The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
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The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Giré el pomo y me la encontré de rodillas, con la palabra puta y las manos vacías, con la boca cerrada por suerte o desgracia, y sin rastro de si misma, así que imagina. Mientras ella se levantaba, aquel hijo de puta caía de rodillas y el grito se convertía en carcajada mientras yo le clavaba la hoja o se la hiciera pasar por el cuello mientras le llamaba puta. Aquel día Dana pasó algo lo más parecido a miedo, pero aquel animal no volvió a abrir la boca más que para tragar tierra, aquel trabajo fue difícil, pero aquel asesino no volvería a molestar a otra mujer. Cuando llegué a su hogar encontré sus ropas en la puerta, me metí hasta su habitación, parecía un hogar lleno de felicidad. Pero el miedo y el esfuerzo intenso no me dejaban razonar, giré la cabeza y vi a su mujer, y a su familia en una imagen encima de la chimenea, ahí ya sabía que sería el último recuerdo de esa familia, el último baile. A partir de ahora no habría ya más que frío en este hogar. Hubo un lugar donde se podía respirar, pero ahora aquí nadie respiraría, todo se quedaría en un frío que se cala bien dentro.
Todo aquello había intentado olvidarlo, 'échale cojones' me decía una y otra vez, he intentaba que Dana no viniera a marear de nuevo con sus intentos porque no abandonara estas costumbres, tenía que escapar de todo aquello, pero todos estos lugares me recordaban a aquellos años. Aunque nunca había entrado a Ciudad Lagarto, por lo menos de día, siempre intentábamos trabajar a las afueras de las ciudad o núcleos, para evitar contacto con otros seres. Siempre de negro, all black, aunque en cualquier momento el juego podía terminar. Ahora doy gracias por poder respirar, por caer del cielo.
Aquella ciudad era perfecta para toda persona sin olfato, digna para todos aquellos con la gracia de dios, con las manos en la espalda y con el corazón a fondo del vagón. Con el paso tranquilo, las manos guardadas en los bolsillos, manteniendo la calma, porque si no el karma acaba dándote tu merecido, pregunté por la 'Plaza Paraíso', me indicaron no sin antes sacudirlo como un impala. Tenía como destino esta plaza, algo tenía pendiente y quería resolverlo. No estaba a más de 50 metros. Olía el olor a fogatas, escuchaba a lo lejos el jolgorio de los allí presentes, veía la desgracia de la belleza mal empleada.
- Malaaaa, malaa eres malaaaa, mala-ala... Cantaba Dana, 'no me olvides si desaparezco siempre vuelvo' era una profesional en esto. - ¿Que quieres Dana?. Siempre estaba esperando que se desvaneciera, como un cuervo. - ¿A quien vas a salvar hoy lobito? ¿O vas a matarlos a todos?. Si tu supieras lo que cuesta no volver dentro... - Hoy voy a inventar el amor Dana. El drama de la cama hasta el cemento... Cuando le hablaba de sentimientos, desaparecía, no era su hijo predilecto, esa era mi recompensa.
Todo aquello había intentado olvidarlo, 'échale cojones' me decía una y otra vez, he intentaba que Dana no viniera a marear de nuevo con sus intentos porque no abandonara estas costumbres, tenía que escapar de todo aquello, pero todos estos lugares me recordaban a aquellos años. Aunque nunca había entrado a Ciudad Lagarto, por lo menos de día, siempre intentábamos trabajar a las afueras de las ciudad o núcleos, para evitar contacto con otros seres. Siempre de negro, all black, aunque en cualquier momento el juego podía terminar. Ahora doy gracias por poder respirar, por caer del cielo.
Aquella ciudad era perfecta para toda persona sin olfato, digna para todos aquellos con la gracia de dios, con las manos en la espalda y con el corazón a fondo del vagón. Con el paso tranquilo, las manos guardadas en los bolsillos, manteniendo la calma, porque si no el karma acaba dándote tu merecido, pregunté por la 'Plaza Paraíso', me indicaron no sin antes sacudirlo como un impala. Tenía como destino esta plaza, algo tenía pendiente y quería resolverlo. No estaba a más de 50 metros. Olía el olor a fogatas, escuchaba a lo lejos el jolgorio de los allí presentes, veía la desgracia de la belleza mal empleada.
- Malaaaa, malaa eres malaaaa, mala-ala... Cantaba Dana, 'no me olvides si desaparezco siempre vuelvo' era una profesional en esto. - ¿Que quieres Dana?. Siempre estaba esperando que se desvaneciera, como un cuervo. - ¿A quien vas a salvar hoy lobito? ¿O vas a matarlos a todos?. Si tu supieras lo que cuesta no volver dentro... - Hoy voy a inventar el amor Dana. El drama de la cama hasta el cemento... Cuando le hablaba de sentimientos, desaparecía, no era su hijo predilecto, esa era mi recompensa.
Damian Noor
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
La sangre martilleaba en sus oídos y los pulmones le ardían. En aquel mismo instante, Iori deseaba poder ser una bruja. O una guerrera entrenada, estilo Sashenka. Cualquier cosa serviría con tal de que le diese las habilidades necesarias para ser capaz de golpear a distancia a aquel desgraciado. Hijo de puta. Corría deslizándose entre el gentío en aquella infame ciudad. Aunque cuando dirigió sus pasos hacia ella no le había parecido eso.
Quién sabía, lo que Lunargenta le había negado, quizá en Ciudad Lagarto lo encontraría. Y de momento, las esperanzas de la humana se habían dado de bruces con la realidad. En concreto, con una realidad delgada, de rostro cetrino y nariz rota, testimonio de peleas pasadas. Aquel desgraciado se había colado detrás de ella, y sin que apenas se diese cuenta le había quitado el anillo.
EL anillo.
El pequeño objeto que había marcado la dirección de sus pasos en las últimas semanas de su vida. Por el cual se había metido en líos, uno tras otro, y recorrido distancias buscando saber. Ah... el conocimiento... Los ojos azules se entrecerraron peligrosamente mientras tomana nota mental de la importancia de aprender a disparar flechas para una próxima vez. El maldito ladrón corría escapando de ella y miraba hacia atrás de forma intermitente, con una sorpresa en el rostro que dejaba claro que no se encontraba acostumbrado a ser perseguido después de uno de sus trabajos.
La humana no conocía la ciudad como él, y sin embargo no aflojaba en la persecución, compensando su ignorancia de las calles con sus habilidades físicas. Y su cabezonería claro. Se internó en un gran espacio abierto tras él, y de haberse parado a mirar el cartel, habría sabido que su nombre era Plaza Paraíso. Claro que también le haría falta saber leer para eso. El gentío le dificultó continuar con la vista fija en él, por lo que se aproximó a los soportales que discurrían pegados a la pared buscando un lugar elevado.
*De un salto se encaramó para al tejado de los pequeños puestos de venta de una planta que abrían sus puertas hacia la plaza, y sonrió con un pequeño toque de sadismo cuando fue consciente de su ventaja. El maldito ratero, mirando de nuevo para atrás, relajó su carrera al pensar que la había perdido. Iori caminó al paso, notando todavía como los latidos del corazón la empujaban hacia él, en paralelo al ladronzuelo un par de metros por encima.
Calculó la distancia, se fijó en las personas que estaban cerca, y conteniendo la respiración en el último segundo, se precipitó desde arriba para caerle encima. El aterrizaje sobre él fue perfecto y el golpe efectivo, a juzgar por el ruido que hicieron los dientes al cerrar su boca contra el suelo. — Mejor suerte la próxima vez — masculló Iori alzándose sobre él con una sonrisa triunfal. Mantuvo el cuerpo del asaltante entre sus dos piernas y girándolo de mala manera, pudo observar que de sus labios salía sangre. ¿Se habría mordido la lengua cuando lo tiró al suelo? — ¡Perra! — aulló mirándola con odio.
Una punzada de culpabilidad comenzó a tomar forma en su cabeza. Al verlo bajo ella, tirado en el suelo, pudo reconocer mejor sus rasgos. Apenas parecía un adolescente largirucho, que había crecido demasiado rápido. Iori huyó de la compasión como quien escapa de la silueta de una gran ola cerca de la playa. Con la misma certeza de que si dejas que te alcance, solamente te destrozará. No podía mostrar con él amabilidad. Era un cabrón que la había tenido corriendo por Ciudad Lagarto como un pollo sin cabeza. Apretó los dientes y lo atrajo hacia su rostro tirando de su ropa. — ¿No eres demasiado joven para andar metido en esto? Viniste a por la humana equivocada, gilipollas —
Sin más preámbulos metió la mano entre sus ropas y encontró aquello que ansiaba recuperar. Observó la pulida superficie brillante del anillo y con una sonrisa, dejó caer al muchacho de nuevo al suelo apartándose de él. Gracias a los Dioses. Miró entonces a su alrededor y se dio cuenta de que el pequeño altercado había pasado desapercibido para la gente de la plaza. Las personas que estaban allí centraban toda su atención en disfrutar y pasarlo bien, antes que en un pequeño lío que los implicaba únicamente a ellos dos.
¿A ellos tres...?
¿...Quizá a ellos cuatro?
Mierda.
Los ojos azules se aceraron mientras observaba a otras dos figuras, salidas de ninguna parte. A diferencia del muchacho que todavía tenía las manos en la boca, eran hombres adultos de expresión grave. Uno de ellos le tendió una mano al que permanecía en el suelo, mientras el otro la miraba con una mala sonrisa. Iori supo entonces que estaba jodida. Comenzó dando dos pasos de espaldas, sin perderlos a ellos de vista. — Ni se te ocurra salir corriendo... — comentó entre risas uno de ellos. Ya claro, y Iori evidentemente les iba a hacer caso. Como un disparo, se giró y echó a correr buscando ahora deliberadamente perderse entre el gentío.
La plaza era grande, y la cantidad de gente enorme. Pero no podía contar con el factor de marearlos en su propio terreno, terminarían dándole caza. Y no tenía ni ganas ni fe en ser capaz de sacarse de encima a tres delincuentes cabreados. De forma fugaz, un destello rubio captó su atención. — Oh joder... — Iori frenó en seco su carrera y con los ojos desmesuradamente abiertos lo miró. Pensó que estaba huyendo de unos zorros y se había metido de lleno en la boca del lobo. Cruzarse a Neph allí era lo último en lo que estaba pensando, y el miedo de un nuevo encuentro la paralizó.
Aún a unos metros de él, se mantuvo quieta e indecisa, hasta que se fijó mejor. No era Neph. Tenía una anchura de huesos que seguramente le dificultaría entrar con normalidad por algunas puertas. Su melena rubia había sido su primera distracción, pero la cara que enmarcaba el cabello no era el rostro peligroso de Neph. Él tenía una expresión confiada y fría, en cambio el hombre que tenía delante transmitía otro tipo de sensación. Su barba cubría parte de sus rasgos pero sin duda las facciones que se intuían debajo estaban bien marcadas confiriéndole dureza a su rostro. Un rostro duro para un tipo duro.
Cuando la idea apenas había tomado forma de palabras en su mente, la humana ya estaba en marcha y lista para la acción. Actuó como en toda su maldita vida, pensando poco, y con unas largas zancadas se lanzó hacia él. Pensó que él la había visto acercarse pero apenas tuvo tiempo para registrar ese dato. — ¡Lo siento, lo siento, LO SIENTO. ¿Te importaría seguirme la corriente? — Miró por encima del hombro hacia atrás, y distinguió tres cabezas corriendo entre las personas. Venían en la dirección correcta, si la veían la encontrarían.
Pero Iori había encontrado su parapeto adecuado.
— Necesito que me hagas de trinchera un momento — Le explicó mirándolo a los ojos con urgencia. Azules. Y espectaculares. No había tiempo. — ¡Por favor! — Lo rodeó con rapidez y se puso a su espalda comprobando que su teoría era cierta. En donde terminaban los hombros de Iori continuaba la espalda de aquel armario, con lo cual, ella quedaba completamente escondida detrás de su figura. Apoyó las manos en su pétrea espalda y aferró entre los dedos la tela que lo cubría para asegurarse de que no se des coordinaban en un mal movimiento. Iori se había convertido en aquel momento en su nueva sombra, y le pidió a los Dioses o a la fortuna que aquellos maleantes pasaran de largo.
*Iori usa su especialidad en parkour para trepar y moverse con agilidad.
Quién sabía, lo que Lunargenta le había negado, quizá en Ciudad Lagarto lo encontraría. Y de momento, las esperanzas de la humana se habían dado de bruces con la realidad. En concreto, con una realidad delgada, de rostro cetrino y nariz rota, testimonio de peleas pasadas. Aquel desgraciado se había colado detrás de ella, y sin que apenas se diese cuenta le había quitado el anillo.
EL anillo.
El pequeño objeto que había marcado la dirección de sus pasos en las últimas semanas de su vida. Por el cual se había metido en líos, uno tras otro, y recorrido distancias buscando saber. Ah... el conocimiento... Los ojos azules se entrecerraron peligrosamente mientras tomana nota mental de la importancia de aprender a disparar flechas para una próxima vez. El maldito ladrón corría escapando de ella y miraba hacia atrás de forma intermitente, con una sorpresa en el rostro que dejaba claro que no se encontraba acostumbrado a ser perseguido después de uno de sus trabajos.
La humana no conocía la ciudad como él, y sin embargo no aflojaba en la persecución, compensando su ignorancia de las calles con sus habilidades físicas. Y su cabezonería claro. Se internó en un gran espacio abierto tras él, y de haberse parado a mirar el cartel, habría sabido que su nombre era Plaza Paraíso. Claro que también le haría falta saber leer para eso. El gentío le dificultó continuar con la vista fija en él, por lo que se aproximó a los soportales que discurrían pegados a la pared buscando un lugar elevado.
*De un salto se encaramó para al tejado de los pequeños puestos de venta de una planta que abrían sus puertas hacia la plaza, y sonrió con un pequeño toque de sadismo cuando fue consciente de su ventaja. El maldito ratero, mirando de nuevo para atrás, relajó su carrera al pensar que la había perdido. Iori caminó al paso, notando todavía como los latidos del corazón la empujaban hacia él, en paralelo al ladronzuelo un par de metros por encima.
Calculó la distancia, se fijó en las personas que estaban cerca, y conteniendo la respiración en el último segundo, se precipitó desde arriba para caerle encima. El aterrizaje sobre él fue perfecto y el golpe efectivo, a juzgar por el ruido que hicieron los dientes al cerrar su boca contra el suelo. — Mejor suerte la próxima vez — masculló Iori alzándose sobre él con una sonrisa triunfal. Mantuvo el cuerpo del asaltante entre sus dos piernas y girándolo de mala manera, pudo observar que de sus labios salía sangre. ¿Se habría mordido la lengua cuando lo tiró al suelo? — ¡Perra! — aulló mirándola con odio.
Una punzada de culpabilidad comenzó a tomar forma en su cabeza. Al verlo bajo ella, tirado en el suelo, pudo reconocer mejor sus rasgos. Apenas parecía un adolescente largirucho, que había crecido demasiado rápido. Iori huyó de la compasión como quien escapa de la silueta de una gran ola cerca de la playa. Con la misma certeza de que si dejas que te alcance, solamente te destrozará. No podía mostrar con él amabilidad. Era un cabrón que la había tenido corriendo por Ciudad Lagarto como un pollo sin cabeza. Apretó los dientes y lo atrajo hacia su rostro tirando de su ropa. — ¿No eres demasiado joven para andar metido en esto? Viniste a por la humana equivocada, gilipollas —
Sin más preámbulos metió la mano entre sus ropas y encontró aquello que ansiaba recuperar. Observó la pulida superficie brillante del anillo y con una sonrisa, dejó caer al muchacho de nuevo al suelo apartándose de él. Gracias a los Dioses. Miró entonces a su alrededor y se dio cuenta de que el pequeño altercado había pasado desapercibido para la gente de la plaza. Las personas que estaban allí centraban toda su atención en disfrutar y pasarlo bien, antes que en un pequeño lío que los implicaba únicamente a ellos dos.
¿A ellos tres...?
¿...Quizá a ellos cuatro?
Mierda.
Los ojos azules se aceraron mientras observaba a otras dos figuras, salidas de ninguna parte. A diferencia del muchacho que todavía tenía las manos en la boca, eran hombres adultos de expresión grave. Uno de ellos le tendió una mano al que permanecía en el suelo, mientras el otro la miraba con una mala sonrisa. Iori supo entonces que estaba jodida. Comenzó dando dos pasos de espaldas, sin perderlos a ellos de vista. — Ni se te ocurra salir corriendo... — comentó entre risas uno de ellos. Ya claro, y Iori evidentemente les iba a hacer caso. Como un disparo, se giró y echó a correr buscando ahora deliberadamente perderse entre el gentío.
La plaza era grande, y la cantidad de gente enorme. Pero no podía contar con el factor de marearlos en su propio terreno, terminarían dándole caza. Y no tenía ni ganas ni fe en ser capaz de sacarse de encima a tres delincuentes cabreados. De forma fugaz, un destello rubio captó su atención. — Oh joder... — Iori frenó en seco su carrera y con los ojos desmesuradamente abiertos lo miró. Pensó que estaba huyendo de unos zorros y se había metido de lleno en la boca del lobo. Cruzarse a Neph allí era lo último en lo que estaba pensando, y el miedo de un nuevo encuentro la paralizó.
Aún a unos metros de él, se mantuvo quieta e indecisa, hasta que se fijó mejor. No era Neph. Tenía una anchura de huesos que seguramente le dificultaría entrar con normalidad por algunas puertas. Su melena rubia había sido su primera distracción, pero la cara que enmarcaba el cabello no era el rostro peligroso de Neph. Él tenía una expresión confiada y fría, en cambio el hombre que tenía delante transmitía otro tipo de sensación. Su barba cubría parte de sus rasgos pero sin duda las facciones que se intuían debajo estaban bien marcadas confiriéndole dureza a su rostro. Un rostro duro para un tipo duro.
Cuando la idea apenas había tomado forma de palabras en su mente, la humana ya estaba en marcha y lista para la acción. Actuó como en toda su maldita vida, pensando poco, y con unas largas zancadas se lanzó hacia él. Pensó que él la había visto acercarse pero apenas tuvo tiempo para registrar ese dato. — ¡Lo siento, lo siento, LO SIENTO. ¿Te importaría seguirme la corriente? — Miró por encima del hombro hacia atrás, y distinguió tres cabezas corriendo entre las personas. Venían en la dirección correcta, si la veían la encontrarían.
Pero Iori había encontrado su parapeto adecuado.
— Necesito que me hagas de trinchera un momento — Le explicó mirándolo a los ojos con urgencia. Azules. Y espectaculares. No había tiempo. — ¡Por favor! — Lo rodeó con rapidez y se puso a su espalda comprobando que su teoría era cierta. En donde terminaban los hombros de Iori continuaba la espalda de aquel armario, con lo cual, ella quedaba completamente escondida detrás de su figura. Apoyó las manos en su pétrea espalda y aferró entre los dedos la tela que lo cubría para asegurarse de que no se des coordinaban en un mal movimiento. Iori se había convertido en aquel momento en su nueva sombra, y le pidió a los Dioses o a la fortuna que aquellos maleantes pasaran de largo.
*Iori usa su especialidad en parkour para trepar y moverse con agilidad.
Iori Li
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Como quien escucha la mejor banda sonora de la historia, o se pincha con las rosas negras, entre la nocturnidad de aquella noche, las hogueras y el tugurio de la gente, comencé a escuchar un alboroto en los alrededores, alguien debería de estar metiéndose en problemas antes de tiempo. Ensimismado en mis pensamientos, noté un empujón por detrás y crucé la mirada con un joven durante decimas de segundo, solo me alcanzó para ver aquella cara desencajada, posiblemente aquel estrés de vida no le dejaba respirar, me aparté del camino puesto que esperaba que alguien estuviera siguiéndolo y acabara volviendo a golpearme, solo veía putas malas aquí.
Pero todo aquel escándalo me llevó a mirar hacía el cielo de aquella noche, y entre aquellos tejados maltrechos, algunos hechos entre telares y maderas de navío, o de restos de otros edificios ya derrumbados o abandonados, que era lo que le hacía a aquella ciudad aquel aspecto tan peculiar o transgresor, que nos hacía verlo entre el abandono, la inmundicia y el pudiente habitante. Entre aquellos tejados pude ver a alguien corriendo, saltando y evitando todos los obstáculos que se le imponían, pero con aquella poca luz solo pude distinguir que se trataba de una mujer, y la perdí cuando saltó del tejado al suelo firme, entonces la perdí entre el gentío unos metros más adelante.
Reí al ver aquella escena, un día de mierda a veces sienta bien, y días como aquellos los habíamos tenido tiempo atrás, correr para huir o para perseguir. Seguí caminando hacía la plaza, pero como intuía que aquel barullo seguiría en la plaza, pensé en bordear por el costado para evitar todo el tugurio de todos aquellos curiosos. Pero no me dio tiempo a cambiar el rumbo, porque el tiempo había pasado muy rápido, o el tiempo se había detenido, pero se me clavaron aquellos ojos en los míos, allí quieto, inmóvil, a unos escasos metros de mí, creí reconocerla de hacía apenas un momento corriendo por los tejados, pero por encima de ella pude ver que alguien corría hacia nosotros, más rápido que los truenos, no me dio tiempo a poder observar mucho más.
En cuestión de segundos aquella chica se me puso detrás, me decía que hiciera de parapeto, sonreí al ver aquella escena, estaba buscando motivos para protegerla, sin ni siquiera saber que era la causa de aquella huida. Parecía mentira, pero hacía poco había estado huyendo junto a un bio y una bruja, ahora de nuevo otra huida, y esta vez no me apetecía huir. Saqué el hacha de la espalda y la sujeté en una mano, la derecha, con la izquierda la cubrí, y los esperé, alcé la vista para intentar localizarlos antes de que llegaran a nuestra altura. El diablo esta vez no llegaba, había que decirle que yo ya había estado allí.
Llegaron, tarde pero llegaron, dos de ellos pasaron por nuestro costado y corrieron calle abajo, sin inmutarse, el tercero parecía que se había retrasado más que sus compañeros, parecía que este estaba más interesado en investigar la zona. Conforme se acercaba a nosotros lo pude reconocer, era el chico que había chocado conmigo hacía unos minutos, aquella cara desencajada se había convertido en una cara de odio, pero entonces noté que la chica se aferraba con mas fuerza, tanta, que incluso me inclinó hacía atrás haciendo que perdiera un poco el equilibrio, pero por suerte sin llegar a caer. En aquel momento el muchacho creí que la había visto porque corrió hacia nosotros, ante la duda de si la había descubierto, volteé el hacha en el aire para no usar la hoja del hacha, pero si el mango que la sujetaba, lancé contra el muchacho y le golpeó contra su mandíbula, haciendo que cayera con otro golpe seco contra el suelo. Por esta noche seguro que no se volvería a levantar.
Me di la vuelta y me quité el abrigo rápido, se lo puse a la chica colocándole la capucha. - Déjame caer, déjame caer y ya. Ahora no era el momento para Dana. Al levantar la mirada me pareció ver a los otros dos volviendo hacía nosotros. - Deberíamos de irnos de aquí. Le cogí del abrigo y la arrastré hasta el primer local abierto que encontré, abrí la puerta y una bocanada de humo nos invadió, parecía que íbamos a estar toda la noche escapando a ningún lugar. Desconocía donde nos habíamos metido, ¿donde?, ¿con quien?, ¿porque?.
Pero todo aquel escándalo me llevó a mirar hacía el cielo de aquella noche, y entre aquellos tejados maltrechos, algunos hechos entre telares y maderas de navío, o de restos de otros edificios ya derrumbados o abandonados, que era lo que le hacía a aquella ciudad aquel aspecto tan peculiar o transgresor, que nos hacía verlo entre el abandono, la inmundicia y el pudiente habitante. Entre aquellos tejados pude ver a alguien corriendo, saltando y evitando todos los obstáculos que se le imponían, pero con aquella poca luz solo pude distinguir que se trataba de una mujer, y la perdí cuando saltó del tejado al suelo firme, entonces la perdí entre el gentío unos metros más adelante.
Reí al ver aquella escena, un día de mierda a veces sienta bien, y días como aquellos los habíamos tenido tiempo atrás, correr para huir o para perseguir. Seguí caminando hacía la plaza, pero como intuía que aquel barullo seguiría en la plaza, pensé en bordear por el costado para evitar todo el tugurio de todos aquellos curiosos. Pero no me dio tiempo a cambiar el rumbo, porque el tiempo había pasado muy rápido, o el tiempo se había detenido, pero se me clavaron aquellos ojos en los míos, allí quieto, inmóvil, a unos escasos metros de mí, creí reconocerla de hacía apenas un momento corriendo por los tejados, pero por encima de ella pude ver que alguien corría hacia nosotros, más rápido que los truenos, no me dio tiempo a poder observar mucho más.
En cuestión de segundos aquella chica se me puso detrás, me decía que hiciera de parapeto, sonreí al ver aquella escena, estaba buscando motivos para protegerla, sin ni siquiera saber que era la causa de aquella huida. Parecía mentira, pero hacía poco había estado huyendo junto a un bio y una bruja, ahora de nuevo otra huida, y esta vez no me apetecía huir. Saqué el hacha de la espalda y la sujeté en una mano, la derecha, con la izquierda la cubrí, y los esperé, alcé la vista para intentar localizarlos antes de que llegaran a nuestra altura. El diablo esta vez no llegaba, había que decirle que yo ya había estado allí.
Llegaron, tarde pero llegaron, dos de ellos pasaron por nuestro costado y corrieron calle abajo, sin inmutarse, el tercero parecía que se había retrasado más que sus compañeros, parecía que este estaba más interesado en investigar la zona. Conforme se acercaba a nosotros lo pude reconocer, era el chico que había chocado conmigo hacía unos minutos, aquella cara desencajada se había convertido en una cara de odio, pero entonces noté que la chica se aferraba con mas fuerza, tanta, que incluso me inclinó hacía atrás haciendo que perdiera un poco el equilibrio, pero por suerte sin llegar a caer. En aquel momento el muchacho creí que la había visto porque corrió hacia nosotros, ante la duda de si la había descubierto, volteé el hacha en el aire para no usar la hoja del hacha, pero si el mango que la sujetaba, lancé contra el muchacho y le golpeó contra su mandíbula, haciendo que cayera con otro golpe seco contra el suelo. Por esta noche seguro que no se volvería a levantar.
Me di la vuelta y me quité el abrigo rápido, se lo puse a la chica colocándole la capucha. - Déjame caer, déjame caer y ya. Ahora no era el momento para Dana. Al levantar la mirada me pareció ver a los otros dos volviendo hacía nosotros. - Deberíamos de irnos de aquí. Le cogí del abrigo y la arrastré hasta el primer local abierto que encontré, abrí la puerta y una bocanada de humo nos invadió, parecía que íbamos a estar toda la noche escapando a ningún lugar. Desconocía donde nos habíamos metido, ¿donde?, ¿con quien?, ¿porque?.
Damian Noor
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Los ojos azules escudriñaron mientras asomaba con cautela por el costado derecho de aquel armario. Pudo distinguir con consternación que, de los tres maleantes, el que se encontraba en el suelo era el muchacho joven. El que le había robado el anillo. Parecía inconsciente y un golpe sangrante en la mandíbula le hizo pensar a Iori que quizá aquella sería una nueva fractura remodelada en su colección personal. Junto con la nariz torcida que le había quedado de algún encontronazo anterior.
Perfecto. Por ella podía disfrutar del doloroso proceso de curación.
Con la mirada aún clavada en el cuerpo tendido, que ya comenzaba a llamar la atención de la gente en torno a ellos, la humana apenas pudo alzar los ojos cuando algo oscuro la cubrió. Notó la calidez de la tela y su enorme peso. Evidentemente, mucha tela para cubrir mucho cuerpo. Era de primero de sastrería.
Comprendió sin palabras que aquel rubio estaba ayudándola. La había escondido, había noqueado a aquel cernícalo, y ahora la arrastraba guiándola entre el gentío a... ¿Algún lugar seguro? - Eh, espera, ¡Espera! puedo caminar bien sola... - ¿Le llegaría siquiera su voz a esas alturas en las que se movía la cabeza del hombre?
La humana tropezó como prueba evidente de que sus palabras eran una absoluta mentira, y forcejeó con la capucha que él le había puesto, la cual caía con su borde hasta la altura del cuello. Joder. Escuchó una puerta y cuando dieron un paso dentro la humana consiguió retirarla de su rostro hacia atrás.
El denso humo y el olor penetrante la hicieron arrugar la nariz por inercia. - Uffff... ¿Qué es este lugar? - Alzó la manga del abrigo para cubrir la nariz un instante, encontrando el aroma del tejido muy atrayente. Olía a tierra, a verde... y a perro mojado. - Oh Dioses, ¿Dónde dejé mis modales? ¡Lo siento! Me has ayudado ahí fuera, gracias joder. - La muchacha se giró hacia la pared de carne y hueso que tenía delante, y buscó los ojos azules de aquel muro para clavar una expresión afable en él ahora.
- Siento haberte involucrado, al principio pensé que eras otra persona, peligros pasados pero... la verdad es que se ha abierto el cielo contigo - su sonrisa se hizo más amplia, y de haber tenido cola, Iori la habría movido de un lado a otro por detrás de su espalda. Luz leve y murmullos quedos que a pesar de los tonos bajos sonaban a diversión. Desde la entrada podían observar un amplio espacio salpicado de mesas y bancos, separados por pequeños paneles unos de otros. Una gran barra al fondo, y unas escaleras anchas que conducían a una planta superior.
- Espero que estéis hablando aquí sobre los servicios que os pueden interesar - pronunció una figura estilizada que se acercó a ellos. Su tono era sensual, y la humana apartó al instante los ojos de él para mirar sorprendida a la mujer. Llevaba tan poca ropa que anulaba el uso de imaginación al mirarla. Con más piel expuesta de lo que Iori había visto jamás como atuendo, recorrió de arriba abajo su cuerpo. Era insultantemente hermosa, y tentadoramente dispuesta, a juzgar por la forma en la que se había parado delante de ellos.
- Perdona... te refieres a prostitución ¿No? es decir, sexo pagando ¿verdad? - Iori se cruzó de brazos sopesando aquella posibilidad. Sabía cual era uno de los principales "mercados" de aquella ciudad, y por descarte, no era la primera puta que conocía. Y sin embargo ella nunca se había sentido atraída por aquellos temas. - Dime, ¿Es igual de placentero hacerlo cuando hay dinero de por medio? - aquella duda martilleaba en ella siempre que trataba con alguien que se dedicaba a ello. - ¿No pierde parte de la magia? -
La vio enarcar una fina ceja mirando a Iori de mala gana aunque con algo de desconfianza. - Creo que te has equivocado... excepto que sea para mirar, aquí no proporcionamos servicios a otras señoritas... en cambio él, es otro tema. Si es tu deseo puedes venir a observar o a esperar aquí, lo que prefieras- Casi ronroneó mientras daba un paso corto, lo suficiente para apoyar la mano en el torso del rubio. - Qué me dices hombretón, a los que son como tú les reservo una sorpresa especial - y los ojos grises de la prostituta brillaron con la promesa de una noche inolvidable.
La indignación subió hasta las mejillas de Iori ante aquel rechazo alegando su género. Ella no pagaría por ese tipo de servicios, pero de ahí a que le negasen la posibilidad había un trecho. Resopló evidenciando su molestia y miró de medio lado a la montaña. Parecía que aquella noche terminaría de forma más entretenida para él que para ella.
- Perfecto, iré a buscar uno de esos otros sitios entonces - zanjó su conversación con la puta borde. - Por mí no te cortes - le aseguró a él quitándose entonces el pesado abrigo que aún la cubría por los hombros. - Y gracias por lo de antes, en serio, te debo una... no sabes el favor que me hiciste - aseguró mirándolo a los ojos mientras le tendía la prenda.
Debería de marcharse de allí antes de que la señorita meretriz se molestase con ella. Saldría de nuevo a la plaza, y esperaba poder sortear de forma eficaz a los dos compinches del ladrón que quedó tirado en el suelo. Hacer noche en algún lugar resguardado y quizá intentar probar suerte por la mañana, para encontrar a alguien que le tradujese la inscripción del anillo. En vaya putos líos se metía... Suspiró con un deje resignado, con el brazo aún estirado en dirección al rubio, con su abrigo en la mano. Todo va a estar bien. Baby, todo va a estar bien.
Perfecto. Por ella podía disfrutar del doloroso proceso de curación.
Con la mirada aún clavada en el cuerpo tendido, que ya comenzaba a llamar la atención de la gente en torno a ellos, la humana apenas pudo alzar los ojos cuando algo oscuro la cubrió. Notó la calidez de la tela y su enorme peso. Evidentemente, mucha tela para cubrir mucho cuerpo. Era de primero de sastrería.
Comprendió sin palabras que aquel rubio estaba ayudándola. La había escondido, había noqueado a aquel cernícalo, y ahora la arrastraba guiándola entre el gentío a... ¿Algún lugar seguro? - Eh, espera, ¡Espera! puedo caminar bien sola... - ¿Le llegaría siquiera su voz a esas alturas en las que se movía la cabeza del hombre?
La humana tropezó como prueba evidente de que sus palabras eran una absoluta mentira, y forcejeó con la capucha que él le había puesto, la cual caía con su borde hasta la altura del cuello. Joder. Escuchó una puerta y cuando dieron un paso dentro la humana consiguió retirarla de su rostro hacia atrás.
El denso humo y el olor penetrante la hicieron arrugar la nariz por inercia. - Uffff... ¿Qué es este lugar? - Alzó la manga del abrigo para cubrir la nariz un instante, encontrando el aroma del tejido muy atrayente. Olía a tierra, a verde... y a perro mojado. - Oh Dioses, ¿Dónde dejé mis modales? ¡Lo siento! Me has ayudado ahí fuera, gracias joder. - La muchacha se giró hacia la pared de carne y hueso que tenía delante, y buscó los ojos azules de aquel muro para clavar una expresión afable en él ahora.
- Siento haberte involucrado, al principio pensé que eras otra persona, peligros pasados pero... la verdad es que se ha abierto el cielo contigo - su sonrisa se hizo más amplia, y de haber tenido cola, Iori la habría movido de un lado a otro por detrás de su espalda. Luz leve y murmullos quedos que a pesar de los tonos bajos sonaban a diversión. Desde la entrada podían observar un amplio espacio salpicado de mesas y bancos, separados por pequeños paneles unos de otros. Una gran barra al fondo, y unas escaleras anchas que conducían a una planta superior.
- Espero que estéis hablando aquí sobre los servicios que os pueden interesar - pronunció una figura estilizada que se acercó a ellos. Su tono era sensual, y la humana apartó al instante los ojos de él para mirar sorprendida a la mujer. Llevaba tan poca ropa que anulaba el uso de imaginación al mirarla. Con más piel expuesta de lo que Iori había visto jamás como atuendo, recorrió de arriba abajo su cuerpo. Era insultantemente hermosa, y tentadoramente dispuesta, a juzgar por la forma en la que se había parado delante de ellos.
- Perdona... te refieres a prostitución ¿No? es decir, sexo pagando ¿verdad? - Iori se cruzó de brazos sopesando aquella posibilidad. Sabía cual era uno de los principales "mercados" de aquella ciudad, y por descarte, no era la primera puta que conocía. Y sin embargo ella nunca se había sentido atraída por aquellos temas. - Dime, ¿Es igual de placentero hacerlo cuando hay dinero de por medio? - aquella duda martilleaba en ella siempre que trataba con alguien que se dedicaba a ello. - ¿No pierde parte de la magia? -
La vio enarcar una fina ceja mirando a Iori de mala gana aunque con algo de desconfianza. - Creo que te has equivocado... excepto que sea para mirar, aquí no proporcionamos servicios a otras señoritas... en cambio él, es otro tema. Si es tu deseo puedes venir a observar o a esperar aquí, lo que prefieras- Casi ronroneó mientras daba un paso corto, lo suficiente para apoyar la mano en el torso del rubio. - Qué me dices hombretón, a los que son como tú les reservo una sorpresa especial - y los ojos grises de la prostituta brillaron con la promesa de una noche inolvidable.
La indignación subió hasta las mejillas de Iori ante aquel rechazo alegando su género. Ella no pagaría por ese tipo de servicios, pero de ahí a que le negasen la posibilidad había un trecho. Resopló evidenciando su molestia y miró de medio lado a la montaña. Parecía que aquella noche terminaría de forma más entretenida para él que para ella.
- Perfecto, iré a buscar uno de esos otros sitios entonces - zanjó su conversación con la puta borde. - Por mí no te cortes - le aseguró a él quitándose entonces el pesado abrigo que aún la cubría por los hombros. - Y gracias por lo de antes, en serio, te debo una... no sabes el favor que me hiciste - aseguró mirándolo a los ojos mientras le tendía la prenda.
Debería de marcharse de allí antes de que la señorita meretriz se molestase con ella. Saldría de nuevo a la plaza, y esperaba poder sortear de forma eficaz a los dos compinches del ladrón que quedó tirado en el suelo. Hacer noche en algún lugar resguardado y quizá intentar probar suerte por la mañana, para encontrar a alguien que le tradujese la inscripción del anillo. En vaya putos líos se metía... Suspiró con un deje resignado, con el brazo aún estirado en dirección al rubio, con su abrigo en la mano. Todo va a estar bien. Baby, todo va a estar bien.
Iori Li
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Ciudad Lagarto... era el lugar que más despreciaba y a la vez era un sitio que me tranquilizaba. No se como explicarlo. Había tanto caos, tanto idiota por metro cuadrado y tanta maldad que me sentía completamente invisible. En la naturaleza me sentía conectado, en armonía, podía sentir las cosas de mi alrededor pero allí... era como desaparecer por completo, era desconectar del mundo y entrar en el ojo de una tormenta generada de lo peor que te podías encontrar en esas tierras.
Lo que más me desagradaba de aquel lugar era el olor, pero al final consigues olvidarte así que tampoco era tanto problema. Me encontraba caminando con las manos en los bolsillos con los pulgares por fuera a la vez que mantenía un rostro sereno y serio. *¿Porqué odio relacionarme pero me gusta estar rodeado de personas? ¿No debería sentirme ansioso y en peligro cerca de las personas y más en un lugar como este?* Le daba vueltas a mis propios sentimientos mientras daba lentos pero decididos pasos *No, no nos engañemos, cuando tengo ansiedad no puedo ver a nadie que no sea de mi total confianza, me entran nauseas. Pero estando bien si que me gusta sentir esta... invisibilidad, es como estar en una noche sin luna, amparado por la oscuridad* Esquivé una piedrecita que se cruzo en mi camino porque no quería golpear a nadie si le daba una patada y al levantar la vista me empezó a picar la nariz. Me llevé la mano a la cara para rascármela *Vaya por Dios, mi instinto está activo, me huele a peligro, creo que alguien me esta siguiendo o observando ¿O puede ser que simplemente estoy algo paranoico? Los instintos siempre son confusos, no se en que se basan* Y no me mentían, de hecho, a los 10 metros una figura encapuchada se paró delante de mi rígidamente mientras otras dos figuras me flanqueaban a una distancia algo más prudencial *Oh, vaya, es porque parezco un chico inocente con esta cara de bonachón ¿Verdad? Menuda perdida de tiempo, no quiero...*
La figura que se paró delante de mi sacó una navaja. La miré, luego le miré a el y levanté las cejas como sorprendiéndome. Ese estúpido atracador seguramente pensaría que yo me estaba asustando pero simplemente me sorprendía que me intentasen atracar con ese palillo de dientes. No dije nada, me encogí de hombros y le di la vuelta a mis bolsillos para que vieran que no llevaba nada de valor encima, a ver si eso los disuadía. Suponía que no iban a dejarme en paz pero bueno, había que intentarlo. Se acercaron más a mi y el primero seguía apuntándome con el cuchillito que parecía un pelapatatas.
Me fijé en que estaba delante de un burdel pero no le di mucha importancia, parecía que dentro también había algo de jaleo.
Sabía perfectamente que es lo que iba a pasar así que finalmente decidí dar el primer paso. No quería matarlos pero... no me importaba herirlos un poco. *Tenéis muy mala suerte* Suspiré resignado antes de saltar a la acción, algo que ninguno de esos tres atracadores se esperaba. Me impulsé hacia delante, hacia el tipo de la navaja, y le agarré por la muñeca que portaba el arma antes de que pudiera reaccionar. Primero pensé en usar mis garras pero luego me dieron pena, no sabía si me estaban atracando por necesidad o por que eran oscuros de verdad, así que no las saqué. Hice algo más sencillo, lo que haría cualquier humano que supiera defenderse. Retorcí su muñeca hacia fuera, como una llave de Jiujitsu y dado que yo poseía una fuerza mucho mayor no me costó nada hacer que sus articulaciones cedieran y que soltase la navaja mientras se retorcía intentando evitar que no le rompiese el brazo. El tipo no parecía querer rendirse así que cerré mi otro puño y lo descargué rápidamente sobre su rostro, tumbándolo instantáneamente hacia atrás, dejando que se golpease contra el suelo, solo esperaba que no se hubiera abierto la cabeza.
Al ver mis ágiles movimientos, mi fuerza y mi habilidad los otros dos no se acercaron más, se quedaron mirando, de cerca, pero solo miraban. Estaban dudando y la pasividad de mi cara no les asustaba lo suficiente como para huir. O puede que solo estuvieran aterrados, pero también lo dudaba, lo estarían si le hubiera cortado la yugular a su compañero, pero no, no quería ser malo.
-¡Vamos! ¡¿Alguno más?!-
Grité repentinamente cambiando mis facciones hacia una expresión mucho más violenta y problemática. Los dos dieron un paso atrás sorprendidos y todavía tardaron como dos segundos en salir corriendo. Mientras estos individuos salían buscando evitar enfrentarse a mi vi que había una mujer observándome en la puerta del burdel. No era una puta. Su mirada me lo decía claramente. Si lo fuese me estaría mirando con deseo e intentaría seducirme pero ese no era el caso. Eran dos maravillosos y profundos ojos con el color del cielo despejado o el océano en calma cuando lo baña la luz del sol recién levantado. Aspiré aire profundamente para evitar perderme en esa mirada pues me avergonzaba y al hacerlo también se me hinchó el pecho. Levanté la ceja derecha mientras bajaba la izquierda, era una expresión muy mía.
-¿Qué? ¿Eran tus amigos o algo?
Dije sin saber saber ni siquiera porque, no sabía ni porque le dirigía la palabra pero ya era tarde para retirarla. Me la quedé mirando con la misma expresión mientras esperaba una respuesta y el primer atracador empezaba a recuperar la conciencia poco a poco postrado en el suelo.
Lo que más me desagradaba de aquel lugar era el olor, pero al final consigues olvidarte así que tampoco era tanto problema. Me encontraba caminando con las manos en los bolsillos con los pulgares por fuera a la vez que mantenía un rostro sereno y serio. *¿Porqué odio relacionarme pero me gusta estar rodeado de personas? ¿No debería sentirme ansioso y en peligro cerca de las personas y más en un lugar como este?* Le daba vueltas a mis propios sentimientos mientras daba lentos pero decididos pasos *No, no nos engañemos, cuando tengo ansiedad no puedo ver a nadie que no sea de mi total confianza, me entran nauseas. Pero estando bien si que me gusta sentir esta... invisibilidad, es como estar en una noche sin luna, amparado por la oscuridad* Esquivé una piedrecita que se cruzo en mi camino porque no quería golpear a nadie si le daba una patada y al levantar la vista me empezó a picar la nariz. Me llevé la mano a la cara para rascármela *Vaya por Dios, mi instinto está activo, me huele a peligro, creo que alguien me esta siguiendo o observando ¿O puede ser que simplemente estoy algo paranoico? Los instintos siempre son confusos, no se en que se basan* Y no me mentían, de hecho, a los 10 metros una figura encapuchada se paró delante de mi rígidamente mientras otras dos figuras me flanqueaban a una distancia algo más prudencial *Oh, vaya, es porque parezco un chico inocente con esta cara de bonachón ¿Verdad? Menuda perdida de tiempo, no quiero...*
La figura que se paró delante de mi sacó una navaja. La miré, luego le miré a el y levanté las cejas como sorprendiéndome. Ese estúpido atracador seguramente pensaría que yo me estaba asustando pero simplemente me sorprendía que me intentasen atracar con ese palillo de dientes. No dije nada, me encogí de hombros y le di la vuelta a mis bolsillos para que vieran que no llevaba nada de valor encima, a ver si eso los disuadía. Suponía que no iban a dejarme en paz pero bueno, había que intentarlo. Se acercaron más a mi y el primero seguía apuntándome con el cuchillito que parecía un pelapatatas.
Me fijé en que estaba delante de un burdel pero no le di mucha importancia, parecía que dentro también había algo de jaleo.
Sabía perfectamente que es lo que iba a pasar así que finalmente decidí dar el primer paso. No quería matarlos pero... no me importaba herirlos un poco. *Tenéis muy mala suerte* Suspiré resignado antes de saltar a la acción, algo que ninguno de esos tres atracadores se esperaba. Me impulsé hacia delante, hacia el tipo de la navaja, y le agarré por la muñeca que portaba el arma antes de que pudiera reaccionar. Primero pensé en usar mis garras pero luego me dieron pena, no sabía si me estaban atracando por necesidad o por que eran oscuros de verdad, así que no las saqué. Hice algo más sencillo, lo que haría cualquier humano que supiera defenderse. Retorcí su muñeca hacia fuera, como una llave de Jiujitsu y dado que yo poseía una fuerza mucho mayor no me costó nada hacer que sus articulaciones cedieran y que soltase la navaja mientras se retorcía intentando evitar que no le rompiese el brazo. El tipo no parecía querer rendirse así que cerré mi otro puño y lo descargué rápidamente sobre su rostro, tumbándolo instantáneamente hacia atrás, dejando que se golpease contra el suelo, solo esperaba que no se hubiera abierto la cabeza.
Al ver mis ágiles movimientos, mi fuerza y mi habilidad los otros dos no se acercaron más, se quedaron mirando, de cerca, pero solo miraban. Estaban dudando y la pasividad de mi cara no les asustaba lo suficiente como para huir. O puede que solo estuvieran aterrados, pero también lo dudaba, lo estarían si le hubiera cortado la yugular a su compañero, pero no, no quería ser malo.
-¡Vamos! ¡¿Alguno más?!-
Grité repentinamente cambiando mis facciones hacia una expresión mucho más violenta y problemática. Los dos dieron un paso atrás sorprendidos y todavía tardaron como dos segundos en salir corriendo. Mientras estos individuos salían buscando evitar enfrentarse a mi vi que había una mujer observándome en la puerta del burdel. No era una puta. Su mirada me lo decía claramente. Si lo fuese me estaría mirando con deseo e intentaría seducirme pero ese no era el caso. Eran dos maravillosos y profundos ojos con el color del cielo despejado o el océano en calma cuando lo baña la luz del sol recién levantado. Aspiré aire profundamente para evitar perderme en esa mirada pues me avergonzaba y al hacerlo también se me hinchó el pecho. Levanté la ceja derecha mientras bajaba la izquierda, era una expresión muy mía.
-¿Qué? ¿Eran tus amigos o algo?
Dije sin saber saber ni siquiera porque, no sabía ni porque le dirigía la palabra pero ya era tarde para retirarla. Me la quedé mirando con la misma expresión mientras esperaba una respuesta y el primer atracador empezaba a recuperar la conciencia poco a poco postrado en el suelo.
Ren Damaru
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Cuando puso los pies fuera del establecimiento, el aire cálido que envolvía la ciudad apenas le hizo notar la diferencia con el interior viciado que había dentro del burdel. Dejando al enorme hombretón con el que se había parapetado dentro, Iori giró los talones para avanzar con precaución de camino a la plaza principal. Se detuvo bajo el dintel de la entrada y escudriñó en la oscuridad de la noche frente a ella.
Había pocas personas cerca, y el grueso del gentío se intuía por las sombras de sus siluetas, a unas decenas de metros al fondo de la calle. Un movimiento captó su atención. Entrecerró los ojos para distinguir mejor las figuras que, súbitamente se enzarzaron en una pelea callejera. Eran tres contra uno pero, por el despliegue de medios que hizo el del medio, aunque fuesen cinco no hubieran podido con él.
Era alto, de constitución fuerte y se movía con un nervio en el cuerpo que a Iori le hizo intuir la fuerza con la que se defendía del ratero. Abrió la boca sin poder evitarlo mientras de forma instintiva se ponía ligeramente en guardia sin moverse un paso. Aunque aquello no iba con ella bien podía la pelea salpicarla. Y después de haber huido de una, lo último que le apetecía era verse envuelta en otra.
Joder.
Aquel rubio tenía un rostro suave, incluso cándido, pero la expresión que adquirió su rostro cuando se enfrentó a los dos que quedaban de pie hizo que los músculos de Iori se pusiesen más tensos todavía. En el sitio equivocado en el momento equivocado. Se llevaba repitiendo demasiadas veces en los últimos días de vida de la humana.
Los susodichos echaron a correr calle abajo, y la mirada taciturna del joven se cruzó ahora con la de ella. La morena tembló. No recordaba a ver visto una muestra de habilidad tan abrumadoramente aplastante en toda su vida. Y aunque la forma en que la miró no resultó tranquilizadora, su naturaleza más básica se encargó de someter su miedo bajo la curiosidad que sentía por él. Le sorprendieron sus palabras y su respuesta inicial fue únicamente enarcar sus cejas. Después sonrió.
- ¿Mis amigos? Más bien parecían los tuyos - Genial Iori. Bromear con el tipo bruto. ¿Qué puede salir mal? - Te preguntaría si estás bien pero... creo que está todo claro - añadió mientras se acercaba un poco hacia él, observando de reojo al que permanecía en el suelo. - ¿Sabes? Conozco a este tío realmente... - musitó arrodillándose para mirarlo más de cerca. - Tuve un encontronazo con él hace un rato en la plaza - indicó Iori reconociendo a uno de los que habían participado en el robo de su anillo.
- Creo que de alguna manera estoy en deuda contigo, has hecho justicia - añadió mientras se levantaba con una gran sonrisa ahora. - Me llamo Iori, y si lo deseas te puedo invitar a comer algo. - ahí estaba. La legendaria hospitalidad del campesinado. Con la simple diferencia de que estaba muy lejos de su casa. Se giró para buscar un local cerca pero todo lo que encontró hasta donde llegaba la vista eran prostíbulos.
- No bueno, no aquí, no esa clase de comida. Quiero decir, ¿pagar por sexo? - meneó la cabeza mientras trataba todavía de entender el concepto en su mente. Volteó de nuevo para encarar al rubio con una sombra de duda en el rostro. - Perdona, ya sé que este tipo de familiaridades no están bien vistas en las grandes ciudades - Perfecto Iori, próxima autora del manual "Cómo hacer amigos paso a paso y de forma fácil".
Había pocas personas cerca, y el grueso del gentío se intuía por las sombras de sus siluetas, a unas decenas de metros al fondo de la calle. Un movimiento captó su atención. Entrecerró los ojos para distinguir mejor las figuras que, súbitamente se enzarzaron en una pelea callejera. Eran tres contra uno pero, por el despliegue de medios que hizo el del medio, aunque fuesen cinco no hubieran podido con él.
Era alto, de constitución fuerte y se movía con un nervio en el cuerpo que a Iori le hizo intuir la fuerza con la que se defendía del ratero. Abrió la boca sin poder evitarlo mientras de forma instintiva se ponía ligeramente en guardia sin moverse un paso. Aunque aquello no iba con ella bien podía la pelea salpicarla. Y después de haber huido de una, lo último que le apetecía era verse envuelta en otra.
Joder.
Aquel rubio tenía un rostro suave, incluso cándido, pero la expresión que adquirió su rostro cuando se enfrentó a los dos que quedaban de pie hizo que los músculos de Iori se pusiesen más tensos todavía. En el sitio equivocado en el momento equivocado. Se llevaba repitiendo demasiadas veces en los últimos días de vida de la humana.
Los susodichos echaron a correr calle abajo, y la mirada taciturna del joven se cruzó ahora con la de ella. La morena tembló. No recordaba a ver visto una muestra de habilidad tan abrumadoramente aplastante en toda su vida. Y aunque la forma en que la miró no resultó tranquilizadora, su naturaleza más básica se encargó de someter su miedo bajo la curiosidad que sentía por él. Le sorprendieron sus palabras y su respuesta inicial fue únicamente enarcar sus cejas. Después sonrió.
- ¿Mis amigos? Más bien parecían los tuyos - Genial Iori. Bromear con el tipo bruto. ¿Qué puede salir mal? - Te preguntaría si estás bien pero... creo que está todo claro - añadió mientras se acercaba un poco hacia él, observando de reojo al que permanecía en el suelo. - ¿Sabes? Conozco a este tío realmente... - musitó arrodillándose para mirarlo más de cerca. - Tuve un encontronazo con él hace un rato en la plaza - indicó Iori reconociendo a uno de los que habían participado en el robo de su anillo.
- Creo que de alguna manera estoy en deuda contigo, has hecho justicia - añadió mientras se levantaba con una gran sonrisa ahora. - Me llamo Iori, y si lo deseas te puedo invitar a comer algo. - ahí estaba. La legendaria hospitalidad del campesinado. Con la simple diferencia de que estaba muy lejos de su casa. Se giró para buscar un local cerca pero todo lo que encontró hasta donde llegaba la vista eran prostíbulos.
- No bueno, no aquí, no esa clase de comida. Quiero decir, ¿pagar por sexo? - meneó la cabeza mientras trataba todavía de entender el concepto en su mente. Volteó de nuevo para encarar al rubio con una sombra de duda en el rostro. - Perdona, ya sé que este tipo de familiaridades no están bien vistas en las grandes ciudades - Perfecto Iori, próxima autora del manual "Cómo hacer amigos paso a paso y de forma fácil".
Iori Li
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Yo no había sido especialmente amable, pero no me podía fiar de nadie igualmente así que no me arrepentía por el momento. La primera respuesta de la chica fue sonreírme y acto seguido se dispuso a contestarme. Bromeo sobre los maleantes y después pareció preocuparse un poco por mi, algo muy extraño en esa ciudad sin ley, pero también era algo que yo apreciaba mucho. Igualmente no podía fiarme, tampoco sería la primera vez que caía embelesado en las artimañas seductoras de una mujer para luego ser utilizado como una marioneta sin valor.
No dije nada mientras ella se arrodillaba cerca de aquel hombre para decirme que ya habían tenido un encontronazo. No me gustó lo que escuche pues había sido bueno con un hombre que había asaltado a esa mujer también. Parece que esos idiotas solo atacan a los que parecen más débiles que ellos, pero me alegraba de que tuvieran la mala suerte de toparse precisamente con criaturas que podían ser muchas cosas pero débiles no. Hasta la flor más delicada puede esconder en sus espinas un letal veneno.
La chica se levantó con una sonrisa de oreja a oreja y parecía agradecida conmigo. Quería invitarme a comer porque consideraba que había realizado un acto justo. *No me gusta mucho la palabra justicia y no es un concepto que me agrade porque cada criatura tiene su propia versión de lo que es justo y no* Pensé, pero no le dije nada, no era momento de ser frío y decir cosas que podrían molestarla, al fin y al cabo me estaba invitando a comer. Yo seguía mirándola un poco serio pero me era imposible evitar que las comisuras de mis labios se curvasen ligeramente, mis defensas estaban bajando poco a poco, en contra de mi voluntad, como siempre, pero lo hacían, a pesar de que siempre había una voz en segundo plano gritándome que huyera, que me fuera corriendo y que devolviera mi atención y mi cerebro a esa fortaleza mental que tanto me gustaba. Pero yo también sabía que todo eso se debía a mis experiencias pasadas y que como buen estúpido que era, me resultaba imposible hacerle caso a esa ansiosa y temerosa voz porque prefería vivir una vida de dolor y engaños que una vida vacía y taciturna. Mi cara no decía mucho pero igualmente por mi cabeza estaban surcando de aquí para allá mil barcos con las despensas a rebosar de pensamientos, tanto positivos como negativos. No debía hacerles caso o caería en errores de los que luego podía arrepentirme, yo sabía que solo me debía guiar por el instinto y los detalles que me podían brindar tanto ese momento como las expresiones de esa chica y te aseguro que debía de ser muy buena mintiendo si de verdad su primer impulso había sido utilizarme de alguna forma al comprobar mis habilidades en primera persona.
Iori rápidamente intentó explicarse por si yo había malinterpretado sus palabras. ¿Sexo? ¿Pagar por sexo? Madre mía. No pude evitar reírme ante sus palabras. Era muy atractiva pero jamás le pagaría a alguien por algo como eso, me llenaba la atracción mutua y consentida, lo demás eran deseos perversos que muchas personas no sabían suplir con nada que no fuera ese asqueroso dinero.
-No te preocupes, no has dado con un chico de ciudad, solo estaba aquí para escapar un poco del silencio del bosque, a veces cuanto más tranquilo es el lugar más ruido hay dentro de mi cabeza y cuanto más jaleo hay a mi alrededor más calmado se vuelve el lago que esconde mi mente. Se que es algo raro, pero nunca pretendí ser como aquellos que suelen merodear estos lares.
Mientras hablaba el ladrón que yacía en el suelo ya había recuperado del todo la conciencia, solo que se mantenía fingiendo para usar su as bajo la manga. Me encontraba algo distraído intentando poner todo lo que ocurría en mi cabeza en orden y él se dio cuenta de mi distracción.
Justo cuando mis instintos me avisaron pude ver por el rabillo del ojo como el filo de esa pequeña navaja viajaba hacia mi abdomen, era demasiado tarde como para evitarlo, pero no demasiado tarde como para reaccionar al respecto. Endurecí todo lo que pude mi abdomen mientras me doblaba hacia atrás para que le costase llegar a mis entrañas pero igualmente el atracador consiguió hacer que el metal y la carne conectaran. *Insensato, debiste asegurarte de que puedes conseguirlo antes de hacer esta clase de sacrificios, ahora no seré tan tierno* La hoja no me había provocado ningún daño grabe, solo había perforado mi abdomen un centímetro o dos, pero eso ya era suficiente para hacerme entrar en cólera, la cuál tuve que contener porque me encontraba delante de una señorita, pero me iba a ser imposible erradicarla. Bueno, es lo que hay, si la chica se asustaba no iba a poder evitarlo igualmente.
Antes de que aquel nauseabundo ladrón pudiera retirar la mano con la que me estaba apuñalando fue jalado por mis dedos por la muñeca de nuevo, solo que esta vez no iba a retorcérsela. Debido a mi enfado solté un pequeño gruñido entre dientes a la vez que mostraba mis colmillos. Di un rapidísimo paso hacia la señorita, para posicionarme al lado del ladrón en vez de estar enfrente de él mientras no soltaba su muñeca. Me coloqué de cara a su codo, tenía su brazo extendido delante de mi. Levanté ferozmente la pierna y puse mi rodilla sobre su codo en un instante. Lo próximo que recordó aquél ser era un brutal dolor y un grotesco crujido, le había partido el brazo y ahora su codo se encontraba en el lado contrario del que debería. Comenzó a gritar, pero antes de que pudiera llamar la atención de nadie yo me había desplazado de nuevo y me había posicionado justo detrás de él. Le agarré del cuello con ambas manos y lo levanté, pero no me había quedado a gusto así que aprovechando la inercia de mi propio movimiento no me paré y giré sobre mi mismo mientras continuaba agarrándolo. El hombre parecía en aquel momento el peluche preferido de un pastor alemán a punto de ser descuajeringado en varios pedazos. Igualmente en ningún momento saqué mis garras ni utilicé mis métodos más drásticos, simplemente en el momento de zarandearlo a la vez que giraba sobre mi mismo apunté con su cráneo hacia una pared y lo estampé contra ella. Los gritos cesaron instantáneamente y su cuerpo cayo al suelo como un saco de patatas sin emitir ningún sonido más que el de sus huesos rebotando en el suelo.
Me sangraba un poco el abdomen pero no le di mucha importancia, no era ninguna herida grave, más bien era un rasguño para mi.
- La verdad es que un poco de hambre si que tengo. Me llamo Ren y por aquí poca comida decente vamos a encontrar yo creo, ¿Te gustaría que probásemos en algún lugar donde no haya constantes intentos exteriores de sacarme de mis preciadas casillas?
Dije sonriendo mirándola a los ojos mientras señalaba al ahora completamente inconsciente atracador.
No dije nada mientras ella se arrodillaba cerca de aquel hombre para decirme que ya habían tenido un encontronazo. No me gustó lo que escuche pues había sido bueno con un hombre que había asaltado a esa mujer también. Parece que esos idiotas solo atacan a los que parecen más débiles que ellos, pero me alegraba de que tuvieran la mala suerte de toparse precisamente con criaturas que podían ser muchas cosas pero débiles no. Hasta la flor más delicada puede esconder en sus espinas un letal veneno.
La chica se levantó con una sonrisa de oreja a oreja y parecía agradecida conmigo. Quería invitarme a comer porque consideraba que había realizado un acto justo. *No me gusta mucho la palabra justicia y no es un concepto que me agrade porque cada criatura tiene su propia versión de lo que es justo y no* Pensé, pero no le dije nada, no era momento de ser frío y decir cosas que podrían molestarla, al fin y al cabo me estaba invitando a comer. Yo seguía mirándola un poco serio pero me era imposible evitar que las comisuras de mis labios se curvasen ligeramente, mis defensas estaban bajando poco a poco, en contra de mi voluntad, como siempre, pero lo hacían, a pesar de que siempre había una voz en segundo plano gritándome que huyera, que me fuera corriendo y que devolviera mi atención y mi cerebro a esa fortaleza mental que tanto me gustaba. Pero yo también sabía que todo eso se debía a mis experiencias pasadas y que como buen estúpido que era, me resultaba imposible hacerle caso a esa ansiosa y temerosa voz porque prefería vivir una vida de dolor y engaños que una vida vacía y taciturna. Mi cara no decía mucho pero igualmente por mi cabeza estaban surcando de aquí para allá mil barcos con las despensas a rebosar de pensamientos, tanto positivos como negativos. No debía hacerles caso o caería en errores de los que luego podía arrepentirme, yo sabía que solo me debía guiar por el instinto y los detalles que me podían brindar tanto ese momento como las expresiones de esa chica y te aseguro que debía de ser muy buena mintiendo si de verdad su primer impulso había sido utilizarme de alguna forma al comprobar mis habilidades en primera persona.
Iori rápidamente intentó explicarse por si yo había malinterpretado sus palabras. ¿Sexo? ¿Pagar por sexo? Madre mía. No pude evitar reírme ante sus palabras. Era muy atractiva pero jamás le pagaría a alguien por algo como eso, me llenaba la atracción mutua y consentida, lo demás eran deseos perversos que muchas personas no sabían suplir con nada que no fuera ese asqueroso dinero.
-No te preocupes, no has dado con un chico de ciudad, solo estaba aquí para escapar un poco del silencio del bosque, a veces cuanto más tranquilo es el lugar más ruido hay dentro de mi cabeza y cuanto más jaleo hay a mi alrededor más calmado se vuelve el lago que esconde mi mente. Se que es algo raro, pero nunca pretendí ser como aquellos que suelen merodear estos lares.
Mientras hablaba el ladrón que yacía en el suelo ya había recuperado del todo la conciencia, solo que se mantenía fingiendo para usar su as bajo la manga. Me encontraba algo distraído intentando poner todo lo que ocurría en mi cabeza en orden y él se dio cuenta de mi distracción.
Justo cuando mis instintos me avisaron pude ver por el rabillo del ojo como el filo de esa pequeña navaja viajaba hacia mi abdomen, era demasiado tarde como para evitarlo, pero no demasiado tarde como para reaccionar al respecto. Endurecí todo lo que pude mi abdomen mientras me doblaba hacia atrás para que le costase llegar a mis entrañas pero igualmente el atracador consiguió hacer que el metal y la carne conectaran. *Insensato, debiste asegurarte de que puedes conseguirlo antes de hacer esta clase de sacrificios, ahora no seré tan tierno* La hoja no me había provocado ningún daño grabe, solo había perforado mi abdomen un centímetro o dos, pero eso ya era suficiente para hacerme entrar en cólera, la cuál tuve que contener porque me encontraba delante de una señorita, pero me iba a ser imposible erradicarla. Bueno, es lo que hay, si la chica se asustaba no iba a poder evitarlo igualmente.
Antes de que aquel nauseabundo ladrón pudiera retirar la mano con la que me estaba apuñalando fue jalado por mis dedos por la muñeca de nuevo, solo que esta vez no iba a retorcérsela. Debido a mi enfado solté un pequeño gruñido entre dientes a la vez que mostraba mis colmillos. Di un rapidísimo paso hacia la señorita, para posicionarme al lado del ladrón en vez de estar enfrente de él mientras no soltaba su muñeca. Me coloqué de cara a su codo, tenía su brazo extendido delante de mi. Levanté ferozmente la pierna y puse mi rodilla sobre su codo en un instante. Lo próximo que recordó aquél ser era un brutal dolor y un grotesco crujido, le había partido el brazo y ahora su codo se encontraba en el lado contrario del que debería. Comenzó a gritar, pero antes de que pudiera llamar la atención de nadie yo me había desplazado de nuevo y me había posicionado justo detrás de él. Le agarré del cuello con ambas manos y lo levanté, pero no me había quedado a gusto así que aprovechando la inercia de mi propio movimiento no me paré y giré sobre mi mismo mientras continuaba agarrándolo. El hombre parecía en aquel momento el peluche preferido de un pastor alemán a punto de ser descuajeringado en varios pedazos. Igualmente en ningún momento saqué mis garras ni utilicé mis métodos más drásticos, simplemente en el momento de zarandearlo a la vez que giraba sobre mi mismo apunté con su cráneo hacia una pared y lo estampé contra ella. Los gritos cesaron instantáneamente y su cuerpo cayo al suelo como un saco de patatas sin emitir ningún sonido más que el de sus huesos rebotando en el suelo.
Me sangraba un poco el abdomen pero no le di mucha importancia, no era ninguna herida grave, más bien era un rasguño para mi.
- La verdad es que un poco de hambre si que tengo. Me llamo Ren y por aquí poca comida decente vamos a encontrar yo creo, ¿Te gustaría que probásemos en algún lugar donde no haya constantes intentos exteriores de sacarme de mis preciadas casillas?
Dije sonriendo mirándola a los ojos mientras señalaba al ahora completamente inconsciente atracador.
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
¿Sonreía? Iori no era capaz de definir la extraña expresión que tenía el chico frente a ella. Su rostro mantenía una pátina serena mientras la escuchaba hablar. Y sin embargo le daba la sensación de que el extremo de sus labios se movía en una ligera curva ascendente. Estaba acostumbrada a personas más transparentes que aquel joven, y ese punto de incomprensión ante las emociones que le estaba mostrando aguijoneaba su curiosidad.
No debía de ser mucho mayor que ella misma, prácticamente de su edad, pero a juzgar por su forma de hablar y su rictus, la humana sentía que la complejidad de la persona que era él se asemejaba a asomarse a un pozo. Había más experiencia y conocimiento en aquellos ojos de los que ella se creía poseedora.
Ante la duda viviente que era el muchacho, Iori acentuó más su sonrisa.
No le gustaban los pozos, era cierto. Siempre era más fácil cuando la persona que tenía delante era transparente. Simple. Básica. Como ella. Y fue entonces cuando él rio. No pudo evitar clavar la mirada en él, intentando retener en su mente los últimos ecos de aquel sonido. Así que el señor frío tenía una risa capaz de producir calor en el cuerpo...
Tragó saliva de forma visible sin apartar los ojos de él. De modo que no era un "chico de ciudad". Iori ladeó el rostro, apoyando el peso del cuerpo enteramente sobre su pierna izquierda. - Así que eres un perdido como yo entonces - concluyó la humana poniendo las manos en la cintura. - Debemos de oler a nuevo a kilómetros. Seguro que ese es el motivo por el que nos hemos convertido en el blanco de estos ladrones - dirigió la mirada nuevamente al que permanecía tendido en el suelo, y entonces todo se precipitó.
Con más agilidad de la esperada el ratero se levantó lanzando la mano en dirección al rubio. La humana extendió el brazo y tomó en posición de ataque su bastón de combate, pero no fue capaz de llegar. Le pareció ver entonces a cámara lenta los siguientes segundos. La protagonista indiscutible de lo que veía fue la hoja de la navaja. Brillante y lisa, plateada en toda su forma hasta desaparecer hundida en el abdomen del chico. - ¡¡¡NO!!! - exhaló casi sin oirse, mientras extendía la mano para intentar llegar a él.
En su mente se adelantó a lo que significaba aquello. Como un torbellido de imágenes desdibujadas. Lo vio tendido, lo vio desangrándose, lo vio cerrando los ojos para siempre. Y sintió entonces las ganas fluyendo en sus manos de romperle la cara a aquel desgraciado ladrón. Nada de eso pasó.
Si hasta entonces el cuerpo de Iori había sido atraído a la contienda para participar en ella, con lo que tenía delante se quedó congelada por completo. Su posición de ataque pasó a una más contenida de defensa, mientras avanzaba unos pocos pasos hacia atrás. Nada podía haberla preparado para aquella respuesta.
Colmillos.
Cuando el rubio abrió la boca un gruñido sonó en la oscurecida calle en la que estaban.
Tenía colmillos.
Trastabilló agarrando el bastón contra su pecho, mientras jadeaba de pura impresión ante lo que veía. En su boca.
Colmillos.
Y en sus manos, la fuerza de diez hombres. Fintó a un lado con una agilidad inusitada y sin apenas pestañear rompió el brazo de aquel desgraciado como quien quiebra el tallo de una flor. La forma en la que la articulación destrozada cayó lánguida junto al torso del ladrón se clavó en las retinas de Iori de una forma sádica.
Pero, peor que la visión fueron los sonidos. Los gritos que profirió aquel muchacho herido se clavaron en sus tímpanos. Pusieron su cuerpo tenso como una cuerda y las manos con las que sostenía el bastón se clavaron sobre la madera. La mirada abierta de par en par no fue capaz de apartarse de aquel espectáculo grotesco. Sin aparente esfuerzo, lo agarró del cuello, como quien zarandea un trapo, y con unas zancadas rápidas lo silenció golpeando su cabeza contra la pared que había a un lado.
Los ojos azules siguieron el movimiento de desplome de aquel cuerpo inerte cayendo hasta el suelo de la callejuela. De nuevo silencio. Excepto el zumbido constante que llevaba unos segundos silbando en los oídos de Iori. Era su sangre, circulando a toda velocidad por su cuerpo. Estar allí parada, congelada, o corriendo por el bosque perseguida por un jabalí hubiera sido lo mismo para ella. La misma tensión. El mismo miedo.
No necesitaba que hubiese más luz allí para saber que era un hombre lobo. Y uno jodidamente poderoso.
Contuvo un respingo de puro miedo cuando el chico, se giró de nuevo hacia ella para hablarle. Tentada a salir corriendo, algo la mantuvo clavada de pie donde estaba. Seguramente sus músculos tensos, con la misma flexibilidad en aquel momento que una piedra. Lo observó con reparo, esperando ser el siguiente cuerpo sobre el que se cerrarían sus salvajes manos.
Sin embargo, él se presentó.
Ren.
Las pulsaciones de Iori se aceleraron. ¿Era esa la trampa antes del ensañamiento? ¿Darle una falsa confianza para luego romperle los huesos? El recelo estaba impreso en los ojos de la humana, que se había hecho pequeña ante semejante escenario. Y sin embargo, su educación colectivista pudo más que el ego. Ella era un cachorro de manada, o al menos así la habían educado. Individualista para cuidarse a si misma pero siempre con la mano abierta para ayudar a los demás. -.... Tú.... - ¿eres un licántropo? - ¿estás bien? Puedo... curarte...- susurró desenganchando al fin los ojos de la cara de Ren y centrándose en su herida.
Estaba muerta de miedo pero, no la habían educado para juzgar a los demás por lo que hacían con sus acciones, sino por lo que hacían con uno mismo. Al pobre ladrón le había destrozado el brazo y seguramente causado un fuerte daño en su cabeza. Pero a ella... a ella le había medio sonreído. Y en esa leve sonrisa ponía la humana toda su confianza para salir viva de allí.
Se dio cuenta de que estaba apretando desaforadamente el bastón contra su pecho, a modo de escudo inútil ante un ataque por parte de él, y terminó separando los brazos de su torso de forma rígida. - Déjame ver - se impulsó a decir mientras pisaba fuerte en dirección a Ren. Obligándose a avanzar cuando lo que quería era correr fuera de allí. Se paró delante del chico con la cara hecha un cuadro de sus sentimientos encontrados. El temor que él le inspiraba por un lado, su compromiso a ayudarle por el otro... ambas facetas luchaban en ella mientras una temblorosa mano se extendía para observar debajo de su ropa la gravedad de su herida.
No debía de ser mucho mayor que ella misma, prácticamente de su edad, pero a juzgar por su forma de hablar y su rictus, la humana sentía que la complejidad de la persona que era él se asemejaba a asomarse a un pozo. Había más experiencia y conocimiento en aquellos ojos de los que ella se creía poseedora.
Ante la duda viviente que era el muchacho, Iori acentuó más su sonrisa.
No le gustaban los pozos, era cierto. Siempre era más fácil cuando la persona que tenía delante era transparente. Simple. Básica. Como ella. Y fue entonces cuando él rio. No pudo evitar clavar la mirada en él, intentando retener en su mente los últimos ecos de aquel sonido. Así que el señor frío tenía una risa capaz de producir calor en el cuerpo...
Tragó saliva de forma visible sin apartar los ojos de él. De modo que no era un "chico de ciudad". Iori ladeó el rostro, apoyando el peso del cuerpo enteramente sobre su pierna izquierda. - Así que eres un perdido como yo entonces - concluyó la humana poniendo las manos en la cintura. - Debemos de oler a nuevo a kilómetros. Seguro que ese es el motivo por el que nos hemos convertido en el blanco de estos ladrones - dirigió la mirada nuevamente al que permanecía tendido en el suelo, y entonces todo se precipitó.
Con más agilidad de la esperada el ratero se levantó lanzando la mano en dirección al rubio. La humana extendió el brazo y tomó en posición de ataque su bastón de combate, pero no fue capaz de llegar. Le pareció ver entonces a cámara lenta los siguientes segundos. La protagonista indiscutible de lo que veía fue la hoja de la navaja. Brillante y lisa, plateada en toda su forma hasta desaparecer hundida en el abdomen del chico. - ¡¡¡NO!!! - exhaló casi sin oirse, mientras extendía la mano para intentar llegar a él.
En su mente se adelantó a lo que significaba aquello. Como un torbellido de imágenes desdibujadas. Lo vio tendido, lo vio desangrándose, lo vio cerrando los ojos para siempre. Y sintió entonces las ganas fluyendo en sus manos de romperle la cara a aquel desgraciado ladrón. Nada de eso pasó.
Si hasta entonces el cuerpo de Iori había sido atraído a la contienda para participar en ella, con lo que tenía delante se quedó congelada por completo. Su posición de ataque pasó a una más contenida de defensa, mientras avanzaba unos pocos pasos hacia atrás. Nada podía haberla preparado para aquella respuesta.
Colmillos.
Cuando el rubio abrió la boca un gruñido sonó en la oscurecida calle en la que estaban.
Tenía colmillos.
Trastabilló agarrando el bastón contra su pecho, mientras jadeaba de pura impresión ante lo que veía. En su boca.
Colmillos.
Y en sus manos, la fuerza de diez hombres. Fintó a un lado con una agilidad inusitada y sin apenas pestañear rompió el brazo de aquel desgraciado como quien quiebra el tallo de una flor. La forma en la que la articulación destrozada cayó lánguida junto al torso del ladrón se clavó en las retinas de Iori de una forma sádica.
Pero, peor que la visión fueron los sonidos. Los gritos que profirió aquel muchacho herido se clavaron en sus tímpanos. Pusieron su cuerpo tenso como una cuerda y las manos con las que sostenía el bastón se clavaron sobre la madera. La mirada abierta de par en par no fue capaz de apartarse de aquel espectáculo grotesco. Sin aparente esfuerzo, lo agarró del cuello, como quien zarandea un trapo, y con unas zancadas rápidas lo silenció golpeando su cabeza contra la pared que había a un lado.
Los ojos azules siguieron el movimiento de desplome de aquel cuerpo inerte cayendo hasta el suelo de la callejuela. De nuevo silencio. Excepto el zumbido constante que llevaba unos segundos silbando en los oídos de Iori. Era su sangre, circulando a toda velocidad por su cuerpo. Estar allí parada, congelada, o corriendo por el bosque perseguida por un jabalí hubiera sido lo mismo para ella. La misma tensión. El mismo miedo.
No necesitaba que hubiese más luz allí para saber que era un hombre lobo. Y uno jodidamente poderoso.
Contuvo un respingo de puro miedo cuando el chico, se giró de nuevo hacia ella para hablarle. Tentada a salir corriendo, algo la mantuvo clavada de pie donde estaba. Seguramente sus músculos tensos, con la misma flexibilidad en aquel momento que una piedra. Lo observó con reparo, esperando ser el siguiente cuerpo sobre el que se cerrarían sus salvajes manos.
Sin embargo, él se presentó.
Ren.
Las pulsaciones de Iori se aceleraron. ¿Era esa la trampa antes del ensañamiento? ¿Darle una falsa confianza para luego romperle los huesos? El recelo estaba impreso en los ojos de la humana, que se había hecho pequeña ante semejante escenario. Y sin embargo, su educación colectivista pudo más que el ego. Ella era un cachorro de manada, o al menos así la habían educado. Individualista para cuidarse a si misma pero siempre con la mano abierta para ayudar a los demás. -.... Tú.... - ¿eres un licántropo? - ¿estás bien? Puedo... curarte...- susurró desenganchando al fin los ojos de la cara de Ren y centrándose en su herida.
Estaba muerta de miedo pero, no la habían educado para juzgar a los demás por lo que hacían con sus acciones, sino por lo que hacían con uno mismo. Al pobre ladrón le había destrozado el brazo y seguramente causado un fuerte daño en su cabeza. Pero a ella... a ella le había medio sonreído. Y en esa leve sonrisa ponía la humana toda su confianza para salir viva de allí.
Se dio cuenta de que estaba apretando desaforadamente el bastón contra su pecho, a modo de escudo inútil ante un ataque por parte de él, y terminó separando los brazos de su torso de forma rígida. - Déjame ver - se impulsó a decir mientras pisaba fuerte en dirección a Ren. Obligándose a avanzar cuando lo que quería era correr fuera de allí. Se paró delante del chico con la cara hecha un cuadro de sus sentimientos encontrados. El temor que él le inspiraba por un lado, su compromiso a ayudarle por el otro... ambas facetas luchaban en ella mientras una temblorosa mano se extendía para observar debajo de su ropa la gravedad de su herida.
Iori Li
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Y efectivamente, la había asustado. Aunque estuviera ciego y no pudiera leerlo en su evidente lenguaje no verbal mi nariz me confirmaría lo que acaba de descubrir. Sabía que al no poder contenerme tanto como la primera vez podría provocar esa reacción pero al fin y al cabo no era perfecto, también podía tener algún desliz de vez en cuando, y más cuando intentan quitarme la vida con un pincho.
Pero aún así Iori no se fue corriendo, no se espanto, aún si estaba aterrada pudo hablar, pudo moverse. De hecho, se movió hacia mi, preocupada, buscando mi herida.
El tiempo se paró para mi. De nuevo. Esta no era la primera vez, estas palpitaciones, este duelo. Yo...
Lo que para aquella mujer fueron seguramente dos segundos para mi fue una maratón de tormentas interiores. Y lo peor es que no entendía exactamente que estaba pasando. En mi cabeza apareció la imagen de la sonrisa de otra mujer, y luego de otra. Solo era su sonrisa pero yo podía reconocerlas a la perfección. Mientras aquellos labios se acercaban a mi en aquél limbo de ensimismamiento podía escuchar risas y el sonido del metal chocando contra el metal de fondo. Sus bocas comenzaron a tejer palabras tales como "te quiero", "soy tuya", "siempre estaré para ti" o "nunca te abandonare" al mismo tiempo que una cortina de sangre cubría toda esa visión y manchaba sus dientes de ese rojo carmesí que tanto gusta a algunos. Sentí como mi pulso se aceleraba. No eran visiones, eran recuerdos. No me estaba gustando en absoluto nada de lo que estaba ocurriendo porque ya intuía por donde iban a desencaminar las cosas. Las sonrisas pronto se tornaron macabras. Las palabras que al principio parecían tiernas pronto se transformaron en un aluvión de tormentos que empezaron a azotar mi mente como un ariete.
Abrí los ojos como sorprendido y me aparté cuando ella fue a mirarme la herida. Alargué la mano para indicarle mi necesidad de distancia en ese momento. Empecé a tener un sudor frío repentino y el pecho se oprimía contra si mismo como si quisiera devorar el aire de mis pulmones. Un nudo se formó en mi garganta y aunque quisiera no hubiera podido expresarme bien, yo tampoco era capaz de entenderlo.
-Yo...Perdona, no se que me pasa, si no te importa prefiero curarme yo solo, no es nada personal, de verdad. Es solo que... he recordado algo.
Dije mientras ponía la mano que antes había alargado sobre mi pecho. Cerré los ojos por un momento, respiré profundamente. Tenía que estabilizarme y esa era la forma más rápida.
- Me gustaría salir de esta ciudad del demonio, la verdad es que ya no me siento tan cómodo como antes y algo me dice que estos maleantes pueden volver a emboscarnos en cualquier momento con algún tipo de refuerzos ratas. Puedes venir conmigo si quieres, has despertado mi curiosidad.
Dije antes de mirar hacia mi abdomen de nuevo. La herida no parecía muy profunda pero la sangre se estaba expandiendo un poco y el hedor de la ciudad comenzó a mezclarse de nuevo con la fragancia metálica de este líquido vital. Miré hacia ambos lados y le hice un ademán con la cabeza para que nos fuéramos de ahí, seguro que Iori era capaz de entenderlo, o puede que no, el caso es que debía salir de ahí, no quería tener que transformarme delante de ella si las cosas volvían a ponerse peligrosas y algo me olía a que iba a ser así.
Pero aún así Iori no se fue corriendo, no se espanto, aún si estaba aterrada pudo hablar, pudo moverse. De hecho, se movió hacia mi, preocupada, buscando mi herida.
El tiempo se paró para mi. De nuevo. Esta no era la primera vez, estas palpitaciones, este duelo. Yo...
Lo que para aquella mujer fueron seguramente dos segundos para mi fue una maratón de tormentas interiores. Y lo peor es que no entendía exactamente que estaba pasando. En mi cabeza apareció la imagen de la sonrisa de otra mujer, y luego de otra. Solo era su sonrisa pero yo podía reconocerlas a la perfección. Mientras aquellos labios se acercaban a mi en aquél limbo de ensimismamiento podía escuchar risas y el sonido del metal chocando contra el metal de fondo. Sus bocas comenzaron a tejer palabras tales como "te quiero", "soy tuya", "siempre estaré para ti" o "nunca te abandonare" al mismo tiempo que una cortina de sangre cubría toda esa visión y manchaba sus dientes de ese rojo carmesí que tanto gusta a algunos. Sentí como mi pulso se aceleraba. No eran visiones, eran recuerdos. No me estaba gustando en absoluto nada de lo que estaba ocurriendo porque ya intuía por donde iban a desencaminar las cosas. Las sonrisas pronto se tornaron macabras. Las palabras que al principio parecían tiernas pronto se transformaron en un aluvión de tormentos que empezaron a azotar mi mente como un ariete.
Abrí los ojos como sorprendido y me aparté cuando ella fue a mirarme la herida. Alargué la mano para indicarle mi necesidad de distancia en ese momento. Empecé a tener un sudor frío repentino y el pecho se oprimía contra si mismo como si quisiera devorar el aire de mis pulmones. Un nudo se formó en mi garganta y aunque quisiera no hubiera podido expresarme bien, yo tampoco era capaz de entenderlo.
-Yo...Perdona, no se que me pasa, si no te importa prefiero curarme yo solo, no es nada personal, de verdad. Es solo que... he recordado algo.
Dije mientras ponía la mano que antes había alargado sobre mi pecho. Cerré los ojos por un momento, respiré profundamente. Tenía que estabilizarme y esa era la forma más rápida.
- Me gustaría salir de esta ciudad del demonio, la verdad es que ya no me siento tan cómodo como antes y algo me dice que estos maleantes pueden volver a emboscarnos en cualquier momento con algún tipo de refuerzos ratas. Puedes venir conmigo si quieres, has despertado mi curiosidad.
Dije antes de mirar hacia mi abdomen de nuevo. La herida no parecía muy profunda pero la sangre se estaba expandiendo un poco y el hedor de la ciudad comenzó a mezclarse de nuevo con la fragancia metálica de este líquido vital. Miré hacia ambos lados y le hice un ademán con la cabeza para que nos fuéramos de ahí, seguro que Iori era capaz de entenderlo, o puede que no, el caso es que debía salir de ahí, no quería tener que transformarme delante de ella si las cosas volvían a ponerse peligrosas y algo me olía a que iba a ser así.
Ren Damaru
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
El miedo se fue disolviendo como una cucharada de miel en la leche. El muchacho que estaba ahora frente a ella parecía atormentado de alguna manera. El cuerpo tendido del ladrón tras ellos no parecía haber sido cosa del rubio, cuando este extendió la mano frente a ella deteniéndola para marcar distancia.
Sus expresiones la contrariaban.
Los ojos azules de la humana intentaron leer en él algo para intentar comprender, pero fuera de la confusión que causaba en ella resultaba prácticamente hermético. - Está bien, no te preocupes - murmuró retrocediendo de nuevo los pasos que había dado.
Había recordado algo.
Él tenía recuerdos que eran capaces de impactarlo en el presente. Vivencias que lo acompañaban llenando de experiencia y conocimiento su vida, aunque también parecían causarle pesar de alguna manera. ¿Iori tenía de eso? Una mirada de ojos grises se cruzó fugazmente en su mente, pero negó para si. Él siempre le había dejado clara la diferencia que había entre los elfos y los humanos. Apenas una chispa de una hoguera de verano con la que Iori se había encaprichado. Pero que había desaparecido tras quedarse atrás en aquella calle de Lunargenta.
No, siendo realista, Iori no podía decir que su vida estuviese marcada por acontecimientos trascendentales que la hubiesen formado como persona. En cambio el rubio que tenía delante... Fue entonces cuando las nubes visibles en la noche porque tapaban las estrellas, dejaron caer a su paso pequeñas gotas de lluvia a la lóbrega calle. Todavía no calaba pero no tardaría en mojarlos por completo si permanecían al raso.
Alzó dubitativa una ceja ante la súbita propuesta de Ren. ¿Ir con él? ¿Con qué fin? Una voluble Iori podría ver aquello como una propuesta a pasar una noche de calor piel con piel, pero estaba claro que el chico no parecía tener la cabeza en un flirteo con ella. De no tener un objetivo claro en su mente, podría haberse inclinado a confiar en él, pero estaba en Ciudad Lagarto por una razón. El anillo.
Necesitaba encontrar a alguien que le ayudara a traducir la extraña inscripción que había en la joya que tan bien guardada tenía ahora en su alforja. - Me temo que tengo asuntos que tratar aquí. Buscaré pasar la noche en algún lugar e iré en su búsqueda mañana por la mañana - Alzó la mano y limpió el agua que comenzaba a acumularse en su rostro para poder enfocarlo mejor.
- Hacia las afueras por la zona sur los establecimientos son algo más normales. Si quieres salir de aquí yo tomaría esa dirección para evitar cruzar las suburbios más complicados. - señaló Iori la calle que se había justo a sus espaldas. - Aunque la oferta de una cena caliente sigue en pie - añadió rápidamente, con la esperanza de que él se quedase.
¿Esperanza? Por favor...
Sus expresiones la contrariaban.
Los ojos azules de la humana intentaron leer en él algo para intentar comprender, pero fuera de la confusión que causaba en ella resultaba prácticamente hermético. - Está bien, no te preocupes - murmuró retrocediendo de nuevo los pasos que había dado.
Había recordado algo.
Él tenía recuerdos que eran capaces de impactarlo en el presente. Vivencias que lo acompañaban llenando de experiencia y conocimiento su vida, aunque también parecían causarle pesar de alguna manera. ¿Iori tenía de eso? Una mirada de ojos grises se cruzó fugazmente en su mente, pero negó para si. Él siempre le había dejado clara la diferencia que había entre los elfos y los humanos. Apenas una chispa de una hoguera de verano con la que Iori se había encaprichado. Pero que había desaparecido tras quedarse atrás en aquella calle de Lunargenta.
No, siendo realista, Iori no podía decir que su vida estuviese marcada por acontecimientos trascendentales que la hubiesen formado como persona. En cambio el rubio que tenía delante... Fue entonces cuando las nubes visibles en la noche porque tapaban las estrellas, dejaron caer a su paso pequeñas gotas de lluvia a la lóbrega calle. Todavía no calaba pero no tardaría en mojarlos por completo si permanecían al raso.
Alzó dubitativa una ceja ante la súbita propuesta de Ren. ¿Ir con él? ¿Con qué fin? Una voluble Iori podría ver aquello como una propuesta a pasar una noche de calor piel con piel, pero estaba claro que el chico no parecía tener la cabeza en un flirteo con ella. De no tener un objetivo claro en su mente, podría haberse inclinado a confiar en él, pero estaba en Ciudad Lagarto por una razón. El anillo.
Necesitaba encontrar a alguien que le ayudara a traducir la extraña inscripción que había en la joya que tan bien guardada tenía ahora en su alforja. - Me temo que tengo asuntos que tratar aquí. Buscaré pasar la noche en algún lugar e iré en su búsqueda mañana por la mañana - Alzó la mano y limpió el agua que comenzaba a acumularse en su rostro para poder enfocarlo mejor.
- Hacia las afueras por la zona sur los establecimientos son algo más normales. Si quieres salir de aquí yo tomaría esa dirección para evitar cruzar las suburbios más complicados. - señaló Iori la calle que se había justo a sus espaldas. - Aunque la oferta de una cena caliente sigue en pie - añadió rápidamente, con la esperanza de que él se quedase.
¿Esperanza? Por favor...
Iori Li
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
La muchacha respetó perfectamente mi distancia y no insistió, lo cuál agradecí mucho. No sabía como podría reaccionar cuando tenía un ataque de esos.
Comenzó a llover y los olores de toda la ciudad comenzaron a subir lo que la hizo algo más desagradable de lo habitual pero hacía falta un poco de agua de vez en cuando. A mi la lluvia no me molestaba, de hecho era como algo reconfortante pero yo no era como los demás y pensé que Iori podría comenzar a tener frío en no mucho tiempo o peor aún, podría ponerse enferma.
Ya estaba bastante más tranquilo cuando Iori comenzó a explicarse. Parecía que todavía tenía algo que hacer, claro, que idiota, la única persona que se pasea por ciudad Lagarto sin tener alguna misión en la cabeza seguramente sería yo mismo.
De nuevo Iori volvió a hablar de la cena y en cuanto lo dijo un ligero sonido proveniente de mis tripas me delató, estaba empezando a tener algo más de hambre. La comida era uno de mis puntos débiles, no comía mucho pero me encantaba comer y cuando me entraba el hambre no había nadie capaz de sacar de mi cabeza la necesidad de alimentarme.
-No me vendría mal cenar, busquemos algún lugar donde podamos relajarnos un poco.
Algo me decía que las cosas podrían torcerse en cualquier momento pero mi curiosidad era mucho más grande que ese instinto así que decidí no darle más vueltas al asunto. Comencé a caminar con Iori por las callejuelas mientras buscábamos un lugar adecuado.
-Y dime ¿Es algo privado o puedo preguntarte sobre esos asuntos que te traes entre manos?
La herida estaba dejando de sangrar, no le di ninguna importancia, más tarde o temprano tendría la oportunidad de mirarla bien aunque también estaba seguro de que no era mucho más que un rasguño, en nada de tiempo se me cerraría, la cosa es que la chica podría preocuparse por mi, o peor aún, sospechar de mis intenciones u orígenes.
- No soy un humano normal Iori, no tienes porque preocuparte por mi herida, no me pasará nada, se necesita mucho más para tumbarme
Dije sonriendo, dejando en el aire que ella misma adivinara si era o no un licántropo.
A unos 20 metros de nosotros se dibujaba la figura de un establecimiento de mala muerte que podría servirnos tanto como para refugiarnos como para alimentarnos un poco.
-Mira, que te parece ese sitio?
Dije señalándolo mientras las gotas de agua resbalaban por mis cabellos y empapaban la poca ropa que llevaba encima.
Comenzó a llover y los olores de toda la ciudad comenzaron a subir lo que la hizo algo más desagradable de lo habitual pero hacía falta un poco de agua de vez en cuando. A mi la lluvia no me molestaba, de hecho era como algo reconfortante pero yo no era como los demás y pensé que Iori podría comenzar a tener frío en no mucho tiempo o peor aún, podría ponerse enferma.
Ya estaba bastante más tranquilo cuando Iori comenzó a explicarse. Parecía que todavía tenía algo que hacer, claro, que idiota, la única persona que se pasea por ciudad Lagarto sin tener alguna misión en la cabeza seguramente sería yo mismo.
De nuevo Iori volvió a hablar de la cena y en cuanto lo dijo un ligero sonido proveniente de mis tripas me delató, estaba empezando a tener algo más de hambre. La comida era uno de mis puntos débiles, no comía mucho pero me encantaba comer y cuando me entraba el hambre no había nadie capaz de sacar de mi cabeza la necesidad de alimentarme.
-No me vendría mal cenar, busquemos algún lugar donde podamos relajarnos un poco.
Algo me decía que las cosas podrían torcerse en cualquier momento pero mi curiosidad era mucho más grande que ese instinto así que decidí no darle más vueltas al asunto. Comencé a caminar con Iori por las callejuelas mientras buscábamos un lugar adecuado.
-Y dime ¿Es algo privado o puedo preguntarte sobre esos asuntos que te traes entre manos?
La herida estaba dejando de sangrar, no le di ninguna importancia, más tarde o temprano tendría la oportunidad de mirarla bien aunque también estaba seguro de que no era mucho más que un rasguño, en nada de tiempo se me cerraría, la cosa es que la chica podría preocuparse por mi, o peor aún, sospechar de mis intenciones u orígenes.
- No soy un humano normal Iori, no tienes porque preocuparte por mi herida, no me pasará nada, se necesita mucho más para tumbarme
Dije sonriendo, dejando en el aire que ella misma adivinara si era o no un licántropo.
A unos 20 metros de nosotros se dibujaba la figura de un establecimiento de mala muerte que podría servirnos tanto como para refugiarnos como para alimentarnos un poco.
-Mira, que te parece ese sitio?
Dije señalándolo mientras las gotas de agua resbalaban por mis cabellos y empapaban la poca ropa que llevaba encima.
Ren Damaru
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Entre el sonido de la lluvia golpeando la piedra sucia de las calle, le pareció escuchar el sonido del estómago de Ren justo frente a ella. Pensó que haría mejor evitando un comentario directo sobre ello, pero no pudo disimular una pequeña sonrisa. Le hizo un gesto con la cabeza y giró los talones para encaminar los pasos en la dirección que le había indicado. Lejos de las prostitutas, los espectáculos y esperaba que también de los ladrones.
Avanzaron un tramo sin encontrarse con nadie, mientras la lluvia arreciaba sobre ellos. La humana agilizó los pasos y buscó guarecerse parcialmente contra las fachadas de los edificios. Las balconadas que sobresalían ofrecían algo de resguardo, aunque el aire de la noche se aseguraba de mover de forma caprichosa las gotas de agua, de forma que terminaban comiéndoselas prácticamente todas. La voz de Ren la tomó por sorpresa.
- No es ningún secreto - indicó alzando un poco la voz para ser audible por encima de lo que estaba convirtiéndose en un aguacero. - Tengo un anillo que estaba conmigo desde que era bebé, con una extraña inscripción dentro. Es élfico, pero parece un dialecto. Quiero decir, le he preguntado a varios de esa raza y apenas distinguen dos palabras. Enemigo y espada. - Frente a ellos unas leves luces arrojaban una tenue claridad hacia la calle. Parecían tabernas.
- Estoy buscando a alguien que tenga conocimiento suficiente como para traducirla. Quien sabe, quizá encuentre información sobre mi origen - Al igual que ella hacía gala de una tontuna evidente hablando de más con un perfecto desconocido, Ren decidió afrontar de manera directa lo que a Iori la había dejado tan asombrada hacía unos minutos. - Lo sé, o creo saberlo - atajó entonces mirándolo de soslayo bajo la lluvia. Su voz sonó metálica debido al esfuerzo por controlar el temblor de sus labios - Tu fuerza, tu agilidad y tus dientes... ¿Eres un licántropo? - se lanzó a preguntar.
La cuestión quedó en el aire, y cayó como un pesado silencio al suelo arrastrada por la lluvia que ya los había empapado. Clavó los ojos en el establecimiento que él había señalado y en ese instante, todo el instinto de Iori se centró en tener un fuego al que acercarse para calentar el cuerpo, y algo de comer con lo que llenar la barriga.
- Por favor, que haya sitio dentro - anheló en voz alta antes de echar a correr los últimos metros. Se escurrió el cabello bajo el hueco de la puerta y asegurándose de que Ren estaba a su lado, abrió la puerta. Escapando de la noche en la que se encontraban, la luz del interior los deslumbró ligeramente. El olor a cerveza se percibía de forma masticable junto con algún tipo de guiso de carne con grasa de más.
Las superficies de madera parecían no haber sido limpiadas desde que habían cortado el árbol con el que estaban hechas. Había clientela pero no en cantidad tal como para llenar por completo el local. Más allá de la suciedad y el ambiente cargado, Iori no veía razón para no quedarse allí. Paseó la vista acostumbrando ya los ojos por todo el interior, y el objeto de su deseo apareció brillante y cálido al fondo del gran salón. La chimenea. - ¡Oh, aquel es nuestro sitio! - sin dudarlo avanzó con paso rápido entre las mesas hasta llegar a un hueco libre al lado del gran fuego.
Se dejó caer de forma pesada sobre una de las tres sillas que había delante de la mesa y volteó para observar a su improvisado compañero con una radiante sonrisa. - Calor y comida. - Constató como si fuese todo lo bueno del mundo, lo único que merecía la pena. Se sacó la alforja de los hombros dejándola caer hasta sus pies en el suelo. Aflojó el corpiño que cubría su torso lo suficiente como para permitir que entrase el aire caliente del fuego, y desató la coleta alta en la que recogía su melena. No pensaba moverse de allí hasta haber secado la humedad incluso de sus huesos.
Avanzaron un tramo sin encontrarse con nadie, mientras la lluvia arreciaba sobre ellos. La humana agilizó los pasos y buscó guarecerse parcialmente contra las fachadas de los edificios. Las balconadas que sobresalían ofrecían algo de resguardo, aunque el aire de la noche se aseguraba de mover de forma caprichosa las gotas de agua, de forma que terminaban comiéndoselas prácticamente todas. La voz de Ren la tomó por sorpresa.
- No es ningún secreto - indicó alzando un poco la voz para ser audible por encima de lo que estaba convirtiéndose en un aguacero. - Tengo un anillo que estaba conmigo desde que era bebé, con una extraña inscripción dentro. Es élfico, pero parece un dialecto. Quiero decir, le he preguntado a varios de esa raza y apenas distinguen dos palabras. Enemigo y espada. - Frente a ellos unas leves luces arrojaban una tenue claridad hacia la calle. Parecían tabernas.
- Estoy buscando a alguien que tenga conocimiento suficiente como para traducirla. Quien sabe, quizá encuentre información sobre mi origen - Al igual que ella hacía gala de una tontuna evidente hablando de más con un perfecto desconocido, Ren decidió afrontar de manera directa lo que a Iori la había dejado tan asombrada hacía unos minutos. - Lo sé, o creo saberlo - atajó entonces mirándolo de soslayo bajo la lluvia. Su voz sonó metálica debido al esfuerzo por controlar el temblor de sus labios - Tu fuerza, tu agilidad y tus dientes... ¿Eres un licántropo? - se lanzó a preguntar.
La cuestión quedó en el aire, y cayó como un pesado silencio al suelo arrastrada por la lluvia que ya los había empapado. Clavó los ojos en el establecimiento que él había señalado y en ese instante, todo el instinto de Iori se centró en tener un fuego al que acercarse para calentar el cuerpo, y algo de comer con lo que llenar la barriga.
- Por favor, que haya sitio dentro - anheló en voz alta antes de echar a correr los últimos metros. Se escurrió el cabello bajo el hueco de la puerta y asegurándose de que Ren estaba a su lado, abrió la puerta. Escapando de la noche en la que se encontraban, la luz del interior los deslumbró ligeramente. El olor a cerveza se percibía de forma masticable junto con algún tipo de guiso de carne con grasa de más.
Las superficies de madera parecían no haber sido limpiadas desde que habían cortado el árbol con el que estaban hechas. Había clientela pero no en cantidad tal como para llenar por completo el local. Más allá de la suciedad y el ambiente cargado, Iori no veía razón para no quedarse allí. Paseó la vista acostumbrando ya los ojos por todo el interior, y el objeto de su deseo apareció brillante y cálido al fondo del gran salón. La chimenea. - ¡Oh, aquel es nuestro sitio! - sin dudarlo avanzó con paso rápido entre las mesas hasta llegar a un hueco libre al lado del gran fuego.
Se dejó caer de forma pesada sobre una de las tres sillas que había delante de la mesa y volteó para observar a su improvisado compañero con una radiante sonrisa. - Calor y comida. - Constató como si fuese todo lo bueno del mundo, lo único que merecía la pena. Se sacó la alforja de los hombros dejándola caer hasta sus pies en el suelo. Aflojó el corpiño que cubría su torso lo suficiente como para permitir que entrase el aire caliente del fuego, y desató la coleta alta en la que recogía su melena. No pensaba moverse de allí hasta haber secado la humedad incluso de sus huesos.
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Iori Li
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Iori me contó de manera despreocupada que estaba buscando respuestas sobre sus orígenes, ocultos en los detalles de aquel anillo. La miré intrigado mientras pensaba hacia dentro. Si no fuera porque tenía más bien pocos conocimientos sobre esos temas tal vez podría ayudarla, tal vez mi peregrinaje le podría servir a alguien, pero lo dudaba, se escapaba de lo que yo podía ofrecerle en ese momento.
Entramos un poco empapados en aquella cantina e Iori encontró un buen sitio donde sentarnos en un abrir y cerrar de ojos. La verdad es que no sabía que hacía allí con una mujer que no conocía de nada, podría acabar apuñalado de verdad o peor aun, podría acabar por conocerla y descubrir un entramado psicológico que dejaría el barco de mis emociones aun más trastocado, suficiente que podía navegar con una vela agujereada. Bueno, tampoco era momento de ponerse dramáticos, ya era tarde para echarse para atrás y además Iori no parecía mala chica, se había comportado como una persona sencilla y bondadosa en aquellos cinco minutos durante los que había estado observándola. Pero también había tenido un repentino ataque de flashes. No sabía bien como interpretar eso, no sabía si se trataba de mi o era alguna especie de aviso, tal vez... Ah, ya estaba pensando otra vez. "Vale ya" me dije a mi mismo mientras respiraba profundamente. Puse los codos encima de la mesa y junte mis manos delante de mi cara para concentrarme. "Compórtate, deja de pensar en negativo, deja de darle poder a la rueda, vamos, sé que puedes hacerlo". La miré a los ojos con un semblante serio y abrí la boca.
-Si, soy un licántropo... Por alguna razón del destino tuve que nacer con esta genética. No me relaciono con los míos ni respeto sus maneras. Mi forma de ser me ha dado muchos problemas y mi... pasado no es el de un lobo normal tampoco. No entremos en detalles pero no tendrías porque temerme si no guardas maldad y en cierto modo, si consigues caerme bien, incluso aunque tengas maldad sería complicado que tuvieras que temerme, supongo que soy una estúpida especie en peligro de extinción. Pero no es necesario hablar de esas cosas ahora.
No hice mucho contacto visual y me mantuve a la defensiva, no era culpa de la chica, es solo que no me estaba conociendo en mi mejor momento y no me sentía cómodo con nadie mostrándome abierto. Si que es cierto que era una persona muy risueña cuando me dejaba llevar pero mi sentido del peligro no se había apagado todavía y la verdad es que eso también me condicionaba mucho. En algún punto de la corta velada la puerta del establecimiento se abrió para dar lugar a unos personajes que me erizaron la piel. Yo estaba de espaldas a la puerta pero no me hacía falta mirar para saber que aquellos que habían entrado venían en busca de algo y no era negociación. Adrenalina. Podía olerla desde mucha distancia, o bien yo era un paranoico una vez más o bien esos insensatos habían entrado en aquel lugar con una sed de sangre que se percibía a la legua. Lo llaman sed de sangre pero repito, solo es adrenalina, cualquier perro se daría cuenta.
-Iori, los tipos que acaban de entrar...
Cerré los ojos mientras me centraba en oler. Apreté los puños para contenerme y esperé tranquilamente hasta que algo pasara, estaría preparado.
Entramos un poco empapados en aquella cantina e Iori encontró un buen sitio donde sentarnos en un abrir y cerrar de ojos. La verdad es que no sabía que hacía allí con una mujer que no conocía de nada, podría acabar apuñalado de verdad o peor aun, podría acabar por conocerla y descubrir un entramado psicológico que dejaría el barco de mis emociones aun más trastocado, suficiente que podía navegar con una vela agujereada. Bueno, tampoco era momento de ponerse dramáticos, ya era tarde para echarse para atrás y además Iori no parecía mala chica, se había comportado como una persona sencilla y bondadosa en aquellos cinco minutos durante los que había estado observándola. Pero también había tenido un repentino ataque de flashes. No sabía bien como interpretar eso, no sabía si se trataba de mi o era alguna especie de aviso, tal vez... Ah, ya estaba pensando otra vez. "Vale ya" me dije a mi mismo mientras respiraba profundamente. Puse los codos encima de la mesa y junte mis manos delante de mi cara para concentrarme. "Compórtate, deja de pensar en negativo, deja de darle poder a la rueda, vamos, sé que puedes hacerlo". La miré a los ojos con un semblante serio y abrí la boca.
-Si, soy un licántropo... Por alguna razón del destino tuve que nacer con esta genética. No me relaciono con los míos ni respeto sus maneras. Mi forma de ser me ha dado muchos problemas y mi... pasado no es el de un lobo normal tampoco. No entremos en detalles pero no tendrías porque temerme si no guardas maldad y en cierto modo, si consigues caerme bien, incluso aunque tengas maldad sería complicado que tuvieras que temerme, supongo que soy una estúpida especie en peligro de extinción. Pero no es necesario hablar de esas cosas ahora.
No hice mucho contacto visual y me mantuve a la defensiva, no era culpa de la chica, es solo que no me estaba conociendo en mi mejor momento y no me sentía cómodo con nadie mostrándome abierto. Si que es cierto que era una persona muy risueña cuando me dejaba llevar pero mi sentido del peligro no se había apagado todavía y la verdad es que eso también me condicionaba mucho. En algún punto de la corta velada la puerta del establecimiento se abrió para dar lugar a unos personajes que me erizaron la piel. Yo estaba de espaldas a la puerta pero no me hacía falta mirar para saber que aquellos que habían entrado venían en busca de algo y no era negociación. Adrenalina. Podía olerla desde mucha distancia, o bien yo era un paranoico una vez más o bien esos insensatos habían entrado en aquel lugar con una sed de sangre que se percibía a la legua. Lo llaman sed de sangre pero repito, solo es adrenalina, cualquier perro se daría cuenta.
-Iori, los tipos que acaban de entrar...
Cerré los ojos mientras me centraba en oler. Apreté los puños para contenerme y esperé tranquilamente hasta que algo pasara, estaría preparado.
Ren Damaru
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Mantenía los ojos cerrados mientras tenía el cuerpo ligeramente girado, de forma estratégica hacia la fuente de luz y calor que era el pequeño hogar. El fuego crepitaba de una manera acogedora, y en su mente se imaginó que se encontraba en la casa del jefe de su pueblo. Estaba a centenares de leguas de distancia, pero pequeños placeres como aquel la acercaban a su hogar. Cerrar los ojos y dejar que la tibieza del fuego le erizase la piel con su abrazo protector la transportaba.
Suspiró con placer, vaciando luego todo el aire de sus pulmones y abrió de nuevo los ojos. Menos aterida por el frío y la lluvia, buscó con curiosidad la cara de Ren frente a ella. Su seriedad chocó con el estado de alivio en el que se encontraba Iori, congelando su amplia sonrisa en un segundo. Aquello la preparó para la dureza de sus palabras.
La voz del licántropo sonaba extrañamente tensa mientras le ofrecía la verdad. Iori valoró mucho que hablase con aquella franqueza pero por algún motivo, se removió incómoda en su asiento, sintiendo que se había asomado a una intimidad que no le pertenecía a medida que él se explicaba.
Ren había apartado la mirada de ella. Iori hizo lo mismo.
Sus ojos pasearon, insegura por sus palabras, por el interior del lugar. El olor a cerveza se había atenuado al estar ya dentro, y el ambiente parecía bastante relajado en comparación con lo que podrían encontrar en más de la mitad de los locales en Ciudad Lagarto. - Vaya lo siento - murmuró sin ser capaz de encontrar exactamente las palabras. Él parecía de alguna manera torturado. Como si estuviese en una especie de lucha interna con quien era él y el mundo al que pertenecía.
Agradeció a los dioses la aparición de un hombre de mediana edad, con una barba bien cuidada y un delantal que llamaba la atención por los absolutamente sucio que estaba en contraste. - Buenas noches pareja, ¿Qué deseáis? Os aviso que solamente nos queda guiso de ciervo y cerveza esta noche. - Los ojos azules se alarmaron de manera súbita. - ¿Sólo cerveza? - El dueño la miró con una sonrisa. - Solo cerveza. - corroboró. La humana puso las manos en el borde de la mesa, con gesto desesperado. - ¿Nada de agua? ¿Un poco de leche? - El hombre negó con la cabeza. - Al menos no agua que yo le pondría a un cliente para beber. Los caballos dan buena cuenta de ella. Detrás en las caballerizas puedes servirte - hizo un gesto hacia una puerta lateral que había a unos metros de ellos.
- Ya... bueno... bien....- no estaba segura de querer meter los labios en el mismo abrevadero en el que los equinos metían sus babas. - Pues... dos guisos y... ¿dos cervezas? - esbozó una débil sonrisa y bajó la cabeza derrotada, cuando el hombretón se alejó silbando con la comanda. Extendió los brazos por encima de la mesa y dejó caer la frente hacia la madera con languidez. - Odio el alcohol... la gente hace cosas muy raras cuando bebe... - se explicó sintiendo que se lo debía a Ren. Estirada tal y como estaba, sintió que sus dedos rozaban la ropa de su compañero un instante.
Se incorporó en seguida, mirando al rubio con expresión urgente, y alzó un dedo acusatorio para señalar. - Tú. Tu herida. Ahora - se giró con rapidez y comenzó a buscar en su bolsa. Tenía unos pequeños retales de tela que se podrían usar como vendas, y en una botella portaba un preciado aceite con propiedades antisépticas que usaba para curar pequeños cortes superficiales. Desconocía si sería suficiente para el lobo pero esperaba que como él le había dicho, curase con rapidez. - ¿Qué tipos? - le preguntó mientras impregnaba fragmentos de la tela en el líquido y se lo extendía sobre la mesa. - No trates de distraerme de lo importante. - Clavó los ojos en él con determinación, usando un tono más cortante de lo que pretendía. - O lo haces tú o lo haré yo. - le aseguró casi como una amenaza.
No, no era una amenaza. La verdad es que no le importaría en absoluto arrastrarlo escaleras arriba, a alguna de las habitaciones de la posada. Podría pedirle que se sentase en el borde de la cama y ella se arrodillaría frente a él. Le subiría la tela manchada de su abdomen a tiempo de ver al herida marcada justo entre los huecos que señalaban el camino descendente a su cadera. Las mejillas de la humana se tiñeron de color sin perder un solo segundo el matiz de dureza con el que lo estaba mirando. Una extraña mezcla entre "cúrate joder" y "quiero comerte esta noche".
Optó por no estropear nada. Le dejó frente a él los bártulos para curarse y se giró, sentándose de medio lado de frente al fuego otra vez. Sabía que el rubor en su cara la había traicionado, pero se alegraba de que el lobo no pudiera saber el motivo de porqué ese súbito calor en ella. Aquellos pensamientos eran naturales en ella como respirar. El sexo era algo bueno y algo de lo que disfrutaba. Ren le producía curiosidad y saber su naturaleza, lejos de asustarla le hacía sentir ganas de querer ver más. - Por cierto, no deberías de tener pensamientos duros hacia ti. Quiero decir, tú eres lo que decidas ser, no es algo que venga dado por quien fue tu familia o a qué raza pertenezcas -
La dureza con la que él había hablado de si mismo le había dejado aquel mal sabor de boca a la humana. Después de haber aclarado sus ideas sentía que debía de decírselo, ya no por él, si no por quedar ella misma tranquila con su conciencia. - Por cierto... Tengo curiosidad... ¿en dónde te gusta más que te rasquen? - se atrevió entonces a preguntar mirándolo de medio lado con una sonrisa.
Suspiró con placer, vaciando luego todo el aire de sus pulmones y abrió de nuevo los ojos. Menos aterida por el frío y la lluvia, buscó con curiosidad la cara de Ren frente a ella. Su seriedad chocó con el estado de alivio en el que se encontraba Iori, congelando su amplia sonrisa en un segundo. Aquello la preparó para la dureza de sus palabras.
La voz del licántropo sonaba extrañamente tensa mientras le ofrecía la verdad. Iori valoró mucho que hablase con aquella franqueza pero por algún motivo, se removió incómoda en su asiento, sintiendo que se había asomado a una intimidad que no le pertenecía a medida que él se explicaba.
Ren había apartado la mirada de ella. Iori hizo lo mismo.
Sus ojos pasearon, insegura por sus palabras, por el interior del lugar. El olor a cerveza se había atenuado al estar ya dentro, y el ambiente parecía bastante relajado en comparación con lo que podrían encontrar en más de la mitad de los locales en Ciudad Lagarto. - Vaya lo siento - murmuró sin ser capaz de encontrar exactamente las palabras. Él parecía de alguna manera torturado. Como si estuviese en una especie de lucha interna con quien era él y el mundo al que pertenecía.
Agradeció a los dioses la aparición de un hombre de mediana edad, con una barba bien cuidada y un delantal que llamaba la atención por los absolutamente sucio que estaba en contraste. - Buenas noches pareja, ¿Qué deseáis? Os aviso que solamente nos queda guiso de ciervo y cerveza esta noche. - Los ojos azules se alarmaron de manera súbita. - ¿Sólo cerveza? - El dueño la miró con una sonrisa. - Solo cerveza. - corroboró. La humana puso las manos en el borde de la mesa, con gesto desesperado. - ¿Nada de agua? ¿Un poco de leche? - El hombre negó con la cabeza. - Al menos no agua que yo le pondría a un cliente para beber. Los caballos dan buena cuenta de ella. Detrás en las caballerizas puedes servirte - hizo un gesto hacia una puerta lateral que había a unos metros de ellos.
- Ya... bueno... bien....- no estaba segura de querer meter los labios en el mismo abrevadero en el que los equinos metían sus babas. - Pues... dos guisos y... ¿dos cervezas? - esbozó una débil sonrisa y bajó la cabeza derrotada, cuando el hombretón se alejó silbando con la comanda. Extendió los brazos por encima de la mesa y dejó caer la frente hacia la madera con languidez. - Odio el alcohol... la gente hace cosas muy raras cuando bebe... - se explicó sintiendo que se lo debía a Ren. Estirada tal y como estaba, sintió que sus dedos rozaban la ropa de su compañero un instante.
Se incorporó en seguida, mirando al rubio con expresión urgente, y alzó un dedo acusatorio para señalar. - Tú. Tu herida. Ahora - se giró con rapidez y comenzó a buscar en su bolsa. Tenía unos pequeños retales de tela que se podrían usar como vendas, y en una botella portaba un preciado aceite con propiedades antisépticas que usaba para curar pequeños cortes superficiales. Desconocía si sería suficiente para el lobo pero esperaba que como él le había dicho, curase con rapidez. - ¿Qué tipos? - le preguntó mientras impregnaba fragmentos de la tela en el líquido y se lo extendía sobre la mesa. - No trates de distraerme de lo importante. - Clavó los ojos en él con determinación, usando un tono más cortante de lo que pretendía. - O lo haces tú o lo haré yo. - le aseguró casi como una amenaza.
No, no era una amenaza. La verdad es que no le importaría en absoluto arrastrarlo escaleras arriba, a alguna de las habitaciones de la posada. Podría pedirle que se sentase en el borde de la cama y ella se arrodillaría frente a él. Le subiría la tela manchada de su abdomen a tiempo de ver al herida marcada justo entre los huecos que señalaban el camino descendente a su cadera. Las mejillas de la humana se tiñeron de color sin perder un solo segundo el matiz de dureza con el que lo estaba mirando. Una extraña mezcla entre "cúrate joder" y "quiero comerte esta noche".
Optó por no estropear nada. Le dejó frente a él los bártulos para curarse y se giró, sentándose de medio lado de frente al fuego otra vez. Sabía que el rubor en su cara la había traicionado, pero se alegraba de que el lobo no pudiera saber el motivo de porqué ese súbito calor en ella. Aquellos pensamientos eran naturales en ella como respirar. El sexo era algo bueno y algo de lo que disfrutaba. Ren le producía curiosidad y saber su naturaleza, lejos de asustarla le hacía sentir ganas de querer ver más. - Por cierto, no deberías de tener pensamientos duros hacia ti. Quiero decir, tú eres lo que decidas ser, no es algo que venga dado por quien fue tu familia o a qué raza pertenezcas -
La dureza con la que él había hablado de si mismo le había dejado aquel mal sabor de boca a la humana. Después de haber aclarado sus ideas sentía que debía de decírselo, ya no por él, si no por quedar ella misma tranquila con su conciencia. - Por cierto... Tengo curiosidad... ¿en dónde te gusta más que te rasquen? - se atrevió entonces a preguntar mirándolo de medio lado con una sonrisa.
Iori Li
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Nos atendió un camarero y asentí mientras mi compañera hablaba. Ella no quería beber cerveza pero al parecer no había nada más para ofrecernos. Que bar más extraño, solo sirven alcohol, parece que les gusta que la gente se destroce la cara en ese local, en fin, era mejor no opinar nada, no fuera a ser que nos escupieran en las bebidas. Me mantuve callado mientras Iori se desesperaba con la variedad de aquel sitio. No tardó mucho en espabilarse y recordar que había sido herido, rápidamente se lanzó hacia su bolso y me sacó unas curas no antes sin dejarme claro que estaba preocupada y que me iba a ayudar quisiera yo o no. Sonreí pensando en que no hacía falta tanto para curarme, solamente necesitaría dormir. *Espera un momento* El olor que acaba de entrar en mi cerebro me era conocido, de repente me sentía embelesado *Oh, ya veo* Esta vez la miré sonriendo con los ojos y también me percaté de que sus mejillas estaban algo más rojas de lo normal. Iori retrocedió de inmediato cuando ella misma se dio cuenta pero lo cierto es que era imposible engañar mi nariz. Olía demasiado bien, yo sabía que se trataba de feromonas y sabía que se habían liberado en cuanto señalo mi torso. Era un olor que hacía mucho tiempo que no tenía el placer de probar, pero más importante que eso, no siempre me producía esa sensación. Resulta que incluso un humano normal en realidad podría darse cuenta de ello y más que eso, el cerebro de un homínido rápidamente haría cálculos con los datos de las feromonas recogidas y te daría en forma de satisfacción el resultado de vuestra compatibilidad genética. En resumen, cuanto más te gustara el olor de una mujer, más compatibles seríais. Me fascinaba como aquella máquina que descansaba sobre mis hombros era capaz de hacer esa serie de cálculos y conjeturas en tan solo un instante.
Independientemente de toda la teoría, que nunca dejaría de gustarme, el gozo acompañado de aquella sensación no necesitaba palabras para explicarse. Me tapé la boca mientras sonreía y miraba hacia otro lado inconscientemente, no podía evitarlo. Para colmo Iori continuó hablando y soltó una buena perla, ella entendía bien lo que pasaba en mi interior aunque solo le había dado unas pequeñas pistas y me hubiera mostrado reservado.
Para rematar soltó algo que no me esperaba. Me preguntó sobre el lugar de mi cuerpo que más me gustaba que me rasquen. Continué tapándome la boca porque no podía evitar que mi sonrisa de pícaro creciera cada vez más, era tan evidente e inusual *¿De dónde ha salido aquella mujer? ¿Y por qué esta ocurriendo esto? Se esta metiendo de cabeza en la boca del lobo ella sola, pero no seré yo el que la detenga* Pensé antes de responder por fin.
-No me lo había planteado nunca pero supongo que la cabeza es un buen sitio aunque hay otras muchas cosas que me gusta hacer más aparte de que me rasquen jajajaja
Los tipos que habían entrado se estaban acercando por mi espalda. Apreté un poco la mandíbula, su asqueroso hedor a adrenalina se estaba mezclando con el olor de Iori y eso me estaba sacando rápidamente de mis casillas, odiaba que me sacaran de mi pompa, era algo que me reventaba por dentro. Intenté ignorarlos pero el primero de ellos fue directamente hacia mi y me puso una mano en el hombro. Mi sonrisa se convirtió en un ademán de peligro en un instante. *Y aquí vamos de nuevo* Esta vez me iba a costar mucho más controlarme, me estaba cabreando y eso era peligroso, para todos. Mi respiración se tornó más fuerte y ronca y mi voz comenzaba a mostrar signos de ser muy poco propia de un joven de mi edad. Asomaron los colmillos y mis palabras fueron lo último que escucho aquel hombre antes de dormirse durante un buen rato.
-¿No ves que estoy en un cita? Os voy a dar una lección a todos ahora mismo
Sin levantarme de mi asiento agarré la mano que estaba posada en mi hombro, la apreté fuertemente, me aseguré de no se iba a poder escapar, podría rompérsela solo apretando pero me exponía a que me clavase algo en el momento en el que se diese cuenta del peligro que anunciaban mis no tan humanos miembros. Mientras soltaba un leve gruñido realicé un movimiento parabólico con el brazo que sostenía la mano de aquel hombre. Fue como lanzar un hacha de feria contra una diana salvo porque el hacha era el cuerpo entero de aquel tipo y la diana era la barra del bar. Se elevó del suelo y salió volando por encima de nuestras cabezas como si fuera de peluche antes de llegar a su objetivo y estamparse contra la barra. Todos se quedaron mirándome, pero me importaba más bien poco ya, me estaba comenzando a encender.
Se me erizaron los pelos de todo el cuerpo e incluso se pudo ver como el cabello de mi cabeza se movía un poco debido a la tensión. Me levanté y me volteé hacia los restantes de aquella banda. Mi expresión transmitía una hostilidad asesina, ya me había hartado de ellos, no me iba a parar a hablar con ellos, pero podía intentar evitar tener que partirlos en pedazos a todos. Agarré la silla de la que me había levantado y la sostuve con ambas manos. Les volví a enseñar los colmillos.
- Esto es algo importante, el que vuelva a molestarnos - comencé a tirar hacia lados contrarios de la silla y la partí en dos como si fuera el palo con el que juegan los niños pequeños cuando se imaginan que son guerreros - tendrá que lidiar con las consecuencias.
Me encontraba posicionado estratégicamente entre Iori y los bandidos, dándole la espalda por dos razones, además de por la obvia de que tenía que encarar a aquellos tipos, primero porque la protegería si alguien decidía hacer alguna tontería y la segunda era que no quería que me viera la cara en ese estado, no quería asustarla más aún, aunque algo me decía que ya no iba a poder espantar a aquella mujer y que nuestra historia estaba a punto de comenzar, su olor me había traído recuerdos del futuro y en aquellos borrosos recuerdos solo podía ver que no se iba a separar de mi lado a no ser que yo mismo desapareciese y la verdad es que... huir nunca fue mi punto fuerte.
Independientemente de toda la teoría, que nunca dejaría de gustarme, el gozo acompañado de aquella sensación no necesitaba palabras para explicarse. Me tapé la boca mientras sonreía y miraba hacia otro lado inconscientemente, no podía evitarlo. Para colmo Iori continuó hablando y soltó una buena perla, ella entendía bien lo que pasaba en mi interior aunque solo le había dado unas pequeñas pistas y me hubiera mostrado reservado.
Para rematar soltó algo que no me esperaba. Me preguntó sobre el lugar de mi cuerpo que más me gustaba que me rasquen. Continué tapándome la boca porque no podía evitar que mi sonrisa de pícaro creciera cada vez más, era tan evidente e inusual *¿De dónde ha salido aquella mujer? ¿Y por qué esta ocurriendo esto? Se esta metiendo de cabeza en la boca del lobo ella sola, pero no seré yo el que la detenga* Pensé antes de responder por fin.
-No me lo había planteado nunca pero supongo que la cabeza es un buen sitio aunque hay otras muchas cosas que me gusta hacer más aparte de que me rasquen jajajaja
Los tipos que habían entrado se estaban acercando por mi espalda. Apreté un poco la mandíbula, su asqueroso hedor a adrenalina se estaba mezclando con el olor de Iori y eso me estaba sacando rápidamente de mis casillas, odiaba que me sacaran de mi pompa, era algo que me reventaba por dentro. Intenté ignorarlos pero el primero de ellos fue directamente hacia mi y me puso una mano en el hombro. Mi sonrisa se convirtió en un ademán de peligro en un instante. *Y aquí vamos de nuevo* Esta vez me iba a costar mucho más controlarme, me estaba cabreando y eso era peligroso, para todos. Mi respiración se tornó más fuerte y ronca y mi voz comenzaba a mostrar signos de ser muy poco propia de un joven de mi edad. Asomaron los colmillos y mis palabras fueron lo último que escucho aquel hombre antes de dormirse durante un buen rato.
-¿No ves que estoy en un cita? Os voy a dar una lección a todos ahora mismo
Sin levantarme de mi asiento agarré la mano que estaba posada en mi hombro, la apreté fuertemente, me aseguré de no se iba a poder escapar, podría rompérsela solo apretando pero me exponía a que me clavase algo en el momento en el que se diese cuenta del peligro que anunciaban mis no tan humanos miembros. Mientras soltaba un leve gruñido realicé un movimiento parabólico con el brazo que sostenía la mano de aquel hombre. Fue como lanzar un hacha de feria contra una diana salvo porque el hacha era el cuerpo entero de aquel tipo y la diana era la barra del bar. Se elevó del suelo y salió volando por encima de nuestras cabezas como si fuera de peluche antes de llegar a su objetivo y estamparse contra la barra. Todos se quedaron mirándome, pero me importaba más bien poco ya, me estaba comenzando a encender.
Se me erizaron los pelos de todo el cuerpo e incluso se pudo ver como el cabello de mi cabeza se movía un poco debido a la tensión. Me levanté y me volteé hacia los restantes de aquella banda. Mi expresión transmitía una hostilidad asesina, ya me había hartado de ellos, no me iba a parar a hablar con ellos, pero podía intentar evitar tener que partirlos en pedazos a todos. Agarré la silla de la que me había levantado y la sostuve con ambas manos. Les volví a enseñar los colmillos.
- Esto es algo importante, el que vuelva a molestarnos - comencé a tirar hacia lados contrarios de la silla y la partí en dos como si fuera el palo con el que juegan los niños pequeños cuando se imaginan que son guerreros - tendrá que lidiar con las consecuencias.
Me encontraba posicionado estratégicamente entre Iori y los bandidos, dándole la espalda por dos razones, además de por la obvia de que tenía que encarar a aquellos tipos, primero porque la protegería si alguien decidía hacer alguna tontería y la segunda era que no quería que me viera la cara en ese estado, no quería asustarla más aún, aunque algo me decía que ya no iba a poder espantar a aquella mujer y que nuestra historia estaba a punto de comenzar, su olor me había traído recuerdos del futuro y en aquellos borrosos recuerdos solo podía ver que no se iba a separar de mi lado a no ser que yo mismo desapareciese y la verdad es que... huir nunca fue mi punto fuerte.
Ren Damaru
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
El calor que proyectaba el fuego que tenía delante la calmó, haciendo que se centrase en la temperatura para alejarse un poco en conciencia del roce en el torso del lobo. Algo parecía haberlo divertido. Esperaba que él no se hubiera dado cuenta de sus pensamientos, pero por algún motivo que se le escapaba a la humana parecía saber algo.
Lidiar con licántropos iba a ser una experiencia complicada por lo que veía.
Así que en la cabeza. Sí, eso tenía sentido. A la mayor parte de los perros con los que había tenido la suerte de jugar les gustaba especialmente en esa zona. Y ya detrás de las orejas una fantasía. Se imaginó extendiendo la mano y buscando detrás de uno de sus mechones rubios el punto exacto. Pensó en que quizá le comenzaría dar a la pata con placer. O al rabo...
Resopló de forma pesada forzando una sonrisa que intentaba ocultar de nuevo el camino de sus pensamientos. ¿Por qué? Nunca había sentido necesidad de esconder sus impulsos. Ni con aquel condenado elfo de mirada metálica. Recordaba perfectamente lo fácil que había sido besarlo en la prisión de Baslodia. Y lo mucho que él aborrecía a los humanos. Un rictus de disgusto cruzó su rostro, pero no tuvo tiempo de fingir que no pasaba nada esta vez.
Una figura grande detrás de Ren se les había aproximado. La humana centró toda la atención en ellos, anticipando que se venían problemas. La cara de su compañero dejaba leer que estaba preparado, aun cuando él no estaba mirando en la dirección en la que la pandilla se encontraba. Definitivamente ser hombre lobo era un plus con respecto a un humano normal. - Ren escucha...- se descubrió diciendo mientras extendía la mano a él. Quería tocarlo, llevárselo. Antes de que todo saltara por los aires.
Por desgracia fue otra mano la que llegó antes al lobo.
Iori sintió que veía todo a cámara lenta cuando Ren explotó. Revolviéndose con una rapidez que la dejó pasmada aferró al desdichado que fue lanzado con una fuerza terrible a la barra de la posada, al otro lado de la gran sala. - Aquí vamos otra vez - jadeó conteniendo el aliento. Todo en ella bullía. Ganas de huir, de salir del medio, de alejarse de los problemas, y de ponerse a salvo con Ren de todo aquello. Ciudad Lagarto estaba siendo una localización asquerosamente complicada para alguien como ella.
- ¡Espera! - se levantó mientras veía como el chico se encaraba al grupo. Eran cuatro de pie frente a él más el que se encontraba en el suelo a unos metros después de volar. - ¡¡Eh vosotros!! - el hombre que los había atendido hacía apenas unos instantes salió de detrás de la barra con un gran palo en las manos. El brillo metálico de lo que parecían clavos enormes relumbró a la luz cálida de la sala y Iori se horrorizó ante la crueldad que se intuía en aquel arma.
Seguro que no era la primera vez que tenía que usarla. - ¡¡LARGO DE MI NEGOCIO!! - aulló mientras parecía haberse hecho más grande de golpe. - Joder Ren - siseó la humana mientras metía en su bolsa las curas que le había ofrecido. Los cuatro que quedaban de pie se giraron hacia el hombre de la barba, al lado del cual se habían situado súbitamente algunos de los otros clientes en lo que parecía actitud de ayudarle. - ¡¡FUERA DE AQUÍ DESGRACIADOS!! - y ella no sabría decir a quienes se estaría refiriendo. Si a ellos dos o a la banda de cinco que había llegado para buscar lío en el local.
El gran palo con los clavos subió con rapidez y tras aquel movimiento, solamente faltaba una bajada. No tenía ninguna intención de averiguar hacia quién descargaría el golpe el dueño. Saltó con rapidez por encima de la mesa que todavía los separaba y aferró de forma bruta a Ren por la muñeca. - Conmigo, ahora - dijo en voz alta para que lo escuchara por encima del alboroto. Uno de los cuatro maleantes gritó de forma ensordecedora y Iori no pudo evitar mirar en su dirección. El posadero le había golpeado con el palo que, en esos instantes se encontraba atravesando el brazo con los clavos que él había alzado para protegerse del golpe. La sangre manchó el suelo con rapidez y todo pareció explotar.
Los indecisos que todavía permanecían sentados observando la escena se levantaron y el caos se desató. - ¡Por aquí! - Tiró sin miramientos y con cero dulzura del brazo del lobo dirigiéndose a la puerta que hacía unos instantes el hombretón le había dicho que daba a las caballerizas. No para beber agua del abrevadero desde luego, si no para salir huyendo lejos de allí. - ¿No sabes preguntar antes de golpear? - increpó la humana sin soltarlo mientras corrían sin dirección por las estrechas callejuelas de la parte posterior del establecimiento.
La noche era cerrada, pero la luna bañaba con su resplandor parte del camino. Ya había dejado de llover. Soltó la muñeca del chico cuando se sintió segura de que la seguiría y continuaron corriendo hasta que la quietud del entorno la hizo bajar la guardia de nuevo. Tenía el corazón latiendo a mil por hora, mientras la garganta le ardía reseca. Incluso habría bebido cerveza en aquel momento de tenerla delante. Se llevó las manos a la cintura y dobló el torso dejándose caer hacia delante mientras tomaba profundas bocanadas de aire. - Joder Ren... - musitó entonces, imprimiendo la molestia en su voz. Estaban en medio de una calle muy estrecha y no se veía a nadie cerca.
Mejor. Parecía que las personas ponían especialmente nervioso al lobo. Se incorporó de forma súbita, y con expresión furibunda acortó los pocos pasos que la separaban de él. Alzó las manos y sin pedir permiso ni pensarlo demasiado hundió los dedos en el pelo del rubio. Apretó con una fuerza que se relajó al cabo de un instante, para rascar suavemente en la cabeza de Ren, como había hecho cientos de veces antes en su vida con cualquier perro que tuviese al alcance. - ¿¡Así mejor?! ¿Es esto lo que precisas para relajarte? - preguntó con ironía antes de dejar caer los brazos. Se giró con brusquedad y el cuerpo tenso como un arco. - Maldita sea... ese calor y esa comida...- se lamentó antes de hacerse un ovillo en el suelo, cayendo sobre sus piernas.
Lidiar con licántropos iba a ser una experiencia complicada por lo que veía.
Así que en la cabeza. Sí, eso tenía sentido. A la mayor parte de los perros con los que había tenido la suerte de jugar les gustaba especialmente en esa zona. Y ya detrás de las orejas una fantasía. Se imaginó extendiendo la mano y buscando detrás de uno de sus mechones rubios el punto exacto. Pensó en que quizá le comenzaría dar a la pata con placer. O al rabo...
Resopló de forma pesada forzando una sonrisa que intentaba ocultar de nuevo el camino de sus pensamientos. ¿Por qué? Nunca había sentido necesidad de esconder sus impulsos. Ni con aquel condenado elfo de mirada metálica. Recordaba perfectamente lo fácil que había sido besarlo en la prisión de Baslodia. Y lo mucho que él aborrecía a los humanos. Un rictus de disgusto cruzó su rostro, pero no tuvo tiempo de fingir que no pasaba nada esta vez.
Una figura grande detrás de Ren se les había aproximado. La humana centró toda la atención en ellos, anticipando que se venían problemas. La cara de su compañero dejaba leer que estaba preparado, aun cuando él no estaba mirando en la dirección en la que la pandilla se encontraba. Definitivamente ser hombre lobo era un plus con respecto a un humano normal. - Ren escucha...- se descubrió diciendo mientras extendía la mano a él. Quería tocarlo, llevárselo. Antes de que todo saltara por los aires.
Por desgracia fue otra mano la que llegó antes al lobo.
Iori sintió que veía todo a cámara lenta cuando Ren explotó. Revolviéndose con una rapidez que la dejó pasmada aferró al desdichado que fue lanzado con una fuerza terrible a la barra de la posada, al otro lado de la gran sala. - Aquí vamos otra vez - jadeó conteniendo el aliento. Todo en ella bullía. Ganas de huir, de salir del medio, de alejarse de los problemas, y de ponerse a salvo con Ren de todo aquello. Ciudad Lagarto estaba siendo una localización asquerosamente complicada para alguien como ella.
- ¡Espera! - se levantó mientras veía como el chico se encaraba al grupo. Eran cuatro de pie frente a él más el que se encontraba en el suelo a unos metros después de volar. - ¡¡Eh vosotros!! - el hombre que los había atendido hacía apenas unos instantes salió de detrás de la barra con un gran palo en las manos. El brillo metálico de lo que parecían clavos enormes relumbró a la luz cálida de la sala y Iori se horrorizó ante la crueldad que se intuía en aquel arma.
Seguro que no era la primera vez que tenía que usarla. - ¡¡LARGO DE MI NEGOCIO!! - aulló mientras parecía haberse hecho más grande de golpe. - Joder Ren - siseó la humana mientras metía en su bolsa las curas que le había ofrecido. Los cuatro que quedaban de pie se giraron hacia el hombre de la barba, al lado del cual se habían situado súbitamente algunos de los otros clientes en lo que parecía actitud de ayudarle. - ¡¡FUERA DE AQUÍ DESGRACIADOS!! - y ella no sabría decir a quienes se estaría refiriendo. Si a ellos dos o a la banda de cinco que había llegado para buscar lío en el local.
El gran palo con los clavos subió con rapidez y tras aquel movimiento, solamente faltaba una bajada. No tenía ninguna intención de averiguar hacia quién descargaría el golpe el dueño. Saltó con rapidez por encima de la mesa que todavía los separaba y aferró de forma bruta a Ren por la muñeca. - Conmigo, ahora - dijo en voz alta para que lo escuchara por encima del alboroto. Uno de los cuatro maleantes gritó de forma ensordecedora y Iori no pudo evitar mirar en su dirección. El posadero le había golpeado con el palo que, en esos instantes se encontraba atravesando el brazo con los clavos que él había alzado para protegerse del golpe. La sangre manchó el suelo con rapidez y todo pareció explotar.
Los indecisos que todavía permanecían sentados observando la escena se levantaron y el caos se desató. - ¡Por aquí! - Tiró sin miramientos y con cero dulzura del brazo del lobo dirigiéndose a la puerta que hacía unos instantes el hombretón le había dicho que daba a las caballerizas. No para beber agua del abrevadero desde luego, si no para salir huyendo lejos de allí. - ¿No sabes preguntar antes de golpear? - increpó la humana sin soltarlo mientras corrían sin dirección por las estrechas callejuelas de la parte posterior del establecimiento.
La noche era cerrada, pero la luna bañaba con su resplandor parte del camino. Ya había dejado de llover. Soltó la muñeca del chico cuando se sintió segura de que la seguiría y continuaron corriendo hasta que la quietud del entorno la hizo bajar la guardia de nuevo. Tenía el corazón latiendo a mil por hora, mientras la garganta le ardía reseca. Incluso habría bebido cerveza en aquel momento de tenerla delante. Se llevó las manos a la cintura y dobló el torso dejándose caer hacia delante mientras tomaba profundas bocanadas de aire. - Joder Ren... - musitó entonces, imprimiendo la molestia en su voz. Estaban en medio de una calle muy estrecha y no se veía a nadie cerca.
Mejor. Parecía que las personas ponían especialmente nervioso al lobo. Se incorporó de forma súbita, y con expresión furibunda acortó los pocos pasos que la separaban de él. Alzó las manos y sin pedir permiso ni pensarlo demasiado hundió los dedos en el pelo del rubio. Apretó con una fuerza que se relajó al cabo de un instante, para rascar suavemente en la cabeza de Ren, como había hecho cientos de veces antes en su vida con cualquier perro que tuviese al alcance. - ¿¡Así mejor?! ¿Es esto lo que precisas para relajarte? - preguntó con ironía antes de dejar caer los brazos. Se giró con brusquedad y el cuerpo tenso como un arco. - Maldita sea... ese calor y esa comida...- se lamentó antes de hacerse un ovillo en el suelo, cayendo sobre sus piernas.
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Iori Li
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
La fiesta empezó y yo ya podía sentir la emoción del combate recorriendo cada una de las células de mi cuerpo como si se tratase de una corriente eléctrica que encendía la máquina de guerra que descansaba en mi interior. Las cosas comenzaron a moverse un poco más despacio, los olores se filtraban por mi nariz y se analizaban rápidamente, catalogando a cada persona que había en el lugar, lo que habían estado consumiendo e incluso el estado anímico de alguno de ellos. Podía notarlo todo, podía enfrentarme a ellos y podía convertir ese bar en un verdadero pandemónium lleno de trozos de carne, sangre y vísceras esparcidas por las paredes. *Tranquilo, no somos aquello* Pensé súbitamente en cuanto noté que me estaba precipitando hacia las penumbras de la ira, no quería entrar en ese estado y menos en mi posición actual aunque lo único que me preocuparía al principio sería la imagen que se llevaría Iori de mi, de las familias de los demás desgraciados me preocuparía más tarde y me lamentaría el resto de mi vida, pero de verdad, pensé que les había dejado claro mi posición afuera, no debieron de ir corriendo a llamar a sus hermanos mayores o súbditos de pacotilla, necesitarían un ejercito de esos maleantes para reducirme en un espacio tan pequeño y sin ningún tipo de preparación militar, la cuál dudo mucho que tuvieran.
Mis pupilas se habían dilatado y me estaba costando contener mi emoción y mi forma primigenia, no se porqué pero en ese momento mis instintos estaban en un gran pico de actividad ¿Podría ser porque quería proteger a aquella muchacha de cualquier peligro que aconteciese y descubrir como era ella poco a poco? Podría ser, si, era difícil de saber dado que me costaba reconocer mis propias emociones. Y que fuesen difíciles de reconocer no les quitaba poder sobre mi si no que se lo daba ya que al no reconocer mi propio estado en su plenitud estas podían tomar el control de mis acciones si las cosas se me iban de las manos.
Iori reaccionó ràpidamente, saltando por encima de la mesa, para sacarme de aquel lugar, ella no quería conflictos y la verdad es que me lamenté de mi actitud tan pronto como cruzamos la puerta, debí intuir que la batalla no es lugar para todo el mundo y que a pesar de que yo no era como los demás, los demás tampoco eran como yo ¿Quién en su sano juicio estaría dispuesto a descuartizar un escuadrón de hombres a cambio de proteger a alguien que desconocía por completo? Bueno, si así eran las personas pues se podían quedar con su querido juicio y su moralidad para cuando les sirviera, a mi me habían servido otras cosas para sobrevivir y la verdad es que cada vez que decidía seguir las indicaciones de estas actitudes pasivas terminaba por convertirme en objetivo de traiciones, de manipulaciones y otras cosas de las que no me apetecía hacer ningún tipo de memoria en ese momento.
Nos paramos en medio de una de los callejones vacíos y parecía que Iori estaba bastante cansada. Cuando recuperó un poco el aliento lanzó su mano hacia mi cabello, lo cuál primero me sorprendió y me provocó el impulso de echarme hacia atrás, pero no lo hice, no se porque. Ella solo quería tocar mi cabello y rascarme tal como había preguntado en el local.
- ¿Sabes que no comparto los gustos de un canino verdad? Eso tendrías que probar a hacerlo cuando adopte mi forma animal, pero agradezco el gesto, hace mucho que nadie intenta tocarme sin malas intenciones -
Sonreí un poco, para quitarle hierro al asunto y para que la muchacha se olvidase de que casi me arriesgo a montar una carnicería unas calles más abajo. Iori parecía estar más cansada de lo normal y sus extremidades comenzaron a rendirse, no parecía encontrarse bien. Mientras yo me quedaba helado y sin saber que hacer más que alargar la mano hacia ella, la chica se hacía un ovillo en el suelo, tenía hambre y frío.
Me espabilé a mi mismo después de parpadear un par de veces y me agache junto a ella, preocupado. No sabía que podía hacer exactamente pero no me iba a quedar de brazos cruzados, si hacía falta podía entrar yo mismo en cualquier local y quitarles a la fuerza toda la comida y ropa que tuvieran, pero a lo mejor eso solo la hacía enfadar.
-No podemos quedarnos aquí, tenemos que comer y refugiarnos, puede que estos idiotas sigan buscándonos por la noche pero puedo quedarme despierto vigilando - dije estando agachado a su lado - si te encuentras mal te puedo llevar a un lugar seguro, pero para llegar rápido necesitaría que confíes en mi. Si es demasiado buscaré la primera posada que haya y te llevaré hacia ella. En resumen, tienes dos opciones amiguita, ya que me has salvado de aquel bar de mala muerte, puedes venir conmigo a un sitio secreto y hundir tus dedos en verdadero pelaje salvaje o puedes dejar que te lleve a un sitio medianamente tranquilo por aquí y dejar que cuide de ti.
Cuando terminaba de decir aquellas palabras abrí los ojos y me mordí los labios. *Mierda ¿Que pasa? ¿Por qué me sigue doliendo?* Pensé enfocando mi atención en la herida que me habían hecho. Sentí como la sangre seguía bajando por mi torso, era extraño, juraría que no había sido muy profundo y por norma general aquella herida debería estar empezando a cerrarse poco a poco, aunque había pasado poco tiempo ya debería tratarse de una costra llena de nuevas plaquetas. *Espera... ¿Y si habían bañado el filo con plata al fundir la navaja?* No debería ser extraño que los maleantes de aquella ciudad llevasen armas preparadas para cualquier tipo de criatura, pero, en ese caso, si de verdad me habían apuñalado con un arma de ese tipo ¿Cómo sabía aquel esbirro que era un licántropo? ¿Había sido mera casualidad? ¿Me estaba emparanoiando y simplemente la herida tardaría algo más en cerrarse debido a la emoción de aquellos momentos? No... no debería ser así, con la emoción ni siquiera me daba cuenta del daño que sufría mi cuerpo y aquella línea en mi abdomen empezaba a quemarme un poco.
En cualquier caso, Iori no debía enterarse, pero pensé que sería ideal que tomase rápido una decisión para que pudiera examinar mi estado, sería muy patético que de repente empezase a marearme, si de alguna manera había sido cortado con algún elemento que contuviera algo de plata si que iba a necesitar tratarme, aunque fuera un mínimo, no quería volver a pasar fiebre por un rasguño como aquel. Aunque dolía, sentía como si aquel filo volviera a entrar en mi piel y que esta vez se trataba de un metal candente que quema por donde pasa. En cuanto Iori me diera una respuesta actuaría rápido, no podía permitirme fallos, me sentiría demasiado mal si por aquella estupidez nos llegara a pasar algo a alguno de los dos.
Mis pupilas se habían dilatado y me estaba costando contener mi emoción y mi forma primigenia, no se porqué pero en ese momento mis instintos estaban en un gran pico de actividad ¿Podría ser porque quería proteger a aquella muchacha de cualquier peligro que aconteciese y descubrir como era ella poco a poco? Podría ser, si, era difícil de saber dado que me costaba reconocer mis propias emociones. Y que fuesen difíciles de reconocer no les quitaba poder sobre mi si no que se lo daba ya que al no reconocer mi propio estado en su plenitud estas podían tomar el control de mis acciones si las cosas se me iban de las manos.
Iori reaccionó ràpidamente, saltando por encima de la mesa, para sacarme de aquel lugar, ella no quería conflictos y la verdad es que me lamenté de mi actitud tan pronto como cruzamos la puerta, debí intuir que la batalla no es lugar para todo el mundo y que a pesar de que yo no era como los demás, los demás tampoco eran como yo ¿Quién en su sano juicio estaría dispuesto a descuartizar un escuadrón de hombres a cambio de proteger a alguien que desconocía por completo? Bueno, si así eran las personas pues se podían quedar con su querido juicio y su moralidad para cuando les sirviera, a mi me habían servido otras cosas para sobrevivir y la verdad es que cada vez que decidía seguir las indicaciones de estas actitudes pasivas terminaba por convertirme en objetivo de traiciones, de manipulaciones y otras cosas de las que no me apetecía hacer ningún tipo de memoria en ese momento.
Nos paramos en medio de una de los callejones vacíos y parecía que Iori estaba bastante cansada. Cuando recuperó un poco el aliento lanzó su mano hacia mi cabello, lo cuál primero me sorprendió y me provocó el impulso de echarme hacia atrás, pero no lo hice, no se porque. Ella solo quería tocar mi cabello y rascarme tal como había preguntado en el local.
- ¿Sabes que no comparto los gustos de un canino verdad? Eso tendrías que probar a hacerlo cuando adopte mi forma animal, pero agradezco el gesto, hace mucho que nadie intenta tocarme sin malas intenciones -
Sonreí un poco, para quitarle hierro al asunto y para que la muchacha se olvidase de que casi me arriesgo a montar una carnicería unas calles más abajo. Iori parecía estar más cansada de lo normal y sus extremidades comenzaron a rendirse, no parecía encontrarse bien. Mientras yo me quedaba helado y sin saber que hacer más que alargar la mano hacia ella, la chica se hacía un ovillo en el suelo, tenía hambre y frío.
Me espabilé a mi mismo después de parpadear un par de veces y me agache junto a ella, preocupado. No sabía que podía hacer exactamente pero no me iba a quedar de brazos cruzados, si hacía falta podía entrar yo mismo en cualquier local y quitarles a la fuerza toda la comida y ropa que tuvieran, pero a lo mejor eso solo la hacía enfadar.
-No podemos quedarnos aquí, tenemos que comer y refugiarnos, puede que estos idiotas sigan buscándonos por la noche pero puedo quedarme despierto vigilando - dije estando agachado a su lado - si te encuentras mal te puedo llevar a un lugar seguro, pero para llegar rápido necesitaría que confíes en mi. Si es demasiado buscaré la primera posada que haya y te llevaré hacia ella. En resumen, tienes dos opciones amiguita, ya que me has salvado de aquel bar de mala muerte, puedes venir conmigo a un sitio secreto y hundir tus dedos en verdadero pelaje salvaje o puedes dejar que te lleve a un sitio medianamente tranquilo por aquí y dejar que cuide de ti.
Cuando terminaba de decir aquellas palabras abrí los ojos y me mordí los labios. *Mierda ¿Que pasa? ¿Por qué me sigue doliendo?* Pensé enfocando mi atención en la herida que me habían hecho. Sentí como la sangre seguía bajando por mi torso, era extraño, juraría que no había sido muy profundo y por norma general aquella herida debería estar empezando a cerrarse poco a poco, aunque había pasado poco tiempo ya debería tratarse de una costra llena de nuevas plaquetas. *Espera... ¿Y si habían bañado el filo con plata al fundir la navaja?* No debería ser extraño que los maleantes de aquella ciudad llevasen armas preparadas para cualquier tipo de criatura, pero, en ese caso, si de verdad me habían apuñalado con un arma de ese tipo ¿Cómo sabía aquel esbirro que era un licántropo? ¿Había sido mera casualidad? ¿Me estaba emparanoiando y simplemente la herida tardaría algo más en cerrarse debido a la emoción de aquellos momentos? No... no debería ser así, con la emoción ni siquiera me daba cuenta del daño que sufría mi cuerpo y aquella línea en mi abdomen empezaba a quemarme un poco.
En cualquier caso, Iori no debía enterarse, pero pensé que sería ideal que tomase rápido una decisión para que pudiera examinar mi estado, sería muy patético que de repente empezase a marearme, si de alguna manera había sido cortado con algún elemento que contuviera algo de plata si que iba a necesitar tratarme, aunque fuera un mínimo, no quería volver a pasar fiebre por un rasguño como aquel. Aunque dolía, sentía como si aquel filo volviera a entrar en mi piel y que esta vez se trataba de un metal candente que quema por donde pasa. En cuanto Iori me diera una respuesta actuaría rápido, no podía permitirme fallos, me sentiría demasiado mal si por aquella estupidez nos llegara a pasar algo a alguno de los dos.
Ren Damaru
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
"Hace mucho que nadie intenta tocarme sin malas intenciones". ¿De verdad? La mente de Iori remoloneó unos segundos repasando aquella última frase. Sin mirarlo, sin abrir los ojos todavía, dejó que la cara de Ren llenase su cabeza. Bueno, a ella se le ocurrían muchos motivos para tocarlo de nuevo, y ciertamente podían ser no precisamente buenas intenciones. O sí.
Escuchó sus pasos y notó como el lobo se agachaba a su lado en medio de la húmeda calle. Parecía preocupado. Y aquello puso los sentidos de Iori alerta. No le gustaba en absoluto esa clase de actitud. Claro que nunca había tenido que lidiar con ella realmente. Su vida en la aldea había sido cómoda y sencilla, en la que el peligro más remarcable era terminar resbalando más de la cuenta por las piedras que formaban los saltos del río. Desde que había salido de Eiroás se había cruzado con varias personas, y de nuevo los ojos grises y metálicos de Nousis llegaron a ella con claridad desde el fondo de sus recuerdos.
Sí, él también se había mostrado preocupado alguna vez. Y eso le había causado incomodidad. Como le estaba pasando en aquel momento. Con sus sentidos a la defensiva ante aquella amabilidad con la que Ren la estaba agasajando reaccionó de una forma completamente inapropiada ante una acción tan desinteresada. - No me encuentro mal. Solo necesitaba recuperar el aliento - respondió con un tono cortante alzando la cabeza para mirarlo con expresión defensiva. - ¿Una posada? ¿Para volver a buscar pelea? No, gracias - zanjó con un tono hiriente. No fue premeditado, y se arrepintió en el mismo momento en el que cerró la boca tras hablar. - Dios...- susurró agachando de nuevo la cabeza contra sus rodillas.
Había sido una desgraciada. Él solo estaba intentando ayudarla, pero algo en la mente de Iori traducía todo aquello en una especie de burla. Desde pequeña había aprendido a cuidarse sola. Encontrar una mano amiga que se abría hacia ella en el camino la desconcertaba. El resultado era una especie de herida vacía que la alteraba como un gato acorralado en el fondo de un callejón. - No necesito que cuides de mí - aseveró con la voz parcialmente ahogada, hablando con la cara pegada a las rodillas que mantenía abrazadas contra el pecho. Vaya manera de cagarla. La culpabilidad aguijoneó en ella con más fuerza que la repulsa inicial que había sentido por la preocupación de Ren.
Iba a preguntarle para recuperar un poco el ambiente cómo era eso de tocar de verdad el pelo del lobo, cuando el eco de unos pasos cortos les llamó la atención al otro lado de la callejuela. Recortada contra las luces que la iluminaban de forma tenue, una mujer destartalada se detuvo a unos metros de ellos. No parecía peligrosa pero algo en ella denotaba que no les sorprendía encontrar agachados en medio de la calle a dos chicos. - Sois vosotros por lo que veo. Oléis a problemas y cuadrais con la descripción. - musitó con voz ajada mientras extendía la mano haciendo una señal. - Seguidme, os puedo dar cobijo. Os habéis metido con quien no debíais. Sí, la Banda del Cobra. La verdad que difícilmente podríais haber elegido peor. giró sobre sus talones con paso renqueante y no volvió la vista atrás. Era obvio que esperaba ser seguida.
Iori enarcó las cejas dudosa. Era de corta estatura y peinaba canas en un moño algo deshecho. Su ropa era de abrigo y su piel estaba muy cuarteada. Siguió su caminar maltrecho unos segundos, dubitativa, hasta que volteó el rostro para observar a Ren. Algo en su expresión la alarmó ligeramente. En el suelo, justo entre las piernas del chico la sangre teñía con su brillo el suelo mojado. - Joder - resopló dándose cuenta entonces, de que la herida de hacía un rato seguía sin cerrarse. - ¿Acaso tenéis sobreproducción de sangre los de tu especie? - preguntó casi con un bufido clavando los ojos en él.
En aquella distancia corta, con el frío de la noche rodeándolos, Iori pudo sentir al instante el calor que emanaba de cuerpo de Ren. Reprimió un escalofrío y catapultando cualquier pensamiento en su carne hasta el fondo de su cabeza, lo agarró sin miramientos de la ropa y tiró hacia arriba de él. - Ni una palabra - amenazó mientras lo obligaba a caminar con ella siguiendo a la señora mayor. Apenas tuvieron que girar en unas pocas calles cuando se plantaron delante de un edificio destartalado. Tenía dos plantas y el tejado amenazaba ruina desde hacía por lo menos varios años. Parecía increíble que alguien viviera así, allí, casi a las afueras de Ciudad Lagarto.
- Aquí no vendrán a buscaros. Es mejor que dejemos pasar estas primeras horas de la noche - aseguró con aquella voz tan cascada mientras forzaba con un chirrido la pequeña puerta de madera. Iori inclinó un poco la cabeza al entrar, y esperó que Ren viese el dintel para bajar mucho más la suya. Lo introdujo en el interior de la vivienda y lo soltó entre preocupada y molesta por lo que, a todas luces era una falta de responsabilidad. ¡Seguía sangrando! - Arriba. Podéis acomodaros en el desván. No está en buenas condiciones pero servirá para esconderos. - Entonces la señora extendió la mano hacia ellos con la palma alzada.
Una sonrisa se clavó en su boca, a través de la cual eran visibles tres dientes que formaban la escasa dentadura que le debía de quedar. - Por el alquiler - se apresuró a añadir tras ver la cara de sorpresa que había puesto Iori. Claro, por supuesto que se habían metido allí a cambio de algo. La humana puso los ojos en blanco y suspiró profundamente mientras buscaba en su alforja. Encontró en el fondo el paño que cerraba dentro de él su pequeña bolsa de cuero. Las monedas que le habían quedado del último trabajo que había realizado. Eran escasas pero esperaba que con ellas también pudiera comprar el silencio de la anciana. - Estamos en paz - indicó con tono serio mientras se las dejaba en la mano. - Tú y yo, arriba. Ahora - miró a Ren antes de volver a agarrarlo, pero esta vez lo hizo de la mano.
Estrechando los dedos del lobo entre los suyos se dio cuenta de que a pesar de ser de edades similares, su mano era mucho mayor. Pudo sentir los dedos largos del chico y se obligó a alejar su mente del contacto de su piel, mientras ascendían por unas escaleras que parecían a punto de partirse en dos. El altillo en el que entraron estaba en peores condiciones de lo que pensaban. El techo tenía huecos en diversas esquinas que habían dejado que el agua de la lluvia cubriese el suelo. El olor a moho y madera podrida era fuerte, y algo correteó al fondo de la estancia cuando ambos se detuvieron a contemplar el paisaje. - Es mejor que nada - aseguró soltándolo para avanzar hasta el centro. - Quítate la camiseta Ren - lo miró entonces clavando los ojos azules en la mirada del lobo. Y por la expresión de Iori, podía estar seguro de que si era necesario lo curaría con fuego.
Escuchó sus pasos y notó como el lobo se agachaba a su lado en medio de la húmeda calle. Parecía preocupado. Y aquello puso los sentidos de Iori alerta. No le gustaba en absoluto esa clase de actitud. Claro que nunca había tenido que lidiar con ella realmente. Su vida en la aldea había sido cómoda y sencilla, en la que el peligro más remarcable era terminar resbalando más de la cuenta por las piedras que formaban los saltos del río. Desde que había salido de Eiroás se había cruzado con varias personas, y de nuevo los ojos grises y metálicos de Nousis llegaron a ella con claridad desde el fondo de sus recuerdos.
Sí, él también se había mostrado preocupado alguna vez. Y eso le había causado incomodidad. Como le estaba pasando en aquel momento. Con sus sentidos a la defensiva ante aquella amabilidad con la que Ren la estaba agasajando reaccionó de una forma completamente inapropiada ante una acción tan desinteresada. - No me encuentro mal. Solo necesitaba recuperar el aliento - respondió con un tono cortante alzando la cabeza para mirarlo con expresión defensiva. - ¿Una posada? ¿Para volver a buscar pelea? No, gracias - zanjó con un tono hiriente. No fue premeditado, y se arrepintió en el mismo momento en el que cerró la boca tras hablar. - Dios...- susurró agachando de nuevo la cabeza contra sus rodillas.
Había sido una desgraciada. Él solo estaba intentando ayudarla, pero algo en la mente de Iori traducía todo aquello en una especie de burla. Desde pequeña había aprendido a cuidarse sola. Encontrar una mano amiga que se abría hacia ella en el camino la desconcertaba. El resultado era una especie de herida vacía que la alteraba como un gato acorralado en el fondo de un callejón. - No necesito que cuides de mí - aseveró con la voz parcialmente ahogada, hablando con la cara pegada a las rodillas que mantenía abrazadas contra el pecho. Vaya manera de cagarla. La culpabilidad aguijoneó en ella con más fuerza que la repulsa inicial que había sentido por la preocupación de Ren.
Iba a preguntarle para recuperar un poco el ambiente cómo era eso de tocar de verdad el pelo del lobo, cuando el eco de unos pasos cortos les llamó la atención al otro lado de la callejuela. Recortada contra las luces que la iluminaban de forma tenue, una mujer destartalada se detuvo a unos metros de ellos. No parecía peligrosa pero algo en ella denotaba que no les sorprendía encontrar agachados en medio de la calle a dos chicos. - Sois vosotros por lo que veo. Oléis a problemas y cuadrais con la descripción. - musitó con voz ajada mientras extendía la mano haciendo una señal. - Seguidme, os puedo dar cobijo. Os habéis metido con quien no debíais. Sí, la Banda del Cobra. La verdad que difícilmente podríais haber elegido peor. giró sobre sus talones con paso renqueante y no volvió la vista atrás. Era obvio que esperaba ser seguida.
Iori enarcó las cejas dudosa. Era de corta estatura y peinaba canas en un moño algo deshecho. Su ropa era de abrigo y su piel estaba muy cuarteada. Siguió su caminar maltrecho unos segundos, dubitativa, hasta que volteó el rostro para observar a Ren. Algo en su expresión la alarmó ligeramente. En el suelo, justo entre las piernas del chico la sangre teñía con su brillo el suelo mojado. - Joder - resopló dándose cuenta entonces, de que la herida de hacía un rato seguía sin cerrarse. - ¿Acaso tenéis sobreproducción de sangre los de tu especie? - preguntó casi con un bufido clavando los ojos en él.
En aquella distancia corta, con el frío de la noche rodeándolos, Iori pudo sentir al instante el calor que emanaba de cuerpo de Ren. Reprimió un escalofrío y catapultando cualquier pensamiento en su carne hasta el fondo de su cabeza, lo agarró sin miramientos de la ropa y tiró hacia arriba de él. - Ni una palabra - amenazó mientras lo obligaba a caminar con ella siguiendo a la señora mayor. Apenas tuvieron que girar en unas pocas calles cuando se plantaron delante de un edificio destartalado. Tenía dos plantas y el tejado amenazaba ruina desde hacía por lo menos varios años. Parecía increíble que alguien viviera así, allí, casi a las afueras de Ciudad Lagarto.
- Aquí no vendrán a buscaros. Es mejor que dejemos pasar estas primeras horas de la noche - aseguró con aquella voz tan cascada mientras forzaba con un chirrido la pequeña puerta de madera. Iori inclinó un poco la cabeza al entrar, y esperó que Ren viese el dintel para bajar mucho más la suya. Lo introdujo en el interior de la vivienda y lo soltó entre preocupada y molesta por lo que, a todas luces era una falta de responsabilidad. ¡Seguía sangrando! - Arriba. Podéis acomodaros en el desván. No está en buenas condiciones pero servirá para esconderos. - Entonces la señora extendió la mano hacia ellos con la palma alzada.
Una sonrisa se clavó en su boca, a través de la cual eran visibles tres dientes que formaban la escasa dentadura que le debía de quedar. - Por el alquiler - se apresuró a añadir tras ver la cara de sorpresa que había puesto Iori. Claro, por supuesto que se habían metido allí a cambio de algo. La humana puso los ojos en blanco y suspiró profundamente mientras buscaba en su alforja. Encontró en el fondo el paño que cerraba dentro de él su pequeña bolsa de cuero. Las monedas que le habían quedado del último trabajo que había realizado. Eran escasas pero esperaba que con ellas también pudiera comprar el silencio de la anciana. - Estamos en paz - indicó con tono serio mientras se las dejaba en la mano. - Tú y yo, arriba. Ahora - miró a Ren antes de volver a agarrarlo, pero esta vez lo hizo de la mano.
Estrechando los dedos del lobo entre los suyos se dio cuenta de que a pesar de ser de edades similares, su mano era mucho mayor. Pudo sentir los dedos largos del chico y se obligó a alejar su mente del contacto de su piel, mientras ascendían por unas escaleras que parecían a punto de partirse en dos. El altillo en el que entraron estaba en peores condiciones de lo que pensaban. El techo tenía huecos en diversas esquinas que habían dejado que el agua de la lluvia cubriese el suelo. El olor a moho y madera podrida era fuerte, y algo correteó al fondo de la estancia cuando ambos se detuvieron a contemplar el paisaje. - Es mejor que nada - aseguró soltándolo para avanzar hasta el centro. - Quítate la camiseta Ren - lo miró entonces clavando los ojos azules en la mirada del lobo. Y por la expresión de Iori, podía estar seguro de que si era necesario lo curaría con fuego.
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Iori Li
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
La reacción de la chica fue un poco sorprendente, de repente todo el calor y la amabilidad que había sentido de ella se esfumaron en cuanto fui yo el que se acercó a ella con el ademán de preocuparme. No dije ni una palabra, tampoco me molestó, pero me hizo reflexionar. Ella... no estaba reaccionando de forma lógica según como se había comportado hasta el momento, lo cuál significa que mis acciones tenían para ella un significado oculto que yo todavía no había podido descifrar, y si no había podido hacerlo eso significaba que había heridas de por medio, taras o traumas, de eso no había duda. Por eso mismo no pude sentirme mal por ello, de hecho, parecía que era a ella misma a la que le había sentado mal contestarme de esa manera e intentar apartarme.
No hice nada, la observé simplemente, al no comprender a que se debía esa actitud tampoco iba a insistir o intentar adivinar. Eran cosas de ella y ciertamente, aunque pueda sonar un poco macabro, me alegraba de que fuese así, eso la hacía más real, más natural, menos humana. Y con menos humana me refiero a la errática naturaleza de esos seres que nacen con la predisposición de engañar y pisar a los demás con tal de conseguir lo que quieren. Cuando una persona mostraba signos como los que esa chica, sin saberlo, me estaba mostrando los sinónimos de un potencial crecimiento interior hacia una naturaleza más optima para mí. Optimo... Si se podría decir que era eso, yo también era una persona compleja y lejos de provocarme rechazo ella simplemente, otra vez, sin darse cuenta si quiera, estaba atrayendo mi atención.
Noté a aquel ser de los suburbios acercarse a nosotros antes de que su presencia alertase a Iori, olía muy fuerte, y no muy bien, de hecho apestaba, no me transmitía buena vibra. Habló rápido, sin dar muchas explicaciones y acto seguido empezó a caminar con la intención de que la siguiéramos. Mi compañera no dudó ni un instante y me hizo seguirla mientras me mandaba mantener silencio. La verdad es que tampoco iba a decirle delante de esa vieja que no me transmitía ningún tipo de confianza, eso solo empeoraría las cosas.
Finalmente nos llevó a un lugar destartalado y apartado y nos pidió dinero a cambio de la horrible estancia. Elevé una ceja pensando que podría pagarle a los asesinos a los que nos iba a vender con su propia piel y suspiré para mis adentros cuando Iori le alcanzó unas monedas. Esa mujer anciana olía a mentira y traición a la legua, pero es que encima ni siquiera se molestaba en ocultarlo. No me podía dejar de sorprender su increíble estupidez. Me explico: si es verdad que le habían dado algún tipo de descripción sobre nosotros y la habían mandado a hacer ese trabajo eso significaba que aquellos idiotas ya se habían dado cuenta de que necesitarían tendernos una emboscada si querían tener una posibilidad y aquello a la vez significaba que se habían percatado de que soy algo más que un humano, por lo tanto... ¿No se deberían de haber dado cuenta de que podría ver, o más bien oler, a través de sus intenciones? No se, era tan evidente que hasta me hacía gracia, pero bueno, no me importaba, Iori ya había pagado y por lo menos tendría unas horas para poder curarme antes de que nos vinieran los ultra asesinos de elite de Don Estúpido a intentar otra estupidez. Ciudad Lagarto me decepcionaba cada vez más, los maleantes no tenían ni media neurona bien conectada, la verdad es que en ese momento hasta me arrepentía de no haber acabado con sus miserables vidas porque estaba claro que solo servían para sembrar el mal de una forma tonta y poco elegante, no eran enemigos a los que tener respeto. Si que es cierto que no podía subestimar sus armas porque con un buen corte del filo adecuado podría pasarlo muy mal pero ahora, sabiendo ya a lo que me enfrento, estoy casi seguro de que podría acabar con toda esa panda de saboteadores inútiles yo solo. De hecho, lo disfrutaría, así no irían apuñalando a más inocentes incautos que pudieran rondar las callejuelas de ese putrefacto lugar.
Iori me llevó de la mano hacia la parte de arriba y me ordenó quitarme la camiseta, para ver mi herida entiendo. Suspiré *Tú misma chiquilla, no me hago responsable* Pensé para mis adentros antes de encogerme de hombros y quitarme la camiseta agarrándola desde la parte más baja y subiendo mis brazos en un movimiento rectilíneo y uniforme sin ninguna duda ni miramiento. Yo ya sabía lo que aquello iba a provocar pero necesitaba mirarme esa herida y me iba a tener que desnudar de la parte superior igualmente así que ni rechiste ni hice comentarios, no había más opciones, además, tenía que darme prisa, no sabía exactamente de cuantas horas disponía, aunque mi atención estaba alerta y cualquier indicio de movimiento sospechoso activaría mi instinto y seguramente tendríamos que huir o entrar en batalla. Yo era de la segunda opción pero no podía asegurar la seguridad de la muchacha, parecía una buena y habilidosa guerrera, pero hasta el momento no he visto ningún humano esquivar una buena flecha, así que habría que andarse con ojo igualmente.
La herida ya no sangraba tanto, pero seguía abierta, y me escocía. Con unas vendas y algo de tiempo se curaría aunque el filo hubiese contenido plata, al fin y al cabo no había sido lo suficientemente profundo como para preocuparme del todo. Me sentí aliviado, con la ropa y la lluvia no era capaz de calcular bien el peligro al que me enfrentaba.
-Si quieres ayudarme... basta con unas vendas, y además puedo hacerlo yo solo si te sientes cohibida, no pretendía insinuar que necesites ser ayudada ni rescatada pero tu no puedes hablar porque estas obcecada en curar a una persona que se puede transformar en un lobo de proporciones elefanticas, yo solo quería echarte un cable igual que tu a mi, intercambio equivalente, no soy de esa clase de personas que piensan que por ser flaquita eres débil, ¿Vale? No pienso esas cosas, no te confundas más con eso, si quieres ir por libre es cosa tuya pero que no sea porque pienses que intento "salvarte" - dije interpretando las comillas con los dedos mientras miraba al techo con los ojos entornados. Quería dejar bien claro lo que pasaba por mi mente, me era imposible guardarme ese tipo de cosas una vez que las había procesado en profundidad así que se lo solté, esperaba que me comprendiera y si no era así por lo menos no me iba a sentir culpable y también me evitaría el mal trago de verla a ella culparse a si misma, dos pájaros de un tiro.
-Por cierto, esa vieja nos estaba mintiendo, tendrías que haberme dejado ponerla a dormir plácidamente por una buena jornada, olía a rata de cloaca vendedora ambulante de personas a la legua, además se ha reído de nosotros en nuestra cara, verás como esos tres dientes que tiene ya no sonríen de la misma forma cuando vea la que se va a montar aquí cuando vengan el resto de las ratas inútiles.
Me acerqué serio hacia ella y me quedé parado justo en frente, dejando que solo unos centímetros separasen nuestros cuerpos. Mi forma humana era bastante diferente de los demás lobos, no tenía casi pelaje, pero claro, yo tampoco entendía porque los demás si que lo tenían, al fin y al cabo los pelos se retraían y volvían a su posición original dentro de la piel cuando volvías a la forma humana así que no había una razón en particular para suponer que los hombres lobos tenían que ser personas con mucho bello, ni siquiera teníamos por que ser corpulentos ni tener barba, ni ser poco elegantes y toscos como una bestia. Todo aquello formaba parte de la esencia de nuestra forma lupina, si había transformación había cambio y a mi forma de verlo, cuanto más se diferenciase un licántropo en su forma humana de su forma animal más evolucionado estaba ya que había más cambio en su transformación y era ese precisamente el elemento especial de nuestra especie. Puede que también por eso yo me llevase mal con el resto de los lobos, me parecían incivilizados, básicos, instintivos y estúpidos. Pero yo sabía que tenía que haber más personas como yo, más lobos que estuvieran buscando el crecimiento y la verdadera evolución positiva.
Respiré profundamente y supe que Iori podría sentir el calor de mi pecho a esa distancia pues mi sistema estaba mucho más acelerado y potenciado que el de una persona normal, mi cuerpo emanaba calor por doquier mientras mis ojos mostraban una extraña mezcla entre frialdad y simpatía.
-Tenemos unas horas antes de que vengan a amarganos, yo no voy a dormir pues desconozco el momento exacto de su llegada, pero tu puedes descansar si sientes que lo necesitas, aunque primero se que no vas a dejarme ir sin tratar esto de aquí - dije señalando la línea roja de mi cintura con una media sonrisa.
No hice nada, la observé simplemente, al no comprender a que se debía esa actitud tampoco iba a insistir o intentar adivinar. Eran cosas de ella y ciertamente, aunque pueda sonar un poco macabro, me alegraba de que fuese así, eso la hacía más real, más natural, menos humana. Y con menos humana me refiero a la errática naturaleza de esos seres que nacen con la predisposición de engañar y pisar a los demás con tal de conseguir lo que quieren. Cuando una persona mostraba signos como los que esa chica, sin saberlo, me estaba mostrando los sinónimos de un potencial crecimiento interior hacia una naturaleza más optima para mí. Optimo... Si se podría decir que era eso, yo también era una persona compleja y lejos de provocarme rechazo ella simplemente, otra vez, sin darse cuenta si quiera, estaba atrayendo mi atención.
Noté a aquel ser de los suburbios acercarse a nosotros antes de que su presencia alertase a Iori, olía muy fuerte, y no muy bien, de hecho apestaba, no me transmitía buena vibra. Habló rápido, sin dar muchas explicaciones y acto seguido empezó a caminar con la intención de que la siguiéramos. Mi compañera no dudó ni un instante y me hizo seguirla mientras me mandaba mantener silencio. La verdad es que tampoco iba a decirle delante de esa vieja que no me transmitía ningún tipo de confianza, eso solo empeoraría las cosas.
Finalmente nos llevó a un lugar destartalado y apartado y nos pidió dinero a cambio de la horrible estancia. Elevé una ceja pensando que podría pagarle a los asesinos a los que nos iba a vender con su propia piel y suspiré para mis adentros cuando Iori le alcanzó unas monedas. Esa mujer anciana olía a mentira y traición a la legua, pero es que encima ni siquiera se molestaba en ocultarlo. No me podía dejar de sorprender su increíble estupidez. Me explico: si es verdad que le habían dado algún tipo de descripción sobre nosotros y la habían mandado a hacer ese trabajo eso significaba que aquellos idiotas ya se habían dado cuenta de que necesitarían tendernos una emboscada si querían tener una posibilidad y aquello a la vez significaba que se habían percatado de que soy algo más que un humano, por lo tanto... ¿No se deberían de haber dado cuenta de que podría ver, o más bien oler, a través de sus intenciones? No se, era tan evidente que hasta me hacía gracia, pero bueno, no me importaba, Iori ya había pagado y por lo menos tendría unas horas para poder curarme antes de que nos vinieran los ultra asesinos de elite de Don Estúpido a intentar otra estupidez. Ciudad Lagarto me decepcionaba cada vez más, los maleantes no tenían ni media neurona bien conectada, la verdad es que en ese momento hasta me arrepentía de no haber acabado con sus miserables vidas porque estaba claro que solo servían para sembrar el mal de una forma tonta y poco elegante, no eran enemigos a los que tener respeto. Si que es cierto que no podía subestimar sus armas porque con un buen corte del filo adecuado podría pasarlo muy mal pero ahora, sabiendo ya a lo que me enfrento, estoy casi seguro de que podría acabar con toda esa panda de saboteadores inútiles yo solo. De hecho, lo disfrutaría, así no irían apuñalando a más inocentes incautos que pudieran rondar las callejuelas de ese putrefacto lugar.
Iori me llevó de la mano hacia la parte de arriba y me ordenó quitarme la camiseta, para ver mi herida entiendo. Suspiré *Tú misma chiquilla, no me hago responsable* Pensé para mis adentros antes de encogerme de hombros y quitarme la camiseta agarrándola desde la parte más baja y subiendo mis brazos en un movimiento rectilíneo y uniforme sin ninguna duda ni miramiento. Yo ya sabía lo que aquello iba a provocar pero necesitaba mirarme esa herida y me iba a tener que desnudar de la parte superior igualmente así que ni rechiste ni hice comentarios, no había más opciones, además, tenía que darme prisa, no sabía exactamente de cuantas horas disponía, aunque mi atención estaba alerta y cualquier indicio de movimiento sospechoso activaría mi instinto y seguramente tendríamos que huir o entrar en batalla. Yo era de la segunda opción pero no podía asegurar la seguridad de la muchacha, parecía una buena y habilidosa guerrera, pero hasta el momento no he visto ningún humano esquivar una buena flecha, así que habría que andarse con ojo igualmente.
La herida ya no sangraba tanto, pero seguía abierta, y me escocía. Con unas vendas y algo de tiempo se curaría aunque el filo hubiese contenido plata, al fin y al cabo no había sido lo suficientemente profundo como para preocuparme del todo. Me sentí aliviado, con la ropa y la lluvia no era capaz de calcular bien el peligro al que me enfrentaba.
-Si quieres ayudarme... basta con unas vendas, y además puedo hacerlo yo solo si te sientes cohibida, no pretendía insinuar que necesites ser ayudada ni rescatada pero tu no puedes hablar porque estas obcecada en curar a una persona que se puede transformar en un lobo de proporciones elefanticas, yo solo quería echarte un cable igual que tu a mi, intercambio equivalente, no soy de esa clase de personas que piensan que por ser flaquita eres débil, ¿Vale? No pienso esas cosas, no te confundas más con eso, si quieres ir por libre es cosa tuya pero que no sea porque pienses que intento "salvarte" - dije interpretando las comillas con los dedos mientras miraba al techo con los ojos entornados. Quería dejar bien claro lo que pasaba por mi mente, me era imposible guardarme ese tipo de cosas una vez que las había procesado en profundidad así que se lo solté, esperaba que me comprendiera y si no era así por lo menos no me iba a sentir culpable y también me evitaría el mal trago de verla a ella culparse a si misma, dos pájaros de un tiro.
-Por cierto, esa vieja nos estaba mintiendo, tendrías que haberme dejado ponerla a dormir plácidamente por una buena jornada, olía a rata de cloaca vendedora ambulante de personas a la legua, además se ha reído de nosotros en nuestra cara, verás como esos tres dientes que tiene ya no sonríen de la misma forma cuando vea la que se va a montar aquí cuando vengan el resto de las ratas inútiles.
Me acerqué serio hacia ella y me quedé parado justo en frente, dejando que solo unos centímetros separasen nuestros cuerpos. Mi forma humana era bastante diferente de los demás lobos, no tenía casi pelaje, pero claro, yo tampoco entendía porque los demás si que lo tenían, al fin y al cabo los pelos se retraían y volvían a su posición original dentro de la piel cuando volvías a la forma humana así que no había una razón en particular para suponer que los hombres lobos tenían que ser personas con mucho bello, ni siquiera teníamos por que ser corpulentos ni tener barba, ni ser poco elegantes y toscos como una bestia. Todo aquello formaba parte de la esencia de nuestra forma lupina, si había transformación había cambio y a mi forma de verlo, cuanto más se diferenciase un licántropo en su forma humana de su forma animal más evolucionado estaba ya que había más cambio en su transformación y era ese precisamente el elemento especial de nuestra especie. Puede que también por eso yo me llevase mal con el resto de los lobos, me parecían incivilizados, básicos, instintivos y estúpidos. Pero yo sabía que tenía que haber más personas como yo, más lobos que estuvieran buscando el crecimiento y la verdadera evolución positiva.
Respiré profundamente y supe que Iori podría sentir el calor de mi pecho a esa distancia pues mi sistema estaba mucho más acelerado y potenciado que el de una persona normal, mi cuerpo emanaba calor por doquier mientras mis ojos mostraban una extraña mezcla entre frialdad y simpatía.
-Tenemos unas horas antes de que vengan a amarganos, yo no voy a dormir pues desconozco el momento exacto de su llegada, pero tu puedes descansar si sientes que lo necesitas, aunque primero se que no vas a dejarme ir sin tratar esto de aquí - dije señalando la línea roja de mi cintura con una media sonrisa.
Ren Damaru
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Cedió. Con una facilidad que consiguió que un leve rastro de incredulidad llenase el rostro de Iori. Ren sacó con un movimiento fluido la camiseta. Imaginaba que se resistiría, que se echaría hacia atrás, volviendo a interponer su brazo extendido entre ambos. "Necesito mi espacio", "esto puedo hacerlo yo solo", o alguna excusa por el estilo. Sin embargo aceptó. Y le regaló a los ojos azules de la chica la vista de su anatomía.
Tenía visto más cuerpos desnudos de los que era capaz de recordar. La anatomía humana no era un misterio para ella. Ni en mujeres ni en hombres. Normalmente no estaría tan tensa ante una situación así. Pero en esa ocasión... Se imaginó por un instante que las circunstancias que los rodeaban fuesen distintas. Antes de ver su piel descubierta, habría regado de pequeñas travesuras una cálida conversación, plagada de gestos y miradas que anticiparían lo que vendría después. A Iori le gustaba jugar. Pero aquello no era ningún juego.
Sin evitar pasear la vista por el torso de Ren, observó con curiosidad una piel clara con aspecto de ser muy suave. Volviendo a su fantasía sin peligro inminente, habría entallado sus hombros con ambas manos, bajado por su costado y aferrado el borde de su pantalón, mientras buscaba probar con sus labios hasta que punto aquella suavidad era real o aparente. Entrecerró los ojos mirando la curva del cuello del lobo, y supo entonces que no le importaría derrapar allí. Olía bien. Mejor sabría.
Cuando una sonrisa de satisfacción amenazaba asomar en su boca, fijó su atención en el verdadero motivo de que Ren estuviese sin camiseta. La puta herida de los cojones. Frunció el ceño y desterró al fondo de su mente los pensamientos que no le eran de ayuda en aquel momento. No parecía un corte profundo, aunque por la puñalada que ella había visto hacía un rato en la calle, habría jurado que estarían a punto de salírsele las tripas del abdomen. Sangraba poco, aunque había un bonito rastro de color rojizo ya seco sobre su piel.
Recalculó con cuidado la evidencia de daños en el lobo y comprendió que seguramente con él no se aplicaría la lógica humana que había aprendido desde que era pequeña. - ¿Cohibida? - repitió de forma automática cuando el chico escogió justamente aquella palabra para referirse a ella. Sí, en realidad sí que se estaba cohibiendo. Pero no de la forma en la que él creía. Se rio entre dientes y llevó las manos a su alforja. De manera desordenada se encontraban sus frascos de antisépticos y cicatrizantes, en medio de una madeja de vendas descompuestas. - Pienso hacer el trabajo completo - aseguró mientras se arrodillaba para revolver mejor en su bolsa justo delante de los pies de su compañero.
Humedeció una pequeña gasa en un preparado de miel, salvia y limón mientras lo escuchaba hablar. Vaya, así que el señor justicia quería tratarla de una forma equivalente a lo que pensaba que estaba haciendo ella por él. - Esto no es nada - aseguró tiñendo su voz de un fondo defensivo sin ser consciente. Se giró hacia él, acomodándose ahora sentada sobre sus piernas en el suelo y alzó la mano hacia su abdomen. Comenzó a limpiar sin presionar mucho en la herida, trazando radios desde dentro hacia afuera. Debía de limpiar el desgarro y tratar de evitar que el corte se contaminase por una mala aplicación del producto. - Siento lo de antes ¿sabes? Te contesté sin tú merecerlo...- murmuró bajito sin apartar los ojos de lo que estaba haciendo.
Guardó unos instantes silencio, con las palabras de Ren sonando en su mente como un eco al que no era capaz de ignorar. Intercambio equivalente... qué poco sabía ella de eso. Qué poco le había enseñado la vida. Ella vivía poniendo toda la confianza en si misma y cero en los demás. Aquel tipo de altruismo era algo innato en ella pero inconcebible en otras personas. No esperaba encontrar ese tipo de actitudes hacia ella y tampoco lo deseaba. Ese intercambio del que hablaba él generaba un vínculo, y ese vínculo traía sentimientos. Condicionantes innecesarios para el tipo de vida que le gustaba llevar.
La mirada metálica de cierto elfo relampagueó en el fondo de sus recuerdos, como referencia precisa de algo de lo que había tenido que huir. Tenía demasiado claro lo que no quería como para tropezar con aquel tipo de piedras en el camino. Detuvo su mano en el preciso momento en el que Ren dijo que la vieja los había engañado, y sus ojos azules se abrieron al máximo, sorprendida. - ¿Cómo lo sabes...? Acaso... ¿Eso también produce un olor? - dijo bajando súbitamente la voz, desconfiada de que alguien escuchara. Desconocía cómo funcionaban los sentidos de un lobo, pero la franqueza con la que él hablaba no permitía las dudas. Se incorporó en un segundo quedando frente a él de nuevo. - Nos he metido en problemas ¿no? - preguntó entonces, con la inflexión del arrepentimiento en la voz. - ¿Estamos a tiempo de salir de aquí? Seguro que desde alguno de los huecos del tejado podemos saltar a otro lugar - aventuró mirando los derrumbes parciales desde los que se veían cachos del cielo nocturno.
Recorrió dubitativa la superficie de madera carcomida por el tiempo cuando el movimiento de Ren captó toda su atención. El lobo estrechó el espacio con ella y todo en la cabeza de Iori se llenó de él. Con la boca congelada a media palabra, clavó los ojos en la mirada del chico. Le sacaba casi una cabeza de altura, nada que no pudiese salvar si le rodeaba con los brazos el cuello. Lo atraería hacia ella en aquel preciso momento y buscaría profundamente en su boca el sabor de los lobos. Sus pupilas se dilataron mientras imaginaba el torrente de acontecimientos si daba un paso más.
Notó el calor de su piel sobre ella, y un escalofrío involuntario la sacudió. La acercó más a él, y la presión de sus latidos en la garganta contrastaban con el escorzo que sentía en sus manos. Vacías. Quería tocarlo, quería arrastrarlo a una promesa en la que serían ellos dos. Estaría encantada de proporcionarle en eso un intercambio equivalente. El único intercambio equivalente que era capaz de compartir con nadie...
Iori se sentía absolutamente atraída a él. A su cuerpo y a sus brazos. A sus labios y a sus manos. Las mismas manos que habían partido una silla recia en dos como quien rompe una fina rama. ¿La partiría a ella también? Estaba comenzando a hacerse a la idea de que merecería la pena el dolor que él pudiera infligirle, cuando leyó en sus ojos. Había simpatía, pero también frialdad. Algo en su interior rugió al reconocer en él una carencia total de las emociones que la recorrían por dentro. El juego es divertido pero deben de querer jugar los dos. O los tres... Algo escoció en ella tras constatar que Ren no estaba sintiendo en la misma línea que ella, y apartó la mirada sintiendo entonces la boca seca.
- Deja que termine - murmuró agachándose de nuevo con presteza. Casi sintió frío cuando volvió de rodillas al suelo, lejos del calor que emanaba de él. Rodeó con sus manos la cintura para cubrir su cadera con las vendas. Lo hizo esta vez de forma precisa, sin recrearse, ya que más que anhelo ahora lo que sentía era vergüenza. No estaba acostumbrada a que su interés chocase contra una pared. Claro que tenía pasado, sobre todo cuando apuntaba a objetivos que ya estaban cazados. Aquel terreno era uno de sus límites autoimpuestos, y siendo conocedora de ello, nunca filtreaba con nadie que ya tuviese una relación.
Ren podía ser una de esas personas. Tener a un ella, o a un él. O no tener a nadie en absoluto y sentir cero interés en lo que Iori podía ofrecerle. Cualquiera de las tres opciones resultaban catastróficas, y la violencia de sus pensamientos dio como resultado que anudase con más energía de la necesaria las vendas sobre la pelvis del lobo. - Listo. Debería de dejar de sangrar en unos minutos sin infectarse. Claro que seguro que si cambias a tu forma de lobo gigantesco podrás recuperarte antes - añadió intentando disfrazar su desencanto con sorna en su tono de voz. Se inclinó para recoger sus cosas y escondió el rostro detrás de una cortina de pelo mientras se mostraba afanada en la tarea. - No voy a dormir - No aquí contigo - Seguro que estamos a tiempo de salir por donde entramos, o por otro lado y evitar el conflicto, no es necesario herir a nadie más esta noche.
Tenía visto más cuerpos desnudos de los que era capaz de recordar. La anatomía humana no era un misterio para ella. Ni en mujeres ni en hombres. Normalmente no estaría tan tensa ante una situación así. Pero en esa ocasión... Se imaginó por un instante que las circunstancias que los rodeaban fuesen distintas. Antes de ver su piel descubierta, habría regado de pequeñas travesuras una cálida conversación, plagada de gestos y miradas que anticiparían lo que vendría después. A Iori le gustaba jugar. Pero aquello no era ningún juego.
Sin evitar pasear la vista por el torso de Ren, observó con curiosidad una piel clara con aspecto de ser muy suave. Volviendo a su fantasía sin peligro inminente, habría entallado sus hombros con ambas manos, bajado por su costado y aferrado el borde de su pantalón, mientras buscaba probar con sus labios hasta que punto aquella suavidad era real o aparente. Entrecerró los ojos mirando la curva del cuello del lobo, y supo entonces que no le importaría derrapar allí. Olía bien. Mejor sabría.
Cuando una sonrisa de satisfacción amenazaba asomar en su boca, fijó su atención en el verdadero motivo de que Ren estuviese sin camiseta. La puta herida de los cojones. Frunció el ceño y desterró al fondo de su mente los pensamientos que no le eran de ayuda en aquel momento. No parecía un corte profundo, aunque por la puñalada que ella había visto hacía un rato en la calle, habría jurado que estarían a punto de salírsele las tripas del abdomen. Sangraba poco, aunque había un bonito rastro de color rojizo ya seco sobre su piel.
Recalculó con cuidado la evidencia de daños en el lobo y comprendió que seguramente con él no se aplicaría la lógica humana que había aprendido desde que era pequeña. - ¿Cohibida? - repitió de forma automática cuando el chico escogió justamente aquella palabra para referirse a ella. Sí, en realidad sí que se estaba cohibiendo. Pero no de la forma en la que él creía. Se rio entre dientes y llevó las manos a su alforja. De manera desordenada se encontraban sus frascos de antisépticos y cicatrizantes, en medio de una madeja de vendas descompuestas. - Pienso hacer el trabajo completo - aseguró mientras se arrodillaba para revolver mejor en su bolsa justo delante de los pies de su compañero.
Humedeció una pequeña gasa en un preparado de miel, salvia y limón mientras lo escuchaba hablar. Vaya, así que el señor justicia quería tratarla de una forma equivalente a lo que pensaba que estaba haciendo ella por él. - Esto no es nada - aseguró tiñendo su voz de un fondo defensivo sin ser consciente. Se giró hacia él, acomodándose ahora sentada sobre sus piernas en el suelo y alzó la mano hacia su abdomen. Comenzó a limpiar sin presionar mucho en la herida, trazando radios desde dentro hacia afuera. Debía de limpiar el desgarro y tratar de evitar que el corte se contaminase por una mala aplicación del producto. - Siento lo de antes ¿sabes? Te contesté sin tú merecerlo...- murmuró bajito sin apartar los ojos de lo que estaba haciendo.
Guardó unos instantes silencio, con las palabras de Ren sonando en su mente como un eco al que no era capaz de ignorar. Intercambio equivalente... qué poco sabía ella de eso. Qué poco le había enseñado la vida. Ella vivía poniendo toda la confianza en si misma y cero en los demás. Aquel tipo de altruismo era algo innato en ella pero inconcebible en otras personas. No esperaba encontrar ese tipo de actitudes hacia ella y tampoco lo deseaba. Ese intercambio del que hablaba él generaba un vínculo, y ese vínculo traía sentimientos. Condicionantes innecesarios para el tipo de vida que le gustaba llevar.
La mirada metálica de cierto elfo relampagueó en el fondo de sus recuerdos, como referencia precisa de algo de lo que había tenido que huir. Tenía demasiado claro lo que no quería como para tropezar con aquel tipo de piedras en el camino. Detuvo su mano en el preciso momento en el que Ren dijo que la vieja los había engañado, y sus ojos azules se abrieron al máximo, sorprendida. - ¿Cómo lo sabes...? Acaso... ¿Eso también produce un olor? - dijo bajando súbitamente la voz, desconfiada de que alguien escuchara. Desconocía cómo funcionaban los sentidos de un lobo, pero la franqueza con la que él hablaba no permitía las dudas. Se incorporó en un segundo quedando frente a él de nuevo. - Nos he metido en problemas ¿no? - preguntó entonces, con la inflexión del arrepentimiento en la voz. - ¿Estamos a tiempo de salir de aquí? Seguro que desde alguno de los huecos del tejado podemos saltar a otro lugar - aventuró mirando los derrumbes parciales desde los que se veían cachos del cielo nocturno.
Recorrió dubitativa la superficie de madera carcomida por el tiempo cuando el movimiento de Ren captó toda su atención. El lobo estrechó el espacio con ella y todo en la cabeza de Iori se llenó de él. Con la boca congelada a media palabra, clavó los ojos en la mirada del chico. Le sacaba casi una cabeza de altura, nada que no pudiese salvar si le rodeaba con los brazos el cuello. Lo atraería hacia ella en aquel preciso momento y buscaría profundamente en su boca el sabor de los lobos. Sus pupilas se dilataron mientras imaginaba el torrente de acontecimientos si daba un paso más.
Notó el calor de su piel sobre ella, y un escalofrío involuntario la sacudió. La acercó más a él, y la presión de sus latidos en la garganta contrastaban con el escorzo que sentía en sus manos. Vacías. Quería tocarlo, quería arrastrarlo a una promesa en la que serían ellos dos. Estaría encantada de proporcionarle en eso un intercambio equivalente. El único intercambio equivalente que era capaz de compartir con nadie...
Iori se sentía absolutamente atraída a él. A su cuerpo y a sus brazos. A sus labios y a sus manos. Las mismas manos que habían partido una silla recia en dos como quien rompe una fina rama. ¿La partiría a ella también? Estaba comenzando a hacerse a la idea de que merecería la pena el dolor que él pudiera infligirle, cuando leyó en sus ojos. Había simpatía, pero también frialdad. Algo en su interior rugió al reconocer en él una carencia total de las emociones que la recorrían por dentro. El juego es divertido pero deben de querer jugar los dos. O los tres... Algo escoció en ella tras constatar que Ren no estaba sintiendo en la misma línea que ella, y apartó la mirada sintiendo entonces la boca seca.
- Deja que termine - murmuró agachándose de nuevo con presteza. Casi sintió frío cuando volvió de rodillas al suelo, lejos del calor que emanaba de él. Rodeó con sus manos la cintura para cubrir su cadera con las vendas. Lo hizo esta vez de forma precisa, sin recrearse, ya que más que anhelo ahora lo que sentía era vergüenza. No estaba acostumbrada a que su interés chocase contra una pared. Claro que tenía pasado, sobre todo cuando apuntaba a objetivos que ya estaban cazados. Aquel terreno era uno de sus límites autoimpuestos, y siendo conocedora de ello, nunca filtreaba con nadie que ya tuviese una relación.
Ren podía ser una de esas personas. Tener a un ella, o a un él. O no tener a nadie en absoluto y sentir cero interés en lo que Iori podía ofrecerle. Cualquiera de las tres opciones resultaban catastróficas, y la violencia de sus pensamientos dio como resultado que anudase con más energía de la necesaria las vendas sobre la pelvis del lobo. - Listo. Debería de dejar de sangrar en unos minutos sin infectarse. Claro que seguro que si cambias a tu forma de lobo gigantesco podrás recuperarte antes - añadió intentando disfrazar su desencanto con sorna en su tono de voz. Se inclinó para recoger sus cosas y escondió el rostro detrás de una cortina de pelo mientras se mostraba afanada en la tarea. - No voy a dormir - No aquí contigo - Seguro que estamos a tiempo de salir por donde entramos, o por otro lado y evitar el conflicto, no es necesario herir a nadie más esta noche.
Iori Li
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Con la gracilidad de un médico de campaña Iori vendó mi torso mientras hablaba. Escondí una entrecortada sonrisa cuando empecé a sospechar sobre la línea de pensamientos de aquella mujer. Por unos segundos vi el cambio de actitud en sus gestos y en el tono de su voz. Estaba confusa. Eso me gustaba, no podía leerme, eso generaba seguridad y me traía a mi zona de confort de personaje incomprendido, de sombrero loco, de curioso ermitaño. Bien, había pocas cosas que me gustasen más que generar dicotomía en las mentes de las personas, y más si se trataba de una mujer que pudiera atraerme. Unas horas antes me sentía como un niño indefenso intentando comprender un extraño paradigma pero en ese momento me volvía a sentir como pez en el agua, mis armas me habían sido devueltas, ya tenía el aliciente necesario para poder ser yo mismo sin tener que recaer en turbulentas memorias o ataques de ansiedad.
Cuando escuche que ella tampoco iba a dormir volví a sonreír, pero esta vez sin esconderme. A pesar de encontrarme en, posiblemente, el sitio más cutre que existía en kilómetros a la redonda, podía sentir la calidez de un lugar conocido y reconfortante. Claro, a mi nunca me importo el lugar físico si no más bien el computo de las energías y sensaciones que me transmitían las personas o sucesos que me rodeaban. Ya no olía a la vieja maligna y supe que en ese momento nos encontrábamos completamente aislados en medio de una oscura ciudad, sin ojos, sin narices, sin juicios ni opiniones.
-Oh ¿No vas a dormir dices? jajajaja - dije volviendo a acercarme a ella, mirándola desde arriba debido a su altura. Por mi mente cruzaron algunos pensamientos graciosos, por llamarlos de alguna forma, cuando pensé en la diferencia de tamaños y lo que aquello involucraba. - ¿Y eso por qué? Se que estás cansada ¿Acaso te doy miedo? - dije ladeando la cabeza mientras dibujaba otra medio sonrisa con los labios, enseñando parte de mi dentadura - ¿Piensas que voy a morderte el cuello mientras duermes? - esta vez había alzado uno de mis dedos hasta su cuello para tocarlo con la punta del dedo una única vez con un toque suave pero decidido - ¿O acaso son tus propios pensamientos los que no te dejaran descansar? - miré hacia arriba haciéndome el tonto - ¿O son los instintos? Eso lo puedo entender mucho mejor, no hay nadie mas instintivo que yo... si, creo que podría entenderlo a la perfección - para cuando terminé de hablar pude sentir algo que hacía mucho tiempo no se albergaba en mi cuerpo, y puede que precisamente por esa misma razón, por el tiempo que llevaba reprimiéndome, esa parte de mi me golpeó como un tren sin frenos.
Mis parpados bajaron ligeramente hasta conseguir aquella mirada pícara que conocían tan pocas personas y la sangre que corría por mis venas comenzó a propulsarse a más velocidad, el corazón comenzaba a acelerarse e incluso puede que se escuchase en aquel silencioso lugar, no me importaba. Bueno, de hecho, era mejor así. Más pensamientos intrusivos se colaron en mi cabeza y tuve que cerrar por un momento los párpados del todo para que Iori no se diese cuenta de que estaba entornando los ojos.
Podía olerla mejor, podía percibir cada componente de su aroma, la cabeza empezaba a embotarseme y lo peor era que eso me divertía, era mucho mejor que emborracharse pero con resultados parecidos, más prácticos diría yo, pero con los mismos efectos desinhibidores. Ni siquiera me di cuenta de como mi mano comenzaba a alargarse hacia ella, no me dio tiempo a pensarlo, hasta apoyarse sobre la parte superior de su cintura y atraerla con suavidad hasta mi.
-Acércate, tengo que contarte un secreto - dije bajando el nivel de mi voz a la vez que el tono se hacía más grave - no quiero que nadie nos escuche - solté insinuando otra disimulada sonrisa. Cuando la tuve prácticamente pegada a mi bajé lentamente la cabeza hasta que mis labios estuvieron a la altura de su oído - Tú también me atraes.
Se suponía que yo no tenía forma de saberlo, pero claro, en realidad la que no tenía forma de saber que me había dado cuenta desde el primer momento era ella. Ya había tanteado suficiente el terreno y si en ese instante no me invadían, como conjurados, los flashes y los recuerdos, significaba que no iba a repetirse la historia que ya había vivido. Aunque puede ser que mi instinto me traicionase yo iba a seguirlo igualmente. A demás, no creo que las últimas veces fuera el instinto lo que me traicionase si no mi propio raciocinio tratando de confiar en las personas que no debía. Pero esta esta vez no escuchaba nada, ni a mi corazón ni a mi mente, ellos permanecían expectantes mientras ese instinto animal iba tomando forma y control sobre mi.
Un escalofrío lleno de satisfacción recorrió mi columna al terminar de decir aquellas palabras, no sabía que efecto podrían tener en Iori, de hecho era posible que me apartase por mi atrevimiento y no me volviese a hablar o que decidiera irse debido al inminente ataque que íbamos a sufrir, pero me era indiferente, yo ya me estaba divirtiendo, solo necesitaba recuperar mis herramientas y mi compostura antes de poder mostrar ese lado de mi personalidad, a veces cuando miras un cubo que parece de color azul no te percatas de que el lado que se esconde detrás podría ser verde o azul, y lo que Iori tendría que comprender en esos momentos es que el prisma que componía mi ser era una figura compleja, llena de lados, de colores, de sombras y huecos secretos, como un rompecabezas enigmático que solo los más inteligentes, curiosos y bondadosos podrían descubrir en su plenitud mientras la luz de sus perspectivas solo pudiera bañar el lado que estuvieran observando de frente.
Separé lentamente mi cabeza de la suya y cuando pude mirarla a los ojos le guiñe lentamente un ojo volviendo a sonreír de una forma que antes no había hecho, esta vez con una mezcla de calidez e interés. Tenía mucha curiosidad por observar su reacción y eso era precisamente lo que iba a hacer, deleitarme con el espectáculo, durase lo que durase y saliese como saliese.
Cuando escuche que ella tampoco iba a dormir volví a sonreír, pero esta vez sin esconderme. A pesar de encontrarme en, posiblemente, el sitio más cutre que existía en kilómetros a la redonda, podía sentir la calidez de un lugar conocido y reconfortante. Claro, a mi nunca me importo el lugar físico si no más bien el computo de las energías y sensaciones que me transmitían las personas o sucesos que me rodeaban. Ya no olía a la vieja maligna y supe que en ese momento nos encontrábamos completamente aislados en medio de una oscura ciudad, sin ojos, sin narices, sin juicios ni opiniones.
-Oh ¿No vas a dormir dices? jajajaja - dije volviendo a acercarme a ella, mirándola desde arriba debido a su altura. Por mi mente cruzaron algunos pensamientos graciosos, por llamarlos de alguna forma, cuando pensé en la diferencia de tamaños y lo que aquello involucraba. - ¿Y eso por qué? Se que estás cansada ¿Acaso te doy miedo? - dije ladeando la cabeza mientras dibujaba otra medio sonrisa con los labios, enseñando parte de mi dentadura - ¿Piensas que voy a morderte el cuello mientras duermes? - esta vez había alzado uno de mis dedos hasta su cuello para tocarlo con la punta del dedo una única vez con un toque suave pero decidido - ¿O acaso son tus propios pensamientos los que no te dejaran descansar? - miré hacia arriba haciéndome el tonto - ¿O son los instintos? Eso lo puedo entender mucho mejor, no hay nadie mas instintivo que yo... si, creo que podría entenderlo a la perfección - para cuando terminé de hablar pude sentir algo que hacía mucho tiempo no se albergaba en mi cuerpo, y puede que precisamente por esa misma razón, por el tiempo que llevaba reprimiéndome, esa parte de mi me golpeó como un tren sin frenos.
Mis parpados bajaron ligeramente hasta conseguir aquella mirada pícara que conocían tan pocas personas y la sangre que corría por mis venas comenzó a propulsarse a más velocidad, el corazón comenzaba a acelerarse e incluso puede que se escuchase en aquel silencioso lugar, no me importaba. Bueno, de hecho, era mejor así. Más pensamientos intrusivos se colaron en mi cabeza y tuve que cerrar por un momento los párpados del todo para que Iori no se diese cuenta de que estaba entornando los ojos.
Podía olerla mejor, podía percibir cada componente de su aroma, la cabeza empezaba a embotarseme y lo peor era que eso me divertía, era mucho mejor que emborracharse pero con resultados parecidos, más prácticos diría yo, pero con los mismos efectos desinhibidores. Ni siquiera me di cuenta de como mi mano comenzaba a alargarse hacia ella, no me dio tiempo a pensarlo, hasta apoyarse sobre la parte superior de su cintura y atraerla con suavidad hasta mi.
-Acércate, tengo que contarte un secreto - dije bajando el nivel de mi voz a la vez que el tono se hacía más grave - no quiero que nadie nos escuche - solté insinuando otra disimulada sonrisa. Cuando la tuve prácticamente pegada a mi bajé lentamente la cabeza hasta que mis labios estuvieron a la altura de su oído - Tú también me atraes.
Se suponía que yo no tenía forma de saberlo, pero claro, en realidad la que no tenía forma de saber que me había dado cuenta desde el primer momento era ella. Ya había tanteado suficiente el terreno y si en ese instante no me invadían, como conjurados, los flashes y los recuerdos, significaba que no iba a repetirse la historia que ya había vivido. Aunque puede ser que mi instinto me traicionase yo iba a seguirlo igualmente. A demás, no creo que las últimas veces fuera el instinto lo que me traicionase si no mi propio raciocinio tratando de confiar en las personas que no debía. Pero esta esta vez no escuchaba nada, ni a mi corazón ni a mi mente, ellos permanecían expectantes mientras ese instinto animal iba tomando forma y control sobre mi.
Un escalofrío lleno de satisfacción recorrió mi columna al terminar de decir aquellas palabras, no sabía que efecto podrían tener en Iori, de hecho era posible que me apartase por mi atrevimiento y no me volviese a hablar o que decidiera irse debido al inminente ataque que íbamos a sufrir, pero me era indiferente, yo ya me estaba divirtiendo, solo necesitaba recuperar mis herramientas y mi compostura antes de poder mostrar ese lado de mi personalidad, a veces cuando miras un cubo que parece de color azul no te percatas de que el lado que se esconde detrás podría ser verde o azul, y lo que Iori tendría que comprender en esos momentos es que el prisma que componía mi ser era una figura compleja, llena de lados, de colores, de sombras y huecos secretos, como un rompecabezas enigmático que solo los más inteligentes, curiosos y bondadosos podrían descubrir en su plenitud mientras la luz de sus perspectivas solo pudiera bañar el lado que estuvieran observando de frente.
Separé lentamente mi cabeza de la suya y cuando pude mirarla a los ojos le guiñe lentamente un ojo volviendo a sonreír de una forma que antes no había hecho, esta vez con una mezcla de calidez e interés. Tenía mucha curiosidad por observar su reacción y eso era precisamente lo que iba a hacer, deleitarme con el espectáculo, durase lo que durase y saliese como saliese.
Ren Damaru
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Re: The Pain is Gone [Privado] [cerrado]
Revolvía con furia en su alforja, volviendo a colocar todo en su sitio cuando la risa de Ren rompió la noche. Iori abrió mucho los ojos y lo miró, arrodillada como estaba en el suelo y se sorprendió. El lobo debía de haber pensado que algo era gracioso, y allí estaba, mirándola. ¿Había una burla velada en sus palabras? ¿Algún tipo de chiste de lobos que solo él entendía? Cerró la hebilla de su bolsa y se levantó como un relámpago dejando sus cosas sobre el polvoriento suelo del ático. - No, no voy a dormir, voy a salir de aquí - le aseguró mirándolo con un brillo de reto en los ojos. Entonces él pronunció la palabra miedo.
¿Miedo?
Iori resopló con una sonrisa irónica en cuanto dijo eso. En absoluto era miedo. Y sabía que no se trataba de la respuesta inteligente. Había visto de lo que Ren era capaz. Estaba segura de que solamente había percibido una pequeña muestra de lo que podía hacer con sus manos, con la fuerza de su cuerpo. Pero nada en él le daba miedo en aquel momento. Quizá porque la humana hacía un rato que quería estamparse contra la boca del lobo, el resto de pensamientos quedaban bloqueados. La sonrisa que le mostraba ahora el chico era retadora, y ella respondió adquiriendo una expresión similar ante aquella improvisada lucha de voluntades.
Se cruzó de brazos y dejó caer el peso de su cuerpo sobre una pierna con comodidad. Tenía la respuesta afilada lista, preparada para seguir en aquella batalla dialectal cuando él alzó la mano. Se quedó muy quieta mientras observaba sus largos dedos acercarse a su piel. No reaccionó por fuera, pero su corazón dentro comenzó a bombear más contundentemente, más despacio, y todo lo que no fuese él pareció desenfocarse a los ojos de Iori. Ren captaba toda su atención.
Lo deseó antes de que él lo hiciera, pero afortunadamente no demoró en su contacto. La piel del lobo en su cuello se sintió como el origen de una llama. Una chispa pequeña que encontró bajo la piel de Iori el combustible perfecto para propagarse con rapidez. Entreabrió los labios y engarzó los ojos en él, mientras se obligaba a releer en sus expresiones. La frialdad de hacía un instante se había transmutado en una especie de diversión. Él se estaba moviendo en un terreno que la humana conocía bien. El juego previo que tanto la entretenía.
Solo que con un pero: el condenado muchacho parecía haber sido capaz por algún motivo de leer su mente a la perfección. No tenía nada de lo que avergonzarse; si él quería podría recitarle punto por punto lo que podía hacerle sentir con la lengua, y nombrar cada parte del cuerpo que iba a acariciarle con sus labios. Si él la dejaba. Ese no era el problema... Lo que la hizo revolverse incómoda era el hecho de que sin ella verbalizar nada, Ren fuese capaz de entenderla sin palabras. Como si comprendiese signos que ella no era consciente de que estaban ahí. ¿Poderes de lobo? Tendría que ir con cuidado con él... no le gustaba sentir que alguien tenía ese tipo de control sobre ella... La mejor defensa era un buen ataque, ¿no?
Dio un paso al frente estrechando los centímetros que los separaban.
La expresión de la cara de Ren la dejó sin respiración un instante. Detrás de aquellos ojos profundos se escondía una mirada pilla que la tenía asombrada. Sentía que estaba asomándose a una parte nueva de él cuando la mano del rubio ciñó su cintura. Aquello se sintió familiar y nuevo a la vez. Incontables manos se habían aferrado al hueco de su cadera, con placer, con desesperación, con anhelo. A ella le gustaba sentir ese punto de dominio, dejando que fuesen otros los que se arrastraban mientras ella controlaba a la perfección el juego. Había algo nuevo con él que no era capaz de identificar, algo diferente en su llamada. Entrecerró los ojos y ladeó la cabeza cuando él se inclinó buscando su oído.
Su voz, su respiración sobre la piel y la cercanía de sus labios anticiparon en ella el placer. Si antes era un vago apetito, ahora sentía un acuciante deseo por él. La proximidad con su cuerpo le permitía sentir el calor, y el aroma de Ren llegaba con claridad a ella. Observó la curva de su cuello y los labios de Iori se estiraron, imaginando qué textura tendría allí su piel. Comenzaba a vibrar de ansiedad por dejarse llevar y hundirse en él. La "confesión" del lobo hacia ella fue recibida como un canto divino en la mente de Iori. No solo tenía ganas de sexo esa noche; tenía ganas de él. Se había encaprichado duramente y deseaba comprobar por si misma similitudes y diferencias que podía encontrar al domesticar a un lobo ella misma.
Repitió las últimas palabras que él había dicho en su cabeza, como quien invoca un conjuro de protección y una sonrisa de lado se extendió en la boca de Iori. Alzó las manos hacia la cintura del chico y engachó la punta de los dedos en el borde de su pantalón. Los deslizó parcialmente por dentro, contra la tela y su cadera y aferrándola con decisión tiró más de él. El espacio que los separaba desapareció cuando con el arrastre lo pegó a ella por completo. No apartó la mirada azul de los ojos de Ren, y cuando él guiñó el ojo pensó que aquello era la señal. Como una flecha lanzada a su destino.
Fue violento. Fue bruto. Iori no tenía paciencia para hacerlo de otra manera.
Después de pensar que el chico no tenía interés por ella su súbito acercamiento se había sentido como agua cayendo sobre el fuego. Un cambio completo de estado que aliviaba el terreno. Solo que en su caso más que agua debía de haber sido alcohol. La llama que inicio con el dedo en su cuello explotó, haciendo que la boca de Iori chocase brúscamente con los labios de Ren. En la dureza del roce encontró el calor y el sabor del rubio. Estaba ahogando en él la sed que tenía de una forma tan desmedida que apenas tenía tiempo para registrar las sensaciones que llegaban a ella. Alzó una mano recorriendo su torso hasta encontrar el hueco del cuello, mientras la otra profundizaba dentro del pantalón. Olía jodidamente bien y el calor de su piel la atraía como un insecto a la miel.
Enganchó su rostro al suyo, apretándolo firmemente para profundizar en el beso, mientras con su cuerpo lo empujaba obligándolo a caminar hacia atrás. Tras unos pasos vacilantes, toparon con una de las columnas que sustentaban el desvencijado tejado y la humana lo clavó allí con más energía de la debida, para seguir haciendo fuerza contra su cuerpo. Sentía ganas de fusionarse con él como hacía tiempo que no notaba con nadie. Quería que la barrera que eran sus pieles se difuminara, hasta permitir que no solo su saliva, también quienes eran ellos se mezclara por unos instantes. Solo unos instantes.
Era experta en besar controlando la respiración, pero se sorprendió a si misma jadeando unos segundos para recobrar un poco de compostura. Separó los labios, pero pegó la frente. Era la distancia que estaba dispuesta a permitirse con Ren esa noche hasta quedar saciada de él. Buscó en sus ojos, solo por asegurarse. Quería una respuesta afirmativa. De que aquello estaba bien para él. Necesitaba saber que lo deseaba al menos la mitad de lo que ella quería todo con el lobo en ese momento. Sonrió. Sus labios se estiraron en señal de reconocimiento ante lo que la mirada de Ren le decía. Él también quería comérsela. - No me rompas...- siseó.
Aferró con más fuerza el brazo que rodeaba su cuello para aproximar sus alturas y buscó con fiereza controlada dentro del calor de la boca del lobo. Sentía la mano que jugaba dentro de su pantalón arder en contacto con su piel, mientras el cuerpo de Iori buscaba su hueco contra el torso del chico. Ni salir de allí, ni los problemas en los que estaban metidos tuvieron ya sentido en su cabeza. Por ella, Ciudad Lagarto podía arder en llamas que no pensaba apartar sus manos de Ren.
¿Miedo?
Iori resopló con una sonrisa irónica en cuanto dijo eso. En absoluto era miedo. Y sabía que no se trataba de la respuesta inteligente. Había visto de lo que Ren era capaz. Estaba segura de que solamente había percibido una pequeña muestra de lo que podía hacer con sus manos, con la fuerza de su cuerpo. Pero nada en él le daba miedo en aquel momento. Quizá porque la humana hacía un rato que quería estamparse contra la boca del lobo, el resto de pensamientos quedaban bloqueados. La sonrisa que le mostraba ahora el chico era retadora, y ella respondió adquiriendo una expresión similar ante aquella improvisada lucha de voluntades.
Se cruzó de brazos y dejó caer el peso de su cuerpo sobre una pierna con comodidad. Tenía la respuesta afilada lista, preparada para seguir en aquella batalla dialectal cuando él alzó la mano. Se quedó muy quieta mientras observaba sus largos dedos acercarse a su piel. No reaccionó por fuera, pero su corazón dentro comenzó a bombear más contundentemente, más despacio, y todo lo que no fuese él pareció desenfocarse a los ojos de Iori. Ren captaba toda su atención.
Lo deseó antes de que él lo hiciera, pero afortunadamente no demoró en su contacto. La piel del lobo en su cuello se sintió como el origen de una llama. Una chispa pequeña que encontró bajo la piel de Iori el combustible perfecto para propagarse con rapidez. Entreabrió los labios y engarzó los ojos en él, mientras se obligaba a releer en sus expresiones. La frialdad de hacía un instante se había transmutado en una especie de diversión. Él se estaba moviendo en un terreno que la humana conocía bien. El juego previo que tanto la entretenía.
Solo que con un pero: el condenado muchacho parecía haber sido capaz por algún motivo de leer su mente a la perfección. No tenía nada de lo que avergonzarse; si él quería podría recitarle punto por punto lo que podía hacerle sentir con la lengua, y nombrar cada parte del cuerpo que iba a acariciarle con sus labios. Si él la dejaba. Ese no era el problema... Lo que la hizo revolverse incómoda era el hecho de que sin ella verbalizar nada, Ren fuese capaz de entenderla sin palabras. Como si comprendiese signos que ella no era consciente de que estaban ahí. ¿Poderes de lobo? Tendría que ir con cuidado con él... no le gustaba sentir que alguien tenía ese tipo de control sobre ella... La mejor defensa era un buen ataque, ¿no?
Dio un paso al frente estrechando los centímetros que los separaban.
La expresión de la cara de Ren la dejó sin respiración un instante. Detrás de aquellos ojos profundos se escondía una mirada pilla que la tenía asombrada. Sentía que estaba asomándose a una parte nueva de él cuando la mano del rubio ciñó su cintura. Aquello se sintió familiar y nuevo a la vez. Incontables manos se habían aferrado al hueco de su cadera, con placer, con desesperación, con anhelo. A ella le gustaba sentir ese punto de dominio, dejando que fuesen otros los que se arrastraban mientras ella controlaba a la perfección el juego. Había algo nuevo con él que no era capaz de identificar, algo diferente en su llamada. Entrecerró los ojos y ladeó la cabeza cuando él se inclinó buscando su oído.
Su voz, su respiración sobre la piel y la cercanía de sus labios anticiparon en ella el placer. Si antes era un vago apetito, ahora sentía un acuciante deseo por él. La proximidad con su cuerpo le permitía sentir el calor, y el aroma de Ren llegaba con claridad a ella. Observó la curva de su cuello y los labios de Iori se estiraron, imaginando qué textura tendría allí su piel. Comenzaba a vibrar de ansiedad por dejarse llevar y hundirse en él. La "confesión" del lobo hacia ella fue recibida como un canto divino en la mente de Iori. No solo tenía ganas de sexo esa noche; tenía ganas de él. Se había encaprichado duramente y deseaba comprobar por si misma similitudes y diferencias que podía encontrar al domesticar a un lobo ella misma.
Repitió las últimas palabras que él había dicho en su cabeza, como quien invoca un conjuro de protección y una sonrisa de lado se extendió en la boca de Iori. Alzó las manos hacia la cintura del chico y engachó la punta de los dedos en el borde de su pantalón. Los deslizó parcialmente por dentro, contra la tela y su cadera y aferrándola con decisión tiró más de él. El espacio que los separaba desapareció cuando con el arrastre lo pegó a ella por completo. No apartó la mirada azul de los ojos de Ren, y cuando él guiñó el ojo pensó que aquello era la señal. Como una flecha lanzada a su destino.
Fue violento. Fue bruto. Iori no tenía paciencia para hacerlo de otra manera.
Después de pensar que el chico no tenía interés por ella su súbito acercamiento se había sentido como agua cayendo sobre el fuego. Un cambio completo de estado que aliviaba el terreno. Solo que en su caso más que agua debía de haber sido alcohol. La llama que inicio con el dedo en su cuello explotó, haciendo que la boca de Iori chocase brúscamente con los labios de Ren. En la dureza del roce encontró el calor y el sabor del rubio. Estaba ahogando en él la sed que tenía de una forma tan desmedida que apenas tenía tiempo para registrar las sensaciones que llegaban a ella. Alzó una mano recorriendo su torso hasta encontrar el hueco del cuello, mientras la otra profundizaba dentro del pantalón. Olía jodidamente bien y el calor de su piel la atraía como un insecto a la miel.
Enganchó su rostro al suyo, apretándolo firmemente para profundizar en el beso, mientras con su cuerpo lo empujaba obligándolo a caminar hacia atrás. Tras unos pasos vacilantes, toparon con una de las columnas que sustentaban el desvencijado tejado y la humana lo clavó allí con más energía de la debida, para seguir haciendo fuerza contra su cuerpo. Sentía ganas de fusionarse con él como hacía tiempo que no notaba con nadie. Quería que la barrera que eran sus pieles se difuminara, hasta permitir que no solo su saliva, también quienes eran ellos se mezclara por unos instantes. Solo unos instantes.
Era experta en besar controlando la respiración, pero se sorprendió a si misma jadeando unos segundos para recobrar un poco de compostura. Separó los labios, pero pegó la frente. Era la distancia que estaba dispuesta a permitirse con Ren esa noche hasta quedar saciada de él. Buscó en sus ojos, solo por asegurarse. Quería una respuesta afirmativa. De que aquello estaba bien para él. Necesitaba saber que lo deseaba al menos la mitad de lo que ella quería todo con el lobo en ese momento. Sonrió. Sus labios se estiraron en señal de reconocimiento ante lo que la mirada de Ren le decía. Él también quería comérsela. - No me rompas...- siseó.
Aferró con más fuerza el brazo que rodeaba su cuello para aproximar sus alturas y buscó con fiereza controlada dentro del calor de la boca del lobo. Sentía la mano que jugaba dentro de su pantalón arder en contacto con su piel, mientras el cuerpo de Iori buscaba su hueco contra el torso del chico. Ni salir de allí, ni los problemas en los que estaban metidos tuvieron ya sentido en su cabeza. Por ella, Ciudad Lagarto podía arder en llamas que no pensaba apartar sus manos de Ren.
Iori Li
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