Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
-Hasta cuando soportaremos que nos traten de esta forma, no les hemos hecho nada!-
-Nero mantén la calma-
-A la mierda con eso!, quizás debería...- una bofetada de su madre interrumpiría la rabieta del en ese entonces joven Nero.
-Si sucumbes a esa ira, entonces darás validez a todo lo que han dicho de nosotros, todo lo que soportamos habrá sido en vano, ¿Cómo no te das cuenta de la clase de abominación que somos?-
-Mamá ¿Quién te daño tanto que piensas eso de ti misma?, ¿Incluso después de todo lo que hemos vivido?, ¿yo también soy una abominación?-
-Hijo mío, aun no te das cuenta... Tú eres el peor de nosotros-
Aquellas palabras de su madre hirieron a su persona mas que la daga que posteriormente seria clavada en su abdomen por la misma mujer que había sido su motivo de esperanza por 11 años, lo que sucedería después que ambos sucumbieran ante aquella ira demencial seria el motivo por el cual Nero viviría toda su vida en una espiral de autodestrucción constante.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
El recordar los momentos antes de asesinar a su madre le hizo despertar de golpe al punto que se sacudió y su cuerpo fue poseído por el dolor instantáneamente, hizo el amago de moverse lentamente cuando una voz le recomendaba no hacerlo.
-Si yo fuera tu no haría eso, bastante complicado ha sido eliminar la necrosis de tu brazo como para que termines abriendo tus otras heridas-
-Vale, ¿me traerías algo de licor?, no quiero que se me infecte nada en las tripas-
-Con ese animo bastara un par de días y mucho sueño para reincorporarte, solo te daré un poco para calmar tu dolor-
-Si quieres me dejas la botella, siento como que me empiezan a doler mas cosas conforme voy despertando-
-Ja, que sepas que me debes bastantes cosas, te cobrare por la botella también... Pero antes quiero saber una cosa ¿Por qué despachaste a la única ayuda que tenias en el momento?-
-Solo soy un borracho, no me pidas que piense mucho las cosas-
-Bueno que pena que no tengas ganas de hablar porque ahora tendrás que hablar bastante-
exclamo el medico al momento que salía de la habitación sin haberle dado nada de beber a Nero el cual intentaba pensar en otras cosas para distraerse del mal sueño que había tenido, acto seguido un elfo con vestimentas diferentes a las que había visto antes en los demás entraría en la habitación con una jarra.
-El doctor me ha dicho que ya estas en condiciones de hablar... Aunque no entiendo porque me ha dado esta jarra, mi nombre es D´Ur Illuna soy el mayordomo de los regentes de Nagnu y quisiera recabar información del incidente- preguntaría el hombre mientras se ponía de pie cerca del dragón.
-Pasa que la-la paliza me ha dejado se-secuelas, entonces así se me afloja la lengua-
D´Ur Illuna alzo una ceja ante aquel comentario, sin embargo, cualquier cosa que le ayudara a recabar información del incidente serviría, así que sin mas simplemente le extendió la jarra al borracho quien incluso se sentaría, con esfuerzo y comenzaría a beber con ahínco.
-Tus Heridas dan cuenta que en efecto has luchado contra un Troll de rio-
-Yo no lo llamaría una lucha cuando la paliza solo la recibí yo- se pausaria brevemente para responder, solo para después seguir bebiendo.
-Había sangre que evidentemente no era tuya, pero el rastro se perdió en el rio-
-¿Encontraron los cadáveres?- preguntaría Nero con un semblante serio.
-Algunos si-
-¿y que piensa al respecto?-
-Aun están recorriendo la zona...-
-No me refiero a eso.... ¿Cree que fueron victimas del troll?-
-Algunos tenían un avanzado estado de descomposición, sin embargo, no podemos descartar que haya otro factor involucrado-
-No llevo mucho tiempo en Nagnu pero me caen bien la mayoría de sus habitantes... a los que tienen fuera de los muros me refiero-
-Hemos escuchado de tus aportes en Nagnu y te lo agradecemos, por eso cualquier detalle por insignificante que parezca será de ayuda para resolver este asunto-
-No tiene sentido mentirle gente como tú, por lo que no alargare mas esto, además estoy adolorido, el ultimo golpe que me dio la creatura me mando a volar unos cuantos metros, también habían cadáveres, pero a diferencia de mis heridas, estos tenían marcas de puñaladas y cortes demasiado limpios, lo ultimo que vi antes de perder el conocimiento fue un árbol con la palabra No e, con la e un poco separada, creo que quiso escribir mas pero no le dio el tiempo-
-...¿Hay alguna forma de comprobar lo que dices?, no es que no te crea, como bien dices, es difícil que una mentira pase desapercibida frente a mi-
-Debería ser cerca del lugar del cual me encontraron, creo que el troll solo es la fachada-
-¿A que te refieres?-
-No lo se, llámalo una corazonada de ebrio-
-Hay algo que no entiendo de todo esto.... ¿Eres un dragón no?, mis ojos no me engañan el éter recorre tu cuerpo es sin lugar a dudas el de un dragón, en tu forma ancestral no deberías tener problemas para enfrentar a un troll de rio-
-En efecto soy un dragón, pero créeme cuando te digo esto, de recurrir a mi don ancestral... Nagnu quedaría devastada.... Pero no me tomes en cuenta.. solo soy un borracho-
El elfo en efecto comprobó que las palabras del borracho no tenían ningún ápice de mentira en ellas, ante lo cual considero con detenimiento el motivo detrás de esas palabras, mas aun, esperaba que el hombre que tanto había hecho por Nagnu, no fuera también el motivo de su caída.
-Nero mantén la calma-
-A la mierda con eso!, quizás debería...- una bofetada de su madre interrumpiría la rabieta del en ese entonces joven Nero.
-Si sucumbes a esa ira, entonces darás validez a todo lo que han dicho de nosotros, todo lo que soportamos habrá sido en vano, ¿Cómo no te das cuenta de la clase de abominación que somos?-
-Mamá ¿Quién te daño tanto que piensas eso de ti misma?, ¿Incluso después de todo lo que hemos vivido?, ¿yo también soy una abominación?-
-Hijo mío, aun no te das cuenta... Tú eres el peor de nosotros-
Aquellas palabras de su madre hirieron a su persona mas que la daga que posteriormente seria clavada en su abdomen por la misma mujer que había sido su motivo de esperanza por 11 años, lo que sucedería después que ambos sucumbieran ante aquella ira demencial seria el motivo por el cual Nero viviría toda su vida en una espiral de autodestrucción constante.
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El recordar los momentos antes de asesinar a su madre le hizo despertar de golpe al punto que se sacudió y su cuerpo fue poseído por el dolor instantáneamente, hizo el amago de moverse lentamente cuando una voz le recomendaba no hacerlo.
-Si yo fuera tu no haría eso, bastante complicado ha sido eliminar la necrosis de tu brazo como para que termines abriendo tus otras heridas-
-Vale, ¿me traerías algo de licor?, no quiero que se me infecte nada en las tripas-
-Con ese animo bastara un par de días y mucho sueño para reincorporarte, solo te daré un poco para calmar tu dolor-
-Si quieres me dejas la botella, siento como que me empiezan a doler mas cosas conforme voy despertando-
-Ja, que sepas que me debes bastantes cosas, te cobrare por la botella también... Pero antes quiero saber una cosa ¿Por qué despachaste a la única ayuda que tenias en el momento?-
-Solo soy un borracho, no me pidas que piense mucho las cosas-
-Bueno que pena que no tengas ganas de hablar porque ahora tendrás que hablar bastante-
exclamo el medico al momento que salía de la habitación sin haberle dado nada de beber a Nero el cual intentaba pensar en otras cosas para distraerse del mal sueño que había tenido, acto seguido un elfo con vestimentas diferentes a las que había visto antes en los demás entraría en la habitación con una jarra.
-El doctor me ha dicho que ya estas en condiciones de hablar... Aunque no entiendo porque me ha dado esta jarra, mi nombre es D´Ur Illuna soy el mayordomo de los regentes de Nagnu y quisiera recabar información del incidente- preguntaría el hombre mientras se ponía de pie cerca del dragón.
-Pasa que la-la paliza me ha dejado se-secuelas, entonces así se me afloja la lengua-
D´Ur Illuna alzo una ceja ante aquel comentario, sin embargo, cualquier cosa que le ayudara a recabar información del incidente serviría, así que sin mas simplemente le extendió la jarra al borracho quien incluso se sentaría, con esfuerzo y comenzaría a beber con ahínco.
-Tus Heridas dan cuenta que en efecto has luchado contra un Troll de rio-
-Yo no lo llamaría una lucha cuando la paliza solo la recibí yo- se pausaria brevemente para responder, solo para después seguir bebiendo.
-Había sangre que evidentemente no era tuya, pero el rastro se perdió en el rio-
-¿Encontraron los cadáveres?- preguntaría Nero con un semblante serio.
-Algunos si-
-¿y que piensa al respecto?-
-Aun están recorriendo la zona...-
-No me refiero a eso.... ¿Cree que fueron victimas del troll?-
-Algunos tenían un avanzado estado de descomposición, sin embargo, no podemos descartar que haya otro factor involucrado-
-No llevo mucho tiempo en Nagnu pero me caen bien la mayoría de sus habitantes... a los que tienen fuera de los muros me refiero-
-Hemos escuchado de tus aportes en Nagnu y te lo agradecemos, por eso cualquier detalle por insignificante que parezca será de ayuda para resolver este asunto-
-No tiene sentido mentirle gente como tú, por lo que no alargare mas esto, además estoy adolorido, el ultimo golpe que me dio la creatura me mando a volar unos cuantos metros, también habían cadáveres, pero a diferencia de mis heridas, estos tenían marcas de puñaladas y cortes demasiado limpios, lo ultimo que vi antes de perder el conocimiento fue un árbol con la palabra No e, con la e un poco separada, creo que quiso escribir mas pero no le dio el tiempo-
-...¿Hay alguna forma de comprobar lo que dices?, no es que no te crea, como bien dices, es difícil que una mentira pase desapercibida frente a mi-
-Debería ser cerca del lugar del cual me encontraron, creo que el troll solo es la fachada-
-¿A que te refieres?-
-No lo se, llámalo una corazonada de ebrio-
-Hay algo que no entiendo de todo esto.... ¿Eres un dragón no?, mis ojos no me engañan el éter recorre tu cuerpo es sin lugar a dudas el de un dragón, en tu forma ancestral no deberías tener problemas para enfrentar a un troll de rio-
-En efecto soy un dragón, pero créeme cuando te digo esto, de recurrir a mi don ancestral... Nagnu quedaría devastada.... Pero no me tomes en cuenta.. solo soy un borracho-
El elfo en efecto comprobó que las palabras del borracho no tenían ningún ápice de mentira en ellas, ante lo cual considero con detenimiento el motivo detrás de esas palabras, mas aun, esperaba que el hombre que tanto había hecho por Nagnu, no fuera también el motivo de su caída.
Nero Crimson
Borracho de Aerandir
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Una orden gritada en el idioma de Sandorai y el consiguiente chillido del acero mordiendo más acero me puso alerta y tenso al instante. Sin mediar palabra ni pensarlo dos veces tomé a Aylizz del brazo y la arrastré rodeando el carromato hasta que las maderas del vehículo se interponían entre nosotros y la escaramuza, esperando lanza en mano y evaluando las posibilidades de salir de allí tan rápido como el viento.
La batalla se resolvió con bastante rapidez y mientras los últimos lamentos de agonía se iban apagando bajo las cuchillas de los vencedores, el elfo que había dado la orden no se involucró en el combate y ahora tenía la atención en nosotros. Aylizz se soltó de mi agarre con el ímpetu de la juventud, dejando la escasa cobertura del carro y saliendo al encuentro del cabello argenta.
- La madre que la parió.- maldije para mis adentros y salí tras la muchacha quedándome a su siniestra cuando dejó de avanzar. -Gracias por la ayuda.- Agradecí a alguien que parecía no oír, o estar muy concentrado analizándonos, pues no articuló palabra alguna.
- ¿Qué demonios pasa en esta aldea? Puestos de seguridad cuestionables, grescas por los comerciantes. - La elfa pateaba con desdén algo en el suelo expresando su frustración.
El elfo volteó al fin la mirada a sus hombres, que comenzaban a congregarse cerca de él. Pude contar hasta seis guerreros mas bien pertrechados. - Nagnu está en desarrollo. Las cosas van despacio y podrán ir mejor. - Se aventuró a responder al fin. luego volvió la mirada hacia mi compañera. - Irán mejor. Me alegro de haberos sido de ayuda. ¿Qué hacéis aquí? -
La voz del elfo le delataba como alguien joven a pesar de que su tono carecía de emoción alguna al igual que su rostro. Pero a su pregunta respondí yo con otra. era el momento de descubrir quienes eran aquel grupo de congéneres y de que lado estaban, si es que estaban en algún lado.
- ¿Sabes que es el Alinne Vinniara? - Pregunté clavando mis ojos en sus grises ojos. Pude notar la mirada de Aylizz clavándoseme tras aquella pregunta. - venimos por petición de D'Ur buscando a quienes llevaban este carro. ¿Y vosotros? Habéis sido muy oportunos, demasiado incluso. ¿Eres tu el líder del grupo?- Mi tono de voz se tornaba duro y desconfiado a medida que completaba mi intervención. Aún no había conseguido dar con una ruta y método de huida que me convenciera, al menos, para sacar a la elfa de aquel lugar si la situación acababa mal.
- ¿Desde cuando se sirve Illuna de desconocidos? - Me igualó en tono. sería joven pero ciertamente denotaba carácter y bravura. - Nosotros hemos llegado para limpiar la zona , al informarnos de grupos de humanos y elfos que asaltaban a los ciudadanos. Soy Iyethil, de los Fenduir, segundo de Qüernárin, mariscal de Nagnu. - Los demás luchadores comenzaron al unísono a rodearnos, gesto que no pasó desapercibido para mí al igual que no lo fue para ellos como mi brazo se tensaba, preparado para lanzar una estocada si se acercaban demasiado.
- Has preguntado mucho y explicado poco, forastero. pero todo hermano y hermana tienen derecho a ser escuchados. -
Tomé aire para responder, no obstante esta vez fue ella quien tomó la palabra. - Perdonadlo, mariscal. Los soldados, ya se sabe, son desconfiados. Más cuando no viajan solos. - Ciertamente las palabras de Aylizz llegaban en el momento perfecto evitando lo inevitable. Tras las palabras de la elfa llamando a la reconciliación y aunque me doliese un poco en el orgullo las palabras elegidas por la joven opté por acompañar y completar sus palabras apoyando la lanza en el suelo con la punta hacia abajo. - Toda cautela es poca en los caminos y mas aún tras una escaramuza junto a los restos de un comerciante asesinado. Illuna pensó que podríamos ser de utilidad, lástima que no llegáramos a tiempo para quienes yacen en este camino. Me presento, me llamo Eleandris.-
- Él escolta la partida de ayuda humanitaria que dirijo. Lamento que mi nombre no vaya acompañado de tan resonado título. Aylizz Wendell, señor.- Se presentó ella.
Iyethil por fin esbozó un gesto en aquel rostro, una medio sonrisa que apenas perturbaba el resto del semblante. -Temo haberme explicado mal. Qüernarin es el mariscal de nuestra cuidad, se ocupa de la seguridad de cada habitante. Yo soy su... espada, su lugarteniente. - Respondiendo a la vez con un leve cabeceo tras las presentaciones.
volvió a mirarme, esta vez con una posición mas tranquila y amigable Bien modulada. - Para responderte, Alinne Vinníara es un conjunto de preceptos extremistas de un grupo de nuestra raza. Pretenden una sarta de locuras que echarían Nagnu por tierra, y es nuestro deber darles caza. Dado que os han intentado atacar, no es difícil deducir que no estabais con estos idiotas. - Comentó dando la vuelta con el pie a un cadáver a sus pies.
El desinterés de la rubia no pasó desapercibido para nadie. - Ah, segundo. En ese caso ninguno deberíamos perder más nuestro tiempo.- y en cuanto noté que ella se volteaba para marcharse a sabe quien dónde volví a sujetarla lo más disimuladamente posible, tratando así minimizar lo que a mi juicio había sido una total falta de respeto a aquel hombre que aún podía matarnos sin tener que dar explicaciones a nadie.
-Asignaré a algunos de mis guerreros para que regreséis sin percances. No quiero desconfiar de vosotros, pero así me asegurarán que efectivamente venís de parte de Illuna y os confiaré algo que necesito que vea para que me ofrezca su consejo cuando retorne a la ciudad. Aún debo peinar la región.-
me entregó una esfera, no demasiado grande y me encomendó entregársela a D'ur transmitiéndole también de dónde procedía tal objeto. y dicho eso, se despidió. no pude evitar reírme ante la reacción de Aylizz. No paraba de repetir la negación mientras las reforzaba con gentos de cabeza y manos dejando claro que no tomaría el objeto ni aunque le fuese la vida en ello.
Recogí la lanza que le había dejado a la rubia mientras recogía la esfera y comenzaba a atar a los caballos a la carreta para poder devolverla a Nagnu. Entonces, cuando solo podía escucharla yo, Aylizz me sugirió que fuese yo quien llevara el objeto a D'Ur excusándose en que era yo quien había aceptado el encargo. Algo ocurría en la mente de la muchacha.
Y así fue. Ella se dirigió de nuevo a Iyethil con intención de acompañarle, por lo que me despedí de Aylizz con una palmadita en el hombro. - Te contaré. Cuídate y y asegúrate de volver, ilesa al ser posible.- le dediqué una sonrisa y un guiño antes de volverme. debía enterrar bajo un túmulo a los cadáveres de los mercaderes antes de reanudar la marcha de vuelta al asentamiento.
Los soldados que me acompañaban fueron muy disciplinados y competentes. aunque hablaban lo mínimo imprescindible denotaban un entrenamiento excelente. Escoltado por esos tres soldados y luego por los guardias de Illuna, se me pidió entregar la lanza antes de poder reunirme con el mayordomo.
- Buenas tardes. Ya estoy de regreso tras su encargo.- Interrumpí en el silencioso trabajo de aquel elfo enfrascado en montañas de papeles y mapas, montones de informes y de trabajo que a mi abrumaría. Alzó la cabeza y me preguntó directamente por los resultados del trabajo. - Tengo buenas y malas noticias .- Anuncié. - Las mercancías han llegado a Nagnu, desgraciadamente quienes las dirigían hacia aquí han muerto ejecutados. En el lugar se encontraba esta tablilla.-
Le entregué la tablilla que sentenciaba a los desgraciados a D'Ur , el cual frunció el ceño tomando la tablilla y asintiendo. -Te lo agradezco. ¿Algo más que añadir? - Dijo escueto.
-El lugar era una trampa, esperaban a alguien mas y la verdad, de no haber aparecido por allí el grupo de Iyethil yo seguramente tampoco habría vuelto. Él me confió este objeto para entregároslo. ¿Vos sabéis cuales son los preceptos del Alinnë Vinniara o a quién podrían estar esperando? ambas cosas podrían evitar problemas a futuro. - Mi cabeza trabajaba a mil por hora. Calculaba la posibilidades y posibles pasos a seguir analizando la situación en la que me había encontrado hace tan solo unas horas atrás desde un punto de vista táctico y estratégico.
-¿Iyethil os encontró?- comenta un poco sorprendido- Se toma muy en serio el hecho de despiojar los alrededores. Qüérnarin ha escogido un buen oficial- pareció complacido. Tu pregunta en cambio le borró el buen humor- Preceptos fanáticos- agitó una mano como espantando una mosca. -Aquí buscamos crear paz y riqueza, además de tolerancia, sin estar sujetos a Sandorai. Otros buscan más. Carecen de sitio entre nosotros. Tanto el mariscal como su segundo pronto terminarán con sus actividades.-
Se detuvo un momento, pensativo, antes de volver a mirarme de frente. Empujó una bolsita que tintineó hacia mi -Una pequeña recompensa personal por tu servicio. Pero querría presentarte a aquellos a quienes sirvo. Has ayudado a ésta ciudad- señaló unos informes- y me gustaría que te conociesen. Puedes sernos de ayuda si lo deseas- terminó, expectante a una respuesta.
Observé la bolsa unos instantes sopesando si realmente me correspondía tomar aquella recompensa. opté por tomarla ya que me sería de ayuda durante el tiempo que permaneciera allí o incluso en el camino de vuelta. - Sería todo un placer y un honor conocer a tan ilustres personas. No obstante me gustaría saber si podría ir acompañado, pues no viajo solo. -
- ¿Has venido con tu mujer? - preguntó - ¿Hijos? no hay ningún problema en ello.- Se encogió de hombros, estampó un sello en un en un pergamino y me lo entregó .- Sólo Qüernárin y yo otorgamos estos distintivos, Alójate en el cuartel si lo deseas. Mañana hablaremos de nuevo.-
Tomé el pergamino guardándolo con cuidado, hice una reverencia y me dirigí a la salida del lugar. Ahora sólo me quedaba elegir un lugar en donde esperar el regreso de Aylizz. con un poco de suerte la elfa me acompañaría a la reunión.
La batalla se resolvió con bastante rapidez y mientras los últimos lamentos de agonía se iban apagando bajo las cuchillas de los vencedores, el elfo que había dado la orden no se involucró en el combate y ahora tenía la atención en nosotros. Aylizz se soltó de mi agarre con el ímpetu de la juventud, dejando la escasa cobertura del carro y saliendo al encuentro del cabello argenta.
- La madre que la parió.- maldije para mis adentros y salí tras la muchacha quedándome a su siniestra cuando dejó de avanzar. -Gracias por la ayuda.- Agradecí a alguien que parecía no oír, o estar muy concentrado analizándonos, pues no articuló palabra alguna.
- ¿Qué demonios pasa en esta aldea? Puestos de seguridad cuestionables, grescas por los comerciantes. - La elfa pateaba con desdén algo en el suelo expresando su frustración.
El elfo volteó al fin la mirada a sus hombres, que comenzaban a congregarse cerca de él. Pude contar hasta seis guerreros mas bien pertrechados. - Nagnu está en desarrollo. Las cosas van despacio y podrán ir mejor. - Se aventuró a responder al fin. luego volvió la mirada hacia mi compañera. - Irán mejor. Me alegro de haberos sido de ayuda. ¿Qué hacéis aquí? -
La voz del elfo le delataba como alguien joven a pesar de que su tono carecía de emoción alguna al igual que su rostro. Pero a su pregunta respondí yo con otra. era el momento de descubrir quienes eran aquel grupo de congéneres y de que lado estaban, si es que estaban en algún lado.
- ¿Sabes que es el Alinne Vinniara? - Pregunté clavando mis ojos en sus grises ojos. Pude notar la mirada de Aylizz clavándoseme tras aquella pregunta. - venimos por petición de D'Ur buscando a quienes llevaban este carro. ¿Y vosotros? Habéis sido muy oportunos, demasiado incluso. ¿Eres tu el líder del grupo?- Mi tono de voz se tornaba duro y desconfiado a medida que completaba mi intervención. Aún no había conseguido dar con una ruta y método de huida que me convenciera, al menos, para sacar a la elfa de aquel lugar si la situación acababa mal.
- ¿Desde cuando se sirve Illuna de desconocidos? - Me igualó en tono. sería joven pero ciertamente denotaba carácter y bravura. - Nosotros hemos llegado para limpiar la zona , al informarnos de grupos de humanos y elfos que asaltaban a los ciudadanos. Soy Iyethil, de los Fenduir, segundo de Qüernárin, mariscal de Nagnu. - Los demás luchadores comenzaron al unísono a rodearnos, gesto que no pasó desapercibido para mí al igual que no lo fue para ellos como mi brazo se tensaba, preparado para lanzar una estocada si se acercaban demasiado.
- Has preguntado mucho y explicado poco, forastero. pero todo hermano y hermana tienen derecho a ser escuchados. -
Tomé aire para responder, no obstante esta vez fue ella quien tomó la palabra. - Perdonadlo, mariscal. Los soldados, ya se sabe, son desconfiados. Más cuando no viajan solos. - Ciertamente las palabras de Aylizz llegaban en el momento perfecto evitando lo inevitable. Tras las palabras de la elfa llamando a la reconciliación y aunque me doliese un poco en el orgullo las palabras elegidas por la joven opté por acompañar y completar sus palabras apoyando la lanza en el suelo con la punta hacia abajo. - Toda cautela es poca en los caminos y mas aún tras una escaramuza junto a los restos de un comerciante asesinado. Illuna pensó que podríamos ser de utilidad, lástima que no llegáramos a tiempo para quienes yacen en este camino. Me presento, me llamo Eleandris.-
- Él escolta la partida de ayuda humanitaria que dirijo. Lamento que mi nombre no vaya acompañado de tan resonado título. Aylizz Wendell, señor.- Se presentó ella.
Iyethil por fin esbozó un gesto en aquel rostro, una medio sonrisa que apenas perturbaba el resto del semblante. -Temo haberme explicado mal. Qüernarin es el mariscal de nuestra cuidad, se ocupa de la seguridad de cada habitante. Yo soy su... espada, su lugarteniente. - Respondiendo a la vez con un leve cabeceo tras las presentaciones.
volvió a mirarme, esta vez con una posición mas tranquila y amigable Bien modulada. - Para responderte, Alinne Vinníara es un conjunto de preceptos extremistas de un grupo de nuestra raza. Pretenden una sarta de locuras que echarían Nagnu por tierra, y es nuestro deber darles caza. Dado que os han intentado atacar, no es difícil deducir que no estabais con estos idiotas. - Comentó dando la vuelta con el pie a un cadáver a sus pies.
El desinterés de la rubia no pasó desapercibido para nadie. - Ah, segundo. En ese caso ninguno deberíamos perder más nuestro tiempo.- y en cuanto noté que ella se volteaba para marcharse a sabe quien dónde volví a sujetarla lo más disimuladamente posible, tratando así minimizar lo que a mi juicio había sido una total falta de respeto a aquel hombre que aún podía matarnos sin tener que dar explicaciones a nadie.
-Asignaré a algunos de mis guerreros para que regreséis sin percances. No quiero desconfiar de vosotros, pero así me asegurarán que efectivamente venís de parte de Illuna y os confiaré algo que necesito que vea para que me ofrezca su consejo cuando retorne a la ciudad. Aún debo peinar la región.-
me entregó una esfera, no demasiado grande y me encomendó entregársela a D'ur transmitiéndole también de dónde procedía tal objeto. y dicho eso, se despidió. no pude evitar reírme ante la reacción de Aylizz. No paraba de repetir la negación mientras las reforzaba con gentos de cabeza y manos dejando claro que no tomaría el objeto ni aunque le fuese la vida en ello.
Recogí la lanza que le había dejado a la rubia mientras recogía la esfera y comenzaba a atar a los caballos a la carreta para poder devolverla a Nagnu. Entonces, cuando solo podía escucharla yo, Aylizz me sugirió que fuese yo quien llevara el objeto a D'Ur excusándose en que era yo quien había aceptado el encargo. Algo ocurría en la mente de la muchacha.
Y así fue. Ella se dirigió de nuevo a Iyethil con intención de acompañarle, por lo que me despedí de Aylizz con una palmadita en el hombro. - Te contaré. Cuídate y y asegúrate de volver, ilesa al ser posible.- le dediqué una sonrisa y un guiño antes de volverme. debía enterrar bajo un túmulo a los cadáveres de los mercaderes antes de reanudar la marcha de vuelta al asentamiento.
Los soldados que me acompañaban fueron muy disciplinados y competentes. aunque hablaban lo mínimo imprescindible denotaban un entrenamiento excelente. Escoltado por esos tres soldados y luego por los guardias de Illuna, se me pidió entregar la lanza antes de poder reunirme con el mayordomo.
- Buenas tardes. Ya estoy de regreso tras su encargo.- Interrumpí en el silencioso trabajo de aquel elfo enfrascado en montañas de papeles y mapas, montones de informes y de trabajo que a mi abrumaría. Alzó la cabeza y me preguntó directamente por los resultados del trabajo. - Tengo buenas y malas noticias .- Anuncié. - Las mercancías han llegado a Nagnu, desgraciadamente quienes las dirigían hacia aquí han muerto ejecutados. En el lugar se encontraba esta tablilla.-
Le entregué la tablilla que sentenciaba a los desgraciados a D'Ur , el cual frunció el ceño tomando la tablilla y asintiendo. -Te lo agradezco. ¿Algo más que añadir? - Dijo escueto.
-El lugar era una trampa, esperaban a alguien mas y la verdad, de no haber aparecido por allí el grupo de Iyethil yo seguramente tampoco habría vuelto. Él me confió este objeto para entregároslo. ¿Vos sabéis cuales son los preceptos del Alinnë Vinniara o a quién podrían estar esperando? ambas cosas podrían evitar problemas a futuro. - Mi cabeza trabajaba a mil por hora. Calculaba la posibilidades y posibles pasos a seguir analizando la situación en la que me había encontrado hace tan solo unas horas atrás desde un punto de vista táctico y estratégico.
-¿Iyethil os encontró?- comenta un poco sorprendido- Se toma muy en serio el hecho de despiojar los alrededores. Qüérnarin ha escogido un buen oficial- pareció complacido. Tu pregunta en cambio le borró el buen humor- Preceptos fanáticos- agitó una mano como espantando una mosca. -Aquí buscamos crear paz y riqueza, además de tolerancia, sin estar sujetos a Sandorai. Otros buscan más. Carecen de sitio entre nosotros. Tanto el mariscal como su segundo pronto terminarán con sus actividades.-
Se detuvo un momento, pensativo, antes de volver a mirarme de frente. Empujó una bolsita que tintineó hacia mi -Una pequeña recompensa personal por tu servicio. Pero querría presentarte a aquellos a quienes sirvo. Has ayudado a ésta ciudad- señaló unos informes- y me gustaría que te conociesen. Puedes sernos de ayuda si lo deseas- terminó, expectante a una respuesta.
Observé la bolsa unos instantes sopesando si realmente me correspondía tomar aquella recompensa. opté por tomarla ya que me sería de ayuda durante el tiempo que permaneciera allí o incluso en el camino de vuelta. - Sería todo un placer y un honor conocer a tan ilustres personas. No obstante me gustaría saber si podría ir acompañado, pues no viajo solo. -
- ¿Has venido con tu mujer? - preguntó - ¿Hijos? no hay ningún problema en ello.- Se encogió de hombros, estampó un sello en un en un pergamino y me lo entregó .- Sólo Qüernárin y yo otorgamos estos distintivos, Alójate en el cuartel si lo deseas. Mañana hablaremos de nuevo.-
Tomé el pergamino guardándolo con cuidado, hice una reverencia y me dirigí a la salida del lugar. Ahora sólo me quedaba elegir un lugar en donde esperar el regreso de Aylizz. con un poco de suerte la elfa me acompañaría a la reunión.
Eleandris
Honorable
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Sobre aquel equino, que avanzaba por los senderos al paso junto a Eleandris, su mente paseaba a conciencia por las palabras del elfo al momento de su encuentro, junto al carro de Fahïn, antes de ser interrumpidos por D’Ur. Al parecer, ella no resultaba ser la única preocupada por las represalias que, tarde o temprano, estaba segura que tomarían los humanos como respuesta al desesperado intento de sus vecinos por continuar con su vida, a duras penas.
“Nuestra gente necesita recomponerse, no dar excusas a nuestros fronterizos para atacarnos.”
En aquel punto se preguntaba si los que movían los hilos de su pueblo habían puesto sus pensamientos en boca de los soldados y por ende su preocupación, enviándoles con cuentagotas más allá de las fronteras de los elfos, o él actuaba solo.
—Mi socio, aunque él te dirá que la socia soy yo. Cuestión de perspectiva, supongo.— expuso, encogiéndose de hombros, ante el interés por Fahïn.
Si bien aquello apuntaba al inicio de una llevadera conversación, el objetivo de su búsqueda interrumpió todo futuro, irrumpiendo ante ellos a un lado del camino. Sin desmontar todavía, siguió con la mirada al elfo, que sí lo hizo, cuando se agachó para examinar con mayor detalle los cuerpos que las alimañas habían comenzado a tomar como alimento. Fue el dar con aquella flecha lo que convenció a la elfa para bajar del caballo y aproximarse al soldado.
—Ya he visto esto antes, como a medio día antes de llegar a la aldea.— apuntó —Lo siguiente que me encontré fue un puesto de control.
Frunció el ceño, arrugando el gesto. Cualquiera hubiese esperado que los vidacorta fuesen quienes llevarían a cabo una estrategia disuasoria como aquella, eran sus tierras al fin y al cabo. Sin embargo, asesinatos como aquellos, cometidos por hijos del bosque… ¿Por qué? El hambre, la desazón, tendría sentido si se encontrasen en tierra de nadie, abandonados, olvidados. Con sopesadas razones habría considerado llamarlo supervivencia, pero en los alrededores del asentamiento más prolífero que habían alcanzado los suyos tras la espantada… No, no era necesaria.
—¿Y eso qué demonios significa?— espetó, airada, ante la declaración grabada en la tablilla. —Alinne Vínniara…— releyó en voz alta, pensativa —¿Te dice algo?
Ante la negativa del elfo, nada pudo hacer más que teorizar, aunque de manera escasa, sin pensar que aquello que transportaban fuese razón de nada. No obstante, siguió a su congénere hasta la parte trasera de los carros, volcados sobre el sendero. Sin embargo, poco tiempo tuvieron para sacar algo en claro antes de que, de entre la maleza de las orillas del sendero, la órden de ataque sonase clara en los oídos de los elfos, en su lengua madre.
El tirón en el brazo pilló por sorpresa a la elfa, que sin oportunidad para oponerse se vio arrastrada tras uno de los carros volcados y todo a su alrededor pasó más rápido de lo que su cabeza pudo razonar. Cuando la contienda acabó, no quiso aguardar un segundo en salir al encuentro de quienes habían truncado el intento de emboscada de aquellos elfos que ahora, tendidos sin vida en el suelo, debían de estar aguardando ocultos a la espera de que alguien cayese en su trampa.
Su repente se calmó en cuanto los elfos que quedaban en pie, bien armados y cubiertos de notables protecciones, comenzaron a rodearlos. Mejor alerta que alterada. A pesar de que el tono de quien parecía dirigir aquella división sonaba calmado, no pudo evitar sentir sus palabras como un precavido y sutil interrogatorio. Pareció ser la única. Eso, o el espabilado del soldado Eleandris estaba dispuesto a jugar una carta que no parecía tener valor alguno, dadas las circunstancias. La elfa clavó la mirada en su compañero, esperando que fuese capaz de acertar con sus palabras.
No hombre, no. Así no. ¿Pero es que no ha visto a esta gente? ¿Dónde se ha dejado la prudencia de hace un momento? Por esto los soldados siguen órdenes y no las dan. Proyección, hombre, piensa un poco. ¡Ah! Genial, ¿ahora le desafías? Se acercan más... Eleandris... Cállate...
—...Qüernárin, Mariscal de Nagnu.
Volvió a poner su atención en el que se presentaba como cabeza de la aldea, o eso pensaba ella, al no haber alcanzado a escuchar el encabezado de su nombramiento. Esto es lo que pasa por no saber leer y responder antes de haber entendido lo que te han dicho, ¿sabéis? Comprensión lectora, se llama. Lo que sí advirtió fue la nueva intención de su compañero por responder, adelantándose a ello. Si se encontraban frente aquel que dirigía aquel asentamiento, más que antes debían andarse con pies de plomo. Después de lo visto, no terminaba de hacerse una idea de si el lugar resultaba ser seguro o bienaventurado. Aunque notablemente a regañadientes, Eleandris bajó el arma y apaciguó sus repliques.
Eres una maestra, Aylizz.
Pensó la elfa para sí con ironía, abochornada, tras caer en su error. Al comprender ahora de quién se trataba, no tuvo a bien continuar exponiéndose así, pero antes de tratar de escabullirse, de nuevo Eleandris frenó sus pasos. Sin embargo, aquella patinada pareció causar gracia en el lugarteniente, que relajando su expresión terminó por responder. La elfa se sosegó, aceptando que esta vez su compañero había acertado al agarrarla, cuando las palabras del Segundo, del que trataba por escudriñar su nombre de no ser el que ella pensaba, sonaron en contra de aquellos preceptos. Sectarios, no podía renegar más de aquel tipo de congéneres. Poco más expuso Iyethil, antes de encomendarles la entrega de un objeto, al que prefirió no acercarse. Esferas y fantasmas del pasado, no gracias. Tampoco estaba dispuesta a volver a la aldea, al menos todavía no. Por fín había dado con alguien que parecía estar dispuesto, aunque tras serpentear mucho, a esclarecer algo de lo que se gestaba en aquellas tierras.
—Si me permitís, Segundo, querría acompañaros en vuestra ronda. Uno de los carros de mi compañía emprendió ya el regreso y dadas las circunstancias… Me gustaría cerciorarme que no encontraron problemas en su salida.
Ya que había ideado una farsa, decidió continuarla un poco más. Después de todo, a conocimiento de D’Ur la tarea había sido encomendada a un sólo hombre. A pesar de las reticencias del Lugarteniente, advirtiendo lo peligroso que podían resultar los alrededores para una dama, terminó por acceder tras la absoluta indiferencia mostrada por la elfa ante los mencionados peligros. Antes de tomar uno de los caballos amarrados, se acercó a su compañero.
—En lo que al mayordomo respecta, yo no tengo nada que ver, no he estado aquí, no existo.— expuso al elfo, en un tono que sólo él alcanzaba a escuchar —¿Pero me contarás lo que ocurra cuando vuelva, soldado?— añadió, ahora con complicidad, sonriendo satisfecha tras la afirmación.
Cuando se hubieron despedido, la elfa siguió los senderos en dirección norte, a caballo junto a Iyethil y los suyos, peregrinando por el bosque durante horas en las que la calma parecía haberse adueñado de los alrededores a la aldea que se esforzaba por hacerse un hueco en el mundo.
La joven no perdía de vista al soldado. Si bien sus actos seguían la línea del resto de guardias que había conocido en el control de caminos en los días previos a su llegada a Nagnu, su actitud dejaba entrever mayor recepción por compartir sus puntos de vista. Peregrinaron por el bosque durante horas en las que no alcanzaron a dar con nadie y en las que tampoco se cruzaron demasiadas palabras, hasta que entre la frondosidad del bosque dieron con un grupo bien apostado, alrededor de una hoguera. Media docena, elfos y humanos acampados juntos y bastante armados, aunque los vidacorta sobresalían en número. Iyethul y los suyos no sopesaron y pasaron sobre ellos a cuchillo.
—Hoy ha sido un buen día.— afirmó el lugarteniente tras la escabechina, sonriente —La ciudad está un poco más segura.
La elfa, que había quedado inmóvil tras la impactante escena, incapaz de haber intervenido más que para ocultarse tras los árboles, evitando ser alcanzada por el acero cruzado, se acercó ahora al soldado.
—Pero estos... No... Es decir, ¿estaban juntos? ¿Acaso colaboraban?— no daba crédito, no comprendía, hasta el momento sólo había visto que humanos y elfos se enfrentaban en los caminos.
—Grupos humanos desean expulsarnos de éstas tierras.— explicó él —Y hay elfos descastados que no conocen el amor por los suyos, sólo codicia y maldad— se encogió de hombros —Los erradicamos como malas hierbas.
Miró alrededor de la escena, tratando de no pararse más de lo necesario a contemplar los cuerpos, sólo lo indispensable para alcanzar a distinguir algún detalle. Todos iban armados, aunque no tan bien como los guerreros de Iyethil. Parecían llevar tiempo en el campamento, dada la cantidad de deshechos y la dificultad para encontrar su ubicación. Una sola hoguera indicaba que la camaradería entre unos y otros era buena.
—Ese grupo que sigue el Alinne... Nosequé... ¿Tienen algo que ver?— curioseó sutilmente —O Nagnu cuenta con demasiadas amenazas...— sopesó.
—Los seguidores del Alinne Vinniara habrían torturado a estos elfos. Nosotros preferimos una muerte rápida. Y sí— suspiró —Nagnu y los elfos tenemos demasiadas amenazas…
—¿Por qué no un juicio?— la elfa notó cómo la mirada compasiva del soldado se clavaba en ella antes de darle una respuesta.
—Estamos en guerra y ellos son el enemigo. Mi posición me lleva a ser juez, jurado y verdugo. Yo soy la ley y el escudo de los míos.
—Claro...— asumió con desdén y una caída de ojos —¿Y para qué está vuestro señor entonces?
—Para asuntos importantes. Tanto Él como Ella.
La elfa arqueó una ceja. ¿Ella? Por alguna razón su mente conectó con la noche del alumbramiento y las palabras de la muchacha, hablando de una mujer que le prometió bonanzas si la criatura nacida resultaba ser de los suyos. Los Señores, el lugarteniente y el mayordomo. ¿Alguien más en la jerarquía?
—Los suministros que traemos, ¿con quién debo hablar sobre su administración?
—D'Ur Illuna es el intendente mayor— su voz no mostraba aprecio, pero tampoco ningún mal sentimiento.
La elfa torció el gesto. ¿Qué asuntos entonces trataban Los Señores? La Administración se encontraba bajo el mando de Illuna y la fuerza militar bajo el de Iyethil. ¿Qué había de más importancia?
—Comprendo...— terminó de apartar la vista de la escena —Quizá debería dar media vuelta y regresar para tratar con él, de ser así. Si hasta ahora no hemos dado con mis compañeros asumo que marcharon sin percances.
—Como desees.— aceptó él sin mirarla —Preferiría que una escolta, por pequeña que sea, te llevase de vuelta a Nagnu. Es necesario proteger a los nuestros.
—¿Prescindir de vuestros hombres? Como gustéis, aunque no es necesario.
Gustó el Lugarteniente de ordenar a dos hombres que la acompañasen y aunque ganas no le faltaban, no se opuso. Estaba demasiado acostumbrada a ser guardada, que así fuese una vez más, al menos tendría tiempo de apagar sus instintos y centrarse en darle vueltas a lo turbio que se empezaba a desgranar. Tras horas en silencio, la rudimentaria muralla del pueblo se dejó ver a escasos metros del sendero. La escolta la acompañó hasta el mismo portón, como les había sido ordenado y no dieron media vuelta hasta que la perdieron de vista en el interior de las calles.
Aylizz pateó cada rincón buscando a Eleandris, viéndose en la necesidad de terminar por preguntar a varios de los viandantes por si alguien pudiese identificar a un soldado de rubia melena. Fácil, ¿no?
—¿Alto, apuesto y de piel tostada? ¿Con una lanza que nada envidia a su figura?— una jovencita que recorría la calle principal junto a otras tres se regodeaba ante la pregunta, afirmando haberlo visto y revisto, entre sonrojos.
—Eh… Si, supongo.— casi le dió la risa —¿Por dónde?
—Se dirigía al portón de Pueblo Viejo.— expuso, señalando en tal dirección.
—Gracias, le diré que tiene admiradoras.— bromeó, mientras se alejaba hacia su encuentro con el elfo.
Aylizz Wendell
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Era conocimiento común de todo matón, ladrón, asesino y sinvergüenza en general que cuando algo era demasiado bueno para ser cierto, es porque te estaban tomando el pelo. Aquí estaba yo, lamentándome como un precioso saquito de oro de pelo rojo se escapaba de mi alcance cuando me vienen estos elfos ofreciéndome oro por simplemente espiar a unos humanos y elfos y, si la oportunidad se presenta, finiquitar a cierta elfa demasiado apegada a las enseñanzas del Árbol Madre.
El trato tenía una pega, claro. Si algo se torcía, no dudarían en venderme a la guardia y negar toda conexión conmigo. Pero eso era lo habitual en estos casos. ¿Por qué si no contratarme? Los de mi calaña somos desechables.
-A ver si lo he entendido-dije divertido, mientras sujetaba el mapa entre mis dedos.-En estos lugares encontraré algunos humanos indeseables, junto con algunos elfos. Necesitáis que esa chusma desaparezca, pero sin montar un alboroto. También queréis que tenga la oreja puesta para localizar a esta tal Amarië Isandris, que necesita ser eliminada. Todo ello por una suma de dinero indeterminada y a petición de unos perfectos desconocidos, ¿cierto?-
Esperé su respuesta.
-Acepto encantado-dije con una amplia sonrisa
Se lo que estáis pensado, Salük, vaya genio estas hecho. Esos capullos de orejas largas quieren que les hagas todo el trabajo sucio, no van a mirar por ti, y puede que hasta ni te paguen cuando este el trabajo hecho.
Y tenéis razón, en un principio, era una posición muy poco ventajosa para mí. Pero os equivocáis en algo, elfos ya me han dado algo bastante valioso, algo esencial para alguien como yo. Información.
Cuando te mueves en los bajos fondos de cualquier civilización, tienes que estar atento o acabas con un cuchillo en las costillas y de alfombra para algún ricachón (pobre Ursis). Hay que saber quienes son los jugadores, cuáles los bandos, que piezas hay y, lo más importante, quien odia a quien y quien puede pagarte más. Ahora lo sabía. Además, como bonus, me han señalado en el mapa una taberna, gracias a los Dioses, ya sabía donde iba a empezar mi búsqueda.
Tras una breve despedida, me guardé el mapa junto a mi monedero y puse rumbo al "Eco Lejando".
El trato tenía una pega, claro. Si algo se torcía, no dudarían en venderme a la guardia y negar toda conexión conmigo. Pero eso era lo habitual en estos casos. ¿Por qué si no contratarme? Los de mi calaña somos desechables.
-A ver si lo he entendido-dije divertido, mientras sujetaba el mapa entre mis dedos.-En estos lugares encontraré algunos humanos indeseables, junto con algunos elfos. Necesitáis que esa chusma desaparezca, pero sin montar un alboroto. También queréis que tenga la oreja puesta para localizar a esta tal Amarië Isandris, que necesita ser eliminada. Todo ello por una suma de dinero indeterminada y a petición de unos perfectos desconocidos, ¿cierto?-
Esperé su respuesta.
-Acepto encantado-dije con una amplia sonrisa
Se lo que estáis pensado, Salük, vaya genio estas hecho. Esos capullos de orejas largas quieren que les hagas todo el trabajo sucio, no van a mirar por ti, y puede que hasta ni te paguen cuando este el trabajo hecho.
Y tenéis razón, en un principio, era una posición muy poco ventajosa para mí. Pero os equivocáis en algo, elfos ya me han dado algo bastante valioso, algo esencial para alguien como yo. Información.
Cuando te mueves en los bajos fondos de cualquier civilización, tienes que estar atento o acabas con un cuchillo en las costillas y de alfombra para algún ricachón (pobre Ursis). Hay que saber quienes son los jugadores, cuáles los bandos, que piezas hay y, lo más importante, quien odia a quien y quien puede pagarte más. Ahora lo sabía. Además, como bonus, me han señalado en el mapa una taberna, gracias a los Dioses, ya sabía donde iba a empezar mi búsqueda.
Tras una breve despedida, me guardé el mapa junto a mi monedero y puse rumbo al "Eco Lejando".
Salük
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Las piernas se me aflojaron, sentí por fin después de muchos días, -en concreto desde mi abrupta llegada a Nagnu- que me relajaba, que todo iba a estar bien. Las palabras del elfo cuyo nombre era impensable incluso su pronunciación, Lord Chambelan, hicieron aparecer una enorme sonrisa en mis labios pálidos y despellejados por los nervios que me hacían morderlos y maltratarlos. Asentía con ímpetu a todas sus palabras, hasta que me di cuenta de que acababa de asentir a una pregunta.
-Ah, sí, sí, claro. Por supuesto. Déjeme ayudar a recoger y dar de comer a mi caballo, mañana con los primeros rayos del sol me acercaré a la parte más alta.
A penas pude decir lo último, palabras que por otra parte en mi cabeza sonaron pomposas, ¿Cómo decían por la mañana en Aerandir? Quedamos a desayunar a las ocho de la mañana, ¿Existirían los relojes de sol? Muchas preguntas se acinaban en mi cabeza dispersa, embobada viendo como se retiraba el mariscal con sus hombres, y como poco a poco se desmontaba aquel escenario que tanto sudor y lágrimas nos había costado montar. Paseé por los bastidores, ensimismada, agarrando con ímpetu la bolsa de monedas. Ese peso que me hacía tan feliz. no iba a volver a pasar hambre en bastante tiempo. Pagué su parte a cada actor conforme me los encontraba, recogiendo atrezzo o llevando el vestuario, y aún así la bolsa casi no menguó. Podía acostumbrarme a aquello.
-¡Merié! -La voz de mi querida y deslumbrante Pocahontas me sacó de mi trance monetario. -¿Te quedarás en Nagnu? ¿Harás otra obra de teatro?
La morena me tomó de las manos con los ojos vidriosos, triste por haber acabado aquella aventura tan divertida para ella, y tan tortuosa para mi, aunque me llevaría unos buenos recuerdos de aquella buena gente, de aquellos ensayos en los que no nos entendíamos a penas.
-De momento me quedaré, mañana me han invitado a la parte alta de la ciudad.
Respondí casi instintivamente, tomando también las manos de mi amiga elfa. La cara se le desencajó por un momento, sin disimular su asombro.
-¡¿Enserio?! Menudo honor mi querida amiga de orejas pequeñas. -Me respondió apretándome más fuerte las manos.
Encogí los hombros con una amplia sonrisa, si ella lo decía. Me abrazó, y me susurró unas palabras en élfico que no podría volver a repetir ni aunque quisiera, y desapareció entre su numerosa familia que se llevaron, literalmente, el escenario a cuestas. Allí estaba, en pocos minutos sola sobre un escenario vacío, frente a una platea sin público. El anaranjado del cielo me acompañó el camino de vuelta a casa. Me tomé la molestia de comprarme una buena cena de camino, y un par de manzanas a Sándalo.
La mañana siguiente hice de tripas corazón, y con la compañía de Sándalo me di un reconfortante baño en el lago, acicalándome para la ocasión. Iba a conocer a gente importante, no a quienes esperaba conocer, pero un paso más cerca de mi objetivo, Lunargenta y sus archivos, la verdad de Aerandir.
Durante mi estadía con mi compañía de teatro improvisada, mi amiga Pocahontas me regaló un vestido que me puse para la ocasión, color champán con decorados rojos resaltaba el rosa pálido de mi pelo y el rojo con el que me había maquillado los labios. Casi que tardé más en hacerme un moño decente que en ajustarme el corpiño. Me até la capa y preparé el zurrón con mi libreta y bártulos de cronista. Respiré hondo antes de despedirme de Sándalo con una manzana.
Creo que aquella fue la primera vez que caminé por Nagnu sin taparme la cabeza con la capucha, luciendo con orgullo mis menudas orejas y el llamativo color de mi pelo. Ahora era Merié, "Meriyé, la de Pocahontas". Los primeros rayos incidían en la línea interior de murallas de Nagnu, sobre una pequeña colina.
-Buenos días, me invitó el chambe... el señor mariscal. Soy Merié, la cronista. -Me presenté con una pequeña reverencia a la guardia de la puerta y saqué de mi zurrón aquel pergamino con el sello,
-Ah, sí, sí, claro. Por supuesto. Déjeme ayudar a recoger y dar de comer a mi caballo, mañana con los primeros rayos del sol me acercaré a la parte más alta.
A penas pude decir lo último, palabras que por otra parte en mi cabeza sonaron pomposas, ¿Cómo decían por la mañana en Aerandir? Quedamos a desayunar a las ocho de la mañana, ¿Existirían los relojes de sol? Muchas preguntas se acinaban en mi cabeza dispersa, embobada viendo como se retiraba el mariscal con sus hombres, y como poco a poco se desmontaba aquel escenario que tanto sudor y lágrimas nos había costado montar. Paseé por los bastidores, ensimismada, agarrando con ímpetu la bolsa de monedas. Ese peso que me hacía tan feliz. no iba a volver a pasar hambre en bastante tiempo. Pagué su parte a cada actor conforme me los encontraba, recogiendo atrezzo o llevando el vestuario, y aún así la bolsa casi no menguó. Podía acostumbrarme a aquello.
-¡Merié! -La voz de mi querida y deslumbrante Pocahontas me sacó de mi trance monetario. -¿Te quedarás en Nagnu? ¿Harás otra obra de teatro?
La morena me tomó de las manos con los ojos vidriosos, triste por haber acabado aquella aventura tan divertida para ella, y tan tortuosa para mi, aunque me llevaría unos buenos recuerdos de aquella buena gente, de aquellos ensayos en los que no nos entendíamos a penas.
-De momento me quedaré, mañana me han invitado a la parte alta de la ciudad.
Respondí casi instintivamente, tomando también las manos de mi amiga elfa. La cara se le desencajó por un momento, sin disimular su asombro.
-¡¿Enserio?! Menudo honor mi querida amiga de orejas pequeñas. -Me respondió apretándome más fuerte las manos.
Encogí los hombros con una amplia sonrisa, si ella lo decía. Me abrazó, y me susurró unas palabras en élfico que no podría volver a repetir ni aunque quisiera, y desapareció entre su numerosa familia que se llevaron, literalmente, el escenario a cuestas. Allí estaba, en pocos minutos sola sobre un escenario vacío, frente a una platea sin público. El anaranjado del cielo me acompañó el camino de vuelta a casa. Me tomé la molestia de comprarme una buena cena de camino, y un par de manzanas a Sándalo.
La mañana siguiente hice de tripas corazón, y con la compañía de Sándalo me di un reconfortante baño en el lago, acicalándome para la ocasión. Iba a conocer a gente importante, no a quienes esperaba conocer, pero un paso más cerca de mi objetivo, Lunargenta y sus archivos, la verdad de Aerandir.
Durante mi estadía con mi compañía de teatro improvisada, mi amiga Pocahontas me regaló un vestido que me puse para la ocasión, color champán con decorados rojos resaltaba el rosa pálido de mi pelo y el rojo con el que me había maquillado los labios. Casi que tardé más en hacerme un moño decente que en ajustarme el corpiño. Me até la capa y preparé el zurrón con mi libreta y bártulos de cronista. Respiré hondo antes de despedirme de Sándalo con una manzana.
Creo que aquella fue la primera vez que caminé por Nagnu sin taparme la cabeza con la capucha, luciendo con orgullo mis menudas orejas y el llamativo color de mi pelo. Ahora era Merié, "Meriyé, la de Pocahontas". Los primeros rayos incidían en la línea interior de murallas de Nagnu, sobre una pequeña colina.
-Buenos días, me invitó el chambe... el señor mariscal. Soy Merié, la cronista. -Me presenté con una pequeña reverencia a la guardia de la puerta y saqué de mi zurrón aquel pergamino con el sello,
Merié Stiffen
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Una siniestra sonrisa cruzó sus labios, echado en la blanda hierba al tiempo que el sol despuntaba, dándole la bienvenida al comienzo de su último movimiento de una partida que había comenzado meses atrás, tras la derrota de los Jinetes Negros. Otros no habrían llegado tan lejos, o habrían dado marcha atrás ante todo cuanto tenía preparado, pero jugadas así requerían voluntades más fuertes. La suya.
[…]
Merié no había sido la única que esa mañana esperaba ser recibida por los Señores de Nagnu. Otros dos elfos de cabellos dorados, hombre y mujer habían llegado a la parte alta de la naciente urbe, separados de la bella mansión por la guardia compuesta de cuatro miembros portadores de escudos de lágrima, yelmos de clara factura élfica, afiladas lanzas y armaduras. La guerrera que los dirigía sonrió de una manera que mezclaba compasión con un punto divertido en su mirada. Parecía imaginar lo que les había costado ser invitados a traspasar su cordón de seguridad. Con un gesto de la mano, sus soldados formaron un pequeño pasillo que invitó a los recién llegados al interior, volviendo a cerrarse como una tenaza de hierro cuando elfos y humana accedieron a la residencia de los Señores.
Al principio, pudo sorprenderles la quietud que se respiraba en el ambiente, quizá en comunión con lo podía esperarse del lugar que regía la vida de todos aquellos que habían tratado de encontrar en Nagnu paz y seguridad. No se trataba de eso.
Después de avanzar, un salón de buen tamaño que no se mostraba excesivo, acorde a unos quince invitados, permitió entrever una ornamentación escultórica a base de medio relieves de una hechura asombrosa fuera de las grandes ciudades y sus experimentados maestros. Tampoco nadie, elfo, humano u otra criatura, había salido aún a recibirles. La quietud comenzó a transformarse en desconfianza. No se trataba de eso. Era el olor.
Apenas fueron capaces de distinguirlo hasta que comenzaron a ascender por la escalinata que en la parte izquierda de la mansión comunicaba el piso inferior con el superior. Primero suave, casi delicado. Más fuerte a cada paso. No hubieran necesitado abrir la puerta que daba acceso a todas las estancias de la parte más elevada de la morada para comprenderlo. Sólo fue suficiente para que el horror llegase a dibujarse en sus rostros, pues hubiesen o no contemplado sucesos similares, nadie habría podido permanecer impertérrito. No sin ser alguien por completo carente de la más elemental humanidad.
Sirvientes, a juzgar por sus vestimentas, algunos por irrisorias armas en las manos, habían sido asesinados con una furia tan manifiesta que sólo uno entre más de una docena conservaba todos sus miembros aún pegados al cuerpo. Varias cabezas con un rictus de terror aún conservado les contemplaban desde la muerte. Y la sangre hacía imposible avanzar sin pisar el líquido vital, con esa fetidez asaltándoles a cada instante. Repulsivo.
Sin embargo, aquello era sólo el aperitivo de una bandeja de violencia que les habían servido de la forma más cruel. El plato principal cayó sobre ellos como un rayo, cuando al alzar la vista, distinguieron a una hermosa, o al menos lo había sido, pareja de elfos ataviados con unas prendas que delataban su calidad asesinados por una miríada de apuñalamientos, aún tomados de una de sus manos, en la mismísima gran mesa ovalada del salón principal. Dos humanos, mercenarios por su apariencia, habían perdido la vida cerca de los Señores.
¿Qué…?
[…]
El sol, radiante, estaba dispuesto a asumir un día más, y uno de los escribas a las órdenes de D´Ur Illuna, acudió temprano al lugar de trabajo de su oficial al mando. Uno de los molinos cercanos estaba regateando en exceso la entrega del cereal, y confiaba que éste pudiera resolverlo. Los problemas del día a día eran numerosos, pero el escriba no podía perder la esperanza. Pese a todo, la ciudad prosperaba.
Llamó con timidez, antes de abrir la puerta como D´Ur les había ordenado que hiciesen en las largas horas que se encontraba dentro. Si ésta se hallaba cerrada, deberían esperarle por urgente que fuese su interés. Sus útiles cayeron al suelo, y el ayudante gritó de horror, al contemplar la cabeza y brazos del mayordomo de los Señores sobre su escritorio, y el cuerpo inclinado hacia adelante. El ambiente olía terriblemente a quemado y descomposición, y el escriba sólo distinguió una única cosa que jamás había visto allí: dos mitades de una pequeña esfera, con unos restos negruzcos que había comido parte de la madera de la mesa.
Corrió a avisar a los guardias. Su jefe guardaba una relación de todas las visitas. Tenían que dar con el asesino que había estado allí el día anterior y le había entregado ese malévolo objeto que había asesinado a uno de los elfos más prominentes de la urbe. Su rostro se crispó, pasando del miedo a una desmedida ansia de venganza.
[…]
Aquellas cabezas olían terriblemente, y aunque eran la única prueba de que se había encargado de esa petición que había rezado en el tablón de bandos de Nagnu, en más de una ocasión deseó tirarlas. Si el hedor se pegaba a él necesitaría un largo baño, y no estaba seguro que en esa población aún por construir alguna taberna tuviese a bien prepararle uno decente.
Fue el sonido de las espadas, una de sus canciones más conocidas, el que le hizo apresurarse. ¿Atacaban a unos elfos refugiados que vivían en paz? ¿Humanos? ¿Bestias? Desenvainó con rapidez, corriendo guiándose por su oído.
Llegó demasiado tarde.
Cinco elfos bien armados habían dado las ultimas estocadas a un pobre diablo de su misma raza, que agonizó con unos ojos que sólo mostraban espanto. Un hilo de sangre salió de su boca, antes de dormir para siempre. Sin envainar, los ojos grises del espadachín pasaron por cada uno de los asesinos, quienes, no obstante, no trataron de cargar contra el testigo de su acto. Uno de ellos se adelantó, dirigiéndose al forastero, quien soltó su tétrico saco.
-Era Quernárin- parecía realmente apenado- mariscal de Nagnu, líder de todos los que protegemos a nuestros hermanos exiliados de Sandorái. Él y sus cómplices han asesinado a los Señores.
La mirada de Nousis se alarmó de manera notable. ¿Habían muerto, los que eran su razón para haber llegado hasta allí?
-¿Cómo…?- quiso preguntar. El soldado negó con la cabeza con lentitud.
-No lo sabemos. Nagnu pronto será un hervidero de sangre. Debemos encontrar a los culpables antes de que el mal se extienda y devore nuestro nuevo hogar.
-¿Quién ostenta la autoridad ahora?
-Iyethil tratará de devolver el orden. La ciudad será cerrada- las cabezas de los bandidos fueron entonces el centro de atención para el líder del pelotón y sus orejas no dejaban lugar a dudas acerca de su forma. Asintió como acordando algo consigo mismo- Vete si no deseas verte envuelto en lo que va a ocurrir. Todos los que no pertenezcan a nuestra raza serán juzgados, como todo elfo sospechoso de haber tomado parte en la desgracia. Hallaremos a los culpables.
Nou giró los ojos a un lado, pensativo. También él deseaba conocer qué había ocurrido, y la información de la que disponía se le antojaba insuficiente. No podía permitir una masacre de los suyos, si lo ocurrido era el primer paso de una invasión a fin de aniquilar la nueva comunidad. Debía quedarse.
[…]
Se desperezó, levantándose antes de dar la orden de partida. Todo se había llevado a cabo como era necesario para el futuro de su gente. Los cuernos sonaron, anunciando la inminente partida. Primero limpiaría Nagnu. Ello haría entender a sus congéneres que su causa era justa. Otros se unirían a él, los suficientes como para purgar a quienes en Sandorái continuaban a favor de las razas malditas y de unos incapaces que habían permitido a sus enemigos ancestrales mancillar Árbol Madre.
Iyethil se subió a un tocón, y señaló hacia la urbe.
-¡EN MARCHA!
- Se acercan... :
Nousis Indirel
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Un portazo le hizo despertarse de golpe y sobresaltarse, aquello llevo a que su cuerpo fuera invadido por el dolor de sus heridas, si bien el brazo se había salvado la mayoría de su cuerpo aun estaba golpeado por la pelea de la noche anterior, mas portazos y lo que parecía una discusión se escuchaba afuera de la habitación donde Nero se encontraba, adolorido y con la mayoría de su cuerpo cubierto por vendas Nero finalmente se levanto de la cama con algo de dificultad. Fue entonces que la puerta de la habitación se abrió de golpe.
-Que bueno que despertaste, ahora debes apresurarte y salir de Nagnu cuando antes- Exclamo el curandero.
-Ese ha sido el buenos días mas extraño que he escuchado en mi vida- respondió el ya no tan borracho.
-Créeme que es lo mejor, un par de soldados ha venido para decirme que te invitara cordialmente a abandonar la ciudad- comento el elfo al momento que Casca, Judeau y Pipo entraban al lugar, siendo el ultimo quien traía las armas de Nero.
-Nos han hecho salir para hablar con el medico, los soldados se veían alterados- comento casca algo molesta.
-Esta bien, supongo que será lo mejor- dijo Nero ya resignado.
-No es justo, todos en Nagnu saben que no has hecho mas que ayudar, que ahora quieran sacarte de la ciudad no tiene sentido- reclamaría Judeau antes de ser interrumpido por Ilfridem.
-Asegúrense que salga cuando antes, no te cobrare nada por el servicio que le has prestado a la ciudad- dijo para finalmente pararse en la puerta, esperando a que el grupo saliera.
Nero con algo de dificultad había abrochado el cinturón que cargaba con su espada y mientras se acostumbraba a las punzadas de dolor que recorrían su cuerpo al caminar, amarro la cadena con cuchillas a su brazo teniendo cuidado de no herirse mas de lo que ya estaba. -Gracias por salvar mi brazo y parcharme- dijo para finalmente salir acompañado por los elfos a quienes también agradeció por ello, aunque en el fondo deseaba que no lo hubieran hecho.
---------------------
El ambiente en Nagnu parecía cargado de tensión, cada tantos metros habían apostados grupos de soldados que detenían gente al azar volviendo la situación cada vez mas confusa, el hecho de que Nero fuera reconocido por la mayoría de la gente tampoco ayudaba mucho durante el trayecto pudieron escuchar muchos rumores de la "gran hazaña" que habían realizado la noche anterior, cada una mas ridícula que la anterior.
-Al parecer somos héroes- diría Pipo rompiendo finalmente el silencio con el cual habían viajado hasta el momento.
-Querrás decir que Nero es un héroe- refutaría Casca, ya que sabia que ninguno de los elfos que acompañaban a Nero se habia quedado para pelear a su lado.
-A todo esto, ¿alguno ha escuchado algo sobre Serpico y Kippis?- preguntaría Judeau a los otros 2 elfos.
-Anoche un grupo de soldados se los llevaron para relatar lo que habían visto antes de que Nero los despachara para llevarse todo el crédito- respondería Pipo bromeando.
-Si quieres puedo golpearte un poco para que parezca que hiciste algo- diría con una sonrisa algo amenazadora.
El grupo echo a reír y siguieron avanzando hasta llegar al limite de la ciudad, a la distancia un grupo de soldados provenientes de quien sabe donde se acercaba a la ciudad velozmente. El grupo entonces comenzó a despedirse de Nero.
-Bueno, hemos cumplido con nuestro encargo-
-No pescamos nada, pero fue bastante divertido-
-Cuando lo que sea que esta pasando se acabe procura volver, nosotros te invitamos el vino-
-Esa idea me ha gustado, salvo por la golpiza, si ha sido divertido... Procuren cuidarse entre ustedes y despídanme de los demás-
Nero finalmente se despidió de aquel grupo de elfos amables, Nagnu sin lugar a dudas había sido un lugar algo diferente y sin saberlo aquella ciudad había generado algo raro en el, sin embargo, lo que ocurriría después de esa despedida seria otra de las cargas emocionales que el dragón cargaría en su vida.
El grupo de soldados que vieron antes ya había llegado a la ciudad y estaban reteniendo a la mayoría de los elfos y humanos que intentaban salir, los soldados pasaron de el, quizás por su mal aspecto o alguna otra cosa que no entendía, sus compañeros no tuvieron tanta suerte y Nero estando tan cerca de salir de ahí que era lo que mas le habían encargado, sin un verdadero vinculo con aquellos elfos, tenia todo para irse de aquel lugar y no involucrarse mas en el asunto. Pero así como el había generado cambios en Nagnu, Nagnu a su vez había generado cambios en el.
-Dejen a esos chicos en paz, que ya estoy empezando a molestarme... no tendrás algo de licor de casualidad?- diría poniendo una de sus manos vendadas en el hombro de uno de los soldados que estaba intentando detener a Casca.
-Que bueno que despertaste, ahora debes apresurarte y salir de Nagnu cuando antes- Exclamo el curandero.
-Ese ha sido el buenos días mas extraño que he escuchado en mi vida- respondió el ya no tan borracho.
-Créeme que es lo mejor, un par de soldados ha venido para decirme que te invitara cordialmente a abandonar la ciudad- comento el elfo al momento que Casca, Judeau y Pipo entraban al lugar, siendo el ultimo quien traía las armas de Nero.
-Nos han hecho salir para hablar con el medico, los soldados se veían alterados- comento casca algo molesta.
-Esta bien, supongo que será lo mejor- dijo Nero ya resignado.
-No es justo, todos en Nagnu saben que no has hecho mas que ayudar, que ahora quieran sacarte de la ciudad no tiene sentido- reclamaría Judeau antes de ser interrumpido por Ilfridem.
-Asegúrense que salga cuando antes, no te cobrare nada por el servicio que le has prestado a la ciudad- dijo para finalmente pararse en la puerta, esperando a que el grupo saliera.
Nero con algo de dificultad había abrochado el cinturón que cargaba con su espada y mientras se acostumbraba a las punzadas de dolor que recorrían su cuerpo al caminar, amarro la cadena con cuchillas a su brazo teniendo cuidado de no herirse mas de lo que ya estaba. -Gracias por salvar mi brazo y parcharme- dijo para finalmente salir acompañado por los elfos a quienes también agradeció por ello, aunque en el fondo deseaba que no lo hubieran hecho.
---------------------
El ambiente en Nagnu parecía cargado de tensión, cada tantos metros habían apostados grupos de soldados que detenían gente al azar volviendo la situación cada vez mas confusa, el hecho de que Nero fuera reconocido por la mayoría de la gente tampoco ayudaba mucho durante el trayecto pudieron escuchar muchos rumores de la "gran hazaña" que habían realizado la noche anterior, cada una mas ridícula que la anterior.
-Al parecer somos héroes- diría Pipo rompiendo finalmente el silencio con el cual habían viajado hasta el momento.
-Querrás decir que Nero es un héroe- refutaría Casca, ya que sabia que ninguno de los elfos que acompañaban a Nero se habia quedado para pelear a su lado.
-A todo esto, ¿alguno ha escuchado algo sobre Serpico y Kippis?- preguntaría Judeau a los otros 2 elfos.
-Anoche un grupo de soldados se los llevaron para relatar lo que habían visto antes de que Nero los despachara para llevarse todo el crédito- respondería Pipo bromeando.
-Si quieres puedo golpearte un poco para que parezca que hiciste algo- diría con una sonrisa algo amenazadora.
El grupo echo a reír y siguieron avanzando hasta llegar al limite de la ciudad, a la distancia un grupo de soldados provenientes de quien sabe donde se acercaba a la ciudad velozmente. El grupo entonces comenzó a despedirse de Nero.
-Bueno, hemos cumplido con nuestro encargo-
-No pescamos nada, pero fue bastante divertido-
-Cuando lo que sea que esta pasando se acabe procura volver, nosotros te invitamos el vino-
-Esa idea me ha gustado, salvo por la golpiza, si ha sido divertido... Procuren cuidarse entre ustedes y despídanme de los demás-
Nero finalmente se despidió de aquel grupo de elfos amables, Nagnu sin lugar a dudas había sido un lugar algo diferente y sin saberlo aquella ciudad había generado algo raro en el, sin embargo, lo que ocurriría después de esa despedida seria otra de las cargas emocionales que el dragón cargaría en su vida.
El grupo de soldados que vieron antes ya había llegado a la ciudad y estaban reteniendo a la mayoría de los elfos y humanos que intentaban salir, los soldados pasaron de el, quizás por su mal aspecto o alguna otra cosa que no entendía, sus compañeros no tuvieron tanta suerte y Nero estando tan cerca de salir de ahí que era lo que mas le habían encargado, sin un verdadero vinculo con aquellos elfos, tenia todo para irse de aquel lugar y no involucrarse mas en el asunto. Pero así como el había generado cambios en Nagnu, Nagnu a su vez había generado cambios en el.
-Dejen a esos chicos en paz, que ya estoy empezando a molestarme... no tendrás algo de licor de casualidad?- diría poniendo una de sus manos vendadas en el hombro de uno de los soldados que estaba intentando detener a Casca.
Nero Crimson
Borracho de Aerandir
Borracho de Aerandir
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
- Bien ¿Y que tal el paseo con Iyethil? - Aquella era la mañana en la que por fin conocería a los tan elogiados señores de Nagnu. La tarea de descubrir las motivaciones de estos líderes, el propósito real de Nagnu y quien sabe que mas se mostraba compleja. No tenía tampoco especial prisa por llegar temprano al lugar de reunión pues eso me daría tiempo a ponerme al día con mi compañera.
Al llegar hasta el portón que brindaba acceso al recinto del que los señores hacían hogar una humana aguardaba también a entrevistarse con ellos, mas no le di mucha importancia a aquello asumiendo que no seríamos quizá los primeros en reunirnos con los señores, y seguramente tampoco los últimos. Mostré el salvoconducto a la capitana de la guardia.
Fruncí el ceño cuando nos permitieron el paso. No pretendieron guardar mi lanza mientras estuviese dentro, lo cual hacia gala de una excelente confianza en su capacidad para proteger a los señores o algo extraño pasaba, pues tampoco nos acompañaron hacia el interior del edificio. Un edificio que en primera instancia parecía estar vacío. ¿Y si aquello era algún tipo de prueba o incluso de trampa?
Ahora las palabras de Iyethil me taladraban la mente como el ariete que arremete una y otra vez contra el portón hasta hacerlo caer. "haces demasiadas preguntas" ¿Acaso había arrastrado a Aylizz a un asesinato por ser demasiado directo en mis intenciones? y era así, ¿Qué hacía también la humana allí? Noté como me comenzaban a hormiguear las manos y seguramente para mis compañeras en aquel momento fuese mas que palpable la palidez repentina de mi rostro.
- ¿Hola? - Alcé la voz ante el vacío de ese salón palaciego. - ¿Hay alguien ahí? Venimos con permiso de D'Ur Illuna.- Mi voz se perdió por los huecos y recovecos de aquel edificio con el silencio como única respuesta a mis preguntas. Algo iba mal. No era normal que un lugar así estuviese no solo tan silencioso, sino que aún no nos hubiéramos encontrado con nadie, ni siquiera del servicio.
- Esto no pinta bien. Voy a ver si encuentro a alguien. Os sugiero que me acompañéis, si nos separamos seremos mas vulnerables.- Comencé la frase clavando mi mirada en los ojos de la humana para acabarla mirando a los de Aylizz, esto último enfatizando pues conocía la tendencia de la muchacha a exponerse.
Avancé a paso ligero por los pasillos de la planta baja, observando al exterior por cada ventana que cruzaba en busca de alguna pista que me ayudara a descifrar en que situación nos encontrábamos, y abriendo cada puerta que encontraba de par en par peinando el interior de la habitación que ocultaban desde la propia entrada tratando de evitar posibles emboscadas, pues ni siquiera me encontraba frente a las hojas de madera cuando las hacía girar sobre sus bisagras.
No fue sino hasta que comencé a ascender en dirección a la primera planta cuando obtuve la primera pista. Que toda la planta baja estuviese ausente de sirvientes o guardias debió ser la primera señal para cualquiera para salir de allí, pero no podía dar media vuelta y marcharme, no ahora que había conseguido avanzar tanto.
Aquel olor, que no hacía mas que acrecentarse a cada paso que avanzaba me era bien conocido. Un olor similar al de un campo de batalla instantes después del combate, que aún no huele a podrido pero que también es desagradable, un olor a carne fresca, a sangre y a pánico que llenaba mis fosas nasales y que claramente indicaba lo mal que iban a ponerse las cosas en los próximos días, sino horas.
Al llegar a un portón de doble hoja el olor era tan penetrante que ya requería de ponerme la mano frente a la boca y nariz en un intento de aguantar tal patada al olfato. Miré abajo para agarrar el pomo y abrir cuando pude ver algo negruzco rezumando por el borde inferior de aquellas maderas.
- Yo de vosotras me daba media vuelta, lo que hay detrás de esta puerta va a ser muy duro.- Mantuve mi mano en la maniqueta unos instantes dando tiempo para decidir a mis acompañantes si se arriesgaban o seguían el consejo, tras lo cual volví la vista de nuevo hacia la puerta.
Y la abrí. De un empujón abrí ambas hojas del portón, las cuales se detuvieron al chocar contra los miembros amputados de los que hasta hace quizá horas habían trabajado en el lugar. ¿Cuántos habrían?¿Quince, quizá veinte cuerpos? en un estado tan lamentable era imposible contarlos a simple vista. Tuve que apartar la mirada hacia el muro a mi izquierda mientras intentaba mantener en el estómago el desayuno de aquella mañana, tarea que casi me pareció titánica la segunda vez que me atreví a mirar aquella hecatombe.
El horror de aquellos rostros unido la crueldad con la que se había realizado esos asesinatos sería algo que sabía no me sería fácil olvidar. Los miembros cercenados eran las heridas mas piadosas que se le había infligido a aquella gente a juzgar por las extrañas posiciones de los brazos o las piernas, lo desencajado de la mandíbula de muchos, huesos atravesando la piel que antes los cubría con puntas tan afiladas como agujas, decenas de cortes superficiales en zonas que solo fueron letales por la perdida de la sangre que cubría toda la sala sin contar con aquellos que intentaron mantener sus vísceras dentro del vientre sin éxito alguno. Al fondo una pareja que a juzgar por sus ropas serían los señores, también asesinados de forma brutal pondrían el broche a una escena de pesadilla.
Ni en toda una vida sabré decir jamás de donde encontré el valor para entrar en aquella sala, implorando perdón a las almas de quienes alfombraban el suelo con su carne al no poder dar dos pasos seguidos sin pisar algún cadáver. Me dispuse a investigar la sala en busca de alguna prueba que señalara la autoría de aquél acto de crueldad despiadada esperando quizá otra tablilla que lo vinculara con ese tal Alinne Vinníara.
Pude distinguir los cuerpos de dos hombres, mercenarios a juzgar por su equipamiento y humanos por sus rasgos, también asesinados, pero sus heridas no parecían coincidir con las improvisadas armas con las que aquellos pobres diablos habían intentado defenderse en vano, o tal vez no quería yo que coincidieran. el olor y el espectáculo dantesco me dificultaba el pensar intoxicando con la emoción cada pensamiento de aquel momento.
Las manos de la pareja unidas en un ultimo estrechamiento me cuadraban en una pareja que se rendía a su destino y por los rumores que me hicieron venir hasta Nagnu ese comportamiento en los señores de la ciudad me chirriaba. Además que todos los cadáveres estuviesen en una misma habitación y la disposición en la que se encontraban los cuerpos de los señores se me hicieron una puesta en escena artificial. Una puesta en escena que, junto a los cadáveres de los dos mercenarios humanos me hizo crear una historia sobre lo que pudo haber ocurrido allí.
Tomé las armas de ambos mercenarios y tras limpiarle los restos de las empuñaduras los puse en las manos de las dos mujeres. Cuando acabé de buscar mis pruebas me dirigí raudo hacia la salida de la sala.
- No podemos gastar mas tiempo aquí. este edificio debe tener una salida al exterior distinta de la que hemos usado. El día que llegué estuve explorando la ciudad y vi un punto por el que sería mas sencillo escalar el muro, saldremos por allí. Esto no puede haber sucedido sin que la guardia se diese cuenta así que la puerta principal ya no es una opción. Si os digo que corráis, lo hacéis. Si alguien se interpone en vuestro camino atacad directamente al cuello y en cuanto tengáis la mas mínima oportunidad de salir de la ciudad hacedlo. No hay espacio para las dudas, ni para pensar. Si os paráis daos por muertas. Esta ciudad pronto arderá hasta los cimientos. -
Con ojos aún vidriosos avanzaba por los pasillos lanza en mano sin permitir que ninguna de las dos me adelantara si acaso lo intentasen pero preparado para defenderme si alguien atacara. Cada esquina, cada sombra era un potencial peligro y me movía conforme a ello apremiando a Meríe, que aún en estado de shock avanzaba a remolque. Tras encontrar la puerta del servicio observé unos instantes el exterior asegurándome que no seríamos vistos y tan pronto lo vi claro fui a la carrera hasta el punto por el que escalaríamos el muro. Un punto que afortunadamente se encontraba al extremo opuesto del que formaba la entrada. Me apoyé contra el muro dejando mi lanza a un lado y con susurros les di a las chicas indicaciones para que me utilizaran como punto de apoyo mientras escalaban el muro, yo sería el ultimo en salir y no habría discusión en ello.
una vez ellas estuvieron fuera revisé una vez mas que nadie nos hubiera visto, pase mi lanza sobre el muro y me dispuse a salir yo. Ahora mi prioridad sería distinta, Tenía que organizar una evacuación de la ciudad y tenía que hacerlo para ayer e improvisado.
-Aylizz.- La llamé en nuestro idioma. - Necesito que me hagas un favor. Ve hasta mi aldea, Corona del sol, y pide hablar con los ancianos. diles que te envío yo y lo que has visto aquí. Esto no es obra de mercenarios ni otros indeseables, sino de elfos. Tienen que prevenir al resto de clanes.- Y sin esperar respuesta de la muchacha salí corriendo en dirección a los callejones de la ciudad creyendo ya tener un buen punto para organizar la evacuación.
Al llegar hasta el portón que brindaba acceso al recinto del que los señores hacían hogar una humana aguardaba también a entrevistarse con ellos, mas no le di mucha importancia a aquello asumiendo que no seríamos quizá los primeros en reunirnos con los señores, y seguramente tampoco los últimos. Mostré el salvoconducto a la capitana de la guardia.
Fruncí el ceño cuando nos permitieron el paso. No pretendieron guardar mi lanza mientras estuviese dentro, lo cual hacia gala de una excelente confianza en su capacidad para proteger a los señores o algo extraño pasaba, pues tampoco nos acompañaron hacia el interior del edificio. Un edificio que en primera instancia parecía estar vacío. ¿Y si aquello era algún tipo de prueba o incluso de trampa?
Ahora las palabras de Iyethil me taladraban la mente como el ariete que arremete una y otra vez contra el portón hasta hacerlo caer. "haces demasiadas preguntas" ¿Acaso había arrastrado a Aylizz a un asesinato por ser demasiado directo en mis intenciones? y era así, ¿Qué hacía también la humana allí? Noté como me comenzaban a hormiguear las manos y seguramente para mis compañeras en aquel momento fuese mas que palpable la palidez repentina de mi rostro.
- ¿Hola? - Alcé la voz ante el vacío de ese salón palaciego. - ¿Hay alguien ahí? Venimos con permiso de D'Ur Illuna.- Mi voz se perdió por los huecos y recovecos de aquel edificio con el silencio como única respuesta a mis preguntas. Algo iba mal. No era normal que un lugar así estuviese no solo tan silencioso, sino que aún no nos hubiéramos encontrado con nadie, ni siquiera del servicio.
- Esto no pinta bien. Voy a ver si encuentro a alguien. Os sugiero que me acompañéis, si nos separamos seremos mas vulnerables.- Comencé la frase clavando mi mirada en los ojos de la humana para acabarla mirando a los de Aylizz, esto último enfatizando pues conocía la tendencia de la muchacha a exponerse.
Avancé a paso ligero por los pasillos de la planta baja, observando al exterior por cada ventana que cruzaba en busca de alguna pista que me ayudara a descifrar en que situación nos encontrábamos, y abriendo cada puerta que encontraba de par en par peinando el interior de la habitación que ocultaban desde la propia entrada tratando de evitar posibles emboscadas, pues ni siquiera me encontraba frente a las hojas de madera cuando las hacía girar sobre sus bisagras.
No fue sino hasta que comencé a ascender en dirección a la primera planta cuando obtuve la primera pista. Que toda la planta baja estuviese ausente de sirvientes o guardias debió ser la primera señal para cualquiera para salir de allí, pero no podía dar media vuelta y marcharme, no ahora que había conseguido avanzar tanto.
Aquel olor, que no hacía mas que acrecentarse a cada paso que avanzaba me era bien conocido. Un olor similar al de un campo de batalla instantes después del combate, que aún no huele a podrido pero que también es desagradable, un olor a carne fresca, a sangre y a pánico que llenaba mis fosas nasales y que claramente indicaba lo mal que iban a ponerse las cosas en los próximos días, sino horas.
Al llegar a un portón de doble hoja el olor era tan penetrante que ya requería de ponerme la mano frente a la boca y nariz en un intento de aguantar tal patada al olfato. Miré abajo para agarrar el pomo y abrir cuando pude ver algo negruzco rezumando por el borde inferior de aquellas maderas.
- Yo de vosotras me daba media vuelta, lo que hay detrás de esta puerta va a ser muy duro.- Mantuve mi mano en la maniqueta unos instantes dando tiempo para decidir a mis acompañantes si se arriesgaban o seguían el consejo, tras lo cual volví la vista de nuevo hacia la puerta.
Y la abrí. De un empujón abrí ambas hojas del portón, las cuales se detuvieron al chocar contra los miembros amputados de los que hasta hace quizá horas habían trabajado en el lugar. ¿Cuántos habrían?¿Quince, quizá veinte cuerpos? en un estado tan lamentable era imposible contarlos a simple vista. Tuve que apartar la mirada hacia el muro a mi izquierda mientras intentaba mantener en el estómago el desayuno de aquella mañana, tarea que casi me pareció titánica la segunda vez que me atreví a mirar aquella hecatombe.
El horror de aquellos rostros unido la crueldad con la que se había realizado esos asesinatos sería algo que sabía no me sería fácil olvidar. Los miembros cercenados eran las heridas mas piadosas que se le había infligido a aquella gente a juzgar por las extrañas posiciones de los brazos o las piernas, lo desencajado de la mandíbula de muchos, huesos atravesando la piel que antes los cubría con puntas tan afiladas como agujas, decenas de cortes superficiales en zonas que solo fueron letales por la perdida de la sangre que cubría toda la sala sin contar con aquellos que intentaron mantener sus vísceras dentro del vientre sin éxito alguno. Al fondo una pareja que a juzgar por sus ropas serían los señores, también asesinados de forma brutal pondrían el broche a una escena de pesadilla.
Ni en toda una vida sabré decir jamás de donde encontré el valor para entrar en aquella sala, implorando perdón a las almas de quienes alfombraban el suelo con su carne al no poder dar dos pasos seguidos sin pisar algún cadáver. Me dispuse a investigar la sala en busca de alguna prueba que señalara la autoría de aquél acto de crueldad despiadada esperando quizá otra tablilla que lo vinculara con ese tal Alinne Vinníara.
Pude distinguir los cuerpos de dos hombres, mercenarios a juzgar por su equipamiento y humanos por sus rasgos, también asesinados, pero sus heridas no parecían coincidir con las improvisadas armas con las que aquellos pobres diablos habían intentado defenderse en vano, o tal vez no quería yo que coincidieran. el olor y el espectáculo dantesco me dificultaba el pensar intoxicando con la emoción cada pensamiento de aquel momento.
Las manos de la pareja unidas en un ultimo estrechamiento me cuadraban en una pareja que se rendía a su destino y por los rumores que me hicieron venir hasta Nagnu ese comportamiento en los señores de la ciudad me chirriaba. Además que todos los cadáveres estuviesen en una misma habitación y la disposición en la que se encontraban los cuerpos de los señores se me hicieron una puesta en escena artificial. Una puesta en escena que, junto a los cadáveres de los dos mercenarios humanos me hizo crear una historia sobre lo que pudo haber ocurrido allí.
Tomé las armas de ambos mercenarios y tras limpiarle los restos de las empuñaduras los puse en las manos de las dos mujeres. Cuando acabé de buscar mis pruebas me dirigí raudo hacia la salida de la sala.
- No podemos gastar mas tiempo aquí. este edificio debe tener una salida al exterior distinta de la que hemos usado. El día que llegué estuve explorando la ciudad y vi un punto por el que sería mas sencillo escalar el muro, saldremos por allí. Esto no puede haber sucedido sin que la guardia se diese cuenta así que la puerta principal ya no es una opción. Si os digo que corráis, lo hacéis. Si alguien se interpone en vuestro camino atacad directamente al cuello y en cuanto tengáis la mas mínima oportunidad de salir de la ciudad hacedlo. No hay espacio para las dudas, ni para pensar. Si os paráis daos por muertas. Esta ciudad pronto arderá hasta los cimientos. -
Con ojos aún vidriosos avanzaba por los pasillos lanza en mano sin permitir que ninguna de las dos me adelantara si acaso lo intentasen pero preparado para defenderme si alguien atacara. Cada esquina, cada sombra era un potencial peligro y me movía conforme a ello apremiando a Meríe, que aún en estado de shock avanzaba a remolque. Tras encontrar la puerta del servicio observé unos instantes el exterior asegurándome que no seríamos vistos y tan pronto lo vi claro fui a la carrera hasta el punto por el que escalaríamos el muro. Un punto que afortunadamente se encontraba al extremo opuesto del que formaba la entrada. Me apoyé contra el muro dejando mi lanza a un lado y con susurros les di a las chicas indicaciones para que me utilizaran como punto de apoyo mientras escalaban el muro, yo sería el ultimo en salir y no habría discusión en ello.
una vez ellas estuvieron fuera revisé una vez mas que nadie nos hubiera visto, pase mi lanza sobre el muro y me dispuse a salir yo. Ahora mi prioridad sería distinta, Tenía que organizar una evacuación de la ciudad y tenía que hacerlo para ayer e improvisado.
-Aylizz.- La llamé en nuestro idioma. - Necesito que me hagas un favor. Ve hasta mi aldea, Corona del sol, y pide hablar con los ancianos. diles que te envío yo y lo que has visto aquí. Esto no es obra de mercenarios ni otros indeseables, sino de elfos. Tienen que prevenir al resto de clanes.- Y sin esperar respuesta de la muchacha salí corriendo en dirección a los callejones de la ciudad creyendo ya tener un buen punto para organizar la evacuación.
Eleandris
Honorable
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
El soldado no dio rodeos en su discurso, interesándose directamente por el tiempo que la elfa se había ausentado. Lo agradeció, la empresa que los había unido en aquella aldea no daba tiempo para transversalidades y, a decir verdad, se encontraba ansiosa por intercambiar pareceres.
—Meh…— balanceó la mano de lado a lado —No ha dicho mucho, pero de todo se pueden sacar conclusiones. Diría que es un mandado, al parecer los poderes fundamentales para cualquier sociedad están claramente distribuidos y él no ostenta ninguno, pero los aires que se da…— con una mano, se peinó el pelo hacia atrás, acompañando el gesto con un suspiro —¿A tí cómo te ha ido?
Cuando Eleandris le expuso la oportunidad brindada para personarse ante Los Señores dudó un momento si rehusar. Había tratado de ser cuidadosa, pese a algún que otro pequeño desliz, y no estaba segura de querer exponerse tanto. Sin embargo, ¿de qué mejor forma podría entender lo que empezaba a fraguarse en aquel asentamiento y conocer el futuro que le esperaría? O al menos, las pretensiones. Terminó por aceptar acompañarlo a la recepción y no se demoraron en encaminar la calle principal hasta el edificio central.
Podría decirse que gracias al salvoconducto mostrado la entrada fue fácil, sin embargo, más bien resultó desatendida. A nadie pareció importarle la presencia de los elfos allí, tampoco de la humana que, para sorpresa de la rubia, también aguardaba a ser recibida. ¿Por qué tanto secretismo acerca de Los Señores y formalidades para su dispensa, si al momento de verse las caras uno parecía ser libre de moverse en su casa como en la propia? El soldado tampoco parecía sentirse cómodo en aquella acogida, su rostro reflejaba su recelo ante la parsimonia demostrada.
—Hooooolaaaa…— murmuró en tono sepulcral, a la espalda del elfo. Rió nerviosa cuando se volvió hacia ella. —Perdona, perdona…
Asintió ante su mal presagio, conforme con acompañarlo y fue entonces cuando dedicó mayor atención a la humana.
—¿Qué motivo te ha traído ante ellos?— inquirió en tono de sospecha. Si no tenía información errónea, los pocos humanos que se habían dejado ver por la zona se habían presentado como enemigos.
Avanzó tras los pasos de Eleandris, quien en un alarde de preparación para tales ocasiones no dejaba que diesen paso sin asegurarse primero que no perderían la pierna al hacerlo. Sin embargo, ningún peligro parecía acechar tras las puertas de aquel ala. Miró con cierta inseguridad al elfo cuando comenzó a subir las escaleras, aunque nada parecía indicar que fuese a ser diferente al piso inferior. Ascendió pues.
—Uh… ¿A qué huele?
—A sangre. Y es fresca. Por el hedor… No llegará a un día.
—¿Una de las trampas?
—Eso me temo… Suelen estar bien escondidas. Ten cuidado, puede haber más.
—Cada vez es más fuerte…
—Estaremos cerca.
—Acabaré echando el desayuno…
—Es el miedo. Los olores que desprenden los animales cambian según su estado. Ninguno de los suyos se acercará en un tiempo a esta zona, las feromonas del ambiente serán una clara señal de alerta.
—A sangre. Y es fresca. Por el hedor… No llegará a un día.
—¿Una de las trampas?
—Eso me temo… Suelen estar bien escondidas. Ten cuidado, puede haber más.
—Cada vez es más fuerte…
—Estaremos cerca.
—Acabaré echando el desayuno…
—Es el miedo. Los olores que desprenden los animales cambian según su estado. Ninguno de los suyos se acercará en un tiempo a esta zona, las feromonas del ambiente serán una clara señal de alerta.
El aroma que envolvía el piso superior se asemejaba al de aquel jabalí, tendido sobre el charco de su propia sangre y envuelto en el terror de ver llegar la muerte sin ser capaz de hacer nada para evitarlo. Recordaba a su padre divagando sobre lo cerca que parecían estar los seres pensantes de la vida salvaje, a pesar de la supuesta inteligencia superior que, en el caso de muchos, quedaba muy por debajo que la de, por ejemplo, las ratas. En último término, todos resultaban ser animales instintivos bajo la mano de los Dioses.
No le hizo falta mayor explicación para comprender que el nido de muerte, del que nacía aquella esencia oxidada, se encontraba tras la puerta. Dedicó una mirada de soslayo a la humana, en cuyo rostro podía ver reflejada la inquietud, antes de avanzar los últimos pasos que la separaban del elfo. Fuera lo que fuese, no sería peor que cuantas cosas había visto ya, supuso. Sin embargo, no pudo evitar cerrar los ojos cuando se abrió el telón y se iluminó la escena. No se exaltó, ni se apartó, únicamente se tomó un momento antes de volver a abrir los ojos, mentalizada en no escandalizarse. Desde el marco de la puerta, paseó sus ojos sobre los cuerpos sin vida de quienes compartían su sangre, contemplando el horror que debían haber sufrido en su último aliento. Sirvientes y guardias, mujeres y hombres, más jóvenes o menos, todos quedaban ahora igualados. Tragó saliva cuando advirtió los ojos de Eleandris clavados en el fondo de la sala, dejando entrever la conclusión a la que podía llegarse al distinguir dos cuerpos que destacaban sobre el resto.
Se acercó a los cuerpos y los examinó a conciencia, aunque sin tocarlos. Una pareja que rondaría los sesenta, claro que aparentando una juventud genuina. Él era lo que cabría esperar de un elfo, apuesto, de rasgos finos. Pelo cobrizo y ojos verdes. Ella, por otro lado, hizo acongojar a la elfa. Una mujer que pareciera una cría de melena platinada e iris azules, con trazas blanquecinas alrededor de la pupila, cuya fina e inmaculada tez clara se teñía del color de la muerte. Muere joven y deja un bonito cadáver. No advirtió signos de lucha y la posición en la que se encontraban no indicaba que hubieran intentado defenderse. ¿Quizá no habían tenido tiempo de hacerlo? O, tal vez, nunca se lo habrían esperado.
Entrecerró los ojos, contemplativa, antes de dar media vuelta y salir de la estancia. Había hecho un gran esfuerzo por respirar únicamente por la boca, pero allí dentro el olor ya casi podía masticarse. Cuando el elfo volvió a cerrar la puerta, tomó una profunda respiración por la nariz para desquitarse de la angustiosa sensación de ahogo, provocada por luchar conscientemente por no realizar un acto inconsciente.
—Si esto hubiese sido obra de algún intruso ya se habría puesto en alerta a toda la aldea, exigiendo su cabeza.— concluyó, aludiendo a la tranquilidad que se mantenía en las calles, siendo los aldeanos ajenos a lo ocurrido.
Se tomó un momento para pensar en la reacción más conveniente a las siguientes palabras del soldado. A las últimas, concretamente. Todo le había parecido correcto, sensato y lógico hasta que Eleandris se expuso, según había llegado a concluir la elfa, en su más pura esencia. Era poco lo que sabía del elfo, más bien nada, coincidencias en un mundo pañuelo. Sin embargo, había estado a su lado el tiempo suficiente para haber calado su ser diligente, efectivo, protector. No lo culpaba, deformación profesional, pero tampoco podía digerir una actitud así sin esforzarse. Y en aquel momento no contaba con la serenidad necesaria para hacerlo.
—De acuerdo.— se limitó a contestar, en su mismo idioma. Después, se acercó a la humana, cuyo rostro reflejaba la más absoluta desubicación al verse sosteniendo un arma —Vamos.— indicó, tomándola de la mano que mantenía libre.
No dejó de caminar y tampoco soltó su agarre hasta que el elfo se hubo perdido entre las calles.
—Escucha…— comenzó a plantear, mirándola de frente tras asegurarse que no se encontraban en la visión de nadie —Si quieres salir de aquí, te daré una vía. Mi socio aguarda para volver a casa, cuenta con un carro ahora vacío. Te llevará.—
De todas formas iba a buscarlo. No tenía ninguna intención de marcharse, pero no podía pedirle a él que se quedara a verlas venir. Además, si bien no pensaba dejar Nagnu, tenía otras formas de hacer cumplir el favor del soldado. El trotamundos podía hacer llegar el mensaje a Corona del Sol.
Aylizz Wendell
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Me dirigí a la taberna con las últimas luces del atardecer. Me mantenía bien cubierto por mi manto y mi capucha, aunque a medida que menos gente poblaba las calles, más difícil me era pasar desapercibido sin las multitudes.
Las luces de la taberna estaban encendidas, el olor a de la comida y la bebida me dieron la bienvenida, pero las miradas de algunos de los clientes al verme entrar parecían poder avinagrar el vino más dulce. No les presté mucha atención, estaba acostumbrado. Los humanos en los elfos no coincidían en muchos puntos, eso era una obviedad, pero muchos de ellos coincidían en que mi raza era una abominación. Los elfos nos veían como una afrenta a la naturaleza y un recuerdo del mal que los hombres pueden hacer, mientras que para los humanos éramos un recordatorio de un experimento fracaso de otra era.
Pero el dueño de este sitio le daban bastante igual las clases de historia o los orígenes de los hombres-bestia. No, ese elfo barrigón simplemente quería que no hubiera un altercado en su taberna esa noche. Así que simplemente me señaló una mesa y me preguntó que iba a tomar.
-Una jarra de hidromiel y estofado de venado-dije, poniendo el dinero en la barra. No hacía falta que me dijera cuanto costaba, si quieres que te traten bien en cualquier sitio, simplemente demuestra que puedes pagar de antemano.
El ambiente en ese sitio era lúgubre como poco. Y no porque hubiera llegado un servidor, ya estaban así de antes. Se escuchaba la gente beber, comer y cuchichear. Pero no había gritos, ni risas, ni canciones...parecía un funeral.
De manera que, mientras esperaba la cena, aproveché el silencio para agudizar el oído. Es bien sabido que los felinos tienen buen oído, y, aunque los leones, con nuestras orejas redondas, nos quedamos atrás comparados con el lince o la pantera, sigue siendo mejor que el de un humano.
Eso sí, me costaba muchísimo diferenciar entre tantas conversaciones a la vez, pero sí que notaba algunos patrones. Algo gordo acababa de pasar hace poco...algo muy, muy sangriento...muchos muertos...pero no podía determinar exactamente quien ni por qué.
Pero una cosa estaba clara. Las cosas en la ciudad se iban a poner muy, pero que muy feas. Alguien había movido ficha, y las consecuencias se empezaban a notar. Tenía que conseguir información antes de que me viera con una daga en el cuello.
Agudizando el oído todo lo que pude, escuché un nombre en varias ocasiones que me llamó la atención: Isandris. Miré hacia la mesa de donde salía ese nombre. Parecían elfos humildes, pero veía sobre su mesa varios panfletos. Los que lo contrataron mencionaron que eran dados a dar sermones. Pero no los estaban dando, parecían discutir entre ellos, y parecían muy preocupados...
Tenía varias opciones, pero al final me decidí por la más pacífica y esperé a que hubieran bebido lo suficiente y pretendieran irse a casa. Pagué la cuenta y les seguí.
La oscuridad de la noche era mi aliada, incluso con mi tamaño, si me desplazaba en silencio no me detectaron.
Uno a uno, se fueron separando hasta que me quedé con con el último. Me adelanté a él por los tejados hasta un callejón oscuro y esperé que pasara junto a mi y, con un movimiento fugaz, lo agarré del brazo y lo puse contra el muro mientras el tapaba la boca para que no gritara, saqué mi cuchillo y lo presioné ligeramente contra su estómago.
-Quédate quietecito o te como vivo-le advertí en voz baja.-Ahora te voy a hacer unas preguntas y tú me vas a contestar. Si intentas huir, gritar, o alguna chorrada te abro en canal con esto-apreté un poco el cuchillo, lo justo para que notara el pinchazo. -Asiente con la cabeza si lo has entendido-
El elfo estaba pálido, todo color que había cogido con el licor había desaparecido, tragó saliva y, temblando ligeramente, asintió.
Le solté la boca y me alejé ligeramente, pero no dejé de apuntarle con el cuchillo.
-A ver, carne blanca. Desde hace rato la ciudad está en tensión, os he visto hablar a ti y a tus colegas predicadores. ¿Qué está pasando en la ciudad?-
-¿No lo sabes?, no se habla de otra cosa..¡ah!-el frío del acero contra el vientre del elfo le recordaba que no debía presionar su suerte--A-a-a-a-han asesinado a los Señores. Ha sido un duro golpe para los Isandris, llevamos mucho tiempo apoyando a los Señores. N-n-no se sabe quién ha sido, así que pronto comenzará una búsqueda y todo el mundo sospechará de su vecino. Habrá altercados...-
El miedo de su tono indicaba que decía la verdad. La cosa se complicaba. Las ciudades eran como los pollos, les cortas la cabeza y correrán sin control llenándolo todo de sangre. El vacío de poder creará una onda de choque tanto en las altas esferas como en los bajos fondos. Además ¿un hombre bestia de 2 metros aparece en Nagnu y poco después aparecen los Señores hechos trizas? Más me valía andar con cuidado.
-Estoy buscado a Amarië Isandris. Por lo visto es una elfa muy guapa y es quien lleva las riendas de los Isandris, como tú. ¿Dónde puedo encontrarla?-
El semblante del elfo, en un principio aterrado e inofensivo, se transformó rápidamente en una mirada de determinación.
-Jamás te entregaré a la señora. Moriré antes de traicionarla-dijo el elfo. El miedo había desaparecido por completo de su tono.
-¿Ah si?-dije, mostrando los dientes-Ya veremos...-
Tras una hora y media, tenía la localización de la elfa y el blanco de mi pelaje estaba manchado de sangre. Un ensangrentado cadáver se postraba ante mí. Registré el cuerpo y me llevé todo lo de valor, no es que tuviera gran cosa, pero lo importante era que pareciera que había sido un atraco (no es que muchos atracadores torturen a sus objetivos, pero había que intentarlo). Por suerte, el amanecer estaba lejos, bajo el manto de la noche, busqué un pozo, me lavé la sangre como pude y luego busqué donde refugiarme. Las posadas estaban fuera de la cuestión, llamaría demasiado la atención, y dudaba que alguien me acogiera en su hogar. No era un problema, no sería la primera vez que dormía en las calles, mi pelaje era grueso y me mantenía cálido. Busqué un rincón relativamente limpio y discreto, me puse cómodo y me cubrí con mi manto. Debía descansar mañana comenzaba la caza.
Las luces de la taberna estaban encendidas, el olor a de la comida y la bebida me dieron la bienvenida, pero las miradas de algunos de los clientes al verme entrar parecían poder avinagrar el vino más dulce. No les presté mucha atención, estaba acostumbrado. Los humanos en los elfos no coincidían en muchos puntos, eso era una obviedad, pero muchos de ellos coincidían en que mi raza era una abominación. Los elfos nos veían como una afrenta a la naturaleza y un recuerdo del mal que los hombres pueden hacer, mientras que para los humanos éramos un recordatorio de un experimento fracaso de otra era.
Pero el dueño de este sitio le daban bastante igual las clases de historia o los orígenes de los hombres-bestia. No, ese elfo barrigón simplemente quería que no hubiera un altercado en su taberna esa noche. Así que simplemente me señaló una mesa y me preguntó que iba a tomar.
-Una jarra de hidromiel y estofado de venado-dije, poniendo el dinero en la barra. No hacía falta que me dijera cuanto costaba, si quieres que te traten bien en cualquier sitio, simplemente demuestra que puedes pagar de antemano.
El ambiente en ese sitio era lúgubre como poco. Y no porque hubiera llegado un servidor, ya estaban así de antes. Se escuchaba la gente beber, comer y cuchichear. Pero no había gritos, ni risas, ni canciones...parecía un funeral.
De manera que, mientras esperaba la cena, aproveché el silencio para agudizar el oído. Es bien sabido que los felinos tienen buen oído, y, aunque los leones, con nuestras orejas redondas, nos quedamos atrás comparados con el lince o la pantera, sigue siendo mejor que el de un humano.
Eso sí, me costaba muchísimo diferenciar entre tantas conversaciones a la vez, pero sí que notaba algunos patrones. Algo gordo acababa de pasar hace poco...algo muy, muy sangriento...muchos muertos...pero no podía determinar exactamente quien ni por qué.
Pero una cosa estaba clara. Las cosas en la ciudad se iban a poner muy, pero que muy feas. Alguien había movido ficha, y las consecuencias se empezaban a notar. Tenía que conseguir información antes de que me viera con una daga en el cuello.
Agudizando el oído todo lo que pude, escuché un nombre en varias ocasiones que me llamó la atención: Isandris. Miré hacia la mesa de donde salía ese nombre. Parecían elfos humildes, pero veía sobre su mesa varios panfletos. Los que lo contrataron mencionaron que eran dados a dar sermones. Pero no los estaban dando, parecían discutir entre ellos, y parecían muy preocupados...
Tenía varias opciones, pero al final me decidí por la más pacífica y esperé a que hubieran bebido lo suficiente y pretendieran irse a casa. Pagué la cuenta y les seguí.
La oscuridad de la noche era mi aliada, incluso con mi tamaño, si me desplazaba en silencio no me detectaron.
Uno a uno, se fueron separando hasta que me quedé con con el último. Me adelanté a él por los tejados hasta un callejón oscuro y esperé que pasara junto a mi y, con un movimiento fugaz, lo agarré del brazo y lo puse contra el muro mientras el tapaba la boca para que no gritara, saqué mi cuchillo y lo presioné ligeramente contra su estómago.
-Quédate quietecito o te como vivo-le advertí en voz baja.-Ahora te voy a hacer unas preguntas y tú me vas a contestar. Si intentas huir, gritar, o alguna chorrada te abro en canal con esto-apreté un poco el cuchillo, lo justo para que notara el pinchazo. -Asiente con la cabeza si lo has entendido-
El elfo estaba pálido, todo color que había cogido con el licor había desaparecido, tragó saliva y, temblando ligeramente, asintió.
Le solté la boca y me alejé ligeramente, pero no dejé de apuntarle con el cuchillo.
-A ver, carne blanca. Desde hace rato la ciudad está en tensión, os he visto hablar a ti y a tus colegas predicadores. ¿Qué está pasando en la ciudad?-
-¿No lo sabes?, no se habla de otra cosa..¡ah!-el frío del acero contra el vientre del elfo le recordaba que no debía presionar su suerte--A-a-a-a-han asesinado a los Señores. Ha sido un duro golpe para los Isandris, llevamos mucho tiempo apoyando a los Señores. N-n-no se sabe quién ha sido, así que pronto comenzará una búsqueda y todo el mundo sospechará de su vecino. Habrá altercados...-
El miedo de su tono indicaba que decía la verdad. La cosa se complicaba. Las ciudades eran como los pollos, les cortas la cabeza y correrán sin control llenándolo todo de sangre. El vacío de poder creará una onda de choque tanto en las altas esferas como en los bajos fondos. Además ¿un hombre bestia de 2 metros aparece en Nagnu y poco después aparecen los Señores hechos trizas? Más me valía andar con cuidado.
-Estoy buscado a Amarië Isandris. Por lo visto es una elfa muy guapa y es quien lleva las riendas de los Isandris, como tú. ¿Dónde puedo encontrarla?-
El semblante del elfo, en un principio aterrado e inofensivo, se transformó rápidamente en una mirada de determinación.
-Jamás te entregaré a la señora. Moriré antes de traicionarla-dijo el elfo. El miedo había desaparecido por completo de su tono.
-¿Ah si?-dije, mostrando los dientes-Ya veremos...-
Tras una hora y media, tenía la localización de la elfa y el blanco de mi pelaje estaba manchado de sangre. Un ensangrentado cadáver se postraba ante mí. Registré el cuerpo y me llevé todo lo de valor, no es que tuviera gran cosa, pero lo importante era que pareciera que había sido un atraco (no es que muchos atracadores torturen a sus objetivos, pero había que intentarlo). Por suerte, el amanecer estaba lejos, bajo el manto de la noche, busqué un pozo, me lavé la sangre como pude y luego busqué donde refugiarme. Las posadas estaban fuera de la cuestión, llamaría demasiado la atención, y dudaba que alguien me acogiera en su hogar. No era un problema, no sería la primera vez que dormía en las calles, mi pelaje era grueso y me mantenía cálido. Busqué un rincón relativamente limpio y discreto, me puse cómodo y me cubrí con mi manto. Debía descansar mañana comenzaba la caza.
Salük
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
¡Nero!
❀ Feliz cumpleaños ❀
Una elfa salvaje aparece sólo para desearte un día genial. Y ya está, sigan con lo suyo. Bye!
Aylizz Wendell
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Cuando las tropas llegaron, extrañamente pocos habitantes de Nagnu habían decidido escapar de un lugar que ya sentían como su hogar. Comerciantes humanos y escasísimos miembros de otras razas fueron los primeros que abandonaron la incipiente ciudad. Como si alguien hubiese abierto de par en par las compuertas del odio, grupos de jóvenes elfos iniciaron una histeria de odio por la muerte de los Señores y los altos cargos, tomando la justicia por su mano. Todo extranjero detenido era sometida a una farsa de juicio compuesto de tan escasas preguntas que sus respuestas apenas alargaban la cita de los capturados con la muerte. Puertas y ventanas fueron cerradas a cal y canto, y los niños y viandantes desaparecieron de las calles con el terror pintado en el rostro. Alaridos de dolor y terror de quienes fueron encontrados culpables de confabular para que Nagnu se encontrase en esa caótica situación se escuchaban de punta a punta del lugar. Sólo sangre, sólo miedo. El rencor traspasaba paredes, piedra y madera, instalándose en las mentes de quienes habían acudido allí en busca de seguridad y paz.
De árboles, tejados y postes erigidos en el momento, la urbe se transformó en un cementerio de cuerpos colgados. La vista de cualquier residente se encontraba incapaz de no tropezar con algún cadáver moviéndose por mor de la cercanía de su muerte, o un viento oscuro y caprichoso.
Los guerreros de Iyethil llegaron internados en una fanfarria de cuernos que pretendían disipar la bruma de muerte y racismo, sustituyendo a los soldados leales a Quernárin y D´Ur Illuna, encargados de vigilar las puertas de acceso a la población. Los pocos que se negaron o pidieron unas más detalladas explicaciones fueron pasados a cuchillo sin misericordia. Todo pendía de la misma lógica. Negarse a obedecer a quienes traían de regreso la seguridad sólo podían ser criminales, cómplices de los asesinatos que esperaban conseguir que la anarquía gobernase Nagnu. Sólo Iyethil se enfrentaba a la locura tras el fin de los Señores.
Era el momento de la segunda fase del plan. Declarar un enemigo.
Con el orden destruido, las ovejas buscarían un refugio. No podía ser de otra manera. Se habían manchado de sangre las manos asesinando a quienes habían catalogado de lobos entre el rebaño. Pronto se calmarían y volvería el miedo a sus corazones. Solos, en un territorio que no pertenecía a su raza.
Recordaba el aspecto del que desde ese mismo día sería recordado en las sagas de la ciudad como el traidor asesino de D´Ur Iluna, aquel elfo rubio que despiadadamente le había hecho entrega del mortífero veneno que había comprado en tierras lejanas y trabajando para los humanos debilitando a los Señores, había acabado con uno de sus mayores fieles. Debía resultar así. El clima de locura se acentuaría al saberse rodeados de espías y renegados.
La guardia personal de la anterior pareja gobernante, armas odiosas que se habían encargado de destrozar la plena confianza que les había llevado a su posición de ventaja por una futura guerra contra los vidacorta, se encargaría de los últimos especímenes que habían solicitado audiencia. Una muestra más de la corrupción que desde Verisar podría extenderse hasta el mismísimo Sandorai. Todos ellos serían crucificados, expuestos como los peores reos que jamás habría habido en la breve historia de Nagnu.
Se detuvo debajo de una familia ajusticiada. En la mirada de la niña aún se apreciaba el horror de lo que había tenido que sufrir a tan tierna edad. Uno de sus capitanes se dirigía a él acompañado de un elfo de cabello oscuro e impávidos ojos grises.
-Hemos sofocado la conspiración de Quernárin, mi señor- explicó el soldados, bajando la cabeza en señal de deferencia- Este forastero, llegado para hablar con los Señores, llegó en el momento de su último aliento.
Iyethil contempló al viajero, quien se demoró un instante observando la macabra escena. Su edad era mayor que la suya, podía advertirlo y sus protecciones no dejaban a la imaginación que al menos, debía residir en él cierta destreza en el manejo de la espada que llevaba al cinto.
-¿Ahora tú gobiernas la ciudad?- le preguntó directamente. ¿Un punto de insolencia en su tono, tal vez? Iyethil entrecerró los ojos. No vacilaría en una muerte más tras cuantas había ordenado. Todo por el bien de los Elfos. Todo por la visión necesaria de un futuro el orden, con sus enemigos exterminados. Lo que debía ser llevado a cabo.
-Ahora yo protejo a los elfos de Nagnu- le corrigió el antiguo lugarteniente- No queda otro remedio. Los humanos podrían valerse de la traición que ha tenido lugar y arrasar la ciudad. ¿Buscas ayudar en la tarea?
El aludido negó lentamente.
-Deseaba conocer cómo era regido este lugar, lejos de nuestros bosques. Había escuchado historias que deseaba corroborar- se explicó. Su voz apenas reflejaba sentimiento alguno.
-Prevalecerá- aseveró Iyethil, paseando la vista por su obra, como si los muertos a sus ojos fueran bellos árboles de mimosa. El elfo de cabello oscuro le mantuvo tras ello la mirada. Definitivamente no le gustaba ese sujeto.
-Me iré, si me es posible- comentó- las razones de mi presencia se han evaporado.
-Por supuesto- asintió el nuevo gobernador- No estás acusado del asesinato de ninguno de nuestros viejos dirigentes. Que los dioses te acompañen en tus nuevos pasos.
Los ojos grises del extraño se demoraron dirigiéndole una rápida mirada por encima del hombro. Por alguna razón, no correspondió a la cortesía antes de emprender la marcha de nuevo. Iyethil chasqueó los dedos, y uno de sus oficiales se acercó presto.
-Ha tomado la ruta que pasa cerca de la morada de los Señores. Cuando se encuentre cerca del grupo, matadlo del mismo modo. No quiero sangre arrastrada desde otro lugar. Cuando los ciudadanos salgan de sus casas, los mostraremos a todos en un solo lugar. Sus muertes serán los últimos cimientos de una unidad inquebrantable.
Nousis Indirel
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
La desconocida mujer parecía hecha un manojo de nervios, sus ojos recorrían con rapidez todo cuanto ocurría a su alrededor y su silencio sólo era interrumpido por las fuertes respiraciones que dejaban palpar su nerviosismo.
—¡Eh! Sólo dime si quieres que te saque de aquí.— repitió la pregunta, esta vez de forma directa, tomándola del mentón y haciendo que clavase la mirada en ella.
La pelirosa se limitó a asentir, repetidamente, sin abandonar su estado alterado.
—Está bien, vamos.
La tomó de un brazo y la situó por delante de ella. Con un gesto le indicó que mantuviera la cabeza gacha mientras alcanzaban, sin soltarla, cubriendo su retaguardia a la vez que la guiaba entre la gente. La elfa, encapuchada, mantenía la mirada al frente mientras controlaba la empuñadura del arma con la mano que le quedaba libre. En cuestión de minutos, las calles se habían descontrolado.
—¡Fahïn!— cuando alcanzó a ver al mercader, que ansioso esperaba junto al carro, ya apartado del campamento principal de los refugiados —Sal de aquí y llévala contigo.
—¡¿Cómo?! Chica, no estás pensando en quedarte aquí, ¿verdad?
—No, es sólo que… Mira todo esto, ¡se ha vuelto una persecución! Y agg ese Eleandris, el soldado… Él me ayudó una vez.— entonces recordó el mensaje —¡Ah! Tienes que mandar un mensaje a Corona del Sol, de su parte, y que con suerte llegue alguien a tiempo de… Qué sé yo.
—¡Demonios, Aylizz! ¿Pero tú ves lo que yo veo? ¡Ni hablar! Vamos, subid, las dos.
—No, escucha, ¡escucha! Salid de aquí, envía el mensaje y espérame en la próxima aldea, ¿si? Vamos… Vuelve a buscarme si no aparezco antes de… Cuándo, ¿el anochecer?
—Chica…— lejos de estar conforme, el elfo sabía que no le alejaría de sus ideas —Antes de que se oculte el sol, ¿eh? Por tus Dioses, que son los míos, más te vale aparecer.
*****
Intentaba escabullirse entre las calles, todo pasaba deprisa y caóticamente. Mantener un perfil bajo, evitar cada metro de calzada en el que hubiese enfrentamientos, mirada baja, cubierta con la capucha. Paso rápido, aunque sin llegar a correr. Sólo paró en seco cuando escuchó de refilón la voz del elfo. Antes de poder intervenir en la escena, sintió un agarrón tras ella, dos exactamente, uno tras cada brazo. No tuvo tiempo para poder tomar su arma, fue inmovilizada por dos moles, guardias de la aldea, que trataron de arrastrarla tras un callejón.
—¡No! ¡No he hecho nada! ¡No! ¡Todo esto es una farsa! ¡No!
Gritó y se revolvió todo cuanto pudo, pataleó a su alrededor mientras tiraban de ella, derribando todo cuanto alcanzaba a golpear. Al principio parecía hacerles gracia, luego se convirtió en una molestia. Trataron de cubrir su boca y ella mordió. Y aquello no pareció gustarle al que se llevó el bocado, que respondió con una bofetada.
—¡Cállate ya, extranjera! Has dicho lo suficiente.
—¡Eh! ¡Eh! ¿Eso qué significa? ¡Suéltame! ¿Qué haces? ¡No!
Tras la comunicación que nos ha hecho Merié a nivel grupal sobre su abandono del tema, me he permitido darle una salida elegante. Que los Dioses deparen lo mejor para esa humana.
Aylizz Wendell
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Los muros que circundaban lo que ahora podría llamarse "el casco antiguo" de Nagnu estaban provistos de pocas puertas. no obstante una de ellas tenía una masificación de edificios residenciales bastante elevada lo cual, a pesar de estar mas fuertemente vigilada que las otras, también me ofrecía mas abrigo contra la vista de quien pudiera ser el enemigo para mi. El plan en su cabeza era sencillo. Si conseguía convences a suficientes personas para abandonar la ciudad lo demás sería un efecto contagio, y por quienes mejor que empezar por los escasos mercaderes humanos.
Me llevó algo mas de tiempo del esperado pero la urgencia con la que hablaba consiguió que unos pocos tomaran el camino y tal como había predicho, otros mercaderes siguieron a los primeros en una comitiva que no pasó desapercibida. Para cuando el caos y los primeros juicios y ejecuciones comenzaron cambié la forma de sacar a la gente de allí. tan pronto el cadalso quedó sin espacio para exponer mas inocentes ejecutados aquellos que sentían el miedo en los huesos y tenían la valentía o la estupidez de intentar escapar llegaban hasta donde les esperaba.
Escasos grupos en su mayoría familias que disponían de aún menos que cuando abandonaron Sandorai y tratando de proteger a sus más jóvenes miembros acababan por llegar a aquella plazoleta estrecha circunferenciada por una angosta galería parecía ser un punto de reunión lo bastante oculto como para pasar desapercibido y a la vez lo bastante reconocible como para evitar confusiones. Los primeros viajes hasta la poterna se hacían lentos y eternos, pero seguros hasta la libertad no obstante para el cuarto viaje todo cambió.
En el centro de aquel lugar de reunión se encontraban los cadáveres de una pareja joven sobre su propio charco de sangre. entre los brazos de ella aún se podía atisbar el cuerpo indefenso y también falto de vida de los últimos que acudieron a buscar mi ayuda. en un instante había avanzado toda la distancia que separaba a los cuerpos de la galería rezando por que aún conservasen un ápice de vida. en su lugar una turba de ciudadanos, armados con todo tipo de herramientas salían de su escondite tratando de llevarme al mismo final.
Corrí por las calles girando en cada esquina mientras me acusaban de asesino y proferían otra sarta de amenazas, lanzándome piedras y otros objetos que en su mayoría, por suerte simplemente se quedaban cortos. Los pulmones me ardían, las piernas se quejaban de la carrera tanto que amenazaban con derrumbarme y mi corazón parecía estallar tras cada latido. No aguantaría mucho mas.
Por suerte para mi pude esconderme tras un semimuro de algún taller dando esquinazo a los escasos perseguidores que aún aguantaban la búsqueda librándome así del peligro inminente pero sin hallar seguridad todavía. Noté como gotas de algo líquido recorrían mis costados, mi cuello y frente y refrené el impulso de secarme y comprobar si era sangre o sudor. Una vez recobré el aliento observé por encima del murete y planeé mi siguiente movimiento.
Los gritos de ayuda, llantos y gemidos de dolor. Toda la escena dantesca que se iba construyendo calle a calle decorando toda la ciudad con cuerpos colgados sin ningún criterio y tintando los adoquines con el líquido vital no dejaba lugar a dudas, todo aquello estaba siendo orquestado por alguien. Me planteé intentar salir en ese mismo instante de la ciudad. tenía información bastante como para alertar a los ancianos de que algo serio ocurría, pero volver con solo eso era simplemente ser el primero en dar una noticia que sería conocida en todo Sandorai en cuestión de unas pocas semanas. No podía dejarlo todavía.
Me mentalicé a que sería un trabajo largo lo que esperaba ahora. siendo perseguido no solo por soldados sino tambien por las gentes de la propia ciudad, necesitaba lograr aislar a algún guardia, reducirle e interrogarle quien o quienes estaban detrás de todo aquello. Primero pensé en que sería D'Ur Illuna. Él era alguien de poder dentro de las esferas de Nagnu y además habiamos hablado, podría describirme y reconocerme con claridad pero esa idea se esfumó tan pronto me enteré que me acusaban a mí de haber asesinado al mayordomo.
Servirse de un visitante para unir un pueblo contra un objetivo. Un movimiento inteligente y premeditado. Aquel golpe se estaba gestando desde hace tiempo pero ¿Cómo conectar todo eso?¿Y con que finalidad? la ciudad simplemente estaba empezando a prosperar y aunque pensé en que todo fuese orquestado por algún agente humano deseché la idea. Demasiados elfos matando a otros elfos. Todo era orquestado por un miembro de mi misma raza, estaba convencido de ello.
Un grito agudo me sacó de mis cavilaciones. Un grito femenino muy cercano en claro peligro. No podía abandonar a su suerte a aquella muchacha, tal vez espoleado por la culpa de haber fallado a aquella pareja y su recién nacido hace un rato. Tan pronto llegué a la esquina desde donde empezaba la calle donde escuchaba los gritos y al asomarme pude reconocer a Aylizz. La muchacha había hecho caso omiso de lo que le había dicho y estaba a punto de pagarlo con su vida.
- ¡Eh! ¿Me buscábais? - Grité colocándome en el centro de la calle con los brazos abiertos y empuñando mi lanza en la diestra. Eran solo dos. No era una buena idea me veía capaz de enfrentarme en combate a ellos. Uno desenfundó la espada y cargó contra mí. por mi derecha otro guardia alertaba a su compañero.
Otra pareja de guardias que no había visto vino corriendo a apoyar al primero en un combate que se me volvía demasiado en contra. Lancé una mirada a Aylizz que seguía presa aún por un guardia y de nuevo comencé a huir. Esta vez no me empleé a fondo procurando que los guardias mantuvieran la persecución. A diferencia de mi, ellos llevaban una armadura, que aunque no fuese muy pesada claramente les cansaba mas que a mi mi ropa de viaje. Una vez metido entre callejuelas y sabiendo que el primero se encontraba varios metros por delante de sus compañeros giré hacia una calle que para mi sorpresa no tenía salida.
Luchar o morir eran las opciones en aquel momento y claramente elegiría la primera. me pegué al muro junto a la esquina y preparé una estocada. Tan pronto apareció el primer guardia lancé el golpe con la fortuna de atravesarle el cuello haciéndole caer casi al instante mientras se ahogaba en su propia sangre. Me interné un poco mas en el callejón esperando a la pareja, que no tardo en llegar. Los golpes que lanzaban estos soldados, aun aquejados de cansancio eran bastante precisos logrando abrirme pequeños huecos en la guardia que no lograban aprovechar del todo.
Las estocadas y barridos con mi lanza tampoco tenían mayor suerte pues simplemente eran esquivadas, bloqueadas o desviadas sin lograr ninguna herida mínimamente seria. Un tajo que sin duda habría dado fin a mi vida falló cuando, mas por suerte que por pericia desvié el arma, logrando embestir a mi agresor con el hombro y profiriéndole una estocada que alcanzaría su costado. Su compañero lanzó otro tajo vertical que partió el asta de mi lanza y rajó mi cara desde la frente a la mejilla y por encima del ojo.
Movido por la ira ataqué al soldado que me hirió con los resto de mi arma en ambas manos logrando hacerle caer y ejecutándole clavando la punta de la lanza a través del mismo ojo que me había herido él momentos antes. Cuando el cuerpo dejó de moverse tomé y levante del gambesón con ambas manos al herido en el costado. - Dime quien da las órdenes. quien está detrás de todo esto. - En la mirada del superviviente solo había dolor y miedo reflejados.
Cuando determiné que fue suficiente arranqué la lanza de la cabeza de su compañero y de un solo movimiento di muerte al ultimo guardia. Ya no pude resistir el impulso y me pasé la mano enguantada por el tajo. El dolor comenzaba a sentirse y la humedad delataba que ya no era solo sudor. La herida parecía profunda pero ¿habría Aylizz logrado escapar? La buscaría hasta el amanecer, o al menos lo intenté pues apenas tras unos pasos me vi obligado a apoyarme contra la pared, mareado.
creí escuchar un ruido al instante siguiente me habían agarrado y tiraban de mí hacia arriba llevándome a un lugar tan oscuro que no lograba ver nada, al menos al principio. Intenté lanzar un golpe con la media lanza que aún conservaba la cuchilla sin alcanzar ningún objetivo. Cuando mi ojo sano se adaptó a la nueva luminosidad de aquel lugar pude ver que me encontraba dentro de una casa, con todas las ventanas y postigos cerrados, un hombre y una muchacha visiblemente asustados alejados de a donde llegara yo con el arma.
- Tu me ayudaste hace unas noches atrás, solo queríamos ayudarte ahora. - Dijo con la voz atenazada por el miedo. el hombre tenía entre sus manos un candelabro y estaba preparado para usarlo contra mi, reacciones normales tras intentar atacarles. Solté la lanza y me quedé allí tirado en silencio luchando contra ese mareo que cada vez se agudizaba mas.
Para cuando desperté la noche ya estaba bien avanzada y me habían vendado la herida. Aún dolía horrores, sobre todo el ojo, sin contar que el mero hecho de levantarme me hacia quejarme de los múltiples golpes recibidos por los impactos de los objetos y el combate de antes. Aquel padre y su hija habías sido muy amables y me habían salvado la vida, literalmente.
- Aún sigue siendo muy peligroso, espera con nosotros . Aquí no te buscarán y nos marcharemos en cuanto la situación se estabilice. -
- Claro, aquí no te buscarán, y aún tienes que recuperarte de esas heridas. Aún estas blanco. -
- Una amiga.... Tengo obligaciones fuera. he de encontrar a alguien y volver a mi pueblo cuanto antes. Ya he perdido mucho tiempo. Muchas gracias por la ayuda, si pasáis por Corona del sol alguna vez, buscadme. Allí tendréis un amigo. -
- Comprendo. no te expongas demasiado, no estas en condiciones de pelear muchacho. - Dijo aquel hombre devolviendome lo que quedaba de mi lanza, o mas bien la mitad de mi lanza. Me serví de las sombras para escuchar conversaciones y seguir a grupos de guardias tratando de encontrar algún rastro o alguna pista que me diera el paradero de mi temeraria amiga. Sin éxito. Cuando despuntaba el alba me dirigí a una de las puertas. estaba cerrada y fuertemente vigilada con hasta 5 guardias, aunque el póstigo parecía abierto. Un golpe de suerte hizo que algo llamara la atención de los guardias dejándome vía libre para salir de la ciudad, ocasión que no dudé en aprovechar.
A media mañana ya me encontraba en el primer puesto fronterizo que me encontraría en el camino que une Nagnu con Sandorai. - Disculpad. ¿Habéis por casualidad visto a una elfa como de esta altura, de pelo dorado y ojos azules muy claros? casi parecen grises. - marqué la altura de la muchacha con la mano hacia la parte superior de mi pecho, casi a la altura de la clavícula. Aquel elfo de pelo oscuro y ojos grises quizá podría darme una respuesta.
Me llevó algo mas de tiempo del esperado pero la urgencia con la que hablaba consiguió que unos pocos tomaran el camino y tal como había predicho, otros mercaderes siguieron a los primeros en una comitiva que no pasó desapercibida. Para cuando el caos y los primeros juicios y ejecuciones comenzaron cambié la forma de sacar a la gente de allí. tan pronto el cadalso quedó sin espacio para exponer mas inocentes ejecutados aquellos que sentían el miedo en los huesos y tenían la valentía o la estupidez de intentar escapar llegaban hasta donde les esperaba.
Escasos grupos en su mayoría familias que disponían de aún menos que cuando abandonaron Sandorai y tratando de proteger a sus más jóvenes miembros acababan por llegar a aquella plazoleta estrecha circunferenciada por una angosta galería parecía ser un punto de reunión lo bastante oculto como para pasar desapercibido y a la vez lo bastante reconocible como para evitar confusiones. Los primeros viajes hasta la poterna se hacían lentos y eternos, pero seguros hasta la libertad no obstante para el cuarto viaje todo cambió.
En el centro de aquel lugar de reunión se encontraban los cadáveres de una pareja joven sobre su propio charco de sangre. entre los brazos de ella aún se podía atisbar el cuerpo indefenso y también falto de vida de los últimos que acudieron a buscar mi ayuda. en un instante había avanzado toda la distancia que separaba a los cuerpos de la galería rezando por que aún conservasen un ápice de vida. en su lugar una turba de ciudadanos, armados con todo tipo de herramientas salían de su escondite tratando de llevarme al mismo final.
Corrí por las calles girando en cada esquina mientras me acusaban de asesino y proferían otra sarta de amenazas, lanzándome piedras y otros objetos que en su mayoría, por suerte simplemente se quedaban cortos. Los pulmones me ardían, las piernas se quejaban de la carrera tanto que amenazaban con derrumbarme y mi corazón parecía estallar tras cada latido. No aguantaría mucho mas.
Por suerte para mi pude esconderme tras un semimuro de algún taller dando esquinazo a los escasos perseguidores que aún aguantaban la búsqueda librándome así del peligro inminente pero sin hallar seguridad todavía. Noté como gotas de algo líquido recorrían mis costados, mi cuello y frente y refrené el impulso de secarme y comprobar si era sangre o sudor. Una vez recobré el aliento observé por encima del murete y planeé mi siguiente movimiento.
Los gritos de ayuda, llantos y gemidos de dolor. Toda la escena dantesca que se iba construyendo calle a calle decorando toda la ciudad con cuerpos colgados sin ningún criterio y tintando los adoquines con el líquido vital no dejaba lugar a dudas, todo aquello estaba siendo orquestado por alguien. Me planteé intentar salir en ese mismo instante de la ciudad. tenía información bastante como para alertar a los ancianos de que algo serio ocurría, pero volver con solo eso era simplemente ser el primero en dar una noticia que sería conocida en todo Sandorai en cuestión de unas pocas semanas. No podía dejarlo todavía.
Me mentalicé a que sería un trabajo largo lo que esperaba ahora. siendo perseguido no solo por soldados sino tambien por las gentes de la propia ciudad, necesitaba lograr aislar a algún guardia, reducirle e interrogarle quien o quienes estaban detrás de todo aquello. Primero pensé en que sería D'Ur Illuna. Él era alguien de poder dentro de las esferas de Nagnu y además habiamos hablado, podría describirme y reconocerme con claridad pero esa idea se esfumó tan pronto me enteré que me acusaban a mí de haber asesinado al mayordomo.
Servirse de un visitante para unir un pueblo contra un objetivo. Un movimiento inteligente y premeditado. Aquel golpe se estaba gestando desde hace tiempo pero ¿Cómo conectar todo eso?¿Y con que finalidad? la ciudad simplemente estaba empezando a prosperar y aunque pensé en que todo fuese orquestado por algún agente humano deseché la idea. Demasiados elfos matando a otros elfos. Todo era orquestado por un miembro de mi misma raza, estaba convencido de ello.
Un grito agudo me sacó de mis cavilaciones. Un grito femenino muy cercano en claro peligro. No podía abandonar a su suerte a aquella muchacha, tal vez espoleado por la culpa de haber fallado a aquella pareja y su recién nacido hace un rato. Tan pronto llegué a la esquina desde donde empezaba la calle donde escuchaba los gritos y al asomarme pude reconocer a Aylizz. La muchacha había hecho caso omiso de lo que le había dicho y estaba a punto de pagarlo con su vida.
- ¡Eh! ¿Me buscábais? - Grité colocándome en el centro de la calle con los brazos abiertos y empuñando mi lanza en la diestra. Eran solo dos. No era una buena idea me veía capaz de enfrentarme en combate a ellos. Uno desenfundó la espada y cargó contra mí. por mi derecha otro guardia alertaba a su compañero.
Otra pareja de guardias que no había visto vino corriendo a apoyar al primero en un combate que se me volvía demasiado en contra. Lancé una mirada a Aylizz que seguía presa aún por un guardia y de nuevo comencé a huir. Esta vez no me empleé a fondo procurando que los guardias mantuvieran la persecución. A diferencia de mi, ellos llevaban una armadura, que aunque no fuese muy pesada claramente les cansaba mas que a mi mi ropa de viaje. Una vez metido entre callejuelas y sabiendo que el primero se encontraba varios metros por delante de sus compañeros giré hacia una calle que para mi sorpresa no tenía salida.
Luchar o morir eran las opciones en aquel momento y claramente elegiría la primera. me pegué al muro junto a la esquina y preparé una estocada. Tan pronto apareció el primer guardia lancé el golpe con la fortuna de atravesarle el cuello haciéndole caer casi al instante mientras se ahogaba en su propia sangre. Me interné un poco mas en el callejón esperando a la pareja, que no tardo en llegar. Los golpes que lanzaban estos soldados, aun aquejados de cansancio eran bastante precisos logrando abrirme pequeños huecos en la guardia que no lograban aprovechar del todo.
Las estocadas y barridos con mi lanza tampoco tenían mayor suerte pues simplemente eran esquivadas, bloqueadas o desviadas sin lograr ninguna herida mínimamente seria. Un tajo que sin duda habría dado fin a mi vida falló cuando, mas por suerte que por pericia desvié el arma, logrando embestir a mi agresor con el hombro y profiriéndole una estocada que alcanzaría su costado. Su compañero lanzó otro tajo vertical que partió el asta de mi lanza y rajó mi cara desde la frente a la mejilla y por encima del ojo.
Movido por la ira ataqué al soldado que me hirió con los resto de mi arma en ambas manos logrando hacerle caer y ejecutándole clavando la punta de la lanza a través del mismo ojo que me había herido él momentos antes. Cuando el cuerpo dejó de moverse tomé y levante del gambesón con ambas manos al herido en el costado. - Dime quien da las órdenes. quien está detrás de todo esto. - En la mirada del superviviente solo había dolor y miedo reflejados.
Cuando determiné que fue suficiente arranqué la lanza de la cabeza de su compañero y de un solo movimiento di muerte al ultimo guardia. Ya no pude resistir el impulso y me pasé la mano enguantada por el tajo. El dolor comenzaba a sentirse y la humedad delataba que ya no era solo sudor. La herida parecía profunda pero ¿habría Aylizz logrado escapar? La buscaría hasta el amanecer, o al menos lo intenté pues apenas tras unos pasos me vi obligado a apoyarme contra la pared, mareado.
creí escuchar un ruido al instante siguiente me habían agarrado y tiraban de mí hacia arriba llevándome a un lugar tan oscuro que no lograba ver nada, al menos al principio. Intenté lanzar un golpe con la media lanza que aún conservaba la cuchilla sin alcanzar ningún objetivo. Cuando mi ojo sano se adaptó a la nueva luminosidad de aquel lugar pude ver que me encontraba dentro de una casa, con todas las ventanas y postigos cerrados, un hombre y una muchacha visiblemente asustados alejados de a donde llegara yo con el arma.
- Tu me ayudaste hace unas noches atrás, solo queríamos ayudarte ahora. - Dijo con la voz atenazada por el miedo. el hombre tenía entre sus manos un candelabro y estaba preparado para usarlo contra mi, reacciones normales tras intentar atacarles. Solté la lanza y me quedé allí tirado en silencio luchando contra ese mareo que cada vez se agudizaba mas.
Para cuando desperté la noche ya estaba bien avanzada y me habían vendado la herida. Aún dolía horrores, sobre todo el ojo, sin contar que el mero hecho de levantarme me hacia quejarme de los múltiples golpes recibidos por los impactos de los objetos y el combate de antes. Aquel padre y su hija habías sido muy amables y me habían salvado la vida, literalmente.
- Aún sigue siendo muy peligroso, espera con nosotros . Aquí no te buscarán y nos marcharemos en cuanto la situación se estabilice. -
- Claro, aquí no te buscarán, y aún tienes que recuperarte de esas heridas. Aún estas blanco. -
- Una amiga.... Tengo obligaciones fuera. he de encontrar a alguien y volver a mi pueblo cuanto antes. Ya he perdido mucho tiempo. Muchas gracias por la ayuda, si pasáis por Corona del sol alguna vez, buscadme. Allí tendréis un amigo. -
- Comprendo. no te expongas demasiado, no estas en condiciones de pelear muchacho. - Dijo aquel hombre devolviendome lo que quedaba de mi lanza, o mas bien la mitad de mi lanza. Me serví de las sombras para escuchar conversaciones y seguir a grupos de guardias tratando de encontrar algún rastro o alguna pista que me diera el paradero de mi temeraria amiga. Sin éxito. Cuando despuntaba el alba me dirigí a una de las puertas. estaba cerrada y fuertemente vigilada con hasta 5 guardias, aunque el póstigo parecía abierto. Un golpe de suerte hizo que algo llamara la atención de los guardias dejándome vía libre para salir de la ciudad, ocasión que no dudé en aprovechar.
A media mañana ya me encontraba en el primer puesto fronterizo que me encontraría en el camino que une Nagnu con Sandorai. - Disculpad. ¿Habéis por casualidad visto a una elfa como de esta altura, de pelo dorado y ojos azules muy claros? casi parecen grises. - marqué la altura de la muchacha con la mano hacia la parte superior de mi pecho, casi a la altura de la clavícula. Aquel elfo de pelo oscuro y ojos grises quizá podría darme una respuesta.
Eleandris
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-¿Quien te crees?- Preguntaría el elfo al ver como el borracho posaba su brazo con demasiada confianza para un extranjero.
-Oh, yo soy Nero mucho gus..- sus palabras serian interrumpidas por un fuerte golpe en la mandíbula que le dejaría inconsciente rápidamente.
Los elfos que acompañaban a Nero también se rebelaron pero no terminaron muy bien Casca y Judeau fueron capturados mientras Pipo salía corriendo, el grupo de soldados rodeo a los jóvenes y se los llevo -servirán de ejemplo, todos podrán ver que es lo que ocurre cuando se insubordinan contra el orden- comentaría el soldado mientras arrastraban a los prisioneros para ejecutarlos enfrente de la mayor cantidad de gente posible.
Pipo corría desesperado viendo como quienes decían iban a mantener el orden generaban peleas y desmanes contra todos quienes tuvieran algo que decir, la tranquilidad que Nagnu tanto se había esforzado por crear desapareció solo en el transcurso de una noche, ahora todo lo que quedaba era un lugar que no se parecía nada a la ciudad que anhelaban cuando llegaron ahí por primera vez.
El grupo de soldados llevaba a los captivos para ejecutarlos frente a la mayor cantidad de gente posible cuando se toparon con una escena algo extraña una elfa rodeada por soldados gritando, otro elfo intentando llamar la atención de los soldados detuvieron la marcha de los prisioneros.
-A ella también la llevaremos y cuando atrapen al otro también, todos se verán bien colgados en el centro de la plaza a vista de todos- diría el soldado a cargo.
-No mientras el gran Pipo y sus amigos tenga algo que hacer-
Pipo junto a Serpico, Kippis y unos cuantos elfos que habían sido ayudados por Nero se unían al rescate improvisado del grupo de prisioneros que amenazaba con aumentar, los rebeldes se enfrentaban contra los soldados y justo cuando el borracho recupero la conciencia lo que vio fue peor que cualquier resaca que hubiera tenido antes. El gran Pipo había logrado abatir a uno de los soldados, pero a cambio 3 lanzas le atravesaron diferentes partes del cuerpo, siendo la cabeza una de ellas, cayendo muerto en el acto, Casca había sido degollada al igual que Judeau, puesto que los soldados tenían sus ordenes claras, imponer el orden sin importar el costo, al primer indicio de rebelión los soldados simplemente se deshicieron de los prisioneros y si Nero no sufrió la misma suerte fue solo por haber estado inconsciente, los elfos que venían al rescate fueron abatidos sin mucho esfuerzo. Algo dentro de Nero comenzó a romperse y cuando vio como otra elfa a la cual no conocía también estaba por ser abatida, rápidamente desenvaino su espada y la lanzo con fuerza, clavándola en el rostro del soldado.
-Tomalá y vete rápido, esto esta por ponerse mucho peor- diría antes de apoyar una rodilla en el piso, en un ultimo esfuerzo para salvar a alguien Nero dio un puñetazo al piso con todas sus fuerzas haciendo que una enorme roca apareciera frente a la elfa para evitar que los soldados le persiguieran tanto a ella como a unos pocos elfos heridos que habían ayudado en aquel fallido rescate(1).
-Suficiente! acaben con el, hay que ir a capturar a los insurgentes!- señalaría el nuevo soldado a cargo, viendo como Nero comenzaba a afirmarse el pecho y a gritar, cuando uno de los soldados se acerco a sacarlo de su miseria, su grito se transformo en un rugido que alerto a todos los que estaban a su alrededor, Su cornamenta rompió la piel de su rostro al momento de brotar y uno de sus cuernos entro por la mandíbula inferior del elfo y salió por su cabeza, sacándole el casco en el proceso, escamas similares a piedras afiladas rompieron la piel de Nero, su mandíbula se deformo conforme mas dientes afilados salían, botando los remanentes de sus dientes humanos en un charco de sangre y dientes, la transformación era tan rara y grotesca(2) que incluso los soldados elfos quedaron asombrados por unos momentos antes de atacar.
El dragón arrojo el cadaver del elfo golpeando a otro par de soldados antes de extender sus alas violentamente golpeando a otros 2 soldados y rugiendo con ferocidad, las cosas en Nagnu estaban por ponerse mucho peor
OFF: Habilidades y cosas
1_Stone
2_Don ancestral
Y un resumen de lo que hice, me noquearon, despierto cerca de Aylizz y Eleandris, la tropa de npcs intenta salvarme, pero mueren casi todos, lanzo mi espada matando a un soldado que iba a por Aylizz y cubro el camino para que no le sigan ni a ella ni a los poquitos npcs que quedaron T-T me transformo matando a otro soldado en el proceso y llamo la atención de mucha gente y muchos soldados.
-Oh, yo soy Nero mucho gus..- sus palabras serian interrumpidas por un fuerte golpe en la mandíbula que le dejaría inconsciente rápidamente.
Los elfos que acompañaban a Nero también se rebelaron pero no terminaron muy bien Casca y Judeau fueron capturados mientras Pipo salía corriendo, el grupo de soldados rodeo a los jóvenes y se los llevo -servirán de ejemplo, todos podrán ver que es lo que ocurre cuando se insubordinan contra el orden- comentaría el soldado mientras arrastraban a los prisioneros para ejecutarlos enfrente de la mayor cantidad de gente posible.
Pipo corría desesperado viendo como quienes decían iban a mantener el orden generaban peleas y desmanes contra todos quienes tuvieran algo que decir, la tranquilidad que Nagnu tanto se había esforzado por crear desapareció solo en el transcurso de una noche, ahora todo lo que quedaba era un lugar que no se parecía nada a la ciudad que anhelaban cuando llegaron ahí por primera vez.
El grupo de soldados llevaba a los captivos para ejecutarlos frente a la mayor cantidad de gente posible cuando se toparon con una escena algo extraña una elfa rodeada por soldados gritando, otro elfo intentando llamar la atención de los soldados detuvieron la marcha de los prisioneros.
-A ella también la llevaremos y cuando atrapen al otro también, todos se verán bien colgados en el centro de la plaza a vista de todos- diría el soldado a cargo.
-No mientras el gran Pipo y sus amigos tenga algo que hacer-
Pipo junto a Serpico, Kippis y unos cuantos elfos que habían sido ayudados por Nero se unían al rescate improvisado del grupo de prisioneros que amenazaba con aumentar, los rebeldes se enfrentaban contra los soldados y justo cuando el borracho recupero la conciencia lo que vio fue peor que cualquier resaca que hubiera tenido antes. El gran Pipo había logrado abatir a uno de los soldados, pero a cambio 3 lanzas le atravesaron diferentes partes del cuerpo, siendo la cabeza una de ellas, cayendo muerto en el acto, Casca había sido degollada al igual que Judeau, puesto que los soldados tenían sus ordenes claras, imponer el orden sin importar el costo, al primer indicio de rebelión los soldados simplemente se deshicieron de los prisioneros y si Nero no sufrió la misma suerte fue solo por haber estado inconsciente, los elfos que venían al rescate fueron abatidos sin mucho esfuerzo. Algo dentro de Nero comenzó a romperse y cuando vio como otra elfa a la cual no conocía también estaba por ser abatida, rápidamente desenvaino su espada y la lanzo con fuerza, clavándola en el rostro del soldado.
-Tomalá y vete rápido, esto esta por ponerse mucho peor- diría antes de apoyar una rodilla en el piso, en un ultimo esfuerzo para salvar a alguien Nero dio un puñetazo al piso con todas sus fuerzas haciendo que una enorme roca apareciera frente a la elfa para evitar que los soldados le persiguieran tanto a ella como a unos pocos elfos heridos que habían ayudado en aquel fallido rescate(1).
-Suficiente! acaben con el, hay que ir a capturar a los insurgentes!- señalaría el nuevo soldado a cargo, viendo como Nero comenzaba a afirmarse el pecho y a gritar, cuando uno de los soldados se acerco a sacarlo de su miseria, su grito se transformo en un rugido que alerto a todos los que estaban a su alrededor, Su cornamenta rompió la piel de su rostro al momento de brotar y uno de sus cuernos entro por la mandíbula inferior del elfo y salió por su cabeza, sacándole el casco en el proceso, escamas similares a piedras afiladas rompieron la piel de Nero, su mandíbula se deformo conforme mas dientes afilados salían, botando los remanentes de sus dientes humanos en un charco de sangre y dientes, la transformación era tan rara y grotesca(2) que incluso los soldados elfos quedaron asombrados por unos momentos antes de atacar.
El dragón arrojo el cadaver del elfo golpeando a otro par de soldados antes de extender sus alas violentamente golpeando a otros 2 soldados y rugiendo con ferocidad, las cosas en Nagnu estaban por ponerse mucho peor
OFF: Habilidades y cosas
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Y un resumen de lo que hice, me noquearon, despierto cerca de Aylizz y Eleandris, la tropa de npcs intenta salvarme, pero mueren casi todos, lanzo mi espada matando a un soldado que iba a por Aylizz y cubro el camino para que no le sigan ni a ella ni a los poquitos npcs que quedaron T-T me transformo matando a otro soldado en el proceso y llamo la atención de mucha gente y muchos soldados.
- F por los Npcs que dieron su vida para terminar esta ronda T-T:
Nero Crimson
Borracho de Aerandir
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Tras una incómoda noche al raso, el familiar sido de los gritos de terror, el olor de la sangre y la carne quemada me sacó de mi letargo.
Tras unos estiramientos felinos, salí de aquel callejón para ver a que venía tanto alboroto. Y debo decir que la escena me dejó boquiabierto, lo cual, por cierto no es tarea fácil.
La ciudad se había ido al infierno mucho antes de lo que esperaba,
Casas ardiendo, gente huyendo, cadáveres por doquier. Esto era un caos. Supongo que debía dar las gracias a los dioses porque algún orejas largas avispado no me hubiera rajado el cuello de oreja a oreja mientras dormía.
Analizando la situación con la cabeza fría: esto no era normal.
O sea, sí, mara a unos cuantos líderes y tendrás algunos tumultos y saqueos, pero esto era una masacre y locura colectiva. Alguien había estado planeado esto un tiempo. Probablemente llenado la cabeza de la gente con chorradas y dejando que su odio se acumulara para que estallara con este último acto.
Pero en fin eso no era asunto mío. Yo tenía un trabajo que hacer. Y estas circunstancias tenían una seria desventaja. La seguridad al rededor de mi objetivo iba a intensificarse severamente. Ahora sería mucho más difícil meterse en su escondite. Pero, también tenía una ventaja. En medio de este caos, no tenía que ser especialmente discreto.
Busqué un punto de orientación y decidí subirme a uno de los tejados cercanos. Cuando llegué arriba, pode ver la escena desde una perspectiva mucho más amplia. El caos se había extendido por la ciudad élfica tan rápidamente como las mismas llamas que devoraban sus hogares. Algunos trataban de ayudar, otros trataban de huir, pero mucho parecían aprovechar la situación para dar rienda suelta a sus instintos más básicos. No pude evitar echarme a reír.
Fue una risa gutural, directa del pecho, se me soltaron las lágrimas y me acabó doliendo la boca. No me había reído así en mucho tiempo.
Era glorioso, toda esta gente, algunos por primera vez en su vida, estaban viviendo según las leyes de la naturaleza: Cazdores, presas, recursos, refugio, estaba todo ahí, desnudo y al descubierto bajo todas esas capas de falsa moralidad y civilización de la que tanto hacían gala los elfos. Di las gracias al Cazador por esta visión que refirmaba mis creencias más profundas. Los seres vivos somos más puros cuando obedecemos nuestros instintos básicos. TODOS SOMOS ANIMALES.
Pero basta de filosofía. Debía centrarte en mi objetivo, luego tendría la oportunidad de unirme a la violencia y la depravación de la ciudad.
Desde mi punto de observación podía ver un edificio que coincidía con la descripción del discípulo de Isandris. Si coordinaba bien mis saltos y usaba las 4 extremidades, podría desplazarme por los tejados y llegaría allí rápidamente.
El camino fue desafiante pero, con todo lo que estaba pasando, casi nadie se molestaba en mirar hacia arriba, de manera que nadie me vio acercarme al edificio. La guarida de Isandris era una bonita mansión de 2 plantas, tenía acabados de manera, amplios bacones y una hiedra que trepaba desde el jardín hasta el tejado, ideal para un trepador felino. Si embargo, tal y como había previsto, estaba lleno de guardias, dos en la puerta principal, que no dudaban en ahuyentar a cualquiera que se acercase demasiado y otros dos patrullando el jardín. Uno casi me ve, pero pude ocultarme a tiempo. En la segunda planta se encontraba un lujoso despacho. Allí una hermosa mujer elfa miraba por la ventana hacia las calles, horrorizada por el espectáculo del salvajismo al que se había reducido la ciudad, un único guardia parecía acompañarla en aquella habitación.
-"Bien, he localizado al objetivo"-pensé. Bastaba con colarme con silencio, ocuparme del guardia y me llevaría la cabeza de la elfa. Sin embargo, algo no me gustaba.
Miré a la ciudad, el fuego y la violencia se seguían extendiendo, pronto no quedaría nada...¿tenía alguna garantía de que los idiotas que me contrataron podrían pagarme? ¿Estarían vivos siquiera? No, para nada.
Sin embargo, Isandris y su panda de mojigatos estaban muy vivos, y estaba claro que tenían pasta, ya que podían permitirse esos guardias para protegerla, ¿y si me la llevaba con vida? De esa forma, si los elfos que me contrataron no aparecían, podría cobrar un rescate por ella o algo.
Juas juas, Salük de nuevo demuestras ser un genio.
A ver secuestrar a la elfa no iba a ser tarea sencilla, habría que ser muy rápido y silencioso, o usar el factor sorpresa.
Entonces me di cuenta de algo. La ventana desde la que yo estaba observando y la que miraba Isandris estaban en perfecta línea recta y tanto ella como su guardaespaldas estaban de espaldas. Di un par de pasos hacia detrás y calculé la distancia...iba a ser bastante ajustado, pero si usaba mi habilidad racial para correr usando las cuatro extremidades, podría conseguirlo.
Cuanto más tardara más probable era que Isandris se moviera y se perdiera mi oportunidad, de manera que retrocedí la distancia necesaria, me puse a cuatro patas, y me mentalicé.
-¡Vamos allá!-mi impulso inicial arrancó un par de tejas, corrí a toda velocidad hasta el final del tejado y salté, atravesé el primer ventanal casi sin frenar, no podía detenerme o todo se iría al garete.
Tanto Isandris como su acompañante se dieron la vuelta al momento. La sorpresa y lo insólito de la situación me dio unas valiosísimas milésimas de segundo pero el guardia estaba bien entrenado y consiguió desenvainar mientras corría hacia ellos, conseguí girar la cadera lo justo para que solo me hiciera un tajo en el costado, ignoré la herida y el dolor y seguí hacia adelante. Isandris tomaba aire para gritar, poco importaba ya, ahora venía la parte difícil, el segundo salto. Puse toda mi fuerza en mis patas trasera y me lancé hacia ella con un movimiento propio de un león. Procuré que el impacto no la matara, pero tendría un buen moratón durante un tiempo. Juntos, atravesamos la segunda ventana y volamos hacia el siguiente tejado, por un momento parecía que lo íbamos a conseguir, pero no había tenido en cuenta lo que me frenaría su peso o el ataque del guardia, así que, justo cuando me estiraba para llegar al borde del tejado, la gravedad se impuso y ambos caímos.
Debía actuar rápido, una caída desde un segundo piso no la mataría, pero no podía correr riesgos, de manera que la agarré entre mis brazos y procuré que callera sobre mí (para que digan que no soy un caballero). El Cazador fue benevolente con nosotros, caímos sobre una cajas vacías y telas tiradas en un callejón, tenía astillas hasta en el culo, pero sobreviviría.
Isandris no respondía. Comprobé su pulso, viva, pero inconsciente, puede que los impactos la sacaran de juego, o puede que el susto; Lo mismo daba.
Yo tampoco había salido ileso, estaba casi seguro de que me había fracturado una costilla y el tajo del guardia era algo más profundo de lo que pensaba. Pero no podía detenerme, podía escuchar a los guardias gritando y dando órdenes. No habíamos aterrizado muy lejos del edificio. Ignoré mis heridas y aproveché las telas para atar y amordazar a la elfa en caso de que se despertara, lástima que no dispusiera de un saco, pero es lo que había.
Con mi botín sobre mi hombro, corrí hacia el punto de encuentro acordado, preguntándome que iba a encontrar.
Tras unos estiramientos felinos, salí de aquel callejón para ver a que venía tanto alboroto. Y debo decir que la escena me dejó boquiabierto, lo cual, por cierto no es tarea fácil.
La ciudad se había ido al infierno mucho antes de lo que esperaba,
Casas ardiendo, gente huyendo, cadáveres por doquier. Esto era un caos. Supongo que debía dar las gracias a los dioses porque algún orejas largas avispado no me hubiera rajado el cuello de oreja a oreja mientras dormía.
Analizando la situación con la cabeza fría: esto no era normal.
O sea, sí, mara a unos cuantos líderes y tendrás algunos tumultos y saqueos, pero esto era una masacre y locura colectiva. Alguien había estado planeado esto un tiempo. Probablemente llenado la cabeza de la gente con chorradas y dejando que su odio se acumulara para que estallara con este último acto.
Pero en fin eso no era asunto mío. Yo tenía un trabajo que hacer. Y estas circunstancias tenían una seria desventaja. La seguridad al rededor de mi objetivo iba a intensificarse severamente. Ahora sería mucho más difícil meterse en su escondite. Pero, también tenía una ventaja. En medio de este caos, no tenía que ser especialmente discreto.
Busqué un punto de orientación y decidí subirme a uno de los tejados cercanos. Cuando llegué arriba, pode ver la escena desde una perspectiva mucho más amplia. El caos se había extendido por la ciudad élfica tan rápidamente como las mismas llamas que devoraban sus hogares. Algunos trataban de ayudar, otros trataban de huir, pero mucho parecían aprovechar la situación para dar rienda suelta a sus instintos más básicos. No pude evitar echarme a reír.
Fue una risa gutural, directa del pecho, se me soltaron las lágrimas y me acabó doliendo la boca. No me había reído así en mucho tiempo.
Era glorioso, toda esta gente, algunos por primera vez en su vida, estaban viviendo según las leyes de la naturaleza: Cazdores, presas, recursos, refugio, estaba todo ahí, desnudo y al descubierto bajo todas esas capas de falsa moralidad y civilización de la que tanto hacían gala los elfos. Di las gracias al Cazador por esta visión que refirmaba mis creencias más profundas. Los seres vivos somos más puros cuando obedecemos nuestros instintos básicos. TODOS SOMOS ANIMALES.
Pero basta de filosofía. Debía centrarte en mi objetivo, luego tendría la oportunidad de unirme a la violencia y la depravación de la ciudad.
Desde mi punto de observación podía ver un edificio que coincidía con la descripción del discípulo de Isandris. Si coordinaba bien mis saltos y usaba las 4 extremidades, podría desplazarme por los tejados y llegaría allí rápidamente.
El camino fue desafiante pero, con todo lo que estaba pasando, casi nadie se molestaba en mirar hacia arriba, de manera que nadie me vio acercarme al edificio. La guarida de Isandris era una bonita mansión de 2 plantas, tenía acabados de manera, amplios bacones y una hiedra que trepaba desde el jardín hasta el tejado, ideal para un trepador felino. Si embargo, tal y como había previsto, estaba lleno de guardias, dos en la puerta principal, que no dudaban en ahuyentar a cualquiera que se acercase demasiado y otros dos patrullando el jardín. Uno casi me ve, pero pude ocultarme a tiempo. En la segunda planta se encontraba un lujoso despacho. Allí una hermosa mujer elfa miraba por la ventana hacia las calles, horrorizada por el espectáculo del salvajismo al que se había reducido la ciudad, un único guardia parecía acompañarla en aquella habitación.
-"Bien, he localizado al objetivo"-pensé. Bastaba con colarme con silencio, ocuparme del guardia y me llevaría la cabeza de la elfa. Sin embargo, algo no me gustaba.
Miré a la ciudad, el fuego y la violencia se seguían extendiendo, pronto no quedaría nada...¿tenía alguna garantía de que los idiotas que me contrataron podrían pagarme? ¿Estarían vivos siquiera? No, para nada.
Sin embargo, Isandris y su panda de mojigatos estaban muy vivos, y estaba claro que tenían pasta, ya que podían permitirse esos guardias para protegerla, ¿y si me la llevaba con vida? De esa forma, si los elfos que me contrataron no aparecían, podría cobrar un rescate por ella o algo.
Juas juas, Salük de nuevo demuestras ser un genio.
A ver secuestrar a la elfa no iba a ser tarea sencilla, habría que ser muy rápido y silencioso, o usar el factor sorpresa.
Entonces me di cuenta de algo. La ventana desde la que yo estaba observando y la que miraba Isandris estaban en perfecta línea recta y tanto ella como su guardaespaldas estaban de espaldas. Di un par de pasos hacia detrás y calculé la distancia...iba a ser bastante ajustado, pero si usaba mi habilidad racial para correr usando las cuatro extremidades, podría conseguirlo.
Cuanto más tardara más probable era que Isandris se moviera y se perdiera mi oportunidad, de manera que retrocedí la distancia necesaria, me puse a cuatro patas, y me mentalicé.
-¡Vamos allá!-mi impulso inicial arrancó un par de tejas, corrí a toda velocidad hasta el final del tejado y salté, atravesé el primer ventanal casi sin frenar, no podía detenerme o todo se iría al garete.
Tanto Isandris como su acompañante se dieron la vuelta al momento. La sorpresa y lo insólito de la situación me dio unas valiosísimas milésimas de segundo pero el guardia estaba bien entrenado y consiguió desenvainar mientras corría hacia ellos, conseguí girar la cadera lo justo para que solo me hiciera un tajo en el costado, ignoré la herida y el dolor y seguí hacia adelante. Isandris tomaba aire para gritar, poco importaba ya, ahora venía la parte difícil, el segundo salto. Puse toda mi fuerza en mis patas trasera y me lancé hacia ella con un movimiento propio de un león. Procuré que el impacto no la matara, pero tendría un buen moratón durante un tiempo. Juntos, atravesamos la segunda ventana y volamos hacia el siguiente tejado, por un momento parecía que lo íbamos a conseguir, pero no había tenido en cuenta lo que me frenaría su peso o el ataque del guardia, así que, justo cuando me estiraba para llegar al borde del tejado, la gravedad se impuso y ambos caímos.
Debía actuar rápido, una caída desde un segundo piso no la mataría, pero no podía correr riesgos, de manera que la agarré entre mis brazos y procuré que callera sobre mí (para que digan que no soy un caballero). El Cazador fue benevolente con nosotros, caímos sobre una cajas vacías y telas tiradas en un callejón, tenía astillas hasta en el culo, pero sobreviviría.
Isandris no respondía. Comprobé su pulso, viva, pero inconsciente, puede que los impactos la sacaran de juego, o puede que el susto; Lo mismo daba.
Yo tampoco había salido ileso, estaba casi seguro de que me había fracturado una costilla y el tajo del guardia era algo más profundo de lo que pensaba. Pero no podía detenerme, podía escuchar a los guardias gritando y dando órdenes. No habíamos aterrizado muy lejos del edificio. Ignoré mis heridas y aproveché las telas para atar y amordazar a la elfa en caso de que se despertara, lástima que no dispusiera de un saco, pero es lo que había.
Con mi botín sobre mi hombro, corrí hacia el punto de encuentro acordado, preguntándome que iba a encontrar.
Salük
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Todo olía a muerte, y la inutilidad del tiempo pasado para encontrar el lugar que ahora deseaba abandonar, del intento de hablar con quienes habrían creado una utopía que se desmoronaba, le estallaron en el cerebro. No había conseguido nada de lo que se había propuesto, carecía de información suficiente de cuanto había ocurrido para que Nagnu llegase a tal extremo en apenas dos jornadas y su bolsa se había vaciado en demasía. Su curiosidad murió antes de ser satisfecha, y aquello lo llenaba de una frustración enorme. Respiró pausadamente, sin dejar de caminar. La varita en su bolsa de viaje le producía la calma necesaria para evitar la ira, o al menos, la mayor parte de ella. Pero no era suficiente. Siempre guiado por legajos antiguos, leyendas y rumores, decidió retomar la senda que debía de haber continuado antes de adentrarse en los bosques de Verisar.
El manuscrito de Wulwulfar.
Prosiguió a paso rápido entre casas cerradas y patrullas hoscas. Gentes temerosas escapaban hacia sus viviendas y algunos inconscientes se enfrentaron a la milicia, siendo eliminados con la rapidez que otorgaba el número. Los viandantes eran tan escasos que el extranjero apenas vislumbró a media docena. Sólo una elfa cuya ancianidad resultaba por entero manifiesta, permanecía sentada en un banco de madera delante de lo que probablemente fuese su hogar. Su presencia intrigó a su congénere, quien se acercó a ella a pesar de los sonidos de algún combate lejano, gritos aislados y el temor que flotaba en el ambiente.
-Debería refugiarse dentro, abuela- interpeló Nousis con preocupación, girando la cabeza a fin de comprobar que lo había soldados a la vista. Dudaba que fueran capaces de emprenderla con una persona de tal edad, pero los cadáveres de las calles hubieran hecho dudar de ello al más optimista. La mujer no lo miró, con los ojos cansados en algún punto del suelo delante de ella.
-Han sido casi doscientos años de vida, joven, y nada cambia. Los dioses sólo giran la rueda de la guerra y la muerte, que llega una y otra vez.
A pesar de cuanto les rodeaba, el espadachín se sentó al lado de la anciana, asombrado al conocer a alguien tan longeva cuyos recuerdos llegaban hasta puntos de la historia que él sólo conocía por los libros de Folnaien. El desastre de la última guerra contra los hechiceros hacía algo más de un centenar de años, la cruenta lucha para expulsar a los terrestres a su mundo poco después, la Peste acaecida cuatro años atrás… Un testimonio viviente de cuanto le había ocurrido a su raza.
-No es razón suficiente para que la pierda – respondió Nousis con calidez, mostrando una impostada sonrisa. El peligro podía aparecer en cualquier momento. Hubiera deseado preguntarle tantas cosas… el tiempo en cambio estaba en contra de esa idea.
-Perdí una hija en la guerra- explicó de la nada, sumida en los recuerdos- y al hijo de mi hermano en lo que fuera que ocurrió en Árbol Madre- una lágrima rodó por el arrugado rostro de la anciana- Creía que aquí tendríamos paz, lejos de los bosques sagrados, pero los dioses insisten en no perdonarnos.
Nou miró al cielo, manteniendo un silencio que amenazaba con aflorar más recuerdos dolorosos de esa mujer.
-Yo vine a conocer a los Señores- reveló cansado, hastiado de pensar en volver a ponerse en marcha. Su oyente sacudió la cabeza con lentitud, negando.
-Todos son iguales. Las buenas intenciones duran menos que el ansia de poder y gloria, joven. Siempre habrá alguien que opine que sus ideas son las que nos harán más fuertes y felices.
El Indirel meditó acerca de sí mismo acerca de las palabras de la mujer. Aborrecía la manera en que Sandorai había sido dirigido desde hacía décadas, demasiado abierto por la doctrina Nemaniel, precisando ayuda extranjera al ser atacados de manera tan meses atrás. Los clanes favorecían la dispersión de las fuerzas élficas, y las decisiones de tomaban lentamente, sin comprender que el bosque debía ser fortificado para subsistir. Sonrió casi sin pretenderlo. Quizá otros estuvieran tan seguros de sus consideraciones, mas, pensó convencido, él no erraba.
Dos soldados se detuvieron el final de la calle, y el forastero levantó la cabeza, alertado. Por un instante, los tres, separados por unos sesenta pasos, permanecieron sin movimiento alguno, como si esperasen la reacción del contrario. Buscando evitar toda apariencia de culpabilidad que pudiese darles una excusa para tratar de hacerle acompañar a todos los muertos de ese día, continuó sentado.
-Vete- aconsejó con suavidad la anciana. Nou la miró extrañado- Este lugar ya ha dejado de ser lo que hubiera podido ser. Cualquiera servirá de excusa a partir de ahora.
Los centinelas llegaron a paso lento hasta el lugar donde ambos se encontraban sentados. Los ojos grises del espadachín los repasaron con calma. Verter sangre de su pueblo nunca estaba entre sus prioridades. Era menester no comenzar lucha alguna, sólo debía levantarse y salir de una vez de Nagnu.
Éstos observaron su armadura, visible tras la capa, así como la espada envainada y los dedos entrelazados sobre el estómago. Sólo el pie derecho sobre la rodilla izquierda le daba al conjunto un aspecto altanero.
-¿Quién eres?- cuestionó el primero. Su estatura, calibraba, aparentaba unos tres dedos por encima de la suya. No obstante, una mera hachuela además de la lanza y el escudo, similar a lo que portaba el segundo, lo alivió. Ningún arma de largo alcance permitía una huida sencilla en caso de llegar a cruzar aceros.
-Sólo aconsejaba a la anciana que estaría más segura en el interior- explicó con voz clara. Su afirmación pareció molestar a quien aún no había hablado.
-¡Nosotros protegemos a los ciudadanos! ¡Somos la seguridad de Nagnu!
Un golpe seco llegó hasta ellos cuando uno de cuerpo colgados partió el palo del que lo hacía, cayendo desmadejado al suelo. Nou enarcó una ceja hacia ellos.
-No tiene el cabello dorado de quienes buscamos- constató el primero, ajeno a lo ocurrido. El segundo asintió.
-Abandona Nagnu, forastero- ordenó- O se te procesará como cómplice de los tres asesinos de los Señores.
El aludido se levantó, echando un vistazo a la mujer. Ésta pareció no desear decir nada más, por lo que Nousis se dispuso a caminar, antes de escuchar una última sentencia sin volverse. Los guardias ya habían comenzado a desandar sus propios pasos.
-Intenté que Iyethil no llegase a esto- su confesión llevó a su oyente a estar convencido de que había comenzado a sollozar- Ni mi hijo, ni mi nieto… pero él lo ha destrozado todo.
La mente del elfo encajó varias de las piezas de aquella conversación. Lúgubre, apretó el paso, listo para dejar todo cuanto había ocurrido, por el momento, atrás.
Nousis Indirel
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Las flechas y las lanzas no tardaron en llegar, la mayoría desviadas por las escamas protuberantes del dragón, mas unas pocas si lograron clavarse en su objetivo lo cual provoco un nuevo rugido potente el cual hizo que se alzaran rocas afiladas entre los soldados, llevándose a algunos pocos y hiriendo a otros varios(1).
-Soldados!, por aberraciones como esta hemos llegado a este lugar, restauraremos el orden, cueste lo que cueste!- gritaría uno de los capitanes a cargo, alzando su cimitarra en dirección a la encolerizada creatura, unos cuantos soldados lograron esquivar los obstáculos que el dragón ponía en su camino, sin embargo, cuando se encontraban a distancia de golpe, la creatura hacia gala de su impredecibilidad actuando de maneras poco normales para lo que se tenia entendido de un dragón.
Viéndose superado gradualmente conforme los minutos avanzaban, el dragón expandió de nueva cuenta sus alas esta vez para alzar el vuelo(2), con dificultad puesto que uno de los soldados había logrado aferrarse a la creatura utilizando las mismas protuberancias que le habían servido de protección al dragón, el cual rabioso y sin preocuparse de su propio bienestar, luego de tomar un poco de altura, se dejo caer violentamente sobre una de las pobremente armadas construcciones, rodando sobre los escombros y cegando la vida del soldado así como la de los civiles que residían en dicha construcción, pero el desastre que aquella calamidad no terminaría ahí, puesto que volvería a rugir estruendosamente, haciendo que de manera aleatoria volvieran a emerger filosas piedras desde el piso(3) solo para volver a alzar el vuelo(4) y repetir el proceso de seguir tumbando edificaciones pobremente construidas, por supuesto los soldados que le perseguían cada vez iban aumentando en numero y en cada encuentro con el dragón lograban repelerle.
Finalmente en lo que ya seria la huida de la creatura, se estrello en una casa de las afueras de la ciudad, dentro de ella un grupo de familias se abrazaban y contemplaban con horror como el monstruo destruía tan fácilmente aquello en lo que tanto esfuerzo habían puesto por reconstruir el día anterior, mientras unos pocos escombros caían, la casa se remeció un poco, pero se mantenía en pie gracias a lo que parecía ser una gran roca que sostenía una parte vital de la edificación, sin dar tiempo para que las familias reaccionara, el dragón corrió y embistió la roca con su enorme cornamenta, haciendo que la estructura colapsara sobre las familias de elfos, sumando así a otro grupo de inocentes antes de marcharse volando evidentemente herido en dirección a los bosques.
OFF: habilidades
1 y 3 : Aliento elemental
2 y 4 : Habitante de los cielos
pd: que en paz descansen todos los npc a los que intente ayudar al comienzo del tema y que termine matandocon ayuda de los soldados en estos últimos post T-T
-Soldados!, por aberraciones como esta hemos llegado a este lugar, restauraremos el orden, cueste lo que cueste!- gritaría uno de los capitanes a cargo, alzando su cimitarra en dirección a la encolerizada creatura, unos cuantos soldados lograron esquivar los obstáculos que el dragón ponía en su camino, sin embargo, cuando se encontraban a distancia de golpe, la creatura hacia gala de su impredecibilidad actuando de maneras poco normales para lo que se tenia entendido de un dragón.
Viéndose superado gradualmente conforme los minutos avanzaban, el dragón expandió de nueva cuenta sus alas esta vez para alzar el vuelo(2), con dificultad puesto que uno de los soldados había logrado aferrarse a la creatura utilizando las mismas protuberancias que le habían servido de protección al dragón, el cual rabioso y sin preocuparse de su propio bienestar, luego de tomar un poco de altura, se dejo caer violentamente sobre una de las pobremente armadas construcciones, rodando sobre los escombros y cegando la vida del soldado así como la de los civiles que residían en dicha construcción, pero el desastre que aquella calamidad no terminaría ahí, puesto que volvería a rugir estruendosamente, haciendo que de manera aleatoria volvieran a emerger filosas piedras desde el piso(3) solo para volver a alzar el vuelo(4) y repetir el proceso de seguir tumbando edificaciones pobremente construidas, por supuesto los soldados que le perseguían cada vez iban aumentando en numero y en cada encuentro con el dragón lograban repelerle.
Finalmente en lo que ya seria la huida de la creatura, se estrello en una casa de las afueras de la ciudad, dentro de ella un grupo de familias se abrazaban y contemplaban con horror como el monstruo destruía tan fácilmente aquello en lo que tanto esfuerzo habían puesto por reconstruir el día anterior, mientras unos pocos escombros caían, la casa se remeció un poco, pero se mantenía en pie gracias a lo que parecía ser una gran roca que sostenía una parte vital de la edificación, sin dar tiempo para que las familias reaccionara, el dragón corrió y embistió la roca con su enorme cornamenta, haciendo que la estructura colapsara sobre las familias de elfos, sumando así a otro grupo de inocentes antes de marcharse volando evidentemente herido en dirección a los bosques.
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Nero Crimson
Borracho de Aerandir
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Todo pasó muy rápido después de que aquel hombre le tendiera la espada. Sólo bastó un momento, en el que ella bajó la mirada para contemplar la hoja entre sus manos, incapaz de pensar qué hacer entonces, para que el desconocido abandonase su forma humana y diese paso a una bestia dracónida. La sombra a espaldas de la criatura se alzó sobre ella, quedando paralizada. No era el primer dragón que tenía cerca, pero sin duda se trataba del más caótico que había visto. Como acto instintivo retrocedió varios pasos sin ser capaz de apartar la mirada, que ahora mantenía levantada. Aquel estrepitoso rugido hizo reaccionar un instinto que hasta el momento parecía haber permanecido dormido, en un afán de ¿conseguir qué? No supo hacer otra cosa que lamentar no haber hecho caso a Fahïn, antes de huir.
Sosteniendo el arma cedida con toda la fuerza que pudo empuñar, echó a correr hacia el bosque, tratando de buscar con la mirada la zona menos alborotada al tiempo que avanzaba, entorpecida por la muchedumbre enloquecida. A medida que se alejaba, también lo hacían los gritos y el retumbar de los destrozos provocados por la bestia alada, hasta que soltó un último alarido antes de perderse en el cielo. Sólo entonces la elfa se permitió parar un momento y volver la mirada. A pesar de las ruinas, los elfos armados que aún se mantenían en pie continuaban buscando guerra. Llegado aquel momento, dada la desesperación, cualquiera que se interpusiera en su camino podría acabar ensartado.
Elfos matando elfos, ¿acaso el mundo estaba llegando a su fin?
[...]
El mercader andaba y desandaba sus pasos, nervioso. Alterado, más bien. Renegaba, se fustigaba por no haberse llevado a la chica a rastras y ahora desesperaba aguardando a encontrarla sana y salva. En su fuero interno confiaba en que la elfa habría salido airosa, sabía que era escurridiza, aunque pusiera en duda la veracidad de algunas de sus historias. «Demasiado fina para ser tan brava» solía pensar cuando ella las compartía.
En una de sus cavilaciones, el rumor de una voz conocida llegó a sus oídos. Al volverse, no tardó en identificar su procedencia. Entre los muchos que habían llegado hasta aquel poblado pudo reconocer a la razón por la que su pupila, tal y como él la veía, había insistido en quedarse en Balam.
—¡Disculpa!— inquirió, cuando aún restaban varios metros de tenerle a mano, apartando a quien se encontraba en su camino —Tú eres el soldado de Ciudad del Sol, ¿verdad? Si, me acuerdo de ti. ¡¿Dónde está la chica?!— lo tomó del brazo para volverlo hacia él, aunque trató de no perder del todo las formas —Ella se quedó en la revuelta para buscarte, ¡¿dónde está?!
Lejos de sosegarlo, la respuesta del joven lo enervó aún más.
—¡¿Y tú te haces llamar soldado?!
—¡Fahïn!
De entre el revuelo que se había formado alrededor del comerciante y el lancero, se abrió paso al reconocer los gritos de su socio y los aspavientos al aire. Casi le había costado el aliento, pero no había parado hasta llegar al punto de encuentro acordado.
—Déjalo, elfo de poca fe.— le pidió cuando estuvo a su lado —Tu desconfianza te acabará costando la salud.
Casi se burló, antes de sonreírle en gesto de saludo, a la vez que disculpa, posando la mano sobre su hombro con intención tranquilizadora.
—¡Chica!— lo soltó de inmediato en cuanto ella se personó, volviéndose efusivamente para comprobar que estaba bien —Los Dioses te guardan, no cabe duda. ¡Mírate! Estás bien, aunque hecha un desastre...
—Sabes que siempre vuelvo.— replicó con ternura —¿Has perdido algo?— se dirigió entonces a Eleandris, señalando su propio ojo, burlona —Me alegro de que hayas salido casi entero.— añadió, esta vez con tono sincero.
Aylizz Wendell
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
La búsqueda de Aylizz en aquel lugar parecía infructuosa, todos allí parecían estar buscando a alguien o lloraban la pérdida de otro cuando un varón alzó la voz llamándome la atención. Al instante siguiente el elfo se encontraba ya invadiendo mi espacio personal y agarrándome el brazo. Instintivamente llevé la mano libre a lo que restaba de mi lanza cuando pude reconocer a quien me hablaba. Fahïn.
- Si supiese dónde está ¿acaso crees que estaría buscándola? -
- Maldito desagradecido. Me dio tu mensaje para irse a buscarte ¿Y la has dejado sola? -
- Si te dio mi mensaje ya le había dicho que se marchara de la ciudad mucho antes de que se fuese todo al traste, no me culpes a mi de lo que no hiciste tu. -
- ¡¿Y tú te haces llamar soldado?! -
La gente morbosa que ya se encontraba en derredor nuestra dispuesta a ver gresca incluso metía algo de cizaña como si el horror vivido hace menos de un día se les hubiera olvidado, y poco falto para tal espectáculo si Aylizz misma no hubiese aparecido. Tardé un instante en procesar que se encontraba realmente allí y no era una simple alucinación, como cuando algo que deseas ocurre por sorpresa dejándote la mente en blanco.
Entonces sin mediar palabra di un abrazo a la muchacha tan largo como la inspiración y expiración que conformaban el suspiro que expulsaba de mí todo aquello que me atenazaba el corazón, sintiendo en aquel instante como todo mi cuerpo se libraba de la tensión y se relajaba. Cuando mencionó mi ojo herido llevé la mano instintivamente al vendaje que lo cubría. - Sanará, no os preocupéis. - le respondí haciendo acopio de una medio sonrisa y recobrando un poco la compostura. - Veo que aún desaliñada no perdéis vuestra elegancia. - Añadí ante el comentario de Fahïn sobre su aspecto.
- Deberíamos marcharnos cuanto antes. Están buscando cabezas de turco y aún estamos cerca de Nagnu. Espero que la proxima vez que nos veamos sea con tranquilidad. Cuidaos en el camino. -
- Si es lejos de tí, seguro que estaremos bien. - Refunfuñaba el comerciante antes de prepararse para el viaje. Por mi parte, tan pronto hice acopio de agua y algo de comida emprendí mi camino de vuelta a casa.
- Si supiese dónde está ¿acaso crees que estaría buscándola? -
- Maldito desagradecido. Me dio tu mensaje para irse a buscarte ¿Y la has dejado sola? -
- Si te dio mi mensaje ya le había dicho que se marchara de la ciudad mucho antes de que se fuese todo al traste, no me culpes a mi de lo que no hiciste tu. -
- ¡¿Y tú te haces llamar soldado?! -
La gente morbosa que ya se encontraba en derredor nuestra dispuesta a ver gresca incluso metía algo de cizaña como si el horror vivido hace menos de un día se les hubiera olvidado, y poco falto para tal espectáculo si Aylizz misma no hubiese aparecido. Tardé un instante en procesar que se encontraba realmente allí y no era una simple alucinación, como cuando algo que deseas ocurre por sorpresa dejándote la mente en blanco.
Entonces sin mediar palabra di un abrazo a la muchacha tan largo como la inspiración y expiración que conformaban el suspiro que expulsaba de mí todo aquello que me atenazaba el corazón, sintiendo en aquel instante como todo mi cuerpo se libraba de la tensión y se relajaba. Cuando mencionó mi ojo herido llevé la mano instintivamente al vendaje que lo cubría. - Sanará, no os preocupéis. - le respondí haciendo acopio de una medio sonrisa y recobrando un poco la compostura. - Veo que aún desaliñada no perdéis vuestra elegancia. - Añadí ante el comentario de Fahïn sobre su aspecto.
- Deberíamos marcharnos cuanto antes. Están buscando cabezas de turco y aún estamos cerca de Nagnu. Espero que la proxima vez que nos veamos sea con tranquilidad. Cuidaos en el camino. -
- Si es lejos de tí, seguro que estaremos bien. - Refunfuñaba el comerciante antes de prepararse para el viaje. Por mi parte, tan pronto hice acopio de agua y algo de comida emprendí mi camino de vuelta a casa.
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Esta vez el consejo se había reunido al completo, no solo los ancianos, pues al parecer los rumores habían viajado más rápido que yo. - Cuéntanos Eleandirs ¿Que ha ocurrido?. -
- Lo que en sus inicios pudiera ser Nagnu ha sido destruido. Muchos elfos viajaron a la ciudad con la promesa de una vida mas simple y pacífica, alejada del dolor que sufre actualmente Sandorai, Tantos son que la ciudad disponía de un amplio arrabal fruto de la incapacidad de la urbe para asimilar tanta inmigración. aún así y en condiciones deplorables parecían felices. No obstante un grupo de insurgentes cometían asesinatos que pretendían parecer ajusticiamientos sembrando miedo bajo el precepto del Alinë Vinníara.
Aunque pude reunirme con el mayordomo de Nagnu y el segundo de quien dirigía la seguridad del lugar, ninguno me dio mas información que tildar de fanatismo tal precepto, sin darme mayor detalle. poco después conseguí una audiencia con quienes se hacían llamar los Señores, solo para encontrarlos asesinados recientemente junto a su servidumbre al completo y dos cadáveres de humanos en el mismo lugar.
Poco después se inició una purga de la ciudad, los mismos elfos que guardaban las calles de Nagnu asesinando y ejecutando a cualquier ciudadano. Todo lo que he visto allí me hace pensar que ha sido un golpe de estado contra estos señores, los cadáveres humanos junto a los cuerpos asesinados de estos dirigentes una argucia simple para legitimar una ideología y es una amenaza para el resto de clanes de Sandorai.
Sugiero enviar mensajeros a todos los clanes para prevenirlos de tal amenaza y comenzar a preparar a nuestras tropas para la defensa de Corona del sol y probablemente también de Sandorai. -
Aquella intervención dejó boquiabierto a mas de uno en el consejo. Me despacharon mientras ellos deliberaban y rezaba a Ímbar por que me hicieran caso, pues realmente sentía como amenaza lo que ocurrió en Nagnu.
- Lo que en sus inicios pudiera ser Nagnu ha sido destruido. Muchos elfos viajaron a la ciudad con la promesa de una vida mas simple y pacífica, alejada del dolor que sufre actualmente Sandorai, Tantos son que la ciudad disponía de un amplio arrabal fruto de la incapacidad de la urbe para asimilar tanta inmigración. aún así y en condiciones deplorables parecían felices. No obstante un grupo de insurgentes cometían asesinatos que pretendían parecer ajusticiamientos sembrando miedo bajo el precepto del Alinë Vinníara.
Aunque pude reunirme con el mayordomo de Nagnu y el segundo de quien dirigía la seguridad del lugar, ninguno me dio mas información que tildar de fanatismo tal precepto, sin darme mayor detalle. poco después conseguí una audiencia con quienes se hacían llamar los Señores, solo para encontrarlos asesinados recientemente junto a su servidumbre al completo y dos cadáveres de humanos en el mismo lugar.
Poco después se inició una purga de la ciudad, los mismos elfos que guardaban las calles de Nagnu asesinando y ejecutando a cualquier ciudadano. Todo lo que he visto allí me hace pensar que ha sido un golpe de estado contra estos señores, los cadáveres humanos junto a los cuerpos asesinados de estos dirigentes una argucia simple para legitimar una ideología y es una amenaza para el resto de clanes de Sandorai.
Sugiero enviar mensajeros a todos los clanes para prevenirlos de tal amenaza y comenzar a preparar a nuestras tropas para la defensa de Corona del sol y probablemente también de Sandorai. -
Aquella intervención dejó boquiabierto a mas de uno en el consejo. Me despacharon mientras ellos deliberaban y rezaba a Ímbar por que me hicieran caso, pues realmente sentía como amenaza lo que ocurrió en Nagnu.
Eleandris
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Re: Inicios de algo por llegar [libre] [cerrado]
Desplazarse por esta ciudad élfica convertida en zona de guerra ya había sido complicado. Pero, ahora, con una costilla rota, un corte en el costado y cincuenta y pocos kilos de mujer elfa a cuestas, estaba siendo todo un desafío.
El lugar de encuentro decidido por los elfos que me contrataron era una pequeña plazoleta más o menos escondida entre callejones de la zona comercial de la ciudad. Con un poco de suerte, ellos seguirían allí y yo cobraría mi recompensa.
Tras un tiempo, llegué a mi destino. No había nadie, de modo que me temí lo peor. Sin embargo, decidí ser positivo, puede que simplemente llegaran tarde, o yo demasiado temprano. No es que uno pudiera medir bien el tiempo entre tanta destrucción. La elfa se había despertado, era más dura de lo que creía, tan sólo un par de moratones cubrían su pálido rostro. Pero en sus ojos verdes había una mirada de profundo y afilado odio. No la culpaba, pero tampoco me importaba.
Después de esperar un rato, pensé en tirar la toalla y mandar una nota de rescate a sus guardias cuando vi a tres figuras acercarse. Eran elfos esbeltos, de pelo negro y ojos penetrantes; vestían una armadura de cuero negro e iban armados. Portaban una espada, una lanza y un par de dagas respectivamente.
Esto era mala noticia por partida doble. Primero, no eran los elfos que esperaba, segundo, no parecían con intención de pagarme.
-No sois quienes esperaba. Pero en fin, dadme mi oro y os entregaré la cabeza de la elfa. El cuerpo os lo dejo gratis.-Esto era una pantomima, sabía lo que iba a pasar, pero decidí darle una oportunidad a la diplomacia.
Los elfos se miraron entre ellos y sonrieron. El de la lanza habló:
-Si, buen trabajo, bestia. Desde luego nos servirá mejor viva. Entréganosla, y podrás salir de la ciudad de una pieza.- Sus compañeros trataban de contener la risa. Ellos también sabían que eso no iba a pasar, en cuento les entregara a la elfa, me matarían. En este tipo de operaciones no se dejan cabos sueltos.
Estaba en un apuro. En condiciones normales, vencer a tres elfos armados era todo un desafío, pero encima estaba herido en el costado y tenía magulladuras por la caída. Debía pensar algo...
Tomé a Isandirs a mi lado con ambos brazos y me acerqué a ellos un par de metros.
-¿La queréis?-dije-¡Pues tomadla!-
Al decir aquello, lancé a la elfa hacia arriba en dirección del lancero. Los instintos son una cosa curiosa, su el elfo hubiera tenido tiempo de pensar con tranquilidad, no habría hecho nada para evitar que Isandris se estrellase contra el suelo como un saco de patatas, pero, ante lo absurdo de la situación, los tres miraron por instinto hacia arriba y el lancero la interceptó con sus brazos. Esa distracción era todo lo que necesitaba para abalanzarme sobre su compañero espadachín como león que era. Otro error que había cometido estos aspirantes a asesinos era que no habían desenfundado sus armas desde el primer momento; pero mi gente siempre tiene sus armas a punto, garras fuertes y colmillos afilados, y eso mismo usé para desgarrar la garganta desprotegida del elfo.
Mientras su compañero se ahogaba en su sangre, los otros dos espabilaron, el lacero soltó a Isandris y agarró su arma, era rápido, y yo me encontraba en el suelo, de manera que tuve que rodar para evitar una lanzada, ocasión que su compañero aprovecho para propinarme una brutal patada en el costado, justo donde estaba herido, el dolor hizo que mi visión se nublara, pero no podía perder la ocasión, si les dejaba un momento de respiro, se organizarían y no tendría oportunidad. Me levanté con fuerza y di un garrazo a ciegas, conseguí rozar la cara del lancero pero, lejos de perder la compostura, esquivó el resto del golpe con gracia y me golpeó con su lanza a moda de bastón en la mandíbula, si fuese un humano, estoy seguro de que habría perdido en conocimiento, en su lugar, aproveché el impulso del golpe para agarra la cabeza del elfo y tirarlo al suelo con un giro. El de las dagas se me acercó con rapidez y casi de destripa de un tajo, patas traseras más largas me dieron ventaja y lo alejé de una patada, su compañero seguía en el suelo no podía perder la ocasión. Evité que se levantará con mi pie, saqué mi cuchillo de hueso y se lo clavé en un ojo con todas mis fuerzas.
De repente, sentí un dolor punzante en mi omoplato. El hijo de la gran puta del último elfo aprovechó la muerte de su amigo para clavarme una de sus dagas por la espalda, me giré para darle con mi garra, pero él esquivó el golpe con facilidad. Estaba herido, magullado, cansado y sangraba como un cerdo, además mi oponente estaba en perfectas condiciones y estaba claro que era el más peligroso de los tres, pues no estaba nada afectado por la muerte de los otros dos y su mirada y postura decían que estaba listo para luchar hasta la muerte.
Una cosa curiosa sobre las razas nativas de este mundo. Ninguna ha sido creada para luchar. Es cierto: Los humanos, los elfos, los enanos...todos usan armas, armaduras, técnicas de combate y un riguroso entrenamiento para compensar sus deficiencias naturales. Después de todo, no tiene garras ni coraza y colmillos. Pero a nosotros, los hombres-bestia, habíamos sido creados específicamente para situaciones como esta, para luchar contra las razas de este mundo. Por eso, en esta situación, en lugar de temer por mi vida o querer huir, me invadía una sensación de éxtasis sublime. Nuestra habilidad racial nos permitía sacar fuerzas de flaqueza y entrar en un estado de frenesí a medida que recibíamos daño, y de esa forma lucharíamos hasta el final. ¿Por qué?, porque a los cabrones sin corazón que nos crearon no les interesaban soldados que sintieran miedo o morir o a ser heridos en combate...
Con un grito de guerra, ambos nos enfrentamos en un duelo que duró sólo un par de minutos, pero que bien podría haber sido eterno. Ambos lo dimos todo, y, tras sufrir varios golpes y heridas, salí victorioso. Mi pelaje blanco casi se había vuelto carmesí, por mi sangre y la de mis enemigos. Respirando con dificultad, conseguí apoyarme en un muro. No duraría mucho consciente, mi cuerpo me gritaba que le permitiera curarse y descansar. Pero, entonces, posé mi mirada en la elfa y ella me la devolvió. Claramente ambos nos hacíamos la misma pregunta. "¿Y ahora qué?"
Si la mataba, estaría haciendo el trabajo sucio de los mamones que habían intentado matarme, y encima gratis, así que no era una opción. En mi estado, tampoco estaba para numeritos de secuestros y rescates, de hecho, me iba a desmayar en cualquier momento, dejándola a merced del siguiente gilipollas y pasara por aquí.
Con un suspiro, y mucho esfuerzo, me puse en pie....saqué mi cuchillo de la cara del lancero....me acerqué a Isandris...y corte sus ataduras.
La elfa se puso en pie, se quitó la mordaza, pero no me dijo palabra alguna. En su lugar, me dirigió una mirada llena de odio y asco y me escupió en un ojo. Una conducta increíblemente maleducada para una elfa noble...pero también entendible, dadas las circunstancias. Después, sin mediar palabra, con una gracilidad propia de alguien de sus estatus, dio media vuelta y se alejó con paso firme y sin miedo...je, me empezaba a caer bien.
Incapaz de poder soportar más mi peso, mis rodillas cedieron. Al final acabé sin dinero, sin elfa y con una somanta de palos como no me habían dado en años. Un último pensamiento pasó por mi mente antes de dormirme, o perder el sentido, nunca e sabido la diferencia.
"Odio esta puta ciudad"
El lugar de encuentro decidido por los elfos que me contrataron era una pequeña plazoleta más o menos escondida entre callejones de la zona comercial de la ciudad. Con un poco de suerte, ellos seguirían allí y yo cobraría mi recompensa.
Tras un tiempo, llegué a mi destino. No había nadie, de modo que me temí lo peor. Sin embargo, decidí ser positivo, puede que simplemente llegaran tarde, o yo demasiado temprano. No es que uno pudiera medir bien el tiempo entre tanta destrucción. La elfa se había despertado, era más dura de lo que creía, tan sólo un par de moratones cubrían su pálido rostro. Pero en sus ojos verdes había una mirada de profundo y afilado odio. No la culpaba, pero tampoco me importaba.
Después de esperar un rato, pensé en tirar la toalla y mandar una nota de rescate a sus guardias cuando vi a tres figuras acercarse. Eran elfos esbeltos, de pelo negro y ojos penetrantes; vestían una armadura de cuero negro e iban armados. Portaban una espada, una lanza y un par de dagas respectivamente.
Esto era mala noticia por partida doble. Primero, no eran los elfos que esperaba, segundo, no parecían con intención de pagarme.
-No sois quienes esperaba. Pero en fin, dadme mi oro y os entregaré la cabeza de la elfa. El cuerpo os lo dejo gratis.-Esto era una pantomima, sabía lo que iba a pasar, pero decidí darle una oportunidad a la diplomacia.
Los elfos se miraron entre ellos y sonrieron. El de la lanza habló:
-Si, buen trabajo, bestia. Desde luego nos servirá mejor viva. Entréganosla, y podrás salir de la ciudad de una pieza.- Sus compañeros trataban de contener la risa. Ellos también sabían que eso no iba a pasar, en cuento les entregara a la elfa, me matarían. En este tipo de operaciones no se dejan cabos sueltos.
Estaba en un apuro. En condiciones normales, vencer a tres elfos armados era todo un desafío, pero encima estaba herido en el costado y tenía magulladuras por la caída. Debía pensar algo...
Tomé a Isandirs a mi lado con ambos brazos y me acerqué a ellos un par de metros.
-¿La queréis?-dije-¡Pues tomadla!-
Al decir aquello, lancé a la elfa hacia arriba en dirección del lancero. Los instintos son una cosa curiosa, su el elfo hubiera tenido tiempo de pensar con tranquilidad, no habría hecho nada para evitar que Isandris se estrellase contra el suelo como un saco de patatas, pero, ante lo absurdo de la situación, los tres miraron por instinto hacia arriba y el lancero la interceptó con sus brazos. Esa distracción era todo lo que necesitaba para abalanzarme sobre su compañero espadachín como león que era. Otro error que había cometido estos aspirantes a asesinos era que no habían desenfundado sus armas desde el primer momento; pero mi gente siempre tiene sus armas a punto, garras fuertes y colmillos afilados, y eso mismo usé para desgarrar la garganta desprotegida del elfo.
Mientras su compañero se ahogaba en su sangre, los otros dos espabilaron, el lacero soltó a Isandris y agarró su arma, era rápido, y yo me encontraba en el suelo, de manera que tuve que rodar para evitar una lanzada, ocasión que su compañero aprovecho para propinarme una brutal patada en el costado, justo donde estaba herido, el dolor hizo que mi visión se nublara, pero no podía perder la ocasión, si les dejaba un momento de respiro, se organizarían y no tendría oportunidad. Me levanté con fuerza y di un garrazo a ciegas, conseguí rozar la cara del lancero pero, lejos de perder la compostura, esquivó el resto del golpe con gracia y me golpeó con su lanza a moda de bastón en la mandíbula, si fuese un humano, estoy seguro de que habría perdido en conocimiento, en su lugar, aproveché el impulso del golpe para agarra la cabeza del elfo y tirarlo al suelo con un giro. El de las dagas se me acercó con rapidez y casi de destripa de un tajo, patas traseras más largas me dieron ventaja y lo alejé de una patada, su compañero seguía en el suelo no podía perder la ocasión. Evité que se levantará con mi pie, saqué mi cuchillo de hueso y se lo clavé en un ojo con todas mis fuerzas.
De repente, sentí un dolor punzante en mi omoplato. El hijo de la gran puta del último elfo aprovechó la muerte de su amigo para clavarme una de sus dagas por la espalda, me giré para darle con mi garra, pero él esquivó el golpe con facilidad. Estaba herido, magullado, cansado y sangraba como un cerdo, además mi oponente estaba en perfectas condiciones y estaba claro que era el más peligroso de los tres, pues no estaba nada afectado por la muerte de los otros dos y su mirada y postura decían que estaba listo para luchar hasta la muerte.
Una cosa curiosa sobre las razas nativas de este mundo. Ninguna ha sido creada para luchar. Es cierto: Los humanos, los elfos, los enanos...todos usan armas, armaduras, técnicas de combate y un riguroso entrenamiento para compensar sus deficiencias naturales. Después de todo, no tiene garras ni coraza y colmillos. Pero a nosotros, los hombres-bestia, habíamos sido creados específicamente para situaciones como esta, para luchar contra las razas de este mundo. Por eso, en esta situación, en lugar de temer por mi vida o querer huir, me invadía una sensación de éxtasis sublime. Nuestra habilidad racial nos permitía sacar fuerzas de flaqueza y entrar en un estado de frenesí a medida que recibíamos daño, y de esa forma lucharíamos hasta el final. ¿Por qué?, porque a los cabrones sin corazón que nos crearon no les interesaban soldados que sintieran miedo o morir o a ser heridos en combate...
Con un grito de guerra, ambos nos enfrentamos en un duelo que duró sólo un par de minutos, pero que bien podría haber sido eterno. Ambos lo dimos todo, y, tras sufrir varios golpes y heridas, salí victorioso. Mi pelaje blanco casi se había vuelto carmesí, por mi sangre y la de mis enemigos. Respirando con dificultad, conseguí apoyarme en un muro. No duraría mucho consciente, mi cuerpo me gritaba que le permitiera curarse y descansar. Pero, entonces, posé mi mirada en la elfa y ella me la devolvió. Claramente ambos nos hacíamos la misma pregunta. "¿Y ahora qué?"
Si la mataba, estaría haciendo el trabajo sucio de los mamones que habían intentado matarme, y encima gratis, así que no era una opción. En mi estado, tampoco estaba para numeritos de secuestros y rescates, de hecho, me iba a desmayar en cualquier momento, dejándola a merced del siguiente gilipollas y pasara por aquí.
Con un suspiro, y mucho esfuerzo, me puse en pie....saqué mi cuchillo de la cara del lancero....me acerqué a Isandris...y corte sus ataduras.
La elfa se puso en pie, se quitó la mordaza, pero no me dijo palabra alguna. En su lugar, me dirigió una mirada llena de odio y asco y me escupió en un ojo. Una conducta increíblemente maleducada para una elfa noble...pero también entendible, dadas las circunstancias. Después, sin mediar palabra, con una gracilidad propia de alguien de sus estatus, dio media vuelta y se alejó con paso firme y sin miedo...je, me empezaba a caer bien.
Incapaz de poder soportar más mi peso, mis rodillas cedieron. Al final acabé sin dinero, sin elfa y con una somanta de palos como no me habían dado en años. Un último pensamiento pasó por mi mente antes de dormirme, o perder el sentido, nunca e sabido la diferencia.
"Odio esta puta ciudad"
Salük
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