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Mordiscos de odio (Privada)

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Mensaje  Nousis Indirel Jue Jun 09 2022, 18:29




Fatalista, no pudo evitar reconocerse en el fondo, que resultaba extraño que algo así no le hubiera ocurrido antes. Era la segunda vez en su vida que pisaba aquella ciudad y ahora, si continuaba con aliento en sus pulmones, únicamente se lo debía a su capa y armadura.

Corría entre los callejones, sonriendo a causa de sus propios errores. Sentía el sabor de la sangre en la boca y espada en mano, descansó apoyando el hombro en una pared, girando el rostro para asegurarse que ninguno de esos engendros lo seguía. El pecho le ardía por uno de los mejores golpes que había recibido y si bien las protecciones habían hecho su trabajo, cabía en lo posible que el impacto hubiese dañado algo internamente. Escupió al suelo, intentando sin éxito sacar ese sabor de dientes y lengua, formando una mancha oscura que sin duda los atraería aún en mayor medida. Entrecerró los ojos. Monstruos de la noche…

Prosiguió avanzando, levantando temerosa sorpresa de algunos viandantes que aún se encontraban disfrutando de la temperatura de la noche. La suya parecía bajar, y sintió un escalofrío antinatural, fruto sin duda de la previsible cercanía de sus perseguidores. Pensó en Nayru, y en las promesas de violencia que sus ojos grises intercambiaron en cada mirada con Fémur. En Ulna y sus discípulos. En su captura en Urd. ¿Pero había tenido acaso otro remedio? El pequeño granate colgado en su cuello había hablado, y el odio y el deseo de exterminio se apoderaron de él con la primera muerte. Varios testigos huyeron aterrorizados. Eran cinco y él sintió la tentación, pero su inmenso orgullo aplastaba su miedo a la muerte.

Casi llegó a sentirla.

Analizó un escenario imposible, donde sólo tenía a su favor la rapidez y la locura que para cualquier ser vivo implicaba tal temeridad. No se habría perdonado actuar de otro modo, no ante sus propios ojos. Su espada élfica cantó, melodía cuyas primeras notas llenaron perfectas el aire. La música de muerte prosiguió. Un segundo acto envuelto en sorpresa, consiguió cautivar a la audiencia, muda o herida, que no reaccionó hasta el tercer compás. Llegó con una resolución brutal, dispuesta a contrarrestar el son del hijo de Sandorai con una partitura escrita en un sádico abismo de promesas de dolor. Cada sonido vibró, acentuando el sufrimiento del espadachín, quien sólo logró no caer muerto allí mismo. Había acabado con dos y herido a una más. Los tres restantes aún deseaban arrancarle nuevas escalas desollándole con lentitud.

Dobló varias esquinas más, con la fútil esperanza de perderlos en las intrincadas calles de la zona más pobre de la urbe. Era completamente consciente de la necedad de su intento. Aquellos demonios se guiaban por la sangre, y él estaría siendo olido por todos cuanto hubiera en cien pasos a la redonda. Y por supuesto, le encontraron.

Nou alzó su espada, componiendo una sonrisa capaz de enmascarar el temor en el que su cerebro nadaba en esos momentos. Había finiquitado casi todos sus recursos en la lucha anterior, apenas había pasado una hora. Herido, sus habilidades con la espada eran confiables… e insuficientes contra tres vampiros dispuestos a que su historia terminase esa noche. Cuando de pronto, desaparecieron.

Anonadado, el elfo bajó un poco su espada. Respiró, sin atreverse a cantar victoria. ¿Por qué habían…? Su pregunta murió en unos pensamientos que la ahogaron al comprender que lejos de mejorar, sus opciones habían descendido hasta un punto aún más crítico. El granate informó de la misma maldita raza, cuando cuatro encapuchados lo rodearon. Si habían espantado a los anteriores… Dejó de teorizar, carecía de sentido. Ellos eran cuatro, y él, uno. Miró al más cercano, sintiendo más que nunca el peso de su espada como algo auténticamente reconfortante. Los dioses lo recibirían bien, pensó. Al menos se habría llevado a unas cuantas aberraciones con él. Tal fue su último pensamiento, tras detener dos rápidos ataques y sentir un golpe en la cabeza que hundió todo en oscuridad.


[…]



Un bofetón le cruzó la cara y le hizo despertar. Atado de pies y manos en forma de aspa, trató de liberarse por puro instinto. Sus armas y armadura a escasos cuatro pasos de él, aparecían como un burla a su estado actual. Alzó la vista, sintiendo aumentar el dolor de la cabeza, pecho y costado. Reconoció los rostros como dos de los vampiros que le habían dejado sin sentido, y sus ojos grises miraron con un odio vasto como el cielo.

-Vaya, ha despertado – comentó con sorna uno de ellos. El espadachín se limitó a observarlos, con el miedo a morir relegado por el temor a la tortura.

-¿No sabes qué haces aquí, Nousis Indirel? – ser interpelado por su nombre completo le hizo abrir los ojos con enorme sorpresa. Repasó raudo la lista de criaturas que podían desear su muerte, y estaba seguro que todos aquellos con suficiente poder para ordenar su captura habían llegado al Más Allá antes que él. ¿Un noble iracundo? Desechó esa idea. No creía a nadie tan loco como para contratar una escuadrilla de vampiros. Esto llegaba de Urd.

- Has importunado demasiado a nuestra gente, elfo- tomó su rostro con excesiva fuerza entre el pulgar y el resto de la mano la chupasangre presente- Perdimos amigos e incluso líderes por tus odiosos actos, y sólo has tardado en caer en nuestras manos por cuanto ha ocurrido en Verisar y Sandorai. Para ser tan arrogante, basura, ha sido demasiado sencillo dar contigo. Ahora -sonrió con un sadismo inconfundible- entenderás que has jugado donde no debías.

Nou apartó la cara de esa mano helada. Las cosas nunca habían pintado peor.
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Mordiscos de odio (Privada) Empty Re: Mordiscos de odio (Privada)

Mensaje  Caoimhe Vie Jun 10 2022, 01:17

Era noche cerrada.

Aquello, quizás inapreciable a cualquier otro viandante de las calles medio vacías de Roilkat, podría haber pasado desapercibido en cualquier otro momento y lugar, pero no aquella noche y sobre todo no en aquella ciudad:

Roilkat era una maraña de calles y casas casi acumuladas una sobre otras.La propia señal de un pueblo pobre enriquecido de manera súbita y rápida: Construcciones baratas en cantidades excesivas por el mero miedo de quien quiera que lo hubiese mandado a construir, de que el dinero, de la misma manera que había venido, se fuera.

Las casas de aquella ciudad, sin embargo, hablaban de trabajo y esfuerzo, y a menudo sus fachadas estaban decoradas con el cristal mismo que las había financiado. Murales complejos aquí y allá adornaban según que casa principal o más austera. Los colores a menudo indicando la cota de armas de la familia que la habitaba en cuestión. El reflejo de luz  lunar en aquellas vidrieras emitiendo el único rastro de iluminación que acompañaba a aquella chica cada vez que visitaba la ciudad.

Pero aquella noche era cerrada;

Nada hacía especial su visita: Caoimhe no había venido a aquel lugar a hacer amigos. Lejos de esperar una recompensa por cabalgar al menos tres noches, la vampiresa había recorrido su camino sabiendo que iba a encontrar poca gratitud en su visita. Pero aquello no era, por supuesto nada nuevo.

Pocas veces era bienvenida allá donde decidia aventurarse. Era sin duda una de las consecuencias de negociar con personas al extremo de situaciones escabrosas. Sobre todo de personas que. como ella, bebían sangre. Las de su misma raza, sin duda eran las peores.

Caoimhe a menudo encontraba que desde que tenía conocimiento de que ella no era la única persona poseída por el demonio de la sed,la mayoría de los vampiros con los que atendía sus propios negocios esperaban un trato preferente tan solo por el mero hecho de entender que ellos también debían renunciar a la poca humanidad que les quedaba de cuando en cuando para perder la cabeza por unas gotas de sangre;Claramente, y para decepción de sus camaradas, Caoimhe no hacía excepciones y esperaba el pago de los servicios intercambiados a tiempo y con el interés estipulado.

Y justo ahī estaba el problema.

Los de su propia clase nunca eran de fiar. Los vampiros habían aprendido durante decenios a maniobrar con las percepciones y los deseos de sus presas en su beneficio, saliendo la mayoría de las veces airosos o la sed saciada. Por supuesto eso tan solo le daba ese aura de creer que "tenían derecho" a lo que fuera que estuviesen luchando en contra.

Esa era posiblemente una de las muchas razones por las que Caoimhe había decidido apartarse de ellos tras aprender lo básico para su supervivencia: Caza, Bebe, olvida.

Aquel día, por supuesto no era una excepción. Kraishmin la había esperado justo tras la caída de la noche en la taberna estipulada. Caoimhe se había alimentado hacía unas horas, pero se sorprendió al encontrar a un vampiro sereno al otro lado de la mesa. Tras intentos vacíos de alabar la rareza de sus ojos,  pasaron  no sin esfuerzo por parte de la chica a hablar de lo que le importaba a la vampiresa: Crónicas valkirias. Tomo 1. Segunda edición.

Una rareza que en teoría sería fácil de conseguir: Pero que estaba perdida desde hacía al menos 100 años y que era pasada tan solo de padres a hijos pues se decía contenía indicaciones exactas sobre como moldear el éter y usarlo de todas las maneras posibles, independientemente de la raza.

Claramente una mentira, pero no dejaba de ser un objeto único y Caoimhe era una vampiresa con gustos exquisitos y extraños. Casi tan exquisito como el hecho de saber que el vampiro no iba a dar con aquel libro y por lo tanto Caoimhe iba a tener una deuda abierta con un clan entero.

Tener un as bajo la manga siempre era beneficioso.

A cambio, la chica había ayudado al hombre a fortalecer a su incipiente aquelarre asegurándole información precisa y útil sobre personas particularmente influyentes en tal y cual ciudad. Presas fáciles a las que transformar. El gusto exquisito de aquel vampiro era llegar a ostentar cargos de poder en Roilkat y sus alrededores. Su meta final era intentar tomar la ciudad en el momento que sus vampiros convertidos fuesen lo suficientemente numerosos e importantes.  Caoimhe había jugado un papel fundamental para asentar las bases de aquella tarea y sus conocimientos de secretos ajenos siempre era un plus añadido.

La técnica de Krashmin fue de todo menos original. Había escuchado el falso interés por sus ojos desde niña, y teniendo en cuenta las veces que habían intentado usarlo como cebo, en especial los vampiros,  Caoimhe  aun esperaba que en algún momento de su vida alguien no intentase librarse de sus deudas intentando seducirla de manera torpe.

El caso es  que aquel vampiro  había venido a decirle que su jefe no tenía  el pago establecido.

Pura carne de cañón y solución fácil al problema molesto que a menudo era Caoimhe. Las excusas habían sido varias, el resultado el mismo. La paciencia de Caoimhe era débil teniendo en cuenta la incomodidad que le esperaba en su silla de montar de regreso a Beltrexus. Sin duda acabar con aquel demonio sería un trabajo fácil para Hugo y Axel.

Pero la chica sabía que de poco servía montar la escena en aquella taberna. Si quería vengarse tenía que ser más inteligente y hacer olvidar a aquella pieza de ajedrez el motivo mismo por el que lo habían enviado a él y no a su jefe. Y en aquella ocasión dejó que el hombre creyese que sus seductoras palabras habían surtido efecto. Cuando la realidad era que lo único seductor de aquel vampiro de ojos color verde intenso era la promesa de saber el emplazamiento exacto del aquelarre al que pertenecía su jefe. El mismo con el que decía viajar Krashmin.

Dos exageradas carcajadas a chiste claramente vagos, el gesto de reajustar su corse acomodando su pelo de manera despreocupada mientras posicionaba su mano un poco mas arriba de la rodilla del chico en un intento falso de oír mejor lo que decía y  el hombre se creía dueño de su propia mentira mientras Caoimhe lo seguía a través de las  calles de Roilkat.

Por supuesto aquel hombre estaría muerto en cuanto la chica diera las órdenes a sus secuaces, escondidos a la espera de su señal, pero el camino oscuro entre las callejuelas era más ameno con alguien rompiendo el silencio en la ausencia de la luz de la luna.


Entonces lo olieron. Ambos de hecho, y los sentidos demoníacos que surgían la calidez de la sangre en sus gargantas se  agudizaron siguiendo el rastro casi tíbio de la sangre de la pobre presa que se hubiese dejado herir en presencia de criaturas de la noche.  Caoimhe se dio cuenta de que su compañero se había olvidado del cauto juego de seducción que claramente había estado tejiendo con ella, y ahora se apresuraba por las calles con un objetivo fijo ignorando el rastro claro de sangre: Sabía que sus compañeros habían estado cazando y evitaba gastar esfuerzos en unírseles en el trabajo. Prefería pasar al beneficio mismo de encontrarlos allá donde hubiesen hecho campamento.


Caoimhe se sumió por un segundo en sus sentidos e hizo lo que su acompañante: seguir el rastro. Pocas veces, ademas de cuando lo hacía para cazar, dejaba que el demonio dentro de ella se apoderase de ella y aquel cambio pareció servirle para comenzar a inundarse del sentimiento  molesto del saber que uno de sus trueques estaba intentando tomarle el pelo.

-Nousis Indiriel...- escuchó de manera lejana la chica. La voz sirvió para traer su conciencia humana a ella y apaciguar a la fiera calmando su mente e inundándola en la frialdad necesaria para simplemente seguir a Krashmin mientras caminaba al círculo de vampiros ante ella.

El campamento parecía lo suficientemente alejado de la ciudad como para sentirse lo suficientemente a salvo como para acomodar tiendas y hogueras aquí y allá. Lo cierto era que no era la primera vez que Caoimhe lidiaba con aquel aquelarre, y le sorprendió ver que desde entonces el número de integrantes había crecido un poco.

En el centro de todos, la presa herida que sin saberlo les había estado guiando hasta aquel lugar.

Tenía el cabello enmarañado enmarcando un gesto serio y obnuvilado, como si acabase de despertar de un sueño reparador. Sus heridas, sin embargo, indicaban que lejos de sueño, aquella desafortunada presa estaba seguramente en las últimas horas de vida antes de alimentar con su sangre posiblmente a buena parte de aquella comunidad.  

Sus manos y pies estaban atados a un palo a modo de estaca en el suelo y su gesto cambiaba de repulsión a dolor mientras Kravor, el jefe de aquel aquelarre y el hombre que debía saldar la deuda con Caoimhe le hablaba.

Caoimhe se camufló de manera parcial entre los cuerpos de los demonios que la rodeaban. Escuchó con atención los insultos vacíos de aquel hombre con sus brazos cruzados esperando ver algún gesto que le hiciese saber que Kravor se había percatado e su presencia.  Mientras escuchaba se fijó en la presa en el centro de aquel aquelarre: Sus manos eran fuertes y estaban magulladas. Tenía los ojos vivos y  las orejas puntiagudas tīpicas de los elfos. Su mentón era cuadrado y no vió en él las curvas características de lo femenino, por lo que supuso que aquel ejemplar era un hombre.

Se acercó finalmente a Kravor.

-Curioso que juzgues las reglas de un juego en el que tú mismo haces trampa- dijo simplemente.

Kravor dio un paso atrás mesmerizado y algo confundido al reconocer a la chica.

-C-C-Caoimhe- dijo el hombre.- Vaya no... no esperaba que...-El hombre hizo un pequeño gesto hasta la hoguera y dos de los vampiros a su lado se apresuraron a apagar el fuego.-Pensé que Krish.. que Krish..He oído que has estado haciendo negocios emm frutctíeros con los clanes del norte. No estoy muy seguro de que los del este apreciasen tu manera incandescente de usar el fuego contra sus recién convertidos...



-Mmm- dijo Caoimhe acercándose un poco al elfo. Examinando su posición de lejos como quien mira a un pasatiempo para distraerse del asunto en cuestión a tratar. Continuó hablando luego- Pensaste que Krish iba a seducirme y que una noche en la cama con el más apuesto de tus seguidores iba a a apaciguar el hecho de que me... debes algo- dijo apartando el pelo que caía a ambos lados de Nousis para apreciar  con un falso interés sus facciones más de cerca- Pensaste que Krish iba a quizás hacer que se me olvidase que la última vez que nos encontramos me imploraste llorando que os ayudara por el bien tu...¿Cómo era que lo llamaste? Ah sí... por el bien de tu colmena-

Caoimhe posó por un segundo sus ojos dispares en los del elfo y dejó caer de nuevo el pelo de este en su cara ocultando su visión y volviéndose a Kravor. Se percató entonces de que habían apagado el fuego y una sonrisa fugaz le acentuó las facciones.

-Me alegra, sin embargo, saber que has estado oyendo historias sobre mi- dijo señalando la lumbre casi apagada- Y me alegra también que estés haciendo avance en mantener a tu colmena sana.- añadió- dudo, sin embargo que a este ejemplar de elfo le quede la sangre suficiente para saciaros.

Varios de los presentes comenzaron a susurrar, percatándose de lo mismo que la vampira había establecido.

-Esta aberración de elfo nos ha tenido en jaque desde hace meses. Tiene una deuda pendiente con todos los integrantes de esta colmena... con nuestra especie, de hecho- dijo intentando apelar a la sororidad de Caoimhe- Este despojo de huesos y orejas se cree que es más listo que nosotros...Cree que puede escapar de nosotros..- dijo finalmente.-

-Me suena vagamente familiar- interrumpió Caoimhe-

Kravor tragó saliva y suspiró como si de pronto se hubiese dado cuenta que salvar a su aquelarre de un posible ataque inminente era más importante que lidiar con un elfo herido de gravedad y atado.

-Tu libro no.. Me fue imposible, Keeva.- dijo Y Caoimhe bufó de ira al escuchar como aquel hombre la llamara como su padre lo había hecho- Estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo.. Debe haber algo que.. bueno debe haber algo que quieras que pueda al fin saldar mi deuda y mantener nuestra hegemonía en los negocios sin que... bueno sin males mayores.- dijo comprendiendo al fin que Caoimhe no iba a parar hasta obtener lo que quería.

La chica se acercó de nuevo al elfo y lo señaló mientras miraba fijamente a Kravos

-Lo quiero a él- dijo simplemente.
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Mensaje  Nousis Indirel Vie Jun 17 2022, 17:19




Por los dioses que le dolía cada fibra que lo componía. Luchando segundo a segundo contra la desesperación, necesitó de toda su fuerza de voluntad para no ceder a ella. Atado, herido, desarmados y rodeado, ni siquiera víctima de los efectos secundarios del hechizo de la falsa Tyrande su posición había resultado más atormentada. En varias ocasiones, de manera inútil, trató de romper las cuerdas con las que lo había dejado exhibido a la manera de un sacrificio. Ese pensamiento alejó momentáneamente el temor del presente. Era la tercera vez que un grupo de dienteslargos lo tomaban preso. Aylizz y Lixis habían contribuido a que continuase con vida en la primera. Nayru y Fémur, en la segunda. Ahora en cambio, carecía de aliados. Estaba completamente solo, y aquello, sumado a la oscuridad de la noche, drenaba confianza a raudales. Sólo le quedaban la frialdad en la que se encerraba buscando una estrategia que pudiese salvarle la vida, y un orgullo que le impedía por entero claudicar. Mas ninguna de ambas podía desatarle y devolverle la espada.

La agrupación de engendros de la noche se movió, como ondas provocadas por una piedra en un estanque. Bajo la ausencia de luz, salvo la proveniente de las antorchas, todos aquellos demonios se asemejaban demasiado a sus ojos grises. Miró con un odio exacerbado a la fémina que decidió acercarse más a él. Su corazón se aceleró de manera inevitable al intuir que se trataba de su asesina, pero no apartó la mirada de un rostro odiosamente atractivo. No tenía recuerdo de haber contemplado unos ojos tan extraños, cuyo cromatismo difería de uno a otro. Enmarcada en un largo cabello castaño, que trajo otros recuerdos al elfo, la palidez de su semblante parecía acentuada. Los rasgos restantes continuaban una evidente armonía, hasta unos labios tras los cuales se hallaban unas de las principales armas de esa especie maldita.

Lo tocó, sin buscar segarle la vida. Y aunque ese acto desconcertó al espadachín, no tardó en sustituir dicho sentimiento por una ira candente como brasa. ¿Estaba acaso jugando con la comida? Alzó una plegaria silenciosa, deseando arrancarle los colmillos con sus propias manos. Se obligó a atender a la conversación que estaba teniendo lugar, pues no tardó en comprender que allí mismo se estaba dilucidando una breve lucha de poder entre la vampiresa de los extraños ojos y su congénere, quien había llevado la voz cantante en su inicio de tortura. Extrañado por la actitud de aquel que creía líder del nido, repasó con mayor detenimiento a esa Kivfa. No dejaba traslucir miedo alguno, llegando a manifestar cada vez que tomaba la palabra, hastío e insolencia.

Y no estaba en absoluto preparado para lo que estaba por venir.

Parpadeó dos veces, convencido que no había escuchado bien. En su lastimosa situación, la esperanza murió con la misma rapidez que había llegado. Si lo dejaban con ella, tampoco sobreviviría hasta el día siguiente, a pesar de lo cual, ser desatado ofrecía una única opción a no morir esa noche. Dirigió entonces su mirada al demonio cuya ambición habría consistido en redescubrir los límites del dolor en la carne del propio elfo.

De modo que calló, tantos insultos, descalificaciones, maldiciones y juramentos como hubiera deseado verter sobre esa criatura que hablaba de él como ganado, como sobre el resto de animales que pretendían divertirse a costa de su sufrimiento. Con una mirada de un odio tal que aún prometía venganza, el líder vampiro se limitó a cortar las cuerdas de Nousis, quien cayó a tierra. Sin embargo, con habilidad, Kivfa lo maniató una vez más con los restos de una de las restantes. Como perros molestos por haberles quitando la comida de delante, las demás bestias nocturnas murmuraron y observaron torvamente cómo ambos, hombre y mujer, abandonaban el lugar donde la recién llegada había reventado una fiesta de sangre.

Caminaron en silencio, adentrándose en calle tras calle de Roilkat con la confianza de quien sabe exactamente hacia donde se dirige. El elfo agradeció en su fuero interno haber conservado las botas.

-¿A qué ha venido eso?- quiso saber. En su pregunta bailaron la frialdad y un manifiesto desprecio. Una sola vampiresa era la única de esa maldita raza que nunca intentó tomar su vida, y no tenía dudas que ello fue debido en su momento al objetivo común que habían compartido. Por el bien del mundo, era necesario que la estirpe desapareciera. Claro que poco podía hacer en esos momentos, golpeado, capturado y desarmado.

Por supuesto, el primer pensamiento del hijo de Sandorai no podía ser otro: ella misma lo mataría, y todo lo ocurrido no había sido más que un pulso entre ambos engendros. Pensó en varias maneras de huir y ninguna tenía el peso suficiente para llegar a representar algo factible. Cuando a él y a Kivfa se unieron otros dos hombres, sin que ella se precaviese lo más mínimo, las probabilidades en su contra aumentaron lúgubremente.

-Entra-
dijo uno de aquellos ante una puerta que nada significaba para el espadachín. Sin otra opción sobre la mesa, cumplió la orden, internándose en una morada bien iluminada, con un gusto ornamental que no esperaba en modo alguno. Se giró, encarando a la vampiresa en la medida de lo posible, clavando sus ojos grises en la curiosa mirada de la mujer. Tal vez no salvase la vida, y le quedaría la tristeza por el dolor de sus padres en Folnaien, quizá sin nunca tener conocimiento auténtico de lo ocurrido. Mas con su lamentable aspecto, permanecía la arrogancia ante una bestia derivada del Mal.

-¿Qué esperas de mí, demonio?- espetó sin alzar la voz- Ya has sabido por qué me habían tomado preso. ¿Eso no te indica nada?
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Mordiscos de odio (Privada) Empty Re: Mordiscos de odio (Privada)

Mensaje  Caoimhe Lun Jul 04 2022, 00:26

No era agradable escuchar como Kravor y el resto de su aquelarre escupía tras los pasos de la vampiresa y su recién conseguido.. ¿objeto?. Caoimhe  evitó el contacto con la saliva en el suelo  levantando un poco la falda de su vestido mientras caminaba de puntillas  en un ademán divertido mientras  sonreia de manera impasible cual bailarina improvisada.  Saludó con la mano con falsa tmidez al jefe de aquel grupo.  Éste cruzó los brazos y  se giró indicando a sus iguales que lo siguiesen.Estaba segura que aquella no iba a ser la última vez que viese a Kravor.  

Había escuchado historias sobre ciertos cuchillos de hueso y mejora de armas a nivel humano. Dudaba mucho que el vampiro quisiese trasladar a todo su aquelarre a territorio humano tan solo para hacerse con nuevas armas. Un alma era  a la vez más y menos valiosa para aquel tipo de negocios. Aún así la chica dejaría que el hombre acudiese a ella, como siempre hacía. No creía, sin embargo, que fuese de manera pronta.

Apresuró su mano a ambas maniatadas de su presa improvisada. Aún atado por cuerdas gruesas que mantenían ambas  tras su espalda el elfo parecía no haber tenido tiempo de escaparse en los leves minutos en los que habían dejado atrás el emplazamiento donde había sido, sin duda, torturado.


Caminaron durante un rato en silencio. Caoimhe aprovechó para analizar a aquella pobre alma herida. Conocía lo suficientemente los gustos pasajeros de los elfos como para saber que sus ropajes no eran de alguien pobre. Giró su cabeza observándolo ahora sin pudor alguno, amparada por la oscuridad quizás y las sombras de los árboles. Su cabello tampoco parecía estar extremadamente sucio, y aunque apestase a elfo herido no emitía un hedor que le indicase que no había tenido contacto con agua  fresca en semanas. No hacía mucho que lo habían capturado.

Tiró de las cuerdas en las manos del elfo acercándolo hacia ella con la excusa de reconducirlo hasta el camino por el que andaban y evitar la maleza de los árboles.  Como si guiase a una montura. Cruzaron sus miradas por un segundo. Caoimhe estaba segura de que aquello había causado frustración al elfo. Aprovechó aquella mínima cercanía para inspirar levemente como si la piel de aquella criatura no fuese lo suficientemente gruesa como para poder captar un poco del olor de su sangre, aún a sabiendas que aquello era inútil. Su garganta parecía comenzar a estar seca. Tragó saliva apartando la sequedad hasta su pecho.

Desvió la mirada, sin éxito en su propicio.  El camino estaba solo y tan solo sus pasos guiaban la marcha de ambos. La luz de la luna adelantaba las sombras de ambas figuras en la improvisada senda de tierra. No quedaba mucho para alcanzar el suelo adoquinado de Roilkat. Volvió a tirar de las guías en las manos del hombre.  ¿Tenía heridas? ¿Era aquello quizás sangre lo que había manchado su dedo al tirar de la cuerda? Cerró los ojos. Fantaseando. Tan solo tenía que empujarlo hacia un lado. Alguno de aquellos árboles cercanos le serviría de aliado.  Apartar el cabello largo que guardaba la calidez de aquel cuello y clavar sus colmillos en...

La voz del hombre la sorprendió sacándola de su mórbida fantasía. Por un segundo Caoimhe se sonrojó intentando descifrar si el elfo se refería a sus pensamientos o... Oh. No. Claro que no se refería a aquello. Lo apartó de nuevo y tragó saliva, la sed de nuevo menguando ante la presencia de la razón en su mente.

- Imagino que en tu lengua simple "Eso" tendrá quizás un significado particular. En la mía, debería esforzarte en establecer una circunstancia inicial si quieres que entienda a qué te refieres- dijo aunque sabía perfectamente de lo que hablaba.

Buscó con la cabeza a las dos figuras que deberían estar esperándola a ambos lados de la primera casa  que indicaba que de nuevo habían entrado a Roilkat.

-Eso- dijo tras un silencio prudencial en el que imaginó que aquel desconocido la estaba analizando, imitando de manera tosca su acento elfico- fue mi buena acción del mes.- dijo mientras ambos compañeros se le unían y los guiaban hasta la puerta trasera de una posada. Un pequeño granero que unía con un portalón de madera y estaba secluído del resto del edificio creando un especie de habitáculo donde los tres se emplazaron.- Intento hacerlas a principios del mismo... así puedo justificar todo lo malo que hago el resto- Le guiñó un ojo al elfo.

Caoimhe cambió las manos aún atadas de Nouisis por un amasijo de ropa que le entregó uno de sus compañeros. Ésta las observó por un momento y tras resoplar a modo de molestia comenzó a desvestirse quitándose primero las mangas del vestido embarrado descubriendo levemente las mangas de un corset. Carraspeó por un segundo y el hombre que agarraba a Nouisis se aseguró de darle la vuelta al elfo posicionándolo de espaldas a la vampiresa.

Se desvistió y vistió con aquellos ropajes que resultaron ser de seda verdosa. Tiró levemente de las cuerdas que ataban su espalda  a la vez que se ajustaba el pelo en un moño bajo desenfadado. Se dio de bruces con los ojos grises de aquel elfo. Su mirada parecía intentar retarla.No pudo negar que la tomó por sorpresa.

Aquel hombre estaba medio moribundo, maniatado. Rodeado por una vampiresa y dos figuras que le sacaban tres cabezas cada una. Aún así tenía el valor de encararla como si ella le debiese algo. Sonrió.

Su mano se desvió de su peinado dejándo caer su pelo a un lado hasta el del elfo, apartándolo de su cara.

-Por ahora tan solo espero que te mantengas calladito. Si todo sale bien, Edgar y Onix, aquí presentes, se irán a casa esta noche con sus bolsas algo más llenas, y tú y yo... bueno.Nuestra historia será como una novela de romance  veraz: Decepcionante y  poca cosa para mí, y dolorosa pero liberadora para ti.

Edgar animó a Nousis a entrar y Caoimhe aprovechó aquello para acercase un poco  a êl mientras le hablaba por detrás de un abanico.

-Aquel hombre vestido de azul pertenece a la guardia personal de Kravor.- dijo- Esa alimaña tiene oídos y ojos en toda Roilkat. De hecho me extraña mucho que siga...- sacudió la cabeza notando como se desviaba del tema- El caso. Estoy segura de que la captura de  una presa " tan importante como tú'- de nuevo usó el acento del elfo imitándolo- No habrá sido una noticia aislada en el aquelarre. Krevor habrá dado la voz de alarma a sus secuaces para que te esperen en cualquier lado si decides escapar-  

Sumida en la adrenalina del momento, Caoimhe agarró el brazo de Nousis por un segundo, guiándolo hasta la mesa donde el hombre de azul, que hasta entonces había estado sentado, parecía alzarse ante la visión del elfo con gesto de enfado y movilizando a alguna que otra figura a su alrededor.

-El caso... es, que si pensabas que robarte de Kravor iba a ser suficiente... piensa de nuevo. No se cuánto sabes de vampiros, dado que puedes claramente ver tras mi fachada, nos guiamos por unas reglas muy ancianas, estrictas y... heredadas en la sangre.Cualquier otra ley moral, negocio, trueque o..pacto- pronunció aquello sumamente molesta- tan solo es válido para quien quiera aceptarlo.Lo que significa que Bandeux seguramente quiera apresarte para subir puestos en ese aquelarre de Kravor.

Ambos se aproximaban a Bandeux, este parecía sumamente receloso y a la vez en guardia.

Caoimhe miró fijamente a Nousis por última vez y susurró.

-Si quieres sobrevivir necesito que hagas todo lo  yo te pida.- y lo dejó marchar de nuevo a las manos de Edgar.

-Oh... Bandeux... No me creo que estuviese por marcharme sin despedirme de ti.- dijo Caoimhe. Empujó el hombro del vampiro que seguía con la mirada fija en Nousis, forzándolo a sentarse mientras ella hacía lo mismo.

-Me extraña  más que dudases que fuésemos a encontrarnos llevando contigo semejante carga- dijo señalándolo.

-Oh...- dijo Caoimhe agarrando una jarra de cerveza que uno de los meseros le acababa de acercar- El elfo.- añadió

-¿Qué si no?- dijo pegando levemente en la mesa- Ya sabes que hemos estado buscando a esa alimaña durante...

-Oh...sí. Lo se bien. Se bien cuánto os jugáis al dejarlo escapar. Se a la perfección el significado de su captura pero... Me temo que esta vez no esta en mi razón actuar de diferente manera- dijo Caoimhe.

-Mentiras. Todos sabemos que heredaste de tu padre la mentira en tu lengua, y de la luna la locura de seguir mintiendo cuando se te ha pillado. - Protestó

-Ah... pero esta vez no miento, Bandeux.  Es Mi sangre la que me obliga a actuar de esta manera.- Añadió poniendo especial acento en la palabra sangre. De pronto, Bandeux dirigió su mirada de Caoimhe a Nousis y de Nousis a Caoimhe.

Ella tragó un poco de cerveza y relajó los hombros. El viejo comenzaba a entender lo que decía.

-Por los huevos del conde... no me vas a decir que... no me vas a decir que el elfo está... ¿está enamorado? No puede ser... Su linaje no es tan antiguo... Estoy seguro de que tú linaje no.. ¿Lo es?- dijo abriendo mucho los ojos.

Caoimhe sorbió de nuevo de la jarra de cerveza, esta vez asegurándose tragar lo suficiente como para seguir con aquel plan.

-¿Es que acaso crees que habría alguna otra razón por la que hubiese interferido con vuestros planes? ¿Crees que si tuviese una otra opción iba a molestarme a desbaratar vuestras ansias? Bien sabes mi suerte si no... bueno si no lo llevo a cabo- dijo la vampiresa

-Te debíamos el libro... digo... creo que Kravor no lo hizo a conciencia... tú no nos hubieses librado de tremenda presa si... tan solo porque...- dijo, confuso- Pero... ¿Él lo sabe?- se acercó a Nousis

Caoimhe volvió a beber de la jarra, esta vez su mano tembló un momento. ¿Que si Nousis sabía que estaba mintiendo a todo un aquelarre vampiro? ¿Que si el elfo sabía que su mentira se basaba en una creencia milenaria por la cual un tipo particular de sangre  estaba ligada de manera ascendiente a toda una dinastía vampírica? ¿Quizás le había dicho pues que  su consumición, de manera voluntaria por parte de la presa, daba basto poder y reforzaba el éter del vampiro en cuestión que consumía el tipo particular de sangre? Algo así como purificar la esencia vampira de su éter por beber una sangre asociada a su estirpe vampira de manera milenaria y ofrecida como ofrenda voluntaria.

Caoimhe asintió, clavándo la mirada en Nousis.

Bandeux abrió los ojos como platos.  Aquel "enamoramiento" del que hablaba no era uno cualquiera.En la mente de aquel vampiro, guiada por la creencia de su pueblo, Nousis estaba dispuesto a sacrificarse para fortalecer el éter y esencia vampira de su asesina.

-Dime, alimaña. ¿Es cierto que estás enamorado de Caoimhe?
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Mensaje  Nousis Indirel Sáb Jul 09 2022, 18:26




Ese engendro no era capaz de alcanzar los límites del odio que le profesaba, o lo habría asesinado en el mismo momento que se hubieran alejado del nido que le había capturado en primer lugar, se dijo. El sufrimiento y la humillación habían llevado la voz cantante hasta ese momento, permitiéndose hablar de una manera tan sumamente irreflexiva. Aquello no podía continuar.

Acompasando su respiración a medida que escuchaba a la vampiresa, buscó retomar poco a poco la frialdad y el análisis que le habían llevado a sobrevivir a tantas batallas a lo largo de los años. Había momento en los que incluso él terminaba por echar a perder la compostura. Y lo detestaba.

Sí, por supuesto quería matarla. No como algo pasional, más allá de los sinsabores que otros chupasangres habían colocado en su camino, sino como un bien desinteresado hacia un continente infestado. Al ser volteado evitando que contemplase el físico de la criatura, se preguntó alarmado cuáles serían las habilidades, dentro las propias de los suyos, que dominaría. Había combatido contra ya demasiados de esos monstruos, y ninguna de sus aptitudes le resultaba remotamente cómoda en una lucha a muerte.
Que sus propios oídos le trasladasen que ella se permitía divertirse a su costa casi echó por tierra su buceo hacia la templanza que tan desesperadamente necesitaba. Los grandes secuaces del engendro continuaban mudos e impávidos como columnas de mármol. La curiosidad por el pasado de esos tres le aguijoneó un instante. Su éter inexistente los catalogaba teóricamente de humanos, del mismo modo que la falta de reacción de su granate, continuamente alarmado desde su captura y ahora, del mismo modo con la cercanía de Kivfa. ¿Lealtad a cambio de unos honorarios a la altura? Conjeturaba sin cimiento alguno, y lo dejó correr.
La nueva localización. sumada a las palabras de la vampiresa, hilvanaron en el elfo que la obra de teatro de la que ahora formaba parte no había terminado. Había conseguido calmarse lo suficiente para no replicar de manera impulsiva. Fuera lo que fuera lo que esa criatura buscaba conseguir, le había llevado ante alguien que pertenecía nada menos que al grupo que había decretado su pena de muerte. ¿A qué jugaba ese monstruo?

Armado de toda la arrogancia que atesoraba, contestó a la información con la que generosamente, Kifva le había obsequiado.

-Si mi espada volviese a mi mano- sonrió sin la menor alegría- comprenderías el por qué me consideran una presa de esa magnitud. Y si a ello le sumas mi armadura, podrías imaginar por qué estaban tan exaltados con la idea de deshacerse de mí- calló no obstante que de haber conseguido hacerse con todo su equipo una vez más, sería él quien trataría de cazar a ese nido uno por uno, con una crueldad que haría apartar la mirada al dios de los chupasangre.

Atento a la conversación entre los dos vampiros, buscó atrapar retazos, como pedazos de vidriera, a fin de conseguir colocar los primeros en el precario armazón de su idea sobre Kivfa. Además del superficial atractivo, la idea de sus congéneres sobre su falta de sinceridad. No podía perder aquello de vista. Había logrado confundir en algún punto del diálogo al oficial del nido, sin que elfo comprendiese bajo qué premisa. Recordaba perfectamente las palabras que ella le había dirigido justo antes de entrar a la posada. Y nunca habría podido estar preparado para la pregunta que le fue dirigida.

Con toda la presteza que fue capaz de mostrar, conectó cuantos puntos oscuros pudo para tejer un tapiz aunando las palabras de la mujer y las extrañas reacciones del hombre. Instinto de preservación, sentido común, inteligencia… nadie podría asegurar qué primó en ese momento.

-No tengo nada que decirte, salvo que no seréis tú ni Kravor quienes terminéis conmigo. Por los dioses de Sandorai no pasaré por una vergüenza como esa- sí, una afirmación terriblemente altiva de alguien que no hacía una hora estaba a merced de ambos seres para una muerte con entrantes de tortura. El regusto de haber escapado de su final por la mera casualidad hería su orgullo.

Bandeaux echó una irritada mirada a la vampiresa, como si su perro hubiera ladrado a destiempo, antes de dirigirla a una de las mesas ocupadas por un grupo de jóvenes que comenzaron a prorrumpir en gritos y carcajadas. Un hombre de mediana edad en su misma mesa, con la capucha sobre la testa, alzó la mirada, intercambiando una mirada con el vampiro que no mostró reconocimiento alguno, tan sólo una curiosa indiferencia. Dos escudos, hachas, una espada, alguna lanza… aquellos muchachos no se habían vestido para cortejar. Parecía nítido que su noche se alargaría mucho más que la hora de cierre de la taberna. Copas y acero resultaban una combinación letal. Quizá alguno perdería la vida antes del amanecer, pensó sombrío Nousis, o se la arrebatarían sin miramientos a personas que ningún mal les habían hecho, por demostrar cualidades de las que realmente carecían.
Había visto agrupaciones como esa en otras ciudades humanas, e incluso en Dundarak o Sandorai después de la guerra. Muchachos que buscaban devolver al mundo un poco del horror que ellos habían sufrido. Liberarse del miedo extendiendo el propio miedo. Era la presencia del hombre de más edad el árbol que no le permitía ver el bosque.

Bandeaux perdió interés en ellos, pero no el elfo, y justo antes de la respuesta del vampiro, el humano realizó un gesto con la cabeza, con ambas manos rodeando la jarra de la que aún no había probado sorbo alguno. Como un resorte, los jóvenes se levantaron, produciendo un sonido de armas y protecciones que llamó la atención de buena parte del local. No se dirigieron a la salida, como hubiera cabido esperar, ni a otras mesas ocupadas por lugareños desarmados. Directamente, se arremolinaron a una insolente cercanía de los dos malditos y sus seguidores. Sí, eran más. Pero el desarmado espadachín no veía modo alguno por el que comenzar una pelea allí, contra adversarios de esa pasta, tuviese el menor atisbo de resultarles favorable. Si alguno sobrevivía sería un milagro.

-Sabemos quienes sois- aseguró uno de los muchachos, con un temblor en la voz que trataba de domeñar. El resto no emitió sonido alguno- Y sabemos qué sois- su mirada pretendía, sospechaba el elfo, infundir respeto o temor, y sólo lograba resultar inquieta y algo insegura- Díramis ha decretado que vuestras actividades en Roilkat terminan hoy. Todo lo que estáis creando en ésta ciudad será suyo desde ahora. Nuestro- se corrigió con rapidez, colocando una mano en la mesa con los dedos extendidos- Kravor está desterrado. Vosotros estáis desterrados- citó, como si él mismo diera la orden. Los ojos de Bandeaux pasaron de la furia a la sorna, y Nousis llegó a esperar que asesinase al joven humano allí mismo.

Lo que ocurrió, sin embargo, fue algo totalmente diferente.

Con una daga, el que se había dirigido a ellos seccionó limpiamente el dedo meñique de la mano que no empuñó el arma. Su rostro pasó de rojo al blanco y de nuevo tomó color, respirando con una fuerza inusitada, ahogando el grito natural a una mutilación como esa.

-Promesa de sangre- explicó otro de los muchachos, sin que el sacrificio de su compañero le afectase en absoluto- estáis acabados. Si no habéis abandonado Roilkat la próxima noche, os cazaremos como a ratas. No hay lugar para más redes que la de Díramis.

Dejando el dedo sanguinolento en la mesa, todos abandonaron la taberna, seguidos por el hombre cuyo gesto había comenzado la exhibición, quien desapareció por la cocina del lugar.

El hijo de Sandorai pasó sus ojos grises de Bandeaux a Kivfa. Poca importancia tenía para él una declaración de guerra entre bandas criminales. Necesitaba sus armas, y necesitaba escapar de las garras de la vampiresa. Su papel ahora sólo radicaba en jugar sus pésimas cartas en espera de una oportunidad.
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Mensaje  Caoimhe Miér Jul 27 2022, 15:24

El elfo sabía hablar, y sin embargo Caoimhe había deseado más de 10 veces en los menos de 3 segundos que duraron sus palabras que su lengua se hubiese pegado al paladar y no mas que un sonido de gruñidos hubiese escapado del aire en su garganta. Pero por supuesto eso no pasó.

La alegoría constante de grandeza que parecía inundar el aura de aquel desconocido estaba empezando a cansarla. Sin duda si hubiese sabido que salvar una vida implicaba tantas responsabilidades hubiese dejado que el jefe del aquelarre hubiese desangrado a aquel elfo tozudo. Con suerte hubiesen repartido algo de su  cálida sangre con ella...

Sacudió su cabeza apartando aquel pensamiento malévolo de ella y quiso poner la palma de su mano en su cara ante la misteriosa respuesta del que a partir de aquel momento había comenzado a considerar un esclavo poco sumiso. Su corazón se aceleró por un instante. No estaba muy segura de que Bandeaux se hubiese tragado aquella respuesta. Ese hombre estaba sediento de poder y cualquier error era lo suficientemente grave como para...

Ah... pero la suerte no les había abandonado. No aún.  Caoimhe le dedicó a Nousis una mirada furiosa y pensó de manera rápida mientras el grupo de chicos amenazaba a Bandeux.

Lo cierto era que en cualquier otra circunstancia aquel grupo desorganizado le hubiese causado nada más que pena a Caoimhe. Después de todo ¿Qué iba a hacer un grupo de humanos cargados con palos contra un aquelarre de vampiros embriagados y llenos de ego ganador?. Pero Caoimhe se percató de que ellos, el tal Nousis y ella, podrían ser el clavo ardiendo al que aquellos chicos se agarrasen.

Por supuesto Bandeux rio la amenaza como si de un mero espectador se hubiese considerado. Pero Caoimhe no estaba muy segura de que aquella amenaza fuese vacía. Sobre todo porque aquellos chicos habían encontrado una voz lo suficientemente alta como para alzarla.  Dejaron el local vacío de cuerpos pero lleno de incertitud. Caoimhe casi podía ver los pensamientos de Bandeux moviendose de aquí a allá. Había pasado el tiempo suficiente con un aquelarre como para saber que aquel hombre no quería alertar a Parvor por algo que no mereciese la pena. Sin embargo algo se escapaba a ella misma. Quizás no estaba tan tranquilo como aparentaba. Quizás aquello no era motivo de risas como en oro momento hubiese parecido. Y aquellas risas tras la marcha de los chicos estaban llenas de miedo y no de desdén.

Caoimhe miró a Nousis por un segundo. Tenía los ojos grises como un día de tempestad y el gesto altivo de una tormenta en ellos. Por un segundo Caoimhe no pudo evitar pensar la de almas que se habían marchitado en aquella tempestad.

Ya sabía lo que iba a hacer.


-Te traeré su melena- dijo levantándose y agarrando a Nousis acercándolo hasta si misma

El hombre abrió mucho los ojos.

Lo poco que sabían los vampiros sobre los elfos se basaba en que parte del poder de los mismos, su éter estaba contenido en sus cabellos. De ahí que muchas tribus elfas lo adornasen con trenzas y abalorios. Tanto que los órganos cercanos a los mismos se habían impregnado de ese éter y de ahí lo alargado de su forma.  Caoimhe sabía que el cabello de elfo era un bien codiciado  y que muchos vampiros de valía guardaban las trenzas de algunos elfos de la batalla de sandorai como objeto de valor y valía. De ahí  el gesto confuso de Bandeaux.

-Te juro que en cuanto...bueno en cuanto el elfo me done su sangre te traeré su melena como prueba de que este elfo ya no es una amenaza.- dijo

Bandeaux la consideró por un segundo, sopesando sus opciones. Caoimhe sabía que tenía la ventaja circunstancial de la amenaza del grupo de humanos. Aquello que hubiese sido mínimo en cualquier otra ocasión parecía una consideración a tener en cuenta en aquel momento.

'Un problema menos del que preocuparme' casi podía leer el pensamiento veloz de su compatriota. 'El trabajo sucio a domicilio. Un esfuerzo del que no tendré que arrepentirme luego. Y un trato seguro del que salir ganador y... con suerte condecorado.

Caoimhe sonrió de nuevo con picardía notando el momento justo en el que Bandeaux había sucumbido a los encantos de sus palabras.

El hombre dio un golpe sordo en la mesa y respondió a la sonrisa de Caoimhe con una un tanto más tosca.

-Su melena y un frasco de su sangre- añadio.

Caoimhe mirò a Nousis por un instante y tragó saliva apartando de pronto la sed de su garganta. Casi notaba como el elfo se removía de odio en su asiento. No estaba segura de lo que había hecho para que aquel hombre lo quisiese con tanta insistencia pero como buena coleccionista, el hecho de que alguien más quisiese lo que ella poseía tan solo aportaba valor a su elfo.

-No.- dijo Caoimhe, sacando de manera disimulada su pequeña daga y posicionándola con un movimiento veloz e inesperado en el cuello de Bandeaux- Su sangre es mía. -

Sus ojos se tornaron fríos y su gesto déspota y casi terrorífico en una versión cercana a su propio demonio cuando se alimentaba.

Bandeaux rio destensando sus hombros y Caoimhe apartó su cuchillo del cuello del vampiro deshaciendo su gesto hasta volver a su atractivo normal.

-Tres lunas llenas. Si no lo tenemos para entonces... entonces iremos a hacerte una vista a Beltrexus. Y dudo mucho que vayas a recibirnos con los brazos abiertos.-

Caoimhe captó aquello como una victoria mínima en la red de la guerra que se estaba tejiendo en su cabeza.  Sonrió mientras se levantaba de su asiento dejando una moneda en la mesa como pago de lo que había bebido. Agarró a Nousis por el codo tirando de él mientras aprovechaba que seguía unido a los grilletes.

Ambos escaparon por la puerta principal avanzando por la calle de adoquines desnivelados.

El silencio los perseguía y esta vez era Caoimhe la que intentaba llenar aquella quietud con los pensamientos de su mente de manera apresurada.

¿Por qué se estaba molestando tanto por aquel elfo? Lo que aquel aquelarre  le debía era al fin y al cabo tan solo un libro... pero habían roto un trato.Y ella no era nada sin la red de trueques y tratos que trazaba a su alrededor. No podía permitirse la desobediencia dispareja.

Empujó levemente a Nousis hasta el primer callejón oscuro que encontraron.
Aprovechando que el elfo caería en la pared se dirigió a las dos sombras que los habían estado siguiendo desde los tejados de aquellas casonas.

-Asegúrense de que me informan de todos y cada uno de los movimientos de Bandeaux- Una de las criaturas asintió de manera inmediata.

Se recostó por un segundo en la pared donde había dejado al elfo. Por un segundo pensó en la impresión que debía de estar causando en aquel desconocido. Poco o nada le hubiese importado en cualquier otra circunstancia pero en aquel momento ambos futuros estaban entrelazados de una manera u otra.

Podía simplemente echarlo sobre el hombro de su caballo y quedarse con él hasta cumplir las tres semanas exactas y entonces simplemente acabar con la vida desgraciada de aquella criatura. Lo miró de nuevo sopesando.

Pero corría el riesgo de que se escapase y que no hubiese cumplido con su palabra para el tiempo acordado. No necesitaba una revuelta de vampiros en Beltrexus. Su día a día era lo más cercano a feliz y corriente con la inópia de los habitantes de su pueblo. No le apetecía hacer peligrar aquella rutina lozana.

No estaba preparada para dejar ir y sabía que si su rutina en Beltrexus se corrompía no habría nada que contuviese a su demonio. Aquella idea le aterrorizaba.

No.

Por desgracia o fortuna para aquel elfo Caoimhe tenía que asegurarse de que el aquelarre no lo fuese más.

-Levántate. Me temo que tu noche no ha acabado aquí- dijo .Le habló como si cierta parte de ella se arrepintiese de no aprovechar la oscuridad de aquel callejón, romper los ropajes de aquel hombre y saciar su sed allí mismo, dejándo atrás tan solo la carcasa de su cuerpo.- Tenemos que buscar a los chicos de los palos. - dijo.


Lo miró de nuevo de arriba a abajo. Sopesándo si quitarle los grilletes o no.

La tormenta en su mirada la hizo decidirse por la segunda opción.
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Mensaje  Nousis Indirel Sáb Ago 06 2022, 14:48




Sus reservas de paciencia habían sufrido un deterioro considerable a esas alturas. Tan sólo las esposas le impedían tomar cualquier objeto que pudiese asemejar mínimamente a un arma e intentar romper el cráneo de las bestias que comerciaban sobre él como si fuese un maldito juguete. Aquello resultaba humillante, y contener la oscura voz que le dominaba en los peores momentos. Había perdido la espada que confirmaba su participación en la salvación de Árbol Madre, la mágica armadura que ya había demostrado su valía, e incluso su capa reforzada por la que había pagado un buen dinero. Ahora sólo tenía a mano su odio, y una necesidad de muerte que apenas le dejaba espacio para pensar.

Miró estupefacto a la mujer cuando le prometió su cabello al otro de los monstruos que tomaba parte en la maldita discusión. ¿Algún macabro fetiche de nocturnos? Su arrogancia natural le hizo contemplar a Kravor con un desprecio abrumador.

“Desgraciada criatura- soltó sangwa para sus adentros- jamás podrás rozar siquiera cuanto he llegado a ser”

La vampiresa, regateando, produjo en el reo una nueva grieta en su entereza. Las posibilidades de cometer una estupidez aumentaban por momentos. Apartó la mirada de ambos seres, buscando serenarse una vez más. Pero una palabra que detestaba incluso en mayor medida que la raza de sus captores impactó en el fondo de su cerebro. Ella. Ella vivía en la pútrida isla de los enemigos ancestrales de su nación. O había nacido con esa mácula, o peor, había nacido bruja y había sido transformada en esa criatura, pasando de ser una abominación a otra diferente. Respiró con lentitud. El mal del continente mitigaría si separase la cabeza de los hombros de ambas bestias. El problema continuaba radicado en sus nulas opciones. El tacto del monstruo cuyos ojos no se habían decidido por una sola gama cromática casi le hizo desear que intentase acabar con él de una vez. Todo ataque dejaba algún punto débil y él no tenía más que perder.

Pero no fue así.

La pequeña escolta de la vampiresa se alejó, y el elfo arqueó una ceja de pura incredulidad. Solos, sus posibilidades aumentaban de una manera que casi le hizo sonreír.

-Si buscas morir de una manera tan estúpida, busca mi espada y quita estos grilletes de mis manos- indicó Nousis, caminando cerca de Kivfa. El claro punto de la conversación con el lugarteniente de Kravor se encontraba en la falta de sinceridad que los propios vampiros mentaban acerca de su carcelera. No le sorprendía conocer tal ausencia de confianza entre monstruos, por lo que tampoco había llegado a desdeñar la advertencia de la mujer acerca de los secuaces del nocturno que le había apresado en primer lugar. Miró alrededor de forma disimulada. Dioses…

-Acabarán contigo nada más verte- remachó el elfo, buscando que aquella bestia comprendiese las implicaciones de lo que pretendía- Y si tu idea es pasearme de ésta guisa- levantó las muñecas, molesto- confío en que no tardes en hallar la manera de explicárselo a los humanos que guarden las calles ahora que el sol ha descansado. ¿Cuánto ha pasado desde que los tuyos intentaron hacerse con la ciudad de Lunargenta?- inquirió retórico. Tenía bastante convencimiento acerca del escaso afecto que la raza de los vidacorta aún tendría por los malditos. Se detuvo un momento, fijando su mirada gris en los ojos de la mujer. Ella había hablado de eso varias veces, pero él, hasta ese momento, no pudo detenerse a plantearse tal cuestión- No voy a huir de aquí. No, sin mi espada, ni el resto de mis pertenencias, ni pensarlo. No me iré como un vagabundo, ni como un soldado derrotado que tira sus armas para correr lo bastante rápido para salvar la vida.

-Si hubiese querido morir de manera estúpida le hubiese dicho a Bandeux que estabas enamorado de mí. Oh no- se detuvo, aparentando una expresión inocente- espera, lo hice. Y eso permitió que sigas alzando ese cuello- la mera sugerencia del recordatorio de haberle salvado de la muerte le hizo revolver el estómago. Y la mujer no le permitió olvidarlo- Deberías estar agradecido de que te haya arrancado de sus manos. Te podría haber dejado ser atado de un palo con una sentencia de muerte sobre tu cabeza- continuó implacable- Y ahí tenías tus armas al lado. No vi que eso marcase una diferencia. De modo que agradece que te permita caminar sin peso en los pies.

Cualquier deuda con esa engendro, se desvaneció ante la insolencia que la vampiresa se atrevía a mostrar. Según tales palabras salían de sus labios, Nou tan sólo deseó fervientemente sentir astillarse las costillas de su enemiga bajo sus propias botas.

Todo apuntaba a que no sería nada fácil encontrar a los partidarios del tal Díramis. Los callejones, silenciosos, saludaban a la extraña pareja de manera tétrica, con un viento suave que tan sólo parecía querer hablar de pesadumbre. Aquel era el mundo de las bestias malditas como Kivfa, recordó el elfo. Oscuridad y sangre. Resultaba claro como el cristal que unas criaturas incapaces de apreciar la belleza del sol, resultaban por entero ajenas a la luz y la bondad. Había conocido nocturnas que aparentaban salirse ligeramente de ese patrón, pero eran demasiadas las que sólo había visto extender caos, dolor y muerte.

Un triste mendigo aferrado a una capa que había visto tiempos mejores levantó la mano a su paso, por entero ajeno a la extraña escena que ambos presentaban. El temor al dolor sin duda se había diluido ante la amenaza diaria de morir. Una existencia terrible.
Las grandes urbes de los humanos poseían claras semejanzas en varios puntos, se permitió comparar, atravesando un callejón cuyo olor le hizo torcer el gesto. Los golpes recibidos aún le producían molestias en la parte posterior del cráneo y otros lugares, y sabía que las sufriría durante días. Su acompañante lo guiaba con bastante determinación, como si supiera de una manera aproximada dónde podrían encontrar algún dato que les llevase a la banda de Díramis, mas sus curiosos ojos volvían a él de vez en cuando, como el mercader que acarrea el caballo que espera vender, ojeándolo cada cierto tiempo a pesar de escuchar el sonido de sus cascos.

Aún se encontraba algo incrédulo por la falta de seguridad de las calles, preguntándose dónde diablos estaban los centinelas que debían velar por los ciudadanos. Los materiales de las moradas que habían ido dejando atrás paso a paso mostraban una pobreza que no había aparecido antes. Nousis se removió, inquieto. Cualquier asaltante mediocre podría abrirle el estómago en su estado actual con un golpe afortunado con sus defensas tan mermadas. Una humana decrépita pidió una moneda a cambio de bendecirles para que nada les ocurriera el día siguiente, pero desapareció de su vista, presurosa, al sentir los pasos de un pequeño grupo. La vampiresa aprovechó el desconcierto de su prisionero para empujarlo a un resquicio de la vía fuera de los ojos de quienes transitaron por ella segundos después. Nou la miró directamente a los ojos, preguntándose quien de los dos sería más rápido, él esquivando y dando la alerta o ella clavando los dientes que la definían como el monstruo que era en tan escasa distancia.

Arriesgándose, ojeó un instante desde su posición, sólo para comprobar que nada tenían de guardias los embozados cuyos pasos ahora se alejaban progresivamente. Carecía de sentido cambiar un peligro menos acuciante por otro probablemente más real.
Ella se apartó de él, cuando una nueva pareja de encapuchados dobló la esquina. Los separaban unos veinte pasos, y los recién llegados avanzaron tres o cuatro antes que el elfo comprendiese que había llegado a su límite en cuanto a ser tratado como una mercancía. Tampoco podía correr adecuadamente con las manos así, se admitió. Sendos puñales acompañaron a las sonrisas de quienes a todas luces creían haber atrapado a unos amantes en los momentos previos de juego, un objetivo sencillo. Sólo cuando el primero captó los grilletes que portaba el hijo de Sandorai la duda asomó a sus ojos. Pero ni eso disuadió a Nousis.

Su voz interior cantaba, distraída, nadando en densa marea roja.

Esquivó el intento de puñalada del joven, girando sobre sí mismo y pudo contemplar una incredulidad absoluta en el humano cuando su rodilla crujió ante la patada con la que atacó. Cayó, y con horrible fuerza, la bota se estampó en el rostro del salteador, antes de verificar cómo Kivfa se había ocupado del segundo. Un débil gemido salió de los labios de su enemigo.

Hasta que le destrozó el cráneo con un segundo golpe. Sangwa ronroneó.


Última edición por Nousis Indirel el Vie Ago 19 2022, 10:38, editado 1 vez
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Mensaje  Caoimhe Dom Ago 14 2022, 21:38


La luz de la luna guiaba los pasos de la vampiresa. Tenia cierta intuición sobre dónde encontrar a Diramís. Para placer y molestia de la chica. sus viajes al norte eran cada vez más comunes y aunque eso significaba expandir sus trueques mas allá de la antigua ciudadela y hacerse con tesoros quizás más únicos y suculentos, aquello también significaba dejar la quietud de su hogar y entrometerse en ciudades malditas como aquella.

Sus pies conocían el camino.Si había alguien en particular que le asegurase el emplazamiento de Diramís estaba segura en que no tardarían en llegar a ella. Al fin y al cabo no era dificil no percatarse de sus colmillos, especialmente con la sed, como la tenia , a flor de piel.

Miró a la carga que compartía su objetivo, siguiéndola tan apresurado como sus heridas visibles lo dejaban. Por un momento, Caoimhe sintió una punzada de pena al apreciar el aspecto desmejorado de su rostro bajo la luz de los rayos de luna, pero las ultimas palabras compartidas entre ambos había dejado ver que la chica no tenía intención de desatarlo. Se mordió el labio inferior, pensativa mientras seguían caminando. Estaba segura que a estas alturas desatarlo no hubiese cambiado mucho la situación, pero por alguna extraña razón la sed parecía más dificil de controlar frente al tal Nouisis y no podía demostrar vulnerabilidad si quería que la tomase en serio. La tormenta de su mirada le decía que aquel elfo no era precisamente un santo, asi que la culpabilidad desapareció pronto.

Para fastidio de Caoimhe, las calles de aquel distrito oscuro estaban más transitadas que de costumbre. El primer anciano pidiendo limosna no era simplemente una casualidad, y la segunda mujer que les prometía suerte tan solo fue la confirmación de que sabían que estaban allí. Tan solo era cuestión de tiempo que se hiciesen presentes.

Antes de que se diese cuenta, sin embargo, estaba a dos palmos de distancia del sucio elfo, aspirando el hedor misterioso de su sangre seca en uno de los callejones que difícilmente los protegerían de los oídos de los afines a Diramís. Intentó pensar rápido cuando los pasos se volvieron una realidad y su escondite de "enamorados" no sirvió de mucho, pero se ve que el tal Nousis no era hombre de conciencia, sino de acción. Aquello en cualquier otra circunstancia quizás le hubiese parecido una cualidad cuanto menos tentadora. En aquel momento y en el momento justo en el que escuchó las rodillas de uno de los hombres que los habían descubierto romperse su minuto de pensar había sido decidido por ella. La otra sombra que los había descubierto se le avalanzó con un puñal en la mano.

Se apresuró simplemente a hacer lo que llevaba evitando desde que había llegado a aquel lugar. Aprovechó los movimientos certeros de Nousis y su atareada retortera de golpes a ambos hombres para dejar escapar la bestia y bueno.. consumir a su oponente de manera certera y fría. 1...2...3..4..5 minutos. Exactos.  Zagreus hubiese estado orgulloso. En uno o dos minutos el corazón de aquel hombre dejaría de latir. Sintió nauseas tan solo pensando  en lo que acababa de realizar las imágenes mentales de aquel desconocido surcando su propia mente. Tenía una hija de apenas 5 años * La amaba. Se apoyó por un segundo en la pared mientras su compañero seguía atinándole porrazos al pobre hombre y se compuso, con las nauseas aún en su estómago.Anotando mentalmente el odio a si misma por lo que acababa de hacer. Sus manos aūn temblando. Su sed, sin embargo, ronroneando de placer.

Dejó a un lado el cuerpo moribundo de su víctima cerciorándose de que Nousis no había visto nada. Una cosa era comenzar a entender que su maldición podía ser útil en momentos claves como cuando estaban a punto de matarla, y analizar que para mantener su cabeza fría necesitaba alimentarse. Otra muy distinta era dejar que alguien ajeno a ella participase en la intimidad de ver como se alimentaba.

-Espero que estés contento- le dijo de manera rencorosa, enfadada y lejos del tono altivo que hasta ahora había usado con él, esta vez aún peleando consigo misma por sus acciones en aquel callejón- No era exactamente así como quería presentarme ante Diramís...

Ya estaba todo perdido ciertamente así que agarró a Nousis por los grilletes y cuando ambos estaban en el medio de la calle principal se acercó a la tercera mendiga que habían encontrado desde que surcaban las calles. La palidez de su rostro poco tenía que envidiar al de la propia Caoimhe, aūn debilitada por el asco de saber que había acabado con una vida de manera egoísta. Caoimhe se quitó uno de sus pendientes de plata bruñida con centro de amatista verde y se lo entregó a la mujer.

-Son reales. Con dos o tres será suficiente. No es como si no hayamos venido a encontrarnos con él, de todas formas- dijo.

La mujer sonrió dejando ver una boca con apenas tres dientes de oro. Alzó el pequeño plato de metal que agarraba para pedir limosna y con el reflejo de la única antorcha de la calle creó una red encadenadas de reflejos que se perdieron en una casa no muy lejos de donde estaban.

Antes incluso de que pudiese saber exactamente donde se perdía la luz, Caoimhe y Nousis estaban rodeadas de 10 cuerpos fornidos.

-Te dije que con dos o tres era suficiente. Vieja loca- dijo y le escupió  a los pies, dejándo un trazo de sangre aún sin digerir.  Agarró a Nousis de los grilletes atrayéndolo hacia si e impidiendo que comenzase otra pelea.

Mientras, los hombres los apresaron a ambos y Caoimhe se dejó llevar, Casi podía ver el semblante confuso de su compañero.

-Tú empezaste... - dijo aún con el tono enfadado que había adoptado desde que se había alimentado, pero algo más pausado.

El grupo de hombres que los portaban atravesaron puertas y puertas siguiendo el reflejo de la luz de aquella transeúnte. Ambos en volandas, bajaron escaleras a sótanos para después simplemente subirlas de nuevo a torres altas. Parecía una red entramada de casas contiguas, un laberinto de casas que parecían llevar a un sitio central que no tardaron en encontrar.

Cuando llegaron, la sala redonda bien iluminada los recibió con casi el mismo número de personas que  habían acudido a apresarlos. En el centro, una mesa de piedra repleta de libros. Las paredes llenas de armas divididas por categorías y material. Distintos enseres para la batalla acumulados aquí y allá y todos y cada uno de los hombres que ocupaban la estancia parecían atareados aprendiendo a luchar, o afilando una de las armas, o.. simplemente compartiendo estrategia de  batalla. El bullicio de choque de las armas y gritos de guerra evitó que se les oyese llegar.

En el centro de la sala, un hombre fornido de complexión fuerte, alto, con el cabello cobrizo y ojos rasgados y grandes color ámbar, parecía dirigir las acciones de los allí presentes. Su gesto era frío pero denotaba cercanía hacia a los que ayudaba a mover armas y decisión en su voz. A él se dirigieron los hombres que los habían captado para informar de su llegada.

El hombre los escuchó de manera desinteresada al principio, pero las manos que la sostenían se relajaron ante aquello. Caoimhe escuchó su propio nombre y tan solo entonces Diramís se giró para observarla.

Dejó su arma a un lado y se apresuró casi a zancadas, con el gesto fijo en ella. El corazón de la chica palpitó de manera estrepitosa en su pecho. Diramís la envolvió en un abrazo reconfortante que hizo que por un segundo las nauseas por acabar con uno de sus hombres desapareciese. Se permitió incluso y de manera disimulada responder a ese abrazo y entrecerrar los ojos en él.

-Me prometiste que no ibas a volver aquí.-dijo entonces el hombre apretando aún más el cuerpo de la chica al suyo. Caoimhe sonrió al escuchar su voz familiar. - Parece que ha pasado un siglo desde la última vez...Te echaba de menos- susurró en su oído, usando una voz pausada y tranquila que poco tenīa que ver con la anterior.

La sangre del hombre cerca al pecho de Caoimhe le traía recuerdos de campos de trigo y amaneceres longevos.

-¿Sabes que tengo que matarte no? - dijo el hombre, interrumpiendo los recuerdos de Caoimhe y  acariciando su pelo por un segundo.
-Está bien... yo he acabado con Gordrik en una de las bocacalles junto a la plaza mayor- Caoimhe se desprendió entonces del abrazo de aquel hombre y el sentimiento de asco volvió a estómago, llevándose con él cualquier rastro de rubor en sus mejillas.

-Han sido dos cuerpos...,- corrigió uno de los hombres que los había traído hasta allí.

Diramis la miró abriendo mucho los ojos y separándose aún más de ella, como analizándola.

-El segundo no fue mi culpa.- señaló con la cabeza a Nousis-... Lo siento por Gordrik yo... la sed... - bajó la mirada.  Diramís suspiró pero sus ojos se volvieron hasta Nousis de manera curiosa.

-¿Quién es?- dijo con algo de curiosidad y suspicacia en sus ojos afables.

-Nadie- contestó de manera rápida Caoimhe. Sus ojos se cruzaron con Diramís de manera significativa a lo que se apresuró a añadir- No es un maldito. Tan solo estoy yo.

El hombre se relajó, pero Caoimhe creyó ver como sus ojos se posaban en los grilletes. No dijo nada, sin embargo. Tan solo dio la orden para que dejasen de agarrar a ambos y  los hombres que los habían apresado los dejaron estar y se volvieron a unirse a sus compañeros.

-Gordrik..bueno... Era él o yo- mintió, apuntando a una mancha de sangre a la altura de su abdomen como resultado del proceso de alimentarse pero que bien podría pasar por suya propia.

-Entiendo- dijo el hombre y los hizo caminar hasta una sala más cerrada. Una vez allí, el chico pareció dar rienda suelta a sus ojos y los paseó por Caoimhe de arriba a abajo, analizándola.  Cerró la puerta una vez que Nousis y ella hubieron entrado en la sala y  al pasar por al lado de la chica le acarició el pelo. Caoimhe suspiró, sintiendose culpable.


-Veo que.. bueno, que vuestras armas han aumentado bastante. ¿El negocio con ciudad lagarto es fructífero imagino?- desvió la atención a una pequeña daga con la silueta de una luna en su empuñadura, que Diramís había expuesto en la única estantería de la sala.

- Lo dices como si esto no fuese tan solo el resultado del contacto que nos proporcionaste- El hombre de nuevo se acercó a la chica y puso su mano en la cintura de Caoimhe mientras ambos observaban la daga, ingorándo la figura de Nousis- Estamos más cerca que nunca de tomar a Kravor.  La última redada bueno... alguien les dió información acerca de cuando y donde íbamos a aparecer. Los asquerosos demonios chupasangre desaparecieron por miedo a nuestras estacas- dijo Diramís acercando más a Caoimhe hacia si.

La chica carraspeó incómoda y se alejó de él. Tan solo recompuesta por el hecho de que a pesar de haber sido ella quién proporcionó información a Kravor, Diramís seguía vivo. Había veces que sus negocios eran... ciertamente problemáticos.

-Oh no... ya sabes que... bueno tu demonio es.. tu demonio es especial.- añadió Diramís pensando que la chica se había molestado por la manera en la que se refirió a los vampiros.- De hecho... encontramos el libro del que te hablé... creo que con el brujo adecuado podemos... podemos hacerlo desaparecer. Con el brujo adecuado ambos podríamos... Tú me has ayudado tanto.. serías tan..imm..- comenzó a decir de nuevo atrayéndola hacia él.

Caoimhe lo alejó de manera cortante.

-No he venido a eso- continuó- Se exactamente el emplazamiento de Kravor y los suyos.- dijo Sus ojos moviéndose lentamente de la mirada decepcionada de Diramïs- Y este elfo.. bueno,este elfo los ha estado peleando durante bastante tiempo según creo entender. Pensé que quizás esta vez... podamos ser parte del golpe mortal a Kravor y los suyos de una vez por todas.

Diramís cambió su semblante a uno algo decepcionado por la negativa de Caoimhe y como si se hubiese olvidado que el elfo estaba allí lo observó de nuevo.

-Vaya, vaya... ¿así que tu vas a ser nuestro elemento sorpresa mmm?- dijo, trasmitiendo la molestia del rechazo de Caoimhe al tono que usó con él, como analizándolo.
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Mensaje  Nousis Indirel Sáb Ago 20 2022, 22:51




No contaba con aquello, en absoluto. En modo alguno se le habría ocurrido relacionar a la vampiresa con la tropa de desastrados que habían amenazado a Bandeux, pero sus palabras, afirmando conocer a quien el elfo confiaba en encontrar a raíz de lo peor que Roilkat podía ofrecer, no dejaron lugar a dudas. Aún sorprendido, aunque con mayor comprensión de la situación a la que Kivfa culebreado, asistió al extraño modo en que ésta los introdujo por los primeros recovecos de la organización que Díramis regía.

Ingenioso, reconoció, aún con las manos propiedad del monstruo de cabello oscuro.

El asesinato de esos criminales había calmado la furia y el deseo de muerte que siempre guardaba en esa jaula de la parte que en su cerebro manaba tiniebla. Por supuesto deseaba matarla, pero cuando más avanzaba la extraña noche, más y más objetivos se colocaban entre él y ella. Nuevos enemigos, mayores problemas, ausencia de su equipo.

El conocimiento que Nousis poseía acerca de la ciudad distaba de las numerosas ocasiones que había hollado Lunargenta o Baslodia. La sensación de poder perder la vida en cualquier momento nunca había dejado su mente, no desde que ella lo había tomado de las garras de Kravor. Acusaba el cansancio de la alerta continua, la fragilidad de encontrarse sin protección alguna, el corazón palpitando de una manera más clara y rotunda de quien comprende la clara posibilidad de sus últimos compases. Y continuaba sin percibir la longitud de las intenciones de su carcelera, donde se mezclaban la innata curiosidad del hijo de Sandorai con el odio por su raza y situación. Sólo se vio impelido a dejar de pensar en lo que la mujer se traía entre manos cuando sus nuevos captores le hicieron llegar a lo que asemejaba a un cuartel general de algún tipo de rebelión. Paseó la vista, interesado, por los individuos que componían la organización, tratando de razonar el nivel de habilidad, preparación o seguridad que podrían poseer con la única ayuda de sus ojos grises.

Sí, el engendro de los colmillos había revelado que lo conocía, aunque fuese de un modo más o menos indirecto. El encuentro entre ambos, para el espadachín cuya arma aún continuaba lejos de sus manos, no se limitó a algo tenso o primerizo. Su mirada se oscureció ante la cercanía de ambos, cuestionándose si Díramis era un nuevo peón, al igual que él, en la estrategia que Kivfa estaba desarrollando contra Kravor y Bandeaux. Demasiados malabares, se dijo despectivo. Demasiados intereses.

Con la desconfianza llegando a puntos para los que el elfo ni siquiera tenía palabras, advirtió que en esa nueva sala había perdido los últimos retazos que le hacían dueño de su destino, aunque éste significase una muerte violenta. No había ya forma sin intervención divina en la cual pudiese volver a pertenecerse. Sintió una pincelada de dolor en la mandíbula al darse cuenta de la fuerza que estaba ejerciendo en los dientes. Sus ojos esquivaban tanto al monstruo como al líder de la escoria que a éste seguía. Pocas cosas en el mundo protegía más que a su orgullo, y a pesar de la situación, sus largos años de viaje habían trasteado con momentos como aquel en más ocasiones de las que hubiera deseado. Todo ser vivo llegaba a temer con la dosis adecuada de dolor y falta de esperanza. Nou aún no había sufrido ninguna de ambas en esos momentos, y su semblante sólo exhibía frialdad, ira contenida y un punto de altivez que su mejorable aspecto tan sólo acentuaba por contraste.

Díramis logró arrancarle de su torre de arrogancia.

Podía detestar a esos rufianes, y no lamentaría sus muertes en el momento que llegasen, todo indicaba que la ciudad estaría mucho más segura sin que fuesen capaces de respirar de nuevo. Sin embargo, los planes del hombre al mando atrajeron su atención como no le había ocurrido desde que Kravor estuvo a punto de matarle.

Pues por fin había encontrado un atisbo de sintonía en toda aquella cadena de crimen y violencia. Con matar malditos sí podía comulgar. Se permitió una pequeña sonrisa, a pesar del extraño trato que a Kivfa mantenía fuera del exterminio de engendros como ella. Volvió a preguntarse por los pasos que esos dos habrían compartido en el pasado y tomó nota que esa criatura ya había hecho tratos por un libro, por sí mismo, y por información. Si para ella todo tenía un precio, ¿estaría engañando también a Diramis, atrayéndolo a una trampa de Kravor? A su mente acudieron las expresiones de ambos cuando él aún se encontraba atado y a merced del líder del nido, y tras ello, las compuestas por Bandeux. O era una actriz extraordinaria, o cabía en lo probable que realmente buscase eliminar a sus congéneres.

Mantuvo la mirada al humano antes de responder. Era la primera vez que contemplaba una opción real para acercarse a cuanto requería en esos momentos. No podía desaprovecharla.

Ladeó la cabeza, parpadeando una sola vez de manera deliberadamente lenta, transmitiendo un notorio hastío.

-Todo ese nido ya ha visto mi rostro- comenzó, enterrando de su tono cualquier hostilidad, un reto complejo- Podría contar con los dedos de una sola mano las cosas que ahora mismo desearía más que masacrar -un remanente de cruel sonrisa escapó por la comisura de sus labios antes de poder revertir el gesto- vampiros- sus ojos grises no se apartaron del líder de la organización, a pesar del deseo de ampliar tal declaración de intenciones a la mujer presente- Pero- levantó sus esposas- no estoy en condiciones de ayudar en lo más mínimo. Robaron mi espada, mi armadura, mi capa, mi bolsa de viaje… Casi una pertenencia por cada engendro que maté- volvió a sonreír- Si deseas mi ayuda, mi único precio es recuperar lo que he perdido.

Notó como Díramis lo miraba de pies a cabeza, comprobando un aspecto lastrado por el sudor, la sangre seca, los golpes recibidos.

-Y un baño- añadió osado, provocando por primera vez que un gesto de simpatía despuntase en la faz del criminal. Éste avanzó medio paso hacia él.

-Puedo liberarte- admitió- si tu pretensión de venganza es tal como la has descrito- sus palabras resultaban sosegadas, medidas- Tu muerte no me supondría problema alguno, y si resultases útil y eliminases a alguno de los seguidores de Kravor, tanto mejor. Claro que estará a tu cargo- dirigió la mirada a Caiomhe, como expresando una absoluta obviedad.

La objeción de Nousis resultó extremadamente llamativa a tenor de cuanto sus ojos llegaron a mostrar. El líder de la banda achicó los suyos, en un gesto inequívocamente peligroso.

-Si huyes, la mataré- puntualizó como si no existiese amenaza alguna en los sonidos que emitía- Y si eres tu quien no cumple- sonrió a la vampiresa- el elfo no saldrá vivo de Roilkat. Tal y como habéis llegado hasta a mí resulta evidente que existe cierta… fricción. Quizá con ésta advertencia, seáis capaces de controlaros el uno al otro. Entretanto, mis propios hombres de confianza vigilarán la operación y vuestros movimientos.

Evaluó a ambos, antes de chasquear los dedos.

-Llevad al elfo a nuestra posada, y liberadlo. Traedlo nuevamente cuando esté presentable. Entretanto- se refirió a Caiomhe- Tú y yo nos pondremos al día.


[…]


Tres bastardos bien armados, dos de ellos con sendas ballestas dispuestas a abrirle boquetes suficientes para morir antes de caer al suelo, lo acompañaron, despojándole de las esposas, haciéndole sentir extraño al volver a separar los brazos a mayor distancia de la antes permitida.

Si antes era prisionero de Kivfa, tal condición no había variado a manos de Díramis, tan sólo la crucial diferencia, sonrió contemplando sus muñecas, de esa ansiada libertad. No era mucho, y lo era todo. Había dejado de sentirse como un animal enjaulado, listo para ser sacrificado y servido en mesa. Ahora, pensaba con regocijo, os costará haceros con mi piel llegado el momento. No sería regalada.

Sintió el agua caliente de la tina de madera como una purificación, recordando con agrado la última vez que la disfrutó acompañado. Desentumeció sus músculos y los repasó, aseó la melena, eliminando los restos de suciedad que se había adherido a sus poros, secándose con una toalla de suave composición que no esperaba en un ambiente así. Su ropa, llena de cortes y manchas, se encontraba inservible, pero una muchacha colocó algo para él en la única silla de esa habitación sin ventanas, donde solo dos lámparas de aceite ofrecían luz a toda la estancia. Se vistió, aún con la familiar sensación de desnudez por la falta de su espada, y salió… siendo apuntado por los hombres de Diramis que en ningún momento habían abandonado la puerta.

Regresaron, calculando el elfo apenas una hora desde que se le hubo permitido el baño. Muchos de los miembros de la banda habían desaparecido de allí, y junto al líder y Kivfa, sólo se encontraban once guerreros, dispuestos en diversos lugares atendiendo a diferentes actividades. El humano sonrió al verle adecentado.

-Agradezco la cortesía- manifestó Nousis, más relajado.

Su oyente realizó un gesto con la mano, despachando tales palabras.

-Nada tiene que ver con algo así. Sólo se trata de una deuda más-
mantuvo la sonrisa, y el forastero comprendió ya acertadamente que la persona que tenía delante apenas tenía la necesidad de manifestar ira u odio para amedrentar cuando le era necesario. Alguien difícil de desconcertar. Su impresión sobre si era Kivfa la más avezada en aquel océano de intereses e inquinas se estaba resquebrajando.

-Dada la información de mi querida Caiomhe, formaréis parte del ataque a uno de los cuatro puntos que destruiremos ésta noche- hizo un gesto para que el elfo se acercase al plano de la ciudad- varios grupos de los míos ya han partido. Irás desarmado- apuntó- Pues os infiltraréis en el almacén del suroeste. Sabemos que tiene un pasaje desde el local comercial de Tasli Kentae- y Nou frunció el ceño cuando Diramis, por alguna razón, se dirigió claramente a Kivfa al ordenar algo tan concreto- Ella debe morir en el asalto. Y debéis matarla vosotros.

Aquello no le gustaba. Si esa mujer, fuera quien fuese, ayudaba a los vampiros a intentar controlar los bajos fondos de Roilkat, el destino que el jefe criminal buscaba para ella no habría turbado lo más mínimo al elfo. Pero la inexistente confianza que se respiraba en el lugar no simplificaba las cosas. No podía asegurar su culpabilidad, y tampoco hacer caso omiso al requerimiento.

-Debéis arreglároslas para entrar. Desconozco cuantos de esos demonios pueden encontrarse dentro, si es que hay alguno. Ni ruido, ni problemas. Una vez hayáis asegurado la puerta y eliminado a Tasli, mis hombres tomarán la mercancía. Es posible
-miró al elfo – que cuanto te hayan robado esté allí abajo. Sea como sea, será un golpe a las finanzas de Kravor. Tras ésta noche, no tendrá opción. Tendrá que venir a matarme con todo lo que tiene, o caer en desgracia.

-Demostrarás que no puede proteger sus propias existencias, ni a quienes le pegan por protección- resumió Nousis. Bien ejecutada, era una jugada razonablemente diestra, se admitió- Si no se venga, quedaría como un cobarde. Podría perder el liderazgo, o la cabeza- dedujo.

-Parece que ésta vez no te has asociado con un estúpido
- indicó con sorna a Caiomhe- Tras tomar el almacén, regresaréis aquí para el siguiente paso. No olvidéis- recalcó- que los míos tienen orden de mataros tratáis de que os pierdan de vista o intentáis algo contra ellos. Aunque no espero una torpeza así por vuestra parte. Todos queremos lo mismo, ¿no es así’

Los miró una última vez, antes de despedirlos de su presencia, acompañados de cinco miembros de su banda.

-Buena caza.
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Mensaje  Caoimhe Miér Sep 14 2022, 15:23

La sala se habia tornado silenciosa, como si las palabras de Diramis hubiese puesto fin a una música silenciosa que había estado sonando en la parte posterior de su mente. Como una banda sonora.


Cruzo sus brazos ante el órdago de aquel hombre. Diramis la conocía bien: Su vida era sin duda mas valiosa que cualquier otro ataque o victoria que el hombre se pudiese agenciar aquella noche.


Quizás lo suficientemente bien como para saber que aquel trato, aunque algo injusto consignaba su futuro al igual que el del elfo, y aquello era lo único en particular que podía unirlos más allá de las paredes rocosas que la separaban de su libertad. Hizo una mueca de desdén al observar cómo Nousis era acompañado de manera forzosa dejando la estancia, aun en silencio.




Lo vio salir pensativa, con los brazos aun cruzados y la espalda aun enfocada a Diramis. Vio como el cabello enmarañado del hombre se perdía entre los cuerpos de los seguidores de la doctrina del hombre a su espalda. Pero lejos de estar ansiando la visión de alguien que se marcha, Caoimhe intentaba componer en su cabeza el curso de acciones que la llevase a salir de aquel lugar sin necesidad de perder la vida ni la dignidad en el camino.



Noto los pasos de Diramis a su espalda. Caoimhe sabia que era su cintura la que buscaba de nuevo y se movió lentamente aun mas molesta que antes.



-No entiendo que tipo de derecho crees que tienes con respecto a ese elfo- dijo y volvió a fijarse en la figura ahora minúscula de Nousis al que podía ver como quitaban los grilletes. - Es mío. Mi recompensa. Mi parte de un trato que ciertamente no fue cumplido. - Se giro ahora hasta Diramis quien aprovecho para apartarle uno de los cabellos de la cara obnubilado, pero escuchando sus palabras- -Mismo trato que me ha traído hoy aquí con tu información valiosa. ¿Acaso dudas que no haya algo que pueda usar de la misma forma contra ti? - continúo dedicando ahora toda la atención de sus ojos desiguales al ámbar de Diramis.




--Oh... para nada. De hecho, ya cuento con que estés buscando una manera de sacar provecho de este encuentro. Como lo haces con todos. - Caoimhe le aparto la mano de la cara y se alejó de él. El hombre resoplo, apoyándose en la mesa y cerrando un poco los ojos--- ¿Acaso no te cansas? – dijo- --Pensé que después de. después de Tasli, quizás considerases verdaderamente intentar deshacerte de todo... no sé. Ya sabia que esa jodida parte tuya demonio te hacia casi tan fría como la roca que pisamos. De hecho, me sorprendió verte relacionada con el tal Nousis… ¿ahora te acuestas con elfos? - lo dijo con una mezcla de asco y molestia en la voz. Caoimhe le dedico una mirada severa y se dispuso a hablar. Diramis sin embargo continuo su monologo como si lo hubiese ensayado mil veces


--- Y aun así no es que esperase distinto… Se me olvida que tus emociones se guían por tu ponzoña. Lo has demostrado mas de 100 veces. Todo lo que no sea comida.. no las merece- Titubeo llevándose las manos a la cara. Mostrando por primera vez desde que Caoimhe había entrado a la sala el cansancio que suponía su cruzada. Aquello relajo a Caoimhe que comprendió que aquella charla era para el mismo más que para ella- --Pero sabes lo que su cambio supuso para mí. - Diramis comenzó a caminar de manera desordenada por la habitación- -- Tu también la conocías bien. Pensé que habíais sido amigas durante buena parte de cinco años y… No es tan solo Kravor es… lo es todo. - La miro con furia- --Joder, Kiva… era mi hermana- El hombre trago saliva como recomponiendo sus pensamientos.

Se paro en seco y la miro durante unos segundos que parecieron eternos.

La imagen de Tasli inundo su cabeza. Su risa. Las tardes bajo el nogal del taller de su casa en Beltrexus. Los libros sobre artefactos que robaban de su padre. El candor de sus ojos al hablarle de la grandeza de su hermano… Las veces que a escondidas tocaba la puerta de su dormitorio tan solo para buscar una coartada que la excusase ante el para escaparse a ver a Kravor.

Diramis suspiro hondo de nuevo. Había duda en aquel suspiro.
—Aun lo es.Y ahora quieres que la mate- dijo simplemente. -- Ahora me condenas a acabar con ella para intentar borrar el hecho de que tomo su decisión. Me obligas a formar parte de esta venganza contra ti mismo- Se acerco a el y tomo una de sus manos- Dices que no me importo que tu hermana te dejase para compartir mi maldición y me castigas obligándome a contemplar como te consumes para acabar con el motivo de su cambio. Estas convencido de que yo tengo una manera de alejarme del veneno que me hace bueno… lo que soy, pero sentencias a tu hermana a la par que me recriminas a mí el mismo hecho. Tan solo porque ella...



---Es distinto- rugió, Diramis apartando las manos de Caoimhe--- Tu no tenías opción ¿verdad? Estoy seguro de que si las tornas se cambiasen y el pasado llamase a tu puerta tu entregarías todos tus estúpidos artefactos. Tirarías a la basura todas y cada una de tus estúpidas botellitas de sangre y volverías a ser… bueno. Tu- Apretó las manos de Caoimhe reposándolas en su mejilla por un segundo.

---Ella en cambio... ella se condeno a sabiendas. Lo hizo por poder, por deseo, por verse envuelta en la red de mentiras de Kravor y aceptar el ser una criatura de la noche por su culpa. Lo hizo porque le daba igual acabar con la vida de su madre para saciar su sed. Y porque su hermano no era más que un estorbo en su plan grandioso para convertir al mundo…- dijo con la rabia.

--Lo hizo por amor. - dijo Caoimhe sonando quizás algo mas melosa de lo que deseaba.

Diramis la miro de nuevo esta vez de manera significativa y dejo caer sus manos liberándola.

Aquello había dado punto final a aquella conversación. El hombre se adecento la armadura y recompuso por un segundo, mientras se alejaba de ella.

---Si mi hermana no acaba en una estaca esta noche junto a la cabeza de su ‘amado’ Kravor Te aseguro de que tú, y tu nuevo amigo, ambos desearíais no haber decidido visitarme esta noche. - zanjo, abriendo la puerta de la sala para dejarla pasar a través de ella.

No hizo falta instar a la vampira para que hiciese justo lo que le pedía y dejo atrás aquella habitación con la sensación de que era mas que las cuatro paredes que la componían lo que se alejaba de ella. No estaba muy segura de en qué momento Diramis se había perdido en el torbellino de la venganza tanto como para olvidarse de quien era.

Quizás lo único que no le disgustaba de su maldición era que su humanidad pasaba a segundo plano y podía contenerse de la espiral de emociones que en cualquier otra circunstancia aquel punto final entre ambos amigos había significado.

La visión recompuesta del elfo que hasta entonces había parecido un mendigo mas que un ser noble el saco de sus pensamientos. Como una caricatura macabra de que el mundo continuaba más allá de lo que Diramis fuese y era ahora. Y no solo eso, sino que además su venganza era real y explicita. Con un plan perfectamente organizado en el que ambos, por supuesto debían participar sin poner impedimentos.

Caoimhe se mostraba callada como acatando sin reproches todo lo que ambas figuras masculinas discutían.

Nousis parecía de pronto haber recuperado una luz que había perdido. Parecía entusiasmado con la idea que Diramis le presentaba y se apresuro a apuntar detalles aclaratorios a aquel plan. Caoimhe lo miro de manera déspota mientras Diramis lo congratulaba con una sensación nauseabunda en el estomago que lo hizo repudiarlo aún más.

--¿Donde están tus grilletes, animal- le dijo simplemente agarrándole las manos, buscando la señal de estos en sus muñecas-

Un grupo de casi 6 hombres comenzó a acercárseles mientras Diramis le acercaba la daga de la estantería a Caoimhe. Esta el agarro de manera distraída aun sin poder creer que se estuviese dejando llevar a aquello.

---La posada en cuestión no está muy lejos. A poco menos de dos calles de la salida del túnel por el que vais a caminar- comento sin mucha respuesta de Caoimhe que conocía el lugar- -Esta fuertemente custodiada por vampiros visibles y escondidos, así que aseguraos de no bajar la guardia. - dijo Diramis-- En cualquier otra circunstancia, en cualquier otro momento nos hubiese tomado días, quizás semanas antes de tomarla. Ah… pero tenemos un as con colmillos bajo la manga. - Se acerco a la cabeza de Caoimhe y la beso dulcemente en la frente antes de animarla a seguir al grupo de soldados.

Los hombres andaban de manera rápida y apresurada, sabiendo exactamente a dónde se dirigían. Rodearon a Caoimhe y a Nousis dejando a ambos en el centro sin la opción de que pudiesen escapar, como custodiándolos.

Susurraban dialogo entre ellos, pero no lo suficientemente alto como para que lo entendiesen. Mas bien guías sobre como y cuando moverse y formación precisa al girar esquinas a través de la cueva. Caoimhe por su parte guardo en uno de los bolsillos de la túnica aquella daga. Bien sabía que no iba a usarla aquella noche. Y miraba de cuando en cuando a Nousis sin emitir ninguna palabra. Se percato por primera vez que no tan solo le habían dejado ropas nuevas, sino que el hombre estaba limpio, y que su cabello caía a la espalda dándole aun un aspecto mas altivo que el que su mirada le propiciaba.


No había aprendido a leerlo aun del todo. Sobre todo, sin haber siquiera hecho intento de poseer su sangre, pero algo en ella le decía que aquel hombre estaba orgulloso de aquel plan por el mero hecho de que envolviese matar a vampiros.

Comenzó a entender porque Kravor no era muy amigo de aquel elfo.


Para cuando dejo de pensar aquello la boca calle que daba a la posada de Tasli se presento ante ellos. Los hombres que la rodeaban, de pronto se alejaron de ella tomando a Nousis con ellos.

No hizo falta que explicasen lo que tenia que hacer. Salió de las sombras de manera decidida y camino hasta la puerta de la posada.


Antes si quiera de alcanzar el muro principal dos sombras se ciñeron ante ella. Ambas masculinas, de aproximadamente dos metros y complexión musculosa. Cabellos casi rapados al cero y mirada sospechosa.

---¿Quien eres y que haces merodeando por aquí tan tarde?- dijo uno de ellos, empujándola hasta la pared que había alcanzado. El otro el cacheo de manera insistente. Caoimhe era consciente de su daga en el bolsillo a la altura de su trasero.

Dejo que las manos del hombre la explorasen de manera superficial sin encontrar nada de valor y al llegar a aquel lugar especifico la agarro con sus propias manos parándola en seco. Ambos hombres entonces se miraron y tensaron su actitud.

--Chicos...- dijo Caoimhe sonriendo de manera exagerada dejando ver por primera vez ambos colmillos que descubrían su naturaleza- ¿Acaso así recibís a nuevos clientes? - dijo.

Ambos se miraron y contemplaron la calle. Aparentemente tranquila. Uno de ellos hizo una floritura al cielo. Espero un segundo y tres golpes en unos adoquines cercanos le respondieron. Miro a uno de los tejados de la zona y una figura oculta en la oscuridad le devolvió la floritura que él había iniciado.

-Pasa, pues. - dijo el primer hombre confirmando que venia sola.

La estancia no era diferente a aquella de una posada a altas horas de la noche: El salón vacío y a media luz dejaba entrever la figura de la posadera que acomodaba unos vasos sobre la barra tras haberlos secado.
El lugar estaba silencioso a excepción de los ronquidos sordos de un hombre que se había acomodado en uno de los sillones mas cercanos a la hoguera, encendida y que tenia sobre el los que quedaba de una cerveza a medio tomar y frente a la misma una mesita con varias botellas vacías. Sin duda sujeto a los efectos de estas.

La posadera, de pelo color cobrizo y mirada distraída vestía el mismo gesto que Caoimhe le había visto usar a su hermano hacia menos de una hora cuando le contaba sobre las pesquisitas de su plan. Sin duda Tasli mantenía una cierta familiaridad que Caoimhe tan solo podía asociar a Diramis y su deje en la voz tan solo sirvió para confirmarle que a pesar de lucir mas madura, seductora y pálida, producto de su naturaleza ahora vampira, la chica no era tan distinta a lo que recordaba.

-¿Que le apetece tomar? - dijo la chica, desinteresada después de analizarla durante un segundo a medida que se acercaba a la barra.

--Lo que quiera que tengas para celebrar un rencuentro- confirmo Caoimhe, deshaciéndose de su capa y sentándose en la barra.

La mujer la miro por un segundo, y sus ojos se abrieron al reconocerla. Caoimhe entonces noto una lucha interna entre el pasado y el futuro, y fue en ese justo momento en el que comprendió aquello que la hacía diferente a su hermano.

-Veneno entonces - dijo medio en burla mientras sacaba de las estanterías una botella y la servía en un vaso. Su mirada indescifrable, casi pensativa enfocada en el contenido de la misma sobre el recipiente.
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Mensaje  Nousis Indirel Jue Sep 29 2022, 12:28



Muchos son los tipos de sonrisa que existen. Sonrisas amables, cariñosas, irónicas o burlonas. Sonrisas tétricas, crueles o pérfidas. Sonrisas que encierran temor, como una fachada ocultando el auténtico y pobre material que guardan tras de sí. Incluso aquellas que muestras verdadera felicidad.

La que compusieron los labios del elfo cuando los fríos dedos de la vampiresa tocaron su piel después de haber perdido por fin los grilletes, obsequio de Kravor, llevaba con vida tantos años como poseía la primera raza de depredadores que pisó la tierra. El ansia natural por devorar una amenaza. La necesidad de eliminar algo que presentaba una competencia a su existencia. Y ahora, se relamió sangwa en su oscura estancia, podía llegar el momento, algún momento, donde la misión le diese su oportunidad.

Salir de la guarida de la banda de Díramis le permitió reflexionar una vez más, al tiempo que cruzaban parte de la urbe como un pelotón de un ejército invasor, acerca de aquella guerra a pequeña escala. No había conocido una sola ciudad humana carente de organizaciones criminales deseosas de controlar parte de la vida de la misma. Extorsiones comerciales, chantajes implicados en “protección”, sobornos a altas figuras políticas, tráfico de mercancías obviando puestos y controles… Pero todas tenían algo en común. Eran los propios ciudadanos, por temor, codicia, o ambas, quienes continuaban permitiendo su existencia. La riqueza, aunque mal repartida, no escaseaba en las grandes poblaciones de la península de Verisar. Era el hecho, razonaba el elfo por lo visto en sus años de viajes, de tratar de conseguir algo a cambio de nada, un esfuerzo mínimo que reportase un beneficio máximo lo que sacaba lo peor de la gente. Sumado, no cabía duda, a una corrosión de los valores más básicos que hacían a una sociedad deslumbrante caer a decadente.

Kifva se separó de ellos, única, supuso, demonio de la concurrencia que Díramis les había tenido a bien hacer al mismo tiempo de escolta y carceleros. Sólo cuando la mujer de cabello azabache y ojos bicromos se introdujo en el edificio objetivo del plan establecido, tanto Nousis como los criminales continuaron hasta un callejón cercano.

-Aquí nos separamos- informó la líder de los bandidos – Nosotros continuaremos hacia el siguiente objetivo- pareció evaluarle un instante, con ojo crítico, y el hijo de Sandorai creyó apreciar un mínimo atisbo de ¿resignación? – Si salís con vida, volveremos a encontrarnos en el escondite que conocéis, si no os siguen. Si estáis heridos, tenéis problemas, o los guiais allí, moriréis junto a ellos.

Los ojos grises del espadachín observaron el desapasionado rostro de la fémina. No mentía, estaba seguro. Asintió, parco.

-Esa- señaló- es la puerta trasera. Demuestra lo que vales, elfo, o pierde la vida en ese nido de monstruos- saltaba a la vista que nada le afectaba en resultado de esa pequeña parte de la planificación de su superior en particular. O tal vez, intuyó, la daba ya por perdida.

Los subordinados de Díramis lo dejaron solo, y la tentación de escapar lo embargó más deprisa incluso de lo que habría imaginado. Por supuesto, no dudaba lo más mínimo que se asegurarían hasta que entrase, esperando con calma un tiempo prudencial por los alrededores, por si era necesario terminar con él si rompía el acuerdo. Así lo habría hecho él mismo de encontrarse en su lugar.

Merodeó unos segundos, escrutando tejados, buscando cualquier aproximación de un esperado inconveniente que para su extrañeza, no llegó a producirse. Se sentía en exceso vulnerable sin su espada, incluso en mayor medida que sin su armadura. ¿Cómo demonios iba a arreglárselas para entrar? Se devanó los sesos unos interminables minutos. Era situaciones como esa las que él resolvía a punta de espada, momentos de siega, donde no era trigo lo que caía bajo la guadaña. Docenas de los seguidores de Kravor conocían su rostro y todo cuando tenía encima era la vestimenta limpia que Díramis le había obsequiado. Ni un triste cuchillo, o el granate que lo alertaba de la presencia de nocturnos. Desarmado y sin recursos al alcance de la mano.

Únicamente restaban las viejas lecciones que había recibido mucho tiempo atrás en el combate cuerpo a cuerpo. Y por primera vez, de manera consciente, reconoció que nada le aportarían para su tarea la frialdad ni la estrategia que tan a punto afiladas residían en su mente. Esas criaturas se beneficiaban del temor a lo desconocido que la noche escondía bajo su manto, de las supersticiones y los cuentos. Si quería entrar, sólo existía un camino.

Llamó varias veces a la puerta, y una voz respondió, mas el elfo nada contestó. Volvió a llamar de una forma más bronca, insistente, y la voz, crispada, repitió la pregunta. Ninguna palabra salió de los labios del extranjero. Una tercera vez golpeó la puerta, y en ésta ocasión, se mantuvo delante de la misma, hasta que una pequeña apertura fue indicativo suficiente para patearla con todas sus fuerzas, antes de hacer lo propio con el hombro, aprovechando la sorpresa del vigilante, pues ¿Quién en su sano juicio iba a desear entrar por las bravas a una propiedad de una de las bandas de criminales más conocidas de esa parte de la ciudad? Parecía inconcebible. Y el vampiro mostró un asombro inenarrable cuando, tras tomar la espada del suelo, caída por el golpe con la puerta, sintió un puñetazo en pleno rostro. Ambos cayeron hacia atrás, y con rapidez, Nousis se valió de su momentánea debilidad para tomar su arma y apuntarla hacia el cuello enemigo. El engendro trató de detener el ataque, golpeando el torso del elfo, pero la punta estaba ya demasiado cerca de su cuello, y con un sonido suave y espeluznante, el acero abrió la garganta. La sangre se derramó, salpicando un poco al recién duchado elfo, antes de manar de manera más lenta y continua por el suelo. Arma en mano, cerró la puerta, cuando otro miembro de la caterva de bandidos entró, y tras la incomprensión inicial, se hizo rápido nítida idea de lo sucedido, y atacó al hijo de Sandorai con un hacha de un solo filo.

Ambas armas tenían un alcance similar, y el espadachín sabía bien que el tiempo jugaba a favor del maldito. Sin embargo, sangwa despertaba, y reía de puto alborozo. Buscando rodear al cadáver, la sangre que empapaba el suelo hizo perder pie al segundo oponente, y Nousis se tiró a por él como un lobo a una presa que sabe a punto de fallecer. Nunca supo si sintió alguna más de las dos primeras ocasiones en que su hoja lo atravesó. A la quinta recobró el sentido, lo preciso para decapitar a ambos seres y llevar sus cabezas consigo agarradas del cabello. Un leve rastro de sangre pintaba el rostro del silvano, de la frente a la mejilla derecha, detenido en la ceja, rodeando el ojo.

Apoyó ambas manos en la única mesa de la pequeña estancia y respiró profundamente para serenarse. Todo olía a sangre, a muerte, y a sus pensamientos regresó el plan que debían llevar a cabo. Matar a la tal Tasli Kentae, antes de que los seguidores de Díramis entrasen con todo el entramado resuelto. Volvió a respirar, despacio. No tenía tiempo, ni volverían los dioses a dedicarle la suerte de la sorpresa. Quizá para el líder criminal esa mujer fuese lo primero, pero él tenía otras prioridades. Si había una mínima opción de encontrar sus pertenencias allí, revisaría cada rincón de ese nido de monstruos.

¿Y Kivfa? Preguntó su parte más analítica. Si ella moría, podría resultar aún más peligroso escapar de Roilkat, tal había sido la amenaza. Apretó los dientes. Resultaba curioso la gran cantidad de ocasiones en que el mal se escondía tras la belleza.
Retomando su ser habitual, soltó las testas con desprecio, y abrió con cuidado la puerta por la que había llegado el segundo atacante. Una mancha de sangre quedó allí, al tocar sus dedos la madera, y una gota se deslizó hacia abajo con languidez. Los ojos grises de Nousis la siguieron hasta comprender el auténtico peligro que ahora corría. Fueran tres, cinco o veinte los demonios que quedaban en ese lugar, no habría Kivfa o Díramis que volvieran a salvarlo de Kravor. Si habían olido la sangre cada segundo lo estaba matando.

Un breve pasillo carente de enemigos ofrecía las únicas opciones de una puerta poco más allá, y unas escaleras de bajada. Detestaba los subterráneos, con mayor intensidad en los últimos años. Todo problema se agravaba bajo tierra. Demasiadas veces había luchado jugándose la vida en zonas como aquella, donde la dificultad de huir resultaba excesiva.

Pero la puerta estaba cerrada al otro lado, y ya había causado demasiado alboroto. Se vio obligado a descender.

Se hallaba a mitad de camino, cuando se miró las manos teñidas casi de rojo, y extendió los brazos, pintando las paredes a tramos según continuó avanzando. Con rapidez, prosiguió por el siguiente pasillo hasta el próximo recodo, antes de retroceder y entrar por la única puerta que había visto desde que había descendido de nivel.

¿Serviría de algo el intento de confundirles? Sólo podía dejar en ello una pequeña esperanza. Un paso por delante era suficiente, razonó, encontrándose con un almacén de cuatro pasos de longitud. Numerosas cajas y sacos contenían una variopinta colección de bienes, y el elfo buscó con desesperación sus pertenencias sin éxito alguno. Uno de los embalajes, más apartado que el resto, llamó su atención a pesar de que carecía del tamaño para guardar su armadura. Agachándose, la abrió, y a su vista, fue alzando uno a uno los delicados objetos que contenía. Y sus ojos grises se abrieron por entero al reconocer el rostro de Díramis en un retrato enrollado, pintado junto a una joven. ¿Para qué guardaba Kravor algo así? ¿Trofeos de una victoria sobre la banda rival? Apenas tenía lógica, siquiera retorcida. Resultaba más doloroso quemar sus pertenencias.

Guardó para sí una llave. Carecía de sentido que se tratase de la que pudiera abrir la primera puerta, habiendo situado tan cerca de la misma dos centinelas. De cualquier modo, no podía subir a comprobarlo. Debía encontrar a Tasli, y sobre todo, sus propios objetos.

Al menos tales eran sus intenciones, en el momento que ojeó un pergamino hallando varios nombres que le hicieron, incluso en su situación, leer cada parte del mismo con mucha mayor atención. Acostumbrado a legajos mucho más antiguos, dedujo que, si bien llevaba tiempo allí oculto, su tiempo no distaba de unos meses.

“Los beneficios están descendiendo a ojos vistas. Tu preferencia comercial por la muchacha Syrah te hace débil. Apenas has conseguido nada de cuanto nos propusimos, y la ramera a la que convertiste nos ha costado lealtades y nuevos enemigos. Me son indiferentes tus supuestos problemas, córtalos de raíz. Elegiste a Bandeux, Arníran y Télog, cuando te recomendé a Urcari.

No olvides la importancia de Roilkat, Kravor, o ella te la recordará si veo necesario enviarla a ocupar tu lugar. Y añorarás aquellos días humanos en la prisión de Baslodia”


Tomó el escrito, sin comprender el extraño símbolo que le daba colofón, para sonreír de alegría al tomar una vez en su mano, desechando un par de anillos, una vestimenta nobiliaria a todas luces sin haber sido estrenada y un delicado paño, su espada. Dejó la que llevaba en uno de los sacos, sintiendo el peso familiar de su querida hoja.

Hasta que la sonrisa volvió a perderse, al observar el último objeto que guardaba la caja. Un segundo retrato, y a esa criatura sí la conocía, pues había entrado en ese mismo edificio poco antes que él.

Era Caiomhe.
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Mensaje  Caoimhe Miér Oct 19 2022, 16:26

Durante los leves minutos en los que la copa frente a ella se llenaba no se escucho nada mas que el sonido del liquido saturando el objeto, el leve crujir de la madera casi consumida en la chimenea y la respiración mezclada con leves ronquidos de la única otra presencia en la habitación.

Tasli no era tímida en su mirada, clavada en el rostro de Caoimhe. Ésta última, sin embargo, había buscado la excusa de una pequeña mota manchando la barra en la que se apoyaba como entretenimiento temporal. Preguntándose de manera distraída si aquella hendidura era producto del fuego o el paso del tiempo. Si tenía una historia tras de si o si era ella la que estaba a punto de armarle una.

Cuando el vaso llevaba el suficientemente tiempo lleno como para ignorarlo por algo más, la vampiresa no tuvo mas remedio que enfrentar a su mesera:

El demonio en Tasli la había tratado bien, como a la mayoría de los de su especie, sin duda: sus facciones eran frías y perfectas. Se movía inclinándose en la barra con una sensualidad que, si no fuese porque Caoimhe la conocía lo suficientemente bien, se hubiese tomado por un juego macabra de seducción entre la botella que aún conservaba en su mano y los dedos de la vampira.

Sus cabellos algo mas claros que los de su hermano, sin embargo, parecían enmarañados y tras algún segundo examinando su atuendo, tras pasar el halo inmediato de atracción con el que se camuflaba, Caoimhe noto que sus ropajes no eran lo lujoso que cabía esperar de la pareja del mismísimo Kravor. Su pequeño delantal estaba deshilachado al igual que los puños de su camisa, la cual, Caoimhe estaba segura, había visto mejores días.

La cara de la vampiresa compuso entonces una mueca casi imperceptible y cambio su postura mientras carraspeó, llamando la atención de Caoimhe quien, sumida en su escrutinio, no se había dado cuenta que había estado acercando su postura hasta casi tocar con la punta de la nariz el hombro de Tasli.

--¿y Bien? - dijo la mesera. - ¿Acaso no vas a decirme a que se debe tu vista? - dijo de manera inquisitiva- La última vez que nos vimos dejaste bien claro que no te interesaba ni por un momento mantener relación alguna conmigo. Y que tu presencia en las tierras de Kravor a partir de aquel momento iba a ser suma y exclusivamente por y para tus negocios. - La mujer fingió un tono de voz agudo y pausado que sin duda debía intentar imitar al propio de Caoimhe.

La chica sonrió al escucharlo y a pesar de que se negase a aceptar que sonaba así no pudo evitar cierto manierismo lo suficientemente familiar como para desplazar la tensión que había llevado en sus hombros hasta aquel entonces. Tasli la miró sabiendo que aquello había roto el cristal entre ellas y esperó, con gesto impaciente, sin embargo, su respuesta.

-Tan solo has sacado una copa- dijo simplemente Caoimhe.

Tasli bajó su mirada distraída hasta la mano de Caoimhe agarrando con delicadeza el único recipiente lleno.

--La Tasli que conozco nunca me dejaría beber sola. La Tasli que conozco entendería el despropósito inmenso de disfrutar un buen vino en solitario. De ansiar el efecto del licor  para solventar sus acciones de manera autónoma sin nadie con quien compartir las peripecias de los efectos del licor. - añadió.

Tasli tragó saliva antes de hablar y Caoimhe sabía exactamente lo que pasaba por la mente de aquella su antigua amiga: Casi podía saborear el licor de  canela en su garganta. El rubor lejano de sus mejillas al comprobar que ambas habían acabado con el contenido de la botella y como entre risas y chisteos para mantener un silencio interrumpido por el despropósito de dos adolescentes, ambas habían llenado la botella del contenido no alcohólico más a mano que la madre de Tasli hubiese tenido en la alacena.

Caoimhe sabía exactamente que aquello era justo lo que pasaba por la mente de su homónima porque Tasli rebuscó en una repisa bajo la barra y sacó otro vaso de igual tamaño al que había ofrecido a Caoimhe y sin dejar de mirarla lo lleno del mismo contenido  a la misma medida.

-Tan solo para que quede constancia. . - comenzó con una sonrisa más afable que tan solo demostraba cansancio- Nunca dije que fuese un buen licor. - y alzo el vaso en espera de un brindis silencioso.

Caoimhe dudó, recordándose a si misma el objetivo de su visita. Sintiendo una pequeña punzada de un dolor en el pecho al que no estaba acostumbrada: culpa.
Ambas mujeres bebieron al unísono, y de igual manera, ambas mujeres carraspearon en el momento exacto en el que aquel líquido toco sus gargantas.

-Puaj- farfulló finalmente Tasli. - Estoy cansada de observar la reacción de mis clientes, pero debo admitir que no esperaba que…

--Tengo que matarte Tasli. - dijo Caoimhe, interrumpiéndola, sumida en la culpa y el efecto inmediato de aquel licor quizás.

La mujer enmudeció y la miro seria recuperando la frialdad con la que la había recibido. Moviendo a un lado la botella y el vaso que acababa de usar y girándose a terminar sus quehaceres como si no hubiese dicho nada.

--No... No… No. - Comenzó a decir Caoimhe. - - No me entiendes...- continuó exasperada-- No tiene nada que ver con... no es la misma situación que hace anos ahora es… necesito…

Tasli se giro y bajo el tono de voz tras levemente mirar al lado hacia el que se encontraba el hombre dormitando.

-Ya te dejé claro la última vez que hago lo que puedo y que no tengo intención de herir a mi hermano. Lo de mi madre fue… era una neófita. Joder…. ¿Cuánto tiempo más voy a estar pagando un error tan ridículo? Mi hermano ni siquiera la quería tanto… Además, lleva aceptando las armas que te doy como pago desde entonces ¿no es cierto? Es que acaso eso no es suficiente seguro para que entienda que las cosas han cambiado que Kravor tiene otros objetivos que sus… metas han… dado un giro inesperado- Dijo la chica.


Caoimhe tragó saliva. Lo cierto es que no había sido totalmente sincera con el provisionamiento de armas a Diramis por parte de Tasli. Estaba segura de que el chico no sabía que el armamento que había estado cambiando por información venía de parte de su hermana.

La culpa se hizo aún mas presente en la cabeza de Caoimhe que se apresuró a auto excusarse en el hecho de que ella no era una beneficencia. Sus negocios tenían un pago. Si hubiese desvelado los ases bajo su manga desde un principio bueno… todo hubiese sido sumamente mas sangriento y oscuro.

Para ella ciertamente.

No estaba en su naturaleza propiciar finales felices. Pero aquello no evitaba entender que justo era ese el motivo por el que había decidido no volver a visitar a Tasli. Quería evitar enredarse a si misma en negocios turbios de nuevo. Hasta la más oscura de las prestamistas tenía un límite.

Por primera vez desde que Caoimhe entró en aquella habitación pudo ver un resquicio del nerviosismo característico de su amiga. La chica movió de manera disimulada sus ojos del hombre que dormía a ella y de nuevo al hombre. Sus dedos, agarrando parte de la capa de Caoimhe temblaron de manera casi imperceptible  al notar que sus ronquidos habían cesado y su postura denotaba que estaba despierto.

Caoimhe paso su mirada de su mano al gesto de Tasli, ahora a menos de dos centímetros de ella. Sus ojos bicolores notaron de nuevo la discrepancia entre la vida de lujo que Kravor había alardeado y los morados de su cuello  producto sin duda de golpes.

-Créeme que en este momento no eres la única que quiere mi cabeza en una estaca. Así que únete a la cola- dijo entonces Tasli con los ojos llorosos y el agarre de su mano se aflojó apenada.


Caoimhe empezó a entender la dejadez de su amiga. Lo que intuyó como vigilancia a desconocidos era… de hecho... custodia de una prisionera. Se preguntó de manera apresurada si era aquel el motivo por el que su amiga lucía tan desmejorada… y la razón por la que Kravor no había hecho el pago de su trato.

El vampiro estaba resentido con ambos por... su relación con Tasli.

El hombre de la esquina de la taberna se alzó de manera repentina como alertado por una alarma invisible. Tasli también tensó su cuerpo y  se alejó de ella de manera estrepitosa. Ambas figuras  caminaron de manera decidida hasta la misma puerta que llevaba a lo que parecía una bodega. Ambos tenían el mismo gesto imperturbable en la cara y las ansias contenidas tan familiares para Caoimhe. Ésta se tensó en su asiento, imaginado a que se debía.

Caoimhe inspiró y una sensación parecida a la quemazón del licor inundó su garganta. Se extendió por su pecho y la envolvió por igual de manera intensa.

La sed se apoderó de ella y siguió a ambos dos vampiros camino a la bodega. Caoimhe rezó para que aquel deje fresco como a hierba recién cortada no indicase que, de hecho, el olor que la movilizaba y seguía no era sangre de elfo.
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Mensaje  Nousis Indirel Jue Dic 01 2022, 21:04




¿Qué era lo que unía a Kravor, Díramis y Caiomhe?

Con la gris mirada perdida en algún punto indeterminado de la pared que tenía ante sí, el elfo intentó dilucidar un entramado que en otras circunstancias nada significaría para él. Un nudo que, lejos de desear desatarlo, hubiera buscado cortar de un golpe seco, como a las piezas de tal juego.

Se preguntó si el engendro de cabello azabache habría localizado al objetivo. Su mente vagó por recuerdos cercanos sin apenas él advertirlo. “No es un maldito, tan solo estoy yo” le había asegurado a Díramis en los primeros retazos del encuentro. El espadachín no se había encontrado aún con un monstruo de esa raza que comprendiese que lo era. Asesinos, turbaciones de una paz casi inalcanzable. Algunos puro instinto, otros, dotados de una malévola inteligencia, mas todos y cada uno un problema para el resto de razas en algún momento. Caiomhe no aparentaba guardar simpatía por Kravor y los suyos, tampoco su relación con el líder criminal humano se había mostrado igualitaria. ¿Qué quería realmente de uno y otro? Cuestionó para sí, con el retrato aún en la mano. Aún no había desechado en absoluto la opción de un juego a dos bandas. Sí, le había salvado de los dientes del vampiro, pero aquello podría haberse tratado de una momentánea ira. Atrayendo a los seguidores de Díramis a una carnicería, con él como un presente más, volvería a congraciarse sin duda con el nido. Negocios, rememoró. Todo, creía, se resumía en eso para ella.

Detestaba la mera idea de sentirse parte de las maquinaciones de una bestia nocturna como esa. La situación, a pesar de todo lo que él pudiera sospechar, no variaba un ápice. Si abandonaba sin terminar con esa Tasli, lo cazarían sin tregua, estuviese yendo o no hacia una trampa. Si lo lograban, nada aseguraba que el humano no buscaría cortar todo cabo suelto de su guerra de bandas. Pasó los ojos del cuadro a su hermosa espada, sintiendo en la mano su peso familiar, y encogiéndose de hombros, terminó por proseguir el único curso de acción de tenía ante sí.

Eso pensaba. Hasta que los pasos llegaron a sus oídos como golpes de un tambor que anunciaba quizá el prematuro final de su precipitada empresa. Incluso en el interior del pequeño almacén llegaba hasta él finamente el olor de la sangre que había esparcido. A pesar de sus vicisitudes con los hijos de Habakhuk, desconocía a que punto llegaba su olfato. Se llevó los dedos flexionados de su mano izquierda al pecho, respirando de la manera más suave posible, añorando su armadura. Su rostro sin embargo sólo mostraba una seguridad que realmente sentía. De ningún modo volvería a ser prisionero, un mero entretenimiento sin defensa posible. Escaparía de Roilkat o moriría a manos de esos engendros. Las opciones se habían agotado.

El sonido se detuvo, y ninguna voz se elevó para afinar lo poco que sabía de sus enemigos. La curiosa sensación de que cabía en lo posible que sólo les separaba una pared le llevó a colocarse con extremo cuidado a un lado de la única puerta del lugar. Un zorro siendo olfateado por perros de caza que sin duda buscaban destrozarlo a dentelladas. Sonrió resignado. Sólo el peso de su espada sin nombre le susurraba calma.

Allí, esperando a que en cualquier momento tuviese que jugarse la vida contra al menos dos oponentes a tenor del resonar de las pisadas por la escalera, pensó unos segundos en el ser que manejaba a Kravor. ¿Era el autor de esa misiva quien había dado la orden de apresarlo? ¿Cuántos nidos podría estar manejando? El mero hecho de pensar en una especie de invasión vampírica del submundo de Roilkat bastaba para robarle el sosiego.

Y para que su mano diestra hormiguease de pura y llana emoción.

Desdeñó una macabra sonrisa que bebía del puro sinsentido. Sólo restaba una vez más jugarse la vida. Sus ojos grises empequeñecieron, como filos de frío acero. Nadie escogía el momento o forma de su muerte, y aún así era ese lugar y manera de los peores que el hijo de Sandorai había ya grabado en la oscura lista que se alargaba año a año.

-Registra el almacén privado- ordenó uno de los desconocidos, cuya voz se filtró por el resquicio de la puerta que no había llegado a cerrar. Guardó para sí el retrato de la vampiresa, de cara al momento oportuno para confrontarla.

-¿Y la sala…? -buscó cuestionar un instante el aludido. Un bufido de tinte femenino sorprendió a Nou, seguido de varios pasos errabundos. Un tenso silencio se apoderó de todos los que se encontraban fuera de la estancia ocupada por el elfo.
La cuestión no obtuvo respuesta alguna, y el monstruo acercó sus pisadas a él. Se colocó en la mejor posición posible para acometer una estocada que pudiese terminar con su nuevo enemigo de la manera más rápida, antes de que otros se le echasen encima. Respiró para calmar lo que siempre amenazaba con salir a la superficie. No entraba en sus planes un suicidio, por lo que cada movimiento debía responder a provocar el mayor dolor y anticipar el siguiente golpe. Casi pudo ver la sonrisa de Nilian, y su mirada al caer bajo el arma de aquel pequeño engendro. Su odio volvió a bullir, y toda precaución se partió en pedazos, cuando un sonido que fue incapaz de identificar tuvo lugar, seguido de una apresurada carrera escaleras arriba. Tomó ello por el momento propicio y salió de su escondrijo hundiendo su espada con toda la fuerza que llegó a reunir en el punto que unía el cuello de esa bestia con forma humanoide al torso. Un chorro de sangre salió despedido antes de manar de forma lenta cual miel. El chupasangre llevó una mano a la espantosa herida, aterrado, sin soltar el lucero del alba que aún agarraba. Varios rictus diferentes se sucedieron en su rostro, antes de colocar una rodilla en tierra.

Pero su rival ya no era el objeto de su atención.

Seguro de que no era ya una amenaza, dirigió sus ojos grises a las escaleras, donde contempló agitada por la carrera la oscura melena de la mujer cuyo retrato había recogido. Tanto si estaba en peligro, como si había encontrado a la objetivo de ambos, la obligación de ayudarla lo impulsó a recortar la distancia entre ambos con amplias zancadas. Lamentando en su fuero interno la falta de tiempo para encontrar sus pertenencias, esquivó con mucha fortuna la apertura de una puerta interna de la edificación por la que surgieron varios seguidores de Kravor más. “Ni ruido, ni problemas. Una vez hayáis asegurado la puerta y eliminado a Tasli, mis hombres tomarán la mercancía” había ordenado Díramis. Nou compuso una mueca de contrariedad. En un lapso terriblemente corto, podrían encontrarse perseguidos por ambas bandas de criminales. La crónica de una muerte anunciada.

Calle a calle fue ganando terreno a la joven con esa curiosa mirada bicroma, hasta que entró apenas dos segundos después de ella en una especie de templo cuyo aspecto exterior evidenciaba que había pasado por épocas mejores. Las antorchas alumbraron a una segunda fémina que precedía a Caiomhe, que abrió una cancela interior de hierro con decisión, precipitándose a las entrañas de la tierra, para desesperación del espadachín. Su obligada compañera continuó la caza de ésta, hasta que ambos la encontraron con la espalda apoyada en una estatua que presidía una tumba pétrea. El elfo olió la cerrazón del lugar, antes de darse cuenta de las diversas manchas de sangre que llevaba su vestimenta.

La mirada de la desconocida repasó a Nousis fundiéndose en ella el temor y el desafío. Unos dientes de bestia asomaron un momento, y fue suficiente para que éste dejase de preguntarse acerca de las razones que Díramis pudiese tener para acabar con ella.

-Tasli…
-enunció Caiomhe, y una simple palabra logró colocar todo lo ocurrido en su correcto lugar. O casi todo.

-Nos persigue medio ejército de Kravor, y Díramis no va a estar nada satisfecho- se dirigió el elfo a quien había optado porque no terminase sus últimas horas como alimento del nido de Roilkat. No matarla en ese instante junto al encargo del líder criminal pagaba con creces tal deuda, pensaba sombrío- ¿Por qué no la has matado, para terminar éste infierno de una vez?

Para asombro del varón, Tasli ni siquiera dio muestras de que sus palabras la incomodasen. ¿Por qué entonces no había buscado darles esquinazo también a ellos? ¿O no había sido capaz y estaba resignada a su destino? Alzó una pequeña mano, como si fuese capaz de confrontar el acero y el odio que su enemigo tenía consigo.

-Estoy cansada- suspiró, pronunciando un diminutivo del nombre de la restante mujer que a los oídos del elfo sonó como “cuiv” – Quieres terminar conmigo, sé que lo harías. Tienes unos ojos inmisericordes, y sólo espero que me dejéis hablar- la mirada de ambos se encontró en un silencio glacial, y la natal curiosidad del nativo de Folnaien venció en esa ocasión. Detestaba los flecos sueltos en todo tipo de conocimiento donde se viese arrastrado. Maldijo para sí, descendiendo un poco la punta de su espada.

-Si muero aquí, y mi hermano vence a Kravor, algo mucho peor caerá sobre Roilkat-
aseguró- Kravor es un desdichado majadero, y una derrota más acabará con él. Díramis no puede enfrentarse al verdadero líder de los nidos de ésta parte de Verisar. Mantenerme con vida, y evitar que alguien se alce con la victoria, evitará males mayores a corto plazo. Ya conoces el juego Cuiv- y pareció realmente lamentar todo aquello- Es la ciudad, o vosotros. Puedo ayudaros a escapar, y ambos sin duda no se detendrían para cazaros.

Nousis sopesó hondamente todo cuanto Tasli explicó, analizando punto por punto una y otra vez cuanto había escuchado. De modo que Díramis deseaba exterminar a su parentela vampírica. No podía culparlo por ello. Por desgracia, las revelaciones de ésta encajaban demasiado bien con la correspondencia a la que había dedicado un vistazo en el almacén. Dioses…
Dirigió sus ojos hacia Caiomhe, sin dudar que ese monstruo elegiría rematar a su conocida antes que jugarse la vida. Cínicamente, el espadachín buscaba conjugar su deseo de no sentir el peso de un horror futuro para la urbe, con el de terminar el encargo y segar la existencia de un engendro más de la noche.

-Aún necesito recuperar mis cosas- comentó, sin dejar de observar a la criatura que había comenzado todo lo ocurrido, apremiándola a tomar una decisión. Y esperando que la situación fuese lo bastante abrumadora, tomó el retrato de la vampiresa y de un golpe de muñeca lo desdobló- Y quiero saber qué hacía ésto en poder de Kravor.
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Mensaje  Caoimhe Dom Feb 05 2023, 22:06

La estancia estaba oscura y el aire que entraba y salía de manera agitada de los pulmones de Caoimhe parecía haber servido de objeto ensordecedor. Dada la conversación que se estaba llevando a su alrededor. Caoimhe se disgustó cuando, después de varios segundos y tras escuchar la petición de Tasli- el ruego casi-no tenía finalmente excusa para fingir que no había escuchado nada.

Miró a su alrededor, para exasperación de su  antigua amiga.Las piedras en forma de lapida con nombres pintados en dorados se acumulaban aquí y allá. Buscó de manera apresurada alguna salida, un hueco que quizás les hiciese más fácil escapar de ambos bandos en el piso de arriba y abajo de ellos. Roca maciza aquí y allá. Tumbas que parecían  reírse de la situación en la que se encontraban y...¡ajá!Algo que parecía un motín de guerra con polvo sobre los objetos al otro lado. Un altar improvisado a la Diosa Annis mantenía la estancia, extrañamente acogedora.

Caoimhe caminó  hacia el montículo de manera despreocupada, como si aquella conversación no fuese con ella. Al llegar a aquel montículo de polvo y artefactos se agachó de manera grácil mientras movía aquí y allá el botín que los hombres de Kravor habían dejado a un lado en aquel sitio.

Tasli carraspeó de manera leve. La vampiresa notó como la mujer se llevaba los brazos hacia la cara. Frustrada y consternada sin duda por el silencio de Caoimhe.

-Veámos. No es que tengamos muchas opciones igualmente. Morir a manos vampiras o quizás a manos de tu hermano.- Caoimhe sonrió de manera disimulada contestando a Tasli- ¡Cuánto romanticismo!. Sin duda alguna no era este mi parecer en esta noche. De no haber sido por... -torció la cabeza hacia Nousis- estaría a media hora de Beltrexus. Bueno, quizás un poco menos. El caso es... matarte o no me trae sin cuidado.- Caoimhe notó como el cambio de su actitud molestó a Tasli así que reformuló su frase- La única razón por la que estoy aquí y en este... cruce de caminos tiene sangre de Sandorai. Tengo cosas que hacer mańana y como bien sabes- volvió a dirigirse a Tasli- Tan solo... que sea rápido..- dijo

Al elfo ni siquiera lo había mirado.  Lo había escuchado increparla al encontrarse sobre el hecho de que Tasli aun siguiese con cabeza.  También había escuchado el peso de algo que se desenrollaba en el aire. Creía saber qué era por la pregunta que siguió a aquella acción.

Sin duda todo era más fácil para alguien con orejas puntiagudas y el hecho de que su brazo estaba parcialmente abierto y  de él emanaba el  licor mismo de la Diosa que custodiaba aquella sala no ayudaba. Casi un sacrilegio no seguir la voz de su sed y simplemente llenarse de él y su sangre con olor a leña, a césped. A tierra mojada y a humo seco.

-Jamás firmé que tenía que contarte sobre mi vida cuando acepté custodiarte, elfo- dijo Caoimhe molesta- ¿Quieres que te la firme?- añadió más la sed que ella misma.

Apartó finalmente la armadura que había estado considerando durante unos segundos. Olía demasiado a sangre como para mantener a raya a la sed y el ancho de los hombros y ausencia de lugar para su pecho la definió claramente como una masculina. Casi estaba a punto de darse por vencida cuando enredada en lo que parecía una capa de viaje,Visualizó una piedra pequeña con un cordón alrededor. Su brillo no indicaba que fuese un rubí o cualquiera piedra preciosa. Pero si estaba en aquel templo, Caoimhe podría estar segura que tendría algo de valor.

En un intento de aminorar la tensión la chica se quitó su propio colgante [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y lo dejó en el altar a tan solo dos pasos de su espalda tras contemplar durante unos segundos  inscripción  dorada en en el mismo. Justo en el momento  exacto en el que aquella piedra carmesí tocó su piel comenzó a temblar primero de manera sutil y poco a poco algo más plausible. Caoimhe creía saber qué significaba aquello.

- No lo seques.- avisó Caoimhe con mirada furiosa- Tasli puso los ojos en blanco y bufó pero asintió de manera cansada-Rápido...- le dijo a Tasli-Dime dònde está la entrada al pasadizo!- exigió

Cualquiera que fuese ingenuo cómo para pensar que después de tanto tiempo en custodia Tasli no habría encontrado su propia manera para comunicarse con los de fuera de aquella posada es que no conocía a aquella chica.

- Vale... vamos a hacer esto entonces. Dos, tres 8 y 5 pasando la pila de ropa que acaba de rebuscar.- Tasli se acercó repentinamente a  Nousis con la mirada enfocada en su brazo-¿Es que acaso no vas a ayudarme?- dijo Tasli alzando las cejas- Acaso es que ... no me digas que...

Caoimhe le dirigió una mirada asesina a su amiga.

-¿Cuántos?- dijo Caoimhe.

-¿A estas horas y con Diramis y Kravor aquí? Niguno. Uno quizás. Neófito. Imagino que necesitaremos algo de sangre para él también

Caoimhe rebuscó en su bolsillo y le tiró a su compañera un tarro cerrado con corcho que esta recogió de manera grácil.

-¿En serio? Es un neófito y vamos a estar  cargándolo- señaló a Nousis-

-Lo se... lo se... ¿Qué quieres que haga... no soy una apoteca...

Tasli contempló una vez más a Nousis y alzó los hombros.

-Besarbol... digo elfo.- comenzó Tasli- Por si no nos has seguido, acabo de darle a Caoimhe las coordenadas exactas para activar un pequeño pasadizo que llevo varios años construyendo y que nos va a sacar de este problemita.- Caoimhe comenzó a tocar aquí y allá en el suelo moviendo según que piezas con distintos ruidos secos- El caso es... necesitamos una distracción. Ya sabes.. algo que nos desvíe de ser el   foco de atención y nos gane tiempo- Tasli vio la expresión de Nousis y se apresuró a rectificar- No no no.... por algún motivo Caoimhe no quiere que simplemente te echemos a los vampiros- Aunque créeme sería más rápido y fácil para todos... - dijo entredientes- El caso. Necesitamos tu sangre. Mucha. Muchisíma. La suficiente para empapar alguno de los atuendos de aquel botín y que me posibiliten dejarlas en un ligar estratégico del lado de Diramis para que los vampiros necesiten seguir su rastro.

-¡Já!- interrumpió Caoimhe envuelta en una nube de polvo y poleas pequeñas- Ésta está encantada... ¿Se la robaste a mi padre?- Tasli giró su espalda a ella a modo de respuesta y comenzó a hablarle a Nousis de nuevo en un tono condescenciente- Qué cerda...- dijo Caoimhe casi en un susurro.


-Pues eso... - continuó Tasli- Créeme que en estos momentos nada me haría más ilusión que derramar tu sangre sobre mi y empapar mis labios de tu...- carraspeó notando como Caoimhe dejaba caer algo pesado al suelo- Te estoy dando la opción de herirte a ti mismo. Pero... si quieres lo hago yo. -La chica se mojó los labios  para después morderlos en señal seductora.

El silencio se apoderó de la estancia por unos segundos. Caoimhe había por fin abierto el estrecho pasadizo por el que debían salir y casi podía escuchar la respiración de Nousis, sin duda en shock tras la propuesta. El pequeño colgante carmesí en su pecho ahora vibraba de manera visible de manera paralela al numero de vampiros que se reunían sobre sus cabezas.

-Yo cuidare de tí- dijo y dubitativa. Se corrigió de manera rápida para mermar cualquier posible daño en su ego que aquellas palabras hubiesen causado- Digo...  Estoy segura de que vas a estar un poco débil y... me aseguraré de salgas de este edificio de una pieza. [/color] - Le sonrió por  primera vez como si aquel hubiese sido el momento justo en el que entendió que aquella figura de orejas puntiagudas era más que una criatura.

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Mensaje  Nousis Indirel Mar Feb 07 2023, 22:11




Unos certeros movimientos de su espada, y todo se habría resuelto en segundos. Tasli Kentae distaba de las guerreras nocturnas de Urd, o de Fémur y Nayru, Habría podido terminar con ella allí mismo, combatir a Caoimhe hasta que llegasen a ellos los hombres de Díramis, quienes la reducirían a pedazos a órdenes de su líder. Y él hubiese dejado la ciudad atrás, como un mal recuerdo con dos víctimas nacidas de la oscuridad. Un broche perfecto para tanta desventura.

Pero dudó. Dudó por mor de la carta a Kravor, de las palabras de la vieja amiga de la mujer que le había rescatado de las garras de éste. Él era el Bien, luchaba, estaba seguro, por cuanto era justo, por confrontar cuando amenazaba calma y paz. Los humanos no componían su pueblo, y a pesar de ello, no deseaba cargar su conciencia con la llegada a Roilkat de un mal aún peor que el sufrido. Esas criaturas tenían suficiente con sus breves vidas y las llamaradas en las que podían convertirse en su afán de grabar sus nombres en la piedra de la Historia. Su propia ansia de terminar con las dos vampiresas que lo acompañaban en el pequeño templo, se dijo apretando los dientes, irritado, no podía pesar más que una devastación futura, que una masacre de la que en modo alguna deseaba sentirse responsable. Apartó la vista, molesto.

La falta de respuesta por parte de la belleza infernal aumentó la irritación que, en su interior, ya asemejaba a lava fundida. Ella se hallaba inmersa en un peligroso juego que aún pendía sobre sus cabezas, y se atrevía a tratarlo como si se encontrasen en un plano de igualdad. La arrogancia de ese engendro lograba enervarlo, y sólo la rápida comprensión de que la hermana del cabecilla de la banda criminal les había llevado a una posible salida de todo aquel atolladero contuvo parte de las palabras que llegaron a llenar el aire entre él y quien Tasli denominaba como Cuiv. Mas no todas.

-Tienes tratos con Kravor- afirmó, sin quitarle los ojos grises de encima, recordando de manera cristalina cómo lo apartó del vampiro, así como la conversación con Bandeux- tienes tratos con Diramis. Y ahora te juegas el cuello de ambos para huir con su hermana- su tono mostraba la tremenda estupidez que le parecía todo lo que se estaba desarrollando entre ambas- Sí, quizá está diciendo la verdad- reconoció con un deje de fastidio- Pero seremos perseguidos por dos organizaciones que cuentan con recursos y miembros para que las treinta leguas más cercanas a la ciudad sean un maldito infierno.

Fue esa sombra, ese sonido inarticulado procedente de una jaula cuyos barrotes ya presentaban un deterioro preocupante, quien respondió al latigazo de la vampiresa. Por Anal e Isil, habría dado un dedo por poder matarla en ese mismo instante.

-Tal vez un monstruo como tú no comprenda por qué me gusta conseguir toda la información posible en una situación como ésta. No es la mera cuestión de la falta de lealtad de vuestra especie, sino ello sumado a tu extraño juego con todos los implicados. Si esperas…

Su mirada se tornó en asombro, para experimentar un alivio que terminó dando paso a la primera muestra de regocijo que experimentó desde hacía días. El engendro se había entretenido manipulando algunos de los objetos guardados en la pequeña estancia, y el espadachín no le dio la más mínima importancia. Que esas bestias se robasen entre le resultaba por entero natural. Hasta que una chispa en su mente le hizo reconocer el hombro de su propia armadura.

Sin pensar más en la morena, se dirigió presuroso hacia sus perdidas pertenencias, aún incrédulo de haber conseguido no perder objetos tan preciados para él, ganados merced a oro y sangre. Con dedos temblorosos en unos dos primeros y largos segundos, acarició el cuero y metal de sus protecciones y se las fue colocando, abrochando su capa, sintiendo con ello que una vez más volvía a encontrarse entero. Giró la muñeca, describiendo con su espada un círculo, antes de devolverla a la vaina. Apenas había terminado, con movimientos rápidos y expertos, de terminar de encajar los cierres de la oscura armadura, sin sonido alguno gracias a su encantamiento, cuando se detuvo, paralizado por la locura que habían industriado entre ambas criaturas. Sintió gana de reír, de expulsar varias carcajadas ante tamaña idiotez. Tanta, que incluso llegó a olvidar que la pequeña piedra hallada en el subterráneo de Cantún no se encontraba entre sus objetos personales.

“Por algún motivo Caoimhe no quiere que simplemente te echemos a los vampiros”

Sangwa emitió un sonido semejante a un gruñido, intercalando rápidas dentelladas que partían los pedazos de hielo que salpicaban la región donde descansaban sus pensamientos. ¿De veras habían considerado plausible en algún momento que él accediese a dejar su sangre a merced de monstruos como ellas?

Fue el rostro que Tasli le permitió contemplar lo que partió su cordura esa noche. Como un espejismo, la mirada de Fíbula antes de terminar con Nilian, la de Valeria satisfecha confiando en segar su vida y la de Aylizz en aquel profanado altar de Urd. Sus oídos le negaron las palabras que Coimhe le dedicó antes de internarse por el pasadizo de su antigua amiga.

Tal vez por instinto, un afán de supervivencia que trastocó momentáneamente la relación de fuerzas, la vampiresa esquivó la primera arremetida del elfo. Su mirada pasó del temor al odio más visceral, y acertó de un puñetazo en el costillar de su enemigo, cuya armadura absorbió bien el golpe recibido. No sintió lástima, ese sentimiento distaba como la luna en el combate que se estaba desarrollando. Dos animales que negaban el derecho a existir de su oponente.

Su propia herida le provocaba espasmos por la diferencia de temperatura con el resto de su cuerpo. A la vista por no manchar la camisa, parecía aumentar al sadismo de la dienteslargos, cuyos colmillos se cerraban una y otra vez en lugares donde segundos antes se habían encontrado su cuello o antebrazo que manejaba su arma. Sin embargo, la joven no era una guerrera. Sus emociones traslucían como páginas de un libro. Sus golpes carecían de patrón. La energía que utilizaba en cada ataque resultaba excesiva, e ineficaz.

Cuando la espada de Nousis traspasó su abdomen, la faz de Tasli enmudeció, envuelta en un profundo terror, certeza de lo mortífero del acero que aún albergaba en su interior. Unas lágrimas corrieron por sus ojos, y apoyó la frente en el hombro de su enemigo. Éste retiró su arma, limpiando la mayor parte de sangre con un seco gesto de la hoja, antes de detener la caída de la bestia con apariencia de mujer hacia atrás, y la dejó recostada en una de las paredes del templo oculto de los seguidores de Kravor. Mojó dos dedos en la sangre de la moribunda, sólo para escribir dos únicas palabras a sus pies.

“Para Díramis”

Al finalizar, creyó sentir una última mirada de la hermana del criminal posada en su testa, mas al levantar la suya, sólo se encontró el vacío de quien ya había perdido la vida. Unos ojos muertos, coronando algo que dejé perplejo a su asesino: una inexplicable y levísima sonrisa.

No había tiempo, y analizando su situación, se decidió por la única opción que tenía ante sí. Carecía de la capacidad de hacer frente a un buen número de subalternos de Kravor, y de la paciencia para una conversación con un Díramis que bien podía eliminar los cabos sueltos de aquella operación, incluso habiendo llevado a cabo la tarea encomendada. La propia Kivfa no había esperado un segundo tras comenzar el enfrentamiento entre elfo y vampiresa, y había tomado la ruta que consideró más segura. Y Nou repitió paso por paso su huida. Era el momento de poner tierra de por medio entre él y ese nido que había estado a punto de costarle la vida.

Sólo al hecho de alzar la cabeza le detuvo un instante. Frunció el ceño, incrédulo de que su némesis en esa sucesión de desventuras hubiese dejado tras de sí algo tan valioso como aquello. Lo tomó con una mano, examinándolo al detalle, y durante una fracción de tiempo se permitió pensar que fuese una especie de ofrenda para sus perseguidores, el pago por dejarla con vida. Pronto eliminó esa opción. No era capaz de ver a ninguno de los líderes de ambas bandas de delincuentes aceptando menos que castigarla personalmente. El orgullo y la necesidad de reafirmarse lo hacían inviable. De modo que lo tomó para sí, con una secreta sensación maliciosa. Tanto mejor si era importante para ella.

Recorrió el estrecho pasadizo con la espada en la mano, sintiendo un familiar desasosiego por la incapacidad de avanzar todo lo deprisa que hubiera deseado. Sus botas lo alejaban poco a poco del templo, y comenzó a preguntarse si Tasli en realidad no había sido la única que conociera su obra. Poniéndose en el peor escenario posible, apretó la empuñadura con más fuerza, agradeciendo el aire nocturno que acarició su rostro. Repasó cuando tenía ante sí, otorgándole un breve pensamiento a la mujer que ya, como ella misma había mentado, se encontraría de camino a la maldita isla de los hechiceros. Probablemente…

… nunca volvería a verla, terminó de pronunciar para sus adentros, cuando su mirada gris se encontró con esos inconfundibles ojos. Y una única pregunta pobló su mente.

¿Por qué…?
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Mensaje  Caoimhe Vie Feb 10 2023, 01:13

¿Cuánto tiempo había pasado? Cada segundo en tensión era el equivalente a una eternidad.

Las sombras la estaban ocultando bien. Por suerte la noche se había cerrado lo suficiente como para camuflar su figura y hacerla una con el attrezo a la salida de aquel minúculo túnel.

Caoimhe había tenido casi que arrodillarse para escapar del ultimo tramo, ese que claramente Tasli no había tenido tiempo de perfeccionar lo suficiente como para hacerlo accesible de otra manera que no fuese de rodillas. Aquello no le importaba demasiado. Pero se preguntaba de manera repetitiva como diablos iba a cargar su amiga el cuerpo atenuado de aquel elfo. Como iba a sobrevivir el hombre el tránsito y qué iba a ser de él una vez que lo dejase en el bosque.

Porque eso era justamente lo que iba a hacer.

Sí, ciertamente alguien el estado vacío en el que sin duda lo habría dejado Tasli no tenía muchas probabilidades de sobrevivir a la interperie. Comenzó a dar pasitos aquí y allá de manera repetitiva. Otros dos minutos que parecían años. No había rastro de Tasli.

Tampoco es que lo hubiese encontrado en mejor estado originalmente. De hecho tendría que estar agradecidos de que Diramis le presto ropa y baño. De nuevo recomenzó a repetir sus pasos esta vez presionándose el labio superior como solía hacerlo cuando estaba nerviosa.

Pero... aquel era territorio vampiro. Si iba a dejarlo en el bosque malherido entonces tan solo había enlentecido su agonía.

-Tampoco soy su niñera- dijo rompiendo el silencio y asustándose a si misma tras descubrir un sonido sordo que provenía de la hendidura en el suelo de la que ella había salido hacía casi 30 minutos.

Algo en ella se apaciguó al sentir el caminar de un cuerpo y sus hombros se relajaron durante un segundo, Decidió entonces quitarse el dichoso collar que la habían mantenido unida a su sed, y poder desvincularse al fin del aquellarre al otro lado del pasadizo. Suspiró aliviada.

De la gruta improvisada salió una cabellera negra azabache. Jovial, Cansado y elevándose de las profundidades, Nousis no tenía la apariencia de alguien al que acabasen de exprimirle 6 de sus 7 litros de sangre.

Tardó dos segundos en entender que su compañera no iba a aparecer tras el hombre. Otros tres en entender el motivo más probable.  Dos en olisquear de manera leve el olor carácteristico y leve de la sangre de su amiga: A tinta, a canela y polvo seco.

La sed que había contenido durante casi toda la noche se apoderò de ella.

Lo cierto es que Nousis no tuvo mucho tiempo para reaccionar. Tan solo se había elevado segundos atrás de su salida a gatas de aquella cueva y Caoimhe le atacó de frente, aprovechando la inercia de su movimiento en su beneficio para empujarlo contra un árbol tras de él.

Una de sus manos agarraba la cara del hombre presionándola contra el tronco y apretando ambas mejillas inmovilizándolo.La otra se movió con la misma prontitud que la diestra de Nousis. Parando en seco la estocada del espadachín con su mano desnuda.

-¿Qué has hecho follahelechos?- consiguió esbozar. Su voz más un gruñido que la voz musical que normalmente la acompañaba y estaba cargada de un odio que hasta ahora parecía haber estado dormido.. - Ella nos desveló la salida... Maldito desagradecido.

Caoimhe notaba como su propia sangre se vertía entre el filo del metal y su mano. Notaba la tensión de la estocada del hombre abriéndose paso en su musculatura. El corte, aunque no fatal debido a que la chica se encontraba a escasos 5 centīmetros del cuerpo del hombre, sí doloroso.

Pero la sed le hacía de armadura.

-Vas a tener que darme una razón lo bastante convincente como para que se me olvide que acabas de acabar con Tasli.  Es eso o tus poderes élficos te hacen inmune al hecho de... tendrías que estar luchando entre la vida y la muerte ahora mismo.- dijo. Inhalando como por inercia parte del aroma del cabello del chico. Su sed ronroneando. Una lucha interna entre desangrar a esa criatura ahí mismo o darle tiempo a que se explicase.

- estabas a punto de no dejarlo morir en medio del bosque- dijo una vocecilla en su mente-te planteabas incluso buscar una alternativa,,, y ayudarlo a sanar en Beltrexus- continuó burlona. Encendiendo de manera exponencial la sed de la vampiresa.

Caoimhe bufó de manera inhumana. Sus colmillos se alargaron hasta casi rozar la piel fina del elfo allí donde comenzaban sus clavículas y su aspecto seductor cambió al de su verdadero ser. Por un segundo la chica pensó que el demonio en ella había tomado la decisión. Que al fin sus labios iban a mojarse con la sangre de aquel elfo y que además vengaría a su amiga.

Durante ese segundo  la vampiresa dejó que su ser la manejase a sus anchas.

Pero la suerte del elfo parecía no tener final.

El sonido de pasos amortiguados uno tras otros desde diversos puntos a su alrededor apagaron la chispa mínima de sus sed de venganza e interrumpieron aquel momento, casi íntimo llevándose consigo la forma real de Caoimhe y su paz.

-Los neófitos- le susurró a Nousis al oído casi de manera sensual, divertida.

Se alejó de él soltando al fin su espada. Una media sonrisa macabra se apoderó de ella. En menos de tres minutos estarían rodeados. Bueno. El elfo lo estaría.

El efecto de la sed se había pasado debido a la interrupción que cambió la situación a una más tensa y enfocda ahora en alejarse de aquel lugar, Y con su ausencia, se fue también la capa espesa que la había mantenido sin dolor  en la mano que casi amputa la espada de Nousis.

Se puso la capucha de su capa de viaje y recorrió los mismos pasos que había avanzado para atacar a Nousis de manera paulatna. Con esa sonrisa macabra aún en sus labios.  No estaba segura de que diablos iba a hacer Nousis para deshacerse de un aquelarre de neófitos el solo. Pero no le importaba demasiado.

La oscuridad poco a poco confundiendo su silueta. Las sombras apoderándose de ella. Inundándolas hasta no ser más que dos ojos dispares en medio de la noche.

Y entonces desapareció de aquel lugar.
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