba a hacer acto de presencia, un aullido se escuchó en la distancia. Sin embargo, éste sonaba muy diferente al de los famélicos lobos que el pájaro había encontrado unos días antes. Era más salvaje y peligroso, se asemejaba más a un monstruo que a un animal común. Algunos de los hombres que estaban reparando el puente momentos antes, ahora se encontraban corriendo desesperados hacia unas colinas cercanas. La confusión en el rostro del ave debe haber sido evidente, ya que un pastor que regresaba de esa dirección le explicó rápidamente que una criatura atacaba a los rebaños casi todas las noches. El anciano constructor siguió la explicación cuando el otro hombre volvió a marcharse. Muchos creían que se trataba de un huargo, debido al tamaño de las heridas en los pocos cuerpos que aún podían ser reconocidos como ganado.
-Nunca he visto a uno de esos monstruos, pero recuerdo que algunos de ellos atacaban mi aldea y sus aullidos se quedaron grabados en mi memoria desde entonces. No se parece al sonido de un huargo, pero tampoco es el de un lobo... ¿Hay alguna forma de eliminarlo o de atraparlo? No me digan que los soldados de los que tanto se enorgullece Arvon no hicieron nada al respecto.-
Detrás del pájaro se encontraban algunas personas, entre ellas el mismo Arvon. Aparecieron de la nada, como si las palabras del arquero los hubieran convocado allí.
-No exactamente, pajarito. No hemos sido capaces de localizarlo las veces anteriores. Si crees que la capacidad de mis hombres es tan escasa, eres más que bienvenido a prestar tu arco para la causa.- El alcalde estaba visiblemente ofendido, pero no tanto como para aprehenderlo o luchar. Con una sonrisa de disculpa en su cara, Ryuu siguió a los soldados hasta las colinas donde pastaban los animales.
Tomaron posición en diversas zonas donde podían mantenerse a cubierto, desde matorrales hasta árboles o edificios cercanos. Ryuu fue el primero en detectar a la criatura, gracias a su aguda visión y a su ubicación. Una criatura enorme salió del bosque cercano a toda velocidad, pasando por donde se encontraban el ave y algunos de los soldados. Era muy grande para ser un lobo, y un poco más pequeño que un huargo, de acuerdo a las leyendas. Si bien la criatura se desplazaba a cuatro patas, era evidente por su postura que también podía hacerlo de forma bípeda.
-Eso no es un huargo, es un licántropo. Pero parece demasiado salvaje, como si hubiera olvidado su parte humana...-
Viendo el estado de la criatura, Ryuu no pudo evitar recordar a los mercenarios y trasgos de la torre. Ellos también se comportaban de un modo más agresivo del normal. ¿Tal vez el licántropo estaba siendo manipulado por Ilvor?
-Arvon, es muy similar a lo que les ocurrió a esos hombres en la torre. Es demasiada coincidencia, ¿no cree? Tal vez Ilvor ya está poniendo sus planes en marcha, debería reconsiderar su decisión de quedarse aquí.-
La única respuesta que obtuvo de parte del alcalde fue silencio. Pero al observarlo, podía notarse en su rostro que empezaba a dudar.
No tardaron demasiado tiempo en atrapar al salvaje licántropo. Resultaba muy útil tener habilidades mágicas para manipular la tierra, y algunos de los dragones allí presentes le sacaron partido a esa ventaja. Decidieron mantenerlo con vida para ecaluar su condición e investigar si los orbes de control mental eran los culpables de ella.
Al día siguiente, Ryuu estaba preparado para partir. Nuevamente su costumbre de ayudar prevaleció sobre su miedo, por lo que seguiría el camino hacia el siguiente pueblo. Pero antes de eso, el alcalde quiso hablar con él.
-Quiero agradecerte nuevamente por tu ayuda. No sólo nos advertiste del peligro, sino que asististe en la captura del licántropo y en la reparación del puente. Si hay algo en lo que podamos ayudarte, sólo debes decirlo.-
-Un mapa de la zona me seria extremadamente útil. En la lista que encontramos aparecían otras tres ubicaciones: Prioan, Esteria y Hjalldorn. De ser posible, debería enviar mensajeros hacia esos puntos para avisarles cuanto antes, ya que a mí me llevaría demasiado tiempo y no soporto el norte... Por el frío, no puedo soportarlo bien.- agregó rápidamente, al notar que sus palabras podrían ofenderlo.
-Has hecho muy bien en seguir el río por el norte. Hacia el oeste, hace ya casi diez años, hubo una terrible matanza en una aldea camino a Hjalldorn. Aún hoy, se encuentra abandonada y nadie se atreve a acercarse, ya que es un lugar donde merodean espíritus y abundan los problemas. Seguiré tu sugerencia y enviaré mensajeros a los otros pueblos. También empezaremos la evacuación de los niños y ancianos hacia zonas más cercanas a los Dozorova, mientras que los combatientes nos quedaremos a proteger nuestro hogar. Que los antiguos dragones te acompañen en el camino, chico.- comentó el alcalde, mientras le entregaba el mapa.
-Preferiría que no lo hicieran, pero entiendo que lo dijo con buena intención... Espero.- Con ese pensamiento rondando su cabeza, el arquero se despidió de Arvon y partió rumbo a Prioan.
Poco tardaron los canes en hacer acto de presencia. Su aspecto daba miedo y pena a partes iguales: estaban en los huesos, manteniéndose en pie únicamente con la energía proveniente de la desesperación por saciar su apetito. Eso los volvía mucho más peligrosos de lo normal, y el arquero lo sabía. -De repente no me parece tan seguro este arbolito...- pensaba, mientras observaba cómo el grupo de tres lobos rodeaba su improvisado refugio. Demostrando una agilidad y energía inusitadas para una criatura en esas condiciones, las depredadores empezaron a saltar a una altura peligrosamente cercana a la rama donde estaba el ave.
Rápidamente, Ryuu disparó a uno de los cánidos justo cuando éste se encontraba en el aire. No pudo hacer nada por evadir la saeta, que se incrustó justo entre sus ojos. Los dos restantes parecieron sorprenderse por la caída de su compañero, ya que se distrajeron observando y olfateando el cuerpo. El pájaro no perdió tiempo y aprovechó esa distracción para huir, saltando de árbol en árbol lo mejor que podía. No era algo que hiciera normalmente, y la torpeza de sus movimientos era prueba de ello. Cuando sentía nuevamente los aullidos a una escasa distancia, se detenía para tener una mejor vista de su objetivo, y así pudo eliminarlos a todos.
Logró descansar bastante bien durante el resto de la noche, aunque no se atrevió a dormir durante mucho rato. Continuó su camino al salir los primeros rayos del sol, llegando por fin a Angbaros sin otros contratiempos. El trayecto le llevó unos dos días aproximadamente. Una vez dentro del pueblo, buscó el edificio de mayor tamaño, asumiendo que se trataría del hogar del líder. Su suposición fue confirmada cuando quiso acercarse y dos hombres lo detuvieron, preguntando cuáles eran sus intenciones.
-Necesito hablar con el líder de este pueblo, urgentemente. Traigo noticias de gran importancia, la vida de todos aquí podría correr peligro.- La única respuesta que recibió el ave fue una cara de "sí, claro" y un - lárgate de aquí- por parte de los guardias.
Sin moverse de su sitio, Ryuu mostró el documento sellado por Sashenka. Como por arte de magia, la actitud de ambos centinelas cambió completamente. No sólo dejaron pasar al arquero, sino que lo escoltaron hasta su jefe. Un hombre de mediana edad lo recibió, luego de comprobar la veracidad de sus credenciales y devolverlas. El alcalde, llamado Arvon, escuchó todo el relato del pájaro en silencio.
-Te agradezco por el aviso, joven. Es indudable que tus palabras son verdad, dado que tienes contigo un documento de los Dozorova que las respalda. Pero no tienes por qué preocuparte, no le pasará nada a nuestro pueblo. Estamos bajo la protección de la familia Dozorova y contamos con buenos soldados estacionados aquí. Además, somos un pueblo de poca importancia, tanto estratégica como económica, por lo que no tendría sentido atacarnos.-
-Pero, señor... Es cierto que desconocemos los planes de este tal Ilvor, pero por eso mismo debería pensar en el peor escenario posible ¿no? Si lo que busca no son puntos estratégicos, sino lisa y llanamente destruir diversos puntos para crear caos en la región o algo por el estilo, entonces no importa si se trata de un pueblo pequeño o de una gran ciudad...-
-Tienes razón, pensar en el peor escenario es una de las tareas de un líder. Pero éste no es el caso. Como dije antes, agradezco que nos entregaras el mensaje, pero no abandonaremos nuestro hogar. Eres bienvenido a quedarte el tiempo que necesites; todos aquí son muy amables, por lo que no te costará mucho encontrar a alguien que te reciba en su casa. Puedes retirarte.- Esas últimas palabras demostraban que no había lugar para discusiones, por lo que Ryuu salió del edificio resignado.
Estaba a punto de abandonar el poblado, cuando unos gritos de auxilio lo sorprendieron. Un puente cercano, en muy malas condiciones, finalmente se había dado por vencido cediendo ante el peso de un anciano. Por suerte, no se encontraba a una altura demasiado elevada, por lo que unas cuantas magulladuras y cortes fueron todo lo que sufrió el viejo humano (¿o dragón? El arquero tembló un poco al recordar eso). Cuando socorrió al anciano junto con otro muchacho, le contaron que intentaban reparar el puente cuando el constructor cayó, y que debido a sus heridas no podría seguir con su labor.
-Yo sé algo de carpintería, pero aún soy sólo un novato. No sé si mi ayuda servirá de mucho, pero puedo seguir sus instrucciones y hacer todo lo posible por repararlo...-
Así fue como Ryuu pasó el resto del día trabajando en el puente, bajo la dirección del anciano y acompañado de otros aprendices en el oficio de la carpintería.
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Cuando la oscuridad de la noche empezaba a hacer acto de presencia, un aullido se escuchó en la distancia. Sin embargo, éste sonaba muy diferente al de los famélicos lobos que el pájaro había encontrado unos días antes. Era más salvaje y peligroso, se asemejaba más a un monstruo que a un animal común. Algunos de los hombres que estaban reparando el puente momentos antes, ahora se encontraban corriendo desesperados hacia unas colinas cercanas. La confusión en el rostro del ave debe haber sido evidente, ya que un pastor que regresaba de esa dirección le explicó rápidamente que una criatura atacaba a los rebaños casi todas las noches. El anciano constructor siguió la explicación cuando el otro hombre volvió a marcharse. Muchos creían que se trataba de un huargo, debido al tamaño de las heridas en los pocos cuerpos que aún podían ser reconocidos como ganado.
-Nunca he visto a uno de esos monstruos, pero recuerdo que algunos de ellos atacaban mi aldea y sus aullidos se quedaron grabados en mi memoria desde entonces. No se parece al sonido de un huargo, pero tampoco es el de un lobo... ¿Hay alguna forma de eliminarlo o de atraparlo? No me digan que los soldados de los que tanto se enorgullece Arvon no hicieron nada al respecto.-
Detrás del pájaro se encontraban algunas personas, entre ellas el mismo Arvon. Aparecieron de la nada, como si las palabras del arquero los hubieran convocado allí.
-No exactamente, pajarito. No hemos sido capaces de localizarlo las veces anteriores. Si crees que la capacidad de mis hombres es tan escasa, eres más que bienvenido a prestar tu arco para la causa.- El alcalde estaba visiblemente ofendido, pero no tanto como para aprehenderlo o luchar. Con una sonrisa de disculpa en su cara, Ryuu siguió a los soldados hasta las colinas donde pastaban los animales.
Tomaron posición en diversas zonas donde podían mantenerse a cubierto, desde matorrales hasta árboles o edificios cercanos. Ryuu fue el primero en detectar a la criatura, gracias a su aguda visión y a su ubicación. Una criatura enorme salió del bosque cercano a toda velocidad, pasando por donde se encontraban el ave y algunos de los soldados. Era muy grande para ser un lobo, y un poco más pequeño que un huargo, de acuerdo a las leyendas. Si bien la criatura se desplazaba a cuatro patas, era evidente por su postura que también podía hacerlo de forma bípeda.
-Eso no es un huargo, es un licántropo. Pero parece demasiado salvaje, como si hubiera olvidado su parte humana...-
Viendo el estado de la criatura, Ryuu no pudo evitar recordar a los mercenarios y trasgos de la torre. Ellos también se comportaban de un modo más agresivo del normal. ¿Tal vez el licántropo estaba siendo manipulado por Ilvor?
-Arvon, es muy similar a lo que les ocurrió a esos hombres en la torre. Es demasiada coincidencia, ¿no cree? Tal vez Ilvor ya está poniendo sus planes en marcha, debería reconsiderar su decisión de quedarse aquí.-
La única respuesta que obtuvo de parte del alcalde fue silencio. Pero al observarlo, podía notarse en su rostro que empezaba a dudar.
No tardaron demasiado tiempo en atrapar al salvaje licántropo. Resultaba muy útil tener habilidades mágicas para manipular la tierra, y algunos de los dragones allí presentes le sacaron partido a esa ventaja. Decidieron mantenerlo con vida para ecaluar su condición e investigar si los orbes de control mental eran los culpables de ella.
Al día siguiente, Ryuu estaba preparado para partir. Nuevamente su costumbre de ayudar prevaleció sobre su miedo, por lo que seguiría el camino hacia el siguiente pueblo. Pero antes de eso, el alcalde quiso hablar con él.
-Quiero agradecerte nuevamente por tu ayuda. No sólo nos advertiste del peligro, sino que asististe en la captura del licántropo y en la reparación del puente. Si hay algo en lo que podamos ayudarte, sólo debes decirlo.-
-Un mapa de la zona me seria extremadamente útil. En la lista que encontramos aparecían otras tres ubicaciones: Prioan, Esteria y Hjalldorn. De ser posible, debería enviar mensajeros hacia esos puntos para avisarles cuanto antes, ya que a mí me llevaría demasiado tiempo y no soporto el norte... Por el frío, no puedo soportarlo bien.- agregó rápidamente, al notar que sus palabras podrían ofenderlo.
-Has hecho muy bien en seguir el río por el norte. Hacia el oeste, hace ya casi diez años, hubo una terrible matanza en una aldea camino a Hjalldorn. Aún hoy, se encuentra abandonada y nadie se atreve a acercarse, ya que es un lugar donde merodean espíritus y abundan los problemas. Seguiré tu sugerencia y enviaré mensajeros a los otros pueblos. También empezaremos la evacuación de los niños y ancianos hacia zonas más cercanas a los Dozorova, mientras que los combatientes nos quedaremos a proteger nuestro hogar. Que los antiguos dragones te acompañen en el camino, chico.- comentó el alcalde, mientras le entregaba el mapa.
-Preferiría que no lo hicieran, pero entiendo que lo dijo con buena intención... Espero.- Con ese pensamiento rondando su cabeza, el arquero se despidió de Arvon y partió rumbo a Prioan.
Shinoroa Ryuu
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Se mantuvo en silencio durante el camino, centrándose en dirigir aquel carro con firmeza. Agradeció ser ella la que tomase las riendas, no habría soportado todo un día de viaje entre los chiquillos. La imagen era estremecedora, se mantenían sumidos en un sueño que parecía no perturbarse por nada, ni si quiera cuando tuvieron que cargarlos se inmutaron... Nousis y Iori avanzaban en la otra carreta, a unos escasos metros de la suya, y Chris junto a ella. En un par de ocasiones la miró de reojo, de forma sutil, en cierto modo sentía curiosidad por saber acerca de la humana, aquella actitud engreída y turbia parecía esconder mucha historia detrás... O tal vez, simplemente, estuviera loca.
-Bueno... Chris, ¿no? ¿De dónde dices que eras?
-Christelle- respondió, alargando el "elle" -Pero si, puedes llamarme Chris. Y soy de Ciudad Lagarto, ¿lo conoces?
-Sólo de oídas... Un lugar turbio, dicen.- Supo de la existencia de una ciudad como aquella a su paso por Lunargenta, según comentarios de las gentes de la capital, el lugar ideal para prosperar en profesiones como rateros, sicarios o sacacuartos.
-¡Bastante! Y divertido a morir. Literalmente.
-Supongo que hace falta sentido del humor para sobrevivir...- Se preguntaba cómo alguien con una apariencia tan inocente podría ser parte de algo tan perverso como una ciudad cuya ley la establecían criminales -¿Y qué haces tan lejos?
-Buscar a un tipo que quemó mi tienda, bueno unos pergaminos, y huyó para acá. La tormenta lo mato, así que buscaba al que lo envío. ¿Y tú? Eres de Sandorai, sanan con las manos y se creen la última biusa de Aerandir, ¿no?
-Vaya, veo que lo sabes todo sobre nosotros.- El sarcasmo se hizo notar en su respuesta, mientras la miraba de arriba a abajo -¿Y encontraste al que buscabas? No te confundas, no me importa. Lo pregunto únicamente para conocer tus intenciones, ¿vas a matarnos y a robarnos en el próximo sueño o...?
-No lo sé, no conozco muchos elfos más que los que venden en el mercado de la ciudad. Y no hablan mucho. Y el chulo, ese al que busco, es un escurridizo, en sí matarlo no me sirve. Es como el juego del gato y el ratón.- Alzó la ceja y río -No ganaría nada con sus muertes.-
-Pues lo poco que sabes, no tienes ni idea..- masculló entre dientes
-Me crió un brujo, los elfos no eran su máximo. Y soy humana, así que seguramente que cuando muera de vieja bailarás sobre mi tumba restregando tu larga existencia.
-Eso explica muchas cosas...- Todas sus dudas se resolvieron con aquella explicación, no necesitó saber más, nadie como un maestro de las artes mágicas del engaño y la perversión para enseñar a una dulce muñequita a ser maquiavélica -Puede que lo haga, sí. Si pudiera fiarme de la palabra de alguien como tú y viviese mañana para contarlo.- comentó, tras soltar una pequeña risa ante el comentario del baile postmortem. Adquiriendo de nuevo una expresión seria, miró a los niños -¿A caso te importan?
-Puedes confiar o no. Lo más lógico es que no.- Exhaló un suspiro y lanzó una mirada hacia el grupo, sonriente, aunque con cierta melancolía en el rostro -Aunque así fuera no habrá diferencia. Los salvamos, tenemos responsabilidad sobre esas vidas, dejarlos tirados es más cruel a ser vendido.
-Si, en eso tienes razón... Pero no sé qué se supone que haremos, esto es de locos... Quién me mandaría...- El arrepentimiento por haber llegado tan lejos sustentaba cada paso que avanzaba en el frío norte,
-Supongo es el instinto. Se suele cuidar a los hijos porque aseguran la supervivencia- La peliblanca sacó una manzana y comenzó a comer, como si nada.
-Pareces dos personas cuando hablas, lo sabías? Una totalmente desquiciada, desentendida de la realidad. Y otra... Bueno... Menos como la primera.- Comentó, sin acritud, centrando su atención ahora en los gigantescos animales que empezaban a verse a lo lejos, hasta que tras ella comenzó a sentir a los niños moverse -Creo que ya despiertan.
Según habían pasado las horas, la calma se había desvanecido al tiempo que el efecto de los somníferos, o lo que fuera que les habían suministrado a aquellos críos, comenzaban a pasarse y muchos empezaban a mostrar malestar, además de asombro y cierto miedo al despertar en aquellas circunstancias. No podían haber abierto los ojos en peor momento, no muy lejos se alzaban tres majestuosos ejemplares de crasswar que hacían que la tierra temblara a medida que se acercaban y su presencia hizo que dos de los muchachos saltaran del transporte, antes incluso de haberlo frenado, echando a correr campo a través -¡No! ¡Quietos! ¡No os pasará na...- era inútil, no atenderían a explicaciones. Aylizz frenó el carruaje al tiempo que la peliblanca saltaba tras los fugados, ganchos en mano. El resto, observaban perplejos la situación, más temerosos por lo que pudiese pasar si decidían imitar a sus compañeros que por las bestias que ahora cruzaban el camino ante sus ojos. No tardó en alcanzarlos, las condiciones no eran las más propicias para garantizar una huida efectiva, el viento helador soplaba de forma que podía cortar la piel y el hambre y la sed se hacían notar, provocando que les fallasen las fuerzas, lo que aprovechó la muchacha para hacerlos tropezar y caer, frenando así su carrera. La elfa miró a los que aun se mostraban asustados y, esperando que optasen por mantenerse quietos y no causar más problemas, se dirigió a ellos antes de bajar de la montura -Esperad aquí, por favor. Creedme si os digo que no os haremos daño y todo irá bien.- se mostró cercana y tranquila, acompañando aquellas palabras con una sonrisa, tratando de ocultar la ansiedad que comenzaba a gestarse en ella, ¿qué demonios iban a hacer con ellos? Ninguno de los cuatro se había mostrado de acuerdo con dejarlos a su suerte en aquel agujero, pero tampoco habían tenido momento para discutir las alternativas... Lo único que podían hacer ahora era tratar de no perder el tiempo y continuar avanzando, al menos hasta dar con un refugio adecuado donde pudieran atenderlos debidamente.
Notó hervirle la sangre cuando presenció el trato que la albina propició a los dos huidos, reconocía el trastorno que causarían de salir todos corriendo, pero manejarlos como si de escoria se tratasen... -Suéltalo- espetó, clavando fríamente su mirada en la chica, seria y fulminante -Eso no es necesario, sólo están asustados.- La respuesta de la humana no sirvió para calmar su humor, al contrario, la altivez con la que hablaba la removía por dentro. Miró hacia el grupo que aguardaba en el carro cuando Christelle les dedicó una nueva amenaza, pudiendo hacerse una idea más clara de aquella joven al escucharla hablar de la ciudad de los bandidos, ahora toda ella parecía tener más sentido. -Si tanto te preocupa el viaje, no tienes por qué esperarnos.- señaló a la estepa, ante la réplica de la peliblanca referida a la actitud que mostraban sus acompañantes, precediendo las palabras con un gruñido de desaprobación -¿Ves? Toda a tu disposición. Ve y diviértete.- Y sin esperar respuesta, dio media vuelta como si nada y regresó al transporte, haciéndose de nuevo el silencio. Continuaron avanzando, pero nadie volvió a decir nada, ni siquiera los niños se atrevieron a hacer el mínimo ruido, ni preguntas, ni quejas, tan sólo algunos sollozos ahogados que trataban de apaciguar.
No tardaron mucho más en encontrar, por fin, un asentamiento en mitad de las interminables llanuras. Parecía abandonado, lo componían algunas casas con aspecto decadente en las que no parecía que viviese nadie desde hacía tiempo, tan sólo una, al fondo, parecía habitada. Nousis se adelantó, mientras ellas trataban de mantener la comitiva tranquila al bajar de los carros, y al poco de entrar en aquella humilde morada salió, acompañado del que la habitaba, ofreciéndoles lo necesario para pasar la noche a resguardo. -Caballeros dragón atacaron el pueblo, asesinaron a las familias y lo destrozaron todo... Suerte que casi todos se han ido ya, aunque aun quedan algunos atacando caravanas en las grutas del norte. Renegados de Dundarak, seguidores del dragón oscuro...- Algo en aquella conmovedora historia no encajaba, ¿cómo habría logrado sobrevivir a un ataque, al parecer, tan devastador? ¿Y por qué se había quedado allí? No tuvo tiempo de formular sus dudas, el anciano continuó hablando y llegado al punto se descubrió que su generosidad no había sido tan desinteresada -Me han robado algo... El último recuerdo de mis hijos y nietos, todos asesinados. Si pudierais recuperarlo...- No, definitivamente no quería seguir escuchando aquello. A pesar de haber avanzado, cada vez se sentía más lejos del momento de abandonar aquellas frías y recónditas tierras, no podía perder más tiempo... -Me temo que en lo que a mí respecta... No tendría opciones de ganar contra esas bestias. Si hicieron esto con su aldea... ¿De verdad piensa que lograríamos algo?- El anciano suspiró apesadumbrado y dándoles la espalda para dirigirse a su choza -Quizá tengáis razón. Las cabañas son vuestras.- y cerró la puerta tras de sí.
Aquella noche prefirió pasarla sola, quitándose del frío junto a una hoguera hecha con los escombros de la casa en ruinas donde se acomodó. Al alba, el relinchar de los caballos la hizo despertar de un sobresalto, un carro se escuchó alejarse y entonces lo supuso, finalmente los críos habían decidido escapar a su suerte... Al menos así no nos retrasaremos más... Trató de sacudirse aquellos cínicos pensamientos y salió a comprobar lo ocurrido. Nueve se habían marchado, dejandoles uno de los carros y tres caballos, el resto se disponían a devorar todo lo que el superviviente había dispuesto para los visitantes. Mientras desayunaban, la solicitud del anciano la noche anterior aun rondaba en el ambiente y aunque trató de mantenerse firme en su postura de continuar su camino hacia el oeste, terminó cediendo ante la insistencia de las humanas por ayudarlo. Si las alternativas eran quedarse esperando o seguir viajando sola... La resignación ante la presión de grupo parecía lo más sensato. Tomando el transporte que les quedaba, los cuatro siguieron las indicaciones que el paisano les había dado, dejando a los niños a su cargo bajo la promesa de atenderlos debidamente. Un par de horas a caballo después, llegaron a un torreón en mitad de la estepa y casi sin darles tiempo a desmontar, un reptil alado apareció de las alturas, cayendo a plomo frente a ellos. En el instante que tocó el firme, su forma cambió a la de un humano, corpulento y armado, que de malas formas ordenó su marcha de aquel "territorio militar privado", según indicó. El elfo, sin mediar palabra, alzó una de las cartas selladas por la Dozorova y tras leerla, el dragón cambió su actitud, mostrándose entonces más curioso con su presencia en el lugar... Hasta que el anciano fue mentado y palideció. -No vamos a ese lugar. No lo comentamos. No volváis allí. Durante un año se ha dicho que algo despierta en ciertos momentos, atrae incautos y luego él y la aldea vuelven a desaparecer.- Sus palabras estaban llenas de terror y fue lo último que dijo antes de reconvertirse en dragón y elevándose a la torre de varios aleteos, los dejó nuevamente solos.
La decisión de volver por donde habían venido fue rápida entre sus compañeros, pareciendo obviar las advertencias de aquel caballero, pero Aylizz esta vez no cedió. Su intuición estaba en lo cierto, algo raro había en aquel hombre y aquel poblado. En aquel momento dejaron de importarle los chicos, los ataques, la amenaza que se avecinaba y hasta el hecho de quedarse sola si no los acompañaba. Ya no podía quedar mucho hasta Hjalldorn... -Yo seguiré desde aquí, pero no intentaré convenceros de que hagáis lo mismo. La decisión está tomada.- sonó tajante, seria, sin mostrar un ápice de duda. El mínimo resquicio de vacilación lo haría más difícil. Se mordió la lengua, apretó los labios y los miró, a los tres, aunque el gesto de preocupación fue más notorio cuando clavó sus ojos en los dos con los que había compartido andanzas anteriores. -Cuidaos. Y tranquilos, los dioses son caprichosos, se divertirán más si nos mantienen con vida. Os espero en el puerto para una debida despedida, no me falléis.- Les dedicó un guiño a modo de despedida y cubriéndose con la capucha, se alejó.
-Bueno... Chris, ¿no? ¿De dónde dices que eras?
-Christelle- respondió, alargando el "elle" -Pero si, puedes llamarme Chris. Y soy de Ciudad Lagarto, ¿lo conoces?
-Sólo de oídas... Un lugar turbio, dicen.- Supo de la existencia de una ciudad como aquella a su paso por Lunargenta, según comentarios de las gentes de la capital, el lugar ideal para prosperar en profesiones como rateros, sicarios o sacacuartos.
-¡Bastante! Y divertido a morir. Literalmente.
-Supongo que hace falta sentido del humor para sobrevivir...- Se preguntaba cómo alguien con una apariencia tan inocente podría ser parte de algo tan perverso como una ciudad cuya ley la establecían criminales -¿Y qué haces tan lejos?
-Buscar a un tipo que quemó mi tienda, bueno unos pergaminos, y huyó para acá. La tormenta lo mato, así que buscaba al que lo envío. ¿Y tú? Eres de Sandorai, sanan con las manos y se creen la última biusa de Aerandir, ¿no?
-Vaya, veo que lo sabes todo sobre nosotros.- El sarcasmo se hizo notar en su respuesta, mientras la miraba de arriba a abajo -¿Y encontraste al que buscabas? No te confundas, no me importa. Lo pregunto únicamente para conocer tus intenciones, ¿vas a matarnos y a robarnos en el próximo sueño o...?
-No lo sé, no conozco muchos elfos más que los que venden en el mercado de la ciudad. Y no hablan mucho. Y el chulo, ese al que busco, es un escurridizo, en sí matarlo no me sirve. Es como el juego del gato y el ratón.- Alzó la ceja y río -No ganaría nada con sus muertes.-
-Pues lo poco que sabes, no tienes ni idea..- masculló entre dientes
-Me crió un brujo, los elfos no eran su máximo. Y soy humana, así que seguramente que cuando muera de vieja bailarás sobre mi tumba restregando tu larga existencia.
-Eso explica muchas cosas...- Todas sus dudas se resolvieron con aquella explicación, no necesitó saber más, nadie como un maestro de las artes mágicas del engaño y la perversión para enseñar a una dulce muñequita a ser maquiavélica -Puede que lo haga, sí. Si pudiera fiarme de la palabra de alguien como tú y viviese mañana para contarlo.- comentó, tras soltar una pequeña risa ante el comentario del baile postmortem. Adquiriendo de nuevo una expresión seria, miró a los niños -¿A caso te importan?
-Puedes confiar o no. Lo más lógico es que no.- Exhaló un suspiro y lanzó una mirada hacia el grupo, sonriente, aunque con cierta melancolía en el rostro -Aunque así fuera no habrá diferencia. Los salvamos, tenemos responsabilidad sobre esas vidas, dejarlos tirados es más cruel a ser vendido.
-Si, en eso tienes razón... Pero no sé qué se supone que haremos, esto es de locos... Quién me mandaría...- El arrepentimiento por haber llegado tan lejos sustentaba cada paso que avanzaba en el frío norte,
-Supongo es el instinto. Se suele cuidar a los hijos porque aseguran la supervivencia- La peliblanca sacó una manzana y comenzó a comer, como si nada.
-Pareces dos personas cuando hablas, lo sabías? Una totalmente desquiciada, desentendida de la realidad. Y otra... Bueno... Menos como la primera.- Comentó, sin acritud, centrando su atención ahora en los gigantescos animales que empezaban a verse a lo lejos, hasta que tras ella comenzó a sentir a los niños moverse -Creo que ya despiertan.
Según habían pasado las horas, la calma se había desvanecido al tiempo que el efecto de los somníferos, o lo que fuera que les habían suministrado a aquellos críos, comenzaban a pasarse y muchos empezaban a mostrar malestar, además de asombro y cierto miedo al despertar en aquellas circunstancias. No podían haber abierto los ojos en peor momento, no muy lejos se alzaban tres majestuosos ejemplares de crasswar que hacían que la tierra temblara a medida que se acercaban y su presencia hizo que dos de los muchachos saltaran del transporte, antes incluso de haberlo frenado, echando a correr campo a través -¡No! ¡Quietos! ¡No os pasará na...- era inútil, no atenderían a explicaciones. Aylizz frenó el carruaje al tiempo que la peliblanca saltaba tras los fugados, ganchos en mano. El resto, observaban perplejos la situación, más temerosos por lo que pudiese pasar si decidían imitar a sus compañeros que por las bestias que ahora cruzaban el camino ante sus ojos. No tardó en alcanzarlos, las condiciones no eran las más propicias para garantizar una huida efectiva, el viento helador soplaba de forma que podía cortar la piel y el hambre y la sed se hacían notar, provocando que les fallasen las fuerzas, lo que aprovechó la muchacha para hacerlos tropezar y caer, frenando así su carrera. La elfa miró a los que aun se mostraban asustados y, esperando que optasen por mantenerse quietos y no causar más problemas, se dirigió a ellos antes de bajar de la montura -Esperad aquí, por favor. Creedme si os digo que no os haremos daño y todo irá bien.- se mostró cercana y tranquila, acompañando aquellas palabras con una sonrisa, tratando de ocultar la ansiedad que comenzaba a gestarse en ella, ¿qué demonios iban a hacer con ellos? Ninguno de los cuatro se había mostrado de acuerdo con dejarlos a su suerte en aquel agujero, pero tampoco habían tenido momento para discutir las alternativas... Lo único que podían hacer ahora era tratar de no perder el tiempo y continuar avanzando, al menos hasta dar con un refugio adecuado donde pudieran atenderlos debidamente.
Notó hervirle la sangre cuando presenció el trato que la albina propició a los dos huidos, reconocía el trastorno que causarían de salir todos corriendo, pero manejarlos como si de escoria se tratasen... -Suéltalo- espetó, clavando fríamente su mirada en la chica, seria y fulminante -Eso no es necesario, sólo están asustados.- La respuesta de la humana no sirvió para calmar su humor, al contrario, la altivez con la que hablaba la removía por dentro. Miró hacia el grupo que aguardaba en el carro cuando Christelle les dedicó una nueva amenaza, pudiendo hacerse una idea más clara de aquella joven al escucharla hablar de la ciudad de los bandidos, ahora toda ella parecía tener más sentido. -Si tanto te preocupa el viaje, no tienes por qué esperarnos.- señaló a la estepa, ante la réplica de la peliblanca referida a la actitud que mostraban sus acompañantes, precediendo las palabras con un gruñido de desaprobación -¿Ves? Toda a tu disposición. Ve y diviértete.- Y sin esperar respuesta, dio media vuelta como si nada y regresó al transporte, haciéndose de nuevo el silencio. Continuaron avanzando, pero nadie volvió a decir nada, ni siquiera los niños se atrevieron a hacer el mínimo ruido, ni preguntas, ni quejas, tan sólo algunos sollozos ahogados que trataban de apaciguar.
No tardaron mucho más en encontrar, por fin, un asentamiento en mitad de las interminables llanuras. Parecía abandonado, lo componían algunas casas con aspecto decadente en las que no parecía que viviese nadie desde hacía tiempo, tan sólo una, al fondo, parecía habitada. Nousis se adelantó, mientras ellas trataban de mantener la comitiva tranquila al bajar de los carros, y al poco de entrar en aquella humilde morada salió, acompañado del que la habitaba, ofreciéndoles lo necesario para pasar la noche a resguardo. -Caballeros dragón atacaron el pueblo, asesinaron a las familias y lo destrozaron todo... Suerte que casi todos se han ido ya, aunque aun quedan algunos atacando caravanas en las grutas del norte. Renegados de Dundarak, seguidores del dragón oscuro...- Algo en aquella conmovedora historia no encajaba, ¿cómo habría logrado sobrevivir a un ataque, al parecer, tan devastador? ¿Y por qué se había quedado allí? No tuvo tiempo de formular sus dudas, el anciano continuó hablando y llegado al punto se descubrió que su generosidad no había sido tan desinteresada -Me han robado algo... El último recuerdo de mis hijos y nietos, todos asesinados. Si pudierais recuperarlo...- No, definitivamente no quería seguir escuchando aquello. A pesar de haber avanzado, cada vez se sentía más lejos del momento de abandonar aquellas frías y recónditas tierras, no podía perder más tiempo... -Me temo que en lo que a mí respecta... No tendría opciones de ganar contra esas bestias. Si hicieron esto con su aldea... ¿De verdad piensa que lograríamos algo?- El anciano suspiró apesadumbrado y dándoles la espalda para dirigirse a su choza -Quizá tengáis razón. Las cabañas son vuestras.- y cerró la puerta tras de sí.
Aquella noche prefirió pasarla sola, quitándose del frío junto a una hoguera hecha con los escombros de la casa en ruinas donde se acomodó. Al alba, el relinchar de los caballos la hizo despertar de un sobresalto, un carro se escuchó alejarse y entonces lo supuso, finalmente los críos habían decidido escapar a su suerte... Al menos así no nos retrasaremos más... Trató de sacudirse aquellos cínicos pensamientos y salió a comprobar lo ocurrido. Nueve se habían marchado, dejandoles uno de los carros y tres caballos, el resto se disponían a devorar todo lo que el superviviente había dispuesto para los visitantes. Mientras desayunaban, la solicitud del anciano la noche anterior aun rondaba en el ambiente y aunque trató de mantenerse firme en su postura de continuar su camino hacia el oeste, terminó cediendo ante la insistencia de las humanas por ayudarlo. Si las alternativas eran quedarse esperando o seguir viajando sola... La resignación ante la presión de grupo parecía lo más sensato. Tomando el transporte que les quedaba, los cuatro siguieron las indicaciones que el paisano les había dado, dejando a los niños a su cargo bajo la promesa de atenderlos debidamente. Un par de horas a caballo después, llegaron a un torreón en mitad de la estepa y casi sin darles tiempo a desmontar, un reptil alado apareció de las alturas, cayendo a plomo frente a ellos. En el instante que tocó el firme, su forma cambió a la de un humano, corpulento y armado, que de malas formas ordenó su marcha de aquel "territorio militar privado", según indicó. El elfo, sin mediar palabra, alzó una de las cartas selladas por la Dozorova y tras leerla, el dragón cambió su actitud, mostrándose entonces más curioso con su presencia en el lugar... Hasta que el anciano fue mentado y palideció. -No vamos a ese lugar. No lo comentamos. No volváis allí. Durante un año se ha dicho que algo despierta en ciertos momentos, atrae incautos y luego él y la aldea vuelven a desaparecer.- Sus palabras estaban llenas de terror y fue lo último que dijo antes de reconvertirse en dragón y elevándose a la torre de varios aleteos, los dejó nuevamente solos.
La decisión de volver por donde habían venido fue rápida entre sus compañeros, pareciendo obviar las advertencias de aquel caballero, pero Aylizz esta vez no cedió. Su intuición estaba en lo cierto, algo raro había en aquel hombre y aquel poblado. En aquel momento dejaron de importarle los chicos, los ataques, la amenaza que se avecinaba y hasta el hecho de quedarse sola si no los acompañaba. Ya no podía quedar mucho hasta Hjalldorn... -Yo seguiré desde aquí, pero no intentaré convenceros de que hagáis lo mismo. La decisión está tomada.- sonó tajante, seria, sin mostrar un ápice de duda. El mínimo resquicio de vacilación lo haría más difícil. Se mordió la lengua, apretó los labios y los miró, a los tres, aunque el gesto de preocupación fue más notorio cuando clavó sus ojos en los dos con los que había compartido andanzas anteriores. -Cuidaos. Y tranquilos, los dioses son caprichosos, se divertirán más si nos mantienen con vida. Os espero en el puerto para una debida despedida, no me falléis.- Les dedicó un guiño a modo de despedida y cubriéndose con la capucha, se alejó.
Aylizz Wendell
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
A veces solo toca ir con la corriente, ya estaba metida en el lio, y ciertamente no es que fuera a echarme para atrás. No ayude en lo absoluto con el acomodo de los chiquillos. ¿Qué hubieran hecho Alex si estuviera con ella? Bueno no estaría en ese lio moralista en primera, seguramente ya se habrían alejado y estarían saqueando el lugar de los sacrificios. Sobrevivir ante todo con la mayor ganancia posible. Sin embargo estaba ahí lejos completamente de lo que era en mi vida. Vaya coco me iba a dar cuando regresara.
Como fuere respondía a la elfa. Respondía con cinismo. ¿Cómo más? ¿Acaso pensaba que sacaría sus capitas cebolleras solo porque tenían unos días conviviendo? Sabía que el trio la despreciaba, especialmente los elfos. Esos puritanos parecían calzar en el molde que había dicho su amo. Así como eran de “bellos” y longevos, lo tenían de soberbios y desprendían esa aura de superioridad. Como él decía, parecía que se sentían cagados por los dioses. Y entre ese pensamiento y la última frase de la elfa, soltó una sincera risa. Y tras acomodarse mirando a la carga se vio a sí misma en su infancia. Seguro reconocería a sus padres si los volviera a ver, lamentablemente los recordaba. No sería difícil para los chiquillos dar con sus padres… ¿O sí? No entendía como los demás parecían olvidar hasta lo que habían hecho al alba cuando les preguntabas al anochecer.
“-Chris entiende, no todos tenemos una memoria como la tuya. Los demás somos normales, se nos resbala.- Eso le decía Alex cada tanto. – Para recordar todo, me sigue sorprendiendo como pareces omitir eso.”
-Jajaja, bueno tengo una personalidad interesante. No puedes quejarte de que te aburrirás conmigo.- Y que pésimo momento era para eso, los críos comenzaban a despertar cuando la tierra tembló a sus pies y veían a inmensas criaturas circulando, tenían un aire inofensivo, pero en tamaño era mejor no investigarlo.
-A joder.- Pero los pequeños acompañantes parecían no sumar dos más dos y salieron corriendo despavoridos. Bueno no podía culparlos, seguro sabían a donde irían. Solo que no sabían que ya no estaban bajo la custodia de sus captores. No espero a saber si alguno de sus compañeros haría algo, por situaciones previas no parecían los más avispados para tratar con ese tipo de asuntos. Fue como una cacería de presas. Cosa que sucedía con frecuencia cuando se mostraban las nuevas adquisiciones en la ciudad. Desenfundo los ganchos que segur hicieron que el resto de mocosos se quedaran quietos cuando emprendió carrera, si era petisa pero más entrenada y claro más alta que los críos a los que dio alcance y con los ganchos los ensarto sin herirlos en los tobillos de los críos, sintió el peso tensar sus músculos cuando tiro de estos y se fueron aligerando conforme los niños daban un medio giro en el aire y terminaban de espaldas al suelo. Seguro aturdidos –Primera regla, no corras, segunda reglas, no dañes la mercancía.
Su voz fue suave y monótona, cuando se era mercenario o asesino había una serie de reglas que aseguraban el pago correcto. Los chiquillos se quejaron pero no se dignaron a volver a levantarse por lo que los arrastro sin más y tras tomarlos del cuello de la ropa los lanzo cual saco de papas.- La próxima vez no seré tan amable.
Señalo la albina y se sentó en el borde. Y entonces la elfa le reclamo hatsa señalando la estepa. Giro la albina sus grises ojos. Los mocosos seguro notarían esa disparidad. Y no le auguro nada bueno, aun cuando en el viaje se mostraban serenos. Miraba cada tanto alos críos, unos parecían desafiantes, astutos, los demas, eran una parvada de chiquillos que solo querían ver a sus madres de nuevo.-Ilusos.- Susuro para si cuando llegaron a un pueblo, demasiado muerto. Solo un lugar parecía tener vida de la docena de casas que ahí se encontraban, cualquiera diría que estaba alejados en algún campo, pero no había literal, nadie.
-¿En serio?- Berreo Christelle cuando tres de los astutos pensó que podían salir corriendo. Por mero reflejo fue tras ellos de nuevo. Solo vio por el rabillo del ojo como el elfo Nousis se frotaba la frente. Claro él no era el ovejero… Y tampoco ella. Pero cuando se dio cuenta de sus actos ya había tumbado a dos con la técnica anterior, como había quedado inclinada en el suelo, hizo un giro sobre sí misma y estirando los ganchos lazo ambos tobillos y el niño cayó de cara al suelo, los levanto de un tirón y como si fueran ovejas los arreo con los ganchos especialmente al cabecilla la que cada tanto le ganchaba el cuello y le hacía ir más aprisa, se cansó cuando volvió a querer quedarse atrás y haciéndolo tropezar lo arrastro el resto del camino, el otro par entendí que no estaba jugando y corrió hacia mis compañeros- ¡Vuelven a correr grupo de ingratos y los dejo amarrados en las piedras a que se los coman los cuervos! -Grito señalando al grupo que se apiño hacia Iori y Ailyzz.
El trio discutió, claro que la albina dejo un punto bien claro.- Mira como sigan así los agarro a todos y me los llevo a ciudad Lagarto, los que vivan, bueno, tendrán casas...- La sonrisa sombría daba clara indicación de que no sería una vida nada cómoda y conocía a un médico que podría darles usos muy curiosos a los críos.
La discusión termino cuando un anciano se presentó, y aunque le oía solo hubo una cosa que llamo su atención además de la matanza. Se guardó sus dudas, al menos tendrían donde dormir. Aunque, la frialdad del trio le parecía más propia de sus congéneres, le dio más curiosidad. Según la historia, los guerreros renegados de Dundarak habían atacado la aldea, no hacía mucho, sin embargo el lugar no parecía tan destrozado, y no lo habían rematado… Bueno Si habían robado todo ahí, podía haber algo de valor, la información era más interesante que el oro. Se alejó del grupo que se dividía en las cabañas y acomodaba a los críos. Debería de haberlos dejado correr por la estepa, pero su reacción era mero reflejo de sus trabajos anteriores. La mercancía no debe huir.
Cuando todos estuvieron en lo suyo se escabullo en la cabaña del anciano quien parecía dormir, sentía que no les había dicho todo y no pensaba quedarse con la espina. Trabó la puerta. La cabaña era demasiado pequeña, podría decirse que era más una choza, pero al menos no era de tela. –Si voy por tu objeto de valor, ese grabado, te exijo como pago que te quedes con esos críos. Seguro tu sabrás que hacer con ellos. O sacarles información para que regresen a donde sea.
¿Humanidad? Un poco, pero ciertamente, le daba mal sabor de boca dejarlos a su suerte. Ella había tenido “suerte”, había recibido una educación y había vivido para contarla. Esos críos tenían edad suficiente mínimo para hacer algo por ellos mismos, siempre y cuando llegarán a un lugar que les permitiera subsistir. Si después de eso morían o se perdían ya era cuestión de los dioses.
El hombre se sobresaltó, bueno dormido parecía estar, -¿Qu.. que quieres joven?
- Cuéntame de ese objeto que tanto ansias, puedo ir por el dime donde está, pero siempre y cuando te encargues del montón de críos que tengo.- Volvió a aclarar, con un poco menos de paciencia. A él se le iluminó la mirada- Es un simple grabado. Mi nuera tenía madera de artista, y le colocamos un marco de madera. Ellos... se lo llevaron todo.- La chica se acarició la barbilla meditabunda. Necesitaba información. Mucha.
- Dime exactamente que paso, todo lo que recuerdes, quienes eran, que decía y por qué solo a ti te dejaron vivo. –La joven se acercó a la cama y tomando un banco se sentó junto al hombre. Le veía con esos ojos pétreos, oyendo la vos agotada y gravosa.
-Eran media docena de guerreros. Llegaron, dos se transformaron, y mataron a todo el que se puso por delante. Yo me llevé un golpe y caí desmayado... Al despertar quise morir
-¿No dijeron algo antes?
-No... A alguno lo conocía de antes. Eran errantes, con su guarida a unas horas al norte en una colina
-¿A quien es el que conoces, era aldeano de aquí?
-No. Trabajaba como mercenario protegiendo caravanas que pasaban por aquí –El hombre parecía al borde d las lágrimas y el cansancio, para su mala suerte no pensaba dejarlo dormir. Al menos no hasta que sacara toda la información posible. Pero mis planes se frustaron cuando llamaron a la puerta y me repagué a la pared junto a la puerta y cuando esta se abrió desenvaine como si fuere una espada y quede apuntando el fino cuello de…-Aylizz.
-¿Qué quieres aquí? –Escupió la albina, que tras mirar los ojos de la elfa bailar de su rostro al del anciano y del anciano a sus ganchos la volvió a mirar. El hombre se acercó asustado.
-Está claro que no venía buscándote a ti.-Respondió Aylizz. Por lo que volvió a enfundar.-Tan sólo vi luz. Siendo plena noche sólo quería saber si todo estaba bien.
-Bueno es porque yo dormiré aquí, ¿tienes algún problema?
-En absoluto. Me trae sin cuidado dónde duermas.- Bueno a la peliblanca también, así que tras tomar su silla se quedó ahí mirando al par. Al parecer la elfa se sentía mal de lo ocurrido en la llegada y el hombre la dispensaba, sus palabras resonarían en su cabeza cuando recordara la escena. Aun así seguía maquinando, el ataque había sido hacía cuatro días, ¡rayos!, no había investigado las posibles tumbas. Pero el cansancio ya era mucho. ¿Valía la pena jugar la detective? No lo sabía, los parpados le pesaron y ahí se quedó dormida. Hasta que relinchos y cascos al galope la despertaron y tras desperezarse no tomo mucha prisa en salir de ahí. Si sus compañeros se habían ido, pues bueno tocaba tomar algo de lo que el anciano había dicho que habían recolectado, Ir por el objeto para pagar un poco más de alimento para sí y emprender camino a un pueblo más civilizado de donde buscar un barco o un aventón a Ciudad Lagarto de nuevo.
La sorpresa fue que unos críos se había robado una de las carretas, despeinada y ojerosa reía suavemente mientras iba hacía el grupo.-Ni crean que ire por ellos.- Aclaro recordando las dos veces que había hecho de canguro, y tras mirar el camino que le llevaría ahí a donde los dragones mientras comía algo de carne seca, en algo que parecía un camping de “amigos” se sintió curiosa de que Iori quiera ayudar al anciano cuando antes había sido distante y escueta en el tema. Aunque... No la espero, terminando de comer, tomando algo para el camino y con más agua en la petaca tomo uno de los caballo y fue allá a donde el anciano les había informado. Seguro que si la otra humana les convencía ahí se toparían.
-Torres, malditas torres, juro que si veo una así en Lagarto, seré la primera en volarla por los aires.- Se quejó Christelle al ver el destino, y entonces se sorprendió del eco de otro galope.- Vaya ¿así que si se les tentó el corazón? - Aunque algo no cuadraba si los renegados estaban en la torre como refugio, no cuadraba, esas atalayas eran para vigilancia y solían rotar de soldados o vigías cada tanto - Un centinela. ¿Habrán matado a su líder? después de todo el anciano dijo que eran soldados que se había revelado.
Si los demás le oían o no, no era su preocupación, se preocupó más cuando uno de esos se acercó con esa forma draconica y tras volver a mostrarse como humano ante ellos les decía todo cortes que se retiraran de ahí. El oír el Dorozova, le hizo tomar más confianza, y bajar del caballo con las armas desenfundadas.
- Bueno Sashenka nos dio la indicación de venir a esta zona por algunas irregularidades.
Nousis fue listo, o astuto, debido a que recordó que la dragona le había dado una carta para identificarlos como ah, ¿aliados? Pero tras un intercambio rápido de palabras, un dragón palideciendo y mostrando el valor que tenía regresando a su atalaya quedaban varados ahí.
-Bueno, Te sigo elfo, veamos que decides. Ir a ver qué pasa en esa aldea, o dejarlos a su suerte.- Montó sobre uno de los caballos, y espero al trio. La elfa fue elocuente y emprendió su marcha a la costa. Se recargo así la pálida mujer en su caballo, mirando al dúo restante.
Como fuere respondía a la elfa. Respondía con cinismo. ¿Cómo más? ¿Acaso pensaba que sacaría sus capitas cebolleras solo porque tenían unos días conviviendo? Sabía que el trio la despreciaba, especialmente los elfos. Esos puritanos parecían calzar en el molde que había dicho su amo. Así como eran de “bellos” y longevos, lo tenían de soberbios y desprendían esa aura de superioridad. Como él decía, parecía que se sentían cagados por los dioses. Y entre ese pensamiento y la última frase de la elfa, soltó una sincera risa. Y tras acomodarse mirando a la carga se vio a sí misma en su infancia. Seguro reconocería a sus padres si los volviera a ver, lamentablemente los recordaba. No sería difícil para los chiquillos dar con sus padres… ¿O sí? No entendía como los demás parecían olvidar hasta lo que habían hecho al alba cuando les preguntabas al anochecer.
“-Chris entiende, no todos tenemos una memoria como la tuya. Los demás somos normales, se nos resbala.- Eso le decía Alex cada tanto. – Para recordar todo, me sigue sorprendiendo como pareces omitir eso.”
-Jajaja, bueno tengo una personalidad interesante. No puedes quejarte de que te aburrirás conmigo.- Y que pésimo momento era para eso, los críos comenzaban a despertar cuando la tierra tembló a sus pies y veían a inmensas criaturas circulando, tenían un aire inofensivo, pero en tamaño era mejor no investigarlo.
-A joder.- Pero los pequeños acompañantes parecían no sumar dos más dos y salieron corriendo despavoridos. Bueno no podía culparlos, seguro sabían a donde irían. Solo que no sabían que ya no estaban bajo la custodia de sus captores. No espero a saber si alguno de sus compañeros haría algo, por situaciones previas no parecían los más avispados para tratar con ese tipo de asuntos. Fue como una cacería de presas. Cosa que sucedía con frecuencia cuando se mostraban las nuevas adquisiciones en la ciudad. Desenfundo los ganchos que segur hicieron que el resto de mocosos se quedaran quietos cuando emprendió carrera, si era petisa pero más entrenada y claro más alta que los críos a los que dio alcance y con los ganchos los ensarto sin herirlos en los tobillos de los críos, sintió el peso tensar sus músculos cuando tiro de estos y se fueron aligerando conforme los niños daban un medio giro en el aire y terminaban de espaldas al suelo. Seguro aturdidos –Primera regla, no corras, segunda reglas, no dañes la mercancía.
Su voz fue suave y monótona, cuando se era mercenario o asesino había una serie de reglas que aseguraban el pago correcto. Los chiquillos se quejaron pero no se dignaron a volver a levantarse por lo que los arrastro sin más y tras tomarlos del cuello de la ropa los lanzo cual saco de papas.- La próxima vez no seré tan amable.
Señalo la albina y se sentó en el borde. Y entonces la elfa le reclamo hatsa señalando la estepa. Giro la albina sus grises ojos. Los mocosos seguro notarían esa disparidad. Y no le auguro nada bueno, aun cuando en el viaje se mostraban serenos. Miraba cada tanto alos críos, unos parecían desafiantes, astutos, los demas, eran una parvada de chiquillos que solo querían ver a sus madres de nuevo.-Ilusos.- Susuro para si cuando llegaron a un pueblo, demasiado muerto. Solo un lugar parecía tener vida de la docena de casas que ahí se encontraban, cualquiera diría que estaba alejados en algún campo, pero no había literal, nadie.
-¿En serio?- Berreo Christelle cuando tres de los astutos pensó que podían salir corriendo. Por mero reflejo fue tras ellos de nuevo. Solo vio por el rabillo del ojo como el elfo Nousis se frotaba la frente. Claro él no era el ovejero… Y tampoco ella. Pero cuando se dio cuenta de sus actos ya había tumbado a dos con la técnica anterior, como había quedado inclinada en el suelo, hizo un giro sobre sí misma y estirando los ganchos lazo ambos tobillos y el niño cayó de cara al suelo, los levanto de un tirón y como si fueran ovejas los arreo con los ganchos especialmente al cabecilla la que cada tanto le ganchaba el cuello y le hacía ir más aprisa, se cansó cuando volvió a querer quedarse atrás y haciéndolo tropezar lo arrastro el resto del camino, el otro par entendí que no estaba jugando y corrió hacia mis compañeros- ¡Vuelven a correr grupo de ingratos y los dejo amarrados en las piedras a que se los coman los cuervos! -Grito señalando al grupo que se apiño hacia Iori y Ailyzz.
El trio discutió, claro que la albina dejo un punto bien claro.- Mira como sigan así los agarro a todos y me los llevo a ciudad Lagarto, los que vivan, bueno, tendrán casas...- La sonrisa sombría daba clara indicación de que no sería una vida nada cómoda y conocía a un médico que podría darles usos muy curiosos a los críos.
La discusión termino cuando un anciano se presentó, y aunque le oía solo hubo una cosa que llamo su atención además de la matanza. Se guardó sus dudas, al menos tendrían donde dormir. Aunque, la frialdad del trio le parecía más propia de sus congéneres, le dio más curiosidad. Según la historia, los guerreros renegados de Dundarak habían atacado la aldea, no hacía mucho, sin embargo el lugar no parecía tan destrozado, y no lo habían rematado… Bueno Si habían robado todo ahí, podía haber algo de valor, la información era más interesante que el oro. Se alejó del grupo que se dividía en las cabañas y acomodaba a los críos. Debería de haberlos dejado correr por la estepa, pero su reacción era mero reflejo de sus trabajos anteriores. La mercancía no debe huir.
Cuando todos estuvieron en lo suyo se escabullo en la cabaña del anciano quien parecía dormir, sentía que no les había dicho todo y no pensaba quedarse con la espina. Trabó la puerta. La cabaña era demasiado pequeña, podría decirse que era más una choza, pero al menos no era de tela. –Si voy por tu objeto de valor, ese grabado, te exijo como pago que te quedes con esos críos. Seguro tu sabrás que hacer con ellos. O sacarles información para que regresen a donde sea.
¿Humanidad? Un poco, pero ciertamente, le daba mal sabor de boca dejarlos a su suerte. Ella había tenido “suerte”, había recibido una educación y había vivido para contarla. Esos críos tenían edad suficiente mínimo para hacer algo por ellos mismos, siempre y cuando llegarán a un lugar que les permitiera subsistir. Si después de eso morían o se perdían ya era cuestión de los dioses.
El hombre se sobresaltó, bueno dormido parecía estar, -¿Qu.. que quieres joven?
- Cuéntame de ese objeto que tanto ansias, puedo ir por el dime donde está, pero siempre y cuando te encargues del montón de críos que tengo.- Volvió a aclarar, con un poco menos de paciencia. A él se le iluminó la mirada- Es un simple grabado. Mi nuera tenía madera de artista, y le colocamos un marco de madera. Ellos... se lo llevaron todo.- La chica se acarició la barbilla meditabunda. Necesitaba información. Mucha.
- Dime exactamente que paso, todo lo que recuerdes, quienes eran, que decía y por qué solo a ti te dejaron vivo. –La joven se acercó a la cama y tomando un banco se sentó junto al hombre. Le veía con esos ojos pétreos, oyendo la vos agotada y gravosa.
-Eran media docena de guerreros. Llegaron, dos se transformaron, y mataron a todo el que se puso por delante. Yo me llevé un golpe y caí desmayado... Al despertar quise morir
-¿No dijeron algo antes?
-No... A alguno lo conocía de antes. Eran errantes, con su guarida a unas horas al norte en una colina
-¿A quien es el que conoces, era aldeano de aquí?
-No. Trabajaba como mercenario protegiendo caravanas que pasaban por aquí –El hombre parecía al borde d las lágrimas y el cansancio, para su mala suerte no pensaba dejarlo dormir. Al menos no hasta que sacara toda la información posible. Pero mis planes se frustaron cuando llamaron a la puerta y me repagué a la pared junto a la puerta y cuando esta se abrió desenvaine como si fuere una espada y quede apuntando el fino cuello de…-Aylizz.
-¿Qué quieres aquí? –Escupió la albina, que tras mirar los ojos de la elfa bailar de su rostro al del anciano y del anciano a sus ganchos la volvió a mirar. El hombre se acercó asustado.
-Está claro que no venía buscándote a ti.-Respondió Aylizz. Por lo que volvió a enfundar.-Tan sólo vi luz. Siendo plena noche sólo quería saber si todo estaba bien.
-Bueno es porque yo dormiré aquí, ¿tienes algún problema?
-En absoluto. Me trae sin cuidado dónde duermas.- Bueno a la peliblanca también, así que tras tomar su silla se quedó ahí mirando al par. Al parecer la elfa se sentía mal de lo ocurrido en la llegada y el hombre la dispensaba, sus palabras resonarían en su cabeza cuando recordara la escena. Aun así seguía maquinando, el ataque había sido hacía cuatro días, ¡rayos!, no había investigado las posibles tumbas. Pero el cansancio ya era mucho. ¿Valía la pena jugar la detective? No lo sabía, los parpados le pesaron y ahí se quedó dormida. Hasta que relinchos y cascos al galope la despertaron y tras desperezarse no tomo mucha prisa en salir de ahí. Si sus compañeros se habían ido, pues bueno tocaba tomar algo de lo que el anciano había dicho que habían recolectado, Ir por el objeto para pagar un poco más de alimento para sí y emprender camino a un pueblo más civilizado de donde buscar un barco o un aventón a Ciudad Lagarto de nuevo.
La sorpresa fue que unos críos se había robado una de las carretas, despeinada y ojerosa reía suavemente mientras iba hacía el grupo.-Ni crean que ire por ellos.- Aclaro recordando las dos veces que había hecho de canguro, y tras mirar el camino que le llevaría ahí a donde los dragones mientras comía algo de carne seca, en algo que parecía un camping de “amigos” se sintió curiosa de que Iori quiera ayudar al anciano cuando antes había sido distante y escueta en el tema. Aunque... No la espero, terminando de comer, tomando algo para el camino y con más agua en la petaca tomo uno de los caballo y fue allá a donde el anciano les había informado. Seguro que si la otra humana les convencía ahí se toparían.
-Torres, malditas torres, juro que si veo una así en Lagarto, seré la primera en volarla por los aires.- Se quejó Christelle al ver el destino, y entonces se sorprendió del eco de otro galope.- Vaya ¿así que si se les tentó el corazón? - Aunque algo no cuadraba si los renegados estaban en la torre como refugio, no cuadraba, esas atalayas eran para vigilancia y solían rotar de soldados o vigías cada tanto - Un centinela. ¿Habrán matado a su líder? después de todo el anciano dijo que eran soldados que se había revelado.
Si los demás le oían o no, no era su preocupación, se preocupó más cuando uno de esos se acercó con esa forma draconica y tras volver a mostrarse como humano ante ellos les decía todo cortes que se retiraran de ahí. El oír el Dorozova, le hizo tomar más confianza, y bajar del caballo con las armas desenfundadas.
- Bueno Sashenka nos dio la indicación de venir a esta zona por algunas irregularidades.
Nousis fue listo, o astuto, debido a que recordó que la dragona le había dado una carta para identificarlos como ah, ¿aliados? Pero tras un intercambio rápido de palabras, un dragón palideciendo y mostrando el valor que tenía regresando a su atalaya quedaban varados ahí.
-Bueno, Te sigo elfo, veamos que decides. Ir a ver qué pasa en esa aldea, o dejarlos a su suerte.- Montó sobre uno de los caballos, y espero al trio. La elfa fue elocuente y emprendió su marcha a la costa. Se recargo así la pálida mujer en su caballo, mirando al dúo restante.
Christelle Glassneth
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Aquel era sin duda, el asentamiento más pequeño de cuantos había visto Iori. Esa zona de la estepa no parecía el mejor lugar para establecerse y sin embargo, se sorprendió al encontrar al anciano como único habitante de esa zona. Escuchar su historia la hizo pensar. Los niños con los que habían avanzado parecían tranquilos tras el complicado avance del grupo. Era momento de descansar un poco y cada uno de los cuatro que quedaban se habían dispersado, buscando ese espacio tan necesario en donde abrazar con ganas su soledad.
La humana permanecía en el límite del poblado, observando el sol del horizonte descender. No sintió a Nousis cuando se acercó a ella, mirando un momento hacia donde dirigía la humana su vista. Permaneció de pie como una estatua, cruzado de brazos, a metro y medio de donde estaba ella - Sólo quedan dos días - comentó - Los caballos nos han hecho ganar mucho tiempo. -
Iori se sorprendió al escucharlo hablar y giró la vista mirándolo. No pensó realmente en las palabras que salieron de su boca. Se limitó a verbalizar la raíz de sus pensamientos los últimos días. - Solo necesito acompañar a Ayl... mi objetivo ahora es dejarla sana y salva en donde ella quiera... - volvió a dirigir la vista hacia el frente. - Parece que os habéis hecho buenas amigas - apuntó él. Su voz estaba calmada. No lo dijo con ternura, pero Iori sí que percibió la amabilidad en sus palabras. ¿Le gustaba que aquello hubiese pasado?
Sonríe entonces, sin apartar aun los ojos del horizonte. - Ayl es increíble. Es decidida, fuerte, tiene una marcada habilidad para moverse bien por el terreno, aunque sea un lugar nuevo para ella. Es serena y controlada, razona muy bien los pasos que toma y físicamente es toda una belleza - abrazó las rodillas contra su pecho sin perder la ligera sonrisa del rostro. - Y también cura. - añadió.
Se hizo el silencio en la conversación, y el anochecer avanzó rápido sobre ellos. - Ambas habéis decidido cruzar las estepas. Deberías tenerte en más estima. Te enfrentaste a un dragón al fin y al cabo - En cuanto terminó de hablar, Iori supo que había dicho aquello sin pensarlo mucho. Sin embargo, aún cuando el elogio era evidente en los labios del elfo, la sonrisa desapareció del rostro de Iori y negó con la cabeza. - No... yo decidí dirigirme al norte, ella vino arrastrada por mí. He sido una carga desde que salimos aquella mañana de la posada... - musitó volviendo la vista ahora al anillo que movía en un gesto ya familiar en su dedo.
Se alzó entonces como un relámpago, con los ojos muy abiertos, y en un segundo se pegó a Nousis sin apartar la vista de él, quieta delante del elfo. - ¿Tú...? – Él guardó la extrañeza de su reacción, sin mover un músculo - ¿Sí...?- y Iori vio como entonces sus ojos se desviaban un instante a su alhaja. En aquella cercanía la humana parpadeó un instante, olvidando un segundo lo que quería decir inicialmente.
Allí estaba, aquella mirada gris fría - Tú... me pones nerviosa...- susurró inclinándose más hacia él. Quería morderle el mentón con ganas, dejándose llevar. Él, aún con los brazos cruzados, bajó increíblemente la cabeza casi por acto reflejo. Antes de que se produjese el contacto, cuatro de los niños que habían cargado con ellos salieron corriendo de la cabaña más próxima.
Iori dio entonces un paso atrás, como desperdando de un sueño. ¿Qué narices...? Algo aturullada, alzó entonces la mano mostrándole bien el anillo. - ¿Algo familiar para ti? – Los ojos del elfo se clavaron entonces en la superficie metálica sin ser capaz de apartar los ojos de allí. Habló sin mirarla, y sin perder detalle del anillo - ¿De donde lo has sacado..? - por su tono de voz parecía impresionado - Es un dialecto muy antiguo, con giros del sureste. Apenas logro entender un par de palabras... ¿Quien te lo ha dado? ¿De donde viene? -
Apartó la mano y con un gesto que denota confianza absoluta en él, Iori extrajo el anillo del dedo y se lo coloca en la palma de su mano al elfo. - ¿Espada y enemigo? - pregunta deseando no acertar. Deseando que él le dijese algo más. - ¿Como lo sabes? - su voz ya rozaba el asombro al decirle esas palabras - Este lenguaje arcaico es de una zona específica de Sandorai. Hoy en día la ocupa un clan... - su voz se apagó un momento. Frunció el ceño de forma visible y la miró ahora con atención. - ¿Como ha llegado a ti?
Iori lo miró con curiosidad y ladeó la cabeza frente a él con una leve sonrisa. - Oh, ¿No te lo dije? he sido criada por un grupo de elfos. Amorosos y simpáticos que me instruyeron en diversas artes. Todo lo que puedas encontrar culto e interesante. Incluida la lectura por supuesto - se rió con ganas y apartó un mechón de cabello suelto de su coleta detrás de la oreja. - Es broma. No sé leer ni escribir... es algo que me encantaría...- murmuró eso último más bajito. La vista de Iori se separó de los ojos grises y miró por encima del hombro de él hacia el cielo. - No tengo recuerdos de ello, así que lo que te voy a decir es lo que me han contado, no puedo asegurar su veracidad ¿Entiendes? –
-¿Que te contaron exactamente?- cada palabra suya sonaba como una frase entera. Nousis estaba muy pendiente de ella en aquel instante. Iori volvió a fijar los ojos en él, y le mantuvo la mirada notando una extraña conexión que no pudo cortar. - Me crié en Eiroás, pero no sé dónde nací. Lo que me han contado los mayores de mi aldea es que me encontraron, cuando aparentaba tener unos diez meses escondida en una pequeña lobera vacía. Un invierno especialmente frío. Junto con las ropas que me cubrían únicamente encontraron esto. - apoyó los dedos de forma superficial en la palma de la mano de Nousis, en la que aun reposaba el anillo. - El viejo Zakath me dijo que le parecía que era un anillo de estilo élfico. Él fue soldado en Lunargenta en su juventud. Es lo más internacional que tenemos en la aldea. Cuando regresé tras lo de Baslodia me lo entregó. Pensó que estaba preparada para saberlo...-
- Salí de nuevo de la aldea... te aseguro que si no fuese por la curiosidad no volvería a poner un pie más allá de las colinas de la comarca. Me encontré entonces con Ayl. Se lo enseñé a ella y, como tú, reconoció esas dos palabras pero no me pudo decir nada más. Me aconsejó entonces que fuese a buscar a una bruja que vive cerca del lado de la Luna. Helga. No sé si la mujer con la que me encontré fue Helga pero... - La cara de Iori se volvió fría entonces y cruzándose de brazos se alejó unos pasos, rompiendo aquella química extraña que los conectaba hasta entonces.
- Fuese quien fuese... esa mujer... supo quien era yo. Me dijo muchas tonterías... entre ellas que lo que yo buscaba estaba al norte. Y que en donde se encuentra el nombre de mi padre encontraré la vida o la muerte. - resopló tras decir esto último con evidente desdén, cruzándose de brazos de espaldas a él y quedando en silencio, perdida en sus recuerdos de aquel momento. - Es difícil desentrañar los mensajes de los dioses. No sé si esa mujer te diría más que sandeces, pero conocer tus raíces siempre es algo bueno, merece la pena averiguarlo. -
Aquello sonaba racional. Y lógico. Porque evidentemente, Nousis era la persona más racional y lógica que conocía. Y por algún motivo, aquella situación, la conversación, recordar a Helga, aún la ponía enferma. Notó como el fuego de la rabia se prendía en ella y supo que podría pagarlo con las personas que menos lo merecían. De momento era el elfo el que estaba a tiro, y del que tenía que alejarse para no estallar contra él. Se acercó y recuperó el anillo, tomándolo de la mano del moreno. - Es posible. En cualquier caso, mejor descansar por hoy - añadió escuetamente antes de alejarse. - Buenas noches Nousis - añadió ya de espaldas antes de buscar un lugar en el que dormir.
Sus ojos azules entornados, observaban cómo la figura de Ayl se alejaba de allí. Su avance hasta la torre esa mañana, les había traído puros problemas, y a ella, un sentimiento de culpa intenso. Sin ser capaz de conciliar bien el sueño, había pensado que ayudar a aquel anciano podía ser un gesto caritativo de importancia para él. Ahora que tenía el anillo en su vida, sabía lo que significaba tenerle apego a una posesión.
Tras el encuentro con aquellos soldados, parecía que haber acudido allí había sido un error que se traduciría en problemas para los niños que habían dejado atrás. La imposibilidad de lidiar con esa responsabilidad hizo que apenas fuese capaz de decirle nada a Ayl al separarse. La responsabilidad de cuidar alguien más que no fuese ella misma. La de su promesa con Ayl, la de dejar metidos en un lío a esos niños... Iori bien podría haber sido cualquiera de ellos de pequeña.
Ante la evidente incapacidad para decidir que se hacía manifiesta, fueron otros los que comenzaron a marcar el camino que ella seguiría siendo un mar de dudas. Desandarían el camino de vuelta al poblado, rezando a cualquier Dios para que les fuese posible encontrar a salvo a los pequeños de nuevo, en compañía de la otra humana y el elfo.
La humana permanecía en el límite del poblado, observando el sol del horizonte descender. No sintió a Nousis cuando se acercó a ella, mirando un momento hacia donde dirigía la humana su vista. Permaneció de pie como una estatua, cruzado de brazos, a metro y medio de donde estaba ella - Sólo quedan dos días - comentó - Los caballos nos han hecho ganar mucho tiempo. -
Iori se sorprendió al escucharlo hablar y giró la vista mirándolo. No pensó realmente en las palabras que salieron de su boca. Se limitó a verbalizar la raíz de sus pensamientos los últimos días. - Solo necesito acompañar a Ayl... mi objetivo ahora es dejarla sana y salva en donde ella quiera... - volvió a dirigir la vista hacia el frente. - Parece que os habéis hecho buenas amigas - apuntó él. Su voz estaba calmada. No lo dijo con ternura, pero Iori sí que percibió la amabilidad en sus palabras. ¿Le gustaba que aquello hubiese pasado?
Sonríe entonces, sin apartar aun los ojos del horizonte. - Ayl es increíble. Es decidida, fuerte, tiene una marcada habilidad para moverse bien por el terreno, aunque sea un lugar nuevo para ella. Es serena y controlada, razona muy bien los pasos que toma y físicamente es toda una belleza - abrazó las rodillas contra su pecho sin perder la ligera sonrisa del rostro. - Y también cura. - añadió.
Se hizo el silencio en la conversación, y el anochecer avanzó rápido sobre ellos. - Ambas habéis decidido cruzar las estepas. Deberías tenerte en más estima. Te enfrentaste a un dragón al fin y al cabo - En cuanto terminó de hablar, Iori supo que había dicho aquello sin pensarlo mucho. Sin embargo, aún cuando el elogio era evidente en los labios del elfo, la sonrisa desapareció del rostro de Iori y negó con la cabeza. - No... yo decidí dirigirme al norte, ella vino arrastrada por mí. He sido una carga desde que salimos aquella mañana de la posada... - musitó volviendo la vista ahora al anillo que movía en un gesto ya familiar en su dedo.
Se alzó entonces como un relámpago, con los ojos muy abiertos, y en un segundo se pegó a Nousis sin apartar la vista de él, quieta delante del elfo. - ¿Tú...? – Él guardó la extrañeza de su reacción, sin mover un músculo - ¿Sí...?- y Iori vio como entonces sus ojos se desviaban un instante a su alhaja. En aquella cercanía la humana parpadeó un instante, olvidando un segundo lo que quería decir inicialmente.
Allí estaba, aquella mirada gris fría - Tú... me pones nerviosa...- susurró inclinándose más hacia él. Quería morderle el mentón con ganas, dejándose llevar. Él, aún con los brazos cruzados, bajó increíblemente la cabeza casi por acto reflejo. Antes de que se produjese el contacto, cuatro de los niños que habían cargado con ellos salieron corriendo de la cabaña más próxima.
Iori dio entonces un paso atrás, como desperdando de un sueño. ¿Qué narices...? Algo aturullada, alzó entonces la mano mostrándole bien el anillo. - ¿Algo familiar para ti? – Los ojos del elfo se clavaron entonces en la superficie metálica sin ser capaz de apartar los ojos de allí. Habló sin mirarla, y sin perder detalle del anillo - ¿De donde lo has sacado..? - por su tono de voz parecía impresionado - Es un dialecto muy antiguo, con giros del sureste. Apenas logro entender un par de palabras... ¿Quien te lo ha dado? ¿De donde viene? -
Apartó la mano y con un gesto que denota confianza absoluta en él, Iori extrajo el anillo del dedo y se lo coloca en la palma de su mano al elfo. - ¿Espada y enemigo? - pregunta deseando no acertar. Deseando que él le dijese algo más. - ¿Como lo sabes? - su voz ya rozaba el asombro al decirle esas palabras - Este lenguaje arcaico es de una zona específica de Sandorai. Hoy en día la ocupa un clan... - su voz se apagó un momento. Frunció el ceño de forma visible y la miró ahora con atención. - ¿Como ha llegado a ti?
Iori lo miró con curiosidad y ladeó la cabeza frente a él con una leve sonrisa. - Oh, ¿No te lo dije? he sido criada por un grupo de elfos. Amorosos y simpáticos que me instruyeron en diversas artes. Todo lo que puedas encontrar culto e interesante. Incluida la lectura por supuesto - se rió con ganas y apartó un mechón de cabello suelto de su coleta detrás de la oreja. - Es broma. No sé leer ni escribir... es algo que me encantaría...- murmuró eso último más bajito. La vista de Iori se separó de los ojos grises y miró por encima del hombro de él hacia el cielo. - No tengo recuerdos de ello, así que lo que te voy a decir es lo que me han contado, no puedo asegurar su veracidad ¿Entiendes? –
-¿Que te contaron exactamente?- cada palabra suya sonaba como una frase entera. Nousis estaba muy pendiente de ella en aquel instante. Iori volvió a fijar los ojos en él, y le mantuvo la mirada notando una extraña conexión que no pudo cortar. - Me crié en Eiroás, pero no sé dónde nací. Lo que me han contado los mayores de mi aldea es que me encontraron, cuando aparentaba tener unos diez meses escondida en una pequeña lobera vacía. Un invierno especialmente frío. Junto con las ropas que me cubrían únicamente encontraron esto. - apoyó los dedos de forma superficial en la palma de la mano de Nousis, en la que aun reposaba el anillo. - El viejo Zakath me dijo que le parecía que era un anillo de estilo élfico. Él fue soldado en Lunargenta en su juventud. Es lo más internacional que tenemos en la aldea. Cuando regresé tras lo de Baslodia me lo entregó. Pensó que estaba preparada para saberlo...-
- Salí de nuevo de la aldea... te aseguro que si no fuese por la curiosidad no volvería a poner un pie más allá de las colinas de la comarca. Me encontré entonces con Ayl. Se lo enseñé a ella y, como tú, reconoció esas dos palabras pero no me pudo decir nada más. Me aconsejó entonces que fuese a buscar a una bruja que vive cerca del lado de la Luna. Helga. No sé si la mujer con la que me encontré fue Helga pero... - La cara de Iori se volvió fría entonces y cruzándose de brazos se alejó unos pasos, rompiendo aquella química extraña que los conectaba hasta entonces.
- Fuese quien fuese... esa mujer... supo quien era yo. Me dijo muchas tonterías... entre ellas que lo que yo buscaba estaba al norte. Y que en donde se encuentra el nombre de mi padre encontraré la vida o la muerte. - resopló tras decir esto último con evidente desdén, cruzándose de brazos de espaldas a él y quedando en silencio, perdida en sus recuerdos de aquel momento. - Es difícil desentrañar los mensajes de los dioses. No sé si esa mujer te diría más que sandeces, pero conocer tus raíces siempre es algo bueno, merece la pena averiguarlo. -
Aquello sonaba racional. Y lógico. Porque evidentemente, Nousis era la persona más racional y lógica que conocía. Y por algún motivo, aquella situación, la conversación, recordar a Helga, aún la ponía enferma. Notó como el fuego de la rabia se prendía en ella y supo que podría pagarlo con las personas que menos lo merecían. De momento era el elfo el que estaba a tiro, y del que tenía que alejarse para no estallar contra él. Se acercó y recuperó el anillo, tomándolo de la mano del moreno. - Es posible. En cualquier caso, mejor descansar por hoy - añadió escuetamente antes de alejarse. - Buenas noches Nousis - añadió ya de espaldas antes de buscar un lugar en el que dormir.
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Sus ojos azules entornados, observaban cómo la figura de Ayl se alejaba de allí. Su avance hasta la torre esa mañana, les había traído puros problemas, y a ella, un sentimiento de culpa intenso. Sin ser capaz de conciliar bien el sueño, había pensado que ayudar a aquel anciano podía ser un gesto caritativo de importancia para él. Ahora que tenía el anillo en su vida, sabía lo que significaba tenerle apego a una posesión.
Tras el encuentro con aquellos soldados, parecía que haber acudido allí había sido un error que se traduciría en problemas para los niños que habían dejado atrás. La imposibilidad de lidiar con esa responsabilidad hizo que apenas fuese capaz de decirle nada a Ayl al separarse. La responsabilidad de cuidar alguien más que no fuese ella misma. La de su promesa con Ayl, la de dejar metidos en un lío a esos niños... Iori bien podría haber sido cualquiera de ellos de pequeña.
Ante la evidente incapacidad para decidir que se hacía manifiesta, fueron otros los que comenzaron a marcar el camino que ella seguiría siendo un mar de dudas. Desandarían el camino de vuelta al poblado, rezando a cualquier Dios para que les fuese posible encontrar a salvo a los pequeños de nuevo, en compañía de la otra humana y el elfo.
Iori Li
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Ryuu lo había intentado. Había difundido el mensaje, había tratado de alertar a las gentes de Angbaros, y al menos de algunos de sus habitantes había logrado ganarse su respeto. Tal era el pensamiento de Taikyn Witha.
El joven dragón había dejado ya atrás la adolescencia hacía unos seis años, y sólo esperaba la ocasión propicia para demostrar su valor, y llegar a oídos de lady Dorozova. Ocupar un puesto en su guardia protegiendo sus tierras, a los suyos. Y tal ocasión había llegado mediante las palabras de un extranjero del sur. Una extraña criatura que, no obstante, había tenido a bien prevenir del desastre. Y también por ello había decidido ayudarlo.
Otros compañeros, con sus mismos intereses, habían emprendido el vuelo hacia Prioian. Ellos se encargarían de que la población fuese avisada. A él su instinto le impelía a acompañar al forastero. Debían llegar al oeste. Debían proteger a los aldeanos. Y le alegró comprobar que Ryuu comprendió fácilmente la valía de su ayuda. Tal vez el pájaro surcase los cielos, mas un dragón en ellos era el rey, pensaba el joven.
Giraron rumbo noroeste, dejando a su derecha una pequeña columna de humo demasiado exigua para significar la caída de Prioan. Los refuerzos de los Dorozova lo tardarían en llegar y fortificar en lugar, confiaba. Fue al planear a la altura de Esteria, tras casi cinco horas de vuelo con intermitentes paradas para necesarios descansos, los justos y necesarios para resistir un poco más en cada ocasión, cuando los ojos de ambos seres descubrieron que la población había sido totalmente arrasada.
Taykin tragó saliva. En numerosas ocasiones había acudido al lugar a celebraciones o transportando algún tipo de mercancías. A encontrarse con amigos y a conocer la zona circundante. A reír y descansar. Ahora, toda su historia y habitantes habían quedado reducidos a la nada.
Se obligó a girar la testa en su forma dracónica, sobrevolando una legua más, donde numerosas hogueras ardían iluminando un campamento cuyo idolos y construcción indicaban la llegada de los trasgos.
-Deben ser unos doscientos- calculó el dragón, frunciendo el entrecejo, tras aterrizar lo suficientemente lejos para no ser detectados, al abrigo de las montañas que les separaban de Hjalldorn. A medio día a buen paso de alertar a los últimos supervivientes del occidente de la región. Si los trasgos llegaban de improviso… la carnicería sería hórridamente recordada durante siglos.
__________________________________________
¿Quién habría pensado tal diferencia en apenas unas horas de viaje?
La ruta escogida por la elfa, al compás de la corriente fluvial que nacía en las lejanas montañas del norte y serpenteaba en los territorios de la comarca, abriendo meandros en edades ya perdidas hasta alcanzar el mar occidental, parecía buscar mostrarle una equívoca tranquilidad, una paz al abrigo de oníricas arboledas de ribera. Calma.
Mas igualmente soledad. Ninguna aldea se había erigido por lares tan hermosos. Sólo las cumbres del oeste le indicaban que continuaba siguiendo el camino correcto. Y tal vez, el humo que se alzaba al norte estrujaba su corazón, escribiendo con letras de muerte la promesa de un peligro en ciernes. Todo cuanto habían descubierto en aquella torre se iba dibujando como un cuadro donde sus colores eran un llanto prematuro y un dolor anunciado.
Podría haber sido lo peor. Idea equivocada. Su interior se revolvía, puro instinto pese a no haber visto a nadie para corroborarlo.
La estaban siguiendo.
_________________________________________
Nousis Indirel había visto muchas cosas en sus casi seis años de viajes a lo largo del continente. Matanzas, mutilaciones, guerra. Crueldad y maldad con motivos más o menos evidentes. Su llegada a la aldea que había dejado atrás le produjo una impresión en la cual se fusionaron la incomprensión y un temor que no hubiera sabido cómo verbalizar.
En nada estaban relacionados dichos sentimientos con la ausencia de las moradas que les habían cobijado la noche pasada, o de los infantes que habían dejado allí, aguardando su vuelta. Tampoco el campo sembrado de picas, con las cabezas de éstos últimos aquí y allá, con rictus de terror en el rostro. Era la sensación de la magia desconocida, de su incapacidad para preveer qué podría llegar a continuación, para idear algo que les salvase la vida si eran atacados… ¿Atacados? Se preguntó. ¿Por qué y por quien? Debía irse de allí, de inmediato.
Tiró de la riendas del corcel, cuando vio que Iori había bajado de su montura, permaneciendo como una estatua ante el macabro espectáculo. El elfo miró a lo lejos, a las cumbres montañosas, a sus recuerdos del pasado. A Hjalldorn y a Neralia. Pronto podría despedirse de ella. Pero en ese instante, descendió de équido, y se acercó con cautela a la humana, sin dirigir una sola mirada a la aprendiz de brujo.
La fue rodeando con cuidado, hasta ser capaz de posar sus ojos grises en la mirada de Iori. Una vista que lo inquietó. No sólo por la palidez, sino sobre todo por su cercanía a un estado donde las personas perdían todo atisbo de voluntad y movilidad.
“Déjala aquí. Es débil. Que vuelva al sur, no le debes nada. Has venido a ver la tumba de Neralia, no a ocuparte de humanas traumatizadas. Ella se ha metido en todo esto por sus propios pasos”
Un nuevo pensamiento conversó con el anterior, mientras Nou no quitaba la vista de encima a la campesina.
“Tal vez- concedió esa parte oscura de sí mismo- Y no estás seguro. Acabarás por traicionarte. Si no lo has hecho ya. Dejarla aquí haría todo futuro mucho más sencillo. Lo sabes”
Con su presencia, el espadachín cubrió en la medida de lo posible para ella la vista de las picas, sin que el escalofrío que recorría su espalda dejase de ser sentido. La joven no pareció responder al contacto cuando él la acercó contra sí.
-Debemos irnos de aquí- susurró, y sintiéndose culpable, le tomó la mano, guiándola hasta el caballo, y ayudándola a montar. Miró entonces a Christelle, haciéndole un parco gesto con la cabeza que indicaba que debían proseguir, antes de montar él mismo y alejarse rápidamente de ese lugar de pesadilla.
Hjalldorn les esperaba a menos de una jornada a galope. Sólo una última reflexión llevó hasta él el rostro de Ilvor, y espoleó al animal, sin perder de vista a la trastornada Iori, turbado por su reacción. Alzó una plegaria silenciosa a las deidades, agradeciendo el final del viaje, y desviando otra hacia el norte. Ojalá Aylizz llegase sana y salva.
Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Justo cuando se preparaba para salir de Angbaros y empezar su camino hacia Esteria, un joven se acercó a Ryuu. Se presentó como Taykin Whigtha, ofreciendo su ayuda y la de unos amigos para facilitar un poco la tarea del pájaro. No fue necesario pensarlo demasiado para que el el arquero aceptara la oferta, después de todo cuanto más rápido complete esta "misión", más rápido podría marcharse de las tierras de los dragones.
Ryuu no tuvo que pensarlo mucho antes de aceptar... Pero probablemente debería haberlo hecho. Siguió a su nuevo compañero de viajes hacia las afueras de la aldea, esperando encontrar allí un par de monturas que les permitieran acelerar el ritmo. Para su sorpresa, no había nada. Y para mayor sorpresa aún (y algo similar a un pequeño ataque de pánico), Taykin comenzó a llenarse de escamas azules, a aumentar su tamaño y cambiar la postura en la que se mantenía en pie. En pocas palabras, cambió a su forma de dragón. Una mezcla de miedo, asombro y ganas de golpearse a sí mismo por estúpido se apoderó del plumífero.
-Mi ansia por marcharme de aquí me impidió ver la amenaza más próxima, supongo... Pero no creo que sea un mal tipo. Si estuvo vigilando mis acciones desde que llegué a Angbaros, entonces tuvo múltiples ocasiones para atacarme, y no lo hizo. Seguramente solo intenta proteger su hogar, como yo lo haría con el bosque de mi tribu. Iré con él, pero lo mantendré vigilado, por si acaso.-
Subió a la espalda de Taykin y levantaron vuelo, a una velocidad que Ryuu no creía ser capaz de alcanzar jamás. Les bastaron unos unos dos minutos para alcanzar al grupo de jinetes encargados de alertar a Prioian. El dragón rugió repentinamente, como si se tratara de un "nos vemos luego" dirigido a sus amigos, que respondieron con un coro de gritos hacia el cielo. Tras unas cinco horas de vuelo, interrumpidas únicamente para que Taykin pudiera descansar un poco, alcanzaron el pueblo de Esteria. Desde hacía un tiempo habían notado las columnas de humo, provocando inquietud en ambos. Pero las llamas y ruinas frente a ellos ahora lo confirmaban: Esteria había caído, al parecer sin sobrevivientes.
El dolor y la ira eran evidentes en el norteño. Tras un momento en silencio, empezó a hablar en voz baja, mientras apretaba su puño.
-Tenía muchos amigos aquí. Solía venir a comerciar, a festivales, a pasar el rato... Y ahora sólo quedan estas estúpidas llamas, quemando cualquier huella de esos recuerdos...- Taykin había recibido un duro golpe. Ryuu lo observó un instante, viéndose a sí mismo sólo en el bosque el día de la muerte de su padre. Entendía cómo debía sentirse, y por eso mismo lo dejó a solas, para que llorara su pérdida en paz.
Debido a este inesperado revés, decidieron seguir camino a la última aldea de la lista, Hjalldorn. No habían avanzado mucho, apenas una legua, cuando aterrizaron una vez más. Frente a ellos se encontraba un gran campamento, conformado en su mayoría por trasgos, pero con algunos humanos entre sus filas.
-Deben ser alrededor de doscientos. No podemos seguir como hasta ahora, nos detectarán fácilmente. Además, ya estoy muy agotado...- El cansancio físico del dragón parecía acentuado por el destino de Esteria. Tras pensarlo un momento, Ryuu hizo una sugerencia.
-Podemos descansar unas horas, de todas formas no parecen dispuestos a marchar de noche. Aunque volaste tanto tiempo, no tuviste que luchar como lo hicieron ellos, así que su fatiga debe ser mayor a la tuya. En cuanto sientas que te recuperaste lo suficiente como para seguir, avanzaremos a pie evitando que nos vean. Y una vez que estemos a una distancia prudente, podemos seguir volando. Sé que debe ser un gran esfuerzo para ti, pero creo que es la mejor forma de ayudar rápido a toda esa gente...-
Una vez acordados sus siguientes pasos, ambos alados descansaron unas horas. Cuando Taykin se recuperó, continuaron su marcha como habían previsto. Se encontraron con algunas patrullas de humanos, pero lograron evitarlas exitosamente tomando un camino de montaña. Cuando estuvieron seguros de que no los verían, siguieron volando. Poco después de medianoche, y con el cansancio haciéndose cada más patente, llegaron por fin a su destino. Un par de improvisados guardias armados con lo que tenían a mano, les interrumpieron el paso, con voces que pretendían sonar autoritarias. Ryuu explicó brevemente la situación y mostró el documento con el sello Dozorova. Los guardias se quedaron un instante paralizados por la noticia, recuperando un poco la compostura para guiarlos por la aldea. Golpearon la puerta fuertemente, y unos momentos más tarde un hombre enorme salió, martillo en mano y visiblemente molesto por ver interrumpido su descanso.
Tras una breve discusión donde los guardias le transmitieron las noticias, el desconocido regresó a la casa a toda prisa, gritando y despertando a quienes se encontraban dentro. Luego, repitió el proceso en el resto de las casas de la aldea, y pronto todo el mundo estaba despierto. Los llantos de algunos niños se mezclaban con los gritos y preguntas de los adultos, que no entendían qué estaba ocurriendo. El hombre del martillo, que Ryuu imaginaba debía ser el líder del lugar, finalmente logró que el pueblo se calmara lo suficiente como para reunirlos en la plaza y dar las noticias, instando a todos a que se preparasen para luchar o evacuar.
-No he hablado aún con el mensajero enviado por la señorita Dozorova, pero creí conveniente notificarle a todos cuanto antes para que empiecen a prepararse. En cuanto tenga las órdenes de la señorita, volveré a reunirlos.- La imponente voz del hombre se hacía notar incluso a través de los gritos de la multitud.
Al terminar la improvisada reunión, el hombre se dirigió a Ryuu y Taykin.
-Me disculpo por no presentarme como es debido. Mi nombre es Brand Ingric, soy el líder de Hjalldorn. Según tengo entendido, el aviso fue entregado por ustedes. Les agradezco enormemente. ¿Cuando llegarán los soldados Dozorova? ¿Debemos evacuar o luchar?-
-En cuanto a los soldados, no tengo idea. Yo pasé antes por otros pueblos para avisarles, por lo que creí que ya estarían aquí. Angbaros está a salvo, pero Prioian cayó. Mis compañeros fueron a la otra aldea. En cuanto a la evacuación o no del lugar, ustedes deciden, después de todo se trata de su hogar. Aunque no veo demasiadas rutas de escape. De todas formas, ayudaré en todo lo que pueda.
Brand los observó con unos ojos un tanto humedecidos, que transmitían un profundo agradecimiento hacia el par de alados.
-Si mi señora no nos ha pedido abandonar nuestras tierras, las defenderemos. Si ha enviado soldados para protegernos, llegarán. Como siempre ha ocurrido. Deben estar agotados por semejante viaje. Será mejor que descansen un poco, o no aguantarán ninguna pelea. Los llevaré a una casa cercana, síganme.-
Durante el camino, el arquero pudo observar desde la plaza que muchos adultos habían comenzado a prepararse de diferentes maneras: alistando herramientas para crear barricadas y fosas, buscando cualquier objeto que pudiera servir como arma o juntando provisiones para aquellos que evacuaran. También pudo ver el puerto, misteriosamente vacío para un lugar que dependía tanto de él.
-¿No hay barcos? ¿Cómo van a evacuar?-
-No te preocupes, volverán. Neralia y Iorunn han ido con otros jóvenes a intercambiar unas mercancías. Llegarán mañana con tres barcos. El resto está en otras rutas más alejadas. Pero no serán necesarios. Los guerreros llegarán antes que el enemigo. ¿Dijiste que estaban fuera del círculo de montañas no es así?-
-Sí, según vimos eran alrededor de 200. La mayoría eran trasgos, pero había algunos humanos también. O tal vez eran cambiantes en forma humana...-
Con un gesto de su mano, como si le restará un poco de importancia al asunto, Brand continuó.
-Les llevará un día a buen paso estar aquí. Todo saldrá bien. Vosotros deberíais descansar si lo deseáis antes de partir. O de quedaros y ayudarnos. Ya habéis cumplido advirtiéndonos.
- Entonces, descansaré un poco y luego ayudaré con las preparaciones. Sería una buena idea que preparen una lista con todos los aldeanos e indiquen en ella quiénes evacuaran, quiénes lucharán y quiénes no se encuentran actualmente en la aldea. Aunque no sea una tarea agradable, hay que estar preparados para notificar a las familias en caso de que suceda lo peor. Y una vez que encontremos al culpable de ésto, le haremos pagar...- Ryuu pretendía, además, conseguir cierta información de aquella lista: los ausentes. Aquellos que no se encuentran en la aldea actualmente probablemente sean aliados de Ilvor.
Unas horas después, tanto Ryuu como Taykin despertaron y empezaron a ayudar con los preparativos para la defensa de Hjalldorn. Tres embarcaciones habían llegado al puerto durante la noche, justo a tiempo para la evacuación. Alrededor del mediodía, el ave vio sorprendido algunas figuras familiares acercarse. Se trataba de sus compañeros de la torre. Previamente había obtenido una copia de la lista de aldeanos de manos de Brand, por lo que Ryuu se acercó rápidamente al grupo, esperando que Nousis reconociera algún nombre en ella.
-¡Chicos! Me alegra ver que están de una pieza. Nousis, tengo una lista que quisie...- El elfo ignoró por completo al ave, dejándolo bastante sorprendido. Se giró a ver a Iori, como buscando una explicación, pero ella también se veía extraña. Al parecer, el grupo estaba bien físicamente, pero algo los había afectado de otra forma.
Al parecer, Iori estaba hablando con una joven local antes de la llegada del pájaro. Otra muchacha se acercó entonces, dirigiéndose a ellos.
-¿De qué conocen a ese elfo? El que fue por el camino al camposanto del acantilado.
-Estaba con nosotros en la torre donde descubrimos el ataque. ¿Por qué lo preguntas?-
-Lo conozco. De cuando era pequeña. Debe de ser un conocido de Neralia. Sólo hay dos elfos más en Hjalldorn.
-¿Ella está...?-
-No, no, sólo vive algo apartada- respondió la joven, entre risas.
Luego de pensarlo un rato, Ryuu decide seguir al elfo. No tardó mucho en alcanzarlo y, antes de que pudiera abrir el pico, Nousis ya se había percatado de su presencia.
-Me alegro que hayas llegado ileso. Tengo asuntos que atender. Hablaremos en otro momento-
-Disculpa, no es mi intención molestarte mucho tiempo. Solo quería darte esta lista con los nombres de los aldeanos. Tal vez reconozcas alguno, puede que un aliado de Ilvor esté entre ellos. Es todo.-
Cuando giró para marcharse, se encontró con la humana de cabello blanco. Parecía empecinada en seguir al elfo, aunque éste la amenazaba y Ryuu intentaba convencerla de dejarlo solo. Al final, viendo que su ayuda no servía de nada, el pájaro regresó con el resto.
Por la tarde, llegó también la última integrante del grupo de la torre, Aylizz. El arquero se alegró de verla a salvo también, y se acercó a ella.
-Parece que aún falta un tiempo para que canten canciones sobre nosotros, ¿verdad?- comentó sonriendo, haciendo alusión a las últimas palabras de la elfa antes de separarse fuera de la torre. Mirando alrededor, a las fosas, barricadas y demás defensas improvisadas, la sonrisa se borró de su rostro. -Sólo espero que no falte poco...-
Pasaron las últimas horas antes del ataque ultimando detalles: cargando provisiones en los barcos, creando fosas en llamas (una gran idea de Ayl) y luchando contra el miedo y la ansiedad. También apareció un elfo que buscaba a Aylizz, intentando llevarla de nuevo a Sandorai. Tras intentar convencerlo de que no era el momento ni el lugar adecuado, pareció entenderlo y dispuesto a ayudar a los locales, más por su propia supervivencia que por la de los norteños.
Y por fin, el batallón de trasgos hizo acto de presencia. Pero los soldados dragones, no. La desesperación de los habitantes de Hjalldorn era evidente. Sin otra opción más que resistir lo mejor que pudieran, la batalla inició.
Las llamas, fosas y barricadas probaron ser medidas eficaces, pero el enemigo avanzaba sin pausa. Como si no sintiera dolor. Como los de la torre. Alguien los manipulaba, obligándolos a seguir su carga ignorando el dolor, aún cuando perdían algún miembro. Ryuu descargaba sus flechas a diestra y siniestra desde una posición elevada, en un árbol. Junto a él se encontraban Ayl y el elfo que la buscaba. Tanto el pájaro como el elfo se estaban quedando sin munición, por lo que finalmente tuvieron que continuar la lucha en tierra. Haciendo uso de sus fuertes garras, el hombre bestia desgarraba gargantas enemigas, dejando un buen número de cuerpos a su alrededor. Por supuesto, no salió ileso de esos enfrentamientos. Pero cuanto más daño sufría él, más salvajes eran sus ataques. Hacia mucho tiempo que no entraba en un frenesí como ese.
A su alrededor, varios aldeanos habían caído ya. Algunos no volvían a abrir los ojos, y otros debían replegarse para sobrevivir. Brand se encontraba en ese segundo grupo. Su enorme figura y gritos de guerra infundían ánimos en los aldeanos, por lo que su ausencia en el campo de batalla se hizo notar rápidamente. La moral había caído junto con su líder; el único dragón presente defendía el camino hacia los barcos, pero Taykin no podría contener a los trasgos por siempre. Todo parecía una batalla perdida.
-Creo que nunca quise ni querré tanto ver a un grupo de dragones viniendo hacia mí como lo hago ahora...-
Ryuu no tuvo que pensarlo mucho antes de aceptar... Pero probablemente debería haberlo hecho. Siguió a su nuevo compañero de viajes hacia las afueras de la aldea, esperando encontrar allí un par de monturas que les permitieran acelerar el ritmo. Para su sorpresa, no había nada. Y para mayor sorpresa aún (y algo similar a un pequeño ataque de pánico), Taykin comenzó a llenarse de escamas azules, a aumentar su tamaño y cambiar la postura en la que se mantenía en pie. En pocas palabras, cambió a su forma de dragón. Una mezcla de miedo, asombro y ganas de golpearse a sí mismo por estúpido se apoderó del plumífero.
-Mi ansia por marcharme de aquí me impidió ver la amenaza más próxima, supongo... Pero no creo que sea un mal tipo. Si estuvo vigilando mis acciones desde que llegué a Angbaros, entonces tuvo múltiples ocasiones para atacarme, y no lo hizo. Seguramente solo intenta proteger su hogar, como yo lo haría con el bosque de mi tribu. Iré con él, pero lo mantendré vigilado, por si acaso.-
Subió a la espalda de Taykin y levantaron vuelo, a una velocidad que Ryuu no creía ser capaz de alcanzar jamás. Les bastaron unos unos dos minutos para alcanzar al grupo de jinetes encargados de alertar a Prioian. El dragón rugió repentinamente, como si se tratara de un "nos vemos luego" dirigido a sus amigos, que respondieron con un coro de gritos hacia el cielo. Tras unas cinco horas de vuelo, interrumpidas únicamente para que Taykin pudiera descansar un poco, alcanzaron el pueblo de Esteria. Desde hacía un tiempo habían notado las columnas de humo, provocando inquietud en ambos. Pero las llamas y ruinas frente a ellos ahora lo confirmaban: Esteria había caído, al parecer sin sobrevivientes.
El dolor y la ira eran evidentes en el norteño. Tras un momento en silencio, empezó a hablar en voz baja, mientras apretaba su puño.
-Tenía muchos amigos aquí. Solía venir a comerciar, a festivales, a pasar el rato... Y ahora sólo quedan estas estúpidas llamas, quemando cualquier huella de esos recuerdos...- Taykin había recibido un duro golpe. Ryuu lo observó un instante, viéndose a sí mismo sólo en el bosque el día de la muerte de su padre. Entendía cómo debía sentirse, y por eso mismo lo dejó a solas, para que llorara su pérdida en paz.
Debido a este inesperado revés, decidieron seguir camino a la última aldea de la lista, Hjalldorn. No habían avanzado mucho, apenas una legua, cuando aterrizaron una vez más. Frente a ellos se encontraba un gran campamento, conformado en su mayoría por trasgos, pero con algunos humanos entre sus filas.
-Deben ser alrededor de doscientos. No podemos seguir como hasta ahora, nos detectarán fácilmente. Además, ya estoy muy agotado...- El cansancio físico del dragón parecía acentuado por el destino de Esteria. Tras pensarlo un momento, Ryuu hizo una sugerencia.
-Podemos descansar unas horas, de todas formas no parecen dispuestos a marchar de noche. Aunque volaste tanto tiempo, no tuviste que luchar como lo hicieron ellos, así que su fatiga debe ser mayor a la tuya. En cuanto sientas que te recuperaste lo suficiente como para seguir, avanzaremos a pie evitando que nos vean. Y una vez que estemos a una distancia prudente, podemos seguir volando. Sé que debe ser un gran esfuerzo para ti, pero creo que es la mejor forma de ayudar rápido a toda esa gente...-
Una vez acordados sus siguientes pasos, ambos alados descansaron unas horas. Cuando Taykin se recuperó, continuaron su marcha como habían previsto. Se encontraron con algunas patrullas de humanos, pero lograron evitarlas exitosamente tomando un camino de montaña. Cuando estuvieron seguros de que no los verían, siguieron volando. Poco después de medianoche, y con el cansancio haciéndose cada más patente, llegaron por fin a su destino. Un par de improvisados guardias armados con lo que tenían a mano, les interrumpieron el paso, con voces que pretendían sonar autoritarias. Ryuu explicó brevemente la situación y mostró el documento con el sello Dozorova. Los guardias se quedaron un instante paralizados por la noticia, recuperando un poco la compostura para guiarlos por la aldea. Golpearon la puerta fuertemente, y unos momentos más tarde un hombre enorme salió, martillo en mano y visiblemente molesto por ver interrumpido su descanso.
Tras una breve discusión donde los guardias le transmitieron las noticias, el desconocido regresó a la casa a toda prisa, gritando y despertando a quienes se encontraban dentro. Luego, repitió el proceso en el resto de las casas de la aldea, y pronto todo el mundo estaba despierto. Los llantos de algunos niños se mezclaban con los gritos y preguntas de los adultos, que no entendían qué estaba ocurriendo. El hombre del martillo, que Ryuu imaginaba debía ser el líder del lugar, finalmente logró que el pueblo se calmara lo suficiente como para reunirlos en la plaza y dar las noticias, instando a todos a que se preparasen para luchar o evacuar.
-No he hablado aún con el mensajero enviado por la señorita Dozorova, pero creí conveniente notificarle a todos cuanto antes para que empiecen a prepararse. En cuanto tenga las órdenes de la señorita, volveré a reunirlos.- La imponente voz del hombre se hacía notar incluso a través de los gritos de la multitud.
Al terminar la improvisada reunión, el hombre se dirigió a Ryuu y Taykin.
-Me disculpo por no presentarme como es debido. Mi nombre es Brand Ingric, soy el líder de Hjalldorn. Según tengo entendido, el aviso fue entregado por ustedes. Les agradezco enormemente. ¿Cuando llegarán los soldados Dozorova? ¿Debemos evacuar o luchar?-
-En cuanto a los soldados, no tengo idea. Yo pasé antes por otros pueblos para avisarles, por lo que creí que ya estarían aquí. Angbaros está a salvo, pero Prioian cayó. Mis compañeros fueron a la otra aldea. En cuanto a la evacuación o no del lugar, ustedes deciden, después de todo se trata de su hogar. Aunque no veo demasiadas rutas de escape. De todas formas, ayudaré en todo lo que pueda.
Brand los observó con unos ojos un tanto humedecidos, que transmitían un profundo agradecimiento hacia el par de alados.
-Si mi señora no nos ha pedido abandonar nuestras tierras, las defenderemos. Si ha enviado soldados para protegernos, llegarán. Como siempre ha ocurrido. Deben estar agotados por semejante viaje. Será mejor que descansen un poco, o no aguantarán ninguna pelea. Los llevaré a una casa cercana, síganme.-
Durante el camino, el arquero pudo observar desde la plaza que muchos adultos habían comenzado a prepararse de diferentes maneras: alistando herramientas para crear barricadas y fosas, buscando cualquier objeto que pudiera servir como arma o juntando provisiones para aquellos que evacuaran. También pudo ver el puerto, misteriosamente vacío para un lugar que dependía tanto de él.
-¿No hay barcos? ¿Cómo van a evacuar?-
-No te preocupes, volverán. Neralia y Iorunn han ido con otros jóvenes a intercambiar unas mercancías. Llegarán mañana con tres barcos. El resto está en otras rutas más alejadas. Pero no serán necesarios. Los guerreros llegarán antes que el enemigo. ¿Dijiste que estaban fuera del círculo de montañas no es así?-
-Sí, según vimos eran alrededor de 200. La mayoría eran trasgos, pero había algunos humanos también. O tal vez eran cambiantes en forma humana...-
Con un gesto de su mano, como si le restará un poco de importancia al asunto, Brand continuó.
-Les llevará un día a buen paso estar aquí. Todo saldrá bien. Vosotros deberíais descansar si lo deseáis antes de partir. O de quedaros y ayudarnos. Ya habéis cumplido advirtiéndonos.
- Entonces, descansaré un poco y luego ayudaré con las preparaciones. Sería una buena idea que preparen una lista con todos los aldeanos e indiquen en ella quiénes evacuaran, quiénes lucharán y quiénes no se encuentran actualmente en la aldea. Aunque no sea una tarea agradable, hay que estar preparados para notificar a las familias en caso de que suceda lo peor. Y una vez que encontremos al culpable de ésto, le haremos pagar...- Ryuu pretendía, además, conseguir cierta información de aquella lista: los ausentes. Aquellos que no se encuentran en la aldea actualmente probablemente sean aliados de Ilvor.
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Unas horas después, tanto Ryuu como Taykin despertaron y empezaron a ayudar con los preparativos para la defensa de Hjalldorn. Tres embarcaciones habían llegado al puerto durante la noche, justo a tiempo para la evacuación. Alrededor del mediodía, el ave vio sorprendido algunas figuras familiares acercarse. Se trataba de sus compañeros de la torre. Previamente había obtenido una copia de la lista de aldeanos de manos de Brand, por lo que Ryuu se acercó rápidamente al grupo, esperando que Nousis reconociera algún nombre en ella.
-¡Chicos! Me alegra ver que están de una pieza. Nousis, tengo una lista que quisie...- El elfo ignoró por completo al ave, dejándolo bastante sorprendido. Se giró a ver a Iori, como buscando una explicación, pero ella también se veía extraña. Al parecer, el grupo estaba bien físicamente, pero algo los había afectado de otra forma.
Al parecer, Iori estaba hablando con una joven local antes de la llegada del pájaro. Otra muchacha se acercó entonces, dirigiéndose a ellos.
-¿De qué conocen a ese elfo? El que fue por el camino al camposanto del acantilado.
-Estaba con nosotros en la torre donde descubrimos el ataque. ¿Por qué lo preguntas?-
-Lo conozco. De cuando era pequeña. Debe de ser un conocido de Neralia. Sólo hay dos elfos más en Hjalldorn.
-¿Ella está...?-
-No, no, sólo vive algo apartada- respondió la joven, entre risas.
Luego de pensarlo un rato, Ryuu decide seguir al elfo. No tardó mucho en alcanzarlo y, antes de que pudiera abrir el pico, Nousis ya se había percatado de su presencia.
-Me alegro que hayas llegado ileso. Tengo asuntos que atender. Hablaremos en otro momento-
-Disculpa, no es mi intención molestarte mucho tiempo. Solo quería darte esta lista con los nombres de los aldeanos. Tal vez reconozcas alguno, puede que un aliado de Ilvor esté entre ellos. Es todo.-
Cuando giró para marcharse, se encontró con la humana de cabello blanco. Parecía empecinada en seguir al elfo, aunque éste la amenazaba y Ryuu intentaba convencerla de dejarlo solo. Al final, viendo que su ayuda no servía de nada, el pájaro regresó con el resto.
Por la tarde, llegó también la última integrante del grupo de la torre, Aylizz. El arquero se alegró de verla a salvo también, y se acercó a ella.
-Parece que aún falta un tiempo para que canten canciones sobre nosotros, ¿verdad?- comentó sonriendo, haciendo alusión a las últimas palabras de la elfa antes de separarse fuera de la torre. Mirando alrededor, a las fosas, barricadas y demás defensas improvisadas, la sonrisa se borró de su rostro. -Sólo espero que no falte poco...-
Pasaron las últimas horas antes del ataque ultimando detalles: cargando provisiones en los barcos, creando fosas en llamas (una gran idea de Ayl) y luchando contra el miedo y la ansiedad. También apareció un elfo que buscaba a Aylizz, intentando llevarla de nuevo a Sandorai. Tras intentar convencerlo de que no era el momento ni el lugar adecuado, pareció entenderlo y dispuesto a ayudar a los locales, más por su propia supervivencia que por la de los norteños.
Y por fin, el batallón de trasgos hizo acto de presencia. Pero los soldados dragones, no. La desesperación de los habitantes de Hjalldorn era evidente. Sin otra opción más que resistir lo mejor que pudieran, la batalla inició.
Las llamas, fosas y barricadas probaron ser medidas eficaces, pero el enemigo avanzaba sin pausa. Como si no sintiera dolor. Como los de la torre. Alguien los manipulaba, obligándolos a seguir su carga ignorando el dolor, aún cuando perdían algún miembro. Ryuu descargaba sus flechas a diestra y siniestra desde una posición elevada, en un árbol. Junto a él se encontraban Ayl y el elfo que la buscaba. Tanto el pájaro como el elfo se estaban quedando sin munición, por lo que finalmente tuvieron que continuar la lucha en tierra. Haciendo uso de sus fuertes garras, el hombre bestia desgarraba gargantas enemigas, dejando un buen número de cuerpos a su alrededor. Por supuesto, no salió ileso de esos enfrentamientos. Pero cuanto más daño sufría él, más salvajes eran sus ataques. Hacia mucho tiempo que no entraba en un frenesí como ese.
A su alrededor, varios aldeanos habían caído ya. Algunos no volvían a abrir los ojos, y otros debían replegarse para sobrevivir. Brand se encontraba en ese segundo grupo. Su enorme figura y gritos de guerra infundían ánimos en los aldeanos, por lo que su ausencia en el campo de batalla se hizo notar rápidamente. La moral había caído junto con su líder; el único dragón presente defendía el camino hacia los barcos, pero Taykin no podría contener a los trasgos por siempre. Todo parecía una batalla perdida.
-Creo que nunca quise ni querré tanto ver a un grupo de dragones viniendo hacia mí como lo hago ahora...-
Shinoroa Ryuu
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Y aquellos tres regresaron por donde habían llegado, sólo se dio la vuelta cuando ya se habían alejado lo suficiente para no poder alcanzarlos aunque se hubiese arrepentido. Mejor así. Observó al gran astro brillar en el cielo y su posición para localizar el oeste, hacia allí debía dirigirse, aunque no sabía cuántas lunas vería de camino y prefirió no pensar en los peligros que la esperaban. Antes de dejar atrás por completo el torreón de los vigías, alzó la voz para llamar su atención una vez más.
-¿Qué quieres ahora?
-Sólo indicaciones del camino más directo a Hjalldorn.
-¿A pie? Casi dos jornadas si sigues el río, darás con él en un par de horas en aquella dirección. Deberías llegar mañana al ocaso si no encuentras problemas.
Siguió las señas que desde lo alto la hizo el guardia, ahora humano. Más llanura alrededor, hasta donde alcanzaba la vista no se divisaba ni un ápice de flora que sobrepasase el metro de altura, algunas agrupaciones de arbustos bajos era todo lo que parecía que encontraría en su camino hasta el cauce. Asintió con la cabeza en señal de agradecimiento y comenzó a caminar. Llevó paso ligero, que aceleró cuando comenzó a escuchar en la lejanía el agua correr. Se aceró a la orilla para refrescarse y recuperar el aliento, allí se rodeaba de la vegetación más verde y frondosa que veía desde hacía ni sabía ya cuánto. Si bien en aquel lado no había más que juncos y otras plantas de rivera, a su frente se levantaba una pequeña arboleda y no se pensó dos veces por qué senda continuaría. No muy lejos encontró un paso de piedras por donde poder cruzar y una vez recogida entre la foresta se permitió parar a descansar y sentarse al pie de un árbol unos minutos. Lo acontecido desde su llegada al norte fue pasando en imágenes rápidas por su cabeza, aun se preguntaba cómo demonios se había metido en aquella aventura, más suicida que heroica, cómo los dioses, el destino o la mala fortuna -según como se viera- habían hecho que sus pasos volvieran a cruzarse en el camino de antiguos conocidos, allá en los confines de Aerandir. Mata al elfo. El recuerdo fugaz de aquellas palabras retumbó en su mente y una sensación de angustia la invadió por dentro, de no ser por Iori ¿qué habría ocurrido? Es decir... Demostrado quedó que el control era lo suficientemente eficaz como para haber llegado hasta el final, pero... Él se habría defendido, ¿no? Llevó sus piernas hacia el pecho y hundió la cabeza entre ellas, mientras con sus manos peinó el pelo hacia atrás, como si así pudiese quitarse los pensamientos de encima hasta que el chasquido repentino de una rama cercana llamó su atención y la puso en alerta.
Se quedó inmóvil y en silencio, escuchando con atención y llevando rápida su mano a la empuñadura por si fuera necesaria la defensa. Nada. Tan sólo lo que cabría esperar en zona boscosa, pájaros, brisa. Se puso en pie sin soltar el arma y miró a su alrededor y de nuevo, entre los árboles, arriba y a bajo, de nuevo nada. Suspiró. Supuso que la sugestión estaría jugándola una mala pasada, trató de mantener la calma y retomó el camino hacia el que sería el último pueblo del norte que vería en aquel viaje. No volvió a parar hasta que el sol estaba ya bajo. Bajo los últimos rayos del día logró pescar algo para cenar y sólo cuando no hubo luz prendió una pequeña hoguera para asarlos y calentarse mientras. Cuando acabó, la apagó, dadas las circunstancias pensó que no convendría dar señales de que allí había alguien. Avanzó algo más, dejando distancia entre las ascuas y buscó un buen árbol para dormir. Mejor prevenir. En las ramas más altas que aun pudiesen soportar el peso, se acomodó. A pesar de aparentar tranquilidad, algo en su fuero interno la mantenía alterada, pero no lo notó hasta que quiso cerrar los ojos y tratar de dormir. Una sensación de peligro constante, arrepentimiento por haber preferido seguir sola... Pero las decisiones hay que acarrearlas y no quedaba más que tratar de llegar sana y salva. La noche parecía tranquila y no había signos de que más pobres almas anduvieran por allí, pero por lo que pudiese a contecer usó la energía para manipular las ramas a su alrededor, acercándolas hacia ella, compactándolas, creando una esfera de madera y hojas entrelazadas en la que poder pasar la noche oculta. A saber si en algún momento algún dragón rezagado sobrevolaba aquellos lares y decidía tomarla como tentempié nocturno.
Tras el último tramo de un camino relativamente tranquilo, llegó a Hjalldorn en el tiempo previsto. Aun faltaban horas para la noche cuando de lejos oteó las pequeñas edificaciones del pueblo y la brisa traía el ansiado olor a mar. Por fin. El ambiente que encontró al llegar estaba crispado, se podía leer el nerviosismo y el miedo en los rostros de los aldeanos, ni siquiera repararon en su presencia cuando comenzó a atravesar las calles. Todos andaban -más bien corrían- de un lado para otro, alterados, alarmados por el ataque inminente que escuchó que se avecinaba. Entonces ya les habían llegado las noticias... ¡Los demás ya debían haber llegado! Los buscó a prisa, esquivando a aquellos que cargaban con postes, armas, rocas... Cualquier cosa que sirviese para fortalecer las defensas. Al llegar a la plaza los encontró, a dos al menos, Iori y ¿Ryuu? Pájaro suertudo, logró llegar de unapieza pluma. Corrió hacia ellos sin perder más tiempo, sintiendo la liberación interna al ver de nuevo rostros conocidos, saltando en un abrazo que los enroscó a ambos. -Por los dioses, ¡estáis bien!- Las palabras del hombre-ave sonaron reconfortantes, mantener el sentido del humor siempre era bueno, a pesar de lo que estaba por venir. Le devolvió la sonrisa, pero antes de poder responder, el tenue rumor de los cuernos lejanos se hizo oír, señalando que el enemigo se acercaba. El agobio del que parecía dirigir a los pueblerinos era evidente, miraba al cielo con nerviosismo y podía advertirse cómo su esperanza por recibir refuerzos se esfumaba -He visto las empalizadas y trincheras al llegar, pero nada nos separa de las llanuras por donde vienen. Se me ocurre algo para retrasarlos y al mismo tiempo serviría para dar señas de nuestra ubicación a los dragones. Pero ha de ser controlado y preciso o podría salir muy mal...- Brand puso su atención en la elfa, parecía dispuesto a aceptar cualquier idea que implementase las defensas -Barreras de fuego, a una distancia prudente... Sería la primera línea de defensa.- Tras discutirlo unos momentos, el jefe aceptó y ordenó a varios grupos prepararse para incendiar los terrenos más lejanos al poblado. El resto se disponía a continuar con los preparativos cuando una voz potente y cabreada la llamó por su nombre completo. -¡AYLIZZ WENDELL!- Se giró impactada, la reconoció al instante, no podía ser.
Un elfo castaño y fornido se abría paso entre las gentes, dirigiéndose con paso firme hacia ella. Sus brazos y silueta revelaban que se había trabajado físicamente en muy buena medida. Su rostro, aunque atractivo -como la mayor parte de su raza- estaba serio, de una forma que no podía más que indicar que bajo la superficie bullía la ira. Una faz calmada, justo antes de un choque de espadas, podría ser una acertada impresión. Su arco y otras armas gritaban no estar en absoluto de adorno. Y parecía tener un objetivo muy específico para encontrarse allí. -Qué... Qué haces... ¿Cómo me has encontrado?- Su cuerpo se tensó de repente, casi tembló al verlo, ¡era imposible! Habían pasado casi dos años desde la última vez que lo vio, lo dejó dormido, tranquilo, sin saber que al despertar ya no la vería en casa. No había vuelto desde entonces, no había dado señales, ¡¿cómo sabía que estaba allí?! El shock por el inesperado encuentro la hizo obviar que a su alrededor todos los presentes los miraban, convirtiéndoles en el centro de atención de miradas curiosas, a la par que extrañadas. -Siguiéndote- replicó -¿Te das cuenta de que ésta tontería tuya nos ha llevado a la otra punta del continente?- se tomó un instante, como si tratase de controlar su enfado antes de continuar -Hoy mismo volvemos a casa. Es hora de que madures de una vez.- El desconcierto se hizo mayor al escuchar su respuesta -¿Siguiéndome?- Entonces... El día anterior, en el bosque, aquel chasquido... ¿Había sido él? ¿Cuánto tiempo...? Con la intención de replicarle abrió la boca, pero al instante la cerró. No... No tenía sentido. Aunque aceptase como válida la idea de que fuese tras ella, ¿por qué ahora? Había hecho sola la última parte del camino, ¿por qué no haberla dicho algo entonces? ¿Para qué tanto misterio? Si era su hermano, si quería regresar con ella a Sandorai, ¿qué necesidad había de haberse ocultado hasta tan lejos?
Aylizz tragó saliva y retrocedió un par de pasos, temerosa. -No pienso ir contigo a ningún sitio. ¿Quién eres? Te pareces a él... Pero no puede ser.- El gesto del elfo cambió, frunció el ceño y aunque trató de sonar más amable que hasta el momento, se dejó entrever de nuevo su desasosiego al mirar alrededor -¿Has pasado tanto tiempo en lugares tan salvajes que ya no reconoces a tu propio hermano? Por primera vez volvería a tus nueve años y a tu manía de perseguirme a todos lados para no tener que llevarte contra tu voluntad. Pero si es necesario lo haré, por tu bien.- sentenció. En aquel momento, el nerviosismo de la elfa dejó paso a una ira que nació en lo más profundo, pero antes de poder contestar la humana intercedió, situándose entre ambos -Pero ya no tiene nueve años.- sin abandonar su posición miró por encima del hombro a Ayl -¿Quieres ir con él?- Aquella intervención la hizo consciente de nuevo de que no estaban solos -Tranquila.- La apartó con suavidad y se acercó hasta ponerse a la altura del que aseguraba llevar su misma sangre -Este no es el lugar, ni el momento.- Indicó, dirigiendo su mirada hacia el lugar por donde serían atacados en no más de dos horas -¿¡Realmente esperas que te deje aquí, sola, tras todo lo que ha ocurrido?! ¡¿Me vas a hacer obligarte a ir, tras abandonar la casa sin una palabra?! ¿No merece padre una explicación? ¡Compórtate de una vez!- El elfo subió el tono y se mostró alterado, casi podría decirse que nervioso, como si no hubiese esperado tanta resistencia y oposición ante la intención de regresarla con él, pero aquel fue un golpe bajo... Mencionar a su padre, remover el pasado, enfrentarla a aquello que tanto la había costado hacer, ¡ya sabía que no fue la mejor forma! Pero, ¿qué esperaban? Aquella reacción era precisamente lo que la motivó a hacerlo, después de tanto tiempo seguía tratándola como a una niña. Aylizz trató de mantener la compostura, a pesar de que por dentro la hervía la sangre, ya la daba igual si aquel era o no quien decía ser, lo cierto es que sabía cosas que un impostor no podría... Y definitivamente, aquel numerito en público, ridiculizarla y hacerla sentir pequeña e indefensa, era típico de Naiodin. Podía ser posible que su preparación de rastreador le hubiese llevado hasta ella... Se dirigió una última vez a él, esta vez en su lengua natal, Ryuu también había tratado de relajar la situación y defenderla, no era necesario seguir con el espectáculo. -¡Cállate! No tienes ni idea. ¿Ves ese barco amarrado? Es mi viaje de vuelta a casa. Pero ahora, este pueblo está a punto de estallar, se les viene encima una batalla y estamos en medio. Si quieres ayudar, bien. Sino, espérame en el puerto. ¡Ah! Y ellos están conmigo, no estoy sola.- Para ella la conversación llegó a su fin en aquel momento, aunque su hermano tenía que quedar de pie, puntualizó entonces que no la perdería de vista y llegado el caso, se la llevaría a la fuerza. Suerte con eso.
La atención de todos cambió de bando al aparecer en escena una elfa más. Pero, ¿qué demonios? ¿A caso aquel pueblo perdido de la mano de los dioses era el nuevo Sandorai? Era bonita, preciosa más bien. Cabello platino, ojos grandes, de un azul que tiraba al aguamarina, brillantes. Y sencilla, con ropas nada ostentosas. Hablaba con los vecinos, parecía ser una más entre ellos, a los foráneos les dedicó una mirada, pero no se acercó. Tras ella, Nousis y Chris aparecieron, a penas había tenido tiempo de reparar en su ausencia, aunque la extrañó verlos llegar juntos. Su ya compañero de andanzas se mantuvo alejado de todos, trató de dirigirle una mirada, pero éste la esquivó. La albina fue a la suya. Todos parecían ya muy tensos, el sol había terminado de ocultarse hacía rato y la luna brillaba blanca y fría, augurando lo peor. Miraron una última vez al cielo, no había dragones, tampoco aliados. Sólo quedaba esperar y enfrentar lo que viniera, a vida o muerte.
-¿Qué quieres ahora?
-Sólo indicaciones del camino más directo a Hjalldorn.
-¿A pie? Casi dos jornadas si sigues el río, darás con él en un par de horas en aquella dirección. Deberías llegar mañana al ocaso si no encuentras problemas.
Siguió las señas que desde lo alto la hizo el guardia, ahora humano. Más llanura alrededor, hasta donde alcanzaba la vista no se divisaba ni un ápice de flora que sobrepasase el metro de altura, algunas agrupaciones de arbustos bajos era todo lo que parecía que encontraría en su camino hasta el cauce. Asintió con la cabeza en señal de agradecimiento y comenzó a caminar. Llevó paso ligero, que aceleró cuando comenzó a escuchar en la lejanía el agua correr. Se aceró a la orilla para refrescarse y recuperar el aliento, allí se rodeaba de la vegetación más verde y frondosa que veía desde hacía ni sabía ya cuánto. Si bien en aquel lado no había más que juncos y otras plantas de rivera, a su frente se levantaba una pequeña arboleda y no se pensó dos veces por qué senda continuaría. No muy lejos encontró un paso de piedras por donde poder cruzar y una vez recogida entre la foresta se permitió parar a descansar y sentarse al pie de un árbol unos minutos. Lo acontecido desde su llegada al norte fue pasando en imágenes rápidas por su cabeza, aun se preguntaba cómo demonios se había metido en aquella aventura, más suicida que heroica, cómo los dioses, el destino o la mala fortuna -según como se viera- habían hecho que sus pasos volvieran a cruzarse en el camino de antiguos conocidos, allá en los confines de Aerandir. Mata al elfo. El recuerdo fugaz de aquellas palabras retumbó en su mente y una sensación de angustia la invadió por dentro, de no ser por Iori ¿qué habría ocurrido? Es decir... Demostrado quedó que el control era lo suficientemente eficaz como para haber llegado hasta el final, pero... Él se habría defendido, ¿no? Llevó sus piernas hacia el pecho y hundió la cabeza entre ellas, mientras con sus manos peinó el pelo hacia atrás, como si así pudiese quitarse los pensamientos de encima hasta que el chasquido repentino de una rama cercana llamó su atención y la puso en alerta.
Se quedó inmóvil y en silencio, escuchando con atención y llevando rápida su mano a la empuñadura por si fuera necesaria la defensa. Nada. Tan sólo lo que cabría esperar en zona boscosa, pájaros, brisa. Se puso en pie sin soltar el arma y miró a su alrededor y de nuevo, entre los árboles, arriba y a bajo, de nuevo nada. Suspiró. Supuso que la sugestión estaría jugándola una mala pasada, trató de mantener la calma y retomó el camino hacia el que sería el último pueblo del norte que vería en aquel viaje. No volvió a parar hasta que el sol estaba ya bajo. Bajo los últimos rayos del día logró pescar algo para cenar y sólo cuando no hubo luz prendió una pequeña hoguera para asarlos y calentarse mientras. Cuando acabó, la apagó, dadas las circunstancias pensó que no convendría dar señales de que allí había alguien. Avanzó algo más, dejando distancia entre las ascuas y buscó un buen árbol para dormir. Mejor prevenir. En las ramas más altas que aun pudiesen soportar el peso, se acomodó. A pesar de aparentar tranquilidad, algo en su fuero interno la mantenía alterada, pero no lo notó hasta que quiso cerrar los ojos y tratar de dormir. Una sensación de peligro constante, arrepentimiento por haber preferido seguir sola... Pero las decisiones hay que acarrearlas y no quedaba más que tratar de llegar sana y salva. La noche parecía tranquila y no había signos de que más pobres almas anduvieran por allí, pero por lo que pudiese a contecer usó la energía para manipular las ramas a su alrededor, acercándolas hacia ella, compactándolas, creando una esfera de madera y hojas entrelazadas en la que poder pasar la noche oculta. A saber si en algún momento algún dragón rezagado sobrevolaba aquellos lares y decidía tomarla como tentempié nocturno.
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Tras el último tramo de un camino relativamente tranquilo, llegó a Hjalldorn en el tiempo previsto. Aun faltaban horas para la noche cuando de lejos oteó las pequeñas edificaciones del pueblo y la brisa traía el ansiado olor a mar. Por fin. El ambiente que encontró al llegar estaba crispado, se podía leer el nerviosismo y el miedo en los rostros de los aldeanos, ni siquiera repararon en su presencia cuando comenzó a atravesar las calles. Todos andaban -más bien corrían- de un lado para otro, alterados, alarmados por el ataque inminente que escuchó que se avecinaba. Entonces ya les habían llegado las noticias... ¡Los demás ya debían haber llegado! Los buscó a prisa, esquivando a aquellos que cargaban con postes, armas, rocas... Cualquier cosa que sirviese para fortalecer las defensas. Al llegar a la plaza los encontró, a dos al menos, Iori y ¿Ryuu? Pájaro suertudo, logró llegar de una
Un elfo castaño y fornido se abría paso entre las gentes, dirigiéndose con paso firme hacia ella. Sus brazos y silueta revelaban que se había trabajado físicamente en muy buena medida. Su rostro, aunque atractivo -como la mayor parte de su raza- estaba serio, de una forma que no podía más que indicar que bajo la superficie bullía la ira. Una faz calmada, justo antes de un choque de espadas, podría ser una acertada impresión. Su arco y otras armas gritaban no estar en absoluto de adorno. Y parecía tener un objetivo muy específico para encontrarse allí. -Qué... Qué haces... ¿Cómo me has encontrado?- Su cuerpo se tensó de repente, casi tembló al verlo, ¡era imposible! Habían pasado casi dos años desde la última vez que lo vio, lo dejó dormido, tranquilo, sin saber que al despertar ya no la vería en casa. No había vuelto desde entonces, no había dado señales, ¡¿cómo sabía que estaba allí?! El shock por el inesperado encuentro la hizo obviar que a su alrededor todos los presentes los miraban, convirtiéndoles en el centro de atención de miradas curiosas, a la par que extrañadas. -Siguiéndote- replicó -¿Te das cuenta de que ésta tontería tuya nos ha llevado a la otra punta del continente?- se tomó un instante, como si tratase de controlar su enfado antes de continuar -Hoy mismo volvemos a casa. Es hora de que madures de una vez.- El desconcierto se hizo mayor al escuchar su respuesta -¿Siguiéndome?- Entonces... El día anterior, en el bosque, aquel chasquido... ¿Había sido él? ¿Cuánto tiempo...? Con la intención de replicarle abrió la boca, pero al instante la cerró. No... No tenía sentido. Aunque aceptase como válida la idea de que fuese tras ella, ¿por qué ahora? Había hecho sola la última parte del camino, ¿por qué no haberla dicho algo entonces? ¿Para qué tanto misterio? Si era su hermano, si quería regresar con ella a Sandorai, ¿qué necesidad había de haberse ocultado hasta tan lejos?
Aylizz tragó saliva y retrocedió un par de pasos, temerosa. -No pienso ir contigo a ningún sitio. ¿Quién eres? Te pareces a él... Pero no puede ser.- El gesto del elfo cambió, frunció el ceño y aunque trató de sonar más amable que hasta el momento, se dejó entrever de nuevo su desasosiego al mirar alrededor -¿Has pasado tanto tiempo en lugares tan salvajes que ya no reconoces a tu propio hermano? Por primera vez volvería a tus nueve años y a tu manía de perseguirme a todos lados para no tener que llevarte contra tu voluntad. Pero si es necesario lo haré, por tu bien.- sentenció. En aquel momento, el nerviosismo de la elfa dejó paso a una ira que nació en lo más profundo, pero antes de poder contestar la humana intercedió, situándose entre ambos -Pero ya no tiene nueve años.- sin abandonar su posición miró por encima del hombro a Ayl -¿Quieres ir con él?- Aquella intervención la hizo consciente de nuevo de que no estaban solos -Tranquila.- La apartó con suavidad y se acercó hasta ponerse a la altura del que aseguraba llevar su misma sangre -Este no es el lugar, ni el momento.- Indicó, dirigiendo su mirada hacia el lugar por donde serían atacados en no más de dos horas -¿¡Realmente esperas que te deje aquí, sola, tras todo lo que ha ocurrido?! ¡¿Me vas a hacer obligarte a ir, tras abandonar la casa sin una palabra?! ¿No merece padre una explicación? ¡Compórtate de una vez!- El elfo subió el tono y se mostró alterado, casi podría decirse que nervioso, como si no hubiese esperado tanta resistencia y oposición ante la intención de regresarla con él, pero aquel fue un golpe bajo... Mencionar a su padre, remover el pasado, enfrentarla a aquello que tanto la había costado hacer, ¡ya sabía que no fue la mejor forma! Pero, ¿qué esperaban? Aquella reacción era precisamente lo que la motivó a hacerlo, después de tanto tiempo seguía tratándola como a una niña. Aylizz trató de mantener la compostura, a pesar de que por dentro la hervía la sangre, ya la daba igual si aquel era o no quien decía ser, lo cierto es que sabía cosas que un impostor no podría... Y definitivamente, aquel numerito en público, ridiculizarla y hacerla sentir pequeña e indefensa, era típico de Naiodin. Podía ser posible que su preparación de rastreador le hubiese llevado hasta ella... Se dirigió una última vez a él, esta vez en su lengua natal, Ryuu también había tratado de relajar la situación y defenderla, no era necesario seguir con el espectáculo. -¡Cállate! No tienes ni idea. ¿Ves ese barco amarrado? Es mi viaje de vuelta a casa. Pero ahora, este pueblo está a punto de estallar, se les viene encima una batalla y estamos en medio. Si quieres ayudar, bien. Sino, espérame en el puerto. ¡Ah! Y ellos están conmigo, no estoy sola.- Para ella la conversación llegó a su fin en aquel momento, aunque su hermano tenía que quedar de pie, puntualizó entonces que no la perdería de vista y llegado el caso, se la llevaría a la fuerza. Suerte con eso.
La atención de todos cambió de bando al aparecer en escena una elfa más. Pero, ¿qué demonios? ¿A caso aquel pueblo perdido de la mano de los dioses era el nuevo Sandorai? Era bonita, preciosa más bien. Cabello platino, ojos grandes, de un azul que tiraba al aguamarina, brillantes. Y sencilla, con ropas nada ostentosas. Hablaba con los vecinos, parecía ser una más entre ellos, a los foráneos les dedicó una mirada, pero no se acercó. Tras ella, Nousis y Chris aparecieron, a penas había tenido tiempo de reparar en su ausencia, aunque la extrañó verlos llegar juntos. Su ya compañero de andanzas se mantuvo alejado de todos, trató de dirigirle una mirada, pero éste la esquivó. La albina fue a la suya. Todos parecían ya muy tensos, el sol había terminado de ocultarse hacía rato y la luna brillaba blanca y fría, augurando lo peor. Miraron una última vez al cielo, no había dragones, tampoco aliados. Sólo quedaba esperar y enfrentar lo que viniera, a vida o muerte.
Aylizz Wendell
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
El viento movía el cabello de una Iori que poco podía sentir. El reencuentro con Ryuu fue lo primero que causó una respuesta real en ella tras dejar la aldea de las cabezas atrás. La aparición por sorpresa de la figura de Ayl entre la gente terminó de hacerla despertar. Pero tras aquel choque con el mundo que la rodeaba, la humana volvía a estar sumergida en sus cavilaciones. No quedaba en aquel momento en ella tiempo ni para sentir temor por el aire en movimiento.
La última luz del día murió, y el tenso pánico se hizo presente entre las personas que estaban allí atrincheradas. Una escapatoria débil en los barcos en los que no había sitio para todas las personas allí. Una parte de ella se rio mientras pensaba en cómo aquel anillo la había terminado conduciendo hasta aquel lugar.
"En dónde reside el nombre de tu padre encontrarás la vida o la muerte". Pues bien, vieja bruja, ¿en dónde estaba el dichoso nombre? Eso podía significar dos cosas. Que Iori no lo veía porque no sabía leer. O que aquel no iba a ser su día de caer en desgracia.
Desconectada del mundo exterior, apenas tuvo tiempo para apreciar la presencia de una nueva elfa. Poco había en ella de capacidad para la sorpresa. Ni su deslumbrante belleza fue capaz de calar en Iori. Miraba a su alrededor y lo que la humana veía eran la cabezas de esos críos goteando sangre en las picas. Se llevó las manos a la frente y permaneció en silencio, pendiente de Ayl y su incómodo hermano pero dejando que la noche cubriese todo y trajese lo que fuese que los deparase.
El sonido los avisó de su llegada y la primera batalla en la vida de la humana se inició. Aferró el palo entre sus dedos y se notó extrañamente gélida ante una situación que era completamente nueva para ella. Dioses, ¿Un combate de aquella magnitud? Moriría gente, mucha más gente que los niños que habían sido asesinados en aquella aldea de bruma. Y sin embargo por algún motivo la mente de Iori no terminaba de registrar toda la información.
La realidad llegaba a ella a través de un retorcido filtro que impedía que el miedo terminara de atenazarla. Dejó ir su humanidad en aquel instante y se lanzó con determinación sin alejarse demasiado de Ryuu y sobre todo, de Ayl. No pensaba, se movía por instinto sin cuestionar qué habría después, sin dejar que entrase en ella el horror de las muertes y el avance enemigo. Aquellas criaturas estaban enloquecidas, pero la mente de Iori se encontraba en un plano en el que aquella crueldad no conseguía tocarla.
Siguió de forma fiel y decidida a la elfa en su avance hacia el árbol en el cual se encaramó. Mientras pudiera evitarlo, no dejaría que ninguno de aquellos seres la siguiese tronco arriba. Iori la protegería, y eso lo tenía muy claro. Igual que de alguna manera, tenía claro que aquel no sería el día de su muerte.
Allí no se encontraba el nombre de su padre por ningún lado.
La última luz del día murió, y el tenso pánico se hizo presente entre las personas que estaban allí atrincheradas. Una escapatoria débil en los barcos en los que no había sitio para todas las personas allí. Una parte de ella se rio mientras pensaba en cómo aquel anillo la había terminado conduciendo hasta aquel lugar.
"En dónde reside el nombre de tu padre encontrarás la vida o la muerte". Pues bien, vieja bruja, ¿en dónde estaba el dichoso nombre? Eso podía significar dos cosas. Que Iori no lo veía porque no sabía leer. O que aquel no iba a ser su día de caer en desgracia.
Desconectada del mundo exterior, apenas tuvo tiempo para apreciar la presencia de una nueva elfa. Poco había en ella de capacidad para la sorpresa. Ni su deslumbrante belleza fue capaz de calar en Iori. Miraba a su alrededor y lo que la humana veía eran la cabezas de esos críos goteando sangre en las picas. Se llevó las manos a la frente y permaneció en silencio, pendiente de Ayl y su incómodo hermano pero dejando que la noche cubriese todo y trajese lo que fuese que los deparase.
El sonido los avisó de su llegada y la primera batalla en la vida de la humana se inició. Aferró el palo entre sus dedos y se notó extrañamente gélida ante una situación que era completamente nueva para ella. Dioses, ¿Un combate de aquella magnitud? Moriría gente, mucha más gente que los niños que habían sido asesinados en aquella aldea de bruma. Y sin embargo por algún motivo la mente de Iori no terminaba de registrar toda la información.
La realidad llegaba a ella a través de un retorcido filtro que impedía que el miedo terminara de atenazarla. Dejó ir su humanidad en aquel instante y se lanzó con determinación sin alejarse demasiado de Ryuu y sobre todo, de Ayl. No pensaba, se movía por instinto sin cuestionar qué habría después, sin dejar que entrase en ella el horror de las muertes y el avance enemigo. Aquellas criaturas estaban enloquecidas, pero la mente de Iori se encontraba en un plano en el que aquella crueldad no conseguía tocarla.
Siguió de forma fiel y decidida a la elfa en su avance hacia el árbol en el cual se encaramó. Mientras pudiera evitarlo, no dejaría que ninguno de aquellos seres la siguiese tronco arriba. Iori la protegería, y eso lo tenía muy claro. Igual que de alguna manera, tenía claro que aquel no sería el día de su muerte.
Allí no se encontraba el nombre de su padre por ningún lado.
Iori Li
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
La albina era alguien cínico, notaba en sus compañeros como meditaban en ese lapso de tiempo. En esa curiosa aventura, mientras ella era ajena a ese “crecimiento personal”. Desde la subestimación y ahora la desolación. Miro como un tercero el agobio del par ante el desvanecimiento de la aldea y el macabro descubrimiento de las cabezas de los niños en las picas, afecto al par restante de sus compañeros, y ella… no podía hacer nada. Se mantuvo distante, mirando el rededor, y mientras ellos parecían tener un duelo pensaba fríamente en que deberían de haberlos dejado con sus captores, y ellos solo robar los caballos necesarios. Aunque, los destinos no variaban mucho, al menos “hubieran” tenido tiempo para cualquier cosa. Pero no había cabida para os hubiera en la vida, era la competencia llamada existencia.
Tras dejar el lugar apremiadas por el elfo, Christelle solo miraba el camino como mero protocolo propio, el lugar quedaba grabado paso a paso en su memoria y podría acceder a ello cuando se le diera gana, o cuando durmiera y viera a los chiquillos. Su gesto era impasible e ilegible, entre el sopor y la indiferencia. Evito la charla con el par, seguro un comentario directo y acido de la albina le podría costar su fino y delgado cuello pálido a la mirada del elfo. Y la verdad prefería mantener su cabeza donde estaba muchas gracias.
Hablando de recuerdo sonrió un poco de lado cundo esas cabezas le hicieron recordad como había hecho migas con el virrey de ciudad Lagarto, al parecer entre Alex y los demás le habían hecho la rutina de llevarle cabezas a modo de llamar su atención, y pues ella solo había ido ahí a modo de solucionar un lio con Alex. Tal vez por eso el viaje fue muy ligero. Algún día iría a beber te con Mmatthew el virrey, llevarle algo, que no fuera una cabeza….
Al llegar a su destino no puso atención a las empalizadas, ni nada. Estaba totalmente desconectada y solo le dio lastima e que Ryuu quisiere hacer algo útil y el elfo no se dignara a nada, yo solo le respondí haciendo la señal mundial del loco con espirales al lado de mi oído y tras encogerme de hombros y ver que al parecer todo estaba vivos, fue tras el elfo con cierto disimulo, le tuvo más empatía a el hombre ave que a los niños en pica, y eso era pro que Ryuu seguía vivo. Para el cuarteto ella era una clase de apestada que no tenía sus mismos intereses. Y como no teniendo la mayor intención de hacerse su amiga, miro las opciones de viaje, de todos modos ese día estaba de su “lado”, en otro momento podría estar ella cazándolos para poner sus cabezas en picas.
Aunque… Bueno no importaba fue a con el elfo, y acariciaba el follaje conforme andaba, como si fuera una mera distracción a su día a día. Después de todo, ella solo quería saber por qué el elfo había causado tanto revuelo a su paso. Por el gesto del elfo, cuando la descubrió que le seguía, supo que no estaba contento, ja como si a ella le importara eso. Bueno la cara de pocos amigos confirmo sus teorías.
-¿Dónde se supone que vas?
- A donde vayas tú - dice sin más, el gesto otorgado por la pálida joven fue simplón, hasta se tomó la molestia de encogerse de hombros. Él le explicaba sus desventuras para llegar ahí y casi podía ver que una vena le palpitaba en la sien y se cotuvo de reír.
-No he venido a este remoto lugar del norte más que buscar a alguien. No es de tu incumbencia. Nada hay aquí para ti, vuelve con los demás. Yo iré cuando termine.
- Bueno yo vengo siguiéndote a ti
-Regresa- repite- He cruzado el continente para esto.
-No te estoy deteniendo. Además de que los que están atacando lo hacen por tu causa. – Si era una iletrada, si era una asesina, y si era una mercenaria, pero para todo eso se requería cabeza y muchas, demasiadas veces era más fácil golpear con palabras que con puños. Y alparecer algo toco en el pues le hacen mirarla detenidamente, y por ellas quita la mano del pomo de la espada.
-Lo sé. Pero en ésta dirección no hay nada que le concierna a nadie más que a mí. En breve, volveré a la aldea.
-Como si eso importará. - Se puso frente al elfo con las manos en el mango de sus ganchos- ¿Dime qué harás para detenerme? He tenido la amabilidad de dejarme ver pero te seguiré de todos modos.
Y entonces una interrupción, casi pensó en una mala obra de teatro cuando reconoció al hombre ave que parecía predicar la paz -Creo que sería buena idea hacerle caso a Nousis. Es obvio que quiere un momento a solas, no debería pasar nada por dejarlo tranquilo. Piénsalo de esta forma: si realmente todo este ataque de debe a que él es el objetivo, si lo dejas solo es más probable que vayan tras él y dejen al resto en paz- Se encoge de hombros mientras mira al elfo, como disculpándose por sus palabras - No me gustaría que realmente ocurra, pero existe la posibilidad, ¿no?
El elfo se encoge de hombros, sin estar seguro de qué responder
-¿En serio crees poder detenerme con tu espada? Dioses que iluso. ¿acaso te causa confianza? La mitad del tiempo se la ha pasado solo.
-Si te basas únicamente en el tiempo que pasas con alguien para confiar en ellos, entonces yo debería desconfiar de todos porque no los vi desde la torre. ¿Y quién atacó a alguien con un orbe? ¿ Ah, sí... Tú. Sé que te estaban controlando y todo eso, pero si crees que él va a intentar atacarnos o algo así, entonces ya lo hubiera hecho en la torre, cuando no había ningún testigo
Piénsalo, el objetivo es él. Si lo que quieres es mantenerte a salvo, lo más lógico es dejarlo solo. O irte en alguno de los barcos, con los ancianos y niños.
-Volved- vuelve a repetir- Y nos veremos más tarde- Mira de frente a la humana- No creo poder detenerte. Estoy seguro de poder matarte. Es una diferencia abismal, y tengo asuntos más urgentes que tú.
Y por eso quiero saber que trama, ya tengo bastante en mi cabeza para tener a otro diciendo que mate a un elfo engreído. –Lo señalo la peliblanca con un gancho.
-Hice lo que pude para tratar de convencerla, pero si no es suficiente me disculpo. No creo ser capaz de frenarla por la fuerza. Nousis, antes de que te vayas, aquí tengo una lista con los aldeanos ausentes. Tal vez algún nombre te resulte familiar o puedas relacionarlos con ilvor. Tú me dirás si quieres verlo después. Nos vemos. Y tú, ten en cuenta lo que dije por favor. -Observando a la humana
-¿Confiar? Avecilla si por ustedes fuera ya me habrían vendido a la primera. Creen que no sé cómo me miran. Solo son hipócritas pensando que son mejores que yo. Y a ti elfo. Sabré que ocultas. - Y regreso sobre sus pasos hacia la arboleda y volver a ocultarse mientras los oía.
-Nadie dijo ser mejor que tú, chica. Si así fuera, habría intentado detenerte por la fuerza. De hecho, estoy reconociendo tus habilidades como algo fuera de mi alcance. Y se marcha sin esperar más respuesta ¿avecilla? ¿Quién está menospreciando ahora?
Espero en la arboleda, debería, había muchos debería en su mente, debería de tomar un caballo, provisiones y dejarlos, ¿Qué más daba que mataran al elfo ese, o a los demás’ pero… quería saber que era esa magia, era demasiado intrincada para solo querer matarlo. Al virrey le gustaba tener elfos de mascota, y que mejor que ese elfo orgulloso ser doblegado a voluntad de un humano, o mejor darle esa orbe y algún brujo seguro bien pagado o amenazado desentrañar sus secretos.
Y por divagar se alejó el elfo y ella ahí iba tras él casi esperaba que ese tal Ilvor que le seguía apareciera, de verdad lo ansiaba, pero no, solo un cementerio, donde la hizo perder media hora, y luego a un acantilado, ahí se hecho a comer una manzana y lo que parecía prometedor resulto en algo, medianamente decepcionante, ¿que acaso el norte tenía una migración de elfos masiva? Y si era una elfa de catálogo, rubia, espigada y alta. Blah blah blah que no pudo escuchar, y estaba por salir de su escondrijo cuando la elfa se marcho… pero Ahí seguía el tipo con sus pensamientos. En cierto modo era idéntico a quien la crió, ella no era nada para él mas que una suerte de ayudante, escogida para sabe que fines, nunca lo supo, el corazón de este dejo de latir en sus pequeñas manos. Dejo que se adelantara un poco y sin más poso las manos en la cintura cerca de sus únicos amigos leales.
-¿Así que es ella?
-No esperaba que supieses respetar la privacidad- comenta mirando hacia atrás sin dejar de caminar, y no dice más, continuando la ruta.
-Privacidad ¿qué es eso? -Rio siguiéndolo igual manteniendo la distancia- seguro te dejo por lo seco que eres. Pero eso solo te incumbe a ti. ¿Acaso le dirás la cantidad de esqueletos que guardas en el armario o ella es igual que tú?
-No hables de ella- advierte sin dejar de caminar- Eres joven para querer morir tan pronto, y no me siento con ánimo de soportar demasiado. Pronto tendremos más sangre en las hojas que la desearíamos.
-Habla por ti. Te recuerdo que vivo de ello. La muerte solo es un estado más. Puedo morir aquí ¿y? igual puede caer un rayo y fulminarte, comer un pez mal cocinado y morir entre tus vómitos y fluidos en una maravillosa tarde en tu centésimo cumpleaños. - dice sin más y poniéndose a una cierta distancia a su lado- supongo que la longevidad les hace pensar que nada les puede pasar. Me pregunto ¿si un elfo se enamora de un humano? cuanto tiempo debe pasar para que este se olvide del humano que amo cuando este murió.
-Suelen ser traidores a la raza y a Sandorai. Mestizos que renuncian a las tradiciones- se obliga a responder- Tú misma, humana y asesina. ¿Qué aportas al mundo? ¿En qué lo mejoras? Hay criaturas que sólo estorban en él.
-Vaya, se matan entre sí, eso sí es curioso bueno seres sin honor, no podía esperar menos. Querido, nadie aporta nada, solo, vives, si aportas algo es para otro ser racional capaz de usarlo. El mundo sigue girando con o sin ti en él, aun seas el ser más poderoso.
El elfo no pareció que fuera digno seguir hablando con la muñeca, y ella no pensaba darle la espalda, y cada quien se fue por su lado tras esa charla, se enteró del ataque de los trasgos, de la movilización de civiles, no era algo tan grande pero bueno, tocaba espera el momento. Que podía decir de una batalla, ella era mercenaria, solía evitarlas, y esta no fue la excepción, cuando comenzó el conflicto, se centraba directamente a mata a los trasgos, entonces noto que se comportaban de forma similar a la torre, y avocándose en cuanto tiro a otro busco, y no había nada.
-Maldición.- Gimió alejándose. Dio un golpe, no supo a qué, la prioridad era golpear a quien le ataco y salir viva, pero por andar investigando el cadáver, costado había recibido el golpe, había sido un corte, no era profundo, pero conforme se movía la cosa se agravaba. –No sienten, ataquen a matar.- Grito yendo a la retaguardia, y más cerca del grupo golpeaba con uno de sus gancho a modo de porra, moviéndose lo menos posible para evitar agravar sus heridas. Recordó lo dicho por el ave.
-NOU ¿y si te entregas?
Lo malo es que la idea no parecía del todo acertada, si así fuera hubieran cargado a por el antes, y ahora estaba todos embotados en ir a los barcos, al cuerno la aldea, más para ella que ya no veía como mantener la mano alzada contra esas cosas, pero algo la sorprendió cuando al trasgo que estaba por golpear soltó un chillido y salió corriendo, entonces dio cuenta de dos cosas, una daga que paso cerca de ella y al girar a su destino ver como se iba una ilusión y a un chico en lugar de la elfa que estaba junto a Nou que iba hacia el rio y en el se perdió, y de los caballeros dragón de los que n había hecho caso, todo lo que siguió fue demasiado rápido, la verdad, se tomaría su tiempo para procesar lo sucedido, la normalidad de todo, pero de momento pensaba seriamente en tomar un barco, coserse y dormir hasta llegar a algún lado cerca de su hogar, la idea del caballo le desalentaba al solo recordar cuanto podía doler una herida y el movimiento constante, en un barco podía echarse a dormir y que otro se hiciera cargo.
Tuvo suerte de que le “agradecieran” con un cuidado básico post batalla, lo demás eran heridas menores. Por eso prefería los trabajos en solitario. Así se topó con la elfa rubia, no la novia del elfo, con el arreglaría cuentas después, pero no en ese después inmediato. Sino con Aylizz que parecía contenta de verla.
-No nos mataste después de todo...
Más relajada limpiaba uno de los ganchos cuando le devolví la mirada - Te dije que no tenía por que hacerlo.
-Sí, pero no te creí. ¿Volverás a tu ciudad sin ley? – No cambio el gesto, ciertamente no le sorprendía la respuesta.
- Puedo ir a donde quiera – Sin más le sonrío de lado- acaso me quieres de guarda espaldas?
La elfa soltó una carcajada ya como de derrota, la albina supuso que para evitar llorar. -¡Puede que me hiciera falta! En cualquier caso, gracias por ser de palabra. Quizá no seas tan mala como aparentas... Aunque quizá sí un poco loca? Supongo que de eso tendrá más culpa el brujo que te crío que tú misma – La rubia tendió su mano, a modo amistoso.
-Soy mercenaria, una profesional, no voy por ahí matando solo porque si, la mayoría del tiempo.- se limpio a mano para corresponder al gesto mirando el agua y luego a la elfa haciendo un bizco -Hey, estar loco no es tan malo, es bastante divertido.
-Puede que tengas razón...-
Christelle Glassneth
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Pocas ocasiones resultaron tan vívidas en tan escaso tiempo como todo cuanto ocurrió desde que dejaron la torre vigilada por los dos de los dragones soldado de los Dozorova. La inexplicable desaparición de la aldea, los niños muertos, expuestos de la brutal manera en que había sido hecho; la confianza de los aldeanos en sus señores del este, su lucha y sacrificio por salvar sus hogares; el reencuentro de todos cuantos le acompañaron a una aventura donde cada día parecía ganar en extensión y profundidad a varias semanas; las despedidas, puntuales y a la vez semieternas, con la cruda veracidad que dibujaba un encuentro imposible de ubicar en un futuro incierto; volver a verla…
La batalla había sido infernal, donde la angustia y la derrota observaron desde las alturas contando uno a uno los segundos como gotas de sangre que van haciendo palidecer un rostro presto a la muerte. Los aldeanos lucharon con una bravura impropia de su condición, de quienes no viven arriesgando sus vidas espada en mano. Y sus compañeros, imágenes grabadas en los ojos grises del Elfo, se enfrentaron a la avalancha enemiga como si vivir o morir estuviesen por entero en las manos de los dioses, y su única ambición fuese acabar con tantos trasgos como les fuese posible antes de sucumbir de la forma más heroica que Hjalldorn hubiese visto jamás. En esos momentos, tan lejos de los bosques que cobijaron su infancia y juventud, con todas las posibilidades para dejarse la vida en una tierra extranjera, su corazón albergó un claro sentimiento de orgullo hacia esas criaturas por haberse mantenido firmes, capaces de plantarse frente a un mal quizá menor en comparación con los que había experimentado en Árbol Madre, pero momentos como aquel le hacían pensar que tal vez no todo estaba perdido fuera de su propia raza. Él los había llevado allí, y sería él quien tendría que rendir cuentas por sus muertes a los dioses cuando la suya llegase si perdían la vida frente a las huestes de Ilvor. Tal era su credo.
Apenas les dirigió la palabra cuando retornó del camposanto. Su cabeza bullía de actividad y no sentía deseo alguno. Si permaneció allí fue por ella. Había recorrido el mundo para verla, y ahora que la sabía viva, no estaba dispuesto en devolverla a un recuerdo muerto. Le era imposible asimilar que su última evocación sobre ella fuera contemplarla caer sin vida entre una turba de engendros. Había vuelto a cruzar su mirada con esos ojos y ya sólo esperaba guardar ese último día que se habían dirigido a él como un recuerdo, broche de la despedida.
Cuando en días posteriores trató de unir las piezas visuales que su memoria había almacenado sobre la agónica victoria, descubrió que parte de la información se había perdido. Tal vez tanto sentimiento a flor de piel, tan cerca de la muerte, de fallar y perderlo todo, habían dejado escenas inconexas con lagunas que confiaba no fueran en exceso importantes. Podía recordar los rostros de hombres y mujeres con el miedo pintado en la cara, mas también una férrea resolución defendiendo sus casas y a sus familias, cayendo muertos bajo alaridos sin soltar las armas antes de perder las fuerzas por completo. Podía recordar las certeras flechas de Ryuu, acabando con varios jefes trasgos que dirigían la carga con ansia asesina, la destreza con que cada saeta solía llegar a su destino, el impávido esfuerzo que aparecía en los ojos de la criatura. Podía recordar la desesperanzada guerra que, a cuatro manos, libraban Iori y Aylizz contra un mar de enemigos, como juncos que doblan esquivando incontables ataques, sin perder el terreno que ellas mismas habían hecho propio. El retorno de la elfa aligeró su pesimismo, pese a haberse preocupado por ella antes de la llegada del peor momento. La humana, extraño y desconcertante viento que acariciaba o irritaba según su deseo al soplar, parecía haber vuelto en sí, o tal vez sólo se guiaba por el acto reflejo de salvar la vida. El espadachín comprendió que había acertado cuando ambos salieron de las celdas de aquellos guardias corruptos en Baslodia. ¿Habría roto algo dentro de ella? Era pronto para saberlo. Pronto para pensar qué habría significado para todos un viaje como el que terminaba allí.
Christelle… Si Iori podría representar cierta redención para los humanos por valor, confianza y lealtad a una elfa, la de cabellos blancos era la cara opuesta de la moneda. En ella se alineaban lo peor de su especie con las reminiscencias de la maldad de los brujos. Luchaba de su lado, dominando sus ganchos con especial maestría. Pero Nousis esperó todo y cada uno de los momentos donde sus ojos grises se cruzaron con la visión de la mujer al observar el campo de batalla, que sucumbiese allí mismo. Un regalo que los dioses no estuvieron dispuestos a otorgarle, no ese día. No estaba seguro de qué lo detuvo antes de desenvainar y buscar asesinar a esa escoria criada por brujos cuando tuvo la osadía de seguirle hasta el lugar donde solía encontrarse con Neralia, salvo el hecho de no acercarse a su lápida con la espada tinta en sangre y las ganas de matar en sus pensamientos. Precisaba sosiego para encarar el lugar de descanso de alguien que verdaderamente le había importado.
Creyendo la encarnizada batalla ya perdida, el hijo de Sandorai se permitió un breve vistazo al cielo y una sonrisa fatalista. Fintando, manejando esa espada reforjada tras la guerra y con su capa siguiendo su estela, cada paso parecía seguro en un océano de muerte. Sus estocadas eran realizadas con el esfuerzo preciso. El miedo que pudiera sentir lo tragaba como hiel en cada inhalación. Cada corte tenía un único objetivo, acercarle un centímetro más ya no sólo a Neralia, si no morir un poco más cerca de quienes habían sangrado junto a él más de una vez. *
Nunca pudo estar seguro si llegó a impresionarle más profundamente la irrupción de las fuerzas prometidas por Sashenka, cambiando el sino de la carnicería, o la traición del hermano de Aylizz. El ansia desesperada de Ilvor de venganza por la muerte de Vilkairnush le había llevado a intentar arrasar otra región. El elfo no podía saber si la maldad del joven brujo era tal, o había enloquecido por la pérdida de su maestro. No dudaba, sin embargo, que sus caminos volverían a cruzarse, y confiaba que fuera la última vez.
Pero todo eran motas de polvo bajo la tremenda claridad que atronaba cada segundo del reencuentro.
No deseaba cerca a nadie, y con buen tino, Ryuu había tenido a bien dejarle solo. La humana holló en cambio el territorio más sagrado para él. No sólo la distancia personal, sino la puerta que comunicaba con sus sentimientos y su pasado. Incluso cuando desapareció entre los árboles, Nou sabía que aún permanecería al acecho. Un último vistazo al salir a campo abierto, cien pasos antes de que sus botas se encontrasen con la entrada del cementerio, le hizo suspirar tranquilo. Si se hubiera atrevido a seguirle más allá, no cabía duda que la habría matado allí mismo. No tenía derecho ni excusa. Aquello sólo le correspondía a él. Su pasado sólo él pertenecía.
Y allí estaba, sumergido bajo las olas del recuerdo en un triste presente.
Contemplarla en pie, tras buscar con el corazón en un puño su lugar de eterno descanso sin fortuna, fue para él como si Isil hubiese descendido para hablarle sólo a él. Una oleada dulce fruto de la confirmación de la equivocación de Karian se extendió por cada gota de su sangre. Resultaba imposible de creer fuera de sus propios sentimientos que todo aquello que él llegó a sentir se fraguase en unos pocos meses.
Los segundos que ambos se miraron sin decir palabra hubiesen llenado una eternidad. ¿Cómo hablar cuando solo rebosaba gratitud por hallarla con vida? Los ojos de la elfa tampoco pudieron apartar la incredulidad.
-Karian te creía muerta- La lengua de Nou no emitió un saludo, ni un cumplido, como si ante todo debiese una explicación por su presencia. Neralia lo observó ladeando levemente la cabeza con las manos agarradas tras de sí.
-¿Por eso has venido?- quiso saber, y él paladeó el timbre de su voz, sin poder evitar una pequeña sonrisa al recordar cuanto le gustaba escucharlo. Él negó sin una palabra.
-No quería creerlo- expresó lacónicamente sin dejar que sus ojos recorriesen cualquier otra dirección que no fuese ella.
-¿Hubieras preferido que hubiese muerto?- volvió a preguntar, con preocupación y suavidad. Nou dio un paso hacia ella, solo uno, deteniéndose como si hubiese topado con una barrera invisible.
-Deseaba que no fuera cierto. No te guardo ningún rencor. No tendría sentido- miró al cielo y luego nuevamente a ella- Sólo me apena haberme equivocado, sin embargo, no borraría ninguna de nuestras conversaciones, ninguno de los momentos.
Neralia pareció entristecerse y desvió la vista un instante.
-Siempre fui clara contigo. Perdóname por haberte hecho sentir así…
Una nueva sonrisa apareció en el rostro del espadachín, sin alegría o calidez. Sólo sus ojos grises continuaban emanando algo parecido al cariño.
-Hiciste tu elección, para eso somos libres- aseguró- Espero que seas feliz con él, Neralia- y dando un nuevo paso, a dos de ella, habló por última vez- Pero sé lo que sentiste. Ambos lo hicimos- y girándose para alejarse de aquel lugar de tantos recuerdos- Hay instantes donde no es posible ocultar algo así- terminó, con la mirada de la elfa ardiéndole en la espalda al tiempo que se alejaba.
Dicha era la vorágine mental que lo consumía tras la huida de Ilvor y la victoria en Hjalldorn. Sus compañeros habían permanecido en pie, y las huestes de los trasgos yacían alfombrando de cadáveres el pequeño pueblo costero.
Clavó la espada en el suelo, cansado en extremo. Ryuu habló con el líder de los aldeanos, y los gritos de victoria se mezclaban con el llanto de quienes habían perdido a los suyos. Contempló a Aylizz en una breve conversación con Christelle, y apartó la mirada buscando al último miembro de quienes habían cruzado el norte hasta la costa. No obstante, al ver alejarse a la elfa hacia los barcos, decidió interpelarla primero. Quien sabía cuando volverían a verse, y despedirse era algo ineludible.
-Me alegra ver que has sobrevivido- dijo con veraz agradecimiento. Ella se giró algo sobresaltada.
-¡Nousis! Si... A mí también me alegra estar viva.- asintió, tras lo cual se produjo un silencioso momento -Él era...?
-Si... el que organizó todo lo que nos ha ocurrido desde la torre- suspiró- No sabía que podía disfrazarse a base de ilusiones, y de nuevo ha escapado- no podía disipar el pequeño sentimiento de fracaso por no haber conseguido terminar con el brujo allí mismo. Habían salvado la comarca sí, pero volvería a intentarlo en otro lugar, no cabían dudas.
-Lo siento... Se metió en mi cabeza, usó mis recuerdos. Y me dejé engañar...- su oyente arqueó una ceja, sin comprender.
-No tienes que preocuparte por ello. A fin de cuentas, todo ha sido por mi culpa. Su venganza, sus intentos... Por suerte, habéis sobrevivido- expresó con una sinceridad nítida- ¿Qué harás ahora?
-Te dije que los dioses nos dejarían vivir... Se divierten- comentó encogiéndose de hombros -Volver a casa. Aunque... Me llevará un tiempo- su dedo índice guió la mirada del elfo hasta uno de los barcos.
Ambos dejaron de hablar un momento, antes de que Aylizz preguntase algo que él casi esperaba. Supuso que era natural.
-No estás aquí por casualidad, ¿verdad? La elfa... La conocías. ¿Tiene que ver con todo este lío?
-Llegué hasta aquí para verla, así es- admitió brevemente- Los planes de Ilvor se sumaron a lo que esperaba un viaje mucho más tranquilo.
Ella lo miró divertida, arqueando una ceja con toda intención -¿Un viaje largo para visitar a una vieja amiga?
-Tenía que asegurarme de algo- explicó ambiguamente. Había empezado a apreciar a Aylizz, pero se encontraba dispuesto a narrar esa parte de su vida- y ahora puedo volver a casa por un tiempo.
-Entendido- con un gesto con la mano le hizo entender que comprendía que no incidiría más -He de irme ya, han acabado de cargar y me esperan para zarpar. Pero si alguna vez quieres hablar sobre ello... Eddamber es mí aldea y espero llegar a ella así que... Seguro que el viaje será menos tortuoso.
-Que los dioses te acompañen- acabó él con una sonrisa viéndola embarcar.
Se giró entonces para buscar a Iori. También deseaba intercambiar unas últimas palabras con ella. ¿Qué querría hacer tras cuanto acababan de vivir?
-¿Como te encuentras?- en tres palabras buscaba resumir cada complicado que les había llevado hasta ese mismo instante. No obstante, verla ilesa le alegraba, y su cara lo irradiaba.
La humana lo miró a los ojos, alargando un instante el silencio - ¿Tú? – una sola palabra para una respuesta inexistente. El hijo de Sandorai trató de mostrar cierta indiferencia, como si haber estado a punto de morir y alejarse de una de las criaturas que más le habían marcado fuese algo del día a día- Haber sobrevivido parece suficiente.
Iori volvió a cerrar las palabras bajo llave unos momentos que se alargaron como una brisa- Pienso lo mismo. Pero Ilvor… escapó.
- Lo sé- Nou dejó entrever sus sentimientos, donde primaba una intensa ira- Tendré que lidiar con él en otra ocasión, no me cabe duda, pero no ahora- respiró suavemente, manteniéndose cerca de ella.- no hoy. Aunque no me has respondido… De todas formas- cambió de registro, buscando respetar sus deseos- ¿Dónde irás?
La muchacha bajó la vista hacia su mano, hacia ese anillo sobre el que Nou no se atrevía a hacer conjeturas, todas ellas demasiado desconcertantes. Mirando al mar, donde el barco de Ayl se mecía lentamente, respondió.
- Buscaré más información. Quiero saber cuál es el significado detrás de esta inscripción. - se giró de espaldas al puerto, mirando ahora hacia el interior de la estepa. - ¿y tú?-
-Espero que lo encuentres- sonrió el elfo con calidez- A mí me toca volver a casa. He escuchado algunos rumores inquietantes, y quiero comprobar que los míos estén bien- su compañera asintió de nuevo, sin dedicar una sola sonrisa. Qué distinta parecía al puro fuego que le había acompañado en Baslodia. La aventura había sido muy dura para ella, pensó entristecido.
-Te deseo suerte Nousis... - se giró hacia él con el rostro inexpresivo para tratarse de ella. - ten cuidado en los caminos.
Sus ojos grises se demoraron en el rostro de la campesina, como pretendiendo guardar un recuerdo entre tanta masacre. Y la anárquica voz de su mente le fue exigiendo una serie de actos que él se esforzó por ignorar. No era el momento, resultaba imposible.
Volvió la mirada unos segundos hacia la figura de Neralia, ocupada en ayudar a los supervivientes, y ambos intercambiaron una silenciosa despedida, antes de que volviese a bajarla regresándola a Iori.
Pero ella ya no estaba allí, y él debía regresar.
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