Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
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Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Desde la última vez que había visto a su primo, se encontraba a sí misma evitando decir las cosas que hacía mientras se encontraba lejos. Si volvía a la ciudad, no era más que por él y Sena. Nada la ataba a la ciudad, ni siquiera ese estúpido puesto de trabajo, con el cual no hacía más que aprovecharse para que nadie la molestara. Si eso no bastaba, sus dientes y garras hacían el trabajo perfectamente.
De más estaba decir lo cansada que estaba, de huir, de correr, de tener que alejarse de las miradas inquisitivas y deseosas por obtener aquello que poseía en lo más profundo de su ser. Sus recuerdos de aquel momento eran confusos; como si mirara a través de un espejo empañado, sus memorias desperdigadas e incapaz de saber lo que sucedió antes o después.
Podía sentirlo en ella, ardiendo su camino por sus entrañas, cosquilleando en la punta de sus dedos, agitando su garganta y pidiéndole que calmara una sed que era insaciable.
Suspiró y se recostó aún más en las aguas termales de su primo. Al principio no veía la diferencia entre ellas y un baño normal, no hasta que estuvo dentro. El azufre impregnaba su piel y relajaba sus músculos, más no su mente atribulada.
El clima era una preciosidad y Oromë hubiera deseado poder apreciarla mejor, de no ser por lo que sus ojos veían en el agua. Ahogó un grito y sintió un frío penetrante que ni la calidez del baño era capaz de menguar. “No quiero ver, no quiero ver”. Se dijo, pero era imposible no mirar; al comienzo no era más que un tono rosado que fue creciendo más y más hasta espesar y cubrir sus manos, su cuerpo y la punta de sus cabellos. El aroma del azufre se difuminaba y el hedor férreo de la sangre le ahogaba todos sus sentidos. “No es real”, lo sabía muy bien y ciertamente no era la sangre lo que la alteraba, sino el cuerpo roto que veía flotando a pocos metros de ella, deslizándose lentamente hasta alcanzarla.
Las manos arrugadas le rozaron el cuerpo y la dragona tembló. Su instinto le decía que debería salir de allí, alejarse antes de que alucinación la tragara por completo y fuera incapaz de alejarse de ella. Pero no logró ponerse de pie, completamente anclada y de frente a aquella figura boca abajo.
“No quiero ver esto, basta...Detente", sus labios temblaron al igual que su mano mientras alcanzaba la espalda deshecha con enormes cortes a lo largo y jalaba para darle vuelta. Sabía muy bien quién estaba allí, quién era, mucho antes de alcanzar a ver aquellos ojos que alguna vez fueron del color de las avellanas y ahora no eran más que cristal blanco y vacío. -Gav…- Se atragantó con sus propias palabras, incapaz de pronunciar su nombre completo, sus ojos viajando por el resto de su cuerpo. Dedos rotos y manos quemadas hasta que la piel no era más que un recuerdo de que alguna vez la tuvo en ellas, los huesos de sus brazos en pedazos. La heridas supuraban una viscosidad negra y podía ver exactamente lo que le habían hecho: un tajo a lo largo de estos, sin anestesiar, luego martillaron el mismo y se los arrancaron por partes. Todo su cuerpo estaba en la misma situación, tal cual lo recordaba exceptuando la putrefacción. Desearía no hacerlo, soñaba con olvidar. Oraba a los Dioses por un final si es que no eran capaces de quitarle la maldición. Daría lo que fuera con tal de acabar con todo de una vez, de no tener que ver la esperanza de la gente necesitada, la felicidad que venía después entremezclada con la desolación; la de su propia pena y amargura por no tener siquiera una mínima oportunidad de ser, aunque fuera, un poquito feliz como ellos.
Suspiró con fuerza, cerró los ojos y se irguió por sobre la sangre para salir de la tina de piedra, envolviendo su cuerpo desnudo en una toalla. Aquellos ojos cristalinos la seguían a cada paso que daba fuera, la lengua mutilada bajo una mandíbula tensa susurraba una y otra vez en una voz que juraba no recordar: “Ayudame, tienes que salvarme...”. Su boca no paraba de temblar y se abrazó a sí misma. - Lo intenté…- Le constestó de regreso y cuando se giró de nuevo para verlo una ultima vez, solo vio agua clara.
De más estaba decir lo cansada que estaba, de huir, de correr, de tener que alejarse de las miradas inquisitivas y deseosas por obtener aquello que poseía en lo más profundo de su ser. Sus recuerdos de aquel momento eran confusos; como si mirara a través de un espejo empañado, sus memorias desperdigadas e incapaz de saber lo que sucedió antes o después.
Podía sentirlo en ella, ardiendo su camino por sus entrañas, cosquilleando en la punta de sus dedos, agitando su garganta y pidiéndole que calmara una sed que era insaciable.
Suspiró y se recostó aún más en las aguas termales de su primo. Al principio no veía la diferencia entre ellas y un baño normal, no hasta que estuvo dentro. El azufre impregnaba su piel y relajaba sus músculos, más no su mente atribulada.
El clima era una preciosidad y Oromë hubiera deseado poder apreciarla mejor, de no ser por lo que sus ojos veían en el agua. Ahogó un grito y sintió un frío penetrante que ni la calidez del baño era capaz de menguar. “No quiero ver, no quiero ver”. Se dijo, pero era imposible no mirar; al comienzo no era más que un tono rosado que fue creciendo más y más hasta espesar y cubrir sus manos, su cuerpo y la punta de sus cabellos. El aroma del azufre se difuminaba y el hedor férreo de la sangre le ahogaba todos sus sentidos. “No es real”, lo sabía muy bien y ciertamente no era la sangre lo que la alteraba, sino el cuerpo roto que veía flotando a pocos metros de ella, deslizándose lentamente hasta alcanzarla.
Las manos arrugadas le rozaron el cuerpo y la dragona tembló. Su instinto le decía que debería salir de allí, alejarse antes de que alucinación la tragara por completo y fuera incapaz de alejarse de ella. Pero no logró ponerse de pie, completamente anclada y de frente a aquella figura boca abajo.
“No quiero ver esto, basta...Detente", sus labios temblaron al igual que su mano mientras alcanzaba la espalda deshecha con enormes cortes a lo largo y jalaba para darle vuelta. Sabía muy bien quién estaba allí, quién era, mucho antes de alcanzar a ver aquellos ojos que alguna vez fueron del color de las avellanas y ahora no eran más que cristal blanco y vacío. -Gav…- Se atragantó con sus propias palabras, incapaz de pronunciar su nombre completo, sus ojos viajando por el resto de su cuerpo. Dedos rotos y manos quemadas hasta que la piel no era más que un recuerdo de que alguna vez la tuvo en ellas, los huesos de sus brazos en pedazos. La heridas supuraban una viscosidad negra y podía ver exactamente lo que le habían hecho: un tajo a lo largo de estos, sin anestesiar, luego martillaron el mismo y se los arrancaron por partes. Todo su cuerpo estaba en la misma situación, tal cual lo recordaba exceptuando la putrefacción. Desearía no hacerlo, soñaba con olvidar. Oraba a los Dioses por un final si es que no eran capaces de quitarle la maldición. Daría lo que fuera con tal de acabar con todo de una vez, de no tener que ver la esperanza de la gente necesitada, la felicidad que venía después entremezclada con la desolación; la de su propia pena y amargura por no tener siquiera una mínima oportunidad de ser, aunque fuera, un poquito feliz como ellos.
Suspiró con fuerza, cerró los ojos y se irguió por sobre la sangre para salir de la tina de piedra, envolviendo su cuerpo desnudo en una toalla. Aquellos ojos cristalinos la seguían a cada paso que daba fuera, la lengua mutilada bajo una mandíbula tensa susurraba una y otra vez en una voz que juraba no recordar: “Ayudame, tienes que salvarme...”. Su boca no paraba de temblar y se abrazó a sí misma. - Lo intenté…- Le constestó de regreso y cuando se giró de nuevo para verlo una ultima vez, solo vio agua clara.
Última edición por Oromë Vánadóttir el Sáb 01 Ago 2020, 05:15, editado 1 vez
Oromë Vánadóttir
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Los intentos por encontrarla habían sido fútiles, sin importar cuanto la hubiera buscado, Go'el nunca encontró a su prima.
No era la primera vez que ocurría, cuando Oromë desertó del ejercito sucedió los mismo. Si la dragona no quiere ser encontrada, no la encontraras.
Un día como otro cualquiera la mujer decidió volver a su nuevo seno de la familia, ciudad Lagarto, entró con mala cara, con Sena pasando su bracito por la cintura de su madre. "He vuelto" había dicho en ese momento, con una media sonrisa de culpa y añoranza.
A la prima del galeno nunca se la habían dado bien las disculpas o las despedidas... ni los reencuentros (cuando estos eran agridulces).
Oromë evitaba hablar con su primo sobre "La llama amante", el objeto maldito que se tragó hace ya un lejano año, Go'el por su parte no insistía en ello.
Si la dragona fuera cualquier otro ser humano ahora estaría atada a una camilla, llena de alfileres y vías que la mantenían viva y torturaban a partes iguales. Por suerte Oromë era el ser vivo más importante del doctor.
Que hermosa lista la del galeno, ¿verdad? una nota mental de seres queridos que apenas abarcaba cuatro líneas, una de esas líneas era Sena, su sobrina adoptiva.
El tratamiento había funcionado para la joven vampiresa, en su pálida piel ya no se detectaban las venas envenenadas por la sangre maldita de su madre, su sonrisa lozana volvía a su rostro cuando jugaba con Gali y sus ojos brillaban con la curiosidad infantil, de una niña con anisas por aprender sobre el trabajo de sus seres queridos.
-Entonces... -Decía la niña, acercando un matraz a las manos de su tío. -si mezclo estas dos cosas el líquido se vuelve azul y gelatinoso.
-Así es Sena. -Confirmó Go'el.- Si el color es azul la mezcla salió bien, si sale cualquier otro es que algo hiciste mal y no se la puedes dar a nadie... a menos que quieras matarlo. -El rubio dejó un vial sobre la mesa. -Voy a ir a ver a tu madre, le diré a Gali que se quede contigo. Y recuerda...
-Cuando alguien se acerca a la puerta tengo que irme a donde no da la luz. -La jovencita de pelo blanco y rojizo dejó todo sobre la mesa y caminó hacia un rincón oscuro. -Ya lo sé tío Go'el. Además, -añadió encogiéndose en la esquina más alejada de la puerta.- las quemaduras cuestan de curar y duelen mucho.
El científico sonrió con cariño al abrir la puerta y, tras despedirse de la niña, llamó a Gali para que este la cuidara.
-Arreba. -Saludó un sorprendido Go'el entrando en las aguas termales. -Pensaba que aun estarías en el agua. ¿No quieres nadar un rato conmigo? -Cuando el rubio se acercó a su prima pudo ver, con pesar, como el cuerpo de Oromë mostraba signos de desorientación. -¿Que te ha pasado?
Preguntaba mientras le hacía un examen visual. Pupilas dilatadas, leve temblor en los labios, se estaba abrazando así misma...
-Oromin, ¿te sientes mareada?
Quizás... solo tal vez, pudiera ser que la dragona se hubiera mareado por estar demasiado tiempo en el agua caliente.
El galeno sabia de sobra que eso no era cierto, nada escapaba a su control dentro de sus dominios, sabía perfectamente en que momento había entrado Oromë al agua, pero... aquella opción era mejor que la realidad.
-Te habrá dado un ataque de calor, ven. Vamos a la bañera de agua fría.
No era la primera vez que ocurría, cuando Oromë desertó del ejercito sucedió los mismo. Si la dragona no quiere ser encontrada, no la encontraras.
Un día como otro cualquiera la mujer decidió volver a su nuevo seno de la familia, ciudad Lagarto, entró con mala cara, con Sena pasando su bracito por la cintura de su madre. "He vuelto" había dicho en ese momento, con una media sonrisa de culpa y añoranza.
A la prima del galeno nunca se la habían dado bien las disculpas o las despedidas... ni los reencuentros (cuando estos eran agridulces).
Oromë evitaba hablar con su primo sobre "La llama amante", el objeto maldito que se tragó hace ya un lejano año, Go'el por su parte no insistía en ello.
Si la dragona fuera cualquier otro ser humano ahora estaría atada a una camilla, llena de alfileres y vías que la mantenían viva y torturaban a partes iguales. Por suerte Oromë era el ser vivo más importante del doctor.
Que hermosa lista la del galeno, ¿verdad? una nota mental de seres queridos que apenas abarcaba cuatro líneas, una de esas líneas era Sena, su sobrina adoptiva.
El tratamiento había funcionado para la joven vampiresa, en su pálida piel ya no se detectaban las venas envenenadas por la sangre maldita de su madre, su sonrisa lozana volvía a su rostro cuando jugaba con Gali y sus ojos brillaban con la curiosidad infantil, de una niña con anisas por aprender sobre el trabajo de sus seres queridos.
-Entonces... -Decía la niña, acercando un matraz a las manos de su tío. -si mezclo estas dos cosas el líquido se vuelve azul y gelatinoso.
-Así es Sena. -Confirmó Go'el.- Si el color es azul la mezcla salió bien, si sale cualquier otro es que algo hiciste mal y no se la puedes dar a nadie... a menos que quieras matarlo. -El rubio dejó un vial sobre la mesa. -Voy a ir a ver a tu madre, le diré a Gali que se quede contigo. Y recuerda...
-Cuando alguien se acerca a la puerta tengo que irme a donde no da la luz. -La jovencita de pelo blanco y rojizo dejó todo sobre la mesa y caminó hacia un rincón oscuro. -Ya lo sé tío Go'el. Además, -añadió encogiéndose en la esquina más alejada de la puerta.- las quemaduras cuestan de curar y duelen mucho.
El científico sonrió con cariño al abrir la puerta y, tras despedirse de la niña, llamó a Gali para que este la cuidara.
-Arreba. -Saludó un sorprendido Go'el entrando en las aguas termales. -Pensaba que aun estarías en el agua. ¿No quieres nadar un rato conmigo? -Cuando el rubio se acercó a su prima pudo ver, con pesar, como el cuerpo de Oromë mostraba signos de desorientación. -¿Que te ha pasado?
Preguntaba mientras le hacía un examen visual. Pupilas dilatadas, leve temblor en los labios, se estaba abrazando así misma...
-Oromin, ¿te sientes mareada?
Quizás... solo tal vez, pudiera ser que la dragona se hubiera mareado por estar demasiado tiempo en el agua caliente.
El galeno sabia de sobra que eso no era cierto, nada escapaba a su control dentro de sus dominios, sabía perfectamente en que momento había entrado Oromë al agua, pero... aquella opción era mejor que la realidad.
-Te habrá dado un ataque de calor, ven. Vamos a la bañera de agua fría.
Última edición por Go'el el Vie 12 Jun 2020, 11:28, editado 1 vez
Go'el
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Sus ojos lo seguían buscando en el agua, pero sin suerte. Ya no estaba allí, no lo encontraría en ninguna parte del mundo.
La llegada de su primo la alejo de su ensoñación, pero nunca la sacaría completamente de allí. -Estoy bien- Dijo mientras inspiraba con fuerza por la nariz, tratando de erguir su postura y sacar fuerza de ello. Primer paso, decir que todo era normal, el segundo, demostrarlo. El tercer paso era que se lo creyera, el más difícil de todos.
Se dejó guiar hasta la bañera y la observó con recelo pero se metió igual, dejando la toalla en el suelo. La desnudez no era algo que le preocupara o molestara, menos aún en la presencia de su primo. No había nada que no hubieran visto del otro desde que eran apenas unos bebes berreantes, y si eso no era suficiente razón, el hecho de que su anaia fuera doctor era más que suficiente explicación. El no veía más que sujetos de prueba, analizaba todo lo que veía y por la mirada que llevaba pegada ahora mismo, Oromë estaba casi segura de que había preocupación y una larga lista de preguntas para ella, las cuales no se animaba a decirle a pesar de ser algo más que natural en él.
Vio su reflejo en el agua, alterado por los movimientos de su figura en ella y desvió la vista rápidamente de regreso a su primo. No quería averiguar que más podría ver allí. -No finjamos Go'el, te conozco y tu a mi.- No había ninguna señal de sentimientos en el rostro de la albina. Nada salvo dureza y la pura realidad de las cosas. -¿Que es lo que ves cuando me ves?¿Te preguntas si aún soy tu prima y si mi conciencia se perderá en la nada?- Acerco sus piernas a su pecho y recostó su cabeza en ellas, sus brazos envolviéndola. -Me pregunto si dejaré de reconocer la diferencia entre lo que es real y lo que no-
Sus pensamientos estaban algo mezclados, pero poco a poco se sentía más despierta, alejada de aquella bruma mental y sintiéndose cada vez más como ella y menos como alguien cruzando el umbral hacia la locura. -Sabes, el clan Sondve me dijo que Imbar podría ayudarme, pero para eso debía reunir el resto de los objetos- Se rió bajo y sin entusiasmo. -¿Acaso esperaban que me tragara los dieciocho restantes no sin antes abrirme paso mutilando a quien sea que los tenga? - Sacudió su cabeza en negación, la sonrisa aún marcada en sus labios. -Honestamente, los Dioses no han hecho nada por mi antes, dudo que lo hagan ahora. Deben estar más locos que yo si esperan que les crea-
Comenzaba a sentir frío y consideró sabio el salirse de una vez antes de que el cambio de temperatura la enfermara. Lo que menos deseaba era que algo como un resfriado activara de nuevo esa necesidad de sanar.
Tomo una bata y se cubrió con ella, los brazos cruzados bajo su pecho y visualizó a su primo. -No confío en nadie más para preguntar si hay otra opción o si sucumbiré al objeto, excepto tu anaia.-
La llegada de su primo la alejo de su ensoñación, pero nunca la sacaría completamente de allí. -Estoy bien- Dijo mientras inspiraba con fuerza por la nariz, tratando de erguir su postura y sacar fuerza de ello. Primer paso, decir que todo era normal, el segundo, demostrarlo. El tercer paso era que se lo creyera, el más difícil de todos.
Se dejó guiar hasta la bañera y la observó con recelo pero se metió igual, dejando la toalla en el suelo. La desnudez no era algo que le preocupara o molestara, menos aún en la presencia de su primo. No había nada que no hubieran visto del otro desde que eran apenas unos bebes berreantes, y si eso no era suficiente razón, el hecho de que su anaia fuera doctor era más que suficiente explicación. El no veía más que sujetos de prueba, analizaba todo lo que veía y por la mirada que llevaba pegada ahora mismo, Oromë estaba casi segura de que había preocupación y una larga lista de preguntas para ella, las cuales no se animaba a decirle a pesar de ser algo más que natural en él.
Vio su reflejo en el agua, alterado por los movimientos de su figura en ella y desvió la vista rápidamente de regreso a su primo. No quería averiguar que más podría ver allí. -No finjamos Go'el, te conozco y tu a mi.- No había ninguna señal de sentimientos en el rostro de la albina. Nada salvo dureza y la pura realidad de las cosas. -¿Que es lo que ves cuando me ves?¿Te preguntas si aún soy tu prima y si mi conciencia se perderá en la nada?- Acerco sus piernas a su pecho y recostó su cabeza en ellas, sus brazos envolviéndola. -Me pregunto si dejaré de reconocer la diferencia entre lo que es real y lo que no-
Sus pensamientos estaban algo mezclados, pero poco a poco se sentía más despierta, alejada de aquella bruma mental y sintiéndose cada vez más como ella y menos como alguien cruzando el umbral hacia la locura. -Sabes, el clan Sondve me dijo que Imbar podría ayudarme, pero para eso debía reunir el resto de los objetos- Se rió bajo y sin entusiasmo. -¿Acaso esperaban que me tragara los dieciocho restantes no sin antes abrirme paso mutilando a quien sea que los tenga? - Sacudió su cabeza en negación, la sonrisa aún marcada en sus labios. -Honestamente, los Dioses no han hecho nada por mi antes, dudo que lo hagan ahora. Deben estar más locos que yo si esperan que les crea-
Comenzaba a sentir frío y consideró sabio el salirse de una vez antes de que el cambio de temperatura la enfermara. Lo que menos deseaba era que algo como un resfriado activara de nuevo esa necesidad de sanar.
Tomo una bata y se cubrió con ella, los brazos cruzados bajo su pecho y visualizó a su primo. -No confío en nadie más para preguntar si hay otra opción o si sucumbiré al objeto, excepto tu anaia.-
Oromë Vánadóttir
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Go'el se puso de rodillas sobre el borde de la bañera, mojó una esponja en el agua fría y comenzó a frotarle la espalda.
-Veo una dragona fuerte, capaz de conseguir todo lo que se propone y de superar todas las dificultades que se le plantean. -El rubio remojó la esponja y la estrujó por encima de prima, mojando y refrescando su cabello. -Siempre serás mi prima, no importa lo que pase. Yo siempre seré tu anaia. -El galeno se entretuvo en los brazos de la albina. -Estamos aquí para curarte, arreba. Ya verás como muy pronto esto será solo una anécdota que contar. -Apartó la esponja, dejándola a un lado de la bañera. -Aléjate de esa gente. Mira lo que te está haciendo un solo objeto, imagina tener dos... o todos, no. Es una locura. Esos trastos no traen nada bueno. -El doctor asintió satisfecho y ayudó a Oromë a salir del agua. -Los dioses son solo una invención de los seres vivos. No esperes nada de la nada.
El rubio guio a la mujer al interior de la botica, no era sensato quedarse desnuda a la intemperie cuando no ibas a volver al agua.
La tienda permanecía cerrada mientras Oromë estaba dentro, por lo que no era necesario hablar a escondidas... o con ropa. Aunque por razones médicas Go'el llevó a su prima hacia una habitación donde Gali había guardado su ropa.
-¿Qué es lo que ves? ¿Que alucinaciones te provoca el objeto?
El dragón era consciente de los brotes psicóticos que la Llama amante producía en su prima, pero hasta ahora no había preguntado por ellos, tan solo la medicaba para paliar el mal y hacer su día a día más llevadero.
-Se supone que te tragaste un objeto sanador... igual lo que te enseña es su forma de que afrontes tus miedos, de que los venzas.
-Veo una dragona fuerte, capaz de conseguir todo lo que se propone y de superar todas las dificultades que se le plantean. -El rubio remojó la esponja y la estrujó por encima de prima, mojando y refrescando su cabello. -Siempre serás mi prima, no importa lo que pase. Yo siempre seré tu anaia. -El galeno se entretuvo en los brazos de la albina. -Estamos aquí para curarte, arreba. Ya verás como muy pronto esto será solo una anécdota que contar. -Apartó la esponja, dejándola a un lado de la bañera. -Aléjate de esa gente. Mira lo que te está haciendo un solo objeto, imagina tener dos... o todos, no. Es una locura. Esos trastos no traen nada bueno. -El doctor asintió satisfecho y ayudó a Oromë a salir del agua. -Los dioses son solo una invención de los seres vivos. No esperes nada de la nada.
El rubio guio a la mujer al interior de la botica, no era sensato quedarse desnuda a la intemperie cuando no ibas a volver al agua.
La tienda permanecía cerrada mientras Oromë estaba dentro, por lo que no era necesario hablar a escondidas... o con ropa. Aunque por razones médicas Go'el llevó a su prima hacia una habitación donde Gali había guardado su ropa.
-¿Qué es lo que ves? ¿Que alucinaciones te provoca el objeto?
El dragón era consciente de los brotes psicóticos que la Llama amante producía en su prima, pero hasta ahora no había preguntado por ellos, tan solo la medicaba para paliar el mal y hacer su día a día más llevadero.
-Se supone que te tragaste un objeto sanador... igual lo que te enseña es su forma de que afrontes tus miedos, de que los venzas.
Go'el
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
La dragona observaba el reflejo de su primo en el agua mientras este fregaba su espalda, y esperaba que él notara su ceño fruncido. -Yo no llamaría a esto superar dificultades- Murmuró en lo bajo, carente de cualquier cosa que no fuera parecido a la pena.
-No está en mis planes acercarme a otra de estas cosas... De hecho no tengo ningún plan en mente, carezco de opciones de todas formas- Sabía perfectamente que en algún momento tendría que dejar de resignarse y buscar alguna opción alternativa que no fuera abrirse en canal para quitarse el objeto. No quería morir, pero una parte de ella comenzaba a aceptar que esa podría ser la única salida, y de alguna manera se encontró a si misma anhelando tal final...
-No puedo contar con los Dioses, pero tampoco puedo fiarme de los seres vivos. Realmente no me estas ayudando demasiado anaia, pero prefiero la cruda realidad a que me mientas con falsas esperanzas- Se le habían agotado los favores por reclamar, las promesas por cumplir, no poseía nada de valor con lo cual hacer hacer un trato, no había nada.
Se dejó guiar una vez más al interior de la botica, se puso algo más abrigador y comenzó a trenzar su cabello el cual aún goteaba.
La pregunta de su primo activó las alarmas dentro de ella y sintió como su mente levantaba enormes murallas entre su ser analítico y sus sentimientos. No quería que sus emociones se filtraran fuera y se mostraran en su mirada.
Suspiró, trémula, la única cosa que no podía luchar por esconder. -Mi vida en Dundarak, lo que fue y lo que pudo ser. No es tan malo como crees, al pasar los año uno olvida cosas y a las personas; el sonido de las voces, sus rostros inclusive.- Jugueteó con la punta de su trenza, sin levantar la vista de ella, sabiendo que los ojos claros de su anaia estaban demasiado fijos, cuestionanbles, deseosos de saber. Oromë no estaba tan segura de si debía contarle con exactitud, más por miedo a como reaccionaria al saberlo todo que el hecho de exponer su secreto mejor guardado. -La Llama al menos me asegura de no perder estos recuerdos que no quiero olvidar... Quiero decir, el pasado nos forja, nos hace quienes somos y no puedo echarle la culpa al objeto por lo que ya estaba deseando ver mucho antes de tragarlo.-
-Ahora mismo no son mis miedos lo que veo, son mis anhelos. No negare de todos modos que he visto antes cosas que me aterran. Principalmente son Sena y tu quienes los llenan; siempre en peligro y yo incapaz de alcanzarlos- Su voz era plana, como si filtrara de alguna forma la pesadez de tales revelaciones y buscara aplacar cualquier posible pena en Go'el. -De todas formas ya no importa lo que me muestre. Reaviva mis recuerdos, sí, pero principalmente me recuerda lo estúpida que fui al comérmelo. Lo quiero fuera de mi.- Su intensidad se veía renovada ante la furia y desesperación que sintió en el momento que había apostado todo a deseos desesperados, y que ahora no eran más que polvo y cenizas. Y así se quedarían.
-Quiero que experimentes en mi.- No lo preguntó, ni siquiera lo dijo en tono amable o de pregunta. Se lo estaba ordenando, no quería dejarle opciones para que se rehúse. -No creo que haya alguna magia mística y todavía sin descubrir que deshaga mi maldición, o al menos no tengo el tiempo para salir a buscarlo, pero tu anaia puedes buscar una forma de quitármelo sin tener que matarme. No me importa si tienes que rebuscar con tus manos en mis entrañas, quiero que lo hagas- Sabía de primera mano que las formas de su primo no serían tan agradables pero lo soportaría. No había más que esto.
-No está en mis planes acercarme a otra de estas cosas... De hecho no tengo ningún plan en mente, carezco de opciones de todas formas- Sabía perfectamente que en algún momento tendría que dejar de resignarse y buscar alguna opción alternativa que no fuera abrirse en canal para quitarse el objeto. No quería morir, pero una parte de ella comenzaba a aceptar que esa podría ser la única salida, y de alguna manera se encontró a si misma anhelando tal final...
-No puedo contar con los Dioses, pero tampoco puedo fiarme de los seres vivos. Realmente no me estas ayudando demasiado anaia, pero prefiero la cruda realidad a que me mientas con falsas esperanzas- Se le habían agotado los favores por reclamar, las promesas por cumplir, no poseía nada de valor con lo cual hacer hacer un trato, no había nada.
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Se dejó guiar una vez más al interior de la botica, se puso algo más abrigador y comenzó a trenzar su cabello el cual aún goteaba.
La pregunta de su primo activó las alarmas dentro de ella y sintió como su mente levantaba enormes murallas entre su ser analítico y sus sentimientos. No quería que sus emociones se filtraran fuera y se mostraran en su mirada.
Suspiró, trémula, la única cosa que no podía luchar por esconder. -Mi vida en Dundarak, lo que fue y lo que pudo ser. No es tan malo como crees, al pasar los año uno olvida cosas y a las personas; el sonido de las voces, sus rostros inclusive.- Jugueteó con la punta de su trenza, sin levantar la vista de ella, sabiendo que los ojos claros de su anaia estaban demasiado fijos, cuestionanbles, deseosos de saber. Oromë no estaba tan segura de si debía contarle con exactitud, más por miedo a como reaccionaria al saberlo todo que el hecho de exponer su secreto mejor guardado. -La Llama al menos me asegura de no perder estos recuerdos que no quiero olvidar... Quiero decir, el pasado nos forja, nos hace quienes somos y no puedo echarle la culpa al objeto por lo que ya estaba deseando ver mucho antes de tragarlo.-
-Ahora mismo no son mis miedos lo que veo, son mis anhelos. No negare de todos modos que he visto antes cosas que me aterran. Principalmente son Sena y tu quienes los llenan; siempre en peligro y yo incapaz de alcanzarlos- Su voz era plana, como si filtrara de alguna forma la pesadez de tales revelaciones y buscara aplacar cualquier posible pena en Go'el. -De todas formas ya no importa lo que me muestre. Reaviva mis recuerdos, sí, pero principalmente me recuerda lo estúpida que fui al comérmelo. Lo quiero fuera de mi.- Su intensidad se veía renovada ante la furia y desesperación que sintió en el momento que había apostado todo a deseos desesperados, y que ahora no eran más que polvo y cenizas. Y así se quedarían.
-Quiero que experimentes en mi.- No lo preguntó, ni siquiera lo dijo en tono amable o de pregunta. Se lo estaba ordenando, no quería dejarle opciones para que se rehúse. -No creo que haya alguna magia mística y todavía sin descubrir que deshaga mi maldición, o al menos no tengo el tiempo para salir a buscarlo, pero tu anaia puedes buscar una forma de quitármelo sin tener que matarme. No me importa si tienes que rebuscar con tus manos en mis entrañas, quiero que lo hagas- Sabía de primera mano que las formas de su primo no serían tan agradables pero lo soportaría. No había más que esto.
Oromë Vánadóttir
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
-No tendrías que atarte el pelo mientras lo tienes húmedo. -Se limitó a comentar el dragón.
Go'el se sentó en un taburete y dejó hablar a su prima. Conocía aquella vida de la que hablaba, había estado presente durante su paso por el ejército, oía como sus superiores hablaba del futuro de la albina, de lo lejos que podría llegar... también recordaba las charlas con sus hermanas sobre los pretendientes que tenía.
Claro que él no estaba incluido en esas charlas, tan solo era el primo de pelo largo que se dejaba hacer trenzas.
-¿Que estabas deseando ver? -El rubio no comprendía porque su prima se martirizaba con el pasado, y no tardó en hacerlo ver. -No podemos cambiar lo que hicimos o dejamos de hacer. Tienes que dejar ir el pasado arreba, no te puedes quedar anclada en él. Si no lo dejas ir jamás podrás avanzar. ¿Cuantas oportunidades te has perdido ya por mirar tus pisadas? -Go'el abrazó a Oromë y permaneció un rato callado. -¿Qué anhelas? -El galeno suspiró y besó la coronilla albina antes de separarse. -Está bien arreba, pero tendrás que contarme más cosas. No pienso abrirte como si fueras un pollo para ir sacándote tripas sin ton ni son.
El rubio salió de la habitación, esperando que su prima lo siguiera, cruzó la tienda y llamó a la puerta de su laboratorio privado. Segundos después Gali abrió la puerta.
-Tito Go'el. -Sena salió corriendo de su rincón en cuanto se cerró la puerta. -Mami. -La niña se desvió un par de pasos y colisiono con ambos dragones para abrazarlos al mismo tiempo. -No os lo vais a creer, Gali me ha enseñado a hacer algo espectacular. Venid, mirad.
El galeno ya sabía lo que su sobrina había hecho antes de verlo, su nariz de alquimista conocía la respuesta, y, aun así, sonrió y se dejó llevar por la menuda mano que lo conducía hasta la mesa del laboratorio.
-¡Hice jabón! -La vampiresa cogió la pastilla y la enseñó con orgullo.- Pero no es cualquier jabón, es un jabón especial para mama porque huele a jazmín. Y es mágico, porque cuando lo mojas se hace esfe... espe... ¿esmercente?
La joven tenía el ceño fruncido por no poder decir bien la palabra.
-Efervescente. -Corrigió Gali.
Nuestro buen doctor se quedó hablando con su sobrina durante unos minutos más, finalmente le revolvió el pelo y cruzó con Oromë la puerta negra del fondo.
-Arreba. -Anunció con voz seria. -Por lo que sabemos el objeto puede estar en cualquier parte de tu cuerpo, necesito algo para saber por dónde empezar, ¿qué te muestran tus visiones? ¿Qué es lo que más se repite? puede que sea un indicativo para saber dónde se aloja.
Go'el se sentó en un taburete y dejó hablar a su prima. Conocía aquella vida de la que hablaba, había estado presente durante su paso por el ejército, oía como sus superiores hablaba del futuro de la albina, de lo lejos que podría llegar... también recordaba las charlas con sus hermanas sobre los pretendientes que tenía.
Claro que él no estaba incluido en esas charlas, tan solo era el primo de pelo largo que se dejaba hacer trenzas.
-¿Que estabas deseando ver? -El rubio no comprendía porque su prima se martirizaba con el pasado, y no tardó en hacerlo ver. -No podemos cambiar lo que hicimos o dejamos de hacer. Tienes que dejar ir el pasado arreba, no te puedes quedar anclada en él. Si no lo dejas ir jamás podrás avanzar. ¿Cuantas oportunidades te has perdido ya por mirar tus pisadas? -Go'el abrazó a Oromë y permaneció un rato callado. -¿Qué anhelas? -El galeno suspiró y besó la coronilla albina antes de separarse. -Está bien arreba, pero tendrás que contarme más cosas. No pienso abrirte como si fueras un pollo para ir sacándote tripas sin ton ni son.
El rubio salió de la habitación, esperando que su prima lo siguiera, cruzó la tienda y llamó a la puerta de su laboratorio privado. Segundos después Gali abrió la puerta.
-Tito Go'el. -Sena salió corriendo de su rincón en cuanto se cerró la puerta. -Mami. -La niña se desvió un par de pasos y colisiono con ambos dragones para abrazarlos al mismo tiempo. -No os lo vais a creer, Gali me ha enseñado a hacer algo espectacular. Venid, mirad.
El galeno ya sabía lo que su sobrina había hecho antes de verlo, su nariz de alquimista conocía la respuesta, y, aun así, sonrió y se dejó llevar por la menuda mano que lo conducía hasta la mesa del laboratorio.
-¡Hice jabón! -La vampiresa cogió la pastilla y la enseñó con orgullo.- Pero no es cualquier jabón, es un jabón especial para mama porque huele a jazmín. Y es mágico, porque cuando lo mojas se hace esfe... espe... ¿esmercente?
La joven tenía el ceño fruncido por no poder decir bien la palabra.
-Efervescente. -Corrigió Gali.
Nuestro buen doctor se quedó hablando con su sobrina durante unos minutos más, finalmente le revolvió el pelo y cruzó con Oromë la puerta negra del fondo.
-Arreba. -Anunció con voz seria. -Por lo que sabemos el objeto puede estar en cualquier parte de tu cuerpo, necesito algo para saber por dónde empezar, ¿qué te muestran tus visiones? ¿Qué es lo que más se repite? puede que sea un indicativo para saber dónde se aloja.
Go'el
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Ella se acomodó en una de las esquinas de la habitación como si de un animal enjaulado y nervioso se tratase. Lidiando entre si explicarse de manera razonable sin que sonaran a puras excusas, o escupirle en la cara a su primo toda la rabia y sus razones, alegando que no tenía porque explicarse ante nadie, incluso si era su tan adorado primo. -No es tan simple como crees, es...- El rostro de la dragona se contrajo en agonía y el abrazo de su primo llegó en el momento indicado, sosteniendo las partes de ella que amenazaban con derrumbarse como si su alma no fuera más que frágil cristal. -Hay algo que no sabes de aquella época... Yo no se lo he dicho a nadie, excepto a Vesta y Elide porque estuvieron en el momento exacto- Oromë tartamudeaba, ahogándose en lo que parecía ser lagrimas que enrojecían sus ojos, pero no terminaban de caer por su rostro.
¿Que deseaba ver?, ¿Qué anhelaba más?. -Gavriel- Guardó silencio por unos cuantos segundos que se sentían como horas para la albina. Hacia más de treinta años que no pronunciaba ese nombre en voz alta. Saboreaba el sonido de las letras en su lengua y de alguna forma el dolor de su recuerdo dejó de sentirse tan opresivo en su pecho, y fue entonces que Oromë comprendió que guardarlo en su memoria no era suficiente, que necesitaba contarle a alguien más sobre él y lo que significó para ella. Si iba a intentar superar su dolor, entonces debía hablar de Gavriel. -Mientras me examinas, te contaré de él- Se limpió los ojos y elevó el mentón mientras iban hacia el laboratorio de Go'el.
La sonrisa de Sena era tan rutilante como el sol en su punto más alto, e hizo brillar la mirada de la dragona con la misma intensidad mientras observaba el jabón y a la niña por igual, sin dejar de acariciar su cabello rojizo. -Es hermoso, me encanta. Tu y yo lo usaremos juntas esta noche. ¿De acuerdo?- La vampiro daba pequeños saltitos de alegría sobre un pie y luego el otro, jugueteando con el jabón, sosteniéndolo delicadamente para que no se rompiera antes de tiempo.
Oromë le dedico una mueca más suave a Gali y una leve reverencia en agradecimiento. -Por favor, ¿Puedes cuidarla un poco más? Go'el y yo estaremos algo ocupados por un rato- Sabía que para él no sería un problema pues adoraba tanto a Sena como si fuera su sobrina de sangre. Ella lo llamaba tío también y Oromë no habría querido que lo llamara de otra forma que no fuera esa. Decir que estaba agradecida no era suficiente para explicar lo feliz que la hacia.
Cerró la puerta negra mientras su rostro se volvía igual de plano que la de su anaia. Pensó por un momento lo que las alucinaciones le mostraban. -Mi corazón y mi vientre...- Se toco el pecho en el lugar exacto donde su corazón latía frenético pero no se atrevió a tocarse el estomago. Lo que más deseaba ahora era arrepentirse y largarse de ahí, pero si quería que su primo la ayudara con esto, no le quedaba más opción que desgarrar partes de su alma, que la lastimaría de más de una forma, pero que era necesario.
-Gavriel dirigía el cadre en el que yo formaba parte, dentro del ejercito de Dundarak hace unos treinta años, más o menos.- Se cruzó de brazos y clavó los ojos en el suelo. Era más fácil decirlo como si recitara una historia que aprendió de memoria y no una confesión. -Al principio él y yo nos odiábamos, en retrospectiva se que eso era porque teníamos un carácter igual de fuerte- Se cayó por un momento y luego comenzó a reírse mientras volteaba a ver a su primo. -Una vez se enojó tanto conmigo, yo no era más que una novata con demasiada sangre en las venas y odiaba su actitud. Entonces él dijo algo sobre mis padres que supo que me sacaría de las casillas y entonces lo golpee tan fuerte en el rostro que le rompí la nariz y en el proceso dos de mis dedos- Levantó una mano y señalo dos de estos que se encontraban apenas algo torcidos. -En la enfermería y luego de que nos quedamos sin insultos por decir, me arrodillé y le pedí disculpas por mi terrible actitud. Gavriel solo dijo que no tenía porque hacerlo, él había insultado a mis padres y defender el honor de ellos era suficiente razón para sacarle la mierda fuera, y que eso era lo que más le gustaba de mi. Yo le recordaba a sus comienzos, cuando quería mostrar su valía y por eso solía ser tan exigente conmigo, porque podía permitírselo, porque creía firmemente que yo lo soportaría- Oromë sonrió suavemente ante el recuerdo. -Me dijo que si no era capaz de pelear con quien fuera con tal de proteger lo que más amaba en el mundo, entonces no merecía estar en el ejercito... Fue ahí cuando supe que también lo amaba a él- Volvió a callarse, dejando ese pedazo de su historia asentarse en la mente de su primo. Continuaría luego, pero ahora le tocaba a él hacer su parte. -Comencemos-
¿Que deseaba ver?, ¿Qué anhelaba más?. -Gavriel- Guardó silencio por unos cuantos segundos que se sentían como horas para la albina. Hacia más de treinta años que no pronunciaba ese nombre en voz alta. Saboreaba el sonido de las letras en su lengua y de alguna forma el dolor de su recuerdo dejó de sentirse tan opresivo en su pecho, y fue entonces que Oromë comprendió que guardarlo en su memoria no era suficiente, que necesitaba contarle a alguien más sobre él y lo que significó para ella. Si iba a intentar superar su dolor, entonces debía hablar de Gavriel. -Mientras me examinas, te contaré de él- Se limpió los ojos y elevó el mentón mientras iban hacia el laboratorio de Go'el.
La sonrisa de Sena era tan rutilante como el sol en su punto más alto, e hizo brillar la mirada de la dragona con la misma intensidad mientras observaba el jabón y a la niña por igual, sin dejar de acariciar su cabello rojizo. -Es hermoso, me encanta. Tu y yo lo usaremos juntas esta noche. ¿De acuerdo?- La vampiro daba pequeños saltitos de alegría sobre un pie y luego el otro, jugueteando con el jabón, sosteniéndolo delicadamente para que no se rompiera antes de tiempo.
Oromë le dedico una mueca más suave a Gali y una leve reverencia en agradecimiento. -Por favor, ¿Puedes cuidarla un poco más? Go'el y yo estaremos algo ocupados por un rato- Sabía que para él no sería un problema pues adoraba tanto a Sena como si fuera su sobrina de sangre. Ella lo llamaba tío también y Oromë no habría querido que lo llamara de otra forma que no fuera esa. Decir que estaba agradecida no era suficiente para explicar lo feliz que la hacia.
Cerró la puerta negra mientras su rostro se volvía igual de plano que la de su anaia. Pensó por un momento lo que las alucinaciones le mostraban. -Mi corazón y mi vientre...- Se toco el pecho en el lugar exacto donde su corazón latía frenético pero no se atrevió a tocarse el estomago. Lo que más deseaba ahora era arrepentirse y largarse de ahí, pero si quería que su primo la ayudara con esto, no le quedaba más opción que desgarrar partes de su alma, que la lastimaría de más de una forma, pero que era necesario.
-Gavriel dirigía el cadre en el que yo formaba parte, dentro del ejercito de Dundarak hace unos treinta años, más o menos.- Se cruzó de brazos y clavó los ojos en el suelo. Era más fácil decirlo como si recitara una historia que aprendió de memoria y no una confesión. -Al principio él y yo nos odiábamos, en retrospectiva se que eso era porque teníamos un carácter igual de fuerte- Se cayó por un momento y luego comenzó a reírse mientras volteaba a ver a su primo. -Una vez se enojó tanto conmigo, yo no era más que una novata con demasiada sangre en las venas y odiaba su actitud. Entonces él dijo algo sobre mis padres que supo que me sacaría de las casillas y entonces lo golpee tan fuerte en el rostro que le rompí la nariz y en el proceso dos de mis dedos- Levantó una mano y señalo dos de estos que se encontraban apenas algo torcidos. -En la enfermería y luego de que nos quedamos sin insultos por decir, me arrodillé y le pedí disculpas por mi terrible actitud. Gavriel solo dijo que no tenía porque hacerlo, él había insultado a mis padres y defender el honor de ellos era suficiente razón para sacarle la mierda fuera, y que eso era lo que más le gustaba de mi. Yo le recordaba a sus comienzos, cuando quería mostrar su valía y por eso solía ser tan exigente conmigo, porque podía permitírselo, porque creía firmemente que yo lo soportaría- Oromë sonrió suavemente ante el recuerdo. -Me dijo que si no era capaz de pelear con quien fuera con tal de proteger lo que más amaba en el mundo, entonces no merecía estar en el ejercito... Fue ahí cuando supe que también lo amaba a él- Volvió a callarse, dejando ese pedazo de su historia asentarse en la mente de su primo. Continuaría luego, pero ahora le tocaba a él hacer su parte. -Comencemos-
Oromë Vánadóttir
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Gali asintió en silencio, se giró sobre sus talones, condujo a Sena a una estantería repleta de libros y la puerta negra se cerró a su espalda.
-Está bien. -Go'el respiró hondo, preparándose mentalmente para lo que debía hacer. -Quítate la bata y túmbate en la camilla.
El rubio repitió la honda respiración, encendió las runas del foco y manipuló unas ruedas, que levantaron la mitad superior de la camilla. Quitó unos seguros y las planchas metálicas, correspondientes a la posición anatómica de los brazos, quedaron liberadas para poder moverse y acoplarse a la figura central de la camilla. Tras poner el seguro repitió el proceso en las planchas bajas, solo que no las unió sino que las dobló a la altura de las rodillas para que las piernas quedaran flexionadas al sentarse en la camilla.
Go'el escuchaba con atención a su prima, pero no la miraba. Se habían visto desnudos cientos de veces, la había visto desnuda hace apenas unos minutos, pero era incapaz de mirarla ahora. Algo en su extraña ética de doctor le decía que no debía hacerlo. Siguiendo aquella ética el rubio colocó una fina manta sobre el cuerpo de su arreba.
-Para que no pases frio. -Explicó. -No es necesario que esté completamente desnuda para esto.
Por tercera vez Go'el respiró profundamente. El reconocimiento que debía hacer a Oromë era algo que hacía de manera rutinaria casi cada semana, pues era el medico encargado de las trabajadoras de Mathew, pero hacérselo a ella, a su prima...
Algo en su interior le decía que aquello no estaba bien, le repugnaba la idea de tener que examinar el bajo vientre de la albina. Era como si estuviera a punto de ver algo prohibido, pese a saber que no vería nada que no hubiese visto ya en otras mujeres.
Go'el preparó el material que necesitaría y se centró en la historia de su prima, tratando, sin existo, de quitarse aquella sensación del cuerpo.
-Me acuerdo de aquello. -Comentó el rubio, sonriendo con añoranza. -Nunca me contaste como te lo hiciste. Tengo el dibujo de aquella cura en uno de mis cuadernos. Fue algo muy instructivo.
El dragón alzó una ceja al oír la continuación de la historia. Era la primera vez que la oía decir aquello. Orgullo era el segundo nombre de Oromë, no se la imaginaba de rodillas ante nadie.
-Empezare por la zona menos invasiva. -Aclaro el galeno colocándose frente a las piernas de su prima. -Y ojala que el objeto este ahí, porque no quiero tener que abrirte el pecho para ver tu corazón.
Go'el cerró los ojos e hincho sus pulmones una cuarta vez, al abrirlos levantó la sabana hasta la cadera y se sentó en un pequeño taburete, colocado entre las piernas de la albina.
Debería haber hablado con su prima antes de aquel paso, haberle preguntado si sentía molestias, la frecuencia con la que tenía relaciones sexuales y sus periodos de menstruación. Pero Go'el no quería saber nada eso, como médico debía saberlo, pero como primo repudiaba la idea. Solo había una cosa que debía hacer. Encontrar a la llama amante.
El galeno apretó la mandíbula cuando llegó la hora del examen interno, respiró hondo una vez más y apoyó una mano en el vientre al tiempo que palpaba con la otra.
-Arreba ¿Que... -El rubio alzó la vista y clavó los ojos en los iris amarillos. -¿Como? -Go'el detuvo el examen, estaba atónito ante el descubrimiento. -¿Porque no me lo contaste nunca? ¡Te podría haber ayudado!
El rubio se levantó del taburete, se limpió la mano en un trapo y le dio la espalda a su prima durante un largo y silencioso minuto.
-¿Qué sucedió? -Preguntó, con los puños cerrados y la pena pintada en la cara. -Que fue lo que pasó para que ni siquiera intentaras acudir a mí.
-Está bien. -Go'el respiró hondo, preparándose mentalmente para lo que debía hacer. -Quítate la bata y túmbate en la camilla.
El rubio repitió la honda respiración, encendió las runas del foco y manipuló unas ruedas, que levantaron la mitad superior de la camilla. Quitó unos seguros y las planchas metálicas, correspondientes a la posición anatómica de los brazos, quedaron liberadas para poder moverse y acoplarse a la figura central de la camilla. Tras poner el seguro repitió el proceso en las planchas bajas, solo que no las unió sino que las dobló a la altura de las rodillas para que las piernas quedaran flexionadas al sentarse en la camilla.
Go'el escuchaba con atención a su prima, pero no la miraba. Se habían visto desnudos cientos de veces, la había visto desnuda hace apenas unos minutos, pero era incapaz de mirarla ahora. Algo en su extraña ética de doctor le decía que no debía hacerlo. Siguiendo aquella ética el rubio colocó una fina manta sobre el cuerpo de su arreba.
-Para que no pases frio. -Explicó. -No es necesario que esté completamente desnuda para esto.
Por tercera vez Go'el respiró profundamente. El reconocimiento que debía hacer a Oromë era algo que hacía de manera rutinaria casi cada semana, pues era el medico encargado de las trabajadoras de Mathew, pero hacérselo a ella, a su prima...
Algo en su interior le decía que aquello no estaba bien, le repugnaba la idea de tener que examinar el bajo vientre de la albina. Era como si estuviera a punto de ver algo prohibido, pese a saber que no vería nada que no hubiese visto ya en otras mujeres.
Go'el preparó el material que necesitaría y se centró en la historia de su prima, tratando, sin existo, de quitarse aquella sensación del cuerpo.
-Me acuerdo de aquello. -Comentó el rubio, sonriendo con añoranza. -Nunca me contaste como te lo hiciste. Tengo el dibujo de aquella cura en uno de mis cuadernos. Fue algo muy instructivo.
El dragón alzó una ceja al oír la continuación de la historia. Era la primera vez que la oía decir aquello. Orgullo era el segundo nombre de Oromë, no se la imaginaba de rodillas ante nadie.
-Empezare por la zona menos invasiva. -Aclaro el galeno colocándose frente a las piernas de su prima. -Y ojala que el objeto este ahí, porque no quiero tener que abrirte el pecho para ver tu corazón.
Go'el cerró los ojos e hincho sus pulmones una cuarta vez, al abrirlos levantó la sabana hasta la cadera y se sentó en un pequeño taburete, colocado entre las piernas de la albina.
Debería haber hablado con su prima antes de aquel paso, haberle preguntado si sentía molestias, la frecuencia con la que tenía relaciones sexuales y sus periodos de menstruación. Pero Go'el no quería saber nada eso, como médico debía saberlo, pero como primo repudiaba la idea. Solo había una cosa que debía hacer. Encontrar a la llama amante.
El galeno apretó la mandíbula cuando llegó la hora del examen interno, respiró hondo una vez más y apoyó una mano en el vientre al tiempo que palpaba con la otra.
-Arreba ¿Que... -El rubio alzó la vista y clavó los ojos en los iris amarillos. -¿Como? -Go'el detuvo el examen, estaba atónito ante el descubrimiento. -¿Porque no me lo contaste nunca? ¡Te podría haber ayudado!
El rubio se levantó del taburete, se limpió la mano en un trapo y le dio la espalda a su prima durante un largo y silencioso minuto.
-¿Qué sucedió? -Preguntó, con los puños cerrados y la pena pintada en la cara. -Que fue lo que pasó para que ni siquiera intentaras acudir a mí.
Go'el
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Ella había optado por dejarse la bata, simplemente la había subido hasta su cintura. Era verano, pero dentro de aquel cuarto sin ventanas hacía bastante frío.
Observaba el techo, pensando en cualquier otra cosa que no fuera ese examen. Personalmente no le importaba que fuera su primo quien se lo hiciera, había sido analizada de esta manera tiempo atrás, varias veces de hecho.
-Gavriel solía recordar ese momento diciendo que la cicatriz que le quedó le gustaba bastante. Decía que era mi declaración de amor- Volvió a reír pero se puso sería casi al instante.
Estaba incomoda y tensa, preparada para la explosión de verdad que vendría luego. Y fue instantáneo, Go'el la observaba con algo más que sorpresa en su rostro y Oromë no le quitaba los ojos de encima. Una pequeña lagrima rodó por su rostro mientras buscaba las palabras exactas, unas que no le pesaran tanto al corazón.
Deseo ser un poco más como su anaia, ver la situación como si fuera nomas un experimento, una practica de la medicina y ya. Nada personal. -No había nada que pudieras hacer, tampoco era salvable. Murió dentro de mi y tuvieron que quitarlo antes de que afectara mi salud.- Se limpió el rostro y respiró profundamente. -No creí que fuera tan notorio... las cicatrices me refiero. Tu eres doctor así que debes de saber como fue el procedimiento. Aún puedo embarazarme pero las probabilidades de perderlos son más grandes- Se encogió de hombros, tratando de quitarle importancia, o hacer ver que no estaba tan desecha aunque fuera en apariencia.
-Era un varón, Gavriel y yo habríamos tenido un niño, o yo habría tenido uno. A él lo asesinaron un mes antes los miembros de nuestro cadre que estaban descontentos con él. Se dejaron llevar por los celos de que un bastardo tenía mayor posición que ellos. ¿No es ridículo? Nuestra raza que supuestamente cree en el honor y el valor- Soltó una carcajada sin gracia.
Contó vagos detalles de aquel entonces, como Gavriel era el hijo bastardo de una lavandera demasiado pobre para alimentarse ella y de un comerciante que la dejó pudrirse. Al madurar había hecho lo posible por mantenerla, pero el trabajo forzado que aquella mujer había hecho por ambos la condujo a enfermarse para luego morir a una temprana edad.
Sus pasos por el Ejercito y su subida de rango, de la relación que habían llevado en secreto debido a que Oromë no era más que una novata y él su jefe, al menos hasta estar listos para pedirle la mano a sus padres. Por ultimo su embarazo sorpresa y la traición de aquellos en los que deberían confiar, la muerte de Gavriel y luego la de su hijo. -Al comienzo, habían dicho que fueron los asesinos que escaparon de la masacre que el cadre llevó a cabo. Él decidió quedarse atrás para observar que uno de los pueblos en las estepas estuviera seguro, al menos el resto del equipo dijo eso. Yo sabía que era mentira, él había prometido regresar pronto y pedir mi mano... No me hubiera dejado sola escondiendo mi embarazo, no podíamos esperar más tiempo y que se notara.- Apretó los puños sobre su regazo y fijó la vista en su anaia. -Yo quería ponerlos en evidencia pero no tenía pruebas sin revelar mi situación con él y que desestimaran lo sucedido, así que me callé... Pero con él tiempo uno de los ladrones fue capturado y confesó que habían sido contratados para causar problemas en aquel pueblo. Ellos capturaron a Gavriel y aquellos a quien solía entrenar, con quienes ambos compartíamos comida y un lugar donde dormir, lo torturaron hasta la muerte. Ahora están pudriéndose en las minas, jamas saldrán de allí aunque no es castigo suficiente para lo que le hicieron...-
Se sentía agotada, física y mentalmente al tener que recordar cada detalle de lo sucedido. Como había lidiado con la extrema depresión que carcomía su cuerpo, Vesta y Elide, las únicas conocedoras de su situación cuidándola y alimentándola por el bien de ella y de su bebé, aunque en vano. Ella lo había perdido todo y ya no tenía razones para seguir allí rodeada de soldados en los cuales jamas volvería a confiar, ni de los recuerdos que la atormentarían por el resto de sus días.
Observaba el techo, pensando en cualquier otra cosa que no fuera ese examen. Personalmente no le importaba que fuera su primo quien se lo hiciera, había sido analizada de esta manera tiempo atrás, varias veces de hecho.
-Gavriel solía recordar ese momento diciendo que la cicatriz que le quedó le gustaba bastante. Decía que era mi declaración de amor- Volvió a reír pero se puso sería casi al instante.
Estaba incomoda y tensa, preparada para la explosión de verdad que vendría luego. Y fue instantáneo, Go'el la observaba con algo más que sorpresa en su rostro y Oromë no le quitaba los ojos de encima. Una pequeña lagrima rodó por su rostro mientras buscaba las palabras exactas, unas que no le pesaran tanto al corazón.
Deseo ser un poco más como su anaia, ver la situación como si fuera nomas un experimento, una practica de la medicina y ya. Nada personal. -No había nada que pudieras hacer, tampoco era salvable. Murió dentro de mi y tuvieron que quitarlo antes de que afectara mi salud.- Se limpió el rostro y respiró profundamente. -No creí que fuera tan notorio... las cicatrices me refiero. Tu eres doctor así que debes de saber como fue el procedimiento. Aún puedo embarazarme pero las probabilidades de perderlos son más grandes- Se encogió de hombros, tratando de quitarle importancia, o hacer ver que no estaba tan desecha aunque fuera en apariencia.
-Era un varón, Gavriel y yo habríamos tenido un niño, o yo habría tenido uno. A él lo asesinaron un mes antes los miembros de nuestro cadre que estaban descontentos con él. Se dejaron llevar por los celos de que un bastardo tenía mayor posición que ellos. ¿No es ridículo? Nuestra raza que supuestamente cree en el honor y el valor- Soltó una carcajada sin gracia.
Contó vagos detalles de aquel entonces, como Gavriel era el hijo bastardo de una lavandera demasiado pobre para alimentarse ella y de un comerciante que la dejó pudrirse. Al madurar había hecho lo posible por mantenerla, pero el trabajo forzado que aquella mujer había hecho por ambos la condujo a enfermarse para luego morir a una temprana edad.
Sus pasos por el Ejercito y su subida de rango, de la relación que habían llevado en secreto debido a que Oromë no era más que una novata y él su jefe, al menos hasta estar listos para pedirle la mano a sus padres. Por ultimo su embarazo sorpresa y la traición de aquellos en los que deberían confiar, la muerte de Gavriel y luego la de su hijo. -Al comienzo, habían dicho que fueron los asesinos que escaparon de la masacre que el cadre llevó a cabo. Él decidió quedarse atrás para observar que uno de los pueblos en las estepas estuviera seguro, al menos el resto del equipo dijo eso. Yo sabía que era mentira, él había prometido regresar pronto y pedir mi mano... No me hubiera dejado sola escondiendo mi embarazo, no podíamos esperar más tiempo y que se notara.- Apretó los puños sobre su regazo y fijó la vista en su anaia. -Yo quería ponerlos en evidencia pero no tenía pruebas sin revelar mi situación con él y que desestimaran lo sucedido, así que me callé... Pero con él tiempo uno de los ladrones fue capturado y confesó que habían sido contratados para causar problemas en aquel pueblo. Ellos capturaron a Gavriel y aquellos a quien solía entrenar, con quienes ambos compartíamos comida y un lugar donde dormir, lo torturaron hasta la muerte. Ahora están pudriéndose en las minas, jamas saldrán de allí aunque no es castigo suficiente para lo que le hicieron...-
Se sentía agotada, física y mentalmente al tener que recordar cada detalle de lo sucedido. Como había lidiado con la extrema depresión que carcomía su cuerpo, Vesta y Elide, las únicas conocedoras de su situación cuidándola y alimentándola por el bien de ella y de su bebé, aunque en vano. Ella lo había perdido todo y ya no tenía razones para seguir allí rodeada de soldados en los cuales jamas volvería a confiar, ni de los recuerdos que la atormentarían por el resto de sus días.
Oromë Vánadóttir
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
-Que no había nada... nada, dice. -Repitió el galeno antes de estallar. -¡¿Tu eres tonta o que te pasa?! Te rompieron la cabeza en una pela, seguro, porque sino no me lo explico. -El rubio respiraba agitado. -No sabes porque murió en tu vientre, si me hubiera dejado cuidarte desde el inicio, llevar el seguimiento... podría haberlo salvado. ¡Y encima te dañaron el útero! -Go'el no paraba de dar vueltas, levantaba los brazos y se pasaba las manos por el cabello. -Habría tenido un sobrino. -Murmuró.
El rubio dejó de escuchar la conversación, ya no le interesaba. Estaba preso de sus pensamientos, de rabia, la desesperación y la frustración.
Go'el se quedó quieto y en silencio, mirando la bandeja con el instrumental preparado, incapaz de seguir adelante con la prueba. Demasiado alterado, demasiado dolido... demasiado humano.
-Me mentiste... y jamás lo hubiera sabido de no ser por la maldición. -Go'el levantó el rostro, compungido, con gruesas y frías lagrimas cayendo de unos ojos que muchos creían vacíos y mecánicos. -¿Pensabas ocultármelo todo la vida? ¿Que más me has estado escondiendo? Confiaba en ti, Oromë. Nosotros... tu... -El doctor se llevó la mano a la boca y caminó hacia la puerta. -Juraste que no habrían secretos.
El dragón salió de la habitación cerrando tras de sí, esquivó la mirada de Sena, pasó de largo a Gali y se fue a la parte trasera de la botica.
-¿Qué le pasa al tito, Gali?
El grandullón le puso una mano sobre el pelo.
-Que tiene sentimientos y no sabe gestionarlos. Veras, tu tío es una persona muy solitaria que necesita gente muy especial para poder abrirse y ser él mismo.
-¿Gente como nosotros?
El monje sonrió con amabilidad.
-Así es, gente como nosotros. Cuando está con nosotros Go'el se vuelve muy vulnerable, nos cuida y quiere muchísimo, se preocupa y al mismo tiempo padece porque no sabría que hacer si nos pierde. Por eso cuando nos sucede algo malo se enfada tanto.
-A mí no perderá nunca. -La vampiresa ensanchó la sonrisa. -Porque le quiero un montón y es mi tío favorito.
-Eso está bien. -Gali se rio con suavidad.
Para cuando la conversación terminó, Go'el estaba metido en centro del manantial. Flotaba unos segundos con los ojos cerrados y después se sumergía hasta que sus pulmones no aguantaban más.
El rubio dejó de escuchar la conversación, ya no le interesaba. Estaba preso de sus pensamientos, de rabia, la desesperación y la frustración.
Go'el se quedó quieto y en silencio, mirando la bandeja con el instrumental preparado, incapaz de seguir adelante con la prueba. Demasiado alterado, demasiado dolido... demasiado humano.
-Me mentiste... y jamás lo hubiera sabido de no ser por la maldición. -Go'el levantó el rostro, compungido, con gruesas y frías lagrimas cayendo de unos ojos que muchos creían vacíos y mecánicos. -¿Pensabas ocultármelo todo la vida? ¿Que más me has estado escondiendo? Confiaba en ti, Oromë. Nosotros... tu... -El doctor se llevó la mano a la boca y caminó hacia la puerta. -Juraste que no habrían secretos.
El dragón salió de la habitación cerrando tras de sí, esquivó la mirada de Sena, pasó de largo a Gali y se fue a la parte trasera de la botica.
-¿Qué le pasa al tito, Gali?
El grandullón le puso una mano sobre el pelo.
-Que tiene sentimientos y no sabe gestionarlos. Veras, tu tío es una persona muy solitaria que necesita gente muy especial para poder abrirse y ser él mismo.
-¿Gente como nosotros?
El monje sonrió con amabilidad.
-Así es, gente como nosotros. Cuando está con nosotros Go'el se vuelve muy vulnerable, nos cuida y quiere muchísimo, se preocupa y al mismo tiempo padece porque no sabría que hacer si nos pierde. Por eso cuando nos sucede algo malo se enfada tanto.
-A mí no perderá nunca. -La vampiresa ensanchó la sonrisa. -Porque le quiero un montón y es mi tío favorito.
-Eso está bien. -Gali se rio con suavidad.
Para cuando la conversación terminó, Go'el estaba metido en centro del manantial. Flotaba unos segundos con los ojos cerrados y después se sumergía hasta que sus pulmones no aguantaban más.
Go'el
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Go'el no la comprendía, los ataques de rabia de su primo eran peores que cualquier golpe físico que pudieran darle. Se sintió indefensa, una niña frente al castigo de un padre abusador y carente de cariño, vacía y más sola que nunca y llena de miedo. Pero por sobre todas las cosas tenía rabia. Incontrolable y salvaje, carente de sentido y su anaia era la concentración total de aquel sentimiento.
No supo como, ni en que momento lo había golpeado, no al menos hasta que sintió el ardor en su mano. Era la primera vez que usaba la fuerza física contra él, contra cualquiera de su familia y fue como tragarse cristales rotos. El dolor no se iba, se sentía como si fuera lo único que conoció toda su vida. En un pequeño momento de claridad se preguntó si reconocería la felicidad si la tuviera en frente. -¿Insinúas que lo dejé morir? ¿Me crees indiferente ante la vida de mi hijo, de todo lo que me quedaba de Gavriel?- Lo agarró del frente de su camisa, con fuerza y sin ni una pizca de aquel amor que le tenía por ser su primo, su hermano, su anaia. -¿Tanto quieres saber los detalles, tan fuerte es tu morbosidad medica que tienes que me vas a obligar a esto?- Lo soltó de un empujón, las lagrimas cayendo en un flujo constante. Ni siquiera se dignó a reconocer que estaba lastimando más a su primo al no finalizar su historia, ella estaba igual o más herida y por horrible que sonara, Go'el jamas comprendería su tristeza ni podría compararla. -Si tanto te interesa saber, mi hijo tenía una deformidad y dejó de crecer mucho antes de llegar a termino... Lo sacaron de mi en pedazos Go'el...- Su voz se quebró y respiró con fuerza. -Tu experimentas con la vida y vienes a sermonearme, me hablas como lo habrían hecho en Dundarak si todos se hubieran enterado, como si fuera una paria, un maldito monstruo... ¡Vete al infierno!- Gritó con rabia, sin detener su llanto.
Vio a su primo huir de la habitación, pero ella no tenía las fuerzas para moverse de allí, al contrarió se dejó caer de rodillas y se cubrió el rostro con las manos, tratando de contener los sollozos. Escuchó unos pasos acercarse y al elevar la vista los ojos anaranjados de Sena la miraban con tristeza, queriendo llorar solo por el hecho de ver a la dragona hacerlo.
Oromë soltó un gemido de dolor y abrazó a la pequeña, con fuerza pero sin lastimarla. -Tranquila mamá, mi tío no te odia- Oromë asintió sin dejar de llorar, con su rostro escondido entre los cabellos rojizos de la pequeña. -¿Y tu, me odias?- , -No, eres mi mami. Yo te amo- No podía detener el río que eran sus ojos. -Yo también te amo, eres mi hija sin importar qué. Siempre lo serás- Acunó sus mejillas y las beso.
Se levantó del suelo, sin soltar la mano de la pequeña, la acarició con suavidad y luego la dejó para salir a buscar a su primo en el manantial.
No había pasado demasiado tiempo, pero para ello se sintió una eternidad el pelearse con él aunque apenas habían transcurridos unos pocos minutos. -A veces me pregunto que hubiera sido de mi vida si nada hubiera ocurrido. Tal vez tendría tantos hijos como mis padres, o hubiera muerto en batalla y estaría enterrada junto a Gavriel- La dragona observaba el suelo, las piedras húmedas emanando vapor lucían más interesantes que tratar de ver a su primo. -Luego pienso que no estaría aquí, que no habría conocido a Sena o podría compartir mi vida contigo debido a tu exilio. Quería proteger mi orgullo como mujer, pero es cierto que no debería haberte escondido mi pasado. -
No supo como, ni en que momento lo había golpeado, no al menos hasta que sintió el ardor en su mano. Era la primera vez que usaba la fuerza física contra él, contra cualquiera de su familia y fue como tragarse cristales rotos. El dolor no se iba, se sentía como si fuera lo único que conoció toda su vida. En un pequeño momento de claridad se preguntó si reconocería la felicidad si la tuviera en frente. -¿Insinúas que lo dejé morir? ¿Me crees indiferente ante la vida de mi hijo, de todo lo que me quedaba de Gavriel?- Lo agarró del frente de su camisa, con fuerza y sin ni una pizca de aquel amor que le tenía por ser su primo, su hermano, su anaia. -¿Tanto quieres saber los detalles, tan fuerte es tu morbosidad medica que tienes que me vas a obligar a esto?- Lo soltó de un empujón, las lagrimas cayendo en un flujo constante. Ni siquiera se dignó a reconocer que estaba lastimando más a su primo al no finalizar su historia, ella estaba igual o más herida y por horrible que sonara, Go'el jamas comprendería su tristeza ni podría compararla. -Si tanto te interesa saber, mi hijo tenía una deformidad y dejó de crecer mucho antes de llegar a termino... Lo sacaron de mi en pedazos Go'el...- Su voz se quebró y respiró con fuerza. -Tu experimentas con la vida y vienes a sermonearme, me hablas como lo habrían hecho en Dundarak si todos se hubieran enterado, como si fuera una paria, un maldito monstruo... ¡Vete al infierno!- Gritó con rabia, sin detener su llanto.
Vio a su primo huir de la habitación, pero ella no tenía las fuerzas para moverse de allí, al contrarió se dejó caer de rodillas y se cubrió el rostro con las manos, tratando de contener los sollozos. Escuchó unos pasos acercarse y al elevar la vista los ojos anaranjados de Sena la miraban con tristeza, queriendo llorar solo por el hecho de ver a la dragona hacerlo.
Oromë soltó un gemido de dolor y abrazó a la pequeña, con fuerza pero sin lastimarla. -Tranquila mamá, mi tío no te odia- Oromë asintió sin dejar de llorar, con su rostro escondido entre los cabellos rojizos de la pequeña. -¿Y tu, me odias?- , -No, eres mi mami. Yo te amo- No podía detener el río que eran sus ojos. -Yo también te amo, eres mi hija sin importar qué. Siempre lo serás- Acunó sus mejillas y las beso.
Se levantó del suelo, sin soltar la mano de la pequeña, la acarició con suavidad y luego la dejó para salir a buscar a su primo en el manantial.
No había pasado demasiado tiempo, pero para ello se sintió una eternidad el pelearse con él aunque apenas habían transcurridos unos pocos minutos. -A veces me pregunto que hubiera sido de mi vida si nada hubiera ocurrido. Tal vez tendría tantos hijos como mis padres, o hubiera muerto en batalla y estaría enterrada junto a Gavriel- La dragona observaba el suelo, las piedras húmedas emanando vapor lucían más interesantes que tratar de ver a su primo. -Luego pienso que no estaría aquí, que no habría conocido a Sena o podría compartir mi vida contigo debido a tu exilio. Quería proteger mi orgullo como mujer, pero es cierto que no debería haberte escondido mi pasado. -
Oromë Vánadóttir
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Deformidades... ¿De qué tipo, donde, a que altura del embarazo?
Go'el quería dejar de pensar todo aquello, pero no podía evitar formular más dudas.
Oromë estaba en el ejército, se tarda un tiempo hasta darte cuenta de lo que pasa. Tan solo hacía falta un mal golpe, un día demasiado duro, haber comido poco o nada...
Habían tantas posibles razones, tantos problemas externos que pudieran haber provocado aquel final.
Go'el no para de repetirse la misma frase una y otra vez "Si tan solo hubiera estado allí".
Pese a no tener culpa de nada, pese a que la naturaleza a veces simplemente falla, pese a la infinidad de variables que escapaban al control mundano. El galeno se martirizaba, él tendría que haber estado allí para su arreba y no estuvo. Le había fallado.
-Sabes. -Dejó salir un hilo de voz al sentir a Oromë en el borde del manantial. -No me molesta que tuvieras un hijo, no me molesta que fuera con un granjero, ni me molesta que lo perdieras... aunque eso me entristece.
El rubio se acercó a la orilla, pero tan solo lo mínimo necesario para hacer pie en el fondo del lago.
-Lo que me molesta es que no me lo contaras, que no confiaras en mí. Hubiera entendido que llegara tarde porque estaba lejos. Hubiera entendido que no me contactaras porque estaba exiliado. Hubiera entendido que pensaras que no había nada que hacer. Pero después de que todo aquello pasara... -Go'el suspiró y encaró a su prima. La miraba a la cara aunque ella estuviera con la vista en el suelo. -Has tenido 25 años para contármelo y he tenido que saberlo porque te tragaste un objeto maldito. Lo que me duele es saber... tener la certeza, de que te habrías llevado el secreto a la tumba. Ni siquiera has sido capaz de contármelo antes de que te examinara. ¿Porque? -El galeno subió algunos escalones, acortando distancia, pero quedándose aun en el interior del agua. -¿Qué he hecho para no merecer tu confianza?
Go'el quería dejar de pensar todo aquello, pero no podía evitar formular más dudas.
Oromë estaba en el ejército, se tarda un tiempo hasta darte cuenta de lo que pasa. Tan solo hacía falta un mal golpe, un día demasiado duro, haber comido poco o nada...
Habían tantas posibles razones, tantos problemas externos que pudieran haber provocado aquel final.
Go'el no para de repetirse la misma frase una y otra vez "Si tan solo hubiera estado allí".
Pese a no tener culpa de nada, pese a que la naturaleza a veces simplemente falla, pese a la infinidad de variables que escapaban al control mundano. El galeno se martirizaba, él tendría que haber estado allí para su arreba y no estuvo. Le había fallado.
-Sabes. -Dejó salir un hilo de voz al sentir a Oromë en el borde del manantial. -No me molesta que tuvieras un hijo, no me molesta que fuera con un granjero, ni me molesta que lo perdieras... aunque eso me entristece.
El rubio se acercó a la orilla, pero tan solo lo mínimo necesario para hacer pie en el fondo del lago.
-Lo que me molesta es que no me lo contaras, que no confiaras en mí. Hubiera entendido que llegara tarde porque estaba lejos. Hubiera entendido que no me contactaras porque estaba exiliado. Hubiera entendido que pensaras que no había nada que hacer. Pero después de que todo aquello pasara... -Go'el suspiró y encaró a su prima. La miraba a la cara aunque ella estuviera con la vista en el suelo. -Has tenido 25 años para contármelo y he tenido que saberlo porque te tragaste un objeto maldito. Lo que me duele es saber... tener la certeza, de que te habrías llevado el secreto a la tumba. Ni siquiera has sido capaz de contármelo antes de que te examinara. ¿Porque? -El galeno subió algunos escalones, acortando distancia, pero quedándose aun en el interior del agua. -¿Qué he hecho para no merecer tu confianza?
Go'el
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
No tenía forma de defenderse ante aquello, no lo merecía porque sabía muy bien que su primo tenía toda la razón.
Tal vez en algún momento había considerado contarle todo al momento de desertar del ejercito e ir corriendo donde él. Pero la realidad era que no lo hizo, que tampoco se le cruzó por la cabeza; deseaba huir de todos aquellos rostros que conocía demasiado bien, de los recuerdos y de su hogar.
Negó con fuerza, jugaba con sus manos sin saber exactamente que hacer con ellas. -Soy egoísta, anaia. No quería compartir con nadie mi dolor, quería que se hundiera en el fondo de mi. Pero por sobre todas las cosas no quería que lo supieran, no habría sido justo para ustedes llorar por algo que no sabían que tenían- Se sentó en el borde del manantial y colocó sus piernas dentro del agua. No le importó el mojarse la ropa, pocas cosas lo hacían en ese momento y ciertamente eso no formaba parte.
-Logré que Vesta y Elide jamas hablaran de ello pero podía ver en sus caras su dolor, y yo solamente quería olvidar, irme y regresar cuando fuera capaz de afrontarlo... pero ya vez como me fue, realmente no lo afronté y el tiempo pasó y yo decidí que era más fácil así- Se acarició el puente de la nariz, odiando cada palabra que salía de su boca, renegando de si misma por ser tan estúpida, por fallar y hacer que su primo se sintiera de esa manera.
Se tapó la boca, incapaz de mirar a su primo, agotada más allá de lo que era soportable. Prefería mil veces que la torturara, que la golpeara, pero él no lo haría. Oromë no era buena con las palabras y fue difícil que encontrara las correctas. -Era más injusto que fueras el único que no lo supiera... Sena lo sabe, no porque se lo dijera, sino porque lo supo al beber mi sangre desde el comienzo. Me lo confesó hace poco y yo entre en pánico, luego las alucinaciones se hicieron peor y no podía seguir así.- Se sujetó los cabellos con fuerza enterrando el rostro entre sus piernas. -Soy una idiota que no ha madurado y es incapaz de luchar con sus propios demonios internos porque a la primera sorpresa pierde los cabales. Tu no has hecho nada malo, yo sí- "Y ojala eso fuera lo único que me hace un desastre", pensó. Ciertamente Ciudad Lagarto era su lugar, Matt se lo había dejado claro y no lo quería ver. Todo lo que tocaba o se le acercaba terminaba en la ruina.
Tal vez en algún momento había considerado contarle todo al momento de desertar del ejercito e ir corriendo donde él. Pero la realidad era que no lo hizo, que tampoco se le cruzó por la cabeza; deseaba huir de todos aquellos rostros que conocía demasiado bien, de los recuerdos y de su hogar.
Negó con fuerza, jugaba con sus manos sin saber exactamente que hacer con ellas. -Soy egoísta, anaia. No quería compartir con nadie mi dolor, quería que se hundiera en el fondo de mi. Pero por sobre todas las cosas no quería que lo supieran, no habría sido justo para ustedes llorar por algo que no sabían que tenían- Se sentó en el borde del manantial y colocó sus piernas dentro del agua. No le importó el mojarse la ropa, pocas cosas lo hacían en ese momento y ciertamente eso no formaba parte.
-Logré que Vesta y Elide jamas hablaran de ello pero podía ver en sus caras su dolor, y yo solamente quería olvidar, irme y regresar cuando fuera capaz de afrontarlo... pero ya vez como me fue, realmente no lo afronté y el tiempo pasó y yo decidí que era más fácil así- Se acarició el puente de la nariz, odiando cada palabra que salía de su boca, renegando de si misma por ser tan estúpida, por fallar y hacer que su primo se sintiera de esa manera.
Se tapó la boca, incapaz de mirar a su primo, agotada más allá de lo que era soportable. Prefería mil veces que la torturara, que la golpeara, pero él no lo haría. Oromë no era buena con las palabras y fue difícil que encontrara las correctas. -Era más injusto que fueras el único que no lo supiera... Sena lo sabe, no porque se lo dijera, sino porque lo supo al beber mi sangre desde el comienzo. Me lo confesó hace poco y yo entre en pánico, luego las alucinaciones se hicieron peor y no podía seguir así.- Se sujetó los cabellos con fuerza enterrando el rostro entre sus piernas. -Soy una idiota que no ha madurado y es incapaz de luchar con sus propios demonios internos porque a la primera sorpresa pierde los cabales. Tu no has hecho nada malo, yo sí- "Y ojala eso fuera lo único que me hace un desastre", pensó. Ciertamente Ciudad Lagarto era su lugar, Matt se lo había dejado claro y no lo quería ver. Todo lo que tocaba o se le acercaba terminaba en la ruina.
Oromë Vánadóttir
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Go'el escuchó en silencio, con la mirada fría clavada en su prima. Luchando por no decir todo lo que estaba pensando, haciendo que su lado lógico atara al humano, porque sabía que nada de lo que dijera arreglaría el daño causado, porque sabía que sus palabras solo herirían a Oromë, que de su boca solo saldrían verdades rencorosas.
Si, lo eres. Eres egoísta arreba, mentirosa y temerosa.
¿Quién eres tú para decidir lo que es mejor para el resto? No lo hiciste porque tenías miedo.
Obligaste a tus hermanas a guardar el secreto, las obligaste a mentir por ti.
Huyes de los problemas en lugar de afrontarlos.
Pero Go'el no dijo nada de todo aquello, se lo guardó en su mente donde nadie, más que él, pudiera oírlo. Porque hablar con la verdad, cuando el odio te recorre las venas, es igual de doloroso que un puñal clavado en el pecho.
-Tengo trabajo que hacer.
Anunció serio y carente de sentimientos, subiendo los peldaños del lago, dirigiéndose a la mesa donde tenía su ropa. Abatido, pero con el cuerpo recto. Dolido, pero con el paso firme. Sintiendo la pena en sus ojos, pero sin derramar lagrima alguna.
¿Acaso la indiferencia era mejor que la verdad? ¿Cuál dolía menos? ¿Cuál protegía más? ¿A quién?
Descalzo, con los pantalones mal ajustados, una toalla sobre la cabeza y la camisa en el brazo Go'el dejó las termas. Al llegar al mostrador de la tienda se quitó la toalla, se colocó la camisa y cogió un puñado de papeles.
En ellos se veía la caligrafía de Gali, se trataba del inventario de esa semana. Estaba completo y ordenado, pero aquello no importó, Go'el omitió todas aquellas letras y comenzó a revisarlo de nuevo.
Si, lo eres. Eres egoísta arreba, mentirosa y temerosa.
¿Quién eres tú para decidir lo que es mejor para el resto? No lo hiciste porque tenías miedo.
Obligaste a tus hermanas a guardar el secreto, las obligaste a mentir por ti.
Huyes de los problemas en lugar de afrontarlos.
Pero Go'el no dijo nada de todo aquello, se lo guardó en su mente donde nadie, más que él, pudiera oírlo. Porque hablar con la verdad, cuando el odio te recorre las venas, es igual de doloroso que un puñal clavado en el pecho.
-Tengo trabajo que hacer.
Anunció serio y carente de sentimientos, subiendo los peldaños del lago, dirigiéndose a la mesa donde tenía su ropa. Abatido, pero con el cuerpo recto. Dolido, pero con el paso firme. Sintiendo la pena en sus ojos, pero sin derramar lagrima alguna.
¿Acaso la indiferencia era mejor que la verdad? ¿Cuál dolía menos? ¿Cuál protegía más? ¿A quién?
Descalzo, con los pantalones mal ajustados, una toalla sobre la cabeza y la camisa en el brazo Go'el dejó las termas. Al llegar al mostrador de la tienda se quitó la toalla, se colocó la camisa y cogió un puñado de papeles.
En ellos se veía la caligrafía de Gali, se trataba del inventario de esa semana. Estaba completo y ordenado, pero aquello no importó, Go'el omitió todas aquellas letras y comenzó a revisarlo de nuevo.
Go'el
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Oromë observaba el rostro de su primo como si fueran animales probándose entre sí, incapaz de quitarle la mirada de encima, temiendo que si lo hacía atacaría directo a su cuello.
Le costó recordar que no eran realmente bestias, sino personas con algo de magia dentro y nada más. El resto de ella era completamente humano, no importaba si tenía más éter que el resto del mundo; no se sentía especial al respecto, ni bendecida. Maldecida era mucho más exacto.
La dragona a pesar de todo, había descubierto lo agotada que estaba con esta situación, cansada de estar sola con sus mentiras y arrepentimientos. No podía soportar dejar la conversación en pedazos, no estaba bien y lo sabía.
Su primo estaba escapándose y lo conocía lo suficiente para saber que opinaba, al menos en parte. -Necesito que me enfrentes Go'el, aunque me duela- Susurró, sus ojos pegados al aire ahora que él había salido del agua.
Nada era lo que se esperaba, esta situación no resultó como imaginaba, pero sabía que merecía algo peor que la indiferencia de su anaia... Le dolía y mucho, pero no era suficiente. Tal vez era un pensamiento bastante egoísta e indiscutiblemente masoquista, ¿pero podría alguien culparla? Realmente no estaba segura de conocer algo mejor. Sin importar cuanto cariño pudiera recibir del resto de su familia, no se sentía parte de ella hace mucho debido a la lejanía autoimpuesta. Era incapaz de pedirles nada más de lo que ya hicieron en su momento; ahora era su turno de devolver los favores. Poseía el deseo y tal vez algo de valor, pero carecía del método.
Observó en dirección a la botica, realmente no tenía idea ya de que hacer. Era como mirar un trozo de papel en blanco y esperar que las palabras aparecieran por arte de magia.
Comprendía que no era lo mejor dejar las cosas tal cual se encontraban ahora pero tampoco era bueno presionar. Titubeaba sobre su siguiente paso, pero no se movía del lugar donde se encontraba sentada. Era la primera vez que se le dificultaba el actuar, una de esas pocas veces en las que se detenía a considerar las opciones y no simplemente saltar a la acción. Y lo odio. Ser incapaz de elegir con facilidad cuando no era cuestión de su persona lo que pasaría después le resultaba más que molesto, y el hecho de pensarlo así fue lo que le al fin la hizo decidirse.
Suspiró con rabia sin quitar los ojos de aquella puerta; Go'el tendría que ser el que hablara, el que optara por lo que sería de su relación de ahora en adelante, si regresar a la normalidad o dejar que esto hiciera mella en el cariño que se tenían. Oromë no iría a rogarle, por lo que simplemente se paró sobre sus pies mojados y se encaminó fuera de la botica.
-No deberías hacer eso- La voz de Gavriel se alzó como una nube de vapor a su alrededor. Sabía muy bien que si se volteaba lo vería allí parado, con su traje del ejercito y su cabello a medio atar en un pequeño rodete. -Te lastimas más al lastimarlos a ellos-
No era tonta como para creer que él realmente estaba allí, no eran más que sus propios pensamientos y su locura... Pero eso no evitó que le contestara a él y a ella misma. -Es la única forma de mantenerlos a salvo. El amor lo puede destruir todo, y si no hay nada que amar entonces no hay nada que pueda romperse- Escuchó un suspiro de resignación y luego nada, siguió andando y se alejó tanto como pudo de su anaia y de Ciudad Lagarto.
Le costó recordar que no eran realmente bestias, sino personas con algo de magia dentro y nada más. El resto de ella era completamente humano, no importaba si tenía más éter que el resto del mundo; no se sentía especial al respecto, ni bendecida. Maldecida era mucho más exacto.
La dragona a pesar de todo, había descubierto lo agotada que estaba con esta situación, cansada de estar sola con sus mentiras y arrepentimientos. No podía soportar dejar la conversación en pedazos, no estaba bien y lo sabía.
Su primo estaba escapándose y lo conocía lo suficiente para saber que opinaba, al menos en parte. -Necesito que me enfrentes Go'el, aunque me duela- Susurró, sus ojos pegados al aire ahora que él había salido del agua.
Nada era lo que se esperaba, esta situación no resultó como imaginaba, pero sabía que merecía algo peor que la indiferencia de su anaia... Le dolía y mucho, pero no era suficiente. Tal vez era un pensamiento bastante egoísta e indiscutiblemente masoquista, ¿pero podría alguien culparla? Realmente no estaba segura de conocer algo mejor. Sin importar cuanto cariño pudiera recibir del resto de su familia, no se sentía parte de ella hace mucho debido a la lejanía autoimpuesta. Era incapaz de pedirles nada más de lo que ya hicieron en su momento; ahora era su turno de devolver los favores. Poseía el deseo y tal vez algo de valor, pero carecía del método.
Observó en dirección a la botica, realmente no tenía idea ya de que hacer. Era como mirar un trozo de papel en blanco y esperar que las palabras aparecieran por arte de magia.
Comprendía que no era lo mejor dejar las cosas tal cual se encontraban ahora pero tampoco era bueno presionar. Titubeaba sobre su siguiente paso, pero no se movía del lugar donde se encontraba sentada. Era la primera vez que se le dificultaba el actuar, una de esas pocas veces en las que se detenía a considerar las opciones y no simplemente saltar a la acción. Y lo odio. Ser incapaz de elegir con facilidad cuando no era cuestión de su persona lo que pasaría después le resultaba más que molesto, y el hecho de pensarlo así fue lo que le al fin la hizo decidirse.
Suspiró con rabia sin quitar los ojos de aquella puerta; Go'el tendría que ser el que hablara, el que optara por lo que sería de su relación de ahora en adelante, si regresar a la normalidad o dejar que esto hiciera mella en el cariño que se tenían. Oromë no iría a rogarle, por lo que simplemente se paró sobre sus pies mojados y se encaminó fuera de la botica.
-No deberías hacer eso- La voz de Gavriel se alzó como una nube de vapor a su alrededor. Sabía muy bien que si se volteaba lo vería allí parado, con su traje del ejercito y su cabello a medio atar en un pequeño rodete. -Te lastimas más al lastimarlos a ellos-
No era tonta como para creer que él realmente estaba allí, no eran más que sus propios pensamientos y su locura... Pero eso no evitó que le contestara a él y a ella misma. -Es la única forma de mantenerlos a salvo. El amor lo puede destruir todo, y si no hay nada que amar entonces no hay nada que pueda romperse- Escuchó un suspiro de resignación y luego nada, siguió andando y se alejó tanto como pudo de su anaia y de Ciudad Lagarto.
Oromë Vánadóttir
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Re: Las cicatrices del cuerpo son las heridas del alma. [Privado][Cerrado]
Go'el no se giró cuando vio marcharse a su prima, no levantó la cabeza de los papeles, ni tan siquiera elevó los ojos para ver con disimulo como se iba la mujer que más quería en el mundo.
Una vez más Oromë desaparecía, huía y dejaba todo atrás y a medias, sin importar las consecuencias. Era de día, había dejado a su hija a cargo de su primo ¿qué clase de madre hace algo así?
No, ya no era solo eso. La dragona tenia aquel comportamiento con todo y todos, si te acercabas a ella tenías que saber que no sería por mucho tiempo, pero... ¿cómo podía haber sabido eso Go'el? Era su arreba, la única familia que le importaba, con excepción a lo mejor de su abuela. El galeno lo había dado y hecho todo por la albina, era su sino, la soga que lo ataba a la poca humanidad que poseía. Y ahora... ahora descubría que esa soga había estado podrida desde hacía décadas.
Go'el destrozó la pluma que tenía en sus dedos, su brazo al completo cambió y se llenó de escamas, y las garras que ahora eran sus uñas arremetieron contra el mostrador.
El monje se asomó por el marco de la puerta al oír el estruendo de la balanza caer al suelo. No dudaba de que el rubio pudiera defenderse, simplemente no se podía creer que su compañero hubiera perdido los papeles con su prima. Lo había visto enfadado y huraño infinidad de veces, pero nunca a causa de la dragona.
-Tío Gali, ¿qué pasa?
Sena hablaba detrás de la puerta, quería mirar lo que sucedía, esconderse detrás del grandullón y esperar, pero aún era de día y joven no se arriesgaría a un rayo de sol perdido tocara su nívea piel.
-No lo sé, pero parece que tu madre ha salido y algo ha enfadado a Gogo. -El gigante se dio la vuelta con tranquilidad y se agachó junto a la niña. -Quédate aquí, preparare un té e iré a ver qué sucede. En cuanto puede te llevaré a ti una taza de esas que te gustan.
La vampiresa asintió, se guareció tras la puerta y cuando esta se cerró se escucharon sus pasos y una silla arrastrándose. La joven había regresado a su libreta llena de dibujos.
-¿Que ha pasado?
Go'el miró al moreno percatándose entonces de su presencia, caminó hacia los cojines y se dejó caer en ellos.
Una vez más Oromë desaparecía, huía y dejaba todo atrás y a medias, sin importar las consecuencias. Era de día, había dejado a su hija a cargo de su primo ¿qué clase de madre hace algo así?
No, ya no era solo eso. La dragona tenia aquel comportamiento con todo y todos, si te acercabas a ella tenías que saber que no sería por mucho tiempo, pero... ¿cómo podía haber sabido eso Go'el? Era su arreba, la única familia que le importaba, con excepción a lo mejor de su abuela. El galeno lo había dado y hecho todo por la albina, era su sino, la soga que lo ataba a la poca humanidad que poseía. Y ahora... ahora descubría que esa soga había estado podrida desde hacía décadas.
Go'el destrozó la pluma que tenía en sus dedos, su brazo al completo cambió y se llenó de escamas, y las garras que ahora eran sus uñas arremetieron contra el mostrador.
El monje se asomó por el marco de la puerta al oír el estruendo de la balanza caer al suelo. No dudaba de que el rubio pudiera defenderse, simplemente no se podía creer que su compañero hubiera perdido los papeles con su prima. Lo había visto enfadado y huraño infinidad de veces, pero nunca a causa de la dragona.
-Tío Gali, ¿qué pasa?
Sena hablaba detrás de la puerta, quería mirar lo que sucedía, esconderse detrás del grandullón y esperar, pero aún era de día y joven no se arriesgaría a un rayo de sol perdido tocara su nívea piel.
-No lo sé, pero parece que tu madre ha salido y algo ha enfadado a Gogo. -El gigante se dio la vuelta con tranquilidad y se agachó junto a la niña. -Quédate aquí, preparare un té e iré a ver qué sucede. En cuanto puede te llevaré a ti una taza de esas que te gustan.
La vampiresa asintió, se guareció tras la puerta y cuando esta se cerró se escucharon sus pasos y una silla arrastrándose. La joven había regresado a su libreta llena de dibujos.
-¿Que ha pasado?
Go'el miró al moreno percatándose entonces de su presencia, caminó hacia los cojines y se dejó caer en ellos.
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