A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
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A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
La luz se filtraba por entre los huecos que los viejos tablones que cubrían el estrecho ventanuco de la habitación. Aquel haz de luz golpeaba directamente sobre mis ojos arrancándome del abrazo de Morfeo. A juzgar por la intensidad de esa luz debía de ser en torno al medio día. el aroma del puchero que se cocinaba en las cocinas de aquella misma posada.
Vestido con poco mas que las calzas me desperecé intentando recordar cómo había llegado a la habitación. Sin duda era la habitación que había alquilado dado que se encontraban allí todas las pertenencias que cargaba en aquel viaje pero tenía una gran laguna, y además me sentía como si llevara durmiendo una semana.
Haciendo memoria recordé que el mismo día que llegué a Beltrexus acabé sentándome en una de las mesas de esta misma posada, y que apenas unos momentos después había conocido a uno de los hijos de Sandorai, Baltazar, a otra criatura de la que no recordaba su raza, Tina, y Mina. recordé como los cuatro nos embarcamos en un trabajo por la captura de un mudster y luego...
En ese momento fué cuando advertí la llave que tenía aferrada en mi mano izquierda. Una llave con un intrincado y bello motivo decorativo, construida con un material iridiscente y que rezumaba magia y entonces llegaron a mi mente vagos recuerdos de una mansión enorme donde había toda clase de excesos tanto en belleza como en lo grotesco y a Mina junto a él en la cama provocándome esta ultima visión una sensación de calor igual a la provocada por el rubor.
Los recuerdos estaban inconexos y además algo me decía que tampoco estaban en orden cronológico. Restregándome la cara con las manos intenté expulsar de mi mente aquel bucle de preguntas que no hacian mas que generar otras preguntas aún mas dificiles de contestar, me vestí y bajé a sala. No debía olvidar que el motivo de mi visita a la ciudad era la boda.
- Posadero ¿Cuanto falta para la boda del joven Bánastor? -
-¿la boda? Hace tres días que se acabaron las celebraciones. Ha sido una semana llenas de jolgorio muchacho. -
Mi cara de incredulidad debió de ser espectacular pues el propio tabernero e incluso algunos clientes cercanos rieron a carcajada limpia. -Tranquilo hombre, sólo te estaba tomando el pelo. La ceremonia será esta tarde. están terminando los preparativos en el templo y las calles.-
Eso no me dejaba mucho margen pero al menos no me había perdido nada aún. dando las gracias al posadero subí rápido en busca del traje elegante que usaría para la ocasión. Aquel traje de seda mostraba un patrón de tonos azulados y turquesas sobre un fondo negro y bordados dorados acompañado de una capa de piel grisácea. sobre los hombros y en los antebrazos unas protecciones de metal ligeras cuya función era simplemente ornamentativa.
Al salir de la posada arrastré conmigo demasiadas miradas pues el contraste de mis ropas respecto al resto de campesinos y artesanos que poblaban la taberna y rezaba a los dioses por que ninguno intentara robarme nada en mi ausencia. La ceremonia concurrió tal y como se esperaba. El sacerdote dió un discurso sobre el amor que me pareció eterno y sobreadornado pero del agrado de todos los asistentes a la ceremonia.
El desfile subsiguiente por la calle principal, regado con millares de petalos de flor nevada en sustitución de las rosas fué además acompañado por vítores y aplausos. Los novios y los miembros de la comitiva nupcial avanzaban escoltados por caballeros e infantes de armaduras brillantes y una vez en la plaza comenzó el banquete.
Las mesas estaban dispuestas en el espacio y en abundancia de alimentos en base a la posición social de los comensales, por lo que, al formar parte de los allegados de la familia del novio tuve la suerte de poder comer de cuanto quisiera. manjares que, por norma general, quedaban muy lejos de aquellas raciones de viaje que conformaban mas de la mitad de mi dieta habitual.
la actividades organizadas también estaban cuidadosamente elegidas en función del estrato social de los participantes, por lo que mientras los nobles y los burgueses mas adinerados reían, los campesinos y otros hombres se rebozaban en barro intentando cazar un cerdo engrasado por todo un redil. Los nobles de más alta cuna recitaban poesías y cantares compuestos por sus propios trovadores y la burguesía mas adinerada se batía en duelo con caballeros y nobles de baja cuna en un torneo a espada.
Fue al final de este torneo cuando el afortunado decidió retarme "por los viejos tiempos". Aquel joven, a diferencia de mí, nunca había estado en el campo de batalla y su esgrima se reducía a las prácticas que había realizado con su tutor en la hacienda. Bánastor no era rival para mí y aunque estuve tentado en varias ocasiones de derrotarlo, dada la ocasión que nos reunía abrí la guardia esperando su desarme.
Derrotado por el recién casado y regando mi garganta con vino especiado me senté un poco apartado de todo aquel circo observando y descansado. tratando de pasar desapercibido en la zona donde los plebeyos y los burgueses se entremezclaban. Era hora de decidir si buscaba una dama para cuando se dieran los bailes, a los cuales no les faltaría demasiado pues el sol comenzaba a dar las primeras pinceladas del crepúsculo.
Vestido con poco mas que las calzas me desperecé intentando recordar cómo había llegado a la habitación. Sin duda era la habitación que había alquilado dado que se encontraban allí todas las pertenencias que cargaba en aquel viaje pero tenía una gran laguna, y además me sentía como si llevara durmiendo una semana.
Haciendo memoria recordé que el mismo día que llegué a Beltrexus acabé sentándome en una de las mesas de esta misma posada, y que apenas unos momentos después había conocido a uno de los hijos de Sandorai, Baltazar, a otra criatura de la que no recordaba su raza, Tina, y Mina. recordé como los cuatro nos embarcamos en un trabajo por la captura de un mudster y luego...
En ese momento fué cuando advertí la llave que tenía aferrada en mi mano izquierda. Una llave con un intrincado y bello motivo decorativo, construida con un material iridiscente y que rezumaba magia y entonces llegaron a mi mente vagos recuerdos de una mansión enorme donde había toda clase de excesos tanto en belleza como en lo grotesco y a Mina junto a él en la cama provocándome esta ultima visión una sensación de calor igual a la provocada por el rubor.
Los recuerdos estaban inconexos y además algo me decía que tampoco estaban en orden cronológico. Restregándome la cara con las manos intenté expulsar de mi mente aquel bucle de preguntas que no hacian mas que generar otras preguntas aún mas dificiles de contestar, me vestí y bajé a sala. No debía olvidar que el motivo de mi visita a la ciudad era la boda.
- Posadero ¿Cuanto falta para la boda del joven Bánastor? -
-¿la boda? Hace tres días que se acabaron las celebraciones. Ha sido una semana llenas de jolgorio muchacho. -
Mi cara de incredulidad debió de ser espectacular pues el propio tabernero e incluso algunos clientes cercanos rieron a carcajada limpia. -Tranquilo hombre, sólo te estaba tomando el pelo. La ceremonia será esta tarde. están terminando los preparativos en el templo y las calles.-
Eso no me dejaba mucho margen pero al menos no me había perdido nada aún. dando las gracias al posadero subí rápido en busca del traje elegante que usaría para la ocasión. Aquel traje de seda mostraba un patrón de tonos azulados y turquesas sobre un fondo negro y bordados dorados acompañado de una capa de piel grisácea. sobre los hombros y en los antebrazos unas protecciones de metal ligeras cuya función era simplemente ornamentativa.
- Imagen descriptiva del traje:
Al salir de la posada arrastré conmigo demasiadas miradas pues el contraste de mis ropas respecto al resto de campesinos y artesanos que poblaban la taberna y rezaba a los dioses por que ninguno intentara robarme nada en mi ausencia. La ceremonia concurrió tal y como se esperaba. El sacerdote dió un discurso sobre el amor que me pareció eterno y sobreadornado pero del agrado de todos los asistentes a la ceremonia.
El desfile subsiguiente por la calle principal, regado con millares de petalos de flor nevada en sustitución de las rosas fué además acompañado por vítores y aplausos. Los novios y los miembros de la comitiva nupcial avanzaban escoltados por caballeros e infantes de armaduras brillantes y una vez en la plaza comenzó el banquete.
Las mesas estaban dispuestas en el espacio y en abundancia de alimentos en base a la posición social de los comensales, por lo que, al formar parte de los allegados de la familia del novio tuve la suerte de poder comer de cuanto quisiera. manjares que, por norma general, quedaban muy lejos de aquellas raciones de viaje que conformaban mas de la mitad de mi dieta habitual.
la actividades organizadas también estaban cuidadosamente elegidas en función del estrato social de los participantes, por lo que mientras los nobles y los burgueses mas adinerados reían, los campesinos y otros hombres se rebozaban en barro intentando cazar un cerdo engrasado por todo un redil. Los nobles de más alta cuna recitaban poesías y cantares compuestos por sus propios trovadores y la burguesía mas adinerada se batía en duelo con caballeros y nobles de baja cuna en un torneo a espada.
Fue al final de este torneo cuando el afortunado decidió retarme "por los viejos tiempos". Aquel joven, a diferencia de mí, nunca había estado en el campo de batalla y su esgrima se reducía a las prácticas que había realizado con su tutor en la hacienda. Bánastor no era rival para mí y aunque estuve tentado en varias ocasiones de derrotarlo, dada la ocasión que nos reunía abrí la guardia esperando su desarme.
Derrotado por el recién casado y regando mi garganta con vino especiado me senté un poco apartado de todo aquel circo observando y descansado. tratando de pasar desapercibido en la zona donde los plebeyos y los burgueses se entremezclaban. Era hora de decidir si buscaba una dama para cuando se dieran los bailes, a los cuales no les faltaría demasiado pues el sol comenzaba a dar las primeras pinceladas del crepúsculo.
Eleandris
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
A eso le llamaba Iori estar en el lugar correcto en el momento indicado. La más absoluta casualidad o el puro destino la habían conducido hasta la ciudad de Baslodia. Tras haber salido a trompicones de Ciudad Lagarto, se había cruzado en una zona portuaria con una oferta de trabajo que se le antojó irresistible. Estaban buscando a personal de servicio. Unos días, en la ciudad. Bien pagado y con comida y alojamiento incluido.
Sonaba tan bien que la humana desconfió al momento.
Su curiosidad pudo más, y tras responder a varias preguntas relacionadas con cocina y mesa, fue seleccionada por lo que parecía que eran en ella conocimientos profundos en el tema. Su incorporación sería útil. Subió al carro que la llevó a la urbe y esa misma noche se encontró durmiendo en una sala común con otras diez muchachas. El evento iba a ser grande. Una boda.
Desconocía la identidad de los sujetos. Claro que había escuchado el nombre de los felices cónyuges, pero para ser sinceros, ella al único que recordaba por su relevancia era el del rey Siegfried de Lunargenta. Tampoco le producía mayor interés conocer información sobre ellos. Deseaba trabajar bien y cobrar pronto, para poder regresar y esa vez en serio poner camino hacia Verisar y regresar a su aldea.
Aleccionadas para servir en las mesas ese día con una pulcra educación, Iori observó antes de que los invitados se sentaran el enorme evento que se había creado. Las calles y la plaza estaban llenas de decoración, preparadas con la finalidad de adornar el feliz momento. Nunca había visto un derroche de medios como el desplegado allí, y la cantidad de gente invitada a participar superaba por varias cifras al total de habitantes de su aldea. No podía negar que el resultado final era impresionante, pero la humana era una muchacha de gustos sencillos. Admiraba más la belleza de un arroyo discurriendo suave por un prado verde que aquel exceso.
Sin embargo nadie lo notaría, y decidida a hacer un gran trabajo se movía como pez en el agua esquivando a las personas mientras servía viandas y bebida por todas las mesas. Para distinguir al personal de servicio les habían proporcionado un atuendo específico para la ocasión. Una larga falda de color azul brillante, junto con una blusa de cuello cerrado de color blanca. El cabello adornado no estaba permitido para las que trabajaban allí, por lo que la humana había optado por recoger en una coleta alta su cabello oscuro, dándole un aire profesional. Justo lo que deseaban los organizadores.
- No te olvides de sonreír, los invitados tienen que sentir que es fiesta en todos los corazones - rezongó una de las cocineras mientras Iori se detenía a su lado para recoger varias fuentes humeantes con guarnición. - Sí, chef - respondió esbozando una sonrisa radiante que desapareció en cuanto le dio la espalda para salir de allí. Llevaba varias horas de pie y la verdad es que mirar a todos enseñando los dientes no era lo que más le apetecía en ese momento.
En cualquier caso, el evento estaba ya lo suficientemente animado como para que los invitados apenas dirigieran miradas al servicio. El alcohol había corrido por las mesas y por las gargantas, y sus efectos comenzaban a ser evidentes en ese inicio del atardecer. Hacía unos breves instantes el novio se había coronado delante de todos, batiéndose en un duelo amistoso con un elfo de aspecto gallardo. La humana los había visto de refilón, entre viajes hacia las cocinas. Había sido el primer evento de la fiesta que había capturado la atención de todos los niveles sociales presentes en la gran boda.
Por cómo se movía el novio, Iori supo que estaba algo influenciado por el alcohol. Por cómo se movió el elfo, supo que se había dejado ganar. Buen truco. Hubiera sido violento evidenciar la falta de habilidad del recién casado en su propio banquete de bodas. - ¡Iori! ¿Me ayudas con las copas? - el timbre de voz agudo de Nela llegó hasta ella alto y claro. Sin necesidad de que nadie se lo recordase esa vez, Iori sonrió mirando a su compañera. Una muchacha algo más joven que ella. Su cabello rojizo brillaba con fuerza en ese atardecer mientras su mirada verdosa captaba su atención por encima del resto de cabezas. Era una de sus compañeras de servicio en aquella fiesta.
La había descubierto en los dos días que llevaban allí para preparar la boda mirándola a hurtadillas. Cada vez que sus ojos se encontraban, Nela sonreía con aire travieso. Junto con pequeños roces casuales, hechos calculadamente al despiste, la humana comprendió que estaba tanteando el terreno. La pelirroja estaba mandando señales y bien sabían los Dioses que Iori era en eso una experta lectora. Si todo iba bien, esa noche no serían los novios los únicos que compartirían lecho juntos. - Dame un momento - le indicó mientras apuraba los pasos.
Su compañera era menuda, y portaba entre sus manos una bandeja con más de una docena de copas llenas de un espumoso vino rosado. Iori se aceleró para dejar la bandeja de guarnición que portaba en el primer hueco que vio, y se giró para ir al encuentro de la chica. Fue entonces cuando observó todo como a cámara lenta. Nela, que avanzaba manteniendo en equilibrio las copas, fue empujada por un codo que golpeó su espalda. Los ojos verdes se abrieron mucho mientras su cuerpo era impulsado hacia delante... junto con el cristal lleno de alcohol que portaba.
No se trató de pensarlo, ya que la reacción en el cuerpo de Iori fue inmediata. Sus reflejos largamente entrenados hacían buen equipo con su cuerpo menudo, por lo que en unas zancadas se lanzó hacia delante para tratar de detener el desastre. Por el rabillo del ojo percibió la figura de un elfo rubio. El elfo rubio del duelo de antes. Parecía relajado mientras apuraba su propia bebida ajeno al desastre que iba a caer sobre él. Las copas ya estaban perdidas pero por lo menos podría evitar una complicación mayor.
Iori se detuvo de golpe delante del elfo y cubrió con su cuerpo el contenido de la bandeja que había salido por el aire. El cristal golpeó en su pecho y derramó el vino, que tiñó con rapidez las prendas que llevaba. Abrió los ojos notando las pestañas empapadas y se fijó en la cara que tenía delante. Nela, la observaba con las manos encogidas contra el pecho y expresión de horror en los ojos. -..... ¡Perdón! - fue lo único que vocalizó antes de salir corriendo y desaparecer entre el gentío. ¿Qué demonios...?
Afortunadamente la fiesta estaba subiendo de intensidad, por lo que los invitados apenas se dieron cuenta de eso. Justo los que estaban a su lado, que comenzaron a murmurar y se alejaron un poco del suelo manchado y de la empapada camarera. - Mierda...- susurró arrastrando con la mano parte del vino que tenía en la cara. Nela había desaparecido de la vista y ahora era su responsabilidad arreglar aquel estropicio de cristales rotos y vino derramado. Fue entonces cuando se giró ligeramente y con evidente cara de molestia clavó los ojos azules en el elfo al que había cubierto con su cuerpo, justo detrás. - ¿Disculpe señor, se encuentra bien? - inquirió más por protocolo que por preocupación. Claro que se encontraba bien. Era ella la que se había comido todo el desastre.
A eso le llamaba Iori estar en el lugar correcto en el momento indicado. Se arrepintió en ese instante de su mala suerte en cuanto vio por encima del hombro del elfo la cara roja de la chef observándola directamente. Si había notado que era especialmente dura con ella en los días que llevaba allí, con semejante tropiezo seguramente la echara de la boda. Suspiró profundamente mientras se armaba de paciencia. Estaba viendo venir que se iba a quedar sin cobrar ni una moneda.
Sonaba tan bien que la humana desconfió al momento.
Su curiosidad pudo más, y tras responder a varias preguntas relacionadas con cocina y mesa, fue seleccionada por lo que parecía que eran en ella conocimientos profundos en el tema. Su incorporación sería útil. Subió al carro que la llevó a la urbe y esa misma noche se encontró durmiendo en una sala común con otras diez muchachas. El evento iba a ser grande. Una boda.
Desconocía la identidad de los sujetos. Claro que había escuchado el nombre de los felices cónyuges, pero para ser sinceros, ella al único que recordaba por su relevancia era el del rey Siegfried de Lunargenta. Tampoco le producía mayor interés conocer información sobre ellos. Deseaba trabajar bien y cobrar pronto, para poder regresar y esa vez en serio poner camino hacia Verisar y regresar a su aldea.
Aleccionadas para servir en las mesas ese día con una pulcra educación, Iori observó antes de que los invitados se sentaran el enorme evento que se había creado. Las calles y la plaza estaban llenas de decoración, preparadas con la finalidad de adornar el feliz momento. Nunca había visto un derroche de medios como el desplegado allí, y la cantidad de gente invitada a participar superaba por varias cifras al total de habitantes de su aldea. No podía negar que el resultado final era impresionante, pero la humana era una muchacha de gustos sencillos. Admiraba más la belleza de un arroyo discurriendo suave por un prado verde que aquel exceso.
Sin embargo nadie lo notaría, y decidida a hacer un gran trabajo se movía como pez en el agua esquivando a las personas mientras servía viandas y bebida por todas las mesas. Para distinguir al personal de servicio les habían proporcionado un atuendo específico para la ocasión. Una larga falda de color azul brillante, junto con una blusa de cuello cerrado de color blanca. El cabello adornado no estaba permitido para las que trabajaban allí, por lo que la humana había optado por recoger en una coleta alta su cabello oscuro, dándole un aire profesional. Justo lo que deseaban los organizadores.
- No te olvides de sonreír, los invitados tienen que sentir que es fiesta en todos los corazones - rezongó una de las cocineras mientras Iori se detenía a su lado para recoger varias fuentes humeantes con guarnición. - Sí, chef - respondió esbozando una sonrisa radiante que desapareció en cuanto le dio la espalda para salir de allí. Llevaba varias horas de pie y la verdad es que mirar a todos enseñando los dientes no era lo que más le apetecía en ese momento.
En cualquier caso, el evento estaba ya lo suficientemente animado como para que los invitados apenas dirigieran miradas al servicio. El alcohol había corrido por las mesas y por las gargantas, y sus efectos comenzaban a ser evidentes en ese inicio del atardecer. Hacía unos breves instantes el novio se había coronado delante de todos, batiéndose en un duelo amistoso con un elfo de aspecto gallardo. La humana los había visto de refilón, entre viajes hacia las cocinas. Había sido el primer evento de la fiesta que había capturado la atención de todos los niveles sociales presentes en la gran boda.
Por cómo se movía el novio, Iori supo que estaba algo influenciado por el alcohol. Por cómo se movió el elfo, supo que se había dejado ganar. Buen truco. Hubiera sido violento evidenciar la falta de habilidad del recién casado en su propio banquete de bodas. - ¡Iori! ¿Me ayudas con las copas? - el timbre de voz agudo de Nela llegó hasta ella alto y claro. Sin necesidad de que nadie se lo recordase esa vez, Iori sonrió mirando a su compañera. Una muchacha algo más joven que ella. Su cabello rojizo brillaba con fuerza en ese atardecer mientras su mirada verdosa captaba su atención por encima del resto de cabezas. Era una de sus compañeras de servicio en aquella fiesta.
La había descubierto en los dos días que llevaban allí para preparar la boda mirándola a hurtadillas. Cada vez que sus ojos se encontraban, Nela sonreía con aire travieso. Junto con pequeños roces casuales, hechos calculadamente al despiste, la humana comprendió que estaba tanteando el terreno. La pelirroja estaba mandando señales y bien sabían los Dioses que Iori era en eso una experta lectora. Si todo iba bien, esa noche no serían los novios los únicos que compartirían lecho juntos. - Dame un momento - le indicó mientras apuraba los pasos.
Su compañera era menuda, y portaba entre sus manos una bandeja con más de una docena de copas llenas de un espumoso vino rosado. Iori se aceleró para dejar la bandeja de guarnición que portaba en el primer hueco que vio, y se giró para ir al encuentro de la chica. Fue entonces cuando observó todo como a cámara lenta. Nela, que avanzaba manteniendo en equilibrio las copas, fue empujada por un codo que golpeó su espalda. Los ojos verdes se abrieron mucho mientras su cuerpo era impulsado hacia delante... junto con el cristal lleno de alcohol que portaba.
No se trató de pensarlo, ya que la reacción en el cuerpo de Iori fue inmediata. Sus reflejos largamente entrenados hacían buen equipo con su cuerpo menudo, por lo que en unas zancadas se lanzó hacia delante para tratar de detener el desastre. Por el rabillo del ojo percibió la figura de un elfo rubio. El elfo rubio del duelo de antes. Parecía relajado mientras apuraba su propia bebida ajeno al desastre que iba a caer sobre él. Las copas ya estaban perdidas pero por lo menos podría evitar una complicación mayor.
Iori se detuvo de golpe delante del elfo y cubrió con su cuerpo el contenido de la bandeja que había salido por el aire. El cristal golpeó en su pecho y derramó el vino, que tiñó con rapidez las prendas que llevaba. Abrió los ojos notando las pestañas empapadas y se fijó en la cara que tenía delante. Nela, la observaba con las manos encogidas contra el pecho y expresión de horror en los ojos. -..... ¡Perdón! - fue lo único que vocalizó antes de salir corriendo y desaparecer entre el gentío. ¿Qué demonios...?
Afortunadamente la fiesta estaba subiendo de intensidad, por lo que los invitados apenas se dieron cuenta de eso. Justo los que estaban a su lado, que comenzaron a murmurar y se alejaron un poco del suelo manchado y de la empapada camarera. - Mierda...- susurró arrastrando con la mano parte del vino que tenía en la cara. Nela había desaparecido de la vista y ahora era su responsabilidad arreglar aquel estropicio de cristales rotos y vino derramado. Fue entonces cuando se giró ligeramente y con evidente cara de molestia clavó los ojos azules en el elfo al que había cubierto con su cuerpo, justo detrás. - ¿Disculpe señor, se encuentra bien? - inquirió más por protocolo que por preocupación. Claro que se encontraba bien. Era ella la que se había comido todo el desastre.
A eso le llamaba Iori estar en el lugar correcto en el momento indicado. Se arrepintió en ese instante de su mala suerte en cuanto vio por encima del hombro del elfo la cara roja de la chef observándola directamente. Si había notado que era especialmente dura con ella en los días que llevaba allí, con semejante tropiezo seguramente la echara de la boda. Suspiró profundamente mientras se armaba de paciencia. Estaba viendo venir que se iba a quedar sin cobrar ni una moneda.
Iori Li
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
El alcohol estaba ayudando a que el ambiente se animara aún mas. algunos hombres jóvenes de las clases mas bajas se estaban comportando como auténticos cerdos con las chicas que servían las mesas, las cuales les sonreían con incomodidad. Y de repente ¡Zas! Un traspiés de una de las meseras provocó el desequilibrio de la bandeja de copas que llevaba y que me habrían empapado por completo si no fuese por la rápida intervención de una moza de cabello azabache.
El vestido que utilizaba había quedado completamente tintado de rojo y apostaría a que sería ya casi inservible. Si la muchacha no podía cambiarse de ropa en un lapso corto de tiempo seguramente no continuaría trabajando aquella tarde. Cuando la muchacha se giró sentí como si sus ojos me atravesaran sin oposición alguna. la forma de aquellos ojos tenían los extremos exteriores ligeramente mas elevados que la zona interior que confirmaba su corta edad junto a la firmeza de la piel de su tez. además eran algo mas alargados que los de otros humanos de la zona. El azúl de sus ojos solo comparable al azúl del cielo invernal era mas cercano al tono élfico que al humano y la mirada era indescriptible.
-¿Estáis vos bien? a veces las copas son traicioneras. -
La muchacha responsable de aquel estropicio se había esfumado y ya se le podía ver volviendo con una escoba a recoger los restos de cristales con celeridad. por otro lado el cocinero encargado del servicio llegaba también desde algún punto a mi espalda. - Maldita cría. No vales ni para serv...- Levanté el brazo en aquel momento y le miré con severidad girando solo mi cabeza. No iba a permitir semejante falta de respeto.
- Guardad silencio. Si no fuera por esta encantadora muchacha ahora estaría empapado. ¿tenéis algún uniforme de repuesto para ella? -
- No... no señor....no pensaba....-
- Por supuesto que no pensabais. si lo hicierais no habríais venido insultando como un energúmeno. Volved a vuestros calderos y manteneos fuera de mi vista.- El cocinero lanzó una mirada mas a la muchacha de pelo oscuro y murmuró algo para sí pero no se atrevió a contestar más. - Decidme muchacha. Tenéis la posibilidad de cambiaros el vestido y volver a la celebración pronto? Parece que vuestro turno ha terminado. Y mas les vale que os paguen si no quieren oírme de nuevo. -
Le ofrecí una sonrisa a la muchacha de forma natural. Esperaba que se tranquilizara un poco y lograr pasar algo mas de tiempo con ella. Aquellos ojos me resultaban perturbadores y tranquilizantes. Extraños y familiares al mismo tiempo. Como una pieza conocida que encaja y no encaja en el mismo puzle a la vez, y aquello me resultaba interesante y cautivador.
De ser una moza de entre la plebe sin mas las miradas de burgueses y nobles así como la presión social recibida me impedirían conseguir al menos un baile con ella. pero al formar parte del servicio la mayoría sino todos habrían ignorado su presencia por lo que no la reconocerían. solo se tambaleaba en mi plan la parte del vestido, algo que podía solucionar con cierta facilidad, y la propia voluntad de la mujer.
- Los juglares se comienzan a preparar. no me iréis a dejar solo ahora ¿Verdad?-
El vestido que utilizaba había quedado completamente tintado de rojo y apostaría a que sería ya casi inservible. Si la muchacha no podía cambiarse de ropa en un lapso corto de tiempo seguramente no continuaría trabajando aquella tarde. Cuando la muchacha se giró sentí como si sus ojos me atravesaran sin oposición alguna. la forma de aquellos ojos tenían los extremos exteriores ligeramente mas elevados que la zona interior que confirmaba su corta edad junto a la firmeza de la piel de su tez. además eran algo mas alargados que los de otros humanos de la zona. El azúl de sus ojos solo comparable al azúl del cielo invernal era mas cercano al tono élfico que al humano y la mirada era indescriptible.
-¿Estáis vos bien? a veces las copas son traicioneras. -
La muchacha responsable de aquel estropicio se había esfumado y ya se le podía ver volviendo con una escoba a recoger los restos de cristales con celeridad. por otro lado el cocinero encargado del servicio llegaba también desde algún punto a mi espalda. - Maldita cría. No vales ni para serv...- Levanté el brazo en aquel momento y le miré con severidad girando solo mi cabeza. No iba a permitir semejante falta de respeto.
- Guardad silencio. Si no fuera por esta encantadora muchacha ahora estaría empapado. ¿tenéis algún uniforme de repuesto para ella? -
- No... no señor....no pensaba....-
- Por supuesto que no pensabais. si lo hicierais no habríais venido insultando como un energúmeno. Volved a vuestros calderos y manteneos fuera de mi vista.- El cocinero lanzó una mirada mas a la muchacha de pelo oscuro y murmuró algo para sí pero no se atrevió a contestar más. - Decidme muchacha. Tenéis la posibilidad de cambiaros el vestido y volver a la celebración pronto? Parece que vuestro turno ha terminado. Y mas les vale que os paguen si no quieren oírme de nuevo. -
Le ofrecí una sonrisa a la muchacha de forma natural. Esperaba que se tranquilizara un poco y lograr pasar algo mas de tiempo con ella. Aquellos ojos me resultaban perturbadores y tranquilizantes. Extraños y familiares al mismo tiempo. Como una pieza conocida que encaja y no encaja en el mismo puzle a la vez, y aquello me resultaba interesante y cautivador.
De ser una moza de entre la plebe sin mas las miradas de burgueses y nobles así como la presión social recibida me impedirían conseguir al menos un baile con ella. pero al formar parte del servicio la mayoría sino todos habrían ignorado su presencia por lo que no la reconocerían. solo se tambaleaba en mi plan la parte del vestido, algo que podía solucionar con cierta facilidad, y la propia voluntad de la mujer.
- Los juglares se comienzan a preparar. no me iréis a dejar solo ahora ¿Verdad?-
Eleandris
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
Como esperaba su voz era tan buena como su apariencia. Lo cierto es que los elfos eran complicados de ignorar, y el ejemplar que tenía delante llamaba especialmente la atención. La deferencia que mostró hacia ella la hizo parpadear ya que, era a otro tipo de comportamientos a los que estaba acostumbrada por parte de su raza. De una manera intangible, como si se tratase de un hechizo, una extraña bondad rodeaba su figura, contrastando con lo que ella recordaba de los elfos.
Si hacía memoria, los últimos golpes intercambiados con Tarek todavía dolían en su cuerpo. Como los que le daría el cocinero si no la hubiese pillado en público. Se puso a la defensiva al instante mientras él se acercaba con furia que se vio obligado a contener. El elfo rubio pareció molesto y cortó aquella actitud con una facilidad que a la humana la dejó sorprendida. Con la firmeza de quién está acostumbrado a moverse en esas situaciones y a hacer valor su voz por encima de la de otros.
En cualquier caso lo agradeció. Aunque prefería no tener que deberle nada a nadie.
Despachando con frialdad al cocinero, Iori supo leer en sus ojos que de tener la posibilidad lo vería de nuevo. Esa noche tendría que cuidarse de no estar cerca de él otra vez, y a ser posible recoger sus cosas antes de dormir y buscar techo en otra parte. Sabía reconocer una promesa de ajustar cuentas cuando la veía. Resopló de forma pesada, invocando toda la paciencia de la que era capaz de alcanzar, antes de sentir a Nela a sus pies. La pelirroja se afanaba en recoger todos los cristales pero no había dicho una palabra sobre el altercado. De no ser por aquel elfo estaba segura de que su compañera no habría abierto la boca para ayudarla y aquello la enfrió.
Claro que no necesitaba establecer una relación de ningún tipo para meterse en la cama de alguien, pero ese tipo de deslealtades estaban lejos de calentar la sangre de Iori. Apartó los ojos de la chica considerándola ya un error en los objetivos en los que ponía interés y volvió a centrarse en el elfo que tenía delante. - ¿Pagar? - inquirió mirándolo fijamente a los ojos. La sombra de un impulso tomó forma en ella. Era pueril y estúpido, ya que la chica que recogía en el suelo no significaba nada. Y sin embargo quería devolverle de alguna manera el bonito gesto que había tenido dejándola tirada.
Dio un paso hacia delante cambiando su actitud al mirar al elfo. Lo cierto es que mirándole a la cara no necesitaba esforzarse mucho para transmitir lo que quería hacer evidente ante Nela. - Difícil que me tengan en cuenta tras esto, pero daré gracias si consigo salir de Baslodia esquivando al amable cocinero. - Ladeó la cabeza y entonces se llevó la mano al lazo que ataba su cabello en alto.
Ante la sonrisa tranquilizadora que estaba dirigiéndole él, Iori le devolvió el inicio de un fuego. Su cabello cayó suelto cubriendo sus hombros y buscó en ese instante el antebrazo del rubio. Sin pedir permiso ni perdón, la humana deslizó la suave tela de la cinta bajo su piel. Rodeó con gestos lentos su muñeca y realizó un lazo sin apartar los ojos de la mirada azul del elfo. - Gracias por tu amabilidad pero no te preocupes, algo tengo para poder arreglármelas. - No se pegó más a él por respeto y sobre todo, para no manchar con el alcohol de su cuerpo la impecable ropa que él vestía, pero deseó hacerlo.
Miró entorno a ella a la mención de los juglares y demoró unos instantes sus dedos sobre su piel antes de soltar definitivamente su brazo. - Seguro que no tienes problemas en elegir entre las muchas candidatas aquí para un baile, aunque te aseguro que no creo que haya muchas que lo merezcan. - Evitó mirar hacia su compañera cuando notó que ella se levantaba de nuevo, con los cristales recogidos del suelo. No iba ni a mirar para ella.
- Hagamos una cosa, yo iré a buscar otra ropa y tú esperarás aquí. Mientras tengas ese lazo colocado no dejarás que nadie más baile contigo - Normalmente no era tan invasiva cuando se trataba de jugar, pero no comprendía los extraños sentimientos que estaban tomando forma dentro de ella. Por un lado quería dejar correr el tema de Nela, ignorarla por completo y hacerle saber que era un cero para ella. Por otro lado, el extraño magnetismo que tenía el elfo sin nombre, al que le estaba devolviendo toda la cortesía con la que él la trataba con un filtreo falto de sinceridad. Y no porque el elfo no lo mereciera. Que sí. Pero Iori nunca era de entrar de golpe en menos de un minuto de conversación.
Sonrió de medio lado, y se obligó a crear espacio entre el elfo y ella. Entonces se giró y se alejó de allí. Esquivó a los invitados, cada vez más alegres, y corrió en dirección a las habitaciones en las que estaban sus cosas. Los pasillos estaban vacíos y entró en el dormitorio comunal cerrando la puerta tras ella. Acercándose a la que había sido su cama por dos noches notó que algo era diferente. Su alforja, la cual había dejado guardada debajo de la almohada estaba tirada a sus pies. - Dioses - siseó corriendo hacia ella. La agarró y tiró su contenido sobre el colchón revisando. La ropa para mudarse, la pastilla de jabón, los bártulos de cocina básica, el mapa y... Faltaba. Faltaba su menuda bolsa de cuero en la que guardaba las pocas monedas que le quedaban. Y más importante todavía.
En la que había dejado el anillo guardado.
- ¡Joder! - golpeó con el puño el suelo mientras su respiración se agitaba. Alguien había entrado en las cinco horas que llevaba trabajando y había robado lo más valioso que tenía. Le dolía el dinero pero nada se comparaba a la joya, única pista que le permitiría averiguar algo sobre su origen. Se quitó de mala manera la blusa blanca y la falda y tomó la ropa que le quedaba para cambiarse. No era de tan buen paño como lo que dejaba pero le servía al propósito de no caminar desnuda por el mundo.
Cargó con su bolsa cruzándola sobre su hombro y salió al pasillo prestando atención. Si había ladrones por la zona, esperar a que el alcohol estuviese en su máximo apogeo entre los invitados parecía un buen momento para ponerse a trabajar. Iori rezaba internamente para que fuesen los mismos que habían tenido la estúpida idea de rebuscar en las habitaciones del servicio. Mientras avanzaba para salir de nuevo en dirección a la fiesta, los ojos azules se le entrecerraron a la sombra de una nueva idea. Pensó entonces en la posibilidad de que los rateros estuviesen precisamente infiltrados entre miembros del servicio. Fuera como fuese, esa noche no habría descanso para ella hasta encontrar al culpable.
Si hacía memoria, los últimos golpes intercambiados con Tarek todavía dolían en su cuerpo. Como los que le daría el cocinero si no la hubiese pillado en público. Se puso a la defensiva al instante mientras él se acercaba con furia que se vio obligado a contener. El elfo rubio pareció molesto y cortó aquella actitud con una facilidad que a la humana la dejó sorprendida. Con la firmeza de quién está acostumbrado a moverse en esas situaciones y a hacer valor su voz por encima de la de otros.
En cualquier caso lo agradeció. Aunque prefería no tener que deberle nada a nadie.
Despachando con frialdad al cocinero, Iori supo leer en sus ojos que de tener la posibilidad lo vería de nuevo. Esa noche tendría que cuidarse de no estar cerca de él otra vez, y a ser posible recoger sus cosas antes de dormir y buscar techo en otra parte. Sabía reconocer una promesa de ajustar cuentas cuando la veía. Resopló de forma pesada, invocando toda la paciencia de la que era capaz de alcanzar, antes de sentir a Nela a sus pies. La pelirroja se afanaba en recoger todos los cristales pero no había dicho una palabra sobre el altercado. De no ser por aquel elfo estaba segura de que su compañera no habría abierto la boca para ayudarla y aquello la enfrió.
Claro que no necesitaba establecer una relación de ningún tipo para meterse en la cama de alguien, pero ese tipo de deslealtades estaban lejos de calentar la sangre de Iori. Apartó los ojos de la chica considerándola ya un error en los objetivos en los que ponía interés y volvió a centrarse en el elfo que tenía delante. - ¿Pagar? - inquirió mirándolo fijamente a los ojos. La sombra de un impulso tomó forma en ella. Era pueril y estúpido, ya que la chica que recogía en el suelo no significaba nada. Y sin embargo quería devolverle de alguna manera el bonito gesto que había tenido dejándola tirada.
Dio un paso hacia delante cambiando su actitud al mirar al elfo. Lo cierto es que mirándole a la cara no necesitaba esforzarse mucho para transmitir lo que quería hacer evidente ante Nela. - Difícil que me tengan en cuenta tras esto, pero daré gracias si consigo salir de Baslodia esquivando al amable cocinero. - Ladeó la cabeza y entonces se llevó la mano al lazo que ataba su cabello en alto.
Ante la sonrisa tranquilizadora que estaba dirigiéndole él, Iori le devolvió el inicio de un fuego. Su cabello cayó suelto cubriendo sus hombros y buscó en ese instante el antebrazo del rubio. Sin pedir permiso ni perdón, la humana deslizó la suave tela de la cinta bajo su piel. Rodeó con gestos lentos su muñeca y realizó un lazo sin apartar los ojos de la mirada azul del elfo. - Gracias por tu amabilidad pero no te preocupes, algo tengo para poder arreglármelas. - No se pegó más a él por respeto y sobre todo, para no manchar con el alcohol de su cuerpo la impecable ropa que él vestía, pero deseó hacerlo.
Miró entorno a ella a la mención de los juglares y demoró unos instantes sus dedos sobre su piel antes de soltar definitivamente su brazo. - Seguro que no tienes problemas en elegir entre las muchas candidatas aquí para un baile, aunque te aseguro que no creo que haya muchas que lo merezcan. - Evitó mirar hacia su compañera cuando notó que ella se levantaba de nuevo, con los cristales recogidos del suelo. No iba ni a mirar para ella.
- Hagamos una cosa, yo iré a buscar otra ropa y tú esperarás aquí. Mientras tengas ese lazo colocado no dejarás que nadie más baile contigo - Normalmente no era tan invasiva cuando se trataba de jugar, pero no comprendía los extraños sentimientos que estaban tomando forma dentro de ella. Por un lado quería dejar correr el tema de Nela, ignorarla por completo y hacerle saber que era un cero para ella. Por otro lado, el extraño magnetismo que tenía el elfo sin nombre, al que le estaba devolviendo toda la cortesía con la que él la trataba con un filtreo falto de sinceridad. Y no porque el elfo no lo mereciera. Que sí. Pero Iori nunca era de entrar de golpe en menos de un minuto de conversación.
Sonrió de medio lado, y se obligó a crear espacio entre el elfo y ella. Entonces se giró y se alejó de allí. Esquivó a los invitados, cada vez más alegres, y corrió en dirección a las habitaciones en las que estaban sus cosas. Los pasillos estaban vacíos y entró en el dormitorio comunal cerrando la puerta tras ella. Acercándose a la que había sido su cama por dos noches notó que algo era diferente. Su alforja, la cual había dejado guardada debajo de la almohada estaba tirada a sus pies. - Dioses - siseó corriendo hacia ella. La agarró y tiró su contenido sobre el colchón revisando. La ropa para mudarse, la pastilla de jabón, los bártulos de cocina básica, el mapa y... Faltaba. Faltaba su menuda bolsa de cuero en la que guardaba las pocas monedas que le quedaban. Y más importante todavía.
En la que había dejado el anillo guardado.
- ¡Joder! - golpeó con el puño el suelo mientras su respiración se agitaba. Alguien había entrado en las cinco horas que llevaba trabajando y había robado lo más valioso que tenía. Le dolía el dinero pero nada se comparaba a la joya, única pista que le permitiría averiguar algo sobre su origen. Se quitó de mala manera la blusa blanca y la falda y tomó la ropa que le quedaba para cambiarse. No era de tan buen paño como lo que dejaba pero le servía al propósito de no caminar desnuda por el mundo.
Cargó con su bolsa cruzándola sobre su hombro y salió al pasillo prestando atención. Si había ladrones por la zona, esperar a que el alcohol estuviese en su máximo apogeo entre los invitados parecía un buen momento para ponerse a trabajar. Iori rezaba internamente para que fuesen los mismos que habían tenido la estúpida idea de rebuscar en las habitaciones del servicio. Mientras avanzaba para salir de nuevo en dirección a la fiesta, los ojos azules se le entrecerraron a la sombra de una nueva idea. Pensó entonces en la posibilidad de que los rateros estuviesen precisamente infiltrados entre miembros del servicio. Fuera como fuese, esa noche no habría descanso para ella hasta encontrar al culpable.
Iori Li
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
El tacto cálido de la mano de la mujer de pelo azabache se tornaba además delicado. Al menos tanto como aquella cinta que sujetaba el pelo de ella y que ahora rodeaba mi muñeca. Por otro lado la escasa distancia entre ambos hacía que me fuese aún mas complicado apartar la mirada de aquel rostro que me atraía como la luz a las polillas. Aún y con todo pude notar como el enfado hacía presa de la mujer a causa del accidente de su compañera.
- No seais demasiado dura con vuestra compañera. Un accidente lo tiene cualquiera y de no ser por eso tal vez tendría que conformarme con alguna otra dama.- Mi mirada se posó un instante sobre la chica de pelo cobrizo dando una sutil seña a mi interlocutora. Sabía que estaba pasando por su cabeza respecto a su compañera y al final del día los sucesos siempre hay que visualizarlos desde el prisma correcto, que en su caso era el dejar de trabajar y poder unirse a los festejos pudiendo además cobrar su sueldo.
Entonces ante la proposición de la muchacha alcé el brazo colocando su lazo a la altura de sus ojos. - Tengo la obligación de unirme al baile inaugural después de los padres de los novios. Espero no tener que faltar a mi palabra.- Le guiñé un ojo y dejé que se marchara. Llegó entonces el momento de los discursos de los suegros y los padrinos. Lord Bánastor también dijo algunas palabras y avisó que los bailes empezarían con la última luz del día. para lo cual no calculaba mas de media hora.
Mientras limpiaban la plaza de todas las actividades que ocupaban antes el lugar y siendo otras desplazadas al perímetro de la misma la gente empezaba a buscar sus respectivas parejas. Y entonces envidiaba a los que conformaban la plebe pues quien estuviera casado ya tenía su pareja, le gustase o no, y quien no solo tenía que proponerselo a alguna moza del mismo estrato social.
La burgesía y nobleza se complicaba mas pues la posición dentro del estrato importaba tanto como el estrato en si, y eso sin contar con las decenas de intrigas políticas que se mantenían en el fondo de las relaciones entre las diferentes familias haciendo que nunca se supiera si una proposicion era totalmente sincera o escondía una intención más.
Mientras esperaba en el mismo punto donde aquella chica le había dicho y empezando a plantearse si le estaba o no gastando una broma de muy mal gusto se acercó un hombre de edad avanzada y pelo canoso acompañado de una muchacha de vestido verde y tela de calidad adornado con un chal violeta que demostraba, por si quedaban dudas, del poderío económico de la familia a la que pertenecía.
- Eleandris. Jamás conocí un elfo tan honrado como vos. espero me recordeis de vuestros tiempos en la corte de lord Leothorn.-
- Señor Seph. es un placer veros de nuevo. ¿que tal el negocio? la última vez que supe de vos pretendíais engrosar vuestra flota comercial.-
- Así es muchacho. Dos flamantes filibotes. El Aurum y el Argenti. Los dos barcos mas grandes del convoy y seguramente de toda la ruta comercial. me están haciendo de oro. Pero no he venido a hablar de negocios. ¿Os acordáis de Hindirid? la última vez que la vísteis aún era una niña.-
Tras la reverencia protocolaria que se dictaba para el saludo con la chica la conversación continuo. Por algún motivo Seph pretendía emparejar a su hija conmigo. siendo además levemente respaldado por Hindirid, la cual solo hablaba para tirar abajo alguna de mis excusas que no habían sido destruidas ya por el insistente padre. Miré un segundo por encima del hombro de ambos buscando a la camarera de ojos azules y pelo negro. Su oportuna aparición sería lo único que me librara de aquel comerciante y de su hija.
- No seais demasiado dura con vuestra compañera. Un accidente lo tiene cualquiera y de no ser por eso tal vez tendría que conformarme con alguna otra dama.- Mi mirada se posó un instante sobre la chica de pelo cobrizo dando una sutil seña a mi interlocutora. Sabía que estaba pasando por su cabeza respecto a su compañera y al final del día los sucesos siempre hay que visualizarlos desde el prisma correcto, que en su caso era el dejar de trabajar y poder unirse a los festejos pudiendo además cobrar su sueldo.
Entonces ante la proposición de la muchacha alcé el brazo colocando su lazo a la altura de sus ojos. - Tengo la obligación de unirme al baile inaugural después de los padres de los novios. Espero no tener que faltar a mi palabra.- Le guiñé un ojo y dejé que se marchara. Llegó entonces el momento de los discursos de los suegros y los padrinos. Lord Bánastor también dijo algunas palabras y avisó que los bailes empezarían con la última luz del día. para lo cual no calculaba mas de media hora.
Mientras limpiaban la plaza de todas las actividades que ocupaban antes el lugar y siendo otras desplazadas al perímetro de la misma la gente empezaba a buscar sus respectivas parejas. Y entonces envidiaba a los que conformaban la plebe pues quien estuviera casado ya tenía su pareja, le gustase o no, y quien no solo tenía que proponerselo a alguna moza del mismo estrato social.
La burgesía y nobleza se complicaba mas pues la posición dentro del estrato importaba tanto como el estrato en si, y eso sin contar con las decenas de intrigas políticas que se mantenían en el fondo de las relaciones entre las diferentes familias haciendo que nunca se supiera si una proposicion era totalmente sincera o escondía una intención más.
Mientras esperaba en el mismo punto donde aquella chica le había dicho y empezando a plantearse si le estaba o no gastando una broma de muy mal gusto se acercó un hombre de edad avanzada y pelo canoso acompañado de una muchacha de vestido verde y tela de calidad adornado con un chal violeta que demostraba, por si quedaban dudas, del poderío económico de la familia a la que pertenecía.
- Eleandris. Jamás conocí un elfo tan honrado como vos. espero me recordeis de vuestros tiempos en la corte de lord Leothorn.-
- Señor Seph. es un placer veros de nuevo. ¿que tal el negocio? la última vez que supe de vos pretendíais engrosar vuestra flota comercial.-
- Así es muchacho. Dos flamantes filibotes. El Aurum y el Argenti. Los dos barcos mas grandes del convoy y seguramente de toda la ruta comercial. me están haciendo de oro. Pero no he venido a hablar de negocios. ¿Os acordáis de Hindirid? la última vez que la vísteis aún era una niña.-
Tras la reverencia protocolaria que se dictaba para el saludo con la chica la conversación continuo. Por algún motivo Seph pretendía emparejar a su hija conmigo. siendo además levemente respaldado por Hindirid, la cual solo hablaba para tirar abajo alguna de mis excusas que no habían sido destruidas ya por el insistente padre. Miré un segundo por encima del hombro de ambos buscando a la camarera de ojos azules y pelo negro. Su oportuna aparición sería lo único que me librara de aquel comerciante y de su hija.
Eleandris
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
No le costó pasar desapercibida en la zona de las clases populares. Después de haber estado sirviendo en el enclave en dónde se encontraban los nobles, notó la familiaridad que suponía para ella rodearse de personas con las que tenía trato habitual. Familias alegres, comportamientos llanos y actitudes de fiesta desenfrenada que la nobleza se esforzaba en controlar. Habría personas que envidiarían pertenecer a ese escalafón de la sociedad. Pero Iori no se encontraba entre ellos en absoluto.
Esquivó los bailes y se alejó antes de que nadie pudiera ver en ella una posible pareja. Cruzó la gran plaza iluminada con múltiples puntos de fuego ardiendo, a tiempo de ver como la última luz del ocaso terminaba por esconderse detrás de la silueta de los edificios. El ladrón, o ladrones, tenían que estar allí. A la fuerza.
Menos luminosidad y más alcohol y descontrol significaban a ojos de cualquiera más oportunidades para los amigos de lo ajeno.
Subió entonces a una pequeña terraza pública que había ligeramente más elevada, en el perímetro de la gran plaza y aprovechando la quietud de allí oteó el terreno. Mucha gente. Demasiada... pero eso quizá le facilitaría a sus ojos ver a los elementos diferentes si era capaz de ser buena observadora. Se inclinó sobre la barandilla y pasados los primeros minutos notó como la frustración comenzaba a hacerse hueco en ella. La práctica no le resultaba tan sencilla como la teoría.
Resopló con fuerza y se cruzó de brazos, molesta, cuando el rabillo del ojo le permitió ver un movimiento casi imperceptible. Si no se hubiesen coordinado de esa manera no les abría salido bien el robo. Si no se hubiesen coordinado de esa manera hubiesen también pasado desapercibidos.
Fueron cuatro. Avanzaron al unísono desde diferentes direcciones y rodearon a una dama que se movía por un extremo de la plaza en la zona noble. Uno la asaltó de frente para besarle la mano con una reverencia exagerada. Un segundo chocó contra ella en ese instante haciéndola tropezar. El tercero la sujetó cuando ella caía de espaldas y el cuarto, aprovechó el instante para, con agilidad extraer uno de los caros adornos de perlas que adornaban su pelo.
La humana abrió mucho los ojos, costándole creer la exhibición de habilidad que acababa de ver. La señora sonrió azorada, agradecida por las atenciones que estaba recibiendo de los tres primeros, sin ser consciente de que el cuarto que se le había aproximado por detrás se perdía entre el gentío guardando su pasador a buen recaudo. - Serán cabrones... - siseó antes de bajar corriendo. Tendría que darse prisa ya que si quería moverse por aquella zona de la celebración necesitaría un pasaporte.
Era ágil por lo que no le costó moverse antes de que alguien pudiera interceptarla. Su mirada buscaba la cabellera rubia del elfo que había dejado atado con el lazo hacía un rato. Lo cierto es que no tenía pensado volver con él a la fiesta y exponerse a cruzar de nuevo su camino con el cocinero, pero ahora todos sus planes habían cambiado. Lo encontró en la zona en la que lo había dejado, en compañía de una pareja de edad dispar. ¿Padre hija? No le importaba. Lo que le importaba era captar toda su atención.
¿ Y cómo cojones se llamaba?
Tocaría improvisar. - ¡Amor! - susurró abriéndose paso sin dudar. Apartó con su movimiento a los dos interlocutores del elfo y conectando sus ojos azules con él le lanzó los brazos al cuello. Sus cuerpos hicieron contacto y Iori estrechó su abrazo como cientos de veces tenía hecho con otras personas en otros lugares. - ¡Te estaba buscando! - susurró con alegría antes de inclinar el rostro buscando el hueco de su cuello. La boca de la humana hizo contacto, y depositó un fugaz beso en su piel antes de apartarse y poner un leve mohín. - Pensaba que no íbamos a poder bailar juntos...- comentó con tono meloso mientras mecía su cuerpo colgada de él. - Oh vaya, ¿estabas con unos amigos? - inquirió girándose hacia la estupefacta pareja. - Espero no haber interrumpido nada - añadió soltándolo del cuello para pasar a colgarse de su brazo con una sonrisa radiante.
Esquivó los bailes y se alejó antes de que nadie pudiera ver en ella una posible pareja. Cruzó la gran plaza iluminada con múltiples puntos de fuego ardiendo, a tiempo de ver como la última luz del ocaso terminaba por esconderse detrás de la silueta de los edificios. El ladrón, o ladrones, tenían que estar allí. A la fuerza.
Menos luminosidad y más alcohol y descontrol significaban a ojos de cualquiera más oportunidades para los amigos de lo ajeno.
Subió entonces a una pequeña terraza pública que había ligeramente más elevada, en el perímetro de la gran plaza y aprovechando la quietud de allí oteó el terreno. Mucha gente. Demasiada... pero eso quizá le facilitaría a sus ojos ver a los elementos diferentes si era capaz de ser buena observadora. Se inclinó sobre la barandilla y pasados los primeros minutos notó como la frustración comenzaba a hacerse hueco en ella. La práctica no le resultaba tan sencilla como la teoría.
Resopló con fuerza y se cruzó de brazos, molesta, cuando el rabillo del ojo le permitió ver un movimiento casi imperceptible. Si no se hubiesen coordinado de esa manera no les abría salido bien el robo. Si no se hubiesen coordinado de esa manera hubiesen también pasado desapercibidos.
Fueron cuatro. Avanzaron al unísono desde diferentes direcciones y rodearon a una dama que se movía por un extremo de la plaza en la zona noble. Uno la asaltó de frente para besarle la mano con una reverencia exagerada. Un segundo chocó contra ella en ese instante haciéndola tropezar. El tercero la sujetó cuando ella caía de espaldas y el cuarto, aprovechó el instante para, con agilidad extraer uno de los caros adornos de perlas que adornaban su pelo.
La humana abrió mucho los ojos, costándole creer la exhibición de habilidad que acababa de ver. La señora sonrió azorada, agradecida por las atenciones que estaba recibiendo de los tres primeros, sin ser consciente de que el cuarto que se le había aproximado por detrás se perdía entre el gentío guardando su pasador a buen recaudo. - Serán cabrones... - siseó antes de bajar corriendo. Tendría que darse prisa ya que si quería moverse por aquella zona de la celebración necesitaría un pasaporte.
Era ágil por lo que no le costó moverse antes de que alguien pudiera interceptarla. Su mirada buscaba la cabellera rubia del elfo que había dejado atado con el lazo hacía un rato. Lo cierto es que no tenía pensado volver con él a la fiesta y exponerse a cruzar de nuevo su camino con el cocinero, pero ahora todos sus planes habían cambiado. Lo encontró en la zona en la que lo había dejado, en compañía de una pareja de edad dispar. ¿Padre hija? No le importaba. Lo que le importaba era captar toda su atención.
¿ Y cómo cojones se llamaba?
Tocaría improvisar. - ¡Amor! - susurró abriéndose paso sin dudar. Apartó con su movimiento a los dos interlocutores del elfo y conectando sus ojos azules con él le lanzó los brazos al cuello. Sus cuerpos hicieron contacto y Iori estrechó su abrazo como cientos de veces tenía hecho con otras personas en otros lugares. - ¡Te estaba buscando! - susurró con alegría antes de inclinar el rostro buscando el hueco de su cuello. La boca de la humana hizo contacto, y depositó un fugaz beso en su piel antes de apartarse y poner un leve mohín. - Pensaba que no íbamos a poder bailar juntos...- comentó con tono meloso mientras mecía su cuerpo colgada de él. - Oh vaya, ¿estabas con unos amigos? - inquirió girándose hacia la estupefacta pareja. - Espero no haber interrumpido nada - añadió soltándolo del cuello para pasar a colgarse de su brazo con una sonrisa radiante.
Iori Li
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
Tras llegar por fin la muchacha que esperaba padre e hija comprendieron que no iban a conseguir nada de mi. aunque si que tardé un poco en reaccionar. El trato tan cercano de la morena me dejó en blanco por unos segundos no obstante recuperé el control de mi mente tan pronto ella me tomó del brazo. - Lo lamento Seph pero ya tenía apalabrado el baile inaugural como podéis ver. Si gustáis pasaré a buscar a vuestra hija algo mas tarde. aunque dudo que una muchacha como ella esté libre para entonces.-
apenas unos instantes después los juglares comenzaron con la música del baile inaugural. Los novios ocuparon el centro de la plaza con los primeros compases. La melodía sosegada de la lira con el arma y el violín acompañaban los suaves movimientos de la pareja. Luego se unieron al baile los padres de ambos y en torno a la mitad de la canción entramos la muchacha y yo junto a otras tres parejas más.
- Me llamo Eleandris. es un placer conoceros. ¿Podéis decirme a que ha venido el numerito de antes? he de confesar que me ha dejado un poco descolocado.- Mis manos colocadas en su cintura y su mano libre, encandilado por aquellos ojos que se me hacían tan familiares nos mecíamos por la plaza como si fuésemos uno y no por que yo fuese un gran bailarín sino por que mi compañera sí que lo era, y de alguna forma me guiaba por aquellos pasos como el pastor que ha caminado los mismos senderos durante décadas.
No obstante algo le preocupaba. Su cuerpo y su voz parecían tratar de esconder algo que su mirada se esforzaba por gritar a los cuatro vientos y me pedían que hiciera algo. -¿Va todo bien? Parecéis preocupada. Si es por el cocinero no os preocupéis por él. Si es mínimamente inteligente no se atreverá a haceros nada.-
Me había tenido sonriéndole durante todo el baile y cuando este llego a su fin volvimos a apartarnos. Una pareja de guardias esperaba para llevarse a la morena con ellos. "este no es tu sitio, plebeya" decían. Irónico que unos plebeyos intentaran sacar a otros de ningún lado aludiendo a su estatus social. Y tampoco tardé en despachar a aquellos guardias. estaba empezando a cansarme de la gente mediocre.
Esa noche intentaría por todos los modos mantenerme cerca de ella, de hecho aún la abrazaba por la cintura mientras los guardias se marchaban. Algo me pedía averiguar mas sobre ella. ¿Qué me estaba pasando?
apenas unos instantes después los juglares comenzaron con la música del baile inaugural. Los novios ocuparon el centro de la plaza con los primeros compases. La melodía sosegada de la lira con el arma y el violín acompañaban los suaves movimientos de la pareja. Luego se unieron al baile los padres de ambos y en torno a la mitad de la canción entramos la muchacha y yo junto a otras tres parejas más.
- Me llamo Eleandris. es un placer conoceros. ¿Podéis decirme a que ha venido el numerito de antes? he de confesar que me ha dejado un poco descolocado.- Mis manos colocadas en su cintura y su mano libre, encandilado por aquellos ojos que se me hacían tan familiares nos mecíamos por la plaza como si fuésemos uno y no por que yo fuese un gran bailarín sino por que mi compañera sí que lo era, y de alguna forma me guiaba por aquellos pasos como el pastor que ha caminado los mismos senderos durante décadas.
No obstante algo le preocupaba. Su cuerpo y su voz parecían tratar de esconder algo que su mirada se esforzaba por gritar a los cuatro vientos y me pedían que hiciera algo. -¿Va todo bien? Parecéis preocupada. Si es por el cocinero no os preocupéis por él. Si es mínimamente inteligente no se atreverá a haceros nada.-
Me había tenido sonriéndole durante todo el baile y cuando este llego a su fin volvimos a apartarnos. Una pareja de guardias esperaba para llevarse a la morena con ellos. "este no es tu sitio, plebeya" decían. Irónico que unos plebeyos intentaran sacar a otros de ningún lado aludiendo a su estatus social. Y tampoco tardé en despachar a aquellos guardias. estaba empezando a cansarme de la gente mediocre.
Esa noche intentaría por todos los modos mantenerme cerca de ella, de hecho aún la abrazaba por la cintura mientras los guardias se marchaban. Algo me pedía averiguar mas sobre ella. ¿Qué me estaba pasando?
Eleandris
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
No pensó que fuese tan fácil. Los compañeros que habían entablado la conversación con el elfo se marcharon azorados. Y la chica con un leve gesto de disgusto en la cara que no le pasó inadvertido a la humana. Se dejó guiar hacia la zona del baile y se colocó en posición agradeciendo la colaboración del elfo. Su docilidad le estaba sirviendo de excusa perfecta para poder observar entre el gentío en busca de los cuatro ladrones de marras.
Así que Eleandris.
Bailó por inercia, más concentrada en encontrar las figuras que de disfrutar del encuentro con él. No se sorprendió por sus palabras pero no respondió al momento, haciéndole un leve gesto en la cabeza de reconocimiento pero aparcando la conversación para cuando terminara la pieza. Girar y desplazarse por la zona de baile no le permitía un punto de observación concreto, por lo que no fue capaz de distinguir a ninguno de los cacos en medio del movimiento.
Negó con la cabeza cuando mencionó al cocinero y agradeció cuando terminó la pieza, ya que eso les permitió alejarse del centro del espacio. Lo guió hasta un lateral en el que se encontró de bruces con las caras largas de unos guardias. Su cabeza maquinaba qué excusa poner cuando el elfo que la acompañaba volvió a echarle una mano. Aprovechó la forma directa de zanjar el asunto que tuvo Eleandris para dejarlo todo en sus manos y ella poder escudriñar a las personas que veía.
Se quedaron de nuevo solos cuando los guardias se alejaron de ambos a regañadientes, después de que el rubio los hubiera largado con firmeza. - Espero que eso no te traiga problemas - señaló la humana acercándose a una de las columnas de los soportales que rodeaban la plaza. Se apostó en ella y observó, como un felino atisba desde una esquina a su presa. Solo que la presa no era visible por el momento. - Hay un grupo de ladrones que están operando en la fiesta. Están bien vestidos, son jóvenes y parecen atléticos. Trabajan muy coordinados y creo que nadie ha notado todavía lo que tienen entre manos - resumió antes de girar el rostro y mirarlo dubitativa un instante.
Pensó que podría saber clavando sus ojos en él si aquel elfo era confiable. Si podría pedirle ayuda en aquella cuestión. Dado que los robos estaban teniendo como objetivos a otros invitados, y él era un convidado de honor, bien podía tomarse aquella información como un regalo. Si la ayudaba a encontrarlos se ganaría el favor de las personas allí. Y ella recuperaría su preciada bolsita de cuero. - A mí también me han robado. - reconoció entonces con un suspiro, dirigiendo de nuevo la mirada hacia la muchedumbre. - Una pequeña bolsita de cuero, con todo el dinero que tenía - Y el anillo. Pero de eso evidentemente no iba a hablar.
- Los vi antes, robándole un pasador de cabello a una de las señoras que estaban cerca de la mesa de los novios. La pobre mujer ni se dio cuenta... Debo de encontrarlos para... - Su voz se interrumpió cuando un movimiento en línea recta le llamó la atención. Un movimiento en línea recta que los delató. Los cuatro avanzaron como una flecha entre la masa, para salir atravesando la multitud de personas a la derecha de donde ellos se encontraban. - ¡Son ellos! - susurró con emoción mientras salía disparada hacia delante.
No se le ocurrió pensar que debía de esperar por el elfo para iniciar aquella persecución. A toda carrera siguió la dirección por la que se habían internado, descubriendo que saliendo de la plaza se habían colado por un estrecho callejón. La falta de luz en comparación con el gran espacio que ocupaba la fiesta la atolondró un poco, por lo que caminó más despacio hasta que sus ojos se acostumbraron a la poca claridad que había en la zona. Dobló unas cuantas esquinas estrechas mientras notaba cómo el sonido del festejo se quedaba amortiguado a sus espaldas.
Tras la primera vez que había estado en Baslodia, recordaba haberse jurado no volver nunca a ella. Había cedido ante una oferta de trabajo inmejorable pero, ahora, notando el frío en la brisa de la noche recorrer con ella el callejón pensó que quizá, después de todo, no había sido tan buena idea. Tragó saliva y dio un paso para recibir justo entonces un impacto inesperado. Cayó de bruces al suelo, con el oído pitando. No era capaz de ver otra cosa que no fuesen cientos de chispas de colores que bailaban delante de sus ojos mientras el mareo le impedía reconocer qué era arriba y qué era abajo.
Por el oído que no había recibido el golpe le pareció percibir unos pasos a la carrera, pero la humana apenas fue capaz de llevar una mano a la zona en dónde le habían pegado. El calor de una sustancia viscosa le llenó los dedos mientras palpaba la herida abierta en su sien. - Joder...-
Así que Eleandris.
Bailó por inercia, más concentrada en encontrar las figuras que de disfrutar del encuentro con él. No se sorprendió por sus palabras pero no respondió al momento, haciéndole un leve gesto en la cabeza de reconocimiento pero aparcando la conversación para cuando terminara la pieza. Girar y desplazarse por la zona de baile no le permitía un punto de observación concreto, por lo que no fue capaz de distinguir a ninguno de los cacos en medio del movimiento.
Negó con la cabeza cuando mencionó al cocinero y agradeció cuando terminó la pieza, ya que eso les permitió alejarse del centro del espacio. Lo guió hasta un lateral en el que se encontró de bruces con las caras largas de unos guardias. Su cabeza maquinaba qué excusa poner cuando el elfo que la acompañaba volvió a echarle una mano. Aprovechó la forma directa de zanjar el asunto que tuvo Eleandris para dejarlo todo en sus manos y ella poder escudriñar a las personas que veía.
Se quedaron de nuevo solos cuando los guardias se alejaron de ambos a regañadientes, después de que el rubio los hubiera largado con firmeza. - Espero que eso no te traiga problemas - señaló la humana acercándose a una de las columnas de los soportales que rodeaban la plaza. Se apostó en ella y observó, como un felino atisba desde una esquina a su presa. Solo que la presa no era visible por el momento. - Hay un grupo de ladrones que están operando en la fiesta. Están bien vestidos, son jóvenes y parecen atléticos. Trabajan muy coordinados y creo que nadie ha notado todavía lo que tienen entre manos - resumió antes de girar el rostro y mirarlo dubitativa un instante.
Pensó que podría saber clavando sus ojos en él si aquel elfo era confiable. Si podría pedirle ayuda en aquella cuestión. Dado que los robos estaban teniendo como objetivos a otros invitados, y él era un convidado de honor, bien podía tomarse aquella información como un regalo. Si la ayudaba a encontrarlos se ganaría el favor de las personas allí. Y ella recuperaría su preciada bolsita de cuero. - A mí también me han robado. - reconoció entonces con un suspiro, dirigiendo de nuevo la mirada hacia la muchedumbre. - Una pequeña bolsita de cuero, con todo el dinero que tenía - Y el anillo. Pero de eso evidentemente no iba a hablar.
- Los vi antes, robándole un pasador de cabello a una de las señoras que estaban cerca de la mesa de los novios. La pobre mujer ni se dio cuenta... Debo de encontrarlos para... - Su voz se interrumpió cuando un movimiento en línea recta le llamó la atención. Un movimiento en línea recta que los delató. Los cuatro avanzaron como una flecha entre la masa, para salir atravesando la multitud de personas a la derecha de donde ellos se encontraban. - ¡Son ellos! - susurró con emoción mientras salía disparada hacia delante.
No se le ocurrió pensar que debía de esperar por el elfo para iniciar aquella persecución. A toda carrera siguió la dirección por la que se habían internado, descubriendo que saliendo de la plaza se habían colado por un estrecho callejón. La falta de luz en comparación con el gran espacio que ocupaba la fiesta la atolondró un poco, por lo que caminó más despacio hasta que sus ojos se acostumbraron a la poca claridad que había en la zona. Dobló unas cuantas esquinas estrechas mientras notaba cómo el sonido del festejo se quedaba amortiguado a sus espaldas.
Tras la primera vez que había estado en Baslodia, recordaba haberse jurado no volver nunca a ella. Había cedido ante una oferta de trabajo inmejorable pero, ahora, notando el frío en la brisa de la noche recorrer con ella el callejón pensó que quizá, después de todo, no había sido tan buena idea. Tragó saliva y dio un paso para recibir justo entonces un impacto inesperado. Cayó de bruces al suelo, con el oído pitando. No era capaz de ver otra cosa que no fuesen cientos de chispas de colores que bailaban delante de sus ojos mientras el mareo le impedía reconocer qué era arriba y qué era abajo.
Por el oído que no había recibido el golpe le pareció percibir unos pasos a la carrera, pero la humana apenas fue capaz de llevar una mano a la zona en dónde le habían pegado. El calor de una sustancia viscosa le llenó los dedos mientras palpaba la herida abierta en su sien. - Joder...-
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Iori Li
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
La morena había estado ausente durante todo el baile lo que me hizo pensar ¿había dicho o hecho algo que le hubiese molestado? La había sacado a bailar si, pero prácticamente me había elegido ella a mi mas que yo a ella. No fue hasta que volvimos a estar solos y apartados de las multitudes bailarinas que se atrevió a decirme que le estaba pasando por la cabeza.
Varios robos. Oportunistas en una ocasión como tal no faltaban y la guardia parecía tan inepta como siempre, asegurándose mas de que las clases bajas no molesten a las altas que de hacer su función de guardianes de la paz y el orden. Y eso era algo que no entendía de los humanos. Su dejadez. Y sin apenas tiempo de reacción los divisó y echó a correr tras ellos.
Procuré seguirla y era realmente sorprendente como podía avanzar tanta distancia en tan poco tiempo a pesar del vestido que llevaba en ese momento. Si bien iba al trote tras ella, cada vez se alejaba mas y de ser los ladrones los perseguidos por la muchacha si yo salía corriendo podría alertar a la guardia y aquello sería contraproducente.
Confié por tanto en mi agudeza sensorial. sobretodo en la visual tratando de seguirla por entre la multitud y por la calle hasta que doblara la esquina. Tan pronto salí de la plaza elevé el ritmo aunque no tanto como quisiera por la ropa que llevaba no era precisamente cómoda para este tipo de esfuerzo físico. Doblé la esquina y pude ver como ella doblaba la siguiente y a la tercera ya le perdí la pista.
Debía pensar con rapidez mientras continuaba el avance. ¿a donde iría yo si estuviese huyendo con un botín? a las calles mas estrechas y oscuras, donde no pudieran seguirme. y por allí seguí con tan buena suerte que pude dar con ella de nuevo. Ella estaba derribada. en el fondo tres siluetas se perdían entre carromatos de paja y otras cajas de madera. otro mas se encontraba con ella con un gesto de lascivia en su rostro y buscando como desabrochar el vestido.
Continué la carrera hasta embestir al caco. lo que sucedió después fue una pelea a puños. que duró mas de lo que me esperaba pues el jovenzuelo estaba en bastante buena forma física y tenia una fuerte tolerancia al dolor e incluso logró conectar varios buenos puños provocándome con uno de ellos una fractura del labio. Finalmente logré noquearle y tras atarle de manos y pies con una cuerda cerda cercana y mi propio cinturón me acerque a la chica.
- ¿Estáis bien? si después de esto no me decís vuestro nombre no se que mas voy a hacer.- Con un pañuelo le limpié la sangre del rostro y luego presioné sobre la herida. con un poco de suerte pararía la hemorragia en cuestión de minutos.
Varios robos. Oportunistas en una ocasión como tal no faltaban y la guardia parecía tan inepta como siempre, asegurándose mas de que las clases bajas no molesten a las altas que de hacer su función de guardianes de la paz y el orden. Y eso era algo que no entendía de los humanos. Su dejadez. Y sin apenas tiempo de reacción los divisó y echó a correr tras ellos.
Procuré seguirla y era realmente sorprendente como podía avanzar tanta distancia en tan poco tiempo a pesar del vestido que llevaba en ese momento. Si bien iba al trote tras ella, cada vez se alejaba mas y de ser los ladrones los perseguidos por la muchacha si yo salía corriendo podría alertar a la guardia y aquello sería contraproducente.
Confié por tanto en mi agudeza sensorial. sobretodo en la visual tratando de seguirla por entre la multitud y por la calle hasta que doblara la esquina. Tan pronto salí de la plaza elevé el ritmo aunque no tanto como quisiera por la ropa que llevaba no era precisamente cómoda para este tipo de esfuerzo físico. Doblé la esquina y pude ver como ella doblaba la siguiente y a la tercera ya le perdí la pista.
Debía pensar con rapidez mientras continuaba el avance. ¿a donde iría yo si estuviese huyendo con un botín? a las calles mas estrechas y oscuras, donde no pudieran seguirme. y por allí seguí con tan buena suerte que pude dar con ella de nuevo. Ella estaba derribada. en el fondo tres siluetas se perdían entre carromatos de paja y otras cajas de madera. otro mas se encontraba con ella con un gesto de lascivia en su rostro y buscando como desabrochar el vestido.
Continué la carrera hasta embestir al caco. lo que sucedió después fue una pelea a puños. que duró mas de lo que me esperaba pues el jovenzuelo estaba en bastante buena forma física y tenia una fuerte tolerancia al dolor e incluso logró conectar varios buenos puños provocándome con uno de ellos una fractura del labio. Finalmente logré noquearle y tras atarle de manos y pies con una cuerda cerda cercana y mi propio cinturón me acerque a la chica.
- ¿Estáis bien? si después de esto no me decís vuestro nombre no se que mas voy a hacer.- Con un pañuelo le limpié la sangre del rostro y luego presioné sobre la herida. con un poco de suerte pararía la hemorragia en cuestión de minutos.
Eleandris
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
Concentrarse en aquel aroma la ayudó a centrar la cabeza. Le costaba reconocer qué era arriba y qué abajo, pero un olor cerca de ella le ayudaba a clarificar su percepción. Notó la mano cálida presionando contra su herida y apoyó los dedos sobre el dorso, oprimiendo ligeramente. La voz de Eleandris sonó extrañamente fuerte en su oído y Iori se alejó un poco hasta sentarse en el suelo. - Estoy bien... - enfocó la vista en el callejón oscuro, y percibió la figura del uno de los ladrones atado en el suelo. - ¡¡Este!! - gritó antes de apartar al elfo de un manotazo y lanzarse sobre él.
Aprovechó su inconsciencia para rebuscar entre su ropa sin pudor, encontrando unas monedas y un par de pulseras que parecían caras. No llevaba mucho botín encima y desde luego nada de ello era la bolsita que buscaba. - Mierda - susurro mientras se frotaba la sangre del rostro en la dirección de su cabello. - Este no es... - Se levantó reprimiendo las ganas de darle una patada y se giró hacia el rubio mirándolo de frente. - Toma. Seguro que podrás encontrar a los dueños de estes objetos - indicó tendiéndole lo que había recuperado del desgraciado ratero.
Volvió a frotarse la sien con el hombro, notando el dolor agudo en dónde le habían propinado el golpe. - Y gracias... - añadió antes de girarse para encarar el fondo de la calle por donde habían escapado los ladrones. Iba a avanzar cuando se volvió para mirar de nuevo al elfo. - ¿Te han herido? - inquirió acortando la distancia que los separaba. Alzó la mano y tomando el pañuelo con el que le había contenido su propia herida lo apretó contra el labio del elfo sin contemplaciones. - Tengo entendido que los de vuestra raza tenéis habilidades sanadoras. ¿Puedes aplicarlas en ti? - preguntó con inocencia y pura curiosidad en los ojos.
Entonces apartó la tela para cerciorarse del estado del corte en el labio y recordó la pregunta que él le había hecho. La humana sonrió entonces frente a él. - Iori - respondió simplemente antes de volver a presionar con el paño su labio. - Y voy a ir a recuperar de esos ladrones el botín que han sacado de los invitados a la boda. En el peor de los casos, podré salir de Baslodia habiendo recuperado lo mío. ¿En el mejor? Marcharme con una pequeña recompensa de manos de tus amigos -
Buscó la mano de Eleandris para dejar el pañuelo manchado de sangre de ambos con él, y le dedicó una profunda sonrisa. - Espero regresar con buenas noticias al baile - aseguró convencida de enrolarse sola en aquella empresa. - Te prometo un último baile esta noche, y... - inclinó la cara hacia el mentón del rubio y poniéndose ligeramente de puntillas depositó un leve beso en el hueco de su boca. - Quizá podamos ver juntos los fuegos artificiales - añadió antes de girarse, para echar a correr por el callejón.
Aprovechó su inconsciencia para rebuscar entre su ropa sin pudor, encontrando unas monedas y un par de pulseras que parecían caras. No llevaba mucho botín encima y desde luego nada de ello era la bolsita que buscaba. - Mierda - susurro mientras se frotaba la sangre del rostro en la dirección de su cabello. - Este no es... - Se levantó reprimiendo las ganas de darle una patada y se giró hacia el rubio mirándolo de frente. - Toma. Seguro que podrás encontrar a los dueños de estes objetos - indicó tendiéndole lo que había recuperado del desgraciado ratero.
Volvió a frotarse la sien con el hombro, notando el dolor agudo en dónde le habían propinado el golpe. - Y gracias... - añadió antes de girarse para encarar el fondo de la calle por donde habían escapado los ladrones. Iba a avanzar cuando se volvió para mirar de nuevo al elfo. - ¿Te han herido? - inquirió acortando la distancia que los separaba. Alzó la mano y tomando el pañuelo con el que le había contenido su propia herida lo apretó contra el labio del elfo sin contemplaciones. - Tengo entendido que los de vuestra raza tenéis habilidades sanadoras. ¿Puedes aplicarlas en ti? - preguntó con inocencia y pura curiosidad en los ojos.
Entonces apartó la tela para cerciorarse del estado del corte en el labio y recordó la pregunta que él le había hecho. La humana sonrió entonces frente a él. - Iori - respondió simplemente antes de volver a presionar con el paño su labio. - Y voy a ir a recuperar de esos ladrones el botín que han sacado de los invitados a la boda. En el peor de los casos, podré salir de Baslodia habiendo recuperado lo mío. ¿En el mejor? Marcharme con una pequeña recompensa de manos de tus amigos -
Buscó la mano de Eleandris para dejar el pañuelo manchado de sangre de ambos con él, y le dedicó una profunda sonrisa. - Espero regresar con buenas noticias al baile - aseguró convencida de enrolarse sola en aquella empresa. - Te prometo un último baile esta noche, y... - inclinó la cara hacia el mentón del rubio y poniéndose ligeramente de puntillas depositó un leve beso en el hueco de su boca. - Quizá podamos ver juntos los fuegos artificiales - añadió antes de girarse, para echar a correr por el callejón.
Iori Li
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
La chica le rebuscó sin ninguna clase de miramientos ni pudor al ladrón encontrando un escaso aunque relativamente valioso botín que no dudó en entregarme cuando no encontró lo que ella buscaba. Además parecía haberse recuperado bastante rápido del golpe recibido lo cual me sorprendió pues parecía mas severo de lo que al final resultó ser.
Por fin me había dado su nombre. Ya no continuaría siendo una completa desconocida. - Si, podemos utilizar ese don para nosotros mismos o para otros. Aunque yo prefiero emplearlo en los demás. - Respondí a su pregunta. Había algo en el tono con el que la formuló que denotaba bastante curiosidad ¿quizás incluso admiración? Además demostró tambien ser una chica muy atenta cuando me limpió la sangre del labio.
Luego se le ocurrió la genial idea de continuar buscando a aquella banda de ladrones ella sola ¿de donde salía aquella determinación e insensatez? por un momento sentí la necesidad de correr tras de ella y pararla o quedarme a su lado y ayudarla pero ambas opciones podrían significar acabar en cualquier callejón con una daga entre las costillas. Opté pues por encargarme de aquel ladronzuelo de tres al cuarto. Aprovechando que estaba reducido podría llevarle ante la guardia con el botín como prueba e interrogarlo para encontrar al resto.
De camino la zona de la fiesta se me pasaron un sinfín de posibilidades por la cabeza. Todas las cosas que podrían irle mas a iori tomaban forma en mi imaginación y me obligaban a apremiarme más aún. La acusación frente a la guardia fue rápida, concisa y extrañamente muy eficaz. En instantes estábamos interrogando al apresado aunque por desgracia utilizaron métodos que me hicieron morderme la lengua pues sentía que el tiempo apremiaba.
Al final entre balbuceos, quejidos y llantos lograron sacar una dirección. un lugar aparentemente abandonado en el distrito artesano de la ciudad. A paso ligero nos dirigimos hasta el lugar indicado. Todo parecía estar en calma y como era de esperar ni siquiera las ratas estaban en aquella zona esa noche. El silencio me oprimía el corazón y me decantaba hacia los peores escenarios. esperaba escuchar voces. ruidos de pelea , ver alguna luz.... Pero en su lugar solo había quietud.
¿Y si la habían matado?¿Y si ni siquiera habían llegado?¿y si la habían arrinconado en alguna otra parte?¿La habrían sacado de la ciudad, secuestrada? Abrimos la puerta del edificio. Un semisótano que parecía ocupar una extensión bastante grande. Cuando bajamos aquellas escaleras en penumbra y solo iluminados por el par de faroles que llevaban una pareja de guardias noté que el ambiente estaba ligeramente caldeado, aunque viciado.
Buscamos por las salas sin demasiado sigilo hasta dar a unos pocos metros con un separador de madera que cubría todo el ancho de la estructura desde el suelo al techo con una puerta entornada en el centro. Empuje la hoja para ver que ocultaba aquel separador de madera y allí estaba ella.
Por fin me había dado su nombre. Ya no continuaría siendo una completa desconocida. - Si, podemos utilizar ese don para nosotros mismos o para otros. Aunque yo prefiero emplearlo en los demás. - Respondí a su pregunta. Había algo en el tono con el que la formuló que denotaba bastante curiosidad ¿quizás incluso admiración? Además demostró tambien ser una chica muy atenta cuando me limpió la sangre del labio.
Luego se le ocurrió la genial idea de continuar buscando a aquella banda de ladrones ella sola ¿de donde salía aquella determinación e insensatez? por un momento sentí la necesidad de correr tras de ella y pararla o quedarme a su lado y ayudarla pero ambas opciones podrían significar acabar en cualquier callejón con una daga entre las costillas. Opté pues por encargarme de aquel ladronzuelo de tres al cuarto. Aprovechando que estaba reducido podría llevarle ante la guardia con el botín como prueba e interrogarlo para encontrar al resto.
De camino la zona de la fiesta se me pasaron un sinfín de posibilidades por la cabeza. Todas las cosas que podrían irle mas a iori tomaban forma en mi imaginación y me obligaban a apremiarme más aún. La acusación frente a la guardia fue rápida, concisa y extrañamente muy eficaz. En instantes estábamos interrogando al apresado aunque por desgracia utilizaron métodos que me hicieron morderme la lengua pues sentía que el tiempo apremiaba.
Al final entre balbuceos, quejidos y llantos lograron sacar una dirección. un lugar aparentemente abandonado en el distrito artesano de la ciudad. A paso ligero nos dirigimos hasta el lugar indicado. Todo parecía estar en calma y como era de esperar ni siquiera las ratas estaban en aquella zona esa noche. El silencio me oprimía el corazón y me decantaba hacia los peores escenarios. esperaba escuchar voces. ruidos de pelea , ver alguna luz.... Pero en su lugar solo había quietud.
¿Y si la habían matado?¿Y si ni siquiera habían llegado?¿y si la habían arrinconado en alguna otra parte?¿La habrían sacado de la ciudad, secuestrada? Abrimos la puerta del edificio. Un semisótano que parecía ocupar una extensión bastante grande. Cuando bajamos aquellas escaleras en penumbra y solo iluminados por el par de faroles que llevaban una pareja de guardias noté que el ambiente estaba ligeramente caldeado, aunque viciado.
Buscamos por las salas sin demasiado sigilo hasta dar a unos pocos metros con un separador de madera que cubría todo el ancho de la estructura desde el suelo al techo con una puerta entornada en el centro. Empuje la hoja para ver que ocultaba aquel separador de madera y allí estaba ella.
Eleandris
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
Continuó moviéndose por las calles mientras oteaba el horizonte. Aquella parte de la ciudad estaba muy silenciosa. No estaba segura de para qué eran aquellos edificios hasta que concluyó por lo que veía, que debía de tratarse de una zona de almacenes y pequeños talleres, cerrados a aquellas horas de la noche. Nadie se veía por allí.
La humana concluyó que estarían repartidos entre sus casas y la gran fiesta en la que se había convertido la boda en la que ella servía. Se agazapó y se pegó a los muros, entornando los ojos y agudizando el oído. Una fina niebla comenzaba a deslizarse sobre el suelo, proveniente de un pequeño río cercano que atravesaba de forma sinuosa aquella parte de la ciudad. La humedad llegaba de manera clara a su nariz y continuó avanzando, afanándose en no producir ruido con sus pies que pudiera denotar su posición.
Fue al girar la esquina cuando lo escuchó. Había sonidos provenientes de... ¿abajo? Iori palpó el muro y fue entonces cuando percibió unas pequeñas rendijas a nivel del suelo. Desde allí se veía algo de luz y una extraña algarabía que le costaba distinguir. Se puso de rodillas notando el frío de la piedras en la calle y pegó el oído intentando escuchar. - Mañana saldremos de aquí - aseguró una voz que se pudo escuchar en medio de vítores. Le costó distinguir lo que vino a continuación, ya que las voces sonaban excitadas dentro de aquel lugar.
Se incorporó para moverse algo insegura fuera. Parecía que aquel era el lugar en el que estaban los ladrones, pero no estaba segura. No le quedaba otra que entrar, pero desconocía cuántos eran. Resopló con resignación mientras tomaba la decisión de jugar una carta que no solía fallar. Se llevó las manos a las solapas del vestido y las abrió para escotarlo un poco. Se revolvió el pelo dándole un aspecto leonino y se aseguró de cubrirse el golpe de la cara. Avanzó por la puerta que parecía guiar hasta el escondite y traspasó los umbrales. - Me pregunto cuánto tardará Dilan en llegar - comentó una voz indeterminada desde una esquina del lugar. La humana inspiró, pidió en silencio ayuda a los dioses y golpeó con los nudillos la puerta. - ¿Es aquí la fiesta? - preguntó entrando, tras haber dejado su alforja y su bastón debajo del umbral de la puerta escondidos.
Avanzó intentando ser ruidosa mientras trataba de acentuar el movimiento sensual de su cadera. Tres hombres jóvenes miraban hacia ella, dos de ellos con sendos cuchillos en sus manos. Vestían con ropas buenas y Iori pudo reconocerlos como la panda de ladrones que se habían dedicado a robar todo lo que podían en el baile. Escondió las ganas que tenía de darles una patada en los huevos bajo una seductora sonrisa. - ¿Quién eres? - preguntó uno de ellos dando un paso con mala cara hacia ella. Iori confió en que en la penumbra de la habitación no la identificasen. - Puedo ser quién tu quieras esta noche cielo. Aunque espero que la ayuda llegue pronto - se llevó la mano hacia una de las ondas que caían sobre su pecho, jugando con el pelo y llamando la atención de los tres sobre su escote. No tuvo que insistir.
Los tres se quedaron quietos y se miraron entre ellos con gesto dubitativo. Era momento de empujarlos un poco más. Se cruzó de brazos y los observó con gesto contrariado. - ¿No era aquí? Quizá me confundí... estoy segura de que Dilan me indicó esta puerta...- se rascó la sien mientras se giraba lentamente en actitud pensante. - Siento mucho si os interrumpí - añadió encaminándose hacia la puerta. - ¡Espera! - Iori sonrió. Se detuvo y se giró a mirarlo con su cara más inocente. - ¿Conoces a Dilan? - preguntó uno bajando el cuchillo. - Bueno, se puede decir que sí. Es solo una relación laboral...- sonrió de nuevo con picardía. - Ya me entendéis. -
Avanzó de nuevo hacia ellos con los ojos chispeantes. - Entonces acerté ¿verdad? - el que tenía más cerca era el que había bajado el cuchillo. La miraba con una leve sonrisa descolgada en la cara sin ser capaz de apartar mucho tiempo los ojos de su escote. - Bien, lo podremos pasar muy bien juntos hasta que llegue Patty. Creo que sabré qué hacer para entreteneros...- murmuró acercándose a él y acariciando la mano en la que mantenía el cuchillo aferrado de manera relajada. - No necesitarás esto - le aseguró sin dejar de mirarlo a los ojos. La sonrisa del chico se hizo más extensa. Iori le respondió de la misma manera. Antes de que ninguno de los tres pudiera reaccionar, ella tomó el arma y se la lanzó al que estaba más lejos. En ese momento, verdad que sí comenzaba la fiesta.
La humana escuchó ruido en la entrada mientras terminaba de juntar los objetos robados sobre una mesa que había en una esquina. Estaban inconscientes pero ninguno herido de manera mortal. Uno de ellos lucía la empuñadura brillante de un cuchillo en el hombro, pero de sacarle la hoja la sangre saldría de forma abierta, y ella no quería lidiar con aquella situación personalmente. No pensaba mover un dedo para ayudar a aquellos condenados.
Se giró hacia la puerta y acompañado de varios guardias apareció Eleandris. La humana le dirigió una amplia sonrisa mientras señalaba todo lo robado. - Llegáis justo a tiempo - dijo acercándose a él, ya armada con su bastón y su alforja. - He recuperado mi monedero - aseguró palmeando el gastado cuero colgado sobre su hombro. - Y ellos bueno... supongo que podrán despertar en poco tiempo - indicó señalando sobre su hombro. - Los objetos que portaban están ahí. Desconozco si falta alguno - fue entonces cuando uno de los guardias puso su manaza enfundada en metal sobre ella. - ¿Y tú no eres parte de ellos? - acusó con las desconfianza en la voz. Iori lo miró atónita para cambiar la sorpresa por enfado.
La humana concluyó que estarían repartidos entre sus casas y la gran fiesta en la que se había convertido la boda en la que ella servía. Se agazapó y se pegó a los muros, entornando los ojos y agudizando el oído. Una fina niebla comenzaba a deslizarse sobre el suelo, proveniente de un pequeño río cercano que atravesaba de forma sinuosa aquella parte de la ciudad. La humedad llegaba de manera clara a su nariz y continuó avanzando, afanándose en no producir ruido con sus pies que pudiera denotar su posición.
Fue al girar la esquina cuando lo escuchó. Había sonidos provenientes de... ¿abajo? Iori palpó el muro y fue entonces cuando percibió unas pequeñas rendijas a nivel del suelo. Desde allí se veía algo de luz y una extraña algarabía que le costaba distinguir. Se puso de rodillas notando el frío de la piedras en la calle y pegó el oído intentando escuchar. - Mañana saldremos de aquí - aseguró una voz que se pudo escuchar en medio de vítores. Le costó distinguir lo que vino a continuación, ya que las voces sonaban excitadas dentro de aquel lugar.
Se incorporó para moverse algo insegura fuera. Parecía que aquel era el lugar en el que estaban los ladrones, pero no estaba segura. No le quedaba otra que entrar, pero desconocía cuántos eran. Resopló con resignación mientras tomaba la decisión de jugar una carta que no solía fallar. Se llevó las manos a las solapas del vestido y las abrió para escotarlo un poco. Se revolvió el pelo dándole un aspecto leonino y se aseguró de cubrirse el golpe de la cara. Avanzó por la puerta que parecía guiar hasta el escondite y traspasó los umbrales. - Me pregunto cuánto tardará Dilan en llegar - comentó una voz indeterminada desde una esquina del lugar. La humana inspiró, pidió en silencio ayuda a los dioses y golpeó con los nudillos la puerta. - ¿Es aquí la fiesta? - preguntó entrando, tras haber dejado su alforja y su bastón debajo del umbral de la puerta escondidos.
Avanzó intentando ser ruidosa mientras trataba de acentuar el movimiento sensual de su cadera. Tres hombres jóvenes miraban hacia ella, dos de ellos con sendos cuchillos en sus manos. Vestían con ropas buenas y Iori pudo reconocerlos como la panda de ladrones que se habían dedicado a robar todo lo que podían en el baile. Escondió las ganas que tenía de darles una patada en los huevos bajo una seductora sonrisa. - ¿Quién eres? - preguntó uno de ellos dando un paso con mala cara hacia ella. Iori confió en que en la penumbra de la habitación no la identificasen. - Puedo ser quién tu quieras esta noche cielo. Aunque espero que la ayuda llegue pronto - se llevó la mano hacia una de las ondas que caían sobre su pecho, jugando con el pelo y llamando la atención de los tres sobre su escote. No tuvo que insistir.
Los tres se quedaron quietos y se miraron entre ellos con gesto dubitativo. Era momento de empujarlos un poco más. Se cruzó de brazos y los observó con gesto contrariado. - ¿No era aquí? Quizá me confundí... estoy segura de que Dilan me indicó esta puerta...- se rascó la sien mientras se giraba lentamente en actitud pensante. - Siento mucho si os interrumpí - añadió encaminándose hacia la puerta. - ¡Espera! - Iori sonrió. Se detuvo y se giró a mirarlo con su cara más inocente. - ¿Conoces a Dilan? - preguntó uno bajando el cuchillo. - Bueno, se puede decir que sí. Es solo una relación laboral...- sonrió de nuevo con picardía. - Ya me entendéis. -
Avanzó de nuevo hacia ellos con los ojos chispeantes. - Entonces acerté ¿verdad? - el que tenía más cerca era el que había bajado el cuchillo. La miraba con una leve sonrisa descolgada en la cara sin ser capaz de apartar mucho tiempo los ojos de su escote. - Bien, lo podremos pasar muy bien juntos hasta que llegue Patty. Creo que sabré qué hacer para entreteneros...- murmuró acercándose a él y acariciando la mano en la que mantenía el cuchillo aferrado de manera relajada. - No necesitarás esto - le aseguró sin dejar de mirarlo a los ojos. La sonrisa del chico se hizo más extensa. Iori le respondió de la misma manera. Antes de que ninguno de los tres pudiera reaccionar, ella tomó el arma y se la lanzó al que estaba más lejos. En ese momento, verdad que sí comenzaba la fiesta.
[...]
La humana escuchó ruido en la entrada mientras terminaba de juntar los objetos robados sobre una mesa que había en una esquina. Estaban inconscientes pero ninguno herido de manera mortal. Uno de ellos lucía la empuñadura brillante de un cuchillo en el hombro, pero de sacarle la hoja la sangre saldría de forma abierta, y ella no quería lidiar con aquella situación personalmente. No pensaba mover un dedo para ayudar a aquellos condenados.
Se giró hacia la puerta y acompañado de varios guardias apareció Eleandris. La humana le dirigió una amplia sonrisa mientras señalaba todo lo robado. - Llegáis justo a tiempo - dijo acercándose a él, ya armada con su bastón y su alforja. - He recuperado mi monedero - aseguró palmeando el gastado cuero colgado sobre su hombro. - Y ellos bueno... supongo que podrán despertar en poco tiempo - indicó señalando sobre su hombro. - Los objetos que portaban están ahí. Desconozco si falta alguno - fue entonces cuando uno de los guardias puso su manaza enfundada en metal sobre ella. - ¿Y tú no eres parte de ellos? - acusó con las desconfianza en la voz. Iori lo miró atónita para cambiar la sorpresa por enfado.
Última edición por Iori Li el Jue Mar 17 2022, 23:05, editado 1 vez
Iori Li
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
El miembro 'Iori Li' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
Quedé totalmente impresionado al abrir la puerta y encontrar semejante escena tras ella. Los signos de lucha eran evidentes en la sala, no solo por los varones que yacían de cuerpo presente, sino por algunos objetos rotos y otros desórdenes . Iori se encontraba ilesa salvo por ese golpe en la cabeza que había recibido en la calle y las joyas robadas sobre un cajón cercano al centro de la sala. La estampa era impactante desde luego.
La muchacha parecía estar bastante satisfecha con la situación para solo tener una bolsita junto a ella, algo que me llamó la atención. No tanto así fué para un guardia, que ni corto ni perezoso le echó el guante a la moza dispuesto a llevársela presa. - Veo que la capacidad de observación de la guardia es cuanto menos escasa. Hay bastante más botín sobre la caja, ella no podría haber abatido a todos ellos sin el factor sorpresa y además, ella estaba conmigo en el baile inaugural. Además ni siquiera está nerviosa como si lo estaría un delincuente frente a la autoridad. ¿Hace falta que siga o ya te has dado cuenta?- Clavé mi mirada sobre aquel guardia.
El hombre, que se mostraba no solo novato en la guardia sino en la vida, pues parecía incluso demasiado joven respecto al resto de sus compañeros fue reprendido por el alguacil allí mismo y enviado a hacer inventario de lo robado con presteza. Mientras los otros guardias se encargaban de los delincuentes heridos puse la mano en la espalda baja de Iori conduciéndola hacia el exterior de vuelta a la fiesta dispuesto a cobrarme la promesa hecha por la muchacha.
- Es mucho esfuerzo para una bolsa tan pequeña. no hace falta que me digas el qué, pero hay algo ahí mas que dinero ¿verdad?-
Le dediqué una sonrisa mientras le hacía la observación volviendo la vista al frente una vez terminaba mi intervención
La muchacha parecía estar bastante satisfecha con la situación para solo tener una bolsita junto a ella, algo que me llamó la atención. No tanto así fué para un guardia, que ni corto ni perezoso le echó el guante a la moza dispuesto a llevársela presa. - Veo que la capacidad de observación de la guardia es cuanto menos escasa. Hay bastante más botín sobre la caja, ella no podría haber abatido a todos ellos sin el factor sorpresa y además, ella estaba conmigo en el baile inaugural. Además ni siquiera está nerviosa como si lo estaría un delincuente frente a la autoridad. ¿Hace falta que siga o ya te has dado cuenta?- Clavé mi mirada sobre aquel guardia.
El hombre, que se mostraba no solo novato en la guardia sino en la vida, pues parecía incluso demasiado joven respecto al resto de sus compañeros fue reprendido por el alguacil allí mismo y enviado a hacer inventario de lo robado con presteza. Mientras los otros guardias se encargaban de los delincuentes heridos puse la mano en la espalda baja de Iori conduciéndola hacia el exterior de vuelta a la fiesta dispuesto a cobrarme la promesa hecha por la muchacha.
- Es mucho esfuerzo para una bolsa tan pequeña. no hace falta que me digas el qué, pero hay algo ahí mas que dinero ¿verdad?-
Le dediqué una sonrisa mientras le hacía la observación volviendo la vista al frente una vez terminaba mi intervención
Eleandris
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
El mundo funcionaba a fin de cuentas, entre la actitud y la apariencia. Eleandris solamente tuvo que hacer notar su presencia y decir unas cuantas palabras para hacerse valer en medio de la guardia. De haber estado sola, Iori hubiera sudado para poder salir de allí alejando la sombra de la sospecha de ella. Observó como usaba su diplomacia y autoridad para sacárselos de encima con presteza, y antes de que nadie pudiera arrojar duda sobre ella de nuevo, la condujo hacia la salida de aquella guarida. - Gracias por tu ayuda, me hubiera costado un mundo sacármelos de encima - aseguró avanzando a su lado.
Notó la mano del elfo en su espalda e inconscientemente la humana acopló su caminar a él para alargar aquel contacto en su piel. Caminaron desandando el camino en dirección a la plaza en la que tenía lugar el festejo de la boda. Iori sonrió observando la bolsita de regreso en su mano y miró de lado al elfo. - Bueno, sin duda el dinero es motivo suficiente, sobre todo ahora que el cobrar por este trabajo ha desaparecido en el horizonte - aseguró refiriéndose a su puesto en la organización del evento. - Pero tienes razón, supongo que a los elfos es complicado que se os escape algo -.
Giraron al llegar al final de la calle y el ruido de la fiesta comenzó a ser audible para ellos desde allí. - Se trata de esto. Sé que tiene factura élfica pero me gustaría averiguar qué dice la inscripción de su interior. - Extrajo el anillo de la pequeña bolsita y sin sopesar la idoneidad de compartir con él o no su preciada posesión, lo dejó reposar sobre la palma de la mano de Eleandris. - Si eres capaz de leer alguna otra palabra además de "espada" y "enemigo" te daría un beso aquí mismo. - aseguró la humana con una sonrisa, pero sin esperanzas en ello realmente.
Un beso a un elfo. Su mente voló a los labios de Ayl y de Nousis. Hizo un leve parón en los de Tarek, recordando el día que se lo encontró por primera vez, prisionero en aquel carromato. Le había costado dejar de mirar su belleza inconsciente, y el arranque del beso irrefrenable. Como irrefrenables eran las ganas que sentía ahora de partirle la cara al ojos verdes si era posible. Tragó saliva apartando aquel recuerdo de si mente y giró la cabeza hacia su nuevo compañero, fijándose en la expresión concentrada que adquirían los ojos del elfo mientras observaba el anillo entre los dedos.
¿Sería diferente con él? ¿Su boca sería distinta? La luz y el calor de la fiesta se extendió frente a sus ojos cuando llegaron al borde de la plaza. La excitación general de los participantes había subido de nivel desde que ella había salido de allí corriendo. Estaban bastante animados y a juzgar por el comportamiento, poca diferencia se percibía en aquel momento entre la zona noble y el pueblo llano.
La humana se detuvo con una leve sonrisa en la boca. Ya notaba el corazón latir en su pecho al ritmo de la música. El trabajo estaba perdido, pero por lo menos había recuperado sus pertenencias. Y sin duda lo que quedaba de noche estaba en sus manos. Volvió a mirar hacia el elfo con un matiz diferente ahora en los ojos, y señaló el anillo con un movimiento de su cabeza. - ¿Y bien? - inquirió.
Notó la mano del elfo en su espalda e inconscientemente la humana acopló su caminar a él para alargar aquel contacto en su piel. Caminaron desandando el camino en dirección a la plaza en la que tenía lugar el festejo de la boda. Iori sonrió observando la bolsita de regreso en su mano y miró de lado al elfo. - Bueno, sin duda el dinero es motivo suficiente, sobre todo ahora que el cobrar por este trabajo ha desaparecido en el horizonte - aseguró refiriéndose a su puesto en la organización del evento. - Pero tienes razón, supongo que a los elfos es complicado que se os escape algo -.
Giraron al llegar al final de la calle y el ruido de la fiesta comenzó a ser audible para ellos desde allí. - Se trata de esto. Sé que tiene factura élfica pero me gustaría averiguar qué dice la inscripción de su interior. - Extrajo el anillo de la pequeña bolsita y sin sopesar la idoneidad de compartir con él o no su preciada posesión, lo dejó reposar sobre la palma de la mano de Eleandris. - Si eres capaz de leer alguna otra palabra además de "espada" y "enemigo" te daría un beso aquí mismo. - aseguró la humana con una sonrisa, pero sin esperanzas en ello realmente.
Un beso a un elfo. Su mente voló a los labios de Ayl y de Nousis. Hizo un leve parón en los de Tarek, recordando el día que se lo encontró por primera vez, prisionero en aquel carromato. Le había costado dejar de mirar su belleza inconsciente, y el arranque del beso irrefrenable. Como irrefrenables eran las ganas que sentía ahora de partirle la cara al ojos verdes si era posible. Tragó saliva apartando aquel recuerdo de si mente y giró la cabeza hacia su nuevo compañero, fijándose en la expresión concentrada que adquirían los ojos del elfo mientras observaba el anillo entre los dedos.
¿Sería diferente con él? ¿Su boca sería distinta? La luz y el calor de la fiesta se extendió frente a sus ojos cuando llegaron al borde de la plaza. La excitación general de los participantes había subido de nivel desde que ella había salido de allí corriendo. Estaban bastante animados y a juzgar por el comportamiento, poca diferencia se percibía en aquel momento entre la zona noble y el pueblo llano.
La humana se detuvo con una leve sonrisa en la boca. Ya notaba el corazón latir en su pecho al ritmo de la música. El trabajo estaba perdido, pero por lo menos había recuperado sus pertenencias. Y sin duda lo que quedaba de noche estaba en sus manos. Volvió a mirar hacia el elfo con un matiz diferente ahora en los ojos, y señaló el anillo con un movimiento de su cabeza. - ¿Y bien? - inquirió.
Iori Li
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
- Música de ambiente:
- No hay por qué darlas.- Respondí al agradecimiento de la muchacha. - Sabía que no erais sospechosa de los hurtos. Descartaros tan rápidamente les permitirán a la guardia ser algo mas eficientes en las pesquisas que tienen ahora por delante, aunque no se si llegarán lejos, no parecen muy avispados.-
Al notar como Iori acompasaba su paso al mío opté por no retirar la mano en el camino de regreso al festejo, y si bien no esperaba que me contase nada al respecto de su motivación para recuperar tan escaso tesoro, al menos en cantidad, me vi sorprendido cuando no solo reconoció la necesidad de recuperar los aeros sino también el anillo que ahora me confiaba. El anillo que ahora tenía en mi mano denotaba el paso del tiempo por su superficie ya limada y algo rayada fruto del uso prolongado. en su interior una inscripción que no se encontraba en idioma común y que en primera instancia parecía elfo.
Mas cuando me dispuse a leer aquellas palabras grabadas en el metal me topé con que no reconocía nada mas allá de las dos palabras que ya me había adelantado la morena. Lo leí varias veces aplicandole los fonemas que mi mente interpretaba que serían los correctos pues aún reconocía la morfología de alguna de las palabras que allí me aguardaban pero sin ser capaz de desentrañar su significado.
Me encontraba enfrascado en la inscripción, incluso con el ceño fruncido cuando la voz de la morena me sacó de aquél trance. Sin darme apenas cuenta estábamos ya casi en la plaza y le devolví el anillo. - Disculpadme pero no logro entender la inscripción. Parece una escritura en un élfico arcaico, o quizás un dialecto muy específico de una región pequeña de Sandorai que no reconozco. Hoy no puedo daros mas información respecto al contenido de la inscripción, pero si me dais unas semanas y la oportunidad de copiar el texto en un pergamino quizá podría lograr descifrarlo por completo. -
Por un instante me sentí derrotado. en otras circunstancias habría ido en busca de escritos antiguos y otras fuentes de información y habría averiguado más, pero esta vez solo tenía mis conocimientos y con ello no bastaba. No obstante el ambiente del lugar se filtró por todo mi ser y eliminó ese sentimiento negativo en pos de uno bastante mas festivo. Bailé con ella tal como me había prometido, aun a pesar de ser un bailarín un poco torpe pues quizá me movía más rígido de lo que la musica o mi propia compañera demandaba.
Para cuando los novios y familiares de los mismos se retiraron de la fiesta opté por retirarme yo también. Pedí a Iori que me acompañara hasta donde me alojaba pues era allí donde tenía mi material de escritura y podría copiar la inscripción de aquel anillo, eso contando no solo con que la mujer quisiera acompañarme, sino que designáramos una fecha y lugar para reencontrarnos e informarla de mis avances en la investigación de aquel enigmático anillo. No sabía por que me volcaba tanto con alguien a quien había conocido hace tan solo unas horas, pero sus ojos parecían pedírmelo, unos ojos que sin duda no parecían humanos y a la vez, si.
Al notar como Iori acompasaba su paso al mío opté por no retirar la mano en el camino de regreso al festejo, y si bien no esperaba que me contase nada al respecto de su motivación para recuperar tan escaso tesoro, al menos en cantidad, me vi sorprendido cuando no solo reconoció la necesidad de recuperar los aeros sino también el anillo que ahora me confiaba. El anillo que ahora tenía en mi mano denotaba el paso del tiempo por su superficie ya limada y algo rayada fruto del uso prolongado. en su interior una inscripción que no se encontraba en idioma común y que en primera instancia parecía elfo.
Mas cuando me dispuse a leer aquellas palabras grabadas en el metal me topé con que no reconocía nada mas allá de las dos palabras que ya me había adelantado la morena. Lo leí varias veces aplicandole los fonemas que mi mente interpretaba que serían los correctos pues aún reconocía la morfología de alguna de las palabras que allí me aguardaban pero sin ser capaz de desentrañar su significado.
Me encontraba enfrascado en la inscripción, incluso con el ceño fruncido cuando la voz de la morena me sacó de aquél trance. Sin darme apenas cuenta estábamos ya casi en la plaza y le devolví el anillo. - Disculpadme pero no logro entender la inscripción. Parece una escritura en un élfico arcaico, o quizás un dialecto muy específico de una región pequeña de Sandorai que no reconozco. Hoy no puedo daros mas información respecto al contenido de la inscripción, pero si me dais unas semanas y la oportunidad de copiar el texto en un pergamino quizá podría lograr descifrarlo por completo. -
Por un instante me sentí derrotado. en otras circunstancias habría ido en busca de escritos antiguos y otras fuentes de información y habría averiguado más, pero esta vez solo tenía mis conocimientos y con ello no bastaba. No obstante el ambiente del lugar se filtró por todo mi ser y eliminó ese sentimiento negativo en pos de uno bastante mas festivo. Bailé con ella tal como me había prometido, aun a pesar de ser un bailarín un poco torpe pues quizá me movía más rígido de lo que la musica o mi propia compañera demandaba.
Para cuando los novios y familiares de los mismos se retiraron de la fiesta opté por retirarme yo también. Pedí a Iori que me acompañara hasta donde me alojaba pues era allí donde tenía mi material de escritura y podría copiar la inscripción de aquel anillo, eso contando no solo con que la mujer quisiera acompañarme, sino que designáramos una fecha y lugar para reencontrarnos e informarla de mis avances en la investigación de aquel enigmático anillo. No sabía por que me volcaba tanto con alguien a quien había conocido hace tan solo unas horas, pero sus ojos parecían pedírmelo, unos ojos que sin duda no parecían humanos y a la vez, si.
Eleandris
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
Sabía que no lo iba a comprender. Y sin embargo sintió una ligera decepción. Eleandris parecía un elfo muy culto, codeándose con altas esferas entre los humanos y seguramente entre elfos. Había dejado volver demasiado lejos su ilusión pero, aquel anillo guardaba con firmeza los secretos de su inscripción en el metal.
El camino de su búsqueda sería largo, pero eso era un problema para la Iori del mañana. La Iori de aquella noche estaba en medio de un baile, con un paso de persona importante al estar en compañía del elfo, y unas ganas de bailar que llevaba conteniendo demasiado tiempo. Su compañero parecía hacer honor a los árboles de Sandorai moviéndose con la misma flexibilidad que un roble centenario. La humana se rio sin evitarlo, pero sin importarle tampoco.
No era habitual cruzarse buenas parejas de baile. Pero ella era suficientemente alocada como para encontrar diversión en aquel tipo de encuentros.
Sus ojos brillaron con calor cuando le propuso acompañarlo hasta su alojamiento para tomar nota de la inscripción del anillo. No sabía si era una excusa o una oferta sincera. En cualquier caso, la morena había leído las señales en su cuerpo, había visto el interés en sus ojos, y cuando, en la penumbra de la habitación rodeó con sus manos su cuello, sintió que él no la rechazaba.
Sonrió.
Y lo besó largamente según subía la excitación. En algún punto ya muy lejano había quedado la cuestión del anillo. Guardado en la bolsita de cuero colgada de la falda de Iori, que no tardó en caer al suelo con un sonido sordo. No hubo tiempo para encender ninguna vela, sería la luz de la Luna y el sonido de la fiesta que amortiguada que entraba por las ventanas todo lo que tendrían aquella noche para acompañar su encuentro.
El primer elfo con el que Iori compartía algo más que un beso. Se aferró a él con fuerza, y sintió con placer como él cedía ante el control que a ella le gustaba ejercer. Las manos recorrieron, los torsos se encontraron y la ropa desapareció. No hubo tiempo de llegar hasta la cama. Al menos en la primera vez. Temblaron a la caricia de sus bocas, cosquilleo en la punta de los dedos.
Esa noche, no había mas mundo, que él y ella calmando su sed.
La música había cesado hacía un tiempo, y en el horizonte, al ojo atento, le era posible distinguir un finísimo halo que dejaba adivinar un próximo amanecer. La humana había permanecido tendida en la cama lo necesario para recuperar el aliento. El elfo por su parte, estaba tumbado boca hacia abajo, y por su respiración profunda parecía encontrarse ya dormido. La humana sonrió. Hacía tiempo que no disfrutaba de un encuentro largo como aquel.
Se incorporó sin hacer ruido y avanzó recolectando las piezas de ropa que habían quedado desperdigadas en diversos lugares. Saldría en silencio, cumpliendo con su costumbre de no permanecer más tiempo del necesario con una persona con la que compartía aquel tipo de relaciones. Se ajustó la ropa superficialmente, pensando en refrescarse antes de irse de la ciudad en alguna fuente cercana, al abrigo de la todavía presente oscuridad.
Ya en la puerta, miró un instante hacia atrás, y la claridad de la Luna le regaló un buen vistazo de la espalda del elfo. Clavó los ojos en el trasero con el que tanto se habían divertido hacía un rato y sonrió, antes de que un pensamiento fugaz penetrase por sorpresa en su mente. ¿Cómo hubiera sido si en lugar de un par de ojos azules hubiesen sido unos grises? Su sonrisa se congeló en sus labios y meneó la cabeza, para dejar ese pensamiento atrás.
Cerró la puerta, dejando a Eleandris en compañía de la cama revuelta y de las marcas que ella le había regalado aquella noche en su piel.
El camino de su búsqueda sería largo, pero eso era un problema para la Iori del mañana. La Iori de aquella noche estaba en medio de un baile, con un paso de persona importante al estar en compañía del elfo, y unas ganas de bailar que llevaba conteniendo demasiado tiempo. Su compañero parecía hacer honor a los árboles de Sandorai moviéndose con la misma flexibilidad que un roble centenario. La humana se rio sin evitarlo, pero sin importarle tampoco.
No era habitual cruzarse buenas parejas de baile. Pero ella era suficientemente alocada como para encontrar diversión en aquel tipo de encuentros.
Sus ojos brillaron con calor cuando le propuso acompañarlo hasta su alojamiento para tomar nota de la inscripción del anillo. No sabía si era una excusa o una oferta sincera. En cualquier caso, la morena había leído las señales en su cuerpo, había visto el interés en sus ojos, y cuando, en la penumbra de la habitación rodeó con sus manos su cuello, sintió que él no la rechazaba.
Sonrió.
Y lo besó largamente según subía la excitación. En algún punto ya muy lejano había quedado la cuestión del anillo. Guardado en la bolsita de cuero colgada de la falda de Iori, que no tardó en caer al suelo con un sonido sordo. No hubo tiempo para encender ninguna vela, sería la luz de la Luna y el sonido de la fiesta que amortiguada que entraba por las ventanas todo lo que tendrían aquella noche para acompañar su encuentro.
El primer elfo con el que Iori compartía algo más que un beso. Se aferró a él con fuerza, y sintió con placer como él cedía ante el control que a ella le gustaba ejercer. Las manos recorrieron, los torsos se encontraron y la ropa desapareció. No hubo tiempo de llegar hasta la cama. Al menos en la primera vez. Temblaron a la caricia de sus bocas, cosquilleo en la punta de los dedos.
Esa noche, no había mas mundo, que él y ella calmando su sed.
La música había cesado hacía un tiempo, y en el horizonte, al ojo atento, le era posible distinguir un finísimo halo que dejaba adivinar un próximo amanecer. La humana había permanecido tendida en la cama lo necesario para recuperar el aliento. El elfo por su parte, estaba tumbado boca hacia abajo, y por su respiración profunda parecía encontrarse ya dormido. La humana sonrió. Hacía tiempo que no disfrutaba de un encuentro largo como aquel.
Se incorporó sin hacer ruido y avanzó recolectando las piezas de ropa que habían quedado desperdigadas en diversos lugares. Saldría en silencio, cumpliendo con su costumbre de no permanecer más tiempo del necesario con una persona con la que compartía aquel tipo de relaciones. Se ajustó la ropa superficialmente, pensando en refrescarse antes de irse de la ciudad en alguna fuente cercana, al abrigo de la todavía presente oscuridad.
Ya en la puerta, miró un instante hacia atrás, y la claridad de la Luna le regaló un buen vistazo de la espalda del elfo. Clavó los ojos en el trasero con el que tanto se habían divertido hacía un rato y sonrió, antes de que un pensamiento fugaz penetrase por sorpresa en su mente. ¿Cómo hubiera sido si en lugar de un par de ojos azules hubiesen sido unos grises? Su sonrisa se congeló en sus labios y meneó la cabeza, para dejar ese pensamiento atrás.
Cerró la puerta, dejando a Eleandris en compañía de la cama revuelta y de las marcas que ella le había regalado aquella noche en su piel.
Iori Li
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Re: A la mesa y a la cama, a su hora honrada [Privado]
Iori había accedido muy alegremente a acompañarme. Lo que creí sería entusiasmo por averiguar la inscripción del anillo cambió drásticamente cuando sus labios tocaron los míos en ese beso que resulto ser el primero de muchos. Durante el baile y todo lo que ocurrió tras el beso seguía notando algo distinto es ella. No es que hubiera yacido con otras humanas con anterioridad pero sentía algo de forma muy leve que se me hacía familiar. No obstante todos los pensamientos quedaron se desvanecieron cuando las ropas de uno y otro compartían lugar en el suelo sin sus portadores.
Aquella noche los instintos hablaron y se desbocaron tanto como quisieron sin ninguna cadena que los limitase y tanto así había sido que al despuntar el alba casi no habría forma de discernir si había ocurrido una batalla o solo habían sido dos personas divirtiéndose. Acabé recostado boca abajo en un mar de sudor evitando el escozor que provocaban las sábanas sobre los surcos que había formado la mujer en la espalda y completamente agotado fruto del peso de todo el día y unido al efecto sedante del final del acto acabé sucumbiendo al sueño.
jamás podría decir en que momento del día fue cuando ella decidió marcharse pues aunque intentó ser sigilosa pude escucharla abandonar la estancia sin ser capaz de reaccionar al no estar en un estado mas que a duermevela. Aún así cuando logre despertar bien entrada la mañana la busqué un instante con la mano a mi lado no hallando nada mas que la sabana que a duras penas permanecía en su lugar.
Cuando recogí mis bártulos y me senté en una de las mesas de la hospedería para almorzar antes de marchar de regreso a mi aldea pude percatarme de algunos huéspedes y el propio posadero, incluso su esposa, lanzándome ciertas miraditas que nada dejaban a la imaginación. Sin duda sería una noche que recordaría durante bastante tiempo y que, seguramente jamás se repetiría pues ¿que probabilidades habría, no solo de cruzarme con ella, sino de que ocurriera lo mismo una segunda vez dada la basta extensión de aquel continente?
Me entristecía un poco la certeza de no volver a ver la muchacha e intriga por la inscripción, ya que no haberla resuelto me dejaba la sensación de haber dejado algo a medias, Solo esperaba que los caminos nos cruzasen de nuevo, Iori sería un nombre que no olvidaría.
Aquella noche los instintos hablaron y se desbocaron tanto como quisieron sin ninguna cadena que los limitase y tanto así había sido que al despuntar el alba casi no habría forma de discernir si había ocurrido una batalla o solo habían sido dos personas divirtiéndose. Acabé recostado boca abajo en un mar de sudor evitando el escozor que provocaban las sábanas sobre los surcos que había formado la mujer en la espalda y completamente agotado fruto del peso de todo el día y unido al efecto sedante del final del acto acabé sucumbiendo al sueño.
jamás podría decir en que momento del día fue cuando ella decidió marcharse pues aunque intentó ser sigilosa pude escucharla abandonar la estancia sin ser capaz de reaccionar al no estar en un estado mas que a duermevela. Aún así cuando logre despertar bien entrada la mañana la busqué un instante con la mano a mi lado no hallando nada mas que la sabana que a duras penas permanecía en su lugar.
Cuando recogí mis bártulos y me senté en una de las mesas de la hospedería para almorzar antes de marchar de regreso a mi aldea pude percatarme de algunos huéspedes y el propio posadero, incluso su esposa, lanzándome ciertas miraditas que nada dejaban a la imaginación. Sin duda sería una noche que recordaría durante bastante tiempo y que, seguramente jamás se repetiría pues ¿que probabilidades habría, no solo de cruzarme con ella, sino de que ocurriera lo mismo una segunda vez dada la basta extensión de aquel continente?
Me entristecía un poco la certeza de no volver a ver la muchacha e intriga por la inscripción, ya que no haberla resuelto me dejaba la sensación de haber dejado algo a medias, Solo esperaba que los caminos nos cruzasen de nuevo, Iori sería un nombre que no olvidaría.
Eleandris
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