El Gran Torneo {Privado}
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El Gran Torneo {Privado}
Motivar al sujeto en cuestión, o sujetos, era todo lo que se necesitaba para que una historia comenzara a dar sus primeros pasos.
Sí. Una nota era una de las opciones posibles para que una aventura diera comienzo. Un aviso. Una advertencia. Una amenaza. Un reclamo.
Un papel fue suficiente para que el brujo arqueara una de sus cejas, mientras observaba al tipo a su lado, bastante más alto y ancho que él. O más bien, siendo sinceros, el misterio tras ella. El contenido de la mentada nota, que desconocía por ese momento, pero que había cambiado el brillo del hombre que la leía en silencio. Un brillo que sí conocía bien. La mirada del ser que adquiere un nuevo objetivo.
- ¿Y bien?
El hombre a su lado titubeó, aunque claramente su duda no era tal. No se trataba de recelo, no se trataba de ocultar lo que aquella carta decía, solamente era la confusión propia del individuo que no tenía la mente puesta en el lugar en el que se encontraba.
- ¿Qué lees? No estabas tan concentrado desde…-. El mercenario pensó a toda velocidad en las posibilidades, en todos sus recuerdos junto al hombre y… - Nunca. Nunca has estado concentrado por una maldita lectura.
- Es un llamamiento.
- ¿Llamamiento? - Ahora era el rubio el que estaba confuso junto a su amigo. - ¿Cuándo te metiste en la guardia? - comentó con sorna. - ¿Ahora eres un banderizo del rey? - terminó por decir, antes de echarse a reír.
- No es precisamente del rey.
- Hombre, eso ya lo imaginaba.
Vincent no dijo nada más, pero sí le lanzó una petición a su amigo por medio de su mirada.
- Es… extraño. Pero creo que voy a ir. Parece interesante-, terminó por decir, entregando la nota al rubiales sentado a su lado.
Vinc volvió a enarcar una ceja, para después agarrar el papel con una mano, mientras aguantaba en la diestra su tazón lleno de hidromiel. Echado hacia atrás, contra el respaldo de su silla, comenzó a leer.
- Vaya, tienes razón. Es extraño. Primera ojeada y no hay ni el dibujo de una mujer osa en pelotas. Ahora los motivos para tu concentración se me hacen más misteriosos-, dijo guasón pero en un tono de lo más serio.
Por supuesto, el golpe del hombre bestia sobre el rubio no se hizo esperar. En un equilibrio digno del mejor de los artistas ambulantes, el brujo logró no derramar ni una sola gota de su preciado hidromiel. Cierto que para no derramar nada estuvo más pendiente de la taza que de pegarse un costalazo, pero, prioridades.
- Ja, sabía que te gustaría ese chiste-, comentó, esta vez sí con tono vacilón, más acorde con la situación, recogiendo la nota que se le había caído. Con una pierna enderezó la silla y volvió a sentarse.
- Es que para ver algo así, tu presencia me sería un tanto innecesaria.
- Y por los dioses, sigue pensando así. Nos ahorraremos situaciones incómodas para ambos-, siguió en el mismo tino de humor, volviendo a sentarse. Más, su gesto no tardó en cambiar. - ¿Qué? Esto no puede ser real.
- ¿Por qué no?
- Es una invitación a un torneo de lucha.
- ¿Y?
- ¿Cómo que y? ¿Dónde demonios está la mía?
El oso miró al brujo sin entender nada.
- ¿Qué? ¿En serio? ¿Y no te enteras de nada? Yo soy un mercenario, cotizado, chaval. ¿Por qué cojones iban a mandarte una carta a ti y ninguna a mí? - Iorek puso los ojos en blanco mientras su amigo hablaba. - Esto tiene que estar mal, seguro que es para mí. Debe haber algún motivo para que pusieran tu nombre en vez del mío.
- Olvidaba lo demasiado que te amas. Brujo tenías que ser.
- Eh, eh. Esto no tiene que ver con ser un pedante isleño de los cojones, eso lo dejo para momentos más socialmente lamentables. No, esto tiene que ver con que yo soy un guerrero entrenado y tú, por grande que seas, no has recibido mi entrenamiento.
- Te acabo de tumbar con un movimiento.
- Y yo podría explotar toda esta puta taberna con un chasquido de mis pelotas. No compares. Además, soy famoso.
- Odias tu fama. Reniegas de ella.
- Pero eso no quita que lo sea.
Iorek volvió a poner los ojos en blanco.
- Vale, vale. He dilapidado cualquier fama que pudiera tener porque no me interesa. Ya sabes como soy y lo que pienso. Yo solamente necesito trabajar. Los héroes son inventos de propaganda de cada especie o bando en este ancho mundo. Ser un héroe es que te manden a una misión y que cumplas con ella de forma eficiente. Pero en mi oficio, siendo un profesional de la guerra, ¿acaso no es lo que debo hacer? ¿Quién demonios me pagaría para fracasar?
- Entonces por qué andas con todas estas gilipolleces.
- Iorek, eres mi amigo, Te lo has ganado siendo un buen tipo después de robarme y fracasar con ello porque un herrero canijo y sus amigos casi te muelen a palos. El que sepa que estás aquí, sabría que estoy yo también. Y de todos modos, aunque no contasen conmigo, tú no eres un guerrero. Eres un buscavidas. Y a mi lado te la ganas bien y, con mis enseñanzas, algún día serás un maldito hijo de dioses rompe madrazos.
- Sólo me enseñas a empinar el codo. Por lo demás, no tienen por qué saber que estás en la ciudad de las macetas asesinas. Tú sueles estar en la capital. Y ese herrero enano tenía demasiados amigos.
- Mira que bien te cuida tu maestro-, bromeó sobre la cuestión de la gran cantidad bebida. - Pero, en serio, no jodas, tienes que reconocer que es raro que inviten, a un torneo de lucha, a una persona que no es un guerrero, ni un mercenario, ni nada que tenga que ver con el combate.
- Lo es, pero soy fuerte. Seguro que puedo partirles la cara a todos esos. A lo mejor no es para luchadores profesionales, ni veteranos.
Aquella última frase tenía una lógica aplastante que el buen brujo obvió porque no le salía de las narices que el oso se saliera con la suya.
- Decidido. Vamos a ir a ese torneo. Quiero ver como ganas.
- Claro, no es porque quieres investigar los motivos de que no te invitaran a ti.
- No. No. No - «Bueno sí» - Me has convencido. Igual ni se imaginaban que andaba por esta ciudad, como bien dijiste. Vete a saber. Pero te han invitado a ti, así que debemos asistir. Ser espectador no estará mal. Será divertido ver como pegas a toda esa gente y, si al final es algo peligroso, te vendrá bien alguien de quien puedas fiarte.
El oso rumió la respuesta, mientras cavilaba las posibilidades.
- Sí, podría ser alguna estafa. No deja de ser una carta de dudosa procedencia. Y sí, me gustaría saber qué se cuece allí y por qué me invitan.
- Ves, tu buen amigo brujo no te desearía mal todos los días. Los brujos no podemos ser cabrones tantos días al año. Es por una ley que me acabo de inventar, sí. Vamos a Baslodia, dice que está cerca de la ciudad, unos kilómetros hacia el norte.
- Muy bien. En la ciudad preguntaremos de todos modos. Si va gente a ese torneo, más de uno pasará por allí y podremos saber más.
El brujo asintió.
Esta conversación, más larga que cuatro escritos del pesado narrador de Vincent Calhoun, se había producido varios días antes. Ahora el dúo se encontraba acercándose a una de las entradas de la ciudad.
- ¿No hemos tardado demasiado tiempo en llegar?
- Creo que nos equivocamos en el pueblo dónde preguntamos. Estoy seguro de que hubiéramos llegado antes girando a la izquierda allí.
- Estúpido Albu Querque. Ese tipo no sabe ni dónde vive o nos ha tomado el pelo..
- Ya da igual. Quizás la guardia sepa más del torneo que nos trae aquí, o quizás en alguna taberna. Sigamos, ya hemos perdido demasiado tiempo-, comentó, antes de proseguir su avance hacia los guardias que custodiaban la entrada más cercana.
Sí. Una nota era una de las opciones posibles para que una aventura diera comienzo. Un aviso. Una advertencia. Una amenaza. Un reclamo.
Un papel fue suficiente para que el brujo arqueara una de sus cejas, mientras observaba al tipo a su lado, bastante más alto y ancho que él. O más bien, siendo sinceros, el misterio tras ella. El contenido de la mentada nota, que desconocía por ese momento, pero que había cambiado el brillo del hombre que la leía en silencio. Un brillo que sí conocía bien. La mirada del ser que adquiere un nuevo objetivo.
- ¿Y bien?
El hombre a su lado titubeó, aunque claramente su duda no era tal. No se trataba de recelo, no se trataba de ocultar lo que aquella carta decía, solamente era la confusión propia del individuo que no tenía la mente puesta en el lugar en el que se encontraba.
- ¿Qué lees? No estabas tan concentrado desde…-. El mercenario pensó a toda velocidad en las posibilidades, en todos sus recuerdos junto al hombre y… - Nunca. Nunca has estado concentrado por una maldita lectura.
- Es un llamamiento.
- ¿Llamamiento? - Ahora era el rubio el que estaba confuso junto a su amigo. - ¿Cuándo te metiste en la guardia? - comentó con sorna. - ¿Ahora eres un banderizo del rey? - terminó por decir, antes de echarse a reír.
- No es precisamente del rey.
- Hombre, eso ya lo imaginaba.
Vincent no dijo nada más, pero sí le lanzó una petición a su amigo por medio de su mirada.
- Es… extraño. Pero creo que voy a ir. Parece interesante-, terminó por decir, entregando la nota al rubiales sentado a su lado.
Vinc volvió a enarcar una ceja, para después agarrar el papel con una mano, mientras aguantaba en la diestra su tazón lleno de hidromiel. Echado hacia atrás, contra el respaldo de su silla, comenzó a leer.
- Vaya, tienes razón. Es extraño. Primera ojeada y no hay ni el dibujo de una mujer osa en pelotas. Ahora los motivos para tu concentración se me hacen más misteriosos-, dijo guasón pero en un tono de lo más serio.
Por supuesto, el golpe del hombre bestia sobre el rubio no se hizo esperar. En un equilibrio digno del mejor de los artistas ambulantes, el brujo logró no derramar ni una sola gota de su preciado hidromiel. Cierto que para no derramar nada estuvo más pendiente de la taza que de pegarse un costalazo, pero, prioridades.
- Ja, sabía que te gustaría ese chiste-, comentó, esta vez sí con tono vacilón, más acorde con la situación, recogiendo la nota que se le había caído. Con una pierna enderezó la silla y volvió a sentarse.
- Es que para ver algo así, tu presencia me sería un tanto innecesaria.
- Y por los dioses, sigue pensando así. Nos ahorraremos situaciones incómodas para ambos-, siguió en el mismo tino de humor, volviendo a sentarse. Más, su gesto no tardó en cambiar. - ¿Qué? Esto no puede ser real.
- ¿Por qué no?
- Es una invitación a un torneo de lucha.
- ¿Y?
- ¿Cómo que y? ¿Dónde demonios está la mía?
El oso miró al brujo sin entender nada.
- ¿Qué? ¿En serio? ¿Y no te enteras de nada? Yo soy un mercenario, cotizado, chaval. ¿Por qué cojones iban a mandarte una carta a ti y ninguna a mí? - Iorek puso los ojos en blanco mientras su amigo hablaba. - Esto tiene que estar mal, seguro que es para mí. Debe haber algún motivo para que pusieran tu nombre en vez del mío.
- Olvidaba lo demasiado que te amas. Brujo tenías que ser.
- Eh, eh. Esto no tiene que ver con ser un pedante isleño de los cojones, eso lo dejo para momentos más socialmente lamentables. No, esto tiene que ver con que yo soy un guerrero entrenado y tú, por grande que seas, no has recibido mi entrenamiento.
- Te acabo de tumbar con un movimiento.
- Y yo podría explotar toda esta puta taberna con un chasquido de mis pelotas. No compares. Además, soy famoso.
- Odias tu fama. Reniegas de ella.
- Pero eso no quita que lo sea.
Iorek volvió a poner los ojos en blanco.
- Vale, vale. He dilapidado cualquier fama que pudiera tener porque no me interesa. Ya sabes como soy y lo que pienso. Yo solamente necesito trabajar. Los héroes son inventos de propaganda de cada especie o bando en este ancho mundo. Ser un héroe es que te manden a una misión y que cumplas con ella de forma eficiente. Pero en mi oficio, siendo un profesional de la guerra, ¿acaso no es lo que debo hacer? ¿Quién demonios me pagaría para fracasar?
- Entonces por qué andas con todas estas gilipolleces.
- Iorek, eres mi amigo, Te lo has ganado siendo un buen tipo después de robarme y fracasar con ello porque un herrero canijo y sus amigos casi te muelen a palos. El que sepa que estás aquí, sabría que estoy yo también. Y de todos modos, aunque no contasen conmigo, tú no eres un guerrero. Eres un buscavidas. Y a mi lado te la ganas bien y, con mis enseñanzas, algún día serás un maldito hijo de dioses rompe madrazos.
- Sólo me enseñas a empinar el codo. Por lo demás, no tienen por qué saber que estás en la ciudad de las macetas asesinas. Tú sueles estar en la capital. Y ese herrero enano tenía demasiados amigos.
- Mira que bien te cuida tu maestro-, bromeó sobre la cuestión de la gran cantidad bebida. - Pero, en serio, no jodas, tienes que reconocer que es raro que inviten, a un torneo de lucha, a una persona que no es un guerrero, ni un mercenario, ni nada que tenga que ver con el combate.
- Lo es, pero soy fuerte. Seguro que puedo partirles la cara a todos esos. A lo mejor no es para luchadores profesionales, ni veteranos.
Aquella última frase tenía una lógica aplastante que el buen brujo obvió porque no le salía de las narices que el oso se saliera con la suya.
- Decidido. Vamos a ir a ese torneo. Quiero ver como ganas.
- Claro, no es porque quieres investigar los motivos de que no te invitaran a ti.
- No. No. No - «Bueno sí» - Me has convencido. Igual ni se imaginaban que andaba por esta ciudad, como bien dijiste. Vete a saber. Pero te han invitado a ti, así que debemos asistir. Ser espectador no estará mal. Será divertido ver como pegas a toda esa gente y, si al final es algo peligroso, te vendrá bien alguien de quien puedas fiarte.
El oso rumió la respuesta, mientras cavilaba las posibilidades.
- Sí, podría ser alguna estafa. No deja de ser una carta de dudosa procedencia. Y sí, me gustaría saber qué se cuece allí y por qué me invitan.
- Ves, tu buen amigo brujo no te desearía mal todos los días. Los brujos no podemos ser cabrones tantos días al año. Es por una ley que me acabo de inventar, sí. Vamos a Baslodia, dice que está cerca de la ciudad, unos kilómetros hacia el norte.
- Muy bien. En la ciudad preguntaremos de todos modos. Si va gente a ese torneo, más de uno pasará por allí y podremos saber más.
El brujo asintió.
Esta conversación, más larga que cuatro escritos del pesado narrador de Vincent Calhoun, se había producido varios días antes. Ahora el dúo se encontraba acercándose a una de las entradas de la ciudad.
- ¿No hemos tardado demasiado tiempo en llegar?
- Creo que nos equivocamos en el pueblo dónde preguntamos. Estoy seguro de que hubiéramos llegado antes girando a la izquierda allí.
- Estúpido Albu Querque. Ese tipo no sabe ni dónde vive o nos ha tomado el pelo..
- Ya da igual. Quizás la guardia sepa más del torneo que nos trae aquí, o quizás en alguna taberna. Sigamos, ya hemos perdido demasiado tiempo-, comentó, antes de proseguir su avance hacia los guardias que custodiaban la entrada más cercana.
Vincent Calhoun
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Re: El Gran Torneo {Privado}
–¡Déjame en paz ya, muchacho! –me rogó el hombre del local, dificultándole contener la risa a un anciano que organizaba unos estantes al fondo–. ¿Cuántas veces más quieres que te diga que no me interesa un curso completo de herrería? Maldita sea.
–Pero, Hombre del Local, considérelo –insistí–. El precio…
–Me la suda tu módico precio –me interrumpió–. ¡A mí no vas a estafarme!
–¿Cómo se supone que voy a estafarle si el curso es gratis?
–En esta vida nada es gratis –declaró con una repentina solemnidad–. «Si algo parece gratis, entonces te están vendiendo a ti», es lo que decía mi padre, que en paz descanse.
–¡Hey, que aún no he muerto! –replicó el anciano.
–Y ya te estás tardando.
–Entonces… ¿no le interesa un curso de herrería? –pregunté de nuevo, obteniendo como respuesta una mirada fulminante del Hombre del Local. Alcé deprisa ambas manos en gesto pacificador–. Vale, vale, me voy –dije empezando a marcharme con pasos lentos–. ¿Pero si vengo mañana, quizás…? –Me incliné hacia atrás para evadir la bofetada–. Supongo que no, entonces.
Obligado a rendirme con aquel ingrato vendedor de frutas, reanudé mi viaje montado en Kali, mi feo pero majo equino, y reflexioné sobre por qué a los vendedores de frutas no les interesaba la herrería. Anduve sin rumbo fijo, pero eso cambió cuando se hizo diferente. Un pelirrojo, uno con un inusual sombrero blanco con orejas de conejo y que llevaba en la espada un bolso rojo, vino corriendo a gran velocidad. Frenó abruptamente a mi lado y me entregó una carta.
–¿Quién eres y por qué usas ese sombrero?
–Pensé que me preguntarías cómo te encontré –me comentó.
–Eso quisiera hablarlo más detenidamente, pero queda pendiente por ahora. Primero son las cuestiones importantes.
–Vale, soy… –empezó, y un repentino ruido en el ambiente me impidió escucharle por un par de segundos– pero todos me dicen Cartero. Y el sombrero se lo compré a un niño elfo porque me hace más rápido. Sea como fuere, toma la carta.
Por fin la tomé y leí su contenido con un vistazo rápido, que luego se convirtió en dos vistazos, siendo el segundo más lento, frunciendo mi ceño a la mitad y la nariz en las últimas líneas.
–Vaya –murmuré–, y yo que pensaba que no me conocían ni en mi madriguera.
Presioné mis labios con mi pulgar derecho, pensativo. Rememoré mis mayores hazañas en las que me involucré en la salvación de una ciudad, de mundos, de la estabilidad del tiempo o, más importante, de la invención de las biusas, pero en ninguna había quedado testigos chismosos, personas que me recordaran o alguien que supiera que yo también era el muerto andante bastante feo. Así que debía ser en alguna aventura menor donde gané el interés de alguien relacionado al torneo, por lo que podrían estar subestimándome, supuse, así que llegué a una conclusión obvia.
–Si voy a Baslodia, seguramente encontraré personas a las que sí les interese mi curso de herrería. –Esa idea despertó una sonrisa en mi bello rostro. Luego mi vista volvió al cartero, que seguía en su sitio por algún motivo enigmático–. Disculpa, ¿quieres algo más? –pregunté con curiosidad–, ¿quizás un curso de herrería?
–Pensé que había quedado algo pendiente que querías hablar más detenidamente.
La comprensión brilló en mis ojos.
–Cierto –reconocí–. ¿Quién es ese elfo que te vendió el sombrero?
Tras un poco más de cháchara innecesaria, abandoné… sea cual fuera el lugar donde estaba y volé (literalmente volé, que para eso compré un caballo volador, y debo presumirlo para no sentir que desperdicié los aeros) a la ciudad de los herreros.
Una vez sobre Baslodia, saqué de un bolsillo la carta con la invitación para ver de nuevo la ubicación de mi destino. Hacer eso mientras volaba a una velocidad considerable resultó en el viento arrebatándome la carta. No lo pensé, aunque debí pensarlo, para saltar a por ella sin miedo al éxito, a pesar de cuánta distancia me separaba del suelo.
Afortunadamente la atrapé casi enseguida.
Desafortunadamente mi equino no tenía la motivación necesaria para hacer lo mismo conmigo.
Pero no era un problema de vida o muerte. Si algo había aprendido en la Torre Infinita es que casi todos tenemos la habilidad de volar cuando es conveniente.
Con expulsiones de éter pude desacelerar la caída y cambiar un poco mi trayectoria.[1] Pocos segundos después aterricé con un azote de dolor en mis pies como única consecuencia. Y, por obra de los dioses, el destino o el poder de las casualidades, justo a un par de metros estaba Vincent con un compañero de aspecto osado. Sin saber qué decirle en tal situación, generé una biusa con forma de zanahoria[2] y, tras darle un mordisco, dije lo más natural y relajado que pude:
–Ehm… ¿Qué hay de nuevo, viejo?
–Pero, Hombre del Local, considérelo –insistí–. El precio…
–Me la suda tu módico precio –me interrumpió–. ¡A mí no vas a estafarme!
–¿Cómo se supone que voy a estafarle si el curso es gratis?
–En esta vida nada es gratis –declaró con una repentina solemnidad–. «Si algo parece gratis, entonces te están vendiendo a ti», es lo que decía mi padre, que en paz descanse.
–¡Hey, que aún no he muerto! –replicó el anciano.
–Y ya te estás tardando.
–Entonces… ¿no le interesa un curso de herrería? –pregunté de nuevo, obteniendo como respuesta una mirada fulminante del Hombre del Local. Alcé deprisa ambas manos en gesto pacificador–. Vale, vale, me voy –dije empezando a marcharme con pasos lentos–. ¿Pero si vengo mañana, quizás…? –Me incliné hacia atrás para evadir la bofetada–. Supongo que no, entonces.
Obligado a rendirme con aquel ingrato vendedor de frutas, reanudé mi viaje montado en Kali, mi feo pero majo equino, y reflexioné sobre por qué a los vendedores de frutas no les interesaba la herrería. Anduve sin rumbo fijo, pero eso cambió cuando se hizo diferente. Un pelirrojo, uno con un inusual sombrero blanco con orejas de conejo y que llevaba en la espada un bolso rojo, vino corriendo a gran velocidad. Frenó abruptamente a mi lado y me entregó una carta.
–¿Quién eres y por qué usas ese sombrero?
–Pensé que me preguntarías cómo te encontré –me comentó.
–Eso quisiera hablarlo más detenidamente, pero queda pendiente por ahora. Primero son las cuestiones importantes.
–Vale, soy… –empezó, y un repentino ruido en el ambiente me impidió escucharle por un par de segundos– pero todos me dicen Cartero. Y el sombrero se lo compré a un niño elfo porque me hace más rápido. Sea como fuere, toma la carta.
Por fin la tomé y leí su contenido con un vistazo rápido, que luego se convirtió en dos vistazos, siendo el segundo más lento, frunciendo mi ceño a la mitad y la nariz en las últimas líneas.
–Vaya –murmuré–, y yo que pensaba que no me conocían ni en mi madriguera.
Presioné mis labios con mi pulgar derecho, pensativo. Rememoré mis mayores hazañas en las que me involucré en la salvación de una ciudad, de mundos, de la estabilidad del tiempo o, más importante, de la invención de las biusas, pero en ninguna había quedado testigos chismosos, personas que me recordaran o alguien que supiera que yo también era el muerto andante bastante feo. Así que debía ser en alguna aventura menor donde gané el interés de alguien relacionado al torneo, por lo que podrían estar subestimándome, supuse, así que llegué a una conclusión obvia.
–Si voy a Baslodia, seguramente encontraré personas a las que sí les interese mi curso de herrería. –Esa idea despertó una sonrisa en mi bello rostro. Luego mi vista volvió al cartero, que seguía en su sitio por algún motivo enigmático–. Disculpa, ¿quieres algo más? –pregunté con curiosidad–, ¿quizás un curso de herrería?
–Pensé que había quedado algo pendiente que querías hablar más detenidamente.
La comprensión brilló en mis ojos.
–Cierto –reconocí–. ¿Quién es ese elfo que te vendió el sombrero?
Tras un poco más de cháchara innecesaria, abandoné… sea cual fuera el lugar donde estaba y volé (literalmente volé, que para eso compré un caballo volador, y debo presumirlo para no sentir que desperdicié los aeros) a la ciudad de los herreros.
Una vez sobre Baslodia, saqué de un bolsillo la carta con la invitación para ver de nuevo la ubicación de mi destino. Hacer eso mientras volaba a una velocidad considerable resultó en el viento arrebatándome la carta. No lo pensé, aunque debí pensarlo, para saltar a por ella sin miedo al éxito, a pesar de cuánta distancia me separaba del suelo.
Afortunadamente la atrapé casi enseguida.
Desafortunadamente mi equino no tenía la motivación necesaria para hacer lo mismo conmigo.
Pero no era un problema de vida o muerte. Si algo había aprendido en la Torre Infinita es que casi todos tenemos la habilidad de volar cuando es conveniente.
Con expulsiones de éter pude desacelerar la caída y cambiar un poco mi trayectoria.[1] Pocos segundos después aterricé con un azote de dolor en mis pies como única consecuencia. Y, por obra de los dioses, el destino o el poder de las casualidades, justo a un par de metros estaba Vincent con un compañero de aspecto osado. Sin saber qué decirle en tal situación, generé una biusa con forma de zanahoria[2] y, tras darle un mordisco, dije lo más natural y relajado que pude:
–Ehm… ¿Qué hay de nuevo, viejo?
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Habi pasiva: Vuelo fúlgido.
[2] Habi extra: Protobiusa.
Kali es un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Puede volar hasta cargando a dos personas y no ensucia la casa. No sé si sea macho o hembra, pero el misterio no le queda mal tampoco.
[2] Habi extra: Protobiusa.
Kali es un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Puede volar hasta cargando a dos personas y no ensucia la casa. No sé si sea macho o hembra, pero el misterio no le queda mal tampoco.
- ::
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Rauko
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Estaba bien eso de poder estar en un pueblo en que me conocieran y no quisieran lincharme, era una pena la escasa cantidad de lugares como aquel que había, entre gente que se ponía violenta porque descubría que era un vampiro, y gente que se ponía violenta porque yo tomaba alguna decisión bastante cuestionable, no debía haber más de media docena de sitios donde supieran quien era y no me odiaran. Pero ese pueblo era uno de esos lugares, les había ayudado con un asunto con bandidos, kobolds y un bardo, y además de haberme pagado bien, me trataban como si fuera una persona de bien. Por eso me gustaba pasar por allí a descansar cuando me quedaba de paso, y de paso echarles unos tragos a sus ovejas cuando estaban todos dormidos.
Estaba tranquilamente disfrutando el ambiente de la posada local, y con ambiente me refería a una competición entre dos mozos sobre quien podía romper más nueces con la frente. Ya habían superado cualquier número que sonara razonable, si es que existía algún número razonable de cuantos frutos secos se podrían abrir golpeándolos con la cabeza, pero el chico por el que había apostado yo parecía menos aturdido después de tantos golpes. Todo parecía presagiar una noche entretenida, pero entonces se abrió la puerta y apareció un tipo con una carta en la mano que se quedó mirándome fijamente.
- Eres tú. Por fin te encuentro.
- ¿Yo?- Ya empezaba a tensarme, normalmente que alguien me reconociera, especialmente si lo acompañaban esas palabras, significaba que algo iba a ponerse feo para mi.
- Sí, claro. ¿Quién si no?
- ¿Nos conocemos?
- Por supuesto. Y a lo que iba, toma esta carta.- Me entregó el sobre que llevaba en la mano. El que no fuera acompañado de un puñetazo fue un detalle que me relajó un poco.
- No me suenas, pero si tu lo dices...- Me apoyé en la barra mientras leía la carta. Parecía una invitación a un torneo, pero entonces me di cuenta de un detalle.- Espera, aquí hay un nombre tachado. Esto no era para mi.
- Que si hombre, claro que si. Debe ser una mancha o algo así.
- Pero es que ni se parece, esto es claramente una D. A ver que pone... ¿Desirio? ¿Dinio? ¿Distico? ¿Destino? Nah, olvida eso último, nadie se podría poner un nombre así. De todas formas, esto claramente no es para mi.- Le increpé mostrándole el mensaje.
- ¿Pero cómo me acusas de eso? ¿Cómo le iba a dar una invitación a quién no corresponde?
- No me convences. A ver, ¿sabes como me llamo?- Me crucé de brazos mientras le echaba una mirada inquisidora.
- Si... bueno...- Balbuceaba nervioso, y confiaba en que con esto ya desistiera en sus intentos.
- Va Corlys. Deja en paz al chaval que tu nombres es raro con avaricia. Normal que se le olvide.- Interrumpió el chico de las nueces.
- Claro, Corlys. Lo tenía en la punta de la lengua.
- Creo que no me convences.
- Corlys, no seas un amargado y coge la invitación. Que luego te quejas de que no te aguantan en ningún sitio.- Respondió el mozo antes de meterle otro cabezazo a la mesa y partir otra nuez.
- Vale, venga. Dime porque me quieres dar eso y te lo acepto.- No me convencía mucho, pero habría que aceptarlo por no acabar discutiendo con toda la posada.
- Vale. Tenía que encontrar a un tipo. Pero no hay forma de hacerlo, así que tu parece que te ajustas al perfil.- Me quitó la carta de las manos y se puso a escribir mi nombre, aunque sin mucha suerte.- Dime el nombre completo y te hacemos oficial la invitación.
- Corlys Glokta. Pero Corlys es con Y.
- Si que tenía razón aquí el amigo con que es raro... Dime como se escribe el apellido mejor.
- G. L. O. K. T. A.- Cuando lo escribió y me lo entregó se disponía a irse, pero antes de que despareciera, le cogí del brazo por una pregunta que me quedaba.- Una cosa. ¿Seguro que es Baslodia, no? ¿No te habrás equivocado y sea en realidad Vulvul... Wulvur... bueno ya sabes?- Lo que me faltaba ya era volver a la ciudad de las macetas. Que una cosa era hacerle un favor al mensajero ese, y otra regresar a ese agujero lleno de dementes.
- Si, si. Es Baslodia. Hasta viene la dirección.
- Hmmmm. Es cierto.- Respondí tras comprobar que ciertamente venía, y era en Baslodia.- Pues ya está todo solucionado entonces.
Tras la conversación volví a observar la competición de partir nueces, y después de que ganase el paisano por el que había apostado, me despedí del personal y me puse en marcha hacia Baslodia.
Tras unos días de viaje, llegué a la ciudad y me dirigí hacia una de las puertas. Allí pude vislumbrar un oso que me resultaba familiar y me dispuse a saludarles, pero cuando estaba a punto de alcanzarles apareció un tipo caído del cielo, y sorprendentemente no reventándose contra el suelo, que me hizo dar un salto hacia atrás del susto.
- ¡Joder, ¿qué ha sido eso?!- Tras reponerme de la impresión, saludé al oso y a su barbudo compañero.- Pero si son mi brujo y mi oso favoritos. ¡Cuánto tiempo! Una pena que aún no me haya podido convertir en el mejor lanzador de macetas como dije, pero lo conseguiré algún día.- Y es que en realidad había pasado bastante menos tiempo del que esperaba desde nuestro último encuentro, pero esa ciudad me había marcado profundamente, tanto para mal, como dándome la firme convicción de superar a todas esas locas en usar macetas como armas.- Ah, ¿conocéis a este misterioso sujeto volador?
Estaba tranquilamente disfrutando el ambiente de la posada local, y con ambiente me refería a una competición entre dos mozos sobre quien podía romper más nueces con la frente. Ya habían superado cualquier número que sonara razonable, si es que existía algún número razonable de cuantos frutos secos se podrían abrir golpeándolos con la cabeza, pero el chico por el que había apostado yo parecía menos aturdido después de tantos golpes. Todo parecía presagiar una noche entretenida, pero entonces se abrió la puerta y apareció un tipo con una carta en la mano que se quedó mirándome fijamente.
- Eres tú. Por fin te encuentro.
- ¿Yo?- Ya empezaba a tensarme, normalmente que alguien me reconociera, especialmente si lo acompañaban esas palabras, significaba que algo iba a ponerse feo para mi.
- Sí, claro. ¿Quién si no?
- ¿Nos conocemos?
- Por supuesto. Y a lo que iba, toma esta carta.- Me entregó el sobre que llevaba en la mano. El que no fuera acompañado de un puñetazo fue un detalle que me relajó un poco.
- No me suenas, pero si tu lo dices...- Me apoyé en la barra mientras leía la carta. Parecía una invitación a un torneo, pero entonces me di cuenta de un detalle.- Espera, aquí hay un nombre tachado. Esto no era para mi.
- Que si hombre, claro que si. Debe ser una mancha o algo así.
- Pero es que ni se parece, esto es claramente una D. A ver que pone... ¿Desirio? ¿Dinio? ¿Distico? ¿Destino? Nah, olvida eso último, nadie se podría poner un nombre así. De todas formas, esto claramente no es para mi.- Le increpé mostrándole el mensaje.
- ¿Pero cómo me acusas de eso? ¿Cómo le iba a dar una invitación a quién no corresponde?
- No me convences. A ver, ¿sabes como me llamo?- Me crucé de brazos mientras le echaba una mirada inquisidora.
- Si... bueno...- Balbuceaba nervioso, y confiaba en que con esto ya desistiera en sus intentos.
- Va Corlys. Deja en paz al chaval que tu nombres es raro con avaricia. Normal que se le olvide.- Interrumpió el chico de las nueces.
- Claro, Corlys. Lo tenía en la punta de la lengua.
- Creo que no me convences.
- Corlys, no seas un amargado y coge la invitación. Que luego te quejas de que no te aguantan en ningún sitio.- Respondió el mozo antes de meterle otro cabezazo a la mesa y partir otra nuez.
- Vale, venga. Dime porque me quieres dar eso y te lo acepto.- No me convencía mucho, pero habría que aceptarlo por no acabar discutiendo con toda la posada.
- Vale. Tenía que encontrar a un tipo. Pero no hay forma de hacerlo, así que tu parece que te ajustas al perfil.- Me quitó la carta de las manos y se puso a escribir mi nombre, aunque sin mucha suerte.- Dime el nombre completo y te hacemos oficial la invitación.
- Corlys Glokta. Pero Corlys es con Y.
- Si que tenía razón aquí el amigo con que es raro... Dime como se escribe el apellido mejor.
- G. L. O. K. T. A.- Cuando lo escribió y me lo entregó se disponía a irse, pero antes de que despareciera, le cogí del brazo por una pregunta que me quedaba.- Una cosa. ¿Seguro que es Baslodia, no? ¿No te habrás equivocado y sea en realidad Vulvul... Wulvur... bueno ya sabes?- Lo que me faltaba ya era volver a la ciudad de las macetas. Que una cosa era hacerle un favor al mensajero ese, y otra regresar a ese agujero lleno de dementes.
- Si, si. Es Baslodia. Hasta viene la dirección.
- Hmmmm. Es cierto.- Respondí tras comprobar que ciertamente venía, y era en Baslodia.- Pues ya está todo solucionado entonces.
Tras la conversación volví a observar la competición de partir nueces, y después de que ganase el paisano por el que había apostado, me despedí del personal y me puse en marcha hacia Baslodia.
Tras unos días de viaje, llegué a la ciudad y me dirigí hacia una de las puertas. Allí pude vislumbrar un oso que me resultaba familiar y me dispuse a saludarles, pero cuando estaba a punto de alcanzarles apareció un tipo caído del cielo, y sorprendentemente no reventándose contra el suelo, que me hizo dar un salto hacia atrás del susto.
- ¡Joder, ¿qué ha sido eso?!- Tras reponerme de la impresión, saludé al oso y a su barbudo compañero.- Pero si son mi brujo y mi oso favoritos. ¡Cuánto tiempo! Una pena que aún no me haya podido convertir en el mejor lanzador de macetas como dije, pero lo conseguiré algún día.- Y es que en realidad había pasado bastante menos tiempo del que esperaba desde nuestro último encuentro, pero esa ciudad me había marcado profundamente, tanto para mal, como dándome la firme convicción de superar a todas esas locas en usar macetas como armas.- Ah, ¿conocéis a este misterioso sujeto volador?
Corlys Glokta
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Re: El Gran Torneo {Privado}
A ese cuestionable dúo de oso y brujo, no cuestionable por oso y brujo, sino por imbéciles, no le llevaría demasiado tiempo acortar la distancia entre ellos y la guardia que custodiaba la cercana puerta de la ciudad. Tan poco tiempo que seguro no da tiempo de meter un chiste entre medias, salvo que llamarlos imbéciles se pudiera considerar una broma, una broma de lo más realista.
En cualquier caso, tanto Iorek como Vincent se acercaron a los hombres de la guarnición para hacerle algunas preguntas referentes a aquel torneo tan extravagante.
No habían mediado media palabra con los guardias, cuando la mirada de estos pareció olvidarse de sus interlocutores para mirar con asombro hacia una posición que quedaba a espaldas de oso y brujo. Pero qué maleducados sujetos, podría haber pensado cierto rubio, más, no sólo el guardia miraba hacia esa posición. Casi todo el mundo lo hacía, para ser concretos. Ello influyó en el mercenario y su amigo, que se vieron tentados de saber qué demonios pasaba.
¿Había un tipo en bolas? Mejor aún, ¿una mujer de buen ver en bolas en vez de un feote tipejo? A Vincent no le importaba eso, claro que no, ventajas de enamorarse y ser correspondido por una elfa de muy mucho buen ver. Pero si tenía que girarse, mejor ver algo más bonito que un tío. Un tío sólo es un tío, joder.
Reflexiones aparte, fue entonces cuando el dúo vio “caer”, aunque caer no era el verbo más acertado para Vinc, quizás fuese mejor decir acompañarlo con lentamente, caer lentamente, ¿flotar malamente?. En cualquier caso, aquello fue más sorprendente que cualquier persona en pelotas, eso seguro.
- ¿Rauko? - comentó confuso, cuando el peliblanco asustó a un vampiro también reconocible. - ¿Corlys?
«Pero qué cojones está pasando aquí», pensó, aún más confundido que antes, al intentar sacar cuentas de las probabilidades de aquella repentina reunión de amigos.
- Pero qué cojones está pasando aquí-, soltó por sus labios, esta vez. - Esta es de las cosas más raras que me han pasado. Y bien sabe un presente que tuve que luchar con una vaca sin cabeza.
- ¿Una vaca sin cabeza? - preguntó uno de los guardias a los que antes había saludado el bueno de Vincent y su amigo.
El mercenario puso los ojos en blanco. Por qué había tenido que hablar, ahora tendría que volver a contar esa absurda historia.
- No es nada. Una vieja historia…
- ¡La vaca sin cabeza! ¡La famosa aventura de la vaca sin cabeza!
«¿Es que acaso ha existido otra vaca sin cabeza?», meditó el brujo, ante los gritos de la chica que podríamos llamar a partir de ahora fangirl o, para respetar este idioma en el que les escribo, chica fanática.
- No sé yo si se tratase de la misma…
- La vaca sin cabeza atormentó a las buenas gentes de Ulmer. ¡Hasta que un grupo de aventureros la venció! Mi padre me la contó.
«¿En serio conoce esa maldita historia?»
El guardia los miró como si estuvieran todos locos.
- No era una vaca de verdad. No había ninguna vaca sin cabeza. Era una ilusión-, dijo rápidamente, para evitar que más gente lo considerara un maldito perturbado por culpa de esa mujer. - Un grupo de ilusionistas asustó a la aldea con artimañas muy cuestionables. Y por si no quedaba claro-, se acercó al guardia y susurró el resto de sus palabras.. - Ella no viene con nosotros. No la conozco de nada.
Porque si era importante dejar claro que no había ninguna vaca sin cabeza, era más importante dejar claro que no viajaban con la loca y que no la conocían.
La mujer, un jovencita en realidad, por su parte, abrazó al oso como si de un peluche se tratara.
- Yo…
- Él ni siquiera estuvo allí-, comentó el brujo. Tras ello se llevó una mano a la cara para rascarse la sien. - Cómo te llamas, jovial dama.
- Fátima-, respondió la muchacha sin soltar al oso, al que le llegaba a la altura del abdomen.
«Fátima “La sorda” ¿Acaso no escucha esta moza?», razonó, pero tuvo el decoro de no decirlo en voz alta. Sobre todo, porque así abrazaba a Iorek y se olvidaba de él.
- ¿Y dónde están tus padres? Si puede saberse-, suplicó, más que dijo, un secuestrado hombre bestia.
- Soy muy independiente. Ya soy una mujer, no me toméis por una niña-, contestó la jovencita, algo molesta, dejando de abrazar al oso.
- Eh, bueno, da igual-, dijo, pasando de chiquilla y oso, y centrando la mirada sobre Corlys y Rauko. - Lo conozco, sí, hemos tenido alguna que otra aventura entre manos. Y bueno, el lanzamiento de macetas es un arte complicado de dominar-, dijo aquello último en broma. - ¿Qué os trae por aquí? Yo he venido acompañando a Iorek. Tiene un torneo en el que participar.
- El torneo más importante de todos los tiempos. Sólo los más grandes asistirán. Mi padre estará allí.
Vincent comenzó a sospechar que Fátima se tomaba todo con demasiada exageración.
«Los más grandes… Y no me invitan a mí. Puff», pensó cual egocéntrico ofendido... Más un poco había que amarse, ¿no es así?
En todo caso, las palabras de la chica había despertado la curiosidad del brujo mercenario.
- Ah, Entiendo. Has venido con tu padre, porque irá a ese torneo.
- Ajá. Asimismo. Es la primera vez que vengo a Baslodia y quise quedarme por la ciudad, para conocerla.
- Pero…
«Si no hemos ni entrado en la ciudad»
Vincent suspiró resignado y algo cansado. Era mejor no preguntar. Por salud, había cosas que era mejor no preguntar.
- ¿Y sabes dónde se celebra? - siguió Iorek, pues el brujo había quedado muy afectado por las últimas palabras de la moza.
- Claro, me reuniré con padre en el mercado y luego desde allí iremos. Si quieren pueden venir con nosotros.
Si quieren pueden venir con nosotros. Si quieren pueden venir con nosotros. Si quieren pueden venir con nosotros…
Dichas palabras retumbaron tantas veces en la cabeza del buen brujo, que era difícil cuántas veces escuchó el aviso de la tortura que sería un viaje junto aquella chiquilla.
- Bueno, supongo que si vamos al mismo lugar… Lo más sencillo es ir juntos, sí-, comentó, pues no se le ocurría una buena excusa para escapar de la joven.
- Cuándo mi padre se entere de que son las personas que derrotaron a la vaca sin cabeza. Por los dioses, a él también se le caerá la cabeza-, afirmó la chica, comenzando su andar hacia el interior de la ciudad.
- No he dado ni dos pasos junto a ella, y ya me estoy arrepintiendo-, les comentó a sus amigos, mediante un susurro, antes de seguir a la chica.
En cualquier caso, tanto Iorek como Vincent se acercaron a los hombres de la guarnición para hacerle algunas preguntas referentes a aquel torneo tan extravagante.
No habían mediado media palabra con los guardias, cuando la mirada de estos pareció olvidarse de sus interlocutores para mirar con asombro hacia una posición que quedaba a espaldas de oso y brujo. Pero qué maleducados sujetos, podría haber pensado cierto rubio, más, no sólo el guardia miraba hacia esa posición. Casi todo el mundo lo hacía, para ser concretos. Ello influyó en el mercenario y su amigo, que se vieron tentados de saber qué demonios pasaba.
¿Había un tipo en bolas? Mejor aún, ¿una mujer de buen ver en bolas en vez de un feote tipejo? A Vincent no le importaba eso, claro que no, ventajas de enamorarse y ser correspondido por una elfa de muy mucho buen ver. Pero si tenía que girarse, mejor ver algo más bonito que un tío. Un tío sólo es un tío, joder.
Reflexiones aparte, fue entonces cuando el dúo vio “caer”, aunque caer no era el verbo más acertado para Vinc, quizás fuese mejor decir acompañarlo con lentamente, caer lentamente, ¿flotar malamente?. En cualquier caso, aquello fue más sorprendente que cualquier persona en pelotas, eso seguro.
- ¿Rauko? - comentó confuso, cuando el peliblanco asustó a un vampiro también reconocible. - ¿Corlys?
«Pero qué cojones está pasando aquí», pensó, aún más confundido que antes, al intentar sacar cuentas de las probabilidades de aquella repentina reunión de amigos.
- Pero qué cojones está pasando aquí-, soltó por sus labios, esta vez. - Esta es de las cosas más raras que me han pasado. Y bien sabe un presente que tuve que luchar con una vaca sin cabeza.
- ¿Una vaca sin cabeza? - preguntó uno de los guardias a los que antes había saludado el bueno de Vincent y su amigo.
El mercenario puso los ojos en blanco. Por qué había tenido que hablar, ahora tendría que volver a contar esa absurda historia.
- No es nada. Una vieja historia…
- ¡La vaca sin cabeza! ¡La famosa aventura de la vaca sin cabeza!
«¿Es que acaso ha existido otra vaca sin cabeza?», meditó el brujo, ante los gritos de la chica que podríamos llamar a partir de ahora fangirl o, para respetar este idioma en el que les escribo, chica fanática.
- No sé yo si se tratase de la misma…
- La vaca sin cabeza atormentó a las buenas gentes de Ulmer. ¡Hasta que un grupo de aventureros la venció! Mi padre me la contó.
«¿En serio conoce esa maldita historia?»
El guardia los miró como si estuvieran todos locos.
- No era una vaca de verdad. No había ninguna vaca sin cabeza. Era una ilusión-, dijo rápidamente, para evitar que más gente lo considerara un maldito perturbado por culpa de esa mujer. - Un grupo de ilusionistas asustó a la aldea con artimañas muy cuestionables. Y por si no quedaba claro-, se acercó al guardia y susurró el resto de sus palabras.. - Ella no viene con nosotros. No la conozco de nada.
Porque si era importante dejar claro que no había ninguna vaca sin cabeza, era más importante dejar claro que no viajaban con la loca y que no la conocían.
La mujer, un jovencita en realidad, por su parte, abrazó al oso como si de un peluche se tratara.
- Yo…
- Él ni siquiera estuvo allí-, comentó el brujo. Tras ello se llevó una mano a la cara para rascarse la sien. - Cómo te llamas, jovial dama.
- Fátima-, respondió la muchacha sin soltar al oso, al que le llegaba a la altura del abdomen.
«Fátima “La sorda” ¿Acaso no escucha esta moza?», razonó, pero tuvo el decoro de no decirlo en voz alta. Sobre todo, porque así abrazaba a Iorek y se olvidaba de él.
- ¿Y dónde están tus padres? Si puede saberse-, suplicó, más que dijo, un secuestrado hombre bestia.
- Soy muy independiente. Ya soy una mujer, no me toméis por una niña-, contestó la jovencita, algo molesta, dejando de abrazar al oso.
- Eh, bueno, da igual-, dijo, pasando de chiquilla y oso, y centrando la mirada sobre Corlys y Rauko. - Lo conozco, sí, hemos tenido alguna que otra aventura entre manos. Y bueno, el lanzamiento de macetas es un arte complicado de dominar-, dijo aquello último en broma. - ¿Qué os trae por aquí? Yo he venido acompañando a Iorek. Tiene un torneo en el que participar.
- El torneo más importante de todos los tiempos. Sólo los más grandes asistirán. Mi padre estará allí.
Vincent comenzó a sospechar que Fátima se tomaba todo con demasiada exageración.
«Los más grandes… Y no me invitan a mí. Puff», pensó cual egocéntrico ofendido... Más un poco había que amarse, ¿no es así?
En todo caso, las palabras de la chica había despertado la curiosidad del brujo mercenario.
- Ah, Entiendo. Has venido con tu padre, porque irá a ese torneo.
- Ajá. Asimismo. Es la primera vez que vengo a Baslodia y quise quedarme por la ciudad, para conocerla.
- Pero…
«Si no hemos ni entrado en la ciudad»
Vincent suspiró resignado y algo cansado. Era mejor no preguntar. Por salud, había cosas que era mejor no preguntar.
- ¿Y sabes dónde se celebra? - siguió Iorek, pues el brujo había quedado muy afectado por las últimas palabras de la moza.
- Claro, me reuniré con padre en el mercado y luego desde allí iremos. Si quieren pueden venir con nosotros.
Si quieren pueden venir con nosotros. Si quieren pueden venir con nosotros. Si quieren pueden venir con nosotros…
Dichas palabras retumbaron tantas veces en la cabeza del buen brujo, que era difícil cuántas veces escuchó el aviso de la tortura que sería un viaje junto aquella chiquilla.
- Bueno, supongo que si vamos al mismo lugar… Lo más sencillo es ir juntos, sí-, comentó, pues no se le ocurría una buena excusa para escapar de la joven.
- Cuándo mi padre se entere de que son las personas que derrotaron a la vaca sin cabeza. Por los dioses, a él también se le caerá la cabeza-, afirmó la chica, comenzando su andar hacia el interior de la ciudad.
- No he dado ni dos pasos junto a ella, y ya me estoy arrepintiendo-, les comentó a sus amigos, mediante un susurro, antes de seguir a la chica.
Vincent Calhoun
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Re: El Gran Torneo {Privado}
–Sí, a veces suelen llamarme Rauko –le respondí a Vincent. Luego de que mencionara otro nombre, mi vista siguió la del brujo para encontrar a un sujeto cuya cara me parecía como la de alguien capaz de vender a su hermana a unos bárbaros si con eso conseguía poder… Aunque no sé por qué me parecía eso.
Sea como sea, Vincent comentó algo que hizo salir en mis labios una sonrisa taimada. «Y no olvides cuando te convertiste en un dios bebé barbudo», pensé en decir antes de que una jovencita entrometida e inoportuna se entrometiera inoportunamente. «Oh, parece que aquella aventura no quedó en el olvido», noté, con agrado hasta que reflexioné sobre ello. «En otras palabras, mi única aventura que se hizo conocida es la más ridícula de todas», entendí, sin saber cómo sentirme al respecto, mientras disimuladamente aprovechaba la ocasión para acariciar el pelaje del oso, tras su espalda para ser confundido con la chica. Era muy achuchable, como buen hombre-oso.
Un poco más de cháchara después, la chica, que se presentó como Fátima, reveló un dato que me hizo mirar al grupo y ser consciente de que yo era el más bajito. «Solo los más grandes asistirán», repitió mi voz interna.
Pronto avanzamos finalmente hacia el mercado, un buen lugar para encontrar aprendices herreros deseosos de conocimientos. Vincent no parecía muy entusiasmado, sin embargo.
–Descuida –le dije, también en un susurro–, quizás podamos darle esquinazo si el mercado está atiborrado de gente.
Y efectivamente, el mercado estaba casi vacío; algunas personas aburridas en sus puestos, esperando clientes que nunca llegaban, y algunos pocos transeúntes poco interesados en comprar era lo que se podía ver.
–Bueno, como les decía –continué–, ¿no les interesaría que yo les enseñara trucos que todo buen herrero debería saber? –les comenté a mis compañeros, a ver si colaba.
De pronto Fátima soltó un gritito eufórico y se lanzó hacia uno de las tiendas.
–Quiero esto –dijo entusiasmada, señalando una diminuta y pintoresca escultura de un hombre-oso blanco usando un disfraz de hombre-oso rosa.
–Ay, pero eso es demasiado –se quejó ella con indignación–. Los riñones y ojos de mi abuela costaron menos.
–Porque a su abuela no la hice yo. Maldiga su suerte, pero reconozca mi talento.
Fátima soltó un gruñido.
–Pues vale –aceptó a regañadientes–, pero agradezca que dinero no me falta y soy generosa.
Sacó una reluciente moneda dorada de su bota y se la entregó al vendedor. Él la tomó, pero una vez en su mano al fin dejó su labor con su oreja para centrarse en lo que tenía. Estudió la moneda, cada zona de su rostro arrugándose por la extrañeza.
–¿Estás burlándote de mí o algo? –exigió saber, nuevamente indignando a Fátima.
–Cuando alguien le entregue un ABB, debería sentirse honrado.
–¿Honrado? Pero ni sé qué demonios es un ABB.
–¡¿Es mercader y no lo sabe?! –Suspiró exasperada–. Son los Aeros Bebé Barbudo.
Inmediatamente me acerqué a ver esa moneda. Mis ojos se iluminaron al reconocer la cara en ella.
–¡Vincent –llamé–, ven rápido! Necesitas ver este tesoro.
Sea como sea, Vincent comentó algo que hizo salir en mis labios una sonrisa taimada. «Y no olvides cuando te convertiste en un dios bebé barbudo», pensé en decir antes de que una jovencita entrometida e inoportuna se entrometiera inoportunamente. «Oh, parece que aquella aventura no quedó en el olvido», noté, con agrado hasta que reflexioné sobre ello. «En otras palabras, mi única aventura que se hizo conocida es la más ridícula de todas», entendí, sin saber cómo sentirme al respecto, mientras disimuladamente aprovechaba la ocasión para acariciar el pelaje del oso, tras su espalda para ser confundido con la chica. Era muy achuchable, como buen hombre-oso.
Un poco más de cháchara después, la chica, que se presentó como Fátima, reveló un dato que me hizo mirar al grupo y ser consciente de que yo era el más bajito. «Solo los más grandes asistirán», repitió mi voz interna.
Pronto avanzamos finalmente hacia el mercado, un buen lugar para encontrar aprendices herreros deseosos de conocimientos. Vincent no parecía muy entusiasmado, sin embargo.
–Descuida –le dije, también en un susurro–, quizás podamos darle esquinazo si el mercado está atiborrado de gente.
Y efectivamente, el mercado estaba casi vacío; algunas personas aburridas en sus puestos, esperando clientes que nunca llegaban, y algunos pocos transeúntes poco interesados en comprar era lo que se podía ver.
–Bueno, como les decía –continué–, ¿no les interesaría que yo les enseñara trucos que todo buen herrero debería saber? –les comenté a mis compañeros, a ver si colaba.
De pronto Fátima soltó un gritito eufórico y se lanzó hacia uno de las tiendas.
–Quiero esto –dijo entusiasmada, señalando una diminuta y pintoresca escultura de un hombre-oso blanco usando un disfraz de hombre-oso rosa.
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–Ay, pero eso es demasiado –se quejó ella con indignación–. Los riñones y ojos de mi abuela costaron menos.
–Porque a su abuela no la hice yo. Maldiga su suerte, pero reconozca mi talento.
Fátima soltó un gruñido.
–Pues vale –aceptó a regañadientes–, pero agradezca que dinero no me falta y soy generosa.
Sacó una reluciente moneda dorada de su bota y se la entregó al vendedor. Él la tomó, pero una vez en su mano al fin dejó su labor con su oreja para centrarse en lo que tenía. Estudió la moneda, cada zona de su rostro arrugándose por la extrañeza.
–¿Estás burlándote de mí o algo? –exigió saber, nuevamente indignando a Fátima.
–Cuando alguien le entregue un ABB, debería sentirse honrado.
–¿Honrado? Pero ni sé qué demonios es un ABB.
–¡¿Es mercader y no lo sabe?! –Suspiró exasperada–. Son los Aeros Bebé Barbudo.
Inmediatamente me acerqué a ver esa moneda. Mis ojos se iluminaron al reconocer la cara en ella.
–¡Vincent –llamé–, ven rápido! Necesitas ver este tesoro.
- ABB:
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(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Contexto: En [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] el tiempo dejó de funcionar como correspondía, resultando, en entre tantas cosas, que algunos personajes cambiaran de edad, así que Vincent se transformó en bebé, pero conservando su barba (eso último capricho del user Vin). Mientras todos luchaban contra amenazas atemporales, con un simple chasquido de dedos Baby Vin derrotó al temible Final Boss, salvando el espacio-tiempo y, con ello, inspirando a otros usuarios a iniciar un culto que adorase al gran Bebé Barbudo, como se lo merece.
Quizás no haga falta, pero, por si los Nousis, mencionaré que la frase "por si los Nousis" salió antes en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], siendo una recurrente de los adoradores del Bebé Barbudo.
Quizás no haga falta, pero, por si los Nousis, mencionaré que la frase "por si los Nousis" salió antes en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], siendo una recurrente de los adoradores del Bebé Barbudo.
Rauko
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Re: El Gran Torneo {Privado}
El sujeto que se dejaba caer lentamente resultó llamarse Rauko y ser amigo de Vincent, y como amigo de Vincent parecía tan raro como se podía esperar, porque después de caer del cielo siguió hablando como si nada hubiera pasado. No respondí a Vincent cuando dijo mi nombre con más que un asentimiento con la cabeza porque aún estaba procesando todo eso. Y probablemente fue una suerte que no dijera nada, porque entonces el brujo dijo algo de una vaca sin cabeza y apareció una chiquilla que parecía conocer la historia y tener en alta estima a Vincent por ello. Y la cosa siguió avanzando, porque mientras yo me esforzaba por pasar desapercibido viendo como los guardias estaban mirando a mi compañero y la joven exaltada, la chica se puso a sobar al oso sin razón aparente. Y cuando ya el tal Rauko se unió a tocar al oso con un disimulo bastante cuestionable, juzgué que mi mejor opción iba a ser intentar mimetizarme, y a falta de sombras donde esconderme, bien podría servirme un tipo fornido que estaba observando el momento. «Lástima no tener a alguien a mano con quien apostar por cuanto iba a tardar el oso en darse cuenta de que hay manos de más.» Me mantuve oculto tras el señor aleatorio un poco, pero tras comprobar que la moza estaba demasiado centrada en Vincent y sobar al oso, y que Iorek parecía ser demasiado denso para ver que sobraban manos o estar demasiado a gusto con esa situación como para que acabara en violencia, me deslicé junto a Vincent y seguí hablando con ellos como si no me hubiera separado en ningún momento.
- Sólo requiere más práctica, la maceta requiere una técnica especial.- Saqué de mi bolsa la invitación y se la enseñé a mis nuevos compañeros.- A mi también me han dado una. Bueno, me la dieron porque no encontraban a un tipo que empezaba por D y debía ser el objetivo. Pero tengo una.
La propuesta de Rauko de dar esquinazo a la moza extraña en el mercado entre la gente sonaba como un buen plan, y lo decía con una confianza que hacía que pareciera mejor. Pensaba que me podría caer bien, a pesar de su extraña decisión de sobar al oso. Aunque cuando llegamos al mercado y estaba aun más vacío de lo que esperaba, empecé a sospechar que igual era mejor si no me tomaba demasiado en serio nada de lo que dijera.
- Pues vaya. La idea parecía buena.
Y a pesar de que segundos antes había pensado en no prestarle demasiada atención, cuando propuso enseñar sus técnica de herrero empecé a plantearme que podía servirme bien. Poder fabricarme mis propias armas sonaba bien. Aunque antes de llegar a decir nada me di cuenta de que igual un vampiro en una forja no era la mejor combinación. Pero de todas formas era gratis, y eso siempre era tentador.
- Hmmmmm Pues dame un tiempo de pensarlo. Si acaba la noche sin que nadie nos acabe lanzando objetos extraños, podría estar bien aprender eso que dices.
Y uno podría dudar de mi criterio, pero viendo los sucesos que acontecieron, la probabilidad de no encontrarme siendo objetivos de objetos poco pensados para usarse como arma arrojadiza empezaron a incrementarse. La chica estaba intentando regatear con un vendedor por una estatua de un oso dentro de un traje de otro oso, y no sólo es que tuviese un algo inquietante gusto por los osos, sino que encima le estaba pagando al vendedor con unas monedas con algo que parecía un bebé con barba. «Bueno, si me entra hambre esa chica puede ser la comida. Esta no puede contar como persona, es demasiado. Y a saber que les hace a los pobres osos que se encuentre si se la deja libre.»
Seguidamente me acerqué al brujo para preguntarle porque parecía estar relacionado de alguna forma con la moneda rara. Porque después de que lo idolatrasen por algo relacionado con ilusionistas y vacas sin cabeza, sospechaba que era a los locos como la miel para las moscas.
- Vincent, ¿hay alguna razón por la que te pudieran estar llamando por monedas de acuñado dudosamente legal?
- Sólo requiere más práctica, la maceta requiere una técnica especial.- Saqué de mi bolsa la invitación y se la enseñé a mis nuevos compañeros.- A mi también me han dado una. Bueno, me la dieron porque no encontraban a un tipo que empezaba por D y debía ser el objetivo. Pero tengo una.
La propuesta de Rauko de dar esquinazo a la moza extraña en el mercado entre la gente sonaba como un buen plan, y lo decía con una confianza que hacía que pareciera mejor. Pensaba que me podría caer bien, a pesar de su extraña decisión de sobar al oso. Aunque cuando llegamos al mercado y estaba aun más vacío de lo que esperaba, empecé a sospechar que igual era mejor si no me tomaba demasiado en serio nada de lo que dijera.
- Pues vaya. La idea parecía buena.
Y a pesar de que segundos antes había pensado en no prestarle demasiada atención, cuando propuso enseñar sus técnica de herrero empecé a plantearme que podía servirme bien. Poder fabricarme mis propias armas sonaba bien. Aunque antes de llegar a decir nada me di cuenta de que igual un vampiro en una forja no era la mejor combinación. Pero de todas formas era gratis, y eso siempre era tentador.
- Hmmmmm Pues dame un tiempo de pensarlo. Si acaba la noche sin que nadie nos acabe lanzando objetos extraños, podría estar bien aprender eso que dices.
Y uno podría dudar de mi criterio, pero viendo los sucesos que acontecieron, la probabilidad de no encontrarme siendo objetivos de objetos poco pensados para usarse como arma arrojadiza empezaron a incrementarse. La chica estaba intentando regatear con un vendedor por una estatua de un oso dentro de un traje de otro oso, y no sólo es que tuviese un algo inquietante gusto por los osos, sino que encima le estaba pagando al vendedor con unas monedas con algo que parecía un bebé con barba. «Bueno, si me entra hambre esa chica puede ser la comida. Esta no puede contar como persona, es demasiado. Y a saber que les hace a los pobres osos que se encuentre si se la deja libre.»
Seguidamente me acerqué al brujo para preguntarle porque parecía estar relacionado de alguna forma con la moneda rara. Porque después de que lo idolatrasen por algo relacionado con ilusionistas y vacas sin cabeza, sospechaba que era a los locos como la miel para las moscas.
- Vincent, ¿hay alguna razón por la que te pudieran estar llamando por monedas de acuñado dudosamente legal?
Corlys Glokta
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Cualquiera diría que el buen brujo mercenario no paraba de encontrarse chiquillas allá donde iba. Chiquillas, por otro lado, que no tenían el don de la paciencia, que no sabían escuchar a sus interlocutores y, en definitiva, que hacían lo que les daba la gana sin importar los que hubieran a su alrededor.
Pero, en cualquier caso, aquello era de lo más normal. Después de todo, el mundo estaba lleno de niños y niñas, muchos, por desgracia, sin padres, y muchos, por desgracia para ellos en esta ocasión, que hacían lo que les salía de ahí abajo.
- Oye, ¿y cuántos años tienes? Se está haciendo un poco tarde.
- Pero si soy una mujer, qué insinúa con esas palabras.
Sí, esa chica se parecía un poco a su hija, para qué mentirnos. Eso sí, con un par de años más. Fatima tendría entre trece y dieciséis años. Más, esa manera de afrontar la vida.
«Qué ganas de conocer al padre de esta chiquilla»
Aunque fuera para endosarle a su hija de una maldita vez, faltaría en los pensamientos del brujo, más el sureño tuvo que contestar a otras cuestiones.
- ¿Mercado atiborrado de gente? - contestó Vincent, un tanto confundido. - Será un milagro que esté siquiera su padre-, susurró, para que la niña no lo escuchara.
- Te he oído.
- Sí, sí...-, respondió a la chica, porque… Mierda, lo habían pillado y no había ninguna excusa que sirviera para escapar. - No importa, tras el mercado podremos ir a ese dichoso lugar. Y ver de qué va todo esto del torneo.
Palabras que sirvieron para zanjar el asunto, no antes de que Iorek se descojonara de risa por la situación.
En todo caso, al grupo de variopintas personas y un oso, no es por ser xenófobo, sino por ser animalista, no le llevó demasiado tiempo alcanzar la zona del mercado. Cómo ya imaginaba cierto brujo de dorados cabellos, en el mercado no había un alma, o casi.
- ¿Cómo que parecía una buena idea? - contestó, aún más confuso, esta vez al bueno de Corlys. - Oye, Corlys, eres consciente de que eres vampiro, ¿no?
Que conste que la pregunta la hizo personaje y no narrador, no quiero verme en ese compromiso. Aunque sí, este humilde escritor de cuentos ha decidido describir el entorno por asuntos propios que nada tienen que ver con la pregunta del brujo.
El grupo de aventureros más una niña, no por “chiquillafóbico”, sino por ser quisquilloso, se adentró en una plaza llena de puestos vacíos. Los edificios de alrededor, lucían, en sus fachadas, carteles que los señalaban como establecimientos y demás negocios del mercado. Los más pudientes, como quizás un maldito brujo preguntón, podían permitirse un taller en mejores condiciones.
En cualquier caso, no todos los negocios de la zona estaban cerrados. Siempre había gente que pensaba en los pobres señoritos y señoritas de la noche, así que algunos puestos aún seguían abiertos, así como algunas de las tiendas de alrededor y, por supuesto, posadas y tabernas.
Esos comerciantes, la luz de la luna y de las antorchas, eran sus únicos compañeros.
- Maldita sea-, masculló. Pues sí, no había ningún padre a la vista.
La niña se acercó a un puesto, ya que se había interesado por un objeto de lo más cuestionable.
- Bueno, yo ya soy herrero. Pero unos trucos nuevos nunca vienen mal-, respondió a Rauko.
«Quién cojones abre un puesto por la noche para vender un maldito muñeco de un oso disfrazado de oso», fue lo que pensó mientras respondía al elfo, porque… Joder, esto es jodidamente raro.
- Bueno, cincuenta aeros por un juguete parece un abuso.
- Un abuso es este asalto hacia mi libertad sobre el precio de venta. Es un precio fijo. Si lo quieren lo pagan. Así de simple.
«¿Talento? Sólo es un oso vestido de oso»
- ¿Qué demonios es un ABB? - preguntó Vincent, curioso ante esas siglas. Pues, aunque el comerciante fuera un carero promedio, él tampoco había escuchado nada al respecto. - Aeros Bebé Barbudo-, dijo, para sí mismo, asimilando ese nuevo concepto.
- Pues ya creo que debes verlo-, soltó el oso, tras lo dicho por sus otros amigos.
- Pero por qué tanta historia con esa moneda. Ni siquiera es un aero auténtico.
- Por fin alguien dijo lo que importaba.
- Es un bebé. Con una magnífica y poco realista barba, ya que los bebés no tienen barba. Más allá del diseño tan original y creativo, solamente puedo añadir que es una barba espléndida-, manifestó.
- Y sí que valen lo suyo. Mucho más que cincuenta aeros. Así que quiero mi muñeco.
- Ni de broma aceptaré esta moneda-, respondió el comerciante, dejando la moneda en manos del elfo. - Quiero cincuenta aeros reales.
«No jodas, que al final tendré que pagar yo»
- Yo me haré cargo-, se escuchó una voz decir, una voz firme, amable y elegante, que salió de boca de alguien que se había colocado tras ellos.
Cuando oso y brujo se giraron, pudieron contemplar a un hombre de estatura media que sacaba monedas de una bolsa.
- Ah, al fin-, dijo el comerciante, con evidente alivio.
- Y usted es…
- ¡¡¡Padre!!! - gritó la niña
- Ah, entiendo. Lo estábamos buscando.
- ¿Todos ustedes? ¿Mi Fatima ya se embarcó en una nueva aventura? Es muy creativa y social, consigue engatusar a todo el mundo para que la ayuden.
- Aprendí del mejor.
- Ya, claro. ¿Me llamas embaucador? - respondió el padre, con tono afable. Después despeinó a su hija con afecto. - Siento las molestias.
- No pasa nada, solo es que mi amigo, aquí presente-, señaló con el pulgar hacia Iorek. - Irá a un torneo, tengo entendido que usted también asistirá y sabe dónde es. Bueno, en realidad iremos todos al torneo.
- Entonces, ¿todos participan?
- No, yo no. Yo solamente los acompaño. Pero ellos tres sí, y bueno, nos vendría bien unas referencias.
- Tonterías, pueden venir con nosotros-, afirmó el hombre, antes de depositar las cincuenta monedas sobre la palma del comerciante, ahora con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en el rostro.
Iorek, por su parte, comenzó a darle ligeros codazos en el costado al buen mercenario. Y, entiéndase, que ligeros codazos de un oso de dos metros siempre tenían su interesante y comedida fuerza.
- Ahora qué te pasa-, susurró el brujo.
- ¿No lo ves?
- Ver el qué.
- No está muy lejos de aquí, cerca de la puerta norte. Partiré inmediatamente o de otra manera me perderé el famoso torneo.
- ¿Tan pronto será?
- Esta misma noche dará comienzo, así que tendremos que aligerar el paso. Vamos, Fatima-, terminó por decir, antes de encaminarse.
La niña, feliz con su nuevo juguete, le siguió sin protestar ni añadir nada más. No obstante, un conocido oso volvió a insistir con los codos cuando ambos se pusieron en marcha tras padre e hija.
- ¿Qué quieres?
- ¿No lo ves? - susurró
- Ver el qué, maldito pesado-, contestó también en voz baja y así continuaría la conversación.
- Es…-, señaló al tipo. - Es...
- Es, es. Quieres soltar la lengua de una maldita vez.
- Es igualito a ti.
- ¿Pero qué dices?
Vincent miró la espalda del hombre y pudo sentir que tenían la misma anchura de hombros. Tenía parecida estatura e incluso por el recuerdo del cruce de palabras que acaban de tener, ambos lucían una hermosa barba sobre el rostro.
- Qué importa. Mucha gente tiene mi estatura, porte y barba. Menudo descubrimiento más estúpido has hecho-, respondió, acercándose más al oso.
- Hasta habla como tú-, soltó el oso, sin alzar la voz, pero encorvándose para acercar su rostro al del brujo.
- Ah, por cierto-, comentó el hombre, volteándose para hablar de cara hacia ellos, tras la corta caminata. Tanto oso y brujo recuperaron la compostura y se alejaron un paso el uno del otro. - Mi nombre es Vincenzo, un gusto conocerles.
Pero, en cualquier caso, aquello era de lo más normal. Después de todo, el mundo estaba lleno de niños y niñas, muchos, por desgracia, sin padres, y muchos, por desgracia para ellos en esta ocasión, que hacían lo que les salía de ahí abajo.
- Oye, ¿y cuántos años tienes? Se está haciendo un poco tarde.
- Pero si soy una mujer, qué insinúa con esas palabras.
Sí, esa chica se parecía un poco a su hija, para qué mentirnos. Eso sí, con un par de años más. Fatima tendría entre trece y dieciséis años. Más, esa manera de afrontar la vida.
«Qué ganas de conocer al padre de esta chiquilla»
Aunque fuera para endosarle a su hija de una maldita vez, faltaría en los pensamientos del brujo, más el sureño tuvo que contestar a otras cuestiones.
- ¿Mercado atiborrado de gente? - contestó Vincent, un tanto confundido. - Será un milagro que esté siquiera su padre-, susurró, para que la niña no lo escuchara.
- Te he oído.
- Sí, sí...-, respondió a la chica, porque… Mierda, lo habían pillado y no había ninguna excusa que sirviera para escapar. - No importa, tras el mercado podremos ir a ese dichoso lugar. Y ver de qué va todo esto del torneo.
Palabras que sirvieron para zanjar el asunto, no antes de que Iorek se descojonara de risa por la situación.
En todo caso, al grupo de variopintas personas y un oso, no es por ser xenófobo, sino por ser animalista, no le llevó demasiado tiempo alcanzar la zona del mercado. Cómo ya imaginaba cierto brujo de dorados cabellos, en el mercado no había un alma, o casi.
- ¿Cómo que parecía una buena idea? - contestó, aún más confuso, esta vez al bueno de Corlys. - Oye, Corlys, eres consciente de que eres vampiro, ¿no?
Que conste que la pregunta la hizo personaje y no narrador, no quiero verme en ese compromiso. Aunque sí, este humilde escritor de cuentos ha decidido describir el entorno por asuntos propios que nada tienen que ver con la pregunta del brujo.
El grupo de aventureros más una niña, no por “chiquillafóbico”, sino por ser quisquilloso, se adentró en una plaza llena de puestos vacíos. Los edificios de alrededor, lucían, en sus fachadas, carteles que los señalaban como establecimientos y demás negocios del mercado. Los más pudientes, como quizás un maldito brujo preguntón, podían permitirse un taller en mejores condiciones.
En cualquier caso, no todos los negocios de la zona estaban cerrados. Siempre había gente que pensaba en los pobres señoritos y señoritas de la noche, así que algunos puestos aún seguían abiertos, así como algunas de las tiendas de alrededor y, por supuesto, posadas y tabernas.
Esos comerciantes, la luz de la luna y de las antorchas, eran sus únicos compañeros.
- Maldita sea-, masculló. Pues sí, no había ningún padre a la vista.
La niña se acercó a un puesto, ya que se había interesado por un objeto de lo más cuestionable.
- Bueno, yo ya soy herrero. Pero unos trucos nuevos nunca vienen mal-, respondió a Rauko.
«Quién cojones abre un puesto por la noche para vender un maldito muñeco de un oso disfrazado de oso», fue lo que pensó mientras respondía al elfo, porque… Joder, esto es jodidamente raro.
- Bueno, cincuenta aeros por un juguete parece un abuso.
- Un abuso es este asalto hacia mi libertad sobre el precio de venta. Es un precio fijo. Si lo quieren lo pagan. Así de simple.
«¿Talento? Sólo es un oso vestido de oso»
- ¿Qué demonios es un ABB? - preguntó Vincent, curioso ante esas siglas. Pues, aunque el comerciante fuera un carero promedio, él tampoco había escuchado nada al respecto. - Aeros Bebé Barbudo-, dijo, para sí mismo, asimilando ese nuevo concepto.
- Pues ya creo que debes verlo-, soltó el oso, tras lo dicho por sus otros amigos.
- Pero por qué tanta historia con esa moneda. Ni siquiera es un aero auténtico.
- Por fin alguien dijo lo que importaba.
- Es un bebé. Con una magnífica y poco realista barba, ya que los bebés no tienen barba. Más allá del diseño tan original y creativo, solamente puedo añadir que es una barba espléndida-, manifestó.
- Y sí que valen lo suyo. Mucho más que cincuenta aeros. Así que quiero mi muñeco.
- Ni de broma aceptaré esta moneda-, respondió el comerciante, dejando la moneda en manos del elfo. - Quiero cincuenta aeros reales.
«No jodas, que al final tendré que pagar yo»
- Yo me haré cargo-, se escuchó una voz decir, una voz firme, amable y elegante, que salió de boca de alguien que se había colocado tras ellos.
Cuando oso y brujo se giraron, pudieron contemplar a un hombre de estatura media que sacaba monedas de una bolsa.
- Ah, al fin-, dijo el comerciante, con evidente alivio.
- Y usted es…
- ¡¡¡Padre!!! - gritó la niña
- Ah, entiendo. Lo estábamos buscando.
- ¿Todos ustedes? ¿Mi Fatima ya se embarcó en una nueva aventura? Es muy creativa y social, consigue engatusar a todo el mundo para que la ayuden.
- Aprendí del mejor.
- Ya, claro. ¿Me llamas embaucador? - respondió el padre, con tono afable. Después despeinó a su hija con afecto. - Siento las molestias.
- No pasa nada, solo es que mi amigo, aquí presente-, señaló con el pulgar hacia Iorek. - Irá a un torneo, tengo entendido que usted también asistirá y sabe dónde es. Bueno, en realidad iremos todos al torneo.
- Entonces, ¿todos participan?
- No, yo no. Yo solamente los acompaño. Pero ellos tres sí, y bueno, nos vendría bien unas referencias.
- Tonterías, pueden venir con nosotros-, afirmó el hombre, antes de depositar las cincuenta monedas sobre la palma del comerciante, ahora con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en el rostro.
Iorek, por su parte, comenzó a darle ligeros codazos en el costado al buen mercenario. Y, entiéndase, que ligeros codazos de un oso de dos metros siempre tenían su interesante y comedida fuerza.
- Ahora qué te pasa-, susurró el brujo.
- ¿No lo ves?
- Ver el qué.
- No está muy lejos de aquí, cerca de la puerta norte. Partiré inmediatamente o de otra manera me perderé el famoso torneo.
- ¿Tan pronto será?
- Esta misma noche dará comienzo, así que tendremos que aligerar el paso. Vamos, Fatima-, terminó por decir, antes de encaminarse.
La niña, feliz con su nuevo juguete, le siguió sin protestar ni añadir nada más. No obstante, un conocido oso volvió a insistir con los codos cuando ambos se pusieron en marcha tras padre e hija.
- ¿Qué quieres?
- ¿No lo ves? - susurró
- Ver el qué, maldito pesado-, contestó también en voz baja y así continuaría la conversación.
- Es…-, señaló al tipo. - Es...
- Es, es. Quieres soltar la lengua de una maldita vez.
- Es igualito a ti.
- ¿Pero qué dices?
Vincent miró la espalda del hombre y pudo sentir que tenían la misma anchura de hombros. Tenía parecida estatura e incluso por el recuerdo del cruce de palabras que acaban de tener, ambos lucían una hermosa barba sobre el rostro.
- Qué importa. Mucha gente tiene mi estatura, porte y barba. Menudo descubrimiento más estúpido has hecho-, respondió, acercándose más al oso.
- Hasta habla como tú-, soltó el oso, sin alzar la voz, pero encorvándose para acercar su rostro al del brujo.
- Ah, por cierto-, comentó el hombre, volteándose para hablar de cara hacia ellos, tras la corta caminata. Tanto oso y brujo recuperaron la compostura y se alejaron un paso el uno del otro. - Mi nombre es Vincenzo, un gusto conocerles.
Vincent Calhoun
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Re: El Gran Torneo {Privado}
«¿Por qué los dos tienen una voz parecida?», me pregunté al escuchar hablar al vende hermanas y al seduce hermanas… Espera, se me cruzaron las biusas. Quise decir Corlys y Vincent. No sé de dónde me salió lo otro.
Pero dejando las coloridas confusiones de lado, y tratando de ignorar que Corlys despreció mi generosa oferta de darle clases únicas de herrería a diferencia del siempre bien barbudo Vincent, observé el desenlace de aquella fabulosa negociación con una ABB de por medio. Mientras, me acerqué disimuladamente al que, según lo que habían dicho antes, parecía tener como pasión ser lanzador de macetas, y le susurré sin verlo:
–Quizás no lo parezca, pero una vez Vincent se transformó en bebé barbudo para salvar una fiesta y fundar su propia secta. Doromaggios, creo que se llamaban sus seguidores.
Podría haberle contado más, pero apareció un segundo Vincent. Supuse que era la broma de algún ilusionista. Barrí mi alrededor con mi mirada, con mis ojos potenciados. Poco encontré. Sin embargo, eso no me hizo confiar en lo real que podía ser aquel doppelgänger. Mientras él nos guiaba, seguí estudiándolo mientras una de mis manos continuaba acariciando la espalda del oso.
«Vincenzo», repetí en mi mente tras escucharlo presentarse, «muy convincente», pensé, solo porque la palabra era similar, no porque me pareciera realmente convincente.
–Un gusto conocerlo –respondí con una sonrisa afable y alejándome del oso–, Vincenzo –añadí entornando un poco mis ojos–. Soy Rauko. Un herrero maestro, si le interesa un curso gratuito de herrería.
–Soy cocinero –reveló–, pero no dudo que tus habilidades de herrero maestro puedan serme útiles de otra manera. –Posó su mano sobre el pomo de la espada en su cinto–. También soy un espadachín, uno capaz de reconocer el valor de un buen equipamiento.
–Sigamos avanzando –intervino Fátima acercándose al oso para seguir sobándolo–. A este paso llegaremos tarde.
«Queda saber si también es brujo», apunté como objetivo mientras seguíamos camino al torneo.
–Vincent –llamé, en voz baja para solo ser escuchados por mis compañeros iniciales–, ¿hay alguna cosa que no nos hayas contado sobre tu familia?
Pronto llegamos a la entrada de una majestuosa mansión, con sus paredes de mármol iluminadas por runas de luz blanca colocadas en la base, rodeado de arbustos perfectamente cuadrados y alineados a su alrededor. El sendero hacia la puerta principal era empedrado y flanqueado por pequeños árboles de diferentes colores ordenados cromáticamente.
–Debe ser aquí –supuso Fátima–. Es justo como decía la carta.
Nos detuvimos al lado de todo eso, frente a una pequeña y lúgubre estructura cúbica, de piedra negra, resquebrajada y con obscenidades pintadas sobre su superficie. Su única puerta era de metal y oxidada, adornada en las esquinas con telarañas.
Pero antes de entrar hacia lo que parecía ser un camino al Oblivion, apareció otra chica, una que sostenía una jarra con cerveza congelada.
–¡María! –exclamó una alegre Fátima. Se lanzó hacia ella para abrazarla.
–Hola –contestó esa tal María, carente de humor.
–Estás un poco fría, ¿sabías?
–Sí.
–¿Y cómo vas con el exilio?
–Bien.
–¿Dónde está tu padre?
–Cerca.
–¿También vienen al torneo?
–Sí. –Se llevó la jarra a los labios y aparentó beber, pero era un poco complicado si la bebida estaba sólida. O eso pensé hasta que bajó la jarra y vi que el contenido se había reducido.
Entonces apareció el sujeto. Supe que era el padre con solo verlo. Arrugué la nariz, extrañado.
–Qué placer reencontrarnos, jovial caballero –le saludó Vincenzo.
–¿Jovial? Quizás me confundes con otro Vincenc –respondió el nuevo Vin, con vaho escapando entre sus labios, aunque no había tanto frío.
–Imposible confundir una barba tan elegante.
–¡Bonaria! –saludó Fátima a otra nueva chica para proceder a darle otro abrazo suyo.
–¡Fati, querida! –contestó esta, risueña e intentando reacomodarse su sombrero de paja.
–Pero ¿qué haces fuera de tu isla?
–Necesitaba un cambio de aires, y me vino como anillo al dedo que papá fue invitado a un torneo.
–Qué placer reencontrarnos, jovial caballero –dijeron al unísono Vincenzo y Vincenc, el primero con más carisma que el segundo.
–Por supuesto, que sin Vissente vuestras vidas son aburridas –contestó un nuevo integrante, cuya apariencia debería ser ya fácil de adivinar.
–¡Knotenlöserin! –Otra vez Fátima. Otra vez lanzándose en otro abrazo.
–Buena noche, Fátima, pero no invadas mi espacio personal –respondió esta nueva chica, con un acento tosco que contrastaba con su sonrisa. Su mirada paró en el cabello de Fátima. Hizo una mueca ansiosa–. Tienes muchos nudos. ¿Y si los desato?
–Qué placer reencontrarnos, jovial caballero –saludaron Vincenzo, Vincenc y Vissente, el tercero con todo el ánimo que le faltaba al segundo.
–¡Salve, compañeros! –dijo el nuevo Vin con el mismo acento tosco de su hija, aunque extendiendo un brazo adelante, de manera recta, con la palma de la mano hacia abajo–. Asumo que es el torneo lo que ha permitido este reencuentro, pero de antemano informo que será el nombre de Vinzenz el del ganador –añadió señalándose con los pulgares y sonriendo con suficiencia.
–¿Se pintó un bigote negro sobre su bigote rubio? –le preguntó Fátima curiosa, pero de inmediato algo más llamó su atención–. ¡Guadalupe y Galadriel también están aquí!
Una chica morena con varias cuchillas en su cinto y un tatuaje de una rosa blanca en su hombro izquierdo. A su lado, una elfa de cabello rubio platino, con un halo de luz vertical tras su cabeza. Ambas recibieron el abrazo de Fátima, y la morena aprovechó para, con total destreza y sigilo, sacarle algo de un bolsillo y guardarlo en uno suyo; por ahora sería un misterio si se decepcionaría o no cuando descubriera que lo que robó fue una abb. La elfa, por su parte, depositó un extraño anillo en otro de los bolsillos de Fátima, y el éter en ese accesorio me despertó un escalofrío.
–Qué placer reencontrarnos, joviales caballeros –saludaron Vincenzo, Vincenc, Vissente y Vinzenz, aunque este último solo se dirigió a uno de los dos más nuevos Vin: al elfo de ojos brillantes y no al moreno.
Y… Bueno, mucho texto ya, y ni siquiera pienso hacer avanzar ninguna trama, así que dejaré hasta aquí por ahora.
Pero dejando las coloridas confusiones de lado, y tratando de ignorar que Corlys despreció mi generosa oferta de darle clases únicas de herrería a diferencia del siempre bien barbudo Vincent, observé el desenlace de aquella fabulosa negociación con una ABB de por medio. Mientras, me acerqué disimuladamente al que, según lo que habían dicho antes, parecía tener como pasión ser lanzador de macetas, y le susurré sin verlo:
–Quizás no lo parezca, pero una vez Vincent se transformó en bebé barbudo para salvar una fiesta y fundar su propia secta. Doromaggios, creo que se llamaban sus seguidores.
Podría haberle contado más, pero apareció un segundo Vincent. Supuse que era la broma de algún ilusionista. Barrí mi alrededor con mi mirada, con mis ojos potenciados. Poco encontré. Sin embargo, eso no me hizo confiar en lo real que podía ser aquel doppelgänger. Mientras él nos guiaba, seguí estudiándolo mientras una de mis manos continuaba acariciando la espalda del oso.
«Vincenzo», repetí en mi mente tras escucharlo presentarse, «muy convincente», pensé, solo porque la palabra era similar, no porque me pareciera realmente convincente.
–Un gusto conocerlo –respondí con una sonrisa afable y alejándome del oso–, Vincenzo –añadí entornando un poco mis ojos–. Soy Rauko. Un herrero maestro, si le interesa un curso gratuito de herrería.
–Soy cocinero –reveló–, pero no dudo que tus habilidades de herrero maestro puedan serme útiles de otra manera. –Posó su mano sobre el pomo de la espada en su cinto–. También soy un espadachín, uno capaz de reconocer el valor de un buen equipamiento.
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- VINCENZO:
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–Sigamos avanzando –intervino Fátima acercándose al oso para seguir sobándolo–. A este paso llegaremos tarde.
«Queda saber si también es brujo», apunté como objetivo mientras seguíamos camino al torneo.
–Vincent –llamé, en voz baja para solo ser escuchados por mis compañeros iniciales–, ¿hay alguna cosa que no nos hayas contado sobre tu familia?
Pronto llegamos a la entrada de una majestuosa mansión, con sus paredes de mármol iluminadas por runas de luz blanca colocadas en la base, rodeado de arbustos perfectamente cuadrados y alineados a su alrededor. El sendero hacia la puerta principal era empedrado y flanqueado por pequeños árboles de diferentes colores ordenados cromáticamente.
–Debe ser aquí –supuso Fátima–. Es justo como decía la carta.
Nos detuvimos al lado de todo eso, frente a una pequeña y lúgubre estructura cúbica, de piedra negra, resquebrajada y con obscenidades pintadas sobre su superficie. Su única puerta era de metal y oxidada, adornada en las esquinas con telarañas.
Pero antes de entrar hacia lo que parecía ser un camino al Oblivion, apareció otra chica, una que sostenía una jarra con cerveza congelada.
–¡María! –exclamó una alegre Fátima. Se lanzó hacia ella para abrazarla.
–Hola –contestó esa tal María, carente de humor.
–Estás un poco fría, ¿sabías?
–Sí.
–¿Y cómo vas con el exilio?
–Bien.
–¿Dónde está tu padre?
–Cerca.
–¿También vienen al torneo?
–Sí. –Se llevó la jarra a los labios y aparentó beber, pero era un poco complicado si la bebida estaba sólida. O eso pensé hasta que bajó la jarra y vi que el contenido se había reducido.
Entonces apareció el sujeto. Supe que era el padre con solo verlo. Arrugué la nariz, extrañado.
–Qué placer reencontrarnos, jovial caballero –le saludó Vincenzo.
–¿Jovial? Quizás me confundes con otro Vincenc –respondió el nuevo Vin, con vaho escapando entre sus labios, aunque no había tanto frío.
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- Vincenc:
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–Imposible confundir una barba tan elegante.
–¡Bonaria! –saludó Fátima a otra nueva chica para proceder a darle otro abrazo suyo.
–¡Fati, querida! –contestó esta, risueña e intentando reacomodarse su sombrero de paja.
–Pero ¿qué haces fuera de tu isla?
–Necesitaba un cambio de aires, y me vino como anillo al dedo que papá fue invitado a un torneo.
–Qué placer reencontrarnos, jovial caballero –dijeron al unísono Vincenzo y Vincenc, el primero con más carisma que el segundo.
–Por supuesto, que sin Vissente vuestras vidas son aburridas –contestó un nuevo integrante, cuya apariencia debería ser ya fácil de adivinar.
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- Vissente:
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–¡Knotenlöserin! –Otra vez Fátima. Otra vez lanzándose en otro abrazo.
–Buena noche, Fátima, pero no invadas mi espacio personal –respondió esta nueva chica, con un acento tosco que contrastaba con su sonrisa. Su mirada paró en el cabello de Fátima. Hizo una mueca ansiosa–. Tienes muchos nudos. ¿Y si los desato?
–Qué placer reencontrarnos, jovial caballero –saludaron Vincenzo, Vincenc y Vissente, el tercero con todo el ánimo que le faltaba al segundo.
–¡Salve, compañeros! –dijo el nuevo Vin con el mismo acento tosco de su hija, aunque extendiendo un brazo adelante, de manera recta, con la palma de la mano hacia abajo–. Asumo que es el torneo lo que ha permitido este reencuentro, pero de antemano informo que será el nombre de Vinzenz el del ganador –añadió señalándose con los pulgares y sonriendo con suficiencia.
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- VINZENZ:
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–¿Se pintó un bigote negro sobre su bigote rubio? –le preguntó Fátima curiosa, pero de inmediato algo más llamó su atención–. ¡Guadalupe y Galadriel también están aquí!
Una chica morena con varias cuchillas en su cinto y un tatuaje de una rosa blanca en su hombro izquierdo. A su lado, una elfa de cabello rubio platino, con un halo de luz vertical tras su cabeza. Ambas recibieron el abrazo de Fátima, y la morena aprovechó para, con total destreza y sigilo, sacarle algo de un bolsillo y guardarlo en uno suyo; por ahora sería un misterio si se decepcionaría o no cuando descubriera que lo que robó fue una abb. La elfa, por su parte, depositó un extraño anillo en otro de los bolsillos de Fátima, y el éter en ese accesorio me despertó un escalofrío.
–Qué placer reencontrarnos, joviales caballeros –saludaron Vincenzo, Vincenc, Vissente y Vinzenz, aunque este último solo se dirigió a uno de los dos más nuevos Vin: al elfo de ojos brillantes y no al moreno.
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- VICENTE:
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VÍRESSË:
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Y… Bueno, mucho texto ya, y ni siquiera pienso hacer avanzar ninguna trama, así que dejaré hasta aquí por ahora.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Los Power Vins no tienen trasfondo más que ser una petición de Vincent y mi impulso de idiotez.
Rauko
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Que Vincent dudase que recordara ser un vampiro resultaría ofensivo, si no fuera porque con mis decisiones a veces me hacían preguntarme si no podría tener razón.
- Por supuesto que recuerdo que soy un vampiro. Sólo que puede ser que no lo tenga demasiado en cuenta cuando tengo que tomar decisiones importantes.
Lo de la moneda con un bebé barbudo era algo raro, pero las explicaciones de Rauko al respecto me hacían sospechar que solo había visto la punta de iceberg en todo este asunto y me generaban muchas más dudas de las que me respondían.
- Espera, espera. Lo de Vincent transformándose en un bebé con barba lo entiendo. ¿Pero tiene una secta de adoradores? ¿Y sólo adoran al Vincent bebé o también seguirían al adulto? ¿Y por qué nadie adoraría a un bebé? No sé, el nuestro al menos es simpático y sabe como hacer explotar cosas, ¿pero un bebé? ¿Y al oso también lo adoran o es solo que a la niña le gustan los bichos grandes, peludos y que te pueden partir en dos de una guantada?
Y aún me quedaban bastantes más preguntas para bombardear al elfo, pero entonces apareció el padre de la niña, que era un tipo sospechosamente parecido a Vincent, una forma de hablar preocupantemente parecida y con un nombre ridículamente similar. Me gustaría decir que empezaba a sospechar que había cosas que Vincent no nos había contado, pero realmente llevaba con esas sospechas desde la moneda, y viendo lo obscenamente rara que era esta situación me podía imaginar porque no lo había hecho.
- Vincent, no se si hay cosas que deberías contarnos, o hay cosas que tu familia debería contarte a ti. Pero que haya un señor tan parecido a ti no es precisamente habitual.- Tras comentarle eso al brujo, el elfo y el oso, alcé más el tono para saludar al recién llegado- Encantado Vincenzo, yo soy Corlys. Mercenario pasable y carpintero decepcionante.- Tras los buenos modales vinieron mis prioridades, ponernos en movimiento de una vez, así que me dirigí a la niña, que parecía querer irse tanto como yo, aunque viendo como se aferraba a Iorek tampoco lo estaba demostrando demasiado.- Si. Deberíamos ponernos en movimiento. Cuanto antes lleguemos mejor para todos.- «Así podremos librarnos de ese par de pirados de una vez. No se quien me inquieta más, si la niña o la copia de Vincent. Nah, a quien pretendo engañar, si que lo sé, es la niña sobadora de osos. Pero aun así el no-Vincent también es inquietante.»
Poco después acabaría arrepintiéndome de mis palabras, pues conseguimos llegar a la mansión. Esta parecía tener un dueño con un gusto cuanto menos peculiar, pues las paredes blancas brillando por runas y los árboles ordenados por colores flanqueando el camino me parecían una flagrante demostración de que el tener dinero no estaba nada relacionado con tener una pizca de criterio. Pero el horrible diseño de la mansión no era la parte preocupante. Eso estaba más relacionado con que de repente empezaron a aparecer copias de Vincent con niñas a juego. Y es que además del Vin cocinero con la niña de los osos, teníamos al Vin frío, al Vin efusivo, al Vin flipado, al Vin marrullero y al Vin elfo que daba mal rollo.
- Vin.- Se giraron todos los hombres demasiados parecidos a nuestro Vin al escuchar ese nombre.- Vosotros no. Vin el del oso.- Después de que se girasen bajé el tono para que solo pudieran escucharme los compañeros originales.- Dime que tienes alguna explicación a todo esto que no sea que nos estamos volviendo locos viendo a tus réplicas coloridas.- Tras pensarlo un momento, decidí que igual no quería llegar al fondo de este asunto y sería mejor fingir que nunca ha pasado.- Rauko, deberíamos ir a la mansión. Lo siento Vincent, pero seguro que los tuyos te tratan bien. E Iorek a ti la niña te tiene agarrado demasiado fuerte, ya estás perdido.
Me puse a caminar en dirección a la mansión entre sus árboles de colores, pero según me iba acercando noté una melodía que me resultaba preocupantemente familiar a pesar de tampoco haberla oído en demasiadas ocasiones.
- Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas.
Noté como me empezaba a dar un tic en el ojo solo con empezar a oír esa canción e inmediatamente me di la vuelta para hablar con el elfo y convencerle de que igual no era tan mal plan solucionar primero el misterio de los múltiples Vincent.
- Vale. Hay cosas peores que esa horda. Creo que deberíamos ayudar a Vincent con el misterio de sus copias.
- Por supuesto que recuerdo que soy un vampiro. Sólo que puede ser que no lo tenga demasiado en cuenta cuando tengo que tomar decisiones importantes.
Lo de la moneda con un bebé barbudo era algo raro, pero las explicaciones de Rauko al respecto me hacían sospechar que solo había visto la punta de iceberg en todo este asunto y me generaban muchas más dudas de las que me respondían.
- Espera, espera. Lo de Vincent transformándose en un bebé con barba lo entiendo. ¿Pero tiene una secta de adoradores? ¿Y sólo adoran al Vincent bebé o también seguirían al adulto? ¿Y por qué nadie adoraría a un bebé? No sé, el nuestro al menos es simpático y sabe como hacer explotar cosas, ¿pero un bebé? ¿Y al oso también lo adoran o es solo que a la niña le gustan los bichos grandes, peludos y que te pueden partir en dos de una guantada?
Y aún me quedaban bastantes más preguntas para bombardear al elfo, pero entonces apareció el padre de la niña, que era un tipo sospechosamente parecido a Vincent, una forma de hablar preocupantemente parecida y con un nombre ridículamente similar. Me gustaría decir que empezaba a sospechar que había cosas que Vincent no nos había contado, pero realmente llevaba con esas sospechas desde la moneda, y viendo lo obscenamente rara que era esta situación me podía imaginar porque no lo había hecho.
- Vincent, no se si hay cosas que deberías contarnos, o hay cosas que tu familia debería contarte a ti. Pero que haya un señor tan parecido a ti no es precisamente habitual.- Tras comentarle eso al brujo, el elfo y el oso, alcé más el tono para saludar al recién llegado- Encantado Vincenzo, yo soy Corlys. Mercenario pasable y carpintero decepcionante.- Tras los buenos modales vinieron mis prioridades, ponernos en movimiento de una vez, así que me dirigí a la niña, que parecía querer irse tanto como yo, aunque viendo como se aferraba a Iorek tampoco lo estaba demostrando demasiado.- Si. Deberíamos ponernos en movimiento. Cuanto antes lleguemos mejor para todos.- «Así podremos librarnos de ese par de pirados de una vez. No se quien me inquieta más, si la niña o la copia de Vincent. Nah, a quien pretendo engañar, si que lo sé, es la niña sobadora de osos. Pero aun así el no-Vincent también es inquietante.»
Poco después acabaría arrepintiéndome de mis palabras, pues conseguimos llegar a la mansión. Esta parecía tener un dueño con un gusto cuanto menos peculiar, pues las paredes blancas brillando por runas y los árboles ordenados por colores flanqueando el camino me parecían una flagrante demostración de que el tener dinero no estaba nada relacionado con tener una pizca de criterio. Pero el horrible diseño de la mansión no era la parte preocupante. Eso estaba más relacionado con que de repente empezaron a aparecer copias de Vincent con niñas a juego. Y es que además del Vin cocinero con la niña de los osos, teníamos al Vin frío, al Vin efusivo, al Vin flipado, al Vin marrullero y al Vin elfo que daba mal rollo.
- Vin.- Se giraron todos los hombres demasiados parecidos a nuestro Vin al escuchar ese nombre.- Vosotros no. Vin el del oso.- Después de que se girasen bajé el tono para que solo pudieran escucharme los compañeros originales.- Dime que tienes alguna explicación a todo esto que no sea que nos estamos volviendo locos viendo a tus réplicas coloridas.- Tras pensarlo un momento, decidí que igual no quería llegar al fondo de este asunto y sería mejor fingir que nunca ha pasado.- Rauko, deberíamos ir a la mansión. Lo siento Vincent, pero seguro que los tuyos te tratan bien. E Iorek a ti la niña te tiene agarrado demasiado fuerte, ya estás perdido.
Me puse a caminar en dirección a la mansión entre sus árboles de colores, pero según me iba acercando noté una melodía que me resultaba preocupantemente familiar a pesar de tampoco haberla oído en demasiadas ocasiones.
- Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas.
Noté como me empezaba a dar un tic en el ojo solo con empezar a oír esa canción e inmediatamente me di la vuelta para hablar con el elfo y convencerle de que igual no era tan mal plan solucionar primero el misterio de los múltiples Vincent.
- Vale. Hay cosas peores que esa horda. Creo que deberíamos ayudar a Vincent con el misterio de sus copias.
Corlys Glokta
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Aquella situación había sido tan extraña como inesperada para cierto brujo mercenario. El hombre se parecía a él, no lo iba a negar, aunque tampoco se podría decir que eran como dos gotas de agua.
Era… la barba, sí, la barba sí eran idénticas y por otro lado era la mejor excusa que el ya mentado brujo podía poner encima de la mesa para justificar su parecido con el recien llegado.
- Lo ves. Lo ves-, le susurró el oso al bueno de Vinc.
Al bueno de Vinc que ya conocíamos y era su amigo, no al otro, bueno ya me entienden…
El hombre bestia había tenido el cuidado de decir sus palabras en tono bajo, para que el otro barbudo no le pudiera escuchar, pero la expresión con la que miraba a su amigo era como si lo gritara a los cuatro vientos.
- Oh, déjalo ya. No se parece a mí-, soltó con fastidio, ante esa mirada de hombre oso que lo atravesaba.
«No, si el tipo tenía que tener un nombre parecido al mío y todo», pensó cierto brujo, cuando el cocinero espadachín dio su nombre.
- Ah, la cocina es un gran arte. A todos nos gusta comer bien-, contestó al hombre. -Yo sí soy herrero como mi buen amigo Rauko-, señaló con la cabeza hacia el elfo que le proponía tratos. - Y en mi tiempo libre soy…-. Vincent cerró el pico al darse cuenta de lo que iba a decir, luego miró hacia el oso que seguro escondía una sonrisa tras sus manazas. - Soy arcanista-, dijo con un hilillo de voz pese a evitar decir que era mercenario. O lo que era casi lo mismo, sí, un jodido espadachín como el otro tipo.
«Mucha gente usa espada. No es para tanto»
- ¿Un qué?
- Espadachín dijo-, aprovechó el oso para meter leña.
- Arcanista fue lo que dije, en realidad-, comentó, tras lo que se puso de espaldas al hombre para echar mirada asesina a cierto sujeto comedor de salmones. - Pero sí, también soy espadachín. Para qué negarlo-, mentó, tocando el pomo de la espada que llevaba al cinto.
«¡No, coño, eso es lo que acaba de hacer él!», razonó, poniéndose un poco tenso.
- Los caminos son peligrosos y todos necesitamos un poco de protección-, terminó por decir, evitando perder la compostura.
- Nosotros y los demás habitantes de este mundo. Siempre que puede ayuda a la gente necesitada-, afirmó Fátima, orgullosa de su padre.
- Siempre que puedo, claro-, dijo, antes de reír. - Pero sí, como dice mi hija. Será mejor que sigamos el camino, no está lejos pero en algún momento tendremos que llegar-, comentó amable y divertido.
- Calla, no digas nada-, comentó por lo bajo el brujo mercenario, sin siquiera mirar a cierto oso que estaba a su lado. - Y a ver si ganas algo de sensibilidad. Ya te convertiste en peluche y ni te diste cuenta.
- No puedo decirle que no a una niña tan maja.
- Ni a un elfo tan majo, supongo-, terminó por contestarle, antes de seguir al otro barbudo.
El grupo no tardó en alcanzar con la vista una lujosa mansión, momento en el cual un simpático elfo le abordó con una buena pregunta.
- Pues creo que nunca os he contado que tengo un hermano casi gemelo. Pero mi familia lo dio en adopción porque criar a un majadero ya era suficiente-, comentó en broma, rindiéndose a los parecidos con aquel sujeto.
Y sí, fue entonces cuando la niña comentó que la mansión no era a dónde iban. ¿Por qué ir a un sitio bonito cuando podían entrar en la casa con las pintas de ser el hogar de un vampiro loco con intenciones macabras? Corlys no contaba en esa jerarquía porque… tenía el pelo blanco y nadie que vendiera palos y runas podría tener intenciones macabras, como mucho, el mismo gusto estúpido que cierto brujo para poner el nombre a sus negocios.
En cualquier caso, el grupo se preparó para entrar por aquel sendero. Total, iban varios tipos que sabían lo que se hacían si ese vampiro macabro les asaltaba y, en fin, seguro que ese tipo ni sobrevivía a las mil preguntas que le haría la chiquilla, así que ni tan mal.
Más, no, entonces llegó otra chica y, por la conversación que mantuvieron ambas, quedó claro que Fátima la conocía. Quedó también claro que la otra jovencita era parca en palabras. Y sí, han adivinado, también quedó claro que ese vampiro malvado que me he inventado no iba a sobrevivir a Fátima.
Entonces la situación se volvió tan rara que hasta Vincent arqueó una ceja y miró hacia sus amigos para ver si ellos también miraban hacia allí. Es decir, para observar si él era el único que iba drogado aquella noche.
- ¿Ustedes ven lo mismo que yo? - preguntó, entre confuso y asombrado. - Debe… Debe haber alguna oferta más que evidente en cortes de barba y pelo en esta maldita ciudad-, comentó con fastidio porque bien parecía que alguien lo habría hecho para tomarle el pelo, nunca mejor dicho. - Y bueno, el que dijo un hermano casi gemelo, dice, pues, un montón. Eso es. Mis padres tuvieron cuatrocientos Vinc pero se quedaron con el más capullo-, comentó a sus compañeros, ya que total, eso no sabría ni como explicarlo. - Mira, el Vicente tiene la misma cicatriz en la cara que un ex compañero de clase. Era pelirrojo y una de las chicas de la academia de magia le hizo una canción dónde lo nombraba como pecoso aunque jamás tuvo pecas. Esa anécdota la consideraba rara en su día, pero visto lo visto-, se encogió de hombros.
«Esto no puede ir a peor ni se más surrealista ni queriendo.», pensó, justo antes de escuchar una canción que le resultaba familiar.
- Hablando de canciones…-, mentó, dirigiendo la mirada hacia el hombre que se les acercaba. “Pero por qué dejan salir a este sujeto de la ciudad de las macetas” - Es el rey de Vulwulfar. Sin lugar a dudas. Yo creo que un par de canciones no nos harán mal-. «Con este panorama creo que es mejor huir con el tipo de cantar cuestionable.» - Más soy un profesional hasta para esto. Nos mandaron una carta, vayamos dentro, a ver qué demonios nos espera-, dijo, tras lo que se puso en camino hacia la reja y la casa de aspecto deplorable.
Y sí, como cierto brujo mercenario esperaba, dentro no había ningún vampiro
- Una pena, a estas alturas morirse no parece tan grave-, mentó para sí mismo.
Más, aunque el sitio era una media ruina, por no decir completa, estaba bastante bien iluminado con varias lámparas de aceite y antorchas. Además, tras pasar la verja de fuerza y el primer pasillo, se llegaba a una zona circular, muy amplia. El edificio había visto mejores días pero era bastante grande, al menos.
- En su día debió lucir espectacular.
- ¿Cómo que en su día? - escuchó el brujo una voz que, después de aquellos sucesos en más que memorable noche, podría reconocer en cualquier parte y situación, sin importar el tiempo que pasará desde entonces.
Vincent miró sabiendo qué figura encontraría al mirar hacia él.
- Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas-, cantó como saludo el tipo, al tiempo que giraba sobre sí mismo mientras se acercaba al Vincent. Bueno, al Vincent que iba con oso, amigos y sin niña. - A que es genial.
- ¿No me digas que este antro es tuyo?
- ¿Antro? ¡¿Antro?! - dijo, ofendido como si le hubieran dado un cachetón en la cara, hasta hizo amago de alejar el rostro de Vincent y de acariciarse la parte dolorida de la cara que nunca fue golpeada. - Esto es divino. Una maravilla arquitectónica-, comentó seguido, dejando la ofensa atrás, muy animado y fascinado ante lo que veía.
Otra vez giró sobre sí mismo, con los brazos alzados, pero esta vez sin bailar, como si pudiera mostrar todo el potencial que aquel lugar tenía solo por alzar dichos brazos.
«Sí, una maravilla arquitectónica de la época en la que los brujos tenían ciudades en el continente»
Vincent hizo un mohín, sin terminar de tragarse la fascinación del cantante.
- Quizás con unos arreglillos. Ya sabes, tirándolo todo abajo y creando un edificio nuevo.
- Ah, siempre tan pesimista-, contestó el que parecía dueño de aquel lugar. - Es grande, excelente para lo que busco en él.
- Una explanada en el campo también es grande y eso que te hubieras ahorrado.
- Bah, esta basura me costó unas monedas nada más-, dijo, olvidándose de la majestuosidad del edificio. - Pero me viene de perlas. ¡El gran torneo!
- Entonces, ¿el combate es cosa tuya?
- Por supuesto, ¿quién si no tendría tan maravillosa idea? - afirmó, para luego comenzar a bailar. - Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas.
- Y toda esta gente, también es cosa tuya. ¿Por qué todos se parecen? ¿Por qué todos tienen la misma barba y peinado?
- Preguntas complejas de responder. Sí, son cosa mía, mandé cartas a lo ancho y largo de este continente para preparar el Gran Torneo. Alguna también a las islas, para que veas que pienso en los brujos-, dijo, orgulloso de sí mismo, chocando su hombro con el del Vincent. - Pero eso del pelo, ni idea. Los artistas somos complicados de entender. Sé que era algo de un trato que hicieron hace mucho tiempo en una barbería. Y ya siempre van con esas pintas ¿Por qué? - se encogió de hombros. - Fue algo de la oferta Nikolaj o la moda Coster Waldau. No recuerdo bien.
- ¿Y quién diablos es ese Nikolaj, o el Coster Waldau?
El cantante volvió a encogerse de hombros.
- Para ti, alguien con buen gusto, imagino. Para mí. No sé, deberías hacerte algo con esa barba-, respondió, sosteniendo su mentón con la mano diestra, mientras apoyaba el codo de ese brazo sobre la palma de la mano contraria. - Y ese pelo... De verdad, este edificio se está cayendo a pedazos pero no es lo único difícil de mirar.
- ¡Oye! Que soy guapo. Me lo dice hasta mi madre-, dijo lo último en broma.
El cantante pareció no escucharle, pues su atención se cobró otras víctimas.
- Ioreeeeeeek. Has venido. Hoy tu manejo de la guitarra nos deleitará. Como es de esperar-, dijo el humano, acercándose al oso. - Y…. ¿ustedes quiénes son? - preguntó a Corlys y Rauko.
Era… la barba, sí, la barba sí eran idénticas y por otro lado era la mejor excusa que el ya mentado brujo podía poner encima de la mesa para justificar su parecido con el recien llegado.
- Lo ves. Lo ves-, le susurró el oso al bueno de Vinc.
Al bueno de Vinc que ya conocíamos y era su amigo, no al otro, bueno ya me entienden…
El hombre bestia había tenido el cuidado de decir sus palabras en tono bajo, para que el otro barbudo no le pudiera escuchar, pero la expresión con la que miraba a su amigo era como si lo gritara a los cuatro vientos.
- Oh, déjalo ya. No se parece a mí-, soltó con fastidio, ante esa mirada de hombre oso que lo atravesaba.
«No, si el tipo tenía que tener un nombre parecido al mío y todo», pensó cierto brujo, cuando el cocinero espadachín dio su nombre.
- Ah, la cocina es un gran arte. A todos nos gusta comer bien-, contestó al hombre. -Yo sí soy herrero como mi buen amigo Rauko-, señaló con la cabeza hacia el elfo que le proponía tratos. - Y en mi tiempo libre soy…-. Vincent cerró el pico al darse cuenta de lo que iba a decir, luego miró hacia el oso que seguro escondía una sonrisa tras sus manazas. - Soy arcanista-, dijo con un hilillo de voz pese a evitar decir que era mercenario. O lo que era casi lo mismo, sí, un jodido espadachín como el otro tipo.
«Mucha gente usa espada. No es para tanto»
- ¿Un qué?
- Espadachín dijo-, aprovechó el oso para meter leña.
- Arcanista fue lo que dije, en realidad-, comentó, tras lo que se puso de espaldas al hombre para echar mirada asesina a cierto sujeto comedor de salmones. - Pero sí, también soy espadachín. Para qué negarlo-, mentó, tocando el pomo de la espada que llevaba al cinto.
«¡No, coño, eso es lo que acaba de hacer él!», razonó, poniéndose un poco tenso.
- Los caminos son peligrosos y todos necesitamos un poco de protección-, terminó por decir, evitando perder la compostura.
- Nosotros y los demás habitantes de este mundo. Siempre que puede ayuda a la gente necesitada-, afirmó Fátima, orgullosa de su padre.
- Siempre que puedo, claro-, dijo, antes de reír. - Pero sí, como dice mi hija. Será mejor que sigamos el camino, no está lejos pero en algún momento tendremos que llegar-, comentó amable y divertido.
- Calla, no digas nada-, comentó por lo bajo el brujo mercenario, sin siquiera mirar a cierto oso que estaba a su lado. - Y a ver si ganas algo de sensibilidad. Ya te convertiste en peluche y ni te diste cuenta.
- No puedo decirle que no a una niña tan maja.
- Ni a un elfo tan majo, supongo-, terminó por contestarle, antes de seguir al otro barbudo.
El grupo no tardó en alcanzar con la vista una lujosa mansión, momento en el cual un simpático elfo le abordó con una buena pregunta.
- Pues creo que nunca os he contado que tengo un hermano casi gemelo. Pero mi familia lo dio en adopción porque criar a un majadero ya era suficiente-, comentó en broma, rindiéndose a los parecidos con aquel sujeto.
Y sí, fue entonces cuando la niña comentó que la mansión no era a dónde iban. ¿Por qué ir a un sitio bonito cuando podían entrar en la casa con las pintas de ser el hogar de un vampiro loco con intenciones macabras? Corlys no contaba en esa jerarquía porque… tenía el pelo blanco y nadie que vendiera palos y runas podría tener intenciones macabras, como mucho, el mismo gusto estúpido que cierto brujo para poner el nombre a sus negocios.
En cualquier caso, el grupo se preparó para entrar por aquel sendero. Total, iban varios tipos que sabían lo que se hacían si ese vampiro macabro les asaltaba y, en fin, seguro que ese tipo ni sobrevivía a las mil preguntas que le haría la chiquilla, así que ni tan mal.
Más, no, entonces llegó otra chica y, por la conversación que mantuvieron ambas, quedó claro que Fátima la conocía. Quedó también claro que la otra jovencita era parca en palabras. Y sí, han adivinado, también quedó claro que ese vampiro malvado que me he inventado no iba a sobrevivir a Fátima.
Entonces la situación se volvió tan rara que hasta Vincent arqueó una ceja y miró hacia sus amigos para ver si ellos también miraban hacia allí. Es decir, para observar si él era el único que iba drogado aquella noche.
- ¿Ustedes ven lo mismo que yo? - preguntó, entre confuso y asombrado. - Debe… Debe haber alguna oferta más que evidente en cortes de barba y pelo en esta maldita ciudad-, comentó con fastidio porque bien parecía que alguien lo habría hecho para tomarle el pelo, nunca mejor dicho. - Y bueno, el que dijo un hermano casi gemelo, dice, pues, un montón. Eso es. Mis padres tuvieron cuatrocientos Vinc pero se quedaron con el más capullo-, comentó a sus compañeros, ya que total, eso no sabría ni como explicarlo. - Mira, el Vicente tiene la misma cicatriz en la cara que un ex compañero de clase. Era pelirrojo y una de las chicas de la academia de magia le hizo una canción dónde lo nombraba como pecoso aunque jamás tuvo pecas. Esa anécdota la consideraba rara en su día, pero visto lo visto-, se encogió de hombros.
«Esto no puede ir a peor ni se más surrealista ni queriendo.», pensó, justo antes de escuchar una canción que le resultaba familiar.
- Hablando de canciones…-, mentó, dirigiendo la mirada hacia el hombre que se les acercaba. “Pero por qué dejan salir a este sujeto de la ciudad de las macetas” - Es el rey de Vulwulfar. Sin lugar a dudas. Yo creo que un par de canciones no nos harán mal-. «Con este panorama creo que es mejor huir con el tipo de cantar cuestionable.» - Más soy un profesional hasta para esto. Nos mandaron una carta, vayamos dentro, a ver qué demonios nos espera-, dijo, tras lo que se puso en camino hacia la reja y la casa de aspecto deplorable.
Y sí, como cierto brujo mercenario esperaba, dentro no había ningún vampiro
- Una pena, a estas alturas morirse no parece tan grave-, mentó para sí mismo.
Más, aunque el sitio era una media ruina, por no decir completa, estaba bastante bien iluminado con varias lámparas de aceite y antorchas. Además, tras pasar la verja de fuerza y el primer pasillo, se llegaba a una zona circular, muy amplia. El edificio había visto mejores días pero era bastante grande, al menos.
- En su día debió lucir espectacular.
- ¿Cómo que en su día? - escuchó el brujo una voz que, después de aquellos sucesos en más que memorable noche, podría reconocer en cualquier parte y situación, sin importar el tiempo que pasará desde entonces.
Vincent miró sabiendo qué figura encontraría al mirar hacia él.
- Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas-, cantó como saludo el tipo, al tiempo que giraba sobre sí mismo mientras se acercaba al Vincent. Bueno, al Vincent que iba con oso, amigos y sin niña. - A que es genial.
- ¿No me digas que este antro es tuyo?
- ¿Antro? ¡¿Antro?! - dijo, ofendido como si le hubieran dado un cachetón en la cara, hasta hizo amago de alejar el rostro de Vincent y de acariciarse la parte dolorida de la cara que nunca fue golpeada. - Esto es divino. Una maravilla arquitectónica-, comentó seguido, dejando la ofensa atrás, muy animado y fascinado ante lo que veía.
Otra vez giró sobre sí mismo, con los brazos alzados, pero esta vez sin bailar, como si pudiera mostrar todo el potencial que aquel lugar tenía solo por alzar dichos brazos.
«Sí, una maravilla arquitectónica de la época en la que los brujos tenían ciudades en el continente»
Vincent hizo un mohín, sin terminar de tragarse la fascinación del cantante.
- Quizás con unos arreglillos. Ya sabes, tirándolo todo abajo y creando un edificio nuevo.
- Ah, siempre tan pesimista-, contestó el que parecía dueño de aquel lugar. - Es grande, excelente para lo que busco en él.
- Una explanada en el campo también es grande y eso que te hubieras ahorrado.
- Bah, esta basura me costó unas monedas nada más-, dijo, olvidándose de la majestuosidad del edificio. - Pero me viene de perlas. ¡El gran torneo!
- Entonces, ¿el combate es cosa tuya?
- Por supuesto, ¿quién si no tendría tan maravillosa idea? - afirmó, para luego comenzar a bailar. - Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas.
- Y toda esta gente, también es cosa tuya. ¿Por qué todos se parecen? ¿Por qué todos tienen la misma barba y peinado?
- Preguntas complejas de responder. Sí, son cosa mía, mandé cartas a lo ancho y largo de este continente para preparar el Gran Torneo. Alguna también a las islas, para que veas que pienso en los brujos-, dijo, orgulloso de sí mismo, chocando su hombro con el del Vincent. - Pero eso del pelo, ni idea. Los artistas somos complicados de entender. Sé que era algo de un trato que hicieron hace mucho tiempo en una barbería. Y ya siempre van con esas pintas ¿Por qué? - se encogió de hombros. - Fue algo de la oferta Nikolaj o la moda Coster Waldau. No recuerdo bien.
- ¿Y quién diablos es ese Nikolaj, o el Coster Waldau?
El cantante volvió a encogerse de hombros.
- Para ti, alguien con buen gusto, imagino. Para mí. No sé, deberías hacerte algo con esa barba-, respondió, sosteniendo su mentón con la mano diestra, mientras apoyaba el codo de ese brazo sobre la palma de la mano contraria. - Y ese pelo... De verdad, este edificio se está cayendo a pedazos pero no es lo único difícil de mirar.
- ¡Oye! Que soy guapo. Me lo dice hasta mi madre-, dijo lo último en broma.
El cantante pareció no escucharle, pues su atención se cobró otras víctimas.
- Ioreeeeeeek. Has venido. Hoy tu manejo de la guitarra nos deleitará. Como es de esperar-, dijo el humano, acercándose al oso. - Y…. ¿ustedes quiénes son? - preguntó a Corlys y Rauko.
Última edición por Vincent Calhoun el Sáb Sep 03 2022, 21:45, editado 2 veces (Razón : Arreglar un error en el color de diálogo)
Vincent Calhoun
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Re: El Gran Torneo {Privado}
El vampiro rechazador de ofertas de herrería tomó la prudente decisión de huir del lugar. También me invitó, pero no se esforzó mucho con el primer Vincent conocido y su oso cuyo color no recuerdo pero que espero tenga mucho blanco. Acepté sin pensarlo demasiado. Lo seguí hacia la mansión arboíris, sin saber qué se suponía que encontraríamos. Y a mitad de camino una melodía legendaria, después de tanto, volvió a llegar a mis oídos y detener mis pasos.
–Hey, conozco esa voz –comenté.
Al vampiro no parecía importarle demasiado eso. Por alguna misteriosa razón se retractó de la huida.
–Quizás tengas razón –concedí–. Sería una pena perder la oportunidad de descubrir si el Vincent que conocemos es el original o la copia de alguien más. Puede que al final el original sea el Bebé Barbudo. Oh… –Chasqueé los dedos–. Ahora que lo recuerdo –añadí mientras reemprendía rumbo al edificio de mala muerte–. Sobre lo que preguntaste: sí, es verdad, es mejor limpiarse sentado que de pie porque no tienes que usar una mano para abrir nada. Pero también es cierto que tiene a sus adoradores, a bastantes. Digo lo del bebé, no lo de limpiarse, que también tendrá adoradores pero no es a lo que me refiero ahora.
Me palmeé las mejillas para centrarme.
–Verás –proseguí–, estábamos en una fiesta y apareció un monstruo demasiado poderoso. Se borró lo que separa el día de la noche y a cada una de las cuatro estaciones. Incluso los que estábamos ahí perdimos nuestro tiempo natural: algunos envejecían y otros se rejuvenecían, unos más que otros. Algunos hasta empezamos a perder nuestros recuerdos y ganábamos otros de un pasado que no vivimos o de un futuro que aún no existía.
» Y a pesar de todo ese desastre del tiempo, Vincent se sobrepuso a todo… –Negué con la cabeza–. No, quizás ese ya no era Vincent. En el momento en que su cuerpo se transformó en un bebé que conservó la barba de adulto, debió ser alguien más, algo mejor, algo perfecto –describí exageradamente solemne–. Y con un simple chasquido de dedos, invocó una gigantesca lluvia de fuego que borró a todo mal y trajo orden y equilibrio absolutos.
Me detuve para fingir secarme una lagrimilla.
–Quizás nadie vio quién era ese bebé antes o después de su participación –continué–, y por eso nadie reconoce a Vincent adulto. Pero sí saben quién los salvó: El Bebé Barbudo. Tan poderoso que no necesitó que en su nacimiento estuviera su madre. Tan viril que perdió la virginidad antes que su padre. Es hasta capaz de golpear a un cíclope entre los ojos. Las madres tienen leche en sus senos porque a El Bebé Barbudo le gustan los senos, alimentarse y mezclar placeres. Su voz nunca tiene eco porque nada ni nadie es digno de responderle. Fue quien engendró a los Dragones Ancestrales, y lo hizo antes de decir su primera palabra. Esa palabra, de hecho, fue «éter», y desde que la dijo existe la magia. También eligió dos profesiones de aventurero y llegó a nivel maestro en las seis. Es más, afila sus espadas usando solo los pelos de su barba, y así es como se crean las espadas legendarias. Hasta se cree que las recetas legendarias existen, pero que solo las conoce El Bebé Barbudo. Asimismo, el único árbol que plantó es el que conocemos como Árbol Madre, y usó de abono solo su propio popó. Y, no sé si lo sabes, pero los famosos y temibles Jinetes Oscuros nunca montaron nada, pero El Bebé Barbudo podía montarse sobre todos ellos a la vez. En cualquier caso, ni yo conocía al oso, pero qué suavecito es.
De pronto me percaté de que ya estábamos dentro de un edificio lúgubre, acompañados por los Vins, las vírgenes, el oso y alguien de cabello puntiagudo. Este último hizo una pregunta para Rechaza Cursos y para mí.
–Dicen que soy Rauko –respondí–, pero en mi tiempo libre soy Rauko. Un placer conocerlo, señor… –esperé que se presentara.
–Liarte –dijo–. Goku Liarte. –Y procedió a cantar lo de siempre y bailar dando giros extraños pero hipnóticos–. Pero no conozco a ningún Rauko –agregó sin detener sus movimientos–. ¡Ah, no, espera! Sí que te recuerdo ahora.
–¿En serio? –Alcé una ceja–. ¿De dónde exactamente? ¿Me viste en la Batalla de Roilkat, o en las catacumbas durante la Guerra de Lunargenta, o en Sandorái durante la batalla contra los Jinetes Oscuros, o en alguna carrera de upeleros, o cuando ayudé a derrotar a la Vaca sin Cabeza?
–Tampoco inventes hazañas para hacerte el importante –soltó entre carcajadas.
–Confirmo que está inventando –secundó Fátima–. El Rauko real y fiel compañero de Vincent, el que sí fue a derrotar a la vaca, es un hombre alto, maduro, tan apuesto que debe cubrir su cuerpo con vendajes porque nadie está preparado para ver su esplendor, pero no tan cruel como para no permitirnos apreciar sus hermosos ojos relucientes como gemas esmeraldas. Todo un viejo sabroso.
Ni supe qué responder a todo eso. Quizás la oblivionación era mejor.
–De todas maneras –prosiguió Goku–, real o no que estuviste en esas batallitas, no importa. Sé que eres el que una vez, en Nytt Hus con otra elfa, tocaste una canción espectacular con la ocarina para los piskies. –Asintió con la cabeza vehementemente–. Y también en el Bosque del Este, mucho después, volviste a tocar la ocarina, ¡y hasta a unos gatos mágicos voladores!, para interpretar canciones para otros piskies. –Sus ojos brillaron–. En esa vez no supe que eras tú porque tu pinta era nefasta, casi como la de ahora, pero de pronto un día me dije: «Espera, pero si ese penco era el de la otra vez. ¿Cómo pude olvidarlo?». –Se echó a reír de nuevo–. Me alegra que el Encantador de Piskies viniera al torneo. Hoy tu manejo de la ocarina, y de gatos, nos deleitará. Como es de esperar –aseguró, acercándose de nuevo al oso–. ¿Y tú quién eres? –preguntó a Corlys.
–Hey, conozco esa voz –comenté.
Al vampiro no parecía importarle demasiado eso. Por alguna misteriosa razón se retractó de la huida.
–Quizás tengas razón –concedí–. Sería una pena perder la oportunidad de descubrir si el Vincent que conocemos es el original o la copia de alguien más. Puede que al final el original sea el Bebé Barbudo. Oh… –Chasqueé los dedos–. Ahora que lo recuerdo –añadí mientras reemprendía rumbo al edificio de mala muerte–. Sobre lo que preguntaste: sí, es verdad, es mejor limpiarse sentado que de pie porque no tienes que usar una mano para abrir nada. Pero también es cierto que tiene a sus adoradores, a bastantes. Digo lo del bebé, no lo de limpiarse, que también tendrá adoradores pero no es a lo que me refiero ahora.
Me palmeé las mejillas para centrarme.
–Verás –proseguí–, estábamos en una fiesta y apareció un monstruo demasiado poderoso. Se borró lo que separa el día de la noche y a cada una de las cuatro estaciones. Incluso los que estábamos ahí perdimos nuestro tiempo natural: algunos envejecían y otros se rejuvenecían, unos más que otros. Algunos hasta empezamos a perder nuestros recuerdos y ganábamos otros de un pasado que no vivimos o de un futuro que aún no existía.
» Y a pesar de todo ese desastre del tiempo, Vincent se sobrepuso a todo… –Negué con la cabeza–. No, quizás ese ya no era Vincent. En el momento en que su cuerpo se transformó en un bebé que conservó la barba de adulto, debió ser alguien más, algo mejor, algo perfecto –describí exageradamente solemne–. Y con un simple chasquido de dedos, invocó una gigantesca lluvia de fuego que borró a todo mal y trajo orden y equilibrio absolutos.
Me detuve para fingir secarme una lagrimilla.
–Quizás nadie vio quién era ese bebé antes o después de su participación –continué–, y por eso nadie reconoce a Vincent adulto. Pero sí saben quién los salvó: El Bebé Barbudo. Tan poderoso que no necesitó que en su nacimiento estuviera su madre. Tan viril que perdió la virginidad antes que su padre. Es hasta capaz de golpear a un cíclope entre los ojos. Las madres tienen leche en sus senos porque a El Bebé Barbudo le gustan los senos, alimentarse y mezclar placeres. Su voz nunca tiene eco porque nada ni nadie es digno de responderle. Fue quien engendró a los Dragones Ancestrales, y lo hizo antes de decir su primera palabra. Esa palabra, de hecho, fue «éter», y desde que la dijo existe la magia. También eligió dos profesiones de aventurero y llegó a nivel maestro en las seis. Es más, afila sus espadas usando solo los pelos de su barba, y así es como se crean las espadas legendarias. Hasta se cree que las recetas legendarias existen, pero que solo las conoce El Bebé Barbudo. Asimismo, el único árbol que plantó es el que conocemos como Árbol Madre, y usó de abono solo su propio popó. Y, no sé si lo sabes, pero los famosos y temibles Jinetes Oscuros nunca montaron nada, pero El Bebé Barbudo podía montarse sobre todos ellos a la vez. En cualquier caso, ni yo conocía al oso, pero qué suavecito es.
De pronto me percaté de que ya estábamos dentro de un edificio lúgubre, acompañados por los Vins, las vírgenes, el oso y alguien de cabello puntiagudo. Este último hizo una pregunta para Rechaza Cursos y para mí.
–Dicen que soy Rauko –respondí–, pero en mi tiempo libre soy Rauko. Un placer conocerlo, señor… –esperé que se presentara.
–Liarte –dijo–. Goku Liarte. –Y procedió a cantar lo de siempre y bailar dando giros extraños pero hipnóticos–. Pero no conozco a ningún Rauko –agregó sin detener sus movimientos–. ¡Ah, no, espera! Sí que te recuerdo ahora.
–¿En serio? –Alcé una ceja–. ¿De dónde exactamente? ¿Me viste en la Batalla de Roilkat, o en las catacumbas durante la Guerra de Lunargenta, o en Sandorái durante la batalla contra los Jinetes Oscuros, o en alguna carrera de upeleros, o cuando ayudé a derrotar a la Vaca sin Cabeza?
–Tampoco inventes hazañas para hacerte el importante –soltó entre carcajadas.
–Confirmo que está inventando –secundó Fátima–. El Rauko real y fiel compañero de Vincent, el que sí fue a derrotar a la vaca, es un hombre alto, maduro, tan apuesto que debe cubrir su cuerpo con vendajes porque nadie está preparado para ver su esplendor, pero no tan cruel como para no permitirnos apreciar sus hermosos ojos relucientes como gemas esmeraldas. Todo un viejo sabroso.
Ni supe qué responder a todo eso. Quizás la oblivionación era mejor.
–De todas maneras –prosiguió Goku–, real o no que estuviste en esas batallitas, no importa. Sé que eres el que una vez, en Nytt Hus con otra elfa, tocaste una canción espectacular con la ocarina para los piskies. –Asintió con la cabeza vehementemente–. Y también en el Bosque del Este, mucho después, volviste a tocar la ocarina, ¡y hasta a unos gatos mágicos voladores!, para interpretar canciones para otros piskies. –Sus ojos brillaron–. En esa vez no supe que eras tú porque tu pinta era nefasta, casi como la de ahora, pero de pronto un día me dije: «Espera, pero si ese penco era el de la otra vez. ¿Cómo pude olvidarlo?». –Se echó a reír de nuevo–. Me alegra que el Encantador de Piskies viniera al torneo. Hoy tu manejo de la ocarina, y de gatos, nos deleitará. Como es de esperar –aseguró, acercándose de nuevo al oso–. ¿Y tú quién eres? –preguntó a Corlys.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Zelas, Bio, Ryuu y yo pensamos en los datos sorprendentes de Baby Vin mencionados, y dejé otros datos por fuera por ser difíciles de explicar onrol y porque ya era mucho texto.
Rauko
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Había sido difícil, pero al final habíamos logrado que el Vincent original entendiera que la situación con sus copias era rara y no tenía sentido por ningún lado. Y ahora que ya lo teníamos confundido, estaba hecho nuestro trabajo allí y podíamos seguir con el camino al torneo. Porque era posible que no hubiéramos solucionado nada ni entendiéramos que estaba pasando, pero ahora que el brujo había admitido que él tenía copias y no podía explicarlo, no necesitábamos más. Aunque eso no quita que hubiera preferido enfrentarme a todos los otros Vin y sus hijas perturbadoras, antes que volver a encontrarme con ese intento de cantante que nos esperaba en la casa. «Que se le va a hacer, no siempre se puede hacer lo que se querría y hay que afrontar los traumas, aunque impliquen canciones capaces de hacer huir hordas de no muertos.»
Por el lado bueno, en mi interrumpida huida con Rauko había entendido la leyenda del bebé barbudo, aunque quizás entender era demasiado decir, podríamos dejarlo en que conocía la leyenda. Y por alguna razón que se me escapaba, también había conocido unos tremendamente innecesarios datos sobre las técnicas de higiene de Rauko.
- Si que es un buen oso. Es suave y tiene una gran capacidad de encajar golpes. Sólo el día que le conocí le pateé la entrepierna y paró dos macetas con la frente, pero eso no le impidió seguir metiéndose con el bueno de Vincent.- «Espera, ¿si estabas hablando del bebé barbudo porque te has desviado al oso? Bueno, supongo que porque en el fondo preferimos al oso.»- Y vaya, si que hizo cosas ese bebé barbudo. ¿Y seguro que no creó también las pelirrojas? No se porque, pero era algo que esperaba de ese bebé barbudo. Pero sobre todo, ¿no serás parte de ese culto, no? Porque viendo como hablas de él podrías dedicarte a difundir su palabra. Bueno, es que si no lo haces deberías hacerlo, seguro que estos pirados están dispuestos a pagarte a cambio de que lo hagas si les haces una demostración.
Estaba tan concentrado en la conversación sobre ese legendario ser que ni me di cuenta de que llegábamos a una casa destartalada cuya estabilidad estructural aportaba menos confianza que toda esa horda de Vins. Por suerte, el intento de cantante eligió a Vincent, el del oso, como su primera víctima y así tuve un tiempo que pensaba usar en huir ocultándome entre las sombras. Para mi desgracia al intentar retroceder me choqué con alguno de los otros Vin que eran tan abundantes que saturaban el camino de vuelta, así que me resigné a volver con mis compañeros y ese profanador de la música. Al menos de sus palabras pude sacar en claro una explicación sobre los otros Vin que realmente solo aportaba más confusión, y sobre todo, que realmente el invitado que importaba era el oso.
Finalmente se giró hacia Rauko y yo para preguntar sobre nuestra identidad. Primero le respondió el elfo, que parecía ser conocido, pero no por abundantes hazañas que no parecían creerse que fueran suyas, sino por su habilidad con la ocarina, que debía ser legendaria para que le buscasen para un gran torneo de lucha solo por ello.
- Yo soy Corlys.
- Hmmmmm Pues no me suenas de nada.
- Normal. No he hecho nada memorable. Ni he estado en grandes batallas, ni soy un maestro de la ocarina, ni soy un oso achuchable.
- ¿Y entonces por qué tienes una invitación?
- A ver... Bueno... Tu enviado no encontraba a su verdadero objetivo, y me convenció de que fuera en su lugar.
- Espera, ¿entonces quién se supone que era el receptor original de la invitación?
- No estoy seguro. Estaba tachado el nombre, aunque se parecía a algo de Dino, Desiderio, Dasito, D- Iba a seguir soltando nombre sin mucho criterio cuando la niña rara se apresuró en interrumpirme.
- No puede ser que estuviésemos a punto de ver al legendario Destino y en vez de eso tengamos a un vampiro mustio.
- Que se le va a hacer. La vida es dura. Espera, espera, ¿de verdad hay alguien llamado Destino?
- Claro que si. Es un elfo legendario que luchó junto a Vincent y Rauko, el verdadero viejo sabroso, no este tipo, en grandes hazañas como la lucha contra la vaca sin cabeza.
- Bah, da igual, seguro que el mensajero tuvo sus razones para dártela a ti.
- Bueno... Si tu lo dices...- No era por decepcionar a Goku Liarte, pero estaba convencido de que la única razón de habérmelo dado a mi fue que en esa taberna podía elegir entre un tipo que reventaba frutos secos con la frente y yo, y optó por el que no podía partirle en dos de un cabezazo.
- Que si hombre. ¿Sabes algo de música?
- Depende de lo que entiendas por saber de música. No tengo ni idea de tocar nada. Pero te hago unos instrumentos espectaculares. Pocos más finos que los míos podrás encontrar.
- ¿Y por qué eres tan bueno haciéndolos si no sabes usarlos?
- A ver, si llevas un laúd de calidad y perfectamente afinado, la gente espera que lo uses para cantar, no para reventárselo en la cabeza. Se equivocan.
Al ver que la niña se quedó con la boca abierta sin saber que contestar me tuve que contener para evitar celebrar mi triunfo. Pero a pesar de eso, lo que más me sorprendió que Goku estuviera asintiendo con cara de satisfacción ante mi respuesta.
- Bien. Creo que tus habilidades serán apreciadas aquí. Además quizás puedas aprender algo útil.
- Bien pues, supongo.
- Y ahora que ya tenemos con nosotros al gran Iorek, y además con el magnífico Rauko acompañándole, ya podemos empezar el torneo. Podéis pasar dentro. En breve os veré que debería prepararme para hacer la presentación.
Por el lado bueno, en mi interrumpida huida con Rauko había entendido la leyenda del bebé barbudo, aunque quizás entender era demasiado decir, podríamos dejarlo en que conocía la leyenda. Y por alguna razón que se me escapaba, también había conocido unos tremendamente innecesarios datos sobre las técnicas de higiene de Rauko.
- Si que es un buen oso. Es suave y tiene una gran capacidad de encajar golpes. Sólo el día que le conocí le pateé la entrepierna y paró dos macetas con la frente, pero eso no le impidió seguir metiéndose con el bueno de Vincent.- «Espera, ¿si estabas hablando del bebé barbudo porque te has desviado al oso? Bueno, supongo que porque en el fondo preferimos al oso.»- Y vaya, si que hizo cosas ese bebé barbudo. ¿Y seguro que no creó también las pelirrojas? No se porque, pero era algo que esperaba de ese bebé barbudo. Pero sobre todo, ¿no serás parte de ese culto, no? Porque viendo como hablas de él podrías dedicarte a difundir su palabra. Bueno, es que si no lo haces deberías hacerlo, seguro que estos pirados están dispuestos a pagarte a cambio de que lo hagas si les haces una demostración.
Estaba tan concentrado en la conversación sobre ese legendario ser que ni me di cuenta de que llegábamos a una casa destartalada cuya estabilidad estructural aportaba menos confianza que toda esa horda de Vins. Por suerte, el intento de cantante eligió a Vincent, el del oso, como su primera víctima y así tuve un tiempo que pensaba usar en huir ocultándome entre las sombras. Para mi desgracia al intentar retroceder me choqué con alguno de los otros Vin que eran tan abundantes que saturaban el camino de vuelta, así que me resigné a volver con mis compañeros y ese profanador de la música. Al menos de sus palabras pude sacar en claro una explicación sobre los otros Vin que realmente solo aportaba más confusión, y sobre todo, que realmente el invitado que importaba era el oso.
Finalmente se giró hacia Rauko y yo para preguntar sobre nuestra identidad. Primero le respondió el elfo, que parecía ser conocido, pero no por abundantes hazañas que no parecían creerse que fueran suyas, sino por su habilidad con la ocarina, que debía ser legendaria para que le buscasen para un gran torneo de lucha solo por ello.
- Yo soy Corlys.
- Hmmmmm Pues no me suenas de nada.
- Normal. No he hecho nada memorable. Ni he estado en grandes batallas, ni soy un maestro de la ocarina, ni soy un oso achuchable.
- ¿Y entonces por qué tienes una invitación?
- A ver... Bueno... Tu enviado no encontraba a su verdadero objetivo, y me convenció de que fuera en su lugar.
- Espera, ¿entonces quién se supone que era el receptor original de la invitación?
- No estoy seguro. Estaba tachado el nombre, aunque se parecía a algo de Dino, Desiderio, Dasito, D- Iba a seguir soltando nombre sin mucho criterio cuando la niña rara se apresuró en interrumpirme.
- No puede ser que estuviésemos a punto de ver al legendario Destino y en vez de eso tengamos a un vampiro mustio.
- Que se le va a hacer. La vida es dura. Espera, espera, ¿de verdad hay alguien llamado Destino?
- Claro que si. Es un elfo legendario que luchó junto a Vincent y Rauko, el verdadero viejo sabroso, no este tipo, en grandes hazañas como la lucha contra la vaca sin cabeza.
- Bah, da igual, seguro que el mensajero tuvo sus razones para dártela a ti.
- Bueno... Si tu lo dices...- No era por decepcionar a Goku Liarte, pero estaba convencido de que la única razón de habérmelo dado a mi fue que en esa taberna podía elegir entre un tipo que reventaba frutos secos con la frente y yo, y optó por el que no podía partirle en dos de un cabezazo.
- Que si hombre. ¿Sabes algo de música?
- Depende de lo que entiendas por saber de música. No tengo ni idea de tocar nada. Pero te hago unos instrumentos espectaculares. Pocos más finos que los míos podrás encontrar.
- ¿Y por qué eres tan bueno haciéndolos si no sabes usarlos?
- A ver, si llevas un laúd de calidad y perfectamente afinado, la gente espera que lo uses para cantar, no para reventárselo en la cabeza. Se equivocan.
Al ver que la niña se quedó con la boca abierta sin saber que contestar me tuve que contener para evitar celebrar mi triunfo. Pero a pesar de eso, lo que más me sorprendió que Goku estuviera asintiendo con cara de satisfacción ante mi respuesta.
- Bien. Creo que tus habilidades serán apreciadas aquí. Además quizás puedas aprender algo útil.
- Bien pues, supongo.
- Y ahora que ya tenemos con nosotros al gran Iorek, y además con el magnífico Rauko acompañándole, ya podemos empezar el torneo. Podéis pasar dentro. En breve os veré que debería prepararme para hacer la presentación.
Corlys Glokta
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Re: El Gran Torneo {Privado}
¿Cómo todo podría desvariar tanto en tan poco tiempo?
Esa era una pregunta que muy bien se hacía cierto brujo, mas, a la que en muy corto plazo le encontraba respuesta.
Después de todo, Vincent no podía negar que estaba él por medio. Aquel que había conocido al señor cantante cuestionable en la noche de las macetas. Aquel que había conocido a un pervertido que quería, bueno, mejor ni mentarlo. No era para tanto, realmente, salvo que era absurdo planteárselo de aquella manera.
El caso es que el brujo mercenario había conocido a todo tipo de personas, a lo ancho y largo, e incluso alto, de aquel maldito continente. Personas que solamente se podían definir como extravagantes.
- Esto sí que es un don. Si se puede considerar un don-, se lamentó.
¿Mención destacable a la aldea de gatos que estaban como…? Mmmm, ¿humanos? No sé, a este narrador no se me ocurre otra especie que esté más loca. Pero, bueno, no nos distraigamos de lo importante. Por simple que parezca, creí importante añadir más locos a la lista.
- ¿Don de qué? - preguntó cierto Iorek, acosado por mal cantante.
- ¿Y cómo cojones te limpias el culo sentado? - preguntó de repente, olvidando al oso porque ya que el Liarte acosaba a Iorek, pues que se jodiera, que al menos no le acosaba a él, y eso ya era un adelanto. - Es que si posas el culo contra el suelo...
El brujo imaginó la escena, y colocó su mano diestra sobre el mentón, en clara postura pensativa.
«Debemos dejar un espacio, buscar la manera de que el asiento tenga un agujero y poder meter la mano, o rompernos el culo contra el suelo como sádicos pirados. No veo otra», pensó.
- En fin, esto es una chorrada. Pero al menos me sirve para sobrevivir a otras chorradas existentes-, comentó, mirando hacia Goku Liarte.
- O vamos, barbudo de Wulfu. Wulfu. Bueno, la ciudad de dónde cojones es mi esposa-, comentó el Goku, girándose y mirando ahora hacia Vincent. - Menos dramas. Sabemos que lo pasas bien. Pero no nos distraigamos más, es momento de que empiece el Gran Torneo-, habló en plural, pero algo le decía a cierto brujo que hablaba solo por sí mismo.
Al fin y al cabo, dudaba de que varios de los presentes tuvieran la capacidad de pensar igual, es decir, de pensar puras tonterías. Entonces Vincent miró a su alrededor y vio varios barbudos con su misma barba y se dijo que igual sí.
- Vengan todos. Es por aquí.
- Aún no está todo preparado. Aún tenemos muchas cosas que hacer. ¡Porque nadie hace nada! Y primero va la actuación de él-, comentó una señora, que entró en escena señalando con el dedo al bueno de Vincent.
¿Esa señora no sabía que era de mala educación señalar con el dedo?
«Cómo va a saberlo, si no sabe que también es de mala educación tirar macetas a la gente»
- Y se dice Vulwulfar. A veces no sé por qué me casé contigo.
«¿Sólo a veces?», caviló el brujo, mientras veía revolotear al cantante como una mariposa, de aquí para allá.
- Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas.
Vinc agachó la cabeza y suspiró. La mujer del Liarte hizo lo propio.
- Pero no importa. No debemos demorarnos más. O a este paso nos dará el día-, dijo la dama, alzando la mirada hacia el mercenario.
- Y con tantas grietas en el techo, igual mi amigo se vuelve cenizo.
- ¿Más, quieres decir? No sé cómo se podría ser más mustio.
«Hala, qué maja la niña»
La esposa de Liarte alzó, en esta ocasión, los brazos y dio dos palmadas, con las que llamó la atención de los presentes. Aunque pronto fue evidente que la razón de las palmadas no era captar la atención de nadie, sino reclamar la presencia de otra persona.
- Tostado. Encárgate de él. En serio, no podemos demorarnos más. Me vais a sacar de quicio-, dijo la mujer, muy indignada, mientras Goku daba vueltas a su alrededor y cantaba.
Vincent miró al susodicho y no pudo encontrar más insultante que a un hombre de piel negra le llamaran tostado, pero… Luego se percató que con “él” se referían a él. Es decir, sí, a él mismo, al maldito brujo mercenario.
- ¿Yo? ¿Qué?
Mas, Tostado tiró de la camisa de Vinc y le forzó a caminar tras él.
- Vamos, tenemos que llevarte al escenario.
- ¿Escenario? ¿Es ahí dónde se celebrará la pelea? Pero si yo ni siquiera tengo invitación para esta locura. Vine de paquete extra.
- ¿Pelea? ¿Qué pelea? Déjate de tonterías. Debemos ser profesionales-, respondió el hombre, al que pronto se le sumó más hombres, que ahora que se fijaba Vinc, vestían un poco…
«Esto se está volviendo más raro. Y eso ya es decir»
Tostado, esperemos que sea su apodo y no su nombre, dejó al brujo en un pasillo, junto al resto de personas de dudosa elegancia, y pasó por el marco de una puerta. Marco, sí, porque puerta no había por ningún lado y solo separaba un zona del edificio a la otra una tela tupida de color púrpura.
Al poco se escucharon unos vítores exiguos y los tipos que lo rodeaban le empujaron hacia adelante, por lo que el brujo traspasó la tela de manera muy forzada.
- ¡El gran torneo dará comienzo en breve! - gritó Tostado. - Pero antes del gran momento. Tendremos algunas actuaciones ligeras mientras terminamos los preparativos.
El hombre llevaba una especie de palo en las manos, uno que había sido encantado para que su voz fuera magnificada. Una auténtica gilipollez. No por el palo en sí, que a un arcanista como era Vincent, le pareció una maravillosa idea, una obra de arte e ingenio, sino porque en la sala había cuatro gatos mal contados. Prácticamente eran los demás barbudos, sus hijas, Liarte y esposa y…, sí, sus amigos. Ah, claro, y unos gatos, porque gatos.
«Esto mejora por momentos»
Las hijas de los barbudos subieron al escenario, y se pusieron en fila, a un costado del tablón de madera. Tostado agarró un pincel, ya tintado, que le tomó de manos de unos de sus, ya diremos ayudantes, ya saben, los tipos que vestían tan horrible como él, y lo pasó por encima de unos pergaminos que sostenían las chicas.
- A eso se le llama desperdiciar tinta y tejido.
- Este hombre es atractivo como el fuego, así que derrítanse, chicas, porque es más candente que el sol. ¡Caliente!
Vincent miró hacia su espalda, porque el tostado parecía referirse a él, algo que le parecía improbable. No obstante, al mirar hacia atrás no vio a nadie, solo la tela púrpura de la “puerta”, así que al volver a mirar hacia adelante, no pudo evitar señalarse a sí mismo con un dedo.
- Habla, amigo V - dijo, colocando el palo delante de la boca de Vincent.
- Eh, ¿hola?
Ahí el tipo pareció volverse loco, más de lo que ya parecía, quiero decir, y empezó a decir paridas que tenían aún menos sentido que parecían referirse a Vincent dándole matraca a su esposa toda la noche. Mientras repetía una y otra vez, toda la noche.
«Bien, este muchacho está más loco que Liarte»
Pero mientras lo pensaba, ahí apareció otra vez el tipo, a su lado, para ponerle el palo cerca de la boca, otra vez.
- Por lo que sé, Intimidad es su segundo nombre. Ahora, dime, amigo, ¿acaso estás nervioso?
- No tanto.
«Creo que nervioso no sería adecuado. Asustado, tal vez.»
Entonces, Tostado con pelo rubio brillante, apartó el palo y le dijo en voz baja a Vincent.
- V, cielo. ¿Qué fue eso? Estuvo mal. No tuvo nada. Ni fuego, ni energía. Debes animarte más, es un espectáculo. Verde. ¿Verde? Te quiero verde.
Vincent no sabía que responder a eso. Así que solo contempló como el tipo se alejaba para hacer el gran anuncio.
- Y ahora, como entrante-, dijo, justo antes de que todos sus ayudantes riesen. - Tendremos un espectáculo de cocina. Sí, me han oído bien. V nos mostrará lo fogoso que puede ser con un par de pechugas. O puede que con otros condimentos-, comentó, alzando las cejas, burlón, antes de girarse y encaminarse hacia la salida.
- Un momento. Cómo que cocina. El cocinero es aquel de allá-, le dijo a Tostado, señalando uno de los barbudos. - O quizás el que está al lado-, comentó confuso. - Da igual, es otro de los barbudos.
- Verde. Super verde-, contestó, dejándolo solo sobre el escenario.
Bueno, no tan solo. Los ayudantes de Tostado habían estado preparando el escenario durante la intervención de este, colocando dos planchas de metal, y sobre ella unos leños, así como dejando otros utensilios de cocina.
- Debería haberlo visto venir-, se dijo a sí mismo, en esta ocasión.
«Y ahora qué demonios hago yo aquí», pensó, mientras todo el mundo le miraba.
El brujo dio un par de volteretas porque… Sí, no sabía ni qué demonios hacer para dar espectáculo. El buen rubiales se dedicaba a cosas simples: explotar cosas, reventar gente, dar saluditos, azotar nalgas… Aquello de entretener no era lo suyo.
- Hola que tal, mi nombre es Vincent Calhoun, bienvenidos a otra edición de magia comestible-, se atrevió a decir, pese a que nunca había hecho nada de magia comestible ni nada parecido. Por lo que... ¿cómo puñetas otra edición?
«Ya de perdidos al río. Quizás pueda hacer algo sencillo, con ese cordero.»
El brujo encendió los leños con su magia, para dar más espectáculo, y esperó el tiempo suficiente para que ardieran lo suficiente mientras preparaba el cordero.
- Pero qué cosa aburrida es esta. Yo vine aquí a tocar mi ocarina. Sin eufemismos, oiga-, dijo uno de los hombres gato, alzando su ocarina por encima de su cabeza.
No me volví loco, o tal vez sí. =D
El caso es que avanzo un poquito esto y ya dejo en camino el torneo. Que ya se puede ir imaginando de qué va, ja, peleas, sí. Por lo demás, hice un sueño realidad, hay gatos con instrumentos musicales porque gatos, y... creo que eso es todo. Espero que disfruten de este post de humor tan elemental.
Y siéntanse gustosos y libres de decir como de mal o bien sale mi actuación, para seguir avanzando directos al Gran Torneo :3
Esa era una pregunta que muy bien se hacía cierto brujo, mas, a la que en muy corto plazo le encontraba respuesta.
Después de todo, Vincent no podía negar que estaba él por medio. Aquel que había conocido al señor cantante cuestionable en la noche de las macetas. Aquel que había conocido a un pervertido que quería, bueno, mejor ni mentarlo. No era para tanto, realmente, salvo que era absurdo planteárselo de aquella manera.
El caso es que el brujo mercenario había conocido a todo tipo de personas, a lo ancho y largo, e incluso alto, de aquel maldito continente. Personas que solamente se podían definir como extravagantes.
- Esto sí que es un don. Si se puede considerar un don-, se lamentó.
¿Mención destacable a la aldea de gatos que estaban como…? Mmmm, ¿humanos? No sé, a este narrador no se me ocurre otra especie que esté más loca. Pero, bueno, no nos distraigamos de lo importante. Por simple que parezca, creí importante añadir más locos a la lista.
- ¿Don de qué? - preguntó cierto Iorek, acosado por mal cantante.
- ¿Y cómo cojones te limpias el culo sentado? - preguntó de repente, olvidando al oso porque ya que el Liarte acosaba a Iorek, pues que se jodiera, que al menos no le acosaba a él, y eso ya era un adelanto. - Es que si posas el culo contra el suelo...
El brujo imaginó la escena, y colocó su mano diestra sobre el mentón, en clara postura pensativa.
«Debemos dejar un espacio, buscar la manera de que el asiento tenga un agujero y poder meter la mano, o rompernos el culo contra el suelo como sádicos pirados. No veo otra», pensó.
- En fin, esto es una chorrada. Pero al menos me sirve para sobrevivir a otras chorradas existentes-, comentó, mirando hacia Goku Liarte.
- O vamos, barbudo de Wulfu. Wulfu. Bueno, la ciudad de dónde cojones es mi esposa-, comentó el Goku, girándose y mirando ahora hacia Vincent. - Menos dramas. Sabemos que lo pasas bien. Pero no nos distraigamos más, es momento de que empiece el Gran Torneo-, habló en plural, pero algo le decía a cierto brujo que hablaba solo por sí mismo.
Al fin y al cabo, dudaba de que varios de los presentes tuvieran la capacidad de pensar igual, es decir, de pensar puras tonterías. Entonces Vincent miró a su alrededor y vio varios barbudos con su misma barba y se dijo que igual sí.
- Vengan todos. Es por aquí.
- Aún no está todo preparado. Aún tenemos muchas cosas que hacer. ¡Porque nadie hace nada! Y primero va la actuación de él-, comentó una señora, que entró en escena señalando con el dedo al bueno de Vincent.
¿Esa señora no sabía que era de mala educación señalar con el dedo?
«Cómo va a saberlo, si no sabe que también es de mala educación tirar macetas a la gente»
- Y se dice Vulwulfar. A veces no sé por qué me casé contigo.
«¿Sólo a veces?», caviló el brujo, mientras veía revolotear al cantante como una mariposa, de aquí para allá.
- Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas.
Vinc agachó la cabeza y suspiró. La mujer del Liarte hizo lo propio.
- Pero no importa. No debemos demorarnos más. O a este paso nos dará el día-, dijo la dama, alzando la mirada hacia el mercenario.
- Y con tantas grietas en el techo, igual mi amigo se vuelve cenizo.
- ¿Más, quieres decir? No sé cómo se podría ser más mustio.
«Hala, qué maja la niña»
La esposa de Liarte alzó, en esta ocasión, los brazos y dio dos palmadas, con las que llamó la atención de los presentes. Aunque pronto fue evidente que la razón de las palmadas no era captar la atención de nadie, sino reclamar la presencia de otra persona.
- Tostado. Encárgate de él. En serio, no podemos demorarnos más. Me vais a sacar de quicio-, dijo la mujer, muy indignada, mientras Goku daba vueltas a su alrededor y cantaba.
Vincent miró al susodicho y no pudo encontrar más insultante que a un hombre de piel negra le llamaran tostado, pero… Luego se percató que con “él” se referían a él. Es decir, sí, a él mismo, al maldito brujo mercenario.
- ¿Yo? ¿Qué?
Mas, Tostado tiró de la camisa de Vinc y le forzó a caminar tras él.
- Vamos, tenemos que llevarte al escenario.
- ¿Escenario? ¿Es ahí dónde se celebrará la pelea? Pero si yo ni siquiera tengo invitación para esta locura. Vine de paquete extra.
- ¿Pelea? ¿Qué pelea? Déjate de tonterías. Debemos ser profesionales-, respondió el hombre, al que pronto se le sumó más hombres, que ahora que se fijaba Vinc, vestían un poco…
«Esto se está volviendo más raro. Y eso ya es decir»
Tostado, esperemos que sea su apodo y no su nombre, dejó al brujo en un pasillo, junto al resto de personas de dudosa elegancia, y pasó por el marco de una puerta. Marco, sí, porque puerta no había por ningún lado y solo separaba un zona del edificio a la otra una tela tupida de color púrpura.
Al poco se escucharon unos vítores exiguos y los tipos que lo rodeaban le empujaron hacia adelante, por lo que el brujo traspasó la tela de manera muy forzada.
- ¡El gran torneo dará comienzo en breve! - gritó Tostado. - Pero antes del gran momento. Tendremos algunas actuaciones ligeras mientras terminamos los preparativos.
El hombre llevaba una especie de palo en las manos, uno que había sido encantado para que su voz fuera magnificada. Una auténtica gilipollez. No por el palo en sí, que a un arcanista como era Vincent, le pareció una maravillosa idea, una obra de arte e ingenio, sino porque en la sala había cuatro gatos mal contados. Prácticamente eran los demás barbudos, sus hijas, Liarte y esposa y…, sí, sus amigos. Ah, claro, y unos gatos, porque gatos.
«Esto mejora por momentos»
Las hijas de los barbudos subieron al escenario, y se pusieron en fila, a un costado del tablón de madera. Tostado agarró un pincel, ya tintado, que le tomó de manos de unos de sus, ya diremos ayudantes, ya saben, los tipos que vestían tan horrible como él, y lo pasó por encima de unos pergaminos que sostenían las chicas.
- A eso se le llama desperdiciar tinta y tejido.
- Este hombre es atractivo como el fuego, así que derrítanse, chicas, porque es más candente que el sol. ¡Caliente!
Vincent miró hacia su espalda, porque el tostado parecía referirse a él, algo que le parecía improbable. No obstante, al mirar hacia atrás no vio a nadie, solo la tela púrpura de la “puerta”, así que al volver a mirar hacia adelante, no pudo evitar señalarse a sí mismo con un dedo.
- Habla, amigo V - dijo, colocando el palo delante de la boca de Vincent.
- Eh, ¿hola?
Ahí el tipo pareció volverse loco, más de lo que ya parecía, quiero decir, y empezó a decir paridas que tenían aún menos sentido que parecían referirse a Vincent dándole matraca a su esposa toda la noche. Mientras repetía una y otra vez, toda la noche.
«Bien, este muchacho está más loco que Liarte»
Pero mientras lo pensaba, ahí apareció otra vez el tipo, a su lado, para ponerle el palo cerca de la boca, otra vez.
- Por lo que sé, Intimidad es su segundo nombre. Ahora, dime, amigo, ¿acaso estás nervioso?
- No tanto.
«Creo que nervioso no sería adecuado. Asustado, tal vez.»
Entonces, Tostado con pelo rubio brillante, apartó el palo y le dijo en voz baja a Vincent.
- V, cielo. ¿Qué fue eso? Estuvo mal. No tuvo nada. Ni fuego, ni energía. Debes animarte más, es un espectáculo. Verde. ¿Verde? Te quiero verde.
Vincent no sabía que responder a eso. Así que solo contempló como el tipo se alejaba para hacer el gran anuncio.
- Y ahora, como entrante-, dijo, justo antes de que todos sus ayudantes riesen. - Tendremos un espectáculo de cocina. Sí, me han oído bien. V nos mostrará lo fogoso que puede ser con un par de pechugas. O puede que con otros condimentos-, comentó, alzando las cejas, burlón, antes de girarse y encaminarse hacia la salida.
- Un momento. Cómo que cocina. El cocinero es aquel de allá-, le dijo a Tostado, señalando uno de los barbudos. - O quizás el que está al lado-, comentó confuso. - Da igual, es otro de los barbudos.
- Verde. Super verde-, contestó, dejándolo solo sobre el escenario.
Bueno, no tan solo. Los ayudantes de Tostado habían estado preparando el escenario durante la intervención de este, colocando dos planchas de metal, y sobre ella unos leños, así como dejando otros utensilios de cocina.
- Debería haberlo visto venir-, se dijo a sí mismo, en esta ocasión.
«Y ahora qué demonios hago yo aquí», pensó, mientras todo el mundo le miraba.
El brujo dio un par de volteretas porque… Sí, no sabía ni qué demonios hacer para dar espectáculo. El buen rubiales se dedicaba a cosas simples: explotar cosas, reventar gente, dar saluditos, azotar nalgas… Aquello de entretener no era lo suyo.
- Hola que tal, mi nombre es Vincent Calhoun, bienvenidos a otra edición de magia comestible-, se atrevió a decir, pese a que nunca había hecho nada de magia comestible ni nada parecido. Por lo que... ¿cómo puñetas otra edición?
«Ya de perdidos al río. Quizás pueda hacer algo sencillo, con ese cordero.»
El brujo encendió los leños con su magia, para dar más espectáculo, y esperó el tiempo suficiente para que ardieran lo suficiente mientras preparaba el cordero.
- Pero qué cosa aburrida es esta. Yo vine aquí a tocar mi ocarina. Sin eufemismos, oiga-, dijo uno de los hombres gato, alzando su ocarina por encima de su cabeza.
Offrol
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No me volví loco, o tal vez sí. =D
El caso es que avanzo un poquito esto y ya dejo en camino el torneo. Que ya se puede ir imaginando de qué va, ja, peleas, sí. Por lo demás, hice un sueño realidad, hay gatos con instrumentos musicales porque gatos, y... creo que eso es todo. Espero que disfruten de este post de humor tan elemental.
Y siéntanse gustosos y libres de decir como de mal o bien sale mi actuación, para seguir avanzando directos al Gran Torneo :3
Vincent Calhoun
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Corlys había mencionado algo de que El Bebé Barbudo creó a las pelirrojas. «Vaya exagerado resultó ser este lanzador de macetas», pensé, pues era más que obvio que las personas pelirrojas surgieron de una mutación producida por la necesidad de adaptarse para obtener suficientes nutrientes con ayuda del sol en entornos donde su luz es de menor intensidad comparada a donde estaban antes las personas de cabello oscuro. «Pero entiendo al pobre. No todos pueden ser el éxito», concluí.
Dejando de lado mi grandes conocimientos adquiridos de sabios bio-cibernéticos de tornillos sueltos, en el intento de escenario para el tan esperado torneo continuó una serie de extrañas y absurdas situaciones, todo con una coherencia que se sostenía como cuento de vaca sin cabeza, especialmente la parte en que Vincent tuvo el descaro de cuestionar con vileza mi higiene, a pesar de que él ni estuvo presente cuando se lo había mencionado al vampiro.
–Pero, amigo mata vacas –le dije–, ¿es que no sabes que puedo sentarme en el aire con la facilidad con la que tú copias la barba de otros? ¿O crees que desperdicio mi magia de impulso en peleas burdas en vez de aprovecharla en asuntos importantes?
Bueno, daba igual todo ese asunto. Yo ya ni necesitaba evacuar chorradas desde que obtuve el poder de crear biusas, las cuales solían expulsarse por otro sitio. Casi vivía como un vampiro, pero mejor porque yo sí podía trabajar relajado en la forja.
El acto de lo absurdo continuó, y escaló. No solo apareció un hombre de piel oscura con un peinado ridículo y de un color amarillento antinatural, sino también la esposa de Liarte, que tenía cara de que solía ser arrastrada a obras mediocres como su peluca color zanahoria, pero nada tan sorprendente como lo que vino después. Vincent pasó al escenario para exhibir su amplio dominio en el arte de la cocina, que ya de primeras aparentaba ser mejor que el de Aylizz.
–Interesante, ya veo lo que va a preparar –comentó el Vincenc mientras se ajustaba el monóculo con telequinesis–. Tripas de cabra en sus viseras.
–¿Por qué hay un negro frente a nosotros y aún no lo hemos matado? –preguntó Vinzenz–. Los jabones no se hacen solos.
–Chi ha denti non ha pane e chi ha pane non ha denti –opinó Vincenzo–. Non sei capace di tenerti un cece in bocca. Pietro torna indietro.
–Bueno, como te decía –le dije al vampiro–. La verdad es que sí ayudé un poco a propagar la leyenda de El Bebé Barbudo. Empecé casi que después del viaje en el tiempo que hice tras finalizar la fiesta, pero entonces yo lo nombraba Bebé Vin. La gente no hizo caso al nombre e insistían en llamarlo El Bebé Barbudo. Yo no entendía, pero no me importaba porque estaba popularizándose muy rápido. Creí que yo era el éxito creando religiones, pero después descubrí que la leyenda ya existía desde hacía siglos, de tiempos en que las biusas aún no existían. ¿Sabes lo que son las biusas? Deberías probarlas, que seguro saben mejor que lo que sea que cocine Vincent.
Volví la vista al escenario en cuanto el olor de su comida, como si quisiera hacerme tragar mis palabras, penetró mi nariz y provocó una agradable sensación que despertó gruñidos de mi estómago. La comida se veía horrible, por desgracia, así que quise solo confiar en lo que me prometía el olor.
Cerca de Vincent apareció un hombre sosteniendo algo parecido a un cartel de madera con el texto «Aplausos» escrito. El público no parecía entender. Yo, sin embargo, no necesitaba que me dijeran lo que era obvio que debía hacer.
Comencé a aplaudir lentamente hasta que los demás se fueron uniendo y el sonido de aplausos se volvió ensordecedor.
–Pero las biusas siguen siendo mejores –reiteré.
Un hombre-gato se acercó a mí, me ronroneó algo que no entendí, me tomó del brazo, me levantó, me cargó como papas de costal y me llevó al escenario. Mientras, Vincent finalizó su acto alejándose con unas volteretas tan rebuscadas como las mías, demostrando que fui una buena influencia para él. Por desgracia, Tostado ordenó a su gente que tiraran la comida porque ya no hacía falta esperar más para el torneo. Una parte de mí estuvo a punto de morir, pero Vicente salvó todo atrayendo con telequinesis la comida hacia él y demás espectadores.
–Ahora sí empezará el tor-ne-o –canturreó Tostado con falsete.
–Il falsetto è il suo cavallo di battaglia! –afirmó Vincenzo.
Me colocaron donde antes estuvo Vincent. Delante de mí, así como de quienes serían mis compañeros, había un báculo sosteniendo aquel extraño instrumento aumentador de volumen, que, para economizar letras, llamaré instrumentoaumentadordevolumeninador3000. A mis lados estaban los gatos humanoides, que, para economizar letras, llamaré simplemente nekos, y todos estaban preparados para tocar sus ocarinas.
–¿Con cuál empezamos, meow? –me preguntó uno de los simplemente nekos.
–Con la última –respondí como si tuviera idea de lo que decía–. Hay que sorprenderlos.
–¡Excelente, maestre!
Mientras buscaba mi ocarina en toda mi ropa y empezaba a preocuparme lo difícil que resultaba encontrarla, Tostado explicaba las normas del torneo y demás datos sin importancia. Eso y algo de verde, ¿verde?, superverde.
Justo a tiempo, cuando Tostado nos indicó empezar, encontré mi ocarina y un gomejo bebé que no sabía que cargaba conmigo. Por desgracia yo tenía varias semanas sin practicar, pero, por fortuna, no le tenía miedo al éxito. Así que agarré bien mi ocarina y soplé.
Horrible. Absolutamente horrible. Y nada fascinante.
–¡Paren todo! –les rogué, desde el fondo de mi alma resquebrajándose por la sinfonía torturadora, a mis insensibles compañeros simplemente nekos. No escucharon ni un Oblivion, sin embargo. Eso no me dejó alguna otra alternativa más que tomar una medida extrema y radical.
Me acerqué a ellos y les halé la cola. Cada tirón desencadenó un maullido, y eso, para bien o para mal, quizás más lo segundo que lo primero, me dio una idea que puse en práctica enseguida como el buen insensato que era: hacerlos maullar para interpretar alguna canción.
El resultado, aunque no era digno de ser escuchado por el verdadero Bebé Barbudo, al menos ya no era el bodrio inicial. Mientras mantuviera el nivel, estaba dispuesto a continuar. Pero los simplemente nekos no resistieron aquella misión, como si acaso ellos tuvieran la peor parte, y huyeron con la cola entre las piernas, obligándome a recurrir a mi escaso ingenio para que el espectáculo no tuviese un final abrupto y deshonroso.
La cría de gomejo aún estaba conmigo, por suerte. Así que, recordando el inusual sonido de su cuerpo al ser apretado, lo agarré con ambas manos, lo coloqué cerca de un instrumentoaumentadordevolumeninador3000, y empecé a apretarlo con ritmo.
Jamás me pregunté por qué sonaban más instrumentos de los que se veían.
Dejando de lado mi grandes conocimientos adquiridos de sabios bio-cibernéticos de tornillos sueltos, en el intento de escenario para el tan esperado torneo continuó una serie de extrañas y absurdas situaciones, todo con una coherencia que se sostenía como cuento de vaca sin cabeza, especialmente la parte en que Vincent tuvo el descaro de cuestionar con vileza mi higiene, a pesar de que él ni estuvo presente cuando se lo había mencionado al vampiro.
–Pero, amigo mata vacas –le dije–, ¿es que no sabes que puedo sentarme en el aire con la facilidad con la que tú copias la barba de otros? ¿O crees que desperdicio mi magia de impulso en peleas burdas en vez de aprovecharla en asuntos importantes?
Bueno, daba igual todo ese asunto. Yo ya ni necesitaba evacuar chorradas desde que obtuve el poder de crear biusas, las cuales solían expulsarse por otro sitio. Casi vivía como un vampiro, pero mejor porque yo sí podía trabajar relajado en la forja.
El acto de lo absurdo continuó, y escaló. No solo apareció un hombre de piel oscura con un peinado ridículo y de un color amarillento antinatural, sino también la esposa de Liarte, que tenía cara de que solía ser arrastrada a obras mediocres como su peluca color zanahoria, pero nada tan sorprendente como lo que vino después. Vincent pasó al escenario para exhibir su amplio dominio en el arte de la cocina, que ya de primeras aparentaba ser mejor que el de Aylizz.
–Interesante, ya veo lo que va a preparar –comentó el Vincenc mientras se ajustaba el monóculo con telequinesis–. Tripas de cabra en sus viseras.
–¿Por qué hay un negro frente a nosotros y aún no lo hemos matado? –preguntó Vinzenz–. Los jabones no se hacen solos.
–Chi ha denti non ha pane e chi ha pane non ha denti –opinó Vincenzo–. Non sei capace di tenerti un cece in bocca. Pietro torna indietro.
–Bueno, como te decía –le dije al vampiro–. La verdad es que sí ayudé un poco a propagar la leyenda de El Bebé Barbudo. Empecé casi que después del viaje en el tiempo que hice tras finalizar la fiesta, pero entonces yo lo nombraba Bebé Vin. La gente no hizo caso al nombre e insistían en llamarlo El Bebé Barbudo. Yo no entendía, pero no me importaba porque estaba popularizándose muy rápido. Creí que yo era el éxito creando religiones, pero después descubrí que la leyenda ya existía desde hacía siglos, de tiempos en que las biusas aún no existían. ¿Sabes lo que son las biusas? Deberías probarlas, que seguro saben mejor que lo que sea que cocine Vincent.
Volví la vista al escenario en cuanto el olor de su comida, como si quisiera hacerme tragar mis palabras, penetró mi nariz y provocó una agradable sensación que despertó gruñidos de mi estómago. La comida se veía horrible, por desgracia, así que quise solo confiar en lo que me prometía el olor.
Cerca de Vincent apareció un hombre sosteniendo algo parecido a un cartel de madera con el texto «Aplausos» escrito. El público no parecía entender. Yo, sin embargo, no necesitaba que me dijeran lo que era obvio que debía hacer.
Comencé a aplaudir lentamente hasta que los demás se fueron uniendo y el sonido de aplausos se volvió ensordecedor.
–Pero las biusas siguen siendo mejores –reiteré.
Un hombre-gato se acercó a mí, me ronroneó algo que no entendí, me tomó del brazo, me levantó, me cargó como papas de costal y me llevó al escenario. Mientras, Vincent finalizó su acto alejándose con unas volteretas tan rebuscadas como las mías, demostrando que fui una buena influencia para él. Por desgracia, Tostado ordenó a su gente que tiraran la comida porque ya no hacía falta esperar más para el torneo. Una parte de mí estuvo a punto de morir, pero Vicente salvó todo atrayendo con telequinesis la comida hacia él y demás espectadores.
–Ahora sí empezará el tor-ne-o –canturreó Tostado con falsete.
–Il falsetto è il suo cavallo di battaglia! –afirmó Vincenzo.
Me colocaron donde antes estuvo Vincent. Delante de mí, así como de quienes serían mis compañeros, había un báculo sosteniendo aquel extraño instrumento aumentador de volumen, que, para economizar letras, llamaré instrumentoaumentadordevolumeninador3000. A mis lados estaban los gatos humanoides, que, para economizar letras, llamaré simplemente nekos, y todos estaban preparados para tocar sus ocarinas.
–¿Con cuál empezamos, meow? –me preguntó uno de los simplemente nekos.
–Con la última –respondí como si tuviera idea de lo que decía–. Hay que sorprenderlos.
–¡Excelente, maestre!
Mientras buscaba mi ocarina en toda mi ropa y empezaba a preocuparme lo difícil que resultaba encontrarla, Tostado explicaba las normas del torneo y demás datos sin importancia. Eso y algo de verde, ¿verde?, superverde.
Justo a tiempo, cuando Tostado nos indicó empezar, encontré mi ocarina y un gomejo bebé que no sabía que cargaba conmigo. Por desgracia yo tenía varias semanas sin practicar, pero, por fortuna, no le tenía miedo al éxito. Así que agarré bien mi ocarina y soplé.
Horrible. Absolutamente horrible. Y nada fascinante.
–¡Paren todo! –les rogué, desde el fondo de mi alma resquebrajándose por la sinfonía torturadora, a mis insensibles compañeros simplemente nekos. No escucharon ni un Oblivion, sin embargo. Eso no me dejó alguna otra alternativa más que tomar una medida extrema y radical.
Me acerqué a ellos y les halé la cola. Cada tirón desencadenó un maullido, y eso, para bien o para mal, quizás más lo segundo que lo primero, me dio una idea que puse en práctica enseguida como el buen insensato que era: hacerlos maullar para interpretar alguna canción.
El resultado, aunque no era digno de ser escuchado por el verdadero Bebé Barbudo, al menos ya no era el bodrio inicial. Mientras mantuviera el nivel, estaba dispuesto a continuar. Pero los simplemente nekos no resistieron aquella misión, como si acaso ellos tuvieran la peor parte, y huyeron con la cola entre las piernas, obligándome a recurrir a mi escaso ingenio para que el espectáculo no tuviese un final abrupto y deshonroso.
La cría de gomejo aún estaba conmigo, por suerte. Así que, recordando el inusual sonido de su cuerpo al ser apretado, lo agarré con ambas manos, lo coloqué cerca de un instrumentoaumentadordevolumeninador3000, y empecé a apretarlo con ritmo.
Jamás me pregunté por qué sonaban más instrumentos de los que se veían.
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Rauko
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Una vez que había asumido que íbamos a entrar con el cantante loco, confiaba en que ya nada podría sorprenderme para mal, pero claramente me equivoqué, al ver a la mujer del cantante, la temible lanzadora de macetas de la ciudad que no intentaré pronunciar, un escalofrío recorrió mi cuerpo. No parecía querer reventarnos a macetazos en esta ocasión, pero como no podía estar demasiado seguro de la estabilidad mental de esta gente, opté por ponerme en un más seguro segundo plano.
Y supongo que me salió bien la jugada porque entonces apareció un tipo y se llevó a Vincent al escenario para comenzar el espectáculo. Se puso a cocinar con magia de fuego, y mientras iba dándolo todo en los fogones, yo me quedé escuchando como Rauko hablaba que él había esparcido la leyenda del Bebé Barbudo, pero al final resultó que esa leyenda era anterior al propio Vincent. Algo que no me parecía tuviera demasiado sentido, pero llegados a ese punto, lo mejor iba a ser no darle muchas vueltas al asunto del Bebé Barbudo o sería probable que mi cabeza acabara en llamas como si Vincent me hubiera tirado uno de sus proyectiles. O eso debería haber hecho, porque lo de callarme no se me daba especialmente bien.
- Vale. Entiendo entonces que el la leyenda del Bebé Barbudo es anterior a lo que sucedió con él. ¿Pero entonces es porque hay varias encarnaciones del Bebé Barbudo y Vincent es la nuestra? ¿O es que los poderes del Bebé Barbudo trascienden al tiempo y lo pueden romper como niñas peliblancas entrenadas por brujos? ¿O acaso la leyenda se trataba de una profecía que hablaba de la llegada de Vincent?- Puede ser que ninguna de estas preguntas fuera a ninguna parte, pero pocas veces se tenía la opción de encontrar al equivalente a un sacerdote supremo y transmitirle mis dudas.
El resultado de la cocina de Vincent se veía espantoso, pero sorprendentemente el olor estaba bastante bien. Afortunadamente para mi, no comía sólidos y no iba a tener que descubrir si era mejor fiarme de mis ojos o de mi nariz. Tras la ronda de aplausos iniciada por Rauko, volví a preguntar al elfo sobre el asunto de esas misteriosas biusas que ya había mencionado un par de veces.
- Creo que he oído a Vincent mencionar alguna vez esas biusas, pero nunca las he visto. ¿Qué son?
Pero entonces se llevaron al elfo al escenarios con unos gatos y anunciaron el comienzo del torneo, que por lo que sucedería a continuación parecía ser claramente musical, a pesar de lo sorprendentemente genérico del título. Y parecía que iba a dar un buen espectáculo después de todo lo que hablaron de su maestría con la ocarina, pero algo debía estar fallando, porque el sonido era como un cerdo siendo apuñalado. Por suerte Rauko supo sobreponerse a la situación y convirtió a sus acompañantes felinos en un improvisado instrumento, dando una demostración magistral de como torturar dando un buen sonido, hasta que los nekos se dieron a la fuga. Pero a pesar de las adversidades, consiguió sacarse un gomejo y terminar el espectáculo. Ese último tramo no tuvo una ejecución tan perfecta, pero aun así fue una buena salvada de la situación, por lo que empecé a aplaudir efusivamente.
- Y tras la extravagante actuación de Rauko, preparaos para la llegada de Vin. Pero lo confundáis con el cocinero de antes, este es muy único.
El primero de los falsos Vincent avanzó al escenario acompañado de la niña borde y cogió el palo amplificador de sonidos. Esperó a que la joven pusiera a punto su laúd y entonces empezó a hablar.
- Gracias por venir. Os voy a presentar una nueva composición "Será un duelo a muerte con cuchillos".- Dijo mientras se sacaba un par de cuchillos del cinturón.
La niña abrazaosos empezó a tocar el laúd produciendo un sonido que debía estar produciendo algún tipo de magia musical, y llegado el momento, el no-Vincent lanzó los cuchillos, que acabaron clavándose en una de las vigas, y empezó a cantar.
Al terminar la obra el público había comprendido ya los carteles luminosos y empezó a aplaudir, aplauso al que me uní con ganas, pues a pesar de que no era precisamente amigo de la niña repelente, debía admitir que ella y su padre sabían lo que se hacían cuando se trataba de hacer canciones pegadizas.
- Gracias por su atención. Y ahora tendremos a otro... ¿y a este cómo le llamo? Bueno, a otro gran artista cuyo nombre se parece mucho a los anteriores.
Y tras las palabras del presentador del espectáculo, cogieron al Vin con aspecto marrullero, o a uno de los Vin de aspecto marrullero mejor dicho, y lo arrastraron al escenario. El sujeto sacó una especie de flauta mientras que la niña que le acompañaba usaba una especie de lira. La cosa parecía ir bien con la introducción de la cría, pero entonces el no-Vincent comenzó a tocar y el sonido que surgió era de esos que haría parecer música celestial a los chirridos que había dado el elfo con su ocarina anteriormente.
Tras el duro espectáculo de este hombre no dudaba que sería recordado por la audiencia, aunque no por las razones que me gustaría. Aunque lo peor de todo era ver como volvía para reunirse con el resto de no-Vincents con una sonrisa en la cara como de quien ha hecho el mejor trabajo de su vida. Gustosamente me hubiera quedado juzgándole, pero el presentador me interceptó y me arrastró al escenario.
- Pues ya es tu momento. Nuestro próximo artista necesita ayuda y me han dicho que tu sabes algo del tema.
- ¿Que yo qué?
- No te hagas el remolón y sal ahí, en cuanto acabe el próximo os toca.
Me hubiera seguido quejando, pero no tuve la oportunidad porque me empujaron hasta el límite del escenario, donde me encontré a alguna especie de hombre sapo que se me quedó mirando, o quizás solo miraba al infinito y yo estaba en medio, porque tampoco hizo ningún comentario al respecto.
- Soy Corlys. Me han dicho que necesitabas ayuda.
- Te han informado bien. Ah, me llaman el maestro Adoy.
- ¿Te llaman? ¿Es algo artístico o te llamas así de verdad?
- ¿Por qué me iba a llamar a mi mismo?
- Eeeeh... Bueno, da igual. ¿Qué debo hacer?
- Consigue un instrumento y hazme el acompañamiento musical.
- ¿Pretendes que toque para algo que nunca he oído y con lo primero que pille?
- Si.
- Pero...
- Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.
Gustosamente hubiera discutido esa afirmación, pero entonces se anunciaron los nombres del sapo y mío y me vi obligado a salir al escenario, no sin antes interceptar a la niña borde para intentar conseguir el instrumento antes de que escapara.
- Perdón, ¿me puedes prestar el laúd?
- ¿Por qué le iba a dejar nada al vampiro triste que me ha dejado sin ver al gran Destino?
- Porque no tengo más opciones. Y bueno, soy amigo de tu héroe.
- Hmmmmm Venga, puede ser. Aunque tendrás que devolverme el favor. Quiero que me consigas otro laúd firmado por todos los grandes héroes.
- Bueno, venga, luego me dices las firmas, pero déjamelo.
- Aquí tienes.- Parecía que me lo iba a entregar, pero entonces aprovechó y reculó.- Pero también tendrás que hacer que Iorek me de un abrazo.
- Si, si, lo que tu quieras.
Cogí el laúd y salí corriendo hacia el escenario, pensando solamente en que acababa de meterme en un lío tremendo sólo por asistir a un torneo al que tampoco tenía especial interés en participar. Quizás era una señal de que debería dejar de hacer caso a tipos que rompen nueces con la frente. Pero ya era tarde para esas consideraciones, así que empecé a tocar a ver si podía salir algo pasable con los desvaríos del sapo.
Y supongo que me salió bien la jugada porque entonces apareció un tipo y se llevó a Vincent al escenario para comenzar el espectáculo. Se puso a cocinar con magia de fuego, y mientras iba dándolo todo en los fogones, yo me quedé escuchando como Rauko hablaba que él había esparcido la leyenda del Bebé Barbudo, pero al final resultó que esa leyenda era anterior al propio Vincent. Algo que no me parecía tuviera demasiado sentido, pero llegados a ese punto, lo mejor iba a ser no darle muchas vueltas al asunto del Bebé Barbudo o sería probable que mi cabeza acabara en llamas como si Vincent me hubiera tirado uno de sus proyectiles. O eso debería haber hecho, porque lo de callarme no se me daba especialmente bien.
- Vale. Entiendo entonces que el la leyenda del Bebé Barbudo es anterior a lo que sucedió con él. ¿Pero entonces es porque hay varias encarnaciones del Bebé Barbudo y Vincent es la nuestra? ¿O es que los poderes del Bebé Barbudo trascienden al tiempo y lo pueden romper como niñas peliblancas entrenadas por brujos? ¿O acaso la leyenda se trataba de una profecía que hablaba de la llegada de Vincent?- Puede ser que ninguna de estas preguntas fuera a ninguna parte, pero pocas veces se tenía la opción de encontrar al equivalente a un sacerdote supremo y transmitirle mis dudas.
El resultado de la cocina de Vincent se veía espantoso, pero sorprendentemente el olor estaba bastante bien. Afortunadamente para mi, no comía sólidos y no iba a tener que descubrir si era mejor fiarme de mis ojos o de mi nariz. Tras la ronda de aplausos iniciada por Rauko, volví a preguntar al elfo sobre el asunto de esas misteriosas biusas que ya había mencionado un par de veces.
- Creo que he oído a Vincent mencionar alguna vez esas biusas, pero nunca las he visto. ¿Qué son?
Pero entonces se llevaron al elfo al escenarios con unos gatos y anunciaron el comienzo del torneo, que por lo que sucedería a continuación parecía ser claramente musical, a pesar de lo sorprendentemente genérico del título. Y parecía que iba a dar un buen espectáculo después de todo lo que hablaron de su maestría con la ocarina, pero algo debía estar fallando, porque el sonido era como un cerdo siendo apuñalado. Por suerte Rauko supo sobreponerse a la situación y convirtió a sus acompañantes felinos en un improvisado instrumento, dando una demostración magistral de como torturar dando un buen sonido, hasta que los nekos se dieron a la fuga. Pero a pesar de las adversidades, consiguió sacarse un gomejo y terminar el espectáculo. Ese último tramo no tuvo una ejecución tan perfecta, pero aun así fue una buena salvada de la situación, por lo que empecé a aplaudir efusivamente.
- Y tras la extravagante actuación de Rauko, preparaos para la llegada de Vin. Pero lo confundáis con el cocinero de antes, este es muy único.
El primero de los falsos Vincent avanzó al escenario acompañado de la niña borde y cogió el palo amplificador de sonidos. Esperó a que la joven pusiera a punto su laúd y entonces empezó a hablar.
- Gracias por venir. Os voy a presentar una nueva composición "Será un duelo a muerte con cuchillos".- Dijo mientras se sacaba un par de cuchillos del cinturón.
La niña abrazaosos empezó a tocar el laúd produciendo un sonido que debía estar produciendo algún tipo de magia musical, y llegado el momento, el no-Vincent lanzó los cuchillos, que acabaron clavándose en una de las vigas, y empezó a cantar.
Al terminar la obra el público había comprendido ya los carteles luminosos y empezó a aplaudir, aplauso al que me uní con ganas, pues a pesar de que no era precisamente amigo de la niña repelente, debía admitir que ella y su padre sabían lo que se hacían cuando se trataba de hacer canciones pegadizas.
- Gracias por su atención. Y ahora tendremos a otro... ¿y a este cómo le llamo? Bueno, a otro gran artista cuyo nombre se parece mucho a los anteriores.
Y tras las palabras del presentador del espectáculo, cogieron al Vin con aspecto marrullero, o a uno de los Vin de aspecto marrullero mejor dicho, y lo arrastraron al escenario. El sujeto sacó una especie de flauta mientras que la niña que le acompañaba usaba una especie de lira. La cosa parecía ir bien con la introducción de la cría, pero entonces el no-Vincent comenzó a tocar y el sonido que surgió era de esos que haría parecer música celestial a los chirridos que había dado el elfo con su ocarina anteriormente.
Tras el duro espectáculo de este hombre no dudaba que sería recordado por la audiencia, aunque no por las razones que me gustaría. Aunque lo peor de todo era ver como volvía para reunirse con el resto de no-Vincents con una sonrisa en la cara como de quien ha hecho el mejor trabajo de su vida. Gustosamente me hubiera quedado juzgándole, pero el presentador me interceptó y me arrastró al escenario.
- Pues ya es tu momento. Nuestro próximo artista necesita ayuda y me han dicho que tu sabes algo del tema.
- ¿Que yo qué?
- No te hagas el remolón y sal ahí, en cuanto acabe el próximo os toca.
Me hubiera seguido quejando, pero no tuve la oportunidad porque me empujaron hasta el límite del escenario, donde me encontré a alguna especie de hombre sapo que se me quedó mirando, o quizás solo miraba al infinito y yo estaba en medio, porque tampoco hizo ningún comentario al respecto.
- Soy Corlys. Me han dicho que necesitabas ayuda.
- Te han informado bien. Ah, me llaman el maestro Adoy.
- ¿Te llaman? ¿Es algo artístico o te llamas así de verdad?
- ¿Por qué me iba a llamar a mi mismo?
- Eeeeh... Bueno, da igual. ¿Qué debo hacer?
- Consigue un instrumento y hazme el acompañamiento musical.
- ¿Pretendes que toque para algo que nunca he oído y con lo primero que pille?
- Si.
- Pero...
- Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.
Gustosamente hubiera discutido esa afirmación, pero entonces se anunciaron los nombres del sapo y mío y me vi obligado a salir al escenario, no sin antes interceptar a la niña borde para intentar conseguir el instrumento antes de que escapara.
- Perdón, ¿me puedes prestar el laúd?
- ¿Por qué le iba a dejar nada al vampiro triste que me ha dejado sin ver al gran Destino?
- Porque no tengo más opciones. Y bueno, soy amigo de tu héroe.
- Hmmmmm Venga, puede ser. Aunque tendrás que devolverme el favor. Quiero que me consigas otro laúd firmado por todos los grandes héroes.
- Bueno, venga, luego me dices las firmas, pero déjamelo.
- Aquí tienes.- Parecía que me lo iba a entregar, pero entonces aprovechó y reculó.- Pero también tendrás que hacer que Iorek me de un abrazo.
- Si, si, lo que tu quieras.
Cogí el laúd y salí corriendo hacia el escenario, pensando solamente en que acababa de meterme en un lío tremendo sólo por asistir a un torneo al que tampoco tenía especial interés en participar. Quizás era una señal de que debería dejar de hacer caso a tipos que rompen nueces con la frente. Pero ya era tarde para esas consideraciones, así que empecé a tocar a ver si podía salir algo pasable con los desvaríos del sapo.
Corlys Glokta
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Re: El Gran Torneo {Privado}
El brujo, pese a su actuación desenfadada, estaba un poco tenso. Y no era para menos, su especialidad no era la cocina, pues su único arte en este oficio era mera supervivencia. Efectivamente, no, no era alguien que se muriera de hambre si no había nadie que cocinara por él; después de todo, era una persona viajera, un aventurero que casi siempre estaba perdido por los caminos y cuando uno vivía de aquella manera, no podía depender de que siempre hubiera alguien para cocinar.
No obstante, aquello también significaba que cocinaba para subsistir. Su nivel en cocina no era suficiente para justificar estar tras los fogones de una taberna, salvo que fuera de mala muerte. Así pues, mucho menos valía para un espectáculo como aquel.
Mas, como ya le habían metido en ese marrón, Vincent puso buena cara, dio todo el espectáculo que pudo dar y preparó una receta sencilla. Francamente, de narrador a lector, este rubio tampoco es que supiera hacer muchas más cosas en la cocina. Salvo explotarlas o explotar gente dentro de ellas, como buen mercenario promedio. Eso sí, buen mercenario promedio especialista en artes mágicas por la Academia Hekshold, que para algo había estudiado allí. Eso es, lo han adivinado de nuevo, para sacar pecho de ello, que para eso servían los estudios en lugares con prestigio.
- Vaya, creo que no ha quedado tan mal-, se dijo, mirando el lamentable aspecto del plato terminado.
En cualquier caso, Vinc no se quedó ensimismado mirando su plato por mucho tiempo. Al menos lo había hecho como recordaba, así que tendría que saber bien. No estaba todo perdido.
- Y bueno, eso es todo, amigos. Para más platos deliciosos, búsquense a otro tipo, porque yo no tengo idea de qué más hacer-, comentó, mirando hacia el público, esperando sacar alguna carcajada.
Al parecer, sólo Liarte y un gato se rieron. Pero, por lo menos, tras esas palabras apareció un tipo con una madera con la palabra aplausos inscrita en ella. Rauko fue el primero y más avispado sobre lo que había que hacer, para sorpresa de Vincent. Sí, claro que lo obvio si alguien sacaba un madero que ponía aplausos habría que aplaudir, pero en toda su vida nunca había visto nada parecido en obras de teatro y otros espectáculos ambulantes.
«Pero con qué atajo de locos me relaciono.»
Pensó el tipo, que tras una señal de Tostado, el amante del super Verde, salió del escenario dando volteretas.
- Qué tal he estado.
- Oh, chico. Eso sí ha sido fuego. Por fin sentiste la llama.
«Sí, la llama de la estupidez», caviló el nativo de las islas.
- Superverde. Actuación llegada de las estrellas pre-torneo. ¿Podrás estar en Roilkat dentro de unos meses? Queremos levantar un poco la moral de la guardia de allá. Son tiempos duros.
- Me lo pensaré. Imagino que tienes mucho trabajo ahora mismo, así que te dejaré tranquilo y me iré a sentar junto al público-, respondió, cual despedida, antes de alejarse del hombre.
Sí, exacto, me lo pensaré significa: “Ni de coña.”
«Lo último que necesito es que me retiren la medalla de Roilkat y me pongan a barrer el desierto por hacer el canelo con estos pirados.»
El espectáculo avanzó en derroteros… curiosos. Algunas personas podrían decir que era la mayor locura original que habían visto en toda su vida. Otros diría que estaban viendo la mayor bazofia existente.
- ¿Y uno de esos gatos era el que decía que mi actuación era aburrida? Prefiero aburrirme que morirme-, afirmó, sentándose en una de las sillas de madera.
- Sabias palabras-, comentó un hombre, sentándose justo a su lado.
«Pero en qué momento se ha movido para venir aquí.»
- Bueno, no hay que ser muy listo para preferir seguir vivo.
Por fortuna, Rauko arregló el estropicio tirando de las colas de los hombres bestias. Y no, esta vez no es nada lujurioso. Algunos hombres bestias tenían cola trasera de animales divertidos y rompe-madrazos. Los dragones… Esa era otra historia.
- Aunque los de mi oficio sabemos hacer desear la muerte. Pero no es buen momento para hablar de ello.
- Joder, tío. No me des estos sustos. Pensé que ibas a matarnos a todos tras escucharte.
Vincent enarcó una ceja, mientras aún contemplaba la locura de los gatos mejorada por Rauko, luego giró la cabeza lentamente para mirar hacia Liarte.
- ¿Y por qué diablos…? Ah, olvídalo.
- Tu actuación ha sido interesante. Pero la de ese elfo imberbe está siendo grandiosa-, comentó, antes de levantarse y aplaudir. Sí, él solito, más solo que la una. - Qué arte-, dijo tras sentarse.
Ahí fue cuando comenzó a sonar el gomejo. Y bueno, eso tuvo gracia para el bueno de Vinc, que no pudo evitar reírse ante tremenda estupidez interpretada por su amigo.
- Imagino que no eres de teatro clásico. El método no va contigo, eh.
- Pues no. Sea lo que sea eso.
Vincent quedó traspuesto y descolocado sobre su silla. Cómo demonios él sabía más de arte que el supuesto artista. El brujo volvió a mirar hacia Liarte y entonces recordó que de artista… Sí, cojones, ese loco de artista tenía poco.
No obstante, ahí fue donde terminó la actuación de Rauko. Para los cánones de aquel torneo musical, debía ser la octava maravilla. O eso pensó nuestro querido brujo, antes de que empezara la actuación del “Vincent” que había conocido en el mercado.
«Esto es…»
- Oro. Esto es oro-, gritó Liarte, super emocionado, levantándose otra vez para aplaudir. Sí, otra vez, más solo que la una. - Qué maravillosa actuación.
- Sorprendente es. Eso seguro.
Pero antes que pudiera asimilar todo aquel derroche de estupidez, otro flautista se subió al escenario.
- Madre mía. Y yo que pensaba que los gatos eran un desastre.
- Desastre tu abuela-, le increpó un gato, unas sillas más allá.
- Lamentable, no todos pueden alcanzar el éxito como yo.
En ese momento…¿la actuación pasó al siguiente nivel? Pues sí, me repito más que el ajo, pero lo cierto es que además cierto oso se sentó al otro lado de Vincent.
- ¿Y esa maldita guitarra?
- Me la han prestado-, respondió Iorek, saludando con su manaza al que probablemente se la había dado, uno de los barbudos. - Ya que he sido invitado, debo participar. Es lo mínimo.
Vincent, en medio de esos dos, reflexionó sobre su situación y al final comentó.
- Saben, en toda mi vida jamás pensé que…
«En toda mi vida jamás pensé que un día acabaría sentado en medio de tamaño caos.»
- Ah, ya no sé ni lo que iba a decir-, se excusó, pues no quería ser cruel y, además, la actuación de Corlys con el hombre sapo había subido el nivel a alturas de locura espectaculares. - Pero, bueno, un espectáculo sí que está siendo. No sé si es un espectáculo o estamos dando el espectáculo, pero qué importa ¿no?
- ¡Ese es el espíritu! ¡Claro que sí! - comentó Goku mediante gritos. Luego chocó las manos con fuerza y se sentó de nuevo. - Lo que importa es dar la nota.
- Creo que esto no funciona así-, cuestionó las ideas de Liarte. - Pero dime, pongámonos serios. ¿Por qué un tipo tan fuerte como tú no está por ahí siendo el protector de los débiles y salvando a la gente a puro golpe? Tienes cuerpo para eso y más.
- ¿Estás ligando conmigo?
Vincent enarcó la ceja otra vez, con los brazos cruzados delante de su pecho.
- Ah, ya sé que soy guapo. Por eso mismo no puedo acabar en una una vida así. Esta cara es impagable, no puedo dejar que me la rompan.
- Ya veo. Vamos, que no quieres que te partan la cara.
- Eso es. Los genios nos entendemos a la perfección. Además, ¿eso que has dicho del cuerpo no es un poco prejuicioso? - Liarte se levantó y comenzó a “bailar”, con su toque especial de raro de los raros. - Este cuerpo ha sido creado para el disfrute y la danza. El canto me llegó después. Soy un artista, debo enamorar, embelesar corazones, hacer que amen el arte.
- No te creas. Todos tenemos nuestros prejuicios. Pero esta vez no iba por ahí.
«Si yo solo quería salvarte de dar vergüenza ajena con tus bailes»
- Y dime, tú. zampador, que bien poco has tardado en tragarte lo que he cocinado con todos esos barbudos, ¿qué carajos piensas tocar?
- Oh, ya verás, te sorprenderás-, afirmó, al tiempo que se levantaba y se iba al escenario, pues ya era turno del oso.
No tardó en sonar una tonada que Vincent reconocía muy bien.
- Cómo no. Ni sé para que te pregunto. Pensabas sorprenderme tocando la misma puta canción que siempre tocas y cantas-, le dijo al oso, mientras se levantaba de su asiento, bien furibundo, porque vaya tomadura de pelo.
Iorek, por su parte, pasó del brujo y siguió tocando y cantando.
«Si es que el Goku y este son tal para cual, Siempre cantan lo mismo»
- Oh, por los dioses. Es genial. ¡Un verdadero reto! - gritó Goku.
Vincent no comprendió en primera instancia, pero al poco se percató que un hombre se acercaba a Iorek por su espalda, desde la puerta trasera de este. En cuánto estuvo al lado del oso, se puso a cantar junto a él, en perfecto dúo.
Liarte aplaudía entusiasmado.
- ¿Un verdadero reto?
- Es Gohan Didit Again-. Vincent se giró sobre la silla, sin levantarse, y miró hacia la mujer que había hablado. - Es mi hijo.
¿Su hijo? Porque no era suficiente con un Liarte
- Un momento, ¿es hijo de otro hombre? ¿Por qué no se apellidan igual?
- Acaso me tomas por una vulgar ramera-, espetó la mujer, que armó el brazo para pegar a cierto brujo.
- Oiga, cálmese, señora. Que la gente se casa y también se queda viuda. No me refería a eso-, contestó, levantando la mano para cubrirse del golpe.
Mas, el golpe nunca llegó. Vincent bajó un poco el antebrazo y pudo observar que la dama se había calmado.
«Esa maceta ha estado cerca», pensó con sorna.
- Claro que es hijo de este desgraciado. Tan guapo como él, pero sin ser imbécil.
- Oye.
Pero Goku no pudo decir nada más, porque este sí se llevó mandoble de antebrazo por parte de su mujer y su corpachón cayó por los suelos tras el preciso golpe en la nuca.
- Ni se te ocurra negarme-. La mujer levantó la mirada para mirar a su hijo, bien orgullosa de él. - Su apellido es artístico, para tener su propia fama. Y ya ven como canta. Salvó el espectáculo. Mi Gohan lo hizo de nuevo.
La canción de Iorek la pongo para que tengan la referencia, pero evidentemente, hay partes como cuando dice la nevera que no sería tal cual en la actuación del buen oso porque no existen las neveras en Aerandir. Aquí lo dejaremos como despensa (?)
Lo mismo con las pintas del Gohan. Esa sería una referencia de su estilo y de su forma de bailar. Pero no llevaría cosas modernas como las gafas de sol (?)
No obstante, aquello también significaba que cocinaba para subsistir. Su nivel en cocina no era suficiente para justificar estar tras los fogones de una taberna, salvo que fuera de mala muerte. Así pues, mucho menos valía para un espectáculo como aquel.
Mas, como ya le habían metido en ese marrón, Vincent puso buena cara, dio todo el espectáculo que pudo dar y preparó una receta sencilla. Francamente, de narrador a lector, este rubio tampoco es que supiera hacer muchas más cosas en la cocina. Salvo explotarlas o explotar gente dentro de ellas, como buen mercenario promedio. Eso sí, buen mercenario promedio especialista en artes mágicas por la Academia Hekshold, que para algo había estudiado allí. Eso es, lo han adivinado de nuevo, para sacar pecho de ello, que para eso servían los estudios en lugares con prestigio.
- Vaya, creo que no ha quedado tan mal-, se dijo, mirando el lamentable aspecto del plato terminado.
En cualquier caso, Vinc no se quedó ensimismado mirando su plato por mucho tiempo. Al menos lo había hecho como recordaba, así que tendría que saber bien. No estaba todo perdido.
- Y bueno, eso es todo, amigos. Para más platos deliciosos, búsquense a otro tipo, porque yo no tengo idea de qué más hacer-, comentó, mirando hacia el público, esperando sacar alguna carcajada.
Al parecer, sólo Liarte y un gato se rieron. Pero, por lo menos, tras esas palabras apareció un tipo con una madera con la palabra aplausos inscrita en ella. Rauko fue el primero y más avispado sobre lo que había que hacer, para sorpresa de Vincent. Sí, claro que lo obvio si alguien sacaba un madero que ponía aplausos habría que aplaudir, pero en toda su vida nunca había visto nada parecido en obras de teatro y otros espectáculos ambulantes.
«Pero con qué atajo de locos me relaciono.»
Pensó el tipo, que tras una señal de Tostado, el amante del super Verde, salió del escenario dando volteretas.
- Qué tal he estado.
- Oh, chico. Eso sí ha sido fuego. Por fin sentiste la llama.
«Sí, la llama de la estupidez», caviló el nativo de las islas.
- Superverde. Actuación llegada de las estrellas pre-torneo. ¿Podrás estar en Roilkat dentro de unos meses? Queremos levantar un poco la moral de la guardia de allá. Son tiempos duros.
- Me lo pensaré. Imagino que tienes mucho trabajo ahora mismo, así que te dejaré tranquilo y me iré a sentar junto al público-, respondió, cual despedida, antes de alejarse del hombre.
Sí, exacto, me lo pensaré significa: “Ni de coña.”
«Lo último que necesito es que me retiren la medalla de Roilkat y me pongan a barrer el desierto por hacer el canelo con estos pirados.»
El espectáculo avanzó en derroteros… curiosos. Algunas personas podrían decir que era la mayor locura original que habían visto en toda su vida. Otros diría que estaban viendo la mayor bazofia existente.
- ¿Y uno de esos gatos era el que decía que mi actuación era aburrida? Prefiero aburrirme que morirme-, afirmó, sentándose en una de las sillas de madera.
- Sabias palabras-, comentó un hombre, sentándose justo a su lado.
«Pero en qué momento se ha movido para venir aquí.»
- Bueno, no hay que ser muy listo para preferir seguir vivo.
Por fortuna, Rauko arregló el estropicio tirando de las colas de los hombres bestias. Y no, esta vez no es nada lujurioso. Algunos hombres bestias tenían cola trasera de animales divertidos y rompe-madrazos. Los dragones… Esa era otra historia.
- Aunque los de mi oficio sabemos hacer desear la muerte. Pero no es buen momento para hablar de ello.
- Joder, tío. No me des estos sustos. Pensé que ibas a matarnos a todos tras escucharte.
Vincent enarcó una ceja, mientras aún contemplaba la locura de los gatos mejorada por Rauko, luego giró la cabeza lentamente para mirar hacia Liarte.
- ¿Y por qué diablos…? Ah, olvídalo.
- Tu actuación ha sido interesante. Pero la de ese elfo imberbe está siendo grandiosa-, comentó, antes de levantarse y aplaudir. Sí, él solito, más solo que la una. - Qué arte-, dijo tras sentarse.
Ahí fue cuando comenzó a sonar el gomejo. Y bueno, eso tuvo gracia para el bueno de Vinc, que no pudo evitar reírse ante tremenda estupidez interpretada por su amigo.
- Imagino que no eres de teatro clásico. El método no va contigo, eh.
- Pues no. Sea lo que sea eso.
Vincent quedó traspuesto y descolocado sobre su silla. Cómo demonios él sabía más de arte que el supuesto artista. El brujo volvió a mirar hacia Liarte y entonces recordó que de artista… Sí, cojones, ese loco de artista tenía poco.
No obstante, ahí fue donde terminó la actuación de Rauko. Para los cánones de aquel torneo musical, debía ser la octava maravilla. O eso pensó nuestro querido brujo, antes de que empezara la actuación del “Vincent” que había conocido en el mercado.
«Esto es…»
- Oro. Esto es oro-, gritó Liarte, super emocionado, levantándose otra vez para aplaudir. Sí, otra vez, más solo que la una. - Qué maravillosa actuación.
- Sorprendente es. Eso seguro.
Pero antes que pudiera asimilar todo aquel derroche de estupidez, otro flautista se subió al escenario.
- Madre mía. Y yo que pensaba que los gatos eran un desastre.
- Desastre tu abuela-, le increpó un gato, unas sillas más allá.
- Lamentable, no todos pueden alcanzar el éxito como yo.
En ese momento…¿la actuación pasó al siguiente nivel? Pues sí, me repito más que el ajo, pero lo cierto es que además cierto oso se sentó al otro lado de Vincent.
- ¿Y esa maldita guitarra?
- Me la han prestado-, respondió Iorek, saludando con su manaza al que probablemente se la había dado, uno de los barbudos. - Ya que he sido invitado, debo participar. Es lo mínimo.
Vincent, en medio de esos dos, reflexionó sobre su situación y al final comentó.
- Saben, en toda mi vida jamás pensé que…
«En toda mi vida jamás pensé que un día acabaría sentado en medio de tamaño caos.»
- Ah, ya no sé ni lo que iba a decir-, se excusó, pues no quería ser cruel y, además, la actuación de Corlys con el hombre sapo había subido el nivel a alturas de locura espectaculares. - Pero, bueno, un espectáculo sí que está siendo. No sé si es un espectáculo o estamos dando el espectáculo, pero qué importa ¿no?
- ¡Ese es el espíritu! ¡Claro que sí! - comentó Goku mediante gritos. Luego chocó las manos con fuerza y se sentó de nuevo. - Lo que importa es dar la nota.
- Creo que esto no funciona así-, cuestionó las ideas de Liarte. - Pero dime, pongámonos serios. ¿Por qué un tipo tan fuerte como tú no está por ahí siendo el protector de los débiles y salvando a la gente a puro golpe? Tienes cuerpo para eso y más.
- ¿Estás ligando conmigo?
Vincent enarcó la ceja otra vez, con los brazos cruzados delante de su pecho.
- Ah, ya sé que soy guapo. Por eso mismo no puedo acabar en una una vida así. Esta cara es impagable, no puedo dejar que me la rompan.
- Ya veo. Vamos, que no quieres que te partan la cara.
- Eso es. Los genios nos entendemos a la perfección. Además, ¿eso que has dicho del cuerpo no es un poco prejuicioso? - Liarte se levantó y comenzó a “bailar”, con su toque especial de raro de los raros. - Este cuerpo ha sido creado para el disfrute y la danza. El canto me llegó después. Soy un artista, debo enamorar, embelesar corazones, hacer que amen el arte.
- No te creas. Todos tenemos nuestros prejuicios. Pero esta vez no iba por ahí.
«Si yo solo quería salvarte de dar vergüenza ajena con tus bailes»
- Y dime, tú. zampador, que bien poco has tardado en tragarte lo que he cocinado con todos esos barbudos, ¿qué carajos piensas tocar?
- Oh, ya verás, te sorprenderás-, afirmó, al tiempo que se levantaba y se iba al escenario, pues ya era turno del oso.
No tardó en sonar una tonada que Vincent reconocía muy bien.
- Cómo no. Ni sé para que te pregunto. Pensabas sorprenderme tocando la misma puta canción que siempre tocas y cantas-, le dijo al oso, mientras se levantaba de su asiento, bien furibundo, porque vaya tomadura de pelo.
Iorek, por su parte, pasó del brujo y siguió tocando y cantando.
«Si es que el Goku y este son tal para cual, Siempre cantan lo mismo»
- Oh, por los dioses. Es genial. ¡Un verdadero reto! - gritó Goku.
Vincent no comprendió en primera instancia, pero al poco se percató que un hombre se acercaba a Iorek por su espalda, desde la puerta trasera de este. En cuánto estuvo al lado del oso, se puso a cantar junto a él, en perfecto dúo.
Liarte aplaudía entusiasmado.
- ¿Un verdadero reto?
- Es Gohan Didit Again-. Vincent se giró sobre la silla, sin levantarse, y miró hacia la mujer que había hablado. - Es mi hijo.
¿Su hijo? Porque no era suficiente con un Liarte
- Un momento, ¿es hijo de otro hombre? ¿Por qué no se apellidan igual?
- Acaso me tomas por una vulgar ramera-, espetó la mujer, que armó el brazo para pegar a cierto brujo.
- Oiga, cálmese, señora. Que la gente se casa y también se queda viuda. No me refería a eso-, contestó, levantando la mano para cubrirse del golpe.
Mas, el golpe nunca llegó. Vincent bajó un poco el antebrazo y pudo observar que la dama se había calmado.
«Esa maceta ha estado cerca», pensó con sorna.
- Claro que es hijo de este desgraciado. Tan guapo como él, pero sin ser imbécil.
- Oye.
Pero Goku no pudo decir nada más, porque este sí se llevó mandoble de antebrazo por parte de su mujer y su corpachón cayó por los suelos tras el preciso golpe en la nuca.
- Ni se te ocurra negarme-. La mujer levantó la mirada para mirar a su hijo, bien orgullosa de él. - Su apellido es artístico, para tener su propia fama. Y ya ven como canta. Salvó el espectáculo. Mi Gohan lo hizo de nuevo.
Offrol
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La canción de Iorek la pongo para que tengan la referencia, pero evidentemente, hay partes como cuando dice la nevera que no sería tal cual en la actuación del buen oso porque no existen las neveras en Aerandir. Aquí lo dejaremos como despensa (?)
- Actuación de Iorek:
Lo mismo con las pintas del Gohan. Esa sería una referencia de su estilo y de su forma de bailar. Pero no llevaría cosas modernas como las gafas de sol (?)
- Pintas del Gohan:
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Vincent Calhoun
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Corlys mostró interés en los disparates que le decía sobre la mejor religión de todas. Ese interés era combustible para mi instinto de idiotez, el mismo instinto que me llevó a hacer conocido al legendario Bebé Barbudo o improvisar respuestas absurdas para un inocente mono preguntón. Contuve una sonrisa y respondí, en un momento que ya no recuerdo cuándo fue durante el torneo.
–No sé quién sea esa niña a la que te refieres, pero espero que tenga las cejas del mismo color de su cabellera. Como sea, volviendo a lo importante, hasta ahora no he obtenido demasiada información sobre si El Bebé Barbudo ha aparecido antes. Solo sé que había una profecía de que aparecería para salvarnos, y que eso pasó en la fiesta en la que reparó al tiempo. Vincent se convirtió en el recipiente para su inmenso poder, quizás por ser el único de nuestro tiempo capaz de serlo ya que, no sé si lo sabes, su compañera amorosa es una elfa muy poderosa, incluso más que Xana: con solo nalguearla ya te sanas de todo y mejoras todas tus habilidades. Ahora imagina lo bendecido que debe estar Vincent que hace más que nalguear, o eso dicen.
Poco después Corlys pidió información sobre algo igual de importante: las biusas. Aquel pobre y desdichado vampiro había desperdiciado toda su vida al no conocer tan magníficas frutas. Era mi deber remediar aquella tragedia enseguida, pero el cruel destino pospuso aquello.
Tras mi fabulosa actuación, llamaron al siguiente concursante mientras que a mí me arrastraban fuera del escenario. Volví a mi puesto y, para que fuese más cómodo, usé al gomejo como almohadilla.
Los siguientes actos musicales fueron maravillosos, incluso la bazofia de un Vin flautista porque me dejaba mejor parado. Entonces recordé lo de mostrarle biusas a Corlys. Y justo en ese instante fue llamado al escenario.
Honestamente, no esperaba gran cosa por parte del vampiro. Pero luego de escuchar su espectacular dueto con el hombre-sapo, supe que no me equivoqué, pues lo destacable vino por parte de su compañero, un genio superverde y lengualarga que justificó con Fuerza la existencia de aquel torneo.
Cuando Corlys regresó quise agradecerle por haber ayudado al sapo, así que generé una biusa con forma de banana roja translúcida.[1]
–Felicidades –le dije, asintiendo con una sonrisa fina–. Toma una biusabanana, para que reconozcas lo fructífero que has sido. –Coloqué la fruta sobre su cabeza–. Solo piensa en el sabor que quieras y la biusa lo tendrá.
El siguiente acto fue el del oso victorioso con su canción de lentejas y aparatos electrónicos que aún no existían en nuestro mundo, contando con la participación estelar de uno de los mejores bailarines vistos en aquel torneo. Ese tal Gohan tenía un gran potencial.
Una vez terminado aquello, bajaron del escenario y Tostado subió para informar que habría un descanso en el que se aprovecharía para dar anuncios publicitarios. Luego subió uno de los gatos para hablar sobre un método infalible para pasar de tener una cara de cuadrado a cara de dios divino y celestial, pero sin necesidad de magia sino solo de cambiar de hábitos. Supuse que ese gato solo intentaba engatusarnos.
Entonces noté algo sospechoso. Uno de los gatos en el público miró hacia los lados con poco disimulo, se colocó un antifaz negro, recogió un bolso negro y, como era de esperarse de un gato, gateó hacia detrás del escenario.
–Creo que ese gato es un ratero –sospeché, como si hubiera algo que robar en aquel lamentable sitio–. Corlys, tú eres vampiro. Dime ¿qué pasa cuando uno de ustedes muere de viejo? ¿Pueden sentir que están cerca de morir o simplemente caen muertos de pronto y sin previo aviso?
Y repentinamente se abrió un agujero en el techo con una estridente y vistosa explosión. Un rubio de cabello puntiagudo, apestando a alcohol, malherido y relampagueando descendió a través de él y aterrizó como elfo saltarín promedio en el escenario junto con escombros. Algunas runas musicales del sitio se dañaron, o eso supuse, pues sonó por momentos una canción extraña.
Goku Liarte reaccionó enseguida, por primera vez en la vida adoptando una expresión seria. Mágicamente su cabelló se hizo rubio y erizado, con aura dorada, y con un gran salto se acercó al intruso.
«Así que el perro mágico copió de esta gente la habilidad de incrementar su poder haciéndose rubio y brillante», fue lo que pensé. «Ahora todo tiene sentido».
–Jah, y luego dicen que yo soy el racista –soltó Vinzenz, divertido.
–Vegeta –empezó Goku–, se supone que eres un personaje muy coherente ¿y aceptaste que ella te manipulara solo para volverte más salseante? –añadió, en cada nueva palabra imprimiendo más el tono de reproche.
El intruso apretaba los puños y dientes y su cuerpo se estremecía, conteniendo la mezcla de emociones que ebullían en su interior.
–Yo solo –gruñó antes de explotar figurativa y literalmente– ¡quería regresar a como era antes! –Emanó una onda de viento que empujó todo a su alrededor, excepto a Liarte–. Quería ser el personaje serio y profundo al que no le importa la historia de otros… y quería tener batallas donde lucirme con muchas explosiones y música épica.
»Me sentía repugnante. Sin darme cuenta, poco a poco fui formando parte de ustedes y fui teniendo una vida divertida y amena. ¿Cómo fue posible que yo, un guerrero frío, formara parte en payasadas solo por las risas?
Alzó la mirada, melancólico y solemne.
–Pensé que esto no tenía nada de malo –prosiguió–. Mi corazón fue volviéndose más alegre. Hasta Aerandir me pareció un lugar bello para vivir… –Volvió la vista hacia Goku, con la rabia sustituyendo la tristeza–. Por eso le pedí a ella que tuviéramos un romance serio y dramático para regresar esa seriedad que habitaba en mi corazón –declaró con la voz áspera–. Pero… –masculló– ella, sin explicaciones, aunque yo la endiosaba como me pedía y le daba mis aeros, solo desapareció, me abandonó en mitad de una aventura muy importante antes de poder darle una buena conclusión a nuestra historia. Así que…
–No sé quién sea esa niña a la que te refieres, pero espero que tenga las cejas del mismo color de su cabellera. Como sea, volviendo a lo importante, hasta ahora no he obtenido demasiada información sobre si El Bebé Barbudo ha aparecido antes. Solo sé que había una profecía de que aparecería para salvarnos, y que eso pasó en la fiesta en la que reparó al tiempo. Vincent se convirtió en el recipiente para su inmenso poder, quizás por ser el único de nuestro tiempo capaz de serlo ya que, no sé si lo sabes, su compañera amorosa es una elfa muy poderosa, incluso más que Xana: con solo nalguearla ya te sanas de todo y mejoras todas tus habilidades. Ahora imagina lo bendecido que debe estar Vincent que hace más que nalguear, o eso dicen.
Poco después Corlys pidió información sobre algo igual de importante: las biusas. Aquel pobre y desdichado vampiro había desperdiciado toda su vida al no conocer tan magníficas frutas. Era mi deber remediar aquella tragedia enseguida, pero el cruel destino pospuso aquello.
Tras mi fabulosa actuación, llamaron al siguiente concursante mientras que a mí me arrastraban fuera del escenario. Volví a mi puesto y, para que fuese más cómodo, usé al gomejo como almohadilla.
Los siguientes actos musicales fueron maravillosos, incluso la bazofia de un Vin flautista porque me dejaba mejor parado. Entonces recordé lo de mostrarle biusas a Corlys. Y justo en ese instante fue llamado al escenario.
Honestamente, no esperaba gran cosa por parte del vampiro. Pero luego de escuchar su espectacular dueto con el hombre-sapo, supe que no me equivoqué, pues lo destacable vino por parte de su compañero, un genio superverde y lengualarga que justificó con Fuerza la existencia de aquel torneo.
Cuando Corlys regresó quise agradecerle por haber ayudado al sapo, así que generé una biusa con forma de banana roja translúcida.[1]
–Felicidades –le dije, asintiendo con una sonrisa fina–. Toma una biusabanana, para que reconozcas lo fructífero que has sido. –Coloqué la fruta sobre su cabeza–. Solo piensa en el sabor que quieras y la biusa lo tendrá.
El siguiente acto fue el del oso victorioso con su canción de lentejas y aparatos electrónicos que aún no existían en nuestro mundo, contando con la participación estelar de uno de los mejores bailarines vistos en aquel torneo. Ese tal Gohan tenía un gran potencial.
Una vez terminado aquello, bajaron del escenario y Tostado subió para informar que habría un descanso en el que se aprovecharía para dar anuncios publicitarios. Luego subió uno de los gatos para hablar sobre un método infalible para pasar de tener una cara de cuadrado a cara de dios divino y celestial, pero sin necesidad de magia sino solo de cambiar de hábitos. Supuse que ese gato solo intentaba engatusarnos.
Entonces noté algo sospechoso. Uno de los gatos en el público miró hacia los lados con poco disimulo, se colocó un antifaz negro, recogió un bolso negro y, como era de esperarse de un gato, gateó hacia detrás del escenario.
–Creo que ese gato es un ratero –sospeché, como si hubiera algo que robar en aquel lamentable sitio–. Corlys, tú eres vampiro. Dime ¿qué pasa cuando uno de ustedes muere de viejo? ¿Pueden sentir que están cerca de morir o simplemente caen muertos de pronto y sin previo aviso?
Y repentinamente se abrió un agujero en el techo con una estridente y vistosa explosión. Un rubio de cabello puntiagudo, apestando a alcohol, malherido y relampagueando descendió a través de él y aterrizó como elfo saltarín promedio en el escenario junto con escombros. Algunas runas musicales del sitio se dañaron, o eso supuse, pues sonó por momentos una canción extraña.
Goku Liarte reaccionó enseguida, por primera vez en la vida adoptando una expresión seria. Mágicamente su cabelló se hizo rubio y erizado, con aura dorada, y con un gran salto se acercó al intruso.
«Así que el perro mágico copió de esta gente la habilidad de incrementar su poder haciéndose rubio y brillante», fue lo que pensé. «Ahora todo tiene sentido».
–Jah, y luego dicen que yo soy el racista –soltó Vinzenz, divertido.
–Vegeta –empezó Goku–, se supone que eres un personaje muy coherente ¿y aceptaste que ella te manipulara solo para volverte más salseante? –añadió, en cada nueva palabra imprimiendo más el tono de reproche.
El intruso apretaba los puños y dientes y su cuerpo se estremecía, conteniendo la mezcla de emociones que ebullían en su interior.
–Yo solo –gruñó antes de explotar figurativa y literalmente– ¡quería regresar a como era antes! –Emanó una onda de viento que empujó todo a su alrededor, excepto a Liarte–. Quería ser el personaje serio y profundo al que no le importa la historia de otros… y quería tener batallas donde lucirme con muchas explosiones y música épica.
»Me sentía repugnante. Sin darme cuenta, poco a poco fui formando parte de ustedes y fui teniendo una vida divertida y amena. ¿Cómo fue posible que yo, un guerrero frío, formara parte en payasadas solo por las risas?
Alzó la mirada, melancólico y solemne.
–Pensé que esto no tenía nada de malo –prosiguió–. Mi corazón fue volviéndose más alegre. Hasta Aerandir me pareció un lugar bello para vivir… –Volvió la vista hacia Goku, con la rabia sustituyendo la tristeza–. Por eso le pedí a ella que tuviéramos un romance serio y dramático para regresar esa seriedad que habitaba en mi corazón –declaró con la voz áspera–. Pero… –masculló– ella, sin explicaciones, aunque yo la endiosaba como me pedía y le daba mis aeros, solo desapareció, me abandonó en mitad de una aventura muy importante antes de poder darle una buena conclusión a nuestra historia. Así que…
- :
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Habi suprema: Protobiusa.
Rauko
Aerandiano de honor
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Ni siquiera sabía ya quien era esa niña de la que hablaba Rauko, pero era de esperar que si tuviera las cejas del mismo color que el pelo, o al menos era lo normal. Aunque no estaba seguro de cuanto podía hablar yo de eso siendo que en mi caso el pelo era blanco pero las cejas seguían morenas. Uno ya no se podían fiar ni de los efectos de la transformación en vampiro, que ni sabían cambiarte bien el color del pelo. Pero dejando del lado las extrañas diferencias de color capilar, fui anotando en mi mente todo lo que decía Rauko sobre el Bebé Barbudo, que no entendía gran cosa de esa leyenda, pero viendo que había pirados que le seguían, igual era hasta mejor conocer las historias que se contaban. Y asentí cuando mencionó a la elfa no esposa de Vincent, pues aunque no la había visto nunca si había oído hablar de ella.
No se si por suerte o por desgracia, con que el presentador nos llevara para nuestras actuaciones perdí el hilo de lo que estábamos diciendo sobre el Bebé Barbudo, aunque esperaba que fuera suficiente. Pero lo que el elfo no había olvidado era que le pregunté sobre las biusas. Al llegar me ofreció una cosa roja de forma extraña, pero me dijo que la comiera y pensara en un sabor. No tenía mucha fe en que mi estómago fuese a aceptar la extraña fruta viendo como reaccionaba habitualmente a la comida sólida, así que le di un tímido mordisco. Sorprendentemente, mi cuerpo no pareció oponer resistencia a la biusa, que de hecho sabía espectacularmente, era como poder volver a comerme un huevo frito, y después de unos 30 años sin poder comer uno sin vomitarlo al momento era algo bastante parecido a la felicidad.
- No se como haces esto, pero es mejor que un milagro. Acabas de ganarte mi eterno respeto.- Le dije justo antes de devorar lo que quedaba de esa extraña biusa.
Después vino una canción interpretada con Iorek, que fue... bueno, dejémoslo en que fue. Y ya empezaba a pensar que nada podía sorprenderme, porque que hubiera un chaval claramente relacionado con Goku bailando junto al oso mientras este tocaba me parecía de lo más normal.
- Pues si que lo parece. Aunque como no quiera llevarse las tablas del suelo no se que va a poder rascar de aquí...- Eché la mano a mi bolsa para asegurarme de que no era eso lo que el gato estaba afanando, pero viendo que seguía en su sitio y con el peso adecuado seguí con las dudas del elfo respecto a los míos.- No se, no es un tema que guste hablarse, pero me inclino porque te mueres sin más, no he visto a ninguno que se quejara de la edad. Y eso me deja otra duda, ¿los años que duramos empiezan a contar desde que nacemos o desde que nos convertimos? Porque claro, si no sabemos ni eso la muerte te viene aún más de improviso.
Afortunadamente, una extraña aparición puso fin a mis disertaciones antes de que acabara teniendo una crisis existencial. Un tipo rubio entró desde el techo brillando y empezó a tener una extraña conversación con el organizador de todo este torneo, quien también se volvió rubio y empezó a brillar.
- ¿Ves? A esos bastardos si les hacen bien el cambio de color de pelo, pillan cejas y todo.
No sabía si eran elfos con poderes de mejorar su cuerpo o es que ya se me estaba yendo la cabeza y empezaba a ver cosas raras, pero cuando empezaron a cantar decidí que igual era mejor irnos que esperar a que comenzase el lanzamiento de macetas. Aunque al menos había que admitirle al sujeto ese que no sabía solamente una canción, también era capaz de hacerse un dúo con su amigo... o lo que fuera el otro.
- No se que está pasando, pero después de lo sucedido en Wul... Vulwul... bueno, en la ciudad esa de las macetas, prefiero no tener nada que ver con los dramas de este hombre. Y ya está acabado el torneo, así que tampoco es que como si no hubiéramos cumplido nuestra parte. Resumiendo, ¿nos piramos ya de aquí antes de que este antro se caiga sobre nosotros?- Comenté a Rauko, Iorek y Vincent, pero el Vincent bueno, el resto que se apañaran ellos que con tantos iguales seguro que nadie se daba cuento si de colapsar el edificio los escombros sepultaban a alguno.
No se si por suerte o por desgracia, con que el presentador nos llevara para nuestras actuaciones perdí el hilo de lo que estábamos diciendo sobre el Bebé Barbudo, aunque esperaba que fuera suficiente. Pero lo que el elfo no había olvidado era que le pregunté sobre las biusas. Al llegar me ofreció una cosa roja de forma extraña, pero me dijo que la comiera y pensara en un sabor. No tenía mucha fe en que mi estómago fuese a aceptar la extraña fruta viendo como reaccionaba habitualmente a la comida sólida, así que le di un tímido mordisco. Sorprendentemente, mi cuerpo no pareció oponer resistencia a la biusa, que de hecho sabía espectacularmente, era como poder volver a comerme un huevo frito, y después de unos 30 años sin poder comer uno sin vomitarlo al momento era algo bastante parecido a la felicidad.
- No se como haces esto, pero es mejor que un milagro. Acabas de ganarte mi eterno respeto.- Le dije justo antes de devorar lo que quedaba de esa extraña biusa.
Después vino una canción interpretada con Iorek, que fue... bueno, dejémoslo en que fue. Y ya empezaba a pensar que nada podía sorprenderme, porque que hubiera un chaval claramente relacionado con Goku bailando junto al oso mientras este tocaba me parecía de lo más normal.
- Pues si que lo parece. Aunque como no quiera llevarse las tablas del suelo no se que va a poder rascar de aquí...- Eché la mano a mi bolsa para asegurarme de que no era eso lo que el gato estaba afanando, pero viendo que seguía en su sitio y con el peso adecuado seguí con las dudas del elfo respecto a los míos.- No se, no es un tema que guste hablarse, pero me inclino porque te mueres sin más, no he visto a ninguno que se quejara de la edad. Y eso me deja otra duda, ¿los años que duramos empiezan a contar desde que nacemos o desde que nos convertimos? Porque claro, si no sabemos ni eso la muerte te viene aún más de improviso.
Afortunadamente, una extraña aparición puso fin a mis disertaciones antes de que acabara teniendo una crisis existencial. Un tipo rubio entró desde el techo brillando y empezó a tener una extraña conversación con el organizador de todo este torneo, quien también se volvió rubio y empezó a brillar.
- ¿Ves? A esos bastardos si les hacen bien el cambio de color de pelo, pillan cejas y todo.
No sabía si eran elfos con poderes de mejorar su cuerpo o es que ya se me estaba yendo la cabeza y empezaba a ver cosas raras, pero cuando empezaron a cantar decidí que igual era mejor irnos que esperar a que comenzase el lanzamiento de macetas. Aunque al menos había que admitirle al sujeto ese que no sabía solamente una canción, también era capaz de hacerse un dúo con su amigo... o lo que fuera el otro.
- No se que está pasando, pero después de lo sucedido en Wul... Vulwul... bueno, en la ciudad esa de las macetas, prefiero no tener nada que ver con los dramas de este hombre. Y ya está acabado el torneo, así que tampoco es que como si no hubiéramos cumplido nuestra parte. Resumiendo, ¿nos piramos ya de aquí antes de que este antro se caiga sobre nosotros?- Comenté a Rauko, Iorek y Vincent, pero el Vincent bueno, el resto que se apañaran ellos que con tantos iguales seguro que nadie se daba cuento si de colapsar el edificio los escombros sepultaban a alguno.
Corlys Glokta
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Todo iba lo más normal que podía ir con aquel atajo de músicos pirados, pero nadie podía estar preparado para lo que sería el siguiente acontecimiento de tremendo espectáculo.
Iorek seguía a lo suyo, cantando la misma canción que tantas veces ya había escuchado el brujo bien acomodado en su asiento. Brazos delante de su pecho, en un acto total de resignación acústica, mientras escuchaba el parloteo de una mujer que hacía no tanto casi lo mata a macetazos.
- No canta mal-, comentó el mercenario, más al ver de reojo el gesto impertérrito del rostro de la mujer, reajustó su respuesta. - Canta fenomenal, dónde va a parar. Iorek es un oso estridente a su lado. Esa bestia con ropa debería ir a alguna academia de canto para mejorar tanto como Gohan.
«Nadie necesita cerámica de la violencia esta noche. Sobre todo si es violencia hacia mi persona.»
- ¿Verdad? - respondió la mujer, claramente haciéndose la tonta para no aplicar violencia, por esta vez. - Es cuasi divino.
- Ah, sí. Sí que lo es. Y todos sabemos que lo cuasi siempre está tan cerca de lo real que podemos blasfemar diciendo directamente que es divino en todo su esplendor.
Fue en ese instante cuando el siguiente acontecimiento entró en escena. Uno que parecía inesperado hasta para los organizadores del torneo, pero, en fin, podemos resumirlo como que fue una distracción maravillosa para una mujer con mala leche con tendencias homicidas. Bien por Vincent Calhoun.
- ¿Quién es ese? ¿Por qué llega rompiendo el techo? Y más importante aún, ¿por qué interrumpe la magnífica actuación de Gohan con un canto tan deplorable?
A esto, mis queridos lectores, se le llama peloteo.
- Eso quisiera saber yo, a que viene este. Vegeta, imbécil, qué haces aquí-, dijo la mujer, adelantándose y acercándose al escenario.
Vincent, por su parte, suspiró de alivio.
- Pero, maldita sea, esta gente solo usa artefactos arcanos para dar espectáculo de forma lamentable-, mentó en bajo. - Qué puñalada a este noble arte.
Mientras el tal Vegeta explicaba lo roto que tenía el corazón, Goku lo atendió como pudo. Parecía que eran amigos, pero que la situación era demasiado dramática para que nadie pudiera dar consuelo al recién llegado.
- Este drama no está mal-, comentó, en forma de respuesta a cierto famosillo vampiro. - Pero, creo que tienes razón. Será mejor irnos cuando están distraídos-, terminó por reconocer, levantándose de su asiento y haciendo ademán de irse.
- ¿Pero ya se van? Si aún queda lo mejor.
- Mejor que esto, lo dudo-, respondió cierto mercenario a cierto hombre gato. - Este arte dramático es legendario, mas, por desgracia, debemos irnos por asuntos propios.
- Claro que hay algo mejor, después de las actuaciones viene la comilona. Hay de todo, carne, dulces. ¿O por qué cojones iba a venir a tocar la flauta si no sé tocar la flauta? Pues por la comida, claro. Es mejor que se queden, créanme.
- Pero qué cojones me estás diciendo tú a mí. ¿Quién iba a venir a cantar o tocar instrumentos en un torneo de música solamente por la comida? - comentó en esta ocasión, algo confundido. - No soy idiota, mucha gente pasa hambre en el mundo, pero tú no tienes pinta de ser tan pobre como para esto. Además, por lo dioses, ¿por qué no tocas un instrumento que se te de mejor? Siento decirlo, pero provocas heridas mentales incurables con tu arte con flauta.
- Eh, más respeto. La flauta es lo mejor que se me da. Sufrid las consecuencias con la boca cerrada. Y bueno, eso lo dices porque no conoces lo bien que cocina la esposa del Liarte. Hace unos dulces que te lames las zarpas, amigo. Así que insisto, deberían quedarse. Esos dulces son la única motivación que necesitan para ser artistas.
- Pero, a ver, un momento, lo dices como si este torneo se hubiera celebrado más veces. Liarte me dio a entender que era la primera vez que lo hacía. El Gran Torneo.
- Ja, eso será para ti, que eres nuevo. Aquí muchos llevamos un par de torneos a las peludas espaldas.
- No fastidies-, mentó un oso que pasaba por ahí. Sí, igual era Iorek por ser el único oso en el lugar. - ¿Estás diciendo que hay comida gratis?
- Ves. Los hombres bestia tenemos más inteligencia que los viejos sabrosos-, dijo en broma el maldito gato. - Ah, este es el verdadero aliciente para muchos por aquí. Olvídense de las cosas importantes que tengan que hacer y quédense un rato más.
«No quiero ni pensar en lo que pensarían los verdaderos bardos ante este grupo de locos»
- No sé, igual en otra ocasión…
El brujo sabroso no pudo terminar la frase, pues aquel ruinoso edificio ya llevaba demasiado tiempo en pie, como para que un Vegeta entrase rompiendo techos y pegando gritos.
- ¡La maravilla arquitectónica se viene abajo! - exclamó, con total ironía, pero dando aviso del peligro para el que fuera demasiado imbécil, sordo, ciego o un poco de todo.
- Por los bigotes de mi madre. Que se salven primero los gatos y las gatas-, afirmó el gato, poniendo patas en polvorosa y corriendo hacia la salida.
Tiro el dado de... Que más da el día, si el mensaje está fechado y ni voy a conseguir tirar los trece días. Si me sale el trece la liamos un poquito más en el final, jajaja
Iorek seguía a lo suyo, cantando la misma canción que tantas veces ya había escuchado el brujo bien acomodado en su asiento. Brazos delante de su pecho, en un acto total de resignación acústica, mientras escuchaba el parloteo de una mujer que hacía no tanto casi lo mata a macetazos.
- No canta mal-, comentó el mercenario, más al ver de reojo el gesto impertérrito del rostro de la mujer, reajustó su respuesta. - Canta fenomenal, dónde va a parar. Iorek es un oso estridente a su lado. Esa bestia con ropa debería ir a alguna academia de canto para mejorar tanto como Gohan.
«Nadie necesita cerámica de la violencia esta noche. Sobre todo si es violencia hacia mi persona.»
- ¿Verdad? - respondió la mujer, claramente haciéndose la tonta para no aplicar violencia, por esta vez. - Es cuasi divino.
- Ah, sí. Sí que lo es. Y todos sabemos que lo cuasi siempre está tan cerca de lo real que podemos blasfemar diciendo directamente que es divino en todo su esplendor.
Fue en ese instante cuando el siguiente acontecimiento entró en escena. Uno que parecía inesperado hasta para los organizadores del torneo, pero, en fin, podemos resumirlo como que fue una distracción maravillosa para una mujer con mala leche con tendencias homicidas. Bien por Vincent Calhoun.
- ¿Quién es ese? ¿Por qué llega rompiendo el techo? Y más importante aún, ¿por qué interrumpe la magnífica actuación de Gohan con un canto tan deplorable?
A esto, mis queridos lectores, se le llama peloteo.
- Eso quisiera saber yo, a que viene este. Vegeta, imbécil, qué haces aquí-, dijo la mujer, adelantándose y acercándose al escenario.
Vincent, por su parte, suspiró de alivio.
- Pero, maldita sea, esta gente solo usa artefactos arcanos para dar espectáculo de forma lamentable-, mentó en bajo. - Qué puñalada a este noble arte.
Mientras el tal Vegeta explicaba lo roto que tenía el corazón, Goku lo atendió como pudo. Parecía que eran amigos, pero que la situación era demasiado dramática para que nadie pudiera dar consuelo al recién llegado.
- Este drama no está mal-, comentó, en forma de respuesta a cierto famosillo vampiro. - Pero, creo que tienes razón. Será mejor irnos cuando están distraídos-, terminó por reconocer, levantándose de su asiento y haciendo ademán de irse.
- ¿Pero ya se van? Si aún queda lo mejor.
- Mejor que esto, lo dudo-, respondió cierto mercenario a cierto hombre gato. - Este arte dramático es legendario, mas, por desgracia, debemos irnos por asuntos propios.
- Claro que hay algo mejor, después de las actuaciones viene la comilona. Hay de todo, carne, dulces. ¿O por qué cojones iba a venir a tocar la flauta si no sé tocar la flauta? Pues por la comida, claro. Es mejor que se queden, créanme.
- Pero qué cojones me estás diciendo tú a mí. ¿Quién iba a venir a cantar o tocar instrumentos en un torneo de música solamente por la comida? - comentó en esta ocasión, algo confundido. - No soy idiota, mucha gente pasa hambre en el mundo, pero tú no tienes pinta de ser tan pobre como para esto. Además, por lo dioses, ¿por qué no tocas un instrumento que se te de mejor? Siento decirlo, pero provocas heridas mentales incurables con tu arte con flauta.
- Eh, más respeto. La flauta es lo mejor que se me da. Sufrid las consecuencias con la boca cerrada. Y bueno, eso lo dices porque no conoces lo bien que cocina la esposa del Liarte. Hace unos dulces que te lames las zarpas, amigo. Así que insisto, deberían quedarse. Esos dulces son la única motivación que necesitan para ser artistas.
- Pero, a ver, un momento, lo dices como si este torneo se hubiera celebrado más veces. Liarte me dio a entender que era la primera vez que lo hacía. El Gran Torneo.
- Ja, eso será para ti, que eres nuevo. Aquí muchos llevamos un par de torneos a las peludas espaldas.
- No fastidies-, mentó un oso que pasaba por ahí. Sí, igual era Iorek por ser el único oso en el lugar. - ¿Estás diciendo que hay comida gratis?
- Ves. Los hombres bestia tenemos más inteligencia que los viejos sabrosos-, dijo en broma el maldito gato. - Ah, este es el verdadero aliciente para muchos por aquí. Olvídense de las cosas importantes que tengan que hacer y quédense un rato más.
«No quiero ni pensar en lo que pensarían los verdaderos bardos ante este grupo de locos»
- No sé, igual en otra ocasión…
El brujo sabroso no pudo terminar la frase, pues aquel ruinoso edificio ya llevaba demasiado tiempo en pie, como para que un Vegeta entrase rompiendo techos y pegando gritos.
- ¡La maravilla arquitectónica se viene abajo! - exclamó, con total ironía, pero dando aviso del peligro para el que fuera demasiado imbécil, sordo, ciego o un poco de todo.
- Por los bigotes de mi madre. Que se salven primero los gatos y las gatas-, afirmó el gato, poniendo patas en polvorosa y corriendo hacia la salida.
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Última edición por Vincent Calhoun el Sáb Sep 03 2022, 22:33, editado 1 vez (Razón : Arreglar un error en el color de diálogo, otra vez :v)
Vincent Calhoun
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Re: El Gran Torneo {Privado}
El miembro 'Vincent Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Como era de esperarse como la única reacción posible, Corlys disfrutó la biusa. De no haberlo hecho habría muerto para mí.
–De nada, siempre es un placer que las personas me coman las biusas… –Fruncí el ceño sospechando que lo que dije podría sonar algo mal–. Quise decir… Bueno, las biusas son el éxito. Si todos conocieran las biusas, no habría guerras en el mundo. Y haces bien en no indagar en cómo lo hago.
Más tarde contestó la pregunta de la muerte vampírica. No es que yo esperase demasiado de alguien con la cabellera de un color distinto al de sus cejas, pero sí fue un poco decepcionante su desconocimiento del tema. Sin embargo, planteó otra pregunta que también despertó mi interés. Cavilé sobre eso durante unos instantes.
–Diría que desde que nacen –inferí–. No creo que pueda durar mucho alguien que se convierte en vampiro ya estando mascando el agua. De lo contrario, no sé si valga mucho la pena vivir siglos siendo senil.
Momentos después, entre tanto caos y canciones que me hacían cuestionar si realmente el tal Vegeta entró sin avisar o ya estaba acordado con Goku, Corlys me hizo notar que ambos rubios no tenían las cejas diferentes a sus melenas puntiagudas. Asentí a eso y también a su siguiente petición de marcharnos antes de que fuera demasiado tarde para la agudez de nuestro sentido común.
Un gato, no el ratero, intentó detenernos alegando que aún faltaba el momento de comer. Y mi estómago rugió aprobando su buen punto. Si una vez acepté intentar comprometerme con una bruja adinerada solo por la comida, incluso sabiendo que debía hacer el tedioso sacrificio de realizar actividades desnudo con ella por toda la vida, buscar la misma recompensa con solo cantar era más tentador. «¿Y en qué terminó aquel compromiso?», me pregunté mientras generaba una biusa y me la comía.
–Eso me recuerda que… –Saqué de mi bolsito un par de objetos que sentí aparecer mágicamente sin explicación aparente, algo que ya ni me extrañaba, y se los entregué al buen vampiro–. Toma, para que disfrutes la vida antes de que se acabe repentinamente. Ah, y esa flor no es para tenerla de adorno, sino para que la comas. Confía en mí, su magia no te dejará plantado.
De pronto y sin previo aviso como muerte por vejez vampírica, me levanté y fui a buscar al gato ratero, quien seguía sin dar señales de vida. Tostado también se dirigió al mismo lugar.
Busqué al gato y no lo encontré. De pronto Tostado, nervioso, me detiene y me hace mirar algo que estaba adherido a una de las paredes que aún seguían en pie.
–N-no, ami… No, mi amigo –balbuecó, señalando el aparato–. ¡¿Qué es esa cosa con tantas botellas?!
Era un aparato compuesto de mecanismos metálicos y botellas con sustancias brillantes, donde destacaba un reloj de arena. Fruncí el ceño con una preocupación creciente. Volví la mirada hacia Tostado, con mis ojos diciendo más que suficiente. Él negó con la cabeza.
–Nononononono, no, no, no, nono –dijo, quizás más para él mismo que para mí–. Si fuera una bomba alquímica, las alarmas arcanas se encenderían porque este edificio tiene runas detectoras de bombas, ¿sí? –explicó con la sombra de la duda desenmascarando a su vacío tono de confianza–. Goku Liarte no habría comprado un edificio sin seguridad para un evento tan importante.
–¿Seguridad? ¿Qué seguridad va a tener si hasta entró un loco atravesando el techo? –repliqué
–No, espera, Vegeta Caño es amigo, por eso pudo entrar.
–Ajá.
El líquido de las botellas empezó a ebullir emitiendo un horrible silbido. Tostado emprendió una valiente carrera hacia la salvación y gritó que había un explosivo. «Como si hiciera falta, si este lugar se está viniendo abajo por sí solo», reconocí. No le di más vueltas al asunto y seguí a Tostado.
Pero la salida fue bloqueada por un inesperado grupo de jinetes envueltos en capas negras como sus caballos.
–¡Buscamos el anillo! –gritaban al unísono con voz fantasmagórica, todos mirando a una confundida Fátima. La elfa Galadriel se alejó de ella con poco disimulo. Un escombro aplastó a los jinetes al siguiente instante.
Seguimos corriendo hasta encontrarnos a salvo en el exterior. Miré cómo el lugar se desmoronaba por completo. Hasta los escombros se convertían en polvo.
Hice un conteo de cabezas. Pronto supe que faltaba alguien.
–¿No falta un Vin por aquí? –pregunté.
–No, es tu imaginación –contestó Vinzenzo a la vez que guardaba en su bolsillo un jabón marrón con una pequeña cruz roja en uno de sus lados.
–De nada, siempre es un placer que las personas me coman las biusas… –Fruncí el ceño sospechando que lo que dije podría sonar algo mal–. Quise decir… Bueno, las biusas son el éxito. Si todos conocieran las biusas, no habría guerras en el mundo. Y haces bien en no indagar en cómo lo hago.
Más tarde contestó la pregunta de la muerte vampírica. No es que yo esperase demasiado de alguien con la cabellera de un color distinto al de sus cejas, pero sí fue un poco decepcionante su desconocimiento del tema. Sin embargo, planteó otra pregunta que también despertó mi interés. Cavilé sobre eso durante unos instantes.
–Diría que desde que nacen –inferí–. No creo que pueda durar mucho alguien que se convierte en vampiro ya estando mascando el agua. De lo contrario, no sé si valga mucho la pena vivir siglos siendo senil.
Momentos después, entre tanto caos y canciones que me hacían cuestionar si realmente el tal Vegeta entró sin avisar o ya estaba acordado con Goku, Corlys me hizo notar que ambos rubios no tenían las cejas diferentes a sus melenas puntiagudas. Asentí a eso y también a su siguiente petición de marcharnos antes de que fuera demasiado tarde para la agudez de nuestro sentido común.
Un gato, no el ratero, intentó detenernos alegando que aún faltaba el momento de comer. Y mi estómago rugió aprobando su buen punto. Si una vez acepté intentar comprometerme con una bruja adinerada solo por la comida, incluso sabiendo que debía hacer el tedioso sacrificio de realizar actividades desnudo con ella por toda la vida, buscar la misma recompensa con solo cantar era más tentador. «¿Y en qué terminó aquel compromiso?», me pregunté mientras generaba una biusa y me la comía.
–Eso me recuerda que… –Saqué de mi bolsito un par de objetos que sentí aparecer mágicamente sin explicación aparente, algo que ya ni me extrañaba, y se los entregué al buen vampiro–. Toma, para que disfrutes la vida antes de que se acabe repentinamente. Ah, y esa flor no es para tenerla de adorno, sino para que la comas. Confía en mí, su magia no te dejará plantado.
De pronto y sin previo aviso como muerte por vejez vampírica, me levanté y fui a buscar al gato ratero, quien seguía sin dar señales de vida. Tostado también se dirigió al mismo lugar.
Busqué al gato y no lo encontré. De pronto Tostado, nervioso, me detiene y me hace mirar algo que estaba adherido a una de las paredes que aún seguían en pie.
–N-no, ami… No, mi amigo –balbuecó, señalando el aparato–. ¡¿Qué es esa cosa con tantas botellas?!
Era un aparato compuesto de mecanismos metálicos y botellas con sustancias brillantes, donde destacaba un reloj de arena. Fruncí el ceño con una preocupación creciente. Volví la mirada hacia Tostado, con mis ojos diciendo más que suficiente. Él negó con la cabeza.
–Nononononono, no, no, no, nono –dijo, quizás más para él mismo que para mí–. Si fuera una bomba alquímica, las alarmas arcanas se encenderían porque este edificio tiene runas detectoras de bombas, ¿sí? –explicó con la sombra de la duda desenmascarando a su vacío tono de confianza–. Goku Liarte no habría comprado un edificio sin seguridad para un evento tan importante.
–¿Seguridad? ¿Qué seguridad va a tener si hasta entró un loco atravesando el techo? –repliqué
–No, espera, Vegeta Caño es amigo, por eso pudo entrar.
–Ajá.
El líquido de las botellas empezó a ebullir emitiendo un horrible silbido. Tostado emprendió una valiente carrera hacia la salvación y gritó que había un explosivo. «Como si hiciera falta, si este lugar se está viniendo abajo por sí solo», reconocí. No le di más vueltas al asunto y seguí a Tostado.
Pero la salida fue bloqueada por un inesperado grupo de jinetes envueltos en capas negras como sus caballos.
–¡Buscamos el anillo! –gritaban al unísono con voz fantasmagórica, todos mirando a una confundida Fátima. La elfa Galadriel se alejó de ella con poco disimulo. Un escombro aplastó a los jinetes al siguiente instante.
Seguimos corriendo hasta encontrarnos a salvo en el exterior. Miré cómo el lugar se desmoronaba por completo. Hasta los escombros se convertían en polvo.
Hice un conteo de cabezas. Pronto supe que faltaba alguien.
–¿No falta un Vin por aquí? –pregunté.
–No, es tu imaginación –contestó Vinzenzo a la vez que guardaba en su bolsillo un jabón marrón con una pequeña cruz roja en uno de sus lados.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Le regalo a Corlys los siguientes objetos. ¿Por qué? No preguntes, solo gózalo =)
- ::
- Cerveza de mantequilla [Consumible]
Cuando la bebas, te convertirás en un animal (a elección) durante dos rondas. No podrás usar tus objetos y habilidades mientras dure el efecto.
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Flor de transmutación [Consumible]
Masticar esta flor te permite sustituir tus habilidades raciales por las de alguna otra raza durante dos turnos. Utilizar la habilidad racial activa consumirá sus usos disponibles.
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Rauko
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Re: El Gran Torneo {Privado}
El miembro 'Rauko' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Tenía sentido eso que decía Rauko de la esperanza de vida debía durar desde que nacíamos, pues tampoco había visto demasiados vampiros entrados en años. Aunque también podía ser porque si éramos vampiros era porque alguien nos convertía en eso, y quizás no les interesaba demasiado convertir ancianos.
- No se, los viejos suelen resistirse a morir aunque les quede poco. Aunque supongo que si estás ido de la cabeza no vas a durar mucho como vampiro. Como se te olvide que no puedes salir de día, bueno, haces poof y ya solo queda un montón de cenizas.
Entonces me dio una botella y una flor para que disfrutara de lo que me quedaba de vida y se fue a buscar al gato ladrón. Me quedé mirando lo que me había dado confuso, pero me lo guardé igualmente, seguro que en algún momento eran útiles, aunque no tenía ni idea de para que servían. Al menos Vincent no desapareció y parecía de acuerdo en mi idea de desaparecer de este sitio antes de que comenzaran los lanzamientos de maceta, pero un gato le detuvo para decirle que aún quedaba el banquete y no podíamos irnos aún. Nuestro plan pareció ir a torcerse cuando Iorek mostró más interés del necesario en quedarse a comer, pero entonces el edificio comenzó a amenazar con caerse y tuvimos que salir corriendo de allí.
La salida estaba bloqueada por unos extraños jinetes buscando un anillo, pero afortunadamente, no vieron venir los escombros que los aplastaron. Así que solucionado ese problema logramos escapar antes de que el edifico terminara por desintegrarse. O al menos eso me parecía, porque a Rauko le faltaba uno de los Vin.
- No se, yo creo que están todos.- Volví a echar un vistazo para comprobarlo, pero sólo concluí que no recordaba cuantos había y podrían faltar uno o dos que tampoco iba a notarlo.- O igual no, no sé, eran demasiados. Pero tenemos a nuestro Vincent, el del oso, así que poco importa.- Afirmé señalando al Vincent claramente reconocible por estar junto al inmenso hombre oso.- Seguro que si alguien echa de menos a un desaparecido le pueden dar el cambiazo.
Di una patada a un trozo de viga, que se convirtió en polvo al contacto, y me quedé pensando en que tipo de loco tenía tan poco criterio como para haber buscado un explosivo para derruir una casa que ni siquiera era probable que aguantara el paso de la noche sin ayuda.
- ¿Y alguno tiene un enemigo que le odie mucho, tenga dinero de sobra y ningún ápice de criterio? Porque no se me ocurre otra explicación para que alguien pusiera esa bomba aquí cuando podrías haberlo derribado de un par de patadas en los sitios adecuados.- Si es que hasta yo podría haber construido una casa más estable, y eso que no viviría en una casa construida por mi ni aunque me pagaran.- Aunque igual nos vamos rápido antes de que alguna señora decida que tenemos la culpa por vete a saber que y debemos sufrir el poder de la cerámica...- Les susurré a mis compañeros para ver si no nos escuchaba la señora en cuestión y no acababa siendo yo quien le diera la idea.
- No se, los viejos suelen resistirse a morir aunque les quede poco. Aunque supongo que si estás ido de la cabeza no vas a durar mucho como vampiro. Como se te olvide que no puedes salir de día, bueno, haces poof y ya solo queda un montón de cenizas.
Entonces me dio una botella y una flor para que disfrutara de lo que me quedaba de vida y se fue a buscar al gato ladrón. Me quedé mirando lo que me había dado confuso, pero me lo guardé igualmente, seguro que en algún momento eran útiles, aunque no tenía ni idea de para que servían. Al menos Vincent no desapareció y parecía de acuerdo en mi idea de desaparecer de este sitio antes de que comenzaran los lanzamientos de maceta, pero un gato le detuvo para decirle que aún quedaba el banquete y no podíamos irnos aún. Nuestro plan pareció ir a torcerse cuando Iorek mostró más interés del necesario en quedarse a comer, pero entonces el edificio comenzó a amenazar con caerse y tuvimos que salir corriendo de allí.
La salida estaba bloqueada por unos extraños jinetes buscando un anillo, pero afortunadamente, no vieron venir los escombros que los aplastaron. Así que solucionado ese problema logramos escapar antes de que el edifico terminara por desintegrarse. O al menos eso me parecía, porque a Rauko le faltaba uno de los Vin.
- No se, yo creo que están todos.- Volví a echar un vistazo para comprobarlo, pero sólo concluí que no recordaba cuantos había y podrían faltar uno o dos que tampoco iba a notarlo.- O igual no, no sé, eran demasiados. Pero tenemos a nuestro Vincent, el del oso, así que poco importa.- Afirmé señalando al Vincent claramente reconocible por estar junto al inmenso hombre oso.- Seguro que si alguien echa de menos a un desaparecido le pueden dar el cambiazo.
Di una patada a un trozo de viga, que se convirtió en polvo al contacto, y me quedé pensando en que tipo de loco tenía tan poco criterio como para haber buscado un explosivo para derruir una casa que ni siquiera era probable que aguantara el paso de la noche sin ayuda.
- ¿Y alguno tiene un enemigo que le odie mucho, tenga dinero de sobra y ningún ápice de criterio? Porque no se me ocurre otra explicación para que alguien pusiera esa bomba aquí cuando podrías haberlo derribado de un par de patadas en los sitios adecuados.- Si es que hasta yo podría haber construido una casa más estable, y eso que no viviría en una casa construida por mi ni aunque me pagaran.- Aunque igual nos vamos rápido antes de que alguna señora decida que tenemos la culpa por vete a saber que y debemos sufrir el poder de la cerámica...- Les susurré a mis compañeros para ver si no nos escuchaba la señora en cuestión y no acababa siendo yo quien le diera la idea.
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PD: Tirada de dados del día 6 y tal
Corlys Glokta
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Re: El Gran Torneo {Privado}
El miembro 'Corlys Glokta' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: El Gran Torneo {Privado}
Así eran los gatos. Un momento los tienes ahí, a tu lado, exigiendo mimos y ronroneando para hacerse los interesantes, mientras hablan de comer como cabrones gatos amantes de la comida que son, y al siguiente instante estaban galopando por sus vidas sin importarles una mierda lo que les pudiera pasar al resto..
- Eh, compañero. Te conozco desde hace un ratito y casi me matas con tu nivel de flauta. No está de más un poco de amor a mi persona y fingir que te importa que no muera.
Ah, gatos. eran así, mejores que los perros. Por lo menos los gatos tenían claras sus prioridades. ¿Los perros qué hacían, comer pañuelos?
En cualquier caso, el brujo echó a correr tras la estela de los más rápidos escapistas, aunque un grito captó su atención mientras estaba en medio de la escapatoria y tuvo la necesidad de pararse y mirar hacia atrás.
- ¿Una bomba alquímica? - respondió a Tostado.
Y en cuánto Vincent dijo aquello, una piedra cayó del techo, que se deshacía como una rama seca dentro de una hoguera.
- Claro, porque era totalmente necesario-, afirmó, antes de ponerse a la carrera otra vez.
«Cómo si hiciera falta poner algo para destruir este sitio»
Pero nuestro querido brujo se vio sorprendido de nuevo. Pues justo a la salida del salón, a un lado del pasillo, un Goku daba información totalmente necesaria.
- Tranquilos. No pasa nada. Todo está bajo control.
- Bajo el control del caos-, espetó un oso de lo más carismático, pero del que no podíamos negar que tenía razón ante tal afirmación.
Por si esto fuera poco, cerca de la salida del edificio había un grupo de mendigos pidiendo un anillo. Les podríamos decir jinetes porque sí que tenían monturas pese a tener aspecto de mendigos. Eso fue sospechoso para cierto brujo, vestían como pobres pero tenían monturas que valían lo suyo, pero en fin, los pobretones no duraron demasiado en esta historia.
- Vincent, ¿seguro que esa no es Allyson? - preguntó el oso sobre Galadriel.
- Seguro, Allyson es más peligrosa y no es elfa.
Bueno, la cuestión es que tras tanta tensión al final pudieron salir del edificio que se venía abajo. Y con ello al final todos estuvieron a salvo. O… ¿casi todos?
- No lo sé, perdí la cuenta de cuánta gente me copia el peinado y el corte de barba.
“Oye”. “Pero bueno”. “Cómo que copiar, acaso te consideras el primero?” Así un largo etcétera de quejas partieron de las bocas de los ofendidos no Vincent, más el brujo del oso no les tomó importancia.
- ¿Cómo que el del oso? Ni que perteneciera a este cabronazo-, dijo ahora, cual ofendidito, el auténtico Vinc, contestando al vampiro.
- Bien, ya era hora que alguien me valorara por tenerte siempre al lado y aguantarte.
- Por las barbas de mi tía Ruperta, eso ha estado cerca.
Los demás gatos asintieron, tras las palabras del que parecía ser el líder o portavoz del grupo felino.
- Pero como ya pasó todo, ¿aquí cuando se cena? Por las patas peludas de mi tía abuela por parte de madre, estamos muertos de hambre.
- No te vengas arriba, Don gato-, amenazó cierta mujer con toques violentos. - Primero debemos decidir quién ha ganado el torneo de música.
- Exactoooooo-, expresó cierto Liarte, deslizándose con los pies sobre la tierra para acercarse a dónde se encontraban ellos. - Ha sido un torneo de gran nivel-, dijo, antes de ponerse pensativo.
«Espero que lo diga por cortesía», pensó como réplica silente cierto brujo.
- Mmmm, qué difícil es elegir. La entrada de Gohan ha sido hermosa, los gatos, el oso, el peliblanco con los gatos, el peliblanco con el sapo, Vegeta siempre conmovedor…. Creo que claramente he ganado yo al poder presenciar tan hermoso arte-, terminó por decir, sacando un trofeo pequeño de un bolsillo para mirarlo con mimo.
Antes de que pudiera decir nada más, un Goku caía por los suelos tras el golpe en la nuca, regalo de su esposa.
- Lo que mi marido quiere decir es que Gohan lo hizo de nuevo-, manifestó, quitándole la copita al hombre que estaba por los suelos. - Pero todos habéis estado tan bien, que el mayor premio ha sido participar y no se debe dar el premio a nadie en concreto.
- Justo eso dije, claro que sí-, manifestó Goku, levantándose mientras se acariciaba el golpe en la cabeza. - Ahora ya podemos ir todos a cenar, allí podremos concretar las ideas para el próximo evento.
- ¿Perdón? ¿De verdad que hacéis esto de forma regular?
- Ya se lo dije, desconfiado cocinero.
Vincent miró mal al gato, pero no le dijo nada.
- Oh, por supuesto, mi amigo. Todos los años hacemos algo. Esta vez tocó música, que hemos hecho más de una vez porque me encanta la música-, dijo antes de ponerse a bailar. - Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas. Eso es, lo llamamos el Gran Carnaval. Sí, muchas veces nos disfrazamos también.
- No me lo puedo creer.
- Lo sé, es genial. Por supuesto, estáis todos invitados a todas las ediciones. Ya les mandaré…
Liarte se quedó mirando hacia el brujo que se había quedado blanco muerto de repente.
- ¿Hola? ¿Sigues con nosotros?
- Sí, creo que sí-, respondió un mercenario de lo más afectado.
- Bueno, todos los años les mandaré la invitación, por supuesto. Ah y, mi peliblanco de lo más preguntón, no hay enemigos. Ese artefacto lo puse yo sin decírselo a nadie.
La mujer de Goku entrecerró los ojos y miró intensamente a su marido.
- Chi-chi, tranquila. Es inofensivo, solo haría ruido. Era el colofón final.
- Creo que con hacer más ruido hubiera sido suficiente para tirar este sitio-, comentó el oso, dándole unas palmadas a su amigo brujo a ver si así se recuperaba.
En ese momento se escuchó una potente detonación en las ruinas del edificio, que hicieron saltar algunos cascotes en varias direcciones y que se derrumbara lo que quedaba de este salón de actos.
- Bueno, ¿tampoco soy alquímico? - se excusó. - Gracias Vegeta, por salvarnos tirando todo antes. Y vayamos a cenar, mi dulce Chi-chi no ha preparado tantos platos para nada.
- ¿Pero no tenían pensado cenar aquí? - preguntó un brujo medio muerto
- ¿En ese antro? No, tenemos una taberna alquilada y unos amigos vigilando la cocción y últimos preparativos de mis recetas-, comentó la mujer antes de ponerse en camino.
- Bueno, esta locura al fin acabó. Pero creo que iré a cenar con esos locos. Así me preparo para el siguiente año y de paso para recuperar fuerzas-, mentó cierto brujo. - En fin, muchachos, no debo convertirme en un espíritu. No por ahora, ¿no? - dijo más animado, empezando a caminar tras el grupo de artistas.
- ¡Eso es! ¡Comida! - expresó el oso. - Bueno amigos, si quieren venir, seguro hay sitio para dos más. Pero si deciden huir nadie se los reprochará
Y, como se suele decir, esta escena acaba aquí para nuestro amigable brujo, sin embargo, esto no es más que el inicio de otra nueva aventura llena de brujería. Y... sí, parece que más de una de esas aventuras será un Gran Carnaval. Espero que los disfruten tanto como este narrador escribiéndolos. ¡Hasta la próxima!
- Eh, compañero. Te conozco desde hace un ratito y casi me matas con tu nivel de flauta. No está de más un poco de amor a mi persona y fingir que te importa que no muera.
Ah, gatos. eran así, mejores que los perros. Por lo menos los gatos tenían claras sus prioridades. ¿Los perros qué hacían, comer pañuelos?
En cualquier caso, el brujo echó a correr tras la estela de los más rápidos escapistas, aunque un grito captó su atención mientras estaba en medio de la escapatoria y tuvo la necesidad de pararse y mirar hacia atrás.
- ¿Una bomba alquímica? - respondió a Tostado.
Y en cuánto Vincent dijo aquello, una piedra cayó del techo, que se deshacía como una rama seca dentro de una hoguera.
- Claro, porque era totalmente necesario-, afirmó, antes de ponerse a la carrera otra vez.
«Cómo si hiciera falta poner algo para destruir este sitio»
Pero nuestro querido brujo se vio sorprendido de nuevo. Pues justo a la salida del salón, a un lado del pasillo, un Goku daba información totalmente necesaria.
- Tranquilos. No pasa nada. Todo está bajo control.
- Bajo el control del caos-, espetó un oso de lo más carismático, pero del que no podíamos negar que tenía razón ante tal afirmación.
Por si esto fuera poco, cerca de la salida del edificio había un grupo de mendigos pidiendo un anillo. Les podríamos decir jinetes porque sí que tenían monturas pese a tener aspecto de mendigos. Eso fue sospechoso para cierto brujo, vestían como pobres pero tenían monturas que valían lo suyo, pero en fin, los pobretones no duraron demasiado en esta historia.
- Vincent, ¿seguro que esa no es Allyson? - preguntó el oso sobre Galadriel.
- Seguro, Allyson es más peligrosa y no es elfa.
Bueno, la cuestión es que tras tanta tensión al final pudieron salir del edificio que se venía abajo. Y con ello al final todos estuvieron a salvo. O… ¿casi todos?
- No lo sé, perdí la cuenta de cuánta gente me copia el peinado y el corte de barba.
“Oye”. “Pero bueno”. “Cómo que copiar, acaso te consideras el primero?” Así un largo etcétera de quejas partieron de las bocas de los ofendidos no Vincent, más el brujo del oso no les tomó importancia.
- ¿Cómo que el del oso? Ni que perteneciera a este cabronazo-, dijo ahora, cual ofendidito, el auténtico Vinc, contestando al vampiro.
- Bien, ya era hora que alguien me valorara por tenerte siempre al lado y aguantarte.
- Por las barbas de mi tía Ruperta, eso ha estado cerca.
Los demás gatos asintieron, tras las palabras del que parecía ser el líder o portavoz del grupo felino.
- Pero como ya pasó todo, ¿aquí cuando se cena? Por las patas peludas de mi tía abuela por parte de madre, estamos muertos de hambre.
- No te vengas arriba, Don gato-, amenazó cierta mujer con toques violentos. - Primero debemos decidir quién ha ganado el torneo de música.
- Exactoooooo-, expresó cierto Liarte, deslizándose con los pies sobre la tierra para acercarse a dónde se encontraban ellos. - Ha sido un torneo de gran nivel-, dijo, antes de ponerse pensativo.
«Espero que lo diga por cortesía», pensó como réplica silente cierto brujo.
- Mmmm, qué difícil es elegir. La entrada de Gohan ha sido hermosa, los gatos, el oso, el peliblanco con los gatos, el peliblanco con el sapo, Vegeta siempre conmovedor…. Creo que claramente he ganado yo al poder presenciar tan hermoso arte-, terminó por decir, sacando un trofeo pequeño de un bolsillo para mirarlo con mimo.
Antes de que pudiera decir nada más, un Goku caía por los suelos tras el golpe en la nuca, regalo de su esposa.
- Lo que mi marido quiere decir es que Gohan lo hizo de nuevo-, manifestó, quitándole la copita al hombre que estaba por los suelos. - Pero todos habéis estado tan bien, que el mayor premio ha sido participar y no se debe dar el premio a nadie en concreto.
- Justo eso dije, claro que sí-, manifestó Goku, levantándose mientras se acariciaba el golpe en la cabeza. - Ahora ya podemos ir todos a cenar, allí podremos concretar las ideas para el próximo evento.
- ¿Perdón? ¿De verdad que hacéis esto de forma regular?
- Ya se lo dije, desconfiado cocinero.
Vincent miró mal al gato, pero no le dijo nada.
- Oh, por supuesto, mi amigo. Todos los años hacemos algo. Esta vez tocó música, que hemos hecho más de una vez porque me encanta la música-, dijo antes de ponerse a bailar. - Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas. Eso es, lo llamamos el Gran Carnaval. Sí, muchas veces nos disfrazamos también.
- No me lo puedo creer.
- Lo sé, es genial. Por supuesto, estáis todos invitados a todas las ediciones. Ya les mandaré…
Liarte se quedó mirando hacia el brujo que se había quedado blanco muerto de repente.
- ¿Hola? ¿Sigues con nosotros?
- Sí, creo que sí-, respondió un mercenario de lo más afectado.
- Bueno, todos los años les mandaré la invitación, por supuesto. Ah y, mi peliblanco de lo más preguntón, no hay enemigos. Ese artefacto lo puse yo sin decírselo a nadie.
La mujer de Goku entrecerró los ojos y miró intensamente a su marido.
- Chi-chi, tranquila. Es inofensivo, solo haría ruido. Era el colofón final.
- Creo que con hacer más ruido hubiera sido suficiente para tirar este sitio-, comentó el oso, dándole unas palmadas a su amigo brujo a ver si así se recuperaba.
En ese momento se escuchó una potente detonación en las ruinas del edificio, que hicieron saltar algunos cascotes en varias direcciones y que se derrumbara lo que quedaba de este salón de actos.
- Bueno, ¿tampoco soy alquímico? - se excusó. - Gracias Vegeta, por salvarnos tirando todo antes. Y vayamos a cenar, mi dulce Chi-chi no ha preparado tantos platos para nada.
- ¿Pero no tenían pensado cenar aquí? - preguntó un brujo medio muerto
- ¿En ese antro? No, tenemos una taberna alquilada y unos amigos vigilando la cocción y últimos preparativos de mis recetas-, comentó la mujer antes de ponerse en camino.
- Bueno, esta locura al fin acabó. Pero creo que iré a cenar con esos locos. Así me preparo para el siguiente año y de paso para recuperar fuerzas-, mentó cierto brujo. - En fin, muchachos, no debo convertirme en un espíritu. No por ahora, ¿no? - dijo más animado, empezando a caminar tras el grupo de artistas.
- ¡Eso es! ¡Comida! - expresó el oso. - Bueno amigos, si quieren venir, seguro hay sitio para dos más. Pero si deciden huir nadie se los reprochará
Y, como se suele decir, esta escena acaba aquí para nuestro amigable brujo, sin embargo, esto no es más que el inicio de otra nueva aventura llena de brujería. Y... sí, parece que más de una de esas aventuras será un Gran Carnaval. Espero que los disfruten tanto como este narrador escribiéndolos. ¡Hasta la próxima!
Vincent Calhoun
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