Tres cerdos vienen a cenar [Trabajo]
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Tres cerdos vienen a cenar [Trabajo]
Go'el viajaba a lomos de Gali de vuelta a ciudad Lagarto, o al menos eso es lo que creía el rubio.
El dragón de tierra se estaba aprovechando de la nula capacidad de orientación del galeno, para desviar el rumbo y dirigirse a una zona donde tres hermanos, prometían una buena paga por deshacerse de un lobo grande.
El trabajo en el Midsommar había sido una pérdida de tiempo y cada tanto se escuchaba a Go'el rezongar entre las ráfagas de viento. Gali tenía claro que aquel cambio de planes solo conseguiría ponerle cara de limón agrio a su compañero, pero en los últimos tiempos el té que el monje utilizaba había subido mucho de precio y Gali necesitaba un extra para reabastecerse.
A mitad de mañana el dragón de tierra aterrizó en la parcela de los hermanos, cogió aire con fuerza y esperó a que el rubio bajara.
-¿Dónde estamos? ¿Porque paramos? -Go'el entrecerró los ojos al ver que Gali cambia de forma. -¿Porque te vistes? ¿Dónde me has traído?
-Estamos en la zona de los Varkensvlees, son unos hermanos con problemas.
-Yo también tengo problemas. -Espetó el rubio. -Estoy en medio de la nada, en lugar de en mi casa.
-Y yo quiero té y no tengo. -Replicó Gali. -Así que vamos a ayudar a esta gente. Sera rápido Gorgolito, -Si las miradas mataran el monje estaría pulverizado en el suelo. -solo tenemos que deshacernos de un licántropo.
-A la próxima déjame en la botica o zarandea unos cuantos mercenarios en la ciudad.
Go'el se puso a caminar por detrás del moreno, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. No le hizo ni caso a las casas derruidas que se encontró por el camino, no le importaba ni lo más mínimo saber lo que había sucedido. El doctor rebufó cuando Gali se detuvo frente a la única casa de la zona que seguía en pie.
-Buenos días. -Saludó cortes el gigante, al tiempo que llamaba a la puerta. -Hemos venido por el problema con el licántropo.
La puerta se abrió dejando ver un hombre cerdo, bueno, en realidad eran tres. Pero los otros dos permanecían detrás del primero mirando la escena curiosos, aunque con cierto temor en el cuerpo.
-Que buena noticia, ya veis. -El cerdo miró a sus hermanos y luego se apartó de la puerta. -Adelante.
-Son hombres cerdo.
Esa fue la única frase que dijo Go'el y la que se ganó el desdén de los dueños de la casa.
-Sí, somos cerdos.
Respondió el hombre-bestia cerrando la puerta y con los ojos en blanco.
El dragón de tierra se estaba aprovechando de la nula capacidad de orientación del galeno, para desviar el rumbo y dirigirse a una zona donde tres hermanos, prometían una buena paga por deshacerse de un lobo grande.
El trabajo en el Midsommar había sido una pérdida de tiempo y cada tanto se escuchaba a Go'el rezongar entre las ráfagas de viento. Gali tenía claro que aquel cambio de planes solo conseguiría ponerle cara de limón agrio a su compañero, pero en los últimos tiempos el té que el monje utilizaba había subido mucho de precio y Gali necesitaba un extra para reabastecerse.
A mitad de mañana el dragón de tierra aterrizó en la parcela de los hermanos, cogió aire con fuerza y esperó a que el rubio bajara.
-¿Dónde estamos? ¿Porque paramos? -Go'el entrecerró los ojos al ver que Gali cambia de forma. -¿Porque te vistes? ¿Dónde me has traído?
-Estamos en la zona de los Varkensvlees, son unos hermanos con problemas.
-Yo también tengo problemas. -Espetó el rubio. -Estoy en medio de la nada, en lugar de en mi casa.
-Y yo quiero té y no tengo. -Replicó Gali. -Así que vamos a ayudar a esta gente. Sera rápido Gorgolito, -Si las miradas mataran el monje estaría pulverizado en el suelo. -solo tenemos que deshacernos de un licántropo.
-A la próxima déjame en la botica o zarandea unos cuantos mercenarios en la ciudad.
Go'el se puso a caminar por detrás del moreno, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. No le hizo ni caso a las casas derruidas que se encontró por el camino, no le importaba ni lo más mínimo saber lo que había sucedido. El doctor rebufó cuando Gali se detuvo frente a la única casa de la zona que seguía en pie.
-Buenos días. -Saludó cortes el gigante, al tiempo que llamaba a la puerta. -Hemos venido por el problema con el licántropo.
La puerta se abrió dejando ver un hombre cerdo, bueno, en realidad eran tres. Pero los otros dos permanecían detrás del primero mirando la escena curiosos, aunque con cierto temor en el cuerpo.
-Que buena noticia, ya veis. -El cerdo miró a sus hermanos y luego se apartó de la puerta. -Adelante.
-Son hombres cerdo.
Esa fue la única frase que dijo Go'el y la que se ganó el desdén de los dueños de la casa.
-Sí, somos cerdos.
Respondió el hombre-bestia cerrando la puerta y con los ojos en blanco.
Go'el
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Re: Tres cerdos vienen a cenar [Trabajo]
Elian se había despertado de un excelente humor aquella mañana. Había dormido entre las ramas de una higuera y, dada la época del año, ni siquiera había hecho falta bajar del árbol para procurarse un sabroso desayuno: los higos combinaban a la perfección con los restos de la codorniz que había guisado la noche anterior.
Por otro lado, el tiempo no podía ser mejor, no hacía ni demasiado frío ni demasiado calor, el camino estaba seco y los cantos de las avecillas, que aún no habían migrado hacia el sur, acompañaban su caminar. Como se había levantado con el alba, tardó algo de tiempo en encontrar otros viajeros en el camino, por lo que la hermosa escena matutina parecía desplegarse únicamente en su beneficio.
Si bien el camino bordeaba arboledas con frecuencia, la zona que transitaba se componía mayoritariamente de campos de labor. La mañana anterior, había dejado atrás una pequeña aldea y sospechaba que no tardaría mucho en atravesar otra. Tal era el paraje habitual de la península de Verisar, los humanos parecían tener un gusto particular por los parajes abiertos y domesticados.
El sol ya se había separado considerablemente de la línea del horizonte cuando se topó con el primer viajero. El hombre conducía un pequeño carro de madera tirado por una yegua moteada de recias patas y pequeña estatura. Elian se echó a un lado del camino para permitir que el carro lo adelantara, pero el animal se movía sin prisas, por lo que ambos viajeros quedaron a la par durante un trecho.
—Buenos días, amigo —saludó el elfo sonriente—. Hermosa mañana, ¿no le parece?
—Es un buen día para andar por los caminos, sin duda —respondió el hombre desde el pescante—. Hace apenas unos días, arrastrar la carreta por aquí era una verdadera pesadilla, pero se ve que el cielo ha querido darnos un respiro. ¿Puedo preguntar hacia dónde se dirige?
—Hacia donde los pies me lleven —dijo Elian, sin perder en ningún momento la sonrisa—. Por el momento, me encamino al norte, pero podría cambiar de idea.
Por otro lado, el tiempo no podía ser mejor, no hacía ni demasiado frío ni demasiado calor, el camino estaba seco y los cantos de las avecillas, que aún no habían migrado hacia el sur, acompañaban su caminar. Como se había levantado con el alba, tardó algo de tiempo en encontrar otros viajeros en el camino, por lo que la hermosa escena matutina parecía desplegarse únicamente en su beneficio.
Si bien el camino bordeaba arboledas con frecuencia, la zona que transitaba se componía mayoritariamente de campos de labor. La mañana anterior, había dejado atrás una pequeña aldea y sospechaba que no tardaría mucho en atravesar otra. Tal era el paraje habitual de la península de Verisar, los humanos parecían tener un gusto particular por los parajes abiertos y domesticados.
El sol ya se había separado considerablemente de la línea del horizonte cuando se topó con el primer viajero. El hombre conducía un pequeño carro de madera tirado por una yegua moteada de recias patas y pequeña estatura. Elian se echó a un lado del camino para permitir que el carro lo adelantara, pero el animal se movía sin prisas, por lo que ambos viajeros quedaron a la par durante un trecho.
—Buenos días, amigo —saludó el elfo sonriente—. Hermosa mañana, ¿no le parece?
—Es un buen día para andar por los caminos, sin duda —respondió el hombre desde el pescante—. Hace apenas unos días, arrastrar la carreta por aquí era una verdadera pesadilla, pero se ve que el cielo ha querido darnos un respiro. ¿Puedo preguntar hacia dónde se dirige?
—Hacia donde los pies me lleven —dijo Elian, sin perder en ningún momento la sonrisa—. Por el momento, me encamino al norte, pero podría cambiar de idea.
El tipo del carromato, lo observó un momento, como calibrando sus palabras. Era un individuo de estatura modesta, pero de complexión fuerte; joven, pero en su oscura barba ya se veían asomar unas cuantas canas aquí o allá. Tras un momento de consideración, dejó escapar una carcajada. —Bueno —dijo al cabo—, yo me dirijo al norte y no me molesta la compañía, si quieres aprovechar para descansar los pies un rato. —Se echó hacia el lado más alejado del asiento para dejar espacio y, soltando una mano de las riendas, la extendió hacia el elfo, que no había dudado en aceptar la oferta— Ataúlfo —se presentó. —Elian —respondió el susodicho estrechando la mano que le ofrecían. | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
Última edición por Elian el Lun Mayo 04 2020, 10:03, editado 1 vez
Elian
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Re: Tres cerdos vienen a cenar [Trabajo]
Gali tuvo suerte, el trio de cerdos le sirvieron a él y Go'el un refrescante té. El hombre-bestia que había abierto la puerta llevaba la voz cantante de la conversación, decía ser el hermano mayor aunque los otros no parecían estar de acuerdo. Los argumentos de ellos eran, que habían nacido todos a la vez y que unos pocos minutos, entre un hermano y otro, no suponían una diferencia. El buen doctor no pudo quedarse callado al escuchar aquella explicación, se puso a favor del hermano mayor y explico minuciosamente, mediante términos médicos, porque las crías de una misma camada tienen diferentes posiciones en el círculo familiar. Aquello se ganó la antipatía de los hermanos menores, aunque después de aquel comentario, Edmundo (el hermano mayor) hizo un guarrido de aceptación.
Go'el no hizo ni caso a aquel sonido, pero cualquier otro se hubiera dado cuenta, que el comentario había caído en gracia y que la afrenta anterior estaba perdonada.
-Ya veis, así como os cuento.
Porquet hablaba molesto golpeando con los dedos la mesa, donde todos estaban sentados.
-Porquet y Cuto ya han hecho su casa dos veces. Ese licántropo no las deja terminadas ni un mes. ¡Ya veis! Nos hemos quedado sin materiales, yo les dije que lo barato sale caro, pero no me hicieron caso.
-Son nuestras casas, -Replicó Cuto. -las haremos como queramos. Además, ¿qué tiene de malo la madera y la arcilla?
-Pues varias cosas, para empezar ten...
-Es una lástima, sí. -Gali cortó la frase de Go'el. -Construir tu propia casa es un paso muy importante, sobre todo si se piensa en tener esposa. ¿Sabéis porque tiene ese afán por destruirlas?
Los hermanos se miraron un segundo.
-No sabemos nada, ya sabes. -Respondió Porquet. -El bruto viene por las noches y las destroza mientras grita "Deshonra sobre tu familia." ya sabes.
-Y queréis que nos deshagamos de él.
Gali dio un sorbo al té al terminar la frase.
-Sí, ¡pero no! ya veis. -Se apresuró a rectificar Edmundo. -Queremos que no nos moleste más, pero no queremos que muera. Darle una tunda si hace falta y llevárselo a la guardia, ya veis.
-Lo entiendo, sea pues. Nos pondremos a vigilar el recinto de inmediato.
El monje se levantó de la mesa y se dirigió a la salida, seguido por Go'el.
Go'el no hizo ni caso a aquel sonido, pero cualquier otro se hubiera dado cuenta, que el comentario había caído en gracia y que la afrenta anterior estaba perdonada.
-Ya veis, así como os cuento.
Porquet hablaba molesto golpeando con los dedos la mesa, donde todos estaban sentados.
-Porquet y Cuto ya han hecho su casa dos veces. Ese licántropo no las deja terminadas ni un mes. ¡Ya veis! Nos hemos quedado sin materiales, yo les dije que lo barato sale caro, pero no me hicieron caso.
-Son nuestras casas, -Replicó Cuto. -las haremos como queramos. Además, ¿qué tiene de malo la madera y la arcilla?
-Pues varias cosas, para empezar ten...
-Es una lástima, sí. -Gali cortó la frase de Go'el. -Construir tu propia casa es un paso muy importante, sobre todo si se piensa en tener esposa. ¿Sabéis porque tiene ese afán por destruirlas?
Los hermanos se miraron un segundo.
-No sabemos nada, ya sabes. -Respondió Porquet. -El bruto viene por las noches y las destroza mientras grita "Deshonra sobre tu familia." ya sabes.
-Y queréis que nos deshagamos de él.
Gali dio un sorbo al té al terminar la frase.
-Sí, ¡pero no! ya veis. -Se apresuró a rectificar Edmundo. -Queremos que no nos moleste más, pero no queremos que muera. Darle una tunda si hace falta y llevárselo a la guardia, ya veis.
-Lo entiendo, sea pues. Nos pondremos a vigilar el recinto de inmediato.
El monje se levantó de la mesa y se dirigió a la salida, seguido por Go'el.
Go'el
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Re: Tres cerdos vienen a cenar [Trabajo]
—¿De Sandorai dices? Jamás lo habría adivinado. Es decir —se explicó Ataúlfo, dándose cuenta de que el comentario había sonado más brusco de lo deseado—, tu sangre elfa es más que evidente, pero no te pareces mucho a la imagen que tenemos por aquí de los elfos de los bosques, sin animo de ofender.
—Es la barba, ¿verdad? —Lejos de ofenderse, Elian había adoptado un tono juguetón mientras hablaba—. Me pasa mucho. Mi madre siempre me decía: “hijo, aféitate, que estás hecho un humano”. Y yo: “bueno, no sé, dímelo tú”. Esto me lo gané un día que mi padre me oyó —añadió mientras se apartaba el pelo de la nuca para enseñarle a su interlocutor una pequeña cicatriz en forma de uve.
—¿Vara o cinto? —preguntó el moreno observando la cicatriz con interés.
—Oh, nada de eso —respondió el elfo—. Me clavé una rama por levantarme demasiado deprisa.
—¿Intentando huir para evitar la tunda?
—¡Intentando salvarle la vida a mi padre! Le dio tal ataque de risa que se atragantó y por poco se ahoga.
Ataúlfo lo miró extrañado durante un instante, antes de dejar escapar una sonora carcajada. Elian lo acompañó encantado.
—¿Ves, a esto me refiero? —dijo cuando la risa se empezó a calmarse—. Es cierto que la barba da qué pensar, pero es más que eso. No tienes ese aire como de señorito, como de… bueno, ya sabes… no parece que te hayan metido un palo en el culo, vaya.
—Si, bueno, es que hubo fiesta la noche antes y llegué tarde al reparto de palos —respondió Elian, que era muy consciente de la imagen que se tenía de los elfos fuera de Sandorai. Ambos comenzaron a reír de nuevo.
—¿Y hace mucho que viajas por el mundo, Elian de Sandorai? —preguntó Ataúlfo secándose las lágrimas cuando pudo volver a hablar.
—Más de medio siglo —dijo el elfo sonriente—. ¿Qué hay de ti?, ¿eres de por aquí, viajas con frecuencia?
—Jamás salí de la comarca —dijo el hombre—; ni mi padre, ni mi abuelo. Mi familia ha permanecido aquí desde que mi bisabuelo se asentó, al final de la Guerra con los Terrestres. Aunque confieso que, en mi adolescencia, solía fantasear con la idea de hacerme a los caminos, convertirme en caballero andante, ya sabes, al estilo de los romances y las historias de caballería —añadió con una risotada.
—¿Y qué pasó? —preguntó el elfo con interés.
—¡Me enamoré! Y, de alguna manera, logré convencer a la dama de que se casara conmigo —bromeó.
Los dos hombres volvieron a reír, al tiempo que, tras doblar un recodo del camino, el carromato los llevó junto a los lindes de una pequeña granja. Al poco, pudieron ver la figura de un muchacho de unos diez u once años acercándose a ellos a la carrera.
—¡Hey Ata! —llamó el chico—. ¿Le gustaron los huevos a Rosita?
—Rosita es mi hija —explicó Ataúlfo a su acompañante con un murmullo y un guiño cómplice, después se volvió hacia el muchacho con gesto severo y alzó la voz para que éste pudiera oírle por encima del traqueteo de las ruedas—. Charly Vamberg Junior, si quieres saber lo que le pasa por la cabeza a Rosita, te sugiero que te comportes como un hombre y le preguntes tú mismo.
—¡Sí, señor! —dijo el chico poniéndose firme de repente.
Elian soltó un bufido divertido y, tras recibir un codazo de su guía, que hacía evidentes esfuerzos para no echarse a reír él también, se giró en el pescante mientras se mordía los labios para no explotar.
—¿Qué tal aguanta el vallado, os ha vuelto a dar problemas ese jabalí?
—No, señor. Padre dice que es usted un manitas, las que hicimos nosotros las derribó enseguida.
—Me alegro. Salúdalo de mi parte.
—Sí, señor —respondió de nuevo el muchacho y se alejó de vuelta a la casa en el momento en que el carro la dejaba atrás.
—Es la barba, ¿verdad? —Lejos de ofenderse, Elian había adoptado un tono juguetón mientras hablaba—. Me pasa mucho. Mi madre siempre me decía: “hijo, aféitate, que estás hecho un humano”. Y yo: “bueno, no sé, dímelo tú”. Esto me lo gané un día que mi padre me oyó —añadió mientras se apartaba el pelo de la nuca para enseñarle a su interlocutor una pequeña cicatriz en forma de uve.
—¿Vara o cinto? —preguntó el moreno observando la cicatriz con interés.
—Oh, nada de eso —respondió el elfo—. Me clavé una rama por levantarme demasiado deprisa.
—¿Intentando huir para evitar la tunda?
—¡Intentando salvarle la vida a mi padre! Le dio tal ataque de risa que se atragantó y por poco se ahoga.
Ataúlfo lo miró extrañado durante un instante, antes de dejar escapar una sonora carcajada. Elian lo acompañó encantado.
—¿Ves, a esto me refiero? —dijo cuando la risa se empezó a calmarse—. Es cierto que la barba da qué pensar, pero es más que eso. No tienes ese aire como de señorito, como de… bueno, ya sabes… no parece que te hayan metido un palo en el culo, vaya.
—Si, bueno, es que hubo fiesta la noche antes y llegué tarde al reparto de palos —respondió Elian, que era muy consciente de la imagen que se tenía de los elfos fuera de Sandorai. Ambos comenzaron a reír de nuevo.
—¿Y hace mucho que viajas por el mundo, Elian de Sandorai? —preguntó Ataúlfo secándose las lágrimas cuando pudo volver a hablar.
—Más de medio siglo —dijo el elfo sonriente—. ¿Qué hay de ti?, ¿eres de por aquí, viajas con frecuencia?
—Jamás salí de la comarca —dijo el hombre—; ni mi padre, ni mi abuelo. Mi familia ha permanecido aquí desde que mi bisabuelo se asentó, al final de la Guerra con los Terrestres. Aunque confieso que, en mi adolescencia, solía fantasear con la idea de hacerme a los caminos, convertirme en caballero andante, ya sabes, al estilo de los romances y las historias de caballería —añadió con una risotada.
—¿Y qué pasó? —preguntó el elfo con interés.
—¡Me enamoré! Y, de alguna manera, logré convencer a la dama de que se casara conmigo —bromeó.
Los dos hombres volvieron a reír, al tiempo que, tras doblar un recodo del camino, el carromato los llevó junto a los lindes de una pequeña granja. Al poco, pudieron ver la figura de un muchacho de unos diez u once años acercándose a ellos a la carrera.
—¡Hey Ata! —llamó el chico—. ¿Le gustaron los huevos a Rosita?
—Rosita es mi hija —explicó Ataúlfo a su acompañante con un murmullo y un guiño cómplice, después se volvió hacia el muchacho con gesto severo y alzó la voz para que éste pudiera oírle por encima del traqueteo de las ruedas—. Charly Vamberg Junior, si quieres saber lo que le pasa por la cabeza a Rosita, te sugiero que te comportes como un hombre y le preguntes tú mismo.
—¡Sí, señor! —dijo el chico poniéndose firme de repente.
Elian soltó un bufido divertido y, tras recibir un codazo de su guía, que hacía evidentes esfuerzos para no echarse a reír él también, se giró en el pescante mientras se mordía los labios para no explotar.
—¿Qué tal aguanta el vallado, os ha vuelto a dar problemas ese jabalí?
—No, señor. Padre dice que es usted un manitas, las que hicimos nosotros las derribó enseguida.
—Me alegro. Salúdalo de mi parte.
—Sí, señor —respondió de nuevo el muchacho y se alejó de vuelta a la casa en el momento en que el carro la dejaba atrás.
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