Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
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Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Y ahí se encuentra al fin Eberus, en la gran ciudad a la que tanto había deseado llegar. La vida aquí no es como en la Isla Tortuga y a Eberus le abruma un poco el alto nivel de actividad y la cantidad de gente que se suele encontrar, pero a la vez nota que está mucho más cerca de conseguir su objetivo de ingresar en la academia de magia... aunque seguramente vaya a ser el hombre más... digamos "adulto" de todos sus compañeros, a sus 54 años de edad.
En una de las tabernas menos cuidadas de la ciudad se encuentra bebiendo cerveza, con una apariencia algo ya que, como siempre, está cubierto con la extensa capucha de su túnica, mostrando únicamente sus esqueléticas manos y parte de su rostro sombrío. Nota que esta bebida sabe mejor aquí en Beltrexus que en su hogar Isla Tortuga, y que le hace más lúcido... al menos antes de llegar a su segunda jarra, así que todas las noches va a la taberna que más le apetece para reflexionar sobre cómo afrontar su vida ahora que se las tiene que arreglar por sí solo para ingresar en Hekshold.
- ...¿Y si me abro un taller? No, no, nada nada... eso me quitaría mucho tiempo y casi no podría salir a la calle para hacer de las mías. ¡Bahhh!, lo que se pierde el mundo. Esta vida no está hecha para hacer próspero a un pillo talentoso como yo. ¿Cómo pretenden que le dedique tiempo a un negocio mientras tengo que seguir curtiéndome en la calle? Pero ya sabes... si te preguntan yo nunca he hecho nada malo, ¿eh? Que no veas cómo se las gastan aquí las autoridades... ¿Recuerdas cuando.. - Le balbuceaba al tabernero una vez había pedido ya su tercera jarra, mientras este, con un rostro ligeramente desencajado, le intentaba hacer callar para que no se fuera de la lengua, ya que no estaban solos en ese tugurio. A él le servía con que siguiese pagándole las consumiciones, pero tampoco quería involucrar a su taberna en líos.
Entre queja y queja, Eberus, como de costumbre, intentaba llenarles el rostro de cerveza a escondidas a los demás seres de la taberna con el uso discreto de su telekinesis. Esperaba a que fueran a dar un trago para desequilibrar ligeramente las jarras de sus manos y que acabaran soltando alguna barbaridad. Eso le hacía mucha gracia, y prácticamente nunca nadie sospechaba de él, porque sabía escoger a los más perjudicados por el alcohol. Sin embargo, alguna noche, como es el caso de esta, tanto él como su puntería acababan igual de perjudicados que sus víctimas y en lugar de mover sus jarras a lo mejor tiraba de sus ropas, y eso resultaba menos discreto.
Como era de esperar, uno de ellos se dio cuenta de la fechoría. - ¡Pero... qué pretendes! ¿¡Eres imbécil!? ¡¿Has sido tú, verdad?! - Eberus no pudo contener su risa, esa típica risa traviesa suya con el sonido de una tetera, mientras trataba de disimular con el rostro mirando hacia otro lado. - ¡Maldito seas!
- ¿Qué? ¿Me dices a mí? ¡¿Maldito sea yo?! ¡Me cago en las barbas de tu padre! Yo me reía porque me ha hecho gracia, nada más, ¡pero mira!, mira ese cómo ha salido sin decir nada por la puerta - Dijo Eberus señalando hacia la puerta, por la que efectivamente acababa de salir un jóven que no tenía nada que ver en el asunto.
Tras dudar por unos segundos, el iracundo hombre, encontrando extraño que justo en ese momento hubiese abandonado alguien el lugar, salió dudoso en busca del muchacho. - ¡Pues sí, maldito seas otra vez, brujo de pacotilla! ¡Al menos las barbas de mi padre crecían más de medio palmo! Después del chaval vas tú me cago en la leche. - Le gritó a Eberus mientras caminaba hacia la puerta.
El risueño Eberus no pudo contener su morbosa curiosidad y se fue a asomar por la puerta para ver qué ocurría con aquellos dos. Cuando vio que el hombre no podía verle salir, se dirigió sigilosamente hacia uno de los callejones cercanos para no tener que enfrentarse a él después. Creía que podría contra el en una pelea, pero estaba ya muy perjudicado por lo que inteligentemente decidió dejarlo para otro día, si es que se lo volvía a encontrar. - ¡Pero si sólo eres un canijo! ¡Toma y vete a tu casa malnacido! - Le dio una bofetada al chaval y volvió a la taberna.
Eberus no sabía qué hacía un chico tan joven en tal tugurio. Hasta ahora sólo había visto hombres mayores frecuentar estos lugares, pero él aparentaba unos 19 años. Al ver que este no había reaccionado y tras ser golpeado se había quedado quieto en el lugar, con una expresión total de desconcierto y tristeza, Eberus se quedó pensativo sin saber cómo explicarse ese comportamiento. - ¿Por qué no le ha devuelto el golpe? No lo entiendo... - Pensó. - Este chico tiene que espabilar, pero bah, no es asunto mío. Voy a hacer como que mendigo, y como la taberna cerrará dentro de poco, cuando salga ese mal educado hombre le robaré y listo, para que aprenda.
Así que ahí se encuentra Eberus, en el oscuro callejón sentado contra una pared y fingiendo pedir limosna a los pocos que pasaban por ahí mientras en realidad estaba observando la zona y planeando como darle el golpe a aquel malnacido. No sabía por qué pero las malas palabras que le dedicó en la taberna y el mal trato a aquel crío le habían creado una fijación contra ese hombre y tenía ganas de darle una lección, aún habiendo empezado él con la gresca...
En una de las tabernas menos cuidadas de la ciudad se encuentra bebiendo cerveza, con una apariencia algo ya que, como siempre, está cubierto con la extensa capucha de su túnica, mostrando únicamente sus esqueléticas manos y parte de su rostro sombrío. Nota que esta bebida sabe mejor aquí en Beltrexus que en su hogar Isla Tortuga, y que le hace más lúcido... al menos antes de llegar a su segunda jarra, así que todas las noches va a la taberna que más le apetece para reflexionar sobre cómo afrontar su vida ahora que se las tiene que arreglar por sí solo para ingresar en Hekshold.
- ...¿Y si me abro un taller? No, no, nada nada... eso me quitaría mucho tiempo y casi no podría salir a la calle para hacer de las mías. ¡Bahhh!, lo que se pierde el mundo. Esta vida no está hecha para hacer próspero a un pillo talentoso como yo. ¿Cómo pretenden que le dedique tiempo a un negocio mientras tengo que seguir curtiéndome en la calle? Pero ya sabes... si te preguntan yo nunca he hecho nada malo, ¿eh? Que no veas cómo se las gastan aquí las autoridades... ¿Recuerdas cuando.. - Le balbuceaba al tabernero una vez había pedido ya su tercera jarra, mientras este, con un rostro ligeramente desencajado, le intentaba hacer callar para que no se fuera de la lengua, ya que no estaban solos en ese tugurio. A él le servía con que siguiese pagándole las consumiciones, pero tampoco quería involucrar a su taberna en líos.
Entre queja y queja, Eberus, como de costumbre, intentaba llenarles el rostro de cerveza a escondidas a los demás seres de la taberna con el uso discreto de su telekinesis. Esperaba a que fueran a dar un trago para desequilibrar ligeramente las jarras de sus manos y que acabaran soltando alguna barbaridad. Eso le hacía mucha gracia, y prácticamente nunca nadie sospechaba de él, porque sabía escoger a los más perjudicados por el alcohol. Sin embargo, alguna noche, como es el caso de esta, tanto él como su puntería acababan igual de perjudicados que sus víctimas y en lugar de mover sus jarras a lo mejor tiraba de sus ropas, y eso resultaba menos discreto.
Como era de esperar, uno de ellos se dio cuenta de la fechoría. - ¡Pero... qué pretendes! ¿¡Eres imbécil!? ¡¿Has sido tú, verdad?! - Eberus no pudo contener su risa, esa típica risa traviesa suya con el sonido de una tetera, mientras trataba de disimular con el rostro mirando hacia otro lado. - ¡Maldito seas!
- ¿Qué? ¿Me dices a mí? ¡¿Maldito sea yo?! ¡Me cago en las barbas de tu padre! Yo me reía porque me ha hecho gracia, nada más, ¡pero mira!, mira ese cómo ha salido sin decir nada por la puerta - Dijo Eberus señalando hacia la puerta, por la que efectivamente acababa de salir un jóven que no tenía nada que ver en el asunto.
Tras dudar por unos segundos, el iracundo hombre, encontrando extraño que justo en ese momento hubiese abandonado alguien el lugar, salió dudoso en busca del muchacho. - ¡Pues sí, maldito seas otra vez, brujo de pacotilla! ¡Al menos las barbas de mi padre crecían más de medio palmo! Después del chaval vas tú me cago en la leche. - Le gritó a Eberus mientras caminaba hacia la puerta.
El risueño Eberus no pudo contener su morbosa curiosidad y se fue a asomar por la puerta para ver qué ocurría con aquellos dos. Cuando vio que el hombre no podía verle salir, se dirigió sigilosamente hacia uno de los callejones cercanos para no tener que enfrentarse a él después. Creía que podría contra el en una pelea, pero estaba ya muy perjudicado por lo que inteligentemente decidió dejarlo para otro día, si es que se lo volvía a encontrar. - ¡Pero si sólo eres un canijo! ¡Toma y vete a tu casa malnacido! - Le dio una bofetada al chaval y volvió a la taberna.
Eberus no sabía qué hacía un chico tan joven en tal tugurio. Hasta ahora sólo había visto hombres mayores frecuentar estos lugares, pero él aparentaba unos 19 años. Al ver que este no había reaccionado y tras ser golpeado se había quedado quieto en el lugar, con una expresión total de desconcierto y tristeza, Eberus se quedó pensativo sin saber cómo explicarse ese comportamiento. - ¿Por qué no le ha devuelto el golpe? No lo entiendo... - Pensó. - Este chico tiene que espabilar, pero bah, no es asunto mío. Voy a hacer como que mendigo, y como la taberna cerrará dentro de poco, cuando salga ese mal educado hombre le robaré y listo, para que aprenda.
Así que ahí se encuentra Eberus, en el oscuro callejón sentado contra una pared y fingiendo pedir limosna a los pocos que pasaban por ahí mientras en realidad estaba observando la zona y planeando como darle el golpe a aquel malnacido. No sabía por qué pero las malas palabras que le dedicó en la taberna y el mal trato a aquel crío le habían creado una fijación contra ese hombre y tenía ganas de darle una lección, aún habiendo empezado él con la gresca...
Última edición por Eberus el Jue 28 Jul - 16:58, editado 6 veces
Eberus
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Aquella era la primera vez que Cohen estaba en Beltrexus. La ciudad de los brujos estaba llena de vida y la actividad en sus calles era frenética, caótica. En un principio, había considerado aquel viaje cómo una actividad peligrosa, cómo si él mismo se metiera en la boca del lobo. Pero una vez allí, la sensación era bastante distinta.
Se decía que los brujos podían sentir el flujo del éter de las personas que dominaban o encauzaban la magia. Cohen no sabía cómo sería ver eso, pero lo que sí sabía que cómo vampiro, desprendía cierta cantidad de éter a su alrededor. En una ciudad cómo Beltrexus, dónde la mayoría de sus habitantes desprendía éter por doquier, un vampiro cómo él pasaría totalmente inadvertido, tomado por un ciudadano más.
Cohen, dejando a la multitud atrás, emprendió su rumbo hacia un pequeño puerto dónde un solitario hombre le esperaba en la tranquilidad de la noche. Parecía intranquilo, nervioso, siendo consciente de la ilegalidad de sus actos comerciales.
- ¿Eres el hombre de Luminicious Champagne?- preguntó cuándo Cohen se paró frente a él.
- Sí. La palabra secreta es Mariposa.
Al pronunciar esa palabra, el hombre se dirigió hacia una pequeña barca, ante la cual se agachó. De la misma, sacó una bolsa de considerables dimensiones, que cedió a Cohen. El vampiro, tras echar un leve vistazo a su contenido, volvió a cerrar la bolsa, anudando su apertura con una fina, aunque firme, cuerda.
- La mejor tela mágica de Beltrexus. En el mercado cuesta el doble de lo que has pagado, por lo que más te vale que la custodies bien… Ahora, es el momento del pago.
- Oh, claro, es cierto- dijo Cohen, asintiendo con una sonrisa en su rostro.
Todo sucedió bastante rápido. El vampiro empujó al contrabandista hasta el agua, cayendo éste al mar. Con la mercancía mágica en la bolsa, emprendió una rápida carrera por aquel muelle solitario, en dirección al centro de la ciudad. Aunque el modista le había dado dinero suficiente para realizar el pago, el vampiro pensó que los aeros estarían mejor en sus manos que en las ajenas.
Una vez llegó de nuevo hacia las calles más habitadas, buscó un lugar dónde pasar el resto de la noche. Un lugar discreto dónde no llamara la atención.
Así que decidió entrar en una taberna, buscar una mesa discreta y pedir algo. La comida a menudo le resultaba asquerosa, pero Cohen aún toleraba algunas bebidas. Aunque no disfrutaba las cervezas tanto cómo antes, lograba captar parte de su sabor. Por ello, se pidió una jarra y se sentó en la mesa más aislada del lugar, que tenía una excelente aunque discreta vista hacia la entrada del local.
A su lado, su bolsa de viaje y la de la costosa mercancía que debería entregar a Luminicious dentro de algunos días en Lunargenta.
Nota a tener en cuenta: la bolsa robada con telas mágicas emiten una gran cantidad de éter, por lo que Brujos y Elfos pueden ver cómo la bolsa emite un brillo más intenso de lo común. Si perteneces a otra raza, la bolsa a simple vista te parecerá de lo más normal.
Se decía que los brujos podían sentir el flujo del éter de las personas que dominaban o encauzaban la magia. Cohen no sabía cómo sería ver eso, pero lo que sí sabía que cómo vampiro, desprendía cierta cantidad de éter a su alrededor. En una ciudad cómo Beltrexus, dónde la mayoría de sus habitantes desprendía éter por doquier, un vampiro cómo él pasaría totalmente inadvertido, tomado por un ciudadano más.
Cohen, dejando a la multitud atrás, emprendió su rumbo hacia un pequeño puerto dónde un solitario hombre le esperaba en la tranquilidad de la noche. Parecía intranquilo, nervioso, siendo consciente de la ilegalidad de sus actos comerciales.
- ¿Eres el hombre de Luminicious Champagne?- preguntó cuándo Cohen se paró frente a él.
- Sí. La palabra secreta es Mariposa.
Al pronunciar esa palabra, el hombre se dirigió hacia una pequeña barca, ante la cual se agachó. De la misma, sacó una bolsa de considerables dimensiones, que cedió a Cohen. El vampiro, tras echar un leve vistazo a su contenido, volvió a cerrar la bolsa, anudando su apertura con una fina, aunque firme, cuerda.
- La mejor tela mágica de Beltrexus. En el mercado cuesta el doble de lo que has pagado, por lo que más te vale que la custodies bien… Ahora, es el momento del pago.
- Oh, claro, es cierto- dijo Cohen, asintiendo con una sonrisa en su rostro.
Todo sucedió bastante rápido. El vampiro empujó al contrabandista hasta el agua, cayendo éste al mar. Con la mercancía mágica en la bolsa, emprendió una rápida carrera por aquel muelle solitario, en dirección al centro de la ciudad. Aunque el modista le había dado dinero suficiente para realizar el pago, el vampiro pensó que los aeros estarían mejor en sus manos que en las ajenas.
Una vez llegó de nuevo hacia las calles más habitadas, buscó un lugar dónde pasar el resto de la noche. Un lugar discreto dónde no llamara la atención.
Así que decidió entrar en una taberna, buscar una mesa discreta y pedir algo. La comida a menudo le resultaba asquerosa, pero Cohen aún toleraba algunas bebidas. Aunque no disfrutaba las cervezas tanto cómo antes, lograba captar parte de su sabor. Por ello, se pidió una jarra y se sentó en la mesa más aislada del lugar, que tenía una excelente aunque discreta vista hacia la entrada del local.
A su lado, su bolsa de viaje y la de la costosa mercancía que debería entregar a Luminicious dentro de algunos días en Lunargenta.
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Nota a tener en cuenta: la bolsa robada con telas mágicas emiten una gran cantidad de éter, por lo que Brujos y Elfos pueden ver cómo la bolsa emite un brillo más intenso de lo común. Si perteneces a otra raza, la bolsa a simple vista te parecerá de lo más normal.
Cohen
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Re: Travesuras nocturnas [Libre 2/4] [Noche]
Calor, calor y mucha humedad, aquello fue lo primero que me dio la bienvenida ha la gran y caótica ciudad que ahora contemplaban mis ojos.
Al fin había llegado a la dichosa isla, tras días de solo ver agua, agua y más agua, era un buen cambio, excepto por la mirada insistente de los habitantes de aquella urbe. Los entendía, no todos los días se veía a una mujer de metro 80 con cara de mala leche y ataviada con ropa de invierno y una espada larga.
Hablando de ropa, tenía que buscar alguna tienda para conseguir ropa más liviana, en aquel lugar no aguantaría mucho con mis ropas.
Como no conocía la ciudad, le pregunté a un hombre que me crucé por un lugar para descansar, ya mañana me preocuparía por los temas que me llevaban a aquella zona tan lejana de mis tierras. El hombre me indicó como llegar a una de las tabernas de la ciudad, me contó que era un tugurio pero que servían la mejor cerveza.
Allí me encaminé, agarrando con fuerza mi petate y sosteniendo el pomo de mi espada con la otra mano, no sabía en que momento podrían intentar robarme, pero… que lo intentaran.
Al llegar a la taberna, efectivamente me encontré en un tugurio de cuidado, borrachos por doquier decoraban el paisaje. Alguna que otra mirada curiosa se desvió en mi dirección cuando puse mi bota derecha dentro de aquel lugar, acaso sería raro ver a una mujer por allí, o acaso sería raro ver a una mujer armada, Nunca lo supe.
Con paso seguro me aposté en una esquina de la barra, solté mi petate entre mis pies con un golpe seco y le hice una señal al tabernero. Este terminó de servir a un, hombre… niño… no sabía que era ya que estaba embozado en una capa con capucha que le tapaba casi en su totalidad.
- ¿Qué desea la señora? - Me preguntó el tabernero.
- Cerveza, una jarra y hacerle una pregunta… o quizá dos. – Contesté yo a aquel hombre mientras acomodaba mis codos en la barra.
El hombre, solícito me sirvió la jarra de aquel líquido espumoso, de un fuerte color dorado, a simple vista tenía un buen aspecto pero… el sabor ya era otra cosa, acostumbrada al fuerte sabor de la cerveza de Dundarak, aquello era agua sucia para mi paladar.
Tras beberme aquel líquido, saqué de uno de los bolsillos interiores de mi abrigo tres monedas, de las cuales una di al tabernero y las otras dos las dejé a su vista pero manteniéndolas bajo mi mano.
- Dos preguntas mi buen señor. – Dije mientras hacía sonar una moneda con la otra. – La primera, ¿podría usted decirme un buen lugar para descansar esta noche? Y la otra ¿podría indicarme un lugar de confianza en el que poder comprar ropa? No estoy yo acostumbrada mucho a este clima y no traigo ropa mas, acorde…
- El hombre, me comentó que para la ropa, en el mercado podría encontrar a buenos tejedores y curtidores y para dormir me recomendó una posada cerca de allí, me explicó que conocía a la dueña, una señora ya anciana, que mantenía el lugar limpio y decente.
- Tras darme las señas para llegar, le entregué las monedas, agarré mi petate y me encaminé hacia la puerta del lugar.
- Al salir, de reojo vi en un callejón lateral una pequeña figura apoyada en una pared. Curiosa me encaminé hacia ella, no veía muy bien por la oscuridad, pero, parecía ser la misma figura a la que el tabernero sirvió antes que a mi.
- - ¡Oye! ¿Estás bien? – le pregunté.
Al fin había llegado a la dichosa isla, tras días de solo ver agua, agua y más agua, era un buen cambio, excepto por la mirada insistente de los habitantes de aquella urbe. Los entendía, no todos los días se veía a una mujer de metro 80 con cara de mala leche y ataviada con ropa de invierno y una espada larga.
Hablando de ropa, tenía que buscar alguna tienda para conseguir ropa más liviana, en aquel lugar no aguantaría mucho con mis ropas.
Como no conocía la ciudad, le pregunté a un hombre que me crucé por un lugar para descansar, ya mañana me preocuparía por los temas que me llevaban a aquella zona tan lejana de mis tierras. El hombre me indicó como llegar a una de las tabernas de la ciudad, me contó que era un tugurio pero que servían la mejor cerveza.
Allí me encaminé, agarrando con fuerza mi petate y sosteniendo el pomo de mi espada con la otra mano, no sabía en que momento podrían intentar robarme, pero… que lo intentaran.
Al llegar a la taberna, efectivamente me encontré en un tugurio de cuidado, borrachos por doquier decoraban el paisaje. Alguna que otra mirada curiosa se desvió en mi dirección cuando puse mi bota derecha dentro de aquel lugar, acaso sería raro ver a una mujer por allí, o acaso sería raro ver a una mujer armada, Nunca lo supe.
Con paso seguro me aposté en una esquina de la barra, solté mi petate entre mis pies con un golpe seco y le hice una señal al tabernero. Este terminó de servir a un, hombre… niño… no sabía que era ya que estaba embozado en una capa con capucha que le tapaba casi en su totalidad.
- ¿Qué desea la señora? - Me preguntó el tabernero.
- Cerveza, una jarra y hacerle una pregunta… o quizá dos. – Contesté yo a aquel hombre mientras acomodaba mis codos en la barra.
El hombre, solícito me sirvió la jarra de aquel líquido espumoso, de un fuerte color dorado, a simple vista tenía un buen aspecto pero… el sabor ya era otra cosa, acostumbrada al fuerte sabor de la cerveza de Dundarak, aquello era agua sucia para mi paladar.
Tras beberme aquel líquido, saqué de uno de los bolsillos interiores de mi abrigo tres monedas, de las cuales una di al tabernero y las otras dos las dejé a su vista pero manteniéndolas bajo mi mano.
- Dos preguntas mi buen señor. – Dije mientras hacía sonar una moneda con la otra. – La primera, ¿podría usted decirme un buen lugar para descansar esta noche? Y la otra ¿podría indicarme un lugar de confianza en el que poder comprar ropa? No estoy yo acostumbrada mucho a este clima y no traigo ropa mas, acorde…
- El hombre, me comentó que para la ropa, en el mercado podría encontrar a buenos tejedores y curtidores y para dormir me recomendó una posada cerca de allí, me explicó que conocía a la dueña, una señora ya anciana, que mantenía el lugar limpio y decente.
- Tras darme las señas para llegar, le entregué las monedas, agarré mi petate y me encaminé hacia la puerta del lugar.
- Al salir, de reojo vi en un callejón lateral una pequeña figura apoyada en una pared. Curiosa me encaminé hacia ella, no veía muy bien por la oscuridad, pero, parecía ser la misma figura a la que el tabernero sirvió antes que a mi.
- - ¡Oye! ¿Estás bien? – le pregunté.
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
-¿Recuérdame qué hacemos acá?- preguntó notablemente amurrado el elfo a su dragona. Ingela sonrió contenta y se acomodó la bonita flor que adornaba su cabello, esa flor que no marchitaba nunca y desprendía un delicado perfume dulzón, ese que avisaba de la presencia de la dragona incluso antes de verla llegar. -Venimos a visitar a Ernest Rutherford- respondió ella y su sonrisa se amplió, recordando a su viejo amigo. Y por "viejo" me refiero a que el hombre es un anciano cegatón más que al hecho de que se conocieron años atrás, cuando Ingelita comenzaba su viaje.
A Ingela le gustaba Beltrexus -Aquí puede pasar cualquier cosa- repetía constantemente. Y es que la capital de los brujos era una ciudad magnífica de la que Ingela tenía buenos recuerdos. Pero para Fëanor no, él se sentía incómodo. Era algo generalizado entre los elfos esa adversión a los brujos y el resentimiento por haberlos sacado de aquellas tierras tiempo atrás. El elfito no era como esos extremistas que iban por la vida con sed de venganza o buscando recuperar la isla, le parecía que había que aceptar la historia y ya. Las reinvindicaciones ya no le parecían válidas. Sin embargo, sí que se sentía como ratón caminando en un nido de serpientes.
Llegaron a la capital al rededor del medio día así que decidieron primero buscar acomodación, pasear un poco. Al día siguiente comenzarían la búsqueda del querido Ernest. Una de las navegantes del barco les recomendó la posada de su madre, que no estaba muy lejos de allí. Eso sí, les advirtió que el sector no era de los más tranquilos de la ciudad. Pero Ingela era temeraria y Fëanor había perdido la cautela, influenciado por la dragona. Ambos se sentían muy seguros el uno junto al otro, además Thunderbolt era su alarma de peligro inminente.
Tras reservar una habitación para ambos, salieron a conocer el barrio. Efectivamente era una zona marginal de Beltrexus, se notaba, pero aún así, las casas tenían una arquitectura preciosa, se notaba que era un sector antiguo de la ciudad. Caída la noche, iban camino a la posada, pero Fëanor los obligó a hacer una parada de emergencia. A la primera taberna que encontraron, él entró corriendo, Ingela esperó afuera con Bolti. El elfo pagó el valor de una pinta por el derecho a usar la letrina. Era un elfo del bosque de Sandorai, pero no por eso iba a hacer sus necesidades en los árboles.
Aliviado, salió tranquilo de la taberna, sin preveer lo que ocurriría. Iba al encuentro de la dragona cuando un paleto hediondo a cerveza lo agarró del hombro y lo giró de un jalón. -¡Pero si sólo eres un canijo!- le gritó. Féanor estaba confundidísimo, no entendía lo que ocurría. Antes de que él pudiera reaccionar, el tipo le plantó una bofetada que le hizo perder el equilibrio. -¡Toma y vete a tu casa malnacido!- le gritó y se fue refunfuñando. Ingela vio todo lo ocurrido desde la distancia y corrió hacia él asustada. -¡Fëanor! ¿Qué pasó? ¿Estás bien?- exclamó ella ayudando a su amigo mientras él se agarraba la quijada y se revisaba la boca con la lengua, buscando si le habían aflojado algún diente. -No tengo idea de qué acaba de pasar, Inge- respondió, aún confundido. -El tipo solo salió, me gritó y golpeó...- respondió mientras *canalizaba éter a través de sus manos para aliviar el dolor y sanar el corte que la bofetada le causó en el labio.
Ingela estaba indignadísima, furiosa -¿¡Qué le pasa a ese desgraciado!? Va a ver, esa bofetada le va a salir cara- aseguró ella, encaminándose a la taberna. -¡Ingela! ¡No!- la detuvo el elfo -No vale la pena, no te metas en problemas, mira que si se arma un alboroto no vas a poder visitar a Ernest y yo lo quiero conocer- aconsejó él, sensato como era. La dragona respiró hondo, Fëanor tenía razón. -Es cierto... no vale la pena- reconoció ella. El elfo sonrió, tomó la mano de la dragona y la jaló para retomar camino hacia la posada.
Ya calmada, la dragona giró pero se detuvo. Con el rabillo del ojo había visto una silueta que le hizo voltear. -¿No te parecen muy norteñas esas prendas?- dijo, señalando hacia el callejón junto a la taberna, donde estaba de pie una mujer alta y pelirroja. Se veía más ruda, pero sin duda alguna lucía similar a Ingela. Impulsada por un presentimiento, se acercó a ella con cautela. -¿Nisha? ¿Nisha Nightshaquarr- llamó a la mujer. Es que ese cabello rojo en trenza le recordaba a una vieja amiga de su hermana mayor y, bueno, lo peor que podía pasar era estar equivocada.
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*Uso de talento "Curación Divina"
A Ingela le gustaba Beltrexus -Aquí puede pasar cualquier cosa- repetía constantemente. Y es que la capital de los brujos era una ciudad magnífica de la que Ingela tenía buenos recuerdos. Pero para Fëanor no, él se sentía incómodo. Era algo generalizado entre los elfos esa adversión a los brujos y el resentimiento por haberlos sacado de aquellas tierras tiempo atrás. El elfito no era como esos extremistas que iban por la vida con sed de venganza o buscando recuperar la isla, le parecía que había que aceptar la historia y ya. Las reinvindicaciones ya no le parecían válidas. Sin embargo, sí que se sentía como ratón caminando en un nido de serpientes.
Llegaron a la capital al rededor del medio día así que decidieron primero buscar acomodación, pasear un poco. Al día siguiente comenzarían la búsqueda del querido Ernest. Una de las navegantes del barco les recomendó la posada de su madre, que no estaba muy lejos de allí. Eso sí, les advirtió que el sector no era de los más tranquilos de la ciudad. Pero Ingela era temeraria y Fëanor había perdido la cautela, influenciado por la dragona. Ambos se sentían muy seguros el uno junto al otro, además Thunderbolt era su alarma de peligro inminente.
Tras reservar una habitación para ambos, salieron a conocer el barrio. Efectivamente era una zona marginal de Beltrexus, se notaba, pero aún así, las casas tenían una arquitectura preciosa, se notaba que era un sector antiguo de la ciudad. Caída la noche, iban camino a la posada, pero Fëanor los obligó a hacer una parada de emergencia. A la primera taberna que encontraron, él entró corriendo, Ingela esperó afuera con Bolti. El elfo pagó el valor de una pinta por el derecho a usar la letrina. Era un elfo del bosque de Sandorai, pero no por eso iba a hacer sus necesidades en los árboles.
Aliviado, salió tranquilo de la taberna, sin preveer lo que ocurriría. Iba al encuentro de la dragona cuando un paleto hediondo a cerveza lo agarró del hombro y lo giró de un jalón. -¡Pero si sólo eres un canijo!- le gritó. Féanor estaba confundidísimo, no entendía lo que ocurría. Antes de que él pudiera reaccionar, el tipo le plantó una bofetada que le hizo perder el equilibrio. -¡Toma y vete a tu casa malnacido!- le gritó y se fue refunfuñando. Ingela vio todo lo ocurrido desde la distancia y corrió hacia él asustada. -¡Fëanor! ¿Qué pasó? ¿Estás bien?- exclamó ella ayudando a su amigo mientras él se agarraba la quijada y se revisaba la boca con la lengua, buscando si le habían aflojado algún diente. -No tengo idea de qué acaba de pasar, Inge- respondió, aún confundido. -El tipo solo salió, me gritó y golpeó...- respondió mientras *canalizaba éter a través de sus manos para aliviar el dolor y sanar el corte que la bofetada le causó en el labio.
Ingela estaba indignadísima, furiosa -¿¡Qué le pasa a ese desgraciado!? Va a ver, esa bofetada le va a salir cara- aseguró ella, encaminándose a la taberna. -¡Ingela! ¡No!- la detuvo el elfo -No vale la pena, no te metas en problemas, mira que si se arma un alboroto no vas a poder visitar a Ernest y yo lo quiero conocer- aconsejó él, sensato como era. La dragona respiró hondo, Fëanor tenía razón. -Es cierto... no vale la pena- reconoció ella. El elfo sonrió, tomó la mano de la dragona y la jaló para retomar camino hacia la posada.
Ya calmada, la dragona giró pero se detuvo. Con el rabillo del ojo había visto una silueta que le hizo voltear. -¿No te parecen muy norteñas esas prendas?- dijo, señalando hacia el callejón junto a la taberna, donde estaba de pie una mujer alta y pelirroja. Se veía más ruda, pero sin duda alguna lucía similar a Ingela. Impulsada por un presentimiento, se acercó a ella con cautela. -¿Nisha? ¿Nisha Nightshaquarr- llamó a la mujer. Es que ese cabello rojo en trenza le recordaba a una vieja amiga de su hermana mayor y, bueno, lo peor que podía pasar era estar equivocada.
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*Uso de talento "Curación Divina"
Última edición por Ingela el Lun 14 Feb - 17:27, editado 1 vez
Ingela
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Todo tipo de gentes caminaban por esas tranquilas y oscuras calles. Eberus estaba atento todo el rato, sobre todo, a la salida de la taberna, a la espera de que saliera aquél violento hombre. El frío que le causaba estar ahí sentado en el callejón estaba despejando su cabeza de la borrachera, y se estaba empezando a extrañar de que nadie, absolutamente nadie se acercara a él a ofrecerle algo de limosna... aunque bueno, en realidad él mismo tampoco lo haría.
Entre mirada y mirada a la puerta de la taberna, le echaba un vistazo al libro de su padre al que tanto aprecio le tenía. Lo tenía oculto entre las piernas y la túnica para que no le extrañase a la gente ver a un "mendigo" leyendo, y pasaba las páginas haciendo uso de la telequinésis. Ese libro contenía parte de los conocimientos que le había enseñado su padre y otras curiosidades sobre él y sobre mentalistas con los que había convivido, relatando extrañas experiencias relacionadas con el éter, las ilusiones e incluso presencias extrañas. Nunca se cansaba de leer ese libro.
- ¡Leches! Cuando saldrá este tipo. Al final se me va a olvidar la estrategia y todo - pensó mientras mostraba un ceño fruncido y una expresión enfadada. - Repaso mental: vamos a ver... cuando salga por la puerta, si va solo me levantaré cuando gire cualquier esquina; si va acompañado moveré aquella ve...-
- ¡Oye! ¿Estás bien? - De repente Eberus se sobresaltó al escuchar la voz de aquella chica y trató de tapar rápido aún más ese libro.
- ¡Atrás sabandija! Oh, ehh... lo siento. Estaba concentrado pensando en mi familia, ¡ay, mi familia! Hace cuanto que no la puedo ver... ¿Algún aero para este pobre y nostálgico hombre? - Eberus hizo lo que buenamente pudo para que la joven no sospechase. En ese momento no quería que su plan fuera descubierto. Aprovechando el momento, pensó también en usar su habilidad como mentalista para tratar de hacer que la chica le diese unos cuantos aeros*. La miró fijamente durante unos cortos segundos mientras fingía una cara de lástima para no salirse del papel, concentrándose para acceder a su mente y originar en ella un sentimiento de generosidad. El dinero movía a Eberus y... Eberus trataba de mover al dinero.
Unos instantes después escuchó una voz que venía desde la taberna, exclamando un nombre. - ¿Nisha? ¿Nisha Nightshaquarr?- Al mirar hacia allá, pudo ver a otra chica aún más jóven, que era la que gritaba dicho nombre, acompañada de una extraña pero de alguna manera adorable criatura y... ¿un elfo? - ¿Qué coño hace un elfo en tierra de brujos? - pensó retornando a su habitual expresión amarga. - Creo que te llama a ti, chica -.
*Utilizo el talento: Ilusión
Entre mirada y mirada a la puerta de la taberna, le echaba un vistazo al libro de su padre al que tanto aprecio le tenía. Lo tenía oculto entre las piernas y la túnica para que no le extrañase a la gente ver a un "mendigo" leyendo, y pasaba las páginas haciendo uso de la telequinésis. Ese libro contenía parte de los conocimientos que le había enseñado su padre y otras curiosidades sobre él y sobre mentalistas con los que había convivido, relatando extrañas experiencias relacionadas con el éter, las ilusiones e incluso presencias extrañas. Nunca se cansaba de leer ese libro.
- ¡Leches! Cuando saldrá este tipo. Al final se me va a olvidar la estrategia y todo - pensó mientras mostraba un ceño fruncido y una expresión enfadada. - Repaso mental: vamos a ver... cuando salga por la puerta, si va solo me levantaré cuando gire cualquier esquina; si va acompañado moveré aquella ve...-
- ¡Oye! ¿Estás bien? - De repente Eberus se sobresaltó al escuchar la voz de aquella chica y trató de tapar rápido aún más ese libro.
- ¡Atrás sabandija! Oh, ehh... lo siento. Estaba concentrado pensando en mi familia, ¡ay, mi familia! Hace cuanto que no la puedo ver... ¿Algún aero para este pobre y nostálgico hombre? - Eberus hizo lo que buenamente pudo para que la joven no sospechase. En ese momento no quería que su plan fuera descubierto. Aprovechando el momento, pensó también en usar su habilidad como mentalista para tratar de hacer que la chica le diese unos cuantos aeros*. La miró fijamente durante unos cortos segundos mientras fingía una cara de lástima para no salirse del papel, concentrándose para acceder a su mente y originar en ella un sentimiento de generosidad. El dinero movía a Eberus y... Eberus trataba de mover al dinero.
Unos instantes después escuchó una voz que venía desde la taberna, exclamando un nombre. - ¿Nisha? ¿Nisha Nightshaquarr?- Al mirar hacia allá, pudo ver a otra chica aún más jóven, que era la que gritaba dicho nombre, acompañada de una extraña pero de alguna manera adorable criatura y... ¿un elfo? - ¿Qué coño hace un elfo en tierra de brujos? - pensó retornando a su habitual expresión amarga. - Creo que te llama a ti, chica -.
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Eberus
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Siempre que tomaba cerveza le ocurría lo mismo. En los primeros sorbos, podría captar su sabor, aunque debilitado. A medida de que continuaba bebiendo, su paladar boicoteaba el disfrute y cuándo llegaba a la mitad de la jarra, apenas podía saborear su bebida favorita cuándo era humano.
Aún así, Cohen continuó en la mesa del fondo del local, apartado. Daba pequeños sorbos, aparentando disfrutar el sabor del mismo. De vez en cuando, algunas personas entraban en el local, pero el vampiro se relajaba al ver que se trataban sólo de clientes.
Había sido discreto, cómo siempre. No era posible que nadie le hubiera seguido la pista desde aquel pequeño y apartado puerto hasta aquella zona decayente de la ciudad bruja. Beltrexus era demasiado grande y su población demasiado numerosa.
Más relajado, miró los objetos de su bolsa de viaje. Cogió su daga y la pendió de su cinturón, de forma discreta. Terminó la bebida y se dispuso a marcharse. Cargó las dos bolsas que llevaba consigo a su espalda y se dirigió hacia la puerta principal.
Lo que no esperaba era que al abrirla, a unos metros de distancia, se encontrara el hombre al que había robado la mercancía que llevaba consigo. Volvió a girarse y al volver su vista al interior del local, vio que muchos de los allí presentes parecían observarle con detenimiento.
- ¿Hay alguna puerta trasera?- preguntó, algo incómodo, al ver tantas miradas en él, sin causa alguna, sin comprender la situación.
El tabernero señaló en dirección al otro extremo del local. Cohen dirigió la mirada hacia el fondo del mismo y encaminó sus veloces pasos hacia allí.
- ¿Qué llevará en la bolsa?- llegó escuchar a sus espaldas, mientras salía de la taberna, a un estrecho callejón.
Un pequeño grupo de personas parecía estar allí charlando, alrededor de un mendigo en el suelo. Le obstruían el paso.
- ¿Me dejarían pasar, por favor?- preguntó con una amplia sonrisa- Tengo algo de prisa.
Cuando las dos mujeres y el hombre elfo se apartaron, pasó entre ellos. Dejó caer una moneda en las manos del hombre sentado en el suelo y emprendió una huida en dirección norte, a través de una calle atestada de personas.
Mientras caminaba entre la multitud, notaba cómo muchos de los ciudadanos de la ciudad desviaban su mirada hacia él. Acostumbrado a pasar desapercibido, no entendía la razón por la que tantos parecían mirarle. Incómodo y con deseos de apartarse de las miradas ajenas, se perdió en el interior de un estrecho y oscuro callejón que conectaba esa calle con la siguiente.
Aún así, Cohen continuó en la mesa del fondo del local, apartado. Daba pequeños sorbos, aparentando disfrutar el sabor del mismo. De vez en cuando, algunas personas entraban en el local, pero el vampiro se relajaba al ver que se trataban sólo de clientes.
Había sido discreto, cómo siempre. No era posible que nadie le hubiera seguido la pista desde aquel pequeño y apartado puerto hasta aquella zona decayente de la ciudad bruja. Beltrexus era demasiado grande y su población demasiado numerosa.
Más relajado, miró los objetos de su bolsa de viaje. Cogió su daga y la pendió de su cinturón, de forma discreta. Terminó la bebida y se dispuso a marcharse. Cargó las dos bolsas que llevaba consigo a su espalda y se dirigió hacia la puerta principal.
Lo que no esperaba era que al abrirla, a unos metros de distancia, se encontrara el hombre al que había robado la mercancía que llevaba consigo. Volvió a girarse y al volver su vista al interior del local, vio que muchos de los allí presentes parecían observarle con detenimiento.
- ¿Hay alguna puerta trasera?- preguntó, algo incómodo, al ver tantas miradas en él, sin causa alguna, sin comprender la situación.
El tabernero señaló en dirección al otro extremo del local. Cohen dirigió la mirada hacia el fondo del mismo y encaminó sus veloces pasos hacia allí.
- ¿Qué llevará en la bolsa?- llegó escuchar a sus espaldas, mientras salía de la taberna, a un estrecho callejón.
Un pequeño grupo de personas parecía estar allí charlando, alrededor de un mendigo en el suelo. Le obstruían el paso.
- ¿Me dejarían pasar, por favor?- preguntó con una amplia sonrisa- Tengo algo de prisa.
Cuando las dos mujeres y el hombre elfo se apartaron, pasó entre ellos. Dejó caer una moneda en las manos del hombre sentado en el suelo y emprendió una huida en dirección norte, a través de una calle atestada de personas.
Mientras caminaba entre la multitud, notaba cómo muchos de los ciudadanos de la ciudad desviaban su mirada hacia él. Acostumbrado a pasar desapercibido, no entendía la razón por la que tantos parecían mirarle. Incómodo y con deseos de apartarse de las miradas ajenas, se perdió en el interior de un estrecho y oscuro callejón que conectaba esa calle con la siguiente.
Cohen
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Re: Travesuras nocturnas [Libre 4/4] [Noche]
Cuando aquel hombrecillo levantó la cabeza para mirarme, pude darme cuenta que era más mayor de lo que aparentaba, con aquel cuerpo y sus ropajes, fácilmente pasaba por un crío.
- ¡Atrás sabandija! Oh, ehh... lo siento. Estaba concentrado pensando en mi familia, ¡ay, mi familia! Hace cuanto que no la puedo ver... ¿Algún aero para este pobre y nostálgico hombre? –
Pasé por alto el echo de que me llamase sabandija, después de todo no me apetecía meterme en líos recién llegada a la ciudad, tenía que ver antes el panorama que se me presentaba.
Mientras decía aquellas palabras, el hombre se me quedó mirando fijamente, de una forma que no me terminaba de gustar.
Cuando introducía una mano en mi bolsa para darle unas monedas al hombre, una voz me interrumpió.
- ¿Nisha? ¿Nisha Nightshaquarr –
- Aquella voz me sonaba, no era igual, pero el tono me recordaba a alguien.
- Me giré hacia donde venía la voz y observé a una mujer vastante guapa, rubia y con unos tremendos ojos azules, estaba acompañada de un elfo y una criatura
- Observándola mejor y gracias a mi memoria fotográfica, recordé quien era aquella muchacha. Era la hermana de Christin, mujer interesante sin duda y una buena amiga que me enseñó más de los antepasados en un tiempo anterior cuando residí en Dundarak.
- Mientras me acercaba a ella para saludarla, un hombre cargado de bolsas pasó como alma que lleva el diablo. Sabría dios de quien o que huía, sería un ladronzuelo más de esta ciudad.
- - Injela, ?Eres tu? ¿Cómo estás? ¿Qué haces tan lejos de nuestras tierras? -
- ¡Atrás sabandija! Oh, ehh... lo siento. Estaba concentrado pensando en mi familia, ¡ay, mi familia! Hace cuanto que no la puedo ver... ¿Algún aero para este pobre y nostálgico hombre? –
Pasé por alto el echo de que me llamase sabandija, después de todo no me apetecía meterme en líos recién llegada a la ciudad, tenía que ver antes el panorama que se me presentaba.
Mientras decía aquellas palabras, el hombre se me quedó mirando fijamente, de una forma que no me terminaba de gustar.
Cuando introducía una mano en mi bolsa para darle unas monedas al hombre, una voz me interrumpió.
- ¿Nisha? ¿Nisha Nightshaquarr –
- Aquella voz me sonaba, no era igual, pero el tono me recordaba a alguien.
- Me giré hacia donde venía la voz y observé a una mujer vastante guapa, rubia y con unos tremendos ojos azules, estaba acompañada de un elfo y una criatura
- Observándola mejor y gracias a mi memoria fotográfica, recordé quien era aquella muchacha. Era la hermana de Christin, mujer interesante sin duda y una buena amiga que me enseñó más de los antepasados en un tiempo anterior cuando residí en Dundarak.
- Mientras me acercaba a ella para saludarla, un hombre cargado de bolsas pasó como alma que lleva el diablo. Sabría dios de quien o que huía, sería un ladronzuelo más de esta ciudad.
- - Injela, ?Eres tu? ¿Cómo estás? ¿Qué haces tan lejos de nuestras tierras? -
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
El presentimiento de Ingela había sido correcto y la pelirroja efectivamente, no era otra que aquella entrañable amiga de su hermana. La joven dragona abrazó con fuerza a Nisha, feliz de encontrarse con un rostro familiar en tierras lejanas. No era por sentirse sola, ya que con Fëanor y Bolti, soledad era lo último que ella sentía, más bien un constante ajetreo.
-¡Hace tanto tiempo que no habías pasado por la casa!- exclamó la rubia -¿Alcanzaste a conocer a Fëanor y Bolti?- le preguntó, refiriéndose a sus acompañantes -Creo que no, entonces te los presento, ellos son Fëanor Thalion'Fin y Thunderbolt, mis amigos y compañeros de viaje- indicó, señalando a uno y otro al mencionar sus nombres. -Estamos viajando, quiero aprender el oficio de los mercaderes- le contó -Pero por ahora estamos visitando a un viejo amigo que vive aquí en Beltrexus- le contó brevemente. -¿Y tú? ¿Qué te ha traído a la capital de los brujos?- preguntó, pero no se detuvo allí -¿Hace cuánto llegaste? Nosotros hemos llegado hoy, estamos en una posada muy cerca de acá. ¿Ya habías estado acá o es tu primera vez? Sé que hay una plaza muy bonita, hay que caminar un poco, pero creo que te gustará, tiene una fuente con juego de luces. ¿Quieres venir a verla? Es que muy cerca hay una taberna que tiene una cerveza de mantequilla muy rica.- le invitó.
Así de fácil, Ingela olvidó el altercado que ocurriese minutos atrás. Y tal fue su emoción por encontrar a Nisha, que no se percató del vagabundo que yacía a los pies de ella, ni del hombre que pasó corriendo a su lado. Pero el elfito no era tan atolondrado como la dragona, además, estando en la ciudad de los brujos, su desconfianza estaba por las nubes. Más aún tras la bofetada que se había llevado, estaba en estado de alerta. -¿Has visto Bolti?- dijo en voz baja al pequeño dragón -Es que este no es lugar para nosotros los elfos, nada bueno sacamos al venir a Beltrexus- se desahogaba el chico, mirando de reojo al indigente que insistía por una moneda.
Rebuscó en sus bolsillos, pero no encontró una moneda suelta, solo una galleta envuelta en un paño. -Tome, buen hombre- dijo el muchacho, extendiendo hacia Eberus la golosina. Fëanor era un chico de muy buen corazón y voluntad, pero no se dio cuenta que lo que le pasó al hombre, no era otra que una galleta de Lithe, de esas hechas con campanillas tornasol.
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-¡Hace tanto tiempo que no habías pasado por la casa!- exclamó la rubia -¿Alcanzaste a conocer a Fëanor y Bolti?- le preguntó, refiriéndose a sus acompañantes -Creo que no, entonces te los presento, ellos son Fëanor Thalion'Fin y Thunderbolt, mis amigos y compañeros de viaje- indicó, señalando a uno y otro al mencionar sus nombres. -Estamos viajando, quiero aprender el oficio de los mercaderes- le contó -Pero por ahora estamos visitando a un viejo amigo que vive aquí en Beltrexus- le contó brevemente. -¿Y tú? ¿Qué te ha traído a la capital de los brujos?- preguntó, pero no se detuvo allí -¿Hace cuánto llegaste? Nosotros hemos llegado hoy, estamos en una posada muy cerca de acá. ¿Ya habías estado acá o es tu primera vez? Sé que hay una plaza muy bonita, hay que caminar un poco, pero creo que te gustará, tiene una fuente con juego de luces. ¿Quieres venir a verla? Es que muy cerca hay una taberna que tiene una cerveza de mantequilla muy rica.- le invitó.
Así de fácil, Ingela olvidó el altercado que ocurriese minutos atrás. Y tal fue su emoción por encontrar a Nisha, que no se percató del vagabundo que yacía a los pies de ella, ni del hombre que pasó corriendo a su lado. Pero el elfito no era tan atolondrado como la dragona, además, estando en la ciudad de los brujos, su desconfianza estaba por las nubes. Más aún tras la bofetada que se había llevado, estaba en estado de alerta. -¿Has visto Bolti?- dijo en voz baja al pequeño dragón -Es que este no es lugar para nosotros los elfos, nada bueno sacamos al venir a Beltrexus- se desahogaba el chico, mirando de reojo al indigente que insistía por una moneda.
Rebuscó en sus bolsillos, pero no encontró una moneda suelta, solo una galleta envuelta en un paño. -Tome, buen hombre- dijo el muchacho, extendiendo hacia Eberus la golosina. Fëanor era un chico de muy buen corazón y voluntad, pero no se dio cuenta que lo que le pasó al hombre, no era otra que una galleta de Lithe, de esas hechas con campanillas tornasol.
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Ingela
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Nada. El intento de estafa de Eberus fue en vano. Aquella joven fue distraída por la otra, con la que se saludó. Mientras, un hombre las interrumpió breve y apresuradamente, y dejó caer una moneda al brujo. Poco después, el elfo que formaba parte del grupo de la chica le ofreció también algo, esta vez una galleta. Eberus, algo reticente por su aversión a los elfos, aceptó la galleta pero con una intensa mirada de desprecio que se dirigía a sus ojos como una estaca de hielo.
-¿Véis? ¡Eso es lo que hace un buen ciudadano, no como vosotras!- exclamó señalando al hombre de la moneda. -Bah... a la mierda. Ya basta de cuentos. Esta moneda, para mí. ¿Qué he tenido que hacer? ¡Mentir! ¡Jajajaja! Otra lección para vosotras jóvenes, la mentira puede ser tu mejor aliada... si la usas como es debido - exclamó el brujo mientras se incorporaba, abandonando definitivamente su papel de vagabundo y sin ninguna verguenza de mostrar su farsa ante las jóvenes.
Eberus, una vez incorporado se apoyó en la pared y, después de oler la galleta mientras miraba de reojo al elfo, no percibió nada extraño por lo que supuso que en el fondo no tendría malas intenciones. El alcohol le había dado hambre, así que se la comió de un bocado, mala señal teniendo en cuenta que la galleta contenía ingredientes con efectos psicodélicos, cosa que no sabía... aún. Mientras las chicas conversaban y él saboreaba, vio de reojo que el hombre de la moneda llevaba una bolsa que emanaba un intenso flujo de eter, cosa que le llamó intensamente la atención.
- Habéis visto eso que... - dijo Eberus mientras comenzaba repentinamente a caminar siguiendo el paso de aquel curioso sujeto. - A la mierda el amargado ese de la taberna. Esa bolsa tiene que tener algo muy especial - pensó. Aquel hombre andaba rápido, por lo que Eberus también aceleró el paso, aunque no era difícil para él seguir el rastro de ese intenso elemento mágico incluso con la cantidad de personas que había en la calle.
En un momento, el hombre de la bolsa se desvió hacia un callejón, y Eberus ya solo podía ver el intenso eter flotante que dejaba a su paso. Mientras se acercaba al callejón, le extrañó el color que comenzaba a tomar aquel flujo mágico. Parecía ver cómo adquiría diferentes tonalidades que nunca había notado en el eter, e incluso algunos puntos brillantes en él, parecidos a las estrellas en una noche despejada.
- ¡Eh! ¡Chaval! Pero, ¿qué clase de magia es esa? Espera un momento, necesito ver... - le gritó al joven mientras se quedaba más anodadado a medida que se acercaba hacia él. Los efectos de la galleta no eran aún demasiado fuertes, y Eberus simplemente creía que esas alucinaciones se trataban de algún estado del eter que no había llegado a conocer todavía.
-¿Véis? ¡Eso es lo que hace un buen ciudadano, no como vosotras!- exclamó señalando al hombre de la moneda. -Bah... a la mierda. Ya basta de cuentos. Esta moneda, para mí. ¿Qué he tenido que hacer? ¡Mentir! ¡Jajajaja! Otra lección para vosotras jóvenes, la mentira puede ser tu mejor aliada... si la usas como es debido - exclamó el brujo mientras se incorporaba, abandonando definitivamente su papel de vagabundo y sin ninguna verguenza de mostrar su farsa ante las jóvenes.
Eberus, una vez incorporado se apoyó en la pared y, después de oler la galleta mientras miraba de reojo al elfo, no percibió nada extraño por lo que supuso que en el fondo no tendría malas intenciones. El alcohol le había dado hambre, así que se la comió de un bocado, mala señal teniendo en cuenta que la galleta contenía ingredientes con efectos psicodélicos, cosa que no sabía... aún. Mientras las chicas conversaban y él saboreaba, vio de reojo que el hombre de la moneda llevaba una bolsa que emanaba un intenso flujo de eter, cosa que le llamó intensamente la atención.
- Habéis visto eso que... - dijo Eberus mientras comenzaba repentinamente a caminar siguiendo el paso de aquel curioso sujeto. - A la mierda el amargado ese de la taberna. Esa bolsa tiene que tener algo muy especial - pensó. Aquel hombre andaba rápido, por lo que Eberus también aceleró el paso, aunque no era difícil para él seguir el rastro de ese intenso elemento mágico incluso con la cantidad de personas que había en la calle.
En un momento, el hombre de la bolsa se desvió hacia un callejón, y Eberus ya solo podía ver el intenso eter flotante que dejaba a su paso. Mientras se acercaba al callejón, le extrañó el color que comenzaba a tomar aquel flujo mágico. Parecía ver cómo adquiría diferentes tonalidades que nunca había notado en el eter, e incluso algunos puntos brillantes en él, parecidos a las estrellas en una noche despejada.
- ¡Eh! ¡Chaval! Pero, ¿qué clase de magia es esa? Espera un momento, necesito ver... - le gritó al joven mientras se quedaba más anodadado a medida que se acercaba hacia él. Los efectos de la galleta no eran aún demasiado fuertes, y Eberus simplemente creía que esas alucinaciones se trataban de algún estado del eter que no había llegado a conocer todavía.
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Cohen intentaba poner en claro sus ideas. Se había percatado de que había algo en él que llamaba la atención de la mayoría de las personas con las que se cruzaba. ¿Acaso era la mercancía?
Sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de un extraño hombre. Le llevó unos segundos identificar al hombre al que había dado un aero al salir de la taberna.
Le preguntaba por “su magia”. Durante un breve instante, Cohen consideró que aquel extraño hubiera identificado su verdadera naturaleza, pero ¿cómo?
Fue entonces observó que el extraño dirigía su vista hacia la bolsa dónde llevaba las telas mágicas que había robado para Luminicious Champagne. ¿Cómo era aquello posible?
- No sé a lo que se refiere, señor- dijo amablemente, mientras se debatía si usar o no, alguna técnica para poner distancia, de forma discreta, con aquel hombre- Por favor, sólo soy un trabajador que tiene que hacer una entrega…
Extendió su brazo hacia él, con su daga en la mano, para poner distancia entre el desconocido y la mercancía que debía custodiar.
- Mantenga la distancia, por favor. No quisiera hacerle daño.
A medida que se acercaba, Cohen pudo comprobar que el comportamiento del hombre era extraño. Sus movimientos eran ligeramente tambaleantes. ¿Acaso estaba borracho?
- ¿Se encuentra bien?
Había llegado frente a él, justo en el centro del callejón, dónde la discreción era mayor y la oscuridad podía jugar a su favor. Si aquel hombre le resultaba un problema, no tendría objeción alguna en eliminarle.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de un extraño hombre. Le llevó unos segundos identificar al hombre al que había dado un aero al salir de la taberna.
Le preguntaba por “su magia”. Durante un breve instante, Cohen consideró que aquel extraño hubiera identificado su verdadera naturaleza, pero ¿cómo?
Fue entonces observó que el extraño dirigía su vista hacia la bolsa dónde llevaba las telas mágicas que había robado para Luminicious Champagne. ¿Cómo era aquello posible?
- No sé a lo que se refiere, señor- dijo amablemente, mientras se debatía si usar o no, alguna técnica para poner distancia, de forma discreta, con aquel hombre- Por favor, sólo soy un trabajador que tiene que hacer una entrega…
Extendió su brazo hacia él, con su daga en la mano, para poner distancia entre el desconocido y la mercancía que debía custodiar.
- Mantenga la distancia, por favor. No quisiera hacerle daño.
A medida que se acercaba, Cohen pudo comprobar que el comportamiento del hombre era extraño. Sus movimientos eran ligeramente tambaleantes. ¿Acaso estaba borracho?
- ¿Se encuentra bien?
Había llegado frente a él, justo en el centro del callejón, dónde la discreción era mayor y la oscuridad podía jugar a su favor. Si aquel hombre le resultaba un problema, no tendría objeción alguna en eliminarle.
Cohen
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Re: Travesuras nocturnas [Libre 4/4] [Noche]
Al descubrir a la hermana de mi buena amiga por tierras tan lejanas, pasé toda mi atención a ella, dejando un poco de lado al misterioso hombre que permanecía en el suelo pidiendo limosna.
-¡Hace tanto tiempo que no habías pasado por la casa!- me dijo tras abrazarme con fuerza. Cierto era que nadie sabía que finalmente me fuy de casa y mi decisión de viajar a obtener conocimiento de otras tierras.
Tras presentarme a sus compañeros de viaje, me habló de que venía a visitar a un amigo que vivía en esta ciudad, igual, si me lo presentaba, él podría alludarme a buscar el libro que necesitaba.
Tras eso empezó a parlotear,, algo sobre una fuente con... ¿lucecitas?, la verdad es que me perdí por unos momentos en mis pensamientos y perdí el hilo de la conversación, pero volví en si cuando me dijo algo de cerveza de mantequilla, era mas de una vuena pinta negra, pero ¿por que no?
Asentí con la cabeza aceptando su invitación, justo le pasaba el brazo por los hombros, cuando el supuesto mendigo se levantó del suelo, murmurando cosas, que si éramos mal ciudadanas o no se que... ba... pobre hombre, estaría borracho.
Con un ademán de la mano le quité importancia y continué charlando con Ingela.
-Bueno, ya me explicarás como es que viajas con tan variopinto grupo, pero, mejor con un buen trago de cerveza de esa que cuentas.
-Habéis visto eso que... - Comentó el hombre mientras salía apresurado.
-Que gente mas rara- le comenté a Ingela mientras finalmente le pasaba mi brazo con cariño por los hombros y le hacía un gesto para que me guiase a la taberna.
-¡Hace tanto tiempo que no habías pasado por la casa!- me dijo tras abrazarme con fuerza. Cierto era que nadie sabía que finalmente me fuy de casa y mi decisión de viajar a obtener conocimiento de otras tierras.
Tras presentarme a sus compañeros de viaje, me habló de que venía a visitar a un amigo que vivía en esta ciudad, igual, si me lo presentaba, él podría alludarme a buscar el libro que necesitaba.
Tras eso empezó a parlotear,, algo sobre una fuente con... ¿lucecitas?, la verdad es que me perdí por unos momentos en mis pensamientos y perdí el hilo de la conversación, pero volví en si cuando me dijo algo de cerveza de mantequilla, era mas de una vuena pinta negra, pero ¿por que no?
Asentí con la cabeza aceptando su invitación, justo le pasaba el brazo por los hombros, cuando el supuesto mendigo se levantó del suelo, murmurando cosas, que si éramos mal ciudadanas o no se que... ba... pobre hombre, estaría borracho.
Con un ademán de la mano le quité importancia y continué charlando con Ingela.
-Bueno, ya me explicarás como es que viajas con tan variopinto grupo, pero, mejor con un buen trago de cerveza de esa que cuentas.
-Habéis visto eso que... - Comentó el hombre mientras salía apresurado.
-Que gente mas rara- le comenté a Ingela mientras finalmente le pasaba mi brazo con cariño por los hombros y le hacía un gesto para que me guiase a la taberna.
Nisha
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Ingela no cabía en sí de la emoción y alegría por encontrarse con Nisha. Era de las pocas amigas de Kristin que le caían bien. En su mayoría, las amigas de su hermana eran chicas pretenciosas, creídas y altaneras con un extraño sentido de lo que era correcto y apropiado para una mujer. No entendía cómo su hermana se juntaba con esa clase de chicas. Su familia no era conservadora, al contrario, eran bastante abiertos de mente y Kristin la que menos. Pero por razones que Ingela desconocía -y no entendería- su hermana sabía que le era conveniente juntarse con esas chicas de apellidos más enredados y complicados de pronunciar que el suyo, aunque definitivamente prefiriera la compañía de chicas menos tradicionales como Nisha, con quien la joven dragona se sentía muy identificada; fuerte, independiente, autónoma y hermosa. Se apretó a ella y, abrazadas como estaban, Ingela la encaminó hacia aquella promesa de bebida deliciosa, confiando que Fëanor y Thunderbolt las seguían.
Y en principio, no se equivocó. Un poco celoso por haber perdido la atención de su amada Ingela, Fëanor comenzó a caminar tras ellas, pero Bolti revoloteaba inquieto sobre su cabeza. -¿Pero qué? ¿Qué pasa Bolti?- reaccionó el elfo tratando de zafarse al dragoncito que se prendía de su cabello y lo tironeaba. Al fijarse, el cuerpo del pequeño dragón brillaba con una tenue luz rosada, no era una advertencia de peligro, pero significaba algo, seguramente. Con su actitud, logró llamar la atención de Fëanor. -¿Qué? ¿QUÉ?- exclamó molesto, mirando desconcertado a Bolti que daba vueltas en el aire.
Fëanor no entendía nada. Bolti daba círculos en el aire y hacía que su cuerpo brillara en diferentes colores. Le tomó unos segundos recordar. -¡Bolti! ¿Comiste campanas tornasol?- preguntó alarmado, agarrando al dragoncito en el aire y trayéndolo hacia su cara. Bolti negó con la cabeza y chilló, luego giró y miró hacia donde se había ido el mendigo. Ahí fue cuando la realidad impactó en el elfo como un trueno. -¡LA GALLETA!- gritó, dándose cuenta de lo que había hecho.
Su primer impulso fue correr tras el hombre, pero recordó que estaba en Beltrexus y que un elfo solo allí corría peligro, así que primero se aseguró de involucrar a la dragona, así que corrió tras su amiga. -¡Inge! ¡Ingeee!- la llamaba, corriendo tras ella. -¡Ingela! ¡Ayuda!- exclamaba angustiado. La rubia se detuvo y giró para encontrarse con él de frente -¡Inge! ¡Hay que buscar al mendigo! ¡Le di la galleta peligrosa!- anunció, alarmado. -¿La galleta peligrosa? ¿La galleta de Lithe? ¿Cuál mendigo?- preguntó ella confundida. -¡Sí! ¡Esa misma! ¡Esa galleta!- aseguró el pobre muchacho muy asustado.
Ingela se llevó las manos a la cabeza -¡Hay que encontrar al mendigo!- exclamó la muchacha, asustándose tanto como el elfo. Miró a Nisha y su rostro demostraba la gravedad de la situación. -Nisha, mi amigo le dio una galleta con alucinógenos al mendigo que nos pedía dinero. Una dosis muy fuerte. No podemos dejarlo solo. Te prometo que te daré la cerveza y te llevaré a la fuente de las luces, pero primero nos tenemos que encargar de esto. ¿Quieres acompañarnos? Si no quieres, no te preocupes.- explicó la muchacha, hablando muy rápido y con voz bastante más aguda de lo normal.
Tras la respuesta de la pelirroja, Ingela y Fëanor salieron corriendo tras Bolti, quien se elevó en el cielo para buscar al mendigo. No tuvieron que correr mucho trecho, porque lo encontraron en un callejón con un muchacho que lo miraba con una cara de extrañeza que llegaba a dar risa. -¡Ahí está! ¡Menos mal!- exclamó Ingela aliviada. Pero Fëanor no se alivió, al contrario, su cara de preocupación pasó a terror. -Eso no está bien- dijo y señaló la bolsa que sostenía aquel hombre. -¡Eh! ¡Tú! ¿Qué llevas allí?- le increpó el elfo con el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Ingela miró a Fëanor extrañada. -¿Qué pasa?- preguntó en un susurro. -Ese hombre lleva algo peligroso en ese saco, Ingela, el éter que emana me revuelve el estómago- explicó en voz baja.
Ingela confiaba demasiado en el instinto de Fëanor como para no alarmarse con aquella declaración, así que se puso en modo supervivencia.
Y en principio, no se equivocó. Un poco celoso por haber perdido la atención de su amada Ingela, Fëanor comenzó a caminar tras ellas, pero Bolti revoloteaba inquieto sobre su cabeza. -¿Pero qué? ¿Qué pasa Bolti?- reaccionó el elfo tratando de zafarse al dragoncito que se prendía de su cabello y lo tironeaba. Al fijarse, el cuerpo del pequeño dragón brillaba con una tenue luz rosada, no era una advertencia de peligro, pero significaba algo, seguramente. Con su actitud, logró llamar la atención de Fëanor. -¿Qué? ¿QUÉ?- exclamó molesto, mirando desconcertado a Bolti que daba vueltas en el aire.
Fëanor no entendía nada. Bolti daba círculos en el aire y hacía que su cuerpo brillara en diferentes colores. Le tomó unos segundos recordar. -¡Bolti! ¿Comiste campanas tornasol?- preguntó alarmado, agarrando al dragoncito en el aire y trayéndolo hacia su cara. Bolti negó con la cabeza y chilló, luego giró y miró hacia donde se había ido el mendigo. Ahí fue cuando la realidad impactó en el elfo como un trueno. -¡LA GALLETA!- gritó, dándose cuenta de lo que había hecho.
Su primer impulso fue correr tras el hombre, pero recordó que estaba en Beltrexus y que un elfo solo allí corría peligro, así que primero se aseguró de involucrar a la dragona, así que corrió tras su amiga. -¡Inge! ¡Ingeee!- la llamaba, corriendo tras ella. -¡Ingela! ¡Ayuda!- exclamaba angustiado. La rubia se detuvo y giró para encontrarse con él de frente -¡Inge! ¡Hay que buscar al mendigo! ¡Le di la galleta peligrosa!- anunció, alarmado. -¿La galleta peligrosa? ¿La galleta de Lithe? ¿Cuál mendigo?- preguntó ella confundida. -¡Sí! ¡Esa misma! ¡Esa galleta!- aseguró el pobre muchacho muy asustado.
Ingela se llevó las manos a la cabeza -¡Hay que encontrar al mendigo!- exclamó la muchacha, asustándose tanto como el elfo. Miró a Nisha y su rostro demostraba la gravedad de la situación. -Nisha, mi amigo le dio una galleta con alucinógenos al mendigo que nos pedía dinero. Una dosis muy fuerte. No podemos dejarlo solo. Te prometo que te daré la cerveza y te llevaré a la fuente de las luces, pero primero nos tenemos que encargar de esto. ¿Quieres acompañarnos? Si no quieres, no te preocupes.- explicó la muchacha, hablando muy rápido y con voz bastante más aguda de lo normal.
Tras la respuesta de la pelirroja, Ingela y Fëanor salieron corriendo tras Bolti, quien se elevó en el cielo para buscar al mendigo. No tuvieron que correr mucho trecho, porque lo encontraron en un callejón con un muchacho que lo miraba con una cara de extrañeza que llegaba a dar risa. -¡Ahí está! ¡Menos mal!- exclamó Ingela aliviada. Pero Fëanor no se alivió, al contrario, su cara de preocupación pasó a terror. -Eso no está bien- dijo y señaló la bolsa que sostenía aquel hombre. -¡Eh! ¡Tú! ¿Qué llevas allí?- le increpó el elfo con el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Ingela miró a Fëanor extrañada. -¿Qué pasa?- preguntó en un susurro. -Ese hombre lleva algo peligroso en ese saco, Ingela, el éter que emana me revuelve el estómago- explicó en voz baja.
Ingela confiaba demasiado en el instinto de Fëanor como para no alarmarse con aquella declaración, así que se puso en modo supervivencia.
Ingela
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Aquel chico parecía asustado. Eberus no entendía por qué le apuntaba con la daga. Al interpretar su comportamiento como una muestra de cobardía, por alguna razón sintió una desbordante sensación de calma y seguridad, y lentamente se sentó en el suelo, sin apartar la mirada de la bolsa de Cohen. Se sentía protegido, en aquel oscuro callejón con un joven que podría estar a punto de darle uso al filo de su arma. Extraño pero cierto. A ello se sumaron los maravillosos colores del eter, a los que prestaba más atención que al propio chico y su arma.
Mientras, Eberus dejaba salir de su boca suspiros de admiración, como si comenzara a estar poseído por las maravillas del eter. - ¿Pue-puedo tocarlo? Oh... ¿Qué llevas ahí? ¿Quién eres? - le preguntaba absorto al vampiro.
Los segundos avanzaban y las sustancias en la sangre de Eberus lo hacían a la vez. Instante a instante, comenzaba a escuchar sonidos que provenían de diferentes lugares, pero sobre todo de la bolsa con la que tenía fijación. Ligeras risillas agudas, susurros apelativos que parecían decir su nombre... y para rematar vio a una criatura voladora que se acercaba hacia ellos. - ¿Has venido a darme respuestas? ¿A caso acudes a mis plegarias? - le preguntó tras ponerse de nuevo de pie y girarse hacia ella. Resultaría normal dados los efectos de la galleta, pero era más normal aún. Se trataba de una criatura real, el dragoncito que venía acompañado por las personas de antes. - Dímelo, por favor. ¿Eso de ahí es real? Ese chico parece que no me quiere decir lo que tiene - siguió insistiendo.
Una de esas vocecillas psicodélicas que sonaban en su mente pareció decir "No la dejes ir". Eberus se giró repentinamente para volver a mirar al joven de la bolsa, para asegurarse de que no se había ido con ella. Primero dirigió la mirada al objeto en cuestión, pero instantáneamente enfocó sus ojos en la cabeza del chico. Esta vez era toda su cabeza la que parecía mostrar numerosos puntos brillantes de infinitos colores que formaban una extraña nebulosa. - Pero, ¿qué cojones estoy viendo? ¿Por qué estás tan normal? Tú no eres normal y vosotros lo estáis viendo - se dirigió hacia los demás, ojiplático. - Pero, ¿qué os pasa? ¿Quiénes sois todos? - exclamó notando que nadie parecía mostrar ningún signo de sorpresa ante lo que él veía.
Paranoico total, al volver a girar la cabeza hacia el vampiro para volver a asegurarse de que no se iba, vio cómo sus piernas parecían volverse de un color amarillo uniforme, como si se hubiesen convertido en dos láminas luminosas que además se movían todo el rato de arriba a abajo a gran velocidad. En ese momento ya se quedó sin palabras, con la boca abierta y sin lograr entender qué era lo que estaba ocurriendo. - Por favor, no te vayas - logró implorar con voz temblorosa temiendo que sus veloces piernas le llevaran en un santiamén lejos de allí.
Mientras, Eberus dejaba salir de su boca suspiros de admiración, como si comenzara a estar poseído por las maravillas del eter. - ¿Pue-puedo tocarlo? Oh... ¿Qué llevas ahí? ¿Quién eres? - le preguntaba absorto al vampiro.
Los segundos avanzaban y las sustancias en la sangre de Eberus lo hacían a la vez. Instante a instante, comenzaba a escuchar sonidos que provenían de diferentes lugares, pero sobre todo de la bolsa con la que tenía fijación. Ligeras risillas agudas, susurros apelativos que parecían decir su nombre... y para rematar vio a una criatura voladora que se acercaba hacia ellos. - ¿Has venido a darme respuestas? ¿A caso acudes a mis plegarias? - le preguntó tras ponerse de nuevo de pie y girarse hacia ella. Resultaría normal dados los efectos de la galleta, pero era más normal aún. Se trataba de una criatura real, el dragoncito que venía acompañado por las personas de antes. - Dímelo, por favor. ¿Eso de ahí es real? Ese chico parece que no me quiere decir lo que tiene - siguió insistiendo.
Una de esas vocecillas psicodélicas que sonaban en su mente pareció decir "No la dejes ir". Eberus se giró repentinamente para volver a mirar al joven de la bolsa, para asegurarse de que no se había ido con ella. Primero dirigió la mirada al objeto en cuestión, pero instantáneamente enfocó sus ojos en la cabeza del chico. Esta vez era toda su cabeza la que parecía mostrar numerosos puntos brillantes de infinitos colores que formaban una extraña nebulosa. - Pero, ¿qué cojones estoy viendo? ¿Por qué estás tan normal? Tú no eres normal y vosotros lo estáis viendo - se dirigió hacia los demás, ojiplático. - Pero, ¿qué os pasa? ¿Quiénes sois todos? - exclamó notando que nadie parecía mostrar ningún signo de sorpresa ante lo que él veía.
Paranoico total, al volver a girar la cabeza hacia el vampiro para volver a asegurarse de que no se iba, vio cómo sus piernas parecían volverse de un color amarillo uniforme, como si se hubiesen convertido en dos láminas luminosas que además se movían todo el rato de arriba a abajo a gran velocidad. En ese momento ya se quedó sin palabras, con la boca abierta y sin lograr entender qué era lo que estaba ocurriendo. - Por favor, no te vayas - logró implorar con voz temblorosa temiendo que sus veloces piernas le llevaran en un santiamén lejos de allí.
Eberus
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
El hombre de conducta extraña se terminó sentando en el suelo. Sin duda, su actitud rebelaba que se encontraba fuera de sí. Quizás su salud mental no era óptima, quizás tenía alguna discapacidad o pasaba por algún tipo de trance de algún tipo… Lo único que Cohen sabía era que su actitud era peculiar y que había fijado su atención en su bolsa.
Con la daga en mano aún apuntando hacia él, en el momento en que iba a guardarla de nuevo en su cinto, nuevas personas aparecieron por el callejón, a paso veloz, acompañados de un pequeño dragón.
Mientras que una chica mostraba su atención en el hombre sentado en el suelo, el hombre del grupo no podía evitar fijarse en la bolsa que Cohen tenía a su espalda.
- ¿Qué llevas ahí?- le preguntó, justo antes de hablar, susurrante, a la mujer que le acompañaba.
El mendigo sentado en el suelo le aludía de nuevo, poniendo nervioso a Cohen por primera vez. La situación era complicada y no sabía muy bien cómo escapar de esa situación. Eran demasiadas personas cómo para salir indemne.
- ¿Le conocéis?- preguntó, mientras guardaba su daga, desarmándose- Ha comenzado a perseguirme y pretende saber la mercancía que llevo conmigo. Tengo miedo de que quiera robarme…
Al ver que la desconfianza del grupo no disminuía, Cohen dejó el saco que llevaba a la espalda sobre el sucio suelo del callejón.
- Veréis… he comprado estas telas para llevárselas a un prestigioso sastre de Lunargenta. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] es su nombre- dijo, mientras desataba con cuidado el nudo que hacía que la mercancía estuviera cerrada, sin hacer movimientos bruscos que alertaran al grupo- Son telas mágicas, de un extraordinario valor. Temo que me las roben.
Ante la atenta mirada de los desconocidos, Cohen sacó al exterior una de aquellas telas. Podía ver que eran ligeramente brillantes, aunque no podía entender el interés que aquellos dos hombres sentían por ellas.
- ¿Acaso podéis ver algo que yo no? En esta ciudad, desde el mediodía, muchos parecen quedarse fascinados por algo y no logro comprender…
Cohen siempre utilizaba un lenguaje sutil para desconcertar y despistar a los demás. Introdujo la palabra “mediodía” para intentar que, en el inconsciente del grupo, recayera la idea de que su raza, al menos, no era la vampírica. De que podía salir al exterior durante el día…
- ¿Sabéis que le sucede a este hombre? Tiene una conducta extraña y temo que necesite asistencia…
Intentó que la atención del grupo volviese a aquel extraño mendigo. Quizás así la situación se calmara y lograra poner distancia con el grupo.
Su barco saldría del puerto poco antes del amanecer y lo último que necesitaba era complicaciones.
Con la daga en mano aún apuntando hacia él, en el momento en que iba a guardarla de nuevo en su cinto, nuevas personas aparecieron por el callejón, a paso veloz, acompañados de un pequeño dragón.
Mientras que una chica mostraba su atención en el hombre sentado en el suelo, el hombre del grupo no podía evitar fijarse en la bolsa que Cohen tenía a su espalda.
- ¿Qué llevas ahí?- le preguntó, justo antes de hablar, susurrante, a la mujer que le acompañaba.
El mendigo sentado en el suelo le aludía de nuevo, poniendo nervioso a Cohen por primera vez. La situación era complicada y no sabía muy bien cómo escapar de esa situación. Eran demasiadas personas cómo para salir indemne.
- ¿Le conocéis?- preguntó, mientras guardaba su daga, desarmándose- Ha comenzado a perseguirme y pretende saber la mercancía que llevo conmigo. Tengo miedo de que quiera robarme…
Al ver que la desconfianza del grupo no disminuía, Cohen dejó el saco que llevaba a la espalda sobre el sucio suelo del callejón.
- Veréis… he comprado estas telas para llevárselas a un prestigioso sastre de Lunargenta. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] es su nombre- dijo, mientras desataba con cuidado el nudo que hacía que la mercancía estuviera cerrada, sin hacer movimientos bruscos que alertaran al grupo- Son telas mágicas, de un extraordinario valor. Temo que me las roben.
Ante la atenta mirada de los desconocidos, Cohen sacó al exterior una de aquellas telas. Podía ver que eran ligeramente brillantes, aunque no podía entender el interés que aquellos dos hombres sentían por ellas.
- ¿Acaso podéis ver algo que yo no? En esta ciudad, desde el mediodía, muchos parecen quedarse fascinados por algo y no logro comprender…
Cohen siempre utilizaba un lenguaje sutil para desconcertar y despistar a los demás. Introdujo la palabra “mediodía” para intentar que, en el inconsciente del grupo, recayera la idea de que su raza, al menos, no era la vampírica. De que podía salir al exterior durante el día…
- ¿Sabéis que le sucede a este hombre? Tiene una conducta extraña y temo que necesite asistencia…
Intentó que la atención del grupo volviese a aquel extraño mendigo. Quizás así la situación se calmara y lograra poner distancia con el grupo.
Su barco saldría del puerto poco antes del amanecer y lo último que necesitaba era complicaciones.
Cohen
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Re: Travesuras nocturnas [Libre 4/4] [Noche]
Quién me diría a mi que en una simple noche de mi viaje sola ocurrirían tantas cosas raras.
Primero me pierdo en esta puñetera ciudad, luego resulta que me siento extrañamente atraída a darle mis monedas a un mendigo que resulta no ser un mendigo. Por si fuera poco, me encuentro con Ingela, acompañada por dos seres un tanto... variopintos.
Y aquí estaba ahora, escuchando como el elfo que acompaña a Ingela había drogado al mendigo que resultó no ser mendigo, sin querer...
A falta de otra cosa mejor que hacer y por el gusto de ver que ocurría, acepté la petición de Ingela y les acompañé a intentar solucionar el problema, poca solución le veía yo mas que esperar a que se le pasara el subidón alucinógeno. Un ratito de diversión gratuita, que mas daba.
Cuando llegamos a donde se encontraba el extraño hombre, le vimos sentado en el suelo, en plena alucinación, mientras el hombre que anteriormente había salido corriendo cual alma que lleva el diablo, le apuntaba con una daga.
En un momento la cara del elfo pasó a ser de terror, no entendía lo que pasaba, pero por si acaso, puse mi mano sobre el pomo de la espada, no sería a mi a la que un ataque le pillaría por sorpresa.
-¡Eh! ¡Tú! ¿Qué llevas allí?- le increpó el elfo con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.
¿Qué veía el elfo que nosotras no?
La dragona miró al elfo con extrañeza, mientras le preguntaba que ocurría.
-Ese hombre lleva algo peligroso en ese saco, Ingela, el éter que emana me revuelve el estómago-
Tras esa explicación agarré mas fuerte la espada, no me gustaba enfrentarme a algo que no veía y la alerta en ese momento era primordial.
El hombre del saco, guardó la daga y empezó a preguntar si nosotros conocíamos al mendigo y a explicar que era aquello tan fascinante que cargaba con él. No entendía por qué tanto revuelo con unas simples telas. Yo solo quería tomarme aquella cerveza con Ingela y charlar un rato.
Intentando terminar con el asunto rápido, aparté la mano del pomo de mi espada y mientras me frotaba el puente de la nariz miré al hombre de las telas y le dije:
-No se preocupe, para mi que solo está teniendo un extraño subidón mental por tomar estupefacientes y la ha tomado con usted. No creo que quiera robarle. Y mucho menos está en las condiciones como para hacerlo.
Primero me pierdo en esta puñetera ciudad, luego resulta que me siento extrañamente atraída a darle mis monedas a un mendigo que resulta no ser un mendigo. Por si fuera poco, me encuentro con Ingela, acompañada por dos seres un tanto... variopintos.
Y aquí estaba ahora, escuchando como el elfo que acompaña a Ingela había drogado al mendigo que resultó no ser mendigo, sin querer...
A falta de otra cosa mejor que hacer y por el gusto de ver que ocurría, acepté la petición de Ingela y les acompañé a intentar solucionar el problema, poca solución le veía yo mas que esperar a que se le pasara el subidón alucinógeno. Un ratito de diversión gratuita, que mas daba.
Cuando llegamos a donde se encontraba el extraño hombre, le vimos sentado en el suelo, en plena alucinación, mientras el hombre que anteriormente había salido corriendo cual alma que lleva el diablo, le apuntaba con una daga.
En un momento la cara del elfo pasó a ser de terror, no entendía lo que pasaba, pero por si acaso, puse mi mano sobre el pomo de la espada, no sería a mi a la que un ataque le pillaría por sorpresa.
-¡Eh! ¡Tú! ¿Qué llevas allí?- le increpó el elfo con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.
¿Qué veía el elfo que nosotras no?
La dragona miró al elfo con extrañeza, mientras le preguntaba que ocurría.
-Ese hombre lleva algo peligroso en ese saco, Ingela, el éter que emana me revuelve el estómago-
Tras esa explicación agarré mas fuerte la espada, no me gustaba enfrentarme a algo que no veía y la alerta en ese momento era primordial.
El hombre del saco, guardó la daga y empezó a preguntar si nosotros conocíamos al mendigo y a explicar que era aquello tan fascinante que cargaba con él. No entendía por qué tanto revuelo con unas simples telas. Yo solo quería tomarme aquella cerveza con Ingela y charlar un rato.
Intentando terminar con el asunto rápido, aparté la mano del pomo de mi espada y mientras me frotaba el puente de la nariz miré al hombre de las telas y le dije:
-No se preocupe, para mi que solo está teniendo un extraño subidón mental por tomar estupefacientes y la ha tomado con usted. No creo que quiera robarle. Y mucho menos está en las condiciones como para hacerlo.
Nisha
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Ingela agradecía a los dioses porque Nisha decidió acompañarlos. Toda la situación era extraña, aunque en el fondo, divertidísima. El viejito deliraba de colores, literalmente. ¡Qué ganas de ver lo que él estaba viendo! Y la cara del otro tipo, era una sinfonía de emociones que pasaban del disgusto a la rabia, al fastidio, sorpresa, hastío y una pizca de temor. Porque, seamos francos, entre el viejete montado en hipogrifos de colores, el elfo amenazante y aquel par de mujeres fuertemente armadas, el de las telas tenía todas las de perder.
Inteligentemente, fue sumamente cauteloso al mostrar el contenido de su saco, pero su explicación no tranquilizó a Fëanor en lo más mínimo. Nisha explicó lo que le ocurría al mendigo concreta y eficazmente -Como dice mi amiga, este pobre hombre está bajo los efectos de algo un poco más poderoso que unas cuantas pintas de cerveza- añadió Ingela. De inmediato, con toda la delicadeza y cuidado que pudo, intentó levantarlo del suelo, tomándolo por los hombros. -Venga viejito, vamos por una bebida calentita y algo de comer- le invitó. No estaba nada contenta con la situación, el único viejito con el que ella planeaba compartir era un brujo elegante, educado y refinado, no un estafador de esquina. Pero la galleta era de ella, Fëanor la guardaba y ambos habían olvidado su existencia, era culpa de ellos la situación.
Mientras las dragonas se encargaban de aclarar lo del mendigo, Fëanor seguía erre que erre con lo de las telas. -Pues sí, son telas mágicas, pero no es magia buena. ¿Para qué las van a usar?- dijo el elfo, sin bajar la guardia. Sentía una enorme necesidad de destruirlas, un impulso que salía desde el centro de su vientre. -Emanan mucho éter, aquellos sensibles a este van a notarlas y estás en la ciudad de los brujos, naturalmente te será imposible pasar desapercibido si te paseas con ellas por las calles- explicó al muchacho.
Fëanor estaba muy intranquilo e Ingela percibía la real preocupación de su amigo respecto a aquel objeto que le perturbaba tanto. -No es asunto nuestro- dijo en voz baja a su amigo -Vámonos, tenemos que encargarnos de nuestro propio problema- insistió, haciendo gestos con los ojos para que el elfo enfocara su atención en el individuo que hacía ruiditos chistosos y oscilaba en su puesto. Fëanor sabía bien que tenían asuntos propios de los que preocuparse, pero no podía dejar por ahí suelto un objeto que él ya había identificado como peligroso. -¿Y si esto es usado para fines incorrectos? Ingela, será nuestra culpa por dejarlo libre en el mundo- argumentó él. -Buen punto- reconoció la dragona, cuya tabla moral era similar a la del elfo. Miró a Nisha, la pobre no tenía muertos en ese entierro y aún así, ahí estaba, acompañándola.
La dragona resopló y se enderezó, miró al hombre del saco con el rostro severo -Pues creo que tendrás que dejar ahí esas telas carísimas- le informó -Posiblemente no te das cuenta, pero son la clase de cosas que hay que destruir antes que hagan daño, deberás que decirle a tu jefe que va a tener que buscarse otro proveedor de telas, uno que no use magia en ellas- explicó. -Si te alejas, no saldrás herido, porque voy a quemarlas hasta que no queden ni las cenizas- indicó, pasándole el viejito a Fëanor mientras se preparaba para convertirse en dragón.
Inteligentemente, fue sumamente cauteloso al mostrar el contenido de su saco, pero su explicación no tranquilizó a Fëanor en lo más mínimo. Nisha explicó lo que le ocurría al mendigo concreta y eficazmente -Como dice mi amiga, este pobre hombre está bajo los efectos de algo un poco más poderoso que unas cuantas pintas de cerveza- añadió Ingela. De inmediato, con toda la delicadeza y cuidado que pudo, intentó levantarlo del suelo, tomándolo por los hombros. -Venga viejito, vamos por una bebida calentita y algo de comer- le invitó. No estaba nada contenta con la situación, el único viejito con el que ella planeaba compartir era un brujo elegante, educado y refinado, no un estafador de esquina. Pero la galleta era de ella, Fëanor la guardaba y ambos habían olvidado su existencia, era culpa de ellos la situación.
Mientras las dragonas se encargaban de aclarar lo del mendigo, Fëanor seguía erre que erre con lo de las telas. -Pues sí, son telas mágicas, pero no es magia buena. ¿Para qué las van a usar?- dijo el elfo, sin bajar la guardia. Sentía una enorme necesidad de destruirlas, un impulso que salía desde el centro de su vientre. -Emanan mucho éter, aquellos sensibles a este van a notarlas y estás en la ciudad de los brujos, naturalmente te será imposible pasar desapercibido si te paseas con ellas por las calles- explicó al muchacho.
Fëanor estaba muy intranquilo e Ingela percibía la real preocupación de su amigo respecto a aquel objeto que le perturbaba tanto. -No es asunto nuestro- dijo en voz baja a su amigo -Vámonos, tenemos que encargarnos de nuestro propio problema- insistió, haciendo gestos con los ojos para que el elfo enfocara su atención en el individuo que hacía ruiditos chistosos y oscilaba en su puesto. Fëanor sabía bien que tenían asuntos propios de los que preocuparse, pero no podía dejar por ahí suelto un objeto que él ya había identificado como peligroso. -¿Y si esto es usado para fines incorrectos? Ingela, será nuestra culpa por dejarlo libre en el mundo- argumentó él. -Buen punto- reconoció la dragona, cuya tabla moral era similar a la del elfo. Miró a Nisha, la pobre no tenía muertos en ese entierro y aún así, ahí estaba, acompañándola.
La dragona resopló y se enderezó, miró al hombre del saco con el rostro severo -Pues creo que tendrás que dejar ahí esas telas carísimas- le informó -Posiblemente no te das cuenta, pero son la clase de cosas que hay que destruir antes que hagan daño, deberás que decirle a tu jefe que va a tener que buscarse otro proveedor de telas, uno que no use magia en ellas- explicó. -Si te alejas, no saldrás herido, porque voy a quemarlas hasta que no queden ni las cenizas- indicó, pasándole el viejito a Fëanor mientras se preparaba para convertirse en dragón.
Ingela
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Al escuchar las sospechas que estaban comentando los demás, Eberus, alterado por su extraño estado mental, decidió defenderse de las acusaciones. - Yo no quiero robar nada, yo solo quiero observar y tocar eso que llevas ahí, por favor mirad qué belleza. No había visto algo así en mi vida. Llévame contigo, por favor - decía con actitud bastante sumisa, rogando al chico de la bolsa.
También algo alterado, este comenzó a mostrar y explicar lo que contenía su bolsa. Mientras la abría, Eberus se inclinó hacia ella incrédulo por lo que estaba viendo. Comenzaron a brotar luces y luces de colores que se movían hacia arriba y hacia los lados de una manera hipnotizante. Parecían intentar seducir al brujo con su belleza y sus sinuosos movimientos. Sin embargo, poco duraron en ese estado, ya que cuando Cohen terminó de abrir la bolsa, dejando las telas completamente a la vista, comenzaron a formar una especie de mar de luces que parecían deformar el propio espacio. Como respuesta a lo que veía, Eberus se movió lentamente hacia ellas hasta volver a estar de rodillas, y dirigió su cabeza hacia ellas para apoyarla y terminar entrando en una especie de trance.
Ni si quiera se dio cuenta de que le estaban cogiendo de los hombros para levantarle hasta que estuvo completamente de pie. Sin apartar la mirada de las telas de Cohen, pudo soltar algunas palabras, casi entre lágrimas. - Soy feliz, creo que he conocido la felicidad. ¿No son lo más bonito que has visto nunca? - dijo antes de girar la cabeza hacia la chica que le había ayudado a levantarse.
Antes de conocer que su estado había sido inducido por una droga, la de la galleta del elfo, Eberus vivía todo aquello como algo absolutamente real, como un descubrimiento iluminador que le estaba haciendo actuar como si una deidad le hubiera bendecido con su propia compañía. Prácticamente no prestaba atención a nada de lo que hablaban ahora los demás. Sin embargo... - ¡¿Estupefacientes?! N-no puede ser verdad. ¿Y cómo me los he tomado? Yo solo he bebido cer... - en ese momento, Eberus sintió el verdadero terror. - No... la galleta. No puede ser verdad. ¡¿La puta galleta?! Has sido tú y por eso sabéis que son estupefacientes, ¿verdad? ME CAGO EN EL ELFO - totalmente iracundo su reacción consistió en quitarse una zapatilla e intentar tirársela a Fëanor, pero podría ser complicado acertar dado su propio estado y que este venía bien acompañado, y tampoco era inútil.
Off rol: Procedo a tirar runas que decidirán la suerte que tendrá Eberus con su lanzamiento de zapatilla
Tomaos la libertad de interpretar la jugada según lo que dicten las runas <3
También algo alterado, este comenzó a mostrar y explicar lo que contenía su bolsa. Mientras la abría, Eberus se inclinó hacia ella incrédulo por lo que estaba viendo. Comenzaron a brotar luces y luces de colores que se movían hacia arriba y hacia los lados de una manera hipnotizante. Parecían intentar seducir al brujo con su belleza y sus sinuosos movimientos. Sin embargo, poco duraron en ese estado, ya que cuando Cohen terminó de abrir la bolsa, dejando las telas completamente a la vista, comenzaron a formar una especie de mar de luces que parecían deformar el propio espacio. Como respuesta a lo que veía, Eberus se movió lentamente hacia ellas hasta volver a estar de rodillas, y dirigió su cabeza hacia ellas para apoyarla y terminar entrando en una especie de trance.
Ni si quiera se dio cuenta de que le estaban cogiendo de los hombros para levantarle hasta que estuvo completamente de pie. Sin apartar la mirada de las telas de Cohen, pudo soltar algunas palabras, casi entre lágrimas. - Soy feliz, creo que he conocido la felicidad. ¿No son lo más bonito que has visto nunca? - dijo antes de girar la cabeza hacia la chica que le había ayudado a levantarse.
Antes de conocer que su estado había sido inducido por una droga, la de la galleta del elfo, Eberus vivía todo aquello como algo absolutamente real, como un descubrimiento iluminador que le estaba haciendo actuar como si una deidad le hubiera bendecido con su propia compañía. Prácticamente no prestaba atención a nada de lo que hablaban ahora los demás. Sin embargo... - ¡¿Estupefacientes?! N-no puede ser verdad. ¿Y cómo me los he tomado? Yo solo he bebido cer... - en ese momento, Eberus sintió el verdadero terror. - No... la galleta. No puede ser verdad. ¡¿La puta galleta?! Has sido tú y por eso sabéis que son estupefacientes, ¿verdad? ME CAGO EN EL ELFO - totalmente iracundo su reacción consistió en quitarse una zapatilla e intentar tirársela a Fëanor, pero podría ser complicado acertar dado su propio estado y que este venía bien acompañado, y tampoco era inútil.
Off rol: Procedo a tirar runas que decidirán la suerte que tendrá Eberus con su lanzamiento de zapatilla
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- Interpretación del resultado de las runas:
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Última edición por Eberus el Mar 22 Mar - 16:00, editado 2 veces
Eberus
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
El miembro 'Eberus' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
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Tyr
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
La situación era de lo más confusa. Al parecer, el invisible éter que brujos y elfos podían ver a simple vista, era enorme en las telas que Cohen llevaba en el saco.
El elfo, de alguna forma, había drogado al brujo, que se sentía fascinado por el brillo de las telas. Y aquella mujer quería quemar la mercancía tras hablar con el jodido elfo.
A todo esto, el brujo bajo los efectos de aquella droga, parecía a estar dispuesto a ir con él a dónde quisiese. Algo que en esa situación podría ser una ventaja o un completo incordio. Cohen pensaba que sería más lo segundo.
El vampiro valoraba usar sus habilidades para salir de allí, ileso y con la cara mercancía. Pero ¿cómo afrontarlo? Eran muchos más, incluso tenían un pequeño dragón. Podría posponer la acción durante unos momentos usando su magia, pero pensó que quizás, las palabras fueran la mejor de las opciones. Explicar su verdadera situación. Obviando, por supuesto, de que la mercancía era robada.
―Por favor, paren un instante y escúchenme. Estas telas son para elaborar ropa interior para los nobles de Lunargenta. No van a ser usadas con ningún otro propósito. Sólo son nobles, de vidas sexuales aburridas, que desean poner con éroticas telas algo de pasión en su…
Los gritos del brujo parecían estar colapsando su voz. Lo que no imaginaba es que éste, enfadado, por haber sido drogado en contra de su voluntad, no dudó en coger una de las zapatillas, dispuesto a lanzarla contra el grupo que quería quemar las telas.
¿Era ese un buen momento para echar a correr?
El elfo, de alguna forma, había drogado al brujo, que se sentía fascinado por el brillo de las telas. Y aquella mujer quería quemar la mercancía tras hablar con el jodido elfo.
A todo esto, el brujo bajo los efectos de aquella droga, parecía a estar dispuesto a ir con él a dónde quisiese. Algo que en esa situación podría ser una ventaja o un completo incordio. Cohen pensaba que sería más lo segundo.
El vampiro valoraba usar sus habilidades para salir de allí, ileso y con la cara mercancía. Pero ¿cómo afrontarlo? Eran muchos más, incluso tenían un pequeño dragón. Podría posponer la acción durante unos momentos usando su magia, pero pensó que quizás, las palabras fueran la mejor de las opciones. Explicar su verdadera situación. Obviando, por supuesto, de que la mercancía era robada.
―Por favor, paren un instante y escúchenme. Estas telas son para elaborar ropa interior para los nobles de Lunargenta. No van a ser usadas con ningún otro propósito. Sólo son nobles, de vidas sexuales aburridas, que desean poner con éroticas telas algo de pasión en su…
Los gritos del brujo parecían estar colapsando su voz. Lo que no imaginaba es que éste, enfadado, por haber sido drogado en contra de su voluntad, no dudó en coger una de las zapatillas, dispuesto a lanzarla contra el grupo que quería quemar las telas.
¿Era ese un buen momento para echar a correr?
Cohen
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Re: Travesuras nocturnas [Libre 4/4] [Noche]
No entendía como de una noche lo mas de aburrida, habíamos pasado a esta situación, un mendigo drogado, un extraño con unas telas supuéstamente mas estrañas incluso que él, una vieja conocida y un elfo metiche.
Al principio me causaba gracia, pero, la cosa se complicaba y no me apetecía meterme en líos con un asunto que ni me importaba. ¿Qué más daba si el hombre llebaba unas telas que supuéstamente eran peligrosas? vamos, que peligro podían tener unas telas.
Echo que me confirmó el hombre al decir para que eran. Que guarrillos los nobles de Lunargenta, ropa interior sexi, um... cuanto hacía que no veía yo algo de eso.
Tendría que poner algo de sensatez en este asunto o cierta dragona me haría aderezo para sopa.
Al ver que Ingela se preparaba para transformarse, la agarré por los hombros y la aparté del elfo, probocando que una zapatilla del mendigo le diera a este, Aguantando la risa, susurré al oído de Ingela:
-¿Tu estás segura de lo que vas ha hacer? Estás en una ciudad que no es tulla, llena de brujos y tu pretendes transformarte y churruscar la mercancía de ese hombre. Igual es un mercenario sin mas, no le arruines el trabajo al pobre, si los ricos quieren calzones brillantes, pues que tengan calzones brillantes.-
Esperaba que con mis palabras se calmara un poco y no terminásemos sepa dios donde. por si acaso la mantube sujeta hasta ver que pasaba.
Al principio me causaba gracia, pero, la cosa se complicaba y no me apetecía meterme en líos con un asunto que ni me importaba. ¿Qué más daba si el hombre llebaba unas telas que supuéstamente eran peligrosas? vamos, que peligro podían tener unas telas.
Echo que me confirmó el hombre al decir para que eran. Que guarrillos los nobles de Lunargenta, ropa interior sexi, um... cuanto hacía que no veía yo algo de eso.
Tendría que poner algo de sensatez en este asunto o cierta dragona me haría aderezo para sopa.
Al ver que Ingela se preparaba para transformarse, la agarré por los hombros y la aparté del elfo, probocando que una zapatilla del mendigo le diera a este, Aguantando la risa, susurré al oído de Ingela:
-¿Tu estás segura de lo que vas ha hacer? Estás en una ciudad que no es tulla, llena de brujos y tu pretendes transformarte y churruscar la mercancía de ese hombre. Igual es un mercenario sin mas, no le arruines el trabajo al pobre, si los ricos quieren calzones brillantes, pues que tengan calzones brillantes.-
Esperaba que con mis palabras se calmara un poco y no terminásemos sepa dios donde. por si acaso la mantube sujeta hasta ver que pasaba.
Nisha
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Ingela, cegada por la confianza que le tenía a Fëanor, se disponía a transformarse a su forma de dragón. Necesitaba un soplidito de nada para hacer ceniza aquellas telas que se veían de lo más volátiles. Pero la voz de la sensatez, en la forma de Nisha, la detuvo y le dio un poquito de perspectiva. Sin contar que de paso la salvó de un zapatazo en plena cara, que le llegó de lleno al elfo instigador. Mientras Nisha ponía a pensar a Ingela, Fëanor caía de espaldas como un saco de papas, quedando desparramado.
Ingelita, por su parte, quedó bien confundida. Creía a pies juntos lo que Fëanor le decía, pero Nishis tenía razón. -Pues cierto, son telas, ¿qué tanto mal pueden hacer?- concluyó. Desechó la idea, pero ahora le saltó la curiosidad. -¿Qué tipo de encantamiento tendrán las telas?- preguntó en voz alta, acercándose al pobre hombre que lucía con muchas ganas de irse, pero la dragona no lo notaba. Se inclinó y las observó de cerca. Era cierto que tenían cierta particularidad y eran muy atrayentes, por alguna extraña razón, no podía dejar de mirarlas y ansiar tocarlas. Brillaban, ella no sabía si era un brillo mágico o que las telas eran así, porque de cerca notaba el brillo tornasol, incluso con la tenue luz nocturna.
La dragona resopló de admiración -¿Puedo tocarlas?- preguntó. Algo muy insólito, tomando en cuenta que hace unos instantes pretendía incinerarlas sin contemplación ni consideración con el pobre muchacho, pero como cambió de opinión, pues le importaba el consentimiento.
Ingelita, por su parte, quedó bien confundida. Creía a pies juntos lo que Fëanor le decía, pero Nishis tenía razón. -Pues cierto, son telas, ¿qué tanto mal pueden hacer?- concluyó. Desechó la idea, pero ahora le saltó la curiosidad. -¿Qué tipo de encantamiento tendrán las telas?- preguntó en voz alta, acercándose al pobre hombre que lucía con muchas ganas de irse, pero la dragona no lo notaba. Se inclinó y las observó de cerca. Era cierto que tenían cierta particularidad y eran muy atrayentes, por alguna extraña razón, no podía dejar de mirarlas y ansiar tocarlas. Brillaban, ella no sabía si era un brillo mágico o que las telas eran así, porque de cerca notaba el brillo tornasol, incluso con la tenue luz nocturna.
La dragona resopló de admiración -¿Puedo tocarlas?- preguntó. Algo muy insólito, tomando en cuenta que hace unos instantes pretendía incinerarlas sin contemplación ni consideración con el pobre muchacho, pero como cambió de opinión, pues le importaba el consentimiento.
Ingela
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
- ¡Y da gracias que no quiero meterme en líos, chiquillajo! - exclamó el brujo, algo más calmado viendo que Fëanor había recibido su merecido. - Además... esto es una experiencia sensorial absolutamente enriquecedora -. Eberus pasó repentinamente del enfado a la fascinación por el aire, o el estrellado cielo, o lo que quiera que estuviese mirando boquiabierto y feliz, señalando con las manos abiertas al cielo.
Parecía que Ingela también estaba mostrándose interesada por aquellas telas, y Eberus lo notó, volviendo rápido su mirada del cielo hacia ella. - ¿Verdad que sí, chica? Un momento... ¡¿tú también lo ves?! En-entonces... ¿tú también estás drogada? ¿O es que las telas son verdaderamente y no psicodélicamente espectaculares? - preguntó ansioso el brujo, mirándola a los ojos y agarrándola del hombro, como tratando de obtener la respuesta a todas sus dudas existenciales.
Puede que fuera causado porque, inconscientemente, dentro del semi-trance Eberus se había quedado con la información de que Ingela quería quemar las telas, pero cuando la estaba mirando empezó a ver que en el reflejo de sus ojos comenzaban a verse intensas llamaradas de fuego. Por su puesto, aunque él supiese que estaba drogado los efectos permanecían en él. Entonces, asustado y confuso, reaccionó con gestos rápidos intentando apagar un fuego inexistente de su cuerpo, golpeándose toda la ropa. - ¿Q-qué? ¿Me estás quemando? ¡Ah! ¡Ahhhh! ¡Maldita! ¡Apágame esto, ya!
Parecía que Ingela también estaba mostrándose interesada por aquellas telas, y Eberus lo notó, volviendo rápido su mirada del cielo hacia ella. - ¿Verdad que sí, chica? Un momento... ¡¿tú también lo ves?! En-entonces... ¿tú también estás drogada? ¿O es que las telas son verdaderamente y no psicodélicamente espectaculares? - preguntó ansioso el brujo, mirándola a los ojos y agarrándola del hombro, como tratando de obtener la respuesta a todas sus dudas existenciales.
Puede que fuera causado porque, inconscientemente, dentro del semi-trance Eberus se había quedado con la información de que Ingela quería quemar las telas, pero cuando la estaba mirando empezó a ver que en el reflejo de sus ojos comenzaban a verse intensas llamaradas de fuego. Por su puesto, aunque él supiese que estaba drogado los efectos permanecían en él. Entonces, asustado y confuso, reaccionó con gestos rápidos intentando apagar un fuego inexistente de su cuerpo, golpeándose toda la ropa. - ¿Q-qué? ¿Me estás quemando? ¡Ah! ¡Ahhhh! ¡Maldita! ¡Apágame esto, ya!
Eberus
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
La mujer de cabellos rojizos habló y fue quién realmente ayudó a que la situación tensa se relajase ligeramente. Aunque Cohen aún miraba con cierto recelo a la chica rubia y al elfo de mala mirada que le acompañaba.
―Exacto. Son telas para hacer ropas para nobles que ni siquiera conozco. A saber qué son capaces de hacer con prendas cómo ésta. Aunque he oído el rumor de que algunas brillan en la oscuridad…
Cohen conocía muchos más efectos que las prendas confeccionadas con estas telas eran capaces de hacer, pero decidió no informar más sobre el asunto. Para empezar, por el alto coste de las mismas. También, porque eran extraños a los que no debería de dar ninguna explicación sobre su trabajo.
―Pueden tocar una. No hay problema, pero por favor, asegurénse de tener las manos limpias… ya que el más mínimo contacto, le hace perder el éter y pierde calidad...
Cuándo estaba dispuesto a sacar una muestra de la bolsa que portaba consigo, el vampiro comprobó el frenético comportamiento del vagabundo. Como alguien que había drogado a un pobre hombre podría estar más preocupado por unas telas que por la salud mental de aquel pobre desgraciado.
―No, no se está quemando. Tranquilo ―le dijo, mientras veía cómo el hombre se resarcía y luchaba contra llamas imaginarias, creando un alboroto en uno de los extremos del callejón, haciendo que varios curiosos se acercaran.
Cohen guardó la tela que iba a mostrar a los demás, ya que el bullicio a su alrededor era cada vez mayor. Lo que no esperaba era ver una cara conocida entre ellos.
―¡El ladrón! Ese hombre me ha robado mis telas ―dijo el hombre del puerto al que había tirado desde el muelle al mar para hacerse gratis con la mercancía.
―Yo no he robado nada. ¿Pueden por favor dejarme avanzar? Debo realizar la entrega y no dejan de importunarme.
―¿Acaso éstos son tus compradores? Todos son unos ladrones. ¡Devolvedme mis telas!
A medida de que el suceso continuaba, más personas se introducían en el callejón.
―Exacto. Son telas para hacer ropas para nobles que ni siquiera conozco. A saber qué son capaces de hacer con prendas cómo ésta. Aunque he oído el rumor de que algunas brillan en la oscuridad…
Cohen conocía muchos más efectos que las prendas confeccionadas con estas telas eran capaces de hacer, pero decidió no informar más sobre el asunto. Para empezar, por el alto coste de las mismas. También, porque eran extraños a los que no debería de dar ninguna explicación sobre su trabajo.
―Pueden tocar una. No hay problema, pero por favor, asegurénse de tener las manos limpias… ya que el más mínimo contacto, le hace perder el éter y pierde calidad...
Cuándo estaba dispuesto a sacar una muestra de la bolsa que portaba consigo, el vampiro comprobó el frenético comportamiento del vagabundo. Como alguien que había drogado a un pobre hombre podría estar más preocupado por unas telas que por la salud mental de aquel pobre desgraciado.
―No, no se está quemando. Tranquilo ―le dijo, mientras veía cómo el hombre se resarcía y luchaba contra llamas imaginarias, creando un alboroto en uno de los extremos del callejón, haciendo que varios curiosos se acercaran.
Cohen guardó la tela que iba a mostrar a los demás, ya que el bullicio a su alrededor era cada vez mayor. Lo que no esperaba era ver una cara conocida entre ellos.
―¡El ladrón! Ese hombre me ha robado mis telas ―dijo el hombre del puerto al que había tirado desde el muelle al mar para hacerse gratis con la mercancía.
―Yo no he robado nada. ¿Pueden por favor dejarme avanzar? Debo realizar la entrega y no dejan de importunarme.
―¿Acaso éstos son tus compradores? Todos son unos ladrones. ¡Devolvedme mis telas!
A medida de que el suceso continuaba, más personas se introducían en el callejón.
Cohen
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Re: Travesuras nocturnas [Libre 4/4] [Noche]
La cosa se complicaba cada vez más, no lograba entender como habíamos llegado a aquella situación, o si, en verdad si que lo entendía, si el puñetero elfo no se hubiese metido en donde nadie le llamaba, ahora podría estar tomando tan rícamente una cerveza con la rubia y disfrutando de un buen rato, pero no, aquí estábamos.
Enfadada le di un codazo al elfo.
-¿Ves lo que quería evitar? podías gritar menos. A ver ahora que hacemos-
Mirando al mendigo drogado, de pronto se me iluminó una idea, que no tardé en poner en práctica. Aprobecharse de un tercero.
Aclarándome la garganta mientras me acercaba al mendigo y le agarraba de un brazo, miré al hombre que increpaba al supuesto comprador de telas que resultó ser un mero ladrón.
-Disculpe mi buen amigo, nosotros no somos ladrones ni mucho menos, ninguno conocemos a este tipo. Nosotros solo estábamos acompañando a nuestro amigo que se pasó un poco de más con la cerveza y quería airearse un poco, ya sabe usted, la gente que no tiene buen beber... ¿Verdad que si, amigo mío?- Dije al mendigo mientras apretaba su brazo para que me siguiese el rollo.
Esperemos que entendiese lo que le decía o en menudo lío nos meteríamos.
Enfadada le di un codazo al elfo.
-¿Ves lo que quería evitar? podías gritar menos. A ver ahora que hacemos-
Mirando al mendigo drogado, de pronto se me iluminó una idea, que no tardé en poner en práctica. Aprobecharse de un tercero.
Aclarándome la garganta mientras me acercaba al mendigo y le agarraba de un brazo, miré al hombre que increpaba al supuesto comprador de telas que resultó ser un mero ladrón.
-Disculpe mi buen amigo, nosotros no somos ladrones ni mucho menos, ninguno conocemos a este tipo. Nosotros solo estábamos acompañando a nuestro amigo que se pasó un poco de más con la cerveza y quería airearse un poco, ya sabe usted, la gente que no tiene buen beber... ¿Verdad que si, amigo mío?- Dije al mendigo mientras apretaba su brazo para que me siguiese el rollo.
Esperemos que entendiese lo que le decía o en menudo lío nos meteríamos.
Nisha
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Re: Travesuras nocturnas [Cerrado] [Noche] [Libre]
Thunderbolt intentaba ayudar a levantar a Fëanor del piso, que se había dado un buen porrazo, empujándolo por la espalda con la cabeza. -¿Es que están ciegos? ¡Claro que están ciegos! No pueden ver lo que yo veo, no pueden ver el mal que fluye de esas telas. Es peligroso. ¡Peligroso he dicho!- decía el elfo mientras se incorporaba. Estiró los brazos, señalando la bolsa de telas, mirando a todos atónito de ver cómo le restaban peso a la situación -¡Lo que fluye de ahí es un éter negro y maligno! ¡Impregna todo a su alrededor! ¡Ingela! ¡No te acerques!- gritó y saltó para apartar a la dragona de las telas, pero trastabilló y se fue de bruces.
Mientras tanto, el mendigo había estado diciendo exactamente lo contrario al elfo, alabando la belleza de las telas, exaltando sus maravillosos colores y tratando de explicar a los demás las sensaciones que percibía, hasta que comenzó a moverse frenético, llamando la atención de la gente que por allí pasaba. -¿Eh? ¿Nadie piensa ayudarlo? ¡Se está quemando!- exclamó alarmado Fëanor, cuando estuvo sentado en el suelo y pudo ver al mendigo haciendo aspavientos para apagarse unas llamas que hasta ese momento, solamente él podía ver.
Muchas cosas raras estaban ocurriendo en ese momento que podrían aturdir a Ingela. De hecho, así se sintió por un momento cuando un desconocido comenzó a acusarlos de ladrones, más los gritos del mendigo y luego los de Fëanor. Pero entre tanto caos, un halo de luz iluminó todo: Bolti miraba detenidamente el rostro del elfo, concentrado, escudriñando. ¿Qué veía el pequeño dragón? Intrigada, Ingela dejó en las sabias manos de Nisha el resolver el entuerto de las telas, y se acercó a su amigo hasta quedar su nariz rozando con la de él.
-¿Fëanor?- -¿Ahh?- -¿Cómo fue que terminaste dándole una de las galletas de Lithe al viejito?- quiso saber la rubia, sin dejar de mirar a los ojos del elfo -Pues la encontré en mi bolsillo- respondió él. -¿Y cómo llegó a tu bolsillo?- preguntó de nuevo. -Yo la puse ahí después de comer la otra- respondió -Oye, mira, las llamas ahora cubren a tu amiga, pero no le hacen daño- comentó maravillado el elfo de pupilas dilatadísimas.
Mientras tanto, el mendigo había estado diciendo exactamente lo contrario al elfo, alabando la belleza de las telas, exaltando sus maravillosos colores y tratando de explicar a los demás las sensaciones que percibía, hasta que comenzó a moverse frenético, llamando la atención de la gente que por allí pasaba. -¿Eh? ¿Nadie piensa ayudarlo? ¡Se está quemando!- exclamó alarmado Fëanor, cuando estuvo sentado en el suelo y pudo ver al mendigo haciendo aspavientos para apagarse unas llamas que hasta ese momento, solamente él podía ver.
Muchas cosas raras estaban ocurriendo en ese momento que podrían aturdir a Ingela. De hecho, así se sintió por un momento cuando un desconocido comenzó a acusarlos de ladrones, más los gritos del mendigo y luego los de Fëanor. Pero entre tanto caos, un halo de luz iluminó todo: Bolti miraba detenidamente el rostro del elfo, concentrado, escudriñando. ¿Qué veía el pequeño dragón? Intrigada, Ingela dejó en las sabias manos de Nisha el resolver el entuerto de las telas, y se acercó a su amigo hasta quedar su nariz rozando con la de él.
-¿Fëanor?- -¿Ahh?- -¿Cómo fue que terminaste dándole una de las galletas de Lithe al viejito?- quiso saber la rubia, sin dejar de mirar a los ojos del elfo -Pues la encontré en mi bolsillo- respondió él. -¿Y cómo llegó a tu bolsillo?- preguntó de nuevo. -Yo la puse ahí después de comer la otra- respondió -Oye, mira, las llamas ahora cubren a tu amiga, pero no le hacen daño- comentó maravillado el elfo de pupilas dilatadísimas.
Ingela
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