La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
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La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
- Elen espera, esto no es buena idea. - se quejó el cazador por enésima vez, aunque hacía ya rato que la joven ignoraba sus negativos comentarios. - Si descubren que los hemos seguido nos matarán, ¿me estás escuchando? - preguntó Alister, acelerando el paso para tomarla por el brazo y así captar su atención. La de cabellos cenicientos se detuvo al notar su mano, pero lejos de hacerle caso, se giró hacia él con el ceño fruncido y una mirada fría, de esas que solía poner en según qué circunstancias, aunque normalmente al enemigo, no a él. Descifrar el mensaje que había tras aquellos ojos no tenía ninguna dificultad para el norteño, dijese lo que dijese ella seguiría adelante, aunque tuviese que hacerlo sola.
- Ya oíste a Laluth, y nuestro propósito al llegar a Dundarak era este, encontrar un tribuno adecuado para que Habak revierta mi transformación. - le recordó la vampira, cansada ya de discutir. - Los Ancestrales son lo más extraordinario que podríamos encontrar en estas tierras, y algo me dice que si llegamos justo a tiempo de participar en el juicio de Eltrant y verlos no fue casualidad… los dioses propiciaron ese momento para que supiese qué hacer… - continuó hablando, depositando toda su fe en aquella posibilidad. - Sé que es arriesgado, pero debo cumplir mi objetivo, ¿acaso no quieres que vuelva a ser la de antes? - inquirió la centinela, sabiendo que frente a eso el dragón no sería capaz de llevarle la contraria.
- Claro que quiero, lo sabes… - respondió en voz baja, consciente de cómo la oscuridad amenazaba con arrebatarle a la mujer que amaba y convertirla en otra persona. - Solo digo que quizá haya otra alternativa menos peligrosa, no sé, alguna reliquia del templo… - añadió al poco, aun sabiendo que sería más fácil hacer entrar en razón a un infectado con euforia que convencerla a ella. - Alister, no va a pasar nada. - le aseguró Elen, suavizando la expresión de su rostro. - ¿Cómo puedes estar tan segura? - preguntó el alado, quien a pesar de haberse acostumbrado al tipo de vida que llevaba la benjamina de los Calhoun, con los problemas siempre acechando a la vuelta de la esquina, estaba dispuesto a aceptar algunos males menores con tal de no perderla.
Cierto era que la naturaleza e instintos de la criatura de la noche habían levantado una barrera entre ambos, limitando su intimidad a pesar de los avances que había logrado con el control de la sed, pero eso no duraría para siempre, con el tiempo las cosas mejorarían y podrían llevar una vida de pareja normal, sin que Elen temiese hacerle daño, o al menos eso era en lo que el dragón confiaba.
- No se darán cuenta de nuestra presencia, para ellos somos pequeños, podemos jugar con esa ventaja, nos mantendremos ocultos y rodearemos su guarida hasta encontrar lo que necesito. - explicó la otrora bruja, que no tenía en mente meterse en la boca del lobo. - Los viste, sus corazas y alas eran extraordinarias, con una de sus escamas bastará. - prosiguió, completamente convencida de que aquella sería una ofrenda adecuada para Habaknuk.
Pero conseguir tal cosa podía no ser tan fácil, los Ancestrales no eran como el resto de miembros de su raza, ni cambiaban de piel como otros reptiles, entonces, ¿qué posibilidades había de que perdiesen parte de su dura armadura natural? Pocas, muy pocas, pero quizá tuviesen más suerte con las plumas de sus extremidades superiores, pues al menos uno de ellos había cambiado las membranosas alas típicas de su raza por unas más propias de las aves.
- Está bien, está bien… iremos a las montañas, pero si las cosas se tuercen nos vamos, ya daremos con algo digno de Habak en otra parte. - cedió finalmente el cazador, soltando el brazo de su compañera para acariciarle la mejilla antes de ponerse en marcha. Alcanzar el hogar de aquellas majestuosas criaturas no sería fácil, ambos tendrían que exponerse a las gélidas temperaturas y a caminos complicados, pero juntos lo lograrían, de eso no les cabía la menor duda.
La primera parte del trayecto fue sencilla, el terreno que separaba Dundarak del pie del macizo nevado era llano así que no tuvieron grandes dificultades para llegar, y una vez allí, Alister cambió de forma y sobrevoló la zona en busca de la ruta más adecuada para seguir sin llamar la atención.
- Hay una senda no muy lejos de aquí. - informó a su vuelta, aterrizando junto a la de ojos verdes y ladeando el cuerpo para que pudiese subirse a su lomo. Los riesgos que conllevaba su misión les impedían hacer todo el trayecto volando, pero algunos tramos como aquel, en que aún estaban lejos de su destino y por tanto, fuera de la vista de los Ancestrales, los realizarían aprovechando las ventajas del alado.
Una vez en el camino continuaron a pie, y durante las siguientes horas se enfrentaron a la gélida brisa y a la gruesa capa de nieve que parecía querer tragarse sus botas con cada paso, recordándoles lo inhóspito que podía llegar a ser aquel lugar, pero no se detuvieron, al menos no hasta que el cansancio empezó a hacer mella en la vampira, momento en que dejaron de lado su búsqueda del tributo para refugiarse en el interior de una pequeña cueva.
Alister no tardó en volver a adoptar su forma bestial, y valiéndose de su elemento elevó su temperatura corporal hasta alcanzar la adecuada para que la joven entrase en calor. - Deberíamos descansar un rato aquí. - propuso el alado, colocando una de las alas de modo que envolviese a señora de sombras. - Sí, tienes razón. - respondió ella, sin despegarse del cálido y anaranjado vientre del reptil, contra el cual se había recostado para combatir el frío que le calaba hasta los huesos.
Off: Inicio del tema que me ha marcado Master Sigel, cronológicamente situado justo después del juicio de Eltrant en el evento captura y castigo.
- Ya oíste a Laluth, y nuestro propósito al llegar a Dundarak era este, encontrar un tribuno adecuado para que Habak revierta mi transformación. - le recordó la vampira, cansada ya de discutir. - Los Ancestrales son lo más extraordinario que podríamos encontrar en estas tierras, y algo me dice que si llegamos justo a tiempo de participar en el juicio de Eltrant y verlos no fue casualidad… los dioses propiciaron ese momento para que supiese qué hacer… - continuó hablando, depositando toda su fe en aquella posibilidad. - Sé que es arriesgado, pero debo cumplir mi objetivo, ¿acaso no quieres que vuelva a ser la de antes? - inquirió la centinela, sabiendo que frente a eso el dragón no sería capaz de llevarle la contraria.
- Claro que quiero, lo sabes… - respondió en voz baja, consciente de cómo la oscuridad amenazaba con arrebatarle a la mujer que amaba y convertirla en otra persona. - Solo digo que quizá haya otra alternativa menos peligrosa, no sé, alguna reliquia del templo… - añadió al poco, aun sabiendo que sería más fácil hacer entrar en razón a un infectado con euforia que convencerla a ella. - Alister, no va a pasar nada. - le aseguró Elen, suavizando la expresión de su rostro. - ¿Cómo puedes estar tan segura? - preguntó el alado, quien a pesar de haberse acostumbrado al tipo de vida que llevaba la benjamina de los Calhoun, con los problemas siempre acechando a la vuelta de la esquina, estaba dispuesto a aceptar algunos males menores con tal de no perderla.
Cierto era que la naturaleza e instintos de la criatura de la noche habían levantado una barrera entre ambos, limitando su intimidad a pesar de los avances que había logrado con el control de la sed, pero eso no duraría para siempre, con el tiempo las cosas mejorarían y podrían llevar una vida de pareja normal, sin que Elen temiese hacerle daño, o al menos eso era en lo que el dragón confiaba.
- No se darán cuenta de nuestra presencia, para ellos somos pequeños, podemos jugar con esa ventaja, nos mantendremos ocultos y rodearemos su guarida hasta encontrar lo que necesito. - explicó la otrora bruja, que no tenía en mente meterse en la boca del lobo. - Los viste, sus corazas y alas eran extraordinarias, con una de sus escamas bastará. - prosiguió, completamente convencida de que aquella sería una ofrenda adecuada para Habaknuk.
Pero conseguir tal cosa podía no ser tan fácil, los Ancestrales no eran como el resto de miembros de su raza, ni cambiaban de piel como otros reptiles, entonces, ¿qué posibilidades había de que perdiesen parte de su dura armadura natural? Pocas, muy pocas, pero quizá tuviesen más suerte con las plumas de sus extremidades superiores, pues al menos uno de ellos había cambiado las membranosas alas típicas de su raza por unas más propias de las aves.
- Está bien, está bien… iremos a las montañas, pero si las cosas se tuercen nos vamos, ya daremos con algo digno de Habak en otra parte. - cedió finalmente el cazador, soltando el brazo de su compañera para acariciarle la mejilla antes de ponerse en marcha. Alcanzar el hogar de aquellas majestuosas criaturas no sería fácil, ambos tendrían que exponerse a las gélidas temperaturas y a caminos complicados, pero juntos lo lograrían, de eso no les cabía la menor duda.
La primera parte del trayecto fue sencilla, el terreno que separaba Dundarak del pie del macizo nevado era llano así que no tuvieron grandes dificultades para llegar, y una vez allí, Alister cambió de forma y sobrevoló la zona en busca de la ruta más adecuada para seguir sin llamar la atención.
- Hay una senda no muy lejos de aquí. - informó a su vuelta, aterrizando junto a la de ojos verdes y ladeando el cuerpo para que pudiese subirse a su lomo. Los riesgos que conllevaba su misión les impedían hacer todo el trayecto volando, pero algunos tramos como aquel, en que aún estaban lejos de su destino y por tanto, fuera de la vista de los Ancestrales, los realizarían aprovechando las ventajas del alado.
Una vez en el camino continuaron a pie, y durante las siguientes horas se enfrentaron a la gélida brisa y a la gruesa capa de nieve que parecía querer tragarse sus botas con cada paso, recordándoles lo inhóspito que podía llegar a ser aquel lugar, pero no se detuvieron, al menos no hasta que el cansancio empezó a hacer mella en la vampira, momento en que dejaron de lado su búsqueda del tributo para refugiarse en el interior de una pequeña cueva.
Alister no tardó en volver a adoptar su forma bestial, y valiéndose de su elemento elevó su temperatura corporal hasta alcanzar la adecuada para que la joven entrase en calor. - Deberíamos descansar un rato aquí. - propuso el alado, colocando una de las alas de modo que envolviese a señora de sombras. - Sí, tienes razón. - respondió ella, sin despegarse del cálido y anaranjado vientre del reptil, contra el cual se había recostado para combatir el frío que le calaba hasta los huesos.
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Última edición por Elen Calhoun el Mar Ago 16 2022, 23:39, editado 1 vez
Elen Calhoun
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Huir de aquella ciudad era una prioridad. Su alter ego había decidido que se iban a casar, pero aquello sería sobre su propio cadáver. No le había costado saltar por la ventana de la habitación en que se hospedaban con Clarice. No... Jamás aceptaría algo así. Cuanto antes se alejara de aquella mujer, antes Jeannie conseguiría olvidarla y ella podría seguir viviendo tranquilamente como hasta ahora. Por nada del mundo dejaría atrás su ya débil libertad de movimientos.
La nieve no era un problema, iba bien abrigada y pesaba lo suficientemente poco como para no hundirse en ella. No había mucha diferencia entre caminar sobre barro o sobre una gruesa capa de nieve. Se movía ligera, tranquila, hacia el norte. Nunca había ido al norte y quería ver todavía más. Por si fuera poco aquellos dragones gigantes y arrogantes se habían ido en aquella dirección.
A decir verdad, sentía curiosidad, mucha curiosidad. Aquello no solía ocurrir, por lo que lo aprovechaba todo lo que podía. En otra circunstancia se habría vuelto a Ciudad Lagarto a junto de Matthew Owens. Aquel humano era de todo menos aburrido. Pero aquellos colores, aquel tamaño y la forma de hablar de los que denominaban "Ancestrales" le había llamado demasiado la atención como para dejarlo pasar por un poco de alegre diversión.
No quedaban árboles, había visto con cada paso que daba su número se veía reducido, hasta quedar todos totalmente atrás, lejos y pequeños. Comenzaba a echarlos de menos. El frío le llegaba hasta los huesos haciéndose cada vez más insoportable. ¿Cómo se le ocurría a una elfa ir sola en esa dirección? Era una locura.
Conforme pasaban las horas echaba más de menos la compañía de Clarice, nunca lo admitiría, pero la dragona le habría venido muy bien en aquellos momentos. Al menos podría dormir caliente. La ventisca se hacía más fuerte, amenazando con enterrar a la elfa en nieve o congelarla hasta la muerte. El sendero seguía, serpenteante entre las montañas. No se daría por vencida todavía. Quería ver aquellos monstruosos seres con sus propios ojos, no a través de los de Jeannie, con todos sus pensamientos inundando su mente.
No sabía por qué los buscaba, al menos no en aquel momento, pero en lo más profundo de su alma pensaba que su otra parte estaría mejor sin ella. Tal vez aquellos dioses pudieran extirparla, dejar a su contraparte ser feliz, sin nada que la estorbe en su búsqueda de un hogar y personas que la quieran y la cuiden de verdad.
En cuanto el frío le impidió mantener el ritmo constante comenzó a buscar desesperadamente un refugio. Todavía quedaban unas pocas horas para que el sol se pusiese y se quedase sin luz por la cual guiarse. No tardó mucho en ver una pequeña cueva en la montaña, un poco más arriba. Los últimos metros se decidirían en una pequeña batalla entre la esperanza de la elfa y la fuerza del frio vendaval.
Entró sin vacilar, sacudiéndose la nieve de encima y tan solo pasó un segundo hasta que se sobresaltase. Dentro ya había otros inquilinos, un dragón y una humana parecían haber tenido la misma idea que ella. Miró hacia atrás a la ventisca. Salir no era una opción viable. Aprovechó que parecían dormidos, o que al menos no la habían escuchado entrar, para irse sigilosamente a una esquina oscura algo alejada de ellos. Estaba demasiado cansada como para preocuparse por lo que podrían hacerle si la descubrían allí.
Tiritando todavía, se hizo un ovillo y no tardó en quedarse dormida.
La nieve no era un problema, iba bien abrigada y pesaba lo suficientemente poco como para no hundirse en ella. No había mucha diferencia entre caminar sobre barro o sobre una gruesa capa de nieve. Se movía ligera, tranquila, hacia el norte. Nunca había ido al norte y quería ver todavía más. Por si fuera poco aquellos dragones gigantes y arrogantes se habían ido en aquella dirección.
A decir verdad, sentía curiosidad, mucha curiosidad. Aquello no solía ocurrir, por lo que lo aprovechaba todo lo que podía. En otra circunstancia se habría vuelto a Ciudad Lagarto a junto de Matthew Owens. Aquel humano era de todo menos aburrido. Pero aquellos colores, aquel tamaño y la forma de hablar de los que denominaban "Ancestrales" le había llamado demasiado la atención como para dejarlo pasar por un poco de alegre diversión.
No quedaban árboles, había visto con cada paso que daba su número se veía reducido, hasta quedar todos totalmente atrás, lejos y pequeños. Comenzaba a echarlos de menos. El frío le llegaba hasta los huesos haciéndose cada vez más insoportable. ¿Cómo se le ocurría a una elfa ir sola en esa dirección? Era una locura.
Conforme pasaban las horas echaba más de menos la compañía de Clarice, nunca lo admitiría, pero la dragona le habría venido muy bien en aquellos momentos. Al menos podría dormir caliente. La ventisca se hacía más fuerte, amenazando con enterrar a la elfa en nieve o congelarla hasta la muerte. El sendero seguía, serpenteante entre las montañas. No se daría por vencida todavía. Quería ver aquellos monstruosos seres con sus propios ojos, no a través de los de Jeannie, con todos sus pensamientos inundando su mente.
No sabía por qué los buscaba, al menos no en aquel momento, pero en lo más profundo de su alma pensaba que su otra parte estaría mejor sin ella. Tal vez aquellos dioses pudieran extirparla, dejar a su contraparte ser feliz, sin nada que la estorbe en su búsqueda de un hogar y personas que la quieran y la cuiden de verdad.
En cuanto el frío le impidió mantener el ritmo constante comenzó a buscar desesperadamente un refugio. Todavía quedaban unas pocas horas para que el sol se pusiese y se quedase sin luz por la cual guiarse. No tardó mucho en ver una pequeña cueva en la montaña, un poco más arriba. Los últimos metros se decidirían en una pequeña batalla entre la esperanza de la elfa y la fuerza del frio vendaval.
Entró sin vacilar, sacudiéndose la nieve de encima y tan solo pasó un segundo hasta que se sobresaltase. Dentro ya había otros inquilinos, un dragón y una humana parecían haber tenido la misma idea que ella. Miró hacia atrás a la ventisca. Salir no era una opción viable. Aprovechó que parecían dormidos, o que al menos no la habían escuchado entrar, para irse sigilosamente a una esquina oscura algo alejada de ellos. Estaba demasiado cansada como para preocuparse por lo que podrían hacerle si la descubrían allí.
Tiritando todavía, se hizo un ovillo y no tardó en quedarse dormida.
Irinnil Fawkes
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Poco a poco el sopor, unido a la agradable calidez que desprendía el cuerpo del dragón, consiguió vencer a la de cabellos cenicientos, sumiéndola en un profundo sueño del cual no despertaría hasta varias horas más tarde. Por su parte, Alister trató de mantenerse despierto tanto como le fue posible, pero finalmente el cansancio acumulado de los últimos días, sumado al estrés y a las peleas en que había participado durante su breve estancia en Dundarak logró que cediese y dejase de luchar para mantener los ojos abiertos.
Y mientras en el exterior la temperatura descendía hasta volverse insoportable, dentro de la cueva ambos pudieron disfrutar de un merecido y necesario descanso que no se vio perturbado ni siquiera cuando una tercera persona, buscando donde refugiarse, se adentró en la caverna y avanzó hasta un rincón de la misma para hacerse un ovillo.
Para cuando el norteño volvió a reaccionar, su improvisada guarida estaba completamente a oscuras, ya no llegaba ninguna luz de fuera, detalle que indicaba que más allá de las turbias nubes de humo y ceniza que cubrían aquellas tierras, era de noche. - ¿Cuánto hemos dormido? - preguntó a la nada, justo antes de percatarse de que algo había cambiado… había un olor extraño, y no tardó en dar con la silueta de la que emanaba. Las alargadas pupilas del reptil recorrieron el pequeño bulto que, sin saber cómo, se había colado en la gruta sin sobresaltarlos, y de forma instintiva comenzó a gruñir por lo bajo, aún con la de ojos verdes recostada contra su vientre.
- A… Alister… ¿qué pasa? - susurró Elen, notando la vibración de su cuerpo. - Tenemos compañía. - contestó el alado, ésta vez sin apenas elevar la voz. Al instante, la centinela se incorporó para ver de quién se trataba, concentrándose en captar el aroma de la mujer y aprovechar su aguda visión para situarla dentro de la cueva. - Me resulta familiar. - musitó la señora de sombras, levantándose y avanzando hacia la muchacha, junto a la cual no dudó en acuclillarse para observar mejor su rostro.
- Sí… es aquella chica de la torre… - comentó, recordando su breve encuentro con la elfa mientras rescataba a Ohm y a Toriel de la prisión. - Tranquilo, no es una amenaza… estuvo presente durante el juicio de Eltrant, lo que me pregunto es qué hace aquí. - siguió hablando, haciendo lo posible por ignorar el sonido de su pulso y la tentación de alimentarse. - ¿Nos habrá seguido? - preguntó el cazador, reacio a abandonar su forma bestial hasta que estuviesen seguros de las intenciones de aquella joven.
- ¿Por qué iba a hacerlo? - replicó Elen, convencida de que no tendría razón alguna para ello, mucho menos después de ver el miedo con que había mirado a sus sombrías criaturas. - Lo más probable es que se dirija también hacia la montaña, pero ¿para qué? - susurró, algo curiosa. - Eso podría ser un problema, si no tiene cuidado podría delatarnos y enfadar a los Ancestrales. - soltó su compañero, al cual no le interesaba tomar más riesgos de los estrictamente necesarios. - Lo dudo, juega con la misma ventaja que nosotros. - intervino la benjamina de los Calhoun, poniéndose nuevamente en pie para regresar junto al dragón.
- Como sea, ya es de noche, deberíamos continuar. - propuso, desviando su mirada hacia la salida, pero la vampira no estaba convencida de que esa fuese la mejor idea. - No creo que pueda soportar las bajas temperaturas durante mucho rato, piénsalo, si antes ya hacía frío ahora será peor. - le recordó la joven, sentándose a su lado y alargando una mano hasta el cuello del reptil para acariciarlo. - ¿Y entonces? - inquirió él, buscando los ojos de su amada. - Mañana aún habrá nubes de humo cubriendo el cielo, podemos aprovechar eso para seguir ascendiendo cuando haya amanecido. - sugirió, apresurándose a tomar de nuevo la palabra antes de que al norteño se le ocurriese responderle.
- Además así podrías volver a tomar tu apariencia humana, de ese modo seríamos más difíciles de localizar. - tenía razón, ambos lo sabían y gracias a eso la única respuesta que obtuvo de Alister fue un quedo suspiro de resignación. - Está bien, aprovechemos para comer algo y recuperar fuerzas. - cedió finalmente, poniéndose manos a la obra para encender una pequeña hoguera que le permitiese calentar parte de la comida que traía consigo.
Una vez hecho esto, el cazador echó un leve vistazo a la elfa, que aparentemente continuaba dormida, y dando por hecho que la centinela tenía razón acerca de ella, abandonó la coraza natural que su transformación le brindaba, sustituyéndola por su forma de hombre. Tarde o temprano la extraña despertaría, ya fuese por la claridad de las llamas o por el olor de la carne asándose, pero hasta entonces harían el menor ruido posible, no tenían idea de cómo había llegado hasta allí pero seguramente estuviese igual de cansada que ellos.
Desde el rincón en que se encontraban, Elen no perdió de vista a la muchacha, ni siquiera mientras vaciaba dos de los frascos de sangre que había preparado antes de emprender el camino hacia el hogar de los Ancestrales. - Esto bastará para que no quiera morderos a ninguno de los dos durante el resto de la noche… - comentó, limpiándose los labios para retirar las manchas que pudiesen haber quedado. - Bueno, servirá para que no quiera morderla a ella. - añadió con un toque de picardía, cruzando una mirada cómplice con el norteño. Y es que no solo el rojizo líquido vital del alado se le antojaba de lo más tentador, sabiendo que él disfrutaba del proceso veía el alimentarse de él de una forma positiva para ambos, siempre y cuando no perdiese el control.
Y mientras en el exterior la temperatura descendía hasta volverse insoportable, dentro de la cueva ambos pudieron disfrutar de un merecido y necesario descanso que no se vio perturbado ni siquiera cuando una tercera persona, buscando donde refugiarse, se adentró en la caverna y avanzó hasta un rincón de la misma para hacerse un ovillo.
Para cuando el norteño volvió a reaccionar, su improvisada guarida estaba completamente a oscuras, ya no llegaba ninguna luz de fuera, detalle que indicaba que más allá de las turbias nubes de humo y ceniza que cubrían aquellas tierras, era de noche. - ¿Cuánto hemos dormido? - preguntó a la nada, justo antes de percatarse de que algo había cambiado… había un olor extraño, y no tardó en dar con la silueta de la que emanaba. Las alargadas pupilas del reptil recorrieron el pequeño bulto que, sin saber cómo, se había colado en la gruta sin sobresaltarlos, y de forma instintiva comenzó a gruñir por lo bajo, aún con la de ojos verdes recostada contra su vientre.
- A… Alister… ¿qué pasa? - susurró Elen, notando la vibración de su cuerpo. - Tenemos compañía. - contestó el alado, ésta vez sin apenas elevar la voz. Al instante, la centinela se incorporó para ver de quién se trataba, concentrándose en captar el aroma de la mujer y aprovechar su aguda visión para situarla dentro de la cueva. - Me resulta familiar. - musitó la señora de sombras, levantándose y avanzando hacia la muchacha, junto a la cual no dudó en acuclillarse para observar mejor su rostro.
- Sí… es aquella chica de la torre… - comentó, recordando su breve encuentro con la elfa mientras rescataba a Ohm y a Toriel de la prisión. - Tranquilo, no es una amenaza… estuvo presente durante el juicio de Eltrant, lo que me pregunto es qué hace aquí. - siguió hablando, haciendo lo posible por ignorar el sonido de su pulso y la tentación de alimentarse. - ¿Nos habrá seguido? - preguntó el cazador, reacio a abandonar su forma bestial hasta que estuviesen seguros de las intenciones de aquella joven.
- ¿Por qué iba a hacerlo? - replicó Elen, convencida de que no tendría razón alguna para ello, mucho menos después de ver el miedo con que había mirado a sus sombrías criaturas. - Lo más probable es que se dirija también hacia la montaña, pero ¿para qué? - susurró, algo curiosa. - Eso podría ser un problema, si no tiene cuidado podría delatarnos y enfadar a los Ancestrales. - soltó su compañero, al cual no le interesaba tomar más riesgos de los estrictamente necesarios. - Lo dudo, juega con la misma ventaja que nosotros. - intervino la benjamina de los Calhoun, poniéndose nuevamente en pie para regresar junto al dragón.
- Como sea, ya es de noche, deberíamos continuar. - propuso, desviando su mirada hacia la salida, pero la vampira no estaba convencida de que esa fuese la mejor idea. - No creo que pueda soportar las bajas temperaturas durante mucho rato, piénsalo, si antes ya hacía frío ahora será peor. - le recordó la joven, sentándose a su lado y alargando una mano hasta el cuello del reptil para acariciarlo. - ¿Y entonces? - inquirió él, buscando los ojos de su amada. - Mañana aún habrá nubes de humo cubriendo el cielo, podemos aprovechar eso para seguir ascendiendo cuando haya amanecido. - sugirió, apresurándose a tomar de nuevo la palabra antes de que al norteño se le ocurriese responderle.
- Además así podrías volver a tomar tu apariencia humana, de ese modo seríamos más difíciles de localizar. - tenía razón, ambos lo sabían y gracias a eso la única respuesta que obtuvo de Alister fue un quedo suspiro de resignación. - Está bien, aprovechemos para comer algo y recuperar fuerzas. - cedió finalmente, poniéndose manos a la obra para encender una pequeña hoguera que le permitiese calentar parte de la comida que traía consigo.
Una vez hecho esto, el cazador echó un leve vistazo a la elfa, que aparentemente continuaba dormida, y dando por hecho que la centinela tenía razón acerca de ella, abandonó la coraza natural que su transformación le brindaba, sustituyéndola por su forma de hombre. Tarde o temprano la extraña despertaría, ya fuese por la claridad de las llamas o por el olor de la carne asándose, pero hasta entonces harían el menor ruido posible, no tenían idea de cómo había llegado hasta allí pero seguramente estuviese igual de cansada que ellos.
Desde el rincón en que se encontraban, Elen no perdió de vista a la muchacha, ni siquiera mientras vaciaba dos de los frascos de sangre que había preparado antes de emprender el camino hacia el hogar de los Ancestrales. - Esto bastará para que no quiera morderos a ninguno de los dos durante el resto de la noche… - comentó, limpiándose los labios para retirar las manchas que pudiesen haber quedado. - Bueno, servirá para que no quiera morderla a ella. - añadió con un toque de picardía, cruzando una mirada cómplice con el norteño. Y es que no solo el rojizo líquido vital del alado se le antojaba de lo más tentador, sabiendo que él disfrutaba del proceso veía el alimentarse de él de una forma positiva para ambos, siempre y cuando no perdiese el control.
Elen Calhoun
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Poco a poco la elfa se fue desvelando, tan solo había logrado dormir un par de horas. El hecho de compartir cueva con dos extraños no ayudaba en absoluto a conciliar el sueño. Había escuchado que hablaban de ella, por lo que se quedó lo más quieta que pudo y acompasó su respiración como si estuviese completamente dormida. “¿Aquella chica de la torre?” por supuesto, Jeannie se había dedicado a corretear por toda la ciudad cual maníaca. Por supuesto que se había encontrado con más gente de la necesaria. No tenía la menor idea de qué llevaba a aquellos dos allí, pero habían mencionado a los Ancestrales. Eso solo podía implicar que estaban siguiéndolos por algún motivo todavía no desvelado.
Por extraño que pudiese parecer no parecían tener la intención de hacerle daño, por lo que se quedó un rato más esperando tumbada aparentando dormir. Si seguía así tal vez pudiera extraer en claro más información de la que le darían voluntariamente. Debían ser poderosos, de otra forma no hablarían de forma tan despreocupada delante de alguien aparentemente dormido.
Intentaba escuchar, pero se habían alejado un poco y tan solo le llegaban susurros, eso, unido al cansancio, terminó por hacerla dormirse de verdad.
Se despertó un poco después, con el chisporroteo de llamas, el calor y el olor de carne asada. Abrió un ojo, lo suficiente para ver cómo la mujer bebía un líquido rojizo y espeso. “Vampira, seguramente” pensó. Se levantó lentamente, quedándose alejada de los dos. E intentó imitar lo mejor que pudo a su contraparte, que de alguna u otra forma conseguía no parecer una amenaza a la gente que la rodeaba. Era una situación peculiar, si hacía cualquier movimiento mínimamente provocador seguramente terminaría peor de lo que ya estaba.
Dejó el arco en el suelo, de todas formas vendría a su mano en cuanto lo llamase, por eso no había problema. Llevaba también una de las flechas bajo la capa, pero una sola no sería suficiente para aquellas dos personas. Comenzaba a preguntarse si sería suficiente siquiera para retrasar a una de las dos. Todavía cerca de la pared, habló para llamar la atención de los extraños.
-Ehm… Mi nombre es… Irinnil Fawkes. -Hizo una pausa sin saber cómo continuar. Hizo una reverencia extremadamente forzada, no sabía dónde lo había visto antes, pero parecía algo humilde que realizar en aquellas circunstancias. -Lamento la intromisión, pero hacía mucho frío fuera.
Se acercó lentamente, dejando el arco y el carcaj a propósito en el campo de visión de los extraños.
- No tengo nada que ofreceros… Salvo… -Se arremangó la camisa, dejando el brazo desnudo estirado. -¿Eres vampira, cierto? Es lo único que puedo ofrecer.
Esperaba con toda su alma, si es que tenía alguna, haber hecho bien todos los pasos de una presentación cordial. Debería practicar más a menudo, aquello podría salvarle la vida en situaciones como aquella. Y bien pensado, podría hacerse pasar por una elfa en apuros para tender emboscadas. Se le escapó una pequeña sonrisa. La reprimió en cuanto se dio cuenta, con suerte pensarían que sería también algo cordial.
Asolada por los nervios se quedó allí de pie, con el brazo estirado, esperando algún tipo de asentimiento, confirmación o al menos una buena paliza.
Por extraño que pudiese parecer no parecían tener la intención de hacerle daño, por lo que se quedó un rato más esperando tumbada aparentando dormir. Si seguía así tal vez pudiera extraer en claro más información de la que le darían voluntariamente. Debían ser poderosos, de otra forma no hablarían de forma tan despreocupada delante de alguien aparentemente dormido.
Intentaba escuchar, pero se habían alejado un poco y tan solo le llegaban susurros, eso, unido al cansancio, terminó por hacerla dormirse de verdad.
Se despertó un poco después, con el chisporroteo de llamas, el calor y el olor de carne asada. Abrió un ojo, lo suficiente para ver cómo la mujer bebía un líquido rojizo y espeso. “Vampira, seguramente” pensó. Se levantó lentamente, quedándose alejada de los dos. E intentó imitar lo mejor que pudo a su contraparte, que de alguna u otra forma conseguía no parecer una amenaza a la gente que la rodeaba. Era una situación peculiar, si hacía cualquier movimiento mínimamente provocador seguramente terminaría peor de lo que ya estaba.
Dejó el arco en el suelo, de todas formas vendría a su mano en cuanto lo llamase, por eso no había problema. Llevaba también una de las flechas bajo la capa, pero una sola no sería suficiente para aquellas dos personas. Comenzaba a preguntarse si sería suficiente siquiera para retrasar a una de las dos. Todavía cerca de la pared, habló para llamar la atención de los extraños.
-Ehm… Mi nombre es… Irinnil Fawkes. -Hizo una pausa sin saber cómo continuar. Hizo una reverencia extremadamente forzada, no sabía dónde lo había visto antes, pero parecía algo humilde que realizar en aquellas circunstancias. -Lamento la intromisión, pero hacía mucho frío fuera.
Se acercó lentamente, dejando el arco y el carcaj a propósito en el campo de visión de los extraños.
- No tengo nada que ofreceros… Salvo… -Se arremangó la camisa, dejando el brazo desnudo estirado. -¿Eres vampira, cierto? Es lo único que puedo ofrecer.
Esperaba con toda su alma, si es que tenía alguna, haber hecho bien todos los pasos de una presentación cordial. Debería practicar más a menudo, aquello podría salvarle la vida en situaciones como aquella. Y bien pensado, podría hacerse pasar por una elfa en apuros para tender emboscadas. Se le escapó una pequeña sonrisa. La reprimió en cuanto se dio cuenta, con suerte pensarían que sería también algo cordial.
Asolada por los nervios se quedó allí de pie, con el brazo estirado, esperando algún tipo de asentimiento, confirmación o al menos una buena paliza.
Off: Si eres amable con ella, terminará sentándose al lado del fuego un poco alejada de vosotros por la desconfianza. Puedes controlarla todo lo que quieras :3
Irinnil Fawkes
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Con la espalda apoyada en la fría roca, y guardando una distancia prudencial con respecto a la hoguera, la vampira se envolvió en su capa y observó en silencio a su compañero mientras éste comía, preguntándose cuánto más tendrían que ascender en la montaña antes de encontrar a los Ancestrales. En su mente resonaban las palabras de Laluth, aquella mujer cuya historia le había devuelto la esperanza de volver a ser como antes, pero ¿de verdad lo lograría o acabaría como ella?
A pesar de su trato con Habaknuk la rubia no había regresado a su estado anterior a la transformación, al menos no por completo ya que conservaba algunos rasgos de su pasado como elfa, al igual que sus poderes de sanación, pero seguía siendo una criatura de la noche, con todo lo que ello conlleva. Entonces ¿qué debía esperar la centinela? Recuperar su dominio sobre el viento y la electricidad no bastaría para contentarla si seguía siendo esclava de la sed, y aunque no quisiese admitirlo, una pequeña parte de ella no quería perder las habilidades que su oscura naturaleza le había brindado.
Ser una hechicera con control sobre los elementos y capacidad para manipular las sombras se le antojaba de lo más tentador, quizá por haberse acostumbrado a luchar de esa manera o por el vínculo que sin quererlo, había forjado con las almas del medallón tras su visita a isla volcánica, pero por desgracia no era algo realista, llegado el momento tendría que elegir una cosa u otra, aunque en realidad la decisión estaba ya tomada.
Alister, él era la verdadera razón de que estuviesen allí, persiguiendo a unos seres casi mitológicos solo para tener una oportunidad de revertir lo que Géminis le había hecho. Si el cazador no se hubiese cruzado en su camino la joven habría terminado aceptando su desdichado sino, pero el caprichoso destino había movido sus hilos para que se encontrasen en el lugar y momento adecuado, ahora quería estar con él, y solo había un modo de que pudiesen permanecer juntos sin el miedo a hacerle daño.
- Parece que se está despertando. - le avisó el norteño en un susurro, sacándola de sus pensamientos. Los brillantes ojos de la benjamina de los Calhoun se alzaron para encontrar el rostro de la muchacha, que acababa de levantarse y aun manteniendo las distancias, procedió a presentarse. Instantes después, y seguramente movida por el frío o el hambre, Irinnil empezó a acercarse a la hoguera, depositando sus armas en el suelo como signo de buena voluntad y ofreciendo su propia sangre a la señora de sombras, gesto que la tomó por sorpresa.
- Eso no será necesario. - contestó Elen, tratando de sonar amable, pero sin apartarse de la pared contra la que estaba apoyada. - Acércate al fuego si quieres… te diría que no mordemos pero en mi caso parecería una broma. - añadió al poco, invitando a la elfa a sentarse con ellos para que pudiese entrar en calor. - ¿Tienes hambre? - preguntó a continuación, cruzando una mirada con el dragón e indicándole con un gesto de la mano que compartiese la comida que acababa de cocinar.
En apenas unos segundos el alado preparó un segundo plato y lo dejó al alcance de la extraña, momento que la de cabellos cenicientos aprovechó para volver a tomar la palabra. - Llegaste mientras dormíamos, podrías habernos atacado o robado pero no lo hiciste… - comentó, ladeando ligeramente la cabeza y observando a la morena con interés. - Para mí es suficiente… - musitó, sin quitarle la vista de encima. - Me llamo Elen, y mi acompañante es Alister. - se presentó, cumpliendo con lo que se consideraría educado.
- Nos cruzamos en la prisión de la torre pero apenas pudimos hablar, ambas llevábamos prisa. - dijo, recordando aquel momento en concreto y como la muchacha se había preocupado al ver las sombras que la acompañaban. - Si mal no recuerdo también estuviste presente durante el juicio de Eltrant, ¿puedo saber qué te trae por aquí? Deambular por la montaña puede ser peligroso, sobre todo si se va solo. - preguntó, queriendo satisfacer su curiosidad y descartar definitivamente que aquella chica los estuviese siguiendo por algún motivo.
A pesar de su trato con Habaknuk la rubia no había regresado a su estado anterior a la transformación, al menos no por completo ya que conservaba algunos rasgos de su pasado como elfa, al igual que sus poderes de sanación, pero seguía siendo una criatura de la noche, con todo lo que ello conlleva. Entonces ¿qué debía esperar la centinela? Recuperar su dominio sobre el viento y la electricidad no bastaría para contentarla si seguía siendo esclava de la sed, y aunque no quisiese admitirlo, una pequeña parte de ella no quería perder las habilidades que su oscura naturaleza le había brindado.
Ser una hechicera con control sobre los elementos y capacidad para manipular las sombras se le antojaba de lo más tentador, quizá por haberse acostumbrado a luchar de esa manera o por el vínculo que sin quererlo, había forjado con las almas del medallón tras su visita a isla volcánica, pero por desgracia no era algo realista, llegado el momento tendría que elegir una cosa u otra, aunque en realidad la decisión estaba ya tomada.
Alister, él era la verdadera razón de que estuviesen allí, persiguiendo a unos seres casi mitológicos solo para tener una oportunidad de revertir lo que Géminis le había hecho. Si el cazador no se hubiese cruzado en su camino la joven habría terminado aceptando su desdichado sino, pero el caprichoso destino había movido sus hilos para que se encontrasen en el lugar y momento adecuado, ahora quería estar con él, y solo había un modo de que pudiesen permanecer juntos sin el miedo a hacerle daño.
- Parece que se está despertando. - le avisó el norteño en un susurro, sacándola de sus pensamientos. Los brillantes ojos de la benjamina de los Calhoun se alzaron para encontrar el rostro de la muchacha, que acababa de levantarse y aun manteniendo las distancias, procedió a presentarse. Instantes después, y seguramente movida por el frío o el hambre, Irinnil empezó a acercarse a la hoguera, depositando sus armas en el suelo como signo de buena voluntad y ofreciendo su propia sangre a la señora de sombras, gesto que la tomó por sorpresa.
- Eso no será necesario. - contestó Elen, tratando de sonar amable, pero sin apartarse de la pared contra la que estaba apoyada. - Acércate al fuego si quieres… te diría que no mordemos pero en mi caso parecería una broma. - añadió al poco, invitando a la elfa a sentarse con ellos para que pudiese entrar en calor. - ¿Tienes hambre? - preguntó a continuación, cruzando una mirada con el dragón e indicándole con un gesto de la mano que compartiese la comida que acababa de cocinar.
En apenas unos segundos el alado preparó un segundo plato y lo dejó al alcance de la extraña, momento que la de cabellos cenicientos aprovechó para volver a tomar la palabra. - Llegaste mientras dormíamos, podrías habernos atacado o robado pero no lo hiciste… - comentó, ladeando ligeramente la cabeza y observando a la morena con interés. - Para mí es suficiente… - musitó, sin quitarle la vista de encima. - Me llamo Elen, y mi acompañante es Alister. - se presentó, cumpliendo con lo que se consideraría educado.
- Nos cruzamos en la prisión de la torre pero apenas pudimos hablar, ambas llevábamos prisa. - dijo, recordando aquel momento en concreto y como la muchacha se había preocupado al ver las sombras que la acompañaban. - Si mal no recuerdo también estuviste presente durante el juicio de Eltrant, ¿puedo saber qué te trae por aquí? Deambular por la montaña puede ser peligroso, sobre todo si se va solo. - preguntó, queriendo satisfacer su curiosidad y descartar definitivamente que aquella chica los estuviese siguiendo por algún motivo.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Tras la negativa de la vampira a beber su sangre, se sentó en el suelo cruzada de piernas. Tenía hambre, pero no lo admitiría en voz alta. Había emprendido aquella travesía tan solo para dejarse morir, dejar el uso de su cuerpo a su otra parte. ¿En qué momento un cuerpo podía ser habitado por dos almas distintas? Tan distintas como ellas dos, querían cosas opuestas del mundo. Se relacionaban con lo que les rodeaba de tal forma que no eran compatibles entre sí. Aquella situación no era para nada sostenible. ¿Pero hasta qué punto una desconocida podía comprender aquellos pensamientos? ¿Hasta qué punto podía sincerarse sin que la volviesen a tratar como una niña loca que no sabe lo que quiere del mundo?
Suspiró antes de aceptar el plato de comida que el hombre le ofrecía. Pocas veces había sentido la amabilidad de los demás mientras ella dominaba la consciencia. Aunque nunca antes había estado tan metida en sus propios problemas internos como para dejarse llevar por los demás. Era nuevo para ella el hecho de dejar el control de las situaciones a quien la rodeaba. Podría haber intentado robarles, matarlos mientras dormían. Pero no veía por qué malgastar sus fuerzas en algo así. En el momento en que entró en la cueva y se durmió si hubiesen terminado con su vida habría sido realmente un alivio. ¿Acaso era lo que quería en realidad? ¿Por eso estaba tan desanimada y dejándose llevar por el momento en lugar de intentar hacer… algo?
Finalmente se decidió a responder, había dejado pasar mucho tiempo entre las palabras de la mujer y las suyas propias. Perder la noción del momento era algo que estaba sucediéndole con demasiada frecuencia.
- Lo lamento. -Comenzó. -No recuerdo muy bien que nos hayamos visto anteriormente. -No era del todo cierto, siempre estaba presente cuando Jeannie tomaba el control, aunque no siempre prestaba la debida atención a lo que sucedía a su alrededor. -Supongo que todo lo relacionado con Dundarak era un caos como para que tuviésemos tiempo de relacionarnos o presentarnos entre nosotras. -Intentó esbozar la sonrisa más amable que supo. -He venido tras el rastro de esos dragones enormes. Alguien dijo que podrían conceder deseos si se lo propusieses. Mi idea es pedirles que acaben con mi vida. No merezco el control de este cuerpo.
Sabía que no tendría ningún sentido, pero qué más daba. En el fondo ya no le importaba nada. Mucho menos lo que pensaran de ella unos desconocidos. Tampoco es como si necesitara ningún tipo de ayuda o compasión por su parte. Ni siquiera aquella comida que, aunque la agradecía, podría haber pasado sin ella aún varios días mientras subía por las montañas.
Aunque no era de su incumbencia pensó que dado que ella había preguntado qué la llevaba allí, debía hacer la misma pregunta. Tan solo por amabilidad, preocuparse por las inquietudes de los demás. Tal vez incluso les podía ser de alguna utilidad… ¿Qué utilidad podría tener una elfa pequeña, destrozada mentalmente y con las energías propias de una piedra?
Miró hacia Elen y preguntó.
- ¿Qué es lo que os trae a vosotros aquí? ¿También vais en su busca porque queréis morir? - Se quedó pensativa y habló en voz más baja, casi para sí misma. -Tal vez busquen que les concedan morir juntos. No sería descabellado que dos personas enamoradas busquen algo así, un vínculo para que uno no tenga que pasar por la pena de no volver a ver al otro jamás.
Siguió mordisqueando la comida, olvidándose siquiera de que había hecho una pregunta. Para sí misma ya la había respondido, las líneas entre la realidad y la ficción comenzaban a difuminarse en su mente. Poco sabía ya de las cosas que habían sucedido y de las mentiras que ella misma se contaba para seguir adelante.
Suspiró antes de aceptar el plato de comida que el hombre le ofrecía. Pocas veces había sentido la amabilidad de los demás mientras ella dominaba la consciencia. Aunque nunca antes había estado tan metida en sus propios problemas internos como para dejarse llevar por los demás. Era nuevo para ella el hecho de dejar el control de las situaciones a quien la rodeaba. Podría haber intentado robarles, matarlos mientras dormían. Pero no veía por qué malgastar sus fuerzas en algo así. En el momento en que entró en la cueva y se durmió si hubiesen terminado con su vida habría sido realmente un alivio. ¿Acaso era lo que quería en realidad? ¿Por eso estaba tan desanimada y dejándose llevar por el momento en lugar de intentar hacer… algo?
Finalmente se decidió a responder, había dejado pasar mucho tiempo entre las palabras de la mujer y las suyas propias. Perder la noción del momento era algo que estaba sucediéndole con demasiada frecuencia.
- Lo lamento. -Comenzó. -No recuerdo muy bien que nos hayamos visto anteriormente. -No era del todo cierto, siempre estaba presente cuando Jeannie tomaba el control, aunque no siempre prestaba la debida atención a lo que sucedía a su alrededor. -Supongo que todo lo relacionado con Dundarak era un caos como para que tuviésemos tiempo de relacionarnos o presentarnos entre nosotras. -Intentó esbozar la sonrisa más amable que supo. -He venido tras el rastro de esos dragones enormes. Alguien dijo que podrían conceder deseos si se lo propusieses. Mi idea es pedirles que acaben con mi vida. No merezco el control de este cuerpo.
Sabía que no tendría ningún sentido, pero qué más daba. En el fondo ya no le importaba nada. Mucho menos lo que pensaran de ella unos desconocidos. Tampoco es como si necesitara ningún tipo de ayuda o compasión por su parte. Ni siquiera aquella comida que, aunque la agradecía, podría haber pasado sin ella aún varios días mientras subía por las montañas.
Aunque no era de su incumbencia pensó que dado que ella había preguntado qué la llevaba allí, debía hacer la misma pregunta. Tan solo por amabilidad, preocuparse por las inquietudes de los demás. Tal vez incluso les podía ser de alguna utilidad… ¿Qué utilidad podría tener una elfa pequeña, destrozada mentalmente y con las energías propias de una piedra?
Miró hacia Elen y preguntó.
- ¿Qué es lo que os trae a vosotros aquí? ¿También vais en su busca porque queréis morir? - Se quedó pensativa y habló en voz más baja, casi para sí misma. -Tal vez busquen que les concedan morir juntos. No sería descabellado que dos personas enamoradas busquen algo así, un vínculo para que uno no tenga que pasar por la pena de no volver a ver al otro jamás.
Siguió mordisqueando la comida, olvidándose siquiera de que había hecho una pregunta. Para sí misma ya la había respondido, las líneas entre la realidad y la ficción comenzaban a difuminarse en su mente. Poco sabía ya de las cosas que habían sucedido y de las mentiras que ella misma se contaba para seguir adelante.
Irinnil Fawkes
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Un pesado silencio, solo roto por el crepitar de las llamas, se apoderó de la cueva durante varios minutos, hasta que finalmente, la elfa decidió responder. Que no recordase su breve encuentro en la torre de la prisión no era una sorpresa, con toda la ciudad sumida en el caos, brujos, dragones, guardias y gárgolas peleando entre sí, resultaba del todo comprensible que hubiese olvidado aquel instante.
Lo que no le hizo tanta gracia fue lo que la muchacha dijo a continuación, que su motivo para ir tras los Ancestrales era pedirles que acabasen con su vida. ¿Por qué se tomaba tantas molestias para morir? ¿por qué tenían que ser precisamente ellos quienes la matasen? Si de verdad quería abandonar el mundo de los vivos podía hacerlo por su propia cuenta, o en caso de no tener el valor necesario para ello, con haberse expuesto en Dundarak habría logrado el mismo resultado, aunque de forma mucho más desagradable y dolorosa.
Por el rabillo del ojo, la de cabellos cenicientos pudo ver como su compañero la miraba con cierta preocupación, y no le hacía falta decir nada para que ella supiese lo que estaba pensando, que si aquella chica pretendía llamar la atención de los guardianes de las montañas no les convenía estar cerca cuando eso ocurriese. - Nos delatará, lo echará todo a perder. - pensó, con gesto serio y obligándose a desviar la vista hacia el fuego. - No Elen, piénsalo bien… si dejas que llegue hasta ellos será la distracción perfecta, podrías colarte en su guarida y conseguir la escama que tanto anhelas mientras esa elfa los convence. - le respondió una voz dentro de su cabeza, pero no le pertenecía, era parte de las sombras.
Con un brillo sombrío en sus ojos, la benjamina de los Calhoun llegó a plantearse tal opción, sucumbiendo al influjo del medallón y de toda la oscuridad que albergaba, pero después de unos segundos volvió en sí, negando levemente con la cabeza aunque ninguno de los presentes entendiese el gesto. - Todo lo contrario, seguimos a los Ancestrales porque representan mi última esperanza… - reveló en voz baja, dispuesta a sincerarse con aquella extraña.
- No sé por qué razón buscas tu fin pero creo que deberías reflexionar sobre ello, a pesar de todo lo malo, de todas las desgracias que asolan Aerandir estos días… aún queda mucho por lo que vivir, incluso cuando piensas que has tocado fondo y no puedes hacer nada para salir a flote. - tomó la palabra nuevamente tras una pausa, clavando su mirada en la de Irinnil.
- ¿Qué te viene a la mente cuando me miras? - preguntó, pero no iba a esperar su respuesta. - Quizá pienses que soy malvada por naturaleza, que mi negra aura es el claro reflejo de lo que llevo por dentro… o que mis sombras son la prueba de un pacto con el dragón oscuro… - siguió hablando, al tiempo que manipulaba su elemento para que la rodease de forma visible, haciéndola parecer más temible. - Nadie te culparía por juzgarme a simple vista, hasta mis mejores amigos lo han hecho… pero debes saber una cosa… no nací así, hasta hace solo unos meses era una hechicera, una mujer muy diferente a la que tienes delante, aunque teniendo en cuenta el pasado de nuestras razas puede que prefieras a una chupasangres como compañía. - dijo con cierto tono de broma.
- El caso es que no quería convertirme en esto pero me vi en la tesitura de elegir entre la transformación o la muerte, y decidí que aún no había llegado mi hora. - explicó al poco, esperando que su discurso calase en la morena. - Mentiría si dijese que el cambio no me brindó ciertas ventajas, pero también tiene sus inconvenientes, es por eso que busco a los Ancestrales, porque de ellos depende que consiga volver a mi estado anterior. - continuó, dejando escapar un leve suspiro.
- A diferencia de ti no voy tras ellos para pedirles un deseo, necesito pasar inadvertida y hacerme con una de sus escamas sin que me descubran, solo así podré llevar a cabo el ritual para revertir la conversión. - terminó de revelar, bajo la sorprendida mirada de Alister, que no entendía por qué estaba contando todo aquello a una persona en la que claramente no podían confiar.
- Tú podrías ayudarnos, claro, si desistes de la idea de que te maten. - soltó con tranquilidad, para luego quedar en silencio y esperar la posible respuesta de la elfa.
Lo que no le hizo tanta gracia fue lo que la muchacha dijo a continuación, que su motivo para ir tras los Ancestrales era pedirles que acabasen con su vida. ¿Por qué se tomaba tantas molestias para morir? ¿por qué tenían que ser precisamente ellos quienes la matasen? Si de verdad quería abandonar el mundo de los vivos podía hacerlo por su propia cuenta, o en caso de no tener el valor necesario para ello, con haberse expuesto en Dundarak habría logrado el mismo resultado, aunque de forma mucho más desagradable y dolorosa.
Por el rabillo del ojo, la de cabellos cenicientos pudo ver como su compañero la miraba con cierta preocupación, y no le hacía falta decir nada para que ella supiese lo que estaba pensando, que si aquella chica pretendía llamar la atención de los guardianes de las montañas no les convenía estar cerca cuando eso ocurriese. - Nos delatará, lo echará todo a perder. - pensó, con gesto serio y obligándose a desviar la vista hacia el fuego. - No Elen, piénsalo bien… si dejas que llegue hasta ellos será la distracción perfecta, podrías colarte en su guarida y conseguir la escama que tanto anhelas mientras esa elfa los convence. - le respondió una voz dentro de su cabeza, pero no le pertenecía, era parte de las sombras.
Con un brillo sombrío en sus ojos, la benjamina de los Calhoun llegó a plantearse tal opción, sucumbiendo al influjo del medallón y de toda la oscuridad que albergaba, pero después de unos segundos volvió en sí, negando levemente con la cabeza aunque ninguno de los presentes entendiese el gesto. - Todo lo contrario, seguimos a los Ancestrales porque representan mi última esperanza… - reveló en voz baja, dispuesta a sincerarse con aquella extraña.
- No sé por qué razón buscas tu fin pero creo que deberías reflexionar sobre ello, a pesar de todo lo malo, de todas las desgracias que asolan Aerandir estos días… aún queda mucho por lo que vivir, incluso cuando piensas que has tocado fondo y no puedes hacer nada para salir a flote. - tomó la palabra nuevamente tras una pausa, clavando su mirada en la de Irinnil.
- ¿Qué te viene a la mente cuando me miras? - preguntó, pero no iba a esperar su respuesta. - Quizá pienses que soy malvada por naturaleza, que mi negra aura es el claro reflejo de lo que llevo por dentro… o que mis sombras son la prueba de un pacto con el dragón oscuro… - siguió hablando, al tiempo que manipulaba su elemento para que la rodease de forma visible, haciéndola parecer más temible. - Nadie te culparía por juzgarme a simple vista, hasta mis mejores amigos lo han hecho… pero debes saber una cosa… no nací así, hasta hace solo unos meses era una hechicera, una mujer muy diferente a la que tienes delante, aunque teniendo en cuenta el pasado de nuestras razas puede que prefieras a una chupasangres como compañía. - dijo con cierto tono de broma.
- El caso es que no quería convertirme en esto pero me vi en la tesitura de elegir entre la transformación o la muerte, y decidí que aún no había llegado mi hora. - explicó al poco, esperando que su discurso calase en la morena. - Mentiría si dijese que el cambio no me brindó ciertas ventajas, pero también tiene sus inconvenientes, es por eso que busco a los Ancestrales, porque de ellos depende que consiga volver a mi estado anterior. - continuó, dejando escapar un leve suspiro.
- A diferencia de ti no voy tras ellos para pedirles un deseo, necesito pasar inadvertida y hacerme con una de sus escamas sin que me descubran, solo así podré llevar a cabo el ritual para revertir la conversión. - terminó de revelar, bajo la sorprendida mirada de Alister, que no entendía por qué estaba contando todo aquello a una persona en la que claramente no podían confiar.
- Tú podrías ayudarnos, claro, si desistes de la idea de que te maten. - soltó con tranquilidad, para luego quedar en silencio y esperar la posible respuesta de la elfa.
Elen Calhoun
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
No entendía por qué, pero la mujer comenzaba a explicarle sus intenciones. Todo después de juzgar el por qué de su búsqueda personal. Entrometerse en la vida de los demás… Bufó un poco y miró hacia otro lado. ¿Que qué le venía a la mente al mirarla? Se fijó en ella, en sus facciones, en su pelo, en sus movimientos. Por primera vez la veía, no como una persona que le causaba indiferencia. Una desconocida más en un mundo lleno de gente. No, esta vez la veía como lo que tenía delante, una mujer hermosa, tal vez con esperanza, tal vez enamorada de aquel hombre. En éste sí que no se fijó, había algo en él que la hacía desconfiar.
Algunas personas eligen la vida, otras, la muerte. No era quien para decir nada sobre las elecciones de los demás, así como los demás no lo eran para decir nada sobre las suyas. Suspiró mientras escuchaba el resto de las palabras.
Tal vez… Tal vez hubiera otro modo de dejar de “existir” que no fuese con los ancestrales. Tal vez ellos en cuanto formulase lo que quería malinterpretaran todo como estaba haciendo Elen.
- No quiero morir como tal. Verás… -Comenzó a sincerarse, sin saber muy bien por qué. Señaló a su cabeza y luego a su corazón. -En uno de estos dos lugares hay dos “yo”. Lo que quiero es que me maten a mi, para que la otra pueda vivir tranquilamente. Es a ella a la que viste en Dundarak, no a mi. ¿Lo entiendes? - Ladeó la cabeza, con pocas esperanzas de haberse explicado correctamente.
- Entonces… Esto es muy importante para ti… -Se dio toquecitos en el labio inferior pensativa para un momento después asentir. -Encontraré otro modo de conseguir lo que busco. Te ayudaré. -Le dedicó la sonrisa más amable que supo poner en la cara.
No le gustaba mucho la idea de emprender el resto del camino con aquel hombre, pero no tenía otra opción. Tendría que aguantarse si quería ayudar a Elen. Tampoco es que tuviera motivos para enfrascarse en una aventura que no era suya, que no le aportaría nada realmente. Pero necesitaba tiempo para pensar, aquella mujer le había dado algunas cosas a las que dar vueltas. Era posible que hubiera otras opciones, algo que ella misma pudiera hacer al respecto.
Se puso en pie y estiró los músculos, sintiéndose algo más fuerte, con energías renovadas y más decidida. -¿Cuándo partimos? No suelo ser muy útil, pero haré lo que pueda por ayudaros. Si queréis llegar sin ser vistos… En última instancia puedo ser una buena distracción.
Dio algunos pasos hacia la entrada, sin saber si se irían ya o preferían esperar todavía. No sabía cuánto quedaba de travesía hasta los dragones, pero tampoco importaba mucho. Había decidido confiar en aquella vampira y su acompañante, no había marcha atrás.
Algunas personas eligen la vida, otras, la muerte. No era quien para decir nada sobre las elecciones de los demás, así como los demás no lo eran para decir nada sobre las suyas. Suspiró mientras escuchaba el resto de las palabras.
Tal vez… Tal vez hubiera otro modo de dejar de “existir” que no fuese con los ancestrales. Tal vez ellos en cuanto formulase lo que quería malinterpretaran todo como estaba haciendo Elen.
- No quiero morir como tal. Verás… -Comenzó a sincerarse, sin saber muy bien por qué. Señaló a su cabeza y luego a su corazón. -En uno de estos dos lugares hay dos “yo”. Lo que quiero es que me maten a mi, para que la otra pueda vivir tranquilamente. Es a ella a la que viste en Dundarak, no a mi. ¿Lo entiendes? - Ladeó la cabeza, con pocas esperanzas de haberse explicado correctamente.
- Entonces… Esto es muy importante para ti… -Se dio toquecitos en el labio inferior pensativa para un momento después asentir. -Encontraré otro modo de conseguir lo que busco. Te ayudaré. -Le dedicó la sonrisa más amable que supo poner en la cara.
No le gustaba mucho la idea de emprender el resto del camino con aquel hombre, pero no tenía otra opción. Tendría que aguantarse si quería ayudar a Elen. Tampoco es que tuviera motivos para enfrascarse en una aventura que no era suya, que no le aportaría nada realmente. Pero necesitaba tiempo para pensar, aquella mujer le había dado algunas cosas a las que dar vueltas. Era posible que hubiera otras opciones, algo que ella misma pudiera hacer al respecto.
Se puso en pie y estiró los músculos, sintiéndose algo más fuerte, con energías renovadas y más decidida. -¿Cuándo partimos? No suelo ser muy útil, pero haré lo que pueda por ayudaros. Si queréis llegar sin ser vistos… En última instancia puedo ser una buena distracción.
Dio algunos pasos hacia la entrada, sin saber si se irían ya o preferían esperar todavía. No sabía cuánto quedaba de travesía hasta los dragones, pero tampoco importaba mucho. Había decidido confiar en aquella vampira y su acompañante, no había marcha atrás.
Irinnil Fawkes
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Mientras esperaba la respuesta de la elfa a su discurso, Elen no apartó la vista de la muchacha, ni siquiera pestañeó, no quería perderse ninguno de sus gestos, pues el lenguaje corporal podía decir mucho de una persona sin que se diese cuenta de ello, y dada la situación en que se encontraban, y que aquella chica podía echar a perder todo su plan, debía permanecer alerta.
Lo que no se había imaginado ni por asomo era la verdadera razón por la que aquella mujer quería morir, o bueno, el término no era el más adecuado, se podría decir que no buscaba acabar con su vida sino… desaparecer. - ¿Dos? ¿a qué se refiere con eso? ¿estará poseída? - empezó a preguntarse mentalmente, mirando con más interés si cabe a su interlocutora. Otros habrían reaccionado mal al secreto de la morena, algunos incluso la habrían tachado de loca, pero no la de cabellos cenicientos, ella mejor que nadie sabía lo que era compartir su cuerpo y mente con otros seres…
Solo la gracia de los dioses y la compañía del dragón la habían mantenido lejos de perder el juicio, pero quizá la elfa no tuviese a nadie para apoyarla, y de ser ese el caso, se sentía en la obligación de guiarla y aconsejarla para que pudiese acostumbrarse a vivir de aquella manera. - Entiendo lo que dices, no sabes hasta qué punto… - susurró, y sin tener que desviar la vista pudo darse cuenta de que Alister había dejado de comer y su ánimo había cambiado, ahora parecía cabizbajo.
- Gracias. - añadió en cuanto la joven se ofreció a ayudarlos, dejando de lado su objetivo inicial. - Y en pago a ese gesto yo también trataré de buscar la forma de ayudarte a hallar lo que deseas… - dijo con tono amable, planteándose si el poder de Habaknuk, ese que supuestamente iba a devolverla a la normalidad, no sería también capaz de fusionar a las dos personas que convivían en el cuerpo de la muchacha, o de en el peor de los casos… eliminar a una sin dañar a la otra.
Ansiosa por ponerse en camino, Irinnil se levantó y comenzó a estirarse, dispuesta a partir de inmediato, pero antes de salir de la cueva la benjamina de los Calhoun debía asegurarse de que el sol se hubiese ocultado. - Alister, querido, ¿podrías echar un vistazo al exterior para comprobar si puedo salir? - pidió con voz dulce, y sin decir nada, el cazador asintió con la cabeza y se puso en pie para ir hacia la entrada de la gruta.
En ese instante, en que ambas se quedaron solas, la vampira se sintió tentada de revelar la parte más macabra de su maldición a su acompañante, pero ¿podría soportarlo? ¿cambiaría de opinión al descubrir su lado oscuro? Era un riesgo que no estaba segura de querer asumir, no cuando su única esperanza de revertir la transformación podía desvanecerse ante sus ojos.
- ¡El camino está despejado, podemos seguir! - exclamó el dragón desde la abertura de la caverna, instándolas a reunirse con él y ponerse en marcha cuanto antes, así aprovecharían toda la noche para internarse en las montañas y con algo de suerte, encontrarían pistas del hogar de los Ancestrales, su destino. - Bien, parece que podemos continuar. - comentó Elen, levantándose y vertiendo un cubo de agua sobre la fogata para apagarla, momento en que finalmente pudo dejar de entrecerrar los ojos a causa de su sensible visión.
Una vez recogido el equipo, la señora de sombras avanzó hacia su compañero con paso ligero, deteniéndose únicamente unos instantes junto a la entrada para dedicar unas palabras a la elfa. - Puede que tú no me recuerdes, ni tampoco a mis aliadas… pero eres un ser de luz, debes percibir toda la oscuridad que me rodea… - empezó a decir, en voz baja. - Yo tampoco estoy sola aquí dentro sabes… llevo años cargando con otros seres, de los que no me puedo librar así como así… - continuó, señalándose la cabeza antes de dejar caer la mano hasta el medallón solar.
Pero no estaba siendo sincera del todo, una parte de ella, aunque fuese pequeña, no quería renunciar al poder que las almas le otorgaban, ni al de las sombras… tristemente se había acostumbrado a su presencia y a valerse de ellas para luchar, tanto que no podía imaginar qué haría cuando volviese a ser una hechicera, cuando su batalla con los jinetes terminase, probablemente se sintiese vacía sin las voces que llevaban tanto tiempo acompañándola.
- Se supone que este viaje me ayudará a eliminar a algunas de esas criaturas, pero debo reconocer que es difícil… en realidad no sé si estoy preparada para ello, pero es la única forma de que sigamos juntos. - musitó, observando al alado, que se había alejado un poco para examinar la zona y escoger la ruta más adecuada. - ¡Por aquí! - las llamó Alister, haciéndoles un gesto con la mano.
Tras su revelación, la otrora bruja comenzó a andar a través de la nieve, pero pronto supo que algo iba mal… las almas del medallón estaban inquietas y eso solo podía significar una cosa. - Alister, ¡transfórmate! ¡va a ocurrir de nuevo! - advirtió, alejándose de la morena tanto como le fue posible antes de que sus extremidades se volviesen negras como la noche y su figura cambiase por completo.
- Maldita sea, ¡atrás Irinnil! - ordenó él, al tiempo que se despojaba del abrigo y cambiaba de forma a marchas forzadas. Una vez más la sombra de odio se hizo con el control del cuerpo de la vampira, y rápidamente centró su atención en la única víctima que tenía a su alcance, la muchacha.
Sin embargo, aunque ya era algo a lo que la creación del Hombre Muerto se estaba acostumbrando, su desesperado intento de llegar hasta la chica se vio frustrado por las llamas de la bestia, que otra vez, se cernieron a su alrededor creando una brillante prisión en la que no tardaba en debilitarse. - Vamos Elen, vuelve. - pidió el cazador con su grave voz de reptil, mientras veía al monstruo retorcerse y gruñir dentro de la jaula que había creado para él.
Aquello solo duró unos instantes, pero para el norteño cada vez que pasaba parecía que el tiempo se detenía, su angustia le hacía sentir que los segundos eran eternos. Finalmente, de cabellos cenicientos recuperó el control y con ello su forma, dejando escapar un suspiro de resignación y dirigiendo la vista hacia la hija de Sandorai. - Lo ves… esa es una de las cosas que vive dentro de mí… - soltó, poniéndose en pie en cuanto la proyección elemental de su amado se desvaneció.
- Me has vuelto a salvar. - susurró, caminando hacia el enorme reptil para acariciar lo que sería el equivalente a su mejilla humana. Ambos cruzaron una mirada cargada de tristeza, tras lo cual, Alister volvió a adoptar su forma de hombre para rodearla con los brazos fugazmente. - Debemos continuar, no hay tiempo que perder. - urgió el cazador, poniendo todas sus esperanzas en que el ritual funcionase y liberase a su compañera de la maldición que la atormentaba lo antes posible.
Y así, sin añadir nada más, los dos esperaron la reacción de Irinnil para ponerse en marcha hacia lo profundo de la montaña, donde no tenían idea de qué los aguardaba. - ¿Sigues queriendo venir? - se atrevió a preguntar la de ojos verdes.
Lo que no se había imaginado ni por asomo era la verdadera razón por la que aquella mujer quería morir, o bueno, el término no era el más adecuado, se podría decir que no buscaba acabar con su vida sino… desaparecer. - ¿Dos? ¿a qué se refiere con eso? ¿estará poseída? - empezó a preguntarse mentalmente, mirando con más interés si cabe a su interlocutora. Otros habrían reaccionado mal al secreto de la morena, algunos incluso la habrían tachado de loca, pero no la de cabellos cenicientos, ella mejor que nadie sabía lo que era compartir su cuerpo y mente con otros seres…
Solo la gracia de los dioses y la compañía del dragón la habían mantenido lejos de perder el juicio, pero quizá la elfa no tuviese a nadie para apoyarla, y de ser ese el caso, se sentía en la obligación de guiarla y aconsejarla para que pudiese acostumbrarse a vivir de aquella manera. - Entiendo lo que dices, no sabes hasta qué punto… - susurró, y sin tener que desviar la vista pudo darse cuenta de que Alister había dejado de comer y su ánimo había cambiado, ahora parecía cabizbajo.
- Gracias. - añadió en cuanto la joven se ofreció a ayudarlos, dejando de lado su objetivo inicial. - Y en pago a ese gesto yo también trataré de buscar la forma de ayudarte a hallar lo que deseas… - dijo con tono amable, planteándose si el poder de Habaknuk, ese que supuestamente iba a devolverla a la normalidad, no sería también capaz de fusionar a las dos personas que convivían en el cuerpo de la muchacha, o de en el peor de los casos… eliminar a una sin dañar a la otra.
Ansiosa por ponerse en camino, Irinnil se levantó y comenzó a estirarse, dispuesta a partir de inmediato, pero antes de salir de la cueva la benjamina de los Calhoun debía asegurarse de que el sol se hubiese ocultado. - Alister, querido, ¿podrías echar un vistazo al exterior para comprobar si puedo salir? - pidió con voz dulce, y sin decir nada, el cazador asintió con la cabeza y se puso en pie para ir hacia la entrada de la gruta.
En ese instante, en que ambas se quedaron solas, la vampira se sintió tentada de revelar la parte más macabra de su maldición a su acompañante, pero ¿podría soportarlo? ¿cambiaría de opinión al descubrir su lado oscuro? Era un riesgo que no estaba segura de querer asumir, no cuando su única esperanza de revertir la transformación podía desvanecerse ante sus ojos.
- ¡El camino está despejado, podemos seguir! - exclamó el dragón desde la abertura de la caverna, instándolas a reunirse con él y ponerse en marcha cuanto antes, así aprovecharían toda la noche para internarse en las montañas y con algo de suerte, encontrarían pistas del hogar de los Ancestrales, su destino. - Bien, parece que podemos continuar. - comentó Elen, levantándose y vertiendo un cubo de agua sobre la fogata para apagarla, momento en que finalmente pudo dejar de entrecerrar los ojos a causa de su sensible visión.
Una vez recogido el equipo, la señora de sombras avanzó hacia su compañero con paso ligero, deteniéndose únicamente unos instantes junto a la entrada para dedicar unas palabras a la elfa. - Puede que tú no me recuerdes, ni tampoco a mis aliadas… pero eres un ser de luz, debes percibir toda la oscuridad que me rodea… - empezó a decir, en voz baja. - Yo tampoco estoy sola aquí dentro sabes… llevo años cargando con otros seres, de los que no me puedo librar así como así… - continuó, señalándose la cabeza antes de dejar caer la mano hasta el medallón solar.
Pero no estaba siendo sincera del todo, una parte de ella, aunque fuese pequeña, no quería renunciar al poder que las almas le otorgaban, ni al de las sombras… tristemente se había acostumbrado a su presencia y a valerse de ellas para luchar, tanto que no podía imaginar qué haría cuando volviese a ser una hechicera, cuando su batalla con los jinetes terminase, probablemente se sintiese vacía sin las voces que llevaban tanto tiempo acompañándola.
- Se supone que este viaje me ayudará a eliminar a algunas de esas criaturas, pero debo reconocer que es difícil… en realidad no sé si estoy preparada para ello, pero es la única forma de que sigamos juntos. - musitó, observando al alado, que se había alejado un poco para examinar la zona y escoger la ruta más adecuada. - ¡Por aquí! - las llamó Alister, haciéndoles un gesto con la mano.
Tras su revelación, la otrora bruja comenzó a andar a través de la nieve, pero pronto supo que algo iba mal… las almas del medallón estaban inquietas y eso solo podía significar una cosa. - Alister, ¡transfórmate! ¡va a ocurrir de nuevo! - advirtió, alejándose de la morena tanto como le fue posible antes de que sus extremidades se volviesen negras como la noche y su figura cambiase por completo.
- Maldita sea, ¡atrás Irinnil! - ordenó él, al tiempo que se despojaba del abrigo y cambiaba de forma a marchas forzadas. Una vez más la sombra de odio se hizo con el control del cuerpo de la vampira, y rápidamente centró su atención en la única víctima que tenía a su alcance, la muchacha.
Sin embargo, aunque ya era algo a lo que la creación del Hombre Muerto se estaba acostumbrando, su desesperado intento de llegar hasta la chica se vio frustrado por las llamas de la bestia, que otra vez, se cernieron a su alrededor creando una brillante prisión en la que no tardaba en debilitarse. - Vamos Elen, vuelve. - pidió el cazador con su grave voz de reptil, mientras veía al monstruo retorcerse y gruñir dentro de la jaula que había creado para él.
Aquello solo duró unos instantes, pero para el norteño cada vez que pasaba parecía que el tiempo se detenía, su angustia le hacía sentir que los segundos eran eternos. Finalmente, de cabellos cenicientos recuperó el control y con ello su forma, dejando escapar un suspiro de resignación y dirigiendo la vista hacia la hija de Sandorai. - Lo ves… esa es una de las cosas que vive dentro de mí… - soltó, poniéndose en pie en cuanto la proyección elemental de su amado se desvaneció.
- Me has vuelto a salvar. - susurró, caminando hacia el enorme reptil para acariciar lo que sería el equivalente a su mejilla humana. Ambos cruzaron una mirada cargada de tristeza, tras lo cual, Alister volvió a adoptar su forma de hombre para rodearla con los brazos fugazmente. - Debemos continuar, no hay tiempo que perder. - urgió el cazador, poniendo todas sus esperanzas en que el ritual funcionase y liberase a su compañera de la maldición que la atormentaba lo antes posible.
Y así, sin añadir nada más, los dos esperaron la reacción de Irinnil para ponerse en marcha hacia lo profundo de la montaña, donde no tenían idea de qué los aguardaba. - ¿Sigues queriendo venir? - se atrevió a preguntar la de ojos verdes.
- Sombra de odio:
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Elen Calhoun
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
¿De verdad podía entenderla? ¿De verdad podía confiar en aquella persona de cabellos blancos? Preguntarse aquello a esas alturas estaba un poco de más. Estaban compartiendo cueva y ambas parecían haberse sincerado aunque fuera tan solo un poco. Pero algo en su interior le decía que no fuese tan deprisa, tal vez porque fuera una vampira. No había tenido mucha suerte en cuanto a encuentros con vampiros hasta el momento. Las apariencias engañan aunque eso se aplica en ambas direcciones. Si la quisieran matar ya lo habrían hecho hacía mucho tiempo.
- No sé por qué entiendes algo que ni siquiera yo entiendo, pero entiendo que lo entiendas aunque no entienda por qué.
"¿Crees que se entiende?"
- ... Cállate. Yo creo que está bien explicado.
En cuanto Alister se adelantó para revisar el estado de las montañas y la nieve, o eso suponía la elfa, ambas se quedaron solas unos instantes. La mujer delante de ella parecía pensativa, como debatiéndose entre si entablar conversación o no. La elfa estaba un poco incómoda así que simplemente desviaba la mirada cuando la fijaba durante más de un segundo sobre ella.
El hombre no tardó en volver, aunque a Irinnil le parecieron horas. Tras informar de que el camino estaba despejado la mujer se dispuso a apagar la fogata. La humareda que soltó el fuego al apagarse cegó durante unos instantes a la elfa que se tapó la boca con una mano mientras entrecerraba los ojos para intentar ver algo.
Tras recojer sus pertenencias, Elen se paró en la entrada a su lado. No, llevaba mucho tiempo intentándolo, pero no era capaz de acordarse de aquella mujer por mucho que se esforzara en profundizar en sus recuerdos de los últimos días. No entendía gran cosa de lo que le estaba explicando, sus ojos seguían las manos de la vampira mientras intentaba sacar algo en claro. Al parecer ella también tenía una Irinnil dentro, o muchas... La elfa se sobresaltó, la idea de que no fueran solo dos las personas luchando por controlar un cuerpo era totalmente terrible. Apenas le parecía sostenible su situación actual, como para siquiera pensar en algo así.
Tardó unos instantes después de que su nueva compañera se pusiera en marcha en seguir la senda marcada por Alister. Todavía sumida en sus pensamientos no se daba cuenta de la transformación que estaba ocurriendo delante suya.
Todo ocurría demasiado deprisa, de un momento a otro Alister se había transformado en dragón y la mujer en una sombra de una oscuridad que pocas veces había sentido. La elfa comenzó a temblar sin apenas poder moverse. Las llamas pasaron por delante de ella, moviendo sus cabellos con fuerza. Su arco comenzó a vibrar sobre la nieve, como esperando una llamada. La elfa se quedó mirándolo fijamente, atontada por no entender lo que estaba sucediendo.
Poco después todo había terminado, Elen se acercó a ella.
"Solo una de las cosas que vive dentro de ella. Y tú te quejas de mi."
- No es momento para estupideces, Jeannie. - La elfa se puso en pie de nuevo, todavía temblando ligeramente. Miró fijamente a la vampira, y como contestación a su pregunta, agarró fuertemente el arco y añadió:
- Más que nunca. Vamos a quitarte esas cosas de dentro.
Dio un par de pasos y se paró al lado de Alister. Agachó la cabeza todo lo que pudo en un reverencia.
- Muchas gracias...
La elfa se enjugó los ojos mirando hacia las alturas. Todavía quedaba mucho camino por recorrer.
- No sé por qué entiendes algo que ni siquiera yo entiendo, pero entiendo que lo entiendas aunque no entienda por qué.
"¿Crees que se entiende?"
- ... Cállate. Yo creo que está bien explicado.
En cuanto Alister se adelantó para revisar el estado de las montañas y la nieve, o eso suponía la elfa, ambas se quedaron solas unos instantes. La mujer delante de ella parecía pensativa, como debatiéndose entre si entablar conversación o no. La elfa estaba un poco incómoda así que simplemente desviaba la mirada cuando la fijaba durante más de un segundo sobre ella.
El hombre no tardó en volver, aunque a Irinnil le parecieron horas. Tras informar de que el camino estaba despejado la mujer se dispuso a apagar la fogata. La humareda que soltó el fuego al apagarse cegó durante unos instantes a la elfa que se tapó la boca con una mano mientras entrecerraba los ojos para intentar ver algo.
Tras recojer sus pertenencias, Elen se paró en la entrada a su lado. No, llevaba mucho tiempo intentándolo, pero no era capaz de acordarse de aquella mujer por mucho que se esforzara en profundizar en sus recuerdos de los últimos días. No entendía gran cosa de lo que le estaba explicando, sus ojos seguían las manos de la vampira mientras intentaba sacar algo en claro. Al parecer ella también tenía una Irinnil dentro, o muchas... La elfa se sobresaltó, la idea de que no fueran solo dos las personas luchando por controlar un cuerpo era totalmente terrible. Apenas le parecía sostenible su situación actual, como para siquiera pensar en algo así.
Tardó unos instantes después de que su nueva compañera se pusiera en marcha en seguir la senda marcada por Alister. Todavía sumida en sus pensamientos no se daba cuenta de la transformación que estaba ocurriendo delante suya.
Todo ocurría demasiado deprisa, de un momento a otro Alister se había transformado en dragón y la mujer en una sombra de una oscuridad que pocas veces había sentido. La elfa comenzó a temblar sin apenas poder moverse. Las llamas pasaron por delante de ella, moviendo sus cabellos con fuerza. Su arco comenzó a vibrar sobre la nieve, como esperando una llamada. La elfa se quedó mirándolo fijamente, atontada por no entender lo que estaba sucediendo.
Poco después todo había terminado, Elen se acercó a ella.
"Solo una de las cosas que vive dentro de ella. Y tú te quejas de mi."
- No es momento para estupideces, Jeannie. - La elfa se puso en pie de nuevo, todavía temblando ligeramente. Miró fijamente a la vampira, y como contestación a su pregunta, agarró fuertemente el arco y añadió:
- Más que nunca. Vamos a quitarte esas cosas de dentro.
Dio un par de pasos y se paró al lado de Alister. Agachó la cabeza todo lo que pudo en un reverencia.
- Muchas gracias...
La elfa se enjugó los ojos mirando hacia las alturas. Todavía quedaba mucho camino por recorrer.
Irinnil Fawkes
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Una vez escuchada la afirmación de Irinnil, que seguía dispuesta a acompañarlos hasta la morada de los Ancestrales, todos se pusieron en marcha en silencio, concentrándose en avanzar a través de la nieve lo más rápido posible. - Otros en su lugar se habrían echado atrás o habrían preferido seguir por su cuenta, me alegra que no sea el caso. - pensó la de ojos verdes, mirando de soslayo a la elfa mientras andaba. Alister se mantenía ligeramente adelantado para marcar el camino y asegurarse de que éste estuviese despejado, y gracias a sus dotes de rastreo y exploración, no tardaron en aligerar el paso y alcanzar un buen ritmo.
Y así continuaron durante un buen rato, luchando contra el frío que amenazaba con hacerlos caer en la hipotermia, aunque eso no llegaría a suceder, no mientras el dragón estuviese con ellas.
- Creo que nos estamos acercando, reconozco ese pico de allí, esperad un momento… iré a echar un ojo. - instó el cazador, alejándose de las jóvenes para volver a adoptar su forma bestial y realizar un corto vuelo por los alrededores. Aquello solo duró un par de minutos, y en cuanto el alado regresó, se apresuró a darles las buenas nuevas, sin siquiera abandonar su apariencia de reptil. - Casi hemos llegado, he visto el cubil y a uno de ellos en la entrada… debemos extremar las precauciones para que no nos detecten. - dijo con su característica voz gutural de dragón, tras lo cual decidió cambiar nuevamente a su forma humana.
- Si están en la entrada no podremos movernos con libertad por la zona, ¿cómo conseguiremos las escamas? - preguntó la benjamina de los Calhoun, empezando a idear un plan de acción. - Arrancárselas no es una opción, tampoco pedírselas, pero no desesperemos, para los nuestros no es raro perder alguna cada cierto tiempo, estoy seguro de que habrá alguna en el cubil, solo tenemos que colarnos dentro y buscarlas. - respondió, aunque era mucho más fácil decirlo que hacerlo.
- Siempre podría llamar su atención para que me sigan fuera de su guarida… - empezó a proponer Alister, pero pronto guardó silencio, en cuanto notó la severa mirada que le dedicaba la vampira. - Ni hablar, ya los viste en Dundarak, te atraparían y no quiero pensar en lo que harían luego. - soltó, llevándose una mano al mentón mientras intentaba dar con otra forma de acceder al hogar de los Ancestrales. - ¿Y mis sombras? ¿podrían distraerlos? - preguntó a la nada, ya que en realidad solo estaba barajando posibilidades.
- Vayamos al cubil, una vez allí podré buscar el modo de colarme sin que me vean. - optó por decir, esperando que al ver el lugar en sí pudiese hallar la forma de adentrarse en el territorio de aquellas bestias. Y sin añadir nada más, ambos se pusieron en marcha, dando por sentado que la elfa los seguiría, aunque después de saber las intenciones con que había llegado a la montaña lo más probable era que no le permitiesen tomar parte en aquella misión, por su bien.
- Por aquí, id con cuidado. - indicó el norteño, llevándolas por el camino más corto hacia su destino. Y en cuestión de unos minutos pasaron de estar en mitad de la nieve a estar prácticamente dentro de la guarida de aquellos imponentes seres. - ¡Cuidado! - dijo rápidamente la señora de sombras, al ver que dos de los Ancestrales se encontraban en la entrada, mirando fijamente a una figura que en comparación con ellos era diminuta.
- Christian Bracknell, por lo que tus deplorables actos han provocado en la ciudad de Dundarak has sido juzgado, los testigos han hablado y tu culpabilidad ha quedado demostrada ante todos. - habló uno de los dragones, con tono severo. - Por ello, ha llegado la hora de que te impongamos el castigo oportuno, y como tus acciones han atentado contra la vida de muchas personas… tu sentencia es la muerte. - intervino el otro, irguiendo su largo cuello y adoptando una elegante postura.
- El fuego purificará tus pecados, ¿estás listo para aceptar tu final? - preguntó el primero, dando a Bracknell unos instantes antes de acabar con su vida de una forma que sin duda nadie desearía. - Tiene lo que se merece. - susurró la vampira desde su escondite, un pequeño saliente que les ofrecía la cobertura necesaria para observar sin ser vistos. Y sin intención de intervenir en aquel juicio, tanto ella como Alister aguardaron a que la situación se resolviese, es decir a que el seguidor del Hombre Muerto fuese ejecutado, quizá después de eso los Ancestrales decidiesen retirarse a la cueva y pudiesen examinar la zona en busca de las tan valiosas escamas.
Y así continuaron durante un buen rato, luchando contra el frío que amenazaba con hacerlos caer en la hipotermia, aunque eso no llegaría a suceder, no mientras el dragón estuviese con ellas.
- Creo que nos estamos acercando, reconozco ese pico de allí, esperad un momento… iré a echar un ojo. - instó el cazador, alejándose de las jóvenes para volver a adoptar su forma bestial y realizar un corto vuelo por los alrededores. Aquello solo duró un par de minutos, y en cuanto el alado regresó, se apresuró a darles las buenas nuevas, sin siquiera abandonar su apariencia de reptil. - Casi hemos llegado, he visto el cubil y a uno de ellos en la entrada… debemos extremar las precauciones para que no nos detecten. - dijo con su característica voz gutural de dragón, tras lo cual decidió cambiar nuevamente a su forma humana.
- Si están en la entrada no podremos movernos con libertad por la zona, ¿cómo conseguiremos las escamas? - preguntó la benjamina de los Calhoun, empezando a idear un plan de acción. - Arrancárselas no es una opción, tampoco pedírselas, pero no desesperemos, para los nuestros no es raro perder alguna cada cierto tiempo, estoy seguro de que habrá alguna en el cubil, solo tenemos que colarnos dentro y buscarlas. - respondió, aunque era mucho más fácil decirlo que hacerlo.
- Siempre podría llamar su atención para que me sigan fuera de su guarida… - empezó a proponer Alister, pero pronto guardó silencio, en cuanto notó la severa mirada que le dedicaba la vampira. - Ni hablar, ya los viste en Dundarak, te atraparían y no quiero pensar en lo que harían luego. - soltó, llevándose una mano al mentón mientras intentaba dar con otra forma de acceder al hogar de los Ancestrales. - ¿Y mis sombras? ¿podrían distraerlos? - preguntó a la nada, ya que en realidad solo estaba barajando posibilidades.
- Vayamos al cubil, una vez allí podré buscar el modo de colarme sin que me vean. - optó por decir, esperando que al ver el lugar en sí pudiese hallar la forma de adentrarse en el territorio de aquellas bestias. Y sin añadir nada más, ambos se pusieron en marcha, dando por sentado que la elfa los seguiría, aunque después de saber las intenciones con que había llegado a la montaña lo más probable era que no le permitiesen tomar parte en aquella misión, por su bien.
- Por aquí, id con cuidado. - indicó el norteño, llevándolas por el camino más corto hacia su destino. Y en cuestión de unos minutos pasaron de estar en mitad de la nieve a estar prácticamente dentro de la guarida de aquellos imponentes seres. - ¡Cuidado! - dijo rápidamente la señora de sombras, al ver que dos de los Ancestrales se encontraban en la entrada, mirando fijamente a una figura que en comparación con ellos era diminuta.
- Christian Bracknell, por lo que tus deplorables actos han provocado en la ciudad de Dundarak has sido juzgado, los testigos han hablado y tu culpabilidad ha quedado demostrada ante todos. - habló uno de los dragones, con tono severo. - Por ello, ha llegado la hora de que te impongamos el castigo oportuno, y como tus acciones han atentado contra la vida de muchas personas… tu sentencia es la muerte. - intervino el otro, irguiendo su largo cuello y adoptando una elegante postura.
- El fuego purificará tus pecados, ¿estás listo para aceptar tu final? - preguntó el primero, dando a Bracknell unos instantes antes de acabar con su vida de una forma que sin duda nadie desearía. - Tiene lo que se merece. - susurró la vampira desde su escondite, un pequeño saliente que les ofrecía la cobertura necesaria para observar sin ser vistos. Y sin intención de intervenir en aquel juicio, tanto ella como Alister aguardaron a que la situación se resolviese, es decir a que el seguidor del Hombre Muerto fuese ejecutado, quizá después de eso los Ancestrales decidiesen retirarse a la cueva y pudiesen examinar la zona en busca de las tan valiosas escamas.
Elen Calhoun
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
La nieve era divertida… Los primeros cinco minutos al menos. Verlo todo nevado al principio puede parecer como una historia sacada de un cuento de antes de irte a dormir. Todo blanco, en calma, con un aura especial que lo hace encantador. Un poco más tarde te das cuenta de que hace frío, mucho frío. Y tras pasar un poco más de tiempo entre ella, te das cuenta de que si sigues allí terminarán por caerse los dedos de los pies.
“La próxima vez deberíamos irnos de vacaciones a una isla de esas donde guardan los tesoros los piratas.”
- No digas tonterías, sabes que odio la arena.
“La nieve está fría.”
Irinnil suspiró y aceleró el paso para acercarse un poco más a Elen. No tenía muchas cosas que hablar con ella, pero tampoco quería no enterarse de qué tenía pensado hacer una vez llegaran a su destino. Alister no tardó en decir que estaban cerca y emprender el vuelo sin mucha dilación. De un segundo al siguiente parecía que habían bajado las temperaturas todavía más. “Cosas de dragones” pensó la elfa mientras se preguntaba si solo era cosa suya.
Ver a Alister en forma de dragón tan solo llevaba recuerdos del joven Kalhen. Se llevó las manos a los pendientes que le había regalado antes de abandonar Dundarak. ¿Qué pensaría si supiera que estaban a punto de entrar en el cubil de los Ancestrales? Seguramente intentara disuadirla de hacerlo pero terminase acompañándola igualmente. “Para que no me pierda, lagarto estúpido...”
La elfa no parecía formar parte de los planes que estaban haciendo Elen y Alister. ¿Acaso tenían miedo de que terminase aquello por lo que había ido allí en primer lugar? ¿Qué les importaba a ellos de todas formas lo que hiciera o dejase de hacer? Para ellos era tan solo una desconocida, alguien con la que habían chocado en medio de una misión importante para la vida de la vampira. En ningún momento se le quitó el pensamiento de que era la más prescindible de los tres.
No parecía que los dragones se fueran a ir próximamente. Tras finalizar la ejecución se habían quedado allí plantados, seguramente hablando del hombre convertido en polvo. Era una situación excepcional que ellos se dignasen a entrometerse en aquel tipo de asuntos, tendrían muchas cosas que discutir.
Irinnil miró un segundo a Elen y Alister. Tenía que ayudarles, fuera como fuese. Dio un pequeño toquecito en el pendiente de Kalhen, el tintineo resonó levemente mientras las alas de dragón salían a la espalda de la elfa. Dedicó una sonrisa a la vampira mientras saltaba al vacío y se acercaba a los dragones planeando.
La sorpresa de ver una elfa volando hacia ellos debió pillarles de imprevisto, puesto que tardaron unos segundos en reaccionar. Para aquel momento Irinnil ya había aterrizado delante de ellos. “Espero que Elen pueda aprovechar la distracción” pensó.
“Jeannie, te lo dejo a ti, es tu especialidad.” -La elfa cerró los ojos un segundo.
- … Os preguntaréis por qué os he reunido aquí. A no ser que no os lo preguntéis. Tal vez lo sepáis, pero no sabréis que no os lo preguntáis hasta que no hayáis escuchado la respuesta. - Hice una pausa. -Pues bien, la respuesta a la pregunta que no os hacéis es la misma que la respuesta a la pregunta que habéis hecho sin formular. Si yo fuera vosotros pensaría qué decir antes de hacerlo, puesto que de no hacerlo la respuesta puede ser distinta a si formuláis correctamente los pensamientos que llevan a la pregunta que no os hacéis. -Levanté el dedo índice para indicar que todavía no había terminado. -Pero cuidado, porque toda pregunta tiene dos respuestas, el modo de formularla puede llevar a cualquiera de las dos, pero la respuesta variará dependiendo de vuestra predisposición a hacerla o no.
“Corre Elen, corre mucho” pensé mientras decía todo aquello. No sabía durante cuánto tiempo estarían confusos al ver una elfa con alas de dragón frente a ellos diciendo una sarta horrible de cosas sin sentido. Confiaba en que su propio poder y grandeza jugara en su contra y pensaran que una pequeña elfa no suponía ninguna amenaza. No es que se equivocaran de todas formas. Intenté no apartar la vista de los dragones, si desviaba la vista hacia donde se suponía debía ir Elen, podrían intuir que algo más raro todavía estaba sucediendo a sus espaldas. Esperaba poder ganarle el tiempo suficiente para entrar, conseguir la escama y salir sin problemas. Lo que no sabíamos es cuántos más habría allí dentro...
----
Off: Uso el pendiente de Kalhen:
Kalhen te regala su pendiente después del juicio como símbolo de vuestra amistad. Al hacerlo tintinear, concede a la elfa las alas del dragón por dos turnos. Solo se puede utilizar una vez por tema.
“La próxima vez deberíamos irnos de vacaciones a una isla de esas donde guardan los tesoros los piratas.”
- No digas tonterías, sabes que odio la arena.
“La nieve está fría.”
Irinnil suspiró y aceleró el paso para acercarse un poco más a Elen. No tenía muchas cosas que hablar con ella, pero tampoco quería no enterarse de qué tenía pensado hacer una vez llegaran a su destino. Alister no tardó en decir que estaban cerca y emprender el vuelo sin mucha dilación. De un segundo al siguiente parecía que habían bajado las temperaturas todavía más. “Cosas de dragones” pensó la elfa mientras se preguntaba si solo era cosa suya.
Ver a Alister en forma de dragón tan solo llevaba recuerdos del joven Kalhen. Se llevó las manos a los pendientes que le había regalado antes de abandonar Dundarak. ¿Qué pensaría si supiera que estaban a punto de entrar en el cubil de los Ancestrales? Seguramente intentara disuadirla de hacerlo pero terminase acompañándola igualmente. “Para que no me pierda, lagarto estúpido...”
La elfa no parecía formar parte de los planes que estaban haciendo Elen y Alister. ¿Acaso tenían miedo de que terminase aquello por lo que había ido allí en primer lugar? ¿Qué les importaba a ellos de todas formas lo que hiciera o dejase de hacer? Para ellos era tan solo una desconocida, alguien con la que habían chocado en medio de una misión importante para la vida de la vampira. En ningún momento se le quitó el pensamiento de que era la más prescindible de los tres.
No parecía que los dragones se fueran a ir próximamente. Tras finalizar la ejecución se habían quedado allí plantados, seguramente hablando del hombre convertido en polvo. Era una situación excepcional que ellos se dignasen a entrometerse en aquel tipo de asuntos, tendrían muchas cosas que discutir.
Irinnil miró un segundo a Elen y Alister. Tenía que ayudarles, fuera como fuese. Dio un pequeño toquecito en el pendiente de Kalhen, el tintineo resonó levemente mientras las alas de dragón salían a la espalda de la elfa. Dedicó una sonrisa a la vampira mientras saltaba al vacío y se acercaba a los dragones planeando.
La sorpresa de ver una elfa volando hacia ellos debió pillarles de imprevisto, puesto que tardaron unos segundos en reaccionar. Para aquel momento Irinnil ya había aterrizado delante de ellos. “Espero que Elen pueda aprovechar la distracción” pensó.
“Jeannie, te lo dejo a ti, es tu especialidad.” -La elfa cerró los ojos un segundo.
- … Os preguntaréis por qué os he reunido aquí. A no ser que no os lo preguntéis. Tal vez lo sepáis, pero no sabréis que no os lo preguntáis hasta que no hayáis escuchado la respuesta. - Hice una pausa. -Pues bien, la respuesta a la pregunta que no os hacéis es la misma que la respuesta a la pregunta que habéis hecho sin formular. Si yo fuera vosotros pensaría qué decir antes de hacerlo, puesto que de no hacerlo la respuesta puede ser distinta a si formuláis correctamente los pensamientos que llevan a la pregunta que no os hacéis. -Levanté el dedo índice para indicar que todavía no había terminado. -Pero cuidado, porque toda pregunta tiene dos respuestas, el modo de formularla puede llevar a cualquiera de las dos, pero la respuesta variará dependiendo de vuestra predisposición a hacerla o no.
“Corre Elen, corre mucho” pensé mientras decía todo aquello. No sabía durante cuánto tiempo estarían confusos al ver una elfa con alas de dragón frente a ellos diciendo una sarta horrible de cosas sin sentido. Confiaba en que su propio poder y grandeza jugara en su contra y pensaran que una pequeña elfa no suponía ninguna amenaza. No es que se equivocaran de todas formas. Intenté no apartar la vista de los dragones, si desviaba la vista hacia donde se suponía debía ir Elen, podrían intuir que algo más raro todavía estaba sucediendo a sus espaldas. Esperaba poder ganarle el tiempo suficiente para entrar, conseguir la escama y salir sin problemas. Lo que no sabíamos es cuántos más habría allí dentro...
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Off: Uso el pendiente de Kalhen:
Kalhen te regala su pendiente después del juicio como símbolo de vuestra amistad. Al hacerlo tintinear, concede a la elfa las alas del dragón por dos turnos. Solo se puede utilizar una vez por tema.
Irinnil Fawkes
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Tras la ejecución de Bracknell, los Ancestrales se mantuvieron en sus posiciones sin hacer ademán de moverse, hablaban entre ellos, probablemente del difunto y su sentencia, para frustración de la vampira que ya se veía teniendo que esperar a la intemperie hasta que anocheciese. - No debemos precipitarnos, si nos descubren podríamos correr su misma suerte. - susurró, señalando el negruzco cúmulo de cenizas que había quedado en mitad de la nieve.
Y a la amenaza que aquellas criaturas representaban se sumaba la incertidumbre de no saber dónde se encontraba el tercer dragón, ¿estaría dentro de la cueva o habría salido a sobrevolar la montaña? Fuera como fuese, debían permanecer alerta, con un ojo en tierra y otro en el aire para que no pudiesen sorprenderlos. Con eso muy presente, la señora de sombras no dejó de observar a los reptiles hasta que un tintineo llamó su atención, y para cuando giró el rostro en dirección al origen del sonido, Irinnil, con unas alas que no sabía cómo demonios le habían salido de un momento a otro, le sonreía.
- No, Irinnil, no. - susurró, alzando las manos hacia ella, pero ya era tarde, la elfa alzó el vuelo y fue directamente hacia aquellos seres. - Maldición, tenemos que hacer algo o la mataran. - añadió al poco, llevándose las manos a la cabeza y reprendiéndose mentalmente por no haberla vigilado mejor. Lo más probable era que los Ancestrales no estuviesen acostumbrados a recibir visitas, mucho menos en su hogar, así que podían tomarse a mal que alguien se atreviese a llegar hasta allí, eso en el peor de los casos, en el mejor, aunque fuese más improbable, concederían unos minutos a la persona que se hubiese tomado tales molestias antes de echarla de allí.
¿Se suponía que eran justos no? Entonces no tendrían razón para hacer daño a la muchacha, a menos que considerasen su presencia allí como una ofensa. - Elen no podemos perder tiempo, ahora mismo están distraídos pero eso no durará mucho, tienes que entrar en la cueva y encontrar la escama, yo me quedaré aquí por si las cosas se tuercen y necesita mi ayuda. - intervino Alister, retrocediendo un poco para ganar espacio y poder transformarse, así al menos tendría alguna oportunidad en caso de que todo se complicase.
- Vamos, date prisa, yo buscaré el modo de sacar a Irinnil de ahí. - instó a continuación, recibiendo por respuesta un leve asentimiento de cabeza de la joven. - Ten cuidado. - susurró antes de perderla de vista, momento en que empezó a barajar las opciones que tenía, que eran bien pocas.
La benjamina de los Calhoun avanzó con cuidado por un lateral, ocultándose tras los salientes que encontró a su paso hasta que finalmente, se halló junto a la entrada del cubil, lugar en que de inmediato se sintió más cómoda ya que estaba lo suficientemente oscuro como para que ella pudiese mimetizarse con las sombras y pasar desapercibida. Lentamente, la criatura de la noche se fue adentrando en aquella enorme caverna, sin perder nunca de vista el suelo ya que tenía la esperanza de encontrar lo que buscaba tirado por algún rincón.
Pronto una pesada respiración la puso en alerta, tal como había imaginado, el tercer dragón se encontraba allí dentro, pero por algún motivo no había participado de la sentencia de Bracknell y en vez de ello, yacía dormido en lo más profundo de la cueva. ¿Por qué no estaba con los otros? Esa pregunta se apoderó de los pensamientos de la joven, pero sin tiempo para divagar al respecto, optó por seguir revisando el lugar.
De inmediato se dio cuenta de que cada uno de ellos tenía su espacio allí dentro, había tres grandes zonas en las que la hierba seca que aislaba el frío suelo de piedra estaba aplastada, una de ellas ya ocupada por el gigante que descansaba, y las otras dos completamente despejadas. - Empezaré por ahí. - pensó, acercándose cuidadosamente a la primera área. Elen escrutó cada centímetro de paja pero no halló nada, así que siguió adelante, hacia el segundo lecho, en el cual repitió el mismo proceso. - Aquí solo hay plumas, esto no me sirve. - susurró, identificando al instante al dueño de aquel espacio, el Ancestral que más semejanza tenía con las aves.
Y sin embargo decidió llevárselas igualmente, ¿eran excepcionales no? Pues en el peor de los casos, intentaría llevar a cabo el ritual con ellas. No era lo que los seguidores de Habak le habían pedido pero siempre sería mejor llevar eso que presentarse con las manos vacías, o al menos eso creyó la de cabellos cenicientos, mientras se aproximaba al lugar en que dormía el tercer guardián de la montaña.
Sabiendo que no podría examinar con libertad aquel lecho, y que debía extremar las precauciones para no despertar a la bestia, Elen se dedicó a rodear la zona y observar con atención la hierba, parando en seco cuando algo extraño captó su atención. Desde donde estaba no podía distinguir con claridad de qué se trataba, solo alcanzó a ver que era algo oscuro y de apariencia resistente, más o menos como las escamas del ser que tenía delante, así que, a pesar del peligro, decidió acercarse aún más y comprobar qué era lo que sobresalía por encima del forraje.
Y como no podía ser de otro modo, teniendo en cuenta la “suerte” que solía tener, halló lo que buscaba, la tan ansiada escama estaba allí, a escasos metros de ella, pero junto a la imponente cabeza de su dueño. - Tengo que cogerla y salir de aquí. - se dijo interiormente, conteniendo la respiración mientras acortaba la distancia que la separaba del Ancestral hasta encontrarse a apenas unos centímetros de sus temibles fauces. Moviéndose muy despacio, la Centinela alargó una de las manos hacia el pequeño trozo que tiempo atrás había formado parte de la armadura natural de aquella criatura y tiró del mismo hasta liberarlo por completo, pero el sonido de la paja al moverse pareció alterar el sueño del reptil.
- Mierda. - pensó la vampira, sin apartar la vista de los ojos de la bestia, como si fuese a abrirlos de un momento a otro y a descubrirla, pero no sucedió, en vez de eso movió ligeramente la cabeza y entreabrió el hocico, mostrando los dientes y echándole el aliento prácticamente en la cara. - Uff, por poco. - susurró con un tono apenas audible en cuanto estuvo segura de que no despertaría, y sin perder ni un instante, se alejó todo lo rápido que pudo, regresando a la entrada de la cueva y desandando sus pasos para llegar al mismo punto en que se encontraban antes.
- La tengo, lo he conseguido. - se animó mentalmente, consciente de que estaba un paso más cerca de acabar con una de sus maldiciones, quizá dos, y que pronto volvería a ser la de antes… aunque aún la asaltaban las dudas, ¿de verdad quería librarse de su nueva naturaleza? Las sombras le habían dado más poder del que podría haber imaginado, sí, había pagado un precio muy alto por ello pero… ¿debía abandonarlas? Todavía no lo tenía claro.
- He vuelto. - musitó al llegar junto al dragón, mostrándole de inmediato su tesoro para luego esconderlo dentro de las ropas. - Bien, entonces es hora de irse, tenemos que hacer una señal a Irinnil… y si no la dejan marchar intervendré para sacarla. - contestó Alister, alejándose un poco para alzar el vuelo sin que lo viesen y bordear el cubil hasta situarse por detrás de los Ancestrales, desde donde la elfa pudiese ver con claridad su gesto de que era hora de largarse de allí.
Y a la amenaza que aquellas criaturas representaban se sumaba la incertidumbre de no saber dónde se encontraba el tercer dragón, ¿estaría dentro de la cueva o habría salido a sobrevolar la montaña? Fuera como fuese, debían permanecer alerta, con un ojo en tierra y otro en el aire para que no pudiesen sorprenderlos. Con eso muy presente, la señora de sombras no dejó de observar a los reptiles hasta que un tintineo llamó su atención, y para cuando giró el rostro en dirección al origen del sonido, Irinnil, con unas alas que no sabía cómo demonios le habían salido de un momento a otro, le sonreía.
- No, Irinnil, no. - susurró, alzando las manos hacia ella, pero ya era tarde, la elfa alzó el vuelo y fue directamente hacia aquellos seres. - Maldición, tenemos que hacer algo o la mataran. - añadió al poco, llevándose las manos a la cabeza y reprendiéndose mentalmente por no haberla vigilado mejor. Lo más probable era que los Ancestrales no estuviesen acostumbrados a recibir visitas, mucho menos en su hogar, así que podían tomarse a mal que alguien se atreviese a llegar hasta allí, eso en el peor de los casos, en el mejor, aunque fuese más improbable, concederían unos minutos a la persona que se hubiese tomado tales molestias antes de echarla de allí.
¿Se suponía que eran justos no? Entonces no tendrían razón para hacer daño a la muchacha, a menos que considerasen su presencia allí como una ofensa. - Elen no podemos perder tiempo, ahora mismo están distraídos pero eso no durará mucho, tienes que entrar en la cueva y encontrar la escama, yo me quedaré aquí por si las cosas se tuercen y necesita mi ayuda. - intervino Alister, retrocediendo un poco para ganar espacio y poder transformarse, así al menos tendría alguna oportunidad en caso de que todo se complicase.
- Vamos, date prisa, yo buscaré el modo de sacar a Irinnil de ahí. - instó a continuación, recibiendo por respuesta un leve asentimiento de cabeza de la joven. - Ten cuidado. - susurró antes de perderla de vista, momento en que empezó a barajar las opciones que tenía, que eran bien pocas.
La benjamina de los Calhoun avanzó con cuidado por un lateral, ocultándose tras los salientes que encontró a su paso hasta que finalmente, se halló junto a la entrada del cubil, lugar en que de inmediato se sintió más cómoda ya que estaba lo suficientemente oscuro como para que ella pudiese mimetizarse con las sombras y pasar desapercibida. Lentamente, la criatura de la noche se fue adentrando en aquella enorme caverna, sin perder nunca de vista el suelo ya que tenía la esperanza de encontrar lo que buscaba tirado por algún rincón.
Pronto una pesada respiración la puso en alerta, tal como había imaginado, el tercer dragón se encontraba allí dentro, pero por algún motivo no había participado de la sentencia de Bracknell y en vez de ello, yacía dormido en lo más profundo de la cueva. ¿Por qué no estaba con los otros? Esa pregunta se apoderó de los pensamientos de la joven, pero sin tiempo para divagar al respecto, optó por seguir revisando el lugar.
De inmediato se dio cuenta de que cada uno de ellos tenía su espacio allí dentro, había tres grandes zonas en las que la hierba seca que aislaba el frío suelo de piedra estaba aplastada, una de ellas ya ocupada por el gigante que descansaba, y las otras dos completamente despejadas. - Empezaré por ahí. - pensó, acercándose cuidadosamente a la primera área. Elen escrutó cada centímetro de paja pero no halló nada, así que siguió adelante, hacia el segundo lecho, en el cual repitió el mismo proceso. - Aquí solo hay plumas, esto no me sirve. - susurró, identificando al instante al dueño de aquel espacio, el Ancestral que más semejanza tenía con las aves.
Y sin embargo decidió llevárselas igualmente, ¿eran excepcionales no? Pues en el peor de los casos, intentaría llevar a cabo el ritual con ellas. No era lo que los seguidores de Habak le habían pedido pero siempre sería mejor llevar eso que presentarse con las manos vacías, o al menos eso creyó la de cabellos cenicientos, mientras se aproximaba al lugar en que dormía el tercer guardián de la montaña.
Sabiendo que no podría examinar con libertad aquel lecho, y que debía extremar las precauciones para no despertar a la bestia, Elen se dedicó a rodear la zona y observar con atención la hierba, parando en seco cuando algo extraño captó su atención. Desde donde estaba no podía distinguir con claridad de qué se trataba, solo alcanzó a ver que era algo oscuro y de apariencia resistente, más o menos como las escamas del ser que tenía delante, así que, a pesar del peligro, decidió acercarse aún más y comprobar qué era lo que sobresalía por encima del forraje.
Y como no podía ser de otro modo, teniendo en cuenta la “suerte” que solía tener, halló lo que buscaba, la tan ansiada escama estaba allí, a escasos metros de ella, pero junto a la imponente cabeza de su dueño. - Tengo que cogerla y salir de aquí. - se dijo interiormente, conteniendo la respiración mientras acortaba la distancia que la separaba del Ancestral hasta encontrarse a apenas unos centímetros de sus temibles fauces. Moviéndose muy despacio, la Centinela alargó una de las manos hacia el pequeño trozo que tiempo atrás había formado parte de la armadura natural de aquella criatura y tiró del mismo hasta liberarlo por completo, pero el sonido de la paja al moverse pareció alterar el sueño del reptil.
- Mierda. - pensó la vampira, sin apartar la vista de los ojos de la bestia, como si fuese a abrirlos de un momento a otro y a descubrirla, pero no sucedió, en vez de eso movió ligeramente la cabeza y entreabrió el hocico, mostrando los dientes y echándole el aliento prácticamente en la cara. - Uff, por poco. - susurró con un tono apenas audible en cuanto estuvo segura de que no despertaría, y sin perder ni un instante, se alejó todo lo rápido que pudo, regresando a la entrada de la cueva y desandando sus pasos para llegar al mismo punto en que se encontraban antes.
- La tengo, lo he conseguido. - se animó mentalmente, consciente de que estaba un paso más cerca de acabar con una de sus maldiciones, quizá dos, y que pronto volvería a ser la de antes… aunque aún la asaltaban las dudas, ¿de verdad quería librarse de su nueva naturaleza? Las sombras le habían dado más poder del que podría haber imaginado, sí, había pagado un precio muy alto por ello pero… ¿debía abandonarlas? Todavía no lo tenía claro.
- He vuelto. - musitó al llegar junto al dragón, mostrándole de inmediato su tesoro para luego esconderlo dentro de las ropas. - Bien, entonces es hora de irse, tenemos que hacer una señal a Irinnil… y si no la dejan marchar intervendré para sacarla. - contestó Alister, alejándose un poco para alzar el vuelo sin que lo viesen y bordear el cubil hasta situarse por detrás de los Ancestrales, desde donde la elfa pudiese ver con claridad su gesto de que era hora de largarse de allí.
Elen Calhoun
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Algunas personas dirían que me había metido en un lío yo sola. Bueno, más bien cualquier persona diría que estaba en un lío bien gordo y que era totalmente mi culpa por no pararme más de tres segundos a pensar sobre ello. Pero realmente… Si tienes que pensar una cosa más de tres segundos… ¿Realmente vale la pena? Quiero decir… ¿Cuánto tiempo se supone que debería haber dedicado a meditar sobre esa acción en concreto? Seguramente a Elen se le habría ocurrido un plan mejor, o lo que se le habría pasado por la cabeza podría haber sido dejarme al margen desde el principio “Que la pequeña elfa no se meta en líos, no quiero que le pase nada por mi culpa”. Pues a decir verdad aquellos menos de tres segundos de meditación de acciones lo que habían conseguido era primero, que Elen pudiera entrar en el cubil sin mayores altercados. Y segundo, que no se tuviera que preocupar de que fuera su culpa porque como ya hemos establecido anteriormente “cualquiera pensaría que me había metido en un lío yo sola”. Así que, por no pensar dos veces una acción, había cubierto todos los rangos de acción posibles… O eso me gusta pensar a mi, en realidad.
- … y como iba diciendo, para conseguir una buena cocción lo que necesitas es fuego lento. Asumo que los dragones sois muy de hacer fuego rápido. Pero ¡ah! -Levanté el dedo índice. -Fuego lento es la clave señores.
Otras personas dirían que lo que estaba haciendo ahora mismo sería darles consejos para mi propia cocción. No se equivocarían, a juzgar por las miradas que me estaban dedicando en aquellos momentos. Se les estaba terminando la paciencia. Ya no era el juguete nuevo que les había aparecido en el cubil, ahora mismo era… La merienda que habían pedido para llevar.
Por suerte no tuve que esperar durante mucho tiempo más. Alister no tardó en aparecer revoloteando detrás de los Ancestrales. Suspiré de alivio mientras uno de aquellos enormes seres se acercaba lentamente. Di un paso atrás, el borde no estaba muy lejos. Estaban acorralándome poco a poco, se habían ido moviendo de forma sutil mientras hablaba. Seguramente si me hubiera despistado un segundo ya no tendría cabeza. Otro paso hacia el borde, sentí cómo había pateado sin querer una piedrecita que se había despeñado sin remedo.
Todavía tenía unos minutos hasta que el efecto de las alas de Kalhen se disipase. Aunque las probabilidades de que fuese más rápida volando que aquellos a los que llamaban Ancestrales eran diminutas. Sin embargo tampoco tenía muchas más opciones. Me dejé caer de espaldas justo en el momento en que una garra intentaba agarrar mis pies. Tras un par de aleteos terminé en uno de los salientes de la roca un poco por debajo de donde estaban los dragones. Si tenía suerte simplemente se encojerían de hombros (o lo que sea que hagan los dragones para mostrar indifencia) y se irían a dormir (o lo que sea que hagan los dioses cuando no están despiertos)
Y allí estaba yo, en un pequeño saliente de una de las montañas más altas. Miré hacia abajo, cosa que había sido mala idea incluso antes de que empezaran a contar los tres segundos de las malas decisiones. Apoyé mi espalda contra la fría roca, el hechizo de las alas se había desvanecido. Conseguí sentarme en el saliente y dejar las piernas colgando hacia el vacío. Había decidido descansar un rato antes de intentar “escalar hacia abajo”. Esperaba de todo corazón que Elen hubiera conseguido su propósito. Apenas la conocía, pero había algo en ella… Quería que saliese ilesa de aquello, quería que pudiera llegar a casa y recostarse con Alister a descansar. Solté otro suspiro mientas un copito de nieve se posaba en mi mejilla. “Todo va a salir bien, ya verás”. Nunca llegué a saber si eso lo dije en voz alta, lo pensé, ni si iba dirigido a alguien en concreto.
- … y como iba diciendo, para conseguir una buena cocción lo que necesitas es fuego lento. Asumo que los dragones sois muy de hacer fuego rápido. Pero ¡ah! -Levanté el dedo índice. -Fuego lento es la clave señores.
Otras personas dirían que lo que estaba haciendo ahora mismo sería darles consejos para mi propia cocción. No se equivocarían, a juzgar por las miradas que me estaban dedicando en aquellos momentos. Se les estaba terminando la paciencia. Ya no era el juguete nuevo que les había aparecido en el cubil, ahora mismo era… La merienda que habían pedido para llevar.
Por suerte no tuve que esperar durante mucho tiempo más. Alister no tardó en aparecer revoloteando detrás de los Ancestrales. Suspiré de alivio mientras uno de aquellos enormes seres se acercaba lentamente. Di un paso atrás, el borde no estaba muy lejos. Estaban acorralándome poco a poco, se habían ido moviendo de forma sutil mientras hablaba. Seguramente si me hubiera despistado un segundo ya no tendría cabeza. Otro paso hacia el borde, sentí cómo había pateado sin querer una piedrecita que se había despeñado sin remedo.
Todavía tenía unos minutos hasta que el efecto de las alas de Kalhen se disipase. Aunque las probabilidades de que fuese más rápida volando que aquellos a los que llamaban Ancestrales eran diminutas. Sin embargo tampoco tenía muchas más opciones. Me dejé caer de espaldas justo en el momento en que una garra intentaba agarrar mis pies. Tras un par de aleteos terminé en uno de los salientes de la roca un poco por debajo de donde estaban los dragones. Si tenía suerte simplemente se encojerían de hombros (o lo que sea que hagan los dragones para mostrar indifencia) y se irían a dormir (o lo que sea que hagan los dioses cuando no están despiertos)
Y allí estaba yo, en un pequeño saliente de una de las montañas más altas. Miré hacia abajo, cosa que había sido mala idea incluso antes de que empezaran a contar los tres segundos de las malas decisiones. Apoyé mi espalda contra la fría roca, el hechizo de las alas se había desvanecido. Conseguí sentarme en el saliente y dejar las piernas colgando hacia el vacío. Había decidido descansar un rato antes de intentar “escalar hacia abajo”. Esperaba de todo corazón que Elen hubiera conseguido su propósito. Apenas la conocía, pero había algo en ella… Quería que saliese ilesa de aquello, quería que pudiera llegar a casa y recostarse con Alister a descansar. Solté otro suspiro mientas un copito de nieve se posaba en mi mejilla. “Todo va a salir bien, ya verás”. Nunca llegué a saber si eso lo dije en voz alta, lo pensé, ni si iba dirigido a alguien en concreto.
Irinnil Fawkes
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Respondiendo a la señal del dragón, Irinnil se apartó de los Ancestrales y se dejó caer justo a tiempo para evitar ser atrapada por las garras de uno de ellos, que parecía haberse hartado de su confusa palabrería. Alister la siguió con sus reptilianas pupilas, apresurándose a bordear el cubil para asegurarse de que estaba bien, a pesar del riesgo de que ello lo expusiese a sus congéneres.
- Necesitamos una distracción. - pensó la vampira, concentrando su elemento rápidamente para invocar a dos de sus sombrías criaturas, las más voluminosas, y enviarlas directamente hacia la guarida de aquellas bestias. - Armad jaleo dentro de la cueva, que vayan hacia vosotros… y cuando tengáis su atención, esfumaos. - ordenó mentalmente a sus aliadas, quienes de inmediato avanzaron a través de la escarpada montaña hacia su destino, el lugar en que descansaba el tercer guardián del norte.
El inesperado rugido del Ancestral captó de inmediato el interés de sus compañeros, que ignorando a la elfa, regresaron al interior de la caverna para ver qué estaba pasando. - Esta es nuestra oportunidad. - susurró la de cabellos cenicientos, abandonando la protección de la roca para empezar a descender a toda prisa a través de la nieve, confiando en que tanto Alister como Irinnil se reuniesen con ella más abajo.
El alado por su parte no perdió el tiempo, terminó de rodear el cubil y se lanzó en picado justo por donde la muchacha se había dejado caer, encontrándola en cuestión de unos segundos, ya sin sus extrañas alas y esperando en uno de los salientes naturales de la zona. - Estás bien, vamos sube, tenemos que largarnos de aquí. - instó el norteño, aleteando con cuidado y situándose lo suficientemente cerca de la joven como para que pudiese encaramarse a su lomo.
Mientras tanto, la benjamina de los Calhoun continuó su camino, volviendo sobre sus pasos y echando de vez en cuando un fugaz vistazo a su espalda para comprobar que los dragones no la siguiesen. - Debo buscar un punto de encuentro seguro, un lugar en que sea visible para Alister. - se dijo mentalmente, planteándose la posibilidad de regresar a la cueva en que se habían refugiado durante la noche, sin duda sería un buen sitio para reagruparse pero quedaba lejos, demasiado lejos.
Descartada esa opción, Elen se decantó por un espacio abierto, un pequeño tramo de la montaña en que el cazador podría aterrizar sin problemas tras dar con ella. - Esperaré aquí, no deberían tardar… - susurró, escrutando el cielo con la mirada. Tras unos segundos, y convencida de que lograrían escapar sin problemas del cubil, la señora de sombras rebuscó entre sus ropas hasta dar con la escama, el motivo de que hubiesen llegado tan lejos. - Tengo el tributo que pedían los seguidores de Habaknuk, ahora les toca cumplir su parte. - pensó, al tiempo que deslizaba los dedos por la escama, tan excepcional como el propio dios vampiro.
Ya solo le quedaba encontrar a Laluth y a Dag Thorlák para llevar a cabo el ritual que la devolviese a su estado anterior, ese que Géminis había destruido al obligarla a transformarse para salvar la vida en isla volcánica.
La cuestión era… ¿de verdad quería volver a ser una hechicera? Su nueva naturaleza le había brindado poderes que jamás habría imaginado, y debía admitir que las sombras tenían algo que le gustaba, quizá se estuviese viendo seducida por todo lo que le ofrecían…
Off: Elen utiliza su habilidad de llamada a las armas para crear una distracción.
Autorizo a Irinnil a utilizar a Alister para narrar como la rescata y la lleva a lugar seguro.
- Necesitamos una distracción. - pensó la vampira, concentrando su elemento rápidamente para invocar a dos de sus sombrías criaturas, las más voluminosas, y enviarlas directamente hacia la guarida de aquellas bestias. - Armad jaleo dentro de la cueva, que vayan hacia vosotros… y cuando tengáis su atención, esfumaos. - ordenó mentalmente a sus aliadas, quienes de inmediato avanzaron a través de la escarpada montaña hacia su destino, el lugar en que descansaba el tercer guardián del norte.
El inesperado rugido del Ancestral captó de inmediato el interés de sus compañeros, que ignorando a la elfa, regresaron al interior de la caverna para ver qué estaba pasando. - Esta es nuestra oportunidad. - susurró la de cabellos cenicientos, abandonando la protección de la roca para empezar a descender a toda prisa a través de la nieve, confiando en que tanto Alister como Irinnil se reuniesen con ella más abajo.
El alado por su parte no perdió el tiempo, terminó de rodear el cubil y se lanzó en picado justo por donde la muchacha se había dejado caer, encontrándola en cuestión de unos segundos, ya sin sus extrañas alas y esperando en uno de los salientes naturales de la zona. - Estás bien, vamos sube, tenemos que largarnos de aquí. - instó el norteño, aleteando con cuidado y situándose lo suficientemente cerca de la joven como para que pudiese encaramarse a su lomo.
Mientras tanto, la benjamina de los Calhoun continuó su camino, volviendo sobre sus pasos y echando de vez en cuando un fugaz vistazo a su espalda para comprobar que los dragones no la siguiesen. - Debo buscar un punto de encuentro seguro, un lugar en que sea visible para Alister. - se dijo mentalmente, planteándose la posibilidad de regresar a la cueva en que se habían refugiado durante la noche, sin duda sería un buen sitio para reagruparse pero quedaba lejos, demasiado lejos.
Descartada esa opción, Elen se decantó por un espacio abierto, un pequeño tramo de la montaña en que el cazador podría aterrizar sin problemas tras dar con ella. - Esperaré aquí, no deberían tardar… - susurró, escrutando el cielo con la mirada. Tras unos segundos, y convencida de que lograrían escapar sin problemas del cubil, la señora de sombras rebuscó entre sus ropas hasta dar con la escama, el motivo de que hubiesen llegado tan lejos. - Tengo el tributo que pedían los seguidores de Habaknuk, ahora les toca cumplir su parte. - pensó, al tiempo que deslizaba los dedos por la escama, tan excepcional como el propio dios vampiro.
Ya solo le quedaba encontrar a Laluth y a Dag Thorlák para llevar a cabo el ritual que la devolviese a su estado anterior, ese que Géminis había destruido al obligarla a transformarse para salvar la vida en isla volcánica.
La cuestión era… ¿de verdad quería volver a ser una hechicera? Su nueva naturaleza le había brindado poderes que jamás habría imaginado, y debía admitir que las sombras tenían algo que le gustaba, quizá se estuviese viendo seducida por todo lo que le ofrecían…
Off: Elen utiliza su habilidad de llamada a las armas para crear una distracción.
Autorizo a Irinnil a utilizar a Alister para narrar como la rescata y la lleva a lugar seguro.
Elen Calhoun
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
Estaba cansada, apoyada sobre la pared de hielo. El frío comenzaba a helarme hasta los huesos. Los ánimos que había demostrado mientras distraía a los dragones ancestrales me habían abandonado por completo. Tenía la mirada perdida cuando el dragón apareció. Le miraba sin ver, pensando en qué me había llevado hasta allí. Esperaba que aquellos seres pudieran ayudarme con lo que me ocurría, separarme en dos… o acallar una de las voces. Pero esos dragones distaban mucho de ser las fantásticas y mágicas criaturas que esperaba encontrar eran casi como… Dragones creciditos, en tamaño y en ego.
Di un salto hacia el lomo de Alister. De alguna forma era reconfortante, dejarse llevar, dejar que otro siga el camino cuando no puedes más.
No tardamos en alcanzar el lugar en que esperaba Elen. Aterrizamos suavemente sobre la nieve. Debía de tener la mirada perdida o estar ausente, puesto que Alister en lugar de esperar a que me bajara me agarró por el cuello de la camisa con la boca y me dejó en el suelo. Se transformó de nuevo y nos acercamos a Elen.
La mujer parecía más pensativa que preocupada por su acompañante. Acariciaba la escama cuando llegamos a su altura.
- Si te conociese de algo más de unas horas, diría que ahora mismo te estás preguntando si deberías o no utilizar eso. -Cerré su mano alrededor de la escama y posé una de las mías sobre ella, mirándola a los ojos continué. - Aquello de lo que te quieres deshacer te confiere un poder inmenso. Si yo fuera tú estaría pensando en quedármelo, en que no vale la pena desprenderse de él. - Aparté la mano. - Pero… Lo que he visto hoy… Antes de despedirnos, quiero que sepas, que no lo necesitas.
Le di la espalda y me alejé por el camino. La decisión era suya y ya me había entrometido suficiente. Decidiera lo que decidiese no era de mi incumbencia, era una completa desconocida que casualmente pasaba por allí para acompañarla en un momento de su vida.
Caminaba cabizbaja, para mi al menos aquella excursión había resultado en una decepción enorme. ¿Qué me quedaba por probar? ¿A quien podía acudir ahora? Esperé a Elen y Alister, la idea era dejarles un pequeño margen de intimidad. Tendrían muchas cosas que hablar entre ellos, y si algo no me consideraba era una entrometida. Me quedé apoyada en la pared de roca, recordando a Matt y sus tiendas calentitas, con gente feliz debido a las altas dosis de alcohol. Tal vez debería volver y ser nuevamente su mascota.
Elen era muy buena persona, esperaba poder volver a verla en el futuro. Pasara lo que pasase entre medias.
Di un salto hacia el lomo de Alister. De alguna forma era reconfortante, dejarse llevar, dejar que otro siga el camino cuando no puedes más.
No tardamos en alcanzar el lugar en que esperaba Elen. Aterrizamos suavemente sobre la nieve. Debía de tener la mirada perdida o estar ausente, puesto que Alister en lugar de esperar a que me bajara me agarró por el cuello de la camisa con la boca y me dejó en el suelo. Se transformó de nuevo y nos acercamos a Elen.
La mujer parecía más pensativa que preocupada por su acompañante. Acariciaba la escama cuando llegamos a su altura.
- Si te conociese de algo más de unas horas, diría que ahora mismo te estás preguntando si deberías o no utilizar eso. -Cerré su mano alrededor de la escama y posé una de las mías sobre ella, mirándola a los ojos continué. - Aquello de lo que te quieres deshacer te confiere un poder inmenso. Si yo fuera tú estaría pensando en quedármelo, en que no vale la pena desprenderse de él. - Aparté la mano. - Pero… Lo que he visto hoy… Antes de despedirnos, quiero que sepas, que no lo necesitas.
Le di la espalda y me alejé por el camino. La decisión era suya y ya me había entrometido suficiente. Decidiera lo que decidiese no era de mi incumbencia, era una completa desconocida que casualmente pasaba por allí para acompañarla en un momento de su vida.
Caminaba cabizbaja, para mi al menos aquella excursión había resultado en una decepción enorme. ¿Qué me quedaba por probar? ¿A quien podía acudir ahora? Esperé a Elen y Alister, la idea era dejarles un pequeño margen de intimidad. Tendrían muchas cosas que hablar entre ellos, y si algo no me consideraba era una entrometida. Me quedé apoyada en la pared de roca, recordando a Matt y sus tiendas calentitas, con gente feliz debido a las altas dosis de alcohol. Tal vez debería volver y ser nuevamente su mascota.
Elen era muy buena persona, esperaba poder volver a verla en el futuro. Pasara lo que pasase entre medias.
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Re: La última esperanza [Privado][Irinnil Fawkes][Cerrado]
- ¿Y ahora qué? - Se preguntó interiormente la señora de la noche, mientras recorría la escama con la mirada y deslizaba los dedos por ella, apreciando su textura y lo dura que era. Tras realizar un viaje tan largo hasta el macizo nevado y haber conseguido lo que había venido a buscar sin apenas problemas ¿no debería estar más alegre?
Cualquiera que la viese en aquel momento habría dicho que su expresión era completamente indiferente, pero no era la única que se sentía así. Las almas del medallón, que siempre se inmiscuían en sus pensamientos y rara vez la dejaban en paz, ahora estaban calladas… algo iba mal.
- ¿Por qué no decís nada? ¿se os ha comido la lengua uno de esos ancestrales o qué? - pensó, sabiendo que la escuchaban. Un extraño silencio, solo roto por el sonido de la gélida brisa, se extendió durante un par de minutos, hasta que finalmente, una de las criaturas decidió responderle. - ¿De verdad necesitas esa cosa? - inquirió, sin molestarse en ocultar que el objeto no le agradaba. - Eres más fuerte ahora de lo que nunca fuiste como hechicera… y con nosotros te harás incluso más poderosa… - continuó hablando, tratando de convencer a la joven de que su nueva naturaleza de vampira era mucho mejor.
- Tírala. - instó, y otras siguieron su ejemplo, creando un eco dentro de la cabeza de la benjamina de los Calhoun. - Olvida tu pasado, abraza las sombras, nadie podrá pararnos… - prosiguió la oscura alma, y el resto tras ella.
La de cabellos cenicientos frunció levemente el ceño y apretó los labios, sin saber realmente qué quería hacer. ¿Debía volver a su antiguo yo o aprovechar lo que la transformación le había brindado? Ambas opciones tenían sus pros y sus contras, así que no era una decisión que pudiese tomar a la ligera, debía analizar la situación a conciencia, no solo por sí misma sino también por el dragón.
¿Aceptaría Alister lo que eligiese sin importar lo que fuese? La postura del cazador sobre el tema estaba más que clara, había depositado todas sus esperanzas en que aquel ritual revirtiese el cambio y devolviese a la bruja a su estado anterior. Pero por otra parte estaban sus sentimientos hacia ella, la quería y quizá... solo quizá, sería capaz de ceder, aunque hacerle cambiar de opinión no sería nada fácil.
- Si pudiera controlar la sed cuando estoy cerca de él… si lo consiguiese podríamos tener una relación normal… o al menos no sería tan complicada. - caviló, sin percatarse de que en esos instantes, Alister e Irinnil estaban llegando a su posición.
Para cuando reparó en ellos la muchacha ya estaba a su lado, y como si tuviese un don para leerle la mente, empezó a hablar acerca de lo difícil que debía ser renunciar a un poder como el que poseía. - ¿Ella me entiende? - se preguntó a sí misma. La de cabellos cenicientos sintió cierto alivio al escucharla, al parecer no era la única que pensaba de aquella manera, pero pronto la chica añadió que después de lo que había visto durante el viaje no necesitaba todo aquello, eso era algo que la vampira no tenía tan claro…
Sin añadir nada más, Irinnil comenzó a desandar el camino que habían tomado para llegar hasta allí, dejando un poco de espacio a la pareja, aunque no era ni de lejos el lugar ni el momento indicado para que tratasen el asunto.
- Se equivoca, ¿verdad?… ¿no estarás dudando ahora? - se atrevió a preguntar el norteño, pero no hizo falta que la de ojos verdes le respondiese, su rostro lo decía todo. - No puede ser… después de todo lo que me dijo al llegar a Dundarak... de verdad está considerando la idea de quedarse así para siempre. - su rostro se contrajo al comprender la realidad. Su compañera, la mujer a la que amaba, podía terminar desapareciendo bajo el influjo de las sombras y el medallón… ya no le quedaban dudas, si no se llevaba a cabo el ritual a tiempo, la perdería.
- Deberíamos irnos, pronto saldrá el sol… - fue lo único que obtuvo de Elen, que incapaz de mentirle, optó por guardar la escama y seguir en silencio a la elfa. El alado se quedó clavado en la nieve durante unos instantes mientras asimilaba lo que acababa de ocurrir, con los puños cerrados y una terrible frustración oprimiéndole el pecho, ¿qué debía hacer?
Ponerse a discutir allí con ella no resolvería nada, probablemente lo complicase aún más, pero no podía quedarse de brazos cruzados mientras la veía elegir el camino de la autodestrucción. En cuanto se despidiesen de la hija de Sandorai, tendrían que hablar seriamente de lo que estaba pasando.
Con esa idea en mente se obligó a caminar tras ellas, sin poder evitar que todo tipo de inquietantes pensamientos lo asaltasen durante el trayecto. ¿Qué sería más importante para la benjamina de los Calhoun al final? ¿Sus sombríos poderes o él? Si llegaba a verse obligada a elegir uno de los dos, ¿cuál sería? Una parte de él temía la posible respuesta.
Cualquiera que la viese en aquel momento habría dicho que su expresión era completamente indiferente, pero no era la única que se sentía así. Las almas del medallón, que siempre se inmiscuían en sus pensamientos y rara vez la dejaban en paz, ahora estaban calladas… algo iba mal.
- ¿Por qué no decís nada? ¿se os ha comido la lengua uno de esos ancestrales o qué? - pensó, sabiendo que la escuchaban. Un extraño silencio, solo roto por el sonido de la gélida brisa, se extendió durante un par de minutos, hasta que finalmente, una de las criaturas decidió responderle. - ¿De verdad necesitas esa cosa? - inquirió, sin molestarse en ocultar que el objeto no le agradaba. - Eres más fuerte ahora de lo que nunca fuiste como hechicera… y con nosotros te harás incluso más poderosa… - continuó hablando, tratando de convencer a la joven de que su nueva naturaleza de vampira era mucho mejor.
- Tírala. - instó, y otras siguieron su ejemplo, creando un eco dentro de la cabeza de la benjamina de los Calhoun. - Olvida tu pasado, abraza las sombras, nadie podrá pararnos… - prosiguió la oscura alma, y el resto tras ella.
La de cabellos cenicientos frunció levemente el ceño y apretó los labios, sin saber realmente qué quería hacer. ¿Debía volver a su antiguo yo o aprovechar lo que la transformación le había brindado? Ambas opciones tenían sus pros y sus contras, así que no era una decisión que pudiese tomar a la ligera, debía analizar la situación a conciencia, no solo por sí misma sino también por el dragón.
¿Aceptaría Alister lo que eligiese sin importar lo que fuese? La postura del cazador sobre el tema estaba más que clara, había depositado todas sus esperanzas en que aquel ritual revirtiese el cambio y devolviese a la bruja a su estado anterior. Pero por otra parte estaban sus sentimientos hacia ella, la quería y quizá... solo quizá, sería capaz de ceder, aunque hacerle cambiar de opinión no sería nada fácil.
- Si pudiera controlar la sed cuando estoy cerca de él… si lo consiguiese podríamos tener una relación normal… o al menos no sería tan complicada. - caviló, sin percatarse de que en esos instantes, Alister e Irinnil estaban llegando a su posición.
Para cuando reparó en ellos la muchacha ya estaba a su lado, y como si tuviese un don para leerle la mente, empezó a hablar acerca de lo difícil que debía ser renunciar a un poder como el que poseía. - ¿Ella me entiende? - se preguntó a sí misma. La de cabellos cenicientos sintió cierto alivio al escucharla, al parecer no era la única que pensaba de aquella manera, pero pronto la chica añadió que después de lo que había visto durante el viaje no necesitaba todo aquello, eso era algo que la vampira no tenía tan claro…
Sin añadir nada más, Irinnil comenzó a desandar el camino que habían tomado para llegar hasta allí, dejando un poco de espacio a la pareja, aunque no era ni de lejos el lugar ni el momento indicado para que tratasen el asunto.
- Se equivoca, ¿verdad?… ¿no estarás dudando ahora? - se atrevió a preguntar el norteño, pero no hizo falta que la de ojos verdes le respondiese, su rostro lo decía todo. - No puede ser… después de todo lo que me dijo al llegar a Dundarak... de verdad está considerando la idea de quedarse así para siempre. - su rostro se contrajo al comprender la realidad. Su compañera, la mujer a la que amaba, podía terminar desapareciendo bajo el influjo de las sombras y el medallón… ya no le quedaban dudas, si no se llevaba a cabo el ritual a tiempo, la perdería.
- Deberíamos irnos, pronto saldrá el sol… - fue lo único que obtuvo de Elen, que incapaz de mentirle, optó por guardar la escama y seguir en silencio a la elfa. El alado se quedó clavado en la nieve durante unos instantes mientras asimilaba lo que acababa de ocurrir, con los puños cerrados y una terrible frustración oprimiéndole el pecho, ¿qué debía hacer?
Ponerse a discutir allí con ella no resolvería nada, probablemente lo complicase aún más, pero no podía quedarse de brazos cruzados mientras la veía elegir el camino de la autodestrucción. En cuanto se despidiesen de la hija de Sandorai, tendrían que hablar seriamente de lo que estaba pasando.
Con esa idea en mente se obligó a caminar tras ellas, sin poder evitar que todo tipo de inquietantes pensamientos lo asaltasen durante el trayecto. ¿Qué sería más importante para la benjamina de los Calhoun al final? ¿Sus sombríos poderes o él? Si llegaba a verse obligada a elegir uno de los dos, ¿cuál sería? Una parte de él temía la posible respuesta.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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