La mansión Beltrexus. [Privado]
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La mansión Beltrexus. [Privado]
Atravesó la última línea de árboles y, a buen recaudo entre los arbustos, Eltrant analizó la imponente edificación desde la distancia. Llevaba oteando aquella mansión desde hacía días, la pequeña aldea, no muy lejos de dónde estaba, le había conducido hasta allí.
Entrecerró los ojos y se pasó la mano por la barba.
“En la antigua hacienda Beltrexus hay gente nueva. Dicen que han visto algunas jovenzuelas entre ellos.”
Eso es lo que le habían dicho los lugareños, ni más, ni menos. Eltrant no había visto rastro alguno Lyn ni de ninguna otra persona que se le antojase lejanamente familiar a la descripción que le habían dado, pero si había visto a los hombres que poblaban el edificio.
Hasta dónde alcanzaba a ver, estaban bastante bien organizados y armados. La mayoría vestía ropajes de cuero, casacas y pantalones con un diseño que le hacía pensar en Huracán y en sus cazadores; otros vestían variantes pesadas de esta indumentaria, pudo ver incluso algún que otro tipo con armadura completa.
Tenían rondas, vigilaban el perímetro…
Fuese lo que estuviesen haciendo allí, se lo tomaban bastante enserio. Los habitantes de la aldea no habían sido capaces de decirle nada acerca del lugar aparte de que llevaba años abandonado y de que había pertenecido a una mujer de la nobleza de Beltrexus.
El blasón que portaban todos era, de todas formas, lo realmente importante.
Aquel símbolo, reminiscente de los cazadores de Beltrexus comandados por Anastasia Boisson, era el mismo que el que había visto en la orden de captura tachada por Harrowmont. Parecía una copia, una burda imitación que había tomado una base que él conocía y le había añadido detalles innecesarios.
La única diferencia con el símbolo que aparecía en la orden de captura de Lyn, era el triángulo invertido que tenía encima, como una pequeña flechita que señalaba al emblema.
Sin moverse de dónde estaba, tratando de imitar a Lyn cuando esta se comportaba de modo sigiloso, Eltrant anotó mentalmente el recorrido de las patrullas y se encargó de buscar algún cambio en la fachada del edificio que parecían estar restaurando.
Tras eso y, después de ver el cambio de guardia, se marchó de vuelta al pueblo.
Martilleó repetidamente la palangana de metal que tenía entre las manos.
Cuando creyó que estaba bien, la introdujo en un cubo con agua y las sacó con unas tenazas. Le hubiese gustado no trabajar, pero tenía que aparentar estar allí por negocios para no levantar sospechas.
Acababa de ver a la chica otra vez.
Cabellos cobrizos, sonrisa encantadora… cualquiera habría pensado que aquella joven risueña de pelo entrelazado era completamente inofensiva y que todas esas compras que hacía eran para ayudar a su pobre familia a instalarse en la zona.
Nadie parecía sospechar de Adèle Cuvier, la hija más mayor de los nuevos granjeros del norte. Todos hablaban maravillas de la chica y no eran pocos los adolescentes que ya se habían declarado en un acto de amor incondicional y uno de ellos, un joven hombre-bestia que trabajaba en el molino local, le había compuesto varios poemas con su laúd.
Así de arrolladora parecía ser su personalidad.
Por supuesto, Eltrant tampoco habría notado nada extraño si no hubiese sido por que la había visto salir de la mansión Beltrexus. Tenía que admitir que había visto a pocas personas comportarse con una naturalidad para el engaño como aquella.
Shaira Mara estaría avergonzada, ella al menos tenía que cambiar de aspecto.
Frunció levemente el ceño, siguiéndola con la mirada, viendo como cargaba provisiones en el carromato y bromeaba con alguno de los presentes jugueteando con sus trenzas. Se preguntó si aquello era natural en ella o si, por el contrario, lo había ensayado antes.
Quizás una mezcla de ambas.
- ¿Señor herrero? –
Eltrant parpadeó varias veces, desviando su atención hacia la mujer mayor que, muy paciente, había esperado su turno y le había pedido aquel objeto. Sonriendo con educación, entregó el pedido a la señora y aceptó de buena gana los tres Aeros que costaba.
- Lo siento, la edad... .- dijo, atusándose la barba, riendo en voz baja. La señora le quitó importancia uniéndose a la risa del herrero y se marchó a paso lento.
En aquel lugar no había muchos especialistas, por lo que eran bastante agradecidos con sus servicios.
Ojalá todas las ciudades fuesen así.
Notando que la joven Cuvier se marchaba, Eltrant tomó más materiales y comenzó a fabricar el siguiente pedido. Había mandado las cartas hacía, aproximadamente, una semana; no deberían tardar mucho en llegar.
En cualquier otra situación Eltrant habría pateado la puerta principal del lugar gritando “Lyn”. Pero había algo extraño en todo aquello.
Prefería ir sobre seguro y pedir ayuda.
Entrecerró los ojos y se pasó la mano por la barba.
“En la antigua hacienda Beltrexus hay gente nueva. Dicen que han visto algunas jovenzuelas entre ellos.”
Eso es lo que le habían dicho los lugareños, ni más, ni menos. Eltrant no había visto rastro alguno Lyn ni de ninguna otra persona que se le antojase lejanamente familiar a la descripción que le habían dado, pero si había visto a los hombres que poblaban el edificio.
Hasta dónde alcanzaba a ver, estaban bastante bien organizados y armados. La mayoría vestía ropajes de cuero, casacas y pantalones con un diseño que le hacía pensar en Huracán y en sus cazadores; otros vestían variantes pesadas de esta indumentaria, pudo ver incluso algún que otro tipo con armadura completa.
Tenían rondas, vigilaban el perímetro…
Fuese lo que estuviesen haciendo allí, se lo tomaban bastante enserio. Los habitantes de la aldea no habían sido capaces de decirle nada acerca del lugar aparte de que llevaba años abandonado y de que había pertenecido a una mujer de la nobleza de Beltrexus.
El blasón que portaban todos era, de todas formas, lo realmente importante.
Aquel símbolo, reminiscente de los cazadores de Beltrexus comandados por Anastasia Boisson, era el mismo que el que había visto en la orden de captura tachada por Harrowmont. Parecía una copia, una burda imitación que había tomado una base que él conocía y le había añadido detalles innecesarios.
La única diferencia con el símbolo que aparecía en la orden de captura de Lyn, era el triángulo invertido que tenía encima, como una pequeña flechita que señalaba al emblema.
- Símbolo sobre el Emblema:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Sin moverse de dónde estaba, tratando de imitar a Lyn cuando esta se comportaba de modo sigiloso, Eltrant anotó mentalmente el recorrido de las patrullas y se encargó de buscar algún cambio en la fachada del edificio que parecían estar restaurando.
Tras eso y, después de ver el cambio de guardia, se marchó de vuelta al pueblo.
[…]
Martilleó repetidamente la palangana de metal que tenía entre las manos.
Cuando creyó que estaba bien, la introdujo en un cubo con agua y las sacó con unas tenazas. Le hubiese gustado no trabajar, pero tenía que aparentar estar allí por negocios para no levantar sospechas.
Acababa de ver a la chica otra vez.
Cabellos cobrizos, sonrisa encantadora… cualquiera habría pensado que aquella joven risueña de pelo entrelazado era completamente inofensiva y que todas esas compras que hacía eran para ayudar a su pobre familia a instalarse en la zona.
Nadie parecía sospechar de Adèle Cuvier, la hija más mayor de los nuevos granjeros del norte. Todos hablaban maravillas de la chica y no eran pocos los adolescentes que ya se habían declarado en un acto de amor incondicional y uno de ellos, un joven hombre-bestia que trabajaba en el molino local, le había compuesto varios poemas con su laúd.
Así de arrolladora parecía ser su personalidad.
Por supuesto, Eltrant tampoco habría notado nada extraño si no hubiese sido por que la había visto salir de la mansión Beltrexus. Tenía que admitir que había visto a pocas personas comportarse con una naturalidad para el engaño como aquella.
Shaira Mara estaría avergonzada, ella al menos tenía que cambiar de aspecto.
Frunció levemente el ceño, siguiéndola con la mirada, viendo como cargaba provisiones en el carromato y bromeaba con alguno de los presentes jugueteando con sus trenzas. Se preguntó si aquello era natural en ella o si, por el contrario, lo había ensayado antes.
Quizás una mezcla de ambas.
- ¿Señor herrero? –
Eltrant parpadeó varias veces, desviando su atención hacia la mujer mayor que, muy paciente, había esperado su turno y le había pedido aquel objeto. Sonriendo con educación, entregó el pedido a la señora y aceptó de buena gana los tres Aeros que costaba.
- Lo siento, la edad... .- dijo, atusándose la barba, riendo en voz baja. La señora le quitó importancia uniéndose a la risa del herrero y se marchó a paso lento.
En aquel lugar no había muchos especialistas, por lo que eran bastante agradecidos con sus servicios.
Ojalá todas las ciudades fuesen así.
Notando que la joven Cuvier se marchaba, Eltrant tomó más materiales y comenzó a fabricar el siguiente pedido. Había mandado las cartas hacía, aproximadamente, una semana; no deberían tardar mucho en llegar.
En cualquier otra situación Eltrant habría pateado la puerta principal del lugar gritando “Lyn”. Pero había algo extraño en todo aquello.
Prefería ir sobre seguro y pedir ayuda.
Eltrant Tale
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Aquel lugar no podía ser una mansión sin más.
El hecho de que estuviese tan desarreglada pese a tener gente dentro lo hacía sospechoso. Pero había más. El olor... Ese sitio emanaba éter por todas partes, de forma similar a edificios como el Hekshold o mi propio taller. Aquellos repletos de personas animales u objetos mágicos.
-¿Cuantos?- pregunté, manteniéndome agachado. La distancia a la que estábamos era más que prudente, pero incluso fuera de la mansión había guardias.
-Mínimo cincuenta. Puede que más.- respondió Syl. El felino se movió lentamente, estudiando el lugar mientras trataba de discernir algo en el interior. -Nada claro.- dijo finalmente. -Hay uno lejos del resto. Podríamos hacerlo desaparecer.-
Me mantuve pensativo. Aún no. No nos habíamos reunido todavía con Eltrant. Era mejor no tomar decisiones drásticas aún. Cuando diese el disto bueno... podría destruir aquel sitio. Pero hasta entonces, era mejor ir con cuidado. Negué con la cabeza y comenzamos a rodear la hacienda.
-Detesto que tu caravana no me deje hacer entradas dramáticas.- me quejé. -Bueno, podría hacer una, pero sería gastar recursos. Y Syl me pegaría.-
-Confirmo.- dijo el gato. Aún llevaba puesta su máscara, por supuesto. -Hemos investigado un poco. Medio centenar de personas, sin contar los guardias de fuera.- Directo al grano. Le miré de reojo. -Y... Hola, Eltrant.- puntualizó.
Adorable.
-Hay mucha magia en ese sitio. Mucho combustible, más bien.- comenté. Aún tenía que enseñarle algunas cosas nuevas. Había pasado suficiente tiempo desde aquella vez con Anders para terminar todo lo que quería. -¿Como quieres que hagamos esto, Elt? Porque puedo destruir toda la pared frontal con tan solo unas palabras.- Y a juzgar por la condición del edificio, ni siquiera tendría que decirlas muy fuertes.
Pero todo dependía de si Lyn estaba allí de verdad o no. Siempre era mucho más complicado de lo que me gustaría. Nunca tenía que simplemente destruir algo, pese a que era probablemente uno de mis mejores talentos. Quizás hiciese falta otra guerra.
Syl se adentró en el carromato, buscando un lugar donde poder sentarse por el momento. Se había mantenido distante con la gente en general, más aún que antes. Incluso con aquella máscara, no estaba cómodo. Al menos Rakfyr había ayudado, por lo que me había dicho el ballestero.
Suspiré ligeramente y me volví hacia el humano.
-Tengo algunos trucos nuevos. Otra vez.- sonreí. Abrí mi mano derecha, y las runas grabadas en ella se iluminaron. Una llama azul surgió de la palma de mi mano. -Fuego que quema el éter.- expliqué, en voz más baja. -Conocimiento prohibido, traído fresco del Oblivion.- Cerré el puño, y la llama desapareció. Seguía sin ser algo que pudiese controlar, pero aquello era su punto fuerte. Nadie podía. Apoyé mi cabeza sobre mi mano y esbocé media sonrisa. -Eso de ser brujo o lo que sea está sobrevalorado, si me preguntas.-
Invoqué a Nova en mi mano libre. Sin embargo, el arma apareció como una daga, no como la espada bastarda que normalmente era. Y aquella vez no estaba en llamas. Jugueteé con ella, haciéndola girar sobre el mostrador, para luego tomarla de nuevo y equilibrarla sobre mi índice.
-Ha estado haciendo cosas así durante dos semanas.- comentó Syl, mirando desde su posición. -...Pero al menos no es Grito.- masculló. -¿Cuando salimos, Eltrant?-
El hecho de que estuviese tan desarreglada pese a tener gente dentro lo hacía sospechoso. Pero había más. El olor... Ese sitio emanaba éter por todas partes, de forma similar a edificios como el Hekshold o mi propio taller. Aquellos repletos de personas animales u objetos mágicos.
-¿Cuantos?- pregunté, manteniéndome agachado. La distancia a la que estábamos era más que prudente, pero incluso fuera de la mansión había guardias.
-Mínimo cincuenta. Puede que más.- respondió Syl. El felino se movió lentamente, estudiando el lugar mientras trataba de discernir algo en el interior. -Nada claro.- dijo finalmente. -Hay uno lejos del resto. Podríamos hacerlo desaparecer.-
Me mantuve pensativo. Aún no. No nos habíamos reunido todavía con Eltrant. Era mejor no tomar decisiones drásticas aún. Cuando diese el disto bueno... podría destruir aquel sitio. Pero hasta entonces, era mejor ir con cuidado. Negué con la cabeza y comenzamos a rodear la hacienda.
[. . .]
No tardamos demasiado en encontrar el carromato. El olor a Tale que dejaba tras de si era tan intenso como siempre. Una vez estuvimos frente a la "ventana", hablé para llamar su atención.-Detesto que tu caravana no me deje hacer entradas dramáticas.- me quejé. -Bueno, podría hacer una, pero sería gastar recursos. Y Syl me pegaría.-
-Confirmo.- dijo el gato. Aún llevaba puesta su máscara, por supuesto. -Hemos investigado un poco. Medio centenar de personas, sin contar los guardias de fuera.- Directo al grano. Le miré de reojo. -Y... Hola, Eltrant.- puntualizó.
Adorable.
-Hay mucha magia en ese sitio. Mucho combustible, más bien.- comenté. Aún tenía que enseñarle algunas cosas nuevas. Había pasado suficiente tiempo desde aquella vez con Anders para terminar todo lo que quería. -¿Como quieres que hagamos esto, Elt? Porque puedo destruir toda la pared frontal con tan solo unas palabras.- Y a juzgar por la condición del edificio, ni siquiera tendría que decirlas muy fuertes.
Pero todo dependía de si Lyn estaba allí de verdad o no. Siempre era mucho más complicado de lo que me gustaría. Nunca tenía que simplemente destruir algo, pese a que era probablemente uno de mis mejores talentos. Quizás hiciese falta otra guerra.
Syl se adentró en el carromato, buscando un lugar donde poder sentarse por el momento. Se había mantenido distante con la gente en general, más aún que antes. Incluso con aquella máscara, no estaba cómodo. Al menos Rakfyr había ayudado, por lo que me había dicho el ballestero.
Suspiré ligeramente y me volví hacia el humano.
-Tengo algunos trucos nuevos. Otra vez.- sonreí. Abrí mi mano derecha, y las runas grabadas en ella se iluminaron. Una llama azul surgió de la palma de mi mano. -Fuego que quema el éter.- expliqué, en voz más baja. -Conocimiento prohibido, traído fresco del Oblivion.- Cerré el puño, y la llama desapareció. Seguía sin ser algo que pudiese controlar, pero aquello era su punto fuerte. Nadie podía. Apoyé mi cabeza sobre mi mano y esbocé media sonrisa. -Eso de ser brujo o lo que sea está sobrevalorado, si me preguntas.-
Invoqué a Nova en mi mano libre. Sin embargo, el arma apareció como una daga, no como la espada bastarda que normalmente era. Y aquella vez no estaba en llamas. Jugueteé con ella, haciéndola girar sobre el mostrador, para luego tomarla de nuevo y equilibrarla sobre mi índice.
-Ha estado haciendo cosas así durante dos semanas.- comentó Syl, mirando desde su posición. -...Pero al menos no es Grito.- masculló. -¿Cuando salimos, Eltrant?-
Asher Daregan
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Su nombre es Lyn,
Su nombre es Lyn,
Es vampira,
Pero no es ruin.
Su cabello azabache,
Hace difícil hallarla de noche.
No mires sus ojos azules,
Hacen difícil tenerle reproche.
Si dice mortal más de una vez,
Eso es que la ves,
Si no te muerde sin permiso,
Dilo, te agradezco el aviso.
Su nombre es Lyn,
Su nombre es Lyn,
Hazme repetirlo una vez más,
Que a tu vida le pongo fin...
Me lleve una mano a la boca mientras hacía los inhumanos sonidos que producía tararear en medio de un bostezo. ¿Esa canción? Nació cuando intentando describir a Lyn a alguien que hacia demasiadas preguntas sobre ella en una villa más. Me molesté y le pregunté si no prefería que la describiese cantando.
Y él, claro, dijo que sí.
Puedes pensar que alguien sacándote más información en realidad pretende ayudar. Tal vez fuese así, pero no tienes la más mínima idea de lo irritante que es describir una persona que no recuerdas. Solo tenía lo que me había dicho Eltrant de ella, y nada más. Era desesperante. Era desesperante tener destajos y creer reconocerla en algún rostro en la calle, para luego notar que estaba de día.
Era como cazar a un mito; a un ser de un cuento de hadas. Las reacciones eran las mismas que decir que estabas tras uno: te tomaban por loco; se reían de ti; "sabían" de que hablabas, pero en realidad no era eso. Solo podía imaginar como se sentía Elt.
Me sentía algo mal de haberme desquitado así del hombre que preguntaba, pero las cosas se equilibran en la vida. La mía se equilibró demasiado pronto a la mano de borrachos repitiendo la canción a morir. Eventualmente lo vi como algo bueno, daba igual si la cantaban por buena o mala mientras hablasen de ella. Ardería y se extendería como fuego por los campos de Verisar, hasta engullirlo y alcanzar las ciudades...
Entonces recibí la carta y supe que lo único que iba a arder era mi dignidad. Lo que me quedaba de ella.
Aun así no podía sino sentirme feliz de que diese con algo tan concreto como para escribir. A la vez, sabía que era demasiado pronto para alegrarme, porque había escrito para pedir ayuda.
Exhalé de cara a la entrada del pueblo. El par de días que me había tomado llegar cuando creí ya estar cerca me estaba haciendo considerar comprar un caballo, o un upelero.
La cota de malla y todas las otras protecciones de metal las moví debajo de mi ropa antes de entrar. Avanzaba sintiendo y golpeando suavemente el suelo con un bastón de arcilla endurecida. En sitios relativamente pequeños como éste prefería adoptar esta imagen: la de un ciego. Entonces confiaba en que alguien amable me guiase. Era mejor que atravesar la molestia de esquivar miradas.
Tal vez suena fácil, así dicho, pero es justo cuando huyes que te persiguen. Intenta ser pobre y pararte en una esquina a ver si te lanzan unos aeros. La gente te ignora. Intenta acercarte o atravesarte en el camino de las personas a pedir dinero. La gente te evita. Adivina que sucede si tú los evitas a ellos.
No pasé demasiado avanzando antes de que, a juzgar por su voz, una señora mayor me hablase. Recordando que la carta de Eltrant mencionaba que el lugar no tenía un herrero, pedí direcciones hacia uno. Solo podía terminar donde estaba él.
Reconocí el suspiro cansado pero dispuesto desde donde estaba la anciana. Una molestia, pero era una que estaba dispuesta a atravesar. A veces reflexionaba si esa era la marca de la verdadera amable gente, no tener ánimos pero ayudar igual, o si lo eran solamente aquellos que siempre estaban dispuestos.
No pude indagar demasiado en eso esta vez. A nuestras voces se unieron las de varios niños, que apenas se enteraron de la situación se mostraron dispuestos a guiarme. Por un precio. Reí y negué con la cabeza, esa era la marca de niños de pueblo: ser avispados. Por los susurros sabía que eran tres, pero les di cinco aeros.
Una vez me dejaron giré sosteniendo el bastón en horizontal para advertirme si tenía alguien más alrededor. La falta general de insultos a mi ceguera lo afirmaba, así que abrí los ojos encontrándome en la parte trasera del carromato y caminé al frente para encontrarme con Eltrant y Asher. Me costó notar a Syl.
—Hola —saludé, sonriéndoles débilmente.
Sí… las cosas tenían una marca. Había ojeado el alrededor de la mansión antes de venir al pueblo para saber a qué me estaban invitando, y cualquiera fuese la marca de ese lugar, no me gustaba.
Su nombre es Lyn,
Es vampira,
Pero no es ruin.
Su cabello azabache,
Hace difícil hallarla de noche.
No mires sus ojos azules,
Hacen difícil tenerle reproche.
Si dice mortal más de una vez,
Eso es que la ves,
Si no te muerde sin permiso,
Dilo, te agradezco el aviso.
Su nombre es Lyn,
Su nombre es Lyn,
Hazme repetirlo una vez más,
Que a tu vida le pongo fin...
Me lleve una mano a la boca mientras hacía los inhumanos sonidos que producía tararear en medio de un bostezo. ¿Esa canción? Nació cuando intentando describir a Lyn a alguien que hacia demasiadas preguntas sobre ella en una villa más. Me molesté y le pregunté si no prefería que la describiese cantando.
Y él, claro, dijo que sí.
Puedes pensar que alguien sacándote más información en realidad pretende ayudar. Tal vez fuese así, pero no tienes la más mínima idea de lo irritante que es describir una persona que no recuerdas. Solo tenía lo que me había dicho Eltrant de ella, y nada más. Era desesperante. Era desesperante tener destajos y creer reconocerla en algún rostro en la calle, para luego notar que estaba de día.
Era como cazar a un mito; a un ser de un cuento de hadas. Las reacciones eran las mismas que decir que estabas tras uno: te tomaban por loco; se reían de ti; "sabían" de que hablabas, pero en realidad no era eso. Solo podía imaginar como se sentía Elt.
Me sentía algo mal de haberme desquitado así del hombre que preguntaba, pero las cosas se equilibran en la vida. La mía se equilibró demasiado pronto a la mano de borrachos repitiendo la canción a morir. Eventualmente lo vi como algo bueno, daba igual si la cantaban por buena o mala mientras hablasen de ella. Ardería y se extendería como fuego por los campos de Verisar, hasta engullirlo y alcanzar las ciudades...
Entonces recibí la carta y supe que lo único que iba a arder era mi dignidad. Lo que me quedaba de ella.
Aun así no podía sino sentirme feliz de que diese con algo tan concreto como para escribir. A la vez, sabía que era demasiado pronto para alegrarme, porque había escrito para pedir ayuda.
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Exhalé de cara a la entrada del pueblo. El par de días que me había tomado llegar cuando creí ya estar cerca me estaba haciendo considerar comprar un caballo, o un upelero.
La cota de malla y todas las otras protecciones de metal las moví debajo de mi ropa antes de entrar. Avanzaba sintiendo y golpeando suavemente el suelo con un bastón de arcilla endurecida. En sitios relativamente pequeños como éste prefería adoptar esta imagen: la de un ciego. Entonces confiaba en que alguien amable me guiase. Era mejor que atravesar la molestia de esquivar miradas.
Tal vez suena fácil, así dicho, pero es justo cuando huyes que te persiguen. Intenta ser pobre y pararte en una esquina a ver si te lanzan unos aeros. La gente te ignora. Intenta acercarte o atravesarte en el camino de las personas a pedir dinero. La gente te evita. Adivina que sucede si tú los evitas a ellos.
No pasé demasiado avanzando antes de que, a juzgar por su voz, una señora mayor me hablase. Recordando que la carta de Eltrant mencionaba que el lugar no tenía un herrero, pedí direcciones hacia uno. Solo podía terminar donde estaba él.
Reconocí el suspiro cansado pero dispuesto desde donde estaba la anciana. Una molestia, pero era una que estaba dispuesta a atravesar. A veces reflexionaba si esa era la marca de la verdadera amable gente, no tener ánimos pero ayudar igual, o si lo eran solamente aquellos que siempre estaban dispuestos.
No pude indagar demasiado en eso esta vez. A nuestras voces se unieron las de varios niños, que apenas se enteraron de la situación se mostraron dispuestos a guiarme. Por un precio. Reí y negué con la cabeza, esa era la marca de niños de pueblo: ser avispados. Por los susurros sabía que eran tres, pero les di cinco aeros.
Una vez me dejaron giré sosteniendo el bastón en horizontal para advertirme si tenía alguien más alrededor. La falta general de insultos a mi ceguera lo afirmaba, así que abrí los ojos encontrándome en la parte trasera del carromato y caminé al frente para encontrarme con Eltrant y Asher. Me costó notar a Syl.
—Hola —saludé, sonriéndoles débilmente.
Sí… las cosas tenían una marca. Había ojeado el alrededor de la mansión antes de venir al pueblo para saber a qué me estaban invitando, y cualquiera fuese la marca de ese lugar, no me gustaba.
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Detuvo la mano del martillo antes de que golpease el metal que tenía delante una vez más.
- Asher. – fue lo único que dijo al ver al lobo en el lugar, sonriendo al oír las palabras que este dijo como saludo. – Estaba pensando en poner la runa esa del portal en una plancha de metal. ¿Valdría para tus entradas dramáticas? – dejó el martillo sobre el mostrador y asintió levemente a Syl, quien no tardó en ir directamente al grano.
Pero también saludó.
- Hola, Syl. – le respondió el herrero, sin perder la expresión.
Habían pasado muchas desde aquella discusión que tuvieron en el Arenal. O más bien desde que Syl le dijo lo que pensaba de él en aquel momento, Eltrant no recordaba haber contestado gran cosa a las palabras del felino.
Se quedó callado, pensando en la pregunta que le acababa de decir Asher.
- Pues si os digo la verdad… - se atusó la barba y exhaló un pequeño suspiro, guardó alguna de las herramientas bajo el mostrador. - …esperaba que vosotros me ayudarais con eso. – les dijo, pensando en las palabras del lobo. – No tengo ni idea de si está ahí o no. – Musitó, enseñándoles simplemente la orden de captura que había encontrado en la oficina de Harrowmont en Beltrexus.
Tachada por la actual maestra cazadora, esta había escrito un montón de juramentos y obscenidades alrededor del símbolo, también había escrito en pequeño “Dejad de mandarme basura arcaica a mi despacho. La biblioteca no es ninguna broma.”
Asher tenía razón, no dudaba en que el can podría incinerar el lugar hasta los cimientos con facilidad de proponérselo. Lo que le habían dicho, además, confirmaba sus sospechas. Vale que era relativamente evidente por la indumentaria y el blasón que portaban, pero ahora estaba más claro que nunca; aquellas eran brujos.
Algún tipo de cazadores.
¿En qué se había metido, Lyn?
- ¡Ah! ¡Les he echado tanto de menos! – Lyn estaba haciendo como que acariciaba los mofletes a Syl, o la máscara que vestía más bien, e intentaba darle un abrazo fantasmal. - Tan esponjoso... ¡¿Cómo habéis estado?! – después se volvió hacía Asher y trató de hacer lo mismo con el… mismo resultado. - ¿Muy emocionados para responderme? No os preocupéis, no os preocupéis. Os entiendo. -
Clavó su ojo derecho en la imitación de la vampiresa y la siguió con la mirada hasta que esta se quedó sentada junto al felino, que había entrado en el carromato para ponerse cómodo. Syl seguía vistiendo la máscara que le había fabricado al poco de salir del Oblivión; le daba un aspecto sereno y ligeramente solemne, casi como si fuese una estatua.
Después parpadeó varias veces y depositó su ojo sano en la llama añil que había hecho aparecer el lobo en la mano derecha. ¿Cómo…? Relajando la expresión, observó cómo tras la breve explicación hacía aparecer una pequeña daga en la mano opuesta a la que había aparecido el fuego.
Brillo, probablemente.
O… ¿Nova? Ese era el nombre nuevo que le había puesto a la espada por lo que recordaba de la breve reunión que tuvieron en Lunargenta. Aunque distaba mucho de ser una espada en aquel momento.
Impresionante. No había otra palabra para describir lo que era capaz de hacer Asher; incluso con todo en contra continuaba evolucionando y puliendo sus habilidades.
No estaba muy seguro que significaba eso de que quemase el éter. ¿Magia que usaba magia como combustible? Si ese era el caso cualquiera con una mínima de habilidad mágica se convertiría en, básicamente, un leño para la hoguera bípeda que era el lobo.
Ahora entendía parte de los rumores del “Demonio Azul” de Sandorai.
- ¿Cómo haces para tener siempre algo nuevo cuando nos encontramos? – dijo riendo en voz baja. – Yo… - Se pasó la mano por la nuca. – Más o menos como siempre. – terminó por encogerse de hombros. – Tengo una casa nueva. - Apoyó ambas manos en el mostrador y esbozó una sonrisa cansada. - Saldremos cuando llegue… - Se volvió hacía Syl, pero apenas tuvo tiempo de mirarle pues la persona a la que estaban esperando acababa de saludar.
- ...Anders. – dijo, terminando la frase.
Aun se sentía mal por lo que le había hecho en la herrería.
Anders era… una buena persona; quizás demasiado para su propio bien. Y no conocía a prácticamente a nadie que respondiese a aquella descripción. Quizás Rachel Roche.
- ¡Anders! Mortal, salúdale como es debido. – Lyn se apareció junto al elfo y le rodeó varias veces. - ¡Mírate! ¡Has crecido un poco! ¡Como impones! Estoy orgullosa. – dijo antes de lamerse el pulgar para hacer como que le limpiaba un moflete. – No… te muevas. Oh, y una moda un tanto extraña la de los ojos brillantes. Sinceramente, me gusta más tu color natural, pero todos pasamos por fases así que no me importa. – dijo cruzándose de brazos y ladeando la cabeza. - El Mortal sigue en su fase de “Voy a casarme con mi armadura”. Me preocupa, casi parece que no va a salir de ella y… -
La vampiresa siguió con su monólogo, dirigido a un Anders que no podía oírla. No estaba seguro de por qué lo hacía; si la ojiazul era un fragmento de su demencia, de la locura que iba aumentando día a día, se tomaba muchas molestias por parecer natural.
- Me alegro de verte. – dijo finalmente, haciendo caso a lo que le había dicho Lyn y saludándole como era apropiado. – El resumen rápido de por qué os he llamado es… tengo una pista de Lyn pero está dentro de un edificio repleto de gente sospechosa. Parecen cazadores, pero estoy seguro de que no lo son… o al menos no los que conocemos. – Se detuvo un momento y, tras levantarse de dónde estaba, abrió una trampilla en el suelo de la carroza. – No quería… precipitarme y... – Se detuvo, mirando el hueco en el suelo. - Gracias por venir tan rápido. – dijo después, tomando un asa del baúl y sacándolo a pulso.
En su interior estaba su armadura, también Olvido.
- Por lo que he visto en la semana que llevo aquí hay una entrada principal a la mansión en la que se esconden, bien protegida. También una puerta trasera, pasando los jardines… y un agujero en la pared por el que podrían entrar Syl y Anders, creo.
No he tenido contacto alguno con ellos, salvo con la chica a la que mandan aquí a por provisiones. Se esfuerzan mucho por disimular su presencia en el lugar. –
- Asher. – fue lo único que dijo al ver al lobo en el lugar, sonriendo al oír las palabras que este dijo como saludo. – Estaba pensando en poner la runa esa del portal en una plancha de metal. ¿Valdría para tus entradas dramáticas? – dejó el martillo sobre el mostrador y asintió levemente a Syl, quien no tardó en ir directamente al grano.
Pero también saludó.
- Hola, Syl. – le respondió el herrero, sin perder la expresión.
Habían pasado muchas desde aquella discusión que tuvieron en el Arenal. O más bien desde que Syl le dijo lo que pensaba de él en aquel momento, Eltrant no recordaba haber contestado gran cosa a las palabras del felino.
Se quedó callado, pensando en la pregunta que le acababa de decir Asher.
- Pues si os digo la verdad… - se atusó la barba y exhaló un pequeño suspiro, guardó alguna de las herramientas bajo el mostrador. - …esperaba que vosotros me ayudarais con eso. – les dijo, pensando en las palabras del lobo. – No tengo ni idea de si está ahí o no. – Musitó, enseñándoles simplemente la orden de captura que había encontrado en la oficina de Harrowmont en Beltrexus.
Tachada por la actual maestra cazadora, esta había escrito un montón de juramentos y obscenidades alrededor del símbolo, también había escrito en pequeño “Dejad de mandarme basura arcaica a mi despacho. La biblioteca no es ninguna broma.”
Asher tenía razón, no dudaba en que el can podría incinerar el lugar hasta los cimientos con facilidad de proponérselo. Lo que le habían dicho, además, confirmaba sus sospechas. Vale que era relativamente evidente por la indumentaria y el blasón que portaban, pero ahora estaba más claro que nunca; aquellas eran brujos.
Algún tipo de cazadores.
¿En qué se había metido, Lyn?
- ¡Ah! ¡Les he echado tanto de menos! – Lyn estaba haciendo como que acariciaba los mofletes a Syl, o la máscara que vestía más bien, e intentaba darle un abrazo fantasmal. - Tan esponjoso... ¡¿Cómo habéis estado?! – después se volvió hacía Asher y trató de hacer lo mismo con el… mismo resultado. - ¿Muy emocionados para responderme? No os preocupéis, no os preocupéis. Os entiendo. -
Clavó su ojo derecho en la imitación de la vampiresa y la siguió con la mirada hasta que esta se quedó sentada junto al felino, que había entrado en el carromato para ponerse cómodo. Syl seguía vistiendo la máscara que le había fabricado al poco de salir del Oblivión; le daba un aspecto sereno y ligeramente solemne, casi como si fuese una estatua.
Después parpadeó varias veces y depositó su ojo sano en la llama añil que había hecho aparecer el lobo en la mano derecha. ¿Cómo…? Relajando la expresión, observó cómo tras la breve explicación hacía aparecer una pequeña daga en la mano opuesta a la que había aparecido el fuego.
Brillo, probablemente.
O… ¿Nova? Ese era el nombre nuevo que le había puesto a la espada por lo que recordaba de la breve reunión que tuvieron en Lunargenta. Aunque distaba mucho de ser una espada en aquel momento.
Impresionante. No había otra palabra para describir lo que era capaz de hacer Asher; incluso con todo en contra continuaba evolucionando y puliendo sus habilidades.
No estaba muy seguro que significaba eso de que quemase el éter. ¿Magia que usaba magia como combustible? Si ese era el caso cualquiera con una mínima de habilidad mágica se convertiría en, básicamente, un leño para la hoguera bípeda que era el lobo.
Ahora entendía parte de los rumores del “Demonio Azul” de Sandorai.
- ¿Cómo haces para tener siempre algo nuevo cuando nos encontramos? – dijo riendo en voz baja. – Yo… - Se pasó la mano por la nuca. – Más o menos como siempre. – terminó por encogerse de hombros. – Tengo una casa nueva. - Apoyó ambas manos en el mostrador y esbozó una sonrisa cansada. - Saldremos cuando llegue… - Se volvió hacía Syl, pero apenas tuvo tiempo de mirarle pues la persona a la que estaban esperando acababa de saludar.
- ...Anders. – dijo, terminando la frase.
Aun se sentía mal por lo que le había hecho en la herrería.
Anders era… una buena persona; quizás demasiado para su propio bien. Y no conocía a prácticamente a nadie que respondiese a aquella descripción. Quizás Rachel Roche.
- ¡Anders! Mortal, salúdale como es debido. – Lyn se apareció junto al elfo y le rodeó varias veces. - ¡Mírate! ¡Has crecido un poco! ¡Como impones! Estoy orgullosa. – dijo antes de lamerse el pulgar para hacer como que le limpiaba un moflete. – No… te muevas. Oh, y una moda un tanto extraña la de los ojos brillantes. Sinceramente, me gusta más tu color natural, pero todos pasamos por fases así que no me importa. – dijo cruzándose de brazos y ladeando la cabeza. - El Mortal sigue en su fase de “Voy a casarme con mi armadura”. Me preocupa, casi parece que no va a salir de ella y… -
La vampiresa siguió con su monólogo, dirigido a un Anders que no podía oírla. No estaba seguro de por qué lo hacía; si la ojiazul era un fragmento de su demencia, de la locura que iba aumentando día a día, se tomaba muchas molestias por parecer natural.
- Me alegro de verte. – dijo finalmente, haciendo caso a lo que le había dicho Lyn y saludándole como era apropiado. – El resumen rápido de por qué os he llamado es… tengo una pista de Lyn pero está dentro de un edificio repleto de gente sospechosa. Parecen cazadores, pero estoy seguro de que no lo son… o al menos no los que conocemos. – Se detuvo un momento y, tras levantarse de dónde estaba, abrió una trampilla en el suelo de la carroza. – No quería… precipitarme y... – Se detuvo, mirando el hueco en el suelo. - Gracias por venir tan rápido. – dijo después, tomando un asa del baúl y sacándolo a pulso.
En su interior estaba su armadura, también Olvido.
- Por lo que he visto en la semana que llevo aquí hay una entrada principal a la mansión en la que se esconden, bien protegida. También una puerta trasera, pasando los jardines… y un agujero en la pared por el que podrían entrar Syl y Anders, creo.
No he tenido contacto alguno con ellos, salvo con la chica a la que mandan aquí a por provisiones. Se esfuerzan mucho por disimular su presencia en el lugar. –
___________________________________________________
- Lo que se ve desde el exterior de la hacienda:
Aspecto (Más o menos):
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Plano:
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Eltrant Tale
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
—También es bueno verlos —asentí, acercándome algo más al herrero—. Estaba buscándote porque quería encargarte algo, pero puede esperar —me crucé de brazos, bastaba con verlo para saber que quería hablar pronto.
Escuché al hombre explicar y vi por el rabillo del ojo hacia el arma que sostenía Asher. Había algo emanando de ella, ¿éter? No se habría hecho un cuchillo. Tomé el plano para hacerme mejor idea de la mansión, viendo el hueco por el que había propuesto que entrase con Syl.
Con lo que recordaba ver, aunque fuese de lejos (cosa que daba igual; era parte elfo) las ventanas puede que estuviesen al alcance del perro si hacía eso con sus piernas. Pero el asalto frontal no era una buena idea sin saber si Lyn estaba allí o no. Un rehén cambiaba estos asuntos.
—Cazadores... ¿de vampiros? ¿O recompensas?
—Me trae recuerdos —musité, consciente de la ironía en el comentario—. Hace tiempo en Sacrestic, cuando un tipo de piel café te tiró una explosión en la cara. Poco antes de la pandemia.
Suspiré y solté el plano, viendo el baúl que había tomado Eltrant. Estaba con un hombre que podía alzar eso como si nada y vestir y blandir lo que llevaba dentro mientras se movía más rápido de lo que cualquiera con tanto metal encima tenía derecho a moverse. No sabía si podía cortar a un dios, pero estaba seguro de que podía resistir los ataques de uno.
Podía creerme que era capaz de quebrar allí y salir con Lyn por si solo, pero tenía a Asher y Syl. Maestro arcanista de día y destructor de "demonios invencibles de otra realidad" de noche. Había visto a la muerte cuando era inevitable no una sino dos veces, por el supuesto destino de los centinelas, y por haber estado atrapado en otro mundo, o dimensión, o lo que sea, y eso es solo las que yo sabía. Tenía más magia en su piel que el Hekshold entre sus paredes.
Syl era una persona capaz de seguir el paso a alguien como él. Superarlo, si querías hablar de velocidad. Seguro no vale de nada porque yo no he visto demasiado y tengo poco años vivo; pero nunca he observado nada que me haya hecho pensar que podría ganarle en velocidad y agilidad a Syl.
Y luego estaba yo.
—Creo que... ¿Es mejor no voy con Syl? —me giré para ver hacia el gato—. Es rápido, es sigiloso, y cuenta con recursos para hacer bastante más, es... de hecho es la persona más apta para entrar sin ser detectado, si vamos a eso. E incluso si lo ven, es el que tienen más difícil de agarrar. Sería más una carga que otra cosa, si puede moverse solo, es mejor. O al menos con un mejor apoyo.
Claro, también lo decía porque todavía tenía el brillo en los ojos. Por suerte, no necesitabas más de medio cerebro para saber que la gente quedaba afectaba cuando te condenaban a un mundo muerto cuando intentabas ayudar. Leerlo era difícil, en términos generales, ahora con máscara más.
Una cosa era recordarles ese asunto con mi mera presencia y el brillo. Sobre eso no tenía demasiado control. Sobre ir con él y ser una molestia durante algo tan importante como esto, sí.
—Con lo que tengo puedo ser carnada otra vez. Distraer a los guardias estorbando cerca... —giré el puño y lo abrí para enseñar lo que tenia dentro—. O usar este silbato para atraer animales y confundirlos un poco. O montar señuelos. Si las cosas fuesen mal de mi lado tengo un par de pergaminos de Asher que me sirven para defenderme.
—Y si no, bueno, parte elfo... le pedí hace mucho a Asher que pusiera una runa en mi armadura para acelerar la curación, puedo sobrevivir.
Lleve los ojos una vez más al mapa. En el caso de que quisieran escapar solo había una salida, realmente. Si pretendían hacerlo en carro. Ni siquiera caballos individualmente eran demasiado útiles con la frondosidad que rodeaba el sitio, sólo podrían arreglárselas si eran increíblemente buenos jinetes.
Y yo sabía que le había sucedido a los últimos que estos tres enfrentaron.
Escuché al hombre explicar y vi por el rabillo del ojo hacia el arma que sostenía Asher. Había algo emanando de ella, ¿éter? No se habría hecho un cuchillo. Tomé el plano para hacerme mejor idea de la mansión, viendo el hueco por el que había propuesto que entrase con Syl.
Con lo que recordaba ver, aunque fuese de lejos (cosa que daba igual; era parte elfo) las ventanas puede que estuviesen al alcance del perro si hacía eso con sus piernas. Pero el asalto frontal no era una buena idea sin saber si Lyn estaba allí o no. Un rehén cambiaba estos asuntos.
—Cazadores... ¿de vampiros? ¿O recompensas?
—Me trae recuerdos —musité, consciente de la ironía en el comentario—. Hace tiempo en Sacrestic, cuando un tipo de piel café te tiró una explosión en la cara. Poco antes de la pandemia.
Suspiré y solté el plano, viendo el baúl que había tomado Eltrant. Estaba con un hombre que podía alzar eso como si nada y vestir y blandir lo que llevaba dentro mientras se movía más rápido de lo que cualquiera con tanto metal encima tenía derecho a moverse. No sabía si podía cortar a un dios, pero estaba seguro de que podía resistir los ataques de uno.
Podía creerme que era capaz de quebrar allí y salir con Lyn por si solo, pero tenía a Asher y Syl. Maestro arcanista de día y destructor de "demonios invencibles de otra realidad" de noche. Había visto a la muerte cuando era inevitable no una sino dos veces, por el supuesto destino de los centinelas, y por haber estado atrapado en otro mundo, o dimensión, o lo que sea, y eso es solo las que yo sabía. Tenía más magia en su piel que el Hekshold entre sus paredes.
Syl era una persona capaz de seguir el paso a alguien como él. Superarlo, si querías hablar de velocidad. Seguro no vale de nada porque yo no he visto demasiado y tengo poco años vivo; pero nunca he observado nada que me haya hecho pensar que podría ganarle en velocidad y agilidad a Syl.
Y luego estaba yo.
—Creo que... ¿Es mejor no voy con Syl? —me giré para ver hacia el gato—. Es rápido, es sigiloso, y cuenta con recursos para hacer bastante más, es... de hecho es la persona más apta para entrar sin ser detectado, si vamos a eso. E incluso si lo ven, es el que tienen más difícil de agarrar. Sería más una carga que otra cosa, si puede moverse solo, es mejor. O al menos con un mejor apoyo.
Claro, también lo decía porque todavía tenía el brillo en los ojos. Por suerte, no necesitabas más de medio cerebro para saber que la gente quedaba afectaba cuando te condenaban a un mundo muerto cuando intentabas ayudar. Leerlo era difícil, en términos generales, ahora con máscara más.
Una cosa era recordarles ese asunto con mi mera presencia y el brillo. Sobre eso no tenía demasiado control. Sobre ir con él y ser una molestia durante algo tan importante como esto, sí.
—Con lo que tengo puedo ser carnada otra vez. Distraer a los guardias estorbando cerca... —giré el puño y lo abrí para enseñar lo que tenia dentro—. O usar este silbato para atraer animales y confundirlos un poco. O montar señuelos. Si las cosas fuesen mal de mi lado tengo un par de pergaminos de Asher que me sirven para defenderme.
—Y si no, bueno, parte elfo... le pedí hace mucho a Asher que pusiera una runa en mi armadura para acelerar la curación, puedo sobrevivir.
Lleve los ojos una vez más al mapa. En el caso de que quisieran escapar solo había una salida, realmente. Si pretendían hacerlo en carro. Ni siquiera caballos individualmente eran demasiado útiles con la frondosidad que rodeaba el sitio, sólo podrían arreglárselas si eran increíblemente buenos jinetes.
Y yo sabía que le había sucedido a los últimos que estos tres enfrentaron.
Anders
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Había algo extraño en ese lugar.
Algo cambiaba. Un discreto olor, casi imperceptible. Pero venía de Syl. Eltrant estaba mirando en esa misma dirección. Y momentos después, lo noté mucho más cerca, esta vez en otra dirección. Fruncí el ceño, pensativo, hasta que noté otro olor distinto.
La aparición de Anders me sacó un gruñido instintivo, quizás al ver los ojos. Sin embargo, suspiré y me recompuse. Era amigo. Me repetí la idea a mi mismo, cerrando los ojos un instante. Amigo, no enemigo. Estaba de mi parte, siempre lo había estado. Mucho más que los otros.
Tanto Syl como yo estuvimos atentos cuando Eltrant habló del posible plan. Anders no estaba del todo de acuerdo con ir con Syl. ¿Prefería ser el cebo, otra vez? El arquero se mostró impasible tras su máscara. Había varios detalles que tenía que plantear.
-Deberíamos esperar a que sea de noche antes de actuar.- comentó. -Si Lyn está ahí, solo podemos sacarla con seguridad si es de noche, salvo que pretendas matar a todos los guardias. Además... he intentado ver a través de las ventanas. Están tapiadas en el primer piso.- añadió. -...Por lo que si tienen algún vampiro, seguramente estarán ahí.-
Asentí. Estaba bien pensado. No se molestarían en bloquear las ventanas sin un muy buen motivo. Si los pisos por encima del primero eran opcionales...
-Podría hacer que saliesen. Todos a la vez.- propuse. Esbocé media sonrisa. Si creaba un problema lo suficientemente grande, lo natural sería que usasen casi todas sus fuerzas en resolverlo. Eso haría que el interior quedase mucho menos protegido, y sería sencillo infiltrarse.
Por supuesto, creaba cierto problema para los que estuviesen fuera. Incluso con mis capacidades, cincuenta personas armadas podían ser peligrosas. Aunque con Eltrant a mi lado...
No podía evitar pensar en ello. Era emocionante. Quería un desafío como aquel.
-Será una masacre.- argumentó Syl. -Pero haría que no necesitásemos ser sigilosos. Si aún quedan guardias dentro... me vendría bien alguien para ayudar en caso de que se ponga feo.- ofreció, mirando a Anders. Era una buena opción. Syl era escurridizo, pero no tenía muchas opciones en combate cercano. Alguien que lo apoyase de frente le vendría bien. Y quizás con el tiempo Anders acabase siendo un poco como Eltrant. Quizás pudiese ayudarle un poco al respecto...
-¿Eltrant? Lyn es la más cercana a ti. ¿Como lo ves?- pregunté. -No te preocupes demasiado por los meteoritos. Puedo concentrarlos en las paredes y la tercera planta. Eso debería bastar para despertarlos... y tengo algunas formas para hacer que no salgan todos a la vez.- añadí. Si controlábamos el campo de batalla, aquello sería mucho más fácil.
-Deberíamos respirar un poco. Acabamos de llegar. Esperemos un poco y quizás haya otros planes mejores.- dijo Syl. Típico de un francotirador, supuse.
Cerré los ojos y exhalé antes de asentir. Podíamos descansar un poco, sobre todo si esperábamos al anochecer.
-Anders...- empecé, sin saber muy bien que decir. Cerré los ojos. -...Si ves fuego azul, como este, no uses nada mágico cerca, ¿hmm?- dije, creando una llama azul de nuevo en mi mano. -Es... otro truco nuevo. Haría de combustible.- expliqué. La llama se movió ligeramente, como atraída hacia algo. La apagué inmediatamente: no iba a dejar que se descontrolase.
Pero de nuevo, noté aquel extraño cambio en el ambiente. Cerca. Extendí el brazo, tratando de palpar algo invisible.
Miré a Eltrant, buscando una explicación. ¿Había sentido algo también?
Algo cambiaba. Un discreto olor, casi imperceptible. Pero venía de Syl. Eltrant estaba mirando en esa misma dirección. Y momentos después, lo noté mucho más cerca, esta vez en otra dirección. Fruncí el ceño, pensativo, hasta que noté otro olor distinto.
La aparición de Anders me sacó un gruñido instintivo, quizás al ver los ojos. Sin embargo, suspiré y me recompuse. Era amigo. Me repetí la idea a mi mismo, cerrando los ojos un instante. Amigo, no enemigo. Estaba de mi parte, siempre lo había estado. Mucho más que los otros.
Tanto Syl como yo estuvimos atentos cuando Eltrant habló del posible plan. Anders no estaba del todo de acuerdo con ir con Syl. ¿Prefería ser el cebo, otra vez? El arquero se mostró impasible tras su máscara. Había varios detalles que tenía que plantear.
-Deberíamos esperar a que sea de noche antes de actuar.- comentó. -Si Lyn está ahí, solo podemos sacarla con seguridad si es de noche, salvo que pretendas matar a todos los guardias. Además... he intentado ver a través de las ventanas. Están tapiadas en el primer piso.- añadió. -...Por lo que si tienen algún vampiro, seguramente estarán ahí.-
Asentí. Estaba bien pensado. No se molestarían en bloquear las ventanas sin un muy buen motivo. Si los pisos por encima del primero eran opcionales...
-Podría hacer que saliesen. Todos a la vez.- propuse. Esbocé media sonrisa. Si creaba un problema lo suficientemente grande, lo natural sería que usasen casi todas sus fuerzas en resolverlo. Eso haría que el interior quedase mucho menos protegido, y sería sencillo infiltrarse.
Por supuesto, creaba cierto problema para los que estuviesen fuera. Incluso con mis capacidades, cincuenta personas armadas podían ser peligrosas. Aunque con Eltrant a mi lado...
No podía evitar pensar en ello. Era emocionante. Quería un desafío como aquel.
-Será una masacre.- argumentó Syl. -Pero haría que no necesitásemos ser sigilosos. Si aún quedan guardias dentro... me vendría bien alguien para ayudar en caso de que se ponga feo.- ofreció, mirando a Anders. Era una buena opción. Syl era escurridizo, pero no tenía muchas opciones en combate cercano. Alguien que lo apoyase de frente le vendría bien. Y quizás con el tiempo Anders acabase siendo un poco como Eltrant. Quizás pudiese ayudarle un poco al respecto...
-¿Eltrant? Lyn es la más cercana a ti. ¿Como lo ves?- pregunté. -No te preocupes demasiado por los meteoritos. Puedo concentrarlos en las paredes y la tercera planta. Eso debería bastar para despertarlos... y tengo algunas formas para hacer que no salgan todos a la vez.- añadí. Si controlábamos el campo de batalla, aquello sería mucho más fácil.
-Deberíamos respirar un poco. Acabamos de llegar. Esperemos un poco y quizás haya otros planes mejores.- dijo Syl. Típico de un francotirador, supuse.
Cerré los ojos y exhalé antes de asentir. Podíamos descansar un poco, sobre todo si esperábamos al anochecer.
-Anders...- empecé, sin saber muy bien que decir. Cerré los ojos. -...Si ves fuego azul, como este, no uses nada mágico cerca, ¿hmm?- dije, creando una llama azul de nuevo en mi mano. -Es... otro truco nuevo. Haría de combustible.- expliqué. La llama se movió ligeramente, como atraída hacia algo. La apagué inmediatamente: no iba a dejar que se descontrolase.
Pero de nuevo, noté aquel extraño cambio en el ambiente. Cerca. Extendí el brazo, tratando de palpar algo invisible.
Miré a Eltrant, buscando una explicación. ¿Había sentido algo también?
Asher Daregan
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Se atusó la barba, meditando lo que acababan de decir los presentes.
La mayoría de lo que decían tenía sentido.
Esperar a la noche era algo lógico si querían sacar a Lyn de allí, hasta ahí llegaba. Pero había estado tan preocupado por empezar con todo aquello que no se había planteado siquiera el motivo por el que las ventanas superiores estaban abiertas y las de abajo no.
- Eres más que un cebo, Anders. – dijo a la propuesta del muchacho con una sonrisa cansada. – Por eso te mandé la carta, porque confió en ti y en lo que eres capaz de hacer. – Agregó, intentando obviar aquellos ojos tan brillantes de los que era dueño el elfo – Syl podría necesitar ayuda en el interior de la mansión. – añadió al final, dando a entender que el plan de los meteoritos le parecía bien.
Exhaló un suspiro y sacudió la cabeza. ¿Meteoritos? Asher podía literalmente hacer caer el cielo sobre sus enemigos. Daba algo de miedo, no iba a engañarse. ¿No era eso lo que había estado a punto de destrozar el árbol madre?
– Bueno, eso, yo apoyo a Asher y nos encargamos de los que salgan al exterior. - Llevó su ojo sano hasta la solitaria flor que descansaba sobre el mostrador. – No sé lo que están planeando, pero he visto que descargaban muchas carretas esta semana, también a personas vestidas con… túnicas y ropajes sencillos. - Lo único que ataba aquellas personas a Lyn era una vieja orden de captura y una sucesión de rumores extraños…
¿Estaba haciendo realmente lo correcto? ¿Y sí…?
– Bueno, ya me entendéis. Tened cuidado. – Tras unos segundos en silencio, volvió a mirar a Asher para reemprender la conversación.
Pero este estaba tratando de tocar algo invisible.
Justo en el lugar en el que había estado… ¿Acaso? Pero no podía ser posible, debía de ser algo relacionado con las llamas y el éter nuevo que decía controlar, Asher era capaz de sentir la magia. Hasta dónde sabía era incluso capaz de ver los colores que emanaba el éter de la gente; aunque nunca supo si eso se lo dijo de broma o era verdad.
No tenía otra explicación, Lyn estaba en su cabeza, era imposible que el lobo… pero su mirada inquisitiva parecía querer algún tipo de explicación por su parte.
- ¿Has visto a…? – Se detuvo un segundo, dubitativo, sin saber exactamente como preguntar aquello sin... aparentar estar loco. Que probablemente lo estuviese, pero al menos si no se lo decía a nadie no tenía que enfrentarse a la realidad, podía seguir disimulando. - ¿…a Lyn? – Le preguntó finalmente. – Es… es una estupidez, pero… - se atusó la barba y carraspeó. – …es igual, después lo hablamos mejor. – agregó al final en voz más baja, forzando una sonrisa y marchándose hasta el fondo del taller arrastrando el baúl.
¿En que estaba pensando?
Les había pedido que depositasen su confianza en él y ahora empezaba a comportarse como alguien que tenía que estar bajo la atenta vigilancia de los empleados del hospital de Lunargenta. ¿Quién querría encarar a media centena de brujos con un perturbado? Lo mínimo que podía hacer era esperar a que pasase aquello si quería hablarles de sus visiones extrañamente realistas.
Quizás hablar de ellas las hiciesen parar.
Cuando llegó el anochecer se calzó la armadura. Era una sensación curiosa, había llegado a un punto de su vida que tenerla puesta le hacía sentirse cómodo, casi como si estuviese realmente vestido con ella.
Probablemente no fuese sano. Pero tenía que admitir nada en su vida, llegados a aquel punto, lo era.
Anudó con fuerza las correas de su coraza y dio varios saltitos en el sitio para asegurarse de que esta estaba bien sujeta a su cuerpo, después procedió a tomar todas las armas de su equipo y a colocarlas en distintas partes de su cuerpo.
Olvido, Recuerdo, el martillo… como un ritual que había ensayado ya un número incontable de veces, Eltrant no tardó demasiado en estar preparado para el asalto a la mansión Beltrexus. Lo último que hizo fue tomar las piezas de repuesto untadas con un barniz de su creación al que llamaba “Espejo”.
Este tenía unas propiedades extraordinarias. Repelía el éter, la magia en general de forma que esta rebotaba contra el objeto recubierto de dicho barniz. ¿Lo único malo? La reacción resultante rompía la pieza, le arrebataba todas sus propiedades y esta se deshacía como si fuese cartón húmedo.
Pero toda ventaja era poca, estaba seguro de poder usar aquellas piezas en algún momento de necesidad.
- No sé a qué le tienes tanto miedo, Mortal. –
Eltrant ignoró la voz de Lyn según dejaba el extremo opuesto de la carreta y salía al exterior. Esta vez no se apareció, le habló directamente desde el interior de su cabeza, como cuando se puso a cantar hacia no demasiadas semanas.
- Si alguien sabe lo mal de la cabeza que estás son ellos. –
Y, con una risita, según Eltrant atravesaba la puerta al exterior, la vampiresa se marchó a algún recóndito rincón de su mente.
- ¿Todos listos? – preguntó, ajustando las correas de sus guanteletes.
La mayoría de lo que decían tenía sentido.
Esperar a la noche era algo lógico si querían sacar a Lyn de allí, hasta ahí llegaba. Pero había estado tan preocupado por empezar con todo aquello que no se había planteado siquiera el motivo por el que las ventanas superiores estaban abiertas y las de abajo no.
- Eres más que un cebo, Anders. – dijo a la propuesta del muchacho con una sonrisa cansada. – Por eso te mandé la carta, porque confió en ti y en lo que eres capaz de hacer. – Agregó, intentando obviar aquellos ojos tan brillantes de los que era dueño el elfo – Syl podría necesitar ayuda en el interior de la mansión. – añadió al final, dando a entender que el plan de los meteoritos le parecía bien.
Exhaló un suspiro y sacudió la cabeza. ¿Meteoritos? Asher podía literalmente hacer caer el cielo sobre sus enemigos. Daba algo de miedo, no iba a engañarse. ¿No era eso lo que había estado a punto de destrozar el árbol madre?
– Bueno, eso, yo apoyo a Asher y nos encargamos de los que salgan al exterior. - Llevó su ojo sano hasta la solitaria flor que descansaba sobre el mostrador. – No sé lo que están planeando, pero he visto que descargaban muchas carretas esta semana, también a personas vestidas con… túnicas y ropajes sencillos. - Lo único que ataba aquellas personas a Lyn era una vieja orden de captura y una sucesión de rumores extraños…
¿Estaba haciendo realmente lo correcto? ¿Y sí…?
– Bueno, ya me entendéis. Tened cuidado. – Tras unos segundos en silencio, volvió a mirar a Asher para reemprender la conversación.
Pero este estaba tratando de tocar algo invisible.
Justo en el lugar en el que había estado… ¿Acaso? Pero no podía ser posible, debía de ser algo relacionado con las llamas y el éter nuevo que decía controlar, Asher era capaz de sentir la magia. Hasta dónde sabía era incluso capaz de ver los colores que emanaba el éter de la gente; aunque nunca supo si eso se lo dijo de broma o era verdad.
No tenía otra explicación, Lyn estaba en su cabeza, era imposible que el lobo… pero su mirada inquisitiva parecía querer algún tipo de explicación por su parte.
- ¿Has visto a…? – Se detuvo un segundo, dubitativo, sin saber exactamente como preguntar aquello sin... aparentar estar loco. Que probablemente lo estuviese, pero al menos si no se lo decía a nadie no tenía que enfrentarse a la realidad, podía seguir disimulando. - ¿…a Lyn? – Le preguntó finalmente. – Es… es una estupidez, pero… - se atusó la barba y carraspeó. – …es igual, después lo hablamos mejor. – agregó al final en voz más baja, forzando una sonrisa y marchándose hasta el fondo del taller arrastrando el baúl.
¿En que estaba pensando?
Les había pedido que depositasen su confianza en él y ahora empezaba a comportarse como alguien que tenía que estar bajo la atenta vigilancia de los empleados del hospital de Lunargenta. ¿Quién querría encarar a media centena de brujos con un perturbado? Lo mínimo que podía hacer era esperar a que pasase aquello si quería hablarles de sus visiones extrañamente realistas.
Quizás hablar de ellas las hiciesen parar.
[…]
Cuando llegó el anochecer se calzó la armadura. Era una sensación curiosa, había llegado a un punto de su vida que tenerla puesta le hacía sentirse cómodo, casi como si estuviese realmente vestido con ella.
Probablemente no fuese sano. Pero tenía que admitir nada en su vida, llegados a aquel punto, lo era.
Anudó con fuerza las correas de su coraza y dio varios saltitos en el sitio para asegurarse de que esta estaba bien sujeta a su cuerpo, después procedió a tomar todas las armas de su equipo y a colocarlas en distintas partes de su cuerpo.
Olvido, Recuerdo, el martillo… como un ritual que había ensayado ya un número incontable de veces, Eltrant no tardó demasiado en estar preparado para el asalto a la mansión Beltrexus. Lo último que hizo fue tomar las piezas de repuesto untadas con un barniz de su creación al que llamaba “Espejo”.
Este tenía unas propiedades extraordinarias. Repelía el éter, la magia en general de forma que esta rebotaba contra el objeto recubierto de dicho barniz. ¿Lo único malo? La reacción resultante rompía la pieza, le arrebataba todas sus propiedades y esta se deshacía como si fuese cartón húmedo.
Pero toda ventaja era poca, estaba seguro de poder usar aquellas piezas en algún momento de necesidad.
- No sé a qué le tienes tanto miedo, Mortal. –
Eltrant ignoró la voz de Lyn según dejaba el extremo opuesto de la carreta y salía al exterior. Esta vez no se apareció, le habló directamente desde el interior de su cabeza, como cuando se puso a cantar hacia no demasiadas semanas.
- Si alguien sabe lo mal de la cabeza que estás son ellos. –
Y, con una risita, según Eltrant atravesaba la puerta al exterior, la vampiresa se marchó a algún recóndito rincón de su mente.
- ¿Todos listos? – preguntó, ajustando las correas de sus guanteletes.
Eltrant Tale
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Aparté la mirada del francotirador y cerré los ojos por el bien de incomodar menos a todos en el lugar. Siendo sincero, también era un poco para sentirme menos incómodo yo también. No es que no lo esperase, pero Syl no había hecho algo como mover un músculo del cuello o la cara mientras hablaba.
No sabía si es que se lo tomaba a mal como "no quiere ir conmigo, ya veo" o-
Paré de pensar en cuanto escuché su voz, compartiendo detalles importantes. Asentí a la mayoría de ellos y exhalé lentamente, uno de mis pensamientos más oscuros antes de recibir la carta se revolvía alrededor de eso: el sol. No dar ni saber de Lyn me había hecho plantearme... ¿qué tal si habían vuelto de día? ¿Qué tal si nada más llegar su cuerpo se hizo nada, y buscábamos un fantasma?
Suspiré pesadamente, forzándome a marcar tales pensamientos como estúpidos. Ahora se tenía algo sobre ella.
—¿Meteoros? —medio pregunté, medio dije a la propuesta de Asher—. Conoces su fuerza mejor que yo, pero si crees que pueden destrozar los pisos superiores... el piso de abajo podría ser aplastado. No sé si aprecien más lo que sea que ganan teniendo a Lyn que a sus vidas.
Syl tenía su propio argumento contra eso. Sonreí recordando como se había quejado en nuestra "reunión" de que Asher ahora podía hacer eso. Al oírlo a él y Eltrant sonreí más y asentí.
—Está bien, entonces. No permitiré que nadie pueda alcanzarte.
La discusión seguía. Aunque estaba hablándole a Elt sentí que su especificación también era para apagar las dudas que pudiésemos tener yo o Syl sobre la lluvia de estrellas. Los comentarios de Syl eran un poco como sus disparos, bastante precisos. Quizá demasiado, bastaron para helar la conversación, y a juzgar por cómo lo oí respirar, a Asher. Hubo silencio durante unos segundos en abrí los ojos. Entonces volvió a hablar Asher.
—¿Sí? —me giré hacia él.
Asentí, pero ladeé la cabeza y le vi la cara perplejo al ver la llama., instándolo a continuar. No necesitaba saber porque; me había dicho que no usase nada mágico cerca y eso bastaba, pero cuando conocías a Asher tendías a preocuparte de advertencias.
Quiero decir, parte del plan envolvía que tirase meteoritos.
—Combustiona… ¿Etér? —pregunté alzando la mano y concentrando cantidades débiles, como si fuese a sanar. Abrí más los ojos en sorpresa al ver que la llama que movió hacia ella—. Combustiona éter —murmuré incrédulo.
Le vi la cara a Syl como buscando explicaciones, y volví a ver la cara de Asher. Abrí la boca para preguntar y me retracté, llevándome la mano al entrecejo.
—Maestro arcanista. Maestro arcanista —repetí como una especie de mantra—... Cada vez que creo que ya no puedes impresionarme más porque ya he visto suficientes locuras lo sigues haciendo. La pones demasiado difícil.
—¿Cómo vives con esto? —giré la cabeza hacia Syl, sonriendo—. Ustedes tres están dementes. De verdad —reí levemente, tapándome la cara con la mano. Al escuchar como que Elt iba a preguntar algo lo miré.
La pregunta vino, pero él se fue.
Había pasado las últimas recostado de la carrera, pisando el suelo descalzo. Eran como millones de puntos en el suelo, podía verlos. No creía poder alcanzarlos. Había repasado muchos días muchas veces para no perder la cabeza con las secuelas de Sandorai.
Qué asco que viniese a sentirme retado ahora, cuando el retador ni se acordaba. Mucho más que algo de arcilla ala que dar forma… el mayor de los elementos.
Suspiré y sin darme cuenta me giré hacia la puerta momentos antes de que Eltrant saliera. Sonreí de forma algo traviesa y lo vi a él, y a Asher y a Syl.
—No todos —dije, agachándome a ponerme las botas—. Ellos no lo están.
Avancé con Syl a través de la frondosidad que flanqueaba la mansión. Ya lo sabía, pero era una cosa distinta vivirlo: a veces tenía que buscarlo con la mirada para reafirmar que estaba allí. No crujía ramas, no parecía interponerse en el camino del viento. Nada.
Estuve ansioso unos momentos. No terminabamos de dar con el dichoso hueco, pero terminamos de hallarlo gracias a Syl.
Al parecer, este no era un descuido. Un hombre con el tipo de indumentaria que mencionó antes Elt se acercó al hueco y lo atravesó. No quiero decir que pasó por el hueco sino *a través de*. Y aún con mi capacidad de ver en entornos de baja luz, no podía ver nada sino oscuridad en la grieta.
Toqué la pared y me llevé una mano a la cara. Limo, arena... ¿Cal? Y arcilla. Estaba hecho como ladrillos, no *de*. *Como*. Único y gigante ladrillo.
Uno que se sentia diferente de lo que lucía. Habían zonas más lisas, menos corrugadas, más... nueva. Más cuidada.
El agujero, no había agujero... era un espacio entero, como el que dejaría una puerta abierta.
Vi a Syl y apunté al suelo. En dónde apuntaba se formó un mensaje de una sola palabra: "ilusión."
No solo eso. Syl advirtió de que había alguien casi inmediatamente al otro lado. Tres, de hecho. Y luego habían más, pero lejos.
Tome la masa de arcilla e intenté acumular lo que pude del suelo en la otra mano, tenía mis métodos para deshacerme de dos de esos sin que advirtiecen a nadie.
Miré al cielo y luego al francotirador, esperando por su señal. Tal vez él esperaba por la de Asher.
No sabía si es que se lo tomaba a mal como "no quiere ir conmigo, ya veo" o-
Paré de pensar en cuanto escuché su voz, compartiendo detalles importantes. Asentí a la mayoría de ellos y exhalé lentamente, uno de mis pensamientos más oscuros antes de recibir la carta se revolvía alrededor de eso: el sol. No dar ni saber de Lyn me había hecho plantearme... ¿qué tal si habían vuelto de día? ¿Qué tal si nada más llegar su cuerpo se hizo nada, y buscábamos un fantasma?
Suspiré pesadamente, forzándome a marcar tales pensamientos como estúpidos. Ahora se tenía algo sobre ella.
—¿Meteoros? —medio pregunté, medio dije a la propuesta de Asher—. Conoces su fuerza mejor que yo, pero si crees que pueden destrozar los pisos superiores... el piso de abajo podría ser aplastado. No sé si aprecien más lo que sea que ganan teniendo a Lyn que a sus vidas.
Syl tenía su propio argumento contra eso. Sonreí recordando como se había quejado en nuestra "reunión" de que Asher ahora podía hacer eso. Al oírlo a él y Eltrant sonreí más y asentí.
—Está bien, entonces. No permitiré que nadie pueda alcanzarte.
La discusión seguía. Aunque estaba hablándole a Elt sentí que su especificación también era para apagar las dudas que pudiésemos tener yo o Syl sobre la lluvia de estrellas. Los comentarios de Syl eran un poco como sus disparos, bastante precisos. Quizá demasiado, bastaron para helar la conversación, y a juzgar por cómo lo oí respirar, a Asher. Hubo silencio durante unos segundos en abrí los ojos. Entonces volvió a hablar Asher.
—¿Sí? —me giré hacia él.
Asentí, pero ladeé la cabeza y le vi la cara perplejo al ver la llama., instándolo a continuar. No necesitaba saber porque; me había dicho que no usase nada mágico cerca y eso bastaba, pero cuando conocías a Asher tendías a preocuparte de advertencias.
Quiero decir, parte del plan envolvía que tirase meteoritos.
—Combustiona… ¿Etér? —pregunté alzando la mano y concentrando cantidades débiles, como si fuese a sanar. Abrí más los ojos en sorpresa al ver que la llama que movió hacia ella—. Combustiona éter —murmuré incrédulo.
Le vi la cara a Syl como buscando explicaciones, y volví a ver la cara de Asher. Abrí la boca para preguntar y me retracté, llevándome la mano al entrecejo.
—Maestro arcanista. Maestro arcanista —repetí como una especie de mantra—... Cada vez que creo que ya no puedes impresionarme más porque ya he visto suficientes locuras lo sigues haciendo. La pones demasiado difícil.
—¿Cómo vives con esto? —giré la cabeza hacia Syl, sonriendo—. Ustedes tres están dementes. De verdad —reí levemente, tapándome la cara con la mano. Al escuchar como que Elt iba a preguntar algo lo miré.
La pregunta vino, pero él se fue.
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Había pasado las últimas recostado de la carrera, pisando el suelo descalzo. Eran como millones de puntos en el suelo, podía verlos. No creía poder alcanzarlos. Había repasado muchos días muchas veces para no perder la cabeza con las secuelas de Sandorai.
Qué asco que viniese a sentirme retado ahora, cuando el retador ni se acordaba. Mucho más que algo de arcilla ala que dar forma… el mayor de los elementos.
Suspiré y sin darme cuenta me giré hacia la puerta momentos antes de que Eltrant saliera. Sonreí de forma algo traviesa y lo vi a él, y a Asher y a Syl.
—No todos —dije, agachándome a ponerme las botas—. Ellos no lo están.
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Avancé con Syl a través de la frondosidad que flanqueaba la mansión. Ya lo sabía, pero era una cosa distinta vivirlo: a veces tenía que buscarlo con la mirada para reafirmar que estaba allí. No crujía ramas, no parecía interponerse en el camino del viento. Nada.
Estuve ansioso unos momentos. No terminabamos de dar con el dichoso hueco, pero terminamos de hallarlo gracias a Syl.
Al parecer, este no era un descuido. Un hombre con el tipo de indumentaria que mencionó antes Elt se acercó al hueco y lo atravesó. No quiero decir que pasó por el hueco sino *a través de*. Y aún con mi capacidad de ver en entornos de baja luz, no podía ver nada sino oscuridad en la grieta.
Toqué la pared y me llevé una mano a la cara. Limo, arena... ¿Cal? Y arcilla. Estaba hecho como ladrillos, no *de*. *Como*. Único y gigante ladrillo.
Uno que se sentia diferente de lo que lucía. Habían zonas más lisas, menos corrugadas, más... nueva. Más cuidada.
El agujero, no había agujero... era un espacio entero, como el que dejaría una puerta abierta.
Vi a Syl y apunté al suelo. En dónde apuntaba se formó un mensaje de una sola palabra: "ilusión."
No solo eso. Syl advirtió de que había alguien casi inmediatamente al otro lado. Tres, de hecho. Y luego habían más, pero lejos.
Tome la masa de arcilla e intenté acumular lo que pude del suelo en la otra mano, tenía mis métodos para deshacerme de dos de esos sin que advirtiecen a nadie.
Miré al cielo y luego al francotirador, esperando por su señal. Tal vez él esperaba por la de Asher.
Anders
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Miré a Eltrant, confuso. ¿Visto... A Lyn?
-No diría que visto, pero...- murmuré. Sin embargo, Eltrant parecía incómodo sobre aquello. Quizás había algo que tenía que explicarme. Intercambié una mirada con Syl. Sería mejor centrarnos por el momento.
Avancé con Eltrant directamente a la entrada, separándonos de Syl y Anders por el momento. Sin embargo, nos mantuvimos a un paso lento, dándoles tiempo suficiente para ponerse en posición. Aproveché ese tiempo para olisquear el aire. Había algo extraño, ahora que lo sentía de cerca.
-Una barrera.- murmuré. -Una contra magia. Podemos atravesarla físicamente. ¿Pero por qué...?- ¿Estaban preparados para un ataque? ¿O quizás...? Esa clase de barrera podía interrumpir comunicación lejana si dependía de magia, como aquella que ciertos vampiros podían usar. Debía tener algo que ver.
Y olía algo más. Había dos guardias entre la puerta principal y la del jardín. Alcé una mano, deteniendo a Eltrant. Quería probar algo primero. Invoqué a Nova en forma de bastón, con las llamas aún apagadas.
-Déjame hablar un segundo. Quiero probar con algo de diplomacia.- dije, adelantándome.
En cuanto me acerqué, uno de ellos me apuntó con su ballesta. Era algo más ligera y pequeña de lo típico. Bien hecha, seguramente, pero diseñada para cazar o amenazar, no para atravesar armaduras.
-¡Quieto ahí! Esta es propiedad privada. Nada de bestias aquí. Piérdete, alimaña.- avisó. Chasqueé la lengua.
-No sé de que hablas. En realidad soy un brujo. Solo estoy disfrazado bajo una ilusión.- aseguré, esbozando una sonrisa falsa. El brujo resopló.
-¿Te crees que somos idiotas, brujo?- dijo, burlón. -Bueno, vale. Te daremos una oportunidad. Muéstranos algo de magia ahora mismo. Y si no...- demandó.
-Si insistes.-
Alcé ligeramente a Nova y golpeé el suelo con la parte baja del bastón. Un chasquido retumbó por toda la zona. En cuestión de segundos, el cielo se volvió mucho más claro, cubierto de estrellas. Una llama de fuego azul cubrió el arma y recorrió mi mano, envolviéndola por completo hasta el antebrazo. Dolía. Incluso entonces, no me había acostumbrado a aquel calor. Sin embargo, sonreí. Podía ver la mirada incrédula de esos dos.
Y entonces, las estrellas comenzaron a caer. [1]
Los meteoritos salieron disparados directamente contra el edificio, pero chocaron con algo antes. Una barrera mágica lo protegía por completo, haciéndose visible solo en torno al primero de los meteoritos. Este estalló en fuego etéreo, quedándose pegado a la barrera. Hubo un segundo impacto, y luego, un tercero.
Y con el cuarto, el sonido de mil cristales rompiéndose resonó por el edificio. El meteorito atravesó la barrera, y los restos de ella fueron consumidos por una llama azul antes de desvanecerse. Aún quedaban muchos. Una serie de rocas flamígeras chocaron contra la pared y el tejado de la mansión, abriendo grandes agujeros en la estructura con cada explosión.
-¡Dioses!- exclamó uno de los brujos. El otro no fue tan elocuente: sin dudarlo un instante, disparó su ballesta directamente a mi pecho.
Lamentablemente para él, una ballesta ligera no era rival para la protección de un maestro arcanista. El virote rebotó, dejando tan sólo un leve rasguño en mi torso. Las runas de mi piel impidieron que el impacto llegase a empujarme. Esbocé una sonrisa. Aquello funcionaba bien.
-¿Qué demonios...?- preguntó. Un hilo de agua empezó a fluir de la cantimplora que llevaba a la cintura. Eso si que no. Ya había sido demasiado permisivo con las interrupciones. Nova tomó la forma de un hacha de guerra, y arrojé el arma hasta el torso del guardia, hundiéndola con firmeza en su torso. El brujo cayó de rodillas, y un estallido terminó por tumbarlo.
Su compañero no tuvo tiempo para procesarlo. En tan solo un instante, salté hasta estar a su lado. [2] Con un rápido giro, tomé el hacha por el mango y la clavé en su cintura con un tajo ascendente. El cuerpo del guardia se elevó debido al giro. Empalado en Nova, no pudo hacer nada antes de que lo llevase al suelo. La marca estalló, y su cuerpo quedó inmóvil, partido en dos por la cintura. El arma absorbió su energía vital, haciendo que unos hilos rojizos flotasen hasta mi brazo y, en cuestión de instantes, curasen las quemaduras que el éter del Oblivion me habían producido.
Los meteoritos se habían detenido, pero el caos que dejaron era evidente. Los brujos ya comenzaban a salir del edificio. Solo acabábamos de empezar.
Syl se mantuvo en silencio, sopesando los hechos. Una ilusión, pero Eltrant había podido ver el agujero. Eso implicaba que la ilusión no estaba siempre activa. A través de ella, podía detectar la presencia de tres personas. Demasiado cerca para entrar aún.
Alzó su ballesta, preparándose. No debía tardar mucho.
Tal y como predijo, los impactos de los meteoritos llegaron en cuestión de momentos. Los brujos se miraron entre si unos instantes. Y entonces, algo se rompió, y las explosiones sonaron mucho más cercanas. Aquello terminó de alertarlos. Empezaron a moverse, yendo directos al hueco por el que uno de los guardias acababa de entrar. Uno detrás de otro, empezaron a salir, buscando la fuente de aquel estruendo.
Tres, dos, uno.
Syl disparó, alcanzando al tercero en salir diréctamente en la nuca. Para cuando el hombre cayó al suelo, el felino ya se estaba moviendo a través del hueco ilusorio, avanzando sin el más mínimo ruido. Uno de los brujos notó la ausencia de su compañero. Sin duda, encontraría el cadáver si lo buscaba, pero con las explosiones sonando tan cerca tendría otras cosas de las que preocuparse.
Mantuvo un paso ligero mientras avanzaba, con el oído afín a los pasos de los guardias. El mayor estruendo venía de los pisos superiores. Debían estar buscando las salidas más cercanas.
-¡Fuego!- alertó uno. -¡Necesitamos una tormenta, y ya!-
¿Una tormenta...? Si esperaban parar aquellas llamas usando agua invocada, se iban a encontrar con un problema. Por el momento, tenían otras cosas de las que preocuparse.
El hueco de la pared dio a una habitación que debía hacer de despensa. Y de allí, tenían acceso a lo que debía ser la cocina. Por el momento nadie parecía acercarse, al menos... o eso parecía. Había algo más. Había una trampilla de dos puertas en esa habitación... y alguien estaba por abrirla.
Cadáveres de brujos: 3/50
[1] Nova: Constelación. La herida causada se cura unos párrafos más abajo gracias a la Marca Vampírica.
[2] Habilidad: Fin de la Caza
-No diría que visto, pero...- murmuré. Sin embargo, Eltrant parecía incómodo sobre aquello. Quizás había algo que tenía que explicarme. Intercambié una mirada con Syl. Sería mejor centrarnos por el momento.
[. . .]
Avancé con Eltrant directamente a la entrada, separándonos de Syl y Anders por el momento. Sin embargo, nos mantuvimos a un paso lento, dándoles tiempo suficiente para ponerse en posición. Aproveché ese tiempo para olisquear el aire. Había algo extraño, ahora que lo sentía de cerca.
-Una barrera.- murmuré. -Una contra magia. Podemos atravesarla físicamente. ¿Pero por qué...?- ¿Estaban preparados para un ataque? ¿O quizás...? Esa clase de barrera podía interrumpir comunicación lejana si dependía de magia, como aquella que ciertos vampiros podían usar. Debía tener algo que ver.
Y olía algo más. Había dos guardias entre la puerta principal y la del jardín. Alcé una mano, deteniendo a Eltrant. Quería probar algo primero. Invoqué a Nova en forma de bastón, con las llamas aún apagadas.
-Déjame hablar un segundo. Quiero probar con algo de diplomacia.- dije, adelantándome.
En cuanto me acerqué, uno de ellos me apuntó con su ballesta. Era algo más ligera y pequeña de lo típico. Bien hecha, seguramente, pero diseñada para cazar o amenazar, no para atravesar armaduras.
-¡Quieto ahí! Esta es propiedad privada. Nada de bestias aquí. Piérdete, alimaña.- avisó. Chasqueé la lengua.
-No sé de que hablas. En realidad soy un brujo. Solo estoy disfrazado bajo una ilusión.- aseguré, esbozando una sonrisa falsa. El brujo resopló.
-¿Te crees que somos idiotas, brujo?- dijo, burlón. -Bueno, vale. Te daremos una oportunidad. Muéstranos algo de magia ahora mismo. Y si no...- demandó.
-Si insistes.-
Alcé ligeramente a Nova y golpeé el suelo con la parte baja del bastón. Un chasquido retumbó por toda la zona. En cuestión de segundos, el cielo se volvió mucho más claro, cubierto de estrellas. Una llama de fuego azul cubrió el arma y recorrió mi mano, envolviéndola por completo hasta el antebrazo. Dolía. Incluso entonces, no me había acostumbrado a aquel calor. Sin embargo, sonreí. Podía ver la mirada incrédula de esos dos.
Y entonces, las estrellas comenzaron a caer. [1]
Los meteoritos salieron disparados directamente contra el edificio, pero chocaron con algo antes. Una barrera mágica lo protegía por completo, haciéndose visible solo en torno al primero de los meteoritos. Este estalló en fuego etéreo, quedándose pegado a la barrera. Hubo un segundo impacto, y luego, un tercero.
Y con el cuarto, el sonido de mil cristales rompiéndose resonó por el edificio. El meteorito atravesó la barrera, y los restos de ella fueron consumidos por una llama azul antes de desvanecerse. Aún quedaban muchos. Una serie de rocas flamígeras chocaron contra la pared y el tejado de la mansión, abriendo grandes agujeros en la estructura con cada explosión.
-¡Dioses!- exclamó uno de los brujos. El otro no fue tan elocuente: sin dudarlo un instante, disparó su ballesta directamente a mi pecho.
Lamentablemente para él, una ballesta ligera no era rival para la protección de un maestro arcanista. El virote rebotó, dejando tan sólo un leve rasguño en mi torso. Las runas de mi piel impidieron que el impacto llegase a empujarme. Esbocé una sonrisa. Aquello funcionaba bien.
-¿Qué demonios...?- preguntó. Un hilo de agua empezó a fluir de la cantimplora que llevaba a la cintura. Eso si que no. Ya había sido demasiado permisivo con las interrupciones. Nova tomó la forma de un hacha de guerra, y arrojé el arma hasta el torso del guardia, hundiéndola con firmeza en su torso. El brujo cayó de rodillas, y un estallido terminó por tumbarlo.
Su compañero no tuvo tiempo para procesarlo. En tan solo un instante, salté hasta estar a su lado. [2] Con un rápido giro, tomé el hacha por el mango y la clavé en su cintura con un tajo ascendente. El cuerpo del guardia se elevó debido al giro. Empalado en Nova, no pudo hacer nada antes de que lo llevase al suelo. La marca estalló, y su cuerpo quedó inmóvil, partido en dos por la cintura. El arma absorbió su energía vital, haciendo que unos hilos rojizos flotasen hasta mi brazo y, en cuestión de instantes, curasen las quemaduras que el éter del Oblivion me habían producido.
Los meteoritos se habían detenido, pero el caos que dejaron era evidente. Los brujos ya comenzaban a salir del edificio. Solo acabábamos de empezar.
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Syl se mantuvo en silencio, sopesando los hechos. Una ilusión, pero Eltrant había podido ver el agujero. Eso implicaba que la ilusión no estaba siempre activa. A través de ella, podía detectar la presencia de tres personas. Demasiado cerca para entrar aún.
Alzó su ballesta, preparándose. No debía tardar mucho.
Tal y como predijo, los impactos de los meteoritos llegaron en cuestión de momentos. Los brujos se miraron entre si unos instantes. Y entonces, algo se rompió, y las explosiones sonaron mucho más cercanas. Aquello terminó de alertarlos. Empezaron a moverse, yendo directos al hueco por el que uno de los guardias acababa de entrar. Uno detrás de otro, empezaron a salir, buscando la fuente de aquel estruendo.
Tres, dos, uno.
Syl disparó, alcanzando al tercero en salir diréctamente en la nuca. Para cuando el hombre cayó al suelo, el felino ya se estaba moviendo a través del hueco ilusorio, avanzando sin el más mínimo ruido. Uno de los brujos notó la ausencia de su compañero. Sin duda, encontraría el cadáver si lo buscaba, pero con las explosiones sonando tan cerca tendría otras cosas de las que preocuparse.
Mantuvo un paso ligero mientras avanzaba, con el oído afín a los pasos de los guardias. El mayor estruendo venía de los pisos superiores. Debían estar buscando las salidas más cercanas.
-¡Fuego!- alertó uno. -¡Necesitamos una tormenta, y ya!-
¿Una tormenta...? Si esperaban parar aquellas llamas usando agua invocada, se iban a encontrar con un problema. Por el momento, tenían otras cosas de las que preocuparse.
El hueco de la pared dio a una habitación que debía hacer de despensa. Y de allí, tenían acceso a lo que debía ser la cocina. Por el momento nadie parecía acercarse, al menos... o eso parecía. Había algo más. Había una trampilla de dos puertas en esa habitación... y alguien estaba por abrirla.
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Cadáveres de brujos: 3/50
[1] Nova: Constelación. La herida causada se cura unos párrafos más abajo gracias a la Marca Vampírica.
[2] Habilidad: Fin de la Caza
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
La campana de alarma resonaba en la totalidad de la mansión Beltrexus, aunque realmente no era necesaria, toda persona en su interior era capaz de oír lo que estaban haciendo los meteoritos con las desvencijadas plantas superiores.
La primera Restauradora Cassidy White contempló como las escaleras que conducían al segundo piso se venían abajo, así como el techo de las desvencijadas habitaciones que tiempo atrás habían pertenecido a los sirvientes de la mansión se desplomaba.
Era una suerte que hubiesen decidido no usarlas.
- ¡Afuera! ¡Todo el mundo afuera! – Gritó, dando paso a un extenso grupo de Iniciados y de otros Restauradores de rango más bajo que corrían hacia la entrada principal. - ¡¿Cuántos son?! ¡¿Cuántos nos atacan?! – Ninguno de los que pasó junto a ella fue capaz de responderle, todos estaba pasando realmente rápido y nadie sabía que decir.
En sí, no llegaba noticia alguna de los guardias apostados en el exterior.
¿Una compañía entera, quizás? No podía ser otra cosa, aquel tipo de magia tan absurdamente destructiva solo era convocable por más de una persona. ¿Mestizos de uno de los Linajes principales? ¿Alumnos de aquella horrorosa facultad? ¿Quizás los perros de Verisar? ¿O los subseres de la Logia? Daba absolutamente igual, su mente divagaba de un lado a otro mientras ordenaba a Iniciados y a Restauradores por igual.
- ¡Me da igual quien esté ahí afuera! ¡Lo quiero muerto! – Gritaba la de cabellos cobrizos, coordinando a los grupos que pasaban a través de la antesala hacía el exterior a través de la entrada principal del edificio.
Una sacudida hizo temblar los cimientos de la mansión Beltrexus; Cassidy no lo sabía, pero el campanario, viejo y destartalado por el paso del tiempo, no pudo soportar más presión y se había venido abajo en una nube de polvo y escombros.
- ¡Cassidy! – La mencionada se giró hacía el hombre que había pronunciado su hombre.
Llevándose la mano derecha hasta el pecho, cerrándola en un puño, la colocó sobre su corazón como saludo. El recién llegado la imitó antes de mirar a su alrededor y apartarse del camino de un Restaurador enfundado en una pesada armadura de color plateado con el triángulo invertido del linaje en relieve sobre su pecho.
- Gregor. – Respondió esta tras relajar su postura. - ¿Sabemos algo de los que nos atacan? – El segundo Restaurador negó con la cabeza y jugueteó con los distintos puñales que pendían de su cinto. – Maldita sea… ¡Ya les advertí de que necesitamos más recursos! ¡Si tuviésemos exploradores competentes esto no habría…! – Gregor levantó una mano educadamente.
- Ya no podemos hacer nada. – dijo simplemente, la mujer asintió exhalando un suspiro.
- Ve a la cocina, Gregor. – Le pidió, obviando otra sacudida que dio la mansión. – Ya sabes que hacer. – Le ordenó, el segundo Restaurador asintió y volvió a llevarse la mano hasta el pecho.
- Que el Orden te siga hasta tu destino, Restauradora White. –
- Que esté contigo en tus horas más oscuras, Restaurador Renou. -
La sacudida precedió al polvo que cayó del techo, justo sobre el manuscrito que estaba escribiendo. Suspiró y se reclinó sobre la silla, mirando fijamente hacía el lugar del cual había caído aquel pequeño puñado de tierra.
Cuando la nombraron Primer Elemento imaginó que iba a ser distinto.
Pero Azure Wesley, hija mayor de una de tantas casas nobles que sabían de la verdadera causa, había acabado allí. Nunca le había molestado, era un honor servir en aquel lugar, tenerlo a su cargo; daba igual lo aburrido que fuese.
Y ahora, cuando por fin sucedía algo interesante… resultaba de ser de aquella magnitud.
La habían educado desde pequeña para el mandato, para la gestión y la táctica. La primera sacudida le había hecho sospechar algo, las demás le habían asegurado que no tenían los recursos para contener un ataque de tal escala.
Habían perdido antes de empezar.
- ¡Elemental! – La puerta de su oficina se abrió de golpe. - ¡No están…! – La mujer lanzó una mirada al recién llegado y le hizo un gesto para que se relajase.
- Lo sé, Iniciado Brave. Lo sé. – Le dijo simplemente al soldado raso que hacía las veces de secretario.
Era un buen chico; algo ingenuo, con ideas un tanto estrafalarias acerca del mestizaje que ella se estaba encargando de rectificar personalmente. No le culpaba, se había criado entre la inmundicia de Beltrexus, pero afortunadamente estaba respondiendo a sus enseñanzas justo como esperaba.
– Avisa a Montôn, que envié un mensaje a... – Azure se detuvo y, simplemente, tomó la rapier que estaba apoyada contra la silla de su oficina. - ¿Sabes qué? – La mujer de cabellos plateados le dedicó una sonrisa. – No te preocupes, yo me encargo. – Ajustó las distintas cantimploras que pendían de su cinturón y brazos.
Una vez fuera, pasó junto a su subordinado y golpeó tres veces el frasquito de agua que pendía de su pecho con la yema de un dedo, este se volvió de un rojo brillante. Sonrió, sabiendo que la réplica de aquel dispositivo que portaban todos los miembros a su cargo lo habrían imitado.
“Orden Escarlata. Deshaceos de todo.”
Eltrant levantó la mirada hasta los meteoritos que caían sobre la mansión.
Uno tras otro, minaban la integridad de la estructura, pero siempre sin hacer que esta se derrumbase de golpe. El lobo sabía bastante bien como hacer tu trabajo, pues no tardó en deshacerse de los dos primeros adversarios que salieron a su encuentro. Ni siquiera le movieron. ¿Era por los tatuajes que le ayudó a hacerse?
Estuvo tentando de silbar, pero los protectores de la mansión ya habían supuesto que Asher era el mayor peligro que habían tenido la desgracia de presenciar y el sonido de una campana se alzaba sobre la mansión acompañando los impactos de los meteoritos.
No duró demasiado, un meteorito bien colocado terminó de sesgar las vigas de madera del campanario e hizo que la campana cayese al vacío, arrastrando todas las plantas que la separaban del suelo con ella.
Varios truenos tronaron por encima de su cabeza.
Aunque no podía verlo, sabía que se arremolinaban nubes de tormenta por encima de su cabeza.
- Bueno… - Se llevó la mano libre hasta el cuello, viendo desde la distancia como Asher arremetía contra los enemigos y pasaba a través de ellos como si estos fuesen mantequilla, y espero a oír el leve crujido que dejó escapar. - … no puedo quedarme atrás. – Aseguró, comenzando a correr hacía la pila de cazadores que salía del interior de la mansión.
Con solo tres grandes zancadas se acercó a su primer objetivo, las saetas rebotaron contra su armadura como si tal cosa y Eltrant, con un brutal tirón, le dislocó el hombro con el que asía la pesada ballesta. [1] Dejando escapar un alarido de dolor el hombre de tambaleó el tiempo suficiente como para que Eltrant trazase una gruesa línea carmesí en el torso del mismo con Recuerdo.
Al verlo caer muerto, Eltrant cambio de objetivo, notó entonces como una estaca de hielo impactaba contra su armadura, pero no dejó que esta le sacudiese, avanzó hacía el segundo de los cazadores y le clavó a Recuerdo firmemente en la clavícula al mismo tiempo que lo empujaba al suelo.
La hoja sombría de la espada atravesó después con facilidad el cuero, los ropajes y la carne de un tercer tipo que, armado con un sable, salió a su encuentro saltando desde una de las ventanas. Lo cierto es que lo pilló desprevenido, eran bastante más competentes de lo que parecía a simple vista.
Y además había… bastantes.
Pero podía tolerarlo.
Su siguiente contrario fue un tipo grande, aproximadamente del tamaño de Asher, quizás más alto. Aquel prototipo de gigante apareció dando traspiés a través de la puerta principal acompañado por otro grupo de cazadores.
Se empezaban a acumular, los truenos también se sucedían sobre sus cabezas; aunque si era algun tipo de magia no estaba seguro de quien lo estaba haciendo.
El enfundado en la armadura pesada plateada no hizo uso alguno de magia, tampoco lo hicieron algunos de los que le acompañaban. Como un cuerpo militar bien entrenado se colocaron en posición tras leer los movimientos de los atacantes; haciendo uso de lo que creían que podía darles ventaja.
Eltrant sí que llegó a alcanzar a oír alguna exclamación de sorpresa que otra, probablemente debida al repentino descubrimiento de que se trataban solo de dos personas los que estaban provocando todo aquello. Pero contra todo pronóstico mantuvieron la cabeza fría y se adaptaron a las circunstancias mejor de lo que Eltrant habría esperado.
Estaban, como mínimo, bien entrenados.
- ¡Arrepiéntete! –
El tipo enfundado en la armadura pesada le atacó con una gigantesca hacha de guerra del mismo color. Ornamentada hasta niveles absurdos, el hacha contenía un numero inusitado de triángulos invertidos, el mismo símbolo que estaba grabado en el pecho de su atacante.
Frunciendo el pecho, Eltrant afianzó sus pies en la hierba que componía aquel jardín y bloqueó aquel ataque con Recuerdo. Las rodillas se le resintieron mínimamente debido a la fuerza descomunal de aquel mastodonte, pero logró detener el arma.
Sonriendo amargamente, liberó su mano izquierda del pomo de Recuerdo, que aun aguantaba la fuerza de su adversario, y la llevó hasta su espalda, dónde el martillo descansaba junto a Olvido.
Un único movimiento con el brazo izquierdo lanzó al tipo hacia atrás, derribándolo con una visible hendidura en el yelmo. Sin pensárselo dos veces, Eltrant avanzó con un arma en cada mano y bajó el martillo de nuevo sobre el lugar en el que sabía que estaba la cara del hombre.
- ¡Lamentarás haber…! –
Un último martillazo dobló el yelmo del hombre hasta que este tuvo una forma imposible y dejó escapar un chorro de sangre por las hendiduras. Colocando de nuevo el arma en su espalda, dejó el cuerpo inerte del caballero y se giró hacía los cazadores que seguían acudiendo al jardín.
- ¡Ahí vienen más! – Exclamó, acercándose al lobo.
Varias saetas impactaron en su armadura.
- ¡Proyectiles perforantes! ¡Necesitamos armas pesadas! –
Off:
Cádaveres de Brujos: 7 / 50~
[1] Uso Habilidad Nivel 5: Asalto.
Mapa del interior de la mansión: :'D
La primera Restauradora Cassidy White contempló como las escaleras que conducían al segundo piso se venían abajo, así como el techo de las desvencijadas habitaciones que tiempo atrás habían pertenecido a los sirvientes de la mansión se desplomaba.
Era una suerte que hubiesen decidido no usarlas.
- ¡Afuera! ¡Todo el mundo afuera! – Gritó, dando paso a un extenso grupo de Iniciados y de otros Restauradores de rango más bajo que corrían hacia la entrada principal. - ¡¿Cuántos son?! ¡¿Cuántos nos atacan?! – Ninguno de los que pasó junto a ella fue capaz de responderle, todos estaba pasando realmente rápido y nadie sabía que decir.
En sí, no llegaba noticia alguna de los guardias apostados en el exterior.
¿Una compañía entera, quizás? No podía ser otra cosa, aquel tipo de magia tan absurdamente destructiva solo era convocable por más de una persona. ¿Mestizos de uno de los Linajes principales? ¿Alumnos de aquella horrorosa facultad? ¿Quizás los perros de Verisar? ¿O los subseres de la Logia? Daba absolutamente igual, su mente divagaba de un lado a otro mientras ordenaba a Iniciados y a Restauradores por igual.
- ¡Me da igual quien esté ahí afuera! ¡Lo quiero muerto! – Gritaba la de cabellos cobrizos, coordinando a los grupos que pasaban a través de la antesala hacía el exterior a través de la entrada principal del edificio.
Una sacudida hizo temblar los cimientos de la mansión Beltrexus; Cassidy no lo sabía, pero el campanario, viejo y destartalado por el paso del tiempo, no pudo soportar más presión y se había venido abajo en una nube de polvo y escombros.
- ¡Cassidy! – La mencionada se giró hacía el hombre que había pronunciado su hombre.
Llevándose la mano derecha hasta el pecho, cerrándola en un puño, la colocó sobre su corazón como saludo. El recién llegado la imitó antes de mirar a su alrededor y apartarse del camino de un Restaurador enfundado en una pesada armadura de color plateado con el triángulo invertido del linaje en relieve sobre su pecho.
- Gregor. – Respondió esta tras relajar su postura. - ¿Sabemos algo de los que nos atacan? – El segundo Restaurador negó con la cabeza y jugueteó con los distintos puñales que pendían de su cinto. – Maldita sea… ¡Ya les advertí de que necesitamos más recursos! ¡Si tuviésemos exploradores competentes esto no habría…! – Gregor levantó una mano educadamente.
- Ya no podemos hacer nada. – dijo simplemente, la mujer asintió exhalando un suspiro.
- Ve a la cocina, Gregor. – Le pidió, obviando otra sacudida que dio la mansión. – Ya sabes que hacer. – Le ordenó, el segundo Restaurador asintió y volvió a llevarse la mano hasta el pecho.
- Que el Orden te siga hasta tu destino, Restauradora White. –
- Que esté contigo en tus horas más oscuras, Restaurador Renou. -
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La sacudida precedió al polvo que cayó del techo, justo sobre el manuscrito que estaba escribiendo. Suspiró y se reclinó sobre la silla, mirando fijamente hacía el lugar del cual había caído aquel pequeño puñado de tierra.
Cuando la nombraron Primer Elemento imaginó que iba a ser distinto.
Pero Azure Wesley, hija mayor de una de tantas casas nobles que sabían de la verdadera causa, había acabado allí. Nunca le había molestado, era un honor servir en aquel lugar, tenerlo a su cargo; daba igual lo aburrido que fuese.
Y ahora, cuando por fin sucedía algo interesante… resultaba de ser de aquella magnitud.
La habían educado desde pequeña para el mandato, para la gestión y la táctica. La primera sacudida le había hecho sospechar algo, las demás le habían asegurado que no tenían los recursos para contener un ataque de tal escala.
Habían perdido antes de empezar.
- ¡Elemental! – La puerta de su oficina se abrió de golpe. - ¡No están…! – La mujer lanzó una mirada al recién llegado y le hizo un gesto para que se relajase.
- Lo sé, Iniciado Brave. Lo sé. – Le dijo simplemente al soldado raso que hacía las veces de secretario.
Era un buen chico; algo ingenuo, con ideas un tanto estrafalarias acerca del mestizaje que ella se estaba encargando de rectificar personalmente. No le culpaba, se había criado entre la inmundicia de Beltrexus, pero afortunadamente estaba respondiendo a sus enseñanzas justo como esperaba.
– Avisa a Montôn, que envié un mensaje a... – Azure se detuvo y, simplemente, tomó la rapier que estaba apoyada contra la silla de su oficina. - ¿Sabes qué? – La mujer de cabellos plateados le dedicó una sonrisa. – No te preocupes, yo me encargo. – Ajustó las distintas cantimploras que pendían de su cinturón y brazos.
Una vez fuera, pasó junto a su subordinado y golpeó tres veces el frasquito de agua que pendía de su pecho con la yema de un dedo, este se volvió de un rojo brillante. Sonrió, sabiendo que la réplica de aquel dispositivo que portaban todos los miembros a su cargo lo habrían imitado.
“Orden Escarlata. Deshaceos de todo.”
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Eltrant levantó la mirada hasta los meteoritos que caían sobre la mansión.
Uno tras otro, minaban la integridad de la estructura, pero siempre sin hacer que esta se derrumbase de golpe. El lobo sabía bastante bien como hacer tu trabajo, pues no tardó en deshacerse de los dos primeros adversarios que salieron a su encuentro. Ni siquiera le movieron. ¿Era por los tatuajes que le ayudó a hacerse?
Estuvo tentando de silbar, pero los protectores de la mansión ya habían supuesto que Asher era el mayor peligro que habían tenido la desgracia de presenciar y el sonido de una campana se alzaba sobre la mansión acompañando los impactos de los meteoritos.
No duró demasiado, un meteorito bien colocado terminó de sesgar las vigas de madera del campanario e hizo que la campana cayese al vacío, arrastrando todas las plantas que la separaban del suelo con ella.
Varios truenos tronaron por encima de su cabeza.
Aunque no podía verlo, sabía que se arremolinaban nubes de tormenta por encima de su cabeza.
- Bueno… - Se llevó la mano libre hasta el cuello, viendo desde la distancia como Asher arremetía contra los enemigos y pasaba a través de ellos como si estos fuesen mantequilla, y espero a oír el leve crujido que dejó escapar. - … no puedo quedarme atrás. – Aseguró, comenzando a correr hacía la pila de cazadores que salía del interior de la mansión.
Con solo tres grandes zancadas se acercó a su primer objetivo, las saetas rebotaron contra su armadura como si tal cosa y Eltrant, con un brutal tirón, le dislocó el hombro con el que asía la pesada ballesta. [1] Dejando escapar un alarido de dolor el hombre de tambaleó el tiempo suficiente como para que Eltrant trazase una gruesa línea carmesí en el torso del mismo con Recuerdo.
Al verlo caer muerto, Eltrant cambio de objetivo, notó entonces como una estaca de hielo impactaba contra su armadura, pero no dejó que esta le sacudiese, avanzó hacía el segundo de los cazadores y le clavó a Recuerdo firmemente en la clavícula al mismo tiempo que lo empujaba al suelo.
La hoja sombría de la espada atravesó después con facilidad el cuero, los ropajes y la carne de un tercer tipo que, armado con un sable, salió a su encuentro saltando desde una de las ventanas. Lo cierto es que lo pilló desprevenido, eran bastante más competentes de lo que parecía a simple vista.
Y además había… bastantes.
Pero podía tolerarlo.
Su siguiente contrario fue un tipo grande, aproximadamente del tamaño de Asher, quizás más alto. Aquel prototipo de gigante apareció dando traspiés a través de la puerta principal acompañado por otro grupo de cazadores.
Se empezaban a acumular, los truenos también se sucedían sobre sus cabezas; aunque si era algun tipo de magia no estaba seguro de quien lo estaba haciendo.
El enfundado en la armadura pesada plateada no hizo uso alguno de magia, tampoco lo hicieron algunos de los que le acompañaban. Como un cuerpo militar bien entrenado se colocaron en posición tras leer los movimientos de los atacantes; haciendo uso de lo que creían que podía darles ventaja.
Eltrant sí que llegó a alcanzar a oír alguna exclamación de sorpresa que otra, probablemente debida al repentino descubrimiento de que se trataban solo de dos personas los que estaban provocando todo aquello. Pero contra todo pronóstico mantuvieron la cabeza fría y se adaptaron a las circunstancias mejor de lo que Eltrant habría esperado.
Estaban, como mínimo, bien entrenados.
- ¡Arrepiéntete! –
El tipo enfundado en la armadura pesada le atacó con una gigantesca hacha de guerra del mismo color. Ornamentada hasta niveles absurdos, el hacha contenía un numero inusitado de triángulos invertidos, el mismo símbolo que estaba grabado en el pecho de su atacante.
Frunciendo el pecho, Eltrant afianzó sus pies en la hierba que componía aquel jardín y bloqueó aquel ataque con Recuerdo. Las rodillas se le resintieron mínimamente debido a la fuerza descomunal de aquel mastodonte, pero logró detener el arma.
Sonriendo amargamente, liberó su mano izquierda del pomo de Recuerdo, que aun aguantaba la fuerza de su adversario, y la llevó hasta su espalda, dónde el martillo descansaba junto a Olvido.
Un único movimiento con el brazo izquierdo lanzó al tipo hacia atrás, derribándolo con una visible hendidura en el yelmo. Sin pensárselo dos veces, Eltrant avanzó con un arma en cada mano y bajó el martillo de nuevo sobre el lugar en el que sabía que estaba la cara del hombre.
- ¡Lamentarás haber…! –
Un último martillazo dobló el yelmo del hombre hasta que este tuvo una forma imposible y dejó escapar un chorro de sangre por las hendiduras. Colocando de nuevo el arma en su espalda, dejó el cuerpo inerte del caballero y se giró hacía los cazadores que seguían acudiendo al jardín.
- ¡Ahí vienen más! – Exclamó, acercándose al lobo.
Varias saetas impactaron en su armadura.
- ¡Proyectiles perforantes! ¡Necesitamos armas pesadas! –
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Off:
Cádaveres de Brujos: 7 / 50~
[1] Uso Habilidad Nivel 5: Asalto.
Mapa del interior de la mansión: :'D
- Plano:
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Eltrant Tale
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Inhalé un par de veces. Primero escuchando el estruendo causado por los meteoritos y luego viendo caer a uno de los hombres al que le disparó Syl.
No puedo decir que ni la ballesta ni la caída del cuerpo fuesen audibles con una tormenta como la que yacía, pero uno de los hombres se dió cuenta indistintamente. Syl había avanzado ya, moviéndose más rápido y natural que una sombra huyendo de la luz del fuego.
Tomando arcilla del suelo y acumulando tanta nada como podía sobre las manos me acerqué hacia uno de los hombres. Ya estaba gritando y haciendo señas al segundo con la mano encendida en fuego.
Fue cuando su compañero se acercó que actué. Empuje una figura de arcilla en la vaga forma de una persona en una dirección y me moví a ellos por sus espaldas. Uno reaccionó rápido y barrió una patada por el suelo, lanzando una onda de aire que quebró contra las piernas de la figura. No es que pudiese verle la cara, pero el sonido que emitió fue de confusión pura, al ver que no había caído al suelo.
Era como roca, claro. Alguien de carne y hueso caería normalmente.
El de fuego lanzó las llamas de sus manos condensadas como esfera, arrancando un pedazo del brazo de la figura. Cuando ambos iban a atacar otra vez, estaban a rango de mis brazos.
El de fuego cayó a un golpe del hacha. El de aire cayó al suelo cuando cubrí su rostro con arcilla y la endurecí. Eran varios kilos más sobre una cabeza como para mantenerse de pie.
Ni siquiera podría gritar porque la había expandido de adentro hacia afuera, es decir, adentro no tenía aire, solo un vacío. Sin aire, sin sonido.
Igual le rompí la rodilla. Por si acaso.
Tomé la arcilla sobrante y atravesé el hueco entonces. La habitación inmediata no tenía muertos ni señales de pelea, así que seguí más allá.
Nada más abrir la puerta ví varios virotes clavados allí y allá, tres muros de hielo cubriendo puertas, madera quebrada en el suelo, y cubiertos y vidrio...
Más que eso, a un hombre rodeado de dos triángulos de agua, y Syl.
—Ah, otro infiltrado. Gracias, tengo problemas para operar agua de la que tengo una imagen menos fuerte.
Pestañee.
Clavó los ojos a través de mí y con flexionar un dedo escuché algo cayendo a mis espaldas. Intenté lanzarme a un lado por instinto, pero resbalé.
Tanques llenos de agua volaron del almacén a la cocina en dirección a Syl. El gato esquivó, pero al estallar dejaron salir agua. Mucha de ella. Syl estaba moviéndose más delicadamente, al intentar pararme note porqué.
Más hielo. Este claro y transparente como el cristal. Al observar de nuevo la habitación todo estaba cubierto de lo mismo.
El hombre incorporó el agua a sus triángulos y empezó a dirigirlos como látigos mientras danzaba, uno hacia Syl y otro hacia mi. Fui apropiadamente golpeado.
El brujo mantenía el centro de la sala, girando el agua como si fuesen serpientes, azotando paredes y todo lo que podía, para empeorar el asunto cada vez que el agua barria alzaba algo. Cerámica rota o madera.
Hacer el agua hielo para bloquear los disparos, volverla agua de nuevo para atacar otra vez y restaurar la más fina capa de hielo que derretían los virotes igneos del gato. Cada impacto se sentía como si estuviesen golpeándome con un martillo.
Intenté lanzarle el hacha inútilmente. Antes de llegar a él chocó con... algo, y salió volando a otro lugar. ¿Aire?
Era competente. Podía notar que casa vez que Syl aterrizaba el hielo inmediatamente intentaba agarrar su pie, y que alzando espinas intentaba dirigirlo hacia donde iba a golpear con el agua.
... probablemente porque ahora tenía demasiada. No haber venido y el gato ya habría acabado.
Usar la arcilla tampoco estaba yendo bien para algo más que hacerme insostenible porque podía quebrar el hielo. Si la suavizaba mucho se iba a destilar en el agua y apenas perdiese contacto, adiós. Si la mantenía dura no tenía versatilidad para acercarme.
Estaba casi seguro de que Syl se estuvo conteniendo para mantenerlo vivo y hacer preguntas. Había arruinado eso.
En fin. Tomé el pergamino y llamé a Syl. Debía reconocerlo. El brujo o lo hizo o no, simplemente extendió agua hacia mi para golpearme.
Me encerré en una prisión esférica con la arcilla para defenderme, pero me sentí alzado por algo desde abajo. Poco después de esa sensación me estrelle contra algo fuerte y la prisión quebró. Eso me había dejado sin aire. Caí al suelo como un muñeco de trapo junto a trozos de la esfera.
Syl se había acercado igual. Apreté el puño de cara al piso jalando todo lo que podía del lugar junto los trozos caídos debajo del pergamino. Estalló en llamas. [1]
El muro era demasiado grande para la cocina, no alcanzaba el techo, pero horizontalmente... sería solo una defensa considerado que era estático. Solo servía abierto en el piso.
Moví el piso. La arcilla acumulada debajo.
Empujé el muro lentamente hacia el brujo, el fuego era constante, así que aunque lanzó grandes cantidades de agua hacia el solo logró evaporarla y las llamas seguían vivas. Gracias Asher.
El hombre terminó arrinconado, y aunque yo no podía verlo detrás del muro en llamas para un ataque, Syl sí.
Huesos rotos... digo, brujos muertos: 9.
Brujos próximos a morir: ¿1?
[1] Uso de Pergamino de Muralla de fuego.
No puedo decir que ni la ballesta ni la caída del cuerpo fuesen audibles con una tormenta como la que yacía, pero uno de los hombres se dió cuenta indistintamente. Syl había avanzado ya, moviéndose más rápido y natural que una sombra huyendo de la luz del fuego.
Tomando arcilla del suelo y acumulando tanta nada como podía sobre las manos me acerqué hacia uno de los hombres. Ya estaba gritando y haciendo señas al segundo con la mano encendida en fuego.
Fue cuando su compañero se acercó que actué. Empuje una figura de arcilla en la vaga forma de una persona en una dirección y me moví a ellos por sus espaldas. Uno reaccionó rápido y barrió una patada por el suelo, lanzando una onda de aire que quebró contra las piernas de la figura. No es que pudiese verle la cara, pero el sonido que emitió fue de confusión pura, al ver que no había caído al suelo.
Era como roca, claro. Alguien de carne y hueso caería normalmente.
El de fuego lanzó las llamas de sus manos condensadas como esfera, arrancando un pedazo del brazo de la figura. Cuando ambos iban a atacar otra vez, estaban a rango de mis brazos.
El de fuego cayó a un golpe del hacha. El de aire cayó al suelo cuando cubrí su rostro con arcilla y la endurecí. Eran varios kilos más sobre una cabeza como para mantenerse de pie.
Ni siquiera podría gritar porque la había expandido de adentro hacia afuera, es decir, adentro no tenía aire, solo un vacío. Sin aire, sin sonido.
Igual le rompí la rodilla. Por si acaso.
Tomé la arcilla sobrante y atravesé el hueco entonces. La habitación inmediata no tenía muertos ni señales de pelea, así que seguí más allá.
Nada más abrir la puerta ví varios virotes clavados allí y allá, tres muros de hielo cubriendo puertas, madera quebrada en el suelo, y cubiertos y vidrio...
Más que eso, a un hombre rodeado de dos triángulos de agua, y Syl.
—Ah, otro infiltrado. Gracias, tengo problemas para operar agua de la que tengo una imagen menos fuerte.
Pestañee.
Clavó los ojos a través de mí y con flexionar un dedo escuché algo cayendo a mis espaldas. Intenté lanzarme a un lado por instinto, pero resbalé.
Tanques llenos de agua volaron del almacén a la cocina en dirección a Syl. El gato esquivó, pero al estallar dejaron salir agua. Mucha de ella. Syl estaba moviéndose más delicadamente, al intentar pararme note porqué.
Más hielo. Este claro y transparente como el cristal. Al observar de nuevo la habitación todo estaba cubierto de lo mismo.
El hombre incorporó el agua a sus triángulos y empezó a dirigirlos como látigos mientras danzaba, uno hacia Syl y otro hacia mi. Fui apropiadamente golpeado.
El brujo mantenía el centro de la sala, girando el agua como si fuesen serpientes, azotando paredes y todo lo que podía, para empeorar el asunto cada vez que el agua barria alzaba algo. Cerámica rota o madera.
Hacer el agua hielo para bloquear los disparos, volverla agua de nuevo para atacar otra vez y restaurar la más fina capa de hielo que derretían los virotes igneos del gato. Cada impacto se sentía como si estuviesen golpeándome con un martillo.
Intenté lanzarle el hacha inútilmente. Antes de llegar a él chocó con... algo, y salió volando a otro lugar. ¿Aire?
Era competente. Podía notar que casa vez que Syl aterrizaba el hielo inmediatamente intentaba agarrar su pie, y que alzando espinas intentaba dirigirlo hacia donde iba a golpear con el agua.
... probablemente porque ahora tenía demasiada. No haber venido y el gato ya habría acabado.
Usar la arcilla tampoco estaba yendo bien para algo más que hacerme insostenible porque podía quebrar el hielo. Si la suavizaba mucho se iba a destilar en el agua y apenas perdiese contacto, adiós. Si la mantenía dura no tenía versatilidad para acercarme.
Estaba casi seguro de que Syl se estuvo conteniendo para mantenerlo vivo y hacer preguntas. Había arruinado eso.
En fin. Tomé el pergamino y llamé a Syl. Debía reconocerlo. El brujo o lo hizo o no, simplemente extendió agua hacia mi para golpearme.
Me encerré en una prisión esférica con la arcilla para defenderme, pero me sentí alzado por algo desde abajo. Poco después de esa sensación me estrelle contra algo fuerte y la prisión quebró. Eso me había dejado sin aire. Caí al suelo como un muñeco de trapo junto a trozos de la esfera.
Syl se había acercado igual. Apreté el puño de cara al piso jalando todo lo que podía del lugar junto los trozos caídos debajo del pergamino. Estalló en llamas. [1]
El muro era demasiado grande para la cocina, no alcanzaba el techo, pero horizontalmente... sería solo una defensa considerado que era estático. Solo servía abierto en el piso.
Moví el piso. La arcilla acumulada debajo.
Empujé el muro lentamente hacia el brujo, el fuego era constante, así que aunque lanzó grandes cantidades de agua hacia el solo logró evaporarla y las llamas seguían vivas. Gracias Asher.
El hombre terminó arrinconado, y aunque yo no podía verlo detrás del muro en llamas para un ataque, Syl sí.
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Huesos rotos... digo, brujos muertos: 9.
Brujos próximos a morir: ¿1?
[1] Uso de Pergamino de Muralla de fuego.
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Empezó a llover. Aquello no era natural: lo rápido que se habían acumulado y el olor lo dejaba bastante claro. No importaba. Brujos de agua o no, aquello no les iba a salvar.
De hecho, me daba algunas ideas.
Tomé el Grimorio Blanco y lo abrí por la página más recientemente grabada. El papel brilló con intensidad mientras señalaba a la entrada con una mano. Tras un instante, un intenso muro de llamas azules cubrió la entrada por completo. [1] Si querían atravesarla, les iba a costar caro.
-¡Ja! ¿Creeis que algo de fuego nos va a asustar?- exclamó alguien del interior. Una burbuja de agua empezó a formarse a unos metros frente a la entrada, absorbiendo la lluvia hasta alcanzar un tamaño considerable. Y entonces, se lanzó contra el muro de llamas. Lejos de apagarse, el fuego generó una intensa llamarada alrededor. El brujo que acababa darle combustible retrocedió con una exclamación.
No podía verlo desde allí, pero a juzgar por los gritos, debía haberle alcanzado. No tenía tiempo para comprobarlo: había ballesteros disparándonos. O mayormente, disparando a Eltrant. Parecían considerarlo un peligro mayor, quizás por la armadura, o por el hecho de que llevaba un arma pesada en cada mano como si fuesen juguetes.
Iba a tener que impedirles el paso por allí también. Pasé las páginas del Grimorio, y esta vez las runas se tornaron marrones. [2] Con un gesto, alcé la mano, y dos columnas de roca ascendieron del suelo hasta alcanzar los tres metros de altura. Con la pared de piedra entre los ballesteros y nosotros, tendríamos algo más de espacio para maniobrar.
-¿Que demonios...? ¿Cuantos elementos tienen?-
Les había dicho que era un brujo, después de todo.
Sin embargo, había más enemigos. Había cerrado dos flancos, pero aún quedaba el tercero. Frente a nosotros aún teníamos dos oponentes. Uno de ellos no llevaba más arma que algún tipo de cetro. El segundo, sin embargo, parecía más peligroso.
Estaba encapuchado y enmascarado, por lo que sólo podía ver sus ojos, y empuñaba una daga tan negra como el abismo. Un arma que, como Recuerdo, no reflejaba luz alguna. En un principio, parecía estar observando nuestros movimientos, pero su postura era extraña. No tardé en notarlo: estaba cubriendo el suelo de hielo, dejando una fina capa helada por encima de la piedra.
Y entonces, se lanzó directamente a por mi, impulsado a una velocidad mayor a lo que era natural. Con una floritura, hice que Nova se convirtiese en una lanza de fuego y la coloqué entre ambos, tomando una postura defensiva. En ese instante, el cazador creó una de hielo delante de él, aprovechando su impulso para saltar por encima de mi... y arrojar tres cuchillos de escarcha en el proceso. Uno impactó en mi pecho. El otro, en mi hombro. Ninguno de los dos había atravesado mi armadura, pero podía notar el frío.
El cazador aterrizó sobre la muralla exterior. Parecía estar lleno de trucos. Por suerte, no era el único.
Un enorme estruendo provenía del muro de piedra que había improvisado momentos atrás. Algo la había golpeado, y fuerte, provocando algunas grietas por toda la estructura. Segundos después, ocurrió de nuevo, y el muro de piedra cayó al suelo, con dos enormes proyectiles clavados en él. Al otro lado, tres brujos manejaban lo que parecía ser una balista hecha por completo de hielo.
La balista se movió, encajando el arco de nuevo. Aquello debía ser el "arma pesada".
Aquello era prácticamente un juego.
Se enfrentaba a la clase de brujo que no se pensaba las cosas demasiado. Aquella visión de túnel era común en los tensai. "Uso agua y hielo, por lo que más agua significa más poder para mi. Es un plan sin fisuras." Y fiel a esa idea, seguía cubriéndolo todo de agua, dándole forma hasta prácticamente inundar la cocina.
Hasta ese momento, le había hecho pensar que podía funcionar, utilizando virotes de fuego para derretir el hielo. A decir verdad, no le quedaba demasiado espacio para maniobrar y esquivar los ataques, pero la llegada de Anders había dividido la atención del enemigo.
Iba a tener que pensar rápido. El elfo tenía arcilla, aquello era bueno. Contra todo pronóstico, fue fuego lo que utilizó en su lugar. Un pergamino, en concreto, uno de los de Asher. Las llamas ardían con intensidad suficiente para evaporar el agua, y por consiguiente, frustrar al brujo. Si usaba los dos triángulos, podría atravesarlo. Con un giro de muñeca, todo el agua de la cocina se transformó en un torrente a su alrededor.
Y entonces, Syl disparó.
Una potente descarga eléctrica cubrió el cuerpo del brujo, fluyendo por todo su sistema y haciendolo aullar de dolor. Era incapaz de moverse voluntariamente. El agua a su alrededor fluctuaba, cayendo en zonas y permaneciendo estática en otras. El felino recargó y volvió a disparar. El segundo virote hizo que el tensai cayese al suelo, inerte, y todo el agua junto a él.
Syl bajó del mueble sobre el que estaba de un salto y examinó la puerta de la trampilla. Tiró de ella, pero no parecía ceder. El gato frunció el ceño. No tenía cerradura, pero el brujo al que acababan de finiquitar la había abierto sin problemas. Algún tipo de runa, quizás...
No había oído ninguna contraseña, por lo que se acercó al cuerpo del brujo. Su puño sujetaba algo con fuerza, incapaz de soltarlo. Era la cuerda de un colgante. Utilizando una uña, el felino cortó la cuerda y liberó el collar. Tenía el mismo símbolo que esos tipos llevaban en la ropa. ¿Quizás...?
En cuanto colocó el colgante contra la trampilla, hubo un chasquido. Las puertas se abrieron. El felino miró a Anders. El camino estaba abierto.
Torsos mágicos acuáticos: 9/50
[1] Limitado: Pergamino Muralla de Fuego (pero el mio es azul)
[2] Limitado: Runa Altura
De hecho, me daba algunas ideas.
Tomé el Grimorio Blanco y lo abrí por la página más recientemente grabada. El papel brilló con intensidad mientras señalaba a la entrada con una mano. Tras un instante, un intenso muro de llamas azules cubrió la entrada por completo. [1] Si querían atravesarla, les iba a costar caro.
-¡Ja! ¿Creeis que algo de fuego nos va a asustar?- exclamó alguien del interior. Una burbuja de agua empezó a formarse a unos metros frente a la entrada, absorbiendo la lluvia hasta alcanzar un tamaño considerable. Y entonces, se lanzó contra el muro de llamas. Lejos de apagarse, el fuego generó una intensa llamarada alrededor. El brujo que acababa darle combustible retrocedió con una exclamación.
No podía verlo desde allí, pero a juzgar por los gritos, debía haberle alcanzado. No tenía tiempo para comprobarlo: había ballesteros disparándonos. O mayormente, disparando a Eltrant. Parecían considerarlo un peligro mayor, quizás por la armadura, o por el hecho de que llevaba un arma pesada en cada mano como si fuesen juguetes.
Iba a tener que impedirles el paso por allí también. Pasé las páginas del Grimorio, y esta vez las runas se tornaron marrones. [2] Con un gesto, alcé la mano, y dos columnas de roca ascendieron del suelo hasta alcanzar los tres metros de altura. Con la pared de piedra entre los ballesteros y nosotros, tendríamos algo más de espacio para maniobrar.
-¿Que demonios...? ¿Cuantos elementos tienen?-
Les había dicho que era un brujo, después de todo.
Sin embargo, había más enemigos. Había cerrado dos flancos, pero aún quedaba el tercero. Frente a nosotros aún teníamos dos oponentes. Uno de ellos no llevaba más arma que algún tipo de cetro. El segundo, sin embargo, parecía más peligroso.
Estaba encapuchado y enmascarado, por lo que sólo podía ver sus ojos, y empuñaba una daga tan negra como el abismo. Un arma que, como Recuerdo, no reflejaba luz alguna. En un principio, parecía estar observando nuestros movimientos, pero su postura era extraña. No tardé en notarlo: estaba cubriendo el suelo de hielo, dejando una fina capa helada por encima de la piedra.
Y entonces, se lanzó directamente a por mi, impulsado a una velocidad mayor a lo que era natural. Con una floritura, hice que Nova se convirtiese en una lanza de fuego y la coloqué entre ambos, tomando una postura defensiva. En ese instante, el cazador creó una de hielo delante de él, aprovechando su impulso para saltar por encima de mi... y arrojar tres cuchillos de escarcha en el proceso. Uno impactó en mi pecho. El otro, en mi hombro. Ninguno de los dos había atravesado mi armadura, pero podía notar el frío.
El cazador aterrizó sobre la muralla exterior. Parecía estar lleno de trucos. Por suerte, no era el único.
Un enorme estruendo provenía del muro de piedra que había improvisado momentos atrás. Algo la había golpeado, y fuerte, provocando algunas grietas por toda la estructura. Segundos después, ocurrió de nuevo, y el muro de piedra cayó al suelo, con dos enormes proyectiles clavados en él. Al otro lado, tres brujos manejaban lo que parecía ser una balista hecha por completo de hielo.
La balista se movió, encajando el arco de nuevo. Aquello debía ser el "arma pesada".
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Aquello era prácticamente un juego.
Se enfrentaba a la clase de brujo que no se pensaba las cosas demasiado. Aquella visión de túnel era común en los tensai. "Uso agua y hielo, por lo que más agua significa más poder para mi. Es un plan sin fisuras." Y fiel a esa idea, seguía cubriéndolo todo de agua, dándole forma hasta prácticamente inundar la cocina.
Hasta ese momento, le había hecho pensar que podía funcionar, utilizando virotes de fuego para derretir el hielo. A decir verdad, no le quedaba demasiado espacio para maniobrar y esquivar los ataques, pero la llegada de Anders había dividido la atención del enemigo.
Iba a tener que pensar rápido. El elfo tenía arcilla, aquello era bueno. Contra todo pronóstico, fue fuego lo que utilizó en su lugar. Un pergamino, en concreto, uno de los de Asher. Las llamas ardían con intensidad suficiente para evaporar el agua, y por consiguiente, frustrar al brujo. Si usaba los dos triángulos, podría atravesarlo. Con un giro de muñeca, todo el agua de la cocina se transformó en un torrente a su alrededor.
Y entonces, Syl disparó.
Una potente descarga eléctrica cubrió el cuerpo del brujo, fluyendo por todo su sistema y haciendolo aullar de dolor. Era incapaz de moverse voluntariamente. El agua a su alrededor fluctuaba, cayendo en zonas y permaneciendo estática en otras. El felino recargó y volvió a disparar. El segundo virote hizo que el tensai cayese al suelo, inerte, y todo el agua junto a él.
Syl bajó del mueble sobre el que estaba de un salto y examinó la puerta de la trampilla. Tiró de ella, pero no parecía ceder. El gato frunció el ceño. No tenía cerradura, pero el brujo al que acababan de finiquitar la había abierto sin problemas. Algún tipo de runa, quizás...
No había oído ninguna contraseña, por lo que se acercó al cuerpo del brujo. Su puño sujetaba algo con fuerza, incapaz de soltarlo. Era la cuerda de un colgante. Utilizando una uña, el felino cortó la cuerda y liberó el collar. Tenía el mismo símbolo que esos tipos llevaban en la ropa. ¿Quizás...?
En cuanto colocó el colgante contra la trampilla, hubo un chasquido. Las puertas se abrieron. El felino miró a Anders. El camino estaba abierto.
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Asher Daregan
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
El sonido de sus tacones resonaba en las paredes del grisáceo pasillo de granito que atravesaba.
Acompañada por este sonido, el de las distantes explosiones por encima de su cabeza y los gritos de dolor que podía oír a ambos lados, la Elemental Azure continuó a paso firme hasta el final del corredor, dónde dos cazadores, Restauradores por las insignias que tenían en la ropa.
- ¡Elemental! – Ambos hicieron el saludo que Gregor había hecho poco antes de morir a manos del elfo y felino que se habían adentrado en el edificio.
Una perdida inesperada pero aceptable, dada las circunstancias.
- Restauradores. – dijo esta, respondiendo al saludo con una suave inclinación con la cabeza.
Otra explosión más sacudió el lugar y más murmullos de terror apagados por el crujir del metal llegaron hasta sus oídos. Azure ladeó la cabeza y se giró sobre sí misma, lanzando una larga mirada al pasillo que tenía tras ella.
- Purificad a los sujetos. – dijo simplemente, antes de abandonar el corredor a través de la puerta ornamentada.
Las personas encerradas tras las rejas de la decena de celdas que poblaban todo el pasillo se estremecieron al ver como uno de los carceleros abría la puerta más cercana a él y, tras alzar la ballesta que colgaba de su hombro, disparaba a su interior.
Richard Montôn corría por la amplia estancia llena de probetas y cristales con un puñado absurdamente grande de papeles en las manos. Era una acción que ya había repetido hasta siete veces: tomaba todo lo que podía entre sus manos y lo lanzaba a las ascuas de la chimenea que había al otro lado de la habitación.
La Orden Escarlata significaba que habían perdido desde antes de empezar.
“Salad la tierra” Habría gritado un rey que daba la misma orden y retrocedía para dejar sus tierras de cultivo a sus enemigos.
¿Cómo se le ocurría a Wesley dar aquella orden incluso cuando se había confirmado que les atacaban un máximo de cuatro personas? ¿Cuánto tiempo había perdido diseñando aquellos malditos cristales de visión para que…?
Gruñó en voz baja y lanzó un manuscrito de color azul, con el triángulo invertido, al fuego.
Volvió al escritorio de una rápida carrera, trastabillando con su larga túnica de color azul, y volvió a tomar de nuevo más documentos. La puerta del laboratorio se abrió entonces de par y en par y Richard dejó caer dicho al suelo debido al sobresalto.
Tensó la mandíbula y notó como el entrecejo se iba frunciendo lentamente según sus ojos reconocían a la figura que acababa de entrar. Todo el trabajo de su vida destruido por que aquella mujer era demasiado cobarde como para acabar con cuatro enemigos.
Poderosos sí, pero no dejaban de ser…
- Montôn, te recuerdo que soy tu superior, no deberías mirarme así. – Aseveró la recién llegada, Azure, con una sonrisa. - ¿Tienes alguna queja con mi forma de actuar? Comunícaselo a la Guía – Aseveró avanzando un par de pasos más, tomando la ballesta que pendía de su cintura.
Richard gruñó de mala gana y torció el gesto.
- No te preocupes, Primera Elemental. – Puso cierto énfasis especial en la palabra “Primera”. - Ya lo he hecho. – Azure sonrió según avanzaba a través de la habitación y se colocaba frente a la silla.
- ¿Entonces has seguido mis órdenes? Bien. – Alzó la ballesta de mano. – Que el Orden te encuentre allá dónde vayas. – dijo antes de apretar el gatillo.
El hombre-bestia que estaba maniatado en el lugar, un joven de aspecto úrsido, cayó de espaldas junto a la silla con una bella saeta de hielo firmemente clavada en uno de sus ojos.
- ¡Aún no había acabado con él! – Protestó Richard, lanzando más papeles al fuego, con un tono de voz que indicaba una molestia curiosa, como la de alguien que ve como un objeto preciado es tirado a la basura sin motivo. - ¿¡Es que quieres perderlo todo!? ¡Glacé no va a tolerar más de…! -
- La Orden Escarlata es absoluta, Richard. – Azure enfundó de nuevo su arma en el cinto. – Y hablando de eso… - Se giró hacía el imponente cristal azulado, una especie de rombo del tamaño de una persona, que pendía de varias correas y cuerdas de una estructura dorada que parecía hecha de oro. - … guarda los papeles necesarios y activa el prototipo. – Ordenó, Richard abrió los ojos de par en par y se detuvo de golpe en el sitio.
- No puedes… ¿Es que quieres matarnos a todos? ¡Son solo cuatro desconocidos! ¡Lánzales más cazadores! ¡Más flechas! ¡El prototipo no aguantará estable más de diez minutos! –
Azure sonrió, le caía bien Richard, aunque no fuese algo reciproco. Tenía ese punto de ingenuidad que encontraba adorable en las cantidades adecuadas y era inteligente, demasiado como para perderlo.
- No, Richard. Nos han atacado cuatro elementos coordinados, poderosos a simple vista, con capacidad para conjurar éter a voluntad y convocar encantamientos de nivel avanzado. – Explicó. – Cualquier líder consecuente sabría que solo es cuestión de tiempo a que lleguen aquí con tal capacidad destructiva. – Aseguró girándose hacía la entrada. – El orgullo, aunque algo admirable, no es un recurso valido en el campo de batalla. Hay que saber aceptar las perdidas y comprender lo que son capaces de hacer tus adversarios. Adaptarse. – Argumentó tomando varios papeles del suelo, frente a ella, y dándoselos a tu compañero. – Toma esto y aprovecha el prototipo para huir tu solo, tendrás más posibilidades. – Le ordenó finalmente desenvainando la Rapier con lentitud y girándose sobre sí misma.
Richard Montôn tragó saliva y asintió lentamente.
Antes de marcharse por el pasadizo oculto tras la chimenea aun encendida, Richard activó el prototipo. El cristal comenzó a brillar con luz propia y a girar sobre sí mismo cada vez a más velocidad hasta que, una vez alcanzada una velocidad estable, desplegó un inmenso campo invisible que rodeó la mansión y sus alrededores.
En ese momento, la primera grieta se apareció en el cristal con un crujido.
La balista atravesó el muro, ocasionando un estruendo ridículo que alarmó a Eltrant y le hizo retroceder varios pasos. Se detuvo sobre sus pasos, analizando la situación durante unos instantes.
Un arma de asedio.
¿Cómo habían metido un arma de asedio dentro del recinto?
El primer proyectil salió despedido por los aires tan pronto el arma hizo su aparición y obligó a Eltrant a lanzarse a un lado. El proyectil hizo estallar con una facilidad apabullante la estatua de granito que adornaba parte del muro que separaba el recinto de la mansión del exterior.
Eltrant confiaba mucho en su armadura, pero incluso ella se resentiría con algo así.
Golpeó el antebrazo de su armadura con la espada [1], desplegando el escudo de hielo, y cargó contra la catapulta con él por delante, embistió a cazadores y bloqueo saetas pequeñas y otro proyectil de asedio que le hizo retroceder un par de pasos.
Aquella “táctica” que no era más que otra de sus grandes proezas militares como “patea una puerta y grita” o “Si le pego los suficientes puñetazos dejará de moverse”, le demostró que, a veces, la ruta rápida es la más útil.
Si bien el escudo de hielo quedó totalmente fragmentado cuando los usuarios de la máquina recargaron otro proyectil con una diligencia y sangre fría dignas de elogio, Eltrant logró alcanzar el artefacto justo a tiempo para cortarle el brazo a uno de los cazadores empleados en la máquina.
Muy a su pesar, un tercer cazador acudió a su encuentro y, lanzándole una corriente de agua a presión, consiguió alejarle lo suficiente como para tirar al herido a un lado y adoptar él su posición.
- Menudo compañerismo. –
O estaban desesperados o, por lo que les oía decir, era la peor variante del fanático. Fuese cual fuese la verdadera respuesta, lo único que tenía claro es que ninguna de las dos les gustaba.
Con la puerta cubierta de las impresionante y fantasmagóricas llamas azules de Asher, todos los cazadores estaban acudiendo al lugar por el único lugar estratégicamente coherente. Usando los metódicos disparos de la balista como apoyo, los defensores comenzaron a adoptar posiciones de vanguardia frente a Eltrant.
- Muy bien… -
Recuerdo vibró entre sus manos, y con ello aparecieron las réplicas de ella flotando a su alrededor. Como flechas, emitiendo solo el sonido del viento, cada replica se deslizó buscando uno de los cazadores. [2]
Sin embargo, dos de ellas desaparecieron antes de alcanzar su objetivo, se esfumaron como si nunca las hubiese hecho aparecer para empezar. Y otra, la última que genero Eltrant, se volvió tan grande que empaló a dos al mismo tiempo.
Algo raro estaba pasando, no lo había imaginado. Las ascuas de Asher se apagaban en algunas zonas, pero en otras el fuego crecía hasta alcanzar alturas prácticamente imposibles.
Entornando los ojos, sintiendo la presión de las saetas, la lluvia que habían convocado los brujos y el calor generado por el fuego añil de su aliado, decidió hacer lo único que creía correcto en aquella situación.
Reagruparse con Asher.
Al menos comprendió que no era el único extrañado, algunos de los brujos miraban sorprendidos como una estaca de hielo que había creado adquiría un tamaño y una densidad sobrecogedoras y otros bramaban improperios al ser incapaces de controlar el agua con la que cargaban.
- ¡Asher! – Eltrant clavó a Recuerdo, cuya palidez parecía ser de repente intermitente, en el pecho de un brujo que había saltado desde un segundo piso con la intención de caer sobre él pero se había resbalado con el campo de hielo sobre el que combatía Asher. - ¡¿Notas eso?! –
[1] Uso: Armadura Ocaso
[2] Uso: Arma Sombría
Los Defensores activan el "Prototipo de Campos Anuladores de Éter", durante los dos siguientes turnos el éter desaparecerá o se verá incrementado de forma intermitente y aleatoria antes de hacer algo. (?)
Y como ya es tradición, el mapa del sótano (?)
Acompañada por este sonido, el de las distantes explosiones por encima de su cabeza y los gritos de dolor que podía oír a ambos lados, la Elemental Azure continuó a paso firme hasta el final del corredor, dónde dos cazadores, Restauradores por las insignias que tenían en la ropa.
- ¡Elemental! – Ambos hicieron el saludo que Gregor había hecho poco antes de morir a manos del elfo y felino que se habían adentrado en el edificio.
Una perdida inesperada pero aceptable, dada las circunstancias.
- Restauradores. – dijo esta, respondiendo al saludo con una suave inclinación con la cabeza.
Otra explosión más sacudió el lugar y más murmullos de terror apagados por el crujir del metal llegaron hasta sus oídos. Azure ladeó la cabeza y se giró sobre sí misma, lanzando una larga mirada al pasillo que tenía tras ella.
- Purificad a los sujetos. – dijo simplemente, antes de abandonar el corredor a través de la puerta ornamentada.
Las personas encerradas tras las rejas de la decena de celdas que poblaban todo el pasillo se estremecieron al ver como uno de los carceleros abría la puerta más cercana a él y, tras alzar la ballesta que colgaba de su hombro, disparaba a su interior.
[…]
Richard Montôn corría por la amplia estancia llena de probetas y cristales con un puñado absurdamente grande de papeles en las manos. Era una acción que ya había repetido hasta siete veces: tomaba todo lo que podía entre sus manos y lo lanzaba a las ascuas de la chimenea que había al otro lado de la habitación.
La Orden Escarlata significaba que habían perdido desde antes de empezar.
“Salad la tierra” Habría gritado un rey que daba la misma orden y retrocedía para dejar sus tierras de cultivo a sus enemigos.
¿Cómo se le ocurría a Wesley dar aquella orden incluso cuando se había confirmado que les atacaban un máximo de cuatro personas? ¿Cuánto tiempo había perdido diseñando aquellos malditos cristales de visión para que…?
Gruñó en voz baja y lanzó un manuscrito de color azul, con el triángulo invertido, al fuego.
Volvió al escritorio de una rápida carrera, trastabillando con su larga túnica de color azul, y volvió a tomar de nuevo más documentos. La puerta del laboratorio se abrió entonces de par y en par y Richard dejó caer dicho al suelo debido al sobresalto.
Tensó la mandíbula y notó como el entrecejo se iba frunciendo lentamente según sus ojos reconocían a la figura que acababa de entrar. Todo el trabajo de su vida destruido por que aquella mujer era demasiado cobarde como para acabar con cuatro enemigos.
Poderosos sí, pero no dejaban de ser…
- Montôn, te recuerdo que soy tu superior, no deberías mirarme así. – Aseveró la recién llegada, Azure, con una sonrisa. - ¿Tienes alguna queja con mi forma de actuar? Comunícaselo a la Guía – Aseveró avanzando un par de pasos más, tomando la ballesta que pendía de su cintura.
Richard gruñó de mala gana y torció el gesto.
- No te preocupes, Primera Elemental. – Puso cierto énfasis especial en la palabra “Primera”. - Ya lo he hecho. – Azure sonrió según avanzaba a través de la habitación y se colocaba frente a la silla.
- ¿Entonces has seguido mis órdenes? Bien. – Alzó la ballesta de mano. – Que el Orden te encuentre allá dónde vayas. – dijo antes de apretar el gatillo.
El hombre-bestia que estaba maniatado en el lugar, un joven de aspecto úrsido, cayó de espaldas junto a la silla con una bella saeta de hielo firmemente clavada en uno de sus ojos.
- ¡Aún no había acabado con él! – Protestó Richard, lanzando más papeles al fuego, con un tono de voz que indicaba una molestia curiosa, como la de alguien que ve como un objeto preciado es tirado a la basura sin motivo. - ¿¡Es que quieres perderlo todo!? ¡Glacé no va a tolerar más de…! -
- La Orden Escarlata es absoluta, Richard. – Azure enfundó de nuevo su arma en el cinto. – Y hablando de eso… - Se giró hacía el imponente cristal azulado, una especie de rombo del tamaño de una persona, que pendía de varias correas y cuerdas de una estructura dorada que parecía hecha de oro. - … guarda los papeles necesarios y activa el prototipo. – Ordenó, Richard abrió los ojos de par en par y se detuvo de golpe en el sitio.
- No puedes… ¿Es que quieres matarnos a todos? ¡Son solo cuatro desconocidos! ¡Lánzales más cazadores! ¡Más flechas! ¡El prototipo no aguantará estable más de diez minutos! –
Azure sonrió, le caía bien Richard, aunque no fuese algo reciproco. Tenía ese punto de ingenuidad que encontraba adorable en las cantidades adecuadas y era inteligente, demasiado como para perderlo.
- No, Richard. Nos han atacado cuatro elementos coordinados, poderosos a simple vista, con capacidad para conjurar éter a voluntad y convocar encantamientos de nivel avanzado. – Explicó. – Cualquier líder consecuente sabría que solo es cuestión de tiempo a que lleguen aquí con tal capacidad destructiva. – Aseguró girándose hacía la entrada. – El orgullo, aunque algo admirable, no es un recurso valido en el campo de batalla. Hay que saber aceptar las perdidas y comprender lo que son capaces de hacer tus adversarios. Adaptarse. – Argumentó tomando varios papeles del suelo, frente a ella, y dándoselos a tu compañero. – Toma esto y aprovecha el prototipo para huir tu solo, tendrás más posibilidades. – Le ordenó finalmente desenvainando la Rapier con lentitud y girándose sobre sí misma.
Richard Montôn tragó saliva y asintió lentamente.
Antes de marcharse por el pasadizo oculto tras la chimenea aun encendida, Richard activó el prototipo. El cristal comenzó a brillar con luz propia y a girar sobre sí mismo cada vez a más velocidad hasta que, una vez alcanzada una velocidad estable, desplegó un inmenso campo invisible que rodeó la mansión y sus alrededores.
En ese momento, la primera grieta se apareció en el cristal con un crujido.
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La balista atravesó el muro, ocasionando un estruendo ridículo que alarmó a Eltrant y le hizo retroceder varios pasos. Se detuvo sobre sus pasos, analizando la situación durante unos instantes.
Un arma de asedio.
¿Cómo habían metido un arma de asedio dentro del recinto?
El primer proyectil salió despedido por los aires tan pronto el arma hizo su aparición y obligó a Eltrant a lanzarse a un lado. El proyectil hizo estallar con una facilidad apabullante la estatua de granito que adornaba parte del muro que separaba el recinto de la mansión del exterior.
Eltrant confiaba mucho en su armadura, pero incluso ella se resentiría con algo así.
Golpeó el antebrazo de su armadura con la espada [1], desplegando el escudo de hielo, y cargó contra la catapulta con él por delante, embistió a cazadores y bloqueo saetas pequeñas y otro proyectil de asedio que le hizo retroceder un par de pasos.
Aquella “táctica” que no era más que otra de sus grandes proezas militares como “patea una puerta y grita” o “Si le pego los suficientes puñetazos dejará de moverse”, le demostró que, a veces, la ruta rápida es la más útil.
Si bien el escudo de hielo quedó totalmente fragmentado cuando los usuarios de la máquina recargaron otro proyectil con una diligencia y sangre fría dignas de elogio, Eltrant logró alcanzar el artefacto justo a tiempo para cortarle el brazo a uno de los cazadores empleados en la máquina.
Muy a su pesar, un tercer cazador acudió a su encuentro y, lanzándole una corriente de agua a presión, consiguió alejarle lo suficiente como para tirar al herido a un lado y adoptar él su posición.
- Menudo compañerismo. –
O estaban desesperados o, por lo que les oía decir, era la peor variante del fanático. Fuese cual fuese la verdadera respuesta, lo único que tenía claro es que ninguna de las dos les gustaba.
Con la puerta cubierta de las impresionante y fantasmagóricas llamas azules de Asher, todos los cazadores estaban acudiendo al lugar por el único lugar estratégicamente coherente. Usando los metódicos disparos de la balista como apoyo, los defensores comenzaron a adoptar posiciones de vanguardia frente a Eltrant.
- Muy bien… -
Recuerdo vibró entre sus manos, y con ello aparecieron las réplicas de ella flotando a su alrededor. Como flechas, emitiendo solo el sonido del viento, cada replica se deslizó buscando uno de los cazadores. [2]
Sin embargo, dos de ellas desaparecieron antes de alcanzar su objetivo, se esfumaron como si nunca las hubiese hecho aparecer para empezar. Y otra, la última que genero Eltrant, se volvió tan grande que empaló a dos al mismo tiempo.
Algo raro estaba pasando, no lo había imaginado. Las ascuas de Asher se apagaban en algunas zonas, pero en otras el fuego crecía hasta alcanzar alturas prácticamente imposibles.
Entornando los ojos, sintiendo la presión de las saetas, la lluvia que habían convocado los brujos y el calor generado por el fuego añil de su aliado, decidió hacer lo único que creía correcto en aquella situación.
Reagruparse con Asher.
Al menos comprendió que no era el único extrañado, algunos de los brujos miraban sorprendidos como una estaca de hielo que había creado adquiría un tamaño y una densidad sobrecogedoras y otros bramaban improperios al ser incapaces de controlar el agua con la que cargaban.
- ¡Asher! – Eltrant clavó a Recuerdo, cuya palidez parecía ser de repente intermitente, en el pecho de un brujo que había saltado desde un segundo piso con la intención de caer sobre él pero se había resbalado con el campo de hielo sobre el que combatía Asher. - ¡¿Notas eso?! –
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[1] Uso: Armadura Ocaso
[2] Uso: Arma Sombría
Los Defensores activan el "Prototipo de Campos Anuladores de Éter", durante los dos siguientes turnos el éter desaparecerá o se verá incrementado de forma intermitente y aleatoria antes de hacer algo. (?)
Y como ya es tradición, el mapa del sótano (?)
- ¡Viva el Paint!:
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Nivel de PJ : : 10
Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Electricidad.
Debí imaginar que Syl tenía algo bajo la manga. Las peleas contra él parecían volverse de atrición. Ver quién cometía un error primero. Quien bajaba la guardia.
Naturalmente, solía ser su rival. El gato era rápido, ágil y mantenía la distancia, obligándote a alcanzar por él. Dirigiendo la pelea a casi cada paso. Cualquiera se desesperaría enfrentándolo luego de unos segundos. Ver como todos tus ataques golpean solo aire tiene ese efecto en las personas.
Y ese efecto, pensé, viendo el cuerpo del brujo. Tiene esta consecuencia.
Me incorporé, notando un horrible dolor en la mano al apoyarla del suelo. No le hice demasiado caso y termine de pararme, pero cuando fuí a recoger el pergamino lo noté. Un dedo dislocado. Eso y otros golpes sin ver bajo la armadura, claro.
Supuse que era un precio pequeño para haberme metido en una pelea de dos de ese nivel.
Vi hacia la trampilla y hacia Syl tomando algo del brujo. Antes de que pudiese inspeccionar nada, abrió el camino al sótano. Le asentí y avancé primero, con todo lo que tenían, sus números, la organización. No iba a ser un sótano que no diese ventajas.
Había unos cinco hombres en línea al final del pasillo, lanzas y escudos al frente. Varios atrás, dos de ellos con las manos alzadas y temblando.
Syl y brujos en la retaguardia reaccionaron primero.
Siete rocas desde atrás del muro de lanzas hacia nosotros y unos tres o cuatro tiros de mi espalda hacia ellos. Inmediatamente hice un muro del intento de gólem que llevaba conmigo para detener las piedras, pero no resistió el asalto y se quebró al cuarto o quinto impacto alzando una cortina de polvo.
Instintivamente intenté alcanzar por más, pero la realización fue inmediata. No estaba en mi rango. Había algo entre las paredes y yo. Metal, madera… a saber. Simplemente algo por lo que no podía correr mi éter.
Peor que eso. ¿El muro qué se había vuelto polvo? O como lo estaba pensando al momento: un montón de tierra diminuta suspendida en el aire. Eso también estaba fuera de mi rango.
Alguien argumentaría que estaba tocando la nube de polvo, pero no funcionaba así, realmente. Solo podía mover las partículas que estuvieran a unos diez centímetros, y aquellas que tocasen a esas dentro de ese rango. Era risible. Era molesto. No podía hacer nada sobre ello.
Ellos sí. Me agaché y escuché inmediatamente gritos de direcciones. Estaban usando el polvo para notar nuestros movimientos.
Eso les habrá causado pánico al ver más flechas abandonar la nube, dando cada una de ellas en el blanco.
Era el único ciego allí y tuvo un precio. Sentí tres fuertes golpes en el pecho y vi la nube de polvo desaparecer antes de un cuarto, este en la frente con suficiente fuerza para tirarme al suelo. Por un instante, creí que ya no tenía la cabeza pegada al cuerpo.
No había sido un golpe directo porque moví el rostro una fracción antes del impacto. El sonido y la forma en la que el suelo cedió cuando esa piedra cayó al suelo me hizo entender que la nube de polvo no había desaparecido, la roca se la había tragado para hacerse más densa.
Pero eso no debería haber sido suficiente para-
Los dos que tenían las manos alzadas cerraron fuertemente sus brazos y madera crujió. Dos paredes de piedra se cerraron a mi espalda.
Grité el nombre del gato al no estar seguro si le habían aplastado. No tuve oportunidad de preocuparme o hacer nada; los brujos siguieron el movimiento, jalando los brazos hacia atrás y la pared se movió hacia ellos, arrastrándome con ella. Todo lo que pude hacer fue quemar la imagen en mi cabeza. La mitad de ellos en el suelo.
Un instante después y esa imagen se reemplazó con el rostro de unos tres lanceros. No bajé la mirada. Me bastó sentir la sangre acumulándose en mi boca.
Me habían atravesado.
No sé si era el golpe en la cabeza, pero en el momento tuve otras prioridades. Logré identificar la palabra elfo. Algo de cubrir azul.
No. Azure.
También note la roca, pequeña. La conocía de memoria por lo cansado que estaba de hacerlas o buscarlas justo así desde que me la enseñó la primera vez. Había hecho un habito siempre tenerla pre-hecha. El suelo seguía siendo madera y no me dejaría alcanzarla, pero estaba la pared, y la había arrastrado entre otras pertenencias conmigo. La hice estallar. [1]
El muro de brujos y el de piedra cedieron ante la onda. Caí al suelo de forma poco digno, como un títere al que le habían cortado las cuerdas.
En ese instante ya no estaba preocupado por los brujos, una parte de mi con plena confianza de que sucumbirían a disparos. Apreté los dientes y me arranque el par de puntas que si habían penetrado e hice a un lado aquella que cortó sin penetrar.
Había pasado suficiente tiempo al lado de Eltrant para al menos diferenciar metal malo del bueno y estas lanzas, aunque no malas, no tenían excusa para penetrar así la coraza. Sentí con las manos mientras recuperaba aire, y noté que no lo habían hecho.
Huecos. No forzados hacia adentro. Simplemente… huecos, como si los hubiesen dejado allí a voluntad cuando la forjaron.
Apreté los dientes y las manos. Algún maldito tensai de metal. La magia fluyó por todo mi cuerpo sanando, preocupantemente rápido. Incluso algunas heridas que me había provocado el tensai de agua se fueron. [2]
Mi dedo seguía igual.
Al menos no estaba en peligro inmediato de muerte los próximos diez segundos, pero por lo que pasó en los pocos que teníamos pisando el sótano, seguramente estaba en peligro inmediato de muerte para los próximos veinte.
Como para confirmar mi idea un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Cómo decir esto? Imagina que de repente ya no hueles nada. O no ves nada. O no sientes nada. Uno de tus sentidos simplemente te abandona.
Eso había hecho el éter. Entonces vino golpeando.
—Cuidado. Están haciendo algo con el éter —avisé, pensando en como ponerlo de una forma que no fuese tan vaga—. ¿Has estado en la playa? Como agua, está... recogiéndose, se va por un momento, entonces viene todo junto como una ola.
Mentalmente, me repetí esa explicación a mí mismo y suspiré.
Tal vez debí permitirme desangrarme.
[1] Objeto Limitado: Runa de Impulso.
[2] Racial: Imposición de manos.
Debí imaginar que Syl tenía algo bajo la manga. Las peleas contra él parecían volverse de atrición. Ver quién cometía un error primero. Quien bajaba la guardia.
Naturalmente, solía ser su rival. El gato era rápido, ágil y mantenía la distancia, obligándote a alcanzar por él. Dirigiendo la pelea a casi cada paso. Cualquiera se desesperaría enfrentándolo luego de unos segundos. Ver como todos tus ataques golpean solo aire tiene ese efecto en las personas.
Y ese efecto, pensé, viendo el cuerpo del brujo. Tiene esta consecuencia.
Me incorporé, notando un horrible dolor en la mano al apoyarla del suelo. No le hice demasiado caso y termine de pararme, pero cuando fuí a recoger el pergamino lo noté. Un dedo dislocado. Eso y otros golpes sin ver bajo la armadura, claro.
Supuse que era un precio pequeño para haberme metido en una pelea de dos de ese nivel.
Vi hacia la trampilla y hacia Syl tomando algo del brujo. Antes de que pudiese inspeccionar nada, abrió el camino al sótano. Le asentí y avancé primero, con todo lo que tenían, sus números, la organización. No iba a ser un sótano que no diese ventajas.
Había unos cinco hombres en línea al final del pasillo, lanzas y escudos al frente. Varios atrás, dos de ellos con las manos alzadas y temblando.
Syl y brujos en la retaguardia reaccionaron primero.
Siete rocas desde atrás del muro de lanzas hacia nosotros y unos tres o cuatro tiros de mi espalda hacia ellos. Inmediatamente hice un muro del intento de gólem que llevaba conmigo para detener las piedras, pero no resistió el asalto y se quebró al cuarto o quinto impacto alzando una cortina de polvo.
Instintivamente intenté alcanzar por más, pero la realización fue inmediata. No estaba en mi rango. Había algo entre las paredes y yo. Metal, madera… a saber. Simplemente algo por lo que no podía correr mi éter.
Peor que eso. ¿El muro qué se había vuelto polvo? O como lo estaba pensando al momento: un montón de tierra diminuta suspendida en el aire. Eso también estaba fuera de mi rango.
Alguien argumentaría que estaba tocando la nube de polvo, pero no funcionaba así, realmente. Solo podía mover las partículas que estuvieran a unos diez centímetros, y aquellas que tocasen a esas dentro de ese rango. Era risible. Era molesto. No podía hacer nada sobre ello.
Ellos sí. Me agaché y escuché inmediatamente gritos de direcciones. Estaban usando el polvo para notar nuestros movimientos.
Eso les habrá causado pánico al ver más flechas abandonar la nube, dando cada una de ellas en el blanco.
Era el único ciego allí y tuvo un precio. Sentí tres fuertes golpes en el pecho y vi la nube de polvo desaparecer antes de un cuarto, este en la frente con suficiente fuerza para tirarme al suelo. Por un instante, creí que ya no tenía la cabeza pegada al cuerpo.
No había sido un golpe directo porque moví el rostro una fracción antes del impacto. El sonido y la forma en la que el suelo cedió cuando esa piedra cayó al suelo me hizo entender que la nube de polvo no había desaparecido, la roca se la había tragado para hacerse más densa.
Pero eso no debería haber sido suficiente para-
Los dos que tenían las manos alzadas cerraron fuertemente sus brazos y madera crujió. Dos paredes de piedra se cerraron a mi espalda.
Grité el nombre del gato al no estar seguro si le habían aplastado. No tuve oportunidad de preocuparme o hacer nada; los brujos siguieron el movimiento, jalando los brazos hacia atrás y la pared se movió hacia ellos, arrastrándome con ella. Todo lo que pude hacer fue quemar la imagen en mi cabeza. La mitad de ellos en el suelo.
Un instante después y esa imagen se reemplazó con el rostro de unos tres lanceros. No bajé la mirada. Me bastó sentir la sangre acumulándose en mi boca.
Me habían atravesado.
No sé si era el golpe en la cabeza, pero en el momento tuve otras prioridades. Logré identificar la palabra elfo. Algo de cubrir azul.
No. Azure.
También note la roca, pequeña. La conocía de memoria por lo cansado que estaba de hacerlas o buscarlas justo así desde que me la enseñó la primera vez. Había hecho un habito siempre tenerla pre-hecha. El suelo seguía siendo madera y no me dejaría alcanzarla, pero estaba la pared, y la había arrastrado entre otras pertenencias conmigo. La hice estallar. [1]
El muro de brujos y el de piedra cedieron ante la onda. Caí al suelo de forma poco digno, como un títere al que le habían cortado las cuerdas.
En ese instante ya no estaba preocupado por los brujos, una parte de mi con plena confianza de que sucumbirían a disparos. Apreté los dientes y me arranque el par de puntas que si habían penetrado e hice a un lado aquella que cortó sin penetrar.
Había pasado suficiente tiempo al lado de Eltrant para al menos diferenciar metal malo del bueno y estas lanzas, aunque no malas, no tenían excusa para penetrar así la coraza. Sentí con las manos mientras recuperaba aire, y noté que no lo habían hecho.
Huecos. No forzados hacia adentro. Simplemente… huecos, como si los hubiesen dejado allí a voluntad cuando la forjaron.
Apreté los dientes y las manos. Algún maldito tensai de metal. La magia fluyó por todo mi cuerpo sanando, preocupantemente rápido. Incluso algunas heridas que me había provocado el tensai de agua se fueron. [2]
Mi dedo seguía igual.
Al menos no estaba en peligro inmediato de muerte los próximos diez segundos, pero por lo que pasó en los pocos que teníamos pisando el sótano, seguramente estaba en peligro inmediato de muerte para los próximos veinte.
Como para confirmar mi idea un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Cómo decir esto? Imagina que de repente ya no hueles nada. O no ves nada. O no sientes nada. Uno de tus sentidos simplemente te abandona.
Eso había hecho el éter. Entonces vino golpeando.
—Cuidado. Están haciendo algo con el éter —avisé, pensando en como ponerlo de una forma que no fuese tan vaga—. ¿Has estado en la playa? Como agua, está... recogiéndose, se va por un momento, entonces viene todo junto como una ola.
Mentalmente, me repetí esa explicación a mí mismo y suspiré.
Tal vez debí permitirme desangrarme.
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[1] Objeto Limitado: Runa de Impulso.
[2] Racial: Imposición de manos.
Anders
Honorable
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Nivel de PJ : : 2
Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Post a editar para tirar runas, por eso de la magia aleatoria.
Runa 1: Asher. El resultado indica cuanto le beneficia o perjudica el campo anulador de éter.
Runa 2: Syl. Lo mismo.
Runa 1: Asher. El resultado indica cuanto le beneficia o perjudica el campo anulador de éter.
Runa 2: Syl. Lo mismo.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Nivel de PJ : : 10
Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
El miembro 'Asher Daregan' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
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Nivel de PJ : : 0
Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
Arrojé a Nova, aprovechando la distracción que había supuesto el ataque de Eltrant. Sin embargo, el cazador reaccionó a tiempo. Haciendo un rápido uso del hielo que ya cubría sus alrededores, lo alzó en una barrera. Mi espada se quedó incrustada en el muro, pero eso no era ningún problema para mi.
Invoqué el arma a mi mano. No respondió. Simplemente, se quedó allí, como si no hubiese hecho nada. Aquel olor...
-¡Están alterando el éter!- advertí. No podía hablar mucho. El encapuchado se lanzó a por mi, deslizándose con sus dagas listas. Me alejé de un salto, pero no tenía suficiente distancia entre ambos. Una de las dagas alcanzó mi costado. Con las runas que me protegían flaqueando, el arma consiguió realizar un buen corte. Gruñí. Hacía tiempo que no sentía aquello.
El fuego no venía a mi. Mis runas no respondían. Había lanzado mi espada al oponente... Si Syl me viese, me diría que era idiota.
Iba a tener que hacer las cosas a la antigua.
Pese al dolor, seguí moviéndome, girándome mientras tomaba el hacha ornamentada de ese tipo al que Eltrant había destrozado. Logré interponer el mango entre mi enemigo y yo, repeliendo una de sus dagas con el metal. Sin embargo, el cazador retrocedió antes de que pudiese contraatacar. Era demasiado móvil con todo ese hielo alrededor. En esas circunstancias, sería difícil acertarle con un arma tan pesada. No podía moverme sin resbalar, no podía acertar ningún golpe...
Solo tenía una opción.
Esperé al siguiente asalto del cazador, poniéndome en guardia. El encapuchado volvió a deslizarse hacia mi. Alcé el hacha... y la solté, moviendo mi mano hacia él en su lugar. Conseguí hundir mis garras en su brazo. No lo solté. Aproveché su impulso para golpearlo contra la pared.
Clavó su daga en mi hombro. No fue suficiente. Tomé su cabeza con la otra mano y volví a golpearla contra el muro. Y otra vez. A la tercera, dejó de moverse. Volví a golpearla dos veces más. Y entonces, lo solté.
Gruñí. Empezaba a sentir frío. No había enemigos cerca. Aún no, al menos.
Tomé la daga hundida en mi hombro y, tras apretar los dientes, la arranqué. Solo tenía que aguantar un poco más. Tomé una de las pociones en mi bolsa y la vacié de dos tragos, suspirando mientras las heridas empezaban a cerrarse. Volví a intentar llamar a Nova.
Esta vez, el arma respondió. Bien. Quien fuese el responsable de aquello, iba a pagar.
__________________________________
El felino desapareció, cubriéndose de humo y atravesando el suelo como si fuese aire. [1] Era más rápido de lo normal. Moverse era más fácil. El estruendo de la roca dejó claro que las paredes de piedra habían impactado.
Avanzó unos metros más. Y entonces, ascendió, con la ballesta recargada y lista. Una descarga arcana recubrió su ballesta, emitiendo un intenso brillo blanco. [2] El virote que disparó no era algo físico. Una flecha espectral y poderosa salió volando hacia los brujos, creciendo hasta tomar las proporciones de un disparo de balista.
Los brujos alzaron una pared de roca. Bien podría haber sido de papel. El proyectil la atravesó como si no existiese y se hundió en el torso de su objetivo, empalando a uno de los enemigos. Su torso comenzó a congelarse antes de que tocase el suelo. Apenas tuvo tiempo para reaccionar ante la escarcha que avanzaba por su torso antes de que llegase la onda de energía.
Fue devastadora. La oleada dejó hielo por todo lo que alcanzó. Lanzas, escudos, paredes... varios de los brujos fueron convertidos en estatuas de hielo, congelados por completo.
-Tu...- musitó una voz. Uno de los brujos había logrado erigir un escudo de metal, pero había acabado tan helado como el resto. La escarcha había alcanzado gran parte de su mano, hasta el antebrazo. El escudo cayó al suelo, y el brujo comenzó a mover su brazo libre. Una gran esfera de metal flotó hacia él y cambió de forma, formando varias puntas de lanza. -¡Arrepiéntete!-
Uno tras otro, los proyectiles volaron hacia Syl. El felino no dudó en atravesar las paredes, protegiéndose del asalto. Aquello le llevó a varias celdas... o lo que debían serlo. La mayoría de las puertas habían sido arrancadas, seguramente por aquel brujo de metal. Varios cadáveres yacían en ellas. Eran recientes, y de distintas razas.
-¡No dejéis que entre!- vociferó a través del pasillo.
Una segunda oleada de proyectiles trató de alcanzarlo. Sin embargo, estos se desvanecieron en mitad del aire, como si nunca hubiesen existido. Había algo más adelante que no querían que viese.
Notó un regusto a metal mientras atravesó la pared. Y a... algo más. Entonces lo vio. Un artilugio, algo más similar a la tecnología biocibernética. En parte, le recordaba al Laboratorio 8-B. En el interior de la máquina, un cristal agrietado estaba girando a gran velocidad. Syl frunció el ceño. Fuera lo que fuese, no podía ser bueno. El gato alzó su arma.
La puerta del laboratorio se vino abajo, derribada por un asalto mágico. El felino se resguardó tras la máquina, apuntándola con su ballesta.
-Quietos.- ordenó según entraban. Los brujos se detuvieron al ver la situación. La amenaza era evidente. -Vampiresa. Pelo negro, ojos azules. ¿Donde está?-
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[1] Objeto Épico: Eco.
[2] Habilidades: Desgarrar Espíritu y Último Rito
Asher Daregan
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
El cazador cayó al suelo, muerto.
El felino había preguntado directamente por la situación de Lyn y este no solo se había negado, sino que además había tratado de levantar su propia ballesta en el proceso. Una saeta clavada firmemente en la cuenca del ojo del hombre había sido la respuesta por parte del gato.
Quedaban otros dos otros cazadores, un hombre joven con barba corta que dejó caer su arma al suelo y otro que levantó las manos con el ceño fruncido, pero sin soltar su espada.
El hombre de la espada miraba con un profundo desprecio a los dos hombres que tenía delante, pero, contra todo pronóstico, era el elfo y no el hombre-bestia que le apuntaba quien estaba atrayendo la mayor parte de la atención del defensor de la mansión.
- No… sabéis lo que estáis haciendo… - Masculló, su mirada alternaba entre los intrusos y el cristal que giraba cada vez con más velocidad. - ¡Hay que parar esa cosa o…! – Bramó cuando un pequeño chasquido delató otra grieta en el dispositivo que estaba en el laboratorio, pero se quedó en silencio al ver la fría mirada de Syl juzgarle desde la distancia.
Sabía que estaba a un paso en falso de acabar como su otro compañero.
¿Dónde estaba Azure? ¿Dónde estaba el profesor?
Aquella estancia solo tenía una salida y habían entrado ellos primeros y los dos intrusos después.
Syl y Anders descubrirían pronto se habían adentrado en el laboratorio del erudito en Ciencias etéreas Richard Montôn, aunque no llegarían a saber el nombre de este último. En los papeles que quedaban desperdigados por el lugar, los pocos que no habían ardido en las ascuas que quedaban en la chimenea, podrían entrever palabras sueltas, diagramas y dibujos llenos de ecuaciones y referencias al éter
Así como una lista parcialmente quemada de los experimentos que se estaban realizando en el lugar.
“Linaje Agua”.
- Si vais a matarme hacedlo ya, escoria, no pien… – El otro cazador cayó muerto al suelo antes de que pudiese terminar la frase, otra saeta había perforado su cráneo y se encontraba perfectamente alojada en su frente.
- Han pasado muchos con esa descripción por aquí, bestia. – dijo el que quedaba al felino, arrastrando las palabras. – Mira en las celdas… - dijo, sonriendo con suficiencia. – Los que no cooperan los envían al Baluarte. – añadió de forma enigmática. – Pero da igual… - Se encogió de hombros, sin perder la sonrisa, y señaló con la cabeza el artefacto. – Esa cosa va a matarnos a todos. – Sin perder la sonrisa, el cazador dejó escapar un sonido de satisfacción al oír otro crujido salir del cristal. – El Orden se acerca… - Murmuró cerrando los ojos y levantado la mirada al techo.
La fuente se abrió pesadamente, dejando entrever unas escaleras que se perdían en el subsuelo al mismo tiempo que escapar un grueso crujido en el proceso. En el exterior todos morían enfrentándose al “demonio azur” y a su viejo acompañante, pero daba igual. Azure había ganado el tiempo suficiente como para que Montôn escapase.
La habían criado toda su vida para sacrificarse por la causa y, aunque preferiría seguir viviendo, tenía un cometido y pensaba cumplirlo hasta el final. Ya estaba mentalizada, se acababa todo allí, ella no era más que un pequeño engranaje.
El agua se alzaría sobre los otros tres elementos gracias a su sacrificio.
Su Linaje volvería a liderar a los Restauradores. El saber volvería a imperar.
- Supongo que todas las historias tienen algo de verdad. – dijo mirando al afamado demonio que supuestamente estaba causando estragos en las tierras de los elfos.
Era una visión digna de mención, llamas azules rodeaban a los cadáveres que pululaban el suelo. El demonio se había batido en duelo con Avery; uno de los mejores Cazadores a su cargo, pero, lamentablemente, inferior en cuanto habilidades a la bestia a la que se enfrentaba.
El hecho de que el cazador estuviese empotrado en la pared daba fe de ello.
Por otro lado, el viejo parecía estar conteniendo la balista y el grueso de sus hombres al otro lado del jardín. Parecía tener bastante vitalidad pese a su edad.
– No está mal, bestia. – dijo la mujer ajustándose los guantes acercándose a Asher a paso lento, deteniéndose en la linde del hielo. – Tu fama te precede. – Admitió haciéndose con “Sapiencia”, su preciada rapier. – ¿Mi turno?. – dijo señalando a Avery, que no se movía. Debía de estar muerto.
Con el anulador de éter activado no era conveniente usar magia, igualmente, en unos diez minutos toda aquella mansión sería un cráter humeante por culpa del dispositivo.
No tenía más que disfrutar su última pelea.
Eltrant, gritando con toda la fuerza que le permitían sus pulmones, tomó a uno de los hombres que que había derribado de un directo por el pie y lo usó como arma arrojadiza para alejar a los demás.
No se acababan, ¿Cuántos había? Se arrancó la pieza de coraza que, doblada, presionaba su pecho y le dificultaba el respirar. Se la tiró, igualmente, a otro cazador que tenía más cerca derribándolo.
Había… ¿Diez? ¿Veinte? Había dejado de contar los que tenía delante hacía mucho.
Se limitó a usar a Recuerdo, ignorando las saetas que rebotaban con su armadura y defendiéndose de los cazadores más cercanos. Si estaban haciendo algo con el éter no era conveniente usar un arma cuya hoja, en aquel momento, era casi en su totalidad viento mágico.
Pero, de pronto, notó que su brazo izquierdo se movía hacía la derecha por sí solo, abriéndose a un ataque por parte de un martillo que dobló su yelmo y le hizo tambalearse un poco. ¿Qué acababa de…? Antes de que pudiese reaccionar, notó como algo tiraba de su espalda y le colocaba frente a un proyectil de balista que arrancó de cuajo su hombrera izquierda y le hizo maldecir a los dioses en voz alta.
Tragó saliva, notando el punzante dolor de su hombro izquierdo.
Su mirada atravesó el jardín, a los hombres que se acercaban, y se clavó en la mujer rubia que se abría paso entre los cazadores. No portaba armas, pero contó hasta diez cantimploras en el cuerpo de la mujer.
- ¡Cassidy! ¡No podemos avan.. ! –
- Atacadle a la vez, yo me encargo de que no se defienda… - dijo la recién llegada, alzando ambas manos dónde Eltrant pudo vislumbrar pequeños hilos de agua casi invisibles brillar bajo el fuego azulado de Asher.
La mujer comenzó a mover sus manos como si estuviese tocando un instrumento de música y, en cuanto lo hizo, el brazo derecho de Eltrant volvió a moverse por sí solo descuidando de nuevo su defensa. Al mismo tiempo, se levantaron varios hombres que Eltrant estaba seguro de haber matado y se movieron hacia él de forma torpe, casi como si los estuviesen arrastrando.
Tensó los músculos y se preparó.
¿Quieres eran esas personas?
Villanos relevantes en el post.
El felino había preguntado directamente por la situación de Lyn y este no solo se había negado, sino que además había tratado de levantar su propia ballesta en el proceso. Una saeta clavada firmemente en la cuenca del ojo del hombre había sido la respuesta por parte del gato.
Quedaban otros dos otros cazadores, un hombre joven con barba corta que dejó caer su arma al suelo y otro que levantó las manos con el ceño fruncido, pero sin soltar su espada.
El hombre de la espada miraba con un profundo desprecio a los dos hombres que tenía delante, pero, contra todo pronóstico, era el elfo y no el hombre-bestia que le apuntaba quien estaba atrayendo la mayor parte de la atención del defensor de la mansión.
- No… sabéis lo que estáis haciendo… - Masculló, su mirada alternaba entre los intrusos y el cristal que giraba cada vez con más velocidad. - ¡Hay que parar esa cosa o…! – Bramó cuando un pequeño chasquido delató otra grieta en el dispositivo que estaba en el laboratorio, pero se quedó en silencio al ver la fría mirada de Syl juzgarle desde la distancia.
Sabía que estaba a un paso en falso de acabar como su otro compañero.
¿Dónde estaba Azure? ¿Dónde estaba el profesor?
Aquella estancia solo tenía una salida y habían entrado ellos primeros y los dos intrusos después.
Syl y Anders descubrirían pronto se habían adentrado en el laboratorio del erudito en Ciencias etéreas Richard Montôn, aunque no llegarían a saber el nombre de este último. En los papeles que quedaban desperdigados por el lugar, los pocos que no habían ardido en las ascuas que quedaban en la chimenea, podrían entrever palabras sueltas, diagramas y dibujos llenos de ecuaciones y referencias al éter
Así como una lista parcialmente quemada de los experimentos que se estaban realizando en el lugar.
“Campos de Anulación/Potenciación de éter”
“Adiestramiento/Control”
“Proyecto Noche”
“Infusión de éter ajeno.”
“Proyecto F-”
Todas esas palabras tenían el pequeño triangulo invertido y, en otro de los papeles, uno a medio quemar también, había dos palabras junto al ya conocido para ambos triangulo que parecía describirlo.“Adiestramiento/Control”
“Proyecto Noche”
“Infusión de éter ajeno.”
“Proyecto F-”
“Linaje Agua”.
- Si vais a matarme hacedlo ya, escoria, no pien… – El otro cazador cayó muerto al suelo antes de que pudiese terminar la frase, otra saeta había perforado su cráneo y se encontraba perfectamente alojada en su frente.
- Han pasado muchos con esa descripción por aquí, bestia. – dijo el que quedaba al felino, arrastrando las palabras. – Mira en las celdas… - dijo, sonriendo con suficiencia. – Los que no cooperan los envían al Baluarte. – añadió de forma enigmática. – Pero da igual… - Se encogió de hombros, sin perder la sonrisa, y señaló con la cabeza el artefacto. – Esa cosa va a matarnos a todos. – Sin perder la sonrisa, el cazador dejó escapar un sonido de satisfacción al oír otro crujido salir del cristal. – El Orden se acerca… - Murmuró cerrando los ojos y levantado la mirada al techo.
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La fuente se abrió pesadamente, dejando entrever unas escaleras que se perdían en el subsuelo al mismo tiempo que escapar un grueso crujido en el proceso. En el exterior todos morían enfrentándose al “demonio azur” y a su viejo acompañante, pero daba igual. Azure había ganado el tiempo suficiente como para que Montôn escapase.
La habían criado toda su vida para sacrificarse por la causa y, aunque preferiría seguir viviendo, tenía un cometido y pensaba cumplirlo hasta el final. Ya estaba mentalizada, se acababa todo allí, ella no era más que un pequeño engranaje.
El agua se alzaría sobre los otros tres elementos gracias a su sacrificio.
Su Linaje volvería a liderar a los Restauradores. El saber volvería a imperar.
- Supongo que todas las historias tienen algo de verdad. – dijo mirando al afamado demonio que supuestamente estaba causando estragos en las tierras de los elfos.
Era una visión digna de mención, llamas azules rodeaban a los cadáveres que pululaban el suelo. El demonio se había batido en duelo con Avery; uno de los mejores Cazadores a su cargo, pero, lamentablemente, inferior en cuanto habilidades a la bestia a la que se enfrentaba.
El hecho de que el cazador estuviese empotrado en la pared daba fe de ello.
Por otro lado, el viejo parecía estar conteniendo la balista y el grueso de sus hombres al otro lado del jardín. Parecía tener bastante vitalidad pese a su edad.
– No está mal, bestia. – dijo la mujer ajustándose los guantes acercándose a Asher a paso lento, deteniéndose en la linde del hielo. – Tu fama te precede. – Admitió haciéndose con “Sapiencia”, su preciada rapier. – ¿Mi turno?. – dijo señalando a Avery, que no se movía. Debía de estar muerto.
Con el anulador de éter activado no era conveniente usar magia, igualmente, en unos diez minutos toda aquella mansión sería un cráter humeante por culpa del dispositivo.
No tenía más que disfrutar su última pelea.
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Eltrant, gritando con toda la fuerza que le permitían sus pulmones, tomó a uno de los hombres que que había derribado de un directo por el pie y lo usó como arma arrojadiza para alejar a los demás.
No se acababan, ¿Cuántos había? Se arrancó la pieza de coraza que, doblada, presionaba su pecho y le dificultaba el respirar. Se la tiró, igualmente, a otro cazador que tenía más cerca derribándolo.
Había… ¿Diez? ¿Veinte? Había dejado de contar los que tenía delante hacía mucho.
Se limitó a usar a Recuerdo, ignorando las saetas que rebotaban con su armadura y defendiéndose de los cazadores más cercanos. Si estaban haciendo algo con el éter no era conveniente usar un arma cuya hoja, en aquel momento, era casi en su totalidad viento mágico.
Pero, de pronto, notó que su brazo izquierdo se movía hacía la derecha por sí solo, abriéndose a un ataque por parte de un martillo que dobló su yelmo y le hizo tambalearse un poco. ¿Qué acababa de…? Antes de que pudiese reaccionar, notó como algo tiraba de su espalda y le colocaba frente a un proyectil de balista que arrancó de cuajo su hombrera izquierda y le hizo maldecir a los dioses en voz alta.
Tragó saliva, notando el punzante dolor de su hombro izquierdo.
Su mirada atravesó el jardín, a los hombres que se acercaban, y se clavó en la mujer rubia que se abría paso entre los cazadores. No portaba armas, pero contó hasta diez cantimploras en el cuerpo de la mujer.
- ¡Cassidy! ¡No podemos avan.. ! –
- Atacadle a la vez, yo me encargo de que no se defienda… - dijo la recién llegada, alzando ambas manos dónde Eltrant pudo vislumbrar pequeños hilos de agua casi invisibles brillar bajo el fuego azulado de Asher.
La mujer comenzó a mover sus manos como si estuviese tocando un instrumento de música y, en cuanto lo hizo, el brazo derecho de Eltrant volvió a moverse por sí solo descuidando de nuevo su defensa. Al mismo tiempo, se levantaron varios hombres que Eltrant estaba seguro de haber matado y se movieron hacia él de forma torpe, casi como si los estuviesen arrastrando.
Tensó los músculos y se preparó.
¿Quieres eran esas personas?
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Villanos relevantes en el post.
- 1er Elemento Azure Wesley. – Nivel 9. - Duelista. - Deja estatuas de hielo tras ella al ser golpeada y evita así el daño.
- 1ra Restauradora Cassidy White – Nivel 7 - Magia de agua, sin armas físicas. Titiritera, usa pequeños hilos de agua para controlar las peleas, pero es debil en el cuerpo a cuerpo.
- Cristal giratorio de la muerte.
Eltrant Tale
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Re: La mansión Beltrexus. [Privado]
La oleada de aire frío me golpeó. O no, es mejor si digo fresco, porque el verdadero frío se lo habían llevado los brujos. Todo era escarcha y muerte.
Casi todo. Las puntas no lograron golpear más que aire, Syl estaba ido. Al escuchar un golpe secó, el brujo se tornó hacía mí. Fue más una reacción que un movimiento voluntario, estaba… temblando, levemente. No era por la escarcha. Sus labios se movieron pero no escapó sonido mientras observaba las piezas de armadura de las que me había deshecho.
—Deberían… Deberían estar muertos —logró vocalizar. Se notaba el impacto en su cara, todavía. Noté que el temblor eran contracciones nerviosas.
¿No había visto muertos? Lo… dudaba. Debía tratarse de que no había visto a tantos morir a la vez, tan rápido. No había visto a tantos de sus números en el piso. No derribados por un solo hombre. No había visto a Syl.
Solté una carcajada y retrocedió un par de pasos. Me llevé una mano al estómago, reduciendo la risa a un gruñido por el leve dolor que permanecía.
—Sí. Fue jodidamente doloroso —dije acariciándome el costado y vi arriba—. Si los vieras. Uno solo fue el que jaló estrellas abajo, ¿sabes? El otro debe llevar más de la mitad del peso de un hombre encima en puro acero y se mueve más rápido que tú y yo. La velocidad es fuerza, también...
Eso no desánimo al brujo de continuar la pelea, todo lo contrario. Tal vez porque prefería morir por mi mano que por lo que había descrito.
Había hecho un show de deshacerme de mi equipo para que quedase menos cerca de mi cuerpo, pero no había abandonado el hacha. Meramente la había puesto atrás. Era un brujo, debió las fluctuaciones que el éter estaba sufriendo, como yo. Sin demasiado metal directo que estuviese sobre mí, pensaría dos veces en usar su magia.
Lo hizo. Intentó ser cauteloso. Murió por eso. Le di una rápida y poco dolorosa. Al menos, quería pensar que no vio venir ni sintió mi hacha golpear su cuello.
Me moví a donde Syl entonces. No es que supiera donde había ido, pero no había demasiados lugares donde ir aquí. Corrí por el pasillo viendo las jaulas; cadáveres en todas ellas. Me detuve a la vista de puertas abiertas, dos hombres, y Syl.
Segundos después, solo un hombre y Syl.
Luego, solo Syl. La cabeza del hombre rodó por el suelo, y limpié la sangre del hacha de las mangas del cuerpo antes de que cayera.
—Me estaba preguntando si a cierto punto habían vuelto esto una carga suicida —dije, viendo al cristal—. Tenemos respuesta. Revisamos las celdas, tomaré uno... no están... podridos. Son recientes, ¿verdad? —pregunté. Él debía tener algo de mejor olfato que yo. Torné mi mirada hacia el cristal.
—Dijo que va a matarnos a todos. Dudo que solo hable del sótano, si Asher y Elt siguen peleando…
No necesitaba decir más.
—¡Ve a ayudar! Deben terminar pronto para largarnos. Revisaré las celdas, tomaré el cuerpo de algún vampiro y nos vamos. Si no tiene tantas horas muerto, es posible intentar revivirlo y... y preguntar. Lo que sea que nos acerque más a Lyn.
Solo espero que Asher no haya quemado ya a todos los sacerdotes decentes en Sandorai.
Corrí dentro de la habitación y pasé la mirada por todos lados, buscando cualquier cosa de valor. Una esperanza estúpida, no había nada, solo olor a quemado y cen... ¿cenizas flotando por el aire? Nada indicaba un combate con un brujo de fuego aquí.
Mis ojos fueron a lo obvio, la chimenea. Habían papeles quemados a su alrededor, pero no completamente.
Tomé todo lo obvio que no iba a estorbarme al andar y me lo metí dentro de los pantalones y la ropa, y las bocas, entonces fui a explorar las celdas, buscando alguna señal de vida, revisando las bocas de las personas en busca de colmillos más pronunciados. Mierda. No sabía más para identificar vampiros, y puede que fuese la presión, pero todos los colmillos se me estaban haciendo grandes.
Escuché una grieta más. Sentí el éter ir y venir. Solo se me ocurrió entonces, uno de los papeles había puesto algo de un campo de anulación o potenciación de éter. Estaba… fallando en anular, en sí. Estaba tragándoselo, entonces lo expulsaba con fuerza. Tal vez, lo expandía dentro antes de expulsarlo.
Se estaba volviendo demasiado para el cristal. Si tenía razón y se había tragado éter de todos en la mansión, la explosión sería más grande de lo que asumí inicialmente.
Me apresuré a tomar un cuerpo esperando que fuese vampiro y salí corriendo hasta tropezar con las piezas que me había quitado.
Solo recuperé aquella donde Asher había inscrito la runa que hace nada me salvó la vida, lanzando la coraza arriba con el pie y atrapándola.
Heh. Tantos años de cargar cajas habían servido para algo.
Casi todo. Las puntas no lograron golpear más que aire, Syl estaba ido. Al escuchar un golpe secó, el brujo se tornó hacía mí. Fue más una reacción que un movimiento voluntario, estaba… temblando, levemente. No era por la escarcha. Sus labios se movieron pero no escapó sonido mientras observaba las piezas de armadura de las que me había deshecho.
—Deberían… Deberían estar muertos —logró vocalizar. Se notaba el impacto en su cara, todavía. Noté que el temblor eran contracciones nerviosas.
¿No había visto muertos? Lo… dudaba. Debía tratarse de que no había visto a tantos morir a la vez, tan rápido. No había visto a tantos de sus números en el piso. No derribados por un solo hombre. No había visto a Syl.
Solté una carcajada y retrocedió un par de pasos. Me llevé una mano al estómago, reduciendo la risa a un gruñido por el leve dolor que permanecía.
—Sí. Fue jodidamente doloroso —dije acariciándome el costado y vi arriba—. Si los vieras. Uno solo fue el que jaló estrellas abajo, ¿sabes? El otro debe llevar más de la mitad del peso de un hombre encima en puro acero y se mueve más rápido que tú y yo. La velocidad es fuerza, también...
Eso no desánimo al brujo de continuar la pelea, todo lo contrario. Tal vez porque prefería morir por mi mano que por lo que había descrito.
Había hecho un show de deshacerme de mi equipo para que quedase menos cerca de mi cuerpo, pero no había abandonado el hacha. Meramente la había puesto atrás. Era un brujo, debió las fluctuaciones que el éter estaba sufriendo, como yo. Sin demasiado metal directo que estuviese sobre mí, pensaría dos veces en usar su magia.
Lo hizo. Intentó ser cauteloso. Murió por eso. Le di una rápida y poco dolorosa. Al menos, quería pensar que no vio venir ni sintió mi hacha golpear su cuello.
Me moví a donde Syl entonces. No es que supiera donde había ido, pero no había demasiados lugares donde ir aquí. Corrí por el pasillo viendo las jaulas; cadáveres en todas ellas. Me detuve a la vista de puertas abiertas, dos hombres, y Syl.
Segundos después, solo un hombre y Syl.
Luego, solo Syl. La cabeza del hombre rodó por el suelo, y limpié la sangre del hacha de las mangas del cuerpo antes de que cayera.
—Me estaba preguntando si a cierto punto habían vuelto esto una carga suicida —dije, viendo al cristal—. Tenemos respuesta. Revisamos las celdas, tomaré uno... no están... podridos. Son recientes, ¿verdad? —pregunté. Él debía tener algo de mejor olfato que yo. Torné mi mirada hacia el cristal.
—Dijo que va a matarnos a todos. Dudo que solo hable del sótano, si Asher y Elt siguen peleando…
No necesitaba decir más.
—¡Ve a ayudar! Deben terminar pronto para largarnos. Revisaré las celdas, tomaré el cuerpo de algún vampiro y nos vamos. Si no tiene tantas horas muerto, es posible intentar revivirlo y... y preguntar. Lo que sea que nos acerque más a Lyn.
Solo espero que Asher no haya quemado ya a todos los sacerdotes decentes en Sandorai.
Corrí dentro de la habitación y pasé la mirada por todos lados, buscando cualquier cosa de valor. Una esperanza estúpida, no había nada, solo olor a quemado y cen... ¿cenizas flotando por el aire? Nada indicaba un combate con un brujo de fuego aquí.
Mis ojos fueron a lo obvio, la chimenea. Habían papeles quemados a su alrededor, pero no completamente.
Tomé todo lo obvio que no iba a estorbarme al andar y me lo metí dentro de los pantalones y la ropa, y las bocas, entonces fui a explorar las celdas, buscando alguna señal de vida, revisando las bocas de las personas en busca de colmillos más pronunciados. Mierda. No sabía más para identificar vampiros, y puede que fuese la presión, pero todos los colmillos se me estaban haciendo grandes.
Escuché una grieta más. Sentí el éter ir y venir. Solo se me ocurrió entonces, uno de los papeles había puesto algo de un campo de anulación o potenciación de éter. Estaba… fallando en anular, en sí. Estaba tragándoselo, entonces lo expulsaba con fuerza. Tal vez, lo expandía dentro antes de expulsarlo.
Se estaba volviendo demasiado para el cristal. Si tenía razón y se había tragado éter de todos en la mansión, la explosión sería más grande de lo que asumí inicialmente.
Me apresuré a tomar un cuerpo esperando que fuese vampiro y salí corriendo hasta tropezar con las piezas que me había quitado.
Solo recuperé aquella donde Asher había inscrito la runa que hace nada me salvó la vida, lanzando la coraza arriba con el pie y atrapándola.
Heh. Tantos años de cargar cajas habían servido para algo.
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