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Mensaje  Nousis Indirel Dom 12 Dic - 16:14


Aldea de Carunde, dos meses antes de la
trama global de los Objetos del 19




Hacía semanas que venía escuchando acerca de él. Los campos de Verisar ardían con las informaciones que corrían entre los Elfos refugiados sobre los hechos que ese individuo había llevado a cabo. Resultaba casi imposible hablar con un hijo de Sandorai en la zona que no conociese al menos tres rumores diferentes sobre ese ser, que parecía casi sacralizado en las palabras de los suyos.
Desde proteger a los dunweid con ataques organizados a nobles humanos que buscaban mano de obra barata, hasta su enfrentamiento personal con caballeros de la Guardia de Lunargenta o caballeros-dragón descarriados, de él sólo se narraban maravillas. Y por ello, supuso, apenas había trabajo para un mercenario en esa parte del mundo.

Precisaba conocerle.

Siguió las habladurías legua a legua, y como si anduviese por la misma senda que una sombra, siempre parecía llevarle la misma ventaja. Sus congéneres colmaban a quien lo buscaba de proezas y hechos donde siempre primaba la bondad y la protección de los Elfos. Al menos, razonaba, algo de verdad tenía por fuerza que existir. Todas las descripciones físicas hablaban del mismo hombre de cabellos color fuego, casi de su misma estatura o incluso unos centímetros superior, atlético, y con unos ojos azules que emanaban seguridad y comprensión. Casi parecía que el mismísimo Anar se hubiese materializado en los campos de Verisar. La curiosidad quemaba al espadachín. Necesitaba respuestas.

Según avanzaba, comprendió que no sólo se trataba de ese elfo.

Los comentarios en su lengua natal enmarcaban una segunda figura que al principio, Nou identificó con la primera suponiendo un error propio al creerlo hombre y no mujer. Nada de eso. La actuación de una elfa complementaba los actos de aquel de quien primero había escuchado. Belleza, poder, decisión. Si él era Anar, ella era Isil. El Indirel pensó en Neralia y por algún motivo, posteriormente en Iori. Dudaba que…

Comió uno de los días que, bañados por el tenue sol del invierno, se alzaban semejantes unos a otros con una familia de elfos que habían decidido reconstruir sus hogares en los bosques de Verisar, a pesar de su pertenencia a los vidacorta. Una pareja más joven que él, y una criatura que aún no había llegado a los ocho años.

-Como tantas otros, nuestro hogar fue destruido en el ataque a Árbol Madre- relató la madre, con el semblante crispado por lo aterradores recuerdos. Nousis no podía culparla. Dragones, Jinetes negros, batallas, toda clase de razas luchando con todo su poder para destruir o proteger el lugar más sagrado de Sandorai. El propio espadachín aún se sorprendía rememorando esos larguísimos días cuando su mente se desviaba a la nada fruto de las largas caminatas- Ellos terminaron con los bandidos que nos acecharon casi desde que escapamos de nuestra tierra.

-¿No pudisteis quedaros y tratar de reconstruir lo perdido?- preguntó él con dulzura.

La madre suspiró y el padre miró con unos intensos ojos avellana hacia los grises del Indirel.

-Sandorai son sus clanes. Cada cual con su propia tierra, sus aldeas. El bosque ha sufrido la gran helada y los ataques. No sólo Árbol Madre salió malparado. No buscamos caridad, o supeditarnos a otro clan mayor. Prosperaremos aquí, y nuestros descendientes regresarán si lo desean.

-Pero son tierras de los Hombres. Nunca os tratarán como los vuestros.


-¿Qué han hecho los nuestros por nosotros?-
la voz de la mujer sonó como un látigo- Sí, parece que otros gobiernan ahora nuestra patria. Más clanes, los fuertes como siempre. ¿Y qué hay de las docenas de tribus débiles? Nadie ha querido protegernos, de modo que quizá en un lugar donde los elfos no tengan poder y las grandes ciudades humanas no estén cerca, podamos crear comunidades donde de veras construyamos lazos para las generaciones futuras.

Nou la observó asombrado. Elfos que preferían no residir en Sandorai. Le parecía algo asombroso. Sus argumentos le hicieron cavilar intensamente. Su propio clan era uno de los que habían tomado parte en el Consejo recién formado para gobernar a su raza. Evidentemente, había muchas cosas que mejorar.

-¿Y queréis seguir a esa pareja sobre la que tanto he escuchado?

El padre negó con la cabeza, aunque una sonrisa prendió en sus labios.

-No piden ser seguidos, ni gobernar. Se limitan a ayudar con lo que pueden a quienes les es posible. Arbitran disputas si ambas partes están de acuerdo en aceptar su juicio. Negocian ventas en ciudades humanas representando a quienes no pueden desplazarse. Instruyen a algunos de los nuestros para protegernos…


-Casi suena a los cimientos de un pequeño reino élfico en Verisar… -
murmuró él, aunque en tono perfectamente audible.

-No- rebatió ella- Nada de reyes ni reinos. Una comunidad. Tú mismo podrías formar parte de ella, nos serías de ayuda- pero él evadió una respuesta.

-¿Cómo puedo dar con ellos?


La niña cayó tratando de escalar un árbol cercano y su padre la tomó en brazos, alejándose de Nou y su pareja.

-Se dice que tienen a alguien de confianza. Esa persona decide acerca de tus intenciones. Han de ser protegidos.

-¿Temen ser asesinados?-
se burló él con suavidad- He escuchado hazañas increíbles.

-El puñal de un asesino puede terminar con cualquier héroe confiado-
replicó, molesta. Su oyente abrió más los ojos. Aquello no era sino parte de una de las obras más relevantes de Irth Anlal, “Vida de Zior Acnabeth” Su clan debía dar un gran valor a la cultura. La miró con un respeto aún mayor.

-¿Dónde podría encontrarle?- Por un momento, pensó que no le contestaría. Algo en él, intuyó, la hacía desconfiar. Sin embargo…

-Día y medio al sureste. Un vigilante dijo hace unos días que se había detenido en la aldea de Nagnu.

Nousis se levantó, agradeciendo la compañía.

-Que los dioses os protejan-
se despidió, llevando una mano al pecho y bajando ligeramente la cabeza.

-Que ellos iluminen tus pasos. Quizá- sonrió la mujer- termines siendo convencido.

Pero el elfo ya se había girado, dispuesto a emprender ese breve viaje.
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Mensaje  Eleandris Miér 15 Dic - 0:21

Me hallaba en mi camino de regreso a Corona del sol cuando me topé con un grupo de elfos en el camino. Suponiendo que era alguna clase de comitiva de mercaderes o alguna familia rumbo a algún acto social importante no le presté mayor atención. No fue sino hasta que me crucé con el tercer grupo de viajeros que me resultó extraño pues no solo parecías llevar todos bastante equipaje sino que además todos viajaban en la misma dirección.

Me acerqué hasta quien parecía dirigir la última comitiva con intención de descubrir cuales eran las nuevas y hacia donde se dirigían. fue cuando oír hablar de él por primera vez. Me hablaron de un elfo de cabello cobrizo grande y robusto el cual no supieron nombrar ni decir nada que no hubiera pasado antes por dos o tres bocas más. Un elfo que libraba de los peligros del camino a los viajeros e incluso los guiaba a buen puerto sin mencionar que instruían en el combate a quienes podían.

Si bien los elfos solemos ayudarnos los unos a los otros, que uno de nosotros se expusiera a las hazañas que me relataban estos viajeros y jamás pidiera nada a cambio se me hacía extraño y también picaba mi curiosidad. Era cierto que Sandorai no pasaba ni por asomo uno de sus mejores momentos pero por lo que yo había visto la situación no era tan mala como para realizar un éxodo. ya que al parecer estos grupos con los que yo me había cruzado no habían sido los únicos, ni tampoco los últimos.

Seguí preguntando con cuantos grupos me crucé en mi camino hasta mi aldea recabando toda la información que me contaban, comparando relatos y tratando de separar lo que era verdad de lo que era exageración, pero, incapaz de discernirlo con solo los rumores y los escasos, muy escasos relatos de aquellos que afirmaban haberle visto opté por preparar un petate y unirme al siguiente grupo.

Si había algo de verdad tras ese misterioso elfo seguramente me sirviera de ayuda para mis proyectos, en caso de ser solo una invención tal vez descubriría el motivo verdadero de aquel éxodo. Fue así como inicié un nuevo viaje rumbo a la tierra de Verissar, a lo que tenía entendido por el grupo de refugiados con el que viajaba esta vez se estaba formando un nuevo asentamiento élfico, algo que, tras el tiempo que pasé como cortesano, me planteaba muchas dudas y augurios de un problema bastante mas grave a nivel político. Todo esperaba descubrirlo al llegar al destino.
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Mensaje  Nero Crimson Jue 16 Dic - 19:14

Dia: desconocido
Lugar: muy ebrio para recordarlo

Luego de haber escapado de sus responsabilidades una vez mas, el buen Nero se encontraba escapando sin rumbo, botas desgastadas, pantalones viejos y cubiertos por un trozo de tela carmesí que bien podría pasar por un taparrabos, una espada decente al cinto, uno de los tantos que llevaba consigo al menos, el brazo izquierdo cubierto por correas y el brazo derecho cubierto por una cadena con cuchillas, en otras palabras un aventurero mas en este extraño mundo de Aerandir, acompañado de su fiel botella cuyo contenido el mismo Nero desconocía, -Muy bien, ya escapamos de esa casa de locos, ahora a salir lo mas lejos posible- se dijo a si mismo, dándose ánimos para continuar hacia donde fuera que el destino le llevara.

Se encontró en un extraño cruce de senderos y ante la duda de no saber hacia donde ir, se cubrió los ojos, le dio un buen sorbo a su botella y comenzó a girar, la idea principal era que cuando se detuviera y se descubriera la vista seguiría el camino que se presentara frente a él, lo que no se esperaba era que al momento de detenerse y descubrir su vista todo siguiera girando sin control, -Esta ha sido la peor idea de la vida- alcanzo a exclamar antes de caer desmayado.

Un desmayo mas tarde_______________________

Una sacudida de carreta mas tarde el dragón ebrio todavía despertó notando como todo se seguía moviendo pero no de la misma forma de antes, ya no giraba, pero la sensación de movimiento persistía en el, se sentó cuando una voz desconocida le instaba a que se tomara las cosas con calma.

-Tranquilo ahí aventurero, deja que la borrachera se te pase un poco-
-Oh tranquila, es medicina-
-Si claro, cada loco con su tema, aun así deberías aprovechar de descansar-
-Lamento todo esto de verdad, no deberían haberse molestado-
-Tranquilo, no es la primera vez que nos topamos con un borracho a mitad de camino-

Nero se sintió un poco avergonzado, no por ser llamado borracho, sino por tener que ser considerado como la buena acción del día, por suerte sus reflejos habían sido tales que la botella seguía aferrada a su mano, ahora considerablemente mas vacía que antes debido a la caída, pero con lo suficiente para un ultimo trago, el cual no dudo en empinarse. la mujer que le había atendido suspiro resignada y partió a tomar las riendas para que su compañero tomara un descanso.

-Veo que no has perdido el tiempo- exclamo el hombre mientras tomaba asiento cerca del borracho.
-Oh si, lo siento ya puedo seguir por mi mismo-
-No te preocupes tanto, estamos por llegar a una aldea, puedes continuar tu camino desde allí-
-No es necesario, suficiente ya han hecho por mi-
-Debo insistir, hasta hace no mucho yo era muy similar a ti, hasta que conoci a mi esposa Lydia, me ayudo a enderezar mis cosas-
-Me alegro por ustedes, yo estaré bien mientras esto no se acabe- exclamo Nero mientras agitaba la botella irónicamente vacía.
-La solución no siempre es el trago, pero puedo entender a que te refieres..... Me llamo Thomas por cierto- dijo el hombre al momento que le ofrecía una cantimplora de cuero a Nero.
-Me llamo Nero, gracias- respondió tomando la cantimplora y dándole un trago a lo que parecía ser un vino exquisito, luego procedió a devolverle aquel néctar.
-Eres bastante educado para estar tan borracho Nero- contesto Thomas mientras le acompañaba bebiendo un poco también.
-Como le comentaba a tu esposa, es mas una medicina, irónicamente el perder el control me ayuda a controlarme... Es muy confuso todo jajajaja-
-Thomas deja de usar a ese hombre como una excusa para beber- grito Lydia a la vez que hacia sonar las riendas.
-Si cariño- respondió el hombre en un tono completamente cariñoso

Nero se limito a encogerse de hombros y sonreír, tenia transporte y hasta le habían ofrecido un trago, no podía estar mas que agradecidos con Lydia y Thomas, así que aceptaría la propuesta de seguir con ellos hasta llegar al pueblo que mencionaban.
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Mensaje  Salük Dom 19 Dic - 1:03

-Aquí tienes tu maldito dinero, monstruo-dijo el elfo, mientras me tiraba una bosa de monedas a la cara.-Ahora vete, y no vuelvas por aquí.-

Atrapé la bosa al vuelo sin esfuerzo, estaba acostumbrado a esa forma de pago. A estas alturas, podía saber que no era el precio acordado por el peso del metal de su interior.

-Esto no es el pago acordado...anuncio decía vivo o muerto...-dije simplemente encogiéndome de hombros.

-No, el anuncio decía preferiblemente vivo...¡no hecho girones como ropa vieja para trapos!El elfo estaba visiblemente cabreado, pero también lo estaban los otros con los que me había encontrado...enfadados, amargados, con sed de venganza...toda esta zona parecía hervir con rabia e impotencia.

-¿Sabes quien era...?Me preguntó el "sheriff" por llamarlo de alguna forma.

Simplemente me volví a encoger de hombros. Llevaba en el continente un par de semanas, no tenía ni idea de quien era nadie.

-Era Phillip, el hijo de un par de granjeros locales. Hace unos días, unos mercaderes humanos obligaron a sus padres a venderles la granja por una miseria. Estaban endeudados y se aprovecharon de ello. Su hijo decidió tomarse la justicia por su mano, y por eso me obligaron a poner el cartel de "Se Busca"...la idea era...joder, no sé, encerrarlo un tiempo hasta que se calmara, un par de años, no mucho para nosotros pero lo bastante para tener a los humanos contentos...

Escuché su patética historia sin cambiar mi expresión, ¿por qué debería importarme los problemas de esta gente?

El "Sheriff" se dio cuenta de que no me había hecho sentir peor con su sensiblería, y entró en cólera.

-Claro, después de todo a ti de da igual, ¿verdad? eres tan desalmado como los humanos que crearon a tus ancestros maldita abominación de....-

El tono y el volumen del elfo se fueron apagando a medida que me iba acercando, dejando claro la diferencia de tamaño entre nosotros.

[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

-Escucha enclenque, me importa una auténtica mierda que hizo ese crío para que le pusieran precio a su cabeza. Y me importa todavía menos tu opinión sobre el asunto, el cartel decía vivo o muerto y el precio no cambiaba...así dame lo que se me debe, o pintaré ese muro con tus sesos-Este personaje me estaba empezando a hacer perder la paciencia además de mi tiempo...

El elfo titubeó un poco, pero finalmente me dio otra bolsa que pesaba lo mismo que la primera.

Sin mediar palabra, guardé el dinero en mi mochila y me puse mi guardapolvo (en realidad era una manta grande, no hacen ropa para los míos por aquí) y me dispuse a coger la puerta.

-El Vengador Escarlata se ocupará de ti...-dijo el elfo por lo bajini.

-¿Ah sí?, ¿y eso?-Pregunté, ajustando el abrigo a mis hombros.

-Es un defensor de la justica, ha rescatado a personas cautivas, ha organizado revueltas ojalá hubiera visto el cartel antes que tú...-

Me eché a reír, estos elfos no tenían precio.

-Siempre esperando que alguien os saque del apuro, ¿verdad? Os merecéis vuestra desgracia, sois todos unos cobardes...Pues mira, yo también estoy deseando encontrar a ese "Vengador Escarlata". Será agradable conocer a un elfo al que le hayan salido los huevos, para variar...-

Me puse la capucha y me marché.

Cogí el camino para el siguiente poblado, este dinero no duraría mucho...necesitaba encontrar un trabajo estable. Quizá uno de esos nobles humanos me contrate para "pacificar" esas revueltas o quizá el populacho me contratará para defenderlo de los bandidos...lo mismo me daba. Mientras caminaba por la carretera, cubierto de pies a cabeza por mi guardapolvo y capucha (la mayoría se asustaban al verme). Tuve tiempo de pensar un poco.

Las cosas se habían puesto demasiado calientes para mí en Lunargenta: demasiadas deudas, demasiados maridos celosos, demasiados cuerpos... Había llegado el momento de buscar un cambio de aires. Y desde que [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], su raza despertó mi curiosidad. De manera que decidí venir aquí.

No era la primera vez que escuchaba hablar de ese elfo misterioso. No siempre el mismo nombre: Vengador Escarlata, Elfo con el pelo de Fuego, Justiciero Carmesí...etcétera. Por lo visto era un santurrón de la zona...defendiendo a su raza de las injusticias humanas.

Menuda gilipollez.

Los elfos habían resultado una tremenda decepción. Esperaba cazadores hábiles y guerreros orgullosos. Sin embargo me encuentro con... esto. La pérdida de su Árbol Madre había roto su espíritu, ahora sólo querían "vivir en paz". Eso es mentalidad de presa. Las Leyes de la Naturaleza son claras, los fuertes toman de los débiles. Si eran demasiado débiles para defender lo que era suyo, no merecían tenerlo. Y si tenían algo que decir, tenían que haber matado a todos los humanos. Como ese joven elfo, Philipp o algo así...una pena que tuviera que matarlo, al menos tenía las agallas de vengarse.

Absorto en mis pensamientos, me sacó de ellos el traqueteo de una carreta. Hice una señal de que pararan...quizá podía convencerles de que me llevaran un rato por unas monedas...
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Mensaje  Aylizz Wendell Dom 19 Dic - 19:33

Eddamber, Sandorai.
Frontera del paso Sur a Verisar.

Las lluvias habían dado tregua en los últimos días, aunque tras ellas, los primeros descensos de temperatura que anunciaban el invierno no dejaban mejor porvenir. Al menos, los días de entretiempo soleados, aunque fuera necesaria una buena capa de abrigo, permitían al común de los mortales salir de sus hogares. Era uno de esos días. Muchos en la aldea los aprovechaban para tirar camino arriba hasta el límite con el bosque, "salir del agujero" como decían por allí, para abastecerse de leña antes del invierno. En la hondonada, la temperatura solía situarse por debajo de la media en cualquier época del año, protegida por las paredes naturales del cañón, era común a finales del otoño que las nieblas se alojasen en aquel gran hoyo que separaba el bosque de las llanuras de la península.

Fahïn la despertó aquella mañana, con los aporreos en la puerta de la casa, como no podía ser de otra manera siendo aquel elfo. Pensaría que el mundo se acababa cuando él se acostaba y volvía a nacer cuando amanecía, los demás seres del continente no debían tener horarios para él. Desde el montón de heno y paja, cubierto con sábanas y mantas, que servía como plácido lecho en aquella buhardilla, podía escuchar con nitidez las voces de Lissinda y el mercader en la cocina. De hecho, si se esforzaba un poco, podría distinguir vagamente sus figuras entre las rendijas de las lomas de madera del suelo. Suspiró. Había olvidado que lo acompañaría. Se desperezó, dejando que los rayos de sol que se filtraban por el ojo de buey sobre su cama acariciasen su rostro antes de sucumbir a las obligaciones y, finalmente, ponerse en pie.

En escasas tres horas las primeras copas de Sandorai comenzaban a vislumbrarse en el horizonte. Frizch, el robusto equino que movía el carro que tanto le servía al comerciante como puesto ambulante o montacargas, además de transporte, acostumbraba a subir y bajar los caminos que, entre los desfiladeros, daban salida a la aldea, aunque los años hacían necesario su descanso en al menos dos tramos antes de llegar al bosque. En el último de aquellos se encontraban, dejando que el animal se repusiera en un arroyo intermitente, no muy desviado del camino principal, mientras ellos aprovechaban para tomar un almuerzo y planificar lo que restaba de jornada hasta el momento de regresar. Sin que su alto en el camino se viese afectado, una caravana se dejó ver a varias decenas de metros, incorporándose a la ruta del Sur desde una de las sendas secundarias. Varios carros repletos de bártulos, sobre los que en alguno viajaban infantes, que parecían tomarse la travesía como un juego desde lo alto, contrastando con los rostros de quienes les acompañaban a pie, o sosteniendo las riendas de los caballos que avanzaban al paso. Las escasas voces que se escuchaban, llegaban hasta ellos como susurros, imposibles de comprender, pero la decadencia que los describía hacía posible imaginar su desdicha y su destino.

—Las migraciones han aumentado en las últimas semanas... Los que se resistían a dejar el hogar han sucumbido al temor de quedar sin un techo cuando llegue el invierno...— comentó el elfo, con gesto taciturno, aunque sin dejar de embucharse aquel pedazo de pan con queso.

—Y qué les espera...— la voz de la elfa se llenó de compasión —Es cierto que en las ciudades de los hombres cada vez hay más hijos del Bosque, pero... Son hombres. ¿Cuánto tardarán en cerrar sus puertas? O en creernos una amenaza...

—Hay muchas villas fronterizas que con el tiempo han quedado desoladas, los jóvenes buscáis una vida nueva, eso es así en todas las casas. Y las manos que trabajan los campos ya son ancianas, por lo que si llegan nuevas, serán bien recibidas.— explicó, con pocas palabras, pero que no carecían de razón —Hace unos días que volví de su capital. Dioses, chica... Allí donde comienzan las llanuras que los propios humanos han dejado olvidadas, que bien medidas se encuentran más cercanas a nuestras tierras que a las suyas, se expanden los refugiados y no dejan de llegar. Algunos se conforman a este lado de la frontera, pero una mayoría está dispuesta a dejar todo atrás.

—Cómo puede ocurrir esto...— masculló entres, haciendo añicos el mendrugo de pan que sostenía entre sus manos —El Bosque se muere y nosotros sin él... Y en lugar de sanarlo y reconstruirnos, lo abandonan... Prefieren dejarse a una fortuna que les irá en contra.

—Aylizz...

—Tú lo sabes. Cruzas sus territorios, haces negocios con ellos. Sabes que su ignorancia hacia nosotros los hace recelosos. La mayoría no habrán salido del bosque en décadas o en centurias, algunos incluso en su vida.

—¿Y crees que lo hacen porque esta es la mejor de sus alternativas? ¿No fue tu aldea evacuada también? Tampoco tú te quedaste en ella cuando regresaste y la encontraste vacía.

—¡Pero yo no me he rendido! Y estaba sola. Y me quedé a este lado del paso. Y voy a volver.— con argumentos tan simples trataba de convencerse a sí misma, más que al mercader, de que aquellas palabras eran ciertas. Después de todo, había pensado mucho en ello y no era mentira que en sus planes entraba el volver a casa y tratar de rebrotar bajo las cenizas. Si en Midgar lo habían hecho, por qué no en aquel lado del río.

—¿Percibo cierto... resentimiento?— incordió un poco más el elfo.

—No.— sentenció ella, sin añadir nada más, terminando el almuerzo a regañadientes.

—Vamos, siguiendo este ritmo tendremos un par de horas antes de comer para recoger leños, otro par después, antes de regresar. Para la cena, estarás junto al puchero de Lissinda, como está mandado.— cambió el elfo de tema, dando por finalizada la conversación y el descanso. En el tiempo que conocía a la elfa, sabía que tendía a ser temperamental cuando se removían sus raíces.

Tras cumplir la tarea en los tiempos previstos, iniciaban el descenso a la aldea cuando Anar acariciaba el punto donde el mundo parecía acabarse. Para cuando faltaban varios metros para llegar a la puerta de la casa, ya podía percibirse el aroma de la cena que se escapaba por los recovecos de la acogedora vivienda, levantada en piedra y madera. La elfa de pelo canoso ya había contado con que Fahïn aceptaría de buen gusto una invitación no sugerida a quedarse a tomar un plato de estofado, o dos, como agradecimiento. A fin de cuentas, parte de la leña recogida se quedaría en el cobertizo de la buena mujer.

—Hoy en el mercado han vuelto a comentarlo...— empezó Lissinda a conversar con Fahïn, mientras cenaban.

—Bah, hay demasiados que siempre tienen la boca llena de palabrería, pero nunca terminan de hacer nada.— respondió el elfo, de forma despreocupada, restándole importancia a un asunto que sólo ellos dos parecían comprender.

—¿Quiénes han comentado qué?— interrumpió la joven elfa, denotando un tono de reproche, como queriendo hacerles saber, por si no lo habían apreciado, que se encontraba presente.

—La gente, nadie en concreto, muchos en realidad.— comenzó a explicarle, obviando las miradas de negación que le dirigía el comerciante —Varios pueblos de este lado de la frontera están formando caravanas con abastos para llevarlos hasta las aldeas de refugiados. Provisiones, ropas de abrigo, herramientas... Medicinas...— enumeró, haciendo una sutil pausa que remarcó la última parte —Mañana partirán varios carros desde Eddamber y se reunirán con el resto en el paso a medio día.

—Tenías que contárselo...— suspiró el elfo, resignado, terminando su primera ración de estofado y dirigiéndose al puchero a servirse una segunda —Lissinda lleva días intentando convencerme de que me una a los voluntarios. Y que de paso cargue el carro con buena cantidad de tus remedios.

—¿Y cuál es el problema?— inquirió la elfa, del todo confundida.

—El éxodo no es noticia únicamente a este lado de la frontera, en el sur también es sabido que los elfos, indefensos, se expanden. Más allá de Vulwulfar son sólo rumores, pero ya llegan demasiado lejos. Habrá más de uno y de dos que traten de sacar provecho, ¿qué no?— expuso como el que explica un razonamiento de lógica rotunda, haciendo una pausa para empapar la garganta con un buen trago de vino —Los bandidos y otra calaña de parecida condición rondarán hasta los senderos más olvidados.

Huhg espetó la elfa con descaro, antes de tomar un trago ella también —No pareces temerle a los rateros cuando cruzas esos mismos caminos por un buen beneficio.— añadió, con suficiencia.

Aquellas palabras parecieron ser disparadas como una flecha que se clavó certera en el orgullo del mercader. Nunca se le había tachado de mala gente, aunque con los años se había vuelto menos benefactor. Más cómodo, podría decirse, conformista. Décadas atrás, en su juventud, él mismo habría movilizado la caravana principal. Tras dar otro largo trago al tinto néctar, se limpió los restos que habían quedado en su bigote y lo acarició, varias veces, pensativo. Después, torció el gesto y chasqueó la lengua. La joven elfa, sonrió, conocedora de lo que significaba aquella expresión. El elfo emitió un gruñido de disconformidad.

—Haré una última ronda por los hogares al amanecer, llenaré el carro con lo que los más rezagados quieran aportar. ¡Pero vas a venir conmigo! Instigadora... Vas a cargar más cajas que en toda tu corta vida, niña.— sentenció, señalándola con el dedo índice de la misma mano con la que sostenía la copa, antes de dar un último sorbo y continuar con su cena.

—Prepararé algunas cosas en el taller, puedes recogerme cuando acabes, para partir.— indicó, con satisfacción la muchacha, antes de retirarse a la buhardilla. Poco dormiría aquella noche.

Al medio día siguiente, una compañía con doce carros se había dispuesto en el Paso del Sur, a escasas semanas de camino de los primeros pueblos de Vulwulfar en dirección sur y varias más hasta las montañas centrales de la península, donde se concentraban las aldeas de las llanuras. Los clanes que habían permanecido alejados del corazón del bosque, más cercanos a las playas y la frontera del oeste, que aun había podido mantener su vida más parecida a como la conocían, eran quienes más activos y excedentes tenían para aportar, a falta de poder ofrecer su hogar para los que habían tenido que abandonar el suyo. Los Thirriëll, una familia de mediana importancia que se hacía responsable de haber organizado aquella partida, se encargaron de idear las rutas que seguirían las distintas caravanas, encomendando a cada quién la que, bajo su juicio, sería la mejor. El carro de Fahïn, junto a otros tres, seguiría los senderos hacia el norte, recorriendo los pueblos que albergasen refugiados hasta una aldea nombrada Nagnu. Desde allí, podrían dar con el Paso del Pantano y cruzar la frontera en cinco soles.
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Mensaje  Merié Stiffen Miér 22 Dic - 16:07

Llovía, como tantos otros días en aquel mugriento lugar. Ciudad Lagarto parecía más vacía que de costumbre en aquellos días grises, a los que ciertamente debía agradecerles que el olor a orina y a otras aguas mayores. A penas tenía dinero para comprar los mohosos bollos de leche. Debía salir de allí cuanto antes si quería sobrevivir sin tener que dedicarme al ladronicio o a la prostitución. Desayuné el trozo de pan que me quedaba y me vestí con los primeros harapos que encontré. La ropa buena que los gemelos me habían regalado mucho tiempo atrás, ya la había vendido, guardaba tan solo un vestido en el baúl en mi carruaje. Estaba perdida en Aerandir. Andrajosa, me dediqué a poner a punto la caravana que tanto tiempo había estado parada. Revisé las ruedas mientras me preguntaba qué estaba esperando allí, ¿A que Go'el regresara? ¿A que los gemelos me salvasen otra vez? No tenía ninguna habilidad más que escribir, cosa poco útil en aquel mundo ¿Cómo podría vivir de ello? Días enteros me había pasado debajo de las mantas, llorando, deseando que todo aquello hubiera sido una pesadilla y que al despertar podría volver a mi mundo.

-Ten cuidado con lo que deseas. -Murmuraba dándole un golpe a las ruedas, que oxidadas por el paso del tiempo y el desuso, chirriaron al rodar.

Estaba decidido, saldría de allí en cuanto dejase de llover y el terreno estuviese lo suficientemente seco para que al quitar los adoquines que mantenían el carro afianzado al suelo, este no se hundiera y me quedase compuesta y sin casa. Me preparé, cargué de agua los cántaros para el viaje y me gasté lo último que tenía en cosas tanto útiles como inútiles: Una enorme hogaza de pan, algo de queso, castañas, leche y huevos. No había suficiente dinero para carne, pero sí para un cuaderno viejo, con las hojas reutilizadas y una pluma. Andrajosa, pero feliz, me pasé los siguientes dos días encerrada en aquel carromato, me aseé y trencé el pelo rosa alrededor de la cabeza. Me puse mis mejores galas, el vestido azul y rojo. Cuando las botas tocaron el suelo, el tacón no se hundió en el lodo como de costumbre, por fin era el día, no cabía en mi gozo. Corrí hasta los establos del médico.

-Eh, niña, ¿Dónde vas con ese caballo?

Un señor mayor, tuerto, con boina y con una ortiga colgando del labio, masticando una de sus puntas. El hombre que cuidaba de los caballos del médico, Go'el, en su ausencia.

-Buenos días, buen señor, este caballo es mío, Go'el me ofreció su establo en su ausencia. -Respondí estirando del filete para enganchar la rienda.

-... El médico me debe dinero. -Añadió interponiéndose entre el caballo y la puerta del establo.

-Estoy segura de que volverá pronto y podrá pagarle lo que le debe. -Insistí con una fingida sonrisa, intentando esquivar a aquel hombre.

-¿Por qué no me lo pagas tú? -Se frotó las manos y me dedicó una mirada amenazadora.

Nerviosa, no  sabía exactamente qué hacer, si dejaba el caballo tendría que aventurarme a viajar sola y sin cobijo por Aerandir, y seamos sinceros, no iba a durar ni dos días allí fuera. Sin pensarlo dos veces atusé al caballo, le di una buena palmada en el lomo y eché a correr hacia la puerta. Aquel señor octogenario cayó al suelo al intentar frenar al caballo.

-¡Lo siento, soy pobre! -Grité unos metros más allá, sin dejar de correr hacia el carruaje.

Comenzaba la cuenta atrás para irme, aquel hombre no tardaría en levantarse y buscar la ayuda de sus mozos y de sus hijos para hacerme pagar por unos caballos que no eran míos. Con el corazón sintiéndose en la garganta, até al caballo al carro como pude, me disponía a quitar los adoquines cuando escuché a lo lejos.

-¡Ladrona! -Gritaba el señor desde la puerta del establo unos metros más allá.

No tuve tiempo de quitarlos, cogí las riendas y las zarandeé con fuerza. El caballo, impregnado de mi nerviosismo, se puso rampante. Casi volcamos, pero volví a estirar de las riendas y echó a andar, lo suficientemente rápido para desatascar el carro de los adoquines.

-Vamos, bonito, venga. -Le dedicaba unas bonitas palabras mientras echaba la vista hacia atrás, aquel señor me hacía gestos con los brazos desde la lejanía. Pronto lo perdí de vista entre las desiertas calles de Ciudad Lagarto.

¿Y ahora qué? Ya no podía volver a Ciudad Lagarto. No había vuelta atrás. Relajé el paso del caballo cuando empezamos a circular por caminos secundarios. Más tranquila, ojeé un viejo mapa con el que los gemelos se orientaban en Verisar, lleno de pequeños símbolos que no se entendían. El paisaje no era al que acostumbraba en la zona más meridional de la península, los bosques eran mucho más frondosos ¿Dónde me había metido? Sola en aquellos caminos, continué durante día y medio, haciendo una parada de rigor por la noche, en un campo verde para que Sándalo comiese y bebiese, y yo pues, comiera algo de pan con queso y unas castañas asadas. Por la mañana, el bullicio de una caravana me despertó. Al asomarme a la ventana del carro los vi, carros y carros de personas ¡Elfos! Se dibujó en mis labios una mueca de sorpresa, nunca había visto ni conocido a tantos elfos. Me terminé de vestir y me cubrí con la capucha, enganché a Sándalo al carro y me dispuse a unirme a la comitiva. Si algo había aprendido en mis años en Aerandir era que, sin duda, los elfos eran la raza más amable de Aerandir, o al menos con las que yo me había encontrado. A decir verdad, cualquier plan era mejor que seguir perdida en algún lugar de Verisar.
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Mensaje  Nousis Indirel Vie 24 Dic - 13:00




Perdió casi medio día de camino al constatar que un grupo de elfos se afanaba en construir unas precarias estructuras de madera. Habían elegido un lugar hermoso, casi en medio de ninguna parte. Agua cerca, caza probable. Esperaba que la tierra fuese lo bastante fértil o todo su trabajo sería en vano. Les observó unos minutos, hasta comprender que muy pocos entre ellos tenían mínimas nociones acerca de lo que estaban haciendo. Sus años de viajes le habían obligado a arreglárselas solo. Tormentas, nevadas, inundaciones, o altas temperaturas, todas requerían refugio, y no siempre se encontraba cerca una ciudad, o una posada para descansar y templar el cuerpo.

-¿Por qué no llegáis hasta Nagnu?- preguntó, dado golpes con uno de los martillos a las gruesas puntas que, atadas con cuerdas, sostendrían unas lonas que les protegerían de la lluvia, si llegaba, mientras erigían las viviendas- No dista una jornada de viaje, me han dicho.

Dos de sus congéneres se miraron antes de responder. No era azoramiento. ¿Desafío?

-¿No has visto las largas caravanas desde Sandorái? – indicó uno de ellos. Su edad era similar. A decir verdad, todo el grupo se hallaba en una franja donde lo natural era haber formado una familia y tener hijo de pocos años. Nou asintió- Queremos nuestro propio lugar. Muchos de los que continúan piensan que por llegar antes, por servir a esos de quienes se habla, tendrán un lugar superior cuando el asentamiento crezca. Eso sólo es perpetuar lo malo de Sandorái. Lo que nos ha llevado a tener que emigrar. Aquí seremos iguales.

-Alguien ha de gobernar- adujo con suavidad el espadachín- Organizar la defensa, construir lo necesario. ¿Qué ocurrirá si os atacan los humanos, si se presenta algo como aquello que vencimos en Árbol Madre?

-Intentaremos tener paz con todo el mundo. Los elfos somos, debemos ser, seres de paz. Parece que lo hemos olvidado. Nuestras manos curan.

Nousis miró las suyas de manera instintiva, apenas dos segundos. Habían contribuido mucho más a matar que a reconfortar. Claro que él mataba por un propósito, por el Bien. No debía olvidarlo.

-Creo que es una postura un poco ingenua- adujo continuando el trabajo- Separados, somos más débiles. Debemos protegernos desde la unidad y la fuerza. Sin embargo- les sonrió- ojalá consigáis vivir según vuestros deseos. Eso habrá indicado que ésta zona se habrá librado de guerras y problemas.

-Hemos conocido a algunos que piensan como tú, aunque la mayor parte se ha quedado en Sandorái. Otros, buscan a esa pareja. Hay quienes odian al Consejo. Si continuas hacia Nagnu, deberías tener cuidado. No todos los hermanos son pacíficos.

Se despidió del grupo, tomando de nuevo el camino que ya tenía en mente. “¿Acabaremos así, como un pueblo errante? Se preguntó una parte de sí mismo, pesimista. Derrotados, divididos, sin dirección. Sacudió la cabeza. De ninguna manera. Antes el continente vería un maldito océano de sangre.

Nagnu, cuando alcanzó a verla por vez primera, poco difería de los cientos de pequeños pueblos que había hollado en su vida. Aún así, dos puntos llamaron su atención.

El primero, la novísima apariencia de la mayor parte de las viviendas, que no parecían haber soportado más de dos o tres inviernos. Ese lugar había crecido una enormidad en muy poco espacio de tiempo. Nou recelaba de tales fenómenos. Sólo las locuras o las calamidades atraían a un gran número de población a establecerse en otro lugar. Tan sólo con muy improvisados cálculos, intuyó que no menos de cuatrocientos habitantes integraban el núcleo residencial. Era mayor que algunos de los más pequeños clanes de Sandorái.

El segundo, la disposición de la villa. Mientras las casas por norma permanecían a la misma altura, una única se elevaba en una pequeña colina que no alzaba más que tres viviendas normales colocadas una encima de otra. Poseía su propia empalizada trabajada en madera, del mismo estilo que la que rodeaba Nagnu casi por entero, salvo unos arrabales, que Nou dedujo que debían pertenecer a las últimas caravanas de refugiados.

No era el único que transitaba rumbo al pueblo. Familias enteras, así como carros transportando diversas mercancías y personas, llegaban allí, quizá atraídos por los mismos rumores que llevaron al espadachín a tal punto del continente. Los escasísimos seres de otras razas destacaban como fuego en la noche.

A paso regio, caminó hasta el altozano, sólo para encontrarse como cuatro guardias en exceso bien armados para un sitio así, le impidieron amablemente la entrada. Sus protecciones eran incluso superiores a las que el propio Nou llevaba, y sus yelmos y escudos de lágrima avisaban que no eran simples buscavidas. Aquellos guerreros podrían defender la primera línea de una batalla real, no le cupo duda.

-He venido de muy lejos para hablar con la pareja acerca de la cual rumores se esparcen desde Sandorái a Verisar- explicó en su lengua natal, contento de poder utilizarla. Sin desenvainar, una de los guardaespaldas se quitó el casco, dejando a la vista un hermoso rostro coronado por un cabello rubio dorado.

-Sólo atienden a aquellos que necesitan ayuda urgente, hermano- respondió, saludando con cortesía- y a quienes han probado ayudar a los que lo precisan.

Nou alzó una ceja, callado, esperando una explicación mayor. La mujer sonrió, antes de continuar.

-Este pueblo, nuestro nuevo hogar, tiene muchos problemas. Si ayudas a su gente, y éstos lo corroboran, podrás hablar con ellos. Tres- levantó los dedos correspondientes, enguantados en cuero- Ayuda a tres de los nuestros y tendrás audiencia. Por desgracia, no te será difícil.

El espadachín se encogió de hombros. No veía otro remedio que acceder.
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Mensaje  Eleandris Dom 2 Ene - 23:04

El camino fue largo y a ratos desagradable debido a los chubascos de agua helada que sin mas protección que la capa y en ocasiones algún accidente natural en el terreno calaba hasta el tuétano de los huesos e incluso hubo un par de sustos con algunos animales salvajes.

Varios días mas tarde y en una mañana que se tornaba agradable llegamos al destino. La aldea que hacía relativamente poco tiempo había descubierto que se llamaba Nagnu denotaba un gran auge demográfico a juzgar por todas las viviendas, la mayoría improvisadas y haciendo ver casi insignificante al muro de la ciudad. Una población que había crecido tanto en tan poco tiempo tendría serios problemas de abastecimiento, criminalidad y miseria.

Apenas supe que la caravana de refugiados estaría libre de asaltos de bandidos me despedí de ellos y decidí explorar el asentamiento. con un rápido vistazo se podían diferenciar las zonas de la población y casi me arriesgaría a decir que el nivel socioeconómico de los habitantes de las zonas y el edificio que disponía de otro muro diferenciando un segundo nivel en la defensa de la ciudad el cual supuse que sería la casa consistorial.

Si la población había crecido tanto supuse que donde habría mas concentración de problemas y miseria serían los arrabales construidos fuera del perímetro natural del burgo y por tanto sería el primer punto a investigar. Mientras caminaba por los hogares o mas bien los refugios dada su construcción pude ver como los "dueños" de aquellas viviendas no parecían estar tan mal pues sus ojos y su gesto no concordaba con la precariedad de su situación.

Lo que sí me sorprendió fue la notoria diferencia de población. la inmensa mayoría eran elfos y los que no lo eran miraban a los primeros con recelo y los menos con compasión. Incluso tomé un poco de cecina y pan mientras deambulaba por entre las chabolas empapándome de los rumores y todo lo que pudiera darme información del día a día de mis congéneres.

Paseé ese día por los arrabales pero dediqué parte del día también en deambular por otras zonas del asentamiento hasta el centro y hacia el final de la tarde mientras caminaba por los callejones ya vacíos del perímetro interior cuando la búsqueda de alguna posada u hospedería en la que pasar la noche se vió truncada por lo que parecían unos sollozos y súplicas.

Movido por la curiosidad navegué por entre las callejas hasta dar con una que venía a morir sin conectar con otra dando así una única entrada y salida a aquella zona. Al fondo dos hombres parecían intentar algo mas que intimidar a una elfa a la que los pocos harapos que no estaban ya por el suelo apenas la llegaban a cubrir y ante tal imagen como una llamarada desde el fondo de su ser la ira tomó control de mí.

- Si la escoria tuviese rostro sería el vuestro. Dejadla en paz ahora mismo y abandonad este lugar ahora.-

Los dos hombres se voltearon mínimamente sorprendidos y profirieron algunas frases apenas entendibles pero cargadas de hedor a licor y se lanzaron tambaleantes a pelearse conmigo y aunque conectaron un par de golpes llegándome a partir el labio pude despacharlos. La elfa, aún arrinconada y tapándose con dificultad usando la poca ropa que aún le quedaba puesta no articuló palabra y no se atrevió a alzar la mirada hasta que me acerqué a ella.

Viendo los jirones que esos miserables le habían arrancado a la muchacha y sabiendo que lo ultimo que querría seria tener otro varón cerca le ofrecí mi capa tratando de salvar la mayor distancia posible solo con mi brazo y girando la vista mientras ella tomaba la prenda y se tapaba.

-¿Como te llamas?- Logró articular quedamente entre castañeo y castañeo de dientes debido al frío y supongo que al miedo que aún debiera tener. - Eleandris- respondí. - Ellos sabrán de esto.- Y acto seguido salió de aquel callejón como alma que lleva el diablo y dejándome con la palabra en la boca.

¿Ellos?¿Quienes eran ellos?
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Mensaje  Nero Crimson Lun 3 Ene - 2:27

-Ya hemos llegado al poblado-
-¿Cómo has dicho que se llamaba?-
-Nagnu-
-Eso, muchas gracias por haberme recogido y atendido-

La carreta se detuvo y Lydia apareció para despedirse del ebrio con la misma amabilidad que Nero había visto cuando despertó, tomo la pequeña cantimplora y se la entrego a un sorprendido Nero.

-No hay de que viajero, solo procura ayudar a alguien que lo necesite así como te hemos ayudado a ti-
-Tratare de  ayudar lo mas que pueda, muchas gracias nuevamente-
-Y no abuses mucho de la medicina-

Asi fue como Lydia y Thomas dejaron a Nero en el poblado de Nagnu y luego de reabastecerse con la ayuda de Nero quien velo que pudieran seguir tranquilamente, siguieron su camino a quien sabe donde. El dragón quien bebía gustoso de su preciada medicina decidió que la mejor forma de pagar aquella buena acción era haciendo un par de buenas acciones en nombre de la pareja que le había ayudado, de esa forma salió a las residencias de quienes por como estaba distribuido el lugar, parecían ser los últimos migrantes debido a que se encontraban en las afueras de los muros, las edificaciones se veían precarias y muchos necesitaban una mano, Nero cuyo cuerpo había entrado en calor gracias al alcohol estaba mas que preparado para ayudar cuando una de las edificaciones cedió en uno de sus lados el cual amenazaba ahora junto con el resto de la estructura con aplastar al borracho. Nero viendo que intentar esquivar eso era casi imposible(Mas aun en su estado etílico y con un piso resbaloso como ese) dio un fuerte pisotón al suelo embarrado, provocando que al mismo tiempo una enorme roca emergiera para cubrirle y que sin planearlo mantuvo la estructura en pie(1).

-Todo el mundo cuidado!!... Eh?, tu has hecho eso?-
-Oh si, lo lamento ha sido un acto reflejo casi me ha caído encima todo-
-Por el contrario, has sido una bendición de los dioses, por un momento temimos lo peor, te pedimos nuestras disculpas viajero, tienes nuestro agradecimiento-
-Oh no pasa nada, solo ha sido casualidad-

Seguido del primer elfo se acerco todo otro grupo que salió por detrás de la casa que casi se derrumbaba, la mayoría con herramientas para levantar escombros y atender a algún herido ante aquella compleja situación que por cosas del azar había terminado bien. Un grupo de elfos observaba como la edificación se sostenía milagrosamente gracias a la enorme roca y lo otros observaban al responsable de ello.

-De parte de todos los que vivimos en este lugar, muchas gracias-
-Tranquilo que no he hecho nada, solo ha sido suerte... Pero que tal si intentamos que el lugar pueda valerse por si mismo, esa roca solo ha detenido algo que era inevitable-
-Oh por favor no es necesario-
-Hoy he sido recogido en el camino por una pareja de extraños, yo estaba inconsciente y ellos no tenían ninguna responsabilidad para cuidar de mi, déjame pagar la deuda que tengo con ellos ayudándote a ti a tu familia-
-Eso... Eso es muy noble de tu parte, y en nombre de mi familia agradeceré la ayuda que nos puedas dar... Me llamo Círdan, Mucho gusto -
-Nero... Gracias por dejarme ayudar-

Ambos hombres se dieron la mano y el grupo de elfos le recibió con alegría, se presento con todos y procedieron a trabajar animosos en la casa, primero reforzando el muro que había caído para posteriori poder quitar la piedra del lugar, habiendo logrado lo primero con los pocos recursos que tenían lograron sellar bastante bien los lugares adyacentes a la roca, a la vez que con unas columnas de madera intentaban sostener el tejado que ya no amenazaba con traer toda la estructura al piso.

-Muy bien hora del descanso vengan por un plato de comida caliente y un trago para que entren en calor- Irrumpió una voz con un tono maternal al momento que los elfos del lugar bajaban junto con Nero de los lugares donde estaban reforzando y procedían a entrar a la casa, la mayoría tomo asiento en el piso cerca del fogón principal, era una morada bastante humilde pero el cariño que transmitían era bastante acogedor, una mujer elfa de apariencia joven a quien luego reconoció por su tono de voz como la que les había llamado a comer le extendió un plato con guiso y un trozo que si bien no era tan grande, si se veía mas grande que el que le había tocado a los demás.

-No puedo aceptar esto- objeto el borracho con amabilidad
-Lo quieras o no has prestado un gran servicio a nuestra familia-
-Y lo entiendo, pero... No me malinterpreten, se muy bien en la condición en la que están, yo mismo me he encontrado así en mas de una ocasión-
-Pero niño tienes que comer, no solo de alcohol vive el hombre- le increpo la mujer en un llamado de atención como el que le habría hecho su madre, aquello le toco una fibra que agradecía estar lo suficientemente borracho para que no le afectara.
-Y yo no le desprecio la comida, pero siento que esta carne se aprovechara mejor con los niños solo deme un trozo pequeño y reparta eso en los pequeños, necesitan comer mucho para que crezcan fuertes- aquello ultimo era algo que decía su madre y probablemente sus ojos le delataron ya que la mujer solo esbozo una sonrisa y le cambio el plato por uno que tenia una porción mas pequeña sin decir nada mas.

En la comida pudieron conocerse un poco mas, ahora sabia que Círdan junto a su esposa Nerdanel que ahora sabia fue quien les llamo a comer, habían llegado Nagnu hace no mucho después de la catástrofe en Sandorai pero encontraban que vivir adentro del asentamiento no les ayudaría a conectarse con las realidades que necesitan quienes simplemente no tienen de otra, entendió también que eran mas de una sola familia las que vivían en ese lugar, Círdan y Nerdanel tenían 2 pequeños, otra familia que había allí compuesta por Idril e Indis, a Idril le había visto ayudando con las reparaciones era una elfa bien parecida, Indis también se veía bastante bien y no parecían ser hermanas por lo que pensó y descarto rápidamente que eran pareja, ese no era un asunto suyo pero se veían felices, Eru a quien también reconoció de la cuadrilla de trabajo y a su esposa Elentari con quien tenían 3 hijos y ella se encontraba esperando al 4to, por suerte 2 de sus hijos ya estaban un poco mas grandes y podían ayudar con cosas simples.

Por lo que Círdan explicaba este invierno había golpeado mucho a algunos hogares de la zona externa del asentamiento, motivo por el cual intentaban reforzar la casa de Círdan para recibirles a la mayo cantidad posible, pero un error de calculo al momento de acomodar una pieza de madera que necesitaban apretara el tejado con el muro termino creando el efecto contrario y cuando pensaron que tendrían que dormir en la intemperie, la gran roca de Nero les dio una chance que probablemente les habría tomado mucho tiempo reparar, con medio día de trabajo ya estaban por terminar.

-Esta roca eventualmente cederá, por eso encomendé que intentáramos preparar pilares con la madera, ya tenemos un pilar y un panel para cubrir, pero necesitaras reforzarlas-
-Tengo los materiales pero como hay que distribuirlos, no querían que pensara que me estaba acaparando todo-
-Oh vamos, no te preocupes no dan esa vibra, veamos como solucionar este problema con lo que tenemos y después iremos a las siguientes casas, que te parece- Exclamo Nero ya no tan ebrio, cosa que corrigió de inmediato, bebiendo de la cantimplora que Lydia y Thomas le habían brindado.
-Oye te encuentras bien?, no he podido evitar notar que bebes mucho y tienes una cadena con cuchillas clavada al brazo- pregunto con mas curiosidad que ganas de darle un consejo o algo asi.
-Oh si, tranquilo, esto es medicina y lo de la cadena pues de una u otra forma terminara ahí, así que ya me he acostumbrado- comento de vuelta sonriente.

-Bueno creo que debemos seguir antes que el día termine intentemos dejar esta casa en pie antes del anochecer-
-Si, tienes razón-

Y así el dragón hizo lo que pudo para ayudar a los elfos a seguir reconstruyendo el lugar antes que la noche cayera y el frio comenzara a aumentar mas aun.

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Mensaje  Aylizz Wendell Sáb 8 Ene - 18:35

Mitheria, Campos de Verisar.

Cuando retomemos la marcha mañana se despedirá el segundo de los carros de nuestra ruta que ya han tomado el regreso, tras quedar desabastecidos. Un tercero a duras penas puede servir en la próxima aldea y Fahïn no cree que tengamos nada para cuando lleguemos a la última. Agotamiento, a lo sumo, la verdad es que la travesía está siendo... Complicada. No todos los que nos acompañan están acostumbrados a los viajes largos o a las emociones fuertes, especialmente los hijos de Nor'el. Se enervan a la mínima. Todavía no nos han costado problemas pero lo harán, son un par de niñatos engreídos, su padre piensa que con esto aprenderán algo y para ellos no es más que una oportunidad para correrse una juerga fuera de casa. Por suerte los sacos de grano son codiciados, no tardarán en agotarse y dejarnos. Me emociono pensando en ese momento.


Los golpes sordos en la madera, desde el exterior del carro, sobresaltaron a la elfa. Aun faltaban horas para el alba, no estaba previsto partir tan pronto. Ni siquiera había podido encontrar el sueño todavía, a pesar de que la vela que iluminaba tenuemente el interior del carromato, ahora cerrado y desmontado, en el que se había hecho hueco entre apilamientos de cajas de madera y sacos para pasar la noche, de igual forma que había hecho cada noche desde hacía dos semanas, escudriñaba los últimos restos de cera.

—¡Chica! ¿Estás despierta?

La voz del elfo se dejó escuchar a través de las rendijas, entre las lamas de madera que daban forma a la estructura abovedada del carro. Alertada, se apresuró a escurrirse entre los huecos de los abastos hasta alcanzar la trampilla trasera.

—¿Qué ocurre?— respondió, ligeramente alterada ante la posibilidad de hallarse en problemas, asomando cuidadosamente medio rostro a través del marco.

—Esto... Verás...— no parecía nervioso, mas sí preocupado, a la par de mostrar ese brillo en los ojos que inequívocamente provoca el alcohol. La elfa arqueó la ceja y arrugó el gesto cuando advirtió el cuerno medio lleno que chorreaba en su mano diestra. —Estaba tomando una pinta con unos... Bueno... Unos de por aquí. El caso es que comenzaron a escucharse unos berridos... Dioses, cómo grita esa muchacha...— explicó, de forma evasiva, haciendo una pausa para dar un trago.

—¿Muchacha? ¿Qué muchacha?— terminó por abrir la pequeña puerta y tomando un ligero impulso salvó la altura de la montura, cayendo sobre ambos pies junto al mercader. —Vamos, habla claro. ¿Te han podido esos críos? Ni si quiera tienen edad para beber, puede que el mayor...— se burló, mientras le retiraba el cuerno de la boca —Qué ocurre.— repitió.

—En una de las tiendas de los migrantes había mucho revuelo. Hay... Un alumbramiento...— terminó por explicar el elfo.

La elfa parpadeó un par de veces, manteniendo la mirada fija en el mercader, y chasqueó la lengua en una mueca de claro desagrado. Podía adivinar, sin necesidad de más palabras por qué recurría a ella y no le causaba especial emoción.

—Y qué.

—Pues que... En fin... Está sola, hay un hombre con ella que no parece tener ni idea de saber qué hacer con ella, seguro que está pensando en abrir un hoyo en la tierra y meterse dentro. Dice que es su padre, menudo padre. El de la chica, no el de la criatura. El caso... Había un par de mujeres tratando de asistirla, dos agoreras... Las ha echado a voces, entre juramentos... Tendrá carácter...— soltó una ligera carcajada.

—¿Y qué pretendes que haga yo? Estoy muy lejos de saber nada sobre nacimientos y... ya sabes... nacientes. Son pequeños... Y frágiles... Y... Lloran... Y no te dicen por qué.

—Bueno... Necesita ayuda... No está lejos, tras esas chozas. Hay algunos mirones... Lo está pasando mal... ¿No te instruías para ser sanadora? Bueno, esto...

—De eso hace mucho tiempo.— interrumpió la elfa, con frialdad. —Deja de tratar de encandilarme, qué sacas tú de esto.— habían sido muchas cosas las que había aprendido de aquel elfo, entre otras, que nunca arrimaba el hombro de buena fe si podía hacerlo por algo mejor.

—Su padre ha ofrecido unas monedas para que así termine el tormento. No es tan malo.— expuso, encogiéndose de hombros.

La elfa suspiró, resignada, al tiempo que mostraba una caída de ojos. Se frotó la frente y se apartó el pelo, negando varias veces con la cabeza, asumiendo que aquel elfo no tenía remedio. Y tampoco ella. Subió nuevamente al carromato y en una bolsa de tela metió algunas hierbas y muestras de licores, un par de mantas de las que mejor estado mostraban y una cantimplora de latón que aun contenía algo de agua. Era todo cuanto podía servirle en aquel acto improvisado. De todas formas, tampoco podía dormir, así que...

Llegó a la tienda acompañada del elfo, tras serpentear entre otras tantas que se levantaban a ese lado del sendero que las separaba de la cara norte de la aldea. El revuelo descrito por Fahïn parecía haberse apaciguado, así como los mirones se habían dispersado tras calmar su curiosidad, mas los gritos no habían cesado. Un elfo de edad escasamente avanzaba aguardaba fuera de la tienda, sentado en el suelo, con la cabeza entre las piernas cubierta por sus propios brazos. El mercader se arrodilló ante él, presentándola como aquella que podía ayudar a su hija. Levantó la cabeza y la miró, sin siquiera ponerse en pie los invitó a entrar, dejando caer la mano con dejadez hacia la lona que hacía de puerta. Aylizz lo estudió con la mirada, de cabeza a pies, pero no dijo nada.

—Yo mejor... Me quedo fuera.— indicó Fahïn. La elfa asintió sin decir nada.

Dentro de la tienda, austera, en la que era imposible erguirse por completo estando en pie, entre añejadas sábanas se retorcía una joven elfa, no muchos ciclos mayor que ella. No podía negar que aquella primera imagen la impresionó. Sudorosa, con las ropas ahuecadas y las piernas entreabiertas, trataba de aguantar los espasmos recostada sobre sus bolsas de viaje.

—¡Qué... quieres!— alcanzó a decir la muchacha, entre gemidos.

—Yo... Eh... Tu padre me ha pedido ayuda...

—Mi padre...— comenzó a decir, entre respiraciones forzadas, antes de retorcerse de nuevo —Está atemorizado por si de mí sale una bestia... ¡No le importa!— gritó, al tiempo de un nuevo calambre.

—Si prefieres que me vaya...— sugirió, retrocediendo un par de pasos.

—¡No! No... No puedo hacerlo sola... Por favor...

Tratando de mantener la compostura, contempló a la joven, que ahora la miraba desesperada mientras la alzaba su mano. Respiró un momento y la tomó entre las suyas un momento.

—Veré qué puedo hacer, pero vas a tener que poner todo de tu parte.

Se situó frente a ella, tomando sus rodillas. Era inútil, no tenía ni idea de lo que hacer. Sacó de la bolsa las mantas y colocó una en el suelo, bajo el arco de sus piernas flexionadas. Dejó la otra a mano.

—¡¿Es que a caso... no sabes lo que haces?!— se retorció una vez más.

—No... Es que... No creo que haya tiempo para ungüentos relajantes o tratamiento al dolor...— explicó, perpleja, al ver como la criatura casi se dejaba ver.

—¡¿Qué quieres decir?!

—Tienes que hacerlo ya.— afirmó, mirando a la joven, que tomando todo su aliento terminó de empujarla sobre las manos de Aylizz. Aquello duró largos minutos y fue un desastre, una imagen muy alejada de la belleza que narran las fantasías de maternidad. Más por sentido común que por conocimiento, terminó de sostener al bebé entre la manta preparada y cortar con la daga el cordón que le mantenía unido a su madre.

Tan pronto como la elfa hizo una ligera presión sobre el pecho del recién llegado, empezó a chillar y llorar como momentos antes había hecho quien le había alumbrado. Asegurando el agarre del nacido contra su cuerpo, tomó la cantimplora y con suma delicadeza, comenzó a derramar pequeñas gotas de agua sobre el pequeño cuerpo para limpiarlo y adecentarlo.

—Qué es...— preguntó la joven, desfallecida.

—Un varón.— contestó, acercándose a ella, con intención de mostrárselo.

—No... Qué es...— repitió ella, antes de atreverse a mirarlo.

—Cómo que...— murmuró confusa, antes de entender la pregunta —Un elfo... ¿Es...perabas otra... cosa?— preguntó con cautela, mientras terminaba de tenderle a su hijo en los brazos, que ahora estiraba hacia ella, esbozando una sonrisa de alivio.

—Su padre... Ese hijo de una loba... Me prometió la luna y cuando supo que estaba en cinta... Salió corriendo, con el rabo entre las piernas...— explicó, mientras acunaba al bebé y lo llevaba hacia su pecho —Gracias a los Dioses por heredar mi sangre, aquella mujer dijo que si lo hacía, no nos faltaría de nada bajo su abrigo... La buscaremos y todo irá bien...— añadió, sin apartar la mirada de la criatura, casi como si obviara la presencia de la elfa imaginando un porvenir profetizado.

Aylizz sonrió, aun sin comprender una palabra. Tampoco la importaba, nada más tenía que hacer allí. Se puso en pie, tanto como pudo, y retrocedió hacia el exterior.

—Que los Dioses os guarden.— se despidió sin mayor interés, dispuesta a requerirle a Fahïn su parte de los beneficios, dado que ella había sido la única en mancharse las manos, no sin antes dirigirle unas palabras al padre de la muchacha. —Es un hijo del Bosque, si eso era lo que os preocupaba. Vuestra hija y vuestro nieto están bien.— informó, sin mirarlo siquiera.

Se alejó varios pasos a solas, antes de que Fahïn se uniera a su marcha, de vuelta al carromato. Era evidente que no se despediría sin cobrar lo acordado, era un elfo de negocios, después de todo. No cruzaron una palabra en el camino, él caminaba distraído tras ella, que forzaba la marcha mientras se limpiaba los restos de una noche memorable. Sólo les quedaba un alto en el camino antes de llegar a Nagnu, otra semana de viaje a lo sumo. Descansaría lo que restaba de aquella noche, tendría tiempo suficiente en para malgastar energías echando pestes contra el mercader durante la travesía.


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Mensaje  Salük Dom 9 Ene - 22:55

Nada

Al menos 4 carretas pasaron, y ninguna se dignó a pararse. La mayoría fingía no verme y los que me veían me echaban malas miradas. ¿Tan deprisa se había repartido mi mala fama?

Una de las carretas me llamó la atención, los que la manejaban eran elfos normales pero había un hombre dentro, por sus pintas parecía un guerrero del montón pero apestaba a alcohol y a otra cosa. Nunca había olido nada parecido pero mis instintos me gritaban que no era nada bueno. Quizá haya sido para bien que no me hubieran recogido.

De mala gana y a paso de tortuga, acabé llegando a la "ciudad" (y uso ese término con ligereza) de Nagnu.

Se parecía mucho a los otros asentamientos elfos que había visto hasta ahora. Gente con poco que ofrecer, pero que se ayudaban mutuamente, vecino que apoya a vecino, todo se reparte, casas humildes pero ricas en buenas intenciones y en amor...

En otras palabras: miseria, miseria y más miseria.

No pude evitar patear el suelo de pura frustración. Aquí no iba a ganar ni una moneda de cobre. ¿En qué momento se me ocurriría a mí venir a este país de mierda?

Con un suspiro, di un buen trago de mi bota, llena de una mezcla de vino con agua para que durara más, y me puse a echar un vistazo.

Normalmente, cuando llego a alguna parte, suelo llamar la atención, pero mis ropas me cubrían bien y la gente parecía tremendamente ocupada con las labores de construcción y demás. Así que hasta un hombre-bestia de casi 2 metros como yo podía pasar medianamente inadvertido.

Acababa de llegar a Nagnu ya había aparecido una negra sobra sobre mi futuro. De nada sirve aprovecharse de los débiles si los débiles no tienen nada aprovechable. Además, aunque tuviera dinero, ¿en qué me lo gastaría? Dudo que tengan buen licor, la comida escasea así que no creo que me la quieran vender, las mujeres elfas no me interesan y me parece que hasta mis ropas son mejores que las suyas.

Mientras le daba a la mollera, ocurrió un accidente. Una de esas casuchas hechas mal y corriendo empezó a ceder, y por poco aplasta a tipo que vi en la carreta. El individuo no gritó ni echó a correr, sino que, con un pisotón, hizo que surgiera una roca del barro que bloqueó la caída de los escombros. Hay que decir que me cogió por sorpresa.

-Interesante...-murmuré. Estaba claro que había que tener vigilado a ese tipo. Mis instintos no me mintieron, era peligroso.

Pero no podía permitirme más distracciones, tenía que pensar en algo, por el Cazador, ¡estaba en juego mi forma de vida!

A ver, en todos los grupos de seres vivos, ya sean lobos, enanos, hombres, elfos....SIEMPRE hay un líder. Alguien que reciba más que los demás, alguien que tenga poder. Si lo encuentro, podré ofrecer mis servicios.

Intenté buscar una casa que pareciera mejor construida o más lujosa, pero ninguna me llamaba la atención.

De repente oí sonidos de lucha, contento de que ocurriera algo interesante, avancé hasta un callejón. Parecía que un elfo estaba luchando contra otro dos...y había una elfa casi desnuda de por medio, tsk, tsk, tan pacíficos y avanzados que se supone que eran y se pelean por las hembras como los míos. Qué divertido.

La pelea no duró mucho, el caballero de brillante armadura venció a los gañanes y atendió a la joven. Pero esta no parecía sentirse segura. Procuré que no me vieran y afiné mi oído, quizá de esta conversación sacaría algo interesante.
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Mensaje  Merié Stiffen Mar 11 Ene - 19:28

En mi defensa, he de decir, que jamás en la vida había pasado tanta hambre, ni tanta sed, ni me había visto en esa situación tan peliaguda para hacer lo que mi instinto más primario me obligó a hacer durante aquellos días. La caravana a la que me sumé con mi caballo sándalo y mi carro menguaba extrañamente cada día, los mercaderes tomaban caminos que llegaban a las grandes ciudades como Vulwulfar o Roilkat, mientras un gran grupo de elfos seguía por caminos casi vírgenes. Me aventuré a seguirles, cubierta con mi capa procuraba no articular palabra alguna. Y juro por Dios y por la Reina que lo que narro a continuación no son las hazañas de las que más me siento orgullosa. Seguía el camino sin hablar con nadie, tan solo hacía gestos con la cabeza, negando o asintiendo a las preguntas. Al tercer día de camino yo era visiblemente la única humana camuflada entre todos aquellos elfos, mi pelo rosa pasaba inadvertido en un moño debajo de la capucha, la cual me tapaba estratégicamente las orejas. Todo empezó como mera curiosidad, total, no tenía donde caerme muerta, pero aquella noche...

-Buenas noches, hermana. -La voz de un muchacho que no alzaba más de un metro y medio del suelo me sacaron de mi mundo.

Junto a la hoguera, dándole algunas bellotas a Sándalo, casi me muero de un infarto. Asentí con la cabeza a modo de saludo, agachando la cabeza para ocultarme debajo de mi capucha.

-Hace muchas lunas que no te vemos comer nada decente, te hemos traído algo de queso, pan y vino para que el camino a Nagnu te sea más leve y no desfallezcas por el camino. Puedes pasarte por la tienda para abastecerte, no tiene pérdida, es la más grande. -Me explicó en la lengua de los humanos.

Volví a asentir con la cabeza sin girarme hacia él, acariciando el hocico de mi compañero equino. Escuché como dejaba la única comida consistente que había olido en muchos días.

-Buenas noches hermana, la dejo disfrutar de su voto de silencio. Es muy noble por su parte. -Se despidió.

Y juro por todos los dioses de Aerandir y de la tierra que me giré todo lo rápido que reaccionó mi atrofiado cerebro de humana consumida por la contaminación de una tierra moribunda años luz de aquel mundo medieval, pero el muchacho ya se perdió entre las sombras antes de que pudiera articular palabra alguna. Me sentí mal, pero no lo suficiente mal para sentarme en las escaleras de mi carro con aquella ofrenda entre las manos y apretar el queso contra mi pecho alzando la vista al cielo para dar gracias. El queso, el mejor queso que había comido en mi vida, el pan crujiente y esponjoso, como recién hecho, parecía una nube. Y el vino, qué decir del vino, que tan solo su aroma ya me emborrachaba.

-Gracias, gracias, gracias cosmos. -Susurré con la boca llena de aquel manjar.

Y con la tripa llena y con la curiosidad de un gato, me quedé allí un buen rato. Nagnu, era el único nombre que había retenido, pero no había leído aquel nombre en ninguno de los mapas de mi abuelo, ni de los hermanos. Saqué de mi zurrón el último mapa que los gemelos me habían dado, y lo desplegué sobre mis rodillas. Pequeños nombres de pueblos se apelotonaban unos encima de otros como un mapa de carreteras antiguo. Nada, no encontré ni rastro de aquel nombre.

Claro que, podría haberme ido después de aquella comilona y aguantar unos días más sin comer hasta encontrar a los gemelos en sus escondites pero ¿Qué emoción tenía eso? ¿Y si me adentraba en algún lugar mágico en el que me darían de comer y a través del cual pudiese volver a mi casa? Así que, sí, los seguí, y durante cinco días estuve recibiendo todo un menú desglosado de desayunos, comidas y cenas. Ellos no me hablaban, pensando que estaba haciendo voto de silencio y el muchachillo, Isïr, me traía la comida. De vez en cuando me hablaba de su vida, de que no sabía élfico porque se había criado en las ciudades humanas y que era mestizo, pero nada de Nagnu.

Era la tarde del quinto día desde que habíamos dejado los caminos principales para continuar por un nuevo camino casi oculto entre la maleza pero en el que cabían a la perfección en fila todos los carros, casi hecho a medida. Las primeras cabañas aparecieron antes de poder ver la primera empalizada. La gente reía y bailaba allí fuera, como si fuera una feria de primavera. Me acomodé bien la capucha y seguí adelante, poco a poco nuestra caravana fue desintegrándose. Isïr se despidió de mi con la mano mientras apartaba a su caballo de su carro para darle de comer, yo imité su gesto. Encontré un claro, no muy alejado de la puerta principal, en el que aparqué mi caravana y até a Sándalo a un árbol justo a un pasto, le llené el cubo de agua de uno de los cántaros que llevaba en la parte trasera y le acaricié el lomo.

-Voy a investigar Sándalo, te dejo al mando amigo. -Le dije ofreciéndole una manzana.

La capa azul marino me cubría hasta las rodillas, cargué mis nuevos utensilios de escritura en el zurrón y me colé en la ciudad. La gente se amontonaba en la puerta principal, los guardias miraban hieráticos al frente, con las lanzas apoyadas en el suelo. Eran casas bajas, trabajo de experimentados ebanistas, mucho más limpia y ordenada que Ciudad Lagarto. Me aparté de la muchedumbre y saqué mi cuaderno para esbozar un dibujo de las vistas, una gran casa al fondo, situada sobre una colina, los árboles que inundaban algunas zonas de la aldea. Me senté en una de las escaleras para escribir.

"Nagnu, día 1. Parece que he acabado en un asentamiento de elfos en pleno Verisar, su arquitectura es muy diferente a la que recuerdo de las capitales humanas. La gente parece muy feliz aquí. "

Con el cuaderno de cuero en las rodillas y la pluma en la mano, me quedé un rato viendo a la gente pasar. Me quité la capucha, por una vez en mucho tiempo me sentí extrañamente segura.
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Mensaje  Nousis Indirel Sáb 15 Ene - 12:31





¿Ayudar a los elfos? Las palabras de esa mujer lo irritaron brevemente. ¿Acaso no llevaba casi un siglo buscando hacer exactamente eso? ¿No había recorrido todo el continente para protegerlos? Pedirle pruebas de tal compromiso resultaba hasta irónico. Ojalá hubiese tenido la opción de mostrarles algunos de sus recuerdos. Dudaba que nadie, por muchos elfos que se encontrasen en leguas a la redonda, hubiese sufrido por su pueblo tanto como él.

Caminó errabundo por el pueblo que se había alzado en aquellos tiempos. Su serio semblante se apaciguó hasta llegar a una sonrisa que iluminaba incluso sus ojos de piedra. Ver a su raza feliz, despreocupada… sí, era un error, en aquella tierra bárbara, y sin embargo, cada instante de sosiego debía de ser celebrado como merecía. Había mucho sufrimiento que dejar atrás, mas no olvidarlo.

Pensando en nada concreto, prosiguió, hasta detenerse, helado, en una pequeña plaza que había permanecido libre de nuevas construcciones. Alzó lentamente la cabeza, cerciorándose de que, efectivamente, su mirada había topado con aquello. Tras varios segundos, giró el cuello en ambas direcciones. No estaba solo, pues otros elfos, familias incluso, transitaban por ese lugar. No demasiados, pero suficientes para que no pasase por alto.

Cuatro hijos de Sandorai se hallaban colgados de las manos un alto poste de recia madera, aparentemente la mitad de un gran árbol serrado. Varias heridas mostraban que habían sufrido una muerte violenta. Debajo de sus pies, una elegante leyenda en caracteres de su lengua madre rezaban:

“Traidores a los preceptos del Alinnë Vinníara”


Aquella fue la vez primera que Nousis Indírel leyó sobre dos palabras que tendrían una trascendencia que él no alcanzaba a imaginar. Alinnë… precisó un par de minutos para desempolvar sus estudios acerca de dialectos más antiguos de su propio idioma. ¿Oración? ¿palabra? ¿Verbo? Estaba convencido que Vinníara reflejaba la idea de algo superior, o supremo. Tal vez hiciese bien traduciendo aquello por supremo escrito, aunque no le convencía. Lo que estaba claro es que era la causa que había hecho perder la vida a esos cuatro elfos. Y si nadie les había bajado de allí o bien lo aprobaban o tenía demasiado miedo para hacer algo al respecto. Fuera como fuese, el espadachín se sintió profundamente interesado por lo que había ocurrido. Quizá podría tratarse de una de las ayudas que podía ofrecer a los lugareños.

Detuvo con cortesía a una joven madre a cuyo retoño sonrió el Índirel. El pequeño le devolvió el gesto con desenfado.

-¿Qué ha ocurrido?- señaló a los cadáveres. La mujer torció el gesto y miró un momento a su hijo.

-Vete a casa- le ordenó con voz cariñosa. El aludido observó a ambos, dudando, antes de obedecer. Cuando estuvo lo bastante alejado, la elfa contempló la escena- Fueron víctimas de su ego.

-¿Cómo has dicho?- inquirió Nousis sin comprender.

-Ayudaron a humanos antes de que los nuestros se instalasen debidamente, predicaron el retorno a la obediencia al Consejo de Árbol Madre e hicieron sufrir a los suyos. Nadie sabe quien acabó con ellos. Pero los robos y problemas entre los nuestros se han reducido enormemente. No cuesta sentirse segura, aún con todo lo que ocurre, incluso por las noches, ¿Sabes?

El viajero asintió.

-¿Y… Alinnë Vinníara?


Ella se encogió de hombros.

-Nadie lo sabe. Algunos dicen que es como los Señores llaman a sus leyes. Para el resto, es lo que debemos respetar. Seguramente no matar, no robar… lo que todos querríamos que pasara.


-Si funciona…- caviló Nou- Necesito ver a los Señores, pero se me ha pedido ayudar a los lugareños para ello. ¿Conoces a alguien que pudiera pedirme algo? Tengo cierta urgencia.

La mujer sonrió.

-Por cosas como ésta me alegro de habernos alejado del bosque. Así deberían quienes se preocupan de verdad por su gente. Te diré que hace meses se ha colocado un enorme tablón para que se conozca de forma más rápida que alguien del pueblo necesita algo y solucionar su problema. Se encuentra delante del templo de Anar e Isil.


-Te lo agradezco- inclinó la cabeza- Que ellos te protejan.

-Que ellos sean contigo- dedicó ella, disponiéndose a encarar el camino por el que se había ido su pequeño. No obstante, se detuvo tras varios pasos, y se volvió hacia él.

-Ten cuidado- dos palabras que se le antojaron extrañas en esa conversación- La gran mayoría de quienes hemos decidido acabar aquí somos campesinos, artesanos, comerciantes. Familias que nada quieren saber la guerra. Tú pareces haber nadado en sangre. Elige bien a quiénes ayudar.

Sin comprender enteramente qué quiso decir, la elfa se alejó de él, perdiéndose de vista.

Con la mente puesta en las extrañas advertencias recibidas, el espadachín fue preguntando aquí y allá, hasta alcanzar el templo. Sobre sus pensamientos, una sensación desagradable había comenzado a tomar forma, como una nube que poco a poco iba ennegreciéndose y le turbaba a causa de los puntos oscuros que desconocía.

Los fieles salían de la celebración religiosa en grupos no demasiado numerosos, despidiéndose con cariño, al tiempo que Nou leía los dispares anuncios que en multitud de caligrafías diferentes, pedían desde recuperar unas gallinas perdidas hasta la caza de un posible wendigo que atacaba a aquellos que buscaban leña en los bosques cercanos. Le iba a costar decidirse por algo en concreto.
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Mensaje  Nero Crimson Lun 24 Ene - 21:18

-Pareciera que esta firme-
-Es increíble esta mañana estaba por derrumbarse y ahora parece estar en mejores condiciones de lo que jamás hubiéramos podido imaginar-
-Bueno ahora sabremos si hemos hecho un buen trabajo o no-

Comento el dragón al momento que la enorme piedra que había hecho emerger del piso comenzaba a hundirse, la estructura de madera comenzaba a crujir conforme la piedra descendía, sin embargo, la edificación se mantuvo en pie, aquello genero los gritos de alegría de todos los elfos que al igual que el habían trabajado con ímpetu para salvaguardar la casa, todos se abrazaban y se daban palmaditas en la espalda, Nero también recibía agradecimientos puesto que sin quererlo había sido el benefactor principal para aquellas familias, al salir por un momento para ver que todo estuviera donde debería estar, pudo notar como un grupo de curiosos observaban la hazaña que todos juntos habían logrado.

-Eres el borracho mas productivo que Nagnu ha visto-
-Hey, no trates de esa forma a mi benefactor-
-Tranquilo Círdan, de momento no han dicho nada que no sea verdad-
-No lo decimos con ánimos de ofender, todo el día han corrido rumores del borracho que evito que se derrumbara una casa-
-Teníamos que verlo con nuestros propios ojos, usualmente en Nagnu estamos acostumbrados a que ocurran desgracias, ver sucesos como estos solo nos dan esperanzas de que el futuro de nuestra ciudad puede ser prometedor-

Nero un poco avergonzado cayo en la cuenta de que había llamado la atención mas de lo que esperaba hacerlo, se sentía extraño de que en esta ocasión fuera por algo bueno, el borracho no pudo evitar notar que por la forma de hablar y la complexión física de aquellos elfos denotaba que eran guerreros con experiencia, si ellos eran encargados de mantener la paz en aquel poblado, era bastante justificable que quisieran ver al borracho que no estaba causando problemas.

-No he hecho nada encomiable la verdad, solo evite que me aplastara un muro-
-Estas siendo muy modesto, quizás no lo has notado pero nos has dado a todos una muestra de que la luz puede venir desde cualquier ser, independiente de su origen o sus condiciones-
-Es cierto, Nero parece ser un borracho diferente, solo eructa de vez en cuando y no parece ser alguien que ande buscando pleito-
-Oh vamos, si me das de comer y de beber no tengo motivos para andar peleando, todos parecen ser gente de bien-
-Incluso tienes un buen sentido del humor, por favor sigue ayudando a la gente de Nagnu, si solo quieres comida y bebida mas de alguno estará feliz de contar con tus servicios-
-Nuestro pueblo aun tiene muchas cosas que requieren una mejora, por favor sigue ayudándonos y no dudes en pedir lo que necesites a cambio, siempre y cuando este en nuestro poder dártelo claro esta-
-No planeo quedarme....-
-Necesitamos voluntarios para ver si logramos pescar algo en el rio para cenar, cualquiera que este dispuesto acompañarnos tiene una botella de vino asegurada!-
-Pero tampoco tengo prisa por irme-

Aquel ultimo comentario desato las risas de los presentes quienes se alegraban de compartir un momento como ese, los guerreros agradecidos con Nero se marcharon encomiándolo a seguir ayudando a los elfos del lugar, Círdan y su familia, junto a las otras familias que vivían en esa casa salieron para agradecerle a Nero su ayuda y le invitaron a volver en la noche para dormir esa noche junto a ellos cuando volviera de la pesca. Antes de marcharse, una de las chicas que estaba ayudando en la construcción, se acerco a el y poso sus manos en el brazo que tenia lesionado con la cadena con cuchillas que tenia amarrada, hizo una plegaria en élfico la cual el dragón no pudo entender y le curo la herida al momento que mencionaba algo que nuevamente el borracho no logro entender, Nero un poco sorprendido agradeció el gesto con una sonrisa, la chica por su parte se sonrojo y con una breve reverencia procedió a entrar nuevamente en la casa.

-Muy bien, donde esta ese vino y adonde iremos a pescar- exclamo el borracho mientras aprovechaba para mover el brazo con ahora mayor libertad, teniendo una sensación extraña ante toda la situación, Nero simplemente decidió dejarse llevar por el momento y ahora se iría a pescar.
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Mensaje  Aylizz Wendell Jue 27 Ene - 9:55


♫—El viaje se acerca al finaaaaaaal
y yo regreso a mi hogaaaaar,
con mil hazañas que contaaaaaar
espero que mi amada no me pueda olvidaaaaaar.


—Ante los Dioses juro que como no cierre la boca se la taparé yo misma con el dichoso laúd.

—Sosiega chica, ya no falta mucho para el desvío. Los perderemos de vista y mala fortuna sería volver a encontrarlos alguna vez.

—Mil hazañas… Será embustero el aspirante a juglar…

El sonido de las cuerdas mal rasgadas, que sonaba desacompasado junto a la voz desafinada del mayor de los hijos de Nor’el, se asemejaba a un martillo pilón que comenzaba a hacer mella en el lóbulo frontal de la elfa, ese encargado de controlar los impulsos y al que ahora se le hacía muy complicado llevar a cabo su función. Casi prefería el traqueteo de las ruedas de los carros que provocaba el avance por caminos irregulares.

♫—En miiiiiiis recuerdos guardo
historias para no dormiiiiiiiiiiiiir,
sólo lamento queridaaaaa
no llevarte conmigo al partiiiiiiiir…


En aquella última estrofa, el bardo dedicó un guiño a la que en las últimas semanas se había visto armada con una paciencia que antes de conocerle no hubiera asegurado tener. Su respuesta no fue otra que arquear una ceja antes de mostrar una completa indiferencia a las provocaciones del muchacho.

—Oye, si quieres corresponderle yo puedo terminar el viaje solo…— incitó con burla el mercader, en cuyo rostro se podía apreciar el gesto de disfrute que le provocaba tal situación.

—Si… Eso te encantaría… No quepo en mí de la emoción.— replicó ella, en el mismo tono jocoso.

—Chica, sabes que no lo celebraría. Tu compañía es entretenida, eres fácil de enrabietar.

La elfa torció el gesto y con los ojos entrecerrados condenó a su socio por soltar una carcajada a su costa, pero no respondió. Eso sería confirmar su apreciación.

♫—Cabellos como el triiiiigoooo
y ojos como el maaaaar,
de carácter viperiiiinoooo
no se deja cortejaaaaar.


—Carácter vipe…— repitió para sí, entre dientes —¡¿A quién llamas víbora, proyecto inacabado de bufón!?— increpó, mientras el elfo continuaba hilando estrofas y su hermano reía, reforzando tal acción.

No fue hasta que Fahïn tiró de las riendas para sí con firmeza, haciendo frenar la marcha del carro y, por consiguiente, también del que los seguía de cerca, que el aficionado a la bandurria dejó su cantinela.

—Parece que aquí nos separamos.— indicó el padre de la pesadilla al comprender la causa de aquel repentino alto en el camino. —Han sido días intensos, que los Dioses os acompañen en el viaje que aún os resta. Mal humor tendrían si a falta de tres jornadas para llegar dejasen que dierais con problemas.

—Id con los Dioses, familia. Buen regreso.— despidió el comerciante, azuzando de nuevo al caballo para retomar el camino. La elfa se unió a la despedida con un simple gesto con la mano mientras el carro se alejaba y con él la tortura musical.

Si al menos hubiese afinado un poco…

Habiendo vuelto la calma a los senderos, las bendiciones de Nor’el parecieron cumplirse durante los dos días siguientes, así como en sus respectivas noches. Apenas encontraban caravanas tan al norte, las que llegaban a esas tierras lo hacían desde los pueblos cercanos al pantano. Por eso Nignu sería la última aldea, las que quedaban más alejadas del Bosque Sagrado se ocuparían de los refugiados más remotos.

Se había acostumbrado a la vida en Eddamber, tan distinta a la que llevaba en el corazón de Sandorai. Allí donde la protección del Árbol Madre y el Consejo quedaban lejos, donde la fortaleza y pureza de los clanes había ido desdibujándose y entremezclándose, territorios de comerciantes, agricultores y pequeños terratenientes, combatientes retirados del servicio o simplemente parias u olvidados. El Sandorai más remoto, más cercano a los hombres que a los elfos. Allí las cosas funcionaban de otra forma, las relaciones entre aldeas iban más allá de las comerciales. Los lazos por intereses comunes habían dado paso a relaciones más robustas, una sensación de Comunidad que permitía organizarse de tal forma que fuera posible tender la mano a los que se habían visto obligados a cruzar las fronteras.

Y ocuparlas.

Aquello era lo que más la aterraba. ¿Cuánto tardarían los humanos en tomarse aquello como una provocación? Y cuando eso pasase, ¿quién estaría dispuesto a plantarse? Las preocupaciones del Consejo volaban muy lejos de aquellas tierras, todo el Pueblo Elfo lo sabía. Y los que se habían hartado o no habían encontrado alternativa, aquellos que había atendido en los últimos días, no estaban ni remotamente preparados. Quizá algún anciano o algún tullido que hubiese servido en el ejército, en tiempos mejores. Puede que los jóvenes, aunque inexpertos. ¿Y de qué serviría ante La Guardia? Se negó a sí misma con la cabeza, ante sus propios pensamientos. No, los hombres al servicio del Rey no serían desperdiciados en algo como aquello, a fin de cuentas la atención que el Reino le daba a aquellas tierras podía equipararse a la que recibían sus vecinos de orejas largas. Mercenarios o milicias, hombres a sueldo se encargarían de aquello. Los humanos fácilmente serían así de rastreros.

—Chica, atenta.

La voz de Fahïn, profunda, seria, contundente, la alejó de sus preocupaciones. El elfo indicó con la mirada los lados del camino, en silencio, antes de recorrer los alrededores de un exhaustivo vistazo.

—Son muchas pisadas.— respondió con claro tono de sospecha —Y revueltas…— añadió, atendiendo con más detalle al camino.

—Seh...— coincidió el mercader, con dejadez y claro descontento.

Hizo frenar al caballo y cuando el carro se detuvo, desmontó. Tras asegurarse de que nadie más se encontraba en el sendero se acercó a una de las orillas. De entre los arbustos alcanzó a desenganchar los restos de una flecha hecha trizas, alzándola sobre su cabeza, mostrándosela a la elfa. Después, se adentró un poco más entre la foresta y ella se revolvió en el asiento con un escalofrío.

—¡Chica, no muevas un pelo de ahí!

Se sobresaltó ante aquella indicación, pero así lo hizo. O no lo hizo, según se mire. Comprobó los alrededores, agudizando la vista. Nadie. A los pocos minutos el mercader se dejó ver de vuelta, cargando un cuerpo sobre los hombros. Dejándolo caer junto a las ruedas delanteras, mostrándolo boca arriba, se apreciaba que se trataba de una muerte reciente. Otra flecha, una que esta vez acertó en el ojo. Más bien, entró por él, su blanco se adentraba aún más.

—Un elfo…— masculló entre dientes, atemorizada.

—Mira esto.— el comerciante le tendió la flecha fallida.

—Es… de las nuestras...— advirtió nada más tomarla en sus manos. La madera del Bosque Sagrado resultaba inconfundible para alguien nacida y criada en él.

—Su venta a otras razas está fuertemente penada.

—Pero… Entonces…

—Elfos matando elfos, lo que me quedaba por ver...— renegó, apartando el cuerpo y dejándolo apostado en el camino, a plena vista. —Será mejor dejarlo como advertencia. Estos caminos ya no son seguros…— explicó, antes de subir de nuevo al carro y retomar la marcha.

El avance a partir de entonces se hizo más lento y precavido, los momentos de silencio ocupaban gran parte del tiempo, sin rebajar el estado de alerta. Varios centenares de metros más adelante las marcas en el sendero pasaron de ser finas huellas de ruedas de carro y herraduras casi borradas, a un rastro más reciente. Restos de pisadas a las que ahora se sumaban huellas de carros, además de irregulares correderos de arena manchado con restos de sangre. Desde allí se extendían a lo largo del camino, quienes fuera que fuesen no hacía mucho que se habían marchado.

—¿Deberíamos seguir?

—Por el momento.

No avanzaron mucho más antes de que los escasos árboles que bordeaban el sendero, alejados del bosque, comenzasen a abrirse en un claro. No hizo falta continuar mucho más para divisar, desde la lejanía, que a varias centenas de metros se levantaban varias tiendas. El mercader disminuyó aún más el ritmo de la marcha, ganando tiempo para desgranar cada detalle que pudieran advertir desde allí, reparando entonces que no se trataba de otro de tantos campamentos. Si bien todos a quienes alcanzaban a avistar eran elfos, la disposición de las tiendas o abastos y su actitud organizada recordaba más a un puesto de control, como los que solían levantarse en las fronteras entre reinos, solo que más rudimentario.

—Debemos estar cerca de zonas más pobladas, sino a razón de qué comienza a haber vigilancia.

—Esto no me gusta…

Cuando aún faltarían varias decenas de metros por recorrer hasta el linde donde comenzaban a levantarse las tiendas, uno de los elfos que parecían controlar el paso les dio el alto. El mercader dedicó una mirada de reojo a la elfa, que ella interpretó como un “mantén la calma y el silencio”. Y si no era aquel su mensaje, así lo consideró.

—A las buenas. ¿Dónde os dirigís, amigo?— el acercamiento fue cordial, al menos las palabras lo fueron, aunque el porte del que ahora se equiparaba a un guardia, ataviado con armadura ligera y portando un acero de no demasiada calidad, llevaba a pensar que sería mejor no abandonar las buenas formas.

—A las buenas. Viajamos a Nagnu, llevamos víveres y enseres para abastecer a los recién llegados.

—Bien, bien, eso está muy bien. Pero es preciso que revisemos la carga, amigo, para evitar problemas.

—¿Proble…

—Por supuesto,— interrumpió el mercader a la elfa —aunque ya digo que no son más que abastos. Dejadme que os muestre.— añadió, desmontando y dirigiendo al guardia hacia la puerta trasera del carromato.

Mientras la mercancía era inspeccionada, Aylizz prestó atención al puesto allí levantado. Destacamento de unos veinte o treinta que pululaban por la zona, entrando y saliendo de las tiendas, algunos entrenaban, otros tantos holgazaneaban. Entonces su mirada alcanzó a descubrir una empalizada en la que otros elfos habían sido amarrados. A primera vista podían advertirse las claras diferencias de estos con los que controlaban el paso, deduciendo que nada tenían que ver con ellos y considerando que se encontraban cautivos.

—Disculpad…— la elfa llamó la atención de otro de los guardias que rondaba cerca, precavido, por si las circunstancias requerían colaborar con su compañero.

—¿Si?

—¿Qué han hecho aquellos?— trató de disimular su verdadero interés, adoptando una actitud de genuina curiosidad, ocultando además el arma que viajaba con ella, amarrada a la cintura, cubriéndose de forma sutil con la túnica.

El elfo giró sobre sí, ligeramente desubicado, hasta recaer en los prisioneros. Después, se volvió hacia ella con una sonrisa ligera.

—Nada que deba preocuparos, muchacha. Alrededor de los pueblos en auge proliferan los indeseables, bandidos y rufianes. Estamos aquí para proteger a los viajeros y sus caravanas.

La elfa asintió con la cabeza, dando a entender que comprendía aquella vaga explicación, sin obviar que el guardia había evadido la pregunta. Lo observó con detalle, pero de forma sutil, sin denotar demasiado interés. Al igual que el anterior, la indumentaria de este no era de alta calidad y tampoco portaba nada que pudiera indicar la pertenencia a un grupo organizado.

—Vaya… Si no fueran suficientes las amenazas de fuera, ahora también debemos cuidarnos de los nuestros…— comentó con victimismo, buscando la empatía del guardia y a través de ella mayor información.

—No hay traición más dolorosa que la de la sangre, de eso no hay duda, pero no hay por qué temer, muchacha. Nuestro deber es el de hacer que estos caminos sean seguros.

—Es de agradecer…— sonrió —Y todo un logro haberse organizado de tal forma, no es fácil cuando son tantos como los que veo aquí los que están dispuestos a colaborar.

—Bueno, si…— rascándose la cabeza con modestia, el guardia adoptó entonces una actitud más servicial ante los halagos —No todo el mérito es nuestro, claro. Si esto es posible, es gracias a Los…

—Parece que todo está en orden— interrumpió el primero de los guardias, que regresaba junto a Fahïn, ajeno a la conversación que su compañero mantenía con la elfa —Deja que sigan su camino, Brinn.— indicó a su compañero —Con este permiso no tendréis inconveniente alguno, si todo marcha como debiera hoy podréis dormir en Nagnu.— añadió, dirigiéndose ahora al mercader, tendiéndole una cuartilla de papiro con un sello encerado.

—Agradecidos, partimos pues. Que os sea leve la jornada, caballeros. Con los Dioses.— se despidió cortés el comerciante, antes de indicar al caballo que podía iniciar la marcha.

—Brinn…— llamó la elfa al guardia con el que su conversación había sido truncada, mientras el carro comenzaba a moverse, manteniendo la misma actitud frágil —¿Cómo sabremos quiénes son traidores?— si así los consideraban, necesitaba saber por qué.

—Renegados, instigadores, los que se alejan de la paz que tratamos de conseguir… ¡Lo sabréis!— expuso en pocas palabras, alzando la voz al tiempo que el carro tomaba distancia y los dejaba atrás.

Terminaron de cruzar el puesto sin intercambiar palabra. Fahïn sostenía las riendas con firmeza, manteniendo la mirada al frente, gesticulando en señal de saludo y respeto cada cuánto ante el personal allí apostado, que los seguía con la mirada. Aylizz, sin embargo, no podía apartar la mirada de los cautivos. Costaba creer que fueran rufianes, aunque tampoco encontraba otra razón por la que pudieran haberlos tachado de tal forma. Quizá la desesperación, el hambre, la pérdida… Los habían hecho llegar a tal extremo.

Eran tiempos complicados y difícil emitir juicios.

Caía el sol cuando las chozas de los migrantes, levantadas extramuros, se dejaban ver en la lontananza. Tras ellas, la rudimentaria muralla que rodeaba la aldea. Mostrando el permiso, cruzarla fue sencillo. Se les ofreció alojamiento, mas se negaron, no les era necesario ocupar una cama teniendo su propio cobijo. Ella agradeció que así fuera, en aquellos momentos no veía lugar más seguro para pasar la noche que ese carromato cerrado a cal y canto.
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Mensaje  Eleandris Dom 30 Ene - 5:14

Si bien aquel pequeño altercado me había hecho entrar en calor la brisa que se levantaba de vez en cuando me hizo volver a pasar frío. Sin mi capa que me cubriera de aquellas gélidas corrientes de aire que los callejones casi parecían ayudar a encauzar no me quedó mas remedio que esconder mis manos enguantadas entre mis brazos y mi cuerpo a fin de mantenerme mínimamente caliente.

Callejeé un poco rumbo a la calle principal con el objetivo de salir de la zona amurallada y levantar la tienda junto a un fuego que me hiciera entrar en calor y quizá incluso prepararme un té de agujas de pino cuando un grupo de tres elfos me pararon. Los tres eran bastante jóvenes, de hecho quizá alguno aún no llegaba a la mayoría de edad y se mostraba mas inseguro mientras los dos restantes, no mucho mayores se dirigieron a mi sin vacilación.

- Buenas noches viajero. La noche se tercia tan fría que apenas hay nadie por las calles, suerte que hay gente de buen corazón que aún rondan por el pueblo.-

- Hemos visto despachabas a esos sucios humanos hace unos momentos. Te damos las gracias por ayudar a que Nagnu sea un lugar menos desgraciado esta noche.

Recordé que me sonaba haber visto a alguien mirando, apenas un instante durante la rencilla pero que ya no estaban cuando la chica se fue corriendo. No obstante y aunque su tono era amigable e incluso cálido el hecho de que me pararan no me daba buena espina, menos aún cuando los tres estaban armados. Con un vistazo pude identificar que uno de ellos, el mas joven llevaba una daga que se notaba vieja y mal cuidada, quizá incluso estuviese algo roma pues la vaina estaba sucia con indicios de uso como herramienta en lugar de arma. Otro portaba lo que a juzgar por la empuñadura una vez fue una espada recta que ahora estaba quebrada y presentaba pequeñas manchas de óxido. El último tenía atado al cinto un simple garrote de madera que seguramente tuviese mas edad que quien la portaba.

- Veo que estáis armados ¿Formais parte de la guardia urbana? pensaba que la propia dotación de Nagnu era suficiente para mantener la seguridad dentro de los muros.-

El mas joven se encontraba un poco mas atrás de los otros dos, en silencio y mirándome. Sentía que habían arrastrado a éste ultimo con los dos primeros.

- En absoluto. La guardia solo hace algo cuando el problema es demasiado grande o se topan con algo, sino no hacen nada. ¡Tenemos que defendernos nosotros mismos! - El que parecía ser quien tomaba las decisiones en aquel grupete parecía estar severamente contrariado con la actitud de la guardia, y sinceramente me cuadraba. La población había crecido tanto que por mucho que se esforzaran los guardias jamás podrían atender a todos los altercados que se producen, era un problema de simples matemáticas.

- Vamos a ir a cazar ahora y nos vendría bien la ayuda de un guerrero como tú ¿nos ayudarás?-

Noté en la palabra "cazar" una connotación que hizo saltar las alarmas en mi cabeza. Algo no iba bien con esos muchachos.

- Son una horas extrañas para salir de caza. ¿Acaso los depredadores están causando problemas en el arrabal?

-¿Depredadores? vamos a cazar humanos. Esos sucios perros nos insultan y denigran, nos golpean e incluso nos matan. A diario aparecen elfos muertos, atados a árboles o de las murallas, a veces incluso amanecen los cuerpos tirados y desnudos en la calle. ¡no podemos tolerar estas humillaciones más!-

- Calmaos muchachos. Lo que decís se aleja de la senda que los elfos hemos caminado desde los albores de nuestra raza. El problema de Nagnu es mucho mas complejo y profundo que simple racismo. Dejad que sean los líderes y la propia guardia quien ponga solución a esto.-

- Ellos están muy ocupados, tenemos que hacer algo nosotros, ahora.-

El debate se extendió algunos minutos. El enfado de los jóvenes crecía por momentos y no podía evitar verlos como aquellos corderos que se habían alejado del sendero y no había nadie para hacerlos retornar al camino. A fin de cuentas la compasión, la tenacidad y el respeto eran los tres preceptos del camino élfico y esto chiquillos parecían haber olvidado dos de ellos.

Mis palabras por desgracia cayeron en saco roto. Los dos mas convencidos del discurso antihumano desenvainaron sus armas obligandome a mi a hacer lo mismo con la lanza. el tercero y mas joven hizo lo propio aunque nunca llegó a participar en la función realmente salvo por el visible temblor de todo su cuerpo, quizás por el frío o quizas por la tensión de la situación provocada por los dos primeros.

Los dos jovenzuelos blandieron sus armas con gran furia pero sin nada de tecnica convirtiendose en un peligro mas para ellos mismos que para mí. Empleé el hasta de mi lanza para protegerme de algunos de los golpes y para asestarles yo otros pues procuraba desarmarlos o noquearlos sin que ese combate resultara mortal. Para mi eran chiquillos que simplemente habían perdido el norte. No merecían morir por ello.

Eventualmente el de la espada rota acabó hiriendo al otro muchacho en la pierna con un tajo bastante feo.
-¡Kaellas!- El mas joven tiró su arma al suelo y corrió a abrazar al joven herido. el otro, nervioso, se quedó de piedra viendo la herida que había provocado. Aproveche para darle un golpe en la mano y dejarlo desarmado al fin.

-¿Veis lo que provoca el odio? el corte no parece demasiado profundo pero necesitará ayuda para sanar. Vamos a buscar algún curandero.- Volví a colocarme la lanza a la espalda y procedí a levantar al chico. Por el camino pude entrerarme que los tres eran hermanos. Una vez llegados a la calle mayor me dispuse a ojear alrededor en busca de la casa del curandero pero por suerte para mi encontré algo que a mi juicio parecía mejor idea donde probar suerte.

Apenas acababa de llegar una pareja con un carromato que se movía pesado. Tal vez el cansancio del animal me engañara o tal vez el carro estuviese bien cargado pero parecía una parada lógica donde buscar ayuda. estando un poco mas cerpa pude discernir que eran dos elfos lo cual no me sorprendió, no obstante sus ropas eran mejores que las del resto de refugiados que había visto los días anteriores.

- Bienhallados hermanos. Lamento semejante bienvenida pero me veo forzado a pediros ayuda. Este joven está herido ¿no dispondréis por casualidad de algunas vendas para poder tapar su herida?- Menudo percal les llevé a esa pobre pareja. Un crio herido, otro ído de sí y un tercero mas joven sollozando. desgraciadamente los recien llegados no tardarían en descubrir que aquello sería el pan de cada día en Nagnu.
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Mensaje  Salük Sáb 12 Feb - 23:30

Mi investigación no dio el resultado esperado. Otros elfos se me adelantaron y hablaron con el héroe de turno. Resultaron ser una panda de críos elfos que, frustrados por cómo les había tratado el mundo, decidieron pagarlo con todo humano que vieran e incluso salían a cazarlos.

Por un momento, consideré unirme a ellos. Una buena caza de humanos era, después de todo, mi especialidad. Sin embargo, dudo mucho que me fueran a admitir en su pequeña batida de venganza. Y, aunque lo hicieran, no creo que me fueran a pagar ni una gorda.

Debía tener claras mis prioridades. Si, ahora tenía el saco lleno, pero no duraría. Debía buscar una fuente de ingresos pronto.

De manera que regresé a mi búsqueda. Debía encontrar una base de la guardia de la ciudad o algún tipo de ayuntamiento. Allí es donde encontraría los carteles de "Se Busca".

Esos carteles eran una excelente forma de buscar trabajo en casi cualquier sitio. Ves los nombres y las caras y luego los buscas. Después pueden pasar 2 cosas: o bien son unos don nadie, y en ese caso, simplemente los entregas. O resultan ser miembros de una banda de cierta categoría, en ese caso les sacas dónde está su jefe o jefa y te presentas allí, con suerte, te contratan y ganas aún más.

Tras husmear un poco llegué a la gendarmería. Estaba en bastante buen estado comparado con el resto de la ciudad. Supongo que, tras ser atacado una y otra vez, los elfos han aprendido a apreciar su propia seguridad.

Entre malas caras y peores miradas eché un vistazo a los tablones de "Se Busca". Nada destacable, ladrón de comida, ladrón de caballos, asalto a mano armada...morralla.

Sin embargo, entre los carteles avisté un anuncio interesante.

Atención: Ha habido informes sobre espías humanos por la ciudad. Todo aquel que sospeche de algún humano de ser espía o que observe alguna actividad sospechosa, debe informar a las autoridades de forma inmediata.

El cartel básicamente decía que los elfos tenían el deber cívico de informar de los espías humanos. Si eso era así, ¿cuánto me darían si consigo capturar uno? De hecho, jeje, ni siquiera debe ser un verdadero espía. Simplemente diré que lo es y estos elfos cegados por el odio me creerán a pies juntillas. EL humano lo negará, claro, pero es lo que haría un espía...

Sonreí para mis adentros, Salük, sin duda, eres un genio.

Satisfecho con mi ingeniosa idea, salí a paso ligero de la gendarmería y me puse a buscar, sólo tenía que buscar a un pardillo humano con pinta sospechosa y estos idiotas de orejas picudas me bañarían en oro.

Sin tener que andar mucho, ya encontré un buen objetivo: una hembra humana. Tenía el pelo carmesí, lo que tenía entendido que era una rareza en su especie. Pero lo interesante es que parecía mirar a su alrededor y escribía nerviosa en una libreta.

Puñetas, ¿sería posible que había encontrado una espía de verdad?

Haciendo gala de un sigilo y agilidad típicas de los felinos. Me acerqué lo máximo que pude a la humana desde un punto ciego. tenía curiosidad por lo que ponía en la libreta y, además, podía ser una prueba incriminatorio que sellaría el trato con los elfos...y probablemente su sentencia de muerte.
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Mensaje  Merié Stiffen Lun 21 Feb - 20:51

¿Os acordáis de aquella sensación de la que hablaba? Qué ingenua había sido. Las miradas se centraron en mis orejas, una parte de mi cuerpo que curiosamente, jamás me había causado ningún tipo de trauma, inseguridad o por la cual me había visto inmersa en algún evento surrealista. Mi primer pensamiento reflejo fue pensar que tenía orejas de soplillo de repente, me llevé las manos a las orejas, y las palpé. Estaban allí, normales. Entonces caí que era ese el problema, que eran normales. Inconscientemente mi barbilla se hundió en mi pecho, me hice pequeñita en aquellos peldaños. Oculté mis orejas con el pelo lo mejor que pude, caían los mechones rosas, ligeramente ondulados sobre mis hombros.

Las caravanas de gente se adentraban en la siguiente muralla defensiva, la gente se acinaba en los márgenes de la puerta, buscando un hueco para entrar. Desvié la mirada hacia mi cuaderno y pluma, que guardé de nuevo en el zurrón. Me disponía a levantarme cuando una mano me tocó el hombro desde atrás. Un espasmo recorrió mi cuerpo de repente, asustada giré el cuello. Una figura alta, esvelta, ataviado con armadura de pies a cabeza y con una lanza en una de sus manos que aguantaba con una mano contra el suelo de madera.

-No puede estar sentada aquí. -Sentenció dando un golpe con la lanza en el suelo.

Asentí varias veces con la cabeza, instintivamente me recogí el pelo detrás de las orejas. Craso error. Un crujido de dientes que pude escuchar desde mi posición y con mis orejas de simple humana.

-... Sucia humana. -Escuché en un susurro de aquel señor.

Me hice más pequeñita. Toda la paz que había sentido se esfumó, ¿Dónde estaba? ¿Esta era la gran ciudad de la paz que había escuchado todo el viaje? Pues empezaba bien. Me puse en pie casi tambaleándome, las piernas me temblaban de los nervios.

-Perdone, perdone. -Volví a disculparme agachando la cabeza.

Por dios y por la reina que acabase aquello pronto.

-Acompáñeme, señorita. -Volvió a decir, pero aquel "señorita" sonó con cierto retintín en la voz del elfo.

Casi me orino encima, ¿Habéis conocido esa sensación de que estás tan asustada que tu cuerpo reacciona así? Pues es horrible. Os cuento, resulta que el ser humano tiene un sistema de defensa ancestral, de cuando éramos animalitos desprotegidos, entonces, cuando te sientes muy muy atacado, te meas encima, sí, sí, encima. Porque el olor así despistará a los depredadores. Como si orinarme encima fuese a ahuyentar al guardia. Pues eso.

-Perdone, de verdad, no me volveré a sentar ahí. De verdad, me vuelvo a la ciudad humana más cercana, por favor. Por favor. -Rogaba por mi vida antes de que fuese demasiado tarde.

Desde mi posición, detrás de aquel señor, tenía dos opciones. Huir, otra vez, o seguir caminando hacia una muerte segura. Ambas opciones acababan con mi larga melena ondeando al viento con mi cabeza clavada en una pica.

-Oiga, yo solo soy una cronista. -El paso del guardia se relajó y me miró por encima del hombro arqueando una ceja. -Sí, sí, una cronista, ya sabe, escribo sobre las cosas que pasan en los sitios a los que voy, para que quede constancia en la magnanimidad de la historia. -Pf, menudo bulo estaba soltando mientras me aferraba a mi zurrón. -Oiga, yo solo estaba ahí sentada, acabo de llegar, vine con unos mercaderes elfos, se lo puede preguntar a ellos... -Claro que lo que no dije era que ellos pensaban que yo era una elfa. -De verdad, yo solo quería escribir sobre la ciudad de la paz. También soy crítica de teatro, ¿Quiere leer algo de lo que escribo? Está todo aquí, de verdad.

-Eso cuéntaselo a ellos. -Por fin sentenció el elfo, girándose hacia mi, clavando aquella mirada de desprecio me ató las manos por las muñecas y me agarró del hombro, quitándome el zurrón y empujándome a un habitáculo de madera.

No fue hasta que cerró la puerta de metal cuando me di cuenta de que aquello era, sin duda, una cárcel. ¿Me encerraban por sentarte en unas escaleras? Lloré, lloraba y sollozaba contra los fríos barrotes de metal. Las julas, dispuestas una junto a otra pared con pared de madera, daban directamente a la calle, la gente pasaba por allí y escupía al suelo, o a los pies. Incluso a la cara. Me separé lo más que pude de los barrotes protegiéndome con mi capa para cubrirme el rostro pálido del miedo. Era mi fin en mi efímero día en Nagnu, la ciudad de la paz.
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Mensaje  Nousis Indirel Dom 27 Feb - 20:54




Qüernárin estaba furioso. Supervisar las milicias de defensa de la creciente ciudad resultaba una tarea no sólo pesada, sino que los días se sucedían sin que en uno sólo de ellos no desease dar de latigazos a algún inútil. Vivía en un estado permanente de ofuscación a causa de los voluntarios que se alistaban a su precaria tropa. Inexpertos, refugiados con ansia de pagar su miedo y odio con otros más débiles, opositores al Consejo de Sandorai tratando de tejer redes en el extranjero, radicales anti humanos que sólo deseaban una excusa para verter sangre de quienes detestaban, gentes sin nada que llevarse a la boca que vendían sus pocas habilidades, mercenarios esperando un trabajo fácil con la crueldad a flor de piel… la lista era tan extensa como los motivos de sus integrantes.

Tras discutir con dos de sus subalternos por no castigar a un guardián de Nagnu que había mancillado su tarea al extorsionar a viajeros que llegaban al lugar, fue informado que otros habían encarcelado a una muchacha humana sin motivo aparente. Resultaba penoso el hecho de precisar su propia organización de espías en la misma urbe que deseaba proteger, no obstante, sin ellos, demasiadas cosas escaparían a sus ojos y oídos. Los tiempos eran convulsos y sus hermanos de raza no eran ni mucho menos perfectos.

Caminó con presteza, su capa roja ondeando y un rictus auténticamente molesto en el rostro. ¿Resultaba tan complejo de entender que su supervivencia pasaba porque los Humanos comprendiesen que no eran una amenaza? Un ataque serio aplastaría lo que intentaba germinar en aquella región.

Quienes se entretenían incomodando a los prisioneros no tardaron en desaparecer a la vista del mariscal de Nagnu. Tan sólo dos muchachos no se apercibieron de su presencia y él tomó al más cercano de la pechera y le cruzó la cara de una sonora bofetada. Su amigo trató de huir, antes de ser atrapado también y sufrir el mismo castigo.

-¿¡Acaso sois animales!?-
les gritó en su idioma natal a la vista de las celdas- ¡¿Qué puedo esperar de vosotros si mostráis ese comportamiento con quien ya está encerrado y no puede defenderse?! Juro por los dioses que si os vuelvo a ver hacer algo semejante, seréis expulsados de aquí, y buscaréis la comida que dejen los animales, si no os devoran primero. No quiero escoria en Nagnu. Largáos- ordenó- espero que os quede una marca suficiente para recordar lo que habéis hecho- los adolescentes se pusieron en pie y uno le dirigió una mirada de odio, de modo que huyendo el otro, Qüernárin tomó a este, y volvió a golpearse el rostro dos veces más, hasta el odio fue sustituido por el miedo- No habrá una tercera oportunidad muchacho- llorando, asintió, escapando entre los callejones.

- Sacadla de ahí- ordenó a los dos guardias que lo habían seguido. Aprestándose en obedecer, escoltaron a la humana a la luz. El mariscal suspiró. Que alguien pudiese suponer que esa criatura era peligrosa poseía una mente enferma de odio.

-Acepta mis disculpas-
pidió, en un tono que pese a sus palabras, resultaba más protocolario que doliente- Soy Qüernárin, y me ocupo de dirigir la protección del lugar. Mis subordinados tienden a mostrar demasiada pasión en su trabajo- le era imposible reprimir totalmente su ira por tal cantidad de errores. Toma- indicó, ofreciéndole un pequeño pergamino con su sello. Eran muy pocos los que entregaba, y sólo a quienes habían sido manifiestamente fruto de la ineptitud o malicia de las fuerzas del orden, a fin de mortificar a quienes se habían propasado, pues permitía el libre acceso a la urbe y a cualquier lugar de la misma, como le explicó.

-Me han explicado a qué dedicas tus días. Nuestro nuevo hogar apenas tiene diversión y sí demasiado rencor. Si logras montar una obra que haga entender a los míos un poco de tolerancia, te pagaré, pero serás tú quien deba encontrar actores entre los habitantes y escribir las escenas, no es mi elemento. Alojamiento y comida, con ese pergamino, lo encontrarás sin pago alguno en la cantina de oficiales o en la de la alcaldía. Pregunta por ellas si lo precisas, yo debo atender aún demasiados asuntos.


[…]



No dudaban que la enorme bestia se habría dado cuenta, pero no debían dejarse llevar por el temor que era capaz de inspirar. Sí era crucial escapar de la vista de los guardianes, y ninguno había a la vista cuando abordaron al extranjero. La líder de los cinco jóvenes, recordando que debía usar el idioma común, carraspeó buscando mostrar un semblante de seriedad, a pesar de que sus ojos la traicionaban. Quizá no escapasen si el animal se mostraba agresivo. Frunció los labios. No. Su misión debía llevarse a cabo.

-Bienhallado- comenzó- Necesitamos tu ayuda, si tu fuerza es la que anuncia tu apariencia. La ciudad tiene problemas de los que la guardia no quiere ocuparse, y tenemos que vigilar nosotros. Sí- asintió a una pregunta tal vez no realizada- damos gracias a los Señores, y por eso, nos preocupamos de lo más serio. Y hemos descubierto una organización humana que intenta destruirnos desde dentro. Las fuerzas de protección no nos creen ¡pero es así! Y no podemos tocarles sin romper las normas. ¡Esto forma parte de asegurar el Alinne Vinníara! ¡Y no lo entienden! Estamos seguros de que hay elfos traidores protegiéndoles, para que regresemos al corrupto Sandorai cuando Nagnu se deshaga. Pero si tú consigues esa información para nosotros, limpiaremos la ciudad, y te pagaremos con generosidad, como debe ser.

La joven esperó su respuesta. Si accedía, le indicaría la localización de esa basura de Amarïe Isandris. Sus sermones debían terminar.



[…]



Las órdenes de los Señores eran inapelables, y siempre, absolutamente siempre, eran promulgadas por el bien de la ciudadanía. ¿Cómo no estar orgulloso de servirles?

Encargado de satisfacer en la medida de lo posible las necesidades materiales de los habitantes del lugar, no eran pocas las noches que observaba encapuchado las casas ya levantadas y los esfuerzos por los recién llegados a la hora de afincarse en el terreno escogido. Hubiese preferido que todo se hubiese llevado a cabo con una planificación necesaria, mas a fin de cuentas, ni él mismo había llegado a Nagnu de forma premeditada, y sus atribuciones eran ya ingentes. Se fiaba de sus colaboradores, aún teniendo la necesidad de ver con sus propios ojos – y los de sus guardaespaldas- qué debía resolver en cada uno de los barrios de la creciente población.

Lamentablemente, había robos, corrupción, algún asesinato y escasez. No obstante, no era Ciudad Lagarto. Aquí se observaba un naciente orden, una promesa de futuro sancionada por los Señores, quienes observaban desde su morada en lo alto. Sus gentes no era asesinos y violadores, traficantes o parias, tan sólo elfos que habían sufrido, exiliados tras la guerra, buscando un nuevo camino. Por ellos realizaba su trabajo. Enviaba mensajeros a los pueblos humanos cercanos, concertaba reuniones con mercaderes de ambos lados de la frontera, y trataba de mantener seguras las rutas comerciales, garantizando la llegada de productos a Nagnu, informando a Qüernarin de lo poco que podía escapársele. D´Ur Illuna, tal era el nombre del maior domus de los Señores, protectores del hogar de quienes deseaban el retorno del sosiego y la paz.

Por desgracia, en ocasiones debía alertar a refugiados acerca de los peligros de la zona, lo que le hacía sentirse en parte fracasado. Soñaba con que su ciudad fuese un remanso de seguridad y felicidad. Sonrió para sí. Algún día se conseguiría.
Alzó una mano para detener a quienes lo acompañaban, escuchando las palabras de su congénere de cabello dorado analizando la escena. El carromato le dio la idea, por vez primera, que la población necesitaba un lugar donde los recién llegados pudiesen pasar la noche sin miedo alguno. Ya había tres posadas en la pequeña urbe, aunque las informaciones que habían llegado a D´Ur no eran halagüeñas. Precios excesivos e incluso robos nocturnos. Decidió que pediría el beneplácito de los Señores para un nuevo proyecto. Una hospedería dirigida por sus colaboradores. Los taberneros tendrían que poner coto a sus desmanes, o cerrar sus negocios.

Su apariencia no destacaba en demasía, y era consciente de ello. De modo que, con los guardias ubicados en lugares estratégicos a fin de aparentar estar solo, se quitó la capucha, y sonrió al elfo que auxiliaba al muchacho, hablando para todos los presentes en su idioma materno.

-Bienvenidos, sea cual sea el lugar del que os han traído vuestros pasos. Os pediría que ésta noche os alejaseis de éste lugar, por vuestra seguridad. Vosotros- señaló a los chicos amigos del herido- llevadle a alguno de los sanadores. Ilfridem vive cerca. Si habéis venido a comerciar- retomó su conversación con los adultos- espero que vuestro viaje os enriquezca. Si lo que os ha traído a Nagnu ha sido la desesperación, buscadme mañana en la alcaldía e intentaré aprovecharos. La mayoría de los habitantes ya tiene de qué vivir y si deseáis quedaros, confío en que hagáis lo mismo. Soy D´Ur Illuna, mano derecha de los Señores.

Se alejó. Aún debía pasar por uno de los templos, cuyos religiosos se habían quejado de unas casas pobres que incomodaban a sus feligreses al hallarse casi en ruinas. De noche o de día, descansar no era precisamente su rutina.



[…]




Pasó largo rato observando todas y cada una de las peticiones de ayuda, preguntándose si la milicia urbana realizaba trabajo alguno. Aún así, se sentía extrañamente bien sin encontrarse en los bosques de Sandorai. Una misión que esperaba sencilla, a diferencia de sus -demasiadas- anteriores, el mero hecho de ganarse una conversación con quienes, por simple carisma, habían logrado reunir en torno a ellos a cientos de elfos en territorio forastero e incluso, que éstos mismos se sometiesen a su mandato por propia voluntad. Asombroso.

Sus dedos rozaron un requerimiento, escrito de forma apresurada, que reclamaba ayuda. Refuerzos para quienes se hacían llamar “La Niebla”.

“Humanos rondan los límites de Nagnu. Bandidos, salteadores, buscavidas, atacan a nuestra pacífica gente. Sus conexiones afectan a traidores de la propia ciudad, y suelen escapar. Ayúdanos a ser más fuertes. Trae cabezas y armas de dos miembros de esa escoria a la plaza del mercado a mediodía, ocultas, cerca del puesto de los alfareros y serás de los nuestros”

Nousis sopesó seriamente si un encargo así sería aceptado como ayuda a las gentes de la zona, sin llegar a una conclusión satisfactoria. Sin embargo, sí resultaba plausible que al llevar a cabo el encargo, pudiese toparse con asuntos más triviales que le abriesen la puerta a la parte alta de la urbe. Se encogió de hombros. Cazar asaltantes no podía resultar complejo.
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Mensaje  Nero Crimson Jue 3 Mar - 20:41

-Saben, como que estoy empezando a sentir un poco de frio, aceptaría algo del vino ese que me ofrecen- exclamo Nero fingiendo tiritar un poco para entretener a los elfos que le acompañaban.
-Por supuesto, todo para nuestro benefactor, no vaya a ser que pesque un resfriado- comento entretenido Serpico mientras le hacia entrega de la cantimplora de cuero que contenía el vino, el chiste era que justamente iban a pescar.
-Seria una pena que eso fuera lo único que pescara, pero bueno ya veremos que ocurre- replico para entonces darle un buen sorbo a ese exquisito vino, de momento Nagnu parecía un buen lugar para estar.

Caminaron por lo que parecieron una buena cantidad de minutos, una cuadrilla de 4 elfos y el dragón, cargando además de sus armas, un par de redes y unas lanzas, uno de los elfos llevaba un saco donde llevarían todo lo que lograran atrapar y lo entregarían a la cocina comunitaria, durante el trayecto desde donde estaban hasta el lugar donde iban a pescar Nero pudo conocer un poco mas sobre Serpico, Judeau, Casca, Kippis y Pipo quienes llevaban ya un tiempo viviendo en Nagnu la vida era difícil a momentos según relataban, pero no había un día en el que no tuvieran un motivo para reírse, y aquello les hacia la vida mas llevadera, las historias que le habían contado a Nero le daban sensaciones de esperanza que jamás pensó para si mismo, aquel sentimiento desapareció ni bien un fétido olor emano de la nada.

-Pipo ya te hemos dicho que no hagas ese tipo de cosas- exclamo Casca mientras se tapaba la nariz.
-Nos llevamos bien y todo pero no creo que tengamos esa clase de confianza aun- añadió Nero riendo.
-Epa que yo no he sido- se defendió Pipo ante las acusaciones.

Todos se echaron a reír mientras el acusado seguía insistiendo en que el no era el causante de ese olor, comenzaron a tirar las redes esperando ser lo suficientemente afortunados para pescar algo, cuando Judeau clavo su lanza y sintió que había atrapado algo grito de jubilo, junto a los demás elfos celebraron, mas rápidamente fueron silenciados ante lo que revelo el agua al momento que Judeau levanto la lanza.

Un cadáver humano emergió de las aguas al igual que un par mas en los alrededores, todos rápidamente quedaron en alerta y se alejaron un poco de las aguas -Serpico dame un poco de vino para curarme el espanto, necesito estar en condiciones para actuar de ser necesario- exclamo, el elfo se encontraba bebiendo y luego de darle otro sorbo le entrego la cantimplora a Nero quien alcanzo a beber solo un poco antes de que el contenido esta se acabara, -Casca, Judeau y Pipo, vayan a avisarle a los guardias sobre lo que acabamos de encontrar, estén alertas, Serpico y Kippis, quédense conmigo y tengan sus armas listas, estos cuerpos no tienen mucho tiempo siendo cadáveres- exclamo mientras empezaban a recorrer con cuidado el lugar, nadie se percato de la creatura que les acechaba hasta que fue tarde.

Nero quien sentía el olor cada vez mas fuerte corroboro que en efecto no era Pipo el que se estaba pedorreando, cuando se volteo al sentir peligro fue golpeado por una enorme mano que le mando a volar un par de metros hasta una parte mas arboleada, la creatura que pudo identificar por los gritos que Serpico y Kippis proferían, era un troll de río. "Maldito bastardo ese golpe casi me noquea" pensó mientras se levantaba con dificultad, noto entonces como el troll pasaba de los elfos y se dirigía a seguir golpeándole cuando Nero se empezó a mover con dificultad. -Serpico!, Kippis! informen sobre esto, vamos a necesitar a mas gente, lo mantendré entretenido mientras tanto- grito mientras desenrollaba la cadena con cuchillas de su brazo, era la primera vez que veía a un troll de río y era enorme, el borracho armado con su espada en una mano y la cadena con cuchillas en la otra, arremetió.

Nero comenzó a tomar velocidad aprovechando la lentitud del monstruo y se deslizo por debajo de el al momento que realizaba un corte sobre una de las piernas, sobre la misma giro y engancho la cadena con cuchillas en el mismo punto que ya había dañado antes, tiro de esta y aprovecho para levantarse y dañar mas aun la zona de la pierna antes que con un hábil movimiento liberara la pierna del monstruo de la cadena para traerla nuevamente con el, su enemigo era enorme y poderoso, tenia que luchar con inteligencia si no quería causar un gran desastre, nuevamente arremetieron el uno contra el otro, en esta ocasión Nero primero dio una especie de latigazo ascendente seguido de un corte cruzado, sin embargo, el troll logro golpear a Nero mandándolo a volar, el borracho ni tonto ni perezoso engancho la cadena en el brazo del troll y activo la runa que hacia que cambiara de forma el arma(1), atrayéndolo con mucha velocidad hacia el troll al cual le clavo con fuerza una espada en el brazo y luego le corto con fuerza con su nueva espada dentada, sin embargo, el hedor que despedía le hizo vomitar ahí mismo, el troll aprovecho para morderle el brazo con mucha violencia, Nero apuñalo en el rostro a la creatura un par de veces antes que esta le soltara y lanzara de nuevo hacia los arboles, aquello marcaria el fin de la pelea, puesto que el dragón se golpeo tan fuerte y tenia tantas nauseas que estaba a punto de desmayarse, su cabeza, inclinada hacia un lado para vomitar, noto como otro cadáver yacía cerca de el, otro pobre diablo que había sucumbido a la creatura, miro la herida en su brazo la cual comenzaba a cambiar de color y noto como el cadáver cerca de el tenia marcas de cortes en vez de mordidas, el árbol donde estaba apoyado tenia escrita con sangre la palabra "No e", en ese momento Nero se lamento que eso fuera lo ultimo que viera en su vida, en vez de una botella de licor o una linda mujer.

Cuando los Elfos y los guardias volvieron el Troll ya no estaba, pero sus huellas y restos de sangre eran visibles, mientras algunos intentaban darle caza, otros buscaban señales de Nero, a quien encontraron unos segundos mas tarde con ambas espadas tiradas cerca de el y un brazo cuya necrosis comenzaba a avanzar cada vez mas.

-Casca ayúdame a mantener la necrosis a raya, necesitaremos todas las manos disponibles- exclamo Serpico mientras comenzaba a recitar plegarias para sanarle, Pipo junto a Kippis y un par de guardias cargaron a Nero mientras los demás intentaban curarle, la situación podía volverse critica si no volvían rápido a Nagnu para que los curanderos mas experimentados le ayudaran.

Off: habilidades y cosas usadas
1_ Arma cambiante
paso de esto:
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a esto:
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Mensaje  Aylizz Wendell Sáb 5 Mar - 13:24


A punto estaba de cerrar la puerta trasera del carro, tras de sí, cuando una voz conocida llamó su atención. Ladeó la cabeza para mirar, de medio lado, por encima del hombro hacia fuera y comprendió que se había dirigido al mercader y a ella. Esbozó una sonrisa velada, cansada, advirtiendo que no estaba solo.

—Vendas, ungüentos, agujas…— comenzó a enumerar, terminando de volverse hacia el elfo —Todo lo que precise alguien que sea capaz de recordar mi nombre.— concluyó con gracia al descubrirse por completo ante él.

No sabía mucho de aquel elfo, a decir verdad recordaba lo ocurrido en aquella isla como un sueño lejano, aunque muy real. Hacía tiempo de aquello, pero sucesos así no se olvidan, que pregunten a Winslow. Menos los rostros de quienes los comparten con una. Antes de poder decir nada más, ni preguntar por qué un crío sangraba ante ella, una presencia irrumpió de entre las sombras del sendero, atajando cualquier intención o intento de la elfa por ayudar al muchacho. Frunció ligeramente el ceño ante la repentina aparición del desconocido, aunque aguardó con cautela a que terminase de exponerse. Las palabras de aquel elfo sonaban calmadas, al igual que el sosegado aspecto que reflejaba. Sin embargo, su discurso tuvo varios tintes que no terminaron de sonar tan apacibles.

Entrado en años aunque con un físico que dejaba ver sin entresijos que a pesar de la edad se encontraba en forma y armado, con una pose que no dejaba lugar a dudas de que sabía darle uso, parecía alguien cómodamente ubicado en Nagnu, aunque por su forma de explicarse, parecía que sus acciones no se alejaban del servicio. ¿A la ciudad tal vez? ¿Un agente público? La elfa echó un vistazo alrededor mientras él le indicaba a los muchachos dónde acudir en busca de remedios, después de haber recibido una advertencia a modo de saludo que, de entrada, dejó descolocada a la joven. No podía negar que, a pesar de encontrarse dentro de los límites de la ciudad, en el ambiente rezumaba el desasosiego, algo que mal gestionado podía hacer el mundo arder a partir de una chispa. Su forma de ofrecerse a ayudarlos, en caso de precisar de sus servicios, también la hizo arrugar la nariz. ¿Aprovecharnos? Quizá la sugestión hizo que aquellas palabras le sonaran retorcidas, demasiadas horas de viaje, cansancio acumulado. No obstante, prefirió fiarse de su instinto antes que de aquel extraño. Y entonces se presentó, en forma de despedida, no dejando lugar para la duda, exponiendo libremente su ocupación. Los señores de quién. Fué toda respuesta que se le pasó por la cabeza y casi tuvo que morderse la lengua para no compartirla. Tan repentinamente como apareció, D´Ur Illuna se alejó de ellos, dejándolos solos ahora que los criajos se habían marchado.

—Bueno chica, yo voy a… Conocer el producto local, ya me entiendes. Buenas noches.

Fahïn se dejó ver entonces, apareciendo por la parte delantera del carromato, con claras intenciones de dejarse caer por la tasca más cercana para llenar su buche antes de dormir, al tiempo que vaciar su bolsillo. Tal vez por eso se ganaba la adoración de todos. Allí donde iba, era capaz de arruinarse con tal de comer y beber en busca de los mejores productos de cada casa, solía decir. Curiosamente, con el tiempo terminaba por recuperar lo desembolsado en cada juerga, gracias a los negocios que acababa cerrando. Sabía bien dónde perderse.

—Ha pasado tiempo, soldado.— se dirigió entonces a Eleandris, divertida, retomando la conversación truncada —¿Te han degradado y buscas refugio para tu vergüenza?— bromeó, mientras desviaba la mirada un momento para terminar de seguir los pasos de la servicial mano derecha, antes de que se alejaran entre las calles de la ciudad.

Trataba de mantenerse fija en los planes fijados, dedicar los próximos días en abastecer a los recién llegados, atenderlos en lo necesario y tomar el camino de vuelta a Eddamber. Sin embargo, todo cuanto había oído u observado en la travesía y más desde su llegada a Nagnu la revolvía por dentro. No negaba la compasión que sentía por los suyos, obligados a buscar refugio en tierras ajenas y desconocidas, en las que las hostilidades no terminaban de pasar inadvertidas, mas eran aquellas las que la preocupaban. Entre el bullicio anárquico que generaban los viajeros se habían comenzado a asentar ideas de orden. Sin embargo, la sensación que recorría su fuero interno casi la obligaba a mostrarse recelosa hacia ellas.

—¿Piensas verte con él?— murmuró, bajando su vista al suelo, mientras jugueteaba con los cordones del cuello de su túnica, colgantes hasta el pecho desde la lazada atada al cuello —Me estarías haciendo un favor si lo hicieses.— expuso —No me interesa mezclarme con la mano derecha de unos Señores que no conozco, pero quiero saber lo que tiene que decir.— dejando caer de nuevo los cordones, ladeó ahora su cabeza hacia el elfo —Parecía necesitamos más que nosotros a él…— puntualizó —¿Qué me dices, soldado?— esbozando una pequeña sonrisa divertida, apoyó su codo en el hombro del joven —¿Serás mis ojos y mis oídos?
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Mensaje  Eleandris Dom 6 Mar - 2:19

Aquella voz me sonaba pero no conseguía recordar donde la había escuchado antes pero pronto me vino a la mente cuando acabó por mostrarse. -¿Aylizz?¿Sois vos? ¡Qué alegría veros! Aunque sea en...- Prácticamente me cortó una tercera voz que venía desde algún punto tras de mí. Me giré para poder observar a la fuente de aquellas palabras sin dar la espalda a mi compañera.

Aquél elfo denotaba conocer Nagnu y además disponer de autoridad en el lugar por lo que en primera instancia parecía mi mejor baza para poder averiguar más sobre todo lo que estaba acaeciendo Nagnu además de todo lo que generaban sus líderes en el pueblo elfo. Cada palabra de aquel elfo era oro para mi. Información a tener en cuenta en los días venideros mas algunas cosas no terminaban de cuadrar. Me resultaba extraño el nivel de miseria y la expansión de los suburbios en un lugar donde la mayoría tenía oficio. La explosión demográfica no iba a la par que la generación de oficios, y aunque así fuese la escasez de alimento y otras materias primas se dejaría notar uno o dos meses mas por lo menos. No obstante y ante la información contradictoria D'Ur ofrrecía casi un pasillo directo hacia los señores de Nagnu. Claro que habría que abrir algunas puertas todavía, pero por fin había un camino claro a seguir. Un objetivo.

Hecha la oferta y sin aguardar reacción alguna el ponente dio media vuelta y marchó de nuevo dejándonos solos con nuestros pensamientos. Entonces otro elfo del cual no había notado su presencia todavía salió a romper el silencio. Horas extrañas a las que ir a observar la calidad de las mercancías del asentamiento pues los únicos negocios abiertos a tales horas de la noche no serían mas que burdeles, tabernas y posadas ¿A qué producto se estaría refiriendo exactamente?

¿Degradado? eso casi me ofendió, pero pronto noté la broma en su rostro jocoso. - Peor. Pretenden darme mas responsabilidades sin aumentar las gratificaciones. ¿Os lo podéis creer? - Reí y negué con la cabeza. A medida que hablaba el vaho se hacía notar siendo testigo de las bajas temperaturas que traía la noche y me alegraba de llevar solo al descubierto la cabeza, aunque echaba un poco en falta la capa que le entregué a aquella muchacha.

-No, no. He venido por los rumores y por la ubicación de este asentamiento. no solo me preocupa el peregrinaje en sí, sino las posibles repercusiones políticas de éste asentamiento con el reino vecino. nuestra gente necesita recomponerse, no da excusas a nuestros fronterizos para atacarnos. ¿Y vos? me sorprende veros por estas tierras, aunque he de reconocer que es una sorpresa muy grata.-

Casi de forma inconsciente comenzamos a caminar por aquellas callejuelas con destino a ninguna parte. La advertencia de D'Ur me había puesto en alerta y escrutaba cada esquina y cada recoveco mucho antes de alcanzarlos durante las primeras calles pero volví a bajar la guardia cuando pasadas algunas calles la tónica seguía siendo la misma: Soledad.

Posé la mirada sobre Aylizz y la ví jugueteando con los cordeles que mantenían cerrada su ropa y me daba la sensación de que estaba nerviosa. Algo parecía rondar su cabeza y carcomerla por dentro, algo que me confirmaba su tono de voz cuando me preguntó si me vería con aquel elfo. Mantuve mi mirada cuando ella me buscó con la suya y la posé en sus ojos cerúleos devolviendo la sonrisa cuando ella la mostró.

- Si me lo pedís así no veo cómo podría negarme.-

A la mañana siguiente y sin prisa alguna esperé hasta la media mañana con tareas rutinarias antes de ir hacia el ayuntamiento. D'Ur me recepcionó casi en seguida y si en primera instancia parecía decepcionado ante la ausencia de Aylizz pasamos rápidamente al asunto.

- Hemos perdido una caravana de comerciantes. En realidad son solo dos carretas y cuatro comerciantes pero Nagnu necesita los materiales que traían y se retrasan ya por tres días. Nunca antes se habían retrasado y con los tiempos que corren es posible que les haya ocurrido algo.-

- El aumento de la población siempre trae un aumento de la delincuencia. ¿La guardia no puede patrullar los caminos o es que no los han encontrado en las patrullas?-

- Necesitamos a todos los guardias con la población resolviendo disputas y manteniendo la paz en las calles, no pueden alejarse hacia los caminos circundantes. Tomad, Ésta es la ruta que debía seguir. Deberían estar por esta zona del camino. es el último refugio para caravanas de la ruta. Si no están allí que Isil los guarde en su seno. -

- Es bastante distancia para recorrerla a pie y si el motivo de su retraso es logístico...- Quedé pensativo un momento. - Necesitaré dos animales de tiro.-

- Tomad. Con este permiso os darán dos percherones. Es toda la ayuda que puedo ofrecer.-

Con el permiso en la mano busqué a Aylizz donde habíamos acordado la noche anterior para ponerla al día y casi no tardó en decidir acompañarme. Dado los posibles peligros del camino y yendo a lomos de un caballo estaría a salvo. Emprendimos el viaje poco antes del medio día. La distancia que podría haberme llevado gran parte de la tarde a pié se hacía considerablemente más rápida a lomos de la bestia. los percherones eran grandes y recios, mas altos que yo incluso.

- Y bien ¿Quien es el que os acompaña?- Aquel trabajo parecía mas bien rutinario y no vendría mal aprovechar el paseo para sacar algo de charla. Para cuando el sol comenzaba a precipitarse hacia el horizonte en la distancia pudimos observar un grupo de animales devorando una posible presa. A medida que nos acercábamos los animales que ahora podía identificar como chacales dorados huían hacia la espesura dejando por fin ver los restos de tres seres de forma humanoide.

- No hay duda. éstos son los mercaderes que buscamos.- Me bajé del caballo y me acerqué a examinar los cadáveres. los tres tenían rasgos claramente élficos. Sus heridas coincidían en su mayoría con las dentelladas de los animales ya que estas estaban ubicadas en las zonas blandas desproveyendo a las víctimas de ojos, lengua, labios y un gran hueco en el abdomen a parte de otras mordidas en extremidades que ya dejaban poco mas que el hueso. En uno de ellos una flecha atravesaba su garganta entre las clavículas.

- Una flecha de manufactura élfica.- Puse un pie en lo que quedaba del cadáver y arranqué la flecha del cuello. - Lo mató ahogado en su propia sangre, y el resto no parece tener mejor suerte. falta uno pero a estas alturas si no está muerto es un milagro. ¿y esta tablilla?- A un lado de uno de los cuerpos quedaba un trozo de madera con una inscripción que recaba "Ajusticiados por transgredir los preceptos del Alinne Vinníara".

Los animales de tiro no habían corrido mejor suerte. atados a los carros habían sido presa fácil de los depredadores y la carga parecía estar intacta descartando así, en primera instancia un robo. Al final todo este asunto no hacía más que abrir mas preguntas sin cerrar muchas otras.

- ¿Tendrán por ahí el manifiesto de su carga?-


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Mensaje  Salük Dom 6 Mar - 23:28

Hay que joderse...

¡Hay que joderse!...

¡HAY QUE JODERSE!

¿Qué puñetas acaba de pasar?, ¿De verdad había visto como un puñetero guardia de mierda se llevaba mi premio? Casi había llegado a esa hembra flacucha cuando el orejas picudas va y se la lleva del brazo, ¡será mamón! Ese es mi sustento colega. Quítale un filete de la boca a un león y a ver que te pasa.

Por mucho que me hubiera gustado, no podía simplemente arrancarle la cabeza a ese alfeñique cubierto de chapa y llevarme a la hembra. Se me echaría la guardia encima y el plan a tomar por saco. Por mucho que me doliera, debía limitarme a mirar mientras esos elfos se llevaban a ese saco de monedas pelirrojo con ellos.

Di un suspiro en silencio, ¿qué iba a hacer ahora?

Entonces me di cuenta de que un grupo de elfos estaba tratando de llamar mi atención.

-¿Es a mí?-Pregunté con curiosidad

Eran jóvenes, pero se notaba en ellos la chispa de la violencia y la disconformidad, mezclada con miedo y odio. En otras palabras, parecían desesperados.

Perfecto.

No hay mejor cliente que el desesperado. Si le convences de que eres la solución a sus problemas, que eres la lluvia en la sequía, un jugoso corzo en una hambruna...harán lo que sea.

La líder, una hembra, me habló con educación pero con firmeza. Claramente trataba de reprimir su miedo, pero estaba haciendo un trabajo estupendo. Casi la respetaba.

Por fin le dijeron lo que quería. Un trabajo: una organización humana en la sombra, un posible informante y una jugosa recompensa.

Traté de ocultar mi sonrisa, los músculos faciales de los hombres bestia no están muy desarrollados y cuando sonreímos enseñamos mucho los dientes y podemos asustar a la gente.

-Muy interesante...-respondí -Estaré encantado de aceptar el contrato. ¿Por dónde empiezo?

Di las gracias al Cazador...por fin las cosas se ponían interesantes.
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Mensaje  Merié Stiffen Vie 18 Mar - 14:34

El ser humano está diseñado para superar estados de estres máximo, todo lo que viví a continuación fue sin duda, reflejo de mi instinto de supervivencia. Mi vida se había convertido en una película en la que yo era el espectador en tercera persona, veía como se acontecían los hechos desde fuera, como si aquel hecho traumático no me hubiese pasado a mi, sino a una persona totalmente agena. Desde esa nueva perspectiva cinematográfica, se activó el piloto automático. Quizá pasaron minutos que para mi fueron como una eternidad, veía a la gente pasar y aquellas miradas de desprecio se tatuaron en mi frente. Aún me preguntaba qué había hecho yo para merecer todo aquel odio. Existir. Cuántas horas de terapia infantil había vivido por los traumas infantiles que venían de golpe a mi alborotada cabeza que intentaba por todos los medios no sucumbir a la locura del momento. Los gritos me sacaron momentáneamente de aquella cinematográfica en la que se había convertido mi vida y por un momento mi vida volvió a narrarse en primera persona, qué ironía. Estaba casi al fondo de mi nueva morada, me descubrí abrazándome a mi misma por los hombros, ya no temblaba de miedo, ahora estaba totalmente paralizada como el ratoncito al que acecha el gato.

La puerta chirrió y juro por Dios y por la Reina que dejé de respirar todos los segundos que tardaron en sacarme de aquel infierno. Las siguientes palabras sonaron pero no fui capaz de articular palabra alguna, ni gesticular siquiera una sonrisa. Nada. Tan solo respirar ya me parecía un mundo. A penas tuve tiempo para decir nada, se me entregó un pergamino al que me aferré como si la vida me fuera en ello.

-... Gracias. -Alcancé a susurrar cuando aquel señor cuyo nombre iba a ser imposible de recordar, por no hablar de volver a pronunciar, partió hacia sus quehaceres con su guardia.

Allí quedé, plantada, fría como un témpano de hielo. Tardé un tiempo en volver a recomponer los cachitos de mi que habían quedado hundidos en aquel lugar en tan poco tiempo. Respiré hondo un par de veces y le propuse a mis pies iniciar la búsqueda. Me habían quitado el zurrón con mis pertenencias, con lo único de valor que poseía que eran mis pertrechos de escritura. No tuve que caminar mucho para encontrarme de nuevo con ellos, pues aquel guardia al no encontrar nada incriminatorio simplemente había deshechado mi bolsa a un lado, junto a las jaulas. Algo mojada por la humedad del suelo aquella bolsita de piel y pelo de conejo parecía incluso más feliz que yo de volver a encontrar a su dueña. Rebusqué desesperadamente, y allí estaba, algo arrugado en las primeras páginas, mi libreto y mis plumas. Gracias karma.

Colocándome el zurrón y tras guardar el pergamino como oro en paño, me alejé de aquel lugar al que preferiría no volver jamás.. Ahora mi misión se complicaba. Podía coger mis cosas y largarme lejos, o podía cumplir aquel encargo y recibir dinero, que mal no me iba a venir. Nerviosa aún por el incidente, caminé de nuevo por aquellas calles embarradas que ahora habían cogido un tinte anaranjado por el crepúsculo. El rujido de mi estómago me hizo parar en seco, recordé entonces que tenía comida gratis.

-Perdone... -Alcancé a decir a una mujer con un niño en brazos que se dirigía en sentido contrario a mi marcha. No alcancé siquiera a sacar del todo el pergamino, cuando ella me señaló hacia un gran edificio un par de calles más allá en el sentido de mi marcha.

Asentí a modo de agradecimiento con una sonrisa pequeña pero sincera, la única que podía esbozar después de aquel día tan difícil. El edificio era considerablemente más grande que los demás, precedido por unas columnas talladas con motivos vegetales. Sin duda debía de ser alguno de aquellos dos edificios que me había detallado aquel hombre. Debía de ser la hora de cenar porque el olor a guiso recién hecho me inundó las fosas nasales. Casi igual que cuando entraba a casa de mi abuela. Aquel debía de ser la mencionada cantina, con techos exageradamente altos, candelabros de astas de ciervos y otros animales mitológicos, -al menos para mi- y escudos y armaduras decoraban la estancia. Las largas mesas se disponían por todo el lugar y algunos guardias disfrutaban de un descanso. Aunque no todos lo merecían, de eso estaba segura. Con el miedo en el cuerpo me acerqué a la tabernera que atendía en la barra.

-Buenas tardes. ¿Sería tan amable de ponerme un plato de comida caliente y algo de pan? -Pregunté dejando el pergamino encima de la mesa.

La mujer, alta, fuerte y con una brecha que le cruzaba la cara por el tabique de la nariz agachó la vista para inspeccionar el sello, y asintió con la cabeza con una sonrisa amable y delicada. No hizo preguntas, cosa que agradecí enormemente pues mis ganas de entablar en ese momento cualquier tipo de conversación eran nulas. Tan solo quería acariciarle el hocico a Sándalo y dormir hasta el fin del mundo. Pero tenía que aceptar mis decisiones, investigar en Aerandir había sido mi sueño, y ahora podía involucrarme de lleno en un poblado élfico de nueva planta.

Pronto la cantinera me sirvió aquel cuenco de guiso, mejor no preguntar de qué se componía. Asentí a modo de agradecimiento y me la devolvió con una sonrisa. Quemaba demasiado para sacar algún sabor, pero el hambre y el cansancio no me dejaron opción. Devoré aquel plato, y con la barriga llena todo tomó de nuevo un matiz diferente. Y tuve la mejor idea del mundo.

Guardé el trozo de pan en el zurrón, y me despedí con una suave reverencia de la tabernera, con un ansia enorme por llegar a mi carreta. Oscurecía a mi paso, he de decir que me hubiera perdido si no hubiera sido por la continua afluencia de gente transitando por las vías principales que me llevaron rápidamente a la salida, y casi con el sol abajo del todo me escurrí entre los caminos para llegar al claro donde había aparcado, literalmente.

-¡Sándalo! -Grité desde la lejanía y el caballo alzó la cabeza, se acercó lo que las riendas le dejaron hasta mi posición.

Me aferré al cuello del caballo, aliviada, mientras él se dedicaba a hurgarme en el zurrón con el morro.

-Tranquiiiiloooo, si esto es para ti. -Le dije sacando el trozo de pan del zurrón y ofreciéndoselo con la palma de la mano abierta.

Me metí en la carreta dejando una de las ventanucas abierta, por donde el curioso caballo asomaba la cabeza para ver qué hacía, encendí una pequeña chimenea de hierro forjado que caldeaba la caravana. Me quité la ropa, me sentía sucia. En aquella calma ahora empezaba a recordar todo aquello. Tomé un trozo de jabón y salí de la carreta a penas con las enaguas puestas que dejé caer a orillas del pequeño riachuelo, me sumergí entera, tiritando, y frotando con fuerza cada centímetro de piel que había estado en contacto con aquel lugar. Sentí como el corazó empezaba a palpitar tan rápido como podía, intentando calentarme el cuerpo. Salí corriendo, tomé la ropa sucia y tapándome los pechos con los brazos volví a meterme en la carreta.

Limpia pero helada, me puse el camisón y encima un jersey raído de lana gruesa. Con mis artilugios de escritura encima de la mesa, me recogí el pelo en un improvisado moño y comencé a escribir. Estaba todo pensado. Ahora solo me faltaba encontrar a los artistas.

Caí rendida a los brazos de morfeo, la adaptación a teatro no era lo mio, pero estaba segura de que el mensaje se iba a entender. Era para todos los públicos. Al día siguiente y tras una gestión emocional importante, Sándalo me despertó con un relincho desde la ventana. Era la hora de desayunar, la hora sagrada. Le puse su manzana en la ventana y me vestí, saliendo a toda prisa de la carreta con los papeles debajo del brazo y comiéndome a bocados una de las manzanas de mi amigo equino. Al llegar, antes de mi incidente, había visto a algunos feriantes acampados a las afueras del poblado, seguro que alguno estaba dispuesto a ayudar.

En tonos vistosos y carretas decoradas exageradamente, el campamento de los feriantes estaba tranquilo por la mañana, pero restos de botellas vacías por el suelo dejaban intuir que la noche había sido larga.

-¡Hola!

La voz de alguien a mi espalda me hizo dar un brinco del susto. Llevándome la mano al pecho por el sobresalto. Al verla se me iluminó la cara, no sabía cómo hablarle así que empecé a balbucear. Era alta, esbelta, con la piel suavemente atezado por el sol, los cabellos negros como la noche y lisos caían sobre sus hombros, unos ojos enormes y marrones se fijaban en mi, bueno, en mi pelo rosa. Normal. Parecíamos ambas igual de fascinadas al vernos.

-... Tu pelo... -Me preguntó señalándome con cierta curiosidad.

-No, no es natural, es una laaaaaaarga historia. -Dije y me reí, atusándome los semi rizos que caían por los hombros. -¿Eres actriz? ¿Estarías dispuesta a interpretar un papel para el teatro de Nagnu? Lo tengo todo aquí, me ha contratado un señor...

Dije buscando el pergamino en el zurrón, intentando recordar el nombre del mariscal.

-Oh, yo no soy actriz, yo solo hago el vestuario. -Hizo aspavientos con las manos para reforzar su negativa, acto que me puso en parte nerviosa porque ella tenía que ser mi protagonista. -Ojalá ser tan guapa como ellas.

¿Más guapa? Parpadeé lentamente ante aquella afirmación. Y esbocé una mueca de incredulidad.

-Esque de verdad, tengo el papel perfecto para ti, no puede ser otra persona, enserio. Hazme caso, leelo y luego me comentas. -Alcancé uno de los papeles y se lo ofrecí. -Merié, por cierto. Encantada.

La muchacha lo aceptó con cierta duda, y tras echarle un ojo alzó la vista al escuchar mi presentación.

-Merié, qué nombre tan curioso. Como tu escritura, sin duda. No había leído nada así jamás. -Sonrió y rió suavemente entre dientes. -Yo soy Leïrya. Y me encantaría ser tu ... ¿Pocahontas? -Frunció el ceño al leer el nombre.

-Sí, sí. Pocahontas. Se trata de una obra que tiene intriga, tiene amor, tiene alma. -Expliqué señalándole los papeles. -Habla de la tolerancia hacia lo desconocido y lo diferente.

-Estaré encantada de llevar ese mensaje de paz y amor a las personas de Nagnu. Mi sueño siempre ha sido ser actriz.

Y así fue, queridos amigos, como empezó mi propia compañía de teatro. Hubiera sido una bonita historia, ¿Verdad? Como la terrestre se hace famosa en los teatros de Aerandir con su adaptación aerandiana de Pocahontas. No nos fue difícil encontrar a nuestro John Smith, un altivo feriante ambulante aceptó nuestra propuesta después de inspeccionar de arriba abajo nuestro guión. Los hermanos pequeños de Leïrya nos ayudaron, pequeños, bueno, que tenían mi edad pero a penas alzaban medio metro del suelo. Realmente toda la familia de nuestra improvisada Pocahontas se volcaron en la obra, en la escenografía, en los vestidos... Incluso en los carteles.

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-¡A la izquierda! ¡A la izquierda! -Gritaba desde el escenario.

Se acercaba el día del estreno y estábamos colocando los decorados en una improvisada tarima en la plaza de Nagnu. El gran árbol madre de madera se tambaleaba peligrosamente amenazando con caer sobre el resto de la escenografía ya montada. Un rápido movimiento de nuestro salvador, Nohé, alias John Smith para nuestra historia, salvó el decorado. Un suspiro generalizado resonó en la plaza.

Bueno, mis últimos días habían sido normales, normales dentro de lo que cabe en Aerandir, ensayar con tres razas diferentes. Sí, tres, porque teníamos a Leïra, la protagonista elfa, con su padre que irónicamente se trataba de su padre, el cual habíamos descubierto que tenía unas dotes artísticas hasta entonces desconocidas, y sus hermanos, todos elfos de pura cepa. Por otro lado teníamos a Nohé y a Ratcliffe, que era un compañero suyo del teatro, -compañía que por cierto se había arruinado hacía no mucho-, grande como un armario empotrado cuyo nombre artístico era Muro. Irónicamente Muro era muchísimo mejor persona que Nohé, pero le había tocado hacer de Ratcliffe, el malo malísimo de Pocahontas. Y la tercera raza... Mejor que la descubráis vosotros.

Era el día del estreno, aquella noche íbamos a darlo todo. Mi primer teatro como directora y editora de textos, podría añadir eso a mi currículum cuando volviese a la tierra, si volvía. Las últimas pruebas de vestuario, mis actores parecían incluso más nerviosos que yo. El mariscal, al cual evitaba llamar por su nombre por su imposibilidad de pronunciación, nos había visitado aquella misma mañana y había dado el visto bueno a los decorados que ya teníamos montados, no había leído el libreto, decía que confiaba plenamente en mi, qué menos después de aquel despropósito a mi llegada. Bueno, no las tenía todas conmigo pero había preprado a Sándalo y la carreta por si llegado el momento debía de salir corriendo de allí.

... La noche del estreno.

Hay cosas que te ves venir, que sabes en el fondo de tu ser que igual pueden pasar porque hay algo que te lo dice. Esa vocecita interna, qué razón tiene. Nos habían habilitado la parte de abajo de la tarima como zona para todo, con camerinos separados por telas viejas.

-Leï... -Apartando una de estas telas la descubrí, bueno, la intuí, porque se encontraba detrás de Muro en una posición un tanto comprometida.

Me lleve la mano a la frente, la gente ya clamaba el inicio de la obra. Cuando volví a mirar ya se habían separado, la mirada culpable y los mofletes sonrosados de Pocahontas le ahorró las explicaciones. Vaya giro argumental de los acontecimientos, Pocahontas liándose con el malo, el morbo de la colonización no tenía límites.

-Salimos. YA. -Espeté sin hacer ningún comentario al respecto, no era de mi incumbencia, eso sí, como se enteraen sus padres... Eso era otro cantar.


Primer acto.

"La hija del jefe Powhatan, era una joven aventurera y de Espíritu libre. Amaba la tierra y a los espíritus que vivían en los animales , en los árboles y en el viento. Le encantaba escalar cumbres, bajar por la corriente de los ríos y correr con el viento por los bosques. Su padre quería que se casara con un guerrero llamado Kocoum. Sin embargo, la hermosa joven sentía que debía seguir por otros caminos."

Merié se retira de la escena. Aparece Pocahontas junto al gran árbol madre.

-¡Madre de todos! Mi padre quiere casarme con Kococum. Es un gran guerrero, pero no es el amor de mi vida..

- En tus sueños hayarás las respuestas, pequeña Pocahontas.

Pocahontas duerme enroscada en las raíces del árbol madre, sueña con grandes barcos que se acercan a la playa de los ancestros. Despierta de golpe.

-¡Hombres de guerra!

Grita y sube a las ramas del árbol madre, desde donde avista barcos llegando a la orilla. Grandes barcos encabezados por extraños dragones de madera que jamás había visto.


Segundo acto.

John Smith aparece, ataviado con su armadura de cuero, posando su mano sobre el hacha del cinto. Le sigue el gobernador Ratcliff, sediento de fortuna. Se frota las manos con malicia.

-¡Vamos a llenarnos de oro los bolsillos, querido Smith!

John Smith se adentra en el bosque, los arbustos se mueven y aparece Miko.

-¡Por todos los dioses! ¿Qué clase de criatura es esta?

El pequeño hombre-bestia mapache lo mira desde el suelo, sentado, zampándose unas bayas. Corre al ver a John Smith y se refugia en las piernas de Pocahontas, que intenta escapar del desconocido junto a su amigo.

-No temáis, por favor, no quiero haceros daño.

John Smith gesticula exageradamente con las manos con una pose gentil le tiende la mano a Pocahontas.

-Solo soy un mero explorador.

Recelosa, Pocahontas asiente y le tiende una de las frutas que recolectaba, una Biusa. John Smith acepta el regalo y sin dudar se lo lleva a la boca.

-Qué suaves y deliciosas las frutas de estas tierras.

-Madre me ha hablado de las gentes como tú, que llegaron hace muchos años a estas tierras e intentaron matar a nuestros dragones. Por eso huyeron.

Pocahontas corre por el pasto con Miko seguida de John Smith. La música empieza a sonar.

"Te crees que es tuyo todo lo pisas
Te adueñas de la tierra que tu ves
Mas cada arbol roca y criatura
Tiene vida, tiene un alma, es un ser
Parece que no existen más personas
Que aquellas que son igual que tú
Si sigues las pisadas de un extraño
Verás cosas que jamás soñaste ver

¿Has oido al lemobrino aullarle a la luna azul?
O has visto a un linksa sonreir
Has cantado con la voz de las montañas de Dundarak
Y colores en el viento descubrir

Corramos por las sendas de los bosques
Probemos de los frutos su sabor
Descubre la riqueza a tu alcance
Sin pensar un instante en su valor
Los ríos y la lluvia mis hermanos
Amigos somos todos ya lo ves
Estamos entre todos muy unidos
En un ciclo sin final, que eterno es."

Al final de la canción John Smith y Pocahontas se toman de las manos y se acercan quedando frente con frente.


Tercer acto.

Ratcliff se viste con sus ropas de guerra, dispuesto a saquear las aldeas en busca de riquezas. Afila sus hachas y se prepara para la incursión con sus hombres. Los exploradores elfos se acercan al campamento humano para inspeccionar. Un guerrero humano lanza una flecha, hiriendo a uno de los exploradores. Huyen a su poblado.

-¡Son casi animales! Son bestias, no merecen estas tierras ni su oro.

Ratcliff alienta a sus guerreros alzando el hacha. En la otra mitad del escenario, los exploradores elfos llegan a la aldea.

-¡No merecen nuestra hospitalidad! Mirad, nos han atacado sin intentar dialogar siquiera.

Se arma un gran revuelo en el poblado, los guerreros elfos se atavian con sus casacas y espadas para la batalla contra los conquistadores.


Cuarto acto.

Pocahontas le enseña las maravillas de su tierra, se acercan peligrosamente al árbol madre. Escuchan la conversación de los guerreros, van a atacar el campamento humano.

-¡Hablemos con mi padre! Él atenderá a razones.

Pocahontas toma la mano de John Smith, que se acerca a Pocahontas y la agarra de la cintura para besarla.

-¡Traidora!

Kocoum sale de entre las sombras y amenaza a John Smith con su espada. Pocahontas intercede entre ambos.

-¡No! ¡No son tan diferentes a nosotros! ¡Ellos también sangran, también aman!

-Son bestias que se preparan para la guerra. ¡Aléjate de él!

Pocahontas se avalanza sobre Kocoum, resultando herida en el brazo por el forcejeo. John Smith se entrega.

-¡Corre John! ¡Alerta a tus amigos! Aquí no hay riquezas más que los frutos de la tierra.

John Smith, lejos de alejarse, se entregó. En la aldea, el jefe del clan y padre de Pocahontas procede a juzgarlo.

-Te condeno ¡A muerte! al alba tu cabeza rodará y pasarás a ser parte de la tierra.

-¡No! Padre, escúchame, no todos ellos son malos, John Smith tiene un corazón noble. Que sean los dioses quien lo juzguen y no nosotros.

Los guerreros humanos aparecen en la escena, y comienza una lucha mientras John Sith es liberado por Pocahontas. Ratcliff se propone asestarle un golpe desde la espalda al jefe Powhatan, John Smith intercede, resultando  herido en el hombro por el hacha de su amigo. Toma el hacha con una mano y posa la otra sobre el hombro del enorme vikingo.

-Amigo, no hay ese oro que tanto buscas, aquí solo encontrarás una riqueza que nosotros no podemos entender.

Ratcliff al ver el honroso acto de su amigo bajó las armas y alzó el brazo para mandar el alto. El sonido de las espadas se para, Pocahontas corre a socorrer a su amado.

-¡Hay suficiente tierra para todos! En las tierras sin nombre.

Grita Pocahontas. Ratcliff le tiende la mano al jefe Powhatan, se dan la enhorabuena por la noble batalla y se retiran a sus barcos.


Quinto acto.

Se dirigen a la tierra sin nombre, a la actual península de Verisar. En el escenario se tiende un gran mapa de Verisar.

-Siempre estaré contigo.

John Smith se lleva la mano al corazón y luego abraza a Pocahontas.

-Luchemos por un mundo en el que un amor como el nuestro sea posible.

Le dice Pocahontas antes de fundirse en un apasionado beso. Se cierra el telón.

....
Suspiré y solté todo el aire que había aguantado durante los cinco actos. El público aplaudia pero a mi solo me importaba la reacción de una persona, la que me tenía que pagar; El mariscal.
Merié Stiffen
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Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado] Empty Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]

Mensaje  Nousis Indirel Lun 4 Abr - 16:33





Espada al cinto, salió de la ciudad habiendo preguntado en varios puntos de la misma la ruta más transitada por las caravanas comerciales que se dirigían a aprovisionar a los habitantes. Caminó unas tres leguas por la senda principal que discurría hacia el este, adentrándose en territorio humano, desechando por improbables varios emplazamientos decentes desde donde atacar una comitiva. Sólo al avistar un recodo de la ruta con un pequeño sendero que discurría desde su parte elevada, invisible desde abajo, se decidió a esperar.

Por supuesto, cabía por entero la posibilidad de que ninguna banda operase en la zona. No obstante, las noticias del interior de Nagnu y sus problemas volaban a muchas millas a la redonda, y el espadachín había confiado su juicio a la avaricia de los asaltantes. Pocas cosas parecían más propicias a quienes vivían de la violencia y el saqueo que hacerse con las mercancías de unos pobres diablos que arriesgándose a abrir nuevas rutas donde hacer circular sus productos, llegaban como corderos al matadero. Cerca de la urbe, estarían ya protegidos por la guardia. Fuera, alejados del camino principal que discurría entre la península de Verisar y Sandorai, eran presa fácil.

Esperando, la mente del elfo retornó hacia los Señores. Deseaba conocerlos, no por idolatría, motivo por el que tantos habían llegado a Nagnu, como confiando pisar un reino donde la ley no era arbitraria, donde podrían prosperar y ser protegidos. Necesitaba saber si algo así era posible entre su raza. Los Humanos tenían reyes, y los dragones los habían tenido. ¿Podrían ellos avanzar desde la miríada de clanes y tribus a un país regido por el mejor de entre los suyos? Los consejos eran lentos en sus deliberaciones, y la gran autonomía de cada clan provocaba que no siempre aceptasen las grandes decisiones. Todo ello les hacía tremendamente inestables y débiles. La guerra que algún día retornaría, no podía ver un ejército lento por una cadena de mando sobredimensionada. Si en Nagnu era posible una monarquía…

Sus oídos lo alertaron cuando casi había quedado dormido, tras horas de espera. El sonido del fragor le indicó que la pugna se desarrollaba más al este de lo que había supuesto, pues en absoluto los había escuchado cerca de sí. Desenvainó su espada aún huérfana de nombre, y sonriendo sin siquiera notar tal gesto en su rostro, corrió hacia la batalla.

No llegó a pasar de escaramuza. La caravana mercante, protegida por media docena de centinelas armados de manera bastante aceptable, perdieron a un miembro por un afortunado flechazo en el ojo derecho, antes de formar una línea preconcebida, interponiéndose entre los atacantes que descendía de la alta zona boscosa y los carromatos. Nousis advirtió con ojo plático que esos combatientes probablemente habrían vencido incluso sin su concurso. La carga de los bandidos tuvo escaso impacto en los mercenarios, y el arquero compuso un rostro aterrorizado cuando su atención pasó de lo que esperaba su único peligro, alejado y a sus pies, a un elfo salido de la zona que suponía dominada por los suyos. Sin tiempo para otra acción, levantó el arco, fallando a causa del natural miedo incrementado hasta el paroxismo cuando la afilada hoja atravesó su costado1, abriendo una mortal y profunda herida. Privado de la sorpresa tras el acertado ataque, el único oponente que permanecía en el altozano plantó cara con un pequeño escudo de madera y un hacha ligera de un filo. Sus imprecaciones y el ruido del combate alertó a sus compañeros, que ya se batían sin demasiado entusiasmo, prestos a huir. Imaginando que estaban siendo rodeado por tropas de refresco, comenzaron a huir en todas direcciones. Una mirada en exceso prolongada donde no debía, fue el último error del salteador.
Nou contempló su obra con hastío. Cortó ambas cabezas, y bajando lentamente hacia los protectores de la caravana, les pidió una pequeña lona atada para transportar su dantesco equipaje.

-¿De donde has salido?-
preguntó el cabecilla de los guardias- Has sido bastante oportuno.

-Llevo siguiéndoles varios días- mintió el elfo. No tenía ninguna gana de enfrascarse en largas conversaciones- Me dirijo a Nagnu.

Quienes lo observaban asintieron. Sin embargo, nadie le ofreció un caballo o formar parte de su compañía, pese a la cercanía de su destino. Las emboscadas hacían desconfiar al más inocente, pensó, cínico. De modo que tomando la lona, se despidió de ellos con un seco gesto. Era hora de adentrarse en la niebla.



[…]




La muchacha sonrió aliviada al escuchar la respuesta de la enorme criatura. Con un aliado así podría ser posible. Casi notó las miradas de emoción que sus compañeros intercambiaron entre sí. Con una pequeña rama realizó algunos dibujos en la tierra, mostrando su posición y la localización de los principales objetivos.

-Los enemigos de nuestra ciudad se reúnen en el hogar de los Isandris, aquí- señaló con una cruz un punto en el mapa- Sin embargo- levantó la mirada hacia el hombre bestia- esos humanos, y los elfos que con ellos están, poseen varios lugares desde donde esparcen su basura. El templo pequeño- volvió a marcar un aspa- y la taberna de Carund, se llama “el Eco Lejano”. Llevarán encima legajos con proclamas absurdas y objetivos a quienes convencer de sus ideas de traición. La tropa del mariscal suele estar atenta para evitar disturbios en las zonas más conflictivas, de modo que si… produces… algún problema grave, es posible que seas arrestado, y atacar a un guardia de Nagnu implica encierro y juicio. Y -la elfa tragó saliva, como si buscase armarse de todo el valor que fue capaz- nosotros negaremos cualquier implicación. No te conoceremos. Si destruyen nuestra organización ellos vencerán, y no podemos permitirlo. ¡Pero te pagaremos! Te pagaremos bien. Volveremos a reunirnos aquí mismo mañana, cuando hayas llevado a cabo el trabajo.

Uno de los chicos susurró algo a su líder, y ella asintió antes de volverse nuevo a Salük.

-Esto… -comenzó dudando, cerrando los ojos de una manera muy veloz para abrirlos a una seguridad cristalina- la líder del movimiento se llama Amarië Isandris, una joven belleza elfa que siempre ha seguido fielmente las órdenes de Árbol Madre y alimenta toda disensión interna. Si acabas con ella, habrás hecho un gran servicio a la ciudad, y te pagaremos lo suficiente para que vivas un mes a cuerpo de rey en Lunargenta si lo deseas. No escatimaré moneda por un servicio tan necesario.



[…]




Tal vez no fue complejo dar con los pobres comerciantes que habían perdido la vida, reía el hombre para sí, agazapado entre las matas. No había esperado tan mísera comitiva, y se sintió tentado a dejarlos escapar sin mayores contratiempos, mas era otros elfos, y nuevos cuerpos devorados por la fauna local haría que su auténtico objetivo apareciese pronto. Un trabajo sencillo y un cobro elevado. Nada le ataba a esa nueva población de los orejas largas, ni a ninguna otra en el mundo. Vendía su espada y habilidades y eso era todo. Se encogió de hombros, debían morir, y no era preciso darle más vueltas.

Dio una señal al único arquero de entre los suyos, más desvalijadores que auténticos combatientes, y el aludido tensó la cuerda de su arma. Carecía por entero de la habilidad de los hijos del bosque, por lo que afortunadamente, sus objetivos se encontraban lo suficientemente cerca como para que errar resultase casi imposible.

O eso pensaba.

Atravesado por dos flechas, el arquero perdió la vida sin que la saeta saliese disparada. Atónito, el jefe de la emboscada gritó alarmado. Habían peinado la zona ¿cómo demonios…? Pero no cabía duda cuando media docena de elfos comenzó con ellos a cruzar sus aceros. Por pura necesidad, perdió todo interés en los objetivos que habían llegado a investigar. Ahora era vencer o morir.

-¡MATADLOS A TODOS!- gritó en su idioma natal un elfo que pese a su arenga, posaba ambas manos a un lado de la cadera, en el pomo de su espada.



[…]




Con el hombro apoyado en una esquina, aquel que se encargaba de proteger Nagnu esbozó una sonrisa de divertida incredulidad. Sus elfos vigilaban sin quitar ojo a las cercanías, evitando algún ataque tanto a su superior como a los integrantes de la función que se representaba con una afluencia de público que no habría cabido imaginar. ¿Había sido una buena idea? Indicó a los suyos que trajeran a una docena más de agentes capaces de vigilar sin entorpecer el espectáculo. Situados en puntos estratégicos, algunos no pudieron evitar contemplar de cuanto en cuanto lo ideado por la humana. Si había sido capaz de hallar la inspiración para algo así en tan poco tiempo, no cabía duda que los dioses bendecían su creatividad, o se había servido de un trabajo ya preparado.
Nada importaba. Si bien resultó un poco excesiva para su gusto particular, la mujer había realizado el encargo de manera magnífica. Qüernárin se alegró de corazón al comprobar como las familias de la urbe abandonaban el lugar con una sonrisa en los labios, e incluso algunos niños tarareaban partes de las canciones que habían escuchado. Resultaba frustrante precisar subterfugios para que los suyos comprendieran que la tolerancia era la única manera de continuar respirando. Durante semanas, la obra sería el centro de las conversaciones de Nagnu y esperaba que no pocos abrazasen el sentido de la misma.

Al tiempo que los encargados comenzaban a recoger los enseres y bártulos necesarios para montar lo ofrecido al público, el mariscal se acercó a la humana. Aprobador, procedió a dos de sus guardaespaldas, mutando la felicidad de algunos rostros por reacciones más comedidas de evidente respeto. En pocos segundos, nadie permanecía cerca de Quërnárin y Merié.

-Ha sido agradable- admitió- Parece que sabes lo que te traes entre manos, y me complace pagarte lo merecido- continuó, colocando en sus manos una bolsa de monedas que arreglarían la vida de la extranjera durante unos meses- Si tu llegada a nuestra ciudad no te ha resultado del todo detestable, me gustaría presentarte a la pareja que vela por nosotros y por toda Nagnu. Son personas notables, cuyo estatus es no sólo merecido, sino necesario. ¿Estás dispuesta? -sonrió. Pocas eran en verdad las criaturas que había llevado hasta los Señores, y siempre confiaba no equivocarse. Había algo en la humana que podía resultar de utilidad, y si él lo percibía, sus superiores sin duda lo verían de forma mucho más nítida.



[…]




Las noticias sobre el hombre dragón corrieron como el fuego en determinados barrios de Nagnu. Las historias más inverosímiles fueron contadas y pocos alcanzaron a saber si era realidad o ficción. El combate con el trol de rio dio lugar a narraciones donde él y su grupo salvaban la ciudad de varios especímenes de esos monstruos que se disponían a arrasarla dirigidos por algún tipo de magia oscura, o un humano que les había prometido toda criatura que pudieran comer. Por ello, a lo largo de las horas que precisó para volver en sí, varios grupos de elfos y unos pocos humanos se fueron acercando a las proximidades del hogar del galeno que revisaba el estado del extranjero.

D´Ur Illuna se abrió paso entre los compañeros de Nero, dejando a sus acompañantes fuera. No era mera curiosidad lo que le había traído hasta allí. Qüernárin estaba ocupado y su segundo, Thaynutt, exploraba aún la zona, a fin de cartografiarla con detalle. Era imprescindible conocer cada manada, cada fuente de agua, cada risco y cada colina, para emboscar, protegerse o asegurar los caminos del comercio.

-¿Cómo se encuentra? – preguntó nada más entrar en la estancia de trabajo de Ilfridem. Maduro hasta para las cuentas de su raza, no alcanzaba la vejez como para ser llamado anciano. No simpatizaba en absoluto con quienes deseaban romper con Árbol Madre, ni tampoco con los radicales que buscaban ensanchar Sandorái a costa de los Humanos. Había seguido a su hija, enamorada de un humano, cuando su clan se alió con los Ojosverdes, y comprendieron que no había sitio para ello en su tierra de origen. Muerta por unas fiebres, compartía ahora su hogar con su yerno, quien lo ayudaba en lo que le era posible.

-Sobrevivirá- expuso, serio, sin dejar de trabajar aquí y allá- casi me deja sin existencias. Hacía casi dos décadas que no tenía que tratar a alguien tan estúpido como para enfrentarse a un trol de río. Habría dudado de su historia si la herida no resultase tan evidente.

-Esperaré- anunció el mayordomo de los Señores.

-¿Y qué hay del mariscal? ¿No es competencia suya?

-Yo he llegado primero- sonrió éste, restándole importancia.




________________________
1: Uso de habilidad lvl 0: sombra milagrosa


Última edición por Nousis Indirel el Lun 29 Ago - 8:49, editado 1 vez
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