Semillas de una larga historia. [Privado][Día]
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Semillas de una larga historia. [Privado][Día]
El sol estaba a punto de llegar a lo más alto del cielo, y sería visible en su esplendor si no fuese por la nubosidad de aquella mañana. Se dice que si luego de mediodía no despeja, entonces estará nublado durante el resto del día; Kellanved recordó aquella frase cuando el barco que lo llevó hasta el puerto de Baslodia encalló.
Para ser una ciudad humana, era bastante fea. Al menos él se imaginaba mayor organización; además durante su largo viaje había hecho exploración en otros lugares, muchísimo más bellos. Acá reinaba la pobreza, y se dejaba ver desde que dejabas a tus espaldas los muros que rodeaban la urbe.
Las calles no eran ajenas al deterioro. Y si querías cerciorarte de cuan pobre era el lugar, solo debías fijar tu mirada en los niños que, buscando una manera de evitar la realidad, jugaban con piedras y barro que moldeaban a partir de charcos de agua en medio de la calle o en sus orillas. Era normal escuchar uno que otro regañido de un adulto que llevaba prisa y era bloqueado por la banda de mocosos que parecían estar ajenos a cualquier destino sombrío en aquel lugar.
Kellanved, sin embargo, tenía esperanza de que aquel sitio le brindara ciertas respuestas. No por nada había averiguado que el comercio de armas era popular allí. Se olía el hierro, sobre todo. Y cómo no, si la principal actividad era la minería. Quizás por ello no prosperaba esa ciudad, porque seguramente los reditos de tal explotación se los llevaban unos pocos, a merced de muchos.
El dragón, evidentemente en su forma humana, llamaba un tanto la atención. Su porte, su mirada, el color de sus ojos y su cabello, no eran tan comunes en el sur. Pero él sabía que estaba seguro, pues no por nada llevaba su espada en cinto, lista para actuar si algún curioso pretendía acercarsele con segundas intenciones. Pero, por si acaso, no dudó en buscar un lugar donde almorzar. Ya iba siendo hora, y su tripa se lo decía. Vaya que sí.
—¿Tiene algún caldo con carne? Y cerveza, por favor —pidió, cuando ya estaba sentado en una pequeña posada que ofrecía comida, bebida e incluso alojamiento. Al fondo había una pequeña chimenea que brindaba calor a todo el sitio, justo el lugar donde cualquier niño buscando historias de un anciano estaría. Justamente, había dos pequeños, hablando con alguien. ¿Historias tal vez? Kellanved recordó por un momento su propia niñez, hacía tantos años atrás, en una ciudad inmensamente más bella que la de los humanos y con el calor de hogar de dragón. Qué buenos momentos aquellos, cuando estaba toda la familia reunida.
Al fin, le trajeron lo pedido. Y con una cuchara de palo y algo de pan, Kellanved procedió a comer. Ese día sería largo y necesitaba de muchas energías.
Para ser una ciudad humana, era bastante fea. Al menos él se imaginaba mayor organización; además durante su largo viaje había hecho exploración en otros lugares, muchísimo más bellos. Acá reinaba la pobreza, y se dejaba ver desde que dejabas a tus espaldas los muros que rodeaban la urbe.
Las calles no eran ajenas al deterioro. Y si querías cerciorarte de cuan pobre era el lugar, solo debías fijar tu mirada en los niños que, buscando una manera de evitar la realidad, jugaban con piedras y barro que moldeaban a partir de charcos de agua en medio de la calle o en sus orillas. Era normal escuchar uno que otro regañido de un adulto que llevaba prisa y era bloqueado por la banda de mocosos que parecían estar ajenos a cualquier destino sombrío en aquel lugar.
Kellanved, sin embargo, tenía esperanza de que aquel sitio le brindara ciertas respuestas. No por nada había averiguado que el comercio de armas era popular allí. Se olía el hierro, sobre todo. Y cómo no, si la principal actividad era la minería. Quizás por ello no prosperaba esa ciudad, porque seguramente los reditos de tal explotación se los llevaban unos pocos, a merced de muchos.
El dragón, evidentemente en su forma humana, llamaba un tanto la atención. Su porte, su mirada, el color de sus ojos y su cabello, no eran tan comunes en el sur. Pero él sabía que estaba seguro, pues no por nada llevaba su espada en cinto, lista para actuar si algún curioso pretendía acercarsele con segundas intenciones. Pero, por si acaso, no dudó en buscar un lugar donde almorzar. Ya iba siendo hora, y su tripa se lo decía. Vaya que sí.
—¿Tiene algún caldo con carne? Y cerveza, por favor —pidió, cuando ya estaba sentado en una pequeña posada que ofrecía comida, bebida e incluso alojamiento. Al fondo había una pequeña chimenea que brindaba calor a todo el sitio, justo el lugar donde cualquier niño buscando historias de un anciano estaría. Justamente, había dos pequeños, hablando con alguien. ¿Historias tal vez? Kellanved recordó por un momento su propia niñez, hacía tantos años atrás, en una ciudad inmensamente más bella que la de los humanos y con el calor de hogar de dragón. Qué buenos momentos aquellos, cuando estaba toda la familia reunida.
Al fin, le trajeron lo pedido. Y con una cuchara de palo y algo de pan, Kellanved procedió a comer. Ese día sería largo y necesitaba de muchas energías.
Kellanved Rake
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Re: Semillas de una larga historia. [Privado][Día]
Josette en un momento creyó que una persona podría acostumbrarse a todo, excepto a tener hambre. Pero en aquel lugar ese pensamiento se desvaneció al notar como las personas vivian al borde de lo miserable, de lo tolerable, incluso ella, en un momento la impotencia comenzó a reverberar desde su vientre como si el cuerpo mismo se rehusara a acostumbrarse a aquella vida.
Más sin embargo ¿A que más podría aspirar? Las calles lodosas la asfixiaban mientras cargaba aquella cesta de ropa limpia, desde hacía un año repetía la rutina, algunos días se dedicaba a lavar ropa, otros a atender en una posada cocinando, nunca había descanso, siempre trataba de mantenerse ocupada, alejada del bullicio y de los grupos de viajeros. Temiendo, claro está, el encontrarse con aquel hombre con el que se había casado.
Era demasiado temerosa para aventurarse a las tierras del norte o para cruzar el Rio Tymer, pero al mismo tiempo en el sur no había nada para ella. Nada más que muerte y arrepentimiento.
— Buenas tardes...— Saludó a la mujer que atendía en aquella pequeña posada, de las pocas que había y la cual le había conseguido el trabajo de cocinera en un establecimiento mucho más pequeño a unas cuantas calles de ahí. El saludo fue respondido con desdén y la mujer tomó la cesta con ropas. Llevándoselas pasillo adentro a algún lugar que Josette comprendía no era de su incumbencia.
Al recibir su pago esta se decepcionó un poco por la escasa cantidad de Aeros, un suspiro escapó de su pecho al mismo tiempo que un gruñido lo hacía de su tripa. Si, era tarde y tenía hambre. Tuvo vergüenza al encontrarse con la mirada expectante de la mujer antes de tomar asiento, agachando su cabeza ligeramente y apoyando los brazos sobre la barra.
— Bueno...ya estoy aquí ¿No? — Sonrió un poco nerviosa, como si con aquel gesto tratara de borrar el penoso episodio anterior. — Avena y pan. Pero que no esté muy cocida...por favor...—
Mientras esperaba alisaba la falda de su vestido, el aroma de una sopa lleno sus pulmones. La boca se le llenó de saliva al imaginarse el sabor que esta tendría, tragó discretamente y fijó su vista en aquella figura a un par de butacas de distancia. Un viajero, demasiado extraño para ser del sur. Los ojos de Josette se fijaron en la manera que el sujeto tenía recogido el cabello, luego estos fueron a la sopa. Antes de apartar la mirada, temiendo ser descubierta.
Sin embargo una vez más giró su atención a el hombre, en esta ocasión a la espada que colgaba de este. — Esa...es una espada de verdad? — Preguntó, mostrándose algo curiosa ya que ella nunca había tenido la oportunidad de ver un arma tan maravillosamente trabajada.
Más sin embargo ¿A que más podría aspirar? Las calles lodosas la asfixiaban mientras cargaba aquella cesta de ropa limpia, desde hacía un año repetía la rutina, algunos días se dedicaba a lavar ropa, otros a atender en una posada cocinando, nunca había descanso, siempre trataba de mantenerse ocupada, alejada del bullicio y de los grupos de viajeros. Temiendo, claro está, el encontrarse con aquel hombre con el que se había casado.
Era demasiado temerosa para aventurarse a las tierras del norte o para cruzar el Rio Tymer, pero al mismo tiempo en el sur no había nada para ella. Nada más que muerte y arrepentimiento.
— Buenas tardes...— Saludó a la mujer que atendía en aquella pequeña posada, de las pocas que había y la cual le había conseguido el trabajo de cocinera en un establecimiento mucho más pequeño a unas cuantas calles de ahí. El saludo fue respondido con desdén y la mujer tomó la cesta con ropas. Llevándoselas pasillo adentro a algún lugar que Josette comprendía no era de su incumbencia.
Al recibir su pago esta se decepcionó un poco por la escasa cantidad de Aeros, un suspiro escapó de su pecho al mismo tiempo que un gruñido lo hacía de su tripa. Si, era tarde y tenía hambre. Tuvo vergüenza al encontrarse con la mirada expectante de la mujer antes de tomar asiento, agachando su cabeza ligeramente y apoyando los brazos sobre la barra.
— Bueno...ya estoy aquí ¿No? — Sonrió un poco nerviosa, como si con aquel gesto tratara de borrar el penoso episodio anterior. — Avena y pan. Pero que no esté muy cocida...por favor...—
Mientras esperaba alisaba la falda de su vestido, el aroma de una sopa lleno sus pulmones. La boca se le llenó de saliva al imaginarse el sabor que esta tendría, tragó discretamente y fijó su vista en aquella figura a un par de butacas de distancia. Un viajero, demasiado extraño para ser del sur. Los ojos de Josette se fijaron en la manera que el sujeto tenía recogido el cabello, luego estos fueron a la sopa. Antes de apartar la mirada, temiendo ser descubierta.
Sin embargo una vez más giró su atención a el hombre, en esta ocasión a la espada que colgaba de este. — Esa...es una espada de verdad? — Preguntó, mostrándose algo curiosa ya que ella nunca había tenido la oportunidad de ver un arma tan maravillosamente trabajada.
Josette Arvanitis
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Re: Semillas de una larga historia. [Privado][Día]
Todos allí le miraban extraño. ¿Acaso pocos extranjeros visitaban la ciudad? Supuso que no, sobre todo porque, a pesar de la pobreza y baja calidad de vida evidente, tenían un puerto. Eso era mucho, para las tierras humanas. O al menos, eso pensaba él. Supuso entonces que lo que llamaba la atención de la gente era su peinado o sus tatuajes visibles. Pero lo que nunca esperó que llamase la atención de alguien, fue su espada.
La mujer que, en primer lugar le miró, se le hacía normal. Muy común. No era que no fijase sus ojos en hembras humanas, era simplemente que por una cuestión natural, le parecían casi todas iguales. La femina que le habló entraba dentro de ese grupo: nada especial. Además, su voz se le hacía olvidable, así como su vestimenta. De hecho, llegó a sentirse mal por pensar aquellas cosas, pero luego comprendió que seguramente la mujer estaría pensando exactamente lo mismo y, con ello, el peso de su consciencia se calmó.
—Sí. Es una espada de verdad, mi lady —respondió Kellanved, intentando ser amable. Y, en realidad, lo era, siempre lo había sido; tan solo la pregunta le había parecido algo estupida. ¿Espada de mentiras? ¿A quién se le ocurriría andar con algo así? Pero, a su vez, aquello se transformó en una duda, una curiosidad; y Kellanved no se podía permitir tal cosa.
—¿Hay gente que anda con espadas falsas por aquí? —preguntó, mientras se llevaba un trozo de pan a la boca. A decir verdad, el dragón de buenas costumbres no tenía mucho, así que fue evidente su falta de decoro al masticar. Masa blanca y tostada adornaron su boca entreabierta mientras masticaba. Sonrió, de hecho, para poner cierta amabilidad y buena onda en su pregunta.
—De donde vengo, una espada falsa solo sería una carga. Realmente nunca he visto algo así, en mi vida. Me ha dejado con la curiosidad por ver a alguien portar tal objeto. ¿Conoce a alguien con tal proesa, mi lady? —agregó, en tono curioso. ¿Los humanos tenían sentido del humor? Esperó que sí, porque si no, entonces tal vez cada palabra modulada por sus labios habría sonado a insolencia. Su comida se estaba enfriando, así que mientras daba espacio para las respuestas, llevó la cuchara de palo al caldo para luego sorbetear como buen dragón que era.
La mujer que, en primer lugar le miró, se le hacía normal. Muy común. No era que no fijase sus ojos en hembras humanas, era simplemente que por una cuestión natural, le parecían casi todas iguales. La femina que le habló entraba dentro de ese grupo: nada especial. Además, su voz se le hacía olvidable, así como su vestimenta. De hecho, llegó a sentirse mal por pensar aquellas cosas, pero luego comprendió que seguramente la mujer estaría pensando exactamente lo mismo y, con ello, el peso de su consciencia se calmó.
—Sí. Es una espada de verdad, mi lady —respondió Kellanved, intentando ser amable. Y, en realidad, lo era, siempre lo había sido; tan solo la pregunta le había parecido algo estupida. ¿Espada de mentiras? ¿A quién se le ocurriría andar con algo así? Pero, a su vez, aquello se transformó en una duda, una curiosidad; y Kellanved no se podía permitir tal cosa.
—¿Hay gente que anda con espadas falsas por aquí? —preguntó, mientras se llevaba un trozo de pan a la boca. A decir verdad, el dragón de buenas costumbres no tenía mucho, así que fue evidente su falta de decoro al masticar. Masa blanca y tostada adornaron su boca entreabierta mientras masticaba. Sonrió, de hecho, para poner cierta amabilidad y buena onda en su pregunta.
—De donde vengo, una espada falsa solo sería una carga. Realmente nunca he visto algo así, en mi vida. Me ha dejado con la curiosidad por ver a alguien portar tal objeto. ¿Conoce a alguien con tal proesa, mi lady? —agregó, en tono curioso. ¿Los humanos tenían sentido del humor? Esperó que sí, porque si no, entonces tal vez cada palabra modulada por sus labios habría sonado a insolencia. Su comida se estaba enfriando, así que mientras daba espacio para las respuestas, llevó la cuchara de palo al caldo para luego sorbetear como buen dragón que era.
Kellanved Rake
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Re: Semillas de una larga historia. [Privado][Día]
— No podría responder eso mi señor...— Fue interrumpida por la moza la cual le entregaba aquel humeante plato de avena, ella tuvo que interrumpir sus palabras por un momento, agradeció por el servicio y pagó con un par de monedas. Aunque el alimento no era uno especialmente nutritivo era bastante reconfortante, Tomó la cuchara de madera y comía un bocado suspirando de alivio al sentir aquella calidez al tragar. Terminó de saborear esa primer cucharada antes de continuar hablando girando su cuerpo ligeramente hacia la dirección del viajero. — no soy una persona que pueda hacer desenvainar su espada a los caballeros, como podrá notarlo...—
Tomó la mitad del pan que acompañaba su plato con ambas manos y rompió este a la mitad para llevar un trozo a su boca. El bocado que daba no era pequeño como el de una noble pero tampoco era como el que daba aquel extraño. Procuró que no fuese muy hostigante su curiosidad asi que dejó que este pudiese dar algunos bocados en paz. — Y si no es mucha indiscreción ¿Ha viajado desde muy lejos? — Preguntó mientras su mirada recorría con cierto descaro la vestimenta, el cabello y finalmente el rostro del hombre. — Su vestimenta es exótica incluso para un lugar con mucha gente que viaja como lo es Balsodia, pero no me malinterprete por favor. Es algo peculiar, solamente...— No quería parecer grosera pero sus modales tampoco eran los de un político, simplemente decía lo que pensaba de la mejor manera que podía.
— Bueno, la verdad es que me he atrevido a preguntar algo que ahora se fue extraño...ya que nunca había visto una espada tan de cerca. Es un objeto muy bello —
Tomó la mitad del pan que acompañaba su plato con ambas manos y rompió este a la mitad para llevar un trozo a su boca. El bocado que daba no era pequeño como el de una noble pero tampoco era como el que daba aquel extraño. Procuró que no fuese muy hostigante su curiosidad asi que dejó que este pudiese dar algunos bocados en paz. — Y si no es mucha indiscreción ¿Ha viajado desde muy lejos? — Preguntó mientras su mirada recorría con cierto descaro la vestimenta, el cabello y finalmente el rostro del hombre. — Su vestimenta es exótica incluso para un lugar con mucha gente que viaja como lo es Balsodia, pero no me malinterprete por favor. Es algo peculiar, solamente...— No quería parecer grosera pero sus modales tampoco eran los de un político, simplemente decía lo que pensaba de la mejor manera que podía.
— Bueno, la verdad es que me he atrevido a preguntar algo que ahora se fue extraño...ya que nunca había visto una espada tan de cerca. Es un objeto muy bello —
Josette Arvanitis
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Re: Semillas de una larga historia. [Privado][Día]
Kellanved miraba su propia espada como si de pronto fuera un tesoro indescriptible e imposible de encontrar. Así o más parecía que elevaba la humana una simple arma. ¿Quizás era una timadora? Se preguntó el dragón. Aquello no sería asunto sorpresa, ya que en su viaje varios humanos habían intendado estafarlo. Incluso uno de ellos había perdido la mano por tal atrevimiento.
—Vengo de Dundarak. Tierras norteñas, encumbradas en las alturas de las montañas. Después del El Paso, todo cambia; es maravilloso. Ni comparado con... —se mordió la lengua. Por un instante pudo sentir los ojos en su espalda, de todas las demás personas, quizás esperando a que terminase su frase para luego lanzarse sobre él y cortarle la graganta por atrevido. Tampoco es que se les fuera a hacer fácil, pero no había viajado tanta distancia para morir bajo la furia de una decena de humanos mal alimentados.
—No se preocupe, mi Lady, en el trayecto de mi viaje ya me han dicho varias veces que mi vestimenta y cabello son peculiares. No es una sorpresa —y con ello, continuó comiendo. Kellanved no era un refinado a la hora de comer, sino más bien tragaba. Así como alguna vez se había tragado una oveja de un bocado, en su transformación completa, o incluso una vaca (aunque con más de un mordisco), ahora parecía que aquel plato sería devorado. Sorbeteó lo último y lamió el plato. Luego desvió su mirada hacia la mujer, con ojos curiosos.
—A qué se dedica usted, mi Lady —preguntó, aunque sin tono de pregunta. Era una costumbre que tenía la familia de Kellanved, que él seguía por costumbre. Lanzó un eructo antes de escuchar la respuesta de la dama—. Esta comida estaba deliciosa. Pero, en fin, cuénteme acerca de usted, me interesa —y era cierto. Allá donde iba, siempre procuraba conocer mejor a la gente y sus costumbres. Quizás estaba hablando con alguien que resultaría util para su cometido. Y aunque no fuese así, al menos habría ganado una buena charla.
—Vengo de Dundarak. Tierras norteñas, encumbradas en las alturas de las montañas. Después del El Paso, todo cambia; es maravilloso. Ni comparado con... —se mordió la lengua. Por un instante pudo sentir los ojos en su espalda, de todas las demás personas, quizás esperando a que terminase su frase para luego lanzarse sobre él y cortarle la graganta por atrevido. Tampoco es que se les fuera a hacer fácil, pero no había viajado tanta distancia para morir bajo la furia de una decena de humanos mal alimentados.
—No se preocupe, mi Lady, en el trayecto de mi viaje ya me han dicho varias veces que mi vestimenta y cabello son peculiares. No es una sorpresa —y con ello, continuó comiendo. Kellanved no era un refinado a la hora de comer, sino más bien tragaba. Así como alguna vez se había tragado una oveja de un bocado, en su transformación completa, o incluso una vaca (aunque con más de un mordisco), ahora parecía que aquel plato sería devorado. Sorbeteó lo último y lamió el plato. Luego desvió su mirada hacia la mujer, con ojos curiosos.
—A qué se dedica usted, mi Lady —preguntó, aunque sin tono de pregunta. Era una costumbre que tenía la familia de Kellanved, que él seguía por costumbre. Lanzó un eructo antes de escuchar la respuesta de la dama—. Esta comida estaba deliciosa. Pero, en fin, cuénteme acerca de usted, me interesa —y era cierto. Allá donde iba, siempre procuraba conocer mejor a la gente y sus costumbres. Quizás estaba hablando con alguien que resultaría util para su cometido. Y aunque no fuese así, al menos habría ganado una buena charla.
Kellanved Rake
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