Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Un suave aleteo, seguido de una risa infantil, se escuchó desde la entrada de la cueva. Una criatura, no más grande que un gorrión, entró revoloteando y dio varias vueltas entre las estalactitas del techo, observando con curiosidad a los nuevos inquilinos. Sus alas no eran muy distintas de las de la mariposa que parecía seguirla a trompicones, pero su cuerpo no tenía nada de insecto, salvo un par de pequeñas antenas en lo alto de su cabeza, que bien podían ser un adorno a su peinado, más que una parte de su anatomía. Su aspecto era el de una niñita descalza y con un vestido de hojas.
En un momento dado, se detuvo en el aire un instante, antes de sonreír con malicia y precipitarse hacia los nuevos ocupantes de la gruta. Tras un descenso en picado, golpeó con manos y pies la cabeza rubia. El gesto le sirvió para impulsarse de nuevo y saltar inmediatamente hacia la melena blanca. Se agarró a un mechón y, sin dejar de reír a mandíbula batiente, lo utilizó a modo de liana, girando en el aire en torno a la cabeza del hombre, con la mariposa siguiéndola a trancas y barrancas.
De allí, se lanzó hacia el carcaj. Se metió dentro, revolvió durante unos segundos y, al salir de nuevo, desperdigó varias de las flechas por el suelo. Se acercó a la lanza, emitió un sonido parecido al bufido amenazador de un gato y, solo entonces, se alejó de sus nuevos juguetes. Voló hacia un rincón de la cueva, donde se entretuvo unos momentos revolviendo entre los bártulos que allí había y, finalmente, se alejó por una apertura de tamaño humano que penetraba en el interior de la gruta.
Espero no les moleste mi interrupción, pero su situación era tan lamentable que no he podido resistirme. Siéntanse libres de ignorar el pequeño incordio, no habrá consecuencias negativasno es divertido maldecir a gente que ya está jodida. Pero, si deciden dejarme entrar (ahora o más adelante en el tema), solo han de seguir al travieso piskie hasta el fondo de la cueva ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]). Por cierto, bienvenida al foro, Nemäin.
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En un momento dado, se detuvo en el aire un instante, antes de sonreír con malicia y precipitarse hacia los nuevos ocupantes de la gruta. Tras un descenso en picado, golpeó con manos y pies la cabeza rubia. El gesto le sirvió para impulsarse de nuevo y saltar inmediatamente hacia la melena blanca. Se agarró a un mechón y, sin dejar de reír a mandíbula batiente, lo utilizó a modo de liana, girando en el aire en torno a la cabeza del hombre, con la mariposa siguiéndola a trancas y barrancas.
De allí, se lanzó hacia el carcaj. Se metió dentro, revolvió durante unos segundos y, al salir de nuevo, desperdigó varias de las flechas por el suelo. Se acercó a la lanza, emitió un sonido parecido al bufido amenazador de un gato y, solo entonces, se alejó de sus nuevos juguetes. Voló hacia un rincón de la cueva, donde se entretuvo unos momentos revolviendo entre los bártulos que allí había y, finalmente, se alejó por una apertura de tamaño humano que penetraba en el interior de la gruta.
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Espero no les moleste mi interrupción, pero su situación era tan lamentable que no he podido resistirme. Siéntanse libres de ignorar el pequeño incordio, no habrá consecuencias negativas
Fehu
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Estaba bien saber que Nemäin no me había cruzado la cara ni vomitado encima por voluntad propia. Cogí la camisa que me pasaba y me fui cambiando una vez más mientras escuchaba su respuesta.
- Son cosas que pasan. Mientras no repitas ninguna de las dos está todo bien.- «Sobre todo ahora que me he puesto algo que no huele a comida medio digerida.»- Y si. No tengo mucha estima ni por Lunargenta ni por los míos. No es que no haya nada bueno en esa ciudad ni que todos los vampiros sean unos desgraciados, pero... Bueno, lo de Lunargenta espero que algún día lo veas tu. Y lo de los vampiros es que hay demasiados que se comportan como salvajes que solo viven para drenar a quien se crucen, y desde que tuvieron la brillante idea de intentar conquistar medio Aerandir aprovechando una plaga, y encima fracasando en el proceso, pues tampoco es que hayamos ido a mejor precisamente.- Luego me indignaba cuando los paletos de siempre intentaban darme fuego cuando descubrían lo que era, pero aunque me molestara admitirlo, habíamos hecho bastante por ganarnos la fama que teníamos.- Ser vampiro no está tan mal, al menos de momento. Quizás cuando empiece a seguir igual mientras la gente a la que conozco muera cambia esa perspectiva, pero aún queda mucho hasta entonces.- Afortunadamente, no había conservado el contacto con mucha gente de cuando aún era humano, y desde entonces la gente que había conocido eran también bastante longevos. Aunque pasara un siglo, el elfo y su sobrino dragón que conocí en el norte aun tendrían una vida por delante, al igual que la dragona de Baslodia, y el brujo pirómano también seguiría vivo, aunque seguramente más arrugado que una pasa.- Lo de no poder salir de día es una mierda, pero una vez que lo asumes no está ni tan mal. Lo más molesto es cuando vas un poco escaso de alimento y empiezas a ver a la gente que te rodea como potencial comida, eso ya tal.
Cuando me recordó lo de que tendríamos que coserla la herida, me levanté para buscar algo con lo que poder hacerlo.
- Si, algo de coser heridas se. Aunque espero que no te moleste que no vaya a quedar muy elegante, porque a tanto no me da.
Estaba empezando a buscar entre las mantas, cuando una especie de niña con alas y antenas de mariposas que no debería medir más de un palmo empezó a revolotear por la cueva, yendo primero a por Nemäin para luego lanzarse a por mi pelo y darme vueltas alrededor de la cabeza mientras hacía un intento fútil de interceptarla. Cuando se cansó de mi, se puso a desperdigar las flechas, y supuse que no hizo lo mismo con mi lanza porque era muy grande para llevársela. Finalmente desapareció adentrándose en la cueva.
- ¿Te parece bien si cerramos esa herida y luego vamos a ver que hay más adentro?- Pregunté mientras conseguía una aguja e hilos que habían aparecido al remover las cosas esa polilla con ínfulas.- Y de paso a darle a una lección a esa maleante voladora.- Aún tenía ganas de hacerle unas preguntas a Nemäin sobre su familia, pero podrían esperar hasta que pateara a esa piskie.
- Son cosas que pasan. Mientras no repitas ninguna de las dos está todo bien.- «Sobre todo ahora que me he puesto algo que no huele a comida medio digerida.»- Y si. No tengo mucha estima ni por Lunargenta ni por los míos. No es que no haya nada bueno en esa ciudad ni que todos los vampiros sean unos desgraciados, pero... Bueno, lo de Lunargenta espero que algún día lo veas tu. Y lo de los vampiros es que hay demasiados que se comportan como salvajes que solo viven para drenar a quien se crucen, y desde que tuvieron la brillante idea de intentar conquistar medio Aerandir aprovechando una plaga, y encima fracasando en el proceso, pues tampoco es que hayamos ido a mejor precisamente.- Luego me indignaba cuando los paletos de siempre intentaban darme fuego cuando descubrían lo que era, pero aunque me molestara admitirlo, habíamos hecho bastante por ganarnos la fama que teníamos.- Ser vampiro no está tan mal, al menos de momento. Quizás cuando empiece a seguir igual mientras la gente a la que conozco muera cambia esa perspectiva, pero aún queda mucho hasta entonces.- Afortunadamente, no había conservado el contacto con mucha gente de cuando aún era humano, y desde entonces la gente que había conocido eran también bastante longevos. Aunque pasara un siglo, el elfo y su sobrino dragón que conocí en el norte aun tendrían una vida por delante, al igual que la dragona de Baslodia, y el brujo pirómano también seguiría vivo, aunque seguramente más arrugado que una pasa.- Lo de no poder salir de día es una mierda, pero una vez que lo asumes no está ni tan mal. Lo más molesto es cuando vas un poco escaso de alimento y empiezas a ver a la gente que te rodea como potencial comida, eso ya tal.
Cuando me recordó lo de que tendríamos que coserla la herida, me levanté para buscar algo con lo que poder hacerlo.
- Si, algo de coser heridas se. Aunque espero que no te moleste que no vaya a quedar muy elegante, porque a tanto no me da.
Estaba empezando a buscar entre las mantas, cuando una especie de niña con alas y antenas de mariposas que no debería medir más de un palmo empezó a revolotear por la cueva, yendo primero a por Nemäin para luego lanzarse a por mi pelo y darme vueltas alrededor de la cabeza mientras hacía un intento fútil de interceptarla. Cuando se cansó de mi, se puso a desperdigar las flechas, y supuse que no hizo lo mismo con mi lanza porque era muy grande para llevársela. Finalmente desapareció adentrándose en la cueva.
- ¿Te parece bien si cerramos esa herida y luego vamos a ver que hay más adentro?- Pregunté mientras conseguía una aguja e hilos que habían aparecido al remover las cosas esa polilla con ínfulas.- Y de paso a darle a una lección a esa maleante voladora.- Aún tenía ganas de hacerle unas preguntas a Nemäin sobre su familia, pero podrían esperar hasta que pateara a esa piskie.
Corlys Glokta
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
«No me jodas…» Abrió la boca, queriendo seguirle la conversación, pero los debía haber mirado el tuerto más tuerto de Aerandir. Pero tuerto, tuerto. Muy tuerto. Retuerto. Mil veces tuerto. Tuerto que te cagas. Más tuerto que un tuerto sin ojos. Nemäin se llevó una mano a la cabeza, aunque apenas dolorida por las dimensiones de su atacante, e intentó seguir con la mirada hacia dónde huía, pero la gruta no dejaba entrever más que el hueco por el que se había metido finalmente y lo dejó estar cuando Corlys volvió a redirigir la conversación. El cuerpo se le había relajado un poco al ver que había conseguido materiales.
—Ya, bueno… haz lo que puedas. —No iba a ser ni la primera ni la última cicatriz, suponía. Aunque no le hacía especial gracia ir a tener un recuerdo en la piel de aquel día, del vampiro y de su propia torpeza—. Anda, ¿quieres meterte en otro fango? ¿Te puedo llamar Corlys, el broncas? —ironizó, un poco sorprendida de que dejara de parecer tan sensato de repente. Desde luego, ella hubiera preferido la opción de descansar un poco después de que la cosiera—. Supongo que es un piskie o algún primo lejano. ¿Sabes lo que son? Yo nunca he visto uno de cerca, a pesar de vivir en el bosque desde que tengo memoria. —Se estiró hacia atrás y dejó que empezara a coser, era molesto, pero mucho más llevadero que la limpieza previa de la herida—. Lo más probable es que se crea dueño de esta cueva. —Chasqueó la lengua con fastidio, ya se los imaginaba teniendo que irse de allí, mientras el aguacero de afuera no hubiera amainado—. ¿Y si hay más? No nos convendría cabrearlos. —También se los imaginó apuñalados por cientos de aquellos diminutos seres. Muerte por piskie.Sin piskita de dignidad.
—Podemos ir a intentar razonar. —Ni ella lo creyó posible, pero la intención, al fin y al cabo, es lo que cuenta. También se suponía que los licántropos y vampiros eran enemigos ancestrales y allí estaban ellos. Dos desgraciados ayudándose—. Supongo que no dejará de fastidiarnos ahora que sabe que estamos aquí. —Bajó la mirada cuando él pareció terminar, pero no apreció gran cosa—. ¿Cómo te ha quedado la obra de arte? Bueno, mejor no me lo digas, prefiero que sea sorpresa. —Supo que era el momento de darle las gracias, pero una vergüenza extraña se lo impidió. Así que ella misma fue la que alargó la mano y rompió un par de telas que había cerca. No quería pedirle más favores, ya había sido lo más dependiente que podía soportar en diez años.
—¿Puedes girarte y darme unos minutos? Vigila que no venga de nuevo. —Se desnudó de cintura para arriba una vez le dio la espalda, erizándosele la piel en el proceso por la temperatura de la cueva, y empezó a vendarse fuerte para prevenir el sangrado en las primeras horas y para estar más o menos sin sentir nada. Luego, cuando estuvo segura de que sus piernas podrían soportar su peso, se puso una camisola enorme de las que todavía había por allí y renqueó hacia donde estaba Corlys. No supo si coger el arco y las flechas o no y, al final, decidió que no—. ¿Listo? Los viejos primero. Quiero decir... tú ves mejor en la oscuridad.
—Ya, bueno… haz lo que puedas. —No iba a ser ni la primera ni la última cicatriz, suponía. Aunque no le hacía especial gracia ir a tener un recuerdo en la piel de aquel día, del vampiro y de su propia torpeza—. Anda, ¿quieres meterte en otro fango? ¿Te puedo llamar Corlys, el broncas? —ironizó, un poco sorprendida de que dejara de parecer tan sensato de repente. Desde luego, ella hubiera preferido la opción de descansar un poco después de que la cosiera—. Supongo que es un piskie o algún primo lejano. ¿Sabes lo que son? Yo nunca he visto uno de cerca, a pesar de vivir en el bosque desde que tengo memoria. —Se estiró hacia atrás y dejó que empezara a coser, era molesto, pero mucho más llevadero que la limpieza previa de la herida—. Lo más probable es que se crea dueño de esta cueva. —Chasqueó la lengua con fastidio, ya se los imaginaba teniendo que irse de allí, mientras el aguacero de afuera no hubiera amainado—. ¿Y si hay más? No nos convendría cabrearlos. —También se los imaginó apuñalados por cientos de aquellos diminutos seres. Muerte por piskie.
—Podemos ir a intentar razonar. —Ni ella lo creyó posible, pero la intención, al fin y al cabo, es lo que cuenta. También se suponía que los licántropos y vampiros eran enemigos ancestrales y allí estaban ellos. Dos desgraciados ayudándose—. Supongo que no dejará de fastidiarnos ahora que sabe que estamos aquí. —Bajó la mirada cuando él pareció terminar, pero no apreció gran cosa—. ¿Cómo te ha quedado la obra de arte? Bueno, mejor no me lo digas, prefiero que sea sorpresa. —Supo que era el momento de darle las gracias, pero una vergüenza extraña se lo impidió. Así que ella misma fue la que alargó la mano y rompió un par de telas que había cerca. No quería pedirle más favores, ya había sido lo más dependiente que podía soportar en diez años.
—¿Puedes girarte y darme unos minutos? Vigila que no venga de nuevo. —Se desnudó de cintura para arriba una vez le dio la espalda, erizándosele la piel en el proceso por la temperatura de la cueva, y empezó a vendarse fuerte para prevenir el sangrado en las primeras horas y para estar más o menos sin sentir nada. Luego, cuando estuvo segura de que sus piernas podrían soportar su peso, se puso una camisola enorme de las que todavía había por allí y renqueó hacia donde estaba Corlys. No supo si coger el arco y las flechas o no y, al final, decidió que no—. ¿Listo? Los viejos primero. Quiero decir... tú ves mejor en la oscuridad.
- off:
- Ya que vamos a mirar, he intentado agilizar el avance en este post. Si no estás conforme y quieres cambiar algo. Tell me, Corlys ^^
Gracias por la bienvenida, Master
Nemäin
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Me puse a coser su herida mientras ella cuestionaba mi criterio por querer meterme en lo que seguramente fuera un nido de piskies, y siendo realistas no la faltaba razón. Si había uno de esos bichos seguramente hubiera más, y si querían bronca el mejor final era que tuviésemos que huir de la cueva, y el malo que nos convirtiésemos en las patéticas víctimas de unos enanos con alas.
- A ver... bueno... si. Es que si el fango va a ti, no queda sino entrar. Aunque luego probablemente acabemos hasta las cejas de mierda.- Aunque tampoco estaba seguro de que ella pudiera juzgarme por eso, tampoco es que hubiera costado demasiado convencerla de ir a ver que había en esa cueva.- Y estoy igual que tu. He oído hablar de ellos pero nunca los he visto. Normalmente evitaba esos sitios donde decían que había por esa costumbre que dicen que tienen de atormentar a la gente que pillan a mano.- Seguro que había más de uno, no era el tipo de criatura al que le pegara una vida solitaria. Pero mejor encontrarlos nosotros a ellos a que nos pillaran por sorpresa.- Estaría bien si hay una solución que no implique violencia, porque si no está sola no veo opciones de que dos heridos ganemos contra un grupo de piskies. Por mucho que sean como un pájaro, muchos pájaros son un problema. Pero no se me ocurre ninguna opción, así que si tienes alguna idea de camino, estaría bien. Porque como has dicho, ahora que nos ha visto raro será que no vuelva, e irnos nosotros con este tiempo no suena demasiado bien.
Terminé de dar las últimas punzadas y me quedé un momento mirando como había quedado. No era una obra de arte, y muy probablemente se quedaría la marca, pero distaba bastante de ser lo peor que había hecho, para mi nivel incluso podría decir que había salido bastante bien. Después me levanté y me giré por su petición de no mirar mientras se cambiaba, no sin antes coger el trozo de tela manchado de sangre para drenarlo mientras la esperaba, confiando en que así no tomara ninguna decisión cuestionable en caso de que se la abriera la herida de nuevo.
Terminó de vendarse y ponerse una camisa bastante más rápido de lo que esperaba para el estado en el que había llegado, aunque para entonces ya me había dado tiempo a dejar seco el trozo de tela. Tras un vistazo a la abertura, consideré que sería mejor dejar mi arma porque con tan poco espacio era probable que diera más problemas que otra cosa, así que la dejé apoyada en la pared como estaba y entré por la gruta.
- Eh, que tampoco soy tan viejo, si no fuera por las canas nunca hubieras adivinado mi edad. Pero eso que dices tiene sentido. Ya te avisaré si algo cambia. ¿Te apañarás bien con las paredes para no irte al suelo, no?
Me puse en marcha por la gruta, vigilando que no saliera ningún ser de la siguiente esquina para atacarnos o hacernos alguna broma terrible, y que no fuésemos a despeñarnos por alguna fisura inesperada. Afortunadamente, por una vez las cosas salieron bien y llegamos hasta una zona donde la gruta volvía a abrirse.
- Ten cuidado. Parece que ya hemos llegado a la parte donde la cosa se pone "entretenida".- Me detuve sin llegar a entrar en la nueva sala para intentar ver lo que sucedía allí antes de que el piskie o quien más estuviera en ese lugar nos viera a nosotros.
- A ver... bueno... si. Es que si el fango va a ti, no queda sino entrar. Aunque luego probablemente acabemos hasta las cejas de mierda.- Aunque tampoco estaba seguro de que ella pudiera juzgarme por eso, tampoco es que hubiera costado demasiado convencerla de ir a ver que había en esa cueva.- Y estoy igual que tu. He oído hablar de ellos pero nunca los he visto. Normalmente evitaba esos sitios donde decían que había por esa costumbre que dicen que tienen de atormentar a la gente que pillan a mano.- Seguro que había más de uno, no era el tipo de criatura al que le pegara una vida solitaria. Pero mejor encontrarlos nosotros a ellos a que nos pillaran por sorpresa.- Estaría bien si hay una solución que no implique violencia, porque si no está sola no veo opciones de que dos heridos ganemos contra un grupo de piskies. Por mucho que sean como un pájaro, muchos pájaros son un problema. Pero no se me ocurre ninguna opción, así que si tienes alguna idea de camino, estaría bien. Porque como has dicho, ahora que nos ha visto raro será que no vuelva, e irnos nosotros con este tiempo no suena demasiado bien.
Terminé de dar las últimas punzadas y me quedé un momento mirando como había quedado. No era una obra de arte, y muy probablemente se quedaría la marca, pero distaba bastante de ser lo peor que había hecho, para mi nivel incluso podría decir que había salido bastante bien. Después me levanté y me giré por su petición de no mirar mientras se cambiaba, no sin antes coger el trozo de tela manchado de sangre para drenarlo mientras la esperaba, confiando en que así no tomara ninguna decisión cuestionable en caso de que se la abriera la herida de nuevo.
Terminó de vendarse y ponerse una camisa bastante más rápido de lo que esperaba para el estado en el que había llegado, aunque para entonces ya me había dado tiempo a dejar seco el trozo de tela. Tras un vistazo a la abertura, consideré que sería mejor dejar mi arma porque con tan poco espacio era probable que diera más problemas que otra cosa, así que la dejé apoyada en la pared como estaba y entré por la gruta.
- Eh, que tampoco soy tan viejo, si no fuera por las canas nunca hubieras adivinado mi edad. Pero eso que dices tiene sentido. Ya te avisaré si algo cambia. ¿Te apañarás bien con las paredes para no irte al suelo, no?
Me puse en marcha por la gruta, vigilando que no saliera ningún ser de la siguiente esquina para atacarnos o hacernos alguna broma terrible, y que no fuésemos a despeñarnos por alguna fisura inesperada. Afortunadamente, por una vez las cosas salieron bien y llegamos hasta una zona donde la gruta volvía a abrirse.
- Ten cuidado. Parece que ya hemos llegado a la parte donde la cosa se pone "entretenida".- Me detuve sin llegar a entrar en la nueva sala para intentar ver lo que sucedía allí antes de que el piskie o quien más estuviera en ese lugar nos viera a nosotros.
Corlys Glokta
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
El travieso piskie cruzó la galería evitando mayores distracciones. Ya se había divertido un rato y ahora debía regresar a su importante misión. No todos los días tenía uno la oportunidad de asistir a un rey. Bueno, quizá no un verdadero rey, eso lo sabía, pero sí era lo más parecido a un rey que esperaba ver en un futuro próximo.
La gruta se abrió y el pequeño dio una vuelta de reconocimiento antes de iniciar el descenso hacia su destino. Nada había cambiado desde su partida. El lugar seguía siendo igual de frío y oscuro, igual de solitario. Si acaso, era posible que el frasco hubiera rodado un poco hacia la derecha.
Le había costado mucho volcarlo. Y todo para que solo se rompiera un trocito de nada. Con lo fácil que se rompían otras cosas cuando las tiraba. En fin, al menos habían logrado hacerlo girar hasta allí, lejos de miradas indiscretas.
El rey que no era rey esperaba sentado en su interior. Su aspecto seguía siendo igual de lamentable. Su piel oscura aún no había perdido el brillo, pero lucía varias quemaduras a medio curar y numerosos cortes, de cuando había intentado escapar por el pequeño agujero que habían conseguido abrir en el tarro. Sus pálidos ojos se negaban a dejarse apabullar por su situación, pero al pequeño piskie le dolía ver el magullado y retorcido estado de una de sus alas, de un ocre apagado.
—Ah, por fin regresas, pequeño —dijo el rey que no era rey, a pesar de que no era más grande que el piskie—. ¿Qué me traes ahí?
El piskie dio un tironcito a su hilo de seda, un maravilloso hallazgo de hacía solo un par de días, y la mariposa atada a su extremo se vio arrastrada de nuevo. El rey se levantó y el piskie se posó sobre el tarro, acercó al infortunado insecto a la abertura y lo empujó adentro. El rey se abalanzó sobre la mariposa, que no pudo escapar a su suerte.
Mientras el rey devoraba su cena, le pequeño piskie se distrajo recogiendo el fragmento de cristal roto del suelo y lanzándolo desde el aire, hasta que los trozos que quedaron eran demasiado pequeños para continuar con el juego. Para entonces, ya se oían voces en la galería de entrada. Oh, sí, se había olvidado de ellos.
—¿Qué tenemos aquí? No me habías dicho que esperábamos visita.
Con el estómago lleno y el porte sereno y majestuoso, el rey que no era rey bien podía serlo de verdad, a pesar de no levantar un palmo del suelo y estar encerrado en aquel tarro.
—¿Han venido por fin a reclamar su captura? —seguía hablando el rey, con voz calma, pero bien audible—. Ah, pero no son ellos. No son los responsables de mi cautiverio. ¿Quiénes son? Tal vez han venido a aprovecharse de la situación. ¿Tú qué crees?
El pequeño piskie no creía nada, ni siquiera escuchaba ya, pues había encontrado un nuevo juego bailando alrededor de un gotero de agua que se escurría por una estalactita. Eso no impidió al rey que no lo era seguir hablando como si fuera al piskie a quien se dirigía.
—Siempre creen que pueden sacar beneficio del perjuicio ajeno. Pero no es tan fácil, no. Hay que dar algo a cambio para recibir algo. Y el trato debe ser aceptado antes de proceder al pago. Qué creen que pueden sacarme, me pregunto. Y ¿qué están dispuestos a darme a cambio?
Como quizá ya imaginen, la criatura atrapada no es ningún piskie [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Ustedes deciden cómo proceder. Pueden tratar de entablar conversación, pero él no revelará información personal a menos que se le revele información personal primero.
La gruta se abrió y el pequeño dio una vuelta de reconocimiento antes de iniciar el descenso hacia su destino. Nada había cambiado desde su partida. El lugar seguía siendo igual de frío y oscuro, igual de solitario. Si acaso, era posible que el frasco hubiera rodado un poco hacia la derecha.
Le había costado mucho volcarlo. Y todo para que solo se rompiera un trocito de nada. Con lo fácil que se rompían otras cosas cuando las tiraba. En fin, al menos habían logrado hacerlo girar hasta allí, lejos de miradas indiscretas.
El rey que no era rey esperaba sentado en su interior. Su aspecto seguía siendo igual de lamentable. Su piel oscura aún no había perdido el brillo, pero lucía varias quemaduras a medio curar y numerosos cortes, de cuando había intentado escapar por el pequeño agujero que habían conseguido abrir en el tarro. Sus pálidos ojos se negaban a dejarse apabullar por su situación, pero al pequeño piskie le dolía ver el magullado y retorcido estado de una de sus alas, de un ocre apagado.
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—Ah, por fin regresas, pequeño —dijo el rey que no era rey, a pesar de que no era más grande que el piskie—. ¿Qué me traes ahí?
El piskie dio un tironcito a su hilo de seda, un maravilloso hallazgo de hacía solo un par de días, y la mariposa atada a su extremo se vio arrastrada de nuevo. El rey se levantó y el piskie se posó sobre el tarro, acercó al infortunado insecto a la abertura y lo empujó adentro. El rey se abalanzó sobre la mariposa, que no pudo escapar a su suerte.
Mientras el rey devoraba su cena, le pequeño piskie se distrajo recogiendo el fragmento de cristal roto del suelo y lanzándolo desde el aire, hasta que los trozos que quedaron eran demasiado pequeños para continuar con el juego. Para entonces, ya se oían voces en la galería de entrada. Oh, sí, se había olvidado de ellos.
—¿Qué tenemos aquí? No me habías dicho que esperábamos visita.
Con el estómago lleno y el porte sereno y majestuoso, el rey que no era rey bien podía serlo de verdad, a pesar de no levantar un palmo del suelo y estar encerrado en aquel tarro.
—¿Han venido por fin a reclamar su captura? —seguía hablando el rey, con voz calma, pero bien audible—. Ah, pero no son ellos. No son los responsables de mi cautiverio. ¿Quiénes son? Tal vez han venido a aprovecharse de la situación. ¿Tú qué crees?
El pequeño piskie no creía nada, ni siquiera escuchaba ya, pues había encontrado un nuevo juego bailando alrededor de un gotero de agua que se escurría por una estalactita. Eso no impidió al rey que no lo era seguir hablando como si fuera al piskie a quien se dirigía.
—Siempre creen que pueden sacar beneficio del perjuicio ajeno. Pero no es tan fácil, no. Hay que dar algo a cambio para recibir algo. Y el trato debe ser aceptado antes de proceder al pago. Qué creen que pueden sacarme, me pregunto. Y ¿qué están dispuestos a darme a cambio?
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
La humedad. La humedad al adentrarse poco a poco casi logró que los dientes empezaran a castañearle. El hueco se hacía más estrecho a medida que avanzaban, así que, confiando en su guía, decidió ponerle una mano en un hombro a Corlys, mientras con la otra tocaba la pared.
«Menudas emociones fuertes, qué tremenda aventura, si lo sé no me levanto de la cama esta mañana, no te jode…»
Tampoco dejaba de ser irónico que, aunque delgados, tanto ella como el vampiro midieran al menos metro ochenta. Eran los dos muy espigados. Y, por algún motivo, pensó que eso no les gustaría a los piskies. «Seguro que odian a la gente alta. Si yo fuera uno nos odiaría, por listos»
En un momento dado, casi dio un tropezón al pisarle un pie a Corlys, así que intentó buscarle la boca con la mano para que no se quejara en voz alta, pero le metió un dedo en el ojo.
—Oh, mierda, lo siento, lo siento… —se disculpó en voz baja y se quedó muy quieta, pues, en el fondo de la penumbra, le pareció percibir algo—. ¿Lo has oído? —Corlys podría tener mejor visión, pero ella tenía el oído y el olfato de licántropa, así que olfateó el aire, moviendo las aletas de la nariz en un intento de identificar a más criaturas, sin lograr gran cosa. Olía demasiado a tierra mojada. Pero los murmullos se hacían un poco más audibles. Había una voz clara y concisa. «¿Sabrá que estamos aquí ya? ¡Pues claro que sí, parezco nueva!»
—Shhh, para un momento. —Agarró a Corlys para que se detuviera y dio unos pasos hacia delante, todavía de espaldas a él, poniéndose a su lado y no detrás, buscando tener cuidado con su costado herido—. ¿Qué hacemos?
Entonces se dio cuenta de que el pelo de Corlys se sentía en su nuca y que se había pegado demasiado al cuerpo del vampiro en aquel improvisado escondite. Muy, muy cerca.
—Yo no veo nada. ¿Sales tú primero y usas ese piquito de oro? —comentó, aclarándose la garganta, sin saber si moverse o no ella primero, pues, sin duda, su trasero se rozaría con toda la entrepierna de él al hacerlo.HALA, ALEGRÍA. E igual, si se movía dudosa, intentando que no se frotasen, ni para delante ni para atrás, sería peor. «TRÁGAME, DRAGÓN. En serio, sin piedad» Mientras tanto, y experimentando tal crisis de pudor, decidió hablar alto para las criaturas desconocidas—. ¿Hola? ¡Venimos en son de paz, no queremos problemas!
«Menudas emociones fuertes, qué tremenda aventura, si lo sé no me levanto de la cama esta mañana, no te jode…»
Tampoco dejaba de ser irónico que, aunque delgados, tanto ella como el vampiro midieran al menos metro ochenta. Eran los dos muy espigados. Y, por algún motivo, pensó que eso no les gustaría a los piskies. «Seguro que odian a la gente alta. Si yo fuera uno nos odiaría, por listos»
En un momento dado, casi dio un tropezón al pisarle un pie a Corlys, así que intentó buscarle la boca con la mano para que no se quejara en voz alta, pero le metió un dedo en el ojo.
—Oh, mierda, lo siento, lo siento… —se disculpó en voz baja y se quedó muy quieta, pues, en el fondo de la penumbra, le pareció percibir algo—. ¿Lo has oído? —Corlys podría tener mejor visión, pero ella tenía el oído y el olfato de licántropa, así que olfateó el aire, moviendo las aletas de la nariz en un intento de identificar a más criaturas, sin lograr gran cosa. Olía demasiado a tierra mojada. Pero los murmullos se hacían un poco más audibles. Había una voz clara y concisa. «¿Sabrá que estamos aquí ya? ¡Pues claro que sí, parezco nueva!»
—Shhh, para un momento. —Agarró a Corlys para que se detuviera y dio unos pasos hacia delante, todavía de espaldas a él, poniéndose a su lado y no detrás, buscando tener cuidado con su costado herido—. ¿Qué hacemos?
Entonces se dio cuenta de que el pelo de Corlys se sentía en su nuca y que se había pegado demasiado al cuerpo del vampiro en aquel improvisado escondite. Muy, muy cerca.
—Yo no veo nada. ¿Sales tú primero y usas ese piquito de oro? —comentó, aclarándose la garganta, sin saber si moverse o no ella primero, pues, sin duda, su trasero se rozaría con toda la entrepierna de él al hacerlo.
Nemäin
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Empezaba a sospechar que Nemäin era un peligro para ella y todos los que la rodearan, con lo de tropezarse conmigo y meterme la mano en el ojo en vez de a donde fuera que fuese completaba una lista de torpezas que habían empezado con empalarse a si misma de caza y empezaban a parecerme preocupantemente abundantes. Aunque tampoco es que pudiera juzgarla siendo que yo no estaba mucho más fino.
- ¿Oir qué?- La susurre, suponiendo que si había escuchado algo mejor sería no hacer más ruido.- Estaba muy ocupado viendo como me metías el dedo en el ojo para fijarme.- Concluí mientras me frotaba el ojo con el dorso de la mano.
Entonces, supuse que para poder escuchar mejor, avanzó por el camino hasta ponerse delante de mi. Cuando me preguntó que hacer, proponiendo que saliera a hablar con esas cosas, algo debió inquietarla porque acabó gritándoles que no queríamos problemas, dejándoles clara nuestra posición por si les quedaba alguna duda.
- Bueno, supongo que iremos con ese plan. Tampoco tenemos muchas más opciones que no impliquen violencia.
Me dispuse a salir de la abertura, pero entonces empecé a entender cual podía ser la razón por la que se había puesto nerviosa la licántropa. Y es que los dos éramos delgados, pero la apertura de la cueva también lo era, y al empezar a moverme ese problema se acrecentaba y terminé frotando su culo con mi entrepierna. Al intentar esquivarla lo único que conseguí fue darme un golpe contra la pared y acabar restregándome de nuevo para intentar escapar. Y por si esto no supusiera suficiente invasión del espacio de la loba, con el contacto se me estaba empezando a formar un molesto bulto en el pantalón. Afortunadamente, la situación no se prolongó mucho más y conseguí deslizarme fuera de la grieta.
Allí pude ver que en la sala estaba el piskie de antes y un ser de su mismo tamaño pero bastante más imponente. Me quité el polvo de la ropa que se me había pegado de las paredes de la gruta dándome unos golpes en la ropa, y comprobé aliviado que al ser una camisa holgada no se notaba mi incómoda situación, excepto por Nemäin, que después del exceso de contacto que habíamos tenido complicado era que no se hubiera percatado.
- Lo siento. Yo... no... bueno... Voy a ver si solucionamos esto.- La susurré antes de dar un par de pasos y dirigirme hacia el pequeño ser atrapado en la botella.
Realmente el plan era convencerles de que no queríamos broncas y buscar una solución diplomática, pero más que por seguir el plan, estaba haciendo esto por evitar a Nemäin después de ese momento.
- Como ha dicho mi compañera no buscamos problemas, solamente queríamos refugiarnos en esta cueva. Aunque parece que tenéis algunos problemas, quizás podamos llegar a un entendimiento.- En caso de que la situación se complicase solo eran dos y uno de ellos un piskie y el otro estaba herido, no creía que se fuera a poner demasiado complicado. Pero aun así, estaría mejor si podíamos salir de esta pacíficamente.- Y que fallo, no me he presentado. Yo soy Corlys, ¿cómo debería llamaros?
- ¿Oir qué?- La susurre, suponiendo que si había escuchado algo mejor sería no hacer más ruido.- Estaba muy ocupado viendo como me metías el dedo en el ojo para fijarme.- Concluí mientras me frotaba el ojo con el dorso de la mano.
Entonces, supuse que para poder escuchar mejor, avanzó por el camino hasta ponerse delante de mi. Cuando me preguntó que hacer, proponiendo que saliera a hablar con esas cosas, algo debió inquietarla porque acabó gritándoles que no queríamos problemas, dejándoles clara nuestra posición por si les quedaba alguna duda.
- Bueno, supongo que iremos con ese plan. Tampoco tenemos muchas más opciones que no impliquen violencia.
Me dispuse a salir de la abertura, pero entonces empecé a entender cual podía ser la razón por la que se había puesto nerviosa la licántropa. Y es que los dos éramos delgados, pero la apertura de la cueva también lo era, y al empezar a moverme ese problema se acrecentaba y terminé frotando su culo con mi entrepierna. Al intentar esquivarla lo único que conseguí fue darme un golpe contra la pared y acabar restregándome de nuevo para intentar escapar. Y por si esto no supusiera suficiente invasión del espacio de la loba, con el contacto se me estaba empezando a formar un molesto bulto en el pantalón. Afortunadamente, la situación no se prolongó mucho más y conseguí deslizarme fuera de la grieta.
Allí pude ver que en la sala estaba el piskie de antes y un ser de su mismo tamaño pero bastante más imponente. Me quité el polvo de la ropa que se me había pegado de las paredes de la gruta dándome unos golpes en la ropa, y comprobé aliviado que al ser una camisa holgada no se notaba mi incómoda situación, excepto por Nemäin, que después del exceso de contacto que habíamos tenido complicado era que no se hubiera percatado.
- Lo siento. Yo... no... bueno... Voy a ver si solucionamos esto.- La susurré antes de dar un par de pasos y dirigirme hacia el pequeño ser atrapado en la botella.
Realmente el plan era convencerles de que no queríamos broncas y buscar una solución diplomática, pero más que por seguir el plan, estaba haciendo esto por evitar a Nemäin después de ese momento.
- Como ha dicho mi compañera no buscamos problemas, solamente queríamos refugiarnos en esta cueva. Aunque parece que tenéis algunos problemas, quizás podamos llegar a un entendimiento.- En caso de que la situación se complicase solo eran dos y uno de ellos un piskie y el otro estaba herido, no creía que se fuera a poner demasiado complicado. Pero aun así, estaría mejor si podíamos salir de esta pacíficamente.- Y que fallo, no me he presentado. Yo soy Corlys, ¿cómo debería llamaros?
Corlys Glokta
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
El rey que no lo era permaneció de pie en el centro de su volcada prisión, cabeza alta y postura erguida, como si de un gentilhombre recibiendo en audiencia a sus peticionarios se tratara. Observaba la entrada, esperando a que los recién llegados se dieran a conocer.
—Vienen en son de paz, dicen. ¿No quieren problemas? Uno rara vez quiere problemas, son los problemas los que lo encuentran a uno.
Aunque seguía hablando como si se dirigiese a su compañero alado, lo hacía en un tono que quería ser oído. Se deslizaba de una palabra a otra con calma, pronunciando cada sílaba con claridad.
Observó con interés los forcejeos de la pareja. Los mortales siempre eran tan impacientes, tan desorganizados. Tan interesantes. El pequeño piskie era servicial, siempre que se mantuviera concentrado el tiempo suficiente para recordar lo que estaba haciendo, pero esperaba que los pacíficos recién llegados tuvieran mejores dotes de conversación.
Por fin uno de ellos se acercó. El rey que no era rey absorbió con interés cada detalle de su aspecto, en particular, la herida en la pierna y la manera en que la oscuridad bailaba a su alrededor. Entrecerró los ojos, molesto, cuando el hombre empezó a hablar. Uno no va por ahí señalando los problemas ajenos antes de que el otro los señale por sí mismo.
Pero su gesto cambió en el momento en que el desconocido decidió presentarse. Una sonrisa satisfecha, que dejaba ver una perfecta dentadura de afilados colmillos, se dibujó en su rostro y un breve aleteo de las tres alas que aún se veían enteras hizo que su cuerpo emitiera un resplandor ambarino, suficiente para alumbrar el área a su alrededor.
Al ver la luz extenderse y titilar en torno al rey que no lo era, el pequeño piskie dejó de lado el gotero de agua con el que jugaba a hacer carreras y voló en círculos junto al techo de la cueva, emitiendo destellos mientras esquivaba estalactitas. Un murciélago, molesto, se agitó y salió volando de la gruta.
—Es Corlys, dice —habló el rey en su estilo pausado, como si meditara aquella información—. Sí. Sí, eso es lo que es. Podéis llamarme Oberón, Corlys. Vuestra compañera también puede, sea quien sea —añadió, desviando la mirada hacia la mujer y tomando nota de su aspecto y movimientos. Después volvió a dirigirse a Corlys—. No buscáis problemas, repetís, pero a veces es inevitable encontrarse con ellos, ¿no es así?
Haciendo gala de una mejor educación que ese Corlys, evitó deliberadamente mirar las heridas de ambos de forma directa. Tan deliberadamente como para que ellos lo tomaran como una invitación a saciar su curiosidad. O eso harían si fueran de los suyos. Con los mortales, nunca se sabía, por eso resultaban tan fascinantes.
—Y, decidme, ¿qué problemas son esos que parecemos tener? —Cruzó los brazos sobre el pecho y sonrió de nuevo, como si su estancia en aquella prisión fuera una elección personal y no un contratiempo del destino—. Si queremos llegar a un entendimiento, antes debemos dejar claros los términos del mismo, ¿no creéis?
—Vienen en son de paz, dicen. ¿No quieren problemas? Uno rara vez quiere problemas, son los problemas los que lo encuentran a uno.
Aunque seguía hablando como si se dirigiese a su compañero alado, lo hacía en un tono que quería ser oído. Se deslizaba de una palabra a otra con calma, pronunciando cada sílaba con claridad.
Observó con interés los forcejeos de la pareja. Los mortales siempre eran tan impacientes, tan desorganizados. Tan interesantes. El pequeño piskie era servicial, siempre que se mantuviera concentrado el tiempo suficiente para recordar lo que estaba haciendo, pero esperaba que los pacíficos recién llegados tuvieran mejores dotes de conversación.
Por fin uno de ellos se acercó. El rey que no era rey absorbió con interés cada detalle de su aspecto, en particular, la herida en la pierna y la manera en que la oscuridad bailaba a su alrededor. Entrecerró los ojos, molesto, cuando el hombre empezó a hablar. Uno no va por ahí señalando los problemas ajenos antes de que el otro los señale por sí mismo.
Pero su gesto cambió en el momento en que el desconocido decidió presentarse. Una sonrisa satisfecha, que dejaba ver una perfecta dentadura de afilados colmillos, se dibujó en su rostro y un breve aleteo de las tres alas que aún se veían enteras hizo que su cuerpo emitiera un resplandor ambarino, suficiente para alumbrar el área a su alrededor.
Al ver la luz extenderse y titilar en torno al rey que no lo era, el pequeño piskie dejó de lado el gotero de agua con el que jugaba a hacer carreras y voló en círculos junto al techo de la cueva, emitiendo destellos mientras esquivaba estalactitas. Un murciélago, molesto, se agitó y salió volando de la gruta.
—Es Corlys, dice —habló el rey en su estilo pausado, como si meditara aquella información—. Sí. Sí, eso es lo que es. Podéis llamarme Oberón, Corlys. Vuestra compañera también puede, sea quien sea —añadió, desviando la mirada hacia la mujer y tomando nota de su aspecto y movimientos. Después volvió a dirigirse a Corlys—. No buscáis problemas, repetís, pero a veces es inevitable encontrarse con ellos, ¿no es así?
Haciendo gala de una mejor educación que ese Corlys, evitó deliberadamente mirar las heridas de ambos de forma directa. Tan deliberadamente como para que ellos lo tomaran como una invitación a saciar su curiosidad. O eso harían si fueran de los suyos. Con los mortales, nunca se sabía, por eso resultaban tan fascinantes.
—Y, decidme, ¿qué problemas son esos que parecemos tener? —Cruzó los brazos sobre el pecho y sonrió de nuevo, como si su estancia en aquella prisión fuera una elección personal y no un contratiempo del destino—. Si queremos llegar a un entendimiento, antes debemos dejar claros los términos del mismo, ¿no creéis?
Fehu
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Nemäin decidió pasar de largo el momento incómodo, para que ninguno de los dos perdiera más la vergüenza, y se hizo la ciega. «Yo no he notado nada, no he visto nada…» Aunque un poco ciega sí que seguía por la falta de luz. Así, se quedó contra la pared, esperando en silencio, a ver que erecciónELECCIÓN de palabras iba a elegir Corlys como carta de presentación.
«¡AH, JODER!» Suerte que ninguno parecía estar reparando demasiado en ella con el intercambio de palabras, porque emitió un grito ahogado cuando el murciélago pasó volando de repente justo sobre su cabeza, colándose en el hueco para huir de los visitantes inoportunos.
La tensión se notaba hasta en el aire parcialmente viciado de la gruta. Tragó saliva preocupada, a pesar de que cuando el ser desconocido se iluminó luego, haciéndose visible para ella también, que fuera tan pequeño no pareciera una amenaza a priori. «Que es inevitable encontrar problemas… ¿me lo dices o me lo cuentas?» Se distrajo unos instantes viendo el vuelo del piskie, fijándose en las sombras tintineantes que creaba en las paredes y en el suelo ahora que tenía algo de iluminación. No parecía que hubiera más. Solo aquellos dos seres. Un mandamás y su seguidor. Miró al primero con atención, sin captar la advertencia en los ojos diminutos, era orgulloso, como si fuera un gigante, y extrañamente solemne. Sobre todo, teniendo en cuenta que parecía estar aparentemente atrapado. «Si habla tan confiado es posible que sea una criatura con gran poder y se esté haciendo la desvalida…», caviló, recordándose que las apariencias siempre solían engañar, incluso a los ojos más agudos.
Al final, acabó saliendo del hueco también, poniéndose unos pasos detrás de Corlys, a sus espaldas, como una forma de brindarle cierto apoyo.
—Mi padre siempre decía que lo mejor viene en frascos pequeños, pero no creo que vivas ahí dentro por gusto, Oberón. El entendimiento quizás podría ser un… ¿trueque? —Miró la nuca de Corlys, a ver si se giraba la cara y estaba de acuerdo—. Como ha dicho, nosotros solo queremos recuperarnos un poco, en paz, dentro de la cueva.
Sabía que lo siguiente sería ofrecer auxilio, pero se calló y dejó que fuera su compañero quien retomara el hilo, porque ella no tenía muy claro que fuera buena idea ayudarlo a salir. Si tenía malas intenciones, encerrado podría darles menos problemas, eso seguro…
«¡AH, JODER!» Suerte que ninguno parecía estar reparando demasiado en ella con el intercambio de palabras, porque emitió un grito ahogado cuando el murciélago pasó volando de repente justo sobre su cabeza, colándose en el hueco para huir de los visitantes inoportunos.
La tensión se notaba hasta en el aire parcialmente viciado de la gruta. Tragó saliva preocupada, a pesar de que cuando el ser desconocido se iluminó luego, haciéndose visible para ella también, que fuera tan pequeño no pareciera una amenaza a priori. «Que es inevitable encontrar problemas… ¿me lo dices o me lo cuentas?» Se distrajo unos instantes viendo el vuelo del piskie, fijándose en las sombras tintineantes que creaba en las paredes y en el suelo ahora que tenía algo de iluminación. No parecía que hubiera más. Solo aquellos dos seres. Un mandamás y su seguidor. Miró al primero con atención, sin captar la advertencia en los ojos diminutos, era orgulloso, como si fuera un gigante, y extrañamente solemne. Sobre todo, teniendo en cuenta que parecía estar aparentemente atrapado. «Si habla tan confiado es posible que sea una criatura con gran poder y se esté haciendo la desvalida…», caviló, recordándose que las apariencias siempre solían engañar, incluso a los ojos más agudos.
Al final, acabó saliendo del hueco también, poniéndose unos pasos detrás de Corlys, a sus espaldas, como una forma de brindarle cierto apoyo.
—Mi padre siempre decía que lo mejor viene en frascos pequeños, pero no creo que vivas ahí dentro por gusto, Oberón. El entendimiento quizás podría ser un… ¿trueque? —Miró la nuca de Corlys, a ver si se giraba la cara y estaba de acuerdo—. Como ha dicho, nosotros solo queremos recuperarnos un poco, en paz, dentro de la cueva.
Sabía que lo siguiente sería ofrecer auxilio, pero se calló y dejó que fuera su compañero quien retomara el hilo, porque ella no tenía muy claro que fuera buena idea ayudarlo a salir. Si tenía malas intenciones, encerrado podría darles menos problemas, eso seguro…
Nemäin
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Afortunadamente para los dos, Nemäin hizo como si no hubiera pasado nada en la salida de la cueva, porque si ya estaba nervioso con tener que parlamentar con el menudo pero imponente ente feérico era mejor no tener más razones para preocuparme.
El ser misterioso encerrado en la botella se presentó como Oberón, pero que supiera nuestros nombres no pareció hacer que rebajara su altivez. Se comportaba como si todo estuviera a su gusto por mucho que fuera evidente que no era así. Aunque era posible que tuviera razón en que antes de hacer un trato hubiera que aclarar los términos. E igual tuve suerte porque que Nemäin dijese lo que todos teníamos claro sobre el encierro de Oberón me podía dar la oportunidad de ser menos bruto.
- Bueno, que los problemas te encuentren no implica que no se puedan solucionar pacíficamente.- No es que se me diera demasiado bien evitar los problemas, así que había estado intentando que al menos fueran problemas que no acabaran en violencia, especialmente aquellos de los que no podía salir corriendo.- Como ha dicho mi compañera, quizás te vendría bien salir de esa botella. Si estás bien ahí dentro no pasa nada, también podemos hacer algún otro servicio que necesite.- «Aunque espero que tampoco pida nada raro, que es un tipo sospechoso al que acabamos de encontrar, no es que aporte especial confianza.»- Por nuestra parte sólo pedimos estar tranquilos para recuperarnos mientras pasa la tormenta. Aunque según lo que debamos hacer, la información siempre está bien, o...- «El oro, eso también va bien. Sobre todo ahora que no voy a cobrar por venir porque el tipo al que debía llevar la mercancía me tendió una trampa.»- Bueno, lo que vea apropiado ofrecernos por nuestra colaboración.
Me costaba saber como podía negociar con este Oberón. Tenía ese aire arrogante y prepotente de los poderosos, pero aunque era obvio que no podría salir sólo de esa botella o ya lo habría hecho, seguía dando vueltas sin concretarnos que era lo que quería.
Ante mis dudas sobre lo que estaba pasando, me giré levemente para ver si mi compañera estaba de acuerdo con lo que había dicho, y esperando que se le ocurriera alguna idea para poder salir de allí sin meternos en más berenjenales de en los que ya estábamos metidos, que empezaba a sospechar que yo iba camino de conseguir justo eso.
El ser misterioso encerrado en la botella se presentó como Oberón, pero que supiera nuestros nombres no pareció hacer que rebajara su altivez. Se comportaba como si todo estuviera a su gusto por mucho que fuera evidente que no era así. Aunque era posible que tuviera razón en que antes de hacer un trato hubiera que aclarar los términos. E igual tuve suerte porque que Nemäin dijese lo que todos teníamos claro sobre el encierro de Oberón me podía dar la oportunidad de ser menos bruto.
- Bueno, que los problemas te encuentren no implica que no se puedan solucionar pacíficamente.- No es que se me diera demasiado bien evitar los problemas, así que había estado intentando que al menos fueran problemas que no acabaran en violencia, especialmente aquellos de los que no podía salir corriendo.- Como ha dicho mi compañera, quizás te vendría bien salir de esa botella. Si estás bien ahí dentro no pasa nada, también podemos hacer algún otro servicio que necesite.- «Aunque espero que tampoco pida nada raro, que es un tipo sospechoso al que acabamos de encontrar, no es que aporte especial confianza.»- Por nuestra parte sólo pedimos estar tranquilos para recuperarnos mientras pasa la tormenta. Aunque según lo que debamos hacer, la información siempre está bien, o...- «El oro, eso también va bien. Sobre todo ahora que no voy a cobrar por venir porque el tipo al que debía llevar la mercancía me tendió una trampa.»- Bueno, lo que vea apropiado ofrecernos por nuestra colaboración.
Me costaba saber como podía negociar con este Oberón. Tenía ese aire arrogante y prepotente de los poderosos, pero aunque era obvio que no podría salir sólo de esa botella o ya lo habría hecho, seguía dando vueltas sin concretarnos que era lo que quería.
Ante mis dudas sobre lo que estaba pasando, me giré levemente para ver si mi compañera estaba de acuerdo con lo que había dicho, y esperando que se le ocurriera alguna idea para poder salir de allí sin meternos en más berenjenales de en los que ya estábamos metidos, que empezaba a sospechar que yo iba camino de conseguir justo eso.
Corlys Glokta
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
—Vuestro padre no era un hombre dado a sentimentalismos, por lo que veo —dijo Oberón, repasando notoriamente la enorme estatura de la mujer que se negaba a presentarse.
A pesar de no poder hacerse con el nombre de la extraña, sonrió cuando ésta planteó sus términos. No era aquella la sonrisa amable de quien alcanza un beneficio mutuo, sino más bien la ávida mueca de quien ve acercarse un trato ventajoso.
Con un breve aleteo, alumbró de nuevo la zona en torno a sí, mientras devolvía la atención a Corlys, que había retomado la palabra. Bien, ya que el hombre parecía ser el negociador de la pareja, trataría con él.
El pequeño piskie, por su parte, continuaba su luminosa carrera entre las estalactitas, ajeno por completo a la conversación que tenía lugar en el suelo.
—Colaboración pacífica… —paladeó Oberón, mientras comenzaba un lento y meditabundo paseo de lado a lado de su minúscula prisión—. No es el tipo de actitud que suelo recibir en mis tratos con mortales, debo admitir, pero me place. Es cierto que mi actual… acomodo —continuó, alzando los brazos para señalar los límites del frasco que lo aprisionaba— no fue enteramente de mi elección. Cierto es, también, que no pondría ningún reparo a abandonarlo, más pronto que tarde, si es posible. Si alguien decidiera girar esa tapa, mi pequeño amigo y yo abandonaríamos pacíficamente la cueva y dejaríamos que ese alguien se recuperase tranquilamente mientras pasa la tormenta. ¿No es cierto, pequeño? ¡Pequeño!
El interpelado piskie abandonó su juego entre las estalactitas para dar un par de vueltas en torno a los dos mortales, sin dejar de iluminar su camino. Finalmente, se posó con firmeza sobre el frasco roto, mostrando con su postura su apoyo a lo más parecido a un rey que había conocido hasta la fecha.
—Si es información lo que desean, me parece un justo pago por un pequeño servicio. Los responsables de mi actual predicamento se llevaron algo que me gustaría recuperar pero, debido a ciertos acuerdos que no vienen al caso, me es imposible ocuparme personalmente. Os concederé dos preguntas a cada uno: una cuando me encuentre libre para rastrear a los ladrones; la otra, cuando hayáis recuperado lo que es mío. Si conozco la respuesta, la tendréis inmediatamente, de lo contrario, la buscaré y os la entregaré cuando la encuentre. —Finalmente, Oberón se detuvo, paseando la mirada por ambos mortales—. ¿Aceptáis el… cómo lo llamó… trueque?
Si aceptan el trato, pueden proceder con la primera parte del acuerdo. De lo contrario, siéntanse libres de presentar una contraoferta.
A pesar de no poder hacerse con el nombre de la extraña, sonrió cuando ésta planteó sus términos. No era aquella la sonrisa amable de quien alcanza un beneficio mutuo, sino más bien la ávida mueca de quien ve acercarse un trato ventajoso.
Con un breve aleteo, alumbró de nuevo la zona en torno a sí, mientras devolvía la atención a Corlys, que había retomado la palabra. Bien, ya que el hombre parecía ser el negociador de la pareja, trataría con él.
El pequeño piskie, por su parte, continuaba su luminosa carrera entre las estalactitas, ajeno por completo a la conversación que tenía lugar en el suelo.
—Colaboración pacífica… —paladeó Oberón, mientras comenzaba un lento y meditabundo paseo de lado a lado de su minúscula prisión—. No es el tipo de actitud que suelo recibir en mis tratos con mortales, debo admitir, pero me place. Es cierto que mi actual… acomodo —continuó, alzando los brazos para señalar los límites del frasco que lo aprisionaba— no fue enteramente de mi elección. Cierto es, también, que no pondría ningún reparo a abandonarlo, más pronto que tarde, si es posible. Si alguien decidiera girar esa tapa, mi pequeño amigo y yo abandonaríamos pacíficamente la cueva y dejaríamos que ese alguien se recuperase tranquilamente mientras pasa la tormenta. ¿No es cierto, pequeño? ¡Pequeño!
El interpelado piskie abandonó su juego entre las estalactitas para dar un par de vueltas en torno a los dos mortales, sin dejar de iluminar su camino. Finalmente, se posó con firmeza sobre el frasco roto, mostrando con su postura su apoyo a lo más parecido a un rey que había conocido hasta la fecha.
—Si es información lo que desean, me parece un justo pago por un pequeño servicio. Los responsables de mi actual predicamento se llevaron algo que me gustaría recuperar pero, debido a ciertos acuerdos que no vienen al caso, me es imposible ocuparme personalmente. Os concederé dos preguntas a cada uno: una cuando me encuentre libre para rastrear a los ladrones; la otra, cuando hayáis recuperado lo que es mío. Si conozco la respuesta, la tendréis inmediatamente, de lo contrario, la buscaré y os la entregaré cuando la encuentre. —Finalmente, Oberón se detuvo, paseando la mirada por ambos mortales—. ¿Aceptáis el… cómo lo llamó… trueque?
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Si aceptan el trato, pueden proceder con la primera parte del acuerdo. De lo contrario, siéntanse libres de presentar una contraoferta.
Fehu
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Nemäin se medio encogió de hombros como respuesta a la mirada de Corlys, sin saber qué decirle. Y luego frunció el ceño, escuchando atentamente las palabras de su contraparte. Oberón parecía sincero al responder que la actitud de no agresión le contentaba. Y ella resistió muy bien las ganas de enseñarle la lengua al piskie revoltoso cuando se había vuelto a acercar a ellos. «Premio para la rubia del fondo. Si es que soy toda diplomacia».
En cierto modo, no dejaba de ser fascinante que un ser tan diminuto pudiera tener tanto raciocinio y labia al expresar su punto de vista. ¿Les acababa de ofrecer un trabajo? Algo así, comprendió. Como si más bien se estuviera tomando lo de ''trueque'' demasiado literal. Ella enseguida quiso abrir la boca y preguntarle cosas tales como: ¿Este zoquete y yo, pasando más tiempo juntos? ¿Y si esa empresa que nos ofreces es demasiado peligrosa? ¿Cómo lo sabríamos? ¿Por qué no te puedes ocupar dices? ¿Ladrones, en plural? ¿Cuál es nuestra baza para asegurarnos de que podemos confiar en ti? ¿Entonces podremos hacerte cualquier pregunta, aunque no tenga nada que ver con el asunto que nos atañe?
Pero no dijo nada, claro, permaneció callada, porque Oberón había indicado que solo les respondería a dos cuestiones y no estaba por la labor de que la criatura le vacilara a su costa con esas ínfulas. Una vez más, en un rincón de su cerebro, ese contra el que luchaba y en el que estaba todo oscuro, se había formado enseguida las letras de las dos preguntas que le haría. «No, no puedo», se dijo a sí misma, luchando contra ello. Y recordando que lo que quería de verdad era tener la fiesta en paz. Seguir sobreviviendo en el bosque; depresiva, sola y aislada. Lo otro, intentarlo siquiera, asustaba más. Mucho más.
—Supongo que podríamos hacerlo… —respondió al fin, dudando al no saber cuál iba a ser la reacción de Corlys, aunque la intuía, y ella iba a necesitar unos días antes de ponerse a ello. La sola imagen de echarse a descansar por fin, al calor de un fuego, fue lo suficiente reconfortante para que ella hiciera un gesto con la mano, indicándole al vampiro que lo liberara, si él también estaba de acuerdo.
En cierto modo, no dejaba de ser fascinante que un ser tan diminuto pudiera tener tanto raciocinio y labia al expresar su punto de vista. ¿Les acababa de ofrecer un trabajo? Algo así, comprendió. Como si más bien se estuviera tomando lo de ''trueque'' demasiado literal. Ella enseguida quiso abrir la boca y preguntarle cosas tales como: ¿Este zoquete y yo, pasando más tiempo juntos? ¿Y si esa empresa que nos ofreces es demasiado peligrosa? ¿Cómo lo sabríamos? ¿Por qué no te puedes ocupar dices? ¿Ladrones, en plural? ¿Cuál es nuestra baza para asegurarnos de que podemos confiar en ti? ¿Entonces podremos hacerte cualquier pregunta, aunque no tenga nada que ver con el asunto que nos atañe?
Pero no dijo nada, claro, permaneció callada, porque Oberón había indicado que solo les respondería a dos cuestiones y no estaba por la labor de que la criatura le vacilara a su costa con esas ínfulas. Una vez más, en un rincón de su cerebro, ese contra el que luchaba y en el que estaba todo oscuro, se había formado enseguida las letras de las dos preguntas que le haría. «No, no puedo», se dijo a sí misma, luchando contra ello. Y recordando que lo que quería de verdad era tener la fiesta en paz. Seguir sobreviviendo en el bosque; depresiva, sola y aislada. Lo otro, intentarlo siquiera, asustaba más. Mucho más.
—Supongo que podríamos hacerlo… —respondió al fin, dudando al no saber cuál iba a ser la reacción de Corlys, aunque la intuía, y ella iba a necesitar unos días antes de ponerse a ello. La sola imagen de echarse a descansar por fin, al calor de un fuego, fue lo suficiente reconfortante para que ella hiciera un gesto con la mano, indicándole al vampiro que lo liberara, si él también estaba de acuerdo.
Nemäin
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Escuchaba al sujeto en el bote mientras trataba de ignorar a su amigo revoloteando a nuestro alrededor, y era una suerte que no tuviera ningún palo a mano, porque mis ganas de mandarlo a volar en contra de su voluntad eran intensas. Al menos su líder pareció acceder a nuestra propuesta, una resolución pacífica, y una pregunta de cada uno de nosotros a cambio de sacarle, sumada a otra si le hacíamos un pequeño trabajo para ocuparnos de unos tipos. Parecía un encargo fácil, aunque viendo nuestra capacidad para liar la situación más sencilla, alguna forma encontraríamos de complicarlo.
Nemäin parecía estar de acuerdo, así que avancé hacia la botella y solté la tapa, aunque sin que se cayera del todo, sino que el feérico tuviera que hacerlo, dándome el tiempo suficiente para retroceder y ponerme junto a la loba. Porque una cosa era buscar una resolución pacífica, y otra diferente era que llegase a fiarme de este individuo.
- Muy bien, pues ya es libre. Supongo que ahora podemos concretar mejor las condiciones de la segunda parte del trueque. Porque confío en que no le suponga un problema esperar, porque necesitamos un poco de tiempo para poder recuperarnos de nuestras heridas y estar preparados para encargarnos de esos ladrones vuestros en condiciones.
Empecé a caminar dando vueltas en círculos para calmar los nervios, mientras me iba dando cuenta que le había pedido que nos proporcionara información, pero ya había olvidado que era eso que buscaba poder preguntarle. «Buena esa Corlys. Si es que el plan te estaba saliendo demasiado bien y tenías que olvidarte de obtener la recompensa. Bueno, haz algo, que al menos seas el único consciente de que tienes la imperante necesidad de sabotearte cuando las cosas parecen ir a funcionar.»
- ¿Y cuáles son esos acuerdos que os impiden poder encargaros personalmente de los ladrones? Si nos vamos a encargar de ellos nos convendría tener toda la información posible. Y bueno, podría considerar esto como mi primera pregunta.- Quizás lo de no parecer imbécil no se me estaba dando tan bien como esperaba al gastar mi pregunta en algo que me aportaba tan poco personalmente. Pero al menos podría servirnos para saber mejor a que nos íbamos a enfrentar, y Nemäin todavía tendría sus dos preguntas para poder sacarle la información que necesitara.
Nemäin parecía estar de acuerdo, así que avancé hacia la botella y solté la tapa, aunque sin que se cayera del todo, sino que el feérico tuviera que hacerlo, dándome el tiempo suficiente para retroceder y ponerme junto a la loba. Porque una cosa era buscar una resolución pacífica, y otra diferente era que llegase a fiarme de este individuo.
- Muy bien, pues ya es libre. Supongo que ahora podemos concretar mejor las condiciones de la segunda parte del trueque. Porque confío en que no le suponga un problema esperar, porque necesitamos un poco de tiempo para poder recuperarnos de nuestras heridas y estar preparados para encargarnos de esos ladrones vuestros en condiciones.
Empecé a caminar dando vueltas en círculos para calmar los nervios, mientras me iba dando cuenta que le había pedido que nos proporcionara información, pero ya había olvidado que era eso que buscaba poder preguntarle. «Buena esa Corlys. Si es que el plan te estaba saliendo demasiado bien y tenías que olvidarte de obtener la recompensa. Bueno, haz algo, que al menos seas el único consciente de que tienes la imperante necesidad de sabotearte cuando las cosas parecen ir a funcionar.»
- ¿Y cuáles son esos acuerdos que os impiden poder encargaros personalmente de los ladrones? Si nos vamos a encargar de ellos nos convendría tener toda la información posible. Y bueno, podría considerar esto como mi primera pregunta.- Quizás lo de no parecer imbécil no se me estaba dando tan bien como esperaba al gastar mi pregunta en algo que me aportaba tan poco personalmente. Pero al menos podría servirnos para saber mejor a que nos íbamos a enfrentar, y Nemäin todavía tendría sus dos preguntas para poder sacarle la información que necesitara.
Corlys Glokta
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Cuando Corlys comenzó a desenroscar la tapa, Oberón tuvo, por primera vez, que esforzarse por mantener la compostura. Se obligó a sí mismo a inspirar un par de veces para no salir corriendo de su celda. El pequeño piskie aprovechó la pausa para acercarse al borde del tarro, dando saltitos sobre el cristal y darle una patadita a la tapa que hizo que esta cayera, rebotando contra el suelo de piedra.
Oberón abandonó el frasco caminando con paso aristocrático. Una vez fuera, cerró los ojos y se llenó los pulmones con el aire de la libertad. En el mismo momento, una brisa húmeda se abrió paso hasta el interior de la cueva, con la intensidad suficiente para estrellar el frasco vacío contra la pared. El pequeño piskie aprovechó el golpe de viento para realizar algunas cabriolas en el aire.
Cuando la brisa cesó, un Oberón de tamaño humano se erguía frente a los dos mortales. Aun en esta forma no era tan alto como ellos, pero eso no impedía que pareciera mirarlos hacia abajo de algún modo.
—Podréis descansar, tal como fue acordado —respondió a las inquietudes de Corlys—. Todavía debo localizar a los ladrones, de todas formas.
Permaneció quieto entonces, observando pacientemente los movimientos circulares de Corlys por la cueva. Hasta que, finalmente, el hombre pareció darse cuenta de lo que tocaba. No esperaba aquella pregunta impertinente, pero el acuerdo exigía respuesta, y responder habría.
—Acuerdos de honor —dijo en tono frío—. Uno de los ladrones lleva la marca de uno de los míos, por tanto, no puedo tocarlo. —Sonrió, mostrando una vez más sus afilados dientes—. De ahí que acabara acomodado en mi involuntaria pensión cristalina.
Después, se plantó impaciente frente a la mujer. Le molestaba el ala torcida y estaba deseando salir de aquella cueva.
—Preguntad —fue todo lo que dijo.
Oberón abandonó el frasco caminando con paso aristocrático. Una vez fuera, cerró los ojos y se llenó los pulmones con el aire de la libertad. En el mismo momento, una brisa húmeda se abrió paso hasta el interior de la cueva, con la intensidad suficiente para estrellar el frasco vacío contra la pared. El pequeño piskie aprovechó el golpe de viento para realizar algunas cabriolas en el aire.
Cuando la brisa cesó, un Oberón de tamaño humano se erguía frente a los dos mortales. Aun en esta forma no era tan alto como ellos, pero eso no impedía que pareciera mirarlos hacia abajo de algún modo.
—Podréis descansar, tal como fue acordado —respondió a las inquietudes de Corlys—. Todavía debo localizar a los ladrones, de todas formas.
Permaneció quieto entonces, observando pacientemente los movimientos circulares de Corlys por la cueva. Hasta que, finalmente, el hombre pareció darse cuenta de lo que tocaba. No esperaba aquella pregunta impertinente, pero el acuerdo exigía respuesta, y responder habría.
—Acuerdos de honor —dijo en tono frío—. Uno de los ladrones lleva la marca de uno de los míos, por tanto, no puedo tocarlo. —Sonrió, mostrando una vez más sus afilados dientes—. De ahí que acabara acomodado en mi involuntaria pensión cristalina.
Después, se plantó impaciente frente a la mujer. Le molestaba el ala torcida y estaba deseando salir de aquella cueva.
—Preguntad —fue todo lo que dijo.
Fehu
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Contra todo pronóstico, el cuerpo de Nemäin se quedó mucho más quieto cuando Oberón cambió su tamaño. Intentó no perder ninguno de sus gestos de vista y estuvo preparada para saltarle a la yugular en su forma animal en el momento en el que diera un paso en falso. Que acabara por atacarlos se podía considerar como esas ocasiones de emergencia en las que utilizaba sus dones como último recurso, sin duda.
Pero luego se obligó a relajar los hombros. Pues, tanto él, como el pequeño piskie, estaban cumpliendo el trato.
Nemäin se llevó una mano al costado herido mientras Corlys hacía lo propio y preguntaba, resoplando disimuladamente cuando la carne le recordó que seguía convaleciente.
De hecho, y por haber estado concentrándose en el dolor, casi dio un paso hacia atrás cuando Oberón terminó por ponerse delante de ella, resistiéndose a darle el más mínimo gesto de debilidad.
Casi no reparó en sus alas. Se fijó en el rostro. En las orejas picudas, en la buena planta. Cualquiera hubiera dicho que era una criatura objetivamente bella. Sobre todo por esos ojos tan fuera de lo común, en los que casi no percibió diferencia entre el iris y la pupila. Eran como dos pozos de agua limpia y brillante. «Voy a ser la aburrida…»
—Supongo que es romper un poco la magia y el misterio, pero ¿qué es lo que tenemos que recuperar exactamente?
Fue directa, y procuró mantener la mirada solo para hacerle saber que no la achantaría.
Pero luego se obligó a relajar los hombros. Pues, tanto él, como el pequeño piskie, estaban cumpliendo el trato.
Nemäin se llevó una mano al costado herido mientras Corlys hacía lo propio y preguntaba, resoplando disimuladamente cuando la carne le recordó que seguía convaleciente.
De hecho, y por haber estado concentrándose en el dolor, casi dio un paso hacia atrás cuando Oberón terminó por ponerse delante de ella, resistiéndose a darle el más mínimo gesto de debilidad.
Casi no reparó en sus alas. Se fijó en el rostro. En las orejas picudas, en la buena planta. Cualquiera hubiera dicho que era una criatura objetivamente bella. Sobre todo por esos ojos tan fuera de lo común, en los que casi no percibió diferencia entre el iris y la pupila. Eran como dos pozos de agua limpia y brillante. «Voy a ser la aburrida…»
—Supongo que es romper un poco la magia y el misterio, pero ¿qué es lo que tenemos que recuperar exactamente?
Fue directa, y procuró mantener la mirada solo para hacerle saber que no la achantaría.
Nemäin
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Cuando el piskie pateó la tapa, Oberón salió de la botella con los mismos aires orgullosos con los que me nos había hablado anteriormente. Una vez hubo salido, empezó a entrar un extraño viento en la cueva que mandó a volar la botella, y para cuando paró me encontré con un Oberón de tamaño humano frente a nosotros. No llegaba a tener nuestra altura, pero eso no le impedía mirarnos como si nos sacara una cabeza, algo que probablemente estaría haciendo si no tuviese un ala en un estado bastante deplorable.
Me inquietaba su reacción ahora que estaba libre e intentaba utilizar toda la sangre que había ido recuperando para que se me curase la herida de la pierna por si la cosa se torcía, aunque sin demasiado éxito. Afortunadamente, parecía que iba a cumplir su palabra, y simplemente empezó a respondernos. Tras escuchar lo de que podríamos descansar me relajé un poco, aunque seguía sin confiar en él. Si necesitaba tiempo para poder encontrarlos para enviarnos contra ellos, confiaba en que fuera suficiente recuperarnos y no tener que preocuparnos de que le entraran las prisas.
Lo de que tuvieran marcas feéricas y por tanto no pudieran tocarlos me inquietaba, porque sonaba a que un trato que hicieron con uno de los suyos, y no sabía si es que habían aprovechado eso para extralimitarse, o era que Oberón tramaba deshacerse de ellos porque un trato no salió como le gustaba. No esperaba que mis dudas se fueran a resolver hasta que llegáramos al fondo de todo esto, pero si que hacían que fuera a ser más cuidadoso con todo lo que tratáramos con ese ser para asegurarme de que no pudiera usarlo después contra nosotros.
- Entiendo. Si. Eso explica porque necesitarías a dos extraños para encargarse del trabajo.- Me quedé callado un momento valorando las opciones que teníamos, y tras no encontrar una forma en que el trato que estábamos haciendo pudiera explotarnos en la cara continué hablando.- Entonces descansaremos mientras localizas a esos ladrones y entonces nos pondremos a ello. Siempre que mi compañera esté de acuerdo.- No sabía porque, pero la loba había pasado de ser una molestia necesaria a caerme bien en una sola noche. Así que no tenía intención de seguir con esto sin ella, y no solamente porque un solo vampiro contra varios ladrones no parecía que fuera a tener demasiadas opciones de éxito.
Tras haber oído la pregunta de Nemäin se me escapó una sonrisa. Empezaba a ver como este hombre podía usar este favor a su favor. De momento le habíamos hecho las dos preguntas que se ofrecía a respondernos antes de empezar el trabajo por haberle liberado, y ambas habían sido solicitando datos sobre la propia misión. Confiaba en que al acabar pudiéramos sacar algo más útil para nosotros de él, aunque para eso primero debería buscarme una pregunta digna de ser la recompensa.
Me inquietaba su reacción ahora que estaba libre e intentaba utilizar toda la sangre que había ido recuperando para que se me curase la herida de la pierna por si la cosa se torcía, aunque sin demasiado éxito. Afortunadamente, parecía que iba a cumplir su palabra, y simplemente empezó a respondernos. Tras escuchar lo de que podríamos descansar me relajé un poco, aunque seguía sin confiar en él. Si necesitaba tiempo para poder encontrarlos para enviarnos contra ellos, confiaba en que fuera suficiente recuperarnos y no tener que preocuparnos de que le entraran las prisas.
Lo de que tuvieran marcas feéricas y por tanto no pudieran tocarlos me inquietaba, porque sonaba a que un trato que hicieron con uno de los suyos, y no sabía si es que habían aprovechado eso para extralimitarse, o era que Oberón tramaba deshacerse de ellos porque un trato no salió como le gustaba. No esperaba que mis dudas se fueran a resolver hasta que llegáramos al fondo de todo esto, pero si que hacían que fuera a ser más cuidadoso con todo lo que tratáramos con ese ser para asegurarme de que no pudiera usarlo después contra nosotros.
- Entiendo. Si. Eso explica porque necesitarías a dos extraños para encargarse del trabajo.- Me quedé callado un momento valorando las opciones que teníamos, y tras no encontrar una forma en que el trato que estábamos haciendo pudiera explotarnos en la cara continué hablando.- Entonces descansaremos mientras localizas a esos ladrones y entonces nos pondremos a ello. Siempre que mi compañera esté de acuerdo.- No sabía porque, pero la loba había pasado de ser una molestia necesaria a caerme bien en una sola noche. Así que no tenía intención de seguir con esto sin ella, y no solamente porque un solo vampiro contra varios ladrones no parecía que fuera a tener demasiadas opciones de éxito.
Tras haber oído la pregunta de Nemäin se me escapó una sonrisa. Empezaba a ver como este hombre podía usar este favor a su favor. De momento le habíamos hecho las dos preguntas que se ofrecía a respondernos antes de empezar el trabajo por haberle liberado, y ambas habían sido solicitando datos sobre la propia misión. Confiaba en que al acabar pudiéramos sacar algo más útil para nosotros de él, aunque para eso primero debería buscarme una pregunta digna de ser la recompensa.
Corlys Glokta
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Corlys entendía.Qué rápidos eran los mortales en sacar conclusiones. Por supuesto, eso era lo que hacía las cosas interesantes con ellos, siempre tan absortos en sus minúsculas realidades que escuchaban lo que querían oír, en lugar de lo que se les estaba diciendo.
Cierto era que este par estaba resultando excepcionalmente cauto. Esto es, para ser mortales. No era algo que le molestara. Después de todo, un pequeño desafío de vez en cuando siempre resultaba refrescante. Habría sonreído de nuevo, al ver al hombre relajarse, pero la mujer decidió lanzar su pregunta en aquel momento.
Oberón le mantuvo la mirada en silencio durante un par de respiraciones. Negar a alguien información que deseaban para obligarles a utilizar sus preguntas en la obtención de dicha información era un truco tan viejo como el mundo, pero no dejaba de resultar divertido ver cómo los mortales caían una y otra vez en el juego.
Sin embargo, que dos mortales decidieran voluntariamente utilizar sus preguntas para obtener una información que no necesitaban inmediatamente no era algo que ocurriese a menudo. Consideró por un momento la conveniencia de guardarse las espaldas con ellos antes de responder finalmente a la pregunta:
—Un libro. —Iba a dejarlo ahí, pero entonces se acordó del «exactamente»—. Un antiguo tratado encuadernado en piel de dríope, con profusa decoración de hojas y ramas y escrito en la lengua de los míos, desconocida para los vuestros.
Mientras hablaba, hizo un vago gesto con una mano y una fiel reproducción del ejemplar apareció flotando ante los ojos de los mortales, girando sobre sí misma para que pudieran apreciar todos sus ángulos.
—Bien, terminadas las formalidades —dijo finalmente, haciendo desaparecer la ilusión con otro gesto perezoso—, os dejo descansar, tal y como fue acordado. Vamos, pequeño.
Obviando el hecho de que él mismo también necesitaba recuperarse, Oberón abandonó entonces la cueva caminando con toda la dignidad que pudo reunir y el pequeño piskie revoloteando a su alrededor.
Han resultado más prudentes de lo esperado, tendré que esforzarme más en el futuro. Me gusta. Ambos obtienen:
Promesa de Oberón: Dispondrán de todo el tiempo que necesiten para descansar y reponerse de sus heridas. Cuando llegue el momento, se pondrá (me pondré) en contacto con ustedes para hacerles cumplir su parte del acuerdo. ¿Cuándo será eso? Es difícil decir con estos seres inmortales, pero tengan por seguro que no va a olvidarse.
5 puntos de experiencia que ya han sido entregados en sus perfiles.
Su tema de vuelta. No olviden solicitar sus puntos por tema privado cuando lo terminen.
Cierto era que este par estaba resultando excepcionalmente cauto. Esto es, para ser mortales. No era algo que le molestara. Después de todo, un pequeño desafío de vez en cuando siempre resultaba refrescante. Habría sonreído de nuevo, al ver al hombre relajarse, pero la mujer decidió lanzar su pregunta en aquel momento.
Oberón le mantuvo la mirada en silencio durante un par de respiraciones. Negar a alguien información que deseaban para obligarles a utilizar sus preguntas en la obtención de dicha información era un truco tan viejo como el mundo, pero no dejaba de resultar divertido ver cómo los mortales caían una y otra vez en el juego.
Sin embargo, que dos mortales decidieran voluntariamente utilizar sus preguntas para obtener una información que no necesitaban inmediatamente no era algo que ocurriese a menudo. Consideró por un momento la conveniencia de guardarse las espaldas con ellos antes de responder finalmente a la pregunta:
—Un libro. —Iba a dejarlo ahí, pero entonces se acordó del «exactamente»—. Un antiguo tratado encuadernado en piel de dríope, con profusa decoración de hojas y ramas y escrito en la lengua de los míos, desconocida para los vuestros.
Mientras hablaba, hizo un vago gesto con una mano y una fiel reproducción del ejemplar apareció flotando ante los ojos de los mortales, girando sobre sí misma para que pudieran apreciar todos sus ángulos.
—Bien, terminadas las formalidades —dijo finalmente, haciendo desaparecer la ilusión con otro gesto perezoso—, os dejo descansar, tal y como fue acordado. Vamos, pequeño.
Obviando el hecho de que él mismo también necesitaba recuperarse, Oberón abandonó entonces la cueva caminando con toda la dignidad que pudo reunir y el pequeño piskie revoloteando a su alrededor.
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Han resultado más prudentes de lo esperado, tendré que esforzarme más en el futuro. Me gusta. Ambos obtienen:
Promesa de Oberón: Dispondrán de todo el tiempo que necesiten para descansar y reponerse de sus heridas. Cuando llegue el momento, se pondrá (me pondré) en contacto con ustedes para hacerles cumplir su parte del acuerdo. ¿Cuándo será eso? Es difícil decir con estos seres inmortales, pero tengan por seguro que no va a olvidarse.
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Fehu
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Nemäin no sabía ni qué coño significaba dríope. «Pero suena sexy, sexy y peligroso…», meditó irónicamente para sus adentros, mientras daba un profundo suspiro al ser de nuevo consciente del berenjenal en el que se había metido sin comerlo ni beberlo, pero dejándolo estar y viendo en silencio cómo Oberón se marchaba. «Ya está… por ahora». Luego desvió la mirada hacia Corlys, un poco molesta de darse cuenta unos segundos más tarde de que tendría que pasar más tiempo con él. Su yo huraño seguía allí, sí. No iba a esfumarse como por arte de magia, por muy majo que fuera el colmillitos.
—Supongo que esa es la señal que significa que puedo echarme por fin —le dijo, cuando se quedaron de nuevo solos del todo. Extendió uno de los brazos, aferrándose con el otro el costado, y pasó la mano por la pared al echar a caminar, rehaciendo el camino que habían hecho minutos antes para volver a la entrada de la cueva, donde se habían aprovisionado.
Afuera seguía lloviendo y no parecía que fuera a amainar pronto. Estaba húmedo y hacía más frío que antes. Con esa sensación que hiela los huesos. Nemäin soltó un segundo suspiro y se dejó caer por fin sobre el improvisado saco de dormir, que en realidad no era más que una de las sábanas rotas tiradas por allí. Cerró los ojos, tragando saliva, preguntándose solo por unos instantes si Corlys se le tiraría al cuello cuando el sueño y el cansancio la terminaran por vencer. Abrió un solo ojo, intentando encontrarlo entre las sombras. Y se sorprendió un poco de que pudiera estar bastante tranquila a esas alturas de la noche en su única compañía. Eso sí que era cierto. Punto para Corlys.
—¿Crees que el libro ese es erótico? —Fue uno de sus particulares intentos de broma, para aligerar el ambiente. Pero seguro que no tenía ni puta gracia—. Me voy a ir por la mañana, por cierto. Si quieres podemos esperar unos días, a ver si Oberón contacta con alguno. ¿Se te ocurre algún sitio en el que volver a vernos?
Lo dijo a regañadientes, claro, pero lo dijo. El trato con el feérico obligaba a ello.
—Supongo que esa es la señal que significa que puedo echarme por fin —le dijo, cuando se quedaron de nuevo solos del todo. Extendió uno de los brazos, aferrándose con el otro el costado, y pasó la mano por la pared al echar a caminar, rehaciendo el camino que habían hecho minutos antes para volver a la entrada de la cueva, donde se habían aprovisionado.
Afuera seguía lloviendo y no parecía que fuera a amainar pronto. Estaba húmedo y hacía más frío que antes. Con esa sensación que hiela los huesos. Nemäin soltó un segundo suspiro y se dejó caer por fin sobre el improvisado saco de dormir, que en realidad no era más que una de las sábanas rotas tiradas por allí. Cerró los ojos, tragando saliva, preguntándose solo por unos instantes si Corlys se le tiraría al cuello cuando el sueño y el cansancio la terminaran por vencer. Abrió un solo ojo, intentando encontrarlo entre las sombras. Y se sorprendió un poco de que pudiera estar bastante tranquila a esas alturas de la noche en su única compañía. Eso sí que era cierto. Punto para Corlys.
—¿Crees que el libro ese es erótico? —Fue uno de sus particulares intentos de broma, para aligerar el ambiente. Pero seguro que no tenía ni puta gracia—. Me voy a ir por la mañana, por cierto. Si quieres podemos esperar unos días, a ver si Oberón contacta con alguno. ¿Se te ocurre algún sitio en el que volver a vernos?
Lo dijo a regañadientes, claro, pero lo dijo. El trato con el feérico obligaba a ello.
- Off:
- Gracias por el curro, Fehu ^^
Nemäin
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Re: Sal en las heridas, ¿o no? | Corlys Glokta [Privado]
Parecía ser que el objeto que el feérico quería que recuperáramos se trataba de un libro, uno muy característico por lo que nos describió y mostró. No sabía si podía ser valioso por su contenido, pero solamente por su forma debía ser algo muy raro.
Después de responder a la loba sobre su libro, nos dijo que ya nos contactaría y que podíamos descansar, para proceder a marcharse con su pequeño y molesto acompañante. Una vez que abandonó la sala me permití respirar tranquilo, porque de Nemäin esperaba que continuasen los comentarios afilados, pero de Oberón me sorprendía que hubiésemos acabado la reunión sin algo clavado en el cuerpo. Asentí cuando ella dijo que ya podrían descansar y la seguí por el túnel, aunque dejándola espacio no fuéramos a acabar en alguna situación incómoda como la de la llegada a esta sala.
Mientras ella se echaba en unas mantas, yo cogí otra de las mantas, la coloqué para al menos sentarme sobre algo que no fuera el suelo y me dejé caer en la pared de en frente. Sonreí ante su broma sobre el contenido del libro, porque viendo el berenjenal donde nos habíamos metido iba a ser mejor tomárselo con un poco de humor.
- Seguro que si. Eso explicaría porque tiene tantas ganas de recuperarlo. El Oberón este tiene pinta de tener vicios raros.
Aunque casi me hizo más gracia su aparente reticencia a preguntarme donde podríamos encontrarnos de nuevo para encargarnos del encargo del feérico. Igual hasta había conseguido que la molestara mi presencia, pero no más que la de cualquier otra persona, que viendo como estábamos unas horas antes estaba bastante bien.
- Yo esperaré hasta que vuelva a anochecer, ya sabes, por eso de no convertirme en una pila de cenizas. Y bueno, si vas a seguir en esta zona podemos volver a quedar en esta cueva en un tiempo, preferiría evitar zonas abiertas no me vayan a volver a encontrar los licántropos de antes. Si no, donde tu prefieras.- Tampoco sabía cuando podíamos volver a encontrarnos, porque a saber cuando decidía informarnos Oberón, seguro que esperaba a que dejásemos de estar pendientes de él y tuviésemos que encargarnos de otro asunto para decirnos.
Después de responder a la loba sobre su libro, nos dijo que ya nos contactaría y que podíamos descansar, para proceder a marcharse con su pequeño y molesto acompañante. Una vez que abandonó la sala me permití respirar tranquilo, porque de Nemäin esperaba que continuasen los comentarios afilados, pero de Oberón me sorprendía que hubiésemos acabado la reunión sin algo clavado en el cuerpo. Asentí cuando ella dijo que ya podrían descansar y la seguí por el túnel, aunque dejándola espacio no fuéramos a acabar en alguna situación incómoda como la de la llegada a esta sala.
Mientras ella se echaba en unas mantas, yo cogí otra de las mantas, la coloqué para al menos sentarme sobre algo que no fuera el suelo y me dejé caer en la pared de en frente. Sonreí ante su broma sobre el contenido del libro, porque viendo el berenjenal donde nos habíamos metido iba a ser mejor tomárselo con un poco de humor.
- Seguro que si. Eso explicaría porque tiene tantas ganas de recuperarlo. El Oberón este tiene pinta de tener vicios raros.
Aunque casi me hizo más gracia su aparente reticencia a preguntarme donde podríamos encontrarnos de nuevo para encargarnos del encargo del feérico. Igual hasta había conseguido que la molestara mi presencia, pero no más que la de cualquier otra persona, que viendo como estábamos unas horas antes estaba bastante bien.
- Yo esperaré hasta que vuelva a anochecer, ya sabes, por eso de no convertirme en una pila de cenizas. Y bueno, si vas a seguir en esta zona podemos volver a quedar en esta cueva en un tiempo, preferiría evitar zonas abiertas no me vayan a volver a encontrar los licántropos de antes. Si no, donde tu prefieras.- Tampoco sabía cuando podíamos volver a encontrarnos, porque a saber cuando decidía informarnos Oberón, seguro que esperaba a que dejásemos de estar pendientes de él y tuviésemos que encargarnos de otro asunto para decirnos.
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