Una nana para el jabalí con corona [Trabajo][Iltharion y Akapalotl]
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Re: Una nana para el jabalí con corona [Trabajo][Iltharion y Akapalotl]
La dragona poso su mirada por varios segundos intentando comprender como debía actuar ante el gesto del muchacho, en su interior se sentía insultada, ahora ese mocoso la trataba de débil, pero recordando su misión acepto su gesto y se dejó guiar.
No tardaron en salir al jardín, el cual en otrora seguro explotaba en singular belleza, esa sección en específico se encontraba en “decadencia”, algunas plantas estaban claramente fuera de control, los pastos y enredaderas crecían a gusto en secciones donde claramente debía haber algún tipo de losa; no obstante para Akapalotl, como puede que para cualquier campesino, aquello era algo hermoso, las estructuras posicionadas en búsqueda de una armonía que no se encuentra en el la naturaleza eran para la dragona en específico “un claro malgasto de recursos”.
Sus pensamientos, sin embargo, no se enfocaban en el jardín, Silas aprovechaba su viaje para con un tirón “fuerte” aproximar más a la dragona hacia él, la chica se controlaba para no responderle con un tirón aún más fuerte que le dejara en el piso, o con tomar su espada y decapitarlo o no, mejor usar sus manos y molerlo a golpes para que muera lentamente.
“Y problema solucionado” se repetía, cada vez que sentía como el joven buscaba invadir su espacio, aquello le daba asco, el contacto del joven le resultaba repulsivo, de una manera que no había sentido antes.
- Necesitaba un poco de aire – dijo finalmente la muchacha, y le tiro con suavidad, para poco a poco conseguir cambiar la ruta que llevaban – no es por ser irrespetuosa con el amable señor que nos brinda posada, pero… - la dragona continuo, pensando que manejaba con maestría las palabras como lo hacía su amigo – le falta un par de huevos.
- Pero como te atreves, ese tipo de comentarios son indebidos, debería decirle a …
- Perdona mis modales, como sabes soy del extranjero allí nos manejamos distinto – intervino rápidamente usando una verdad a medias – es que, se me hace un poco extraño que él sea el señor del lugar, vera….
Por varios minutos la dragona estuvo inventando historias sobre su “tierra” una tierra donde los brutos lo podían conseguir todo, o también una tierra donde los asesinatos no eran mal vistos, para acto seguido contar de una tierra donde los astutos sobrevivían tomando aquello que los brutos poseían y los asesinatos debían tener una justificación para luego soltar otra contradicción y luego otra tras otra.
Para su suerte, Silas dudaba de que aquellas palabras tuvieran valor alguno, prefería concentrarse en tocar de más a su acompañante, minutos atrás había pasado de llevarla del brazo a tomarla por la cintura, situación que mermaba el sorprendente autocontrol de la muchacha.
“Y problema solucionado” pensó de nuevo, mientras se imaginaba que solo sería cuestión de tiempo para que se le permitiera cortarlo por la mitad.
Tras unos cuantos pasos y varias contradicciones ignoradas se ubicaron bajo el balcón
- Aquí el aire se siente más puro – mintió, el aroma de aquel lugar le carcomía el interior de su nariz, casi que prefería el nauseabundo olor del burgrave mientras sostenía aquella cabeza cercenada, tras pensarlo se percató, no era el lugar, era la compañía – como te decía, me resulta extraño que él sea el señor de este lugar, en mi tierra alguien sin…. Con su carácter no es digno ni de tener progenie, ¿él parece estar interesado en mi verdad?
- Ya quisiera una campesina como tú que el señor posara su mirada en ti – al escuchar campesina la dragona pudo sentir como se le broto alguna vena, no obstante, continuo
- Tendrías razón si el pareciera un señor, si él fuera el verdadero señor me entregaría a sus brazos en cuerpo y alma, pero él no parece uno, no se ha ganado esto, claramente lo heredo de sus padres…
La muchacha corto secamente su oración, había estado sintiendo como el aire se movía en aquel lugar y la brisa se había orientado hacia Silas, ella saco el perfume y se lo aplico, sabiendo que el viento lo transportaría la poca distancia que había entre ambos, suceso que ocurrió y pronto el joven se sintió inhibido, al punto que poso con descaro sus heterocromaticos ojos en el busto de la muchacha que se sacudió con brusquedad, mientras ella se arreglaba la blusa, buscando ganar tiempo mientras se aseguraba que el balcón tuviera espectadores.
- Es alguien débil, sin la astucia ni la fuerza requerida para sobrevivir en este mundo, por eso no lo veo como un señor, ni me interesa, pero tu…. – le sonrió con deseo, salió natural ya que pensó “Y problema solucionado” – te he observado desde que llegamos, eres distinto, no te mentiré estoy aburrida de mi acompañante, lo único que hace es hablar y hablar, pero no hace nada, pero tu… – la muchacha continúo arreglándose la ropa y aproximándose al embelesado Silas
- Yo… no….que… - tartamudeo
- Lo vi en tu mirada, ¿no me equivoco verdad?, tu si eres una persona de acciones, eres astuto, tu mereces ser el señor del lugar, no ese cerdo, no eres como él ni como el arlequín que me acompaña ¿tú ya hiciste algo verdad?
Puede que fuera la mirada de deseo de Akapalotl, la proximidad de la misma, el vaivén de las sensuales formas de su cuerpo, o simplemente la pócima del elfo pero Silas hablo, sin contenerse mientras en el proceso se abalanzo sobre la muchacha.
- Eres más lista de lo que pareces, así es yo no soy como ese maldito idiota que tienes, ese intento de hombre que no puede ni cumplir con su papel correctamente, pero no importa el no saldrá vivo de acá – el joven paso a manosear de manera descarada a la muchacha, la cual ya estaba en su límite, “solo un poco más” –y no son habladurías, cuando el antiguo señor de la casa y su ramera pensaron en deshacerme de mi yo me les adelante, ahora están bajo tierra y yo manejo a su hijito como un títere, él es el señor en nombre pero yo soy el que manda en este lugar y todos lo saben; así siéntete agradecida, el verdadero señor de este lugar se ha fijado en ti.
Tras escuchar la confesión la dragona no espero más, no estaba segura si había funcionado, pero las manos del joven en su cuerpo habían sido suficiente para que el efecto del perfume se disipara de su ser, Akapalot estaba devuelta al completo en sí.
“Y problema solucionado”
No tardaron en salir al jardín, el cual en otrora seguro explotaba en singular belleza, esa sección en específico se encontraba en “decadencia”, algunas plantas estaban claramente fuera de control, los pastos y enredaderas crecían a gusto en secciones donde claramente debía haber algún tipo de losa; no obstante para Akapalotl, como puede que para cualquier campesino, aquello era algo hermoso, las estructuras posicionadas en búsqueda de una armonía que no se encuentra en el la naturaleza eran para la dragona en específico “un claro malgasto de recursos”.
Sus pensamientos, sin embargo, no se enfocaban en el jardín, Silas aprovechaba su viaje para con un tirón “fuerte” aproximar más a la dragona hacia él, la chica se controlaba para no responderle con un tirón aún más fuerte que le dejara en el piso, o con tomar su espada y decapitarlo o no, mejor usar sus manos y molerlo a golpes para que muera lentamente.
“Y problema solucionado” se repetía, cada vez que sentía como el joven buscaba invadir su espacio, aquello le daba asco, el contacto del joven le resultaba repulsivo, de una manera que no había sentido antes.
- Necesitaba un poco de aire – dijo finalmente la muchacha, y le tiro con suavidad, para poco a poco conseguir cambiar la ruta que llevaban – no es por ser irrespetuosa con el amable señor que nos brinda posada, pero… - la dragona continuo, pensando que manejaba con maestría las palabras como lo hacía su amigo – le falta un par de huevos.
- Pero como te atreves, ese tipo de comentarios son indebidos, debería decirle a …
- Perdona mis modales, como sabes soy del extranjero allí nos manejamos distinto – intervino rápidamente usando una verdad a medias – es que, se me hace un poco extraño que él sea el señor del lugar, vera….
Por varios minutos la dragona estuvo inventando historias sobre su “tierra” una tierra donde los brutos lo podían conseguir todo, o también una tierra donde los asesinatos no eran mal vistos, para acto seguido contar de una tierra donde los astutos sobrevivían tomando aquello que los brutos poseían y los asesinatos debían tener una justificación para luego soltar otra contradicción y luego otra tras otra.
Para su suerte, Silas dudaba de que aquellas palabras tuvieran valor alguno, prefería concentrarse en tocar de más a su acompañante, minutos atrás había pasado de llevarla del brazo a tomarla por la cintura, situación que mermaba el sorprendente autocontrol de la muchacha.
“Y problema solucionado” pensó de nuevo, mientras se imaginaba que solo sería cuestión de tiempo para que se le permitiera cortarlo por la mitad.
Tras unos cuantos pasos y varias contradicciones ignoradas se ubicaron bajo el balcón
- Aquí el aire se siente más puro – mintió, el aroma de aquel lugar le carcomía el interior de su nariz, casi que prefería el nauseabundo olor del burgrave mientras sostenía aquella cabeza cercenada, tras pensarlo se percató, no era el lugar, era la compañía – como te decía, me resulta extraño que él sea el señor de este lugar, en mi tierra alguien sin…. Con su carácter no es digno ni de tener progenie, ¿él parece estar interesado en mi verdad?
- Ya quisiera una campesina como tú que el señor posara su mirada en ti – al escuchar campesina la dragona pudo sentir como se le broto alguna vena, no obstante, continuo
- Tendrías razón si el pareciera un señor, si él fuera el verdadero señor me entregaría a sus brazos en cuerpo y alma, pero él no parece uno, no se ha ganado esto, claramente lo heredo de sus padres…
La muchacha corto secamente su oración, había estado sintiendo como el aire se movía en aquel lugar y la brisa se había orientado hacia Silas, ella saco el perfume y se lo aplico, sabiendo que el viento lo transportaría la poca distancia que había entre ambos, suceso que ocurrió y pronto el joven se sintió inhibido, al punto que poso con descaro sus heterocromaticos ojos en el busto de la muchacha que se sacudió con brusquedad, mientras ella se arreglaba la blusa, buscando ganar tiempo mientras se aseguraba que el balcón tuviera espectadores.
- Es alguien débil, sin la astucia ni la fuerza requerida para sobrevivir en este mundo, por eso no lo veo como un señor, ni me interesa, pero tu…. – le sonrió con deseo, salió natural ya que pensó “Y problema solucionado” – te he observado desde que llegamos, eres distinto, no te mentiré estoy aburrida de mi acompañante, lo único que hace es hablar y hablar, pero no hace nada, pero tu… – la muchacha continúo arreglándose la ropa y aproximándose al embelesado Silas
- Yo… no….que… - tartamudeo
- Lo vi en tu mirada, ¿no me equivoco verdad?, tu si eres una persona de acciones, eres astuto, tu mereces ser el señor del lugar, no ese cerdo, no eres como él ni como el arlequín que me acompaña ¿tú ya hiciste algo verdad?
Puede que fuera la mirada de deseo de Akapalotl, la proximidad de la misma, el vaivén de las sensuales formas de su cuerpo, o simplemente la pócima del elfo pero Silas hablo, sin contenerse mientras en el proceso se abalanzo sobre la muchacha.
- Eres más lista de lo que pareces, así es yo no soy como ese maldito idiota que tienes, ese intento de hombre que no puede ni cumplir con su papel correctamente, pero no importa el no saldrá vivo de acá – el joven paso a manosear de manera descarada a la muchacha, la cual ya estaba en su límite, “solo un poco más” –y no son habladurías, cuando el antiguo señor de la casa y su ramera pensaron en deshacerme de mi yo me les adelante, ahora están bajo tierra y yo manejo a su hijito como un títere, él es el señor en nombre pero yo soy el que manda en este lugar y todos lo saben; así siéntete agradecida, el verdadero señor de este lugar se ha fijado en ti.
Tras escuchar la confesión la dragona no espero más, no estaba segura si había funcionado, pero las manos del joven en su cuerpo habían sido suficiente para que el efecto del perfume se disipara de su ser, Akapalot estaba devuelta al completo en sí.
“Y problema solucionado”
Akapalotl
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Re: Una nana para el jabalí con corona [Trabajo][Iltharion y Akapalotl]
Libre de la nefasta influencia de su perenne invitado, el verdadero señor de la casa no parecía ni la mitad de malvado. No es que se volviese una carmelita descalza, pero su destrato no era más que aquel propio de quienes se crían en circunstancias ventajosas, y dan por hecho el que deben de ser servidos, porque así es el orden natural de las cosas, y por ello, ejercen su poder de una forma natural y no más despótica que la de cualquier otro en su situación.
El vacío de la tristeza y la humillación fue llenado prestamente con comida, en un silencio solo roto por la petición de los comensales de traer más salsa, perdices, o frutas confitadas.
Ofrecerle consuelo habría sido sencillo, pero la soledad y el desamparo eran dos útiles compañeras para el plan en marcha. Las patadas duelen más cuando te las dan mientras estás en el suelo, derrotado. Más útil aún era la añoranza, y por eso de lo único que habló el elfo fue de aquello que el mocoso había perdido.
—Sigo impresionado por la excelsa sala de música de su villa, mi señor. Debe de haber llevado mucho tiempo hacerse con todas las piezas. ¿Ha sido su familia siempre mecenas de las artes?
Veilus esbozó una sonrisa que se tiñó de tristeza a medida que las palabras del trovador se sucedían.
—A mamá le gustaba mucho la música.— Musitó, antes de embutirse, un muslito ensalsado entre pecho y espalda. Que no lograse tapar la añoranza con comida no significaba que fuera a dejar de intentarlo.
—Seguro era una mujer muy refinada y buena. Solo las almas bondadosas conectan con la música. Como usted esta mañana.
La oscuridad de los pequeños ojos del Veilus se volvió acuosa. El silencio volvió a caer sobre la mesa.
—¿Era también obra suya el jardín?.— La voz del elfo interrumpió la húmeda sinfonía de lametazos que retiraban los restos de crema del cuenco del postre. Iltharion había estado atento al reflejo de las ventanas, y por los coloridos destellos de las vestiduras de la dragona, calculó que ya debía hallarse bajo la balconada.
—S-si...A ella le gustaban también las flores.
—¿Podría enseñarme sus rincones favoritos? Quizás podamos componer algo en su memoria, algo que nos suscite a ella, si lo desea.
El muchacho se debatió entre los restos del fondo del cuenco, y la añoranza a la que apelaba el trovador. Poco amigo de caminar mucho con la panza tan llena, iba a negarse cuando el elfo hablo de nuevo.
—Claro que me siento algo pesado tras tan buen festín, quizás desde el balcón podría señalármelos para visitarlos mañana, así no hago abusso de su valiosísimo tiempo.
Veilus dudo, pero prometiéndose a sí mismo que después terminaría su cruzada contra los restos de dulces, se puso en pie. Ambos caminaron hacia el balcón.
El aire frío y perfumado de los jardines les acaricio el rostro con gentileza, pero aún fue mejor recibida otra cosa que portaba el viento. La voz de Akapalotl.
—..rdo, no eres como él ni como el arlequín que me acompaña, ¿tú ya hiciste algo verdad?
— Eres más lista de lo que pareces.— El elfo estuvo de acuerdo. Pues hasta aquel momento, había albergado el miedo de que su compañera no fuera capaz de realizar su indispensable parte en el plan. —Así es yo no soy como ese maldito idiota que tienes, ese intento de hombre que no puede ni cumplir con su papel correctamente, pero no importa él no saldrá vivo de acá, y no son habladurías, cuando el antiguo señor de la casa y su ramera pensaron en deshacerme de mi yo me les adelante, ahora están bajo tierra y yo manejo a su hijito como un títere, él es el señor en nombre, pero yo soy el que manda en este lugar y todos lo saben; así siéntete agradecida, el verdadero señor de este lugar se ha fijado en ti.
El hijo de Sandorai miró de soslayo a Veilus, blanco como un papel, parado en medio del balcón como si le acabasen de arrojar por la cabeza un balde de agua fría. La incredulidad y el dolor en la mirada, pues, aunque no podían verlos, las voces eran inconfundibles.
—No te puedes imaginar lo fácil que fue, solo tuve que aflojar la chaveta, y especiar un poco la comida de los caballos. Imagínate con qué sencillez puedo deshacerme de ese “arlequín” que te acompaña.
Un pequeño tick nervioso apareció bajo el ojo del viejo elfo ante aquella palabra que se extendía como la peste. Arlequín.
—Si te portas bien, te convertiré en la señora de la casa, podrás hacer lo que quieras, siempre y cuando me mantengas satisfecho.— La lascivia nada disimulada de su voz solo se la permitía por su agraciado rostro, que le había malacostumbrado, cualidad que difícilmente le resultara con Akapalolt.
Veilus dio un corto paso, y luego otro. Con un silencioso sollozo se asomó hacia abajo, descubriendo finalmente al que hasta entonces había creído su mejor amigo, con las manos recorriendo impúdicamente a su invitada, totalmente ajeno al hecho de que estaba siendo observado.
Una gota cayó sobre la frente de Silas. Este alzo la mano, con la palma hacia arriba, en ese gesto tan instintivo de quien busca corroborar la amenaza de lluvia. Otra gota más se estrelló contra su piel, creando una diminuta piscina sobre la palma desnuda del homicida.
—Mierda.— Farfulló, y alzo el rostro al cielo. Y entonces lo vio, no a la llovizna ni a pequeñas nubes de tormenta, sino a Veilus. Con el rostro ensombrecido por su postura encorvada, y las lágrimas precipitándose silenciosamente hacia el vacío que los separaba. Sus manos temblorosas cernidas sobre una maceta de alabastro, que poco antes decoraba el balcón, y el instante exacto en el que sus rollizos dedos dejaron de sostenerla en el aire, justo encima de su cabeza.
El vacío de la tristeza y la humillación fue llenado prestamente con comida, en un silencio solo roto por la petición de los comensales de traer más salsa, perdices, o frutas confitadas.
Ofrecerle consuelo habría sido sencillo, pero la soledad y el desamparo eran dos útiles compañeras para el plan en marcha. Las patadas duelen más cuando te las dan mientras estás en el suelo, derrotado. Más útil aún era la añoranza, y por eso de lo único que habló el elfo fue de aquello que el mocoso había perdido.
—Sigo impresionado por la excelsa sala de música de su villa, mi señor. Debe de haber llevado mucho tiempo hacerse con todas las piezas. ¿Ha sido su familia siempre mecenas de las artes?
Veilus esbozó una sonrisa que se tiñó de tristeza a medida que las palabras del trovador se sucedían.
—A mamá le gustaba mucho la música.— Musitó, antes de embutirse, un muslito ensalsado entre pecho y espalda. Que no lograse tapar la añoranza con comida no significaba que fuera a dejar de intentarlo.
—Seguro era una mujer muy refinada y buena. Solo las almas bondadosas conectan con la música. Como usted esta mañana.
La oscuridad de los pequeños ojos del Veilus se volvió acuosa. El silencio volvió a caer sobre la mesa.
—¿Era también obra suya el jardín?.— La voz del elfo interrumpió la húmeda sinfonía de lametazos que retiraban los restos de crema del cuenco del postre. Iltharion había estado atento al reflejo de las ventanas, y por los coloridos destellos de las vestiduras de la dragona, calculó que ya debía hallarse bajo la balconada.
—S-si...A ella le gustaban también las flores.
—¿Podría enseñarme sus rincones favoritos? Quizás podamos componer algo en su memoria, algo que nos suscite a ella, si lo desea.
El muchacho se debatió entre los restos del fondo del cuenco, y la añoranza a la que apelaba el trovador. Poco amigo de caminar mucho con la panza tan llena, iba a negarse cuando el elfo hablo de nuevo.
—Claro que me siento algo pesado tras tan buen festín, quizás desde el balcón podría señalármelos para visitarlos mañana, así no hago abusso de su valiosísimo tiempo.
Veilus dudo, pero prometiéndose a sí mismo que después terminaría su cruzada contra los restos de dulces, se puso en pie. Ambos caminaron hacia el balcón.
El aire frío y perfumado de los jardines les acaricio el rostro con gentileza, pero aún fue mejor recibida otra cosa que portaba el viento. La voz de Akapalotl.
—..rdo, no eres como él ni como el arlequín que me acompaña, ¿tú ya hiciste algo verdad?
— Eres más lista de lo que pareces.— El elfo estuvo de acuerdo. Pues hasta aquel momento, había albergado el miedo de que su compañera no fuera capaz de realizar su indispensable parte en el plan. —Así es yo no soy como ese maldito idiota que tienes, ese intento de hombre que no puede ni cumplir con su papel correctamente, pero no importa él no saldrá vivo de acá, y no son habladurías, cuando el antiguo señor de la casa y su ramera pensaron en deshacerme de mi yo me les adelante, ahora están bajo tierra y yo manejo a su hijito como un títere, él es el señor en nombre, pero yo soy el que manda en este lugar y todos lo saben; así siéntete agradecida, el verdadero señor de este lugar se ha fijado en ti.
El hijo de Sandorai miró de soslayo a Veilus, blanco como un papel, parado en medio del balcón como si le acabasen de arrojar por la cabeza un balde de agua fría. La incredulidad y el dolor en la mirada, pues, aunque no podían verlos, las voces eran inconfundibles.
—No te puedes imaginar lo fácil que fue, solo tuve que aflojar la chaveta, y especiar un poco la comida de los caballos. Imagínate con qué sencillez puedo deshacerme de ese “arlequín” que te acompaña.
Un pequeño tick nervioso apareció bajo el ojo del viejo elfo ante aquella palabra que se extendía como la peste. Arlequín.
—Si te portas bien, te convertiré en la señora de la casa, podrás hacer lo que quieras, siempre y cuando me mantengas satisfecho.— La lascivia nada disimulada de su voz solo se la permitía por su agraciado rostro, que le había malacostumbrado, cualidad que difícilmente le resultara con Akapalolt.
Veilus dio un corto paso, y luego otro. Con un silencioso sollozo se asomó hacia abajo, descubriendo finalmente al que hasta entonces había creído su mejor amigo, con las manos recorriendo impúdicamente a su invitada, totalmente ajeno al hecho de que estaba siendo observado.
Una gota cayó sobre la frente de Silas. Este alzo la mano, con la palma hacia arriba, en ese gesto tan instintivo de quien busca corroborar la amenaza de lluvia. Otra gota más se estrelló contra su piel, creando una diminuta piscina sobre la palma desnuda del homicida.
—Mierda.— Farfulló, y alzo el rostro al cielo. Y entonces lo vio, no a la llovizna ni a pequeñas nubes de tormenta, sino a Veilus. Con el rostro ensombrecido por su postura encorvada, y las lágrimas precipitándose silenciosamente hacia el vacío que los separaba. Sus manos temblorosas cernidas sobre una maceta de alabastro, que poco antes decoraba el balcón, y el instante exacto en el que sus rollizos dedos dejaron de sostenerla en el aire, justo encima de su cabeza.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una nana para el jabalí con corona [Trabajo][Iltharion y Akapalotl]
La ira de la dragona ascendía con cada segundo que tenia de contacto con el joven, el cual al encontrarse inhibido no dudo en tocar de más a la guerrera; finalmente cuando sintió como pasaba de su cintura a sus pechos ella había decidido, que no esperaría más, le arrancaría la cabeza.
Sin embargo, eso no paso, antes de que siquiera se quitara al muchacho de encima observó sobre ellos al dueto del elfo y el chico, su mirada paso a la de su acompañante, y puede que aún le quedara un poco del efecto de la poción ya que le miró con ojos suplicantes “déjame matarlo” pensó mientras esperaba diera un suave movimiento de afirmación.
Esto tampoco ocurrió, la dragona identificó el movimiento del señorito de la casa y se apartó dejando que Silas recibiera todo el impacto.
- ¡Maldita sea! ¡Quería ser yo quien le decapitara! - tras explotar finalmente, procedió a acercarse al bastardo, él no se movía, de hecho, pudo sentir como el flujo de aire que provoca todo ser vivo se había detenido – aunque debo admitir fue un buen golpe, fulminante – dio una pequeña patada al inerte cuerpo –aunque, innecesariamente piadoso
Akapalotl miró fijamente al par de individuos, el niño aún seguía mirando al cuerpo de Silas, su concentración era tal que no se inmuto cuando la dragona, tras canalizar un poco de su viento, dio un salto y se sujetó en el borde del mirador, para luego subir al mismo con un movimiento carente de gracia.
Sin embargo, eso no paso, antes de que siquiera se quitara al muchacho de encima observó sobre ellos al dueto del elfo y el chico, su mirada paso a la de su acompañante, y puede que aún le quedara un poco del efecto de la poción ya que le miró con ojos suplicantes “déjame matarlo” pensó mientras esperaba diera un suave movimiento de afirmación.
Esto tampoco ocurrió, la dragona identificó el movimiento del señorito de la casa y se apartó dejando que Silas recibiera todo el impacto.
- ¡Maldita sea! ¡Quería ser yo quien le decapitara! - tras explotar finalmente, procedió a acercarse al bastardo, él no se movía, de hecho, pudo sentir como el flujo de aire que provoca todo ser vivo se había detenido – aunque debo admitir fue un buen golpe, fulminante – dio una pequeña patada al inerte cuerpo –aunque, innecesariamente piadoso
Akapalotl miró fijamente al par de individuos, el niño aún seguía mirando al cuerpo de Silas, su concentración era tal que no se inmuto cuando la dragona, tras canalizar un poco de su viento, dio un salto y se sujetó en el borde del mirador, para luego subir al mismo con un movimiento carente de gracia.
Akapalotl
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Re: Una nana para el jabalí con corona [Trabajo][Iltharion y Akapalotl]
Aquello no formaba parte del plan.
Veilus, aun con las manos temblorosas, y el rostro rojo de ira, húmedo de lágrimas, y contorsionado en una fea mueca de dolor y odio, resollaba por la nariz sin apartar la mirada de su obra.
Sobre el embaldosado del patio yacía un joven. Su cuerpo, grácil y lozano, vestido en finas ropas, se hallaba contorsionado de forma antinatural, en una postura posible pero incómoda. De su rostro, que aún miraba al cielo, solo se veía la mitad. La pesada maceta se había partido, y su pedazo más grande constituía una irregular mascará de alabastro y tierra negra. El resto de esquirlas salpicaban y enmarcaban la cabeza como una luna menguante y sus estrellas. Alrededor de la mueca de espanto, un halo húmedo se extendía una velocidad alarmante. Solo se percibía el movimiento del viento, agitando las flores sobrevivientes a la caída.
Iltharion se pasó la mano por la nuca. La fría realización de que el gordito no había sido un pasivo participante de la muerte de sus catorce predecesores le recorrió el espinazo. Dentro del joven había odio y una capacidad para la violencia que había quedado disimulada gracias a su antiguo amigo, víctima y victimario.
— ¡Maldita sea! ¡Quería ser yo quien le decapitara!... Aunque debo admitir fue un buen golpe, fulminante.— La patada sacudió el cuerpo inerte, haciendo descubriendo la mitad del rostro hasta ahora oculta por los restos de la maceta. El cráneo estaba hundido, y las partes filosas habían cortado parte del cuero cabelludo. La tierra manchaba las heridas, las ocultaba y rebozaba el ojo que había quedado abierto de forma grotesca. Las flores cayeron sobre el icor oscuro y espeso, tiñéndose de escarlata.–Aunque, innecesariamente piadoso.
Iltharion sentía el aire espeso, y la tensión creciente. Admiraba la capacidad de la dragona para no entender las situaciones, o que le importasen tanto un bledo. Estaba muy convencido que era lo primero, pues subio despreocupadamente al balcón.
El ruido atrajo al único miembro del servicio que aún parecía tener genuina preocupación por su señor, el mayordomo.
—Señorito, se encuentra bien?.-Pregunto con mal disimulada alarma en la voz.
—Hay que limpiar otra vez.— Mascullo Veilus, comenzando a recuperar el control sobre su cuerpo. Sus manos ya no temblaban, pero las cerraba y abría espasmódicamente.
Frank miró hacia abajo, evaluando la situación. Salió, solicito y silencioso, a cumplir su tarea, con una costumbre hacia dicha orden que no le generaba tranquilidad alguna al elfo.
—Gracias, es la primera vez que lo hago de esta manera.— Prosiguió el señor de la casa, de forma tardía, al "cumplido" de la dragona.
—Dejaremos que el servicio trabaje, y seguiremos con nuestras labores cuando el señor desee.— Se inclinó el elfo, ahora que el joven los miraba, imitando la disposición de Frank, para no suscitar las hostilidades del muchacho. Tomó a la dragona firmemente de la muñeca, y cuando el rollizo muchacho, aún algo conmocionado por su arranque, les dio el permiso, la arrastro hacia sus aposentos.
De Silas solo quedó una mancha en el pavimento durante los días que siguieron, aunque de sol a sol había allí criadas cepillo en mano con sus jabones intentando borrar la huella del finado.
Veilus no se mostró muy afectado, si era por una predisposición especial a la violencia, porque en el fondo albergaba ciertos rencores hacia su compañero de juegos, o porque se sentía vindicado tras el funesto hallazgo que había empujado su mano, no lo aclaro ni se lo preguntaron.
Como ya les habían dado el puesto, escaquearse tras presenciar el asesinato habría podido generar consecuencias poco deseables. Buscando evitar levantar sospechas, el elfo se centró en su papel de tutor. Hizo que Veilus practicase las piezas más sencillas de las que había encontrado huella en los aposentos de su madre, y finalmente le enseño otro de sus trucos para fingir tener un talento del que el joven carecía. Usando esa triquiñuela para hacerle sentirse docto, declaro que Veilus era un prodigio y no había nada más que pudiese enseñarle.
La puerta de la entrada se abrió con un chirrido.
—Les agradecemos nuevamente sus servicios, sobre todo, a título personal, que hayan sido capaces de prestarle servicio al señorito.— Hablo finalmente Frank, que se había mantenido en silencio durante el corto paseo por los jardines.
—Ha sido un placer.— Se inclinó el elfo, deseando poner millas entre él y aquella casa cuanto antes.
Frank le devolvió el gesto a él y a la joven. Cerro trás ellos y emprendió el camino de vuelta.
El elfo y la dragona se hicieron al camino con las bolsas mas llenas, ánimos renovados, y suficiente descanso en los cuerpos para soportar unas cuantas jornadas en pajares y carne seca.
Cuando Frank llego a la casa, le dio la bienvenida la suave melodía de una canción de cuna desde la sala de música. El pétreo rostro del hombre se suavizó por un momento, y esbozó una genuina sonrisa llena de ternura y aprecio. Una solitaria lágrima escapo de los cansados y viejos ojos del mayordomo, llevando consigo los recuerdos de tiempos más felices, cuando la señora del hogar sentaba en su regazo al joven Veilus y lo arrullaba hasta dormirse. Era imposible devolverle a sus padres, y borrar de sus manos la sangre, pero estaba convencido de que la música le traería paz. Dispuesto a servir fielmente a su señor se limpio el rostro, y volvió a sus quehaceres.
Veilus, aun con las manos temblorosas, y el rostro rojo de ira, húmedo de lágrimas, y contorsionado en una fea mueca de dolor y odio, resollaba por la nariz sin apartar la mirada de su obra.
Sobre el embaldosado del patio yacía un joven. Su cuerpo, grácil y lozano, vestido en finas ropas, se hallaba contorsionado de forma antinatural, en una postura posible pero incómoda. De su rostro, que aún miraba al cielo, solo se veía la mitad. La pesada maceta se había partido, y su pedazo más grande constituía una irregular mascará de alabastro y tierra negra. El resto de esquirlas salpicaban y enmarcaban la cabeza como una luna menguante y sus estrellas. Alrededor de la mueca de espanto, un halo húmedo se extendía una velocidad alarmante. Solo se percibía el movimiento del viento, agitando las flores sobrevivientes a la caída.
Iltharion se pasó la mano por la nuca. La fría realización de que el gordito no había sido un pasivo participante de la muerte de sus catorce predecesores le recorrió el espinazo. Dentro del joven había odio y una capacidad para la violencia que había quedado disimulada gracias a su antiguo amigo, víctima y victimario.
— ¡Maldita sea! ¡Quería ser yo quien le decapitara!... Aunque debo admitir fue un buen golpe, fulminante.— La patada sacudió el cuerpo inerte, haciendo descubriendo la mitad del rostro hasta ahora oculta por los restos de la maceta. El cráneo estaba hundido, y las partes filosas habían cortado parte del cuero cabelludo. La tierra manchaba las heridas, las ocultaba y rebozaba el ojo que había quedado abierto de forma grotesca. Las flores cayeron sobre el icor oscuro y espeso, tiñéndose de escarlata.–Aunque, innecesariamente piadoso.
Iltharion sentía el aire espeso, y la tensión creciente. Admiraba la capacidad de la dragona para no entender las situaciones, o que le importasen tanto un bledo. Estaba muy convencido que era lo primero, pues subio despreocupadamente al balcón.
El ruido atrajo al único miembro del servicio que aún parecía tener genuina preocupación por su señor, el mayordomo.
—Señorito, se encuentra bien?.-Pregunto con mal disimulada alarma en la voz.
—Hay que limpiar otra vez.— Mascullo Veilus, comenzando a recuperar el control sobre su cuerpo. Sus manos ya no temblaban, pero las cerraba y abría espasmódicamente.
Frank miró hacia abajo, evaluando la situación. Salió, solicito y silencioso, a cumplir su tarea, con una costumbre hacia dicha orden que no le generaba tranquilidad alguna al elfo.
—Gracias, es la primera vez que lo hago de esta manera.— Prosiguió el señor de la casa, de forma tardía, al "cumplido" de la dragona.
—Dejaremos que el servicio trabaje, y seguiremos con nuestras labores cuando el señor desee.— Se inclinó el elfo, ahora que el joven los miraba, imitando la disposición de Frank, para no suscitar las hostilidades del muchacho. Tomó a la dragona firmemente de la muñeca, y cuando el rollizo muchacho, aún algo conmocionado por su arranque, les dio el permiso, la arrastro hacia sus aposentos.
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De Silas solo quedó una mancha en el pavimento durante los días que siguieron, aunque de sol a sol había allí criadas cepillo en mano con sus jabones intentando borrar la huella del finado.
Veilus no se mostró muy afectado, si era por una predisposición especial a la violencia, porque en el fondo albergaba ciertos rencores hacia su compañero de juegos, o porque se sentía vindicado tras el funesto hallazgo que había empujado su mano, no lo aclaro ni se lo preguntaron.
Como ya les habían dado el puesto, escaquearse tras presenciar el asesinato habría podido generar consecuencias poco deseables. Buscando evitar levantar sospechas, el elfo se centró en su papel de tutor. Hizo que Veilus practicase las piezas más sencillas de las que había encontrado huella en los aposentos de su madre, y finalmente le enseño otro de sus trucos para fingir tener un talento del que el joven carecía. Usando esa triquiñuela para hacerle sentirse docto, declaro que Veilus era un prodigio y no había nada más que pudiese enseñarle.
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La puerta de la entrada se abrió con un chirrido.
—Les agradecemos nuevamente sus servicios, sobre todo, a título personal, que hayan sido capaces de prestarle servicio al señorito.— Hablo finalmente Frank, que se había mantenido en silencio durante el corto paseo por los jardines.
—Ha sido un placer.— Se inclinó el elfo, deseando poner millas entre él y aquella casa cuanto antes.
Frank le devolvió el gesto a él y a la joven. Cerro trás ellos y emprendió el camino de vuelta.
El elfo y la dragona se hicieron al camino con las bolsas mas llenas, ánimos renovados, y suficiente descanso en los cuerpos para soportar unas cuantas jornadas en pajares y carne seca.
Cuando Frank llego a la casa, le dio la bienvenida la suave melodía de una canción de cuna desde la sala de música. El pétreo rostro del hombre se suavizó por un momento, y esbozó una genuina sonrisa llena de ternura y aprecio. Una solitaria lágrima escapo de los cansados y viejos ojos del mayordomo, llevando consigo los recuerdos de tiempos más felices, cuando la señora del hogar sentaba en su regazo al joven Veilus y lo arrullaba hasta dormirse. Era imposible devolverle a sus padres, y borrar de sus manos la sangre, pero estaba convencido de que la música le traería paz. Dispuesto a servir fielmente a su señor se limpio el rostro, y volvió a sus quehaceres.
Iltharion Dur'Falas
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