Que viene el lobo (Aylizz Wendell & Elian Satari) [Trama Global Objetos Malditos]
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Que viene el lobo (Aylizz Wendell & Elian Satari) [Trama Global Objetos Malditos]
Era pocos, muy pocos quienes decidieron aventurarse a husmear en el campamento de las huestes de Marlowe. Apenas una guarnición simbólica protegía aquellos días la aldea de Helmfirth. Todos los efectivos disponibles se encontraban a menos de un día de Nytt Hus, resguardados tras una rudimentaria valla de madera no demasiado regular. A nadie parecía importarle demasiado, lo cual no dejaba de resultar comprensible. El olfato de la docena de centinelas, desarrollado como sólo perros y lobos lo tenían, era capaz de distinguir a casi cualquier intruso. Sumado a profundos aullidos que podían escucharse a una milla, sólo un loco podría pensar en tratar de internarse entre los licántropos que, armados y dispuestos, podrían recibir en horas o días la orden de invadir a esos elfos que estúpidamente se veían capaces de plantar cara a la marea que los arrollaría sin contemplaciones ni piedad.
Sólo un loco, o unos valientes desesperados.
El viento soplaba desde el noreste, desde la posición de los invasores que, lejos de su Ulmer natal, se ocupaban en bromas, juegos, impacientes por las próximas órdenes. Habían levantado en los últimos días precarias cabañas de madera aprovechando las ruinas de un poblado abandonado por las últimas guerras. Una rudimentaria estatua en honor a Fenrir presidía la plaza central, ofrendada con dos jarras con las cenizas de las cremaciones de partes especialmente apetitosas de las presas de los últimos días. Sería su llegada la liberación de los licántropos y el final de sus enemigos vampíricos. Por eso estaban allí. Por eso los Objetos de esa pequeña población de elfos debían ir a parar a su poder.
Gabriel Marlowe esperaba confiado las pocas horas que le separaban de las sin duda buenas noticias que sus enviados traerían consigo. No subestimaba a los elfos, no podía tras su admirable intento fallido de terminar con su vida. Sin embargo, le habían hecho un fantástico regalo al proporcionarle seguidores de esa raza forestal. Aïndor y los suyos demostrarían su valía en las circunstancias adecuadas.
Tomó un sorbo del vino illidense que se hacía traer de los puertos del este, recordando a ese otro elfo que había llegado a acercarse a él lo suficiente como para haber tenido que hacerle hundirse el arma en el estómago. Pobre desgraciado. Nunca sospechó que sobreviviría, y mucho menos que lograse hacerse con uno de los tesoros que él codiciaba. Debería haberse asegurado de que estaba muerto. El sabor del caldo resultaba delicioso y le hizo sonreír. Lo atraparía, y no tendría una segunda oportunidad. Esa varita tenía un destino fijado, y no era otro que caer en las manos del líder licántropo.
En otro punto diametralmente opuesto a la residencia provisional de Gabriel Marlowe, dos miembros de la Manada, conversaban. Eran muchos los que se habían unido a los planes del lobo de plata, uniendo su fuerza al clan Helmfirth. Resultaba difícil no hacerlo bajo un dirigente que jamás se equivocaba, que era capaz de aunar a los de su especie para un fin glorioso. El resto de licántropos no tardarían en abrir los ojos a la verdad. Incluso el clan Colmillo de Hierro se terminaría por unir a la causa. No tendrían más opción.
-Odio no hacer nada. Estar aquí parado, esperando.
-Reserva fuerzas- gruñó su compañero- la guerra puede estallar pronto.
-Somos más, más fuertes que esos escuálidos orejas largas. Deben alimentarse con sopa de madera. Cuando venzamos, volveremos a Ulmer, a casa.
-A donde Marlowe ordene- le corrigió sutilmente el otro centinela.
-Es sabio amigo mío. Los aplastaremos, y volveremos al hogar.
-¿Y si se rinden sin más?- aventuró, con una sonrisa cargada de escepticismo.
-Por las garras de Fenrir, ¿elfos abandonando sus adorados árboles? Y vampiros ofreciéndonos protegerles durante el día, por supuesto- terminó, propinándole un golpe en la parte posterior de la cabeza.
Su compañero de vigilancia se llevó una mano a la zona del golpe.
-Supongo que no.
__________________________
Off: Qué bueno es tener aventureros/as con ánimo de meterse directamente en la guarida del dragón. Como veis, llegar hasta el campamento de las huestes de Marlowe es tarea fácil. Entrar, ya es otra historia. Y ser capaces de conseguir información, está a la altura de los/as mejores. Podréis conseguirlo, siempre que sigáis la lógica y me presentéis una forma de lograrlo ingeniosa y acorde a los peligros que existen.
Buena suerte…
Ger
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Re: Que viene el lobo (Aylizz Wendell & Elian Satari) [Trama Global Objetos Malditos]
—Sylean me estaba contando que has cruzado a menudo las tierras de los licántropos —dijo Nerdanel después de explicar a grandes rasgos en qué consistía la misión.
Ella y Elian cruzaban a paso vivo la aldea, para reunirse con el resto de voluntarios. Elian esperaba que no fueran muchos, cuanto mayor fuera el grupo, más difícil resultaría pasar desapercibidos, que era lo que les interesaba en aquel momento. Al pasar junto a un pequeño grupo que acaparaba la atención de los transeúntes, se detuvo un instante.
—¿Son los que instaban a parlamentar con Marlowe? —preguntó en voz baja, señalando con la barbilla hacia el centro del grupo.
—Así es —confirmó Nerdanel sin apenas mover los labios.
Elian captó el mensaje que enviaba su tensa mandíbula y continuó andando.
—Llegaron desde el nordeste —explicó la guerrero al reanudar la marcha—, así que suponemos que es en esa dirección donde está su campamento.
—Bien —dijo Elian—, el viento viene del nordeste.
Nerdanel lo miró alzando las cejas.
—Sí, he estado antes en los Bosques del Este —dijo Elian regresando al inicio de la conversación—. La mayoría de los licántropos tienen un olfato endiabladamente bueno. Algunos, incluso en su forma humana. Lo del viento es buena noticia.
Por supuesto, aquello no lo era todo. Si el viento cambiaba o si sobrepasaban a algún guardia adelantado, podían meterse en problemas. «Cada cosa a su tiempo», se dijo Elian.
Llegaron con el resto del grupo y, una vez hechas las introducciones, comenzaron con el plan. Aylizz, la otra foránea, propuso algunas ideas interesantes. Mientras escuchaba las ideas de los demás, Elian sacó aguja, hilo y algunos retales y se puso a trastear con una camisa. Nerdanel abrió la boca un par de veces, como si no estuviera segura de si preguntar o no.
—Por si nos pillan —dijo Elian sin dejar de trabajar—. Puedo hacer que se parezca a la ropa de los que se unieron a la manada. Así, uno de nosotros puede hacerse pasar por uno de ellos si la cosa se pone fea, hacer como que ha reclutado a los demás o algo. Uno que no sea yo, claro, no soy buen actor —rió(1).
No tardó mucho en dejar listo el disfraz, pues solo necesitaba unas pequeñas alteraciones. Extendió el trabajo terminado ante él y asintió satisfecho. Esperaba que no lo necesitaran, pero eso no significaba que no pudiera enorgullecerse de su desempeño, ¿cierto?
—¿Estamos listos? —preguntó tendiendo la prenda.
Y, sin más preámbulos, comenzaron la marcha en la dirección indicada por Nerdanel.
Lo bueno de viajar con otros elfos era que todos tenían claro dónde y cómo poner los pies para no ir anunciando su presencia a todo el que pasara por el bosque. Aún así, no todos tenían la misma experiencia cazando u ocultándose. Tampoco es que Elian fuera a quejarse de sus compañeros, después de todo, a él no le sobraba experiencia trabajando en grupo. Más de una vez, tuvieron que explicarle un par de veces algún gesto que, para todos los demás, parecía una señal evidente. Por su parte, fueron varios los ojos que se lo quedaron mirando como si se hubiese vuelto loco cuando encontró el cadáver en descomposición de un cuervo e hizo algo tan básico como frotárselo en una manga.
—El pestazo es tan fuerte, que esconderá mi olor, en el caso de que cambie el viento o adelantemos a uno de los suyos —explicó y les pasó el trozo de cuervo por si querían probar—. Uno se acostumbra al cabo de un rato —añadió—. Después se lava y a volar. Bueno, nosotros, el pobre animal ya solo puede ir hacia abajo.
Tardaron varias horas en avisar el asentamiento. Desde lo alto de un olmo, Elian echó un vistazo al recinto cercado por una precaria empalizada. Buscó a sus compañeros, ocultos como él entre las hojas y compartieron una mirada tensa. El campamento era más grande de lo que les hubiera gustado y los nuevos habitantes parecían estar a sus anchas. Elian casi podía percibir el olor de los hogares encendidos en la brisa que le golpeaba la cara.
A una señal silenciosa de Nerdanel, todos regresaron al suelo. Tenían información suficiente para dar la misión por cumplida, pero nadie sugirió regresar. Fue Aylizz la que propuso un plan para entrar. O, al menos, hacerlos salir. El caso era averiguar a cuántos iban a tener que enfrentarse, más allá de «muchos».
Explicado el plan, el grupo se dividió y Elian se encaminó, con paso lento pero sin detenerse, hacia el campamento enemigo. Resultaba extraño pensar en eso de «campamento enemigo», pero no le quedaba otro remedio que asumir que estaba en medio de una guerra.
La idea lo inquietaba y, quizá debido a ello, tardó más de lo que habría sido esperable en darse cuenta de que alguien había pasado por allí hacía muy poco. Sí, definitivamente, la hojarasca del suelo había sido movida. Para encontrar alguna huella, tendría que agacharse a levantar la maleza, cosa que prefería evitar, por si oídos indeseables escuchaban sus movimientos, pero la altura de una ramita partida le indicó claramente que no había sido un animalillo del bosque el que había pasado por allí hacía muy poco, pues la sabia aún estaba fresca(2).
Despacio y en silencio, procurando mantener el viento de cara, trepó al árbol más cercano y siguió con la mirada la senda dejada por otro cuerpo. Lo halló aliviándose contra el tronco flexible de un joven abedul. Estatura media, constitución recia, pelo castaño y revuelto, con una barba anaranjada enmarcando un rostro ancho de ojos pequeños y azulados. Las orejas redondeadas y la ropa ajada y descuidada de quien no se preocupa demasiado por su aspecto lo señalaban como «el enemigo».
«El enemigo», repitió mentalmente Elian. «El enemigo» se parecía demasiado a la mayoría de la gente sencilla que había conocido en sus viajes como para que el apelativo le resultara cómodo. Respiró hondo, pero la inspiración se quedó a medias cuando el hombre alzó el rostro hacia el cielo. Las aletas de su nariz se ensancharon. ¿Acaso había cambiado el viento? No, seguía golpeándolo en la cara.
Como para confirmar esta última idea, el hombre volvió a bajar el rostro, se anudo el cinto continuó su andadura en torno a la empalizada. Elian esperó aún un poco antes de bajar y continuar su camino al campamento. Aylizz ya debía de estar a punto y no convenía llegar tarde.
Una vez en posición, a distancia segura de una de las entradas, tuvo una idea de última hora. Sacó un pedazo de chocolate de su bolsa y buscó con la mirada a sus compañeros. Tras localizar a uno en la distancia, le guiñó un ojo y le dio un bocado a su golosina. La expresión de sorpresa le indicó que su plan había funcionado(3). Un seguro más, por si no todo el mundo abandonaba el campamento. En respuesta a este pensamiento, los licántropos (los enemigos) comenzaron a moverse. Aylizz había hecho su parte. Era hora de entrar.
----------
OFF: El plan general ha sido acordado entre ambas usuarias, así que lo que queda en el aire en mi post se entenderá mejor con el de Aylizz, que no quería explicarlo yo todo y dejarla a ella sin nada nuevo que contar.
(1) Gasto un uso de mi Kit de Curtiduría Regular para aplicar la técnica Alterar Apariencia a una prenda de ropa para que imite a la ropa que traían los Sondve que se unieron a Marlowe. Me da pereza decidir quién se la pone, así que se lo dejo a Aylizz xD
(2) Habilidad pasiva, La naturaleza me habla: Reconocer elementos ajenos en cualquier entorno natural se ha convertido en algo casi instintivo para mí. El ruido del suelo, el movimiento de las hojas, etc. son elementos suficientes para seguir los movimientos de un rival en el terreno aunque éste se encuentre a cubierto o no sea posible verlo por algún motivo
(3) Uso Chocolate del equinocio (al consumir esta barra de chocolate, adoptarás durante dos rondas el aspecto (sólo el aspecto) de una persona que conozcas muy bien o de alguien que hayas visto en el tema en curso) para adoptar el aspecto del centinela al que me encontré aliviándose tras el abedul, por si alguien me ve husmeando por el campamento, que no le parezca raro.
Ella y Elian cruzaban a paso vivo la aldea, para reunirse con el resto de voluntarios. Elian esperaba que no fueran muchos, cuanto mayor fuera el grupo, más difícil resultaría pasar desapercibidos, que era lo que les interesaba en aquel momento. Al pasar junto a un pequeño grupo que acaparaba la atención de los transeúntes, se detuvo un instante.
—¿Son los que instaban a parlamentar con Marlowe? —preguntó en voz baja, señalando con la barbilla hacia el centro del grupo.
—Así es —confirmó Nerdanel sin apenas mover los labios.
Elian captó el mensaje que enviaba su tensa mandíbula y continuó andando.
—Llegaron desde el nordeste —explicó la guerrero al reanudar la marcha—, así que suponemos que es en esa dirección donde está su campamento.
—Bien —dijo Elian—, el viento viene del nordeste.
Nerdanel lo miró alzando las cejas.
—Sí, he estado antes en los Bosques del Este —dijo Elian regresando al inicio de la conversación—. La mayoría de los licántropos tienen un olfato endiabladamente bueno. Algunos, incluso en su forma humana. Lo del viento es buena noticia.
Por supuesto, aquello no lo era todo. Si el viento cambiaba o si sobrepasaban a algún guardia adelantado, podían meterse en problemas. «Cada cosa a su tiempo», se dijo Elian.
Llegaron con el resto del grupo y, una vez hechas las introducciones, comenzaron con el plan. Aylizz, la otra foránea, propuso algunas ideas interesantes. Mientras escuchaba las ideas de los demás, Elian sacó aguja, hilo y algunos retales y se puso a trastear con una camisa. Nerdanel abrió la boca un par de veces, como si no estuviera segura de si preguntar o no.
—Por si nos pillan —dijo Elian sin dejar de trabajar—. Puedo hacer que se parezca a la ropa de los que se unieron a la manada. Así, uno de nosotros puede hacerse pasar por uno de ellos si la cosa se pone fea, hacer como que ha reclutado a los demás o algo. Uno que no sea yo, claro, no soy buen actor —rió(1).
No tardó mucho en dejar listo el disfraz, pues solo necesitaba unas pequeñas alteraciones. Extendió el trabajo terminado ante él y asintió satisfecho. Esperaba que no lo necesitaran, pero eso no significaba que no pudiera enorgullecerse de su desempeño, ¿cierto?
—¿Estamos listos? —preguntó tendiendo la prenda.
Y, sin más preámbulos, comenzaron la marcha en la dirección indicada por Nerdanel.
Lo bueno de viajar con otros elfos era que todos tenían claro dónde y cómo poner los pies para no ir anunciando su presencia a todo el que pasara por el bosque. Aún así, no todos tenían la misma experiencia cazando u ocultándose. Tampoco es que Elian fuera a quejarse de sus compañeros, después de todo, a él no le sobraba experiencia trabajando en grupo. Más de una vez, tuvieron que explicarle un par de veces algún gesto que, para todos los demás, parecía una señal evidente. Por su parte, fueron varios los ojos que se lo quedaron mirando como si se hubiese vuelto loco cuando encontró el cadáver en descomposición de un cuervo e hizo algo tan básico como frotárselo en una manga.
—El pestazo es tan fuerte, que esconderá mi olor, en el caso de que cambie el viento o adelantemos a uno de los suyos —explicó y les pasó el trozo de cuervo por si querían probar—. Uno se acostumbra al cabo de un rato —añadió—. Después se lava y a volar. Bueno, nosotros, el pobre animal ya solo puede ir hacia abajo.
Tardaron varias horas en avisar el asentamiento. Desde lo alto de un olmo, Elian echó un vistazo al recinto cercado por una precaria empalizada. Buscó a sus compañeros, ocultos como él entre las hojas y compartieron una mirada tensa. El campamento era más grande de lo que les hubiera gustado y los nuevos habitantes parecían estar a sus anchas. Elian casi podía percibir el olor de los hogares encendidos en la brisa que le golpeaba la cara.
A una señal silenciosa de Nerdanel, todos regresaron al suelo. Tenían información suficiente para dar la misión por cumplida, pero nadie sugirió regresar. Fue Aylizz la que propuso un plan para entrar. O, al menos, hacerlos salir. El caso era averiguar a cuántos iban a tener que enfrentarse, más allá de «muchos».
Explicado el plan, el grupo se dividió y Elian se encaminó, con paso lento pero sin detenerse, hacia el campamento enemigo. Resultaba extraño pensar en eso de «campamento enemigo», pero no le quedaba otro remedio que asumir que estaba en medio de una guerra.
La idea lo inquietaba y, quizá debido a ello, tardó más de lo que habría sido esperable en darse cuenta de que alguien había pasado por allí hacía muy poco. Sí, definitivamente, la hojarasca del suelo había sido movida. Para encontrar alguna huella, tendría que agacharse a levantar la maleza, cosa que prefería evitar, por si oídos indeseables escuchaban sus movimientos, pero la altura de una ramita partida le indicó claramente que no había sido un animalillo del bosque el que había pasado por allí hacía muy poco, pues la sabia aún estaba fresca(2).
Despacio y en silencio, procurando mantener el viento de cara, trepó al árbol más cercano y siguió con la mirada la senda dejada por otro cuerpo. Lo halló aliviándose contra el tronco flexible de un joven abedul. Estatura media, constitución recia, pelo castaño y revuelto, con una barba anaranjada enmarcando un rostro ancho de ojos pequeños y azulados. Las orejas redondeadas y la ropa ajada y descuidada de quien no se preocupa demasiado por su aspecto lo señalaban como «el enemigo».
«El enemigo», repitió mentalmente Elian. «El enemigo» se parecía demasiado a la mayoría de la gente sencilla que había conocido en sus viajes como para que el apelativo le resultara cómodo. Respiró hondo, pero la inspiración se quedó a medias cuando el hombre alzó el rostro hacia el cielo. Las aletas de su nariz se ensancharon. ¿Acaso había cambiado el viento? No, seguía golpeándolo en la cara.
Como para confirmar esta última idea, el hombre volvió a bajar el rostro, se anudo el cinto continuó su andadura en torno a la empalizada. Elian esperó aún un poco antes de bajar y continuar su camino al campamento. Aylizz ya debía de estar a punto y no convenía llegar tarde.
Una vez en posición, a distancia segura de una de las entradas, tuvo una idea de última hora. Sacó un pedazo de chocolate de su bolsa y buscó con la mirada a sus compañeros. Tras localizar a uno en la distancia, le guiñó un ojo y le dio un bocado a su golosina. La expresión de sorpresa le indicó que su plan había funcionado(3). Un seguro más, por si no todo el mundo abandonaba el campamento. En respuesta a este pensamiento, los licántropos (los enemigos) comenzaron a moverse. Aylizz había hecho su parte. Era hora de entrar.
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OFF: El plan general ha sido acordado entre ambas usuarias, así que lo que queda en el aire en mi post se entenderá mejor con el de Aylizz, que no quería explicarlo yo todo y dejarla a ella sin nada nuevo que contar.
(1) Gasto un uso de mi Kit de Curtiduría Regular para aplicar la técnica Alterar Apariencia a una prenda de ropa para que imite a la ropa que traían los Sondve que se unieron a Marlowe. Me da pereza decidir quién se la pone, así que se lo dejo a Aylizz xD
(2) Habilidad pasiva, La naturaleza me habla: Reconocer elementos ajenos en cualquier entorno natural se ha convertido en algo casi instintivo para mí. El ruido del suelo, el movimiento de las hojas, etc. son elementos suficientes para seguir los movimientos de un rival en el terreno aunque éste se encuentre a cubierto o no sea posible verlo por algún motivo
(3) Uso Chocolate del equinocio (al consumir esta barra de chocolate, adoptarás durante dos rondas el aspecto (sólo el aspecto) de una persona que conozcas muy bien o de alguien que hayas visto en el tema en curso) para adoptar el aspecto del centinela al que me encontré aliviándose tras el abedul, por si alguien me ve husmeando por el campamento, que no le parezca raro.
- inventario:
- EQUIPAMIENTO:
* Bō, calidad pobre
* Ropas comunes pobres
TOTAL DE ENCANTAMIENTOS: 0/6
LIGADOS AL ÉTER: 0/1
OBJETOS LIMITADOS (2/7):
* Kit de Curtiduría Regular queda 1 uso
* Kit de Carpintería Inferior
OTROS:
* Bolso del Viajero
* Tragaéter x2
* Collar de Clavos, 1 carga
* Colgante de Escarcha, 2 cargas
* Incienso de Jólmundröm x2
* Amuleto de Imbar, 3 cargas
*Chocolate del Equinocio
* Gato de bolsillo x2
* Caramelo de Jade x2
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Elian
Honorable
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Re: Que viene el lobo (Aylizz Wendell & Elian Satari) [Trama Global Objetos Malditos]
El grupo designado para la partida no fue numeroso, más bien escaso, cinco no parecía una cantidad demasiado elevada, menos aún considerando la cantidad de huestes que habían acudido. Además de ella, tres integrantes de los Sondve y sólo otro extranjero. Elian Satari, aquel curtidor del que ahora conocía el nombre, fue un inesperado, aunque agradecido encuentro. Fue cálida la sensación al descubrir que las noticias de Sandorai se habían extendido más allá de las fronteras, si habían llegado hasta un artesano apostado en la capital humana. Pensar que, después de todo, todavía parecía haber algo que los mantenía unidos como pueblo, más allá de una nación, siendo capaces de acudir a la llamada de auxilio de quienes, aún sin conocerlos, son considerados hermanos. Realidades como aquella acallaban las voces de quienes mantenían que los elfos estaban acabados. Clanes de todas partes y de diversos pensamientos se habían aunado, reuniéndose en aquel oasis de vida en Midgar. En este punto cabía esperar su incertidumbre… ¿Y los suyos?
No tuvo demasiado tiempo para darle vueltas a sus preocupaciones. Tan pronto como el pequeño grupo fue presentado, les fue compartida la escasa información de la que disponían acerca de los lobos que ahora rondaban su territorio, obligando a centrar toda su atención hasta en los más mínimos detalles.
—Gabriel Marlowe, el lobo de plata. No conocemos mucho de él, escasas veces nos hemos visto obligados a interesarnos por lo que ocurre más allá de nuestras tierras en la orilla oriental. Sin embargo, por malas experiencias anteriores, nefastas experiencias, sabemos que es portador de un poderoso objeto, hechizado, maldito. Una lengua de plata, de ahí su nombre, que convertirá en orden cualquier palabra salida de su boca.— Nerdanel, como portavoz de los Sondve ante el grupo y que había sido designada al mismo, trasladó la información disponible a sus compañeros —Varios de los nuestros acudieron a su encuentro recientemente, trataron de emboscarlos y hacerse con ella, pero fracasaron. Tan sólo dos de ellos volvieron, el resto se aliaron con el lobo… O no hemos vuelto a saber de ellos.— apretó los labios un momento, antes de continuar —Desconocemos si aquellos que se quedaron a su lado lo hicieron a voluntad o bajo el control de su labia, aun así debemos considerarlos enemigos.— llevó entonces su mano al zurrón de cuero que colgaba cruzado en su pecho, sacando una pequeña tela que envolvía un lingote de cera. —Tampoco sabemos a ciencia cierta que Marlowe continúe en el campamento, aunque lo esperamos, para eso acudimos nosotros, al fin y al cabo… Tomad, al menos hasta que llegó el enfrentamiento, esto pareció funcionar la vez anterior. Si no podemos oírlo, cualquier intento de control será inutil.[1]
Tras atender al cometido asignado, reconsideró a los integrantes del grupo, en esta ocasión la ventaja no parecía darla el número. Llegar, observar, volver e informar. Eran órdenes sencillas, su ejecución, por otro lado, estaba por determinar. Licans, sin duda de los mejores adversarios sobre el terreno, su terreno. Olfato infalible, garras, colmillos y un tamaño que, por descontado, la superaría. Por no olvidar la capacidad para pasar inadvertidos en su forma humana. No, no eran como los dragones o los brujos, fuentes de éter incapaces de ocultarlo. Tampoco como los seres de la noche, cuya debilidad es clara y sus rasgos de identidad inconfundibles. Aun así, pensar en su apariencia animal apaciguaba sus temores. Si bien no podía olvidar que bajo el pelaje se escondía un ser con intelecto, no dejaban de ser canes en los que el instinto animal jugaba un papel fundamental. Instinto que podía ser prevenido o provocado, faltaba determinar cómo. No obstante, la especial habilidad que el objeto maldito brindaba a Marlowe, era un factor altamente preocupante. Suspiró. Por el momento, mantener la calma y no hacer suposiciones sería lo más sensato, a ciegas no podrían planear nada con certeza. Siendo así, partieron dirección noroeste, dejando Nytt Hus a la espalda. Meditabunda, valorando a posteriori -como de costumbre- la decisión tomada de alejarse de la ciudad, emprendió la marcha tras los otros que, como ella, habían sido enviados directamente a lo que sería, literalmente, la boca del lobo.
Escaso conocimiento tenían sobre el lobo de plata, más allá de su intención por hacerse con los demás objetos, empezando por los que se encontraban custodiados por los elfos. Los Sondve ya habían tratado de hacerle frente, mas su éxito jamás llegó, como tampoco llegaron de vuelta aquellos que fueron a enfrentarlo. Bajo esta premisa se preguntó qué opciones tendrían ellos de lograrlo. Si bien no tenían órdenes de atacar, la mera intención de conseguir información ya supondría un riesgo. Aunque… ¿Más que el que ya había corrido? Lo cierto era que un asedio como el vivido daba otra perspectiva y había desvirtuado, en gran medida, la consideración que hacía ella del nivel de peligro de lo que, a partir de entonces, se había visto obligada a enfrentar. A fin de cuentas, se trataba del bosque, uno que, por suerte o infortunio, no era la primera vez que la acogía entre sus ennegrecidas ramas. El Bosque de los Dioses, cuántas veces había imaginado su aspecto antes de que las llamas lo arrasaran y cuán digno de admirar era el trabajo realizado allí por repudiados, habiendo sido capaces de devolverle la vida a gran parte de él. Agradeció con creces no ser la única acostumbrada a desenvolverse en parajes como aquel. Pese a vivir al cobijo de los árboles de Sandorai, no todos los elfos sabían determinar en qué cara del tronco nacía el musgo, menos entre las generaciones de las últimas décadas, cada vez más habituadas a la vida en las urbes. A la vista estaba que no era el caso del artesano, aunque no fue plato de buen gusto el restregón de pajarraco. Aún así, mimetizarse con el entorno era un básico en supervivencia y el perfume a cadáver descompuesto cumplía su función a la perfección. Completando la fragancia Eau de Bosquè con un poco de barro reciente -si, barro- y restos de hojarasca mohosa, terminaron por abandonar del todo su peripuesta apariencia.
Tras un par de horas de caminar sin bajar la guardia, habiendo avanzado casi una milla, dieron el alto al escuchar, a una distancia no tan lejana como hubiera sido deseable, los aullidos de los lobos de Marlowe. El viento en contra traía el sonido directamente hasta ellos con la claridad suficiente para deducir que ya debían haber cruzado el río y, sólo de pensarlo, un escalofrío recorrió su espalda y erizó su piel. Sin alcanzar a verlos todavía, podía deducirse que se trataba de un grupo numeroso, más que ellos sin lugar a dudas, y la mera idea de continuar el avance se presentaba abrumadora. Se los encontrarían de frente, de seguir el camino. En cualquier otra ocasión desviarse no hubiera sido una opción a valorar, se habría hecho sin discusión alguna, pero en aquella habían emprendido la marcha a sabiendas de lo que podían encontrarse. Aunque, en realidad, no del todo. Atendiendo a la descripción del campamento que Elian compartió tras su avistamiento, se hizo el silencio. Lejos de encontrarse rudimentarias tiendas o una manada alrededor de una hoguera, como habría cabido imaginar, dieron con una devastada aldea que ahora rebosaba de vida. Sin ser capaces de determinar, desde allí, cuántos se encontraban en ella, cuáles eran sus intenciones o qué otras sorpresas aguardaban en el interior de los chamizos, vacilaron entre volver con lo ya sabido o arriesgarse a conocer más allá de la empalizada. No parecía una simple avanzadilla ni un campamento de paso, al contrario, por las comodidades que el elfo había alcanzado a divisar podía esperarse que hubieran apostado allí su base y sólo los dioses sabían si esperaban la llegada de más lobos desde el este. Debían tratar de saber más, habían llegado hasta allí, qué serían otros cuantos metros.
—Lo mejor será rodear la empalizada, quizá haya por dónde colarse.— apuntó Nerdanel. —Si nos separamos, ganaremos tiempo.
—No pienso entrar ahí sin saber lo que me espera detrás de la puerta, la idea del suicidio no es algo que, por el momento, entre en mis planes.— afirmó Aylizz, de manera rotunda —Menos sin la certeza de que Marlowe se encuentre o no en el campamento.
—Y entonces, ¿qué propones?— quiso saber otro de los Sondve, notablemente alterado, nervioso, cuya mirada parecía buscar desesperadamente el camino de vuelta.
—Despejar el interior, atraerlos a la entrada principal y hacerlos salir. Llamar su atención será fácil, os daré tiempo para entrar y me reuniré con vosotros dentro.— se dirigió entonces hacia Elian, buscando su comprensión —Me vendría bien, cómo decías… Por si me pillan.— apuntó, refiriéndose a las ropas que había confeccionado antes el elfo.
Conformes o no, no les sobraba el tiempo para perderlo en discusiones. A falta de mejores alternativas, dando por descontado que marcharse sin haber entrado en sus filas, o al menos haberlo intentado, no era una de ellas, se prepararon antes de tomar posiciones. A partir de ese momento todo sería silencio, la partida debía jugarse con cuatro sentidos y todos debían tener claros los movimientos de los otros. Con la cera bien acomodada en sus oídos y observando cómo cada cual se desplegaba en una dirección, tomó aire y respiró profundamente. Una vez, dos veces, tres. Esta vez no habría un Anciano encajando los golpes por ella.
Se vistió sobre sus propios ropajes[2] y encaminó el sendero principal, ocultándose entre los arbustos y avanzando hasta tener perspectiva completa de la entrada al campamento, sin abandonar la conveniente distancia. Dos hombres apostados en la puerta se encargaban de la guardia con aspecto despreocupado, sin siquiera portar sus lanzas, que aguardaban apoyadas junto a la pared. No debían esperar visita, eso estaba bien. Elevó la mirada un poco más y divisó los arqueros que gobernaban los tejados contiguos a la entrada, uno a cada lado, y que lucían bastante más centrados en la vigilancia. Frunció el ceño. Si agudizaba la vista podía alcanzar a diferenciar sus finos rasgos, resultando ser cierto que Marlowe tenía elfos de su lado. Siendo así, descartó al momento la idea de acercarse más, debía suponer que si ella no alcanzaba a percibir su éter a esa distancia ellos tampoco lo harían, no convenía arriesgarse más de lo necesario en tales condiciones. Hechas las comprobaciones previas, oteó el alrededor para asegurar la posición de sus compañeros. Sin alcanzar a verlos, se convenció de que todo marchaba según lo planeado, el ambiente en la aldea se mantenía tranquilo, ergo, nadie había sido descubierto. Aún.
Bien, era el momento.
Se acomodó al resguardo de la maleza, a los pies de los restos de un anciano roble. El tronco permanecía robusto, a pesar del color cenizo que lo hacía lucir decrépito, y la copa, que en lo más alto se veía semidesnuda, rebosaba de brotes nuevos y ramas jóvenes en sus zonas más bajas, proporcionando un estratégico cobijo desde el que poder controlar la escena, permaneciendo fuera de ella. El silencio que la invadía propició que abstraer su mente de todo estímulo para centrarse en la energía que fluía en el entorno fuera casi una acción innata. Cerrar los ojos sirvió para potenciar aún más sus sentidos restantes. Los olores de la vida que renacía se abrían camino entre el aroma dejado por los desastres del pasado, que ya formaba parte de Midgar, así como lo hacía la energía renovada, que se esforzó por distinguir entre la magia de fuego que dormía en las entrañas de la vegetación más longeva. Sonrió. Había logrado dar con un flujo de éter que, aunque débil, recorría las raíces bajo de sí hasta el sendero que bordeaba la entrada. Suficiente para empezar. Visualizó los jóvenes abedules que se extendían alrededor de la empalizada, aislando en su mente los más cercanos a los cancerberos. Las siluetas se dibujaron en su oscuridad, sabiendo entonces dónde tenía que concentrar el control.
—¡¿Quién anda ahí?!
Abrió los ojos, ahogando un sobresalto, perdiendo por completo la concentración, cuando sintió el flujo interrumpirse abruptamente. Al centrar su visión de nuevo descubrió la causa, un golpe propiciado por uno de los guardias, que ahora rebuscaba, lanza en mano, entre las cercanías de la entrada. Suspiró aliviada, comprendiendo que había funcionado. Revolver las ramas había llamado su atención[3], haciéndolo abandonar la posición, seguido de cerca por su compañero. Aunque eso no aventajaba demasiado, si permitió que cruzase el camino sin ser vista. Rebuscó por el suelo hasta dar con una roca que fuese lo suficientemente ligera para ser lanzada, pero suficientemente pesada para propiciar un buen golpe, y rompiendo un jirón de los bajos de su camisa fabricó una muy básica honda que propulsó la piedra, haciéndola impactar contra la espalda del segundo de los centinelas. Incapaz de escuchar nada, tuvo que suponer las blasfemias que el lobo soltó al sentir el golpe, seguidas de voces de alarma, que los hizo adentrarse algo más entre la maleza. Los tenía donde quería.
Antes de darles más tiempo para decidir pasar a su forma animal, hizo sobresalir las raíces bajo sus pies, haciéndolas crecer y recorrer sus cuerpos, impidiendo todo movimiento o defensa posible[4]. Aquello terminó de poner en alerta a todos los vigías, que incapaces de localizar enemigo alguno, se vieron resignados a abandonar sus posiciones y salir al auxilio de los porteros. Al abrirse el portón, alcanzó a ver parte del interior, donde era evidente que se había hecho eco el revuelo de fuera. Con todas las atenciones puestas en la emboscada, era su oportunidad para escabullirse. Bordeó el bosque paralelo al vallado, que se levantaba poco más de medio metro por encima de su cabeza, hasta alejarse prudentemente del bullicio y se acercó hasta un tramo de empalizada que descansaba reclinada sobre la pared trasera de una de las chozas. Echó un vistazo a su alrededor y, tras asegurarse de que nadie había reparado en su presencia, subió hasta el tejado[5]. Allí se tumbó, tratando de mimetizarse y pasar desapercibida, intentando mantener la mente fría en el pensamiento de que, cubierta con las falsificaciones, bien podrían confundirla con una más de los desertores que vigilaban desde lo alto. Se permitió tomar aliento un momento, antes de asomarse y contemplar la panorámica.
Estaba dentro, todos lo estaban. Y ahora, ¿qué?
_____________________________________No tuvo demasiado tiempo para darle vueltas a sus preocupaciones. Tan pronto como el pequeño grupo fue presentado, les fue compartida la escasa información de la que disponían acerca de los lobos que ahora rondaban su territorio, obligando a centrar toda su atención hasta en los más mínimos detalles.
—Gabriel Marlowe, el lobo de plata. No conocemos mucho de él, escasas veces nos hemos visto obligados a interesarnos por lo que ocurre más allá de nuestras tierras en la orilla oriental. Sin embargo, por malas experiencias anteriores, nefastas experiencias, sabemos que es portador de un poderoso objeto, hechizado, maldito. Una lengua de plata, de ahí su nombre, que convertirá en orden cualquier palabra salida de su boca.— Nerdanel, como portavoz de los Sondve ante el grupo y que había sido designada al mismo, trasladó la información disponible a sus compañeros —Varios de los nuestros acudieron a su encuentro recientemente, trataron de emboscarlos y hacerse con ella, pero fracasaron. Tan sólo dos de ellos volvieron, el resto se aliaron con el lobo… O no hemos vuelto a saber de ellos.— apretó los labios un momento, antes de continuar —Desconocemos si aquellos que se quedaron a su lado lo hicieron a voluntad o bajo el control de su labia, aun así debemos considerarlos enemigos.— llevó entonces su mano al zurrón de cuero que colgaba cruzado en su pecho, sacando una pequeña tela que envolvía un lingote de cera. —Tampoco sabemos a ciencia cierta que Marlowe continúe en el campamento, aunque lo esperamos, para eso acudimos nosotros, al fin y al cabo… Tomad, al menos hasta que llegó el enfrentamiento, esto pareció funcionar la vez anterior. Si no podemos oírlo, cualquier intento de control será inutil.[1]
Tras atender al cometido asignado, reconsideró a los integrantes del grupo, en esta ocasión la ventaja no parecía darla el número. Llegar, observar, volver e informar. Eran órdenes sencillas, su ejecución, por otro lado, estaba por determinar. Licans, sin duda de los mejores adversarios sobre el terreno, su terreno. Olfato infalible, garras, colmillos y un tamaño que, por descontado, la superaría. Por no olvidar la capacidad para pasar inadvertidos en su forma humana. No, no eran como los dragones o los brujos, fuentes de éter incapaces de ocultarlo. Tampoco como los seres de la noche, cuya debilidad es clara y sus rasgos de identidad inconfundibles. Aun así, pensar en su apariencia animal apaciguaba sus temores. Si bien no podía olvidar que bajo el pelaje se escondía un ser con intelecto, no dejaban de ser canes en los que el instinto animal jugaba un papel fundamental. Instinto que podía ser prevenido o provocado, faltaba determinar cómo. No obstante, la especial habilidad que el objeto maldito brindaba a Marlowe, era un factor altamente preocupante. Suspiró. Por el momento, mantener la calma y no hacer suposiciones sería lo más sensato, a ciegas no podrían planear nada con certeza. Siendo así, partieron dirección noroeste, dejando Nytt Hus a la espalda. Meditabunda, valorando a posteriori -como de costumbre- la decisión tomada de alejarse de la ciudad, emprendió la marcha tras los otros que, como ella, habían sido enviados directamente a lo que sería, literalmente, la boca del lobo.
Escaso conocimiento tenían sobre el lobo de plata, más allá de su intención por hacerse con los demás objetos, empezando por los que se encontraban custodiados por los elfos. Los Sondve ya habían tratado de hacerle frente, mas su éxito jamás llegó, como tampoco llegaron de vuelta aquellos que fueron a enfrentarlo. Bajo esta premisa se preguntó qué opciones tendrían ellos de lograrlo. Si bien no tenían órdenes de atacar, la mera intención de conseguir información ya supondría un riesgo. Aunque… ¿Más que el que ya había corrido? Lo cierto era que un asedio como el vivido daba otra perspectiva y había desvirtuado, en gran medida, la consideración que hacía ella del nivel de peligro de lo que, a partir de entonces, se había visto obligada a enfrentar. A fin de cuentas, se trataba del bosque, uno que, por suerte o infortunio, no era la primera vez que la acogía entre sus ennegrecidas ramas. El Bosque de los Dioses, cuántas veces había imaginado su aspecto antes de que las llamas lo arrasaran y cuán digno de admirar era el trabajo realizado allí por repudiados, habiendo sido capaces de devolverle la vida a gran parte de él. Agradeció con creces no ser la única acostumbrada a desenvolverse en parajes como aquel. Pese a vivir al cobijo de los árboles de Sandorai, no todos los elfos sabían determinar en qué cara del tronco nacía el musgo, menos entre las generaciones de las últimas décadas, cada vez más habituadas a la vida en las urbes. A la vista estaba que no era el caso del artesano, aunque no fue plato de buen gusto el restregón de pajarraco. Aún así, mimetizarse con el entorno era un básico en supervivencia y el perfume a cadáver descompuesto cumplía su función a la perfección. Completando la fragancia Eau de Bosquè con un poco de barro reciente -si, barro- y restos de hojarasca mohosa, terminaron por abandonar del todo su peripuesta apariencia.
Tras un par de horas de caminar sin bajar la guardia, habiendo avanzado casi una milla, dieron el alto al escuchar, a una distancia no tan lejana como hubiera sido deseable, los aullidos de los lobos de Marlowe. El viento en contra traía el sonido directamente hasta ellos con la claridad suficiente para deducir que ya debían haber cruzado el río y, sólo de pensarlo, un escalofrío recorrió su espalda y erizó su piel. Sin alcanzar a verlos todavía, podía deducirse que se trataba de un grupo numeroso, más que ellos sin lugar a dudas, y la mera idea de continuar el avance se presentaba abrumadora. Se los encontrarían de frente, de seguir el camino. En cualquier otra ocasión desviarse no hubiera sido una opción a valorar, se habría hecho sin discusión alguna, pero en aquella habían emprendido la marcha a sabiendas de lo que podían encontrarse. Aunque, en realidad, no del todo. Atendiendo a la descripción del campamento que Elian compartió tras su avistamiento, se hizo el silencio. Lejos de encontrarse rudimentarias tiendas o una manada alrededor de una hoguera, como habría cabido imaginar, dieron con una devastada aldea que ahora rebosaba de vida. Sin ser capaces de determinar, desde allí, cuántos se encontraban en ella, cuáles eran sus intenciones o qué otras sorpresas aguardaban en el interior de los chamizos, vacilaron entre volver con lo ya sabido o arriesgarse a conocer más allá de la empalizada. No parecía una simple avanzadilla ni un campamento de paso, al contrario, por las comodidades que el elfo había alcanzado a divisar podía esperarse que hubieran apostado allí su base y sólo los dioses sabían si esperaban la llegada de más lobos desde el este. Debían tratar de saber más, habían llegado hasta allí, qué serían otros cuantos metros.
—Lo mejor será rodear la empalizada, quizá haya por dónde colarse.— apuntó Nerdanel. —Si nos separamos, ganaremos tiempo.
—No pienso entrar ahí sin saber lo que me espera detrás de la puerta, la idea del suicidio no es algo que, por el momento, entre en mis planes.— afirmó Aylizz, de manera rotunda —Menos sin la certeza de que Marlowe se encuentre o no en el campamento.
—Y entonces, ¿qué propones?— quiso saber otro de los Sondve, notablemente alterado, nervioso, cuya mirada parecía buscar desesperadamente el camino de vuelta.
—Despejar el interior, atraerlos a la entrada principal y hacerlos salir. Llamar su atención será fácil, os daré tiempo para entrar y me reuniré con vosotros dentro.— se dirigió entonces hacia Elian, buscando su comprensión —Me vendría bien, cómo decías… Por si me pillan.— apuntó, refiriéndose a las ropas que había confeccionado antes el elfo.
Conformes o no, no les sobraba el tiempo para perderlo en discusiones. A falta de mejores alternativas, dando por descontado que marcharse sin haber entrado en sus filas, o al menos haberlo intentado, no era una de ellas, se prepararon antes de tomar posiciones. A partir de ese momento todo sería silencio, la partida debía jugarse con cuatro sentidos y todos debían tener claros los movimientos de los otros. Con la cera bien acomodada en sus oídos y observando cómo cada cual se desplegaba en una dirección, tomó aire y respiró profundamente. Una vez, dos veces, tres. Esta vez no habría un Anciano encajando los golpes por ella.
Se vistió sobre sus propios ropajes[2] y encaminó el sendero principal, ocultándose entre los arbustos y avanzando hasta tener perspectiva completa de la entrada al campamento, sin abandonar la conveniente distancia. Dos hombres apostados en la puerta se encargaban de la guardia con aspecto despreocupado, sin siquiera portar sus lanzas, que aguardaban apoyadas junto a la pared. No debían esperar visita, eso estaba bien. Elevó la mirada un poco más y divisó los arqueros que gobernaban los tejados contiguos a la entrada, uno a cada lado, y que lucían bastante más centrados en la vigilancia. Frunció el ceño. Si agudizaba la vista podía alcanzar a diferenciar sus finos rasgos, resultando ser cierto que Marlowe tenía elfos de su lado. Siendo así, descartó al momento la idea de acercarse más, debía suponer que si ella no alcanzaba a percibir su éter a esa distancia ellos tampoco lo harían, no convenía arriesgarse más de lo necesario en tales condiciones. Hechas las comprobaciones previas, oteó el alrededor para asegurar la posición de sus compañeros. Sin alcanzar a verlos, se convenció de que todo marchaba según lo planeado, el ambiente en la aldea se mantenía tranquilo, ergo, nadie había sido descubierto. Aún.
Bien, era el momento.
Se acomodó al resguardo de la maleza, a los pies de los restos de un anciano roble. El tronco permanecía robusto, a pesar del color cenizo que lo hacía lucir decrépito, y la copa, que en lo más alto se veía semidesnuda, rebosaba de brotes nuevos y ramas jóvenes en sus zonas más bajas, proporcionando un estratégico cobijo desde el que poder controlar la escena, permaneciendo fuera de ella. El silencio que la invadía propició que abstraer su mente de todo estímulo para centrarse en la energía que fluía en el entorno fuera casi una acción innata. Cerrar los ojos sirvió para potenciar aún más sus sentidos restantes. Los olores de la vida que renacía se abrían camino entre el aroma dejado por los desastres del pasado, que ya formaba parte de Midgar, así como lo hacía la energía renovada, que se esforzó por distinguir entre la magia de fuego que dormía en las entrañas de la vegetación más longeva. Sonrió. Había logrado dar con un flujo de éter que, aunque débil, recorría las raíces bajo de sí hasta el sendero que bordeaba la entrada. Suficiente para empezar. Visualizó los jóvenes abedules que se extendían alrededor de la empalizada, aislando en su mente los más cercanos a los cancerberos. Las siluetas se dibujaron en su oscuridad, sabiendo entonces dónde tenía que concentrar el control.
—¡¿Quién anda ahí?!
Abrió los ojos, ahogando un sobresalto, perdiendo por completo la concentración, cuando sintió el flujo interrumpirse abruptamente. Al centrar su visión de nuevo descubrió la causa, un golpe propiciado por uno de los guardias, que ahora rebuscaba, lanza en mano, entre las cercanías de la entrada. Suspiró aliviada, comprendiendo que había funcionado. Revolver las ramas había llamado su atención[3], haciéndolo abandonar la posición, seguido de cerca por su compañero. Aunque eso no aventajaba demasiado, si permitió que cruzase el camino sin ser vista. Rebuscó por el suelo hasta dar con una roca que fuese lo suficientemente ligera para ser lanzada, pero suficientemente pesada para propiciar un buen golpe, y rompiendo un jirón de los bajos de su camisa fabricó una muy básica honda que propulsó la piedra, haciéndola impactar contra la espalda del segundo de los centinelas. Incapaz de escuchar nada, tuvo que suponer las blasfemias que el lobo soltó al sentir el golpe, seguidas de voces de alarma, que los hizo adentrarse algo más entre la maleza. Los tenía donde quería.
Antes de darles más tiempo para decidir pasar a su forma animal, hizo sobresalir las raíces bajo sus pies, haciéndolas crecer y recorrer sus cuerpos, impidiendo todo movimiento o defensa posible[4]. Aquello terminó de poner en alerta a todos los vigías, que incapaces de localizar enemigo alguno, se vieron resignados a abandonar sus posiciones y salir al auxilio de los porteros. Al abrirse el portón, alcanzó a ver parte del interior, donde era evidente que se había hecho eco el revuelo de fuera. Con todas las atenciones puestas en la emboscada, era su oportunidad para escabullirse. Bordeó el bosque paralelo al vallado, que se levantaba poco más de medio metro por encima de su cabeza, hasta alejarse prudentemente del bullicio y se acercó hasta un tramo de empalizada que descansaba reclinada sobre la pared trasera de una de las chozas. Echó un vistazo a su alrededor y, tras asegurarse de que nadie había reparado en su presencia, subió hasta el tejado[5]. Allí se tumbó, tratando de mimetizarse y pasar desapercibida, intentando mantener la mente fría en el pensamiento de que, cubierta con las falsificaciones, bien podrían confundirla con una más de los desertores que vigilaban desde lo alto. Se permitió tomar aliento un momento, antes de asomarse y contemplar la panorámica.
Estaba dentro, todos lo estaban. Y ahora, ¿qué?
[1] Nerdanel proporciona cera para tamponar los oídos y protegerse de los efectos de la lengua de plata.
[2] Aylizz utiliza las ropas que ha confeccionado Elian.
[3] Talento "Control de la naturaleza"
[4] Habilidad "Enraizar" [mágica, 1 uso]: Hago brotar las raíces cercanas para enredar al enemigo, dejándolo inmovilizado durante 1 turno.
[5] Aylizz utiliza las botas de araña.
- inventario:
- [arma] Daga calidad superior con arma cambiante [encantamiento de arma] a Espada.
[botas] Botas de araña.
[túnica, armadura] Ropas arcanas pobres.
[artilugio] Kit alquímico inferior {1 uso disponible}
[artilugio] Sellador de heridas {2 usos disponibles}
[elixir] Pócima de Yule {1 uso disponible}
[objeto máster] Limo de la unión {1 uso disponible}
Aylizz Wendell
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Re: Que viene el lobo (Aylizz Wendell & Elian Satari) [Trama Global Objetos Malditos]
El campamento licántropo había pasado a estado de alerta. Grupúsculos de híbridos recorrían sus calles tras la extraña información de un posible internamiento enemigo. ¿Pero, es que alguien sería tan estúpido?
Sin embargo, aquel a quien todos los reunidos seguían tomaba una segunda copa de buen vino del sur. No portaba armadura, tan sólo una espada elegante de factura dragontina. Había dado las órdenes oportunas y pronto todo, TODO, estaría dispuesto. Tan sólo dos pasos más y suya sería la victoria total.
Felthas cumpliría su parte, se había asegurado perfectamente de ello. Incluso si le costaba la vida, su subordinado no vacilaría. Sonrió. No sería capaz, de cualquier modo.
Fuera de la vivienda más importante de lo que ahora era un fortín por mor de las fuerzas acantonadas allí, varios miembros de la Manada ojeaban distraídos a una de las elfas que vigilaba desde un tejado. Desde la victoria sobre los orejas picudas en su cobarde intento de ataque a Helmfirth, no obstante se habían acostumbrado a ellos. Ahora una docena aproximadamente luchaban de su lado, suficientes para confundir al enemigo llegado el momento, o esa era la razón que la mayoría creía entender para su presencia allí a las órdenes de Marlowe. Su vista, sumada al olfato de los hombres lobo, daba por hecho la imposibilidad de una nueva emboscada.
-Deberíamos subir a ayudarla- señaló uno de los tres que paseaban cerca de la muchacha. Uno de sus dos compañeros restantes sonrió burlón.
-Que caballero. ¿Vas a hacerte con una de esas ridículas armaduras llenas de remates de plata y una capa blanca también? ¿Y un caballo quizá?- su voz, imitando la mayor cursilería posible no ofendió apenas al otro.
-Los elfos serán arrogantes y afeminados- terció el que aún no había hablado, limpiándose un diente con una uña- pero sus mujeres… toda esa raza deberían ser mujeres- amplió su sonrisa.
-¿Es que no lo son?- le siguió la broma el segundo, echándose ambos a reír. El primero no quitaba los ojos de la vigilante de la melena rubia.
-Creo que voy a intentarlo.
-¿No recuerdas que estará a las órdenes de Marlowe?
-Por supuesto- replicó burlón- Y ojalá le haya ordenado ser… buena… con los licántropos- y les guiñó un ojo antes de subir al tejado ya ocupado de la casa.
***********
Rutt y Algren, una de las últimas parejas de la especie que se habían unido al movimiento dirigido por el lobo plateado, se alegraban de la camaradería y la alegría que se respiraba en el campamento. Su vida había sido difícil, y pese a no tener nada en contra de los orejas picudas, deseaban la protección que sólo creían poder encontrar en ese lugar, entre los suyos, donde no eran juzgados ni tratados como gentes de segunda. Saludaron a uno de los primeros integrantes que les habían dado la bienvenida, Dorak, quien sorprendentemente iba en compañía de algunos elfos. Los saludó un poco distraído, y la pareja lo achacó al estrés de ocuparse de la vigilancia de la zona. Vivían en constante peligro y aún así, habían llegado a sentirse en casa. Que hijos de Sandorai luchasen junto a ellos contra otros de los suyos apoyaba moralmente la causa de su líder. Algren miró a Rutt, dejando atrás la plaza de las ofrendas, donde Fenrir observaba vigilante.
Alzó el rostro al darse cuenta de algo. El viento estaba cambiando, y traía algo desagradable.
__________________________
Off: Cómo me gusta la gente capaz de tener iniciativa y un punto de locura. Bien hecho. Habéis ideado un plan lógico y habéis logrado entrar en el campamento licántropo. Claro que, como no puede ser de otra manera, llegan problemas.
Aylizz: No tardas en tener al lado a un hombre lobo con ganas de camelarte... y al que no puedes oir, debido a la cera.
Elian: Aunque habéis entrado sin mayores contratiempos, muy poco después han dado la voz de alarma. La jugada de tu compañera fue buena, pero en tiempos de guerra, toda precaución es poca, y Marlowe no peca de ingenuo. Registrarán todo el lugar, de modo que la información que deseéis, debe ser hallada lo más pronto posible.
Ger
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Re: Que viene el lobo (Aylizz Wendell & Elian Satari) [Trama Global Objetos Malditos]
Definitivamente, la planificación a largo plazo y la estrategia global no eran cualidades que pudieran pedírsele a la elfa. Actuaba en base a la información que disponía en el momento, limitándose a idear predicciones inmediatas y altamente probables, de lo contrario, se perdería en suposiciones e hipótesis, en los “pero y si…”, acabaría por verlo todo demasiado complicado, demasiado oscuro, demasiado perdido y entraría en pánico. Desde aquel tejado, la imagen que se presentaba ante sus ojos era digna de relatos de hoguera. La estatua de Fenrir gobernaba la aldea mientras el ambiente se enrarecía por la alteración de sus habitantes, mas entre tantos lobos que ahora armaban revuelo en las calles del poblado no había rastro de Marlowe. ¿Y si después de todo no se encontraba allí? Cualquier líder se dejaría ver, al menos mostrar una mínima preocupación, ante el indicio de un ataque a su campamento, ¿no? Más en tiempos en los que el estallido de una nueva batalla era palpable en el porvenir. No, debía caminar antes de echar a correr, primero un pie y después el otro, nada de dar las cosas por sentado.
El silencio que percibía, contrastaba con el ajetreo que realmente envolvía el entorno, permitiendo mantener una calma que, de otra forma, habría sido impensable. Apostada sobre la choza, tenía una clara visión del fortín y de sus defensas, advirtiendo que tampoco los elfos que debían encontrarse en la aldea pululaban por allí, a excepción de un puñado de vigías que, como ella, parecían mantenerse al margen de la agitación colectiva. Debería mantenerlos en su punto de mira, al fin y al cabo el disfraz no lo era todo y su camuflaje serviría en la medida que actuase como ellos. Realizó un nuevo barrido con la mirada, esta vez en busca de sus compañeros. La alerta se había concentrado, como era de esperar, en los alrededores de la entrada principal, ahora cerrada a cal y canto, y alrededor de la cabaña más amplia y ornamentada, las defensas parecieron multiplicarse, formándose un cordón alrededor de la misma. Algo importante parecía estar custodiado en el interior. O alguien. La elfa esbozó una ligera sonrisa satisfecha al terminar de asumir que, finalmente, el lobo de plata resultaba encontrarse en el campamento. No obstante, los que asumieron dicha guardia parecían serenos, aún se mantenían en su forma humana, lo que invitaba a pensar que Marlowe permanecía tranquilo en su guarida, algo que, por el momento, convenía a los que habían logrado camuflarse entre sus filas.
A punto estuvo de perder los globos oculares de las órbitas cuando alcanzó a distinguir a Nerdanel, entre la penumbra y las sombras de los callejones cercanos a la vivienda principal. Por los dioses, ¿a caso pretendía asaltar a Marlowe directamente? La siguió detenidamente, obviando por completo todo lo demás que sucedía a su alrededor, algo que por otra parte no era difícil sumida en aquel silencio. La elfa de los Sondve había logrado acercarse hasta una ventana, por la que llegó a observar el interior durante un par de minutos, asomada de refilón desde el marco, antes de escabullirse y desaparecer en la oscuridad sin llegar a ser advertida. Casi pareció hacerlo en contra de su voluntad, de forma atropellada y repentina. A los pocos instantes de marcharse, los licans que se encontraban cerca de la vidriera voltearon la vista a su espalda, aunque sin dar con nadie. En aquel momento se dió cuenta, el viento ya no soplaba a su favor. Nerdanel debía haberlo advertido también, alejándose antes de que los canes percibieran su olor. Si, debía hacer lo mismo, no podían arriesgar más. Hizo un último barrido como vigía, los dos varones seguían perdidos, a sus ojos. No hubo fortuna, no logró dar con ellos, mas quedó inmóvil cuando advirtió a los tres hombres que la observaban desde el firme, a escasos metros de la cabaña. Paralizada, mantuvo la mirada fija en ellos, tratando de parecer serena. ¿La habían descubierto? Hablaban entre ellos, se reían, no parecían ni remotamente preocupados por el alboroto causado. Entonces uno se alejó de los otros dos y se dirigió hacia la pared lateral de la vivienda. La elfa tomó una respiración profunda y chasqueó la lengua, en un gesto de clara inconveniencia. El lobo se colgó con agilidad del saliente del tejado y con un par de movimientos se encaramó junto a ella. Ajá, qué bien todo.
El hombre dijo algo que, evidentemente, ella no escuchó. Optó por no responder, no con palabras al menos, limitándose a arquear una ceja, en un gesto de desconcierto. Pareció ser bien encajado, porque él soltó una ligera carcajada. Dijo algo más, esta vez acompañando sus palabras con un gesto, alzando una mano al aire, señalando con dejadez el revuelo, para después dejar caer ligeramente la cabeza hacia el lado contrario, como queriendo indicar una dirección lejana, al tiempo que terminaba de hablar. La elfa esbozó media sonrisa al comprender, o al menos hacerse una idea, de lo que proponía el hombre-lobo. Ladeó la mirada un instante, desviándola hacia los otros dos, que permanecían expectantes, ahí abajo. Así que de eso se trataba, ninguno sospechaba ni un ápice de su verdadera persona, sólo era una práctica puramente animal. Machos haciendo cosas de machos. Volvió a llevar su atención de nuevo al varón que ahora creía poder manejar como a un cachorro, aprovecharía lo inesperado a su favor, al fin y al cabo, necesitaba un pretexto para abandonar su puesto.
—¿Y tus amigos?— se aventuró a utilizar una pregunta cómo respuesta —¿Van a quedarse ahí? ¿Mirando?— añadió, en un tono más sugerente.
Una nueva risotada brotó en el hombre, que alzando la voz se dirigió a sus compañeros, pudiendo percibir la elfa, esta vez, algo de su discurso.
—...muchachos! ...tarde!
Parecieron satisfechos al escuchar a su compañero, pues tras regodearse y soltar unas risas, se alejaron del lugar. A continuación, el hombre se deslizó hasta el saliente contrario al que había utilizado para subir, aguardando antes de descolgarse para volverse hacia la muchacha, tendiéndole la mano.
—Puedo sola— rechazó con picardía, manteniéndose en su papel y en el juego.
El hombre dijo algo, recuperando el tono cercano -quizá demasiado- que hasta entonces había adoptado con la elfa y que nuevamente no pudo escuchar, esta vez atreviéndose a acariciar su pierna, con claras insinuaciones, antes de dejarse caer hasta el suelo. Aprovechó ese instante para comprobar dos cosas, que los otros dos ya estaban lejos y que Marlowe permanecía en su cabaña. Tenía que cometer la mayor imprudencia de todas, pero necesitaba todos sus sentidos a partir de ahora. Antes de descolgarse sobre los brazos que la esperaban bajo el tejado, liberó sus oídos, juntando la cera nuevamente en una sola esfera y llevándola al zurrón que colgaba de su cintura, bajo las ropas. Debía de ser rápida.
—Para que luego digan que sois unas estiradas...— comentó el hombre, ayudando a la elfa a terminar de descolgarse, tomándola convenientemente de las caderas.
—Bueno… Llevamos aquí mucho tiempo, me temo, y los míos me son ya conocidos.— divagó, mientras se dejaba tomar en volandas —Además...— añadió, posando ahora ambos pies en el suelo, pero acortando la distancia entre ambos, obligándolo con su propio cuerpo a quedar con la espalda en la pared, al cobijo de la oscuridad que proporcionaba el borde saliente del tejado. —Soy una elfa, me gustan los animales.— terminó, esbozando una sonrisa.
—Para cuando regresen los tuyos te habré hecho olvidar hasta la raza a la que perteneces— brabuconeó, agarrándola con fuerza de la cintura, apretándola contra él —Si es que con la traición que deben estar cometiendo en estos momentos no lo has hecho ya.— añadió, riendo entre dientes, antes de acercarse con ansias a su cuello y comenzar a babosearlo.
Aquellas palabras le parecieron suficiente información, más si atendía a la intensidad que comenzaba a tomar la situación. Tenía que quitarse al tipo de encima cuanto antes y largarse. Sin embargo, no se opuso. Si lo hacía, no podría con él, no cuando sus instintos más básicos ya eran dueños de su cuerpo. Debía encontrar el momento. Aguantó el aliento de perro en su cuello y en sus orejas, y las manos que se sentían como zarpas en su cuerpo, a pesar de ser humanas, que trataban de abrirse camino entre sus ropajes. Aguantó porque el deseo del lobo sería su propia perdición, y cuando destapó sus ropas superiores, el disfraz, abrió el camino a la elfa para poder echar mano al arma que ocultaba bajo las mismas. De un rápido movimiento, desenvainó la daga y lanzó un corte limpio al cuello.[1] No hubo tiempo para un parpadeo antes de que la sangre brotase a borbotones, tiñendo las blancas ropas de la elfa, que como pudo tumbó al animal herido, que balbuceaba calumnias mientras se atragantaba con la vida que se le escapaba. Toda la tensión acumulada y los nervios que había reprimido brotaron en un pulso acelerado y una respiración forzada, mientras contemplaba al lobo morir y se convencía de que había sido del todo necesario. De haberlo herido, habría dado la voz de alarma. Y no haberlo hecho, bueno…
Cuando el cuerpo estuvo sin vida, se aseguró de que no fuera encontrado por casualidad y lo arrastró hasta ocultarlo tras la pared trasera. Ya no podía perder más tiempo, debía volver a escalar el vallado y ocultarse en el bosque, a distancia prudente, esperar que los dioses estuviesen de su parte para reunirse de nuevo y llegar hasta Nytt Hus antes de que fuese tarde.
[1] Talento: armas de filo.
- inventario:
- [arma] Daga calidad superior con arma cambiante [encantamiento de arma] a Espada.
[botas] Botas de araña.
[túnica, armadura] Ropas arcanas pobres.
[artilugio] Kit alquímico inferior {1 uso disponible}
[artilugio] Sellador de heridas {2 usos disponibles}
[elixir] Pócima de Yule {1 uso disponible}
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Aylizz Wendell
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Re: Que viene el lobo (Aylizz Wendell & Elian Satari) [Trama Global Objetos Malditos]
Estaban dentro. Aquello tendría que haber sido una buena noticia, pero Elian tenía la sensación de que el corazón se le había subido a las orejas.
Céntrate.
Caminaba junto a Nerdanel y otro de los Sondve, Ith’un. La tercera se había quedado en el punto de encuentro, lista para llevar la mala nueva a Nytt Hus si las cosas se torcían en el campamento. Aunque eso de campamento era quedarse corto. A pesar de la tosca empalizada, aquello era un pueblo en toda regla.
Alguien lo saludó y él respondió con un gesto breve que esperaba que diera la impresión de que iba con prisa y no de que no tenía la menor idea de quiénes eran esas personas. Lo cierto era que tenía que moverse con más vigor del habitual. No había tenido problemas para mantener el paso de un hombre adulto desde que era un crío, pero aquellas piernas cortas y torcidas parecían tardar una eternidad en recorrer la más mínima distancia.
Calma. Eres un guardia, un vigilante. Estás donde debes estar
Que la aldea despertara de golpe no ayudó a tranquilizarlo.
—Mierda —dijo Nerdanel—. Parece que la maniobra de Aylizz ha tenido demasiado éxito. Separémonos. Averigüemos lo que podamos y reunámonos en el punto de encuentro.
Y así es como Elian se encontró vagando solo por las callejuelas de la aldea. Si no fuera por la sensación de que lo descubrirían en cualquier momento, no era muy distinto de pasear por uno u otro poblado del continente.
Caminaba deprisa y con decisión, como si tuviera alguna idea de a dónde iba. Los demás parecían estar revisando el poblado, así que él hacía lo mismo. Procuraba mantener las distancias con otros licántropos, no fuera que notaran la diferencia de olor con respecto al tipo al que había suplantado, pero cada vez que abría una puerta, revisaba un henar, se asomaba a un patio trasero, tomaba buena nota de los trabajos de reparación que se habían llevado a cabo para acondicionar aquel antiguo asentamiento a sus nuevos ocupantes. Todas las casas parecían tener algún tipo de uso. ¿Es que se habían traído al clan entero?
—O manada —murmuró para sí mientras, al dar la vuelta a un recodo, se encontró de frente a lo que parecía ser la letrina principal: una cutre zanja excavada al pie de la empalizada.
Dio la vuelta para volver sobre sus pasos, cuando oyó voces acercándose por la única calle de salida. Elian se permitió medio segundo de pánico antes de decidirse por la acción que su cerebro consideró la más lógica en semejantes circunstancias: se metió en la zanja y se sentó.
—¡Pulgas, Dorak! —dijo una voz a su espalda en el momento que, con las manos apoyadas en la podrida madera, comenzaba a incorporarse—. ¿Es que te has dormido mientras meabas?
Los compañeros del que había hablado rieron la gracia. Elian, por su parte, soltó un gruñido que esperaba que sonara irritado, se sacudió un poco los pantalones, cosa que sirvió para extender aún más el pestazo y se abrió paso entre el grupo, que se apartó de él entre risas.
Apenas se había alejado un par de callejas cuando Ith’un salió desde detrás de una de las casas.
—Elian, ¿has…? Por los dioses, dónde…?
—No preguntes—lo cortó Elian—. ¿Has averiguado algo?
El aludido negó con la cabeza.
—Hay demasiada gente. Pero he encontrado un cadáver detrás de una casa. Fresco.
Estupendo
—Hora de largarse.
Doblaron un recodo y dieron a una zona más abierta. Al fondo, por encima de la empalizada, Elian reconoció las ropas pardas y el cabello pajizo de Nerdanel desapareciendo del otro lado. Le dio un toque en el brazo a su compañero y se encaminó en aquella dirección, pero Ith’un lo agarró del brazo y tiró de él hacia atrás, de vuelta al callejón.
—Tú… amigo —explicó con un elocuente gesto hacia Elian—. Acabo de verlo entrar.
Realmente estupendo
—Por aquí —dijo entonces Elian y deshizo el camino andado en los últimos minutos, esperando que aquel grupo hubiera tenido tiempo de abandonar la letrina.
Para su satisfacción, así fue. Ith’un, por su parte, no se sentía tan confiado.
—¿Por qué nos traes aquí? Esto no tiene salida.
—Ten un poco de fe, hermano.
Sin pensárselo dos veces, Elian volvió a meterse en la zanja y comenzó a palpar la madera de la empalizada hasta que dio con lo que buscaba. Puede que no fuera un experto en infiltraciones, pero sabía reconocer la madera podrida. Un par de empujones y ya tenía hueco suficiente. ¿Quién lo iba a decir? Ser pequeño tenía sus ventajas.
Cuando llegaron al punto de encuentro, Aylizz y Nerdanel ya estaban allí. Y fue una suerte que estuviera la segunda, porque de lo contrario, Elian se habría visto en apuros con su nueva cara. Cualquiera habría pensado que sería peor el olor.
—¿Qué habéis averiguado? —preguntó Adarae, la quinta integrante del grupo.
—Definitivamente, Marlowe estaba en aquella casona —respondió Nerdanel—. Había demasiados guardias protegiéndola.
—Eso es bueno, ¿no? —dijo Ith’un, aún recuperándose de la carrera hasta allí—. Mientras esté ahí dentro, no anda usando esa lengua suya contra los nuestros.
Fue entonces cuando Aylizz contó su parte.
—¿Traición? ¿Habrán enviado alguien a atacar Nytt Hus después de enviar gente a parlamentar? —se alarmó Adarae.
—Improbable —dijo Elian.
—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó Ith’un.
—Llevo más de medio siglo viajando por el continente. He visto aldeas de todo tipo y sé reconocer cuando una aldea está habitada y a cuánta gente puede albergar. ¿Visteis cuánta gente había allí dentro? No pueden caber muchos más. ¿Cuántos vigías creéis que tendrán patrullando los alrededores, media docena, una? Súmale otros tantos que habrán enviado a parlamentar y tienes todo un pueblo.
—Entonces es la Embajadora a quien van a traicionar —concluyó Nerdanel.
Si es que no lo han hecho ya.
—¡Debemos volver a Nytt Hus, avisarles para que envíen refuerzos!
Elian no quería ser quien dijera lo que debía decirse, pero alguien tenía que hacerlo.
—No podemos volver por donde hemos venido. El viento ha cambiado, nos detectarían enseguida.
—¿Pretendes que demos un rodeo? No llegaríamos a tiempo.
—No, si vamos a Nytt Hus.
Nerdanel lo miró entonces como si leyera sus pensamientos. Aún así, preguntó:
—¿Qué es lo que estás proponiendo?
Elian le devolvió la mirada.
—¿Sabes dónde es el lugar que eligieron para parlamentar?
----------
OFF: Bueno, evidentemente, no puedo tomar decisiones por el grupo, no es como si Elian fuera el líder del grupo o algo, pero yo tiro mi propuesta, y si cuela, cuela. No podemos saber que Nytt Hus está siendo atacada, pero sí sospechar que Valyria está en problemas.
El efecto del chocolate dura dos rondas, así que debería evaporarse para cuando llegue mi próximo turno (si Ger no nos mata primero. ¡Por favor, no me mates antes de que recupere mi sonrisa Profident! Debo dejar un bello cadáver).
Céntrate.
Caminaba junto a Nerdanel y otro de los Sondve, Ith’un. La tercera se había quedado en el punto de encuentro, lista para llevar la mala nueva a Nytt Hus si las cosas se torcían en el campamento. Aunque eso de campamento era quedarse corto. A pesar de la tosca empalizada, aquello era un pueblo en toda regla.
Alguien lo saludó y él respondió con un gesto breve que esperaba que diera la impresión de que iba con prisa y no de que no tenía la menor idea de quiénes eran esas personas. Lo cierto era que tenía que moverse con más vigor del habitual. No había tenido problemas para mantener el paso de un hombre adulto desde que era un crío, pero aquellas piernas cortas y torcidas parecían tardar una eternidad en recorrer la más mínima distancia.
Calma. Eres un guardia, un vigilante. Estás donde debes estar
Que la aldea despertara de golpe no ayudó a tranquilizarlo.
—Mierda —dijo Nerdanel—. Parece que la maniobra de Aylizz ha tenido demasiado éxito. Separémonos. Averigüemos lo que podamos y reunámonos en el punto de encuentro.
Y así es como Elian se encontró vagando solo por las callejuelas de la aldea. Si no fuera por la sensación de que lo descubrirían en cualquier momento, no era muy distinto de pasear por uno u otro poblado del continente.
Caminaba deprisa y con decisión, como si tuviera alguna idea de a dónde iba. Los demás parecían estar revisando el poblado, así que él hacía lo mismo. Procuraba mantener las distancias con otros licántropos, no fuera que notaran la diferencia de olor con respecto al tipo al que había suplantado, pero cada vez que abría una puerta, revisaba un henar, se asomaba a un patio trasero, tomaba buena nota de los trabajos de reparación que se habían llevado a cabo para acondicionar aquel antiguo asentamiento a sus nuevos ocupantes. Todas las casas parecían tener algún tipo de uso. ¿Es que se habían traído al clan entero?
—O manada —murmuró para sí mientras, al dar la vuelta a un recodo, se encontró de frente a lo que parecía ser la letrina principal: una cutre zanja excavada al pie de la empalizada.
Dio la vuelta para volver sobre sus pasos, cuando oyó voces acercándose por la única calle de salida. Elian se permitió medio segundo de pánico antes de decidirse por la acción que su cerebro consideró la más lógica en semejantes circunstancias: se metió en la zanja y se sentó.
—¡Pulgas, Dorak! —dijo una voz a su espalda en el momento que, con las manos apoyadas en la podrida madera, comenzaba a incorporarse—. ¿Es que te has dormido mientras meabas?
Los compañeros del que había hablado rieron la gracia. Elian, por su parte, soltó un gruñido que esperaba que sonara irritado, se sacudió un poco los pantalones, cosa que sirvió para extender aún más el pestazo y se abrió paso entre el grupo, que se apartó de él entre risas.
Apenas se había alejado un par de callejas cuando Ith’un salió desde detrás de una de las casas.
—Elian, ¿has…? Por los dioses, dónde…?
—No preguntes—lo cortó Elian—. ¿Has averiguado algo?
El aludido negó con la cabeza.
—Hay demasiada gente. Pero he encontrado un cadáver detrás de una casa. Fresco.
Estupendo
—Hora de largarse.
Doblaron un recodo y dieron a una zona más abierta. Al fondo, por encima de la empalizada, Elian reconoció las ropas pardas y el cabello pajizo de Nerdanel desapareciendo del otro lado. Le dio un toque en el brazo a su compañero y se encaminó en aquella dirección, pero Ith’un lo agarró del brazo y tiró de él hacia atrás, de vuelta al callejón.
—Tú… amigo —explicó con un elocuente gesto hacia Elian—. Acabo de verlo entrar.
Realmente estupendo
—Por aquí —dijo entonces Elian y deshizo el camino andado en los últimos minutos, esperando que aquel grupo hubiera tenido tiempo de abandonar la letrina.
Para su satisfacción, así fue. Ith’un, por su parte, no se sentía tan confiado.
—¿Por qué nos traes aquí? Esto no tiene salida.
—Ten un poco de fe, hermano.
Sin pensárselo dos veces, Elian volvió a meterse en la zanja y comenzó a palpar la madera de la empalizada hasta que dio con lo que buscaba. Puede que no fuera un experto en infiltraciones, pero sabía reconocer la madera podrida. Un par de empujones y ya tenía hueco suficiente. ¿Quién lo iba a decir? Ser pequeño tenía sus ventajas.
Cuando llegaron al punto de encuentro, Aylizz y Nerdanel ya estaban allí. Y fue una suerte que estuviera la segunda, porque de lo contrario, Elian se habría visto en apuros con su nueva cara. Cualquiera habría pensado que sería peor el olor.
—¿Qué habéis averiguado? —preguntó Adarae, la quinta integrante del grupo.
—Definitivamente, Marlowe estaba en aquella casona —respondió Nerdanel—. Había demasiados guardias protegiéndola.
—Eso es bueno, ¿no? —dijo Ith’un, aún recuperándose de la carrera hasta allí—. Mientras esté ahí dentro, no anda usando esa lengua suya contra los nuestros.
Fue entonces cuando Aylizz contó su parte.
—¿Traición? ¿Habrán enviado alguien a atacar Nytt Hus después de enviar gente a parlamentar? —se alarmó Adarae.
—Improbable —dijo Elian.
—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó Ith’un.
—Llevo más de medio siglo viajando por el continente. He visto aldeas de todo tipo y sé reconocer cuando una aldea está habitada y a cuánta gente puede albergar. ¿Visteis cuánta gente había allí dentro? No pueden caber muchos más. ¿Cuántos vigías creéis que tendrán patrullando los alrededores, media docena, una? Súmale otros tantos que habrán enviado a parlamentar y tienes todo un pueblo.
—Entonces es la Embajadora a quien van a traicionar —concluyó Nerdanel.
Si es que no lo han hecho ya.
—¡Debemos volver a Nytt Hus, avisarles para que envíen refuerzos!
Elian no quería ser quien dijera lo que debía decirse, pero alguien tenía que hacerlo.
—No podemos volver por donde hemos venido. El viento ha cambiado, nos detectarían enseguida.
—¿Pretendes que demos un rodeo? No llegaríamos a tiempo.
—No, si vamos a Nytt Hus.
Nerdanel lo miró entonces como si leyera sus pensamientos. Aún así, preguntó:
—¿Qué es lo que estás proponiendo?
Elian le devolvió la mirada.
—¿Sabes dónde es el lugar que eligieron para parlamentar?
----------
OFF: Bueno, evidentemente, no puedo tomar decisiones por el grupo, no es como si Elian fuera el líder del grupo o algo, pero yo tiro mi propuesta, y si cuela, cuela. No podemos saber que Nytt Hus está siendo atacada, pero sí sospechar que Valyria está en problemas.
El efecto del chocolate dura dos rondas, así que debería evaporarse para cuando llegue mi próximo turno (si Ger no nos mata primero. ¡Por favor, no me mates antes de que recupere mi sonrisa Profident! Debo dejar un bello cadáver).
- inventario:
- EQUIPAMIENTO:
* Bō, calidad pobre
* Ropas comunes pobres
TOTAL DE ENCANTAMIENTOS: 0/6
LIGADOS AL ÉTER: 0/1
OBJETOS LIMITADOS (2/7):
* Kit de Curtiduría Regular queda 1 uso
* Kit de Carpintería Inferior
OTROS:
* Bolso del Viajero
* Tragaéter x2
* Collar de Clavos, 1 carga
* Colgante de Escarcha, 2 cargas
* Incienso de Jólmundröm x2
* Amuleto de Imbar, 3 cargas
*Chocolate del Equinocio
* Gato de bolsillo x2
* Caramelo de Jade x2
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Elian
Honorable
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Re: Que viene el lobo (Aylizz Wendell & Elian Satari) [Trama Global Objetos Malditos]
Por orden de master Ger, tiro estar runa para ver la que nos cae encima. Aylizz, no me odies.
Nota administrativa: Dado el resultado de la runa, este tema continúa [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Nota administrativa: Dado el resultado de la runa, este tema continúa [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Elian
Honorable
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Cantidad de envíos : : 261
Nivel de PJ : : 3
Re: Que viene el lobo (Aylizz Wendell & Elian Satari) [Trama Global Objetos Malditos]
El miembro 'Elian' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
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Resultados :
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'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
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