Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Página 1 de 1. • Comparte
Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
...
Aclaración al Máster: este tema es una continuación de nuestro rol anterior [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] dónde un grupo de hombres pulpo liderados por una sirena ataca Ulmer durante su fiesta de Otoño. El contexto previo al rol se puede encontrar ahí._________________________________________
Los supervivientes del ataque de Ulmer habían tardado poco en organizarse para perseguir a la sirena y a las personas pulpo que habían atacado la aldea el día anterior. Los heridos se contaban por decenas y tras haber enterrado a los treinta y tres muertos que el combate había producido, los voluntarios comenzaron a alistarse en El Perseguidor, un navío a las órdenes de un hombre dragón, el Capitán Patacero, que había llegado a aquella ciudad unas horas antes de la Fiesta de Otoño.
Trébol no tenía intención alguna de alistarse en una tarea cómo esa. La venganza no era una idea que le gustara. Además, aquella aventura era una completa locura, pues nadie tenía la seguridad ni de encontrar a los atacantes de la ciudad.
¡Joder, si ellos pueden bucear y pueden vivir sumergidos! ¿Cómo van a seguirles el rastro y darles caza?
Pero cuándo escuchó que requerían la asistencia de un carpintero en el barco, los ojos de sus vecinos se posaron directamente en él. Además, muchos de ellos sabían de la existencia de su colgante, ese extraño amuleto de madera azul que albergaba magia sanadora en su interior. Tras un par de cervezas negras de Ulmer, el licántropo terminó accediendo.
El barco zarpó con una tripulación de 14 cazadores, hombres y mujeres fuertes dispuestos a dar caza a aquellos seres que habían asesinado a sus seres queridos. El barco se encontraba avituallado para la navegación de tres días en mar abierto. Numerosos arpones habían sido fijados en sus laterales, listos para disparar a todo ser acuático peligroso que hiciera acto de presencia.
Tras un largo rato de navegación, Trébol fue reconociendo a la mayoría de los ocupantes del navío. El joven Sammy, tras resultar herido por uno de los hombres pulpo, no había dudado en embarcarse. Celeste, una mujer de mediana edad, que había perdido a su hijo en Ulmer, quería también venganza. Incluso Isildam, el elfo arquero que fascinaba a sus vecinos de Ulmer, no había dudado en embarcarse, aunque sus motivos no los conocía.
Pero sin duda, a quién no esperaba ver allí, era a la joven Ava. Sus alas negras se hicieron enseguida visibles en la cubierta, dejando clara su presencia en el navío. ¿Qué había traído a la chica cuervo hasta allí?
―¡Ava! No esperaba encontrarte aquí ―dijo, una vez que había llegado casi a su lado, cómo si él fuese un pirata acostumbrado a viajar por mar, cuándo era la primera vez que lo hacía― ¿Qué te trae a formar parte de la tripulación de El Perseguidor?
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
El incidente de la playa había abierto una herida en el corazón de Ulmer, cuyos habitantes, tras honrar a sus caídos y enterrarlos como era debido, empezaron a prepararse para ir a por los causantes de la desgracia que había arruinado los festejos de otoño. Muchos habían perdido a seres queridos durante la batalla, y cegados por el deseo de venganza, no dudaron en embarcar en el Perseguidor en cuanto su capitán anunció que saldría en busca de la sirena y sus cómplices.
- ¿No se dan cuenta de que van directos hacia la boca del lobo? - comentó un cansado Ivaran, cuyas incipientes ojeras dejaban entrever que no había pasado una buena noche. Los acontecimientos del día anterior, y en especial su fortuito encuentro con la mujer cuervo, con los malos recuerdos que éste había desenterrado, no le habían dejado pegar ojo. - Lo más probable es que no encuentren nada, pero si por un casual lograsen dar con esas criaturas… no acabará bien. - lo apoyó otro elfo del grupo.
La comitiva de Sandorai observaba desde lejos a los voluntarios mientras subían por la pasarela, pero aunque entendían sus razones, no creían que echarse a la mar fuese una buena idea.
En silencio, los grisáceos ojos del arquero siguieron las figuras de los valientes hombres y mujeres que formarían parte de la tripulación, hasta que de repente, reconoció a Ava entre los últimos de la fila. - ¿Por qué no me sorprende…? Bestia tenía que ser. - dijo entre dientes, preguntándose si no había tenido ya bastante con su actuación de la playa. Y aún a pesar de criticar lo imprudente que resultaba que se uniese a aquella gente, teniendo en cuenta el riesgo que de por sí había corrido al arremeter contra la sirena por su cuenta, un creciente impulso de ir tras ella empezó a invadirlo.
- ¿Tú? no eres nada para mí… solo tengo una hija, mi preciosa Ava… mi obra maestra. - las palabras de Celene resonaron dentro de su cabeza, poniéndolo de mal humor. - Iré con ellos… - soltó de pronto, para sorpresa de los presentes, tirando de la capucha de su capa para ocultar su rostro, ensombrecido por una mezcla de enfado y envidia. - ¿Qué dices Ivaran? Pero si hasta hace un momento… - empezó a responder su compañero, pero no lo dejó acabar la frase. - Solo iré para asegurarme de que no les pase nada… vosotros seguid con el plan original, nuestro pueblo espera que intercambiemos los artículos que hemos traído. - indicó, despidiéndose con un gesto de la mano.
Tenía, no, necesitaba demostrarse a sí mismo que era mejor que esa chica, que su madre se equivocaba al depositar en ella todo su cariño y expectativas, así que, dejando a un lado la prudencia, avanzó hacia el Perseguidor. - Quiero ayudar, puedo dar apoyo con el arco y sanar a los heridos si los hubiese. - dijo al capitán, que sin pensárselo mucho, lo dejó subir a su barco.
Una vez a bordo, con unas intenciones mucho menos nobles que las que había mencionado, se mantuvo a cierta distancia de la alada, pero sin perderla de vista.
Tras cruzar unas palabras con el dueño de la embarcación, y dado el papel que había jugado durante el ataque de las criaturas, la cuerva no tardó en reunirse con los otros cazadores en cubierta, donde se quedó, apoyada en la barandilla de madera, mientras zarpaban. Su mirada escrutaba las aguas con detenimiento, sin saber aún cómo iban a ingeniárselas para dar con lo que buscaban.
- ¡Ava! No esperaba encontrarte aquí. - la voz de licántropo la sacó de sus pensamientos, consiguiendo que se girase hacia él, visiblemente aliviada por encontrar una cara conocida entre los voluntarios. - Trébol, me alegro de verte. - dijo sin apenas elevar la voz, algo más cómoda ya con su presencia, detalle que agradecía enormemente. Sin embargo, su fugaz alegría se disipó cuando el joven quiso saber por qué se había unido a la tripulación. - Hmmm… ¿cómo podría explicarlo? - musitó, frunciendo levemente el ceño. - No he podido sacarme de la cabeza la expresión que mostró la sirena justo antes de huir… parecía furiosa… - confesó, aprovechando su naturaleza de mitad bestia para intentar comprender a su enemiga.
- En cuanto supe que irían tras ella tuve un mal presentimiento... un animal herido puede resultar mucho más fiero todavía… - continuó, hablando en base a su experiencia como cazadora en los bosques. - Así que decidí embarcar para poner mi habilidad al servicio de Ulmer. - concluyó, convencida de que su ventaja en las alturas podría ser útil llegado el momento e incluso, marcar la diferencia como lo había hecho en el fiordo.
- ¿Y tú? Supongo que también vienes a apoyar a tu pueblo. - comentó poco después, sin saber si entre los fallecidos habría algún ser querido del moreno. - Espero que no sea el caso. - pensó al barajar aquella posibilidad, pero fuese cual fuese su motivo para estar allí, sin duda su destreza con el arco les iría muy bien.
- ¿No se dan cuenta de que van directos hacia la boca del lobo? - comentó un cansado Ivaran, cuyas incipientes ojeras dejaban entrever que no había pasado una buena noche. Los acontecimientos del día anterior, y en especial su fortuito encuentro con la mujer cuervo, con los malos recuerdos que éste había desenterrado, no le habían dejado pegar ojo. - Lo más probable es que no encuentren nada, pero si por un casual lograsen dar con esas criaturas… no acabará bien. - lo apoyó otro elfo del grupo.
La comitiva de Sandorai observaba desde lejos a los voluntarios mientras subían por la pasarela, pero aunque entendían sus razones, no creían que echarse a la mar fuese una buena idea.
En silencio, los grisáceos ojos del arquero siguieron las figuras de los valientes hombres y mujeres que formarían parte de la tripulación, hasta que de repente, reconoció a Ava entre los últimos de la fila. - ¿Por qué no me sorprende…? Bestia tenía que ser. - dijo entre dientes, preguntándose si no había tenido ya bastante con su actuación de la playa. Y aún a pesar de criticar lo imprudente que resultaba que se uniese a aquella gente, teniendo en cuenta el riesgo que de por sí había corrido al arremeter contra la sirena por su cuenta, un creciente impulso de ir tras ella empezó a invadirlo.
- ¿Tú? no eres nada para mí… solo tengo una hija, mi preciosa Ava… mi obra maestra. - las palabras de Celene resonaron dentro de su cabeza, poniéndolo de mal humor. - Iré con ellos… - soltó de pronto, para sorpresa de los presentes, tirando de la capucha de su capa para ocultar su rostro, ensombrecido por una mezcla de enfado y envidia. - ¿Qué dices Ivaran? Pero si hasta hace un momento… - empezó a responder su compañero, pero no lo dejó acabar la frase. - Solo iré para asegurarme de que no les pase nada… vosotros seguid con el plan original, nuestro pueblo espera que intercambiemos los artículos que hemos traído. - indicó, despidiéndose con un gesto de la mano.
Tenía, no, necesitaba demostrarse a sí mismo que era mejor que esa chica, que su madre se equivocaba al depositar en ella todo su cariño y expectativas, así que, dejando a un lado la prudencia, avanzó hacia el Perseguidor. - Quiero ayudar, puedo dar apoyo con el arco y sanar a los heridos si los hubiese. - dijo al capitán, que sin pensárselo mucho, lo dejó subir a su barco.
Una vez a bordo, con unas intenciones mucho menos nobles que las que había mencionado, se mantuvo a cierta distancia de la alada, pero sin perderla de vista.
Tras cruzar unas palabras con el dueño de la embarcación, y dado el papel que había jugado durante el ataque de las criaturas, la cuerva no tardó en reunirse con los otros cazadores en cubierta, donde se quedó, apoyada en la barandilla de madera, mientras zarpaban. Su mirada escrutaba las aguas con detenimiento, sin saber aún cómo iban a ingeniárselas para dar con lo que buscaban.
- ¡Ava! No esperaba encontrarte aquí. - la voz de licántropo la sacó de sus pensamientos, consiguiendo que se girase hacia él, visiblemente aliviada por encontrar una cara conocida entre los voluntarios. - Trébol, me alegro de verte. - dijo sin apenas elevar la voz, algo más cómoda ya con su presencia, detalle que agradecía enormemente. Sin embargo, su fugaz alegría se disipó cuando el joven quiso saber por qué se había unido a la tripulación. - Hmmm… ¿cómo podría explicarlo? - musitó, frunciendo levemente el ceño. - No he podido sacarme de la cabeza la expresión que mostró la sirena justo antes de huir… parecía furiosa… - confesó, aprovechando su naturaleza de mitad bestia para intentar comprender a su enemiga.
- En cuanto supe que irían tras ella tuve un mal presentimiento... un animal herido puede resultar mucho más fiero todavía… - continuó, hablando en base a su experiencia como cazadora en los bosques. - Así que decidí embarcar para poner mi habilidad al servicio de Ulmer. - concluyó, convencida de que su ventaja en las alturas podría ser útil llegado el momento e incluso, marcar la diferencia como lo había hecho en el fiordo.
- ¿Y tú? Supongo que también vienes a apoyar a tu pueblo. - comentó poco después, sin saber si entre los fallecidos habría algún ser querido del moreno. - Espero que no sea el caso. - pensó al barajar aquella posibilidad, pero fuese cual fuese su motivo para estar allí, sin duda su destreza con el arco les iría muy bien.
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Trébol escuchó las explicaciones de Ava con atención. La verdad era que contar con ella en aquella expedición resultaba muy oportuno. La chica había demostrado su valía y seguramente, sus habilidades aéreas podrían resultar útiles. Pero a la vez temía que éstas se terminaran volviendo contra ella.
Al preguntarle la chica por los motivos que le llevaban a él a estar allí, el licántropo sonrió y con una mueca divertida, exclamó.
―¡Necesitaban a un carpintero a bordo! Pronto, todos se giraron al volverme, cómo si esperaran de mi una gran hazaña… tras dos cervezas y tras comprender que si no venía, se lo pedirían a mi padre, pensé que lo mejor era que viniese yo. ¡Él ya está mayor para estos trotes!
La charla continuó con normalidad, mientras el barco avanzaba entre los fiordos.
Poco después, fueron llamados a cenar, momento en el que Isildam se acercó a saludarles:
―¡Me alegra de veros por aquí! ¿Os encontráis bien? ―dijo con su habitual interés por todos.
El elfo se sentó frente a ellos, dispuesto a compartir el tiempo de la cena. Trébol pensaba que era un hombre agradable, pero no llegaba a comprender la fascinación que todos en Ulmer sentían hacia él.
―Tenemos que compartir camarote― le soltó el elfo, quizás amablemente.
―Me parece bien.
Se despidió de Ava tras la cena y se fue directamente al camarote. La verdad es que se quedó profundamente dormido y cuándo despertó en mitad de la noche, el elfo dormía, silencioso, al otro lado de la estancia. Al amanecer, cuándo despertó, Isildam ya se había marchado.
Al salir de nuevo a la cubierta, con la luz del alba, vio que se encontraban ya en alta mar y el continente quedaba atrás. Trébol disfrutó con la vista. Era la primera vez que navegaba en su vida y jamás había imaginado que Aerandir se viese de esa forma.
―¿Dónde está tu amiga? ― escuchó, en un tono de voz grosero, a su espalda.
Al volverse, descubrió a Patacero, Capitán del barco. Todos decían que era un hombre dragón, aunque la verdad, nadie le había visto transformarse jamás.
―¿Mi amiga?
―Sí, tu amiga, la chica cuervo. Me gustaría que hiciera un vuelo de reconocimiento, mar adentro. A ver si puede divisar algo.
―¿Por qué no lo haces tú? ¿No eres dragón?
El hombre, cuya apariencia rondaba los cincuenta años que tenía su padre, notaría cómo su rostro se enrojecía rápidamente, presa de la ira.
―¡Un capitán NUNCA abandona su barco! ¡Busca a tu amiga! ¡Quiero que haga ese reconocimiento enseguida! Obedece, si no, yo mismo me encargaré de echarte por la borda...
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Isildam: #cc3300
Capitán Patacero: #0099ff
Al preguntarle la chica por los motivos que le llevaban a él a estar allí, el licántropo sonrió y con una mueca divertida, exclamó.
―¡Necesitaban a un carpintero a bordo! Pronto, todos se giraron al volverme, cómo si esperaran de mi una gran hazaña… tras dos cervezas y tras comprender que si no venía, se lo pedirían a mi padre, pensé que lo mejor era que viniese yo. ¡Él ya está mayor para estos trotes!
La charla continuó con normalidad, mientras el barco avanzaba entre los fiordos.
Poco después, fueron llamados a cenar, momento en el que Isildam se acercó a saludarles:
―¡Me alegra de veros por aquí! ¿Os encontráis bien? ―dijo con su habitual interés por todos.
El elfo se sentó frente a ellos, dispuesto a compartir el tiempo de la cena. Trébol pensaba que era un hombre agradable, pero no llegaba a comprender la fascinación que todos en Ulmer sentían hacia él.
―Tenemos que compartir camarote― le soltó el elfo, quizás amablemente.
―Me parece bien.
Se despidió de Ava tras la cena y se fue directamente al camarote. La verdad es que se quedó profundamente dormido y cuándo despertó en mitad de la noche, el elfo dormía, silencioso, al otro lado de la estancia. Al amanecer, cuándo despertó, Isildam ya se había marchado.
Al salir de nuevo a la cubierta, con la luz del alba, vio que se encontraban ya en alta mar y el continente quedaba atrás. Trébol disfrutó con la vista. Era la primera vez que navegaba en su vida y jamás había imaginado que Aerandir se viese de esa forma.
―¿Dónde está tu amiga? ― escuchó, en un tono de voz grosero, a su espalda.
Al volverse, descubrió a Patacero, Capitán del barco. Todos decían que era un hombre dragón, aunque la verdad, nadie le había visto transformarse jamás.
―¿Mi amiga?
―Sí, tu amiga, la chica cuervo. Me gustaría que hiciera un vuelo de reconocimiento, mar adentro. A ver si puede divisar algo.
―¿Por qué no lo haces tú? ¿No eres dragón?
El hombre, cuya apariencia rondaba los cincuenta años que tenía su padre, notaría cómo su rostro se enrojecía rápidamente, presa de la ira.
―¡Un capitán NUNCA abandona su barco! ¡Busca a tu amiga! ¡Quiero que haga ese reconocimiento enseguida! Obedece, si no, yo mismo me encargaré de echarte por la borda...
________________________________________________________
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Isildam: #cc3300
Capitán Patacero: #0099ff
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Por suerte, los motivos que llevaban al lobo a estar a bordo del Perseguidor no eran tan graves como había imaginado, no buscaba venganza por la pérdida de un ser querido como otros miembros de la tripulación, sino que se encontraba allí por su profesión. - Un carpintero… tiene sentido. - comentó, considerando que el capitán había tenido todo en cuenta antes de abandonar Ulmer, incluidos los posibles daños que un enfrentamiento con aquellas criaturas podría ocasionar a su navío.
- Aún así deberíamos tener cuidado y proteger la estructura… - pensó al poco, en cuanto una idea bastante perturbadora se adueñó de su mente. ¿Y si los pulpos abrían una brecha en el casco y no podían repararla a tiempo? La embarcación se hundiría inevitablemente, y aunque ella podría escapar fácilmente gracias a sus alas, los demás no tendrían la misma suerte.
El problema era cómo abordar entonces la pelea para que El Perseguidor sufriese la menor cantidad de desperfectos, algo bastante complicado. - Estamos en desventaja porque es su territorio, así que en caso de que los encontremos, serán ellos los que nos vean primero...- reflexionó, clavando la mirada en las aguas. ¿Cómo reaccionarían? Esa era la gran pregunta, ya que los hombres y mujeres que estaban en cubierta se verían limitados a luchar desde la distancia, a menos que a aquellos seres se les ocurriese abordar el barco.
- Para mantenerlos a cierta distancia necesitaremos algún cebo o distracción… - susurró, justo antes de que los llamasen a cenar. Sin dejar de dar vueltas a aquel detalle, la cuerva siguió a Trébol hasta el comedor, donde se reencontraron con Isildam y disfrutaron de una cena bastante agradable teniendo en cuenta el objetivo de aquella travesía.
- Creo que nos toca compartir camarote, soy Celeste, encantada. - le habló una mujer, acercándose a ella en cuanto los presentes empezaron a abandonar la estancia para ir a descansar. - Oh, sí… algo me comentó el capitán… soy Ava. - se presentó, algo incómoda con la situación, aunque entendía que un navío como aquel no tuviese suficientes habitaciones para todos. - Sí, lo sé, te vi en la playa, nos ayudaste mucho. - respondió, esbozando una leve sonrisa que dejaba entrever algo de tristeza.
Tras despedirse del licántropo y del elfo, la Midgardiana se dirigió al modesto camarote que ocuparía durante las noches siguientes, haciendo lo posible por no pensar demasiado y ponerse cómoda, consciente de que para estar en las mejores condiciones, debía dormir debidamente. - Sabes, mi hijo también estaba allí… esas criaturas me lo arrebataron… - musitó su compañera, sentada al borde de la cama. - No quiero que ninguna otra madre pase por lo mismo, por eso estoy aquí, para asegurarme de vengar su muerte y evitar que se repita de nuevo… - continuó hablando, en voz baja.
- Lo siento. - se compadeció Ava, viendo el desencajado semblante de la mujer. - Haré cuanto esté en mi mano para dar con la sirena y acabar con ella y cuantos la siguen. - aseguró instantes más tarde, animando levemente a Celeste, que asintió con la cabeza en respuesta, para luego acostarse en su camastro.
La morena esperó unos minutos antes de cambiarse, dejando su armadura sobre una silla cercana y deslizándose bajo las sábanas, donde el sopor hizo el resto, sumiéndola en un profundo sueño.
Ivaran, que se había mantenido algo apartado del resto tanto durante el día como en la cena, desechó la idea de pasar la noche en un cuartucho con un completo extraño, decantándose por buscar un rincón apartado en la cubierta y descansar allí, al aire libre. La fresca brisa marina, unida al suave sonido de las aguas, consiguieron relajarlo lo suficiente como para que se durmiese, y no volvió a abrir los ojos de nuevo hasta que el sol comenzó a salir por el horizonte.
Los primeros rayos hicieron que instintivamente, tirase de la capucha para protegerse de la luz, pero no pudo alargar mucho aquello, ya que unas voces terminaron de despertarlo. Una de ellas pertenecía al capitán, lo reconoció enseguida, y a juzgar por lo que hablaban, el otro debía ser uno de los amigos de la cuerva. Las intenciones de Patacero no lo tomaron por sorpresa en absoluto, ya desde un primer momento había pensado que aquel hombre era de los que se valía de cualquier cosa para conseguir sus objetivos, y le estaba dando la razón.
- ¿De verdad cree que conseguirá algo con eso? - murmuró, aprovechando que no se habían percatado de que estaba a tan solo unos metros, sentado entre unas grandes cajas de madera. - Esas bestias pueden estar sumergidas a bastante profundidad, si no les ofrecen algo que las haga salir el vuelo de reconocimiento no servirá de nada. - siguió farfullando, guardando silencio al escuchar otros pasos que se aproximaban.
- No… no hace falta que se ponga así. - le recriminó la morena, que había escuchado la última parte de la conversación. - Lo haré, pero dudo que valga de algo… - continuó, convencida de que para dar con la sirena y los pulpos tendrían que usar un señuelo o algo parecido. Sin más que añadir, cruzó una mirada con Trébol antes de buscar algo de espacio para desplegar por completo las alas y batirlas con fuerza, alzándose en el aire.
Al oírla despegar, el peliblanco abandonó su posición en busca de una desde la que pudiese observar a la joven, apoyando las manos en la barandilla de madera mientras la veía descender ligeramente para sobrevolar las aguas, escrutando cada palmo con sus agudos ojos del color del ámbar.
- Ofrecerles algo… - susurró, cayendo en la cuenta de que dadas sus habilidades aéreas y los intereses de las acuáticas criaturas en cuanto al tipo de presas que perseguían, ella sería el cebo más indicado para atraerlos a la superficie. Pero, ¿cómo debían hacerlo? Pronto comenzó a barajar diferentes opciones mentalmente, sin tener en cuenta los riesgos que éstas podrían tener para la morena.
Ava voló a unos cuatro o cinco metros por encima del agua, primero rodeando El Perseguidor y luego alejándose un poco, en busca de cualquier sombra o silueta que pudiese pertenecer a los seres que buscaban, pero tal como ya se temía, no halló nada. - Si están por aquí ya deben haber percibido la llegada del barco, pero ¿saldrán a investigar de qué se trata? - se preguntó interiormente, tomándose un par de minutos más antes de emprender el regreso hacia el navío.
- Aún así deberíamos tener cuidado y proteger la estructura… - pensó al poco, en cuanto una idea bastante perturbadora se adueñó de su mente. ¿Y si los pulpos abrían una brecha en el casco y no podían repararla a tiempo? La embarcación se hundiría inevitablemente, y aunque ella podría escapar fácilmente gracias a sus alas, los demás no tendrían la misma suerte.
El problema era cómo abordar entonces la pelea para que El Perseguidor sufriese la menor cantidad de desperfectos, algo bastante complicado. - Estamos en desventaja porque es su territorio, así que en caso de que los encontremos, serán ellos los que nos vean primero...- reflexionó, clavando la mirada en las aguas. ¿Cómo reaccionarían? Esa era la gran pregunta, ya que los hombres y mujeres que estaban en cubierta se verían limitados a luchar desde la distancia, a menos que a aquellos seres se les ocurriese abordar el barco.
- Para mantenerlos a cierta distancia necesitaremos algún cebo o distracción… - susurró, justo antes de que los llamasen a cenar. Sin dejar de dar vueltas a aquel detalle, la cuerva siguió a Trébol hasta el comedor, donde se reencontraron con Isildam y disfrutaron de una cena bastante agradable teniendo en cuenta el objetivo de aquella travesía.
- Creo que nos toca compartir camarote, soy Celeste, encantada. - le habló una mujer, acercándose a ella en cuanto los presentes empezaron a abandonar la estancia para ir a descansar. - Oh, sí… algo me comentó el capitán… soy Ava. - se presentó, algo incómoda con la situación, aunque entendía que un navío como aquel no tuviese suficientes habitaciones para todos. - Sí, lo sé, te vi en la playa, nos ayudaste mucho. - respondió, esbozando una leve sonrisa que dejaba entrever algo de tristeza.
Tras despedirse del licántropo y del elfo, la Midgardiana se dirigió al modesto camarote que ocuparía durante las noches siguientes, haciendo lo posible por no pensar demasiado y ponerse cómoda, consciente de que para estar en las mejores condiciones, debía dormir debidamente. - Sabes, mi hijo también estaba allí… esas criaturas me lo arrebataron… - musitó su compañera, sentada al borde de la cama. - No quiero que ninguna otra madre pase por lo mismo, por eso estoy aquí, para asegurarme de vengar su muerte y evitar que se repita de nuevo… - continuó hablando, en voz baja.
- Lo siento. - se compadeció Ava, viendo el desencajado semblante de la mujer. - Haré cuanto esté en mi mano para dar con la sirena y acabar con ella y cuantos la siguen. - aseguró instantes más tarde, animando levemente a Celeste, que asintió con la cabeza en respuesta, para luego acostarse en su camastro.
La morena esperó unos minutos antes de cambiarse, dejando su armadura sobre una silla cercana y deslizándose bajo las sábanas, donde el sopor hizo el resto, sumiéndola en un profundo sueño.
Ivaran, que se había mantenido algo apartado del resto tanto durante el día como en la cena, desechó la idea de pasar la noche en un cuartucho con un completo extraño, decantándose por buscar un rincón apartado en la cubierta y descansar allí, al aire libre. La fresca brisa marina, unida al suave sonido de las aguas, consiguieron relajarlo lo suficiente como para que se durmiese, y no volvió a abrir los ojos de nuevo hasta que el sol comenzó a salir por el horizonte.
Los primeros rayos hicieron que instintivamente, tirase de la capucha para protegerse de la luz, pero no pudo alargar mucho aquello, ya que unas voces terminaron de despertarlo. Una de ellas pertenecía al capitán, lo reconoció enseguida, y a juzgar por lo que hablaban, el otro debía ser uno de los amigos de la cuerva. Las intenciones de Patacero no lo tomaron por sorpresa en absoluto, ya desde un primer momento había pensado que aquel hombre era de los que se valía de cualquier cosa para conseguir sus objetivos, y le estaba dando la razón.
- ¿De verdad cree que conseguirá algo con eso? - murmuró, aprovechando que no se habían percatado de que estaba a tan solo unos metros, sentado entre unas grandes cajas de madera. - Esas bestias pueden estar sumergidas a bastante profundidad, si no les ofrecen algo que las haga salir el vuelo de reconocimiento no servirá de nada. - siguió farfullando, guardando silencio al escuchar otros pasos que se aproximaban.
- No… no hace falta que se ponga así. - le recriminó la morena, que había escuchado la última parte de la conversación. - Lo haré, pero dudo que valga de algo… - continuó, convencida de que para dar con la sirena y los pulpos tendrían que usar un señuelo o algo parecido. Sin más que añadir, cruzó una mirada con Trébol antes de buscar algo de espacio para desplegar por completo las alas y batirlas con fuerza, alzándose en el aire.
Al oírla despegar, el peliblanco abandonó su posición en busca de una desde la que pudiese observar a la joven, apoyando las manos en la barandilla de madera mientras la veía descender ligeramente para sobrevolar las aguas, escrutando cada palmo con sus agudos ojos del color del ámbar.
- Ofrecerles algo… - susurró, cayendo en la cuenta de que dadas sus habilidades aéreas y los intereses de las acuáticas criaturas en cuanto al tipo de presas que perseguían, ella sería el cebo más indicado para atraerlos a la superficie. Pero, ¿cómo debían hacerlo? Pronto comenzó a barajar diferentes opciones mentalmente, sin tener en cuenta los riesgos que éstas podrían tener para la morena.
Ava voló a unos cuatro o cinco metros por encima del agua, primero rodeando El Perseguidor y luego alejándose un poco, en busca de cualquier sombra o silueta que pudiese pertenecer a los seres que buscaban, pero tal como ya se temía, no halló nada. - Si están por aquí ya deben haber percibido la llegada del barco, pero ¿saldrán a investigar de qué se trata? - se preguntó interiormente, tomándose un par de minutos más antes de emprender el regreso hacia el navío.
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Antes de ir en búsqueda de la mujer cuervo, Ava apareció tras él. La chica dio su opinión sobre el asunto cuándo aquel elfo dio su opinión al capitán, que pareció enfadar. En cambio, la voluntad de Ava por ayudar al capitán y hacer el reconocimiento, pareció calmarle.
Después de que la chica emprendiera el vuelo dispuesta a observar la zona que rodeaba al barco, Trébol fue interceptado por Isildam, que miraba al cielo, en dirección a la joven mujer bestia.
―¿Crees que ha sido una buena idea haber mandado a Ava a reconocer la zona? Se aproxima una tormenta.
―¿Una tormenta?
Trébol miró hacia el horizonte. Con su vista, lograba captar algunos nubarrones, pero olvidaba que los elfos eran capaces de ver mucho más allá que cualquiera de las otras razas.
―Estará de vuelta antes. Ella sabe lo que se hace.
A medida que pasaba el tiempo, la presencia de la tormenta en el horizonte se hacía cada vez más presente. Incluso el viento había cambiado y el oleaje comenzaba a surgir, dejando atrás el mar en calma que había encontrado hasta ahora.
La chica cuerva regresó al barco cuándo los primeros rayos de la tormenta comenzaban a ser visibles en el horizonte. El cielo ya estaba nublado, goteaba algunas finas gotas de lluvia.
―¡Deberíamos volver hacia el continente! ¡El barco puede dañarse en cualquier momento! La tormenta…
―¿Y dejar que las sirenas se escapen? ¿Y no vengar a los muertos de Ulmer?
―Los muertos no regresarán, capitán. En cambio, nosotros podremos hacerlo…
El capitán alzó la vista en ese momento para observar que la mujer bestia había regresado ilesa del reconocimiento.
―¿Estás bien?― le preguntó Trébol, sonriente, esperando que así fuera, con su talismán en la mano, por si la joven necesitaba de su ayuda.
Antes de que la joven pudiera contestar, el capitán Patacero acudió a su encuentro. Su humor parecía gravemente afectado. Se veía que no estaba acostumbrado a que nadie a bordo de El Perseguidor le hiciera sugerencia alguna de lo que debía o no hacer. Sin duda, el hombre dragón se mostraba confiado en su experiencia. Quizás seguro, pues disponía de alas para salir volando del navío si la cosa se complicaba demasiado. En cambio, los habitantes de Ulmer estaban allí indefensos ante el mar.
―¿Alguna pista sobre el itinerario de los hombres pulpo y la sirena, jovencita?
Después de que la chica emprendiera el vuelo dispuesta a observar la zona que rodeaba al barco, Trébol fue interceptado por Isildam, que miraba al cielo, en dirección a la joven mujer bestia.
―¿Crees que ha sido una buena idea haber mandado a Ava a reconocer la zona? Se aproxima una tormenta.
―¿Una tormenta?
Trébol miró hacia el horizonte. Con su vista, lograba captar algunos nubarrones, pero olvidaba que los elfos eran capaces de ver mucho más allá que cualquiera de las otras razas.
―Estará de vuelta antes. Ella sabe lo que se hace.
A medida que pasaba el tiempo, la presencia de la tormenta en el horizonte se hacía cada vez más presente. Incluso el viento había cambiado y el oleaje comenzaba a surgir, dejando atrás el mar en calma que había encontrado hasta ahora.
La chica cuerva regresó al barco cuándo los primeros rayos de la tormenta comenzaban a ser visibles en el horizonte. El cielo ya estaba nublado, goteaba algunas finas gotas de lluvia.
―¡Deberíamos volver hacia el continente! ¡El barco puede dañarse en cualquier momento! La tormenta…
―¿Y dejar que las sirenas se escapen? ¿Y no vengar a los muertos de Ulmer?
―Los muertos no regresarán, capitán. En cambio, nosotros podremos hacerlo…
El capitán alzó la vista en ese momento para observar que la mujer bestia había regresado ilesa del reconocimiento.
―¿Estás bien?― le preguntó Trébol, sonriente, esperando que así fuera, con su talismán en la mano, por si la joven necesitaba de su ayuda.
Antes de que la joven pudiera contestar, el capitán Patacero acudió a su encuentro. Su humor parecía gravemente afectado. Se veía que no estaba acostumbrado a que nadie a bordo de El Perseguidor le hiciera sugerencia alguna de lo que debía o no hacer. Sin duda, el hombre dragón se mostraba confiado en su experiencia. Quizás seguro, pues disponía de alas para salir volando del navío si la cosa se complicaba demasiado. En cambio, los habitantes de Ulmer estaban allí indefensos ante el mar.
―¿Alguna pista sobre el itinerario de los hombres pulpo y la sirena, jovencita?
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Desde la baranda de madera, Ivaran siguió con la mirada a la morena mientras ésta se alejaba del barco, buscando todavía la mejor manera de utilizarla para atraer a la sirena y el resto de criaturas, pero pronto un detalle en la lejanía llamó su atención. - Una tormenta, lo que nos faltaba. - comentó por lo bajo, y no fue el único en percatarse de los nubarrones que empezaban a acercarse.
Las voces de los dos amigos de la joven llegaron hasta donde se encontraba, y mientras el elfo de tez oscura se mostraba ligeramente inquieto por su seguridad, el otro parecía bastante tranquilo. - ¿Por qué pierden el tiempo con ella? Tiene alas… y las suyas si cumplen con su función, si las cosas se ponen feas no tendrá problemas para largarse de aquí, deberían preocuparse por sí mismos. - pensó, frunciendo el ceño. Que las oscuras y plumíferas extremidades que surgían de lo alto de su espalda fuesen completamente inútiles resultaba más frustrante ahora que sabía que la otra hija de Celene si era capaz de volar.
- Debí quedarme en tierra con los demás. - se reprendió internamente, negando levemente con la cabeza y cubriéndose a medias el rostro con una de las manos. - Todo esto ha sido un error, tenemos que volver a Ulmer cuanto antes. - susurró, dispuesto a hablar con el capitán para convencerlo de que diese la vuelta, pero antes de que pudiese acercarse a Patacero, Ava aterrizó en cubierta, justo cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ellos.
Al igual que él, su congénere no tardó en darse cuenta de que se estaban arriesgando demasiado, y rápidamente expuso su opinión, con lo que Ivaran decidió quedarse algo apartado del grupo pero atento al desarrollo de la conversación, por si tenía que dar apoyo al hijo del bosque. - Como si fueran sus muertos… - masculló entre dientes, tras escuchar la respuesta del hombre dragón, que haciendo gala de una terquedad tremenda, rechazó inmediatamente la idea para dirigirse a toda prisa hacia la mujer bestia.
Otros miembros de la tripulación habían acudido a la cubierta al empezar a sentir el vaivén de las olas y el sonido de los truenos, cada vez más próximos. El peliblanco no perdió la oportunidad de mezclarse con éstos, tratando con ello de no llamar la atención de la cuerva ni de sus aliados. - ¿Qué está pasando? - preguntó exaltado uno de los recién llegados, alzando la vista para confirmar que el peor de los escenarios se estaba volviendo realidad.
- ¡No podemos quedarnos aquí! - exclamó, pero el capitán lo ignoró por completo, en aquel momento solo le interesaba la información que la morena pudiese darle.
- ¿Alguna pista sobre el itinerario de los hombres pulpo y la sirena, jovencita? - intervino nada más alcanzarla, sin darle tiempo a responder al licántropo, que había acudido a recibirla y quería asegurarse de que estaba bien. - No… - respondió, negando con la cabeza. - Si… si se encuentran en la zona podrían haber visto el barco pero hacerlos salir será más complicado… - continuó, desviando los ambarinos ojos hacia uno de los destellos producidos por la tormenta.
- No… no creo que sea sensato quedarse aquí con este mal tiempo, ¡deberíamos regresar antes de que sea tarde! - propuso, para enfado de Patacero, pero la fiereza del mar se hizo notar antes de que pudiese replicarle nada, zarandeando la embarcación con la fuerza suficiente para que algunos de los tripulantes perdiesen el equilibrio.
- ¡Agarraos a algo! - gritó Celeste, cuando otra enorme ola golpeó con fuerza el casco, volcando algunos de los enseres que había en cubierta.
Ya estaban prácticamente atrapados en el temporal, aunque cabía la posibilidad de que con sus dotes y experiencia en el mar, el dragón pudiese hacer algo para sacarlos de allí, eso si conseguían que cambiase de opinión claro.
Off: Señalado el inicio de la primera complicación, que los espíritus nos protejan.
Las voces de los dos amigos de la joven llegaron hasta donde se encontraba, y mientras el elfo de tez oscura se mostraba ligeramente inquieto por su seguridad, el otro parecía bastante tranquilo. - ¿Por qué pierden el tiempo con ella? Tiene alas… y las suyas si cumplen con su función, si las cosas se ponen feas no tendrá problemas para largarse de aquí, deberían preocuparse por sí mismos. - pensó, frunciendo el ceño. Que las oscuras y plumíferas extremidades que surgían de lo alto de su espalda fuesen completamente inútiles resultaba más frustrante ahora que sabía que la otra hija de Celene si era capaz de volar.
- Debí quedarme en tierra con los demás. - se reprendió internamente, negando levemente con la cabeza y cubriéndose a medias el rostro con una de las manos. - Todo esto ha sido un error, tenemos que volver a Ulmer cuanto antes. - susurró, dispuesto a hablar con el capitán para convencerlo de que diese la vuelta, pero antes de que pudiese acercarse a Patacero, Ava aterrizó en cubierta, justo cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ellos.
Al igual que él, su congénere no tardó en darse cuenta de que se estaban arriesgando demasiado, y rápidamente expuso su opinión, con lo que Ivaran decidió quedarse algo apartado del grupo pero atento al desarrollo de la conversación, por si tenía que dar apoyo al hijo del bosque. - Como si fueran sus muertos… - masculló entre dientes, tras escuchar la respuesta del hombre dragón, que haciendo gala de una terquedad tremenda, rechazó inmediatamente la idea para dirigirse a toda prisa hacia la mujer bestia.
Otros miembros de la tripulación habían acudido a la cubierta al empezar a sentir el vaivén de las olas y el sonido de los truenos, cada vez más próximos. El peliblanco no perdió la oportunidad de mezclarse con éstos, tratando con ello de no llamar la atención de la cuerva ni de sus aliados. - ¿Qué está pasando? - preguntó exaltado uno de los recién llegados, alzando la vista para confirmar que el peor de los escenarios se estaba volviendo realidad.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- ¡No podemos quedarnos aquí! - exclamó, pero el capitán lo ignoró por completo, en aquel momento solo le interesaba la información que la morena pudiese darle.
- ¿Alguna pista sobre el itinerario de los hombres pulpo y la sirena, jovencita? - intervino nada más alcanzarla, sin darle tiempo a responder al licántropo, que había acudido a recibirla y quería asegurarse de que estaba bien. - No… - respondió, negando con la cabeza. - Si… si se encuentran en la zona podrían haber visto el barco pero hacerlos salir será más complicado… - continuó, desviando los ambarinos ojos hacia uno de los destellos producidos por la tormenta.
- No… no creo que sea sensato quedarse aquí con este mal tiempo, ¡deberíamos regresar antes de que sea tarde! - propuso, para enfado de Patacero, pero la fiereza del mar se hizo notar antes de que pudiese replicarle nada, zarandeando la embarcación con la fuerza suficiente para que algunos de los tripulantes perdiesen el equilibrio.
- ¡Agarraos a algo! - gritó Celeste, cuando otra enorme ola golpeó con fuerza el casco, volcando algunos de los enseres que había en cubierta.
Ya estaban prácticamente atrapados en el temporal, aunque cabía la posibilidad de que con sus dotes y experiencia en el mar, el dragón pudiese hacer algo para sacarlos de allí, eso si conseguían que cambiase de opinión claro.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Off: Señalado el inicio de la primera complicación, que los espíritus nos protejan.
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Trébol observó tranquilo cómo Ava se encontraba perfectamente. Sin embargo, la tormenta que poco a poco llegaba hasta ellos parecía preocuparle, al igual que sucedía con Isildam. El licántropo, de naturaleza despreocupada, al ver cómo el miedo se iba apoderando de muchos de los pasajeros de El Perseguidor, comenzó a inquietarse.
― ¡Agarraos a algo!― gritó una de las mujeres, unos segundos antes de que una ola golpeara el barco, haciendo que el suelo de la cubierta fuese inestable durante unos segundos.
El capitán de la embarcación no parecía temeroso. Observó el nublado y tormentoso horizonte en silencio y en calma, para luego declarar sus itnenciones.
―La tormenta se dirige hacia la costa. Si vamos hacia allá, permaneceremos en ella mucho más tiempo. Además, virar en estas circunstancias puede ser peligroso… Quizás… La Isla Cicatriz de Vermis sea nuestra salvación… debe estar a una hora de naveg…
Una fuerte sacudida tambaleó el navío por completo. En ese momento, el rostro del capitán palideció y la preocupación asoló su rostro rápidamente. La peor idea apareció en la mente del licántropo y los gritos que provenían del interior del barco parecían confirmarle sus sospechas.
Mientras una nueva ola hacía que todas las personas en cubierta se tambaleasen durante un par de breves segundos, uno de los ayudantes del Capitán salió a la superficie.
―¡Capitán! ¡Vía de agua en la bodega, capitán!
Trébol miró al capitán que le hizo una seña con la cabeza y el licántropo corrió escaleras abajo en dirección a la bodega. A medida de que avanzaba, escuchó unos pasos tras de sí, comprobando que Isildam caminaba tras él.
―¡Dirección a la Isla de Cicatriz de Vermis! ¡Rápido! ¡Remeros! ¡Todos los remeros a cubierta!― es lo último que llegó a escuchar mientras dirigía sus pasos escaleras abajo.
En el nivel más bajo del interior del barco, la oscura bodega, sólo iluminada por un par de faroles, era el lugar más cálido del barco. Sin embargo, al licántropo sólo le costó unos pasos para notar la gélida temperatura del agua del mar que se filtraba en su interior.
―¿Dónde está? ¿Dónde está la vía de agua? ―gritó a uno de los tripulantes, mientras intentaba adaptar su vista a ese escaso nivel de luz.
Tras ver la indicación de unos de los marineros, Trébol llevó su mano derecha a la zona que éste le había indicado para notar tres orificios, de apenas dos centímetros cada uno, por el que se filtraba agua al interior. Lo más extraño de todo es que los tres se encontraban a la misma distancia entre ellos y en línea recta, formando tres perfectos círculos. ¿Cómo era posible?. [1]
―Isildam, ve a por mi kit de carpintería. ¡Rápido! Está en nuestro camarote…
Mientras el elfo subía de nuevo las escaleras hacia el nivel superior, el barco se deslizó salvajemente de nuevo. Parecían estar virando, quizás en dirección a la Isla Cicatriz de Vermis. ¡Quizás pudieran llegar antes de naufragar!
[1] Primera Complicación: Una fuerte tormenta pone nuestra vida en peligro a la vez que se produce tres vías de agua que pueden hacer naufragar el barco.
― ¡Agarraos a algo!― gritó una de las mujeres, unos segundos antes de que una ola golpeara el barco, haciendo que el suelo de la cubierta fuese inestable durante unos segundos.
El capitán de la embarcación no parecía temeroso. Observó el nublado y tormentoso horizonte en silencio y en calma, para luego declarar sus itnenciones.
―La tormenta se dirige hacia la costa. Si vamos hacia allá, permaneceremos en ella mucho más tiempo. Además, virar en estas circunstancias puede ser peligroso… Quizás… La Isla Cicatriz de Vermis sea nuestra salvación… debe estar a una hora de naveg…
Una fuerte sacudida tambaleó el navío por completo. En ese momento, el rostro del capitán palideció y la preocupación asoló su rostro rápidamente. La peor idea apareció en la mente del licántropo y los gritos que provenían del interior del barco parecían confirmarle sus sospechas.
Mientras una nueva ola hacía que todas las personas en cubierta se tambaleasen durante un par de breves segundos, uno de los ayudantes del Capitán salió a la superficie.
―¡Capitán! ¡Vía de agua en la bodega, capitán!
Trébol miró al capitán que le hizo una seña con la cabeza y el licántropo corrió escaleras abajo en dirección a la bodega. A medida de que avanzaba, escuchó unos pasos tras de sí, comprobando que Isildam caminaba tras él.
―¡Dirección a la Isla de Cicatriz de Vermis! ¡Rápido! ¡Remeros! ¡Todos los remeros a cubierta!― es lo último que llegó a escuchar mientras dirigía sus pasos escaleras abajo.
En el nivel más bajo del interior del barco, la oscura bodega, sólo iluminada por un par de faroles, era el lugar más cálido del barco. Sin embargo, al licántropo sólo le costó unos pasos para notar la gélida temperatura del agua del mar que se filtraba en su interior.
―¿Dónde está? ¿Dónde está la vía de agua? ―gritó a uno de los tripulantes, mientras intentaba adaptar su vista a ese escaso nivel de luz.
Tras ver la indicación de unos de los marineros, Trébol llevó su mano derecha a la zona que éste le había indicado para notar tres orificios, de apenas dos centímetros cada uno, por el que se filtraba agua al interior. Lo más extraño de todo es que los tres se encontraban a la misma distancia entre ellos y en línea recta, formando tres perfectos círculos. ¿Cómo era posible?. [1]
―Isildam, ve a por mi kit de carpintería. ¡Rápido! Está en nuestro camarote…
Mientras el elfo subía de nuevo las escaleras hacia el nivel superior, el barco se deslizó salvajemente de nuevo. Parecían estar virando, quizás en dirección a la Isla Cicatriz de Vermis. ¡Quizás pudieran llegar antes de naufragar!
_______________________________________________________
[1] Primera Complicación: Una fuerte tormenta pone nuestra vida en peligro a la vez que se produce tres vías de agua que pueden hacer naufragar el barco.
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Tras alzar la mirada unos instantes al oscuro cielo, y sin mostrar ni un ápice de preocupación, el capitán aseguró que volver a Ulmer solo los mantendría más tiempo dentro de la tormenta ya que ésta se dirigía hacia la costa. - Entonces… ¿qué podemos hacer? - se preguntó la joven mentalmente, pero el marinero ya tenía una alternativa en la mira, la isla Cicatriz de Vermis. Una nueva sacudida interrumpió a Patacero mientras hablaba de aquel lugar, y mientras los presentes luchaban por mantenerse en pie, el rostro del dragón perdió todo el color, mostrando por primera vez algo de inquietud.
Algo debía ir muy mal para que su actitud cambiase tan drásticamente de un momento a otro, y los gritos que comenzaron a llegar desde el interior del navío no auguraban nada bueno.
- ¡Capitán! ¡Vía de agua en la bodega, capitán! - alertó uno de los tripulantes, justo cuando una nueva ola golpeaba el casco, obligando a la cuerva a sujetarse a uno de los mástiles para no perder el equilibrio. Las noticias no podían ser peores, tenían que hacer algo enseguida o el Perseguidor empezaría a hundirse, pero por suerte contaban con la presencia a bordo de Trébol, que sin perder un segundo se lanzó escaleras abajo, seguido de Isildam.
- ¡¿A qué espera?! ¡Haga algo antes de que naufraguemos! - exclamó uno de los cazadores, perdiendo los nervios ante la posibilidad de que aquella expedición acabase en tragedia. - ¡Dirección a la Isla de Cicatriz de Vermis! ¡Rápido! ¡Remeros! ¡Todos los remeros a cubierta! - ordenó a viva voz, consiguiendo que sus hombres acudiesen de inmediato para descolgar los remos y ponerse manos a la obra.
Confiando en las habilidades del carpintero, Ava optó por quedarse con el resto de los hombres y mujeres de Ulmer, que rápidamente se repartieron por ambos lados del navío para ayudar en la medida en que podían. - ¡Aseguremos los barriles y las cajas para que no golpeen a los remeros! - instó, llevándose consigo a un pequeño grupo, pero el simple hecho de caminar sobre las húmedas tablas de madera ya era todo un reto.
La lluvia no cesaba sino que se intensificaba con el paso de los minutos, también el sonido de los truenos y los destellos, todo parecía estar en su contra. - Que los espíritus nos protejan… - susurró, tras asegurar con algo de cuerda un par de barriles amarrándolos al mástil central. Y justo cuando se disponía a ir hacia el siguiente punto, la tormenta volvió a sacudir con fuerza el Perseguidor mientras viraba hacia su nuevo destino, haciéndola perder el equilibrio y que tanto ella como una de sus aliadas acabasen resbalando por la cubierta hasta impactar contra la barandilla.
- ¡Sujétate! - exclamó a la mujer, aferrándose a la madera antes de que la siguiente ola impactase contra el casco. Varias de las cajas que seguían sin asegurar volcaron a causa de la repentina inclinación, precipitándose hacia ellas y obligando a la morena a apartar bruscamente a la cazadora para sacarla de la trayectoria de los objetos, que se estrellaron a apenas unos centímetros de sus piernas. - Cada vez es más peligroso… alguien podría acabar cayendo por la borda… - pensó, dirigiendo los ambarinos ojos hacia aquellos que seguían esforzándose por atar el resto de enseres.
- ¡Alejaos de las barandillas! - gritó, poniéndose en pie de nuevo y tirando de la muchacha para que hiciese lo mismo. En ese instante, una fugaz sombra se deslizó por la superficie, captando la atención de la Midgardiana, pero entre la lluvia y el vaivén no pudo ver con claridad de qué se trataba, aunque no pudo evitar ponerse en lo peor. ¿Y si los hombres bestia pulpo y la sirena decidían aparecer en aquel momento para aprovechar la situación y atacarlos? En aquellas condiciones apenas podrían defenderse, por lo que debían llegar a la isla cuanto antes.
- Una hora de navegación… no sé si podremos aguantar tanto. - meditó, tratando de ocultar su preocupación para no empeorar el ánimo del resto. - ¡Apoyad a los remeros! - pidió tras unos segundos, dando prioridad a aquella tarea ya que era la única que podría alejarlos del temporal.
Tan rápido como le fue posible, la cuerva acudió junto a los tripulantes y comenzó a remar con ellos, pidiendo a los espíritus que no los abandonasen a su suerte en un momento tan crítico.
Un par de filas por delante de ella, Ivaran también hacía lo posible por colaborar para que saliesen de aquel lío, lamentando la hora en que había decidido subirse al Perseguidor.
Algo debía ir muy mal para que su actitud cambiase tan drásticamente de un momento a otro, y los gritos que comenzaron a llegar desde el interior del navío no auguraban nada bueno.
- ¡Capitán! ¡Vía de agua en la bodega, capitán! - alertó uno de los tripulantes, justo cuando una nueva ola golpeaba el casco, obligando a la cuerva a sujetarse a uno de los mástiles para no perder el equilibrio. Las noticias no podían ser peores, tenían que hacer algo enseguida o el Perseguidor empezaría a hundirse, pero por suerte contaban con la presencia a bordo de Trébol, que sin perder un segundo se lanzó escaleras abajo, seguido de Isildam.
- ¡¿A qué espera?! ¡Haga algo antes de que naufraguemos! - exclamó uno de los cazadores, perdiendo los nervios ante la posibilidad de que aquella expedición acabase en tragedia. - ¡Dirección a la Isla de Cicatriz de Vermis! ¡Rápido! ¡Remeros! ¡Todos los remeros a cubierta! - ordenó a viva voz, consiguiendo que sus hombres acudiesen de inmediato para descolgar los remos y ponerse manos a la obra.
Confiando en las habilidades del carpintero, Ava optó por quedarse con el resto de los hombres y mujeres de Ulmer, que rápidamente se repartieron por ambos lados del navío para ayudar en la medida en que podían. - ¡Aseguremos los barriles y las cajas para que no golpeen a los remeros! - instó, llevándose consigo a un pequeño grupo, pero el simple hecho de caminar sobre las húmedas tablas de madera ya era todo un reto.
La lluvia no cesaba sino que se intensificaba con el paso de los minutos, también el sonido de los truenos y los destellos, todo parecía estar en su contra. - Que los espíritus nos protejan… - susurró, tras asegurar con algo de cuerda un par de barriles amarrándolos al mástil central. Y justo cuando se disponía a ir hacia el siguiente punto, la tormenta volvió a sacudir con fuerza el Perseguidor mientras viraba hacia su nuevo destino, haciéndola perder el equilibrio y que tanto ella como una de sus aliadas acabasen resbalando por la cubierta hasta impactar contra la barandilla.
- ¡Sujétate! - exclamó a la mujer, aferrándose a la madera antes de que la siguiente ola impactase contra el casco. Varias de las cajas que seguían sin asegurar volcaron a causa de la repentina inclinación, precipitándose hacia ellas y obligando a la morena a apartar bruscamente a la cazadora para sacarla de la trayectoria de los objetos, que se estrellaron a apenas unos centímetros de sus piernas. - Cada vez es más peligroso… alguien podría acabar cayendo por la borda… - pensó, dirigiendo los ambarinos ojos hacia aquellos que seguían esforzándose por atar el resto de enseres.
- ¡Alejaos de las barandillas! - gritó, poniéndose en pie de nuevo y tirando de la muchacha para que hiciese lo mismo. En ese instante, una fugaz sombra se deslizó por la superficie, captando la atención de la Midgardiana, pero entre la lluvia y el vaivén no pudo ver con claridad de qué se trataba, aunque no pudo evitar ponerse en lo peor. ¿Y si los hombres bestia pulpo y la sirena decidían aparecer en aquel momento para aprovechar la situación y atacarlos? En aquellas condiciones apenas podrían defenderse, por lo que debían llegar a la isla cuanto antes.
- Una hora de navegación… no sé si podremos aguantar tanto. - meditó, tratando de ocultar su preocupación para no empeorar el ánimo del resto. - ¡Apoyad a los remeros! - pidió tras unos segundos, dando prioridad a aquella tarea ya que era la única que podría alejarlos del temporal.
Tan rápido como le fue posible, la cuerva acudió junto a los tripulantes y comenzó a remar con ellos, pidiendo a los espíritus que no los abandonasen a su suerte en un momento tan crítico.
Un par de filas por delante de ella, Ivaran también hacía lo posible por colaborar para que saliesen de aquel lío, lamentando la hora en que había decidido subirse al Perseguidor.
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
El par de minutos que tardó Isildam en traerle sus herramientas de carpintería se hicieron eternos. El agua continuaba filtrándose en el interior de la bodega, mientras que las pocas personas que continuaban en ella, conseguían a duras penas mantenerse a causa de la inestabilidad de las poderosas olas que la tormenta provocaba.
El elfo le cedió sus herramientas. Debía de encontrar la forma de minimizar los daños que el casco del barco había sufrido. En el instante en el que Trébol iba a comenzar a trabajar, el fuerte golpe que escuchó apenas a unos centímetros, a su derecha, captó toda su atención.
Tras dirigir el pequeño farol hacia aquel lugar, vio tres afiladas puntas de hierro que habían atravesado la gruesa madera del barco. Unos segundos más tarde, los tres pinchos desaparecieron, dejando tras de sí tres nuevas pequeñas fugas de agua.
―¡Tridentes! ¡Estás saboteando el barco! ―alcanzó a pronunciar Isildam, antes de que el licántropo abriera la boca.
―¡Deben ser unos tridentes del copón si consiguen atravesar esta madera!
Trébol se puso manos a la obra rápidamente. Ahora tenía seis pequeñas fugas y por lo que podría prevenir, pronto serían más.
Su intención era taponar cada uno de los agujeros. Afortunadamente, éstos parecían estar hechos con el mismo tipo de armas, por lo que la similitud de los orificios le permitiría avanzar rápidamente. El problema era encontrar en el barco una porción de madera que le posibilitara trabajar rápido.
Cogió una pequeña sierra que llevaba siempre en sus herramientas y comenzó a afilar un pequeño taco de madera, con la intención de incrustarlo en los orificios, pero tardaría minutos en darle forma.
Entonces, el licántropo recordó la silla de madera de su dormitorio. Su respaldo estaba formado por varias barras de madera que podían ser lo suficientemente finas para permitir trabajar con ellas de forma más adecuada.
―¡Acompáñame Isildam!― le dijo al elfo, para luego mirar a otro de sus vecinos de Ulmer que también estaba allí― ¡Ven con nosotros!
Mientras se alejaban veloces de la zona de la bodega que comenzaba a inundarse, tambaleándose por las continuas olas de la tormenta, tres afilados pinchos atravesaron de nuevo la madera creando tres nuevas fugas de agua en el casco.
El elfo le cedió sus herramientas. Debía de encontrar la forma de minimizar los daños que el casco del barco había sufrido. En el instante en el que Trébol iba a comenzar a trabajar, el fuerte golpe que escuchó apenas a unos centímetros, a su derecha, captó toda su atención.
Tras dirigir el pequeño farol hacia aquel lugar, vio tres afiladas puntas de hierro que habían atravesado la gruesa madera del barco. Unos segundos más tarde, los tres pinchos desaparecieron, dejando tras de sí tres nuevas pequeñas fugas de agua.
―¡Tridentes! ¡Estás saboteando el barco! ―alcanzó a pronunciar Isildam, antes de que el licántropo abriera la boca.
―¡Deben ser unos tridentes del copón si consiguen atravesar esta madera!
Trébol se puso manos a la obra rápidamente. Ahora tenía seis pequeñas fugas y por lo que podría prevenir, pronto serían más.
Su intención era taponar cada uno de los agujeros. Afortunadamente, éstos parecían estar hechos con el mismo tipo de armas, por lo que la similitud de los orificios le permitiría avanzar rápidamente. El problema era encontrar en el barco una porción de madera que le posibilitara trabajar rápido.
Cogió una pequeña sierra que llevaba siempre en sus herramientas y comenzó a afilar un pequeño taco de madera, con la intención de incrustarlo en los orificios, pero tardaría minutos en darle forma.
Entonces, el licántropo recordó la silla de madera de su dormitorio. Su respaldo estaba formado por varias barras de madera que podían ser lo suficientemente finas para permitir trabajar con ellas de forma más adecuada.
―¡Acompáñame Isildam!― le dijo al elfo, para luego mirar a otro de sus vecinos de Ulmer que también estaba allí― ¡Ven con nosotros!
Mientras se alejaban veloces de la zona de la bodega que comenzaba a inundarse, tambaleándose por las continuas olas de la tormenta, tres afilados pinchos atravesaron de nuevo la madera creando tres nuevas fugas de agua en el casco.
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Mientras los remeros hacían lo posible para sacar al Perseguidor de aquella feroz tormenta, Patacero se esforzaba por mantener el rumbo hacia su nuevo destino, aferrándose con fuerza al timón cada vez que una ola impactaba contra el casco. - ¡Más rápido holgazanes! ¡Remad más rápido! - ordenó, a voz en grito. Los miembros de la tripulación obedecieron, poniendo todo su empeño para salvar el cuello antes de que el navío se fuese a pique, pero el mayor de los problemas se encontraba bajo sus pies, en la bodega.
Uno de los hombres de confianza del dragón, que había seguido los pasos del Trébol y sus acompañantes, alcanzó a escuchar la afirmación del elfo al descubrir el origen de los daños, y sin perder tiempo regresó para informar a su superior. - ¡Capitán! ¡Esas malditas criaturas son las responsables de todo! ¡Están abriendo agujeros para hundirnos! - exclamó, provocando que terminase de palidecer y su expresión se tornase de espanto. - Mi barco… mi querido barco… ¿qué vamos a hacer ahora? - murmuró, asaltado por las dudas. Si la situación seguía empeorando, ¿podrían alcanzar isla Cicatriz de Vermis antes de naufragar?
La noticia también afectó a los remeros, que se miraban unos a otros con el miedo grabado en los ojos. ¿Acaso iban a verse engullidos por la misma sed de venganza que los había llevado hasta allí? No era lo que habían imaginado al embarcarse.
Viendo cómo la voluntad de los presentes flaqueaba, Ava se levantó de su asiento y cedió el remo a la persona que tenía a su lado. - ¡No dejéis de remar! ¡Tenemos que llegar a tierra como sea! - trató de motivarlos. Y dicho esto avanzó hacia la baranda para buscar a los causantes, distinguiendo una oscura silueta que se movía bajo la superficie gracias a su aguda visión. - ¡Préstame tu arco! - pidió a uno de los vecinos de Ulmer, que le tendió el arma con cierta confusión.
De nuevo junto a la única barrera que la separa de caer al mar, colocó la flecha en su sitio y tensó la cuerda bajo la atenta mirada de varios de sus camaradas, liberando el proyectil, que atravesó el agua y pasó rozando al ser. Aquel inesperado rasguño provocó que levantase la vista para ver a su atacante, que bajo aquel cielo tormentoso, con los negros cabellos ondeando por la brisa y las oscuras alas extendidas más parecía una parca que una mujer bestia.
Rápidamente, e intentando que el oleaje no desviase demasiado su tiro, volvió a disparar, pero la bestia esquivó ágilmente la saeta. - Así no podré darle… pero al menos lo mantendré entretenido para que no siga causando más fugas. - pensó la morena, e inspirado por su idea, Ivaran abandonó también su sitio entre los remeros. - Tenemos que detener a esas criaturas, aquellos que sean diestros con el arco que se distribuyan por cubierta y los ataquen. - instó, echando mano al suyo de camino al lateral opuesto al que defendía la cuerva.
El mayor problema al que se enfrentaban era que necesitaban que el enemigo estuviese lo más cerca posible de la superficie, pues las flechas perdían velocidad tras entrar en el agua, hecho que reducía su efectividad. Para compensar eso, el peliblanco imbuyó parte de su magia tanto en el arma como en el proyectil, logrando con ello alcanzar a uno de los hombres pulpo en el pecho.
Abatido el primer objetivo, empezó a moverse por el borde en busca de otros, haciendo gala de una destreza que muchos envidiarían, y que era fruto de sus muchos años de entrenamiento para dominar por completo el arco, incluso estando en movimiento.
Ava al contrario, no era capaz de sacarle tanto partido, por lo que en cuanto consiguió molestar lo suficiente al acuático ser como para que sacase medio cuerpo fuera del alterado oleaje, dejó caer el trozo de madera y desenganchó a Segadora de su soporte, agarrándose a uno de los cabos para subirse a la baranda y saltar.
- ¡¿Pero qué haces?! - exclamó el elfo, al verla por el rabillo del ojo. Lanzarse a pelear en terreno enemigo era una clara estupidez, ¿es que no valoraba su vida? Instintivamente acudió a auxiliarla, tensando la cuerda y apuntando a la bestia con la que estaba combatiendo, pero entonces un oscuro pensamiento cruzó su mente. ¿De verdad quería ayudarla? ¿Y si la cuerva simplemente desaparecía? ¿Se irían con ella también los malos recuerdos que su encuentro había traído de vuelta?
Mientras la lluvia empapaba sus níveos cabellos y corría por su rostro, Ivaran observó el desarrollo de la pelea con expresión ausente, distraído por la idea que empezaba a tomar forma en su cabeza. En respuesta a sus cavilaciones, su cuerpo actuó, girando ligeramente y desviando la trayectoria de la flecha que sujetaba para que ésta acabase apuntando a la Midgardiana.
Uno de los hombres de confianza del dragón, que había seguido los pasos del Trébol y sus acompañantes, alcanzó a escuchar la afirmación del elfo al descubrir el origen de los daños, y sin perder tiempo regresó para informar a su superior. - ¡Capitán! ¡Esas malditas criaturas son las responsables de todo! ¡Están abriendo agujeros para hundirnos! - exclamó, provocando que terminase de palidecer y su expresión se tornase de espanto. - Mi barco… mi querido barco… ¿qué vamos a hacer ahora? - murmuró, asaltado por las dudas. Si la situación seguía empeorando, ¿podrían alcanzar isla Cicatriz de Vermis antes de naufragar?
La noticia también afectó a los remeros, que se miraban unos a otros con el miedo grabado en los ojos. ¿Acaso iban a verse engullidos por la misma sed de venganza que los había llevado hasta allí? No era lo que habían imaginado al embarcarse.
Viendo cómo la voluntad de los presentes flaqueaba, Ava se levantó de su asiento y cedió el remo a la persona que tenía a su lado. - ¡No dejéis de remar! ¡Tenemos que llegar a tierra como sea! - trató de motivarlos. Y dicho esto avanzó hacia la baranda para buscar a los causantes, distinguiendo una oscura silueta que se movía bajo la superficie gracias a su aguda visión. - ¡Préstame tu arco! - pidió a uno de los vecinos de Ulmer, que le tendió el arma con cierta confusión.
De nuevo junto a la única barrera que la separa de caer al mar, colocó la flecha en su sitio y tensó la cuerda bajo la atenta mirada de varios de sus camaradas, liberando el proyectil, que atravesó el agua y pasó rozando al ser. Aquel inesperado rasguño provocó que levantase la vista para ver a su atacante, que bajo aquel cielo tormentoso, con los negros cabellos ondeando por la brisa y las oscuras alas extendidas más parecía una parca que una mujer bestia.
Rápidamente, e intentando que el oleaje no desviase demasiado su tiro, volvió a disparar, pero la bestia esquivó ágilmente la saeta. - Así no podré darle… pero al menos lo mantendré entretenido para que no siga causando más fugas. - pensó la morena, e inspirado por su idea, Ivaran abandonó también su sitio entre los remeros. - Tenemos que detener a esas criaturas, aquellos que sean diestros con el arco que se distribuyan por cubierta y los ataquen. - instó, echando mano al suyo de camino al lateral opuesto al que defendía la cuerva.
El mayor problema al que se enfrentaban era que necesitaban que el enemigo estuviese lo más cerca posible de la superficie, pues las flechas perdían velocidad tras entrar en el agua, hecho que reducía su efectividad. Para compensar eso, el peliblanco imbuyó parte de su magia tanto en el arma como en el proyectil, logrando con ello alcanzar a uno de los hombres pulpo en el pecho.
Abatido el primer objetivo, empezó a moverse por el borde en busca de otros, haciendo gala de una destreza que muchos envidiarían, y que era fruto de sus muchos años de entrenamiento para dominar por completo el arco, incluso estando en movimiento.
Ava al contrario, no era capaz de sacarle tanto partido, por lo que en cuanto consiguió molestar lo suficiente al acuático ser como para que sacase medio cuerpo fuera del alterado oleaje, dejó caer el trozo de madera y desenganchó a Segadora de su soporte, agarrándose a uno de los cabos para subirse a la baranda y saltar.
- ¡¿Pero qué haces?! - exclamó el elfo, al verla por el rabillo del ojo. Lanzarse a pelear en terreno enemigo era una clara estupidez, ¿es que no valoraba su vida? Instintivamente acudió a auxiliarla, tensando la cuerda y apuntando a la bestia con la que estaba combatiendo, pero entonces un oscuro pensamiento cruzó su mente. ¿De verdad quería ayudarla? ¿Y si la cuerva simplemente desaparecía? ¿Se irían con ella también los malos recuerdos que su encuentro había traído de vuelta?
Mientras la lluvia empapaba sus níveos cabellos y corría por su rostro, Ivaran observó el desarrollo de la pelea con expresión ausente, distraído por la idea que empezaba a tomar forma en su cabeza. En respuesta a sus cavilaciones, su cuerpo actuó, girando ligeramente y desviando la trayectoria de la flecha que sujetaba para que ésta acabase apuntando a la Midgardiana.
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Rápidamente los tres hombres recorrieron los camarotes en búsqueda de las sillas que tuvieran las barras de madera más apropiadas. Algunos de ellos estaban cerrados con llave, por lo que debieron abrirlos por la fuerza. Trébol consiguió abrir uno, rompiendo la puerta a patadas, en el inestable equilibrio de la tormenta.
Lamentablemente, las sillas de cada camarote eran distintas, por lo que las barras de algunas de ellas servirían, pero la mayoría eran más gruesas o directamente, tenían el respaldo completamente recto.
Al pasar cerca de la zona de cubierta, escuchó cómo algunos de los remeros habían descubierto que estaban siendo atacados y que comenzaban a disparar en dirección a aquellas bestias.
Trébol miró a Isildam que comprendió perfectamente lo que el licántropo le pedía y abandonó el interior del barco, descolgando de su espalda el arco que llevaba tras él.
El de Ulmer continuó su descenso de nuevo hacia la bodega. Al llegar allí, le informaron de que ya eran quince los agujeros, aunque en el último ataque, los tres últimos orificios no habían llegado a profundizar lo suficiente.
―Arriba están disparándoles. Puede que podamos ganar algo de tiempo… Mientras trabajo, tapad los agujeros con vuestros dedos o ir achicando el agua… ―les dijo a los tres únicos chicos que continuaban en la cubierta con él.
Con la única ayuda del farol, Trébol comenzó a cortar las barras de los respaldos de las sillas. La primera de ellas le ofreció cuatro barras cilíndricas y regulares en su grosor, que rápidamente sesgó con la ayuda de la pequeña y cortante sierra.
Al cortar la primera pieza, corrió en dirección a uno de los agujeros por dónde continuaba entrando agua en el interior del navío. Intentó insertarlo pero no lo consiguió fácilmente. Definitivamente, mientras notaba cómo el agua le cubría ya los tobillos, logró encajar la pieza en el interior del orificio, quedando ésta ajustada en su entrada.
―Creo que funcionará chicos… mantengan sus dedos tapando los orificios y llegaremos bien a la isla.
A pesar del alboroto que se escuchaba en cubierta, dónde los remeros continuaban su labor, mientras se escuchaban las voces de los arqueros y el barco continuaba oscilando, a los pocos minutos Trébol ya había logrado tapar con esos improvisados espiches la mitad de los orificios. Pero el sonido de un nuevo golpe contra el casco le hizo alzar la mirada. En algún lugar de la bodega, se había abierto algunas vías nuevas.
Lamentablemente, las sillas de cada camarote eran distintas, por lo que las barras de algunas de ellas servirían, pero la mayoría eran más gruesas o directamente, tenían el respaldo completamente recto.
Al pasar cerca de la zona de cubierta, escuchó cómo algunos de los remeros habían descubierto que estaban siendo atacados y que comenzaban a disparar en dirección a aquellas bestias.
Trébol miró a Isildam que comprendió perfectamente lo que el licántropo le pedía y abandonó el interior del barco, descolgando de su espalda el arco que llevaba tras él.
El de Ulmer continuó su descenso de nuevo hacia la bodega. Al llegar allí, le informaron de que ya eran quince los agujeros, aunque en el último ataque, los tres últimos orificios no habían llegado a profundizar lo suficiente.
―Arriba están disparándoles. Puede que podamos ganar algo de tiempo… Mientras trabajo, tapad los agujeros con vuestros dedos o ir achicando el agua… ―les dijo a los tres únicos chicos que continuaban en la cubierta con él.
Con la única ayuda del farol, Trébol comenzó a cortar las barras de los respaldos de las sillas. La primera de ellas le ofreció cuatro barras cilíndricas y regulares en su grosor, que rápidamente sesgó con la ayuda de la pequeña y cortante sierra.
Al cortar la primera pieza, corrió en dirección a uno de los agujeros por dónde continuaba entrando agua en el interior del navío. Intentó insertarlo pero no lo consiguió fácilmente. Definitivamente, mientras notaba cómo el agua le cubría ya los tobillos, logró encajar la pieza en el interior del orificio, quedando ésta ajustada en su entrada.
―Creo que funcionará chicos… mantengan sus dedos tapando los orificios y llegaremos bien a la isla.
A pesar del alboroto que se escuchaba en cubierta, dónde los remeros continuaban su labor, mientras se escuchaban las voces de los arqueros y el barco continuaba oscilando, a los pocos minutos Trébol ya había logrado tapar con esos improvisados espiches la mitad de los orificios. Pero el sonido de un nuevo golpe contra el casco le hizo alzar la mirada. En algún lugar de la bodega, se había abierto algunas vías nuevas.
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
A apenas unos metros por encima de la agitada superficie, Ava hizo todo lo posible por mantener entretenido a su oponente, provocándolo para que saliese de las turbias aguas a enfrentarla. Esquivando el peligroso tridente con que el hombre bestia trataba de alcanzarla, la cuerva lanzó un tajo horizontal en arco por delante de su cuerpo, pero la criatura solo tuvo que sumergirse para evadir el peligroso filo de Segadora. Quedaba bastante claro quién tenía la ventaja de su lado, ya que mientras el acuático ser peleaba en su elemento, la morena tenía que estar constantemente atenta no solo a sus movimientos sino también a las olas, el viento y a no chocar contra el barco accidentalmente.
Concentrada como estaba para no fallar, la joven ni siquiera se percató de la figura que los apuntaba desde las alturas, de haberlo hecho probablemente se habría dado cuenta de que la flecha no parecía seguir a su enemigo sino a ella.
- Nadie se daría cuenta de que fue intencionado… - seguía cavilando Ivaran, con rostro inexpresivo. - Me resultaría muy sencillo convencerlos de que erré el tiro por que se movían demasiado… solo tendría que darle en una de las alas, eso bastaría para hacerla caer al agua y que esa cosa se hiciera cargo del resto… - pensó, y de pronto la imagen apareció completamente nítida en su cabeza.
La brillante flecha surcando el aire hasta atravesar la negra extremidad de la mujer, haciéndola perder el equilibrio y precipitarse al mar, donde trataría desesperadamente de mantenerse a flote. Podía verlo como si estuviese ocurriendo en aquel mismísimo instante, el miedo en sus ojos del color del ámbar, su lucha contra las violentas olas para no ahogarse, y finalmente, la forma en que alzando una mano en su dirección, le pediría ayuda en última instancia, antes de que su adversario la hiriese por la espalda, hundiendo los afilados dientes del tridente en algún punto de su columna.
Aquella visión de la cuerva palideciendo y sosteniéndole la mirada mientras un pequeño hilo de sangre asomaba por la comisura de los labios lo paralizó por completo, y en cuanto se hundió, dejando una rojiza mancha en la superficie, las manos del elfo comenzaron a temblar sin que pudiese controlarlo. - ¡¿Pero en qué estoy pensando!? ¡Yo no soy así! - se reprendió mentalmente, sacudiendo la cabeza de un lado a otro mientras bajaba el arco. El recuerdo de las crueles palabras de Celene había nublado su juicio hasta llevarlo al extremo de querer dañar a una persona que no le había hecho nada, al menos no intencionadamente, porque lo más seguro era que ni siquiera supiese de su existencia.
- Perdóname Imbar… - rogó, avergonzado por su conducta. Theodluin y su familia lo habían criado para que fuese un hombre de bien, pero era débil, había cedido a la envidia y al rencor que aún albergaba en su interior, emociones que tendría que corregir o al menos, mantener a raya para no hacer algo de lo que pudiese arrepentirse después.
Alzando el arma de nuevo con una rapidez pasmosa, tensó la cuerda y liberó la luminosa saeta, que cortó el aire y atravesó la cabeza del acuático ser, tomando por sorpresa a la alada. - ¡Vuelve a bordo ahora mismo! - exclamó desde debajo de su capucha, con tono imperativo. Sin embargo, no esperó a que Ava regresase a cubierta, no quería hablar con ella en aquel momento, no tras haber estado a punto de dispararle. - ¡Ayuda a los remeros y deja el resto a los arqueros! - ordenó, avanzando velozmente junto a la baranda para localizar a su siguiente objetivo y abatirlo.
Al menos tendría la mente ocupada mientras tuviese que defender el Perseguidor de aquellas bestias, o eso quería creer el peliblanco, pero la imagen que había recreado aún le perturbaba, ¿cómo debía lidiar con todo aquello? - Ojalá Padre estuviese aquí, él sabría aconsejarme… - pensó por un instante, antes de centrarse nuevamente en lo que tenía que hacer, proteger el casco para que no se produjesen más fugas.
Haciendo caso al extraño, la Midgardiana regresó a cubierta y lo siguió con la mirada durante unos segundos, pero solo alcanzó a ver como se alejaba dándole la espalda, deteniéndose únicamente para hacer uso de su arco. No tenía idea de quién era aquel hombre, ni siquiera se había fijado en él hasta entonces, pero tendría que darle las gracias por haberla ayudado cuando estuviesen a salvo.
- ¡Seguid remando! ¡Llegar a la isla es nuestra única opción! - gritó Patacero, todavía pálido, desde el timón. Los tripulantes se esforzaban para abrirse paso a través de la tormenta, sabiendo que sus vidas dependían de ello, mientras aquellos más diestros y con mejor equilibrio iban de un lado para otro, disparando sin cesar para que las criaturas se mantuviesen alejadas.
- ¡Capitán! ¡Necesitamos armas! - pidió uno de los presentes, ya que solo algunos vecinos de Ulmer tenían los útiles adecuados para plantar cara a sus atacantes. - ¡Id por los arpones! - ordenó el dragón, aunque sabía que no estaban en el mejor de los estados. Debido al desuso y la falta de mantenimiento la mayoría habían perdido el filo hacía ya tiempo, cosa de la que en aquellos momentos se lamentaba profundamente.
- No puede ser, se han mellado… así no nos servirán de nada. - soltó el marinero, nada más echar un vistazo dentro de la caja en que descansaban. - De… déjame ver. - intervino la morena, cuyo agudo oído había captado la conversación a pesar de los truenos. - Empiezan a oxidarse, seguramente no los han usado en meses, puede que más… - reflexionó, examinando uno de ellos de cerca. Y sin embargo, eran su mejor opción si querían dar algo de apoyo a los arqueros, así que sin pensárselo mucho, rebuscó en el interior de su bolsa hasta dar con la piedra de afilar que solía usar para cuidar de su hacha.
- In… intentaré arreglarlos. - indicó, poniéndose manos a la obra en cuanto los tripulantes le entregaron de buen grado los que sostenían. [1] - Espero que a Trébol le vaya bien en la bodega… - caviló, elevando una plegaria a la Gran Águila para que los acogiese bajo sus alas y los protegiese de los elementos y también de las criaturas que los asaltaban.
Off: [1] Señalado el inicio de uso de profesión principal (Herrería)
Concentrada como estaba para no fallar, la joven ni siquiera se percató de la figura que los apuntaba desde las alturas, de haberlo hecho probablemente se habría dado cuenta de que la flecha no parecía seguir a su enemigo sino a ella.
- Nadie se daría cuenta de que fue intencionado… - seguía cavilando Ivaran, con rostro inexpresivo. - Me resultaría muy sencillo convencerlos de que erré el tiro por que se movían demasiado… solo tendría que darle en una de las alas, eso bastaría para hacerla caer al agua y que esa cosa se hiciera cargo del resto… - pensó, y de pronto la imagen apareció completamente nítida en su cabeza.
La brillante flecha surcando el aire hasta atravesar la negra extremidad de la mujer, haciéndola perder el equilibrio y precipitarse al mar, donde trataría desesperadamente de mantenerse a flote. Podía verlo como si estuviese ocurriendo en aquel mismísimo instante, el miedo en sus ojos del color del ámbar, su lucha contra las violentas olas para no ahogarse, y finalmente, la forma en que alzando una mano en su dirección, le pediría ayuda en última instancia, antes de que su adversario la hiriese por la espalda, hundiendo los afilados dientes del tridente en algún punto de su columna.
Aquella visión de la cuerva palideciendo y sosteniéndole la mirada mientras un pequeño hilo de sangre asomaba por la comisura de los labios lo paralizó por completo, y en cuanto se hundió, dejando una rojiza mancha en la superficie, las manos del elfo comenzaron a temblar sin que pudiese controlarlo. - ¡¿Pero en qué estoy pensando!? ¡Yo no soy así! - se reprendió mentalmente, sacudiendo la cabeza de un lado a otro mientras bajaba el arco. El recuerdo de las crueles palabras de Celene había nublado su juicio hasta llevarlo al extremo de querer dañar a una persona que no le había hecho nada, al menos no intencionadamente, porque lo más seguro era que ni siquiera supiese de su existencia.
- Perdóname Imbar… - rogó, avergonzado por su conducta. Theodluin y su familia lo habían criado para que fuese un hombre de bien, pero era débil, había cedido a la envidia y al rencor que aún albergaba en su interior, emociones que tendría que corregir o al menos, mantener a raya para no hacer algo de lo que pudiese arrepentirse después.
Alzando el arma de nuevo con una rapidez pasmosa, tensó la cuerda y liberó la luminosa saeta, que cortó el aire y atravesó la cabeza del acuático ser, tomando por sorpresa a la alada. - ¡Vuelve a bordo ahora mismo! - exclamó desde debajo de su capucha, con tono imperativo. Sin embargo, no esperó a que Ava regresase a cubierta, no quería hablar con ella en aquel momento, no tras haber estado a punto de dispararle. - ¡Ayuda a los remeros y deja el resto a los arqueros! - ordenó, avanzando velozmente junto a la baranda para localizar a su siguiente objetivo y abatirlo.
Al menos tendría la mente ocupada mientras tuviese que defender el Perseguidor de aquellas bestias, o eso quería creer el peliblanco, pero la imagen que había recreado aún le perturbaba, ¿cómo debía lidiar con todo aquello? - Ojalá Padre estuviese aquí, él sabría aconsejarme… - pensó por un instante, antes de centrarse nuevamente en lo que tenía que hacer, proteger el casco para que no se produjesen más fugas.
Haciendo caso al extraño, la Midgardiana regresó a cubierta y lo siguió con la mirada durante unos segundos, pero solo alcanzó a ver como se alejaba dándole la espalda, deteniéndose únicamente para hacer uso de su arco. No tenía idea de quién era aquel hombre, ni siquiera se había fijado en él hasta entonces, pero tendría que darle las gracias por haberla ayudado cuando estuviesen a salvo.
- ¡Seguid remando! ¡Llegar a la isla es nuestra única opción! - gritó Patacero, todavía pálido, desde el timón. Los tripulantes se esforzaban para abrirse paso a través de la tormenta, sabiendo que sus vidas dependían de ello, mientras aquellos más diestros y con mejor equilibrio iban de un lado para otro, disparando sin cesar para que las criaturas se mantuviesen alejadas.
- ¡Capitán! ¡Necesitamos armas! - pidió uno de los presentes, ya que solo algunos vecinos de Ulmer tenían los útiles adecuados para plantar cara a sus atacantes. - ¡Id por los arpones! - ordenó el dragón, aunque sabía que no estaban en el mejor de los estados. Debido al desuso y la falta de mantenimiento la mayoría habían perdido el filo hacía ya tiempo, cosa de la que en aquellos momentos se lamentaba profundamente.
- No puede ser, se han mellado… así no nos servirán de nada. - soltó el marinero, nada más echar un vistazo dentro de la caja en que descansaban. - De… déjame ver. - intervino la morena, cuyo agudo oído había captado la conversación a pesar de los truenos. - Empiezan a oxidarse, seguramente no los han usado en meses, puede que más… - reflexionó, examinando uno de ellos de cerca. Y sin embargo, eran su mejor opción si querían dar algo de apoyo a los arqueros, así que sin pensárselo mucho, rebuscó en el interior de su bolsa hasta dar con la piedra de afilar que solía usar para cuidar de su hacha.
- In… intentaré arreglarlos. - indicó, poniéndose manos a la obra en cuanto los tripulantes le entregaron de buen grado los que sostenían. [1] - Espero que a Trébol le vaya bien en la bodega… - caviló, elevando una plegaria a la Gran Águila para que los acogiese bajo sus alas y los protegiese de los elementos y también de las criaturas que los asaltaban.
Off: [1] Señalado el inicio de uso de profesión principal (Herrería)
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Trébol había colocado numerosos espiches de madera en los numerosos orificios creados por las bestias marinas. A medida que los iba cerrando, nuevos ataques abrían otros orificios, pero la frecuencia de los mismos estaba disminuyendo, señal de que en cubierta, los marineros y aventureros de Ulmer estaban logrando mantener a raya a los atacantes.
Los dos chicos que se habían quedado en la bodega junto a él habían comenzado a achicar agua. Con suerte, pronto llegarían a la Isla Cicatriz de Vermis, pero el licántropo dudaba que, de haber un ataque masivo, el Perseguidor estuviera en condiciones de zarpar de vuelta en aquellas condiciones. Todo apuntaba que había orificios en el suelo inundado que no lograba a ver... Era el fin del navío.
Mientras estas preocupaciones cruzaban su mente, la naturaleza despreocupada de Trébol le hizo pensar que finalmente, casi todo se resolvía positivamente, por lo que continuó su tarea, decidido a no dejarse vencer por las desesperanzas.
Colocó nuevos espiches en los agujeros y cuándo todas las fugas de agua estaban ya bloqueadas, el licántropo sonrió por su hazaña carpintera y volvió a cubierta, tras dejar serias indicaciones a aquellos jóvenes de que, sucedía de nuevo un nuevo ataque, le llamasen de inmediato.
Al llegar a cubierta, vio el tremendo caos. Aunque la tormenta parecía apaciguarse ligeramente, los marineros remaban fuertemente con esperanzas de llegar lo más pronto posible a su destino.
Distinguió varias figuras: Isildam disparaba con su arco a las criaturas subacuáticas, Ava parecía concentrada arreglando algo y tras un segundo vistazo, Trébol observó que se trataba de los arpones del barco…
Pero a quién se terminó acercando el de Ulmer fue al capitán Patacero.
―¡Capitán, todo bien en la bodega! Las fugas de agua han sido bloqueadas, aunque el agua tapa ya los tobillos y temo que pueda haber un orificio en el suelo del barco… Llegaremos a la Isla, pero me temo… que este es el final del Perseguidor…
―¡Malditas bestias! ¡Disparen a esos hijos de puta! ¡Vosotros remad! ¡Remad!
Rápidamente, Trébol se colocó junto a Isildam y preparando su arco, disparó un par de flechas rápidas, para darse cuenta poco después de que aquello serviría de poco.
―¡Resérvame tus flechas, Trébol! Mi vista es mucho mejor…
El licántropo estuvo a punto de quejarse, pero el elfo tenía razón. Las flechas de Isildam se estaban acabando y sería mejor cederles las suyas, ya que sus disparos deberían ser mucho más certeros.
Por lo que decidido, sin ninguna tarea que hacer por ahora, se unió a los remeros, mientras observaba a sus aliados hacer lo que a cada cual le correspondía.
Los dos chicos que se habían quedado en la bodega junto a él habían comenzado a achicar agua. Con suerte, pronto llegarían a la Isla Cicatriz de Vermis, pero el licántropo dudaba que, de haber un ataque masivo, el Perseguidor estuviera en condiciones de zarpar de vuelta en aquellas condiciones. Todo apuntaba que había orificios en el suelo inundado que no lograba a ver... Era el fin del navío.
Mientras estas preocupaciones cruzaban su mente, la naturaleza despreocupada de Trébol le hizo pensar que finalmente, casi todo se resolvía positivamente, por lo que continuó su tarea, decidido a no dejarse vencer por las desesperanzas.
Colocó nuevos espiches en los agujeros y cuándo todas las fugas de agua estaban ya bloqueadas, el licántropo sonrió por su hazaña carpintera y volvió a cubierta, tras dejar serias indicaciones a aquellos jóvenes de que, sucedía de nuevo un nuevo ataque, le llamasen de inmediato.
Al llegar a cubierta, vio el tremendo caos. Aunque la tormenta parecía apaciguarse ligeramente, los marineros remaban fuertemente con esperanzas de llegar lo más pronto posible a su destino.
Distinguió varias figuras: Isildam disparaba con su arco a las criaturas subacuáticas, Ava parecía concentrada arreglando algo y tras un segundo vistazo, Trébol observó que se trataba de los arpones del barco…
Pero a quién se terminó acercando el de Ulmer fue al capitán Patacero.
―¡Capitán, todo bien en la bodega! Las fugas de agua han sido bloqueadas, aunque el agua tapa ya los tobillos y temo que pueda haber un orificio en el suelo del barco… Llegaremos a la Isla, pero me temo… que este es el final del Perseguidor…
―¡Malditas bestias! ¡Disparen a esos hijos de puta! ¡Vosotros remad! ¡Remad!
Rápidamente, Trébol se colocó junto a Isildam y preparando su arco, disparó un par de flechas rápidas, para darse cuenta poco después de que aquello serviría de poco.
―¡Resérvame tus flechas, Trébol! Mi vista es mucho mejor…
El licántropo estuvo a punto de quejarse, pero el elfo tenía razón. Las flechas de Isildam se estaban acabando y sería mejor cederles las suyas, ya que sus disparos deberían ser mucho más certeros.
Por lo que decidido, sin ninguna tarea que hacer por ahora, se unió a los remeros, mientras observaba a sus aliados hacer lo que a cada cual le correspondía.
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Trabajar a la intemperie no iba a resultar nada cómodo para la cuerva, ya que tenía que extremar las precauciones de modo que ni el vaivén del barco ni la lluvia la llevasen a cometer un error en el proceso de afilado. Pero antes de empezar debía asegurarse de limpiar correctamente los arpones para retirar el óxido incipiente, tarea que le llevó algunos minutos.
Una vez terminada esa parte, echó un rápido vistazo a las herramientas para separar las que se encontraban en mejor estado, procediendo a sacar una pequeña botellita de aceite de su bolso y verter parte del oleoso líquido en la piedra de afilar. Eso ayudaría a facilitar la puesta a punto de las que se convertirían en sus armas contra los hombres pulpo, aunque todo dependería de la habilidad de la aprendiz de herrera para trabajar el material.
Lentamente, fue pasando por los bordes de los garfios, ejerciendo la presión justa para ir recuperando el filo poco a poco, hasta que el primero mostró un acabado medianamente decente. - Podría ser mejor pero creo que servirá… - murmuró, deslizando los dedos por el metal para comprobar que estaba listo para ser utilizado contra los seres que rodeaban el Perseguidor. - ¡Toma! ¡Prueba con esto! - exclamó por encima del sonido de la tormenta, entregando la pieza a uno de los hombres de Patacero.
Por desgracia aquellas improvisadas lanzas solo servirían una vez si se lanzaban desde la cubierta, a menos que se las ingeniase para añadirles algún enganche con el que pudiesen ser recuperadas de las aguas. Con esa idea rondándole la cabeza, tomó el siguiente arpón, y tras afilarlo usando el mismo tratamiento, echó mano a su cuchillo de caza para abrir una delgada abertura en la madera, por la que tras un par de intentos fallidos, y no sin esfuerzo, consiguió pasar un trozo de cuerda y hacer un nudo al otro lado.
- Vale la pena intentarlo. - dijo, levantándose para dar la herramienta y el rollo de soga a otro de los marineros. - Á… átalo a la barandilla antes de lanzarlo. - sugirió, y sin decir mucho más, regresó a su labor, viendo por el rabillo del ojo como Trébol regresaba a cubierta con buenas noticias, las fugas ya no serían un problema, pero a causa del agua estancada en la bodega, probablemente aquel fuese el último viaje del navío.
En el mejor de los casos, si lograban alcanzar Isla Cicatriz… ¿cómo regresarían a Ulmer desde allí? Era una cuestión espinosa y bastante preocupante, pero lo mejor que podían hacer era afrontar los problemas de uno en uno.
Intentando mantener los ánimos a pesar del incierto futuro que les esperaba, la morena retomó su trabajo y fue afilando uno tras otro los arpones, entregándolos a los miembros de la tripulación para que los repartiesen entre los demás. - Este es el último… - susurró, mirando la peligrosa punta de hierro. Aquel en particular no se lo dio a nadie, en vez de eso recogió sus utensilios y acudió junto al resto, agradeciendo que la tormenta estuviese amainando ligeramente.
- ¡Tierra! ¡Tierra a la vista Capitán! ¡Lo hemos conseguido! - celebró prematuramente uno de los hombres, al atisbar los primeros relieves de la isla a la que se dirigían. - ¡Remad más rápido muchachos! ¡No pienso morir aquí! - gritó Patacero, con aquella forma suya tan brusca de animar a los suyos, recordándoles que sus vidas, literalmente, dependían del empeño que pusiesen.
Ivaran e Isildam continuaban disparando a lo largo de la cubierta sin descanso, sacando el mayor provecho posible a sus habilidades mientras un puñado de arqueros de Ulmer los imitaban, y gracias a eso y a la labor de los arponeros, el Perseguidor enfiló el último tramo que lo separaba de su destino, pero alguien los observaba desde la distancia.
Con la parte superior del cuerpo fuera del agua, la sirena dedicó una sonrisa cargada de malicia a aquellos pobres infelices que habían osado entrar en su territorio, mientras el resto de su extraño ser, incluida la larga cola y el par de membranosas extremidades que surgían de su espalda, seguían ocultas bajo la superficie.
Antes de que sus presas pudiesen escapársele de entre las garras, soltó un quedo suspiro y comenzó a tararear una suave melodía, que pronto acompañaría con su cautivadora voz. - Una flecha de Cupido vi mi pecho atravesar… y ya nada me consuela, como mi marino audaz… - cantó, alertando a todos los presentes en el barco. - No… ¡no la escuchéis! - gritó Ava, cubriéndose los oídos y yendo directamente hacia la zona del timón. - ¡Mantenga el rumbo Capitán! Estamos muy cerca, ¡no deje que lo manipule! - le pidió, temiendo que cayese bajo su embrujo y abandonase su puesto cuando faltaba tan poco para que llegasen a tierra.
Una vez terminada esa parte, echó un rápido vistazo a las herramientas para separar las que se encontraban en mejor estado, procediendo a sacar una pequeña botellita de aceite de su bolso y verter parte del oleoso líquido en la piedra de afilar. Eso ayudaría a facilitar la puesta a punto de las que se convertirían en sus armas contra los hombres pulpo, aunque todo dependería de la habilidad de la aprendiz de herrera para trabajar el material.
Lentamente, fue pasando por los bordes de los garfios, ejerciendo la presión justa para ir recuperando el filo poco a poco, hasta que el primero mostró un acabado medianamente decente. - Podría ser mejor pero creo que servirá… - murmuró, deslizando los dedos por el metal para comprobar que estaba listo para ser utilizado contra los seres que rodeaban el Perseguidor. - ¡Toma! ¡Prueba con esto! - exclamó por encima del sonido de la tormenta, entregando la pieza a uno de los hombres de Patacero.
Por desgracia aquellas improvisadas lanzas solo servirían una vez si se lanzaban desde la cubierta, a menos que se las ingeniase para añadirles algún enganche con el que pudiesen ser recuperadas de las aguas. Con esa idea rondándole la cabeza, tomó el siguiente arpón, y tras afilarlo usando el mismo tratamiento, echó mano a su cuchillo de caza para abrir una delgada abertura en la madera, por la que tras un par de intentos fallidos, y no sin esfuerzo, consiguió pasar un trozo de cuerda y hacer un nudo al otro lado.
- Vale la pena intentarlo. - dijo, levantándose para dar la herramienta y el rollo de soga a otro de los marineros. - Á… átalo a la barandilla antes de lanzarlo. - sugirió, y sin decir mucho más, regresó a su labor, viendo por el rabillo del ojo como Trébol regresaba a cubierta con buenas noticias, las fugas ya no serían un problema, pero a causa del agua estancada en la bodega, probablemente aquel fuese el último viaje del navío.
En el mejor de los casos, si lograban alcanzar Isla Cicatriz… ¿cómo regresarían a Ulmer desde allí? Era una cuestión espinosa y bastante preocupante, pero lo mejor que podían hacer era afrontar los problemas de uno en uno.
Intentando mantener los ánimos a pesar del incierto futuro que les esperaba, la morena retomó su trabajo y fue afilando uno tras otro los arpones, entregándolos a los miembros de la tripulación para que los repartiesen entre los demás. - Este es el último… - susurró, mirando la peligrosa punta de hierro. Aquel en particular no se lo dio a nadie, en vez de eso recogió sus utensilios y acudió junto al resto, agradeciendo que la tormenta estuviese amainando ligeramente.
- ¡Tierra! ¡Tierra a la vista Capitán! ¡Lo hemos conseguido! - celebró prematuramente uno de los hombres, al atisbar los primeros relieves de la isla a la que se dirigían. - ¡Remad más rápido muchachos! ¡No pienso morir aquí! - gritó Patacero, con aquella forma suya tan brusca de animar a los suyos, recordándoles que sus vidas, literalmente, dependían del empeño que pusiesen.
Ivaran e Isildam continuaban disparando a lo largo de la cubierta sin descanso, sacando el mayor provecho posible a sus habilidades mientras un puñado de arqueros de Ulmer los imitaban, y gracias a eso y a la labor de los arponeros, el Perseguidor enfiló el último tramo que lo separaba de su destino, pero alguien los observaba desde la distancia.
Con la parte superior del cuerpo fuera del agua, la sirena dedicó una sonrisa cargada de malicia a aquellos pobres infelices que habían osado entrar en su territorio, mientras el resto de su extraño ser, incluida la larga cola y el par de membranosas extremidades que surgían de su espalda, seguían ocultas bajo la superficie.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Melodía de la sirena:
Antes de que sus presas pudiesen escapársele de entre las garras, soltó un quedo suspiro y comenzó a tararear una suave melodía, que pronto acompañaría con su cautivadora voz. - Una flecha de Cupido vi mi pecho atravesar… y ya nada me consuela, como mi marino audaz… - cantó, alertando a todos los presentes en el barco. - No… ¡no la escuchéis! - gritó Ava, cubriéndose los oídos y yendo directamente hacia la zona del timón. - ¡Mantenga el rumbo Capitán! Estamos muy cerca, ¡no deje que lo manipule! - le pidió, temiendo que cayese bajo su embrujo y abandonase su puesto cuando faltaba tan poco para que llegasen a tierra.
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Trébol continuó remando aplicando toda su energía y cuándo uno de aquellos hombres gritó que había tierra a la vista, las inestables olas del mar y los numerosos ataques de aquellos seres subacuáticos no impidieron que el optimista licántropo sonriera abiertamente.
Aún así, el capitán apremiaba a sus hombres para que continuaran remando con todas sus fuerzas, hacer que el navío continuase avanzando en dirección a la isla. Tanto la tripulación como algunos de los vecinos de Ulmer continuaron remando con todas sus fuerzas, acercándose a una isla cuya silueta se comenzaba a distinguir con claridad.
Durante unos minutos, el ritmo de remo fue intenso, haciendo que El Perseguidor se adentrase rápidamente en las cercanías de Cicatriz de Vermis. La alegría comenzó a aparecer en los tensos rostros de los hombres, pero la sonrisa de Trébol rápidamente llegó a su fin.
El colgante que pendía de su cuello, el tótem azulado que lo protegía, comenzó a vibrar desde su interior. La última vez que aquello había sucedido, la sirena que había liderado el ataque de Ulmer se encontraba cantando.
Por ello, cuando la bella y melodiosa voz llegó hasta él, supo que aquello podría convertirse en el final de todos los ocupantes del navío.
―No… ¡no la escuchéis! ¡Mantenga el rumbo Capitán! Estamos muy cerca, ¡no deje que lo manipule! ―escuchó decir a Ava, mientras la veía taparse los oídos.
Los habitantes de Ulmer, experimentados por el ataque que habían sufrido en su hogar unas jornadas antes, llevaron rápidamente sus manos a sus orejas, intentando encontrar la forma de evitar escuchar aquella bella voz.
El cántico se hacía cada vez más hermoso y los remeros, los empleados del capitán, dejaron de remar y se paralizaron, escuchando la hermosa voz de la sirena, cautivados por la belleza de su canción.
El talismán de su pecho palpitaba con un ritmo cada vez más acelerado. Al alzar la vista, Trébol observó cómo Isildam tapaba sus oídos con fuerza, con visible gesto de frustración.
Con decisión, el licántropo abandonó su puesto en dirección al elfo, que le miró sin comprender su intención. Con fuerza, se colocó a su espalda y el licántropo llevó sus manos a las orejas del elfo, sustituyendo las suyas, haciendo que Isildam tuviera las manos libres para disparar.
Trébol sentía que su respiración se agitaba. La lucha entre la voz de la sirena y el colgante que le protegía de su influencia. Los marineros que comenzaban a ponerse de pie en dirección al borde del barco. El contacto físico con aquel apuesto hombre, que pendía ahora su arco en dirección a la sirena.
La flecha voló, abriéndose paso en el turbulento aire de la tormenta, hasta impactar contra la frente de la sirena, cuyo cántico finalizó de golpe. Sin embargo, el disparo no fue suficientemente rápido cómo para evitar que dos de los hombres del capitán terminasen cayendo al mar, buscando aquella voz entre las olas.
Las alusiones a mi colgante hacen referencia a mi Talento:
Tótem Azul: Gracias a mi tótem azul, puedo sanar y proteger a los aliados cómo a mí mismo.
Aún así, el capitán apremiaba a sus hombres para que continuaran remando con todas sus fuerzas, hacer que el navío continuase avanzando en dirección a la isla. Tanto la tripulación como algunos de los vecinos de Ulmer continuaron remando con todas sus fuerzas, acercándose a una isla cuya silueta se comenzaba a distinguir con claridad.
Durante unos minutos, el ritmo de remo fue intenso, haciendo que El Perseguidor se adentrase rápidamente en las cercanías de Cicatriz de Vermis. La alegría comenzó a aparecer en los tensos rostros de los hombres, pero la sonrisa de Trébol rápidamente llegó a su fin.
El colgante que pendía de su cuello, el tótem azulado que lo protegía, comenzó a vibrar desde su interior. La última vez que aquello había sucedido, la sirena que había liderado el ataque de Ulmer se encontraba cantando.
Por ello, cuando la bella y melodiosa voz llegó hasta él, supo que aquello podría convertirse en el final de todos los ocupantes del navío.
―No… ¡no la escuchéis! ¡Mantenga el rumbo Capitán! Estamos muy cerca, ¡no deje que lo manipule! ―escuchó decir a Ava, mientras la veía taparse los oídos.
Los habitantes de Ulmer, experimentados por el ataque que habían sufrido en su hogar unas jornadas antes, llevaron rápidamente sus manos a sus orejas, intentando encontrar la forma de evitar escuchar aquella bella voz.
El cántico se hacía cada vez más hermoso y los remeros, los empleados del capitán, dejaron de remar y se paralizaron, escuchando la hermosa voz de la sirena, cautivados por la belleza de su canción.
El talismán de su pecho palpitaba con un ritmo cada vez más acelerado. Al alzar la vista, Trébol observó cómo Isildam tapaba sus oídos con fuerza, con visible gesto de frustración.
Con decisión, el licántropo abandonó su puesto en dirección al elfo, que le miró sin comprender su intención. Con fuerza, se colocó a su espalda y el licántropo llevó sus manos a las orejas del elfo, sustituyendo las suyas, haciendo que Isildam tuviera las manos libres para disparar.
Trébol sentía que su respiración se agitaba. La lucha entre la voz de la sirena y el colgante que le protegía de su influencia. Los marineros que comenzaban a ponerse de pie en dirección al borde del barco. El contacto físico con aquel apuesto hombre, que pendía ahora su arco en dirección a la sirena.
La flecha voló, abriéndose paso en el turbulento aire de la tormenta, hasta impactar contra la frente de la sirena, cuyo cántico finalizó de golpe. Sin embargo, el disparo no fue suficientemente rápido cómo para evitar que dos de los hombres del capitán terminasen cayendo al mar, buscando aquella voz entre las olas.
________________________________________________________
Las alusiones a mi colgante hacen referencia a mi Talento:
Tótem Azul: Gracias a mi tótem azul, puedo sanar y proteger a los aliados cómo a mí mismo.
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Escarmentados tras los sucesos de la playa, los habitantes de Ulmer reaccionaron rápidamente, tapándose los oídos para no caer víctimas de la melodiosa voz de la sirena, pero los hombres de Patacero no estaban igual de preparados. Presas del embrujo de la mujer, los miembros de la tripulación que remaban se detuvieron para deleitarse con aquel canto, olvidando por completo su intención de dar caza a la criatura.
- No… - susurró la cuerva, viendo como se levantaban para acercarse peligrosamente a la baranda, pero ella tenía sus propios problemas, el capitán, al tener ambas manos en el timón, no podía protegerse por sí mismo. Como resultado, el dragón pronto empezó a perder la concentración, ignorando sus palabras para buscar con la mirada a la hermosa fémina. - No puedo dejar que nos lleve hasta ella. - pensó Ava, bloqueando la rueda con su cuerpo para que no pudiese cambiar el rumbo.
Ante la imposibilidad de dirigir su navío hacia el origen de la canción, el hombre lo soltó y comenzó a andar hacia la llamada de su nuevo amor, pero gracias a los dioses, la acción conjunta de Trébol e Isildam puso fin al peligro. Una certera flecha del elfo se abrió paso en la tormenta y alcanzó a la criatura en la frente, abatiéndola súbitamente y liberando al resto de su hechizo, pero no antes de que dos de los marineros acabasen cayendo por la borda.
- ¡Hombre al agua! - gritó uno de los vecinos de Ulmer, alertando a los presentes. - Yo me ocupo. - habló Patacero, en cuanto pudo recobrarse y regresar para ponerse al mando de su embarcación. La cuerva echó a correr entonces hacia la barandilla, junto con los demás, y tras localizar a los dos navegantes, atisbó un par de oscuras sombras que se deslizaban bajo la superficie, acercándose a toda velocidad. - ¡Los van a atacar! - exclamó, señalando las siluetas. - ¡Mantenedlos a raya! - intervino Ivaran, tensando el arco para imbuir su magia en la saeta y disparar de inmediato.
Gracias a su puntería dio en el blanco, eliminando una de las amenazas, pero no podían descartar que llegasen más, debían darse prisa y rescatar a aquellos desdichados. Los demás arqueros se sumaron al peliblanco, y tal como temía, no tardaron en aparecer más enemigos, ansiosos por cobrar lo que consideraban una presa fácil.
- ¡Sacadlos del agua! - ordenó el capitán, pero el oleaje no iba a ponerles nada fácil la tarea. - Celeste, ayúdame. - pidió la morena, acercándose a su compañera de camarote tras hacerse con dos de los rollos de cuerda que yacían tirados en la cubierta. A toda prisa, ataron un extremo de cada una a la barandilla para que sirviese de anclaje, pero a la hora de intentar hacer un nudo para lanzarlo se miraron sin saber cómo proseguir, momento en que uno de los tripulantes se hizo cargo de la situación.
- ¡Nadad! ¡Nadad, maldita sea! - gritó el hombre, nada más arrojar al mar las lazadas ya terminadas. Sin embargo, las corrientes y el constante movimiento del Perseguidor no hacían sino complicar las cosas, alejando a los cada vez más cansados marineros de su salvación. - Se las acercaré. - soltó la joven, subiéndose a la madera para saltar de nuevo, abriendo las alas y sujetando uno de los cabos mientras descendía planeando.
Bajo la cobertura que le proporcionaban los arqueros, Ava se detuvo a solo un par de metros por encima de la superficie, recogiendo la cuerda para llevarla junto al individuo que tenía más cerca. Éste la aferró con fuerza e introdujo uno de los brazos y la cabeza, para que la correa quedase en torno a su torso y pudiesen subirlo. - ¡Tirad! - instó nada más ver que era seguro alzarlo, guiando a parte de los presentes a bordo mientras el resto se preparaba junto a la otra soga para hacer lo mismo en cuanto la morena llevase el segundo lazo hacia su objetivo.
Con ambos ya en el aire, la cuerva se mantuvo por debajo de ellos, preparada para actuar si algo salía mal, cosa que gracias a los espíritus, no hizo falta.
- Ya estamos todos, ¡volved a los remos! ¡casi hemos llegado! - la voz de Patacero resonó entre los cada vez menos frecuentes truenos, y a excepción de aquellos que se encargaban de defender el casco de nuevos ataques, el resto de sus hombres obedeció de inmediato, seguidos de cerca por los habitantes de Ulmer.
Así el Perseguidor tocó tierra finalmente, alcanzando Isla Cicatriz de Vermis.
Buscando alejarse del mar tan rápido como fuese posible, se desplegó la pasarela y los pasajeros empezaron a bajar a la playa, cosa que la mujer bestia también hizo, aunque volando. En cuanto sus botas tocaron la arena un escalofrío le recorrió la espalda, un mal presentimiento se apoderó de ella, quizá por su instinto animal o por las inevitables semejanzas con el ataque al territorio de los licántropos.
- ¿Cómo vamos a volver? - esa fue la cuestión que la asaltó entonces, no solo a ella sino a también a otros, ya que el navío no estaba en las condiciones adecuadas para sacarlos de allí.
Pero ese problema pronto quedaría en un segundo plano, en cuanto descubriesen que el Perseguidor no era el primer barco que encallaba en aquel lugar.
Al otro lado de la isla, en una zona algo más escarpada, yacían los restos de varias embarcaciones, algunas eran más antiguas y otras más recientes, pero todas compartían la misma historia…
Atacadas en alta mar y obligadas a huir, todas habían terminado en el mismo sitio, una trampa para cuantos iban en ellas ya que no tenían forma de irse sin acercarse a las aguas. Y aquel era precisamente el territorio que las criaturas controlaban y desde el que daban caza uno tras otro a los integrantes de las tripulaciones, gracias al canto de las bellas y mortíferas sirenas.
- No… - susurró la cuerva, viendo como se levantaban para acercarse peligrosamente a la baranda, pero ella tenía sus propios problemas, el capitán, al tener ambas manos en el timón, no podía protegerse por sí mismo. Como resultado, el dragón pronto empezó a perder la concentración, ignorando sus palabras para buscar con la mirada a la hermosa fémina. - No puedo dejar que nos lleve hasta ella. - pensó Ava, bloqueando la rueda con su cuerpo para que no pudiese cambiar el rumbo.
Ante la imposibilidad de dirigir su navío hacia el origen de la canción, el hombre lo soltó y comenzó a andar hacia la llamada de su nuevo amor, pero gracias a los dioses, la acción conjunta de Trébol e Isildam puso fin al peligro. Una certera flecha del elfo se abrió paso en la tormenta y alcanzó a la criatura en la frente, abatiéndola súbitamente y liberando al resto de su hechizo, pero no antes de que dos de los marineros acabasen cayendo por la borda.
- ¡Hombre al agua! - gritó uno de los vecinos de Ulmer, alertando a los presentes. - Yo me ocupo. - habló Patacero, en cuanto pudo recobrarse y regresar para ponerse al mando de su embarcación. La cuerva echó a correr entonces hacia la barandilla, junto con los demás, y tras localizar a los dos navegantes, atisbó un par de oscuras sombras que se deslizaban bajo la superficie, acercándose a toda velocidad. - ¡Los van a atacar! - exclamó, señalando las siluetas. - ¡Mantenedlos a raya! - intervino Ivaran, tensando el arco para imbuir su magia en la saeta y disparar de inmediato.
Gracias a su puntería dio en el blanco, eliminando una de las amenazas, pero no podían descartar que llegasen más, debían darse prisa y rescatar a aquellos desdichados. Los demás arqueros se sumaron al peliblanco, y tal como temía, no tardaron en aparecer más enemigos, ansiosos por cobrar lo que consideraban una presa fácil.
- ¡Sacadlos del agua! - ordenó el capitán, pero el oleaje no iba a ponerles nada fácil la tarea. - Celeste, ayúdame. - pidió la morena, acercándose a su compañera de camarote tras hacerse con dos de los rollos de cuerda que yacían tirados en la cubierta. A toda prisa, ataron un extremo de cada una a la barandilla para que sirviese de anclaje, pero a la hora de intentar hacer un nudo para lanzarlo se miraron sin saber cómo proseguir, momento en que uno de los tripulantes se hizo cargo de la situación.
- ¡Nadad! ¡Nadad, maldita sea! - gritó el hombre, nada más arrojar al mar las lazadas ya terminadas. Sin embargo, las corrientes y el constante movimiento del Perseguidor no hacían sino complicar las cosas, alejando a los cada vez más cansados marineros de su salvación. - Se las acercaré. - soltó la joven, subiéndose a la madera para saltar de nuevo, abriendo las alas y sujetando uno de los cabos mientras descendía planeando.
Bajo la cobertura que le proporcionaban los arqueros, Ava se detuvo a solo un par de metros por encima de la superficie, recogiendo la cuerda para llevarla junto al individuo que tenía más cerca. Éste la aferró con fuerza e introdujo uno de los brazos y la cabeza, para que la correa quedase en torno a su torso y pudiesen subirlo. - ¡Tirad! - instó nada más ver que era seguro alzarlo, guiando a parte de los presentes a bordo mientras el resto se preparaba junto a la otra soga para hacer lo mismo en cuanto la morena llevase el segundo lazo hacia su objetivo.
Con ambos ya en el aire, la cuerva se mantuvo por debajo de ellos, preparada para actuar si algo salía mal, cosa que gracias a los espíritus, no hizo falta.
- Ya estamos todos, ¡volved a los remos! ¡casi hemos llegado! - la voz de Patacero resonó entre los cada vez menos frecuentes truenos, y a excepción de aquellos que se encargaban de defender el casco de nuevos ataques, el resto de sus hombres obedeció de inmediato, seguidos de cerca por los habitantes de Ulmer.
Así el Perseguidor tocó tierra finalmente, alcanzando Isla Cicatriz de Vermis.
Buscando alejarse del mar tan rápido como fuese posible, se desplegó la pasarela y los pasajeros empezaron a bajar a la playa, cosa que la mujer bestia también hizo, aunque volando. En cuanto sus botas tocaron la arena un escalofrío le recorrió la espalda, un mal presentimiento se apoderó de ella, quizá por su instinto animal o por las inevitables semejanzas con el ataque al territorio de los licántropos.
- ¿Cómo vamos a volver? - esa fue la cuestión que la asaltó entonces, no solo a ella sino a también a otros, ya que el navío no estaba en las condiciones adecuadas para sacarlos de allí.
Pero ese problema pronto quedaría en un segundo plano, en cuanto descubriesen que el Perseguidor no era el primer barco que encallaba en aquel lugar.
Al otro lado de la isla, en una zona algo más escarpada, yacían los restos de varias embarcaciones, algunas eran más antiguas y otras más recientes, pero todas compartían la misma historia…
Atacadas en alta mar y obligadas a huir, todas habían terminado en el mismo sitio, una trampa para cuantos iban en ellas ya que no tenían forma de irse sin acercarse a las aguas. Y aquel era precisamente el territorio que las criaturas controlaban y desde el que daban caza uno tras otro a los integrantes de las tripulaciones, gracias al canto de las bellas y mortíferas sirenas.
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Mientras que los dos hombres que cayeron al mar fueron rescatados, Trébol e Isildam, junto al resto de la tripulación, remaban en dirección a la isla, intentando llegar hasta su orilla sin sufrir nuevos altercados.
La positividad del licántropo se estaba viendo afectada, ya que aquel lugar, en los confines del mundo conocido y explorado, estaba muy lejos del continente. ¿Cómo iban a apañárselas para volver?
Finalmente, cuándo el barco terminó finalmente varado en la arena costera, Trébol se tomó un par de segundos para dar un fuerte respiro, pero Isildam terminó tirando de él.
―No hay tiempo. Vamos.
Pisaron finalmente tierra firme y se adentraron hacia el interior unos metros, temerosos de que las voces de las sirenas llegaran hasta ellos.
Fue entonces cuándo el licántropo se percató de los numerosos barcos naufragados que tenía la costa de Cicatriz de Vermis.
―Muchos barcos…
Algo más relajados, se reagruparon en un pequeño claro. La noche había llegado poco a poco, la oscuridad era máxima y el desaliento de la tripulación era aterradora.
―Descansemos. Ha sido un día complicado y todo se verá mejor a la luz del día…
En ese momento, Trébol se sintió agradecido al tener a Isildam allí, quizás comenzando a apreciarlo y viendo por primera vez, el liderazgo y el aplomo del elfo.
Trébol se reunió con Ava unos minutos más tarde, para asegurarse de que se encontraba bien. La mujer cuervo parecía estar pletórica, pese a todo.
― ¿Alguna herida que pueda curar? ¿Te encuentras bien?
En ese momento, el sonido de unas voces se alzaron en la oscuridad de la noche. Todos los habitantes de Ulmer que se encontraban ahora en aquella tierra extraña y los que les había acompañado, miraron en dirección a la oscuridad, a los matorrales y árboles que se extendían ante ellos.
Entonces, dando un paso adelante, numerosas sombras aparecieron ante ellos. Sombras humanas y opacas que salían de la espesura de la vegetación, quedando paradas contemplándoles.
―¡Vermisianos, a por ellos! ¡Carne fresca!
Y en la oscuridad de la noche, se encendieron una serie de antorchas, para iluminar a un grupo de unas veinte personas, corrieron en su dirección desesperada, alzando sus voces con gritos tribales, con largas y puntiagudas lanzas en sus manos.
Segunda Complicación: los naufragados en la Isla Cicatriz de Vermis han abrazado el canibalismo cómo fuente de alimentación y quieren que seamos su próxima comida.
La positividad del licántropo se estaba viendo afectada, ya que aquel lugar, en los confines del mundo conocido y explorado, estaba muy lejos del continente. ¿Cómo iban a apañárselas para volver?
Finalmente, cuándo el barco terminó finalmente varado en la arena costera, Trébol se tomó un par de segundos para dar un fuerte respiro, pero Isildam terminó tirando de él.
―No hay tiempo. Vamos.
Pisaron finalmente tierra firme y se adentraron hacia el interior unos metros, temerosos de que las voces de las sirenas llegaran hasta ellos.
Fue entonces cuándo el licántropo se percató de los numerosos barcos naufragados que tenía la costa de Cicatriz de Vermis.
―Muchos barcos…
Algo más relajados, se reagruparon en un pequeño claro. La noche había llegado poco a poco, la oscuridad era máxima y el desaliento de la tripulación era aterradora.
―Descansemos. Ha sido un día complicado y todo se verá mejor a la luz del día…
En ese momento, Trébol se sintió agradecido al tener a Isildam allí, quizás comenzando a apreciarlo y viendo por primera vez, el liderazgo y el aplomo del elfo.
Trébol se reunió con Ava unos minutos más tarde, para asegurarse de que se encontraba bien. La mujer cuervo parecía estar pletórica, pese a todo.
― ¿Alguna herida que pueda curar? ¿Te encuentras bien?
En ese momento, el sonido de unas voces se alzaron en la oscuridad de la noche. Todos los habitantes de Ulmer que se encontraban ahora en aquella tierra extraña y los que les había acompañado, miraron en dirección a la oscuridad, a los matorrales y árboles que se extendían ante ellos.
Entonces, dando un paso adelante, numerosas sombras aparecieron ante ellos. Sombras humanas y opacas que salían de la espesura de la vegetación, quedando paradas contemplándoles.
―¡Vermisianos, a por ellos! ¡Carne fresca!
Y en la oscuridad de la noche, se encendieron una serie de antorchas, para iluminar a un grupo de unas veinte personas, corrieron en su dirección desesperada, alzando sus voces con gritos tribales, con largas y puntiagudas lanzas en sus manos.
___________________________________________
Segunda Complicación: los naufragados en la Isla Cicatriz de Vermis han abrazado el canibalismo cómo fuente de alimentación y quieren que seamos su próxima comida.
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Dejando atrás la zona en que había quedado el Perseguidor, los miembros de la tripulación y voluntarios de Ulmer se dirigieron tierra adentro en busca de un lugar más seguro, en el que poder reponerse de la agitada travesía que habían tenido. Ava siguió a los demás, volteándose hacia la orilla un par de veces para asegurarse de que sus atacantes no intentasen nada antes de que pudiesen poner algo de distancia de por medio.
Las preocupaciones se agolpaban en su cabeza, ¿qué iban a hacer ahora que su medio de transporte había quedado inservible? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que los echasen de menos y mandasen a alguien a buscarlos? ¿Tendría que volar hasta el asentamiento de los licántropos para avisarles de lo sucedido? Y en ese caso, ¿sería capaz de cubrir tal trayecto o le faltarían las fuerzas? Cuanto más pensaba en todo aquello más negro lo veía todo, así que decidió ir paso a paso, empezando por los asuntos más urgentes.
- Lo primero será encontrar un sitio en que estemos lejos del agua para descansar, luego tendremos que explorar la isla en busca de recursos que nos puedan ser útiles mientras estamos aquí. - pensó, estableciendo las prioridades de cara a una estancia prolongada en Cicatriz de Vermis. Refugio, fuego, agua, comida, debían organizarse para que no les faltase nada de eso, pero por suerte eran un grupo lo suficientemente numeroso como para poder dividir las tareas en base a las habilidades de cada uno.
Ava tenía experiencia en la naturaleza, y sus alas le daban la ventaja de poder reconocer el terreno desde arriba, así que no le costaría hallar lo que fuesen necesitando, siempre y cuando aquel islote tuviese algo que ofrecerles claro.
Por desgracia, la noche llegó antes de que pudiesen hacer gran cosa, con lo que no les quedó más remedio que acampar de forma improvisada en un claro. La tenue luz del par de fogatas que habían encendido no logró desterrar la oscuridad que parecía querer engullirlos, pero gracias a sus rasgos bestiales, la cuerva podía ver con cierta claridad en comparación al resto de los presentes.
Sin poder librarse del mal presentimiento que había sentido al aterrizar en la playa, se mantuvo alerta, temiendo escuchar el canto de las sirenas de un momento a otro.
Ivaran por su parte también estaba algo inquieto, no le gustaba el silencio y la quietud que rodeaban aquel lugar, así que de espaldas a los supervivientes, y con los brazos cruzados sobre el pecho, escrutaba con sus agudos ojos cada rincón que quedaba al alcance de su vista.
Cuando Trébol se acercó a la cuerva, ésta hizo lo posible por relajarse para no contagiar sus preocupaciones al licántropo. - Es… estoy bien, gracias. - respondió, aunque solo era una verdad a medias. Sí, había salido ilesa del conflicto pero la incertidumbre empezaba a hacer mella en su estado de ánimo. - Es un alivio que hayamos conseguido llegar hasta aquí sin perder a nadie… - comentó, intentando ver el lado positivo, ya que podría haber acabado mucho peor.
Sin embargo, un sonido cercano hizo que dejase la frase a medias, y solo unos segundos más después, unas voces desconocidas provocaron que se levantase rápidamente, deslizando la diestra hacia su espalda, donde descansaba Segadora, por puro instinto. Cuando los brillantes ojos ambarinos de la joven se posaron sobre las siluetas que emergían de la vegetación supo que la cosa no pintaba bien, venían armados.
- ¡Vermisianos, a por ellos! ¡Carne fresca! - aquel grito de guerra terminó de confirmar sus sospechas, por lo que mientras las antorchas del enemigo se encendían una tras otra, la mujer bestia desenganchó su hacha y la hizo oscilar en el aire, colocándola por delante de su cuerpo.
- ¡Arriba! ¡Levantaos! ¡Nos atacan! - exclamó Patacero, retrocediendo enseguida para situarse por detrás de sus hombres. Éstos obedecieron, y armados aún con los arpones que Ava había afilado a bordo, se prepararon para defenderse de aquellos extraños. - ¡No avancéis! - intervino Ivaran, ya con su arco preparado pero apuntando hacia el cielo. - Imbar, a ti me encomiendo, protégenos con tu luz. - susurró, imbuyendo parte de su magia a la flecha, que salió disparada hacia arriba y se fragmentó en una docena de brillantes proyectiles, que llovieron sobre los recién llegados.[1]
Aquello sorprendió enormemente a la morena, que quedó momentáneamente embelesada con la escena, pero no hizo que los moradores de la isla desistiesen en su empeño, solo frenó a algunos de ellos, aquellos a los que logró herir. Consciente de ello, el elfo se centró en eliminar precisamente a las víctimas de su primer disparo, rematándolos gracias a su pulida puntería y dejando que los demás se ocupasen de la defensa en primera línea.
Sujetando con firmeza el mango de Segadora, la Midgardiana abrió las alas y comenzó a batirlas con fuerza, echando a correr en dirección al par de individuos que tenía más cerca para alzar el vuelo cuando apenas los separaban unos metros y embestirlos aprovechando el impulso que llevaba.[2] Ambos acabaron rodando por el suelo, y para cuanto pudieron levantarse, ya la tenían prácticamente encima. Realizando un amplio movimiento en arco con su arma, la alada lanzó un barrido horizontal y los alcanzó a la altura del vientre, hundiendo el filo en su carne e hiriéndolos de gravedad.[3]
Mientras el miedo se apoderaba de sus oponentes, y la sangre comenzaba a escapar de los cortes que les había causado, Ava se permitió mirar a su alrededor, justo a tiempo de esquivar la lanza de otro de aquellos caníbales, que iba directa a su espalda. Alzándose en el aire, evitó el ataque y tomó algo de altura para luego descender bruscamente, con las piernas por delante, aterrizando sobre su enemigo y valiéndose de su peso para retenerlo durante unos instantes, lo justo para propinarle un contundente golpe con el pomo del mango en la sien y dejarlo inconsciente.
- ¡No! ¡No te me acerques! - escuchó chillar a Celeste, desde otra parte del claro, y nada más situarla, se lanzó en su auxilio, llegando hasta ella cuando estaba a punto de ser ensartada por uno de aquellos locos. Girando a Segadora grácilmente, bloqueó el ataque y lo desvió hacia un lado, colocándose entre el Vermisiano y su víctima. - Os arrepentiréis de esto. - soltó, empujando a su oponente, para poder tener algo de espacio y adoptar una posición defensiva.
Resuelta a proteger a la mujer, la cuerva se convirtió a sí misma en una barrera, que nadie podría atravesar. [4]
Off: [1] Ivaran utiliza su habilidad de nivel 5: Castigo del cielo
Ava utiliza las siguientes habilidades:
[2] Nivel 5: Embestida
[3] Nivel 3: Barrido a dos manos
[4] Nivel 4: Defensa férrea
Las preocupaciones se agolpaban en su cabeza, ¿qué iban a hacer ahora que su medio de transporte había quedado inservible? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que los echasen de menos y mandasen a alguien a buscarlos? ¿Tendría que volar hasta el asentamiento de los licántropos para avisarles de lo sucedido? Y en ese caso, ¿sería capaz de cubrir tal trayecto o le faltarían las fuerzas? Cuanto más pensaba en todo aquello más negro lo veía todo, así que decidió ir paso a paso, empezando por los asuntos más urgentes.
- Lo primero será encontrar un sitio en que estemos lejos del agua para descansar, luego tendremos que explorar la isla en busca de recursos que nos puedan ser útiles mientras estamos aquí. - pensó, estableciendo las prioridades de cara a una estancia prolongada en Cicatriz de Vermis. Refugio, fuego, agua, comida, debían organizarse para que no les faltase nada de eso, pero por suerte eran un grupo lo suficientemente numeroso como para poder dividir las tareas en base a las habilidades de cada uno.
Ava tenía experiencia en la naturaleza, y sus alas le daban la ventaja de poder reconocer el terreno desde arriba, así que no le costaría hallar lo que fuesen necesitando, siempre y cuando aquel islote tuviese algo que ofrecerles claro.
Por desgracia, la noche llegó antes de que pudiesen hacer gran cosa, con lo que no les quedó más remedio que acampar de forma improvisada en un claro. La tenue luz del par de fogatas que habían encendido no logró desterrar la oscuridad que parecía querer engullirlos, pero gracias a sus rasgos bestiales, la cuerva podía ver con cierta claridad en comparación al resto de los presentes.
Sin poder librarse del mal presentimiento que había sentido al aterrizar en la playa, se mantuvo alerta, temiendo escuchar el canto de las sirenas de un momento a otro.
Ivaran por su parte también estaba algo inquieto, no le gustaba el silencio y la quietud que rodeaban aquel lugar, así que de espaldas a los supervivientes, y con los brazos cruzados sobre el pecho, escrutaba con sus agudos ojos cada rincón que quedaba al alcance de su vista.
Cuando Trébol se acercó a la cuerva, ésta hizo lo posible por relajarse para no contagiar sus preocupaciones al licántropo. - Es… estoy bien, gracias. - respondió, aunque solo era una verdad a medias. Sí, había salido ilesa del conflicto pero la incertidumbre empezaba a hacer mella en su estado de ánimo. - Es un alivio que hayamos conseguido llegar hasta aquí sin perder a nadie… - comentó, intentando ver el lado positivo, ya que podría haber acabado mucho peor.
Sin embargo, un sonido cercano hizo que dejase la frase a medias, y solo unos segundos más después, unas voces desconocidas provocaron que se levantase rápidamente, deslizando la diestra hacia su espalda, donde descansaba Segadora, por puro instinto. Cuando los brillantes ojos ambarinos de la joven se posaron sobre las siluetas que emergían de la vegetación supo que la cosa no pintaba bien, venían armados.
- ¡Vermisianos, a por ellos! ¡Carne fresca! - aquel grito de guerra terminó de confirmar sus sospechas, por lo que mientras las antorchas del enemigo se encendían una tras otra, la mujer bestia desenganchó su hacha y la hizo oscilar en el aire, colocándola por delante de su cuerpo.
- ¡Arriba! ¡Levantaos! ¡Nos atacan! - exclamó Patacero, retrocediendo enseguida para situarse por detrás de sus hombres. Éstos obedecieron, y armados aún con los arpones que Ava había afilado a bordo, se prepararon para defenderse de aquellos extraños. - ¡No avancéis! - intervino Ivaran, ya con su arco preparado pero apuntando hacia el cielo. - Imbar, a ti me encomiendo, protégenos con tu luz. - susurró, imbuyendo parte de su magia a la flecha, que salió disparada hacia arriba y se fragmentó en una docena de brillantes proyectiles, que llovieron sobre los recién llegados.[1]
Aquello sorprendió enormemente a la morena, que quedó momentáneamente embelesada con la escena, pero no hizo que los moradores de la isla desistiesen en su empeño, solo frenó a algunos de ellos, aquellos a los que logró herir. Consciente de ello, el elfo se centró en eliminar precisamente a las víctimas de su primer disparo, rematándolos gracias a su pulida puntería y dejando que los demás se ocupasen de la defensa en primera línea.
Sujetando con firmeza el mango de Segadora, la Midgardiana abrió las alas y comenzó a batirlas con fuerza, echando a correr en dirección al par de individuos que tenía más cerca para alzar el vuelo cuando apenas los separaban unos metros y embestirlos aprovechando el impulso que llevaba.[2] Ambos acabaron rodando por el suelo, y para cuanto pudieron levantarse, ya la tenían prácticamente encima. Realizando un amplio movimiento en arco con su arma, la alada lanzó un barrido horizontal y los alcanzó a la altura del vientre, hundiendo el filo en su carne e hiriéndolos de gravedad.[3]
Mientras el miedo se apoderaba de sus oponentes, y la sangre comenzaba a escapar de los cortes que les había causado, Ava se permitió mirar a su alrededor, justo a tiempo de esquivar la lanza de otro de aquellos caníbales, que iba directa a su espalda. Alzándose en el aire, evitó el ataque y tomó algo de altura para luego descender bruscamente, con las piernas por delante, aterrizando sobre su enemigo y valiéndose de su peso para retenerlo durante unos instantes, lo justo para propinarle un contundente golpe con el pomo del mango en la sien y dejarlo inconsciente.
- ¡No! ¡No te me acerques! - escuchó chillar a Celeste, desde otra parte del claro, y nada más situarla, se lanzó en su auxilio, llegando hasta ella cuando estaba a punto de ser ensartada por uno de aquellos locos. Girando a Segadora grácilmente, bloqueó el ataque y lo desvió hacia un lado, colocándose entre el Vermisiano y su víctima. - Os arrepentiréis de esto. - soltó, empujando a su oponente, para poder tener algo de espacio y adoptar una posición defensiva.
Resuelta a proteger a la mujer, la cuerva se convirtió a sí misma en una barrera, que nadie podría atravesar. [4]
Off: [1] Ivaran utiliza su habilidad de nivel 5: Castigo del cielo
Ava utiliza las siguientes habilidades:
[2] Nivel 5: Embestida
[3] Nivel 3: Barrido a dos manos
[4] Nivel 4: Defensa férrea
Última edición por Ava Kenrith el Sáb Mar 04 2023, 10:17, editado 1 vez
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Aquel grito terminó helando la sangre del licántropo. Aquella línea de personas comenzó a correr en su dirección, mientras Patacero daba la voz de alarma y ordenaba a sus hombres que se mantuvieran alerta y dispuestos para la batalla.
Mientras observaba a Isildam y a Ava, preparándose para el enfrentamiento que parecía inevitable, una serie de flechas luminosas cruzaron el cielo, causando una leve distracción.
Aprovechando esa confusión, el licántropo decidió llevar a cabo su transformación. Colocándose rápidamente de rodillas, sintió cómo su cuerpo mutaba, haciendo que el pelo creciera a lo largo de su cuerpo. Sentía los colmillos crecer y su nueva forma hacía que la ropa que había llevado puesta hasta ese momento quedara completamente rasgada. Al volver a su forma humana, no tendría ropa alguna que ponerse… con suerte, su ropa interior. [1]
En su nueva forma de lobo, corrió hacia los enemigos, camuflándose entre los arbustos que poblaban Isla Cicatriz de Vermis. Cuándo alcanzó una posición que consideró idónea para el ataque, se lanzó sin temor hacia una de aquellas figuras.
Contemplarlas de cerca durante unos segundos le bastó para darse cuenta del estado famélico y delicado de aquellas personas. Aunque evidentemente, su estado de desesperación les hacía increíblemente fuertes.
Tanto era así que cuándo Trébol se lanzó sobre el cuerpo de uno de aquellos hombres, llevando su dentellada rápidamente hacia su cabeza, buscando su cuello, éste opusiera una fuerte resistencia, a pesar de que apenas era un saco de huesos.
Tras unos segundos de incertidumbre, finalmente se produjo el mordisco y la sangre del hombre comenzó a brotar en una herida sin retorno que llevó el intenso sabor de la sangre a su paladar.
Producida esta primera baja, volvió a observar la escena. Durante estos segundos, la situación había cambiado. Aquellos extraños habían avanzado y se enfrentaban a sus vecinos de Ulmer. Las flechas iluminadas del elfo habían provocado que la visibilidad en la zona fuera superior, por lo que rápidamente, guió sus pasos, corriendo hacia una nueva víctima en la retaguardia del grupo atacante, mordiendo el brazo de aquella mujer que, con un improvisado arco en las manos, de clara escasa calidad, intentaba proceder a realizar un disparo.
Clavó con especial fuerza sus colmillos en su brazo, saboreando de nuevo la sangre enemiga y provocando una grave herida en él.
________________________________
[1] Uso de mi habilidad racial: Forma de Lobo [2 usos]: Puedo convertirme en un peligroso y feroz lobo huargo. Puedo volver a forma humana a voluntad. Primer Uso.
Mientras observaba a Isildam y a Ava, preparándose para el enfrentamiento que parecía inevitable, una serie de flechas luminosas cruzaron el cielo, causando una leve distracción.
Aprovechando esa confusión, el licántropo decidió llevar a cabo su transformación. Colocándose rápidamente de rodillas, sintió cómo su cuerpo mutaba, haciendo que el pelo creciera a lo largo de su cuerpo. Sentía los colmillos crecer y su nueva forma hacía que la ropa que había llevado puesta hasta ese momento quedara completamente rasgada. Al volver a su forma humana, no tendría ropa alguna que ponerse… con suerte, su ropa interior. [1]
En su nueva forma de lobo, corrió hacia los enemigos, camuflándose entre los arbustos que poblaban Isla Cicatriz de Vermis. Cuándo alcanzó una posición que consideró idónea para el ataque, se lanzó sin temor hacia una de aquellas figuras.
Contemplarlas de cerca durante unos segundos le bastó para darse cuenta del estado famélico y delicado de aquellas personas. Aunque evidentemente, su estado de desesperación les hacía increíblemente fuertes.
Tanto era así que cuándo Trébol se lanzó sobre el cuerpo de uno de aquellos hombres, llevando su dentellada rápidamente hacia su cabeza, buscando su cuello, éste opusiera una fuerte resistencia, a pesar de que apenas era un saco de huesos.
Tras unos segundos de incertidumbre, finalmente se produjo el mordisco y la sangre del hombre comenzó a brotar en una herida sin retorno que llevó el intenso sabor de la sangre a su paladar.
Producida esta primera baja, volvió a observar la escena. Durante estos segundos, la situación había cambiado. Aquellos extraños habían avanzado y se enfrentaban a sus vecinos de Ulmer. Las flechas iluminadas del elfo habían provocado que la visibilidad en la zona fuera superior, por lo que rápidamente, guió sus pasos, corriendo hacia una nueva víctima en la retaguardia del grupo atacante, mordiendo el brazo de aquella mujer que, con un improvisado arco en las manos, de clara escasa calidad, intentaba proceder a realizar un disparo.
Clavó con especial fuerza sus colmillos en su brazo, saboreando de nuevo la sangre enemiga y provocando una grave herida en él.
________________________________
[1] Uso de mi habilidad racial: Forma de Lobo [2 usos]: Puedo convertirme en un peligroso y feroz lobo huargo. Puedo volver a forma humana a voluntad. Primer Uso.
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Desde su posición, de la cual no podía moverse ya Celeste se encontraba justo detrás de ella, Ava alcanzó a ver como tras el primer choque contra el grupo, los Vermisianos se desperdigaban, evitando a los enemigos más fuertes para ir contra los de apariencia más débil. Tenía sentido, debido a su demacrado estado y a la desesperación causada por la falta de alimento, con lo que si podían conseguir algo de carne sin arriesgarse de más, eso harían.
- ¡Cuidado! - gritó la cuerva, en dirección a los hombres de Patacero, que debido a su falta de experiencia con armas pronto se vieron en clara desventaja a pesar de contar con los afilados arpones. - Grrrr… - gruñó por lo bajo, impotente, mientras seguía blandiendo a Segadora para mantener a raya a los dos enemigos que trataban de llegar a la loba.
Los gritos de los suyos no auguraban nada bueno, aquellos salvajes les estaban ganando terreno poco a poco a pesar de sus esfuerzos, porque conocían mejor la isla y sabían como moverse y trabajar en equipo para abatir a sus objetivos. Un lastimero aullido se alzó por encima del jaleo, los licántropos también estaban teniendo dificultades, y eso solo conseguía que la Midgardiana se sintiese aún más frustrada por no poder ayudarlos.
- ¡Tú! ¡chica cuervo, protégeme! - habló Patacero, corriendo en su dirección con una rojiza hilera de sangre manchando su camisa. - Esos desgraciados están destrozando a mi tripulación, ¡defiéndeme! ¡soy el único que conoce estas aguas y puede sacaros de aquí! - continuó, colándose por uno de los flancos de la joven para situarse junto a Celeste, aunque algo más atrás, como si pretendiese usar a la mujer de escudo o distracción, en el peor de los casos.
Más de la mitad de los marineros había caído ya en combate, pero que su capitán no fuese capaz de hacer algo para salvar al resto resultaba del todo despreciable, y aún así estaba en lo cierto, lo necesitaban vivo. ¿Por qué no se transformaba? Un dragón sin duda decantaría la batalla en su favor, pero por algún motivo no lo hacía, ¿tendría que ver con su edad o con la herida que le habían causado en el hombro? No lo sabía, pero tampoco tenía tiempo para ponerse a darle vueltas al asunto.
Centrándose de nuevo en lo que tenía delante, sujetó con fuerza el mango de su hacha y descargó un fuerte tajo contra el oponente que tenía más cerca, hundiendo el filo en su carne y escuchando como el impacto le fracturaba varios huesos, no volvería a levantarse.[1] Desviando sus ambarinos ojos hacia el otro Vermisiano que se aproximaba a ellos, la morena atisbó fugazmente la triste escena que los rodeaba, con los cuerpos de los caídos de ambos bandos tirados por el suelo, sin poder determinar qué lado había sufrido más bajas.
- ¡Retroceded! - intervino Ivaran a pleno pulmón, preocupado por la escasa cantidad de flechas que quedaba en su carcaj. - ¡Aquellos que no puedan pelear que se alejen y se lleven a los heridos! - instó, consiguiendo que algunos de los vecinos de Ulmer le hiciesen caso, cargando a los pocos hombres de Patacero que seguían respirando.
- Marchaos, así podré pelear con libertad. - pidió la alada, sin siquiera darse la vuelta para mirarlos, y tanto la licántropa como el dragón se retiraron rápidamente. Y en cuanto en el claro solo quedaron los que podían seguir adelante, el elfo dejó de lado su arco para colocar las manos directamente sobre la tierra, usando la bendición de la diosa Imbar para despertar a los árboles y que los ayudasen.[2]
El suelo comenzó a temblar casi al momento, y en cuestión de un parpadeo, las raíces emergieron para entorpecer el avance de los caníbales, enredándose en las piernas de los que se encontraban más cerca. - ¡Ahora! ¡Atacad! - gritó a sus aliados, esperando que su don pudiese minimizar el impacto de las numerosas pérdidas que habían sufrido.
Ava clavó su brillante mirada en el individuo que la enfrentaba, apretó los dientes y se abalanzó en su dirección con fiereza, movida por la rabia y la frustración, ¿por qué se había torcido tanto aquel viaje? Al partir esperaban verse las caras con las sirenas y dar caza a los culpables de la masacre en la playa, pero habían terminado cayendo en territorio enemigo y viendose envueltos en una nueva oleada de muerte, ¿no habían perdido ya bastante los habitantes de Ulmer?
Su respiración y ritmo cardíaco comenzaron a agitarse a causa de aquellos sentimientos que la embargaban, y aunque sabía que aquel detalle era el preludio del frenesí, no trató de calmarse, al contrario, descargó todo su enfado sobre aquel extraño, dispuesta a entregarse a su parte bestial si con eso podía eliminar la amenaza que se cernía sobre ellos.
Realizando un movimiento en arco, lo alcanzó en el torso, y aprovechando su momento de debilidad alzó de nuevo a Segadora para ensañarse con él, cortándolo una y otra vez, hasta que dejó de moverse.[3]
Ivaran, que la observaba desde la distancia, quedó sorprendido por aquel arranque violento, y cuando Ava levantó el rostro, salpicado de sangre ajena y con aquella amenazadora mirada ambarina que brillaba con más intensidad que de costumbre, creyó estar viendo a un animal en vez de a una persona.[4]
- ¿Qué le ha pasado? Parece diferente… - se preguntó, mientras la veía correr a toda velocidad hacia su próxima víctima.
Off: Hemos perdido a la mitad del grupo, hay que hacer algo... así que Ava entra en frenesí, pero cuando salga de ese estado no podrá seguir luchando.
Habilidades usadas este turno:
Ava
Mantenida - Nivel 4: Defensa férrea
[1] Nivel 2: Rompe armaduras
[3] Nivel 3: Barrido a dos manos
[4] Racial: Frenesí
Ivaran
[2] Nivel 3: Vínculo de luz
- ¡Cuidado! - gritó la cuerva, en dirección a los hombres de Patacero, que debido a su falta de experiencia con armas pronto se vieron en clara desventaja a pesar de contar con los afilados arpones. - Grrrr… - gruñó por lo bajo, impotente, mientras seguía blandiendo a Segadora para mantener a raya a los dos enemigos que trataban de llegar a la loba.
Los gritos de los suyos no auguraban nada bueno, aquellos salvajes les estaban ganando terreno poco a poco a pesar de sus esfuerzos, porque conocían mejor la isla y sabían como moverse y trabajar en equipo para abatir a sus objetivos. Un lastimero aullido se alzó por encima del jaleo, los licántropos también estaban teniendo dificultades, y eso solo conseguía que la Midgardiana se sintiese aún más frustrada por no poder ayudarlos.
- ¡Tú! ¡chica cuervo, protégeme! - habló Patacero, corriendo en su dirección con una rojiza hilera de sangre manchando su camisa. - Esos desgraciados están destrozando a mi tripulación, ¡defiéndeme! ¡soy el único que conoce estas aguas y puede sacaros de aquí! - continuó, colándose por uno de los flancos de la joven para situarse junto a Celeste, aunque algo más atrás, como si pretendiese usar a la mujer de escudo o distracción, en el peor de los casos.
Más de la mitad de los marineros había caído ya en combate, pero que su capitán no fuese capaz de hacer algo para salvar al resto resultaba del todo despreciable, y aún así estaba en lo cierto, lo necesitaban vivo. ¿Por qué no se transformaba? Un dragón sin duda decantaría la batalla en su favor, pero por algún motivo no lo hacía, ¿tendría que ver con su edad o con la herida que le habían causado en el hombro? No lo sabía, pero tampoco tenía tiempo para ponerse a darle vueltas al asunto.
Centrándose de nuevo en lo que tenía delante, sujetó con fuerza el mango de su hacha y descargó un fuerte tajo contra el oponente que tenía más cerca, hundiendo el filo en su carne y escuchando como el impacto le fracturaba varios huesos, no volvería a levantarse.[1] Desviando sus ambarinos ojos hacia el otro Vermisiano que se aproximaba a ellos, la morena atisbó fugazmente la triste escena que los rodeaba, con los cuerpos de los caídos de ambos bandos tirados por el suelo, sin poder determinar qué lado había sufrido más bajas.
- ¡Retroceded! - intervino Ivaran a pleno pulmón, preocupado por la escasa cantidad de flechas que quedaba en su carcaj. - ¡Aquellos que no puedan pelear que se alejen y se lleven a los heridos! - instó, consiguiendo que algunos de los vecinos de Ulmer le hiciesen caso, cargando a los pocos hombres de Patacero que seguían respirando.
- Marchaos, así podré pelear con libertad. - pidió la alada, sin siquiera darse la vuelta para mirarlos, y tanto la licántropa como el dragón se retiraron rápidamente. Y en cuanto en el claro solo quedaron los que podían seguir adelante, el elfo dejó de lado su arco para colocar las manos directamente sobre la tierra, usando la bendición de la diosa Imbar para despertar a los árboles y que los ayudasen.[2]
El suelo comenzó a temblar casi al momento, y en cuestión de un parpadeo, las raíces emergieron para entorpecer el avance de los caníbales, enredándose en las piernas de los que se encontraban más cerca. - ¡Ahora! ¡Atacad! - gritó a sus aliados, esperando que su don pudiese minimizar el impacto de las numerosas pérdidas que habían sufrido.
Ava clavó su brillante mirada en el individuo que la enfrentaba, apretó los dientes y se abalanzó en su dirección con fiereza, movida por la rabia y la frustración, ¿por qué se había torcido tanto aquel viaje? Al partir esperaban verse las caras con las sirenas y dar caza a los culpables de la masacre en la playa, pero habían terminado cayendo en territorio enemigo y viendose envueltos en una nueva oleada de muerte, ¿no habían perdido ya bastante los habitantes de Ulmer?
Su respiración y ritmo cardíaco comenzaron a agitarse a causa de aquellos sentimientos que la embargaban, y aunque sabía que aquel detalle era el preludio del frenesí, no trató de calmarse, al contrario, descargó todo su enfado sobre aquel extraño, dispuesta a entregarse a su parte bestial si con eso podía eliminar la amenaza que se cernía sobre ellos.
Realizando un movimiento en arco, lo alcanzó en el torso, y aprovechando su momento de debilidad alzó de nuevo a Segadora para ensañarse con él, cortándolo una y otra vez, hasta que dejó de moverse.[3]
Ivaran, que la observaba desde la distancia, quedó sorprendido por aquel arranque violento, y cuando Ava levantó el rostro, salpicado de sangre ajena y con aquella amenazadora mirada ambarina que brillaba con más intensidad que de costumbre, creyó estar viendo a un animal en vez de a una persona.[4]
- ¿Qué le ha pasado? Parece diferente… - se preguntó, mientras la veía correr a toda velocidad hacia su próxima víctima.
Off: Hemos perdido a la mitad del grupo, hay que hacer algo... así que Ava entra en frenesí, pero cuando salga de ese estado no podrá seguir luchando.
Habilidades usadas este turno:
Ava
Mantenida - Nivel 4: Defensa férrea
[1] Nivel 2: Rompe armaduras
[3] Nivel 3: Barrido a dos manos
[4] Racial: Frenesí
Ivaran
[2] Nivel 3: Vínculo de luz
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
En su forma lobuna, Trébol acababa con la segunda vida vermisiana mientras escuchaba el quejido lobuno, próximo a la muerte, a su alrededor. Algunos de sus compatriotas estaban muriendo ante los ataques de los habitantes de aquel terrible lugar. Esperaba que la mayoría de los marineros se encontraran bien, aunque desde su posición, le costaba distinguirlos.
Mientras atacaba a la tercera de sus presas, el suelo retumbó ligeramente para dar pasos a numerosas raíces que cubrieron las piernas de algunos de los adversarios. El motivo por el que aquella extraña magia no le afectaba le fue incomprensible, pero aprovechó aquella inmovilidad para terminar con la vida del tercer hombre, mordiéndose en el cuello de forma violenta y desgarrando su carne.
A su alrededor, numerosas flechas aparecieron, cruzando el aire y Trébol alzó su cabeza licántropa para observar cómo Isildam disparaba su arco, a una distancia prudencial, haciendo que sus flechas impactaran en los extraños ciudadanos de Cicatriz de Vermis.
A pesar de la magia, muchos eran los ciudadanos que habían caído y en la lejanía, escuchaba que la batalla continuaba a unos metros de él.
Corriendo entre las numerosas víctimas, el licántropo paró en seco observando con detalle a algunos de los masacrados habitantes isleños. Sorprendido, vio cómo algunos de los cadáveres que reposaban sobre la superficie arenosa de la isla tenían una extraña sustancia verdosa en el interior de sus orejas.
Mientras que escuchaba las flechas de Isildam cruzar el aire, Trébol volvió hacia el lugar dónde había llevado la transformación. Entre su ropa rasgada, inutilizable, se encontraba su talismán y su arco.
Al volver rápidamente a su forma humana, Trébol estaba cubierto de sangre, totalmente desnudo. Tomó su arco y lanzó un par de flechas hacia algunos de aquellos contrincantes. Al ver cómo una de los líderes tribales caía herido con una de ellas, se abrió paso ligero hasta la mujer herida.
―¿Qué lleváis en las orejas? ―le preguntó, apretando con firmeza su cuello para darle a entender lo que se jugaba.
En sus orejas, había restos de aquella misma sustancia. Quizás la utilizaban para protegerse de la voz de las sirenas. Pero, ¿cómo fabricarla? Él tenía su colgante que le protegía de la influencia de aquellos seres… pero, ¿qué sucedería con el resto?
Apretó firmemente sus manos controlando el paso de aire en su interior y cuándo los primeros síntomas de falta de aire se hicieron manifiestos, la actitud de la mujer cambió por completo, comenzando a hablar, quizás esperando la posibilidad de continuar con vida.
―Arcilla. Arcilla verde.
Mientras se preguntaba si aquella mujer tendría fuerzas para convertirse o no en una amenaza, se puso en pie y colocando el arco en su dirección, disparó una flecha que se incrustó en su frente.
Mientras atacaba a la tercera de sus presas, el suelo retumbó ligeramente para dar pasos a numerosas raíces que cubrieron las piernas de algunos de los adversarios. El motivo por el que aquella extraña magia no le afectaba le fue incomprensible, pero aprovechó aquella inmovilidad para terminar con la vida del tercer hombre, mordiéndose en el cuello de forma violenta y desgarrando su carne.
A su alrededor, numerosas flechas aparecieron, cruzando el aire y Trébol alzó su cabeza licántropa para observar cómo Isildam disparaba su arco, a una distancia prudencial, haciendo que sus flechas impactaran en los extraños ciudadanos de Cicatriz de Vermis.
A pesar de la magia, muchos eran los ciudadanos que habían caído y en la lejanía, escuchaba que la batalla continuaba a unos metros de él.
Corriendo entre las numerosas víctimas, el licántropo paró en seco observando con detalle a algunos de los masacrados habitantes isleños. Sorprendido, vio cómo algunos de los cadáveres que reposaban sobre la superficie arenosa de la isla tenían una extraña sustancia verdosa en el interior de sus orejas.
Mientras que escuchaba las flechas de Isildam cruzar el aire, Trébol volvió hacia el lugar dónde había llevado la transformación. Entre su ropa rasgada, inutilizable, se encontraba su talismán y su arco.
Al volver rápidamente a su forma humana, Trébol estaba cubierto de sangre, totalmente desnudo. Tomó su arco y lanzó un par de flechas hacia algunos de aquellos contrincantes. Al ver cómo una de los líderes tribales caía herido con una de ellas, se abrió paso ligero hasta la mujer herida.
―¿Qué lleváis en las orejas? ―le preguntó, apretando con firmeza su cuello para darle a entender lo que se jugaba.
En sus orejas, había restos de aquella misma sustancia. Quizás la utilizaban para protegerse de la voz de las sirenas. Pero, ¿cómo fabricarla? Él tenía su colgante que le protegía de la influencia de aquellos seres… pero, ¿qué sucedería con el resto?
Apretó firmemente sus manos controlando el paso de aire en su interior y cuándo los primeros síntomas de falta de aire se hicieron manifiestos, la actitud de la mujer cambió por completo, comenzando a hablar, quizás esperando la posibilidad de continuar con vida.
―Arcilla. Arcilla verde.
Mientras se preguntaba si aquella mujer tendría fuerzas para convertirse o no en una amenaza, se puso en pie y colocando el arco en su dirección, disparó una flecha que se incrustó en su frente.
Última edición por Trébol el Sáb Abr 01 2023, 10:40, editado 1 vez
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Sin detenerse, la cuerva pasó ágilmente por encima de las raíces que habían emergido en mitad del claro, con la vista clavada en su siguiente oponente, el cual, al verla venir, preparó su lanza y esperó al momento apropiado para tirarla en su contra. Un impacto en el torso o alguna de las extremidades habría sido lo ideal, pero blindada como estaba gracias a su armadura, al salvaje no le quedó más opción que dirigir el arma hacia el único punto que le pareció vulnerable, las alas.
Instintivamente, Ava se detuvo en seco al darse cuenta de sus intenciones y se lanzó al suelo, rodando hacia uno de los lados para salir de la trayectoria y ponerse a salvo, sabiéndose en ventaja ahora que su enemigo no tenía nada con qué atacarla, pero ese detalle no iba a mermar los ánimos del Vermisiano. Para cuando pudo levantarse ya lo tenía delante, y al alzar a Segadora para tratar de cortarlo, el hombre sujetó con fuerza el mango del hacha, impidiendo que completase el movimiento.
- ¿Intenta desarmarme? - pensó la morena, apretando los dientes mientras forcejeaban, pero aquello no duró mucho, en cuanto los ambarinos ojos de la mujer bestia recorrieron el escuálido cuerpo del extraño, dejó de luchar de forma repentina. - Quieres blandirla, inténtalo. - lo retó, dejando que sostuviese él solo la obra de su padre, viendo con satisfacción cómo los brazos del caníbal caían bruscamente ante el peso del objeto.
El encantamiento que había conseguido durante el mercado de Yule tiempo atrás solo funcionaba si era ella quien sujetaba el hacha, por lo que aquel individuo flaco y desnutrido no tenía ninguna posibilidad de utilizarla. Y aún así lo intentó, hizo un esfuerzo para levantarla, pero no pudo mantener la posición más que unos segundos, tras lo cual recibió un contundente golpe en la sien, fruto del derechazo de la alada.
Segadora cayó al suelo entre ambos, pero en vez de recogerla para acabar con aquel tipo, Ava flexionó las piernas y tomó impulso para lanzar otro puñetazo directo al estómago de su contrincante, consiguiendo que se doblase y gimotease de dolor. - Querías quitármela… te atreviste a tocarla con tus sucias manos… - masculló por lo bajo, todavía bajo los efectos del frenesí, con la adrenalina recorriendo todo su cuerpo e incitándola a pelear.
Echando la diestra hacia atrás, descargó su furia de nuevo contra el rostro del Vermisiano, sujetándolo por los harapos que llevaba por camisa para que no se desplomase, no, no podía terminar tan rápido con él, debía castigarlo por lo que había hecho. Uno tras otro, los impactos lo alcanzaron, dañando su torso pero ensañándose sobretodo con la cabeza, hasta el punto en que al borde de la inconsciencia, las piernas le fallaron y terminó colgando, sujeto únicamente por la mano de aquella bestia de brillantes ojos que lo atacaba.
Cegada por la rabia y el frenesí, Ava se dispuso a seguir golpeándolo hasta la muerte, pero unos pasos a su izquierda la alertaron, otro de los salvajes iba en su dirección a toda prisa, tenía que zanjar el asunto antes de que la alcanzase. Bajando la diestra a su cinturón, extrajo el cuchillo de caza que había comprado en los puestos de Ulmer y lo hundió en el cuello del desdichado, obsequiándole un final más rápido del que merecía.
- Hmm… ¿qué es esta cosa verde? - se preguntó al retirar la mano y ver como su guantelete estaba cubierto por una mezcla de sangre y otra sustancia arcillosa, cuyo origen no tardó en descubrir. - ¿Por qué llevaba esto en los oídos? - murmuró confundida, pero no tuvo tiempo para pararse a pensar en ello, así que guardó la daga y recogió a Segadora, lista para enfrentar a la mujer que iba directa hacia ella.
Una vez abatida la recién llegada, y a pesar del impulso que la movía a buscar a su siguiente adversario en el claro, la cuerva se agachó junto al cadáver de la fémina y examinó sus orejas, confirmando que fuera lo que fuese aquella especie de pasta, también la llevaba. ¿Pero para qué?
Al otro lado de aquel improvisado campo de batalla, Ivaran utilizaba sus últimas flechas para mantener a raya a cuantos se le acercaban, temiendo el momento en que las saetas de su carcaj se terminasen. Entonces no le quedaría más remedio que entrar en la lucha cuerpo a cuerpo, y aunque estaba acostumbrado a ello, prefería no exponerse demasiado, lo último que quería era que en medio del enfrentamiento sus alas quedasen a la vista.
Gracias a su aguda visión, el elfo también había reparado en aquella rara arcilla verdosa que los isleños llevaban, deteniéndose a echarle un vistazo más de cerca en cuanto le dieron un respiro. - Esto debería darles problemas para escuchar y comunicarse entre ellos, entonces… ¿por qué…? - la duda no duró mucho, teniendo en cuenta la peliaguda situación en que se encontraban solo cabía una explicación.
No podía adivinar cuánto tiempo llevaban en Cicatriz de Vermis, abandonados a su suerte, pero si habían sobrevivido lo suficiente era porque habían encontrado un método de mantener a raya a la mayor amenaza de la zona, las sirenas. - Vale la pena intentarlo, si esto de verdad puede bloquear sus voces perderán la ventaja… - susurró, preguntándose de dónde habrían sacado aquella curiosa sustancia.
Lo más lógico era que proviniese de algún rincón del bosque, o que ellos mismos la fabricasen a base de tierra y ciertas plantas, aunque ésto último podría complicar las cosas porque necesitarían saber con exactitud cuáles usaban. - Si los matamos a todos se llevarán el secreto con ellos… - caviló, alzando la vista justo cuando la Midgardiana se disponía a embestir a su siguiente objetivo. - ¡Ava, detente! ¡Los necesitamos vivos! - gritó, consiguiendo que la joven parase en seco al escuchar su nombre y se girase hacia el peliblanco.
En el estado en que se encontraba su apariencia parecía mucho más amenazadora de lo normal, lo mismo que su mirada, tan intensa que el hijo de Sandorai se sintió atravesado por ella. - ¡Tenemos que averiguar si la arcilla que llevan en los oídos es algún tipo de defensa contra las sirenas! - soltó, intentando apelar a su razón y que detuviese la matanza.
La cuerva no respondió, se quedó quieta durante unos instantes, para luego devolver a Segadora a su espalda y recibir a su enemigo a puñetazo limpio, enzarzándose en un violento combate en que los dos dieron y recibieron golpes, pero ella se terminó imponiendo. Con la respiración agitada, y el cansancio empezando a hacerse notar, Ava se hizo a un lado cuando su oponente cayó de rodillas, sujetándose uno de los costados, punto en que la morena se había centrado para debilitarlo sin llegar a dejarlo inconsciente.
Ivaran acudió a toda prisa hacia el Vermisiano para interrogarlo, desviando fugazmente sus grisáceos ojos hacia la alada, cuyo estado tampoco era el mejor, aunque con solo verla quedaba claro que seguía dispuesta a pelear.
- Esa cosa verdosa, la usáis para protegeros de las sirenas ¿no es así? - preguntó, pero el tipo no parecía por la labor, no hasta que el elfo echó mano a una de sus dagas y se la puso al cuello. - Habla. - exigió, acercando peligrosamente el filo a su piel. - S… sí, la… la usamos para no caer bajo el hechizo de su canto… - balbuceó, confirmando las sospechas del albino. - ¿De dónde la sacáis? - inquirió de inmediato, mientras escuchaba como la mujer bestia volvía a moverse, ésta vez para repeler a otro de los caníbales, que acudía al rescate de su compañero.
Off: Dejo el origen de la misteriosa arcilla en tus manos. Ava saldrá del frenesí al final de la siguiente ronda y ya no os valdrá de nada (?)
Instintivamente, Ava se detuvo en seco al darse cuenta de sus intenciones y se lanzó al suelo, rodando hacia uno de los lados para salir de la trayectoria y ponerse a salvo, sabiéndose en ventaja ahora que su enemigo no tenía nada con qué atacarla, pero ese detalle no iba a mermar los ánimos del Vermisiano. Para cuando pudo levantarse ya lo tenía delante, y al alzar a Segadora para tratar de cortarlo, el hombre sujetó con fuerza el mango del hacha, impidiendo que completase el movimiento.
- ¿Intenta desarmarme? - pensó la morena, apretando los dientes mientras forcejeaban, pero aquello no duró mucho, en cuanto los ambarinos ojos de la mujer bestia recorrieron el escuálido cuerpo del extraño, dejó de luchar de forma repentina. - Quieres blandirla, inténtalo. - lo retó, dejando que sostuviese él solo la obra de su padre, viendo con satisfacción cómo los brazos del caníbal caían bruscamente ante el peso del objeto.
El encantamiento que había conseguido durante el mercado de Yule tiempo atrás solo funcionaba si era ella quien sujetaba el hacha, por lo que aquel individuo flaco y desnutrido no tenía ninguna posibilidad de utilizarla. Y aún así lo intentó, hizo un esfuerzo para levantarla, pero no pudo mantener la posición más que unos segundos, tras lo cual recibió un contundente golpe en la sien, fruto del derechazo de la alada.
Segadora cayó al suelo entre ambos, pero en vez de recogerla para acabar con aquel tipo, Ava flexionó las piernas y tomó impulso para lanzar otro puñetazo directo al estómago de su contrincante, consiguiendo que se doblase y gimotease de dolor. - Querías quitármela… te atreviste a tocarla con tus sucias manos… - masculló por lo bajo, todavía bajo los efectos del frenesí, con la adrenalina recorriendo todo su cuerpo e incitándola a pelear.
Echando la diestra hacia atrás, descargó su furia de nuevo contra el rostro del Vermisiano, sujetándolo por los harapos que llevaba por camisa para que no se desplomase, no, no podía terminar tan rápido con él, debía castigarlo por lo que había hecho. Uno tras otro, los impactos lo alcanzaron, dañando su torso pero ensañándose sobretodo con la cabeza, hasta el punto en que al borde de la inconsciencia, las piernas le fallaron y terminó colgando, sujeto únicamente por la mano de aquella bestia de brillantes ojos que lo atacaba.
Cegada por la rabia y el frenesí, Ava se dispuso a seguir golpeándolo hasta la muerte, pero unos pasos a su izquierda la alertaron, otro de los salvajes iba en su dirección a toda prisa, tenía que zanjar el asunto antes de que la alcanzase. Bajando la diestra a su cinturón, extrajo el cuchillo de caza que había comprado en los puestos de Ulmer y lo hundió en el cuello del desdichado, obsequiándole un final más rápido del que merecía.
- Hmm… ¿qué es esta cosa verde? - se preguntó al retirar la mano y ver como su guantelete estaba cubierto por una mezcla de sangre y otra sustancia arcillosa, cuyo origen no tardó en descubrir. - ¿Por qué llevaba esto en los oídos? - murmuró confundida, pero no tuvo tiempo para pararse a pensar en ello, así que guardó la daga y recogió a Segadora, lista para enfrentar a la mujer que iba directa hacia ella.
Una vez abatida la recién llegada, y a pesar del impulso que la movía a buscar a su siguiente adversario en el claro, la cuerva se agachó junto al cadáver de la fémina y examinó sus orejas, confirmando que fuera lo que fuese aquella especie de pasta, también la llevaba. ¿Pero para qué?
Al otro lado de aquel improvisado campo de batalla, Ivaran utilizaba sus últimas flechas para mantener a raya a cuantos se le acercaban, temiendo el momento en que las saetas de su carcaj se terminasen. Entonces no le quedaría más remedio que entrar en la lucha cuerpo a cuerpo, y aunque estaba acostumbrado a ello, prefería no exponerse demasiado, lo último que quería era que en medio del enfrentamiento sus alas quedasen a la vista.
Gracias a su aguda visión, el elfo también había reparado en aquella rara arcilla verdosa que los isleños llevaban, deteniéndose a echarle un vistazo más de cerca en cuanto le dieron un respiro. - Esto debería darles problemas para escuchar y comunicarse entre ellos, entonces… ¿por qué…? - la duda no duró mucho, teniendo en cuenta la peliaguda situación en que se encontraban solo cabía una explicación.
No podía adivinar cuánto tiempo llevaban en Cicatriz de Vermis, abandonados a su suerte, pero si habían sobrevivido lo suficiente era porque habían encontrado un método de mantener a raya a la mayor amenaza de la zona, las sirenas. - Vale la pena intentarlo, si esto de verdad puede bloquear sus voces perderán la ventaja… - susurró, preguntándose de dónde habrían sacado aquella curiosa sustancia.
Lo más lógico era que proviniese de algún rincón del bosque, o que ellos mismos la fabricasen a base de tierra y ciertas plantas, aunque ésto último podría complicar las cosas porque necesitarían saber con exactitud cuáles usaban. - Si los matamos a todos se llevarán el secreto con ellos… - caviló, alzando la vista justo cuando la Midgardiana se disponía a embestir a su siguiente objetivo. - ¡Ava, detente! ¡Los necesitamos vivos! - gritó, consiguiendo que la joven parase en seco al escuchar su nombre y se girase hacia el peliblanco.
En el estado en que se encontraba su apariencia parecía mucho más amenazadora de lo normal, lo mismo que su mirada, tan intensa que el hijo de Sandorai se sintió atravesado por ella. - ¡Tenemos que averiguar si la arcilla que llevan en los oídos es algún tipo de defensa contra las sirenas! - soltó, intentando apelar a su razón y que detuviese la matanza.
La cuerva no respondió, se quedó quieta durante unos instantes, para luego devolver a Segadora a su espalda y recibir a su enemigo a puñetazo limpio, enzarzándose en un violento combate en que los dos dieron y recibieron golpes, pero ella se terminó imponiendo. Con la respiración agitada, y el cansancio empezando a hacerse notar, Ava se hizo a un lado cuando su oponente cayó de rodillas, sujetándose uno de los costados, punto en que la morena se había centrado para debilitarlo sin llegar a dejarlo inconsciente.
Ivaran acudió a toda prisa hacia el Vermisiano para interrogarlo, desviando fugazmente sus grisáceos ojos hacia la alada, cuyo estado tampoco era el mejor, aunque con solo verla quedaba claro que seguía dispuesta a pelear.
- Esa cosa verdosa, la usáis para protegeros de las sirenas ¿no es así? - preguntó, pero el tipo no parecía por la labor, no hasta que el elfo echó mano a una de sus dagas y se la puso al cuello. - Habla. - exigió, acercando peligrosamente el filo a su piel. - S… sí, la… la usamos para no caer bajo el hechizo de su canto… - balbuceó, confirmando las sospechas del albino. - ¿De dónde la sacáis? - inquirió de inmediato, mientras escuchaba como la mujer bestia volvía a moverse, ésta vez para repeler a otro de los caníbales, que acudía al rescate de su compañero.
Off: Dejo el origen de la misteriosa arcilla en tus manos. Ava saldrá del frenesí al final de la siguiente ronda y ya no os valdrá de nada (?)
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
El enfrentamiento continuaba. Desde su posición, Trébol veía la incesante lucha de Ava, que sin duda, era una de las mejores guerreras que había visto jamás. ¡Bendita fue la hora en la que llegó a Ulmer! Qué habría sido de ellos en aquel lugar sin ella…
Los cadáveres seguían cayendo por doquier. Situado en la retaguardia, tras los pocos enemigos que quedaban en pie, Trébol e Isildam disparaban a sus cuerpos con sus arcos con maestría. Destacaba sobre todo la puntería del elfo, que atravesaba con sus flechas las cabezas enemigas, dando un nuevo motivo al licántropo para comprender por qué todos parecían fascinados con él.
Tensó la cuerda de su arco y Trébol dejó escapar la flecha, que cruzó veloz el aire para incrustarse en el cuerpo enemigo.
Cuándo vio el último de los cuerpos de los vermisianos caer, Trébol se permitió relajarse durante unos segundos, intentando volver al estado positivo que siempre solía caracterizarle, aunque en aquella situación era difícil.
―Algunos lo logramos…
Isildam, en cambio, se mostraba mucho más prudente y con la cuerda del arco tenso, miraba a su alrededor, aún en clara señal de vigilancia.
Trébol procedió a vestirse rápidamente. Se dirigió hacia uno de los cadáveres de los marineros que le habían acompañado y le quitó sus ropas rápidamente. Él ya no las necesitaba.
Una vez vestido con las prendas ajenas, se dirigió en dirección a la playa, dónde encontró al capitán, con un corte importante, fruto de la batalla.
Trébol cerró los ojos y llevando la mano izquierda a su azulado colgante, que enseguida comenzó a brillar, colocó su mano derecha sobre la herida, que comenzó a sanar lentamente en la piel del líder de los marineros. [1]
―Tranquilo, capitán, en un momento, su herida estará sanada.
En ese momento, vio como Isildam se acercaba hasta él.
―Ava e Ivaran están allí. Debería ir a comprobar si están heridos.
Trébol alzó la vista, pero no pudo distinguir dónde se encontraba la cuerva e Ivaran. Aquello se debería a la vista superior de los elfos.
Aquella reflexión le hizo sonreír y enseguida la idea apareció en su cabeza.
―Algunos de estos cabrones tenía una especie de arcilla verde en los oídos. Puede que sea la solución para soportar el canto de las sirenas. Los elfos tenéis mejor vista. Deberíais buscar si encontráis en algún lugar esa arcilla verdosa. En cuanto acabe con el Capitán, iré a socorrer a Ava, para ver si necesita que sane alguna herida.
Isildam corrió veloz en dirección a Ava e Ivaran. La mujer cuervo parecía exhausta, pues había combativo como una auténtica heroína.
―¿Sabéis lo de la arcilla? ―les preguntó.
Cuándo Ivaran asintió, Isildam le contó el plan de Trébol.
―Tendríamos que ir lo antes posible. No sabemos el tiempo que tardarán las sirenas en volver a aparecer… ―añadió, mientras veía cómo el elfo miraba a la chica cuervo― No te preocupes por ella. Trébol sanará su estado o alguna herida con su colgante. Nosotros deberíamos marcharnos ya. Tenemos que conseguir la arcilla lo antes posible.
Los elfos emprendieron el camino de inmediato, hacia el lugar dónde los vermisianos habían aparecido por primera vez. Lo último que vio Isildam cuándo volvió la vista atrás antes de adentrarse en el interior de la isla, era a Trébol corriendo hacia la posición dónde Ava se encontraba.
Isildam siguió los pasos de Ivaran que lideraba la expedición. Observaban cada lugar a su alrededor con dificultad. Aunque su vista era superior, no era la de los vampiros: no veían en la oscuridad. Sólo lo que la escasa luz de la noche les dejaba ver, ahora que el cielo estaba ligeramente despejado tras la tormenta.
―¿Es allí en la ladera?
Isildam dirigió la vista hacia el lugar que Ivaran le indicaba y ambos corrieron hacia el sitio indicado. Al llegar, descubrieron un gran montículo de roca sedimentaria de lo que parecía arcilla en grano de una extraña coloración verdosa.
Alrededor de la misma, había numerosos utensilios hechos de madera, posiblemente procedente de los barcos naufragados que había podido ver a lo largo de toda la costa.
Allí, se veía cómo los vermisianos habían elaborado la arcilla en cuestión, como en el proceso habían logrado darles forma para crear aquella especie de cera arcillosa que colocaban en sus oídos.
―¡Mira! ¡Aquí!
Isildam guió a su compañero hasta uno de los recipientes dónde encontró bastante arcilla ya elaborada por los vermisianos.
Isildam la tocó comprobando su textura moldeable. Sin duda, aquello entaponaría sus oídos de forma eficiente si las sirenas volvían a aparecer. Debían de estar preparados para ese momento.
[1] Uso de mi habilidad Alivio Presto [Magia] [2 usos]
El colgante de Trébol brilla sanando una herida moderada o un par de heridas leves de su portador o de personas próximas a él. Primer Uso
Los cadáveres seguían cayendo por doquier. Situado en la retaguardia, tras los pocos enemigos que quedaban en pie, Trébol e Isildam disparaban a sus cuerpos con sus arcos con maestría. Destacaba sobre todo la puntería del elfo, que atravesaba con sus flechas las cabezas enemigas, dando un nuevo motivo al licántropo para comprender por qué todos parecían fascinados con él.
Tensó la cuerda de su arco y Trébol dejó escapar la flecha, que cruzó veloz el aire para incrustarse en el cuerpo enemigo.
Cuándo vio el último de los cuerpos de los vermisianos caer, Trébol se permitió relajarse durante unos segundos, intentando volver al estado positivo que siempre solía caracterizarle, aunque en aquella situación era difícil.
―Algunos lo logramos…
Isildam, en cambio, se mostraba mucho más prudente y con la cuerda del arco tenso, miraba a su alrededor, aún en clara señal de vigilancia.
Trébol procedió a vestirse rápidamente. Se dirigió hacia uno de los cadáveres de los marineros que le habían acompañado y le quitó sus ropas rápidamente. Él ya no las necesitaba.
Una vez vestido con las prendas ajenas, se dirigió en dirección a la playa, dónde encontró al capitán, con un corte importante, fruto de la batalla.
Trébol cerró los ojos y llevando la mano izquierda a su azulado colgante, que enseguida comenzó a brillar, colocó su mano derecha sobre la herida, que comenzó a sanar lentamente en la piel del líder de los marineros. [1]
―Tranquilo, capitán, en un momento, su herida estará sanada.
En ese momento, vio como Isildam se acercaba hasta él.
―Ava e Ivaran están allí. Debería ir a comprobar si están heridos.
Trébol alzó la vista, pero no pudo distinguir dónde se encontraba la cuerva e Ivaran. Aquello se debería a la vista superior de los elfos.
Aquella reflexión le hizo sonreír y enseguida la idea apareció en su cabeza.
―Algunos de estos cabrones tenía una especie de arcilla verde en los oídos. Puede que sea la solución para soportar el canto de las sirenas. Los elfos tenéis mejor vista. Deberíais buscar si encontráis en algún lugar esa arcilla verdosa. En cuanto acabe con el Capitán, iré a socorrer a Ava, para ver si necesita que sane alguna herida.
_____________________________________________
Isildam corrió veloz en dirección a Ava e Ivaran. La mujer cuervo parecía exhausta, pues había combativo como una auténtica heroína.
―¿Sabéis lo de la arcilla? ―les preguntó.
Cuándo Ivaran asintió, Isildam le contó el plan de Trébol.
―Tendríamos que ir lo antes posible. No sabemos el tiempo que tardarán las sirenas en volver a aparecer… ―añadió, mientras veía cómo el elfo miraba a la chica cuervo― No te preocupes por ella. Trébol sanará su estado o alguna herida con su colgante. Nosotros deberíamos marcharnos ya. Tenemos que conseguir la arcilla lo antes posible.
Los elfos emprendieron el camino de inmediato, hacia el lugar dónde los vermisianos habían aparecido por primera vez. Lo último que vio Isildam cuándo volvió la vista atrás antes de adentrarse en el interior de la isla, era a Trébol corriendo hacia la posición dónde Ava se encontraba.
Isildam siguió los pasos de Ivaran que lideraba la expedición. Observaban cada lugar a su alrededor con dificultad. Aunque su vista era superior, no era la de los vampiros: no veían en la oscuridad. Sólo lo que la escasa luz de la noche les dejaba ver, ahora que el cielo estaba ligeramente despejado tras la tormenta.
―¿Es allí en la ladera?
Isildam dirigió la vista hacia el lugar que Ivaran le indicaba y ambos corrieron hacia el sitio indicado. Al llegar, descubrieron un gran montículo de roca sedimentaria de lo que parecía arcilla en grano de una extraña coloración verdosa.
Alrededor de la misma, había numerosos utensilios hechos de madera, posiblemente procedente de los barcos naufragados que había podido ver a lo largo de toda la costa.
Allí, se veía cómo los vermisianos habían elaborado la arcilla en cuestión, como en el proceso habían logrado darles forma para crear aquella especie de cera arcillosa que colocaban en sus oídos.
―¡Mira! ¡Aquí!
Isildam guió a su compañero hasta uno de los recipientes dónde encontró bastante arcilla ya elaborada por los vermisianos.
Isildam la tocó comprobando su textura moldeable. Sin duda, aquello entaponaría sus oídos de forma eficiente si las sirenas volvían a aparecer. Debían de estar preparados para ese momento.
_____________________________________________
[1] Uso de mi habilidad Alivio Presto [Magia] [2 usos]
El colgante de Trébol brilla sanando una herida moderada o un par de heridas leves de su portador o de personas próximas a él. Primer Uso
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Poco a poco, los últimos Vermisianos fueron cayendo, abatidos por las certeras flechas de los miembros de su grupo, y con ello llegó el silencio, que se apoderó del claro durante unos instantes. Mientras veía cómo los aliados de la cuerva se dirigían hacia la playa para reunirse con aquellos que se habían retirado a mitad de combate, Ivaran permaneció donde estaba, recorriendo con sus grisáceos ojos el deprimente panorama que los rodeaba.
Los cuerpos yacían por todas partes, muchos de los miembros de la tripulación de Patacero habían encontrado allí su final, junto con algunos de los vecinos de Ulmer, cuyo deseo de venganza los había conducido a la muerte. - Imbar, no permitas que sus almas queden atrapadas en este lugar, escucha mi plegaria y ayúdalos a alcanzar el descanso eterno. - rezó por lo bajo, tras colocarse el arco a la espalda.
Una vez terminada su breve oración por los caídos, el elfo alzó la vista para buscar a la alada, que se encontraba unos metros más allá de su posición, ligeramente inclinada hacia delante y con el cuerpo aún en tensión. Por suerte su hacha seguía envainada, pero después de verla en acción ese detalle tampoco lo tranquilizaba demasiado, sabía que era más que capaz de pelear con las manos desnudas y vencer a sus oponentes gracias a su fuerza y fiereza.
- ¿Será buena idea que me acerque a ella ahora? - se preguntó interiormente, mientras avanzaba lentamente en su dirección, atento a cualquier posible reacción de la morena. - Se acabó, hemos ganado… - dijo, esperando que aquellas palabras ayudasen a la mujer bestia a relajarse, pero en cuanto pudo ver el rostro de la Midgardiana supo que seguía sumida en aquel extraño estado de exaltación.
Su respiración no conseguía recuperar un ritmo normal ni siquiera tras terminar la batalla, seguía agitada, y aquel brillo extraño en sus ojos persistía, pero lo que más le chocó fue su magullado aspecto. Por hacerle caso y no utilizar su arma había recibido varios golpes en el torso y en el rostro, con lo que parte de la sangre que manchaba su cara ahora si era suya, pero la cuerva no mostraba ningún tipo de dolor, su semblante se mantenía serio, expectante, como si aquello aún no hubiese terminado.
Inconscientemente, Ivaran levantó la diestra para usar su don sobre ella, pero Ava se apartó instintivamente, tal como haría un animal desconfiado. El peliblanco frunció el ceño, pero no por la actitud de la muchacha sino por la suya propia, ¿por qué había intentado ayudarla?
Por suerte, antes de que la situación se volviese más incómoda Isildam llegó a toda prisa hasta ellos, preguntándoles acerca de la arcilla verde y contándoles el plan que había ideado Trébol para proteger a los supervivientes antes de que las sirenas decidiesen rondarlos de nuevo. - Démonos prisa. - cedió de inmediato, priorizando aquella tarea, ya que contar con una defensa así les daría alguna oportunidad de salir de la isla con vida.
Pero además, algo le decía que alejarse de la morena le vendría bien, no quería que su estado le hiciese sentir lástima por ella, no, no podía ablandarse, así que se fue sin mirar atrás, empezando la búsqueda de la misteriosa arcilla en el lugar en que habían aparecido los Vermisianos. Gracias a haberse criado en los bosques de Sandorai, al arquero no le costó hallar un rastro que seguir, y éste los terminó llevando hasta una especia de pendiente, que señaló a su acompañante nada más verla.
- ¿Es allí en la ladera? - preguntó, para luego correr hacia el punto en cuestión. Todo parecía apuntar a que estaban en el lugar correcto, había diferentes utensilios y una capa verdosa cubría una de las rocas, pero fue Isildam quien encontró la zona en que se encontraba el producto terminado, mostrándole un recipiente en el que descansaba la arcilla suficiente como para mantener a salvo a su grupo. - Perfecto, volvamos con los demás. - instó, aunque por si acaso, tomó algunas de las muestras a medio fabricar de aquel remedio antes de regresar.
Mientras tanto, en el claro, Ava empezó a sentir como los efectos del frenesí se desvanecían, dando paso al dolor y al cansancio, hecho que la obligó a buscar apoyo en uno de los árboles cercanos para no perder el equilibrio. - No… no debo cerrar los ojos…todavía no estamos a salvo... - susurró, atisbando de forma borrosa una silueta que se acercaba a su posición, aunque no tuvo el tiempo suficiente como para reconocer al hombre en cuestión.
De forma repentina, todo se volvió negro para la cuerva, y aunque trató de resistirse con sus últimas fuerzas, la batalla le pasó factura, haciendo que su cuerpo pareciese mucho más pesado de lo que era y provocando que a causa del esfuerzo y el daño recibido, se terminase desplomando junto al tronco.
Había llegado a su límite, solía pasar cuando se entregaba a su parte bestial, ya que ignoraba sus propias heridas para seguir luchando hasta el final, y las consecuencias no se hacían esperar demasiado. Cuanto más se exigía a sí misma peor acababa la cosa, por eso al haberse enfrentado a varios enemigos sin hacer uso de Segadora, sino a puño limpio, había agotado su energía por completo.
Para cuando los elfos alcanzaron el campo de batalla de nuevo, la alada yacía en el suelo, al borde de la inconsciencia, imagen que causó cierto impacto al peliblanco, porque no esperaba encontrarla así. - Tenemos que reagruparnos con los demás, echadme una mano. - pidió poco después, incapaz de dejarla allí tirada a pesar de los negativos sentimientos que su existencia le provocaba.
Tomándola por uno de los brazos, para echárselo por encima de los hombros, la rodeó por la cintura para tirar de ella y levantarla, pero no le resultó fácil, su armadura y equipo la volvían mucho más pesada, así que tuvo que esperar a que uno de sus aliados lo ayudase para iniciar su traslado a la playa.
En cuanto alcanzaron al resto, dejaron a la mujer bestia sobre la arena y empezaron a repartir la arcilla verde entre los supervivientes a toda prisa, por si las oportunistas sirenas decidían aparecer para aprovechar que su número se veía reducido. Trébol por su parte se centró en sanar algunas de las heridas de la alada, que no tardó en desmayarse, quedando fuera de juego de cara a cualquier posible conflicto que se diese a continuación.
Lo siguiente que percibió la Midgardiana, gracias a su agudo oído, fue un canto lejano, que lentamente la hizo despertar y abrir los ojos. Aún era de noche, así que no supo decir cuánto tiempo había pasado inconsciente, pero lo que si era seguro era que aquellas criaturas volvían para seguir hostigándolos, y que por mucho que quisiese levantarse, su exhausto cuerpo no le respondería.
Presa de la frustración, giró el rostro en dirección al origen de la melodía, a tiempo de ver como las primeras flechas de luz surcaban el aire en dirección al agua. Ivaran disparaba desde la orilla, apoyado por otros arqueros, para separar y eliminar a las sirenas que se habían acercado en busca de su cena.
Off: Curación pactada, Ava queda out así que solo podrá observar el desarrollo de la última batalla desde la arena, dejo a Ivaran en primera línea, puedes manejarlo como consideres.
Los cuerpos yacían por todas partes, muchos de los miembros de la tripulación de Patacero habían encontrado allí su final, junto con algunos de los vecinos de Ulmer, cuyo deseo de venganza los había conducido a la muerte. - Imbar, no permitas que sus almas queden atrapadas en este lugar, escucha mi plegaria y ayúdalos a alcanzar el descanso eterno. - rezó por lo bajo, tras colocarse el arco a la espalda.
Una vez terminada su breve oración por los caídos, el elfo alzó la vista para buscar a la alada, que se encontraba unos metros más allá de su posición, ligeramente inclinada hacia delante y con el cuerpo aún en tensión. Por suerte su hacha seguía envainada, pero después de verla en acción ese detalle tampoco lo tranquilizaba demasiado, sabía que era más que capaz de pelear con las manos desnudas y vencer a sus oponentes gracias a su fuerza y fiereza.
- ¿Será buena idea que me acerque a ella ahora? - se preguntó interiormente, mientras avanzaba lentamente en su dirección, atento a cualquier posible reacción de la morena. - Se acabó, hemos ganado… - dijo, esperando que aquellas palabras ayudasen a la mujer bestia a relajarse, pero en cuanto pudo ver el rostro de la Midgardiana supo que seguía sumida en aquel extraño estado de exaltación.
Su respiración no conseguía recuperar un ritmo normal ni siquiera tras terminar la batalla, seguía agitada, y aquel brillo extraño en sus ojos persistía, pero lo que más le chocó fue su magullado aspecto. Por hacerle caso y no utilizar su arma había recibido varios golpes en el torso y en el rostro, con lo que parte de la sangre que manchaba su cara ahora si era suya, pero la cuerva no mostraba ningún tipo de dolor, su semblante se mantenía serio, expectante, como si aquello aún no hubiese terminado.
Inconscientemente, Ivaran levantó la diestra para usar su don sobre ella, pero Ava se apartó instintivamente, tal como haría un animal desconfiado. El peliblanco frunció el ceño, pero no por la actitud de la muchacha sino por la suya propia, ¿por qué había intentado ayudarla?
Por suerte, antes de que la situación se volviese más incómoda Isildam llegó a toda prisa hasta ellos, preguntándoles acerca de la arcilla verde y contándoles el plan que había ideado Trébol para proteger a los supervivientes antes de que las sirenas decidiesen rondarlos de nuevo. - Démonos prisa. - cedió de inmediato, priorizando aquella tarea, ya que contar con una defensa así les daría alguna oportunidad de salir de la isla con vida.
Pero además, algo le decía que alejarse de la morena le vendría bien, no quería que su estado le hiciese sentir lástima por ella, no, no podía ablandarse, así que se fue sin mirar atrás, empezando la búsqueda de la misteriosa arcilla en el lugar en que habían aparecido los Vermisianos. Gracias a haberse criado en los bosques de Sandorai, al arquero no le costó hallar un rastro que seguir, y éste los terminó llevando hasta una especia de pendiente, que señaló a su acompañante nada más verla.
- ¿Es allí en la ladera? - preguntó, para luego correr hacia el punto en cuestión. Todo parecía apuntar a que estaban en el lugar correcto, había diferentes utensilios y una capa verdosa cubría una de las rocas, pero fue Isildam quien encontró la zona en que se encontraba el producto terminado, mostrándole un recipiente en el que descansaba la arcilla suficiente como para mantener a salvo a su grupo. - Perfecto, volvamos con los demás. - instó, aunque por si acaso, tomó algunas de las muestras a medio fabricar de aquel remedio antes de regresar.
Mientras tanto, en el claro, Ava empezó a sentir como los efectos del frenesí se desvanecían, dando paso al dolor y al cansancio, hecho que la obligó a buscar apoyo en uno de los árboles cercanos para no perder el equilibrio. - No… no debo cerrar los ojos…todavía no estamos a salvo... - susurró, atisbando de forma borrosa una silueta que se acercaba a su posición, aunque no tuvo el tiempo suficiente como para reconocer al hombre en cuestión.
De forma repentina, todo se volvió negro para la cuerva, y aunque trató de resistirse con sus últimas fuerzas, la batalla le pasó factura, haciendo que su cuerpo pareciese mucho más pesado de lo que era y provocando que a causa del esfuerzo y el daño recibido, se terminase desplomando junto al tronco.
Había llegado a su límite, solía pasar cuando se entregaba a su parte bestial, ya que ignoraba sus propias heridas para seguir luchando hasta el final, y las consecuencias no se hacían esperar demasiado. Cuanto más se exigía a sí misma peor acababa la cosa, por eso al haberse enfrentado a varios enemigos sin hacer uso de Segadora, sino a puño limpio, había agotado su energía por completo.
Para cuando los elfos alcanzaron el campo de batalla de nuevo, la alada yacía en el suelo, al borde de la inconsciencia, imagen que causó cierto impacto al peliblanco, porque no esperaba encontrarla así. - Tenemos que reagruparnos con los demás, echadme una mano. - pidió poco después, incapaz de dejarla allí tirada a pesar de los negativos sentimientos que su existencia le provocaba.
Tomándola por uno de los brazos, para echárselo por encima de los hombros, la rodeó por la cintura para tirar de ella y levantarla, pero no le resultó fácil, su armadura y equipo la volvían mucho más pesada, así que tuvo que esperar a que uno de sus aliados lo ayudase para iniciar su traslado a la playa.
En cuanto alcanzaron al resto, dejaron a la mujer bestia sobre la arena y empezaron a repartir la arcilla verde entre los supervivientes a toda prisa, por si las oportunistas sirenas decidían aparecer para aprovechar que su número se veía reducido. Trébol por su parte se centró en sanar algunas de las heridas de la alada, que no tardó en desmayarse, quedando fuera de juego de cara a cualquier posible conflicto que se diese a continuación.
Lo siguiente que percibió la Midgardiana, gracias a su agudo oído, fue un canto lejano, que lentamente la hizo despertar y abrir los ojos. Aún era de noche, así que no supo decir cuánto tiempo había pasado inconsciente, pero lo que si era seguro era que aquellas criaturas volvían para seguir hostigándolos, y que por mucho que quisiese levantarse, su exhausto cuerpo no le respondería.
Presa de la frustración, giró el rostro en dirección al origen de la melodía, a tiempo de ver como las primeras flechas de luz surcaban el aire en dirección al agua. Ivaran disparaba desde la orilla, apoyado por otros arqueros, para separar y eliminar a las sirenas que se habían acercado en busca de su cena.
Off: Curación pactada, Ava queda out así que solo podrá observar el desarrollo de la última batalla desde la arena, dejo a Ivaran en primera línea, puedes manejarlo como consideres.
Ava Kenrith
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 305
Nivel de PJ : : 5
Re: Persiguiendo Sirenas [Trabajo] [Completado]
Trébol observaba con la escasa luz de la luna cómo las heridas del Capitán comenzaban a sanarse. Su brillante colgante estaba iluminado en el centro de su pecho, haciendo que todo rastro de lesión se esfumase rápidamente.
Luego, miró en dirección al punto dónde se encontraba Ava. Le preocupaba si la chica cuervo había recibido algún daño severo durante la batalla y requería de sus atenciones. Una vez las heridas del capitán estuvieron completamente sanadas, se puso en pie con la clara intención de buscar a la mujer bestia.
Sin embargo, Isildam y el otro chico elfo la traían hacia la posición dónde Trébol se encontraba. Al ver el estado de la guerrera, el licántropo aspiró fuerte y colocó su mano derecha sobre la cabeza de la mujer, mientras que llevaba la izquierda de nuevo hacia su colgante, que comenzó a brillar de nuevo con fuerza, iluminando brevemente su entorno. [1]
Los hechos se precipitaron rápidamente. Las voces de las sirenas empezaron a escucharse pronto, buscando atraer con su cántico a los naúfragos de la isla.
Trébol alzó la vista y vio cómo los dos hombres elfos habían embadurnado ya sus orejas con esa sustancia verde pegajosa.
―Id hacia el agua cómo si su voz os atrajera. Una vez allí, coged vuestro arco y disparar a esas cabronas.
Lo expresó en voz alta, sin saber exactamente cuánto habían llegado a escuchar los elfos.
En el suelo, Ava parecía inconsciente, totalmente ajena al atrayente y hermoso cántico procedente del mar, pero en cambio, el capitán, ya sanado, parecía sentirse atraído hacia allí.
Mientras escuchaba cómo los dos elfos caminaban en dirección a la orilla, Trébol sujetaba al capitán colocando sus piernas sobre el hombre tendido en la arena, impidiéndole levantarse, mientras con sus manos, llevaba la arcilla verde hasta los oídos del dragón.
Una vez el licántropo comprobó que el capitán y Ava se encontraban mejor, observó cómo las flechas de Isildam e Ivaran cruzaban el cielo. Ambos poseían magia de la luz que daba un poder especial a sus disparos.
Trébol se unió rápido, pues algunas sirenas, tras descubrir el engaño, pretendían retirarse. Una vez en la orilla, el licántropo tensó su arco y disparó una flecha que se incrustó en el cuerpo de una de las sirenas.
A pesar de ser un excelente arquero, la falta de visión necesaria le impedía ver con facilidad, por lo que apenas fue certero en los disparos siguientes. Sin embargo, tanto Isildam e Ivaran, gracias al don de su vista élfica, lograron atravesar con sus flechas a varias de las sirenas, cuyos cadáveres fueron arrastrados por el mar hasta la orilla.
―Se han marchado… ―dijo Isildam, bajando su arco y relajando su cuerpo por primera vez desde hacía un buen rato.
Las miradas del elfo y el licántropo se entrecruzaron y luego, Isildam sonrió a su compañero elfo, dándole la enhorabuena por la efectividad de cada uno de sus disparos.
―Chicos, deberíamos ir tierra adentro. Será mejor que nos alejemos de la costa. Al menos, hasta el amanecer.
Trébol era un hombre de lo más optimista. A pesar de haber perdido toda la tripulación, de encontrarse aislados en una isla en los confines del mar conocido, sabía que al día siguiente, una nueva vida comenzaba y no quedaba otra salvo adaptarse a esas nuevas circunstancias.
Recorrerían la costa, buscarían comida, estudiaría los restos de todos los naufragios de aquella isla… quizás entre todos, podrían fabricar una pequeña embarcación… o incluso puede que algún barco se acercara hasta allí tarde o temprano…
Optimista, se cargó con el cuerpo del capitán a su espalda, mientras que los elfos levantaban el débil cuerpo de Ava para adentrarse al interior de la isla, de camino a la oscura incertidumbre del mañana.
[1] Uso de mi habilidad: Alivio Presto [Magia] [2 usos]
El colgante de Trébol brilla sanando una herida moderada o un par de heridas leves de su portador o de personas próximas a él. Segundo Uso.
Luego, miró en dirección al punto dónde se encontraba Ava. Le preocupaba si la chica cuervo había recibido algún daño severo durante la batalla y requería de sus atenciones. Una vez las heridas del capitán estuvieron completamente sanadas, se puso en pie con la clara intención de buscar a la mujer bestia.
Sin embargo, Isildam y el otro chico elfo la traían hacia la posición dónde Trébol se encontraba. Al ver el estado de la guerrera, el licántropo aspiró fuerte y colocó su mano derecha sobre la cabeza de la mujer, mientras que llevaba la izquierda de nuevo hacia su colgante, que comenzó a brillar de nuevo con fuerza, iluminando brevemente su entorno. [1]
Los hechos se precipitaron rápidamente. Las voces de las sirenas empezaron a escucharse pronto, buscando atraer con su cántico a los naúfragos de la isla.
Trébol alzó la vista y vio cómo los dos hombres elfos habían embadurnado ya sus orejas con esa sustancia verde pegajosa.
―Id hacia el agua cómo si su voz os atrajera. Una vez allí, coged vuestro arco y disparar a esas cabronas.
Lo expresó en voz alta, sin saber exactamente cuánto habían llegado a escuchar los elfos.
En el suelo, Ava parecía inconsciente, totalmente ajena al atrayente y hermoso cántico procedente del mar, pero en cambio, el capitán, ya sanado, parecía sentirse atraído hacia allí.
Mientras escuchaba cómo los dos elfos caminaban en dirección a la orilla, Trébol sujetaba al capitán colocando sus piernas sobre el hombre tendido en la arena, impidiéndole levantarse, mientras con sus manos, llevaba la arcilla verde hasta los oídos del dragón.
Una vez el licántropo comprobó que el capitán y Ava se encontraban mejor, observó cómo las flechas de Isildam e Ivaran cruzaban el cielo. Ambos poseían magia de la luz que daba un poder especial a sus disparos.
Trébol se unió rápido, pues algunas sirenas, tras descubrir el engaño, pretendían retirarse. Una vez en la orilla, el licántropo tensó su arco y disparó una flecha que se incrustó en el cuerpo de una de las sirenas.
A pesar de ser un excelente arquero, la falta de visión necesaria le impedía ver con facilidad, por lo que apenas fue certero en los disparos siguientes. Sin embargo, tanto Isildam e Ivaran, gracias al don de su vista élfica, lograron atravesar con sus flechas a varias de las sirenas, cuyos cadáveres fueron arrastrados por el mar hasta la orilla.
―Se han marchado… ―dijo Isildam, bajando su arco y relajando su cuerpo por primera vez desde hacía un buen rato.
Las miradas del elfo y el licántropo se entrecruzaron y luego, Isildam sonrió a su compañero elfo, dándole la enhorabuena por la efectividad de cada uno de sus disparos.
―Chicos, deberíamos ir tierra adentro. Será mejor que nos alejemos de la costa. Al menos, hasta el amanecer.
Trébol era un hombre de lo más optimista. A pesar de haber perdido toda la tripulación, de encontrarse aislados en una isla en los confines del mar conocido, sabía que al día siguiente, una nueva vida comenzaba y no quedaba otra salvo adaptarse a esas nuevas circunstancias.
Recorrerían la costa, buscarían comida, estudiaría los restos de todos los naufragios de aquella isla… quizás entre todos, podrían fabricar una pequeña embarcación… o incluso puede que algún barco se acercara hasta allí tarde o temprano…
Optimista, se cargó con el cuerpo del capitán a su espalda, mientras que los elfos levantaban el débil cuerpo de Ava para adentrarse al interior de la isla, de camino a la oscura incertidumbre del mañana.
__________________________________________________
[1] Uso de mi habilidad: Alivio Presto [Magia] [2 usos]
El colgante de Trébol brilla sanando una herida moderada o un par de heridas leves de su portador o de personas próximas a él. Segundo Uso.
Trébol
Experto
Experto
Cantidad de envíos : : 67
Nivel de PJ : : 0
Temas similares
» Las sirenas y los tritones.
» Persiguiendo fantasmas. (Libre - Completo)[Continuación de trama][Cerrado]
» El de repuesto [Trabajo]
» Bar de Sirvientas [Trabajo]
» Numeri [Trabajo]
» Persiguiendo fantasmas. (Libre - Completo)[Continuación de trama][Cerrado]
» El de repuesto [Trabajo]
» Bar de Sirvientas [Trabajo]
» Numeri [Trabajo]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 01:41 por Alward Sevna
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 23:28 por Corlys Glokta
» El secreto del Ahogado [Privado] [Noche]
Ayer a las 16:56 por Thomas J. Hidalgo
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Ayer a las 16:48 por Thorn
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Ayer a las 16:15 por Thomas J. Hidalgo
» Una sombra sobre Lunargenta: 2ª parte. [Privado]
Vie Nov 22 2024, 04:03 por Níniel Thenidiel
» Ecos De Guerra [Evento Sacrestic] [Noche]
Jue Nov 21 2024, 21:35 por Cohen
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Jue Nov 21 2024, 20:16 por Seraphine Valaryon
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Jue Nov 21 2024, 16:30 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Miér Nov 20 2024, 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Miér Nov 20 2024, 16:18 por Mina Harker
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr