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Mensaje  Katarzyna Vargová Mar Feb 22 2022, 22:36

Cuatreros sinvergüenzas, hijos de mala madre, delincuentes de la peor calaña. ¡Cómo osaban! ¡A ella! Hacía mucho tiempo que Katarzyna Malgorzata Vargová no había estado tan indignada y enfadada. Caminaba dando zancadas más grandes de lo debido por uno de los sinuosos callejones de la ciudad, con las enaguas levantadas para evitar que la tierra enfangada las empapase. Ignoraba deliberadamente el vocifero imperante a tales horas de la noche y llevaba el rostro medio cubierto por la capucha, pero aún así sus ojos -el bueno, más bien- destellaban con la rabia condensada que la gobernaba en esos momentos. Se la llevaban los demonios. Forajidos sin dos dedos de frente, se iban a enterar.

Abrió la puerta de la posada y al instante el hedor a alcohol la abofeteó con fuerza. Arrugando la nariz se hizo lugar entre los borrachos e individuos que abarrotaban el salón principal, cerca del calor del hogar que crepitaba desde la chimenea a la izquierda. Al fondo, en la barra, un grupo de lo más variopinto se deshacía en gritos y carcajadas demasiado subidas de tono, lanzando monedas hacia una camarera que tenía las mismas o aún más ganas que ella de matar gente. Zizi se la quedó mirando por un momento y pensó seriamente si montar la jarana allí mismo le merecía la pena para obtener algún tipo de cuestionable satisfacción momentánea, pero tras una pausa acabó por sacudir la cabeza y decidió que no era ni el sitio ni el momento adecuados.

También decidió que la suma importancia de su misión debía calar en las mentes de los zopencos que había allí reunidos, y eso la dejaba con pocas opciones. Así fue como, sin pensárselo dos veces, se acercó a la primera mesa que tuvo a mano y, tras apoyarse en la calva de uno de los comensales, se alzó en ella con los brazos en jarras y una sonrisa triunfal en los labios.

¡AMIGOS! —vociferó, con tanta intensidad que hasta un borracho que había estado cabeceando en la otra punta del salón dio un respingo en la silla, sacudiendo la cabeza con ojos vidriosos—. ¡¿QUIÉN QUIERE HACERSE CON UN BOTÍN INIMAGINABLE?! ¡CON EL MAYOR TESORO QUE HAYÁIS VISTO JAMÁS!

A lo mejor estaba exagerado un poquito. Y quizá, sólo quizá, más que tesoro lo que había era unas cuantas cajas con monedas y objetos de dudoso valor robadas por un grupo de forajidos de poca monta que habían decidido recuperar lo que era suyo, ¿pero qué culpa tenía ella de habérsela robado en primer lugar? Como decía el viejo refrán: quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón. Y esos mequetrefes deberían haber protegido mejor su rapiña si no querían que cualquiera le echase el guante igual de rápido que ella. Así que ahora que se había quedado sin sustento para vivir, tenía que conseguirlo de vuelta como fuera. Adornar un poco la historia no haría mal a nadie, y cuando consiguiera su propósito haría lo que siempre acostumbraba: huir como una endemoniada, hasta darles esquinazo.

Pero por si acaso alguien pensaba que estaba loca -la gran mayoría- Zizi decidió darse algo de crédito y enseñó la única cosa que había conseguido salvar tras el robo inverso: una enorme esmeralda que refulgió unos instantes en la palma de su mano, alzada sobre su cabeza, antes de volver a esconderla dentro del manto.

¡Esto es sólo un adelanto de lo que podríais ganar! —gritó—. ¿Y BIEN? ¡¿Alguien aquí con lo que hay que tener para ayudarme?!
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Mensaje  Eberus Dom Feb 27 2022, 01:47

Como era de esperar, Eberus se encontraba en una de sus numerosas noches de bebercio en cualquier taberna que avistase por la ciudad. El cambio de vida le estaba resultando difícil, y la manera que había aprendido para despejarse desde que era joven, aunque solo fuera durante un rato, era a través del alcohol... y las jugarretas. Pero lo segundo vendría después de lo primero.

El experimentado brujo se encontraba en la barra como de costumbre, sentado en un taburete de madera rudimentario y con una jarra de cerveza medio vacía en la mano, su segunda jarra de la noche de hecho. Cuanto más le iba afectando el alcohol, más hablador se volvía y más ocurrencias malévolas se le ocurrían.

- ¡Me cago en...! ¿A caso se merece esta moza más que yo las monedas? ¡Anda ya, verriondos! Trae... ¡que traigas para acá eso! - exclamaba Eberus mientras trataba de hacerse hueco entre aquellos hombres que parecían tirar monedas al pozo de los deseos carnales.

Ellos, entre el efecto de la bebida y la atención plena sobre la pobre camarera, no le dieron demasiada importancia a Eberus, que pudo hacerse con tres monedas en total en una rápida pero fructífera incursión, antes de volver a su asiento. Una vez sentado, sentía ya la necesidad imperiosa de llevar a cabo una de sus ingeniosas bromas de mal gusto, y qué mejor que tomar como objetivo a algún hombre de los del grupo lujurioso.

- Veamos... estos mangurrianes tienen ganas de marcha, ¿no? Vamos a dársela - pensó el travieso brujo mientras bebía un largo trago, con una sonrisa maligna y una mirada que casi anunciaba lo que estaba pensando hacer.

Tras pasar a su estómago ese trago de cerveza, agachó la cabeza para centrarse lo suficiente, y sin dejar de mirar a aquellos hombres se colocó la capucha en su cabeza. Poco a poco, comenzó a manipular el éter cercano a las entrepiernas de sus objetivos, con el objetivo de hacerles notar sensaciones agradables en la zona. No se le ocurrió un uso mejor en ese momento de sus habilidades mentalistas. Una vez se sentía seguro del efecto que les quería causar, comenzó a dirigir el eter hacia más cerca aún de sus partes, con el objetivo de provocar un visible abultamiento en sus pantalones que les dejara en evidencia en toda la taberna.

- ¡Mirad, mirad! Jajajajaja. ¡Parece que la muchacha levanta pasiones! - gritó un hombre entre carcajadas, mientras las víctimas de Eberus trataban de disimular aquel bulto como podían. Toda la taberna comenzó a llenarse de risas y trozos de pan que volaban hacia los avergonzados, que se hallaban estupefactos ante tal inesperado acontecimiento.

Eberus, orgulloso de sus hazañas explotó en carcajadas, sintiéndose realizado y satisfecho con la situación que había provocado. Tanto se reía y tan concentrado había estado antes que casi no había escuchado las palabras de una joven que había entrado ofreciendo a los comensales una búsqueda de tesoro. Sin embargo, la palabra "tesoro" sí que se le había quedado en la cabeza subconscientemente, hasta que por un momento miró a la chica y de alguna manera su mente la recordó.

Con todo ese alboroto no le escucharía desde el otro lado de la barra, por lo que Eberus se acercó a ella y le gritó: - ¿He oído la palabra tesoro? Sea lo que sea no pienso decirle nunca que no a una buena recompensa por un trabajo bien hecho, ¡ya sabes! Aquí me tienes para una búsqueda eficaz y que llevará a buen fruto... que dará buen puerto... que... ¡bueno! ¡Ya sabes lo que te digo! - El brujo podría no haberse hecho entender demasiado bien debido al alcohol, al alboroto y a las carcajadas que soltaba aún por la situación actual. - Por cierto joven, ¿a que no sabes quién ha causado todo esto? ¿Eh? ¿Eh? - le decía con una gran sonrisa en la cara, levantando intermitentemente las cejas mientras la miraba, finalizando con su característica risa estilo tetera.

Eberus travieso risa tetera:
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Mensaje  Corlys Glokta Dom Feb 27 2022, 10:33

No sabía como lo había hecho, pero ya me había vuelto a gastar casi todo lo que gané con la última recompensa. Tampoco es que tuviera que volver a meterme en las alcantarillas para huir del sol, pero si no la situación no cambiaba, no pasaría mucho tiempo antes de tener que recurrir a dormir con las ratas. Y como la mejor forma para conseguir un trabajo, al menos cuando conseguías hacer que todos los nobles que te cruzabas te acabaran odiando en los primeros minutos, era meterse en una taberna y poner el oído a ver si alguien tenía algún problema que necesitase de solución y estuviera dispuesto a pagar por ello, había hecho justo eso.

Estaba apoyado en una esquina con una jarra de cerveza que llevaba ya vacía un par de horas pero seguía sujetando como si no lo estuviera para ver si así nadie se indignaba por estar ocupando un sitio sin consumir. Afortunadamente para mi, parecía que la camarera ya tenía bastante con contenerse de matar a los borrachos que la lanzaban monedas como para fijarse en esas minucias. Y todavía se iba a fijar menos cuando empezaron a aparecer abultamientos en las entrepiernas de los borrachos lanzamonedas y el personal empezó a reírse de ellos intensamente. Me uní a las carcajadas, pero al escuchar como alguien gritaba algo de botín me callé inmediatamente para prestar atención a la chica dando voces subida a una mesa.

No necesitaba escuchar mucho más para intuir que nos íbamos a meter en algo mucho peor de lo que intentaba vendernos. Pero si tenía una esmeralda es que al menos se podría rascar una buena recompensa, y necesitaba la recompensa si no quería tener que elegir entre convertirme una pila de cenizas o empezar a vivir en cloacas. Así que dejé la jarra vacía en una mesa y me acerqué a la chica. Vi como un hombre entrado en años se me había adelantado y estaba preguntando por el trabajo al tiempo que se vanagloriaba de haber sido el causante de las erecciones. No sabía distinguir si es que iba muy borracho y se lo imaginaba o de verdad podía hacer eso, aunque me parecía que iba a ser mejor quedarme sin saberlo.

- Sea lo que sea me apunto, al menos mientras no implique ningún paseo al sol.- Entonces me giré hacia el otro hombre.- Has hecho un buen trabajo con los gañanes esos. Pero igual no deberías ser tan efusivo al respecto, no creo que se alegren si se enteran de que están así por tu culpa y no de la camarera.- Me encogí de hombros tras terminar la frase. Una pelea de bar no parecía la mejor forma de empezar la misión, pero al menos así quizás pudiera rapiñar algunas de las monedas que habían lanzado hacia la camarera.
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Mensaje  Vincent Calhoun Mar Mar 01 2022, 21:14

Una ciudad sin ley, con el orden necesario para que gente tildada de delincuente o pícaro no se mataran nada más verse era, cuánto menos, curioso. Un conocido lugar de pillaje, picaresca y demás haceres cuestionables, de gente con oficios cuestionables, como el del propio Vincent, y su infame trabajo como mercenario. Más aún curioso, que aquel lugar, sin control ninguno, sobrevivía con cierto civismo. Al menos lo justo y necesario para subsistir…

Aquella barriada, que había aparecido tras la guerra de grupos de vampiros contra el rey de Lunargenta, era un sitio singular. Eso estaba claro. Tan claro como que había un orden, pese a todo, y que ello significaba que la supuesta total libertad que allí imperaba, en realidad no era existente a ese nivel.

Vamos, seamos sinceros. Era imposible que personas tan pagadas de sí mismas, en las que solamente importaba el yo y lo que podían escamotear al prójimo, convivieran tan “gratamente”, sin alguna norma por medio. Y dónde había normas, al fin y al cabo, había ley. Y castigo. A su manera, fuese cual fuera esa manera.

El brujo se repantigó sobre su asiento, estirándose cual gato, tras haberle dado un generoso trago al hidromiel que había pedido. En una esquina de una taberna de mala muerte se hallaba el susodicho mercenario, pues otra singularidad de tal barrio era que…

- Facilitaba el trabajo de un cabrón como yo-, se dijo, tras pensar en todo aquello. - Después de todo, si se reúnen todos en un mismo lugar, es más fácil dar con ellos-, musitó esta vez con cierta sorna, moviendo su cuerpo hacia adelante dejando el peso esta vez sobre el firme de la mesa. - Aunque también tiene sus ventajas-, comentó más serio, removiendo el contenido de su tazón con giros de su muñeca. - La unión hace la fuerza.

Porque, evidentemente, para una persona era más complicado derrotar o capturar a una persona, si esta hacía piña con más rufianes como él. En ese sentido, aquel barrio tenía interés para gente así.

Fue en ese momento cuando varios acontecimientos se enlazaron uno tras otro.

Lo de unos subnormales tirando monedas a una camarera por conseguir mejores vistas de ella, tratando a la chica como un trozo de carne, era algo demasiado habitual en casi cualquier parte del mundo. No había que ir hasta lugares de tan baja reputación para encontrar algo así.

No obstante, algo en la situación tomó un cariz un tanto diferente. No tanto por el suceso en sí, como por la rapidez de ello, más aún cuando el vacile que se traían esos tipos no parecía ir encaminado hacia ese tipo de pensamientos, sino que más bien estaban encallados en la burla.

Vincent ladeó la cabeza mirando hacia la joven, buscando una mejor visión de ella desde la posición en la que se encontraba.

«Aún siendo papa casada puedo decir que es guapa», se dijo mentalmente, para después mirar hacia los tipos sin cambiar la posición de su cabeza. «Pero estos tíos no han mojado en mucho tiempo», terminó por pensar.

El brujo mercenario volvió a enderezar la cabeza y acercó el tazón a su labios, más, antes de tomar otro trago no pudo evitar soltar la lengua.

- Es increíble que aún les funcione el trinquete con lo puestos que van-, comentó con renovada sorna, tras lo cual dio ese, en su opinión, merecido trago de alcohol.

Porque… ¡Venga, ha sido gracioso! No me sean público tan selecto.

En cualquier caso, mientras el brujo bebía fue que se enlazó el segundo movimiento de aquel acto de tres partes. Sí, tres, aunque eso aún no lo sabía cierto sureño que deleitaba su paladar con un muy pobre y rancio hidromiel.

«El alcohol es una mierda, pero el espectáculo es cojonudo. Dónde va a parar», caviló, tras terminar su trago.

Un rubio guerrero muy atento a la plática que soltaba una joven a gritos, tras subirse a una mesa del local. Un momento perfecto para soltar algo estilo Vincent. Ya saben, sus frases manidas y elegantes. Algo así cómo:“Esto apesta a encerrona pero qué cojones, la trampa no es peligrosa si el rubio oso la ve de antemano”. O la de “Seguro si lo andas gritando en una taberna, esos ladrones no se enteran de que los vas a robar”. Así a puro gritos como ella porque, ja, joder, es Vinc, qué esperaban, ¿sutileza en la chanza?

Más, el brujo decidió tomar otro trago antes de soltar algún disparate que le uniera a la epopeya pues… Quizás lo del tesoro sí fuera verdad y un par de aeros extra nunca venían mal, y porque, tal como se estaba desarrollando todo, esa mujer necesitaría ayuda. Si era una trampa para incautos lo pasaría mal, pero, bueno, eso ya lo asumía y en peores se había visto tremendo gañán de buen corazón. Él no era de los que se quedaba de brazos cruzados o dejaba alguien desamparado por el temor al peligro o al error en las confianzas.

Gentil no caballero de no brillante armadura pero sí muy brujo y rubio, y muy guapo aunque esté mal que este narrador lo diga así porque sí, casi se muere atragantado con su hidromiel, cuando la obra de teatro pasó al tercer acto.

La joven y bella moza, que se había librado de los salidos, se acercó y le dio unas palmadas en la espalda.

- Le traeré un poco de agua.

Un gracias fue lo único que pudo responder el brujo con un hilillo de voz, en primera instancia. Pero tras toser un poco más, al fin pudo articular algo más que una palabra.

- No será necesario-, dijo con algo de esfuerzo, poniéndose de pie, mientras avanzaba hacia la camarera.

La mujer respondió con una mirada que claramente le preguntaba si estaba seguro de ello, a lo que Vinc contestó con un asentimiento de testa.

- Tranquila, estoy bien. Sólo se me ha ido un poco de hidromiel por el lado que no debía-, mentó con mejor voz. - Pero al público le diremos que es mi forma de llamar la atención-, comentó en broma, en alto para que se le pudiera escuchar bien, antes de reír con suavidad.

Nada más decirlo, el brujo encaminó sus pasos hacia el grupo que se había formado en cierta mesa a la que se había subido la mujer de grandes noticias.

- ¿No es así, buen hombre? - le preguntó a Corlys. - Siempre he sido un poco extravagante en mi hacer. Mi fama me precede en algún que otro lugar. Pero eso carece de importancia cuando observas personas tan desesperadas por aceptar un trabajo tan a la ligera. ¿Podría ser una trampa? - terminó por decir, aunque en todo momento su tono era amistoso, pese a lo que había dicho de la posibilidad de una encerrona.

Algo que, por otro lado, había pensado antes de casi matarse él solito, y que había quedado relegado a segundo plano en su mente cuando lo único que necesitaba era aire en sus pulmones.

«Menuda presentación la mía. Ahogarse. Con tanta torpeza no sé quién cojones me contrataría»

- Aunque no lo parezca, soy un profesional.

Nada más terminar de hablar, escuchó una risita que antes se le había pasado desapercibida, pero ahora que estaba más cerca, se había callado y no estaba entre la vida y la muerte… El brujo miró hacia el otro hombre que no dejaba de reír.

- Ah, bueno, mi nombre es Vincent-, se presentó ante los desconocidos para él, mirando hacia uno y otra, alternativamente. - Y supongo que seremos socios en esta aventura. Y sí, debo dejar de beber cuando pasan cosas sorprendentes ante mí, un día de estos no lo cuento-, alegó, dibujando una sonrisa en sus labios tras sus palabras.
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Mensaje  Koru´Len Jue Mar 03 2022, 19:11


¡La culebra quería jugar! Koru corría a su altura. Él era más rápido, pero ella se movía sin mirar al niño. Sin dejar de avanzar, la tocó con su palo, a lo que su ya no amiga respondió tratando de morderle. Koru se paró enfadado.

-¡Pues vale! ¡Vete a hacer cosas de cosas feas sin patas! -le gritó cruzado de brazos. Sus ojos se abrieron aún más de la sorpresa cuando la serpiente no volvió a disculparse. Si todas eran así, igual dejaba de querer jugar con ellas. Frunció el ceño. Sabía mucho de culebras, había visto por lo menos tres ¡y ninguna tenía patas! ¿Dónde las habían perdido? ¿Se las había quitado alguien? ¿Había gente que robaba patitas de serpiente? No tardó en olvidar su enfado. A lo mejor estaban tristes por eso y entonces no le hablaban. Tenía que encontrar al ladrón de patitas y luego todas querrían jugar con él. Hablaban raro, así que seguro que sabrían muchas cosas que le contarían por ayudarlas.

Casi sin darse cuenta llegó a otro grupo de nidos de gente grande. El olor nunca era rico, como si tirasen la comida muchos días y luego volviesen a guardarla en el nido, de esas veces que se ponía de colores raros y comerla hacía doler la tripa. Se quedó un rato mirando un caracol moverse, mirándolo con sus ojos de caracol. Lo empujó con un dedo varias veces para ayudarle hasta que usando su palo, el caracol hizo plop. Koru se encogió de hombros. Hoy nadie quería jugar.

Asomándose a una de esas cosas que dejaban ver dentro del nido de la gente grande pero no pasar, el niño sonrió alegre. ¡Se estaban divirtiendo! Todos reían y lo pasaban bien. La gente grande era rara y hacía cosas raras, pero él también quería reírse y jugar a cosas. Por eso, entró sin dudarlo, mirando a todos y corriendo de un lado a otro a pesar de ese olor que le arrugaba la nariz. Saltando en medio de un grupo de tres, metió la lengua en el cuenco grande que tenía agua cerca de uno de ellos.

-¡PUAJ!- escupió, sacando la lengua al momento. Aquello sabía muy mal. Lo tiró al suelo, rompiendo el cuenco para ayudar a esa gente grande que no bebiera eso- ¿Por qué tenéis agua que sabe mal? ¿Es agua del agua grande? Yo la probé pero no sabía así. ¿Es de otra parte? ¿por qué os gusta? La de río sabe rica. ¿Sabéis nadar? Hay tododientes pero también peces que se comen. ¿Cómo te llamas? ¿Y tú? ¿Sabéis quien roba las patas a las serpientes? No tienen, se mueven así- dijo imitando para explicarse- No tienes pelo en la cabeza- señaló a uno, preocupado- hay pájaros que quitan la parte de arriba de las plantas. ¿Estabas escondido y te atacaron? Hay pájaros malos. También gente grande mala. ¿Sois malos? ¿Tenéis cosas que pinchan a otra gente?

Los tres se levantaron para jugar con él, pero Koru se interesó en varios que hablaban con una persona que había sacado una piedra brillante. Ladeó la cabeza. ¿Qué pasaba con esa piedra? Él había cogido varias de esas de gente que iba por el bosque y perdía cosas. El niño había aprendido a no intentar devolvérselas a la gente grande, luego querían pincharle con cosas de esas frías como su palo pero con punta. Morderlas hacía daño así que las metió en tierra en varios sitios. Aunque no se lo creía, una vez una lagartija más grande que muchos le dijo que los árboles nacían por cosas que estaban dentro de la fruta al meterlas en la tierra. Aún estaba esperando que sus piedras brillantes se hicieran montañas brillantes. Un día.

De dos saltos, se puso a un lado de ella. Sus ojos se redondearon al mirarla más.

-¿Sabes que tienes un trozo de pelo-nieve? ¿Tus padres son de nieve? ¿La nieve puede tener hijos de nieve? ¿Nacen de huevos? Soy Koru, del bosque. La nieve te ha llegado a un ojo. ¿Está frío? ¿Hace daño? ¿Eres medio nieve? ¿Conoces pelo-soles con orejas así?- se explicó usando los dedos- ¿Para qué quieres esa piedra? No sabe bien. Yo las planto- continuó moviéndose a su alrededor- voy a tener montañas brillantes. ¿Viste serpientes? ¿Viste serpientes con patas? No hablan, están tristes. ¿Quién les roba las patas? Es malo, seguro, no me gusta pegar pero hay que pegarle y quitarle sus patas. ¿Qué es un tresoro?

Volvió los ojos a otro que no tenía tampoco pelo en la cara.

-Tienes pelosol, pero no las orejas así- volvió a explicar con las manos- ¿Cómo lo hiciste? Conoces a cero? Es como yo, pero no es un número, es gente y sabe muchas cosas. ¿Tú hablaste con un caracol? Miran raro y esperan, pero no hablan y van despacio.

Tratando de trepar por el tercero, señaló.

-¿Por qué llevas cosa de malo? Hacen daño, igual no lo sabías. ¿Eres malo? ¿Haces cosas de malo? ¿Qué cosas? ¿Robas patitas de serpiente? ¿Conoces a un arquista? Un arquista bueno, quiero que mi palo hable, aún no quiere, y cuando hace frío se porta mal, duele agarrarlo. ¿Te gustan los caracoles? ¿Has montado en montañas de madera por el agua grande? Yo sí. Sé muchas cosas.
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Mensaje  Katarzyna Vargová Miér Mar 09 2022, 21:18

Para no faltar a la verdad, lo cierto era que Katarzyna no había pensado que su propuesta calase en tanta gente. A lo sumo, quizá, uno o dos borrachos con voluntad quebrada por la desidia y la necesidad de vivir alguna cuestionable aventura. Empero, ahí estaba ella, todavía encima de la mesa, ignorando abiertamente las exclamaciones airadas y el rebuzno del grupo de hombres cuya conversación había cortado al subirse a su mesa. Aún con los brazos en jarras, la joven bruja observó con expresión aparentemente severa al primero de los voluntarios que había llegado hasta allí. En efecto, había prestado atentamente al devenir de los acontecimientos en la barra mientras declamaba su petición, pero no habría podido adivinar de ningún modo que la algarabía se debía a la obra del hombre. Pero la percepción del Éter en él fue suficiente premisa para aceptar que gracias a él aquella panda de toscos habían quedado en vergüenzas delante de toda la taberna, y eso provocó que su expresión diese un giro de ciento ochenta grados y Katarzyna esbozase una descomunal sonrisa, uniéndose a la risa de Eberus más pronto que tarde.

¡Bien hecho! —animó, enseñándole el dedo pulgar en una pose que indicaba, a todas luces, lo poco que le interesaban los insultos del hombre cuya pinta de cerveza había tirado al subir a la mesa—. ¡Un animal se comporta mejor que ellos!

Katarzyna se cruzó de brazos y asintió con gravedad. No era la primera vez que visitaba Ciudad Lagarto, pero incluso ella proseguía sorprendiéndose por el nivel de bajeza que auspiciaba semejante pozo de inmundicia. Una falta total de consideración por el prójimo que, no obstante, en aquella ocasión le había venido muy bien. Por un momento, pensó que si otros voluntarios eran como el primero, la intrusión no tendría por qué ir mal del todo. Aunque la verdad es que en su vida, lo que bien empezaba solía acabar peor que mal.

Así continuó emocionándose paulatinamente conforme los otros dos recién llegados se unieron a su jolgorio. Uno de ellos era más joven y el otro casi se había ahogado no hacía ni unos minutos, pero Katarzyna abrazó su presencia con alegría y anuencia. En uno de ellos había sentido de igual modo el inconfundible pálpito del Éter y el hecho de tener junto a ella otros dos usuarios de la magia le hizo rememorar aquellos años en el Hekshold, rodeada por los suyos. Por momentos, recordó a Agnieszka, la mujer que la había cuidado cuando fallecieron sus padres, y su sonrisa se atenuó. El rostro de Nadezhda levitó por instantes frente sus narices, y Katarzyna no pudo dejar de mirar aquellos ojos expectantes que habían depositado sus ilusiones en ella.

Una repentina y chillona voz la sacó de sus cavilaciones y soltó un grito cuando lo que a priori le pareció un mono peludo le saltó encima, ametrallándola a preguntas.

¡¿Qué?! —exclamó, mirando contrahecha a Koru sobre ella. Una visión más en detalle, no obstante, le permitió elucubrar con mayor exactitud qué era exactamente aquel niño de aspecto tan peculiar. ¿Pudiera ser? Los había estudiado; había visto a algunos, de hecho, en sus viajes desde que salió de Beltrexus, pero aquella raza era tan vasta y estaba tan extendida que no había forma de categorizarlos. Y ahora tenía a un niño-mono hablándole a un palmo de su cara, cavilando sobre nieve y ladrones de patitas—. ¡¿Pero qué dices?! ¿Quiénes son los ladrones de patitas? —a su pesar, sus labios se habían vuelto a curvar en una sonrisa traviesa y observó cómo viajaba al resto de presentes, sin ningún reparo por violar su espacio personal. Era complicado, pero había encontrado a alguien que era capaz de hablar más que ella. Suerte que no iba a ir a la incursión con ellos, no quería ni imaginarse lo que podría ocurrir si metía alguien como el niño-mono en una caverna llena de malhechores. Katarzyna arrugó la nariz y prorrumpió en una carcajada al imaginarlo.

¡Como sea! ¡Creo que ya somos más que suficientes! ¡Si me permitís...! —apartó con la puntera de la bota un plato a rebosar de cocido frío y sin querer derramó otra cerveza en su paso por la mesa, con las enaguas levantadas de nuevo y una falta total de interés por los gritos a su alrededor. Un movimiento captado por el rabillo del ojo le permitió propinar una suave patada a la mano que iba a agarrarse a su talón, mientras le guiñaba el ojo al cazurro y saltaba para aterrizar limpiamente en el suelo—. ¿Seríais tan amables de acompañarme?

Les dedicó una sonrisa a los tres, pero no esperó a su respuesta cuando se alejó de allí y se perdió entre el gentío; fue a parar a la otra punta de la taberna, sentándose de espaldas a la pared para tener bien controlado el entorno. No creía que los borrachos fueran a seguirla buscando jarana, pero una no sobrevivía sin tomar precauciones. Y hablando de cautelas...

En efecto, amigos, vamos detrás de un gran tesoro... —se había dado ínfulas de misterio, pero se quedó callada cuando volvió a discernir al niño-mono junto a ellos, al que observó con expresión preocupada—. ¿Pero se puede saber qué hace un niño como tú aquí? ¡Vete a dormir! —exclamó—. ¡Tú no puedes venir!

Katarzyna frunció el ceño y se cruzó de brazos. Si era tan persistente como ella, desde luego no se iría si había captado su atención. Por otro lado, tampoco podía perder el tiempo intentando ahuyentarle porque eso equivaldría a perder la atención de los voluntarios. Además, el muchacho de cabello níveo había mencionado que debía ser de noche. Eso ya le daba a Katarzyna una idea de lo que estaba ahora afrontando.

En lo que a los demás nos respecta, debemos actuar cuanto antes —retomó el tema, asintiendo hacia Corlys para darle a entender que lo harían pronto—. Esta misma noche. Pero antes de eso, lo primero —se retiró la capucha del rostro, esbozando una sonrisa que ya tenía muy ensayada. Suponía que su defecto visual no le importaba a los demás tanto como a ella, pero no dejaba de lastrarla—. Mi nombre es Katarzyna Vargová, y provengo de Beltrexus. Esos ladrones me asaltaron por el camino y se llevaron conmigo el botín de la última misión cumplida —era todo mentira, salvo el atraco, que en realidad había sido para recuperar lo que era suyo—. Me salvé de milagro, y ahora pretendo recuperarlo. No obstante, sé de buena tinta que en su guarida tienen un botín mucho mayor, que han ido acumulando con sus fechorías. Las malas lenguas de Ciudad Lagarto dicen, incluso, que objetos mágicos se hallan entre sus posesiones —enarcó una ceja mientras les observaba, todavía con aquella ladeada sonrisa instalada en el rostro—. Lo que seguro que interesa a más de uno aquí, ¿no es cierto?

Volvió a sacar la esmeralda, mostrándosela sobre la palma de su mano.

Esto es lo que pude salvar. No me la quitaron porque no sabían que la había guardado —explicó—. Si os parece a todos bien, partiremos inmediatamente. A pie tardaremos unas horas en llegar, pero me oriento bien por la noche y conozco los atajos de los alrededores —más mentiras, pero cómo lo iban a saber—. Sabed que están armados y no son muy amistosos. No garantizo la seguridad de nadie —señaló directamente al niño-mono, que contra su voluntad seguía allí—. ¿Te quieres largar de una vez? Esto es un concilio ilegal y está prohibido para niños.

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Mensaje  Eberus Jue Mar 10 2022, 22:34

Parecía que aquella joven y bella mujer, posíblemente bruja según percibía Eberus de su emanante eter, había aprobado su fechoría. De hecho, le dedicó una agradable sonrisa y comenzaron a reír juntos, a lo que el escuálido y, por el momento, risueño brujo respondió con unos golpecitos con el codo a una de sus piernas, ya que ella se hallaba subida a una mesa.

Sin embargo, uno de los hombres que se había unido a la aventura que proponía la chica, felicitó su travesura, pero advirtiéndole de que si aquellos hombres descubrían al efector de la misma podrían surgir problemas. Eberus respondió con un brusco gesto que parecía decir "¡Uy, Dios! Es verdad", e interrumpió su risa con una expresión facial de ligera tensión.

Instantes después apareció un niño-mono bastante hiperactivo, que estando notablemente ebrio no molestaba en absoluto a Eberus. De hecho, incluso comenzó a reírse de nuevo y a tocarle la agradable carita peluda con gracia... cosa rotundamente contraria a lo que haría en estado de sobriedad. Estado que difería enormemente en agradabilidad del que mostraba por el momento.

Una vez conformado el grupo, se desplazaron a otro lugar de la taberna para conversar sobre el plan de irrupción a los maleantes de los que hablaba Katarzyna. De camino, Eberus iba notando que el quinteto que se había formado era, cuanto menos, peculiar, pero con toda posibilidad poderoso y capaz, a juzgar por el eter que prácticamente todos emanaban. El que más le chocaba, sin embargo, era el niño-mono. - ¿Qué habilidades tendrá este ser? - se preguntaba. Pensamientos que inmediatamente hizo sonar por su boca dirigiéndose directamente al curioso chico.

Ya sentados, la joven comenzó con una presentación de su persona y ciertos datos sobre la misión que les atañía. - ¡Ahora mismo solo me importa la palabra dinero, joven! - abrió sus brazos y dejó salir una carcajada. - No me pidas pensar ahora, que demasiado he bebido esta noche. Pero debéis saber que, esa bonita esmeralda que tiene ella en la mano... - giró su mirada hacia la gema, haciéndola flotar ligeramente de la mano de la chica con telequinesis - no duraría ni un segundo en su bolsillo de no ser porque estamos en el mismo bando... ¡y porque vamos en busca de mucho más! - informó Eberus entre ligeras risas orgulosas, dejándoles saber que se trataba de un pillo experimentado, curtido en numerosos actos de apropiación de bienes ajenos, dicho elegantemente. De esta manera les hacía conocer que sería un buen fichaje para el grupo.

Luego, al conocer de la boca de la chica que a pie les llevaría varias horas llegar al lugar en cuestión, Eberus se mostró algo disconforme. Con lo agusto que estaba con el calorcito de esa taberna y el alcohol en su cuerpo, sentía cierta pereza al pensar en moverse del lugar. - Uf... - echó la cabeza hacia atrás, dejó caer sus brazos y estiró sus piernas denotando flojera. - Pues... más vale que nos guíes bien, joven, ¡porque tal y como estoy ahora no me será fácil seguir caminos rectos! ¡Jajajajaja! - exclamó bromeando sobre su propia persona, exagerando con fines humorísticos su mal estado.
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Mensaje  Corlys Glokta Vie Mar 11 2022, 18:29

El brujo de las risas cambió repentinamente su expresión tras oír mi advertencia y pareció serenarse brevemente, aunque por los sucesos que le siguieron no tardé en desviar mi atención a otras cosas. Para empezar que Vincent estaba en ese antro de mala muerte, y aun así no había logrado verle hasta que se empezó a ahogar con una cerveza. Pero dejando de lado su bochornosa entrada, me alegraba de contar con él en esta misión, si habíamos sobrevivido a la ciudad de las macetas podríamos con esto.

- Si, igual parece un gañán que ni siquiera saber beber. Pero ignorando la poco afortunada entrada que ha hecho, es un profesional. Aunque es una pena que no se haya traído al oso.- Asentí cuando mencionó que era una trampa. Aunque todavía dudaba si la trampa se la iban a poner a la chica o era ella la que intentaba liárnosla a nosotros, suponía que sería lo primero mayormente porque en el segundo caso no creo que pusiera sacar nada de valor. No parecía que el brujo ebrio tuviera muchos amigos y por mi parte podía asegurar que nadie soltaría una moneda porque me devolvieran, quizás con Vincent si que podrían tener más suerte.

Y cuando parecía que había quedado un grupo extraño pero que podría funcionar apareció una extraña bola de pelo avasallando a preguntas al personal de la taberna y consiguiendo más reacciones airadas que respuestas. Me quedé intentando descifrar que le decía a la mujer cuando se lanzó sobre ella, pero antes de llegar a deducir si es que estaba loco o simplemente era un niño de lo que se supusiera que fuese esa clase de hombres bestia, se giró hacia mi con otra avalancha de preguntas. Mientras procesaba las preguntas saltó a preguntar al siguiente.

- Creo que te refieres a los elfos, pero somos distintos, ellos nacen así, yo antes lo tenía oscuro, pero me maldijeron y cambió.- Y era una suerte que no hubiera ningún elfo aquí, porque dudaba que se tomaran bien que confundieran un vampiro con uno de los suyos.- Y no se quien es el Cero ese del que hablas, ni he hablado con caracoles, creo....- «Corlys, ¿por qué sigues respondiendo a la bola de pelo esta si no entiendes la mitad de lo que dice?»

Después de la intervención de la cosa esta, esperaba que la situación fuese relajándose, pero a la chica le pareció buena idea alejarse de esa mesa empujando platos y jarras sin ninguna consideración por los dueños. De todas formas, era la que tenía la información, así que la seguí, aunque prestando un poco más de atención a los comensales de la que les había prestado al ir.

- A este ritmo nos van a partir las piernas antes de que lleguemos a salir de la taberna.- Comenté a los dos brujos mientras atravesábamos el gentío.

Cuando la alcanzamos ya empezó a explicarnos el objetivo, con una pausa para intentar infructuosamente echar al niño raro, para acabar desistiendo y explicarnos la historia. Parecía que al menos podríamos encontrar un buen botón, lamentablemente no contábamos con mucha información sobre nuestros enemigos. Siendo realistas, este plan parecía tener las mismas probabilidades de éxito que los esfuerzos de Katarzyna por echar al crío, pero ya que me había metido, habría que llegar al final. Al menos parecía haber convencido al brujo ebrio, así que sería mejor ponernos en movimiento para ver si para cuando se le pasara la motivación estuviera lo suficientemente cerca como para que no le compensase regresar.

- ¿Y de cuánta gente armado y con intenciones deshonestas estamos hablando? Porque aunque seamos buenos, suena improbable que podamos burlar un ejército. Y dudo que nadie en esta ciudad inmunda hiciera nada por ayudarnos si la cosa se tuerce.- Y lo de ser buenos también era bastante cuestionable, pero eso tampoco se lo iba a decir a ella, que al menos de momento habría que mantener la apariencia.- Bueno, supongo que nos puedes terminar de informar por el camino. Por lo que dices aun nos queda un buen paseo.
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Mensaje  Vincent Calhoun Vie Mar 18 2022, 20:36

Aquella no había sido la mejor carta de presentación posible, o incluso imaginable. Al buen mercenario se le ocurrían mil formas de parecer más profesional ante los dos desconocidos… ¡Qué cojones! Si hasta ir en pelotas parecía menos ridículo que aquello.

En cualquier caso, al menos entre ese grupo de personas tenía un conocido y valedor de su reputación esquivando macetas… Igual era mejor ahorrarse esa historia, olvidando cualquier idea de contarla al resto de personas por aquella gran y justa causa de no parecer más imbécil de lo que ya parecía.

- Un gañán que no sabe beber, pero un gañán muy profesional en su oficio, después de todo-, acompañó las palabras del peliblanco, asintiendo con la cabeza. - Soldado de fortuna, pero no sólo soldado. Investigar. Encontrar. Secuestrar. Joder, ¿necesitas que te consiga un novio? Yo te lo consigo en un momento-, dijo, mirando hacia la fémina. - ¿Necesitas que tu amante no llegue hasta tu balconada? Corlys es tu hombre. Se le da de fábula tales interceptaciones-, bromeó, recordando la noche que conoció al vampiro.

Y sí, están en lo cierto. La mente del brujo explotó en unas carcajadas que no salieron de su testa, para evitar nuevas explicaciones. Con tal comienzo era mejor ahorrarse apariencias poco profesionales.

- ¿Cosas de chico malo? ¿Te refieres a mi grata apariencia y aún más bonita sonrisa? - contestó, dirigiendo la mirada al niño que se acababa de acercar a ellos.

«Aunque debe ser el niño más raro del maldito mundo conocido», razonó, estudiando la fisonomía del pequeño, tras iniciarse una lucha entre "niño raro" que quería escalar brujo rubiales y rubiales brujo preocupado por "raro niño". «¿Enano peludo?», caviló, tras su primer y corto escrutinio, al fijarse mejor en el rostro del chico.

Fue entonces cuando la mirada del brujo encontró un detalle de lo más revelador.

- Ah, eres un hombre bestia-. «El hombre bestia de una cola y mil y una preguntas» - Creo que ahora entiendo por dónde ibas. No, no son para hacer el mal, pero para combatir ciertos males se necesita el mismo fuego que traen los malos-, le contestó al monillo. - Robar patas a un animal que no tiene patas se me antoja complicado, chico. Pero si me pagas seguro que hago el esfuerzo de hallarlas-. «Mientras me tomo unos hidromieles a tu salud» - Los caracoles son para las cabras y he montado hasta en dragonas. Pero no se lo digas a mi mujer. Hay ciertas cosas del pasado que es mejor dejar en el pasado-, comentó socarrón

Vincent había vivido muchas situaciones en su vida, pero aquella era de las más extrañas que pudiera recordar el buen mozo.

- ¿Es amigo vuestro? - preguntó a los otros tres, incluido Corlys, pues en el tiempo que llevaba sin verle puede que hubiera hecho nuevos amigos. - Oh, joven dama. Yo por un tesoro sigo a cuasi quien sea y hacia donde sea necesario - contestó a la chica, para inmediatamente seguir sus andares.

«Recapitulemos. Dos esquiva-macetas sin oso imponente, un anciano que denominaremos “El Risitas'', un mono que no se calla ni bajo el agua y una chica necesitada de un grupo que se conforma con nosotros», pensó el rubio, mientras caminaba tras la chica.

- ¿Actuar cuánto antes? - preguntó, algo confuso pues estaba con la mente puesta en sus propios asuntos.  «Si te refieres a huir cuánto antes, soy tu hombre.» - Una paisana. Yo también soy de Beltrexus-, confesó, pues no era una información que le pudiera poner en peligro y la propia mujer lo había hecho. - Ya decía que notaba algo. Aunque no estaba seguro de si llevabas artilugios mágicos o eras bruja.

Mientras Vinc soltaba aquellas palabras, miró de forma deliberada hacia el otro humano que los acompañaba.

- Así que somos tres brujos, un vampiro y una caja de música rota. O dos brujos, un vampiro, un humano cargado hasta las pelotas de cosas que chisporrotean gracias a la magia, por los dioses, no quisiera ser tus pelotas con tanta cosa que explota encima, y una caja de música rota-, aseveró, cruzando los brazos frente a su pecho. - Y sí, es una música de preguntas sobre patas de animales sin patas.

«¿Este mono no tendrá alguna palabra con la que ser desactivado temporalmente?»

- Ahora entiendo que algunos arcanistas sólo quieran trabajar en el campo de los autómatas-, mentó en susurros, para sí mismo, aunque los demás podían escucharle perfectamente.

Tras tal reflexión, el brujo negó con la cabeza y miró hacia el mayor de los cuatro de aquella reciente asociación. Quitando, por supuesto, vampiros que no les molaba eso de morirse de viejos y podían aparentar una edad y tener más años que preguntas un mono.

- Bueno, al menos podemos estar seguros de que eres leal. Ya nos has dicho que nos robarías sin piedad si no estuviéramos en el mismo bando. Me alegro de que estemos en el mismo barco. Al menos mi economía se alegra-, respondió socarrón, al anciano que se notaba que llevaba un par de tragos de más.

«En serio. Ser altruista puede ser perjudicial para la salud», pensó, mientras llevaba su mano al mentón.

- Bueno, que no se diga que no soy un buen tipo. Os ayudaré-, afirmó, tras su última reflexión, encogiéndose de hombros tras tales palabras. - En cuánto se ponga el sol lo suficiente, llévanos a ese lugar-, le dijo a la joven. - Esos ladrones no tendrán tus pertenencias por mucho más tiempo-, se atrevió a aseverar, seguro de sí mismo.

El brujo había dado su palabra y no era de los que dejaban a la gente bajo el manto oscuro del desamparo. Aunque no podía negarse que algo dentro de él, casi que todo su ser, para ser sinceros, le gritaba que saliera corriendo.
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Mensaje  Koru´Len Vie Mar 18 2022, 22:14


¡Cuanta gente!

Pelonieve era rara, pero divertida. Hablaba cosas de gente grande, de modo que la siguió. Quería saber si él podía cambiarse un poco de pelo a pelonieve. Cuando hacía frío no se le cambiaba. Ni cuando hacía mucho frío. En eso estaba pensando cuando Pelonieve ¡quiso que se fuera! Abrió mucho los ojos. ¿Por qué quería que durmiese? Él no tenía sueño. ¿Era una arquista?
¿¿QUERIA HACERLE COSAS COMO AQUEL EN EL BOSQUE DE NOCHE QUE LE DIJO AL HOMBRE GRANDE QUE SE FUERA Y SE FUE?? Koru la miró totalmente concentrado. No. Seguía queriendo ir con ellos. Posiblemente era tan listo que no funcionaba en él. Sintió pena por Pelonieve, necesitaba que cuidasen de ella.

Observando a los demás, sus orejas entendieron algunas palabras extrañas de gente grande, y el niño arrugó la nariz. Se subió a la mesa, apoyando la cola en una silla cercana.

-Katina Vava es un nombre feo. ¿La gente grande siempre tiene nombres feos? Yo sé que es un ladrón – hinchó el pecho orgulloso- son gente mala que quitan cosas. Yo recojo cosas, porque la gente grande las pierde y luego no las encuentra. A veces son malos cuando las encuentras aunque se las quieras dar. Si tienen orejas así- imitó- pueden ser malos también. Yo no necesito cosas de gente mala que pinchan porque soy listo y corro mucho. También tengo mi palo frío que no quiere hablar. Tampoco habló cuando fuimos por el agua grande en la montaña de madera. Si eres una arquista, ¿puedes hacer que hable conmigo? ¿Qué es con cilio? ¿Qué es un cilio? Yo probe bicocho, y está rico. ¿Sabes hacerlo? Me lo dio una pelosol, pero no había más, y no vi luego. No soy niño, soy Koru, del bosque, yo me puse el nombre ¿quieres uno más menos feo? ¿Dónde vamos?

Giró la cabeza, cuando notó que Pelosol le estaba hablando. Sonrió ampliamente. Era gente buena.

-¿Elfo? – casi masticó el nombre. No sabía si le gustaba. Era fácil, y no se trababa. Tendría que pensarlo- ¿TE CAMBIÓ DE COLOR EL PELO? ¿PUEDES HACERME UN TROZO DE PELOSOL, ¡O PELONIEVE! ¡MALDIJIEME! -esperó unos segundos, pero fuera lo que fuera esa cosa, ese no quería que él la tuviera. Lo miró mal- La gente buena da cosas- le explicó, igual no lo sabía- si tienes muchas, das unas pocas a gente que tiene pocas. Si una ardilla tiene muchas frutas duras de las que hay que romper y las demás no, y no les da, es una ardilla mala gente. ¿Eres mala gente? ¿No hablaste con un caracol?- quedó pensativo medio segundo- ¿Y con una tortuga? ¿Y con un muchipata? ¿Robas patas a las culebras?

Y fue el que llevaba la cosa de gente mala ¡quien también le habló! Tenía que ir con ellos, pues cada vez estaba más seguro que eran gente buena- No soy un hombre, soy un Koru- siempre había que explicarles todo a esos- ¿Esa cosa- señaló- apaga el fuego? -no se lo creyó del todo. Cuando el agua azul de arriba se ponía oscura y caía, a veces había luz, y el bosque se prendía de fuego. Una vez intentó usar su palo para que el fuego se fuera. No se fue. O el palo no quiso hacerle caso. Empezaba a sospechar que su palo podía ser mala gente.

-¿Pagar?- repitió. Había visto grupos de personas pasar por su bosque muchas veces y cambiar esas cosas que no servían para nada- ¿Quieres esos trocitos que duelen cuando se muerden y no se comen? ¿Qué no se plantan? -era raro- Están fríos. No los quieren ni los tododientes con hambre. Es mejor el bicocho. O la fruta. O el pan. Yo no lo hago, pero es rico. ¡Yo se que son cabras! Tienen ojos superraros, te miran así- imitó- Una vez me quedé mucho rato mirando a una porque sabía que iba a decirme algo, y luego se fue, pero hizo ruido. ¿Hablas cabra? Yo aún no. Una quiso comerse fruta que yo había cogido. Les da igual. Corren mucho, y suben sitios muy altos. ¿Qué son dragonas? ¿Qué es un tresoro?- ya iban dos veces que lo decían. Podía ser mucha comida, pues todos lo querían. Sería eso.

Miró alrededor, escuchando dos segundos, pero decía cosas raras de gente grande que no tenían sentido. Hasta que…

-¡ARQUISTA! ¿CONOCES ARQUISTAS!- quiso subirse a él nuevamente- ¡VAMOS A BUSCAR ARQUISTAS PARA QUE MI PALO HABLE! – por fin había encontrado a alguien que sabía cosas- ¿Conoces a cero? ¿Cómo se llama el arquista que vamos a ver? ¿Qué cosas de gente rara sabe hacer que otros no? ¿Habla con caracoles? ¿Está maldijo como él? -señaló al pelosol- ¡Vamos, vamos, vamos, vamos, vamos!
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Mensaje  Katarzyna Vargová Jue Mar 31 2022, 11:09

Cielo santo. ¿Cómo abordar a esa caterva de... voluntarios de buen corazón? Katarzyna aún se estaba riendo por el apelativo dado por el brujo al pequeño niño-mono, aunque escuchar su nombre -o lo que debía ser su nombre- pronunciado como apodo por Koru, la hizo callar de golpe y lanzarle una divertida mirada de reprobación.

Mejor llámame Zizi, ¿quieres? —le pidió, solícita, mientras volvía a observar al joven que había hablado primero. La verdad, describir a Koru como una 'caja de música rota' había sido de lo más acertado, pero bien era cierto que eso implicaban noticias un poco aciagas para ellos. Habiendo quedado claro que el niño no se iría a ninguna parte, Katarzyna ya había asumido que tendría que procurar que no les matasen por su culpa cuando se internasen en la guarida. ¿Pero quién era ella para juzgar? Una sonrisa serpenteó en sus labios cuando se dirigió a Corlys, habiéndose acordado de Nadezhda. Le recordaba a ella de pequeña, solo que drogada hasta las cejas—. Al menos dos docenas —se sinceró entonces, asumiendo que no le iba a servir de nada maquillar la realidad cuando de todos modos, ya estaban embarcados en aquella misión y, con toda certeza, encontrarían esa cantidad o más de forajidos por la zona—. No sé el número exacto, pero es lo que pude calcular cuando les seguí hasta allí. Pero lo más probable es que algunos de ellos se hayan ido a hacer alguna incursión, prefieren trabajar de noche y eso nos da cierta ventaja, ¿no crees?

Ensanchó su sonrisa, pero aquella era una mentira piadosa que no se sostenía por su propio peso. Y como Katarzyna lo sabía, terminó por dar una fuerte palmada contra la superficie de la mesa, levantándose en el acto y de súbito, como un resorte.

Pongámonos en marcha —aseveró, observando los rostros de sus nuevos compañeros de cuestionables aventuras—. ¡Esta noche nos haremos ricos!

***

Un par de horas más tarde, la frondosidad del bosque les rodaba y todo cuanto podían vislumbrar era la oscuridad imperante, tan sólo suavizada por los jirones argentas de luz de luna que se colaban entre sospechosas nubes de tormenta. Los animales nocturnos sonaban en la lejanía como un rumor constante que les acompañaba en su devenir, conformando una curiosa marcha que lideraba Katarzyna, a la vanguardia. Mantenía los ojos bien abiertos, agudizando el oído, mientras se devanaba los sesos por recordar exactamente los pasos que la habían llevado anteriormente hasta la cueva de los cuatreros. Empero, la zaína penumbra propia de la noche cerrada jugaba en su contra y hacía rato que era consciente de que se habían desviado notablemente de su camino; de no ser así, ya hubiesen descubierto, recortada contra la negrura, la boca de la caverna que guardaban siempre varios de los ladrones.

Por si eso fuera poco, conocía la presencia de lobos cerca. Las bestias que poblaban aquellos bosques habían aprendido a evadir los campamentos humanos, protegidos por el calor de las hogueras, pero en esos momentos ellos no disponían de nada que les disuadiese de atacarles. Podían hacerles frente, claro, siendo como eran cuatro (pues no contaba al niño-mono y sus arquistas sin patas), pero aquello les retrasaría y, posiblemente, causara heridas que no harían más que tirar por la borda aquella misión intrusista y subrepticia. Katarzyna, pues, temía lo peor y por eso se detenía ocasionalmente, ante el menor ruido percibido en la lejanía, recurriendo a menudo al oído del niño-mono y Corlys, confiando en que éstos los denotarían antes que los demás.

Ya estamos muy cerca —enunció en un momento indeterminado, girándose hacia ellos para dedicarles una sonrisa de disculpa—. Los lobos, ya sabéis. Me han hecho dar un rodeo —expresó con mucho convencimiento, aunque habría que estar ciego para no darse cuenta de que estaba un poco perdida. Con todo, Katarzyna aún no se dio por vencida y prosiguió abriéndose camino entre la maleza, hasta que por fin pudo perfilar, aliviada, las estribaciones del monte que se alzaba a algo más de una milla de su posición, cuya cima se vislumbró por encima de las copas de los árboles, en el claro en el que se detuvieron en ese instante—. ¡Ahí! ¡Ahí! —vitoreó, echando a correr súbitamente ante el beneficioso giro de acontecimientos—. ¡Ya estamos cerca, sí señor! ¡Vamos, venid! ¡Rápido, rápido!

Corrió como un gamo, con una agilidad insospechada para alguien de su complexión, aunque la carrera fue más bien corta. Pasados unos minutos, se detuvo tan abruptamente que los pies se le hundieron en la tierra húmeda por las gotas de lluvia que ya comenzaban a caer.

¡Alto! —exclamó en un susurro alerta, levantando las manos mientras se giraba hacia el grupo. Se echó por encima la capucha del manto, en un vano intento de protegerse de la lluvia cada vez más intensa, y se acercó hacia los demás para hablarles en confidencia—. Amigos, estamos a punto de llegar a la entrada de la cueva. ¿Sabéis lo que eso significa, verdad? Sobre todo tú —señaló directamente a Koru—. Quiero que, a partir de ahora, cierres la boca y no digas ni una palabra hasta que salgamos de allí. El éxito de nuestra misión depende de que sepas mantenerte callado, ¿vale? Por favor —agregó, esbozando un puchero—. A partir de aquí nos acercaremos sigilosamente, porque la entrada está siempre vigilada por unos cuantos forajidos. El número, lo desconozco. La vez pasada eran tres —rememoró—. En cualquier caso, debemos pillarles de improviso y evitar que griten y alerten a los demás. Así que... —Katarzyna tomó aire y cuadró los hombros, poniendo los brazos en jarras—. ¡Yo haré de cebo!

Les observó muy atenta, y cuando vio que sus palabras habían calado, prosiguió explicando su plan.

Mirad, es muy fácil. Yo me acerco, les distraigo con alguna estratagema y mientras tanto vosotros dais un rodeo y les cercáis por detrás. ¿Alguna pregunta? —les señaló muy solícita, dándoles opción a decir algo si es que querían—. Cuando los hayamos noqueado, nos colamos rápidamente y tratamos de pasar desapercibidos —enfatizó aquellas últimas palabras, mirando a Koru mientras tanto—, hasta dar con la cámara del tesoro. Y luego nos vamos por donde vinimos —con aquella última sonrisa, Katarzyna les guiñó un ojo y dio un paso atrás—. ¡Cuento con vosotros!

Salió corriendo hacia la entrada más allá de la última fila de árboles, y cuando apareció entre los gruesos troncos perlados de lluvia, su rostro había virado a una expresión de terror y vulnerabilidad totales. Los ojos empañados acompañaron los sollozos que profirió mientras los cuatro guardias que había en la entrada, en torno a un fuego, se quedaban mirándola con expresión entre sorprendida y ceñuda.

¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! —lloriqueó Katarzyna, renqueando hasta ellos, con una mano sobre el pecho en un dramático gesto de dolor—. ¡Mi padre! ¡Los lobos...! ¡Por favor, ayudadme! —sus exclamaciones subieron de tono cuando sin querer tropezó con una piedra del camino y cayó estrepitosamente contra el suelo, ahogando una maldición entre dientes a tiempo. Notó que un par de hombres soltaban una risotada y Katarzyna frunció los labios, pero al alzar el rostro, todavía cubierto por la capucha, vio que los otros dos se habían levantado y se acercaban hacia ella con paso lento. ''Bien'', pensó, mientras se arrastraba por el suelo entre gemidos doloridos—. ¡Por favor, os lo ruego! ¡Nos han atacado cuando intentábamos acampar y él no...!

¿Y por qué internarse tan profundamente en el bosque, mujer? ¿No sabía tu padre los peligros que puedes encontrar? —el hombre no hablaba con compasión, sino que una fea sonrisa deformaba su rostro en un gesto muy poco halagüeño—. Lástima, por vuestro padre no podemos hacer ya nada. Pero a ti si que te podemos ayudar —su sonrisa se ensanchó, y los compañeros prorrumpieron en carcajadas mordaces a sus espaldas.

Katarzyna se contuvo para no abalanzarse sobre él. ''Un poco más'', se dijo a sí misma, ''acércate un poco más y te enseñaré a morder el polvo, maldito sinvergüenza''. Sus ojos, no obstante, prosiguieron fijos en el suelo, sabedora de que cuando la viera de cerca muy probablemente la reconocería. Sólo esperaba que lo demás llegasen a tiempo para ayudarla con el resto, pues de lo contrario iba a acabar metida en un buen lío.
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Mensaje  Eberus Miér Abr 06 2022, 21:51

El maduro y debilucho brujo, incluso con alguna cerveza de más encima, retenía aún en su carácter algo de su natural pasividad. Desconectó casi por completo de la conversación hasta que partieron hacia la guarida. Total, lo único importante para él se encontraba allí, en su destino.

Una vez en el bosque, resurgió el verdadero Eberus. El grupo de cazatesoros se tornó de un tono algo más oscuro y amargo. El alcohol había desaparecido poco a poco de su organismo y su áspero carácter había vuelto a su persona, como si la bebida funcionase para él como un interruptor.

- Vamos a ver. ¿No ves que no vamos a ver ni una mierda de hombre-cerdo si nos metemos por aquí? ¿No hay otra manera de llegar, o qué? - reprochó el brujo cuando recibió las intenciones de la chica de atravesar el bosque hacia la guarida. - Pero vamos, tú como veas, eh. Eso sí, yo iré en el medio del grupo.

Un rato más tarde, los ruidos de los animales nocturnos del bosque abrazaban los oídos de los cinco. - Si es que, ya verás - dijo Eberus, susurrando. - La que se nos va a liar por andar metidos a estas horas en el bosque.

El escuálido brujo trataba de disimular la tensión que le provocaba la situación, no con mucho éxito. Nunca habían sido de su devoción las situaciones inciertas como la presente, en las que temía por cualquier ataque furtivo cuerpo a cuerpo por parte de cualquier tipo de criatura.

- ¡Ahí! ¡Ahí! ¡Ya estamos cerca, sí señor! ¡Vamos, venid! ¡Rápido, rápido!

- ¡Calla, coño! - intentó susurrar el brujo acompañando la llamada de atención con un brusco gesto que pedía silencio. Era por todos sabido que los animales que podían causarles problemas tenían un sentido del oído muy agudo... si no habían sido advertidos ya por el del olfato. - La madre que la parió... va-vamos. Habrá que seguirla - dijo dirigiéndose a los demás del grupo tras ver cómo salía corriendo la joven.

Luego, esta comenzó a planear la inminente entrada a la cueva con el grupo. - Chica, ¿de cebo? No dejas de darme pistas de que no estás muy bien de la cabeza. Pero bueno, allá tú. Si al final nos las apañaremos con estos chupacortezas. Yo les puedo distraer fácilmente si algo sale mal - dijo justo antes de crear una ilusión sonora de una manera sutil pero perceptible para los cinco. - Ese lobo no es real, tranquilos. ¿A que os habéis cagado? - bromeó satíricamente, seguido de su peculiar risa, mostrándoles de qué maneras podría distraer a sus próximos enemigos. - Entonces, yo distraigo si es necesario y vosotros golpeáis. ¿De acuerdo? Si escucháis algo raro, seguramente sea yo. Por favor, que la distracción solo les afecte a ellos, y no a vosotros - Pero Eberus sintió que la estrategía aún flaqueaba un poco. - Un momento, ¿entonces vosotros podéis atacar desde la distancia o tenéis que acercaros? Eso cambia mucho la estrategia - dijo dirigiéndose a los tres compañeros que se encargarían del ataque, confiando sorprendentemente en el pequeño Koru como uno más del equipo. Eberus pensó que, seguramente, un ser de una especie tan desconocida para él debía estar bien entrenado en el uso de su arma ya que, además, anteriormente el niño se había referido a ella como si de una compañera más se tratase. Además, a pesar de su carácter él sabía de buena tinta que no hay que infravalorar a alguien meramente por su apariencia.

Una vez prevenidos, parecía que la acción iba a comenzar. Mientras Zizi avanzaba y su patraña parecía surtir efecto, Eberus se mantuvo agachado detrás de un grueso árbol, asomando únicamente una parte de su rostro, tapado por la oscura capucha. Su concentración era máxima, tratando de notar algún detalle crucial que pudiese ayudar estratégicamente al grupo. Había observado que eran cuatro guardias, y dos se habían levantado a por su compañera mientras los otros dos se mantuvieron en la puerta. De alguna manera tenía que facilitar el ataque de sus compañeros, viendo que posiblemente no fuera fácil pillar desprevenidos a los dos de la entrada.

OFF ROL: Como aún no tengo la respuesta on-rol a lo de si podéis atacar a distancia o necesitáis acercaros, no tengo problema en que queráis continuar en vuestro siguiente post con la acción del combate interpretando a vuestro gusto la distracción que pueda causar Eberus con sus ilusiones si lo consideráis necesario. De todas maneras si consideráis que debería editar algo de mi post, o que esto debería hacerse de otra forma, decídme sin problema <3
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Quien roba a un ladrón... [Libre][5/5] Empty Re: Quien roba a un ladrón... [Libre][5/5]

Mensaje  Corlys Glokta Dom Abr 17 2022, 12:33

Viendo la efusiva respuesta de Koru, me pregunté si había hecho bien dando tantas explicaciones. Además se había indignado por algo, aunque me costaba horrores seguir su razonamiento.

- Si, esos pelosoles son elfos. Pero no te puedo maldecir, si sale mal te morirías, y sospecho que no queremos eso.- Quizás un poco si quería, pero matar a algo que parecía un niño sonaba feo. O podría ser incluso peor y que funcionara, y tuviésemos un hombre mono vampiro.- Si, claramente esa ardilla que no reparte es mala gente. Y justo por eso vamos a ayudar a Zizi a recuperar su cosas y repartirlas. Porque los tipos a los que buscamos son como las ardillas que ya tienen nueces, pero se las guardan y van a buscar a otras ardillas para quitarles las suyas.- «¿Qué haces Corlys? ¿Por qué sigues con esto?»- No les robo patas a las culebras. Y no he hablado con caracoles, ni tortugas, ni ciempiés. Aunque se dice que la gente como yo puede hablar con murciélagos, debería probar.- Sonaba a que era una leyenda, pero si no lo era podía ser algo de gran utilidad.

Parecía que Vincent entendía al mono mejor que yo, que quizás entender era demasiado decir, pero siendo que lograba responder a sus preguntas ya era bastante. Aunque viendo que luego le decía que había montado dragonas, y por la acotación sobre su mujer suponía que no se trataba de cabalgar de forma literal, me preguntaba cuanto mejor hubiera sido que no fuera capaz de seguirle.

- Vin, sospecho que el mono no necesita saber que te has montado dragones. Y ya puestos, el resto casi que tampoco.- Cuando preguntó después si conocíamos al ser ese, negué con la cabeza.- A mi no me mires. No había visto nada parecido en mi vida.

Tras la conversación de besugos con Koru, por fin llegamos a algo de información útil. Katarzyna nos comentó que podría haber dos docenas de guardias, aunque quizás algunos salieran de noche y tuviésemos que enfrentar a menos.

- Pues habrá que confiar muy fuerte en que esta noche hayan decidido salir.- Que no me creía ni yo que fuésemos a tener tanta suerte. Pero si no los números sonaban bastante poco halagüeños. Seis ladrones por persona sonaban demasiados, y aunque fueran cinco si contábamos al mono tampoco mejoraba demasiado.

Por el camino avanzamos en tensión por la posibilidad de encontrarnos con lobos, pero entre la prudencia de nuestra extraña líder y que Koru y yo nos podíamos manejar razonablemente bien en un bosque en plena noche, conseguimos llegar frente a la guarida de esos bandidos sin mayores inconvenientes, más allá de los comentarios preocupados de Eberus, que parecía que tras serenarse iba mucho más inquieto por el posible resultado que cuando aceptó unirse a esta locura.

- Tranquilo hombre, que ya me encargo yo de ver mientras estemos en el bosque. Lo que me preocupa más es como va a ir la cosa cuando lleguemos allí.

Al acercarnos, Katarzyna empezó a gritar y salió corriendo, para desesperación del brujo. Y es que no le faltaba razón en que esos momentos de emoción nos podían meter en problemas, pero tampoco podíamos abandonarla. Así que me encogí de hombros tras las quejas de Eberus y fui junto al resto para seguirla tras su carrera.

El plan de usarse a si misma como debo y que así pudiéramos rodearlos parecía un poco temerario, pero si ella quería ponerse en peligro, tampoco iba a quejarme. Eberus también parecía tener una idea, aunque optó por crear una ilusión de un aullido de lobo como demostración pillándome desprevenido y haciendo que diese un salto para volverme hacia donde venía el sonido.

- Pero serás cabrón... Aunque parece buen truco. Sólo tenemos que asumir que todo lo que oigamos es falso.- Sonaba bien, si el enemigo se pensaba rodeado seguramente estarían menos preparados para enfrentarse a nosotros.- Yo necesitaré acercarme. Aunque si me dais un poco de tiempo, creo que puedo colocarme a unos pocos pasos de ellos aprovechando las sombras del bosque.- Me giré entonces hacia Vincent para asegurarme de que no me convirtiera en una antorcha por error.- Pero una cosa. Si te pones a lanzar bolas de fuego apunta lejos de mi. No me apetece convertirme en un montó de cenizas.- Tras eso me levanté y me puse en marcha hacia los guardias difuminándome entre las sombras de los árboles.- Pues nada. Suerte a todos. Y que no te maten Zizi.

Tras decir eso ya me quedé en silencio y avancé hasta encontrarme a pocos pasos de los guardias. Esperé a que apareciera la bruja haciendo una entrada dramática que no tardó en llamar la atención de los guardias. Dos de ellos se acercaron a ella con intenciones bastante cuestionables. Esperaba que pudiera apañarse sola o que el resto llegara a tiempo, porque para llegar hasta ella debería pasar a través de los dos que se habían quedado y no sonaba bien. Esperé a que las tramas de Eberus hicieran su parte, y cuando un aullido hizo que los dos guardias que seguían junto a la entrada se girasen en dirección contraria salí rápidamente de las sombras y le sacudí un varazo en la cabeza con el asta de mi lanza a uno de ellos. El sonido del hombre cayendo al suelo como un saco de nabos hizo que su compañero se girase inmediatamente hacia mi, aunque por suerte, al menos para mi, los que iban a por Zizi estaban demasiado concentrados en ella para fijarse en cualquier otra cosa. Aun así, más valía que nuestros compañeros se movieran rápido, porque si llegaba a dar la voz de alarma íbamos a tener un problema considerable.
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Mensaje  Vincent Calhoun Miér Abr 20 2022, 22:58

Aquel grupo, que recientemente se había formado, era variado. Muy variado. Eso era algo indiscutible. ¿Pero qué posibilidad había?

En un lugar como Ciudad Lagarto, no era para nada extraño que un grupo de personas pactasen una alianza temporal con tal de conseguir ganancias. Más, que en ese grupo hubiera dos tipos… ¿casi decentes?, una chica que sólo quería devolvérsela a unos ladrones, una caja de música con forma de hombre bestia, y un tipo que sí les robaría hasta los calzones era, cuánto menos, curioso.

«Cuántas posibilidades había de encontrarse este mono», pensó el brujo, ya que esta probabilidad le importaba más que la del narrador de este texto.

- Dicen que viajar cultiva la mente-, comentó, sin dirigirse a nadie en concreto. - Pero nadie menciona los peligros que uno puede encontrar en los lugares a los que llegas-, terminó por decir.

«Joder con el mono, o lo que demonios sea», caviló esta vez, quitándose un guante y llevándose los dedos de la mano liberada del cuero hacia sus ojos cerrados.

- El fuego no se apaga con fuego. Es solamente una forma de decir que si los malos te quieren matar, la única manera de evitarlo es usando armas como ellos-, le dijo al monillo, aunque sabía que no entendería ni media de lo que le había explicado. - No eres un hombre, eres un Koru-. «Entiendo». - Así que ese es tu nombre. Te llamas Koru.

«Esto va a estar bien complicado. Pero en peores situaciones me he visto. Si sobreviví a los padres de las alumnas del Hekshold, un mono preguntón no acabará conmigo»

- Y eso me recuerda, ¿eres… medio mono?

El buen Vincent ya veía un patrón de conducta en el simpático Koru. Por ello, ya podía deducir que no debía hacerle esa pregunta si no quería que le dijera mil tonterías sin sentido como respuesta. Más, damas y caballeros, es Vincent, le gusta el peligro.

- ¿Por qué es innecesario conocer que me he acostado con dragonas? ¿Acaso mi experiencia sexual les resulta incómoda? - bromeó de lo más socarrón. - No es peor que confesar que me acostaba con algunas compañeras del arte de la magia. Y bueno, ahí lo he confesado-, dijo antes de reír.

Eso seguro que escandalizaba un poco a ese simpático vampiro, y sí, era un poco más que divertido para el veterano mercenario.

- Arquista. ¿Qué demonios es un Arquista? - preguntó cuando el Koru se emocionó demasiado. Sin embargo, después, por las palabras que dijo el monillo sobre el palo, el brujo creyó comprender. - Ah, te refieres a arcanista. Algún que otro hechizo me sé. Puede que pueda encantarte el palo con algo, si es lo que quieres. Pero sin mis mejores tintas y materiales me temo que sería algo más bien pobre y temporal-, le explicó al Koru.

«¿Por qué le sigo explicando cosas que no va a entender ni por asomo?»

- Bien, ser un poquito más rico no es algo que desapruebe-, contestó a la joven, que dijo preferir que la llamasen Zizi. - Cuanto antes vayamos, mejor-, terminó por decir, ayudando al mono a subir a su hombro. - ¿Vas cómodo? Pues en marcha.

Total, a esas alturas del relato estaba claro que no se iban a librar del hombre bestia ni con agua hirviendo. El brujo decidió capitular con la insistencia del monillo y seguir a la mujer junto a los demás.

El tránsito hacia la guarida de los ladrones transcurrió sin mayores percances. Pocos problemas podrían tener con el viaje. Después de todo, la chica conocía el terreno, sabía bien a dónde se dirigían, el rubiales mercenario tenía experiencia en territorio agreste, el anciano se desenvolvía como podía, el monillo no callaba pero era ágil y, en fin, un vampiro que se tropezara por la noche no albergaba mucho futuro, que digamos.

- Descuida, el bosque en sí no nos matará. Y la fauna, si podemos evitarlo, tampoco-, contestó, girándose para mirar al hombre. - Por cierto, ¿cuál es vuestro nombre? - preguntó, después de dudar en cómo referirse a él.

No obstante, en ese momento por fin llegaron a la guarida de los ladrones. La joven no tardó en comunicarles la buena noticia, más, tampoco en lanzarse hacia dónde se encontraban los guardias tras unas interesantes palabras.

- Ser un cebo puede ser muy útil, pero no sé si era una buena idea en esta situación-, confesó, cuando la dama ya había marchado pues ni tiempo de detenerla había tenido. - Buena interpretación-, comentó a los que quedaban, cuando la chica comenzó su teatro. - Puedo atacar tanto a distancia como de cerca-, respondió al mayor de ellos. - Si haces una distracción, intenta que sea por la izquierda. Nosotros iremos por el lado contrario.

Vincent pensó la mejor manera de atacar para que aquello que deseaba Zizi se cumpliera. Si no querían alertar a los ladrones del interior, debían acabar con todos los que había fuera rápidamente, o, al menos, cortar la retirada al interior de cualquiera de ellos.

- Y por los dioses, intenta que sólo les afecte a ellos-, dijo con cierta alarma. - Aunque por lo menos sabemos que si vemos o escuchamos cosas raras, se tratará de tu magia, y no nos confundirá como a ellos-, afirmó seguido. - Me parece un buen plan-, respondió esta vez a Corlys. - Mis bolas mágicas no son de fuego, caballero. No solamente. Son explosivas. Así que importaría poco que no fueras vampiro, acabarías hecho pedazos de igual modo-, bromeó, dibujando una media sonrisa en los labios un tanto lobuna. - Pero, eh, tranquilo. Me caes bien. Y tú, monillo, no armes follón. Sé bueno y quédate con este buen señor-, dijo, señalando hacia el otro brujo.

Dicho todo lo que tenía que decirse, el mercenario comenzó a alejarse de ellos, eligiendo la ruta más alejada de la entrada posible. Una travesía en circunferencia para llegar hasta la pared de la montaña antes de seguir avanzando hacia la entrada de la cueva.

Vincent se acercó todo lo que pudo a la mentada entrada, esperando su momento.

Cuando la magia de Eberus se manifestó, el rubio se ayudó de un impulso de su magia de aire para ascender todo lo que podía por el aire, en paralelo a la pared del monte, para, después, con un segundo impulso apoyándose en el firme de la montaña, lanzarse contra uno de los ladrones más cercanos a la boca de la cueva. Espada en ristre el acero atravesó al incauto. En cuánto el brujo frenó su empuje tras la acrobacia, una daga voló hacia el hombre más retrasado de los dos que se habían acercado a Zizi.

Dos menos, y con Corlys haciendo su parte, si el que quedaba se giraba para ver qué había sido ese ruido tras él, la chica terminaría el trabajo. De lo contrario, al menos quedaba solamente uno contra todos ellos y para ir hacia el interior debería pasar por encima de mercenario y vampiro.

«Qué carajos», pensó cierto brujo, «Hasta puede que el mono se luzca dando mamporros esta noche», caviló socarrón, regresando una sonrisa a sus labios.



Offrol
___________________________________________________________

Señor Koru, le dejo subirse a mi hombro al salir de la taberna, decida si quieres seguir en mi hombro un trecho o hasta el momento en el que empieza el diálogo sobre la estrategia de ataque a los bandidos :3

Eberus, mencioné que usas tu magia justo antes de atacar Corlys y yo, pero no especifiqué nada para que pongas lo que te interese =D

Para mi ataque inicial uso mi habilidad pasiva de nivel 1: La Danza del Aire.
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Quien roba a un ladrón... [Libre][5/5] Empty Re: Quien roba a un ladrón... [Libre][5/5]

Mensaje  Koru´Len Lun Mayo 02 2022, 10:49


La gente grande no sabía caminar, mirando muchas cosas y ninguna cosa, pero el bosque era grande, parecido al suyo y aún no estaba seguro si se lo iba a quedar. No vio caracoles, ni culebras, y Pelonieve le preguntaba cada rato porque sus orejas no funcionaban bien. Igual era parte tortuga. Las tortugas no tenían orejas y por eso estaban enfadadas siempre. Como las culebras por las patas. Pelonieve le estaba diciendo cosas, seguramente sobre animales a los que les habían quitado cosas. ¡Una cueva! Las cuevas se comían la luz, y eran nido de cosas grandes y pelosas, que a veces se lo querían comer. Había visto a gente grande tapados con pieles de animales muy grandes. Eso tenían que ser los tresoros. No tenían pelo y tenían frío. Koru se sintió un poco triste al darse cuenta de ello. Estaban mal hechos.

Ladeó la cabeza, escuchando lo que iba diciendo pelosol, aún algo enfadado por no haberle maldijido. Quería un poco de pelonieve o pelonoche que no le daba.

-Sabes cosas para ser gente grande- le reconoció, asintiendo varias veces con la cabeza- Pero no buscamos cosas de Pelonieve, buscamos tresoros, pieles de animales grandes para que no tengáis frio porque no tenéis pelo. ¿Esa gente también roba orejas de tortuga y patitas de serpiente? Si son malas a veces hay que pegarles para que dejen de ser malas. ¿Por qué no tenéis pelo? Sólo un poco arriba que queda raro. ¿Qué son murcígalos? ¿Puedes hablar con árboles? Ponéis nombres raros a las cosas, por eso luego las perdéis y yo las encuentro. ¿Conoces plantitas que caminen? Crecen pero no se mueven, sólo si las soplas. Debajo del agua grande hay plantitas? Esa agua sabe raro, ¿les gusta? ¿por donde beben? Algunas te quitan el dolor de tripa.

Dejó a pelosol, volviendo cerca de quien conocía arquistas. Estaba seguro que iba a aprender muchas cosas y podría mandar a la comida que no se acabase y a las piedras que hablasen con él. Saltó varias veces de emoción.

-No soy mediomono, soy Koru, del bosque- la gente grande tardaba en entender, pero… -¿¡SABES HACER COSAS DE ARQUISTAS!? ¡DILE A ESA HOJA QUE HABLE! NONONONO ¡DILE QUE LLUEVA! NONONONO ¡DILE A MI ESA PIEDRA QUE CREZCA! NONONONO- cada vez se le ocurrían mejores ideas- ¡VUELVE A DARLE PATITAS A LAS SERPIENTES! NONONO ¡CAMBIA EL SABOR AL AGUA GRANDE! ¡PONME UN TROZO DE PELONIEVE!- señaló su cabeza.

Se cruzó de brazos cuando casi todos se fueron hacia la cueva, empezando a pegarse con otros gente grande. Se encogió de hombros. Claro, a él le dejaban la parte más difícil, sacar esas pieles grandes de la cueva. Agarró su palo y corrió al interior sobre tres patas, esquivando a dos extraños que gritaron cosas feas. Se acordó que todos habían dicho que eran gente mala y ojeó aquí y allá para encontrar las pieles. Nada. Sólo cajas raras grandes que no pudo abrir. Tenían que estar más dentro de la cueva.
Tropezó, rodando un buen rato, hasta que su espalda acabó en una pared. Mirando al revés, tampoco pudo encontrar nada. ¿Qué pasaba? ¿Dónde estaban las pieles? Entonces se le ocurrió una idea estupenda. Preguntaría a uno de los malagente.

-¡ATRAPADLO!- gritó alguien, mientras él se ponía en pie. No tardó en aparecer un individuo con un algo de metal con el que tiraban los árboles. Eso no le gustaba.

-Soy Koru, del bosque. He venido con pelonieve, pelosol, ruidos y un arquista. Saben cosas que no me dicen pero son gente buena. Venimos a por tresoros, pieles grandes porque la gente grande no tenéis pelo. Sé que sois mala gente, por eso lleváis cosas que de malagente, pero no quiero todas las pieles, solo cuatro. ¿Por qué vivís en una cueva? Los nidos de la gente grande son feos y sucios pero es raro. ¿Sabes que son osos? -intentó explicarle colocándose en aspa y estirando brazos y piernas lo más que pudo y poniendo cara fea de oso- Pueden comerte, comen de todo. ¿Hasta comido oso? ¿Robas cosas a los animales?

Para indignación del niño-bestia, él intentó pegarle con su chisme de metal, y Koru tuvo que alejarse.

-¡ERES TONTO!- gritó a pleno pulmón- ¡ESO HACE DAÑO! ¡LES VOY A DECIR QUE ERES MÁS MALA GENTE, Y QUE TE… CONVIERTAN EN… ALGO! – esquivó otra vez- ¡EN MURCÍGALO! ¡MURCÍGALO VAS A SER!

Y le dio un golpe casi sin querer en la frente con el palo.

-¿Te has movido solo?- le preguntó a su arma. Esperó, y Koru bufó disgustado. Otra vez que no le contestaba.
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