Sanando las heridas [Privado] [Cerrado]
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Sanando las heridas [Privado] [Cerrado]
Situación cronológica: después de la quest Ascensión en isla lunar.
Poco después de entrar a la modesta cabaña de madera, tras dar el último adiós a Tarivius, la de ojos verdes comenzó a sentir como el mundo se le venía encima, estaba realmente cansada después de los duros enfrentamientos con los guardianes de los fragmentos y el jinete, pero no solo eso, también le había afectado bastante la despedida del centinela, al que ya no volvería a ver. A todo ello debía sumar la molesta herida de su muslo, que cada vez tenía peor aspecto, detalle preocupante cuanto menos.
Sabiendo que no podría aguantar mucho más, la joven se dirigió al pequeño cuarto de invitados que había al fondo del pasillo, y sin pronunciar palabra, se dejó caer pesadamente sobre la cama, evitando apoyar el peso de su cuerpo sobre el lado en que se encontraba la herida. Así se mantuvo durante unos minutos, en silencio y con los ojos cerrados, pero sin poder dormir, el dolor se lo impedía. Después de aquellos instantes, Elen hizo un esfuerzo y se incorporó hasta quedar sentada en el camastro, lo justo para poder deshacerse de las partes de la armadura que aún llevaba puestas y poder echarse un vistazo a la pierna. - El daño está dentro, no puedo hacer nada. - musitó para sí misma, al tiempo que apartaba la tela de cuero de sus rotos pantalones para examinar mejor la zona en que Keira había conseguido clavarle la daga ardiente.
Su conocimientos alquímicos solo la ayudarían a mitigar el dolor, pero para sanar del tono necesitaría los cuidados de un profesional, y por desgracia no estaba en condiciones de salir a buscar uno. - Necesito un médico. - consiguió pronunciar, antes de caer inconsciente a causa del cansancio y el dolor. Después de tantas emociones, sin duda su descanso estaría plagado de pesadillas, o al menos así había sido hasta el momento, pero aquella vez no hubo cruentas escenas ni imágenes de los jinetes, el medallón mantenía a raya la maldición que cargaba la hechicera, anulando sus efectos.
Tampoco habría sueños, solo la oscura nada, salpicada de puntos brillantes, como el cielo que había visto mientras Tarivius le mostraba el plano de los centinelas. Su labor apenas comenzaba, e iba a ponerla a prueba constantemente, así que tendría que prepararse a conciencia y mejorar mucho en el manejo de sus habilidades y poderes, tarea para la que buscaría ayuda. Sin poder calcular el tiempo que llevaba en aquel estado de inconsciencia, la bruja comenzó a notar un cambio en el ambiente, y de pronto los pequeños puntos comenzaron a hacerse más grandes, tanto como para unirse en una única y brillante fuente de luz.
- ¿Qué está pasando? - murmuró, mientras un extraño cosquilleo le recorría la pierna y la hacía reaccionar. Apenas pudo abrir un poco los ojos, pero fue suficiente para atisbar la figura que se encontraba a su lado, sentada al borde de la cama y con las manos colocadas a escasos centímetros de la herida que tenía en el muslo. Era una mujer, de cabellos oscuros y ropajes grises, pero poco más consiguió ver la benjamina de los Calhoun antes de volver a perder la consciencia, sumiéndose en un profundo sueño que duraría algunas horas.
Poco después de entrar a la modesta cabaña de madera, tras dar el último adiós a Tarivius, la de ojos verdes comenzó a sentir como el mundo se le venía encima, estaba realmente cansada después de los duros enfrentamientos con los guardianes de los fragmentos y el jinete, pero no solo eso, también le había afectado bastante la despedida del centinela, al que ya no volvería a ver. A todo ello debía sumar la molesta herida de su muslo, que cada vez tenía peor aspecto, detalle preocupante cuanto menos.
Sabiendo que no podría aguantar mucho más, la joven se dirigió al pequeño cuarto de invitados que había al fondo del pasillo, y sin pronunciar palabra, se dejó caer pesadamente sobre la cama, evitando apoyar el peso de su cuerpo sobre el lado en que se encontraba la herida. Así se mantuvo durante unos minutos, en silencio y con los ojos cerrados, pero sin poder dormir, el dolor se lo impedía. Después de aquellos instantes, Elen hizo un esfuerzo y se incorporó hasta quedar sentada en el camastro, lo justo para poder deshacerse de las partes de la armadura que aún llevaba puestas y poder echarse un vistazo a la pierna. - El daño está dentro, no puedo hacer nada. - musitó para sí misma, al tiempo que apartaba la tela de cuero de sus rotos pantalones para examinar mejor la zona en que Keira había conseguido clavarle la daga ardiente.
Su conocimientos alquímicos solo la ayudarían a mitigar el dolor, pero para sanar del tono necesitaría los cuidados de un profesional, y por desgracia no estaba en condiciones de salir a buscar uno. - Necesito un médico. - consiguió pronunciar, antes de caer inconsciente a causa del cansancio y el dolor. Después de tantas emociones, sin duda su descanso estaría plagado de pesadillas, o al menos así había sido hasta el momento, pero aquella vez no hubo cruentas escenas ni imágenes de los jinetes, el medallón mantenía a raya la maldición que cargaba la hechicera, anulando sus efectos.
Tampoco habría sueños, solo la oscura nada, salpicada de puntos brillantes, como el cielo que había visto mientras Tarivius le mostraba el plano de los centinelas. Su labor apenas comenzaba, e iba a ponerla a prueba constantemente, así que tendría que prepararse a conciencia y mejorar mucho en el manejo de sus habilidades y poderes, tarea para la que buscaría ayuda. Sin poder calcular el tiempo que llevaba en aquel estado de inconsciencia, la bruja comenzó a notar un cambio en el ambiente, y de pronto los pequeños puntos comenzaron a hacerse más grandes, tanto como para unirse en una única y brillante fuente de luz.
- ¿Qué está pasando? - murmuró, mientras un extraño cosquilleo le recorría la pierna y la hacía reaccionar. Apenas pudo abrir un poco los ojos, pero fue suficiente para atisbar la figura que se encontraba a su lado, sentada al borde de la cama y con las manos colocadas a escasos centímetros de la herida que tenía en el muslo. Era una mujer, de cabellos oscuros y ropajes grises, pero poco más consiguió ver la benjamina de los Calhoun antes de volver a perder la consciencia, sumiéndose en un profundo sueño que duraría algunas horas.
Última edición por Elen Calhoun el Lun Jun 13 2016, 13:10, editado 1 vez
Elen Calhoun
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Re: Sanando las heridas [Privado] [Cerrado]
Tres horas pasaron antes de que la hechicera volviese a reaccionar, y cuando finalmente lo hizo, encontró a su lado la misma figura que había visto anteriormente, durante el pequeño momento de consciencia que había tenido al sentir el cosquilleo recorriéndole la pierna herida. Instintivamente, la tensai trató de incorporarse, pues no conocía a la mujer que se hallaba sentada en la cama, y por mal que estuviese no podía pasar por alto ese detalle. - No, aguarda, aún no has sanado del todo. - instó la extraña, sujetándola con delicadeza por el hombro mientras intentaba que volviese a recostarse.
- ¿Quién eres? - preguntó Elen, mientras la observaba con mayor detenimiento, ahora que estaba lo suficientemente despejada como para poder hacerlo. En primera instancia solo se había fijado en la negra melena de la joven y sus ropajes, pero ahora que podía verla mejor, la bruja se percató de que estaba ante una elfa, y aquella situación que a otros de su raza hubiese puesto nerviosos, por el odio que aún se guardaban ambas comunidades tras la guerra, a la benjamina de los Calhoun la tranquilizó un tanto, esa desconocida era lo más cercano a un médico que podía conseguir.
La extraña, una joven alta y delgada, de finos rasgos y con unos ojos intensamente azules, esbozó una leve sonrisa y consiguió que la maga se recostase nuevamente sobre el camastro. - Eärwen Mithrandír, ese es mi nombre. - respondió con amabilidad, mientras acomodaba la cabeza de la herida sobre una almohada cercana. - Pasaba por Beltrexus cuando el ama de llaves de esta casa dio conmigo, y tras contarme la gravedad del asunto decidí acudir de inmediato. - reveló, para tranquilidad de la hechicera. - Gracias. - musitó la tensai, que en aquel momento se percató de que las molestias de su pierna habían desaparecido.
- ¿Es grave? - preguntó, sin querer verse el corte. - No tengo idea de cómo te has hecho esa herida, pero el interior parecía quemado… - comenzó a decir, lentamente. - Aunque mis poderes han curado tus quemaduras debes hacer reposo, si no tratas bien la zona se infectará y entonces todo será mucho peor. - prosiguió al poco, desviando la vista hacia la pierna de la maga. - Un poco más y habrá cerrado, pero aunque lo haga, deberás evitar los movimientos bruscos durante un par de días para que no vuelva a abrirse. - aconsejó, sin perder el tono amable con el que había empezado a hablar.
- Así lo haré. - aseguró la de ojos verdes, que aún podía notar el cansancio en su cuerpo, probablemente tardase unos días en ponerse en marcha nuevamente, y ese tiempo sería el que su herida tendría para sanar del todo. Sin perder la leve sonrisa, Eärwen volvió a dirigir sus manos hacia la zona afectada, y tras unos breves instantes, el cosquilleo que la tensai había sentido durante su inconsciencia volvió a aparecer, recorriéndole el muslo y centrándose en el corte y sus alrededores. - Asombroso. - pensó Elen, mientras veía cómo la herida se cerraba sin esfuerzo ante sus ojos, sin duda la magia de los elfos seguiría impresionándola siempre.
- Ya está. - comentó la sanadora, al tiempo que apartaba las manos y examinaba el resultado. El corte estaba cerrado y no volvería a abrirse si la joven seguía sus indicaciones, así que su trabajo allí había terminado, podía regresar a Beltrexus y seguir con sus quehaceres, que no eran otros que ofrecerse voluntaria en el puesto médico de la ciudad. - Nuevamente, gracias, no podría haber buscado un médico en el estado en que me encontraba. - dijo la bruja, con amabilidad. Alargando el brazo hacia su bolsa de cuero, que colgaba de una silla cercana, Elen rebuscó hasta dar con el saquito de aeros que siempre llevaba encima, con intención de pagar a Eärwen por sus servicios, pero la elfa negó con la cabeza, no le interesaba el dinero.
- No es necesario. - dijo, al tiempo que se levantaba del borde de la cama. - Si no quieres aceptar mis aeros está bien, pero ¿qué hora es? El sol ya está saliendo de nuevo… - pronunció, guiada por la luz que comenzaba a entrar por una de las ventanas de la habitación. - Al menos permitirás que la invitemos a desayunar ¿no? - preguntó, y no tardó en obtener respuesta, aunque ésta se limitase a un gesto afirmativo de cabeza.
- ¿Quién eres? - preguntó Elen, mientras la observaba con mayor detenimiento, ahora que estaba lo suficientemente despejada como para poder hacerlo. En primera instancia solo se había fijado en la negra melena de la joven y sus ropajes, pero ahora que podía verla mejor, la bruja se percató de que estaba ante una elfa, y aquella situación que a otros de su raza hubiese puesto nerviosos, por el odio que aún se guardaban ambas comunidades tras la guerra, a la benjamina de los Calhoun la tranquilizó un tanto, esa desconocida era lo más cercano a un médico que podía conseguir.
La extraña, una joven alta y delgada, de finos rasgos y con unos ojos intensamente azules, esbozó una leve sonrisa y consiguió que la maga se recostase nuevamente sobre el camastro. - Eärwen Mithrandír, ese es mi nombre. - respondió con amabilidad, mientras acomodaba la cabeza de la herida sobre una almohada cercana. - Pasaba por Beltrexus cuando el ama de llaves de esta casa dio conmigo, y tras contarme la gravedad del asunto decidí acudir de inmediato. - reveló, para tranquilidad de la hechicera. - Gracias. - musitó la tensai, que en aquel momento se percató de que las molestias de su pierna habían desaparecido.
- ¿Es grave? - preguntó, sin querer verse el corte. - No tengo idea de cómo te has hecho esa herida, pero el interior parecía quemado… - comenzó a decir, lentamente. - Aunque mis poderes han curado tus quemaduras debes hacer reposo, si no tratas bien la zona se infectará y entonces todo será mucho peor. - prosiguió al poco, desviando la vista hacia la pierna de la maga. - Un poco más y habrá cerrado, pero aunque lo haga, deberás evitar los movimientos bruscos durante un par de días para que no vuelva a abrirse. - aconsejó, sin perder el tono amable con el que había empezado a hablar.
- Así lo haré. - aseguró la de ojos verdes, que aún podía notar el cansancio en su cuerpo, probablemente tardase unos días en ponerse en marcha nuevamente, y ese tiempo sería el que su herida tendría para sanar del todo. Sin perder la leve sonrisa, Eärwen volvió a dirigir sus manos hacia la zona afectada, y tras unos breves instantes, el cosquilleo que la tensai había sentido durante su inconsciencia volvió a aparecer, recorriéndole el muslo y centrándose en el corte y sus alrededores. - Asombroso. - pensó Elen, mientras veía cómo la herida se cerraba sin esfuerzo ante sus ojos, sin duda la magia de los elfos seguiría impresionándola siempre.
- Ya está. - comentó la sanadora, al tiempo que apartaba las manos y examinaba el resultado. El corte estaba cerrado y no volvería a abrirse si la joven seguía sus indicaciones, así que su trabajo allí había terminado, podía regresar a Beltrexus y seguir con sus quehaceres, que no eran otros que ofrecerse voluntaria en el puesto médico de la ciudad. - Nuevamente, gracias, no podría haber buscado un médico en el estado en que me encontraba. - dijo la bruja, con amabilidad. Alargando el brazo hacia su bolsa de cuero, que colgaba de una silla cercana, Elen rebuscó hasta dar con el saquito de aeros que siempre llevaba encima, con intención de pagar a Eärwen por sus servicios, pero la elfa negó con la cabeza, no le interesaba el dinero.
- No es necesario. - dijo, al tiempo que se levantaba del borde de la cama. - Si no quieres aceptar mis aeros está bien, pero ¿qué hora es? El sol ya está saliendo de nuevo… - pronunció, guiada por la luz que comenzaba a entrar por una de las ventanas de la habitación. - Al menos permitirás que la invitemos a desayunar ¿no? - preguntó, y no tardó en obtener respuesta, aunque ésta se limitase a un gesto afirmativo de cabeza.
Elen Calhoun
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Re: Sanando las heridas [Privado] [Cerrado]
No sin esfuerzo, la tensai consiguió levantarse de la cama, intentando no realizar movimientos bruscos ni cargar mucho peso sobre la pierna recién curada, para que el trabajo de la elfa no fuese en vano. Elen se sentía incómoda pero al menos ya no le dolía, y en un par de días podría volver a hacer vida normal así que debía dar las gracias porque aquella mujer se hubiese cruzado en su camino. - La cicatriz no se borrará, lo lamento. - comentó Eärwen, sin apenas elevar la voz. - No te preocupes por eso, no es la primera ni será la última. - contestó la joven, que ya contaba con bastantes marcas en el cuerpo y las aceptaba sin problema alguno.
Lentamente, la benjamina de los Calhoun comenzó a andar hacia el comedor, seguida de cerca por su sanadora, que vigilaba en todo momento la herida, por si volvía a abrirse. Ambas llegaron sin problemas a la larga mesa, y tras tomar asiento, esperaron a que el ama de llaves de la casa sirviese el desayuno, cosa que no tardó en suceder. Había un poco de todo, pan recién horneado, queso, algo de caldo caliente para combatir el frescor de la mañana, leche y una surtida variedad de frutas frescas, alimentos que hicieron preguntarse a la de ojos verdes cuándo había comido por última vez, ya no lo recordaba.
La respuesta a su pregunta era la noche que pasó en las ruinas, justo antes de enfrentarse a la hechicera y al hombre bestia calamar, desde entonces no había probado bocado. Aquello se debió a los caóticos acontecimientos que tuvieron lugar después de hacerse con el anillo, el viaje a Dundarak, su visita al cuartel y el robo del tercer fragmento, la persecución por los callejones y finalmente su enfrentamiento con la gran encantadora de palacio, demasiadas cosas como para permitirse un descanso. Ni siquiera cuando por fin consiguió escapar de la ciudad decidió tomarse un respiro, Tarivius había sido muy claro con el escaso tiempo que tenía, y por ello tras llegar a isla lunar, la hechicera solo se permitió un momento para beber infusión de Inhibis, de modo que su pierna no diese problemas mientras ascendía hasta la cima.
Elen había aguantado bien, pero ahora que veía la apetitosa comida sobre la mesa, y sus olores embargaban la estancia, no pudo resistirse a probar un poco de todo. - Umm… esto está buenísimo. - comentó, tras llevarse a los labios un pequeño cuenco con algo de caldo. Los demás también comenzaron a dar cuenta de los diferentes alimentos que descansaban sobre la madera, pero podía notarse en los presentes cierta desgana, acababan de perder al hombre con el que habían vivido durante muchos años y les costaría pasar página. - ¿Te quedarás mucho por estas tierras? - preguntó la bruja, desviando la vista hacia Eärwen. - Eso espero, mi intención es presentarme voluntaria para trabajar en el puesto médico de Beltrexus. - respondió la elfa, con una leve sonrisa.
- Nos vendrías bien sin duda. - aseguró la joven, antes de partir un poco de pan y comerlo junto con un trozo de queso. - Puede que algunos no te traten demasiado bien pero la mayoría hemos dejado atrás el pasado. - añadió algo después, teniendo en cuenta el rechazo que aún existía entre ambas razas, o al menos en algunos de sus miembros. - Solo debes tenerles paciencia, tarde o temprano se darán cuenta de que no tiene sentido continuar peleando. - prosiguió, para luego seguir desayunando tranquilamente. - Sé que no será fácil, pero confío en que pronto se acostumbren a mi presencia en la ciudad. - contestó la muchacha, sin perder la esperanza.
Todos continuaron dando cuenta de aquellos alimentos sin decir mucho más, y cuando el desayuno terminó, ayudaron a recoger la mesa y dejar el comedor en perfecto estado. Elen era la más lenta por supuesto, pero también quería aportar su granito de arena, por pequeño que fuese. Una vez terminada la tarea, la de ojos verdes acompañó a la elfa hasta la puerta, y aunque teniendo en cuenta el estado de su pierna le hubiese convenido quedarse dentro de la casa, decidió salir al jardín, para echar un vistazo al último lugar en que había estado Tarivius. - ¿Un ser querido? - se atrevió a preguntar la morena, tras percatarse de los restos de ceniza que quedaban tanto sobre el altar de piedra como a su alrededor.
- Sí, un buen hombre. - respondió la bruja, llevándose instintivamente la mano a la marca que el anciano había dejado en ella antes de despedirse.
Lentamente, la benjamina de los Calhoun comenzó a andar hacia el comedor, seguida de cerca por su sanadora, que vigilaba en todo momento la herida, por si volvía a abrirse. Ambas llegaron sin problemas a la larga mesa, y tras tomar asiento, esperaron a que el ama de llaves de la casa sirviese el desayuno, cosa que no tardó en suceder. Había un poco de todo, pan recién horneado, queso, algo de caldo caliente para combatir el frescor de la mañana, leche y una surtida variedad de frutas frescas, alimentos que hicieron preguntarse a la de ojos verdes cuándo había comido por última vez, ya no lo recordaba.
La respuesta a su pregunta era la noche que pasó en las ruinas, justo antes de enfrentarse a la hechicera y al hombre bestia calamar, desde entonces no había probado bocado. Aquello se debió a los caóticos acontecimientos que tuvieron lugar después de hacerse con el anillo, el viaje a Dundarak, su visita al cuartel y el robo del tercer fragmento, la persecución por los callejones y finalmente su enfrentamiento con la gran encantadora de palacio, demasiadas cosas como para permitirse un descanso. Ni siquiera cuando por fin consiguió escapar de la ciudad decidió tomarse un respiro, Tarivius había sido muy claro con el escaso tiempo que tenía, y por ello tras llegar a isla lunar, la hechicera solo se permitió un momento para beber infusión de Inhibis, de modo que su pierna no diese problemas mientras ascendía hasta la cima.
Elen había aguantado bien, pero ahora que veía la apetitosa comida sobre la mesa, y sus olores embargaban la estancia, no pudo resistirse a probar un poco de todo. - Umm… esto está buenísimo. - comentó, tras llevarse a los labios un pequeño cuenco con algo de caldo. Los demás también comenzaron a dar cuenta de los diferentes alimentos que descansaban sobre la madera, pero podía notarse en los presentes cierta desgana, acababan de perder al hombre con el que habían vivido durante muchos años y les costaría pasar página. - ¿Te quedarás mucho por estas tierras? - preguntó la bruja, desviando la vista hacia Eärwen. - Eso espero, mi intención es presentarme voluntaria para trabajar en el puesto médico de Beltrexus. - respondió la elfa, con una leve sonrisa.
- Nos vendrías bien sin duda. - aseguró la joven, antes de partir un poco de pan y comerlo junto con un trozo de queso. - Puede que algunos no te traten demasiado bien pero la mayoría hemos dejado atrás el pasado. - añadió algo después, teniendo en cuenta el rechazo que aún existía entre ambas razas, o al menos en algunos de sus miembros. - Solo debes tenerles paciencia, tarde o temprano se darán cuenta de que no tiene sentido continuar peleando. - prosiguió, para luego seguir desayunando tranquilamente. - Sé que no será fácil, pero confío en que pronto se acostumbren a mi presencia en la ciudad. - contestó la muchacha, sin perder la esperanza.
Todos continuaron dando cuenta de aquellos alimentos sin decir mucho más, y cuando el desayuno terminó, ayudaron a recoger la mesa y dejar el comedor en perfecto estado. Elen era la más lenta por supuesto, pero también quería aportar su granito de arena, por pequeño que fuese. Una vez terminada la tarea, la de ojos verdes acompañó a la elfa hasta la puerta, y aunque teniendo en cuenta el estado de su pierna le hubiese convenido quedarse dentro de la casa, decidió salir al jardín, para echar un vistazo al último lugar en que había estado Tarivius. - ¿Un ser querido? - se atrevió a preguntar la morena, tras percatarse de los restos de ceniza que quedaban tanto sobre el altar de piedra como a su alrededor.
- Sí, un buen hombre. - respondió la bruja, llevándose instintivamente la mano a la marca que el anciano había dejado en ella antes de despedirse.
Elen Calhoun
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Re: Sanando las heridas [Privado] [Cerrado]
Ambas se quedaron en silencio contemplando el altar de piedra durante unos minutos, que Eärwen aprovechó para hacer mentalmente una oración en su lengua materna por el alma del hechicero, manteniendo las manos juntas y los ojos cerrados. Elen la observó con cierta curiosidad, sin saber qué estaba haciendo, pero no la interrumpiría, no después de la desinteresada ayuda que le había prestado. En cuanto la elfa volvió a abrir los ojos, la tensai decidió que era momento de despedirse, así que se apartó de la entrada del jardín y caminó hacia el que debía ser el caballo de su invitada, un ejemplar blanco y muy dócil.
- De nuevo gracias, estoy en deuda contigo. - comentó, mientras la sanadora desataba las riendas de su montura y se subía a la silla. - No ha sido nada, cuídate la pierna. - respondió ella con amabilidad, sin perder la leve sonrisa. - Eso haré. - aseguró Elen, justo antes de que su invitada se pusiera en marcha. - Si algún día tienes problemas en la ciudad búscame, conozco a estas gentes y sé como tratar con ellos. - exclamó la bruja poco antes de perder de vista el caballo, consiguiendo que Eärwen se girase para hacerle un gesto afirmativo de cabeza. - Ahora toca descansar. - pensó, al tiempo que se giraba para regresar al interior de la cabaña.
Una vez dentro de la vivienda, la nueva centinela decidió que su reposo no sería pasar en cama los dos días siguientes, ella dedicaría el tiempo a cosas mejores, como a estudiar los libros de Tarivius. La biblioteca del anciano era grande, y en ella se podían encontrar volúmenes de muchas temáticas diferentes, así que empezaría por buscar una cosa en particular, el significado de aquella palabra con que se habían dirigido a ella tanto el brujo como el jinete, “Fashateni”. Sin duda debía ser élfico antiguo, así que buscaría cualquier libro que pudiese contener algo de historia, luego tendría que apañárselas para entender aquella lengua que hasta el momento, nunca había estudiado.
Quizá tendría que haber aprovechado la visita de Eärwen para preguntarle por aquel término, pero la verdad es que no tenía ganas de estar dando explicaciones a nadie, ni siquiera había hablado con Dandera sobre lo ocurrido todavía. Tomando asiento cerca de una de las abarrotadas estanterías, la hechicera recorrió con la mirada los lomos de los libros que tenía más cerca, hasta dar con uno que podría servirle. “El origen de los centinelas” se podía leer en la portada, cuidadosamente bordada con hilos dorados que dibujaban espirales a ambos lados del título. Aquellas páginas las había escrito uno de los primeros protectores de Aerandir, y en ellas se recogían tanto historias como bocetos antiguos y descripciones de las diferentes amenazas a las que se habían enfrentado con el paso de los años, así como un listado de los centinelas que habían existido.
Muchos de los textos estaban escritos en élfico antiguo y posteriormente traducidos, así fue como la de ojos verdes encontró el significado de lo que buscaba. El término Fashateni se repetía constantemente, y tras leerlo un par de veces, quedó claro que hacía referencia a su nuevo cargo, de centinela. Tanto el anciano Tarivius como el jinete la habían llamado de ese modo en isla lunar, y por fin entendía el por qué, pero no sabría qué más le había dicho el Tarmúnil, pues no recordaba exactamente las palabras que le había dedicado durante su combate en la cima.
Lentamente, la benjamina de los Calhoun fue pasando las páginas, prestando suma atención a cuanto contenían, puede que allí estuviese todo lo que necesitaba saber para cumplir su misión con éxito. De vez en cuando se detenía para examinar un boceto o intentar memorizar algunas frases en élfico antiguo, pero cuando llegó al listado de centinelas se tomó su tiempo, para leer cada uno de los nombres, hasta llegar al último, que se correspondía con Melena Blanca. El protector de los reinos del este había sido el último en pasar a formar parte de todo aquello, y de eso hacía ya diez años, la mitad del tiempo que Amaterasu llevaba portando su fragmento. - Supongo que en ausencia de Tarivius me tocará a mi seguir llevando este registro. - musitó la joven para sí misma, al tiempo que tomaba una pluma del escritorio y la mojaba levemente en el tintero.
Sin querer estropear la lista, Elen añadió su nombre justo debajo del de Melena Blanca, realizando los trazos con cuidado para que el resultado quedase fino y elegante, luego esperó a que secase, para seguir leyendo todo lo que aquel libro contenía. Los siguientes días fueron parecidos, pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca estudiando y apenas hablaba sobre lo sucedido en isla lunar, aún no estaba lista para ello.
- De nuevo gracias, estoy en deuda contigo. - comentó, mientras la sanadora desataba las riendas de su montura y se subía a la silla. - No ha sido nada, cuídate la pierna. - respondió ella con amabilidad, sin perder la leve sonrisa. - Eso haré. - aseguró Elen, justo antes de que su invitada se pusiera en marcha. - Si algún día tienes problemas en la ciudad búscame, conozco a estas gentes y sé como tratar con ellos. - exclamó la bruja poco antes de perder de vista el caballo, consiguiendo que Eärwen se girase para hacerle un gesto afirmativo de cabeza. - Ahora toca descansar. - pensó, al tiempo que se giraba para regresar al interior de la cabaña.
Una vez dentro de la vivienda, la nueva centinela decidió que su reposo no sería pasar en cama los dos días siguientes, ella dedicaría el tiempo a cosas mejores, como a estudiar los libros de Tarivius. La biblioteca del anciano era grande, y en ella se podían encontrar volúmenes de muchas temáticas diferentes, así que empezaría por buscar una cosa en particular, el significado de aquella palabra con que se habían dirigido a ella tanto el brujo como el jinete, “Fashateni”. Sin duda debía ser élfico antiguo, así que buscaría cualquier libro que pudiese contener algo de historia, luego tendría que apañárselas para entender aquella lengua que hasta el momento, nunca había estudiado.
Quizá tendría que haber aprovechado la visita de Eärwen para preguntarle por aquel término, pero la verdad es que no tenía ganas de estar dando explicaciones a nadie, ni siquiera había hablado con Dandera sobre lo ocurrido todavía. Tomando asiento cerca de una de las abarrotadas estanterías, la hechicera recorrió con la mirada los lomos de los libros que tenía más cerca, hasta dar con uno que podría servirle. “El origen de los centinelas” se podía leer en la portada, cuidadosamente bordada con hilos dorados que dibujaban espirales a ambos lados del título. Aquellas páginas las había escrito uno de los primeros protectores de Aerandir, y en ellas se recogían tanto historias como bocetos antiguos y descripciones de las diferentes amenazas a las que se habían enfrentado con el paso de los años, así como un listado de los centinelas que habían existido.
Muchos de los textos estaban escritos en élfico antiguo y posteriormente traducidos, así fue como la de ojos verdes encontró el significado de lo que buscaba. El término Fashateni se repetía constantemente, y tras leerlo un par de veces, quedó claro que hacía referencia a su nuevo cargo, de centinela. Tanto el anciano Tarivius como el jinete la habían llamado de ese modo en isla lunar, y por fin entendía el por qué, pero no sabría qué más le había dicho el Tarmúnil, pues no recordaba exactamente las palabras que le había dedicado durante su combate en la cima.
Lentamente, la benjamina de los Calhoun fue pasando las páginas, prestando suma atención a cuanto contenían, puede que allí estuviese todo lo que necesitaba saber para cumplir su misión con éxito. De vez en cuando se detenía para examinar un boceto o intentar memorizar algunas frases en élfico antiguo, pero cuando llegó al listado de centinelas se tomó su tiempo, para leer cada uno de los nombres, hasta llegar al último, que se correspondía con Melena Blanca. El protector de los reinos del este había sido el último en pasar a formar parte de todo aquello, y de eso hacía ya diez años, la mitad del tiempo que Amaterasu llevaba portando su fragmento. - Supongo que en ausencia de Tarivius me tocará a mi seguir llevando este registro. - musitó la joven para sí misma, al tiempo que tomaba una pluma del escritorio y la mojaba levemente en el tintero.
Sin querer estropear la lista, Elen añadió su nombre justo debajo del de Melena Blanca, realizando los trazos con cuidado para que el resultado quedase fino y elegante, luego esperó a que secase, para seguir leyendo todo lo que aquel libro contenía. Los siguientes días fueron parecidos, pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca estudiando y apenas hablaba sobre lo sucedido en isla lunar, aún no estaba lista para ello.
Elen Calhoun
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