We all burn together|| Libre (4/4)

Sentada junto al fuego de la chimenea, Bryanna intentaba calentar sus manos para continuar con el tejido de un abrigo, o mejor dicho, con el intento de uno. No se le daba mal aquel labor, pero estaba helada hasta los huesos y los nervios por la recuperación de su hermano no ayudaban a su pulso, al final terminaba clavándose las agujas en los dedos en lugar de la lana.
Con la mirada perdida entre las llamas, los recientes sucesos y recuerdos regresaron a su mente para castigarla, se habían quedado huérfanos y sin hogar, Sigbjorn luchaba contra la infección provocada por el corte de una espada, consiguieron el último lugar en los dormitorios de la mugrosa taberna a un precio injusto y el dinero se estaba agotando. Pronto deberían emprender rumbo hacia la ciudad.
Los quejidos de su hermano mayor la regresaron a la realidad, se apresuró para levantarse del asiento y así pudo acomodar el lecho, comprobar la higiene de la herida y darle un poco de agua para beber. La fiebre ya no era tan elevada, lo que indicaba que todo estaba mejorando. —Te pondrás bien, Siggy. Eres fuerte.— Murmuró besando los nudillos de su único familiar vivo.

La pelirroja estaba agotada y sin apetito hacia días, pero sabía que debía mantenerse sana y fuerte para el largo camino que tenían por delante, por lo tanto colocó sobre sus hombros la capa de su madre hecha de pieles y con un pequeño cuchillo escondido entre las capas de su vestido azul, abandonó la diminuta habitación y se dirigió escaleras abajo hasta el salón repleto de clientes ruidosos.
La dueña ya la conocía, pues la había ayudado a cuidar a Sigbjorn en su llegada y gracias a esto las palabras sobraban, ni bien la vio aparecer, llenó un cuenco con un extraño guiso que olía demasiado bien. Bryanna le sonrió agradecida y con el plato quemando la piel de sus manos, buscó un lugar apartado y lejos de los caballeros que bebían demasiada cerveza.
No quiso saber qué era lo que estaba por ingerir, sólo se dedicó a llenar su estomago con algo caliente, sin perder de vista a los sujetos que tenía alrededor, ¿Acaso todos eran así de desagradables?

Un corpulento caballero obligó a los gritos a un delgado y diminuto hombre a cantar, por supuesto que su grupo de compañeros alentó la decisión mientras pedían una ronda más.
El clima dentro de la taberna se tornó alegre, húmedo y demasiado denso por la diferencia de temperatura con el exterior, algunas parejas se unieron al baile y ante esta escena, una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Bry. Sin embargo cuando un desconocido se acercó a su mesa a paso tambaleante, sin ser capaz de mantener el liquido dentro de su vaso y dejando un camino de alcohol sobre la madera del suelo, la pelirroja se apresuró para levantarse con la excusa de que debía regresar a su dormitorio. —Muchas gracias, me siento halagada con su invitación, mas no puedo quedarme. Sepa entender.— Su voz sonó forzada y era culpa de la enorme fuerza que ponía, para apartar el cuerpo que estaba a punto de desmayarse sobre ella.

El tiempo era algo tan extraño, el modo en que uno lo sentía pasar podía diferir dependiendo de lo que la persona se encontraba haciendo. Podía ser tan lento que los segundos se sentían años y otras veces era como verlo volar lejos del alcance de uno; sea como sea nunca era suficiente y así se sentía Oromë en ese preciso instante.

-Te echaré de menos Eşkere- Dijo Elide, con sus manos entrelazadas a la altura de su estomago y con una suave sonrisa delineando sus labios. Siempre era tan parsimoniosa y elegante, como una frágil y bella flor. Oromë por su parte, tenía el ceño fruncido y no porque estuviera enojada o algo parecido sino más bien trataba de esconder aquello que le aquejaba y no terminar por soltárselo a ella, quien siempre la escuchaba, todo por su propio bien. -Desearía poder quedarme más tiempo pero no puedo...- Nada le habría gustado más que quedarse por horas viendo los enormes ojos negros de Elide y toda la bondad que esa mirada solía transmitir, pero la niña que sostenía su mano no podía esperar y la verdad era que ella tampoco. Había otra niña esperándola de regreso y el viaje ya sería largo de por si. -Se que me ocultas cosas hermana pero te conozco lo suficiente para entender porque lo haces. No te atrasaré más, y a ti pequeña, fue un placer conocerte y espero vuelvas a visitarme pronto- Elide se agachó a la altura de Claire y le sonrió más abiertamente a lo que la pequeña le devolvió el gesto para luego irse dejándola sola frente a la entrada de su casa, viéndolas desaparecer en la nieve.

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Eso había sido el día anterior, ahora ambas habían decidido hacer una parada para luego seguir el viaje. Para la dragona no era agradable considerando las posibilidades de que de un momento a otro Claire podría incinerarlo todo, pero tampoco es como si fueran a dormir fuera, era impensable ademas de imposible dadas las condiciones en el norte y que el frío podría hacer que se te cayera la mano de un momento a otro y con el mínimo esfuerzo.

Era una posada demasiado pobre y era comprensible estando del lado oeste; los mejores lugares se encontraban donde la ciudad se alzaba mientras que aquí era raro que pasaran extranjeros, a menos que fueras proveniente del norte o vinieras con guía, jamas sabrías de este lugar.
-Ori... ¿Puedo ir a bailar?- Claire estaba sentada frente a ella con la cuchara de su plato a medio camino de su boca, mirando ensimismada a la gente moviéndose de lado a lado. Era bueno ver a la gente alegre luego de tanta destrucción al otro lado del río. -Claro, ¿Por qué no? Pero primero termina ese plato antes que se enfríe. Yo iré a por algo cálido para beber ¿Quieres?- La niña sonrió con alegría y lleno su boca de pan y sopa, y hablaba con la boca llena ahora. -¡Leche tibia!- Cacareó sacandole una carcajada a Oromë que se levantó y fue a la barra.

Nunca le quitaba los ojos de encima, no se perdonaría el que le pasara algo y Alward la mataría antes de siquiera preguntarle seguramente. Con la amenaza de que fuera un objeto no podía permitirse el lujo de descansar y ciertamente se le notaba debajo de los ojos lo agotada que estaba, esperaba llegar a los cálidos bosques para no tener que preocuparse por las miradas curiosas y por fin dormir unas pocas horas. "Tampoco quiero comenzar una masacre aquí si alguien la mira mucho" Se apretó con algo de fuerza extra el puente de la nariz para despabilarse y se dirigió a la mujer delante de ella. -¿Puede ser leche tibia y vino caliente por favor?- Arrojó unas cuantas monedas que desaparecieron muy rápido. "Quiero los bosques maldición, así cazaría nuestra comida y no tendría que preocuparme por vaciar mi ya demasiado delgado bolsillo" Suspiró resignada mientras se ponía de espaldas y regresaba los ojos a Claire que había encontrado a otro niño que iba con su madre al parecer y ahora ambos saltaban en círculos agarrados de la mano. El cuerpo y el corazón de Oromë no pudieron evitar ablandarse y relajarse un poco con eso.

Volvió a su asiento con ambas tazas humeantes, sorbiendo una con los ojos fijos en Claire y desde un costado de su visión podía notar a dos personas más, una pequeña en comparación a la otra que era descomunal a su lado. Con el ruido de la música no era tan fácil de escuchar su conversación pero captó fácilmente un no en la oración y como el más grande de ambos se inclinaba.
Tal vez era por los gritos de felicidad y la música alegre o porque esta no era el tipo de posadas que siempre solía concurrir donde las peleas eran lo primero que se pedía antes que la cerveza, o la niña que sonreía como si fuera su cumpleaños lo que le hizo intervenir. -Oiga, creo que alguien le llama por allí- Señaló vagamente donde el gentío y con la otra lo sujetaba de su hombro con fuerza para mantenerlo erguido.

~Me encontraba entrando en la sala principal de la granja luego de un día arduo de trabajo en donde la cosecha había roto récords lo cual, por supuesto era bueno para nosotros, incluso a lo mejor hasta podíamos vender algo, era mejor a que se pudriera. Mi padre me observaba con una sonrisa mientras hablaba con mi hermana sobre sus estudios, lo normal. Fui a descansar hasta quedarme profundamente dormido, para luego levantarme en la oscuridad de la noche, donde solo se veía un pequeño fuego en la cocina. Me quedé concentrado en el fuego cuando toda la casa comenzó a arder de un momento al otro, era magia o el aliento de un dragón. Busque a mi hermana y mi padre para terminar saliendo al exterior. Bryanna aparecía y me jalaba de un brazo a la vez que veía a mi padre atravesando con una espada a un bandido, luego se volteaba a verme, con una sonrisa. Era empujado por mi hermana como si no pudiera resistirme a ello, y la mirada de mi padre poco a poco se perdía en la oscuridad. ~

Dormir en esa condición era terriblemente difícil pero todo cuerpo con vida, incluso el de un dragón tenía su límite. El cansancio acumulado de tantos días había logrado que me duerma profundamente, pero luego de poco tiempo aquel sueño, o recuerdo, me había despertado con un gran malestar, el rostro de mi padre estaba ahí, en cada momento, me sentía demasiado mal al pensar que no había podido hacer nada por él. Y para hacerlo todo peor, no estaba haciendo nada en lo absoluto por proteger a mi hermana, era ella quien me cuidaba. Siempre buscaba su rostro, incluso en esa ruinosa habitación donde poco tiempo antes me daba de beber. Esta vez mi cabeza giró para observarla, pero no estaba. -¿Bry? ¿Estas ahí? -pregunté y de inmediato observé toda la habitación, no estaba, por lo que la preocupación se apoderó de mí.

Inmediatamente me senté en la cama, tan lentamente como podía hacerlo, la herida estaba frágil y podía abrirse aún más, era mejor tener precaución, sin embargo, el dolor era insoportable. Busqué rápidamente la daba que escondía bajo la almohada y bajé los pies al suelo. ¿Dónde estaba mi hermana? Era una taberna y ya era no de noche, si no fuera poco se escuchaba gente cantar y reírse abajo, el alcohol no duraría en apoderarse de la mayoría y eso era algo malo. Me levanté y me apresuré hacia la puerta, abriéndola despacio, observando para ver si Bry estaba por ahí cerca, pero no. Estaba hecho un desastre pero me importaba más la integridad de mi hermana, por lo que salí, no tenía ni armadura ni mi espada, solo iba con ropa de tela, descalzo y con una pequeña daga.

Había recorrido un largo camino hacia los Reinos del Norte. Mi plan de ir a Verisar se reanudaría, pero antes quería conocer las tierras del Norte, sus mitos y leyendas.
Pues era bien cierto que mi cuerpo estaba acostumbrado a los cálidos bosques del sudeste, allí había tenido que hacerme con un par de pieles que usaba a modo de capa.

Muerto de frío, y agradecido por encontrar aquél poblado en mitad de la nieve, dejé a mi caballo en el establo, y me dirigí a la taberna más cercana. Gracias a los dioses, allí el ambiente estaba templado, y noté como la nieve que se había agarrado al pelaje de mis orejas y mi cola, se descongelaba.

Estaba agarrotado, con los brazos metidos dentro de la capa, esperando a que mi cuerpo entrase en calor, antes de pedir algo para saciar mi hambre, y deleitar al público de la taberna con algunas de mis canciones.
Me acerqué a la barra, casi tiritando. Noté que mi nariz estaba fría como un témpano de hielo, y roja como un tomate.
-Buenas noches. Tomaré algo de estofado y una copa de vino, por favor- dije, a la tabernera.
Pagué gustosamente mientras cogía la comida con cuidado de no derramar nada.

Me di cuenta de que a mi izquierda, una muchacha pelirroja estaba rechazando la invitación de un tipo tosco y ebrio, y una señorita de cabello perlado le señalaba al grandullón una dirección entre el gentío.
-Oiga, creo que alguien le llama por allí-
Éste, parecía tambalearse desubicado.
-Caballero- le comenté, alejándolo de las muchachas, y mirando a la mujer del pelo de color nieve, con complicidad.
-Soy yo el que le llamaba, ¿de dónde es usted? Me suena su acento...- dije, mientras dejaba mi comida en una de las mesas y sentaba al hombre en la silla.
El tipo hablaba, pero yo no le entendía... tan sólo asentía y decía alguna frase corta para salir del paso. Decidí entretenerlo hasta que se quedase dormido, o inconsciente (porque poco le faltaba), para que no molestase más a nadie. Empecé a comer el guisado, notando como mi estómago se calentaba, agradeciendo la sensación, mientras el borracho gesticulaba y me contaba su vida.

Pero aquella maniobra se vio interrumpida cuando un joven bajó las escaleras, herido, desubicado, descalzo y con una daga.
Me quedé en silencio, esperando la reacción del joven. Me daba miedo que se cayese, ya que andaba tambaleándose, pero estaba listo para levantarme y sujetarle de ser necesario.

El malaliento mezclado con guiso y litros cerveza,  golpeó su pálido rostro y no pudo evitar arrugar la nariz en un gesto de completo desagrado. Tal vez en otro momento hubiese sacado de su bolso unas hojitas de menta para ofrecerle, pero claramente no era el lugar ni el tiempo indicado para hacerlo. Además no tenía las manos libres y continuaba luchando contra el peso casi muerto del hombre.
Sentía sus nulos músculos temblar por el cansancio, cuando dos suaves voces captaron su atención y la del ebrio, quien inmediatamente obedeció a la mujer y se marchó junto con el pelirrojo hacia una mesa contigua. —En verdad muchas gracias por eso...— Murmuró hacia la muchacha, sin apartar la mirada del borracho que estaba a punto de desmayarse sobre su propio vaso.

Bryanna no notó que estuvo aguantando la respiración todo el tiempo y una vez liberada del susto que aquel caballero le había causado, soltó un ligero suspiro y puso sus pulmones otra vez en funcionamiento.
Cuando observó de frente a la mujer de cabellos blancos, estiró la mano para presentarse como era debido. —Mi nombre es Bryanna y en verdad agradezco lo que ha hecho, no todos se involucrarían en asuntos...ajenos.— Comentó y luego notó que una diminuta niña danzaba y daba volteretas al ritmo de la música, intentando llamar la atención de "su salvadora". —Creo que su hija la está buscando para que se una al baile.— Las comisuras de sus labios formaron una pequeña sonrisa, ya que le daba ternura la escena.  

La pelirroja quería agradecerle al hombre que también intervino en su rescate, pero el sólo hecho de aproximarse una vez más al gigante ebrio, le causaba pánico y escalofríos que la recorrían de pies a cabeza.
El repentino silencio en el interior de la taberna le preocupó, volteó hacia los lados tratando de averiguar la razón y entonces vio a su hermano parado en el comienzo de las escaleras, descalzo, desorientado y levantando una daga hacia todos en general. Si eso no era una declaración a pelear, ¿qué si lo era?

Varios hombres abandonaron el baile y dejaron de lado sus tragos, una buena pelea dentro del bar sonaba más divertido que mover las piernas en círculos.
Bryanna no cayó en la cuenta de qué estaba por suceder, hasta que observó como un rubio alto con algo de sobrepeso, desenfundaba su espada y se dirigía a Siggy.
—Ese es mi hermano...— Le comentó a la mujer, antes de salir corriendo para interponerse con los brazos extendidos, entre el filo del arma y su único familiar vivo. —¡Parad! Él está herido. No queremos problemas con nadie...Es la fiebre lo que le está causando delirios.— Gritó lo más fuerte que pudo, fulminando con la mirada a quienes buscaban luchar por diversión. Por encima de su hombro, miró a su pariente antes de ordenar. —Baja el arma, Sigbjorn.

Verdaderamente estaba agradecida de aquel chico que se había llevado al hombre a su mesa para distraerle, era eso o tener que partirle la mandíbula de un golpe. No había nada agradable en golpear a otro dragón y menos uno borracho, algo que había aprendido por las malas: recordar que no era la única que podía cambiar de forma y por lo general ellos solian ser mas grandes en todos los sentidos posibles.
Oromë asintió suavemente a aquel caballero y sus músculos se destensaron; no había notado cuando dura se había puesto por el simple hecho de pensar que tendría que armar revuelo.

Tomó la mano de Bryanna y la sacudió suavemente. -Oromë... y no hay que agradecer nada- Su voz sonó algo dura y es que estaba poco acostumbrada a este tipo de modales y por sobre todo, completamente desacostumbrada a hacer buenos actos. -Creo que debería de agradecerle a él que logró llevar a su "acompañante" lejos- Mientras señalaba con el dedo a donde el pelirrojo se encontraba, se escucho un sonoro golpe y era que el borracho al final había caído presa de la bebida y ahora dormía con la cabeza y los brazos sobre la mesa, murmurando cosas ininteligibles.

Se detuvo en su diatriba al ver que Claire la llamaba pero ella simplemente se negó y le hizo señas para que se acercara, a lo que la niña se acercó dando aun saltitos al compás de la música. -Ella no es mi hija- Comentó como si nada justo al tiempo que Claire se acercaba y saludaba a la joven con una sonrisa alegre. -Es cierto, no es mi mama es mi cuidadora- Ella pecaba de sincera pero no había dicho nada fuera de lugar, al menos no para Oromë que le acarició la cabeza, despeinandola un poco.
La pequeña iba a decir algo cuando sus ojos se desviaron al hombre armado en la escalera y la dragona hizo lo mismo, sintiendo de nuevo esa tensión en su cuerpo y cubriendo a Claire con su cuerpo en un movimiento. -Quédate detrás- Le susurró, sus manos con garras y sus dientes afilándose mientras respiraba con la boca abierta, preparándose para atacar de ser necesario.

Para suerte de todos eso no pareció necesario luego de las palabras de Bryanna que la calmaron lo suficiente para dejar que la niña se moviera libremente y sacara su cabeza por un costado para mirar la escena un poco mejor, pero no lo suficiente como para deshacerse de sus garras; mejor prevenir que lamentarse mas adelante -Ese chico no se ve del todo bien, dudo que pueda sostener esa arma mucho tiempo- Oromë se giró a verla con las cejas alzadas en sorpresa por tal analítica observación. -¿Qué? Es cierto, luce peor que tu y no me mientas. Soy niña pero no tonta, se que llevas días sin dormir- Oromë boqueo como un pez al no saber que responder pero al final se decidió por sonreirle y despeinarle aún más. -Solo iba a decir que eres una niña demasiado lista- Se excusó y luego camino donde Bryanna y su hermano, los pasos de Claire pegados a ella y estaba segura que había un par extra siguiéndoles, ¿Probablemente el pelirrojo?. No se giró a comprobarlo, pues aún había un hombre armado frente a ellas y el resto de las personas estaban comenzando a tensarse al ver que no soltaba su arma.

-Tranquilo muchacho, tu hermana esta aquí y nadie quiere peleas innecesarias- Comentó en la voz más tranquila que logró articular para después dirigirse a la joven con el mismo tono. -¿Necesitas ayuda para llevarlo de regreso a tu habitación?- No sabía por qué lo dijo pero luego comprendió que no era ella la que hablaba, sino Claire, pero también había deseado decirlo. No porque le importara aquellos hermanos sino lo que podría significar para ella. Sus ojos no se despegaban de él, reconociendo y sintiendo con una facilidad que le daba miedo, las heridas que llevaba consigo y lo mucho que deseaba curar su malestar. "No, no soy yo la que quiere hacerlo. Es el objeto, él quiere que lo haga, necesita que lo haga, me ruega que le cure y yo soy tan débil que no puedo sino aceptarlo".Pensó con tristeza y a la vez con una emoción eufórica proveniente del mismo artefacto que descansaba dentro de su cuerpo.

Sin lugar a dudas estaba mostrando una parte de mi que estaba comenzando a odiar y apenas estaba sintiéndola, apenas había aparecido en mi vida y de alguna manera me aterrorizaba, me hacía sentir un cobarde, un inútil. Hacia años me había vuelto más fuerte con la muerte de mi madre, pero ahora me sentía en un pozo oscuro tras la muerte de mi padre, la única luz entre tanta porquería era Bryanna. La luz que en ese mismo momento no estaba cuidando, sino donde ella me cuidaba a mí, no es que quisiera subestimarla, solo que el mundo era demasiado peligroso, lo era incluso para nosotros que habíamos vivido en la tranquilidad de la nada misma, hasta estos días. Daba igual que no pudiera moverme, iría a defender a mi hermana, aunque tuviera que darlo todo y morir, no tenia problemas en tomar mi forma de dragón de ser necesario, al menos podría defenderme mejor, o no.

Nada más comenzar a bajar las escaleras comencé a visualizar gente que podría ser mi enemiga en nada, había muchos armados y como era obvio olía a alcohol en todas partes, lo bueno es que al menos así todo se incendiaría más rápido. Necesitaba una única cosa en ese momento y era a mi hermana. Estaba dispuesto a defenderme si era necesario para salir de esa taberna por lo que sin darme cuenta mi daga apuntaba a varios de los sujetos, mal movimiento. Un sujeto demasiado grande se dirigía a mí, sabía que podía quitarlo de mi camino de un solo espadazo, sin embargo, ahora estaba herido y con una simple daga, sabía que iba a terminar mal, cuando entonces Bry apareció y se interpuso, lo que me hizo temblar, pero no sucedió nada. Tras escuchar a mi hermana y a otra chica que se encontraba en el lugar, bajé mi daga.

-¿Por qué… estas a estas ahora aquí abajo? -pregunté a Bry a la vez que jadeaba, había sido un largo camino de la habitación hacia allí. Iba a dar la vuelta para regresar a mi habitación cuando caí sentado en uno de los escalones. -Mierda… estoy bien… -levanté mi mano hacia mi hermana para que no se preocupara y se me lanzara encima. Fue entonces que escuché a una niña hablarle a Bryanna como si la conociera. -¿Se conocen? -observé con atención a la niña y la peliblanca y luego a mi hermana, era muy poco probable que me mostrase muy amable o sonriendo teniendo en cuenta el dolor que sentía.

-No te preocupes, deja que tome un respiro y volveré a subir, solo avisa la próxima vez ¿quieres? Este jodido corte duele como el demonio. -me quejé a mi hermana mostrándome molesto, por la herida y por ser un idiota frente a mi hermana, solo lograba preocuparla, era precisamente lo que no tenía que hacer.

El tipo al que intentaba distraer estaba ahora dormido sobre la mesa. Demasiado alcohol.

Pero yo me había levantado al ver a aquél hombre tambaleándose, con una daga. Vi como se acercaba un hombre a él, encarándole, pero la pelirroja de la barra se puso entre los dos.
-Ese es mi hermano... ¡Parad! Él está herido. No queremos problemas con nadie...Es la fiebre lo que le está causando delirios- dijo gritando. Me sorprendió el carácter que demostró la joven, enfrentándose a aquellos hombres problemáticos.
-Baja el arma, Sigbjorn- dijo luego tajantemente.
Pude ver también como la mujer del cabello perlado se había puesto a defender a una niña, con la que intercambió algunas palabras.
-Tranquilo muchacho, tu hermana esta aquí y nadie quiere peleas innecesarias- dijo la mujer de pelo albino al joven de la daga. Para mi sorpresa, la niña que había tras la mujer se ofreció a ayudar a la joven pelirroja a llevar a su hermano a la habitación. Yo no iba a ser menos.

Di un paso al frente, con las manos en alto en señal de buena voluntad, para que le joven de la escalera no se sintiese amenazado.
-Si necesitan una mano extra, yo podría ayudarles- dije, haciendo una leve reverencia a modo de saludo.
No tenía mucha idea sobre primeros auxilios, pero me había criado en el bosque y sabía un poco sobre plantas y hierbas medicinales, y por supuesto, era mi obligación moral la que me obligaba a prestarme voluntario en aquella situación.
-¿Por qué… estas ahora aquí abajo? - dijo el joven de la daga, con gran dificultad. Sin duda, se refería a su hermana. Se cayó, pero afortunadamente quedó sentado en un escalón. Me dio un vuelco el corazón.
El joven alegó que estaba bien, y luego preguntó si la joven pelirroja conocía a la del cabello perlado.
-No te preocupes, deja que tome un respiro y volveré a subir, solo avisa la próxima vez ¿quieres? Este jodido corte duele como el demonio - dijo el joven, a continuación.

Si tenía un corte y estaba infectado, era fundamental que guardase reposo, lavar bien la zona y desinfectarla como era debido.
-Caballero, permítame ayudarle a subir las escaleras de vuelta a su habitación- dije, acercándome a él.
-Soy bardo, quizás me conozca como Byron Tikari, el trovador- dije señalando mi cistro que llevaba atado a la espalda.
-Quizás podría distraerle con mi música mientras su hermana y acompañantes tratan de curar su herida, ¿qué le parece?- pregunté, mientras me giraba hacia ellas para buscar su aprobación.
Realmente no me importaba si quería escuchar mi música o no, pero era fundamental salir de inmediato de aquella situación incómoda, en la que los clientes de la taberna nos había tomado como una amenaza. Lo más sensato era desaparecer tras la puerta de aquella habitación, y tratar de volver a la calma.