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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Miér Nov 30 2022, 19:27

Lo primero que dio la bienvenida a los aventureros fue un muro de piedra emblanquecida, coronada por un techo bajo de ladrillo, que envolvía toda la finca, y dificultaba espiar en sus jardines.
Iltharion y su compañera, rodearon la misma y se adentraron en el camino de tierra que los condujo a su puerta, una reja finamente labrada entre la que podían observar el resto del inmueble.

Entre la casa principal y el lugar donde se hallaban, había unos hermosos jardines. Grandes árboles mecían sus hojas de los colores del atardecer, y las hacían llover sobre el suelo. Los setos se encontraban podados para formar semi muros que condujeran el paso y la vista por el patio, a excepción de unos pocos, más grandes, que habían sido esculpidos para parecerse a un joven rechoncho en posiciones que pretendían ser heroicas o elegantes, pero terminaban, por la idea en sí, resultando ridículas.
Un señor de pelo cano, cubierto del sol con un sobrero de paja, interrumpió su tarea de deshacerse de los hierbajos cuando vio a los viajeros en la puerta y corrió hacia la casa principal como si lo persiguiese el diablo.

El edificio era imponente, aunque había visto mejores días. Era una mansión de tres pisos, con grandes ventanas y balcones. Allá donde las enredaderas no cubrían la fachada con su manto anaranjado, se podían ver los relieves intrincados que se extendían por toda la villa con primor. Iltharion calculó mentalmente la distancia entre las ventanas del tercer piso y el suelo, donde tantos compañeros de profesión habían perdido la vida antes de su visita, e intento memorizar cualquier relieve del que creyese poder asirse si le tocaba compartir su suerte.

El elfo inspiró profundamente, disfrutando de ese cosquilleo de la emoción, la adrenalina de estar a punto de poner el pie en un gran peligro, y la confianza de ser capaz de salir victorioso allí donde otras catorce almas habían fracasado.
— Recuerda que es un noble, y no queremos nuestras caras en folletos de se busca.— Le aclaró en voz baja a su acompañante, aunque no hubiese nadie visible cerca. En su viaje desde Wurzburg había tenido oportunidades de sobra para familiarizarse con el violento carácter de la dragona. De ahí podían salir por los pies por delante, como fugitivos, o con muchos Aeros en el bolsillo.

No tardo mucho en personarse el mayordomo de la finca. Un hombre maduro, pero con el pelo totalmente cano, y tan ralo que tenía que peinarlo con gracia para evitar que se le viera la piel de la cabeza. Estaba ataviado con una túnica azul hasta los muslos, un pantalón entallado y buenas botas altas. Tenía un porte elegante y lleno de esa dignidad de los siervos que se enorgullecen de su profesión. Su mirada se volvió cálida cuando advirtió el instrumento que portaba el bardo, aunque el gesto se endureció al ver que la muchacha que lo acompañaba iba armada.
—Buenos días.— Se inclinó el elfo con denosa gracia.— Somos el Maestro Dur'falas, músico y actor, y la Señorita Kai especialista en danzas exóticas como el baile de las espadas.— Los presentó el trovador con total convicción, esperando que su compañera no hiciera nada fuera de lugar.
—El Señorito les da la bienvenida.— Hizo una medida inclinación mientras mandaba a un mozo a abrirles la puerta. —Pueden llamarme Frank, y soy el Mayordomo de esta finca.— Con la soltura de quien lleva mucho tiempo ejerciendo su oficio, los saludo y los empezó a conducir hacia la entrada de la casa. Les dejó unos prudentes minutos, para que se maravillasen con los parques antes de volver a hablar.
—El señorito ha sufrido mucho desde la repentina muerte de sus padres, y está siendo difícil consolar su dolor. Espero que sean ser comprensivos con el amo y puedan devolverle la alegría perdida.
No siendo extraño de este tipo de sujetos, al trovador no le pasaron desapercibidos los cambios sutiles en el tono de Frank.


Última edición por Iltharion Dur'Falas el Dom Dic 11 2022, 22:56, editado 1 vez
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Mensaje  Akapalotl Dom Dic 04 2022, 23:16

La dragona miraba con desdén los jardines que rodeaban la casa principal, ella no sabía cuánto era el monto, pero era consciente de que ese tipo de estructuras consumían demasiados recursos, ¿y para qué? Para ninguna finalidad útil, simple banalidad; quitando detalles como el enrejado, todo era un desperdicio de tiempo y trabajo.

La mano de Akapalotl cubrió rápidamente el pomo de su espada, cuando el individuo con sombrero empezó su marcha, no obstante, al ver como este se alejaba la chica termino por volver a tomar una posición relajada, mientras suspiraba ante el comentario de precaución del elfo.

- Lo sé – dijo con un ligero resoplido mientras miraba la puerta de aquella vivienda – por eso tu serás el que hable e interactúe con nuestro mecenas.

La dragona tal y como habían acordado se limitaba a saludar solo con un leve movimiento de su cabeza, mientras en su interior maldecía al elfo.

“como demonios ese orejudo dice que mi técnica es una danza, se atreve a comparar un arte pulido con milenios para la creación y mantenimiento de las naciones, con un montón de pasos rítmicos cuyo único fin es cortejar al sexo opuesto”

Mientras la dragona buscaba su zen, el mayordomo había pasado a presentarse y dejarles solos; tiempo que Akapalotl aprovecho para ver a su alrededor, planeando posibles rutas de escape o elementos para usar como plataformas de ataque, en caso de ser necesario.

Solo fue, instantes antes de que regresara el mayordomo que la señorita le dirigió una rápida y fugaz oración.

- Mi arte no es una danza – dijo con un tono disgustado justo cuando el mayordomo volvía a hacer acto de presencia.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Lun Dic 05 2022, 22:53

Frank los abandono en el vestíbulo. Los pisos de mármol estaban tan pulidos que reflejaban a los presentes como un espejo. Las botas parecían querer resbalarse sobre el mismo, pero el mayordomo, hecho a la casa, no se inmutó, y caminaba con total naturalidad. Iltharion tuvo que esforzarse durante los primeros pasos, pero solo su mandíbula tensa traslució el esfuerzo por mantener el equilibrio.
El recibidor no tenía muchos muebles, pero no los precisaba. Los frisos que decoraban la arquitectura tenían exquisitos tallados, y una doble escalera rodeaba imponente dos de las paredes laterales, con dríades y ninfas sosteniendo las barandillas, morenas de madera de nogal barnizada. En algunos lugares estaban melladas por golpes recientes, como si algún loco hubiese corrido por la escalinata blandiendo un hacha.
—La lucha es una danza, mortal, pero es un baile, requiere de coordinación, de práctica y donosura, tu arte es un baile bajo la música de los gritos y el viento. Y además, no quieres que te pidan que dejes tu espada a recaudo de otros.— Susurro el trovador, sin girarse hacia la muchacha, apenas sin despegar los labios, sin embargo, su voz era clara y audible en el pequeño espacio que ellos ocupaban. Iltharion sabía que seguramente los observaban.

De lejos se escuchó el barullo de cristal romperse, gritos ahogados cuyas palabras se perdían, amortiguadas por los tapices y gruesos cortinados de terciopelo de la villa. Esperaron largos minutos, en donde los acompañaron los ecos ahogados de una discusión y los estallidos de vidrios y objetos pesados. Finalmente, volvió el mayordomo, con expresión serena y apariencia calmada. Sobre las solapas de sus hombros brillaba el polvo plateado de vidrio roto.
—El señorito los recibirá pronto en la sala de música.— Anunció con el mismo tono medido de antes, y comenzó a conducirlos por las escaleras.

Mientras recorrían los pisos se hizo notable la gran falta de servicio. Aunque el lugar estaba limpio, solo se cruzaron con dos criadas, muy mayores además, y de apariencia cansada, que se movían con silencio y presteza, sin mirarlos, como si fueran fantasmas. Aunque se esmeraban en realizar su trabajo, no lograban ocultar del todo el maltrato que parecía estar recibiendo la villa últimamente. Algunos cuadros tenían salpicaduras de vino y grasa. Parte de los muebles estaban desportillados. Cubriendo las maltrechas huellas del maltrato habían tapetes y adornos estratégicamente dispuestos. En un jarrón con flores, el bardo advirtió un hueso de pollo escondido entre las hojas.
Tal le parecía que el dueño de aquel bello sitio era un bárbaro, o por lo menos, un cerdo.
—Desde que el señorito quedó huérfano, se ha estado quedando con él un cercano amigo de la infancia, Lord Farscud, quien también desea acudir a las lecciones. — Aunque el siervo estaba educado en como hacer su trabajo, su voz le traiciono cuando menciono al invitado, a quien no parecía tenerle el menor de los aprecios.

Frank los condujo, sin articular una sola palabra más, hasta el tercer piso, y los hizo entrar en un gran salón de baile. Una de las paredes estaba cubierta de espejos, la opuesta, de ventanas, por las que entraba la luz del sol, sin rastro alguno de su ominoso legado. El techo estaba formado de pequeñas cúpulas, que dotaban al lugar de una hermosa acústica. El mayordomo había considerado más importante la calidad del sonido que la posibilidad de que siguieran muriendo tutores al ser arrojados por las ventanas.
Había en la estancia varios instrumentos, tambores, timbales, cornetas, un gran clavicordio y un arpa con un par de cuerdas flojas.

Poco después de su llegada se abrió la puerta de nuevo. Un mozo rechoncho, que apenas llegaba a los cinco pies, entro el primero. Tenía un pellote de terciopelo morado, ribeteado con oro, y manchado de mostaza y otras salsas, cuya naturaleza podía advertirse por el olor que desprendía, y por los pedazos de comida que tenía entre los dientes. Tenía los puños y el cuello de piel de marta, también en un estado lamentable. Su cuello era tan ancho que hacía unos pliegues poco agraciados entes de llegar al rostro. Su cara tenía un aire porcino, nariz chata y gruesa, demasiado respingona, y muy cerca de los labios. En la piel le crecían algunos pelos gruesos y sueltos, que no podían considerarse ni una sombra de barba por lo espaciado de su disposición. Más que vello, su cara estaba llena de granos. La pubertad podía ser muy cruel.
Atrás del muchacho, riéndose con estruendo, entro otro doncel de apariencia noble, pero más humilde. Llevaba una aljuba turquesa que combinaba con sus ojos, tenía el cabello castaño cobrizo, ondulado, y le caía hasta los hombros. Era un palmo más alto que su anfitrión, y cien veces más agraciado. Cuando miró al bardo, dejó de reírse. Iltharion se tensó en el lugar, como la cuerda de un laúd. El muchacho tenía un ojo más oscuro que el otro.


Última edición por Iltharion Dur'Falas el Dom Dic 11 2022, 22:57, editado 1 vez
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Mensaje  Akapalotl Sáb Dic 10 2022, 07:38

La dragona torció su gesto, sosteniendo una mirada carmesí e incomoda hacia su interlocutor, cruzo sus brazos mientras escuchaba al elfo, para luego soltar un fuerte soplido cuando este detuvo sus labios, acto seguido exhalo, como preparándose para responderle e intentar explicarle su punto de vista, que a su parecer era el correcto.

No salieron palabras de la boca de la chica, en lugar de eso ella tomo el pomo de su arma y se giró al escuchar los gritos, más nunca desenfundo, ni hizo algún otro movimiento brusco, es más al notar que los aullidos no eran un peligro procedió a intentar imitar al elfo, aparentar ser relajada, soltó sus brazos dejándoles a merced de la gravedad, sus pies estaba juntos pero el izquierdo estaba levemente doblado, su espalda no estaba firme, pero su mirada la delataba, sus ojos observaban alrededor, sus pupilas en clara posición de guardia enfocaron con atención el parpadear avellana y  constante de un retrato colgado al fondo de una de las paredes.

Fingió no haberse dado cuenta y procedió a continuar con su fracasado intento de imitar la postura relajada de su acompañante, logrando solo una posición antinatural, la cual mantuvo incluso cuando comenzaron a seguir al mayordomo, paso sin prestar atención a las destrozadas y abandonas decoraciones, sus ojos se posaban en las personas, las esquinas ciegas y en su nuevo objetivo, los retratos.

No obstante, el gran salón de baile si llamo su atención, ella intentaba calcular cuántos recursos habían derrochado en tal esperpento, cuanto equipo y comida se podría comprar, pero sus cuentas a su vez fueron interrumpidas por los recién llegados, la dragona les miro fijamente, sin modal alguno deslizo su mirada sobre los renacuajos, enfoco sus ojos rojos en el par y luego de verificar que tan amenazantes eran volvió su mirada al elfo.

Por suerte, ella aún mantenía su promesa de dejar hablar al elfo, ya que lo primero que se le ocurrió decir había sido.

“Quien es el pequeñajo que toca educar, ¿el niño mitad cerdo o el otro?”
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Dom Dic 11 2022, 22:55

Se creó un silencio tenso, sólido, tan pesado que hacía difícil abrir los labios. Iltharion lo rompió con una profunda reverencia hacia su anfitrión e invitado, que suavizo la expresión del primero, y afiló la mirada del segundo.
—Mis señores, soy el Maese Dur'falas, y esta es mi compañera, la señorita Kai.— Se presentó de nuevo, esta vez ante los poco impresionados adolescentes.
El muchacho rollizo dio unos cuantos pasos hacia el frente, colocándose en una posición que dominaba la sala, henchido por el tratamiento de dueño y señor del lugar, el cual disfrutaba sin el menor disimulo. Una de sus manos se colocó en el cinto, y cuadró los hombros, intentando verse más alto e imponente. Sus pequeños ojos negros se escapaban cada pocos segundos hacia la llamativa muchacha de exótica belleza.
—Supongo que puedo darle otro intento. Espero que seáis mejores que aquellos que os precedieron.— El flaco frunció los labios, pero su expresión se relajó cuando su amigo le miró de soslayo, como pidiendo aprobación por las palabras que acababa de decir. Este asintió.
—Si no siempre podemos ver si es cierto, eso que la poesía hace volar al hombre.— Esbozó una sonrisa sádica el segundo muchacho. El gordito movió la mano libre con nerviosismo, y buscando ocuparla en algo empezó a hurgarse la nariz, se dio cuenta algo tarde de que estaba la dama, mirándolos, fijamente, y enganchó su hallazgo en el clavijero de la vieja arpa. Iltharion se decidió que ese instrumento no formaría parte de sus lecciones.
—Le prometí a Frank que no tiraríamos más músicos por el balcón.— Susurró el gordito a su amigo. En cualquier otra estancia, aquello habría sido inaudible para el resto, pero la gran acústica del lugar permitió a todos ser partícipes de esa íntima conversación. El mayordomo fingió no haber oído nada. Iltharion siguió su ejemplo, aunque mentalmente no dejaba de tomar nota de cada pequeña interacción entre los muchachos.
—No tienes por qué prometerle nada a tus lacayos.— El compañero de juegos del huérfano no parecía nada contento con aquello.-¿Quién manda en la casa, tú o ellos?
—Yo.— Replico el gordo.— Pero padre decía que un hombre no es nada sin su palabra.
—¿Y qué? ¿Vas a dejar que te mangonee un músico de pacotilla entonces? ¿A bailarle como una cabrita de feria?
—Yo… ¡No, claro que no!.— Enrojeció el muchacho, quien sabe si de vergüenza o de ira. Ilthairon quería interrumpir, no le gustaba como el otro azuzaba al dueño de la casa, pero si se metía en la conversación podía tornar su dudosa disposición en algo mucho peor.
El joven de ojos azulados lo miro y le sonrió, mostrando sus perlados y rectos dientes. Sus bellas facciones estaban contorsionadas en ese gesto cruel y amenazante.
—Frank, tráenos la ballesta del salón.
El mayordomo no se movió, miró primero a su amo. Este asintió, y entonces se fue.

El elfo había podido aprender algo de ese ominoso intercambio entre los adolescentes. Primero y antes que nada, el joven Veilus tenía problemas para llenar los zapatos de su padre, e intentaba hacerlo como podía. Su “amigo” claramente se aprovechaba, no solo de eso, sino con la necesidad de afirmación que tenía, y parecía ser la voz de la discordia que empujaba al adolescente hacia la violencia. La gente de la casa, o por lo menos el mayordomo, no tenían en ninguna estima a ese invitado, y no les gustaba como manipulaba a su amo. Liibraban contra el una guerra silenciosa en la que este intentaba establecerse como la figura de mando en la villa, y ellos no reconocían su autoridad.
Por lo que, tenía que lograr entretener lo suficiente a Veilus para qué las ideas más crueles fueran desestimadas, y en lo posible dejar en evidencia que intentaban aprovecharse de él, todo cayéndole en gracia. Y sin esperar ayuda alguna del servicio.

Iltharion se pegó a Akapalotl, tanto que sus labios rozaron su oreja, aprovechando los breves segundos en los que los mocosos se miraban entre sí y terminaban su conversación, y de forma que solo ella pudiera oírlo, ocultos y protegidos por la tupida y suave cortina de pelo turquesa, le susurro.
—Entretenme al larguirucho cuanto puedas, sin violencia.

Iltharion se apartó, y colocó delante del clavicordio. Alzó la tapa, posó las manos sobre el mismo, y desplazó hábilmente los dedos por las teclas, comprobando que efectivamente se hallaba afinado. Ser un buen músico llevaba años, pero aquel era un instrumento con el que era fácil fingir habilidad.
—Mi señor, podría hacernos el favor de obsequiarnos con sus conocimientos actuales.
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Mensaje  Akapalotl Dom Dic 18 2022, 01:44

Akapalotl sintió un nudo, no en su garganta, sino en su brazo, por un instante estuvo cerca de tomar su empuñadura y apuntar a los mocosos, le había prometido al orejudo que no echaría a perder este trabajo, que el seria quien hablaría y ella simplemente le ayudaría; pero era más que obvia la amenaza que había propinado el mocosuelo a su compañero.

En lugar de ponerlos en su lugar, la dragona dirigió la mirada al elfo y luego levanto ligeramente su ceja, cuando escucharon los para nada discretos susurros del gordinflón. “debería cortarles el cuello, son unos asesinos” la chica no dijo, ni evaluó nada, no se percató de la manipulación en la que estaba enredado el cerdito, aunque, aun si ella hubiera logrado entender el escenario, esto no cambiaría su pensar; ambos según sus estándares debían ser condenados por la muerte de los anteriores artistas.

Solo reacciono cuando escucho lo de la ballesta, su semblante no cambio, pero sus ojos si, eran unos mocosos, pero si estaban armados podrían considerarse una amenaza y si ese era el caso….

- ¿Espera que? – las ideas de la dragona se chocaron como vehículos en un accidente, su rostro firme y estoico formo una leve mueca al escuchar la petición del elfo – que, pero…. – la chica enmudeció, mientras Itharion guiaba al señorito al instrumento musical.

La dragona suspiro frustrada y luego se acercó al chiquillo, ya cerca de él se cruzó de brazos, “una conversación” pensó ella, en su tiempo con el elfo había visto como este podía perder tiempo hablando banalidades, así tras su leve conclusión procedió a entablar una charla con el larguirucho y su ágil mente sabía qué tipo de charla podía tener una dama con sus maravillosas cualidades.

- ¿Cómo lo hicieron? – dijo intentando sin éxito imitar un tono de curiosidad que había escuchado usar a Itharion al hablar – quiero decir, ustedes son prácticamente niños, no los imagino logrando someter a hombres mayores- tras hablar se pensó que, si el respondía algo directo, se quedaría sin más tema de conversación, así pues, intento usar a su parecer una segunda carta -  es más creo que incluso yo, una mujercita – arrastró eso ultimo con dificultad -podría ganarte en unas vencidas.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Dom Dic 18 2022, 05:00

Un popurri de notas inundo la sala, sucediéndose con particularidad. La melodía era insulsa, carente de emoción o ritmo, y claramente el muchacho no la recordaba al dedillo, porque de vez en cuando se rompía el tono.
Velus enrojeció de vergüenza, y su ceño se frunció con la humillación. Sus pequeños ojos otearon al bardo, esperando alguna reacción del mismo, pero este se mantuvo sereno, con imperturbable calma.

Como el muchacho podía coordinar ambas manos, Iltharion se sentía seguro con poder enseñarle tres pequeños truquillos que lo harían sentirse todo un artista.
—Escoja dos teclas negras.— El muchacho lo miro confuso. Esperaba alguna burla, o que, por lo contrario, intentara lamerle las botas, no que empezara directamente la lección. Descolocado, obedeció.— Ahora acomode el pulgar de la diestra a la izquierda de la primera nota. Cuente cinco teclas en escala ascendente y coloque allí el meñique. Sí, así, muy bien. No mueva esa mano de allí.
Las dos notas sonaron un par de veces, mientras los grasientos dedos del muchacho se habituaban a la posición.
—Ahora busque otras dos teclas y coloque el pulgar a la izquierda de las mismas.— Un Do grave resonó con firmeza.— Cuente cinco notas hacia abajo. Esas cinco notas son su lienzo.*
—¿Mi lienzo?
—Si, su lienzo. — El bardo se inclinó sobre el instrumento e imito la posición de las manos de su alumno. Empezó a marcar un ritmo básico con la diestra, y tras un par de golpes, la zurda serpenteó por las cinco notas escogidas creando una animada y armoniosa cancioncilla.
—Marque el ritmo, con la diestra, y déjese llevar con la zurda.
Velus no parecía nada convencido. Cuando el músico se enderezó, y quedo toda la extensión del clavicordio para sus propias manazas, el instrumento se le hizo inmenso. Las palmas se le humedecieron de sudor, y la presión sobre las teclas se volvió dubitativa. Empezó a mover, solo la diestra, marcando el ritmo, pero sin atreverse a empezar. El elfo no lo apuró. Mientras aguardaba, paciente, desvió los ojos hacia la pareja de jóvenes que charlaban no muy lejos, y su rostro se contrajo en una expresión de horror.

—Quiero decir, ustedes son prácticamente niños, no los imagino logrando someter a hombres mayores— Al larguirucho adolescente, que le sacaba una cabeza a la dragona, y que se erguía ante ella con un porte orgulloso, no le hizo ni la más mínima gracia el comentario de la doncella. Su sonrisa se torció con desdén. La muchacha, con la misma delicadeza y dotes sociales que una piedra, siguió dándole a la lengua con poca fortuna.  —  Es más, creo que incluso yo, una mujercita, podría ganarte en unas vencidas.
—¿Someter? ¿Que clase de plebeyo se atrevería a tocarnos un pelo de la cabeza?.— Aunque el muchacho no dejaba de sonreír, sus palabras estaban llenas de veneno. -Quizás es porque eres una mujercita que no sabes reconocer realmente a un hombre.— El muchacho la agarro de la muñeca con descaro y fuerza, apretándole la misma, con la clara intención de intimidarla. A una doncella humana le habría dejado una buena rojez.

El mayordomo entró en la sala, silencioso como un espectro, ballesta en mano, y se quedó a un costado, sin hacer notar su presencia, viendo a los señoritos ocupados. Se quedó quieto, cerca del umbral, como si fuera parte del mobiliario.

—Pero eso lo podemos arreglar fácilmente, y hacerte mujer.-Alzo la voz, el larguirucho, intentando tironear de la dragona hacia sí. Buscando, con la subida de su voz, hacer partícipe al gordito de la nueva diversión que se le había ocurrido. Velus no lo oyó.
Una melodía lleno la sala, primero con timidez, pero después fue tomando más ánimo. Los dedos del gordo se movían por esas cinco teclas, como le nacía, improvisando, y aun así, sonaba hermoso. Los pequeños ojos del huérfano se llenaron de luz. Una tenue sonrisa inocente se pintó en su rostro. El pétreo mayordomo espejo aquel gesto. Pero no todos se complacieron con la música y sus efectos sobre el dueño del lugar.
-He, Velus, ¿No te parece la muchacha más interesante que el piano? Se me ocurren un par de formas de hacerla “cantar”.
El gordo dejó de tocar, paso la vista del instrumento a su amigo, y a la muchacha.
—Pero la clase…
—Algo sabrá enseñar ella, ¿No? Para algo la habrá traído el "músico", ¿O es solo para que le caliente la cama?
No queriendo ofender a su amigo, y temiendo incurrir en su ira, el gordito se levantó alejándose del instrumento. Incómodo, se acomodaba compulsivamente los puños de la camisa.
Iltharion palideció. Temiendo que la muchacha revelara que era una mercenaria, y los acusaran de colarse allí con intenciones poco honestas, repitió la misma mentira de antes.
—Ella es una experta en danza exotica. En concreto de la danza de la espada.— Su voz no dejaba traslucir el nerviosismo que lo sacudía por dentro. Y, aunque su tez había tomado un tono mortecino, si expresión seguía confiada.
—Eso suena mejor. ¿A que si Velus?
—Esto... sí. Claro. Suena mucho mejor. Enseñanos tu baile. Si me gustan los contrato**.
—Y si no, siempre les podemos encontrar otro uso..- Sus ojos claros llenos de perfidia encontraron al mayordomo y la ballesta que cargaba.
Iltharion esperaba ser capaz de musicalizar cualquier demostración marcial que la muchacha pusiera en práctica.


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Mensaje  Akapalotl Mar Dic 20 2022, 00:30

La sonrisa del mocoso que había osado agarrarla seguía firme, incluso cuando su cabeza rebotaba cual balón por el suelo, con su cuello como una fuente de sangre en el fondo; el siguiente en gritar seria el cerdito que correría a por la ballesta estirando las manos, permitiéndole a la dragona propinar un poderoso tajo destrozándole las extremidades. El mayordomo actuaria para salvar a su señor, a ese solo lo golpearía, no debía matarlo. A esto le acompaña la voz llena de vergüenza del elfo…. Si, debía evitar eso.

El posible escenario que vislumbraba su mente no se ejecutó, en lugar de eso apretó con fuerza la mano que le sostenían, no por la potencia del aquel larguirucho, sino porque estaba conteniéndose de tomar su espada y decapitarlo.

Se calmó un poco al sentir el tironeo del muchacho, no decía nada, solo se limitaba a mirarle con un gran sentido de superioridad, a final de cuentas recordaba que los niños que entrenaban tenían más fuerza que aquel humano.

La música que ocultaba con dificultad el intento de intimidación del joven se detuvo cuando este bramo cual chihuahua rabioso por segunda vez a su amigo, sus chillidos provocaban que la dragona sintiera deseos de amputarse la mano con tal de dejar de tocarlo, en especial cuando insinuó que su deber en ese lugar era el de calentar la cama del orejudo.

Debido al escándalo pocos pudieron haberlo notado, pero algunos instrumentos de viento comenzaron a sonar levemente, como si una brisa los estuviera atravesando, brisa provocada por el intento de autocontrol de Akapalotl. Por suerte el elfo había hablado y aunque sus palabras no lo decían, su voz bastó para que ella se calmara.

La dragona noto la mirada del chico al arma, aunque tengan una ballesta no serían una amenaza para ella, miro con prepotencia al larguirucho y espero que este le respondiera con su mirada puerca, así cuando se cruzaron sus ojos, ella actuó.

Fue un tirón fuerte, al punto que el chico se desbalanceo, pero la dragona lo realizo como si no le hubiera costado nada liberarse de aquel apretón.

“danza con espadas, yo no sé bailar” por primera vez su semblante se puso nervioso, se detuvo a unos pasos recordando el arma “a mí no me harán nada, pero a Itharion”; por unos segundos se puso a analizar el escenario, como si de una batalla se tratase, para acto seguido desenvainar su espada y tomando una posición de preparación, inútil en combate, pero que se usaba para enseñarle a los niños el manejo de la misma.

El elfo comenzó a tocar una melodía que acompañara a la estática pose de la chica, la melodía empezó un crescendo a medida que la “doncella” comenzaba a moverse lento, empezó levantando su mano de la espada, y dejo el filo elevado como si este fuera una ofrenda a los ancestros; luego procedió a moverse más rápido, movía la espada a su alrededor sosteniéndola firmemente, para luego comenzar a girarla con su muñeca, por delante, por atrás la peligrosa hoja se movía como una hélice. No obstante, la muchacha no se movía tanto, de hecho, no había movido los pies desde que comenzó.

Los ojos del señor de la casa estaban asombrados, el movimiento de la espada le había hipnotizado, al punto que cual niño que ve a un mago comenzó a aplaudir, cuando la dragona paso el filo cerca de su rostro.

- No tiene filo – añadió su amigo con clara voz de aburrimiento, mientras tomaba un tambor que estaba a un costado del salón, el artefacto era de piel de antílope y estaba bellamente decorado con detalles de oro, el señorito dejo de prestar atención a la chica y en su lugar observo como el larguirucho lanzaba aquella reliquia familiar contra la espada mientras gritaba – te apuesto que no puede cortarlo.

La danza termino cuando Akapalotl se giró rápidamente esquivando el tambor, fue fácil, ya que las acciones de aquel muchachito eran demasiado obvias; por un instante estuvo a punto de cortarlo, pero recordó que debía comportarse en esa misión así que procedió a dejarlo pasar de largo, por lo cual el tambor termino golpeando de lleno las cuerdas de un arpa dañando más de una.

- Tenías razón – dijo el rechoncho niño al ver como ella prefirió no cortar nada

- Siempre la tengo – dijo con un tono de obviedad para luego mirar descaradamente a la chica – ahora danza de verdad, pero primero muestra más y muévete más, que tu cuerpo baile o lo hare bailar.


Los instrumentos de viento sonaron un poco más, la dragona apretó los dientes y empezó a caminar hacia el par de jóvenes, pero se desvió y señalo al mayordomo.

- Tengo un último espectáculo que ofrecerles – dijo con un tono iracundo en su voz – no solo soy maestra de la espada, sino también de las ballestas, mi compañero orejón es el blanco perfecto, el pondrá sobre su cabeza la nuez que usa de collar y yo podre dispararle a la misma desde la distancia.

El mayordomo vio cómo su señor parecía estar por negar aquella petición, pero su amigo lo tomo del hombro y lo halo hacia atrás para susurrarle.

- Dile que sí, y nosotros seremos testigos de como ella  falla y mata su compañero –apuntaba con su sádica mirada al elfo, mientras movía las cejas intentando darle a entender a su amigo que la idea es mas de lo que dicen sus palabras.

- Pero le prometí…

- Que hablamos hace un momento, además recuerda, seria ella quien lo matara, no tú – el par de jóvenes murmuraban, pero aquel lugar provocaba que la búsqueda de secretismo fuera inútil – y no quieres un nuevo juguete, cuando ella "maté" al elfo podemos hacerla detener y divertimos cuando queramos**


- Dale la ballesta – dijo mientras se aproximaban por detrás a la chica, su voz tenía un semblante alegre, claramente la idea de su amigo le había encantado

La dragona tomo la ballesta y procedió a señalar a la ventana.

- Necesito realizar un disparo de practica para adaptarme a las características de esta arma ¿Puedo realizar mi disparo hacia esos árboles del jardín?

- Si, si pero no te tardes – respondió el señorito de la casa, el cual junto a su compañero lanzaban miradas de mal gusto a la retaguardia de la dragona.


Akapalotl procedió a tensar el arma, tomo una posición que a ojos de un experto delatarían algo, ella nunca ha disparado una ballesta.

- Disparare – anuncio buscando con éxito que los chicos dejaran de verle por un instante el trasero y se enfocaran en el arma.

El disparo no fue lo llamativo, el mango de la ballesta se quebró en las manos de la chica, las esquirlas de madera provocaron que los chicos retrocedieran mientras el arma ahora rota caía al suelo, la muchacha abrió su mano, la cual parecía intacta, como si los filos de las astillas no hubieran podido si quiera rayar su piel.

- Mis disculpas señoritos – se giró para observar a los jóvenes, aunque su mirada carmesí estaba claramente enfocada en el larguirucho - a veces olvido que las armas humanas, son tan frágiles como sus huesos – sus labios se abrieron, permitiendo que la chica mostrara una gran sonrisa, cubierta de afilados dientes como cuchillos, que contrastaban con su mirada llena de sed de sangre, que junto a sus cuernos le daba una apariencia antinatural, una faz menos de doncella, objetivo fácil para los hombres, y más de un reptil de 4 metros, de un dragón come hombres.

- Y…..yo….. c..reo que continuare practicando - el tartamudeo de la voz del señorito de la casa hizo un poderoso eco , potenciada por la acústica del lugar.

Off-Rol:
**Dificultad 2: Ha quedado en evidencia que lo sanguinario de Velus es gracias a terceros Hay que liberar al pobre huerfano de las malas influencias para que no siga muriendo mas gente, y sobre todo, nosotros..  


Última edición por Akapalotl el Miér Mayo 24 2023, 22:25, editado 1 vez
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Jue Dic 22 2022, 01:49

El aire silbo, una nota larga acompaño el arco que trazo sobre en la sala. El sol golpeó la hoja, tiñéndola con su luz. En los espejos, un grupo de doncellas hermosas, blandiendo espadas de oro, se movían con una solemnidad mística. El clavicordio acompañaba cada gesto, marcaba las respiraciones, los golpes, los sinuosos tajos que caían con una severidad terrible sobre enemigos invisibles.
A Velus se le cortó el aliento. No se parecía en nada a cualquier espectáculo que hubiese observado con anterioridad. Sus pequeños ojos se llenaron de nostalgia y deseos, por todos esos banquetes a su espalda, y por aquellos que imaginaba, con la hermosa dama dragón ataviada con ropajes de bailarina haciendo su danza. Había algo solemne en la forma en la que se movía que nunca antes había visto en una mujer.

Silas arrojó el tambór.
Dos pares de ojos idénticos se entornaron, con igual gesto sus rostros fruncieron los labios, y ladearon la testa con igual donosura. Pero exhalaron un suspiro muy distinto.
— Tenías razón.
— Siempre la tengo. Ahora danza de verdad, pero primero muestra más y muévete más, que tu cuerpo baile o lo haré bailar.- El músico dejo de tocar, pero una suave ulular acarició el viento que se coló en la estancia desde ninguna parte.
— Tengo un último espectáculo que ofrecerles.— Aquello le daba mala espina al elfo. —No solo soy maestra de la espada, sino también de las ballestas, mi compañero orejón es el blanco perfecto, él pondrá sobre su cabeza la nuez que usa de collar y yo podre dispararle a la misma desde la distancia.— Y con razón.
— Dile que sí, y nosotros seremos testigos de como ella falla y mata su compañero.— La forma en la que se refería al hijo de los bosques tenía un desagrado especial, personal, que parecía pasar desapercibido para la mayoría de los presentes.
— Pero le prometí…
— Que hablamos hace un momento, además recuerda, seria ella quien lo matara, no tú. Y no quieres un nuevo juguete, cuando ella “maté” al elfo podemos hacerla detener y divertimos cuando queramos.
— Dale la ballesta.
— Necesito realizar un disparo de práctica para adaptarme a las características de esta arma ¿Puedo realizar mi disparo hacia esos árboles del jardín?
- Si, sí, pero no te tardes.
El trovador se puso en pie con una calma que no sentía, buscando idear con desesperación una forma de volver aquello en su favor. Aprovechando que no le miraban, se acercó a Frank, esperó el momento en el que más distraído estaba con la pantomima de la dragona, y le robó el manojo de llaves de la casa*, escondiéndolo entre sus ropas, para poder escapar y encerrarlos en la sala de no ocurrírsele mejor forma de salvar su pellejo.
— Dispararé.- El trovador se escurrió silenciosa y discretamente hacia la puerta, e interrumpió su huida. El sonido de la madera resquebrajarse produzco en sus intenciones un repentino cambio de planos, y en un segundo, con largas y felinas zancadas, se hallaba nuevamente cerca del clavicordio.

— Mis disculpas señoritos. A veces olvido que las armas humanas, son tan frágiles como sus huesos.
El intento de intimidación tuvo reacciones inesperadas por parte de los dos jóvenes. Velus la miró con un brillo esperanzado. La fuerza de la muchacha la llenaba aún más de encanto. Para alguien que había quedado solo en el mundo de forma tan repentina, resultaba obvio para el trovador porque el regordete parecía caer con ello más profundamente por la dragona.
El venenoso muchacho de porte elegante entrecerró los parpados, tomándose aquello como un desafío. Al hijo de sandorai no le cabía ninguna duda de que aquello no había hecho más que empezar para el pérfido señorito.
— Y…...yo….. c…reo que continuaré practicando.
—Que magnifica idea.— Le animo el maestro, cediéndole el taburete delante del clavicordio una vez más.
—Pero… podemos encontrarle algo para que baile luego.— Añadió aun buscando la aprobación de su amigo. Esto pareció apaciguarlo. El joven le dedicó una mirada socarrona al elfo, y este fingió hallarse ofendido. "Mira lo que hacemos con tu amante, la paseamos como una fulana" Tenía escrito en el rostro. La treta funcionó.— Frank, búscale a la doncella algo para eso.
—Yo lo haré.— Se ofreció el larguirucho.
—Está bien. Frank, acompaña a Silas para que escoja cosas para la doncella.— El mayordomo se inclinó, y se disculpó brevemente de la sala, llevándose al mezquino muchacho con él.

Iltharion retomó sus lecciones. En pie tras el banquillo del instrumento se inclinó, y posó delicadamente sus dedos en el teclado.
—Ahora busque nuevamente dos negras, y acomódese el meñique sobre la tecla a la izquierda de las mismas.— Obediente, Velus apoyo su asalchichado dedo sobre la tecla.— Cuente cinco y apoye el culpar allí. Muy bien. Altérelas, más rápido, dos por negra. Perfecto señor.
El muchacho se adaptó con facilidad, pues era un gesto sencillo.
—Ahora deje fluir la mano derecha, como antes, allá donde el corazón le lleve.**
Esta vez la timidez no ralentizó los pasos de su mano por las teclas, y pronto empezó a sonar algo improvisado pero alegre. La faz rolliza llena de acné del huérfano se iluminó, y sus ojos buscaron a la dragona con aprobación. No se requerían palabras para entenderlo.

Iltharion se enderezó, de modo que quedo completamente a espaldas del muchacho, y cuidando de no cubrir con su voz la música en demasía, intento aprovecharse de la disposición del muchacho.
—¿Puedo dar por supuesto que nos contrata mi señor?
—Yo...— El joven dudo. En su mente, su amigo y la exótica belleza del norte libraban una batalla. El elfo le hizo un par de gestos a la guerrera, azuzándola para que ayudase al joven a decidirse.


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Mensaje  Akapalotl Miér Dic 28 2022, 03:54

La mirada carmesí de la dragona, aunque dirigida a ambos jóvenes, estaba enfocado en el larguirucho muchacho, incluso cuando el señorito de la casa procedió a continuar con sus clases, su mirada siguió enfocada en el mocoso que le respondía la misma con un tono fuerte de desafío.

La dragona se sentía satisfecha con su demostración de fuerza, además había eliminado un factor peligroso para su orejudo amigo, tal sensación de bienestar continuo incluso cuando se insinuó que bailaría más.

Eso no le importo, es más procedió a sentarse a un lado antes de que salieran a buscarle ropajes, lo hizo con tranquilidad, pero con intención de que le viera su retador, eso estaba en contra de lo gritaba su instinto, estaban en territorio hostil, pero ella había sentido la necesidad de que los muchachos vieran que ella estaba feliz y relajada.

Pasaron los minutos tras la marcha de mocoso conflictivo, Akapalotl había se había levantado, volviendo a tomar posición de guardia disimulada, mirando de reojo al par de músicos para luego enfocar sus ojos rojos en el muchacho.

“que desperdicio de tiempo” pensó para sus adentros, incluso el más noble de su clan entrenaba desde joven para luchar, había escuchado rumores de que en antaño había músicos entre sus gentes, esos personajes que no podían pelear aprendían aquellas artes.

Mientras recordaba aquello, el elfo le pregunto al señorito si contratarían sus servicios, haciéndole señas a la chica para que le ayudase, el mozuelo miro a la dragona encontrándose con la mirada de la misma, y luego una sonrisa cálida, hermosa y completamente orgánica, el rostro de la chica se llenó de belleza tranquilizadora y sincera.

Segundos antes la dragona continuaba recordando: “músicos, pintores, bufones, todos esos lastres estaban en el clan hace varias generaciones, pero eso acabo cuando empezaron a desecharse a los bebes débiles” y tras pensar eso una sonrisa surgió, llena de sinceridad y paz al recordar las normas de su clan, lo fuerte que eran.

- Si…- dijo decantándose ante la belleza del norte cuya sonrisa lo había desubicado por unos instantes.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Jue Dic 29 2022, 00:43

La sutil curva de sus labios, la forma en la que aparecían dos tímidos hoyuelos en sus mejillas, acentuando la serena y bella expresión de la muchacha, la forma en la que el sol de medio día se colaba por las cristaleras y hacía que su cabello mostrara un caleidoscopio de verdes y azules, todo aquello, y aún más encantos difíciles de describir con palabras, dejaron al muchachito enmudecido. Si el elfo hubiese sido un par de décadas más joven, también se le habría cortado el aliento.
—Sí.— Repitió el muchacho, sacudiendo la cabeza para volver a la realidad.— Claro, les haré preparar una buena alcoba, tendrán comida y cobijo mientras estén en mi casa.
—Gracias mi señor.— Se inclinó el bardo, con impolutos modales, que contrastaban terriblemente con la torpeza natural del muchacho, desgarbado por la pubertad, por ese crecimiento irregular y repentino de los jóvenes.

La puerta se abrió y apareció Silas nuevamente, sin la escolta con la que había abandonado la estancia. Velus miró a lado y lado, el interrogante de su mirada, claro para cualquiera que observase la escena.
—Está adecentando las ropas.— Lo excusó el joven, mientras medía con ojos de zorro la situación de la sala de música.
—Se van a quedar unos días.— La voz del gordito tembló en la última palabra, y, aunque se puso en pie, buscando ejercer autoridad, las manos le temblaban un poco, y sus ojos negros buscaban permiso.— Para que la podamos seguir viendo bailar.— Añadió rápidamente, juzgando que aquello complacería a su amigo.— Necesitamos a Frank para que los aloje, y se haga cargo de… lo que se hace cargo un mayordomo.
Silas frunció las cejas, entorno los parpados, y su mandíbula se tensó. Su verdadera naturaleza amenazó en salir a la luz, y entonces… Una sonrisa amplia y lupina rompió su posado, y su mirada se iluminó con la ocurrencia de una idea, sin duda, terrible.
—Claro, yo los llevo donde Frank, ve a por las cosas de caza de tu padre, he pedido que nos ensillen unos caballos.
—¿Cazar? ¿Ahora?
—Claro, ¿Pensabas quedarte todo el día encerrado como una doncella tocando la pianola?.— Su tono socarrón lo humillo. La piel de las mejillas de Velus se tornó tan rosada que los granos prácticamente desaparecieron.
—No, claro que no. Voy a cazar más que tú, vas a ver.— Se adecentó las ropas, en un gesto que no parecía propio, le dedicó una sonrisa torpe a la muchacha, y excusándose entre tartamudeos, se fue de la habitación.

Solos con Silas, el hijo de los bosques esperaba que se le cayese la fachada, en vez de eso, el joven se mostró más meloso. Los hizo seguirle, y empezó a perderlos por la sinuosa red de pasillos de la villa.
—Frank está ocupado, pero yo prácticamente vivo aquí.— Alardeó, conduciéndolos por unos pasillos estrechos y sin decoraciones, pertenecientes claramente al servicio. Iltharion sabía que no era lugar para los invitados o los tutores, pero no dijo nada.
Sin perder su pícara sonrisa, el muchacho los condujo hasta una puertilla sencilla, y la abrió para ellos.

La sala estaba cubierta por un manto de oscuridad, las cortinas estaban corridas, y el aire viciado. Parecía un sitio que no solía usarse, pese a que no había una sola voluta de polvo.
Silas abrió las cortinas, y la dorada luz bañó la alcoba.
Era un dormitorio hermoso, tenía las paredes tapizadas de azul envolvían el luga, solo interrumpidas por pilares de madera oscura, donde musas se estiraban de puntillas para recoger el fruto de las vides del fresco que cubría el techo. Los muebles eran exquisitos, aunque solo se intuían, semi ocultos bajo velos de muselina blanca.
Había dos armarios grandes, un diván, un tocador con una banqueta a juego, un espejo de cuerpo entero enganchado a un marco con ejes, para poder voltearlo fácilmente, un par de mesillas de luz, y otras dos de café con jarrones sin flores espiando por debajo de la tela, como pequeños fantasmas.
Al otro lado de la estancia había una puerta grande, la de entrada que debieran haber usado, y en la pared de al lado, otra más chica, tras la que, asumió el bardo, habría una tina de latón y demás enseres para asearse.
—Podéis quedaros aquí. No se puede decir que en esta casa no se trata bien a los invitados.— Acotó divertido de aquel chiste privado, cuya gracía solo él conocía.
Un escalofrío recorrió la nuca del bardo. Había algo mál en todo aquello, y empezaba a tener una idea del que.
—Me espera Velus, haceos como en casa y esas cosas.— Se sonrió Silas, y cerró tras ellos, dejándolos solos.
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Mensaje  Akapalotl Mar Ene 03 2023, 01:19

- Se van a quedar unos días, Para que la podamos seguir viendo bailar….

“uno días, ¿bailar?” los músculos faciales de la dragona se tensaron, dirigió la mirada al elfo como quien busca explicaciones, no encontró ninguna. El imaginarse quedarse quieta mientras ve a dos personas realizando el inútil arte de la música, bueno, le parecía una pérdida de su tiempo; aunque le pagaran, prefería ir a matar algún bandido o alguna cosa que le ejercitara.

A la muchacha le resulto más interesante la idea de cazar, maldecía en su interior al elfo por haberla presentado como bailarina en lugar de como cazadora; se imaginaba cazando sin herramientas a los animales, enseñándoles a los mocosos como ella podía enfrentarse a un oso usando solo sus manos.

Mientras fantaseaba, con un mejor destino, siguió a su guía, solo tras algunos minutos se percató de aquel trayecto, puso su mano disimuladamente en su pomo, ya que empezó a sospechar que la llevaban a una celda.

- Esto es …. – la dragona al fin hablo tranquila tras quedar completamente solos en la pudiente habitación – un malgasto de recursos – concluyo tras un tiempo, para luego acercarse al orejudo – ¿no pensaras que voy a bailar como un mono verdad? Además, cuanto serán unos días, puedo protegerte si usan armas, pero si nos quedamos unos días nada evitara que te envenenen – paso su mano por el cuello, como indicando el fin de la vida de su interlocutor – y para completar ese pelmazo flacucho me la tiene jurada, estoy segura.

La dragona concluyo su última frase con un fuerte golpe en el tocador, provocando que uno de los cajones se moviera ligeramente, no tanto como para considerarse abierto, pero si lo suficiente como para visualizar un poco de su contenido.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Mar Ene 03 2023, 18:18

Iltharion no se movió hasta que quedaron solos. Sus pasos, ágiles y felinos, eran tan silenciosos que solo el frusfrus de sus ropas acompañaron su movimiento.
Se acercó a los grandes ventanales y retiró bien las cortinas. El sol bañó los muebles, cubiertos como candorosas novias.
—Esto es …. Un malgasto de recursos.— Iltharion no respondió. Había aprendido que la muchacha tenía menos sensibilidad artística que un labriego.
— ¿No pensarás que voy a bailar como un mono, verdad? Además, cuanto serán unos días, puedo protegerte si usan armas, pero si nos quedamos unos días nada evitará que te envenenen, -. Esta vez sí respondió. Aunque se tomó su tiempo, se paseó, por la estancia, contemplando las hermosas tallas que se intuían tras las telas, sin retirarlas.
—No hace falta que bailes, ¿No lo has visto antes? tú haz tus formas, y yo las musicalizaré, solo que esta vez, más ligera de ropa. Y eso nos dará comida, aeros y un techo seco durante la temporada de lluvias, mucho más comodo que el pajar de un campesino.— La voz del trovador era suave, baja, aunque clara en la soledad de la alcoba.
— y para completar ese pelmazo flacucho me la tiene jurada, estoy segura.— Iltharion se sonrió ante su ingenuidad.

—No van a envenenarnos, y si así fuera, soy un buen alquimista, y un sanador decente, puedo defendernos de icores y brebajes.-Iltharion se detuvo delante del tocador, su mano se coló por debajo de la tela. Con delicadeza, tanteó por debajo de la misma la curva sinuosa de los cajones. Su mano pasó de largo el voluptuoso cuerpo de una ninfa que vertía un cántaro de agua sobre un riachuelo de ébano, atrapando un pez de plata que ejercía de manija. Tironeó, pero no se abrió, estaba cerrado con llave.
—Esa no es nuestra alcoba.— Le aclaro a la joven.— Y apuesto mi laúd a que el señor Velus no tiene la menor idea de que nos alojamos aquí.— Aseveró con convicción el elfo.— El muchachillo debe de estar esperando que nos pongamos cómodos, y, o, nos llenemos las bolsas.
No era un mal plan, seguro que más de un tutor habría caído, sabiendo que catorce predecesores habían muerto en el ejercicio de sus deberes, solo desquiciados o desesperados por el dinero, habrían aceptado el trabajo, o, como en el caso del bardo, alguien tremendamente pagado de sí mismo.

—Y si lo que busca es que perdamos el gaznate más que las manos, debe de ser esta alcoba de algo importante. Tenemos tiempo, hasta la cena, quizás un poco menos, así que con cuidado.— Enfatizo eso último.— Ayúdame a buscar, cualquier cosa, la información, mi querida doncella guerra, es una arma tan mortífera como una espada. Tras unos segundos de silencio, decidió reafirmar la idea más importante.- Sin romper nada. Por favor.- Pese a su elección de palabras, el tono autoritario de su voz era indiscutible, y tenia la misma firmeza e imponencia que un general, aunque no había subido el tono en lo más mínimo.
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Mensaje  Akapalotl Sáb Ene 07 2023, 01:42

- No sabía que eras un alquimista – fue lo que dijo cuándo el elfo descarto los peligros del veneno – por eso no caíste en el engaño de la poción revitalizante, alla en el pueblo donde nos conocimos...

Antes de terminar el elfo dio otra observación, la dragona miro a su alrededor y suspiro con fuerza.

- Ese maldito mocoso, me ha visto cara de ladrona, te juro que lo terminare cortando por la mitad, acaso todos los nobles del sur son tan insoportables ….  Buscar información …. – la dragona se acomodó un poco su largo cabello turquesa, para luego con una fuerte exhalación refutar – no debes recalcarme el no romper nada, no soy un animal.

Tras torcer un poco su labio se alejó, le dejo las tareas de buscar en los cajones al elfo, ella realizaba acciones tan útiles, como mirar debajo de la cama o detrás de la misma, también reviso las puertas la principal y la de servicio.

- Que buscamos…. – dijo tras haberse quedado mirando el techo por varios segundos, buscando algo que le llamara la atención – una cámara escondida capaz – se respondió a si misma antes de que el elfo le dijera algo.

La dragona empezó a mover el viento, acariciando suavemente las paredes, cerraba los ojos mientras lo hacía, concentrándose, esperando que si existiera una habitación secreta, una fracción de la brisa se colara por sus hendiduras.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Sáb Ene 07 2023, 19:49


Nada fuera de lugar había bajo la cama. Solo polvo, y alguna araña solitaria que había hecho de la oscuridad su morada, respondieron a los simples intentos de búsqueda de la dama del norte.
— Que buscamos… una cámara escondida, capaz – Aunque la muchacha se hablaba a sí misma, el trovador se sintió en la necesidad de responderle.
—Buscamos cualquier cosa que nos indique de quien es la habitación, porque es importante este sitio, que hay aquí que nos pueda poner en un aprieto… esa clase de cosas.
El viento de la muchacha hizo volar las cortinas de la cama, y desacomodo algunas almohadas. Uno de los armarios grandes se abrió, y los abrigos, que parecían puestos casi a presión, se desmoronaron contra el piso.
Un mar de ropajes de mujer cayeron en cascada en un rincón de la estancia. Las sedas y terciopelos eran de vivos colores, tenían brocados hermosos, cuellos de pieles, perlas incrustadas en el tejido. Eran, indudablemente, los ropajes de una mujer de alta alcurnia. Entre las ropas, se deslizó un cuaderno pequeño de cubiertas rosa pálido, y quedó abierto por la mitad.


Me hallo en un terrible estado de agitación. El júbilo que embriagaba mi alma ante la perspectiva de que mi dulce querubín por fin hubiese aliado un amigo, un alma afín, se ha extinguido por completo.
La sucia naturaleza de su nuevo compañero de juegos se trasluce en la influencia que ejerce sobre mi pequeño. ¡Cuanta falidad! ¿Qué hacer? Él parece feliz, y como madre, es todo lo que puedo querer, pero Silas lo empuja por el mal camino.
Siento como mi pequeño se me escurre entre los brazos.



Al final de la página, estaba anotada en la misma hermosa letra la fecha de unos pocos meses atrás.


El movimeinto, el aire, o la voluntad de los que se hallaban, hizo que las paginas saltasen.




¡Ya he tenido suficiente! No voy a permitir que eso siga así, no después de lo que le hicieron a mi pobre Asski. Las joyas desaparecidas de mi tocador ya eran ultraje suficiente, pero Misifu.
¡Monstruo! Eso es lo que es, y se lo pienso devolver a la descocada de su madre.
He convencido a mi querido para que les hagamos una visita. Tomaremos el carruaje cuando el tiempo mejore, y les haremos una visita. Ya hemos enviado una carta avisando de la misma. O toman de vuelta a su bastardo, o expondremos al mismo, por lo que es a todo nuestro círculo, y nadie más los atenderá en sus salones.





Iltharion, ignorando el hallazgo de la muchacha, por el simple hecho de estar de espaldas a la misma, había sacado de entre sus cosas un prendedor, y se encontraba trasteando delicadamente con la cerradura de los cajones. Tras varios minutos, un satisfactorio clac recompensó los esfuerzos del trovador.
Retiró de la cómoda el velo, dejando que cubriese solo el espejo, y abrió el cajón. Ante él se extendió una larga ristra de frascos, tarros, cajas y bolsitas, flores secas, pinceles, lápices y carbonillas. Todo lo que una mujer podía desear para realzar sus encantos.
El elfo fue tomando los diferentes enseres, leyendo sus etiquetas, u oliendo aquellos que no poseían ninguna, y dejó sobre el aparador aquellos que consideraba que podían serle de utilidad, ya fuera porque mezclados tenían terroríficos resultados, como por las utiles y variopintas propiedades de algunos de los cosméticos.
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Mensaje  Akapalotl Miér Ene 11 2023, 03:19

La dragona había intentado buscar la cámara secreta, al principio sus brisas eran suaves, controladas, pero al no encontrar nada se le ocurrió que debía hacer un esfuerzo más grande, aumento su brisa, “si hay una habitación oculta, con esto lo descubriré”.

Aquellos vientos fueron más allá de lo que esperaba, cuando escucho los ropajes caer, se detuvo y observo rápidamente al elfo, este no se había percatado, así pues, ella empezó a meter la ropa en su sitio, todo debía quedar en su sitio, por lo cual tomo el cuaderno sin prestarle atención, pero justo antes de guardarlo se percató, que no era una prenda, surgió una pequeña sonrisa, mientras observaba su contenido.

- Antes de que insinúes que yo hice un daño- comenzó a hablar la dragona y solo continuo cuando sus miradas se cruzaron, el carmesí de la chica brillaba con seguridad, como aquella que solo tienen los ignorantes – esta ropa se cayó sola – con su diestra abrió la palma, señalando los ropajes que seguían en el suelo – pero esto no pudo salir de acá – agito levemente el cuaderno que tenía en su zurda – imagino que estaba en alguno de los cajones, lo habrás revisado y no te percataste en estos apuntes, mi perspicacia no solo se aplica en el combate como veras, ya que yo sé de quién era esta habitación.

Tras su innecesariamente larga oración, Akapalotl procedió a entregarle el cuadernillo al elfo, mientras le sonreía con una indiscutible prepotencia.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Dom Ene 15 2023, 20:26

El elfo se giró para ver a la dragona de pie, delante de un despropósito de vestidos.
— Esta ropa se cayó sola – Iltharion encaró una ceja, nada convencido. — Pero esto no pudo salir de acá. — Él puso la diestra en jarra, sin bajar aún la ceja, claramente sin creer una palabra de las excusas de su compañera.— imagino que estaba en alguno de los cajones, lo habrás revisado y no te percataste en estos apuntes, mi perspicacia no solo se aplica en el combate como verás, ya que yo sé de quién era esta habitación.
-¿De quien?.- La probó el bardo.

Iltharion tomó el cuaderno con la mano libre, y comenzó a leer. Sus ojos discurrían con rapidez por las líneas de pequeña y filigranada letra, descubriendo los íntimos secretos de la anterior dueña de la habitación.
—¡Durante la cena me cito! Citó mis propias palabras. Ese diablo ha encontrado la forma de entrar en mi alcoba…-Leyó Iltharion en voz alta. Su mirada se posó sobre la puerta de servicio por la que habían entrado. Él tenía las llaves del mayordomo, así que este no podía habérselas cedido para que los escoltara. Claramente, el joven Silas tenía su propio par. Los temores de la dueña del diario eran fundados. —Cuando hemos anunciado a los jóvenes que salíamos a visitar su familia, ha sonreído de una manera siniestra. Algo me da mala espina, pero mi querido dice que son imaginaciones mías, y que son histerias. Rezo para que tenga razón.— Esta vez fue el elfo quien sonrió de una forma siniestra. — ¿Te gusta cazar?.— Miró a la dragona con una mirada significativa.— Porque deberíamos devolverle al muchacho la deferencia que nos ha tenido al ponernos en esta sala.
Iltharion tomó el diario y lo guardó en su morral. Estaba seguro de que si Silas lo hubiese encontrado, no los habría conducido allí, o el diario habría estado guardado en otro lugar, y no quería correr el riesgo de perderlo.

El bardo sacó de sus bolsas los enseres de otra de sus muchas ocupaciones, la alquimia, y comenzó a acomodar las cosas sobre el tocador.*
—Hay que sacar del muchacho suficiente como plantar la duda, no hace falta que sea la verdad… hay que jugar con su ego, este es la debilidad de casi todos los hombres, sobretodo los jóvenes.— La voz del elfo era suave pero clara, y su tono no debajo intuir si se hablaba a sí mismo o a la muchacha.— Tienes que llevarlo aparte, seducirlo, haré algo que te ayudará, y entonces…— El parloteo del alquimista no se veía ininterrumpido por su labor de mezclar y sacudir frasquitos, prensar hierbas y filtrar soluciones. Los perfumes y cosmeticos de la dama, eran ahora ingredientes para la preparación del elfo. — Tienes que sugerirle que te gusta el poder, la gente sin escrúpulos quizás, algo que lo lleve a hablar mal de los padres de Velus, o a proclamarse el dueño de la mansión. O mejor, ¡Ambas cosas!.— De los enseres quedó poco, se destiláron los compuestos utiles, y quedaron en los frascos despojos inusables. A simple vista, solo podían advertirse contenedores medio llenos.- Sé que la labia no es tu mayor fuerte, pero piensa que es un cebo, estás cazando, y tus palabras son el cebo para que el muchacho caiga en la trampa. Si todo sale bien, quizás hasta puedas rebanarle el pescuezo con el beneplácito de nuestro anfitrión.— Intentó tentarla el elfo.

Iltharion alzó ante si un frasco con un líquido de un tono cálido, rosado y lechoso. Satisfecho lo contempló a contraluz. Perfume de Freya.
Se colocó una gota en cada brazo, en la parte interior de las muñecas, y lo tapó presto.* Luego se acercó a la dragona, y se inclinó seductoramente hacia ella, alzándole el mentón con el índice, para que le mirase a los ojos, dejando que el dulce aroma del perfume la acariciase con sutileza.
—¿Verdad que podrás hacerlo?



Off-Rol:
*Uso de la profesión alquimia para realizar "Perfume de freya": [Elixir, Limitado, 2 Usos] Líquido en base a amorttentia de agradable aroma que, al ser usado, incrementará considerablemente el atractivo del personaje para los demás.  
*Uso de la primera carga del perfume de freya.
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Mensaje  Akapalotl Jue Mar 23 2023, 02:17

Una pequeña sonrisa forzada se esbozó en el rostro de la muchacha, esta se corrió su larga cabellera turquesa, para que la misma cayera por su espalda, todo esto lo hizo mientras el elfo aun explicaba el plan, no le molestaba hacer de carnada, pero aquel método le resultaba soso, humillante y aunque el elfo le indicaba que sería algún tipo de cacería, ella no lo observaba de esa manera, pero….

Cuando sintió el tacto del elfo en su rostro, las facciones rígidas de la muchacha se ablandaron, junto a la falta de tensión de sus músculos faciales, ella podía sentir un aroma, sutil que le abrigaba, le tranquilizaba, al punto que con una sonrisa sincera movió su rostro, afirmándole a su amigo que aceptaba aquel plan.

“Suena interesante y divertido” – pensó para sí, mientras daba un paso atrás soltándose del agarre de su oyente

- ¿En qué momento lo haremos? Supongo que primero debemos separarlo del cerdito ¿verdad? – la muchacha aun con un rostro embelesado miro al elfo, volvió a acomodarse su verde cabello, y entorno obedientemente su mirada carmesí, atenta a lo que le dijera su amigo.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Jue Mar 23 2023, 05:07

Iltharion sonrió satisfecho. No le gustaba usar de esas tretas para sus conquistas, pero para el trabajo el cantar era muy distinto, y sabía que debía minimizar tanto como pudiese las posibilidades de que la dragona hiciese alguna barbaridad. La conocía lo suficiente como para tener la certeza de que, de haber podido hacer lo que quisiera para castigar a sus anfitriones, habría prendido fuego a toda la mansión con sus ocupantes dentro.
—Chica lista.— La alabo, aunque estaba muy lejos de pensarlo realmente. Con el pulgar le acarició el pómulo con lentitud, trazando un arco sobre su tez, aun sin dejar de alzar su mentón.— Tendrás que buscar alguna excusa para salir al patio, y detenerlo debajo de los balcones.- El camino de entrada les habia permitido observar la fachada, y el mayordomo habia sido algo explicativo, por otro lado, el hijo de sandorai habia estado en suficientes villas como para tener una idea general de su distribución.
-Yo buscaré una excusa para sacar a ellos al joven Velus y escucharos a hurtadillas.— El elfo la contemplaba con atención, apreciando el equilibrio de sus rasgos, la elegante curva almendrada de sus ojos, y la suavidad de su piel. Los dioses habían pagado generosamente la falta de intelecto de la joven con una apariencia deliciosa. De haber sido más joven, quizás habría encontrado en sí la fuerza para flexibilizar la poca moral que mantenía y tomarla sobre la cama de la difunta señora de la casa, ataviarla con uno de sus vestidos y desgarrarlo con los dientes en un fragor apasionado. Pero no era tan joven, y pensar que una mujer pudiese estar con él por causa de una pócima y no por su encanto le resultaba terriblemente ofensivo.

Se apartó con tranquilidad de la jovencilla y le ofreció el asiento delante del tocador.
—Ven, vamos a encargarnos de que ningún ser con algo de sangre en las venas pueda mirarte sin sentir que pierde el aire.— Le sonrió a la muchacha.— Aunque para eso, poco hay que trabajar, sería estúpido no aprovecharnos de lo que tenemos a mano.
Mientras aguardaba a que la joven tomase asiento, se dedicó a guardar los cosméticos en su sitio, dejando sobre la mesa solo aquellos que pensaba usar.
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Mensaje  Akapalotl Jue Abr 06 2023, 08:11

Una pequeña y embelesada sonrisa se formó en los labios de la chica, esta observaba como el elfo procedía a guardar las ropas que minutos antes ella había tirado.

- ¿no les resultara sospechoso si aparezco con maquillaje? – dijo con un tono tan obediente, que contrastaba de manera absurda con la personalidad habitual de Akapalotl, igualmente ella no espero respuesta, y procedió a sentarse.

Con la espalda firme, se encontraba delante del espejo del tocador; se quedó rígida esperando a que su amigo terminara de organizar y luego que acabara de reunir los implementos a usar. Así, antes de que ella volviera a abrir sus labios el elfo comenzó a trabajar.

Primero tomo un pequeño frasco, el cual parecía no haber sido abierto nunca, tras un pequeño “puff”, el contenido quedo liberado, un aroma perfumado, como de rosas, fue emitido por su contenido, mientras el mismo era derramado sobre un paño de lino, el cual procedió a limpiar el rostro de la guerrera, el paso del mismo era delicado pero fugaz, al punto que casi no se sentía el tacto, claro había ocasiones donde el elfo aplicaba más fuerza, pero allí lo que sentía era una molesta presión, incomoda, a la cual ella reaccionaria dando un golpe, acción que no ocurrio.

Tras eliminar el maquillaje que poseía previamente, el elfo empezó a seleccionar entre unos tarritos que contenían una extraña mezcla de esencias, granos, almendras entre otros elementos naturales; tras unos instantes tomo una base a fin al tono de piel de Akapalotl, la cual tembló ligeramente al sentir el tacto cálido del elfo tocar su rostro, que se movía de su mentón a su mejilla, difuminándola con suavidad. No obstante, en cuanto más se acercaba a sus ojos, la respiración de la muchacha se agitaba ligeramente.

Tras dejar uniforme el rostro de la dragona, el procedió a aplicar un poco de rubor en sus mejillas, el elfo dio toques suaves y precisos, sin exagerar en el tono del mismo. Tras eso busco un tono suave de sombra y procedió a resaltar la mirada carmesí de la muchacha; luego procedio a tomar un poco de rímel.

La dragona obedientemente apagó su mirada, luego sintió como le aplicaron a sus pestañas aquel producto, la sensación le incomodo, el sentir como le cepillaban las pestañas provoco que se viera a si misma indefensa.

Así siguió el elfo trabajando en el lienzo que tenía delante suyo, y tras unos minutos finalizo trabajando en los carnosos labios de la dragona, la cual se había comportado muy bien y ahora su embellecida mirada se enfocaba en lo que alcanzaba a ver en el espejo.

El delineador paso con suavidad sobre los labios de Akapalotl, hasta dejar una forma definida y simétrica, luego con una suave brocha el elfo cual pintor comenzó a aplicar el labial asegurándose de cubrirlos bellamente.

Tras aquel fino trabajo la dragona se quedó mirando en el espejo, le gustaba el resultado, al punto que ignoro al elfo mientras este terminaba de dejar el escenario tal y como debía estar.

- ¡como que un accidente! – se escuchó un grito femenino a lo lejos a través de la puerta principal – ¿el señor está bien?

- Si, fue el desgraciado el que se llevó la peor parte

- Entonces nos libraremos de….

- No, prácticamente está sano, pero eso no importa, seguro estará furioso, maldición me pregunto con quien se desquitará – las voces de las “doncellas” estaban en un alto volumen, era claro que las muchachas no querían gritar, pero las emociones les manejaban

- No puede castigarnos a nosotras, no estábamos allí

- Crees que eso lo detendrá, no, debemos evitar llamar la atención, vamos no deben tardar en volver y si no los recibimos nos…

- No digas eso vámonos, si hacemos bien nuestras labores seguro se desquitarán con el nuevo maestro.


- Parece que hablan de ti, volvamos – Akapalotl ya estaba dentro del pasaje, se había movido mientras la servidumbre corría con pánico por los pasillos principales. Ella espero a que su amigo le acompañara, no dijo nada hasta que ya estaban cerca de salir del laberintico camino- tu eres maestro en eso de las palabras y formas del sur, ¿tienes algún consejo para darme?


La dragona, le miró fijamente, aunque el maquillaje empleado por el elfo lograba embellecerla aún más, su expresión era tosca, sus gestos agresivos y tu tono de voz amenazante.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Dom Abr 30 2023, 21:01

Iltharion esbozó una sonrisa ante la actitud obediente de la jovencilla, y la forma más taimada en la que esta hacía preguntas. Su tono tomó un aire más suave, condescendiente, como si le estuviese hablando a un niño, pues bajo el influjo de cualquier poción, elixir o sustancia, la predisposición que le dedicasen ocupaba en su mente el mismo lugar e interés.
—La mayoría de artistas llevamos maquillajes encima, y los donceles de la sala están hechos a mujeres de buena familia, que rara vez se dejan ver sin él, así que no creo que ni se lo planteen.

Dejando tras de sí la habitación en el mismo prístino estado en el que la habían encontrado, se colaron nuevamente por el pasillo de servicio por el que los habían hecho entrar.  Iltharion había prestado buena atención al llegar, por lo que no le costó demasiado guiar a su compañera por el entresijo de estrechos corredores.  Cuando la voz de la servidumbre llego a sus oídos, se detuvo, poniendo un dedo sobre sus labios para instar a Akapalotl a hacer lo mismo.

Una vez la conversación entre la sirvientas parecía a punto de terminar, salió desde la esquina emboscando a una muchacha rolliza de tez grasa que, con una pila de sabanas entre los brazos, chocó estrepitosamente contra su pecho. Iltharion la sostuvo por el brazo, evitando que se fuera de culo al suelo.
—Disculpe.— Le sonrió encantadoramente a la mucama, volviendo a hablar antes de que esta se deshiciera del aturdimiento de su encuentro.— Hemos salido a tomar el aire y no nos acordamos de como volver a las estancias dispuestas para nosotros.
La mujer palideció un poco. La idea de pegarse a aquellos que atraían la ira del joven Silas la aterraba.
—Con que nos indique como llegar será suficiente. No quisiéramos entorpecer sus labores.— Aclaró el trovador, aceptando a regañadientes que su encanto no era superior al miedo que provocaba su victimario, y no queriendo gastar más energías en la pobre feúcha que estreñía las sabanas contra su pecho.
—Es en el piso de abajo, señor.—Bajo la mirada la sirvienta.— El final del pasillo, baja por las escaleras y sigue el corredor hasta el cuadro del amo, luego dobla a la izquierda y ...

Llegaron a la habitación sin contratiempos. Una habitación de invitados sencilla, no para nobles. Seguramente había albergado a mercaderes, institutrices y esa clase de visitas obligadas, demasiado ilustres para dormir con los sirvientes, pero muy comunes como para recibir el trato de un noble.  
La estancia estaba fría y olía a encierro, lo que atestiguaba la falta de éxito de los anteriores tutores. Nadie se había alojado allí durante mucho tiempo. A juzgar por las mustias flores de luto sobre el único jarrón de barro de la sala, los últimos ocupantes debían de haber sido aquellos a cargo de los arreglos fúnebres para los anteriores señores del lugar.
—Ponte cómoda, estaremos aquí algún tiempo.— Indicó confiado el elfo, mientras contemplaba la sala.
Las paredes estaban lisas y desnudas a excepción de un par de arreglos de madera de iconografía religiosa oriunda de la región. Había un solo armario, sencillo y sin ornamentos, un cofre con refuerzos de hierro, la mesilla de luz,  y un escritorio con dos taburetes. Las camas eran estrechas y largas, pero tenían colchones de paja forrados con lino y sabanas gruesas, así que no pasarían frío.  Una sola ventanilla estrecha les daba una visión escueta del lateral del patio, hermoso incluso en una porción tan acotada.
Sin prisas, el hijo de sandorai encendió el solitario velador de la mesilla de noche que separaba las dos camas, y empezó a colocar sus cosas en el armario. Como se habían movido de estancia, tenían algo de tiempo.

—Te dije que no tienen pinta de ladrones, ¿Por qué iban a estar en el cuarto de madre?
—Eso dijiste del séptimo tutor, pero allí lo encontramos.  Los truhanes como estos saben que las señoras son coquetas y van primero ahí a robarles las joyas.— La frustración mal disimulada atravesó las paredes arrastradas por su voz.
- Pero estos no tienen pinta de ladrones....
-¡Encima que me preocupo por un amigo!
—Lo siento, lo siento, tienes razón. Pero esta vez no estaban, vayamos mejor a la habitación que les diste así ....
—Eres el señor de la casa ¡Que les den las cosas que hemos preparado los sirvientes! Eh tú.— durante un rato hubo silencio. Iltharion asumió que algún miembro del servicio debía de haberse acercado a los muchachos, pero al no vociferar, no les llegaron sus palabras. Como ningun tutor parecia haberse albergado alli primero, y silas los habia conducido a otra estancia, asumió que buscaría una forma de librarse de poner en evidencia que no conocía donde estaban. Y Asumio bien, como solia ocurrir, motivo que casi en solitario podia vanagloriarse de haberlo mantenido con vida tantos años.
—¡Y queremos verla con este puesto!
Un largo silencio se evidenció tras esa proclama, pues los donceles se alejaron a descansar ya tenderse tras su accidentada cacería.

Para el elfo y su compañera no hubo tal descanso. Pocos minutos tras el griterío una criada golpeó la puerta. Iltharion la abrió, y antes de poder mediar palabra alguna, colocaron en sus manos un paquete de tela blando.
—El amo pide que la dama lleve esto esta noche.— Recito tartamudeando, y tan azorada que por un instante pareció ir a desmayarse. Le endilgó el fardo al elfo, y se desapareció a paso apurado pasillo allá.

Iltharion se quedó parado delante de la puerta abierta, parpadeo un par de veces, y abrió el fardo. Tras un envoltorio de tela de flores, claramente improvisado con el mantel de algún mueble largo de los que decoraban los pasillos, tan improvisado que asumio había sido idea de la sirvienta. Dentro había una larga tela rosa tan transparente que incluso doblada podía intuirse el patrón del envoltorio en su base.

Cerro la puerta, y rompió en una enorme risotada. Hacer que Akapalolt se visítese con una tela traslúcida era tan sencillo como darle un vestido opaco. Pero el mocoso no tenía forma de conocer el particular carácter de la dragona. Pese a eso, no tenia intencion de dejar que la humillasen, se diera o no cuenta de ello.
—Querida, tengo tus ropas, hora de desnudarse.— Intento poner un tono solemne, conteniendo la risa. Tirando sobre la cama las dos telas, la del envoltorio y la que originalmente le había sido dispuesta. Entonces se le ocurrió una idea.
—Voy a tener que ayudarte a ponerte estas "vestiduras sureñas".— Aclaró, para asegurarse su cooperación.

Con mucha más lentitud de la que tardo la dragona en desnudarse, pues, como había demostrado muchas veces, tenía un gran talento para hacerlo rápido, se asomó al pasillo y tomó algunas flores frescas del jarrón más cercano, descolgó las cortinas del cuarto, y retiro de los pasadores de bronce las cintas de raso para sostenerlas. Luego extendió sobre el lecho todos sus materiales.

Engancho los dos paneles superiores de las cortinas y se lo paso por encima de la cabeza a la doncella, de modo que quedara un cuerpo magenta con los costados abiertos. Luego, uso las largas telas que le había traído la sirvienta para cubrirle los hombros holgadamente, y que cayesen sobre sus muslos, creando así una falda de varias capas. Las gruesas cintas de raso que se utilizaban para mantener descubiertas las ventanas sirvieron para ocultar los nudos sobre el cuello, y ceñir el improvisado traje a la cintura, resaltando el prominente pecho de la dragona.  La apariencia final era algo exótica, pero decente, y al ser un montón de paños sueltos de diferente peso, la falda bailaría ante su movimiento de forma caótica y colorida.
—Ahora solo falta el pelo.— Se palmeó ambas manos, observando su obra satisfecha.

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Mensaje  Akapalotl Jue Mayo 18 2023, 05:34

Atapalotl no pude evitar torcer su nariz al sentir el aroma a encierro de la habitación, el aire viciado la intoxicaba al punto que prefería dormir fuera, no obstante, en esa posición no podría defender a su amigo; el cual había comenzado a acomodarse.

- Deberíamos dejar abierto un poco, para que fluya el aire – agrego la muchacha segundos antes de que la puerta resonara

- Querida, tengo tus ropas, hora de desnudarse - La muchacha arqueo la ceja, miro las telas sobre la cama y antes de que dijera algo al respecto su amigo continuo - Voy a tener que ayudarte a ponerte estas "vestiduras sureñas"


Se tardó más en pensar en si debía obedecerle que en desnudarse, lo hizo rápido, pero no tanto.

- Estoy torpe, me ha tomado 30 segundos más de lo habitual – se dijo para si con preocupación, girándose hacia el elfo, tapándose su generoso pecho con el brazo derecho– de hecho, me siento rara hace rato – miro al elfo, sus ojos denotaban que estaba analizando, que estaba concluyendo algo – debe ser el aire – dijo finalmente ignorando cualquier participación del elfo en su adormecido estado.

La dragona se dejó manejar por el elfo con suavidad, levantaba sus brazos cuando este le indicaba, sin dejar escapar ninguna queja, tampoco reacciono con furia cuando empezó a enroscarle una tela alrededor de su cuello, lo que normalmente se tomaría como un intento de asfixia.

- Se nota que las mujeres del sur no deben combatir – añadió dando unos pasos incomodos, tras los cuales se detuvo, ahora seguía su cabello.

No se quejó, ni cuando sintió uno que otro tirón, obedientemente se contuvo de girar la cabeza cuando le pico la nuca o por para ver al elfo, tener alguien a su espalda por tanto tiempo le causaba incomodidad.

Finalmente fue libre, lo primero que hizo fue tomar la trenza que formaba su cabello, la miro por un instante mientras pensaba “después de todo… no se ve mal”

- ¿Y ahora cual es el siguiente paso del plan?

Akapalotol camino un poco hacia el elfo, las ropas y el maquillaje elevaban su belleza natural de un modo que nunca antes se había visto en su persona; no obstante, su andar militar y su mirada asesina seguían allí, dando un toque aún más exótico al resultado final.

Los efectos que tendrían sobre los jóvenes aún estaba por verse, aunque seguro funcionaria en cualquier caso, había un par de atenuantes inesperados:

- Maldición porque tardan tanto – el flacucho golpeo inquieto la mesa – hacernos esperar es una falta de respeto que debería ser castigada –aunque su humor siempre había sido rancio, parecía que el accidente de la cacería y la falla de su treta, habían aumentado exponencialmente su mal humor

- No han pasado ni 5 minutos no crees que exageras


- Deja de hablar como un simplón, eres el señor de la casa, no están haciendo perder 5 minutos a un pordiosero, nos hacen perder 5 minutos a nosotr…. A ti el señor de la casa – le hablo con un tono de voz agresivo

- Pero…


- Nada de peros, acaso eres un pordiosero, ¿acaso su tiempo vale más que el tuyo?

- No, lo que…


- Por eso la gente busca aprovecharse de ti, tienes suerte que yo esté aquí para protegerte y ayudarte contra esas víboras

- Tienes razón… gracias
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Miér Mayo 24 2023, 22:46

Aunque había tenido tiempo para explicarle el plan dos veces mientras le arreglaba el pelo, la joven era tan poco avispada que el elfo se sintió con necesidad de repetírselo antes de abandonar la habitación.
—Pidele a silas que te escolte para tomar el aire, o ver los jardines, algo que os haga salir a fuera, y pasea distraídamente hasta quedar debajo de los balcones.— La voz del bardo era pausada, clara y llena de confianza, como si realmente creyese capaz a su compañera de seguir el plan.— Que no sea muy obvio. No hace falta que hables mucho, y si te quedas en blanco, saca pecho fingiendo ver las estrellas, eso te dará algunos segundos para pensar.
Delicadamente le acomodo las telas del escote.
—Déjale entender que te gusta la gente poderosa, que tienes debilidad por los rebeldes, la gente sin escrúpulos que consigue lo que quiere, y cualquier fechoría que te confiese, tiene que parecer que te gusta o te asombra, pero no te des por satisfecha hasta que no hable de los padres de Velus.- Finalmente le dio el frasquito de perfume.- Colócate esto cuando estéis a solas, si pregunta, le dices que te estás retocando el perfume porque la danza te ha hecho sudar.


El mayordomo no tardó en irles a buscar, y conducirles en silencio hacia el comedor. El trayecto se sintió terriblemente largo gracias al pesado ambiente que se respiraba en la mansión. El aire estaba tan denso como el bochorno de verano tras una lluvia ligera. La noche, poseía un no sé qué especial, una electricidad ominosa en el ambiente que dejaba la nuca con un cosquilleo constante y desagradable, pegajoso.

El núcleo de aquella sensación era el comedor.

El salón era grande, demasiado para tan poca gente, y decorado con el mismo gusto impecable de la difunta dueña de la villa. Por desgracia, el efecto de los adolescentes, descarriados y sin nadie que los pusiera en cintura, se dejaba ver también en aquel lugar.
El mantel, que sin duda había estado limpio cuando habían puesto la mesa, ya estaba lleno de lamparones de grasa. Silas, se limpiaba en él los dedos con una sonrisa sádica mientras miraba a la criada que le rellenaba la copa de vino, con las manos peladas y enrrojecidas de lavar. Su sonrisa no llegaba a los ojos, estaba de un humor de perros.
—Oh, por fin llegan los invitados.— Espeto con sorna, sin mirarlos, cuando las puertas chirriaron al abrirse para darles paso.— Parece que la hospitalidad del señor del lugar os ha hecho pensar que podíais faltarnos al respeto llegando tarde.
El mayordomo se tensó, pero no intervino. Silas miró a su amigo, azuzándolo con la mirada a que le hincara el diente a los recién llegados, pero Velus no le veía.
Sus pequeños ojitos parecían completamente negros de lo dilatadas que estaban sus pupilas, fijas sobre la colorida y estimulante imagen de la dragona. Silas, siguió su mirada, y durante unos segundos, también perdió el aliento.
—Estamos profundamente arrepentidos mis señores, pero la mansión es tan espléndida y enorme que nos ha llevado un rato llegar con los atavíos especialmente proporcionados por sus mercedes.
Los muchachos se llenaron la boca con comida y vino para darse tiempo para pensar y responder, casi atragantándose, dándole al trovador la oportunidad de seguir hablando.
-Podríamos retirarnos por nuestra afrenta, pero no quisiéramos arruinarles la noche, y estoy seguro de que sería más de su agrado ver a la señorita Kai amenizarles la velada con un baile.
—e..n... cla...que baile... si.- Parpadeó finalmente Velus.

Iltharion dio un par de pasos hacia el costado, colocándose en un rincón de la estancia cuya acústica podía adivinarse por la arquitectura del lugar, y en el que la iluminación era algo más pobre y le permitiría perder la atención de los muchachos, a quienes suscitaba una predisposición menos generosa que su compañera.


Última edición por Iltharion Dur'Falas el Mar Mayo 30 2023, 00:02, editado 1 vez
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Mensaje  Akapalotl Dom Mayo 28 2023, 01:48

Akapalotl controlaba sus pasos, tenía miedo de tirar con fuerza y dañar el vestido que llevaba, la muchacha comprendía que parte del éxito de la trampa estaba en emular ser una mujer del sur. “en ese caso debería lucir agotada y débil” pensó para sí mientras su conciencia ignoraba la charla entre el elfo y los muchachos.

Volvió en si cuando escucho como mencionaba su apellido, tras lo cual siguió con la mirada al elfo, sonriendo con dificultad ya que en su interior quería matar a su acompañante, detalle que se notaría ligeramente en el rostro de la muchacha. Así pues, se quedó quieta esperando que el elfo comenzara a tocar.

Durante esos momentos de quietud, respiro, el aire viciado, le pesaba quería hacerlo mover y aquel deseo le ayudo a terminar de hacer su “exótico” baile.

Cuando las notas comenzaron a inundar el comedor, ella empezó a moverse, sin tomar sus armas comenzó a mover sus brazos, de izquierda a derecha los mecía, para luego empezar a acompañarlo con sus piernas, todo esto lo hacía manejando su respiración, se contenía, para que aquellos movimientos no agitaran el viento como deberían hacerlo.

Aun así, la brisa respondió suavemente, provocando que las luces de las velas realizaran un pequeño casi imperceptible titileo.

Akapalotl continúo usando aquellos ejercicios mágicos para seguir el ritmo del elfo, y saco sus espadas solo cuando este aumento el tempo, al final todo el conjunto termino siendo un sin sentido de movimientos, por suerte eso a los jóvenes poco les importaba la armonía de aquellos pasos, tenían suficiente con el vaivén de las curvas de la dragona.

Finalizo la tonada y se inclino un poco, como sabía que hacían los arlequines al terminar su acto, eso ultimo le resulto más difícil que haber realizado todos aquellos inútiles pasos. Luego procedió a intentar sentarse en la silla más alejada a los jóvenes.

- No, allá no, ahí va el elfo, tu allí – el larguirucho señalo una silla al lado de señorito de la casa

- Comprendo – la dragona dijo conteniendo su mal humor, recibir órdenes de aquel par le hervía la sangre, por suerte su embelesado estado lo hacía más fácil de soportar.


Al sentarse se giró y observo muy de cerca la barrosa cara del señor de la casa, el cual estaba sonrojado y tartamudeaba, la dragona no le prestó atención en lugar de eso intento ver por detrás de él, allí estaba su objetivo.

Tras enfocarlo miro al elfo, desviando un poco sus ojos, intentando apuntar al cerdo estorboso que tenía en medio.
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Una nana para el jabalí con corona [Trabajo][Iltharion y Akapalotl] Empty Re: Una nana para el jabalí con corona [Trabajo][Iltharion y Akapalotl]

Mensaje  Iltharion Dur'Falas Miér Mayo 31 2023, 16:54

Los particulares movimientos de Akapalolt solo podían considerarse una danza porque parecían ir al ritmo de la música. El trovador hacía sendos esfuerzos por acompañar la cadencia de los golpes de la joven sobre el aire con la melodía para que fuera así. Pese a ello, la danza de la dragona solo podía describirse como exótica.
En una audiencia más exigente habrían tenido problemas. De hecho, el mayordomo, al que la edad le había dado una mente fría de la que los mozuelos carecían, y las criadas, que iban y venían trayendo vino y platillos varios, no parecían especialmente impresionados.
Por suerte para todos, incluidos aquellos quienes no disfrutaban demasiado del espectáculo, los ojos de los mozuelos estaban fijos en la descocada bailarina, y el hipnótico vaivén de sus encantos ante los vigorosos movimientos de su actuación.
Había que reconocer que la joven se esforzaba, incluso alternando momentos con y sin sus armas, y todo parecía dar cuenta de ello. Incluso la iluminación del lugar titilaba y se atenuaba al ritmo de sus gestos, lo que los confería de cierta gracia de la que carecían naturalmente. Se metio tanto en el papel que hasta se inclinó al dar por terminada la función, lo que sorprendió gratamente al bardo.

La gratitud del elfo, duró poco. Por algún motivo que se le escapaba, la dragona fue a sentarse lo más lejos posible de aquellos a quien tenía que seducir. Silas, inconsciente del efecto de sus actos, acudió al rescate. Iltharion esbozó un gesto de desagrado, totalmente contrario a sus sentimientos, intentando apelar a la animadversión del muchacho, y azuzarlo hacia su compañera para facilitarle el trabajo. También él se acercó a la mesa, dispuesto a tomar la silla al lado libre de su compañera, buscando ser interrumpido.
—No, ahí no.— Contuvo una sonrisa cuando Silas acudió nuevamente al rescate.— Eres el invitado del señor de la casa, obviamente le tendrás la deferencia de sentarte a su lado.
—Por supuesto.— Se inclinó solícito el elfo, y tomó asiento al lado de un joven Velus que llevaba quince mintuos limpiando el mismo pristino hueso de pata de pollo, con sus pequeños ojos fijos en Akapalolt.

Habiendo llegado tarde, y actuado durante parte de la comida, lograron dar cuenta solo de la mitad de ella. Los platos fuertes ya habían sido servidos y retirados. De las codornices asadas y los pollos solo quedaban los restos en una ensaladera, mezclados con los huesos de aceituna, los nervios más gomosos de la carne, y los pedazos de verdura que no habían apetecido a los donceles.
Les fue servida solo una gustosa sopa, y los postres. Una crema blanquecina y dulce que sabía fuertemente a canela, decorada generosamente con carne de granada. La superficie irregular y roja del postre recordaba al rostro encendido del pobre Velus.
A la comida acompañó una abigarrada relación de lo que el joven Silas pensaba que eran sus más interesantes gestas. Desde acertarle a objetivos a varias yardas con la ballesta, a las presas más grandes que había conseguido cazar, o la vez que atrapó un par de ladrones intentando meter los candelabros de plata en sus morrales, y como él quería colgarlos, pero Velus, siendo de temperamento delicado, había dejado ir a los malhechores sin pago ni mayor escarmiento. Hecho que, aseguro, había desencadenado una ristra de otros maleantes que se les habían acercado para robar las riquezas de su amigo, al cual había defendido con puño de hierro y cuestionables métodos. La mayoria de ellos, respondiendo al anuncio de tutor musical.
—¿Porque seguir buscando maestro de música entonces, señor?.— Logro interceder Iltharion al fin, dándole una oportunidad a Velus para hablar con más pié que sus tartamudeos tímidos hasta la fecha.
—Mi familia siempre ha sido de apreciar el arte.— Balbuceo.— Y se me aconsejó no perder esa costumbre.— La voz del muchacho iba tomando más firmeza y tranquilidad a medida que veía que hablaba sin interrupción y que era escuchado.
El mayordomo se sonrió con ligereza.
—Un consejo sabio, un hombre instruido es un hombre que se eleva a sí mismo.
—Hay otras formas de elevarse como hombre que dar espectáculos.— Replico Silas, poco contento con el deleite ufano de su amigo ante el cumplido.
—Puede ser, pero es la música lo que me unió con mi querida, y por eso para mí siempre tendrá un espacio especial en mi corazón.— Proclamo con conmovedora inocencia el elfo, que mentía como un bellaco. Silas arrimó su silla a la de la dragona, provocadoramente.
Iltharion fingió estar molesto.
—Querida, pareces algo indispuesta, ¿quieres que te acompañe a fuera, a tomar el aire?
Silas intercedió de nuevo.
—No quisiera que interrumpan su conversación sobre música. Desde que murió su madre, mi querido Velus no ha tenido con quien practicar al respecto.— El alto muchacho se puso en pie, haciendo alarde de su buen porte. De no haber tenido un mal genio tan ostentoso, y una perfidia tan a flor de piel, las sirvientas se habrían tirado de los pelos por su atención.
—Me conozco los jardines como si me hubiera criado aquí, le enseñaré los mejores rincones.— Le ofreció el brazo a la dragona, dispuesto a llevársela con él.
El señor de la casa, rojo, esta vez por la humillación, se encogió sobre sí mismo en el asiento, lo que le dio un aspecto aún más patético e hinchado. La presión de sus mejillas le reventó un par de barros, que le aceitaron grotescamente el rostro. Alguien con más corazón le hubiese compadecido.
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