Ella es el norte (Libre) [5/5]
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
El Elfo no respondió a las interacciones sociales del resto de refugiados. Llevaba dos meses sin hablar prácticamente con criatura alguna, y se había acostumbrado aún más a la comodidad de las pocas palabras. La idea con la que había acudido al norte no pasaba por permanecer con aquella gente más que unas cortas y obligadas horas.
Eso esperaba, sí. Hasta que fueron encerrados como animales.
Espada en mano, se devanó la mente con especulaciones que apenas duraron, interrumpidas por los gritos y la nueva aparición de las mujeres que se habían internado en las profundidades. Todo se aceleraba, y no fue complicado deducir el cierre de la parte superior, y los problemas que emanaban del subsuelo. ¡¿Es que era tan rematadamente complejo un viaje sin percances?!, pensó con cierta desesperación, avanzando unos pasos y colocándose en guardia. Los dioses bien sabían que sólo tenía como finalidad la visita de una tumba. Ver de nuevo el rostro de aquella elfa. ¿También debía pagar con sangre por el derecho?
Tanto las féminas como la criatura alada tomaron prontamente posiciones. La información que habían recogido era lo bastante precisa para que el espadachín se hiciese al instante una clara idea de la situación. El extraño monje había desaparecido, y la torre se había convertido en una ratonera dominada por esas sucias criaturas. Era la segunda vez que se disponía a combatir contra tales seres, y por su corta experiencia, no dejaba de parecerle fuera de lugar que hubiesen ingeniado una trampa como aquella. Atraer a viajeros para asesinarles y quedarse con sus pertenencias sí. Pero activar algún tipo de mecanismo, de forma organizada, justo en el momento preciso, y atacar cuando el objetivo estuviese confundido, creía que distaba de sus habilidades.
Los aullidos y gruñidos aumentaron, así como el sonido cada vez más cercano de unas pisadas cortas y rápidas. Nousis dio una vuelta a la espada con un giro de muñeca, antes de volver a la posición inicial. Le resultaba una acción irreflexiva antes de trabar batalla. Pensó en cómo se habían conocido. Él como miembro de una comitiva élfica encargada de proteger a un destacado miembro del clan Arhuendal hasta llegar a Dundarak. Ella, reconocida sanadora, trabajaba en un pueblo de ciertas dimensiones donde residían elfos y humanos, teniendo a su cargo a varios aprendices. Aún tenía su voz grabada como tallada en mármol, inscripciones que duraban una eternidad. Neralia.
La hórrida testa del primer sujeto asomó con demasiado convencimiento. Como congelado, se detuvo, dubitativo, al ver doblado el número de enemigos bien armados. Una afortunada saeta del hombre-ave traspasó la protección de mala calidad, haciéndolo caer peldaños abajo. El Elfo arqueó una ceja, había resultado un buen disparo, mas no suficiente para que otros seis de los suyos tomasen pie en la parte superior. La nativa del helado norte aguantó los ataques de tres de los trasgos, resonando poderosamente en su escudo, sin poder evitar retroceder para no resultar sobrepasada. A su lado, Nousis incrustó su espada en el costado de los atacantes de la mujer, sacándola con presteza, y deteniendo un intento de una de las hachas enemigas de abrirle el abdomen. La longitud de los ganchos de la humana resultó útil, pues el enemigo se veía flanqueado, mientras la dragona continuaba impertérrita como una pared que no decaía, consiguiendo llevar la muerte a otro de los oponentes de un lanzazo que le atravesó el torso. Los alaridos de los heridos, y la respiración entrecortada de los luchadores componían la sinfonía en el interior de la torre. Cuando otra flecha, disparada entre Glass y Sashenka, impactó en uno más de los trasgos, los restantes huyeron escaleras abajo.
-No parece haber salida aquí- comentó el Elfo- Habrá sin duda más criaturas como éstas- y dio la vuelta a uno de los muertos con el pie- Aunque no veo otra opción que buscar cómo escapar bajo tierra- una mueca indicó lo poco que le gustaba la idea. Nunca era fácil. Como había leído en tantas ocasiones, había criaturas más antiguas y viles que los trasgos en las profundidades del mundo.
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Elfa y humana se adentraron por su propia voluntad en los desvencijados túneles. Y casi resultó una fortuna. La tormenta se magnificó a pasos agigantados, y cuando se recluyeron, resguardadas del aguanieve y el viento, casi trescientos pasos, el ruido era ya algo lejano, y la tranquilidad reinaba en el ambiente subterráneo.
Llegaron a una bifurcación, y mientras el de la izquierda las llevó a un camino sin aparente salida, donde tan sólo se observaba un arco ciego de unos dos metros de altura, el de la izquierda las llevó a la primera habitación. Huesos antiguos, restos de corazas, y una pequeña esfera del tamaño de un huevo, encima de un soporte en la única y pequeña mesa de la estancia era todo cuanto en ella había. Una nueva puerta las separaba de continuar el camino que las había traído hasta allí.
En aquel momento, escucharon un sonido semejante una gran losa de piedra moviéndose…
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-Dos más- apuntó sombrío.
-Ha sido cerrada. Nadie más entrará.
-No era lo esperado- objetó otra de las voces- Podría fracasar.
-Están aquí por mera casualidad. No saldrán con vida. Cuando consiga su venganza, obtendremos lo prometido.
El coro de macabras risas inundó la estancia, como reflejo de un mal enterrado tiempo atrás.
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Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Ambas mujeres subieron nuevamente, comunicando que se acercaban criaturas a atacar. Trasgos. Nunca antes había tenido el "placer" de encontrarse uno, pero estaba convencido de que no olvidaría jamás esos desagradables chillidos y esos rostros... difíciles de ver. La muchacha peliblanca demostró tener una buena capacidad como estratega y una sorprendente memoria. Apenas se habían cruzado unos momentos y ella pudo observar y recordar las armas del elfo y Ryuu. Sin perder el tiempo, todos se pusieron en posición para defender el lugar. La escaramuza no fue muy larga, ya que el trabajo en equipo del grupo resultó sorprendentemente eficaz. Aún con arco y flecha en garra, Ryuu dejó su posición, algo alejada del resto para poder disparar con eficiencia, y regresó con ellos.
-No parece haber salida aquí- comentó el elfo. -Habrá sin duda más criaturas como éstas. Aunque no veo otra opción que buscar cómo escapar bajo tierra-
-O sea que debemos bajar eh... No me agrada demasiado la idea.- Ryuu se acercó a la entrada e intentó abrirla, sin resultado. Ya se esperaba eso, pero aún así se decepcionó por ello. -Supongo que no hay otra opción. Lo malo es que no podremos luchar bien allí. Seguramente no hay espacio suficiente para que yo dispare sin darle a alguno de ustedes por accidente, o para usar los ganchos o la lanza.- murmuraba el ave.
-Iré a echar un vistazo, tal vez logre ver algo. Si no pasa nada, deberían bajar. Pueden corregirme si me equivoco, pero creo que lo mejor sería que una vez allí abajo, nos moviéramos en fila. La señorita Sash... La señorita del escudo, la señorita de los ganchos, yo y por último el señor elfo. De esa forma tendremos el escudo y la lanza delante, para protegernos y mantener las distancias; los ganchos no serían muy útiles ahí, por lo que deberías ir en medio para cubrirte, a menos que tengas otras armas; la utilidad de mi arco dependerá de la situación; y las habilidades del señor elfo han probado ser altas, como las de alguien con experiencia en combate. No sé sus nombres, me disculpo por haberlos llamado así. Entonces... ¿Qué opinan?-
Una vez escuchada la respuesta de sus compañeros, bajó al túnel... para ser recibido con un coro de escalofriantes risas haciendo eco en las paredes de piedra.
-No parece haber salida aquí- comentó el elfo. -Habrá sin duda más criaturas como éstas. Aunque no veo otra opción que buscar cómo escapar bajo tierra-
-O sea que debemos bajar eh... No me agrada demasiado la idea.- Ryuu se acercó a la entrada e intentó abrirla, sin resultado. Ya se esperaba eso, pero aún así se decepcionó por ello. -Supongo que no hay otra opción. Lo malo es que no podremos luchar bien allí. Seguramente no hay espacio suficiente para que yo dispare sin darle a alguno de ustedes por accidente, o para usar los ganchos o la lanza.- murmuraba el ave.
-Iré a echar un vistazo, tal vez logre ver algo. Si no pasa nada, deberían bajar. Pueden corregirme si me equivoco, pero creo que lo mejor sería que una vez allí abajo, nos moviéramos en fila. La señorita Sash... La señorita del escudo, la señorita de los ganchos, yo y por último el señor elfo. De esa forma tendremos el escudo y la lanza delante, para protegernos y mantener las distancias; los ganchos no serían muy útiles ahí, por lo que deberías ir en medio para cubrirte, a menos que tengas otras armas; la utilidad de mi arco dependerá de la situación; y las habilidades del señor elfo han probado ser altas, como las de alguien con experiencia en combate. No sé sus nombres, me disculpo por haberlos llamado así. Entonces... ¿Qué opinan?-
Una vez escuchada la respuesta de sus compañeros, bajó al túnel... para ser recibido con un coro de escalofriantes risas haciendo eco en las paredes de piedra.
Shinoroa Ryuu
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Claramente habían caído en una trampa, Sasha no había escuchado jamás que ese sitio fuera peligroso, o que los pobladores lo evitaran por algún motivo. Pero claro, la dragona vivía en su castillo de ensueños, muy alejada de las personas comunes y sus problemas, no era de extrañarse que no supiera de las cosas que se rumoreaba en las cantinas o que las mujeres murmuraban mientras lavaban la ropa en el río.
Enojada por haber caído en una emboscada tan simple, se aseguró de mantener el escudo en alto mientras sus compañeros se encargaban de propinar los ataques. Podía sentir como esos pequeños monstruos intentaban evadir la defensa, metiendo sus armas por abajo y por los costados, pero la dragona se mantuvo firme y no permitió que ninguna de las armas tocaran al resto del equipo.
Por suerte tanto la joven que estuvo con ella como los otros dos hombres sabían cómo manejar sus armas por lo que pudieron reducir al conjunto de Trasgos en cuestión de minutos. Atravesó al último con su lanza y vio cómo los sobrevivientes escapaban, asintió cuando escuchó lo que dijo el elfo, mientras desenganchaba el cadáver del pequeño monstruo de su arma.
-Ninguno quiere hacerlo. Así que hagamoslo rápido - Respondió con su habitual gesto serio, no había mucho más que decir, el modo en que el elfo miró el túnel lo decía todo, y el Hombre-pájaro lo dijo con todas las letras - Tienes razón, no hay espacio para poder pelear. El pasillo continúa hasta llegar a una sala, está muy poco iluminado y podría ocurrir que los Trasgos hayan apagado las pocas luces que quedaban - Como ella ya había bajado podía darle algo de información a el pájaro que se ofrecía a investigar, era mejor que tuviera una idea general de cómo era el camino.
Pero recordaba que de la sala salían más pasillos, así que sin duda era necesario intentar ir por allí. Dejaron que el Hombre-Bestia bajara primero, y cuando luego de un minuto no se escuchó ruido alguno decidieron bajar, tal como Sashenka les había advertido, sólo había espacio para que caminaran de a dos, aunque era bastante incómodo. Siguiendo el plan trazado antes de entrar, la dragona fue primera con el escudo en alto, seguida del Pájaro, la joven con el gancho y cerrando la marcha estaba el elfo.
No se escuchaba nada por el momento, aunque llegaban hasta ellos el eco de pisadas, risas, uñas rasguñando la piedra, metales entrechocando. Ninguna de esas cosas eran una buena señal, aún así Sasha no parecía estar inquieta, mantenía la mirada firme y los sentidos alerta a cualquier cosa que pudiera surgir, la dragona parecía tener los nervios hechos de acero.
Llegaron finalmente a la habitación en la que habían estado antes, más allá de los evidentes signos de pelea todo seguía igual.
-Cuando entramos la primera vez aquí no se veía de esta manera. Estábamos bajo el influjo de una ilusión- Mientras más datos compartieran, más posibilidades había de que pudieran desentrañar qué estaba pasando - Y de allí salieron los Trasgos -
Enojada por haber caído en una emboscada tan simple, se aseguró de mantener el escudo en alto mientras sus compañeros se encargaban de propinar los ataques. Podía sentir como esos pequeños monstruos intentaban evadir la defensa, metiendo sus armas por abajo y por los costados, pero la dragona se mantuvo firme y no permitió que ninguna de las armas tocaran al resto del equipo.
Por suerte tanto la joven que estuvo con ella como los otros dos hombres sabían cómo manejar sus armas por lo que pudieron reducir al conjunto de Trasgos en cuestión de minutos. Atravesó al último con su lanza y vio cómo los sobrevivientes escapaban, asintió cuando escuchó lo que dijo el elfo, mientras desenganchaba el cadáver del pequeño monstruo de su arma.
-Ninguno quiere hacerlo. Así que hagamoslo rápido - Respondió con su habitual gesto serio, no había mucho más que decir, el modo en que el elfo miró el túnel lo decía todo, y el Hombre-pájaro lo dijo con todas las letras - Tienes razón, no hay espacio para poder pelear. El pasillo continúa hasta llegar a una sala, está muy poco iluminado y podría ocurrir que los Trasgos hayan apagado las pocas luces que quedaban - Como ella ya había bajado podía darle algo de información a el pájaro que se ofrecía a investigar, era mejor que tuviera una idea general de cómo era el camino.
Pero recordaba que de la sala salían más pasillos, así que sin duda era necesario intentar ir por allí. Dejaron que el Hombre-Bestia bajara primero, y cuando luego de un minuto no se escuchó ruido alguno decidieron bajar, tal como Sashenka les había advertido, sólo había espacio para que caminaran de a dos, aunque era bastante incómodo. Siguiendo el plan trazado antes de entrar, la dragona fue primera con el escudo en alto, seguida del Pájaro, la joven con el gancho y cerrando la marcha estaba el elfo.
No se escuchaba nada por el momento, aunque llegaban hasta ellos el eco de pisadas, risas, uñas rasguñando la piedra, metales entrechocando. Ninguna de esas cosas eran una buena señal, aún así Sasha no parecía estar inquieta, mantenía la mirada firme y los sentidos alerta a cualquier cosa que pudiera surgir, la dragona parecía tener los nervios hechos de acero.
Llegaron finalmente a la habitación en la que habían estado antes, más allá de los evidentes signos de pelea todo seguía igual.
-Cuando entramos la primera vez aquí no se veía de esta manera. Estábamos bajo el influjo de una ilusión- Mientras más datos compartieran, más posibilidades había de que pudieran desentrañar qué estaba pasando - Y de allí salieron los Trasgos -
Sashenka Dozorova
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Por suerte no había tripas en el suelo, no era que le molestaran, pero escaleras y tripas nunca eran buena combinación. El resultado era favorable pues los trasgos se habían regresado por donde habían salido y tras agitar los ganchos para evitar que la sangre de esos bichos goteara de estos los giro un par de veces, después guardo la peliblanca el estuche que era más como una bolsa de piel flexible que podía ser muy liosa en una batalla.
-La mejor forma de luchar contra un ejército es reducirlos, en un pasillo tal vez no podremos movernos mucho, pero ellos la tienen igual. Y a menos que haya alguien con runas explosivas o un golem bien estructurado- Miro al elfo con lo último. –No saldremos por donde entramos. – Miro el infructuoso intento del hombre ave de abrir la maciza puerta, tal vez. Y sonrió con una ceja alzada. Subestimaban su habilidad por ser armas largas, que trágico, pero como había dicho antes, solo quedaba dar demostraciones… Gratis
Aceptó el plan, ella no era heroína así que si había posibilidad de esforzarse lo menos posible en esa situación donde seguramente solo ganaría 4 nombres bien memorizados y salir con vida de una catacumba de tanuris, pues allá iba. Tampoco es que hubiera muchas opciones. Así que iba tras el hombre ave y con un elfo por detrás, al menos tenían una meta en común y pues bueno no estaba en ciudad lagarto, seguramente serían gente noble, que no compartía los principios de la albina y se notaba en la forma en que se expresaban. No podía decir lo mismo del elfo pero era un espadachín y por lo general tenían ojos asesinos al calor de la batalla. Dejo las cavilaciones y se concentro, no dejaba los ojos quietos, con el tiempo había tenido experiencia de como ver todo el panorama con mayor eficacia y nunca le decepcionaba, seguramente se pondría a dibujar la aventura cuando saliera y le contaría Alex como había perdido tanto tiempo de forma gratuita…
Al oír como la mujer hablaba, bajo los hombros y sujeto con una mano los ganchos y con la otra se puso la mano en la sien y cerró los ojos, el recuerdo era reciente pero debía disociar la ilusión de la realidad, exhalo relajándose y entonces miro al grupo para completar la información que daba Sasha -Además hay algunos pasillos, seguro alguna emboscada más están tramando, aunque es demasiado sofisticado para ese tipo de criaturas. –Trato de seguir caminando mientras se esforzaba en recordar cada detalle, había sido un vistazo y se había concentrado más en los trasgos, cuantos eran, sus armas, algo algo por favor. Era una pelea entre la ilusión y la realidad y decidió dejarlo, volvió a mirar el lugar pero veía más la espalda del ave que nada. –Aun a obscuras podría decirles por donde pisar, a menos que hayan puesto alguna trampa en lo que ellos subieron y nosotros bajamos.
Lo dijo como si fuera la cosa más normal y sencilla del mundo, la verdad la peliblanca no entendía del todo que se sorprendieran de su forma de recordar cosas, ¿No era algo normal? Después de todo, todos poseen memoria.
-La mejor forma de luchar contra un ejército es reducirlos, en un pasillo tal vez no podremos movernos mucho, pero ellos la tienen igual. Y a menos que haya alguien con runas explosivas o un golem bien estructurado- Miro al elfo con lo último. –No saldremos por donde entramos. – Miro el infructuoso intento del hombre ave de abrir la maciza puerta, tal vez. Y sonrió con una ceja alzada. Subestimaban su habilidad por ser armas largas, que trágico, pero como había dicho antes, solo quedaba dar demostraciones… Gratis
Aceptó el plan, ella no era heroína así que si había posibilidad de esforzarse lo menos posible en esa situación donde seguramente solo ganaría 4 nombres bien memorizados y salir con vida de una catacumba de tanuris, pues allá iba. Tampoco es que hubiera muchas opciones. Así que iba tras el hombre ave y con un elfo por detrás, al menos tenían una meta en común y pues bueno no estaba en ciudad lagarto, seguramente serían gente noble, que no compartía los principios de la albina y se notaba en la forma en que se expresaban. No podía decir lo mismo del elfo pero era un espadachín y por lo general tenían ojos asesinos al calor de la batalla. Dejo las cavilaciones y se concentro, no dejaba los ojos quietos, con el tiempo había tenido experiencia de como ver todo el panorama con mayor eficacia y nunca le decepcionaba, seguramente se pondría a dibujar la aventura cuando saliera y le contaría Alex como había perdido tanto tiempo de forma gratuita…
Al oír como la mujer hablaba, bajo los hombros y sujeto con una mano los ganchos y con la otra se puso la mano en la sien y cerró los ojos, el recuerdo era reciente pero debía disociar la ilusión de la realidad, exhalo relajándose y entonces miro al grupo para completar la información que daba Sasha -Además hay algunos pasillos, seguro alguna emboscada más están tramando, aunque es demasiado sofisticado para ese tipo de criaturas. –Trato de seguir caminando mientras se esforzaba en recordar cada detalle, había sido un vistazo y se había concentrado más en los trasgos, cuantos eran, sus armas, algo algo por favor. Era una pelea entre la ilusión y la realidad y decidió dejarlo, volvió a mirar el lugar pero veía más la espalda del ave que nada. –Aun a obscuras podría decirles por donde pisar, a menos que hayan puesto alguna trampa en lo que ellos subieron y nosotros bajamos.
Lo dijo como si fuera la cosa más normal y sencilla del mundo, la verdad la peliblanca no entendía del todo que se sorprendieran de su forma de recordar cosas, ¿No era algo normal? Después de todo, todos poseen memoria.
Christelle Glassneth
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
El camino que recorrieron introduciéndose en el túnel se abría en una zona iluminada suavemente con unas antorchas dispuestas en las paredes. Aquello hacía evidente que alguien se había tomado la molestia de dar luz al lugar, y la cuestión era de quién se trataría. El frío de fuera se vio atenuado por las gruesas paredes que las rodeaban, y a pesar de las bajas temperaturas que había, un extraño olor llegaba con claridad hasta ellas. Los ojos azules se abrieron mucho al observar lo que parecía una especie de sala por el tamaño, en la cual reposaban los restos de cadáveres.
No se asustó. Los muertos no lastiman. O eso creía ella. Recordaba como en su aldea, en alguna ocasión había sido necesario recolocar los restos de las tumbas más antiguas para dejar sitio nuevo para los siguientes. Ella sentía curiosidad, y había ayudado en las tareas para colocar los huesos que quedaban de personas que habían vivido allí hacía décadas antes que ella en los osarios de piedra. Aquello no era diferente y sin embargo, la humana no pudo evitar sentir curiosidad por las circunstancias en las que esas personas habían muerto. – No parece un cementerio… quiero decir, no están amortajados ni colocados de forma ritual – murmuró caminando más despacio entre los cuerpos.
Fue entonces cuando el reflejo iridiscente llamó la atención de Iori sobre la esfera. Ladeó el rostro y observó un orbe, del tamaño de su puño más o menos con un color difícil de precisar, entre el azul y el verde. Dio un paso hacia ella por inercia. Su superficie era muy lisa, más pulida que cualquier otro objeto de ¿vidrio? que hubiese visto antes en su vida. Extendió la mano y colocando la punta del índice en su superficie, la acarició con cautela. Una imagen que tenía la misma claridad que un espejo, le mostró a Nousis. La mirada azul se abrió de forma desmesurada sin ser capaz de reconocer nada más excepto la figura del elfo. “MATADLO”.
Retiró la mano como si hubiese rozado con la piel un metal puesto al fuego. Detuvo su respiración mientras asumía que acababa de ver a Nousis en su cabeza. Pero no como parte de los memorias que tenía de él. No era el desdén de su mirada en el bosque, que tanto daño le había hecho. No era el gesto de preocupación en sus labios en la calle de Baslodia. No era la sonrisa que le dedicó a escondidas, en la penumbra de la celda en el templo… Era él en un lugar diferente, una imagen nueva que no pertenecía a sus recuerdos.
La voz de Aylizz a su lado cortó el hilo de sus pensamientos, y la miró parpadeando como si fuese la primera vez que lo hacía. -¿Estás bien? – le escuchó decir. Pero Iori no supo qué responder. Sacudió la cabeza y se apartó ligeramente, mirando de nuevo la esfera. – Nousis… acabo de ver a Nousis. – No necesitó mirar a la elfa ya que la extrañeza sonó en su voz como el agua. - ¿Qué? ¿Qué pasa con él? – La humana tardó en articular palabra. - Nousis... vi a Nousis... - como si fuese una novedad en las últimas semanas. - Quiero decir... lo vi al tocar esa esfera y... una voz dijo matadlo...- recuperando la respiración lentamente, la sorpresa inicial fue desplazada por una ira que nacía de un lugar del que Iori no tenía conocimiento previo. - ¿¡Qué tienes que decir eh?!- Increpó a la esfera como si esta fuese un ser vivo, y extendió la mano y sin cuidado ninguno ahora. La tomó entre sus dedos buscando alzarla en el aire, como si su enfado fuese algo personal con aquel objeto inerte.
De nuevo, con más claridad que antes, la chica pudo ver la figura del elfo. Tenía la espada en la mano y estaba en un lugar que le resultaba familiar, aunque estaba segura de no haber estado nunca allí. Otras figuras lo acompañaban, pero la atención de la humana solamente se podía centrar plenamente en sus rasgos. Los mismos que había repasado en su mente en las últimas semanas cuando cerraba los ojos por la noche. “MATADLO”.
La esfera cayó al suelo cuando abrió los dedos, y parpadeó confusa sin saber en qué momento había abierto la puerta que estaba en la pequeña estancia. Jadeó y notó dentro de ella, como un fuego oscuro se apagaba con el deseo de querer matar al elfo. Ella. Matando. A Nousis. Claro que sí. Aquella especie de orden había barrido por completo su determinación. Apenas era un rescoldo, pero aún notaba de forma vívida las ansias de matarlo Y algo similar al pánico comenzó a licuarse en sus pensamientos. – No… - Aylizz se acercó a ella y la agarró de la mano, girándola para mirarla a los ojos -¿Pero qué te pasa?- al observar el orbe rodar por el suelo la elfa comprendió. - Es la esfera...- las palabras de la mujer del pueblo sobre la magia de los túneles habían sido claras - ¿Estará hechizada? - se acercó hacia ella y clavó la daga en su superficie, haciendo que se partiese en pequeños pedazos. - ¿Pero por qué Nousis? –
Iori se llevó una mano a la cabeza, parada de pie en dónde Aylizz la hizo reaccionar. - No sé... no sé que ha pasado... esa esfera...- observa los restos del cristal pero esta vez ya sin ganas de volver a tocarlo. No quería ver de nuevo lo que le mostraba. Muchos menos sentirlo - Vi a Nousis... había más gente con él... parece una locura pero creo que vi a Ryuu a su lado...- pensar en el mandato del orbe, en esa orden de matar al elfo había hecho que la sangre desapareciera de su cara. – El lugar… creo que se parece a donde estamos nosotras...-
- ¿Aquí? No puede ser...- miró a Iori preocupada -Tal vez sea algún tipo de magia que se mete en tu cabeza y te hace estar confusa. Han pasado cosas muy turbias últimamente... Quizá en tu subconsciente pienses en ellos. No sé... - Echa un vistazo alrededor de la sala. -Este lugar da escalofríos... Pero esa esfera parecía un cebo. No sé para qué... Pero será mejor que salgamos de aquí. - cogió una antorcha y caminó hacia la puerta, pero se detuvo antes de salir de allí. De nuevo se giró hacia los pedazos de cristal. -Sujeta esto- extendió la antorcha a Iori y rompió un jirón del bajo de su camisa para recoger los trocitos de la esfera, sin tocarlos directamente, y hace un paquetito que guardó en su riñonera.
El corazón de la humana seguía latiendo a trompicones por el susto de la visión. Los comentarios de Aylizz tenían más sentido que cualquier cosa que hubiese creído ver, y sin embargo... aquella voz hablaba con una exigencia que aún hacía eco en su mente. Sentía urgencia por avanzar rápido. - Ten cuidado Aylizz, no te hagas daño - comentó mirando los pedazos con desconfianza, preocupada por la elfa. Miró por encima de su hombro hacia el camino que se extendía delante, intentando agudizar ojos y oído para percibir cualquier cosa. La nariz hacía rato que la tenía adormecida por culpa de la pestilencia.
Mientras se internaban por el único camino que se abría ante ellas, Iori trató de explicarle con algo más de detalle y calma a Aylizz lo que había visto al coger aquella esfera. Una bifurcación ante ellas hizo que continuaran hacia la izquierda, por un pasillo en el que la iluminación de las antorchas se iba haciendo mayor. Antes de alcanzar la nueva habitación el olor se hizo todavía más intenso, despertando en la humana unas nauseas que a duras penas controló. El panorama cuando entraron hacía que todo pareciese un mal sueño. El caos era evidente, junto con los restos de lo que parecían personas, ya que se trataba de carne roída. Había armas tiradas de cualquier manera y en el suelo, lo que parecían unas camas. Aquel lugar había sido destrozado con furia y horror. Iori cubrió la boca con la mano y se obligó a continuar, sabiendo que no había nada allí que pudiera interesarles.
Iori Li
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
La estancia revolvía el estómago. El hedor se introducía hasta lo más profundo de las entrañas, llegando al punto del aturdimiento. -Pero, ¿qué es este sitio?- comentó entre susurros, tapándose la nariz y la boca. El lugar empezaba a ser espeluznante. Tampoco es que esperase un camino de rosas, sobre todo cuando la única información con la que contaban acerca de aquellos túneles era el rumor de albergar magia. Continuaron por las estrechas oquedades, en silencio y alerta, pues a la vista de lo que se habían encontrado hasta el momento la seguridad era algo que no podían esperar. Unos metros después, dieron con dos puertas, una frente a ellas y otra a su derecha. Aylizz se acercó a la plantada delante, maciza y con dos cerraduras, y acercó su oreja contra ella un par de minutos. Nada se escuchaba al principio, pero casi cuando se separaba de ella, al otro lado empezaron a escucharse pisadas y voces ahogadas en la distancia. La elfa se alejó despacio y miró a su compañera, que de la misma manera se había acercado a la otra puerta, siendo esta aparentemente más débil que la que la rubia había examinado y sin cierres. Iori realizó un gesto, indicando que ese camino parecía despejado, por lo que continuaron por allí.
Al poco de empezar a caminar por el nuevo pasadizo, comenzaron a escucharse unas inteligibles voces en la penumbra, que llegaban a sus oídos como un suave eco que no permitía diferenciar de dónde venían o qué eran aquellos sonidos y un escalofrío le recorrió la espalda, erizando su piel. Al final del camino, de nuevo una puerta cerrada, pero esta vez en lugar de simples cerrojos, contaba con un mecanismo que aparentemente se activaba introduciendo algo en una pequeña ranura de forma circular. La esfera… ¡Maldita sea! pensó, torciendo el gesto. De repente, los gruñidos que antes se oían lejanos, parecían estar tras ellas. Se giraron despacio y allí estaban, tres criaturas medianas, de pie, que las miraban fijamente mientras olisqueaban su esencia. La humana, que estaba ligeramente adelantada, colocó su palo en posición de guardia -¿Conoces a esas criaturas?- preguntó mirando hacia la elfa por el rabillo del ojo. Las alimañas comenzaron a avanzar unos pasos, pareciendo precavidas. -Trasgos… Sólo sé lo que me han contado de ellos, en realidad sólo los he visto muertos.- explicó mientras agarraba la antorcha anclada en la pared más cercana. La luz del fuego, cuando apenas se encontraban a un metro, les mostró con claridad que aquellos bichos iban armados. Un hacha ligera, una espada corta y un cuchillo de carnicero. -Ten cuidado. Son bastante tontos, pero no te confíes…- añadió.
Entonces, dos se abalanzaron sobre ellas. Iori usó un ataque rápido a la cabeza, salvando las distancias del cuchillo, lanzando hacia atrás a su atacante, desnucándolo contra el suelo. Aylizz, por su parte, esquivó el hachazo y le abrasó la cara, rematándolo con la daga mientras la pequeña bestia se daba manotazos intentando apagarse las llamas. El tercero, que aún permanecía inmóvil y al ver cómo sus compañeros habían sido derribados sin demasiadas complicaciones, echó a correr torpemente hacia la oscuridad subterránea. -Vamos… Nunca hay sólo tres. Hay que salir de este laberinto de mala muerte.- Dejaron la puerta a su espalda y retrocedieron sobre sus pasos, eligiendo el camino que en la última bifurcación que se habían encontrado giraba a la izquierda, por donde habían llegado los trasgos. Aligeraron el paso y no tardaron en dar con una nueva sala. No era diferente a las anteriores, llenas de restos de cadáveres, antorchas tenebrosas, telarañas… Pero ésta, igual que la primera que habían encontrado, albergaba un pedestal central con otra esfera. Ambas se quedaron pasmadas ante ella, dubitativas. Al contrario que la primera vez, Iori se mantuvo alejada del objeto que parecía hecho para atraer hasta las mentes más precavidas, pero fue Aylizz la que decidió acercarse. Era consciente de lo que pasaría si la tocaba, pero por lo que había visto tenía claro que todo aquel embrollo estaba preparado para que la esfera abriese las puertas y quizá les diera la oportunidad de salir de allí, pues recordaba que la humana había caminado como guiada por la bola, por toda la estancia, y quizá de no haberla frenado ya estarían fuera. -Esta vez seré yo quien la lleve… Cuento contigo para ser mi enlace con la realidad. Si empiezo a perder la cabeza, quítamela.- Tomó aire varias veces para rebajar sus latidos, pues si aquella extraña magia se metía en su cabeza sería mejor estar tranquila.
En el mismo instante que sus dedos rozaron el objeto, su cabeza se llenó de las mismas imágenes que su acompañante había descrito y sus pensamientos se nublaron, sólo dejando retumbar una voz clara que ordenaba dar muerte al elfo. La mano que quedaba libre fue directa a su daga, dejándose consumir por una repentina sed de sangre, y caminando directa por los túneles hacia lo que se esperarían que fuera la salida. -¡Aylizz!- la voz de la humana, que había seguido sus pasos alerta, irrumpió en el estado de alienación, pero la controladora esfera dio una nueva orden –ENEMIGA- y el arma fue directa hacia ella, que de milagro esquivó la hoja, rozando el filo suavemente la mejilla. -¡Aylizz, suelta la esfera!- gritó con voz angustiada. Al ver que no respondía, agarró su palo con firmeza y golpeó certera la esfera, lo bastante bien para no romperla, pero sí para quitársela de la mano, dejándola caer al suelo y agrietándose. -Eh… ¿Qué acaba de pasar?- preguntó aturdida, cuando volvió en sí. Iori se precipitó sobre la elfa y la agarró de los hombros -¿Ayl? ¡Ayl! ¿Cómo estás? ¿Has tenido esa visión? ¿Escuchaste esa voz?- Todavía aturdida, distinguió los ojos azules que se clavaban en ella y la sangre escurriendo por su cara. -Si… Nousis... Ryuu… Y había dos chicas... Es como decías…- aun en shock, una sensación de pánico empezó a inundarla por dentro y mirando alrededor empezó a asimilar que las paredes que las rodeaban coincidían con las que ha visto en su mente -Dónde… ¿Dónde están?… Están aquí… Dónde…
Al poco de empezar a caminar por el nuevo pasadizo, comenzaron a escucharse unas inteligibles voces en la penumbra, que llegaban a sus oídos como un suave eco que no permitía diferenciar de dónde venían o qué eran aquellos sonidos y un escalofrío le recorrió la espalda, erizando su piel. Al final del camino, de nuevo una puerta cerrada, pero esta vez en lugar de simples cerrojos, contaba con un mecanismo que aparentemente se activaba introduciendo algo en una pequeña ranura de forma circular. La esfera… ¡Maldita sea! pensó, torciendo el gesto. De repente, los gruñidos que antes se oían lejanos, parecían estar tras ellas. Se giraron despacio y allí estaban, tres criaturas medianas, de pie, que las miraban fijamente mientras olisqueaban su esencia. La humana, que estaba ligeramente adelantada, colocó su palo en posición de guardia -¿Conoces a esas criaturas?- preguntó mirando hacia la elfa por el rabillo del ojo. Las alimañas comenzaron a avanzar unos pasos, pareciendo precavidas. -Trasgos… Sólo sé lo que me han contado de ellos, en realidad sólo los he visto muertos.- explicó mientras agarraba la antorcha anclada en la pared más cercana. La luz del fuego, cuando apenas se encontraban a un metro, les mostró con claridad que aquellos bichos iban armados. Un hacha ligera, una espada corta y un cuchillo de carnicero. -Ten cuidado. Son bastante tontos, pero no te confíes…- añadió.
Entonces, dos se abalanzaron sobre ellas. Iori usó un ataque rápido a la cabeza, salvando las distancias del cuchillo, lanzando hacia atrás a su atacante, desnucándolo contra el suelo. Aylizz, por su parte, esquivó el hachazo y le abrasó la cara, rematándolo con la daga mientras la pequeña bestia se daba manotazos intentando apagarse las llamas. El tercero, que aún permanecía inmóvil y al ver cómo sus compañeros habían sido derribados sin demasiadas complicaciones, echó a correr torpemente hacia la oscuridad subterránea. -Vamos… Nunca hay sólo tres. Hay que salir de este laberinto de mala muerte.- Dejaron la puerta a su espalda y retrocedieron sobre sus pasos, eligiendo el camino que en la última bifurcación que se habían encontrado giraba a la izquierda, por donde habían llegado los trasgos. Aligeraron el paso y no tardaron en dar con una nueva sala. No era diferente a las anteriores, llenas de restos de cadáveres, antorchas tenebrosas, telarañas… Pero ésta, igual que la primera que habían encontrado, albergaba un pedestal central con otra esfera. Ambas se quedaron pasmadas ante ella, dubitativas. Al contrario que la primera vez, Iori se mantuvo alejada del objeto que parecía hecho para atraer hasta las mentes más precavidas, pero fue Aylizz la que decidió acercarse. Era consciente de lo que pasaría si la tocaba, pero por lo que había visto tenía claro que todo aquel embrollo estaba preparado para que la esfera abriese las puertas y quizá les diera la oportunidad de salir de allí, pues recordaba que la humana había caminado como guiada por la bola, por toda la estancia, y quizá de no haberla frenado ya estarían fuera. -Esta vez seré yo quien la lleve… Cuento contigo para ser mi enlace con la realidad. Si empiezo a perder la cabeza, quítamela.- Tomó aire varias veces para rebajar sus latidos, pues si aquella extraña magia se metía en su cabeza sería mejor estar tranquila.
En el mismo instante que sus dedos rozaron el objeto, su cabeza se llenó de las mismas imágenes que su acompañante había descrito y sus pensamientos se nublaron, sólo dejando retumbar una voz clara que ordenaba dar muerte al elfo. La mano que quedaba libre fue directa a su daga, dejándose consumir por una repentina sed de sangre, y caminando directa por los túneles hacia lo que se esperarían que fuera la salida. -¡Aylizz!- la voz de la humana, que había seguido sus pasos alerta, irrumpió en el estado de alienación, pero la controladora esfera dio una nueva orden –ENEMIGA- y el arma fue directa hacia ella, que de milagro esquivó la hoja, rozando el filo suavemente la mejilla. -¡Aylizz, suelta la esfera!- gritó con voz angustiada. Al ver que no respondía, agarró su palo con firmeza y golpeó certera la esfera, lo bastante bien para no romperla, pero sí para quitársela de la mano, dejándola caer al suelo y agrietándose. -Eh… ¿Qué acaba de pasar?- preguntó aturdida, cuando volvió en sí. Iori se precipitó sobre la elfa y la agarró de los hombros -¿Ayl? ¡Ayl! ¿Cómo estás? ¿Has tenido esa visión? ¿Escuchaste esa voz?- Todavía aturdida, distinguió los ojos azules que se clavaban en ella y la sangre escurriendo por su cara. -Si… Nousis... Ryuu… Y había dos chicas... Es como decías…- aun en shock, una sensación de pánico empezó a inundarla por dentro y mirando alrededor empezó a asimilar que las paredes que las rodeaban coincidían con las que ha visto en su mente -Dónde… ¿Dónde están?… Están aquí… Dónde…
Aylizz Wendell
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Odiaba la magia. Odiaba no comprender la finalidad última de algo así. La curación era orden, recomposición, reubicar en el mundo algo a cómo debería estar, y llegaba de los dioses. El control elemental, el ilusionismo… sólo buscaban la desgracia y dañar a otras criaturas. No poseían el bien intrínseco que adornaba las habilidades con que los Elfos nacían.
Por ello, las palabras de la lancera le hicieron entrecerrar los ojos y que la idea de devolver la espada a la vaina no pasase por su cabeza. Toda la torre le inspiraba ya un sentimiento inequívoco de maldad. Se había salvado de la tormenta y de morir congelado, sí. Todo restaba ahora que los trasgos fuesen lo peor que albergasen los muros del lugar.
Pensó una y otra vez, mientras descendía el último de la variopinta compañía, cómo habrían podido hacer de aquella edificación su guarida. No se trataba de una zona remota y perdida. Sí alejada, concedía, pero a pocos días, pueblos habitados y rutas comerciales continuaban con sus quehaceres y siendo cauce de viajeros y mercancías. El Elfo solo tenía un nombre Hjalldorn, y esperaba que la dirección del monje fuese la correcta. Su último viaje al norte le había llevado por una ruta más occidental.
Los distintos pasos de hombres y mujeres envolvían los minutos que transcurrían en el subterráneo. Trasgos muertos, cuyo olor revolvía el estómago aparecían a intervalos irregulares, muertos tiempo atrás, lo que hizo al espadachín volver a cuestionarse varios asuntos. Le parecía demasiado ilógico que aquellos cadáveres permanecieran allí, cuando resultaba evidente que no habían muerto en esos días, mientras los de su raza poblaban esos mismos túneles. ¿Es que eran tan sucios o viles que dejaban pudrirse a los suyos en cualquier lugar? ¿Los habían asesinado los de su especie por alguna causa? Torció el gesto asqueado. Estaba dedicándole demasiado tiempo a las costumbres de una raza tan detestable.
Otras extrañas criaturas sí llamaron poderosamente su interés. Podrían haberse tratado de diminutos humanos disfrazados, de no ser por la cola y sus pequeñas pezuñas. Sus rostros asemejaban más a máscaras que a una auténtica faz. Pero lo peor, era que habían sido desollados. La siguiente estancia, le mostró a dos de tales seres, y el Elfo se acercó, con una rodilla en tierra y gesto que sólo expresaba ira contenida. No sería lo peor.
Sólo al llegar a una sala mucho mayor, precedido por quienes el azar había escogido como sus compañeros, vislumbró la magnitud del mal que se concentraba en esa torre, y deseó ser capaz de derribarla, piedra a piedra. El sacrificio ritual de un trasgo, cinco esqueletos vestidos con túnicas de clérigo y un olor a sangre que recordaba a todo un campo de batalla. Odiosa y pútrida magia. Todo lo relacionado con ella terminaba así, se dijo. Dolor, miedo.
Quien estuviera detrás de eso, tenía que morir.
_________________________________________________________
Por otro lado de ese lugar donde la luz del sol jamás tenía a bien llegar, Iori y Aylizz continuaron avanzando. Aún llevaban consigo la agrietada esfera que había recogido en la última sala, así como el recuerdo del poder del pequeño objeto.
Retornaron a la puerta anterior, la misma que poseía un hueco adaptado a la forma de la esfera, como dilucidaron sin mayores contratiempos. Las líneas de la puertas brillaron un instante, antes de ascender… hasta un tercio de su tamaño. Los problemas del orbe recaían sin duda en la capacidad para abrirla por completo.
Sin arredrarse, se arrastraron hasta una nueva estancia, de la que pudieron recabar escasa información. Tan sólo un par de palancas cuya utilidad distaba aún de su entendimiento, y una nueva esfera que brillaba como si se burlase de ella tras haber conseguido llegar allí. Pero las cosas no parecían desear resultar nunca fáciles, debieron pensar, cuando las puntas de dos lanzas trataron de ensartarlas. Esquivándolas, lograron colocarse para enfrentar a un nuevo desafío.
La Torre aún parecía desear más sangre.
Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Continuaron avanzando por el túnel con cuidado, temiendo que las palabras de la humana resultaran ciertas. Por suerte, no hubo trampas escondidas en aquel pasillo. La combinación de sentimientos que albergaba Ryuu en ese momento no era nada agradable: ansiedad, inquietud, dudas, un poco de miedo... Después de todo, se encontrada en una región desconocida hasta entonces para él, en una torre que parece querer matar a quien ingrese en ella, y acompañado de una posible dragona, más cerca que nunca de ver cumplida la profecía de su propia muerte. ¿Quién podría estar completamente tranquilo en una situación así?
Finalmente, salieron de ese pasillo para dar con una sala cuadrada. Todo lo que pudo haber estado pensando hasta entonces, se esfumó de su cabeza. Ante ellos se encontraban cinco figuras vestidas con túnicas, frente a una especie de mesa de piedra. La escena no sería amenazante... si no fuera por el hecho de que aquellos monjes eran en realidad esqueletos,y había un trasgo destrozado sobre la ¿mesa? ¿altar?, cuya sangre caía hasta el suelo. Casi parecía imposible que de un cuerpo tan pequeño pudiera caer tanta sangre.
El ave no podía mantener la mirada en esa escena por más tiempo. Esa especie de ritual era algo inquietante e imperdonable. Aún cuando se trata de un trasgo, con el que es inútil tratar de razonar sin que te ataque, Ryuu no soportaba ver un sacrificio como ese. Para él, es algo impensable tratar la vida de cualquier ser como si se tratara de simple dinero. material de cambio para conseguir algo. Apartó sus ojos de esa repugnante imagen, girando la cabeza hacia la izquierda, momento en el que encontró una puerta en esa dirección. Señaló a sus compañeros su descubrimiento, en silencio. Si realmente había brujos en la zona, nada le garantizaba que aquellos esqueletos no cobrarían vida y atacarían, motivo por el cual no quería levantar la voz. Se mantuvo cerca de la puerta por la que habían ingresado, arco en mano, preparado para lo que pudiera pasar luego. Si quería ser de utilidad en batalla, debía mantener la distancia para sacarle la mayor ventaja posible a su arma.
Finalmente, salieron de ese pasillo para dar con una sala cuadrada. Todo lo que pudo haber estado pensando hasta entonces, se esfumó de su cabeza. Ante ellos se encontraban cinco figuras vestidas con túnicas, frente a una especie de mesa de piedra. La escena no sería amenazante... si no fuera por el hecho de que aquellos monjes eran en realidad esqueletos,y había un trasgo destrozado sobre la ¿mesa? ¿altar?, cuya sangre caía hasta el suelo. Casi parecía imposible que de un cuerpo tan pequeño pudiera caer tanta sangre.
El ave no podía mantener la mirada en esa escena por más tiempo. Esa especie de ritual era algo inquietante e imperdonable. Aún cuando se trata de un trasgo, con el que es inútil tratar de razonar sin que te ataque, Ryuu no soportaba ver un sacrificio como ese. Para él, es algo impensable tratar la vida de cualquier ser como si se tratara de simple dinero. material de cambio para conseguir algo. Apartó sus ojos de esa repugnante imagen, girando la cabeza hacia la izquierda, momento en el que encontró una puerta en esa dirección. Señaló a sus compañeros su descubrimiento, en silencio. Si realmente había brujos en la zona, nada le garantizaba que aquellos esqueletos no cobrarían vida y atacarían, motivo por el cual no quería levantar la voz. Se mantuvo cerca de la puerta por la que habían ingresado, arco en mano, preparado para lo que pudiera pasar luego. Si quería ser de utilidad en batalla, debía mantener la distancia para sacarle la mayor ventaja posible a su arma.
Shinoroa Ryuu
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
La primer sala pasó sin mayores inconvenientes, estaba totalmente vacía como antes de que los trasgos aparecieran. No encontraron trampas, ni tampoco señal alguna de que fueran a ser atacados por el momento, pero como regresar no parecía ser una opción, tuvieron que elegir uno de los caminos para intentar al menos encontrar otra salida. Se encontraron con una nueva sala, Sasha fue quien abrió la puerta ya que era quien encabezaba la marcha.
Levantó la guardia cuando notó unas figuras, pero en seguida notó que no se movían, eran esqueletos con las túnicas iguales a las del hombre que los había recibido. Todo era sumamente extraño, los esqueletos allí parados, el cuerpo del trasgo descuartizado ¿Que clase de sacrificio podría ser ese? ¿Qué tipo de dios podría aceptar que le ofrecieran a un ser tan repugnante como ofrenda?
A la dragona no le gustaba nada la situación, y esas figuras le resultaban muy sospechosas, por eso en cuanto dio un paso dentro de la sala le arrojó su lanza a una de ellas. No pensaba conseguir algo en particular, sólo quería asegurarse que no decidieran moverse de imprevisto, porque sí, a esa altura estaba dispuesta a creer que los esqueletos podían moverse solos.
Cuando el arma traspasó al esqueleto, una risa se escuchó en su cabeza.
-¿Escucharon eso? - Sus compañeros no dieron señal alguna de oírlo, entonces solo ella lo había escuchado, alguien la había visto atacar al esqueleto y se había burlado de su intento. Eso no le preocupaba tanto, más bien le molestaba el hecho de que alguien pudiera ver lo que estaban haciendo, como si fueran ratones en un laberinto.
Además de las perturbadoras figuras y el asqueroso sacrificio había una esfera, Sashenka le dejó a la humana que se encargara de investigarla, la dragona estaba más interesada en la puerta que había a un costado de la instancia. Fue hacía ella y cuando estaba a punto de abrirla vio como Chris intentaba atacar al elfo, la Dozorova se sorprendió un poco, levantó una ceja para demostrar su falta de comprensión, pero no le importaba mucho si decidían acabarse entre ellos y ya el Hombre-pájaro se estaba encargando de separarlos.
Vio su lanza y fue a buscarla, casi se había olvidado de agarrarla antes de abrir la puerta, eso podría haber sido un terrible error. Con su arma y su escudo se dirigió nuevamente a la salida, abrió con cuidado y se asomo por un nuevo pasillo.
-El camino sigue por aquí - Le dijo al resto del grupo por sí querían oírla.
Entonces vio dos sombras a lo lejos, rápidamente Sashenka levantó su lanza, apuntando a las figuras.
-¿Quienes son? Bajen sus armas e identifíquense - Eran dos jóvenes, preguntaban a la vez por su nombre - Soy Sashenka Dozorova, única hija de la familia Dozorova y por lo tanto dueña de las tierras que están pisando. Bajen sus armas y acérquense donde podamos verlas - Las muchachas cedieron finalmente y se presentaron, aunque parecía ser que conocían a la mitad del grupo.
Levantó la guardia cuando notó unas figuras, pero en seguida notó que no se movían, eran esqueletos con las túnicas iguales a las del hombre que los había recibido. Todo era sumamente extraño, los esqueletos allí parados, el cuerpo del trasgo descuartizado ¿Que clase de sacrificio podría ser ese? ¿Qué tipo de dios podría aceptar que le ofrecieran a un ser tan repugnante como ofrenda?
A la dragona no le gustaba nada la situación, y esas figuras le resultaban muy sospechosas, por eso en cuanto dio un paso dentro de la sala le arrojó su lanza a una de ellas. No pensaba conseguir algo en particular, sólo quería asegurarse que no decidieran moverse de imprevisto, porque sí, a esa altura estaba dispuesta a creer que los esqueletos podían moverse solos.
Cuando el arma traspasó al esqueleto, una risa se escuchó en su cabeza.
-¿Escucharon eso? - Sus compañeros no dieron señal alguna de oírlo, entonces solo ella lo había escuchado, alguien la había visto atacar al esqueleto y se había burlado de su intento. Eso no le preocupaba tanto, más bien le molestaba el hecho de que alguien pudiera ver lo que estaban haciendo, como si fueran ratones en un laberinto.
Además de las perturbadoras figuras y el asqueroso sacrificio había una esfera, Sashenka le dejó a la humana que se encargara de investigarla, la dragona estaba más interesada en la puerta que había a un costado de la instancia. Fue hacía ella y cuando estaba a punto de abrirla vio como Chris intentaba atacar al elfo, la Dozorova se sorprendió un poco, levantó una ceja para demostrar su falta de comprensión, pero no le importaba mucho si decidían acabarse entre ellos y ya el Hombre-pájaro se estaba encargando de separarlos.
Vio su lanza y fue a buscarla, casi se había olvidado de agarrarla antes de abrir la puerta, eso podría haber sido un terrible error. Con su arma y su escudo se dirigió nuevamente a la salida, abrió con cuidado y se asomo por un nuevo pasillo.
-El camino sigue por aquí - Le dijo al resto del grupo por sí querían oírla.
Entonces vio dos sombras a lo lejos, rápidamente Sashenka levantó su lanza, apuntando a las figuras.
-¿Quienes son? Bajen sus armas e identifíquense - Eran dos jóvenes, preguntaban a la vez por su nombre - Soy Sashenka Dozorova, única hija de la familia Dozorova y por lo tanto dueña de las tierras que están pisando. Bajen sus armas y acérquense donde podamos verlas - Las muchachas cedieron finalmente y se presentaron, aunque parecía ser que conocían a la mitad del grupo.
Sashenka Dozorova
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Que Iori hubiese tenido aquella experiencia previa con la esfera no significaba nada. No dudaba de lo que había visto, pero, no podía asegurar que fuese real. Que en aquel instante Aylizz hubiese pasado por lo mismo tras coger aquella esfera la hizo confiar en que, de alguna manera que ella no alcanzaba a comprender, Nousis estaba allí como ellas lo habían visto. La agarró de los hombros para mirarla de frente, con la esfera todavía a sus pies en el suelo -Tenemos que encontrarlo, encontrar la manera de avanzar – Tras haber salido de la sala, volvieron sobre sus pasos hasta la última puerta en la que había un hueco. Dos y dos suelen ser cuatro, y aquella esfera del demonio ligeramente astillada parecía cuadrar allí.
Con sumo cuidado, la esfera encajó, y la puerta que había delante de ellas comenzó a alzarse con un sonido denso y pétreo. La humana nunca había visto nada igual, una puerta de piedra abriéndose sin ser accionada por ningún tipo de fuerza física. Cuando se detuvo dejando un hueco por el que podría pasar si se arrastraban, no sintió decepción. Una puerta. Abriendo sola. Tras colocar una esfera. Aquello era una locura. Pasaron sin dificultad al interior de otra sala, y sus ojos recorrieron con rapidez el nuevo espacio que tenían delante. Mierda. Era una habitación relativamente pequeña, en la cual destacaba una esfera brillante, y dos hombres armados con lanza y escudo, brillantes también a ojos de Iori. Se levantó con presteza y quedándose pegada a la puerta a medio abrir, esbozó una sonrisa sin mucha seguridad tanteando si amigo o enemigo.
Con el primer lanzado le quedó claro de qué palo iban. La humana esquivó con rapidez y le dedicó una mirada iracunda. Algo en la expresión que tenía le hizo pensar que aquella persona no estaba realmente en su ser. Quizá en un estado similar al de Aylizz y ella misma cuando habían tomado las esferas previas. - ¡Aylizz cuidado! – después de la indicación más obvia del día, se dispuso a enfrentarse usando su palo, pero carente todavía de verdaderas ganas de hacer daño. Vio por el rabillo del ojo que la elfa se golpeaba contra la pared, y se debatió entre la preocupación por ella y mantener a raya al soldado que tenía delante. En entrenamiento era algo muy diferente a un combate real. Y exceptuando su aventura en Baslodia, Iori apenas era una principiante. Desvió un par de lanzazos más, sintiendo toda la adrenalina prender la mecha en su sangre cuando ambos se giraron de forma mecánica hacia Aylizz.
La humana abrió mucho los ojos y se precipitó detrás de ellos de dos largas zancadas. Necesitaba guardarle la espalda a Aylizz. Que se encaminase con presteza hacia la esfera parecía haberlos activado elevando su ira. Consiguió detener a uno, y el otro por gracia de los Dioses falló. La vio por el rabillo del ojo alcanzar la esfera, pero la insistencia del soldado no le permitió poder fijar más en ella su atención. Entre bloqueo y bloqueo, la humana intentaba encarar al soldado cuando, de golpe, se detuvo. Lo observó sin atacarlo de vuelta, pero sin apartar el palo de la posición de guardia delante de ella. Intentó atisbar en sus ojos, reconocer alguna expresión en su cara. Parecían somnolientos. -¿Hola?- pero en apenas unos segundos, aquella persona se giró y echó a correr. - Pero ¿qué…? – Bajó los brazos y se acercó a la elfa, observando como ambos soldados se perdían por el pasillo que se abría en el otro extremo de la sala. - ¿La esfera…? – estaba partida a la mitad en el suelo. - ¿Crees que ellos también estaban… ya sabes? – hizo un gesto bastante elocuente con la cabeza, refiriéndose a la posesión extraña que ellas habían experimentado. Para una campesina como ella, no había vocabulario en su haber que pudiera servir en aquel instante.
La ayudó a levantarse tirando de sus manos hacia arriba, y otearon con desconfianza el pasillo por el cual habían huido aquellos hombres. Parecía el camino lógico, dado que la humana no se había fijado todavía en las palancas que su compañera elfa sí. Caminar por aquel pasillo sería otro mal recuerdo que almacenar en su cabeza. Los muros oscuros, el olor a trasgo por todas partes… y el sonido de la carne masticada antes incluso de que pudieran ver. Porque, cuando llegaron al punto de visión exacto se detuvieron aprovechando la poca claridad, para observar como aquellos soldados que hacía unos minutos habían luchado con ellas, estaban ahora en el suelo siendo alimento para trasgos.
Apenas pudo mantener la vista en la escena el tiempo que tardó en comprender lo que estaba pasando. Giró la cabeza y cerró los ojos, mientras agarraba con fuerza el brazo de la elfa. Ella parecía más entera, o al menos así lo percibía Iori. Retrocedieron en silencio. No podían permitirse distraer a aquellas criaturas de su actividad actual. No hablar de ello le parecía la mejor manera de borrar rápidamente aquella imagen de su cabeza. Error del que se daría cuenta pasados los días. De vuelta en la sala en la que estaba la esfera boqueó para recuperar la respiración que contuvo mientras regresaban sobre sus pasos. – Dioses… - Fue entonces cuando su compañera le hizo fijar su atención en unas palancas en la pared. El pasillo del festín estaba prohibido, volver por la puerta parcialmente abierta las llevaría al mismo punto de inicio… era lo único nuevo que podían hacer. Aunque quizá eso implicaba que aquella habitación comenzase a arder. Accionaron ambos dispositivos, y en contra de lo que la humana se temía, lo que sucedió fue que un ruido a sus espaldas les mostró una nueva puerta que se habría para ellas.
Esbozó una trémula sonrisa. Era un avance, aunque lo que no sabían era si estaba avanzando en la dirección que les convenía o por la contra, sería el siguiente plato en otra merienda improvisada por aquellos túneles. Avanzaron en silencio, con la tensión a su alrededor ciñéndose a ellas como la niebla un día de invierno. Ante la primera bifurcación se detuvieron, y Iori entrecerró los ojos al percibir una única figura avanzando. Se puso en guardia de nuevo. - ¿Hola...?- nunca le había funcionado, pero ella no dejaba de intentar la diplomacia primero. Detenidas las tres en el pasillo manteniendo las distancias, la humana pudo fijarse mejor en la apariencia que en su mente catalogó de “impresionante” de aquella mujer. No se trataba de su expresión dura, sus rasgos marcados y aquellos ojos que brillaban con un fuego interno que nunca había visto antes. Era algo que emanaba de ella. Del porte con el que permanecía de pie, de la forma con la que se dirigió hacia ellas, con aquella voz dura que le recordó a un látigo. Y sin embargo, Iori lo único que sintió fue una especie de admiración que comenzaba a comprender.
Sashenka y Aylizz intercambiaron unos comentarios tensos al principio. Parecía que era la primera persona que se encontraba en su ser con la que se encontraban allí. Las escuchó en silencio, bajando el bastón para colocarlo en paralelo con la línea del suelo. Lejos de trasgos y esqueletos antiguos, sentía que estaba volviendo a recuperarse a si misma. - Yo me llamo Iori - Y ya. Era lo único que tenía que aportar. Lo único sobre lo que tenía poder. Su nombre y quien era ella. Más pasos se escucharon, y por detrás de Sashenka apareció… -¡Ryuu!- La mirada azul se abrió por completo convirtiendo ahora la expresión cauta en su boca en una radiante sonrisa. Ryuu era diversión, una mesa con buena compañía y la calidad de una posada que quedaba a leguas de allí. Todos aquellos recuerdos la conectaban con el hombre bestia y la humana corrió la distancia que la separaban de él para detenerse a su lado. - ¿Cómo has estado? ¡Es increíble que nos hayamos encontrado aquí! ¿Qué ha pasado? – No era el momento ni el lugar. Pero Iori no era consciente.
Su alegría era evidente y quizá demasiado intensa dadas las circunstancias. Alzó la mano y cerrando el puño dio un leve toque de camaradería al bíceps de su compañero. La mantenía la mirada, con la sonrisa en la cara, cuando más pasos hicieron que, por segunda vez, volviese a mirar hacia el fondo del pasillo del que habían llegado Ryuu y Sashenka. Las características físicas de la mujer que vio primero eran algo que nunca había visto. De haberse dado el encuentro de una forma diferente, Iori se sentiría impresionada por sus rasgos. Pero el movimiento de un cuerpo detrás captó toda su atención, haciendo que la realidad en la que se encontraba se desdibujase. Caminando como si aquello fuese una calmada calle comercial, la figura de Nousis se perfiló delante de ella. La sonrisa se congeló en su cara y pudo sentir con total claridad el golpe de la electricidad que impactó en su cuerpo subiendo por sus pies. ¿Acaso era la única? ¿No habían sido todos golpeados por algún tipo extraño de magia de rayo? Bajó lentamente la mano del brazo en el que había saludado a Ryuu, y la humana se vio a si misma avanzando hacia él.
...No se fijaba en absolutamente nada más que la cara seria y la expresión seca del elfo. Apenas fueron unos metros, y sin mediar palabra ni hacer ningún otro gesto, Iori se abalanzó. Prácticamente lo empujó al chocar con él, pero evitó que el moreno se pudiera alejar cerrando los brazos entorno a su cuerpo. Resolló conteniendo el aliento mientras reconocía al instante el calor familiar de la piel de Nousis. Apoyó la mejilla con fuerza contra su pecho, y allí puedo escuchar lo que necesitaba oír con urgencia. El suave golpe de su corazón. Estaba vivo. Y estaba allí, con ella...
Parpadeó un instante, recobrando la compostura, y sacudió la cabeza para controlar aquella fantasía. Se sintió casi traicionada con la velocidad con la que su imaginación se encargó de tomar el control de la situación para distraerla. El moreno continuaba de pie, quieto también en la distancia y pudo reconocer cómo en sus ojos se percibía un matiz de sorpresa al mirar a Aylizz y a ella. – Estás vivo – fue lo único capaz de articular, y se arrepintió al instante de que salieran aquellas palabras de sus labios. No parecía el saludo más simpático del mundo después de aquellas semanas. En lugar de avanzar hacia él, como acababa de crear en su distorsionada mente, la humana caminó hacia atrás dando unos pasos cortos y prudentes. Tenía miedo de que, ahora que lo veía en persona, el instinto de matarlo que le había insuflado la esfera pudiera despertar. Se colocó de nuevo, al lado del equilibrio que le proporcionaba Aylizz y arrancó a duras penas la mirada de él. – Dejadme adivinar, por donde habéis venido ¿Camino cerrado? – preguntó asumiendo que ellos también estaban huyendo de los problemas.
Con sumo cuidado, la esfera encajó, y la puerta que había delante de ellas comenzó a alzarse con un sonido denso y pétreo. La humana nunca había visto nada igual, una puerta de piedra abriéndose sin ser accionada por ningún tipo de fuerza física. Cuando se detuvo dejando un hueco por el que podría pasar si se arrastraban, no sintió decepción. Una puerta. Abriendo sola. Tras colocar una esfera. Aquello era una locura. Pasaron sin dificultad al interior de otra sala, y sus ojos recorrieron con rapidez el nuevo espacio que tenían delante. Mierda. Era una habitación relativamente pequeña, en la cual destacaba una esfera brillante, y dos hombres armados con lanza y escudo, brillantes también a ojos de Iori. Se levantó con presteza y quedándose pegada a la puerta a medio abrir, esbozó una sonrisa sin mucha seguridad tanteando si amigo o enemigo.
Con el primer lanzado le quedó claro de qué palo iban. La humana esquivó con rapidez y le dedicó una mirada iracunda. Algo en la expresión que tenía le hizo pensar que aquella persona no estaba realmente en su ser. Quizá en un estado similar al de Aylizz y ella misma cuando habían tomado las esferas previas. - ¡Aylizz cuidado! – después de la indicación más obvia del día, se dispuso a enfrentarse usando su palo, pero carente todavía de verdaderas ganas de hacer daño. Vio por el rabillo del ojo que la elfa se golpeaba contra la pared, y se debatió entre la preocupación por ella y mantener a raya al soldado que tenía delante. En entrenamiento era algo muy diferente a un combate real. Y exceptuando su aventura en Baslodia, Iori apenas era una principiante. Desvió un par de lanzazos más, sintiendo toda la adrenalina prender la mecha en su sangre cuando ambos se giraron de forma mecánica hacia Aylizz.
La humana abrió mucho los ojos y se precipitó detrás de ellos de dos largas zancadas. Necesitaba guardarle la espalda a Aylizz. Que se encaminase con presteza hacia la esfera parecía haberlos activado elevando su ira. Consiguió detener a uno, y el otro por gracia de los Dioses falló. La vio por el rabillo del ojo alcanzar la esfera, pero la insistencia del soldado no le permitió poder fijar más en ella su atención. Entre bloqueo y bloqueo, la humana intentaba encarar al soldado cuando, de golpe, se detuvo. Lo observó sin atacarlo de vuelta, pero sin apartar el palo de la posición de guardia delante de ella. Intentó atisbar en sus ojos, reconocer alguna expresión en su cara. Parecían somnolientos. -¿Hola?- pero en apenas unos segundos, aquella persona se giró y echó a correr. - Pero ¿qué…? – Bajó los brazos y se acercó a la elfa, observando como ambos soldados se perdían por el pasillo que se abría en el otro extremo de la sala. - ¿La esfera…? – estaba partida a la mitad en el suelo. - ¿Crees que ellos también estaban… ya sabes? – hizo un gesto bastante elocuente con la cabeza, refiriéndose a la posesión extraña que ellas habían experimentado. Para una campesina como ella, no había vocabulario en su haber que pudiera servir en aquel instante.
La ayudó a levantarse tirando de sus manos hacia arriba, y otearon con desconfianza el pasillo por el cual habían huido aquellos hombres. Parecía el camino lógico, dado que la humana no se había fijado todavía en las palancas que su compañera elfa sí. Caminar por aquel pasillo sería otro mal recuerdo que almacenar en su cabeza. Los muros oscuros, el olor a trasgo por todas partes… y el sonido de la carne masticada antes incluso de que pudieran ver. Porque, cuando llegaron al punto de visión exacto se detuvieron aprovechando la poca claridad, para observar como aquellos soldados que hacía unos minutos habían luchado con ellas, estaban ahora en el suelo siendo alimento para trasgos.
Apenas pudo mantener la vista en la escena el tiempo que tardó en comprender lo que estaba pasando. Giró la cabeza y cerró los ojos, mientras agarraba con fuerza el brazo de la elfa. Ella parecía más entera, o al menos así lo percibía Iori. Retrocedieron en silencio. No podían permitirse distraer a aquellas criaturas de su actividad actual. No hablar de ello le parecía la mejor manera de borrar rápidamente aquella imagen de su cabeza. Error del que se daría cuenta pasados los días. De vuelta en la sala en la que estaba la esfera boqueó para recuperar la respiración que contuvo mientras regresaban sobre sus pasos. – Dioses… - Fue entonces cuando su compañera le hizo fijar su atención en unas palancas en la pared. El pasillo del festín estaba prohibido, volver por la puerta parcialmente abierta las llevaría al mismo punto de inicio… era lo único nuevo que podían hacer. Aunque quizá eso implicaba que aquella habitación comenzase a arder. Accionaron ambos dispositivos, y en contra de lo que la humana se temía, lo que sucedió fue que un ruido a sus espaldas les mostró una nueva puerta que se habría para ellas.
Esbozó una trémula sonrisa. Era un avance, aunque lo que no sabían era si estaba avanzando en la dirección que les convenía o por la contra, sería el siguiente plato en otra merienda improvisada por aquellos túneles. Avanzaron en silencio, con la tensión a su alrededor ciñéndose a ellas como la niebla un día de invierno. Ante la primera bifurcación se detuvieron, y Iori entrecerró los ojos al percibir una única figura avanzando. Se puso en guardia de nuevo. - ¿Hola...?- nunca le había funcionado, pero ella no dejaba de intentar la diplomacia primero. Detenidas las tres en el pasillo manteniendo las distancias, la humana pudo fijarse mejor en la apariencia que en su mente catalogó de “impresionante” de aquella mujer. No se trataba de su expresión dura, sus rasgos marcados y aquellos ojos que brillaban con un fuego interno que nunca había visto antes. Era algo que emanaba de ella. Del porte con el que permanecía de pie, de la forma con la que se dirigió hacia ellas, con aquella voz dura que le recordó a un látigo. Y sin embargo, Iori lo único que sintió fue una especie de admiración que comenzaba a comprender.
Sashenka y Aylizz intercambiaron unos comentarios tensos al principio. Parecía que era la primera persona que se encontraba en su ser con la que se encontraban allí. Las escuchó en silencio, bajando el bastón para colocarlo en paralelo con la línea del suelo. Lejos de trasgos y esqueletos antiguos, sentía que estaba volviendo a recuperarse a si misma. - Yo me llamo Iori - Y ya. Era lo único que tenía que aportar. Lo único sobre lo que tenía poder. Su nombre y quien era ella. Más pasos se escucharon, y por detrás de Sashenka apareció… -¡Ryuu!- La mirada azul se abrió por completo convirtiendo ahora la expresión cauta en su boca en una radiante sonrisa. Ryuu era diversión, una mesa con buena compañía y la calidad de una posada que quedaba a leguas de allí. Todos aquellos recuerdos la conectaban con el hombre bestia y la humana corrió la distancia que la separaban de él para detenerse a su lado. - ¿Cómo has estado? ¡Es increíble que nos hayamos encontrado aquí! ¿Qué ha pasado? – No era el momento ni el lugar. Pero Iori no era consciente.
Su alegría era evidente y quizá demasiado intensa dadas las circunstancias. Alzó la mano y cerrando el puño dio un leve toque de camaradería al bíceps de su compañero. La mantenía la mirada, con la sonrisa en la cara, cuando más pasos hicieron que, por segunda vez, volviese a mirar hacia el fondo del pasillo del que habían llegado Ryuu y Sashenka. Las características físicas de la mujer que vio primero eran algo que nunca había visto. De haberse dado el encuentro de una forma diferente, Iori se sentiría impresionada por sus rasgos. Pero el movimiento de un cuerpo detrás captó toda su atención, haciendo que la realidad en la que se encontraba se desdibujase. Caminando como si aquello fuese una calmada calle comercial, la figura de Nousis se perfiló delante de ella. La sonrisa se congeló en su cara y pudo sentir con total claridad el golpe de la electricidad que impactó en su cuerpo subiendo por sus pies. ¿Acaso era la única? ¿No habían sido todos golpeados por algún tipo extraño de magia de rayo? Bajó lentamente la mano del brazo en el que había saludado a Ryuu, y la humana se vio a si misma avanzando hacia él.
...No se fijaba en absolutamente nada más que la cara seria y la expresión seca del elfo. Apenas fueron unos metros, y sin mediar palabra ni hacer ningún otro gesto, Iori se abalanzó. Prácticamente lo empujó al chocar con él, pero evitó que el moreno se pudiera alejar cerrando los brazos entorno a su cuerpo. Resolló conteniendo el aliento mientras reconocía al instante el calor familiar de la piel de Nousis. Apoyó la mejilla con fuerza contra su pecho, y allí puedo escuchar lo que necesitaba oír con urgencia. El suave golpe de su corazón. Estaba vivo. Y estaba allí, con ella...
Parpadeó un instante, recobrando la compostura, y sacudió la cabeza para controlar aquella fantasía. Se sintió casi traicionada con la velocidad con la que su imaginación se encargó de tomar el control de la situación para distraerla. El moreno continuaba de pie, quieto también en la distancia y pudo reconocer cómo en sus ojos se percibía un matiz de sorpresa al mirar a Aylizz y a ella. – Estás vivo – fue lo único capaz de articular, y se arrepintió al instante de que salieran aquellas palabras de sus labios. No parecía el saludo más simpático del mundo después de aquellas semanas. En lugar de avanzar hacia él, como acababa de crear en su distorsionada mente, la humana caminó hacia atrás dando unos pasos cortos y prudentes. Tenía miedo de que, ahora que lo veía en persona, el instinto de matarlo que le había insuflado la esfera pudiera despertar. Se colocó de nuevo, al lado del equilibrio que le proporcionaba Aylizz y arrancó a duras penas la mirada de él. – Dejadme adivinar, por donde habéis venido ¿Camino cerrado? – preguntó asumiendo que ellos también estaban huyendo de los problemas.
Última edición por Iori Li el Jue Mayo 21 2020, 22:33, editado 1 vez
Iori Li
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La compañía era silenciosa, en cierta forma se lamentó de no haber cogido a Alex y arrastrarlo allí, como mínimo tendría alguien con quien hablar, hasta habrían hecho un par de bromas del tufo que era parecido a los peores días en CL, o cuando la peste. Pero No no lo estaba, estaba sola con un trio de serios que parecían demasiado concentrados en la tragedia. Y pues Ryuu fue el primero en darse el golpe emocional por lo que pudo notar la albina mientras entraban a una cámara y Sasha se iba contra una de las figuras, la albina se dedicó a mirar las cosas a detalle mientras giraba los ganchos con libertad por el espacio.
-No nada.- Dijo a la pregunta de la mujer, era un ritual y pensó, o mejor dicho indago en sus propios recuerdos. Había devorado los libros de su maestro de niña y recordaba todo como si en ese mismo momento los viera en sus manos, pero no lograba conectar las imágenes con algo de este ritual en especial. Lo que le llamo poderosamente la atención fue una esfera, algo que chocaba en el lugar y enganchando una de las armas en su cadera tomo esta sin importarle mucho el rededor, con la absoluta confianza de que mientras estuviera en su rango de visión podría saber dónde estaba quien. Pero lo que paso no lo hubiera esperado. Su mente por primera vez en su vida se vacío y una idea le abrumo de forma obsesiva. Como si se viera fuera de su cuerpo dio media vuelta y se enfocó en el elfo, “MATALO”-Será un placer.- Sonrió la peliblanca con el susurro, era un punto placentero el sentir su cabeza tranquila solo con una idea en mente y dejo que su cuerpo aferrara la esfera y sin siquiera dar una explicación fue hacia el elfo al que busco golpear de forma contundente con el canto del gancho.
Su cuerpo se sentía torpe, aletargado, o eso suponía ante un par de estocadas fallidas. No escuchaba nada alrededor, eso solo la distraía. –¿Por qué matarlo?—Pregunto entre un estoque y otro, pero no recibió respuesta solo la necesidad de ver la sangre del elfo derramarse, -Ya... estate... quie--to.- Dijo con voz plana, era incomodo atacar solo con una de sus armas por lo que con la molestia hasta las orejas le lanzo la esfera al elfo para hacerse de la otra pero solo quedo en la idea y se sobo la sien cuando de golpe su mente volvió a saturarse de ideas e imágenes, como si de golpe le diera todo lo ocurrido y casi sentía que su nariz fuera a sangrar. La esfera se partió al tiempo que se oyó un grito de quien sabe dónde, su cabeza no le daba para buscar el origen pero se grabó la frase.
-Los aldeanos morirán por esto... sus pueblos arderán... vuestro sacrilegio llevará sangre como lluvia... hasta que a vosotros os llegue la hora...
El elfo se acercó, cada quien estaba en lo suyo y ella le vio con una sonrisa. Al parecer curioso por lo sucedido. Le sentó mal no haberle atinado ni un golpe, su orgullo estaba herido, pero bueno.- Un hechizo, ¿Con quién te has metido?- Dijo inquisitiva, con una sonrisa muy picara, si hubiera sido una orden general de atacar a cualquiera no le hubiera provocado tanta curiosidad, pero si este elfo tenía el rencor de alguien ese alguien o tenía muy buenos brujos a su alcance o no quería imaginar qué clase de magia podía manejar. La forma tan segura de sí mismo de decirle que ella no sabía de qué hablaba seguro le hizo aparecer un sutil rubor en sus pálidas mejillas y esta le pico el hombro, cuasi ignorando a Ryuu.
-Crecí con un brujo, no me digas que se y que no. por cierto... Algo te quiere matar, tómalo como un dato gratis ¿Dónde quedo Sasha?- El sonido de su voz la hizo girar e ignorar al elfo quien despectivamente le solicitó alejarse. Ja, como si fuera a hacerle algún caso.- No prometo nada elfito, además sería interesante saber cuál es el precio de tu cabeza –Terminando eso le guiño el ojo junto a un beso para acercarse a Sasha, sintiéndose más cómoda a su presencia.
Entonces la cosa se puso ruidosa. -Oh por los...- ¿Dioses?, si tal vez. Ella se fue a lo suyo mientras se presentaban dos mujeres más y que parecían amigas del ave y el elfo. Algo irritada fue hacia el altar, algo ahí debía darle una pista de contra quien estaban, lo malo es que se enfrentó con su verdadero enemigo y renegó de Alexander soltando una maldición, saco un carboncillo y anotó las inscripciones.-No te hace mal,- dijo en un aguda y baja forma de imitar a Alex que aunque no tenía paciencia le decía que si podía recordar todo, leer no sería algo difícil, pero ella tenía otra idea, el leer seguro le haría ser lenta en su gusto por la transcripción, además era mejor cuando el medo le leía. Siguió renegando y pensaba en pedir a Sasha que le dijera que decía en lo que acababa de pasar cuando se volvió a acercar a la esfera y como si fuera una pelota la tomo con el gancho y sacando el estuche de estos ahí metió el artefacto.
Ciertamente se sentía como la oveja rebelde del rebaño yendo de un lado al otro del lugar entre buscando otro lugar donde estuvieran las inscripciones y de medio poner atención a las recién llegadas.
-No nada.- Dijo a la pregunta de la mujer, era un ritual y pensó, o mejor dicho indago en sus propios recuerdos. Había devorado los libros de su maestro de niña y recordaba todo como si en ese mismo momento los viera en sus manos, pero no lograba conectar las imágenes con algo de este ritual en especial. Lo que le llamo poderosamente la atención fue una esfera, algo que chocaba en el lugar y enganchando una de las armas en su cadera tomo esta sin importarle mucho el rededor, con la absoluta confianza de que mientras estuviera en su rango de visión podría saber dónde estaba quien. Pero lo que paso no lo hubiera esperado. Su mente por primera vez en su vida se vacío y una idea le abrumo de forma obsesiva. Como si se viera fuera de su cuerpo dio media vuelta y se enfocó en el elfo, “MATALO”-Será un placer.- Sonrió la peliblanca con el susurro, era un punto placentero el sentir su cabeza tranquila solo con una idea en mente y dejo que su cuerpo aferrara la esfera y sin siquiera dar una explicación fue hacia el elfo al que busco golpear de forma contundente con el canto del gancho.
Su cuerpo se sentía torpe, aletargado, o eso suponía ante un par de estocadas fallidas. No escuchaba nada alrededor, eso solo la distraía. –¿Por qué matarlo?—Pregunto entre un estoque y otro, pero no recibió respuesta solo la necesidad de ver la sangre del elfo derramarse, -Ya... estate... quie--to.- Dijo con voz plana, era incomodo atacar solo con una de sus armas por lo que con la molestia hasta las orejas le lanzo la esfera al elfo para hacerse de la otra pero solo quedo en la idea y se sobo la sien cuando de golpe su mente volvió a saturarse de ideas e imágenes, como si de golpe le diera todo lo ocurrido y casi sentía que su nariz fuera a sangrar. La esfera se partió al tiempo que se oyó un grito de quien sabe dónde, su cabeza no le daba para buscar el origen pero se grabó la frase.
-Los aldeanos morirán por esto... sus pueblos arderán... vuestro sacrilegio llevará sangre como lluvia... hasta que a vosotros os llegue la hora...
El elfo se acercó, cada quien estaba en lo suyo y ella le vio con una sonrisa. Al parecer curioso por lo sucedido. Le sentó mal no haberle atinado ni un golpe, su orgullo estaba herido, pero bueno.- Un hechizo, ¿Con quién te has metido?- Dijo inquisitiva, con una sonrisa muy picara, si hubiera sido una orden general de atacar a cualquiera no le hubiera provocado tanta curiosidad, pero si este elfo tenía el rencor de alguien ese alguien o tenía muy buenos brujos a su alcance o no quería imaginar qué clase de magia podía manejar. La forma tan segura de sí mismo de decirle que ella no sabía de qué hablaba seguro le hizo aparecer un sutil rubor en sus pálidas mejillas y esta le pico el hombro, cuasi ignorando a Ryuu.
-Crecí con un brujo, no me digas que se y que no. por cierto... Algo te quiere matar, tómalo como un dato gratis ¿Dónde quedo Sasha?- El sonido de su voz la hizo girar e ignorar al elfo quien despectivamente le solicitó alejarse. Ja, como si fuera a hacerle algún caso.- No prometo nada elfito, además sería interesante saber cuál es el precio de tu cabeza –Terminando eso le guiño el ojo junto a un beso para acercarse a Sasha, sintiéndose más cómoda a su presencia.
Entonces la cosa se puso ruidosa. -Oh por los...- ¿Dioses?, si tal vez. Ella se fue a lo suyo mientras se presentaban dos mujeres más y que parecían amigas del ave y el elfo. Algo irritada fue hacia el altar, algo ahí debía darle una pista de contra quien estaban, lo malo es que se enfrentó con su verdadero enemigo y renegó de Alexander soltando una maldición, saco un carboncillo y anotó las inscripciones.-No te hace mal,- dijo en un aguda y baja forma de imitar a Alex que aunque no tenía paciencia le decía que si podía recordar todo, leer no sería algo difícil, pero ella tenía otra idea, el leer seguro le haría ser lenta en su gusto por la transcripción, además era mejor cuando el medo le leía. Siguió renegando y pensaba en pedir a Sasha que le dijera que decía en lo que acababa de pasar cuando se volvió a acercar a la esfera y como si fuera una pelota la tomo con el gancho y sacando el estuche de estos ahí metió el artefacto.
Ciertamente se sentía como la oveja rebelde del rebaño yendo de un lado al otro del lugar entre buscando otro lugar donde estuvieran las inscripciones y de medio poner atención a las recién llegadas.
Christelle Glassneth
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Había despertado del trance, pero para nada era la misma persona que hacía unos instantes. La agresiva intrusión en su cabeza había causado estragos y se notaba aturdida, angustiada, desubicada. Notaba su conciencia suya, pero todavía no se sentía segura de actuar, desconocía el alcance de aquel artefacto que sin ninguna duda era objeto de brujería. Si quedaba algún resquicio de creencia en que aquello de la magia de los túneles eran sólo rumores, había terminado de esfumarse. Se aferró a las decididas palabras de Iori, dejándose guiar por ella, cuando reparó en su cara, ahora ensangrentada, cayendo en la cuenta de que ella había sido la causante de aquella herida. Un nudo se formó en sus entrañas, impidiéndole articular palabra, aunque agradeció para sí no haber acertado de lleno.
Llegaron al portón que habían visto anteriormente y con delicadeza utilizaron la resquebrajada esfera como llave, como era evidente que debían hacer. La cerradura se accionó y la madera se elevó lo justo para poder cruzarla por debajo. No había terminado de incorporarse cuando alzó la vista hacia la sala que se abría y se topó con dos ¿soldados? No, a decir verdad no lo parecían. Iban armados, pero no llevaban mayor protección que un escudo redondo que tampoco abarcaba demasiado. Estaban firmes, respaldados por un par de palancas de madera ancladas en la pared, protegiendo un altar -otro más- sobre el que se posaba ¿otra esfera? ¿en serio? Frunció el ceño, pero antes de poder reaccionar, el primer golpe fue dirigido hacia la humana, que se enzarzó de inmediato con su atacante. Una repentina rabia nació en su interior y la focalizó en aquel maldito orbe, hacia al que sin pensarlo se dirigió, viendo interrumpida su carrera por un encontronazo contra el otro hombre, que de un embiste la empotró contra la pared. La elfa soltó un bufido, motivado por una mezcla entre dolor y frustración. Desenvainó su daga y la empuñó con fuerza, como si aquel arma corta pudiera hacer algo contra el mostrenco que tenía delante, y se decidió a atacar por lo bajo. Entró de lleno, lanzando una patada a la pierna, con intención de desestabilizarlo, o incluso derribarlo, pero él la detuvo clavando el escudo en el suelo y acto seguido trató de lancearla, aunque para suerte de Aylizz consiguió esquivar el ataque rodando sobre su espalda.
A duras penas logró ponerse en pie con rapidez, con el cuerpo afectado por el golpe contra el tabique de piedra, y controlando que de alguna manera Iori era capaz de hacerse con ambos atacantes, aprovechó para avalanzarse sobre la esfera. Pero aquella acción desvió la atención de los enemigos, que inmediatamente dejaron de lado a la humana para unirse en un ataque contra la rubia, aunque ninguno de los dos llegó a alcanzarla y acabó por agarrar aquel demoníaco objeto, esta vez sin preocuparse por lo que pudiera pasar, dando por hecho que el control mental se repetiría, pero cruzada esa línea una vez... Qué importaba ya. De nuevo el elfo, el hombre-pájaro y las dos desconocidas aparecieron, pero esta vez la imagen fue fugaz y lejos de impulsarla a cometer un asesinato, sintió como su conciencia abandonaba su cuerpo para dejarla examinar la escena desde una perspectiva en tercera persona. Se vio a ella misma y quiso gritar, pero no pudo, en realidad no podía realizar ningún movimiento, sólo observar. La misma voz que un rato antes había controlado sus acciones, resonó de nuevo en su cabeza, pero esta vez no parecía dirigirse a ella.-MATADLAS- y por lo que ocurrió a continuación, entendió que aquella cosa orquestaba los ataques que estaban sufriendo, que tras la orden se volvieron más agresivos. Su alma retomó su cuerpo y desesperada, lanzó la bola con fuerza que, tras ser esquivada por uno de los contrarios, se estrelló con la pared, rompiéndose en mil pedazos. Los custodios de la sala pararon en seco y al cabo de unos segundos parecieron volver sobre sí mismos, huyendo de la estancia por un pasillo trasero. -Eso parece...- acertó a decir entre jadeos, mientras trataba de recuperar el aliento.
La imagen de los trasgos escudriñando los cadáveres de los que hacía unos minutos se habían enfrentado a ellas fue cuanto menos desagradable. Ahogó una arcada antes de retirar la mirada y retroceder junto a su compañera por el pasillo que habían decidido tomar segundos antes, volviendo a la sala donde se había producido el encuentro. -Lo sé...- comentó, respondiendo a la expresión de la morena ante tal macabro espectáculo. Fijó su atención en las palancas que hasta el momento había obviado y las señaló -Tienen que servir para algo. Accionémoslas, a ver qué pasa.- y tras hacerlo, un temblor se notó por toda estancia, seguido de la aparición de una nueva salida que se encontraba oculta tras la pared, por la que no las quedó más opción que continuar su excursión por el laberinto que, de tardar mucho más en salir, de seguro sería su tumba. Tras varios metros, un nuevo cruce de caminos y al fondo de uno de ellos, alguien de pie las instó a identificarse. Se trataba de una voz femenina, firme y ruda, a la que Iori no pareció temer ni por un segundo, ya que continuó caminando hacia ella, armada y en guardia, y sin dudar se presentó. Aylizz, sin embargo, se paró en seco. -¿Quién eres tú?- quiso saber, antes de descubrirse tan a la ligera. Ante la respuesta de la mujer, consideró oportuno dar una explicación coherente a su presencia en la propiedad que parecía ser de la llamada Sashenka, que se había presentado de tal forma que dejaba claro que era alguien importante, perteneciente a una familia de sobrenombre del norte -No conozco a tu familia... Mis disculpas. Sólo queríamos refugio para pasar la tormenta.- y le hizo un gesto a la humana para que bajara el arma y así dejar claro que no querían enfrentamientos.
Todavía insegura y aun dolorida, se acercó despacio y entre la tenue luz de las antorchas que se ubicaban cada pocos metros, pudo distinguir el rostro de la Dozorova, identificando a una de las dos chicas de las visiones provocadas por la esfera. -Tú...- Se estremeció y su expresión se volvió seria -El elfo, ¿dónde está?- inquirió. No le dio tiempo a obtener respuesta, de repente la humana arrancó en carrera hacia el final del oscuro pasillo por el que, para su sorpresa, apareció Ryuu, seguido de la otra desconocida. Permaneciendo inmóvil, esbozó una ligera sonrisa al ver una cara conocida, aunque la preocupación no desapareció. Tres de los cuatro que habían aparecido en su mente se encontraban allí, pero faltaba el que fuera su compañero de aventuras hacía ya varios meses. Tragó saliva y retomó la marcha, con intención de que alguno de los presentes le explicase en qué tipo de pesadilla se habían metido, maldiciéndose a sí misma en sus pensamientos por haberse adentrado en aquel lugar a voluntad en lugar de haberse dado la vuelta cuando empezó a pintar turbio, y por los Dioses, que alguien le dijese algo de Nousis. Las dudas sobre el bienestar de su congénere se disiparon cuando él mismo irrumpió en el túnel. Al verlo, un escalofrío la recorrió la espalda y notó un pinchazo en su sien. Notó cómo sus latidos se aceleraron y los nervios afloraron, tragó saliva e inconscientemente retrocedió un par de pasos, poniendo en duda su capacidad para distinguir si aquello era real y si su mente dominaba todavía su cuerpo o volvería el impulso por quitarle la vida.
Llegaron al portón que habían visto anteriormente y con delicadeza utilizaron la resquebrajada esfera como llave, como era evidente que debían hacer. La cerradura se accionó y la madera se elevó lo justo para poder cruzarla por debajo. No había terminado de incorporarse cuando alzó la vista hacia la sala que se abría y se topó con dos ¿soldados? No, a decir verdad no lo parecían. Iban armados, pero no llevaban mayor protección que un escudo redondo que tampoco abarcaba demasiado. Estaban firmes, respaldados por un par de palancas de madera ancladas en la pared, protegiendo un altar -otro más- sobre el que se posaba ¿otra esfera? ¿en serio? Frunció el ceño, pero antes de poder reaccionar, el primer golpe fue dirigido hacia la humana, que se enzarzó de inmediato con su atacante. Una repentina rabia nació en su interior y la focalizó en aquel maldito orbe, hacia al que sin pensarlo se dirigió, viendo interrumpida su carrera por un encontronazo contra el otro hombre, que de un embiste la empotró contra la pared. La elfa soltó un bufido, motivado por una mezcla entre dolor y frustración. Desenvainó su daga y la empuñó con fuerza, como si aquel arma corta pudiera hacer algo contra el mostrenco que tenía delante, y se decidió a atacar por lo bajo. Entró de lleno, lanzando una patada a la pierna, con intención de desestabilizarlo, o incluso derribarlo, pero él la detuvo clavando el escudo en el suelo y acto seguido trató de lancearla, aunque para suerte de Aylizz consiguió esquivar el ataque rodando sobre su espalda.
A duras penas logró ponerse en pie con rapidez, con el cuerpo afectado por el golpe contra el tabique de piedra, y controlando que de alguna manera Iori era capaz de hacerse con ambos atacantes, aprovechó para avalanzarse sobre la esfera. Pero aquella acción desvió la atención de los enemigos, que inmediatamente dejaron de lado a la humana para unirse en un ataque contra la rubia, aunque ninguno de los dos llegó a alcanzarla y acabó por agarrar aquel demoníaco objeto, esta vez sin preocuparse por lo que pudiera pasar, dando por hecho que el control mental se repetiría, pero cruzada esa línea una vez... Qué importaba ya. De nuevo el elfo, el hombre-pájaro y las dos desconocidas aparecieron, pero esta vez la imagen fue fugaz y lejos de impulsarla a cometer un asesinato, sintió como su conciencia abandonaba su cuerpo para dejarla examinar la escena desde una perspectiva en tercera persona. Se vio a ella misma y quiso gritar, pero no pudo, en realidad no podía realizar ningún movimiento, sólo observar. La misma voz que un rato antes había controlado sus acciones, resonó de nuevo en su cabeza, pero esta vez no parecía dirigirse a ella.-MATADLAS- y por lo que ocurrió a continuación, entendió que aquella cosa orquestaba los ataques que estaban sufriendo, que tras la orden se volvieron más agresivos. Su alma retomó su cuerpo y desesperada, lanzó la bola con fuerza que, tras ser esquivada por uno de los contrarios, se estrelló con la pared, rompiéndose en mil pedazos. Los custodios de la sala pararon en seco y al cabo de unos segundos parecieron volver sobre sí mismos, huyendo de la estancia por un pasillo trasero. -Eso parece...- acertó a decir entre jadeos, mientras trataba de recuperar el aliento.
La imagen de los trasgos escudriñando los cadáveres de los que hacía unos minutos se habían enfrentado a ellas fue cuanto menos desagradable. Ahogó una arcada antes de retirar la mirada y retroceder junto a su compañera por el pasillo que habían decidido tomar segundos antes, volviendo a la sala donde se había producido el encuentro. -Lo sé...- comentó, respondiendo a la expresión de la morena ante tal macabro espectáculo. Fijó su atención en las palancas que hasta el momento había obviado y las señaló -Tienen que servir para algo. Accionémoslas, a ver qué pasa.- y tras hacerlo, un temblor se notó por toda estancia, seguido de la aparición de una nueva salida que se encontraba oculta tras la pared, por la que no las quedó más opción que continuar su excursión por el laberinto que, de tardar mucho más en salir, de seguro sería su tumba. Tras varios metros, un nuevo cruce de caminos y al fondo de uno de ellos, alguien de pie las instó a identificarse. Se trataba de una voz femenina, firme y ruda, a la que Iori no pareció temer ni por un segundo, ya que continuó caminando hacia ella, armada y en guardia, y sin dudar se presentó. Aylizz, sin embargo, se paró en seco. -¿Quién eres tú?- quiso saber, antes de descubrirse tan a la ligera. Ante la respuesta de la mujer, consideró oportuno dar una explicación coherente a su presencia en la propiedad que parecía ser de la llamada Sashenka, que se había presentado de tal forma que dejaba claro que era alguien importante, perteneciente a una familia de sobrenombre del norte -No conozco a tu familia... Mis disculpas. Sólo queríamos refugio para pasar la tormenta.- y le hizo un gesto a la humana para que bajara el arma y así dejar claro que no querían enfrentamientos.
Todavía insegura y aun dolorida, se acercó despacio y entre la tenue luz de las antorchas que se ubicaban cada pocos metros, pudo distinguir el rostro de la Dozorova, identificando a una de las dos chicas de las visiones provocadas por la esfera. -Tú...- Se estremeció y su expresión se volvió seria -El elfo, ¿dónde está?- inquirió. No le dio tiempo a obtener respuesta, de repente la humana arrancó en carrera hacia el final del oscuro pasillo por el que, para su sorpresa, apareció Ryuu, seguido de la otra desconocida. Permaneciendo inmóvil, esbozó una ligera sonrisa al ver una cara conocida, aunque la preocupación no desapareció. Tres de los cuatro que habían aparecido en su mente se encontraban allí, pero faltaba el que fuera su compañero de aventuras hacía ya varios meses. Tragó saliva y retomó la marcha, con intención de que alguno de los presentes le explicase en qué tipo de pesadilla se habían metido, maldiciéndose a sí misma en sus pensamientos por haberse adentrado en aquel lugar a voluntad en lugar de haberse dado la vuelta cuando empezó a pintar turbio, y por los Dioses, que alguien le dijese algo de Nousis. Las dudas sobre el bienestar de su congénere se disiparon cuando él mismo irrumpió en el túnel. Al verlo, un escalofrío la recorrió la espalda y notó un pinchazo en su sien. Notó cómo sus latidos se aceleraron y los nervios afloraron, tragó saliva e inconscientemente retrocedió un par de pasos, poniendo en duda su capacidad para distinguir si aquello era real y si su mente dominaba todavía su cuerpo o volvería el impulso por quitarle la vida.
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
¿Qué hacia allí? ¿Qué demonios hacían allí? ¿Es que aquel maldito lugar en el perdido norte era un odioso faro que señalaba un lugar de amistoso recreo y él no se había dado cuenta? Nunca habría esperado más compañía que la de los tres extraños que compartían con él la exploración de otro de los oscuros puntos de la piel del continente, sumido en la muerte y la angustia.
Detenido tras las tres mujeres y el hombre-ave, marcando distancias con la aprendiz de brujo, sus músculos faciales consintieron en componer una cierta duda, como si lo que veía no estuviera en verdad ocurriendo. La aventura en Baslodia había terminado con los tres sondeando la muerte como niños jugando a atraparse entre sí. Pero él tenía más dentro de sí. No se trataba de arrepentimiento por dar muerte a humanos, criminales en esa ocasión. Si no por haberse dejado llevar mínimamente a la hora de desear a una de ellos.
En unos segundos, una claridad mental inusitada le golpeó con fuerza, forzándole a recordar los últimos momentos en el bosque. Todos se habían despedido, y él, sin conocer muy bien su propia respuesta, había ido tras ella. Sólo sabía que debía de asegurarse. No, no podía desear a una humana. Caóticos y corruptos, eran criaturas salvables sí en cierta medida, e inferiores. No obstante, las reacciones físicas podrían ser algo involuntario. La belleza no era patrimonio únicamente élfico, lo sabía, sus viajes le habían llevado a recorrer buena parte del continente, y la sangre podía hervir por la apariencia humana de una mujer-dragón, o una humana, como por una de los suyos. No estaban envueltas en la malicia que contenía cada gota de sangre y nervio de brujas y vampiresas. Sólo debía asegurarse.
No tardó en encontrarla. Apoyada contra un árbol, agachada, con las palmas de las manos cubriendo su rostro. El Elfo se detuvo, En un primer momento, la idea de que estaba herida, de que algo le había ocurrido en el escaso tiempo que habían pasado separados voló a su mente. No comprendía el motivo que la había llevado a detenerse. La había encontrado tan rápido que sus propios pensamientos aún se hallaban desordenados. Observó a la humana. Era un llanto mudo, y Nousis dio unos pasos dirigiéndose a ella. No aparentaba haber sido atacada en el breve lapso y él pronunció sólo dos palabras, sin explicar qué hacía allí.
-¿Qué ocurre?- su tono fue casi cálido, interrogante. Ella no respondió en absoluto como él esperaba. Sus ojos mostraban un sinfín de emociones, como si todo lo ocurrido le hubiese venido encima, semejante a una gran ola que barre una playa. Estaba llorando.
Él se acercó más, agachándose, del mismo modo que se hubiera acercado a una presa que podría salir corriendo en cualquier momento. Veía ira, resentimiento, ¿temor? El espadachín apenas comprendía lo que estaba ocurriendo. Respiró hondamente. Siempre había reaccionado a tales actitudes humanas dando la espalda, yéndose, o combatiendo llegado el caso. Nada de eso servía ahora.
-¿Qué ocurre?- repitió. Su voz reflejaba desencanto, sin que la preocupación hubiese volado. Aun sujeta, afianzada, como si contemplase ambos lados antes de decidir si lo mejor, era abandonar el lugar.
La fémina le mantuvo la mirada, tomando su arma, y se quedó paralizada hasta que él volvió a hablar, haciéndole una pregunta. Parpadeó por primera vez desde que apartó las manos de la cara y dejó de llorar. La humana bajó la vista observando la tierra del bosque que había en medio de ambos. - Tú... tenías razón...- susurró, de manera tan suave que al Elfo le costó escucharla.
Soltó el palo y volvió a relajar el cuerpo contra el árbol en actitud de derrota, antes de responder - Sobre los humanos... sobre lo que somos...- cerró los ojos de nuevo y se llevó las manos a la cabeza. - Tú sabías desde el principio, por eso te portaste así conmigo desde que nos conocimos...- Sonaba cansada, sonaba derrotada. Nousis podía advertir en cada sílaba de su voz lo que le estaba costando cada una de ellas.
Su actitud le entristeció. Resultaba deprimente encontrarse como una persona comprendía de golpe lo oscuro que se vía todo desde el conocimiento. Y aun así, sintió cierta conexión con la joven humana debido a ello. Él odiaba sí, pero quería proteger. Mataba, y aun así, buscaba preservar. Los Humanos eran caos, codicia y llamas que ardían sin control. Y esa se estaba apagando. Aún permanecían en él el remanente de la promesa de protegerla, y su reacción al ser rescatada del templo.
-Vivo en la desconfianza- reveló, agachándose, con los ojos grises en ella- Es la forma de sobrevivir. Lo que sé, nace del estudio, y de la experiencia. Raramente dejan de coincidir- sonrió mirando al suelo, como si mostrase cierta modestia, antes de alzar la vista a ella de nuevo- Has luchado junto a nosotros, y has escapado junto a nosotros. Deberías estar orgullosa de ti misma. El mundo cambia cuando enfrentamos lo que no es justo. Si no hubiésemos pasado todo eso, se habrían salvado vidas sí, pero esos criminales seguirían oprimiendo a otros humanos. Hubiese sido peor, con el tiempo.
- ¿Por qué estás aquí? - preguntó y el espadachín guardó silencio ante la cuestión que la muchacha le planteaba. Unos interminables momentos. Era exactamente la misma que giraba y giraba dentro de él. Conocer. Demostrarse algo. Ver algo... o no hacerlo. Repasó cada una de las facciones de la humana. Sí, su belleza era algo evidente, no era necesario que la llevase por bandera, y no lo hacía. Suponía que raro sería el humano que no desease yacer con ella. Tal pensamiento le produjo una sonrisa que no pudo evitar mostrar.
-¿Por qué hiciste aquello en la celda?- quiso saber. Su tono era calmado, el mismo que podría haber empleado para preguntar a un muchacho por qué habría preferido colocar algo en un lugar concreto en vez de en otro.
- Eras luz - murmuró separándose un poco del tronco. Sabía en donde estaba la mano del elfo, y Iori extendió la suya para agarrarla sin necesidad de cortar el contacto visual. - Eras irreal... – Continuó. Él sólo buscaba comprender. Eso le había llevado hasta allí.- Me sacaste de un lugar... muy malo...- Entrelazó los dedos entre los de Nousis, y desvió un instante la mirada para observar. - Tu olor fue la primera cosa pura que notaba allí... - volvió a mirarlo, pero ahora él podía distinguir un matiz nuevo en sus ojos. - ...Y tu magia...- tiró de la mano de él con premura y la colocó de forma que la palma del elfo cubría su mejilla de nuevo. Como esa vez. Cerró los ojos pareció concentrarse, conteniendo el aliento. - Pero no funciona así ¿No...? Cura el cuerpo, pero... no cura el corazón. Él estaba asombrado de la intensidad de sus palabras, y continuaba quieto, expectante, incapaz de formarse opinión alguna en tales momentos. - Lo hice porque quise. – Y la humana, tras una mirada escrutadora, destruyó la escasa distancia entre ambos, echándose a sus brazos y lo besó con una intensidad que dejó atónito al Elfo.
En aquel pasillo del subterráneo, al posar su mirada en ella, recordó cada matiz. El calor de la joven abrazada a él, justo cuando su conciencia fue dejando de racionalizar. El deseo es algo primario, nada cerebral, y la respuesta que él buscaba se estaba diluyendo en la lengua de la humana.
Y justo cuando comenzaba a rendirse a la evidencia, a no poder negarse que realmente quería…
Ella se incorporó, apartándose de él con brusquedad, pero manteniendo su mejilla junto a la del espadachín. La sorpresa de Nousis llegó al summun, a no ser capaz de saber cómo reaccionar.
- ..... Estas equivocado. - Lo dijo suavemente, como si fuese un secreto, y él no se movió. - Estás equivocado - Repitió. - No soy capaz de comprender todo lo que tú has vivido, cuando hablas de tu experiencia y estudios pienso que yo apenas estoy comenzando a vivir, sin formación, sin habilidades. Puedo aceptar que tu punto de vista sea cierto, pero no conmigo. He visto... de lo que son capaces los humanos... pero eso no quiere decir que todos seamos así. Se separó de él lo suficiente como para mirarlo a escasos centímetros delante de su rostro de nuevo. - Yo no soy como ellos. Yo no soy ese tipo de caos, yo no soy esa muerte y esa codicia - lo dijo con una firmeza que casi pareció un juramento, y antes de que se le ocurriera otra cosa que le quisiera decir al elfo, volvió a descender sobre sus labios tomándolos como suyos. En esta ocasión el contacto fue más suave, sus manos buscaron tomar con mucha delicadeza ahora a éste por ambas mejillas. Nousis pudo apreciar un claro sabor a despedida en el contacto con Iori. Ella parecía desear grabar algo, y una nueva comprensión comenzó a brotar en el hijo de Sandorai.
- A pesar de todo... me alegro mucho de haberte conocido... Nousis...- entrecerró los ojos, regalándole un último beso… lento, cálido, dulce... ¿Era aquello tan diferente de lo que había tenido con diferentes mujeres de su especie? Buscó con desesperación, mientras ella se incorporaba, en cada resquicio de su mente. Su orgullo y sus convicciones no podían quebrarse por algo así. Necesitaba una razón coherente para todo aquello. Tenía que ser más fuerte que todo aquello. Quienes cedían, y abandonaban el bosque para formar una familia con humanos traicionaban cuanto era sagrado. ¿Y quienes yacían con esa especie, atracción, deseo, pasión? ¿Se estaban rebajando? Sus pensamientos fueron alterados por una nuevas palabras de la campesina, atendidas distraídamente.
- Gracias por todo... y por favor... - tomó aire y casi giró el rostro para mirar por encima de su hombro. Casi. - Cuídate ¿de acuerdo? - y tan solo tardó un instante en caminar rápidamente, perdiéndose entre la foresta.
Él no se levantó. No respondió a la despedida de la muchacha. Miraba las copas de los árboles, con la mente ramificada en demasiadas incoherencias. Sus brazos descansaban a ambos lados de su cuerpo, y aún sentía esa presión sobre los labios. Y ese insufrible deseo no satisfecho le quemaba como pocas veces en su vida.
Y allí estaba, bajo tierra como el resto de los compañeros, como él. De no haberla visto nunca más, su recuerdo habría sido uno más, como otras compañías, otros lugares. Los últimos dos meses, un par de misiones, algunos problemas, habían ido construyendo nuevas barreras sobre las antiguas. Y ahora estaba allí.
Pero no sola. ¿Habría elegido a esos sujetos de haber decidido su propia compañía al encarar esa torre oscura? Resultaba casi imposible afirmarlo. El hombre bestia, de lo cuales la mayor parte los había encontrado en las grandes y populosas urbes de los humanos había demostrado su destreza con el arco, y dado su encuentro, había conocido previamente a las dos mujeres que le habían acompañado en Baslodia. Parecía dejarse llevar por el curso de los acontecimientos, y el Elfo escrutaba una personalidad que creía calmada, sin aspavientos. Resultaba cortés, y no buscaba preponderancia alguna. Tal vez hubiese servido en algún lugar, dado a acatar.
Por su parte, la mujer de la lanza mostraba unas maneras de granito. Su mirada, su estoicismo frente al enemigo, y sus palabras podrían confluir en un seguro en batalla, y no obstante, Nousis creía entrever impaciencia y malestar en ella. Todo indicaba que eran aliados coyunturales sí, y nadie lo dejaba más cristalino que la guerrera. Reconocía en ella su propia forma de tratar a quienes consideraba inferiores y ello no pudo sino modular su rostro hasta una media sonrisa. Era curioso verse reflejado, aunque fuese mínimamente. Si estaba acostumbrada a dar ordenes y ser obedecida, eran datos a no olvidar.
La última, la criatura pálida era el punto oscuro del grupo. Tal vez fuese humana, y pese a ello, reconocer un pasado tan turbio alegremente resultaba algo insufrible para el espadachín. Dejarse tentar por la magia destructiva ensuciaba el alma, y su cabello y tez blancas sólo eran un disfraz. La observaba de vez en cuando, como quien pasea por un bosque encontrando una serpiente, sin quitar la vista de ella mientras la rodea. Su ataque careció por completo de sentido, deteniéndose con la misma falta de lógica. Sólo la horrible voz amenazante le quitó el pensamiento de pagarle con la misma moneda. Fuerzas oscuras atentaban allí abajo. Debían darse prisa.
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-¡NO PUEDE SER!- gritaba una voz que apenas había salido de la adolescencia. Dos guardias se miraron entre sí. Aquel muchacho no solía comportarse de ese modo, y pese a carecer de una gran fuerza, lo compensaba con una innata habilidad y destreza para el combate, y un desmesurado sadismo. Veteranos curtidos habían vomitado al verle manos a la obra contra quienes consideraba sus enemigos.
Furioso, tiró una gran esfera contra una pared de la estancia, que se hizo añicos.
-¿¡COMO HAN PODIDO SORTEAR LA TORRE?! ¡SABIAMOS QUE ÉL IRÍA ALLÍ, DEBÍA HABER MUERTO!
-Parece que liberaron del control a los trasgos- explicó uno de ellos, con unos veinte años más que el joven- y a los mercenarios. Unos volvieron a su estado natural, y los otros, escaparon…
-Me habíais dicho que ese ritual no podía fracasar. Que los hechiceros muertos nos ayudarían con tal de volver a la vida.
-Nunca se percataron de que tal cosa era imposible- aseguró el otro, ojeando un libro de magia- fueron útiles a la hora de crear todo el entramado de observación y control.
Ilvor posó los puños en la mesa principal.
-He arriesgado mucho para vengarme de ese elfo y su compañera, por Vilkairnush. Se han separado, y solo he podido dar con él. La muerte de mi maestro será vengada, y no me arrebatará su sueño de crear mi propio reino- levantó entonces la cabeza- envía un mensaje a Rog-Dur. Los suyos deben masacrar esta comarca. Y con ella, a ese pequeño grupo. Ya han sido suficiente molestia.
Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Yyy... se sintió como un idiota. Pese a todas sus precauciones, la lancera simplemente atacó a uno de los esqueletos y éste se desplomó, como la pila de huesos sin vida que era. Una vez recuperada su arma, la mujer se dirigió a la puerta que el ave había señalado previamente. Sin embargo, Ryuu no pudo seguirla, ya que la peliblanca atacó sorpresivamente al elfo mientras sostenía una extraña esfera en su mano. Sin perder tiempo, se puso en medio de ambos, tratando de separarlos... aunque no parecía necesario. Al deshacerse de la esfera, la chica recuperó la compostura y el orbe cayó al suelo, rompiéndose...
-Los aldeanos morirán por esto... sus pueblos arderán... vuestro sacrilegio llevará sangre como lluvia... hasta que a vosotros os llegue la hora.... y una amenazante voz se pudo oír en todo el lugar, Definitivamente alguien los vigilaba de alguna forma.
A juzgar por el "amigable" intercambio de palabras entre el elfo y la humana (la última teniendo cierta familiaridad con la magia) y por la voz escuchada recientemente, alguien quería matar a Nousis, muy probablemente un brujo. O un grupo, quién sabe. Una vez calmados, siguieron a Sashenka. Y vaya sorpresa cuando se encontraron con dos figuras, conocidas para el arquero.
-Está bien, yo las conozco. No son ilusiones como ese cuarto o el monje, esa forma de saludar tan efusiva solo puede venir de Iori... ¿Cómo terminaron aquí? ¿Se encuentran bien?- preguntó, un tanto preocupado por las chicas, mientras revolvía un poco el cabello de Iori y sonreía a Aylizz a modo de saludo.
Las actitudes de sus compañeras en la taberna cambiaron de un segundo al otro, al ver a la peliblanca y al espadachín. Parecían conocerse de algo, pero sus reacciones eran muy extrañas. "¿Estás vivo?" O sea que lo creían muerto, y por lo tanto la sospecha de que el elfo era realmente el objetivo del misterioso atacante prácticamente se confirmaba. -Gran idea la de viajar al norte, Ryuu, no hay duda. Terminaste como un daño colateral de un ataque a un desconocido.-
-Dejadme adivinar, por donde habéis venido ¿Camino cerrado?- preguntó la campesina.
-Deduzco que les ha pasado algo similar... ¿No hay ningún camino que no hayan explorado allí atrás? De donde venimos no hay nada.-
Por alguna razón que el pájaro no conocía, las recién llegadas no se veían muy entusiasmadas con la idea de regresar. Sólo podía imaginarse qué era lo que había más allá, y teniendo en cuenta el sacrificio que había en la sala contigua, no debía ser nada agradable. En cuanto comenzaron a avanzar un poco, la chica de cabello blanco se acercó con un papel en mano.
-¿Alguien reconoce ésto?- preguntó, mostrando el papel.
-Son los nombres de cuatro pueblos pequeños de la torre a la costa.- respondió la mujer de la lanza.
-Un momento... Puede que se trate de las aldeas que mencionaba la voz amenazante, ¿no creen? Hay que avisarles del peligro que corren. Pero para eso debemos salir de aquí primero... Iori, Ayl, ¿pueden guiarnos hasta aquellos lugares que faltan explorar? Tiene que haber una salida en alguno de ello.-
-Los aldeanos morirán por esto... sus pueblos arderán... vuestro sacrilegio llevará sangre como lluvia... hasta que a vosotros os llegue la hora.... y una amenazante voz se pudo oír en todo el lugar, Definitivamente alguien los vigilaba de alguna forma.
A juzgar por el "amigable" intercambio de palabras entre el elfo y la humana (la última teniendo cierta familiaridad con la magia) y por la voz escuchada recientemente, alguien quería matar a Nousis, muy probablemente un brujo. O un grupo, quién sabe. Una vez calmados, siguieron a Sashenka. Y vaya sorpresa cuando se encontraron con dos figuras, conocidas para el arquero.
-Está bien, yo las conozco. No son ilusiones como ese cuarto o el monje, esa forma de saludar tan efusiva solo puede venir de Iori... ¿Cómo terminaron aquí? ¿Se encuentran bien?- preguntó, un tanto preocupado por las chicas, mientras revolvía un poco el cabello de Iori y sonreía a Aylizz a modo de saludo.
Las actitudes de sus compañeras en la taberna cambiaron de un segundo al otro, al ver a la peliblanca y al espadachín. Parecían conocerse de algo, pero sus reacciones eran muy extrañas. "¿Estás vivo?" O sea que lo creían muerto, y por lo tanto la sospecha de que el elfo era realmente el objetivo del misterioso atacante prácticamente se confirmaba. -Gran idea la de viajar al norte, Ryuu, no hay duda. Terminaste como un daño colateral de un ataque a un desconocido.-
-Dejadme adivinar, por donde habéis venido ¿Camino cerrado?- preguntó la campesina.
-Deduzco que les ha pasado algo similar... ¿No hay ningún camino que no hayan explorado allí atrás? De donde venimos no hay nada.-
Por alguna razón que el pájaro no conocía, las recién llegadas no se veían muy entusiasmadas con la idea de regresar. Sólo podía imaginarse qué era lo que había más allá, y teniendo en cuenta el sacrificio que había en la sala contigua, no debía ser nada agradable. En cuanto comenzaron a avanzar un poco, la chica de cabello blanco se acercó con un papel en mano.
-¿Alguien reconoce ésto?- preguntó, mostrando el papel.
-Son los nombres de cuatro pueblos pequeños de la torre a la costa.- respondió la mujer de la lanza.
-Un momento... Puede que se trate de las aldeas que mencionaba la voz amenazante, ¿no creen? Hay que avisarles del peligro que corren. Pero para eso debemos salir de aquí primero... Iori, Ayl, ¿pueden guiarnos hasta aquellos lugares que faltan explorar? Tiene que haber una salida en alguno de ello.-
Shinoroa Ryuu
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Como era evidente que se conocían entre todos, Sasha guardó su arma. Asintió cuando la segunda muchacha comentó lo de los caminos cerrados. Así que todos estaban en la misma, intentando encontrar alguna salida de esa torre mientras esquivaban trampas, trasgos y salas con sacrificios. La mujer de pelo blanco mostró un papel que había encontrado, aparentemente no reconocía los nombres que estaban escritos, Sashenka lo agarró y leyó la lista.
-Son los nombres de cuatro pueblos pequeños de la torre a la costa.- Entre las muchas cosas que se veía obligada a estudiar como parte de su educación básica estaban los pueblos que pertenecían a su familia, así que no era de extrañarse que los conociera, incluso aunque nunca los hubiese visitado - Sí lo que decía esa voz era cierto, sin duda habría que avisarles. En cuanto estemos fuera de la torre volaré hacia el puesto de guardia más cercano y daré aviso del peligro -
Desde donde venían no había ningún camino alternativo, así que por consenso general decidieron ir por donde habían llegado las dos mujeres, ya que en esa dirección quedaban algunos caminos sin investigar. Se guiaban mayormente por lo que ellas comentaban, cada vez que había una intersección simplemente tenían que señalar en la dirección que ellas no habían tomado.
La dragona no era especialmente charlatana, pero como una de las jóvenes estaba interesada en lo que había dicho de volar, le admitió la raza a la que pertenecía. Por suerte la conversación no continuó mucho más.
Llegaron finalmente a una nueva sala, Sasha iba al frente, nadie la había designado como líder pero parecía ser la más decidida al momento de ingresar a un nuevo ambiente, además de que su escudo era la mejor defensa de la que disponían. La pestilencia era algo que los acompañaba por todo el lugar, pero en algunas partes era especialmente fuerte, la dragona arrugó la nariz cuando llegaron a la habitación.
-Vamos a abrir la que sea - Dijo en referencia a las dos puertas que tenían como opción, el Hombre-pájaro se acercó a una y en cuanto la abrió vieron que había sido una mala decisión, del otro lado había un grupo de trasgos en pleno banquete. Cerraron de inmediato y tanto Ryuu como el elfo usaron el peso de sus cuerpos para evitar que la abrieran de nuevo. Sashenka corrió hacia la otra puerta y la abrió sin pensarlo demasiado - Rápido, pasen por aquí - Se aseguró que pasaran primero las que aparentaban ser más débiles, cuando las tres chicas pasaron, llegó el turno de la dragona, ya que los dos hombres sostenían la puerta - Apurense - Fue lo único que les dijo antes de perderlos de vista.
Pero del otro lado el panorama no era mucho mejor, había varios guardias que Sashenka no reconoció como pertenecientes a ninguna de los clanes que había aprendido en sus interminables clases. Lo importante era que estaban atacando al grupo, así que no había tiempo para meditarlo, la Dozorova sacó su lanza, la giró varias veces y utilizandola como conductor para su poder de tierra golpeó el piso generando una onda que arrojó a todos los que estaban alrededor al suelo.
Aprovechando la distracción, hirió al enemigo que estaba cerca de Iori, y para cuando se giró para atacar a otros ya el Hombre-pájaro había pasado a la sala y estaba ayudando, seguido de cerca del elfo. El problema era que los trasgos también querían pasar.
-Intenten cerrarla - Se dieron cuenta que el sistema para manipular la puerta estaba del otro lado - No queda opción - La dragona comenzó a herir con su lanza a los monstruos cada vez que intentaban pasar alguna parte de su cuerpo - Ya mueran, sucias alimañas -
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Habilidad de nivel 0: Ataque con lanza: [Activable] Golpea el suelo con su lanza generando que la tierra bajo los pies de los enemigos que la rodean se mueva y los desestabilice.
Enfriamiento: 3 turnos
-Son los nombres de cuatro pueblos pequeños de la torre a la costa.- Entre las muchas cosas que se veía obligada a estudiar como parte de su educación básica estaban los pueblos que pertenecían a su familia, así que no era de extrañarse que los conociera, incluso aunque nunca los hubiese visitado - Sí lo que decía esa voz era cierto, sin duda habría que avisarles. En cuanto estemos fuera de la torre volaré hacia el puesto de guardia más cercano y daré aviso del peligro -
Desde donde venían no había ningún camino alternativo, así que por consenso general decidieron ir por donde habían llegado las dos mujeres, ya que en esa dirección quedaban algunos caminos sin investigar. Se guiaban mayormente por lo que ellas comentaban, cada vez que había una intersección simplemente tenían que señalar en la dirección que ellas no habían tomado.
La dragona no era especialmente charlatana, pero como una de las jóvenes estaba interesada en lo que había dicho de volar, le admitió la raza a la que pertenecía. Por suerte la conversación no continuó mucho más.
Llegaron finalmente a una nueva sala, Sasha iba al frente, nadie la había designado como líder pero parecía ser la más decidida al momento de ingresar a un nuevo ambiente, además de que su escudo era la mejor defensa de la que disponían. La pestilencia era algo que los acompañaba por todo el lugar, pero en algunas partes era especialmente fuerte, la dragona arrugó la nariz cuando llegaron a la habitación.
-Vamos a abrir la que sea - Dijo en referencia a las dos puertas que tenían como opción, el Hombre-pájaro se acercó a una y en cuanto la abrió vieron que había sido una mala decisión, del otro lado había un grupo de trasgos en pleno banquete. Cerraron de inmediato y tanto Ryuu como el elfo usaron el peso de sus cuerpos para evitar que la abrieran de nuevo. Sashenka corrió hacia la otra puerta y la abrió sin pensarlo demasiado - Rápido, pasen por aquí - Se aseguró que pasaran primero las que aparentaban ser más débiles, cuando las tres chicas pasaron, llegó el turno de la dragona, ya que los dos hombres sostenían la puerta - Apurense - Fue lo único que les dijo antes de perderlos de vista.
Pero del otro lado el panorama no era mucho mejor, había varios guardias que Sashenka no reconoció como pertenecientes a ninguna de los clanes que había aprendido en sus interminables clases. Lo importante era que estaban atacando al grupo, así que no había tiempo para meditarlo, la Dozorova sacó su lanza, la giró varias veces y utilizandola como conductor para su poder de tierra golpeó el piso generando una onda que arrojó a todos los que estaban alrededor al suelo.
Aprovechando la distracción, hirió al enemigo que estaba cerca de Iori, y para cuando se giró para atacar a otros ya el Hombre-pájaro había pasado a la sala y estaba ayudando, seguido de cerca del elfo. El problema era que los trasgos también querían pasar.
-Intenten cerrarla - Se dieron cuenta que el sistema para manipular la puerta estaba del otro lado - No queda opción - La dragona comenzó a herir con su lanza a los monstruos cada vez que intentaban pasar alguna parte de su cuerpo - Ya mueran, sucias alimañas -
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Sashenka Dozorova
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
No pudo evitar asegurarse con una leve mirada de la posición que ocupaba Nousis. La figura más lejana a ella. Aquel parecía un buen sitio por el momento. La humana todavía no sabía cómo canalizar los pensamientos desordenados que la estaban llenando al verlo. Sonrió a Ryuu, y trató de colocarse un poco el pelo después de que él se lo hubiera acariciado de aquella forma amigable. Intentó centrarse en la conversación de los nuevos miembros. La nota, los nombres escritos y Sashenka arrojando luz sobre la incógnita. Pueblos de la cercanía. Miró a Aylizz con gesto de duda y preocupación. No tenía forma de saber si la pequeña aldea en la que habían pasado la noche era uno de ellos.
Después de intercambiar unos comentarios más entre todos, los seis que eran entonces parecieron estar de acuerdo en buscar salida por dónde ellas habían venido. Cierto que quedaban varios caminos por explorar en las bifurcaciones que dejaron atrás. El elfo pasó de largo iniciando el avance, y la humana lo miró con fijeza antes de ir tras él. Apuró un poco el paso y sin ponerse del todo a su lado habló de forma que él pudo oírla. - Algo aquí te quiere muerto – No sabía decirlo de otra manera. Esperaba haber elegido bien sus palabras y mientras aguardaba su reacción, la mente de Iori navegó por los minutos finales antes de su última despedida, la última vez que se habían visto en aquel bosque a las afueras de Baslodia.
Flashback: La intimidad en la que habían estado hablando era lo suficientemente corta como para que, de nuevo ella tomase ventaja de aquella situación. La humana cerró los ojos antes de, con un ansia que nacía de la furia que tenía dentro, descargar contra la boca de Nousis un beso. Presionó contra su cuerpo como si fuese un rival al que enfrentarse y buscó quemar contra sus labios los malos recuerdos que la consumían por dentro. Mientras lo besaba con una rudeza que no era necesaria, Iori pensó que una parte de ella estaba buscando de forma desesperada notar la estabilidad que había sentido en la primera ocasión. Él la había hecho sentir entera, la había mantenido de una pieza en aquella celda. Pero estaba subestimando la potencia del drama que había supuesto para ella Baslodia.
El olor de su compañero de aventura era exactamente el mismo, a libertad y a bosque, y de alguna forma fue como volver a un lugar calmado. Pero ella ya no estaba en el punto en el que podía bajar de revoluciones. La humana precisaba acabar de quemarse, y quería que él ardiese con ella para terminar con todo de una vez. Encontró hueco entre las piernas del elfo y subió para poder besarlo desde arriba apretándose contra su torso. Notó como sus cuerpos encajaban en aquella postura y el calor comenzó a subir en su piel. Aferró con sus manos los hombros de Nousis y supo por la forma en la que sintió sus brazos sobre ella que la estaba aceptando de alguna manera.
En el primer encuentro su lengua apenas se había atrevido a acariciarle los labios con timidez, en esta ocasión la humana se estaba dejando arrastrar por completo por sus deseos de él. Incorporó la cadera para colocar cada rodilla a ambos lados de la pelvis del elfo y se sentó con firmeza sobre su cadera. Casi la llenaba, casi llegaba, casi era suficiente para olvidarlo todo... Pero no podía. Iori cortó el beso exhalando un grito de pura rabia. Se incorporó lo suficiente y apartó con brusquedad las manos de él antes de golpear con ambos puños el suelo. Se detuvo por completo, manteniendo su cuerpo tenso como una cuerda. Jadeó al oído del elfo, con los ojos cerrados notando como el mareo del beso la mantenía clavada apoyando la mejilla contra la de él. - ... Estas equivocado… -
La ensoñación que le produjeron sus recuerdos, se rompió como una burbuja en al aire con un solo latigazo de la voz de Nousis. Apenas la miró un instante antes de apartar los ojos mirando hacia delante. Estaba actuando más como si ella fuese una molestia que como una antigua compañera de aventuras. - No deberíais estar aquí. ¿¡No habías tenido bastante en Baslodia?! – Los ojos azules se abrieron de forma desmesurada y su expresión se congeló, intentando encajar el golpe. Ah sí, pero… ¿Cómo hacerlo? Iori estaba descolocada completamente. Su punto de partida con él en ese nuevo encuentro continuaba desde que habían separado sus labios en el bosque. El significado no había sido más que eso, un beso placentero compartido entre ambos. Pero de ahí a ser un maldito desgraciado... Joder.
La estupefacción inicial se transformó en rabia, mezclada con una pizca de indignación. Entonces recordó que Nousis la veía a ella como humana. Raza inferior. De todos los miembros que había en el túnel únicamente Aylizz era considerada ser válido para él. Tragó con amargura el sabor de la irritación que le había producido, y susurró detrás de él antes apartarse de su lado. – Perdóneme usted, Señor del Mundo – Desde ese momento, la humana se sumió en un denso mutismo, sintiendo que la actitud del elfo había conseguido molestarla. La verdad que prácticamente desde el primer momento en que se había conocido lo había conseguido. Chocaban de una forma evidente. El, con su desprecio; ella, con su enfado.
Llegaron a la misma sala donde se habían enfrentado a los soldados, y pasando bajo la puerta desandaron el camino que ellas habían hecho, hasta internarse por un cruce que no habían explorado. Una nueva sala, nuevas puertas. La esfera… La primera elección se mostró como errónea, desde el momento que de ella parecían querer salir más de aquellos trasgos que ya habían visto en los túneles. Fue Sashenka, la que había tomado la capacidad de dirigirlos con eficacia quién se precipitó hacia la otra indicándoles que fuesen cruzando.
La humana se deslizó sin perder ojo de que Ryuu y Nousis eran los que quedaban retrasados intentando bloquear la otra. No tuvo mucho tiempo para pensar en heroicidades, o estupideces, según cómo se viese. Tras ponerse de pie en la nueva sala, más soldados, a los cuales Iori, intentó de nuevo saludar con tono de duda. Con Sashenka en el pasillo le había salido bien. Quizá allí… - ¿Hola? – Se puso en marcha esquivando una lanza y comprendió entonces que había vuelto a perder la suerte. Cuando el resto de compañeros cruzaron todo sucedió muy rápido. La humana usó la pared que tenía delante para esquivar de un salto el ataque de dos de aquellos hombres, hasta que la mujer de rostro acerado golpeó con su arma el suelo. Ni tuvo tiempo de sacar su palo, el impacto que supuso para ella el poder que la mujer demostró, la dejó como observando una representación teatral que estaba teniendo lugar muy lejos de allí.
A escasos dos metros. Ryuu y Nousis cruzaron la puerta arrastrándose, y tras ellos, los trasgos. No tenían mucho espacio para entrar, por lo que ante la defensa de sus compañeros acribillando a los que trataban de cruzar, en poco tiempo parecieron rendirse.
Todos juntos de nuevo, más pasillos, más cruces. Más Iori ignorando a Nousis. En algún momento Ryuu giró por otro cruce y ella, seguía a la mujer más poderosa sobre la faz de la tierra y a Ayl en lo que parecía ser pasillo dirección norte. Cuando la palabra mágica salió de los labios de aquella mujer de aire duro como la piedra, se quedó mirando con los ojos muy abiertos, intentando articular una pregunta que pronunció casi en un susurro. ¿Volar? - ¿Cómo es posible tal prodigio? – La respuesta que le proporcionó no sirvió más que para llenar su mente de dudas.
Pero Iori sabía que no era buen lugar ni momento como para insistir sobre el tema. Solo deseaba ahora poder ver con sus propios ojos como Sashenka cambiaba de forma. Se volvieron a juntar y, con la esfera que encontraron en la última sala, abrieron la única puerta con el hueco en la pared que habían encontrado en aquella zona. Abrió mucho los ojos al entrar lentamente a la habitación más lujosamente decorada que había visto en su vida. Le recordó vagamente a la estética de la casa de aquel rico comerciante de Baslodia, pero aquellos aposentos privados rezumaban lujo. Todos entraron, igual de sorprendidos que ella por lo que parecía. Vio como los demás comenzaban a ojear entre la abundante documentación. Ella paseó en silencio por la estancia ya que todo lo que tuviese que ver con letras era algo que no sabría interpretar. Aquel lugar parecía estar a salvo de los problemas de los trasgos, pero… - Esto sigue sin ser la salida. Debemos de continuar buscando – Indicó mirando hacia sus compañeros.
Después de intercambiar unos comentarios más entre todos, los seis que eran entonces parecieron estar de acuerdo en buscar salida por dónde ellas habían venido. Cierto que quedaban varios caminos por explorar en las bifurcaciones que dejaron atrás. El elfo pasó de largo iniciando el avance, y la humana lo miró con fijeza antes de ir tras él. Apuró un poco el paso y sin ponerse del todo a su lado habló de forma que él pudo oírla. - Algo aquí te quiere muerto – No sabía decirlo de otra manera. Esperaba haber elegido bien sus palabras y mientras aguardaba su reacción, la mente de Iori navegó por los minutos finales antes de su última despedida, la última vez que se habían visto en aquel bosque a las afueras de Baslodia.
Flashback: La intimidad en la que habían estado hablando era lo suficientemente corta como para que, de nuevo ella tomase ventaja de aquella situación. La humana cerró los ojos antes de, con un ansia que nacía de la furia que tenía dentro, descargar contra la boca de Nousis un beso. Presionó contra su cuerpo como si fuese un rival al que enfrentarse y buscó quemar contra sus labios los malos recuerdos que la consumían por dentro. Mientras lo besaba con una rudeza que no era necesaria, Iori pensó que una parte de ella estaba buscando de forma desesperada notar la estabilidad que había sentido en la primera ocasión. Él la había hecho sentir entera, la había mantenido de una pieza en aquella celda. Pero estaba subestimando la potencia del drama que había supuesto para ella Baslodia.
El olor de su compañero de aventura era exactamente el mismo, a libertad y a bosque, y de alguna forma fue como volver a un lugar calmado. Pero ella ya no estaba en el punto en el que podía bajar de revoluciones. La humana precisaba acabar de quemarse, y quería que él ardiese con ella para terminar con todo de una vez. Encontró hueco entre las piernas del elfo y subió para poder besarlo desde arriba apretándose contra su torso. Notó como sus cuerpos encajaban en aquella postura y el calor comenzó a subir en su piel. Aferró con sus manos los hombros de Nousis y supo por la forma en la que sintió sus brazos sobre ella que la estaba aceptando de alguna manera.
En el primer encuentro su lengua apenas se había atrevido a acariciarle los labios con timidez, en esta ocasión la humana se estaba dejando arrastrar por completo por sus deseos de él. Incorporó la cadera para colocar cada rodilla a ambos lados de la pelvis del elfo y se sentó con firmeza sobre su cadera. Casi la llenaba, casi llegaba, casi era suficiente para olvidarlo todo... Pero no podía. Iori cortó el beso exhalando un grito de pura rabia. Se incorporó lo suficiente y apartó con brusquedad las manos de él antes de golpear con ambos puños el suelo. Se detuvo por completo, manteniendo su cuerpo tenso como una cuerda. Jadeó al oído del elfo, con los ojos cerrados notando como el mareo del beso la mantenía clavada apoyando la mejilla contra la de él. - ... Estas equivocado… -
La ensoñación que le produjeron sus recuerdos, se rompió como una burbuja en al aire con un solo latigazo de la voz de Nousis. Apenas la miró un instante antes de apartar los ojos mirando hacia delante. Estaba actuando más como si ella fuese una molestia que como una antigua compañera de aventuras. - No deberíais estar aquí. ¿¡No habías tenido bastante en Baslodia?! – Los ojos azules se abrieron de forma desmesurada y su expresión se congeló, intentando encajar el golpe. Ah sí, pero… ¿Cómo hacerlo? Iori estaba descolocada completamente. Su punto de partida con él en ese nuevo encuentro continuaba desde que habían separado sus labios en el bosque. El significado no había sido más que eso, un beso placentero compartido entre ambos. Pero de ahí a ser un maldito desgraciado... Joder.
La estupefacción inicial se transformó en rabia, mezclada con una pizca de indignación. Entonces recordó que Nousis la veía a ella como humana. Raza inferior. De todos los miembros que había en el túnel únicamente Aylizz era considerada ser válido para él. Tragó con amargura el sabor de la irritación que le había producido, y susurró detrás de él antes apartarse de su lado. – Perdóneme usted, Señor del Mundo – Desde ese momento, la humana se sumió en un denso mutismo, sintiendo que la actitud del elfo había conseguido molestarla. La verdad que prácticamente desde el primer momento en que se había conocido lo había conseguido. Chocaban de una forma evidente. El, con su desprecio; ella, con su enfado.
Llegaron a la misma sala donde se habían enfrentado a los soldados, y pasando bajo la puerta desandaron el camino que ellas habían hecho, hasta internarse por un cruce que no habían explorado. Una nueva sala, nuevas puertas. La esfera… La primera elección se mostró como errónea, desde el momento que de ella parecían querer salir más de aquellos trasgos que ya habían visto en los túneles. Fue Sashenka, la que había tomado la capacidad de dirigirlos con eficacia quién se precipitó hacia la otra indicándoles que fuesen cruzando.
La humana se deslizó sin perder ojo de que Ryuu y Nousis eran los que quedaban retrasados intentando bloquear la otra. No tuvo mucho tiempo para pensar en heroicidades, o estupideces, según cómo se viese. Tras ponerse de pie en la nueva sala, más soldados, a los cuales Iori, intentó de nuevo saludar con tono de duda. Con Sashenka en el pasillo le había salido bien. Quizá allí… - ¿Hola? – Se puso en marcha esquivando una lanza y comprendió entonces que había vuelto a perder la suerte. Cuando el resto de compañeros cruzaron todo sucedió muy rápido. La humana usó la pared que tenía delante para esquivar de un salto el ataque de dos de aquellos hombres, hasta que la mujer de rostro acerado golpeó con su arma el suelo. Ni tuvo tiempo de sacar su palo, el impacto que supuso para ella el poder que la mujer demostró, la dejó como observando una representación teatral que estaba teniendo lugar muy lejos de allí.
- pared:
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A escasos dos metros. Ryuu y Nousis cruzaron la puerta arrastrándose, y tras ellos, los trasgos. No tenían mucho espacio para entrar, por lo que ante la defensa de sus compañeros acribillando a los que trataban de cruzar, en poco tiempo parecieron rendirse.
Todos juntos de nuevo, más pasillos, más cruces. Más Iori ignorando a Nousis. En algún momento Ryuu giró por otro cruce y ella, seguía a la mujer más poderosa sobre la faz de la tierra y a Ayl en lo que parecía ser pasillo dirección norte. Cuando la palabra mágica salió de los labios de aquella mujer de aire duro como la piedra, se quedó mirando con los ojos muy abiertos, intentando articular una pregunta que pronunció casi en un susurro. ¿Volar? - ¿Cómo es posible tal prodigio? – La respuesta que le proporcionó no sirvió más que para llenar su mente de dudas.
Pero Iori sabía que no era buen lugar ni momento como para insistir sobre el tema. Solo deseaba ahora poder ver con sus propios ojos como Sashenka cambiaba de forma. Se volvieron a juntar y, con la esfera que encontraron en la última sala, abrieron la única puerta con el hueco en la pared que habían encontrado en aquella zona. Abrió mucho los ojos al entrar lentamente a la habitación más lujosamente decorada que había visto en su vida. Le recordó vagamente a la estética de la casa de aquel rico comerciante de Baslodia, pero aquellos aposentos privados rezumaban lujo. Todos entraron, igual de sorprendidos que ella por lo que parecía. Vio como los demás comenzaban a ojear entre la abundante documentación. Ella paseó en silencio por la estancia ya que todo lo que tuviese que ver con letras era algo que no sabría interpretar. Aquel lugar parecía estar a salvo de los problemas de los trasgos, pero… - Esto sigue sin ser la salida. Debemos de continuar buscando – Indicó mirando hacia sus compañeros.
Iori Li
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
La voz cortante del elfo fue la muestra que necesitaba para saber que aquello no era producto de su mente. Aun sin acercarse, explicó con seriedad que al entrar en aquel laberinto subterráneo, la puerta se había cerrado a su espalda. No se sorprendió cuando él contestó que tras ellos tampoco había salida, hacía rato que intuía que aquel lugar estaba hecho para que los que entrasen sirvieran de alimento para trasgos. Su compañera habló para todos, explicando que en su recorrido dejaron zonas sin explorar y sin discutirlo, Nousis encabezó al grupo para deshacer lo andado. Apenas habían avanzado unos metros cuando Iori se adelantó tras él y tras torcer una esquina, los perdieron de vista unos instantes.
Cuando unos metros más adelante el grupo se unió de nuevo, la peliblanca sacó un trozo de pergamino que Sashenka examinó, pareciendo reconocer varios nombres escritos que correspondían a poblaciones de la zona. Aquellos pueblos parecían significar algo para ellos cuatro, aunque Aylizz no entendía nada de lo que hablaban. Una voz amenazante y ellos dispuestos a alertar a los aldeanos de esas villas, que por alguna razón estaban en peligro, fue todo lo que logró comprender. Parecía que por unanimidad se había decidido que proteger a esa gente sería su objetivo, pero antes debían lograr salir de allí. Continuaron recorriendo los oscuros pasillos, llegando a la sala donde momentos antes Iori y ella habían tenido que salvar la vida. Sólo algo no cuadraba, cuando se fueron de allí la estancia estaba vacía, pero ahora los dos hombres que habían enfrentado yacían en el suelo, sin vida, poniendo fin a una hilera de sangre que se extendía bajo la puerta que habían abierto con la esfera y continuaba más allá del pasillo. Siguieron adelante, tras el reguero que marcaba el camino y después de una bifurcación, llegaron a una cavidad donde acababa el rastro. En ella, dos puertas, una al norte con aspecto sencillo y fácil de abrir, otra al oeste con el mismo mecanismo esférico que ya habían conocido. Aylizz se acercó a esa ultima -Ya hemos visto una como esta antes… Y me puedo imaginar que detrás no hay nada bueno.- comenzó a decir mientras apoyaba la oreja, intentando escuchar algo al otro lado, aunque sin éxito -Encontramos varias esferas en distintos lugares del laberinto, son peligrosas… Pero funcionan como llave.- explicó. Por la reacción que mostró la pálida humana comprendió que ellos también se habían topado con alguna de ellas, a lo que la elfa propuso utilizarla. -Está rota- afirmó la peliblanca -Aunque, tal vez, dejar al elfo inconsciente puede ayudar a que salgamos de aquí-. No supo interpretar aquellas palabras para determinar si la chica bromeaba o hablaba en serio, por el comentario supuso que, si no ella, alguno de los que la acompañaban habían sufrido el mismo control mental que ordenaba matar a su congénere. -Servirá. ¿Recuerdas la puerta a medio abrir de la primera sala? Era como esta. La esfera que usamos para abrirla tampoco estaba intacta y creo que por eso no abrió entera…- Antes de poder decir nada más, un alterado Ryuu interrumpió la conversación.
El hombre-pájaro había decidido por su propia iniciativa abrir la otra puerta, con la mala suerte de dar con un grupo de trasgos que ahora trataban de abrirse camino por las estrechas oquedades hasta ellos. Con la ayuda de Nousis, los mantuvieron encerrados como pudieron, usando sus cuerpos como tope. Al ver que no aguantarían demasiado, exigió que abriesen la puerta, anunciando que las alimañas no tardarían en llegar al grupo. El mecanismo se activó, dejando la abertura justa para arrastrarse hacia el otro lado bajo el portón. Iori fue primero y Aylizz la siguió, pero cuando alzó la vista para ponerse en pie, un espadazo fue directo hacia ella, que por instinto esquivó retrocediendo ligeramente bajo el marco de madera. En un nuevo intento por incorporarse pudo ver la escena con mayor claridad, cuatro hombres los esperaban, con la misma indumentaria que los dos con los que ya habían combatido. Mientras Iori hacía lo posible por zafarse de tres de ellos, la elfa peleó con el restante. Trataba de mantenerse de una pieza mientras buscaba un hueco por el que atacar cuando, de repente, el suelo tembló bajo sus pies y sin poder mantener el equilibrio, cayó al suelo. Recomponiéndose del golpe, que aunque no había sido fuerte había añadido malestar a su cuerpo que aun no se había recuperado por completo de la última lucha, miró a su alrededor y comprendió que la causa del derribe había sido la norteña.
Cuando los trasgos se hubieron ido, desistiendo de su intención por entrar a la sala tras varias bajas, dieron con otras dos puertas que permitían la salida de aquella estancia. Aquella zona del subterráneo era distinta, mantenía la poca iluminación, pero el aspecto de los pasillos era cuidado, limpio incluso, dejando atrás la apariencia abandonada que hasta entonces venían viendo. Sashenka tomó el camino que daba al norte, indicándole a ella y a Iori que la siguieran. No tardaron en dejar atrás al resto, que por alguna razón había decidido no ir tras ellas. Habían caminado varios metros en silencio cuando un comentario de la Dozorova la dejó perpleja, pues al parecer aquella mujer no era humana, explicando con pocas palabras que se trataba de una dracónida, aunque dejó de prestar atención a aquella información cuando llegaron a una nueva sala, de nuevo con un altar sosteniendo una esfera. -Empiezo a estar harta de esto… No pienso dejar que esa cosa se vuelva a meter en mi cabeza. Por mí, podemos destruirla.- De la nada, la otra a la que, a falta de más información, continuaba considerando humana, apareció tras ellas y sin mediar palabra se acercó al orbe. Tras cogerlo, retrocedieron en busca de los dos que aun quedaban por separado. Cuando de nuevo se hubieron reunido, dieron con una puerta más que, de nuevo, presentaba un cerrojo circular. Repitieron lo hecho hasta el momento y para su sorpresa, no dieron con una estancia lúgubre y siniestra, sino que ante sus ojos se abrió una habitación que dejaba ver que fuera quien fuera su dueño, ostentaba buena posición y disponía de lujos.
El dormitorio estaba ordenado y cuidado, las pertenencias existentes dejaban claro que había estado ocupado recientemente, podía seguir estándolo, aunque el silencio que inundaba la estancia y sus alrededores hacía pensar que no había nadie. En el armario, vestimentas masculinas de un hombre poco corpulento; en el escritorio, una colección de mapas y documentos; a los pies de la cama, un cofre pequeño. El grupo se dividió para examinar el cuarto, Aylizz se dirigió a los escritos que se esparcían por toda la mesa y Nousis la siguió. Aun acongojada por todo lo ocurrido hasta el momento, lo miró de reojo. Su cabeza planeaba distintas maneras de entablar conversación, de preguntar qué estaba pasando, qué hacía en aquel lugar con esas personas, por qué lo querían matar. Pensó en que los dioses tenían una extraña manera de manejar el destino y hacerlos coincidir en el otro lado del mundo no podía ser más que mera diversión, pero allí estaban. Su seriedad no la incomodaba, hasta donde ella sabía, él era así. Tampoco lo consideraba su amigo, siendo francos, no habían tenido tiempo para eso y la realidad era que aquel encuentro era el segundo en su vida. Pero cuando luchas junto a alguien por mera supervivencia no puedes evitar, al menos, alegrarte porque esté bien si por causalidades de la vida lo vuelves a ver. Finalmente se quedó en silencio, comprendió o se convenció de que aquel no era ni el momento, ni el lugar. Ya hablarían si tenían ocasión y si no… ¿realmente importaba? La vida de ambos seguiría igual. A la misma conclusión llegó cuando reparó en Ryuu, aquel ave parlante con el que había pasado un buen rato en una taberna perdida hacía ya semanas, que daba bandazos de un lado a otro de la alcoba rebuscando a saber qué. Encontrarlo en aquel angustioso lugar hacía que se plantease lo pequeño que era el mundo, quizá él ya planeaba viajar al norte por alguna razón cuando se conocieron, aunque para alguien que vive esperando el día que un dragón le de el golpe de gracia, no parecía el mejor destino… ¿Sabría lo de Sashenka? Por un momento se abstrajo de la crítica situación en la que se encontraban y no pudo evitar sonreír de medio lado al pensar en su reacción cuando se enterase, recordando el sobresalto que causó en él una mera conversación sobre esos reptiles alados. Fue la voz del elfo, exponiendo las conclusiones a las que había llegado después de sus lecturas, lo que la sacó de su inopia. -Efectivamente, las esferas son un método mágico de control. Los guardias y los trasgos no eran libres, estaban para evitar que alguien pudiese llegar a investigar demasiado o tuviese excesiva curiosidad. Las compras, las anotaciones… Todo está firmado por un tal Ilvor.
Cuando unos metros más adelante el grupo se unió de nuevo, la peliblanca sacó un trozo de pergamino que Sashenka examinó, pareciendo reconocer varios nombres escritos que correspondían a poblaciones de la zona. Aquellos pueblos parecían significar algo para ellos cuatro, aunque Aylizz no entendía nada de lo que hablaban. Una voz amenazante y ellos dispuestos a alertar a los aldeanos de esas villas, que por alguna razón estaban en peligro, fue todo lo que logró comprender. Parecía que por unanimidad se había decidido que proteger a esa gente sería su objetivo, pero antes debían lograr salir de allí. Continuaron recorriendo los oscuros pasillos, llegando a la sala donde momentos antes Iori y ella habían tenido que salvar la vida. Sólo algo no cuadraba, cuando se fueron de allí la estancia estaba vacía, pero ahora los dos hombres que habían enfrentado yacían en el suelo, sin vida, poniendo fin a una hilera de sangre que se extendía bajo la puerta que habían abierto con la esfera y continuaba más allá del pasillo. Siguieron adelante, tras el reguero que marcaba el camino y después de una bifurcación, llegaron a una cavidad donde acababa el rastro. En ella, dos puertas, una al norte con aspecto sencillo y fácil de abrir, otra al oeste con el mismo mecanismo esférico que ya habían conocido. Aylizz se acercó a esa ultima -Ya hemos visto una como esta antes… Y me puedo imaginar que detrás no hay nada bueno.- comenzó a decir mientras apoyaba la oreja, intentando escuchar algo al otro lado, aunque sin éxito -Encontramos varias esferas en distintos lugares del laberinto, son peligrosas… Pero funcionan como llave.- explicó. Por la reacción que mostró la pálida humana comprendió que ellos también se habían topado con alguna de ellas, a lo que la elfa propuso utilizarla. -Está rota- afirmó la peliblanca -Aunque, tal vez, dejar al elfo inconsciente puede ayudar a que salgamos de aquí-. No supo interpretar aquellas palabras para determinar si la chica bromeaba o hablaba en serio, por el comentario supuso que, si no ella, alguno de los que la acompañaban habían sufrido el mismo control mental que ordenaba matar a su congénere. -Servirá. ¿Recuerdas la puerta a medio abrir de la primera sala? Era como esta. La esfera que usamos para abrirla tampoco estaba intacta y creo que por eso no abrió entera…- Antes de poder decir nada más, un alterado Ryuu interrumpió la conversación.
El hombre-pájaro había decidido por su propia iniciativa abrir la otra puerta, con la mala suerte de dar con un grupo de trasgos que ahora trataban de abrirse camino por las estrechas oquedades hasta ellos. Con la ayuda de Nousis, los mantuvieron encerrados como pudieron, usando sus cuerpos como tope. Al ver que no aguantarían demasiado, exigió que abriesen la puerta, anunciando que las alimañas no tardarían en llegar al grupo. El mecanismo se activó, dejando la abertura justa para arrastrarse hacia el otro lado bajo el portón. Iori fue primero y Aylizz la siguió, pero cuando alzó la vista para ponerse en pie, un espadazo fue directo hacia ella, que por instinto esquivó retrocediendo ligeramente bajo el marco de madera. En un nuevo intento por incorporarse pudo ver la escena con mayor claridad, cuatro hombres los esperaban, con la misma indumentaria que los dos con los que ya habían combatido. Mientras Iori hacía lo posible por zafarse de tres de ellos, la elfa peleó con el restante. Trataba de mantenerse de una pieza mientras buscaba un hueco por el que atacar cuando, de repente, el suelo tembló bajo sus pies y sin poder mantener el equilibrio, cayó al suelo. Recomponiéndose del golpe, que aunque no había sido fuerte había añadido malestar a su cuerpo que aun no se había recuperado por completo de la última lucha, miró a su alrededor y comprendió que la causa del derribe había sido la norteña.
Cuando los trasgos se hubieron ido, desistiendo de su intención por entrar a la sala tras varias bajas, dieron con otras dos puertas que permitían la salida de aquella estancia. Aquella zona del subterráneo era distinta, mantenía la poca iluminación, pero el aspecto de los pasillos era cuidado, limpio incluso, dejando atrás la apariencia abandonada que hasta entonces venían viendo. Sashenka tomó el camino que daba al norte, indicándole a ella y a Iori que la siguieran. No tardaron en dejar atrás al resto, que por alguna razón había decidido no ir tras ellas. Habían caminado varios metros en silencio cuando un comentario de la Dozorova la dejó perpleja, pues al parecer aquella mujer no era humana, explicando con pocas palabras que se trataba de una dracónida, aunque dejó de prestar atención a aquella información cuando llegaron a una nueva sala, de nuevo con un altar sosteniendo una esfera. -Empiezo a estar harta de esto… No pienso dejar que esa cosa se vuelva a meter en mi cabeza. Por mí, podemos destruirla.- De la nada, la otra a la que, a falta de más información, continuaba considerando humana, apareció tras ellas y sin mediar palabra se acercó al orbe. Tras cogerlo, retrocedieron en busca de los dos que aun quedaban por separado. Cuando de nuevo se hubieron reunido, dieron con una puerta más que, de nuevo, presentaba un cerrojo circular. Repitieron lo hecho hasta el momento y para su sorpresa, no dieron con una estancia lúgubre y siniestra, sino que ante sus ojos se abrió una habitación que dejaba ver que fuera quien fuera su dueño, ostentaba buena posición y disponía de lujos.
El dormitorio estaba ordenado y cuidado, las pertenencias existentes dejaban claro que había estado ocupado recientemente, podía seguir estándolo, aunque el silencio que inundaba la estancia y sus alrededores hacía pensar que no había nadie. En el armario, vestimentas masculinas de un hombre poco corpulento; en el escritorio, una colección de mapas y documentos; a los pies de la cama, un cofre pequeño. El grupo se dividió para examinar el cuarto, Aylizz se dirigió a los escritos que se esparcían por toda la mesa y Nousis la siguió. Aun acongojada por todo lo ocurrido hasta el momento, lo miró de reojo. Su cabeza planeaba distintas maneras de entablar conversación, de preguntar qué estaba pasando, qué hacía en aquel lugar con esas personas, por qué lo querían matar. Pensó en que los dioses tenían una extraña manera de manejar el destino y hacerlos coincidir en el otro lado del mundo no podía ser más que mera diversión, pero allí estaban. Su seriedad no la incomodaba, hasta donde ella sabía, él era así. Tampoco lo consideraba su amigo, siendo francos, no habían tenido tiempo para eso y la realidad era que aquel encuentro era el segundo en su vida. Pero cuando luchas junto a alguien por mera supervivencia no puedes evitar, al menos, alegrarte porque esté bien si por causalidades de la vida lo vuelves a ver. Finalmente se quedó en silencio, comprendió o se convenció de que aquel no era ni el momento, ni el lugar. Ya hablarían si tenían ocasión y si no… ¿realmente importaba? La vida de ambos seguiría igual. A la misma conclusión llegó cuando reparó en Ryuu, aquel ave parlante con el que había pasado un buen rato en una taberna perdida hacía ya semanas, que daba bandazos de un lado a otro de la alcoba rebuscando a saber qué. Encontrarlo en aquel angustioso lugar hacía que se plantease lo pequeño que era el mundo, quizá él ya planeaba viajar al norte por alguna razón cuando se conocieron, aunque para alguien que vive esperando el día que un dragón le de el golpe de gracia, no parecía el mejor destino… ¿Sabría lo de Sashenka? Por un momento se abstrajo de la crítica situación en la que se encontraban y no pudo evitar sonreír de medio lado al pensar en su reacción cuando se enterase, recordando el sobresalto que causó en él una mera conversación sobre esos reptiles alados. Fue la voz del elfo, exponiendo las conclusiones a las que había llegado después de sus lecturas, lo que la sacó de su inopia. -Efectivamente, las esferas son un método mágico de control. Los guardias y los trasgos no eran libres, estaban para evitar que alguien pudiese llegar a investigar demasiado o tuviese excesiva curiosidad. Las compras, las anotaciones… Todo está firmado por un tal Ilvor.
Aylizz Wendell
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
-¿Qué hace de su vida esta gente?- Se lo preguntaba Christelle una y otra vez, ¿memorizo lo necesario? No seguramente demasiadas cosas inútiles le vendrían a la mente cuando quisiera recordar las escenas por lo que decidió enfocarse en lo suyo, ves los detalles atar los cabos y si había más inscripciones escribirlo y preguntar. Al menos la información que proporcionan las nuevas compañeras es útil y dan una respuesta conforme pasan los recovecos de ese laberinto y las esferas doradas. Desandando el camino de las mujeres logro saber que era lo que estaba en el altar, Ryuu pensó que lo más noble era avisar a los pueblos dela amenaza.
-Por favor llévame contigo no peso.- la mujer parecía ser un dragón, había conocido un par en Lagarto y nunca se cansaba de verlos, pero bueno su deseo de nuevo se veía ofuscado y prefirió mejor seguir con su tarea, salir viva de ahí y con algo de valor entre las manos, lo único que tenía ahora era sangre maloliente de trasgo, y una esfera estrellada que quería asesinar al elfo. Este ya parecía alterado por el hecho y ella no se lo pondría fácil. ¿Cuál sería su límite? Ese era el juego que ella llevaba mientras seguía rastros de sangre, dejando claro como ellos parecían tan distintos a cualquier conocido.
Tal ez su sangre era ya demasiado fría. El horror de su recorrido eran breves recordatorios en su vida. Los humanos eran mercenarios que no habían escogido su batalla correctamente y los trasgos, bueno eran trasgos. Por ello no era tan difícil seguir los rastros dejados, en algún punto se toparían de frente con el responsable. Desde cuerpos movidos, salas vacías o llenas, y un jugo de palancas.
-Olor a cadáver, justo como en casa.- Dijo ante las caras de Por mera distracción la peliblanca no se la jugó en hacer experimentos con ellas. Lo interesante fue el cuarto de las dos puertas, la carne desparramada era cortado por armas, no había ni rastros de mordidas, lo que fuera que destajo el, o los involucrados, habiendo dos puertas solo veía de soslayo lo que sus compañeros hacían. Al menos lo que estaba tras eso era algo parcialmente humano. Le tenía más respeto a las bestias. Algo que mencionan sí que la sacan de sus ideas, al parecer hay más esferas y todas con la orden de matar al elfo, giro sus ganchos y le señalo cuando buscaban una solución a la situación.
-La esfera que encontramos ya está rota, pero, tal vez dejarlo inconsciente podría ayudar a que nos dejen salir.-La reacción de Nousis fue una ambrosia, este quería fulminarla pero algo lo detenía ¿Moral? Lo dudaba. Seguro la idea de entre más mejor.-Pero se limitó a aligerar el gesto y se encogió de hombros cuando la otra elfa, algo lógico, se interpuso.- -Oiga yo no fui la que enfado tanto a alguien que va por ahí dejando esferas encantadas para matarme. Solo digo.
“Mierda” Pensó cuando el hombre ave se recargaba con todas sus fuerzas contra la puerta normal, no lo pensó cuando usando la funda como guante puso la esfera estrellada en la otra maciza puerta, volvió a maldecir, el resquicio era bajo, podrían pasar reptando y Sasha indico el orden, por suerte el de la peliblanca fue intermedia de otra forma seguro habría terminado medio consciente contra la pared, en cambio cuando iba pasando el grito de una de las dos anteriores compañeras la hizo salir en guardia y aun así un certero golpe que logro amortiguar el espadazo que le tenían destinado y que le hizo sentir una onda de dolor que le recorrió hasta los tobillos logro dar pasos como si bailar con su atacante, presiono los ganchos para atrapar la espada, observo que parecía en un trance y bajando la vista hizo la clásica patada a la entrepierna, pero más allá de un mínimo lapso de desconcierto, el hombre soltó la espada y le jopeo en los costados haciéndola boquear mientras el aire era expulsado de sus pulmones. Algo aturdida se dejo ir contra el tipo con los ganchos cruzados al frente y clavo las medias lunas en pecho de este, fue entonces que el piso vibro y los hizo caer. Tosiendo recuperaba por fin el aire Sasha sin perder tiempo noqueo a los enemigos caidos y le dio cierto alivio al hombre que se retorcia, En su breve pelea algunos trasgos habian tratado de pasar pero fueron repelidos, supuso por el otro par, esculcando a su ladrón tomo una daga y sin parsimonia, mientras los otros se adelantban ella corto los tendones de los tobillos de los enemigos. –Mejor ustedes que yo guapos.
Se guardo la burda daga y fue a seguir al resto, no se pregunto por quienes se habían separado, siguió a Sasha, le agradaba la seriedad de esta, aunque aun tenia muchos detalles que no entendía, era diestra pero en otros aspectos solo se iba de cabeza, y eso lo compartía con los demás. Lo que si percato fue el cambio de arquitectura, algo mas cuidada, no ensangrentada y –Por certo los mercenarios parecen estar bajo un hechizo.
Musito sin mucho detalle y se toparon con otro altar, no lo dudó ni un momento y como la anterior la tomo con el estuche y memorizo las que al parecen eran letras, alzo la mano un poco como si dirigiera una orquesta. Todos pasaban de largo, al parecer la situación les alteraba mucho. Y cuando llegaron a la puerta donde encajaba su llave se adelantó con una sonrisa- Siempre quise hacer esto “Ábrete sésamo”- dijo como si fuera un maestro de ceremonias y pues no fue defraudada, lo que ella quería estaba ahí, Alex seguro no le veria mucha gracia pero siempre aceptaba que los libros que reproducia se vendían bien. Entro y cada uno como antes fue a lo suyo.-Oh si ropa.- Susurro y fue directo al armario, la persona dueña del lugar era bajito y viendo una par de prendas sintió que le sentarían como guante, sin pensar en los demás quedo en solo ropa interior y se vistió con unas prendas que sintió ricas, todas en tonalidad obscura, sentía que resaltaba, pero era cómoda, calida, y se adjudico una capa que le vendría bien cuando salieran de esa torre.- Por fin adiós sangre de trasgos.- Tomo otro cambio que doblo y metio en su morral. Luego como si no hubiera pasado nada miro los libros y comenzó a hojearlos.-Volveré por ustedes pequeños.
Se imaginó duplicándolos, podría ir al Heckshold a venderlos, todos parecían de magia. De igual forma se acercó ahí a donde había mapas y los hojeo, se sobaba cada tanto la sien. Se acerco al par de elfos, oyendo a la mujer y mirando lo que veían.-Pues se fue, y parece reciente, tal vez dejo todo esto como un método burdo de protección. En lo personal prefiero las trampas. Limpias menos.
Christelle Glassneth
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Pese a que finalmente habían logrado arribar a lo que parecía la principal estancia de todo el subterráneo, sus compañeros parecieron poco dados a examinar el tesoro informativo que la estancia les estaba otorgando a manos llenas.
Nou, por el contrario, se tomó su tiempo leyendo rápidamente y ojeando cada libro y legajo de cajón, escritorio y lugar que había podido encontrar. Algo inherente a él era despejar todo aquello que no entendía siempre que le era posible. Tantos asuntos aparentemente inconexos, tantos problemas bajo la alejada torre debían por fuerza tener su razón de ser. Aún con una parte de su cerebro trabajando en qué estaban haciendo Iori y Aylizz allí, meses después de su único encuentro, el resto se dedicó a la realización de un esquema mental capaz de desentrañar los sucesos y la intencionalidad de cuanto había visto hasta el momento. Y en alta voz expresó todo cuanto fue capaz de averiguar.
Nada se sostenía allí por el hecho de la casualidad. Trasgos y humanos habían sido controlados para vigilar el subterráneo. ¿Pero por qué y para qué? El ritual de una de las primeras estancias que habían visto estaba sin atisbo de duda relacionado. No obstante, los estudios mágicos del Elfo diferían enormemente de sus conocimientos en otras áreas.
Anotaciones, registros de viandas, de armamento, de tributos… rutas comerciales, zonas calificadas como seguras, zonas potencialmente peligrosas…
Los papeles era de una minuciosidad que llamó la atención de alguien tan metódico en sus estudios como era Nousis, e incluso esbozó una sonrisa de aprobación ante el orden y la claridad de las hojas. Hasta que ésta se congeló al comprobar quien firmaba todo aquello.
Ilvor… recordaba bien pese al tiempo transcurrido al muchacho humano. Apenas salido de la adolescencia, mano derecha del brujo que había intentado hacerse con parte de los Baldíos. Ahora su adlátere buscaba lo mismo, alejado de los centros de poderes de Elfos y Hombres. Hacer suya una comarca mucho más lejana, ayudado por tribus de trasgos, que asombrosamente, había logrado unir en una pequeña confederación. Media docena de aldeas estaban en peligro, entendió al instante, cuando desplegó un detallado mapa de los territorios al norte de la torre que en esos momentos habían invadido.
Buscó la atención del resto de su extraño grupo, y fue señalando diversos puntos, hablando con una seguridad fruto de la investigación. Sólo deseaba, pese a ello, colocarles sobre aviso. No era su guerra. Su destino eran Hjalldorn, y Neralia.
-Ilvor y sus trasgos y mercenarios parecen encontrarse por alguna zona cercana a las montañas- apuntó con el índice de la mano diestra- Es fácil imaginar que su primer objetivo será Prioan, antes de dirigirse a Angbaros o Esteria. Yo no puedo avisarlos- explicó- Debo dirigirme a Hjalldorn cuanto antes. Desconozco qué camino deseáis tomar, pero si vuestros pasos no os llevan al oeste, os agradezco vuestra ayuda- terminó sin que un punto de altivez no evitase colarse entre sus palabras.
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Dejó el mapa desplegado, a fin de que lo ojeasen cuanto deseasen, y con un rápido y sutil gesto, tocó con suavidad a Iori en el brazo, indicándole con un movimiento de la cabeza que deseaba hablar con ella lejos de los demás.
-Señor del mundo? -preguntó con un atisbo de sorna. La reacción de la fémina, con en las veces anteriores, le había tomado por sorpresa, y decidió camuflarlo con el sarcasmo- ¿Qué hacéis aquí? Todo está siendo demasiado peligroso. Una torre, un refugio en la tormenta- explicó él torciendo el gesto- No alcanzó a imaginar que t... que os hayáis metido otra vez en algo así- adujo, dirigiendo la vista primero al techo y luego a ella nuevamente.
- Evidentemente no entramos a sabiendas del lío que había dentro. Y menos sabiendo que tú estabas aquí. Lo supimos al coger la primera de esas esferas... – Y se colocó en la misma posición que él, cruzando los brazos y, por precaución, situándose medio de lado delante de él. -Intenté decírtelo antes, tanto a Ayl como a mí, al tomarlas en la mano, una sensación extraña tomó el control. Solamente una orden en la cabeza. Un deseo. Una voz que nos decía que te matáramos[/color]- El Elfo notó el paso del tono de la humana de la confrontación a cierta preocupación- Yo arrastré a Ayl hasta aquí. Ella se ofrece en ayudarme... desde el Lago de la Luna nuestros caminos se tendrían que haber separado, pero... decidió continuar acompañándome en el camino. - Resopló y se llevó la mano a la cara acariciando la frente.
-¿Matarme? - inquirió estupefacto el espadachín. Y entonces recordó el inexplicable ataque de Christelle. ¿Todo esto era por él? ¿Porque alguien quería eliminarlo? Descruzó los brazos, pasando una mano por el pelo y la mirada perdida momentáneamente. Aquel grupo había sufrido por culpa suya. Otra vez. Y otra vez ELLA estaba envuelta en ello. -Te he vuelto a traer problemas- mencionó con una inflexión que denotaba cierto enfado, cierto hastío- no solo estáis en peligro, sino que...- volvió a pasarse la mano por el pelo antes de fijarse en la mejilla. Alargó la mano antes de dudar, y retirarla lentamente. No así sus ojos grises- ¿Que te ha ocurrido?
- No te confundas... entramos aquí por nuestro propio pie. - Aclaró ante las palabras del otro. Bajó el rostro y acarició la mejilla, allí donde la sangre del corte se había pegado a su piel. -Cuando Ayl cogió una de las esferas... me puse en medio - indicó por toda respuesta encogiéndose de hombros. - ¿Sabes quién está detrás de todo esto? Tiene que ser alguien con alguna causa en tu contra seguro... demasiadas molestias se está tomando...
-Ilvor... - sus ojos grises exhibieron cierta ira, controlada- un joven brujo que quiso hacerse con una comarca cerca de los Baldíos. Trolls, magia, subterráneos... Sigue sus pautas. Todo encaja. Conseguí acabar con su maestro, con ayuda. Ahora se ha debido trasladar al norte para volver a intentarlo- suspiró- entiendo que quería matarme. Yo lo haré si consigo encontrarle. Pero no es mi prioridad. Debo llegar hasta una aldea al lado del mar- volvió entonces a observarla- Siento que te hayan herido.
- ¿Un brujo...? - Iori bajó la vista y apoyó el mentón en la mano. - No imagino lo complicado que ha debido de resultar eso... pero, ahora no estás solo. - Alzó el rostro y le dirigió una sonrisa que solamente alguien con su falta de experiencia podía esbozar en una ocasión como aquella. - Si antes tuviste ayuda, ahora también la tendrás. Aunque si te digo la verdad creo que solamente con Sashenka podrías llegar hasta el fin del mundo. - Dio un leve paso, volviendo a situarse cara a cara con él. - ¿Lo sientes? No ha sido culpa tuya te lo vuelvo a decir. Fue esa esfera... y fue mi decisión ponerme en medio. Igual que todas las demás... desde la primera de ellas. No puedes sentirte responsable por lo que otras personas hacen... - Dio un nuevo paso hacia él, acortando ahora la distancia. - Pero si de verdad te sientes mal por ello, seguro que puedes hacer algo para ayudarme - Lo pronunció con voz maliciosa, casi como un reto.
Pero en la mirada azul de la humana brillaba la expectación. Ladeó el rostro y cerró los ojos, ofreciéndole la mejilla con el corte.
Los ojos del Elfo casi llegaron a sonreír. Y alargó la mano hacia la herida de la humana, invocando interiormente a los dioses verdaderos. Inconscientemente, su mente voló a la última vez que había hecho exactamente eso. Sus labios cambiaron de una sonrisa a otro gesto un poco más serio. Era hermosa. Era humana. Era un problema. Y era ahora otra vez parte de su camino.
- Espero que esté ahora mejor- aventuró, alejando la mano una vez más.
La humana se apartó de nuevo y acarició con los dedos la carne cortada, percibiendo apenas un leve relieve. - Es increíble... - musitó alzando los ojos y mirándolo de nuevo con una sonrisa.
-Deberíamos volver a entrar- dijo Nousis. Precisaba despejarse.
Nousis Indirel
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Demasiadas cosas pasaron una atrás de otra, a una velocidad que no le permitía recuperarse de una cuando la siguiente lo sorprendía nuevamente. La mujer de la lanza afirmó ser una dragona, y acto seguido el ave retrasó un poco su marcha para mantener la distancia. Avanzaron hasta encontrar dos puertas, de las cuales Ryuu tuvo la mala fortuna de abrir una de la que salían montones de trasgos. Tanto él como Nousis sostuvieron la puerta para evitar que las criaturas avanzaran tanto como les fue posible,mientras el resto del grupo abría el otro portal con la esfera. Al pasar todos al otro lado, fueron atacados por unos guardias.
Debido a la insistencia de los trasgos, el elfo y el pájaro tuvieron que ocuparse de ellos, imposibilitados de ayudar a sus compañeras. Una vez pasado el peligro, pudieron finalmente tomarse un respiro, el tiempo suficiente como para corroborar que la nueva zona era diferente a las anteriores: parecía estar en mejores condiciones, más cuidado y entero, como si estuviera habitado aún.
Al encontrarse en una nueva bifurcación, Ryuu decidió tomar el camino del sur, en parte para mantenerse lo más lejos posible de la dragona y en parte para cubrir más terreno y ganar tiempo. Luego de recorrer un pasillo bastante largo, llega por fin a una puerta cerrada. Al parecer, era una puerta común y corriente, de las que se abren con llaves normales y no con una tenebrosa esfera que puede meterse en tu cabeza. Viendo que no podría abrirla sin la llave o sin tirarla abajo, el arquero optó por regresar con el resto del grupo. No quiso derribarla por un simple motivo: si algún enemigo se encontraba cerca, seguramente escucharía el ruido de la puerta destrozada. Pero si llegara a encontrar la llave, podría entrar (o mejor aún, salir) sin levantar sospechas. Regresando a la bifurcación, comprobó que todos habían ido al pasillo norte. Inspeccionó brevemente la zona, buscando la dichosa llave (y retrasando el acercarse a la dragona). Al no tener suerte, se dirigió hacia donde se encontraba el resto.
Al llegar al cuarto, fue recibido por una cantidad de lujo que sólo era equiparable al tesoro que encontró con Zelas en aquél trabajo. Su sorpresa pronto fue reemplazada por la urgencia de la situación, por lo que rápidamente se dispuso a buscar la llave de la puerta sur. Por simple proceso de descarte, esa habitación era el único lugar donde podía estar oculta. Revolviendo todo lo que se encontraba a su paso, pero con el cuidado de no acercarse demasiado a Sashenka, por fin encontró lo que buscaba. Mientras Ryuu se ocupaba de la llave, el resto del grupo había inspeccionado otras cosas también. Cuando el arquero se dirigió hacia el mapa, se sorprendió al ver a la humana de blancos cabellos cambiando sus ropas sin ningún pudor a la vista de todos. Semejante sorpresa lo dejó unos segundos con el pico abierto, antes de darse cuenta de que su reacción podría malinterpretarse. Desviando la mirada, fijó su atención en el mapa y en las palabras del elfo.
Es cierto que el norte era símbolo de peligro para el hombre bestia, pero no podía simplemente irse, dejando a su suerte a quién sabe cuántas personas que no eran conscientes del peligro que corrían.
-Yo iré a Angbaros. Es la más cercana, y si avisamos a la gente de allí, tal vez puedan enviar mensajeros a las demás ciudades y ahorrar tiempo. Me encantaría ir a zonas más lejanas volando, pero con este clima me sería imposible hacerlo a tiempo. Aunque no estoy muy seguro de si nos harán caso sin tener algo que pruebe nuestras palabras. He encontrado esta llave, y en el pasillo sur hay una puerta cerrada... Con algo de suerte, tal vez se trate de la salida.- Ryuu, muy a su pesar, dejó que su compasión triunfara sobre su miedo y se preparó para quedarse en esta zona tan peligrosa para él un tiempo más. Su rostro demostraba una extraña mezcla de emociones: sus gestos parecían los de alguien decidido, pero sus ojos no lograban ocultar su nerviosismo mientras observaba a sus compañeros. Su mirada se detuvo en Iori y Aylizz unos pocos segundos más que en el resto del grupo, aunque no supo decir a qué se debía esto. ¿Acaso era porque ya las conocía desde antes? Tal vez, inconscientemente, ¿estaba pidiendo ayuda?
Debido a la insistencia de los trasgos, el elfo y el pájaro tuvieron que ocuparse de ellos, imposibilitados de ayudar a sus compañeras. Una vez pasado el peligro, pudieron finalmente tomarse un respiro, el tiempo suficiente como para corroborar que la nueva zona era diferente a las anteriores: parecía estar en mejores condiciones, más cuidado y entero, como si estuviera habitado aún.
Al encontrarse en una nueva bifurcación, Ryuu decidió tomar el camino del sur, en parte para mantenerse lo más lejos posible de la dragona y en parte para cubrir más terreno y ganar tiempo. Luego de recorrer un pasillo bastante largo, llega por fin a una puerta cerrada. Al parecer, era una puerta común y corriente, de las que se abren con llaves normales y no con una tenebrosa esfera que puede meterse en tu cabeza. Viendo que no podría abrirla sin la llave o sin tirarla abajo, el arquero optó por regresar con el resto del grupo. No quiso derribarla por un simple motivo: si algún enemigo se encontraba cerca, seguramente escucharía el ruido de la puerta destrozada. Pero si llegara a encontrar la llave, podría entrar (o mejor aún, salir) sin levantar sospechas. Regresando a la bifurcación, comprobó que todos habían ido al pasillo norte. Inspeccionó brevemente la zona, buscando la dichosa llave (y retrasando el acercarse a la dragona). Al no tener suerte, se dirigió hacia donde se encontraba el resto.
Al llegar al cuarto, fue recibido por una cantidad de lujo que sólo era equiparable al tesoro que encontró con Zelas en aquél trabajo. Su sorpresa pronto fue reemplazada por la urgencia de la situación, por lo que rápidamente se dispuso a buscar la llave de la puerta sur. Por simple proceso de descarte, esa habitación era el único lugar donde podía estar oculta. Revolviendo todo lo que se encontraba a su paso, pero con el cuidado de no acercarse demasiado a Sashenka, por fin encontró lo que buscaba. Mientras Ryuu se ocupaba de la llave, el resto del grupo había inspeccionado otras cosas también. Cuando el arquero se dirigió hacia el mapa, se sorprendió al ver a la humana de blancos cabellos cambiando sus ropas sin ningún pudor a la vista de todos. Semejante sorpresa lo dejó unos segundos con el pico abierto, antes de darse cuenta de que su reacción podría malinterpretarse. Desviando la mirada, fijó su atención en el mapa y en las palabras del elfo.
Es cierto que el norte era símbolo de peligro para el hombre bestia, pero no podía simplemente irse, dejando a su suerte a quién sabe cuántas personas que no eran conscientes del peligro que corrían.
-Yo iré a Angbaros. Es la más cercana, y si avisamos a la gente de allí, tal vez puedan enviar mensajeros a las demás ciudades y ahorrar tiempo. Me encantaría ir a zonas más lejanas volando, pero con este clima me sería imposible hacerlo a tiempo. Aunque no estoy muy seguro de si nos harán caso sin tener algo que pruebe nuestras palabras. He encontrado esta llave, y en el pasillo sur hay una puerta cerrada... Con algo de suerte, tal vez se trate de la salida.- Ryuu, muy a su pesar, dejó que su compasión triunfara sobre su miedo y se preparó para quedarse en esta zona tan peligrosa para él un tiempo más. Su rostro demostraba una extraña mezcla de emociones: sus gestos parecían los de alguien decidido, pero sus ojos no lograban ocultar su nerviosismo mientras observaba a sus compañeros. Su mirada se detuvo en Iori y Aylizz unos pocos segundos más que en el resto del grupo, aunque no supo decir a qué se debía esto. ¿Acaso era porque ya las conocía desde antes? Tal vez, inconscientemente, ¿estaba pidiendo ayuda?
Shinoroa Ryuu
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
La dragona hirió a varios trasgos y mató a algunos pocos con la lanza mientras impedía que continuaran pasando por debajo de la puerta. La asquerosa sangre de esos seres inundó el piso alrededor de la entrada, haciéndolo resbaloso y desagradable. Sashenka miró durante algunos segundos y luego agitó la lanza con velocidad para sacarle los restos de sangre y finalmente guardarla.
La habitación en la que estaban ya no tenía el aspecto de torre abandonada que habían visto en el resto de los sitios, aparentemente habían entrado a la parte “habitable” del edificio. Aún así, Sasha no bajó la guardia, aunque no se encontraran con más monstruos, los soldados que acababan de atacarlos habían salido de allí.
-Sí hay que elegir entre el Norte y el Sur, la respuesta es el Norte, claramente - Dijo Sashenka cuando notaron que la sala se bifurcaba en dos posibles opciones de salida, la mayoría la siguió, el hombre-pájaro prefirió ir hacía el sur. Habían más cosas en esa habitación, pero a la dragona no le interesaban, simplemente quería salir de allí, aunque fuera en medio de una tormenta, para poder irse a su hogar.
Se acercó a la puerta e intentó abrirla, pero estaba cerrada. Sasha frunció el ceño, molesta por la cantidad de interrupciones que tenía en su camino.
-Alejense un poco - Les dijo a quienes la siguieron para que dieran unos pasos hacía atrás, cuando tuvo espacio, levantó la pierna y a patadas limpias aflojó la cerradura hasta que la puerta finalmente cedió - Mejor... - Su gesto seguía duro, indiferente a la evidente destrucción de la propiedad privada.
Nuevamente habían dos pasillos, Sashenka eligió uno al azar y caminó lentamente, con Iori y Aylizz siguiéndola de cerca. Pero cuando estaban por llegar a otra sala, escucharon un ruido que ya conocían, la dragona les hizo un gesto para que no hagan ruido “Trasgos otra vez” sería mejor que no abriran esa puerta. Les hizo una señal para que retrocedieran y allí se reunieron con todo el grupo nuevamente.
Solo quedaba un camino, así que hasta allí fueron, y al final del mismo había otra puerta más que pudieron abrir gracias a la muchacha de cabello blanco. Detrás de ella había una habitación, pero a diferencia de las demás, era un cuarto normal, con muebles, cama, mesas, cajones, cofres, sillas, todo lo que uno esperaría que tuviera “Y sin trasgos” pensó con alivio Sashenka mientras entraba.
Había un mapa que el elfo señaló, explicando lo que creía que sería el plan de quienes habían orquestado todo ese asunto. Sasha conocía bien la zona, así que no le resultó difícil identificar todos los sitios.
-Sí, estoy de acuerdo, probablemente ese será el camino que seguirán - Le dio la razón al hombre. Se quedó mirando el mapa, pensando en qué sería más adecuado hacer, escuchó hacía donde iría cada uno y se decidió - Voy a ir a mi casa para poder enviarles refuerzos. Mi ayuda por sí sola no es comparable a la de un numeroso grupo de soldados entrenados, intenten ganar tiempo hasta que la ayuda llegue - En el escritorio habían muchas hojas, así que Sasha agarró un par y comenzó a escribir con caligrafía perfecta - Les daré una nota para que les muestren a los pobladores, tendrá el sello de la familia Dozorova, así que les van a creer en lo que les digan - No había creído que tuviera que utilizarlo, pero ningún miembro de la familia salía sin el anillo correspondiente que tenía además el sello.
Terminó de escribir tantas cartas como grupos se formaran, las selló y se las entregó.
La habitación en la que estaban ya no tenía el aspecto de torre abandonada que habían visto en el resto de los sitios, aparentemente habían entrado a la parte “habitable” del edificio. Aún así, Sasha no bajó la guardia, aunque no se encontraran con más monstruos, los soldados que acababan de atacarlos habían salido de allí.
-Sí hay que elegir entre el Norte y el Sur, la respuesta es el Norte, claramente - Dijo Sashenka cuando notaron que la sala se bifurcaba en dos posibles opciones de salida, la mayoría la siguió, el hombre-pájaro prefirió ir hacía el sur. Habían más cosas en esa habitación, pero a la dragona no le interesaban, simplemente quería salir de allí, aunque fuera en medio de una tormenta, para poder irse a su hogar.
Se acercó a la puerta e intentó abrirla, pero estaba cerrada. Sasha frunció el ceño, molesta por la cantidad de interrupciones que tenía en su camino.
-Alejense un poco - Les dijo a quienes la siguieron para que dieran unos pasos hacía atrás, cuando tuvo espacio, levantó la pierna y a patadas limpias aflojó la cerradura hasta que la puerta finalmente cedió - Mejor... - Su gesto seguía duro, indiferente a la evidente destrucción de la propiedad privada.
Nuevamente habían dos pasillos, Sashenka eligió uno al azar y caminó lentamente, con Iori y Aylizz siguiéndola de cerca. Pero cuando estaban por llegar a otra sala, escucharon un ruido que ya conocían, la dragona les hizo un gesto para que no hagan ruido “Trasgos otra vez” sería mejor que no abriran esa puerta. Les hizo una señal para que retrocedieran y allí se reunieron con todo el grupo nuevamente.
Solo quedaba un camino, así que hasta allí fueron, y al final del mismo había otra puerta más que pudieron abrir gracias a la muchacha de cabello blanco. Detrás de ella había una habitación, pero a diferencia de las demás, era un cuarto normal, con muebles, cama, mesas, cajones, cofres, sillas, todo lo que uno esperaría que tuviera “Y sin trasgos” pensó con alivio Sashenka mientras entraba.
Había un mapa que el elfo señaló, explicando lo que creía que sería el plan de quienes habían orquestado todo ese asunto. Sasha conocía bien la zona, así que no le resultó difícil identificar todos los sitios.
-Sí, estoy de acuerdo, probablemente ese será el camino que seguirán - Le dio la razón al hombre. Se quedó mirando el mapa, pensando en qué sería más adecuado hacer, escuchó hacía donde iría cada uno y se decidió - Voy a ir a mi casa para poder enviarles refuerzos. Mi ayuda por sí sola no es comparable a la de un numeroso grupo de soldados entrenados, intenten ganar tiempo hasta que la ayuda llegue - En el escritorio habían muchas hojas, así que Sasha agarró un par y comenzó a escribir con caligrafía perfecta - Les daré una nota para que les muestren a los pobladores, tendrá el sello de la familia Dozorova, así que les van a creer en lo que les digan - No había creído que tuviera que utilizarlo, pero ningún miembro de la familia salía sin el anillo correspondiente que tenía además el sello.
Terminó de escribir tantas cartas como grupos se formaran, las selló y se las entregó.
Sashenka Dozorova
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Las decisiones siempre son algo de cuidado. Al menos para la mayoría de las personas. Algunas se toman como las bocanadas de aire, sin pensar y como van. Sus consecuencias tienden a ser efímeras por la rutina de tomarlas. Otras en cambo definían como sería la vida tras ellas. Sus consecuencias eran palpables como la superficie del agua. Se guían por el sentido común y el carácter. Y tras quitarse el olor nauseabundo de los trasgos de encima, la albina ya podía centrarse en una decisión. Aunque quisiera, la idea de acompañar a Sachenka quedo descartada, Ryuu el hombre ave, iría a avisar a un pueblo… Siendo realista si era ágil, pero ciertamente o atrasaba al hombre bestia o el la atrasaba a ella, la plática sería interesante, y seguramente sería un camino pacifico, y solo por eso NO GRACIAS, ¡siguiente!
La curiosidad de la peliblanca ya tenía una dirección y aunque el grupo parecía que sería nutrido pero que la partiera un rayo cuando algo la desviaba de su objetivo. Lo único que odiaba en ese momento era no ser bruja, reproducir el embrujo de control de esas esferas seguro le daría un lugar muy prestigioso. Pero debía conformarse con encontrar el hechizo, aunque por deducción mucho de la masacre tendría que ver en ello y eso las hacía ligeramente inviables.
Se acercó a donde los elfos, tras tomar una mochila de viaje entre los objetos, veían mapas y notas que quiso suponer eran cartas. Algunas identifico listas de, de que quien sabía, pero eran cantidades interesantes. Esa situación le hacía recordar a Alex y el por qué él siempre iba con ella, el leía, le pasaba lo que requería memorizar y ella podía reproducirlo innumerables veces, muchas veces intentó convencerla de aprender a leer, que le sería útil, y seguro en ese momento se lo diría de nuevo cuando se vieran y le contara todo lo que no había podido memorizar. Para su reticencia había dos causas. La primera, cuando había intentado aprender entre más se esforzaba un sudor frio le recorría la espalda le hacía ver hacia su espalda y cerrar los ojos con un nudo en la garganta, todo su cuerpo se ponía en alerta y los segundos se volvían una angustia. El episodio pasaba y las letras parecían bailar frente a sus ojos y le daban nauseas. La segunda era que leer seguramente le distraería de su gusto por la reproducción y tener que comprender todo lo que escribía seguro la distraería. Y la segunda era la que siempre decía con suficiencia. Y en eso divagaba mientras su memoria se ponía a trabajar sin que ella lo quisiera, ya había hojeado la mitad de lo que había en el escritorio y era más que seguro que podría llevar a papel todo lo que había visto mientras estaba distraída.
-¿Qué tan lejos está tú destino?- Dijo al elfo, y con esa mirada de querer mandarla al cuerno, me respondió que una semana.-Muy bien iré contigo.- No le importaba si al elfo le gustaba o no la idea, la curiosidad de saber por qué alguien querría la cabeza de un elfo serio y al parecer estirado era una empresa que valía la pena. Y tocaba ver qué clase de decisión había tomado.
La curiosidad de la peliblanca ya tenía una dirección y aunque el grupo parecía que sería nutrido pero que la partiera un rayo cuando algo la desviaba de su objetivo. Lo único que odiaba en ese momento era no ser bruja, reproducir el embrujo de control de esas esferas seguro le daría un lugar muy prestigioso. Pero debía conformarse con encontrar el hechizo, aunque por deducción mucho de la masacre tendría que ver en ello y eso las hacía ligeramente inviables.
Se acercó a donde los elfos, tras tomar una mochila de viaje entre los objetos, veían mapas y notas que quiso suponer eran cartas. Algunas identifico listas de, de que quien sabía, pero eran cantidades interesantes. Esa situación le hacía recordar a Alex y el por qué él siempre iba con ella, el leía, le pasaba lo que requería memorizar y ella podía reproducirlo innumerables veces, muchas veces intentó convencerla de aprender a leer, que le sería útil, y seguro en ese momento se lo diría de nuevo cuando se vieran y le contara todo lo que no había podido memorizar. Para su reticencia había dos causas. La primera, cuando había intentado aprender entre más se esforzaba un sudor frio le recorría la espalda le hacía ver hacia su espalda y cerrar los ojos con un nudo en la garganta, todo su cuerpo se ponía en alerta y los segundos se volvían una angustia. El episodio pasaba y las letras parecían bailar frente a sus ojos y le daban nauseas. La segunda era que leer seguramente le distraería de su gusto por la reproducción y tener que comprender todo lo que escribía seguro la distraería. Y la segunda era la que siempre decía con suficiencia. Y en eso divagaba mientras su memoria se ponía a trabajar sin que ella lo quisiera, ya había hojeado la mitad de lo que había en el escritorio y era más que seguro que podría llevar a papel todo lo que había visto mientras estaba distraída.
-¿Qué tan lejos está tú destino?- Dijo al elfo, y con esa mirada de querer mandarla al cuerno, me respondió que una semana.-Muy bien iré contigo.- No le importaba si al elfo le gustaba o no la idea, la curiosidad de saber por qué alguien querría la cabeza de un elfo serio y al parecer estirado era una empresa que valía la pena. Y tocaba ver qué clase de decisión había tomado.
Christelle Glassneth
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
Excepto ella, parecía que los demás compañeros eran capaces de encontrar interés en los documentos que había en la habitación. Siendo consciente de que las únicas letras con las que estaba familiarizada eran las del interior de su anillo (y aun así no era capaz de leerlas) decidió esperar a que los eruditos se pusieran de acuerdo en lo que allí había para marcar el siguiente paso a seguir para salir. Era inculta y completamente analfabeta, pero ser consciente de las propias carencias eran la forma de continuar adelante.
Tras observar desde la distancia el mapa, se sorprendió ante el gesto de Nou en su brazo. Abrió los ojos sorprendida, pero lo siguió sin dudar. No tenía nada que perder. La conversación fue igual de fría que el pasillo, igual de escura que las medio verdades que ella le estaba diciendo. Ser curada por sus manos una segunda vez era una especie de trampa. La sensación de placidez que la invadía cuando le dijo de volver junto a los demás, casi la hizo seguirlo con docilidad. Iba un paso por delante de él, cuando se detuvo de golpe, sin preocuparse si de esa manera lo hacía chocar contra ella. Se giró con evidente enfado en la cara y alzó un dedo con el que golpeó en su pecho. - No tan rápido... ¿Me quieres explicar ahora a que vino lo de antes? - Dio un paso hacia él buscando intimidarlo.
Ante su respuesta de no comprender a lo que ella se refería su cabreo creció más. Alzó los ojos hacia el aire y los clavó en él dando otro paso. Sus cuerpos casi se tocaban mientras su miraba lo escudriñaba con evidente molestia. - Me entiendes perfectamente, señor elfo de 89 años. ¿Por qué me tratas así? - Lo vio fruncir los labios y sus ojos pasaron a mostrar bastante seriedad - Solo busco protegerte- y se apresuró a añadir otras cosas - Eres distinta a la mayor parte de los humanos. Me quieren matar a mí, según parece. Tu deberías vivir tranquila, no volver a envolverte en mis problemas -
Los ojos de la humana brillaron con inconformidad según escuchó sus palabras, pasando incluso por alto lo más bonito que él le había dicho hasta entonces. "Eres distinta a la mayor parte de los humanos". - No te creas tan importante. Tengo mis propios problemas Nousis - intentó ser dura ahora, ya que decirle que aquello no era su responsabilidad no lo terminaba de entender. Apretó la mandíbula con rabia, notando que de nuevo la conversación los estaba llevando a un camino sin salida. A un terreno empantanado. Era lo normal en ellos. Parecía que cada vez que se veían estaban destinados a chocar. O con palabras o con besos.
Alzó la mano con furia, lo aferró del cuello y tiró de él pegando de nuevo sus cuerpos como en el bosque de Baslodia. Iori abrió los labios y respiró con fuerza, manteniendo la boca del elfo a centímetros de ella. Había sido un acto irreflexivo. No le había dedicado ni un solo pensamiento, dejándose llevar por inercia. Tomó aire de manera profunda y apartó la mirada de los labios del elfo buscando ahora sus ojos. - No tienes que protegerme. Ni tú ni nadie...- dejó caer los dedos por su nuca, y antes de decir nada más se apartó con enfado de él. Era la primera vez que limitaba una apetencia física con alguien. En aquella ocasión, una parte de ella se había revuelto ante la duda que sentía por el deseo de besarlo. Desde luego el elfo solía ser más interesante callado que hablando. Y sin embargo en esa ocasión, Iori no sintió que tuviese el valor de terminar lo que había comenzado tirando de él.
Entró como un viento en la sala, buscando la esquina más alejada de cualquiera de sus compañeros, y por supuesto de él. Se cruzó de brazos, conteniendo el enfado que sentía, y que en esta ocasión la implicaba a ella directamente. Estaba molesta por la confusión que sentía por dentro. Y todo por culpa de aquellos ojos grises. Ryuu tenía la llave. Parecía por lo que estaba entendiendo que Sashenka y él saldrían en direcciones distintas. Ayl, Christelle, Nousis y ella eran los que restaban para determinar el camino a tomar. Lo cierto es que, si se dejaba llevar por la pasión del momento sus pasos irían en la dirección opuesta a la que tomase Nousis. Pero su lealtad en aquel instante estaba por completo con Aylizz. - Yo iré a donde vaya ella - musitó con voz tensa desde su posición alejada, señalando con un movimiento de barbilla a la elfa.
Tras observar desde la distancia el mapa, se sorprendió ante el gesto de Nou en su brazo. Abrió los ojos sorprendida, pero lo siguió sin dudar. No tenía nada que perder. La conversación fue igual de fría que el pasillo, igual de escura que las medio verdades que ella le estaba diciendo. Ser curada por sus manos una segunda vez era una especie de trampa. La sensación de placidez que la invadía cuando le dijo de volver junto a los demás, casi la hizo seguirlo con docilidad. Iba un paso por delante de él, cuando se detuvo de golpe, sin preocuparse si de esa manera lo hacía chocar contra ella. Se giró con evidente enfado en la cara y alzó un dedo con el que golpeó en su pecho. - No tan rápido... ¿Me quieres explicar ahora a que vino lo de antes? - Dio un paso hacia él buscando intimidarlo.
Ante su respuesta de no comprender a lo que ella se refería su cabreo creció más. Alzó los ojos hacia el aire y los clavó en él dando otro paso. Sus cuerpos casi se tocaban mientras su miraba lo escudriñaba con evidente molestia. - Me entiendes perfectamente, señor elfo de 89 años. ¿Por qué me tratas así? - Lo vio fruncir los labios y sus ojos pasaron a mostrar bastante seriedad - Solo busco protegerte- y se apresuró a añadir otras cosas - Eres distinta a la mayor parte de los humanos. Me quieren matar a mí, según parece. Tu deberías vivir tranquila, no volver a envolverte en mis problemas -
Los ojos de la humana brillaron con inconformidad según escuchó sus palabras, pasando incluso por alto lo más bonito que él le había dicho hasta entonces. "Eres distinta a la mayor parte de los humanos". - No te creas tan importante. Tengo mis propios problemas Nousis - intentó ser dura ahora, ya que decirle que aquello no era su responsabilidad no lo terminaba de entender. Apretó la mandíbula con rabia, notando que de nuevo la conversación los estaba llevando a un camino sin salida. A un terreno empantanado. Era lo normal en ellos. Parecía que cada vez que se veían estaban destinados a chocar. O con palabras o con besos.
Alzó la mano con furia, lo aferró del cuello y tiró de él pegando de nuevo sus cuerpos como en el bosque de Baslodia. Iori abrió los labios y respiró con fuerza, manteniendo la boca del elfo a centímetros de ella. Había sido un acto irreflexivo. No le había dedicado ni un solo pensamiento, dejándose llevar por inercia. Tomó aire de manera profunda y apartó la mirada de los labios del elfo buscando ahora sus ojos. - No tienes que protegerme. Ni tú ni nadie...- dejó caer los dedos por su nuca, y antes de decir nada más se apartó con enfado de él. Era la primera vez que limitaba una apetencia física con alguien. En aquella ocasión, una parte de ella se había revuelto ante la duda que sentía por el deseo de besarlo. Desde luego el elfo solía ser más interesante callado que hablando. Y sin embargo en esa ocasión, Iori no sintió que tuviese el valor de terminar lo que había comenzado tirando de él.
Entró como un viento en la sala, buscando la esquina más alejada de cualquiera de sus compañeros, y por supuesto de él. Se cruzó de brazos, conteniendo el enfado que sentía, y que en esta ocasión la implicaba a ella directamente. Estaba molesta por la confusión que sentía por dentro. Y todo por culpa de aquellos ojos grises. Ryuu tenía la llave. Parecía por lo que estaba entendiendo que Sashenka y él saldrían en direcciones distintas. Ayl, Christelle, Nousis y ella eran los que restaban para determinar el camino a tomar. Lo cierto es que, si se dejaba llevar por la pasión del momento sus pasos irían en la dirección opuesta a la que tomase Nousis. Pero su lealtad en aquel instante estaba por completo con Aylizz. - Yo iré a donde vaya ella - musitó con voz tensa desde su posición alejada, señalando con un movimiento de barbilla a la elfa.
Iori Li
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
La seguridad que transmitía el elfo al hablar, después de haber examinado hasta la última letra de aquellos documentos, dejaba claro que sabía de qué se trataba todo aquello. Sus explicaciones hacían ver que no era la primera vez que escuchaba aquel nombre y por los planes que él suponía que tenía el enemigo, no parecía conocerlo de algo bueno. Eso explicaría por qué intentaban darle muerte, sin embargo esa situación no era nueva para Aylizz. Cuando lo conoció, también estaba siendo perseguido, también investigaba algo y por ello también querían matarlo. Interesante patrón el de su congénere... Y de nuevo se había visto envuelta en aquella espiral.
Ante el despliegue del mapa, el improvisado grupo se acercó al pergamino para examinarlo y decidir sus próximos pasos. Nada en aquel territorio le era conocido, aunque sus ahora compañeros no parecían estar en una situación más aventajada, únicamente Sashenka podía planificar sus pasos con conocimiento de causa y por ello no perdió tiempo en tomar una decisión. Ryuu tampoco tardó en aventurarse y elegir dirigirse a la población más cercana para movilizar a los aldeanos ante la inminente amenaza, pero ¿qué amenaza? No entendía qué estaba pasando, ni lo que estaba por ocurrir. Trasgos, mercenarios, brujería, control mental... Era demasiado que asimilar, información dispersa e inconexa para ella, desconocía las razones del resto para haber acabado en aquella torre y sus planes fuera de ella, y tampoco sabía la motivación de cada cual para elegir qué dirección tomarían. La humana de pelo blanco fue la siguiente en hablar, sin dar explicación alguna decidió seguir a Nousis, dejando entrever que poco o nada le importaba lo que ocurriese en las poblaciones cercanas, pero ¿a caso debería? Podía comprender que una dragona norteña y bien posicionada tomase partido en aquello, al fin y al cabo se trataba de su territorio y con sus huestes desplegadas tendría posibilidades, pero ¿y los demás? ¿y ella? No se encontraba en condiciones de pelear y menos en un conflicto a gran escala, si ya en una situación normal sus dotes para la lucha eran casi nulas, en aquel momento su mente estaba colapsada y su cuerpo tampoco podía dar el cien por cien. Y ¡qué demonios! Ella ni si quiera debería estar allí. De no haber sido por su afán por ayudar a ciegas, cuántos problemas se habría ahorrado... No podía cometer el mismo error de nuevo, no podía hacerse responsable de algo que escapaba a su entendimiento, a su control y a su capacidad de reacción.
Examinó con detenimiento todos los caminos posibles, buscando una salida viable de aquel confín. No parecía tan sencillo como retroceder hacia el sur y caminar, sería un camino largo y peligroso para una sola. Y por otro lado... Estaba Iori. Si tenía un compromiso con alguien, era con ella. Después de todo no podía simplemente abandonarla allí a su suerte, al menos se merecía una explicación. No se había percatado de la ausencia de la chica y del elfo hasta que ambos entraron de nuevo en la sala. Los siguió con la mirada, él regresó junto al resto pero la humana se quedó apartada al otro lado de la sala. La elfa centró su atención directamente en ella por unos instantes y al verla torcer el gesto, no pudo evitar soltar un ligero suspiro de exasperación, acompañado de una caída de ojos. Sólo ellas dos quedaban por pronunciarse y aunque Ayl tenía claro que tomaría una dirección que la permitiese alejarse de allí, quiso escuchar a su compañera primero, al menos la debía eso antes de revelar que no continuaría en aquella empresa junto a ella. Pero de nuevo, la humana de pelo moreno le cedió todo el poder de decisión. Echó un último vistazo al mapa, como si en el último momento algo en su interior la fuese hacer cambiar de idea y se decidió a hablar. -Viajaré con vosotros hasta Hjalldorn, pero no me quedaré. Ayudaré en lo que me sea posible hasta que pueda coger el primer barco que me lleve de regreso al sur. Es todo cuanto puedo ofreceros...- y así quedó todo decidido.
Tal y como Nousis había indicado a la albina, su destino se encontraba a una semana escasa de aquel lugar. Su grupo sería el más numeroso, dejando al joven plumifero a su suerte y confiando en que los refuerzos enviados por los Dozorova no tardasen en llegar. Siete jornadas de viaje... Demasiado tiempo y demasiada "nada" entre ellos y el final del trayecto, y contando con que el objetivo del enemigo viajaría a su lado, podía tener por seguro que no sería una excursión tranquila. Siguieron al pájaro por los pasillos hasta que dieron con la puerta que abría la llave que éste portaba y al fin dieron con el exterior. Allí dentro, donde todo había sido oscuridad y vomitivo hedor, habían sido ajenos al tiempo que había pasado y para cuando respiraron el aire del norte pudieron comprobar que casi había acabado el día. El sol se encontraba ya bajo, sólo les quedaban unas horas de luz, por lo que irremediablemente pasarían la primera noche de viaje a la intemperie. Observó la panorámica, ante ellos se alzaban extensos campos, con zonas aisladas de bosque y apenas podían distinguirse poblaciones a tanta distancia. De reojo, miró a los dos que irían por separado. La imponente mujer-dragón se mostraba firme y distante, igual que había estado en las pasadas horas, y podía intuirse que el gesto de haber escrito aquellas cartas para ella era más que suficiente como despedida. Pero Ryuu...
Podía verse que se esforzaba por mantener la compostura, había tomado una decisión y hasta el momento no había rehusado de ella, aunque cualquiera estaría nervioso en su situación. Se situó a su lado. No lo conocía, tan sólo habían intercambiado palabras vacías una noche de taberna, pero le producía la simpatía justa para dirigirse a él una última vez antes de partir. -¿Estarás bien tú solo ahí fuera? Un hombre-pájaro sentenciado a muerte por una profecía, a manos de un dragón, enfrentándose al peligro en territorio enemigo sin más ayuda que su arco y unas flechas... Podrían escribir cantares sobre ti.- bromeó, al tiempo que apoyaba su mano en el hombro alado de su compañero con suavidad -Si tienes problemas, sabes hacia dónde buscarnos- Se apartó de él y se acomodó sus cosas a la espalda. Se cubrió con la capucha de su capa y se preparó para empezar a caminar. Cuando todos arrancaron la marcha, se dio la vuelta sin dejar de andar para dirigirse una última vez a la pareja que tomaría distintos caminos -Que los dioses os protejan- y levantando una mano, en señal de despedida, retomó la vista al frente.
Ante el despliegue del mapa, el improvisado grupo se acercó al pergamino para examinarlo y decidir sus próximos pasos. Nada en aquel territorio le era conocido, aunque sus ahora compañeros no parecían estar en una situación más aventajada, únicamente Sashenka podía planificar sus pasos con conocimiento de causa y por ello no perdió tiempo en tomar una decisión. Ryuu tampoco tardó en aventurarse y elegir dirigirse a la población más cercana para movilizar a los aldeanos ante la inminente amenaza, pero ¿qué amenaza? No entendía qué estaba pasando, ni lo que estaba por ocurrir. Trasgos, mercenarios, brujería, control mental... Era demasiado que asimilar, información dispersa e inconexa para ella, desconocía las razones del resto para haber acabado en aquella torre y sus planes fuera de ella, y tampoco sabía la motivación de cada cual para elegir qué dirección tomarían. La humana de pelo blanco fue la siguiente en hablar, sin dar explicación alguna decidió seguir a Nousis, dejando entrever que poco o nada le importaba lo que ocurriese en las poblaciones cercanas, pero ¿a caso debería? Podía comprender que una dragona norteña y bien posicionada tomase partido en aquello, al fin y al cabo se trataba de su territorio y con sus huestes desplegadas tendría posibilidades, pero ¿y los demás? ¿y ella? No se encontraba en condiciones de pelear y menos en un conflicto a gran escala, si ya en una situación normal sus dotes para la lucha eran casi nulas, en aquel momento su mente estaba colapsada y su cuerpo tampoco podía dar el cien por cien. Y ¡qué demonios! Ella ni si quiera debería estar allí. De no haber sido por su afán por ayudar a ciegas, cuántos problemas se habría ahorrado... No podía cometer el mismo error de nuevo, no podía hacerse responsable de algo que escapaba a su entendimiento, a su control y a su capacidad de reacción.
Examinó con detenimiento todos los caminos posibles, buscando una salida viable de aquel confín. No parecía tan sencillo como retroceder hacia el sur y caminar, sería un camino largo y peligroso para una sola. Y por otro lado... Estaba Iori. Si tenía un compromiso con alguien, era con ella. Después de todo no podía simplemente abandonarla allí a su suerte, al menos se merecía una explicación. No se había percatado de la ausencia de la chica y del elfo hasta que ambos entraron de nuevo en la sala. Los siguió con la mirada, él regresó junto al resto pero la humana se quedó apartada al otro lado de la sala. La elfa centró su atención directamente en ella por unos instantes y al verla torcer el gesto, no pudo evitar soltar un ligero suspiro de exasperación, acompañado de una caída de ojos. Sólo ellas dos quedaban por pronunciarse y aunque Ayl tenía claro que tomaría una dirección que la permitiese alejarse de allí, quiso escuchar a su compañera primero, al menos la debía eso antes de revelar que no continuaría en aquella empresa junto a ella. Pero de nuevo, la humana de pelo moreno le cedió todo el poder de decisión. Echó un último vistazo al mapa, como si en el último momento algo en su interior la fuese hacer cambiar de idea y se decidió a hablar. -Viajaré con vosotros hasta Hjalldorn, pero no me quedaré. Ayudaré en lo que me sea posible hasta que pueda coger el primer barco que me lleve de regreso al sur. Es todo cuanto puedo ofreceros...- y así quedó todo decidido.
Tal y como Nousis había indicado a la albina, su destino se encontraba a una semana escasa de aquel lugar. Su grupo sería el más numeroso, dejando al joven plumifero a su suerte y confiando en que los refuerzos enviados por los Dozorova no tardasen en llegar. Siete jornadas de viaje... Demasiado tiempo y demasiada "nada" entre ellos y el final del trayecto, y contando con que el objetivo del enemigo viajaría a su lado, podía tener por seguro que no sería una excursión tranquila. Siguieron al pájaro por los pasillos hasta que dieron con la puerta que abría la llave que éste portaba y al fin dieron con el exterior. Allí dentro, donde todo había sido oscuridad y vomitivo hedor, habían sido ajenos al tiempo que había pasado y para cuando respiraron el aire del norte pudieron comprobar que casi había acabado el día. El sol se encontraba ya bajo, sólo les quedaban unas horas de luz, por lo que irremediablemente pasarían la primera noche de viaje a la intemperie. Observó la panorámica, ante ellos se alzaban extensos campos, con zonas aisladas de bosque y apenas podían distinguirse poblaciones a tanta distancia. De reojo, miró a los dos que irían por separado. La imponente mujer-dragón se mostraba firme y distante, igual que había estado en las pasadas horas, y podía intuirse que el gesto de haber escrito aquellas cartas para ella era más que suficiente como despedida. Pero Ryuu...
Podía verse que se esforzaba por mantener la compostura, había tomado una decisión y hasta el momento no había rehusado de ella, aunque cualquiera estaría nervioso en su situación. Se situó a su lado. No lo conocía, tan sólo habían intercambiado palabras vacías una noche de taberna, pero le producía la simpatía justa para dirigirse a él una última vez antes de partir. -¿Estarás bien tú solo ahí fuera? Un hombre-pájaro sentenciado a muerte por una profecía, a manos de un dragón, enfrentándose al peligro en territorio enemigo sin más ayuda que su arco y unas flechas... Podrían escribir cantares sobre ti.- bromeó, al tiempo que apoyaba su mano en el hombro alado de su compañero con suavidad -Si tienes problemas, sabes hacia dónde buscarnos- Se apartó de él y se acomodó sus cosas a la espalda. Se cubrió con la capucha de su capa y se preparó para empezar a caminar. Cuando todos arrancaron la marcha, se dio la vuelta sin dejar de andar para dirigirse una última vez a la pareja que tomaría distintos caminos -Que los dioses os protejan- y levantando una mano, en señal de despedida, retomó la vista al frente.
Aylizz Wendell
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Re: Ella es el norte (Libre) [5/5]
El objetivo siempre había estado claro, tan sólo habían variado las pautas para su consecución. Como notas en una partitura, cada miembro del grupo había formado parte de la misma melodía y al mismo tiempo, diferenciado cada cual su propio sonido.
El Elfo no tenía tiempo ni ansia alguna por enfrentarse a las huestes de Ilvor. Habían sobrevivido a la torre que el joven brujo le había preparado y ahora todo parecía resumirse en una carrera contra el tiempo a fin de alcanzar Hjalldorn.
El intento de asesinarle con las esferas había resultado casi elegante. ¿Qué hubiera ocurrido de haber tomado él mismo alguna de ellas? ¿Habría muerto por su propia mano? Un escalofrío de odio recorrió su espina dorsal. Dioses… como odiaba la magia. El deseo de refugiarse en la tranquilidad de Sandorai y de su clan lo envolvió como un manto en una noche de invierno, debiendo desperezarse de él con una dificultad abrumadora. Tenían que seguir. Tenía que seguir. Los retazos de culpa que se enroscaban alrededor de su corazón lo habían llevado a tal extremo que en esos momentos se encontraba en uno de los rincones más alejados del norte. Todo por asegurarse. O tal vez por despedirse. Quizá, tan sólo, por la remota esperanza de una explicación. Neralia había conseguido grabar cada letra de su nombre en su pensamiento pese al escaso tiempo que habían pasado juntos. Pese a que nunca había sido suya.
“Eres verdaderamente estúpido” resolvió decir la voz que surgía de la más mínima aversión que contra sí tuviera, ocupada tan solo por cuestionar toda creencia o curso noble de acción, presa de instintos y locura. La misma que temía desencadenar salvo cuando la sed de sangre era demasiado extrema y el peligro lo atenazaba por doquier. La odiaba, por irreductible, por insumisa.
“Tal grado de control lleva al caos” explicó de forma casi melódica “Deberías probar a meter las manos en las entrañas de un brujo. Mutilar a algún asesino. Disfrutar… Eso me complacería. Y a ti, no en vano soy tú. Engáñate cuando desees. ¿Te importa algo alguno de éstos infelices? ¿Los pueblerinos que Ilvor se dispone a masacrar? Sólo quieres volverla a ver. Ya te desechó una vez como papel mojado. ¿O sólo quieres escupir sobre su tumba?
Basta, pensó. Logrando alcanzar las últimas palabras que Ryuu y Sashenka dirigían al grupo. Ambos habían decidido partir en direcciones diferentes, y el Elfo se cruzó de brazos. Se obligó no obstante a intercambiar unas palabras con ambos. Había sido de ayuda en el interior de la torre, y no les deseaba mal alguno.
-Te agradezco el gesto- respondió cortés, tomando el salvoconducto aristocrático que la mujer dragón había tenido a bien otorgarles- Espero que tus huestes logren salvar a tu gente-aseguró. Sus palabras resultaron más frías de lo que había pretendido, y sólo sus ojos mostraban esa chispa de preocupación que había deseado transmitir- Que los dioses sean contigo de vuelta a tu hogar- recitó, rememorando los árboles y el sosiego que esperaba encontrar cuando toda esa aventura terminase en el suyo propio. Había luchado con bravura, y no dudaba que se las arreglaría sin ellos para alcanzar las tierras de su familia. Una columna de mármol sosteniendo quien sabría decir qué edificio de emociones.
Volteó sus ojos grises hacia el ave humanoide, con una notoria menor seguridad en su tono con respecto a sus previas palabras- Cada criatura decide el rumbo de sus pasos- la voz del Elfo resultaba armoniosa, acostumbrada a recitar, a rebatir con sus maestros, a tratar de convencer en sus años de largos estudios. Su seguridad, sin embargo, no estaba teñida en esa ocasión de soberbia ni de orgullo- Si crees que debes tratar de ayudar a los aldeanos, es un gesto que te honra, y dice bien de ti- su decisión motivó a Nousis para añadir algo más- Si los problemas te sobrepasan, escapa al oeste. Hacia el mar.
Por desgracia, la aprendiz de bruja no había imitado la decisión de la dragona ni de Ryuu. No podía confiar en alguien así. Comprendía ahora que el ataque que había recibido por su parte había sido fruto del hechizo de las esferas, y aún así, comprobar como pretendía seguir a su lado le incomodaba como un zapato dos tallas menor. Con algo de fortuna, pensó, podrá ser el primer lastre que eliminar si los problemas llegaban a ellos en la semana que aún quedaba de camino hasta el pueblo.
Y luego estaba Iori. ¿¡Por qué esa humana era incapaz de comprender la generosidad con la que la estaba tratando!? ¿Es que preocuparse por su bienestar era algún tipo de sacrilegio para su raza? Bien. Había escapado con vida del subterráneo, una trampa diseñada para él. El hecho de seguir sus pasos hacia al oeste terminaba con el compromiso adquirido. En adelante, él se limitaría a ayudarla, siempre que no retrasase su camino.
“Y el sol saldrá por la noche” replicó con un enorme sarcasmo la parte oscura de sí mismo “Esa atracción no va a desaparecer” la risa fue tétrica “Recuerdas esos labios. Observa su figura. Dioses…”
El espadachín no se respondió. Conocía sobradamente cada pensamiento que tenía sobre la humana. Físico y no. Y por ello, prestó toda su atención a Aylizz, cuando corroboró sus propias dudas sobre el camino del hombre-ave.
Mientras terminaban de pertrecharse, una vez fuera de la torre, se acercó a la elfa, con una sincera sonrisa en el rostro. Los sucesos de Baslodia parecían haber ocurrido dos años atrás. Más que dos meses.
-Me ha alegrado veros- aseveró en su lengua materna, asegurándose de estar algo apartados de los demás- Ella- indicó refiriéndose a la humana- dijo que la habías acompañado hasta este lugar sin tú necesitarlo. Arrastrado, fue su palabra. Eres muy considerada- concluyó con calidez- Espero que tengamos pocos contratiempos eludiendo la ruta norte. Aún así… será mejor no bajar nunca la guardia hasta llegar al mar.
Claro que les agradecía la compañía. Toda ayuda era bienvenida. Pero recordaba las luchas en las calles de Baslodia. La forma tan ingenua de Iori de dejarse atrapar por ayudarlos a escapar. Pero decirlo en voz alta implicaba confirmar que eran de nuevo un grupo, que podrían surgir situaciones donde su viaje podría dejar de ser el objetivo prioritario.
Miró en lontananza. Siete días.
Nousis Indirel
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