La Primera Misión [Solitario][Cerrado]

Ronnie Miér Sep 02 2020, 18:48

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Por primera vez desde que se había convertido en un miembro oficial de la Hermandad de Tolsia, Ronnie había sido citado ante Kalimdum. Estaba nervioso y apenas había podido dormir: cuándo supo la noche anterior que debía de visitarle a primera hora de la mañana, sabía que su vida estaba a punto de cambiar.

Al alba, el joven caminó, directo hacia ese incierto encuentro, mientras aún sentía arder en su pecho la marca de la Hermandad: la mano de su líder, marcada a fuego sobre su piel. A pesar de los numerosos hechizos de sanación que había recibido, el poder de Kalimdum era demasiado fuerte y la quemazón aún permanecería algunos días más. La marca, en cambio, quedaría para siempre en su pecho.

Era la primera vez que entraba en aquel edificio: entre aquellas paredes, se guardaban los documentos más secretos y los objetos más sagrados que la congregación había mantenido durante siglos. Sólo los que tenían una marca cómo la suya podían acceder: si alguien entraba, sin ser miembro oficial de la hermandad, el castigo era la pena de muerte.

La puerta del despacho de Kalimdum era enorme: medía más de cinco metros, era de una madera rojiza brillante que jamás había visto y sus adornos, en relieve, eran de plata y oro. Al abrirse, chirrió ligeramente y en cuanto pudo, Ronnie se abrió paso al interior.

El líder se encontraba a solas, contemplando unos documentos. La edad no perdonaba y a pesar de ser la primera hora de la mañana, se le notaba cansado, al otro lado de su amplio escritorio. Su estado había empeorado mucho desde que Ronnie había llegado a Tolsia por primera vez, ocho años atrás.

Al sentir su presencia, el anciano levantó la vista y sonrió durante unos segundos.

- Bienvenido a mi Despacho, joven Ronnie- le dijo con voz solemne, antes de señalarle un asiento- Por favor, siéntese. Quiero hablar contigo.

Ronnie obedeció sin rechistar y tomó asiento ante su líder, que no paraba de contemplar los documentos que tenía ante sí.

- ¿Le sigue ardiendo el pecho?- preguntó interesado.
- Menos que ayer… más que mañana.
- Bien… tenía dudas sobre si debía proponerle esta misión, pero creo que está preparado. ¿Cierto?
- Por supuesto. Estoy deseando de colaborar, señor. Ansioso de visitar Aerandir y cumplir con la misión que me asigne.

Kalimdum mantuvo la mirada en el joven unos segundos y luego agachó la vista, después de mirar sus papeles de nuevo. Estuvieron en silencio un breve momento más, antes de reiniciar la conversación.

- ¿Recuerdas a Lex, verdad?
- Por supuesto. Era el amigo de mi padre que me trajo hasta aquí, hace 8 años. No lo veo desde hace mucho…
- No me extraña. Ha desaparecido. Lo último que sabemos de él es que llegó hasta Dundarak, dónde se reunió con una mujer dragón que le proporcionó información sobre el paradero de una importante reliquia. No hemos vuelto a saber de él en los últimos meses… La verdad… Tememos lo peor.

Sin atreverse a pronunciar palabra alguna por la tristeza demostrada por Kalimdum, se limitó a asentir, mientras apretaba sus labios.

- Había pensado en mandar a alguien más experimentado hasta Dundarak, pero prefiero mandar a alguien joven, dinámico… alguien que pase más desapercibido y había pensado en usted.
- Por supuesto, señor Kalimdum.
- Dada la especial amistad que unía a Lex con vuestro padre, me pareciste la persona más apropiada para esta tarea. Además, lleva 8 años sin salir de esta isla… creo que va siendo hora de que conozcas el mundo real, dónde están los verdaderos desafíos.

El anciano abrió uno de los cajones de su escritorio. Cogió su sello personal y lo golpeó firmemente contra uno de aquellos papeles.

- Vaya hasta secretaría- le dijo mientras le daba el documento- Le darán acceso a la documentación necesaria que disponemos sobre este asunto. Puede marcharse.

El joven se puso de pie y tras un educado gesto de respeto, se proponía a salir de la habitación.

- No deje que el mundo exterior le engulla, joven. Tengo grandes esperanzas en usted.
- Gracias, señor Kalimdum. Es un honor ayudar a la Hermandad.

Tras abandonar el despacho, puso rumbo hasta la secretaría. Esperó impaciente su turno, nervioso. El funcionario que le atendió parecía bastante contrariado con su trabajo. Al presentar el documento, miró atentamente a Ronnie, percatándose de que seguramente era su primer trabajo para la hermandad.

Volvió al cabo de unos minutos con un pequeño libro de piel en sus manos. Tras firmar dónde el hombre le indicó, como muestra de que había recibido ese objeto, salió al exterior tras guardarlo en la bolsa que siempre llevaba consigo. Deseoso de leerlo, sabía que tenía que hacer precavido y puso rumbo hacia los muelles a paso veloz.

El barco que cada día zarpaba hasta Beltrexus estaba allí. Los hombres y mujeres que pretendían montar en él debía mostrar su pecho antes de subirse. Nadie abandonaba la isla si no tenía aquella marca. Cuándo llegó su turno, Ronnie levantó la fina tela que cubría su torso, dejándole ver a aquel marinero la mano roja, quemada en su pecho.

- Está reciente. Eso aún debe de doler- le dijo, antes de cederle el paso.

Unos minutos más tarde, el navío se ponía en movimiento y Ronnie abandonaba la isla de Tolsia por primera vez en ocho años.