Cosas de lobos (Interpretativo)

El amanecer se había adelantado, no podría verlo en lo alto de su piedra favorita del lago pues le faltaban quizá una hora para llegar a su destino. La calma en Ulmer le había permitido tomarse unos días de aventuras no muy lejos de casa, Alec, Rose y Hera se encargarían de todo en su ausencia. A unos días de la luna nueva la líder estaba tranquila, el olor a tierra mojada por la nieve derretida de la época más fría de Aerandir le inundaba los pulmones y la relajaba aún más, esa sensación de hundir los pies descalzos por la hojarasca. Pisaba el suelo con agilidad, casi a pequeños saltos, para que su rastro no quedara marcado en la tierra en un acto casi instintivo. Buscaba pistas, sabía que era arriesgado adentrarse casi hasta los lindes de lo que en el mapa habían marcado sus espías como el actual territorio de la Manada. Los rumores de que la Manada había mandado rastreadores para espiar los límites del bosque habían llegado hasta Ulmer y no podía dejarlo pasar, un grupo de lobos en territorio enemigo habría causado demasiadas sospechas, demasiados ruidos, demasiados olores; Tenía que verlo con sus propios ojos.

Se imaginaba sosteniendo la larga cabellera de Thorbald por el extremo, alzando su cabeza brutalmente sesgada de su cuerpo, ejecutando así su venganza más arraigada. El ambarino de sus ojos brilló ante aquella imagen, pero un crujido de una rama la sacó de sus fantasías. Se encontraba en su territorio, la parte Este del lago Heimdall siempre había sido un lugar demasiado al norte para la manada incluso en tiempos de guerra. Se agazapó entre la maleza, el murmullo de los pájaros se había calmado, el cielo nublado no daba cabida a un juego de sombras, por lo que la visión del entorno era impecable. Con las rodillas flexionadas y la mano sobre el puñal que guardaba en el cinto buscó con la mirada por encima del seto donde se escondía. Sobre el manto de hojas unas pisadas marcaban un camino hacia el lago. Siguió las pisadas, pese a aquel olor, aunque lejano, le fuera extrañamente conocido. Contuvo la respiración hasta que una figura se dibujó entre las hojas. Murmuró algo en voz baja. Era el momento. Se erigió de nuevo en su posición. El corazón le iba a mil, lo podía notar en su garganta la adrenalina. Se abalanzó sobre él cuando le hubo dado la espalda, sacando el cuchillo del cinto el cual puso entre sus costillas.

-No te muevas, o te hundo el cuchillo en las costillas. -Amenazó desde su espalda, con cierta confianza. -No es nada personal, solo tengo unas preguntas.

Hincó ligeramente el cuchillo entre sus ropas, lo suficiente para indicar que aquello iba completamente enserio.

-¿Eres un espía de la Manada?

La pregunta era absurda, pero desde su posición podía escuchar el pulso de aquel y saber si estaba mintiendo. No era un truco del todo fiable. Si su respuesta no era del todo convincente siempre podría llevárselo a Rose para que preparase su famoso suero de la verdad. Ilegal en todas y cada una de las capitales humanas, claro. Aquel naranja, aquel olor. Aflojó el brazo que le rodeaba el cuello, con el gesto descompuesto tras haberle reconocido.

-... ¿Frith? -Logró susurrar sin deshacer la llave que le sostenía.

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Rápida y letal: [1 turno] [2 usos] Mi agilidad me permite abalanzarme sobre mis presas a gran velocidad tras acecharlas  y asestar el primer golpe incluso en mi forma antropomorfa.

El pelirrojo habría imaginado muchos escenarios en su regreso a Ulmer. Uno de los que más amaba imaginar era que se encontraría nuevamente con viejos amigos, colegas de profesiones fugaces, o quizás algún enemigo con quién habría podido tomar una hidromiel olvidando los desentendimientos del pasado. Por el momento, todo había estado tranquilo y Ulmer parecía mantener la misma serenidad de los bosques, el mismo aroma dulzón húmedo, especialmente notable en aquellas épocas frías.

Frith perdió la mirada en las aguas, y sus pensamientos volaron muy lejos de allí. No estaba seguro de cómo serían las cosas a partir de aquel momento, y aunque hubiera pasado tan solo un año, temía que mucho hubiera cambiado en todo aquel tiempo.

Un sonido lo sobresaltó, pero no lo suficiente como para decidir tornarse en dirección a allá de dónde procedía aquello que le acechaba. Hizo una mueca y decidió ignorarlo, tomándolo como parte de sus paranoias, o quizás un eco de un año bastante ajetreado. Sin embargo, muy contrariamente a lo que hubiera imaginado, un encuentro inesperado lo sobresaltó, y de la manera más inesperada.

— ¿Eres un espía de la manada? —escuchó de una voz femenina, tras abalanzarse sobre él a punta de cuchillo. Una voz conocida.

— Estoy bastante seguro de que no me gustaría serlo. —el trato de girarse pero no son bastante dificultad. Lo había tomado por sorpresa por lo que le había dado pie a ella a tenerlo en una posición altamente comprometida. No tardó mucho en darse cuenta de quién se trataba, sin embargo. — No sabía que me echabas tanto de menos —sonrió.

Cuando se giró hacia ella, su corazón dio un vuelco al volver a ver aquellos ojos dorados que había visto más de una vez en momentos que jamás podría olvidar.

Se quedó mirándola largamente, y sus ojos verdes viajaron por el cabello oscuro y brillante de ella, que parecía moverse suavemente como una corriente, con la escasa brisa que corría por allí. Sus últimos encuentros habían resultado ser furtivos, difíciles y peligrosos.

— Y… aunque se que me echabas de menos… quizás estaría bien que me soltaras. —podía haber forcejeado, pero era consciente de la fuerza de Nana.

La humedad del ambiente le había calado hasta los huesos, o eso parecía cuando un escalofrío le recorrió todo el cuerpo en el instante en el que el pelirrojo se dio la vuelta. Tomó aire antes de alzar la vista para fijarse en sus verdes, parecía que aquel giro rápido había durado horas, ella mantenía aún el cuchillo en alto, sin poder articular palabra alguna. Le tembló la mano que sostenía el cuchillo, ahora ya lejos de su costilla, mientras la otra mano seguía manteniendo la llave que lo inmovilizaba. Cuando pudo reaccionar a sus palabras, asintió con la cabeza y guardó el cuchillo con torpeza, haciéndose un pequeño corte en el dedo índice al meter el cuchillo en la vaina. El olor a sangre le invadió por unos segundos las fosas nasales, pero conmocionada, aún no podiá reaccionar.

-¿Qué haces aquí? -Fue lo único que pudo preguntar, frunciendo levemente el ceño.

No había cambiado nada durante todo aquel año, pero ¿Por qué se había ido? Lo había imaginado en la mar, como a Brendarid, en alguna capital humana buscando una buena curandera élfica para su hermana, o incluso en Sandorai librando la guerra. Muerto, en algunas ocasiones. Aunque siendo sinceros, la situación extrema en la que vivía constantemente la loba no le había dejado demasiado tiempo para echar de menos amoríos, por ello sintió que en parte, aquella paz se rompía. El corazón volvía a latirle después de mucho tiempo y se sentía demasiado extraña con esa sensación. Se apretó el corte con el pulgar para cortar las pequeñas gotas de sangre que brotaban sobre la dermis y respiró hondo un par de veces para poder regular su respiración repentinamente agitada.

-He venido corriendo buscando una pista, no le habría puesto tanto empeño si hubiera sabido que eras tú. -Bromeó en tono sarcástico, algo más calmada, esbozando su peculiar media sonrisa.

Se separó de él unos pasos hacia el lago, dándole la espalda. Gesto que denotaba la confianza que aún no había perdido en él, ¿Y si Frith era ahora de la manada? No dudaría en rebanarle el cuello si intentaba algo contra ella. Su obsesión empezó a comerle la cabeza, sin dejar que se centrase en el momento presente. Se giró hacia él cuando llegó a la orilla y el agua le acariciaba los pies descalzos.

-¿Cómo está tu hermana? -Preguntó con la cordialidad que separa a dos extraños,  pues eso es en lo que sentía que se habían convertido.

Había sido tan sorprendente como reconfortante haberse encontrado con Nana. Además de que para nada se habría esperado saber nada de ella tan pronto. En su cabeza Nana tenía mil cosas más importantes de las que debía ocuparse o simplemente ocupar sus pensamientos.

— Yo no estaría tan seguro de eso —sonrió, aunque pese a ello sabía que Nana se lo habría puesto difícil si se hubiera dado esa situación.

Con todo lo que había pasado la líder de Ulmer  y a lo que se había tenido que enfrentar, no habría sido una rival fácil. Aunque prefería no imaginar aquel escenario de ninguna manera. Tan solo lo había llegado a pensar cuando los palabreríos lo habían hecho dudar de posiblemente las que podrían haber sido las peores decisiones que hubiera tomado.

— Mi hermana…—aquella pregunta lo había tomado por sorpresa—. Ella no está bien. Su salud empeoró bastante. Traté durante todo este tiempo de encontrar algo y comienzo a sentir que se me acaban las opciones, o que simplemente no existen. —dijo aquello último con una clara expresión amarga en el rostro.

Sólo había una persona que la había asegurado que podía curar a su hermana pero sus requisitos habían resultado ser excesivos. Si requisito se encontraba nuestro allí,a unos escasos metros de distancia. Pero así como lo había sido en su momento, aquella idea era impensable.

—Has dicho que estabas buscando una pista. Una pista de que? —Frith ya sabía de tiempo atrás que Nana contaba con enemigos. La misma persona que le había sugerido si asesinato ya era una prueba de ello. Quizás se trataba de eso? —puedo ayudarte si lo deseas.

La notó diferente. Más distante y notablemente más seca que cuando lo había tratado en el pasado. Se quedó mirándola sin decir nada más, mientras pensaba sobre ello. Quizás le hubiera molestado que se marchara sin. Aunque también quizás no hubiera tenido tiempo siquiera para preocuparse por ello. En cualquier caso era completamente comprensible que el reencuentro no hubiera sido como el que habrían tenido cualquier otras personas. Ellos eran, así.

Las palabras de Frith sobre su hermana la hicieron recapacitar. Había desaparecido por eso, o eso era lo que quería pensar. Se ausentó un momento de la conversación, autoconvenciéndose de que esa era la verdadera razón por la que hacía más de un año que no sabía de su paradero.

Pero aún así, ¿Por qué no despedirse? Una carta, o un simple papel le habrían bastado. Acostumbrada a despedidas abruptas, la loba dio un paso atrás en el lago, hundiendo más aún las piernas en el agua fría, volviendo así a la conversación. Se agachó lo suficiente para remangarse el pantalón, y hundió los dedos de los pies en el lodo del lago.

-Vaya, siento lo de tu hermana. -Alcanzó a decir frunciendo el gesto con pesar. -Supongo que habrás acudido a las curanderas élficas de Sandorai, su fama les precede la verdad. He llegado a escuchar que han hecho crecer brazos amputados.

Intentó romper aquella pared que ambos se habían puesto entre ellos, en su forma de hablarse, de mirarse. Como un acto instintivo al oler la sangre que brotaba del dedo índice, se lo llevó a los labios para cortar la hemorragia. Se relamió dejando un pequeño reguero carmesí en ellos, ganando el tiempo suficiente para escoger sus próximas palabras.

-Ya sabes, siempre tenemos que estar atentos a todo. Hace mucho que no se oye nada de la Manada y quién sabe qué podrían estar tramando esta vez.

Los ojos de la loba pasearon desde la espesa arboleda hasta los ojos del pelirrojo, buscando un cambio, un ápice de culpa en sus gestos. Ligeramente alterada, la loba no pudo aguantar mucho más la mirada, apartándola de golpe hacia el agua que le salpicaba las piernas desde atrás. Por qué después de tanto tiempo aquellos ojos tenían el mismo efecto en ella.