Última sinfonía [Desafío: Un mundo sin sueños]

Las cosas en el norte no habían marchado del todo bien, solo el consuelo de haber salvado a ese chico inocente de un a muerte injusta era lo que quizás hacia más llevadero el asunto. Tampoco había dado con alguna respuesta que pudiera solucionar este lío en el que estábamos ahora.

Los problemas se acumulaban uno tras otro: Meleis ahora era prófugo, nuestros días seguían contados, me acechaba una constante frustración producto a que de un cierto tiempo para acá parecía que todo lo que hacía salía mal... y lo peor desde que salimos del norte mi cuerpo no respondía a mi antojo. Por un momento pensé que estaba en cinta, no había dejado de vomitar, pero cuando la sangre se hizo presente las últimas veces la idea quedó descartada, algo estaba mal en mi interior y sentía cómo mis fuerzas mermaban con el paso de los días.

Nuestro regreso infructuoso a la península trajo consigo un hilo de esperanza, o una nueva dificultad. La noticia de un niño que parecía que ponía fin a esta pesadilla. En mi estado actual me era algo difícil conectar ideas coherentes dado al poco sentido que esto me generaba después de haber sido una de las receptoras de aquel ente. Claro que si se trataba de un niño, quizás aquello tenía relación con los pequeños que sacamos de ese espejo. ¿Cuánto tiempo habían estado ahí? ¿Fue la decisión correcta?

Como sea, si quería tener respuestas, lo mejor era ir al lugar y averiguarlo por mí misma, es decir con los días contados si algo salía mal pues sería una muerte colectiva. El rumbo estaba trazado.

Durante el trayecto, que fue eterno, las piernas me fallaron un par de veces. Meleis, sin importar cuántas veces le pedí espacio, se mantuvo a mi lado e hizo de soporte. - Estoy bien. Sigamos.- Era lo que repetía cada vez que aquello me pasaba. El chico estaba mudo, era de esperarse tras todo lo que había sucedido, s ocultaba algo más mi estado actual y el esfuerzo para concentrarme me hacía difícil averiguarlo.

Seguimos aquella lúgubre marcha alrededor de lo que a mi parecer parecían muertos vivientes. No tardamos en llegar a una concentración de personas y ver un espectáculo que francamente me heló la sangre. La frustración crecía en mí, si bien había considerado que podía tratarse de uno de esos niños, el hecho de que fuera aquel llamado Terric fue mas desalentador.

- ¿Qué no es...? - Las palabras de Meleis se vieron interrumpidas ante la voz de la fémina que parecía llamar al pequeño, pidiéndole que luchara.  Por mi parte, si bien había escuchado esto, mis vista no se despegó de aquel pequeño. ¿Por qué él estaba ahí? ¿No se suponía que lo habíamos salvado? ¿Acaso aquel acto de buena voluntad fue inútil y habíamos sacado cosas peores de aquel sitio?  

Sentía que la cabeza me iba a estallar con tantas cosas. Pronto y como si necesitara aquella ayuda divina, el suelo se dividió, dando paso a la confusión de varios en la sala. El suelo estaba divido, los guardias habían dado la orden, mi vista viajaba de un lado al otro logrando ubicar una cara familiar, o mejor dicho más de una de ella,  haciendo piruetas.  Francamente de haber estado en mejor condición física hubiese hecho lo mismo.

- Ayuda a la madre de Terric... - Susurré con un hilo de fuerza de mi voz. Si aquella chica estaba de nuestro lado, le enviaría la poca ayuda que podía ofrecerle.

- Pero Mera... - No lo dejé terminar.

- Iré con él... necesito respuestas. Si vamos ambos tal vez huya, quizás confíe en mí... o no... pero en este punto ya no importa. - Agregué en la medida que torpemente me zafaba de él para adentrarme en la multitud que rodeaba al chico y abrirme paso entre ellos. En mi condición tan deplorable, no fue tan difícil, seguramente pensaban que estaba en el mismo estado que ellos, la verdad, es que estaba peor.  

Meleis corrió en dirección hacia los guardias, enfocados cómo estaban en la joven que los atacaba, aprovecharía la ocasión para tomarlos por sorpresa. En este punto no tenía nada que perder, ya era un prófugo en el norte, meterse en problemas en el sur a días del juicio final no haría diferencia. Su cuerpo cambió a su forma bestial, y desde atrás atacó a los guardias más cercanos a este con dientes y garras, últimamente su estilo de lucha bestial se había vuelto más salvaje. ⁽¹⁾

Por mi parte entre esfuerzos, y ganas inmensas de vomitar logré llegar a ese maldito campo de flores cercano al niño.  Su solo aroma me revolvió más el estomago, y obviamente caí de rodillas al suelo vomitando bilis y sangre. - Terric... - Dije después en otro hilo de voz, ignorante de si me escucharía o no. - ¿Me... recuerdas? - Apoyé mis brazos tambaleantes al suelo fijando la vista en él.   

Sus palabras en principio me dieron un hilo de esperanza que se esfumó al caer en cuenta que aquella voz era distinta, la realidad me golpeaba de frente y me sentía impotente al no saber qué hacer, o el hecho que decidiera lo que decidiera algo acabaría mal.

La voluntad de Oniria, aquello seguía sin parecerme algo bueno pero también recordé las palabras de aquel sabio del tiempo. Mi cabeza era un manojo de cosas que solo aumentaban la  frustración de mi interior. Había tomado mi decisión al ver como de pronto el niño que creí haber salvado se volvía otra cosa.

El dolor crecía en mi pecho, mis manos temblaban ante lo que sabía que tenía que hacer. Dejé de escuchar todo a mí alrededor, como si Terric y yo fuésemos los únicos en el mundo. De rodillas me fui acercando a él, las lágrimas comenzaron a resbalar por mi rostro. - Perdóname. - repetía una y otra vez en la medida que se acotaba la distancia y lograba finalmente darle un abrazo para atraerlo a mí. -  No merecías esto, pude haber tomado tu sitio... Yo causé todo esto aquella noche. - Hablaba en sollozos mientras ligeramente mi siniestra  temblorosa iba hacia el objeto punzante que colgaba en esa zona.

- Mereces descansar... Es hora de dormir, Terric. -  Susurré en la medida que lo abracé con más fuerza con mi diestra, pero justo cuando pensé que sería mi arma quien lo atravesaría -pues ya estaba lista para apuñalar su costado- , alguien se me adelantó a espaldas de él.  Alcé mi vista llorosa, sorprendida, sólo para encontrarme con la mirada de Reike.

Un grito de dolor, uno sumamente desgarrador,  se escuchó de fondo, mi mente había vuelto al aquí y ahora. Era el grito de una madre desconsolada que había visto morir a su hijo.

Mientras tanto - y un poco antes de este evento - Meleis se había encargado de apoyar a la chica para auxiliar a la madre. Para cuando logró lidiar con los guardias un ligero recuerdo vino a su mente. La última vez que se habían enfrentado a Oniria el agua había sido un excelente aliado. Quizás esas personas podían despertar de aquella hipnosis con un poco de esta.

Se abrió el espacio suficiente entre empujones para lograr planear alrededor del área y escupir chorros de agua de tal modo que parecía que fuese lluvia.⁽¹⁾ Nada letal, sólo la suficiente cantidad entre exhaladas a fin de que eso sirviera de ayuda en despertar a la multitud. Desde su posición logró ver lo que sucedía en el círculo, un rugido quizás en modo de llanto también resonó.