[Desafío] Mi querida Bel
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[Desafío] Mi querida Bel
Atolón de Azur
Loredas, último de Mjulnir del año 1274
Loredas, último de Mjulnir del año 1274
Mi queridísima Bel
Confío en que la presente te encuentre gozando de buena salud y que los rigores y la oscuridad del invierno no hayan enturbiado tu ánimo.
Quizás, al ver la fecha de esta misiva, te digas a ti misma: ¡No es posible que, tan pronto, haya dado con un nuevo descubrimiento! O tal vez te estés preparando para una de mis interminables cavilaciones filosóficas (debes disculparme, mi querida Bel, las largas jornadas de soledad arrullada por el sonido de las olas me dejan mucho tiempo para la reflexión y la pequeñez de mi propia existencia, en contraste con la inmensidad del océano circundante, alimentan mi natural inclinación por las grandes preguntas de la vida).
Me encantaría poder afirmar que por fin he hallado a ese esquivo espécimen. Juro que lo he avistado ya en varias ocasiones, pero se mueve entre las arboledas de coral con tal velocidad que empiezo a dudar si seré capaz de hacerme con una muestra.
Pero no es esa la razón por la que te escribo tan pronto tras mi última carta. Sé que tú la recibirás con la periodicidad acostumbrada, pues aún faltan varias semanas hasta que Jorgen regrese con provisiones y noticias del continente. Sin embargo, los acontecimientos de anoche fueron tan extraordinarios, tan singulares, que debo escribirlos mientras aún permanecen frescos en mi mente. Antes de que el tiempo los desdibuje y comience a preguntarme si acaso no serán producto de una imaginación alentada por el prolongado aislamiento.
Todo comenzó en la hora después de la cena, durante mi paseo vespertino por la Playa de las Luces. No sé si ya te he hablado de la Playa de las Luces. La llamo así (y ruego disculpes mi falta de originalidad) debido a los reflejos luminosos que la luna arranca a la arena, en comunión con los destellos verdeazulados de las aguas de la laguna.
Pensarás, quizá, que las noches sin luna, la playa pierde la razón de su nombre. Sin embargo, su blanca arena posee la curiosa cualidad de acumular luz durante el día, por lo que, incluso sin estos reflejos, desprende un ligero resplandor que aporta una melancólica belleza al entorno. He hecho algunas pruebas con muestras de esta arena, pero aún no he conseguido aislar el componente exacto que produce esta luminiscencia.
Y ya vuelvo a desviarme del tema. Te pido disculpas de nuevo, querida Bel. Es fácil dejarse llevar por el mundo de las ideas cuando se pasan los días en un interminable ciclo de soledad y silencio.
Como iba diciendo, caminaba por la Playa de las Luces disfrutando de la belleza del entorno y cavilando sobre lejanía de las estrellas, cuando noté que había alguien más en la isla. Entonces...
__________________
Saludos, mortal. Tal vez aún no lo sepas, pero eres uno de los protagonistas de la anécdota que se está narrando en esta carta. ¿Qué fue lo que ocurrió aquella noche en este modesto atolón aislado en la inmensidad del océano? Cuéntamelo tú. Tu objetivo es llevar a tu personaje a ese momento y ese lugar para que veamos a través de sus ojos lo que a Bel le llegará (o no) en unos pliegos de papel.
Tienes libertad creativa, tanto con la historia, como para manejar, describir y bautizar a la persona que escribe la carta. Sólo te pondré dos limitaciones: No cierres el final y, a menos que tengas un nigromante a mano, no mates al personaje. Tiene que escribir la carta, después de todo.
Fehu
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Re: [Desafío] Mi querida Bel
Por las barbas de Odín... qué hinchada tengo la tripa. Espero que este paseo me ayude a bajar la comida. ¿A quién se le ocurre traer de postre tazones de gachas dulces cuando de primero ha traído un maldito cordero entero, y de segundo una sopa de cebolla con garbanzos?
¡Nadie se puede resistir a eso! Dioses... Bueno, tampoco me puedo quejar. Jorgen me trae siempre comida de primera. ¿Cómo es posible que todo lo que me traiga esté así de delicioso? Y eso que entre viaje y viaje la comida pasa un buen tiempo sin ser consumida...
Se escuchaba un ronquido lejano.
Además, menudo paisaje. ¿Dónde puedes ver un lugar con arenas de tal belleza, aguas así de cristalinas y encima estar trabajando de lo que te gusta? Si es que... no me puedo quejar. Definitivamente no. Bueno, me equivoco... de una cosa sí que me puedo quejar. ¿Cuándo pillaré a esa maldita sirena? Digo yo que en algún momento se cansará de ser tan escurridiza, ¿no?
Ay... también echo de menos a mi amiga Bel. Mi queridísima Bel. Cuando llegue el verano tenemos que viajar a este atolón los dos juntos. Seguro que le encanta. De hecho... le voy a escribir mañana sobre la playa, a ver qué me contesta. Ojalá quiera venir conmigo a ver los corales, a bañarnos jun... Bueno, a ver cómo el sol sale y se pone... Desde aquí, se puede ver toda la trayectoria del sol, sin edificios ni montañas que tapen la vista. Qué poético... ¿no? Estando yo aquí solo, el sol y yo somos los únicos con un ciclo establecido, y del que no pueden salir... Un momento, ¿qué estoy diciendo? Dioses, creo que toda mi sangre está en mi estómago y estoy desvariando.
Se escuchaba un ronquido, ahora menos lejano.
Oh, por los dioses. Jorgen, ¿eres tú? ¿Tan pronto? ¿Cómo es que no le he oído llegar? Oye, ¿y tu barco? Parece que no me escucha desde aquí. ¿Jor...? Dioses dioses dioses dioses dioses. No es Jorgen. Es una sirena. ¿Una sirena fuera del agua? Tiene que ser una broma. Espera... no hay una sirena, ¡sino cuatro! Me acercaré con cuidado. No puedo asustarlas ahora. Los dioses me sonríen. Tras tanto tiempo detrás de un espécimen, me bendicen con cuatro de ellas. No puedo decepcionarles.
Pero... ¿Qué les ha pasado? Oh, mi madre, son aterradoras. Las sirenas no son así. O a lo mejor es que fuera del agua se arrugan... se vacían de un líquido viscoso... se les cae el pelo... les aparece una dentadura en la cola... ¿Una dentadura en la cola? No no no no, esto no son sirenas. ¿Cómo es posible? ¡¿Qué es esto?! Parece que ni si quiera escuchan, ni ven. Dioses, esto es aterrador. Mejor vuelvo a la cabaña.
Parecía estar siendo un sueño aterrador. Un sueño lúcido como nunca antes había tenido. Esta vez, la sensación de miedo había sido muy... pero que muy real. El brujo se revolvía en aquel colchón de paja, balbuceando un nombre que nunca había escuchado. Jorgen. ¿Quién sería él?
¡Nadie se puede resistir a eso! Dioses... Bueno, tampoco me puedo quejar. Jorgen me trae siempre comida de primera. ¿Cómo es posible que todo lo que me traiga esté así de delicioso? Y eso que entre viaje y viaje la comida pasa un buen tiempo sin ser consumida...
Se escuchaba un ronquido lejano.
Además, menudo paisaje. ¿Dónde puedes ver un lugar con arenas de tal belleza, aguas así de cristalinas y encima estar trabajando de lo que te gusta? Si es que... no me puedo quejar. Definitivamente no. Bueno, me equivoco... de una cosa sí que me puedo quejar. ¿Cuándo pillaré a esa maldita sirena? Digo yo que en algún momento se cansará de ser tan escurridiza, ¿no?
Ay... también echo de menos a mi amiga Bel. Mi queridísima Bel. Cuando llegue el verano tenemos que viajar a este atolón los dos juntos. Seguro que le encanta. De hecho... le voy a escribir mañana sobre la playa, a ver qué me contesta. Ojalá quiera venir conmigo a ver los corales, a bañarnos jun... Bueno, a ver cómo el sol sale y se pone... Desde aquí, se puede ver toda la trayectoria del sol, sin edificios ni montañas que tapen la vista. Qué poético... ¿no? Estando yo aquí solo, el sol y yo somos los únicos con un ciclo establecido, y del que no pueden salir... Un momento, ¿qué estoy diciendo? Dioses, creo que toda mi sangre está en mi estómago y estoy desvariando.
Se escuchaba un ronquido, ahora menos lejano.
Oh, por los dioses. Jorgen, ¿eres tú? ¿Tan pronto? ¿Cómo es que no le he oído llegar? Oye, ¿y tu barco? Parece que no me escucha desde aquí. ¿Jor...? Dioses dioses dioses dioses dioses. No es Jorgen. Es una sirena. ¿Una sirena fuera del agua? Tiene que ser una broma. Espera... no hay una sirena, ¡sino cuatro! Me acercaré con cuidado. No puedo asustarlas ahora. Los dioses me sonríen. Tras tanto tiempo detrás de un espécimen, me bendicen con cuatro de ellas. No puedo decepcionarles.
Pero... ¿Qué les ha pasado? Oh, mi madre, son aterradoras. Las sirenas no son así. O a lo mejor es que fuera del agua se arrugan... se vacían de un líquido viscoso... se les cae el pelo... les aparece una dentadura en la cola... ¿Una dentadura en la cola? No no no no, esto no son sirenas. ¿Cómo es posible? ¡¿Qué es esto?! Parece que ni si quiera escuchan, ni ven. Dioses, esto es aterrador. Mejor vuelvo a la cabaña.
Parecía estar siendo un sueño aterrador. Un sueño lúcido como nunca antes había tenido. Esta vez, la sensación de miedo había sido muy... pero que muy real. El brujo se revolvía en aquel colchón de paja, balbuceando un nombre que nunca había escuchado. Jorgen. ¿Quién sería él?
Eberus
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Re: [Desafío] Mi querida Bel
Había silencio en la tímida habitación. El aura de ocupación que la inundaba provenía principalmente de la figura central dentro de la sala; La chica había pasado la mayor parte de las últimas seis horas recorriendo con sus ojos heterogéneos el sinfín de pergaminos que esparcían la mesa.
Cualquier espectador que hubiese estado observando con intensidad el avance en su tarea de poner al día sus cuentas y débitos hubiese quizás identificado el momento exacto en el que el orden escuálido y ordenado del ir y venir de las hojas de cuentas se hizo caos, y la expresión de la prestamista comenzó a ahondar de concentración su rostro casi perfecto y de frustración sus ademanes, resultando, finalmente, en un profundo y contenido suspiro de cansancio.
Estiró sus brazos en un intento nulo de relajar sus hombros y se dejó caer en una de las orejas del sillón de terciopelo que la había estado observando toda la tarde. El leve camino desentumeció sus piernas y en su movimiento varios de los pergaminos empapelaron el suelo. La chica decidió ignorarlo y sus ojos se percataron de la creciente claridad de su habitación. Augurando el día oculto por sus persianas.
Con un leve gemido de placer desabrochó su corsé, dándose cuenta de inmediato con aquel gesto de la incomodidad que le había causado durante toda la noche. Se regocijó durante un escaso minuto en aquella recién encontrada sensación ínfimamente placentera y cerró los ojos intentando apartar de su mente el garabato de números, peticiones y deudas sin saldar que la llenaban.
Quería al menos acabar los apuntes saldados del mes pasado. Tan solo una hora más. Necesitaba tan solo… una hora más antes de que el amanecer la sorprendiese aún despierta.
Abrió los ojos sumida en la claridad cegadora. Su cuerpo permanecía agazapado sobre si misma en una posición sumamente incómoda. Bostezó de manera disimulada y poco a poco sus pupilas se acostumbraron a la luz a su alrededor.
Luz.
Entró en pánico y se incorporó sobre si misma para darse cuenta de que su sillón mullido no lo era más y que el dolor de su espalda marcada con miles de motitas era el resultado de una larga siesta en la que parecía las arenas más blancas que había visto nunca.
Se miro las manos, sumida en el pánico de su naturaleza, y sus manos le devolvieron el color bronceado que nunca habían tenido. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía allí?
Una leve brisa levantó sus cabellos y erizó la piel de su cuerpo. Estaba desnuda, se percató y sacudió de manera frágil la arena de unos pechos bronceados que no eran los suyos y que parecían estratégicamente cubiertos aquí y allá por su cabello azul casi plata.
Aquella no era ella. Pero a la vez... ¿Quién si no?
Se intentó incorporar de nuevo, sumida en la frustración de notar sus piernas dormidas. Solo que... no había piernas allí donde acababa su cadera: Aquí y allá y de manera esparcida la piel de la chica estaba surcada de escamas casi tan plata como su pelo que de manera progresiva desde su cadera hasta la punta de donde debían estar sus pies se acumulaban formando la cola de lo que finalmente se dio cuenta que era. Una sirena.
Por algún motivo particular aquel descubrimiento no le causó sorpresa. Pues claro que era una sirena. ¿Qué sino?
Se llevó las manos a su garganta apresurada. La sed se había esfumado. De hecho… Ni siquiera recordaba que era tener sed. Ni sentirla bajo su cuerpo bronceado y perfecto.
Una sensación de profunda felicidad la inundó por un segundo mientras observaba el sol sin protección alguna más que la sombra que hacían sus manos. No recordaba la última vez que había visto el sol.
La marea impactó contra su cadera y de pronto el agua del mar parecía necesitarla y de manera natural se incorporó hasta apreciar su reflejo en el agua:
Su cara tostada y ojos color violáceo lejos estaban de ser su mirada maldita heterocroma. Y aun así se reconoció como a si misma.
Debía estar sonando. No había duda.
Nadó por la orilla poco profunda hasta que su cuerpo pareció acomodarse a la corriente. Caoimhe no estaba segura de haber sentido nunca aquel tipo de libertad y dejó que las olas la llevasen aquí y allá de manera poco cauta. Y aun así una voz interior que no sonaba como la suya se esforzaba en mantener cautela a medida que se acercaba a las rocas más profundas del mar adentro.
Caoimhe la ignoró, molesta. Al fin y al cabo, aquel era su sueño… ¿Por qué debería preocuparse?
El frío del océano se había perdido en su cabeza y con cada movimiento de su aleta Caoimhe era más y más consciente de como nadar.
Se entretuvo en un arrecife de coral particularmente alto. Dibujó con sus dedos el recorrido del surco que dejaba su cuerpo al nadar y el mismo remolino de agua que se creaba a su alrededor les servía a pequeños peces para juguetear entre su cintura.
El sentimiento de peligro, sin embargo, no la dejaba disfrutar 100% de su libertad, y aunque se esforzaba en minimizarlo, tal y como solía hacerlo con su ya conocida sed, algo en ella la obligaba a alejarse de aquel arrecife en particular.
Y entonces lo vio.
La figura ancha y borrosa desde la profundidad a la que ella se encontraba y la fuerza extrema del impacto del cuerpo de aquel desconocido en el mar cercano a donde ella había estado explorando.
Su corazón latió de manera apresurada sin motivo aparente y todos los músculos de su cuerpo se tensaron. Caoimhe decidió atender a aquella sensación y permaneció escondida y cauta.
-Diablo de criatura- dijo el hombre que acababa de lanzarse al mar-¿Dónde te escondes? Deja de hacerlo… te he visto. Se que estas aquí se que tarde o temprano volverías… no temas preciosa… te prometo que esta vez seré más gentil… la ultima vez fue… fue un error. Ya sabes como me pongo cuando me desobedeces. Ya sabes tu cometido… creí que lo habías entendido creí que…-
La voz del hombre se hacía cada vez más y más clara. Caoimhe se llevó de manera automática su mano a un lado de su cadera donde descubrió una cicatriz aún fresca. El miedo la inundo de pronto y no sabía exactamente donde estaba ni quien era aquel hombre, pero estaba segura de que necesitaba alejarse de él. Rápido.
Cualquier espectador que hubiese estado observando con intensidad el avance en su tarea de poner al día sus cuentas y débitos hubiese quizás identificado el momento exacto en el que el orden escuálido y ordenado del ir y venir de las hojas de cuentas se hizo caos, y la expresión de la prestamista comenzó a ahondar de concentración su rostro casi perfecto y de frustración sus ademanes, resultando, finalmente, en un profundo y contenido suspiro de cansancio.
Estiró sus brazos en un intento nulo de relajar sus hombros y se dejó caer en una de las orejas del sillón de terciopelo que la había estado observando toda la tarde. El leve camino desentumeció sus piernas y en su movimiento varios de los pergaminos empapelaron el suelo. La chica decidió ignorarlo y sus ojos se percataron de la creciente claridad de su habitación. Augurando el día oculto por sus persianas.
Con un leve gemido de placer desabrochó su corsé, dándose cuenta de inmediato con aquel gesto de la incomodidad que le había causado durante toda la noche. Se regocijó durante un escaso minuto en aquella recién encontrada sensación ínfimamente placentera y cerró los ojos intentando apartar de su mente el garabato de números, peticiones y deudas sin saldar que la llenaban.
Quería al menos acabar los apuntes saldados del mes pasado. Tan solo una hora más. Necesitaba tan solo… una hora más antes de que el amanecer la sorprendiese aún despierta.
Abrió los ojos sumida en la claridad cegadora. Su cuerpo permanecía agazapado sobre si misma en una posición sumamente incómoda. Bostezó de manera disimulada y poco a poco sus pupilas se acostumbraron a la luz a su alrededor.
Luz.
Entró en pánico y se incorporó sobre si misma para darse cuenta de que su sillón mullido no lo era más y que el dolor de su espalda marcada con miles de motitas era el resultado de una larga siesta en la que parecía las arenas más blancas que había visto nunca.
Se miro las manos, sumida en el pánico de su naturaleza, y sus manos le devolvieron el color bronceado que nunca habían tenido. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía allí?
Una leve brisa levantó sus cabellos y erizó la piel de su cuerpo. Estaba desnuda, se percató y sacudió de manera frágil la arena de unos pechos bronceados que no eran los suyos y que parecían estratégicamente cubiertos aquí y allá por su cabello azul casi plata.
Aquella no era ella. Pero a la vez... ¿Quién si no?
Se intentó incorporar de nuevo, sumida en la frustración de notar sus piernas dormidas. Solo que... no había piernas allí donde acababa su cadera: Aquí y allá y de manera esparcida la piel de la chica estaba surcada de escamas casi tan plata como su pelo que de manera progresiva desde su cadera hasta la punta de donde debían estar sus pies se acumulaban formando la cola de lo que finalmente se dio cuenta que era. Una sirena.
Por algún motivo particular aquel descubrimiento no le causó sorpresa. Pues claro que era una sirena. ¿Qué sino?
Se llevó las manos a su garganta apresurada. La sed se había esfumado. De hecho… Ni siquiera recordaba que era tener sed. Ni sentirla bajo su cuerpo bronceado y perfecto.
Una sensación de profunda felicidad la inundó por un segundo mientras observaba el sol sin protección alguna más que la sombra que hacían sus manos. No recordaba la última vez que había visto el sol.
La marea impactó contra su cadera y de pronto el agua del mar parecía necesitarla y de manera natural se incorporó hasta apreciar su reflejo en el agua:
Su cara tostada y ojos color violáceo lejos estaban de ser su mirada maldita heterocroma. Y aun así se reconoció como a si misma.
Debía estar sonando. No había duda.
Nadó por la orilla poco profunda hasta que su cuerpo pareció acomodarse a la corriente. Caoimhe no estaba segura de haber sentido nunca aquel tipo de libertad y dejó que las olas la llevasen aquí y allá de manera poco cauta. Y aun así una voz interior que no sonaba como la suya se esforzaba en mantener cautela a medida que se acercaba a las rocas más profundas del mar adentro.
Caoimhe la ignoró, molesta. Al fin y al cabo, aquel era su sueño… ¿Por qué debería preocuparse?
El frío del océano se había perdido en su cabeza y con cada movimiento de su aleta Caoimhe era más y más consciente de como nadar.
Se entretuvo en un arrecife de coral particularmente alto. Dibujó con sus dedos el recorrido del surco que dejaba su cuerpo al nadar y el mismo remolino de agua que se creaba a su alrededor les servía a pequeños peces para juguetear entre su cintura.
El sentimiento de peligro, sin embargo, no la dejaba disfrutar 100% de su libertad, y aunque se esforzaba en minimizarlo, tal y como solía hacerlo con su ya conocida sed, algo en ella la obligaba a alejarse de aquel arrecife en particular.
Y entonces lo vio.
La figura ancha y borrosa desde la profundidad a la que ella se encontraba y la fuerza extrema del impacto del cuerpo de aquel desconocido en el mar cercano a donde ella había estado explorando.
Su corazón latió de manera apresurada sin motivo aparente y todos los músculos de su cuerpo se tensaron. Caoimhe decidió atender a aquella sensación y permaneció escondida y cauta.
-Diablo de criatura- dijo el hombre que acababa de lanzarse al mar-¿Dónde te escondes? Deja de hacerlo… te he visto. Se que estas aquí se que tarde o temprano volverías… no temas preciosa… te prometo que esta vez seré más gentil… la ultima vez fue… fue un error. Ya sabes como me pongo cuando me desobedeces. Ya sabes tu cometido… creí que lo habías entendido creí que…-
La voz del hombre se hacía cada vez más y más clara. Caoimhe se llevó de manera automática su mano a un lado de su cadera donde descubrió una cicatriz aún fresca. El miedo la inundo de pronto y no sabía exactamente donde estaba ni quien era aquel hombre, pero estaba segura de que necesitaba alejarse de él. Rápido.
Caoimhe
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Re: [Desafío] Mi querida Bel
... Cuatro, nada menos, ¿puedes creerlo, mi querida Bel? Después de semanas de inmisericorde soledad, las hermosas criaturas aparecieron en la playa como si de su habitual campo de juegos se tratara, pues se veían en verdad jóvenes.
Lamentablemente, ninguna de ellas hablaba una lengua que yo conociera. En verdad, su jerigonza ni siquiera recordaba a un verdadero lenguaje, sino más bien una incoherente serie de chasquidos y gritos agudos. Y, sin embargo, hacían verdaderos esfuerzos por comunicarse conmigo.
Me di cuenta en seguida de que algo las había alterado profundamente, una de ellas señalaba una y otra vez una fea herida en su cadera cubierta de escamas, muchas de ellas partidas y carentes de brillo. Traté de hacer algo por ella, pero la pobre criatura temblorosa estaba tan asustada que ni siquiera me permitió acercarme.
Las animé, pues, a utilizar gestos y dibujos en la arena y, de este modo tan primitivo, conseguí dilucidar que alguien, o algo, las había atacado. Más de un algo en realidad, como tuve ocasión de comprobar más adelante.
Pero no nos adelantemos, las historias hay que contarlas siguiendo un orden, desde el principio hasta el final y no quisiera confundirte por causa de la impaciencia que mi estado de inquietud espolea en mis ideas.
Te estaba contando, mi querida Bel, cómo las jóvenes sirenas, que habían sido atacadas y, sin duda, separadas de su grupo, presas de la desesperación debido a su vulnerable estado, se habían visto obligadas por la necesidad a suplicar la ayuda de un extraño. Verás, las bestias que las habían acorralado tan vilmente, estaban apostadas al otro lado del arrecife, cerrándoles así cualquier vía de escape y futura reunión con su gente.
Y así fue como me vi envuelto en la cruzada por la liberación de los hermosos seres y su regreso a casa. Aunque primero, claro está, tuve que hacer uso de todo mi ingenio y dotes para la mímica para infundirles confianza y explicarles los rudimentos de mi plan para su rescate.
Dicho plan consistía en crear un señuelo, con ayuda de algunas herramientas, ramas secas y el pescado en salazón de mi despensa. De este modo, pretendía atraer a las voraces criaturas hacia uno de los extremos de la cala, dejándoles a ellas el camino libre para huir desde el otro extremo.
Poco había comprendido yo entonces la horrible naturaleza de esos viles seres que las atormentaban, pero no tardaría en vérmelas en su presencia…
A estas alturas ya debería haber aprendido que se puede esperar cualquier cosa de los jugadores en un rol mastereado, pero debo admitir que un viaje astral no era algo que hubiera anticipado para este desafío. Me han pillado. Pero no pasa nada, se borran los planes antiguos y se trazan otros nuevos.
Como habrán podido comprobar, nuestro pródigo escritor no solo es dado a las digresiones filosóficas y a andarse por las ramas, sino también a las “licencias poéticas” a la hora de “enriquecer” la narración de sus anécdotas.
Su objetivo en este último turno es continuar la historia. La verdadera historia. ¿Qué fue lo que realmente pasó aquella noche y por qué nuestro Shakespeare siente la necesidad de retocar la verdad para su querida Bel?
Lamentablemente, ninguna de ellas hablaba una lengua que yo conociera. En verdad, su jerigonza ni siquiera recordaba a un verdadero lenguaje, sino más bien una incoherente serie de chasquidos y gritos agudos. Y, sin embargo, hacían verdaderos esfuerzos por comunicarse conmigo.
Me di cuenta en seguida de que algo las había alterado profundamente, una de ellas señalaba una y otra vez una fea herida en su cadera cubierta de escamas, muchas de ellas partidas y carentes de brillo. Traté de hacer algo por ella, pero la pobre criatura temblorosa estaba tan asustada que ni siquiera me permitió acercarme.
Las animé, pues, a utilizar gestos y dibujos en la arena y, de este modo tan primitivo, conseguí dilucidar que alguien, o algo, las había atacado. Más de un algo en realidad, como tuve ocasión de comprobar más adelante.
Pero no nos adelantemos, las historias hay que contarlas siguiendo un orden, desde el principio hasta el final y no quisiera confundirte por causa de la impaciencia que mi estado de inquietud espolea en mis ideas.
Te estaba contando, mi querida Bel, cómo las jóvenes sirenas, que habían sido atacadas y, sin duda, separadas de su grupo, presas de la desesperación debido a su vulnerable estado, se habían visto obligadas por la necesidad a suplicar la ayuda de un extraño. Verás, las bestias que las habían acorralado tan vilmente, estaban apostadas al otro lado del arrecife, cerrándoles así cualquier vía de escape y futura reunión con su gente.
Y así fue como me vi envuelto en la cruzada por la liberación de los hermosos seres y su regreso a casa. Aunque primero, claro está, tuve que hacer uso de todo mi ingenio y dotes para la mímica para infundirles confianza y explicarles los rudimentos de mi plan para su rescate.
Dicho plan consistía en crear un señuelo, con ayuda de algunas herramientas, ramas secas y el pescado en salazón de mi despensa. De este modo, pretendía atraer a las voraces criaturas hacia uno de los extremos de la cala, dejándoles a ellas el camino libre para huir desde el otro extremo.
Poco había comprendido yo entonces la horrible naturaleza de esos viles seres que las atormentaban, pero no tardaría en vérmelas en su presencia…
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A estas alturas ya debería haber aprendido que se puede esperar cualquier cosa de los jugadores en un rol mastereado, pero debo admitir que un viaje astral no era algo que hubiera anticipado para este desafío. Me han pillado. Pero no pasa nada, se borran los planes antiguos y se trazan otros nuevos.
Como habrán podido comprobar, nuestro pródigo escritor no solo es dado a las digresiones filosóficas y a andarse por las ramas, sino también a las “licencias poéticas” a la hora de “enriquecer” la narración de sus anécdotas.
Su objetivo en este último turno es continuar la historia. La verdadera historia. ¿Qué fue lo que realmente pasó aquella noche y por qué nuestro Shakespeare siente la necesidad de retocar la verdad para su querida Bel?
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Re: [Desafío] Mi querida Bel
Las figuras que las perseguían eran altas y parecían caminar de manera bípeda. Aquí y allá daban saltitos a medida que impedían que mis queridas sirenas saliesen de la bahía poco profunda donde las habían acorralado.
El señuelo, una de las sirenas que a duras penas había entendido lo que me proponía, no parecía muy contenta de ser el ratón de aquella caza, sin embargo y tras asegurarle que aquella no era mi primera batalla, accedió a nadar de manera paulatina hasta acercarse a aquellas figuras. No sin antes cerciorarse de mi emplazamiento exacto y mi plan inmediato.
Oh, Bel Bien sabes que a pesar de que tan solo soy un viejo explorador, me tiembla poco el pulso a la hora de empuñar un puñal o espada bien afilado. No he de recordarte nuestra última peripecia en Roilkat. O La noche en la que aquellos vampiros decidieron destrozar nuestros enseres en Beltrexus.
Oh Bel, ojalá aquella vez hubiese sido tan solo la mitad de grave de lo que sucedió en esta ocasión.
Las sombras parecían seguras de su superioridad. Apenas tres frente a las 4 sirenas y yo mismo, pero fuertes, altos y por algún extraño motivo sin rostro perceptible.
La sirena-señuelo abrazo a sus hermanas antes de partir. El resto deseosas de ver mi señal y atacar finalmente a aquellos que llevaban más de dos días perturbándolas. Yo notaba la suerte en mis venas. Justo como aquella vez en que encontramos el botín perdido de Sandorai. pensándolo ahora en frio, quizás eso fue lo que nos catapulto a la desgracia. La seguridad ilógica de que todo iba a salir bien.
La sirena se posiciono en el lugar exacto. Las tres sombras avanzaron hacia ella. Yo no espere mucho antes de dar la señal y mis compañeras y yo caímos sobre las sombras como una sorpresa inadvertida, yo desde la ventaja que me daba la altura de las rocas en el acantilado. Ellas desde las profundidades del mar.
Todo iba bien en un principio. El forcejeo despisto sus puestos y dos de las sirenas consiguieron escapar dejando la bahía tras ellas. Yo me sentía pletórico. Esperando tan solo acabar con uno de los cuerpos que aun se resistía a nuestras fuerzas.
Pero la decadencia estaba cerca, mi querida, mi dulce Bel.
La figura oscura pareció copiar mi propia imagen y me vi forcejeando conmigo mismo. Aun hoy no estoy seguro del tipo de magia que uso. Pero mis puños chocaron con los suyos. Y los suyos, que eran los míos, con esos que yo manejaba. Y dos cuerpos se unieron al forcejeo. Y tres manos apresaban mi cara. Y un puñal en mi mano varias veces encontró la diana que buscaba.
Yo, entusiasmado esperaba ver como la sombra del hombre al fin caía al vacío, sin vida y como mis amigas las sirenas al fin escapaban.
Pero no fue así, mi dulce Bel. Y la sangre pinto la marea el agua y la arena bajo mis pies. Ambas sirenas fallecidas parecían mecerse al sol de las olas.
La figura oscura había desaparecido a la vez que mi adrenalina y furia.
Me quedé en la arena varios minutos, contemplándolas mientras sus cuerpos pálidos y sin vida se hinchaban y parecían pudrirse entre las algas. No se cuánto tiempo tardaron en venir, Bel. Pero ten por seguro que lo hicieron.
Diez, doce, treinta al tiempo. Todos compartiendo las mismas aletas que los cuerpos a mi alrededor. Ninguno con la intención de perdonar mi error momentáneo. Por mucho que les explicase y rogase por mi vida.
Mi crimen tiene una condena cierta de la que a duras penas comienzo a asimilar. Aun hoy no entiendo quienes eran esas figuras. No estoy seguro de que pueda decir a ciencia cierta de que ninguna de ellos era yo.
Te escribo pues esta ultima carta, mi Bel, con la esperanza de que llegue a tus manos antes de que yo mismo me encuentre finalmente en mi cárcel oscura de las profundidades. No esperes más noticias de mí. Estoy seguro de que estas serán las ultimas bocanadas de aire que inhalo en la superficie.
Si son ciertas nuestras conjeturas, quizás nos encontremos en otro cielo. Algún día u otro de la siguiente vida.
Atentamente, tu amigo.
Conrad
El señuelo, una de las sirenas que a duras penas había entendido lo que me proponía, no parecía muy contenta de ser el ratón de aquella caza, sin embargo y tras asegurarle que aquella no era mi primera batalla, accedió a nadar de manera paulatina hasta acercarse a aquellas figuras. No sin antes cerciorarse de mi emplazamiento exacto y mi plan inmediato.
Oh, Bel Bien sabes que a pesar de que tan solo soy un viejo explorador, me tiembla poco el pulso a la hora de empuñar un puñal o espada bien afilado. No he de recordarte nuestra última peripecia en Roilkat. O La noche en la que aquellos vampiros decidieron destrozar nuestros enseres en Beltrexus.
Oh Bel, ojalá aquella vez hubiese sido tan solo la mitad de grave de lo que sucedió en esta ocasión.
Las sombras parecían seguras de su superioridad. Apenas tres frente a las 4 sirenas y yo mismo, pero fuertes, altos y por algún extraño motivo sin rostro perceptible.
La sirena-señuelo abrazo a sus hermanas antes de partir. El resto deseosas de ver mi señal y atacar finalmente a aquellos que llevaban más de dos días perturbándolas. Yo notaba la suerte en mis venas. Justo como aquella vez en que encontramos el botín perdido de Sandorai. pensándolo ahora en frio, quizás eso fue lo que nos catapulto a la desgracia. La seguridad ilógica de que todo iba a salir bien.
La sirena se posiciono en el lugar exacto. Las tres sombras avanzaron hacia ella. Yo no espere mucho antes de dar la señal y mis compañeras y yo caímos sobre las sombras como una sorpresa inadvertida, yo desde la ventaja que me daba la altura de las rocas en el acantilado. Ellas desde las profundidades del mar.
Todo iba bien en un principio. El forcejeo despisto sus puestos y dos de las sirenas consiguieron escapar dejando la bahía tras ellas. Yo me sentía pletórico. Esperando tan solo acabar con uno de los cuerpos que aun se resistía a nuestras fuerzas.
Pero la decadencia estaba cerca, mi querida, mi dulce Bel.
La figura oscura pareció copiar mi propia imagen y me vi forcejeando conmigo mismo. Aun hoy no estoy seguro del tipo de magia que uso. Pero mis puños chocaron con los suyos. Y los suyos, que eran los míos, con esos que yo manejaba. Y dos cuerpos se unieron al forcejeo. Y tres manos apresaban mi cara. Y un puñal en mi mano varias veces encontró la diana que buscaba.
Yo, entusiasmado esperaba ver como la sombra del hombre al fin caía al vacío, sin vida y como mis amigas las sirenas al fin escapaban.
Pero no fue así, mi dulce Bel. Y la sangre pinto la marea el agua y la arena bajo mis pies. Ambas sirenas fallecidas parecían mecerse al sol de las olas.
La figura oscura había desaparecido a la vez que mi adrenalina y furia.
Me quedé en la arena varios minutos, contemplándolas mientras sus cuerpos pálidos y sin vida se hinchaban y parecían pudrirse entre las algas. No se cuánto tiempo tardaron en venir, Bel. Pero ten por seguro que lo hicieron.
Diez, doce, treinta al tiempo. Todos compartiendo las mismas aletas que los cuerpos a mi alrededor. Ninguno con la intención de perdonar mi error momentáneo. Por mucho que les explicase y rogase por mi vida.
Mi crimen tiene una condena cierta de la que a duras penas comienzo a asimilar. Aun hoy no entiendo quienes eran esas figuras. No estoy seguro de que pueda decir a ciencia cierta de que ninguna de ellos era yo.
Te escribo pues esta ultima carta, mi Bel, con la esperanza de que llegue a tus manos antes de que yo mismo me encuentre finalmente en mi cárcel oscura de las profundidades. No esperes más noticias de mí. Estoy seguro de que estas serán las ultimas bocanadas de aire que inhalo en la superficie.
Si son ciertas nuestras conjeturas, quizás nos encontremos en otro cielo. Algún día u otro de la siguiente vida.
Atentamente, tu amigo.
Conrad
Caoimhe
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Re: [Desafío] Mi querida Bel
Cuando Caoimhe despertó, los pergaminos seguían empapelando el suelo donde habían caído en un descuido. Solo una hora más, se había dicho a sí misma, pero de alguna manera el márgen se había reducido notablemente en apenas un parpadeo.
Como ocurre a menudo con los sueños, el recuerdo de su espantosa muerte sería pronto reemplazado por las preocupaciones del día a día. La tenue sensación de la luz del sol acariciando su rostro o la arena pegándose a su piel al arrastrarse por la playa, acabarían por asociarse a recuerdos de la infancia, cuando la noche aún no se había convertido en algo cotidiano.
Quizá ni siquiera llegase a alzar una ceja ante las breves anotaciones asociadas a Bella Astrid y Conrad Behost. Al fin y al cabo, no eran más que dos deudores más que alimentaban la maraña de números que debía hacer cuadrar en sus cuentas. Solo dos números más.
Bueno, la verdad es que esperaba encontrarme con la versión de las sirenas, pero una vez más me has tomado por sorpresa. Me ha gustado el toque trágico al final, casa muy bien con el aire “Frankenstein” que había pretendido darle a la carta inicial cuando ideé el desafío.
Como recompensa, recibes 5 puntos de experiencia que ya he añadido a tu perfil, además del siguiente obsequio:
Esencia de sueños [Consumible, 2 unidades] Pastilla de sabor salado con forma de lágrima. Al colocarla bajo la lengua, tu conciencia penetrará en una persona de tu elección con la que hayas tenido contacto en el tema presente. Dura una ronda, lo que tarda en disolverse la pastilla, y el otro personaje no notará tu presencia, pero tú percibirás el mundo a través de sus sentidos, aunque sin acceso a sus pensamientos ni control sobre los mismos.
Como ocurre a menudo con los sueños, el recuerdo de su espantosa muerte sería pronto reemplazado por las preocupaciones del día a día. La tenue sensación de la luz del sol acariciando su rostro o la arena pegándose a su piel al arrastrarse por la playa, acabarían por asociarse a recuerdos de la infancia, cuando la noche aún no se había convertido en algo cotidiano.
Quizá ni siquiera llegase a alzar una ceja ante las breves anotaciones asociadas a Bella Astrid y Conrad Behost. Al fin y al cabo, no eran más que dos deudores más que alimentaban la maraña de números que debía hacer cuadrar en sus cuentas. Solo dos números más.
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Bueno, la verdad es que esperaba encontrarme con la versión de las sirenas, pero una vez más me has tomado por sorpresa. Me ha gustado el toque trágico al final, casa muy bien con el aire “Frankenstein” que había pretendido darle a la carta inicial cuando ideé el desafío.
Como recompensa, recibes 5 puntos de experiencia que ya he añadido a tu perfil, además del siguiente obsequio:
Esencia de sueños [Consumible, 2 unidades] Pastilla de sabor salado con forma de lágrima. Al colocarla bajo la lengua, tu conciencia penetrará en una persona de tu elección con la que hayas tenido contacto en el tema presente. Dura una ronda, lo que tarda en disolverse la pastilla, y el otro personaje no notará tu presencia, pero tú percibirás el mundo a través de sus sentidos, aunque sin acceso a sus pensamientos ni control sobre los mismos.
Fehu
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