¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
-Vaya, espero que los conejos que atrapamos no sean mezclados con la comida envenenada-
-Solo por si acaso iré a ver si podemos usar algo mas de la mutilación de conejos que provocaste-
-Buena idea, yo iré a limpiarme, hay rumores de sabotajes y gente muerta y que Cantún esta embrujado o algo así-
-Buena suerte... Toma un gomejo-
-Huh?-
Aquello le tomo por sorpresa, porque cuando Eve le entrego aquel gomejo pintado de verde de pronto noto unos cuantos corriendo de color verde y rojo por el campamento, extraño sin lugar a dudas, pero útil, ya que froto la oreja del gomejo en su guante y noto que la pintura ya estaba seca y además si le había limpiado parte de la sangre y polvo del mismo.
-Creo que seria un buen negocio- dijo para si mismo cuando un par de niños se acercaron a el.
-Lleve sus gomejos rompe nalgas patentado por los Frutos Verdes, si algo le pasa o su gomejo se vuelve rabioso no nos hacemos responsables-
-Bueno suena como el tipo de estafa a la que le entraría.... Dame otro-
El niño entonces le entrego otro gomejo y se marcho feliz junto a su compañero por haber recordado parte del discurso que habían ensayado, Zelas simplemente se encogió de hombros y se marcho a algún lugar del campamento que estuviera apartado para poder asearse tranquilamente, encontró una piedra grande tras la cual dejo la espada B.B. apoyada en el muro y se saco el arnés para comenzar a asearse tranquilamente, dejo a uno de los gomejos en el piso, y para asegurarse que no se fuera simplemente le sujeto una oreja con el pie, mientras que con el otro se frotaba la cara quitándose la sangre y el polvo, en un momento que froto nuevamente su cara luego de pasar la oreja de gomejo, el piso donde estaba perdió estabilidad y se encontró flotando en una especie de dimensión extraña con un gomejo aun en la mano.
-Oh vamos, no otra vez- Exclamo, como si no tuviera suficientes malas experiencias desapareciendo de la realidad, a lo lejos una puerta flotaba por ahi en su propia movida, cuando Zelas se giro se topo con una horrible creatura que estaba demasiado cerca al punto que le hizo dar un brinco del susto.
-¿Pensaste que podrías escapar de nosotros?- exclamo un hombre cargando una antorcha en una mano y un tenedor en la otra.
-¿Qué?- Zelas del susto había vuelto a la realidad, seguía detrás de la piedra, con un gomejo en la mano y el otro que seguía bajo su pie a pesar de haber saltado del susto.
La diferencia mas grande era quizás el hecho de que un grupo de personas le rodeaba sujetando antorchas y al parecer lo que obtuvieron en el camino porque vio a uno con una rama, otro sujetaba una piedra, otro tenia un gomejo, otro cargaba 2 antorchas, que era quizás el mas peligroso.
-Te vimos cubierto de sangre no lo niegues!- diría el que tenia al gomejo como arma.
-Si, fui a cazar conejos cornudos para que tuviéramos que comer, digamos que le puse mucho entusiasmo- respondería el no-elfo mientras seguía limpiándose.
-Entonces tu envenenaste la comida!- diría el hombre del tenedor de manera furibunda.
-No, eso paso antes, con algo de suerte los conejos que traje no estarán mezclados con eso- Zelas entonces sacudió a su gomejo para seguir limpiándose.
-No nos engañaras, no dejaremos que abuses de nuestra situación- diría el mas peligroso del grupo, el tipo con 2 antorchas.
-Suficiente, ya se esta acabando mi paciencia si quisiera acabar con alguno de ustedes podría hacerlo sin dificultades, sin embargo, he venido a ayudarles a intentar darles una mano sin esperar nada a cambio y me acusan de lo primero que se les venga a la cabeza, si realmente hice todas las cosas de las que me acusan piensan que seria tan estúpido como para seguir acá?- exclamo agitando al gomejo mientras hacia modismos.
Cuando estaban por responderle Zelas los interrumpió exigiendo hablar con quien estaba de encargado en aquel campamento, el grupo como si lo hubieran ensayado, tuvo unas necesidades urgentes de ir al baño, algunos se sujetaban la barriga mientras que otros simplemente salieron a hacer sus necesidades cubiertos detrás de algún árbol.
-El director Eleandris probablemente este en alguna letrina como todos los suertudos- diría el hombre del gomejo sujetándose el estomago.
Zelas por su parte se limpiaria a modo general y se acercaria al hombre del gomejo, y soltaria a su propio gomejo/paño para luego poner las manos en el estomago del hombre. -Tranquilo, solo te ayudare.. heal heal frog ass, if don't heal today, will heal tomorrow- exclamo al momento que un brillo salía de sus palmas, la luz irradiaba el estomago del hombre que armado con un gomejo sentía como aquellos retorcijones se calmaban(1), el hombre miro a Zelas con profunda gratitud, aunque aun debía ira cagar, ya no le dolía tanto el estomago.
-Bueno, no es mucho pero fuiste el elegido, lo siento por ustedes pero no soy un curandero ni se de plantas que les puedan ayudar, eso solo lo puedo hacer una vez y pues, el hombre del gomejo ha salido afortunado-
diria para luego volver a la piedra a tomar sus cosas.
-Lamento que te persiguiéramos, ahora que estoy menos acongojado puedo ver que si bien no eres un hombre normal... tampoco eres malo- acto seguido el hombre se fue a hacer sus necesidades a algún árbol cercano.
Que la turba enfurecida se hubiera convertido en un montón de personas con problemas estomacales era algo que no había previsto, pero aquella extraña alucinación le había preocupado el éter en el ambiente se sentía raro y Zelas no se encontraba tranquilo, en especial con aquella cosa rara que le asusto. Sin muchas ganas de permaneces en aquella nueva zona de letrinas improvisadas, Zelas decidió ir a buscar a Eve, necesitaba que alguien le cuidara la espalda mientras se daba un baño, sin mas se marcho dejando a los gomejos para los otros menos afortunados que el.
OFF: habilidad usada
(1) Imposición de manos
Curo las molestias de un pobre tipo esperando que así la turba enfurecida y diarrebunda(?) deje de perseguirme, además de marcharme de allí porque convirtieron los alrededores en un cagadero.
-Solo por si acaso iré a ver si podemos usar algo mas de la mutilación de conejos que provocaste-
-Buena idea, yo iré a limpiarme, hay rumores de sabotajes y gente muerta y que Cantún esta embrujado o algo así-
-Buena suerte... Toma un gomejo-
-Huh?-
Aquello le tomo por sorpresa, porque cuando Eve le entrego aquel gomejo pintado de verde de pronto noto unos cuantos corriendo de color verde y rojo por el campamento, extraño sin lugar a dudas, pero útil, ya que froto la oreja del gomejo en su guante y noto que la pintura ya estaba seca y además si le había limpiado parte de la sangre y polvo del mismo.
-Creo que seria un buen negocio- dijo para si mismo cuando un par de niños se acercaron a el.
-Lleve sus gomejos rompe nalgas patentado por los Frutos Verdes, si algo le pasa o su gomejo se vuelve rabioso no nos hacemos responsables-
-Bueno suena como el tipo de estafa a la que le entraría.... Dame otro-
El niño entonces le entrego otro gomejo y se marcho feliz junto a su compañero por haber recordado parte del discurso que habían ensayado, Zelas simplemente se encogió de hombros y se marcho a algún lugar del campamento que estuviera apartado para poder asearse tranquilamente, encontró una piedra grande tras la cual dejo la espada B.B. apoyada en el muro y se saco el arnés para comenzar a asearse tranquilamente, dejo a uno de los gomejos en el piso, y para asegurarse que no se fuera simplemente le sujeto una oreja con el pie, mientras que con el otro se frotaba la cara quitándose la sangre y el polvo, en un momento que froto nuevamente su cara luego de pasar la oreja de gomejo, el piso donde estaba perdió estabilidad y se encontró flotando en una especie de dimensión extraña con un gomejo aun en la mano.
-Oh vamos, no otra vez- Exclamo, como si no tuviera suficientes malas experiencias desapareciendo de la realidad, a lo lejos una puerta flotaba por ahi en su propia movida, cuando Zelas se giro se topo con una horrible creatura que estaba demasiado cerca al punto que le hizo dar un brinco del susto.
-¿Pensaste que podrías escapar de nosotros?- exclamo un hombre cargando una antorcha en una mano y un tenedor en la otra.
-¿Qué?- Zelas del susto había vuelto a la realidad, seguía detrás de la piedra, con un gomejo en la mano y el otro que seguía bajo su pie a pesar de haber saltado del susto.
La diferencia mas grande era quizás el hecho de que un grupo de personas le rodeaba sujetando antorchas y al parecer lo que obtuvieron en el camino porque vio a uno con una rama, otro sujetaba una piedra, otro tenia un gomejo, otro cargaba 2 antorchas, que era quizás el mas peligroso.
-Te vimos cubierto de sangre no lo niegues!- diría el que tenia al gomejo como arma.
-Si, fui a cazar conejos cornudos para que tuviéramos que comer, digamos que le puse mucho entusiasmo- respondería el no-elfo mientras seguía limpiándose.
-Entonces tu envenenaste la comida!- diría el hombre del tenedor de manera furibunda.
-No, eso paso antes, con algo de suerte los conejos que traje no estarán mezclados con eso- Zelas entonces sacudió a su gomejo para seguir limpiándose.
-No nos engañaras, no dejaremos que abuses de nuestra situación- diría el mas peligroso del grupo, el tipo con 2 antorchas.
-Suficiente, ya se esta acabando mi paciencia si quisiera acabar con alguno de ustedes podría hacerlo sin dificultades, sin embargo, he venido a ayudarles a intentar darles una mano sin esperar nada a cambio y me acusan de lo primero que se les venga a la cabeza, si realmente hice todas las cosas de las que me acusan piensan que seria tan estúpido como para seguir acá?- exclamo agitando al gomejo mientras hacia modismos.
Cuando estaban por responderle Zelas los interrumpió exigiendo hablar con quien estaba de encargado en aquel campamento, el grupo como si lo hubieran ensayado, tuvo unas necesidades urgentes de ir al baño, algunos se sujetaban la barriga mientras que otros simplemente salieron a hacer sus necesidades cubiertos detrás de algún árbol.
-El director Eleandris probablemente este en alguna letrina como todos los suertudos- diría el hombre del gomejo sujetándose el estomago.
Zelas por su parte se limpiaria a modo general y se acercaria al hombre del gomejo, y soltaria a su propio gomejo/paño para luego poner las manos en el estomago del hombre. -Tranquilo, solo te ayudare.. heal heal frog ass, if don't heal today, will heal tomorrow- exclamo al momento que un brillo salía de sus palmas, la luz irradiaba el estomago del hombre que armado con un gomejo sentía como aquellos retorcijones se calmaban(1), el hombre miro a Zelas con profunda gratitud, aunque aun debía ira cagar, ya no le dolía tanto el estomago.
-Bueno, no es mucho pero fuiste el elegido, lo siento por ustedes pero no soy un curandero ni se de plantas que les puedan ayudar, eso solo lo puedo hacer una vez y pues, el hombre del gomejo ha salido afortunado-
diria para luego volver a la piedra a tomar sus cosas.
-Lamento que te persiguiéramos, ahora que estoy menos acongojado puedo ver que si bien no eres un hombre normal... tampoco eres malo- acto seguido el hombre se fue a hacer sus necesidades a algún árbol cercano.
Que la turba enfurecida se hubiera convertido en un montón de personas con problemas estomacales era algo que no había previsto, pero aquella extraña alucinación le había preocupado el éter en el ambiente se sentía raro y Zelas no se encontraba tranquilo, en especial con aquella cosa rara que le asusto. Sin muchas ganas de permaneces en aquella nueva zona de letrinas improvisadas, Zelas decidió ir a buscar a Eve, necesitaba que alguien le cuidara la espalda mientras se daba un baño, sin mas se marcho dejando a los gomejos para los otros menos afortunados que el.
OFF: habilidad usada
(1) Imposición de manos
Curo las molestias de un pobre tipo esperando que así la turba enfurecida y diarrebunda(?) deje de perseguirme, además de marcharme de allí porque convirtieron los alrededores en un cagadero.
Zelas Hazelmere
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
La tabla sobre la que descansaba su pie izquierdo estaba suelta. Aquello le provocó, al principio, algo de ansiedad porque, ¿qué costaba volver a encajarlo? Sin embargo, cuando sus ojos volvían a aquella tabla, comprendió que aquella tabla no quería estar allí. La tabla quería ser libre y por muchos martillazos que le dieran para encajarla de nuevo, ella se acabaría liberando. La voluntad y el deseo de ser libre, era, se dijo, sin duda, algo común a todas las cosas.
Alzó la cabeza como un resorte al escuchar, a lo lejos un rugido. Ben miró hacia atrás, al carro en el que viajaba Wilga y observó como hacía señales hacia el cielo. Ben miró pero se descubrió volando por los aires para impactar, poco después, contra el suelo. Miró al cielo y trató de buscar una explicación.
- ¡Sango, cabronazo bastardo, levántate, nos atacan!
Pero quién. Esa era una gran pregunta, como por qué aún no había mirado al cielo. Le gustaba contemplarlo en todas las épocas del año, pero mucho más en invierno. El azul del cielo en el invierno, se dijo, era de los colores más guapos. Wilga se tiró al suelo junto a Sango y le abofeteó sin contemplaciones. Ben volvió en sí.
- Por el Oblivion... ¿Qué coño ha pas...?
El carro, a escasos pasos de distancia explotó en cientos de astillas. Giró la cabeza para contemplar como una piedra emergía del suelo como la punta de una lanza. Wilga le obligó a ponerse en pie y le gritó algo que Ben no entendió porque sus ojos solo podían fijarse en aquel buey atravesado por una lanza de piedra similar. Una lanza por la que aún corría la sangre y caían trozos de las entrañas de la bestia que, esperaba, hubiera muerto en el acto.
- Sí...
- ¿Sí qué? Espabila, hombre. Los transportes están destrozados...
Ben se aferró con fuerza al escudo después de sacudir la cabeza. Wilga le movió hacia la bestia atravesada y señaló como otras rocas emergían del suelo.
- Te estoy diciendo que tenemos que largarnos de aquí, los transportistas, los que quedan se han ido.
- ¿Quién ataca? Ni un paso atrás Wilga.
- ¡Bien! Es un dragón, no sé dónde está ahora, pero...
Ben dejó de escuchar. Un dragón. Aún tenía presente el engaño y la humillación al que fueron sometidos el Día de la Alianza por parte de los dragones que, con el pretexto de celebrar una antigua unión de razas, usaron el poder de los asistentes para incrementar su poder y usarlo solo los Dioses sabían en qué.
Una sonrisa se le dibujó en la cara. No era el primer dragón al que se enfrentaba, como ya hiciera en al castillo de los Karst, junto a la maestra cazadora. Tampoco sería el último, de eso estaba seguro. Sango se agachó, ignorando las piedras que salían del suelo, para coger de una bolsa un frasco que tenía indicios de rotura. Sin pensarlo dos veces tragó su contenido (1).
- ¡Estás loco, no ves que hay piedras saliendo del puñetero suelo! ¡Vamos a morir!
- No puede llegar al campamento- le asqueaba el sabor del elixir y se lo hizo saber a Wilga por los gestos de su rostro- si vamos a morir, que sea aquí, pero si no quieres que sea tu día- tragó saliva- entonces aquí no sirve para nada.
Sango echó mano al hacha y caminó hacia la mitad del camino, junto a una concentración de seis o siete piedras.
- ¡Vamos! ¡Adelante! Los Dioses están de nuestra parte.
Una piedra salió justo a su izquierda empujándole hacia el lado contrario. Ben, de manera instintiva se dejó llevar por la inercia solo para buscar una posición de equilibrio en la que poder apoyarse y lanzarse al ataque. Embistió a la roca con el escudo que le devolvió el golpe y le lanzó, nuevamente hacia atrás pero Ben pudo soltar un hachazo que cortó la punta de la lanza. Después de recuperar el equilibrio decidió plantarse y estudiar a su enemigo que había resultado ser mucho más poderoso de lo que creía. Para su sorpresa, se trataba de una roca (2). Gritó de rabia (3).
- ¡Ven a por mi! ¡Sigurd guiará mis armas!
(1) Uso de Poción de Estoicismo: [Elixir, Limitado, 2 Usos] Otorga inmunidad ante el dolor e ignorar limitaciones derivadas de heridas (mientras sea razonable). Dura 2 rondas.
(2) A petición de Corlys.
(3) Uso de habilidad - Aquí os espero: Un rugido, como el oleaje rompiendo en un acantilado, sale de las entraña de Sango captando la atención de sus adversarios que se lanzan hacia él. Por su parte Sango obtiene una mejora en el aguante, durante un turno, fruto de la adrenalina liberada en el grito.
(4) Sigurd mató a Fafner, un tipo que se convirtió en dragón porque, resumiendo, era un bastardo avaricioso. Este Sigurd era hijo o pariente (no lo recuerdo bien) del padre de Fafner, y este lo envió a matar al dragón. Y sí, lo hizo.
Alzó la cabeza como un resorte al escuchar, a lo lejos un rugido. Ben miró hacia atrás, al carro en el que viajaba Wilga y observó como hacía señales hacia el cielo. Ben miró pero se descubrió volando por los aires para impactar, poco después, contra el suelo. Miró al cielo y trató de buscar una explicación.
- ¡Sango, cabronazo bastardo, levántate, nos atacan!
Pero quién. Esa era una gran pregunta, como por qué aún no había mirado al cielo. Le gustaba contemplarlo en todas las épocas del año, pero mucho más en invierno. El azul del cielo en el invierno, se dijo, era de los colores más guapos. Wilga se tiró al suelo junto a Sango y le abofeteó sin contemplaciones. Ben volvió en sí.
- Por el Oblivion... ¿Qué coño ha pas...?
El carro, a escasos pasos de distancia explotó en cientos de astillas. Giró la cabeza para contemplar como una piedra emergía del suelo como la punta de una lanza. Wilga le obligó a ponerse en pie y le gritó algo que Ben no entendió porque sus ojos solo podían fijarse en aquel buey atravesado por una lanza de piedra similar. Una lanza por la que aún corría la sangre y caían trozos de las entrañas de la bestia que, esperaba, hubiera muerto en el acto.
- Sí...
- ¿Sí qué? Espabila, hombre. Los transportes están destrozados...
Ben se aferró con fuerza al escudo después de sacudir la cabeza. Wilga le movió hacia la bestia atravesada y señaló como otras rocas emergían del suelo.
- Te estoy diciendo que tenemos que largarnos de aquí, los transportistas, los que quedan se han ido.
- ¿Quién ataca? Ni un paso atrás Wilga.
- ¡Bien! Es un dragón, no sé dónde está ahora, pero...
Ben dejó de escuchar. Un dragón. Aún tenía presente el engaño y la humillación al que fueron sometidos el Día de la Alianza por parte de los dragones que, con el pretexto de celebrar una antigua unión de razas, usaron el poder de los asistentes para incrementar su poder y usarlo solo los Dioses sabían en qué.
Una sonrisa se le dibujó en la cara. No era el primer dragón al que se enfrentaba, como ya hiciera en al castillo de los Karst, junto a la maestra cazadora. Tampoco sería el último, de eso estaba seguro. Sango se agachó, ignorando las piedras que salían del suelo, para coger de una bolsa un frasco que tenía indicios de rotura. Sin pensarlo dos veces tragó su contenido (1).
- ¡Estás loco, no ves que hay piedras saliendo del puñetero suelo! ¡Vamos a morir!
- No puede llegar al campamento- le asqueaba el sabor del elixir y se lo hizo saber a Wilga por los gestos de su rostro- si vamos a morir, que sea aquí, pero si no quieres que sea tu día- tragó saliva- entonces aquí no sirve para nada.
Sango echó mano al hacha y caminó hacia la mitad del camino, junto a una concentración de seis o siete piedras.
- ¡Vamos! ¡Adelante! Los Dioses están de nuestra parte.
Una piedra salió justo a su izquierda empujándole hacia el lado contrario. Ben, de manera instintiva se dejó llevar por la inercia solo para buscar una posición de equilibrio en la que poder apoyarse y lanzarse al ataque. Embistió a la roca con el escudo que le devolvió el golpe y le lanzó, nuevamente hacia atrás pero Ben pudo soltar un hachazo que cortó la punta de la lanza. Después de recuperar el equilibrio decidió plantarse y estudiar a su enemigo que había resultado ser mucho más poderoso de lo que creía. Para su sorpresa, se trataba de una roca (2). Gritó de rabia (3).
- ¡Ven a por mi! ¡Sigurd guiará mis armas!
(1) Uso de Poción de Estoicismo: [Elixir, Limitado, 2 Usos] Otorga inmunidad ante el dolor e ignorar limitaciones derivadas de heridas (mientras sea razonable). Dura 2 rondas.
(2) A petición de Corlys.
(3) Uso de habilidad - Aquí os espero: Un rugido, como el oleaje rompiendo en un acantilado, sale de las entraña de Sango captando la atención de sus adversarios que se lanzan hacia él. Por su parte Sango obtiene una mejora en el aguante, durante un turno, fruto de la adrenalina liberada en el grito.
(4) Sigurd mató a Fafner, un tipo que se convirtió en dragón porque, resumiendo, era un bastardo avaricioso. Este Sigurd era hijo o pariente (no lo recuerdo bien) del padre de Fafner, y este lo envió a matar al dragón. Y sí, lo hizo.
Sango
Héroe de Aerandir
Héroe de Aerandir
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
-Veinticinco litros, ¿sí?- preguntó de manera retórica Níniel al último de los nuevos aguadores del campamento, sin obtener más respuesta que una mirada interrogativa, seguida de un desvió de sus ojos hacia partes de su propia anatomía que nada tenían que ver con hallar una. -Bien, dos partes y media.- se auto respondió la peliblanca vertiendo la cantidad exacta de antídoto en aquel contenedor, apremiando al humano a dejar de mirarla como si nunca hubiese visto a una elfa y a continuar trabajando. -Siguiente- pidió entonces mientras Catherine "ayudaba" al humano con su tarea, y un nuevo aguador, o en este caso una pareja de mujeres con recipientes más pequeños, ocupaban su lugar. La mayor, una mujer de unos treinta años parecía molesta por algo.
-Tres ánforas de 4 litros...- calculó la joven mientras preparaba la cantidad necesaria de antídoto, a la vez que comprobaba cómo iban las últimas pruebas realizadas al acuífero. -Bien, aquí está.- Añadió la peliblanca purificando su agua, agradecida porque aquellas dos humanas fueran las últimas de la cola por el momento y aprovechando para estirarse, preguntándose a qué se debía la mirada de enfado de aquella última mujer. Tampoco era estrictamente necesario un agradecimiento pero...ni que les estuviera cobrando el agua.
-¿En serio te preguntas eso Nín? Eres la persona más inteligente que conozco, pero a veces...Es evidente que el gigantón delante de esas dos es su marido. Y por si no lo has notado, el agua parecía importarle más bien poco...-Catherine también parecía molesta. -De hecho creo que la mayoría venían a verte a ti y el agua era lo de menos...Este imbécil ni siquiera podía apenas con todo lo que cargaba, solo quería lucirse.- explicó la pelirroja airada.
-Noté su mirada, pero no es mi culpa ni hice nada malo. No debería estar molesta conmigo, si no con su marido.- se defendió la sacerdotisa, volviendo a sus muestras y comprobando que el acuífero volvía a estar listo para ser usado sin riesgos para la salud.
-Oh, seguro que lo está. Ojalá pudiera seguirles. Este tipo va a tener esta noche algo mucho peor que esos fantasmas de brujos de los que la gente habla...Pero no puedo decir que no sepa como se siente la humana...Algunas tanto y otras...- dejó la frase en el aire negando con la cabeza.
-Hablando de fantasmas, ¿has podido averiguar algo? Parece que el rumor se esparce rápido.-
Catherine se encogió de hombros. -Algunos dicen una cosa, otros otra. Lo que sí está claro es que hay gente aprovechando el momento. Han encontrado algunos muertos, pero me da que no es cosa de magia antigua. Si ocurre en Lunargenta, con todos esos cabeza cubos, imagina en un campamento caótico de refugiados.- La felina tenía mucha razón. Antiguas rencillas, problemas territoriales, problemas con brujos radicales, criminales habituales, todos ellos aprovechando la coyuntura...El suministro de agua solo había supuesto solucionar uno de los muchos problemas que aquella gente tenía.
-Parece que vamos a tener que quedarnos más tiempo del que te gustaría Cath. No me esperaba que las cosas fuesen a estar tan mal.-
-Sabía que dirías eso. Pero espero que lo siguiente requiera un poco mas de..."toque femenino" ya me entiendes. Cargar con tinajas es buen ejercicio pero, no libero bien la frustración si no le sacudo a algo.- fue la respuesta de la pelirroja, que le arrojó una pieza de fruta a Níniel para que recuperara fuerzas mientras que ella misma tomaba una tira de carne de las bolsas de Roger. Quedándose por un momento quieta, mirando al Cuco cuya jaula descansaba tras la silla de Trickster.
-Ahh, Nín. Ya se que este pájaro tuyo es bastante rarito pero...¿Es normal que se quede quieto mirando algo y que sus ojos...?- preguntó alejándose como si la escena con la extraña ave le diera repelús. Trickster comenzó a agitarse inquieto.
-No, y ya sabes que no duerme. Nunca le he visto quieto desde...- antes de terminar la frase Níniel sintió como si una onda de éter extraño la atravesara, viéndose obligada a soltar la pieza de fruta que estaba comiendo y agarrarse al borde del pozo más cercano para mantenerse erguida y no trastabillar. Miró hacia el ave maldita, sin dudar ni por un instante que aquello era obra suya, reconociendo su aura, pero ¿por qué? ¿Y qué era esa segunda aura que sentía? Era diferente, pero a la vez extrañamente similar a la del Cuco. Y provenía del propio campamento, o quizá sería más exacto decir, de las ruinas donde el campamento se encontraba.
Meses atrás había sido un brujo malvado el que había usado el extraño poder de aquel Cuco para sus siniestros fines, prácticamente obligándolo a activarlos y parasitando al ave para ganar poder a través de los sueños de miles de personas. Desde entonces, sin un catalizador, simplemente había sido un contenedor de sueños, algo inquietante quizá, pero inofensivo en manos de Níniel. ¿Por qué había vuelto a activarse en aquel momento? ¿O acaso no era el momento, si no el lugar?
La peliblanca se acercó al ave y, tras tratar de detenerla en vano, dirigió su mirada en la misma dirección que el animal, concentrándose en percibir aquella segunda fuente de éter anómalo. -¿Acaso es posible?- pensó Níniel luchando contra los afectos del ave gracias a su experiencia previa con el mundo de los sueños. -Cath, creo que hay algo en esta ciudad en sintonía con el mundo de los sueños. Debe de haberse activado en presencia del Cuco. ¿Cath?- llamó la atención de la felina la joven elfa, pero la felina parecía absorta contemplando los alrededores de la zona de los pozos.
-Vaya, mira el tamaño de esos edificios...¿Y eso de las ventanas es oro?- decía sin que Níniel pudiera ver nada de lo que decía.
-No es real, Cath, es el Cuco, tienes que mantenerte despierta.- Pidió la joven zarandeando a su hermana hasta que salió de su ensoñación extrañada. -Coge al Cuco, tenemos que llegar hasta lo que sea que lo ha activado o ...bueno nadie de los que están en este campamento volverán a despertar.- La felina asintió aún mirando extraña a sus alrededores, viendo solo tienduchas y pequeños refugios donde segundos antes había habido una ciudad que podía rivalizar en riquezas con Beltrexus. -¡Cath!-
-¿Eh? sí, sí, el pájaro, te sigo.- Reaccionó finalmente la gata, tomando la jaula y siguiendo a su hermana hasta el origen de la segunda aura de éter extraño, teniendo que confiar en Níniel para ello, ya que ella solo podía sentir el éter de una manera superficial, como les ocurría a todas las razas "no mágicas". -¿A dónde vamos?-
-Está cerca, puedo sentirlo...-fue cuanto pudo decirle la sacerdotisa mientras recorría parte de aquel campamento, teniendo que dar puntuales rodeos en su camino al toparse con una agrupación de tiendas y refugios que le cortaban el paso, o los enseres personales que los refugiados habían logrado llevar hasta allí tras las crecidas e inundaciones. Conforme se acercaban, el aura del Cuco aumentaba de intensidad, y más gente dormida, adormilada o sorprendida ante visiones fruto de sus ensoñaciones se encontraban.
-¡No, el agua, nos va a tragar a todos, tenemos que correr!- gritaba un hombre tratando de ponerse a salvo de una inexistente riada, pero logrando que algunas personas más, aterradas, también salieran corriendo.
-Está empeorando rápidamente. Como no nos demos prisa el mundo de los sueños podría hacerse real en el nuestro...-
-Jeje, es broma ¿no? Eso no puede pasar ¿verdad?- preguntó Catherine comenzando a asustarse. -Hay sueños que no me importaría pero hay otros que...-
-No debería serlo pero...¿Acaso no pueden los Ilusionista materializar sus ilusiones?-
-Ah, mierda.- sentenció Catherine.
-Aquí es...esto es...- Ante Níniel, y entre varias de las nuevas casas para los refugiados que los hábiles carpinteros se habían esmerado en levantar, se alzaba lo que a todos luces eran los restos de un anillo de aspecto elaborado y ritual. Lo que se conservaba del mismo mostraba símbolos arcanos complejos, activos y fulgurantes en aquel momento. Partes del anillo se habían desprendido y parecía que algunos de aquellos restos habían sido apartados para hacer sitio a las construcciones. Resultaba bastante impresionante a pesar de su estado, y con sus runas activas, incluso intimidante.
-Vaya, sí que se conserva bien...lo que sea esto...-Dijo Catherine aún sosteniendo la jaula con un Cuco en cuyos negros ojos se reflejaban las runas de aquel anillo arcano. No era cierto por supuesto, pero la felina parecía estar viendo de nuevo aquel lugar antes de ser abandonado, antes de acabar en ruinas, miles de años atrás en el tiempo.
-Tenemos que detenerlo...pero no sé cómo- instó la sacerdotisa tratando de averiguar cómo podría hacer tal cosa. Tal vez borrando alguna runa de la roca...Peligroso con su escaso conocimiento sobre arcanos, y aquellos parecían muy complejos. Destruir lo que quedaba del anillo también entrañaba un gran riesgo...
-Hay que reconocer que los brujos, tienen buen gusto...-Decía una aún enbelsada por el sueño Catherine.
-Y se acaba el tiempo.-
-Tres ánforas de 4 litros...- calculó la joven mientras preparaba la cantidad necesaria de antídoto, a la vez que comprobaba cómo iban las últimas pruebas realizadas al acuífero. -Bien, aquí está.- Añadió la peliblanca purificando su agua, agradecida porque aquellas dos humanas fueran las últimas de la cola por el momento y aprovechando para estirarse, preguntándose a qué se debía la mirada de enfado de aquella última mujer. Tampoco era estrictamente necesario un agradecimiento pero...ni que les estuviera cobrando el agua.
-¿En serio te preguntas eso Nín? Eres la persona más inteligente que conozco, pero a veces...Es evidente que el gigantón delante de esas dos es su marido. Y por si no lo has notado, el agua parecía importarle más bien poco...-Catherine también parecía molesta. -De hecho creo que la mayoría venían a verte a ti y el agua era lo de menos...Este imbécil ni siquiera podía apenas con todo lo que cargaba, solo quería lucirse.- explicó la pelirroja airada.
-Noté su mirada, pero no es mi culpa ni hice nada malo. No debería estar molesta conmigo, si no con su marido.- se defendió la sacerdotisa, volviendo a sus muestras y comprobando que el acuífero volvía a estar listo para ser usado sin riesgos para la salud.
-Oh, seguro que lo está. Ojalá pudiera seguirles. Este tipo va a tener esta noche algo mucho peor que esos fantasmas de brujos de los que la gente habla...Pero no puedo decir que no sepa como se siente la humana...Algunas tanto y otras...- dejó la frase en el aire negando con la cabeza.
-Hablando de fantasmas, ¿has podido averiguar algo? Parece que el rumor se esparce rápido.-
Catherine se encogió de hombros. -Algunos dicen una cosa, otros otra. Lo que sí está claro es que hay gente aprovechando el momento. Han encontrado algunos muertos, pero me da que no es cosa de magia antigua. Si ocurre en Lunargenta, con todos esos cabeza cubos, imagina en un campamento caótico de refugiados.- La felina tenía mucha razón. Antiguas rencillas, problemas territoriales, problemas con brujos radicales, criminales habituales, todos ellos aprovechando la coyuntura...El suministro de agua solo había supuesto solucionar uno de los muchos problemas que aquella gente tenía.
-Parece que vamos a tener que quedarnos más tiempo del que te gustaría Cath. No me esperaba que las cosas fuesen a estar tan mal.-
-Sabía que dirías eso. Pero espero que lo siguiente requiera un poco mas de..."toque femenino" ya me entiendes. Cargar con tinajas es buen ejercicio pero, no libero bien la frustración si no le sacudo a algo.- fue la respuesta de la pelirroja, que le arrojó una pieza de fruta a Níniel para que recuperara fuerzas mientras que ella misma tomaba una tira de carne de las bolsas de Roger. Quedándose por un momento quieta, mirando al Cuco cuya jaula descansaba tras la silla de Trickster.
-Ahh, Nín. Ya se que este pájaro tuyo es bastante rarito pero...¿Es normal que se quede quieto mirando algo y que sus ojos...?- preguntó alejándose como si la escena con la extraña ave le diera repelús. Trickster comenzó a agitarse inquieto.
-No, y ya sabes que no duerme. Nunca le he visto quieto desde...- antes de terminar la frase Níniel sintió como si una onda de éter extraño la atravesara, viéndose obligada a soltar la pieza de fruta que estaba comiendo y agarrarse al borde del pozo más cercano para mantenerse erguida y no trastabillar. Miró hacia el ave maldita, sin dudar ni por un instante que aquello era obra suya, reconociendo su aura, pero ¿por qué? ¿Y qué era esa segunda aura que sentía? Era diferente, pero a la vez extrañamente similar a la del Cuco. Y provenía del propio campamento, o quizá sería más exacto decir, de las ruinas donde el campamento se encontraba.
Meses atrás había sido un brujo malvado el que había usado el extraño poder de aquel Cuco para sus siniestros fines, prácticamente obligándolo a activarlos y parasitando al ave para ganar poder a través de los sueños de miles de personas. Desde entonces, sin un catalizador, simplemente había sido un contenedor de sueños, algo inquietante quizá, pero inofensivo en manos de Níniel. ¿Por qué había vuelto a activarse en aquel momento? ¿O acaso no era el momento, si no el lugar?
La peliblanca se acercó al ave y, tras tratar de detenerla en vano, dirigió su mirada en la misma dirección que el animal, concentrándose en percibir aquella segunda fuente de éter anómalo. -¿Acaso es posible?- pensó Níniel luchando contra los afectos del ave gracias a su experiencia previa con el mundo de los sueños. -Cath, creo que hay algo en esta ciudad en sintonía con el mundo de los sueños. Debe de haberse activado en presencia del Cuco. ¿Cath?- llamó la atención de la felina la joven elfa, pero la felina parecía absorta contemplando los alrededores de la zona de los pozos.
-Vaya, mira el tamaño de esos edificios...¿Y eso de las ventanas es oro?- decía sin que Níniel pudiera ver nada de lo que decía.
-No es real, Cath, es el Cuco, tienes que mantenerte despierta.- Pidió la joven zarandeando a su hermana hasta que salió de su ensoñación extrañada. -Coge al Cuco, tenemos que llegar hasta lo que sea que lo ha activado o ...bueno nadie de los que están en este campamento volverán a despertar.- La felina asintió aún mirando extraña a sus alrededores, viendo solo tienduchas y pequeños refugios donde segundos antes había habido una ciudad que podía rivalizar en riquezas con Beltrexus. -¡Cath!-
-¿Eh? sí, sí, el pájaro, te sigo.- Reaccionó finalmente la gata, tomando la jaula y siguiendo a su hermana hasta el origen de la segunda aura de éter extraño, teniendo que confiar en Níniel para ello, ya que ella solo podía sentir el éter de una manera superficial, como les ocurría a todas las razas "no mágicas". -¿A dónde vamos?-
-Está cerca, puedo sentirlo...-fue cuanto pudo decirle la sacerdotisa mientras recorría parte de aquel campamento, teniendo que dar puntuales rodeos en su camino al toparse con una agrupación de tiendas y refugios que le cortaban el paso, o los enseres personales que los refugiados habían logrado llevar hasta allí tras las crecidas e inundaciones. Conforme se acercaban, el aura del Cuco aumentaba de intensidad, y más gente dormida, adormilada o sorprendida ante visiones fruto de sus ensoñaciones se encontraban.
-¡No, el agua, nos va a tragar a todos, tenemos que correr!- gritaba un hombre tratando de ponerse a salvo de una inexistente riada, pero logrando que algunas personas más, aterradas, también salieran corriendo.
-Está empeorando rápidamente. Como no nos demos prisa el mundo de los sueños podría hacerse real en el nuestro...-
-Jeje, es broma ¿no? Eso no puede pasar ¿verdad?- preguntó Catherine comenzando a asustarse. -Hay sueños que no me importaría pero hay otros que...-
-No debería serlo pero...¿Acaso no pueden los Ilusionista materializar sus ilusiones?-
-Ah, mierda.- sentenció Catherine.
-Aquí es...esto es...- Ante Níniel, y entre varias de las nuevas casas para los refugiados que los hábiles carpinteros se habían esmerado en levantar, se alzaba lo que a todos luces eran los restos de un anillo de aspecto elaborado y ritual. Lo que se conservaba del mismo mostraba símbolos arcanos complejos, activos y fulgurantes en aquel momento. Partes del anillo se habían desprendido y parecía que algunos de aquellos restos habían sido apartados para hacer sitio a las construcciones. Resultaba bastante impresionante a pesar de su estado, y con sus runas activas, incluso intimidante.
-Vaya, sí que se conserva bien...lo que sea esto...-Dijo Catherine aún sosteniendo la jaula con un Cuco en cuyos negros ojos se reflejaban las runas de aquel anillo arcano. No era cierto por supuesto, pero la felina parecía estar viendo de nuevo aquel lugar antes de ser abandonado, antes de acabar en ruinas, miles de años atrás en el tiempo.
- El anillo completo:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-Tenemos que detenerlo...pero no sé cómo- instó la sacerdotisa tratando de averiguar cómo podría hacer tal cosa. Tal vez borrando alguna runa de la roca...Peligroso con su escaso conocimiento sobre arcanos, y aquellos parecían muy complejos. Destruir lo que quedaba del anillo también entrañaba un gran riesgo...
-Hay que reconocer que los brujos, tienen buen gusto...-Decía una aún enbelsada por el sueño Catherine.
-Y se acaba el tiempo.-
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
La arremetida había sido devastadora, las carretas, los refugiados y hasta los animales, nada se salvaba de sufrir la ira del dragón, los mas afortunados, si es que se les puede llamar así murieron instantáneamente, ya fuera por ser atravesados por alguna roca que emergió de la nada o por la brutal embestida del dragón, los menos afortunados sucumbirían ante las acciones que le precedieron.
Luego de sacudirse de encima trozos de piedras, carreta y sangre de sus victimas el dragón comenzó una caótica masacre entre los refugiados que intentaban huir en distintas direcciones según las rocas se lo permitían, sin embargo, el dragón no les daría mucho tiempo, ya que lanzaría poderosos manotazos para romper las estalagmitas y así lanzarles rocas a todo lo que se moviera en aquella dirección donde diera el manotazo, aquellos que estaban mas cerca y buscaban protección entre las rocas terminaron sepultados sobre las mismas cuando la creatura envolvió uno de sus costados con una de sus alas cubiertas de protuberancias y se arrastro horizontalmente demoliendo todo a su paso, el apodo de "calamidad carmesí" que los Nórgedos le habrían puesto en su tiempo viviendo en el arenal cobraba en ese momento todo el sentido del mundo, ya que se encontraba cubierto de la sangre de sus victimas, además de trozos de piel y tripas dándole un aspecto cada vez mas aterrador.
Nero no tenia raciocinio en aquel momento, solo era una peligrosa creatura llena de una ira inconmensurable cuyo único propósito era destruir todo lo que tuviera en frente, nuevamente rugió provocando que mas formaciones rocosas peligrosas emergieran desde el piso que estaba a sus alrededores(1), lo cual fue acompañado por mas movimientos telúricos que entorpecían la huida, en especial cuando la creatura había avistado a otro grupo de refugiados a quienes iba a masacrar, sin embargo, ocurrió un milagro inesperado para aquellos pobres hombres que luchaban por aferrarse a la vida, la cual no paraba de azotarles con una calamidad tras otra.
-¡Ven a por mi! ¡Sigurd guiará mis armas!
Fueron las palabras que escucharían los pocos sobrevivientes de aquella matanza descomunal, aquellos a quienes el dragón había designado como sus siguientes objetivos, ellos habían visto como la muerte les miraba directamente con sus ojos de color ámbar y, sin embargo, vieron como esos mismos ojos desviaron su atención, ahora observando con ira en dirección al hombre que había proferido aquellas palabras, salvándoles de lo que habría sido una muerte certera.
El dragón embistió su cornamenta en el piso y la sacudió hacia adelante con violencia para arrojar rocas en dirección a su enemigo, el hombre que ahora era el nuevo foco de su atención, seguido de una embestida en aquella misma dirección. Esta forma de atacar violenta y desmedida no podría durar por mucho tiempo ya que a la larga comenzaría a pasarle factura a la creatura quien se podía ver con heridas causadas por si mismo debido al desenfreno y la brutalidad con que atacaba a todo lo que le rodeaba, un ojo experimentado podría distinguir entre la sangre de la creatura y la sangre de las victimas de la misma, quizás si los dioses así lo deseaban esto no duraría mucho.
OFF: Habilidades usadas
1_ Aliento Elemental: Es capaz de lanzar su elemento afín desde sus entrañas en forma de Dragón.
PD: yo creo que mi objetivo ha sido mas que cumplido, por ende veremos como resulta el pvp XD
Luego de sacudirse de encima trozos de piedras, carreta y sangre de sus victimas el dragón comenzó una caótica masacre entre los refugiados que intentaban huir en distintas direcciones según las rocas se lo permitían, sin embargo, el dragón no les daría mucho tiempo, ya que lanzaría poderosos manotazos para romper las estalagmitas y así lanzarles rocas a todo lo que se moviera en aquella dirección donde diera el manotazo, aquellos que estaban mas cerca y buscaban protección entre las rocas terminaron sepultados sobre las mismas cuando la creatura envolvió uno de sus costados con una de sus alas cubiertas de protuberancias y se arrastro horizontalmente demoliendo todo a su paso, el apodo de "calamidad carmesí" que los Nórgedos le habrían puesto en su tiempo viviendo en el arenal cobraba en ese momento todo el sentido del mundo, ya que se encontraba cubierto de la sangre de sus victimas, además de trozos de piel y tripas dándole un aspecto cada vez mas aterrador.
Nero no tenia raciocinio en aquel momento, solo era una peligrosa creatura llena de una ira inconmensurable cuyo único propósito era destruir todo lo que tuviera en frente, nuevamente rugió provocando que mas formaciones rocosas peligrosas emergieran desde el piso que estaba a sus alrededores(1), lo cual fue acompañado por mas movimientos telúricos que entorpecían la huida, en especial cuando la creatura había avistado a otro grupo de refugiados a quienes iba a masacrar, sin embargo, ocurrió un milagro inesperado para aquellos pobres hombres que luchaban por aferrarse a la vida, la cual no paraba de azotarles con una calamidad tras otra.
-¡Ven a por mi! ¡Sigurd guiará mis armas!
Fueron las palabras que escucharían los pocos sobrevivientes de aquella matanza descomunal, aquellos a quienes el dragón había designado como sus siguientes objetivos, ellos habían visto como la muerte les miraba directamente con sus ojos de color ámbar y, sin embargo, vieron como esos mismos ojos desviaron su atención, ahora observando con ira en dirección al hombre que había proferido aquellas palabras, salvándoles de lo que habría sido una muerte certera.
El dragón embistió su cornamenta en el piso y la sacudió hacia adelante con violencia para arrojar rocas en dirección a su enemigo, el hombre que ahora era el nuevo foco de su atención, seguido de una embestida en aquella misma dirección. Esta forma de atacar violenta y desmedida no podría durar por mucho tiempo ya que a la larga comenzaría a pasarle factura a la creatura quien se podía ver con heridas causadas por si mismo debido al desenfreno y la brutalidad con que atacaba a todo lo que le rodeaba, un ojo experimentado podría distinguir entre la sangre de la creatura y la sangre de las victimas de la misma, quizás si los dioses así lo deseaban esto no duraría mucho.
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PD: yo creo que mi objetivo ha sido mas que cumplido, por ende veremos como resulta el pvp XD
Nero Crimson
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Había perdido la noción del tiempo, como muchas otras sensaciones, vagando entre las ruinas como alma en pena. Sus paseos habían sido limitados a un área cercana a su cuerpo, pero lo bastante amplia como para haberse topado con numerosos individuos. Algunos refugiados a resguardo, que no tardaron en salir espantados del lugar o varios voluntarios que si bien no habían hecho carrera militar, parecían tener el talante necesario para ocuparse de las guardias, aunque no el suficiente para anteponerse a las sugestiones de su cerebro asustado. En definitiva, podía confirmar que aquella receta resultaba efectiva.
Pero nada es eterno, por muy largo que parezca. En un momento dado, aquella forma incorpórea comenzó a sentirse intermitente y por fugaces instantes podía sentir que su conciencia amagaba con desvanecerse. Debía volver al escondrijo y tomar su cuerpo. Los lobos parecían haber cumplido, en todo ese tiempo no había percibido ninguna alteración. Sin embargo… Rió para sí, algo nerviosa. ¿No era la tercera vez que daba con aquel conjunto de columnas? Se acercó. En efecto, allí podía verse claramente la marca que ella misma había hecho la primera vez, para no perderse. ¿Y si bordeaba ligeramente a la derecha? Ajá, exacto. Una segunda señal. Chasqueó la lengua, como queriendo contenerse de castigarse a sí misma.
Seré idiota.
Antes de arrancarse a flotar de nuevo, giró sobre sí misma para ubicarse en el entorno. Mala idea. Un vaído y un pinchazo azotaron su cabeza, provocando que como acto reflejo la elfa llevase las manos a las sienes con intención de presionar para calmarlo. Fue inútil, no era capaz de sentirse a sí misma, pero entonces, ¿por qué dolor sí? Comenzaba a encontrarse revuelta, a sentirse ansiosa, inquieta. Bueno, no ella, la forma que su éter había adquirido en un reflejo de su ser.
Deben ser efectos secundarios, tengo que volver a mi cuerpo… Supongo. ¿Y qué pasa si no llego? ¡Puf! ¿Y se acabó? Espera un momento… Es la primera vez que veo este cruce, no me suenan estos corredores… ¿O sí? Dioses, ¡céntrate Aylizz!
Varias voces tras el giro, al final de uno de los pasillos, devolvieron a la elfa de nuevo a la realidad. Las alargadas sombras que asomaban entre los cambios de rasante en las paredes se hacían cada vez más cortas, lo que indicaba que en breves se toparía de frente con quienes fuera que fuesen. No obstante, el momento divertido había pasado, ahora sólo le preocupaba salir de allí a tiempo. Localizando una abertura cercana a una esquina oscura, se apretó entre la estrechez con intención de escurrirse entre las deformaciones de las rocas hasta alcanzar el exterior. Durante varios metros funcionó, aunque de haber sido más grueso el muro jamás habría llegado a asomar el rostro. Faltando sólo unos centímetros para comenzar a estirarse fuera de aquel embutimiento, la luz del exterior se abrió ante ella en un cegador destello. Sin poder evitar cerrar los ojos, un agudo zumbido comenzó a resonar en sus oídos, que rebotó en su cabeza, sintiendo, una vez más, que su conciencia se desvanecía.
Aquel resplandor duró un instante y después todo se volvió negro. Las sensaciones, el zumbido, los vaídos. Todo se acabó.
*****
Cuú—cu
…
Cuú—cu
*****
Cuú—cu
…
Cuú—cu
*****
Sintió que despertaba de una plácida siesta cuando, aún con los ojos cerrados, comenzó a ser consciente, de nuevo, de todo cuanto la rodeaba. El zarandeo de los árboles en una suave brisa, que también acariciaba su rostro, trayendo consigo el olor a humedad y el sonido de agua corriente cercana; lo que parecían ser restos de leños, chasqueando bajo las llamas de una hoguera, desprendiendo el característico aroma a leña quemada; incluso el susurro de algún cuco, merodeando entre las ramas. Lo que no escuchaba eran voces de alerta, ni golpes de acero, ni gritos de pavor.
Tras un suspiro, entreabrió los ojos con suavidad, tratando de evitar ser cegada de nuevo por la claridad, más tenue esta vez. Se descubrió recostada, al cobijo de una pared cóncava, junto a una fogata. Suspiró de nuevo, todavía adormecida, antes de comenzar a incorporarse.
—¿Ya estás despierta?
Tuvo que ahogar un gritito de sobresalto cuando la voz del elfo rompió el silencio. Todavía desubicada, se volvió hacia él, que regresaba del exterior de la cueva con más ramas para la hoguera.
—Nousis… Qué…
—¿Ha pasado? No sé, esperaba que me lo explicaras tú cuando despertases. Con la esperanza de que lo hicieras, claro. ¿Qué demonios hacías allí?
—Espera… A ver… ¿Allí?— la elfa se frotó la frente, algo más lúcida, tratando de hacer memoria. Lo último que recordaba era haberse quedado atrapada. —Pero… ¿Acaso tú estabas en Cantún?
—Por suerte para ti.— puntualizó con crudeza, antes de tomar asiento junto a ella —Ayl…— su tono ahora se suavizó —Te encontré sola, tirada entre la maleza, inconsciente. Me temí lo peor, pero respirabas, así que no iba a esperar para sacarte de allí.
Atendiendo a sus palabras, la joven guardó silencio un momento, considerando que la espantada de los perros, dejándola a su suerte, era cuanto menos plausible. Entonces, ¿había llegado a recuperar su cuerpo? En un repentino arranque de lucidez, la elfa terminó por darse cuenta de dónde estaban.
—¿Y me has traído hasta aquí?— arqueó una ceja —¿Te has cruzado medio bosque conmigo al hombro?— añadió en tono receloso, que tornaba a desconfianza.
—El único lugar cercano a la frontera que sé que es seguro.— hizo una breve pausa —Al menos lo fue aquella vez.
No se tomó mucho tiempo para pensar en la justificación que le dio el elfo. Sonó razonable.
—Si…— admitió tras una leve risa, más relajada —El único peligro fue aquel ron milenario.
Notaba el cuerpo entumecido y cómo la mente aún no terminaba de despertar. Pero en cierto modo, se sentía confortable aquel idilio. Estiró los brazos hacia el techo y su espalda pegó un chasquido que fue como quitarse de encima la carga de toda una vida. Aunque aquello no duró mucho.
—¡Ayuda! ¡Estoy aquí! ¡Por favor! ¡Aquí!
Una voz masculina se hizo eco entre los recovecos del interior de la cueva, procedentes de una profundidad que no habían llegado a explorar la primera vez.
—Iré a mirar, quédate aquí.— al elfo no le había faltado tiempo para echar mano a la espada y poniéndose en pie, se mostraba dispuesto a seguir la voz —Si tardo cinco minutos en volver, márchate. Y si me oyes gritar, te marchas también.
No dio oportunidad al replique, en apenas un par de zancadas se perdió en las sombras. Ella se quedó allí, pensativa, su procesamiento mental funcionaba más lento de lo habitual pero estaba segura de reconocer familiaridad en aquellos gritos de auxilio. Incapaz de determinar cuánto tiempo había dedicado a darle vueltas a buscar el recuerdo donde había escuchado esa voz antes, de nuevo los gritos se hicieron eco, aunque esta vez sonaron como alaridos agudos de mujer. Tras un sobresalto, se revolvió antes de ponerse en pie.
Sentía un cosquilleo recorrer sus piernas y parecía que el cuerpo le temblase a cada paso. El avance se hizo lento, parecía interminable, además de oscuro. En un momento dado miró a su espalda, incapaz de alcanzar a ver ya entrada a la cueva. De la nada, una figura se materializó tras ella, en la oscuridad, dedicándole un nuevo alarido. Se quedó helada un instante. Antes de soltar la respiración contenida, ladeó la mirada con un mínimo y tembloroso movimiento de cuello. Los ojos de la elfa se abrieron, reflejando un grito ahogado, pero de poder reaccionar, sintió su cuerpo golpear contra la pared.
—¡Sal de aquí! La entretendré, el agua no tardará en inundarlo todo. ¡Retrocede, asciende a las galerías!
El hechicero blandía su espada, tratando de mantener a raya a la criatura de las cavernas1, mientras la elfa se esforzaba por entender lo que ocurría. De repente, no podía recordar cómo había llegado allí y ni siquiera reparó en la ausencia del elfo.
—¡Deprisa!
Incapaz de pensar, pegó la espalda a la pared y se deslizó por ella, tratando de evitar el enfrentamiento. Sintió que su pulso se paró cuando aquella garra fantasmal llegó a rozarla el cuello, pero el filo del brujo fue preciso y llegó a tiempo. Antes de poder decir nada, volvió a la lucha, alejando a la criatura de ella.
Corrió. O eso intentaba. El tiempo parecía pasar más lento cuanto más rápido trataba de ir. Era desesperante. Finalmente, sin alcanzar a entender cómo, llegó al piso superior de la gruta, donde guardaban los nichos. No entendía por qué era incapaz de razonar. Se paseó entre las raíces del gran árbol, bajo el que se levantaban las paredes ahuecadas donde descansaban los cuerpos de quienes poblaron aquellas ruinas, siglos atrás. Paseó sus dedos por las inscripciones que identificaban cada cavidad, como había hecho la primera vez, aunque en aquella ocasión todo se encontraba en silencio y nadie podía distraerla de sus cavilaciones. Brujos y elfos conviviendo… Como entonces, aquello le pareció imposible.
Sin embargo, había algo que no recordaba haber visto antes. A un lado de los nichos, enredado entre raíces que crecían sin control, se dejaba ver un cofre. Se acercó a él y no fue difícil advertir que el candado estaba abierto. Antes de decidirse a abrirlo, miró a su alrededor, de nuevo comprobando que estaba sola. Ya ni siquiera se escuchaban los berridos de la Cavernaria. Finalmente, se decidió por abrir la tapa del pequeño baúl y en su interior encontró un vestido negro, largo, ceñido, elegante. Ya se había visto en aquella prenda, lo que no alcanzaba a comprender era qué hacía allí.
—Te he estado buscando para terminar lo que empecé.— una voz de mujer, ya conocida, se materializó tras ella —Querida, eres muy escurridiza.— añadió, dejando ver ahora su rostro de entre las sombras.
La elfa se giró lentamente hacia ella, sin terminar de creerlo, sosteniendo la prenda en sus manos temblorosas.
—Valeria…— murmuró —No… No es posible… ¡Te maté! Yo… Yo te vi morir.
La vampiresa rompió en una colérica carcajada que estremeció cada poro de la piel de la muchacha como única respuesta.
—Ya sé lo que ocurre… El espectro está haciendo de las suyas, ¿verdad?— trataba de agarrarse a cualquier explicación factible, como si todo lo ocurrido hasta el momento la tuviera —Se metió en mi cabeza cuando me sorprendió, antes, en la cueva…
—Pobre niña estúpida…— se lamentó la maldita con claro cinismo, antes de abalanzarse sobre ella y clavarla contra la pared —¿Quién te ayudará esta vez?
—No… Estás…— el agarre de la mujer en su cuello hacía que cada palabra se le atragantara —...en mi cabeza… Cal…— trató de tomar algo más de aliento —¡Calhoun…!
—¡¿De verdad?!— el elfo irrumpió en la galería, al tiempo que ella se desprendía de un desesperado y ahogado grito de auxilio —¿Le pides ayuda a un brujo?— el espadachín comenzó a avanzar hacia la fémina nocturna, que ahora parecía comenzar a centrar su atención en él y disminuir la fuerza en el agarre de la chica —¡¿Qué es lo que te dij
Un corte limpio en la garganta, de unas uñas afiladas como cuchillas, silenció al Indirel, dejando que por unos momentos lo único que se escuchase en la cripta fueran los borbotones de sangre revolviéndose en su garganta, ansiosos por salir.
—No… No puede… No puede ser…— susurró, antes de notar el perfil de su rostro humedecerse.
—Y eso no es todo.— se regodeó la vampira, antes de alzar la mano y dar una orden gestual de avance.
Al momento, la aparición de la caverna se personó desde el piso inferior, arrastrando con sus largos y huesudos brazos un cuerpo sin vida.
—Ella se aburre rápido de jugar, ¿sabes?— expuso Valeria, cuando la Cavernaria sacó a la luz el cadáver del brujo.
Repleto de arañazos y envuelto en sangre, su cara estaba desfigurada, pareciera que hubiera sido absorbida. No pudo evitar retroceder varios pasos, verdaderamente aterrorizada, hasta que la pared le impidió continuar. Entonces no se preocupó por cuestionarse nada más, ni por hacer preguntas y echó a correr, enfilando la subida al exterior.
Pero... Pero... Qué...
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Cuú-Cu
…
Cuú-Cu
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Cuú-Cu
…
Cuú-Cu
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Las llamas comenzaban a rodearlo todo. Los gritos de su gente, que corría desesperada de un lado a otro, envolvían de terror cada rincón de la aldea. Ella estaba paralizada, observando cómo todo sucedía rápidamente a su alrededor. Conocía aquella sensación. El miedo, la indefensión, el dolor de saber que ella no podía hacer nada más que correr y esconderse. Se abrazó a sí misma, aferrándose a su propio cuerpo, cerrando los ojos con fuerza. ¡¿Qué estaba pasando?!
—¡Allí! ¡La hija de Rhina! ¡Cogedla!
Aquel nombre le atravesó el pecho como una flecha, un tiro limpio que entra por la espalda, atraviesa las entrañas y sale sin siguiera astillarse desde lo más profundo del pecho. Se volvió a su espalda y entre el ondular del fuego, resaltados por los reflejos anaranjados que contrastaban la oscuridad de la noche, reconoció a aquellos que se la arrebataron, hacía trece años. Entonces era una cría y ahora volvía a sentirse como aquella.
Se alejó, todo cuanto puedo, ya le dolían las piernas del esfuerzo y aún así no parecía que hubiese ganado terreno, ni que el tiempo hubiera pasado. Miraba una y otra vez a su espalda y allí estaban, tras ella, envolviéndolo todo en llamas. Tropezó, cayó y rodó. Tras un par de metros quedó tendida en el suelo, pero lejos de intentar levantarse, se ovilló, sintiendo hacerse más y más pequeña cada vez. Estaba cansada, desorientada y atemorizada.
Qué es todo esto… ¿Qué está pasando…? Dioses… Por favor…
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La productora advierte de que los hechos y muertes representados en este capítulo son ficticios, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Aylizz Wendell
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Ofelia había sido encantadora. La chica de pelo castaño rondaba su edad, pero disponía de unas caderas más amplias a las que Iori había adorado agarrarse. No pensaba que en una situación como aquella, de tanta necesidad y desgracia pudiera abrirse paso la lujuria. Pero lo hizo. Había dejado a su improvisada compañera tendida detrás de unas piedras, unos arcos desvencijados que las habían guarecido de miradas indiscretas y ahora regresaba satisfecha a su lugar.
Con una suave sonrisa en el rostro la humana se movía como una sombra al amparo de la noche. Tras varios días trabajando en el campamento estaba familiarizada por completo con la zona, por lo que volvía a la suave luz de la luna a la zona en la que había improvisado su pequeño jergón para dormir. Tenía suerte de trabajar en la cocina ya que cada noche podía arrimarse al calor de las ascuas.
Aunque si fuera por ella, se hubiera quedado aovillada a la tibieza del cuerpo de Ofelia. Otro día, quizá. Estaba a punto de comenzar a canturrear cuando, un movimiento inesperado llamó su atención a la derecha. La sombra de un cuerpo aovillado cerca de su cocina se movía de forma extraña. Al principio le costó distinguir si era animal o humano, por lo que Iori se agazapó detrás de un pequeño parapeto observando en silencio. La curvatura de la espalda se estrechaba en lo alto en el hueco de una nuca, por lo que distinguió tras unos segundos que el cuerpo que tenía delante era el de una persona.
En concreto una muchacha.
Entornó los ojos y extendió el cuello desde su posición, para observar con los ojos acostumbrados a la penumbra. Celine. Tenía las manos metidas en la caja de provisiones que iba a preparar al día siguiente para el menú. Estaba manoseando la carne seca y las piezas de fruta con algo que no era capaz de distinguir. Celine era una buena chica, pero la manera furtiva en la que estaba procediendo hicieron sentir a Iori el pinchazo de la duda. Algo iba mal con todo aquello.
Pasos, y risas. Un poco más adelante unas fuertes carcajadas se escucharon. Parecía un cambio de guardia y aquella intromisión pareció asustar a Celine. La muchacha se giró con rapidez encogiendo las manos contra el pecho y tras quedarse congelada, como un conejo sorprendido en medio del bosque, se alzó y hechó a correr, pasando al lado de Iori pero sin verla. Cuando el eco de sus pasos se perdió por completo, la humana salió de su escondite y se acercó para observar la comida.
Todo parecía normal, excepto por unas pequeñas bayas que estaban tiradas al lado de las cajas. Se inclinó para tomar entre los dedos una de ellas y la observó a la luz de la luna. Parecía un fruto rojo común, pero al clavar la uña en la carne y percibir su olor, Iori abrió los ojos asustada. Eran frutos de belladonea. Las flores de aquella planta era muy apreciadas por sus propiedades anestésicas. Era normal entre las mujeres del campo tomar pequeñas dosis de esta infusión para mitigar los dolores menstruales más fuertes.
Sus frutos en cambio eran altamente venenosos.
Recordó entonces, completamente congelada, cómo el día anterior algunas de las personas que habían comido en su puesto habían manifestado sentir cierta debilidad muscular o incluso sentir palpitaciones en el pecho. La muchacha repasaba a una velocidad vertiginosa los hechos y los relacionaba con lo que acababa de presenciar mientras se repetía a si misma que aquello no podía ser. - Dioses - susurró apretando las bayas en su mano, aplastando alguna en el proceso. Debía de hablar con alguien. Tenía que informar a Eleandris. El elfo estaría en el quinto sueño pero aquello era importante. Tomando su decisión dio un paso al frente y se encaminó al lugar en el que sabía que lo encontraría.
Avanzó hasta la menuda tienda élfica. No más de 5 metros de perímetro pero suficiente como para tener cama, mesa e intimidad en su interior. Se imaginó a si misma cruzando aquella puerta buscando otra cosa del elfo, y no lo que tenía entre manos en ese momento. Distinguió su silueta tendida sobre el catre y se arrodilló a su lado sin alzar la voz. - Eleandris, Eleandris despierta, esto es importante - murmuró la humana. El elfo respondió al instante, pero de forma algo sorprendente. Con gesto rápido y ágil abrió los ojos a la vez que sacaba un cuchillo de la parte baja de la almojada.
La humana se echó hacia atrás ante aquel gesto, cayendo sentada sobre su trasero a centímetros de él. Eso había estado cerca... - ¿Qué ocurre? ¿Qué está pasando? - inquirió con una voz somnolienta. Iori no apartó los ojos de la hoja que aún apuntaba hacia ella mientras alzaba una mano y le mostraba las bayas. - Tengo que hablar contigo. Mira esto - Alguna de ellas estaba aplastada y su aroma llenó con claridad el interior de la tienda. - Bayas. ¿Están en mal estado? ¿Picadas? - Iori negó con la cabeza. - Se encuentran perfectamente, un poco aplastadas algunas. El problema es el tipo de bayas que son - indicó dejando que el elfo las observase.
Eleandris las escudriño pero pareció no reconocer el peligro oculto en ellas. - No conozco las bayas de la zona lo suficiente. ¿Es una variedad no comestible? si es así, mañana a primera hora habrá que explicarles a los recolectores como distinguirlas. Pero no entiendo por que has venido en mitad de la noche ¿esto es el preámbulo de algo más? - Iori abrió desmesuradamente los ojos como toda respuesta. No era solo que no reconociese las bayas, cosa ciertamente normal, lo que la asombró fue que pensase que ella urdiría una excusa como aquella para buscar su compañía en la noche.
Parpadeó atónita y comprendió que el elfo estaba demasiado adormilado como para tomarse en serio aquella conversación. Transmutó su expresión incrédula en una más cálida, en la que se extendió una sonrisa que podía anticipar el inicio del juego con él. - Algo que seguramente te apetece ¿verdad? - preguntó con un ronroneo. El elfo pareció algo descolocado antes de responder. - Están siendo días de trabajo muy duros, la tentación siempre está ahí pero aún queda mucho por hacer - La mano de la humana se había posado sobre su torso, notando los músculos sobre la tela que llevaba. No la rechazó, más aún, ante el contacto de la chica Eleandris pareció dudar. Lo que Iori hizo fue aprovechar la oportunidad.
- Pobrecito, nadie sabe cómo te sientes, con tanto peso sobre tus hombros... - su mano siguió bajando. - Con tanta responsabilidad...- palpó la tela entre sus piernas hasta perfilar la forma de lo que estaba buscando entre los dedos. - Con tanto sueño...- añadió antes de tener ubicada la punta. Los dedos de Iori pellizcaron sin piedad aquella zona blanda de carne y en ese instante dejó entrever el cabreo que se había apoderado de ella. - ¿¡Quieres hacer el favor de despertar y tomarte esto en serio?! ¿Por quién me tomas? - preguntó algo más alto de lo necesario en medio de la noche.
La respuesta de Eleandris fue inmediata - ¡¡Por la luz!! - apartó la mano de la humana al instante mientras se incorporaba. - ¿Puedes ser directa de una vez? ya te he dicho que no conozco las bayas de la zona. - respondió malhumorado por el evidente dolor que debía de sentir. - Si ha sido un error de los recolectores dime como es la baya que han de buscar para que sepan diferenciarla, si no lo es dime entonces cual es tu sospecha - La pena que sentía por el dolor que le había causado se evaporó ante la ceguera del elfo. - Veneno Ele, son bayas de Belladonea. Consumidas en pequeñas dosis pueden llegar a matar a una persona. Encontré hace unos minutos a Celine en la zona de cocina. Estaba restregándolas contra la carne seca que tengo guardada para mañana. - Hizo una pausa unos segundos para darle tiempo al elfo a ubicarse.
- ¿Recuerdas notificaciones de hoy? Algunas de las personas que comieron en mi puesto experimentaron cansancio muscular y palpitaciones. Son síntomas relacionados con el uso de estas bayas como veneno - El elfo extendió la mano y volvió a tomar otra de las bayas. La mordió saboreándola uno o dos segundos para luego escupir el resto y enjuagarse la boca con un poco de agua, tratando así de identificar el sabor de la baya con el de los alimentos consumidos. - Es una acusación muy grave. ¿Estás totalmente segura de que ha sido ella? - Iori asintió. - Desconozco si lo hace siendo consciente de lo que supone o si otra persona la ha instado a ello. Pero que era Celine, y que aderezaba la carne con estas bayas es lo que han visto mis ojos - le aseguró con un rictus extremadamente serio en el rostro.
El elfo pareció meditar un instante, con el rostro completamente despejado ya. - Haz el favor y trae a Celine hasta aquí. Veamos qué tiene que decir al respecto - La humana asintió y no añadió nada. Se levantó del suelo de la tienda y sin hacer ruido salió de ella cruzando con rapidez el campamento. Arreglaría el tema del envenenamiento y, tras aquello, sospechaba que su tiempo en el refugio había llegado a su fin.
Con una suave sonrisa en el rostro la humana se movía como una sombra al amparo de la noche. Tras varios días trabajando en el campamento estaba familiarizada por completo con la zona, por lo que volvía a la suave luz de la luna a la zona en la que había improvisado su pequeño jergón para dormir. Tenía suerte de trabajar en la cocina ya que cada noche podía arrimarse al calor de las ascuas.
Aunque si fuera por ella, se hubiera quedado aovillada a la tibieza del cuerpo de Ofelia. Otro día, quizá. Estaba a punto de comenzar a canturrear cuando, un movimiento inesperado llamó su atención a la derecha. La sombra de un cuerpo aovillado cerca de su cocina se movía de forma extraña. Al principio le costó distinguir si era animal o humano, por lo que Iori se agazapó detrás de un pequeño parapeto observando en silencio. La curvatura de la espalda se estrechaba en lo alto en el hueco de una nuca, por lo que distinguió tras unos segundos que el cuerpo que tenía delante era el de una persona.
En concreto una muchacha.
Entornó los ojos y extendió el cuello desde su posición, para observar con los ojos acostumbrados a la penumbra. Celine. Tenía las manos metidas en la caja de provisiones que iba a preparar al día siguiente para el menú. Estaba manoseando la carne seca y las piezas de fruta con algo que no era capaz de distinguir. Celine era una buena chica, pero la manera furtiva en la que estaba procediendo hicieron sentir a Iori el pinchazo de la duda. Algo iba mal con todo aquello.
Pasos, y risas. Un poco más adelante unas fuertes carcajadas se escucharon. Parecía un cambio de guardia y aquella intromisión pareció asustar a Celine. La muchacha se giró con rapidez encogiendo las manos contra el pecho y tras quedarse congelada, como un conejo sorprendido en medio del bosque, se alzó y hechó a correr, pasando al lado de Iori pero sin verla. Cuando el eco de sus pasos se perdió por completo, la humana salió de su escondite y se acercó para observar la comida.
Todo parecía normal, excepto por unas pequeñas bayas que estaban tiradas al lado de las cajas. Se inclinó para tomar entre los dedos una de ellas y la observó a la luz de la luna. Parecía un fruto rojo común, pero al clavar la uña en la carne y percibir su olor, Iori abrió los ojos asustada. Eran frutos de belladonea. Las flores de aquella planta era muy apreciadas por sus propiedades anestésicas. Era normal entre las mujeres del campo tomar pequeñas dosis de esta infusión para mitigar los dolores menstruales más fuertes.
Sus frutos en cambio eran altamente venenosos.
Recordó entonces, completamente congelada, cómo el día anterior algunas de las personas que habían comido en su puesto habían manifestado sentir cierta debilidad muscular o incluso sentir palpitaciones en el pecho. La muchacha repasaba a una velocidad vertiginosa los hechos y los relacionaba con lo que acababa de presenciar mientras se repetía a si misma que aquello no podía ser. - Dioses - susurró apretando las bayas en su mano, aplastando alguna en el proceso. Debía de hablar con alguien. Tenía que informar a Eleandris. El elfo estaría en el quinto sueño pero aquello era importante. Tomando su decisión dio un paso al frente y se encaminó al lugar en el que sabía que lo encontraría.
Avanzó hasta la menuda tienda élfica. No más de 5 metros de perímetro pero suficiente como para tener cama, mesa e intimidad en su interior. Se imaginó a si misma cruzando aquella puerta buscando otra cosa del elfo, y no lo que tenía entre manos en ese momento. Distinguió su silueta tendida sobre el catre y se arrodilló a su lado sin alzar la voz. - Eleandris, Eleandris despierta, esto es importante - murmuró la humana. El elfo respondió al instante, pero de forma algo sorprendente. Con gesto rápido y ágil abrió los ojos a la vez que sacaba un cuchillo de la parte baja de la almojada.
La humana se echó hacia atrás ante aquel gesto, cayendo sentada sobre su trasero a centímetros de él. Eso había estado cerca... - ¿Qué ocurre? ¿Qué está pasando? - inquirió con una voz somnolienta. Iori no apartó los ojos de la hoja que aún apuntaba hacia ella mientras alzaba una mano y le mostraba las bayas. - Tengo que hablar contigo. Mira esto - Alguna de ellas estaba aplastada y su aroma llenó con claridad el interior de la tienda. - Bayas. ¿Están en mal estado? ¿Picadas? - Iori negó con la cabeza. - Se encuentran perfectamente, un poco aplastadas algunas. El problema es el tipo de bayas que son - indicó dejando que el elfo las observase.
Eleandris las escudriño pero pareció no reconocer el peligro oculto en ellas. - No conozco las bayas de la zona lo suficiente. ¿Es una variedad no comestible? si es así, mañana a primera hora habrá que explicarles a los recolectores como distinguirlas. Pero no entiendo por que has venido en mitad de la noche ¿esto es el preámbulo de algo más? - Iori abrió desmesuradamente los ojos como toda respuesta. No era solo que no reconociese las bayas, cosa ciertamente normal, lo que la asombró fue que pensase que ella urdiría una excusa como aquella para buscar su compañía en la noche.
Parpadeó atónita y comprendió que el elfo estaba demasiado adormilado como para tomarse en serio aquella conversación. Transmutó su expresión incrédula en una más cálida, en la que se extendió una sonrisa que podía anticipar el inicio del juego con él. - Algo que seguramente te apetece ¿verdad? - preguntó con un ronroneo. El elfo pareció algo descolocado antes de responder. - Están siendo días de trabajo muy duros, la tentación siempre está ahí pero aún queda mucho por hacer - La mano de la humana se había posado sobre su torso, notando los músculos sobre la tela que llevaba. No la rechazó, más aún, ante el contacto de la chica Eleandris pareció dudar. Lo que Iori hizo fue aprovechar la oportunidad.
- Pobrecito, nadie sabe cómo te sientes, con tanto peso sobre tus hombros... - su mano siguió bajando. - Con tanta responsabilidad...- palpó la tela entre sus piernas hasta perfilar la forma de lo que estaba buscando entre los dedos. - Con tanto sueño...- añadió antes de tener ubicada la punta. Los dedos de Iori pellizcaron sin piedad aquella zona blanda de carne y en ese instante dejó entrever el cabreo que se había apoderado de ella. - ¿¡Quieres hacer el favor de despertar y tomarte esto en serio?! ¿Por quién me tomas? - preguntó algo más alto de lo necesario en medio de la noche.
La respuesta de Eleandris fue inmediata - ¡¡Por la luz!! - apartó la mano de la humana al instante mientras se incorporaba. - ¿Puedes ser directa de una vez? ya te he dicho que no conozco las bayas de la zona. - respondió malhumorado por el evidente dolor que debía de sentir. - Si ha sido un error de los recolectores dime como es la baya que han de buscar para que sepan diferenciarla, si no lo es dime entonces cual es tu sospecha - La pena que sentía por el dolor que le había causado se evaporó ante la ceguera del elfo. - Veneno Ele, son bayas de Belladonea. Consumidas en pequeñas dosis pueden llegar a matar a una persona. Encontré hace unos minutos a Celine en la zona de cocina. Estaba restregándolas contra la carne seca que tengo guardada para mañana. - Hizo una pausa unos segundos para darle tiempo al elfo a ubicarse.
- ¿Recuerdas notificaciones de hoy? Algunas de las personas que comieron en mi puesto experimentaron cansancio muscular y palpitaciones. Son síntomas relacionados con el uso de estas bayas como veneno - El elfo extendió la mano y volvió a tomar otra de las bayas. La mordió saboreándola uno o dos segundos para luego escupir el resto y enjuagarse la boca con un poco de agua, tratando así de identificar el sabor de la baya con el de los alimentos consumidos. - Es una acusación muy grave. ¿Estás totalmente segura de que ha sido ella? - Iori asintió. - Desconozco si lo hace siendo consciente de lo que supone o si otra persona la ha instado a ello. Pero que era Celine, y que aderezaba la carne con estas bayas es lo que han visto mis ojos - le aseguró con un rictus extremadamente serio en el rostro.
El elfo pareció meditar un instante, con el rostro completamente despejado ya. - Haz el favor y trae a Celine hasta aquí. Veamos qué tiene que decir al respecto - La humana asintió y no añadió nada. Se levantó del suelo de la tienda y sin hacer ruido salió de ella cruzando con rapidez el campamento. Arreglaría el tema del envenenamiento y, tras aquello, sospechaba que su tiempo en el refugio había llegado a su fin.
Iori Li
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Ir colocando runas a lo largo de varios edificios, en distintas localizaciones de su estructura, no era un trabajo complicado, más sí que mantenía al brujo ocupado.
Un trabajo como aquel podía resultar tedioso para alguien que no disfrutara de su oficio, pero no era su caso. Vincent llevaba escribiendo runas y el lenguaje de los dragones casi desde que tenía uso de razón. Por supuesto, eso no significaba nada, pues muchos podrían empezar jóvenes por el prestigio de sus estudios en la academia de magia con más renombre de las islas, pero un, por entonces, niño rubito y descarado, siempre encontró fascinación por la magia arcana.
- Y para variar, nadie intenta matarme-, se dijo a sí mismo, tras terminar uno de los glifos de tinta, mientras revisaba que estaba bien dibujado. - Y con suerte, cenaré carne de conejo quizás con… ¿más conejo?. No están muy surtidos en alimentos. Y comeré algo si es que esta gente sabe cazar de verdad.
Fue entonces cuando el brujo giró la cabeza y comenzó a arquear su ceja izquierda.
«¿En qué momento se ha llenado todo esto de hombres gato?»
Algo estaba pasando. Eso estaba claro, y estaría claro hasta para el mayor de los idiotas.
Vincent miró sus manos, aún sosteniendo uno de sus pinceles en su diestra… ¿pata? Sus manos se habían vuelto patas de gato con pulgares capaces de sostener un pincel o cualquier otro instrumento.
- No. Joder. ¡Otra vez no! -, maldijo, recordando los pocos retazos del sueño que había tenido tras la visita a la aldea de los gatos. Después de haber comido aquel…
«Pero esta vez no he comido nada ofrecido por ningún habitante del campamento», razonó, sabiendo que era imposible que Lulú estuviera por allí haciendo de las suyas. Mucho menos que pudiera estar afectado por el arte culinario de Lulú si no había comido nada que no hubiera recogido él, o comprado, y traído dentro de su morral.
- ¿Por qué ahora? - se preguntó, guardando sus utensilios en el morral y mirando alrededor de nuevo para notar que esta vez no solo veía el mundo como un gato.
Las ruinas más allá del campamento lucían como…
«Si no hubiera pasado un maldito día desde su construcción»
El éter también lucía extraño, ahora que cierto arcanista miraba todo con mayor detalle, y en dirección hacia las ruinas parecía que había más luz de lo normal. Eso era del todo imposible siendo de noche. Solamente un espejo gigante que pudiera reflejar la luz de la luna podría hacer eso, pero ni siquiera con esa magnitud, ni con esa estela dorada. Sólo la magia podía explicar esa luz, y ni siquiera podía estar seguro de si la luz era real o parte de la magia que le hacía verse como un gato.
- Vamos Otrore, te has lucido esta vez-, comentó en broma, pues también descartaba esa opción. Francesco dominaba los sueños con creaciones alquímicas. Y Vincent tampoco se había tomado una pócima para encontrarse en ese estado. - ¡Corlys! - llamó la atención del gato de pelaje blanco que estaba debajo de él, sobre tierra firme.
Vincent no perdió el tiempo y, tras guardar todos sus utensilios, tomó su espada envainada y la volvió a enganchar en su cinto, pues se la había quitado para trabajar más cómodo. Luego hizo lo propio con la otra, que colocó en el enganche de su espalda. En cuánto recogió todo lo que le pertenecía bajó a toda velocidad.
- Corlys, no sé si puedes verme o escucharme, pero debo irme. Algo está pasando en las ruinas, algo referente a magia arcana, estoy seguro y debo desentrañarlo-, le avisó, sin detenerse, ya que el tiempo apremiaba.
- Eh, amigo, quizás sea bueno avisar al director de que irás a las ruinas-, comentó otro gato, de voz conocida.
- Oh, claro-, respondió el brujo, que de repente frenó el paso para mirar a ese gato. - ¿Director? ¿Qué director?
- Ah, es un tipo que parecía que le gustaba hacer un montón de cosas y nos pareció adecuado nombrarlo como tal.
- ¿Y por qué no me dijeron nada antes? Ya sabe, sobre la existencia de un director.
«Maldita sea. Si hubiera hablado con alguien con un cargo oficial, igual me hubiesen conseguido una cuerda extra, además de la leña y la carne de conejo…»
- No importa. Dele noticias en mi nombre si no es problema para usted. Tengo algo importante que hacer. Aunque espero no tardar-, manifestó, pese a que no estaba nada seguro de sus últimas palabras.
El brujo siguió su camino hacia las ruinas, y para ello tenía que atravesar el campamento de los pobres refugiados. Pobres por doble razón, porque se habían quedado sin lugar donde vivir y porque la mayoría estaban tirados por los suelos agarrándose la tripa como si algo funesto les hubiera pasado. Una situación que sólamente podía ser más delirante al ver como varios cachorros de gato repartían, lo que parecían ser gomejos, entre los desgraciados enfermos. Porque, oh sí, esta escena sólo podía ser más ridícula si toda la gente tenía forma de hombres gato y mujeres gato con el culo torcido recibiendo gomejas atenciones.
Vinc, se quedó boquiabierto durante unos instantes, más, el sueño, inducido por algún artefacto que se había reactivado en las ruinas, era más apremiante que problemas con el control de aquellas personas gato sobre su propio cuerpo.
«Igual es parte del sueño», caviló, reanudando su andadura, cuando una voz captó su atención.
- Ayúdeme, señor brujo-, escuchó decir, a otra voz de lo más familiar.
- Oh, lo siento, buen hombre- le dijo, pese a que lo veía como un hombre felino. - Debo solucionar un asunto en las ruinas.
- ¿En las ruinas? - comenzó a decir el sujeto.
«No fastidies. Ahora es cuando me dice que no queme nada»
- Pues dese prisa, buen brujo. Se nota que tienes maña-, comentó finalmente el hombre. - No estamos bien, pero estos niños nos están atendiendo muy bien-, dijo seguido, agarrando un conejo lunar de manos de un gatito niño.
El mercenario se sintió un poco mal por lo que había cruzado su mente antes de dejarle hablar, pues ese tipo le había hecho pensar mal con todas las veces que se había preocupado antes de que no quemara nada
- No se preocupe, en cuánto acabe regresaré para ayudarles-, respondió, reanudando la marcha.
«¿Entonces los conejos son reales?», pensó en esta ocasión. «Debo apuntarme ese movimiento. Seguro me hago rico vendiendo conejos lunares a los señoritos de las islas.»
- Y por favor, no queme nada-, se escuchó a espaldas del brujo.
Vincent se paró, negó con la cabeza sin mirar al susodicho, y después prosiguió su andadura en dirección a las ruinas.
Se veía hermoso. Aquel simpático brujo sabía que gran parte de lo que veía era falso, pero era precioso de todas maneras. Era la gran belleza que había tras las ilusiones cuando se usaban de aquella manera. La gran realidad que hacía, en muchas ocasiones, que una mentira fuera más hermosa que una verdad, la gran realidad que hacía que las personas fuesen tan fáciles de engañar, porque era más bonito enamorarse de una bonita mentira que de una fea verdad.
- Pero ahora mismo no me sirve de mucho-, dijo, cortándose levemente sobre el antebrazo izquierdo, con la camisa recogida por encima del codo.
El dolor ayudaría a despejar su mente, con un truco de arcanos con su propia sangre, dibujando una runa cerca del codo, aún más efectiva sería su lucha contra el sueño. Ahora, Vinc podía ver las verdaderas ruinas ante sí, aún tenía retazos del sueño, de la luz que hacía ver el éter a su alrededor con estelas doradas, pero al menos ya podía avanzar y adentrarse en las ruinas sin matarse en el intento.
Y tras andar varios metros, nuestro querido mercenario no tardó en escuchar unas voces. Al principio de forma distorsionada, por el eco en las ruinas y la distancia de ellas, por lo que Vinc se preparó para lo peor. Quizás el artefacto no se había activado de forma involuntaria o accidental, después de todo.
Sin embargo, según se acercaba a la fuente del sonido podía escuchar mejor, así como apreciar la preocupación que tintaba las palabras de las personas allí reunidas, aún sin poder escuchar tan bien como para notar quienes eran.
- Decidido. Lo mejor es romperlo.
Vincent abrió los ojos como platos, alarmado.
- ¡No lo hagas! - gritó.
El rubio con un impulso de aire, fruto de su magia, superó la altura de un arco derruido para llegar hasta el salón dónde se encontraban las mujeres.
- Sería la opción más viable si no hubiera un arcanista cerca. Pero por suerte, aquí tenéis uno-, dijo, tras su mágica entrada. Y es que no es mentira de este narrador, Vinc había usado la magia para entrar, después de todo. - ¿Cath? - comentó, confuso, al fijarse en la figura de la mujer gata. - Y si tú estás aquí…
Sí, ahí estaba la hermosa elfa a la que le había entregado el corazón cierto brujo. Y sí, aunque la ilusión había sido vencida, en parte, por el mentado brujo, lo cierto es que no lo había derrotado del todo, más, tengan por seguro que ese arcanista omitiría decirle a su querida elfa que lucía como una bonita mujer gata.
- Oh, dulce Níniel, que placer volver a verte-, comentó con picardía, tomando su “mano” y dándole un beso en el dorso de la… pata. «Creo que no he arreglado mis visiones del todo». - No sabía que estabas en la zona. ¿También has venido a ayudar a los refugiados? Yo estaba colocando algunas defensas arcanas en el campamento cuando... Bueno, supongo que lo mismo que te ha traído hasta aquí. Algún artefacto se ha activado para crear una especie de ilusiones a diestro y siniestro. Es impresionante el alcance que tiene esto-, manifestó, acercándose al anillo de piedra, que tenía una especie de luz en su interior.
Vincent no podía negar que sentía orgullo por el hacedor de aquella obra, pues aunque ahora mismo era un peligro para todos, no dejaba de ser una obra de arte del gremio de los arcanistas.
- Los arcanistas somos cojonudos, una luz azul girando en el interior del anillo, pero sus destellos son dorados-, comentó en broma. - Y afectan a todo el éter, con esos mismos destellos, aunque eso puede ser cosa de mi mente. Y ser tan real como los hombres gato y mujeres gato que veo por doquier-, se sinceró.
En ese instante, Nín le explicó, con todo detalle, que la activación del artefacto no había sido un accidente. Había sido obra del Cuco que la sacerdotisa llevaba a todas partes desde hacía un tiempo, para tenerlo controlado y vigilado.
- Ya veo. Esta cosa-, señaló el anillo con la testa. - Es poderoso. Pero ese Cuco…-. El brujo se mesó la barba mientras leía todo lo que quedaba de las runas y letras en el idioma de los dragones. - Ese Cuco es mucho más poderoso que el artefacto si ha podido activarlo desde tan lejos. Es increíble.
Vincent siguió leyendo las inscripciones sobre la piedra del aro para hacerse una idea de su funcionamiento.
- Como todo arte u oficio, una vez lo dominas todo es más fácil-, les comentó. - Parece que su propósito era ayudar en el sueño de las personas. Una forma de acabar con sus pesadillas, involucrándose segundas y terceras personas en ellas. Algo parecido a lo que buscaba Otrore con sus pociones-. El brujo leyó algunas frases más, pero algunas estaban incompletas por el daño del tiempo. - Pero ahora mismo está funcionando de forma errática. No sé si por el daño en las runas tras tantos siglos abandonado, o por influencia de tu amigo-. Esta vez señaló con la testa hacia el pájaro. - Las escrituras no están completas, pero tengo una idea.
El rubio se mojó un dedo en sangre, metiendo el dedo bajo la herida vendada de forma tosca por él mismo, tiempo antes. Luego, con esa sangre, desdibujó el glifo que había dibujado cerca del codo para volver a dejar que la ilusión hiciera efecto.
¿Ilusión? No, mejor dicho, sueño, el recuerdo de alguien volvió a penetrar en su mente. Alguien que había visto la propia Cantún y lo había dejado guardado junto a su artefacto. Una de las posibles características del anillo.
- Puede que también sirva para guardar remembranzas-, comentó, volviendo a ver el templo como había sido en antaño. - Ojalá pudieran ver esto. Es precioso-, dijo, embelesado por lo que veía a su alrededor. Más pronto su vista se centró en algo en concreto. - El arcanista que hizo esto sabía lo que se hacía-, dijo, mirando las frases, rotas por el tiempo, que ahora podía volver a ver, como si ese tiempo en Cantún nunca hubiera pasado. - Qué ingenioso-, comentó, orgulloso de descubrir el talento de un arcanista de tantos siglos atrás.
En ese instante, Vincent se limpió el glifo de sangre con un paño. Ya estropeado no le servía de nada, así que, tras limpiarse, volvió a crear uno nuevo para “regresar” a la época actual, para minimizar los efectos del artefacto todo lo que podía.
- Listo, ya sé todo lo que necesito. De alguna forma se mezcló el recuerdo guardado con magia con… el sueño que me hicieron vivir aquellos hombres gato de Midgard-, afirmó, sacando sus tintas y pinceles del morral. - Cambiaré las runas y detendré el anillo sin causar daño a los soñadores. O eso espero. Pero esto es lo más seguro y exacto que puedo hacer con los materiales de los que dispongo y los conocimientos que he adquirido.
Y con aquellas palabras, Vincent se puso manos a la obra. La manera más segura de intentar resolver aquel entuerto provocado por el Cuco.
Un trabajo como aquel podía resultar tedioso para alguien que no disfrutara de su oficio, pero no era su caso. Vincent llevaba escribiendo runas y el lenguaje de los dragones casi desde que tenía uso de razón. Por supuesto, eso no significaba nada, pues muchos podrían empezar jóvenes por el prestigio de sus estudios en la academia de magia con más renombre de las islas, pero un, por entonces, niño rubito y descarado, siempre encontró fascinación por la magia arcana.
- Y para variar, nadie intenta matarme-, se dijo a sí mismo, tras terminar uno de los glifos de tinta, mientras revisaba que estaba bien dibujado. - Y con suerte, cenaré carne de conejo quizás con… ¿más conejo?. No están muy surtidos en alimentos. Y comeré algo si es que esta gente sabe cazar de verdad.
Fue entonces cuando el brujo giró la cabeza y comenzó a arquear su ceja izquierda.
«¿En qué momento se ha llenado todo esto de hombres gato?»
Algo estaba pasando. Eso estaba claro, y estaría claro hasta para el mayor de los idiotas.
Vincent miró sus manos, aún sosteniendo uno de sus pinceles en su diestra… ¿pata? Sus manos se habían vuelto patas de gato con pulgares capaces de sostener un pincel o cualquier otro instrumento.
- No. Joder. ¡Otra vez no! -, maldijo, recordando los pocos retazos del sueño que había tenido tras la visita a la aldea de los gatos. Después de haber comido aquel…
«Pero esta vez no he comido nada ofrecido por ningún habitante del campamento», razonó, sabiendo que era imposible que Lulú estuviera por allí haciendo de las suyas. Mucho menos que pudiera estar afectado por el arte culinario de Lulú si no había comido nada que no hubiera recogido él, o comprado, y traído dentro de su morral.
- ¿Por qué ahora? - se preguntó, guardando sus utensilios en el morral y mirando alrededor de nuevo para notar que esta vez no solo veía el mundo como un gato.
Las ruinas más allá del campamento lucían como…
«Si no hubiera pasado un maldito día desde su construcción»
El éter también lucía extraño, ahora que cierto arcanista miraba todo con mayor detalle, y en dirección hacia las ruinas parecía que había más luz de lo normal. Eso era del todo imposible siendo de noche. Solamente un espejo gigante que pudiera reflejar la luz de la luna podría hacer eso, pero ni siquiera con esa magnitud, ni con esa estela dorada. Sólo la magia podía explicar esa luz, y ni siquiera podía estar seguro de si la luz era real o parte de la magia que le hacía verse como un gato.
- Vamos Otrore, te has lucido esta vez-, comentó en broma, pues también descartaba esa opción. Francesco dominaba los sueños con creaciones alquímicas. Y Vincent tampoco se había tomado una pócima para encontrarse en ese estado. - ¡Corlys! - llamó la atención del gato de pelaje blanco que estaba debajo de él, sobre tierra firme.
Vincent no perdió el tiempo y, tras guardar todos sus utensilios, tomó su espada envainada y la volvió a enganchar en su cinto, pues se la había quitado para trabajar más cómodo. Luego hizo lo propio con la otra, que colocó en el enganche de su espalda. En cuánto recogió todo lo que le pertenecía bajó a toda velocidad.
- Corlys, no sé si puedes verme o escucharme, pero debo irme. Algo está pasando en las ruinas, algo referente a magia arcana, estoy seguro y debo desentrañarlo-, le avisó, sin detenerse, ya que el tiempo apremiaba.
- Eh, amigo, quizás sea bueno avisar al director de que irás a las ruinas-, comentó otro gato, de voz conocida.
- Oh, claro-, respondió el brujo, que de repente frenó el paso para mirar a ese gato. - ¿Director? ¿Qué director?
- Ah, es un tipo que parecía que le gustaba hacer un montón de cosas y nos pareció adecuado nombrarlo como tal.
- ¿Y por qué no me dijeron nada antes? Ya sabe, sobre la existencia de un director.
«Maldita sea. Si hubiera hablado con alguien con un cargo oficial, igual me hubiesen conseguido una cuerda extra, además de la leña y la carne de conejo…»
- No importa. Dele noticias en mi nombre si no es problema para usted. Tengo algo importante que hacer. Aunque espero no tardar-, manifestó, pese a que no estaba nada seguro de sus últimas palabras.
El brujo siguió su camino hacia las ruinas, y para ello tenía que atravesar el campamento de los pobres refugiados. Pobres por doble razón, porque se habían quedado sin lugar donde vivir y porque la mayoría estaban tirados por los suelos agarrándose la tripa como si algo funesto les hubiera pasado. Una situación que sólamente podía ser más delirante al ver como varios cachorros de gato repartían, lo que parecían ser gomejos, entre los desgraciados enfermos. Porque, oh sí, esta escena sólo podía ser más ridícula si toda la gente tenía forma de hombres gato y mujeres gato con el culo torcido recibiendo gomejas atenciones.
Vinc, se quedó boquiabierto durante unos instantes, más, el sueño, inducido por algún artefacto que se había reactivado en las ruinas, era más apremiante que problemas con el control de aquellas personas gato sobre su propio cuerpo.
«Igual es parte del sueño», caviló, reanudando su andadura, cuando una voz captó su atención.
- Ayúdeme, señor brujo-, escuchó decir, a otra voz de lo más familiar.
- Oh, lo siento, buen hombre- le dijo, pese a que lo veía como un hombre felino. - Debo solucionar un asunto en las ruinas.
- ¿En las ruinas? - comenzó a decir el sujeto.
«No fastidies. Ahora es cuando me dice que no queme nada»
- Pues dese prisa, buen brujo. Se nota que tienes maña-, comentó finalmente el hombre. - No estamos bien, pero estos niños nos están atendiendo muy bien-, dijo seguido, agarrando un conejo lunar de manos de un gatito niño.
El mercenario se sintió un poco mal por lo que había cruzado su mente antes de dejarle hablar, pues ese tipo le había hecho pensar mal con todas las veces que se había preocupado antes de que no quemara nada
- No se preocupe, en cuánto acabe regresaré para ayudarles-, respondió, reanudando la marcha.
«¿Entonces los conejos son reales?», pensó en esta ocasión. «Debo apuntarme ese movimiento. Seguro me hago rico vendiendo conejos lunares a los señoritos de las islas.»
- Y por favor, no queme nada-, se escuchó a espaldas del brujo.
Vincent se paró, negó con la cabeza sin mirar al susodicho, y después prosiguió su andadura en dirección a las ruinas.
Se veía hermoso. Aquel simpático brujo sabía que gran parte de lo que veía era falso, pero era precioso de todas maneras. Era la gran belleza que había tras las ilusiones cuando se usaban de aquella manera. La gran realidad que hacía, en muchas ocasiones, que una mentira fuera más hermosa que una verdad, la gran realidad que hacía que las personas fuesen tan fáciles de engañar, porque era más bonito enamorarse de una bonita mentira que de una fea verdad.
- Pero ahora mismo no me sirve de mucho-, dijo, cortándose levemente sobre el antebrazo izquierdo, con la camisa recogida por encima del codo.
El dolor ayudaría a despejar su mente, con un truco de arcanos con su propia sangre, dibujando una runa cerca del codo, aún más efectiva sería su lucha contra el sueño. Ahora, Vinc podía ver las verdaderas ruinas ante sí, aún tenía retazos del sueño, de la luz que hacía ver el éter a su alrededor con estelas doradas, pero al menos ya podía avanzar y adentrarse en las ruinas sin matarse en el intento.
Y tras andar varios metros, nuestro querido mercenario no tardó en escuchar unas voces. Al principio de forma distorsionada, por el eco en las ruinas y la distancia de ellas, por lo que Vinc se preparó para lo peor. Quizás el artefacto no se había activado de forma involuntaria o accidental, después de todo.
Sin embargo, según se acercaba a la fuente del sonido podía escuchar mejor, así como apreciar la preocupación que tintaba las palabras de las personas allí reunidas, aún sin poder escuchar tan bien como para notar quienes eran.
- Decidido. Lo mejor es romperlo.
Vincent abrió los ojos como platos, alarmado.
- ¡No lo hagas! - gritó.
El rubio con un impulso de aire, fruto de su magia, superó la altura de un arco derruido para llegar hasta el salón dónde se encontraban las mujeres.
- Sería la opción más viable si no hubiera un arcanista cerca. Pero por suerte, aquí tenéis uno-, dijo, tras su mágica entrada. Y es que no es mentira de este narrador, Vinc había usado la magia para entrar, después de todo. - ¿Cath? - comentó, confuso, al fijarse en la figura de la mujer gata. - Y si tú estás aquí…
Sí, ahí estaba la hermosa elfa a la que le había entregado el corazón cierto brujo. Y sí, aunque la ilusión había sido vencida, en parte, por el mentado brujo, lo cierto es que no lo había derrotado del todo, más, tengan por seguro que ese arcanista omitiría decirle a su querida elfa que lucía como una bonita mujer gata.
- Oh, dulce Níniel, que placer volver a verte-, comentó con picardía, tomando su “mano” y dándole un beso en el dorso de la… pata. «Creo que no he arreglado mis visiones del todo». - No sabía que estabas en la zona. ¿También has venido a ayudar a los refugiados? Yo estaba colocando algunas defensas arcanas en el campamento cuando... Bueno, supongo que lo mismo que te ha traído hasta aquí. Algún artefacto se ha activado para crear una especie de ilusiones a diestro y siniestro. Es impresionante el alcance que tiene esto-, manifestó, acercándose al anillo de piedra, que tenía una especie de luz en su interior.
Vincent no podía negar que sentía orgullo por el hacedor de aquella obra, pues aunque ahora mismo era un peligro para todos, no dejaba de ser una obra de arte del gremio de los arcanistas.
- Los arcanistas somos cojonudos, una luz azul girando en el interior del anillo, pero sus destellos son dorados-, comentó en broma. - Y afectan a todo el éter, con esos mismos destellos, aunque eso puede ser cosa de mi mente. Y ser tan real como los hombres gato y mujeres gato que veo por doquier-, se sinceró.
En ese instante, Nín le explicó, con todo detalle, que la activación del artefacto no había sido un accidente. Había sido obra del Cuco que la sacerdotisa llevaba a todas partes desde hacía un tiempo, para tenerlo controlado y vigilado.
- Ya veo. Esta cosa-, señaló el anillo con la testa. - Es poderoso. Pero ese Cuco…-. El brujo se mesó la barba mientras leía todo lo que quedaba de las runas y letras en el idioma de los dragones. - Ese Cuco es mucho más poderoso que el artefacto si ha podido activarlo desde tan lejos. Es increíble.
Vincent siguió leyendo las inscripciones sobre la piedra del aro para hacerse una idea de su funcionamiento.
- Como todo arte u oficio, una vez lo dominas todo es más fácil-, les comentó. - Parece que su propósito era ayudar en el sueño de las personas. Una forma de acabar con sus pesadillas, involucrándose segundas y terceras personas en ellas. Algo parecido a lo que buscaba Otrore con sus pociones-. El brujo leyó algunas frases más, pero algunas estaban incompletas por el daño del tiempo. - Pero ahora mismo está funcionando de forma errática. No sé si por el daño en las runas tras tantos siglos abandonado, o por influencia de tu amigo-. Esta vez señaló con la testa hacia el pájaro. - Las escrituras no están completas, pero tengo una idea.
El rubio se mojó un dedo en sangre, metiendo el dedo bajo la herida vendada de forma tosca por él mismo, tiempo antes. Luego, con esa sangre, desdibujó el glifo que había dibujado cerca del codo para volver a dejar que la ilusión hiciera efecto.
¿Ilusión? No, mejor dicho, sueño, el recuerdo de alguien volvió a penetrar en su mente. Alguien que había visto la propia Cantún y lo había dejado guardado junto a su artefacto. Una de las posibles características del anillo.
- Puede que también sirva para guardar remembranzas-, comentó, volviendo a ver el templo como había sido en antaño. - Ojalá pudieran ver esto. Es precioso-, dijo, embelesado por lo que veía a su alrededor. Más pronto su vista se centró en algo en concreto. - El arcanista que hizo esto sabía lo que se hacía-, dijo, mirando las frases, rotas por el tiempo, que ahora podía volver a ver, como si ese tiempo en Cantún nunca hubiera pasado. - Qué ingenioso-, comentó, orgulloso de descubrir el talento de un arcanista de tantos siglos atrás.
En ese instante, Vincent se limpió el glifo de sangre con un paño. Ya estropeado no le servía de nada, así que, tras limpiarse, volvió a crear uno nuevo para “regresar” a la época actual, para minimizar los efectos del artefacto todo lo que podía.
- Listo, ya sé todo lo que necesito. De alguna forma se mezcló el recuerdo guardado con magia con… el sueño que me hicieron vivir aquellos hombres gato de Midgard-, afirmó, sacando sus tintas y pinceles del morral. - Cambiaré las runas y detendré el anillo sin causar daño a los soñadores. O eso espero. Pero esto es lo más seguro y exacto que puedo hacer con los materiales de los que dispongo y los conocimientos que he adquirido.
Y con aquellas palabras, Vincent se puso manos a la obra. La manera más segura de intentar resolver aquel entuerto provocado por el Cuco.
Vincent Calhoun
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Antiguas Ruinas de Cantún. Campo de Refugiados.
El trabajo no dejaba de llegar en el campamento. Los momentos de descansos eran contados, como ese fugaz encuentro con Zelas y su familiar acompañante. Ya había perdido la cuenta de toda la ropa que había hecho y ni hablar de lo que ahora era mi nueva sombra.
Todo comenzó algunas horas después de que me había encargado de la irritante multitud de pequeñas criaturas. No dejaban de jugar y revolotear de aquí para allá con sus piedras brillantes cuando una voz, que cabía decir no pertenecía a "mis niños" llamó la atención de una de las pequeñas. Era un niño, algunos años mayor, de no más de doce años seguramente, pero el claro parecido entre la pequeña y él daba a entender que seguramente eran familia.
Sus ropas aún estaban desgastadas, tenía varios rasguños y sí, claramente su aspecto no era el más aseado de todos. Veía desde lejos, la pequeña niña no dejaba de hablarle y señalar hacia mí, le mostraba su roca así como la ropa que le hice. Los ojos del chico se cruzaron con los míos. Arqueé una de las cejas, se podía ver el cambio en esos gigantes ojos café: su pupila se dilataba, los ojos le brillaban y ni hablar del sutil pero perceptible movimiento de labios. Lo que me faltaba... el hermano mayor que no era precisamente grande para mí había tenido un flechazo, de Freya o alguno de esos dioses que los humanos adoraban. ¿Acaso los míos querían ponerme a prueba?
A partir de ese instante fue como tener una sombra, unos ojos gigantes como de los gomejos y los esos malditos cornudos que parecían abundar en el campamento. No podía dar un paso sin siquiera caer en cuenta que otros me seguían metros más allá.
Para ese punto los niños dejaron de ser mi problema, aparentemente alguien los había distraído con una guerra esponjosa de gomejos lo que me daba a mí tiempo para seguir haciendo derechos y reveses con la cada cosa que me sirviera para hacer ropa. No dejaba de pensar qué hacer con este particular problema, estaba de mal humor pues para colmo de repente sentía demasiada somnolencia cómo para pensar claramente. Sabía que si ayudaba a ese ser alimentaría más a esos ojos de borrego a medio morir pero me causaba cierta ansiedad ver sus aspecto demacrado en comparación a su hermanita y no parecía querer acceder a ser ayudado.
- ¿Y, tú que harías? - Le preguntaba a un gomejo que estaba pintado de verde y pastaba cerca de la tienda de confección. Esperaba que este no fuera un producto de mi imaginación, entre esta falta inusual de energía, el trabajo, y creía también escuchar otras cosas no muy gratas que iban desde irregularidades con la comida así como desapariciones y muertes, sin duda todo era un caos, Hasta me cuestionaba si lidiar con un liliputiense tenía peso comparado con todo lo demás.
Bueno tampoco era como si pudiera lidiar con algo más, como guerrera no era precisamente la mejor, y francamente sentía que ya me había involucrado demasiado con estas personas como para querer dar mi vida por una causa noble, no, eso era sobrepasar mis principios. Al final me encogí de hombros suspirando con resignación.
- Hey, niño. Ven acá. - Llamé su atención. El chico se sobresaltó, estaba oculto detrás de unos barriles de llenos de agua, al parecer una de las pocas cosas que funcionaban en aquel circo. Con pasos lentos y torpes quizás por la impresión de saber que me dirigía a él, y la cara bastante roja llegó a mi. - M...me llamaba... señora...- Tragó saliva. Bajé la mirada, la diferencia de altura era notable. - Entra, toma el trapo que está allí y tallate la piel. Dejé para ti algo de ropa que espero uses sólo cuando estés limpio. - Dije con cierta autoridad esperando a que acatara la orden. - Cuando termines estaré aquí afuera esperando. - Aquellas ultimas palabras parecieron hacer click, su mirada volvió a iluminarse en la medida que yo sentía que esto no iba a tomar el rumbo que yo deseaba. ¿Cómo quitármelo de encima sin sentirme una basura? Es decir, esa pobre criatura había padecido, claro la vida era dura una constante prueba de fortaleza pero eso era la voluntad de los dioses y el destino, no la mía.
- ¡Sí señora! En seguida . - Respondió con bastante energía y una amplia sonrisa en la medida que entraba a la tienda no sin antes mirar hacia mí de nuevo. - Mal-di-ta se-a... - Pensé. Esto sería un gran reto. Hasta pensaba que en estos momentos era mejor lidiar con mi tirano padre.
No pasó mucho tiempo, en menos de media hora ya el chico estaba con unas prendas bastante decentes y cabía decir que más limpio. Le quedaba un poco grande pero no me iba arriesgar a que se ilusionara más si sentía el roce de mi tacto, a esa edad las emociones estaban a flor de piel.
Ahí seguía esa mirada, volví a suspirar con resignación. - ¿Cómo te llamas, enano? - Comencé un poco tajante, el no saber cómo lidiar con esta situación y tener la conciencia tranquila me frustraba. Definitivamente pasar tiempo con los chicos me estaba ablandado.
- R...robb, señora. - Dijo tragando saliva.
- ¿Tus padres sabes que llevas días rondando por aquí? - En ese momento todo ese brillo pareció perderse por completo. La había cagado, aquella mirada gacha, aquella tensión en sus puños que se extendía hacia su flacucho cuello. Primeramente negó con su cabeza antes de poder articular alguna frase con una voz entrecortada que quería aparentar fortaleza.
- Sólo somos ... mi hermana y yo. Mi m..ma...má... se ahogó... - ¿Por qué estas cosas me tenían que suceder?
- Lo lamento, también perdí a mi madre cuando era pequeña. Luego huí de casa y desde entonces me gusta estar sola. - Me aclaré la voz, había optado por lo más bajo. Una indirecta que esperaba que captara, muy en el fondo sabía que sería inútil, aunque tampoco perdía nada con intentar.
- No...- Comenzó a decir, como si estuviera buscando muy en el fondo unos segundos de valor. - No tiene que sentir lastima, puedo cuidar a mi hermanita, soy todo un hombre, señora. - Agregó haciendo énfasis en la palabra "hombre".
- Admito que serás capaz de cuidar a tu pequeña hermana, pero también reconozco que para ser un "hombre" te faltan varias primaveras. - Me crucé de brazos un poco irritada por el hecho de que no había captado lo primero y estaba enfocada en hacerle entender con sutileza.
Era esos momentos en los que me hubiera gustado que Zelas o hasta el mismo Gaegel estuvieran cerca, cosa que no pues de lo contrario el broche en mi pecho estuviera vibrando. Quizás de haberme visto besuqueandome la ilusión se le hubiera roto siquiera antes de enamorarse.
- Eres un niño escurridizo y por lo que veo bastante perspicaz, con algo de suerte puedes aspirar trabajar como escudero de algún caballero. He escuchado que en el campamento hay varios héroes, o quizás los elfos puedan ayudarte, algunos son muy benévolos. - Lancé aquellas propuestas al aire esperando que la idea de "servir a un héroe" lo animara.
- Podría viajar con usted, y cuidar a mi hermana juntos, señora. - La palabra "juntos" me hizo abrir mis orbes violetas de par en par. Ahora sí que tenía que poner un límite, esto de ser sutil en absoluto estaba funcionando. Masajeaba mi sien con los dedos, el sueño no me ayudaba a pensar y fue evidente en mis siguientes palabras.
- Escucha, Robb. No soy la persona que esa cabecita tuya imagina que soy. No está bien que me sigas todo el tiempo de aquí para allá. Y lamento tener que decirte esto porque no quiero ser dura contigo, pero sólo puedo ser una buena amiga que procurará que tu estadía en este sitio sea un intento de distraerte hasta tanto consigas un lugar. Eres joven, y por suerte un niño con buena salud que si la buena fortuna le sonríe tras este caos tendrá una buena vida pues después de toda tormenta siempre hay un arco iris o algo así esperando al final. - Era mi impulsividad pura y cruda hablando por mí. Era hacerle entender que no podía ilusionarse con una persona como yo, alguien que como ahora, huía de una responsabilidad pues era una cobarde.
Cierto, había algo de razón en mis palabras. No podía darle falsas ilusiones a esa criatura que lo había perdido todo para que se consolara en mí. Había ayudado allí hasta donde mis límites y mi forma de vida lo permitían, involucrarme emocionalmente con los habitantes no estaba en mi planes, ya bastante difícil era hacerlo con mis compañeros de viaje.
Oculté mi mirada con la diestra, no quería ver su reacción, no quería ver esos grandes ojos cafés reflejando una tristeza que yo muy en el fondo sentía a causa de un constante miedo que me invadía y parecía sentirse más intenso estos últimos días. El miedo a errar, el miedo a ser una inútil, el miedo a ser rechazada, todo eso venía a mí como una constante ola de emociones que no dejaban de perseguirme. Los demonios de mi pasado se mezclaban con los demonios de mi presente.
Y hablando de demonios, de pronto las cosas comenzaron a distorsionarse un poco. Escuchaba una risa, una familiar y nada reconfortante risa. Me generaba temor, la piel de gallina revelaba el miedo que sentía al escucharla seguida de aquella voz arrogante que pertenecía a mi padre. Todo se había vuelto oscuro, y ahí en frente de mi sólo estaba él con aires de grandeza, sin dejar de burlarse en su estoica e imponente figura.
- Mírate. La deshonra de los Balerion. Una cobarde y malagradecida que sólo piensa en sí misma. Tu madre estaría revolcándose en su tumba o renacido de sus cenizas sólo para llevarte consigo al infierno maldito al que perteneces. Era una inútil Meraxes, una decepción a tu raza. Ni siquiera eres capaz de lidiar con un pequeño y aún así pretendes ayudar a tus amigos cuando ni siquiera sientes el más mínimo aprecio por algo que no seas tu. - Cada palabra era como una daga en en el pecho. Llevé ambas manos a mi cabeza.
- Cállate, cállate, cállate. - Me repetía una y otra vez en un estado de crisis que rozaba en una especie de psicosis. - ¡CALLATE! - Grité. En un parpadeo todo cambió. Volvía a estar en el campamento, mi cuerpo temblaba, mis ojos lloraban. Y Robb... Robb se había ido.
-Mierda. - Aún me sentía desestabilizada, mis pasos eran torpes, pero trataba de seguir las huellas similares sólo para hallar al chico entre cuernos , gomejos y muchedumbres furiosas.
- Inútil... - Escuchaba su voz. - Patética... - Volvía a resonar. - Eres la deshonra de tus antepasados. - Su voz no se callaba y sólo me generaba más frustración.
Trataba de ignorarlo, me enfocaba en todo lo que podía en hallar al chico.
Al cabo de quizás lo que fueron un par de horas, y siglos desde mi perspectiva, escuché un sollozo cerca de unos arbustos. No sabía si sentir alivio o no, pero en parte al acercarme y dar con la persona correcta eso fue lo que sucedió. Aún me sentía aturdida pero salir de los límites del campamento hasta cierto punto me ayudó. - ¿Robb? - Llamé con una calidez que me sorprendió.
- Vayase... Déjeme solo. - El chico ocultaba su rostro en la medida que abrazaba sus rodillas.
Respiré profundo, y me senté manteniendo cierta distancia a sabiendas del estado en que estaba. - No lo haré. - Lo miré de reojo. Los sollozos seguían.
- Ya te lo dije ¿no? Puedo ser una buena amiga, y los amigos se apoyan y se disculpan como lo hago ahora porque tal vez creo que te grite y te asusté. Ya ves, no estoy bien de mi cabeza. - Agregué tratando de relajar el ambiente y evitando que entrara en pánico por eventos que ni yo misma podía explicar pero que seguramente tenían relaciones más allá de las humanas.
Los ojos húmedos e hinchados del chico me miraron de reojo. - Robb, no imagino por el dolor que debes de pasar de perder a tu madre, no en las condiciones que sucedieron. Fuiste un chico muy responsable y sabio al tomar a tu hermanita bajo protección. Ahora, sobre ese otro asunto, estoy segura que cuando llegue el momento y tengas la edad suficiente hallarás a una persona que te mire como bien lo hacías desde hace unos días conmigo y esa persona será afortunada, por qué sabes algo. Mientras me seguías como sombra también te observé, y sí que tienes habilidades para esconderte. - Reí levemente. - Puedo ayudarte a ti y a tu hermana a encontrar a alguien que los acoja, y ... si me consideras una amiga tal vez los pueda visitar. Si accedes a esto no tienes que responderme ahora puedes ir mañana y ayudarme en la tienda a seguir confeccionando ropa , aunque me sentiría más tranquila si volvemos al campamento para que descanses. - Lo miré con una sonrisa cálida.
El chico no habló, pero bastante cierto eran esos viejos dichos de antaño que los ojos eran las ventanas de alma. Parecía dispuesto al menos a volver al campamento conmigo.
El trayecto fue silencioso pero la tensión al menos se había disipado, a pesar de que aún sentía cierta pesadez, quizás el cansancio, ese maldito estado de sueño o ambas, respiraba con más calma.
Justo en frente de su tienda el chico se detuvo mirándome con algo de calma y una muy sutil media sonrisa. - Le ayudaré mañana,señora. - Con estas palabras ya todo estaba en orden, al menos enfrentar aquel reto me había dado esperanza de quizás podría lidiar a mi paso con los demonios de mi pasado. Quién diría que un pequeño enamorado me haría caer en cuenta de ello.
Todo comenzó algunas horas después de que me había encargado de la irritante multitud de pequeñas criaturas. No dejaban de jugar y revolotear de aquí para allá con sus piedras brillantes cuando una voz, que cabía decir no pertenecía a "mis niños" llamó la atención de una de las pequeñas. Era un niño, algunos años mayor, de no más de doce años seguramente, pero el claro parecido entre la pequeña y él daba a entender que seguramente eran familia.
Sus ropas aún estaban desgastadas, tenía varios rasguños y sí, claramente su aspecto no era el más aseado de todos. Veía desde lejos, la pequeña niña no dejaba de hablarle y señalar hacia mí, le mostraba su roca así como la ropa que le hice. Los ojos del chico se cruzaron con los míos. Arqueé una de las cejas, se podía ver el cambio en esos gigantes ojos café: su pupila se dilataba, los ojos le brillaban y ni hablar del sutil pero perceptible movimiento de labios. Lo que me faltaba... el hermano mayor que no era precisamente grande para mí había tenido un flechazo, de Freya o alguno de esos dioses que los humanos adoraban. ¿Acaso los míos querían ponerme a prueba?
A partir de ese instante fue como tener una sombra, unos ojos gigantes como de los gomejos y los esos malditos cornudos que parecían abundar en el campamento. No podía dar un paso sin siquiera caer en cuenta que otros me seguían metros más allá.
Para ese punto los niños dejaron de ser mi problema, aparentemente alguien los había distraído con una guerra esponjosa de gomejos lo que me daba a mí tiempo para seguir haciendo derechos y reveses con la cada cosa que me sirviera para hacer ropa. No dejaba de pensar qué hacer con este particular problema, estaba de mal humor pues para colmo de repente sentía demasiada somnolencia cómo para pensar claramente. Sabía que si ayudaba a ese ser alimentaría más a esos ojos de borrego a medio morir pero me causaba cierta ansiedad ver sus aspecto demacrado en comparación a su hermanita y no parecía querer acceder a ser ayudado.
- ¿Y, tú que harías? - Le preguntaba a un gomejo que estaba pintado de verde y pastaba cerca de la tienda de confección. Esperaba que este no fuera un producto de mi imaginación, entre esta falta inusual de energía, el trabajo, y creía también escuchar otras cosas no muy gratas que iban desde irregularidades con la comida así como desapariciones y muertes, sin duda todo era un caos, Hasta me cuestionaba si lidiar con un liliputiense tenía peso comparado con todo lo demás.
Bueno tampoco era como si pudiera lidiar con algo más, como guerrera no era precisamente la mejor, y francamente sentía que ya me había involucrado demasiado con estas personas como para querer dar mi vida por una causa noble, no, eso era sobrepasar mis principios. Al final me encogí de hombros suspirando con resignación.
- Hey, niño. Ven acá. - Llamé su atención. El chico se sobresaltó, estaba oculto detrás de unos barriles de llenos de agua, al parecer una de las pocas cosas que funcionaban en aquel circo. Con pasos lentos y torpes quizás por la impresión de saber que me dirigía a él, y la cara bastante roja llegó a mi. - M...me llamaba... señora...- Tragó saliva. Bajé la mirada, la diferencia de altura era notable. - Entra, toma el trapo que está allí y tallate la piel. Dejé para ti algo de ropa que espero uses sólo cuando estés limpio. - Dije con cierta autoridad esperando a que acatara la orden. - Cuando termines estaré aquí afuera esperando. - Aquellas ultimas palabras parecieron hacer click, su mirada volvió a iluminarse en la medida que yo sentía que esto no iba a tomar el rumbo que yo deseaba. ¿Cómo quitármelo de encima sin sentirme una basura? Es decir, esa pobre criatura había padecido, claro la vida era dura una constante prueba de fortaleza pero eso era la voluntad de los dioses y el destino, no la mía.
- ¡Sí señora! En seguida . - Respondió con bastante energía y una amplia sonrisa en la medida que entraba a la tienda no sin antes mirar hacia mí de nuevo. - Mal-di-ta se-a... - Pensé. Esto sería un gran reto. Hasta pensaba que en estos momentos era mejor lidiar con mi tirano padre.
No pasó mucho tiempo, en menos de media hora ya el chico estaba con unas prendas bastante decentes y cabía decir que más limpio. Le quedaba un poco grande pero no me iba arriesgar a que se ilusionara más si sentía el roce de mi tacto, a esa edad las emociones estaban a flor de piel.
Ahí seguía esa mirada, volví a suspirar con resignación. - ¿Cómo te llamas, enano? - Comencé un poco tajante, el no saber cómo lidiar con esta situación y tener la conciencia tranquila me frustraba. Definitivamente pasar tiempo con los chicos me estaba ablandado.
- R...robb, señora. - Dijo tragando saliva.
- ¿Tus padres sabes que llevas días rondando por aquí? - En ese momento todo ese brillo pareció perderse por completo. La había cagado, aquella mirada gacha, aquella tensión en sus puños que se extendía hacia su flacucho cuello. Primeramente negó con su cabeza antes de poder articular alguna frase con una voz entrecortada que quería aparentar fortaleza.
- Sólo somos ... mi hermana y yo. Mi m..ma...má... se ahogó... - ¿Por qué estas cosas me tenían que suceder?
- Lo lamento, también perdí a mi madre cuando era pequeña. Luego huí de casa y desde entonces me gusta estar sola. - Me aclaré la voz, había optado por lo más bajo. Una indirecta que esperaba que captara, muy en el fondo sabía que sería inútil, aunque tampoco perdía nada con intentar.
- No...- Comenzó a decir, como si estuviera buscando muy en el fondo unos segundos de valor. - No tiene que sentir lastima, puedo cuidar a mi hermanita, soy todo un hombre, señora. - Agregó haciendo énfasis en la palabra "hombre".
- Admito que serás capaz de cuidar a tu pequeña hermana, pero también reconozco que para ser un "hombre" te faltan varias primaveras. - Me crucé de brazos un poco irritada por el hecho de que no había captado lo primero y estaba enfocada en hacerle entender con sutileza.
Era esos momentos en los que me hubiera gustado que Zelas o hasta el mismo Gaegel estuvieran cerca, cosa que no pues de lo contrario el broche en mi pecho estuviera vibrando. Quizás de haberme visto besuqueandome la ilusión se le hubiera roto siquiera antes de enamorarse.
- Eres un niño escurridizo y por lo que veo bastante perspicaz, con algo de suerte puedes aspirar trabajar como escudero de algún caballero. He escuchado que en el campamento hay varios héroes, o quizás los elfos puedan ayudarte, algunos son muy benévolos. - Lancé aquellas propuestas al aire esperando que la idea de "servir a un héroe" lo animara.
- Podría viajar con usted, y cuidar a mi hermana juntos, señora. - La palabra "juntos" me hizo abrir mis orbes violetas de par en par. Ahora sí que tenía que poner un límite, esto de ser sutil en absoluto estaba funcionando. Masajeaba mi sien con los dedos, el sueño no me ayudaba a pensar y fue evidente en mis siguientes palabras.
- Escucha, Robb. No soy la persona que esa cabecita tuya imagina que soy. No está bien que me sigas todo el tiempo de aquí para allá. Y lamento tener que decirte esto porque no quiero ser dura contigo, pero sólo puedo ser una buena amiga que procurará que tu estadía en este sitio sea un intento de distraerte hasta tanto consigas un lugar. Eres joven, y por suerte un niño con buena salud que si la buena fortuna le sonríe tras este caos tendrá una buena vida pues después de toda tormenta siempre hay un arco iris o algo así esperando al final. - Era mi impulsividad pura y cruda hablando por mí. Era hacerle entender que no podía ilusionarse con una persona como yo, alguien que como ahora, huía de una responsabilidad pues era una cobarde.
Cierto, había algo de razón en mis palabras. No podía darle falsas ilusiones a esa criatura que lo había perdido todo para que se consolara en mí. Había ayudado allí hasta donde mis límites y mi forma de vida lo permitían, involucrarme emocionalmente con los habitantes no estaba en mi planes, ya bastante difícil era hacerlo con mis compañeros de viaje.
Oculté mi mirada con la diestra, no quería ver su reacción, no quería ver esos grandes ojos cafés reflejando una tristeza que yo muy en el fondo sentía a causa de un constante miedo que me invadía y parecía sentirse más intenso estos últimos días. El miedo a errar, el miedo a ser una inútil, el miedo a ser rechazada, todo eso venía a mí como una constante ola de emociones que no dejaban de perseguirme. Los demonios de mi pasado se mezclaban con los demonios de mi presente.
Y hablando de demonios, de pronto las cosas comenzaron a distorsionarse un poco. Escuchaba una risa, una familiar y nada reconfortante risa. Me generaba temor, la piel de gallina revelaba el miedo que sentía al escucharla seguida de aquella voz arrogante que pertenecía a mi padre. Todo se había vuelto oscuro, y ahí en frente de mi sólo estaba él con aires de grandeza, sin dejar de burlarse en su estoica e imponente figura.
- Mírate. La deshonra de los Balerion. Una cobarde y malagradecida que sólo piensa en sí misma. Tu madre estaría revolcándose en su tumba o renacido de sus cenizas sólo para llevarte consigo al infierno maldito al que perteneces. Era una inútil Meraxes, una decepción a tu raza. Ni siquiera eres capaz de lidiar con un pequeño y aún así pretendes ayudar a tus amigos cuando ni siquiera sientes el más mínimo aprecio por algo que no seas tu. - Cada palabra era como una daga en en el pecho. Llevé ambas manos a mi cabeza.
- Cállate, cállate, cállate. - Me repetía una y otra vez en un estado de crisis que rozaba en una especie de psicosis. - ¡CALLATE! - Grité. En un parpadeo todo cambió. Volvía a estar en el campamento, mi cuerpo temblaba, mis ojos lloraban. Y Robb... Robb se había ido.
-Mierda. - Aún me sentía desestabilizada, mis pasos eran torpes, pero trataba de seguir las huellas similares sólo para hallar al chico entre cuernos , gomejos y muchedumbres furiosas.
- Inútil... - Escuchaba su voz. - Patética... - Volvía a resonar. - Eres la deshonra de tus antepasados. - Su voz no se callaba y sólo me generaba más frustración.
Trataba de ignorarlo, me enfocaba en todo lo que podía en hallar al chico.
Al cabo de quizás lo que fueron un par de horas, y siglos desde mi perspectiva, escuché un sollozo cerca de unos arbustos. No sabía si sentir alivio o no, pero en parte al acercarme y dar con la persona correcta eso fue lo que sucedió. Aún me sentía aturdida pero salir de los límites del campamento hasta cierto punto me ayudó. - ¿Robb? - Llamé con una calidez que me sorprendió.
- Vayase... Déjeme solo. - El chico ocultaba su rostro en la medida que abrazaba sus rodillas.
Respiré profundo, y me senté manteniendo cierta distancia a sabiendas del estado en que estaba. - No lo haré. - Lo miré de reojo. Los sollozos seguían.
- Ya te lo dije ¿no? Puedo ser una buena amiga, y los amigos se apoyan y se disculpan como lo hago ahora porque tal vez creo que te grite y te asusté. Ya ves, no estoy bien de mi cabeza. - Agregué tratando de relajar el ambiente y evitando que entrara en pánico por eventos que ni yo misma podía explicar pero que seguramente tenían relaciones más allá de las humanas.
Los ojos húmedos e hinchados del chico me miraron de reojo. - Robb, no imagino por el dolor que debes de pasar de perder a tu madre, no en las condiciones que sucedieron. Fuiste un chico muy responsable y sabio al tomar a tu hermanita bajo protección. Ahora, sobre ese otro asunto, estoy segura que cuando llegue el momento y tengas la edad suficiente hallarás a una persona que te mire como bien lo hacías desde hace unos días conmigo y esa persona será afortunada, por qué sabes algo. Mientras me seguías como sombra también te observé, y sí que tienes habilidades para esconderte. - Reí levemente. - Puedo ayudarte a ti y a tu hermana a encontrar a alguien que los acoja, y ... si me consideras una amiga tal vez los pueda visitar. Si accedes a esto no tienes que responderme ahora puedes ir mañana y ayudarme en la tienda a seguir confeccionando ropa , aunque me sentiría más tranquila si volvemos al campamento para que descanses. - Lo miré con una sonrisa cálida.
El chico no habló, pero bastante cierto eran esos viejos dichos de antaño que los ojos eran las ventanas de alma. Parecía dispuesto al menos a volver al campamento conmigo.
El trayecto fue silencioso pero la tensión al menos se había disipado, a pesar de que aún sentía cierta pesadez, quizás el cansancio, ese maldito estado de sueño o ambas, respiraba con más calma.
Justo en frente de su tienda el chico se detuvo mirándome con algo de calma y una muy sutil media sonrisa. - Le ayudaré mañana,señora. - Con estas palabras ya todo estaba en orden, al menos enfrentar aquel reto me había dado esperanza de quizás podría lidiar a mi paso con los demonios de mi pasado. Quién diría que un pequeño enamorado me haría caer en cuenta de ello.
- Curtiduria:
- - Ropa para Robb.
[Receta aplicada] Ropas Comunes Pobre. No están pensadas para protección en batalla, sino para abrigar y vestir. Al ser de calidad Pobre su estética es deficiente.
- Inventario:
- Medalla del exterminador [1 CARGA] - Pecho lado derecho.
- Pieza Metálica - Pecho lado izquierdo.
- Armadura Ligera Normal
- Bolso de Viajero:Contiene un saco de dormir, 4 metros de cuerda, provisiones, pedernal con yesca, cantimplora y 2 antorchas.
- Kit de Arcanos Inferior. - Dentro de Bolso de Viajero.
- Arma Flexible Superior (Látigo) - Cuelga del lado izquierdo de mi cintura.
- Tónico del Jerbo - Bolso
- Llave Onírica - Bolso
- Ocarina - Bolso
- Kit de Curtiduría Inferior - Bolso
- Off:
- Outfit para la ocasión.
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El papi de Merax
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Meraxes
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
¿Filantropía? Ja, solo una excusa de nuestra personalidad narcisista tratando de proteger nuestro Yo de lo malo y egocéntrico que podemos ser. El altruismo es solamente un argumento barato para sentirnos conforme, recibir una felicitación tal cual reforzador que hace salivar a un perro ante una campana que avisa la hora de la comida, solo somos un animal condicionado.
El hombre es un lobo para el hombre, y uno puede afirmarlo con vehemencia en las catástrofes que nos azotan, siempre lo primero que se pudre es la humanidad. Así que no me vengan con connotaciones morales porque nada nunca es tan simple cuando se trata del deber ser. Un dilema implica complejidad, pero sé que al menos no soy ciego a la realidad.
Mi Señor, ya casi llegamos, Cantún, un sitio arqueológico que ahora es un refugio según las noticias que se esparcen por el continente, pobre gente desolada por el desastre. Admiro su valía para venir ayudar incluso en altas horas de la noche.
Había sido problemático llegar a aquel sitio. Durante nuestra travesía, incluso en nuestro trayecto nocturno, el carruaje que me llevaba a la zona se había topado con varios carros de provisiones en la misma dirección saqueados por oportunistas.
Sí, llegamos, pero llegamos tarde… - dije mientras señalaba la incompetencia del conductor anciano que por torpeza tuvo inconvenientes con las llantas del carruaje y era evidente que el trato al caballo no era el más adecuado.
Oh, perdón, pero es su culpa por querer viajar de noche.
¿Mi culpa? – dije mientras me bajaba indignado oyendo la acusación del chofer, aún faltaban algunos minutos a pie para llegar al sitio de las excavaciones y actual centro de refugiados, pero incluso a la distancia había varios grupos asentados. Se escuchaba el ruido de gente, así como se podía ver humo saliendo de fogatas que iluminaban la zona acompañando el camino que ahora me tocaba transitar solo a pie.
Baff, me largo de aquí, si bien esta gente necesita ayuda, si me quedo es probable que los bravucones me roben. Además, se rumorea que hay algunos desquiciados que quieren echar a los pobres humanos refugiados, seguro son esos asquerosos elfos o los malditos chupasangres.
Ja – expresé reprimiendo de forma serena mi cólera a las palabrerías sin sentido del viejo decrépito - sin duda tienes que cuidarte anciano, pero los humanos aquí no creo que tengan salvación… y tú tampoco.
Me aproximé velozmente al viejo que reaccionó despavorido y desenvainando mi daga, corté el cuello del anciano mientras simultáneamente hincaba los dientes para alimentarme de su sangre.
Me hiciste llegar tarde y te atreves a insultarme, te dije que tuvieras cuidado… - dije mientras golpeaba sutilmente al caballo para que iniciara marcha de regreso con el cadáver en el carruaje-
Limpié mi rostro ensangrentado y empecé la marcha, mi objetivo era claro, despreciaba los invasores, no me importaban los niños o los adultos viviendo sus traumas. Si su impotencia y falta de poder los puso en esa posición, debían valerse por sí mismo para superar la adversidad, gente sin temple, sin propósito. Aquellos ahora amenazaban el conocimiento de eras, cuestión que no podía permitir, era inconcebible atentar contra el descubrimiento, la razón e inteligencia. Destruir este sitio arqueológico era priorizar la vida inútil y fútil de unos humanos sobre la historia, cuestión que no era aceptable en mi anhelo de conocimiento y defensa del mismo. Aprender es poder.
El plan era evitar el conflicto directo, ya muchos seguramente habían escogido bandos y no era prudente exponer mis intenciones a costa de crearme inconvenientes. Mi objetivo era infiltrarme con los refugiados y proceder a sabotear desde adentro aquella situación. Procurar hacer inaguantable de manera imperceptible el malestar y que cuando ya fuera muy tarde llegar a un punto de no retorno donde el quedarse en aquel sitio no fuese viable a los refugiados. Ser una célula maligna que se esparce como un tumor hasta propiciar la metástasis que erradique el problema.
Era importante proteger las ruinas y puntos de excavación, llegaba con retraso a Cantún, por lo que seguramente ya se había formado algunos alborotos y era necesario resguardar los datos arqueológicos de aquel lugar. Igualmente, mi viaje podía sorprenderme, estos eventos suelen atraer toda clase de gente, y quizás dentro de todos los ineptos que se aglomeren en estas tierras, pueda existir alguien interesante..
Mientras más me acercaba al centro de la ciudad ocupada, los ruidos se intensificaban, durante el trayecto al toparme con algunos grupos que acampaban a los alrededores y aquellas patrullas que hacían guardia de los posibles saqueadores logré escuchar sobre extraños rumores que envolvían aquella localidad, algunos hablaban de visiones del pasado y maldiciones. Tonterías, pero si aquellas creencias ayudaban a proteger Cantún y su conocimiento para mí era una ventaja.
Debía infiltrarme en la ciudad para poder acceder al yacimiento arqueológico, en el campamento aceptaban toda la ayuda necesaria para los refugiados, no obstante, actualmente abundaba la paranoia debido a los acontecimientos recientes, por lo que tenía que garantizar no llamar la atención para poder colarme.
Si bien la guardia había aumentado en los alrededores de la zona, existían todavía rastros de conflictos alrededor del camino principal, algunas partes parecían haber sido espectadores de batallas bestiales. Sin duda la zona más segura sería dentro de Cantún, por lo que ya una vez ingrese no supondría un problema moverme.
Con eso en mente, me detuve en los restos de lo que parecía fue un campo de batalla entre humanitarios y saqueadores, me aseguré de estar completamente solo y procedí a tomar unas telas que seguramente pertenecían a las lonas de una carreta de suministros, me desnudé y coloqué mis prendas en una bolsa que podía ocultar en mis espaldas y apenas se notaba el volumen, con la lona me cubrí y procuré que mis pertenencias no sobresalieran de mi figura. Sin pensar dos veces, corrí y me golpeé directamente el rostro con el tronco de un árbol. Limpie parte de la sangre de que salía de mi nariz con la lona y me acerqué al punto de control que habían montado para ingresar al campamento.
Ayuda, por favor… - le dije a uno de los hombres que orientaba y guiaba a los que iban llegando al campamento a ayudar de forma humanitaria.
Dígame buen hombre ¿que le ocurrió? ¿está usted bien? – dijo el hombre con un casco mientras tomaba mi hombro preocupado, alarmado por verme herido y desnudo en altas horas de la noche.
Vengo desde lejos a ayudar a los necesitados, pero cerca de aquí, unos bandidos me asaltaron y cogieron todas mis provisiones, oh, estoy desnudo como ve y todo herido – una mentira para poder entrar sin hacer sospecha, al parecer el tema de los oportunistas había tomado fuerzas y más durante las noches.
Tranquilo, gracias por venir ayudar a los más necesitados, sin duda usted es una buena alma.
Mientras decía eso en mis adentros me reía, el pobre no entendía que yo tenía el control de la situación y que sus palabras me parecían ingenuas.
Si desea puede dirigirse a aquella tienda, allí lo van a poder atender, nuestros médicos se turnan día y noche, así que lo podrán ayudar. El líder del campamento Eleandris puede atenderlo durante la mañana, ha estado muy ocupado dirigiendo y organizando todo este alboroto.
Este tipo de desastre siempre reunían a personajes pintorescos, héroes e infames, por lo que lo más sensato era evitar ser el centro de atención, mi misión era infiltrarme, ser uno más, y desde las sombras actuar. No tenía por qué hablar con ese tal líder, a menos de que ello me aportara algún beneficio o potenciara mi coartada… Ya lo pensaría…
Si desea en la mañana puede ir al comedor, ahora varios ya están durmiendo, aunque siempre hay trabajo que hacer. – era evidente el cansancio del hombre, si bien había varios guardias en la zona que inspeccionaban las personas que se desplazaban por el campamento, su preocupación ante mi estado sumado a su fatiga, cooperaban a que no fuera enfático en mi revisión, por lo que mi infiltración ya era un hecho. Dentro, con tanta multitud, sería más fácil ocultarse.
Gracias, creo que iré a donde me indicaste. Gracias, gracias.
Caminé primero donde me había apuntado aquel sujeto, pero cuando ya su mirada se había apartado de mí, continué para tratar de llegar al yacimiento, donde podría verificar el estado de las ruinas y centros de excavación ocupados. Me vestí de forma discreta tras unas tiendas y me deshice de la lona que había utilizado para cubrirme.
Mientras más me acercaba una sensación de somnolencia me invadió, no era típico para un vampiro sentir sueño en la noche, por lo que tratando de despertarme me golpeaba las mejillas. En eso, ya al estar a escasos metros del núcleo arqueológico de Cantún, me detuve en seco y levanté la mirada.
Ante mí las columnas y paredes empezaban a alzarse, edificaciones ajenas a los estilos actuales, gigantes y emblemáticas. Sin duda se trataba de una visión del pasado, quizás aquellos rumores no eran del todo falsos. Maravillado con el paisaje, volteaba y lograba rodearme de una ciudad perdida que seguramente se trataba de la Cantún de siglos atrás.
En mi visión no había personas, solo eran los edificios y monumentos formándose ante mí bajo la luz de la luna. No obstante, cuando las edificaciones estaban construidas en su totalidad, las paredes de las mismas empezaron a derramar sangre y gritos empezaron a acompañar el sonido de la visión. Los muros empezaron a derrumbarse y al darme cuenta la alucinación se había disipado mientras un joven me halaba de la camisa.
Señor, señor, ¿está tonto?
¿Qué dices crio?
Estuvo minutos viendo a la nada con la boca abierta. Si se siente mal puede venir con mi mamá a las ruinas. Estamos al lado de la gran pared con dibujos feos.
Hmm, tranquilo, ya iré al yacimiento… necesito meditar primero.
El niño se fue y quedé pensando en lo que había experimentado, a lo que entendí que mi misión cobraba más valor. Aquella civilización fue destruida seguramente por el egoísmo humano. Siempre he valorado el poder, pero una cultura completa erradicada a costas del mismo me parece un atentado a mis principios que no puede permitirse. Y ahora, los pocos retazos de aquel lugar podrían ser destruidos y olvidados por el mundo a costa de unos damnificados…
Me acerqué a los campamentos del yacimiento, había decenas de refugios improvisados, algunos incluso compartían espacio con zonas aisladas por los arqueólogos o empleaban parte de las ruinas para apoyar sus habitaciones artesanales.
No había daños visibles, pero se sentía mancillado aquel lugar. Era factible que con la llegada de más personas y las complicaciones de reubicarse, aquellos humanos se asentaran ahí, empezaran a priorizar sus caprichos a costa de ocupar aquel sitio y terminaran destruyendo todo a su paso.
Mi misión ya estaba definida, debía ser la chispa que detonara la histeria en el pueblo.
Mis visiones habían sido claras, me ayudaban a comprender y reafirmar mi objetivo. Además, me habían dado una idea: las paredes debían mostrar el mensaje, un mensaje en sangre. Debía alejar a los humanos de las ruinas por lo que debía a través de las mismas dar una señal. Un mensaje que fuera lo suficientemente explicito para evocar emociones en quienes lo vieran, un mensaje simple que pudiera ser entendido por el ignorante y analfabeta, pero que a la vez fuese complejo para que el erudito pudiera interpretarlo.
Mi intención era que el mensaje llegara, pero que no importara el mensajero, con toda la cólera y paranoia de las visiones y apariciones, podía apoyarme para hacer entender que era Cantún quien se expresaba. Seguramente algunos, más listos, entenderían la realidad del acto, seguramente algunos personajes como el tal Eleandris trataría de calmar a la gente para que no cayeran en histeria colectiva y salieran corriendo. Sin embargo, estoy seguro de que yo no era el único que pensaba que era necesario librarse de los invasores independientemente de sus circunstancias. Ya algunas personas habían saboteado aspectos del campamento, por lo que parte del camino ya estaba recorrido, solo debía esperar la flaqueza de los humanos para tener éxito, aunque no sería sencillo.
Esperé varias horas, en primer lugar, era más fácil actuar entrada la noche, la mayoría dormía y atacar al incauto resultaba en una menor resistencia. Además, esas horas me sirvieron para conocer la situación actual del campamento, los inconvenientes y riñas que habían sucedido previo a mi visita, con todos aquellos gestos humanitarios de la gente, al igual que las historias de aquellos oportunistas y saboteadores… La población se dividía en aquellos confiados en la bondad de la gente y el grupo de paranoicos que preferían no confiar incluso de los más cercanos.
Con certeza de mi plan y cada paso a realizar, me desplacé en las sombras con mi Daga del Crepúsculo en mano, debía proteger las ruinas a costa de mancharlas de sangre. Ya había identificado aquellos sujetos que estaban solos y apartados.
Me acerqué y con un corte rápido degollé al primero, un tipo regordete de pómulos rosados, apenas se movió el cuerpo, pero la sangre chorreaba por su cuello de manera importante. Me cubrí las manos con su sangre y en un pilar cercano que pertenecía a las ruinas, dibujé un símbolo (1). Obviamente, mi vanidad me incitó a que colocara un pequeño detalle, una firma, por lo que con mis diez dedos hice 10 líneas que decencia de aquel símbolo complejo, una firma que representaba mi anhelo de poder. Dudo que alguien pudiese entender ese detalle, por lo que no podría conectarse directamente conmigo.
Repetí el proceso dos veces más, una con una mujer anciana y luego con un joven fornido, todos elegidos porque sus camas improvisadas se ubicaban cerca de ruinas para dar el mensaje en sus pilares o paredes, y, además, porque se encontraban alejados del resto de humanos de la zona. Obviamente, había decenas durmiendo en el yacimiento, pero incluso en el rebaño siempre existían aquellos que gozaban de un poco más de espacio y se apartaban.
Dibujé dos símbolos más, ya el mensaje se podría entender, aquellos ingenuos seguros comprenderían de forma directa las muertes, la sangre y las ruinas. No obstante, esperaba que aquellos más capaces lograran entender el contenido de los símbolos más allá de lo gráfico de la manera de expresarlo. Una amenaza que no era mía directamente, sino de Cantún y su cultura.
Me limpié la sangre de mis manos con las prendas de la última persona que asesiné, quedaban manchas, pero me debía apartar del tumulto de gente que transitaba por el campamento en búsqueda de algún charco o barril con agua para limpiarme. Al encontrar un riachuelo a unos 30 metros de donde había realizado mi cometido logré limpiarme y centrarme nuevamente en pasar desapercibido.
No obstante ahí estaba, el niño que anteriormente me había visto y hablado incluso, espectador de todo. No podía dejar sospechas de mi, y menos un testigo. Me acerqué al niño, mi figura se difuminaba con la noche, mis ojos se tornaron rojos, una escena de terror (2). Mi maldición estaba desatada y en los ojos del niño solo se podía ver el miedo encarnado. No hacia ningún gesto ni era capaz de moverse ante mi presencia, pero de su rostro pasmado unas lagrimas caían al mismo tiempo que un liquido amarillento mojaba sus botas.
Soy un espíritu de las ruinas, y deben huir de aquí antes de que me vengue por lo que tu gente le ha hecho a mi tierra. Guarda silencio, por que si se que hablas o que tu y los tuyos deciden quedarse, no dudare en perseguirte y que tu sangre sea parte de las paredes de Cantún.
Era una mentira adornada a los rumores que circulaban, pero el trauma del niño me aseguraba no tener que tomar acciones con el infante, el joven salió velozmente donde se ubicaban el resto de tiendas y edificaciones improvisadas para tratar de dormir y asimilar que nuestro encuentro se trataba de una pesadilla.
Me alejé del yacimiento a sabiendas de que mi mensaje sería leído con la luz del sol y que nadie se había percatado de mi presencia, la noche nuevamente me había ayudado. No obstante, mientras me alejaba alguien empezó a aplaudir a mi paso.
¡¿Quién eres?! - dije mientras preparaba mis manos en caso de ser necesario hacer uso de mis habilidades de sangromante.
Un seguidor de tu obra.
¿Acaso quieres terminar como ellos?
No, para nada, quiero ayudarte, quizás debas apartarte del centro, tengo un pequeño lugar donde estoy a las afueras. Puedo invitarte a que descanses allí.
Me llenaba la intriga, pero me resultaba convincente su manera de abordarme de forma directa.
Incluso podemos hablar sobre arqueología o historia, hasta de fantasmas y maldiciones si te gusta el tema.
Te seguiré, pero ten en cuenta que no dudaré en destriparte si me parece conveniente. – Ya era tarde para mostrar modales y menos si había visto mis actos en el yacimiento, así que con cautela acompañé al hombre encapuchado.
____________El hombre es un lobo para el hombre, y uno puede afirmarlo con vehemencia en las catástrofes que nos azotan, siempre lo primero que se pudre es la humanidad. Así que no me vengan con connotaciones morales porque nada nunca es tan simple cuando se trata del deber ser. Un dilema implica complejidad, pero sé que al menos no soy ciego a la realidad.
Mi Señor, ya casi llegamos, Cantún, un sitio arqueológico que ahora es un refugio según las noticias que se esparcen por el continente, pobre gente desolada por el desastre. Admiro su valía para venir ayudar incluso en altas horas de la noche.
Había sido problemático llegar a aquel sitio. Durante nuestra travesía, incluso en nuestro trayecto nocturno, el carruaje que me llevaba a la zona se había topado con varios carros de provisiones en la misma dirección saqueados por oportunistas.
Sí, llegamos, pero llegamos tarde… - dije mientras señalaba la incompetencia del conductor anciano que por torpeza tuvo inconvenientes con las llantas del carruaje y era evidente que el trato al caballo no era el más adecuado.
Oh, perdón, pero es su culpa por querer viajar de noche.
¿Mi culpa? – dije mientras me bajaba indignado oyendo la acusación del chofer, aún faltaban algunos minutos a pie para llegar al sitio de las excavaciones y actual centro de refugiados, pero incluso a la distancia había varios grupos asentados. Se escuchaba el ruido de gente, así como se podía ver humo saliendo de fogatas que iluminaban la zona acompañando el camino que ahora me tocaba transitar solo a pie.
Baff, me largo de aquí, si bien esta gente necesita ayuda, si me quedo es probable que los bravucones me roben. Además, se rumorea que hay algunos desquiciados que quieren echar a los pobres humanos refugiados, seguro son esos asquerosos elfos o los malditos chupasangres.
Ja – expresé reprimiendo de forma serena mi cólera a las palabrerías sin sentido del viejo decrépito - sin duda tienes que cuidarte anciano, pero los humanos aquí no creo que tengan salvación… y tú tampoco.
Me aproximé velozmente al viejo que reaccionó despavorido y desenvainando mi daga, corté el cuello del anciano mientras simultáneamente hincaba los dientes para alimentarme de su sangre.
Me hiciste llegar tarde y te atreves a insultarme, te dije que tuvieras cuidado… - dije mientras golpeaba sutilmente al caballo para que iniciara marcha de regreso con el cadáver en el carruaje-
Limpié mi rostro ensangrentado y empecé la marcha, mi objetivo era claro, despreciaba los invasores, no me importaban los niños o los adultos viviendo sus traumas. Si su impotencia y falta de poder los puso en esa posición, debían valerse por sí mismo para superar la adversidad, gente sin temple, sin propósito. Aquellos ahora amenazaban el conocimiento de eras, cuestión que no podía permitir, era inconcebible atentar contra el descubrimiento, la razón e inteligencia. Destruir este sitio arqueológico era priorizar la vida inútil y fútil de unos humanos sobre la historia, cuestión que no era aceptable en mi anhelo de conocimiento y defensa del mismo. Aprender es poder.
El plan era evitar el conflicto directo, ya muchos seguramente habían escogido bandos y no era prudente exponer mis intenciones a costa de crearme inconvenientes. Mi objetivo era infiltrarme con los refugiados y proceder a sabotear desde adentro aquella situación. Procurar hacer inaguantable de manera imperceptible el malestar y que cuando ya fuera muy tarde llegar a un punto de no retorno donde el quedarse en aquel sitio no fuese viable a los refugiados. Ser una célula maligna que se esparce como un tumor hasta propiciar la metástasis que erradique el problema.
Era importante proteger las ruinas y puntos de excavación, llegaba con retraso a Cantún, por lo que seguramente ya se había formado algunos alborotos y era necesario resguardar los datos arqueológicos de aquel lugar. Igualmente, mi viaje podía sorprenderme, estos eventos suelen atraer toda clase de gente, y quizás dentro de todos los ineptos que se aglomeren en estas tierras, pueda existir alguien interesante..
[…]
Mientras más me acercaba al centro de la ciudad ocupada, los ruidos se intensificaban, durante el trayecto al toparme con algunos grupos que acampaban a los alrededores y aquellas patrullas que hacían guardia de los posibles saqueadores logré escuchar sobre extraños rumores que envolvían aquella localidad, algunos hablaban de visiones del pasado y maldiciones. Tonterías, pero si aquellas creencias ayudaban a proteger Cantún y su conocimiento para mí era una ventaja.
Debía infiltrarme en la ciudad para poder acceder al yacimiento arqueológico, en el campamento aceptaban toda la ayuda necesaria para los refugiados, no obstante, actualmente abundaba la paranoia debido a los acontecimientos recientes, por lo que tenía que garantizar no llamar la atención para poder colarme.
Si bien la guardia había aumentado en los alrededores de la zona, existían todavía rastros de conflictos alrededor del camino principal, algunas partes parecían haber sido espectadores de batallas bestiales. Sin duda la zona más segura sería dentro de Cantún, por lo que ya una vez ingrese no supondría un problema moverme.
Con eso en mente, me detuve en los restos de lo que parecía fue un campo de batalla entre humanitarios y saqueadores, me aseguré de estar completamente solo y procedí a tomar unas telas que seguramente pertenecían a las lonas de una carreta de suministros, me desnudé y coloqué mis prendas en una bolsa que podía ocultar en mis espaldas y apenas se notaba el volumen, con la lona me cubrí y procuré que mis pertenencias no sobresalieran de mi figura. Sin pensar dos veces, corrí y me golpeé directamente el rostro con el tronco de un árbol. Limpie parte de la sangre de que salía de mi nariz con la lona y me acerqué al punto de control que habían montado para ingresar al campamento.
Ayuda, por favor… - le dije a uno de los hombres que orientaba y guiaba a los que iban llegando al campamento a ayudar de forma humanitaria.
Dígame buen hombre ¿que le ocurrió? ¿está usted bien? – dijo el hombre con un casco mientras tomaba mi hombro preocupado, alarmado por verme herido y desnudo en altas horas de la noche.
Vengo desde lejos a ayudar a los necesitados, pero cerca de aquí, unos bandidos me asaltaron y cogieron todas mis provisiones, oh, estoy desnudo como ve y todo herido – una mentira para poder entrar sin hacer sospecha, al parecer el tema de los oportunistas había tomado fuerzas y más durante las noches.
Tranquilo, gracias por venir ayudar a los más necesitados, sin duda usted es una buena alma.
Mientras decía eso en mis adentros me reía, el pobre no entendía que yo tenía el control de la situación y que sus palabras me parecían ingenuas.
Si desea puede dirigirse a aquella tienda, allí lo van a poder atender, nuestros médicos se turnan día y noche, así que lo podrán ayudar. El líder del campamento Eleandris puede atenderlo durante la mañana, ha estado muy ocupado dirigiendo y organizando todo este alboroto.
Este tipo de desastre siempre reunían a personajes pintorescos, héroes e infames, por lo que lo más sensato era evitar ser el centro de atención, mi misión era infiltrarme, ser uno más, y desde las sombras actuar. No tenía por qué hablar con ese tal líder, a menos de que ello me aportara algún beneficio o potenciara mi coartada… Ya lo pensaría…
Si desea en la mañana puede ir al comedor, ahora varios ya están durmiendo, aunque siempre hay trabajo que hacer. – era evidente el cansancio del hombre, si bien había varios guardias en la zona que inspeccionaban las personas que se desplazaban por el campamento, su preocupación ante mi estado sumado a su fatiga, cooperaban a que no fuera enfático en mi revisión, por lo que mi infiltración ya era un hecho. Dentro, con tanta multitud, sería más fácil ocultarse.
Gracias, creo que iré a donde me indicaste. Gracias, gracias.
Caminé primero donde me había apuntado aquel sujeto, pero cuando ya su mirada se había apartado de mí, continué para tratar de llegar al yacimiento, donde podría verificar el estado de las ruinas y centros de excavación ocupados. Me vestí de forma discreta tras unas tiendas y me deshice de la lona que había utilizado para cubrirme.
Mientras más me acercaba una sensación de somnolencia me invadió, no era típico para un vampiro sentir sueño en la noche, por lo que tratando de despertarme me golpeaba las mejillas. En eso, ya al estar a escasos metros del núcleo arqueológico de Cantún, me detuve en seco y levanté la mirada.
Ante mí las columnas y paredes empezaban a alzarse, edificaciones ajenas a los estilos actuales, gigantes y emblemáticas. Sin duda se trataba de una visión del pasado, quizás aquellos rumores no eran del todo falsos. Maravillado con el paisaje, volteaba y lograba rodearme de una ciudad perdida que seguramente se trataba de la Cantún de siglos atrás.
En mi visión no había personas, solo eran los edificios y monumentos formándose ante mí bajo la luz de la luna. No obstante, cuando las edificaciones estaban construidas en su totalidad, las paredes de las mismas empezaron a derramar sangre y gritos empezaron a acompañar el sonido de la visión. Los muros empezaron a derrumbarse y al darme cuenta la alucinación se había disipado mientras un joven me halaba de la camisa.
- Visiones:
Señor, señor, ¿está tonto?
¿Qué dices crio?
Estuvo minutos viendo a la nada con la boca abierta. Si se siente mal puede venir con mi mamá a las ruinas. Estamos al lado de la gran pared con dibujos feos.
Hmm, tranquilo, ya iré al yacimiento… necesito meditar primero.
El niño se fue y quedé pensando en lo que había experimentado, a lo que entendí que mi misión cobraba más valor. Aquella civilización fue destruida seguramente por el egoísmo humano. Siempre he valorado el poder, pero una cultura completa erradicada a costas del mismo me parece un atentado a mis principios que no puede permitirse. Y ahora, los pocos retazos de aquel lugar podrían ser destruidos y olvidados por el mundo a costa de unos damnificados…
Me acerqué a los campamentos del yacimiento, había decenas de refugios improvisados, algunos incluso compartían espacio con zonas aisladas por los arqueólogos o empleaban parte de las ruinas para apoyar sus habitaciones artesanales.
No había daños visibles, pero se sentía mancillado aquel lugar. Era factible que con la llegada de más personas y las complicaciones de reubicarse, aquellos humanos se asentaran ahí, empezaran a priorizar sus caprichos a costa de ocupar aquel sitio y terminaran destruyendo todo a su paso.
Mi misión ya estaba definida, debía ser la chispa que detonara la histeria en el pueblo.
Mis visiones habían sido claras, me ayudaban a comprender y reafirmar mi objetivo. Además, me habían dado una idea: las paredes debían mostrar el mensaje, un mensaje en sangre. Debía alejar a los humanos de las ruinas por lo que debía a través de las mismas dar una señal. Un mensaje que fuera lo suficientemente explicito para evocar emociones en quienes lo vieran, un mensaje simple que pudiera ser entendido por el ignorante y analfabeta, pero que a la vez fuese complejo para que el erudito pudiera interpretarlo.
Mi intención era que el mensaje llegara, pero que no importara el mensajero, con toda la cólera y paranoia de las visiones y apariciones, podía apoyarme para hacer entender que era Cantún quien se expresaba. Seguramente algunos, más listos, entenderían la realidad del acto, seguramente algunos personajes como el tal Eleandris trataría de calmar a la gente para que no cayeran en histeria colectiva y salieran corriendo. Sin embargo, estoy seguro de que yo no era el único que pensaba que era necesario librarse de los invasores independientemente de sus circunstancias. Ya algunas personas habían saboteado aspectos del campamento, por lo que parte del camino ya estaba recorrido, solo debía esperar la flaqueza de los humanos para tener éxito, aunque no sería sencillo.
[…]
Esperé varias horas, en primer lugar, era más fácil actuar entrada la noche, la mayoría dormía y atacar al incauto resultaba en una menor resistencia. Además, esas horas me sirvieron para conocer la situación actual del campamento, los inconvenientes y riñas que habían sucedido previo a mi visita, con todos aquellos gestos humanitarios de la gente, al igual que las historias de aquellos oportunistas y saboteadores… La población se dividía en aquellos confiados en la bondad de la gente y el grupo de paranoicos que preferían no confiar incluso de los más cercanos.
Con certeza de mi plan y cada paso a realizar, me desplacé en las sombras con mi Daga del Crepúsculo en mano, debía proteger las ruinas a costa de mancharlas de sangre. Ya había identificado aquellos sujetos que estaban solos y apartados.
Me acerqué y con un corte rápido degollé al primero, un tipo regordete de pómulos rosados, apenas se movió el cuerpo, pero la sangre chorreaba por su cuello de manera importante. Me cubrí las manos con su sangre y en un pilar cercano que pertenecía a las ruinas, dibujé un símbolo (1). Obviamente, mi vanidad me incitó a que colocara un pequeño detalle, una firma, por lo que con mis diez dedos hice 10 líneas que decencia de aquel símbolo complejo, una firma que representaba mi anhelo de poder. Dudo que alguien pudiese entender ese detalle, por lo que no podría conectarse directamente conmigo.
Repetí el proceso dos veces más, una con una mujer anciana y luego con un joven fornido, todos elegidos porque sus camas improvisadas se ubicaban cerca de ruinas para dar el mensaje en sus pilares o paredes, y, además, porque se encontraban alejados del resto de humanos de la zona. Obviamente, había decenas durmiendo en el yacimiento, pero incluso en el rebaño siempre existían aquellos que gozaban de un poco más de espacio y se apartaban.
Dibujé dos símbolos más, ya el mensaje se podría entender, aquellos ingenuos seguros comprenderían de forma directa las muertes, la sangre y las ruinas. No obstante, esperaba que aquellos más capaces lograran entender el contenido de los símbolos más allá de lo gráfico de la manera de expresarlo. Una amenaza que no era mía directamente, sino de Cantún y su cultura.
Me limpié la sangre de mis manos con las prendas de la última persona que asesiné, quedaban manchas, pero me debía apartar del tumulto de gente que transitaba por el campamento en búsqueda de algún charco o barril con agua para limpiarme. Al encontrar un riachuelo a unos 30 metros de donde había realizado mi cometido logré limpiarme y centrarme nuevamente en pasar desapercibido.
No obstante ahí estaba, el niño que anteriormente me había visto y hablado incluso, espectador de todo. No podía dejar sospechas de mi, y menos un testigo. Me acerqué al niño, mi figura se difuminaba con la noche, mis ojos se tornaron rojos, una escena de terror (2). Mi maldición estaba desatada y en los ojos del niño solo se podía ver el miedo encarnado. No hacia ningún gesto ni era capaz de moverse ante mi presencia, pero de su rostro pasmado unas lagrimas caían al mismo tiempo que un liquido amarillento mojaba sus botas.
Soy un espíritu de las ruinas, y deben huir de aquí antes de que me vengue por lo que tu gente le ha hecho a mi tierra. Guarda silencio, por que si se que hablas o que tu y los tuyos deciden quedarse, no dudare en perseguirte y que tu sangre sea parte de las paredes de Cantún.
Era una mentira adornada a los rumores que circulaban, pero el trauma del niño me aseguraba no tener que tomar acciones con el infante, el joven salió velozmente donde se ubicaban el resto de tiendas y edificaciones improvisadas para tratar de dormir y asimilar que nuestro encuentro se trataba de una pesadilla.
Me alejé del yacimiento a sabiendas de que mi mensaje sería leído con la luz del sol y que nadie se había percatado de mi presencia, la noche nuevamente me había ayudado. No obstante, mientras me alejaba alguien empezó a aplaudir a mi paso.
¡¿Quién eres?! - dije mientras preparaba mis manos en caso de ser necesario hacer uso de mis habilidades de sangromante.
Un seguidor de tu obra.
¿Acaso quieres terminar como ellos?
No, para nada, quiero ayudarte, quizás debas apartarte del centro, tengo un pequeño lugar donde estoy a las afueras. Puedo invitarte a que descanses allí.
Me llenaba la intriga, pero me resultaba convincente su manera de abordarme de forma directa.
Incluso podemos hablar sobre arqueología o historia, hasta de fantasmas y maldiciones si te gusta el tema.
Te seguiré, pero ten en cuenta que no dudaré en destriparte si me parece conveniente. – Ya era tarde para mostrar modales y menos si había visto mis actos en el yacimiento, así que con cautela acompañé al hombre encapuchado.
Off
(1) Los símbolos/runas pueden ser interpretados a criterio de quien los lea con tal se ajusten a las motivaciones de Zagreus. Me agrada la idea de dejar abierto el "mensaje" para el lector del mismo.
(2) Rasgos raciales: Presencia Vampírica [Mágica] Puedo alterar la percepción de los demás sobre mí, haciéndoles verme más aterrador o atractivo, sin que sepan por qué.
Perdón por no poder participar en la ronda 1,traté de esmerarme en la ronda 2.
- OBJETIVO GENERAL:
- —La mejor manera de sabotear a los ocupas del yacimiento es desde dentro. Infiltrémonos como voluntarios. De este modo, no será difícil crear problemas en el interior mientras vigilamos que no destrocen el lugar (cuéntame cómo te infiltras y/o qué problemas creas y/o cómo evitas que destruyan algo sin que sospechen de ti) [Sabotaje]
Zagreus
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 411
Nivel de PJ : : 3
Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Con el paso del tiempo, las cosas en el campamento se estaban poniendo cada vez más raras. El animo comenzaba a llegar a sus límites, y la gente comenzaba verse un poco malhumorada. Era muy normal, estar realizando estas tareas durante estos días comenzaba a agobiarnos a todos, no siempre se puede ir de aquí a allá con los ánimos elevados. Recién estaba terminando mi hora de comida para así integrarme al trabajo.
Iba caminando mientras cargaba unos tablones de madera mientras que mi acompañante, Rich, iba con la carretilla llena de tablones. Mientras caminaba eructé un par de ocasiones. - ¿Se encuentra bien señor Gaegel? - Lo miré de reojo. - Si, *burp* estoy bien. - En aquel momento, y con mi mano libre me la llevé a mi estómago. - ¿Y estos eructos de donde salen? ¿No me digan que me volvieron a maldecir? Sería el colmo. - Me decía a mi mismo mientras miraba al cielo. Esperaba que solo fuera algo que me cayó mal y no otra maldición. Ni siquiera había motivos para que me volvieran a maldecir, no había hecho ningún acto reprochable en este tiempo, ¿o sí? No, no que yo recuerde.
Mientras estaba comiendo escuché a algunas personas diciendo que encontraron un cadaver en el campamento. ¿Usted cree que es cierto? - De inmediato negué con mi cabeza. - No pienses en eso. Esos son solamente rumores, y no debes de hacerles caso. - Ya veo, menos mal. - Me sonrió más animado, cuando veníamos para acá se le veía algo cabizbajo, y ahora entendía el porqué. Lo que le dije fue una mentira, yo también llegué a escuchar algo así, pero tampoco tenía caso alarmar al pobre de Rich cuando estaba saliendo de una situación tan complicada. El no debía de alarmarse por este nuevo problema que estaba aconteciendo en el campamento.
¿Por qué razón estarían asesinando a los refugiados? ¿Habrán sido disputas? ¿Estarán saldando cuentas? A decir verdad no lo sé, pero no cabe duda que aún a pesar de que esté aconteciendo un momento tan delicado, la maldad siempre tiene el momento de salir a relucir. Cuando llegamos a la zona de las reparaciones. Entramos en una casa que estábamos reparando, yo fui al techo para repararlo mientras que Rich se encargaría de la parte de abajo.
Y dime... ¿En el campamento no hay alguna muchachita que llame tu atención? - Utilicé aquella pregunta para detener mis martilleos. Los golpes con mi herramienta comenzaban a ser erráticos, por lo que tallé mis ojos un poco. ¿Me habrá caído pesada la comida? - Si. Hay una chica que llama mi atención. Se llama Sarah. - El hablar del muchacho cambió en el momento en que dijo el nombre de la muchacha, lo cual me hizo reír levemente. - Oh vaya... ¿Y ya te acercaste a hablar con ella? - ¿Y-y-yo? N-no, no podría, es demasiado bonita para alguien tan simplón como yo.
Negué con mi cabeza mientras me sentaba en la orilla del techo. - No deberías de menospreciarte tanto. A veces los "tipos simplones" pueden llegar a gustarle a mujeres guapas. Todo depende de tu forma de ser. - ¿Le ha llegado a gustar a mujeres atractivas? - Aquello me hizo arquear la ceja. - ¿Estás insinuando que soy simplón? - No no... Solo quería preguntar si tenía algún consejo para gustarle a una muchacha guapa. - Reí levemente por su respuesta.
Ya te lo dije, solo tienes que ser tu mismo. Aunque claro, mientras conversas con ella debes de tener siempre tu cabeza atenta para recordar las cosas que le gustan, como su flor favorita, o la comida que le guste. Tienes que ser alguien atento, pero no demasiado, porque si no la vas a asfixiar con tus atenciones. A las mujeres, ni todo el amor, ni todo el dinero. Volví a reír levemente. - Ya veo... Lo intentaré. Y dígame, ¿A usted le interesa alguna mujer del campamento. - Arquee mi ceja de nueva cuenta, pero sonreí de medio lado. - He visto a un par de mujeres muy guapas en el campamento. - ¿Y cómo se llaman? ¿Ha intentado coquetearles? - Entrecerré mis ojos. - No te voy a decir sus nombres, además, no tengo tiempo para eso, a diferencia de ti, yo tengo todo el día ocupado para las reparaciones y para dormir. No he tenido tiempo para retozar. - ¿Pa-pa para retoqué? - Reí ampliamente al escuchar su reacción. - Ya estás en edad para entender esas necesidades.
El muchacho gritó de nueva cuenta. Pensé que aún estaba impactado por mi comentario, pero la realidad era otra. En la parte interna de la casa, Rich estaba teniendo la aparición de un fantasma, y por el susto se estrelló con el pilar que sostenía de manera provisional la casa. Aquello hizo cimbrar la casa haciéndola caer por si misma. A mi no me dio tiempo de reaccionar, por lo que caí de lleno en el suelo. La caída me causó unas leves heridas en el rostro, y cuando intenté levantarme noté que mi hombro se había dislocado. Pero fue cuando vi la casa derrumbada lo que me hizo abrir mis ojos de par en par. - Rich...¡Rich! - Corrí hacia la casa, y allí alcancé a ver el brazo salir de entre los escombros. El muchacho estaba inconsciente.
Cuando intenté levantar el escombro sentí un fuerte dolor punzante en mi brazo izquierdo, y todo debido a mi hombro dislocado. - Con un demonio, ahora no tengo tiempo para esta mierda. - Me reclamé al mismo tiempo que me acerqué a un muro tomando mi bolso, de el saqué algo de cuerda y con mi mano útil comencé a amarrarme el otro brazo al dicho muro. Al estar preparado suspiré profundamente. - Bien... Aquí voy. - Y dicho eso jalé mi brazo tratando de reacomodar mi hombro, lo cual me hizo emitir un sonoro chillido canino. Después de eso moví mi brazo izquierdo, notando que podía moverlo de nueva cuenta. - Perfecto.
Una vez con mi brazo listo comencé a levantar los escombros que estaban cubriendo a Rich, pero cuando estaba por terminar, noté que el pilar había caído sobre el muchacho. - Tch, maldición. - De no ser porque aun no sentía toda la fuerza en mi mano izquierda, podría levantar esa cosa, pero en este estado me resultaba imposible. - Rich, te voy a sacar de aquí. - En aquel momento sentí como mi mente comenzó a llevarme a los parajes de mi pasado, en donde no era conocido como Gaegel, sino como Kevius Nightwhite. La imagen de Rich me evocó a los recuerdos de mi esposa y de mi hijos muertos, y sin poder evitarlo, de mis ojos comenzaron a desbordar lagrimas. En ese momento Gaegel había perdido el control y allí estaba el joven Nightwhite. - Ya sé. - Acerqué algunos tablones hacia el pilar y comencé a acomodarlos. Hecho eso traje algunas rocas para que los tablones quedaran de manera perpendicular.
La idea era muy simple, una palanca, por lo que comencé a ejercer presión hacia abajo. - Tch... Muévete pilar, muévete por favor. - Pude sentir como el pilar al final cedió y dejó de aplastar al joven. De inmediato corrí hacia el muchacho y lo abracé. - Reacciona por favor, reacciona. - Lo sacudía ligeramente, y luego de unos segundos comenzó a toser el muchacho. - Esa... Estuvo cerca... Hasta me clavé un cuerno... De conejo cornudo. - Dicho eso rió levemente mostrando el pequeño cuerno que se había clavado en un costado, lo cual me hizo reír levemente. - Ya no te lamentes por eso, iré a que te atiendan tu herida mortal. - Dicho eso me encargué de quitar los tablones de la carretilla y coloqué a Rich allí para llevarlo de vuelta al campamento. Una vez allí trataron las heridas del muchacho y también las mías. Rich tenía un pie roto, mientras que yo tendría que dejar descansar mi brazo por unos días. Ya buscaré alguna otra tarea que hacer mientras mi hombro sana.
Iba caminando mientras cargaba unos tablones de madera mientras que mi acompañante, Rich, iba con la carretilla llena de tablones. Mientras caminaba eructé un par de ocasiones. - ¿Se encuentra bien señor Gaegel? - Lo miré de reojo. - Si, *burp* estoy bien. - En aquel momento, y con mi mano libre me la llevé a mi estómago. - ¿Y estos eructos de donde salen? ¿No me digan que me volvieron a maldecir? Sería el colmo. - Me decía a mi mismo mientras miraba al cielo. Esperaba que solo fuera algo que me cayó mal y no otra maldición. Ni siquiera había motivos para que me volvieran a maldecir, no había hecho ningún acto reprochable en este tiempo, ¿o sí? No, no que yo recuerde.
Mientras estaba comiendo escuché a algunas personas diciendo que encontraron un cadaver en el campamento. ¿Usted cree que es cierto? - De inmediato negué con mi cabeza. - No pienses en eso. Esos son solamente rumores, y no debes de hacerles caso. - Ya veo, menos mal. - Me sonrió más animado, cuando veníamos para acá se le veía algo cabizbajo, y ahora entendía el porqué. Lo que le dije fue una mentira, yo también llegué a escuchar algo así, pero tampoco tenía caso alarmar al pobre de Rich cuando estaba saliendo de una situación tan complicada. El no debía de alarmarse por este nuevo problema que estaba aconteciendo en el campamento.
¿Por qué razón estarían asesinando a los refugiados? ¿Habrán sido disputas? ¿Estarán saldando cuentas? A decir verdad no lo sé, pero no cabe duda que aún a pesar de que esté aconteciendo un momento tan delicado, la maldad siempre tiene el momento de salir a relucir. Cuando llegamos a la zona de las reparaciones. Entramos en una casa que estábamos reparando, yo fui al techo para repararlo mientras que Rich se encargaría de la parte de abajo.
Y dime... ¿En el campamento no hay alguna muchachita que llame tu atención? - Utilicé aquella pregunta para detener mis martilleos. Los golpes con mi herramienta comenzaban a ser erráticos, por lo que tallé mis ojos un poco. ¿Me habrá caído pesada la comida? - Si. Hay una chica que llama mi atención. Se llama Sarah. - El hablar del muchacho cambió en el momento en que dijo el nombre de la muchacha, lo cual me hizo reír levemente. - Oh vaya... ¿Y ya te acercaste a hablar con ella? - ¿Y-y-yo? N-no, no podría, es demasiado bonita para alguien tan simplón como yo.
Negué con mi cabeza mientras me sentaba en la orilla del techo. - No deberías de menospreciarte tanto. A veces los "tipos simplones" pueden llegar a gustarle a mujeres guapas. Todo depende de tu forma de ser. - ¿Le ha llegado a gustar a mujeres atractivas? - Aquello me hizo arquear la ceja. - ¿Estás insinuando que soy simplón? - No no... Solo quería preguntar si tenía algún consejo para gustarle a una muchacha guapa. - Reí levemente por su respuesta.
Ya te lo dije, solo tienes que ser tu mismo. Aunque claro, mientras conversas con ella debes de tener siempre tu cabeza atenta para recordar las cosas que le gustan, como su flor favorita, o la comida que le guste. Tienes que ser alguien atento, pero no demasiado, porque si no la vas a asfixiar con tus atenciones. A las mujeres, ni todo el amor, ni todo el dinero. Volví a reír levemente. - Ya veo... Lo intentaré. Y dígame, ¿A usted le interesa alguna mujer del campamento. - Arquee mi ceja de nueva cuenta, pero sonreí de medio lado. - He visto a un par de mujeres muy guapas en el campamento. - ¿Y cómo se llaman? ¿Ha intentado coquetearles? - Entrecerré mis ojos. - No te voy a decir sus nombres, además, no tengo tiempo para eso, a diferencia de ti, yo tengo todo el día ocupado para las reparaciones y para dormir. No he tenido tiempo para retozar. - ¿Pa-pa para retoqué? - Reí ampliamente al escuchar su reacción. - Ya estás en edad para entender esas necesidades.
El muchacho gritó de nueva cuenta. Pensé que aún estaba impactado por mi comentario, pero la realidad era otra. En la parte interna de la casa, Rich estaba teniendo la aparición de un fantasma, y por el susto se estrelló con el pilar que sostenía de manera provisional la casa. Aquello hizo cimbrar la casa haciéndola caer por si misma. A mi no me dio tiempo de reaccionar, por lo que caí de lleno en el suelo. La caída me causó unas leves heridas en el rostro, y cuando intenté levantarme noté que mi hombro se había dislocado. Pero fue cuando vi la casa derrumbada lo que me hizo abrir mis ojos de par en par. - Rich...¡Rich! - Corrí hacia la casa, y allí alcancé a ver el brazo salir de entre los escombros. El muchacho estaba inconsciente.
Cuando intenté levantar el escombro sentí un fuerte dolor punzante en mi brazo izquierdo, y todo debido a mi hombro dislocado. - Con un demonio, ahora no tengo tiempo para esta mierda. - Me reclamé al mismo tiempo que me acerqué a un muro tomando mi bolso, de el saqué algo de cuerda y con mi mano útil comencé a amarrarme el otro brazo al dicho muro. Al estar preparado suspiré profundamente. - Bien... Aquí voy. - Y dicho eso jalé mi brazo tratando de reacomodar mi hombro, lo cual me hizo emitir un sonoro chillido canino. Después de eso moví mi brazo izquierdo, notando que podía moverlo de nueva cuenta. - Perfecto.
Una vez con mi brazo listo comencé a levantar los escombros que estaban cubriendo a Rich, pero cuando estaba por terminar, noté que el pilar había caído sobre el muchacho. - Tch, maldición. - De no ser porque aun no sentía toda la fuerza en mi mano izquierda, podría levantar esa cosa, pero en este estado me resultaba imposible. - Rich, te voy a sacar de aquí. - En aquel momento sentí como mi mente comenzó a llevarme a los parajes de mi pasado, en donde no era conocido como Gaegel, sino como Kevius Nightwhite. La imagen de Rich me evocó a los recuerdos de mi esposa y de mi hijos muertos, y sin poder evitarlo, de mis ojos comenzaron a desbordar lagrimas. En ese momento Gaegel había perdido el control y allí estaba el joven Nightwhite. - Ya sé. - Acerqué algunos tablones hacia el pilar y comencé a acomodarlos. Hecho eso traje algunas rocas para que los tablones quedaran de manera perpendicular.
La idea era muy simple, una palanca, por lo que comencé a ejercer presión hacia abajo. - Tch... Muévete pilar, muévete por favor. - Pude sentir como el pilar al final cedió y dejó de aplastar al joven. De inmediato corrí hacia el muchacho y lo abracé. - Reacciona por favor, reacciona. - Lo sacudía ligeramente, y luego de unos segundos comenzó a toser el muchacho. - Esa... Estuvo cerca... Hasta me clavé un cuerno... De conejo cornudo. - Dicho eso rió levemente mostrando el pequeño cuerno que se había clavado en un costado, lo cual me hizo reír levemente. - Ya no te lamentes por eso, iré a que te atiendan tu herida mortal. - Dicho eso me encargué de quitar los tablones de la carretilla y coloqué a Rich allí para llevarlo de vuelta al campamento. Una vez allí trataron las heridas del muchacho y también las mías. Rich tenía un pie roto, mientras que yo tendría que dejar descansar mi brazo por unos días. Ya buscaré alguna otra tarea que hacer mientras mi hombro sana.
- Inventario:
- -Espada corta: [Arma] [Está atada a su cinturón]
- Hojas Unidas Superiores: [Arma] [La tiene en su espalda]
- Armadura de Fieras Normal: [Armadura Ligera]
- Guantes de Ladrón
- Bolso del Explorador: [Bolso] Contiene un saco de dormir liviano, 8 metros de cuerda, gancho de escalada, cantimplora, raciones de comida, hilo de pescar con anzuelo, trampa para conejos y una palanca tipo pata de cabra.
- Esfera Krampus [Dentro del Bolso]
- Tónico estimulante del jerbo [Dentro del Bolso]
- Llave onírica: [Llave] [Dentro del Bolso]
- Kit de carpintería inferior [Dentro del Bolso]
Gaegel
Lobo Renegado
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Definitivamente, tenía que aprender a no aceptar comida de cualquiera. O, al menos, a no comerse todo un plato de golpe. Pero es que aquella carne estaba tan tierna y ¿qué sentido tenía viajar si no se detenía uno a apreciar la cultura local? En sus viajes, había descubierto que existían casi tantas formas de cocinar un conejo, como bebidas festivas para acompañarlo.
Agazapado entre los arbustos, Elian se preparó para la siguiente oleada. Esperaba que fuera la última en un buen rato. Era la tercera, no, la cuarta vez que la urgencia interrumpía su trabajo. Tras unos segundos más de agonía, parecía que la furia divina se había aplacado por fin, lo cual era un alivio, porque comenzaban a temblarle las piernas del esfuerzo de mantenerse agachado.
Tomó al gomejo que tan amablemente le había entregado un chiquillo de pelo revuelto y piel bronceada y procedió a hacer uso de una interesante y recién descubierta costumbre de la zona. No entendía muy bien qué tenían que ver los gomejos con las nagas, pero de la suavidadanal daba buena fé. Para compensar al animalillo por su mugriento trabajo, así como por la ligera sacudida para eliminar la porquería, extendió una plegaria a Imbar, que hizo crecer un jugoso repollo para el pequeñín(1).
De regreso a la zona que había sido habilitada como establo para las bestias de carga, Elian le dio unas palmaditas en el cuello Zuni, el caballo que había dejado a medias cuando la necesidad tronó a la puerta.
—Perdona, Olaf —le dijo al carretero—, parece que mis tripas no están muy de acuerdo con mis últimas elecciones gastronómicas.
—Descuida, cuando se viene, se viene. Y, por lo que vi al llegar, parece que no eres el único. Me pregunto si tendrá algo que ver con esa maldición de la que hablan algunos.
—De ser así, los dioses tienen un extraño sentido del humor, ¿no crees? Poner a los mortales a cagar. Esa sí que es una buena broma.
A Elian no se le escapaba el cambio que había experimentado el éter de la zona desde que llegara al campamento, pero no había necesidad de preocupar con esa información a quien nada podía hacer al respecto. Mientras Olaf reía la gracia, él se concentró en ajustar sobre Zuni la nueva brida en la que había estado trabajando.
—Así, muy bien —susurró. Luego alzó la voz para hablarle de nuevo a Olaf—. La otra era algo grande para él. Se movía demasiado y le rozaba. Debía de ser condenadamente incómoda. Con los ajustes que le he hecho, no debería tener problemas.
Se despidió de Olaf y Zuni y se volvió hacia el rincón donde había dejado sus herramientas, pero ya no estaban allí. Tampoco estaban la maleza ni el musgo que un momento antes reverdecían los desgastados adoquines.
Parpadeó un par de veces ante el sol de la mañana. Ya casi asomaba por encima de la carnicería de Luca. Debía darse prisa o recibiría una buena tunda cuando llegase.
Para acortar camino, llamó al viento y se impulsó por encima del muro que separaba la calle Heksun de la avenida del Pino. Aún no lo controlaba muy bien y casi cayó de morros al otro lado, pero extendió las manos a tiempo. Lo que le sirvió para tomar impulso y salir a la carrera, avenida abajo.
Al torcer a la derecha justo antes de la Plaza Mayor, vio venir por el Paseo del Grajo a un grupo de chicas muy animadas. Todas llevaban las faldas floreadas típicas del inicio del verano. Incluso Nea, lo cual era extraño, ya que había adquirido la costumbre de ponerse siempre pantalones desde que… Bueno, eso daba igual, el caso es que no iba a desperdiciar la oportunidad, ya que se la servían en bandeja. Llamó de nuevo al viento cuando se acercaba al grupo y, un momento después, todas gritaban como locas, agarrando la tela para devolverla a su sitio.
Todas menos Nea.
Eso no era bueno. Dudó apenas un instante antes de retomar la carrera, pero no llegó lejos. Tropezó con un adoquín un poco más alto que el resto y cayó en plancha al suelo, justo en el momento en que otro de los adoquines se alzaba en el lugar preciso. Maldita Nea, eso había dolido.
El dolor del orgullo herido y la entrepierna magullada no habían remitido del todo cuando llegó al taller de encuadernación, pero eso no le impidió a la Maestra Deidre ponerlo a trabajar inmediatamente. Necesitaban el grimorio “para ayer”.
Elian parpadeó, aturdido, cuando la fina encuadernación de cuero en la que estaba trabajando desapareció de sus manos. ¿Qué había sido aquello? A su alrededor, ya no había ningún taller, tampoco el establo improvisado del campamento de refugiados. De alguna manera, se las había arreglado para llegar a una zona algo más apartada de las ruinas de Cantún.
Mientras trataba de darle algún sentido a la experiencia que acababa de vivir, se fijó en un bulto en el suelo, al pie de una columna medio derruida. Al acercarse, comprobó con horror que se trataba de un cadáver. Al pobre hombre debían haberlo degollado durante la noche.
Se tomó un momento para cerrarle los ojos y elevar una plegaria a Imbar, para que acogiera su cuerpo, y a Isil, para que hiciera lo propio con su alma. El hombre no era elfo, pero un poco de piedad no podía hacer daño a esas alturas.
Fue al levantarse cuando se fijó en el símbolo dibujado con sangre sobre la piedra. No entendió el glifo, pero el mensaje era alto y claro: alguien no quería que refugiados y voluntarios permanecieran allí, y se estaba tomando muchas molestias para conseguir que se fueran.
Por un momento, se preguntó si aquello tendría algo que ver con la visión que lo había llevado hasta aquel rincón de la antigua ciudad. Pero no, aquella era la obra de alguien de carne y hueso. El infortunado difunto no había estado solo allí. Elian podía ver el rastro de otras pisadas entre la hierba y el musgo(2). Aunque era difícil precisar si el rastro en cuestión sería el del asesino o el de alguna otra persona que pasara por allí con anterioridad, estaba seguro de que, si se concentraba, podría seguirlo hasta donde llegara, al menos, mientras discurriera entre la maleza.
Si se concentraba, sí, pero no era tan estúpido como para salir él solo a enfrentarse con un asesino. Con una tercera plegaria a Imbar, que ya debía de estar a punto de enviarle otro retortijón en venganza por tanta molestia, hizo surgir un matorral espinoso para que ocultara el espectáculo de posibles curiosos, pues había chiquillos en aquel lugar(3). Luego, se encaminó de nuevo al centro del campamento.
—¿Director Eleandris? —llamó al llegar a su destino—. Tienes que venir a ver esto, hermano.
—-------
OFF:Pido disculpas por el escatológico arranque, pero mi primer tema con Elian en el foro comenzó así y no he podido resistirme.
En resumen, tras cumplir con el objetivo de profesión y ser asaltado por visiones extrañas, descubro uno de los regalitos de Zagreus y acudo al Director Eleandris para mostrarle el nuevo problema. Dejo a mi elfo a disposición del Señor Director.
Levantar las faldas a las niñas usando la magia fue idea de Vincent. Nunca lo olviden.
Agazapado entre los arbustos, Elian se preparó para la siguiente oleada. Esperaba que fuera la última en un buen rato. Era la tercera, no, la cuarta vez que la urgencia interrumpía su trabajo. Tras unos segundos más de agonía, parecía que la furia divina se había aplacado por fin, lo cual era un alivio, porque comenzaban a temblarle las piernas del esfuerzo de mantenerse agachado.
Tomó al gomejo que tan amablemente le había entregado un chiquillo de pelo revuelto y piel bronceada y procedió a hacer uso de una interesante y recién descubierta costumbre de la zona. No entendía muy bien qué tenían que ver los gomejos con las nagas, pero de la suavidadanal daba buena fé. Para compensar al animalillo por su mugriento trabajo, así como por la ligera sacudida para eliminar la porquería, extendió una plegaria a Imbar, que hizo crecer un jugoso repollo para el pequeñín(1).
De regreso a la zona que había sido habilitada como establo para las bestias de carga, Elian le dio unas palmaditas en el cuello Zuni, el caballo que había dejado a medias cuando la necesidad tronó a la puerta.
—Perdona, Olaf —le dijo al carretero—, parece que mis tripas no están muy de acuerdo con mis últimas elecciones gastronómicas.
—Descuida, cuando se viene, se viene. Y, por lo que vi al llegar, parece que no eres el único. Me pregunto si tendrá algo que ver con esa maldición de la que hablan algunos.
—De ser así, los dioses tienen un extraño sentido del humor, ¿no crees? Poner a los mortales a cagar. Esa sí que es una buena broma.
A Elian no se le escapaba el cambio que había experimentado el éter de la zona desde que llegara al campamento, pero no había necesidad de preocupar con esa información a quien nada podía hacer al respecto. Mientras Olaf reía la gracia, él se concentró en ajustar sobre Zuni la nueva brida en la que había estado trabajando.
—Así, muy bien —susurró. Luego alzó la voz para hablarle de nuevo a Olaf—. La otra era algo grande para él. Se movía demasiado y le rozaba. Debía de ser condenadamente incómoda. Con los ajustes que le he hecho, no debería tener problemas.
Se despidió de Olaf y Zuni y se volvió hacia el rincón donde había dejado sus herramientas, pero ya no estaban allí. Tampoco estaban la maleza ni el musgo que un momento antes reverdecían los desgastados adoquines.
Parpadeó un par de veces ante el sol de la mañana. Ya casi asomaba por encima de la carnicería de Luca. Debía darse prisa o recibiría una buena tunda cuando llegase.
Para acortar camino, llamó al viento y se impulsó por encima del muro que separaba la calle Heksun de la avenida del Pino. Aún no lo controlaba muy bien y casi cayó de morros al otro lado, pero extendió las manos a tiempo. Lo que le sirvió para tomar impulso y salir a la carrera, avenida abajo.
Al torcer a la derecha justo antes de la Plaza Mayor, vio venir por el Paseo del Grajo a un grupo de chicas muy animadas. Todas llevaban las faldas floreadas típicas del inicio del verano. Incluso Nea, lo cual era extraño, ya que había adquirido la costumbre de ponerse siempre pantalones desde que… Bueno, eso daba igual, el caso es que no iba a desperdiciar la oportunidad, ya que se la servían en bandeja. Llamó de nuevo al viento cuando se acercaba al grupo y, un momento después, todas gritaban como locas, agarrando la tela para devolverla a su sitio.
Todas menos Nea.
Eso no era bueno. Dudó apenas un instante antes de retomar la carrera, pero no llegó lejos. Tropezó con un adoquín un poco más alto que el resto y cayó en plancha al suelo, justo en el momento en que otro de los adoquines se alzaba en el lugar preciso. Maldita Nea, eso había dolido.
El dolor del orgullo herido y la entrepierna magullada no habían remitido del todo cuando llegó al taller de encuadernación, pero eso no le impidió a la Maestra Deidre ponerlo a trabajar inmediatamente. Necesitaban el grimorio “para ayer”.
Elian parpadeó, aturdido, cuando la fina encuadernación de cuero en la que estaba trabajando desapareció de sus manos. ¿Qué había sido aquello? A su alrededor, ya no había ningún taller, tampoco el establo improvisado del campamento de refugiados. De alguna manera, se las había arreglado para llegar a una zona algo más apartada de las ruinas de Cantún.
Mientras trataba de darle algún sentido a la experiencia que acababa de vivir, se fijó en un bulto en el suelo, al pie de una columna medio derruida. Al acercarse, comprobó con horror que se trataba de un cadáver. Al pobre hombre debían haberlo degollado durante la noche.
Se tomó un momento para cerrarle los ojos y elevar una plegaria a Imbar, para que acogiera su cuerpo, y a Isil, para que hiciera lo propio con su alma. El hombre no era elfo, pero un poco de piedad no podía hacer daño a esas alturas.
Fue al levantarse cuando se fijó en el símbolo dibujado con sangre sobre la piedra. No entendió el glifo, pero el mensaje era alto y claro: alguien no quería que refugiados y voluntarios permanecieran allí, y se estaba tomando muchas molestias para conseguir que se fueran.
Por un momento, se preguntó si aquello tendría algo que ver con la visión que lo había llevado hasta aquel rincón de la antigua ciudad. Pero no, aquella era la obra de alguien de carne y hueso. El infortunado difunto no había estado solo allí. Elian podía ver el rastro de otras pisadas entre la hierba y el musgo(2). Aunque era difícil precisar si el rastro en cuestión sería el del asesino o el de alguna otra persona que pasara por allí con anterioridad, estaba seguro de que, si se concentraba, podría seguirlo hasta donde llegara, al menos, mientras discurriera entre la maleza.
Si se concentraba, sí, pero no era tan estúpido como para salir él solo a enfrentarse con un asesino. Con una tercera plegaria a Imbar, que ya debía de estar a punto de enviarle otro retortijón en venganza por tanta molestia, hizo surgir un matorral espinoso para que ocultara el espectáculo de posibles curiosos, pues había chiquillos en aquel lugar(3). Luego, se encaminó de nuevo al centro del campamento.
—¿Director Eleandris? —llamó al llegar a su destino—. Tienes que venir a ver esto, hermano.
—-------
OFF:Pido disculpas por el escatológico arranque, pero mi primer tema con Elian en el foro comenzó así y no he podido resistirme.
En resumen, tras cumplir con el objetivo de profesión y ser asaltado por visiones extrañas, descubro uno de los regalitos de Zagreus y acudo al Director Eleandris para mostrarle el nuevo problema. Dejo a mi elfo a disposición del Señor Director.
Levantar las faldas a las niñas usando la magia fue idea de Vincent. Nunca lo olviden.
- habilidades usadas:
- (1) Rasgo: Mi magia de Vida cuida de la Naturaleza, que lo agradece otorgándome sus dones.
(2) Habilidad de nivel 0: La Naturaleza me Habla
(3) Habilidad de nivel 1: Barrera natural
- objetivo elegido:
- —Hacen falta arreos para los caballos. Algo flexible y resistente, pero que no los dañe. Los pobres van a estar cargando de carros bien pesados y no tenemos tantos para ofrecerles el mejor de los descansos entre viaje y viaje [Humanitario, Curtiduría]
Elian
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Las risas a su espalda se detuvieron de forma tan repentina que Tarek no tuvo duda de que algo o alguien las había interrumpido. Volviéndose hacia el lugar en que se encontraban sus compañeros, pudo atisbar a pocas decenas de metros a un destacamento de soldados humanos, pertrechados con armaduras que los primeros rayos del sol hacían relucir en la distancia. Tras la primera línea, claramente visible, un estandarte cuyo emblema mostraba las alas extendidas de un águila.
Se habían detenido, al igual que sus compañeros, en un tenso silencio en el que ambos bandos evaluaban la situación. Al elfo peliblanco no le cabía duda de que habían visto los cadáveres a su espalda pero, por alguna extraña razón, no habían iniciado un ataque. La que parecía ser su líder, montada sobre un caballo de pelaje oscuro y conservando aún la pose con la que había mandado parar al destacamento, observaba al grupo de elfos con mirada crítica. Visto el estado en que se encontraban, cubiertos con la sangre todavía fresca de los muertos, pocas dudas restaban de quién, o más bien quiénes, habían perpetrado el ataque. Entonces, ¿por qué permanecían a la espera? ¿Acaso temían lo que cinco elfos pudiesen hacer contra todo un ejército? Ni siquiera Tarek era tan iluso como para pensar que podían hacerles frente, por muy humanos que fuesen.
Desvió la mirada hacia Gwinn que, en aquel momento, con una mano tras la espalda, gesticulaba en el mudo lenguaje de los Ojosverdes, dando orden de retirada. Algo iba mal… algo más que el hecho de estar enfrentados a un batallón armado, en pleno día y en campo abierto. La tensión era visible en la posición de su compañero, al que habían designado como líder de aquella incursión. El resto mantuvo la posición con aparente calma, a la espera del aviso que pondría en marcha la huida. Los dedos de Gwinn formaron una nueva palabra: deslealtad.
La voz de la guerrera humana se alzó en medio de la quietud, dando la orden de atacar e indicando al grupo de elfos que era hora de escabullirse. En una maniobra calculada, fuerza de la costumbre, se internaron en el bosque, dispersándose en varias direcciones. Los soldados eran más numerosos y, aún separados, superaban por varias decenas a los elfos. Sin embargo, los elfos contaban con que su indumentaria les restaría soltura por el frondoso bosque. A pesar de ello, Tarek fue consciente del ruido a su espalda y de que la distancia entre él y sus perseguidores no era tan amplia como hubiese deseado.
Un jinete lo adelantó un par de metros más a su derecha, interceptando su marcha y obligándolo a virar ligeramente hacia el lado contrario. La estratagema se repitió en un par de ocasiones más y, tras una frenética carrera, en la que apenas podía discernir en qué dirección estaba corriendo, el elfo fue consciente de que lo estaban acorralando. Se planteó, por un segundo, subir a uno de los árboles, pero hacerlo implicaría perder la escasa ventaja que sacaba a sus perseguidores y, una vez en lo alto, nada le aseguraba poder seguir huyendo sin ser visto. Maldijo entre dientes, mientras vadeaba un afloramiento rocoso, virando ligeramente a la derecha para intentar recuperar algo de terreno.
Pero la maniobra se vio interrumpida por un repentino temblor, que sacudió el suelo bajo sus pies, haciéndolo tropezar y detener su avance momentáneamente. Por suerte, sus cazadores, alarmados por el mismo fenómeno, habían detenido también sus pasos y los jinetes se apresuraban a calmar a los embravecidos caballos. A penas hizo contacto visual con uno de los soldados, la orden de persecución volvió a alzarse en el aire y, sin tiempo de tomar una nueva bocanada de aire, el elfo reanudó la marcha.
El bosque comenzó a perder frondosidad unos minutos más tarde, indicando que, probablemente, se acercaban a un claro o zona abierta, donde Tarek sería un blanco fácil para los soldados. Su primer instinto fue virar, nuevamente hacia su derecha, pero un nuevo jinete le bloqueó el paso, obligándolo a tomar la dirección contraria, donde un segundo hombre a caballo, forzó de nuevo su marcha hacia el frente. Estaba claro que no había sido el único en percibir hacia donde se dirigían.
Sin embargo, según su carrera los acercaba hacia aquella zona abierta, comenzaron a oírse gritos y bramidos, al tiempo que un éter como no había sentido nunca antes, alertó al elfo de que algo, mucho mayor que él, se encontraba en su destino. A penas necesitó recorrer unos metros más para alcanzar el borde del claro en el que vislumbró, frente a él, a un enorme dragón que, furioso, hincaba los cuernos en el suelo para embestir contra algo que se encontraba ante él. Por desgracia, el elfo y sus perseguidores, parecían estar en medio de la trayectoria de la bestia.
Sin prestar atención a los gritos a sus espaldas, Tarek no cejó en su carrera, intentando alejarse de la bestia, con la esperanza de poder evitar, en la medida de lo posible, las rocas que la criatura levantaba a su paso. Una de ellas, sin embargo, lo golpeó en un costado, haciéndolo caer y rodar varios metros hacia un lado, donde se abobillo para amortiguar el impacto de nuevos proyectiles. Los soldados, por desgracia para ellos y por fortuna para el elfo, recibieron el impacto de pleno y varios de ellos terminaron muertos a los pies de la bestia, mientras sus los supervivientes se debatían sobre cómo proceder.
Un silbido familiar le hizo apartar la mirada de la imponente bestia, para ver como Havyl entraba en el claro, perseguido a su vez por una guarnición de soldados que, una vez conscientes de la escena que se desarrollaba ante ellos, se debatieron entre continuar la persecución del escurridizo elfo o enfrentarse a la criatura que parecía masacrar a sus congéneres. Minutos más tarde, otras dos sombras oscuras atravesaron el claro, dejando a la zaga a las huestes que había seguido sus pasos. El único de ellos que no llegó a abandonar el bosque con vida fue Renkyl, que fue abatido por los ufanos soldados que debían haberlo perseguido y que se personaron poco después junto a sus compañeros. Sin poder evitarlo, Tarek dirigió la mirada hacia Havyl, que todavía se encontraba a unos metros de su posición y en cuyo rostro pudo ver el indescriptible dolor de la pérdida.
Dirigió una vez más la mirada a la magnífica criatura ante él, que parecía obcecada en atacar a un individuo en particular, probablemente su objetivo antes de la repentina llegada del elfo y sus perseguidores. Los soldados, olvidado ya su objetivo inicial, se agrupaban en aquel momento para hacer frente a la bestia, iniciando un ataque al costado izquierdo de la misma, al tiempo que un segundo grupo se desplegaba en abanico para intentar asaetearla.
Avanzó hasta reunirse con su compañero, que observaba la escena con la mirada vacía.
- Debemos irnos –lo asió con cuidado del brazo para tirar de él en dirección a la linde del bosque. Tras unos segundos de vacilación, Havyl lo siguió.
- Que los dioses lo guarden en su travesía… -fue su quedo susurro, aunque la ira y la rabia eran patentes en su voz.
- Y que custodien sus huesos de regreso a la tierra –añadió el peliblanco, finalizando la letanía con que despedían a sus guerreros y a sus muertos.
Aquel encargo había salido caro al clan y estaba seguro de, una vez se supiese, los Ojosverdes se cobrarían la sangre de su compañero caído. El dueño del estandarte alado se había ganado un nuevo y peligroso enemigo en el sur, al igual que aquellos que habían enviado la misiva a los campamentos al sur de Sandorai. Si su interpretación de lo que Gwinn había insinuado era correcta, habían estado trabajando bajo órdenes emitidas por humanos, una información que su intermediario oportunamente había decidido obviar. Aquello, definitivamente, no quedaría así.
Se habían detenido, al igual que sus compañeros, en un tenso silencio en el que ambos bandos evaluaban la situación. Al elfo peliblanco no le cabía duda de que habían visto los cadáveres a su espalda pero, por alguna extraña razón, no habían iniciado un ataque. La que parecía ser su líder, montada sobre un caballo de pelaje oscuro y conservando aún la pose con la que había mandado parar al destacamento, observaba al grupo de elfos con mirada crítica. Visto el estado en que se encontraban, cubiertos con la sangre todavía fresca de los muertos, pocas dudas restaban de quién, o más bien quiénes, habían perpetrado el ataque. Entonces, ¿por qué permanecían a la espera? ¿Acaso temían lo que cinco elfos pudiesen hacer contra todo un ejército? Ni siquiera Tarek era tan iluso como para pensar que podían hacerles frente, por muy humanos que fuesen.
Desvió la mirada hacia Gwinn que, en aquel momento, con una mano tras la espalda, gesticulaba en el mudo lenguaje de los Ojosverdes, dando orden de retirada. Algo iba mal… algo más que el hecho de estar enfrentados a un batallón armado, en pleno día y en campo abierto. La tensión era visible en la posición de su compañero, al que habían designado como líder de aquella incursión. El resto mantuvo la posición con aparente calma, a la espera del aviso que pondría en marcha la huida. Los dedos de Gwinn formaron una nueva palabra: deslealtad.
La voz de la guerrera humana se alzó en medio de la quietud, dando la orden de atacar e indicando al grupo de elfos que era hora de escabullirse. En una maniobra calculada, fuerza de la costumbre, se internaron en el bosque, dispersándose en varias direcciones. Los soldados eran más numerosos y, aún separados, superaban por varias decenas a los elfos. Sin embargo, los elfos contaban con que su indumentaria les restaría soltura por el frondoso bosque. A pesar de ello, Tarek fue consciente del ruido a su espalda y de que la distancia entre él y sus perseguidores no era tan amplia como hubiese deseado.
Un jinete lo adelantó un par de metros más a su derecha, interceptando su marcha y obligándolo a virar ligeramente hacia el lado contrario. La estratagema se repitió en un par de ocasiones más y, tras una frenética carrera, en la que apenas podía discernir en qué dirección estaba corriendo, el elfo fue consciente de que lo estaban acorralando. Se planteó, por un segundo, subir a uno de los árboles, pero hacerlo implicaría perder la escasa ventaja que sacaba a sus perseguidores y, una vez en lo alto, nada le aseguraba poder seguir huyendo sin ser visto. Maldijo entre dientes, mientras vadeaba un afloramiento rocoso, virando ligeramente a la derecha para intentar recuperar algo de terreno.
Pero la maniobra se vio interrumpida por un repentino temblor, que sacudió el suelo bajo sus pies, haciéndolo tropezar y detener su avance momentáneamente. Por suerte, sus cazadores, alarmados por el mismo fenómeno, habían detenido también sus pasos y los jinetes se apresuraban a calmar a los embravecidos caballos. A penas hizo contacto visual con uno de los soldados, la orden de persecución volvió a alzarse en el aire y, sin tiempo de tomar una nueva bocanada de aire, el elfo reanudó la marcha.
El bosque comenzó a perder frondosidad unos minutos más tarde, indicando que, probablemente, se acercaban a un claro o zona abierta, donde Tarek sería un blanco fácil para los soldados. Su primer instinto fue virar, nuevamente hacia su derecha, pero un nuevo jinete le bloqueó el paso, obligándolo a tomar la dirección contraria, donde un segundo hombre a caballo, forzó de nuevo su marcha hacia el frente. Estaba claro que no había sido el único en percibir hacia donde se dirigían.
Sin embargo, según su carrera los acercaba hacia aquella zona abierta, comenzaron a oírse gritos y bramidos, al tiempo que un éter como no había sentido nunca antes, alertó al elfo de que algo, mucho mayor que él, se encontraba en su destino. A penas necesitó recorrer unos metros más para alcanzar el borde del claro en el que vislumbró, frente a él, a un enorme dragón que, furioso, hincaba los cuernos en el suelo para embestir contra algo que se encontraba ante él. Por desgracia, el elfo y sus perseguidores, parecían estar en medio de la trayectoria de la bestia.
Sin prestar atención a los gritos a sus espaldas, Tarek no cejó en su carrera, intentando alejarse de la bestia, con la esperanza de poder evitar, en la medida de lo posible, las rocas que la criatura levantaba a su paso. Una de ellas, sin embargo, lo golpeó en un costado, haciéndolo caer y rodar varios metros hacia un lado, donde se abobillo para amortiguar el impacto de nuevos proyectiles. Los soldados, por desgracia para ellos y por fortuna para el elfo, recibieron el impacto de pleno y varios de ellos terminaron muertos a los pies de la bestia, mientras sus los supervivientes se debatían sobre cómo proceder.
Un silbido familiar le hizo apartar la mirada de la imponente bestia, para ver como Havyl entraba en el claro, perseguido a su vez por una guarnición de soldados que, una vez conscientes de la escena que se desarrollaba ante ellos, se debatieron entre continuar la persecución del escurridizo elfo o enfrentarse a la criatura que parecía masacrar a sus congéneres. Minutos más tarde, otras dos sombras oscuras atravesaron el claro, dejando a la zaga a las huestes que había seguido sus pasos. El único de ellos que no llegó a abandonar el bosque con vida fue Renkyl, que fue abatido por los ufanos soldados que debían haberlo perseguido y que se personaron poco después junto a sus compañeros. Sin poder evitarlo, Tarek dirigió la mirada hacia Havyl, que todavía se encontraba a unos metros de su posición y en cuyo rostro pudo ver el indescriptible dolor de la pérdida.
Dirigió una vez más la mirada a la magnífica criatura ante él, que parecía obcecada en atacar a un individuo en particular, probablemente su objetivo antes de la repentina llegada del elfo y sus perseguidores. Los soldados, olvidado ya su objetivo inicial, se agrupaban en aquel momento para hacer frente a la bestia, iniciando un ataque al costado izquierdo de la misma, al tiempo que un segundo grupo se desplegaba en abanico para intentar asaetearla.
Avanzó hasta reunirse con su compañero, que observaba la escena con la mirada vacía.
- Debemos irnos –lo asió con cuidado del brazo para tirar de él en dirección a la linde del bosque. Tras unos segundos de vacilación, Havyl lo siguió.
- Que los dioses lo guarden en su travesía… -fue su quedo susurro, aunque la ira y la rabia eran patentes en su voz.
- Y que custodien sus huesos de regreso a la tierra –añadió el peliblanco, finalizando la letanía con que despedían a sus guerreros y a sus muertos.
Aquel encargo había salido caro al clan y estaba seguro de, una vez se supiese, los Ojosverdes se cobrarían la sangre de su compañero caído. El dueño del estandarte alado se había ganado un nuevo y peligroso enemigo en el sur, al igual que aquellos que habían enviado la misiva a los campamentos al sur de Sandorai. Si su interpretación de lo que Gwinn había insinuado era correcta, habían estado trabajando bajo órdenes emitidas por humanos, una información que su intermediario oportunamente había decidido obviar. Aquello, definitivamente, no quedaría así.
Tarek Inglorien
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Las noticias de grandes inundaciones en numerosas zonas habían llegado a oídos de Kyra. Sin dudarlo mucho, partió rumbo al campamento de refugiados más grande del que había escuchado, el de las ruinas de Cantun. Esperaba ser de ayuda, aunque fuera solo un poco, pero el hecho de ser incapaz de viajar durante el día retrasó su llegada.
Al arribar a las ruinas, la pelirroja notó que el lugar estaba atestado de gente. Algunos ayudaban con los quehaceres diarios, otros preparaban equipo para cazadores y guerreros... Todos parecían dispuestos a aportar su granito de arena. Sin embargo, no faltaban los rumores de sabotajes, robos y similares.
Quizá por su apariencia, reminiscente a la de su vida anterior, Kyra pudo ganarse la confianza suficiente de parte de los voluntarios como para permitirle dar una mano. Le comentaron sobre las diferentes tareas que requerían atención, y ella optó por ayudar a los cazadores a conseguir comida. ¿El problema? La desesperación por conseguir comida en grandes cantidades obligó a los voluntarios a ubicar numerosas trampas. Tal era la cantidad, que los animales empezaron a moverse con más cuidado, ubicando y evitando los artefactos, disminuyendo enormemente las presas que los cazadores conseguían.
-Puedo intentar encantar las trampas para hacerlas menos evidentes para los animales, sin volverlas un peligro para los voluntarios y refugiados. Si quieren, también puedo ayudar guiando a los animales hacía las trampas y los cazadores. Haré lo que me digan.-
La pelirroja había descubierto recientemente que aportar ideas pero dejar las decisiones finales en manos de quienes tienen el liderazgo le permitía ganar cierto nivel de confianza y no ser rechazada de inmediato, al menos entre los elfos. Y parecía que en este caso también había sido de ayuda. Tras recibir el visto bueno del líder de un grupo de cazadores, partió con ellos.
Primero fueron hasta la zona de las trampas. Kyra se sorprendió un poco al verlas, ya que era evidente que en un principio buscaban dejarlas ocultas pero luego parecía darles igual. Las más recientes estaban colocadas sin cuidado alguno, cualquier criatura familiarizada con el área notaría esa cosa nueva en su entorno. Quizá los animales más curiosos y descuidados se acercarían a investigar y caerían en ellas, pero las más inteligentes y cautas de seguro las evitarían.
Con un suspiro resignado ante la bastante-grande tarea que le aguardaba, la antigua elfa se puso manos a la obra. Se acercó a cada trampa fácil de ubicar y empezó a grabarles una runa. Tuvo que improvisar sus herramientas con algunas cosas del campamento y de su entorno, usando su propio éter corrupto para activar el efecto. El grabado era similar a una runa de ocultación que recordaba haber visto décadas atrás. No recordaba exactamente dónde, cuándo o en qué objeto lo vio, pero recordaba perfectamente que era útil para ocultar.
-Han pasado 84 años desde que estudié como arcanista... No, fueron más... ¿100? ¿120? Ya ni recuerdo... Es como si apenas tuviera un mínimo conocimiento de las ruinas más simples. Realmente tengo que empezar desde cero, eh. O quizá desde 10, ya que algo recuerdo...- murmuraba para sí misma.
Tras un buen rato encantando trampas, finalmente decidieron intentar la estrategia ideada por Kyra antes de que amaneciera y ella no pudiera participar. Los cazadores tomaron posición, ocultos entre la oscuridad y la vegetación de la zona. Uno de ellos guió a la pelirroja hasta un lugar donde avistaron numerosas presas esperando a ser atrapadas. Suponían que habría cerca una madriguera de conejos cornudos o algo por el estilo. Kyra se ubicó en un punto cualquiera en el centro de aquella área, donde algunos animales nocturnos todavía rondaban. Usando sus habilidades de confusión, la pelirroja guió a varias de esas criaturas hacia las trampas. Algunas parecían menos afectadas, por lo que remató la tarea con su presencia vampírica para verse más aterradora ante ellas.
Para alegría de los cazadores y el resto de voluntarios, la estrategia funcionó muy bien, asegurando algo más de comida para los refugiados.
Off-rol
Al arribar a las ruinas, la pelirroja notó que el lugar estaba atestado de gente. Algunos ayudaban con los quehaceres diarios, otros preparaban equipo para cazadores y guerreros... Todos parecían dispuestos a aportar su granito de arena. Sin embargo, no faltaban los rumores de sabotajes, robos y similares.
Quizá por su apariencia, reminiscente a la de su vida anterior, Kyra pudo ganarse la confianza suficiente de parte de los voluntarios como para permitirle dar una mano. Le comentaron sobre las diferentes tareas que requerían atención, y ella optó por ayudar a los cazadores a conseguir comida. ¿El problema? La desesperación por conseguir comida en grandes cantidades obligó a los voluntarios a ubicar numerosas trampas. Tal era la cantidad, que los animales empezaron a moverse con más cuidado, ubicando y evitando los artefactos, disminuyendo enormemente las presas que los cazadores conseguían.
-Puedo intentar encantar las trampas para hacerlas menos evidentes para los animales, sin volverlas un peligro para los voluntarios y refugiados. Si quieren, también puedo ayudar guiando a los animales hacía las trampas y los cazadores. Haré lo que me digan.-
La pelirroja había descubierto recientemente que aportar ideas pero dejar las decisiones finales en manos de quienes tienen el liderazgo le permitía ganar cierto nivel de confianza y no ser rechazada de inmediato, al menos entre los elfos. Y parecía que en este caso también había sido de ayuda. Tras recibir el visto bueno del líder de un grupo de cazadores, partió con ellos.
Primero fueron hasta la zona de las trampas. Kyra se sorprendió un poco al verlas, ya que era evidente que en un principio buscaban dejarlas ocultas pero luego parecía darles igual. Las más recientes estaban colocadas sin cuidado alguno, cualquier criatura familiarizada con el área notaría esa cosa nueva en su entorno. Quizá los animales más curiosos y descuidados se acercarían a investigar y caerían en ellas, pero las más inteligentes y cautas de seguro las evitarían.
Con un suspiro resignado ante la bastante-grande tarea que le aguardaba, la antigua elfa se puso manos a la obra. Se acercó a cada trampa fácil de ubicar y empezó a grabarles una runa. Tuvo que improvisar sus herramientas con algunas cosas del campamento y de su entorno, usando su propio éter corrupto para activar el efecto. El grabado era similar a una runa de ocultación que recordaba haber visto décadas atrás. No recordaba exactamente dónde, cuándo o en qué objeto lo vio, pero recordaba perfectamente que era útil para ocultar.
-Han pasado 84 años desde que estudié como arcanista... No, fueron más... ¿100? ¿120? Ya ni recuerdo... Es como si apenas tuviera un mínimo conocimiento de las ruinas más simples. Realmente tengo que empezar desde cero, eh. O quizá desde 10, ya que algo recuerdo...- murmuraba para sí misma.
Tras un buen rato encantando trampas, finalmente decidieron intentar la estrategia ideada por Kyra antes de que amaneciera y ella no pudiera participar. Los cazadores tomaron posición, ocultos entre la oscuridad y la vegetación de la zona. Uno de ellos guió a la pelirroja hasta un lugar donde avistaron numerosas presas esperando a ser atrapadas. Suponían que habría cerca una madriguera de conejos cornudos o algo por el estilo. Kyra se ubicó en un punto cualquiera en el centro de aquella área, donde algunos animales nocturnos todavía rondaban. Usando sus habilidades de confusión, la pelirroja guió a varias de esas criaturas hacia las trampas. Algunas parecían menos afectadas, por lo que remató la tarea con su presencia vampírica para verse más aterradora ante ellas.
Para alegría de los cazadores y el resto de voluntarios, la estrategia funcionó muy bien, asegurando algo más de comida para los refugiados.
Off-rol
- skills usadas:
- Lvl. 0: Confusión [Mágica, 2 usos]
El personaje hace uso de su voz para confundir momentáneamente al oponente, disminuyendo la probabilidad de recibir el golpe.
Presencia Vampírica [Mágica]
Puedo alterar la percepción de los demás sobre mí, haciéndoles verme más aterrador o atractivo, sin que sepan por qué.
- objetivo profesional de arcanos:
- —Hemos puesto tantas trampas para cazar que ya resultan demasiado visibles para los animales de la zona. Debemos encontrar la manera de ocultarlas mejor a sus sentidos [Humanitario, Arcanos]
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
De tanto en tanto, la paz del bosque se veía interrumpida por los gritos de la voz chillona de Tina. -¡Aquí hay una!- decía. -¡Aquí hay otra!- exclamaba emocionada. -¡Una más!- repetía, marcando los lugares donde encontraba trampas, las cuales rastreaba con su olfato. Tras identificar los olores de los componentes comunes de los artefactos, fue fácil para la chicadreja ubicar los objetos sobre los que la bruja se abalanzaba con curiosidad y precaución.
Eran maravillosos. -Mira Tina, es que, mira, acércate, observa con cuidado este mecanismo de activación. Mezcla a la perfección sistemas mecánicos y arcanos, lo mejor de la magia de nuestro mundo y la ciencia de los del otro- explicaba con fascinación la bruja mientras desactivaba con cuidado una runa explosiva en aquel objeto que había sido enterrado superficialmente en el camino del bosque. Cuando supo que estaba fuera de peligro, la bruja observó más de cerca el objeto; un disco que al ser presionado, activaba la runa y al levantarse el peso, esta producía una explosión -Le llamaré "Quiebrapatas"- sonrió satisfecha con su ocurrencia.
Por su parte, Tina no se había acercado ni observado el explosivo, al contrario, se había alejado, siguiendo la pista de otro de los objetos rimbombásticos de Mina. A ella lo que le gustaba era la persecución y obtención de los aparatos, descifrarlos ya era tarea de la ilusionista. -Uhh... por acá hay uno grandote- se dijo la chicadreja entrando en un arbusto, del que salió volando, golpeada por algo que no vio venir. -¡MIIIIINAAAA!- gritó pidiendo ayuda, mientras volaba en un amplio arco por el aire. Antes de caer, vio lo que la golpeó. Una criatura que Tina solo había visto en ilustraciones salía de entre los matorrales, resoplando furiosa. Al caer, rebotó varias veces en el piso, atónita y en shock -Un graphorn...- dijo en un hilo de voz sin dar crédito a lo que veía.
Varios metros más atrás, Mina alcanzó a escuchar que la llamaban con un grito. -¡Otro aparato!- dijo entusiasmada -Y uno muy genial para semejante alarido- se rió ella, sin sospechar lo que en realidad estaba ocurriendo. -¡Ya va Tina! Aún tengo que revisar otro y ya voy- respondió. ¡Estaba tan contenta esa noche!
Efectivamente, el siguiente artefacto estaba dividido en dos partes, cada puesta en árboles paralelos, separados a una distancia de poco más de dos metros. Se acomodó bien sus majos lentes de visión nocturna para observar más de cerca; eran dos clavos grandes, con unos grabados en la cabeza plana que parecían runas, pero eran demasiadas líneas. A Mina le llamaron la atención pues no había visto antes aquellos símbolos. Observó los clavos y no daba con el mecanismo de activación o, para los efectos que ella buscaba, desactivación de aquella trampa tan simple, en apariencia. Decidió que un poco de magia podría servir. Y sirvió.
Con un chasquido, los símbolos rúnicos se encendieron y Mina fue levantada por una fuerza poderosa, mucho más que ella. No solo sentía como si la apretaran con fuerza sobrenatural por los brazos, de alguna manera, la potencia de su magia quedó en su mínima expresión. -¡TINAAA! ¡TIIIINAAAA!- gritaba, clamando por ayuda.
Y Tina llegó, pero no frenó a ayudarla. Pasó corriendo frente a ella sobre sus cuatro patas a toda velocidad. Tan rápido que, al pasar junto a ella el "Mina" que dijo, sonó con efecto doppler.
-¿Pero qué...?- se preguntó antes de escuchar un bramido que le erizó todos los pelos del cuerpo. El bosque retumbaba con el galopar de un poderoso graphorn que perseguía a la chicadreja. ¡TINA! ¡TINA! ¿QUÉ HICISTE?- gritaba entrando en desesperación -¡AUXILIO! ¡MINA! ¡ME QUIERE COMER!- escuchó de la vocecilla chillona y exasperante de su amiga.
Impotente, Mina comenzó a gritar. Alcanzaba a ver como Tina esquivaba las espinas que el graphorn le lanzaba, sin claudicar en su persecución. Intentó usar su telequinesis para sacar los clavos de los árboles, pero cada vez se sentía más débil. -¡Ayuda! ¡Ayuda! Alguien...- logró exclamar, antes de perder la conciencia.
Eran maravillosos. -Mira Tina, es que, mira, acércate, observa con cuidado este mecanismo de activación. Mezcla a la perfección sistemas mecánicos y arcanos, lo mejor de la magia de nuestro mundo y la ciencia de los del otro- explicaba con fascinación la bruja mientras desactivaba con cuidado una runa explosiva en aquel objeto que había sido enterrado superficialmente en el camino del bosque. Cuando supo que estaba fuera de peligro, la bruja observó más de cerca el objeto; un disco que al ser presionado, activaba la runa y al levantarse el peso, esta producía una explosión -Le llamaré "Quiebrapatas"- sonrió satisfecha con su ocurrencia.
Por su parte, Tina no se había acercado ni observado el explosivo, al contrario, se había alejado, siguiendo la pista de otro de los objetos rimbombásticos de Mina. A ella lo que le gustaba era la persecución y obtención de los aparatos, descifrarlos ya era tarea de la ilusionista. -Uhh... por acá hay uno grandote- se dijo la chicadreja entrando en un arbusto, del que salió volando, golpeada por algo que no vio venir. -¡MIIIIINAAAA!- gritó pidiendo ayuda, mientras volaba en un amplio arco por el aire. Antes de caer, vio lo que la golpeó. Una criatura que Tina solo había visto en ilustraciones salía de entre los matorrales, resoplando furiosa. Al caer, rebotó varias veces en el piso, atónita y en shock -Un graphorn...- dijo en un hilo de voz sin dar crédito a lo que veía.
Varios metros más atrás, Mina alcanzó a escuchar que la llamaban con un grito. -¡Otro aparato!- dijo entusiasmada -Y uno muy genial para semejante alarido- se rió ella, sin sospechar lo que en realidad estaba ocurriendo. -¡Ya va Tina! Aún tengo que revisar otro y ya voy- respondió. ¡Estaba tan contenta esa noche!
Efectivamente, el siguiente artefacto estaba dividido en dos partes, cada puesta en árboles paralelos, separados a una distancia de poco más de dos metros. Se acomodó bien sus majos lentes de visión nocturna para observar más de cerca; eran dos clavos grandes, con unos grabados en la cabeza plana que parecían runas, pero eran demasiadas líneas. A Mina le llamaron la atención pues no había visto antes aquellos símbolos. Observó los clavos y no daba con el mecanismo de activación o, para los efectos que ella buscaba, desactivación de aquella trampa tan simple, en apariencia. Decidió que un poco de magia podría servir. Y sirvió.
Con un chasquido, los símbolos rúnicos se encendieron y Mina fue levantada por una fuerza poderosa, mucho más que ella. No solo sentía como si la apretaran con fuerza sobrenatural por los brazos, de alguna manera, la potencia de su magia quedó en su mínima expresión. -¡TINAAA! ¡TIIIINAAAA!- gritaba, clamando por ayuda.
Y Tina llegó, pero no frenó a ayudarla. Pasó corriendo frente a ella sobre sus cuatro patas a toda velocidad. Tan rápido que, al pasar junto a ella el "Mina" que dijo, sonó con efecto doppler.
-¿Pero qué...?- se preguntó antes de escuchar un bramido que le erizó todos los pelos del cuerpo. El bosque retumbaba con el galopar de un poderoso graphorn que perseguía a la chicadreja. ¡TINA! ¡TINA! ¿QUÉ HICISTE?- gritaba entrando en desesperación -¡AUXILIO! ¡MINA! ¡ME QUIERE COMER!- escuchó de la vocecilla chillona y exasperante de su amiga.
Impotente, Mina comenzó a gritar. Alcanzaba a ver como Tina esquivaba las espinas que el graphorn le lanzaba, sin claudicar en su persecución. Intentó usar su telequinesis para sacar los clavos de los árboles, pero cada vez se sentía más débil. -¡Ayuda! ¡Ayuda! Alguien...- logró exclamar, antes de perder la conciencia.
Mina Harker
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
El dragón se posó frente a él. Ben suspiró y se colocó en posición de guardia. Preparado para lo que fuera... menos para lo que la realidad le tenía preparado. Un tipo apareció corriendo y tras él, a varios pasos, un pelotón que le iba a la zaga. Le distrajeron lo suficiente como para perder de vista al dragón que lanzaba un ataque hacia él.
Primero la lluvia de rocas. Por suerte para él, los soldados, que se habían quedado en mitad del camino, detuvieron la mayoría de ellas. Otras dieron en el escudo y otras impactaron en él. Pero después vino la embestida. Aquello arrolló a soldados y Sango por igual y se deshizo de ellos con tanta facilidad que parecía que sacudía una alfombra.
Con sus huesos en el suelo, Ben se esforzó por levantarse lo más rápido que pudo. Para ello tuvo que empujar a uno de los soldados que había caído encima de él con el cuello roto. A su lado, había un par que parecían seguir en el mundo de los vivos.
- Venga, ya es nuestro...
- ¡Sango!
La voz de Wilga sonó en algún lugar a su espalda, pero la ignoró. Agarró con fuerza el hacha y miró a sus maltrechos compañeros, involuntarios, pero servirían para ayudarle a derrotar al dragón.
- No vaciló Sigurd cuando se enfrentó a Fafner y le dio muerte, tampoco lo haremos nosotros, camaradas- se irguió, ignorando cortes y magulladuras.- Levantaos y pelead, luchad hasta el último puñetero aliento que quede en vuestro cuerpo. No lucháis por vosotros, sino por la gente de ahí atrás- se giró y miró al dragón.- Luchad. Y no temáis, sea cual sea nuestro destino, tened por seguro que beberemos con los Dioses. ¡Al Valhalla!
Sus dos compañeros se lanzaron hacia el dragón como dos locos, cojeando, y uno de ellos con un brazo dislocado, pero con orgullo y con el conocimiento de que hacían lo correcto. Ben les siguió pero decidió, en el último instante separarse de su compañeros y tratar de rodear al dragón que, supuso, centraría su defensa en el frente.
Sin embargo, en lugar de completar el rodeo se lanzó hacia la bestia, hacha en mano y cargando el brazo hacia atrás y con un claro objetivo: el costado del dragón que se le aparecía sin vigilancia aparente.
- ¡Thor! ¡Hijo de Odín! ¡Protector de la humanidad! ¡Sé testigo!
Sango lanzó el brazo hacia adelante para asestar un violento golpe en el costado del dragón al tiempo que gritaba de rabia.
Subrayado) Uso de habilidad - ¡Al Valhalla! Durante la batalla, este poderoso grito de guerra infunde nuevas esperanzas en los corazones de sus aliados y puede llegar a intimidar a sus adversarios. Cuando Sango grita, la adrenalina se dispara y permite que tanto él como sus aliados ignoren parte del daño recibido y les permite lanzarse al ataque, una vez más, para gloria y regocijo de los Dioses.
Primero la lluvia de rocas. Por suerte para él, los soldados, que se habían quedado en mitad del camino, detuvieron la mayoría de ellas. Otras dieron en el escudo y otras impactaron en él. Pero después vino la embestida. Aquello arrolló a soldados y Sango por igual y se deshizo de ellos con tanta facilidad que parecía que sacudía una alfombra.
Con sus huesos en el suelo, Ben se esforzó por levantarse lo más rápido que pudo. Para ello tuvo que empujar a uno de los soldados que había caído encima de él con el cuello roto. A su lado, había un par que parecían seguir en el mundo de los vivos.
- Venga, ya es nuestro...
- ¡Sango!
La voz de Wilga sonó en algún lugar a su espalda, pero la ignoró. Agarró con fuerza el hacha y miró a sus maltrechos compañeros, involuntarios, pero servirían para ayudarle a derrotar al dragón.
- No vaciló Sigurd cuando se enfrentó a Fafner y le dio muerte, tampoco lo haremos nosotros, camaradas- se irguió, ignorando cortes y magulladuras.- Levantaos y pelead, luchad hasta el último puñetero aliento que quede en vuestro cuerpo. No lucháis por vosotros, sino por la gente de ahí atrás- se giró y miró al dragón.- Luchad. Y no temáis, sea cual sea nuestro destino, tened por seguro que beberemos con los Dioses. ¡Al Valhalla!
Sus dos compañeros se lanzaron hacia el dragón como dos locos, cojeando, y uno de ellos con un brazo dislocado, pero con orgullo y con el conocimiento de que hacían lo correcto. Ben les siguió pero decidió, en el último instante separarse de su compañeros y tratar de rodear al dragón que, supuso, centraría su defensa en el frente.
Sin embargo, en lugar de completar el rodeo se lanzó hacia la bestia, hacha en mano y cargando el brazo hacia atrás y con un claro objetivo: el costado del dragón que se le aparecía sin vigilancia aparente.
- ¡Thor! ¡Hijo de Odín! ¡Protector de la humanidad! ¡Sé testigo!
Sango lanzó el brazo hacia adelante para asestar un violento golpe en el costado del dragón al tiempo que gritaba de rabia.
Subrayado) Uso de habilidad - ¡Al Valhalla! Durante la batalla, este poderoso grito de guerra infunde nuevas esperanzas en los corazones de sus aliados y puede llegar a intimidar a sus adversarios. Cuando Sango grita, la adrenalina se dispara y permite que tanto él como sus aliados ignoren parte del daño recibido y les permite lanzarse al ataque, una vez más, para gloria y regocijo de los Dioses.
Sango
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
El andamio estaba montado, y Vincent había conseguido alejar al anciano que no dejaba de criticar por un extraño miedo a que le prendiera fuego a todo. Aprovechando que me había dejado tranquilo, y siendo que estaba mucho más cansado de lo que debería después de haber montado un simple andamio, me quedé viendo al brujo haciendo su arte de los arcanos. En algún momento, Vincent empezó a hablar sólo y comportarse más extraño que de costumbre, y al final acabó yéndose a solucionar algo relacionado con la magia arcana de las ruinas. Viendo que se estaba comportando de forma un poco extraña y que adentrarse en las ruinas quizás fuera peligroso, probablemente debería haberle acompañado, pero tras repetirme las suficientes veces que no entendía lo suficiente de eso como para seguirle, me convencí de que darle ánimos y dejarle solo era una buena opción.
- Duro con ellos Vin. Tu puedes solucionar esas cosas arcanas.
- Sin duda lo hará. Mírale, es lo que se busca en un héroe. No como tu, que estás aquí viendo como se va mientras te apoyas en un andamio y esperas a que todo se arregle sólo. Claramente no lo hicimos bien contigo.- Me respondió lo que parecía ser mi padre, o al menos lo que se parecía a mi padre hace tres décadas.
- ¿¡Pero qué!?- Le grité mientras daba un salto hacia atrás por la inesperada aparición. «Pues igual a Vin no se le ha ido la cabeza por tanto jugar con explosiones, sino que de verdad pasa algo ahí abajo que nos hace mal.»
- ¿Y a pesar de que crees que es real no vas a intentar ayudarle? Si es que eres una desgracia. Lo de que te convirtieran en vampiro fue para que fueras igual de lamentable por fuera y por dentro.
- Ya has dicho que es un héroe y puede hacerlo, ¿no? Pues eso.- Me levanté y me puse en marcha confiando en poder escapar de una ensoñación.- Piérdete un rato. O vete a animar al brujo. O déjame en paz en general.
Mientras deambulaba por el campamento viendo si podía ayudar en algo, empecé a ver que había gente cagando en cualquier esquina, arbusto o en general, mientras se escuchaban quejas de que la comida estaba mala y niños repartían conejos con los que se estaban limpiando los afectados. Todo parecía demasiado absurdo y con muy poca cantidad de autoflagelación como para ser un sueño, así que debíamos haber llegado a ese punto por una mezcla entre problemas graves y genialidades excéntricas. «Si es que algo bueno iba a tener el vampirismo. Aunque sea poder estar aquí sentando viendo como van todos doblados por haberse comido ese cocido con tan buena pinta.»
- Podrías estar ayudando y en vez de eso huyes de la responsabilidad. Que inesperado...- Comentó una aparición de mi antiguos jefe de la Guardia de Lunargenta, que al parecer también habían decidido pasarse a saludar.
- Casi que prefería a mi padre dando ánimos. Al menos en su caso era decepción y no que fuese un capullo desde el principio.
- ¿Acaso de decírtelo yo ibas a hacer algo?
- Creo que dije que "casi prefería que fueras tu".- Me levanté lamentando tener que dejar el bochornoso espectáculo de la gente con intoxicación alimentaria.- En fin, ya he hecho suficiente. Que soy un mercenario, no un alma caritativa. Trabajar por ayudar podría colar, pero además tener que aguantar a dos fantasmas que ni siquiera son fantasmas ya es pasarse.
Y tras decir eso me puse en marcha hacia la salida del campamento, pero por el camino me encontré un montón de cuernos de conejo cornudo. Y viendo que había una cantidad obscena y nadie estaba vigilando más allá de esos dos sujetos que solo estaban en mi cabeza, cogí cuatro de ellos y me los eché al zurrón, a ver si podían servirme para sacar algo de beneficio de esta aventura.
- ¿Te marchas antes del final y encima no les ayudas? ¿Algo más que vayas a hacer para hundir nuestro buen nombre?
- Primero, es mi pago por la ayuda. Y segundo, aún me queda mucho camino de seguir arrastrando vuestro apellido por el fango.
Harto de los comentarios de mi padre, agaché la cabeza y aumenté el ritmo hasta escapar del campamento. Cuando salí parecía que había escapado. Quizás Vincent se hubiera encargado del asunto, o quizás hubiera puesto suficiente distancia de por medio. En cualquier caso ya estaba sólo de verdad. Aunque no tardé en encontrarme con que había alguien merodeando por la zona. Escuché dos voces gritando y me acerqué ocultándome en las sombras. Parecían estar mirando trampas para entenderlas. «Vaya, ese hubiera sido un buen plan. Ya se te podría haber ocurrido a ti.» Pero entonces todo se fue a la mierda. La mujer activó una extraña trampa que empezó a brillar y la levantó en el aire, y seguidamente apareció la chica bestia seguida por un graphorn. Nunca había visto esa cosa en persona, pero había oído leyendas sobre ella, y todo lo que sabía indicaba que teníamos un problema grave.
Pensé en huir, pero viendo como una parecía al límite de sus fuerzas y la otra ya estaba a la fuga, era bastante probable que si lo hacía fueran a morir muy fuerte. Y por si no tuviera suficiente con mis dudas, parecía que las visiones no iban a terminar, aunque lo de que la vampiresa que me transformó se me apareciera estando ya fuera del campamento igual ya era más que se me estaba yendo la cabeza que culpa de la maldición o lo que fuera.
- Oye, que una cosa es que no hicieras más que buscarte problemas. Pero abandonar a gente a una muerte segura es pasarse. No puedes haberte dejado ir tanto desde la última vez que nos vimos.
- Claro que no. De todas formas, eso ya lo sabes, que sólo estás en mi cabeza.
- ¿Pero les vas a ayudar o no?
Tras esas últimas palabras de la imagen de mi maestra, y viendo que parecía haber algo de distancia con el graphorn, salí de mi escondite y corrí hacia la chica atrapada en la trampa. Agarré uno de los clavos que había en uno de los troncos y me puse a tirar de él esperando que eso desactivara la trampa. Estaban más duros de lo que esperaba, pero al menos la chica bestia estaba distrayendo de forma bastante efectiva a la criatura. Finalmente logré sacar uno de ellos, y parece que se detuvo el efecto porque la muchacha cayó al suelo como un saco de coles.
- Venga. Reacciona, que si no hacemos algo te vas a quedar sin compañera.- La comenté mientras cogía una rama del suelo y canalizaba el poder de la sangre para reforzarme [1].
Lancé la rama a la cabeza del graphorn, logrando que se girarar hacia nosotros y dejara de perseguir a la chica bestia. El plan de distraerle para que viniera parecía haber salido bien, aunque quizás hubiera sido demasiado bien porque empezó a cargar hacia nosotros.
- ¡Corre hacia aquí! Hay que llevarle hacia las trampas a ver si eso puede pararle.- Había oído suficientes historias sobre los graphorn como para saber que acercarme a él para enfrentarlo era una idea horrible, y con un poco de suerte el bosque tendrían alguna trampa con suficiente contundencia como para detenerlo.- ¿Ya sabéis dónde han puesto, no?- Pregunté a la chica que tenía al lado, confiando en que hubieran encontrado alguna más por aquí cerca, para seguidamente empezar a correr.
- Duro con ellos Vin. Tu puedes solucionar esas cosas arcanas.
- Sin duda lo hará. Mírale, es lo que se busca en un héroe. No como tu, que estás aquí viendo como se va mientras te apoyas en un andamio y esperas a que todo se arregle sólo. Claramente no lo hicimos bien contigo.- Me respondió lo que parecía ser mi padre, o al menos lo que se parecía a mi padre hace tres décadas.
- ¿¡Pero qué!?- Le grité mientras daba un salto hacia atrás por la inesperada aparición. «Pues igual a Vin no se le ha ido la cabeza por tanto jugar con explosiones, sino que de verdad pasa algo ahí abajo que nos hace mal.»
- ¿Y a pesar de que crees que es real no vas a intentar ayudarle? Si es que eres una desgracia. Lo de que te convirtieran en vampiro fue para que fueras igual de lamentable por fuera y por dentro.
- Ya has dicho que es un héroe y puede hacerlo, ¿no? Pues eso.- Me levanté y me puse en marcha confiando en poder escapar de una ensoñación.- Piérdete un rato. O vete a animar al brujo. O déjame en paz en general.
Mientras deambulaba por el campamento viendo si podía ayudar en algo, empecé a ver que había gente cagando en cualquier esquina, arbusto o en general, mientras se escuchaban quejas de que la comida estaba mala y niños repartían conejos con los que se estaban limpiando los afectados. Todo parecía demasiado absurdo y con muy poca cantidad de autoflagelación como para ser un sueño, así que debíamos haber llegado a ese punto por una mezcla entre problemas graves y genialidades excéntricas. «Si es que algo bueno iba a tener el vampirismo. Aunque sea poder estar aquí sentando viendo como van todos doblados por haberse comido ese cocido con tan buena pinta.»
- Podrías estar ayudando y en vez de eso huyes de la responsabilidad. Que inesperado...- Comentó una aparición de mi antiguos jefe de la Guardia de Lunargenta, que al parecer también habían decidido pasarse a saludar.
- Casi que prefería a mi padre dando ánimos. Al menos en su caso era decepción y no que fuese un capullo desde el principio.
- ¿Acaso de decírtelo yo ibas a hacer algo?
- Creo que dije que "casi prefería que fueras tu".- Me levanté lamentando tener que dejar el bochornoso espectáculo de la gente con intoxicación alimentaria.- En fin, ya he hecho suficiente. Que soy un mercenario, no un alma caritativa. Trabajar por ayudar podría colar, pero además tener que aguantar a dos fantasmas que ni siquiera son fantasmas ya es pasarse.
Y tras decir eso me puse en marcha hacia la salida del campamento, pero por el camino me encontré un montón de cuernos de conejo cornudo. Y viendo que había una cantidad obscena y nadie estaba vigilando más allá de esos dos sujetos que solo estaban en mi cabeza, cogí cuatro de ellos y me los eché al zurrón, a ver si podían servirme para sacar algo de beneficio de esta aventura.
- ¿Te marchas antes del final y encima no les ayudas? ¿Algo más que vayas a hacer para hundir nuestro buen nombre?
- Primero, es mi pago por la ayuda. Y segundo, aún me queda mucho camino de seguir arrastrando vuestro apellido por el fango.
Harto de los comentarios de mi padre, agaché la cabeza y aumenté el ritmo hasta escapar del campamento. Cuando salí parecía que había escapado. Quizás Vincent se hubiera encargado del asunto, o quizás hubiera puesto suficiente distancia de por medio. En cualquier caso ya estaba sólo de verdad. Aunque no tardé en encontrarme con que había alguien merodeando por la zona. Escuché dos voces gritando y me acerqué ocultándome en las sombras. Parecían estar mirando trampas para entenderlas. «Vaya, ese hubiera sido un buen plan. Ya se te podría haber ocurrido a ti.» Pero entonces todo se fue a la mierda. La mujer activó una extraña trampa que empezó a brillar y la levantó en el aire, y seguidamente apareció la chica bestia seguida por un graphorn. Nunca había visto esa cosa en persona, pero había oído leyendas sobre ella, y todo lo que sabía indicaba que teníamos un problema grave.
Pensé en huir, pero viendo como una parecía al límite de sus fuerzas y la otra ya estaba a la fuga, era bastante probable que si lo hacía fueran a morir muy fuerte. Y por si no tuviera suficiente con mis dudas, parecía que las visiones no iban a terminar, aunque lo de que la vampiresa que me transformó se me apareciera estando ya fuera del campamento igual ya era más que se me estaba yendo la cabeza que culpa de la maldición o lo que fuera.
- Oye, que una cosa es que no hicieras más que buscarte problemas. Pero abandonar a gente a una muerte segura es pasarse. No puedes haberte dejado ir tanto desde la última vez que nos vimos.
- Claro que no. De todas formas, eso ya lo sabes, que sólo estás en mi cabeza.
- ¿Pero les vas a ayudar o no?
Tras esas últimas palabras de la imagen de mi maestra, y viendo que parecía haber algo de distancia con el graphorn, salí de mi escondite y corrí hacia la chica atrapada en la trampa. Agarré uno de los clavos que había en uno de los troncos y me puse a tirar de él esperando que eso desactivara la trampa. Estaban más duros de lo que esperaba, pero al menos la chica bestia estaba distrayendo de forma bastante efectiva a la criatura. Finalmente logré sacar uno de ellos, y parece que se detuvo el efecto porque la muchacha cayó al suelo como un saco de coles.
- Venga. Reacciona, que si no hacemos algo te vas a quedar sin compañera.- La comenté mientras cogía una rama del suelo y canalizaba el poder de la sangre para reforzarme [1].
Lancé la rama a la cabeza del graphorn, logrando que se girarar hacia nosotros y dejara de perseguir a la chica bestia. El plan de distraerle para que viniera parecía haber salido bien, aunque quizás hubiera sido demasiado bien porque empezó a cargar hacia nosotros.
- ¡Corre hacia aquí! Hay que llevarle hacia las trampas a ver si eso puede pararle.- Había oído suficientes historias sobre los graphorn como para saber que acercarme a él para enfrentarlo era una idea horrible, y con un poco de suerte el bosque tendrían alguna trampa con suficiente contundencia como para detenerlo.- ¿Ya sabéis dónde han puesto, no?- Pregunté a la chica que tenía al lado, confiando en que hubieran encontrado alguna más por aquí cerca, para seguidamente empezar a correr.
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[1] Nivel 0: Potencia de sangre: [Mágica, 2 Usos] Utiliza la sangre ingerida para aumentar su fuerza y agilidad, causando un mayor daño físico durante un turno.
Corlys Glokta
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Dos días desde el acuerdo entre clanes para repeler a los invasores de Cantún, Akanke no había salido de su taller de carpintería. Prefirió hacer lanzas y escudos en vez de espadas o mandobles, porque estas podía producirlas con un poco más de rapidez; tomaba menos tiempo forjar puntas de lanza que hojas de espada. La mujer bestia no paraba, apenas comía o se ocupaba de sus demás responsabilidades, había dejado todo de lado pues se enfocó en hacer su parte del trato y ahuyentar a los humanos de los bosques del este. Aquel no era su lugar.
-Debe parar- dijo para si mismo Shang Lee, reafirmando, respirando hondo para armarse de valor al entrar al taller de la Sacerdotisa del Templo de los Monos. Llegó unto a ella y posó su mano de largos dedos sobre el hombro de Akanke, quien se sobresaltó y giró para verlo -Ocupada- dijo ella, mirándolo con severidad. -Qué ocupada ni qué ocho bananas. Tiene que descansar. No ha parado ni para comer, ¿ha hecho del cuerpo estos dos días? Apuesto que no. Ya he mandado a que le preparen una tinaja de baño en su alcoba. ¡El agua se enfría! Vaya, descanse, coma bien y luego vuelve. Además, aún tiene que bendecir un lote de escudos- ordenó el consejero. Akanke lo miró sorprendida sin saber qué responder. No había por dónde replicar, así que obedeció. Al fin y al cabo, el leal Shang Lee al igual que todos los demás monos del Templo estaban tan comprometidos con la causa como su Sacerdotisa.
Caminaban por uno de los pasillos cuando un monito del grupo de vigías llegó apresurado -¡Shang Lee! ¡Shang Lee!- llamaba al consejero con aspavientos -¡Ahí está! ¡Y la Sacerdotisa! ¡Qué bueno! ¡Qué bueno! ¡Qué bueno que los encontré a los dos!- exclamaba agitado. -¡Cálmate muchacho! ¡Cálmate!- pedía el hombre simio, agarrando por las muñecas a aquel que era como él, pero de una especie un poco más pequeña -¿Qué ocurre? ¿Por qué es bueno que nos encontraras?- quiso saber. -¡Nosotros! ¡Vigías que vigilamos! ¡Los vigías que vigilamos los vimos con los ojos que vigilan!- repetía en un estado conmoción que desesperaba a Shang Lee y confundía a Akanke.
-Calmado- ordenó la Sacerdotisa y puso su mano sobre la cabeza del monito, quien automáticamente se quedó quieto, mirando con admiración a la mujer -¿Qué viendo los vigías que vigilan con los ojos?- preguntó con voz calmada. El monito asintió y tragó saliva -Los vigías que vigilamos con los ojos hemos visto en el bosque una manada de lobos corriendo hacia el Templo- informó -Ya vienen llegando, por la entrada principal. Son quince que yo mismo conté- avisó. Akanke le sonrió -Buen trabajo de vigía- le felicitó y le regaló una sonrisa. El monito, satisfecho, hizo una leve reverencia y volvió apresurado a su puesto. -Cuánta paciencia- comentó Shang Lee perplejo. De inmediato se sacudió, cayendo en cuenta de la noticia que recibieron. -¡Quince lobos! ¡Hay que dar aviso a los Ro'lisim!- exclamó. Akanke asintió -Tú haciendo eso, yo yendo a la entrada- indicó y ambos partieron a correr en direcciones opuestas.
Akanke llegó apenas a tiempo para ver a la manada llegar a los pies de las escalinatas que daban paso a la imponente entrada al Templo. Los vio menguar el paso y lentamente, transformarse en hombres y mujeres que comenzaron a subir las escaleras hacia ella. La mujer bestia apretó su báculo en su mano y avanzó hacia ellos, en su rostro una expresión fiera pues desconfiaba de las intenciones de aquellos que llegaban en semejante número, sin previo aviso.
Mientras bajaba las escaleras, alzó su báculo sobre su cabeza y lo hizo girar con ambas manos, para luego girar ella misma sobre su eje y terminar apuntando hacia ellos, amenazante. El que encabezaba a los hombres lobo entendió que aquella mujer no veía con buenos ojos su llegada y alzó un puño para detener al grupo. -Venimos pacíficamente- exclamó a la distancia. -Escuchamos acerca de las armas bendecidas de este Templo y queremos conocer a su Sacerdotisa- se explicó, pero Akanke no cambió su postura, dio un paso adelante aún apuntando con el extremo de lanza de su báculo.
El hombre lobo dio un paso atrás, el resto del grupo lo imitó, pero algunos se pusieron tensos -¡Shhht! Quietos.ordenó en un gruñido. En aquel momento apareció Mao Zedong y varios de los Ro'lisim, para el alivio de Akanke. Se colocaron junto a ella, formando una media luna, adoptando una posición de ataque, imitándola. Tras ellos, un apresurado Shang Lee llegó corriendo. -¿Quiénes llegan al Templo de los Monos?- preguntó en voz alta, agitado.
-Soy Urs, hijo de Orca, líder de la manada Glaðir Hestr y buscamos a la Sacerdotisa que bendice las armas que son enviadas desde aquí para resistencia contra los humanos en Cantún- respondió de manera amable, manteniendo la guardia baja y una postura calmada. -¿Qué asuntos busca tratar con nuestra Sacerdotisa?- indagó Shang Lee, inconforme con la respuesta -Venimos a llevárnosla- informó y esbozó una carismática sonrisa. -¿Que qué?- exclamó Shang Lee sin dar crédito a lo que escuchaba -Que venimos a llevarn...- comenzó a responder Urs. -¡Te he escuchado! Pero no puedo creer que vengan con semejante idea así que te di una segunda oportunidad para ver si en realidad había escuchado aquello que dijiste. ¿Creen que vamos a dejar que se lleven a nuestra Sacerdotisa así como así? ¡Locos están!- dijo en voz alta, notablemente ofendido. -Había escuchado que los licántropos no son muy inteligentes, pero ahora no me cabe duda- dijo en voz baja para los Ro'lisim que estaban a su lado. Uno de ellos respiró hondo y asintió con vehemencia.
-¿Por qué y a qué cambio?- preguntó de repente Akanke, bajando la guardia y avanzando un poco más, dejando tras de ella a los monos atónitos. El hombre lobo, quién lucía bastante joven, entendió que aquella era a quien habían ido a buscar -La necesitamos. Sus armas han llegado a nosotros y desde que las tenemos, ninguno de nuestros hombres ha caído en combate. Todo lo contrario. ¡Han salido victoriosos! ¡Sin un rasguño! ¡Han vencido a todos esos inmundos humanos!- exclamó emocionado. -Y es por su bendición, Suma Sacerdotisa del Templo. Venga con nosotros, se lo imploramos. Nuestro clan es guerrero y necesitamos de sus poderes- dijo. Ahora era él quien avanzaba hacia ella, embelesado por la imponente belleza de aquella mujer. -Eso siendo el por qué.- dijo ella con rostro inexpresivo. Urs hizo una media sonrisa -A cambio de nuestra absoluta devoción, Suma Sacerdotisa. Serás nuestro tesoro más grande, toda la manada vivirá para y por ti. Nos darás el privilegio de ser la única manada con una diosa protectora- decía el hombre.
-Estos se deschavetaron- decía por su parte Shang Lee a Mao Zedong, quien asentía y miraba a aquel grupo con vergüenza ajena.
Akanke levantó una ceja -Ya teniendo eso con Monos- dijo, arrugando el entrecejo. La expresión de Urs se tornó sombría al escuchar aquello y miró con odio a los hombres mono que esperaban tras la mujer bestia -Pues puedes venir por voluntad propia, Suma Sacerdotisa, y nada pasará a tus queridos changos- escupió con desprecio. Los Ro´lisim se agitaron al escuchar aquella amenaza, los lobos también.
Akanke alzó una mano pidiendo silencio. -Yo no yendo con manada Glaðir Hestr- dijo, mirándolos con severidad -Lobos viniendo a Templo de los Monos- anunció pragmática. Shang Lee casi pierde su quijada cuando esta se le descolgó del asombro. -Yo no dejando mis Monos, mi familia. Pero Templo grande y familia grande también. Lobos aquí caben. Pudiendo ser hermanos Monos y Lobos, yo bendice Lobos, yo bendice Monos. Yendo ahora, Lobos. Decile a Orca, líder de manada Glaðir Hestr, que él pudiendo ser hermano de Monos. Pudiendo hablar con Akanke y con Monos- explicó y dio media vuelta para entrar al Templo.
La oferta estaba hecha. Akanke daba la oportunidad a la manada Glaðir Hestr de hermanarse con los Monos del Templo, unirse en una gran familia. Sería útil y beneficioso para ambos grupos.
-Debe parar- dijo para si mismo Shang Lee, reafirmando, respirando hondo para armarse de valor al entrar al taller de la Sacerdotisa del Templo de los Monos. Llegó unto a ella y posó su mano de largos dedos sobre el hombro de Akanke, quien se sobresaltó y giró para verlo -Ocupada- dijo ella, mirándolo con severidad. -Qué ocupada ni qué ocho bananas. Tiene que descansar. No ha parado ni para comer, ¿ha hecho del cuerpo estos dos días? Apuesto que no. Ya he mandado a que le preparen una tinaja de baño en su alcoba. ¡El agua se enfría! Vaya, descanse, coma bien y luego vuelve. Además, aún tiene que bendecir un lote de escudos- ordenó el consejero. Akanke lo miró sorprendida sin saber qué responder. No había por dónde replicar, así que obedeció. Al fin y al cabo, el leal Shang Lee al igual que todos los demás monos del Templo estaban tan comprometidos con la causa como su Sacerdotisa.
Caminaban por uno de los pasillos cuando un monito del grupo de vigías llegó apresurado -¡Shang Lee! ¡Shang Lee!- llamaba al consejero con aspavientos -¡Ahí está! ¡Y la Sacerdotisa! ¡Qué bueno! ¡Qué bueno! ¡Qué bueno que los encontré a los dos!- exclamaba agitado. -¡Cálmate muchacho! ¡Cálmate!- pedía el hombre simio, agarrando por las muñecas a aquel que era como él, pero de una especie un poco más pequeña -¿Qué ocurre? ¿Por qué es bueno que nos encontraras?- quiso saber. -¡Nosotros! ¡Vigías que vigilamos! ¡Los vigías que vigilamos los vimos con los ojos que vigilan!- repetía en un estado conmoción que desesperaba a Shang Lee y confundía a Akanke.
-Calmado- ordenó la Sacerdotisa y puso su mano sobre la cabeza del monito, quien automáticamente se quedó quieto, mirando con admiración a la mujer -¿Qué viendo los vigías que vigilan con los ojos?- preguntó con voz calmada. El monito asintió y tragó saliva -Los vigías que vigilamos con los ojos hemos visto en el bosque una manada de lobos corriendo hacia el Templo- informó -Ya vienen llegando, por la entrada principal. Son quince que yo mismo conté- avisó. Akanke le sonrió -Buen trabajo de vigía- le felicitó y le regaló una sonrisa. El monito, satisfecho, hizo una leve reverencia y volvió apresurado a su puesto. -Cuánta paciencia- comentó Shang Lee perplejo. De inmediato se sacudió, cayendo en cuenta de la noticia que recibieron. -¡Quince lobos! ¡Hay que dar aviso a los Ro'lisim!- exclamó. Akanke asintió -Tú haciendo eso, yo yendo a la entrada- indicó y ambos partieron a correr en direcciones opuestas.
Akanke llegó apenas a tiempo para ver a la manada llegar a los pies de las escalinatas que daban paso a la imponente entrada al Templo. Los vio menguar el paso y lentamente, transformarse en hombres y mujeres que comenzaron a subir las escaleras hacia ella. La mujer bestia apretó su báculo en su mano y avanzó hacia ellos, en su rostro una expresión fiera pues desconfiaba de las intenciones de aquellos que llegaban en semejante número, sin previo aviso.
Mientras bajaba las escaleras, alzó su báculo sobre su cabeza y lo hizo girar con ambas manos, para luego girar ella misma sobre su eje y terminar apuntando hacia ellos, amenazante. El que encabezaba a los hombres lobo entendió que aquella mujer no veía con buenos ojos su llegada y alzó un puño para detener al grupo. -Venimos pacíficamente- exclamó a la distancia. -Escuchamos acerca de las armas bendecidas de este Templo y queremos conocer a su Sacerdotisa- se explicó, pero Akanke no cambió su postura, dio un paso adelante aún apuntando con el extremo de lanza de su báculo.
El hombre lobo dio un paso atrás, el resto del grupo lo imitó, pero algunos se pusieron tensos -¡Shhht! Quietos.ordenó en un gruñido. En aquel momento apareció Mao Zedong y varios de los Ro'lisim, para el alivio de Akanke. Se colocaron junto a ella, formando una media luna, adoptando una posición de ataque, imitándola. Tras ellos, un apresurado Shang Lee llegó corriendo. -¿Quiénes llegan al Templo de los Monos?- preguntó en voz alta, agitado.
-Soy Urs, hijo de Orca, líder de la manada Glaðir Hestr y buscamos a la Sacerdotisa que bendice las armas que son enviadas desde aquí para resistencia contra los humanos en Cantún- respondió de manera amable, manteniendo la guardia baja y una postura calmada. -¿Qué asuntos busca tratar con nuestra Sacerdotisa?- indagó Shang Lee, inconforme con la respuesta -Venimos a llevárnosla- informó y esbozó una carismática sonrisa. -¿Que qué?- exclamó Shang Lee sin dar crédito a lo que escuchaba -Que venimos a llevarn...- comenzó a responder Urs. -¡Te he escuchado! Pero no puedo creer que vengan con semejante idea así que te di una segunda oportunidad para ver si en realidad había escuchado aquello que dijiste. ¿Creen que vamos a dejar que se lleven a nuestra Sacerdotisa así como así? ¡Locos están!- dijo en voz alta, notablemente ofendido. -Había escuchado que los licántropos no son muy inteligentes, pero ahora no me cabe duda- dijo en voz baja para los Ro'lisim que estaban a su lado. Uno de ellos respiró hondo y asintió con vehemencia.
-¿Por qué y a qué cambio?- preguntó de repente Akanke, bajando la guardia y avanzando un poco más, dejando tras de ella a los monos atónitos. El hombre lobo, quién lucía bastante joven, entendió que aquella era a quien habían ido a buscar -La necesitamos. Sus armas han llegado a nosotros y desde que las tenemos, ninguno de nuestros hombres ha caído en combate. Todo lo contrario. ¡Han salido victoriosos! ¡Sin un rasguño! ¡Han vencido a todos esos inmundos humanos!- exclamó emocionado. -Y es por su bendición, Suma Sacerdotisa del Templo. Venga con nosotros, se lo imploramos. Nuestro clan es guerrero y necesitamos de sus poderes- dijo. Ahora era él quien avanzaba hacia ella, embelesado por la imponente belleza de aquella mujer. -Eso siendo el por qué.- dijo ella con rostro inexpresivo. Urs hizo una media sonrisa -A cambio de nuestra absoluta devoción, Suma Sacerdotisa. Serás nuestro tesoro más grande, toda la manada vivirá para y por ti. Nos darás el privilegio de ser la única manada con una diosa protectora- decía el hombre.
-Estos se deschavetaron- decía por su parte Shang Lee a Mao Zedong, quien asentía y miraba a aquel grupo con vergüenza ajena.
Akanke levantó una ceja -Ya teniendo eso con Monos- dijo, arrugando el entrecejo. La expresión de Urs se tornó sombría al escuchar aquello y miró con odio a los hombres mono que esperaban tras la mujer bestia -Pues puedes venir por voluntad propia, Suma Sacerdotisa, y nada pasará a tus queridos changos- escupió con desprecio. Los Ro´lisim se agitaron al escuchar aquella amenaza, los lobos también.
Akanke alzó una mano pidiendo silencio. -Yo no yendo con manada Glaðir Hestr- dijo, mirándolos con severidad -Lobos viniendo a Templo de los Monos- anunció pragmática. Shang Lee casi pierde su quijada cuando esta se le descolgó del asombro. -Yo no dejando mis Monos, mi familia. Pero Templo grande y familia grande también. Lobos aquí caben. Pudiendo ser hermanos Monos y Lobos, yo bendice Lobos, yo bendice Monos. Yendo ahora, Lobos. Decile a Orca, líder de manada Glaðir Hestr, que él pudiendo ser hermano de Monos. Pudiendo hablar con Akanke y con Monos- explicó y dio media vuelta para entrar al Templo.
La oferta estaba hecha. Akanke daba la oportunidad a la manada Glaðir Hestr de hermanarse con los Monos del Templo, unirse en una gran familia. Sería útil y beneficioso para ambos grupos.
Akanke
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Nuevos personajes aparecían en el campo de batalla, sin embargo, eso no cambio el resultado de la arremetida del dragón la tierra debajo de sus pies ya estaba teñida roja con la sangre de los inocentes y de los ilusos que intentaban hacerle frente, la creatura ahora se veía rodeada de gente dispuesta a hacerle frente, en respuesta a aquella resistencia inusual que ahora se hacia presente, el dragón se cubrió con sus alas para protegerse de los proyectiles que comenzaron a lloverle y tal como habría hecho antes contra los inocentes refugiados, se arrastraría y clavaria a los soldados entre sus afiladas escamas que sobresalían como protuberancias y las piedras que rodeaban aquella zona de muerte.
No todo seria en vano ya que se podía notar como la creatura quedaba con algunos proyectiles clavados en su cuerpo, y su ataque ya no era tan violento y devastador, ninguna creatura podría seguir con ese ritmo y los soldados lo notaron, la misma voz de antes se alzaba por sobre los gritos y envalentonaba los corazones de quienes si tenían algo que perder mas allá de sus vidas, el dragón sin misericordia ni respeto, golpeo a uno de los soldados haciendo que su cabeza se reventara contra una de las estalagmitas, mientras que al otro lo aplasto y le mordió para luego tirar de este con su mandíbula, desgarrando músculos y dejando algunos huesos al descubierto, para luego arrojarlo en dirección a otros soldados, fue entonces cuando lo sintió.
Un golpe limpio y bien dado en su costado, con una herida que si bien no fue profunda, llevaba la fuerza suficiente para hacer que el dragón cayera sobre uno de sus lados y logrando que emitiera el primer rugido de dolor, un motivo de celebración entre los soldados quienes gritaban como si ya hubieran ganado, y por lo mismo quizás algunos sintieron el coraje para intentar acabar con la creatura de una vez por todas, lo que no se esperaban fue que esta rodara sobre si misma para volver a incorporarse y les mandara a volar con una violenta extensión de sus alas, golpeo a quienes intentaban rodearle con su cola y golpeo con tal fuerza el piso que gran parte del campo de batalla cedió un metro de profundidad.
Entre tantas estalagmitas y formaciones rocosas emergentes del piso, pequeños socavones se habían formado en aquel sendero de viaje, los mismos que ahora cedían ante aquel poderoso golpe y sepultaban a varios entre piedras y polvo dificultando la percepción de todos los que habían caído, incluidos el dragón quien se viera arrinconado ante la situación ahora se había arrastrado hasta que su cola toco parte del muro, acto seguido rugió nuevamente con toda la furia que sus entrañas podían producir, generando nuevas formaciones rocosa que emergían del suelo y empalaban a los enemigos o alguna de las extremidades de quienes habían tenido el infortunio de caer también en el lugar(1), generando pocos espacios para moverse con algo de comodidad. Aquello no duraría mucho mas.
off: Aliento Elemental: Es capaz de lanzar su elemento afín desde sus entrañas en forma de Dragón.
No todo seria en vano ya que se podía notar como la creatura quedaba con algunos proyectiles clavados en su cuerpo, y su ataque ya no era tan violento y devastador, ninguna creatura podría seguir con ese ritmo y los soldados lo notaron, la misma voz de antes se alzaba por sobre los gritos y envalentonaba los corazones de quienes si tenían algo que perder mas allá de sus vidas, el dragón sin misericordia ni respeto, golpeo a uno de los soldados haciendo que su cabeza se reventara contra una de las estalagmitas, mientras que al otro lo aplasto y le mordió para luego tirar de este con su mandíbula, desgarrando músculos y dejando algunos huesos al descubierto, para luego arrojarlo en dirección a otros soldados, fue entonces cuando lo sintió.
Un golpe limpio y bien dado en su costado, con una herida que si bien no fue profunda, llevaba la fuerza suficiente para hacer que el dragón cayera sobre uno de sus lados y logrando que emitiera el primer rugido de dolor, un motivo de celebración entre los soldados quienes gritaban como si ya hubieran ganado, y por lo mismo quizás algunos sintieron el coraje para intentar acabar con la creatura de una vez por todas, lo que no se esperaban fue que esta rodara sobre si misma para volver a incorporarse y les mandara a volar con una violenta extensión de sus alas, golpeo a quienes intentaban rodearle con su cola y golpeo con tal fuerza el piso que gran parte del campo de batalla cedió un metro de profundidad.
Entre tantas estalagmitas y formaciones rocosas emergentes del piso, pequeños socavones se habían formado en aquel sendero de viaje, los mismos que ahora cedían ante aquel poderoso golpe y sepultaban a varios entre piedras y polvo dificultando la percepción de todos los que habían caído, incluidos el dragón quien se viera arrinconado ante la situación ahora se había arrastrado hasta que su cola toco parte del muro, acto seguido rugió nuevamente con toda la furia que sus entrañas podían producir, generando nuevas formaciones rocosa que emergían del suelo y empalaban a los enemigos o alguna de las extremidades de quienes habían tenido el infortunio de caer también en el lugar(1), generando pocos espacios para moverse con algo de comodidad. Aquello no duraría mucho mas.
off: Aliento Elemental: Es capaz de lanzar su elemento afín desde sus entrañas en forma de Dragón.
Nero Crimson
Borracho de Aerandir
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Hacía un par de días que Jacob salió con la armadura que le había confeccionado y no había tenido noticias de su grupo. Mentiría si les dijera que la joven dragona no estaba preocupada por el nuevo amigo que se había hecho, sobre todo por la creciente cantidad de cadáveres que se encontraban en las cercanías del campamento. Todo se había vuelto muy extraño allí. No solo tenían que lidiar con los ataques por parte de los nativos, quienes vieron con malos ojos la toma de las ruinas como lugar de refugio, también había situaciones sobrenaturales. Muchos, incluídos Ingela, sufrieron pesadillas espantosas, algunos hablaban de apariciones y fantasmas deambulando, y recurrentes perturbaciones en el éter, como le decía Fëanor. Pero eso, en aquel preciso momento, no era lo que más preocupaba a la oriunda de Dundarak.
Por su cara y cómo se retorcía, el dolor estomacal que sentía Fëanor parecía bastante intenso. -Pero... ¿qué comiste?- le preguntaba la dragona a su amigo elfo, acariciándole el cabello con preocupación, mientras él, hecho un ovillo, se auto imponía las manos en el vientre, tratando de aplacar aquella intoxicación alimentaria que afectaba a todo el campamento, excepto, cómo no, a la indestructible Ingela. -Lo... lo m-mismo que t-tú... Todos comimos la misma puñetera comida, Ingela... es que tú y esa marca tuya... ay mi pancita...- respondió él antes de tener que levantarse corriendo, pues sintió que un retortijón terminaría de forma bastante desagradable, así que salió a buscar algún rincón donde pudiera defecar tranquilo.
Ingela se quedó ahí, en el camastro de Fëanor y llevó su mano a su pecho. Era cierto, la marca de Panakos que había recibido años atrás le hacía inmune a enfermedades, por lo que, lo que fuese que causara la intoxicación masiva, a ella no le afectaría. Y bueno, a Bolti tampoco porque él no comía comida de humanos.
Ingela salió de la tienda de campaña de los médicos y se dirigió a la suya, tendría que salir a cazar pues las cuadrillas de caza estaban enfermas y no confiaba en la comida que había en el campamento, así que tendría que buscar algo por su cuenta. Armada con una honda, al salir de su tienda se encontró con una visión que la dejó estática. Todo era diferente. Atónita, se encontró con que la luz del sol iluminaba una pequeña plaza de mercado que se erigía frente a ella. -Friga, te has demorado en la tienda de Wayne, ¿te ha tratado de engatusar con las pecheras de escama de dragón?- le dijo, entre risas, un hombre de cabello negro azabache, un palmo más alto que ella, quien le tomó por el mentón y le plantó un dulce beso en los labios.
Ingela cerró los ojos de la sorpresa y al abrirlos, estaba de vuelta en el campamento, con aquel día nublado de sol escondido y sin rastro del atrevido besucón. -Perturbaciones al éter- repitió Ingela y sacudió la cabeza, tratando de restarle importancia a aquella bizarra experiencia. Sabía que estaban en un lugar donde cosas extrañas ocurrían. -Tienen razón los licántropos y hombres bestia que quieren sacar de aquí el campamento de refugiados, este no es lugar para extraños- pensó, pero se distrajo con la visión de un par de gomejos que saltaban hacia el bosque. Mejor olvidar el incidente.
Mientras se enfilaba hacia los árboles, notó la llegada de un pequeño grupo de hombres. Entre ellos, le pareció ver al compañero de Jacob. Sus planes de caza tendrían que postergarse. -¡Hola! ¿Hola? Ermmm... soy Ingela, ¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Dónde está Jacob?- dijo sin mucho rodeo, una vez estuvo junto al maltrecho hombre cuyo nombre no recordaba. Solo sabía que era el compañero de tienda de Jacob, que roncaba y era bastante pedorro. El tipo suspiró hondo y negó con la cabeza. -No hemos podido traerlo de vuelta. Eran... muchos pedazos.- respondió el hombre. Ingela sintió que se le pusieron las orejas frías. -Le trajimos su anillo a su madre. Creímos que era mejor eso a su mano. Lo que pasó fue horrible, nos emboscaron, estaban por todas partes, no pudimos hacer mucho- explicó escuetamente.
Ingela se apartó del hombre, llegaban los médicos y ella no quería estorbar. Además, tampoco quería que la vieran llorar. Entre la tristeza que sentía, también había culpa pues creía que su armadura no había funcionado. Necesitaba saber dónde habían quedado los restos de Jacob y ver con sus propios ojos lo que había ocurrido, así que volvió junto al hombre, mientras otro elfo -que sudaba frío- lo sanaba. Le dio las indicaciones del lugar e Ingela no tardó en tomar camino.
No estaba cerca, así que tomó su forma de dragón para llegar al lugar1 para que le tomara poco tiempo. Antes de aterrizar, sobrevoló el área buscando indicios de que aún estuvieran allí los atacantes. Solo encontró un campo de batalla con cuerpos y pedazos de personas desperdigadas en aquel espacio. Aterrizó con cuidado tras asegurarse que estaba sola y buscó a Jacob. Una parte de ella esperaba que lo que le dijo aquel hombre fuese mentira, pero cuando identificó el torso cubierto con su armadura de cuero, las patas de la dragona flaquearon, trastabilló y sintió un leve mareo. El torso conservaba pegado el muslo y brazo derecho, pero su lado izquierdo estaba destrozado, tampoco estaba su cabeza, pero claramente era Jacob, el tamaño de lo que quedaba de él lo delataba. La dragona se posó junto a él y lloró porque sí, en esa forma, los dragones lloran. Y lo hizo amargamente. Sus quejidos y bufidos de dolor se escuchaban por los alrededores, un sonido desconocido y algo aterrador en aquellos bosques.
Cuando se le acabaron las lágrimas, la dragona se quedó pensando en qué hacer. Podía fácilmente buscar la cabeza de Jacob para llevársela a su madre junto con el torso, así podrían hacerle un funeral, pero, ¿lo encontraría? A esas alturas, la putrefacción hacía difícil identificar los rostros de los muertos y estaba el hecho de que habían más personas del campamento allí y todas merecían un funeral digno, eso le obligaría a ir varias veces al lugar y, francamente, no sabía si contaría con la suerte de encontrarlo sin vigilancia.
Resopló y comenzó a hacer lo que le pareció más justo: una pira común con todos los cuerpos que estaban allí. Partió por el torso de Jacob y fue sumando todos los pedazos que encontraba. Fue una de las tareas más dolorosas que jamás haría. No conocía sus nombres, ni sus creencias. No sabía a qué dioses rezar para encargarle sus almas. Sentía el corazón tan apretado durante todo el tiempo que demoró haciendo aquello, que llegaba a ser físicamente doloroso. Pero no se detuvo hasta que estuvo segura que todos los muertos y sus pedazos estaban allí.
Luego buscó madera con la que rodearlos, así que tiró unos árboles jóvenes que colocó encima de ellos y lo siguiente era prenderles fuego. La dragona se afirmó sobre sus cuatro gruesas patas y sopló con fuerza una poderosa flama2. Repitió varias veces, hasta que las llamas cubrieron todos los cuerpos. Se quedó junto a la pira un par de horas, custodiándola, mirándola arder, rezando por todos ellos.
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1 Uso mis habilidades raciales Don Ancestral y Habitante de los Cielos
2 Uso mi habilidad racial Aliento Elemental
Por su cara y cómo se retorcía, el dolor estomacal que sentía Fëanor parecía bastante intenso. -Pero... ¿qué comiste?- le preguntaba la dragona a su amigo elfo, acariciándole el cabello con preocupación, mientras él, hecho un ovillo, se auto imponía las manos en el vientre, tratando de aplacar aquella intoxicación alimentaria que afectaba a todo el campamento, excepto, cómo no, a la indestructible Ingela. -Lo... lo m-mismo que t-tú... Todos comimos la misma puñetera comida, Ingela... es que tú y esa marca tuya... ay mi pancita...- respondió él antes de tener que levantarse corriendo, pues sintió que un retortijón terminaría de forma bastante desagradable, así que salió a buscar algún rincón donde pudiera defecar tranquilo.
Ingela se quedó ahí, en el camastro de Fëanor y llevó su mano a su pecho. Era cierto, la marca de Panakos que había recibido años atrás le hacía inmune a enfermedades, por lo que, lo que fuese que causara la intoxicación masiva, a ella no le afectaría. Y bueno, a Bolti tampoco porque él no comía comida de humanos.
Ingela salió de la tienda de campaña de los médicos y se dirigió a la suya, tendría que salir a cazar pues las cuadrillas de caza estaban enfermas y no confiaba en la comida que había en el campamento, así que tendría que buscar algo por su cuenta. Armada con una honda, al salir de su tienda se encontró con una visión que la dejó estática. Todo era diferente. Atónita, se encontró con que la luz del sol iluminaba una pequeña plaza de mercado que se erigía frente a ella. -Friga, te has demorado en la tienda de Wayne, ¿te ha tratado de engatusar con las pecheras de escama de dragón?- le dijo, entre risas, un hombre de cabello negro azabache, un palmo más alto que ella, quien le tomó por el mentón y le plantó un dulce beso en los labios.
Ingela cerró los ojos de la sorpresa y al abrirlos, estaba de vuelta en el campamento, con aquel día nublado de sol escondido y sin rastro del atrevido besucón. -Perturbaciones al éter- repitió Ingela y sacudió la cabeza, tratando de restarle importancia a aquella bizarra experiencia. Sabía que estaban en un lugar donde cosas extrañas ocurrían. -Tienen razón los licántropos y hombres bestia que quieren sacar de aquí el campamento de refugiados, este no es lugar para extraños- pensó, pero se distrajo con la visión de un par de gomejos que saltaban hacia el bosque. Mejor olvidar el incidente.
Mientras se enfilaba hacia los árboles, notó la llegada de un pequeño grupo de hombres. Entre ellos, le pareció ver al compañero de Jacob. Sus planes de caza tendrían que postergarse. -¡Hola! ¿Hola? Ermmm... soy Ingela, ¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Dónde está Jacob?- dijo sin mucho rodeo, una vez estuvo junto al maltrecho hombre cuyo nombre no recordaba. Solo sabía que era el compañero de tienda de Jacob, que roncaba y era bastante pedorro. El tipo suspiró hondo y negó con la cabeza. -No hemos podido traerlo de vuelta. Eran... muchos pedazos.- respondió el hombre. Ingela sintió que se le pusieron las orejas frías. -Le trajimos su anillo a su madre. Creímos que era mejor eso a su mano. Lo que pasó fue horrible, nos emboscaron, estaban por todas partes, no pudimos hacer mucho- explicó escuetamente.
Ingela se apartó del hombre, llegaban los médicos y ella no quería estorbar. Además, tampoco quería que la vieran llorar. Entre la tristeza que sentía, también había culpa pues creía que su armadura no había funcionado. Necesitaba saber dónde habían quedado los restos de Jacob y ver con sus propios ojos lo que había ocurrido, así que volvió junto al hombre, mientras otro elfo -que sudaba frío- lo sanaba. Le dio las indicaciones del lugar e Ingela no tardó en tomar camino.
No estaba cerca, así que tomó su forma de dragón para llegar al lugar1 para que le tomara poco tiempo. Antes de aterrizar, sobrevoló el área buscando indicios de que aún estuvieran allí los atacantes. Solo encontró un campo de batalla con cuerpos y pedazos de personas desperdigadas en aquel espacio. Aterrizó con cuidado tras asegurarse que estaba sola y buscó a Jacob. Una parte de ella esperaba que lo que le dijo aquel hombre fuese mentira, pero cuando identificó el torso cubierto con su armadura de cuero, las patas de la dragona flaquearon, trastabilló y sintió un leve mareo. El torso conservaba pegado el muslo y brazo derecho, pero su lado izquierdo estaba destrozado, tampoco estaba su cabeza, pero claramente era Jacob, el tamaño de lo que quedaba de él lo delataba. La dragona se posó junto a él y lloró porque sí, en esa forma, los dragones lloran. Y lo hizo amargamente. Sus quejidos y bufidos de dolor se escuchaban por los alrededores, un sonido desconocido y algo aterrador en aquellos bosques.
Cuando se le acabaron las lágrimas, la dragona se quedó pensando en qué hacer. Podía fácilmente buscar la cabeza de Jacob para llevársela a su madre junto con el torso, así podrían hacerle un funeral, pero, ¿lo encontraría? A esas alturas, la putrefacción hacía difícil identificar los rostros de los muertos y estaba el hecho de que habían más personas del campamento allí y todas merecían un funeral digno, eso le obligaría a ir varias veces al lugar y, francamente, no sabía si contaría con la suerte de encontrarlo sin vigilancia.
Resopló y comenzó a hacer lo que le pareció más justo: una pira común con todos los cuerpos que estaban allí. Partió por el torso de Jacob y fue sumando todos los pedazos que encontraba. Fue una de las tareas más dolorosas que jamás haría. No conocía sus nombres, ni sus creencias. No sabía a qué dioses rezar para encargarle sus almas. Sentía el corazón tan apretado durante todo el tiempo que demoró haciendo aquello, que llegaba a ser físicamente doloroso. Pero no se detuvo hasta que estuvo segura que todos los muertos y sus pedazos estaban allí.
Luego buscó madera con la que rodearlos, así que tiró unos árboles jóvenes que colocó encima de ellos y lo siguiente era prenderles fuego. La dragona se afirmó sobre sus cuatro gruesas patas y sopló con fuerza una poderosa flama2. Repitió varias veces, hasta que las llamas cubrieron todos los cuerpos. Se quedó junto a la pira un par de horas, custodiándola, mirándola arder, rezando por todos ellos.
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1 Uso mis habilidades raciales Don Ancestral y Habitante de los Cielos
2 Uso mi habilidad racial Aliento Elemental
Ingela
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
No podían ignorar la llamada de auxilio de tanta gente. El sentido del deber tan arraigado en la doctrina de los caballeros dragón estaba obviamente presente en la familia Adelskald. Si bien no todos los integrantes de dicho clan eran caballeros, sus miembros principales (Eiz y su familia) lo eran y como tales debían dar el ejemplo. Es por ese motivo, y más aún por el bien de las víctimas de las inundaciones, que partieron hacia las ruinas para dar una mano.
El improvisado grupo contaba con Eiz y su familia, acompañados cada uno de sus dos guardias de mayor confianza. Con un total de 15 personas, serían más que suficientes para ayudar en lo que fuese necesario. Para llegar a destino lo más rápido posible, optaron por transformarse y viajar volando. Sí, la forma de dragón es considerada demasiado sagrada o importante como para ser usada sin una buena razón, pero todos estaban de acuerdo en que semejante situación lo ameritaba. Catorce dragones despegaron a la vez, creando una imagen pocas veces vista en tiempos de paz y preocupando un poco a los testigos.
El silencio los acompañó durante gran parte de la travesía, demostrando la inquietud presente en todos ellos y la seriedad del asunto.
-Grrr... ¿? ¡!-
-... ¿En serio, Dusk? No podemos hablar en forma dragón, ¿Cómo puedes olvidar siempre algo tan básico de nuestra propia raza?- pensaba Eiz, dirigiendo a su hermana una mirada de reojo que no requería palabras para comunicar su pensamiento.
Cómo única respuesta, Dusk mostraba la lengua en señal de burla. Un gesto bastante raro en forma de dragón.
La menor de la familia se entretuvo el resto del viaje jugando carrerillas con sus guardias, ya acostumbrados a su personalidad relajada. Por su parte, Eiz barajaba diferentes ideas para ayudar a los refugiados. Creía que lo más lógico, teniendo en cuenta sus capacidades, sería ayudar a conseguir comida, transportar objetos pesados, proteger rutas de provisiones y traslado de heridos, entre otras cosas. Dokaara, el hermano del medio, imaginaba diferentes escenarios para estar preparado para lo que sea. Después de todo, los dos hermanos más pequeños no contaban con tanta experiencia como Eiz o sus padres, y Kaara no era tan relajado como su hermanita, por lo que el nerviosismo era entendible.
_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_
En el campamento de refugiados se produjo un gran revuelo al ver al grupo de dragones descendiendo. Inspiraban una combinación de miedo, respeto y admiración en los presentes, obligando a desviar sus miradas hacia ellos y deteniendo por unos momentos la actividad del lugar.
Los Adelskald llegaron en el momento justo en que se explicaba que las rutas de provisiones parecían estar bajo constante ataque. A su vez, varios heridos y enfermos yacían por el campamento, esperando ser tratados o que surtiera efecto el tratamiento ya recibido.
-Eiz, tú tienes algunos conocimientos de alquimia y medicina. Quizá sean escasos, pero algo es algo. Quédate cerca del punto donde se encuentran las rutas atacadas para dar primeros auxilios a las víctimas que van ingresando al campamento. De esa manera podremos minimizar el riesgo. Kaeris y Hollust te acompañarán para asistirte si es necesario. Los demás iremos a las rutas con menos protección, acompañados por nuestros respectivos guardias. Kylma y yo nos ocuparemos de las que recibieron menos ataques. Seguramente los ladrones esperarán que las rutas ya atacadas vean un incremento en sus defensas, por lo que lo más probable es que ataquen las otras. Nosotros tenemos más experiencia en combate, por lo que es mejor que ustedes, hijos míos, se encarguen de las ya atacadas. ¿Entendido?-
El rápido análisis de la situación y la creación de un plan acorde a ella demostraban el talento militar y estratégico de Ovedur.
Sin perder tiempo, los nobles del frío se pusieron manos a la obra, con Eiz usando sus (escasos) conocimientos de alquimia para dar una mano a los más experimentados en el campo.
Off-rol:
El improvisado grupo contaba con Eiz y su familia, acompañados cada uno de sus dos guardias de mayor confianza. Con un total de 15 personas, serían más que suficientes para ayudar en lo que fuese necesario. Para llegar a destino lo más rápido posible, optaron por transformarse y viajar volando. Sí, la forma de dragón es considerada demasiado sagrada o importante como para ser usada sin una buena razón, pero todos estaban de acuerdo en que semejante situación lo ameritaba. Catorce dragones despegaron a la vez, creando una imagen pocas veces vista en tiempos de paz y preocupando un poco a los testigos.
El silencio los acompañó durante gran parte de la travesía, demostrando la inquietud presente en todos ellos y la seriedad del asunto.
-Grrr... ¿? ¡!-
-... ¿En serio, Dusk? No podemos hablar en forma dragón, ¿Cómo puedes olvidar siempre algo tan básico de nuestra propia raza?- pensaba Eiz, dirigiendo a su hermana una mirada de reojo que no requería palabras para comunicar su pensamiento.
Cómo única respuesta, Dusk mostraba la lengua en señal de burla. Un gesto bastante raro en forma de dragón.
La menor de la familia se entretuvo el resto del viaje jugando carrerillas con sus guardias, ya acostumbrados a su personalidad relajada. Por su parte, Eiz barajaba diferentes ideas para ayudar a los refugiados. Creía que lo más lógico, teniendo en cuenta sus capacidades, sería ayudar a conseguir comida, transportar objetos pesados, proteger rutas de provisiones y traslado de heridos, entre otras cosas. Dokaara, el hermano del medio, imaginaba diferentes escenarios para estar preparado para lo que sea. Después de todo, los dos hermanos más pequeños no contaban con tanta experiencia como Eiz o sus padres, y Kaara no era tan relajado como su hermanita, por lo que el nerviosismo era entendible.
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En el campamento de refugiados se produjo un gran revuelo al ver al grupo de dragones descendiendo. Inspiraban una combinación de miedo, respeto y admiración en los presentes, obligando a desviar sus miradas hacia ellos y deteniendo por unos momentos la actividad del lugar.
Los Adelskald llegaron en el momento justo en que se explicaba que las rutas de provisiones parecían estar bajo constante ataque. A su vez, varios heridos y enfermos yacían por el campamento, esperando ser tratados o que surtiera efecto el tratamiento ya recibido.
-Eiz, tú tienes algunos conocimientos de alquimia y medicina. Quizá sean escasos, pero algo es algo. Quédate cerca del punto donde se encuentran las rutas atacadas para dar primeros auxilios a las víctimas que van ingresando al campamento. De esa manera podremos minimizar el riesgo. Kaeris y Hollust te acompañarán para asistirte si es necesario. Los demás iremos a las rutas con menos protección, acompañados por nuestros respectivos guardias. Kylma y yo nos ocuparemos de las que recibieron menos ataques. Seguramente los ladrones esperarán que las rutas ya atacadas vean un incremento en sus defensas, por lo que lo más probable es que ataquen las otras. Nosotros tenemos más experiencia en combate, por lo que es mejor que ustedes, hijos míos, se encarguen de las ya atacadas. ¿Entendido?-
El rápido análisis de la situación y la creación de un plan acorde a ella demostraban el talento militar y estratégico de Ovedur.
Sin perder tiempo, los nobles del frío se pusieron manos a la obra, con Eiz usando sus (escasos) conocimientos de alquimia para dar una mano a los más experimentados en el campo.
Off-rol:
- Objetivo elegido:
- —Con tantos heridos por atender, se multiplican las necesidades de ungüentos... Ah, que no sabes hacer esos... ¿Primeros auxilios? Todo sirve, amigo mío. [Humanitario, Alquimia]
—Algunos grupos descontentos organizan ataques contra el campamento o las partidas que traen los suministros. Necesitamos guerreros para protegernos (encuentras un grupo de atacantes y defiende a tus protegidos) [Humanitario]
(Por si no sirve lo de los primeros auxilios ¯\_(ツ)_/¯ )
Última edición por Eiz Adelskald el Sáb Mayo 14 2022, 16:04, editado 2 veces (Razón : Corrección y reírme de mí mismo (?)
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Ah, pero un golpe, por certero que fuera, no iba a tumbar a un dragón. Cuando giró sobre sí mismo una parte de él creyó que lo había conseguido, pero otra, quizás la más racional, le advirtió de que debía largarse de allí.
El impacto fue tan brutal que Ben salió disparado a unos quince pasos de distancia para terminar impactando en uno de los montículos de piedra que previamente había invocado el dragón.
Los efectos de la poción empezaron a disiparse y el dolor creció. Los Dioses, que tanto le habían dado aquel día, parecía que le daban la espalda al verle derrotado y sentía que no aguantaría mucho más. Allí, tirado en el suelo, desechó esos pensamientos, no por ser falsos, sino porque los creía y aceptaba el reto que le lanzaban.
Se levantó, apoyándose en el escudo, y buscó el hacha que había perdido durante el vuelo. Gruñó y desenvainó la espada para, luego, clavar sus ojos en el dragón.
La bestia, enfurecida, quedaba entre el y un muro de roca que Sango tenía intención de atravesar pero que el dragón no estaba dispuesto a permitir y volvió a invocar más y más rocas que comenzaron a emerger de todas partes, incluso destruyendo las existentes y provocando una lluvia de piedras imposible de esquivar, pese a los desesperados intentos de Ben de saltar por las rocas, interponer el escudo, perderlo en mitad de su particular pelea contra las rocas y jurar y perjurar que si salía de aquella iría al Nuevo Uppsala a realizar ofrendas a los Dioses (1).
Pese a sus intentos, se vio superado por la gran cantidad de rocas y el escaso espacio que le quedaba. Cuando lo vio cerca su cabeza solo pudo pensar en lo cerca que había estado de salvar a su pobre gente. Personas obligadas a abandonar sus hogares por un desafortunado incidente que nadie había sido capaz de predecir, ni los sabios dragones, ni los elfos que se suponían estaban en armonía con la madre tierra, tampoco brujos, eruditos y estudiosos de todo lo que existe... Y los propios habitantes de los bosques, hombres y mujeres bestia, licántropos... Nadie había sido capaz de predecir aquello. Y por querer buscar refugio en tierras seguras, algunos de esas razas se habían sentido amenazados por un grupo, numeroso, de refugiados, como si fueran capaces de... ¿De qué? ¿De tomar lo que era necesario para sobrevivir? Eso era algo que todos hacían, sin excepciones. Si la supervivencia, se dijo entre rocas, depende de matar, entonces era un ser que no merecía vivir en sociedad y por tanto debería ser erradicado.
(2) Entre pensamientos un calor en su pecho creció hasta tal punto que Ben solo podía ver un punto rojo, como el sol en un atardecer en Roilkat o en el Arenal, lejano, como una Luna que se alejaba en el cielo y brillante como un rubí a la luz de mil antorchas.
Sango saltó y se elevó por encima de las rocas, sin saber muy bien cómo, pero cuando vio al dragón no tuvo dudas en impulsarse hacia él, espada en mano y gritar. Un rugido que no competía en intensidad con el del dragón pero que seguro iba cargado de mucha más intención que el de la bestia.
No atacaría a los humanos del campamento, no mientras le quedara aliento en el cuerpo.
(1) Uso de habilidad - Baile de uno:
(2) Uso del colgante de escarcha - La habilidad seleccionada es de Vincent Calhoun) La Danza del Aire – [Mágica, Aire, Pasiva] Por medio de su dominio con la magia de aire puede impulsarse en distintas direcciones, de modo que le sirve para esquivar, saltar y atacar con mayor velocidad y fuerza. No puede hacerlo de manera constante, debiendo esperar al menos unos segundos entre impulso e impulso. Puede impulsarse incluso estando en el aire.
El impacto fue tan brutal que Ben salió disparado a unos quince pasos de distancia para terminar impactando en uno de los montículos de piedra que previamente había invocado el dragón.
Los efectos de la poción empezaron a disiparse y el dolor creció. Los Dioses, que tanto le habían dado aquel día, parecía que le daban la espalda al verle derrotado y sentía que no aguantaría mucho más. Allí, tirado en el suelo, desechó esos pensamientos, no por ser falsos, sino porque los creía y aceptaba el reto que le lanzaban.
Se levantó, apoyándose en el escudo, y buscó el hacha que había perdido durante el vuelo. Gruñó y desenvainó la espada para, luego, clavar sus ojos en el dragón.
La bestia, enfurecida, quedaba entre el y un muro de roca que Sango tenía intención de atravesar pero que el dragón no estaba dispuesto a permitir y volvió a invocar más y más rocas que comenzaron a emerger de todas partes, incluso destruyendo las existentes y provocando una lluvia de piedras imposible de esquivar, pese a los desesperados intentos de Ben de saltar por las rocas, interponer el escudo, perderlo en mitad de su particular pelea contra las rocas y jurar y perjurar que si salía de aquella iría al Nuevo Uppsala a realizar ofrendas a los Dioses (1).
Pese a sus intentos, se vio superado por la gran cantidad de rocas y el escaso espacio que le quedaba. Cuando lo vio cerca su cabeza solo pudo pensar en lo cerca que había estado de salvar a su pobre gente. Personas obligadas a abandonar sus hogares por un desafortunado incidente que nadie había sido capaz de predecir, ni los sabios dragones, ni los elfos que se suponían estaban en armonía con la madre tierra, tampoco brujos, eruditos y estudiosos de todo lo que existe... Y los propios habitantes de los bosques, hombres y mujeres bestia, licántropos... Nadie había sido capaz de predecir aquello. Y por querer buscar refugio en tierras seguras, algunos de esas razas se habían sentido amenazados por un grupo, numeroso, de refugiados, como si fueran capaces de... ¿De qué? ¿De tomar lo que era necesario para sobrevivir? Eso era algo que todos hacían, sin excepciones. Si la supervivencia, se dijo entre rocas, depende de matar, entonces era un ser que no merecía vivir en sociedad y por tanto debería ser erradicado.
(2) Entre pensamientos un calor en su pecho creció hasta tal punto que Ben solo podía ver un punto rojo, como el sol en un atardecer en Roilkat o en el Arenal, lejano, como una Luna que se alejaba en el cielo y brillante como un rubí a la luz de mil antorchas.
Sango saltó y se elevó por encima de las rocas, sin saber muy bien cómo, pero cuando vio al dragón no tuvo dudas en impulsarse hacia él, espada en mano y gritar. Un rugido que no competía en intensidad con el del dragón pero que seguro iba cargado de mucha más intención que el de la bestia.
No atacaría a los humanos del campamento, no mientras le quedara aliento en el cuerpo.
(1) Uso de habilidad - Baile de uno:
(2) Uso del colgante de escarcha - La habilidad seleccionada es de Vincent Calhoun) La Danza del Aire – [Mágica, Aire, Pasiva] Por medio de su dominio con la magia de aire puede impulsarse en distintas direcciones, de modo que le sirve para esquivar, saltar y atacar con mayor velocidad y fuerza. No puede hacerlo de manera constante, debiendo esperar al menos unos segundos entre impulso e impulso. Puede impulsarse incluso estando en el aire.
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Logan se paso un buen rato moviendo piedra de un lado a otro, para ayudar principalmente en la reconstrucción y ayudar a devolver aquello a la normalidad. Él estaba encantado de ayudar y después de haber contribuido a dar luz al lugar, pensó que tal vez podía aprovechar sus músculos para ayudar en algo más físico.
Hacía tanto calor y empezó a sudar tanto, que Logan terminó por quitarse la camiseta dejando a la vista su atractivo y escultural cuerpo. Mientras algunas vecinas del lugar se deleitaban con las vistas, Logan seguía cargando piedras de un lado a otro, dejando que las espectadoras vieran como se marcaban sus músculos. Mientras lo hacia, una extraña sensación de somnolencia le daba.
— Mira querido, eso es un hombre —le decía una mujer a su marido, quienes se encontraban preparando comida para el campamento.
Tras un rato cargando con piedras, de pronto, Logan sintió un fuerte tirón en la pierna, que le obligo a medio arrodillarse y a soltar la piedra, mientras gemía de dolor. Aquella mujer, que ahora mismo se encontraba sola, vio en aquello una oportunidad para interactuar con el joven brujo.
— ¿Te duele mucho? Si quieres, ven a mi tienda y te doy un poco de una crema natural que tengo ahí. Veras como te sientes mejor.
— No, no hace falta, realmente no parece gran cosa —dijo Logan mientras se reincorporaba y daba un paso, cojeando de dolor.
— Yo diría que algo si. Vamos, ven, es lo mínimo por lo que estas haciendo por nosotros.
— Esta bien.
Logan acompaño a la mujer hasta su tienda, pasando junto a un par de guardias que había al lado de la tienda.
— ¿Se encuentra bien? —le preguntó un guardia al ver que Logan iba cojeando.
— Me ha dado un tirón y ella se ha ofrecido a ayudarme con una crema que tiene.
— Si necesita ayuda aquí estamos.
Agradeció al guardia su gesto y luego entre en la tienda, donde ella ya esperaba con la crema en la mano. Ella le indico a que se sentara sobre la silla que había y Logan se sento, dejando que ella comenzara a masajearle con la crema en la zona de la lesión.
— Uff, si que parece funcionar —dijo Logan mientras suspiraba un poco de alivio y esas misteriosas ganas de dormirse aumentaban, aunque afortunadamente, Logan lograba mantenerse despierto.
— Es una crema magnifica. La hago con unas hiervas cercanas al templo. Espero que pronto se resuelva el tema de las apariciones fantasmales, o no podre seguir haciendo de esta crema.
Logan había estado tan ocupado trabajando, que no había podido enterarse muy bien, pero parecía que algo pasaba en la zona del templo, algo de unas apariciones. Logan se ofreció a ayudar pero Eleandris le dijo que no hacia falta, pidiéndole que se quedara a proteger el campamento por si había algún ataque.
Fue entonces cuando ella, aprovechando que estaban solos, comenzó a desnudarse haciendo que, además de vergüenza por la escena, Logan comenzara a sentir cierta excitación.
— ¿Pero que hace? Creo que se esta confundiendo —dijo mientras me levantaba y justo cuando llegaba su marido.
— ¿Pero que? ¿Qué diantres esta pasando aquí? ¿Qué pretendes hacer con mi mujer? —le pregunto el marido de ella a Logan, al ver a ambos tan juntos, con ella desnuda y él sin camiseta y sudando.
— Yo no estaba haciendo nada. Su mujer me ofreció echarme una crema y luego se ha desnudado. He venido a trabajar y no me van estas escenas.
Logan, que era bastante critico con este tipo de comportamientos, se dispuso a salir de la tienda, pasando junto al marido de ella, pero la mano del marido se interpuso, empujándole con fuerza por el pecho.
— ¿Crees que te voy a dejar salir, muchacho? —le preguntó mientras desenvainaba su espada corta.
— ¿Realmente crees que tienes alguna posibilidad conmigo? —le preguntó Logan
La tensión se disparaba y parecía que Logan estaba a punto de defenderse del ataque de aquel marido celoso, pero entonces irrumpió el guardia de antes.
— Allen, le necesitamos en el templo para… —pero el guardia no continuo al ver que el brujo estaba siendo amenazado —. ¿Qué ocurre aquí?
— Vuestro querido brujo se lo estaba montando con mi mujer.
— No es así. Acabas de verme entrar. Ella sola se desnudó tras echarme la crema. ¿Acaso crees que dio tiempo a nada?
— Señor, Allen tiene razón, yo mismo le vi hace un par de minutos entrar. Confio en que no ha pasado lo que cree que ha pasado.
— ¿Eso es cierto? —preguntó el marido, pero esta vez mirando a su mujer, quien se vio claramente nerviosa —. Pero nena, ¿Cómo has podido hacerme algo así? ¿Tanto te atrae la carne juvenil como para ponerme los cuernos?
Ignorando ya el lamentable incidente, Logan se acerco al guardia.
— Pasemos a lo importante. Dices que me necesitan, ¿no?
— Así es. En el templo. Hay problemas. Les vendría bien la ayuda de un brujo del fuego como tú.
— Ahora mismo voy.
Logan salió de la tienda y comenzó a expulsar fuego por sus manos, saliendo volando hacia el templo, donde confiaba en poder ayudar a la crisis que estaba teniendo lugar, que sospechaba que tenía que ver con las apariciones que estaban teniendo lugar. Mientras volaba hacia allí, empezaron a visualizarse en mi mente, imágenes aterradoras de una terrible batalla en Beltrexus y donde visualice la muerte de mis padres. ¿Por qué estaba viendo esto a medida que me acercaba al templo? Seguramente tenga algo que ver con lo que estaba ocurriendo.
Hacía tanto calor y empezó a sudar tanto, que Logan terminó por quitarse la camiseta dejando a la vista su atractivo y escultural cuerpo. Mientras algunas vecinas del lugar se deleitaban con las vistas, Logan seguía cargando piedras de un lado a otro, dejando que las espectadoras vieran como se marcaban sus músculos. Mientras lo hacia, una extraña sensación de somnolencia le daba.
— Mira querido, eso es un hombre —le decía una mujer a su marido, quienes se encontraban preparando comida para el campamento.
Tras un rato cargando con piedras, de pronto, Logan sintió un fuerte tirón en la pierna, que le obligo a medio arrodillarse y a soltar la piedra, mientras gemía de dolor. Aquella mujer, que ahora mismo se encontraba sola, vio en aquello una oportunidad para interactuar con el joven brujo.
— ¿Te duele mucho? Si quieres, ven a mi tienda y te doy un poco de una crema natural que tengo ahí. Veras como te sientes mejor.
— No, no hace falta, realmente no parece gran cosa —dijo Logan mientras se reincorporaba y daba un paso, cojeando de dolor.
— Yo diría que algo si. Vamos, ven, es lo mínimo por lo que estas haciendo por nosotros.
— Esta bien.
Logan acompaño a la mujer hasta su tienda, pasando junto a un par de guardias que había al lado de la tienda.
— ¿Se encuentra bien? —le preguntó un guardia al ver que Logan iba cojeando.
— Me ha dado un tirón y ella se ha ofrecido a ayudarme con una crema que tiene.
— Si necesita ayuda aquí estamos.
Agradeció al guardia su gesto y luego entre en la tienda, donde ella ya esperaba con la crema en la mano. Ella le indico a que se sentara sobre la silla que había y Logan se sento, dejando que ella comenzara a masajearle con la crema en la zona de la lesión.
— Uff, si que parece funcionar —dijo Logan mientras suspiraba un poco de alivio y esas misteriosas ganas de dormirse aumentaban, aunque afortunadamente, Logan lograba mantenerse despierto.
— Es una crema magnifica. La hago con unas hiervas cercanas al templo. Espero que pronto se resuelva el tema de las apariciones fantasmales, o no podre seguir haciendo de esta crema.
Logan había estado tan ocupado trabajando, que no había podido enterarse muy bien, pero parecía que algo pasaba en la zona del templo, algo de unas apariciones. Logan se ofreció a ayudar pero Eleandris le dijo que no hacia falta, pidiéndole que se quedara a proteger el campamento por si había algún ataque.
Fue entonces cuando ella, aprovechando que estaban solos, comenzó a desnudarse haciendo que, además de vergüenza por la escena, Logan comenzara a sentir cierta excitación.
— ¿Pero que hace? Creo que se esta confundiendo —dijo mientras me levantaba y justo cuando llegaba su marido.
— ¿Pero que? ¿Qué diantres esta pasando aquí? ¿Qué pretendes hacer con mi mujer? —le pregunto el marido de ella a Logan, al ver a ambos tan juntos, con ella desnuda y él sin camiseta y sudando.
— Yo no estaba haciendo nada. Su mujer me ofreció echarme una crema y luego se ha desnudado. He venido a trabajar y no me van estas escenas.
Logan, que era bastante critico con este tipo de comportamientos, se dispuso a salir de la tienda, pasando junto al marido de ella, pero la mano del marido se interpuso, empujándole con fuerza por el pecho.
— ¿Crees que te voy a dejar salir, muchacho? —le preguntó mientras desenvainaba su espada corta.
— ¿Realmente crees que tienes alguna posibilidad conmigo? —le preguntó Logan
La tensión se disparaba y parecía que Logan estaba a punto de defenderse del ataque de aquel marido celoso, pero entonces irrumpió el guardia de antes.
— Allen, le necesitamos en el templo para… —pero el guardia no continuo al ver que el brujo estaba siendo amenazado —. ¿Qué ocurre aquí?
— Vuestro querido brujo se lo estaba montando con mi mujer.
— No es así. Acabas de verme entrar. Ella sola se desnudó tras echarme la crema. ¿Acaso crees que dio tiempo a nada?
— Señor, Allen tiene razón, yo mismo le vi hace un par de minutos entrar. Confio en que no ha pasado lo que cree que ha pasado.
— ¿Eso es cierto? —preguntó el marido, pero esta vez mirando a su mujer, quien se vio claramente nerviosa —. Pero nena, ¿Cómo has podido hacerme algo así? ¿Tanto te atrae la carne juvenil como para ponerme los cuernos?
Ignorando ya el lamentable incidente, Logan se acerco al guardia.
— Pasemos a lo importante. Dices que me necesitan, ¿no?
— Así es. En el templo. Hay problemas. Les vendría bien la ayuda de un brujo del fuego como tú.
— Ahora mismo voy.
Logan salió de la tienda y comenzó a expulsar fuego por sus manos, saliendo volando hacia el templo, donde confiaba en poder ayudar a la crisis que estaba teniendo lugar, que sospechaba que tenía que ver con las apariciones que estaban teniendo lugar. Mientras volaba hacia allí, empezaron a visualizarse en mi mente, imágenes aterradoras de una terrible batalla en Beltrexus y donde visualice la muerte de mis padres. ¿Por qué estaba viendo esto a medida que me acercaba al templo? Seguramente tenga algo que ver con lo que estaba ocurriendo.
Logan Allen
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
Acorralado como nunca antes el dragón había recurrido a medidas completamente desproporcionadas para eliminar a sus enemigos, estaba cansado, herido y sentía como algo adentro de el luchaba por recuperar el control, finalmente había detenido su arremetida incesante y salvaje.
La nube de polvo ya se había asentado y las rocas ya no sonaban mas, el dragón herido observo la destrucción que había causado y sintió como su furia y sus ganas de matar a todo lo que tuviera en frente disminuían, especialmente por el hecho de que ya no quedaba casi nada frente a el que hubiera que matar, solo piedras, sangre y tripas... O al menos así parecía, cuando se preparaba para salir del agujero que había creado a base de desesperación y rabia... Nuevamente un grito con un tono que ya comenzaba a ser habitual llamo la atención del dragón quien justo al momento de girarse recibió un fuerte golpe en el hombro que además de dejarle un feo corte le saco de aquel espiral de furia y violencia en el que estaba.
Cayendo un par de metros de distancia del humano que tanta resistencia le había puesto, las escamas y protuberancias afiladas comenzaron a desprenderse de la creatura al momento que sus extremidades comenzaban a retomar su musculatura y su tamaño normal, la enorme cornamenta comenzaba a encogerse y el rugido de la creatura comenzaba a asemejarse mas a un grito doloroso, cubierto solo por aquel trozo de tela sangriento un malherido Nero ahora recuperaba la consciencia para ver las consecuencias de haber perdido el control de aquella parte que tanto reprimía.
Una fea herida en su abdomen, un hombro muy malherido y múltiples cortes y moratones daban cuenta de que no todo había sido una masacre de un solo lado, su brazo izquierdo con aquella cadena con cuchillas enterradas en el mismo se veía mas grotesco que de costumbre, Nero con dificultad apenas y alcanzo a sentarse, además de las atrocidades cometidas noto como había alguien además de el en ese lugar, un guerrero que se veía igual de exhausto que el, sus ojos en cambio delataban un profundo rencor hacia Nero, la misma de los Norgedos cuando le perseguían en el desierto, la misma de los sobrevivientes que veía cada vez que recuperaba el control por así decirlo.
-Cofcof... Deberías acabar conmigo ahora... Cofcof... No seguiré en control mucho tiempo... Libérame de esta maldición... Antes que esto se vuelva... a.. AAAGGHH!!- un grito y una sensación de dolor, si es que podía sentir mas aun invadió su cuerpo, el instinto de supervivencia había detonado el cambio justo cuando pensaba que lograría encontrar su salida. Su cuerpo nuevamente comenzó a cambiar pero ya no con la misma intensidad que antes, el grito se mal formo hasta convertirse en un rugido(1) y mientras con dificultad la creatura volvía a expandir sus alas, el dragón malherido como estaba alzo el vuelo(2), no sin antes observar con aquellos iracundos ojos ámbar al humano que lo había dejado en esa condición, acto seguido se movió en dirección contraria a las columnas de humo vistas mas allá donde se volvía a retomar el sendero, sin importar como se viera, aquella había sido una derrota completa para aquella creatura inundada de furia y rencor.
OFF: habs usadas
1_ Don ancestral.
2_ Habitante de los cielos.
La nube de polvo ya se había asentado y las rocas ya no sonaban mas, el dragón herido observo la destrucción que había causado y sintió como su furia y sus ganas de matar a todo lo que tuviera en frente disminuían, especialmente por el hecho de que ya no quedaba casi nada frente a el que hubiera que matar, solo piedras, sangre y tripas... O al menos así parecía, cuando se preparaba para salir del agujero que había creado a base de desesperación y rabia... Nuevamente un grito con un tono que ya comenzaba a ser habitual llamo la atención del dragón quien justo al momento de girarse recibió un fuerte golpe en el hombro que además de dejarle un feo corte le saco de aquel espiral de furia y violencia en el que estaba.
Cayendo un par de metros de distancia del humano que tanta resistencia le había puesto, las escamas y protuberancias afiladas comenzaron a desprenderse de la creatura al momento que sus extremidades comenzaban a retomar su musculatura y su tamaño normal, la enorme cornamenta comenzaba a encogerse y el rugido de la creatura comenzaba a asemejarse mas a un grito doloroso, cubierto solo por aquel trozo de tela sangriento un malherido Nero ahora recuperaba la consciencia para ver las consecuencias de haber perdido el control de aquella parte que tanto reprimía.
Una fea herida en su abdomen, un hombro muy malherido y múltiples cortes y moratones daban cuenta de que no todo había sido una masacre de un solo lado, su brazo izquierdo con aquella cadena con cuchillas enterradas en el mismo se veía mas grotesco que de costumbre, Nero con dificultad apenas y alcanzo a sentarse, además de las atrocidades cometidas noto como había alguien además de el en ese lugar, un guerrero que se veía igual de exhausto que el, sus ojos en cambio delataban un profundo rencor hacia Nero, la misma de los Norgedos cuando le perseguían en el desierto, la misma de los sobrevivientes que veía cada vez que recuperaba el control por así decirlo.
-Cofcof... Deberías acabar conmigo ahora... Cofcof... No seguiré en control mucho tiempo... Libérame de esta maldición... Antes que esto se vuelva... a.. AAAGGHH!!- un grito y una sensación de dolor, si es que podía sentir mas aun invadió su cuerpo, el instinto de supervivencia había detonado el cambio justo cuando pensaba que lograría encontrar su salida. Su cuerpo nuevamente comenzó a cambiar pero ya no con la misma intensidad que antes, el grito se mal formo hasta convertirse en un rugido(1) y mientras con dificultad la creatura volvía a expandir sus alas, el dragón malherido como estaba alzo el vuelo(2), no sin antes observar con aquellos iracundos ojos ámbar al humano que lo había dejado en esa condición, acto seguido se movió en dirección contraria a las columnas de humo vistas mas allá donde se volvía a retomar el sendero, sin importar como se viera, aquella había sido una derrota completa para aquella creatura inundada de furia y rencor.
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- Sango te lo ganaste(?):
Nero Crimson
Borracho de Aerandir
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
¿Qué estaba haciendo…?
Frunció fuerte el ceño, descubriendo la ausencia de su hermosa espada. ¿¡Y su armadura?! Sus manos parecían extrañas, más blancas y ¿pequeñas? Las ruinas… estaba seguro, no cabía la menor duda, de que estaba explorando unos restos antiguos. Sin embargo, lo único que veía a su alrededor era su vieja cama, con dos grandes tablones que llegaban en diagonal a la pared opuesta, tapando la luz de la ventana. Docenas de preguntas chocaban entre sí dejándole en un estado semejante al aturdimiento.
Unos pasos recios se acercaron, hasta que el elfo vio unos pies enfundados en botas, y comprendió que estaba escondido. Una mano se agachó hasta coger una rama algo curvada del suelo de la habitación.
¿Cuándo había entrado en una…?
Sus ojos grises se abrieron como platos cuando el rostro de su padre apareció ladeado y sonriente, y Nou se dio cuenta que llevaba su propio cabello enredado a la cabeza tapándola entera salvo los ojos. Con los dedos de la mano izquierda, el hombre procedió a apartárselo mechón a mechón, después de sacarlo del escondrijo y levantarlo sin dificultad.
-Tu madre va a acabar castigándote si sigues jugando a ser la sombra del bosque. No le gusta perder sus pinzas. Dice que acabará teniendo que llevar siempre trenzas.
-No soy la sombra del bosque- se escuchó con una voz de una agudeza desconocida- Entreno para cazar a Dairuin y a Hiru- su padre lo sacó de allí, con cierto aire burlón.
-Vas a ser aterrador cuando cumplas nueve- aseguró con tono grandilocuente- Pero preferiría no tener que volver a hablar con sus padres.
-Son tontos- explicó el pequeño- Me molestan. Dicen que no puedo entrenar con los mayores el año que viene.
-Y es así.
-No es.
-¿Cambiaron la ley ésta mañana? – preguntó el hombre con una sorna mal disimulada. Nou no le hizo caso.
-Si podré porque soy yo- cortó antes de sacar la lengua, escabullirse de los brazos del adulto y huir a toda velocidad, tras el amago que el aludido realizó como intentando atraparle.
Corrió, pese a que sentía que algo no estaba exactamente bien, incapaz de describirlo o comprenderlo. ¿Qué importaba? Nada había cambiado, estaba en casa. Si dejaba la pinza en la habitación grande, tal vez su madre…
-¿Otra vez… ?- un sudor frío recorrió su espalda al haber sido atrapado in fraganti. Compuso una sonrisa forzada ensanchando la boca hasta enseñar los dientes, mirando lentamente hacia atrás.
-Aiya ammë- saludó. La visión de sus padres, más jóvenes de lo que recordaba, lo arrulló hasta que las preguntas que se había estado haciendo dejaron de importarle por el momento. Ante sus ojos, todo cuanto se desarrollaba se dividía en dos, contemplado por la misma infantil criatura. Él mismo estaba allí, intentando devolver con un fracaso estrepitoso aquello que no le permitían tomar, mientras una sonrisa burlona había prendido en los labios de su madre. Pero también, dentro de su propia mente, otra parte de él observaba de forma crítica y extraña, ambos brazos del mismo cuerpo.
-Tendrías que estar jugando fuera. No intentes crecer demasiado pronto, ¿quieres? – un poco aliviado de haberse librado de la regañina, apartó la vista, ruborizado.
-Soy más listo que todos esos que sólo se pegan con ramas. Si no me dejan aprender de verdad, me iré con Marach. Sus piedras son bonitas, y podré hacerte muchas.
Su madre se agachó y lo abrazó con ternura.
-¿De modo que quieres trabajar en la fragua? Me parece bien- aceptó- cuando Hedmir me confirme que está satisfecho con cuanto has aprendido- aquello ofendió a Nou.
-¡Pero si nunca lo está! ¡Para eso faltan mil años! ¡Me haré viejo, tendré como veinte años por lo menos!
-No tantos- rió ella- No tengas prisa. Los elfos vivimos suficiente para que te decidas por varios caminos cuando llegue el momento.
-Pues seré el más listo- se jactó- y el mejor que pelee- entonces algo acudió a sus pensamientos y la miró de frente- ¿Tú qué quieres que sea?- la mujer esquivó la pregunta.
-Bueno con los tuyos, como siempre te decimos. A qué te dediques debes decidirlo tú.
-Pues pegaré a Dairuin y te regalaré una piedra de Marach.
-Tienes que llevarte bien con los niños del clan.
-Yaaaa- alargó cansado la respuesta- Después de que le diga a los demás que soy más mejor que él- su madre lo agarró justo antes para darle un abrazo, del que escapó en pocos segundos.
-Tye melane anarinya- se despidió.
-Tye melane- espejó él, saliendo a toda prisa de su hogar.
Corrió cuanto sus cortas piernas le permitieron, hasta que su conciencia infantil no soportó más la presencia de la adulta, que tomó de nuevo el control, y con ella, a su mirada gris retornaron los antiguos pasillos de las ruinas afectadas por los siglos.
Al menos, un raudo parpadeo.
¿Qué podía ver ahora? No era posible. Una risa histriónica deseó revelarse. No, conocía sobradamente ese lugar, ese momento, incluso recordaba la forma que las últimas luces bañaban el verde. Dentro de sí, un punto de lucidez buscaba fervientemente alejarlo, devolverle a la razón que pavimentaba un camino cuyas indicaciones rezaban que nada de eso podía ser verdad. Por supuesto, las ignoró.
Su voz sonaba ahora adulta, y contemplaba desde una altura mayor, la misma a la que se había acostumbrado desde hacía décadas.
-No nos es posible…- la elfa apartó la mirada de él, tomando su brazo izquierdo con la mano derecha, unos dedos por encima del codo. La mente del espadachín fue dibujando a fuego los trazos de una conversación que había analizado durante años. Como quien continúa con la mano directa hacia el fuego, sabedor del dolor que le producirá instantes después, se mantuvo expectante.
-Es tu decisión- aportó él, con la conciencia de la derrota en cada golpe de aire pronunciado que salía de sus entrañas.
-Le quiero- soltó la muchacha. El Indirel notó la misma sonrisa que sin saber cómo, compuso aquella tarde. Asintió.
-Tenía que intentarlo- explicó casi para sí- Sé todo lo feliz que los dioses os permitan, y que a mí me concedan no volver a verte jamás.
-Nousis…
-Sólo así… sólo así- terminó tras una clara vacilación, dándole la espalda- podré llegar quizá a no pensar en ti. Adiós Neralia.
Nunca llegó a saber con certeza si regresar a las ruinas de Cantún fue el resultado de desenterrar aquel odioso recuerdo, o quizá, de su propia resistencia a la hechicería. Tan sólo que todo se desencadenó con una velocidad y crueldad extremas. Su enemigo no parecía aún haber vuelto de su letargo, por lo que el único hilo racional que quedaba en el elfo dedujo que no había sido él el único afectado. Tomó por el cuello al brujo y lo tiró al suelo.
“MATA, ¡MATA! DEJA QUE EL HORROR ASFIXIE SU GARGANTA, LIBERA CADA ÓRGANO DE SU CUERPO ANTE SUS OJOS, TAJA, SIEGA, ASESINA. SON CULPABLES, DEL NIÑO AL ANCIANO, DESCENDIENTES DE LAS MUERTES DE LOS TUYOS- esa oscura voz paladeaba cada empujón a su sadismo- PURGA, CIEN ASESINADOS CADA DIA NO LLENARÁN TU VIDA DE PAZ, TAMPOCO MIL. ESTE MUNDO NECESITA SER PROTEGIDO. MATA. TODO SE REDUCE A ESO. TERROR Y SANGRE”
Cuando la frialdad volvió a apoderarse de él, continuaba en Cantún, pero su oponente ya no parecía un hombre. Las manos de elfo, su rostro y su torso estaban salpicados de sangre, y una repugnante visión de los restos del infeliz se encontraban ante él. Se apartó, dando dos pasos hacia atrás.
“Perfecto…”
Apretó el paso alejándose de su macabra obra, rememorando con dificultad qué le había llevado a las ruinas…
Nousis Indirel
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Re: ¡URGENTE! Ayuda humanitaria en acción [Desafío Comunitario Express]
El brujo no pudo detenerse más en aquel templo. Sin entender nada de lo que estaba ocurriendo, comenzó a notar una sensación de terror en sus entrañas que le agitaba, que pronto se convirtió en un dolor presionante en su cabeza y un calor irremediable. Desde luego, las risas se le cortaron en seco. Sumado a todo esto, un ligero pero notable temblor sacudió toda la zona, a lo que le siguió una repentina subida del nivel del agua, infiriendo con ello el brujo que el río se estaba tornando mucho más agresivo que como estaba hasta el momento. Rápido, salió de manera instintiva del templo de Freya, donde le acababa de caer una maldición sin él saberlo todavía...
- ¡Eh! ¿Qué ha ocurrido ahí dentro? Un momento... por los dioses. Qué ven mis ojos... - La imagen ante los ojos de ambos guardias y aquel adorador de Freya era inimaginable... Acababan de ver cómo el brujo, con una expresión facial desencajada por las sensaciones del vapor saliendo de todos los orificios de su cabeza, se tiraba al agua en creciente subida de nivel como si se hubiese tropezado nada más salir del templo. Necesitaba refrescarse desesperadamente.
Ahora a Eberus, desde luego, no le hacía falta actuar para mostrarse aterrorizado. - ¡Corred, joder! Ahí hay algo raro. Ahí hay algo raro. Creo que-que Freya - interrumpió su frase para dejar salir el impetuoso vapor por su boca - no quiere que estemos aquí. ¡Mira el agua, coño! ¡¿Y qué me pasa en la cara?! - exclamaba agitado, mientras se dirigía acelerado hacia el camino que llevaba al asentamiento en las ruinas.
La situación ya se había relajado tras unos minutos de camino al asentamiento, y lo único perturbador ahora era que las aguas del río ya llegaban a cubrirle las rodillas. Quizá esa relajación había causado también una soltura en sus intestinos, o quizá haya sido una comida en mal estado... pero comenzó a notar unos retortijones de intensidad creciente que le llevaron a situarse detrás de un arbusto, no menos rodeado de agua, para aliviar sus necesidades. Afortunadamente, tras todo lo ocurrido, para Eberus la higiene había pasado a un segundo plano y solo le importaba salir ya de aquella situación, con lo que aprovechó el agua del río para poder retomar rápido su camino. No sin seguir notando punzantes molestias en el abdomen durante toda la marcha.
Ya en los límites del campamento, pudo notar que algo no marchaba igual que antes. Una fuerza mágica perturbadora y oscura rodeaba al asentamiento. - Me cago en mis muelas... ¿Cuándo podrá uno ponerse a descansar en paz? -
- ¡Eh! - exclamó dirigiéndose a alguien del asentamiento que parecía ser brujo. - ¿Qué coño ha pasado aquí? ¿Qué es todo esto? - dijo señalando con los brazos extendidos a todo el aura oscura que cubría el asentamiento. Cuando giró de nuevo su mirada a aquella persona, había desaparecido. - ¿Qué? Será maleducado el hijo de puta... - continuó buscándolo con la mirada, pero puesto que se había tratado de una visión, no lograría volver a verlo. Obcecado, ofendido, desconcertado, quiso encontrar a aquella persona esperando cantarle las cuarenta y recibir respuestas sobre la extraña situación.
Tratando de seguir su posible rastro de éter, pasó por delante de un montón de cuernos de conejo cornudo que no dudó en aprovechar para su taller. No se solían encontrar así de fácil. Una vez agarrados unos cuantos y metidos al bolsillo de su húmeda túnica, prosiguió siguiendo el ilusorio rastro de aquella persona. Extrañado, se fue adentrando en una zona colindante con abundante y alta maleza. Allí, el rastro había desaparecido. Con su atención centrada en la búsqueda de un rastro de éter, observó en el suelo un extraño dispositivo que lo emanaba de una manera peculiar. Se trataba de una trampa que estaba a medio palmo de haber tocado con su pie. - ¡Enclenque hijo de cien mil burras! ¡Te vas a meter esta trampa por el ojete! Será capullo... ¿Qué se cree? Que lo maldigan, hombre. Yo me largo de aquí - cabreado y ligeramente tembloroso por haber visto casi a la muerte de cara, retrocedió a paso ligero hacia el asentamiento.
Muchos habrían avisado de la presencia de trampas al rededor del refugio, pero poco le importaban a Eberus todos aquellos desconocidos. Solo quería encontrar a la chiquilla que le había dado de comer hacía unas horas para cantarle las cuarenta y jugarle alguna mala pasada como venganza, seguro de que su malestar había sido provocado por ella debido a su buena salud intestinal de base. Mala suerte tuvo. Había un gran revuelo en el lugar y todos estaban alborotados, yendo de un lado para otro. Por tanto, el delgaducho brujo se tiró a descansar en una especie de colchón de paja pegado a un tronco que había allí cerca de una hoguera.
- Me da igual todo ya. Que se apañen ellos. No estoy yo ya para tantos trotes. Vaya día más largo, coño. - Y allí sentado, apoyado en el tronco, se dispuso a descansar. No contaba, sin embargo, con la presencia de aquel inquietante halcón que parecía mirarle fijamente sin mover una sola pluma, desde la más baja rama del árbol que tenía en frente. Halcón que pocos segundos después de ser detectado por Eberus voló hacia él, haciendo frente a sus ojos un giro hacia arriba para colocarse en una rama del árbol en el que se apoyaba.
- ¡Eh! ¿Qué ha ocurrido ahí dentro? Un momento... por los dioses. Qué ven mis ojos... - La imagen ante los ojos de ambos guardias y aquel adorador de Freya era inimaginable... Acababan de ver cómo el brujo, con una expresión facial desencajada por las sensaciones del vapor saliendo de todos los orificios de su cabeza, se tiraba al agua en creciente subida de nivel como si se hubiese tropezado nada más salir del templo. Necesitaba refrescarse desesperadamente.
Ahora a Eberus, desde luego, no le hacía falta actuar para mostrarse aterrorizado. - ¡Corred, joder! Ahí hay algo raro. Ahí hay algo raro. Creo que-que Freya - interrumpió su frase para dejar salir el impetuoso vapor por su boca - no quiere que estemos aquí. ¡Mira el agua, coño! ¡¿Y qué me pasa en la cara?! - exclamaba agitado, mientras se dirigía acelerado hacia el camino que llevaba al asentamiento en las ruinas.
La situación ya se había relajado tras unos minutos de camino al asentamiento, y lo único perturbador ahora era que las aguas del río ya llegaban a cubrirle las rodillas. Quizá esa relajación había causado también una soltura en sus intestinos, o quizá haya sido una comida en mal estado... pero comenzó a notar unos retortijones de intensidad creciente que le llevaron a situarse detrás de un arbusto, no menos rodeado de agua, para aliviar sus necesidades. Afortunadamente, tras todo lo ocurrido, para Eberus la higiene había pasado a un segundo plano y solo le importaba salir ya de aquella situación, con lo que aprovechó el agua del río para poder retomar rápido su camino. No sin seguir notando punzantes molestias en el abdomen durante toda la marcha.
Ya en los límites del campamento, pudo notar que algo no marchaba igual que antes. Una fuerza mágica perturbadora y oscura rodeaba al asentamiento. - Me cago en mis muelas... ¿Cuándo podrá uno ponerse a descansar en paz? -
- ¡Eh! - exclamó dirigiéndose a alguien del asentamiento que parecía ser brujo. - ¿Qué coño ha pasado aquí? ¿Qué es todo esto? - dijo señalando con los brazos extendidos a todo el aura oscura que cubría el asentamiento. Cuando giró de nuevo su mirada a aquella persona, había desaparecido. - ¿Qué? Será maleducado el hijo de puta... - continuó buscándolo con la mirada, pero puesto que se había tratado de una visión, no lograría volver a verlo. Obcecado, ofendido, desconcertado, quiso encontrar a aquella persona esperando cantarle las cuarenta y recibir respuestas sobre la extraña situación.
Tratando de seguir su posible rastro de éter, pasó por delante de un montón de cuernos de conejo cornudo que no dudó en aprovechar para su taller. No se solían encontrar así de fácil. Una vez agarrados unos cuantos y metidos al bolsillo de su húmeda túnica, prosiguió siguiendo el ilusorio rastro de aquella persona. Extrañado, se fue adentrando en una zona colindante con abundante y alta maleza. Allí, el rastro había desaparecido. Con su atención centrada en la búsqueda de un rastro de éter, observó en el suelo un extraño dispositivo que lo emanaba de una manera peculiar. Se trataba de una trampa que estaba a medio palmo de haber tocado con su pie. - ¡Enclenque hijo de cien mil burras! ¡Te vas a meter esta trampa por el ojete! Será capullo... ¿Qué se cree? Que lo maldigan, hombre. Yo me largo de aquí - cabreado y ligeramente tembloroso por haber visto casi a la muerte de cara, retrocedió a paso ligero hacia el asentamiento.
Muchos habrían avisado de la presencia de trampas al rededor del refugio, pero poco le importaban a Eberus todos aquellos desconocidos. Solo quería encontrar a la chiquilla que le había dado de comer hacía unas horas para cantarle las cuarenta y jugarle alguna mala pasada como venganza, seguro de que su malestar había sido provocado por ella debido a su buena salud intestinal de base. Mala suerte tuvo. Había un gran revuelo en el lugar y todos estaban alborotados, yendo de un lado para otro. Por tanto, el delgaducho brujo se tiró a descansar en una especie de colchón de paja pegado a un tronco que había allí cerca de una hoguera.
- Me da igual todo ya. Que se apañen ellos. No estoy yo ya para tantos trotes. Vaya día más largo, coño. - Y allí sentado, apoyado en el tronco, se dispuso a descansar. No contaba, sin embargo, con la presencia de aquel inquietante halcón que parecía mirarle fijamente sin mover una sola pluma, desde la más baja rama del árbol que tenía en frente. Halcón que pocos segundos después de ser detectado por Eberus voló hacia él, haciendo frente a sus ojos un giro hacia arriba para colocarse en una rama del árbol en el que se apoyaba.
- Bajo la maldición: Furia de los Vanir:
- Cada vez que, tras una de sus travesuras, Eberus haga gala de su característica risa tetera, comenzará a sentir un calor cada vez más intenso y una presión en el interior de su cabeza, que se liberará muy poco a poco por medio del vapor que escapará de su boca y orejas (todos sabemos cómo es una tetera, vaya). Los efectos durarán todo un turno desde que Eberus comience a reír.
Además, en todos los temas que abras desde este momento, aparecerá un halcón. ¿Te está vigilando?
Eberus
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