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Mensaje  Sarez Mar Feb 02 2016, 21:15

Camino entre las calles de la ciudad buscando algo que no sé qué es. La sacerdotisa me dijo que tengo encontrar algo que demuestre que soy inocente del delito que se me acusó hace un siglo. Sin embargo, ese “algo” es muy relativo. Hace cien años de mi destierro, no recuerdo los detalles exactos por los que ocurrieron y, las pocas pruebas que pueden quedar están en el bosque de los elfos; en el hogar que se me prohibió volver. Resulta absurdo. ¿Cómo voy a encontrar eso que demuestra mi inocencia si no puedo ir al lugar donde está?

-Absurdo.- Me repito para mi mismo en un susurro inaudible.

Si la sacerdotisa me mandó buscar ese “algo” debe de ser por un motivo; ellas no hacen nada si no es por un motivo concreto. Cada movimiento de manos, cada paso que dio y cada palabra que dijo la sacerdotisa lo hizo con una razón aparentemente invisible. Recuerdo los humanos trabajadores del establo. Níniel Thenidiel habló con ellos con las palabras justas y necesarias para poder comprenderlos y hacer que la comprendan. Conmigo hizo lo mismo. Lo recuerdo bien. Estoy seguro que, de no estar segura que encontraré una prueba de mi inocencia no me hubiera mandado ir a buscarla.

La ciudad de los humanos es el mejor lugar que se me ocurrió para empezar mi búsqueda del “algo” que no sé qué es. Tengo la esperanza de encontrarme con una sacerdotisa, otra como Níniel. Si a ella le conocí en la ciudad pueden haber otras, y estas otras pueden ayudarme en mi búsqueda.




-Despierta, ¡atrévete a volar!
Grita un grito de guerra.
Esta es tu propia respuesta,
para todos esos retoños que se te imponen.
Nunca el miedo  escuches.

Yo no seré más tus ojos,
tampoco soy tu corazón.
Tienes una vida para darte cuenta,
tú tienes a darte cuenta.
Eres el creador de todos tus sueños.

Has dejado pasar mucho tiempo atrás,
estás harto de ser amable
con todos esos retoños que se te imponen.
Nunca el miedo, sóplalo lejos.

Yo no seré más tus ojos,
tampoco soy tu corazón.
Tienes una vida para darte cuenta,
tú tienes a darte cuenta.
Eres el creador de todos tus sueños.

Vuelas, con un ala hacia abajo...
Eres demasiado débil.
Con un ala hacia abajo...
Tu corazón es demasiado sombrío
Nunca el miedo ¡ya se a hecho en ti!

Tienes todas tus razones,
para utilizar todas tus alas y
para volar como un murciélago del infierno.

Yo no seré más tus ojos,
tampoco soy tu corazón.
Tienes una vida para darte cuenta,
tú tienes a darte cuenta.
Eres el creador de todos tus sueños,
Y yo solo soy una sacerdotisa.-






Me dirijo hacia la voz que escucho cantar. La canción parece hecha para mi mismo. Siento la necesidad por saber quién está cantando y por qué lo hacen. Como la persona a quien habla la sacerdotisa en la canción, yo también tengo miedo. Vuelo con un ala mirando hacia abajo, débil y sin rumbo. Mi corazón es sombrío y el miedo se ha hecho en mí. Igual como dice la canción. Tengo que encontrar a esa sacerdotisa que canta, tengo que saber qué significan esas palabras.

Una multitud de humanos rodea una estructura hecha de madera, encima de esta se halla la sacerdotisa junto con un humano que acompaña el ritmo con un instrumento con cuerdas de color verde. Me hago un paso entre la multitud, quiero verlos desde más cerca. Solo un poco más cerca. Solo un poco más. Más aun. Aparto a cada humano que me impide pasar. “Esos retoños que se interponen en mi camino”. No me importan. Solo quiero acercarme y saber porque me cantan.

-¿¡Se puede saber qué hace!?- Me grita un humano. No le hago caso y sigo caminando hacia la estructura de madera.

Ya casi he llegado. Estoy lo suficientemente cerca como para poder ver cada detalle que desde la lejanía no pude darme cuenta. Veo el vestido de la sacerdotisa, es de color blanco igual que su pelo a diferencia que el color de la túnica del hombre que lleva el instrumento verde que es de color negra.

-Muchas gracias a todos.- Dice la sacerdotisa. - Mis buenos amigos, preparaos para la próxima canción, os aseguro que no dejará indiferente a nadie.- No. No puede ser. No puede ser verdad. Veo a la sacerdotisa quitarse las orejas picudas y el pelo blanco quedandose como una humana más. Es una humana no una sacerdotisa. Me ha mentido. Su cabello no es blanco sino rojo, sus orejas no son picudas sino redondas y su canción… mi canción… una mentira.

-¡Fuera de aquí!- Grita un hombre a mi espalda, tal vez el mismo hombre que me gritó antes. -¡Largaos!-

Un tomate choca contra el vestido blanco de la falsa sacerdotisa. Todo cambia en ese momento. Peras, manzanas, higos, naranjas y piedras vuelan por el cielo directas a la falsa sacerdotisa y al hombre del instrumento.


Offrol: Subrayo el inicio de la primera dificultad del rol
Chica juglar:
chico juglar:


Última edición por Sarez el Miér Feb 24 2016, 14:53, editado 4 veces
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Miér Feb 03 2016, 07:07

La noche había sido tranquila como pocas, y aun haberla disfrutado en parte, el bardo se encontraba ya aburrido de la calma, del silencio y la falta de emoción. Mezclarse con el vaivén de la gente de las calles mas concurridas no había ayudado esta vez, nada llamaba su atención. Quizás era su falta de humor, o los restos del sueño que se negaban a abandonarle y embotaban sus sentidos como una copa de vino.
Su oreja se movió al escuchar una melodía. Se giró haciendo tintinear todos los pendientes de la oreja, buscando con la mirada de donde procedía ese sonido, centrándose en reconocer la letra, la canción, quizás incluso a quienes la performaban.
Una multitud congregada alrededor de lo que sabia era una estructura de madera le impedía ver claramente a los artistas.
Con paso calmo se aceró, escuchando la letra con los ojos entornados, escolándose entre la gente sin empujarla, cubriendo su laúd de cualquier toque.

Un clamor de fuerza, de rebeldía y ambición, una canción que pedía esfuerzo. Negó para si al escuchar aquello. La gente no gustaba de solucionar sus problemas, porque suponía un esfuerzo, ni de enfrentar a sus miedos, insistir muchas veces solo los hacía sentirse disminuidos ante su negativa de actuar. El publico raramente recibiría bien ese cantar, al menos el humano. Los guardias tampoco estarían complacidos por algo que podía entenderse como un clamor por la herejía a la monarquía. Tenía la sensación de que eso no iba a terminar bien, y aun así, se negaba a no ser espectador de lo que fuera que sucediera.

Pronto llegó a las primeras filas, contemplando ante si esa elfa de pelo níveo y a su humano acompañante. La canción paró finalmente para anunciar una pieza mejor. "Ojala" piensa el bardo, antes de ver como la mujer se deshace de su disfraz. Craso error, la gente odia sentirse engañada, por lo general se piensa lo peor del resto, en este caso, sería que los toman por estúpidos.
Una verdura vuela hacia la mujer, luego otra, y otra, todos los artistas han pasado por eso alguna vez, sobre todo en los comienzos, pero el joven que esta al lado del bardo tomó algo del suelo, una piedra, eso ya es otra cosa.
Inspira profundamente y sube al escenario de un salto, toma a la mujer de una mano y la hace girar como si fuera un paso de baile colocandola en un puesto en el que el pueda hacer de escudo humano, y le dedica un gesto al humano para que toque algo. La única forma de calmar a una multitud enfadada con un espectaculo es darles uno mejor, algo que los divierta mas que usar a los artistas de diana viviente.

Sigue haciendo danzar a la joven por la plataforma apartándola de las piedras y las verduras que deja que impacten contra si, pero no puede cantar, tocar y bailar al mismo tiempo, esto va a ser difícil, y no tiene mucho tiempo para pensar, muchos se unen a la refriega y al joven le cuesta reaccionar.

-Toca.- ordena el bardo, esperando que le haga caso.-Por tu madre, toca algo bueno antes de que te rompan el instrumento a pedradas.-Insiste, tensando la mandíbula cuando algún cascote impacta contra su espalda, rezando mentalmente para que se les acaben las piedras pronto y solo usen verduras maduras.

La capa amortigua un poco los impactos, el laúd que cuelga sobre su pecho es protegido constantemente, y la camisa, que en algún momento fue blanca, no sufría demasiado por las salpicaduras de los frutos mas maduros que arrojaban. Lo mas difícil era continuar con aquello sin resbalarse con los jugos o los objetos que habían quedado encastrados en el suelo.
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Mensaje  Sarez Miér Feb 03 2016, 16:51

Por cada segundo, los humanos están más y más furiosos. En lo alto de la estructura de tablas, los mentirosos se sienten confusos. Están quietos, solo reciben los golpes de la fruta y verdura en mal estado en compañía de algunas piedras. ¿Por qué no huyen, por qué se quedan quietos? Miro de lado a lado buscando una razón por la cual los mentirosos aceptan el castigo. No hay nada. Solo veo gente cada vez más furiosa lanzando cosas. ¿En la ciudad castigan así a los mentirosos? Eso explica porque aceptan su castigo. Son las normas de la ciudad. A los mentirosos hay que castigarles.

Los vendedores de la ciudad acercan sus carros con fruta y verdura en mal estado. La gente paga para tirar la comida que no se comerían a los mentirosos. Voy a hacia los vendedores y cojo una manzana que hace una semana era roja y ahora es marrón. Apunto hacia la humana mentirosa. Está mal hacerse pasar por sacerdotisa. Merece ser castigada. Merece que le tire la manzana, todo el mundo lo está haciendo. Me quedo con el brazo en alto meditando. No me importa que digan las leyes de la ciudad, estos no son mis castigos. No tengo por qué lanzar la manzana.

Un elfo salta a la estructura de madera. ¿Qué hace? Coge a la mentirosa de las manos y, con sutiles movimientos similares a un baile, la deja atrás de los proyectiles. Todas las pequeñas piedras, frutas y verduras se topan contra la espalda del elfo. No es su castigo. Es el castigo de los mentirosos. ¿Por qué lo acepta?

A las órdenes del elfo, el humano del instrumento de cuerdas vuelve a hacer sonar una melodía similar a la que hizo con la canción de la falsa sacerdotisa. Es la parte del final; no puedo sacar la letra de mi cabeza. “Yo no seré más tus ojos, tampoco soy tu corazón. Tienes una vida para darte cuenta, tú tienes a darte cuenta. Eres el creador de todos tus sueños. Y yo solo soy una sacerdotisa.“ Me sigue recordando a mí mismo. ¿Y acaso es malo? Puede que los humanos hayan mentido en qué eran pero la letra sigue relatando mi vida. Soy el ave que vuela con un ala mirando hacia abajo. No. No eso no es malo.

-¡Apártate orejudo!- Grita el mismo humano que inició el conflicto al elfo que cubre a la falsa sacerdotisa. -¡Tú eres el primero que debería aquí estar con nosotros lanzando mierdas y no con ellos!-

El humano coge una piedra de un tamaño más grande a las anteriores y la lanza al mentiroso. Tiene buena puntería. La música deja de sonar, el instrumento de cuerda cae al suelo roto en varios pedazos y el brazo del hombre queda fuera de su sitio; similar al brazo de Wood, recuerdo que ella dijo que se lo había dislocado. No harto de los gritos del hombre y del dolor que ha causado, el humano se dispone a coger una segunda piedra. La alza en alto para lanzarla esta vez contra el elfo.


-No.- Digo con voz seca.

Antes de que acabe su lanzamiento, una de mis flechas vuela por encima de la multitud hasta alcanzar el brazo en alto del hombre que inició el comflicto.

-¡Guardias, guardias!- Grita la multitud señalandome. -¡Ese hombre es un asesino!-


-No he matado.- No miento. El hombre está gravemente herido pero no peor que el mentiroso que él ha atacado.

La multitud se enfurece clamando la ayuda de los guardias. Se dan empujones unos a otros. No puedo ver nada. Gritan, gritan mucho. Todo es un caos de personas intentando huir de un lugar a otro. El único sitio seguro es la estructura de madera. Subo a ella, junto a los dos mentirosos y el elfo. Miro a la multitud. Buscan un culpable, se culpan unos a otros y se pegan entre ellos. Niños lloran y adultos luchan entre ellos culpándose entre ellos, aunque no tengan arco ni flechas. Solo yo tengo un arco pero, quienes me ven, están demasiado ocupados peleándose para prestarme atención.


-¿Estáis bien?- Pregunto a los mentirosos y al elfo. Sé que no lo están. El mentiroso está muy mal.

Unos guardias se acercan desde la lejanía de la multitud. Ellos me ven. Saben que tengo arco, saben qué hice y no están ocupados peleándose entre ellos. Vendrán a por mí, pero aun están lejos y la herida del mentiroso es más importante.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Miér Feb 03 2016, 17:42

La gente no parecía calmarse, los dos humanos no fueron lo suficientemente rápidos como apra ayudar a performar algo que llamara lo suficiente la atención como para calmar los enardecidos ánimos del publico, el humano con el instrumento fue alcanzado con una roca justo cuando empezaba a tocar una pésima elección, una continuación de la pieza que había enojado al publico.
La estupidez no tiene limites, sin duda alguna.
El bardo pudo ver de reojo como el agresor del humano agarraba una piedra aun mayor, entonces una flecha se clavó en su brazo, impidiéndole realizar su mezquino ataque. El elfo buscó con la mirada entre el publico a aquel que se había expuesto de tal modo, y no se sorprendió al ver a otro de su misma especie, tampoco cuando la gente asustada llama a la guardia.
Los gritos y reclamos del populacho le importaban poco, no iba a dar explicaciones a quienes no podían ni querían entenderlas. Ahora había cosas mas importantes sobre la mesa, un hombre herido, un espectáculo que podía ser lo único que distrajera a la turba del arquero, y unos guardias acercándose.

El elfo saltó sobre el escenario al carecer de otro lugar al que huir, bailando con la muchacha, se aceró a su congénere mientras le susurraba.
-Dame las flechas, saca discretamente la cuerda del arco para que pase como attretzo, y mantén a la joven lejos de las piedras.- Tras pronunciar aquello, intentó hacer un cambio de parejas, cediéndole al recién llegado la cantante, que estupefacta, se deja manejar como si fuera un títere sin entender mas de que tratan de ayudarla. Al realizar el giro, trató de hacerse con las flechas del carcaj del elfo que le ayudó, y escondiéndolas tras su capa enganchadas en el cinto.-Si llega la guardia, todos somos de una compañía actoral.- añadió mirando hacia atrás, haciendo que su pelo se corriera como una cortina de bronce.
La joven asintió un par de veces, perturbada y anonadada por la increíble situación en la que se encontraba, y sus ojos vidriosos, de miedo, y tristeza por el fracaso, permanecían temblorosos sin soltar todavía una sola lagrima.

Con un par de giros sin perder el aire teatral el pelirrojo llego hacia el hombre herido, se inclinó hacia el mismo con cortesía haciendo que su capa se corriera cubriendo en parte al lastimado músico que yacía sentado en el suelo.
-Esto le va a doler, pero va a poder usar el brazo, intentaré contener la situación y usted sacará por mi esto, bien lejos de la plaza, escabullase por detrás del escenario.- Susurró el elfo cerca del oído del hombre herido, *mientras tomaba su brazo y su hombro con las manos, respiraba profundamente y sin previo aviso alguno, re colocaba la extremidad en su lugar con poco cuidado pero de forma efectiva.
El humano llevó las manos a su hombro, mientras gemía dolorido, encorvándose hacia adelante, momento en el que el elfo aprovecho para esconderle las flechas por el cuello de la camisa, trabando la punta en el cinturón para que no cayeran.
-Corra.-Siseo, esta vez sin tanta cordialidad, y con el tono imperativo de una orden.

Tras ese inciso, y mientras el dolorido humano se escabullía por los rincones aprovechando que la multitud se golpeaba entre si, el bardo se puso en pie, tocando unos acordes sumamente distintos, menos agrios, y con un ritmo que los bailarines pudieran seguir fácilmente. Esperaba realmente, que fueran buenos en ello, o que por lo menos cantaran, puesto que mientras hacia aparecer los primeros acordes tenía que pensar en algo que llamara la atención, y a la vez no ofendiera a toda esa gente, por mucho que en su mente, las rimas que mas sonaban, eran burlas e insultos velados a ese pueblo necio que no distinguía teatro de falacia, y giros dramáticos de insultos al intelecto.
Por si a caso no se quedaba quieto, daba pequeñas cabriolas galantes por el escenario, por si a alguien se le ocurria volver a apuntarlo como diana, y es que algunos de los paseantes, al escuchar notas nuevas, habían dejado de golpearse entre ellos para mirar al escenario y decidir, si iban a seguir tirando fruta.
El tintineo de los pendientes de la reja,a acompañaba al laúd, y a los golpes de tacón sobre la madera, quedando lenta y progresivamente menos velados por el ruido de fondo, que se iba apaciguando en esa calma provisoria hasta que el pueblo inclinara su balanza nuevamente, en contra o a fabor, de los nuevos actores que se habían pueso a su inmisericorde merced.

*-Uso de la habilidad pasiva primeros auxilios.
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Mensaje  Sarez Jue Feb 04 2016, 13:44

No recibo respuesta alguna a mi pregunta, todos están demasiado ocupados para contestar. El elfos sigue moviéndose junto a la mentirosa para esquivar los proyectiles de la gente, ahora más escasos, y el mentiroso está en el suelo gimiendo de dolor mientras se sujeta con su mano sana el brazo herido. Es obvio que no están bien, me siento estúpido por haber hecho mi pregunta.

Pronto, el elfo se me acerca con sus extraños movimientos con la mentirosa. Me pide mis flechas. Por un momento dudo en dárselas. Habla demasiado rápido y dice varias palabras que no alcanzo a comprender. ¿Qué es atrezo? No estoy dispuesto a ceder a Vientoatroz para que lo usen como algo que no entiendo que significa. Me descuelgo el carcaj con sus flechas y agarro su cinturón con fuerte por miedo a que el elfo me lo quite. Sin embargo, mi miedo se hace realidad y, con sus extraños movimientos, consigue quitarme todas las flechas del carcaj dándome a cambio a la mentirosa.


-¡Eh!- Grito confuso por lo que acaba de suceder.

-¡¿Qué haces parado?!- Me grita la mentirosa con un tono jovial. - Venga muevete.- Me coge de las manos y me intenta mover de la misma forma que el elfo le había movido a ella.  –Vamos, baila conmigo o nos pasará lo mismo que a Jaden.-


-¿Baila?- Conozco esa palabra. Idril quiso enseñármela, pero se fue antes de terminar esa lección.

-No me digas que no sabes bailar.- Dice la mujer con un tono similar al de una pregunta pero sin ser en verdad una pregunta. – Con lo bien que baila tu amigo… ¿Qué se le vamos a hacer? Solo sigue mis pasos y haz lo que yo haga, ¿de acuerdo?-


-Sí.-

Me lleva mi brazo izquierda un poco más arriba de su cintura. –No lo muevas de ahí.- Me advierte a la vez que une nuestras dos manos derechas y las pone encima de nuestros hombros a una distancia prudencial entre nosotros dos. – Pero quieres hacer el favor de mover los pies como los muevo yo.- Por sus palabras podría jurar que está ofendida, sin embargo, su tono de voz refleja cierta diversión. Es como si disfrutase moviéndose así.

Imito sus movimientos tan bien como puedo. Miro hacia sus pies para poder copiar su “baile” y también miro nuestras manos derechas alzadas enfrente de nuestra. Hay muchas cosas que debo mirar para poder bailar bien y no sé si “bailar bien” es lo que estoy haciendo pues oigo como la mentirosa suspira repetidas veces sin abandonar.

-Parece que tengas dos pies izquierdos.- Dice con una sonrisa. Siempre está sonriendo aunque me esté rengando. Me recuerda a Idril. Es más, si de nuevo se pusiera las falsas orejas picudas, ella sería igual que Idril. Mismo color que cabello, mismo color de ojos y misma sonrisa. – Y mírame aquí, a los ojos.- Se ríe.


-Si te miro a los ojos no puedo saber cómo mueves los pies.- Ella resopla ante mi respuesta y me aprieta sutilmente la mano derecha para que me fije en ella.

-Eres un pésimo bailarín que lo sepas.- Me dice sin abandonar su risa.


-No sé que es un bailarín.- Le contestó con total sinceridad y ella vuelve a reír.

Al otro lado de la estructura de madera, el elfo lleva mi arco y mi carcaj donde del mentiroso herido. Intento ver qué hace pero la mentirosa no deja que vea otra cosa que no sea el punto donde se alzan nuestras manos. El mentiroso hace un últiomo gemido  más fuertes que los anteriores. Luego, escucho como las pisadas aceleradas del mentiroso hacia fuera de la estructura de madera. Por último, solo se oyé el sonido del instrumento de cuerda.

-Espero que Jaden esté bien.- Dice la mentirosa abandonando por un momento su sonrisa.


-¿Quién?-

-¡Cállate y sigue bailando! Ahora que por fin consigues mover esos pies pastosos no te puedes parar.- Me dice recuperando de nuevo la sonrisa que desapareció. – Muy bien, así me gusta.- Está disfrutando moviéndose pero también disfruta enseñándome a bailar a gritos. Esta mentirosa es muy extraña.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Jue Feb 04 2016, 17:24

El bardo miró de reojo al su congénere durante los primeros acordes, para corroborar que la cosa mejoraba, pero había resultado ser un pésimo bailarín, lo cual podía granjearles una nueva ristra de frutas podridas. Le habría encantado cambiarle el lugar, bailar con esa mujer mientras el otro hacía de blanco fácil, pero dudaba que supiera tocar un instrumento, no estaba dispuesto a cederle su laúd, y a fin de cuentas, le había salvado de un cascote que podría haberle abierto el cráneo de haber acertado.

De todos modos no estaba todo perdido, aún se podía salvar la obra, y los ánimos del populacho, solo había que formular un pequeño engaño para disimular esos torpes pasos, o aun mejor, aprovecharlos para su benefició, haciendo parecer que todo estaba planeando, y que el otro elfo no bailaba mal, si no que pretendía bailar mal. Quizás, si las musas eran piadosas lograría sacarle algunas risas al publico. La mejor cura para la ira es el humor, y les permitiría desahogar un poco todo el rencor al ser el protagonista del mismo tipo que el que los había enardecido.

-La moza danzaba sola en los prados, sin galas ni salones, ni música ni halagos. Se inclinaba con con la brisa, sin mas compañero que una eterna sonrisa.- Empezó a pronunciar con su aterciopelada voz grave, y un alegre entonación.- Pasaron volando una manada de patos, y se detuvieron a ver asombrados, el ágil danzar de sus zapatos. Hinchando el pecho con altivez, se acercó uno de ellos sin timidez. La moza lo tomó de sus alas, graciosa y alegre a enseñarle sus danzas. El pato la pisaba, y se tropezaba, mientras ella reía y le aleccionaba.

Las rimas no eran complejas, tampoco resultaba sencillo improvisar algo a medida que iba observando como los bailarines se movían por la plataforma, intentando ilustrar con un toque de fabula, la torpe escena que se desarrollaba ante sus ojos.
Por lo menos, agradecía para sus adentros que el apto fuera un hombre de su raza, pues sería considerado hermoso como el mismo por la mayoría del público femenino. La mujer no era tampoco poco agraciada, así que quizás, si lograban darse un respiro, podrían formar otra imagen entorno a la joven.

Alguna de la gente que se había detenido a contemplar, decidiendo si tirar fruta o no, se acercaban ahora al escenario con las manos vacías, observando la escena, y los mas niños, soltaban alguna risa al imaginarse al torpe bailarín como un ave, señalando con el dedo cada vez que pisaba, o estaba a punto de pisar a la muchacha, y esta le reñía.

Si no hubiera estado cantando, Iltharion habría dejado ir un hondo suspiro de alivio, pero no podía permitirse ese lujo, si metían la pata, podían mandar todo el pequeño avance que habían realizado a la poza séptica.

-El pato parpaba avergonzado,y seguía intentando bien animado. Ella reía por su torpeza, sintiéndose sin corona princesa. Pues en compañía por fin compartía, la música que su corazón emitía. Más se gozan las cosas cuando se comparten, se disfrutan el doble que cuando se parten.

Los guardias que habían jurado vislumbrar en el elfo flechas, que ahora visiblemente no portaba, y que podían corroborar cuando giraba, se veían algo desorientados, y debatían entre ellos si detener el espectáculo, mientras trataban a su vez de separar los resquicios de la barbarie que se había extinguido con tanta premura como se había desarrollado.
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Mensaje  Sarez Jue Feb 04 2016, 19:49

-Jajajajaja, eres un pato.- Dice la mentirosa sin dejar de reír y sin dejar de bailar.

-No soy un pato. Soy un elfo.-

-Lo que eres es un pato tonto.-

El elfo canta una canicón  relacionado con un pato y una mujer que se reía de él. Pero no entiendo por qué la falsa sacerdotisa dice que soy yo el pato. Lo mejor es no hacerla caso. Ella es una mentirosa. No sabe hacer otra cosa que mentir.

La gente deja de tirar cosas. Ya no hay frutas, verduras ni piedras volando por el aire. Ya no tenemos por qué seguir bailando. Quito la mano izquierda de la espalda de la chica para finalizar el baile pero ella me mira enfadada y sin mediar palabra vuelve a poner mi mano en el mismo sitio.

-Te dije que no quitaras la mano de ahí.-


-¿Por qué?-

-Porque eres un pato tonto.- Dice riéndose. - Tú no dejes de malbailar, si el al final todo va bien te daré un buen beso de recompensa.-

La gente empieza a reír repitiendo la canción del elfo. Algunos incluso bailan como la mentirosa y yo estamos haciendo. Todos se ríen igual de la manera en que se ríe la falsa sacerdotisa. Los guardas también hacen lo mismo que toda la multitud. Busco rápidamente el hombre que le arranqué el brazo de un flechazo pero no lo veo. ¿Dónde está? Ha desaparecido sin dejar rastro. Esa persona no es de las que abandonan una venganza tan pronto. No me gusta haberlo perdido de vista.

La canción del pato y la mujer se acaba. Las personas gritan para que el elfo cante otra de sus canciones. La mujer me suelta la mano derecha, y mira cara al público. Yo no aparto la mano de su cintura por miedo a que me grite otra vez como tantas veces ha hecho. Me mira y se ríe. Va a decirme algo. Sus ojos brillan de la misma manera que cuando me enseñó a bailar, sus labios rojos también lo hacen de la misma manera. Se pone de puntillas se acerca a mi cara, se acerca demasiado. Solo Idril se ha acercado tanto a mí. Los labios de la mentirosa se unen con los míos. Los recuerdos con Idril son más vivos que nunca. Ella se parece demasiado a Idril. Por un momento pienso que es ella, que ha vuelto a mí y nos estamos besando de nuevo como tantas veces nos besamos en el pasado.

-Eres un pato muy tonto.- Dice la mentirosa al separar sus labios de los míos. -Solo teníamos que fingir para contentar al público, ya es suficiente ¿Se puede saber quién te enseñó a besar así?-


-Idril...- No lo digo para contestar a la pregunta de la mentirosa. Solo estoy llamando a la persona que ame esperando que al abrir los ojos la mujer pelirroja que viera no sea la mentirosa sea Idril.

Abro los ojos. No es Idril. Me quedo inmóvil. Estoy sudando. He sido estúpido al pensar que volvería. Pero el beso ha sido verdad. ¿Por qué no ha sido Idril? Mientras el público aplaude y aclama una nueva canción y mientras la mentirosa se rie, unas lágrimas caen de mis ojos.

-¡JADEN!- Girta un hombre entre la inmensa multitud. Aprieta el gatillo de la ballesta que porta en sus manos y un virote se clava a poca distancia de los pies del elfo. – Te he estado buscando, no me lo has puesto fácil jugando con tus muchos disfraces. ¡Pero por fin lo he hecho! Y esta vez no te escaparas de mí maldito bardo de los cojones.- Vuelve a recargar un virote en la cuerda de su ballesta. Si tuviera flechas le dispararía en la cabeza, pero el elfo me quitó mis flechas.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Jue Feb 04 2016, 20:42

El bardo termino finalmente la pieza, dejando escapar entre sus labios, ese suspiro de alivio largo tiempo contenido. La gente aplaudía, e incluso habían estado bailando durante la ultima parte de la canción.
El elfo los había visto, con una sonrisa de satisfacción, y ahora que había terminado, saludaba con un grácil gesto de la cabeza, haciendo tintinear los pendientes de su oreja, y moverse elegantemente su melena cobriza que pese que se deslizaba, parecía nunca salirse de lugar gracias a la cinta que la unía por su extremo inferior.

Miró de reojo a los bailarines y el beso que recivio el hombre torpe por su ayuda, poniendo los ojos en planco negó para si mismo. Torpeza, no era una técnica que usara a menudo para ganarse a las damas, y de hecho, esperaba que el respeto profesional, y su habilidad llamaran la atención de la joven así como su subida en escena mas que los pasos erráticos de su congénere. Pero a veces se gana, y a veces se pierde. Lunargenta estaba llena de mujeres, una mas o menos no le suponía ninguna diferencia, mas que un ligero golpe en el ego.

El bardo abrió los ojos con sorpresa al ver como su homologo deja resbalar de los mismos lagrimas que cruzan sus pómulos. ¿Tan malo había sido? Difícilmente, nadie lloraba por un beso, la gente que llora lo hace por los recuerdos que este les trae. ¿Abusos? Quizás, por desgracia una de las consecuencias negativas de haber nacido como un hijo de Sandorai. Apartó la mirada por respeto, concediéndole la poca intimidad que podía aportarle a un hombre que lloraba encima de un escenario.

Sin embargo, pronto acabaron las cavilaciones, y cualquiera que pudiera estar fijándose en la curiosa reacción del "pato", se distrajo inmediatamente cuando la saeta de la ballesta se ensarto en el suelo a los pies del bardo. Este pegó un salto atrás y cayo de culo estrepitosamente, sin entender absolutamente nada, mirando con desconcierto al hombre que lo acusaba.
Jaden lo había llamado, y el, no había usado jamás un nombre tan vulgar, por lo cual descartaba cualquiera de los maridos de sus numerosas amantes, así como algún cobrador de apuestas con el que tuviera cualquier mora, o nada similar. Por ridículo que pareciera, estaba pagando el pato de otro bardo que posiblemente tuviera una lista mucho menor de reclamos a su espalda.
La palabra disfraces lo hizo reaccionar, y miró a la joven quien antes había estado caracterizada como una elfa, luego observo su laúd, mismo instrumento que el humano que la acompañaba. ¿No había pronunciado antes la joven un nombre con J? No le fue difícil atar los cabos, y se puso en pie, alzando al voz, y levantando las manso con las palmas hacia afuera, con la mirada atenta y apartándose de la trayectoria del arma.

-Lo siento sr. Pero Jaden se ha ido hace un rato, ¿Lo ve?.- Se tironeo a regañadientes de sus propias orejas y de la perilla que cubría su barbilla con una fuera notoria para que a simple vista pudiera apreciarse que de haber sido un disfraz se habría zafado.- No es un disfraz, soy un verdadero elfo, y no respondo al nombre de Jadén.

Mientras hablaba, con confianza y sinceridad se acercó a la muchacha y al otro elfo, para susurrar a la primera distracción descuido o duda del hombre armado.

-¿Porque busca este hombre al músico? ¿Que le habéis hecho?.- Su tono había dejado de ser cortés para ser inquisitivo, un siseo molesto por pagar el plato roto de un tercero después de haberle salvado el pellejo, y si ese ballestero no se las cobraba con el humano, lo haría el mismo.
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Mensaje  Sarez Vie Feb 05 2016, 13:45

Observo al elfo del instrumento de cuerdas caer al suelo de espaldas por la sorpresa del proyectil. La gente, cambia la sonrisa que había dejado la canción y el baile por una amarga cara de miedo y los guardias, que ya estaban lejos de nosotros, vuelven a venir corriendo a implantar su orden. Estamos en peligro. La canción no ha servido de nada; el baile no ha servido de nada. Sin embargo, no me importa. Nada me importa más que el recuerdo de Idril renacido de nuevo. Conseguí olvidarla. Conseguí librarme de esa pena, pero supongo que eso tampoco ha servido de nada. El beso de la mentirosa, sea verdadero o falso como solo ella sabe ser, ha hecho que recuerde a la persona que amé, a la única persona que conseguí amar.

El elfo se levanta del suelo y explica que el hombre de la ballesta se ha equivocado. Él no es Jaden. Jaden es el mentiroso, no él. El elfo no está disfrazando, son orejas son picudas no redondas. El hombre la ballesta se ha equivocado pero no quiero reconocerlo. Mientras el elfo habla, el hombre ya ha cargado una nueva saeta en la cuerda de su ballesta.

-¡Sabía que al final nos matarían!- La risa de la mentirosa se esfuma para sacar a relucir un llanto sordo. Está nerviosa, por primera vez, su seguridad ha desaparecido igual que su risa. - ¡Se lo dije, se lo dije y se lo dije; pero no me hizo caso!-

-Venga zorra, díselo. Qué todos se enterén de lo que habéis hecho.- Dice el hombre de la ballesta alzando la voz para que toda la gente se enteren de lo que la mentirosa va a decir.

-¡Juro que solo lo hicimos dos veces!- Rompe a llorar.

-¡DILO, MALDITASEA, DILO DE UNA VEZ!-

-¿Qué ocurre?- Un par de guardias se acercan por detrás del hombre de la ballesta. EN sus cintos se ve la vaine por la que guardan sus espadas. Ellos no matarán. Tienen el derecho de elegir quién vive y quién muere. –Señor más vale que guarde esa ballesta si no quiere pasar sus últimas noches en un calabozo.- El guardia que habla es un hombre bestia con la parte animal referente a un león; el otro es un robusto humano de pelo largo y castaño.

-¡No hasta que esa zorra admita que son unos ladrones!- Protesta el hombre de la ballesta sin dejar de apuntar a la mentirosa.

-Dilo, y sin mentiras.- Le susurro al oído a la falsa sacerdotisa.
Me mira confunsa con los ojos llenos de lágrimas. Mis ojos siguen mojados por el vivo recuerdo de Idril pero intento mantener mi fuerte compostura. -Hace unas semanas a Jaden se le ocurrió que podríamos ganar más dinero si robasemos a la gente. - Traga saliva. - Mientras yo distraía al público bailando y cantando, él pasaba por detrás de ellos para robarles todo lo que estuviera a la alcance de sus manos. Si alguien se daba cuenta, lo cogía a bailar y lo subía al escenario para hacerlos complices de nuestro espectáculo.- Habla de prisa. No sé si miente como hasta ahora ha mentido o dice la verdad; por lo menos el las lágrimas de sus ojos eran de verdad.

-Esos tres sucios juglares no solo son unos ladrones.- Dice señalandon al elfo, a la mentirosa y a mí mismo. - ¡Además son unos asesinos! Llevaba todo los ahorros de toda mi vida en una bolsa de cuero, iba a gastarlos para comprar una cara medicina para mi hija de cinco años cuando un saltimbanqui de nombre Jaden me robó la bolsa. Ayer mi hija murió en mis propios brazos y juré que me vengaría de la persona que me robó mis aeros. ¡Lo jure y lo voy a hacer! Si ustedes no hacen nada yo mismo mataré a esos tres bardos de los cojones.- La última frase la dice mirando directamente a los ojos del guardia león.

Todos quienes están cera contemplando la escena se ponen del lado del hombre de la ballesta. Claman nuestra muerte. Están enfurecidos por las mentiras de las canciones y los bailes. Más engaños no los calmarán. Miro hacia el elfo de pelo cobrizo con gesto de suplica. Antes, ha sabido apaciguar a la multitud. Ahora, debe de saber qué hacer. Estoy seguro que puede saber qué hay que hacer. Yo no lo sé. ¿Escapar? Estamos rodeados de gente, todos nos miran y todos gritan por nuestra muerte. No podemos huir. No podemos correr. No tenemos nada qué hacer. Al menos nada que yo pueda saber.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Vie Feb 05 2016, 15:07

-¡Sabía que al final nos matarían!-

Las palabras de la joven resonaron en la mente del bardo, que resoplo con desdén. Para las pocas veces que se decidía en actuar de forma altruista y ayudar a un compañero, y terminaba metido en esa clase de líos. Claramente el destino y la suerte no favorecían de la gente buena, o quizás solo fuera su caso, en el que le reñían por salirse del camino que había elegido apra hacer una acción desinteresada.

Los guardias advirtieron al hombre, pero claramente no pensaban matarlo, y permitieron que la conversación avanzara creando dos bandos claros, unos ladrones y una victima de sus afános. Empatía, gran herramienta que les jugaba en contra. La mayoría de las personas han sufrido robos como mínimo una vez en su vida, y probablemente ahora todos los espectadores estarían recordando sus propios momentos desagradables y solapando la imagen de dicho criminal con quienes estaban en el escenario.
Finalmente, el hombre comento, la conmovedora historia de su hija muerta. Los rostros de casi todos los presentes se llenaron de la misma determinación. Así como todo el mundo ha sido robado alguna vez, también ha perdido a algún ser querido, algo mucho mas dañino y profundo que unos cuantos Aeros. No había forma posible de salvarse a uno mismo, y salvar a los ladrones, y el elfo, tenía muy claro que elección iba a tomar.
Miró a su congénere, que lo observaba como si esperase algo.

Iltharion dio un paso al frente, con una mano visible colgando a su costado, otra gesticulando a la vez que hablaba, una postura abierta, una mirada fija, y un tono firme, cuidando todos los detalles posibles para generar confianza en su publico.
-Sr. Si hubiera sabido que clase de personas eran, el juro que no estaría en este escenario, al cual me subí al ver dos compañeros de oficio en un mal momento. Así como vos deseáis justicia, seguro que la anhelan todos aquellos que fueron robados a su vez, así que le imploro que baje el arma, esa mujer podrá ayudar a encontrar a Jaden, para que sean juzgados, y sea vengada tanto tu hija como todos los agraviados. No le robe a otros que sufrieron tanto como ud, el podér ver pagar a los criminales.- Mientras hablaba, aprovechando el no estar alejado de la mentirosa bailarina tomo su muñeca por si intentaba correr, si escapaba quizás quisieran tomarla con ellos.

De reojo miró al otro elfo, de lo que dijera ahora dependería su vida, si escogía el bando de los artistas, seria otra cabeza de turco para el resentimiento y el dolor del pueblo, si elegía el bando del ballestero, con moderación y al guardia podía lograr hacer que se olvidaran del todo de la flecha que había lanzado y convencerlos de que no formaba parte del hurto organizado que habían orquestado en diversas ocasiones la mujer y su acompañante.

Luego miro fijamente a los guardias, buscando su complicidad de zanjar el conflicto sin muertes civiles, virotes volando y una turba furioso, mas embrollo que el que cualquiera podía querer en sus rondas.

-Si la joven esta arrepentída, no opondrá resistencia, y facilitará cualquier punto de reunión que tenga con su amigo, para disminuir su pena, puesto que clama haber sido arrastrada a la criminalidad por ese hombre.- tiró de ella con cuidado para que su rostro lleno de lagrimas quedara expuesto a los aldeanos, intentando conmover los corazones de los mas piadosos, mientras susurraba casi sin mover los labios.

-Dales pena, y si te inventas algo lo suficientemente convincente quizás puedas salir de esta con un par de noches en la cárcel.
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Mensaje  Sarez Sáb Feb 06 2016, 12:34

El elfo da un paso al frente dispuesto a hablar. Mueve las manos para acompañar sus palabras. No entiendo por qué lo hace. Si habla es absurdo moverse. Lo observo. Es igual que “bailar”. La diferencia se haya que no hay música. Es solo él, nadie más. Solo el elfo, baila con las manos para poder amortizar sus palabras. Sus palabras son firmes y sinceras. No hay pizca de debilidad ni vacilación en nada de lo que dice. Habla sobre la justicia y sobre los malos entenderes que la gente hizo a sobre nosotros. Coge a la mentirosa, la lleva detrás de él para protegerla de futuros proyectiles. Ella sigue llorando; entre suspiros y llantos, alcanzo a oír el nombre de Jaden una y otra vez. Para la mentirosa, parece que sea importante.

Las personas lo escuchan con atención. Bajan los puños que habían alzado para pedir nuestra muerte. La mayoría están confusos, cambian rápido de opinión. Nos han tirado frutas, verduras y piedras, han reído con nosotros, han pedido nuestra muerte y ahora parece indiferentes a todo. Esa es la mayoría, luego hay una minoría que sigue insistiendo con nuestra muerte.

Tras un silencio en el que el elfo solo hace que mirar a los guardias; muestra la mentirosa que escondió tras de sí para demostrar que ella está arrepentida. Los guardias, el león y el hombre humano, se miran entre ellos, parecen estar hablando sin palabras. No dicen nada, pero sé que están decidiendo sobre la vida o la muerte de la mentirosa. He visto a Alanna hacer lo mismo para decidir qué hacer con Killian.

-¿Y bien?- Clama el hombre de la ballesta. - ¿No vais a hacer nada?- Apunte directamente su ballesta contra la mentirosa. Su dedo roza el gatillo.

Por acto reflejo. Me descuelgo el arco de la espalda agarrándolo firmemente con la mano derecha mientras que con la izquierda busca una flecha en mi carcaj. Esta vacío. El elfo me había quitado las flechas. De solo haber un proyectil en mi carcaj, solo uno, podría dejar desarmado al hombre de la ballesta sin la menor dificultad. Sería fácil, a esta distancia no fallaría. Pero no tengo flechas y parezco estúpido al estar apuntando a alguien con el arco sin nada en la cuerda.

-¡Un arco!- Grita alguien entre la multitud - ¡Fue él quien mató a Tomson!- Me acusa sin sentido. Yo no he matado a nadie.

-¿Tomson?- El hombre de la ballesta cambia de dirección de la ballesta para dejar de apuntar a la mentirosa para apuntarme a mí. - ¿Otra víctima más de vuestras viles acciones.-

-Cierto, yo lo vi.- Dice la misma persona sin dejarse ver. – Este elfo disparó arrancando el brazo de un hombre y luego le clavó una segunda flecha en la cabeza.-


-Es mentira.- Contesto inmediatamente.

La mentirosa presta atención a la voz que suena entre la multitud, la misma voz que me acusa. Parece reconocerla. Una ligera sonrisa maliciosa se dibuja entre sus labios, la misma sonrisa que hizo antes de besarme y la misma que hizo antes de quitarse las falsas orejas picudas. – Yo también lo vi.-  Me señala. - ¡Mató a Tomson sin piedad alguna mientras mi hermano y yo estábamos tocando nuestra canción.- Miente. ¿Por qué miente? No. ¿Por qué me extraña que mienta? Ella es una mentirosa. Solo sabe mentir.

Entre la multitud distingo una figura conocida. Su rostro lo tapa con la capucha de su capa, mas las flechas que lleva cargadas en su espalda me son inconfundibles.
–Jaden.- Digo a media voz. - Sois unos mentirosos, los dos.- Mi voz suena furiosa. Había creído que la mentiros había dejado de mentir y me había recordado a alguien tan importante como es Idril. Pero me mintió. Nos mintió en todo. Estoy furioso por haberme creído sus mentiras sabiendo que es una mentirosa. Ella solo mira por Jaden y Jaden solo mira por sí mismo.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Sáb Feb 06 2016, 13:08



Iltharion observó con estupefacción la necedad del otro elfo, como sacaba el arco en defensa de alguien que no podía ser defendido, dispuesto a entablar pelea. Peor aún, sacaba un arma que lo podía señalar como el culpable de su anterior metida de pata.

Permaneció en silencio, dejando que Jaden se delatara solo, dejando que la muchacha tomara un bando. Había elegido mal, cuando la sonrisa de la joven se pintó en su rostro el bardo tubo muy claro que la joven y el eran el mismo tipo de persona, con al diferencia, de que la joven había escogido el bando incorrecto.
De forma disimulada le torció la muñeca, apra que si intentaba huir de el de un tirón solo se lastimara a si misma, y cayera de bruces.

-¡Falacias!.- Exclamó el bardo.- ¿Es que a caso mi compañero será culpable de sacar un arma de atrezo para dejarla en el suelo y que los guardias puedan acercarse en señal de buena fe? ¡Ni siquiera tiene flechas!.- Clamo extendiendo la palma para mostrar al otro elfo, quien efectivamente no las tenía.-

-¡El es el culpable!¡Es Jaeden!.- Señaló a Jaeden escondido entre la multitud quien había lanzado acusaciones.- ¡Miren! ¡Tiene las flechas en su espalda! ¡Seguro que son las mismas que hirieron a ese hombre! Agarrenlo y sabrán la verdad.- Y efectivamente eran las mismas, mas que nada porque el mismo era el que se las había escondido en la espalda.

-Estos rufianes asesinos intentan que otros carguemos con su culpa. ¿¡Pero no los han reconocido ya por sus crímenes?! Intentan desviar la atención, ¡Nos toman por necios!.- Discurría con emoción en la voz para enardecer a la multitud, tomar por estúpido, algo que ofendía incluso a los que si eran estúpidos, y esos dos, ya habían enojado a la gente antes con sus disfraces, y manchado su honor con la historia de la niña muerta.

-¡Agarrenlo para que no escape, y no mate a nadie mas con sus mentiras y sus armas!.- Incitó el bardo, a la multitud que rodeaba al encapuchado, que claramente lo reconocerían por ser el que había clamado contra los del escenario, al menos, los que lo tenían al lado. Mala idea mezclarse entre la multitud, cuando esta son tus enemigos. Algunos mas avivados y creyéndose adalides de la justicia, ya tiraban manotazos agarrando, o intentandolo pro lo menos, de las ropas y los brazos al acusador encapuchado que portaba consigo la prueba del delito.

Mientras el permanecía en el escenario, sin intentar escapar, no hay nada que haga que uno parezca mas culpable, que huir de la escena. Miró a su congénere y le hizo un disimulado gesto con la mano libre usando a la muchacha como cobertura indicandole que dejara el arco en el suelo para corroborar sus palabras, tenían que trabajar en equipo, o lo tendrían bastante negro.
Tras eso, movió agarrando de la espalda a la muchacha para que pareciera que quería escapar de su agarre, este si visible.

-¡No escaparas asesina! Entrégate, y paga por tus crímenes.- Clamo hacia la mujer, como si mantuviera una conversación solo con ella, pero en un tono de enfado y alto, como pedía la situación, de modo que por inercia, parte del público lo escuchara también, con suerte, los guardias.

Tras eso, agarrandola mejor, dejo que el pelo le cubrirse parte del perfil para ocultar un susurro hacia la joven.
-Te juro, que si tus trapos sucios me llegan a suponer mucha molestia, o la guardia termina persiguiendome a mi, tu y tu hermano vais a desear haber ido a la cárcel con tal de que yo no os encuentre.- Susurro con los labios pegados a su oreja con un tono gélido y calmo.-Voy a hacerte ver como sufre y suplica por su muerte, como lo humillo y lo destrozo hasta que se convierta en una masa de carne irreconocible y después voy a alquilarte a la peor escoria de cada ciudad por horas hasta que no quede nada de ti misma, antes de hacerte lo mismo que a tu hermano. Confiesa, por tu bien, y porque ya me estoy cansando de sus juegos.

La verdad es que si debía cumplir esa promesa lo haría, pero era mas tiempo y esfuerzo del que estaba dispuesto a dedicarle, y no veía en la tortura un arte tan refinado como en la música o el dibujo, ni tampoco sentía especial predilección por ver llorar a nadie. A veces, esas cosas eran necesarias, para disuadir de futuras jugarretas de terceros, y a veces, una amenaza en el tono correcto, servían para lograr un objetivo, su arma, siempre habían sido las palabras, no todas ciertas.
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Mensaje  Sarez Lun Feb 08 2016, 12:09

Atrezo, otra vez esa palabra que no entiendo. El elfo la usa para hablar de Vientoatroz. Dice que voy a soltarlo para dejarlo al suelo. Eso no es lo que iba a hacer, lo que quería era disparar al hombre de la ballesta. El elfo no tiene derecho a decir qué voy a hacer y qué no. Tampoco tiene derecho a llamar a Vientoatroz algo que no es; no es atrezo, es solo es un arma. No me gusta que llame a mi arco algo que no es, además algo que no entiendo qué significa. Aun así lo hace y yo no oculto mi cara de desagrado; acepto a regañadientes dejar mi arco en el suelo. Él es un elfo y yo un renegado, no tengo derecho a protestar las palabras de un elfo por muy extraños e incoherentes que me parezcan. Sí dice que Vientoatroz es un atrezo y no un arco, yo debo aceptarlo.

El elfo vuelve a dirigirse a la multitud, pero esta vez para señalar a Jaden. Una mueca se dibuja en la sonrisa del mentiroso. A medida que el elfo alza la voz y a medida que sus insultos suben de tono, la mueca del mentiroso se hace más grande. Está disfrutando; igual que la mentirosa disfrutaba con el baile, el mentiroso disfruta con los insultos del elfo.

Un par de hombres cogen por la fuerza al mentiroso, el hombre de la ballesta ya no apunta a nadie y nosotros estamos a salvo. La multitud se acerca al mentiroso, le tiran la capucha hacia atrás para destaparle la cara y le quitan las flechas, mis flechas, que lleva en la espalda. Él no deja de reír. Su risa no me gusta. ¿Cómo alguien que ha sido capturado puede estar riéndose de esa manera? No lo entiendo. No me gustan las cosas que no entiendo. Con una flecha clavada en la pierna dejará de reír. Hago la intención de coger a Vientoatroz que está en el suelo para amenazar al  mentiroso y deje de reír. Pero el elfo me hace una ligera señal con la mano para que deje el arco en su sitio. De nuevo, acato sus órdenes con un leve gesto con la cabeza símbolo de mi sumisión.

La mentirosa no escapará y el elfo se lo hace saber gritándole  solo a ella. La coge, la pone de cara a la multitud y le susurra algo que mis agudos oídos no alcanzan a escuchar.

-Bravo. De verdad elfo, me has impresionado.- Dice el mentiroso una vez termina su risa. - Si tuviera las manos libres te aplaudiría, pero por desgracia has engañado a esta buena gente y dudo mucho que me vayan a dejar libres.- Guarda un segundo de silencio para volver a hablar. - Es posible que estás flechas fueron las que mataron a Tomson, no digo que no, pero decidme mis amigos, ¿tengo yo un arco?- Los humanos le quitan su capa, le quitan los restos del roto instrumentos de cuerda e incluso le quitan la camisa dejándole solo en pantalones. - ¿Lo ven amigos?  No tengo ningún arco. Y a Tomson lo dispararon desde lejos, todos vosotros lo visteis.- De nuevo se hizo el silencio. - - Y no, no soy ese tal Jaden. No culpéis a otros de vuestros crímenes mis amigos elfos, eso está feo.-

El guarda león y el guarda humano se miran entre ellos de la misma forma que se miraron con anterioridad. El humano asiente y el león, el humano le quita de un tirón la ballesta del hombre que nos amenazó y la pone a la espalda de Jaden. El león desenvaina su espada y sube a la estructura de madera. –Estoy harto de vuestros teatros y vuestra palabrería. Los cuatro seréis condenados. - Nos dice en voz alta pero sin llegar a gritar. - Por eso no me gustan los bardos, no se sabe cuándo están mintiendo y cuando dicen la verdad.-


-Ella es la mentirosa.- Le contesto al instante. - Yo no y él tampoco.- Señalo al elfo de cabello cobrizo. - Es ella. La mujer solo sabe mentir.-

-¡Cállate!- Ruge el guardia.

Desvío mi mirada hacia la multitud, ahora con menos gente; veo al guardia humano dar una patada al mentiroso para tirarle al suelo. Me fijo en las manos del mentiroso, están unidos por unos hierros. Recuerdo el nombre de esa clase hierro, “grilletes”. Sí, así se llaman: grilletes. Recuerdo el día que me los pusieron a mí, en las manos y en los pies. Me los apretaron tanto que llegó a dolerme. Pero ese primer dolor no fue nada con lo que vino después. Una vara de hierro candente me marcó la cara haciendo la cicatriz de mi ojo.

Giro mi vista al guardia león, lleva más grilletes colgados a su cintura. Los va a usar contra nosotros. No me voy a dejar. No. No  me importa que los guardias sean quienes decidan quienes mueren y quienes viven la ciudad. Yo no quiero morir, eso lo decidí en la isla de los brujos. No quiero morir y no voy a morir. Salto al suelo y ruedo para coger mi arco, me pongo de rodillas. Rápidamente desato el cinturón que de mi cintura, es lo único que se me ocurre que puedo usar para disparar. Tenso el cinturón en la cuerda de Vientoatroz y lo disparo contra la cara del hombre león derribándolo al suelo de un solo golpe. No está muerto, solo inconsciente. El guardia humano me ve y me apunta con la ballesta mientras que el mentiroso se ríe. Pero yo soy más rápido y, antes de que llegue a disparar agarro a la mentirosa y la uso como escudo.


-Es ella la que hay que matar.- Le digo directamente al guardia humano. -Ella es la mentirosa.-
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Lun Feb 08 2016, 13:08

Jaeden hablo, enredando aún más las cosas, el bardo sabia que era complejo, tenían un arco en el escenario, y el otro elfo no había obedecido en deshacerse de la cuerda que lo tensaba tal y como le había pedido. Estaban un poco jodidos, solo un poco.
-El honrado hombre de la ballesta nos ah informado de que ustedes poseen cómplices, y ha reconocido a tu hermana, tus mentiras no cambiaran la verdad.- Clamo con tono sincero, sin reirse, reir solo hacía que otros creyeran que te burlabas de ello, y era una mala elección cuando tu vida dependía de ello. Aun que en otra circunstancia quizás le habría estrechado la mano, y le habría dicho a Jaden que había sido un buen pasatiempo durante un rato.

Por desgracia el otro elfo tomo el arco y le disparó a un guardia con un..cinturón... Iltharion tuvo que hacer grandes esfuerzos para no reírse de semejante surrealista escena, y de no depender su libertad de ello, habría roto en carcajadas de buena gana, pero no era el momento, ni el lugar.

El bardo desato la cint de su pelo, aquella que solo sacaba apra peianrse y ato las muñecas de la joven a su espalda con tnta fuerza que pronto cortaria la circulación de las mismas, no podría desatarse a si misma, y si pronto no lo cambiaban por grilletes, terminaría por perder las manos. Como no había confesado, esta sería su venganza, porque con lo que había hecho el otro elfo, solo quedaba huir.

El muchacho toma a la mentirosa atada como escudo que grita de terror al ver como el guardia, reacciona tarde y dispara con la ballesta. El virote se clava en su estomago mientras el elfo la mantiene erguida, haciendo que este la atraviese casi por completo.
No moriría, o no rápido, se desangraría lentamente por dentro durante horas hasta perecer, y a nadie le importaba, ni siquiera Jaeden no hizo grandes gestos ocupado como estaba con sus risas y sus captores.

El bardo se agachó, tomando del suelo un estuche donde se recogían las monedas, algo lleno por la única performance que había funcionado, y tomó al otro elfo de la muñeca.
-Aquí tienen los culpables, no pagaremos por crímenes que no cometimos.- Anunció pateando a la mujer herida hacia el guardia que se acercaba para que cayera con ella, y luego, arrastrando a su compañero entro a correr por el lado opuesto al que habían venido los guardias, empujando a los aldeanos que no se apartaban por si solos.

Huir era siempre la ultima opcion, pero ya no tenían otra, los guardias habían elegido que ellos tambien serian juzgados por si a caso, o quizas solo directamente castigados, y no iba a aceptar esa alternativa. Por suerte habían ofrecido al pueblo alguien a quien linchar, y estarían como poco, moderadamente satisfechos con su pesquía.

-¿Acabas de salir de una cueva en las montañas o siempre eres así de torpe con la gente?.-Espetó al hombre que arrastraba consigo sin detenerse un instante.-Porque claramente actuar no es lo tuyo, y te encontrabas en un escenario, ¡casi haces que nos encierren!-Prosiguió en un siseo mientras lo guiaba por los callejones de la ciudad que tan bien se conocía. Si tenía a alguien atrás lo ignoraba, lo importante ahora era salir de allí, salir de la ciudad.

Si los guardias se daban pro satisfechos podrían entrar en la misma en otro momento, si no, tendrían que esperar a volver cuando ya no hubiere carteles con su cara buscandolos. Por ahora, aun nadie estaba alertado que los buscaban, y tenían un margen de tiempo y de ventaja. Cuando llegaron a otra concurrida calle aminoró el paso y se mezclo entre la gente, sin dejar ir en ningún momento a su desafortunado compañero.

Tenia el pelo alborotado, las mejillas rojas, y su respiración irregular denotaba cuanto se había esforzado en correr, cargar con el otro y empujar a la gente. Su camisa, antes pulcramente acomodada estaba medio salida del pantalón y una cadena que antes había permanecido oculta contra su pecho, rebotaba ahora contra el mismo por encima de sus ropas con una ristra importante de alianzas colgadas de ella.
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Mensaje  Sarez Miér Feb 10 2016, 13:36

Mis amenazas son el balde. El guardia con la ballesta no hace nada más que apuntarme, a mí y a la mentirosa que tengo cogida. Ella hace fuerza para escapar pero yo soy más fuerte, no puede zafarse de mis brazos, la tengo bien cogida. Hace un intento para girar la cabeza y morderme con la esperanza de así poder escapar. Pero soy más rápido y, antes de que lo haga, aprieto con fuerza el lugar donde la tengo cogida. No digo nada, solo es una advertencia para que sepa de lo que soy capaz de hacer.

Antes de que pueda preverlo, el elfo me quita a la mentirosa y ata sus manos con una cinta para que no escape. El guardia, atónito por lo ocurrido, aprieta el gatillo contra el elfo antes de que él pueda hacerle algún daño. El virote viaja por el viento más lento que una de mis flechas. Su trayectoria me resulta previsible antes incluso antes de llegar a la mitad del camino. Un segundo y mi vista queda clavada en el vientre de la mentirosa, en el segundo siguiente el virote atraviesa su estómago. Había incitado al guardia a que tomara la decisión adecuada de matar a la mentirosa, justo deseaba verla morir por las muchas mentiras que nos ha dicho; pero ahora que veo la sangre brotar de su barriga a través del proyectil y de su boca en forma de gargajos, me arrepiento de haberlo hecho. Ella es una mentirosa y ladrona, lo justo sería matarla; es el castigo que tomaría la guarda Delteria. Pero lo justo no es siempre lo correcto, Idril me lo enseñó. Me dijo que el mundo no siempre hay buenos y malos y que las decisiones cuestan tomarlas. Pero ella también era una mentirosa, me besó, me dijo que me amaba y se fue a un lugar que no he alcanzado a encontrar.

El elfo se vuelve a dirigir a la multitud para señalar a los culpables, los mentirosos, una vez más. Jaden se ríe, la mujer se muere y el guarda ya no piensa que ellos hayan sido los culpables. El elfo, no, los dos hemos hecho que se muera la mentirosa y yo he dejado inconsciente a su compañero y he arrancado el brazo a un hombre de la multitud. Esas son las pruebas que el guardia conoce, no necesita más, nunca necesitan conocer más. Los guardias solo quieren alguien que castigar, alguien a quien poder desterrar por un crimen que no cometió, alguien como yo.

No, esta vez no, no voy a dejar que me culpen por un crimen que no cometí.
-¡No!- Grito con fuerza de cara al guardia y a todos los habitantes de la ciudad que han venido a ver qué sucede-¡No, no, no, no y no!-

Quiero seguir gritando sin parar. Ellos se equivocan y si no atienden a razón atenderán a mis gritos. Pero el elfo me coge de la mano para huyamos del lugar. Sin poderlo evitar, le miro con cierto tono de reproche. No quiero correr, quiero gritar. Huyendo no se demuestra la verdad, no sirve de nada. Debemos quedarnos en la estructura de madera y decir a los guardias qué es lo correcto. Huir no es la solución.

En ese momento me doy cuenta de mi error. “Huir no es la solución.” Pero es lo que siempre he hecho. He huido de todos los elfos armados que me he encontrado, no me acerco a los lindes del bosque élfico por miedo a que me atrapen por los crímenes que no cometí y no hago nada que pueda llamar la atención de nadie. Siempre he estado huyendo de mi pasado. Agacho mi cabeza abatido. ¿Cómo decirle que está mal huir cuando es lo que yo siempre he hecho? No, no puedo decírselo.

Corremos entre los callejones oscuros de la ciudad. Esquivamos cualquier zona donde los guardias nos puedan ver. No van a atraparnos. No lo harán. Estamos escondidos de los guardias de igual manera que yo me escondí de los elfos.


-No entiendo la pregunta.- Le contesto al elfo de pelo cobrizo. - Vengo del bosque del este no de las montañas.- Guardo silencio y miro hacia el suelo meditando de todo cuanto nos ha sucedido. Una pregunta ronda mi cabeza como un ave vuela sobre su nido, necesito una respuesta para hacer que se vaya, solo así abandonará el ave su nido. - ¿Crees que me besó de mentira?- Le pregunto al elfo. –Me recordó a alguien importante. ¿Tan poderosas son las mentiras?-


Última edición por Sarez el Jue Feb 11 2016, 09:35, editado 1 vez
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Miér Feb 10 2016, 15:11

El bardo hizo girar el laúd para que quedara oculto a su espalda, cubierto convenientemente por su capa como si solo fuera un bulto mas, equipaje o una bolsa que intentara de ese modo proteger de los rateros, estrategia tan mala como cualquier otro, pero que no estaba aplicando realmente.
Se pasó las manos por la cara, respirando profundamente unos segundos y echándose el pelo hacia atrás, que se acomodaba con la mano libre en su lugar a cada segundo, poco acostumbrado a mantenerlo libre y suelto, rebelándose para cubrirle parte del rostro de forma desordenada.

Engancho con los dedos una hilacha de la camisa, y soltando finalmente a su compañero, se puso a atarse la cobriza melena que peinaba con los dedos tal y como la tenia antes, juntando sus extremos en un lazo para que quedara lacia, suelta, pero fija en el lugar al mismo tiempo. Sin embargo, en ningún momento separo mas de unos pocos segundos la mirada del otro elfo al que habia estado guiando, y quien se aseguraba que el siguiera ahora.

-Es prácticamente una pregunta retórica, no me referia a que vinieras del monte literalmente, si no de algún retiro en donde no tengas contacto con otros, porque tienes unas dotes sociales que dejan, como poco, mucho que desear.- El bardo suspiró y rebusco ya con las manos libres en su morral una cajita pequeña y cerrada. Con un rápido movimiento saco algo de la misma, y la devolvió a su lugar. Colocó sobre sus labios una especie de arrollado de hojas, y cuando vio una lumbre, o vela cercanos, se desvió unos pasos del camino para prender el extremo contrario y dar una profunda bocanada a través del cigarrillo de menta seca.
El humo blanco y espeso que empezó a salir de sus narinas al exhalar desprendía un aroma a menta que flotaba como un miasma alrededor del trovador mientras avanzaba, y se disipaba con la brisa.

La pregunta de su congénere le sorprendió, y le dio a dosis iguales gracia y pena, por lo surrealista u patético que podía interpretarse darle importancia a algo tan nimio de alguien que quiso que los colgaran en su lugar.
-Depende de que mentiras- Respondió primero a la ultima pregunta, tendiendo como siempre, a responder como se le antojaba en cuanto a orden y sentido.-Fue un beso de verdad, creo que le diste ternura y algo de pena.-se encogió de hombros, la idea de un beso de mentira le resultaba extraña, y atribuía la "falsedad" del asunto a las intenciones mas que al gesto, porque si no no encontraba por dónde agarrar el tema.-Un beso puede ser fruto de muchas emociones distintas, e incluso de ninguna. Tu también la besaste, pese que la abandonaste allí arriba, ¿Fue tu beso una mentira?..- El elfo podría haberla empujado, o mordido para que le soltase, en vez de eso había sido manso como un cordero.

Los portones de la ciudad estaban ya cerca, se veían desde su posición y varias personas y carruajes los cruzaban como el lento caudal de un río.
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Mensaje  Sarez Vie Feb 12 2016, 19:08

Soy consciente de que yo puedo resultar extraño para los elfos. He vivido más de cien años en absoluta soledad; lejos de la sociedad y lejos de mis seres queridos. Muchos han llegado, dado a mi conducta, a compararme con un animal. Me gustaría saber qué opinan eso “muchos” sobre el elfo que tengo delante. Sus acciones me resultan extrañas y confusas. Lo veo coger algo de una caja que guardaba en algún lugar que antes no pude ver; sea lo que sea lo que coge lo envuelve en una hoja y lo enciende con una vela. ¿Con qué fin? Lo observo atento buscando cada detalle que me explicase qué está haciendo. Recuerdo haber visto humanos ponerse en los labios un instrumento y aspirar el humo que sale de él; mas nunca vi a alguien aspirar el humo directamente de una hoja. Huele a menta.

El elfo contesta a mis preguntas. Dice que el beso fue verdadero con gesto de sorpresa. Sí, tiene razón, sentí ternura y pena por el beso pues me recordó a Idril: Ternura por el amor que todavía sentía y pena por saber que no volverá. La segunda respuesta del elfo no la entiendo. No me explica el poder de las mentiras sino que me hace otra pregunta. ¿Fue mi beso una mentira? Me quedo totalmente parado sin saber qué hacer o qué responder.

-No quise besar.- Respondo tras un largo silencio. - Ya te dije que me recordó a alguien importante. Era ella quien quería besar no la mentirosa.- Le contesto con frialdad. La mujer era una mentirosa, no tengo motivos para besar a una mentirosa; pero sí los tengo para besar a Idril.

Continuamos moviéndonos entre las calles de la ciudad. No sé dónde vamos, solo me dedico a seguir al elfo. Giro la cabeza para buscar los guardias o al hombre de la ballesta. Todos querrán matarnos. Debo de estar seguro que nadie nos persigue. Al levantar la vista al frente veo algo que me llama la atención: El portón de la muralla de la ciudad. Carretas de humanos salen y entran por las grandes puertas de piedra. Nadie se dará cuenta de nuestra huida. Ya no nos perseguirán, no nos podrán encontrar.

-No.- Le digo al elfo quedando quieto en son de mi negatividad. – No quiero huir.- Eso ya lo decidí. Estoy harto de escapar de todos los problemas a la primera de las dificultades. – Si lo hacemos los mentirosos tendrán razón.- Me doy la vuelta mirando al lugar por donde hemos llegado. – Debemos volver.-
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Sáb Feb 13 2016, 20:51

El bardo empezaba a pensar que el otro elfo era una de esas persona especiales que nacen sin el favor de los dioses,  con dificultades para razonar, o dicho mas bruscamente, alguna clase de disminuido mental, o quizás solo fuera estúpido, pero le parecía que su razonamiento quedaba a la mitad, como su fuera un niño pequeño que no puede ver mas allá de las palabras que pronuncia, y le cuesta entender conceptos abstractos.

- Cuando alguien te besa puedes apartarlo, o alejarte para que no lo logre. Te dejaste besar, es casi lo mismo que haberla besado. El beso, como gesto material y palpable fue real. Los sentimientos que vayan detrás de el son otra cosa muy distinta.- explicó, soltando el humo entre los dientes mientras ponía los ojos en blanco. No era una persona impaciente, pero dudaba mucho de poder sacar cualquier tipo de placer de ese joven, y los hombres nunca habían sido su tipo,a si que su umbral de tolerancia, era mas bajo que de costumbre.

Por si fuera poco el joven no quería seguir avanzando, así que ahora tendría que convencerlo para que no le dijera a los guardias que le había salido de la ciudad. Soltó otro resoplido, dejando ir con el una espesa bocanada de humo mientras se detenía un instante y tomaba al muchacho de los hombros, mirándolo fijamente.

-Mira, a veces se gana, y a veces se pierde, pero hay que aprender a asumir cuando se perdió una batalla, y no dejar que eso te haga perder la guerra ¿Me entiendes? Si vas para allí los guardias no van a querer escuchar lo que tengas que decirle, y te van a encerrar. Peor aun, como tu disparaste ese flechazo te van a colgar, y estoy intentando que no terminen tus días tan rapido.- Ni los suyos ya que estaba.- La mentirosa y el otro te van a culpar a ti de todo, y yo no me voy a entregar para morir por una flecha y el brazo herido de un malnacido que me estaba por apedrear, así que se un poquito inteligente, y sígueme. Puedes morir ahora, o limpiar tu nombre mas adelante.

-La mentirosa ha robado a gente y ha intentado usarte como chivo expiatorio, si vuelves, ella gana, y tu mueres. ¿Quieres hacerle un favor a esa malnacida? Vuelve a la plaza.¿Quieres que reciba su justo castigo? Ven conmigo fuera de la ciudad, allí podremos pensar a salvo que hacer con esta situación y quizás comunicarnos con la guardia cuando estén mas tranquilos.- algo que no pensaba hacer, pero dejándole esa opción al muchacho como una variable, quizás estaría mas predispuesto a seguirle fuera de allí.

-Dijiste que te recordó a alguien muy importante, ¿Crees que ese alguien querría que termines colgado en una plaza mayor? ¿Que querría verte así o saber que te ocurrió algo tan terrible?.- Eso era un golpe bajo, pero no quería perder la ventaja del tiempo, y tampoco sentía mucho reparo en propinar esa clase de comentarios, siempre y cuando le fueran útiles. Y solían serlo.

Tras eso soltó al muchacho de los hombros, lo jaló nuevamente del brazo e intentó arrastrarlo para cruzar con el a cuestas o como fuera, a través de las puertas de la ciudad para conducirlo hacia cualquier otro lugar. Quizás podrían subirse a alguna carreta que acabara de cruzar por unas pocas monedas de las que les había robado a los bardos cuando había abandonado el escenario. Aunque no tenía ni la mas remota idea de su monto.
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Mensaje  Sarez Sáb Feb 13 2016, 23:56

El elfo habla mucho. Repite una y otra vez que volver es una insensatez. Lo dice con muchas palabras, todas ellas diferentes, pero ninguna me convence. Los guardias nos perseguirán si seguimos corriendo y si huimos no podremos demostrar que los mentirosos son los culpables de todo. No, no voy a escapar. Puede que si huyo pueda vivir mañana y puede que si vuelvo muera este mismo días; pero también puede que si vuelva todo se solucione. Lo explicaré bien, los guardias me escucharán y nadie más saldrá herido. No me volverá a pasar lo que me pasó cuando era niño. Esta vez me escucharán. Debo demostrar a la sacerdotisa Níniel que me pueden escuchar.

Con gesto de desagrado, retiro el brazo por donde que me coge el elfo de pelo cobrizo.
–No.- Contesto a su pregunta. –Ella no quiere verme.- No sé a qué se refiere con lo de “verme así”, pero eso no me impide contestar a su pregunta. –Se fue porque no quiere verme.- Repito sin ocultar mi ira. –Vete tú, yo volveré.-

Miro a las puertas de piedra con gesto de despedida. El elfo se irá por ellas dejándome solo ante los guardias, es lo que ha dicho que hará. No me importa. A él le perseguirán por no demostrar su inocencia, a mí no. Desde nuestro escondite en el callejón alcanzo a ver a varios guardias rodear las puertas. Están armados lanzas acabadas en grandes hachas. Cada hombre, mujer y niño que entra o sale de las puertas es revisado por los guardias. Ellos saben quién es el elfo de pelo cobrizo, no podrá escapar.  Lo matarán.

-Si sales te matarán.- Ahora soy yo quien le agarra del brazo y le empuja hacia el callejón para escondernos detrás de unos cubos. –Hay que demostrar nuestra inocencia para salir.- Irónico, para volver a entrar a Sandorai he de demostrar mi inocencia tras la acusación del envenenamiento de aquel noble, mientras que para salir de Lunargenta he de demostrar mi inocencia ante la acusación de los mentirosos.

Oigo una voz conocida llorando cerca de nuestra posición. Con la mano derecha le tapo la boca al elfo para que no dijera nada, le gusta mucho hablar y no es el momento. Miro severamente al elfo de forma que entendiera que no hiciera nada inadecuado. La voz conocida no puede saber que estamos escondidos detrás de los cubos; no hasta saber de quién se trata.

-Mi vida.- El portador de la voz conocida se detiene y suelta algo pesado en el suelo. - Mi vida, ¿me escuchas?- Dice entre lágrimas. - No puedes morir, no ahora que por fin nos hemos librado de esos bastardos.-

Levanto ligeramente la cabeza de los cubos para ver quién es el que está llorando. Es el mentiroso y en el suelo está la mentirosa llena de sangre. El hombre acaricia la cara de la mujer a la vez que sus lágrimas caen a los ojos ya vacíos de la mentirosa. Ella ha muerto. El mentiroso se acerca más y más a la cara de la mujer. Deja a un lado un zurrón donde guarda su camisa y su instrumento de cuerdas roto. Su torso desnudo, como lo habían dejado la multitud, se llena de sangre de la mentirosa pero a él no parece importarle. Se acerca, cada vez está más cerca. Los labios del mentiroso se unen con los labios de la mentirosa en un largo beso. ¿Otro beso de mentira? No. Nadie besaría de mentira a una muerta.


-Jaden.- Digo al elfo quitándole la mano de su boca. - Es él.-

-¡¿Quién anda ahí?!- Grita el mentiroso. Me ha oído.

 -Los elfos sinceros.- Contesto inmediatamente.

-¡No me la quitaréis!- Dice el mentiroso abrazando a la mentirosa muerta. - Ella es mi hermana y la amaba. ¡LA AMABA, MALDITA SEA! No tenéis derecho a arrebatármela. –Descarga toda su ira sobre nosotros. – Ha sido todo culpa vuestra, si no hubierais aparecido ella estaría viva.-
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Dom Feb 14 2016, 00:17

El elfo resoplo, había apostado a todo o nada y había perdido con ese muchacho, pero no pensaba jugarse el pescuezo por el con las manos vacías. Ahora el joven se defendía hablando de una mujer que el bardo no había visto en su vida, la verdad es que le importaba poco lo que dijera o no de una muchacha a la que no conocía.

-Eres un necio.- alcanzó a decir mientras se daba la vuelta. Demasiado tarde, al guardia había ido hacia las puertas y estaba registrando a la gente que entraba y salia.- Fantástico.-resopló con fastidio y desgano, lo que le faltaba ahora, encerrado en la ciudad. Buscar un modo de salir de ella seria, cuanto menos, difícil.
E otro elfo no hizo mas que remarcar lo obvio, pero cuando le tomó del brazo lo agarró por sorpresa, y el bardo fue arrastrado hacia un callejón.

Por si fuera poco, había alguien llorando cerca, la voz le sonaba pero no lograba identificar de quien. El otro elfo le tapo la boca con la mano. No cabía en su asombro ¿de verdad? ¿El elfo que siempre la cagaba en hablar le estaba pidiendo silencio?. Sin articular sonido alguno apartó su mano y encaró una ceja, mientras movía la oreja intentando captar con atención ese llanto y ubicar a quien pertenecía.

Discreta y silenciosamente se asomó para ver que ocurria.

Era el músico y la bailarina, la ultima yacía muerta en brazos de su hermano, quien la lloraba y la besaba con una pasión y dolor mas propios de un amante que de un familiar. No era algo habitual, pero tampoco extraño, y lo que tampoco le pareció extraño al bardo, el otro elfo abrió el pico cuando no debía, nombrando al viudo.

Este no tardó en reaccionar, y de nuevo, el compañero del bardo da una respuesta extraña y que el consideraba fuera de lugar. Sinceros no era una buena palabra para definir a alguien que mentía para culpar a otros por sus crímenes, y el joven era, realmente, quien había disparado al lugareño.

El bardo contuvo una sonrisa al ver que el músico, conmocionado, solo blasfemaba y los culpaba, tomo discretamente el primer objeto contundente que encontró en las inmediaciones, y se acercó asestandole un golpe en la sien al hombre haciendo que este cayera al piso.

-Ya tenemos nuestro pase de salida, los entregamos, e intentamos quedar como buenos samaritanos.- Dijo lo suficientemente alto como para que el otro elfo o oyera mientras sacaba de las muñecas de la muerta la cinta y se las ponía al hombre inconsciente para retenerlo cuando despertara.

Por una vez su perenne sonrisa ya se adornaba su rostro tampoco se veía en el tristeza, si no hastio y fastidio, había salido todo mal, y estaba de un notable mal humor, en parte por ese congénere suyo que le sacaba de sus casillas con su escasa capacidad para analizar situaciones y ser efectivo.

-No vas a decirles que disparaste la flecha ¿No? Mas que nada para tener en cuenta que tanto te vas a embarrar tu solito.- Añadió con un tono ácido.
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Mensaje  Sarez Mar Feb 16 2016, 11:39

Entre llantos y gritos el mentiroso nos acusa de haber sido los causantes de la muerte de la mujer; otra vez con mentiras. La mentirosa ha muerto como condena de sus crímenes. Él también tiene que morir, pero no somos nosotros quienes debemos llevar a cabo tal condena. Nosotros somos elfos, no verdugos.

¡Otra vez tengo el mismo impulso de acariciar mi cicatriz! Sin darme cuenta, mi mano recorre la marca de mi destierro ante el recuerdo del castigo que unos verdugos me hicieron.  Cuando acabo de acariciar mi cicatriz cierro la mano con un puño cargado de furia. Solo Idril consiguió frenar mi impulso, sin ella seguiré teniendo este miso reflejo. No me gusta tener que recordar que soy un renegado: un elfo que ha sido condenado con el destierro de su hogar. Tampoco me gusta recordar que la única persona que me hacía olvidar mi pasado ya no está.

El elfo toma la iniciativa, coge un objeto del suelo y golpea la cabeza del mentiroso dejándolo inconsciente. Dice que, si lo entregamos a la guardia estaremos a salvo. Es posible, como tamién lo es que piensen que nosotros lo hemos dejado así por una mala intención. A lo que falsas acusaciones se refiere ya estoy escarmentado.

Mientras que el elfo le quita la cinta que unía las manos de la mentirosa y se las pone al mentiroso para que no pueda escapar, yo busco mis flechas que guarda el inconsciente mentiroso en la bolsa que lleva. Todo lo que la multitud le había arrebato en la plaza se lo han devuelto, incluidas mis flechas. Una a una, pongo pis pproyectiles en mi carcaj. ¿Voy a decir que disparé las flechas? La pregunta del elfo me sorprende inadvertido.

-Solo diré la verdad.- Le contesto con voz seca. - No soy un mentiroso y no he matado a nadie. No tengo de qué esconderme.- Me doy cuenta que eso no responde a su pregunta. Guardo unos segundos de silencio pensando en qué decir para que el extraño elfo me comprenda. – Diré: “Mi nombre es Sarez. La flecha fue mía, disparé al hombre para salvar la vida de unas personas que estaban siendo lapidadas; pero no lo maté. Disparé al guardia león con mi cinturón y tampoco lo maté.” Eso es lo que diré; es la verdad.- Cojo al mentiroso y me lo cargo al hombro. – Vamos.-

Camino dirección a la plaza de antes. Hay guardias más cerca, en la puerta de piedra hay muchos a los que entregar al mentiroso. Sin embargo, temo que tanta gente hable y mienta sobre nosotros como ya ha pasado. Solo yo he de hablar y los mentirosos se han de callar. Al llegar a la plaza la encuentro diferente. La estructura de madera, antes rodeada por la multitud ahora está vacía. Solo alcanzo a ver a cuatro figuras encima de la estructura: Los dos guardias, el hombre de la ballesta sin la ballesta y aquel que disparé la flecha. Los guardias están de pie, el león tiene en su manos el cinturón que le disparé y lo observa con detenimiento mientras que el humano, con la ballesta en la mano, está acuclillado en el suelo estudiando el cadáver que el hombre que disparé, por último, el hombre de la ballesta está de pie detrás del guardia humano esperando a que le devuelva su arma.

Respiro hondo antes de dar un paso más. Es hora de hablar. Es hora de decir la verdad. Estoy nervioso. Si no encuentro las palabras adecuadas nos pueden matar. ¡No! No dejaré que se confundan otra vez. Ya no soy un niño que acepta las acusaciones de los demás. No voy a huir. No voy a salir corriendo. Miro al elfo de pelo rojizo con firmeza a la vez que admiración. Si él ha hablado en público estando los mentirosos mintiendo yo puedo hablar ahora que nadie miente. Tomo una segunda bocanda de aire y doy unos pasos hacia delante saliendo de nuestro escondite en el callejón. Los tres hombres vivos no tardan en vernos.

- Mi nombre es Sarez. La flecha fue mía, disparé al hombre para salvar la vida de unas personas que estaban siendo lapidadas; pero no lo maté. Disparé al guardia león con mi cinturón y tampoco lo maté.- Recito tal cual se lo había dicho al elfo minutos antes. - Es la verdad.- Tiro el cuerpo inconsciente del mentiroso al suelo. - Es la verdad.- Repito una vez más.

-¿Entonces por qué habéis huído?- Dice el guardia león con voz severa pero sin llegar a gritar. -Los inocentes no huyen de crímenes que no han cometido.-

-Sí huyen.- Le contesto inmediatamente. –Huyen por miedo.- Sé de lo que hablo. He pasado mi vida huyendo por el miedo a encontrarme con otros elfos que recuerden mis falsos delitos.

-¡También disparan cinturones a la cara de los guardias por miedo!- Grita el guardia león lanzándome el cinturón, por fortuna está lejos y el cinturón solo llega a mis pies.

-Las mentiras son poderosas, pueden hacer que demos besos con sentimientos.- Señalo al elfo. - Él me lo ha enseñado.-

-¡Ya basta!- Me interrumpe el guardia humano. -Esté hombre no lo mataron por el disparo de tu flecha elfo. Le clavaron repetidas veces una flecha en la cabeza a modo de cuchillo. Y, gracias a este hombre.- Señala con la cabeza al hombre de la ballesta. - Tenemos pruebas suficientes para saber que ha sido él el culpable.- Gira su cabeza para señalar al mentiroso inconsciente. - Quedáis libres elfos.-
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Mar Feb 16 2016, 18:14

Cuando el bardo escuchó que pensaba comentar su homólogo a la guardia no cabía en su asombro. Se paso la mano por la cara con exasperación, y miró a su alrededor buscando una alternativa, una escapatoria a esa situación de mierda en la que había terminado.

Quizás lo de la flecha podía llegar a pasar, con suerte, con mucha suerte, pero recordarle al guardia que le había dado un cinturonazo en toda regla en la cara, no era para nada recomendable. Como tampoco presentarse con ese sujeto. Peor no había otra salida, si se complicaban las cosas, siempre podía tratar de culpar de todo al otro elfo, que con su precaria labia, probablemente se embarrar a si mismo sin darse cuenta.
Mientras el muchacho cargaba al hombre, el hizo lo mismo con el cadaver, mucho mas liviano, y a desgano, pero siempre era mejor ayudar, y traer a ambos, a que creyeran que estaban ayudando a escapar a la moribunda mujer que los había llevado de cabeza las ultimas horas.

La pregunta del guardia no le sorprendió.
-Habían decidido que iban a ajusticiarnos a nosotros también, y no teníamos nada que ver, no es difícil de comprender que no queramos morir por los crímenes de otros.- El bardo tenía que hacer grandes esfuerzos para no pasarse las manos por la cara, u pinzarse el puente de la nariz, en vez de eso se mostraba firme y seguro de si mismo, aun que en su mente, se sucedían miles de plegarias a todos los dioses de los que había oído hablar a lo largo de su vida, para salir indemne.

-Las mentiras son poderosas, pueden hacer que demos besos con sentimientos.- Señalo el muchacho al bardo. - Él me lo ha enseñado.
-¿Eh?¡¿Que?!.- Abrió el mismo con los ojos como platos, completamente chocado por las palabras del joven que le habían llegado por sorpresa, y no cabía en su propio asombro.-¿Se puede saber que estas diciendo? Yo no te he tocado un pelo, ni ganas tengo.

Los guardias, aunque torciendo el gesto con desagrado y extrañeza, tampoco querían oir hablar de esa clase de intimidades, y prosiguieron con su veredicto.
Un suspiro de alivio se escapó produjo entre los labios de Iltharion tras la sentencia de su libertad, y se giró directamente hacia el muchacho.

-Compadezco a tu familia.-
resopló, aun con el alivio en la voz de haber sido exculpado, pero con cierto recelo por las extrañas expresiones, palabras y gestos del elfo que parecía mas un niño recién nacido, que un hombre adulto de ciudad.
Ya libre de los guardias, saco los aeros de los que había desprendido a los rufianes, y se puso a contar sus pesquisas, cediéndole una parte al muchacho, esperando que con eso, tardase mucho, mucho tiempo, en volver a ver a ese sujeto.
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Mensaje  Ger Dom Mar 13 2016, 19:00

Dada la ausencia de maese Thorn, he corregido yo vuestro trabajo.

Respecto a la trama, me ha gustado mucho. Una lectura amena y muy interesantes los giros de guión que proponéis.

Iltharion

Como puntos positivos, me gustan las expresiones de tu elfo, tienes un vocabulario extenso y una gran inventiva para resolver las complicaciones que se te presentan, incluso algún punto que me ha hecho reír, como la última frase que le dedicas a Sarez.

En cuanto a los negativos, destaco uno principalmente: la ortografía. Esfuérzate en mejorar esto. En el texto hay bastantes faltas de ortografía, como acentos, palabras con caracteres cambiados (ej: “apra” en vez de “para). En un caso aislado estos no son errores graves, pero repetidamente es algo que afecta a la lectura. Además, hay otras más sangrantes, como “fabor”, “recivio”, “tubo”. No puedo otorgar un sobresaliente con errores así.

Recompensas:


  • +350 aeros
  • +2 ptos habilidad pasiva: primeros auxilios. **(estos tendrás que pedirlos cuando se abra el registro de pasivas).
  • +10 ptos de experiencia base + 8 ptos por buen desarrollo = 18 ptos de exp.

Sarez

Me gustan mucho tus constantes referencias a Idril. Reflejan muy bien lo que Sarez siente por ella y la pesadumbre que lo atormenta.

Como partes negativas, hay algún acento que se te escapó, pero nada grave.

Recompensas:


  • +350 aeros
  • +10 ptos de experiencia base + 10 ptos por buen desarrollo = 20 ptos de exp.


********************

De acuerdo a la nueva normativa, no es necesario que pidáis los puntos de experiencia, ya os los he puesto yo. Así como los aeros, que están en vuestros perfiles, únicamente incluidlos en vuestra lista de tareas e, Iltharion, recuerda pedir las pasivas cuando corresponda
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