La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
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La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Sir Percival Maxson alargó el brazo para que la punta de su espada tomara con cuidado aquel trozo de tela azul claro manchado de sangre enganchado entre los matorrales y lo alzó para observarlo con cuidado a la luz del sol que se filtraba por entre las ramas de los árboles del bosque antes de mostrárselo a sus compañeros con expresión sombría pues el joven caballero no tenía duda de que se trataba de un retazo del vestido que la hermosísima lady Victoria llevaba puesto en el baile de la noche anterior antes de su desaparición. Cómo olvidarlo si no había podido quitarle el ojo de encima durante toda la velada mientras esperaba reunir el valor suficiente para pedirle un baile y quizá la oportunidad de mantener una conversación a solas en la que confesar sus sentimientos hacia ella. Fue su buen amigo y mentor, Sir Gaheris quién tomó aquel pedazo de vestido deshilachado y teñido de carmesí lanzando una mirada de infinita comprensión al que hasta pocos días antes fuera su escudero para que la pareja de perros de caza que llevaban consigo buscaran un rastro que poder seguir.
-Si tan solo hubiese tenido el valor de hablar con ella...-Musitó el joven descargando su rabia lanzando un tajo contra los arbustos con su espada logrando únicamente que esta se quedara enganchada entre sus ramas. Se temía lo peor y no ayudaba ver como los perros no solo no parecían no encontrar rastro alguno que seguir si no que además al oler aquella tela debían de haber percibido algo más que el olor de la dama y fuese lo que fuese los asustaba y ponía nerviosos a pesar de ser sabuesos entrenados incluso para cazar osos. -Buscad malditos sacos de pulgas, ganaros la comida...-
-No culpes a los perros, llevan inquietos desde que entramos al bosque y no les culpo. No pocas historias se cuentan sobre este bosque y hasta yo no he dejado de sentirme observado desde que pisé la primera raíz de este lugar.- Respondió Sir Gaheris tratando de calmar a su amigo pues sabía que no era él quien hablaba si no su amargura a través de él. -No sabemos si la sangre es suya y aunque lo fuera no hay más rastro de sangre por aquí, una herida pequeña bien podría ser. Aún no lo des todo por perdido.- Dijo llevándose a los perros un poco más lejos para ver si encontraban algo o al menos se tranquilizaban un poco pues estaban cada vez más incontrolables y agitados.
-El viejo tiene razón, rendirnos nada más empezar no sería propio de nosotros. Si nos hubiésemos rendido de buenas a primeras no hubiésemos derrotado a aquella mantícora y yo no tendría calzas nuevas, ni tampoco hubiésemos disputado la final del torneo de Linde entre nosotros, aunque sigo diciendo que me ganaste de pura chiripa...- Se apresuró a añadir Sir Tristan tratando de usar su humor para animar a su alicaído hermano de armas y de juramento, sabiendo que llamar viejo al mentor de ambos solía hacerles gracia a los dos a pesar del gran respeto que ambos tenían por el veterano caballero que les lideraba y que en esos momentos parecía tener problemas para controlar a los perros. -Traerlos no ha sido tan buena idea como parecía...Será que los perros también tienen sus propias historias sobre este bosque de mierda...- Bromeó de nuevo aunque sin poder evitar que ver a aquellos sabuesos en ese estado le inquietara.
-Nunca los había visto así...Será.- En ese momento los perros tiraron fuerte de sus correas y se soltaron haciendo caer al veterano guerrero, adentrándose en la espesura gimiendo asustados entre ladridos mientras los caballeros más jóvenes se acercaban a su mentor para ayudarlo a levantarse, más por deferencia que porque realmente necesitara ayuda pues a pesar de su edad estaba en pleno uso de sus facultades tanto físicas como mentales. -Putos chuchos sarnosos, los moleré a palos cuando los encuentre...-
En ese momento algo emergió de entre los árboles, algo que casi parecía fundirse con la propia naturaleza de la que estaba rodeado ya que no había otro modo de entender como algo tan grande podía haber permanecido ajeno o sus sentidos hasta estar prácticamente encima del grupo...La lucha no duró mucho y al acabar unos ojos rojos como la sangre derramada observaron como una ráfaga de aire elevaba un trozo de tela azul entre sus invisibles brazos. Solo los dioses sabían dónde acabaría aquella vez.
Níniel no tardó en percatarse nada más llegar de que algo extraño ocurría en el normalmente agradable y lleno de vida pueblo de Linde, cercano al pueblo élfico de Claro. Sus calles normalmente bulliciosas por el mercado que solía celebrarse bastantes días a la semana y que reunía a gente de toda aquella zona cercana al bosque estaban vacías y no se veía apenas un alma caminando por ellas. No había rastro de los puestos de compra y venta de todo tipo de mercancías agrícolas y ganaderas, ni de los niños humanos que siempre se arremolinaban entorno a los puestos de dulces esperando que algún tendero especialmente amable compartiera con ellos aquellas dulces creaciones que por algún pequeño defecto no consideraban dignas de poner a la venta. Por no haber no había ni rastro siquiera de los guardias que patrullaban el lugar y que normalmente siempre la miraban con suspicacia por la forma de sus orejas y su modo de vestir, aunque siempre acababan dejándola pasar como si no fuera más que un extraño ritual de bienvenida. Todo resultaba aún más extraño teniendo en cuenta que en aquellas fechas aquel pueblo celebraba unas de sus fiestas anuales más popular y esperada, una conmemoración de la fundación de la villa que solía contar con copiosos banquetes, música, baile y hasta un pequeño torneo en el que podía participar cualquiera que así lo quisiera y cuyo ganador se convertía en el “Rey de las fiestas” de ese año y contaba con la compañía de “La Reina” escogida entre las doncellas más bonitas del lugar de cierta edad.
La elfa peliblanca comenzó a sentirse nerviosa ante aquello, había algo en todo aquel silencio tan anormal que la incitaba a ponerse en guardia e incluso a instar a Trickster a dar media vuelta para salir de allí cuanto antes, como si aquello pudiera ser una trampa o el lugar hubiese sido abandonado por culpa de algún ataque de bandidos o una guerra entre humanos...Sin embargo de las chimeneas de las casas salía humo indicando que había gente en ellas. ¿Qué estaba pasando en aquel lugar?. Hizo avanzar a su upelero blanco unos metros más, con la intención de que fueran los últimos antes de volver por donde había venido y al llegar ante las puertas de una de las tabernas del lugar vio un extraño cartel en la pared al lado de sus puertas, cerradas a cal y canto como el resto de las puertas de allí. Se trataba de una especie de dibujo de una criatura mal dibujada hasta el punto de que al menos a ella le resultaba imposible saber de qué se trataba a parte de parecer una mezcla entre un animal cuadrúpedo y uno bípedo por muy raro que pareciera. Bajo el dibujo podía leerse: “Se ofrece recompensa para quien consiga atrapar a la bestia del bosque, para más información preguntar en la casa del alcalde”
-¿Una bestia del bosque?...Nunca había visto nada parecido a lo que se muestra en ese dibujo- Comentó en voz alta recibiendo como respuesta un “Uh-Uh” de Trickster con el que parecía querer decir “A mi tampoco me suena de nada...,” y de paso “Ese dibujo es una mierda”. -Eso explicaría porque todo el mundo está encerrado en sus casas...- Cazar bestias no era una de las aptitudes de Níniel, de hecho se le daba mejor cuidar de los animales y las plantas que luchar contra ellos, aunque había veces en las que no había tenido más remedio que hacerlo por lo que se podría decir que tenía cierta experiencia. Como aquel oso que casi la parte por la mitad de un zarpazo. Aún así la sacerdotisa sabía que quizá aquella gente necesitara su ayuda, seguramente habría heridos que necesitaran de sus artes y si no era el caso, bueno, al menos se habría asegurado de ello.
Subrayado inicio de la complicación: Información sobre la bestia confusa.-Si tan solo hubiese tenido el valor de hablar con ella...-Musitó el joven descargando su rabia lanzando un tajo contra los arbustos con su espada logrando únicamente que esta se quedara enganchada entre sus ramas. Se temía lo peor y no ayudaba ver como los perros no solo no parecían no encontrar rastro alguno que seguir si no que además al oler aquella tela debían de haber percibido algo más que el olor de la dama y fuese lo que fuese los asustaba y ponía nerviosos a pesar de ser sabuesos entrenados incluso para cazar osos. -Buscad malditos sacos de pulgas, ganaros la comida...-
-No culpes a los perros, llevan inquietos desde que entramos al bosque y no les culpo. No pocas historias se cuentan sobre este bosque y hasta yo no he dejado de sentirme observado desde que pisé la primera raíz de este lugar.- Respondió Sir Gaheris tratando de calmar a su amigo pues sabía que no era él quien hablaba si no su amargura a través de él. -No sabemos si la sangre es suya y aunque lo fuera no hay más rastro de sangre por aquí, una herida pequeña bien podría ser. Aún no lo des todo por perdido.- Dijo llevándose a los perros un poco más lejos para ver si encontraban algo o al menos se tranquilizaban un poco pues estaban cada vez más incontrolables y agitados.
-El viejo tiene razón, rendirnos nada más empezar no sería propio de nosotros. Si nos hubiésemos rendido de buenas a primeras no hubiésemos derrotado a aquella mantícora y yo no tendría calzas nuevas, ni tampoco hubiésemos disputado la final del torneo de Linde entre nosotros, aunque sigo diciendo que me ganaste de pura chiripa...- Se apresuró a añadir Sir Tristan tratando de usar su humor para animar a su alicaído hermano de armas y de juramento, sabiendo que llamar viejo al mentor de ambos solía hacerles gracia a los dos a pesar del gran respeto que ambos tenían por el veterano caballero que les lideraba y que en esos momentos parecía tener problemas para controlar a los perros. -Traerlos no ha sido tan buena idea como parecía...Será que los perros también tienen sus propias historias sobre este bosque de mierda...- Bromeó de nuevo aunque sin poder evitar que ver a aquellos sabuesos en ese estado le inquietara.
-Nunca los había visto así...Será.- En ese momento los perros tiraron fuerte de sus correas y se soltaron haciendo caer al veterano guerrero, adentrándose en la espesura gimiendo asustados entre ladridos mientras los caballeros más jóvenes se acercaban a su mentor para ayudarlo a levantarse, más por deferencia que porque realmente necesitara ayuda pues a pesar de su edad estaba en pleno uso de sus facultades tanto físicas como mentales. -Putos chuchos sarnosos, los moleré a palos cuando los encuentre...-
En ese momento algo emergió de entre los árboles, algo que casi parecía fundirse con la propia naturaleza de la que estaba rodeado ya que no había otro modo de entender como algo tan grande podía haber permanecido ajeno o sus sentidos hasta estar prácticamente encima del grupo...La lucha no duró mucho y al acabar unos ojos rojos como la sangre derramada observaron como una ráfaga de aire elevaba un trozo de tela azul entre sus invisibles brazos. Solo los dioses sabían dónde acabaría aquella vez.
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Níniel no tardó en percatarse nada más llegar de que algo extraño ocurría en el normalmente agradable y lleno de vida pueblo de Linde, cercano al pueblo élfico de Claro. Sus calles normalmente bulliciosas por el mercado que solía celebrarse bastantes días a la semana y que reunía a gente de toda aquella zona cercana al bosque estaban vacías y no se veía apenas un alma caminando por ellas. No había rastro de los puestos de compra y venta de todo tipo de mercancías agrícolas y ganaderas, ni de los niños humanos que siempre se arremolinaban entorno a los puestos de dulces esperando que algún tendero especialmente amable compartiera con ellos aquellas dulces creaciones que por algún pequeño defecto no consideraban dignas de poner a la venta. Por no haber no había ni rastro siquiera de los guardias que patrullaban el lugar y que normalmente siempre la miraban con suspicacia por la forma de sus orejas y su modo de vestir, aunque siempre acababan dejándola pasar como si no fuera más que un extraño ritual de bienvenida. Todo resultaba aún más extraño teniendo en cuenta que en aquellas fechas aquel pueblo celebraba unas de sus fiestas anuales más popular y esperada, una conmemoración de la fundación de la villa que solía contar con copiosos banquetes, música, baile y hasta un pequeño torneo en el que podía participar cualquiera que así lo quisiera y cuyo ganador se convertía en el “Rey de las fiestas” de ese año y contaba con la compañía de “La Reina” escogida entre las doncellas más bonitas del lugar de cierta edad.
La elfa peliblanca comenzó a sentirse nerviosa ante aquello, había algo en todo aquel silencio tan anormal que la incitaba a ponerse en guardia e incluso a instar a Trickster a dar media vuelta para salir de allí cuanto antes, como si aquello pudiera ser una trampa o el lugar hubiese sido abandonado por culpa de algún ataque de bandidos o una guerra entre humanos...Sin embargo de las chimeneas de las casas salía humo indicando que había gente en ellas. ¿Qué estaba pasando en aquel lugar?. Hizo avanzar a su upelero blanco unos metros más, con la intención de que fueran los últimos antes de volver por donde había venido y al llegar ante las puertas de una de las tabernas del lugar vio un extraño cartel en la pared al lado de sus puertas, cerradas a cal y canto como el resto de las puertas de allí. Se trataba de una especie de dibujo de una criatura mal dibujada hasta el punto de que al menos a ella le resultaba imposible saber de qué se trataba a parte de parecer una mezcla entre un animal cuadrúpedo y uno bípedo por muy raro que pareciera. Bajo el dibujo podía leerse: “Se ofrece recompensa para quien consiga atrapar a la bestia del bosque, para más información preguntar en la casa del alcalde”
-¿Una bestia del bosque?...Nunca había visto nada parecido a lo que se muestra en ese dibujo- Comentó en voz alta recibiendo como respuesta un “Uh-Uh” de Trickster con el que parecía querer decir “A mi tampoco me suena de nada...,” y de paso “Ese dibujo es una mierda”. -Eso explicaría porque todo el mundo está encerrado en sus casas...- Cazar bestias no era una de las aptitudes de Níniel, de hecho se le daba mejor cuidar de los animales y las plantas que luchar contra ellos, aunque había veces en las que no había tenido más remedio que hacerlo por lo que se podría decir que tenía cierta experiencia. Como aquel oso que casi la parte por la mitad de un zarpazo. Aún así la sacerdotisa sabía que quizá aquella gente necesitara su ayuda, seguramente habría heridos que necesitaran de sus artes y si no era el caso, bueno, al menos se habría asegurado de ello.
Última edición por Níniel Thenidiel el Sáb Jun 04, 2016 8:40 pm, editado 1 vez
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Había abandonado la carreta cuando había desviado su camino hacia otra ciudad, decidiendo por una vez con firmeza hacia donde le conducían sus pasos, y es que las fiestas del Linde se acercaban y no pensaba perderse otro año la posibilidad de animar tanto las fiestas como la exhibición de bellas damas que lucía la aldea en su concurso anual. Pero de alguna forma, no había logrado encontrar carreta alguna que se dirigiese a esa población concreta, así que sin más remedio, había emprendido la mitad de su viaje a pie, aun a riesgo de llegar tarde.
Silencio, había demasiado silencio en el camino, y eso inquietaba sumamente al bardo, sobretodo aquella vez que a diferencia de como tendía viajaba solo. El camino estaba desierto, ni un cazador transitaba el sendero, o un grupo de niños traviesos que se aventuraran sin el permiso de sus padres, a jugar en el linde del bosque. Tampoco se escuchó, cuando le aldea se dibujo a lo lejos, el ruido animado de su mercado, ni la música del inicio de las fiestas.
Iltharion arrugó la nariz con desagrado, mientras hacía bailar entre sus dedos, el arrollado de menta seca encendida, con nerviosismo antes de darle una larga calada intentando serenarse.
La aldea de cerca resultaba aún más inquietante que en la lejanía, ni los guardias y custodios de la entrada parecían poblar ese lugar, o proseguir con su rito diario de examinar a los foráneos.
Si no hubiera visto la humareda de las chimeneas, habría pensado que la aldea había sido asolada por alguna epidemia en el invierno, arrasando con la población casi por entero.
Se adentró en esa aldea casi fantasma, escrutando cada rincón con la mirada como si aquello pudiera darle alguna respuesta sobre que estaba aconteciendo. Sin embargo no recibió más respuesta que el silencio, en el cual solo sonaban sus pasos y el incansable tintineo de los pendientes de su oreja al chocar entre si.
Sin querer darse por vencido todavía, o por lo menos irse sin obtener respuestas, algo cansado por el viaje, resolvió que lo mejor era encaminarse a la taberna, que tendría algo de información, y si no, obtendría como mínimo una cama caliente, pero en vez de aquello, al acercarse al negocio cerrado, como todos los anteriores pudo observar otra figura en esa solitaria plaza.
Contempló a la muchacha desde la distancia, su pelo blanco bajo el sol hubieran indicado su edad de no haber acompañado a ese cuerpo, cuya figura siguió con la mirada mientras la doncella permanecía de espaldas. A su lado un upelero del mismo blanco impoluto, que en conjunto parecían casi personajes de un cuento. Pero por raro que fuera, quizás lo que mas le llamó la atención era que la joven se encontraba cara a la pared.
Creyendo que quizás le hubiera dado un mareo tras cabalgar y estuviera buscando soporte al no haber encontrado refugio en la posada clausurada
-Buenos días. ¿Se encuentra usted bien?.- Saludo al acercarse a socorrerla para encontrarse que solo estaba mirando un extraño dibujo en la pared, apenas a tiempo de escuchar el ultimo comentario que la muchacha hacia al viento.
Su mirada abandonó entonces a la elfa para mirar fijamente el dibujo, y su expresión tranquila fue cambiando rápidamente a una de total y completo desconcierto. Había viajado bastante, y visto toda clase de animales raros, pero no era capaz de reconocer en esa pintura ni siquiera a un animal de leyenda.
-¿Que se supone que es esto....?-Murmuró para si desorientado. Claramente quien hubiera hecho eso, dibujaba terriblemente mal.
Sin embargo algo que si pudo entender perfectamente era la promesa de una recompensa, que ademas de una aportación monetaria, significaba cierta fama en una aldea. No era un buen cazador, pero era un buen tramposo, y si recababa suficiente información, quizás tendría la suerte de poder atrapar a esa cosa informe que mostraba el papel,llevarse el premio y disfrutar de las fiestas.
-Disculpe que la importune pero le suena de algo ese.... -¿Animal? No parecía una buena definición para aquello.- Esta cosa.- Se corrigió, marcando con el índice el papel donde se formulaba la distorsionada imagen de la bestia.
Silencio, había demasiado silencio en el camino, y eso inquietaba sumamente al bardo, sobretodo aquella vez que a diferencia de como tendía viajaba solo. El camino estaba desierto, ni un cazador transitaba el sendero, o un grupo de niños traviesos que se aventuraran sin el permiso de sus padres, a jugar en el linde del bosque. Tampoco se escuchó, cuando le aldea se dibujo a lo lejos, el ruido animado de su mercado, ni la música del inicio de las fiestas.
Iltharion arrugó la nariz con desagrado, mientras hacía bailar entre sus dedos, el arrollado de menta seca encendida, con nerviosismo antes de darle una larga calada intentando serenarse.
La aldea de cerca resultaba aún más inquietante que en la lejanía, ni los guardias y custodios de la entrada parecían poblar ese lugar, o proseguir con su rito diario de examinar a los foráneos.
Si no hubiera visto la humareda de las chimeneas, habría pensado que la aldea había sido asolada por alguna epidemia en el invierno, arrasando con la población casi por entero.
Se adentró en esa aldea casi fantasma, escrutando cada rincón con la mirada como si aquello pudiera darle alguna respuesta sobre que estaba aconteciendo. Sin embargo no recibió más respuesta que el silencio, en el cual solo sonaban sus pasos y el incansable tintineo de los pendientes de su oreja al chocar entre si.
Sin querer darse por vencido todavía, o por lo menos irse sin obtener respuestas, algo cansado por el viaje, resolvió que lo mejor era encaminarse a la taberna, que tendría algo de información, y si no, obtendría como mínimo una cama caliente, pero en vez de aquello, al acercarse al negocio cerrado, como todos los anteriores pudo observar otra figura en esa solitaria plaza.
Contempló a la muchacha desde la distancia, su pelo blanco bajo el sol hubieran indicado su edad de no haber acompañado a ese cuerpo, cuya figura siguió con la mirada mientras la doncella permanecía de espaldas. A su lado un upelero del mismo blanco impoluto, que en conjunto parecían casi personajes de un cuento. Pero por raro que fuera, quizás lo que mas le llamó la atención era que la joven se encontraba cara a la pared.
Creyendo que quizás le hubiera dado un mareo tras cabalgar y estuviera buscando soporte al no haber encontrado refugio en la posada clausurada
-Buenos días. ¿Se encuentra usted bien?.- Saludo al acercarse a socorrerla para encontrarse que solo estaba mirando un extraño dibujo en la pared, apenas a tiempo de escuchar el ultimo comentario que la muchacha hacia al viento.
Su mirada abandonó entonces a la elfa para mirar fijamente el dibujo, y su expresión tranquila fue cambiando rápidamente a una de total y completo desconcierto. Había viajado bastante, y visto toda clase de animales raros, pero no era capaz de reconocer en esa pintura ni siquiera a un animal de leyenda.
-¿Que se supone que es esto....?-Murmuró para si desorientado. Claramente quien hubiera hecho eso, dibujaba terriblemente mal.
Sin embargo algo que si pudo entender perfectamente era la promesa de una recompensa, que ademas de una aportación monetaria, significaba cierta fama en una aldea. No era un buen cazador, pero era un buen tramposo, y si recababa suficiente información, quizás tendría la suerte de poder atrapar a esa cosa informe que mostraba el papel,llevarse el premio y disfrutar de las fiestas.
-Disculpe que la importune pero le suena de algo ese.... -¿Animal? No parecía una buena definición para aquello.- Esta cosa.- Se corrigió, marcando con el índice el papel donde se formulaba la distorsionada imagen de la bestia.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Níniel mentiría si dijera que la aparición tan repentina de aquel hombre a su lado la había pillado por sorpresa, pues la peliblanca no había bajado la guardia desde que había llegado a Linde y además Trickster ya la había advertido de su aproximación golpeándola levemente en el hombro con su cabeza tan pronto como había notado su presencia. Tampoco fue una sorpresa que se dirigiera hacia allí pues por lo que se veía era la única persona por la calle en aquella parte del pueblo y sin duda para aquel elfo la situación de aquel lugar debía de estar resultando tan extraña como a la propia peliblanca, aunque no dejaba de ser curioso que dos elfos sin conocerse de nada coincidieran fuera del bosque bajo esas circunstancias, incluso a pesar de que Linde no estaba lejos de su hogar. Aún así era agradable ver a otra persona por allí, especialmente uno de los suyos. No llenaba el opresivo silencio que se había apoderado de aquellas gentes pero al menos ya no estaba sola.
-Aneth ara. Me encuentro perfectamente, al menos por el momento, gracias.- Respondió la sacerdotisa girándose hacia el recién llegado, con cordialidad y con su siempre melodioso tono de voz del que no podía desprenderse ni tan siquiera estando enfadada. -Me temo que el mercado e incluso las celebraciones han sido suspendidas por lo que parece ser un invitado indeseado- Le explicó a su compatriota, pues quizá fuese alguno de ellos el motivo de su viaje hasta allí, señalando con su mirada aguamarina al cartel que ella misma continuaba revisando sin sacar nada más en claro de aquel extraño dibujo. La joven había descartado que el elfo se encontrara ya en la ciudad antes que ella por la tierra y polvo de sus ropas que indicaban que acababa de llegar tras un largo viaje, observando después, por cómo se torcía su gesto, que no había errado en sus suposiciones.
-Eso mismo llevó unos minutos tratando de responderme a mi misma, no se parece a nada que haya visto nunca y eso que nunca me han faltado los libros en los que estudiar sobre la flora y fauna de Aerandir...Casi parece como si el dibujante no fuera muy talentoso, o cómo si no supiera bien que dibujar.- Hizo una pausa durante la cual giró levemente la cabeza hacia la izquierda. Como si con ello quizá fuese a ser capaz de averiguar algo más al mirar el dibujo desde otro ángulo, pero aquello tampoco sirvió para nada, salvo para que Trickster la imitara. -Ahora me dirigía a la casa del alcalde a ver si sus puertas no están atrancadas como las demás y ver si puedo ayudar en algo. No soy cazadora ni forestal, soy sacerdotisa. A veces una curación a tiempo es tan útil o más que una flecha certera.- Le confesó al recién llegado con la esperanza de que él también compartiera con ella sus intenciones, e incluso sus motivos para estar allí. Quizá fuera un diestro arquero que pudiera ocuparse de aquella bestia que tan atemorizado tenía a todo el mundo como para encerrarse en sus casas a plena luz del día cuando deberían estar de celebraciones y comenzando a cosechar sus campos antes de que se echaran a perder. -Mi nombre es Níniel, del clan Thenidiel. Mucho gusto- Le confesó al elfo, antes de comenzar a andar
La casa del alcalde no estaba lejos, apenas a unas docenas de metros pues solo había que cruzar la plaza desde donde estaban para llegar hasta allí. La última vez que Níniel visitó aquel pueblo apenas unos meses antes la plaza se había convertido en el escenario para toda clase de bailes y juegos y estaba tan atestada de gente que cruzar a través de ella fue toda una odisea en la que esquivar gente bailando, gente brindando y niños correteando sin parar de reír y colándose por entra las piernas de todo el mundo como parte de su diversión. En aquella ocasión había acudido junto con su padre y se había sentido contagiada de aquella felicidad imperante a la par que protegida por su progenitor, al que consideraba poco menos que un héroe invencible. Pero en esos momentos no había nada de aquello, solo vacío y miedo, cruzar aquella plaza silenciosa fue a la vez fácil y difícil para la peliblanca aunque lo hizo decidida y llevando las riendas de Trickster con cierta pena dibujada en sus ojos.
El ayuntamiento era el único edificio con más de dos plantas de toda la villa, construido de piedra y madera también era el de aspecto más sólido y robusto. No se podía negar que las balconadas de la segunda planta necesitarían una buena mano de pintura y barniz pero en general el edificio estaba bastante bien adecentado y sus banderas de gala con el escudo del pueblo sobre fondo rojo eran lo único que parecía haber sobrevivido al miedo de entre los adornos de las festividades y lo único que le daba un toque de color al lugar que por lo demás se encontraba con las ventanas cerradas y en silencio. Un par de escalones de piedra llevaron a la peliblanca ante la puerta y sin dudar llamó tres veces sobre gruesa madera prestando atención a si escuchaba algo desde el interior al ver que nadie abría.
En ese momento se escucharon ruidos de lo que parecía ser alguien golpeándose contra algo, quejidos, maldiciones y el característico sonido del metal siendo desenfundado lo que causó que Níniel diera un par de pasos atrás y a su vez tomara su bastón con forma de dragón presta para defenderse. La puerta no se abrió y se escucharon nuevos golpes y quejas, esta vez de una segunda voz, femenina en aquel caso y luego lo que pareció ser una discusión entre ambas voces que causaron que la elfa no supiera qué diantres estaba ocurriendo allí dentro. Finalmente la mirilla de la puerta se abrió y unos ojos verdes miraron fuera de madera escudriñadora y desconfiada. La voz femenina habló.
-¿Elfos?. ¿Qué queréis?. ¿Venís a regodearos de nuestro sufrimiento?. Seguro que esto es cosa vuestra...Siempre es cosa vuestra...- Los ojos desaparecieron de la mirilla y de nuevo se escuchó un forcejeo que terminaron con un segundo par de ojos, esta vez marrones y cuyas arrugas en el contorno denotaban que pertenecían a alguien cercano a la vejez.
-Perdonad a mi hija...¿Venís por lo de la bestia?. Gracias a los dioses que alguien esté dispuesto por fin a ayudar- Comentó de forma mucho más amable y tintada de alivio la voz masculina antes de que la mirilla se cerrara de golpe y de nuevo la discusión se reanudara en el interior de la gran casa.
-Aneth ara. Me encuentro perfectamente, al menos por el momento, gracias.- Respondió la sacerdotisa girándose hacia el recién llegado, con cordialidad y con su siempre melodioso tono de voz del que no podía desprenderse ni tan siquiera estando enfadada. -Me temo que el mercado e incluso las celebraciones han sido suspendidas por lo que parece ser un invitado indeseado- Le explicó a su compatriota, pues quizá fuese alguno de ellos el motivo de su viaje hasta allí, señalando con su mirada aguamarina al cartel que ella misma continuaba revisando sin sacar nada más en claro de aquel extraño dibujo. La joven había descartado que el elfo se encontrara ya en la ciudad antes que ella por la tierra y polvo de sus ropas que indicaban que acababa de llegar tras un largo viaje, observando después, por cómo se torcía su gesto, que no había errado en sus suposiciones.
-Eso mismo llevó unos minutos tratando de responderme a mi misma, no se parece a nada que haya visto nunca y eso que nunca me han faltado los libros en los que estudiar sobre la flora y fauna de Aerandir...Casi parece como si el dibujante no fuera muy talentoso, o cómo si no supiera bien que dibujar.- Hizo una pausa durante la cual giró levemente la cabeza hacia la izquierda. Como si con ello quizá fuese a ser capaz de averiguar algo más al mirar el dibujo desde otro ángulo, pero aquello tampoco sirvió para nada, salvo para que Trickster la imitara. -Ahora me dirigía a la casa del alcalde a ver si sus puertas no están atrancadas como las demás y ver si puedo ayudar en algo. No soy cazadora ni forestal, soy sacerdotisa. A veces una curación a tiempo es tan útil o más que una flecha certera.- Le confesó al recién llegado con la esperanza de que él también compartiera con ella sus intenciones, e incluso sus motivos para estar allí. Quizá fuera un diestro arquero que pudiera ocuparse de aquella bestia que tan atemorizado tenía a todo el mundo como para encerrarse en sus casas a plena luz del día cuando deberían estar de celebraciones y comenzando a cosechar sus campos antes de que se echaran a perder. -Mi nombre es Níniel, del clan Thenidiel. Mucho gusto- Le confesó al elfo, antes de comenzar a andar
La casa del alcalde no estaba lejos, apenas a unas docenas de metros pues solo había que cruzar la plaza desde donde estaban para llegar hasta allí. La última vez que Níniel visitó aquel pueblo apenas unos meses antes la plaza se había convertido en el escenario para toda clase de bailes y juegos y estaba tan atestada de gente que cruzar a través de ella fue toda una odisea en la que esquivar gente bailando, gente brindando y niños correteando sin parar de reír y colándose por entra las piernas de todo el mundo como parte de su diversión. En aquella ocasión había acudido junto con su padre y se había sentido contagiada de aquella felicidad imperante a la par que protegida por su progenitor, al que consideraba poco menos que un héroe invencible. Pero en esos momentos no había nada de aquello, solo vacío y miedo, cruzar aquella plaza silenciosa fue a la vez fácil y difícil para la peliblanca aunque lo hizo decidida y llevando las riendas de Trickster con cierta pena dibujada en sus ojos.
El ayuntamiento era el único edificio con más de dos plantas de toda la villa, construido de piedra y madera también era el de aspecto más sólido y robusto. No se podía negar que las balconadas de la segunda planta necesitarían una buena mano de pintura y barniz pero en general el edificio estaba bastante bien adecentado y sus banderas de gala con el escudo del pueblo sobre fondo rojo eran lo único que parecía haber sobrevivido al miedo de entre los adornos de las festividades y lo único que le daba un toque de color al lugar que por lo demás se encontraba con las ventanas cerradas y en silencio. Un par de escalones de piedra llevaron a la peliblanca ante la puerta y sin dudar llamó tres veces sobre gruesa madera prestando atención a si escuchaba algo desde el interior al ver que nadie abría.
En ese momento se escucharon ruidos de lo que parecía ser alguien golpeándose contra algo, quejidos, maldiciones y el característico sonido del metal siendo desenfundado lo que causó que Níniel diera un par de pasos atrás y a su vez tomara su bastón con forma de dragón presta para defenderse. La puerta no se abrió y se escucharon nuevos golpes y quejas, esta vez de una segunda voz, femenina en aquel caso y luego lo que pareció ser una discusión entre ambas voces que causaron que la elfa no supiera qué diantres estaba ocurriendo allí dentro. Finalmente la mirilla de la puerta se abrió y unos ojos verdes miraron fuera de madera escudriñadora y desconfiada. La voz femenina habló.
-¿Elfos?. ¿Qué queréis?. ¿Venís a regodearos de nuestro sufrimiento?. Seguro que esto es cosa vuestra...Siempre es cosa vuestra...- Los ojos desaparecieron de la mirilla y de nuevo se escuchó un forcejeo que terminaron con un segundo par de ojos, esta vez marrones y cuyas arrugas en el contorno denotaban que pertenecían a alguien cercano a la vejez.
-Perdonad a mi hija...¿Venís por lo de la bestia?. Gracias a los dioses que alguien esté dispuesto por fin a ayudar- Comentó de forma mucho más amable y tintada de alivio la voz masculina antes de que la mirilla se cerrara de golpe y de nuevo la discusión se reanudara en el interior de la gran casa.
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Vio de refilón como el blanco upelero avisaba a la muchacha que ya advertida de su presencia, reaccionó con naturalidad. Esas emplumadas criaturas le parecían sumamente curiosas al elfo, sobre todo después de haber cabalgado en una de ellas y haberse percatado, no solo que eran más inteligentes y que comprendían mas de lo que parecía a simple vista, si no que eran algo altaneras, así que buscando no ser picoteado cuando su maestra no mirara, le dedico un cortes saludo a la bestia tambien con una ligera inclinación con la cabeza.
El bardo no le dedicó mas atención que esa a la montur albina por el momento, volviendo a centrarse en la elfa y su armoniosa voz. Asintió agradecido ante la poca información que la muchacha pudo darle, observando en silencio el cartel y miedo pro el rabillo del ojo como la joven ladeaba la cabeza al mirar el papel como si así la imagen fuera a volverse mas clara.
-Me inclino por un poco de ambas.- Aunque de lo que estaba mas seguro era de lo primero, pues por su propia experiencia podía identificar un trazo pobre sin demasiada dificultad, por haber visto el suyo propio siendo un tremendo desastre en sus primeros intentos con la pintura como arte.
La oreja del bardo se movió haciendo tintinear los pendientes cuando la muchacha volvió a hablar, separando finalmente y para siempre la mirada de ese desastre sobre el papel, y se inclinó con respeto al escuchar la profesión de la joven. Personalmente no le hacía especial ilusión, puesto que nunca le habían resultado fáciles de tratar de entre todas las dificultades que tenía para comunicarse con su gente, principalmente, por el rechazo de no vivir entre ellos, pero no negaba que resultaba tremendamente util tener una cerca mas cuando se corría riesgo de salir lastimado.
-Me temo que yo por contra no soy tan útil, soy un bardo errante con escaso conocimiento sobre la caza.- respondió dando un par de suaves toques al mango del laúd que sobresalía por encima de su hombro con las yemas de los dedos.- pero si hay algún herido tengo alcohol y vendas, y algunas nociones básicas de como tratar a los enfermos. Así que si no la importa, la acompaño a la casa del alcalde, de ese modo no tienen que atender a forasteros dos veces.- sonrió levemente con jovialidad intentando dejar de lado la inquietante sensación que desprendía la aldea.- Iltharion Dur'falas, un placer conocerla.- se presentó finalmente, omitiendo deliberadamente el nombre de su clan, el cual había abandonado tiempo atrás, y del mismo modo, evitando mencionar que ya no poseía uno. Con suerte lo tomaría como un descuido, o como un silenció por nostalgia de hogar, o ni siquiera se daría cuenta, si no, lo peor que podía pasar era ganarse por el resto que compartieran viaje una mirada de desdén por ser un desterrado, como ya le había sucedido otras veces.
La aldea seguía tal cual al recordaba pero como si hubieran hecho desaparecer por encanto a toda la gente, y no dejaba de ser una imagen curiosa el tener la oportunidad de ver una aldea tan desierta, sin embargo la muchacha lejos de ver aquello con interés, pese la inquietud que generaba, poseía una mirada triste, si simplemente era aprensiva, o había conocido días mas alegres en ese mismo lugar era algo que no tardo en discernir al ver que la muchacha se encaminaba directamente y sin tener que mirar a los alrededores hacia el edificio donde supuestamente se hallaba el alcalde.
El alboroto que les dio la bienvenida tras la puerta no causó en el barod mayor confianza que en la sacerdotisa, quien desenfundó de la espalda una de sus dagas que mantuvo en guardia a la altura del abdomen en paralelo a su antebrazo, por si salia algun aldeano enajenado, o lo que fuera que estaba causando semejante revuelo dentro del caserío en busca de camorra.
Por contra una mujer los excrutó desde la mirilla, acusándolos con desfachatez apra desaparecer sin dejarles responder, y otra persona la sustituyó intentando arreglar aquel enredo, o por lo menos no ahuyentar una potencial ayuda. Sin embargo la mirilla se volvió a cerrar dejándolos a ambos con la puerta en las narices.
El bardo soltó un hondo suspiro, guardó su daga en su lugar, y tras pasarse la mano por la cara, se acercó al margen de la puerta golpeando con los nudillos para llamar la atención a los protagonistas de la disputa doméstica antes de hablar.
-Venimos por lo de la bestia, a saber que ocurre y ver como podemos prestar auxilio.- dijo cerca de la rendija entre la puerta y la pared con un tono lo suficientemente alto como apra penetrara en el interior de la estancia, esperando que al darle la razón a las ideas preconcebidas del anciano terminase la disputa que presumiblemente era por atenderlos.
El bardo no le dedicó mas atención que esa a la montur albina por el momento, volviendo a centrarse en la elfa y su armoniosa voz. Asintió agradecido ante la poca información que la muchacha pudo darle, observando en silencio el cartel y miedo pro el rabillo del ojo como la joven ladeaba la cabeza al mirar el papel como si así la imagen fuera a volverse mas clara.
-Me inclino por un poco de ambas.- Aunque de lo que estaba mas seguro era de lo primero, pues por su propia experiencia podía identificar un trazo pobre sin demasiada dificultad, por haber visto el suyo propio siendo un tremendo desastre en sus primeros intentos con la pintura como arte.
La oreja del bardo se movió haciendo tintinear los pendientes cuando la muchacha volvió a hablar, separando finalmente y para siempre la mirada de ese desastre sobre el papel, y se inclinó con respeto al escuchar la profesión de la joven. Personalmente no le hacía especial ilusión, puesto que nunca le habían resultado fáciles de tratar de entre todas las dificultades que tenía para comunicarse con su gente, principalmente, por el rechazo de no vivir entre ellos, pero no negaba que resultaba tremendamente util tener una cerca mas cuando se corría riesgo de salir lastimado.
-Me temo que yo por contra no soy tan útil, soy un bardo errante con escaso conocimiento sobre la caza.- respondió dando un par de suaves toques al mango del laúd que sobresalía por encima de su hombro con las yemas de los dedos.- pero si hay algún herido tengo alcohol y vendas, y algunas nociones básicas de como tratar a los enfermos. Así que si no la importa, la acompaño a la casa del alcalde, de ese modo no tienen que atender a forasteros dos veces.- sonrió levemente con jovialidad intentando dejar de lado la inquietante sensación que desprendía la aldea.- Iltharion Dur'falas, un placer conocerla.- se presentó finalmente, omitiendo deliberadamente el nombre de su clan, el cual había abandonado tiempo atrás, y del mismo modo, evitando mencionar que ya no poseía uno. Con suerte lo tomaría como un descuido, o como un silenció por nostalgia de hogar, o ni siquiera se daría cuenta, si no, lo peor que podía pasar era ganarse por el resto que compartieran viaje una mirada de desdén por ser un desterrado, como ya le había sucedido otras veces.
La aldea seguía tal cual al recordaba pero como si hubieran hecho desaparecer por encanto a toda la gente, y no dejaba de ser una imagen curiosa el tener la oportunidad de ver una aldea tan desierta, sin embargo la muchacha lejos de ver aquello con interés, pese la inquietud que generaba, poseía una mirada triste, si simplemente era aprensiva, o había conocido días mas alegres en ese mismo lugar era algo que no tardo en discernir al ver que la muchacha se encaminaba directamente y sin tener que mirar a los alrededores hacia el edificio donde supuestamente se hallaba el alcalde.
El alboroto que les dio la bienvenida tras la puerta no causó en el barod mayor confianza que en la sacerdotisa, quien desenfundó de la espalda una de sus dagas que mantuvo en guardia a la altura del abdomen en paralelo a su antebrazo, por si salia algun aldeano enajenado, o lo que fuera que estaba causando semejante revuelo dentro del caserío en busca de camorra.
Por contra una mujer los excrutó desde la mirilla, acusándolos con desfachatez apra desaparecer sin dejarles responder, y otra persona la sustituyó intentando arreglar aquel enredo, o por lo menos no ahuyentar una potencial ayuda. Sin embargo la mirilla se volvió a cerrar dejándolos a ambos con la puerta en las narices.
El bardo soltó un hondo suspiro, guardó su daga en su lugar, y tras pasarse la mano por la cara, se acercó al margen de la puerta golpeando con los nudillos para llamar la atención a los protagonistas de la disputa doméstica antes de hablar.
-Venimos por lo de la bestia, a saber que ocurre y ver como podemos prestar auxilio.- dijo cerca de la rendija entre la puerta y la pared con un tono lo suficientemente alto como apra penetrara en el interior de la estancia, esperando que al darle la razón a las ideas preconcebidas del anciano terminase la disputa que presumiblemente era por atenderlos.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Los golpes y porrazos del interior se detuvieron cuando el elfo de cabellos de fuego llamó nuevamente a la puerta y elevó su voz para hacerse oír en el interior a través de la gruesa madera y de los propios sonidos del poco civilizado modo que parecían tener aquella pareja, padre e hija según había dicho el hombre, de resolver sus discrepancias. Desde luego si así decidían si abrir o no la puerta la peliblanca no estaba muy segura de querer saber cómo tratarían temas tan serios como el modo en el que debían actuar con su pueblo asediado por una peligrosa bestia...No resultaba nada alentador. El silencio se alargó unos segundos y entonces comenzaron los cuchicheos durante otros tantos instantes antes de que una vez más la mirilla de la puerta se abriera y de nuevo los ojos verdes de la mujer se asomaran lanzando una nueva mirada desconfiada de arriba a abajo a Iltharion.
-¿Qué sabéis sobre la bestia?. ¿Os la habéis encontrado en vuestro viaje hasta aquí?. ¿Quién os lo ha contado?.- Inquirió de manera severa y en un tono que indicaba que de nuevo volvería a cerrar la mirilla si las respuestas no la complacían.
-Nadie nos ha hablado de la criatura ni nos hemos topado con ella.- Respondió la peliblanca tomando la palabra también en nombre de su compatriota tras mirarle a los ojos para confirmar que la sorpresa al ver aquel cartel colgado en los muros de la taberna era genuina. -Hemos visto el cartel al adentrarnos en el pueblo, en el se indicaba que aquí podríamos saber algo más al respecto.- Finalizó la elfa clavando sus ojos aguamarina en los verdes que la estudiaban al otro lado de la puerta sin apartar la mirada como muestra de confianza y sinceridad.
-Así que el cartel ha funcionado, y mejor que la idea de mandar a Gerrson a por ayuda a Lunargenta al parecer... Aunque sois elfos y no tenéis aspecto de cazadores...Tú pareces un juglar.- Dijo mirando a Iltharion. -Y Tú pareces una dama...Aunque con ropa algo escueta.- Continuó diciendo la mujer de los ojos verdes logrando que la peliblanca, a pesar de estar ya acostumbrada a que sus ropas suscitaran esa clase de comentarios entre los orejas redondas, se colocara mejor su capa negra, aunque lo hizo con una calculada lentitud con la que pretendía demostrar que no lo hacía por vergüenza si no por ahorrarse malentendidos con la humana. Para los humanos sus túnicas solían ser demasiado sugerentes, sin embargo para la elfa, a pesar de ser muy pudorosa, eran las humanas las que vestían ropas muy toscas, molestas y poco prácticas.
-No somos cazadores pero podemos ayudar. Soy sanadora y alquimista y desde luego poca gente puede presumir de conocer el bosque como los de nuestra raza. Lo que para vosotros es un arduo caminar entre las raíces y las ramas, rodeados de ruidos extraños, para nosotros es un agradable paseo.- Fueron las palabras de la sacerdotisa dejándose quizá llevar un poco por el orgullo de ser elfa ante las constantes faltas de respeto que aquella humana estaba mostrando a pesar de estar allí solo con la intención de ayudar a Linde. Algo de lo que dijo debió de dar en el clavo porque, aquella mirada desdeñosa se abrió de par en par y comenzó a moverse nerviosa como si buscara algo en la puerta. Enseguida comenzó a escucharse el sonido metálico de los cierres y de repente la puerta se abrió de par en par.
-!Sanadores! !Oh, gracias a los dioses!... Entrad, entrad. - Dijo de repente mucho más amable y ofreciéndoles pasar al interior con una mano y con evidentes muestras de prisa, casi como si un instante antes no hubiese usado el término “elfos” de manera despectiva
La puerta daba a un pasillo bastante amplio y decorado con tallas de madera, cerámicas, un par de trofeos de caza que a Níniel le resultaron de un horroroso mal gusto y un par de soportes para armas en los que faltaba una espada. Había restos de algún tipo de jarrón decorado con motivos florales en el suelo y una mesilla girada a causa a todas luces del forcejeo que habían podido escuchar desde fuera y a un par de metros más atrás un hombre entrado en la cincuentena portando una espada de una mano cuyo filo claramente estaba embotado por lo que poco podría hacer con ella. Sin duda se trataba del arma que faltaba de su expositor, un bonito adorno y nada más, de hecho aquel hombre no hizo movimiento alguno de amenaza con ella, al contrario parecía satisfecho con que ambos elfos hubieran conseguido entrar por fin, incluso aliviado a pesar de que la preocupación teñía su rostro.
-Bienvenidos a mi casa, os ruego una vez más que perdonéis a mi hija, suele ser mucho más amable, pero..Corren tiempos oscuros para nuestro pueblo- Las palabras del anciano fueron secundadas por la expresión de su hija, una joven bastante bonita con una cascada de ondulado cabello negro como la noche hasta por debajo de la altura de los hombros y rostro delicado que en esos momentos apretaba los labios y bajaba la cabeza a modo de disculpa aparentemente sincera.
-Por favor, mi hermano, he tratado de tratar sus heridas lo mejor que he podido pero...-
Aquellas disculpas no eran necesarias para la peliblanca que se apresuró a tomar la mano de la joven humana y la instó a dejar aquello para más adelante. Si había algún herido demasiado tiempo habían perdido ya como para malgastar más con palabrería, ya fuera esta sincera o vacía y con la única intención de obtener ayuda de dos miembros de una raza a la que realmente despreciaba.
-Llévanos con él.- Fue todo cuanto dijo siguiendo a la humana hasta una habitación de la primera planta en la que un hombre de unos veinte años, con el mismo color de ojos y de pelo que ella dormía un sueño agitado. Estaba cubierto de sudor y tenía vendajes bastante mal hechos por casi todo el cuerpo, muchos de ellos manchados de sangre como muestra de que las heridas bajo ellos estaban abiertas. En sus delirios solo susurraba un nombre: “Victoria”
-¿Qué sabéis sobre la bestia?. ¿Os la habéis encontrado en vuestro viaje hasta aquí?. ¿Quién os lo ha contado?.- Inquirió de manera severa y en un tono que indicaba que de nuevo volvería a cerrar la mirilla si las respuestas no la complacían.
-Nadie nos ha hablado de la criatura ni nos hemos topado con ella.- Respondió la peliblanca tomando la palabra también en nombre de su compatriota tras mirarle a los ojos para confirmar que la sorpresa al ver aquel cartel colgado en los muros de la taberna era genuina. -Hemos visto el cartel al adentrarnos en el pueblo, en el se indicaba que aquí podríamos saber algo más al respecto.- Finalizó la elfa clavando sus ojos aguamarina en los verdes que la estudiaban al otro lado de la puerta sin apartar la mirada como muestra de confianza y sinceridad.
-Así que el cartel ha funcionado, y mejor que la idea de mandar a Gerrson a por ayuda a Lunargenta al parecer... Aunque sois elfos y no tenéis aspecto de cazadores...Tú pareces un juglar.- Dijo mirando a Iltharion. -Y Tú pareces una dama...Aunque con ropa algo escueta.- Continuó diciendo la mujer de los ojos verdes logrando que la peliblanca, a pesar de estar ya acostumbrada a que sus ropas suscitaran esa clase de comentarios entre los orejas redondas, se colocara mejor su capa negra, aunque lo hizo con una calculada lentitud con la que pretendía demostrar que no lo hacía por vergüenza si no por ahorrarse malentendidos con la humana. Para los humanos sus túnicas solían ser demasiado sugerentes, sin embargo para la elfa, a pesar de ser muy pudorosa, eran las humanas las que vestían ropas muy toscas, molestas y poco prácticas.
-No somos cazadores pero podemos ayudar. Soy sanadora y alquimista y desde luego poca gente puede presumir de conocer el bosque como los de nuestra raza. Lo que para vosotros es un arduo caminar entre las raíces y las ramas, rodeados de ruidos extraños, para nosotros es un agradable paseo.- Fueron las palabras de la sacerdotisa dejándose quizá llevar un poco por el orgullo de ser elfa ante las constantes faltas de respeto que aquella humana estaba mostrando a pesar de estar allí solo con la intención de ayudar a Linde. Algo de lo que dijo debió de dar en el clavo porque, aquella mirada desdeñosa se abrió de par en par y comenzó a moverse nerviosa como si buscara algo en la puerta. Enseguida comenzó a escucharse el sonido metálico de los cierres y de repente la puerta se abrió de par en par.
-!Sanadores! !Oh, gracias a los dioses!... Entrad, entrad. - Dijo de repente mucho más amable y ofreciéndoles pasar al interior con una mano y con evidentes muestras de prisa, casi como si un instante antes no hubiese usado el término “elfos” de manera despectiva
La puerta daba a un pasillo bastante amplio y decorado con tallas de madera, cerámicas, un par de trofeos de caza que a Níniel le resultaron de un horroroso mal gusto y un par de soportes para armas en los que faltaba una espada. Había restos de algún tipo de jarrón decorado con motivos florales en el suelo y una mesilla girada a causa a todas luces del forcejeo que habían podido escuchar desde fuera y a un par de metros más atrás un hombre entrado en la cincuentena portando una espada de una mano cuyo filo claramente estaba embotado por lo que poco podría hacer con ella. Sin duda se trataba del arma que faltaba de su expositor, un bonito adorno y nada más, de hecho aquel hombre no hizo movimiento alguno de amenaza con ella, al contrario parecía satisfecho con que ambos elfos hubieran conseguido entrar por fin, incluso aliviado a pesar de que la preocupación teñía su rostro.
-Bienvenidos a mi casa, os ruego una vez más que perdonéis a mi hija, suele ser mucho más amable, pero..Corren tiempos oscuros para nuestro pueblo- Las palabras del anciano fueron secundadas por la expresión de su hija, una joven bastante bonita con una cascada de ondulado cabello negro como la noche hasta por debajo de la altura de los hombros y rostro delicado que en esos momentos apretaba los labios y bajaba la cabeza a modo de disculpa aparentemente sincera.
-Por favor, mi hermano, he tratado de tratar sus heridas lo mejor que he podido pero...-
Aquellas disculpas no eran necesarias para la peliblanca que se apresuró a tomar la mano de la joven humana y la instó a dejar aquello para más adelante. Si había algún herido demasiado tiempo habían perdido ya como para malgastar más con palabrería, ya fuera esta sincera o vacía y con la única intención de obtener ayuda de dos miembros de una raza a la que realmente despreciaba.
-Llévanos con él.- Fue todo cuanto dijo siguiendo a la humana hasta una habitación de la primera planta en la que un hombre de unos veinte años, con el mismo color de ojos y de pelo que ella dormía un sueño agitado. Estaba cubierto de sudor y tenía vendajes bastante mal hechos por casi todo el cuerpo, muchos de ellos manchados de sangre como muestra de que las heridas bajo ellos estaban abiertas. En sus delirios solo susurraba un nombre: “Victoria”
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
El bardo alzó los nudillos dispuesto a golpear nuevamente la puerta de madera cuando captó los cuchicheos tras la misma que precedieron el chirrido de la mirilla abrirse para dejar entrever los ojos verdes de la muchacha con malas pulgas.
Esta vez fue su homologa la que tomó la palabra, aunque recibiendo por ella unos comentarios bastante mal intencionados por sus ropajes, más insinuantes de lo que solían llevar las humanas. Iltharion se pasó la mano por la cara ante aquel pequeño ardid de hembra dominante, encontrando, aunque halagador a la vista, algo bastante inútil el tema del vestuario en esa situación.
Por suerte la muchacha le dio tan poca importancia a aquel tema como merecía, logrando cambiar las tornas de la conversación y haciendo que finalmente les abrieran la puerta que poseía mas cerrojos de los que se hubiese aventurado a imaginar el elfo.
Le dedicó a su compañera un cortés gesto con al mano cediendo el paso antes de seguirla al interior de la casa del alcalde. No dedico demasiado de su tiempo en observar la ostentosa decoración para una aldea humilde como aquella, ni en los estragos que la discusión que se le había ido de las manos había dejado en la estancia la cual habría visto sin duda alguna, dias mejores. En vez de eso, observó al hombre mayor y mal armado que parecía satisfecho de que por fin hubieran podido acceder a su morada.
Había sido ingenuo esperar alguna clase de información de entrada, y lo único que recibió fue una disculpa que interrumpió educadamente alzando la mano, desestimando la cantidad de trabas que les había puesto al principio la muchacha como si no fuera nada.
La peliblanca parecía tan poco gustosa de escuchar lamentaciones y disculpas como el y se apresuró a silenciar a la joven de ojos verdes quien poseía una mala leche que podría ahuyentar a cuanto hombre se encontrara interesado en su belleza, llegando al meollo del asunto, o por lo menos de la razón por la cual les habían permitido entrar.
Fueron conducidos rápidamente hacia otra estancia, un dormitorio bastante acomodado, que hubiera sido confortable de no estar inundado por los quejidos agónicos de un joven herido que se revolvía entre las sabanas mal tratado, y bastante herido.
Vendo la precaria situación del humano, iltharion se aceró a la cama arremangandose las mangas de la camisa hasta los codos y regirando en su morral hasta sacar alcohol y vendas.
-Necesitaremos paños limpios y agua.- Dijo en un tono calmo para no alarmar más nadie pero lo suficientemente alto como para que sus anfitriones los escucharan desde la entrada, y uno de ellos se apresurara a traer lo que había pedido.
Destapó con los dientes un vial medio vació y vertió su contenido sobre las manos, limpiandolas para no ensuciar de mas las heridas, y tras aquello, empezó a retirar del cuerpo de aquel hombre los precarios vendajes que le envolvían. Dejando a su lado un espacio para que la otra mujer, por lo que había dicho presumía que mas experimentada con el en esa clase de tareas, pudiera también echar mano del enfermo y proporcionarle los cuidados pertinentes.
La hermana del paciente salió de la estancia siendo la más apurada y preocupada, o quizás simplemente la única que no podía manejar sus nervios sin moverse de un lado al otro. Volvió al poco tiempo con un cubo con agua fría que dejaba caer su contenido al suelo, dejando un reguero de pequeños charcos debido al apurado paso de la doncella que lo transportaba.
-¿Se puede saber que le ha pasado?.-Preguntó el bardo al señor mayor que había permanecido hasta el momento en el umbral de la habitación, con una pronunciada mueca de preocupación en el rostro, y la mirada fija sobre el perturbado sueño del hombre postrado en el lecho.
Una vez retiradas las vendas, la sangre que las empapaba, y que no había sido apenas retenida por la falta de presión de los vendajes apenas dejaba ver bien las heridas. A medida que se iba retirando la sangre con el paño, y el agua del balde se enturbiaba, una especie de cortes o arañazos que el bardo no supo reconocer aparecieron sobre la piel del hombre, los bordes de la herida, secos, hinchados, enrojecidos y agrietados mostraban claramente como el sudor frío fruto de la fiebre provenía de los malos cuidados que habían ocasionado infección en algunos de los cortes, algunos de los cuales lucían unas acumulaciónes blanqueinas en los rebordes, y desprendían un olor acre y desagradable.
El bardó arrugó la nariz, pero no formuló queja alguna, se limitó a sacar una daga de la espalda y a limpiar su filo con el alcohol tal y como había hecho con las manos, retirando la parte infectada de algunas de las heridas para que esta no se expandiera, limpiando y desinfectando el metal constantemente para no expandir esos humores nocivos por el cuerpo del paciente.
-En la primera noche de fiestas una bestia infernal ataco la aldea, y se llevo consigo a una joven, mi hijo marcho al alba en su búsqueda con una partida, pero solo el volvió, ya entrada a la noche lo encontraron delirando cerca de los lindes del bosque y en este estado.- contó el hombre mayor, pasándose ambas manos por la cara, y echándose hacia atrás su canosa melena sin cuidado ninguno en un gesto de desesperación y desconcierto.- desde entonces solo repite el nombre de victoria.- suspiró.
-¿No tienen ide alguna sobre que pudo haberle hecho esto?.- Prosiguió sin mirar a su interlocutor empezando a verter alcohol en las heridas, sosteniendo con una mano lo más firme que podía el cuerpo del paciente al realizar dicha tarea, que sin salir de su delirio febril se retorcía por el escozor. Poco más que aquello podía hacer, cubrir las heridas con unas gasas y aplicar correctamente las vendas.
*Subrayado el uso de la profesión medicina.
Esta vez fue su homologa la que tomó la palabra, aunque recibiendo por ella unos comentarios bastante mal intencionados por sus ropajes, más insinuantes de lo que solían llevar las humanas. Iltharion se pasó la mano por la cara ante aquel pequeño ardid de hembra dominante, encontrando, aunque halagador a la vista, algo bastante inútil el tema del vestuario en esa situación.
Por suerte la muchacha le dio tan poca importancia a aquel tema como merecía, logrando cambiar las tornas de la conversación y haciendo que finalmente les abrieran la puerta que poseía mas cerrojos de los que se hubiese aventurado a imaginar el elfo.
Le dedicó a su compañera un cortés gesto con al mano cediendo el paso antes de seguirla al interior de la casa del alcalde. No dedico demasiado de su tiempo en observar la ostentosa decoración para una aldea humilde como aquella, ni en los estragos que la discusión que se le había ido de las manos había dejado en la estancia la cual habría visto sin duda alguna, dias mejores. En vez de eso, observó al hombre mayor y mal armado que parecía satisfecho de que por fin hubieran podido acceder a su morada.
Había sido ingenuo esperar alguna clase de información de entrada, y lo único que recibió fue una disculpa que interrumpió educadamente alzando la mano, desestimando la cantidad de trabas que les había puesto al principio la muchacha como si no fuera nada.
La peliblanca parecía tan poco gustosa de escuchar lamentaciones y disculpas como el y se apresuró a silenciar a la joven de ojos verdes quien poseía una mala leche que podría ahuyentar a cuanto hombre se encontrara interesado en su belleza, llegando al meollo del asunto, o por lo menos de la razón por la cual les habían permitido entrar.
Fueron conducidos rápidamente hacia otra estancia, un dormitorio bastante acomodado, que hubiera sido confortable de no estar inundado por los quejidos agónicos de un joven herido que se revolvía entre las sabanas mal tratado, y bastante herido.
Vendo la precaria situación del humano, iltharion se aceró a la cama arremangandose las mangas de la camisa hasta los codos y regirando en su morral hasta sacar alcohol y vendas.
-Necesitaremos paños limpios y agua.- Dijo en un tono calmo para no alarmar más nadie pero lo suficientemente alto como para que sus anfitriones los escucharan desde la entrada, y uno de ellos se apresurara a traer lo que había pedido.
Destapó con los dientes un vial medio vació y vertió su contenido sobre las manos, limpiandolas para no ensuciar de mas las heridas, y tras aquello, empezó a retirar del cuerpo de aquel hombre los precarios vendajes que le envolvían. Dejando a su lado un espacio para que la otra mujer, por lo que había dicho presumía que mas experimentada con el en esa clase de tareas, pudiera también echar mano del enfermo y proporcionarle los cuidados pertinentes.
La hermana del paciente salió de la estancia siendo la más apurada y preocupada, o quizás simplemente la única que no podía manejar sus nervios sin moverse de un lado al otro. Volvió al poco tiempo con un cubo con agua fría que dejaba caer su contenido al suelo, dejando un reguero de pequeños charcos debido al apurado paso de la doncella que lo transportaba.
-¿Se puede saber que le ha pasado?.-Preguntó el bardo al señor mayor que había permanecido hasta el momento en el umbral de la habitación, con una pronunciada mueca de preocupación en el rostro, y la mirada fija sobre el perturbado sueño del hombre postrado en el lecho.
Una vez retiradas las vendas, la sangre que las empapaba, y que no había sido apenas retenida por la falta de presión de los vendajes apenas dejaba ver bien las heridas. A medida que se iba retirando la sangre con el paño, y el agua del balde se enturbiaba, una especie de cortes o arañazos que el bardo no supo reconocer aparecieron sobre la piel del hombre, los bordes de la herida, secos, hinchados, enrojecidos y agrietados mostraban claramente como el sudor frío fruto de la fiebre provenía de los malos cuidados que habían ocasionado infección en algunos de los cortes, algunos de los cuales lucían unas acumulaciónes blanqueinas en los rebordes, y desprendían un olor acre y desagradable.
El bardó arrugó la nariz, pero no formuló queja alguna, se limitó a sacar una daga de la espalda y a limpiar su filo con el alcohol tal y como había hecho con las manos, retirando la parte infectada de algunas de las heridas para que esta no se expandiera, limpiando y desinfectando el metal constantemente para no expandir esos humores nocivos por el cuerpo del paciente.
-En la primera noche de fiestas una bestia infernal ataco la aldea, y se llevo consigo a una joven, mi hijo marcho al alba en su búsqueda con una partida, pero solo el volvió, ya entrada a la noche lo encontraron delirando cerca de los lindes del bosque y en este estado.- contó el hombre mayor, pasándose ambas manos por la cara, y echándose hacia atrás su canosa melena sin cuidado ninguno en un gesto de desesperación y desconcierto.- desde entonces solo repite el nombre de victoria.- suspiró.
-¿No tienen ide alguna sobre que pudo haberle hecho esto?.- Prosiguió sin mirar a su interlocutor empezando a verter alcohol en las heridas, sosteniendo con una mano lo más firme que podía el cuerpo del paciente al realizar dicha tarea, que sin salir de su delirio febril se retorcía por el escozor. Poco más que aquello podía hacer, cubrir las heridas con unas gasas y aplicar correctamente las vendas.
*Subrayado el uso de la profesión medicina.
Última edición por Iltharion Dur'Falas el Mar Abr 05, 2016 8:37 pm, editado 2 veces
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Iltharion tomó la iniciativa del tratamiento de aquel joven cuyas heridas habían sido atendidas de una forma tan poco adecuada que prácticamente no podría notarse mucha diferencia de habérselas encontrado sin haber recibido cuidado alguno. Sin compresión los vendajes no habían detenido el sangrado y aunque así hubiera sido, simplemente con vendar una herida rara vez era suficiente. Ya fuera el mordisco o el zarpazo de un animal salvaje o la fría caricia del hierro o el acero de un arma siempre había que desinfectar cuanto antes las heridas, especialmente si el lugar de reposo del paciente no era especialmente limpio, lo cual solía ser lo más habitual entre los humanos y otras razas que en los casos más extremos llegaban a parecer alérgicos al agua. Pensar aquello siempre le recordaba a la peliblanca lo extrañado que se mostró Beor, su posadero en Lunargenta, cuando durante sus primeros días hospedada allí pedía día sí y día también que le prepararan un baño.
Mientras su compañero se ocupaba de unas de las heridas, Níniel comenzó a hacer lo mismo con otras, trabajando diligentemente. Con cuidado retiraba las vendas sobre las heridas y las limpiaba con atención, repitiendo el proceso cuantas veces fuera necesario, sin poder evitar extrañarse por lo raras que resultaban algunas de aquellas marcas y señales, algunas de las cuales prácticamente parecían arañazos causados por algo no muy distinto a una mano elfa o humana. Con una señal quiso llamar la atención del pelirrojo y sin decir nada que pudiera alarmar más a aquellas personas colocó su mano sobre una de las marcas mostrándole como parecían corresponderse con la que dejaría su mano si fuera bastante más grande...Y fuerte. También encontró en las heridas restos pequeños restos de cuero tratado. -¿Llevaba armadura cuando lo encontraron?- Preguntó al anciano más como confirmación que como pregunta en sí sin dejar de lado suscuidados médicos. Una vez limpia una herida aplicaba sobre la misma un ungüento desinfectante y curativo a base de flor azul de la montaña creado por ella misma y volvía a vendar con firmeza. No obstante para las heridas más graves optó por usar sus habilidades de sanación mágica tras limpiarlas.
-Así es, una de cuero, aunque no le sirvió de mucho...Le compré una armadura cuando fue nombrado caballero. Ganó el torneó de la villa antes de que todo esto ocurriera...Parecía un héroe digno de la guardia real con ella...Pero no quiso llevarla en el bosque...Dijo que no podría moverse bien con ella.- Respondió el hombre apenado dándole más información de la requerida a la peliblanca, sin duda orgulloso de su vástago y aliviado al poder hablar de él aunque fuera a dos desconocidos de orejas puntiagudas. Luego miró al elfo y trató de responder a su pregunta sobre la criatura. - Algunos vecinos aseguraron haber visto a una especie de enorme criatura infernal de cuatro patas apenas distinguible entre los árboles, otros aseguran que caminaba sobre sus cuartos traseros y no tenía ojos. Gerrson, el aprendiz de herrero, jura que mientras hacía aguas menores escuchó un extraño sonido gutural y un crujir de madera entre los árboles y que hasta los grillos quedaron en silencio justo antes del ataque...Si se puede dar crédito a alguién que a esas horas ya había vaciado medio barril de aguamiel...La verdad es que no lo sabemos. Desde entonces ha atacado en varias ocasiones. Perdimos a Julia ese mismo día, fue al río a por agua y no volvió. La noche siguiente se escuchó a Mary Dotter gritar, pero cuando acudieron a socorrerla ya no había ni rastro de ella...Del grupo de mi hijo, solo regresó él del bosque, no sabemos qué ha pasado con los demás.- Aquel relato explicaba el dibujo del cartel que habían visto. Parecía que al final habían optado por dibujar a una quimera, mezcla de las diferentes versiones de la historia y cuyo parecido real con la auténtica bestía bien podría ser pura casualidad...Básicamente no tenían ni idea de qué era o siquiera qué forma tenía...También explicaba porqué la gente se había encerrado en sus casas.
-Mi hermano estaría bien de no ser por esa idea absurda de ser caballero...Todo por culpa de Victoria, esa niña malcriada. Y de Sir Gaheris por llenarle la cabeza de pájaros- Saltó la joven de verde mirada sacando a relucir de nuevo su mal genio aunque esta vez dirigido por suerte hacia otras personas y no hacia los elfos. -De no ser por ellos ahora estaría sano y salvo y no en la cama con el cuerpo lleno de heridas.- Finalizó tratando de apartar a su padre que se había acercado hasta ella para abrazarla, lográndolo finalmente y haciendo que la joven comenzara a llorar.
-Están muy unidos, ya saben lo que dicen de los gemelos...De nuevo lamento la salida de tono...-Explicó el hombre consolando a su hija que parecía realmente no ser tan mala pécora como había parecido después de todo. Quizá solo se encontraba superada por la situación y preocupada hasta el extremo por su hermano. -Victoria, la primera desaparecida es la hija del señor de estas tierras. Prácticamente la crié como a una hija más durante años cuando su madre murió al dar a luz. El tiempo fue pasando y mi hijo Percy se enamoró de ella pero...Por mucho que sea el alcalde...Nuestra sangre no es noble. Supongo que pueden imaginarse el resto...Iba a ser la gran noche y en vez de eso, mi hijo herido y Victoria posiblemente muerta a manos de...Esa cosa. Julia, Mary, el grupo de mi hijo...Ahora ni siquiera nos atrevemos a recoger nuestras cosechas- Terminó de contarles derrumbándose y comenzando a derramar lágrimas silenciosas mientras su hija estallaba en un sonoro llanto que denotaba que en el fondo no debía de pensar tan mal de la tal Victoria. Todo aquello parecía una historia sacada de un cuento de princesas y caballeros, salvo que a diferencia de en los libros aquella vez había salido muy mal.
Subrayado el uso de la profesión Medicina.Mientras su compañero se ocupaba de unas de las heridas, Níniel comenzó a hacer lo mismo con otras, trabajando diligentemente. Con cuidado retiraba las vendas sobre las heridas y las limpiaba con atención, repitiendo el proceso cuantas veces fuera necesario, sin poder evitar extrañarse por lo raras que resultaban algunas de aquellas marcas y señales, algunas de las cuales prácticamente parecían arañazos causados por algo no muy distinto a una mano elfa o humana. Con una señal quiso llamar la atención del pelirrojo y sin decir nada que pudiera alarmar más a aquellas personas colocó su mano sobre una de las marcas mostrándole como parecían corresponderse con la que dejaría su mano si fuera bastante más grande...Y fuerte. También encontró en las heridas restos pequeños restos de cuero tratado. -¿Llevaba armadura cuando lo encontraron?- Preguntó al anciano más como confirmación que como pregunta en sí sin dejar de lado suscuidados médicos. Una vez limpia una herida aplicaba sobre la misma un ungüento desinfectante y curativo a base de flor azul de la montaña creado por ella misma y volvía a vendar con firmeza. No obstante para las heridas más graves optó por usar sus habilidades de sanación mágica tras limpiarlas.
-Así es, una de cuero, aunque no le sirvió de mucho...Le compré una armadura cuando fue nombrado caballero. Ganó el torneó de la villa antes de que todo esto ocurriera...Parecía un héroe digno de la guardia real con ella...Pero no quiso llevarla en el bosque...Dijo que no podría moverse bien con ella.- Respondió el hombre apenado dándole más información de la requerida a la peliblanca, sin duda orgulloso de su vástago y aliviado al poder hablar de él aunque fuera a dos desconocidos de orejas puntiagudas. Luego miró al elfo y trató de responder a su pregunta sobre la criatura. - Algunos vecinos aseguraron haber visto a una especie de enorme criatura infernal de cuatro patas apenas distinguible entre los árboles, otros aseguran que caminaba sobre sus cuartos traseros y no tenía ojos. Gerrson, el aprendiz de herrero, jura que mientras hacía aguas menores escuchó un extraño sonido gutural y un crujir de madera entre los árboles y que hasta los grillos quedaron en silencio justo antes del ataque...Si se puede dar crédito a alguién que a esas horas ya había vaciado medio barril de aguamiel...La verdad es que no lo sabemos. Desde entonces ha atacado en varias ocasiones. Perdimos a Julia ese mismo día, fue al río a por agua y no volvió. La noche siguiente se escuchó a Mary Dotter gritar, pero cuando acudieron a socorrerla ya no había ni rastro de ella...Del grupo de mi hijo, solo regresó él del bosque, no sabemos qué ha pasado con los demás.- Aquel relato explicaba el dibujo del cartel que habían visto. Parecía que al final habían optado por dibujar a una quimera, mezcla de las diferentes versiones de la historia y cuyo parecido real con la auténtica bestía bien podría ser pura casualidad...Básicamente no tenían ni idea de qué era o siquiera qué forma tenía...También explicaba porqué la gente se había encerrado en sus casas.
-Mi hermano estaría bien de no ser por esa idea absurda de ser caballero...Todo por culpa de Victoria, esa niña malcriada. Y de Sir Gaheris por llenarle la cabeza de pájaros- Saltó la joven de verde mirada sacando a relucir de nuevo su mal genio aunque esta vez dirigido por suerte hacia otras personas y no hacia los elfos. -De no ser por ellos ahora estaría sano y salvo y no en la cama con el cuerpo lleno de heridas.- Finalizó tratando de apartar a su padre que se había acercado hasta ella para abrazarla, lográndolo finalmente y haciendo que la joven comenzara a llorar.
-Están muy unidos, ya saben lo que dicen de los gemelos...De nuevo lamento la salida de tono...-Explicó el hombre consolando a su hija que parecía realmente no ser tan mala pécora como había parecido después de todo. Quizá solo se encontraba superada por la situación y preocupada hasta el extremo por su hermano. -Victoria, la primera desaparecida es la hija del señor de estas tierras. Prácticamente la crié como a una hija más durante años cuando su madre murió al dar a luz. El tiempo fue pasando y mi hijo Percy se enamoró de ella pero...Por mucho que sea el alcalde...Nuestra sangre no es noble. Supongo que pueden imaginarse el resto...Iba a ser la gran noche y en vez de eso, mi hijo herido y Victoria posiblemente muerta a manos de...Esa cosa. Julia, Mary, el grupo de mi hijo...Ahora ni siquiera nos atrevemos a recoger nuestras cosechas- Terminó de contarles derrumbándose y comenzando a derramar lágrimas silenciosas mientras su hija estallaba en un sonoro llanto que denotaba que en el fondo no debía de pensar tan mal de la tal Victoria. Todo aquello parecía una historia sacada de un cuento de princesas y caballeros, salvo que a diferencia de en los libros aquella vez había salido muy mal.
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Mientras ambos atendían al lastimero humano al elfa apreció percatarse de un patrón en las heridas, observó sin mediar palabra para no alarmar aun más a los aldeanos como la joven comparaba su mano de forma sutil con aquellas marcas, y como si no fuera por el pequeño tamaño de aquellas que poseía al doncella podrían corresponder con un arañazo de un humanoide.
Iltharion entreabrió los labios, pero seguidamente los cerró, ocultando una mirada asombrada, y dedicandole un velado gesto a la muchacha señalando a los familiares, tratando de indicarle que quizás era mejor que guardasen esa información para ellos, para no confundir aun mas al populacho. Seguro que un dato como aquel, de ser descubierto, invadria mas rápido que una pandemia todo el pueblo, haciendo que los aldeanos aun se encerraran mas en si mismos.
El siguiente hallazgo de la elfa resulto igual si no mas extraño que el anterior, restos de cuero en una herida cuando la victima no lo vestía, y no se le ocurría al bardo ninguna arma cuyo filo pudiese contener ese material.
Escuchó en el mas sepulcral de los silencios como el hombre se desahogaba, sin interrumpirle esperando que aquello aliviase su apesadumbrado corazón. La muchacha de ojos verde, sin embargo le interrumpió de nuevo, escupiendo veneno hacía un nuevo objetivo, la dama que había desaparecido y el mentor de su convaleciente hermano.
Una vez tratadas las heridas quedaba solucionar el tema de la fiebre. Mientas ambos sujetos se abrazaban llorosos, procurando no interrumpirlos y dejarlos tranquilizarse mutuamente buscó entre las cajoneras de la cómoda hasta encontrar dos medias largas. Las sumergió en el agua fría del balde, que aunque estaba algo enturbiada, no precisaba que estuviera limpia si no fresca, y las escurrió para colocárselas finalmente al paciente antes de cubrirlo con las mantas. Eso bajaría su temperatura, al menos un poco.
Finalmente se levantó del borde de la cama, soltandço un hondo suspiro por el cuerpo entumecido por mantener en cuclillas con una actividad frenética durante tanto tiempo.
-Traigan mas agua limpia y apliquenle paños humedos en la frente.- empezó a indicar, acomodandle varias almohadas detrás de la espalda, moviendo cuidadosamente al hombre para que no quedara completamente tumbado.- procuren que tome agua fresca en pequeñas cantidades cada cierto tiempo, y si despierta no le den alimentos muy consistentes.Si no el baja la fiebre, o suda demasiado vayanle cambiando con cuidado las prendas y vuelvan a taparle. En ultima instancia si no logran que baje denle un baño con agua templada- terminó alejándose de la cama, le hubiera gustado prometer que se iba a poner bien, pero nunca podían saberse esas cosas, y dependían en gran medida de la voluntad del enfermo al sanarse. Habiendo perdido a su querida, iltharion no podía asegurar cuanto del muchacho deseaba abrir sus ojos, y cuando pasar al más allá en su busca.
-Sobre la bestia esa...-empezó a hablar de nuevo, pasándose la mano por el pelo perfectamente recogido echándose hacia atrás apenas un par de pelos cobrizos fuera de lugar.-¿Solo ha agredido a las doncellas de la aldea?,. -si no había escuchado mal mientras atendía al joven, 2 desparecidas y una muerta. A la primera la habían ido a buscar, así que los aldeanos debían creer que seguía viva, y la ultima había desaparecido sin dejar rastros. Al bardo no podía si no darle aun mas mala espina una bestia que se llevara vivas a sus presas, un comportamiento mucho mas similar al de cualquier bipedo que al de cualquier criatura que conociera.-Y cuando estan desprotegidas, por lo que entiendo.- añadió, siendo que solo pocas personas podían dar una descripción de la criatura, y bastante precaria, ya fuera por el alcohol o porque se encontraran solas.
Fuera lo que fuera aquello que asolaba aquella aldea, si estaba en lo cierto, era mas inteligente que un simple animal, pero quizás, con los pocos datos que tenía en vez de recabar su especie, podían conseguir trazar un patrón de actuación con el cual atraer a la bestia a alguna clase de trampa.
*Subrayado el uso de medicina en tratamientos para bajar la fiebre.
Iltharion entreabrió los labios, pero seguidamente los cerró, ocultando una mirada asombrada, y dedicandole un velado gesto a la muchacha señalando a los familiares, tratando de indicarle que quizás era mejor que guardasen esa información para ellos, para no confundir aun mas al populacho. Seguro que un dato como aquel, de ser descubierto, invadria mas rápido que una pandemia todo el pueblo, haciendo que los aldeanos aun se encerraran mas en si mismos.
El siguiente hallazgo de la elfa resulto igual si no mas extraño que el anterior, restos de cuero en una herida cuando la victima no lo vestía, y no se le ocurría al bardo ninguna arma cuyo filo pudiese contener ese material.
Escuchó en el mas sepulcral de los silencios como el hombre se desahogaba, sin interrumpirle esperando que aquello aliviase su apesadumbrado corazón. La muchacha de ojos verde, sin embargo le interrumpió de nuevo, escupiendo veneno hacía un nuevo objetivo, la dama que había desaparecido y el mentor de su convaleciente hermano.
Una vez tratadas las heridas quedaba solucionar el tema de la fiebre. Mientas ambos sujetos se abrazaban llorosos, procurando no interrumpirlos y dejarlos tranquilizarse mutuamente buscó entre las cajoneras de la cómoda hasta encontrar dos medias largas. Las sumergió en el agua fría del balde, que aunque estaba algo enturbiada, no precisaba que estuviera limpia si no fresca, y las escurrió para colocárselas finalmente al paciente antes de cubrirlo con las mantas. Eso bajaría su temperatura, al menos un poco.
Finalmente se levantó del borde de la cama, soltandço un hondo suspiro por el cuerpo entumecido por mantener en cuclillas con una actividad frenética durante tanto tiempo.
-Traigan mas agua limpia y apliquenle paños humedos en la frente.- empezó a indicar, acomodandle varias almohadas detrás de la espalda, moviendo cuidadosamente al hombre para que no quedara completamente tumbado.- procuren que tome agua fresca en pequeñas cantidades cada cierto tiempo, y si despierta no le den alimentos muy consistentes.Si no el baja la fiebre, o suda demasiado vayanle cambiando con cuidado las prendas y vuelvan a taparle. En ultima instancia si no logran que baje denle un baño con agua templada- terminó alejándose de la cama, le hubiera gustado prometer que se iba a poner bien, pero nunca podían saberse esas cosas, y dependían en gran medida de la voluntad del enfermo al sanarse. Habiendo perdido a su querida, iltharion no podía asegurar cuanto del muchacho deseaba abrir sus ojos, y cuando pasar al más allá en su busca.
-Sobre la bestia esa...-empezó a hablar de nuevo, pasándose la mano por el pelo perfectamente recogido echándose hacia atrás apenas un par de pelos cobrizos fuera de lugar.-¿Solo ha agredido a las doncellas de la aldea?,. -si no había escuchado mal mientras atendía al joven, 2 desparecidas y una muerta. A la primera la habían ido a buscar, así que los aldeanos debían creer que seguía viva, y la ultima había desaparecido sin dejar rastros. Al bardo no podía si no darle aun mas mala espina una bestia que se llevara vivas a sus presas, un comportamiento mucho mas similar al de cualquier bipedo que al de cualquier criatura que conociera.-Y cuando estan desprotegidas, por lo que entiendo.- añadió, siendo que solo pocas personas podían dar una descripción de la criatura, y bastante precaria, ya fuera por el alcohol o porque se encontraran solas.
Fuera lo que fuera aquello que asolaba aquella aldea, si estaba en lo cierto, era mas inteligente que un simple animal, pero quizás, con los pocos datos que tenía en vez de recabar su especie, podían conseguir trazar un patrón de actuación con el cual atraer a la bestia a alguna clase de trampa.
*Subrayado el uso de medicina en tratamientos para bajar la fiebre.
Última edición por Iltharion Dur'Falas el Vie Abr 08, 2016 10:33 pm, editado 2 veces
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Tal y como le había pedido su compañero Níniel sacó de su bolsa de viaje algunas telas limpias más y tras humedecerlas con el agua fría de su cantimplora, para no usar el agua ya manchada de sangre del balde, comenzó a colocarlas allí donde surtirían más efecto. Tobillos, rodillas, axilas, muñecas, antebrazos, nuca y frente eran los lugares clave, si ponía ahí la tela mojada, pronto bajaría la fiebre o al menos debería de empezar a hacerlo salvo que a parte de las pérdida de sangre y la infección de sus heridas aquel joven estuviera siendo afectado por algo aún más insidioso, como un veneno por ejemplo. No sería la primera vez que un humano se adentraba en el bosque y acababa rozándose o ingiriendo algo tóxico, o mordido por alguna criatura dotada de veneno natural, ni siquiera los elfos se libraban a veces de esas cosas, aunque durante su examen no había visto marcas ni síntomas que indicaran que hubiese pasado nada de aquello por lo que con aquellos cuidados todo debería salir bien. Si no mejoraba la sacerdotisa no había agotado aún todas sus opciones, podía usar más de su magia o usar alguno de sus preparados alquímicos, pero no creía que fuese a ser necesario y a veces menos era más.
La hija del alcalde, cuyos nombres desconocía pues a pesar de haberles dejado entrar en su hogar las circusnstancias no habían sido las adecuadas para una presentación, a pesar de su llanto asintió ante las palabras de Iltharion y limpiándose las lágrimas del rostro con una mano salió de la habitación tras coger el cubo con el agua ya sucia repitiendo entrecortadamente a causa de su estado las instrucciones del elfo, como si con aquel acto de repetición quisiera no solo confirmar que lo había entendido si no grabárselas a fuego en la cabeza sin querer dejar margen para el error. Tras aquello Níniel comenzó a guardar sus cosas y con una calculada calma se incorporó mientras en su mente daba vueltas a todo cuanto aquel hombre les había contado, teniendo en esos momentos una idea bastante clara de qué había ocurrido en Linde desde el momento del primer ataque hasta el mismo momento en el que ella había llegado hasta allí con la intención de adquirir ciertos productos en su mercado y encontrándose con todo aquel percal...Salvo que no sabía qué les había atacado y cada vez tenía más dudas al respecto.
-Solo ataca a mujeres jóvenes...-Susurró el anciano ante las acertadas cuestiones del pelirrojo en un tono que denotaba que a pesar de resultar algo que saltaba a la vista no se había percatado de ello hasta que el bardo lo había dicho. Tampoco podía culparle por ello, con los ataques, lo de su hijo y el miedo apoderándose de todo no era de extrañar que incluso cosas tan obvias pudieran pasarsele por alto.- Tienes razón...Pero ¿Qué significa eso?. ¿Qué clase de criatura escogería así sus presas?. . ¿A que nos enfrentamos maese elfo?. ¿Un demonio surgido de los infiernos?. - Por desgracia aunque toda aquella información ayudaba y mucho no arrojaba mucha luz sobre aquello responsable de los ataques, aventurarse a decir un nombre solo serviría para hacer conjeturas tan poco útiles como aquel extraño dibujo de la plaza, por lo que la peliblanca únicamente pudo negar con la cabeza a pesar de que en aquella ocasión la pregunta no iba dirigida a ella si no a su compañero, el cual no había dejado de demostrar ser dueño de una mente rápida y aguda desde que se habían conocido, como era de esperar en un bardo. Era un rasgo que la joven de ojos aguamarina apreciaba, como también apreciaba la música pues ella misma estaba instruida en tales artes...Al fin y al cabo era una sacerdotisa.
-Por sus palabras además parece ser que no ataca solo de noche, un comportamiento extraño pues lo normal es que toda criatura, incluidos nosotros, optemos por unos hábitos nocturnos o diurnos...Desde luego a parte de peligroso, sea lo que sea lo que asedia vuestros campos y vuestras casas es peculiar...-
-Yo no lo llamaría peculiar señorita...- Respondió el hombre al malentender el sentido de las palabras de la peliblanca por lo que Níniel enseguida se apresuró a puntualizar su comentario logrando rápidamente hacerse entender por su interlocutor que volvió a disculparse achacando su reacción a la situación y aprovechando para agardecerles infinitamente a ambos los cuidados prestados a su hijo
-Quiero ayudar a la gente de este pueblo a acabar con esa cosa sea lo que sea pero...Aunque me adentre en el bosque necesitaría ayuda, al menos un par de curtidos guerreros a los que guiar y ayudar...Lamentablemente el combate no es mi fuerte, no por mi misma...- Finalizó alicaida la joven que en momentos así lamentaba no contar con la compañía de su prima Chandra, que cazaría a esa cosa con una mano a la espalda, o la de alguno de los nuevos amigos que había hecho tras su primer viaje fuera de Sandorai...Muchos de ellos grandes y valientes luchadores. Ella siempre dependía de ellos cuando las cosas se torcían, de ellos y de su inteligencia para poner las cosas a su favor contra todo pronóstico. No parecía ser el caso...A no ser...
-Vuestra hija nada más verme por la puerta dijo que era una dama...Y bueno es cierto desde el punto de vista de los humanos. Si todos los aldeanos se han encerrado en sus casas quizá esa cosa tenga hambre...¿Creéis que a esa cosa le gustaría probar algo un poco distinto a una humana?- Sugirió dejando el resto del plan en el aire pues a buen entendedor pocas palabras bastan y sabía que su compañero sabría qué quería decir la peliblanca con aquello. Servir de cebo para una trampa no era la ilusión de su vida pero...
La hija del alcalde, cuyos nombres desconocía pues a pesar de haberles dejado entrar en su hogar las circusnstancias no habían sido las adecuadas para una presentación, a pesar de su llanto asintió ante las palabras de Iltharion y limpiándose las lágrimas del rostro con una mano salió de la habitación tras coger el cubo con el agua ya sucia repitiendo entrecortadamente a causa de su estado las instrucciones del elfo, como si con aquel acto de repetición quisiera no solo confirmar que lo había entendido si no grabárselas a fuego en la cabeza sin querer dejar margen para el error. Tras aquello Níniel comenzó a guardar sus cosas y con una calculada calma se incorporó mientras en su mente daba vueltas a todo cuanto aquel hombre les había contado, teniendo en esos momentos una idea bastante clara de qué había ocurrido en Linde desde el momento del primer ataque hasta el mismo momento en el que ella había llegado hasta allí con la intención de adquirir ciertos productos en su mercado y encontrándose con todo aquel percal...Salvo que no sabía qué les había atacado y cada vez tenía más dudas al respecto.
-Solo ataca a mujeres jóvenes...-Susurró el anciano ante las acertadas cuestiones del pelirrojo en un tono que denotaba que a pesar de resultar algo que saltaba a la vista no se había percatado de ello hasta que el bardo lo había dicho. Tampoco podía culparle por ello, con los ataques, lo de su hijo y el miedo apoderándose de todo no era de extrañar que incluso cosas tan obvias pudieran pasarsele por alto.- Tienes razón...Pero ¿Qué significa eso?. ¿Qué clase de criatura escogería así sus presas?. . ¿A que nos enfrentamos maese elfo?. ¿Un demonio surgido de los infiernos?. - Por desgracia aunque toda aquella información ayudaba y mucho no arrojaba mucha luz sobre aquello responsable de los ataques, aventurarse a decir un nombre solo serviría para hacer conjeturas tan poco útiles como aquel extraño dibujo de la plaza, por lo que la peliblanca únicamente pudo negar con la cabeza a pesar de que en aquella ocasión la pregunta no iba dirigida a ella si no a su compañero, el cual no había dejado de demostrar ser dueño de una mente rápida y aguda desde que se habían conocido, como era de esperar en un bardo. Era un rasgo que la joven de ojos aguamarina apreciaba, como también apreciaba la música pues ella misma estaba instruida en tales artes...Al fin y al cabo era una sacerdotisa.
-Por sus palabras además parece ser que no ataca solo de noche, un comportamiento extraño pues lo normal es que toda criatura, incluidos nosotros, optemos por unos hábitos nocturnos o diurnos...Desde luego a parte de peligroso, sea lo que sea lo que asedia vuestros campos y vuestras casas es peculiar...-
-Yo no lo llamaría peculiar señorita...- Respondió el hombre al malentender el sentido de las palabras de la peliblanca por lo que Níniel enseguida se apresuró a puntualizar su comentario logrando rápidamente hacerse entender por su interlocutor que volvió a disculparse achacando su reacción a la situación y aprovechando para agardecerles infinitamente a ambos los cuidados prestados a su hijo
-Quiero ayudar a la gente de este pueblo a acabar con esa cosa sea lo que sea pero...Aunque me adentre en el bosque necesitaría ayuda, al menos un par de curtidos guerreros a los que guiar y ayudar...Lamentablemente el combate no es mi fuerte, no por mi misma...- Finalizó alicaida la joven que en momentos así lamentaba no contar con la compañía de su prima Chandra, que cazaría a esa cosa con una mano a la espalda, o la de alguno de los nuevos amigos que había hecho tras su primer viaje fuera de Sandorai...Muchos de ellos grandes y valientes luchadores. Ella siempre dependía de ellos cuando las cosas se torcían, de ellos y de su inteligencia para poner las cosas a su favor contra todo pronóstico. No parecía ser el caso...A no ser...
-Vuestra hija nada más verme por la puerta dijo que era una dama...Y bueno es cierto desde el punto de vista de los humanos. Si todos los aldeanos se han encerrado en sus casas quizá esa cosa tenga hambre...¿Creéis que a esa cosa le gustaría probar algo un poco distinto a una humana?- Sugirió dejando el resto del plan en el aire pues a buen entendedor pocas palabras bastan y sabía que su compañero sabría qué quería decir la peliblanca con aquello. Servir de cebo para una trampa no era la ilusión de su vida pero...
Subrayado uso de la profesión, medicina.
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Fué su congénere en vez de los familiares quien fue lo suficientemente rauda como para encargarse de lo que había pedido, y con diligencia y habilidad, se encargó de aquello como había hecho con el resto, sin precisar de que trajeran más materiales de los que ella ya portaba en su propio morral.
Las preguntas del hombre cuando le llamaron la atención sobre la peculiar constancia en las presas dejaron al bardo al principio indiferente, por haberse hecho algunas de ellas, y al final estupefacto por el tono de superstición y de mito que tenían. Aunque el era un buen narrador, y había contado numerosas leyendas, había una obia diferencia entre realidad y ficción que claramente los aldeanos tenían difusa algunas veces.
Qué significaba aquello era un misterio, porque era lo único que no encajaba en el patrón de una bestia, al menos no con los pocos datos que poseían. Si era por carne blanda, tanto le habría valido un niño, que se resistiría mucho menos que una dama probablemente, o quizás lo mismo, y sería más fácil de transportar, y era el único motivo por el cual se le ocurría ese tipo de presas, aún así, no cuadraba.
¿Que clase de bestia escojeria solo a mujeres jóvenes?, solo se le ocurría una categoría, iban sobre dos patas y él estaba incluido en ella, aunque nunca había secuestrado ninguna, y dudaba seriamente que ningún tipo de rufián de la clase que imaginaba se viera ni remotamente similar al dibujo. Un secuestrador disfrazado de tal manera resultaba tan ridículo que lo descarto automáticamente.
-Lamento decirle sr.Alcalde, que no tengo ni la más remota idea de que clase de bestia es, ni de qué significado tiene su forma de seleccionar sus presas.-Admitió, no sin cierta frustración. Tenía la sensación de que se le escapaba algo, que casi podía rozárlo con los dedos, pero cuando la idea empezaba a tomar nitidez desaparecía repentinamente. Le era sumamente molesto.
La joven parecía bastante despierta, e hizo hincapié en otro punto sobre los hábitos de cacería de aquella extraña entidad. Ni de noche ni de día, podía aparecer en cualquier momento, no era de extrañar entonces que los aldeanos se encontraran tan asustados y encerrados a cal y canto.
-La única explicación para que no marque un horario definido es porque ustedes tampoco lo hagan, si caza personas, se moverá en base a estas, y durante las fiestas los festejos se tiende a pernoctar. O quizás sean una manada y hagan guardia por turnos...-Murmuró para sí mismo, pasándose la mano por el pelo nuevamente, poco acostumbrado a esa sensación de desconcierto que ahora lo embargaba. Había algunos roedores extraños que vigilaban los alrededores en busca de predadores por horarios designados, aunque nunca había visto ni oído hablar de aquello en una especie cazadora.
Las palabras de la sacerdotisa los sacaron de su ensimismamiento de auto tortura con ese indescifrable acertijo, y la observó con sorpresa. Cierto era que lucía como una dama, pero por lo visto, disponía de mucho más valor que cualquiera de ellas.
-Resultaría mucho más fácil tratar de atraer a la bestia a una trampa, que no internarse en su territorio a buscar a tientas algo que no sabemos siquiera cómo luce.- Admitió el bardo.- Pero por el mismo motivo es peligroso, ya que no sabemos a qué nos enfrentamos, tampoco si podré procurar que no salga herida.-Prosiguió con más seriedad mirando fijamente a la muchacha. Lista, hábil y hermosa, resultaba una pena poner semejante especimen delante de un predador que la podía dejar como el hombre que yacía en la cama o peor. Pero a su vez tenía que admitir que difícilmente encontrarán algo mejor, el resto de jóvenes estarían demasiado nerviosas o asustadas como para desempeñar correctamente dicho papel, y no correr hacia cualquier lugar presa del pánico.
Un plan, o el bosquejo del mismo empezaba a formarse en la mente del bardo, no era nada elaborado, ni demasiado complejo, y tenía su pequeña parte de contingencia por si las cosas salían mal, aunque eso último era... precario, no tenía una idea mejor.
-Podemos tender una emboscada a la bestia, siempre y cuando tengan algunas redes, con unas cuantas rocas se puede arreglar algo que podamos manejar sin la ayuda de varios.- declaró finalmente, dudando de que los aldeanos les proveyeran más ayuda que el material, pues tal era el poder del miedo sobre los hombres.- Pero si todo sale mal, nadie lo quiera, podríamos usar un cordel de lana para seguirle el rastro, se engancha fácilmente, y es medianamente resistente, además de que los ovillos tienden a ser ostentosamente largos.- Suspiró. Le hubiera gustado poder aportar algo mejor, pero a veces, había que conformarse con lo que se tenía. Quizás a la muchacha se le ocurriera algo mejor, o pudiera perfilar su plan.
Las preguntas del hombre cuando le llamaron la atención sobre la peculiar constancia en las presas dejaron al bardo al principio indiferente, por haberse hecho algunas de ellas, y al final estupefacto por el tono de superstición y de mito que tenían. Aunque el era un buen narrador, y había contado numerosas leyendas, había una obia diferencia entre realidad y ficción que claramente los aldeanos tenían difusa algunas veces.
Qué significaba aquello era un misterio, porque era lo único que no encajaba en el patrón de una bestia, al menos no con los pocos datos que poseían. Si era por carne blanda, tanto le habría valido un niño, que se resistiría mucho menos que una dama probablemente, o quizás lo mismo, y sería más fácil de transportar, y era el único motivo por el cual se le ocurría ese tipo de presas, aún así, no cuadraba.
¿Que clase de bestia escojeria solo a mujeres jóvenes?, solo se le ocurría una categoría, iban sobre dos patas y él estaba incluido en ella, aunque nunca había secuestrado ninguna, y dudaba seriamente que ningún tipo de rufián de la clase que imaginaba se viera ni remotamente similar al dibujo. Un secuestrador disfrazado de tal manera resultaba tan ridículo que lo descarto automáticamente.
-Lamento decirle sr.Alcalde, que no tengo ni la más remota idea de que clase de bestia es, ni de qué significado tiene su forma de seleccionar sus presas.-Admitió, no sin cierta frustración. Tenía la sensación de que se le escapaba algo, que casi podía rozárlo con los dedos, pero cuando la idea empezaba a tomar nitidez desaparecía repentinamente. Le era sumamente molesto.
La joven parecía bastante despierta, e hizo hincapié en otro punto sobre los hábitos de cacería de aquella extraña entidad. Ni de noche ni de día, podía aparecer en cualquier momento, no era de extrañar entonces que los aldeanos se encontraran tan asustados y encerrados a cal y canto.
-La única explicación para que no marque un horario definido es porque ustedes tampoco lo hagan, si caza personas, se moverá en base a estas, y durante las fiestas los festejos se tiende a pernoctar. O quizás sean una manada y hagan guardia por turnos...-Murmuró para sí mismo, pasándose la mano por el pelo nuevamente, poco acostumbrado a esa sensación de desconcierto que ahora lo embargaba. Había algunos roedores extraños que vigilaban los alrededores en busca de predadores por horarios designados, aunque nunca había visto ni oído hablar de aquello en una especie cazadora.
Las palabras de la sacerdotisa los sacaron de su ensimismamiento de auto tortura con ese indescifrable acertijo, y la observó con sorpresa. Cierto era que lucía como una dama, pero por lo visto, disponía de mucho más valor que cualquiera de ellas.
-Resultaría mucho más fácil tratar de atraer a la bestia a una trampa, que no internarse en su territorio a buscar a tientas algo que no sabemos siquiera cómo luce.- Admitió el bardo.- Pero por el mismo motivo es peligroso, ya que no sabemos a qué nos enfrentamos, tampoco si podré procurar que no salga herida.-Prosiguió con más seriedad mirando fijamente a la muchacha. Lista, hábil y hermosa, resultaba una pena poner semejante especimen delante de un predador que la podía dejar como el hombre que yacía en la cama o peor. Pero a su vez tenía que admitir que difícilmente encontrarán algo mejor, el resto de jóvenes estarían demasiado nerviosas o asustadas como para desempeñar correctamente dicho papel, y no correr hacia cualquier lugar presa del pánico.
Un plan, o el bosquejo del mismo empezaba a formarse en la mente del bardo, no era nada elaborado, ni demasiado complejo, y tenía su pequeña parte de contingencia por si las cosas salían mal, aunque eso último era... precario, no tenía una idea mejor.
-Podemos tender una emboscada a la bestia, siempre y cuando tengan algunas redes, con unas cuantas rocas se puede arreglar algo que podamos manejar sin la ayuda de varios.- declaró finalmente, dudando de que los aldeanos les proveyeran más ayuda que el material, pues tal era el poder del miedo sobre los hombres.- Pero si todo sale mal, nadie lo quiera, podríamos usar un cordel de lana para seguirle el rastro, se engancha fácilmente, y es medianamente resistente, además de que los ovillos tienden a ser ostentosamente largos.- Suspiró. Le hubiera gustado poder aportar algo mejor, pero a veces, había que conformarse con lo que se tenía. Quizás a la muchacha se le ocurriera algo mejor, o pudiera perfilar su plan.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Lo cierto era que aquella idea de hacer de cebo, incluso siendo consciente de que implicaba un riesgo o que incluso podría no funcionar en absoluto por muchos motivos como por ejemplo que la criatura no apareciera, había parecido mucho mejor en su cabeza que una vez sometida al juicio de su compañero. Escucharle trazar un esbozo de plan resultó incluso un alivio al principio, pues mientras hablaba parecía fácil, pero cuando al final añadió una idea alternativa por si la primera no salía bien y se imaginó siendo arrastrada por un ser de pesadilla hacia la espesura, posiblemente herida o incluso entre sus fauces como un cervatillo...Bueno aquello no sonaba tan bien. Aún así la peliblanca se limitó a esbozar un intento de sonrisa con la que quiso mostrarse segura y tranquila a pesar de no podía negar que esa posibilidad resultaba inquietante.
-Mejor yo que otra joven de la aldea. Al menos tengo algo de experiencia con las situaciones peliagudas y puedo defenderme.- Respondió con la verdad dando por buenas las palabras del bardo. En esencia una trampa sencilla y fácil de preparar pero eficaz si lograban llevar a aquella bestia hasta ella. -A las malas, si escogemos bien el lugar donde tender la trampa, incluso si esta no funciona podríamos tratar de enfrentarnos a ella. Seguro que en la aldea habrá alguien con lanzas, un arco o alguna ballesta que podamos usar, incluso aunque ellos mismos teman usarlas.- Continuó diciendo, añadiendo aquel punto al plan de Iltharion para que lo tuviera presente a la hora de terminar de darle forma a su idea y a la trampa.
-El sótano está lleno de cosas que podrían sernos útiles. Podemos usar las redes de pesca, no son redes de caza pero es lo más cercano que se me ocurre. También hay herramientas que usamos para prevenir las crecidas del río y algunos utensilios de labranza para los temporeros. Las armas puede ser más complicado. El grupo de mi hijo estaba formado por otros dos caballeros y los pocos guardias del pueblo, prácticamente se llevaron todas las armas de cierta calidad...Pero puedo preguntar a algunos vecinos y seguro que puedo conseguir algún arco que nos sirva, aunque no creo que les convenza de unirse a nosotros, ya lo intenté cuando el grupo de mi hijo no volvió y a duras penas logré que me dejaran ofrecer una recompensa. Incluso aunque sus cosechas se estén echando a perder en los campos su miedo es demasiado fuerte... Y no puedo culparles.- Les dijo el anciano alcalde mientras la sacerdotisa asentía a sus palabras satisfecha de que al menos parecía que no iban a ir cortos de todo lo necesario para preparar un recibimiento adecuado (y que evitara que fuera devorada) a aquel depredador. No obstante no pasó por alto para la peliblanca el hecho de aquel hombre había hablado en plural sobre “Nosotros”.
-Me ha parecido intuir en sus palabras que piensa participar...- Insinuó la elfa que no estaba muy segura de que aquello fuera buena idea. Un elfo con su edad estaba en la flor de la vida pero un humano, como resultaba evidente con solo mirarlo, estaba en el ocaso de su existencia y cercano a reunirse con la madre tierra. De hecho por su estilo de vida y de comportamiento pocos humanos llegaban siquiera a esas edades.
-Por supuesto. No voy a permitir que unos extraños, y elfos además, arriesguen sus vidas por mi pueblo mientras me quedo escondido bajo la cama. Puede que los demás puedan vivir con esa deshonra pero yo no. Mi linaje puede que no sea noble pero no es de cobardes.- Fueron las palabras del anciano que parecía totalmente decidido, lo que causó que la peliblanca le mirara con un nuevo y sincero respeto, a pesar del cual seguía pareciendo una mala idea. Por ello pensó en cómo decirle sin molestarle que quizá fuese mejor que permaneciera en casa cuando todo empezara, que con conseguirlos las armas, materiales y herramientas ya habría hecho más que suficiente por Linde...Que su familia ya había derramado sangre por su pueblo y nada le obligaba a más...Pero lo cierto es que no podía dejar de entenderlo. Ningún Thenidiel que pudiera tomar su arco, espada o bastón se quedaría en su casa si su hogar estuviera en peligro.
-De eso nada padre. ¿Acaso quieres acabar como Percy?. ¿Quieres dejar a tu hija sola en el mundo sin ni siquiera verla casada?.- Interrumpió la voz de la hija del alcalde que acababa de aparecer por la puerta portando de vuelta el balde con agua limpia y nuevas vendas. Aquello prometía ser el comienzo de una nueva discusión entre padre e hija y la peliblanca no se equivocaba pues poco faltó para que el anciano acabara empapado de la cabeza los pies con aquel agua.
-Helmy...No dejaré que la deshonra caiga sobre esta casa y algo debe hacerse....Tu hermano...- Escuchaba la sacerdotisa de manera suelta pues dejó de prestar atención a la enésima discusión entre aquellos dos humanos en menos de una hora para acercarse al elfo pelirrojo y preguntarle acerca de su opinión al respecto y comentar con él cualquier nueva idea que se le hubiera ocurrido sobre la tarea que tenían por delante.
-Eres imposible Olaf Maxson, hijo de Ulveric el granjero, hijo de Friedig el granjero, hijo de Olaf...El granjero. Haz lo que quieras, como Percy. Los hombres y sus ínfulas de gloria y honor...- Fue lo ultimo que Helmy dijo antes de arrodillarse al lado del camastro de su hermano y comenzar a atenderle, sin decir nada más a nadie. La expresión que los humanos usarían en aquel caso sería “Que estaba de morros”.
Olaf suspiró y tras mirar de forma suplicante a los elfos, Níniel no supo a ciencia cierta si para que perdonara la nueva subida de tono de su hija o para evitar tener con ellos la misma discusión se limitó a indicarles el camino hasta el sótano. -Cuanto antes empecemos, antes nos libraremos de esa bestia.-
-Mejor yo que otra joven de la aldea. Al menos tengo algo de experiencia con las situaciones peliagudas y puedo defenderme.- Respondió con la verdad dando por buenas las palabras del bardo. En esencia una trampa sencilla y fácil de preparar pero eficaz si lograban llevar a aquella bestia hasta ella. -A las malas, si escogemos bien el lugar donde tender la trampa, incluso si esta no funciona podríamos tratar de enfrentarnos a ella. Seguro que en la aldea habrá alguien con lanzas, un arco o alguna ballesta que podamos usar, incluso aunque ellos mismos teman usarlas.- Continuó diciendo, añadiendo aquel punto al plan de Iltharion para que lo tuviera presente a la hora de terminar de darle forma a su idea y a la trampa.
-El sótano está lleno de cosas que podrían sernos útiles. Podemos usar las redes de pesca, no son redes de caza pero es lo más cercano que se me ocurre. También hay herramientas que usamos para prevenir las crecidas del río y algunos utensilios de labranza para los temporeros. Las armas puede ser más complicado. El grupo de mi hijo estaba formado por otros dos caballeros y los pocos guardias del pueblo, prácticamente se llevaron todas las armas de cierta calidad...Pero puedo preguntar a algunos vecinos y seguro que puedo conseguir algún arco que nos sirva, aunque no creo que les convenza de unirse a nosotros, ya lo intenté cuando el grupo de mi hijo no volvió y a duras penas logré que me dejaran ofrecer una recompensa. Incluso aunque sus cosechas se estén echando a perder en los campos su miedo es demasiado fuerte... Y no puedo culparles.- Les dijo el anciano alcalde mientras la sacerdotisa asentía a sus palabras satisfecha de que al menos parecía que no iban a ir cortos de todo lo necesario para preparar un recibimiento adecuado (y que evitara que fuera devorada) a aquel depredador. No obstante no pasó por alto para la peliblanca el hecho de aquel hombre había hablado en plural sobre “Nosotros”.
-Me ha parecido intuir en sus palabras que piensa participar...- Insinuó la elfa que no estaba muy segura de que aquello fuera buena idea. Un elfo con su edad estaba en la flor de la vida pero un humano, como resultaba evidente con solo mirarlo, estaba en el ocaso de su existencia y cercano a reunirse con la madre tierra. De hecho por su estilo de vida y de comportamiento pocos humanos llegaban siquiera a esas edades.
-Por supuesto. No voy a permitir que unos extraños, y elfos además, arriesguen sus vidas por mi pueblo mientras me quedo escondido bajo la cama. Puede que los demás puedan vivir con esa deshonra pero yo no. Mi linaje puede que no sea noble pero no es de cobardes.- Fueron las palabras del anciano que parecía totalmente decidido, lo que causó que la peliblanca le mirara con un nuevo y sincero respeto, a pesar del cual seguía pareciendo una mala idea. Por ello pensó en cómo decirle sin molestarle que quizá fuese mejor que permaneciera en casa cuando todo empezara, que con conseguirlos las armas, materiales y herramientas ya habría hecho más que suficiente por Linde...Que su familia ya había derramado sangre por su pueblo y nada le obligaba a más...Pero lo cierto es que no podía dejar de entenderlo. Ningún Thenidiel que pudiera tomar su arco, espada o bastón se quedaría en su casa si su hogar estuviera en peligro.
-De eso nada padre. ¿Acaso quieres acabar como Percy?. ¿Quieres dejar a tu hija sola en el mundo sin ni siquiera verla casada?.- Interrumpió la voz de la hija del alcalde que acababa de aparecer por la puerta portando de vuelta el balde con agua limpia y nuevas vendas. Aquello prometía ser el comienzo de una nueva discusión entre padre e hija y la peliblanca no se equivocaba pues poco faltó para que el anciano acabara empapado de la cabeza los pies con aquel agua.
-Helmy...No dejaré que la deshonra caiga sobre esta casa y algo debe hacerse....Tu hermano...- Escuchaba la sacerdotisa de manera suelta pues dejó de prestar atención a la enésima discusión entre aquellos dos humanos en menos de una hora para acercarse al elfo pelirrojo y preguntarle acerca de su opinión al respecto y comentar con él cualquier nueva idea que se le hubiera ocurrido sobre la tarea que tenían por delante.
-Eres imposible Olaf Maxson, hijo de Ulveric el granjero, hijo de Friedig el granjero, hijo de Olaf...El granjero. Haz lo que quieras, como Percy. Los hombres y sus ínfulas de gloria y honor...- Fue lo ultimo que Helmy dijo antes de arrodillarse al lado del camastro de su hermano y comenzar a atenderle, sin decir nada más a nadie. La expresión que los humanos usarían en aquel caso sería “Que estaba de morros”.
Olaf suspiró y tras mirar de forma suplicante a los elfos, Níniel no supo a ciencia cierta si para que perdonara la nueva subida de tono de su hija o para evitar tener con ellos la misma discusión se limitó a indicarles el camino hasta el sótano. -Cuanto antes empecemos, antes nos libraremos de esa bestia.-
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Lo óptimo habría sido tener tiempo y mano de obra, pero carecían sobre todo de lo segundo, por lo que tenía que pensar en algo que pudieran hacer o usar siendo pocos, incluso armar entre con escasa gente sin que los dejará exhaustos.
Lanzas, era un buen material podía ser sumamente útil, sobre todo para reducir a algo sin tener que enfrentarse a ello, se quedó unos instantes pensando, apoyándose en la pared mientras le daba forma a su idea, y poco a poco, los materiales y la figura del pueblo fueron volviendo más nítido su ingenio.
-Podríamos intentar que la bestia se empale sola- Comentó.- Solo habría que hacer que te vea detrás de algo, por ejemplo arbustos lo suficientemente altos como para que tenga que atravesarlos, o un tendedero que no se encuentre a contraluz. Sólo habría que crear una especie de barricada de estacas con las lanzas, de modo que cuando la bestia corra a atraparte, su mismo impulso haga que quede atravesada con las lanzas.- Como uno de los planes de contingencia le parecía más que bien, sobre todo porque no tenían forma de cavar una zanja lo suficientemente grande como para flanquear a la elfa, y hacer caer a la bestia en un agujero lleno de púas.
-Las redes se pueden atar a unas balconadas con un contrapeso, y colocar extendidas en el suelo cubiertas de tierra para que no se vea que están allí.- Prosiguió. En cuanto a los arcos y las ballestas, si tendrían que tener sus respectivos portadores si planeaban usar esas cosas de alguna forma.
-Si tienen redes de pesca, probablemente también tengan hilo, si lo colocamos de lado a lado de una calle a varias alturas y flojo, en varios puntos, lo podemos tensar encerrando al bicho y haciendo que el mismo quede encerrado si intenta escapar.- finalizó, por suerte los hilos de pesca solían ser muy resistentes, por el tamaño descomunal que tenían algunos pescados.
Sin embargo había algo que no le terminaba de gustar al elfo, y era la participación del alcalde en aquel fregado, y es que, siendo su único contacto en el pueblo, si perecía y tenían un contratiempo, no tendrían a nadie a quien acudir, y probablemente su hija les guardase el suficiente rencor por ello como para cerrarles la puerta en las narices.
-Sr. Comprendo que quiera ayudar, pero no podemos ponerlo en riesgo, así que se me ocurre la tarea perfecta para usted. Para activar la tercera trampa que mencioné un buen campo de visión es fundamental, así que nos vendría fantástico si se esconde en uno de los balcones con los hilos que tiene que tensar y lo hace desde esa posición, en la que podrá darnos indicaciones porque verá mucho mejor que el resto.- Esperaba que esa participación secundaria fuera suficiente para contentar al alcalde.- Además no correrá riesgo.- Y ya que estaban a su hija, quien había entrado en otro ataque de nervios ante el miedo de perder al único familiar que por ahora se mantenía en perfecto estado, si es que la vejez se podía considerar perfecto estado.
El bardo pudo ver de refilón una agradecida mirada de la doncella de ojos verdes, por proponer aquel plan que contentaría el honor de su padre y a la vez evitaría que la muerte lo arrancara de sus brazos. Cómo reaccionó el hombre era otra cuestión, pues ya se había dado vuelta conduciendolos hacia el sótano.
La humedad podía olerse en el ambiente aun cuando no habían terminado de descender todos los escalones, las paredes de piedra al descubierto relucían y no precisamente por su pulcritud o limpieza. La estancia era grande, ocupaba toda la extensión de la casa pero en un nivel subterráneo, y sin paredes que cortaran esa sala en varios ambientes. Gruesas columnas de piedra le daban al lugar la solidez necesaria como para que no se desmoronara encima de sus moradores y de la cúspide de las mismas una multitud de telarañas se adherían a la roca, al techo y los muros cubriendo con una gruesa capa de sedas prácticamente todo el lugar, colgando en algunos tramos casi hasta rozar la cabeza de quien pasara por debajo.
En el fondo, varias barricas grandes, alacenas y sacos cerrados, ocupaban gran parte del espacio como almacén. La otra mitad de la estancia ejercía como trastero, armas y armaduras viejas y ajadas, algunas lanzas y demás armas de pobre calidad estaban revueltas en el suelo como si hubieran sido revisadas recientemente. También se encontraban desperdigados por el suelo los adornos, banderines y guirnaldas de las fiestas que los aldeanos habían sacado de la aldea tras el primer ataque de la bestia misteriosa.
Sin perder un instante el elfo se acercó a las armas y se puso en cuclillas para revisar mejor, empezó a separar todas aquellas que podían servir como estacas, incluyendo a desgana para aumentar su número, algunas espadas vieja sy romas, que ya no podrían ser usadas para su propósito inicial, y cuya calidad no las hacía dignas de decorar las paredes de la casa del alcalde.
Al cabo de un rato tenía materiales suficientes como para la mitad de lo que había propuesto, las redes y el hilo, así como la lana, difícilmente pudieran hallarlos en ese lugar, y algunas cosas tendría que ir el alcalde en persona a pedirselos a los aldeanos, pues a los elfos con suerte les responderían un mísero "largate" a través de la puerta.
Lanzas, era un buen material podía ser sumamente útil, sobre todo para reducir a algo sin tener que enfrentarse a ello, se quedó unos instantes pensando, apoyándose en la pared mientras le daba forma a su idea, y poco a poco, los materiales y la figura del pueblo fueron volviendo más nítido su ingenio.
-Podríamos intentar que la bestia se empale sola- Comentó.- Solo habría que hacer que te vea detrás de algo, por ejemplo arbustos lo suficientemente altos como para que tenga que atravesarlos, o un tendedero que no se encuentre a contraluz. Sólo habría que crear una especie de barricada de estacas con las lanzas, de modo que cuando la bestia corra a atraparte, su mismo impulso haga que quede atravesada con las lanzas.- Como uno de los planes de contingencia le parecía más que bien, sobre todo porque no tenían forma de cavar una zanja lo suficientemente grande como para flanquear a la elfa, y hacer caer a la bestia en un agujero lleno de púas.
-Las redes se pueden atar a unas balconadas con un contrapeso, y colocar extendidas en el suelo cubiertas de tierra para que no se vea que están allí.- Prosiguió. En cuanto a los arcos y las ballestas, si tendrían que tener sus respectivos portadores si planeaban usar esas cosas de alguna forma.
-Si tienen redes de pesca, probablemente también tengan hilo, si lo colocamos de lado a lado de una calle a varias alturas y flojo, en varios puntos, lo podemos tensar encerrando al bicho y haciendo que el mismo quede encerrado si intenta escapar.- finalizó, por suerte los hilos de pesca solían ser muy resistentes, por el tamaño descomunal que tenían algunos pescados.
Sin embargo había algo que no le terminaba de gustar al elfo, y era la participación del alcalde en aquel fregado, y es que, siendo su único contacto en el pueblo, si perecía y tenían un contratiempo, no tendrían a nadie a quien acudir, y probablemente su hija les guardase el suficiente rencor por ello como para cerrarles la puerta en las narices.
-Sr. Comprendo que quiera ayudar, pero no podemos ponerlo en riesgo, así que se me ocurre la tarea perfecta para usted. Para activar la tercera trampa que mencioné un buen campo de visión es fundamental, así que nos vendría fantástico si se esconde en uno de los balcones con los hilos que tiene que tensar y lo hace desde esa posición, en la que podrá darnos indicaciones porque verá mucho mejor que el resto.- Esperaba que esa participación secundaria fuera suficiente para contentar al alcalde.- Además no correrá riesgo.- Y ya que estaban a su hija, quien había entrado en otro ataque de nervios ante el miedo de perder al único familiar que por ahora se mantenía en perfecto estado, si es que la vejez se podía considerar perfecto estado.
El bardo pudo ver de refilón una agradecida mirada de la doncella de ojos verdes, por proponer aquel plan que contentaría el honor de su padre y a la vez evitaría que la muerte lo arrancara de sus brazos. Cómo reaccionó el hombre era otra cuestión, pues ya se había dado vuelta conduciendolos hacia el sótano.
La humedad podía olerse en el ambiente aun cuando no habían terminado de descender todos los escalones, las paredes de piedra al descubierto relucían y no precisamente por su pulcritud o limpieza. La estancia era grande, ocupaba toda la extensión de la casa pero en un nivel subterráneo, y sin paredes que cortaran esa sala en varios ambientes. Gruesas columnas de piedra le daban al lugar la solidez necesaria como para que no se desmoronara encima de sus moradores y de la cúspide de las mismas una multitud de telarañas se adherían a la roca, al techo y los muros cubriendo con una gruesa capa de sedas prácticamente todo el lugar, colgando en algunos tramos casi hasta rozar la cabeza de quien pasara por debajo.
En el fondo, varias barricas grandes, alacenas y sacos cerrados, ocupaban gran parte del espacio como almacén. La otra mitad de la estancia ejercía como trastero, armas y armaduras viejas y ajadas, algunas lanzas y demás armas de pobre calidad estaban revueltas en el suelo como si hubieran sido revisadas recientemente. También se encontraban desperdigados por el suelo los adornos, banderines y guirnaldas de las fiestas que los aldeanos habían sacado de la aldea tras el primer ataque de la bestia misteriosa.
Sin perder un instante el elfo se acercó a las armas y se puso en cuclillas para revisar mejor, empezó a separar todas aquellas que podían servir como estacas, incluyendo a desgana para aumentar su número, algunas espadas vieja sy romas, que ya no podrían ser usadas para su propósito inicial, y cuya calidad no las hacía dignas de decorar las paredes de la casa del alcalde.
Al cabo de un rato tenía materiales suficientes como para la mitad de lo que había propuesto, las redes y el hilo, así como la lana, difícilmente pudieran hallarlos en ese lugar, y algunas cosas tendría que ir el alcalde en persona a pedirselos a los aldeanos, pues a los elfos con suerte les responderían un mísero "largate" a través de la puerta.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Los pasos del señor Maxson se detuvieron en la entrada de la habitación donde descansaba su hijo Percival y sin darse la vuelta para mirarles soltó un largo suspiro ante las palabras de Iltharion, saliendo de allí sin responder si estaba dispuesto a aceptar aquella participación en la trampa o si por el contrario acabarían viéndolo con una lanza entre las manos y lanzándose con ella contra un ser que por lo visto había sido capaz de diezmar a un nutrido grupo de guerreros y que de fallar la trampa representaría una amenaza muy seria para todos los participantes. Sería pretencioso decir que en tan breve lapso de tiempo conocía a aquel hombre, pero al igual que antes la peliblanca creyó saber cómo se sentía el anciano pues no debía de diferir mucho a como ella misma se sentía en esos momentos, sabiendo que muy posiblemente la situación les superara pero aún así dispuesta a intentarlo antes de que hubiera más muertes que lamentar. Por supuesto que preferiría no hacerlo, contar a su lado con una legión de cazadores expertos, una montaña de armas y hasta con los mismísimos caballeros esmeralda...Pero no disponían de tales refuerzos. Solo estaban ellos y la poca ayuda que cabría esperar de unos aldeanos enfermos por el miedo. Eso era todo... y tendría que bastar. Iltharión fue muy hábil con sus palabras al no desestimar su ayuda por escasa que fuera, permitiéndole conservar su honor al mismo tiempo que lo mantenía relativamente lejos del peligro. La peliblanca esperaba que el humano también supiera verlo así.
Siguieron al anciano hasta la planta baja de la casa y desde hay por el pasillo hasta el sótano por unas escaleras de madera descendentes con la única iluminación de la lampara de aceite que portaba el alcalde, al menos hasta que llegaron abajo del todo y el hombre se apresuró a encender algunas lámparas más repartidas por las columnas de aquel lugar húmedo y frío. El sótano era bastante amplio y almacenaba una gran cantidad de objetos por lo que les llevó un tiempo comprobarlo todo y hacerse con aquello que necesitaban.
Mientras Iltharion revisaba una pila de armas mal conservadas, seguramente el lugar tendría mucho que ver en ello, Níniel comenzó a hacer lo propio con las telas, banderas y demás adornos repartidos por todo el lugar seleccionando aquellos que consideraba podrían adecuarse a la idea del pelirrojo para ocultar las lanzas. Era una pena tener que usar algo así pues seguramente haría falta cortarlas e incluso era más que probable que resultaran dañadas pero de todo cuanto allí había era lo que mejor serviría para tal propósito. Eran opacas, ni muy finas ni muy gruesas y había suficientes como para preparar no una, si no hasta dos trampas si fuera necesario. Tras prepararlas y doblarlas para llevarlas al lugar de la trampa cuando fuera necesario, lo que les iba a llevar más de un viaje, la elfa se fijó en algunos de los barriles allí guardados cuya manufactura especialmente bien realizada llamó su atención.
-¿Qué contienen?- Preguntó con curiosidad al alcalde que detuvo su actividad para desviar la mirada hasta ellos.
-Aceite para las lámparas, muy inflamable, por eso los barriles son reforzados y sellados como si contuvieran el mejor de los vinos de la bodega del rey. Bastaría la llama moribunda de una vela a punto de consumirse del todo para hacerlo estallar en llamas...Y habiendo tanto almacenado seguramente haría que mi casa entera volara por los aires.- Respondió como si aquello le pareciera lo más normal del mundo, sin duda por la confianza que daban años manipulando tan volátil producto. El hombre debió de percatarse de la desconfianza que tener algo así a su lado había causado en la peliblanca pues se apresuró a quitarle importancia.- Mientras los barriles estén cerrados podrías hasta hacerlos rodar por una pendiente cuesta abajo que no pasaría nada.-
-¿Y un barril solo qué podría hacer si le prendiera fuego?- Volvió a preguntar la sacerdotisa que a pesar de su recelo había tenido una idea que quizá les fuera de ayuda para librarse de la bestia.
-Causaría una enorme llamarada tan caliente que achicharraría prácticamente cualquier cosa...¿Estás pensando?-
-Que quizá podamos usarlo, ¿Qué opinas Iltharion?.- Quiso saber la elfa haciendo partícipe al bardo de aquello. Al fin y al cabo el diseño de la trampa era suyo y él sabría si algo como aquel aceite encajaba o no con sus ideas. En cualquier caso ya iban más que cargados para iniciar los preparativos así que tendrían que volver en un segundo o tercer viaje a por ello si finalmente lo usaban.
Con tanto peso como podía cargar subieron de nuevo los escalones y desde allí hasta la plaza del pueblo donde comenzó a colocar todo aquel equipo. Solo quedaba escoger el lugar adecuado y podrían comenzar a preparar la trampa. Mientras ellos empezaban el señor Maxson comenzó su ronda de visitas puerta por puerta para obtener el resto de cosas que necesitaban y quizá, hasta obtuviese algún par de manos extra al menos para los preparativos.
Siguieron al anciano hasta la planta baja de la casa y desde hay por el pasillo hasta el sótano por unas escaleras de madera descendentes con la única iluminación de la lampara de aceite que portaba el alcalde, al menos hasta que llegaron abajo del todo y el hombre se apresuró a encender algunas lámparas más repartidas por las columnas de aquel lugar húmedo y frío. El sótano era bastante amplio y almacenaba una gran cantidad de objetos por lo que les llevó un tiempo comprobarlo todo y hacerse con aquello que necesitaban.
Mientras Iltharion revisaba una pila de armas mal conservadas, seguramente el lugar tendría mucho que ver en ello, Níniel comenzó a hacer lo propio con las telas, banderas y demás adornos repartidos por todo el lugar seleccionando aquellos que consideraba podrían adecuarse a la idea del pelirrojo para ocultar las lanzas. Era una pena tener que usar algo así pues seguramente haría falta cortarlas e incluso era más que probable que resultaran dañadas pero de todo cuanto allí había era lo que mejor serviría para tal propósito. Eran opacas, ni muy finas ni muy gruesas y había suficientes como para preparar no una, si no hasta dos trampas si fuera necesario. Tras prepararlas y doblarlas para llevarlas al lugar de la trampa cuando fuera necesario, lo que les iba a llevar más de un viaje, la elfa se fijó en algunos de los barriles allí guardados cuya manufactura especialmente bien realizada llamó su atención.
-¿Qué contienen?- Preguntó con curiosidad al alcalde que detuvo su actividad para desviar la mirada hasta ellos.
-Aceite para las lámparas, muy inflamable, por eso los barriles son reforzados y sellados como si contuvieran el mejor de los vinos de la bodega del rey. Bastaría la llama moribunda de una vela a punto de consumirse del todo para hacerlo estallar en llamas...Y habiendo tanto almacenado seguramente haría que mi casa entera volara por los aires.- Respondió como si aquello le pareciera lo más normal del mundo, sin duda por la confianza que daban años manipulando tan volátil producto. El hombre debió de percatarse de la desconfianza que tener algo así a su lado había causado en la peliblanca pues se apresuró a quitarle importancia.- Mientras los barriles estén cerrados podrías hasta hacerlos rodar por una pendiente cuesta abajo que no pasaría nada.-
-¿Y un barril solo qué podría hacer si le prendiera fuego?- Volvió a preguntar la sacerdotisa que a pesar de su recelo había tenido una idea que quizá les fuera de ayuda para librarse de la bestia.
-Causaría una enorme llamarada tan caliente que achicharraría prácticamente cualquier cosa...¿Estás pensando?-
-Que quizá podamos usarlo, ¿Qué opinas Iltharion?.- Quiso saber la elfa haciendo partícipe al bardo de aquello. Al fin y al cabo el diseño de la trampa era suyo y él sabría si algo como aquel aceite encajaba o no con sus ideas. En cualquier caso ya iban más que cargados para iniciar los preparativos así que tendrían que volver en un segundo o tercer viaje a por ello si finalmente lo usaban.
Con tanto peso como podía cargar subieron de nuevo los escalones y desde allí hasta la plaza del pueblo donde comenzó a colocar todo aquel equipo. Solo quedaba escoger el lugar adecuado y podrían comenzar a preparar la trampa. Mientras ellos empezaban el señor Maxson comenzó su ronda de visitas puerta por puerta para obtener el resto de cosas que necesitaban y quizá, hasta obtuviese algún par de manos extra al menos para los preparativos.
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
La joven sacerdotisa no solo se puso a buscar entre las cosas que habían escogido para su lista de materiales, si no que reparó en algo que podía resultar sumamente útil para añadir otra trampa mas a la lista. El aceite para lámparas, que pese ser una sustancia sumamente costosa, seguro que el alcalde sacrificaría gustoso con tal de salvar a su pueblo.
-Habrá que ser muy cuidadosos para evitar generar un incendio en el pueblo, pero podría ser muy útil para acabar con la bestia o terminar de acorralarla.- accedió el bardo, dando forma a las diferentes cosas que podrían hacer con aquello.
-Traigan un par de baldes, con eso tendremos bastante como para hacer algo decente.-Mesuro,antes de tomar entre sus brazos todo aquello que podía cargar y empezar a subirlo.
Se requirieron de varios viajes para poder llevar todos los materiales de la plaza, y despues de apelotonar todo lo mas ordenadamente posible, faltaría tambien trasladarlo allá donde escogieran hacer la trampa.
-Si vamos a usar aceite, lo mejor sería hacerlo cerca del pozo, por si hay incidentes.- Reflexionó en voz alta, para hacer saber de sus intenciones al resto.- Tambien srta.- Se dirigió ahora a la joven mirándola con cierta preocupación.- Va a tener que ir acompañada en todo momento, pues si la bestia puede atacar en cualquier momento, puede elegir hacerlo mientras preparamos las trampas. Quizás hasta sea mejor que se quede en la casa hasta que tengamos una o dos de ellas listas de ese modo no correrá tanto riesgo.
El bardo se dirigió, con la memoria de sus anteriores visitas y el mapa hacía un callejón cercano al pozo, los edificios bajos tenían salientes, e incluso algún pequeño balcón que daban al mismo.
Paseó por el mismo recorriendolo de punta a punta mientras decidía cómo colocar cada cosa, y finalmente terminó ideando como colocar las trampas.
De haber dispuesto de hombres fornidos y mucho tiempo habría hecho cavar una zanja, pero al no poder se limitó a colgar de lado a lado de la calle unos cordeles como tendederos bajos, las ropas que colgaran de los mismos podrían cubrir las estacas en el suelo.
Su siguiente viaje fue para tomar los retales de tela, y una de las cubiletas con aceite, empapó los retales, y los colgó casi hasta el suelo, de modo que parecieran telas secándose al sol, solo que en vez de estar llenas de agua, lo estaban de un material sumamente inflamable.
La parte más ardua fue sin duda alguna clavar las lanzas picas y espadas en el suelo con firmeza. Con la camisa arremangada hasta los codos, sus pertenencias reposando contra el muro de una casa para que no estorbaran, y el pelo, recogido por primera vez en mucho tiempo en una coleta alta para que no estorbara, el elfo sudaba con el esfuerzo de cavar y presionar bien la tierra para crear las barricadas de estacas tras las telas que cubrían por completo el callejón como si fueran las cortinas de un teatrillo de marionetas.
Solo había espacio entre ellas para que pasara sin mancharse una persona delgada, de modo que la sacerdotisa pudiera dejarse ver entre las mismas, pero la criatura no pudiera pasar sin llevarse si o si alguna de las telas por delante, y por consiguiente, las picas.
El alcalde se puso a trabajar, y sorprendentemente, pese su edad, era tan rápido y eficaz, si no mas, que el hijo de Sandorai que había ideado aquel extraño plan. Quizás fuera porque estaba acostumbrado a las labores con la tierra, o porque la motivación de proteger a su aldea lo llenaba de energías que no eran propias de su edad, pero sin su ayuda, habrían tardado el doble en dejar lista la primera parte de su plan.
Cansado y con la respiración agitada el bardo sacó agua del pozo, y trajo la cubeta hacia la plaza donde se congregó el pequeño grupo que formaban, se mojó el rostro enrojecido por el esfuerzo, y tomó un poco de ese liquido elemento que lo revitalizaba.
-Ahora toca hacer algo de lo que solo usted es capaz.- Miró con seriedad al alcalce.- Tiene que pasar las redes de una ventana a la otra, y para ello necesitará que lo dejen entrar en sus moradas.
Pesé parecer una tarea simple, resultaba en esa ocasión, la mas difícil de toda la lista, cerrados como estaban los aldeanos, y el hombre pareció entender lo necesario de su actuación, y lo útil de su autoridad como patrón de la aldea para realizar aquella labor.
Tras refrescarse con el agua limpia, marchose hacia las casas que cerraban el callejón, portando en sus brazos los hilos y las redes, y tras una larga conversación que el bardo no pudo oír desde su posición, desapareció tras la primera puerta.
-¿Como se siente?.- Se volvió en busca de la doncella mientras se apartaba el pelo húmedo que se había quedado pegado a su frente con el agua. Una parte de él esperaba ver arrepentimiento por haberse ofrecido aquello, y mucho miedo en su mirada, y por otro lado, una férrea voluntad por haberse propuesto sin dudar y de forma tan pronta como carnada para aquella misteriosa bestia a la que pronto tendrían que hacer frente.
-Habrá que ser muy cuidadosos para evitar generar un incendio en el pueblo, pero podría ser muy útil para acabar con la bestia o terminar de acorralarla.- accedió el bardo, dando forma a las diferentes cosas que podrían hacer con aquello.
-Traigan un par de baldes, con eso tendremos bastante como para hacer algo decente.-Mesuro,antes de tomar entre sus brazos todo aquello que podía cargar y empezar a subirlo.
Se requirieron de varios viajes para poder llevar todos los materiales de la plaza, y despues de apelotonar todo lo mas ordenadamente posible, faltaría tambien trasladarlo allá donde escogieran hacer la trampa.
-Si vamos a usar aceite, lo mejor sería hacerlo cerca del pozo, por si hay incidentes.- Reflexionó en voz alta, para hacer saber de sus intenciones al resto.- Tambien srta.- Se dirigió ahora a la joven mirándola con cierta preocupación.- Va a tener que ir acompañada en todo momento, pues si la bestia puede atacar en cualquier momento, puede elegir hacerlo mientras preparamos las trampas. Quizás hasta sea mejor que se quede en la casa hasta que tengamos una o dos de ellas listas de ese modo no correrá tanto riesgo.
El bardo se dirigió, con la memoria de sus anteriores visitas y el mapa hacía un callejón cercano al pozo, los edificios bajos tenían salientes, e incluso algún pequeño balcón que daban al mismo.
Paseó por el mismo recorriendolo de punta a punta mientras decidía cómo colocar cada cosa, y finalmente terminó ideando como colocar las trampas.
De haber dispuesto de hombres fornidos y mucho tiempo habría hecho cavar una zanja, pero al no poder se limitó a colgar de lado a lado de la calle unos cordeles como tendederos bajos, las ropas que colgaran de los mismos podrían cubrir las estacas en el suelo.
Su siguiente viaje fue para tomar los retales de tela, y una de las cubiletas con aceite, empapó los retales, y los colgó casi hasta el suelo, de modo que parecieran telas secándose al sol, solo que en vez de estar llenas de agua, lo estaban de un material sumamente inflamable.
La parte más ardua fue sin duda alguna clavar las lanzas picas y espadas en el suelo con firmeza. Con la camisa arremangada hasta los codos, sus pertenencias reposando contra el muro de una casa para que no estorbaran, y el pelo, recogido por primera vez en mucho tiempo en una coleta alta para que no estorbara, el elfo sudaba con el esfuerzo de cavar y presionar bien la tierra para crear las barricadas de estacas tras las telas que cubrían por completo el callejón como si fueran las cortinas de un teatrillo de marionetas.
Solo había espacio entre ellas para que pasara sin mancharse una persona delgada, de modo que la sacerdotisa pudiera dejarse ver entre las mismas, pero la criatura no pudiera pasar sin llevarse si o si alguna de las telas por delante, y por consiguiente, las picas.
El alcalde se puso a trabajar, y sorprendentemente, pese su edad, era tan rápido y eficaz, si no mas, que el hijo de Sandorai que había ideado aquel extraño plan. Quizás fuera porque estaba acostumbrado a las labores con la tierra, o porque la motivación de proteger a su aldea lo llenaba de energías que no eran propias de su edad, pero sin su ayuda, habrían tardado el doble en dejar lista la primera parte de su plan.
Cansado y con la respiración agitada el bardo sacó agua del pozo, y trajo la cubeta hacia la plaza donde se congregó el pequeño grupo que formaban, se mojó el rostro enrojecido por el esfuerzo, y tomó un poco de ese liquido elemento que lo revitalizaba.
-Ahora toca hacer algo de lo que solo usted es capaz.- Miró con seriedad al alcalce.- Tiene que pasar las redes de una ventana a la otra, y para ello necesitará que lo dejen entrar en sus moradas.
Pesé parecer una tarea simple, resultaba en esa ocasión, la mas difícil de toda la lista, cerrados como estaban los aldeanos, y el hombre pareció entender lo necesario de su actuación, y lo útil de su autoridad como patrón de la aldea para realizar aquella labor.
Tras refrescarse con el agua limpia, marchose hacia las casas que cerraban el callejón, portando en sus brazos los hilos y las redes, y tras una larga conversación que el bardo no pudo oír desde su posición, desapareció tras la primera puerta.
-¿Como se siente?.- Se volvió en busca de la doncella mientras se apartaba el pelo húmedo que se había quedado pegado a su frente con el agua. Una parte de él esperaba ver arrepentimiento por haberse ofrecido aquello, y mucho miedo en su mirada, y por otro lado, una férrea voluntad por haberse propuesto sin dudar y de forma tan pronta como carnada para aquella misteriosa bestia a la que pronto tendrían que hacer frente.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Una vez todo cuanto necesitaban del almacén estuvo en la plaza y el lugar para tender la trampa estuvo decidido fue el momento de trasladarlo todo hasta allí, lo cual resultó mucho más fácil a pesar de que la distancia era mayor, por el mero hecho de no tener que subir y bajar constantemente aquellas dichosas empinadas escaleras que conducían hasta el sótano de la casa del alcalde y que convertían cada escalón en un suplicio, al menos para la peliblanca, poco acostumbrada a cargar tanto peso. Mientras los elfos hacían el trabajo de bestias de carga, Olaf recorrió el lugar puerta por puerta para obtener las cosas que les faltaban, como las redes y algunas armas más, aunque tal y como había predicho, aquellos objetos fueron toda la ayuda que iban a recibir de aquellas gentes pues nadie salió de su casa para echarles una mano. De vez en cuando Níniel se percataba que eran el objetivo de miradas curiosas a través de una ventana o la mirilla de alguna puerta, incluso aseguraría que algunos de aquellos pares de ojos les miraban con una inquietante inquina, como si les pareciera mal lo que estaban tratando hacer, pero eso fue todo.
-Esto es lo último. ¿Será suficiente?- Le comentó a su compañero que había comenzado a preparar la trampa mientras la peliblanca hacía los últimos viajes cargada con las telas y lanzas que faltaban, dejando caer aquellas cosas junto al resto. La elfa se sentó un momento para descansar y observó como el pelirrojo terminaba de usar el hilo de pesca entre las casas y comenzaba a cubrirlo con las telas empapadas de aceite. Si aquello funcionaba tal y como en teoría debería...A aquella bestia no le iba a gustar ni un pelo.
Tras la breve pausa Níniel volvió al trabajo con renovado brío. Mientras Iltharion y Olaf cavaban en el suelo el lugar donde irían las armas la peliblanca se afanaba por afilarlas lo mejor posible en el tiempo del que disponía y les ayudaba a enterrarlas de modo que quedaran bien firmes, al fin y al cabo de nada les servirían si no aguantaban en su sitio, simplemente caerían al suelo sin causar daño. También recortaba las telas que faltaban para que tuvieran el tamaño y la forma adecuadas y se deslizaba entre ellas una vez colocadas para que los demás vieran las medidas y distancias adecuadas para que ella pudiera moverse por el lugar con relativa facilidad por entre la trampa pero la criatura no. Una vez todo a nivel de calle estuvo listo solo quedaban por colocar las redes aprovechando los balcones y salientes de las casas, tarea que recayó sobre el anciano alcalde. Aquello llevaría algo de tiempo pues aunque algunos de los vecinos abrieron sus puertas rápidamente otros se mostraron mucho más reacios en aquel plan e incluso llegaron a increpar al hombre por usar su hogar para algo así, acusándolo de querer llevar a la bestia hasta sus casas.
-Decir que estoy nerviosa sería quedarme corta.- Confesó a la pregunta del pelirrojo aunque manteniendo la calma bastante bien teniendo en cuenta la misión que tenía por delante. Sin duda su expresión facial y corporal delatarían hasta que punto, por mucho que se esforzara en controlarlo. -Deberíamos haber contado con que estos humanos no colaborarían...¿Qué posibilidades tenemos sin las redes?. Quizá podamos colgarlas incluso aunque no habrán sus puertas.- Observó la sacerdotisas pensando ya en algún plan alternativo justo cuando el hombre de cabello ceniciento logró de algún modo convencer a sus convecinos de que abrieran las puertas. Pronto estarían preparados.
Llegado el momento y con todos los preparativos posibles listos solo quedó que cada cual ocupara su posición. Olaf, aviniéndose finalmente al plan de Iltharion y armado con una ballesta de tosca manufactura lo haría en uno de los balcones, oculto tras las telas y las redes y con los hilos para soltar dichas redes a su lado. Níniel por su parte permanecería en el centro de la trampa y debía de tratar de aparentar normalidad por lo que comenzó a hacer como que lavaba la ropa e incluso comenzó a tararear una canción con su melódico tono de voz, lo cual de paso servía para aplacar sus nervios. El único arma que el anciano había podido entregarle era un viejo arco de caza y unas flechas de plumas y puntas desgastadas que descansaban entre unas telas plegadas junto con su bastón, no era gran cosa pero menos era nada.
Los minutos pasaron y se convirtieron en horas, la mañana dio paso a la tarde y ni la bestia, ni ninguna otra criatura aparecieron. Allí el silencio solo lo rompían ellos, especialmente el humano que respiraba tan fuerte que un forestal podría alcanzarlo incluso en la oscuridad. Quizá aquella cosa se había cansado de los aldeanos encerrados en sus casas y se había marchado en busca de otras presas menos prevenidas, quizá en su empeño por preparar la mejor trampa posible habían diseñado una demasiado evidente o quizá se equivocaron al deducir que solo le interesaban las mujeres jóvenes, o no y de algún modo la criatura sabía que no era humana y por ello un cebo inadecuado...Había tantas cosas que no sabían de aquel ser...
Apenas quedaban unas horas de luz y la esperanza de que aquel plan funcionara estaba a punto de desvanecerse cuando un gutural rugido resonó por todo el lugar y en alguna de las casas cercanas una niña o una joven emitió un grito de pánico audible incluso en aquel callejón. Algo grande, se acercaba y su pesada respiración se percibía incluso a metros de distancia, luego un fuerte olisqueo y un par de fuertes pisadas. Estaba a la vuelta de la esquina. En ese momento Níniel se concentró en acumular maná y en prepararse...Cuando se sintió lista, una vez más comenzó a tararear.
-Esto es lo último. ¿Será suficiente?- Le comentó a su compañero que había comenzado a preparar la trampa mientras la peliblanca hacía los últimos viajes cargada con las telas y lanzas que faltaban, dejando caer aquellas cosas junto al resto. La elfa se sentó un momento para descansar y observó como el pelirrojo terminaba de usar el hilo de pesca entre las casas y comenzaba a cubrirlo con las telas empapadas de aceite. Si aquello funcionaba tal y como en teoría debería...A aquella bestia no le iba a gustar ni un pelo.
Tras la breve pausa Níniel volvió al trabajo con renovado brío. Mientras Iltharion y Olaf cavaban en el suelo el lugar donde irían las armas la peliblanca se afanaba por afilarlas lo mejor posible en el tiempo del que disponía y les ayudaba a enterrarlas de modo que quedaran bien firmes, al fin y al cabo de nada les servirían si no aguantaban en su sitio, simplemente caerían al suelo sin causar daño. También recortaba las telas que faltaban para que tuvieran el tamaño y la forma adecuadas y se deslizaba entre ellas una vez colocadas para que los demás vieran las medidas y distancias adecuadas para que ella pudiera moverse por el lugar con relativa facilidad por entre la trampa pero la criatura no. Una vez todo a nivel de calle estuvo listo solo quedaban por colocar las redes aprovechando los balcones y salientes de las casas, tarea que recayó sobre el anciano alcalde. Aquello llevaría algo de tiempo pues aunque algunos de los vecinos abrieron sus puertas rápidamente otros se mostraron mucho más reacios en aquel plan e incluso llegaron a increpar al hombre por usar su hogar para algo así, acusándolo de querer llevar a la bestia hasta sus casas.
-Decir que estoy nerviosa sería quedarme corta.- Confesó a la pregunta del pelirrojo aunque manteniendo la calma bastante bien teniendo en cuenta la misión que tenía por delante. Sin duda su expresión facial y corporal delatarían hasta que punto, por mucho que se esforzara en controlarlo. -Deberíamos haber contado con que estos humanos no colaborarían...¿Qué posibilidades tenemos sin las redes?. Quizá podamos colgarlas incluso aunque no habrán sus puertas.- Observó la sacerdotisas pensando ya en algún plan alternativo justo cuando el hombre de cabello ceniciento logró de algún modo convencer a sus convecinos de que abrieran las puertas. Pronto estarían preparados.
Llegado el momento y con todos los preparativos posibles listos solo quedó que cada cual ocupara su posición. Olaf, aviniéndose finalmente al plan de Iltharion y armado con una ballesta de tosca manufactura lo haría en uno de los balcones, oculto tras las telas y las redes y con los hilos para soltar dichas redes a su lado. Níniel por su parte permanecería en el centro de la trampa y debía de tratar de aparentar normalidad por lo que comenzó a hacer como que lavaba la ropa e incluso comenzó a tararear una canción con su melódico tono de voz, lo cual de paso servía para aplacar sus nervios. El único arma que el anciano había podido entregarle era un viejo arco de caza y unas flechas de plumas y puntas desgastadas que descansaban entre unas telas plegadas junto con su bastón, no era gran cosa pero menos era nada.
Los minutos pasaron y se convirtieron en horas, la mañana dio paso a la tarde y ni la bestia, ni ninguna otra criatura aparecieron. Allí el silencio solo lo rompían ellos, especialmente el humano que respiraba tan fuerte que un forestal podría alcanzarlo incluso en la oscuridad. Quizá aquella cosa se había cansado de los aldeanos encerrados en sus casas y se había marchado en busca de otras presas menos prevenidas, quizá en su empeño por preparar la mejor trampa posible habían diseñado una demasiado evidente o quizá se equivocaron al deducir que solo le interesaban las mujeres jóvenes, o no y de algún modo la criatura sabía que no era humana y por ello un cebo inadecuado...Había tantas cosas que no sabían de aquel ser...
Apenas quedaban unas horas de luz y la esperanza de que aquel plan funcionara estaba a punto de desvanecerse cuando un gutural rugido resonó por todo el lugar y en alguna de las casas cercanas una niña o una joven emitió un grito de pánico audible incluso en aquel callejón. Algo grande, se acercaba y su pesada respiración se percibía incluso a metros de distancia, luego un fuerte olisqueo y un par de fuertes pisadas. Estaba a la vuelta de la esquina. En ese momento Níniel se concentró en acumular maná y en prepararse...Cuando se sintió lista, una vez más comenzó a tararear.
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Aún y la disciplina con la que la sacerdotisa trataba de mantener a raya sus nervios era visible de que estos estaban allí. Sin embargo no dejaba de ser admirable como trataba de mantener la calma, en ve de romper en llanto o salir corriendo arrepentida de su propia decisión, como habrían hecho muchas personas de estar en su situación.
Iltharion trato de esbozar una sonrisa tranquilizadora, y calmando los jadeos del esfuerzo físico de preparar todas las tramas, dijo con un tono convencido.
-No te preocupes, a no ser que sea una bestia ignífuga y con capacidad para volverse etérea a voluntad, no podrá eludir todo lo que le tenemos preparado.- Su mirada fue entonces hacia el alcalde que demoraba en poder penetrar en las moradas de sus vecinos.- Bastantes, las redes son mas por precaución, por si todo falla, o por si intenta huir asegurarnos de que quede en medio del fuego.-respondió poco antes de ver como desaparecía el alcalde tras las puertas.- Pero parece que vamos a disponer de ellas.
-De todos modos me quedaré cerca.- aseveró, esperando que aquello le diera un poco de confianza a la muchacha, o por lo menos no se sintiera tan desamparada en medio de la trampa.
Una vez los preparativos quedaron listos, el alcalde se posicionó en el balcón, con notorio nerviosismo. La joven se plantó en medio de la trampa con un valor envidiable, y el bardo permaneció en el callejón, escondido tras unas telas de forma que pudiera ver en todo momento a la joven, y debajo del balcón del que pasaban las cuerdas por si alguna se trababa poder cortarla con una de sus dagas, o si la muchacha no podía huir hacia el final de la trampa, poder atajarla a medio camino y ayudarla a salir de allí antes de que se convirtiese en un infierno en llamas.
El suave canto de la elfa amenizó la espera las primeras horas, aun así, ni este ni la promesa de una presa sola parecía haber atraído a la bestia, y el sol iba bajando lentamente dando paso a la luz tenue de la tarde en el cielo. Los nervios se volvieron impaciencia y desasosiego, y podía ver en el rostro de sus compañeros la duda de si la bestia iba a aparecer, o había marchado, y lo que mas temía el bardo en el fondo, pero que no se atrevía a verbalizar, que lo que fuera que acechaba el pueblo, fuera lo suficientemente listo como para haberse dado cuenta de la trampa.
Un fuerte rugido sacó a todos de su estupor. El sonido reverberó y penetró también en las casas, haciendo chillar de terror a los mas impresionables, algunas jovenes y los niños, y el sonido de muebles atrancado las puertas llego des del otro lado del muro en el que estaba apoyado el bardo.
Una bestia gigantesca se entrevió entre las telas aceitosas que colgaban de las cuerdas, su piel como un montón de ramas entrelazadas terminaba en puntas erizadas en el lomo, y los ojos rojos y penetrantes de la criatura hicieron que se le erizara la piel y un escalofrío le recorriera la espalda. Notaba la boca seca, y el latido de su corazón empezó a retumbar contra sus tímpanos como si tubiera en el pabellón de la oreja una banda de fiestas patronales. Correr, su instinto mas primario le indicaba que saliera de allí cagando leches para nunca volver a esa aldea. No era un soldado, ni mucho menos un guerrero, y los afilados colmillos de esa bestia parecían preparados para desgarrar la carne de un solo mordisco.
Y lo mas extraño, es que su cuello portaba algo, en un primer momento podía parecer algún retazo de tela enganchado, pero el pequeño medallón que pendía del mismo barria esas ideas, se trataba de un collar, como el que algunas personas colocaban a sus perros o incluso al ganado.
Al alcalde le temblaban los brazos que sostenían la ballesta, y su dedo en el gatillo amenazaba constantemente en presionarlo sin querer pos los espasmos automáticos de su cuerpo encorvado por el miedo al observar a esa criatura de pesadilla, que era tan similar como distinta al dibujo que habían colocado en la ciudad.
Iltharion no sabía muy bien como los aldeanos no habían sabido retratar bien aquello, pues el estaba seguro de que la imagen de esa feroz bestia permanecería en su recuerdo por mucho tiempo.
Aunque todo parecía suceder lento, como si por un momento se hubiera congelado el tiempo , apenas fue un instante antes de que la bestia localizara a su presa, arrojándose a gran velocidad hacia la misma.
Con las manos temblando el bardo logró sacar las dagas ocultas de sus ropajes, temiendo que el patrón de la aldea, paralizado por el miedo no fuera capaz de activar los mecanismos, preparado como podía estarlo para hacerlo el dado el caso. Con una mano alzada y armada cerca de las cuerdas, y el otro brazo casi extendido entre los recovecos de las telas para tomar a la muchacha y llevarla lejos nada mas pasara por su lado.
Iltharion trato de esbozar una sonrisa tranquilizadora, y calmando los jadeos del esfuerzo físico de preparar todas las tramas, dijo con un tono convencido.
-No te preocupes, a no ser que sea una bestia ignífuga y con capacidad para volverse etérea a voluntad, no podrá eludir todo lo que le tenemos preparado.- Su mirada fue entonces hacia el alcalde que demoraba en poder penetrar en las moradas de sus vecinos.- Bastantes, las redes son mas por precaución, por si todo falla, o por si intenta huir asegurarnos de que quede en medio del fuego.-respondió poco antes de ver como desaparecía el alcalde tras las puertas.- Pero parece que vamos a disponer de ellas.
-De todos modos me quedaré cerca.- aseveró, esperando que aquello le diera un poco de confianza a la muchacha, o por lo menos no se sintiera tan desamparada en medio de la trampa.
Una vez los preparativos quedaron listos, el alcalde se posicionó en el balcón, con notorio nerviosismo. La joven se plantó en medio de la trampa con un valor envidiable, y el bardo permaneció en el callejón, escondido tras unas telas de forma que pudiera ver en todo momento a la joven, y debajo del balcón del que pasaban las cuerdas por si alguna se trababa poder cortarla con una de sus dagas, o si la muchacha no podía huir hacia el final de la trampa, poder atajarla a medio camino y ayudarla a salir de allí antes de que se convirtiese en un infierno en llamas.
El suave canto de la elfa amenizó la espera las primeras horas, aun así, ni este ni la promesa de una presa sola parecía haber atraído a la bestia, y el sol iba bajando lentamente dando paso a la luz tenue de la tarde en el cielo. Los nervios se volvieron impaciencia y desasosiego, y podía ver en el rostro de sus compañeros la duda de si la bestia iba a aparecer, o había marchado, y lo que mas temía el bardo en el fondo, pero que no se atrevía a verbalizar, que lo que fuera que acechaba el pueblo, fuera lo suficientemente listo como para haberse dado cuenta de la trampa.
Un fuerte rugido sacó a todos de su estupor. El sonido reverberó y penetró también en las casas, haciendo chillar de terror a los mas impresionables, algunas jovenes y los niños, y el sonido de muebles atrancado las puertas llego des del otro lado del muro en el que estaba apoyado el bardo.
Una bestia gigantesca se entrevió entre las telas aceitosas que colgaban de las cuerdas, su piel como un montón de ramas entrelazadas terminaba en puntas erizadas en el lomo, y los ojos rojos y penetrantes de la criatura hicieron que se le erizara la piel y un escalofrío le recorriera la espalda. Notaba la boca seca, y el latido de su corazón empezó a retumbar contra sus tímpanos como si tubiera en el pabellón de la oreja una banda de fiestas patronales. Correr, su instinto mas primario le indicaba que saliera de allí cagando leches para nunca volver a esa aldea. No era un soldado, ni mucho menos un guerrero, y los afilados colmillos de esa bestia parecían preparados para desgarrar la carne de un solo mordisco.
Y lo mas extraño, es que su cuello portaba algo, en un primer momento podía parecer algún retazo de tela enganchado, pero el pequeño medallón que pendía del mismo barria esas ideas, se trataba de un collar, como el que algunas personas colocaban a sus perros o incluso al ganado.
Al alcalde le temblaban los brazos que sostenían la ballesta, y su dedo en el gatillo amenazaba constantemente en presionarlo sin querer pos los espasmos automáticos de su cuerpo encorvado por el miedo al observar a esa criatura de pesadilla, que era tan similar como distinta al dibujo que habían colocado en la ciudad.
Iltharion no sabía muy bien como los aldeanos no habían sabido retratar bien aquello, pues el estaba seguro de que la imagen de esa feroz bestia permanecería en su recuerdo por mucho tiempo.
Aunque todo parecía suceder lento, como si por un momento se hubiera congelado el tiempo , apenas fue un instante antes de que la bestia localizara a su presa, arrojándose a gran velocidad hacia la misma.
Con las manos temblando el bardo logró sacar las dagas ocultas de sus ropajes, temiendo que el patrón de la aldea, paralizado por el miedo no fuera capaz de activar los mecanismos, preparado como podía estarlo para hacerlo el dado el caso. Con una mano alzada y armada cerca de las cuerdas, y el otro brazo casi extendido entre los recovecos de las telas para tomar a la muchacha y llevarla lejos nada mas pasara por su lado.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Quizá fueran los nervios, o la adrenalina que generaba su organismo preparando su cuerpo para enfrentarse a una situación en la que su vida estaba en juego, pero para la joven peliblanca el mundo a su alrededor pareció enmudecer por completo. No podía escuchar el canto de los pájaros, ni al viento silbar al pasar por entre las paredes de aquel callejón o entre las telas que en el habían colocado para ocultar su trampa, solo escuchaba su propia canción y la respiración de aquella bestia que a unos metros de donde ella se encontraba olisqueaba la primera línea de telas y movía su cabeza con desconfianza, seguramente encontrando extraño el olor del aceite que impregnaba aquellos retales preparados a partir de los adornos festivos de aquel pueblo.
Era realmente grande, mucho más que cualquier perro o lobo que la elfa hubiese visto jamás, de hecho su tamaño no era mucho menor que el de un oso marrón joven. Su cuerpo parecía cubierto de ramas, un amasijo caótico de madera entrelazada como si de algún modo hubiese crecido por encima de un gran lobo hasta cubrirlo por completo y hacerlo parecer...Otra cosa. Con razón los aldeanos no habían sido capaces de hacer un dibujo que realmente representara a semejante criatura en vez de un batiburrillo extraño de teorías y fantasías, de noche y entre los árboles aquella cosa debía de camuflarse al menos lo suficientemente bien como para confundir al ojo humano.
A pesar de no atreverse a entrar, demostrando unas precauciones poco típicas de un animal salvaje y hambriento, aquella cosa clavó su mirada inyectada en sangre sobre la elfa a través de las filas de tela y la joven pudo ver en ellos el peligro encarnado en rojo, una promesa de muerte tan aterradora o incluso más que su enorme boca llena de afilados dientes o sus enormes patas terminadas en fuertes garras. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la sacerdotisa mientras retrocedía un paso y buscaba a su espalda asir con fuerza sus ocultas armas, buscando con aquello recuperar una confianza que se derrumbaba a pasos agigantados a la vez que el terror se apoderaba de ella, haciéndola temblar. La había visto, sabía que estaba allí y sabía que su presa también la había visto pero aún así el animal mantuvo sus ojos fijos en ella sin moverse, expectante, como si esperara a que fuera la joven la primera en hacer algo, como correr. Entonces, antes de que la joven hiciera movimiento alguno, como si reaccionara a alguna señal que Níniel no creía haber hecho ni sabido ver, aquella cosa emitió un fuerte y gutural rugido y se lanzó a por ella, directa a la trampa y enredándose en las primeras líneas de hilos y telas.
En ese momento Níniel liberó el maná que había estado acumulando para bendecirse a ella misma con un aumento mágico de su destreza de movimiento y sin atreverse a plantar cara a aquella cosa ni un segundo más comenzó a moverse tan rápido como pudo más hacia el interior del callejón, más adentro de la trampa, zigzageando entre los hilos y telas cuya disposición había memorizado, a sabiendas de que tras algunas de ellas había peligrosos filos en los que quedaría empalada de errar en alguno de sus movimientos. Tan concentrada estaba en ello que ni siquiera se giró para ver si la idea de Iltharion estaba surtiendo el efecto deseado o no, aunque en esos momentos hubiese jurado que poco más que estorbar podrían hacer aquellos hilitos ante semejante animal. Sí que escuchó no obstante gruñidos de protesta, quejidos guturales y golpes a su espalda...Sonidos que a pesar de su aumentada velocidad no conseguía dejar atrás.
Estaba llegando al final del callejón, y por ende de la trampa, con aquella cosa pegada a los talones, o al menos ella estaba convencida de ello, cuando algo, quizá la criatura, una mala colocación o un error, causó que las redes de pesca, la última línea de defensa, el plan “b” del plan “b”, cayeran cuando aún se encontraba bajo ellas. Logró dar una voltereta hacia delante y evitar quedar totalmente atrapada pero una de sus piernas quedó enredada bajo el extremo de la malla y, aunque tiró con todas sus fuerzas, no fue capaz de soltarse. Fue entonces, obligada por las circunstancias, no por gusto, cuando se giró para mirar a aquella cosa y al resultado final que todos aquellos preparativos habían dado.
Una de las toscas lanzas se encontraba enterrada profundamente en el pecho de la bestia, justo bajo el cuello y una de las espadas que la peliblanca se había afanado por afilar se hallaba clavada casi hasta la empuñadura a su lado, ambas parecían heridas mortales de necesidad y de ellas emanaba una sustancia verdosa y espesa, el equivalente a la sangre de aquella criatura y que la hacía parecer más aún una planta a pesar de su forma lupina. El resto de su cuerpo estaba cubierto por hilos y retales aceitosos que restringían sus movimientos. Pero a pesar de ello y de aquellas heridas el ser no parecía dispuesto a darse por vencido, y, renqueante, continuó acercándose hasta la peliblanca que continuaba tendida en el suelo afanándose por liberar su pierna a tan solo unos pasos de distancia. Con sus ojos encendidos por una rabia sin límite y su boca abierta y babeante mostrando amenazadoramente sus colmillos aquel ser avanzó un paso más.
Entonces ocurrió algo que al menos la sacerdotisa no esperaba...El ser se detuvo, aulló hacia el cielo...Y un segundo aullido proveniente de la plaza llegó en respuesta. -No puede ser...- Musitó la elfa al comprender lo que aquello significaba notando en ese momento como Iltharion la ayudaba.
Subrayado el comienzo de segunda complicación: Dos bestias en lugar de una.Era realmente grande, mucho más que cualquier perro o lobo que la elfa hubiese visto jamás, de hecho su tamaño no era mucho menor que el de un oso marrón joven. Su cuerpo parecía cubierto de ramas, un amasijo caótico de madera entrelazada como si de algún modo hubiese crecido por encima de un gran lobo hasta cubrirlo por completo y hacerlo parecer...Otra cosa. Con razón los aldeanos no habían sido capaces de hacer un dibujo que realmente representara a semejante criatura en vez de un batiburrillo extraño de teorías y fantasías, de noche y entre los árboles aquella cosa debía de camuflarse al menos lo suficientemente bien como para confundir al ojo humano.
A pesar de no atreverse a entrar, demostrando unas precauciones poco típicas de un animal salvaje y hambriento, aquella cosa clavó su mirada inyectada en sangre sobre la elfa a través de las filas de tela y la joven pudo ver en ellos el peligro encarnado en rojo, una promesa de muerte tan aterradora o incluso más que su enorme boca llena de afilados dientes o sus enormes patas terminadas en fuertes garras. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la sacerdotisa mientras retrocedía un paso y buscaba a su espalda asir con fuerza sus ocultas armas, buscando con aquello recuperar una confianza que se derrumbaba a pasos agigantados a la vez que el terror se apoderaba de ella, haciéndola temblar. La había visto, sabía que estaba allí y sabía que su presa también la había visto pero aún así el animal mantuvo sus ojos fijos en ella sin moverse, expectante, como si esperara a que fuera la joven la primera en hacer algo, como correr. Entonces, antes de que la joven hiciera movimiento alguno, como si reaccionara a alguna señal que Níniel no creía haber hecho ni sabido ver, aquella cosa emitió un fuerte y gutural rugido y se lanzó a por ella, directa a la trampa y enredándose en las primeras líneas de hilos y telas.
En ese momento Níniel liberó el maná que había estado acumulando para bendecirse a ella misma con un aumento mágico de su destreza de movimiento y sin atreverse a plantar cara a aquella cosa ni un segundo más comenzó a moverse tan rápido como pudo más hacia el interior del callejón, más adentro de la trampa, zigzageando entre los hilos y telas cuya disposición había memorizado, a sabiendas de que tras algunas de ellas había peligrosos filos en los que quedaría empalada de errar en alguno de sus movimientos. Tan concentrada estaba en ello que ni siquiera se giró para ver si la idea de Iltharion estaba surtiendo el efecto deseado o no, aunque en esos momentos hubiese jurado que poco más que estorbar podrían hacer aquellos hilitos ante semejante animal. Sí que escuchó no obstante gruñidos de protesta, quejidos guturales y golpes a su espalda...Sonidos que a pesar de su aumentada velocidad no conseguía dejar atrás.
Estaba llegando al final del callejón, y por ende de la trampa, con aquella cosa pegada a los talones, o al menos ella estaba convencida de ello, cuando algo, quizá la criatura, una mala colocación o un error, causó que las redes de pesca, la última línea de defensa, el plan “b” del plan “b”, cayeran cuando aún se encontraba bajo ellas. Logró dar una voltereta hacia delante y evitar quedar totalmente atrapada pero una de sus piernas quedó enredada bajo el extremo de la malla y, aunque tiró con todas sus fuerzas, no fue capaz de soltarse. Fue entonces, obligada por las circunstancias, no por gusto, cuando se giró para mirar a aquella cosa y al resultado final que todos aquellos preparativos habían dado.
Una de las toscas lanzas se encontraba enterrada profundamente en el pecho de la bestia, justo bajo el cuello y una de las espadas que la peliblanca se había afanado por afilar se hallaba clavada casi hasta la empuñadura a su lado, ambas parecían heridas mortales de necesidad y de ellas emanaba una sustancia verdosa y espesa, el equivalente a la sangre de aquella criatura y que la hacía parecer más aún una planta a pesar de su forma lupina. El resto de su cuerpo estaba cubierto por hilos y retales aceitosos que restringían sus movimientos. Pero a pesar de ello y de aquellas heridas el ser no parecía dispuesto a darse por vencido, y, renqueante, continuó acercándose hasta la peliblanca que continuaba tendida en el suelo afanándose por liberar su pierna a tan solo unos pasos de distancia. Con sus ojos encendidos por una rabia sin límite y su boca abierta y babeante mostrando amenazadoramente sus colmillos aquel ser avanzó un paso más.
Entonces ocurrió algo que al menos la sacerdotisa no esperaba...El ser se detuvo, aulló hacia el cielo...Y un segundo aullido proveniente de la plaza llegó en respuesta. -No puede ser...- Musitó la elfa al comprender lo que aquello significaba notando en ese momento como Iltharion la ayudaba.
Última edición por Níniel Thenidiel el Sáb Jun 04, 2016 8:41 pm, editado 1 vez
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Un ruido sordo de algo chocando contra el suelo llamo la atención del bardo hasta la balconada en donde se hallaba el alcalde. No tardó en identificar el origen de aquello, la ballesta del patrón se encontraba ahora en el piso y el hombre, pálido y nervioso, completamente inmóvil y aterrado con los ojos fijos en la bestia. La parálisis del miedo, algo que había rezado porque no aconteciera a ninguno de los presentes, y que era tan instintivo como inevitable se había adueñado del anciano hombre impidiéndole realizar su tarea.
Iltharion apenas alcanzó a cortar las cuerdas con premura cuando otro sonido se impacto llego a sus oídos, esta vez mucho mas cercano. La joven había caído al suelo, semi atrapada en las redes, y forcejeaba desesperadamente con las mismas sin ningún avance mientras la bestia, empalada en las trampas intentaba pese a su estado alcanzar a la doncella que yacía a pocos pasos.
Haciendo uso de su daga cortó sin preámbulos los hilos que retenían a la joven a la vez que la agarraba sin cuidado por el brazo, y la jalaba contra si para terminar de hacer ceder las redes. La arrastro con brusquedad hacia la esquina que se hallaba al final del callejón, sacándola del rango de visión de la bestia, y solo entonces, se atrevió a mirar al monstruo una vez mas.
Sumamente malherido, aquella mezcla entre lobo y espíritu del bosque se encontraba prácticamente inmovilizado, con su cuerpo siendo atravesado por las lanzas y espadas que empezaban a templar por el peso, amenazando con salirse de su sitio, mientras un icor verde lo salpicaba todo. Pero de aquella dantesca escena lo que mas le llamó la atención fue la placa que le había parecido ver en la bestia a la distancia y que ahora podía observar con mas detalle. Efectivamente era un collar, un collar como los que lucían algunos perros de caza. Aquella bestia pertenecía a alguien, lo que significaba que no era única culpable de lo acontecido, sino que había alguien orquestando aquello.
La bestia aulló al cielo, quizás llamando a su dueño, quizás en un grito agónico de muerte, y ese aullido fue su condena, despertó del estupor al alcalde quien prendió fuego a las lonas empapadas en aceite, y una inmensa llamarada llenó el callejón con su calor, y el olor a madera y carne quemada en cuestión de instantes.
¿Había terminado todo aquello?
No.
Otro aullido se escucho en el aire, respuesta del primero, o quizás solo advirtiendo que aun no se encontraban a salvo. No estaban preparados para aquello, no para otra bestia de esa índole. Otro chillidos se unió a la seguidilla de ruidos, un grito, de mujer, con una voz que le sonaba familiar al bardo, un pedido de auxilio que parecía advertirles de que no podían ignorar aquello.
El alcalde terminó de unir los cabos.
-¡Hija!.-gritó con la voz rota y una desesperación que daba la sensación de que el hombre era capaz de saltar del balcón a la calle con tal de llegar a socorrerla. Pero con mas prudencia se metió apuradamente en la casa para salir por la puerta.
Iltharion corrió hacia la plaza tomando del suelo el segundo cubo de aceite que habían reservado por si el bicho pasaba toda la trampa y llegaba al final del callejón, una medida algo inútil y desesperada, pero que seguía siendo mejor que nada.
La joven de ojos verdes se encontraba allí, con una bestia casi idéntica, siendo arrastrada por un brazo, dislocado y firmemente sujeto entre los dientes de aquel animal, con el rostro anegado en lágrimas de dolor y de terror, y el cuerpo lleno de tierra y rasguños cada vez más profusos mientras se la llevaban a la fuerza.
El alcalde pasó corriendo a una velocidad importante por al lado del bardo, quien se veía afectado por no encontrar que hacer, no podía usar el aceite sin riesgo a quemar a la joven, y no poseía mas armas que sus dagas, lo cual no tenía pinta de terminar muy bien.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
En su desesperación por soltarse de aquella trampa Níniel ni siquiera había intentado sacar su propia daga para cortar la red que la mantenía inmovilizada en el suelo. Solo tiraba y tiraba y trataba de retirar la malla de su pie con las manos de forma histérica consiguiendo enredarse más en ella en vez soltarse, lo cual no hacía sino empeorar su estado de pánico conforme la criatura disminuía la distancia hasta ella de forma lenta pero continuada. En su cabeza sabía que su lentitud era debida a las graves heridas que había sufrido, que estaba más muerta que viva, pero la peliblanca no era capaz de mantener la frialdad necesaria para calmarse, no después de que aquella cosa se pusiera a aullar y haber escuchado un segundo aullido que indicaba que la situación acababa de ponerse al menos el doble de fea. Fue una suerte que Iltharion apareciera a su lado daga en mano y cortara con presteza aquellas redes, liberando su pie de la trampa y ayudándola a salir de allí al tirar de ella, en su estado no hubiera podido hacerlo sola.
Jadeante y con pecho ascendiendo y descendiendo de forma frénetica bajo su capa, más por el miedo que por el cansancio pues a pesar de haber tenido que esquivar con cuidado las distintas partes de la trampa apenas había tenido que correr unas decenas de metros, la peliblanca apoyó su espalda contra la pared más cercana y trató de serenarse un poco a pesar de que su instinto la instaba a no dejar de correr y a poner cuanto antes cuanta distancia fuera posible con respecto a aquel callejón y a la plaza, lugar del cual había llegado el nuevo aullido. Solo saber que el bardo estaba a su lado y no había arrancado a correr la mantuvo allí para cuando el chasquido de una ballesta siendo disparada seguido de un intenso fogonazo supusieron el fin de aquella bestia del callejón entre espantosos quejidos agónicos que la hacían estremecer.
La elfa no se atrevió a mirar otra vez hacía allí, mucho menos a volver a doblar la esquina hasta que todo acabó y en mitad de aquella calle solo quedaba un enorme cuerpo ennegrecido y cubierto por unas llamas que arderían hasta que el aceite que impregnaba las telas se consumiera por completo. Realmente le habían dado una muerte horrible a aquel ser, por mucho que fuera algo necesario. Entonces, como respondiendo a los últimos sonidos en vida de aquella criatura calcinada, nuevamente un poderoso aullido llegó desde la plaza, y esta vez lo hizo acompañado de otra voz quebrada por el dolor, una voz femenina que no tardó en reconocer y rápidamente fue confirmada con un grito histérico por el padre...Una voz que suplicaba ayuda desesperadamente.
El bardo pelirrojo se lanzó corriendo hacia allí tomando una cubeta con el aceite para lámparas que no habían usado y pocos segundos después fue seguido en su carrera por el anciano alcalde que ni tan siquiera había recargado su ballesta a causa seguramente de su aflición por el estado de su hija. -!Esperad!- Trató de instarles a sus improvisados compañeros de cacería a pesar de que ella misma también quería salir corriendo con ellos para auxiliar a la joven. Pero si a duras penas habían podido matar a una de esas cosas, ¿Cómo esperaban poder hacer lo mismo con el segundo sin una trampa?. Necesitaban un plan o solo correrían hacia una muerte segura.
Ninguno de ellos se detuvo, seguramente ni siquiera la habían llegado a escuchar. La sacerdotisa se mordió el labio inferior con preocupación y a pesar de actuar contra toda lógica respiró profundamente, esperando que llenara de valor su cuerpo tanto como de aire sus pulmones y fue tras ellos. Aquello era como seguir uno de los alocados planes de Bio de ataque frontal, pero sin un poderoso vampiro al frente...
La imagen al llegar a la plaza era terrible, otro de aquellos lobos arbóreos arrastraba a la humana con su brazo atrapado entre sus poderosas fauces. La joven pedía ayuda entre gritos y trataba de resistirse pero nada podía hacer contra la fuerza de aquella criatura casi tan grande como un oso, incluso mayor que la primera. De hecho era un milagro que no le hubiera arrancado el brazo al morderla...A no ser que no quisiera hacerlo. Resultaba extraño pero con su vista de elfa Níniel pudo ver que a pesar de tener el hombro dislocado apenas había sangre. No quería matarla, quería llevársela. ¿Pero por qué?. Fue en ese momento cuando se fijó en el collar al cuello de la bestia y en su mente se percató de haber visto otro igual en el cuello de la otra lupina criatura, aunque con los nervios y el miedo lo había pasado por alto hasta entonces. Aquello hizo encajar algunas de las piezas de aquel puzzle que eran los extraños ataques a Linde. Aunque antes de pensar en ello, había que salvar a la humana.
Olaf, trató de disparar su arma, percatándose de no tenerla cargada y comenzando a hacerlo tras proferir una sonora maldición que no iba a hacerle mucha gracia a los dioses de los orejas redondas si llegaban a escucharla. Iltharion carecía de arma a distancia y de poco iba a servirle su daga o aquel cubo de material inflamable en esos momentos, de hecho solo le hacía ir más lento. Níniel por su parte, aún bajo los efectos de su bendición mágica y gracias a ello con su velocidad notablemente incrementada, no tardó en alcanzar y superar a los demás y preparar una flecha en su tosco arco que disparó desde el lado opuesto al que la humana era arrastrada para no correr el riesgo de darle a ella, y es que, por mucho que la creencia de que a todos los elfos se les daba muy bien el arco estuviera muy extendida no era cierta, si que solían tener mejor puntería al gozar de mejor vista que otras razas, pero no todos eran arqueros...Solo la mayoría. La flecha se clavó en el lomo de la criatura y ésta profirió una leve queja acelerando el paso para dejar a sus perseguidores atrás, pero eso fue todo. Aquellas ramas que recubrían su cuerpo parecían una formidable defensa contra ese tipo de ataques y además aquella arma y flechas no eran la gran cosa, iba a necesitar algo mejor para infligir daños serios a aquel ser. Aún así Níniel buscó en su carcaj y preparó una nueva flecha la cual disparó acertando de nuevo, en la pata delantera derecha esta vez, como la anterior sin mayores resultados, salvo que para ganar mayor velocidad el ser hiciera más daño a su presa, la cual pareció perder el sentido.
Con el animal ganando ventaja y a punto de salir del pueblo rumbo al cercano bosque, en el que no tardaría en adentrarse, la peliblanca preparó una tercera flecha a sabiendas de que sería la última que podría disparar con seguridad. De nuevo buscó en su carcaj y descartó la primera saeta que sus manos tocaron colocando la segunda en el arco y disparando por tercera vez, acertando nuevamente en el lomo antes de que el ser se alejara demasiado. Había logrado escapar incluso a pesar de cargar con su presa en la boca y Níniel detuvo la persecución.
-!No te detengas, dispara de nuevo!...Mi pequeña...- Gritó Olaf llegando hasta su lado claramente ya al límite de sus fuerzas y cayendo de rodillas solo unos metros más adelante al decir su cuerpo basta. -¿Por qué te has detenido elfa?. Eres muy rápida podrías haber...- Níniel tuvo que interrumpirle pues sabía hacia dónde se dirigían aquellas palabras, la culparía sin sentido e injustamente de no querer salvar a su hija, de no querer arriesgarse más por ella, incluso a pesar de haber arriesgado más que nadie de ese pueblo al servir de cebo para aquella cosa. Los humanos eran así.
-He usado mágia sobre mi misma. Mi velocidad y destreza no son permanentes y el efecto está a punto de terminar.- Explicó con la pura verdad y la mirada clavada en la cercana línea de árboles, buscando algo. -Pero no pierdas la esperanza. Esa cosa quería a tu hija viva, y seguramente la que hemos matado hubiese tratado de llevarme con ella igual...No podemos seguir su ritmo pero...- La peliblanca dió unos pasos hacia delante y de entre unas ramas bajas recogió un fino hilo que continuaba hacia la espesura. -Podemos seguir su rastro...- Dijo mostrándoles el hilo a los demás. Por si la trampa salía mal, y si tras aquel fracaso seguía viva, la elfa había cogido una bobina de hilo para dejar un rastro tal y como había sugerido Iltharion...y basándose en esa idea, había atado otra a una de sus flechas, por si acaso.
Jadeante y con pecho ascendiendo y descendiendo de forma frénetica bajo su capa, más por el miedo que por el cansancio pues a pesar de haber tenido que esquivar con cuidado las distintas partes de la trampa apenas había tenido que correr unas decenas de metros, la peliblanca apoyó su espalda contra la pared más cercana y trató de serenarse un poco a pesar de que su instinto la instaba a no dejar de correr y a poner cuanto antes cuanta distancia fuera posible con respecto a aquel callejón y a la plaza, lugar del cual había llegado el nuevo aullido. Solo saber que el bardo estaba a su lado y no había arrancado a correr la mantuvo allí para cuando el chasquido de una ballesta siendo disparada seguido de un intenso fogonazo supusieron el fin de aquella bestia del callejón entre espantosos quejidos agónicos que la hacían estremecer.
La elfa no se atrevió a mirar otra vez hacía allí, mucho menos a volver a doblar la esquina hasta que todo acabó y en mitad de aquella calle solo quedaba un enorme cuerpo ennegrecido y cubierto por unas llamas que arderían hasta que el aceite que impregnaba las telas se consumiera por completo. Realmente le habían dado una muerte horrible a aquel ser, por mucho que fuera algo necesario. Entonces, como respondiendo a los últimos sonidos en vida de aquella criatura calcinada, nuevamente un poderoso aullido llegó desde la plaza, y esta vez lo hizo acompañado de otra voz quebrada por el dolor, una voz femenina que no tardó en reconocer y rápidamente fue confirmada con un grito histérico por el padre...Una voz que suplicaba ayuda desesperadamente.
El bardo pelirrojo se lanzó corriendo hacia allí tomando una cubeta con el aceite para lámparas que no habían usado y pocos segundos después fue seguido en su carrera por el anciano alcalde que ni tan siquiera había recargado su ballesta a causa seguramente de su aflición por el estado de su hija. -!Esperad!- Trató de instarles a sus improvisados compañeros de cacería a pesar de que ella misma también quería salir corriendo con ellos para auxiliar a la joven. Pero si a duras penas habían podido matar a una de esas cosas, ¿Cómo esperaban poder hacer lo mismo con el segundo sin una trampa?. Necesitaban un plan o solo correrían hacia una muerte segura.
Ninguno de ellos se detuvo, seguramente ni siquiera la habían llegado a escuchar. La sacerdotisa se mordió el labio inferior con preocupación y a pesar de actuar contra toda lógica respiró profundamente, esperando que llenara de valor su cuerpo tanto como de aire sus pulmones y fue tras ellos. Aquello era como seguir uno de los alocados planes de Bio de ataque frontal, pero sin un poderoso vampiro al frente...
La imagen al llegar a la plaza era terrible, otro de aquellos lobos arbóreos arrastraba a la humana con su brazo atrapado entre sus poderosas fauces. La joven pedía ayuda entre gritos y trataba de resistirse pero nada podía hacer contra la fuerza de aquella criatura casi tan grande como un oso, incluso mayor que la primera. De hecho era un milagro que no le hubiera arrancado el brazo al morderla...A no ser que no quisiera hacerlo. Resultaba extraño pero con su vista de elfa Níniel pudo ver que a pesar de tener el hombro dislocado apenas había sangre. No quería matarla, quería llevársela. ¿Pero por qué?. Fue en ese momento cuando se fijó en el collar al cuello de la bestia y en su mente se percató de haber visto otro igual en el cuello de la otra lupina criatura, aunque con los nervios y el miedo lo había pasado por alto hasta entonces. Aquello hizo encajar algunas de las piezas de aquel puzzle que eran los extraños ataques a Linde. Aunque antes de pensar en ello, había que salvar a la humana.
Olaf, trató de disparar su arma, percatándose de no tenerla cargada y comenzando a hacerlo tras proferir una sonora maldición que no iba a hacerle mucha gracia a los dioses de los orejas redondas si llegaban a escucharla. Iltharion carecía de arma a distancia y de poco iba a servirle su daga o aquel cubo de material inflamable en esos momentos, de hecho solo le hacía ir más lento. Níniel por su parte, aún bajo los efectos de su bendición mágica y gracias a ello con su velocidad notablemente incrementada, no tardó en alcanzar y superar a los demás y preparar una flecha en su tosco arco que disparó desde el lado opuesto al que la humana era arrastrada para no correr el riesgo de darle a ella, y es que, por mucho que la creencia de que a todos los elfos se les daba muy bien el arco estuviera muy extendida no era cierta, si que solían tener mejor puntería al gozar de mejor vista que otras razas, pero no todos eran arqueros...Solo la mayoría. La flecha se clavó en el lomo de la criatura y ésta profirió una leve queja acelerando el paso para dejar a sus perseguidores atrás, pero eso fue todo. Aquellas ramas que recubrían su cuerpo parecían una formidable defensa contra ese tipo de ataques y además aquella arma y flechas no eran la gran cosa, iba a necesitar algo mejor para infligir daños serios a aquel ser. Aún así Níniel buscó en su carcaj y preparó una nueva flecha la cual disparó acertando de nuevo, en la pata delantera derecha esta vez, como la anterior sin mayores resultados, salvo que para ganar mayor velocidad el ser hiciera más daño a su presa, la cual pareció perder el sentido.
Con el animal ganando ventaja y a punto de salir del pueblo rumbo al cercano bosque, en el que no tardaría en adentrarse, la peliblanca preparó una tercera flecha a sabiendas de que sería la última que podría disparar con seguridad. De nuevo buscó en su carcaj y descartó la primera saeta que sus manos tocaron colocando la segunda en el arco y disparando por tercera vez, acertando nuevamente en el lomo antes de que el ser se alejara demasiado. Había logrado escapar incluso a pesar de cargar con su presa en la boca y Níniel detuvo la persecución.
-!No te detengas, dispara de nuevo!...Mi pequeña...- Gritó Olaf llegando hasta su lado claramente ya al límite de sus fuerzas y cayendo de rodillas solo unos metros más adelante al decir su cuerpo basta. -¿Por qué te has detenido elfa?. Eres muy rápida podrías haber...- Níniel tuvo que interrumpirle pues sabía hacia dónde se dirigían aquellas palabras, la culparía sin sentido e injustamente de no querer salvar a su hija, de no querer arriesgarse más por ella, incluso a pesar de haber arriesgado más que nadie de ese pueblo al servir de cebo para aquella cosa. Los humanos eran así.
-He usado mágia sobre mi misma. Mi velocidad y destreza no son permanentes y el efecto está a punto de terminar.- Explicó con la pura verdad y la mirada clavada en la cercana línea de árboles, buscando algo. -Pero no pierdas la esperanza. Esa cosa quería a tu hija viva, y seguramente la que hemos matado hubiese tratado de llevarme con ella igual...No podemos seguir su ritmo pero...- La peliblanca dió unos pasos hacia delante y de entre unas ramas bajas recogió un fino hilo que continuaba hacia la espesura. -Podemos seguir su rastro...- Dijo mostrándoles el hilo a los demás. Por si la trampa salía mal, y si tras aquel fracaso seguía viva, la elfa había cogido una bobina de hilo para dejar un rastro tal y como había sugerido Iltharion...y basándose en esa idea, había atado otra a una de sus flechas, por si acaso.
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Una advertencia llegó veladamente a oídos del bardo mientras corría, por poco podían planear sin saber a que escenario tendrían que hacerse frente, ni tampoco si la muchacha seguía viva el suficiente tiempo como para que articulasen algo.
Pero cualquiera de aquellas cosas no era algo que tuviera tiempo que decir, y al observar la escena de la plaza, y viéndose completamente inútil, no pudo si no dejar la cubeta de aceite en el suelo y mirar a su alrededor en busca de cualquier cosa que pudiera serle de utilidad.
La elfa, que tan conmocionada estaba, había logrado tener la lucidez suficiente como para cargarse con un arco, cosa que no habría servido de nada a iltharion de haberlo hecho a no ser que quisiera matar de risa a aquella bestia. Y, ante la impotente mirada del patrón de la aldea, y las flechas que no hacían ni cosquillas a aquella bestia, la hija del alcalde fue llevada fuera de la aldea mientras sus perseguidores quedaban atrás.
Olaf cayó al suelo derrotado, exhausto y con el alma rota al ver partir a su hija, y como es habitual con la frustración y la impotencia, empezó a descargar su culpa en la joven elfa que bastante había hecho como para que la tratasen así.
-Basta.- le interrumpió Iltharion con brusquedad y un tono autoritario que rara vez usaba, molesto por aquel mal trato. Habían ayudado a la aldea desinteresadamente, bueno, no en su caso, pero era lo que parecía. Habían sanado sin cargo alguno al hijo de aquel hombre, y los habían tratado de forma despectiva por su raza, eso podía tragarlo, pero después del momento de mierda que acababan de pasar, y de cómo se había jugado el pellejo aquella muchacha, si no iban a darle las gracias mejor era que se mantuvieran callados.
La joven sacerdotisa, con mas paciencia de la que habría cabido esperar en esas circunstancias, se limitó a acallar de forma mas educada al padre de la secuestrada y a ofrecer soluciones, poniendo en evidencia lo que el bardo llevaba unos minutos sospechando, y revelando ante ambos hombres algo aun mejor, un rastro.
Iltharion observó el hilo y el bosque en completo silencio durante unos instantes, tratando de hacer un balance de los pros y las contras de seguir con aquello. No gustaba de dejar las cosas a medias, recibiría dinero, fama, y probablemente el fabor de las jóvenes tanto las rescatadas como el resto, alojamiento gratis, algo de comida, y con la mejor de las suertes quizás habría logrado llamar la atención de la sacerdotisa, siempre y cuando lograra contener los esfínteres y no se muriera en el intento.
Se volteo hacia ambos sujetos, intentando evaluar que posibilidades tenian. El alcalde, anciano y agotado, ademas de mas torpe a la hora de transitar el bosque los rezagaría, sería ruidoso, difícilmente sería útil para pasar inadvertidos, pero por contra podía ejercer como una magnifica distracción, aun si eso significara que muriera, era un riesgo que Iltharion estaba dispuesto a asumir. El y la elfa podrían adelantarse por los árboles, y trazar alguna clase de plan si había posibilidad de rescatar a las jóvenes. Quizás veneno si podían acceder a las provisiones del dueño de aquellos monstruosos canes, algun somnifero, o algo que los entorpeciera lo justo como para perderles la pista.
-¿Están en condiciones de seguirle la pista?.- Preguntó con seriedad, aunque iba sobre todo por la joven que suficiente mierda había tragado por el momento, y a quien no culparía por no querer seguir bebiendo de esa copa.
Por su tono se notaba que algo tenía en mente, pero también que había cierta reticencia en ello, en parte porque esperaba de ambos sujetos algun genialidad, como la que había tenido la muchacha al atar el cordel a la flecha.
-Es mi hija.- respondió el anciano, que parecía dispuesto a seguir hasta que su cuerpo colapsara. Admirable, y algo estúpido, pero no lo iba a culpar por ello, ahora mismo no se sentía especialmente listo por continuar con aquello el bardo, y en parte era pro su brillante compañera quien le había llamado la atención lo suficiente, tanto por su deslumbrante belleza como por su ingenio, como para que imaginarla hecha un amasijo de carne y huesos le revolviera el estómago.
-En dicho caso, ud irá atrás y esperará indicaciones. No tenemos ni idea de si hay mas de esas cosas.- se aventuraba a suponer que no, si no habrían ido a asaltar la aldea también.- Ni como es el lugar en el cual tienen su guarida, y correr a golpearlos a tientas no nos servirá de nada.- Porque por mucha buena fe, o empuje que tuvieran, seguían siendo una sacerdotisa, un bardo y un anciano.
Pero cualquiera de aquellas cosas no era algo que tuviera tiempo que decir, y al observar la escena de la plaza, y viéndose completamente inútil, no pudo si no dejar la cubeta de aceite en el suelo y mirar a su alrededor en busca de cualquier cosa que pudiera serle de utilidad.
La elfa, que tan conmocionada estaba, había logrado tener la lucidez suficiente como para cargarse con un arco, cosa que no habría servido de nada a iltharion de haberlo hecho a no ser que quisiera matar de risa a aquella bestia. Y, ante la impotente mirada del patrón de la aldea, y las flechas que no hacían ni cosquillas a aquella bestia, la hija del alcalde fue llevada fuera de la aldea mientras sus perseguidores quedaban atrás.
Olaf cayó al suelo derrotado, exhausto y con el alma rota al ver partir a su hija, y como es habitual con la frustración y la impotencia, empezó a descargar su culpa en la joven elfa que bastante había hecho como para que la tratasen así.
-Basta.- le interrumpió Iltharion con brusquedad y un tono autoritario que rara vez usaba, molesto por aquel mal trato. Habían ayudado a la aldea desinteresadamente, bueno, no en su caso, pero era lo que parecía. Habían sanado sin cargo alguno al hijo de aquel hombre, y los habían tratado de forma despectiva por su raza, eso podía tragarlo, pero después del momento de mierda que acababan de pasar, y de cómo se había jugado el pellejo aquella muchacha, si no iban a darle las gracias mejor era que se mantuvieran callados.
La joven sacerdotisa, con mas paciencia de la que habría cabido esperar en esas circunstancias, se limitó a acallar de forma mas educada al padre de la secuestrada y a ofrecer soluciones, poniendo en evidencia lo que el bardo llevaba unos minutos sospechando, y revelando ante ambos hombres algo aun mejor, un rastro.
Iltharion observó el hilo y el bosque en completo silencio durante unos instantes, tratando de hacer un balance de los pros y las contras de seguir con aquello. No gustaba de dejar las cosas a medias, recibiría dinero, fama, y probablemente el fabor de las jóvenes tanto las rescatadas como el resto, alojamiento gratis, algo de comida, y con la mejor de las suertes quizás habría logrado llamar la atención de la sacerdotisa, siempre y cuando lograra contener los esfínteres y no se muriera en el intento.
Se volteo hacia ambos sujetos, intentando evaluar que posibilidades tenian. El alcalde, anciano y agotado, ademas de mas torpe a la hora de transitar el bosque los rezagaría, sería ruidoso, difícilmente sería útil para pasar inadvertidos, pero por contra podía ejercer como una magnifica distracción, aun si eso significara que muriera, era un riesgo que Iltharion estaba dispuesto a asumir. El y la elfa podrían adelantarse por los árboles, y trazar alguna clase de plan si había posibilidad de rescatar a las jóvenes. Quizás veneno si podían acceder a las provisiones del dueño de aquellos monstruosos canes, algun somnifero, o algo que los entorpeciera lo justo como para perderles la pista.
-¿Están en condiciones de seguirle la pista?.- Preguntó con seriedad, aunque iba sobre todo por la joven que suficiente mierda había tragado por el momento, y a quien no culparía por no querer seguir bebiendo de esa copa.
Por su tono se notaba que algo tenía en mente, pero también que había cierta reticencia en ello, en parte porque esperaba de ambos sujetos algun genialidad, como la que había tenido la muchacha al atar el cordel a la flecha.
-Es mi hija.- respondió el anciano, que parecía dispuesto a seguir hasta que su cuerpo colapsara. Admirable, y algo estúpido, pero no lo iba a culpar por ello, ahora mismo no se sentía especialmente listo por continuar con aquello el bardo, y en parte era pro su brillante compañera quien le había llamado la atención lo suficiente, tanto por su deslumbrante belleza como por su ingenio, como para que imaginarla hecha un amasijo de carne y huesos le revolviera el estómago.
-En dicho caso, ud irá atrás y esperará indicaciones. No tenemos ni idea de si hay mas de esas cosas.- se aventuraba a suponer que no, si no habrían ido a asaltar la aldea también.- Ni como es el lugar en el cual tienen su guarida, y correr a golpearlos a tientas no nos servirá de nada.- Porque por mucha buena fe, o empuje que tuvieran, seguían siendo una sacerdotisa, un bardo y un anciano.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Adentrarse en el bosque solos era a todas luces una muy mala idea con aquella cosa rondando entre la espesura, incluso aunque fueran elfos. Habían necesitado una gran trampa con hilos, telas, aceite y lanzas para acabar con una de las criaturas y apenas les quedaba nada para hacer frente a aquella segunda. El arco había demostrado ser inútil a la hora de dañarla y la ballesta de Olaf seguramente no daría mejores resultados, incluso aunque se acordara de cargarla para variar. A la mente de la peliblanca también regresaron las palabras del anciano sobre el grupo fuertemente armado que se adentró entre los árboles en pos de la primera desaparecida para no volver y que en esos momentos le sugería que si un grupo numeroso que incluía guardias y caballeros no lo había logrado, las posibilidades reales que tenían ellos tres eran prácticamente nulas...Era una locura incluso planteárselo...Y sin embargo allí estaban.
-Sinceramente no creo que estemos en condiciones de ir tras la bestia. Ya visteis lo que pasó en el callejón, incluso a pesar de todos los preparativos casi me alcanza, lo hubiera hecho de no haber intervenido Iltharion para quitarme esa red de encima justo a tiempo. No he pasado más miedo en mi vida...Y eso que estuve en Terpoli y me las he visto con nidos enteros de vampiros y guaridas de asesinos. Vi la muerte en esos ojos rojos como la sangre...Y no podía escapar -Respondió demostrando que a pesar de estar tratando de parecer entera estaba bastante asustada. A duras penas había podido reunir el valor para disparar contra aquella cosa y lo había hecho motivada por la visión de la joven humana que desesperada clamaba por ayuda mientras era arrastrada. La peliblanca, a pesar de su juventud, se las había visto con innumerables peligros desde que salió por primera vez de Sandorai, incluso podría enumerar varios que sin duda resultaban más peligrosos que las criaturas que en esos momentos enfrentaban;Basiliscos, señores de las sombras, semidragones, trolls, Demian. Pero siempre había contado con la ayuda de grandes guerreros a su lado para hacer frente a tales peligros...Por supuesto a veces las circunstancias la habían obligado a apañárselas por sí misma y el hecho de seguir viva era prueba de que muy mal no se le había dado...Pero por primera vez sentía que encaraba algo así...Sola en cierto sentido, y desde luego sin la preparación adecuada. Era la primera vez que debía ser como Bio, como Alanna o como Vincent...Pero sin las aptitudes de ninguno de ellos, pues no era más que una sanadora. La elfa dejó escapar un suspiro y miró hacia atrás en dirección a aquel pueblo incapaz de ayudar a los suyos, que no se había arrodillado ante una bestia si no ante el propio miedo, y tras soltar todo el aire de sus pulmones volvió a tomarlo profúndamente -Aún así, somos todo lo que hay para ayudarla, a ella y a las demás si es que siguen vivas. En condiciones o no, con miedo o no, yo voy.- Sentenció. Y con aquellas palabras el trío de cazadores más extraño sobre el que jamás hubiera oído o leído se puso de nuevo en marcha, con los elfos a la cabeza y el anciano alcalde cerrando la marcha. Quedaban pocas horas de luz y más les valdría aprovecharlas.
Al principio aquella parte del bosque no era especialmente densa ni supuso grandes problemas para avanzar por ella a buen ritmo aunque conforme fueron adentrándose más y más el terreno era cada vez más abrupto y los senderos, si es que daban con alguno mientras seguían aquel hilo, desaparecían sin previo aviso entre los arbustos y la maleza. Pronto las raíces de los árboles comenzaron a ser un obstáculo a tener en cuenta y hacían bien en mirar por donde pisaban no siendo que acabaran rodando por alguna pendiente abajo o con sus piernas dolorosamente atrapadas entre ellas. Se movían en silencio, hablando solo lo justo y necesario entre susurros, con cuidado de no hacer excesivo ruido con sus pisadas y siempre alerta a cualquier cosa extraña que ocurriera a su alrededor, lo cual les llevó a sufrir más de un sobresalto pues los nervios estaban a flor de piel aunque al final solo se tratara de pájaros o de alguna juguetona ardilla tratando de abrir una nuez a golpes.
Cada vez estaba más claro que aquel ser mantenía una dirección concreta en todo momento, salvo por algún giro brusco que de paso advirtió al grupo de tener delante algún terraplén o zona infranqueable, siempre se movía hacia el noreste. Incluso si el hilo acababa o lo perdían, al menos sabrían más o menos hacia donde seguir.
Llevaban un rato caminando cuando un fuerte olor a muerte y carne en descomposición hizo arrugar la nariz de la peliblanca e instar a los demás a detenerse con un gesto de la mano. Olía tan mal que ni siquiera hacía falta una nariz especialmente sensible para saber de dónde provenía aquella nauseabunda peste y no tardaron en dar con su origen unos metros más adelante, el cual bien podría haber hecho vomitar al más pintado y que de hecho causó que el alcalde echara hasta el desayuno contra el primer árbol en el que pudo apoyarse. La sacerdotisa, acostumbrada a heridas, sangre y vísceras pudo soportarlo mejor, aunque tuvo que taparse la cara con una de sus mangas para poder resistirlo. Ante ellos, en un pequeño claro, se encontraban los restos parcialmente devorados de varios hombres que no debían ser otros más que los miembros de la desaparecida partida de rescate original, los compañeros del hijo de Olaf. Sus cuerpos habían sido pasto de los carroñeros y oportunistas del bosque y mientras que a algunos les faltaban partes enteras del cuerpo a otros les faltaban las tripas...y a todos los ojos. Tras echar un vistazo Níniel se alejó unos pasos y comenzó una corta plegaria a sus dioses para que acogieran las almas de aquellos desventurados aunque al hacerlo se percató de una marca en uno de los petos de cuero que uno de los cuerpos llevaba puesto. Con el dedo se lo señaló a Iltharion para que lo mirara. Aquella marca era similar a la que habían visto en la coraza de sir Percival...Y era imposible que las bestías a las que ya se habían enfrentado pudieran ser las culpables.
-Sinceramente no creo que estemos en condiciones de ir tras la bestia. Ya visteis lo que pasó en el callejón, incluso a pesar de todos los preparativos casi me alcanza, lo hubiera hecho de no haber intervenido Iltharion para quitarme esa red de encima justo a tiempo. No he pasado más miedo en mi vida...Y eso que estuve en Terpoli y me las he visto con nidos enteros de vampiros y guaridas de asesinos. Vi la muerte en esos ojos rojos como la sangre...Y no podía escapar -Respondió demostrando que a pesar de estar tratando de parecer entera estaba bastante asustada. A duras penas había podido reunir el valor para disparar contra aquella cosa y lo había hecho motivada por la visión de la joven humana que desesperada clamaba por ayuda mientras era arrastrada. La peliblanca, a pesar de su juventud, se las había visto con innumerables peligros desde que salió por primera vez de Sandorai, incluso podría enumerar varios que sin duda resultaban más peligrosos que las criaturas que en esos momentos enfrentaban;Basiliscos, señores de las sombras, semidragones, trolls, Demian. Pero siempre había contado con la ayuda de grandes guerreros a su lado para hacer frente a tales peligros...Por supuesto a veces las circunstancias la habían obligado a apañárselas por sí misma y el hecho de seguir viva era prueba de que muy mal no se le había dado...Pero por primera vez sentía que encaraba algo así...Sola en cierto sentido, y desde luego sin la preparación adecuada. Era la primera vez que debía ser como Bio, como Alanna o como Vincent...Pero sin las aptitudes de ninguno de ellos, pues no era más que una sanadora. La elfa dejó escapar un suspiro y miró hacia atrás en dirección a aquel pueblo incapaz de ayudar a los suyos, que no se había arrodillado ante una bestia si no ante el propio miedo, y tras soltar todo el aire de sus pulmones volvió a tomarlo profúndamente -Aún así, somos todo lo que hay para ayudarla, a ella y a las demás si es que siguen vivas. En condiciones o no, con miedo o no, yo voy.- Sentenció. Y con aquellas palabras el trío de cazadores más extraño sobre el que jamás hubiera oído o leído se puso de nuevo en marcha, con los elfos a la cabeza y el anciano alcalde cerrando la marcha. Quedaban pocas horas de luz y más les valdría aprovecharlas.
Al principio aquella parte del bosque no era especialmente densa ni supuso grandes problemas para avanzar por ella a buen ritmo aunque conforme fueron adentrándose más y más el terreno era cada vez más abrupto y los senderos, si es que daban con alguno mientras seguían aquel hilo, desaparecían sin previo aviso entre los arbustos y la maleza. Pronto las raíces de los árboles comenzaron a ser un obstáculo a tener en cuenta y hacían bien en mirar por donde pisaban no siendo que acabaran rodando por alguna pendiente abajo o con sus piernas dolorosamente atrapadas entre ellas. Se movían en silencio, hablando solo lo justo y necesario entre susurros, con cuidado de no hacer excesivo ruido con sus pisadas y siempre alerta a cualquier cosa extraña que ocurriera a su alrededor, lo cual les llevó a sufrir más de un sobresalto pues los nervios estaban a flor de piel aunque al final solo se tratara de pájaros o de alguna juguetona ardilla tratando de abrir una nuez a golpes.
Cada vez estaba más claro que aquel ser mantenía una dirección concreta en todo momento, salvo por algún giro brusco que de paso advirtió al grupo de tener delante algún terraplén o zona infranqueable, siempre se movía hacia el noreste. Incluso si el hilo acababa o lo perdían, al menos sabrían más o menos hacia donde seguir.
Llevaban un rato caminando cuando un fuerte olor a muerte y carne en descomposición hizo arrugar la nariz de la peliblanca e instar a los demás a detenerse con un gesto de la mano. Olía tan mal que ni siquiera hacía falta una nariz especialmente sensible para saber de dónde provenía aquella nauseabunda peste y no tardaron en dar con su origen unos metros más adelante, el cual bien podría haber hecho vomitar al más pintado y que de hecho causó que el alcalde echara hasta el desayuno contra el primer árbol en el que pudo apoyarse. La sacerdotisa, acostumbrada a heridas, sangre y vísceras pudo soportarlo mejor, aunque tuvo que taparse la cara con una de sus mangas para poder resistirlo. Ante ellos, en un pequeño claro, se encontraban los restos parcialmente devorados de varios hombres que no debían ser otros más que los miembros de la desaparecida partida de rescate original, los compañeros del hijo de Olaf. Sus cuerpos habían sido pasto de los carroñeros y oportunistas del bosque y mientras que a algunos les faltaban partes enteras del cuerpo a otros les faltaban las tripas...y a todos los ojos. Tras echar un vistazo Níniel se alejó unos pasos y comenzó una corta plegaria a sus dioses para que acogieran las almas de aquellos desventurados aunque al hacerlo se percató de una marca en uno de los petos de cuero que uno de los cuerpos llevaba puesto. Con el dedo se lo señaló a Iltharion para que lo mirara. Aquella marca era similar a la que habían visto en la coraza de sir Percival...Y era imposible que las bestías a las que ya se habían enfrentado pudieran ser las culpables.
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Iltharion sabía que a la joven elfa no le faltaba razón, aunque la lógica y el miedo hablaban dados de la mano en las palabras de la muchacha.
La mirada del elfo se centro en el cordel que pendía de la maleza, enredado y tenso marcando la dirección en la que había desaparecido aquella criatura de pesadilla con la joven de ojos verdes.
El breve silencio entre la lógica y la sentencia de la elfa remarco de nuevo el gran valor que poseía aquella joven, cuya determinación parecía rivalizar con la del alcalde quien miro con alivio a ambos hijos de sandorai agradeciendo no tener que adentrarse solo en el bosque, y tratando de calmar sus nervios mientras repiqueteaba con los dedos en el mango de la ballesta que antes no había sido capaz de disparar y arrugaba compulsivamente la nariz haciendo bailar el bigote sobre el labio superior como si este le hiciera cosquillas.
Con la declaración de la muchacha la extraña expedición empezó a seguir las "migas de pan" de aquellos peculiares hansel y gretel que interpretaban el perro y la dama en su propio cuento, una versión mucho mas macabra que la original, pese lo difícil de competir con unos padres que abandonan a sus hijos para que sean comida de fieras en el bosque.
Aunque la primera parte del camino fue sencilla, y avanzaron con rapidez, la bestia seguía llevándoles una suculenta ventaja, pues no se presentaba un su silueta lejana al final del cordel. El avance fue casi ininterrumpido, solo un par de tropezones del anciano y un saetazo en el suelo que hizo saltar a todos del sobresalto fruto de una ardilla que pasó demasiado cerca del alcalde asustandolo y haciéndole apretar el gatillo de la ballesta por acto reflejo. Hecho que habría resultado sumamente cómico si no estuvieran poniendo su vida en riesgo.
Por desgracia el bosque no fue tan condescendiente con sus visitantes todo el tiempo, y a medida que se volvia mas frondoso, la vegetación mas cercana al suelo se volvía mas salvaje y agreste, las raíces mas altas y gruesas se elevaban y creaban peligrosos entramados, el musgo resbaladizo cubría, húmedo, parte de las rocas del camino, y la hojarasca medio deshecha tampoco contribuía a volver el suelo mas estable.
Aquello no fue, aun así, lo peor de su viaje.
El aroma, si es que puede llamarse así, advertía de lo que esperaba mas adelante antes de que fuera visible, el olor acre y penetrante a carne descompuesta, vísceras, y demás cómpos, campo de cultivo de larvas y las criaturas mas repugnantes de la naturaleza llego inconfundible hacía el grupo, pegándose a las paredes de las fosas nasales y acariciando la garganta y el paladar, como si quisiera así revolver mas aun el estomago de aquellos que por desgracia no podían huir de ese aire nauseabundo.
Iltharión sacó de su morral un pañuelo de lino y se lo ató alrededor del rostro, cubriendo la boca y la nariz nada mas olfatear de lejos aquella cacofonía de olores, algo que si bien no le ahorró algunas arcadas, impidió que vomitase como el anciano contra el primer árbol que encontrase. La joven contuvo también su estomago con esfuerzo y centró su atención en sus dioses, a quien encomendó las almas de los pobres desdichados que finalmente habían aparecido en el "sendero".
El bardo se limitó durante unos instantes a guardar silenció y tratar de calmarse, y habituarse lo mejor posible a ese olor, que seguía ganando, aunque pudiera resultar sorprendente, al pestazo de los pueblos que criaban cerdos y los tenían paseando por las calles, o al de las ciudades sin cloaca en los veranos mas calurosos.
Examinar los cadáveres era algo que poca luz arrojaría a los acontecimientos, o eso consideraba el elfo, quien esperaba que el alcalde identificase o no a los cadáveres para poder proseguir cuando se percato del gesto que le dedicaba su homologa.
Un garrazo, muy similar a la del humano que se encontraba febril y enfermo en la aldea, un garrazo que no podía ser fruto de esos canes monstruosos, pero que había acabado con esos hombres. ¿Pertenecería esa marca al abominable dueño de los canes, o sería una marca de otra cosa? Fuere lo que fuere, no presagiaba nada bueno.
Mientras el Patrón de la villa se acercaba a los cuerpos los cuales pareció reconocer de alguna forma, y les dedicaba respetos y un par de lagrimas silenciosas a quienes probablemente habían sido amigos o conocidos suyos durante largo tiempo, y ahora no eran mas que abono para las plantas y comida de gusanos, el bardo se acercó a la elfa, a quien le habló en un susurro claro aunque inaudible para alguien que se encontrase a un par de pasos de distancia.
-No parece fruto de aquellos canes, ¿Tiene idea de que pudo haber dejado esas marcas?.- Aun y lo bajo del tono, la circunstancia y seriedad de la situación se reflejaban en su voz como si de un espejo se tratara.
La mirada del elfo se centro en el cordel que pendía de la maleza, enredado y tenso marcando la dirección en la que había desaparecido aquella criatura de pesadilla con la joven de ojos verdes.
El breve silencio entre la lógica y la sentencia de la elfa remarco de nuevo el gran valor que poseía aquella joven, cuya determinación parecía rivalizar con la del alcalde quien miro con alivio a ambos hijos de sandorai agradeciendo no tener que adentrarse solo en el bosque, y tratando de calmar sus nervios mientras repiqueteaba con los dedos en el mango de la ballesta que antes no había sido capaz de disparar y arrugaba compulsivamente la nariz haciendo bailar el bigote sobre el labio superior como si este le hiciera cosquillas.
Con la declaración de la muchacha la extraña expedición empezó a seguir las "migas de pan" de aquellos peculiares hansel y gretel que interpretaban el perro y la dama en su propio cuento, una versión mucho mas macabra que la original, pese lo difícil de competir con unos padres que abandonan a sus hijos para que sean comida de fieras en el bosque.
Aunque la primera parte del camino fue sencilla, y avanzaron con rapidez, la bestia seguía llevándoles una suculenta ventaja, pues no se presentaba un su silueta lejana al final del cordel. El avance fue casi ininterrumpido, solo un par de tropezones del anciano y un saetazo en el suelo que hizo saltar a todos del sobresalto fruto de una ardilla que pasó demasiado cerca del alcalde asustandolo y haciéndole apretar el gatillo de la ballesta por acto reflejo. Hecho que habría resultado sumamente cómico si no estuvieran poniendo su vida en riesgo.
Por desgracia el bosque no fue tan condescendiente con sus visitantes todo el tiempo, y a medida que se volvia mas frondoso, la vegetación mas cercana al suelo se volvía mas salvaje y agreste, las raíces mas altas y gruesas se elevaban y creaban peligrosos entramados, el musgo resbaladizo cubría, húmedo, parte de las rocas del camino, y la hojarasca medio deshecha tampoco contribuía a volver el suelo mas estable.
Aquello no fue, aun así, lo peor de su viaje.
El aroma, si es que puede llamarse así, advertía de lo que esperaba mas adelante antes de que fuera visible, el olor acre y penetrante a carne descompuesta, vísceras, y demás cómpos, campo de cultivo de larvas y las criaturas mas repugnantes de la naturaleza llego inconfundible hacía el grupo, pegándose a las paredes de las fosas nasales y acariciando la garganta y el paladar, como si quisiera así revolver mas aun el estomago de aquellos que por desgracia no podían huir de ese aire nauseabundo.
Iltharión sacó de su morral un pañuelo de lino y se lo ató alrededor del rostro, cubriendo la boca y la nariz nada mas olfatear de lejos aquella cacofonía de olores, algo que si bien no le ahorró algunas arcadas, impidió que vomitase como el anciano contra el primer árbol que encontrase. La joven contuvo también su estomago con esfuerzo y centró su atención en sus dioses, a quien encomendó las almas de los pobres desdichados que finalmente habían aparecido en el "sendero".
El bardo se limitó durante unos instantes a guardar silenció y tratar de calmarse, y habituarse lo mejor posible a ese olor, que seguía ganando, aunque pudiera resultar sorprendente, al pestazo de los pueblos que criaban cerdos y los tenían paseando por las calles, o al de las ciudades sin cloaca en los veranos mas calurosos.
Examinar los cadáveres era algo que poca luz arrojaría a los acontecimientos, o eso consideraba el elfo, quien esperaba que el alcalde identificase o no a los cadáveres para poder proseguir cuando se percato del gesto que le dedicaba su homologa.
Un garrazo, muy similar a la del humano que se encontraba febril y enfermo en la aldea, un garrazo que no podía ser fruto de esos canes monstruosos, pero que había acabado con esos hombres. ¿Pertenecería esa marca al abominable dueño de los canes, o sería una marca de otra cosa? Fuere lo que fuere, no presagiaba nada bueno.
Mientras el Patrón de la villa se acercaba a los cuerpos los cuales pareció reconocer de alguna forma, y les dedicaba respetos y un par de lagrimas silenciosas a quienes probablemente habían sido amigos o conocidos suyos durante largo tiempo, y ahora no eran mas que abono para las plantas y comida de gusanos, el bardo se acercó a la elfa, a quien le habló en un susurro claro aunque inaudible para alguien que se encontrase a un par de pasos de distancia.
-No parece fruto de aquellos canes, ¿Tiene idea de que pudo haber dejado esas marcas?.- Aun y lo bajo del tono, la circunstancia y seriedad de la situación se reflejaban en su voz como si de un espejo se tratara.
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
La peliblanca no tenía una respuesta segura para su compañero igual que no la tuvo para el anciano cuando realizó la misma cuestión ante el lecho de su hijo al que por poco habían podido ayudar y evitar que la muerte se llevara. Tenía la certeza de que aquellos sabuesos de pesadilla no podían haber dejado una marca semejante ni siquiera por azar, mucho menos varias veces en cuerpos distintos, pero aunque aquello sirviera para descartar una posibilidad no era suficiente para señalar con certeza hacia un culpable. Por supuesto la sacerdotisa había leído, estudiado y prestado atención a suficientes relatos como para tener su teoría, una que encajaba a la perfección con lo sucedido, pero solo era eso y seguía sin estar muy segura de que hacer partícipe a Iltharion de ella fuese a servir para algo más que para generar un miedo innecesario. Lentamente subió su mirada hasta mirar fijamente al elfo a los ojos y tras mantenerla unos segundos soltó un leve suspiro y se aseguró de que el humano siguiese dedicándoles unas palabras a sus dioses antes de empezar a hablar.
-No puedo asegurarlo pero...Solo sé de una criatura capaz de semejante masacre y que pueda dejar esas marcas, casi parecen causadas por una gran mano treméndamente dura y fuerte... como la madera de mayor calidad...Un driópe. Un ente de la naturaleza que representa su lado más cruel y vengativo. .- Dijo recalcando que a pesar de las marcas solo se trataba de una idea. -Sí estoy en lo cierto...Una criatura así solo despierta para vengar un daño a su bosque. No les interesan las jóvenes y desde luego no tienen perro-árboles de mascotas, solo se mueven por el odio hasta que obtienen su venganza o son destruidos.- Explicó haciendo participe al elfo de sus conocimientos sobre el tema a pesar de que seguramente aquella criatura no era una desconocida para el bardo, pues formaba parte de las historias y leyendas de su pueblo desde hacía generaciones. -Quizá estos humanos despertaron su furia...O quizá solo estaban en el lugar equivocado...Y nosotros también. Será mejor que sigamos, al menos mientras me quedé algo de valor.- Finalizó poniéndose de nuevo en marcha, tomando un arco y cuantas flechas pudo encontrar entre los restos de los desventurados humanos y siguiendo el rastro de hilo por entre los matorrales a su derecha tras avisar al anciano alcalde para que les siguiera y no se quedara atrás en aquel cementerio. No podía negar que se sentía sucia por tomar algo de un cuerpo sin vida, pero lo cierto era que los muertos ya no lo iban a necesitar, eran de mucha mejor calidad que el que llevaba consigo y que iban en pos del mismo objetivo por el que aquellos humanos perdieron la vida. Aún así tenía claro que no pensaba quedarse con aquel arco, si es que salía de aquel bosque con vida y no acababa igual o peor que su anterior dueño.
-Que los dioses me perdonen por dejarles a merced de los carroñeros y no darles un entierro digno. Espero que entiendan que lo hago por mi hija.- Comentó al alcanzarla en voz alta, como si necesitara que otras personas oyeran aquellas palabras para calmar su agitado espíritu. Para Níniel formar parte del círculo de la vida no era ni de lejos el peor de los finales, de hecho era deseable a ser convertida en ceniza por el fuego y desde luego mucho mejor que acabar en una lápida de piedra dentro de una tumba de piedra, aún así le dedicó un gesto tranquilizador y le aseguró que sin duda lo entenderían. Le hubiese gustado añadir que cuando todo acabase siempre podrían regresar con ayuda por los cuerpos pero, si no la habían recibido para ayudar a los vivos...
Apenas habían avanzado un poco más, aunque por la dificultad del terreno parecía que habían recorrido millas enteras, cuando el pequeño grupo se encontró con algo más que extraño con el hilo que tan bien les había servido de guía a través de la espesura. El hilo acababa de repente. Aquello no hubiese tenido nada de extraño, de hecho con la distancia recorrida era algo que no podía tardar en suceder a pesar de lo largo de la bobina y lo fino del hilo, si no fuera porque no es que acabara de manera normal si no que se encontraba suspendido en el aire como si más allá estuviese siendo sujetado por otra rama, pero más allá no había más hilo. Con curiosidad Níniel elevó la mano para tomar el extremo flotante y al hacerlo no pudo evitar soltar un ligero gritito de dolor al notar en la mano algo que solo podía ser descrito como un calambre, tras lo cual miró alarmada a los demás.
-Es como si...Hubiese algo aquí delante, algo sólido...- Murmuró sin querer volver a alargar la mano por temor a un nuevo y más intenso calambre. Por ello tomó una rama seca del suelo y la lanzó en aquella dirección sin apenas fuerzas. La rama pareció golpear con alguna clase de pared invisible que comenzó a ondularse como la superficie tranquila de un lago al caer una gota de lluvia. -Es una especie de muro mágico...-Dijo volviendo a probar con una nueva rama seca esta vez más grande que la anterior, quizá dejándose llevar por la curiosidad ante algo relacionado con la magia y que nunca había visto. Al fin y al cabo, a pesar de mostrarse siempre seria y madura no dejaba de tener solo dieciocho años y a veces, solo a veces, se permitía ciertas licencias.
En ese momento, mientras la peliblanca estudiaba aquel curioso obstáculo que tenían delante con atención y unas extrañas marcas en un árbol cercano, tratando de averiguar cómo funcionaba y si sería seguro o no tratar de cruzarlo o si por el contrario deberían buscar otro modo de avanzar, una nueva onda sacudió la superficie del muro invisible con mucha mayor intensidad que las veces anteriores. -Sí, ya sé que es curioso pero déjame que le eche un vistazo antes de...- Comenzó a protestar la sacerdotisa al pensar que había sido Iltharion el causante de semejante distorsión en la extraña barrera, al fin y al cabo había demostrado ser bastante inteligente y sería normal que también sintiera curiosidad por la barrera. Bastó girar la cabeza unos pocos grados para percatarse de lo equivocada que estaba. A la derecha del grupo, una mole de tres metros de madera retorcida aunque de aspecto grotescamente humanoide se encontraba con sus enormes puños sobre el muro invisible como si acabara de golpearlo. No se movió y parecía no haberse percatado de la presencia del grupo pero aún así un escalofrío recorrió toda la espalda de la peliblanca mientras lo señalaba. A veces odiaba tener razón.
-No puedo asegurarlo pero...Solo sé de una criatura capaz de semejante masacre y que pueda dejar esas marcas, casi parecen causadas por una gran mano treméndamente dura y fuerte... como la madera de mayor calidad...Un driópe. Un ente de la naturaleza que representa su lado más cruel y vengativo. .- Dijo recalcando que a pesar de las marcas solo se trataba de una idea. -Sí estoy en lo cierto...Una criatura así solo despierta para vengar un daño a su bosque. No les interesan las jóvenes y desde luego no tienen perro-árboles de mascotas, solo se mueven por el odio hasta que obtienen su venganza o son destruidos.- Explicó haciendo participe al elfo de sus conocimientos sobre el tema a pesar de que seguramente aquella criatura no era una desconocida para el bardo, pues formaba parte de las historias y leyendas de su pueblo desde hacía generaciones. -Quizá estos humanos despertaron su furia...O quizá solo estaban en el lugar equivocado...Y nosotros también. Será mejor que sigamos, al menos mientras me quedé algo de valor.- Finalizó poniéndose de nuevo en marcha, tomando un arco y cuantas flechas pudo encontrar entre los restos de los desventurados humanos y siguiendo el rastro de hilo por entre los matorrales a su derecha tras avisar al anciano alcalde para que les siguiera y no se quedara atrás en aquel cementerio. No podía negar que se sentía sucia por tomar algo de un cuerpo sin vida, pero lo cierto era que los muertos ya no lo iban a necesitar, eran de mucha mejor calidad que el que llevaba consigo y que iban en pos del mismo objetivo por el que aquellos humanos perdieron la vida. Aún así tenía claro que no pensaba quedarse con aquel arco, si es que salía de aquel bosque con vida y no acababa igual o peor que su anterior dueño.
-Que los dioses me perdonen por dejarles a merced de los carroñeros y no darles un entierro digno. Espero que entiendan que lo hago por mi hija.- Comentó al alcanzarla en voz alta, como si necesitara que otras personas oyeran aquellas palabras para calmar su agitado espíritu. Para Níniel formar parte del círculo de la vida no era ni de lejos el peor de los finales, de hecho era deseable a ser convertida en ceniza por el fuego y desde luego mucho mejor que acabar en una lápida de piedra dentro de una tumba de piedra, aún así le dedicó un gesto tranquilizador y le aseguró que sin duda lo entenderían. Le hubiese gustado añadir que cuando todo acabase siempre podrían regresar con ayuda por los cuerpos pero, si no la habían recibido para ayudar a los vivos...
Apenas habían avanzado un poco más, aunque por la dificultad del terreno parecía que habían recorrido millas enteras, cuando el pequeño grupo se encontró con algo más que extraño con el hilo que tan bien les había servido de guía a través de la espesura. El hilo acababa de repente. Aquello no hubiese tenido nada de extraño, de hecho con la distancia recorrida era algo que no podía tardar en suceder a pesar de lo largo de la bobina y lo fino del hilo, si no fuera porque no es que acabara de manera normal si no que se encontraba suspendido en el aire como si más allá estuviese siendo sujetado por otra rama, pero más allá no había más hilo. Con curiosidad Níniel elevó la mano para tomar el extremo flotante y al hacerlo no pudo evitar soltar un ligero gritito de dolor al notar en la mano algo que solo podía ser descrito como un calambre, tras lo cual miró alarmada a los demás.
-Es como si...Hubiese algo aquí delante, algo sólido...- Murmuró sin querer volver a alargar la mano por temor a un nuevo y más intenso calambre. Por ello tomó una rama seca del suelo y la lanzó en aquella dirección sin apenas fuerzas. La rama pareció golpear con alguna clase de pared invisible que comenzó a ondularse como la superficie tranquila de un lago al caer una gota de lluvia. -Es una especie de muro mágico...-Dijo volviendo a probar con una nueva rama seca esta vez más grande que la anterior, quizá dejándose llevar por la curiosidad ante algo relacionado con la magia y que nunca había visto. Al fin y al cabo, a pesar de mostrarse siempre seria y madura no dejaba de tener solo dieciocho años y a veces, solo a veces, se permitía ciertas licencias.
En ese momento, mientras la peliblanca estudiaba aquel curioso obstáculo que tenían delante con atención y unas extrañas marcas en un árbol cercano, tratando de averiguar cómo funcionaba y si sería seguro o no tratar de cruzarlo o si por el contrario deberían buscar otro modo de avanzar, una nueva onda sacudió la superficie del muro invisible con mucha mayor intensidad que las veces anteriores. -Sí, ya sé que es curioso pero déjame que le eche un vistazo antes de...- Comenzó a protestar la sacerdotisa al pensar que había sido Iltharion el causante de semejante distorsión en la extraña barrera, al fin y al cabo había demostrado ser bastante inteligente y sería normal que también sintiera curiosidad por la barrera. Bastó girar la cabeza unos pocos grados para percatarse de lo equivocada que estaba. A la derecha del grupo, una mole de tres metros de madera retorcida aunque de aspecto grotescamente humanoide se encontraba con sus enormes puños sobre el muro invisible como si acabara de golpearlo. No se movió y parecía no haberse percatado de la presencia del grupo pero aún así un escalofrío recorrió toda la espalda de la peliblanca mientras lo señalaba. A veces odiaba tener razón.
Subrayado inicio de otra complicación más: Ahora un dríope.
Última edición por Níniel Thenidiel el Sáb Jun 04, 2016 8:43 pm, editado 1 vez
Níniel Thenidiel
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
La mirada del elfo se desplazó lentamente de los cadáveres hacia la joven, mientras escuchaba atentamente sus palabras, sin perder detalle y procurando oír el rumor de las plegarias del alcalde para asegurarse de que estaba demasiado ocupado como para escucharles en todo momento.
Una maldición murió en la punta de su lengua sin llegar a formularse como sonido alguno cuando la palabra Dríope escapó de los labios de la joven. Una criatura de leyenda a quien muchos temían y pocos podían asegurar haber visto por sus letales costumbres, fruto de cuentos y habladurías sobre maldiciones en los bosques en aquellas aldeas humanas lindantes con los bosques élficos en los cuales alguien se aventuraba a poner un aserradero o a empeñar la tarea de leñador.
Iltharion cerró los ojos, y permanecieron así un par de segundos, mientras tomaba aire con lentitud, revisando mentalmente todas sus opciones de nuevo, pero sobre todo, cómo proceder ante esa perspectiva. Si no era un dríope, era algo de ese calibre, tanto era una como otra cosa si no se preparaba para ello, en el fondo, esperaba que la elfa tuviera razón, porque al menos, de ser algo que conocían, de lo que poseían algunos datos quizás podrían aventurar alguna cosa, trazar algún ingenio en vez de actuar a tientas.
La muda aceptación fue lo único que le dedicó el bardo a la elfa cuando esta saqueo lo despojos de los aldeanos. Mientras, el alcalde alivió su conciencia haciendo partícipes a los muertos y a los elfos de sus sentimientos. Si aquello ayudaba al anciano, y evitaba que hiciera ruidos más adelante, Iltharion no tenía problema alguno, y le traía al fresco que pasaba con aquellos cadáveres siempre y cuando estuvieran lo suficientemente lejos de su nariz como para evitar olerlos.
Por desgracia se detuvieron de nuevo en su marcha antes de que la reminiscencia de la carne podrida desapareciera por completo de sus fosas nasales.
El hilo estaba roto, o mejor dicho flotando y cortado perfectamente más allá de una rama. Iltharion lo observó con asombro y curiosidad, a la vez que con el malestar de que se añadieran más incógnitas en esa delicada situación. Aquella experiencia tenía las trazas de una pesadilla, pues si bien era vivida y aterradora, también resultaba sorprendente y se descubría avanzando con una valentía que solía guardar para sus cantares y leyendas.
La elfa fue esta vez, siguiendo esa dinámica de vaivén que llevaban desde su encuentro, la que peco de poco cauta, intentando tomar el cordel suspendido.
El quejido y la forma en la que la joven retiró su delicada mano sobresaltaron al bardo, asegurandole de que era una pésima idea imitar su gesto, aunque le causaba suma curiosidad el que podría en el aire generar tal reacción.
El examen de la pared invisible prosiguió por parte de la joven arrojando una rama, haciendo ondular su superficie y oscilar la realidad en ese punto en suaves ondas circulares que perdían intensidad a medida que se alejaban del punto de impacto.
Iltharion fascinado por aquello, sólo unos instantes en fijarse en la sacerdotisa y su mezcla entre análisis científico y juego infantil con las ramas y el muro bastaron para que cuando apartó la mirada las desgraciadas hipótesis que habían formulado se materlializaran ante si.
Con sumo cuidado, y sin separar la mirada de la bestia dio un paso atrás, instintivo, queriendo alejarse de allí, conteniendo a sus piernas para no salir corriendo, temiendo que aquello hiciera que el Dríope centrara su atención en el.
La imagen de aquella criatura bípeda pero hecha de puro bosque no solo le puso la piel de gallina al bardo. El alcalde se encontraba temblando como un oja, su rostro lívido como el de un fantasma, y por suerte, tan paralizado en el sitio como lo había estado en el balcon. El brutal garrazo que descargó contra la superficie del muro invisible resultaba un mal presagio para aquellos que fueran a sufrir la furia de la criatura.
Y Niniel habló, completamente centrada como estaba en examinar aquella barrera mágica no se había percatado de la presencia de la criatura. Tan rápido y silencioso como fue capaz colocó una mano sobre sus labios para marcarle silencio mientras con la misma giraba su rostro para mostrarle la criatura que tenían delante.
La criatura miró hacia un costado, luego hacia el otro atraído por una voz, un ruido que no era del bosque, buscando entre la maleza su origen. Iltharion sacó de su oreja un pendiente, y cuando la bestia miraba hacia otro lado aun sin haberles visto, lo arrojo todo lo lejos que fue capaz y en dirección contraria para que este si se sentía curioso de ir a examinar, lo hiciera en donde no podía encontrarlos.
No tardó demasiado a bestia en apartarse del muro y empezar a caminar, lenta y pesadamente hacia el anillo, y en cuanto paso unas cuantas hileras de árboles, su silueta se hacia difícil de distinguir entre la maleza en la cual se mimetizaba.
-¿Sabes como cruzar o hacer caer este muro?.- susurro contra su oído temeroso de hacer algún ruido más alto que pudiera alertar más a la criatura.-Porque no creo que ninguno de nosotros queramos estar aquí hasta que nos encuentre.- Susurro con algo de urgencia, apartando las manos de su rostro para que pudiera contestar ahora que ya estaba advertido del peligro que acechaba a poca distancia.
Magia, había muchas cosas contra las que el bardo podía lidiar con su ingenio, pero la magia no era una de ellas, no la comprendía, apenas si podía usar un poco de la misma para curar, pero definitivamente no era su fuerte, y era inmune a sus palabras, encantos u engaños.
Lo poco que podía sacar en claro era que el hilo no se encontraba cortado, si no atravesando aquello, así que de alguna forma, debía de haber una forma de entrar por allí.
-Parece que el perro entró por aquí...-murmuró con el mismo tono prácticamente inaudible, empezando a buscar apuradamente por los árboles y el suelo alrededor de aquel lugar en busca de algo que le indicase que había podido hacer un can para sortear ese hechizo que ellos pudieran repetir.
-Agarra piedras y ramitas, para mantener al dríope alejado si se acerca.- siseo al alcalde sin demasiada fe en que pudiera salir de su catarsis para ofrecer ayuda alguna, y no le culpaba, más de uno se habría hecho encima ante aquella situación, y a él mismo le costaba disimular su pulso tembloroso, por suerte, el buscar y tener que mover las manos constantemente hacia aquello más discreto.
Una maldición murió en la punta de su lengua sin llegar a formularse como sonido alguno cuando la palabra Dríope escapó de los labios de la joven. Una criatura de leyenda a quien muchos temían y pocos podían asegurar haber visto por sus letales costumbres, fruto de cuentos y habladurías sobre maldiciones en los bosques en aquellas aldeas humanas lindantes con los bosques élficos en los cuales alguien se aventuraba a poner un aserradero o a empeñar la tarea de leñador.
Iltharion cerró los ojos, y permanecieron así un par de segundos, mientras tomaba aire con lentitud, revisando mentalmente todas sus opciones de nuevo, pero sobre todo, cómo proceder ante esa perspectiva. Si no era un dríope, era algo de ese calibre, tanto era una como otra cosa si no se preparaba para ello, en el fondo, esperaba que la elfa tuviera razón, porque al menos, de ser algo que conocían, de lo que poseían algunos datos quizás podrían aventurar alguna cosa, trazar algún ingenio en vez de actuar a tientas.
La muda aceptación fue lo único que le dedicó el bardo a la elfa cuando esta saqueo lo despojos de los aldeanos. Mientras, el alcalde alivió su conciencia haciendo partícipes a los muertos y a los elfos de sus sentimientos. Si aquello ayudaba al anciano, y evitaba que hiciera ruidos más adelante, Iltharion no tenía problema alguno, y le traía al fresco que pasaba con aquellos cadáveres siempre y cuando estuvieran lo suficientemente lejos de su nariz como para evitar olerlos.
Por desgracia se detuvieron de nuevo en su marcha antes de que la reminiscencia de la carne podrida desapareciera por completo de sus fosas nasales.
El hilo estaba roto, o mejor dicho flotando y cortado perfectamente más allá de una rama. Iltharion lo observó con asombro y curiosidad, a la vez que con el malestar de que se añadieran más incógnitas en esa delicada situación. Aquella experiencia tenía las trazas de una pesadilla, pues si bien era vivida y aterradora, también resultaba sorprendente y se descubría avanzando con una valentía que solía guardar para sus cantares y leyendas.
La elfa fue esta vez, siguiendo esa dinámica de vaivén que llevaban desde su encuentro, la que peco de poco cauta, intentando tomar el cordel suspendido.
El quejido y la forma en la que la joven retiró su delicada mano sobresaltaron al bardo, asegurandole de que era una pésima idea imitar su gesto, aunque le causaba suma curiosidad el que podría en el aire generar tal reacción.
El examen de la pared invisible prosiguió por parte de la joven arrojando una rama, haciendo ondular su superficie y oscilar la realidad en ese punto en suaves ondas circulares que perdían intensidad a medida que se alejaban del punto de impacto.
Iltharion fascinado por aquello, sólo unos instantes en fijarse en la sacerdotisa y su mezcla entre análisis científico y juego infantil con las ramas y el muro bastaron para que cuando apartó la mirada las desgraciadas hipótesis que habían formulado se materlializaran ante si.
Con sumo cuidado, y sin separar la mirada de la bestia dio un paso atrás, instintivo, queriendo alejarse de allí, conteniendo a sus piernas para no salir corriendo, temiendo que aquello hiciera que el Dríope centrara su atención en el.
La imagen de aquella criatura bípeda pero hecha de puro bosque no solo le puso la piel de gallina al bardo. El alcalde se encontraba temblando como un oja, su rostro lívido como el de un fantasma, y por suerte, tan paralizado en el sitio como lo había estado en el balcon. El brutal garrazo que descargó contra la superficie del muro invisible resultaba un mal presagio para aquellos que fueran a sufrir la furia de la criatura.
Y Niniel habló, completamente centrada como estaba en examinar aquella barrera mágica no se había percatado de la presencia de la criatura. Tan rápido y silencioso como fue capaz colocó una mano sobre sus labios para marcarle silencio mientras con la misma giraba su rostro para mostrarle la criatura que tenían delante.
La criatura miró hacia un costado, luego hacia el otro atraído por una voz, un ruido que no era del bosque, buscando entre la maleza su origen. Iltharion sacó de su oreja un pendiente, y cuando la bestia miraba hacia otro lado aun sin haberles visto, lo arrojo todo lo lejos que fue capaz y en dirección contraria para que este si se sentía curioso de ir a examinar, lo hiciera en donde no podía encontrarlos.
No tardó demasiado a bestia en apartarse del muro y empezar a caminar, lenta y pesadamente hacia el anillo, y en cuanto paso unas cuantas hileras de árboles, su silueta se hacia difícil de distinguir entre la maleza en la cual se mimetizaba.
-¿Sabes como cruzar o hacer caer este muro?.- susurro contra su oído temeroso de hacer algún ruido más alto que pudiera alertar más a la criatura.-Porque no creo que ninguno de nosotros queramos estar aquí hasta que nos encuentre.- Susurro con algo de urgencia, apartando las manos de su rostro para que pudiera contestar ahora que ya estaba advertido del peligro que acechaba a poca distancia.
Magia, había muchas cosas contra las que el bardo podía lidiar con su ingenio, pero la magia no era una de ellas, no la comprendía, apenas si podía usar un poco de la misma para curar, pero definitivamente no era su fuerte, y era inmune a sus palabras, encantos u engaños.
Lo poco que podía sacar en claro era que el hilo no se encontraba cortado, si no atravesando aquello, así que de alguna forma, debía de haber una forma de entrar por allí.
-Parece que el perro entró por aquí...-murmuró con el mismo tono prácticamente inaudible, empezando a buscar apuradamente por los árboles y el suelo alrededor de aquel lugar en busca de algo que le indicase que había podido hacer un can para sortear ese hechizo que ellos pudieran repetir.
-Agarra piedras y ramitas, para mantener al dríope alejado si se acerca.- siseo al alcalde sin demasiada fe en que pudiera salir de su catarsis para ofrecer ayuda alguna, y no le culpaba, más de uno se habría hecho encima ante aquella situación, y a él mismo le costaba disimular su pulso tembloroso, por suerte, el buscar y tener que mover las manos constantemente hacia aquello más discreto.
Última edición por Iltharion Dur'Falas el Sáb Jun 04, 2016 8:43 pm, editado 1 vez
Iltharion Dur'Falas
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Re: La sacerdotisa, el bardo y el anciano. [Trabajo Níniel-Iltharion][Cerrado]
Iltharion casi logra todo lo contrario a lo que se proponía al llevar su dedo hasta los labios de la peliblanca tan de improvisto. A punto estuvo la elfa de alzar aún más la voz para reprocharle su atrevimiento, pues no era apropiado tocar así a una dama sin su permiso, cuando al girarle la cabeza la dejó sin habla. En ese momento no pudo hacer más que asentir para que su compañero supiera que entendía que no debía hacer ni el más mínimo ruido. Lentamente la peliblanca bajó el brazo con el que señalaba al dríope y esperó que sus palabras no lo atrajeran hasta allí. Parecía lento pero viendo de lo que había sido capaz a tan solo una corta distancia de donde se encontraban sería mejor no subestimarlo y no presuponer que aquellos pocos metros que les separaban fuesen suficientes.
¿Qué hacía allí? Era un espíritu de venganza, pararse a golpear una barrera mágica no parecía una de las cosas que debiera estar haciendo...A no ser que aquella barrera fuera la causa de su rabia o el culpable estuviera al otro lado de la misma. Debía de ser eso, tenía sentido. Quién fuera que había domesticado a las bestias que tenían aterrorizado al pueblo debía de estar tras el muro mágico y seguramente también había despertado al dríope. El grupo de búsqueda siguiendo el rastro de la primera víctima llegó hasta allí convirtiéndose en víctimas de la ira de la naturaleza cuando su único objetivo había sido recuperar a la hija de su señor, o en su defecto vengar su muerte.Todo había salido terriblemente mal y el auténtico culpable había sido el único beneficiado, a salvo tras sus salvaguardas...Y si Iltharion no la hubiese silenciado ellos hubiesen acabado igual.
Por suerte la criatura apenas fue consciente de su presencia y, aunque pareció percibir algo, bastó una pequeña distracción para alejarlo de allí, al menos de momento. Seguramente no tardaría en olvidar el pequeño señuelo para volver hasta allí y seguir tratando de derribar el muro invisible que le impedía cumplir su misión, pero al menos tenían un momento para pensar qué hacer, y la idea de correr tan lejos de allí como pudieran cada vez resultaba más difícil de ignorar.
-Entiendo el funcionamiento básico de las magias de barrera.- Respondió a los comentarios de Iltharion que una vez más no la decepcionaba, percatándose de que si la bestia que perseguían había pasado justo por allí como denotaba el hilo debía de haber un modo de hacer lo mismo.- Necesitan energía, maná, y un modo de mantenerse estables evitando que crezcan demasiado y se rompan o incluso agoten la fuente de energía...-Susurró la elfa imitando el tono de voz del bardo y lamentando tener que hablar tanto en esas circunstancias aunque fuera necesario para resultar clara. -Estas runas de por aquí son seguramente parte de la barrera...Quizá tocando alguna...O varias en un orden se abra un hueco. O puede que el collar que esos perros no sea un mero adorno y les permita pasar libremente...Tiene más sentido que esperar que un perro enorme active runas-Conjeturó en voz baja aunque de poco servía mencionar los collares si no tenían ninguno. Sencillamente se había acordado de ellos y de lo extraños que resultaban en animales así -Solo se me ocurre borrar estas runas. Si afectan a la barrera como parecen obligaremos a quién sea que esté detrás a echar un vistazo para arreglarlo- Finalizó deseando poder encontrar otro modo o solución pero sin poder ofrecerles nada más a los demás.
-O podemos usar el pequeño trofeo que cogí del cuerpo chamuscado de la bestia que matamos en el pueblo y comprobar si hace lo que crees que hace. Está un poco ahumado eso sí...Quería un recuerdo de la mayor hazaña de mi vida...Y demostrarles a esos cobardes que si un viejo puede...- Les interrumpió el alcalde que una mano cargaba con varias piedras de pequeño tamaño y con la otra les mostraba el collar cuya cercanía a la barrera lo hacía brillar tenuemente. El rostro del anciano se iluminó con el orgullo de quien por fin parecía haber hecho algo útil.
Tocaba decidir entre borrar las runas y esperar a que alguien saliera a reparar el daño, lo cual podría no ocurrir o llevar un buen rato del que quizá no disponían...O confiar en una teoría no demostrada que de resultar equivocada les iba a doler, y mucho. También era el conflicto entre seguir adelante sin saber qué les esperaba o esperar. Muchos sucesos importantes a lo largo de la historia habían ocurrido justo tras tomar una decisión como aquella.
¿Qué hacía allí? Era un espíritu de venganza, pararse a golpear una barrera mágica no parecía una de las cosas que debiera estar haciendo...A no ser que aquella barrera fuera la causa de su rabia o el culpable estuviera al otro lado de la misma. Debía de ser eso, tenía sentido. Quién fuera que había domesticado a las bestias que tenían aterrorizado al pueblo debía de estar tras el muro mágico y seguramente también había despertado al dríope. El grupo de búsqueda siguiendo el rastro de la primera víctima llegó hasta allí convirtiéndose en víctimas de la ira de la naturaleza cuando su único objetivo había sido recuperar a la hija de su señor, o en su defecto vengar su muerte.Todo había salido terriblemente mal y el auténtico culpable había sido el único beneficiado, a salvo tras sus salvaguardas...Y si Iltharion no la hubiese silenciado ellos hubiesen acabado igual.
Por suerte la criatura apenas fue consciente de su presencia y, aunque pareció percibir algo, bastó una pequeña distracción para alejarlo de allí, al menos de momento. Seguramente no tardaría en olvidar el pequeño señuelo para volver hasta allí y seguir tratando de derribar el muro invisible que le impedía cumplir su misión, pero al menos tenían un momento para pensar qué hacer, y la idea de correr tan lejos de allí como pudieran cada vez resultaba más difícil de ignorar.
-Entiendo el funcionamiento básico de las magias de barrera.- Respondió a los comentarios de Iltharion que una vez más no la decepcionaba, percatándose de que si la bestia que perseguían había pasado justo por allí como denotaba el hilo debía de haber un modo de hacer lo mismo.- Necesitan energía, maná, y un modo de mantenerse estables evitando que crezcan demasiado y se rompan o incluso agoten la fuente de energía...-Susurró la elfa imitando el tono de voz del bardo y lamentando tener que hablar tanto en esas circunstancias aunque fuera necesario para resultar clara. -Estas runas de por aquí son seguramente parte de la barrera...Quizá tocando alguna...O varias en un orden se abra un hueco. O puede que el collar que esos perros no sea un mero adorno y les permita pasar libremente...Tiene más sentido que esperar que un perro enorme active runas-Conjeturó en voz baja aunque de poco servía mencionar los collares si no tenían ninguno. Sencillamente se había acordado de ellos y de lo extraños que resultaban en animales así -Solo se me ocurre borrar estas runas. Si afectan a la barrera como parecen obligaremos a quién sea que esté detrás a echar un vistazo para arreglarlo- Finalizó deseando poder encontrar otro modo o solución pero sin poder ofrecerles nada más a los demás.
-O podemos usar el pequeño trofeo que cogí del cuerpo chamuscado de la bestia que matamos en el pueblo y comprobar si hace lo que crees que hace. Está un poco ahumado eso sí...Quería un recuerdo de la mayor hazaña de mi vida...Y demostrarles a esos cobardes que si un viejo puede...- Les interrumpió el alcalde que una mano cargaba con varias piedras de pequeño tamaño y con la otra les mostraba el collar cuya cercanía a la barrera lo hacía brillar tenuemente. El rostro del anciano se iluminó con el orgullo de quien por fin parecía haber hecho algo útil.
Tocaba decidir entre borrar las runas y esperar a que alguien saliera a reparar el daño, lo cual podría no ocurrir o llevar un buen rato del que quizá no disponían...O confiar en una teoría no demostrada que de resultar equivocada les iba a doler, y mucho. También era el conflicto entre seguir adelante sin saber qué les esperaba o esperar. Muchos sucesos importantes a lo largo de la historia habían ocurrido justo tras tomar una decisión como aquella.
Níniel Thenidiel
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